I2E LA GEOBOTANICA A LA FITOSOCIOLOGIA

Cuando Villar trazó su proyecto para introducir el estudioecológico de la vegetación en España comprendió que era funda-mentalmente entre los naturalistas, y sobre todo entre los botáni-cos, dónde debía buscar cultivadores de la nueva disciplina, queél llamó geobotánica. Una razón era que los botánicos poseían elconocimiento taxonómico que era instrumentalmente necesario(Huguet del Villar, 1929, p. 60).

"La clasificación de las especies que componen la sinecia, esla operación más importante del levantamiento de un inventario,y la base principal de todo el estudio geobotánico. Para ser geo-botánico es indispensable, pues, ser buen florista."

Había además otras razones. Los contenidos de la geografíabotánica, precedentes de la ecología vegetal, habían formadoparte tradicionalmente de la formación de los botánicos, almenos en el plano teórico, lo cual facilitaba la adopción de enfo-ques ecológicos. Aun así, los botánicos no dejaban de compartircon el resto de los naturalistas españoles una clara orientacióntaxonómica y descriptiva y unos modelos de actividad investiga-dora en los que se primaba la acumulación de información básicapara completar el conocimiento de la historia natural, en su sen-tido tradicional, de la Península. Villar intentó vencer la resisten-cia a abandonar una botánica basada exclusivamente en la siste-mática y la florística, argumentando que incluso el conocimientonaturalista básico no podía ya concebirse sin incorporar el puntode vista ecológico (Huguet del Villar, 1929, p. 309).

"Si el estudio geobotánico necesita del florístico, éste necesitacompletarse con aquél. Una flora que solo contenga los elemen-tos de clasificación y nomenclatura no está hoy a la altura cientí-fica de su época. Con los simples caracteres sistemáticos unaespecie podrá clasificarse, pero no conocerse."

Aunque con muchas limitaciones, los botánicos españolesmostraron ser en efecto el grupo de naturalistas más receptivo alas nuevas orientaciones de la ecología, y las propuestas de Villar

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para iniciar en España el cultivo de la geobotánica fueron las quemayor repercusión alcanzaron en el conjunto de los estudios eco-lógicos anteriores a 1936. Pero precisamente Villar estaba en unaposición marginal frente a la comunidad científica de botánicos,en la que carecía de una articulación institucional, debido enparte a los condicionantes impuestos por la tradición taxonómicapreexistente. El cuadro resultante, un incipiente desarrollo de lageobotánica ralentizado por la carencia de un puesto profesionaldesde el que Villar pudiera ejercer su magisterio, abrió la posibi-lidad de que se incorporase la influencia de la escuela fitosocioló-gica de Braun-Blanquet, que además se adaptaba mucho mejor aesa tradición taxonómica por estar basada sobre todo en un estu-dio florístico de las agrupaciones vegetales. El primer episodio dedirecta e intensa influencia de la escuela de Braun-Blanquet enEspaña se produce entre 1934 y 1936, cuando, de hecho, Villarhabía abandonado en gran parte su actividad investigadora, aun-que no su interés, en geobotánica, y se hallaba concentrado másbien en estudios edafológicos. Resulta tentador preguntarse porel resultado que la interacción de ambas influencias, no necesa-riamente opuestas, pudo tener en el desarrollo de la geobotánicaen España. La pregunta sin embargo no tiene sentido, puesto queen 19361a guerra alteró completamente la situación.

Tras el término de la contienda, con Villar y Cuatrecasas en elexilio, el panorama de la geobotánica en España quedó total-mente desarticulado, al menos en cuanto a los incipientes núcleosde investigación que se habían formado en los años anteriores.Faustino Miranda, el especialista en algas marinas que habíaadoptado un claro punto de vista ecológico en sus investigacio-nes, acabó también en el exilio, en este caso en México, donde,hasta su muerte en 1964, contribuyó notablemente al desarrollode la botánica (Giral, 1994, pp. 140-144). Allí hubo de cambiarsus iniciales estudios ficológicos y marinos para dedicarse funda-mentalmente a las fanerógamas terrestres. Y es significativo elque en este cambio mantuviera sus intereses ecológicos, queaplicó en su extensa obra sobre la flora y la vegetación deMéxico, donde es reconocido por ello y por su labor de organiza-ción institucional de la botánica. Miguel Martínez, que se habíainiciado en la fitosociología de Braun-Blanquet con el apoyo de

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Cuatrecasas, fue detenido en Madrid por grupos milicianos alcomienzo de la guerra y asesinado poco después. Las gestionespara lograr su liberación de Cuatrecasas, que ignoraba su mili-tancia falangista, fueron infructuosas (José Cuatrecasas, comuni-cación personal, 1992). José González Albo, que al igual queMartínez había viajado a Montpellier para formarse en la fitoso-ciología de la Sigma, y que se perfilaba como su primer introduc-tor activo en España, quedó afectado por una grave enfermedady hubo de abandonar la investigación (Bellot Rodríguez, 1967, p.48). Luis Crespí, efímero titular del Laboratorio de Ecología cre-ado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales antes de la gue-rra, fue objeto de depuración política y destituido de todos suscargos, con lo que hubo de ganarse la vida trabajando comoadministrativo hasta 1954, fecha en que se le restituyó su catego-ría de Catedrático de enseñanza media (Crespí y GonzálezBueno, 1991). Murió en 1963. EI panorama de la botánica enCataluña quedó también totalmente trastocado (Camarasa,1989b, p. 199). Su figura fundamental, Pius Font i Quer, fuerepresaliado, perdiendo todos sus cargos y sufriendo incluso pri-sión en el periodo inmediatamente posterior al final de la guerra.

Entre quienes pudieron mantener su actividad científica que-daron Modesto Laza, el farmacéutico malagueño que había cola-borado con Cuatrecasas y que después de la guerra se limitó auna labor botánica individual y aislada de los centros oficiales deinvestigación, y Arturo Caballero, que no sólo conservó sus pues-tos académicos sino que, en el diezmado panorama científico dela posguerra, aumentó su influencia, asumiendo la dirección delJardín Botánico de Madrid, cargo en el que se mantuvo hasta sumuerte en 1950. En el ámbito profesional de los Ingenieros deMontes tanto Luis Ceballos como Manuel Martín Bolaños conti-nuaron trabajando en cuestiones de botánica forestal, pero elproyecto del Instituto Forestal de Investigaciones y Experienciasde estudiar la vegetación forestal de España mediante monogra-fías provinciales, iniciado por ellos antes de la guerra, no tuvocontinuidad.

De entre los últimos nombres citados, el único que continuóaplicando el programa geobotánico desarrollado por Villar ainvestigaciones concretas fue Laza, pero, dada su situación peri-

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férica respecto a los núcleos de la botánica académica, ello notuvo más trascendencia que la propia realización de sus investi-gaciones (Laza, 1946, 1956). En cambio, Caballero, aunque noprofundizó personalmente en las investigaciones ecológicas quehabía iniciado antes de la guerra, trasmitió a otros jóvenes botá-nicos el interés por los puntos de vista de Villar desde el magiste-rio y la influencia que se asociaban a su posición institucional. Asu Cátedra de Fitografía en la Facultad de Ciencias de la Univer-sidad Central acumuló en 1941 una Cátedra de Ecología Vegetalde nueva creación, y, al decir de sus biógrafos, en los últimosaños de su vida "dedicó mucha atención a la geobotánica y a laecología vegetal" (Álvarez López, 1951). A la influencia deCaballero se debe probablemente la fugaz vigencia de la obrageobotánica de Villar durante los años inmediatamente posterio-res a la guerra, aun estando Villar forzosamente alejado de loscentros científicos españoles en su exilio en el norte de África. Alparecer, durante ese breve tiempo el marco conceptual de Villarera incluso usado como referencia en las oposiciones de profeso-rado universitario de botánica (Estrada, 1981). Pero, en tan anó-malas condiciones, no es extraño que la continuidad de la investi-gación geobotánica fuera inviable. Falta de un grupo denaturalistas que le sirviese de vehículo y marginado definitiva-mente su protagonista de la comunidad científica española, lainfluencia de Villar se extinguió en pocos años. Por el contrario,el proceso de introducción de la fitosociología sigmatista deBraun-Blanquet, aunque sufrió también un corte derivado de laguerra, fue restablecido con cierta facilidad. El resultado fue unasólida implantación de esta escuela, que continúa hasta hoy.

Para comprender cómo tuvieron lugar estos dos procesos designo contrario es importante tener en cuenta el contexto socio-profesional en que se producen, con una renovación generacio-nal casi completa en las instituciones científicas, en gran parteforzada por las cruentas circunstancias de la guerra y la posteriorrepresión política. La interpretación cabal de todo ello requeriráinvestigaciones específicas sobre la actividad científica, y en estecaso botánica, en el periodo de posguerra. Pero pueden avan-zarse algunos apuntes al respecto, que ayudan además a evaluarcorrectamente la truncada labor ecológica de Villar.

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Francisco Bellot Rodríguez, que antes de la guerra había sidoayudante de Cuatrecasas y había seguido el curso de geobotánicaque impartía entonces Caballero, ilustra el cambio al hacer algu-nas referencias autobiográficas (Bellot, 1976). "Nosotros, prime-ramente seguimos a Huguet del Villar, influídos por Caballero",dice Bellot. Pero, después de la guerra, "ya en la Universidad deSantiago, al leer a Braun-Blanquet en su obra Plant Sociologynos dimos cuenta de las ventajas de su método", y"convencimosa Rivas Goday para que en sus trabajos utilizase la técnica fitoso-ciológica". Y para confirmarlo recurre al testimonio del aludidoRivas Goday, que describe su evolución en parecidos aunquemás enfáticos términos. "Durante algunos años un tanto escép-tico, me sumergí en la tranquilidad que da la apreciación ecléc-tica, no obstante los esfuerzos por llevarme a la escuela ortodoxade mis amigos", dice refiriéndose a la fitosociología (RivasGoday, 1958). "Para ellos mis mayores gracias", añade, "porquecontribuyeron y se esforzaron en llevarme al camino iluminadode la ortodoxia fitosociológica". Salvador Rivas Goday habíaestudiado botánica con su padre Marcelo Rivas Mateos cuandoeste era profesor en la Facultad de Farmacia de la UniversidadCentral, pero se dedicó sobre todo a estudios de química y far-macología vegetal (Lazaroa, 1981). Es al acabar la guerra cuandose orienta hacia la botánica naturalista, ocupando desde 1943 laCátedra para la enseñanza de la botánica en la Facultad de Far-macia que había sido de su padre y luego de Cuatrecasas. Desde1950, cuando muere Caballero, asume también la dirección delJardín Botánico de Madrid, llamado entonces Instituto BotánicoA. J. Cavanilles. La preeminencia institucional alcanzada rápida-mente por Rivas Goday parece confirmar el papel decisivo quetuvo personalmente en la reorientación de los estudios sobre lavegefación hacia la escuela fitosociológica. En una revisiónmoderna, y refiriéndose al "método de Huguet del Villar", seafirma que "Rivas Goday y Bellot se sostienen un lustro -1941-1946- en esta línea metodológica antes de cambiar definitiva-mente de rumbo hacia el método fitosociológico sigmatista"(Izco, 1981).

La inflexión de Rivas Goday hacia la fitosociología, que,según acaba de verse, él mismo iba a describir años más tarde en

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los términos casi religiosos de una conversión al "camino ilumi-nado de la ortodoxia fitosociológica", puede entenderse mejoracudiendo a textos de aquel momento, y en concreto a uno de1947 en que revisa lo realizado en "geografía botánica" enEspaña entre 1936 y 1946 (Rivas Goday, 1947), proporcionandoindirectamente algunas claves interesantes. Rivas Goday reco-noce el papel de "los iniciadores en España, como Reyes Pros-per, Lázaro e Ibiza, Font-Quer, Huguet del Villar, Cuatrecasas,etc.", y ofrece una lista de trabajos posteriores que revela unagran heterogeneidad en las contribuciones, pero en la que domi-nan, en buena parte debido a sus propias obras, estudios en losque se relaciona la vegetación con factores edáficos y se aplicanconceptos sucesionistas, muy en la línea de la influencia deVillar. A1 tiempo, muestra su preocupación por el hecho de que"los esfuerzos de todos no fueron, ni podían ir, unificados en unadirección determinada, por estar todavía en los comienzos de laexploración sociológica", preocupación unificadora que se mani-fiesta también en su anuncio de un próximo "mapa geobotánicode las Climax de España", síntesis que servirá de "molde" para elmás complicado mapa de las asociaciones". La doctrina de Villarproporcionaba un marco teórico coherente para el estudio de lavegetación pero no especialmente un sistema claro y unificado declasificación de las asociaciones, como parece que le interesaba aRivas Goday. El método fitosociológico de Braun-Blanquet, per-fectamente preparado para la clasificación de asociaciones,muchas de las cuales ya estaban descritas y podían por tanto sertomadas como referencia, se adaptaba probablemente muchomejor para esa pretendida unificación de esfuerzos, unificaciónque suponía también control y autoridad ejercidos desde lospuestos que iban a ser hegemónicos en la botánica académica dela época. En tales condiciones puede entenderse mejor el hechode que la fitosociología sigmatista no fuera una opción teórica ometodológica entre otras, como había empezado a serlo antes dela guerra, sino una ortodoxia, como dice Rivas Goday, íntima-mente unida a la estructura socioprofesional de la comunidadcientífica que la practicaba. De ahí que Bellot, que se reconocetestigo y parte del "desarrollo de la Fitosociología en España", semuestre crítico retrospectivamente "ante el enorme impulso

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alcanzado por los métodos fitosociológicos" (Bellot, 1976). "^Esque sólo existe ese método para describir el tapiz vegetal?", sepregunta.

Recordando la presencia que la fitosociología y la Sigmahabían tenido en España en los años anteriores a la guerra,incluso con la participación directa del propio Braun-Blanquet,cabe preguntarse si su posterior expansión en la posguerra sebasó en parte en aquellos primeros contactos o si fue más bienuna reintroducción apoyada en fundamentos completamentenuevos. Probablemente se trató de una situación intermedia, enla que realmente hubo una reintroducción, pero favorecida enparte por un terreno ya preparado por las actividades previas deFont, Cuatrecasas y González Albo. Es cierto que no hubo conti-nuidad directa, si se exceptúa un aislado trabajo fitosociológicoque González Albo llegó a publicar en el primer volumen delBoletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural que

apareció tras el fin de la guerra (González Albo, 1941). Pero,acabada la segunda guerra Mundial, Font recuperó el contactocon Braun-Blanquet, que mantenía su interés por la vegetaciónibérica. Braun-Blanquet realizó un primer viaje desde Montpe-llier a Barcelona en 1947 para impartir sus enseñanzas a ungrupo de botánicos interesados. De la influencia de ese viaje y delos que iba a realizar en los años siguientes para investigar lasasociaciones vegetales ibéricas resultó la formación de un grupocatalán de fitosociólogos sigmatistas cuya principal figura ha sidoOriol de Bolós (Camarasa, 1984, 1989b, pp. 202-204). Entre losjóvenes que participaron en las actividades del viaje de Braun-Blanquet de 1947 (Collectanea Botanica, 1947) figuraban, ade-más de Oriol de Bolós, otros nombres que iban a ser significati-vos en la ciencias ecológicas, como Pedro Monserrat y RamónMargalef. Merece anotarse especialmente el contacto de esteúltimo con los métodos fitosociológicos, los cuales iban así ainfluir en la labor de reintroducción de estudios ecológicos que,tal como ha quedado apuntado antes, Margalef impulsó duranteesos años, a pesar de que sus trabajos se refiriesen a la ecología

acuática,La visita de Braun-Blanquet atrajo también a botánicos de

Madrid, de donde acudieron Emilio Guinea y el joven Emilio

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Fernández-Galiano (Collectanea Botanica, 1947), por lo quepudo contribuir también a la rápida decantación que se produjopor entonces en los centros madrileños, con Rivas Goday comofigura principal, hacia la fitosociología sigmatista. A la postre, fuesin embargo más importante en el caso madrileño la influenciade otro gran centro de difusión de la fitosociología, el Zentralste-lle fiir Vegetationskartierung fundado y dirigido por ReinholdTiixen en Stolzeanu, Alemania, que a través de una excursióninternacional por España en 1953 asentó un estrecho contactocon una parte de los fitosociólogos españoles, que se dividieronentre Stolzenau y Montpellier como centros científicos de refe-rencia (Izco, 1981).

Dado que Villar tenía en la ecología vegetal sucesionista deClements la principal fuente de su doctrina geobotánica, es inte-resante tener en cuenta para el caso español las interpretacionesque han tratado de explicar comparativamente las escuelas deClements y Braun-Blanquet y sus divergencias, atendiendo fun-damentalmente a sus contextos sociales y culturales. Este tipo deexplicación parece más completa que aquellas que se han fijadoen el posible efecto de los distintos tipos de vegetación naturalestudiados por escuelas de diferentes países como base de susrespectivas orientaciones, y que se han llamado a veces ecologíade los ecólogos. Merece la pena recordar aquí las observacioneshechas en esa línea por Villar cuando comentaba que la escuelade Upsala, a la que criticaba su excesivo énfasis en la asociación,"se ha inspirado principalmente" en la "flora pobre de las altaslatitudes", ya que "las especies son tanto más sociales cuanto másnumerosas en un territorio" (Huguet del Villar, 1929, pp. 304-306). A su vez, Margalef apunta que "Escandinavia, con unaflora pobre, ha producido ecólogos que cuentan cada yema ycada brote", mientras que la "vegetación en mosaico de los paí-ses mediterráneos y alpinos", como Francia y Suiza, "ha dadoorigen a la escuela fitosociológica de Ziirich-Montpellier" (Mar-galef, 1968, p. 29). Sin embargo, el caso de Villar y de la fitoso-ciología en España puede ser un ejemplo de las limitaciones heu-rísticas que se han achacado a esta ecología de los ecólogos(Nicolson, 1989). Estudiando la escuela de Braun-Blanquet en sucoñtexto social, el historiador de la ciencia británico Malcolm

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Nicolson concluye que su éxito en Francia se debió más bien aque la fitosociología sigmatista permitió a los botánicos de orien-tación taxonómica tradicional reconquistar un puesto de privile-gio en la comunidad científica, puesto que habían perdido frentea las nuevas orientaciones de la botánica fisiológica y morfoló-gica (Nicolson, 1989). La consideración de pequeñas unidadesmuy concretas como base de la clasificación de la vegetaciónplanteaba un amplio programa de investigación florística en elque muchos botánicos podían trabajar, describiendo y nom-brando nuevas asociaciones. En el mismo estudio Nicolson consi-dera que la ecología vegetal de Clements, con su énfasis en elcambio y su visión global de tipo holista y organismicista, resul-taba especialmente adecuada en el contexto del medio oeste delos Estados Unidos donde se desarrolló, ya que podía dar res-puestas amplias a los problemas ambientales de carácter aplicadoque se planteaban en un territorio en activa trasformación.

Algunos aspectos de este análisis proporcionan claves inter-pretativas que pueden ayudar a comprender el caso español. Enprimer lugar, Villar hizo alusión expresa a la idoneidad del enfo-que sucesionista para abordar problemas aplicados agrícolas yforestales, especialmente en su interpretación de las falsas este-pas como producto de la deforestación antrópica. Por otro lado,el éxito en España del método de Braun-Blanquet, de carácterflorístico, pudo estar relacionado con el hecho de estar basado enla práctica de la taxonomía botánica tradicional, la cual propor-ciona además el modelo conceptual para la propia clasificaciónfitosociológica en cuanto que es una taxonomía de asociaciones.En España, y a falta de una escuela de ecología vegetal consoli-dada, la orientación taxonómica y florística de la fitosociologíapudo resultar muy adecuada para la incorporación de jóvenesbotánicos al estudio de la vegetación. Aplicando su formaciónbotánica tradicional podían abordar todo un nuevo campo, que,por ser prácticamente inédito en España, ofrecía amplias posibi-lidades.de trabajo. Era como prolongar la práctica taxonómica dereconocer y describir especies aplicada ahora al reconocimiento yla descripción de asociaciones. Para botánicos jóvenes y no muyexpertos, pues hay que tener en cuenta la inevitable descapitali-zación que en cuanto al nivel científico tuvo que suponer el for-

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zado relevo generacional de la posguerra, debían de resultaratrayentes las amplias perspectivas de obtener y publicar noveda-des fitosociológicas, comparativamente más asequibles que lasnovedades florísticas y taxonómicas tradicionales.

A1 relevo generacional, y podría decirse que poblacional,correspondía también un cambio de liderazgo científico. Las doc-trinas de Villar se encontraban en una situación de orfandad aeste respecto, ausentes Villar y Cuatrecasas, y la viabilidad de suincipiente escuela geobotánica desapareció. Para las nuevas figu-ras dirigentes, en el plano teórico e institucional, la escuela sig-matista ofrecía una referencia clara y consolidada que podía ayu-darles a definir su propio papel como referentes en la botánicaen España. Sobre este terreno abonado, los contactos directos deBraun-Blanquet y otros especialistas europeos de su escuela nopudieron sino facilitar y acelerar la implantación de la fitosocio-logía sigmatista en las cátedras de botánica de las universidadesespañolas.

Villar se había esforzado por integrar en,un marco teórico ymetodológico coherente elementos de distinta procedencia, yentre ellos el enfoque sociológico de Braun-Blanquet, hecho quepor cierto cuestiona una de las conclusiones del estudio compara-tivo de Nicolson, en el que se considera que los sistemas de Cle-ments y Braun-Blanquet son inconmensurables en el sentido deKuhn (Nicolson, 1989). Pero lo que importa resaltar aquí es quehabía puntos de conexión que podrían haber sido aprovechadosfácilmente para enriquecer la práctica de la fitosociología enEspaña con al menós parte de las enseñanzas de Villar, que al finy al cabo eran una aportación española. Por el contrario, resultachocante la casi completa ignorancia en la que cayó rápidamentela obra de Villar, ignorancia que no puede sino considerarse deli-berada y que ha dificultado hasta épocas muy recientes unacorrecta evaluación de su importancia en el contexto de la histo-ria de la ciencia en España. Cuando Villar murió en 1951, y apesar del tono laudatorio que parece obligado en toda.noticianecrológica, la reseña que de su obra hizo Oriol de Bolós, aunreconociéndole "una posición distinguida entre los trabajadoresde la ciencia", es más bien una crítica que descarta la validez desus posiciones en geobotánica (O. de Bolós, 1951). Así, se dice

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que la "pasión por la claridad y la coordinación lógica" de Villar"le lleva algunas veces a los bordes del esquematismo", que tuvo"un alma vigorosa y compleja, algunas de cuyas facetas rayan enlo contradictorio", que la "devoción por la universalidad" que lecaracterizó "se compagina mal con su resistencia a asimilar losresultados obtenidos por aquellos que no comulgan en susideas", y, en definitiva, que sus planteamientos geobotánicos "apesar de su coherencia y su estructuración formalmente lógica,han sido ampliamente superados y apenas conservan otro interésque el histórico". El tono defensivo de algunas de estas aprecia-ciones, frente a quien no podía ser ya un competidor científico enningún sentido, muestran una actitud celosa ante cualquier posi-ble deslegitimación de la fitosociología, que parece no poderadmitir siquiera la existencia de alternativas teóricas.

Esta.actitud parece prolongarse, de. forma_.más o.menos cons-ciente o intencionada, hasta fechas recient^,_;pues. r^o: ŝólo sonmuy escasas las menciones .que merece la obrá de. Villar sino que,cuando estas resultan ineludibles, suelen ir acompañadas de valo-raciones críticas o minimizadoras de su importancia. Así, seadmite que la "Escuela de Huguet del Villar" fue la primera con-tribución de "la botánica española á las Ciencias de la Vegeta-ción", pero señalando sobre todo sus limitaciones, ya que "notuvo demasiado éxito", siendo "pocos los autores que siguieronsu esquema" y"pocos los trabajos que se publicaron", "tampocofue seguido por autores extranjeros", e incluso "el propio Huguetdel Villar dejó de practicarlo muchos años [antes] de su muerte"(Izco, 1981). Josep Maria Camarasa insiste más en la calidad eimportancia de su libro Geobotánica, pero no deja de objetar quese trata de un texto "farragós i que no arriba a establir un criteriúnic d'estudi de la vegetació" (Camarasa, 1984).

Es igualmente curioso que al señalar las limitaciones de lageobotánica de Villar los botánicos suelan insistir en su impor-tancia como edafólogo. Pero los representantes oficiales de laedafología en la España de la posguerra marginaron la figura y laobra de Villar de forma aún más clara (Martí Henneberg, 1984a,Bech i Borrás, 1985), tal como denunció el propio interesado(Villar, 1983, pp. 15-16). No sólo era su condición de exiliado,que a pesar de no tener en su caso un componente político muy

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marcado debía de constituir en aquellos años motivo más quesuficiente para merecer censura, es que además la edafología enEspaña había pasado a ser liderada nada menos que por JoséMaría Albareda, máximo responsable del Consejo Superior deInvestigaciones Científicas y figura clave de la política científicadel nuevo régimen (Sánchez Ron, 1992). Las dificultades paraque Villar pudiera reintegrarse a la comunidad científica enEspaña en un puesto acorde a su categoría eran por tanto enor-mes.

En el campo de la botánica debieron operar factores persona-les y profesionales similares en contra de la posible reintegraciónde Villar. A1 principio pudo haber alguna oportunidad, ya que sesabe que al menos Caballero intercedió en favor de su regreso aEspaña (Martí Henneberg, 1984a, p. 183). Pero de la posiblerecuperación se pasó a un olvido en el que es difícil no ver unpropósito de deliberada exclusión. El carácter excluyente antesapuntado respecto al desarrollo de la fitosociología sigmatista enla España de la posguerra, y al que parece hacer referenciaBellot cuando habla de sus reticencias frente a"lo que nos pre-sentaban como verdad absoluta en la problemática de describir yclasificar la vegetación", fue seguramente a partir de entonces elfactor principal. Un último ejemplo, cuando Villar colaboró conFont redactando voces geobotánicas para el famoso Diccionariode Botánica que éste publicó en 1953, sus textos, según se afirmaen la biografía preparada por Jordi Martí, fueron modificados deacuerdo a la terminología sigmatista antes de su inclusión, evi-tando así cualquier signo visible de alternativa frente a la ortodo-xia (Martí Henneberg, 1984a, p. 152).

Todo lo hasta aquí expuesto concuerda con el hecho de que lavaloración de la obra ecológica de Villar haya sido mayor fuerade los círculos botánicos españoles que en principio eran sus des-tinatarios naturales. De su calidad habla el hecho de que destaca-dos geobotánicos se interesaran por ella, como el francés HenriGaussen o el austriaco Friedrich Vierhapper, quien tuvo el pro-yecto de traducir la Geobotánica (José Cuatrecasas, comunica-ción personal, 1992). El zoólogo Enrique Rioja, en su exiliomexicano, mostró su aprecio por la obra de Villar y por la idonei-dad de la Geobotánica como manual ecológico, que utilizó en sus

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clases como profesor universitario (José Cuatrecasas, comunica-ción personal, 1992). Cuando, mucho después, ha comenzado aconstituirse en España una ecología diferenciada como campoautónomo, destacados ecólogos han reivindicado la geobotánicade Villar. Margalef y Villar son los únicos autores hispánicoscitados por el propio Margalef en la bibliografía de la introduc-ción histórica de su fundamental tratado de Ecología (Margalef,

1974, p. 12). Una discípula de Margalef, Marta Estrada, es autoradel primer trabajo general destinado a demostrar la importanciade la obra de Villar, especialmente desde el punto de vista de laecología (Estrada, 1981). Fernando González Bernáldez citabaexpresamente como inspiradoras de su trabajo algunas ideas de

Villar contenidas en la Geobotánica (Allier, González-Bernáldezy Ramírez-Díaz, 1974), que consideraba "insuficientementeconocida" (González Bernáldez, 1980), y, más recientemente,destacó repetidas veces el carácter precursor de las ideas deVillar sobre el papel de las aguas subterráneas en determinadossuelos y humedales (González Bernáldez, 1987b, 1992a, 1992b).

Aunque tampoco en la ciencia del suelo ha alcanzado Villartodo el reconocimiento que, según algunos edafólogos contem-poráneos, merece como precursor en muchos aspectos (Bech iBorrás, 1985), la mayor continuidad que logró en su dedicación ala edafología le ha otorgado al menos un modesto puesto en lahistoria internacional de esta disciplina como pionero en lapenínsula Ibérica y el norte de África (Boulaine, 1989). Creoque, siendo mucho más limitada en amplitud, la calidad y laintensidad de su aportación a la ecología merecen también ser

anotadas en la historia de esta ciencia.

UNA VIA FRUSTRADA PARA MODERNIZARLAS CIENCIAS NATURALES EN ESPAÑA

"En España y Portugal, un poco la limitación de las aguasnaturales y mucho más el escaso interés de las culturas localespor las cuestiones científicas explican suficientemente el men-guado desarrollo de la limnología", opina una voz tan autorizadacomo Ramón Margalef cuando compara la implantación en dis-

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