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I. INTRODUCCIÓN
“El Paso de la Patria es un hormiguero donde pululan los hombres, caballadas y
boyadas en un espacio de una legua escasa”.
Así escribía el día 7 de abril de 1866 en su diario sobre la campaña del Paraguay, el
coronel León de Palleja, agregando el día 9 del mismo mes: “Estamos sumamente
oprimidos; el ejército aliado está acampado en un espacio de tres mil metros; es un
enjambre de hombres y bestias, apenas si cabemos en una columna”.
Y no era para menos, el Ejército Aliado de Argentina, el Imperio de Brasil y el
Estado Oriental concentraban en el Alto Paraná frente a “Paso de la Patria” una
fuerza de 35.000 infantes (distribuidos en 81 batallones) 87 piezas de artillería
distribuidas en 8 escuadrones de Artillería Ligera y 2 Batallones de Artillería a pie y
unos 20.000 jinetes componiendo 75 escuadrones de caballería.
Apoyando a este Ejército y como elemento de vital importancia para la operación
que se iba a encarar, se encontraba la escuadra aliada, la cual contaba con 4
acorazados y 25 unidades de diferentes clases.
Estaba a punto de comenzar el período más relevante de toda la guerra del Paraguay,
pues entre los meses de abril y setiembre de 1866 se libraron las batallas más
importantes por los efectivos empeñados, más sangrientas por la saña de los
combatientes y por las pérdidas sufridas; hechos de armas que pudieron
transformarse en acciones decisivas si no hubieran intervenido diferentes factores
que durante la exposición de los acontecimientos trataremos de dilucidar.
Este período constituye el objeto del presente estudio, el cual aparte de pretender
cumplir con el cometido de relatar los acontecimientos pasados buscando rescatar del
olvido las fuerzas morales, el valor físico y el patriotismo de todos los contendientes,
procura extraer algunas breves consideraciones militares de los hechos aquí narrados.
Será necesario hacer previamente un breve resumen de los acontecimientos que
llevaron a que el Ejército Aliado se encontrara frente al Paso de la Patria esperando
la orden para cruzar los 1.500 mts. de ancho del río Paraná y llevar la guerra al
territorio paraguayo.
En cuanto a la exposición de las operaciones, hemos seleccionado como “Cicerone”
al coronel argentino Juan Beverina, quien ha hecho un monumental trabajo en 7
tomos sobre este conflicto. No obstante, hemos cotejado los hechos día a día con el
diario del coronel oriental León de Palleja y con las versiones brasileras de los
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mismos.
Todos ellos sin excepción, reconocen y admiran el valor, el coraje y el patriotismo
del pueblo paraguayo que se desangró en esta guerra luchando denodadamente por
defender su suelo, pro lo que no hay desmedro en la perspectiva de los historiadores
de los países aliados sobre la actuación de los combatientes paraguayos.
Finalmente, haremos un suscinto análisis, como quedó dicho, desde el punto de vista
militar de las operaciones tratadas en este estudio.
II. BREVE RESEÑA DE LOS ACONTECIMIENTOS
ANTERIORES A LA PREPARACIÓN DE LA INVASIÓN
A. TODO EMPEZÓ EN EL ESTADO ORIENTAL
A semejanza de lo que ocurrió durante la gestación de lo que después fue
llamada la Guerra Grande, un conflicto interno de la República Oriental del
Uruguay se transformará en la mayor conflagración de Sudamérica.
Gobernaba el país por el período 1860-1864. Bernardo P. Berro quien:
• Combatió en las “divisas” (Blanca y Colorada) por un decreto que prohibía
su uso en la vía pública.
• Separó las Jefaturas políticas de las Comandancias militares.
• Pretendió de las Cámaras una amplia amnistía de todos los emigrados.
• Se vio envuelto en las luchas con la Iglesia y con sus propios partidarios de
la facción “amapola” (conservadores)
• Se mantuvo neutral en la lucha entre la confederación Argentina y Buenos
Aires.
• Se mostró firme ante las reclamaciones de Brasil por el tratamiento dado a
sus súbditos.
• Contó con la amenaza de Inglaterra y Francia por el cobro de las deudas de
la época de la Guerra Grande.
El general Flores, el cual hasta entonces había combatido a órdenes de Mitre,
invade el país el 19 de abril de 1863 con su “Cruzada Libertadora” alegando la
defensa de la religión y los fusilamientos de Quinteros, contando con el apoyo
abierto del Imperio del Brasil y el embozado del Estado de Buenos Aires.
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Se desata entonces una sangrienta guerra civil que se prolongará más allá del
gobierno de Berro, a quien lo sucederá Atanasio Aguirre el 1° de mayo de 1864.
Este a su vez será seguido de Tomás Villalba como Presidente del Senado en
ejercicio de la Presidencia de la República, a quien le tocará firmar la paz el 20
de febrero de 1865 basada en el triunfo total del general Flores.
Ahora bien ¿cómo se relacionan estos hechos con la Guerra de la Triple
Alianza? Sucede que el gobierno de Berro buscó el acercamiento a Paraguay
para fortalecerse ante los continuos reclamos del Imperio, enviando para ello a
Asunción al Dr. Juan José de Herrera en y al año siguiente a Octavio Lapido
quienes sostienen la posición del que “el sistema de equilibrio ha sido y es una
de las más fuertes garantías del derecho internacional”.
En mayo de el enviado brasileño en Montevideo presenta al gobierno 63
demandas formuladas por residentes norteños en el Estado Oriental.
En junio del mismo año se intentan negociaciones para hacer la paz entre las
partes en lucha, pero las posiciones intransigentes adoptadas las hacen fracasar,
entonces Aguirre envía a Asunción a Antonio de las Carreras para apurar las
gestiones ya iniciadas en mayo de 1864 por Vázquez Sagastume en el sentido de
alcanzar una alianza efectiva con Solano López. Este comunica al Imperio que
“cualquier ocupación del territorio oriental por los motivos consignados en el
ultimátum que Brasil presentó al Uruguay el 4 de agosto, será considerado como
atentatorio del equilibrio de los estados del Plata, que interesa a la República del
Paraguay...”
Brasil, haciendo caso omiso de esa advertencia, invade el Uruguay por Cerro
Largo con una Brigada al mando de Mena Barreto.
En 20 de octubre de 1864 Flores concreta la alianza con el barón de Tamandaré,
jefe de la escuadra brasileña iniciándose las operaciones por el río Uruguay.
El 12 de noviembre Paraguay captura el vapor brasileño “Marqués de Olinda” a
su paso por Asunción. El mismo transportaba al Presidente de la Provincia de
Mato Grosso, quien queda prisionero, transformándose el vapor en barco de
guerra de la escuadra paraguaya. Al preguntar el representante de Brasil en
Asunción por la causa de esta medida, recibe la respuesta de que Paraguay
“obraba con el mismo derecho que el Brasil al ocupar el territorio oriental”.
Como vemos, los acontecimientos se van encadenando de tal manera que un
conflicto comenzado en el territorio oriental, se va transformando en un
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conflicto mayor que traerá como consecuencia la gran tragedia bélica de la
cuenca del Plata.
En Uruguay se han sucedido entre otros hechos, la toma de Florida (4 de agosto)
la toma de Salto (28 de enero de 1865) y la entrada triunfal de Flores en
Montevideo (21 de febrero de 1865), el cual se encontraba completamente
comprometido con el Imperio merced a la ayuda que había recibido del mismo.
Este hecho implicaría la entrada de las fuerzas orientales en la guerra
internacional que se gestaba.
B. MOTIVOS DE DISCORDIA ENTRE PARAGUAY Y EL IMPERIO DE BRASIL
1. Problema de límites entre los dos Estados
La controversia entre ambos países consistía en la posesión del territorio
comprendido entre el río Apa (frontera pretendida por Brasil) y el río Blanco
(línea sostenida por Paraguay).
El carácter de aislamiento en que éste último fue mantenido por el dictador
Francia había hecho que quedara encarpetado el asunto por mucho tiempo. Al
asumir Carlos A. López el gobierno del país se pensó en renovar el tema de los
límites.
El Brasil por su parte, más interesado en la libre navegación de los ríos Paran y
Paraguay, había dejado en segundo término la cuestión de límites.
2. Problema de navegación de los ríos Paraná y Paraguay
Para el Brasil la libre navegación de esos cursos de agua era vital para atender su
lejana provincia de Mato Grosso.
Así es que en 1850 se firmó con Paraguay un tratado de Alianza Defensiva que
entre otros móviles pretendía obtener la libre navegación del Paraná obstruida
por Rosas.
Después de la caída del dictador argentino, Carlos A. López impedía la libre
navegación del río Paraguay provocando largas y enojosas discusiones con el
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gobierno del Río de Janeiro, pues López condicionaba el arreglo de la cuestión
de la navegación a la solución del problema de límites.
Por fin, en 1856 se llegaba a un acuerdo donde Brasil obtenía la libre navegación
para sus buques y se dejaba para seis años más tarde el arreglo definitivo de
límites.
3. Problemas por la intervención de Brasil en el Estado Oriental
Las gestiones que el gobierno uruguayo (Berro y Aguirre) realizaron ante el de
Asunción, convencieron a éste de la existencia de un pacto secreto entre Brasil y
Argentina para el reparto de Uruguay y Paraguay. De todas formas, Solano
López estaba convencido de que cualquier intervención de las naciones más
grandes del Plata en los asuntos internos de los otros estados, constituía una
ruptura del necesario equilibrio para asegurar la paz.
Así es que ofrece su mediación el 17 de junio de 1864 en el diferendo entre
Brasil y Uruguay, la cual es rechazada diplomáticamente por el primero,
ofendiendo altamente a Solano López en su intención de influir en los
acontecimientos del Plata.
El 4 de agosto de 1864 el comisionado de Brasil, Saraiva, presenta un ultimátum
al gobierno oriental exigiéndole satisfacciones por los reclamos de los residentes
brasileños.
En nota de fecha 30 de agosto, Paraguay advierte a Brasil sobre cualquier
ocupación permanente o temporaria del Estado Oriental, la cual sería
considerada “atentatoria del equilibrio de los estados del Plata, lo que interesa a
Paraguay... desligándose desde ahora de toda responsabilidad por las
consecuencias...”
Así las cosas, la posibilidad de una guerra era cuestión de tiempo, máxime que
Brasil seguiría adelante con su intervención en Uruguay, como ya vimos.
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C. MOTIVOS DE DISCORDIA ENTRE PARAGUAY Y
ARGENTINA
1. Problema de límites entre los Estados
Las mismas causas que en las primeras décadas de la independencia de Paraguay
concurrieron para demorar la solución de la cuestión de límites con Brasil,
intervinieron para que sucediera lo mismo con Argentina, aunque aquí las cosas
no fueron tan calmas como en el norte.
En efecto, la zona en disputa en el territorio de Corrientes y Misiones era de vital
importancia para Paraguay, puesto que le daba mayor seguridad en la zona
sudeste del país, pudiendo llegar a tener casi un punto de contacto con Río
Grande del Sur, constituyendo además una importante fuente de recursos vista la
anterior colonización llevada a cabo por los jesuitas.
Para Argentina, fijar el límite entre ambos estados en el río Paraná equivalía a la
conservación del límite geográfico-militar que a la par que le proporcionaba un
obstáculo natural importante para una mayor seguridad de su frontera, le evitaba
el cercenamiento de Corrientes y facilitaba la afirmación sobre sus derechos
sobre las misiones.
La región mencionada será objeto de repetidas invasiones por parte de los
paraguayos hasta culminar con la ocupación de hecho del territorio en litigio,
aprovechándose de las discordias entre Buenos Aires y la Confederación
Argentina.
Distinta fue la situación de límites en la región del Chaco, donde la solución del
litigio resultaba de un interés completamente secundario, por tratarse de una
zona casi desierta, solo habitada por tribus de indios nómades y belicosos.
Solano López inició los contactos con Mitre para intentar resolver el litigio
mostrando ambos gobiernos buena voluntad al principio, pero las diferencias no
tardan en surgir, primero por simples detalles y más tarde por la intervención de
otros factores que hacen que la cuestión de los límites pase a un segundo plano y
se desemboque en la ruptura definitiva y sangrienta de relaciones.
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2. Problemas por la supuesta violación de la neutralidad en los asuntos del Estado Oriental
El 6 de setiembre de 1863 Solano López dirige una nota al Presidente Mitre
solicitándole “amistosas y amplias explicaciones” sobre las quejas interpuestas
por el gobierno de Montevideo acerca de la participación del gobierno argentino
en apoyo a la revolución encabezada por el general Flores.
No olvidemos que éste combatió a órdenes de Mitre en las batallas de “Cepeda”
y “Pavón” antes de iniciar su campaña en el Uruguay y de que el 2 de junio de
1863 el navío “Villa de Salto” (oriental) había capturado al navío argentino
“Salto” con un cargamento de armas para los revolucionarios.
El gobierno argentino contesta al paraguayo negando dicha intervención, pero
López insiste nuevamente no dándose por satisfecho con las explicaciones
recibidas.
Se suceden notas cada vez más tirantes entre los dos estados, mostrándose Mitre
mucho más conciliador que su par paraguayo que había declarado el 6 de febrero
de 1864 que “en adelante sólo atenderá a sus propias inspiraciones sobre los
hechos” prescindiendo de las declaraciones amistosas solicitadas.
3. La actitud de la Prensa de Buenos Aires
El tono festivo y chancero con el que las publicaciones de la capital argentina
trataban a Solano López, tanto por sus preparativos bélicos, como por su
ambigua relación con Madama Lynch y los encomiásticos artículos de “El
Semanario”, mortificaba y enfurecía al presidente paraguayo y lo predisponía
contra esos “grandes anarquistas del sur” como los llamaba.
D. LA OFENSIVA PARAGUAYA Y LA INICIACIÓN DE LA
GUERRA
Como ya fue dicho, el 12 de noviembre de 1864 Paraguay apresa al vapor
brasileño “Marqués de Olinda” y con él al nuevo presidente de Mato Grosso y
algunos empelados estatales.
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El 24 de diciembre siguiente sale una expedición naval desde Asunción
compuesta por cinco buques y algunos barcos menores armados transportando
3.500 hombre de infantería y 12 piezas de artillería al mando del general Barrios
dando comienzo a la invasión del Mato Grosso.
Simultáneamente desde Concepción poníase en marcha por tierra una columna
al mando del coronel Resquín, formada por 2.500 jinetes y un batallón de
infatería.
La empresa no contó con mayores dificultades salvo lo difícil del terreno y la
distancia, puesto que Brasil contaba con muy pocas fuerzas en la región.
Tomaron el fuerte de Coimbra y Corumbá (la capital) regresando la expedición a
Asunción a mediados de 1865 dejando una guarnición de 1.000 hombres en las
localidades ocupadas.
Estas dos agresiones sucesivas contra la soberanía de Brasil llenó de indignación
al pueblo brasileño que se aprestó a vengar la ofrenta, quedando así
desencadenada la guerra entre los dos países.
Para ambos beligerantes el territorio natural para efectivizarse las operaciones
militares era el de la provincia de Corrientes. El primero en solicitar a Argentina
autorización para su empleo fue Brasil, pero recibió por respuesta la negativa
alegándose la posición de neutralidad en el conflicto.
El 14 de enero de 1865 Paraguay hace lo propio aduciendo una causal de
reciprocidad, puesto que Argentina (Buenos Aires y la Confederación) habían
autorizado en 1855 a la escuadra imperial a remontar el Plata y el Paraná para
solicitar explicaciones al gobierno por la expulsión del ministro brasileño en
Asunción.
El 9 de febrero de 1865, el gobierno argentino, al mismo tiempo que negaba el
tránsito solicitado, pedía la paraguayo explicaciones perentorias y urgentes sobre
la acumulación de tropas en la parte nordeste de la provincia de Corrientes. Esta
era la zona que se encontraba en litigio entre ambos estados, pero que de hecho y
desde mucho tiempo antes, ocupaba Paraguay, siendo ahora la novedad la
concentración de medios militares en ella.
El 13 de abril de 1865 cinco buques de guerra paraguayos con tropas de
desembarco aparecían frente al puerto de Corrientes atacando a dos vapores
argentinos (el Gualeguay y el 25 de Mayo) apoderándose de los mismos y
remolcándolos a Paso de la Patria, no sin antes haber efectuado algunos disparos
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de cañón sobre la ciudad.
Al día siguiente las fuerzas paraguayas invaden por agua y por tierra la provincia
de Corrientes, se posesionan de su capital y establecen en ella una Junta de
Gobierno.
Con estas agresivas acciones sobre Mato Grosso y Corrientes, el Paraguay daba
inicio a la guerra.
E. LAS DECLARACIONES DE GUERRA
El 5 de marzo de 1865 se reunía en Asunción un “Congreso Extraordinario”,
acorde a lo dispuesto por Solano López. El 17 del mismo mes una comisión
doble especial de dicho congreso se expedía por medio de un dictamen donde se
analizaban al detalle las circunstancias que habían creado al gobierno paraguayo
la situación del momento aconsejando la aprobación de un proyecto de ley
referente a la misma.
Al otro día, 18 de marzo de 1865, el Congreso declaraba la guerra a la República
Argentina y aprobada la conducta del Poder Ejecutivo en su actitud con el
Imperio de Brasil.
La comunicación oficial de la declaración de guerra fue firmada con fecha 29 de
marzo de 1865 y según la versión oficial argentina fue recibida recién el 3 de
mayo, es decir 35 días después y cuando hacían 19 días que la ciudad de
Corrientes había sido ocupada por fuerzas paraguayas.
En efecto, la noticia del apresamiento de los dos navíos argentinos en Corrientes
llegó a Buenos Aires el 16 de abril, y ese mismo día se decretó el “Estado de
Sitio”, el bloqueo de los puertos del Paraguay y la “Movilización de toda la
Guardia Nacional de la República”.
Sin embargo, la declaración oficial de guerra al Gobierno paraguayo, se producía
sólo el 9 de mayo de 1865, 8 días después de haberse firmado el Tratado de
Alianza y 6 días después de haberse recibido la declaración de guerra del
Paraguay.
A los efectos de provocar la reflexión del lector, agregamos aquí una carta del
Dr. Rufino Elizalde, canciller argentino, publicada en “La Tribuna” de Buenos
Aires el 16 de abril de 1868 por el Sr. Pastor Obligado. Dice: “Doy a vuestra
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señoría la mejor noticia de Pascua (las tropas guaraníes habían ocupado
Corrientes el 14 de abril de 1865) que podría esperar, por lo que lo felicito
cordialmente.
López cayó en la trampa, llevando los vapores de Corrientes. Nada de
reclamaciones, está dada la bofetada que Rawson esperaba, tendremos guerra.
Cambiamos dos viejos navíos por medio Paraguay. El oro de Brasil se derramará
abundantemente en su tránsito por nuestro territorio”.
F. LA ALIANZA Y SUS OBJETIVOS
El 1° de mayo de 1865 se firmaba en Buenos Aires el “Tratado de la Triple
Alianza” entre el Imperio de Brasil, la República Argentina y la República
Oriental del Uruguay.
Por este Tratado, cuyas cláusulas debían mantenerse secretas, las partes
contratantes se comprometían a concurrir con todos sus medios, por agua y por
tierra, a la guerra contra el “Gobierno” del Paraguay y a no deponer las armas
hasta no haber logrado echar a éste del poder. El mando supremo de los Ejércitos
quedaba confiado al general Mitre y el de la Escuadra al almirante Tamandaré.
Otros artículos determinaban una serie de mutuas obligaciones de carácter
militar, político, económico y administrativo, como también los beneficios a
obtener después de la guerra. Respecto a esta última consideración es de hacer
notar que por el artículo 8° “se obligaban a respetar la independencia, soberanía
e integridad territorial (del Paraguay)” y que por el artículo 16° se repartían gran
parte del territorio paraguayo entre Brasil y Argentina.
Ocioso es decir que el Uruguay no ganaba nada en esta guerra y que su
intervención obedecía a la deuda que había contraído el general Flores con el
Imperio.
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G. PRETEXTOS Y MOTIVOS VERDADEROS DE LA GUERRA
1. Del Paraguay
a. Pretextos
1) Con la Argentina
Surgen de la ley aprobada pro el Congreso por la cual se hace la
declaración de guerra:
• La negativa a la solicitud del tránsito por Corrientes alegando
neutralidad siendo que en 1865 Argentina apoyó a la escuadra brasileña
en el diferendo con Paraguay.
• El desconocimiento del derecho de la República al territorio de
Misiones entre los ríos Paraná y Uruguay.
• La protección que el gobierno de Buenos Aires le da al comité
revolucionario paraguayo que enganchan mercenarios para pelear
contra su patria.
• La actividad de la prensa que apoya abiertamente a Brasil y el carácter
insultante de sus publicaciones.
• Indudable mancomunidad entre Argentina y Brasil.
2) Con el Imperio del Brasil
Aquí, como ya hemos visto, se trata del rechazo de la oferta de mediación
formulada por Solano López en la cuestión del Estado Oriental y
posteriormente en la intervención de las tropas brasileñas desconociendo la
advertencia al respecto comunicada por aquel.
b. Motivos
• La posición geográfica del Paraguay que lo hace depender de los ríos para
comunicarse con el exterior. Esto lo obliga a detentar una influencia
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considerable en el Plata para asegurarse las comunicaciones con el mundo.
• La conciencia de ser un estado consolidado y ordenado que progresa
económicamente en paz interior, en oposición a las convulsionadas y
revoltosas regiones del sur. Esto lo induce a pretender ejercer un papel
estabilizador en la región.
• La conciencia de poseer el poder militar más sólido en toda la cuenca del
Plata. Esto lo lleva a pretender ejercer una influencia relevante en todos los
asuntos regionales.
• La existencia de problemas de límites para resolver con Argentina y Brasil.
• El convencimiento de la existencia de un pacto entre Argentina y Brasil para
repartirse Uruguay y Paraguay.
• La personalidad de Francisco Solano López, cuya sed de fama militar y
gloria así como un altísimo concepto de su propia grandeza y la de su país,
lo va a arrastrar a la destrucción de su propio pueblo. No se debe desdeñar la
influencia que en él debe haber tenido Madama Elisa Alicia Lynch.
2. De los Aliados
a. Pretextos
Como ya quedó expuesto, se refieren a las agresiones llevadas a cabo por
Paraguay:
• Captura del “Marqués de Olinda” y posterior invasión de Mato Grosso.
• Captura de los vapores “Gualeguay” y “25 de Mayo” y posterior invasión a
Corrientes.
b. Motivos
1) Del Imperio del Brasil
• El aislamiento de la provincia de Mato Grosso hacía absolutamente
necesario contar con la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay,
no pudiendo estar esto supeditado a la decisión de un arrogante
gobierno paraguayo.
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• La existencia de problemas de límites que era necesario resolver
favorablemente para el Imperio.
• Necesidad de eliminar o neutralizar en el escenario platense a un actor
con un poder militar, social y económico demasiado molesto para los
intereses del Imperio.
2) De la República Argentina
• La existencia de problemas de límites que era necesario resolver en
términos favorables a la República.
• La necesidad de conseguir la unión efectiva de la República
recientemente consolidada después de la batalla del Pavón (1861),
mediante una guerra nacional “no provocada” que amalgamara todas las
voluntadas tras la bandera nacional.
• La diferencia ideológica, tanto política como económica entre la idea
liberal triunfante en Buenos Aires y el régimen autoritario de Paraguay
con su sistema económico en que el estado dejaba un espacio
insignificante a la actividad productiva y comercial privada.
3) De la República Oriental del Uruguay
Es el único estado que no tenía ni pretextos ni motivos para entrar en el
conflicto, salvo la palabra empeñada por el general Flores.
3. De otros países
Los hubo y sobre todo de Inglaterra, pero este tema ha sido tocado en otro
trabajo sobre el mismo conflicto.
H. LAS OPERACIONES EN TERRITORIO ALIADO
Las fuerzas paraguayas de invasión se organizaban en la “división del río
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Paraná” a las órdenes del general Robles y la “división del río Uruguay” a
órdenes del teniente coronel Estigarribia.
Ambas columnas avanzaban hacia el sur a lo largo de los ríos. La columna del
río Uruguay, a su vez, a partir de San Borja lo hace dividido a ambas márgenes
del curso de agua. En territorio brasileño, Estigarribia toma Uruguayana y la del
lado argentino a órdenes del mayor Duarte choca con las fuerzas aliadas del
Ejército de Vanguardia a órdenes del general Flores en Yatay (17 de agosto de
1865).
El 18 de setiembre cae Uruguayana en manos de los aliados. Aquí en “Consejo
de Guerra” se decide concentrar los medios aliados en Curuzú-Cuatiá o en
Mercedes y avanzar contra los medios paraguayos que operan en el Paraná.
Sobre este eje, aparte de operaciones de menor envergadura, había tenido lugar
la batalla naval del Riachuelo, el 11 de junio de 1865, entre la escuadra
paraguaya y la brasileña, quedando el triunfo para esta última.
La división del Paraná paraguaya, al mando ahora del general Resquín, recibe
orden de retirarse y cruza el Alto Paraná en Paso de la Patria con 27.000
hombres y arriando 100.000 cabezas de ganado de la provincia de Corrientes, a
fines de octubre de 1865.
La escuadra brasileña permaneció inactiva en el puerto de Corrientes y el
general Resquín pasó a Paraguay con la división intacta.
III. LA GUERRA LLEVADA AL TERRITORIO
PARAGUAYO
A. LAS FUERZAS ENFRENTADAS
El estado de las fuerzas militares de un país durante el tiempo de paz, su
organización, efectivos e instrucción; son los factores que determinan su mayor
o menor eficacia y adaptación para la guerra. Creemos así necesario dar una idea
—naturalmente muy breve, compatible con la extensión y con la finalidad de
este trabajo— sobre la organización y las características de actuación de los
ejércitos que intervendrán en esta guerra, cuyo conocimiento permitirá una
mejor apreciación de las operaciones en las cuales serán actores.
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De los cuatro países que toman parte en esta guerra, solamente Paraguay tiene
servicio militar obligatorio, que lleva en sí el concepto de la Nación en armas,
con sus ventajas iniciales —a veces decisivas— de una más rápida movilización
y de la iniciativa en las operaciones por la posibilidad de echar mano de reservas
instruidas y de aprovechar todos los elementos válidos del país. En cambio, los
ejércitos de los tres países que forman la Alianza en la guerra contra Paraguay,
se componen de personal mercenario, que, voluntariamente o compelido a ello,
da su servicio en mérito a una retribución pecuniaria; enganchados o contratados
(pocos), voluntarios (muy pocos) y destinados (los más).
Son harto conocidas las diferencias que existen entre uno y otro sistema como
medio de reclutamiento de un ejército; diferencias que, al examinar en detalle la
organización militar de cada uno de los países beligerantes, se pondrán mas de
manifiesto por las ventajas y por los inconvenientes que surgirán de por si como
resultado del examen.
1. República de Paraguay
Las dificultades en que se había encontrado Carlos Antonio López en sus
primeros años de gobierno a causa de la intransigencia del dictador Rosas, le
obligaron a dedicar preferente atención al aumento de sus fuerzas militares y a la
creación de una escuadra, no con fines agresivos, sino para salvaguardar los
intereses paraguayos.
Esta prudente política no fue abandonada cuando la caída de Rosas en 1852,
podía hacer considerar eliminados los peligros de futuras complicaciones
internacionales. Si bien es cierto que la amenaza más grave para el Paraguay
había desaparecido, sin embargo, la eventualidad de entredichos con otros países
—siempre posibles cuando una naciente nacionalidad pretende tomar la
intervención que le corresponde en el concierto universal— aconsejaba al
Gobierno paraguayo mantenerse en estado de poder hacer respetar sus derechos.
Los acontecimientos posteriores demostraron la importancia que el factor de la
preparación militar podía tener en el desarrollo de la política exterior paraguaya,
tanto al hacer fracasar en 1855 la demostración naval de Brasil en el río
Paraguay, como al obtener idéntico resultado, tres años más tarde, contra una
demostración naval norteamericana en aguas paraguayas. En las dos ocasiones la
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dignidad del pueblo paraguayo quedo a salvo y el presidente Carlos Antonio
López pudo imponerse a los comisionados de aquellos dos países exigiéndoles
su llegada a Asunción sin el alarde de este aparato ofensivo, gracias a que esa
imposición podía ser eficazmente apoyada por la fuerza que encontraba en su
Ejército, en su Escuadra y en sus fortificaciones.
Llegado al poder Francisco Solano López, las ambiciones, del nuevo presidente
buscaban un más amplio campo de acción que no fuese el limitado donde se
había desenvuelto la actividad de su predecesor. Las aspiraciones de llegar a ser
árbitro en la política del Río de la Plata no podrían, naturalmente, ser realizadas
si en apoyo de sus buenas razones el presidente no contaba con un elemento
material capaz de convencer a los débiles y pusilánimes de la bondad de su
causa. Es así que "la República levantó en muy poco tiempo su Ejército y su
Marina a una fuerza superior a las necesidades de su defensa inmediata, y capaz
de abroquelarla contra las más formidables asechanzas. El carácter y habitudes
de la población favorecían admirablemente este designio”1.
Los planes del nuevo dictador podían ser llevados a la práctica por ser en aquel
tiempo muy próspera la situación económica del país. El Gobierno falta de tenía
deudas; aun más: poco antes de la guerra existía en las arcas del Estado una
fuerte reserva en metálico. Los recursos nacionales, que alcanzaban anualmente
a quince millones de francos, estaban constituidos por los siguientes ingresos:
los derechos aduaneros, el monopolio de la yerba mate y el valor del
arrendamiento o de la explotación de numerosas estancias y latifundios de
propiedad del Estado.
En víspera de la guerra, las fuerzas militares del Paraguay estaban constituidas
por: el Ejército permanente, formado por unidades de las tres armas, bien
armadas y ejercitadas, alcanzando su efectivo a 18.000 hombres: la reserva,
constituida por el personal que había recibido instrucción en las filas, cuyo
número era aproximadamente de 45.000 hombres; las milicias de los
departamentos, especie de guardia territorial, a la cual pertenecían todos los
individuos de edad militar que no habían sido llamados a los campamentos a
hacer su período de instrucción. Calculábase que el efectivo de las milicias
alcanzaba a 50,000 hombres.
1 José T. Guido: “Reflexiones sobre los destinos del Paraguay” (Artículo publicado en 1863 en la “Revista de Buenos Aires, tomo II, Pág.55).
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El servicio militar era obligatorio para todos los ciudadanos comprendidos entre
los 16 y los 50 años de edad, sin que exista causa alguna de excepción para los
que las autoridades departamentales designen, ya sea para el servicio en el
Ejército permanente, o bien para concurrir a los campamentos a efectuar el
período extraordinario de instrucción cuando el Gobierno haya creído
conveniente disponer tal medida.
Ya sea que se tratase de una u otra forma del servicio militar a prestar, el
Gobierno determinaba cada vez la cantidad de hombres a entregar por cada
departamento. Oficiales del Ejército recibían de las autoridades departamentales
la cantidad de hombres pedidos, y éstos concurrían a una simple citación, sin
necesidad de ser compelidos por la fuerza.
El tiempo de permanencia en las filas y en los campos de instrucción quedaba al
arbitrio del Gobierno; en estos últimos el aprendizaje militar duraba
generalmente seis meses, al cabo de los cuales los reservistas licenciados eran
reemplazados por otros.
Las unidades del Ejército permanente, además del servicio de guarnición en la
Capital, en los fuertes, etc., de vigilancia en la frontera y de ocupación de las
zonas en litigio, servían de cuadros para la instrucción del personal de la reserva
cuando éste era llamado a los campamentos de Cerro León, Humaitá, Paso de la
Patria y otros. Esto había sucedido especialmente en 1864, después que Solano
López creyó que los acontecimientos de la Banda Oriental obligaban a Paraguay
a tomar la intervención que le correspondía en este conflicto; la fuerza en armas
fue entonces aumentada a 60.000 hombres.
El morrión de la infantería se parecía al quepis de la guardia imperial francesa:
era de forma cilíndrica, negro, con una cinta rosa vertical, o rojo con una cinta
negra, y terminaba en punta. Un lirio blanco decoraba por delante el de los de
caballería, y un distintivo tricolor el de los artilleros. Infantes, jinetes y artilleros
utilizaban el sombrero como bolsillo: dentro metían el peine, la paga, el pañuelo,
los cigarrillos, los fósforos, la aguja, el hilo y los botones. Perderlo era un
desastre.
En el primer año de guerra los uniformes de los paraguayos aguantaron, luego se
fueron cayendo a pedazos y no se sustituyeron. Al final, los soldados estaban
semidesnudos, con un trozo de tela cualquiera que cubría los genitales y las
nalgas, atado a la cintura con una correa o un cordel.
17
Incluso en la extrema derrota, el soldado paraguayo siguió siendo disciplinado,
considerando al oficial como un ser excepcional, al que se le debía en todo caso
respeto y obediencia. Cada uno llamaba a su superior directo “padre mío”, y a su
subordinado “hijo mío”. López era llamado por todos Caray guazú, el gran
señor.
Los castigos eran severísimos. Los cabos estaban encargados de aplicar las
penas corporales, y por eso llevaban siempre el látigo. Por su iniciativa podían
dar hasta tres latigazos al soldado que hubiera cometido cualquier falta; el
sargento podía dar hasta doce, el oficial cuarenta, si quería. Para las faltas más
graves el caso era llevado a López en persona, el cua1 dictaba inmediatamente la
sentencia, a menudo de muerte. A pesar de esta dureza, el soldado paraguayo no
se quejaba jamás; aunque sufriera una injusticia no perdía la fe en su superior y
aceptaba contento sus decisiones convencido de que actuaba por su bien. “Si no
lo sabe mí padre —decía—, ¿quién otro puede saberlo?”
Los oficiales eran ascendidos de las filas, y no había rango social que pudiera
garantizar el grado. Incluso los hijos de buena familia, ricos, se alistaban como
simples soldados e iban descalzos romo los demás. Nadie, a excepción de los
oficiales y los miembros de la Guardia, cuando estaban de servicio, tenía
derecho a llevar zapatos.
Los oficiales tenían uniformes parecidos a los del ejército francés, con una
casaca que les llegaba casi a las rodillas, bajo la cual llevaban una camisa negra
con solapas rosa. El quepis era bajo, con la visera casi horizontal. Al prolongarse
la guerra los bellos uniformes de los oficiales desaparecieron poco a poco,
primero las camisas negras que fueron sustituidas por las blancas que usaba la
tropa, en las que entretanto fue suprimida. Luego también los pantalones y las
casacas se volvieron andrajosos. Al final los oficiales de rango inferior se
distinguieron de los simples soldados, que andaban medio desnudos, sólo por el
quepis y la espada.
El ejército paraguayo tenía un cirujano en jefe, el doctor Stewart, con el grado de
teniente coronel, tres médicos de primera clase con el grado de capitán, y un
médico farmacéutico, con el grado de primer teniente. Todos estos oficiales eran
ingleses. De ellos dependían algunos médicos paraguayos y casi ciento cuarenta
estudiantes que les ayudaban en los hospitales.
Este cuerpo sanitario era suficiente cuando el ejército no superaba los quince mil
18
hombres. Al multiplicarse el número de soldados casi hasta ochenta mil, se
encontró en dificultades, no pudiendo aumentar con la misma rapidez el
personal. Faltaban médicos, ayudantes, enfermeros, medicinas, instrumentos y
enseres. El transporte de heridos de un campo a otro durante las retiradas era un
problema insoluble, y a menudo se debían dejar en el sitio, al cuidado del
enemigo, el cual la mayoría de las veces los mataba cortándoles el cuello. Lo
mismo hacían los paraguayos con los aliados.
Un buey para ochenta hombres, y en los períodos mejores, cada cincuenta, era la
base de la alimentación del ejército paraguayo en las tres armas. Al principio de
la guerra no faltaba el ganado, y las tropas llevaban detrás grandes rebaños.
Luego fue difícil aprovisionarse y se llegó a un animal por cien, por ciento
cincuenta y finalmente por doscientos hombres. Junto con la carne el gobierno
distribuía una libra de yerba mate al mes, sal, tabaco y maíz. El pan y los
bizcochos eran desconocidos. En cuanto a las verduras, de las cuales los
paraguayos eran grandes consumidores en tiempos de paz, cada uno se proveía
como podía. Su escasez provocó graves desarreglos intestinales.
La Escuadra paraguaya comprendía unos quince barcos armados en guerra que,
con excepción de algunos pocos adquiridos en Europa, habían sido construidos
en los astilleros del Estado en Asunción.
Hasta principios de 1866 los buques de guerra paraguayos aparecían con
regularidad en los puertos del Río de la Plata, donde sus tripulaciones llamaban
la atención por su disciplina y buen porte. La carrera entre Asunción y aquellos
puertos era hecha dos veces al mes, transportando pasajeros y carga y llevando
al regreso los artículos que, de tránsito y con destino al Gobierno y a
comerciantes paraguayos, desembarcaban los transatlánticos en el puerto de
Buenos Aires.
El Gobierno paraguayo atribuía mucha importancia a la ejecución de la carrera
regular con el Río de la Plata por el doble beneficio que con ello obtenía: una
apreciable fuente de ingresos para el Tesoro con el producto de los fieles y con
la disminución del contrabando, y una escuela de entrenamiento permanente
para las tripulaciones de su Escuadra.
Las fortificaciones costeras con su dominio de las vías navegables formaban el
complemento de la organización militar de Paraguay. Los fuertes de intersección
de Humaitá y Olimpo, con una serie de puestos de observación (guardias) a lo
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largo del río, cerraban por el sur y por el norte el acceso por la vía de agua a la
Capital, donde también se habían establecido dos baterías acasamatadas en las
inmediaciones del puerto, cubriendo el Arsenal y los astilleros allí ubicados.
Pero no limitábanse a los elementos enunciados los preparativos militares que
los gobiernos paraguayos habían llevado a cabo durante una serie de años.
La posibilidad de un bloqueo y de quedar en tal caso reducido Paraguay a los
recursos de su territorio en caso de una guerra, había inducido al Gobierno de
este país a tratar de independizarse, en lo posible, de la industria extranjera para
la provisión de material con destino a la defensa nacional. Hizo grandes
adquisiciones de armamento para disponer de una abundante reserva; pero
simultáneamente, contrató personal técnico extranjero para la construcción de
sus buques de guerra, ferrocarriles y telégrafos (construidos con fines militares),
para la dirección de los arsenales, fundiciones y demás industrias relacionadas
con la fabricación de material de guerra, llevando así a un alto grado de eficacia
la preparación militar de Paraguay para la guerra.
2. República Argentina
La situación política interna de este país habíase definido finalmente en 1861
con la batalla de Pavón. Pero, como lo expresaba el presidente Mitre en su
primer Mensaje al Congreso Nacional en 1863, "después de cincuenta años de
lucha no interrumpida había que organizar por primera vez la Nación Argentina
en toda su integridad, con arreglo a los preceptos de nuestra ley fundamental;
había que consolidar la paz dominando con prudencia y con firmeza las
resistencias que podían obstar a ella, a la vez que hacerla gloriosa y fecunda para
el progreso de los pueblos; había que crear en cierto modo los recursos,
regularizando la renta nacional totalmente desquiciada, etc.".
Este cúmulo de tarea a llenar por el nuevo Gobierno debía obstar a una pronta y
eficaz organización de las fuerzas militares de la República. Una parte de las
tropas que, después de Pavón, había llevado el general Paunero en su expedición
al interior para "que contribuyese a mantener tranquilos a los que abrigasen aún
insensatas esperanzas de una imponente reacción", habían sido licenciados a su
regreso, una vez obtenido el éxito calculado.
Sin embargo, la tranquilidad debería durar muy poco. Los disturbios en La
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Rioja, encabezados por Peñaloza, y los que simultáneamente se producían en
Mendoza, promovidos por el ex-comandante Clavero, habían de perturbar la paz
interna hasta el año 1863, obligando al Gobierno nacional a enviar tropas
disponibles para el restablecimiento del orden y creándole una serie de
dificultades políticas y financieras que debían alterar el programa trazado por el
nuevo Gobierno.
Acallados los disturbios en el interior, podía creerse que, en adelante, se
disfrutaría de la calma necesaria para trabajar en bien de los intereses del país.
Sin embargo, la situación creada en la Banda Oriental por la revolución del
general Flores, la intervención armada del Brasil, la guerra promovida por
Paraguay al Imperio y, más que todo, los considerables aprestos bélicos
realizados por Solano López y la serie de cargos que éste formulaba al Gobierno
argentino por cualquier pretexto, mantenían, a principios de 1865, nubes
amenazadoras en el horizonte internacional.
El general Mitre creía poder conservarse alejado del conflicto desarrollando una
política prudente y discreta y observando una neutralidad absoluta. Sin duda,
este arbitrio hubiese dado sus frutos, pero a condición de que esa actitud de
prescindencia estuviese sostenida no sólo por la opinión pública, sino también
por un poder militar capaz de obtener el respeto necesario de los turbulentos
vecinos.
Pero la dificultad estribaba precisamente en la creación de ese poder militar, que
ni las modalidades del reclutamiento, ni los recursos del país, ni la idiosincracia
de los habitantes permitían llevar al grado requerido por la situación de conjunto
y por la necesidad de velar por los más sagrados intereses del país.
Las fuerzas militares de la República Argentina estaban constituidas por el
Ejercito Nacional permanente y la Guardia Nacional. Formaban el primero: el
Ejército de línea, algunas unidades de la Guardia Nacional en servicio activo y
un reducido número de indios amigos en servicio activo.
El efectivo de presupuesto del Ejército de línea era generalmente de 6.000
hombres; pero esta cifra no era nunca cubierta totalmente, a causa de las
dificultades del reclutamiento y por las numerosas deserciones que se producían
en las unidades de línea. Formábanlo siete batallones de infantería, nueve
regimientos de caballería y uno de artillería ligera.
Con excepción de muy pocas unidades que tenían su guarnición en la ciudad de
21
Buenos Aires, todo el resto del Ejército de línea estaba distribuido en el servicio
de fronteras contra los indios; inmensa línea que cubría la extensión de 554
leguas solamente para las fronteras sur y este de la República.
La insuficiencia de las unidades de línea y de sus efectivos para cubrir el
servicio indicado obligaba al Gobierno nacional a echar mano de la Guardia
Nacional de algunas provincias. Es así que a principios de 1865, las de Buenos
Aires, Córdoba, Santiago del Estero, Santa Fe, Mendoza y San Luis, tenían en
conjunto 1.700 hombres de su Guardia Nacional en el servicio activo de
fronteras.
Por último, los indios amigos en servicio activo, que a las órdenes de sus
caciques y capitanejos reforzaban el servicio en los fortines, alcanzaban en esta
misma época a 41 oficiales (indios) y 532 de tropa.
Las dificultades que se presentaban para proveer al Ejército de línea del número
necesario de ''enganchados" en el país, había obligado al Gobierno nacional, no
solo a recurrir al enganche fuera del país, y especialmente en Europa —donde
existían agentes encargados de esa tarea—, sino también a echar mano de gran
cantidad de "destinados". Pero todos estos arbitrios eran insuficientes, pues el
mal tenía raíces muy hondas; y el ministro de Guerra y Marina no había vacilado
en manifestar en su Memoria de 1863 que "creo que lo único que pueda sacarle
de tan apremiante situación es, o bien una ley de conscripción, u otro medio que
V.H. arbitre en su ilustrado juicio".
¡Grande debió ser la responsabilidad y afligente el apremio del ministro de
Guerra para proponer, en aquellos tiempos de delicada situación interna y de
deficientes sentimientos de civismo en la masa del pueblo, la adopción del
servicio militar obligatorio!
El otro elemento —el más importante por su número y por sus tradiciones— que
entraba en la composición de las fuerzas militares de la República, era la
Guardia Nacional.
La denominación de la Guardia Nacional —aplicada a la milicia ciudadana por
decreto del 17 de marzo de 1852, cual consecuencia de la reorganización
nacional obtenida con la victoria de Caseros— tendía a hacer desaparecer todos
los vestigios de la antigua tiranía y los recuerdos trágicos de las luchas
anteriores. El término de "milicias'' con que hasta entonces se había designado a
las agrupaciones ciudadanas —a menudo armadas para la defensa del interés
22
partidista, para el sostén de un credo político o, simplemente, de ambiciones
personales—, recordaba una época y unos hombres que habían llenado de sangre
y de odios muchas páginas de la historia del país. Esta nueva denominación
tendía, además, a enaltecer la misión del ciudadano llamado a defender la patria
y las instituciones, pues se abría el camino para nacionalizar un organismo
sometido hasta entonces al capricho de los gobiernos de provincia, que a
menudo lo hacían servir de instrumento para el logro de mezquinos intereses o
para sostener sangrientas luchas internas.
La obligación del servicio para todo ciudadano argentino en la Guardia
Nacional, era desde los 17 hasta los 60 años de edad, con las limitaciones que
naturalmente imponía el hecho de estar clasificado en la activa o en la pasiva.
Si bien a principios de 1865 se calculaba en 184.478 hombres el efectivo de la
Guardia Nacional de toda la República, sin embargo debe considerarse que el
valor de esta cifra era nominal en lo que a la eficacia de su inmediato empleo en
campaña se refiere, pues, con excepción de un pequeño número de guardias
nacionales que habían hecho su aprendizaje militar en las luchas sostenidas entre
la Confederación y la provincia de Buenos Aires o en el servicio de fronteras
contra los indios, todo el resto de la Guardia Nacional del país —la inmensa
mayoría— representaba un elemento totalmente bisoño para la guerra.
La Escuadra argentina era de un valor completamente escaso por los elementos
de combate que la componían, más aún cuando se tomen en consideración los
intereses de su inmenso litoral marítimo y fluvial y, en especial modo, el
desarrollo alcanzado por las Marinas de guerra de Brasil y de Paraguay.
Son los mismos buques —solamente mas viejos y menos aptos para las proezas
navales— que han servido en las campañas de 1859 y 1861, sostenidas entre la
Confederación y la provincia de Buenos Aires, los que la Memoria de Guerra y
Marina de 1865 reseña como formando la Escuadra argentina. Sobre un total de
19 unidades, únicamente dos vapores (el Guardia Nacional y el Pampero) y una
goleta (Argos), se encuentran armados; el resto, o figura arrendado a particulares
(seis vapores y tres unidades menores), o en compostura (dos vapores), o en
desarme (un vapor).
Se trataba en su totalidad de viejos buques mercantes de madera. habilitados
para prestar servicio como unidades de la Escuadra después de recibir algunas
piezas de artillería y una pequeña tripulación de marineros y de infantería.
23
Puede deducirse que, especialmente en los primeros tiempos de la guerra, la
utilización de las unidades de la Escuadra argentina se limitara al servicio de
transportes de las tropas y del material bélico, pues su escaso valor ofensivo no
le prometía mayores éxitos en apelaciones navales de otra naturaleza.
He aquí esbozados cuales eran los elementos militares a deposición del Gobierno
argentino para intervenir en la guerra a la cual lo había lanzado la provocación
del dictador paraguayo. No puede ser más desfavorable la situación de este país
frente a las exigencias que le crean la invasión de su territorio por el enemigo y
los preparativos que éste ha realizado en vista de una guerra ofensiva.
3. Imperio de Brasil
El largo período de paz de que había disfrutado este país y la política de
tolerancia y de moderación que desde 1853 siguieron sus ministerios con las
repúblicas del sur influyeron grandemente para crear una despreocupación total
en sus hombres de gobierno por los asuntos relacionados con la organización de
las fuerzas militares del Imperio.
''A pesar de que las declaraciones oficiales de los principales órganos del
Gobierno brasileño desde 1853 demuestran hasta la evidencia la convicción que
tenía el Gobierno imperial de que solamente por una guerra se acabarían las
pendencias que teníamos con el Gobierno de la República de Paraguay, aquel se
mantuvo en una inercia absoluta, y la guerra nos sorprendió en un verdadero
estado de desarme, tanto del Ejército como de la Escuadra. El Gobierno de
Brasil, en su imperial y soberbia indiferencia por los negocios del Río de la
Plata, que siempre pretendía resolver por medio de la diplomacia, llegaba hasta
ignorar el estado de preparación de Paraguay y con descuido más criminal
dejaba la lejana provincia de Matto Grosso sin recursos para defenderse de una
invasión repentina, y las fronteras de Río Grande do Sul desguarnecidas
completamente y sin una vía de comunicación estratégica que, para el caso de
una pronta e inesperada invasión, permitiese un movimiento rápido de las
fuerzas brasileñas”.
Una prueba concluyente de la desorganización reinante en las fuerzas militares
de este país se obtuvo en 1864 al hacer efectiva el Imperio su intervención
armada en el Estado oriental. Cuando en mayo de ese año resolvía enviar a
24
Montevideo al consejero Saraiva, se ordenaba simultáneamente la concentración
sobre la frontera oriental de un Ejército de observación de 4.000 hombres.
Fracasada la misión Saraiva, el Gobierno de Río de Janeiro ordenaba al
presidente de Río Grande do Sul, el 11 de agosto, disponer la inmediata invasión
de la Banda Oriental con el Ejército que se había ordenado reunir sobre la
frontera. Sin embargo, sólo cuatro meses más tarde podía el mariscal Menna
Barreto llevar a cabo esa invasión al frente de una agrupación de hombres mal
armados y peor instruidos.
Constituían el Ejército de Brasil: el Ejército de línea y la Guardia Nacional.
También este país empleaba el recurso de completar los efectivos de presupuesto
determinados para el Ejércitos de línea, movilizando algunas unidades de la
Guardia Nacional.
La base del reclutamiento de las unidades de línea eran los voluntarios,
contratados por los presidentes de provincias en sus jurisdicciones hasta cubrir
las cifras que anualmente determinaba el Gobierno imperial para cada provincia.
Pero, resultando insuficiente este medio para obtener el personal de presupuesto,
se recurrió a otro arbitrio, cual era el de sortear entre los individuos de la
Guardia Nacional de 18 a 35 años, un cierto número de hombres que se fijaba
anualmente.
Los efectivos del Ejército de línea en circunstancias normales alcanzaban a
18.000 hombres, distribuidos en 16 batallones de infantería, 4 de artillería a pie y
1 de ingenieros, 5 regimientos de caballería, 1 regimiento de artillería a caballo y
un cierto número de unidades menores. Pero a mediados de marzo de 1865 estos
efectivos se habían duplicado, mas no por el refuerzo de las unidades de línea o
por la creación de otras nuevas, sino por la agregación de muchas unidades de la
Guardia Nacional y de algunos cuerpos de Voluntarios de la Patria de reciente
creación. Este aumento del Ejército respondía a la necesidad de prepararse para
la guerra iniciada por Paraguay en noviembre del año anterior. De los 35.689
hombres que componían el Ejército imperial en marzo de 1865, 13.000 se
hallaban en los alrededores de Montevideo al mando del general Osorio, e igual
número se encontraba reunido en Río Grande do Sul. El resto del Ejército
quedaba de guarnición en el interior del Imperio o se preparaba para ser
transportado desde Río de Janeiro hacia el Río de la Plata.
La Guardia Nacional debía constituir la base de la fuerza militar del Imperio en
25
caso de guerra. Tal acontecía también en la República Argentina, a causa de los
defectos fundamentales del sistema de reclutamiento empleado en los dos países
para la formación del Ejército de línea.
Según el historiador Nabuco, al estallar la guerra con Paraguay, la Guardia
Nacional de Brasil "en el papel era una fuerza de 440.000 hombres, en la
realidad un estorbo". Y esta apreciación es muy exacta: sin contar la falsa
dependencia de este organismo2 sobre el cual el Imperio fundaba sus mayores
esperanzas en el caso de un conflicto exterior, el calificativo de "estorbo"
aplicado a esa turbamulta inscripta en los registros se fundaba en la absoluta
carencia de organización militar de la misma, en la ausencia de disciplina y de
instrucción de esa masa que sería forzoso arrancar a la fuerza de sus hogares y
arriar hacia los campamentos cuando hubiese que recurrir a ella, y en la falta de
un personal de comando capacitado que garantizase, a plazo más o menos largo,
un empleo eficaz de las unidades de la Guardia 'Nacional.
La Escuadra de Brasil constaba, a principios de 1865, de 17 unidades armadas
con 103 cañones. La totalidad de los buques se hallaba, en abril de este año, en
el Río de la Plata a las órdenes del almirante Tamandaré, preparándose a iniciar
operaciones en el río Paraná para bloquear los puertos de Paraguay. A bordo de
la Escuadra estaba la novena brigada de infantería del Ejército del general
Osorio y algunas piezas de artillería de desembarco.
4. República Oriental del Uruguay
Las discordias entre los dos partidos tradicionales que se disputaban el poder
mantenían en continua revuelta a este país, llegando a menudo a crear una
situación delicada para los dos Estados vecinos: Brasil y Argentina.
Tan pronto como uno de los dos partidos había logrado enseñorearse del poder
por el triunfo de las armas, encaminaba sus actos a afianzar su situación,
tratando de dar un carácter de estabilidad y de energía a las funciones de
gobierno, tanto para colocar al partido derrocado en situación de no intentar el
desquite, como para mantenerse en el poder con el apoyo de elementos y de
tropas fieles a su causa.
Para rehuir la venganza de los vencedores, los caudillos del partido derrocado y
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muchos de sus partidarios buscaban en el territorio entrerriano y correntino,
como también en el de Río Grande, un asilo generoso y seguro, donde con
pertinacia y con odio inextinguible preparaban los nuevos elementos de acción,
espiando pacientemente el momento favorable para caer contra los usurpadores
que, cesados por el éxito o confiados en la estabilidad de su situación, no
parecían notar la tormenta que se formaba sobre sus cabezas.
La gran masa de los partidarios vencidos, que en el momento subsiguiente a la
derrota habían ganado los montes, fueron más tarde regresando sigilosamente a
sus hogares para continuar en sus habituales ocupaciones, evitando toda
ostentación partidista para no incurrir en las iras de las autoridades, ciegos
ejecutores del partido en el poder.
Pero no bien la conocida voz de los caudillos volvía a resonar llamando a sus
secuaces a la lucha, renacían los instintos belicosos; se reanimaban los dolorosos
recuerdos de la última derrota con su fuga precipitada, buscando el amparo de
las impenetrables espesuras; el deseo de venganza, de lavar con sangre la
humillación sufrida y hacer probar al contrario todas las amarguras de la derrota,
las peripecias de la fuga, huyendo de las lanzas y del cuchillo, despertaba los
antiguos bríos, aparentemente dormidos. Se ensillaba el mejor caballo, se
esgrimía la lanza, se probaba el filo del cuchillo; a favor de la noche se tomaba
rumbo hacia los puntos de reunión señalados por sus caudillos; los hombres se
reunían en el camino; las partidas engrosaban cada vez más; y si bien el
armamento era primitivo, el ardor y el coraje que animaban a los revolucionarios
parecían asegurar el éxito de los combates singulares y sin cuartel que habían de
empeñarse muy pronto contra las huestes gubernistas.
Las masas revolucionarias son a base de jinetes, pues las agrupaciones de
caballería resultan las más fáciles de reunir y de conducir al combate; la
infantería y la artillería -difíciles de constituir y organizar en el secreto que debe
rodear la preparación del movimiento revolucionario- entorpecerían las
operaciones rápidas y arrojadas y harían ilusoria la realización de esta guerra
irregular, en que el éxito estriba casi siempre en la sorpresa, fuente a menudo de
resultados decisivos; en poder eclipsarse rápidamente en el caso de una situación
desfavorable, para caer más tarde como el rayo desde una dirección no prevista;
en la carga impetuosa contra la infantería y artillería enemigas detenidas en
2 En tiempo de paz la Guardia Nacional de Brasil dependía del Ministerio de Justicia.
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algún mal paso o en formación desventajosa para la utilización de sus armas; en
el entrevero, que permitirá desplegar toda la habilidad del jinete eximio y del
lancero temible; en la persecución tenaz y sin cuartel, que habrá de dispersar
hacia los cuatro vientos los componentes de una fuerza sobre la cual el Gobierno
descansaba seguro del éxito, jalonando con despojos sangrientos las rutas
seguidas por los fugitivos. Es la guerra primitiva en todo su apogeo, con su lujo
de crueldades y de sangrientas represalias, con el desahogo irrefrenable de la sed
de venganza, de un odio incubado en la impotencia durante mucho tiempo y por
esto mismo mucho más terrible y sanguinario. No hay orden, ni disciplina, ni
instrucción militar en estas masas adventicias; la cohesión indispensable para
evitar el desbande solo es mantenida por el prestigio del caudillo. La masa
anónima ha tomado las armas y juega su vida sin haber sido compelida por la
fuerza, sin interés personal egoísta, sin esperar una recompensa en caso de
triunfo; acude a engrosar las filas por creerlo sencillamente un deber, que no es
posible rehuir sin desmerecer en el concepto de hombre.
Esta idiosincrasia no se alterará mientras se trate de tomar parte en una
revolución contra el tradicional enemigo, aun cuando no se alcance a
comprender el fin especial —por no llamarlo personal— que mueve a los
caudillos a desencadenar la guerra civil.
Pero no sucederá lo mismo cuando la contribución de sangre sea pedida para
hacer la guerra contra el país vecino, en el cual tal vez se ha encontrado
hospitalidad en momentos críticos. El móvil de la lucha contra el pueblo vecino
no se alcanza; aun más: los del partido vencido juzgarán la campaña a
emprender en el exterior como una empresa destinada a afirmar al bando que se
encuentra en el gobierno. Las licitaciones para comparecer a prestar el servicio
militar no serán acatadas; la aparición de los gendarmes para arrear con todo
hombre válido será prevenida con la fuga al monte, fuera del alcance de la ley.
Se tendrá así la explicación del por qué el Estado oriental, en la guerra en la cual
tomaría parte cual aliado del Brasil, no logrará poner en armas ni la décima parte
de los efectivos que, en conjunto, habían actuado durante la reciente guerra civil
promovida por el general Flores. No será la falta de personal lo que impedirá a
Uruguay estar representado por efectivos más numerosos en el Ejército aliado,
sino la dificultad de reunirlos y encaminarlos hacia el teatro de la guerra.
Constituían el Ejército oriental las tropas de líneas y la Guardia Nacional.
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Las pocas unidades de línea que la pobreza del erario permitía sostener, tenían
un sistema de reclutamiento análogo al que se hallaba en vigor en la República
Argentina.
Cuando la tranquilidad interior estaba amenazada, el Gobierno ordenaba la
movilización de la Guardia Nacional de aquellos departamentos más próximos a
esa zona y la de la Capital y sus alrededores, a fin de prevenirse contra un sitio
posible.
Al terminar la guerra civil en febrero de 1865, se procedió al licenciamiento de
toda la Guardia Nacional que, en favor de uno u otro bando, había tomado parte
en aquélla.
Si se considera que esta medida era adoptada hallándose comprometido el
general Flores a auxiliar al Brasil en la guerra contra el Paraguay, solo puede
explicarse el móvil de la misma por el deseo de iniciar la era de pacificación
interna disolviendo los elementos adventicios que habían combatido en campos
opuestos.
Quedaba así el Ejército oriental, en el momento en que la República Argentina
entraba en la guerra, reducido a su mínima expresión, pues comprendía apenas
cuatro pequeñas unidades de línea que guarnecían la ciudad de Montevideo: dos
batallones de infantería, un escuadrón de caballería (la escolta) y un regimiento
de artillería.
5. Los principios orgánicos
La adopción inmediata en los países sudamericanos de los progresos que en
todos los órdenes de la actividad humana realizan las naciones más adelantadas
de Europa es un factor característico de la época actual, en que la rapidez de las
comunicaciones, la constante marcha hacia el progreso y el interés que en ello
encuentran los pueblos y los gobiernos permiten, sin mayor pérdida de tiempo,
adoptar lo que significa una mejora en el estado de cosas existente.
No debe así llamar la atención que el adelanto en la organización de los ejércitos
sudamericanos, en la época de la guerra que estudiamos, no haya marchado
paralelamente con el de las instituciones similares europeas, circunstancias
poderosas de ambiente, de tradiciones, de situación política y económica
obstaban a que se hubiesen mejorado los elementos que constituían las fuerzas
militares de los países que intervendrán en esta guerra.
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Es así que durante muchas décadas permanecen estacionados los métodos de
combate, el empleo de las distintas armas, la proporción de las mismas, la
constitución de las unidades superiores, la organización y el funcionamiento de
los servicios auxiliares, etc.
En los ejércitos europeos, las dos modificaciones fundamentales que en esta
época han sufrido las armas de fuego —el rayado y la carga por la culata—, no
sólo han revolucionado anticuados principios de organización y de empleo
táctico de las tropas, sino han obligado a desterrar de las marinas de guerra los
buques de madera y a iniciar la encarnizada lucha —que aún subsiste— entre la
coraza y el cañón.
En lo que a los ejércitos especialmente se refiere, los enunciados
perfeccionamientos de las armas de fuego, al traducirse en un mayor alcance y
precisión de tiro y en un aumento de la rapidez de fuego, han venido
modificando paulatina, pero fundamentalmente, los principios relativos a la
proporcionalidad de las distintas armas, hasta dar un absoluto predominio a la
infantería, al aumento de las distancias a que se iniciaban los combates, a hacer
desaparecer la caballería de los campos de batalla relegándola al servicio de
exploración, a un aumento constante de la artillería, y especialmente, a
caracterizar una nueva modalidad de empleo del arma principal, la infantería,
con la adopción general del orden abierto en el combate, antes patrimonio
exclusivo de las compañías y batallones de cazadores.
A pesar de las innegables ventajas que se derivaban de la aplicación de los
nuevos principios militares, éstos no habían sido adoptados aún por los ejércitos
sudamericanos, apegados a la tradición y a la rutina y reacios a seguir paso a
paso durante la época de paz el proceso de un continuo perfeccionamiento en
todos los problemas fundamentales del orden militar, para los cuales ni la
idiosincrasia y preparación general de la oficialidad facilitaban la tarea, ni las
preocupaciones de los gobiernos por los asuntos políticos y la despreocupación
de los mismos por los que se relacionaban con el ejército, ni, por último, el
estado de las finanzas permitían mantenerse al día en este orden de ideas,
adoptando no solo los perfeccionamientos en las armas de fuego, sino también
los principios tácticos y orgánicos en lo que éstos son la resultante del primer
factor.
Sin embargo, esta afirmación no debe tomarse con un alcance absoluto. Una
30
rápida comparación entre algunos de los principios militares que imperaron en la
campaña de 1851-53 (cruzada contra Rosas) y las primeras disposiciones
orgánicas que se van a adoptar en 1865, permitirá comprobar que se ha realizado
un cierto progreso en lo que se refiere especialmente a la proporcionalidad de las
distintas armas que entrarán en la constitución de los ejércitos. Pero también hay
que dejar constancia que este progreso ha sido obtenido como fruto de la propia
experiencia.
Ya no se verán ahora las enormes masas de caballería que intervinieron en
Caseros y que también aparecen, en proporción cada vez menor, sobre los
campos de batalla de Cepeda y Pavón (1859 y 1861). Es cierto que en mucho
persiste aún la idea de que la caballería, el arma sudamericana por excelencia, la
que se organiza más fácilmente y con mayor rapidez, la que se arma y equipa
con mayor economía, la que no encuentra obstáculos en sus movimientos ni
enemigo numeroso y temible al cual no pueda arrolar sobre el campo de batalla
y perseguir después a lanza y a bolas, seguirá siendo, por mucho tiempo aún, el
arma predominante en la composición de los ejércitos, por lo menso hasta tanto
la adopción de las nuevas armas rayadas y de retrocarga la vaya desalojando
paulatinamente de los campos de batalla.
Ya en Pavón sufrió un rudo golpe el prestigio de esta arma, evaporándose la
creencia tradicional de que la caballería era le factor decisivo en el combate,
como lo había sido hasta el último momento en Caseros y Cepeda. Surgía, en
cambio, el convencimiento de que una infantería bien disciplinada y entrenada,
aun cuando poco numerosa, era capaz de imponerse y de decidir la batalla,
siempre que, sin dejarse atemorizar por las nubes de los escuadrones enemigos
remolineando sobre sus flancos y retaguardia, avanzase resueltamente hacia el
objetivo principal del combate para quebrar la línea de resistencia de la
infantería adversaria.
El primero en compenetrarse de este principio fundamental y en romper los
viejos moldes en que estaba vaciada toda la teoría orgánica de la constitución de
los ejércitos fue precisamente el general Mitre, quien, aleccionado por la
dolorosa experiencia de la derrota de Cepeda, donde su caballería e infantería
estaban en proporciones casi iguales, no reincidirá dos años más tarde, en la
campaña de Pavón, en mantener un defecto orgánico que fue la causa original
del desastre de 1859; pues, aun conservando una fuerte proporción de caballería
31
–inevitable por las características del reclutamiento, por la extensión del teatro
de operaciones, etc.- aumentará su infantería hasta llegar a la proporción de 3 a 2
con relación a aquélla; y nadie puede negar que la victoria de Pavón fue debida a
la genial iniciativa del aumento de la infantería en Buenos Aires.
Bien es cierto que en Pavón las numerosas divisiones de caballería que
capitaneaba el general Urquiza, rodeadas del prestigio de las victorias anteriores,
conseguían arrollar fácilmente a la caballería adversaria situada en las alas, mas
nada pudieron, en cambio, los jinetes entrerrianos contra la compacta formación
de la infantería de Buenos Aires, que avanzó resueltamente contra la línea de los
batallones de la Confederación sin preocuparse de la masa de los jinetes
enemigos victoriosos que remolineaban a su alrededor, pero desorientados por la
comprobación de un hecho inaudito que los tomaba de sorpresa: el
derrumbamiento del prestigio y la desaparición de la importancia decisiva de las
masas de caballería en el combate.
En los ejércitos que organizaran los Aliados para hacer frente a la guerra que les
llevaba el dictador del militarizado Paraguay volverán a aparecer grandes masas
de caballería. Sin embargo, esto sucederá al principio de la guerra, como
consecuencia de la situación del momento y del desquicio general reinante en la
organización de los ejércitos de los países aliados. Además, la movilización de
esas grandes masas de caballería no se hará en perjuicio de la infantería, puesto
que, y desde el primer momento, la preocupación de los generales será constituir
numerosas unidades de infantería en cantidad superior a los efectivos de la
caballería, y la de tender constantemente al aumento de aquella arma, que se
considera ya decisiva e indispensable para hacer frente con ventaja a las
columnas invasoras, mientras que la constante disminución de la caballería,
eliminándose por sí misma a causa de la rápida inutilización de los caballos, no
preocupará mayormente a los comandos, sólo deseosos de aumentar su infantería
aún en perjuicio del arma tradicional.
El progresivo aumento de la infantería traerá aparejado el de la artillería, cuya
intervención se consideraba indispensable para apoyar a la infantería en el
combate. Y aun cuando la apremiante necesidad de hacer frente en el primer
momento al invasor no permitirá adquirir en el exterior un material más
perfeccionado, sin embargo será posible introducir en los cañones existentes
algunas modificaciones que, como el rayado, darán a esta arma una mayor
32
eficacia, haciendo más valiosa su intervención en la batalla.
En cuanto al empleo de los Ingenieros, vemos que el mayor aporte entre los
Aliados lo hace el Imperio de Brasil con su cuerpo de Ingenieros aportando
Argentina también el suyo, siendo nula la participación oriental con esta arma.
Las tareas principales se concentraron en la construcción de posiciones para la
artillería, trincheras, zanjas, puentes, muelles, embarcaciones. Se hizo sentir la
falta de mayores medios de Ingenieros, lo que hubiera dotado de mayor
movilidad y rapidez a los medios de la Alianza.
Por su parte los paraguayos contrataron Ingenieros europeos los que fueron
responsables de importantes obras de fortificaciones como Olimpo, Curupaity e
Humaitá.
B. TERRENO Y CLIMA
El río Paraguay corta al país en dos regiones distintas. La Oriental, donde se
encuentra la mayoría de la población, es una planicie ondulada y fértil que
incluye las cordilleras de Amambay, Mbaracayú y Caaguazú, de las cuales se
desprenden la Sierra de Quince Puntas y las cordilleras de Altos y Villarrica.
La región Occidental es la gran llanura del Chaco Boreal donde apenas se elevan
unas pocas colinas que no sobrepasan los 100 mts.
Paraguay no tiene costas, pero sus dos ríos principales: el Paraguay y el Paraná
lo comunican con el Atlántico, poseyendo, además, numerosos lagos.
En cuanto al extremo sur-oeste del país, que es el que nos interesa a los efectos
de este estudio, está cubierto de lagunas, riachos, esteros, bañados, montes y
lodazales, todo lo que hace muy penosa la vida y los desplazamientos en la zona.
Una tercera parte del territorio paraguayo se encuentra en la llamada Zona
Tórrida y las otras dos terceras partes en la Zona Templada del sur. El verano es
muy caluroso con una temperatura media de 30°C. En invierno la temperatura
media es de 20°C. Los vientos que soplan de Brasil son excesivamente calientes
y cargados de humedad, mientras que los procedentes de Argentina son frescos y
secos. La precipitación alcanza un promedio anual de 1500 mm; llueve
considerablemente más en la región Oriental que en la Occidental.
Por lo que vemos, el teatro de operaciones donde se van a realizar las
operaciones que analizaremos en el presente trabajo, se nos presenta con un
33
terreno sumamente dificultoso para los desplazamientos y la permanencia en él,
agravado por un clima cálido y húmedo con abundantes lluvias cuando no con
heladas y fríos, lo que sumado a la infinidad de sabandijas de toda especie
(moscas, mosquitos, jejenes, etc.) harán muy difícil la vida del soldado en
campaña.
C. EL AVANCE ALIADO HACIA LA FRONTERA
El desarrollo del plan de campaña combinado el 21 de septiembre en
Uruguayana veíase influenciado por la retirada a su territorio de la división
enemiga del río Paraná, pues en la realización de la segunda parte del plan —la
invasión a territorio enemigo— se acrecentaban las dificultades para el
comandante en jefe del Ejército aliado por la necesidad de calcular también, en
las operaciones de la invasión, con el importante elemento que para la defensa
de su territorio disponía ahora el mariscal López en la fuerza intacta de la
división del general Resquín.
Tratábase ahora para el general Mitre de dirigir el Ejercito aliado -concentrado
en una sola masa a sus inmediatas órdenes en los alrededores de Mercedes- hacia
el sector de la frontera que debía constituir el punto de partida para la invasión.
La idea fundamental aceptada en el Consejo de Guerra el 1º de mayo,
determinando a Humaitá como principal objetivo de las operaciones en el
territorio del adversario, indicaba, naturalmente, como sector de partida para la
invasión, los alrededores nordeste de la ciudad de Corrientes, tanto por la
cooperación que podría prestar la Escuadra, como por los beneficios que se
derivarían para los aliados al disponer de la vía del río Paraná como línea de
comunicación con sus centros de recursos.
La distancia a salvar por el Ejército aliado desde Mercedes era considerable:
había que recorrer unos 300 kilómetros en una época del año en extremo
lluvioso, a través de un terreno con caminos casi impracticables, cruzado por
corrientes de agua muy crecidas por las lluvias —los ríos Corrientes, Batel y
Santa Lucía y la serie de arroyos afluentes del Paraná— y atravesando una zona
en la cual las tropas no encontrarían recursos de ninguna especie, por haber sido
arrasado por el invasor. Pero la constancia de los jefes y la resistencia y la
abnegación de las tropas habían de vencer todas estas dificultades.
34
En los primeros días de noviembre el Ejército aliado abandonaba Mercedes,
salvando en la primera semana la distancia que lo separaba del río Corrientes.
Este curso de agua fue atravesado en Paso Lucero con muchas dificultades, a
causa de su caudal y de la impetuosidad de la corriente. Aquí el general Flores
obtuvo la autorización del comandante en jefe para dirigirse con las fuerzas
orientales por Yaguareté Corá y San Miguel sobre el Alto Paraná, a lo largo del
cual marcharía después aguas abajo hasta alcanzar el sector de reunión frente a
Paso de la Patria. Presumía el general Flores que, aún cuando haciendo un largo
rodeo, sus tropas tendrían más facilidades en las marchas por la menor cantidad
de obstáculos a salvar y que se encontrarían en el trayecto los suficientes medios
de movilidad de que carecían con carácter alarmante.
Las fuerzas argentinas y brasileñas, en cambio, se dirigieron hacia Bella Vista,
franqueando el río Batel en Paso Cerrito y atravesando el Santa Lucía frente a
Isla Alta. A marchas muy lentas y dejando sobre su izquierda a Bella Vista, las
tropas argentinas alcanzaban el 3 de diciembre Rincón de Zeballos, donde el
general Mitre se detenía algunos días para hacer tirar a los soldados los andrajos
de invierno y para distribuirle el vestuario de verano, que acababa de llegar de
Buenos Aires por la vía del Paraná.
El 10 de diciembre se reanudaban las marchas, alcanzándose en los últimos días
del año el sector que debería servir de punto de partida para la invasión. Los
argentinos establecían su campamento en Ensenada, a 30 kilómetros al nordeste
de la capital de Corrientes; el general Osorio lo hacía en Laguna Brava (al este
de la misma ciudad) y el general Flores se establecía en San Cosme, a cuyo
punto había llegado el 20 de este mes. La caballería correntina se situaba frente a
Paso de la Patria.
Quedaba así, a fines de 1865, terminada la operación preliminar para la invasión
de los aliados al territorio enemigo.
D. ACCIONES PARAGUAYAS EN LA FRONTERA
No bien el mariscal López tuvo conocimiento de la llegada de los aliados al
sector inmediato al Paso de la Patria, ordenó efectuar incursiones a territorio
correntino, con el doble fin de mantener latente el espíritu combativo de sus
tropas y de orientarse sobre la dislocación en la frontera de los diferentes grupos
35
enemigos.
Se trataba al principio, de pequeñas expediciones, cuyo fin principal parece ser
el de matar a algunos centinelas colocados en la costa y de introducir la
confusión en las guardias de caballería colocadas más hacia el interior. El éxito
obtenido en las primeras tentativas estimula al mariscal López a perseverar en
esos golpes de mano, aumentando cada vez más los efectivos de esas
expediciones.
Después de la retirada del general Resquín del territorio de Corrientes, el
mariscal López había reunido la mayor parte de sus tropas (unos 30.000
hombres) en el campamento de Paso de la Patria; fueron reforzadas las
fortificaciones que lo rodeaban, como también el pequeño fuerte de Itapirú, que
recibió algunos cañones de grueso calibre. Desde este último punto salían las
expediciones embarcadas en algunas canoas; y después de tomar tierra en la otra
costa y de cambiar algunos tiros con la caballería correntina, regresaban a su
punto de partida.
El 13 de enero, 107 soldados paraguayos de infantería atraviesan el río en 9
canoas; toman pie en la costa enemiga y atacan a las avanzadas correntinas; pero
se ven obligados a reembarcarse, perdiendo en la acción 2 muertos y un herido.
El 16 de enero, pasan en quince canoas 200 soldados paraguayos al mando del
mayor Viveros; contraatacados por la caballería correntina deben reembarcarse
precipitadamente.
Al día siguiente vuelven los paraguayos en número mayor; son como 600
hombres, que, protegidos por una pieza de artillería que emplazaron en una isla
frente a Itapirú y por un cohetera, turnan pie en la costa correntina. La caballería
del general Hornos salió desmontada a combatirlos, logrando causarles “buen
número de muertos y heridos, que se llevaron al reembarcarse junto con las
cabezas de cuatro de nuestros soldados muertos en la pelea y que las cortaron al
retirarse".3
El 19 y el 25 de enero se repiten las incursiones paraguayas con 200 y 400
hombres, respectivamente; no lograron mayor éxito, siendo rechazados por la
caballería correntina.
El día 29, una fuerza paraguaya de 500 a 800 hombres, llevando algunas
coheteras, desembarcaba cerca del puerto de Corrales; de aquí avanzaba bajo
3 Carta del General Mitre al vicepresidente. (Archivo del General Mitre, tomo VI, Pág. 35).
36
una fuerte lluvia hasta atravesar el arroyo Pehuajó, dirigiéndose sobre el
campamento del grueso de la caballería correntina situado al sur del arroyo San
Juan. Pero el regimiento número 6 de Saladas, que estaba de vigilancia,
reforzado por otras unidades destacadas desde el campamento del arroyo San
Juan, lograba detener al enemigo, que poco después retrocedía al otro lado del
Pehuajó.
Pero el general Mitre, resuelto a escarmentar seriamente al enemigo y en vista
también de que la Escuadra no se resolvía a subir a Paso de la Patria por tener
órdenes del almirante Tamandaré de no abandonar el puerto de Corrientes,
ordenaba el 30 de enero que la segunda división Buenos Aires (formada por
cuatro batallones de la Guardia Nacional de la campaña de Buenos Aires)
marchase a reforzar la caballería correntina sobre el arroyo San Juan.
El coronel Conesa —comandante de esta división— salía el 31 de enero del
campamento de Ensenada, llevando también dos piezas de artillería. Después de
una corta marcha alcanzaba el campamento del arroyo San Juan, donde se ponía
a las ordenen del general Hornos.
La segunda división de Buenos Aires, de acuerdo con los estados del 31 de enero
que figuran en la Memoria de Guerra de 1866, tenía una fuerza efectiva de 128
jefes y oficiales y 1.751 de tropa, de los cuales no todos probablemente
intervendrían en el combate.
El mariscal López, resuelto a intentar una operación que tuviese un éxito más
ruidoso que el obtenido con las anteriores expediciones, ordenaba al teniente
coronel Díaz desembarcar en la costa correntina con 1.200 hombres de infantería
y algunas coheteras; una batería de artillería, emplazada en la isla frente a
Itapirú, protegería el desembarco y reembarco de las tropas.
La falta de embarcaciones obligaba a hacer la travesía en varios escalones, por lo
cual el teniente coronel Díaz determinaba organizar la operación en la siguiente
forma: en la mañana del 31 de enero, un primer escalón de 300 hombres con una
cohetera cruzaría el río hasta el puerto de Corrales; después de rechazar las
avanzadas enemigas de la costa, avanzaría lo más lejos posible hacia el sur. No
bien regresaran a Itapirú las embarcaciones, saldría el segundo escalón (200
hombres) en sostén del primero, que probablemente ya estaría combatiendo. Un
tercer escalón de 700 hombres debía quedar en Itapirú como reserva, pronto a
atravesar el río si la situación del combate lo hubiese exigido.
37
De acuerdo con el plan anterior, el primer escalón (teniente Prieto)
desembarcaba en Corrales en la mañana del 31 de enero; después de rechazar las
avanzadas correntinas, se ponía en marcha sobre el arroyo Pehuajó.
Informado el general Hornos de esta operación, ordenaba al coronel Conesa
situarse con su división al otro lado del arroyo San Juan. Las tropas de la
segunda división se ocultan detrás de unas isletas de árboles que existían entre
los dos arroyos y allí esperan al enemigo, que avanzaba inconsciente de la
emboscada que se le había preparado.
Los paraguayos, no bien cruzaron el Pehuajó, siguieron confiadamente sobre el
arroyo San Juan. Mas al llegar a unos 250 metros de las isletas que ocultaban a
los batallones del coronel Conesa, éste creyó oportuno dirigir una corta arenga a
sus hombres, que por primera vez iban a entrar en combate. Enardecidos por las
palabras de su Jefe, los soldados prorrumpen en vítores entusiastas a la patria,
que tuvieron por resultado detener de golpe el avance del enemigo.
Frustrado en tal forma el éxito que debía esperarse de la sorpresa, el coronel
Conesa lanza sus batallones contra la columna enemiga, la cual retrocede
precipitadamente, poniéndole a salvo al otro lado del Pehuajó, después de perder
unos 30 muertos y 4 cabos prisioneros.
Pasado el Pehuajó, los paraguayos se guarecen en un gran bosque que cerraba el
camino al puerto de Corrales, dejando sobre sus flancos dos abras limitadas
también por los montes de la costa del río.
El coronel Conesa persigue al enemigo al otro lado del Pehuajó y marcha sobre
el bosque para desalojar de él a sus defensores. Pero al avanzar por terreno
descubierto sus batallones son acribillados por los tiradores enemigos abrigados
detrás de los árboles.
Sin embargo, ante la amenaza de verse envueltos por fuerzas enemigas que
trataban de rodear el bosque, los paraguayos lo abandonan y se guarecen en el
monte de la costa aguas arriba del puerto. En este preciso momento llegaba el
segundo escalón conducido por el teniente Viveros, con lo cual se intensifica la
resistencia de los paraguayos.
El coronel Conesa dirige sus batallones contra el nuevo objetivo; los pocos tiros
de que disponían las dos piezas de artillería se habían terminado: la infantería
estaba tirando sus últimos cartuchos. En vista de lo cual, y antes de que llegasen
nuevos refuerzos al adversario, los argentinos avanzaban a la bayoneta contra el
38
enemigo, guarecido en los montes de la costa; muchos de sus jefes caen muertos
o heridos; las filas compactas ralean cada vez más, diezmadas por el fuego
certero de los paraguayos. Sin embargo, el empuje de los atacantes logra
rechazar hasta el río al enemigo que se defendía tan tenazmente. Mas la acción
debe ser aquí interrumpida, no sólo por la llegada de la noche, sino también por
recibirse la noticia de que 20 embarcaciones paraguayas, conduciendo unos 500
hombres, estaban desembarcando la gente un poco al este del lugar del combate.
El coronel Conesa ordena entonces la retirada y va a situarse con sus tropas
sobre el arroyo San Juan. Los paraguayos se reembarcan para Itapirú en la noche
del 1º de febrero.
Las pérdidas sufridas por la infantería argentina fueron muy importantes,
alcanzando casi a la cuarta parte de sus efectivos: 85 muertos, 259 heridos y 55
contusos constituyeron el bautismo de sangre de la segunda división Buenos
Aires. Los paraguayos —según versiones oficiales de esta procedencia—
tuvieron apenas doscientas bajas entre muertos y heridos, aun cuando la
apreciación de los jefes aliados las hacían ascender a unos 600 hombres.
Ambos adversarios se atribuyeron el triunfo en esta acción; y no hay que dudar
que si la tenacidad, el valor y el desprecio de la vida fuesen los únicos requisitos
para alcanzar la victoria, de hecho ésta hubiese correspondido a los dos
combatientes.
El 10 de febrero, 43 canoas paraguayas y un vapor, conduciendo de 1.500 a
2.000 hombres, atravesaban el río partiendo de Itapirú; la expedición
desembarcaba en el puerto de Corrales. Hallábase de servicio el regimiento 1° de
caballería de Curuzú Cuatiá, perteneciente a la división del general Cáceres. Los
paraguayos avanzaron hasta el Pehuajó, rodeados por la caballería correntina,
que se mantenía a prudente distancia para neutralizar la mayor eficacia de las
armas del enemigo. Este, después de detenerse un cierto tiempo sobre el
Pehuajó, retrocedía para reembarcarse en sus canoas.
El 17 de febrero se producía la última de las numerosas incursiones paraguayas
por Paso de la Patria, con el resultado y en la forma de las anteriores. La
Escuadra, con la llegada a Corrientes del almirante Tamandaré, había resuelto
salir de su inacción: trasladándose hasta frente a Itapirú, quitaba al mariscal
López toda veleidad de repetir sus favoritas expediciones a territorio correntino.
39
E. LA PREPARACIÓN DE LA INVASIÓN
La iniciación de las operaciones de la campaña en territorio enemigo creaba a los
aliados una serie de dificultades, que debían ser previstas y afrontadas en las
mejores condiciones de preparación para que el éxito pudiese coronar su
empresa. Se trataba de dificultades de orden natural, representadas por la
magnitud del obstáculo a franquear a viva fuerza y por el terreno difícil y
desconocido donde las tropas deberían librar los primeros combates para hacer
pie en la costa enemiga; y de orden militar, constituidas no sólo por la temeridad
y el valor de que habían dado repetidas pruebas los paraguayos, sino también por
la desesperación con que el mariscal López trataría de impedir al adversario el
acceso y la permanencia en su territorio.
La organización de las futuras fuerzas invasoras y el aumento de sus efectivos
constituyeron una de las principales preocupaciones del Comando. Tanto el
Ejército argentino como el que estaba a las órdenes del general Osorio recibieron
numerosos contingentes que, en los momentos de efectuarse la invasión, habían
elevado los efectivos a cifras importantes. El primero constaba ahora de 36
batallones (11 de ellos de línea), 33 piezas de artillería y 25 unidades de
caballería, que hacían ascender sus efectivos a más de 24.000 hombres. El
primer cuerpo de Ejército brasileño, a su vez, estaba constituido por 33.000
hombres agrupados en 41 batallones de infantería (14 de línea), dos regimientos
de caballería de línea y 15 cuerpos de la misma arma, pero pertenecientes a la
Guardia Nacional, un regimiento de artillería a caballo y dos batallones de
artillería a pie con 48 bocas de fuego, y un batallón de ingenieros. Por último, el
contingente oriental alcanzaba a 2.847 hombres distribuidos en cuatro
batallones, cuatro regimientos de caballería y un escuadrón de artillería con seis
piezas.
Además, frente a Itapúa se encontraba el ejército de reserva del barón de Porto
Alegre, cuyos efectivos ascendían a unos 14.000 hombres: 6.000 de infantería,
7.000 de caballería y 26 piezas de artillería.
En conjunto, los aliados disponen, frente a Paso de la Patria, de un ejército de
35.000 infantes (distribuidos en 81 batallones) y de 87 piezas de artillería. De
15.000 a 20.000 jinetes, que servirán provisionalmente como reserva, completan
las fuerzas con que los aliados piensan invadir al Paraguay por el sector sudoeste
40
de su frontera.
La encuadra aliada, poderoso e incontrastable elemento en la cooperación de las
operaciones que incumbirán al ejército, cuenta con cuatro acorazados y con 25
otras unidades, estando en estas últimas representada también la República
Argentina con todos sus buques disponibles.
La elección del punto de pasaje constituía el problema más serio a resolver por
el comandante en jefe. La presencia del ejército enemigo en el campamento
fortificado de Paso de la Patria hacía inaceptable la idea de un pasaje de los
aliados frente mismo a Itapirú, aun cuando las tropas pudiesen contar aquí con
todo el apoyo de los fuegos de la escuadra. Las primeras fuerza que
desembarcarán no podían pretender —por la proximidad de todo el ejército
enemigo— conquistar la suficiente zona de terreno hacia el interior que
permitiese el pasaje seguro del grueso ejército aliado con todos sus elementos.
El 25 de febrero se reunían los generales aliados en una Junta de Guerra, estando
también presente el almirante Tamandaré, para resolver lo relativo a la elección
del sector más favorable de pasaje. El almirante sostenía que el ejército debía
pasar por Itapirú: el general Flores se inclinaba a apoyar esta opinión. Pero los
generales Mitre y Osorio manifestaban que la operación debía efectuarse por
Itatí aguas arriba de Paso de la Patria, por un sector alejado de aquél donde el
adversario había acumulado sus medios de defensa.
Esta última opinión fue la que prevaleció, conviniéndose en iniciar los
necesarios reconocimientos no bien la escuadra subiese a Paso de la Patria.
El 21 de marzo, el mismo día en que la escuadra se estacionaba entre Itapirú y
las Tres Bocas, el Almirante destacaba un acorazado y dos cañoneras hacia Itatí,
a fin de reconocer las condiciones del río para la navegación.
Llenada esta comisión y de regreso los buques al fondeadero de la escuadra, el
23 de marzo los tres generales aliados, el almirante y el ministro Octaviano
subían en el vapor Cisne hasta cerca de Itatí, lográndose comprobar que en el
trayecto recorrido las condiciones generales eran desfavorables para el pasaje del
ejército.
Quedaba a reconocer el sector mismo de Itatí, que no pudo ser reconocido el día
23 por falta de tiempo. Esta misión fue encomendada al general Flores, quien,
embarcado con algunas fuerzas a bordo de los vapores argentinos Chacabuco y
Buenos Aires, y escoltado por la cañonera Henrique Martins, subía el 27 de
41
marzo hasta Itatí, desembarcando en la costa paraguaya y penetrando tierra
adentro para reconocer prolijamente los alrededores.
A su regreso el general Flores informaba al comandante en jefe sobre la
imposibilidad de efectuar el pasaje por el punto reconocido.
Seriamente preocupado por los resultados desfavorables de los reconocimientos
de los días 23 y 27 de marzo, el general Mitre no tenía más remedio que aceptar
la proposición del almirante, que consistía en efectuar el pasaje del ejército por
Paso de la Patria; y, en tal sentido, puestos de acuerdo con Flores y con Osorio,
escribía a Tamandaré el 28 de marzo indicándole las tareas a llenar por la
escuadra para hacer posible el franqueo del río frente a Itapirú.
Pero en los días siguientes, "perseverando en mi idea de buscar un punto de
pasaje más arriba" —como escribía el 6 de abril al vicepresidente—, el general
Mitre decide enviar una nueva expedición al mando del general Hornos, quien
debía reconocer un sector más arriba de Itatí.
El 5 de abril subía el general Hornos hasta el Paso de Lenguas, comprobando la
imposibilidad de un pasaje en ese punto a causa de las condiciones desfavorables
de la costa enemiga.
Perdida esta última esperanza de poder realizar la invasión por un sector aguas
arriba de Itapirú, el general Mitre, adoptando, "más por necesidad que por
elección", la solución del Almirante, preocupábase de apresurar y de completar
los preparativos necesarios al buen éxito de la empresa.
Concentradas las fuerzas frente al sector de pasaje, reunido el material flotante
en los puntos designados para el embarco de las tropas, no quedaba más que dar
la orden para la ejecución del pasaje por Paso de la Patria. Pero el general Mitre,
con la constante preocupación de las dificultades que ofrecería el forzamiento
del río frente al enemigo, resolvía encomendar al mariscal Osorio un nuevo
reconocimiento, esta vez aguas abajo de Itapirú.
Dejando enteramente a cargo del jefe de la expedición la tarea de elegir el punto
más adecuado para su desembarco, el comandante en jefe le prescribía, sin
embargo, que debía estar en condiciones de transformar su misión en
reconocimiento ofensivo, para lo cual la expedición sería lo más fuerte posible:
"12.000 a 14.000 hombres de los tres ejércitos aliados, a saber: de 9.000 a
10.000 brasileños y de 4.000 a 4.500 argentinos y orientales". Misión esencial de
la columna expedicionaria del mariscal Osorio era: "tomar tierra, ocupar la
42
posición de Itapirú, establecerse en ella y efectuar el reconocimiento del
terreno". La situación determinaría más tarde si el resto del ejército debía
efectuar el pasaje por el mismo lugar por donde lo hiciera el mariscal Osorio, o
bien por Itapirú mismo, una vez que este punto fuese ocupado por la primera
columna expedicionaria.
La resolución de los medios de pasaje constituía, a su vez, otro problema de
solución importante, que debía ser estudiado y resuelto desde los tres puntos de
vista siguientes:
a) La importancia del curso de agua a franquear y el largo recorrido a efectuar
por las embarcaciones, más aun si se deseaba tomar tierra en un punto
alejado del fuerte de Itapirú y del campamento enemigo.
b) La necesidad de constituir el primer escalón —la vanguardia— lo más
numeroso posible y combinando las tres armas, para poder resistir con éxito
a un probable ataque de fuerzas considerables del enemigo hasta la llegada
de los otros escalones.
c) La configuración de la costa del territorio del adversario, que no permitía en
todos sus puntos la aproximación de embarcaciones de un cierto calado.
Todos estos factores, juiciosamente apreciados y combinados, debían decidir
sobre la clase y sobre la cantidad del material flotante indispensable para el
pasaje del ejército.
Los pequeños astilleros que existían en la ciudad de Corrientes fueron puestos a
contribución para construir grandes balsas y canoas, pidiéndose con toda
urgencia a Buenos Aires el material de construcción indispensable; se
comprobaron y se arrendaron muchos buques mercantes que estaban anclados en
los puertos de Buenos Aires y de Montevideo, y Brasil puso a disposición de la
escuadra una cantidad de vapores apropiados para el remolque de las balsas y
canoas. La actividad en este sentido fue muy grande; y ya a principios de abril
de 1866 el material flotante a disposición de los aliados para el pasaje del Alto
Paraná era el siguiente:
Para las fuerzas brasileñas: 7 vapores, 5 grandes chatas, 6 piraguas, 6 pontones y
9 canoas, con una capacidad de transporte de 10.680 hombres y 1.830 toneladas
de carga accesoria.
Para facilitar el rápido embarco de las tropas en las embarcaciones fueron
construidos en la costa argentina, cerca del puerto de Corrales, numerosos
43
muelles y plataformas.
El almirante Tamandaré habíase negado a emplear las unidades de la escuadra
en misión de transporte de tropas; aquélla debía conservar toda su libertad de
acción, a fin de estar en condiciones de escoltar a los transportes con las
pequeñas cañoneras y de bombardear las posiciones enemigas con los
acorazados y con las otras unidades mayores de la escuadra.
Los preparativos tácticos para el pasaje fueron comenzados no bien la escuadra
subió hasta Paso de la Patria en la segunda quincena de marzo. Los diferentes
grupos del ejército aliado fueron aproximados a la costa y concentrados en el
sector donde serían embarcadas las tropas, la caballería correntina corrióse hacia
el oeste para vigilar el terreno próximo a la desembocadura del río Paraguay,
encomendándose el servicio de seguridad del grueso del ejército a tropas de
infantería y de artillería. Además, con el fin de intensificar la acción del fuego de
la escuadra contra el fuerte de Itapirú, resolvíase hacer ocupar la isla situada
frente a este punto con un destacamento brasileño de dos batallones, apoyados
por cuatro cañones de a doce y cuatro morteros de 10 pulgadas.
La ocupación de la isla se llevó a cabo en la noche del 5 al 6 de abril, sin
mayores inconvenientes; las tropas se fortificaron en ella en previsión de un
ataque del enemigo y a fin también de resistir mejor el fuego de los cañones de
Itapirú.
El mariscal López, soportando mal la presencia del enemigo en la isla, ordenaba
al teniente coronel Díaz de atacarla por sorpresa durante la noche para
exterminar a su guarnición. El jefe paraguayo organizaba la expedición en la
siguiente forma: un primer escalón de 480 hombres de infantería y de 186
soldados de caballería armados a sable saldría en la madrugada del 10 de abril
con destino a la isla; un segundo escalón de 600 hombres le seguiría no bien el
primero hubiese desembarcado en la isla. Una fuerte reserva de infantería se
mantendría en Itapirú pronta a intervenir no bien regresaran las embarcaciones
que debían conducir los dos primeros escalones.
A las 4 de la madrugada del 10 de abril, el primer escalón, transportado en 32
canoas, desembarca en la isla frente a las fortificaciones en ella levantadas por el
destacamento brasileño; los centinelas dan la alarma cuando los paraguayos ya
habían tomado tierra, y la guarnición acude a ocupar sus puestos de combate.
En lugar de avanzar rápidamente sobre las trincheras, la infantería paraguaya se
44
oculta entre los matorrales, abriendo desde allí el fuego contra los defensores.
Pronto llega el segundo escalón a reforzar la línea ya ocupada por las primeras
tropas; pero la intensidad del fuego de la defensa y la oscuridad, que no permitía
distinguir los puntos más favorables para el ataque, paralizan la acción de los
paraguayos.
Próximas a agotarse las municiones, la infantería brasileña, a la primera luz del
día, salta de sus trincheras y carga a la bayoneta contra el enemigo. El cuerpo a
cuerpo se hace muy reñido y produce numerosas víctimas. Pero al fin los
brasileños, auxiliados por la oportuna intervención de algunas de sus cañoneras,
que ametrallan al enemigo y echan a pique sus embarcaciones, logran rechazar a
los paraguayos, exterminando a un gran numero de ellos.
Esta empresa costaba al mariscal López unos 900 hombres entre muertos,
heridos y prisioneros, y la pérdida de 30 canoas y más de 700 fusiles. Los
defensores tuvieron 48 muertos y 102 heridos.
Después del combate, la guarnición de la isla era, reforzada con tropas frescas y
se intensificaba el bombardeo contra Itapirú.
Todas las medidas que hasta aquí hemos enumerado en forma suscinta no podían
considerarse suficientes para la preparación de la Invasión del ejército aliado al
territorio enemigo. Otras, igualmente importantes, exigían del comandante en
jefe una atención preferente, a fin de asegurar el adecuado funcionamiento de los
servicios de retaguardia.
Aun cuando las características del terreno donde se desarrollarían las
operaciones, después de realizada la invasión, resultasen una incógnita para los
generales aliados, sin embargo ninguno de ellos ignoraba, en términos generales,
las dificultades que se encontrarían para la movilidad; la inclemencia del clima,
la insalubridad de los futuros vivaques, las pérdidas que sufrirían en las acciones
contra un adversario dispuesto a defender tenazmente su territorio y —factor de
la máxima importancia—, la imposibilidad de encontrar en el nuevo teatro de
operaciones los recursos que permitiesen atender a la alimentación y a la
movilidad de las tropas como pudieron hacerlo los paraguayos durante sus
invasiones a Corrientes y a Río Grande.
Había, pues, que prever todas estas futuras dificultades, asegurándose la llegada
desde retaguardia de todos los aprovisionamientos necesarios al ejército y la
fácil evacuación de los enfermos, heridos, etc.
45
La ciudad de Corrientes fue transformada en depósito principal del ejército,
estableciéndose en ella hospitales, depósitos de vestuario, equipo, municiones,
etc., talleres y demás dependencias. Ligada por la vía de agua con Buenos Aires,
Montevideo y Río de Janeiro, facilitábase la llegada de los aprovisionamientos al
depósito principal y la salida de las evacuaciones del ejército.
Además, en algunos buques habilitados al efecto se organizaron hospitales y
depósitos flotantes de víveres y de municiones, que prestarían excelentes
servicios durante el tiempo que el ejército operase cerca de la costa del Alto
Paraná o en las proximidades del río Paraguay.
A mediados de abril de 1866 se juzgaba terminada la preparación del ejército
aliado y, en consecuencia, eran impartidas las órdenes para la invasión del
territorio enemigo.
F. PASAJE DE UN CURSO DE AGUA: EL EJÉRCITO ALIADO INVADE EL PARAGUAY CRUZANDO EL ALTO PARANÁ
De acuerdo con las directivas recibidas del comandante en jefe, el mariscal
Osorio —a quien debía corresponder la gloria de guiar la primera expedición y
de abrir el paso al Ejército aliado frente a Itapirú- salía de la costa argentina el
16 de abril de 1866.
El almirante Tamandaré, cuya cooperación en la empresa confiada al Mariscal
Osorio alcanzaba una importancia muy grande, distribuyó a las unidades de la
escuadra las siguientes misiones:
De "escolta de la expedición", a desempeñar por cuatro cañoneras.
De "bombardeo del campamento enemigo", a cargo de un acorazado y de tres
cañoneras.
De "vigilancia de la costa enemiga” entre Itapirú y las Tres Bocas, a efectuar por
dos acorazados y cinco cañoneras.
Ya en la tarde del 15 de abril, el mariscal Osorio embarcaba en los transportes (8
vapores, 4 chatas y 12 canoas a remolques) el I escalón, compuesto del cuartel
general del I Cuerpo de Ejercito Imperal, la lª y 3ª divisiones de infantería y una
batería de artillería; en conjunto 9.465 hombres con ocho bocas de fuego. Al día
siguiente (16 de abril), a las 7 de la mañana, la expedición salía de la costa
argentina para descender el Paraná hasta la confluencia, desde cuyo punto
46
remontaba por dos kilómetros el río Paraguay. Un lugar ventajoso para la
aproximación de los transportes a la costa enemiga y para el desembarco de las
tropas en la misma había sido ya reconocido el día anterior por las cañoneras
Magé, Ivahy y Araguay. En el sector de la costa así elegido tomaba, pues, tierra
el mariscal Osorio.
Simultáneamente con la salida del I escalón, la escuadra, apoyada por el fuego
de la batería de la isla Redención, inició un violento bombardeo contra Itapirú y
el campamento paraguayo de Paso de la Patria. Mientras tanto, en la costa
argentina se embarcaba el II escalón, constituido por la infantería del II Cuerpo
de Ejército argentino (general Paunero) y por las fuerzas a las órdenes del
general Flores. La salida de este escalón debía tener lugar recién cuando se
tuviese conocimiento del primer resultado de la expedición confiada al mariscal
Osorio.
Venciendo las numerosas dificultades naturales del terreno, las tropas que
formaban el I escalón desembarcan en la costa enemiga. El mariscal López, no
creyendo que los aliados intentarían un desembarco con fuerzas numerosas
aguas abajo de Itapirú, habíase limitado a destacar en esa dirección un pequeño
destacamento de las tres armas al mando del comandante Hermosa. Esta fuerza
hallábase apostada en las inmediaciones del punto donde tomaba tierra el
mariscal Osorio, y desde el primer momento trató de impedir el desembarco del
enemigo. Pero las primeras tropas brasileñas lograron contener brillantemente al
adversario, dando tiempo al resto de la expedición para poder desembarcar.
El II escalón, conducido por el general Flores, salía del puerto de Corrales a las 5
de la tarde, alcanzando recién a las 8 de la noche el lugar donde había
desembarcado el mariscal Osorio; por tal motivo, sólo una pequeña fracción de
las fuerzas argentinas y orientales pudo descender a tierra el mismo día 16.
Informado el mariscal López de la empresa enemiga sobre la costa del río
Paraguay, se apresuraba a enviar algunos refuerzos desde el campamento de
Paso de la Patria; pero las dificultades del camino impidieron que éstos pudiesen
llegar a tiempo oportuno.
El 17 de abril el mariscal López avanzaba sobre Itapirú, mientras los generales
Flores y Osorio apresuraban el desembarco de sus respectivas fuerzas. Las
tropas brasileñas debieron sostener un reñido combate contra el enemigo (4
batallones, 2 regimientos de caballería y algunas piezas de artillería), abrigado
47
en los montes y malezas que interceptaban el camino a Itapirú; pero los
invasores no creyeron prudente avanzar hasta el fuerte mismo hasta no
habérseles incorporado las fuerzas de los generales Flores y Paunero.
Reunidas en la tarde del 17 todas las tropas aliadas que habían desembarcado en
la costa paraguaya, marchaban el 18 de abril sobre Itapirú que, bombardeado por
la Escuadra y amenazado por las fuerzas invasoras, había sido evacuado por
orden del mariscal López; Osorio siguió más allá de Itapirú, estableciendo sus
avanzadas a la vista del campamento enemigo de Paso de la Patria.
Bajo la protección de esta poderosa vanguardia de 15.000 hombres, el resto del
Ejército aliado realizó en los días siguientes el pasaje del Paraná frente mismo a
las ruinas de Itapirú. El general Mitre y el almirante Tamandaré pasaban a
Itapirú el mismo día 18 a las 11 de la mañana.
Quedaba así, felizmente, terminada la operación del pasaje de un curso de agua
muy importante, frente a un enemigo numeroso e intacto, al cual las condiciones
especiales del terreno y el perfecto conocimiento del mismo pudieron darle la
ocasión de hacer fracasar una empresa de tanta magnitud si hubiese sabido tomar
a tiempo las medidas oportunas para impedirla. Con razón, este pasaje de un
importante curso de agua puede ser citado en los tratados de arte militar como un
ejemplo modelo entre los de la misma naturaleza; y es forzoso reconocer que el
éxito de la operación correspondió por igual a las felices disposiciones del
Comando que la preparó y la dispuso y a la resolución y arrojo de los jefes y de
las tropas que supieron llevarla a cabo con tanto brillo.
G. EL COMBATE DE ESTERO BELLACO
El mariscal López, considerándose impotente para sostenerse en su campamento
fortificado de Paso de la Patria, bombardeado por la escuadra enemiga y
amenazado de un próximo asalto general por todo el Ejército aliado, resolvía
abandonarlo para ocupar una posición más favorable al norte del Estero Bellaco.
El 19 de abril las tropas paraguayas comienzan la evacuación del campamento,
que es continuada en los días siguientes sin que los aliados notaran esta
operación. En la madrugada del 23, la retaguardia paraguaya se retira a su vez
después de incendiar el campamento. En este mismo día los aliados atraviesan el
riacho que los separaba del campo abandonado por el enemigo y se instalan en él
48
y en sus alrededores después de destacar hacia el norte las necesarias fuerzas de
seguridad.
El general Mitre, antes de iniciar el avance con todo el Ejército en persecución
del enemigo que se había retirado, consideró necesario esperar que las unidades
dispusiesen de todos sus elementos de movilidad, cuyo transporte hasta la costa
paraguaya requería un cierto tiempo. En los nuevos vivaques establecidos por
los aliados en el antiguo campamento paraguayo los argentinos ocupaban la
derecha y los imperiales estaban situados a la izquierda; sobre el frente hallábase
el general Flores como vanguardia, habiendo sido reforzado en este servicio por
algunas unidades de infantería y de artillería destacadas del I Cuerpo de Ejército
brasileño.
Las avanzadas paraguayas permanecían al norte del Estero Bellaco, cuyos pasos
principales ocupaban, habiendo, además, construido en ellos algunas obras de
fortificación; al sur del estero estaban establecidas las avanzadas de los aliados.
El grueso del Ejército paraguayo habíase retirado al norte de Tuyuty, cerrando el
camino que por Paso Gómez se dirige a Paso Pacú y Humaitá.
Deseando el mariscal López conocer la dislocación del Ejército enemigo —lo
cual le permitiría completar la organización de su línea defensiva al norte de
Tuyuty, sobre el Estero Rojas— ordenó la ejecución de un reconocimiento
ofensivo al sur del Estero Bellaco. La operación fue confiada al teniente coronel
Díaz, bajo cuyas órdenes se pusieron siete batallones de infantería, cinco
regimientos de caballería y ocho piezas de campaña, alcanzando en conjunto un
efectivo de 5.500 hombres.
El Jefe paraguayo decide valerse de la sorpresa para poder llevar a cabo con
éxito el reconocimiento. Para lo cual y en atención también al terreno, a la
interposición del estero que debía ser atravesado rápidamente y al poco espacio
que al sur del mismo existía disponible para el empleo de las fuerzas, el teniente
coronel Díaz fraccionó sus tropas en dos grupos: el "grupo de ataque",
constituido por 4 batallones de infantería y 4 regimientos de caballería; la
"reserva", formada por 3 batallones y un regimiento de caballería, a las órdenes
del mayor Cabral.
El ataque se desarrollaría en la siguiente forma: por los pasos Piris, Sidra y
Carreta pasarían los 4 regimientos de caballería, los cuales, lanzándose por el
frente y por los flancos contra los batallones enemigos de avanzadas, debían
49
introducir el desorden en ellos. La infantería seguiría por Paso Sidra a fin de
completar el primer éxito alcanzado por la caballería. Desde las inmediaciones
del mismo paso la artillería debía apocar con su fuego el avance de las columnas
atacantes y sostener más tarde la retirada. La reserva quedaría al norte del estero,
haciendo ocupar Paso Carreta con dos compañías.
Dada la orden de iniciar el movimiento, la caballería paraguaya atraviesa el
Estero Bellaco y se lanza contra los batallones brasileños de avanzadas.
Sorprendidos por la rapidez del ataque, éstos retroceden abandonando las 4
piezas de artillería, que son inmediatamente tomadas por los paraguayos y
arrastradas en triunfo basta el campamento del mariscal López.
La retirada de los batallones brasileños, perseguidos de cerca por la infantería
paraguaya, contagia a los batallones orientales, que ceden terreno para no verse
envueltos y cortados por el enemigo. Pero la alarma es dada a las fuerzas aliadas
que se encuentran más a retaguardia; éstas avanzan inmediatamente en apoyo de
su vanguardia.
Los batallones paraguayos se ven obligados a detenerse frente al número
siempre creciente del adversario, que los contraataca de frente (6ª división
brasileña) y que tiende a ensolver su ala izquierda (regimiento Rosario y batallón
Corrientes, sostenidos por el batallón Tucumano y Catamarqueño). La acción se
vuelve cada vez más encarnizada y los paraguayos sufren considerables
pérdidas; lo cual induce al teniente coronel Díaz a ordenar la retirada al otro lado
del estero. Esta se efectúa en desorden, dejando el campo sembrado de
cadáveres, persiguiendo muy de cerca las tropas aliadas que en su
encarnizamiento llegan hasta el otro lado del estero, donde se apoderan de 4 de
las piezas de la artillería paraguaya.
También el regimiento de caballería argentino 1° de línea obtenía un brillante
éxito en una carga contra la caballería paraguaya que avanzó por Paso Carreta,
rechazándola y apoderándose de uno de los estandartes del enemigo.
En vista de la actitud de las reservas adversarias situadas al norte del estero y
ante el peligro de la llegada de refuerzos que pudiese enviar el mariscal López,
los jefes aliados hacen repasar el estero, a las tropas que lo habían franqueado en
la persecución y las conducen a sus posiciones anteriores, reforzándose el
servicio en las avanzadas.
Las pérdidas sufridas por los paraguayos fueron muy grandes a causa
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principalmente de la obstinación del teniente coronel Díaz en querer continuar el
ataque más allá del éxito obtenido en el primer momento contra la vanguardia
del adversario; aquéllas alcanzaron a 2.500 hombres fuera de combate (incluido
más de 300 prisioneros, en su mayor parte heridos). Los aliados, especialmente
los brasileños, tuvieron también un número importante de bajas, que en conjunto
alcanzaron a 1.552 hombres.
H. EL AVANCE DE LOS ALIADOS HACIA TUYUTY
La permanencia del Ejército aliado al sur del Estero Bellaco no podía
prolongarse mucho, pues se daría oportunidad al mariscal López para completar
su organización defensiva sobre el Estero Rojas.
La necesidad de un pronto avance del Ejército había sido apreciada en toda su
importancia por los generales aliados, los cuales habían discutido la situación en
sucesivas conferencias y resuelto la mejor forma de continuar las operaciones
hacia el interior del territorio enemigo. Pero, antes de iniciar el movimiento, se
deseaba disponer de más caballería montada, esperándose al efecto algunas
remesas de caballos que no tardarían en llegar de Entre Ríos y Corrientes, junto
con algunos centenares de bueyes que darían mayor movilidad al convoy.
Como preparación del próximo avance del Ejército, el general Mitre hacía
efectuar el 9 de mayo un reconocimiento de los pasos del Estero Bellaco, que
forzosamente tenía que atravesar el ejército. La misión fue encomendada al
general Cáceres, quien, al frente de la 1ª división de la caballería correntina,
sostenida por dos batallones argentinos, y por la artillería que se hallaba en las
avanzadas, logró obtener los datos que necesitaba el comandante en jefe sobre la
practicabilidad de los pasos del estero, habiendo debido, al efecto, sostener un
reñido combate con las avanzadas paraguayas que custodiaban los pasos.
El avance del Ejército aliado quedó fijado para el 20 de mayo. Por los pasos
Piris, Sidra y Carreta avanzaron tres columnas de las diferentes armas,
calculadas para vencer rápidamente la resistencia que el enemigo no dejaría de
oponer al pasaje. Especialmente en paso Sidra, donde los paraguayos habían
construido algunas obras de fortificación guarnecidas con artillería, se esperaba
encontrar serias dificultades, pero el general Flores, que con la infantería oriental
y con varios batallones brasileños formaba la vanguardia de la columna que se
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dirigía a atravesar el estero por ese paso, logró forzarlo atacando resueltamente a
las avanzadas enemigas que lo defendían. Los paraguayos después de oponer
una débil resistencia, se retiraban sobre paso Gómez por el camino de Humaitá;
y las columnas aliadas, habiendo terminado de franquear el estero sin otros
contratiempos, continuaban su avance hasta Tuyuty, cubierto su frente por tropas
numerosas de vanguardia que marchaban prontas a empeñar el combate.
En el campo de Tuyuty, en que el Estero Rojas4 separaba de la posición ocupada
por el Ejército paraguayo, los aliados establecieron sus vivaques, situándose los
argentinos a la derecha, los orientales al centro y ocupando la izquierda el primer
cuerpo del ejército del mariscal Osorio.
El mismo día de la llegada de los aliados a Tuyuty, el batallón de ingenieros
brasileño inició la construcción de una gran batería destinada a cerrar el camino
principal de Humaitá a Paso de la Patria por paso Gómez. Marcábase así el
comienzo de la característica "guerra de posición" a que se verían obligados los
invasores del territorio paraguayo, no sólo por la actitud defensiva asumida por
el enemigo detrás de un obstáculo muy importante, sino también por las
condiciones del terreno y en especial modo por la poca movilidad del ejército
invasor.
La distancia a que las fuerzas aliadas, con su avance hasta Tuyuty, se habían
alejado de los puntos de la costa del Alto Paraná, por donde pasaba su línea de
comunicación con la provincia de Corrientes, había inducido al comandante en
Jefe a organizar el tráfico entre Paso de la Patria y Tuyuty, utilizando columnas
de carretas a bueyes y a fortificar el antiguo campamento de Paso de la Patria,
dejando en él una fuerte guarnición de caballería desmontada, no sólo para evitar
una posible empresa de fuerzas móviles enemigas contra la línea de
comunicación terrestre de los aliados, sino también para contar con un sólido
punto de apoyo en el caso de verse obligados a abandonar Tuyuty.
I. LA BATALLA MÁS SANGRIENTA: TUYUTY
La llegada de los aliados a Tuyuty creaba a su comandante en jefe deberes de
suma responsabilidad, a causa de la pequeña distancia y del estrecho contacto a
4 Llamado por los paraguayos estero Bellaco Norte
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que habían llegado los dos ejércitos adversarios; pues, si bien existía un
obstáculo interpuesto, éste no podía ser considerado infranqueable, ni para el
defensor por su exacto conocimiento del terreno, ni para el invasor que, a menos
de eternizar la campaña, debería, en un momento dado, forzar los puntos de
pasaje o rodear el obstáculo para presentar batalla al enemigo abrigado detrás de
él.
Explícase así el muy natural interés del general Mitre por adquirir cuanto antes
una exacta orientación sobre la importancia del obstáculo que lo dividía del
adversario y sobre la naturaleza y la extensión de los trabajos defensivos que
aquél había ejecutado en la posición donde se conservaba con su ejército.
A este objeto el general Mitre había ordenado que el 24 de mayo se llevasen a
cabo varios reconocimientos del estero, empleando las fuerzas que se
considerasen suficientes para poder vencer la resistencia de las avanzadas
enemigas que ocupaban todos los pasos.
El mariscal López, tal vez informado de la operación que los aliados pensaban
ejecutar, o más bien, calculando que éstos no dejarían pasar la fiesta nacional
argentina del 25 de Mayo sin rememorarla con una victoria al igual de lo
realizado el ano anterior por el general Paunero con su ataque a la ciudad de
Corrientes, resolvió desbaratar ese posible plan "ganándoles de mano" y
llevándoles un ataque a fondo en sus propias posiciones.
Rápidamente fue concebido el plan, cuya idea esencial era la siguiente: todo el
frente del adversario sería atacado simultáneamente por tres fuertes columnas,
dirigidas contra el centro y contra las dos alas. Un doble movimiento envolvente
completaría la acción frontal, determinando, en caso de éxito de la operación de
conjunto, el total aniquilamiento del adversario.
La empresa estaría a cargo de cuatro columnas de infantería y caballería, dos
centrales y dos laterales, calculadas en sus efectivos y composición en vista de lo
que de cada una de ellas se esperaba en el desarrollo de la acción de conjunto,
para lo cual la organización de cada columna y su tarea especial fueron
determinadas en la siguiente forma:
Columna del Centro (comandante Marcó): 4 batallones de infantería y 2
regimientos de caballería (4.200 hombres); avanzando por paso Gómez a lo
largo del camino real a Paso de la Patria, debía atacar el centro del enemigo
formado por brasileños y orientales;
53
Columna de la Derecha (coronel Díaz): 5 batallones de infantería, 2 regimientos
de caballería y 4 obuses (5.000 hombres); reunida previamente en el monte del
Sauce, debía avanzar más tarde por el abra llamada El Boquerón, para caer
contra las tropas situadas en el flanco izquierdo del enemigo;
Columna de la Extrema Derecha (general Barrios): 10 batallones de infantería y
2 regimientos de caballería. (8.700 hombres). Esta columna, después de
atravesar el monte del Sauce, debía penetrar en el potrero Piris para caer después
por sorpresa contra la retaguardia de la posición enemiga, buscando aquí
reunirse con la caballería de la:
Columna de la Izquierda (general Resquín): 2 batallones de infantería y 8
regimientos de caballería (6.300 hombres), la cual, reunida detrás de los
palmares de Yatayty Corá, atacaría después la derecha enemiga formada por los
argentinos, mientras la mayor parte de la caballería, efectuando un rodeo hacia el
este, caería contra la retaguardia de la posición, donde se uniría a la columna del
General Barrios.
Toda la artillería paraguaya —menos los cuatro obuses asignados a la columna
del coronel Díaz— se conservaría al norte del Estero en disposición de sostener
con su fuego el ataque de las diferentes columnas. Este sería iniciado desde las
respectivas posiciones de preparación a una señal dada con un disparo de cañón
hecho desde paso Gómez no bien el coronel Díaz hubiese anunciado con un
cohete que la columna del general Barrios —la que debía recorrer más camino y
la que también más lentamente avanzaría, por la gran cantidad de infantería que
llevaba—, hubiese alcanzado su posición de preparación para el ataque.
Son, en conjunto, más de 24.000 paraguayos los que el mariscal López va a
lanzar en este día contra 32.000 soldados aliados para empeñar la batalla más
importante, que por los efectivos que intervienen, es la más sangrienta batalla
que haya tenido lugar en el continente sudamericano.
Lleva el atacante una gran superioridad en caballería, pues a los 8.500 jinetes de
que dispone, los aliados no pueden oponer sino unos pocos centenares de
hombres montados; pero, a su vez, éstos cuentan con una superioridad
abrumadora en la artillería, lo cual contribuirá no poco a darles la victoria.
Hecha la señal convenida por el coronel Díaz —señal que equivocadamente fue
dada antes de que la columna del general Barrios hubiese alcanzado la posición
de preparación— y anunciada en toda la línea por el disparo de cañón hecho en
54
paso Gómez, los paraguayos inician el ataque partiendo de los diferentes
sectores donde las respectivas columnas habían efectuado su reunión
completamente a cubierto de la vista del enemigo.
El primero en caer contra los batallones aliados es el coronel Díaz, quien,
favorecido por el terreno, había podido traer sus fuerzas hasta pequeña distancia
de las avanzadas enemigas. Los dos batallones orientales que cubrían este
servicio frente al Boquerón son arrollados por la caballería paraguaya y
deshechos totalmente. La columna del coronel Díaz se lanza entonces en
dirección a la gran batería central; pero, contenida por las tropas brasileñas (6ª
división) y orientales (dos batallones) que la protegían, el ataque cede frente a la
tenacidad de los defensores; y las tropas paraguayas que formaban esta columna
retroceden hasta el bosque del cual partieron, para reordenarse a su abrigo; una
parte de la caballería, después de haber salvado los fuegos de la batería central,
corrióse hacia la derecha de los aliados para reunirse con la columna del general
Resquín.
Casi simultáneamente con el ataque de las fuerzas del coronel Díaz, las del
general Resquín salían de los palmares de Yatayty Corá para lanzarse contra la
derecha de los aliados, ocupada por el Ejército argentino. Los regimientos de
caballería, después de efectuar el rodeo convenido para envolver el ala derecha,
caen contra los pocos escuadrones correntinos que cubrían esta ala y los
desorganizan totalmente; más la caballería paraguaya, en vez de seguir su
movimiento hacia el sur, que debería conducirla sobre la retaguardia de los
aliados, buscando reunirse allí con la columna de la extrema derecha paraguaya
—como era el plan establecido—, atraído por el ardor de la pelea, se dirige
contra el núcleo principal de las tropas argentinas, cuyos batallones, amenazados
por esa nube de jinetes que aparecía sobre sus flancos y espaldas, forman
rápidamente los cuadros. Los regimientos paraguayos, con ardor temerario, se
consumen inútilmente en cargas sucesivas contra los cuadros de la infantería
argentina y contra sus cañones, que los aniquilan a boca de jarro. La caballería
de Resquín resultaba totalmente destruida en una acción estéril, y la ausencia de
una dirección consciente hacía fracasar el éxito que hubiese podido obtener la
aparición de los regimientos paraguayos sobre las espaldas de los aliados en
circunstancias en que éstos no estaban en condiciones de contrarrestar
rápidamente su acción.
55
Mientras tanto, el resto de la columna del general Resquín, que debería atacar de
frente a la línea argentina, ha visto retardado su avance por el franqueo del
bañado; y al caer su acción del efecto de la sorpresa permite que el defensor
tome sus medidas para el combate. La infantería paraguaya es recibida con un
fuego violento que paraliza su avance, impidiéndole llevar el ataque con la
necesaria energía; la acción se localiza en las proximidades del estero, donde los
atacantes se guarecen, sosteniendo el fuego durante algunas horas para retirarse
más tarde a su punto de partida, cuando el general Resquín comprende que sus
regimientos de caballería han sido totalmente aniquilados.
La columna paraguaya del centro, a las órdenes del comandante Marcó,
retardada por el pasaje del estero, inició el combate un poco después de haberlo
hecho las que se encontraban sobre sus dos flancos. La caballería se lanza, sable
en mano, contra la batería central brasileña, seguida por la infantería, que carga a
la bayoneta. Los paraguayos consiguen llegar hasta los cañones mismos; pero el
fuego de éstos y el de la infantería encargada de su protección rechaza con
grandes pérdidas a los asaltantes. Tres veces consecutivas lleva Marcó sus
soldados al ataque del centro del enemigo; pero es rechazado cada vez con
grandes pérdidas, por lo cual resuelve retroceder hasta el bañado, a fin de
reorganizar sus diezmadas tropas, que conducirá más tarde, en una última carga
desesperada —pero igualmente infructuosa— contra el centro enemigo, hasta
verse obligado a emprender la retirada al otro lado del estero.
El coronel Díaz, que después de su primer ataque contra la izquierda aliada
había retrocedido hasta el bosque para reorganizar allí sus tropas, desencadenaba
al poco tiempo un segundo ataque mas violento que el anterior. Los batallones
brasileños a su frente, que en el primer momento viéronse obligados a ceder
terreno, avanzan de nuevo al recibir refuerzos de infantería y de artillería, hechos
acudir de la segunda línea y aun retirando de la batería central los dos batallones
orientales que cubrían su derecha. Un violento contraataque de los aliados
detiene los progresos de las fuerzas del coronel Díaz, las cuales se ven obligadas
más tarde a batirse en retirada, dejando cubierto de cadáveres el campo de
combate y abandonando las cuatro piezas que apoyaban el ataque desde una
posición en la salida del Boquerón.
Varias horas después de empeñado el combate en toda la línea y poco antes de
que éste terminase con el rechazo general de las tres columnas atacantes, la del
56
general Barrios lograba entonces hacer su aparición en la escena. Retardada
grandemente esta columna por la gran cantidad de infantería de que estaba
compuesta y debiendo recorrer un largo trayecto a través de un espeso bosque y
por un terreno cenagoso, el general Barrios se vio sorprendido en el camino por
la señal que determinaba el comienzo de la acción. Todos los esfuerzos para
apresurar el avance de sus tropas resultaban infructuosos ante los inconvenientes
naturales enunciados; después de penetrar al potrero Piris, de donde rechazaba
una guardia brasileña allí establecida, seguía hacia el sudeste para desembocar
sobre la retaguardia de la posición aliada, donde, de acuerdo con el plan
convenido, debía reunirse con la caballería del general Resquín.
La feliz idea del mariscal Osorio, de haber situado sus tropas en el campamento
de Tuyuty en tres líneas sucesivas —lo cual también era, hasta cierto punto, una
imposición del terreno— haría fracasar desde el primer momento el plan del
mariscal López en la parte que correspondía al empleo de la columna del general
Barrios. Al desembocar del bosque que cierra por el este el potrero Piris, los
paraguayos han formado varias columnas a fin de barrer de su frente toda
resistencia; pero ellas vienen a caer contra las masas de las divisiones de 2ª y 3ª
línea del mariscal Osorio, obligándole a cejar en sus esfuerzos y a retroceder a su
punto de partida.
Después de cinco horas de una lucha encarnizada y sangrienta terminaba el
combate con la victoria de las tropas aliadas, que habían rechazado en toda la
línea los multiplicados ataques de un enemigo dispuesto a vencer o a morir.
Las pérdidas paraguayas fueron enormes, pues alcanzaron a más de la mitad de
los efectivos empeñados: 7.000 muertos y más de 7.000 heridos atestiguaban el
temerario ardor de los atacantes y la tenacidad de los defensores, que hacían
pagar muy cara la locura del adversario al concebir y al hacer ejecutar un plan
cuyo fracaso pudo acarrear su total ruina. Los aliados, a su vez, sufrieron
pérdidas calculadas en unos 4.000 hombres, que representaban apenas la octava
parte de sus efectivos presentes en el campo de batalla (3.000 brasileños, 600
argentinos y 300 orientales fuera de combate).
Mucho se ha criticado el plan del mariscal López de lanzar casi todo su Ejército
contra un enemigo superior, atrincherado en su campo y completamente
prevenido por la proximidad misma de su adversario, concibiendo una maniobra
tan vasta cual era el ataque frontal con el doble envolvimiento de las alas;
57
operación que será posible realizar sólo en circunstancias muy favorables y
disponiéndose de efectivos superiores en número. Además, el ataque debía
llevarse a través de un serio obstáculo, que algunas de las columnas necesitaban
franquear casi bajo el fuego enemigo, con el agravante de no ser posible, por la
naturaleza misma del terreno, la unión lateral permanente y la fácil retirada en
caso de un fracaso.
En Tuyuty —como ya el 2 de mayo en Estero Bellaco— la interposición de un
obstáculo entre el atacante y el defensor obliga al primero a ejecutar la maniobra
en varias columnas de ataque, con el objeto de que las tropas, salvando el
obstáculo y avanzando con rapidez, pudiesen contar con el primer éxito que se
derivaría de la confusión introducida en las fuerzas enemigas por el efecto de la
sorpresa. Este sistema es el que, como principio, corresponde en casos análogos,
pero a condición de que se asegure en una forma perfecta la cooperación y la
unión permanente entre las columnas laterales, factores indispensables para
asegurar la armonía en la acción y la uniformidad de los esfuerzos que requiere
el buen desarrollo del plan de conjunto. La maniobra concebida por el mariscal
López, si bien se ajustaba al principio general, fallaba por el factor de la
inferioridad numérica de los efectivos empeñados. Mas no limitábase a esto sólo
la mayor posibilidad del fracaso de la operación, pues a las fallas existentes en la
concepción del plan había que agregar las derivadas de una deficiente
combinación y preparación de la maniobra y de una ejecución falsa y mal
conducida.
La escasez de caballería, la llegada de la noche y la falta de reservas impidieron
a los aliados emprender una enérgica persecución del enemigo al otro lado del
Estero Rojas: el primero de los inconvenientes enunciados fue también la causa
principal de que los vencedores no se resolvieran a llevar a cabo en los días
siguientes operaciones ofensivas que hubiesen obligado al mariscal López a
abandonar su posición defensiva antes de haber recibido los refuerzos de que
necesitaba para reorganizar su diezmado ejército.
Aprovechando la inactividad operativa de los aliados después de la victoria por
éstos alcanzada el 24 de mayo, el mariscal López se dedicó febrilmente a
reorganizar su ejército y a completar sus fortificaciones de Rojas. Según el
historiador paraguayo Centurión, "de los restos de los cuerpos que entraron en
acción aquel día, de los heridos que sanaron y de las gentes traídas de la capital,
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de Cerro León, de la Encarnación (o Itapúa) y del paso del Tebicuary, formó
ocho batallones de infantería y cuatro regimientos de caballería. Además, hizo
venir de las estancias del Estado y establecimientos particulares 6.000 esclavos,
que los distribuyó en los distintos cuerpos para reemplazar las bajas".
Las obras de fortificación fueron extendidas y perfeccionadas sobre el frente, a
lo largo de la margen norte del Estero Rojas; además, para cubrir el flanco
derecho, que era vulnerable a un ataque envolvente de los aliados, hizo construir
algunas trincheras en los montes del Sauce. De Humaitá fueron traídas algunas
piezas; de grueso calibre, que se emplazaron en la primera línea defensiva para
poder bombardear las posiciones aliadas.
Con el objeto de distraer la atención del enemigo y de inmovilizarlo en su campo
por la amenaza permanente de un nuevo ataque, el mariscal López enviaba
frecuentes expediciones al sur del Estero, por el frente y por los flancos, que
también le permitían mantenerse orientado sobre los preparativos y las posibles
intenciones de los aliados. Pero como sus destacamentos sufrían cada vez bajas
muy sensibles, resolvió a mediados de junio reemplazar esas expediciones por
un activo y continuado bombardeo de las posiciones del enemigo, empleando al
efecto las piezas de mayor calibre y alcance que había hecho venir de Humaitá.
A su vez los aliados, aun cuando abligados a una inactividad operativa
momentánea, no permanecían ociosos en el propio campo. A la espera de
aumentar los medios de movilidad que les permitiesen iniciar operaciones
ofensivas, la atención del comandante en jefe se particularizó con la necesidad
de poner al ejército aliado a cubierto de toda futura sorpresa: se abrieron
numerosas trincheras en toda la extensión de la línea ocupada, organizándose
fuertes reductos en las segundas líneas y reforzando el servicio general de
seguridad sobre el frente y sobre los flancos.
A pedido del general Flores reuníase el 30 de mayo una Junta de Guerra, a fin de
considerar la situación creada al ejército aliado por la victoria del 24 de mayo, y
para adoptar, en consecuencia, las resoluciones más convenientes para la
continuación de las operaciones. De todo lo tratado y resuelto en esta Junta de
Guerra informa muy detalladamente el acta que se levantó con motivo de dicha
reunión.
Es de interés recordar los puntos fundaméntales de la misma.
De la cuenta recíproca que se dieron los tres generales aliados de la situación en
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que se encontraban sus respectivas fuerzan resultaba que el ejército aliado en ese
momento sólo tenía disponibles en Tuyuty 25.000 hombres de infantería y 3.700
de caballería, de éstos apenas 1.500 regularmente montados; que tanto la
artillería como los convoyes habían quedado casi sin ganado de tiro, a causa de
la extrema flacura de los anímales y de la mortandad diaria que en ellos
producían la falta de pastos y los malos campos.
Pasándose después a examinar la situación en que se encontraba el enemigo, se
llegaba a la conclusión de que éste, a causa de las bajas sufridas en la batalla del
día 24 y de la imposibilidad en que se encontraba de reponerlas totalmente, ya
no se encontraba más en condiciones de operar ofensivamente contra los aliados
y que "sólo puede sostenerse en una guerra defensiva de posiciones, salvándolo
de su total ruina tan sólo la superioridad relativa de su caballería y la
insuficiencia de caballos de la nuestra". Calculábase, sin embargo, que el
mariscal López, con los refuerzos traídos de Humaitá, debía tener disponible en
las posiciones de Rojas un ejército de 20.000 hombres, sabiéndose, además, que
había completado sus fortificaciones y aumentado su artillería.
Realizado el examen de la propia situación y de la del adversario, los generales
aliados pasaron a discutir el plan de operaciones que resultaría más ventajoso en
esas circunstancias. Analizado el caso de una ofensiva contra el enemigo
atrincherado en sus posiciones, el general Mitre sostuvo la opinión de que no era
prudente un ataque frontal a causa de la naturaleza del terreno y de la solidez de
la posición misma, defendida por más de 60 piezas de artillería; que, en el caso
de decidirse por una operación ofensiva, ésta debería efectuarse rodeando el
ejército aliado la posición enemiga por su ala izquierda, haciendo así caer de
revés todo el sistema defensivo del adversario; pero que, en este caso, era
indispensable asegurar la propia línea de comunicaciones sobre Paso de la Patria
contra empresas de la caballería paraguaya. Sin embargo, en vista de la propia
inferioridad momentánea en el arma de caballería para conjurar este peligro y en
atención también a los deficientes medios de movilidad del ejército aliado, se
creía prudente —y así fue resuelto— aplazar la ejecución de este plan ofensivo
hasta que hubiesen desaparecido esos dos inconvenientes capitales.
De acuerdo los tres generales aliados, resolvíase permanecer en Tuyuty haciendo
todos los esfuerzos encaminados a remontar cuanto antes la caballería y a poner
a las tropas en estado de moverse, no aceptándose la propuesta del general
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Flores de hacer incorporar al ejército de Tuyuty las fuerzas del barón de Porto
Alegre (ejército de reserva) que, de acuerdo con el plan combinado en
Uruguayana el 21 de septiembre de 1865, debía efectuar por Itapúa la invasión al
Paraguay. Dada la gran cantidad de caballería con que contaba el barón de Porto
Alegre, el general Flores juzgaba que se subsanaría prontamente la debilidad de
esa arma en el ejército de Tuyuty. Pero rebatida por el general Mitre esta
indicación, se resolvió que el ejército de reserva conservase la primitiva misión
recibida.
Por último, en consideración a que "el objetivo del plan de campaña es la
posición de Humaitá, sobre la cual sólo podrá operarse ventajosamente en
combinación con la escuadra y dominando la navegación del río Paraguay", los
generales aliados resolvían pedir al almirante que abriese operaciones con la
escuadra en este río, pues "el almirante había declarado, por dos ocasiones, en
junta de guerra con los generales aliados, que contaba con los medios suficientes
para forzar las fortificaciones de Curupaity y arrasar las baterías de Humaitá".
Encargado el general Osorio de transmitir el pedido al almirante Tamandaré,
aquél recibía la contestación de que el jefe de la escuadra estaba dispuesto a
iniciar operaciones contra las fortificaciones enemigas del río Paraguay y si así
lo pedían los generales aliados; pero que, para obrar con más eficacia, convenía
esperar la incorporación de un nuevo acorazado y de una bombardero que debían
reunirse muy pronto a la escuadra.
Sobre la base de lo resuelto en la Junta de Guerra del 30 de mayo, los generales
aliados se preocuparon de tomar las medidas para remediar la situación
desfavorable de sus elementos de movilidad. Se pidieron grandes cantidades de
caballos, mulas y bueyes y al mismo tiempo la remisión de forraje, a fin de
evitar la mortandad que los malos campos del Paraguay causaban en el ganado
por la falta de pastos.
En previsión de que la permanencia en Tuyuty pudiese prolongarse algún
tiempo, se tomaron disposiciones para aumentar la seguridad de las tropas en el
campamento. Adoptóse, al efecto, el siguiente dispositivo; fuertes avanzadas
cubrían la línea exterior, que estaba formada por una serie de pequeñas
trincheras situadas en todo el frente con intervalos más o menos grandes; una
primera línea constituida por un sistema de trincheras que abarcaba casi todo el
frente, permanecía constantemente ocupada por tropas que se mantenían prontas
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para entrar en combate en cualquier momento; éstas eran también las que daban
los núcleos para las avanzadas, las cuales se relevaban diariamente después de
efectuar la descubierta en el terreno situado más allá de la línea exterior; una
segunda línea, ocupada por el resto de las tropas, que venían a ser la reserva de
las de la primera línea, comprendía extensas obras de fortificación, organizadas
en vista de ofrecer una tenaz resistencia al adversario en el caso de que fuese
necesario abandonar la primera línea.
J. LAS OPERACIONES CONTRA LOS FLANCOS DE LA POSICIÓN DE TUYUTY
1. Combate de Yatayty Corá (10 y 11 de julio de 1866)
A medida que el mariscal López lograba mejorar la situación desastrosa en que
lo sumiera la derrota del 24 de mayo, ya sea con la incorporación de efectivos
que reemplazaban parcialmente las numerosas bajas sufridas, o bien con la
llegada de nuevo material de artillería o con el refuerzo de las obras de
fortificación, su actividad combativa crecía paralelamente cual si pretendiese
demostrar al adversario que el espíritu ofensivo de sus tropas se conservaba
intacto y que, a pesar de encontrarse aparentemente a la defensiva en una
posición fortificada, poseía en lodo momento la iniciativa en las operaciones.
Esta actividad sostenida del generalísimo paraguayo tenía, además, otro objeto,
cual era el de ir completando la preparación de sus nuevos soldados con
sucesivos y continuos combates parciales y el de mantener en alarma
permanente al campo adversario para obligar a éste a aferrarse más al terreno
extendiendo y completando sus obras de fortificación, distrayendo en tal forma
la atención de su comando de empresas que pudiese meditar fuera del sector en
el cual tendían a inmovilizar las acciones ofensivas de los paraguayos.
Es así que, a partir del 15 de junio en que fue iniciada una acción vigorosa de la
artillería paraguaya contra las líneas enemigas, los bombardeos eran casi
diarios, abarcando algunas veces todo el frente y limitados otras a los sectores
donde los aliados parecían demostrar una especial actividad. Junto con los
bombardeos -que, iniciados siempre por la artillería paraguaya, eran
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vigorosamente contestados por las baterías de Tuyuty- columnas móviles de
infantería y caballería, seguidas por algunas coheteras, salían de las posiciones
paraguayas y, después de atravesar el estero, venían a caer contra las avanzadas
enemigas, de preferencia contra las que estaban situadas en los flancos;
empeñaban con éstas un violento combate de fuego, que era sostenido hasta
que los refuerzos enviados por las reservas enemigas aconsejaban a los jefes
paraguayos -cuya misión no era la de empeñarse a fondo- repasar el estero para
guarecerse en sus líneas.
La pequeña distancia a que, en algunos puntos de la línea, estaban situadas las
avanzadas de los dos adversarios, conducía a combates diarios al tener lugar
cada mañana el relevo de este servicio y al efectuarse la descubierta delante de
las propias líneas; lo cual había obligado al general Mitre a ordenar que el
relevo de las avanzadas en todo el frente se efectuase a la llegada de la noche,
quitando así al enemigo la posibilidad de empeñar esos combates parciales de
fuego que ponían en alarma a todo el campo cada vez que las tropas se
mostraban al descubierto al efectuar el relevo de las avanzadas.
Especialmente molestos eran los ataques que el enemigo llevaba a cabo contra
las posiciones del ala derecha de los aliados, ocupada por los argentinos.
Favorecidos por el terreno y por la vegetación que ocultaba sus movimientos,
los paraguayos atravesaban el estero para situarse en los palmares de Yatayty
Corá, desde donde dirigían un violento fuego con sus coheteras contra las
avanzadas argentinas, mientras la caballería, por un rodeo hacia el este,
operaba sobre el flanco sin que la caballería correntina, mal montada, pudiese
rechazar a los siempre numerosos escuadrones paraguayos que, gracias a su
mayor movilidad, se ponían prontamente fuera de alcance de la infantería
argentina destacada para rechazarlos.
En el interés de evitar en lo sucesivo estas correrías del adversario sobre la
derecha de los aliados, el general Mitre ordenaba el 9 de julio la ocupación de
Yatayty Corá por una fuerte guardia de infantería, destacándose al efecto a dos
compañías del batallón Catamarca sostenidas por el batallón Corrientes, que se
situó más a retaguardia como reserva.
El 10 de julio, dos batallones paraguayos atacaban la guardia establecida en
Yatayty Corá. Las compañías del batallón Catamarca sostuvieron el primer
choque del enemigo hasta que la llegada del batallón Corrientes permitía un
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contraataque que obligaba al enemigo a retirarse. Este último batallón quedaba
ocupando Yatayty Corá.
El día 11 de julio los paraguayos renuevan el ataque. Son, esta vez, cuatro
batallones, un regimiento de caballería y algunas coheteras las fuerzas que el
mariscal López enviaba al mando del coronel Aquino para posesionarse de
Yatayty Corá.
Al primer ataque del enemigo, cuya caballería trataba de rodear el flanco
derecho del batallón Corrientes, éste retrocede combatiendo. Prontamente
acuden en su apoyo los batallones 1° de línea y San Nicolás (que formaban la
1ª brigada del ler. cuerpo), los cuales lograban detener el avance del enemigo.
El coronel Aquino lanza entonces al combate sus reservas, viéndose obligado
el general Paunero a hacer adelantar la 2ª división del coronel Arredondo.
Los cohetes lanzados en gran cantidad por los paraguayos habían incendiado el
campo, dificultando así la observación y el combate mismo de las tropas.
Habiendo el jefe paraguayo ordenado la retirada al observar el avance de la 2ª
división argentina, el general Paunero retrocedía a su vez, recelando que las
grandes nubes de humo que envolvían el campo pudiesen encubrir una sorpresa
del enemigo.
En conocimiento el general Mitre de la medula tornada por el general Paunero,
ordenaba que la isleta de Yatayty Corá fuese ocupada enseguida. El coronel
Rivas (comandante de la 1ª división) marchaba personalmente con los
batallones 3° de línea y Legión Militar a establecerse en el lugar indicado.
Reorganizadas sus fuerzas, el coronel Aquino renueva con toda su infantería el
ataque contra Yatayty Corá, mientras la caballería busca caer sobre el flanco
derecho de los dos batallones argentinos. Estos se mantienen en su puesto hasta
que acuden en su apoyo los batallones 1°, 4° y 6° de línea y 1ª Legión
Voluntarios, a los cuales siguen otros batallones como reserva. La acción se
generaliza y se hace muy encarnizada, más no tarda en decidirse a favor de los
argentinos, que obligan a los paraguayos a retirarse al otro lado del estero.
Las pérdidas sufridas por los paraguayos fueron calculadas en 200 muertos y
400 heridos, alcanzando las de los argentinos a 30 muertos, 177 heridos y 51
contusos.
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2. Combate del Boquerón o del Sauce (16 y 18 de julio de 1866)
Fracasada la tentativa de obtener un éxito sobre el ala derecha de los aliados, el
mariscal López se lanzaba a buscar mejor fortuna contra el ala izquierda de los
mismos.
Con el fin de tomar por el flanco a la línea brasileña y por las espaldas a las
tropas orientales que se hallaban situadas delante de aquélla, el mariscal López
había mandado construir algunas trincheras, con frente al sur y al este, en el
bosque que por el norte cerraba el potrero Piris, haciéndolas ocupar con
algunos batallones y emplazando algunas piezas en la más adelantada para que
hiciesen fuego por el abra denominada "El Boquerón".
Ya el 14 de julio los aliados habían descubierto la extensión y la nueva
importancia de los trabajos de fortificación construidos durante la noche por el
enemigo sobre el flanco izquierdo. Por lo cual el comandante en jefe ordenaba
un ataque inmediato a esas obras para desalojar de ellas al enemigo.
La operación no pudo ser realizada el día 15, pues el mariscal Osorio entregaba
ese día el mando del ler. cuerpo de Ejército brasileño al mariscal Polidoro,
respondiendo al relevo que le fuera concedido por motivos de salud.
El ataque debió ser postergado así para el 16 de julio. Su ejecución fue
encomendada a la 4ª división brasileña (general Souza, siete batallones de
infantería con un efectivo total de 3.000 hombres), la cual, avanzando por El
Boquerón, lograba rechazar a los paraguayos de la primera trinchera,
apoderándose de ella. Aquí la 4ª división, reforzada por dos piezas de artillería
y por tres batallones (VIII brigada de la 1ª división brasileña), lograba
sostenerse rechazando varios contraataques llevados por las reservas
paraguayas que personalmente conducía al asalto el coronel Aquino.
Simultáneamente con el avance de la 4ª división, tres regimientos de caballería
desmontada, penetrando por el potrero Piris, debían avanzar contra las
fortificaciones enemigas para cooperar en el ataque a llevar por aquélla; pero
las dificultades del terreno impidieron la entrada en acción de estas tropas.
Nuevas unidades de refuerzo son enviadas en la tarde a los batallones que
habían ocupado la primera trinchera enemiga, pues los contraataques de los
paraguayos se hacían más frecuentes y más violentos a medida que acudían
nuevas tropas al lugar del combate. Fuerzas argentinas (2ª división Buenos
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Aires del coronel Conesa), son enviadas más tarde como reserva de los
batallones brasileños, los cuales lograban mantenerse en la trinchera
conquistada.
Este triunfo parcial del día 16 había costado a los brasileños numerosas bajas
(1.900 hombres fuera de combate) a causa de lo encarnizado de la lucha en un
terreno donde el enemigo encontraba un abrigo entre la vegetación.
Los paraguayos sufrieron pérdidas también importantes, experimentadas en los
numerosos contraataques para recuperar la trinchera perdida (2.500 hombres
fuera de combate).
El 17 de julio los dos adversarios permanecieron en sus posiciones reforzando
las obras de defensa. La división del coronel Conesa fue relevada por la del
coronel Domínguez (3ª división del II cuerpo de ejército argentino).
En la mañana del 18, brasileños y argentinos avanzan para apoderarse de los
otros elementos de trinchera ocupados por el enemigo; son recibidos con un
fuego violentísimo y el combate se generaliza. Un segundo trozo de trinchera
cae en poder del atacante, retirándose los paraguayos a su última obra de
defensa en la cual ofrecen una heroica resistencia. En sostén de las tropas
empeñadas en el combate acude el general Flores con dos batallones orientales
y con alguna infantería brasileña, asumiendo la dirección del ataque.
Hasta después de mediodía se repiten una serie de ataques infructuosos contra
la última trinchera -la del Sauce- que los aliados no logran conquistar a pesar
del valor temerario de que dan pruebas y de las enormes pérdidas que sufren en
ese callejón de la muerte, entre ellas la del heroico Cnel. León de Palleja.
El mariscal Polidoro, que había seguido muy de cerca las peripecias del
combate, hacía acudir la 4ª división brasileña; y el comandante en jefe, a su
vez, ordenaba al II cuerpo de ejército argentino que enviase otra división en
apoyo de las tropas del coronel Domínguez. trasladándose entonces al terreno
del combate el mismo general Emilio Mitre (comandante del II cuerpo de
ejército) con la 4ª división del coronel Agüero.
Con la llegada de estos refuerzos renovábanse los ataques a la trinchera del
Sauce; mas los resultados eran negativos, como los anteriores.
Convencido el general Flores de la imposibilidad de desalojar al enemigo,
ordenaba la retirada, que se efectuó sin molestias de parte de los paraguayos,
los cuales no se atrevieron a salir de su obra de defensa.
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Terminaba así este sangriento combate de dos días. Los aliados, a pesar de
haber empeñado en él sólo a una parte de sus tropas, experimentaron pérdidas
superiores a las que habían tenido en la batalla de Tuyuty, en la cual tomó parte
todo el ejército. Las bajas por éstos sufridas el 16 y 18 de julio alcanzaban a
5.000 hombres (entre ellos 3.700 brasileños y 750 argentinos), siendo bastante
inferiores las de los paraguayos. Esto se explica por la clase de terreno donde
se desarrolló el combate: el tupido bosque donde las tropas del mariscal López
habían establecido sus trincheras cerrando las abras de acceso que desde el
flanco izquierdo (de la posición aliada conducían sobre la derecha de la línea
paraguaya, no dejaba espacio para el despliegue de muchas fuerzas; los ataques
en formación cerrada, conducidos por esa especie de callejón, ofrecían un
blanco excelente a la artillería e infantería paraguayas parapetadas detrás de la
trinchera o situadas a los costados de la misma al abrigo de los árboles y entre
las malezas del bosque. Y como no era posible un rodeo para hacer caer la obra
de defensa mediante un ataque de flanco, o por la retaguardia, la acción frontal,
por más heroísmo que desplegaran los atacantes, se estrellaba frente a la
tenacidad de los que, sin exponerse mayormente, hacían fuego contra las
formaciones compactas de los batallones que marchaban al asalto.
Al mismo tiempo que sobre el ala izquierda del campo de Tuyuty se
desarrollaba este sangriento combate contra la trinchera del Sauce, una fuerte
demostración de la caballería paraguaya tenía lugar contra el flanco derecho de
la posición ocupada por los argentinos. Esta operación había sido ordenada por
el mariscal López con el fin de retener lejos del campo de batalla del Sauce a
las tropas argentinas.
Ante la amenaza que la caballería enemiga representaba sobre el flanco
derecho de los aliados, el comandante en jefe limitábase a destacar en esa
dirección al comandante Ayala con sus famosos piquetes de "guerrillas de
vanguardia", sostenida por el batallón XII de línea al mando del mayor
Mansilla. Estas tropas consiguieron atraer sobre sí la acción de la caballería
enemiga, localizándola lejos de las posiciones argentinas y obligando más tarde
a los escuadrones paraguayos a retirarse después de haber tenido pérdidas
importantes sufridas en las cargas infructuosas contra el cuadro del batallón
XII de línea.
Si bien los aliados no habían logrado con los combates del 16 y 18 de junio
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rechazar totalmente al adversario a sus antiguas posiciones de las líneas de
Rojas, sin embargo, consiguieron despejar de enemigos los bosques inmediatos
de su izquierda, cuya anterior presencia de éstos constituía una permanente
amenaza para las tropas del campo de Tuyuty.
K. OPERACIONES SOBRE EL RÍO PARAGUAY
El almirante Tamandaré, no considerando prudente iniciar operaciones decisivas
sobre Curupaity -posición avanzada de Humaitá- hasta no haber recibido el
refuerzo de los acorazados que esperaba de Río de Janeiro, habíase contentado
con permanecer con la escuadra en la desembocadura del río Paraguay.
El 3 de junio se le incorporaban los acorazados "Río de Janeiro" y "Lima
Barros" junto con dos bombarderas especialmente construidas para operaciones
en los ríos, aumentándose en tal forma la capacidad ofensiva de las unidades
navales que debían operar a sus ordenes en el río Paraguay.
En el mes de julio la escuadra subía hasta cerca de Curupaity, no con intención
ofensiva, sino con la de simple reconocimiento pues ahora el almirante pedía que
las fuerzas con que el barón de Porto Alegre debía efectuar la invasión al
Paraguay por Itapúa fuesen destinadas a obrar en combinación con la escuadra
sobre Curuzú y Curupaity. Solamente así la escuadra se encontraría en las
mejores condiciones para operar a fondo contra las posiciones fortificadas que el
enemigo ocupaba sobre el río Paraguay.
El II Cuerpo de Ejército brasileño (antes Ejército de reserva) a las órdenes del
barón de Porto Alegre, se encontraba desde el mes de abril sobre al Alto Paraná
procedente de Río Grande do Sul. En consideración a las dificultades que
existían para que estas fuerzas pudiesen operar en territorio enemigo invadiendo
por Itapuá o por un sector inmediato, el general Mitre había accedido a los
deseos de los otros generales y del almirante Tamandaré, que tendían a
demostrar la conveniencia de que el cuerpo de ejército del barón de Porto Alegre
se trasladase a Itapirú para cooperar más estrechamente con el resto del Ejército
aliado reunido en Tuyuty.
El 11 de julio llegaba a Itapirú el primer escalón (2.000 jinetes) de las fuerzas
del barón de Porto Alegre, y el 29 del mismo mes del todo el II cuerpo de
Ejército brasileño (unos 8.000 hombres de las tres armas con una reserva de
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2.000 caballos) hallábase reunido en Itapirú. Un destacamento de las tres armas
al mando del brigadier Portinho (2.000 hombres) había quedado de observación
frente al sector de Itapúa.
El general Mitre, en la imposibilidad de llegar a la pronta ejecución del plan por
él propiciado en la Junta de Guerra del 30 de mayo, de realizar una maniobra
sobre el ala izquierda de las posiciones enemigas de Rojas –pues subsistían, con
carácter agravado por las pérdidas experimentadas en los sangrientos combates
del 24 de mayo y del 11, 16 y 18 de julio, las circunstancias desfavorables de la
escasez de elementos de movilidad- se inclinó a la idea de realizar operaciones
contra el otro flanco del enemigo en el interés de hacer caer mediante el
envolvimiento con un ataque de revés la posición enemiga, que la naturaleza del
terreno y las obras de fortificación hacían casi inexpugnable a un ataque
simplemente frontal.
Sin embargo, no era ésta la operación en la cual más fe tenía el comandante en
jefe, pues consideraba que, tanto el terreno muy desfavorable como la presencia
de Humaitá sobre el flanco de las fuerzas aliadas que se lanzaran en la maniobra
contra el ala derecha y la retaguardia de las fortificaciones de Rojas crearían
graves inconvenientes a la feliz ejecución de la empresa. Con las operaciones
sobre Curuzú y Curupaity el general Mitre tendía, más bien, a crear una seria y
permanente amenaza sobre la retaguardia de las líneas de Rojas, al mismo
tiempo que se constituía para la escuadra una sólida base para sus futuras
operaciones contra Humaitá. Más la idea fundamental del general Mitre seguía
siendo el movimiento envolvente del ala izquierda de la posición enemiga, que
era la única operación que daría a los aliados un éxito decisivo, sin exponerse
ellos a su vez a una contramaniobra del adversario sobre el flanco de las
columnas empeñadas en el movimiento envolvente.
El 18 de agosto el comandante en jefe convocaba una Junta de Guerra, a la cual,
además del mariscal Polidoro y del general Flores, asistían el almirante
Tamandaré y el barón de Porto Alegre. Una segunda reunión tenía lugar dos días
después con el fin de concretar y uniformar los detalles de ejecución del plan
que se había acordado en la del día 18.
En estas dos reuniones el general Mitre exponía otra vez la conveniencia de
efectuar la maniobra envolvente hacia el este, ya expresada por él repetidas
veces a partir de la Junta de Guerra del 30 de mayo y suspendida
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provisionalmente a causa de la deficiencia de los elementos de movilidad. Todos
los generales se manifestaron de acuerdo con el plan del comandante en jefe,
menos el almirante Tamandaré, quien sostuvo la conveniencia de “una campaña
mixta a lo largo de la costa del río Paraguay”, a fin de apoderarse de Curuzú y
Curupaity, “para lo cual el almirante dijo necesitar sólo 6.000 hombres y 8 días”.
“Aún cuando esta operación no entraba en mi plan –como había de declarar más
tarde el general Mitre en su famosa Memoria sobre el “plan de operaciones”
relativa al “Paso de Humaitá”- la acepté como auxiliar, dí 8.000 hombres al
almirante, en vez de los 6.000 que pedía, y le dije que podía disponer, para el
efecto, de toda la columna del Alto Paraná (la del barón de Porto Alegre), y
además le dí quince días en vez de los ocho que pedía, pues antes de aquél
término no estarían completados los medios de movilidad que estábamos
recibiendo”.
Resuelta así la operación parcial sobre Curuzú y Curupaity a cargo de la
escuadra y de una columna del Ejército aliado, el comandante en jefe entregaba
el mismo día 18 de agosto un pliego de instrucciones al barón de Porto Alegre
para la ejecución de las operaciones a realizar en cooperación con la escuadra,
según se había acordado en la Junta de Guerra de ese mismo día. En el citado
documento, después de enumerar brevemente los puntos principales aceptados
en la reunión, el general Mitre llamaba la atención del comandante del II cuerpo
de Ejército brasileño sobre el siguiente punto: “La operación que V.E. va a
ejecutar es una operación combinada del Ejército de tierra con la Escuadra, “de
duración limitada”, siendo conveniente, por lo tanto, que V.E. mantenga los
elementos de que dispone prontos a incorporarse al Ejército cuando fuese
necesario”. Prescribíale, por último, “obrar de acuerdo con el excelentísimo
señor almirante Tamandaré, procediendo bajo su dirección”.
1. Ataque y ocupación de Curuzú (3 de setiembre de 1866)
Esta obra de fortificación adelantada sobre el río Paraguay constaba de algunas
trincheras construidas con frente el sur con el fin de impedir una operación
terrestre sobre Curupaity, cuyo principal valor defensivo estaba representado
por las baterías que dominaban el canal navegable del río Paraguay.
En previsión de un desembarco del enemigo, las trincheras de Curuzú habían
70
sido ocupadas por tropas destacadas de la guarnición de Humaitá, y
componíanse de tres batallones de infantería, un regimiento de caballería
desmontada y 13 piezas de artillería, hallándose la defensa, a cargo del coronel
Giménez.
EÍ 1º de setiembre el barón de Porto Alegre embarcaba en los transportes de la
escuadra, frente a Cerrito, su cuerpo de ejército constituido por 4.500 hombres
de infantería, 3.800 de caballería desmontada y algunas baterías. Bajo la
protección de la escuadra el II cuerpo de Ejército brasileño desembarcaba a
mediodía del 2 de setiembre un poco abajo de Curuzú, aproximándose después
las tropas a la posición misma de Curuzú. Mas la llegada de la noche obligaba
a postergar el ataque para el día siguiente.
El 3 de setiembre el II cuerpo de Ejército brasileño, formado en tres columnas,
asaltaba las fortificaciones de Curuzú, apoderándose de ellas y poniendo en
fuga al enemigo, que, después de sufrir numerosas bajas, dejaba abandonadas
en las trincheras nueve piezas de artillería y abundantes municiones. Las
pérdidas experimentadas en esta jornada por el II cuerpo, las dificultades del
terreno, el cansancio de las tropas y el recelo de que el mariscal López pudiese
enviar a Curupaity importantes refuerzos, indujeron al barón de Porto Alegre a
dejar para mejor oportunidad el avance sobre Curupaity.
El comandante en jefe lamentaba que no se hubiese aprovechado el éxito del 3
de setiembre para ocupar Curupaity, "cuya posición considero de gran
importancia”, como manifestaba en una carta al vicepresidente Marcos Paz. La
empresa era posible si se tomaba en consideración la pequeña distancia a
recorrer por las tropas victoriosas, la ausencia de fortificaciones importantes en
el frente terrestre y la desmoralización que la caída de Curuzú debía producir
necesariamente en las tropas que guarnecían Curupaity. Además, teniendo en
cuenta la distancia que separaba este punto de las posiciones del grueso del
ejército paraguayo y el difícil terreno interpuesto, no es de creer que el mariscal
López hubiese podido enviar a tiempo tropas suficientes para reforzar la escasa
guarnición de Curupaity.
El día anterior al de la operación terrestre sobre Curuzú, la escuadra había
remontado el río y bombardeado a Curupaity, con objeto de impedir que
pudiesen enviarse refuerzos a Curuzú. Dos torpedos flotantes lanzados por los
paraguayos chocaron contra el acorazado Río de Janeiro que se fue a fondo
71
instantáneamente.
Después de la toma de Curuzú el barón de Porto Alegre se limitó a adelantar
sus avanzadas hasta cerca de Curupaity y a fortificar el campo de Curuzú en
previsión de una empresa del enemigo para reconquistar esa posición. Los días
perdidos inmediatamente después de la victoria del 3 de setiembre le hicieron
recelar que ya no sería oportuno un ataque a Curupaity, a menos que el Ejército
de Tuyuty no hiciese una fuerte demostración contra las posiciones paraguayas
para impedir que el mariscal López enviase tropas a reforzar la guarnición de
Curupaity. Con este mismo criterio general y accediendo a un pedido del barón
de Porto Alegre que había prometido el ataque a Curupaity para el día 4, el
general Mitre había dispuesto que este mismo día toda la caballería aliada, a las
órdenes del general Flores, sostenida por algunos batallones argentinos del
coronel Rivas, hiciese por Yatayty Corá una fuerte demostración contra el ala
izquierda de las posiciones paraguayas.
La operación realizábase con todo éxito, rechazando previamente a dos
regimientos paraguayos, que sufrieron una sableada del regimiento de
caballería argentina número 3 de línea. La infantería paraguaya no salió de sus
trincheras y el general Flores, juzgando llenada su misión, regresaba en la tarde
al campamento de Tuyuty.
El barón de Porto Alegre no se movió el 4 de setiembre de Curuzú.
2. La conferencia de Yatayty Corá (12 de setiembre de 1866)
El 11 de setiembre un parlamentario paraguayo se presentaba en los puestos
avanzados del Ejército aliado, portador de un pliego del mariscal López para el
general Mitre solicitando una entrevista. Oída la opinión de los demás
generales, el comandante en jefe de los aliados la fijaba para el día 12 a las 9 de
la mañana en Yatayty Corá, lugar situado entre las líneas de los dos ejércitos.
A la hora convenida se reunieron los dos generales en jefe en Yatayty Corá. El
mariscal López "convido al general Mitre a encontrar medios conciliatorios e
igualmente honrosos para todos los beligerantes, para ver si la sangre hasta
entonces derramada no podía considerarse suficiente para lavar los mutuos
agravios". Contestóle el general Mitre que se reservaba la respuesta hasta
después de haber informado a su Gobierno y a los demás aliados, y que las
72
decisiones que se tomasen al respecto le serían comunicados más tarde por
escrito. Después de lo cual separábanse los dos comandantes en jefe.
En atención a los compromisos contraídos por los tres países aliados por el
Tratado del 1º de mayo, la contestación a la propuesta del mariscal López no
podía ser otra que la de exigirle, como condición previa para la paz, el
abandono del Gobierno de su país; exigencia que era rechazada con
indignación por el presidente paraguayo.
Hay motivos suficientes para creer que este paso del mariscal López fue dado
exclusivamente con el móvil de distraer la atención de los aliados con las
proposiciones de un arreglo, ganando así el tiempo necesario para completar
las obras de fortificación que el coronel Díaz hacia levantar con toda urgencia
en Curupaity.
3. El ataque a Curupaity (22 de setiembre de 1866)
Las nuevas exigencias del comandante del segundo cuerpo de Ejército
brasileño, manifestadas al general Mitre en un documento que lleva la fecha
del 5 de setiembre, consistían en que era condición indispensable para que él
pudiese atacar a Curupaity con éxito, que desde el campo del Ejército aliado se
cooperase a esta operación, encargando a toda la caballería una maniobra
envolvente por la izquierda y la retaguardia de las posiciones enemigas hasta
unirse con las fuerzas de Curuzú; simultáneamente debía tener lugar una
demostración general de todo el ejército contra el frente de las líneas
paraguayas.
Recibida en Tuyuty la nota del barón de Porto Alegre, el general Mitre
convocaba a una Junta de Guerra al mariscal Polidoro y al general Flores. La
reunión tenia lugar el 6 de setiembre y en ella se convenía que el comandante
en jefe se trasladase a Curuzú para conferenciar con el barón de Porto Alegre y
con el almirante Tamandaré, "a fin de combinar operaciones llevando adelante
el ataque a Curupaity".
Las conclusiones a que habían llegado los tres generales aliados en la Junta de
Guerra del 6 de setiembre, eran las siguientes:
1. Sobre la base del cuerpo de Ejército del barón de Porto Alegre se formaría
sobre el río Paraguay un ejército de 18.000 a 20.000 hombres, encargado de
73
atacar a Curupaity en combinación con la escuadra y de amenazar después la
retaguardia de las fuerzas principales enemigas de las líneas de Rojas;
2. Destacar toda la caballería a las órdenes del general Flores, para que,
rodeando por la izquierda la posición enemiga, avanzase hasta donde fuese
posible para cooperar con el ejército del río Paraguay y no para reunirse con
las tropas de Curuzú -como pretendía el barón de Porto Alegre- por cuanto
los generales aliados consideraban imposible esta reunión;
3. Mantener, mientras tanto, a la defensiva el campo de Tuyuty con su
guarnición de 20.000 hombres, pudiendo más tarde estas tropas "concurrir a
operar por la derecha o por el frente de las líneas fortificadas del enemigo".
Como estas conclusiones de los tres generales aliados presentes en Tuyuty no
coincidían con las exigencias presentadas por el barón de Porto Alegre en su
nota del 5 de setiembre, resolvíase también en la Junta de Guerra del día 6 que
el comandante en jefe se trasladase a Curuzú "para conferenciar con el barón
de Porto Alegre y con el almirante Tamandaré, a efecto de resolver
definitivamente sobre el particular''.
El general Mitre se trasladaba a Curuzú el 7 de setiembre y el día 8, de regreso
en Tuyuty, informaba al mariscal Polidoro y al general Flores, nuevamente
reunidos en Junta de Guerra, sobre el resultado de la conferencia, en la que
"tanto el señor almirante Tamandaré como el señor barón de Porto Alegre
habían aprobado el plan acordado para dar mayor ensanche a las operaciones,
aceptándolo con empeño''.
A tal fin, habíase juzgado que una operación sobre las espaldas de las
posiciones de Rojas no era posible sin haber antes tomado a Curupaity, lo cual
venía a constituir "una operación previa indispensable y muy importante''. El
almirante Tamandaré había ofrecido su cooperación amplia para el ataque de
este punto, "para lo cual declaró que tenía elementos suficientes". Además, el
barón de Porto Alegre, en vista de las razones que habían tenido los generales
aliados para determinar al ejército de Tuyuty un papel defensivo, no insistió
sobre su primitiva exigencia de que estas fuerzas debían cooperar atacando el
frente de las posiciones del enemigo para inmovilizar sus reservas.
De todas las actuaciones que tuvieron lugar durante los días 6, 7 y 8 de
74
setiembre levantóse un acta5 que lleva esta última fecha y la firma de los
generales Mitre y Flores y del mariscal Polidoro. Al final de la misma figuran
las siguientes conclusiones:
"Impuestos de todo los generales aliados, resolvieron definitivamente, como
complemento de lo acordado anteriormente (referíase a lo aprobado en la Junta
de Guerra del día 6) y del acuerdo subsiguiente con el señor barón de Porto
Alegre y almirante Tamandaré, lo siguiente: 1º) Que el general en jefe del
Ejército aliado con 9.000 hombres de infantería y 12 piezas de artillería del
Ejército argentino se trasladase a Curuzú, para formar la columna
expedicionaria por esa parte, abriendo operaciones según lo convenido,
dándose un plazo de tres días para su ejecución; 2º) Que el resto del Ejército
argentino quedase en este campo (el de Tuyuty) a órdenes del señor general
Flores, hasta tanto que éste se moviese con la caballería en la oportunidad ya
indicada, quedando el señor mariscal Polidoro a cargo del Ejercito".
Al día siguiente de la conferencia con el general Mitre en Curuzú, el barón de
Porto Alegre dirigíale una nota modificando el consentimiento dado
verbalmente el día 7 al general Mitre, en el sentido ahora de que el refuerzo
para las tropas de Curuzú fuese sacado exclusivamente del cuerpo de Ejército
del mariscal Polidoro (unos 4.000 hombres de infantería).
Esta nota era contestada por el comandante en jefe el mismo día de recibida (8
de setiembre). El general Mitre, fundado en las conclusiones de los generales
aliados y en la conformidad anteriormente prestada a ellas por el barón de
Porto Alegre, negábase a aceptar la nueva proposición del comandante del II
cuerpo de Ejército brasileño y le manifestaba que muy pronto marcharían a
Curuzú con las fuerzas argentinas convenidas a fin de hacerse cargo de la
dirección de las operaciones sobre Curupaity. Y para que no juzgase esta
resolución como un acto arbitrario del comandante en jefe, el general Mitre
remitíale una copia del Acta del 8 de setiembre.
Con fecha 10 el barón de Porto Alegre contestaba aceptando las conclusiones
contenidas en el Acta de la Junta de Guerra, mas dejaba constancia de su
protesta —como también de la del almirante Tamandaré— por el papel
5 Sobre este importante documento nos hemos basado para indicar las principales incidencias relacionadas con las operaciones sobre Curupaity. En igual forma, y sobre la base de una abundante y muy valiosa documentación inédita, haremos el relato de los acontecimientos que terminaron con el asalto de Curupaity.
75
secundario reservado a los comandantes del I y II cuerpo de Ejército imperial6.
La toma de Curuzú por los aliados hizo reflexionar al mariscal López sobre la
necesidad inmediata de poner a Curupaity a cubierto de un golpe de mano de
las fuerzas que se habían apoderado de aquel punto; pues comprendía que la
caída de Curupaity en poder de los aliados obligaría en breve plazo al
abandono de las líneas de Rojas, que podrían ser tomadas de revés por la
columna enemiga que operaba sobre el río Paraguay.
El coronel Díaz fue encargado por el mariscal López de organizar la defensa de
Curupaity, cuya guarnición era aumentada a siete batallones de infantería,
cuatro regimientos de caballería, 49 cañones y dos baterías de coheteras7. Sin
pérdida de tiempo, el nuevo comandante de Curupaity procedió a poner este
punto en estado de defensa, especialmente del lado tierra, que era por donde
resultaba directamente amenazado por las tropas brasileñas de Curuzú.
En una extensión de más de mil metros, uniendo la anterior batería sobre la
barranca del río Paraguay con la parte norte de la laguna López (o Méndez) y
siguiendo una elevación del terreno orientada de este a oeste, se constituyó un
foso exterior de cuatro varas de ancho por dos de profundidad, empleándose la
tierra excavada en levantar un parapeto, cuya altura para tirador de pie fue
completada, abriéndose un pequeño foso interior que corría a lo largo de toda
la trinchera. Delante de todo el frente de esta obra se construyeron con los
árboles volteados fuertes "abatís"; el foso exterior quedó lleno de agua con las
fuertes lluvias que sobrevinieron; con lo cual resultaba más difícil el franqueo
de este obstáculo. Detrás del parapeto se distribuyó todo la artillería: 13 piezas
sobre el río y 36 defendiendo directamente la trinchera en el frente terrestre.
Las coheteras fueron intercaladas entre estas últimas.
Delante de esta posición principal y como a 500 metros de la misma se
construyó una trinchera adelantada, la cual era guarnecida por las avanzadas de
infantería y caballería, provistas también de algunas piezas de campaña8.
El 14 de setiembre el general Mitre desembarcaba en Curuzú con las tropas
argentinas sacadas del campo de Tuyuty. Eran éstas la infantería del I y II
6 Al pie de la nota del barón de Porto Alegre figuraba la siguiente manifestación del almirante Tamandaré: “Protesto contra la posición secundaria a que por el plan de operaciones quedan reducidos los generales brasileños comandantes de los dos Ejércitos”. 7 Tomamos los datos de fuente paraguaya. 8 Ocho de las piezas eran de calibre 68; cuatro fueron colocadas en la batería del río y las otras 4 se distribuyeron en la trinchera con frente a Curuzú.
76
cuerpo de Ejército (30 batallones) y 12 piezas de artillería, en conjunto 9.500
hombres, habiendo quedado en Tuyuty con el general Gelly y Obes toda la
caballería, el resto de la artillería y dos batallones de la Guardia Nacional de la
campaña de Buenos Aires.
Del I cuerpo de Ejército brasileño había sido enviada como refuerzo de la
infantería del barón de Porto Alegre la brigada Paranhos (5 batallones).
Fue convenido que el ataque a Curupaity se efectuaría el 17 de setiembre.
Según el plan formulado al efecto por el general Mitre, la operación del ataque
a Curupaity comprendía dos puntos principales:
1. La acción concurrente de la escuadra y del ejército de Tuyuty;
2. El ataque mismo a llevar por las tropas brasileñas y argentinas reunidas en
Curuzú.
Los detalles de ejecución del plan determinaban para cada elemento las
siguientes tareas:
La escuadra iniciaría la acción con un violento bombardeo a Curupaity "de
modo de inutilizar sus defensas, dominar sus posiciones, apagando los fuegos
de su artillería y ahuyentando sus fuerzas de la trinchera". Conseguido esto —
que se calculaba poder obtener en dos horas de fuego— se llevaría el ataque
por las fuerzas de tierra y la escuadra forzaría el pasaje de Curupaity.
Las fuerzas del campamento de Tuyuty a las órdenes del mariscal Polidoro, al
tiempo de iniciarse el avance sobre Curupaity, debían hacer “un
reconocimiento sobre las posiciones de la línea enemiga, del modo más
vigoroso que sea posible, abriendo fuego activamente sus baterías y avanzando
fuerzas por la parte más accesible, de modo de poder convertir el
reconocimiento en un ataque sobre dichas líneas enemigas”.
Toda la caballería del Ejército aliado al mando del general Flores debía entrar
en acción por el ala izquierda de las líneas enemigas “para obrar sobre el flanco
y retaguardia del enemigo, concurriendo a las operaciones del Ejército
expedicionario por la parte del río Paraguay”.
El Ejército de Curuzú, a su vez, llevaría el ataque a Curupaity en cuatro
columnas paralelas, dos argentinas (las situadas a la derecha) y dos brasileñas,
correspondiendo el ataque principal a las dos columnas centrales y una acción
concurrente a las de las alas. Las fuerzas atacantes avanzarían escalonadas en
cuatro líneas: la primera formada por las tropas de asalto de las cuatro
77
columnas y la segunda pos las reservas parciales de cada columna, llevando
todas ellas escalas y fajinas y precedida la primera por una línea de tiradores; la
tercera línea estaría constituida por las reservas generales argentinas y brasileña
y la cuarta por las tropas que debían quedar por precaución en el campo de
Curuzú.
El mal tiempo impidió el proyectado ataque el 17 de setiembre. La fuerte lluvia
que sobrevino y que duró hasta el día 20 aconsejó dejar la operación para el 22
de setiembre. Fueron efectuados algunos reconocimientos del terreno, pero no
en la extensión deseada, por impedir las avanzadas paraguayas que ocupaban la
trinchera adelantada.
El 22 de setiembre se realizó el ataque a Curupaity. La escuadra inició el
bombardeo, y después de algunas horas de fuego, el almirante Tamandaré
ordenó izar la señal convenida para que las tropas de tierra dieran comienzo al
ataque.
Las cuatro columnas aliadas avanzan resueltamente; más son recibidas muy
pronto por un fuego muy intenso de las baterías paraguayas que el almirante
habíase comprometido a destruir para facilitar la operación del ejército. Los
estragos que causa en las filas compactas el fuego concentrado de una
numerosa y formidable artillería, no logran detener las tropas de asalto que,
reforzadas oportunamente por las reservas, sobrepasan la trinchera adelantada
enemiga (que era abandonada a tiempo por los defensores, poniendo a salvo su
artillería) y continúan sobre la posición principal. Pero las dificultades del
terreno, las defensas accesorias que cubrían las obras de fortificación y el
mortífero fuego hecho por los paraguayos –totalmente abrigados detrás del
sólido parapeto- esterilizan los violentos y repetidos asaltos de argentinos y
brasileños, que no lograron penetrar en las obras del enemigo a pesar del
temerario arrojo de los jefes y de la tropa.
En vista de la inutilidad de continuar una operación que, por momentos y en
forma alarmante, acrecía el número de las pérdidas, el comandante en jefe
ordenaba la retirada, que se efectuó bajo la protección de las reservas
generales, sin que el enemigo se atreviese a salir de sus trincheras.
Simultáneamente con el ataque sobre Curupaity las tropas del campo de
Tuyuty habían efectuado las operaciones que les determinaba el plan general.
Sin embargo –como habría de reconocerlo más tarde el comandante en jefe-
78
esa acción concurrente fue conducida con debilidad, no habiéndose obtenido
los resultados que se esperaban de ella.
Las pérdidas sufridas por los aliados en el ataque de Curupaity fueron
considerables, alcanzando a 1.000 muertos y 2.880 heridos, correspondiendo a
las tropas argentinas las cifras de 587 y 1.357, respectivamente. Los heridos del
combate fueron evacuados sobre los hospitales de la ciudad de Corrientes en
los transportes habilitados para hospitales flotantes.
Malogrado el ataque de Curupaity, el general Mitre resolvía dejar en Curuzú al
barón de Porto Alegre y regresar a Tuyuty con las fuerzas argentinas,
abandonando por lo pronto toda idea de renovar las operaciones sobre la
derecha del sistema defensivo del enemigo, para dedicar, en cambio, todas su
actividad a la realización de su idea primitiva de la maniobra envolvente por la
izquierda de las líneas fortificadas de Rojas no bien consiguiese reponer las
pérdidas sufridas en Curupaity y completar los medios de movilidad.
IV. ANÁLISIS DEL PERÍODO CONSIDERADO DESDE EL
PUNTO DE VISTA MILITAR Y CONCLUSIONES
A. ANÁLISIS A PARTIR DE LOS “FACTORES DE DECISIÓN”
El mismo se hará a partir del punto de vista de los aliados y enfocando
únicamente los elementos más destacados.
1. Misión
En esta etapa de la campaña se trataba de llevar la guerra al territorio paraguayo
cruzando el Alto Paraná por un lugar adecuado y avanzar lo más rápidamente
posible para alcanzar el objetivo fijado de conquistar la fortaleza de Humaitá.
Como se vio en la exposición de los hechos, el lugar seleccionado para el pasaje
del curso de agua fue el indicado, pero en cuanto al avance el mismo se verificó
con mucha lentitud por la concurrencia de varios factores, entre ellos por falta de
medios que les proporcionara la adecuada movilidad.
79
2. Terreno
Las operaciones se desarrollan en uno de los peores terrenos para acciones
militares: esteros, bañados, riachos, lagunas y montes con sus pajonales, malezas
impenetrables y lodazales. A todo esto deben agregarse lo inclemente de un
clima cálido y húmedo con lluvias torrenciales que inundaban más aún el
terreno, o en su defecto frío, heladas y granizo en invierno. Los insectos hacían
insoportable la vida en campaña de las tropas, sobre todo las moscas.
3. Enemigo
Los aliados enfrentaban al Ejército mejor organizado desde tiempos de paz en la
región. Contaban con instructores y asesores extranjeros, sobre todo en las ramas
especializadas como Ingenieros y Salud. Se encontraban bien pertrechados y
poseían una moral elevadísima a más de un coraje y valor a toda prueba.
Combatían en un terreno y clima que les era propia, lo que les daba considerable
ventaja haciendo un uso admirable de la misma. El mando estaba totalmente
unificado y era inflexible en su determinación.
4. Medios
Al estar compuesta la fuerza de los aliados por tropas de tres estados diferentes,
se vieron afectados por los problemas inherentes a su diversidad. Uno de los
principales fue el de la coordinación y las desinteligencias entre los comandos.
Notoria fue la posición reticente y precavida de mas de la Escuadra comandada
por Tamandaré, que enlenteció en varias ocasiones el ritmo de la operaciones.
En todo este período el comando de la fuerza de tierra lo detentó el general
Mitre.
Las tropas orientales a pesar de ser minoritarias, tuvieron el raro privilegio de ser
vanguardia siempre en toda esta etapa.
La falta de suficientes tropas de ingenieros conspiró contra la velocidad de
progresión de los aliados, cosa de la que se quejara constantemente el coronel
León de Palleja en su diario.
80
B. APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS DE LA GUERRA
Brevemente mencionaremos los principios más característicos aplicados por
ambos contendientes.
1. Objetivo
El de los aliados era la toma de Humaitá, pero la lentitud de las operaciones por
los motivos que ya hemos expuesto le quitó fuerza a la aplicación de este
principio.
El de Paraguay era impedir que los aliados invadieran el territorio nacional y en
caso de hacerlo expulsarlo del mismo y/o infligirles tal desgaste que permitan
negociar con ventaja.
2. Sorpresa
Los aliados la obtuvieron al seleccionar el punto de desembarco en la costa
enemiga en el Alto Paraná eludiendo la fortaleza de Itapirú y logrando colocar
importantes fuerzas en la otra orilla.
Los paraguayos aplicaron este principio constantemente atacando sin cesar
cuando los aliados no lo esperaban, como pasó en el Paso de la Patria, Estero
Bellaco y Tuyuty.
3. Ofensiva
La actitud permanente de los aliados fue la ofensiva, pero por las razones
expuestas, faltó intensidad a la aplicación de este principio.
Los paraguayos lo aplicaron admirablemente, aún estando a la defensiva nunca
dejaron de atacar y contraatacar agresivamente.
81
4. Maniobra
Respecto a los aliados podemos mencionar las acciones combinadas de la
Escuadra y las fuerzas terrestres.
En cuanto a éstas últimas podemos decir que siempre se mantuvo una adecuada
reserva merced a la fuente inagotable de personal, sobre todo aportada por
Brasil.
Los paraguayos, en base a la explotación del conocimiento del terreno, supieron
colocar sus medios por movimientos rápidos y seguros en mejor posición frente
al enemigo.
5. Masa
Los aliados, merced a sus efectivos, contaban con superioridad numérica, pero
en Curupayty fracasaron al no tener en cuenta la aplicación de este principio.
A los paraguayos les pasó lo mismo en Tuyuty, cuando atacaron a fuerzas muy
superiores en número en forma temeraria, confiando en el factor sorpresa.
6. Economía de medios
Principio mejor aplicado por los aliados que por los paraguayos que
normalmente sacrificaban a sus tropas en ataques que resultaban obviamente
estériles.
7. Seguridad
Este principio fue muy bien aplicado por Paraguay, pues contaban con una
excelente información sobre los aliados y practicaron con éxito la contra-
información por medio de la utilización de “pasados” o desertores que brindaban
informaciones falsas a los aliados.
82
8. Simplicidad
Este principio fue atendido por ambos contendientes por igual, pues sus planes
carecían de complejidad.
9. Unidad de comando
Aquí la superioridad estaba claramente del lado paraguayo puesto que la
autoridad de Solano López era total y se consideraba infalible, lo que le daba una
unidad excepcional a las operaciones.
Del lado de los aliados existían dos comandos, el de la Escuadra y el de las
Fuerzas terrestres, y dentro de estas las autoridades de tres países diferentes que
era necesario coordinar y contemplar.
83
V. CONCLUSIONES
El período de este conflicto bélico que va de abril a setiembre de 1866 reviste una
gran importancia porque en él se dieron las batallas más sangrientas de esta guerra,
con la participación de los efectivos más numerosos, la mayor cantidad de bajas y
hechos de armas que pudieron transformarse en decisivos si no hubieran intervenido
factores que hicieron que eso no sucediera y que esperamos que el presente trabajo
los haya evidenciado para un mejor entendimiento de la historia militar de nuestro
continente.
Coronel
Osvaldo Rosadilla
84
B I B L I O G R A F Í A
Diario de la Campaña de las Fuerzas Aliadas contra el Paraguay. León de Palleja. Dpto.
Editorial General Artigas – Suplemento N° 59
La guerra del Paraguay. Cnel. Juan Beverina. Círculo Militar. Biblioteca del Oficial.
Buenos Aires 1973
Os conflitos da bacia do prata. León Pomer. Editora Brasiliense.
Historia da doutrina militar. Academia Militar das agulhas negas. 1959.
Mallet o patrono da artilharia. J.V. Portella Ferreira Alves. Biblioteca do Exército. Editora
1978.
Latorre – la unidad nacional. E. de Salterain y Herrera. Montevideo 1975.
Los proyectiles y sus efectos. Dr. Gonzalo J. Fernández. Dpto. Editorial General Artigas.
Volumen N° 49.
Apuntes sobre la guerra del Paraguay. Profesor Daniel Torena.
85
I N D I C E
I. INTRODUCCIÓN................................................................................................................................ 1
II. BREVE RESEÑA DE LOS ACONTECIMIENTOS ANTERIORES A LA PREPARACIÓN DE LA INVASIÓN ..................................................................................................................................... 2
A. TODO EMPEZÓ EN EL ESTADO ORIENTAL ............................................................................. 2 B. MOTIVOS DE DISCORDIA ENTRE PARAGUAY Y EL IMPERIO DE BRASIL....................... 4
1. Problema de límites entre los dos Estados ........................................................................................ 4 2. Problema de navegación de los ríos Paraná y Paraguay ................................................................. 4 3. Problemas por la intervención de Brasil en el Estado Oriental........................................................ 5
C. MOTIVOS DE DISCORDIA ENTRE PARAGUAY Y ARGENTINA ........................................... 6 1. Problema de límites entre los Estados............................................................................................... 6 2. Problemas por la supuesta violación de la neutralidad en los asuntos del Estado Oriental ............ 7 3. La actitud de la Prensa de Buenos Aires........................................................................................... 7
D. LA OFENSIVA PARAGUAYA Y LA INICIACIÓN DE LA GUERRA........................................ 7 E. LAS DECLARACIONES DE GUERRA.......................................................................................... 9 F. LA ALIANZA Y SUS OBJETIVOS............................................................................................... 10 G. PRETEXTOS Y MOTIVOS VERDADEROS DE LA GUERRA.................................................. 11
1. Del Paraguay .................................................................................................................................. 11 a. Pretextos ...................................................................................................................................... 11
1) Con la Argentina.................................................................................................................. 11 2) Con el Imperio del Brasil..................................................................................................... 11
b. Motivos........................................................................................................................................ 11 2. De los Aliados.................................................................................................................................. 12
a. Pretextos ...................................................................................................................................... 12 b. Motivos........................................................................................................................................ 12
1) Del Imperio del Brasil ......................................................................................................... 12 2) De la República Argentina................................................................................................... 13 3) De la República Oriental del Uruguay................................................................................. 13
3. De otros países ................................................................................................................................ 13 H. LAS OPERACIONES EN TERRITORIO ALIADO...................................................................... 13
III. LA GUERRA LLEVADA AL TERRITORIO PARAGUAYO ..................................................... 14 A. LAS FUERZAS ENFRENTADAS ................................................................................................. 14
1. República de Paraguay ................................................................................................................... 15 2. República Argentina........................................................................................................................ 20 3. Imperio de Brasil ............................................................................................................................. 24 4. República Oriental del Uruguay ..................................................................................................... 26 5. Los principios orgánicos ................................................................................................................. 29
B. TERRENO Y CLIMA..................................................................................................................... 33 C. EL AVANCE ALIADO HACIA LA FRONTERA......................................................................... 34 D. ACCIONES PARAGUAYAS EN LA FRONTERA ...................................................................... 35 E. LA PREPARACIÓN DE LA INVASIÓN ...................................................................................... 40 F. PASAJE DE UN CURSO DE AGUA: EL EJÉRCITO ALIADO INVADE EL PARAGUAY
CRUZANDO EL ALTO PARANÁ ............................................................................................... 46 G. EL COMBATE DE ESTERO BELLACO ...................................................................................... 48 H. EL AVANCE DE LOS ALIADOS HACIA TUYUTY .................................................................. 51 I. LA BATALLA MÁS SANGRIENTA: TUYUTY.......................................................................... 52 J. LAS OPERACIONES CONTRA LOS FLANCOS DE LA POSICIÓN DE TUYUTY................. 62
1. Combate de Yatayty Corá (10 y 11 de julio de 1866)...................................................................... 62 2. Combate del Boquerón o del Sauce (16 y 18 de julio de 1866)....................................................... 65
K. OPERACIONES SOBRE EL RÍO PARAGUAY ........................................................................... 68 1. Ataque y ocupación de Curuzú (3 de setiembre de 1866)................................................................ 70 2. La conferencia de Yatayty Corá (12 de setiembre de 1866)............................................................ 72 3. El ataque a Curupaity (22 de setiembre de 1866) ........................................................................... 73
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IV. ANÁLISIS DEL PERÍODO CONSIDERADO DESDE EL PUNTO DE VISTA MILITAR Y CONCLUSIONES.............................................................................................................................. 79
A. ANÁLISIS A PARTIR DE LOS “FACTORES DE DECISIÓN” .................................................. 79 1. Misión.............................................................................................................................................. 79 2. Terreno ............................................................................................................................................ 80 3. Enemigo........................................................................................................................................... 80 4. Medios ............................................................................................................................................. 80
B. APLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS DE LA GUERRA.............................................................. 81 1. Objetivo ........................................................................................................................................... 81 2. Sorpresa........................................................................................................................................... 81 3. Ofensiva........................................................................................................................................... 81 4. Maniobra ......................................................................................................................................... 82 5. Masa ................................................................................................................................................ 82 6. Economía de medios........................................................................................................................ 82 7. Seguridad......................................................................................................................................... 82 8. Simplicidad...................................................................................................................................... 83 9. Unidad de comando......................................................................................................................... 83
V. CONCLUSIONES.............................................................................................................................. 84
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