Gustavo Gall "El resto" Episodio 17

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Episodio 17, Capítulo 2, de "El resto", un relato de ciencia ficción por entregas semanales escrito por el autor Gustavo Gall.

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“El resto”

–un relato de Gustavo Gall

Capítulo 2 / Episodio 17

“Almas”

-Supongo que les gustará darse un baño antes de comer algo...- dijo uno de los curas a Pablina. A la muchacha se le iluminó la cara. Hacía mucho tiempo que no se daba un baño.

-¿Tienen agua buena?

-Si. Aquel sector...- y señaló por el ventanal un edificio que quedaba a la derecha del patio-... es un potabilizador de agua. Funciona con placas de energía solar. Se pueden bañar con tranquilidad y pueden beber agua sin problema.

-¿O sea que también tienen luz por las noches?

-Si, aunque la usamos poco- explicó el cura-. No necesitamos demasiada luz en las horas de descanso.

Pablina echó un vistazo panorámico a todo el interior del edificio. Detuvo su atención en los tres curas y en la mujer. Los estudió detenidamente, uno por uno.

-¿Qué es todo esto? ¿Para quienes trabajan?

El cura sonrió amablemente.

-Trabajamos para la raza humana. Llevamos dos años aquí, recibiendo almas y ayudando a todos los desprotegidos.

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Luego nos sentamos a cenar y si querés te contamos todo con detalles.

Pablina, con la seriedad que la acostumbraba, asintió, y, siguiendo las indicaciones del cura, se dirigió al cuarto de baño. Los otros dos, Telli y NN la acompañaron. También querían darse un buen baño.

Nancy fue con ellos. Caminaron por un largo pasillo y entraron en un cuarto de altas paredes en el que había varios tachos metálicos.

-Aquí tienen un poco de jabón y unas toallas. El agua sale tibia, no muy caliente, pero es mejor que bañarse con agua fría.- dijo. También les enseñó los retretes y les dijo que, mientras tanto, les prepararían unos colchones con unas cobijas para dormir.

-Cuando terminen de bañarse nos sentaremos a cenar. Tenemos sopa y comeremos una pasta que prepara uno de los sacerdotes que está muy buena. Les gustará.

-Cualquier cosa que pueda caer en mi estómago me gustará- dijo NN.

-¡Seguro! Lo mismo para mí- dijo Telli.

La muchacha se quitó la ropa rápidamente. Estaba más ansiosa por el baño que por cualquier otra cosa. NN se la quedó mirando. Le llamaba la atención ver un cuerpo de mujer al desnudo. Pero no había un interés sexual de fondo, solo era curiosidad, lo mismo que cuando la había estado mirando haciendo pis al pie de los árboles.

-¿Qué mirás, idiota?- lo retó ella.

El chico no contestó. También se quitó la ropa. Cada uno se metió en un tanque distinto y abrieron los grifos. Sus

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caras dibujaron gestos placenteros al sentir el contacto del agua en la piel.

-¿Cómo sabemos que nos dijeron la verdad y que esta agua se puede usar?- preguntó Telli.

-No nos engañan... parecen muy legales. Me hubiese dado cuenta enseguida- respondió Pablina.

-¿Ah, si? ¿Cómo? ¿Sos una especie de bruja?- preguntó NN con tono socarrón.

-Algo así... tengo un don para anticiparme a las intenciones de la gente y para reconocer a los buenos de los malos, y a los tarados como vos, de los tipos como Telli.

-¡Eepa!- saltó NN- No te olvides que estamos acá gracias a mí que descubrí el galpón de la cuarentena.

-Y vos no te olvides que estás aca gracias a que te salvé la vida una vez y te la perdoné otra vez, así que no hables tanto- retrucó Pablina. El chico no hizo más comentarios.

Luego del baño se reunieron en con los demás. Los tres curas y la mujer llamada Nancy los estaban esperando. Se sentaron en sus lugares y todos se tomaron de las manos mientras uno de los curas hizo las bendiciones de la mesa. Pablina y Telli se miraban entre sí, mientras todos los demás, incluyendo NN, cerraron los ojos y corearon la palabra “Amén” al final de la bendición.

Sirvieron la sopa. Los recién llegados repitieron dos veces. Llevaban unos días, desde la Madriguera, sin probar comida caliente. NN repitió acabó con el resto de la olla. Luego probaron la especialidad de uno de los curas, que eran unos bollos de pasta con fuerte gusto a cebolla y ajo.

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-Yo soy el Padre Luis...- dijo el cura al que vieron primero descender de la camioneta-. Él es el Padre Rubén, y él es Padre Héctor. Ella es Nancy, el motor que hace que todo esto funcione.

Nancy sonrió y negó moviendo la cabeza. Preparó café.

-Yo soy Telli. Ella es Pablina, y al chico lo llamamos NN porque se niega a decir su nombre verdadero.

-Mucho gusto y bienvenidos.

-¿Qué hacen vagabundeando por aquí?- preguntó Nancy.

-Nos dirigimos al centro. Tenemos un compromiso- se apresuró a responder Telli. Pablina lo miró sorprendido. No se esperó que Telli dijera eso después de la discusión en la que parecía haber quedado en claro que regresaría a la Madriguera. Le gustó la respuesta de su compañero de ruta.

-¿Porqué se dedican a salvar zombies?- preguntó NN mientras acababa su plato de pasta.

Los curas se miraron entre ellos. No les gustaba la palabra “zombies”.

-Son seres humanos y son víctimas de la imprudencia de todos. Somos responsables de lo que está sucediendo y nuestro modo de asumirlo es tratando de remediar, dentro de nuestras posibilidades, esos errores- explicó el Padre Luis.

-Yo no me siento responsable de nada- dijo NN.

El Padre Luis sonrió amablemente.

-Porque sos muy joven y cuando vos naciste ya esto estaba sucediendo. Sos una víctima como ellos.

-¿Cómo los zombies? Yo no soy como ellos- saltó el chico.

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-Preferimos llamarlos “almas”... son “almas”. Es mejor llamarlos así porque eso nos recuerda que, en esencia, somos tal cual como ellos.

Se hizo un largo silencio. Pablina no abrió la boca. Nancy se apresuró a juntar las cosas de la mesa y les ofreció café. Todos aceptaron entusiastamente, sobre todo Telli.

-Tenemos tabaco si gustan fumar- dijo el Padre Rubén, y abrió una caja de lata en la que había cigarritos arrollados en hojas marrones.

-¿De donde consiguen todo esto?- preguntó Telli muerto de curiosidad.

-Todo es de nuestra producción. El sector izquierdo, junto al patio es un invernáculo que creamos para nuestro uso. Hay almas que ayudan a trabajar allí.

-¿Tienen zombies trabajando?- preguntó NN y se corrigió de inmediato-... ¡Almas! Quiero decir.

-Hacen muchas cosas. Cuando logran atravesar el estadio crítico de la enfermedad pueden razonar y hacer cosas. Son muy limitados, pero son muy agradecidos- explicó Nancy.

-¡Increíble! Nosotros solo los vimos moviéndose en Hordas, atacando a las personas... destruyendo todo...

-Es lo que todos piensan... Mañana pueden verlo con sus propios ojos.

-El primer estadio de la enfermedad es crucial. Si logran sobreponerse, los niveles de agresividad descienden y se vuelven completamente dóciles, depresivos- explicó el Padre Héctor.

-Incluso tenemos que motivarlos con actividades para que no se dejen morir- añadió Luis.

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Pablina, que se había levantado para ayudar a Nancy, exclamó desde lejos...

-¡Eso es inverosímil!- y se acercó rápidamente a la mesa-. Científicamente inaudito... Cuando se afecta el sistema nervioso central no hay posibilidades de volver atrás...

-Los resultados están a la vista- dijo el Padre Luis-. La ciencia también se equivoca. El fundador de este hogar, el Padre Roberto, descubrió que estas almas actúan por imitación. Si los más fuertes son agresivos y atacan a las personas, el grupo actúan con agresividad. Si el más fuerte de ellos está tranquilo y trabaja, todos hacen lo mismo. En principio, la prueba de esto, son las Hordas... ¿No se preguntaron porqué, siendo tan descerebrados como dice la ciencia, se mantienen unidos en un grupo? Si fueran tan descerebrados irían deambulando solitarios y errantes por ahí, como los autistas. Pero están en grupos uniformes y tienen una motivación común. No es un detalle suelto.

Pablina se quedó pensativa. Tenía bastante sentido lo que le decía el cura.

La conversación continuó. Pablina les contó sobre su procedencia...

-¿Hb76?- preguntó el Padre Luis y miró a los demás.

-Oímos hablar de algunas de esas vacunas de pruebas pero no recuerdo esa especialmente- explicó Nancy.

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-Bueno, da lo mismo...- dijo Pablina-... Supongo que tampoco les dice nada el nombre de Dr. Parodi. Él escribió el famoso informe sobre los M.O.C.

-¿M.O.C? Suena a Moco... no sabemos nada de todo eso.

-Supongo que todo el mundo está tan desinformado como ustedes. Hasta ahora las vacunas solo consiguieron bajar el nivel de agresividad provocado por el SSD, pero pronto darán con la clave.

-¿SSD? ¿Qué es eso?- preguntó Nancy.

-Es el nombre del virus propagado- respondió Pablina. Metió la mano en su mochila y sacó la pequeña caja y la colocó sobre la mesa. Mientras desenfundaba el envoltorio explicó...

-El Doctor Parodi, junto al Dr. Schwarts y el Dr. Dafunci, perfeccionaron la vacuna Hb76. Pronto el laboratorio del Norte se reunirá con los del laboratorio del Hospital Muñiz, donde son expertos en infectología patógena. “El resto” es un grupo de militantes al que pertenezco y nos dividimos en áreas destinadas a diferentes actividades en beneficio del proyecto al que llaman “el antídoto certero”. Esta caja es un cryoenvase hermético, sellado, y contiene Drosophilas...

-¿Qué es eso?- preguntó el Padre Luis.

-¡Moscas!- se apresuró a responder Telli.

Los curas se miraron entre sí. No estaban seguros de que no se tratase de una broma.

-¡Exacto! Precisamente moscas de la fruta- corroboró Pablina-. Todo un antecedente análogo... Cuatro pares de cromosomas... setenta por ciento de compatibilidad con el

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genoma humano... patologías idénticas a los mamíferos... cincuenta por ciento de secuencias proteínicas... Hay una base de datos llamada “Homophila” que estudia la genética humana, homóloga de estas moscas. Estas cepas salvarán a la raza humana.

Hubo un largo silencio.

-¿Alguien quiere más café?- preguntó el Padre Héctor.

-Yo no sabía nada de todo esto...- dijo Telli.

-¿O sea que vos llevás moscas ahí dentro?- preguntó NN como asegurándose de que había oído bien lo que había oído.

-Cepas de moscas, si.

Volvió el silencio. Todos quisieron repetir el café. Los curas encendieron otro cigarrillo.

-A mi me parece muy bien todo eso... suena muy científico... pero la experiencia aquí nos ha demostrado otra cosa... a las pruebas me remito...- dijo el Padre Héctor.

-No volverán a ser como antes de enfermarse, pero al menos no andan por ahí mordiéndose y matándose- intervino el Padre Luis.

-Debo reconocer que es una sorpresa para mí- dijo Pablina-. Tiene que haber una explicación. Yo no la sé, pero lo único que sí se es que cuando el sistema nervioso central está dañado, no hay vuelta atrás.

-Entonces... ustedes... los de “El resto” tienen planeado vacunar a toda la gente sana, pero... ¿qué harán con los infectados?

Pablina no respondió. Volvió a reinar el silencio.

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-¡Van a aniquilar a todos!- exclamó NN.

-¡Callate pendejo! Vos no participás de esta conversación- retó Pablina.

-Pero es cierto lo que dice el pibe... Tienen pensado hacer precisamente eso... Salir a cometer una masacre y vacunar a los no infectados- dijo el Padre Rubén que era el único que no había abierto la boca hasta el momento.

Pablina levantó la vista. Todos estaban mirándola, esperando una respuesta.

-No me miren así... yo no hago las normas... pertenezco a un grupo y recibo indicaciones. Pero les prometo que hablaré sobre esto... les contaré sobre esto que hacen ustedes...

-Preferiría que no...- dijo el Padre Luis.

-Estoy de acuerdo, Padre- intervino Nancy-. Si se enteran que tenemos una población entera de almas será el primer lugar al que vendrán.

Pablina sintió una leve molestia en la sien. Miró a Telli. El hombre tenía los ojos llenos de furia. Ella se apresuró a guardar el envase de las cepas en la mochila.

-Pablina...- dijo el padre Luis-... No sé si los demás estarán de acuerdo conmigo pero yo ya no me siento muy a gusto con tu presencia en este lugar. No vamos a echarte a la calle porque ya está oscurecido y sería una crueldad. Somos hospitalarios ante todo, y respetamos al prójimo... Mi instinto me dice que debería impedir que te marcharas y que cumplieras esa misión... pero no voy a hacer eso y creo que ninguno de los demás va a impedirte que continúes. Te pido por favor, y por el amor de Dios, que no reveles nuestra

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ubicación a tus líderes o a tu grupo... Somos gente buena y no hacemos mal a nadie... por el contrario... ayudamos a los demás y creemos en esta causa, del mismo modo que vos creés en la tuya.

Pablina enfocó al Padre con sus ojos. Miró a los demás, uno por uno, y finalmente dijo:

-Estoy en una encrucijada, Padre... Si revelo la verdad sobre este lugar estoy segura que cuando empiece “la limpieza”, vendrán aquí. No puedo asegurarles lo contrario. Pero, a la vez, lo que he visto aquí... lo que hicieron ustedes con esos M.O.C, es insólito, y abre nuevas puertas a la ciencia. Estoy seguro que valorarán muchísimo esta información.

El Padre Rubén aplastó el resto de su cigarrillo en el cenicero, se levantó y se despidió.

-Nancy, mostrales donde pueden dormir. Apaguen las velas. Cuando vuelva a clarear el cielo los quiero fuera de aquí- y se marchó por el pasillo sin despedirse.

La habitación de huéspedes era un apartado dentro de la fábrica donde había varios colchones y mantas. Incluso había almohadas. En las paredes había inscripciones de agradecimientos de otros huéspedes que pasaron antes por allí. Nancy les dejó una farola a querosene y les pidió que la apagaran cuando no la necesitaran, para ahorrar combustible.

Pablina siguió sintiendo el tic en la sien que le advertía de un peligro inminente. Telli permanecía callado. No había vuelto a pronunciar palabra desde la reunión de sobremesa.

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NN los miraba y también guardaba silencio. La tensión entre ellos se podía respirar en el aire.

Pablina colocó su mochila junto a su almohada y conservó una de las pistolas cargadas bajo la manta.

Se ubicaron en tres colchones dispersos por la gran habitación. Por la ventana, que distaba a tres metros del suelo, se veía el cielo enfermo y oscuro, y la lluvia de cenizas acariciando los cristales.

Apagaron la farola y reinó la oscuridad.

Pasó un rato, tal vez una hora, y Pablina intuyó una presencia cercana invadiéndola. Apenas abrió un poco el ojo derecho y distinguió la silueta, en contraluz con el claro de la ventana, de una persona que se acercaba a ella, y apenas le dio tiempo a girarse cuando dos manos, fuertes como garras, se lanzaron contra su cuello. Hábilmente, ella, manoteó el arma y lo encañonó directamente a la cara.

-¡Hija de puta!- gritó el hombre.

-¡Telli! ¿Sos vos? ¡Basta! ¡Te volviste loco!- dijo ella con la voz ahogada. Se contuvo a dispararle.

-¡Vos mataste a Enzo! ¡Aprovechaste mi salida y me mandaste a buscar la caja de las moscas para liquidarlo!

-¡Telli! ¡No me obligues a dispararte!

NN, que se despertó con los gritos, se apresuró a encender la linterna, y no entendió nada al ver a sus dos compañeros forcejeando.

La puerta del cuarto se abrió y asomaron el Padre Luis y Nancy que traían un foco de luz.

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-¿Qué está pasando?

-Se volvieron locos y empezaron a pelear- explicó el muchacho.

-¡Telli! Estoy a punto de volarte los sesos... ¡Dejame!

Telli alzó aflojó una mano y alzó un puño cerrado en el aire. Pero se contuvo y se apartó arrojándose a un lado.

-Lo mataste... ¿cómo pudiste hacer eso con mi amigo?- y rompió a llorar de indignación e impotencia.

-¿De qué hablan? ¿Qué pasó?- preguntó Nancy.

-De todos modos iba a morir... Nos retrasaría...- murmuró ella intentando reponerse del apretón en el cuello.

El Padre Luis se acercó a Telli y le preguntó si estaba bien. Apoyó su mano en su hombro para consolarlo.

-Bueno... parece que queda clarísimo que la que sobra aquí soy yo...- protestó Pablina. Se incorporó, recogió su mochila y se calzó las botas y los guantes. Sacó la máscara antigases y la chaqueta de vinilo, y se aseguró de tener a mano la burbuja.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó NN.

-¡Me voy!

-Espera a que vuelva la claridad. Está lloviendo ceniza y...

-¡A la mierda con todo!- aulló Pablina-. Me voy a un lugar seguro, donde nadie me deteste ni pretenda matarme mientras duerma. ¡Desagradecido!

-¡Maldita seas!

-Tenía que haberte dejado solo en tu Madriguera... ¿a ver como te las ibas a arreglar sin tu novio?

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-Mataste a mi mejor amigo... Cuando te escuché hablando en la mesa lo comprendí todo... No vuelvas a cruzarte en mi camino, hija de puta, porque siento tanto odio que...

-¡Tranquilos!- intervino Nancy- Será mejor que nos relajemos y hablemos cuando vuelva el sol.

-¡Dije que me voy! Y eso será ahora mismo- aseguró Pablina. Se calzó la mochila sobre los hombros y enfiló en dirección a la puerta.

-Para que te marches hay que abrir las puertas exteriores...- explicó el Padre Luis-. Alguien tendría que llevarte en la camioneta... estamos algo alejados de la estación. Quedate esta noche y descansá... en cuanto claree yo mismo te llevaré, te lo prometo.

Pablina hizo silencio. Miró a Telli que bufaba como un toro iracundo.

-Está bien... pero no dormiré en la misma habitación que este psicópata.

Telli dio un puñetazo sobre el colchón...

-Psicópata, dice... Asesina... ¡maldita asesina!- murmuró con los dientes apretados de furia.

Fin del Episodio 17

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“El Resto” por Gustavo Gall (Relato de ciencia ficción futurista, por entregas en episodios cortos)

-Capitulo Dos: Episodio 17 - (total: 14 páginas) -

Codigo de Registro 1212194222680 A.R.Ress Int. Copyright- Gustavo Gall

Abril de 2013.