Guía de Aves de Montevideo

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Guía de aves de Montevideo

Gabriel Rocha

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© Gabriel Rocha© Ediciones de la Banda Oriental S.R..L.Gaboto 1582, tel. 2408 3206 Fax. 2409 8138web: www.bandaoriental.com.uy

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Esta guía de aves del departamento de Montevideo intenta ayudar al observador, o a las personas que quieran iniciarse en este fascinante mundo, a identificar las distintas especies de forma rápida y ordenada.

Montevideo es el departamento más pequeño del país y a la vez el más poblado, por lo que se podría suponer que la población de aves no tendría que ser muy significativa; sin embargo, existen muchos parques dentro de él, además de otras áreas verdes y una costa que sin duda varias capitales del mundo envidiarían. Estas características explican que se hayan registrado 200 especies de aves en el departamento, 134 que se observan con relativa asiduidad (fichas a partir de la página XX); y 66 que tienen registros raros, muy esporádicos, o que fueron observadas una sola vez (estas especies se muestran a partir de la página XX).

En definitiva, Montevideo alberga unas 200 especies, de las 450 citadas en Uruguay (Rocha, 2003) y, seguramente, luego de leer y usar esta guía muchos observadores enriquecerán con nuevos avistamientos los registros de la avifauna del departamento. Es factible que, con nuevos aportes, se superen las 200 especies citadas, no olvidemos que el conocimiento en ornitología es muy dinámico: continuamente surgen nuevos hallazgos sobre diferentes aspectos del comportamiento y distribución de las especies. Además de que cada vez son más los observadores de aves y los que muestran interés por la temática ornitológica.

Montevideo y su avifauna

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Cuándo y dónde observar

En Montevideo, pese a ser la capital del país con algo más de un millón y medio de habitantes, se observan aves a toda hora y en cualquier estación del año. Aunque cabe precisar que por la densidad de población, siempre es mejor hacerlo en el amanecer, antes de que se inicie el traslado masivo de los habitantes de unas zonas a otras de la ciudad. Asimismo, en ambientes acuáticos y/o húmedos es más fácil detectar especies durante todo el día.

En esta guía se describen 12 parques de especial significación para la observación de aves, además de la costa montevideana caracterizada por su riqueza en cuanto a la avifauna, tanto en las zonas rocosas como en áreas arenosas.

Se recomienda al observador que quiera disfrutar con el avistamiento de aves nocturnas, prestar especial atención al pasaje de búhos (Familia Tytonidae y Familia Strigidae) o escuchar sus vocalizaciones. Por la noche, en la costa, también es más frecuente la presencia de rayadores (Familia Rynchopidae) que “rayan” el agua, o de la garza bruja (Nycticorax nycticorax) de hábitos más crepusculares y nocturnos.

Con qué observar

BinocularesEl uso de prismáticos o binoculares es esencial para observar

aves; muchas de ellas son pequeñas o están lejos y se vuelve difícil distinguir detalles si no logramos acercarlas a través de un lente. Los

La observacion de las aves

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binoculares sirven también para no molestarlas en sus rutinas habituales.

El mercado presenta una oferta muy variada de binoculares, pero es importante tener en cuenta ciertos detalles. En cada binocular se visualizan dos números (por ejemplo: 7 X 35, 8 X 30, 10 X 40, 10 X 50); el primero indica el número de aumentos y el segundo el campo focal del prismático. Los números dados como ejemplos son los más usados por la mayoría de los observadores. Se recomienda no comprar

binoculares muy baratos con una muy mala óptica porque servirán de poco; en estos casos, resulta más conveniente comprar uno usado en una casa de compra venta, pero con mejores lentes.

Libreta de campoAdemás de los binoculares, contar con una libreta de campo o

de notas, resulta imprescindible. Alcanza con una simple libreta, pequeña, cómoda para usar y colocar en cualquier bolsillo. En ella se anotarán las especies avistadas, siempre y cuando el observador conozca su nombre, además, es bueno consignar la fecha de la observación, la hora, el lugar, las condiciones climáticas del momento y si hay algo que llama la atención en el comportamiento.

Si no se conoce a la especie, también resulta útil la libreta para anotar datos del ejemplar antes de que vuele o se oculte, y luego buscarlo, más tranquilamente, en la guía. En el caso de que no se logre identificar al ave, hay que prestar atención a la silueta, la forma de su pico, el color del plumaje (diferenciarlo si tiene barras alares, color del pecho, dorso, cabeza, corona, ceja, etc.), el color del iris, de las patas, la forma de la cola, de las alas, para identificarlo más tarde. Algún dato de comportamiento también ayuda; por ejemplo, si camina o

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da pequeños saltitos, si tiene un vuelo elástico (como los tiránidos), si anda en forma solitaria o en bandada, etc. Es importante que el observador intente anotar la mayor cantidad de datos posible porque, obviamente, cuantos más tenga más fácil se llegará a la identificación.

Telescopio o monocularSi bien el binocular es lo básico, en lugares abiertos —como

la costa montevideana o el parque Rivera en la zona del lago— un telescopio o un monocular grande, con mucho más aumento que el binocular, resulta de utilidad. Depende del modelo, pero para aves resulta adecuado utilizar uno de 30 o 40 aumentos porque permite acercar tres o cuatro veces más que el binocular. El telescopio cansa más la vista y se debe usar solo para especies que estén quietas, porque resulta muy difícil enfocarlas si están en constante movimiento.

Cámara de fotosLas múltiples opciones de cámaras digitales, incluso con

zoom ópticos cada vez más potentes, constituyen una buena opción tanto para el registro de la especie como para obtener una imagen fiel de lo que se observa. La foto sirve muchas veces para la identificación, ya que luego de obtener una fotografía en el campo, en la tranquilidad del hogar, se pueden ver algunos detalles que habían pasado inadvertidos.

Las cámaras más económicas y comunes con un zoom óptico X 3 o X 4 no permiten mucho acercamiento al ave, pero con las de zoom óptico a partir de X 10 (los hay hasta de X 24) se

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logran mejores resultados. También hay que tener en cuenta los megapixels; a partir de 8 o 10 mp se obtienen fotos de muy buena calidad.

Grabador de sonidosHoy es posible grabar sonidos hasta con un celular o un MP3

o MP4; si bien la calidad no será excelente, servirá para obtener un registro sonoro de la especie y ayudará a identificarla a través de las distintas fonotecas que existen o mostrándole el registro a algún especialista. También hay aparatos muy sensibles para grabar en forma profesional, pero de escasa utilidad en Montevideo donde se imponen los sonidos de la ciudad.

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Aspectos morfológicos

ceja

copetevibrisas

malar

escudete

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La taxonomía o sistemática es la ciencia dedicada a la clasificación de los seres vivos. En esta guía para simplificar se utilizan ambos términos como sinónimos, aunque en rigor podría haber alguna diferencia.

Un aporte invalorable para la taxonomía moderna fue el del científico sueco Carolus Linnaeus (1707-1778) quien utilizó el sistema de nomenclatura binario, que asigna a cada especie con un nombre científico con valor universal. Se usan dos palabras en latín, la primera es el nombre del género y la segunda el nombre específico (o epíteto específico).

A lo largo del tiempo se ha intentado establecer parentescos entre las aves a través de los aspectos morfológicos, es decir, teniendo en cuenta picos, patas, plumas, etc., y también las similitudes de comportamiento o las posibilidades de cruzamientos reproductivos.

Actualmente, se utilizan también clasificaciones basadas en el análisis de ADN (Ácido desoxirribonuecleico) y, como consecuencia, se han introducido variaciones con respecto a las familias u órdenes que ocupan algunas especies.

Si bien existen más categorías taxonómicas de las que se mencionan a continuación, aquí se señalan las de más uso:

El Reino Animal se divide en: filo (Phylum), clase, orden, familia, género, especie y subespecie.

Las aves, motivo de esta guía, pertenecen al Filo Chordata, (“cuerda”, cordón nervioso dorsal) que alberga a los animales con columna vertebral en alguna fase de su vida y a la Clase Aves que agrupa a los animales cuya principal característica es tener su cuerpo cubierto de plumas.

El Orden expresa el parentesco más próximo dentro de una Clase. Agrupan a distintas familias con rasgos comunes. Por ejemplo: el Orden de los Passeriformes reúne a aquellos que comúnmente se llaman pájaros y agrupa a muchas familias (Furnariidae, Tyrannidae, Turdidae, Mimidae, Emberizidae, etc.).

La Familia está constituida por varios géneros que poseen caracteres comunes. El Género lo integran especies muy vinculadas entre sí, con algunas características morfológicas únicas, con parentescos muy cercanos. La Especie es la unidad básica de clasificación, aunque no la menor porque existen poblaciones de una misma especie que estén separadas geográficamente y/o

Clasificación y taxonomía

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presentan caracteres que las diferencian entre si, en ese caso se distinguen Subespecies.

nombres Comunes y nombres CientífiCos

Todas las especies poseen un nombre científico conformado por dos o hasta tres palabras. La primera responde al género, la segunda al epíteto específico y, en ocasiones, si existen subespecies, se indica con una tercera palabra. Por ejemplo el halcón peregrino cuyo nombre científico es Falco peregrinus tiene muchas subespecies a lo largo y ancho de todo el mundo, incluso llegan a Uruguay en distintas épocas del año o en forma ocasional, dos subespecies: el Falco peregrinus tundrius y el Falco peregrinus cassini.

El nombre científico ayuda a no crear confusiones, al mencionar ese nombre se sabe con exactitud de qué especie se está hablando. El género se escribe con mayúscula, mientras que la especie y subespecie se escribe con minúscula y todo el nombre en cursiva.

En cambio, los nombres comunes llevan a múltiples confusiones porque hasta en un mismo país o en una misma región se puede denominar a la misma especie de ave de forma diferente. Por ejemplo, al Machetornis rixosa se lo conoce como picabuey o margarita, en distintos lugares del Uruguay, o a la garza Syrigma sibilatrix, se la conoce como chiflón, garza amarilla, garza silbadora, mirasol, etc. Hay casos en que los nombres comunes llevan a una confusión más grave; por ejemplo, cuando el nombre

Picabuey (Machetornis rixosa)

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común ya genera el problema de ubicar a la especie emparentada con otra familia como es el caso del Biguá Común (Phalacrocorax brasilianus) conocido también como Pato Zamaragullón, lo cual crea una idea errónea ya que esta especie nada tiene que ver con la familia de los anátidos (patos y cisnes). También está el caso de los llamados “pájaros carpinteros” que pertenecen al orden Piciformes y no están emparentados con el orden de los Passeriformes (pájaros), así se podrían poner muchos otros ejemplos.

Esto no quiere decir que el aficionado tenga que saber absolutamente todos los nombres científicos ni mucho menos, ni es un error llamar a un ave por alguno de sus nombres comunes, pero hay que estar atento a la hora de los registros o de intercambiar información con otros observadores que no manejan los términos científicos, para saber si realmente se está hablando de la misma especie.

Garza Amarilla (Syrigma sibilatrix)

Carpintero Blanco (Melanerpes candidus)

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En la guía, las aves están ordenadas por la lista sistemática de especies, de las menos evolucionadas a las más evolucionadas. A partir de la página XX se publican 134 fichas con los datos correspondientes a cada una de ellas. Cada ficha contiene el nombre común y entre paréntesis el nombre científico en cursiva. Debajo de la foto se encuentra un recuadro con la medida del ave, la probabilidad de observación y el nombre en inglés. Finalmente, se encontrará una descripción general de la especie.

En cuanto a la probabilidad de observación se consideran cuatro categorías (no hay que olvidar que esta guía se refiere exclusivamente al departamento de Montevideo):

Escaso: especie difícil de ver, su presencia no es muy habitual en el departamento.

Poco común: especie que se ve con relativa frecuencia en determinados ambientes, pero no tiene una población abundante.

Común: se ve con frecuencia, es habitual observarla en la mayoría de las salidas.

Abundante: se ve casi siempre y en todo el departamento sin necesidad de mucho esfuerzo para localizarla.

Asimismo en cada ficha se señala si la especie es residente, residente estival, visitante estival o visitante invernal. El criterio para cada denominación es el siguiente:

Residente: especie que vive en el país y, si no se especifica, también es nidificante.

Residente estival: especie migratoria que llega y vive en Uruguay en primavera-verano y nidifica.

Visitante estival: especie migratoria que llega y vive en Uruguay en primavera-verano, pero no nidifica.

Visitante invernal: especie migratoria que llega en otoño-invierno y no nidifica.

Asimismo, la guía incluye al final 68 especies ordenadas en forma sistemática; se trata de avistamientos raros en Montevideo o, en algunos casos, se cuenta con un solo registro.

Cómo usar esta guía

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A continuación se detallan doce sitios de especial valor para la observación de aves en Montevideo, dentro de ellos se destacan tres en la costa, aunque cabe mencionar que toda la zona costera departamental sobre el Río de la Plata tiene sus atractivos a la hora de realizar observaciones.

Jardín botániCo Prof. atilio lombardo

El Jardín Botánico junto al Prado conforman uno de los mayores espacios verdes de Montevideo. Posee más de 1.000 especies de flora entre plantas autóctonas y exóticas. El jardín se organiza por continentes y el visitante encontrará sectores dedicados a Europa, Asia, África, Australia, América y, más específicamente, también un sector destinado a Uruguay.

El hecho de que exista una gran variedad de vegetales provee de frutos y semillas a diversidad de aves, por eso el Jardín Botánico es un lugar ideal para la observación: más de 90 especies han sido registradas en ese espacio a lo largo del año.

Uno de los registros más llamativos e interesantes es el del lechuzón orejudo (Asio clamator), un búho, que incluso llega a nidificar en el parque y se ha encontrado durante varios años consecutivos. Lo que lo hace particular es el hecho de que esta especie es poco común en todo el país y difícil de encontrarse con él en otros sitios.

Más comunes, aunque no menos interesantes son las aves coloridas como el pitiayumi (Parula pitiayumi), el naranjero (Thraupis bonariensis), el fueguero (Piranga flava), el celestón (Thraupis sayaca),

Parques de Montevideo

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el churrinche (Pyrocephalus rubinus), la tijereta (Tyrannus savana); todos ellos visitan el Jardín Botánico. Hay también aves con cantos melódicos como el zorzal común (Turdus rufiventris), el sabiá común (Turdus amaurochalinus) y el cardenal copete rojo (Paroaria coronata), entre otros.

En cada estación el Jardín ofrece un atractivo diferente. Si bien en invierno no se encuentran churrinches o tijeretas, sí se puede divisar, con algo de fortuna, al cortarramas (Phytotoma rutila) o notar un aumento en la densidad poblacional del sabiá común. Algo similar ocurre con la flora: hay árboles que fructifican en distintas estaciones, algunos mantienen su follaje todo el año, mientras otros, que son caducos, adquieren tonalidades marrones, rojizas o amarillas en otoño e invierno.

Una puerta del parque da a Diecinueve de Abril (1181), probablemente una de las calles más hermosas de Montevideo, flanqueada de altísimos plátanos que forman un túnel fresco y rumoroso en verano. Los fondos de la casona destinada a la residencia del presidente de la República lindan con el Jardín, de modo tal que todo el entorno tiene un aire señorial y decimonónico. La otra puerta da hacia la avenida Larrañaga, y desde allí se llega muy fácilmente al corazón del Prado.

El Jardín Botánico es uno de los pocos parques cerrados de Montevideo con horarios de ingreso y salida que varían a lo largo del año, una normativa que hay que tener en cuenta al proyectar una visita. También caracteriza al Botánico la presencia de guardaparques y la exigencia de cumplir con ciertos requisitos de ingreso, como no entrar con animales ni pelotas.

Fue fundado el 17 de abril de 1902, su nombre actual homenajea al profesor y botánico Atilio Lombardo quien lo dirigió

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entre los años 1940 y 1973. Lombardo comenzó como peón en la Intendencia Municipal de Montevideo y terminó en el cargo de Director de Parques y Jardines. Como expresaba el excelente Prof. Julio Muñoz (también jefe del Jardín Botánico), la botánica en Uruguay tuvo dos grandes épocas: antes y después de José Arechavaleta; y antes y después de Atilio Lombardo.

Al arquitecto paisajista francés Carlos Racine se debe la creación y el diseño de este parque. En sus comienzos solamente funcionó en una hectárea y con escasa infraestructura; hoy abarca 13 ha, posee mejor infraestructura y hasta un Museo Botánico con sala de conferencias donde se realizan actividades a lo largo del año, una de ellas es el ya clásico curso de Conocimiento y Reconocimiento de Flora Indígena.

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Parque José batlle y ordóñez

Muchos montevideanos lo conoce por su antiguo nombre, Parque de los Aliados, denominación que data de 1918 cuando el Estado uruguayo homenajeó de esta manera a las naciones vencedoras en la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

La mayoría de las plantas del parque son exóticas, pero alrededor del monumento a La Carreta se ven varias especies de árboles y arbustos autóctonos: espinillo (Acacia caven), anacahuita (Schinus molle), cina cina (Parkinsonia aculeata), coronilla (Scutia buxifolia) y espina de la cruz (Colletia paradoxa), entre otros. El agradable entorno que genera la presencia del agua de la fuente y la vegetación atraen a distintas especies que buscan especialmente ese punto del parque. En este pequeño hábitat se destaca la presencia del piojito azulado (Polioptila dumicola) y el tiquitiqui común (Serpophaga subcristata).

En otros lugares del parque también es posible encontrar vegetación autóctona; por ejemplo, si se camina hacia el sur, en dirección a la pista de atletismo, se verán ceibos (Erythrina cristagalli), algunas palmeras butiá (Butia capitata), timbó (Enterolobium contortisiliquum) y hasta algún importante ejemplar de aruera (género Lithraea) que merece cierta atención especial debido a que puede producir, a algunas personas, reacciones alérgicas al tocarlo.

Todo el predio del parque recibe la visita de muchos pájaros (Orden Passeriformes) que viven o se alimentan allí, como los fruteros (Familia Thraupidae), las calandrias (Familia Mimidae), los zorzales (Familia Turdidae) y los emberizidos (Familia Emberizidae). No son especies exclusivas del Parque de los Aliados porque también se

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observan en otras áreas verdes de la ciudad. La diferencia la hacen las aves rapaces, como el carancho (Polyborus plancus), el chimango (Milvago chimango), el gavilán común (Buteo magnirostris) y el gavilán mixto (Parabuteo unicinctus), que en este parque encuentran árboles de gran porte, apropiados para sus hábitos.

También visitan el parque varias especies de carpinteros (Familia Picidae): los más frecuentes son el carpintero de campo (Colaptes campestris) y el carpintero nuca roja (Colaptes melanochloros). Con menos frecuencia aparece el carpintero manchado (Veliniornis spilogaster), más pequeño, fácil de reconocer por el ruido que provoca cuando busca alimento y pega con su pico en la madera. Más raro de encontrar es el carpintero blanco (Melanerpes candidus), muy movedizo, habituado a desplazarse en pequeños grupos.

Al igual que otros parques montevideanos, el de los Aliados, tiene una historia interesante. Nació en 1891 con el nombre de Parque Central, como parte del Plan de Embellecimiento y Ensanche de Montevideo del paisajista francés Edouard André. En 1907 Gabriel Pereira, propietario de un gran saladero de la zona, donó a la Junta Económica Administrativa 11 ha más. Luego, la Junta adquirió las 38 ha linderas para formar el Gran Parque Pereira. En la actualidad lleva el nombre oficial de José Batlle y Ordóñez cuenta con unas 60 ha.

Las plantaciones de árboles se iniciaron en 1911 bajo la dirección del paisajista francés Carlos Thays. En 1930 pasó a llamarse José Batlle y Ordóñez, en homenaje a uno de los presidentes más notorios de la historia nacional, fallecido en octubre de 1929.

El lugar tiene para los uruguayos, y para los montevideanos

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más específicamente, un valor afectivo especial porque se vincula a una de las grandes pasiones nacionales: el fútbol. El mismo año en que se le dio el nombre de Batlle y Ordóñez, se inauguró dentro del propio parque el Estadio Centenario donde se jugó el Primer Campeonato Mundial de Fútbol y donde el equipo celeste conoció la gloria del triunfo. Luego, entre 1935 y 1938 se construyó la Pista de Atletismo y el Velódromo Municipal. De esta manera se convirtió en el parque con más áreas deportivas del país.

En las 60 ha que lo componen, se han instalado una veintena de monumentos. De ellos, sin duda el que más destaca es el de La Carreta, excelente obra de José Belloni, construida en bronce. El monumento, visitado a menudo por los escolares como parte de sus actividades curriculares, se inauguró en 1934 y fue declarado monumento histórico en 1976.

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Parque Gral. fruCtuoso rivera

Se fundó en 1929 con el nombre de parque Durandeau, apellido de su creador, el francés Pierre Durandeau, residente en Uruguay. Sin embargo, en tiempos anteriores a su fundación oficial había llevado el nombre de Ville Agustine en homenaje a la esposa del francés. Luego fue vendido a la Intendencia Municipal de Montevideo y, actualmente, se lo conoce como parque Rivera.

Posee unas cuarenta ha y uno de sus bordes da sobre Avenida Italia, una de las calles más transitadas de Montevideo, por donde pasa la mayoría de los turistas que se dirige hacia Punta del Este. Quien va por esta avenida, entre las calles A. Zum Felde y Av. Bolivia, descubre de pronto un bosque de árboles de gran porte, en su mayoría eucaliptos.

A simple vista el parque no da idea de sus dimensiones, sin embargo, alcanza con adentrarse por el bosque para olvidarse de los ruidos y el estrés de la ciudad. El parque Rivera es uno de los mejores sitios dentro de Montevideo para la observación de aves y, si bien está constituido mayoritariamente por especies de flora exótica, (eucaliptos, pinos, cipreses, etc.), especies que no atraen a una gran variedad de aves, el gran lago alberga una diversa avifauna. El lago, además de su belleza paisajística, posee vegetación flotante y una isla donde se refugian, duermen e incluso nidifican muchas aves.

El parque alberga más de 90 especies a lo largo del año, particularmente muchas acuáticas y de bañado: patos (Familia Anatidae), gallaretas y pollas de agua (Familia Rallidae), garzas (Familia Ardeidae), cuervillos (Familia Threskiornithidae), macaes (Familia Podicipedidae), además del carao (Aramus guarauna) y la jacana (Jacana jacana), entre otros.

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Entre las especies que viven en el lago se destacan por su rareza, no solo en Montevideo sino en todo Uruguay, en primer lugar, el macá gris (Tachybaptus dominicus) y, en segundo lugar, el pato zambullidor (Oxyura vittata), este último no tan escaso como el primero, pero igualmente difícil de encontrar en otros sitios.

Las garzas ocupan un lugar preponderante en los bordes o en la vegetación emergente del lago. Llaman la atención por la abundancia de especies y, algunas, por su elegancia o colorido. De las de las once especies de garzas del Uruguay, ocho han sido registradas en el parque Rivera: la garza blanca chica (Egretta thula), la garza blanca grande (Ardea alba), la garza mora (Ardea cocoi), la garza bruja, la garcita azulada (Butorides striatus), el mirasol chico (Ixobrychus involucris), la garza amarilla y muy ocasionalmente, la garza bueyera (Bubulcus ibis).

Más allá del lago, y a pesar de la abundancia de vegetación exótica, una recorrida por este parque permitirá descubrir especies comunes como la cotorra (Myiopsitta monachus), el hornero (Furnarius rufus), el picaflor bronceado (Hylocharis chrysura), el picaflor garganta blanca (Leucochloris albicollis), la torcaza (Zenaida auriculata), la paloma de monte (Patagioenas picazuro), el carpintero de campo, el zorzal común, el sabiá común, entre otros.

Hacia el sur, esta área verde montevideana se continúa por la cuenca del arroyo del Molino y da lugar, más cerca de la rambla, al parque Baroffio. Las nacientes del arroyo se ubican en las cercanías del parque Rivera y en conexión con el lago que diseñó Durandeau, antiguamente una laguna natural, luego modificada.

Un dato curioso es que dentro de este parque llamado Gral. Fructuoso Rivera se construyó un estadio de fútbol con el nombre de Estadio Charrúa, nomenclatura sorprendente si se tiene en cuenta que Rivera comandó la masiva campaña para el exterminio de los charrúas, en la recordada y dolorosa emboscada de Salsipuedes en el departamento de Paysandú.

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Parque José enrique rodó

Es difícil determinar con precisión cuántas ha posee el Parque Rodó, se trata de un área urbana verde que se mete intrincadamente en la ciudad y donde también hay construcciones importantes. Se estima que posee unas 42 ha pobladas de una variada vegetación arbustiva de especies exóticas y autóctonas. Sin duda, predominan las exóticas, pero no es nada despreciable la cantidad de árboles y arbustos de flora nativa que crecen allí como el coronilla, el ombú (Phytolacca dioica), el espinillo, el higuerón (Ficus luschnathiana) o el quebracho flojo (Acanthosyris spinescens). En el lago y alrededores crecen cortaderas, también llamadas cola de zorro, y ceibos; en el propio lago viven plantas acuáticas y camalotes.

El lago del parque muy visitado por los niños, y transitado por lanchas a pedal de colores que pintaron artistas nacionales, no favorece el avistamiento de aves. Sin embargo, en un paseo en la mañana bien temprano existe la posibilidad de encontrar alguna garcita azulada, un biguá, un mirasol chico, entre otras. Luego, sobre todo en el área donde se encuentran árboles autóctonos y bajos se puede ver al tiquitiqui común, el pitiayumí, piojito azulado, además de cotorra, zorzal común y sabiá común, entre otras.

En los árboles altos, en su gran mayoría exóticos, como eucaliptos (género Eucalyptus) y cipreses calvos (género Taxodium) de gran porte, sobresalen algunas silenciosas aves rapaces. Son visibles solo para aquellos que observen con atención y fijan la vista entre las ramas superiores. Semioculto entre el ramaje, se ve a veces algún gavilán mixto. Los grandes árboles también sirven de posadero para el carancho y hasta para la garza amarilla.

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Tanto en Parque Rodó, como en el Jardín Botánico o en el parque Batlle sobresalen algunas concentraciones de altas y finas palmeras exóticas (Washingtonia robusta). No son importantes para la avifauna, pero le dan un toque singular al paisaje.

El Parque Rodó tiene el encanto de ser uno de los más antiguos de la ciudad. Surgió a finales del siglo XIX cuando la sociedad uruguaya enfrentó una crisis económica. Como consecuencia de ella, en febrero de 1896 se promulgó una ley que dispuso la liquidación definitiva del Banco Nacional y que adjudicaba a la Junta Económico Administrativa de Montevideo varios predios como forma de pago y cancelación de los créditos pendientes. En esa ley también se expresa que tres terrenos serían destinados a la formación de un Parque Urbano, que comenzó a hacerse una realidad recién entre los años 1900 y 1902.

Entre 1903 y 1904 se construyó un lago artificial con puentes rústicos, el castillo sobre el lago y algunos juegos para niños como la calesita y la montaña rusa. Pero las mejoras no estaban acompañadas de una buena estructura ni de un proyecto paisajístico, y el parque seguía sin atraer a los montevideanos. Será recién con un decreto de 1911, con la ampliación del parque, gracias a la expropiación de varios predios circundantes, que comenzará adquirir un significado especial para la ciudad. En 1912 se encomendó al arquitecto paisajista francés Carlos Thays que le sacara el mayor provecho a los accidentes topográficos y que planificara una forestación acorde al paisaje

La muerte de José Enrique Rodó, uno de los escritores más encumbrados de la literatura nacional, en el año 1917, dio lugar al nombre actual del parque. Rodó murió en un viaje a Italia, en Palermo, y ese mismo año un decreto del Poder Ejecutivo lo homenajeó dándole su nombre.

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Punta Carretas

La lengua rocosa que se mete en el Río de la Plata y lleva el nombre de Punta Carretas es un sitio costero de gran destaque y de especial atractivo para las aves. No crecen en el lugar grandes cantidades de especies arbóreas, solo algunos ceibos, pajonales y algunas especies exóticas, pero justamente las rocas que se adentran en el río constituyen un buen hábitat para gaviotines (Familia Sternidae), gaviotas (Familia Laridae), garzas (Famiila Ardeidae), chorlos y playeros (Familia Charadriidae y Scolopacidae) y el ostrero común (Haematopus palliatus), entre otros. Desde la punta, y si se mira al mar, sobre todo en otoño o en invierno, es posible ver volar algún petrel gigante común (Macronectes giganteus) o al petrel barba blanca (Procellaria aequinoctialis), aves marinas que provienen del sur del continente sudamericano y se alimentan, en esa época del año, aguas adentro, algo lejos de la costa.

También en la zona rocosa de la rambla, pero ya frente al Club de Golf, se ven varias especies de macaes (Familia Podicipedidae), gallaretas (Familia Rallidae), biguá y —con un poco de suerte— hasta algún martín pescador (Familia Alcedinidae). Si el paseo se hace en otoño e invierno, hay que estar atentos a la visita de la remolinera (Cinclodes fuscus) y, en menor medida, a algún chorlo pecho canela (Charadrius modestus)

Una buena salida de observación de aves por Montevideo debería incluir, además de la punta, toda la zona verde de la rambla Pte. Wilson y los alrededores del Club de Golf. En esa zona se avistan: tordos (Familia Icteridae), palomas (Familia Columbidae), el halconcito común (Falco sparverius), el tero común (Vanellus chilensis), el cardenal copete rojo, cotorras, carpinteros (Familia Picidae). Más escasos, pero también presentes en unos pequeños

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enclaves de pajonales al abrigo de los muros donde nace Boulevar Artigas (sobre la rambla) se puede ver al pico de plata (Hymenops perspicillatus) y al verdón (Embernagra platensis), dos pájaros típicos de bañado, pero que por las condiciones de ese micro hábitat también aparecen allí.

Hasta mediados de la década de 1980, se destacaba la presencia de una variada avifauna en el lago Cachón, un lago de unos 200 m de largo con vegetación flotante y pajonales, que se ubica detrás de las canteras del Parque Rodó a pocos metros de la rambla. Lamentablemente se modificó el entorno y muchas especies que incluso nidificaban ahí, desaparecieron. Aún se puede registrar gallaretas (Familia Rallidae), macaes (Familia Podicipedidae), gaviota capucho café (Chroicocephalus maculipennis), etc.

Después de Punta del Este, Punta Carretas constituye la ubicación más austral del país. En el siglo XIX, los marinos la llamaban Punta Brava porque muchos barcos encallaron en la punta rocosa que se continúa bajo el agua. Otros le atribuyeron el nombre de Punta de las Carretas por la forma de carreta que presentaban algunas rocas, aunque otra versión también lo atribuye a la cantidad de carretas que transitaban en la zona.

En el año 1876 se construyó el faro que sigue en pie hasta hoy, con una altura de 21 m. Cuando se levantó el faro, la punta era una zona casi marginal de la ciudad no muy visitada. En 1915 se construyó a unas pocas cuadras del mar una penitenciaría, que luego tendría una historia bastante particular. De esa cárcel se fugaron anarquistas en la década de 1930 y, más recientemente, en la década de 1970 se produjo una fuga espectacular protagonizada por los integrantes del Movimiento de Liberación Tupamaros. En la década de 1990, luego del advenimiento de la democracia, la cárcel fue reciclada y convertida en un shopping-

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Parque vaz ferreira del Cerro

Un buen paseo para aficionados a las aves y a su vez para disfrutar de la belleza paisajística de la ciudad de Montevideo puede combinar un viaje al parque Vaz Ferreira, la fortaleza del Cerro y la costa oeste de Montevideo. Si el viajero viene desde el este o el Centro de la ciudad es recomendable una parada previa en la bahía de Montevideo, entre las desembocaduras de los arroyos Miguelete y Pantanoso, ese sitio puede deparar más de una sorpresa. Aunque parezca raro, a pesar del alto grado de contaminación de la zona, en especial en la desembocadura de ambos arroyos, se han registrado dos especies de cisnes, varias especies de patos (Familia Anatidae), gallaretas, pollas de agua (Familia Rallidae), macaes (Familia Podicipedidae) y hasta un flamenco austral (Phoenicopterus chilensis) que apareció en aguas poco profundas de la bahía. Clara señal de que si bien en ciertas ocasiones se puede usar a las aves como indicadores biológicos para saber el estado (deterioro, estabilidad o mejoramiento) de un ambiente, en otras, la presencia de aves no significa necesariamente que exista una buena calidad en el ecosistema.

Luego de rodear la bahía, en su punto más suroeste se encuentra el parque Vaz Ferreira cuyo nombre homenajea al ensayista y filósofo uruguayo. Abarca 112 ha; limita por el sur con la rambla, denominada en ese tramo José Gurvich, por el este con calle Polonia y por el norte con la calle Holanda y la Av. José Batlle

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y Ordóñez. El parque, que llega hasta la cima de la fortaleza, se creó entre los años 1956 y 1958.

El 10 de diciembre del 2001, al celebrarse el 53 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, se inauguró dentro del parque el Memorial de los Detenidos Desaparecidos durante la dictadura militar. El monumento con un significado histórico muy importante para los uruguayos se construyó de una manera singular porque al hacerlo se dejó al descubierto un afloramiento natural de roca anfibolita, una roca metamórfica más resistente que otras a la erosión con más de 2.000 millones de años. Tanto el Cerro de Montevideo como el Cerrito de la Victoria están constituidos por estas rocas, por ello ambos puntos son los más altos de la ciudad.

El parque Vaz Ferreira presenta muy poca vegetación autóctona, en él predominan eucaliptus, pinos, acacias, cipreses y aloes de diversas especies. Entre la vegetación autóctona sobresalen algunos ceibos y espinillos. De todas formas, por allí aparecen unas cuantas especies de aves rapaces y halcones como el gavilán común (Rupornis magnirostris), el halconcito común (Falco sparverius), el carancho (Caracara plancus) y varias especies de carpinteros (Familia Picidae), especialmente el carpintero nuca roja (Colaptes melanochloros) y el carpintero de campo (Colaptes campestris). También algunos passeriformes comunes como el zorzal común, el sabiá común y el benteveo común.

Si se camina por la rambla, tanto en áreas rocosas como en la zona arenosa, se pueden ver gaviotas (Familia Laridae), gaviotines (Familia Sternidae), macaes (Familia Podicipedidae) entre otros.

Se aconseja terminar el circuito con la subida a la Fortaleza Gral. Artigas, conocida comúnmente como La Fortaleza, o Fortaleza del Cerro. La obra se construyó en la cima, por orden del gobernador Francisco Javier de Elío, entre 1808 y 1811. Desde ese punto, se contempla una bellísima vista de la ciudad y su puerto.

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el Prado

Es el área verde más importante dentro de la ciudad, a ella se suma la superficie del contiguo Jardín Botánico ya mencionado. Los dos parques juntos forman el pulmón verde más relevante de la ciudad.

El Prado, el parque más antiguo de la ciudad, posee una superficie superior a las 100 ha y se ubica en el centro sur del departamento, a pocos kilómetros de la Bahía de Montevideo.

Los orígenes del Prado están vinculados un personaje muy particular llamado José de Buschental (1802-1870) o José Buschental, de origen europeo, nacido en Estrasburgo. Buschental fue un arriesgado comerciante cuyos negocios transcurrían por un delicado pretil; tanto podía hacer una fortuna de un día para el otro como terminar en quiebra. Cuando se afincó en Montevideo, allá por 1850, construyó una gran mansión a orillas del arroyo Miguelete rodeada por un parque de 60 ha. Encargó al paisajista francés Lasseaux el diseño de los jardines. Según los relatos de la época, aquel parque que Bushental ideó para homenajear a su esposa brasileña Mariquita, era un sitio hermoso y tranquilo. A toda esa zona le llamó La Quinta del Buen Retiro.

Buschental murió en 1870 en Londres; tras algunas idas y vueltas, el predio y sus construcciones pasaron al Estado y se creó un parque llamado El Prado Oriental. En 1912 se inauguró el Rosedal del Prado, otros de los puntos destacados de la zona, diseñado por el paisajista francés Racine.

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Si bien el Prado alberga un número excepcional de especies exóticas, muchas de ellas con cientos de años y gran porte (plátanos (Platanus acerifolia), cipreses (Cupressus torulosa), pino brasil (Araucaria angustifolia), cipreses calvos (del género Taxodium ) varias especies de eucaliptos (género Eucalyptus) y coníferas del género Podocarpus, palmeras Phoenix), también cuenta con un buen número de especies autóctonas, tales como coronilla, tala, cina-cina, molle, espinillos, encinas, ombúes, palmera butiá (Butia capitata).

Se encuentra diversidad de aves en toda la zona del Prado, hay varias especies de carpinteros (Familia Picidae), palomas (Familia Columbidae), zorzal y sabiá (Familia Turdidae), garza amarilla (Syrigma sibilatrix), piojito azulado (Polioptila dumicola), pitiayumí (Parula pitiayumi). En primavera y verano llegan especies migratorias insectívoras del norte como el benteveo real (Tyrannus melancholicus), el churrinche, la tijereta (Tyrannus savana) y el fiofio común (Elaenia parvirostris), entre otros. Con un poco de suerte también se verá al trepador chico (Lepidocolaptes angustirostris) y, con menor frecuencia, al trepador grande (Drymornis bridgesii), especies muy particulares por sus largos picos curvados y por su hábito de subir por los troncos y ramas en busca de insectos y otros invertebrados.

En una visita al Prado, hay que tener en cuenta que allí se exponen dos de los monumentos más importantes de la ciudad: La Diligencia de José Belloni, en Agraciada casi Cno. Castro (recuerda el medio de transporte de la campaña uruguaya hasta entrado el siglo XX, hasta que el ferrocarril y los primeros autos la desplazaron) y Los últimos Charrúas sobre la Av. Delmira Agustini, de Edmundo Prati, Gervasio Furest Muñoz y Enrique Lussich. Este último monumento se inauguró en 1938, en homenaje a los charrúas que sobrevivieron luego de la acción de Salsipuedes.

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Puerto del buCeo

El puerto del Buceo (conocido también como Puertito del Buceo), sobre la costa montevideana, es un sitio interesante para realizar una salida y poder observar más de 30 especies diferentes.

No menos importante es su significación histórica porque en él desembarcaron en 1807 los invasores ingleses. Más tarde, en 1814 fue el escenario del combate naval del Buceo, donde salió victorioso el Almirante Guillermo Brown, quien marcó un hito en las guerras contra el colonialismo español.

En 1943, durante el Gobierno del Cerrito (1843) del General Manuel Oribe, por este puerto ingresaban mercaderías para todo el territorio. En la actualidad aún queda el testimonio arquitectónico de la Aduana de Oribe frente al puerto y sobre la Rambla Armenia.

Para disfrutar la belleza del paisaje y de la flora y la fauna del lugar, se recomienza comenzar el paseo desde la zona de pajonales y rocas, frente al Museo Oceanográfico (también es recomendable una visita al Museo bien provisto de especies de aves autóctonas y algunas exóticas, que se exhiben muy prolijamente embalsamadas). Desde allí hay que hacerse camino hacia el oeste (hacia el puerto) por la zona rocosa con algunos pajonales, palmeras y arbustos

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exóticos. Con frecuencia se detienen en las rocas el ostrero común (Haematopus palliatus), algunos chorlos y playeros migratorios (Familia Charadriidae y Scolopacidae), la garza blanca chica (Egretta thula), la garza amarilla y otras especies muy comunes siempre presentes como el tero común (Vanellus chilensis) y el benteveo común.

En las palmeras y arbustos cercanos es común encontrar al picabuey, el hornero y el tordo común (Molothrus bonariensis), entre otros.

Ya en el puerto, con frecuencia se observa a la gaviota cocinera (Larus dominicanus), a la gaviota capucho café, varias especies de gaviotines (Familia Sternidae), el biguá y en el agua, algunas especies de macaes (Familia Podicipedidae) y gallaretas (Familia Rallidae).

Al abrigo del puerto se desarrolla una zona verde con pajonales, palmeras y pastos cortos, visitada con frecuencia por la calandria común (Mimus saturninus), el verdón, el tordo común, el picabuey y, en ocasiones, el sabiá común (Turdus amaurochalinus) y el zorzal común.

En las rocas y sobre todo en otoño e invierno (porque son migratorios) se avistan con frecuencia la remolinera (Cinclodes fuscus) y un poco menos a la dormilona cara negra (Muscisaxicola macloviana). Si se tiene suerte de toparse con esta última, tal vez la buena fortuna continúe para el visitante con el hallazgo de otras muy raras: en la zona del Buceo han aparecido especies muy extrañas para Montevideo, como el coludito copetón (Leptasthenura platensis), el pirincho negro chico (Crotophaga ani) (incluidos al final del libro en los registros de especies raras) y hasta la urraca común (Cyanocorax chrysops), no incluida porque se cree que puedan ser ejemplares escapados de cautiverio.

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Desde el puerto del Buceo se consiguen embarcaciones que van hasta la isla de Flores. En general los barcos salen de mañana y regresan luego del mediodía, aunque el viaje desde el puerto hasta la isla solo lleva una hora y media. Vale la pena bajar en la isla y apreciar la impresionante cantidad de gaviotas cocineras que habitan y nidifican en el lugar. Según la época del año, también se podrá observar nidos de gaviotas con huevos o pichones (sobre todo desde agosto en adelante). En los primeros meses del invierno (junio, julio y primeras semanas de agosto), con algo de suerte, es posible encontrar en la isla a la paloma antártica (Chionis albus) y en el trayecto a algunas aves marinas interesantes como el petrel barba blanca, el petrel gigante común y el albatros ceja negra (Thalassarche melanophris).