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UNIDAD . ' f ' 1 5 UN -DESAFÍO AL PARADIGMA , I t .- REALISTA 15. ¿Relaciones internacionales o sociedad mundial? JOHN BURTOTi INTRODUCCiÓN El título conlleva la intenCión de suscitar la si- guiente interrogante: ¿cuál es la naturaleza de ese elemento exterior que se ha constituido en materia de estudio de las relaciones internacio- nales? ¿Cuál ' es esa realitlacl que pretendemos desctibir y comprender? Como se podrá ver más adelante, esta pregunta tiene implicaciones intelectuales y políticas. En el nivel intelectual, surgen dos temas de discusión. El primero de ellos debate si aque- llas entidades legales que denominamos estados son los actores principales e importantes, es de- cir, se intenta dilucidar si la descripción y la ex- plic.ación del comportamiento del sistema entre estados aportarían las re&puestas a los proolemas de política que todos pro c uramos resolver, o , l, í "' 1 Tomado de: Tbe Study of Wor/d Society: A London Perspective & Joqn I Burton y colabo- radores, Documento Incidental No: 1, Inter- national Studies Assodation (Asociación de Estudios Internacionales), pp . 3-10, 19-20, 22-27. Copyright © 1974, I.S .A. Reimpreso con licencia del autor . 128 si sólo podemos encontrar dichas respuestas mediante el análisis de toda la sociedad mun- dial, de la cual el sistema interestatal es sólo un integrante. El segundo tema de discusión trata de aclarar si las descripciones y teorías conduc- tuales, relativas a estados o a otras unidades, se fundamentan en observaciones confiables, o si se concretan a reflejar impresiones vagas de agresión, poder, autoridad, intereses naciona- les, ley y orden, desviación y otros fenómenos políticosociológicos. , Ambos puntos se interrelacionan. Si los es- tados fuesen los actores dominantes, entonces se podrían hacer algunas predicciones con- fiables en cuanto al sistema interestados , em- pleando exclusivamente estudios descriptivos y pertinentes de las ramas de historia diplomá- tica, relaciones comerciales, instituciones inter- nacionales, estrategias, alianzas y otros aspectos de las interacciones de los distintos estados del mundo. Pero si, por el contrario, se descubriera que aquellas transacciones que se registran a través de las fronteras nacionales; y que no son iniciadas ni controladas en su totalidad por auto- ridades estatales, ejercen fuerte influencia tan- to en el comportamiento de los estados como

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UNIDAD

. ' f ' 1 5 UN -DESAFÍO AL PARADIGMA

, I t .-

REALISTA

15. ¿Relaciones internacionales o sociedad mundial?

JOHN BURTOTi

INTRODUCCiÓN

El título conlleva la intenCión de suscitar la si­guiente interrogante: ¿cuál es la naturaleza de ese elemento exterior que se ha constituido en materia de estudio de las relaciones internacio­nales? ¿Cuál 'es esa realitlacl que pretendemos desctibir y comprender? Como se podrá ver más adelante, esta pregunta tiene implicaciones intelectuales y políticas.

En el nivel intelectual, surgen dos temas de discusión. El primero de ellos debate si aque­llas entidades legales que denominamos estados son los actores principales e importantes, es de­cir, se intenta dilucidar si la descripción y la ex­plic.ación del comportamiento del sistema entre estados aportarían las re&puestas a los proolemas de política que todos procuramos resolver, o

, l,

í "' 1 Tomado de: Tbe Study of Wor/d Society: A London Perspective & Joqn IBurton y colabo­radores, Documento Incidental No: 1, Inter­national Studies Assodation (Asociación de Estudios Internacionales), pp. 3-10, 19-20, 22-27 . Copyright © 1974, I.S.A. Reimpreso con licencia del autor .

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si sólo podemos encontrar dichas respuestas mediante el análisis de toda la sociedad mun­dial, de la cual el sistema interestatal es sólo un integrante. El segundo tema de discusión trata de aclarar si las descripciones y teorías conduc­tuales, relativas a estados o a otras unidades, se fundamentan en observaciones confiables, o si se concretan a reflejar impresiones vagas de agresión, poder, autoridad, intereses naciona­les, ley y orden, desviación y otros fenómenos políticosociológicos. ,

Ambos puntos se interrelacionan. Si los es­tados fuesen los actores dominantes, entonces se podrían hacer algunas predicciones con­fiables en cuanto al sistema interestados, em­pleando exclusivamente estudios descriptivos y pertinentes de las ramas de historia diplomá­tica, relaciones comerciales, instituciones inter­nacionales, estrategias, alianzas y otros aspectos de las interacciones de los distintos estados del mundo. Pero si, por el contrario, se descubriera que aquellas transacciones que se registran a través de las fronteras nacionales; y que no son iniciadas ni controladas en su totalidad por auto­ridades estatales, ejercen fuerte influencia tan­to en el comportamiento de los estados como

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en el de otras unidades del amplio ámbito de la sociedad mundial, en ese caso sería preciso realizar estudios conductuales seguros en todos los niveles sociales, estudios de la naturaleza de la autoridad y de las reacciones hacia la autori­dad, estudios de los valores humanos, de rela­ciones étnicas y de otro tipo de relaciones de simpatía que rebasan los límites nacionales y, finalmente, estudios de las repercusiones que provocan los descontentos sociales y políticos dentro de un estado en un entorno político más amplio. En consecuencia, la manera en que perci­bimos ese elemento externo determina la forma en que definimos nuestro campo: ¿es la reali­dad efectivamente el sistema de los estados, o lo es el ámbito más amplio de la sociedad mun­dial? Cabe agregar que la forma en que defini­mos a nuestra disciplina determina la esfera de acción de conocimiento conductual que es per­tinente.

Ese elemento externo, trátese de las relacio­nes entre naciones o de una sociedad mundial más intrincada, no es materia de interés exclu­siva de filósofos y de teóricos. Las relaciones que se suscitan entre percepción y realidad com­portan particular interés para los practicantes, dado que la política emana precisamente de las percepciones de la realidad . . .

Es necesario tomar en cuenta que se ha re­gistrado un continuo proceso de cambio en el pensamiento y, por ende, también en las solucio­nes, puesto que la experiencia, y muy especial­mente los fracasos, ha impelido a la búsqueda de nuevos enfoques. El sistema interestados y la reflexión a que éste ha dado origen se han desplazado de la defensa nacional hacia las es­tructuras de la balanza del poder y de alianza, a métodos de seguridad colectiva y a tentativas de desarme. Sin embargo, en el correr de los siglos, todos estos cambios de pensamiento y de políticas no han sido más que variaciones su­perficiales sobre el tema continuo de la amenaza y la defensa dentro de los sistemas internacional e interestados. Las hipótesis tradicionales que atribuyen a los estados la categoría de actores principales, cuando no únicos, implican también que el interés primordial de la política e~ la pre­servación de los estados y de sus instituciones,

así como del sistema interestados y de sus insti­tuciones. Reconocen a la ley y al orden impues­tos por las autoridades estatales e interestatales como la condición necesaria para la estabilidad social y la convivencia pacífica dentro de y entre los estados. Tales hipótesis han logrado prevale­cer, pese a que no han logrado producir políticas que permitan alcanzar los objetivos citados. No se ha podido refrenar la desviación a nivel so­cial o interestados, tal como lo demuestran las crecientes cifras de criminalidad y las persisten­tes condiciones bélicas tanto interestados como intraest<ldos.

Por supuesto, el fracaso de las políticas no refuta las hipótesis en que se fundamentan . In­clusive, es muy probable que sean perfectamen­te válidas, que el sistema interestados sea el único que posea importancia entre todos, que la conducta humana en otros niveles no com­porte significación alguna, y que no se deba esperar otro producto de las políticas estatales de ley y orden que no sean el pertinaz fracaso que se refleja en una condición de guerra o de conflicto aquí o allá. Por otro lado, quizá dichas hipótesis hayan sido realistas en un momento dado de la historia pero ya no lo sean a causa de las alteraciones registradas en las condicio­nes -nuevamente se suscita la interrogante de qué es la realidad. Ciertamente, el entorno polí­ticosociológico contemporáneo de los estados y el pensamiento contemporáneo acerca de au­toridad, toma de decisiones, conducta en el desempeño, conflicto, valores y temas relacio­nados en muchos niveles del comportamiento social han dado origen a dudas y a cuestiona­mientos en torno a la rea;idad del tan hipoteti­zado sistema interestados orientado hacia el poder, en un ámbito donde aparentemente reina­ban la certidumbre y la aceptación. Si las prue­bas empíricas y el análisis teórico invalidan a las hipótesis tradicionales, y si surgen otras nuevas que faciliten una percepción distinta de la rea­lidad y ofrezcan, a la vez, una explicación más confiable del comportamiento, se crearán nue­vas oportunid;¡des dentro de la política.

A lo largo de los años, tanto científicos polí­ticos como practicantes han llevado a cabo la observación del proceder de estados y estadistas

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desde una perspectiva demasiado superficial, ca­si trivial. El pensamiento contemporáneo den­tro del campo de las relaciones internacionales es, hasta cierto punto, analítico, como es de es­perarse en una era de investigación y de indaga­ción científica. Actualmente, se podría decir que se encuentra en un nivel de cimientos, y que se apoya en pruebas empíricas y en teorías que se desprenden de otros estudios del compor­tamiento -individual, grupal, industrial, co­munal.

Aparentemente, ahora resulta necesario ex­plorar un nivel más profundo, o quizá más fun­damental, del conocimiento. ¿Hasta qué punto nuestras propias creaciones, nuestras propias preteorías y nociones de la conducta humana e institucional, nuestras propias expectativas de comportamiento, han dado como producto esa conducta? ¿Hasta qué grado nuestras imágenes de la realidad -que bien podrían ser falsas­hicieron realidad nuestra imaginación? ¿Acaso mediante la adopción de políticas que reflejan nuestras preteorías sobre el predominio del sistema del estado, de su inestabilidad inherente, hemos afincado relaciones interestatales basa­das en la agresividad y en el poder? En resumen, ¿acaso hemos engendrado y producido -y al proceder así nos hemos autoderrotado- a tra­vés de los años un sistema internacional con­flictivo que deseábamos evitar? Sin embargo, en esta oportunidad no pretendo excavar el fon­do de los cimientos y explorar tan interesantes posibilidades subterráneas. El único nivel que nos ocupa en estos momentos es el de los ci­mientos: ¿acaso nuestra imagen de las relaciones interestados, a las cuales consideramos como las dominantes en la sociedad mundial, es un re­flejo fiel de la realidad, o sólo un reflejo de cier­tas teorías no comprobadas, y quizá falsas, sobre la conducta?

Así, la materia de interés del nivel superficial se reduce a las relaciones interestados, esencial­mente a las relaciones del poder; y la imagen de la sociedad mundial es una en la que el poder relativo de los estados determina las relaciones internacionales. El nivel de los cimientos se ocu­pa de la sociedad mundial como un todo, sin establecer fronteras arbitrarias entre lo nacional

y lo internacional; en consecuencia, tampoco traza barreras arbitrarias dentro del cuerpo ge­neral de conocimientos acerca del hombre y de su entorno -psicológico, sociológico, econó­mico o político ... De tal manera, se expanden las fronteras del campo de interés para abarcar todo tipo de conducta, incluso aquella de los sistemas no humanos, tales como los electró­nicos .

Con objeto de esclarecer nuestro punto, re­cordemos los dos modelos distintos que se em­plean en el nivel superficial y en el de los cimien­tos. La imagen o el modelo de las relaciones internacionales que se fundamenta en fas rela­ciones de poder entre los estados se ha deno­minado el modelo de "bola de billar" [Wolfers 1962:19]. Este representa la noción de varias bo­las de distintos tamaños que entran en contac­to y cuya dirección individual subsecuente será el resultado del ímpetu relativo y de la velocidad que cobren las bolas en colisión. El contacto se registra en las superficies duras del exterior; lo que suceda en el interior de cada estado, no le compete a ningún otro. Esto es lo que se en­tiende por "jurisdicción nacional". Las bolas de billar en cuestión poseen fronteras físicas y, de acuerdo con esta representación, una de las funciones primordiales del estado es defender dichas fronteras y controlar las transacciones que se efectúen a través de ellas.

Se podría decir que toda interacción que se suscite entre puntos dentro y fuera de los esta­dos está bajo el control de una autoridad cen­tral ubicada dentro de los lindes geográficos y que, en consecuencia y finalmen~e, toda inter­acción se da entre autoridades. Esta, empero, es una descripción formal, y no práctica, de la situación. En realidad, y tal como lo están des­cubriendo muchos estados modernos, no todas las interacciones que rebasan las fronteras de los estados se verifican a través y bajo el control de las autoridades competentes. Un concepto de sistemas que interactúan sería más realista que un concepto de estados interactuantes. Un sistema carece de barreras geográficas. El siste­ma comprende puntos entre los que se registra una interacción. Dentro de cada sistema exis­ten subsistemas de interacción . Se puede trazar

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el área geográfica que circunda a una fábrica pe­ro, dentro de é~ta, se genera un conjunto de sis­temas y de subsistemas que dan vida a un cuerpo administrativo, que hacen factibles ciertas acti­vidades de producción y de distribución, etcé­tera. De este modo se pueden descomponer y analizar los elementos de la actividad global. La gran mayoría de los sistemas, en un nivelo en otro, atraviesan las fronteras de los estados, del mismo modo que sucede con las transacciones que llevan a cabo las fábricas cuando sus miem­bros participan en sistemas externos como los sindicatos.

La interacción de los estados no es sino uno de los múltiples sistemas de interacción den­tro de la sociedad mundial. Si analizáramos los sistemas por separado -comunicaciones, turis­mo, comercio, ciencia- y los superpusiéramos, crearíamos una estructura de interacciones. El mapa de la sociedad mundial sería una telaraña o red de interacciones puesta sobre otra, y la imagen de la sociedad mundial presentaría con­centraciones de interacciones en ciertos pun­tos, así como enlaces a través de fronteras nacionales, amontonados en algunas zonas, es­casos en otras [Burton 1968:8].

¿Cuál de estos dos modelos o representacio­nes ilustra con mayor precisión ese elemento ex­terno que ahora estudiamos? He ahí una pregunta empírica. Aparentemente, el segundo modelo se apega más a la realidad contemporánea. Las pruebas yacen frente a nasos tras, en términos de comunicaciones, de movimientos demográ­ficos , de la difusión epidémica de ideas e ideo­logías, de corporaciones transnacionales, de instituciones funcionales de carácter universal, de turismo, de migración, de reacciones de sim­patía y de apoyo allende las fronteras, así co­mo de otro tipo de transacciones ampliadas y asociadas con la era posterior a 1945. Las prue­bas aparentes son respaldadas por estudios en materia de política. Los gobiernos centrales han resentido una merma de autoridad, por que no han podido refrenar movimientos revisionistas efectuados por minorías y que cobran fuerte apoyo en el ámbito de la sociedad mundial. Las autoridades centrales no han logrado dar un trata­miento efectivo a los complejos problemas que

representan la inflación, el desempleo, el abas­to insuficiente de vivienda y la educación. Las principales sociedades industriales están adop­tando formas de gobierno donde dominan los subsistemas, mismos que en su mayoría son de índole internacional. La vida del ciudadano co­mún y corriente -el hecho de que cuente o no con una educación adecuada que ofrecer a sus hjos, que es el valor real de sus ahorros; que cuente o no con una garantía sobre su empleo en particular o que tenga o no otras perspecti­vas de empleo- se ve determinada en gran me­dida por decisiones que se originan fuera de su entorno Badanal y, frecuentemente, a un nivel no gubernamental. Tanto la función como la na­turaleza del gobierno están cambiando, de pos­turas defensivas hacia el respaldo de los ajustes para el cambio, y esto, en sí, una prueba que apoya a la afirmación de que ya hemos dejado atrás efectivamente la relación de bola de billar que pudo existir en el pasado, para encaminar­nos a un proceso de interacción en el seno de una sociedad mundial.

De ninguna manera se niega que, cuando las autoridades trazan las políticas a seguir, proba­blemente la base del pensamiento se determi­ne no por las pruebas empíricas, ni menos aún por sus propias percepciones de la realidad, si­no en función de las consecuencias lógicas del método adoptado. Ambas percepciones indu­cen a análisis radicalmente áistintos de conduc­tas en todos los niveles, a políticas radicalmente distintas, y en ocasiones plantean desafíos a fi­losofías, actitudes, valores e intereses hasta llegar al extremo de lo inaceptable. El modelo super­ficial ofrece amplias comodidades a las élites go­bernantes, a los poderosos, a los privilegiados, a quienes tienen cargos que les dan autoridad; en resumen, a todos aquellos que se encuentran muy lejos de desear cambios radicales dentro . de las instituciones sociales, económicas y polí­ticas que operan dentro de sus propios segmen­tos de la sociedad mundial. Dichos individuos perciben al modelo de los cimientos como sub­versivo. Para ellos, este modelo representa la in­cursión inexorable de conductas detestables. de anarquia y permisi\'ictacl, expresadas en térmi­nos de participacú'lI1 política \' de rtalizaci(lIl

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personal, a las que se les percibe desde una pos­tura elitista como la causa de la merma de auto­ridad y del colapso de la ley y el orden.

Pretendo abordar en primera instancia las consecuencias teóricas, y posteriormente las prác­ticas, de los dos distintos enfoques, el tradicio­nal y el más analítico; el objetivo se concretará a dar respuesta a la interrogante de cuál es la na­turaleza de-ese elemento externo, así como a

-". una segunda pregunta relacionada: ¿se ha gene­rado el fracaso de los métodos tradicionales de ingeniería y control social pese a la validez de las conjeturas tradicionales en torno a la "reali­dad", o en función de su falta de validez?

TEORíA

En el nivel superficial, las interrogantes que se plantean se relacionan con la estabilidad so­cial, con la preservación de los estados, con el cumplimiento de la ley y con los elementos di­suasores nacionales e internacionales que se requieren para preservar el sistema interestados. Las áreas de estudio se concentran en intereses nacionales, defensa, estrategia, instituciones y leyes.

En el nivel de los cimientos, se plantea un grupo diferente de interrogantes, y existe una serie distinta de campos de estudio. ¿Tanto a ni­vel nacional como internacional, la preservación de las sociedades y de sus instituciones es la me­ta fundamental de la organización social o, por el contrario, dicha meta es salvar la brecha Gal­tung entre el desarrollo real y el desarrollo po­tencial del individuo y de los grupos a los que se encuentra afiliado [Galtung 1969: 168]? ¿Aca­so la violencia del individuo y de la nación en contra de las normas establecidas es la causa primordial de guerras y conflictos, o lo es la vio­lencia impuesta sobre el individuo por las es­tructuras de la sociedad nacional y mundial? En este caso, las áreas de estudio abarcan relacio­nes de autoridad, valores humanos, capacidad del sistema para responder al cambio, conducta del desempeño, identidad étnica, conflicto e in­tegrac ión y movilidad social.

El estudio tradicional de las relaciones inter­nacionales se limita al estudio del comporta­miento o la conducta en un determinado nivel divorciado, en alto grado, de los estudios de conducta realizados en otros niveles sociales . Pese a toda tentativa de ser más analíticos en ciertos aspectos, como los relativos a toma ck decisiones e interacciones estratégicas, el estu­dio tradicional conserva un carácter esencial­mente descriptivo y se fundamenta en hipótesis primitivas acerca de elementos conductuales, ta­les como la agresividad y la eficacia del poder coercitivo. Las relaciones internacionales, em­pero, no son la única disciplina que presenta ta­les características .. .

El estudio de la sociedad mundial procura abordar algunos niveles altos de interacción, pe­ro dentro de la perspectiva del comportamien­to global. Procura definir y esclarecer tanto el campo de estudio como los problemas de inte­rés especial a los eruditos de las relaciones internacionales, mediante referencias a la con­ducta en todos los niveles sociales. Por ende, su punto de atención inicial es el comportamien­to humano. De manera inevitable, presenta un interés menos agudo que aquél de los estudios tradicionales en materias tales como conducta institucional, estrategia, relaciones de poder e, incluso, complejidad de la toma de decisiones en el seno de una estructura en particular. To­dos los incisos antes citados son meras excre­ciones del comportamiento, y no explicaciones del mismo. El hombre y su comportamiento so­cial son el punto de partida, y el estudio espe­cial se concreta a dicha conducta en los niveles intercomunal, internacional, o interestatal. Tam­bién cobran importancia la naturaleza y la efi­cacia de las instituciones que acompañan a la susodicha conducta. La orientación de los va­lores resulta explícita: son los del hombre los que realmente importan, no los de las institu­ciones; se enarbola el desarrollo del hombre, y no la preservación de las instituciones por res­peto a las mismas.

El modelo adoptado es un modelo de inter­acciones, es decir, un modelo de telaraña o red. Este , al igual que el modelo de bola de billar, es

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de carácter descriptivo -refleja las pruebas em­píricas. Sin embargo, se constituye también en el modelo que refleja el elemento axiomático de toda conducta humana, es decir, las relacio­nes . Por tanto, la conducta no es el punto de partida, sino una definición más operativa de la misma: las relaciones. Resulta imposible avan­zar en el estudio de cualquier nivel de conduc­ta a menos que se expongan una descripción y una explicación de las relaciones, el modo en que estas evolucionan, la forma en que se asi­milan, cuáles son los patrones que emergen, y cuáles los motivos por los que se les guarda leal­tad o se les traiciona en alguna medida. Sin em­bargo, hay quienes reaccionan de inmediato argumentando que dicho estudio conductual de las relaciones no pertenece a la esfera de inte­rés de las relaciones internacionales, pese a que se emplee el término "relaciones" en el título tradicional de nuestra materia de estudio. El enfo­que que comprende a la sociedad mundial esta­blece que la investigación de las relaciones es el campo común de todo estudio conductual, cual­quiera que sea el nivel. La insuficiencia de to­das las conjeturas implícitas y no declaradas en torno a las relaciones es la que ha limitado el valor explicativo y predictivo de los estudios an­teriores. La literatura es, en sí, un desplegado de incesantes referencias a factores de agresividad, adquisición, miedo, diferencias raciales, com­promisos religiosos e ideológicos, y a huestes enteras de nociones diversas. Sin embargo, no existe prueba alguna de que las relaciones se analicen o se comprendan. Nuevamente se re­curre a la teoría y a la política, sobre la ley y el orden, la coerción natural y sobrenatural y el poder como medios de control de la conducta. Aparentemente, a las relaciones conductuales humanas se les trata como si fueran creación de las instituciones sociales; además, en el medio político los valores humanos se subordinan a las necesidades institucionales, lo cual da ori­gen a relaciones sociales conflictivas. Lo que se precisa actualmente en todo nivel de las cien­cias de la conducta, de toda cultura, es un nue­vo examen de las hipótesis básicas: cuál es realmente la naturaleza de las relaciones. Den·· tro del ámbito de las relaciones internacionales,

las hipótesis tradicionales en torno al tema que nos ocupa, fundamentadas en gran medida en la coerción, han producido políticas de defensa, equilibrios, alianzas, seguridad colectiva y disua­sión, y probablemente han creado una sociedad dependiente de tales refuerzos. El estudio de las relaciones no es sólo un elemento más de nues­tra esfera de intereses, sino parte esencial de la misma.

Los dos distintos enfoques y grupos de inte­rrogantes se apoyan en concepciones básicamen­te diferentes de la condición humana. Algunos individuos que pertenecen al nivel superficial afirman categóricamente ser "realistas políti­cos" . Tienen una concepción calvinista del comportamiento, estrechamente ligada a las no­ciones normativas tradicionales que se reflejan en el pensamiento legal. Aparentemente, su pos­tulado parece ser: que t:lnto personas como es­tados, de manera general, acatan las normas de conducta en razón de factores de coerción y amenaza, combinados con cierto sentido de obligación moral. Estos "realistas políticos" se preguntan por qué existe una minoría que no acata dichas normas y cómo se puede lograr que se someta. Por el contrario, en el nivel de los cimientos, ... se estima que el comportamiento no social es predominante .. . En la mayoría de los estados industriales desarrollados, sólo el veinte por ciento de los actos delictivos se re­gistran. Así, a los hechos criminales que no se registran se sumarl las prácticas legales de aque­llos que aprovechan los sistemas económicos y financieros en su búsqueda de jugosas fortu­nas, lo cual causa más sufrimiento humano que el que provocan numerosos hechos delictivos . No existe diferencia alguna entre esta situación y la que se vive en el ámbito internacional. La pregunta que se plantean quienes ocupan el nivel de jos cimientos es ¿por qué la minoría de ciudadanos o unidades socialmente motiva­dos no ejerce actos de violencia contra los de­más? En tanto que dentro del nivel superficial el principal foco de atención se circunscribe al comportamiento agresivo, tanto personal como nacional, en el nivel de los cimientos se pres­ta más atención al comportamiento coopera­tivo en su calidad de fenómeno excepcional e

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interesante. Aquí, la interrogante operativa no es cómo ejercer coerción o disuasión, sino cuá­les son las condiciones que dan origen a una conducta integradora.

Ambas concepciones de la condición del hombre -tan diversas entre sí- se sustentan en teorías conductuales fundamentalmente dis­tintas . A éstas se les omite ya por costumbre, pese a que representan el núcleo mismo de las diferenci4s entre ambos enfoques. En el nivel superficial, se considera que el hombre es per­verso, antisocial y agresivo por naturaleza, o que ha vivido tanto tiempo bajo circunstancias frus­trantes que propende a manifestar dichas carac­terísticas conductuales. El estado tiene como función controlar esos patrones de conducta, y la función qel sistema interestados es refrenar toda reacción agresiva. Al estado se le confiere un monopolio legítimo de la violencia, y se ha procurado por todos los medios que al sistema interestados se le otorgue otro monopolio si­milar, dentro de su esfera más extensa. De esta manera, el estado hace sentir su presencia como el más poderoso y, por ende, como el actor de mayor peso -cuando no él unico- en el foro nacional e internacional. Su labor primordial se concentra en la preservación de sus institucio­nes -que supuestamente cuentan con el apo­yo del consenso general- ante la amenaza de elementos perturbadores. Coerción, disuasión, castigo; tales son los medios de preservación de las organizaciones sociales, y de obstaculización de todo comportamiento que se desvíe de la norma, tanto en el plano nacional como en el internacional. No obstante, las pruebas empíri­cas en todos los niveles indican que tales pro­cesos no logran su propósito de disuasión.

Por otro lado, en lo que respecta al nivel de los cimientos, el análisis más concienzudo de la conducta produce conclusiones diametralmente opuestas en cuanto a los procesos integradores dentro de cualquier sociedad, a los medios para prevenir toda conducta desequilibradora, así como a los propósitos de la organización social. Así, la función del estado no demuestra su carác­ter determinante o eficaz, en especial su función coercitiva para la conservación de la ley y el orden.

POLíTICA

Hasta aquí, nos hemos ocupado del modo en que el pensamiento conceptual resiente la in­fluencia del modelo o la imagen del mundo que adoptamos. Ahora sometamos a consideración la manera en que el enfoque adoptado afecta a las propuestas de políticas a seguir. A manera de ejemplo, abordemos teorías sobre los oríge­nes del conflicto.

Según la perspectiva del nivel superficial, el conflicto es una aberración, un colapso de las relaciones sociales o gubernamentales. Más aún, se le considera inevitable, ya sea por la na­turaleza del hombre o por el entorno carente de recursos en que se ve obligado a sobrevivir. La imposición de la ley y del orden no tiene co­mo meta única o principal la preservación de las instituciones sociales y del estado; también tiene la meta de proteger a los ciudadanos unos de otros.

Si se presupone que las relaciones humanas son una suma en ceros, y más aún en un plano material -es decir, si la ganancia de una parte equivale a la pérdida de la otra en la adquisición de algún recurso-, y si en este entorno de re­lación en "ceros" la reacción de la unidad es de carácter agresivo, como sin duda lo sería, en­tonces las relaciones sociales se deben definir mediante la contienda bélica abierta, la amena­za de violencia, o por la imposición y aplicación de un conjunto de normas por parte de terce­ros. He ahí el vínculo esencial entre la política del poder y la ley y el orden, y quizá también el motivo por el cual tantos políticos a la cabe­za del poder son, o fueron, abogados.

Sin embargo, existe una falsa conjetura in­herente en la noción que el nivel superficial tie­ne acerca de la autoridad coercitiva. Dejemos a un lado la cuestión de si se crean o no con­flictos morales ante el empleo de la coerción, de la amenaza o de la violencia. Asimismo, deje­mos a un lado el tratar de definir si se debe sentir mayor simpatía por los elementos de de­sequilibrio, trátese de pequeños estados o de delincuentes individuales, en razón de que tal comportamiento pudo ser provocado por un entorno desfavorable. La falsa conjetura a la que

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hacíamos referencia al inicio del párrafo dicta que las políticas coercitivas dan como resulta­do el refrenamiento o disuasión. En Gran Bre­taña, la sentencia promedio de encarcelamiento en 1971 era 28 por ciento más larga que en 1961, pero aparentemente no hubo efectos po­sitivos. La amenaza y la coerción no han lo­grado demostrar su eficacia como factores de disuasión en la educación, en las relaciones in­dustriales ni en las comunales. Esta es la posición empírica. En el nivel interestados, la coercibn impuesta mediante victorias de guerra, disposi­ciones judiciales, o por la presión de expectativas asociadas con la mediación y la conciliación, carece de eficacia. En todos los niveles, gene­ralmente se reacciona ante el fracaso adminis­trando una nueva dosis de la misma medicina, y nunca se reconoce que, probablemente, el aná­lisis fue erróneo desde un inicio. Cuando "la ley y el orden" fracasan, se incrementa el grado de coerción.

Cabe abundar un poco más en este problema de la disuasión; examinemos las razones teóricas por las cuales la disuasión no logra su propósi­to de refrenamiento, así como las condiciones que engendran el comportamiento social. He ahí el meollo del problema de la conducta inte­gradora, a cuya solución se ha dedicado el es­tudio de las relaciones internacionales. Desde el punto de vista del nivel superficial, todo com­portamiento que afrenta a la "ley y al orden" se hace acreedor de varias denominaciones: anar­quía, permisividad, subversión, o incluso de­generación moral. Cuando la autoridad legal resiente el desafío, en función de las anteriores denominaciones se justifica el empleo de me­dios coercitivos para hacer valer la ley y el or­den contra el conflicto flagrante o contra el latente . . En aquellos casos en que la autoridad está en la mayoría, la coerción se justifica con base en principios democráticos y en la preser­vación de la ley y el orden. No obstante, ese llamado a la demociacia, a la ley y al orden no es sino una evidente racionalización, dado que cuando es la minoría la que se encarga de pre­servar la "ley y el orden" no existe ni una vaga sombra de democracia que justifique la coer­ción. En Sudáfrica y en Rodesia son las minorías

las que detentan la autoridad. En la sociedad mundial actual, se aprecia un hecho rotundo: siempre que se vislumbra una amenaza contra los valores fundamentales, no existe poder coer­citivo, ni incluso poder mayoritario alguno, que pueda contener a minorías relativamente peque­ñas . En la época presente, se exige que la autori­dad se haga acreedora de un apoyo legítimo, en detrimento de una posición legal únicamente preservada por el poder. Este principio se apli­ca a todos los niveles sociales ...

La sociedad industrial moderna tiende a la destrucción y no a la construcción de relacio­nes. Los desarrollos tecnológicos precisan de cambios drásticos, tanto de ocupación como de ámbitos vitales. Se genera una total ausen­cia de identidad o de relación personalizada con una industria monopolizada, con una gran compañía o con el grueso de la sociedad repre­sentada por el recaudador de impuestos. Los empleados no logran una identificación con las grandes empresas cuyos directivos son para ellos tan sólo una serie de nombres en la placa de la entrada. En términos de intercambio, no existe motivación alguna para cumplir con las reglas. En ausencia de normas debidamente in­corporadas, el ciudadano simple y sencillamente no cubre tarifas ni paga por las mercancías que adquiere a menos que se le exija de manera cIa­ra. Dicha situación está destinada a empeorar, a medida que crezca la sociedad industrial y ad­quiera un anonimato más contundente. El "in­truso", el "desquiciado", el "paria", todos son integrantes de una subcultura en continuo au­mento . . .

El individuo, al haberse desviado así del ca­mino, al no haber observado fielmente las nor­mas impuestas por la sociedad, es sometido a una forma de castigo o de satisfacción negati­vo. El castigo -incluso el físico- que inflige un padre, forma parte normal del contexto de una relación. No es el daño físico el que provo­ca efectos reales. Dentro de un sistema de rela­ciones, el castigo físico o de cualquier índole es un medio para comunicar la censura. El ele­mento en juego es la relación misma, y con objeto de preservarla el niño debe aprender a someterse, en caso necesario .. . No obstante, el

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castigo aplicado por un padre, un maestro o una autoridad con la cual no hay una relación entra­ñable se apoya por completo en el dolor físico o en la privación sufrida; el organismo huma­no cuenta con la capacidad mental y física para sobreponerse en tales circunstancias. Precisa­mente esta forma de castigo -escindida de toda relación entrañable- es la que infligen cortes, autoridades y sociedad; sin embargo, fracasa en su tentativa de encauzar la conducta hacia la di­rección deseada. Por el contrario, la reacción conductual consiste generalmente en perjudicar a la persona o a la propiedad de ese padre, maes­tro, autoridad o sociedad en cuanto se presen­ta la oportunidad. . .

Si este análisis es válido, se deduce que los medios tradicionales de lealtad a la autoridad y de cumplimiento de las normas por ella estable­cida -es decir, los elementos tradicionales de disuasión- se derrotan a sí mismos . . .

¿Será posible aplicar dicho análisis a un nivel de sistemas mucho más elevado? Por ejemplo, ¿a Rodesia, Sudáfrica, Irlanda del Norte, a los estados tribales o a Japón bajo sus circunstan­cias imperialistas? Quizá no sea posible fomen­tar una conducta que se apegue estrictamente a las normas del resto de la sociedad mundial mediante un simple impulso de relaciones de estima; lo que sí resulta obvio es que la conducta inaceptable no se puede refrenar valiéndose de sanciones o de otros medios coercitivos. Un Cons~jo de ?eguridad pertrechado de arm:upen­to habría constituido un instrumento ineficien­te y por demás riesgoso; un gobierno mundial que ostentara el monopolio del poder equival­dría a un régimen colonial bajo la amenaza cons­tante de un movimiento de independencia.

Por tanto, en el nivel superficial bulle el si­guiente dilema intelectual y práctico: bajo la su­posición de que las relaciones son una suma en ceros, y de que la gente agresiva tiene muy escasos valores que compartir, resulta indispen­sable la determinación de un tercero, respal­dado por la coerción, para evitar un conflicto o una contienda bélica. La coerción, empero -inclusive la coerción implícita que ejerce la mediación-, carece de eficacia y, por lo gene­ral. resulta inaceptable. En consecuencia, o la

suposición de que las relaciones son una suma en ceros, es totalmente falsa, o no existe nada que se pueda llevar a cabo para evitar relacio­nes conflictivas. En resumen, no existen res­puestas para la problemática del conflicto, salvo la violencia o la supresión de la misma median­te la violencia empleada por terceros.

De hecho, es éste el punto de vista contempo­ráneo en cuanto a la organización social , tanto en el plano nacional como en el internacional: cuando el orden y la ley fracasan, surge la de­sesperación porque aparentemente no se puede recurrir a ninguna otra alternativa que no sea el refuerzo de la coerción y la escalada del con­flicto. No se experimenta satisfacción alguna al manifestar únicamente que se debe dar una re­generación de las relaciones mediante la edu­cación, la planificación urbana, las medidas sociales y las normas y los procedimientos le­gales modificados en razón de las circunstancias. La aplicación práctica de todas estas instancias requiere de mucho tiempo, y en todo caso, es tal la naturaleza de la sociedad industrial y de las relaciones internacionales que no importa cuál sea el logro de dichas medidas, pues éste será probablemente superado por una mayor destrucción de las relaciones. Entonces, ¿cuál es la alternativa que se puede constituir en in­fluencia de controlo de organización de cual­quier sociedad, si la coerción resulta ineficaz y si las relaciones de estima no conllevan el sufi­ciente peso para inducir al cumplimiento de normas legales y sociales que , bajo otras con­diciones, serían inaceptables? ¿Sobre cuál base se puede llegar a un acuerdo en la Guerra del Bacalao, o cómo se puede lograr una concerta­ción entre las comunidades de Chipre y de Ir­landa del Norte, o cómo hacer que las partes contendientes del Medio Oriente convivan en paz?

La respuesta a esta interrogante tiene dos as­pectos, uno analítico y otro referente a proce­dimientos.

En el nivel de los cimientos, tanto las prue­bas teóricas como las empíricas sugieren que las relaciones humanas en todos los niveles no son las simples sumas resueltas que se solían aso­ciar con la lucha por la apropiación de recursos

¿Relaciones internacionales o sociedad mundial? 137

escasos y con la agresividad que acompaña a di­cha pugna. La escasez en sí misma no es la fuen­te del conflicto. Por el contrario, es la razón de la conducta integradora. Precisamente esa esca­sez de recursos, y la imperiosa necesidad de ex­traer el máximo beneficio y aprovechamiento de los mismos, es la que ha conducido a la es­pecialización y a las relaciones de intercambio con base en costos comparativos. La escasez crea comunidades. A nivel internacional, un país ampliamente dotado de recursos que posee la capacidad de producir todo a menor costo en términos de mano de obra y de capital en com­paración con otras naciones, puede favorecer más aún su posición mediante el intercambio de algunos productos con esas otras naciones. La escasez es una influencia de carácter integra­dor; la distribución de recursos escasos puede ser, por el contrario, fuente de conflictos. Gal­tung, de manera implícita, adopta este punto de vista al señalar que la violencia ejercida en con­tra de un individuo o de un grupo se mide en función de la brecha existente entre el desarro­llo real y el desarrollo potencial que se da den­tro de los límites de lo posible: esa brecha inevitable engendrada por la insuficiencia de re­cursos no es sinónimo de violencia. La zona pro­blemática consiste en la distribución, no en la escasez; en la privación relativa, y no en la priva­ción misma. De lo anterior se desprende que los procesos que determinan la distribución de re­cursos constituyen también una fuente de con­flicto, motivo por el cual la participación y la legitimación representan importantes conside­raciones de conducta. Al centrar la atención en la distribución de los recursos, y no en la esca­sez de éstos, el área de interés es la de los valo­res no materiales: seguridad, participación, libre albedrío, etc. El conflicto involucra una larga serie de valores, entre los cuales se incluyen los no materiales . Probablemente los valores son un elemento común, es decir, son reflejo de necesi­dades universales -fisiológicas, sociales y polí­ticas. Las prioridades de valor, empero, difieren en culturas y circunstancias distintas. Por otra parte, se confunden con las tácticas. Un valor vinculado con la seguridad se puede confundir

muy fácilmente con otro que esté ligado a la ocupación de una alta posición estratégica, si­tuación que en la práctica puede engendrar con­diciones de inseguridad. Por tanto. el conflicto involucra también una definición de valores. Además, hay algunos costos de adquisición que conviene tomar en cuenta, particularmente la perdida de otros valores. El cálculo de costos se relaciona indefectiblemente con las percep­ciones de la conducta y los valores de otros. En consecuencia, las relaciones conflictivas son tí­picamente, potencialmente y verdaderamente alteradoras y alterables en el transcurso de la in­teracción de prioridades, redefiniciones, costos y percepciones. En este sentido, el conflicto re­presenta una relación esencialmente subjetiva, para la cual esa noción de suma en ceros que postula el nivel superficial en cuanto a una pug­na objetiva por un recurso escaso carece de signficado.

A partir del aspecto analítico previamente ci­tado, se deriva el aspecto de procedimientos de la respuesta a la interrogante: ¿cómo se puede obtener la conducta integradora ante la ausen­cia de normas impuestas a tal efecto? Procura­mos lograr relaciones que no precisen de un apoyo coercitivo. Aquellas relaciones que no re­quieren de apoyo alguno son las de intercam­bio, a partir de las cuales se obtienen beneficios mutuos -es decir, relaciones esencialmente funcionales que encuentran su origen en la or­ganización de una insuficiencia de recursos para la satisfacción de una demanda infinita. Por de­finición, dichas relaciones funcionales se aso­cian con procesos participativos de toma de decisiones: las relaciones funcionales de inter­cambio son de índole recíproca, e involucran una toma de decisiones voluntaria por parte de las partes interesadas.

Tracemos un eje vertical sobre el cual poda­mos trazar puntos entre los productos de rela­ciones de suma positiva y de suma en ceros, y otro eje horizontal en el cual podamos marcar puntos intermedios entre una contienda bélica v formas inferiores de coerción, tales como COI1-

éiliaciones judiciales y procesos de arbitraje y de cooperación. [véase la figura 5.1 - Ed.]

138 Un desafío al paradigma realista

Figura 5.1

Suma positiva

Coerción ---+---- Cooperación

Suma en ceros

El nivel superficial de los estudios tradicio­nales se ha ocupado principalmente del cua­drante inferior izquierdo: la hipótesis de la "repartición del queso" da origen a la nece­sidad de arreglos coercitivos. El nivel de los cimientos se ocupa, por el contrario, del cua­drante superior derecho, es decir, de la conducta de intercambio que no precisa de apoyo coer­citivo. Este diagrama es ideal para hacer resal­tar la manera en que la guerra, el arbitraje y las soluciones coercitivas de terceros se despren­den lógica y necesariamente de la suposición de que las relaciones son una suma en ceros la ga­nancia de una parte igual a la pérdida de la otra. La coerción no es eficaz. En consecuencia, las relaciones conflictivas son perennes e inevita­bles. Sin embargo, una vez que se desafía dicha premisa fundamental, una vez que se perciben las relaciones en un marco de beneficio mutuo, se prescinde de la coerción.

Las diferencias se pueden destacar en nume­rosas formas: en el nivel superficial, los proce­sos de control de relaciones dependen de la negociación, de las posiciones de poder relati­vo, de los recursos de alianza, de normas lega­les basadas en las prácticas del pasado de los estados poderosos, y en demandas históricas de territorios y derechos. En el nivel de los cimien­tos, los procesos son aquellos que se aplican a la resolución de problemas: ¿cómo organizar el mejor uso posible de los recursos escasos? Ahí donde las relaciones conflictivas surgen a causa de la distribución de recursos insuficientes, como en Rodesia y en la gran mayoría de las comuni­dades. las interrogantes pertinentes son: ¿cuáles

son los costos reales de eternizar esta dispari­dad? ¿Cuáles son los otros valores en juego? ¿Cuáles son las opciones posibles? ¿Hay claridad en la definición de valores, intereses, metas, tác­ticas? ¿Es exacta la percepción de las motivacio­nes y valores de la parte contraria?

Por ende, una vez que se supera ese postu­lado básico de que las relaciones son una suma en ceros, se supera automáticamente el dilema del nivel superficial. En sustitución de los con­troles coercitivos de las relaciones, la ingeniería social ofrece alternativas viables . En particular, las terceras partes no desempeñan un papel judi­cial en función de normas legales; en realidad, se ocupan de apoyar a las partes interesadas para que redefinan sus valores, reevalúen sus costos, adquieran una nueva percepción de sus relacio­nes y exploren métodos funcionales alternativos para la consecución de sus objetivos.

Esta observación no constituye ninguna nove­dad para ;as personas que se ocupln de estudios sociales, ni para algunos consultores administra­tivos. Si concebimos a las relaciones internacio­nales sujetas a las mismas normas conductuales que imperan en todos los demás tipos de inte­racción social, si no realizamos cierta distinción arbitraria entre los niveles conductuales de dis­tintos sistemas, entonces no existe fundamen­to alguGo para que la susodicha observación se considere como algo nuevo en el ámbito de las relaciones internacionales. Se ha publicado por lo menos una obra empírica que respalda la va­lidez de este enfoque, tanto en el plano comu­nal como en el interestados [Burton, 1969].

COMENTARIOS FINALES

Tanto el modelo de bola de billar como las políticas trazadas con base en él, mismas que promueven la privilegiada posición de las auto­ridades de los estados e inhiben todo proceso de cambio político y social, presentan un desafío a las tendencias naturales. El examen profundo de las necesidades generales y de los valores humanos fundamentales da origen a políticas to­talmente distintas. La intervención restrictiva del estado que obstaculiza el cambio, y que se

¿Relaciones internacionales o sociedad mundial? 139

manifiesta desde políticas tributarias hasta el apoyo de autoridades carentes de legitimación, crea estructuras que sólo pueden existir bajo un sistema de amenazas o de poder. La interven­ción constructiva, ejemplificada por una capa­citación renovada de la mano de obra, o por la promoción de un cambio político y social de índole tal que establezca la legitimación ince­sante de la autoridad, crea estructuras que se mantienen por sus propios méritos. Probable­mente, la clave que afanosamente buscamos radique en los procesos que permitan la conse­cución de estos objetivos; procesos mediante los cuales el conflicto se transforme de una pre­sunta relación de suma en ceros, en una rela­ción real, positiva y que efectivamente aporte soluciones a los problemas. En estas líneas se plantea el siguente mensaje: apoyemos a la so­ciedad mundial para que evolucione dentro del cauce dictado por las necesidades humanas y por las condiciones ambientales, y promovamos

las transformaciones y los ajustes necesarios sin desafiada mediante ordenamientos de preser­vación, ni intervenciones y agresiones en el nombre de normas legales o de la ley y el orden.

REFERENCIAS

BURTON, J. W. 1968. Systems, Sta tes, Diplo­macy and Rules. Cambridge: Cambridge University Press.

___ 1969. Conflict and Communica­tion. Nueva York: Macmillan y Free Press (Prensa Libre).

GALTUNG, JOHAN. 1969. Violencia, Paz y Pro­curación de la Paz. journaI of Peace Re­search, Vol. 7, no. 3.: 167-191.

WOLFERS, A. 1962. Discord and Collabora­tion. Baltimore: Johns Hopkins University Press.

16. Matiz a la Morgenthau: pruebas recientes para una

añeja tesis de política internacional cuantitativa *

JOHN A. V ASQUEZ

En la última década, varios eruditos han criti­cado el paradigma dominante en la investigación de las relaciones internacionales. Son dos los principales argumentos de crítica que se han asestado en contra de los defensores del cambio paradigmático: primero, no han desmostrado claramente el predominio de un paradigma es­pecífico y, segundo, no han presentado a la luz pública ningún estudio basado en datos que de­muestre la obsolescencia de los postulados o premisas fundamentales dentro de la disciplina. El presente ensayo tiene como fin hacer frente a las críticas antes mencionadas, mediante un análisis sistemático de lo que se ha dado en lla­mar la tesis del "matiz a la Morgenthau", es de­cir, la afirmación de que el paradigma realista ha predominado en las relaciones internacionales cuantitativas y ho ha logrado, hasta este momen­to, explicar el esquema de conducta de manera adecuada.

Reimpreso del British ¡oumal 0llntem a tio­I/{/f Sl//(fies. ') (l lr9). pp . 2 1 0-2 2H. co n autori · zación de Butterworth Scientific Ltd . No tas al calce suprimidas.

140

KUHN Y LA TESIS DEL "MATIZ A LA MORGENTHAU"

En la segunda edición de The Strueture olSeien­t¡fie Revolutions, Kuhn define al paradigma como un modelo que establece una serie de pos­tulados o premisas fundamentales para crear una imagen del mundo que el estudioso analiza. Por lo general, un paradigma dominante se susten­ta en un trabajo único que obtiene éxito sin precedentes, de modo tal que se convierte en modelo de análisis científico dentro de una dis­ciplina en particular. El comportamiento erudito en este periodo, que Kuhn denomina ciencia normal, se caracteriza por una estructuración exhaustiva del paradigma con el fin de elaborar teorías, reunir hechos que el paradigma haya de­clarado como trascendentales para comprender la "realidad" y emplearlos para comprobar hipó-

• El presente artículo surgió com o resultado de mi colabo ració n co n Jo hn Handelman, Mi­chae l O 'Leary y William Coplin en : 'Colo r Ir Morgenthau: A Data-Based Assessment o f Quanti­tati ve International Relations Research ' (lnterna­tio nal Stuclies Assoc iatio n , marzo de 197:'».

tesis . Los paradigmas se ven desplazados cuan­do surgen una o varias anomalías que éstos no pueden esclarecer. Las anomalías provocan una crisis en el campo de estudio, y el malogro de la actividad normal de investigación. Entonces hacen acto de presencia una serie de paradigmas rivales; finalmente, aquel paradigma que logra explicar la(s) anomalía(s) prevalece, y el proce­so se repite .

La tesis del "matiz a la Morgenthau" se vale de Kuhn para asentar dos afirmaciones. La pri­mera de ellas se refiere a que la investigación en el campo de las relaciones internacionales, tal como se practica en los EE.UU. , ha evolucio­nado en calidad de ciencia siguiendo las pautas sugeridas por Kuhn, y actualmente se ubica en una etapa de ciencia normal que abarca todas las actividades principales del ramo (elaboración de teorías, recopilación de datos e investigación) bajo la guía del paradigma realista . La segunda afirmación señala que el fracaso de la investiga­ción conductual de la década de 1960 en la pro­ducción de hallazgos contundentes representa una anomalá que desafía a la creencia de que el paradigma realista puede explicar el compor­tamiento de manera fidedigna.

DISEÑO DE LA INVESTIGACiÓN

Operacionalización del paradigma realista

Es faclible trazar un diseño operacional del paradigma realista mediante una reconsidera­ción de los postulados fundamentales que plan-tea acerca del mundo: .

l . Las naciones-estado, o quienes toman las decisio­nes en su nombre, son los actores más importantes en la compresión de las relaciones internacionales.

2. Existe una distinción tajante entre política interna y relaciones internacionales.

3. Las relaciones internacionales son la lucha por el poder y la paz. El propósito de la disciplina es com­prender cómo y por qué se gasta dicha pugna . y proponer mecanismos ele regulación de la mis­ma. Toda investigación que no se relacione con

Matiz a la Morgenthau 141

este propósito, ni siquiera de manera indirecta, resulta trivial.

Con el fin de determinar si los estudiosos de las relaciones internacionales' cuantitativas acep­tan tales, premisas, se llevará a cabo un análisis de contenido de las variables presentes en sus bancos de datos e hipótesis de investigación. Se elaboró un esquema de codificación .. . median­te la selección de indicadores para cada uno de los tres postulados.

La primera parte del esquema de codificación enumera todos los posibles actores que un es­tudioso de la relaciones internacionales anali­zaría. Si, por ejemplo, una variable se refiere exclusivamente a naciones, haciendo caso omi­so de cualquier otro tipo de actor, entonces . .. se le adopta como prueba de la aceptación de las dos primeras hipótesis realistas . Lo anterior es válido, puesto que es razonable esperar que una variable fundamentada en tales postulados tienda a centrar su atención principal en las nacio­nes, e ignore a otros actores. En consecuencia, si una variable apunta a cualquier otro actor, o a la nación pero en combinación con actores ajenos a la nación, el trabajo se considera co­mo prueba de rechazo de las dos primeras pre­misas del paradigma realista.

Con el fin de dilucidar si la tercera premisa de naturaleza crítica es aceptada, se debe exa­minar si la variable recalca el estudio de la hicha por el poder y la paz. Si dicha variable emplea uno de los siguientes tópicos de investigación: con­flicto-cooperación, alianzas, poder (incluyendo características geográfico político económicas y socioculturales), aislacionismo-intervención en asuntos mundiales, integración, propaganda y supranacionalismo, entonces se concluye que acepta el terce postulado del paradigma realista.

Se adoptaron estos puntos centrales como indicadores, por que un análisis de texto y conte­nido de Politics among Nations, de Morgenthau, reveló que todos ellos eran temas importantes de investigación . ..

Para poder determinar si una hipótesis Sl.:

guiaba por premisas realistas, todas sus \'ariables debían tener códigos de actor y de (ópico asen­tados bajo el rubro de realistas en desqueroa de

142 Un desafío al paradigma realista

codificación. En otras palabras, toda variable de la hipótesis debía valerse de los tres postulados del paradigma realista, antes de que la referida hipótesis pudiese ser catalogada como realista.

... se ha llegado a la conclusión de que el esquema de codificación es plenamente confia­ble. Este ha sido aplicado a diversos documentos (libros, resúmenes, archivos de datos e hipóte­sis) en una serie de análisis donde se han em­pleado diversos codificadores con índices de confiabilidad que van de .86 hasta .93.

Verificación del predominio del paradigma

Si la aseveración que establece la tesis del "matiz a la Morgenthau" en cuanto a que el pa­radigma realista ha dominado la investigación en el ámbito de las relaciones internacionales es correcta, la deducción lógica es que las dos ac­tividades principales de los estudiosos de las re­laciones cuantitativas -producción de datos y verificación de hipótesis- se guían por el para­digma realista. Por tanto, las dos proposiciones siguientes ofrecen un esquema de verificación válido de la afirmación de predominio paradig­mático:

1. El paradigma realista guió la producción de datos en el campo de las relaciones internacionales du­rante las décadas de 1950 y 1960.

2. El paradigma realista guió la investigación en el campo de las relaciones internacionales durante ese mismo periodo.

La muestra empleada para verificar la primera proposición consta de 1650 variables disponibles hasta el mes de mayo de 1971 en el International Relations Archive of the Inter-University Con­sortium for Political Research (ICPR) -Archivo de Relaciones Internacionales del Consorcio In­teruniversitario para la Investigación Política. La muestra comprende todos los datos con que los estudiosos contaban de manera inmediata y rutinaria. Por otra parte, la muestra empleada para verificar la segunda proposición consta de 7827 hipótesis . Dicha muestra se obtuvo a partir del registro de todas y cada una de las hipótesis

verificadas mediante estadísticas inductivas o "de correlación" en artículos clasificados como correlaciona les-explicativos en la obra Beyond Conjecture in International Politics, de Susan Jones y ]. David Singer. .. Jones y Singer dan a entender que resumieron cada uno de los ar­tículos basados en datos y relativos a la políti­ca internacional que fueron publicados antes de 1970.

... Si la tesis del "matiz a la Morgenthau" es correcta, se espera que todas las variables exis­tentes en los conjuntos de datos y en las 7,827 hipótesis se caracterice por: a) la aceptación de las tres premisas fundamentales del paradigma realista, b) el uso del poder nacional como prin­cipal variable independiente, y c) el empleo del conflicto-cooperación entre naciones como va­riable dependiente principal. Asimismo, cabe esperar que la proposición que se someterá a verificación con mayor frecuencia sea aquella que vincule a las variables dependiente e inde­pendiente principales.

Verificación de la suficiencia del paradigma

... Toda evaluación es válida sólo en la me­dida en que lo sean los criterios que emplea. El principal criterio que se utilizará en el presente diseño es la capacidad de un paradigma para producir conocimiento. Tal criterio es condi­ción indispensable para un paradigma conve­niente; otros criterios, tales como pertinencia política y parsimonia, tienen un carácter secun­dario y determinan el valor del conocimiento producido.

Se puede determinar si un paradigma ha ge­nerado conocimiento por el contenido empíri­co de sus teorías, es decir , por el grado en que dichas teorías den origen a hipótesis que no pue­dan ser refutadas. Dicho requerimiento susten­ta que un paradigma de valor científico será aquél que ofrezca a los estudiosos una perspec­tiva del mundo que les permita formular hipó­tesis que no puedan ser refutadas . Este criterio se denominará criterio de exactitud, puesto que refleja la capacidad del paradigma para prede­cir el comportamiento con exactitud. El citado

criterio es válido, dado que si se logran refutar de manera congruente las hipótesis planteadas por un paradigma, sería insensato declarar que éste efectivamente generaba conocimiento.

No obstante, se podría argumentar el crite­rio de exactitud per se constituye una prueba carente de toda validez, ya que las hipótesis re­futadas podrían consistir principalmente en ar­gumentos no esenciale!;, que no representaran realmente el "núcleo" o el "meollo" de la pers­pectiva del paradigma. Con el fin de contemplar tal posibilidad, se ha introducido un segundo criterio, denominado criterio de lo central. És­te dicta que sólo las hipótesis centrales de un paradigma deben superar tada refutación. Tal criterio, amalgamado con el primero, es plena­mente válido, dado que si ni las proposiciones esenciales ni las no eseciales de un paradigma superan la prueba de refutación, ¿entonces en qué sentido cumple el paradigma su promesa de erigirse en guía suficiente para la investiga­ción?

Pese a todo, algunos estudiosos podrían afir­mar que, aun cuando un paradigma no lograra satisfacer el criterio de exactitud ni el criterio de lo central, de todas maneras poseería el va­lor suficiente como guía de investigaCión si ge­nerara algunos "destellos de sabiduría". Con objeto de contemplar esta otra posibilidad, se ha introducido el criterio de importancia cien­tífica. Éste sostiene que la hipótesis q'ue han logrado aprobar los exámenes empíricos no de­ben ser obvias, pero sí comportar significación teórica para la construcción de la ciencia de la disciplina que nos ocupa. Por supuesto, si un paradigma dado fracasa en el cumplimiento tanto de este criterio como de los dos anteriormente citados, será casi imposible afirmar que efecti­vamente genera conocimiento y que cubre su objetivo principal.

A fin de determinar el grado en que el para­digma realista satisface fehacientemente los tres criterios de suficiencia paradigmática, se some­terán a prueba las siguientes proposiciones:

3. El paradigma realista debe permitir la generación de hipótesis que superen toda prueba de refuta­ción. .

Matiz a la Morgentbau 143

4. Las proposiciones centrales del paradigma realis­ta deben permitir la generación de hipótesis que superen toda prueba de refutación.

5. Aquellas hipótesis realistas que no logren ser re­futadas deberán tener importancia ..:ientífica.

. . . Aunque las tres proposiciones son absolu­tamente explícitas, omiten la norma de éxito q le se empleará en los exámenes. ¿Cuántas hi­pótesis, por ejemplo, deben superar la refuta­ción? Esta interrogante es fundamental, puesto que el índice de éxito de un paradigma, estaría en función no sólo de la validez de éste sino también de la sofisticación metodológica gene­ral del campo de estudio. Por tanto, podría no considerarse válido el establecimiento de una norma fija. Para poder hacer frente a esta pro­blemática, el índice de éxito de aquellf~ hipóte­sis que acepten los tres postulados realistas se comparará con el de las otras que rechacen una o más de los premisas. Mediante este procedi­miento, es factible hacer la inferencia de que los exámenes de hipótesis reflejan de manera válida la suficiencia de un paradigma, y no la habili­dad metodológica de la disciplina o de un in­vestigador en particular.

El motivo principal de dicha conclusión es por demás sencillo, y no se presta a polémicas. Se puede presuponer que variará el grado en que las hipótesis realistas incluidas en la mues­tra examinen de manera adecuada las premisas teóricas del paradigma; es decir que algunas de ellas se deducirán, medirán, verificarán, etc., con toda suficiencia, y otras no. Del mismo mo­do, se podría presuponer que también. variará la calidad de aquellas hipótesis que rechazan una o más de las premisas realistas. Lo único que se necesita para hacer la inferencia en cuanto a la suficiencia paradigmática es que la calidad de los exámenes de hipótesis en torno a hallazgos realistas y no realistas sea relativamente igual ; es decir, que la proporción de exámenes no rea­listas insuficientes equivalga a la proporción de exámenes realistas insuficientes . . . Así, si los resultados de los exámenes revelarán una osten­sible diferencia entre el desempeño de las hi­pótesis que aceptan los postulados realistas y el de aquéllas que no las aceptan. resultaría con-

144 Un desafío al paradigma realista

gruente inferir que la exactitud de las hipóte­sis tuvo mucho que ver en los resultados de la prueba.

A partir de todo lo anterior, debe quedar fir­memente asentado que lo único que este diseño de verificación puede indagar es el éxito relati­vo de aceptar o de rechazar po tu lados realistas . No posee la capacidad de evaluar el desempeño de paradigmas alternativos específicos, tales co­mo el marxismo o el idealismo; tampoco puede valorizar el desempeño de teorías realistas, esen­ciales y específicas. Sin embargo, no es preciso que cumpla tales funciones para verificar la afir­mación de suficiencia de la tesis del "matiz a la Morgenthau" .

Antes de poder examinar tales proposicio­nes, es necesario operacionalizar y dar la justa medida a la frase "superar la refutación" . Se pue­de decir que una hipótesis ha superado la refu­tación en la medida en que, al ser examinada mediante estadísticas inductivas y descriptivas, demuestre poseer significación estadística y una contundente media de asociación. Para

TABLA 5.1 índice "A" de poder predictivo

medir este criterio, se elaboraron dos índices , el índice de poder predictivo (A) y el (B), mismos que se reproducen en la tablas 5.1 y 5.2. Am­bos índices establecen sus categorías con base en la cuadratura de "correlaciones" (como en la variación ya explicada), y se emplean exclu­sivamente en mediciones de asociación que va­rian de 0.00 a 1.00. El IP(A) incluye todos los hallazgos que no tienen significación estadís­tica, sin importar cuán elevadas sean sus medi­ciones de asociación en la categoría 1 O (es decir muy deficientes). Las otras categorías del IP(A) incluyen solamente aquellas "correlaciones" que fueron (i) mayores que .33 y significativas al nivel .05, o (ii) mayores que .33 pero que fue­ron divulgadas sin un examen de significación. La única diferencia existente entre el IP(B) Y el IP(A) radica en que el (B) cuenta con cuatro ca­tegorías en la escala. En este caso, los hallazgos carentes de significación se ubican en la cate­goría 25 .

El hecho de que los índices de poder pre­dictivo A y B ofrezcan o no una medición válida

Categoría IP(A)

Significación Rango de mediciones

Muy deficiente (hipótesis insuficientes)

Contundente (hipótesis suficiente)

10 20 30 40 50 60 70 71 +

TABLA 5.2 índice "B" de poder predictivo

Muy deficiente (Hipótesis insuficientes)

Contundentt: (hipótesis suficiente)

Categoría

25 50 75

100

n.s. o no reportada .05 o no reportada .05 o no reportada .05 o no reportada .05 o no reportada .05 o no reportada .05 o no reportada .05 o no reportada

IP(B) Significación

n.S. o no reportada .05 o no reportada .05 o no reportada .OS o no reportada

0.00 al.321 1 · 331~ .4 51 1 .4~~ · 551 1·5~~ .631 1 · 641~ ·7 11 1 · 72I~ .771 1 · 781~ · 841 1 · 851~1.001

Rango de mediciones

y conveniente depende del propósito para el cual fueron creados. En el presente análisis, los índices se emplean como un medio de interpre­tación de la exactitud de las predicciones que ofrecen las hipótesis. El concretrarse a decir que una hipótesis dada ha sido "corroborada" o "no corroborada" -como se ha hecho en otros análisis que someten a revisión un nutrido número de hallazgos- provoca la pérdida de un enorme caudal de información, además de que con suma frecuencia tal dictamen resulta insu­ficiente como medición confiable, ya que no se especifican las normas empleadas para determi­nar la "corroboración" . Por otra parte, la repe­tición del hallazgo real no daría un alto grado de interpretación, y se convertiría en un proceso extenuante. Los índices de poder predictivo A y B pretenden encontrar el equilibrio entre un suministro demasiado abundante y uno dema­siado insuficiente de información, y ofrecer si­multáneamene una medición confiable.

El diseño de investigación que se ha estable­cido para verificar la afirmación de suficiencia paradigmática es sumamente estricto. Si efecti­vamente la tesis del "matiz a la Morgenthau" re­sulta correcta, se espera que aquellas hipótesis que rechacen una o más de las tres premisas rea­listas fundamentales, tenderán a una mejor ac­tuación en cuanto a los criterios de exactitud y de importancia científica que aquellas otras hipótesis que acepten todos los postulados rea­listas. Además, si la tesis del "Matiz a la Morgent­hau" es correcta, se espera que la hipótesis no centrales aprueben con mucha mayor facilidad los exámenes empíricos que las hipótesis rea­listas centrales. Pese a que la tesis del "matiz a la Morgenthau" hace estas predicciones, las expectativas que permean en la disciplina son totalmente contrarias. Por ende, los hallazgos deben arrojar algunas pruebas contundentes pa­ra decidir sobre una afirmación polémica.

lOS HALLAZGOS

El primer examen de la proposición que afirma que el paradigma realista guió las actividades de producción de datos de los estudiosos de

Matiz a la Morgentbau 145

las relaciones internacionales cuantitativas, lle­gó a la conclusión de que aproximadamente tres cuartas partes de los datos disponibles en el Archivo de Relaciones Internacionales del ICPR, consisten en fragmentos de información que se pueden emplear como Indicadores realistas (realistas = 1 236 (74.9%), no realistas = 414 (25.1 % )). Por otra parte, la disposición de catego­rías de las variables específicas de la muestra ... da fe de que aproximadamente dos terceras par­tes de los datos archivados son indicadores de los dos conceptos centrales del paradigma rea­lista: poder nacional y conflicto-cooperación entre naciones. Por supuesto, ninguno de los dos hallazgos logra refutar la posición número 1; en consecuencia, es factible concluir que el paradigma realista efectivamente guió la obten­ción de datos en la disciplina durante las déca­das de 1950 y 1960. Pese a que los hallazgos demuestran que se puede emplear una respeta­ble cantidad de datos para verificar hipótesis realistas, está por verse si en la práctica los in­vestigadores han hecho tal uso de los datos a su disposición.

Los exámenes realizados en torno a la pro­posición de que el paradigma realista ha servi­do de guía a las actividades de investigación de los estudiosos de las relaciones internacionales cuantitativas, arrojaron como resultado que éstos han dedicado sus esfuerzos de manera abruma­dora a la verificación de hipótesis realistas. De un total de 7 827 hipótesis, el 92.9 por ciento (7 275) son de carácter realista, y sólo el 7.1 por ciento (552) difiere del esquema realista. El ci­tado hallazgo demuestra que se analizan con mucha mayor frecuencia los datos concernien­tes a indicadores realistas que aquéllos ajenos a éstos.

Las tablas 6-81 demuestran que, de entre to­dos los indicadores e hipótesis realistas que se podría estudiar, los centrales son los que reciben atención preponderante. Los exámenes en cues­tión muestran: 1) que el poder nacional es la va­riable independiente que se emplea de manera

1 Las tablas 6-1 1, mismas que reproducen los análisis de datos, fueron suprimidas.

146 Un desafío al paradigma realista

más repetida, y constituye casi el setenta por ciento de todas las variables independientes en uso; 2) que el conflicto-cooperación entre na­ciones es la variable dependiente empleada con mayor frecuenccia, y constituye casi el sesenta por ciento de todas las variables dependientes en uso; y finalmente ... que la hipótesis verifi­cada con mayor frecuencia en esta disciplina es aquélla que emplea el poder nacional para es­clarecer el conflicto-cooperación entre nacio­nes (41.7% de las hipótesis). De manera muy clara, todos los hallazgos confirman que la pro­posición número 2 ha superado toda refutación, y que el paradigma realista ha servido de guía en la labores de investigación de la disciplina du­rante las décadas de 1950 y 1960.

Todas las pruebas antes mencionadas respal­dan la afirmación de predominio de la tesis del "matiz a la Morgenthau". Las pruebas repito, de­muestran que la recopilación de datos no es un proceso al azar, sino que dedica sus principales esfuerzos a recabar indicadores realistas, y con­fiere atención especial a los conceptos centra­les del paradigma realista . Por otra parte, las pruebas ponen al descubierto que la verificación de hipótesis dentro de la disciplina no ha sido tampoco un proceso al azar, sino que se ha es­merado decididamente en la verificación de hi­pótesis realistas .

Asimismo, la tesis del "matiz a la Morgen­thau" manifiesta que el paradigma realista no ha logrado explicar adecuadamente el compor­tamiento internacional. . . . La proposición nú­mero 3 aplica el criterio de exactitud, el cual dicta que aquellas hipótesis que aceptan los tres postulados fundamentales del paradigma realista deben tender a superar toda refutación con ma­yor frecuencia que aquéllas otras que rechazan una o más de los postulados realistas. Mediante el IP(B), el examen de la proposición 3 señala que aunque ni las hipótesis realistas ni las no realistas logran esclarecer el comportamiento de manera suficiente, las hipótesis no realistas son más eficaces al respecto. Del total de 7 158 hipótesis realistas, el 93 .1 por ciento (6 661) en­tran en la categoría 25 (es decir resultan esta­dísticamente insignificantes y/o sus mediciones de asociación son inferiores al .50), en contraste

con un 83 . 1 por ciento (432) de las hipótesis no realistas. Por lo que respecta a las categorías su­periores de 75 y 100, sólo e12.2 por ciento de las hipótesis realistas logran incluirse en ellas (es decir, no resultan estadísticamente insigni­ficantes, y presentan mediciones de asociación de por lo menos . 72), en contraste con un 4.6 porciento de las no realistas. Tales hallazgos in­dican que el paradigma realista no ha gozado de un rotundo éxito en la aprobación de exáme­nes empíricos. Aunque no se puede esperar un éxito inmediato, tampoco sería de esperar que se refutara más del noventa por ciento de una cifra mayor a 7 000 hipótesis realistas. Finalmen­te, el hecho de que aquellas hipótesis que recha­zaron una o más de las premisas realistas hayan aprobado con mucho mayor éxito los exáme­nes empíricos, provoca serias dudas en cuanto a la exactitud del paradigma realista. Se puede llegar a la conclusión de que ... el paradigma realista no ha logrado satisfacer el criterio de exactitud.

La proposición número 4 aplica el criterio de lo central, que dicta que sólo es necesario que las proposiciones centrales del paradigma realista superen en toda refutación, con objeto de que éste sea declarado suficiente. El análisis de con­tenido y de texto de Polities among Nations, reveló que la proposición central de la citada obra estribada en la tentativa de esclarecer el conflicto-cooperación entre naciones mediante el empleo del poder nacional. El examen de dF cha proposición separa a esta hipótesis y a su contraria de todas las demás contenidas en la muestra .. . las dos hipótesis centrales constitu: yen el 41.1 por ciento de la muestra. Valién­donos de la medición IP(A), de naturaleza má$ precisa, se puede apreciar que el HY 1 (pode~ nacional en correlación con el conflicto-coop~i' ración entre naciones) es más deficiente, pue . el 91.7 por ciento de sus resultados entran e~) la categoría 10 (es decir, o son estadísticamen·'1 te insignificantes, o poseen una medición de· asociación inferior a .33). Si se combinan 1,: categorías 10 Y 20, entonces se refuta por com­pleto el 98.2 por ciento de las pruebas del HY . '1

Tampoco sirve de gran apoyo el relacionar lO \ conceptos de manera inversa (HY 2), dado qP,;

el 95 .1 por ciento de estas hipótesis entran en las categorías 10 Y 20. Un análisis de las catego­rías superiores de 70 y 71 + , confirma el hallaz­go referido. Ei HY 1 produce sólo cuatro de un total de 2 994 exámenes en dichas categoría:; , y el HY 2, por su parte, sólo uno de un total de 162 .

Tales resultados difícilmente pueden alentar al paradigma realista. Una comparación con las "otras" hipótesis sometidas a prueba en el cam­po de estudio demuestra que las hipótesis cen­trales del paradigma realista son superadas por aquellas no centrales o no realistas . . . Por ea­de, es factible concluir que. . . el paradigma rea­lista no ha logrado satisfacer el criterio de 10 central.

La proposición número 5 aplica el criterio de importancia científica, el cual establece que aque­llas hipótesis realistas que superaron la prueba de refutación deben generar hallazgos que no sean obvios pero que sí tengan significación teó­rica para la construcción de una ciencia de las relaciones internacionales. A fin de verificar tal proposición las 181 hipótesis realistas y no rea­listas que se incorporaron a las categorías 75 y 100 del IP(B) se separaron de la muestra total y fueron clasificadas como triviales, o no trivia­les. Dado el escaso número de casos y a los pro­blemas para medir la "trivialidad", los resultados de esta prueba deben interpretarse con suma precaución. No obstante, el examen demuestra q~e las hipótesis no realistas han obtenido ma­y.or éxito, relativamente, que sus contrapartes r~alistas en la producción de hallazgos de im­portancia científica. Aproximadamente dos ter­c:~ras partes (69.5%) de los hallazgos realistas fu.eron declarados como triviales, en contraste Gon poco más de la mitad (54.2%) de las hi­pótesis no realistas. Este resultado sugiere que la aceptación de los postulados realistas, más que su rechazo, no produce hallazgos de mayor 1!Pportancia científica a la larga. En otras pala­v.Jas, no es factible afirmar que, pese al pobre d~s<;mpeño del paradigma realista en lo que res­~.cta a los dos primeros criterios, sus postulados podrían producir resultados más importantes g\;1e aquéllos de otro paradigma que los recha­~~a. Se puede concluir de que . .. el paradigma

Matiz a la Morgenthau 147

realista no ha logrado satisfacer el criterio de im­portancia científica.

CONCLUSiÓN: ¿CUÁL ES EL CAMINO A SEGUIR?

El fracaso del paradigma realista en cuanto a la satisfación de los tres criterios de suficiencia plantea una anomalía que compete a la discipli­na esclarecer. El empleo del análisis cuantitativo con objeto de verificar ciertos aspectos del pa­radigma realista, mismo que surgió en 1956 y que logró su plena evolución hacia mediados de la década de 1960, no ha generado un con­siderable caudal de conocimiento, pese a que ha exigido un esfuerzo monumental. La disci­plina no ha logrado "rebasar los límites de la conjetura", como se anhelaba. La interrogante que se impone es: ¿por qué? La respuesta la da la tesis del "matiz a la Morgenthau", al sugerir que la perspectiva del mundo que ofrece el paradig­ma realista es incorrecta. No obstante, existe un serie de explicaciones ad hac que compiten en­tre sí, y que deben ser evaluadas antes de extraer una conclusión definitiva.

Existen, repito, seis explicaciones ad hac que se pueden ofrecer para justificar los hallazgos de los exámenes previamente citados: a) dichos hallazgos eran de esperarse en virtud de la bre­vísima vida de la disciplina como tal; b) los ha­llazgos son producto del carácter bivariado de gran parte de las hipótesis bajo verificación, y a medida que se sometan a examen relaciones de mayor complejidad, se incrementará el índice de éxito del paradigma realista; c) los hallazgos podrían ser el resultado de la imprecisión de un enorme artículo que se incluyó en la muestra; d) los hallazgos son producto de las estadísticas específicas que se emplearon; e) los hallazgos dan fe de que el análisis cuantitativo, y no el paradigma realista; es insuficiente, D los hallaz­gos reproducen errores de cálculo de los ar­tículos que aportaron la muestra .

Tres de las referidas explicaciones ad hac fueron sometidas a verificación y refutadas: se trata de aquéllas que atribuyeron los hallazgos a los efectos del carácter bivariado de las hipótesis

148 Un desafío al paradigma realista

(Taue de Kendall = 0.04), al tamaño del artícu­lo (Taue de Kendall = -0.05), ya las estadísticas que se utilizaron (Taue de Kendall = 0.03). Ca­da una de las tres explicaciones ad hoc restantes presentan problemas conceptuales que impiden su cabal verificación. Se refutó aquélla que atri­buía los hallazgos a la breve existencia de la dis­ciplina como tal (Taue de Kendall = 0.019); sin embargo, como se pudo argumentar que todo el periodo anterior 1970 era incipiente, se de­claró que el examen no era concluyente. Aun que tal explicación es plausible, llegará el mo­mento en que quienes se apeguen a ella deban especificar que ha culminado el periodo inci­piente; de otro modo, jamás se podrá refutar la susodicha explicación. La explicación ad hoc que manifiesta que el análisis cuantitativo es insuficiente constituye fundamentalmente una afirrl1ación filosófica imposible de verificar con exactitud, puesto que precisamente la materia del debate es la esencia misma de la verificación. Finalmente, la explicación ad hoc que establece el error de cálculo o medición plantea un proble­ma de lógica. Cada uno de los hallazgos de in­vestigación es: o un producto del diseño de investigación, o "realidad" . No hay análisis con­cluyente alguno que determine el origen res­ponsable de un hallazgo. Aunque la susodicha explicación goza de cierto crédito, a menos que sus seguidores se muestren dispuestos a espe­cificar cuándo aceptarán hallazgos nulos como prueba legítima será imposible refutarla ..

Pese a que las últimas tres explicaciones ad hoc no pueden verificarse de manera directa, to­das ellas implican estrategias de investigación futuras que se pueden evaluar y comparar con la estrategia de investigación que ofrece la tesis del "matiz a la Morgenthau". La estrategia de inves­tigación implícita en la explicación ad hoc re­ferente a la insuficiencia del método cuantitativo sugiere que el paradigma realista no presenta ningún error de carácter fundamental, y que la disciplina debería retornar a los métodos tradi­cionales de análisis que prevalecieron antes de la revolución conductivista. Tal recomendación, empero, conlleva los siguientes obstáculos: a) no logra explicar por qué el método "defec­tuoso" obtuvo mayor éxito con las hipótesis no

realistas que con las realistas; y b) elude todo argumento epistemológico realizado en COntra del método tradicional en el transcurso de la úl­tima década. Por ende, queda rechazada.

La estrategia de investigación que implican las explicaciones ad hoc relativas a la breve exis­tencia de la disciplina y al error de cálculo, ma­nifiesta que la anomalía es sólo temporal, y que a medida que la disciplina desarrolle mayor so­fisticación metodológica, mejorará el número de hallazgos. La ventaja que ofrece dicha estra­tegia es que permite a los estudiosos seguir cons­truyendo sobre la base del trabajo previamente realizado . ...

La estrategia de investigación implícita en la tesis del "matiz a la Morgenthau" dicta que se debería introducir una mayor diversidad para­digmática en la disciplina. En consecuencia, se debe consagrar atención especial a: a) desarro­llar nuevos paradigmas; b) enunciar claramente y elaborar paradigma ya existentes, tales como el marxismo y las relaciones transnacionales; y c) recopilar datos y llevar a cabo investigación en torno a hipótesis que se desprendan de los nuevos paradigmas. No será sino hasta que se proceda de esa manera cuando se podrá evaluar la suficiencia de los paradigmas rivales . A me­nos que se impulse dicho esfuerzo, los segui­dores del paradigma realista invariablemente afirmarán que, pese a su pobre desempeño, no hay un rival que lo pueda sustituir.

Cabe aclarar que las estrategias de investiga­ción que sugieren tanto las dos explicaciones ad hoc como la tesis del "matiz a la Morgen­thau" no se excluyen mutuamente .. ..

A causa de las diversas explicaciones ad hoc, el análisis presente no puede dictaminar una evaluación definitiva en torno a la suficiencia del paradigma realista. No obstante, ha logrado sus: citar las siguientes interrogantes al respecto: si la perspectiva del mundo que expone el paradig­ma realista es correcta, o válida como guía hacia la comprensión, ¿por qué tantas de las hipótesis trazadas con base en dicha perspectiva han si­do refutadas de manera congruente? Si el punto de vista del paradigma realista es inequívoco, ¿por qué se han refutado con menor frecuencia, proporcionalmente, aquellas hipótesis que han

rechazado la perspectiva que aquél plantea? Si la perspectiva del paradigma realista es correcta, ¿por qué las proposiciones real!s,tas centrales ....-ampliamente elaboradas y venfteadas- han sido refutadas de manera consistente? Finalmen­te, si no hay error alguno en la perspectiva que

Matiz a la Morgentbau 149

ofrece el paradigma realista, ¿cuál es el motivo de que éste sólo haya generado 48 hallazgos de importancia científica de entre un total de 7 158 hipótesis realistas sometidas a verificación des­de el año de 1956?, , ,

17. Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales: más allá de la teoría

de las relaciones internacionales

ROBERT W. Cox

PROPÓSITOS Y PERSPECTIVAS

Invariablemente, la teoría actúa en favor de al­guien y en favor de un propósito específico. To­da teoría posee una perspectiva. Las perspectivas provienen de una posición en el tiempo y en el espacio, particularmente en el tiempo y espacio social y político. Bajo este concepto, se percibe al mundo desde un punto de vista que se pue­de definir en términos de nación o de clase so­cial, de dominio o de subordinación, de poder naciente o decadente, de un cierto sentido de inmovilidad o de crisis flagrante, de experien­cias pasadas, así como de esperanzas y expec­tativas hacia el futuro. Por supuesto, nunca la teoría sofisticada se concreta a ser la expresión de una perspectiva. Entre más elaborada resulta una teoría, se presta en mayor grado a una refle­xión cabal sobre su perspectiva, y la trasciende;

Reimpreso de MilIennium :}ournal ollnter­naliolla/ Studies lO , no. 2 (1981), pp . 128-P,7, con autorización del editor v del au tor. No tas al calce sup rimidas . '

1')0

sin embargo, la perspectiva inicial queda eter­~amente incluida dentro de la teoría, y es per­tmente para la explicación de esta última. En consecuencia, no existe teoría alguna ajena a un punto de vista ubicado en tiempo y espacio. Cuando cualquier teoría se expone bajo tales condiciones, se impone examinarla en calidad de ideología, y poner al descubierto su perspec­tiva oculta.

En torno a cada perspectiva de esta natura­leza, el mundo que la rodea plantea una serie . de problemas; las presiones de la realidad so­cial se manifiestan ante la conciencia en forma de problemas. Una de las labores fundamenta­les de la teoría es cobrar plena conciencia LÍ.:'

tal problemática, es decir, preparar el terreno para que la mente pueda enfrentar la realidad. Así, a medida que la realidad se transforma, los viejos conceptos deben experimentar ajustes o rechazos, en tanto que se forjan otros nuevoS. gracias a un diálogo inicial que se gesta entre el teórico y ese mundo específico al que inten~, ta comprender. El diálogo inicial concierne a la problemática enfocada desde una perspectivp' especia l. La teoría social y política se encuent Ira estrechamente vinculada a la historia en su

Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales 151

origen, pues siempre es factible descubrirla en una toma de conciencia de ciertos problemas y asuntos, una problemática, condicionada por factores históricos, mientras que simultánea­mente hace un intento por trascender a esa par­ticularidad de sus orígenes históricos con objeto de ubicarlos dentro de la estructura de una se­fie de proposiciones generales o de leyes.

A partir de dicha problemática, la teoría pue­de obrar en favor de dos propósitos concretos. Uno de ellos se reduce a una reacción senciiia y directa: fungir como guía en la resolución de aquellos problemas planteados dentro de los tér­minos de la perspectiva específica que sirvió de punto de partida. El otro arroja un aspecto de mavor reflexión sobre el proceso mismo de teo­riz;íción: cobrar cabal conciencia de la perspec­tiva que da origen a la teorización, y de la relación que guarda dicha perspectiva con otras de su especie (formarse una perspectiva de las pers­pectivas); y, por otra parte, abrir la posibilidad de elegir una perspectiva distinta y válida, a par­tir de la cual la problemática se enfoque a crear un mundo alternativo. Cada uno de estos pro­pósitOS propicia el surgimiento de un tipo dife­rente de teoría.

El primer propósito da origen a la teoría de resolución de problemas. Como marco de ac­ción, toma al mundo tal como lo encuentra, con todas las relaciones sociales y de poder preva­lecientes, así como con aquellas instituciones en torno a las cuales se han organizado las pri­meras. El objetivo general de la resolución de problemas es lograr que las citadas relaciones e instituciones colaboren sin obstáculos, me­diante un tratamiento efectivo de las fuerzas específicas de desequilibrio. Dado que no se cuestiona el patrón general de instituciones y relaciones, se pueden considerar los problemas en particular de acuerdo con los vínculos que mantienen con las áreas de actividad especiali­zadas en las que se presentan. De tal manera, las teorías de resolución de problemas se ven fragmentadas en múltiples aspectos e esferas de acción, cada una de las cuales adopta un cierto grado de estabilidad en las otras esferas (lo cual Its permite ser ignoradas en la práctica) cada vez que tiene que hacer frente a algún problema que

surja dentro de su territorio. La fuerza del en­foque de resolución de problemas radica en su habilidad para establecer límites o parámetros en un área problemática, y para reducir la ex­posición de un problema en particular a un nú­mero limitado de variables que sean susceptibles a un examen relativamente estrecho y preciso. El postulado de ceteris paribus, en el cual se fun­damenta este tipo de teorización, permite llegar a la enunciación de leyes o de métodos que apa­rentemente tienen validez general pero que, por supuesto, entrañan par~metros institucionales y de relaciones presupuestos en el enfoque de resolución de problemas

El propósito número dos conduce a la teo­ría crítica. Ésta es crítica en el sentido de que se aparta del orden mundial prevaleciente, y tra­ta de dilucidar el modo en que dicho orden se produjo. La teoría crítica, a diferencia de la de resolución de problemas, no da por sentadas las instituciones ni las relaciones sociales y de poder; por el contrario, las cuestiona y se ocupa de estudiar sus orígenes y la posibilidad de que en­traran en un proceso de cambio, y cómo. Este enfoque se encamina hacia una evaluación del marco mismo de acción o de la problemática, elementos que la teoría de resolución de proble­mas acepta como parámetros. La teoría crítica se dirige al complejo social y político como un todo, sin dividirlo ni fragmentarlo. Por razones de práctica, la teoría crítica, al igual que la de resolución de problemas, aborda cierto aspec­to o esfera particular de la actividad humana como punto de partida. No obstante, mientras que la teoría de resolución de problemas indu­ce a una mayor subdivisión analítica, y a una delimitación del asunto a tratar, el enfoque crí­tico lleva a la construcción de un cuadro más extenso de la situación total, en el cual ese as­pecto que se contempló en un inicio es sólo un componente más, )' procura entender los proce­sos de cambio en los que participan tanto las partes y como el todo.

La teoría crítica es teoría de la historia, en el sentido de que no sólo se ocupa del pasado si­no también de un proceso continuo de cambio histórico. La teoría de resolución de problemas, por el contrario, no es histórica, es decir, es

152 Un desafío al paradigma realista

ajena a la historia puesto que, en efecto, postu­la un presente continuo (la permanencia de las instituciones y de las relaciones de poder que constituyen sus parámetros). La fortaleza de la una implica la deficiencia de la otra. La teoría crítica, en tanto que aborda una realidad cambian­te, debe ajustar perpetuamente sus conceptos a ese elemento en transformación que pretender comprender y esclarecer. Tales conceptos, y los métodos consiguientes de investigación, pare­cen carecer de la precisión que puede alcanzar la teoría de resolución de problemas, dado que ésta postula un orden fijo como punto de refe­rencia. Sin embargo esta fortaleza relativa de la teoría de resolución de problemas se funda­menta en una premisa falsa, puesto que el orden social y político no es un elemento fijo, sino cambiante -al menos en una perspectiva a largo plazo. Por otra parte, esa premisa de estabilidad no es sólo una conveniencia de método, sino además un sesgo ideológico. De acuerdo con la perspectiva más amplia de la teoría crítica, se puede representar a las teorías de resolución de problemas como servidoras de intereses na­cionales, sectoriales o clasistas en particular, mismos que gozan de una posición por demás cómodo dentro del orden dado. De hecho, el propósito al que sirve la teoría de resolución de problemas es de carácter conservador, pues­to que pretende resolver los problemas que sur­gen en diversas partes de un todo complejo, con objeto de allanar el funcionamiento da ese to­do. Este propósito desmiente en cierto 'grado aquello que suele afirmar la teoría de resolución de problemas, es decir, que carece de valores. Desde un punto de vista metodológico, efecti­vamente carece de valores, en el sentido de que confiere el tratamiento de objetos a las varia­bles que somete a consideración (del mismo modo que el químico trata a las moléculas, o el físico a las fuerzas y el movimiento); sin embar­go, se encuentra estrechamente vinculada a los valores, en virtud de que acepta de manera im­plícita el orden prevaleciente como su propio marco de acción. La teoría crítica, en sí, contie­ne algunas teorías de resolución de problemas, pero en forma de ideologías identificables, lo que señala sus consecuencias de orden conser-

vador y no su utilidad como guías de acción. La teoría de resolución de problemas tiende a ignorar este tipo de crítica, considerándola irre­levante a sus propósitos y, en todo caso, mani­festando que no se aparta de sus aplicaciones prácticas. La teoría de resolución de proble­mas enarbola sus afirmaciones considerando su mayor grado de precisión y, en la medida en que otorga reconocimiento a la teoría crí­tica, desafía la posibilidad de lograr cualquier conocimiento científico de los procesos histó­ricos.

Por supuesto, la teoría crítica no se encuentra al margen de los problemas que enfrenta el mun­do real. Sus objetivos son tan prácticos como aquéllos de la teoría de resolución de proble­mas, pero su enfoque de la práctica se desprende de una perspectiva que trasciende a aquella del orden existente, misma que su contraparte adop­ta como punto de partida. La teoría crítica per-. mite una elección normativa en favor de un orden político y social distinto del prevalecien­te, pero limita la gama de elección a algunos. órdenes alternativos que representan transfor; maciones factibles del mundo existente. Por ende, uno de los objetivos primordiales de la' teoría crítica es el de esclarecer este rango de' alternativas posibles. De este modo, la teoría .. crítica comporta un elemento utópico, en el sen­tido de que puede dar forma a un cuadro co­herente de un orden alternativo, pero su ide<\1 utópica se ve refrenada por su comprensión de .. los procesos históricos. Se ve obligada a recha­zar toda alternativa improbable, del mismo modq. que rechaza la permanencia del orden existen-; te. Así, la teoría crítica puede servir de guía pa-) ra la acción estratégica en la producción de un, orden alternativo, en tanto que la teoría de reO) solución de problemas funge como guía de ac ciones tácticas que, de manera intencional 0 \ no, preservan al orden existente.

Las perspectivas que ofrecen distintos periq~ dos históricos favorecen a uno u otro tipo del teoría. Los periodos de aparente estabilidad o in- ' movilidad en las relaciones de poder favorecen.; al enfoque de resolución de problemas. Ejem-! plo característico de lo anterior es el periodo de la Guerra Fría. En el ámbito de las relacio-.

Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales 153

nes internacionales, éste propició la concentra­ción en los problemas sobre la forma de mane­jar una relación aparentemente perdurable entre qos superpotencias. Sin embargo, una condición de incertidumbre dentro de las relaciones de poder obra en favor de la teoría crítica, a medida que la gente intenta a~imilar, las oportunid.ad~s y los riesgos del cambio. ASI, los acontecimien­toS acaecidos en la década de 1970 generaron una especie de mayor fluidez en las relaciones de poder, de crisis multifacética, cruzando el umbral de la incertidumbre y abriendo la oportu­nidad de un nuevo desarrollo de la teoría crítica, enfocado a los problemas del orden mundial. Una exposición razonada de posibles órdenes mun­diales futuros, empero, requiere de la extensión de nuestra investigación más allá de las relacio­nes internacionales de índole convencional, de modo tal que abarque los procesos básicos que 0peran en el desarrollo de las fuerzas sociales y de las formas de estado, así como en la estruc­tura de la economía política mundial. Ese , al 11).enos, constituye el argumento central del pre­sente ensayo.

REALISMO, MARXISMO, Y , PlANTEAMIENTO DE UNA TEORIA ~,~íTICA DEL ORDEN MUNDIAL

Generalmente, las corrientes teóricas que inclu­~en trabajos altamente sofisticados comparten algunas de las características tanto de la teoría ae resolución de problemas como de la crítica, pero propenden a subrayar la importancia de uno de los enfoques en detrimento del otro. En é:5ras líneas, se someten a consideración dos co-l. .

Fl.'l~ntes que han planteado argumentos funda-ij}entales acerca de las relaciones entre estados )'¡ .,qe los órdenes mundiales -el realismo y el marxismo-, como introducción a un desarro­~º, tentativo del enfoque crítico. ') ' La teoría realista de las relaciones internacio­

p.aJes se creó a partir de un modo histórico de pensamiento. En su estudio relativo a la raison í¡fé.tat, Friedrich Meinecke marca sus orígenes w..,1a teoría política de Maquiavelo y en la diplo­¡, ¡¡cia ejercida por las ciudades-estado de la Italia

renacentista, mismas que marcaron el surgimiento de una toma de conciencia de los intereses específicos de los estados en particular, absolutamente distinta de las normas generales propagadas por la institución que ejercía el predominio ideológico en :a sociedad me­dieval, es decir, la iglesia cristiana. La interpretación que ofrece Meinecke de la raison d'état -al percibir las doctrinas y principios subyacentes en la conducción de los estados como una reacción hacia circunstan­chs históricas específicas- representa una contri­bución en pro de la teoría crítica. Otros estudiosos vinculados a la tradición realista, por ejemplo E. H. Caer y Ludwig Dehio, se han encargado de prolongar este modo histórico de pensamiento, delineando las configuraciones especiales de fuerzas que establecie­ron el marco de conducta internacional en distintos periodos y tratando de comprender a las institucio­nes, teorías y acontecimientos dentro de sus contex­tos históricos.

Desde la época de la Segunda Guerra Mun­dial, algunos estudiosos norteamericanos, entre los cuales destacan Hans Morgenthau y Kenneth Waltz, han transformado al realismo en una es­pecie de teoría de resolución de problemas. Pe­se a su extraordinaria formación en el terreno histórico, han mostrado cierta propensión a adoptar la perspectiva no histórica del marco de acción característico de la teoría de resolu­ción de problemas, en vez de alejarse del citado marco, como lo ha hecho E. H. Carr, y confe­rirle un tratamiento de producto histórico y, por ende, susceptible al cambio. No es ningún ac­cidente que dicha tendencia teórica coincidiera con la Guerra Fría, misma que impuso la cate­goría de bipolaridad a las relaciones internacio­nales, a la par con una preocupación realmente abrumadora por la defensa del poderío nortea­mericano, en su calidad de baluarte de la pre­servación del orden.

La forma generalizada del marco de acción postulado por este nuevo realismo norteameri­cano (que desde este momento denominaremos neorrealismo, es decir, la forma ideológica ex­traída del marco histórico real establecido por la Guerra Fría) se caracteriza por tres niveles, cada uno de los cuales se puede comprender en términos de aquello que los filósofos clásicos llamarían substancias o esencias, es decir, subs-

] <;4 Un desafío al paradigma realista

tratos fundamentales e inamovibles de manifes­taciones o fenómenos cambiantes y accidenta­les . Dichas realidades básicas se concibieron como: 1) la naturaleza del hombre, entendida en términos del pecado original agustiniano, o del "perpetuo e incansable deseo del poder por el poder que sólo cesa con la muerte", plantea­do por Hobbes; 2) la naturaleza de los estados, que presentan diferencias en sus constituciones internas y en sus capacidades de movilización de la fuerza, pero que son semejantes en su ob­sesión por un concepto particular de interés nacional (una mónada leibnitziana) como guía de sus actos; y 3) la naturaleza del sistema de estados, que impone limitantes racionales a la desenfrenada búsqueda de intereses naciona­les rivales, mediante el mecanismo de la balanza del poder.

Una vez tocado este punto de substancias subyacentes, la historia se convierte - para los neorrealistas- en un manantial de materiales que servirán para ilustrar variaciones de temas recu­rrentes. El modo de pensamiento pierde su carác­ter histórico, pese a que los materiales empleados son producto de la historia. Por otra parte, este modo de razonamiento dicta que, por lo que respecta a lo esencial , el futuro se asemejará in­variablemente al pasado.

Además, este postulado medular de la teoría neorrealista se ha extendido a otras áreas como la de la teoría de la ley de probabilidades, don­de la noción de substancia al nivel de naturale­za humana, se expone como un racionalismo supuestamente común entre los actores conten­dientes que evalúan los intereses en juego, las estrategias alternativas y los desenlaces respec­tivos bajo un enfoque similar. Esta idea de un racionalismo común, refuerza al modo de pen­samiento no histórico. Los demás modos de pensamiento se censuran como inadecuados e incomprensibles bajo sus propios términos (lo cual impide esclarecer, por ejemplo, la irrupción de un fénomeno como el integralismo islámi­co, en los asuntos internacionales).

El "racionalismo común" del neorrealismo surge a partir de su polémica con el internacio­nalismo liberal. De acuerdo con el neorrealismo, este racionalismo es la única reacción apropiada

hacia un sistema de estado anárquico postulado. La moral es eficaz sólo en la medida en que es reforzada por el poderío físico, hecho que le ha dado al neorrealismo la apariencia de teoría no normativa. Resulta "libre de valores" en su ex­clusión de objetivos morales (donde incluye la debilidad del internacionalismo liberal) y en su reducción de los problemas a los límites esta­blecidos por sus relaciones de poderío físico. Sin embargo, tal calidad no normativa es de índole meramente superficial. Existe un elemen­to normativo latente que se desprende de las premisas de la teoría neorrealista: la seguridad dentro del sistema interestados postulado de­pende de cada uno de los actores principales que comprendan este sistema de manera simi­lar, es decir, de cada uno que adopte el racio­nalismo neorrealista como guía de acción. La teoría neorrealista predice, con base en sus fun­damentos, que los actores se inclinarán a esta forma de pensamiento, en virtud de sus expe­riencias dentro del sistema; no obstante, la teo­ría desempeña una labor de proselitismo como defensora de esta forma de racionalismo. Para el teórico neorrealista, esta función proselitista (que incluye la función normativa del neorrea­lista) cobra matices particularmente urgentes en aquellos estados que han alcanzado niveles de poder superiores a los requerimientos para equi­librarse con sus rivales; lo anterior, en razón de que este tipo de estados puede sucumbir a la tentación de descartar el racionalismo de la teo­ría neorrealista, y tratar de imponer su propio sentido moral del orden. Esto puede suceder de manera muy especial si, como en el caso de los Estados Unidos, la tradición cultural se ha en­cargado de impulsar conceptos más optimistas y moralistas de la naturaleza del hombre, del es­tado y del orden mundial.

El debate que ha permeado entre neorrealis­tas e internacionalistas liberales reproduce, con materiales actualizados, el desafío que planteó la filosofía civil de Hobbes en el siglo diecisiete a la teoría de la ley natural expuesta por Grocio. Cada uno de sus argumentos proviene de dis­tintos puntos de vista acerca de las esencias del hombre, del estado y del sistema interestados. En el siglo dieciocho, el napolitano Giam battista

Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales 155

Vico señaló una alternativa que ofrecía la posi­bilidad de trascender tal oposición de conceptos mutuamente excluyentes: según Vico, no se de­bía considerar la naturaleza del hombre y de las instituciones humanas (entre las cuales incluía al estado y al sistema interestados) en función de substancias inmutables, sino de una creación continua de formas nuevas. En el seno de esa dualidad de la continuidad y el cambio, donde el neorrealismo otorga especial énfasis a la con­tinuidad, la perspectiva viciana, por el contra­rio, recalca el aspecto del cambio. Parafraseando a Vico, " . . . ciertamente, este mundo de nacio­nes ha sido creado por el hombre; por ende, su aspecto debe estar basado en las modificacio­nes que se registran en nuestra propia mente humana" .

Este enunciado no se debe considerar como exponente del idealismo radical (es decir, que el mundo es una creación de la mente). Según Vico, las formas eternamente cambiantes de la mente se configuraron en el complejo de las re­laciones sociales, en cuyo génesis la lucha de clases desempeño el papel principal, del mismo modo que posteriormente expondría Marx. Sin embargo, la mente es el eslabón que une al pre­sente con el pasado, un medio de acceso al co­nocimiento de estos modos cambiantes de la realidad social. La naturaleza humana (las mo­dificaciones experimentadas por la mente) y las instituciones humanas son idénticas a la histo­ria humana; se les debe entender en términos genéticos, y no en términos esencialistas (como en el neorrealismo) o en términos teleológicos (como en el funcionalismo). Siguiendo esta pers­pectiva viciana, no se puede abstraer adecuada­mente al hombre y al estado de la historia, con el fin de definir sus substancias o esencias co­mo previas a la historia, pues esta última es un simple registro de las manifestaciones interac­tuantes de dichas substancias. Un estudio ca­bal de los asuntos humanos debe tener la capa­cidad de revelar la coherencia de las mentes y de las instituciones características de las distin­tas eras, así como el proceso mediante el cual un patrón coherente -mismo que podemos de­nominar estructura histórica- reemplaza a otro. El proyecto de Vico, que actualmente podríamos

llamar ciencia social, era el de compilar un "dic­cionario mental", o un grupo de conceptos co­munes que permitieran comprender el proceso de "historia eterna ideal", o aquellos factores más generalizados y frecuentes en la secuencia de cambios experimentados por la naturaleza humana y por las instituciones. El error que Vico censuró como el "engreimiento de los eruditos" -de aquellos que presumen que "lo que saben es tan viejo como el mundo" - con­siste en adoptar una forma de pensamiento que se origina en una fase particular de la historia (y por ende, en una estructura particular de las relaciones sociales) y proponerla como válida a nivel universal. Este es un error del neorrea­lismo y, de manera más amplia, constituye el basamento escindido de la teoría de resolución de problemas. Por supuesto, no niega la utilidad práctica de las teorías del neorrealismo y de re­solución de problemas dentro de sus límites ideológicos. El enfoque viciano, en contraste, es el mismo de la teoría crítica.

¿Cómo se relaciona el marxismo con este mé­todo o enfoque de una teoría del orden mundial? En primer lugar, resulta imposible considerar al marxismo como una sola corriente de pensa­miento sin que ello implique un grave riesgo de confusión. Para nuestro objetivo, es indispen­sable trazar distinciones entre dos corrientes marxistas divergentes, análogas a la bifurcación que se dio entre el viejo y el nuevo realismo. Existe un marxismo de razonamiento histórico que pretende explicar y a la vez promover C:m1-

bias en las relaciones sociales; sin embargo, existe otro marxismo, concebido como una es­tructura de análisis del estado y de la sociedad capitalista, que da la espalda a todo conocimien­to histórico y que abriga una conceptualización de carácter más estático y abstracto en torno a las formas de producción. A la primera corrien­te la podemos llamar por el nombre con el que se dio a conocer: materialismo histórico, que ha quedado patente en la obra histórica de Marx, en la de los historiadores marxistas actuales, co­mo Eric Hobsbawm, así como en el pensamien­to de Gramsci. También ha ejercido influencia entre algunos que no podrían ser considerados (o que no se considerarían a sí mismos) como

156 Un desafío al paradigma realista

marxistas en un sentido estricto, tales como nu­merosos historiadores franceses relacionados con los Annales. La segunda corriente está re­presentada por el llamado marxismo estructural de Althusser y Poulantzas (y digo "llamado" pa­ra establecer una diferencia entre el empleo que éstos hacen del término "estructura" y el con­cepto de estructura histórica descrito en este en­sayo), que con suma frecuencia adopta la forma de una exégesis del Capital y de otros elemen­tos sagrados. El marxismo estructural comparte algunas de las características del enfoque neo­rrealista de solución de problemas, entre las que destaca su epistemología esencialista y ajena a la historia, pero no su precisión en el manejo de datos ni su capacidad de aplicación práctica a problemas concretos, porque en gran medi­da se ha limitado a analizar conceptos abstrac­tos. Hasta este punto, la corriente en cuestión carece de importancia para nosotros. Sin em­bargo, el materialismo histórico constituye una fuente primordial de teoría crítica, y plantea cuatro correcciones fundamentales al neorrea­lismo.

La primera concierne a la dialéctica -térmi­no que, al igual que el de marxismo, se ha adop­tado para expresar una variedad de significados no siempre compatibles, por lo que su empleo exige ciertas definiciones. En el presente con­texto, se utiliza en dos niveles: el nivel de la ló­gica y el nivel de la historia real. En el nivel de la lógica, significa un diálogo que pretente encontrar la verdad mediante la exploración de contradicciones. Uno de los aspectos de és­te se refiere a la continua confrontación de con­ceptos con la realidad a la que supuestamente deben representar, así COIliO su adaptación a la dicha realidad a medida que cambia. Otro as­pecto -parte integrante del método de ajuste de conceptos- es el conocimiento de que cada afirmación acerca de la realidad contiene su opuesto de manera implícita, y que tanto afir­mación como opuesto no se excluyen entre sí, sino que comparten cierto grado de la verdad que buscan; una verdad que, cabe señalar, se encuentra en perpetuo movimiento, ya la que jamás se le debe encapsular en una forma defi­nitiva. En el nivel de la historia real , la dialéc-

tica representa el potencial de medios alterna­tivos de desarrollo que surgen de la confronta­ción entre fuerzas sociales opuestas dentro de un marco histórico específico.

Tanto el realismo como el materialismo his­tórico centran la atención en el conflicto. El neorrealismo considera que el conflicto es inhe­rente a la condición humana, un factor cons­tante que emana directamente de la esencia de ambición de poder de la naturaleza humana y que adopta la forma política de una continua reorganización del poder entre los jugadores de un poker de suma en ceros, que siempre se juega de acuerdo con sus propias reglas innatas. Por su parte, el materialismo histórico conside­ra al conflicto como el proceso de recreación continua de la naturaleza humana, y la forma­ción de nuevos patrones de relaciones sociales que cambian las reglas del juego y a partir de las cuales se puede esperar que surjan nuevas formas de conflicto -esto siempre y cuando el materialismo histórico guarde fidelidad a su propia lógica y método. En otras palabras, el neorrealismo considera que el conflicto es la consecuencia recurrente de una estructura con­tinua, en tanto que el materialismo histórico lo considera la posible causa de un cambio es­tructural.

En segundo lugar, por su enfoque en torno al imperialismo, el materialismo histórico agre­ga una dimensión vertical del poder a la dimen­sión horizontal de rivalidad entre los estados más poderosos, factor que atrae la atención ca­si exclusiva del neorrealísmo. Dicha dimensión comporta el predominio y la subordinación de la metrópolis por encima de la provincia, del centro sobre la periferia, en el entorno de la eco­nomía política mundial.

En tercer lugar, el materialismo histórico ex­tiende la perspectiva realista a través de su in­terés en la relación que guardan el estado y la sociedad civil. Los marxistas, al igual que los no marxistas, se dividen entre aquellos que consi­deran al estado como la mera expresión de los intereses particulares dentro de una sociedad civil y aquellos que lo consideran como una fuerza autónollp que expresa cierto tipo de in­terés general. Este, para los marxistas, sería el

Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales 1 57

interés general del capitalismo, distinto de los intereses particulares de los capitalistas. Gramsci estableció un contraste entre el materialismo his­tórico -que reconoce la eficacia de las fuentes éticas y culturales de la acción política (aunque siempre las relaciona con la esfera económica­y aquello que denominó economismo histórico, o la reducción de todo a intereses tecnológicos y materiales. En los Estados Unidos, la teoría neorrealista ha vuelto a la relación entre estado y sociedad civil, aunque a ésta última le ha con­ferido el trato de freno al estado y de limitante impuesta por intereses particulares sobre la rai­son d'état , misma que se concibe y se define como independiente a la sociedad civil. Según el pensamiento de Gramsci, el sentido de una relación recíproca entre estructura (relaciones económicas) y superestructura (la esfera ético­política) contiene el potencial necesario para considerar los complejos estado/sociedad como entidades constitutivas de un orden mundial, y para explorar las formas históricas específica.; adoptadas por dichos complejos.

Cuarto punto: el materialismo histórico con­ceptúa al proceso de producción como un ele­mento crítico en el esclarecimiento de la actitud histórica específica adoptada por un complejo estado/sociedad. La producción de bienes y ser­vicios que da origen tanto a la riqueza de la sociedad como a un fundamento para que el es­tado cuente con la capacidad de movilizar al po­der en el trasfondo de su política exterior, se lleva a cabo mediante una relación de poder en­tre aquellos que controlan y aquellos que eje­cutan las lahores de producción. El conflicto político y el proceder del estado preservan, o provocan cambios en, estas relaciones de po­der en torno a la producción. El materialismo histórico analiza los vínculos entre poder den­tro de la producción, poder dentro del estado y poder dentro de las relaciones internaciona­les. En contraste, el neorrealismo ha ignorado virtualmente el proceso de producción. He aquí el punto en que se ha de distinguir de manera preclara el sesgo hacia la teoría de resolución de problemas que muestra el neorrealismo del enfoque crítico del materialismo histórico. De forma implícita, el neorrealismo considera al

proceso de producción y a las reltl.ciones de poder inherentes al mismo como un elemento dado del interés nacional y, por ende, como par­te integrante de sus parámetros. El materialis­mo histórico, por su parte, muestra sensibilidad a aquellas posibilidades dialécticas de cambio dentro del ámbito de producción que pudiesen afectar a las demás esferas, como las del estado y el orden mundial.

Este debate ha seleccionado dos tipos de teo­rización, como previos a la propuesta de un en­foque crítico de una teorí2 del orden mundial. Cabe repetir en este punto algunas de las pre­misas básicas para tal teoría crítica:

1. la conciencia de que la acción jamás se da de ma­nera absolutamente desvinculada, sino que se lleva a cabo dentro del marco de acción que cons­tituye su problemática. La teoría crítica partiría de dicho marco, lo cual significaría abordar desde un inicio la investigación histórica o una evalua­ción de la experiencia humana que da origen a la necesidad de contar con una teoría;

2. el percatarse de que la problemática no sólo con­figura a la acción, sino también a la teoría. La teo­ría crítica ha cobrado plena conciencia de su propia realidad; sin embargo, mediante esta toma de con­ciencia, puede alcanzar una perspectiva más am­plia del tiempo y adoptar una postura menos relativa que aquélla de la teoría de resolución de problemas. Sabe que la labor de teorización jamás puede concluir en un sistema cerrado, si­no que debe empezar continuamente desde un principio;

3. el marco de acción se transforma con el tiempo, y una de las metas principales de la teoría crítica es comprender esos cambios;

4. el referido marco posee la forma de una estruc­tura histórica, una combinación específica de pa­trones de pensamiento, condiciones materiales e instituciones humanas que guarda cierta cohe­rencia entre sus elementos. Tales estructuras no determinan los actos de los pueblos en un senti­do mecánico, sino que integran el contexto de hábitos, presiones, expectativas y limitaciones dentro del cual se verifican las acciones;

5. no se debe vislumbrar al marco o a la estructura dentro de los cuales se registra la acción desde el ángulo superior, en términos de requisitos ne-

158 Un desafío al paradigma realista

cesarios para su equilibrio o reproducción (he­cho que nos haría retroceder de inmediato a la resolución de problemas), sino desde el ángulo inferior o incluso desde el exterior, en términos de los conflictos que surgen en su seno, y abrir la posibilidad de su transformación.

MARCOS DE ACCiÓN: ESTRUCTURAS HISTÓRICAS

En un sentido de abstracción máxima, la noción de marco de acción o de estructura histórica es la representación de una configuración especí­fica de fuerzas. Tal configuración no determina las acciones de ninguna manera directa o mecá­nica, sino que impone presiones y frenos . Los individuos y los grupos pueden adaptarse a las presiones, o resistirse y rechazarlas por comple­to, pero jamás podrán ignorarlas. En la medida en que ofrecen resistencia eficaz a una estruc­tura histórica prevaleciente, apuntalan sus actos mediante una configuración de fuerza alterna­tiva y naciente, es decir, con una estructura rival.

Dentro de una estructura interactuan tres ca­tegorías de fuef7,AS (expresadas como potenciales): capacidades materiales, ideas e instituciones. No es necesario asumir un determinismo unilateral entre éstas tres; se puede presuponer que las re­laciones son de carácter recíproco. ¿Cuál será el camino que adopten estas líneas de fuerza? He ahí un cuestionamiento histórico al que só­lo podrá responder un estudio cabal del caso en particular.

Las capacidades materiales represe!ltan po­tenciales productivos y destructivos. Estos, en su forma dinámica, existen como capacidades tecnológicas y organizativas, yen sus formas acu­muladas, como recursos naturales susceptibles de transformación mediante la tecnología, como concentraciones de equipo (por ejemplo, indus­trias y armamentos) y como la riqueza que pue­de disponer de los anteriores.

De manera general, las ideas se pueden cla­sificar en dos tipos. El primero, que consiste en significados intersubjetivos, o sea, aquellas nociones compartidas con respecto a la natu­raleza de las relaciones sociales que tienden a

perpetuar tanto hábitos como expectativas de conducta. Como ejemplo de significados inter­subjetivos en la política mundial contemporánea podemos citar las nociones de que los pueblos son organizados y regidos por estados que de­tentan autoridad sobre territorios definidos; de que los estados se relacionan entre sí a través de representantes diplomáticos, lo cual obra en favor del interés común de todos los estados; y de que se deben dar por sentados ciertos tipos de comportamiento cada vez que surgen con­flictos entre estados, tales como negociación, confrontación o guerra. Estas nociones, aunque han perdurado durante largos periodos, tienen un condicionamiento histórico. No siempre se han representado las realidades de la política mundial en Hel apego a este modelo, y es posi­ble que tampoco se les represente así en el futu­ro . De hecho, es factible rastrear los orígenes de dichas ideas y detectar, a la vez, señales de de­bilitamiento por parte de algunas de ellas.

El otro tipo de ideas que compete a una es­tructura histórica se refiere a imágenes colecti­vas de un orden sqcial detentado por distintos grupos de gente. Estas difieren en cuanto a la naturaleza y la legitimidad de las relaciones de poder prevalecientes, a los significados de jus­ticia y bienestar público, etc., etc. En tanto que los significados intersubjetivos se difunden am­pliamente por todos los confines de una estruc­tura histórica específica y constituyen el terreno común de la disertación social (incluido el con­flicto), las imágenes colectivas pueden ser nume­rosas y opuestas. El choque de imágenes colec­tivas rivales es prueba del potencial de caminos alternativos de desarrollo, y plantea interrogan­tes concernientes a la posible base material e institucional para el surgimiento de una estruc­tura alternativa.

La institucionalización es un medio de estabi­lización y de perpetuación de un orden en parti­cular. Las instituciones son el reflejo de las rela­ciones de poder que prevalecían en el momento de su origen y, por lo menos en un principio, tienden a promover imágenes colectivas con­gruentes con dichas relaciones de poder. Con el tiempo, las instituciones cobran vida propia; pueden convertirse en campo de batalla de ten-

Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales 159

dencias contrarias, o estimular la creación de instituciones rivales que reflejen tendencias dis­tintas. Las instituciones representan amalgamas muy peculiares de ideas y de poder material que, a su vez, ejercen influencia en el desarro­llo de ideas y de capacidades materiales.

Existe un estrecho vínculo entre institucio­nalización y aquello que Gramsci denominó he­gemonía. Las instituciones ofrecen recursos de acción en torno a conflictos internos, con el fin de minimizar el uso de la fuerza . (Por supuesto, pueden también aumentar la capacidad de uso de la fuerza en conflictos externos, pero en es­tas líneas nos limitamos a considerar los con­flictos internos que abarca una institución.) Las relaciones de poder material que permean en el trasfondo de toda estructura cuentan con un fuerte potencial de imposición, lo cual propor­ciona un esquema en el que el poderoso puede eliminar al débil si lo considera necesario. No obstante, resultará innecesario emplear la fuer­za para garantizar el predominio del poderoso, en tanto que el débil convenga en la legitimidad de las relaciones de poder prevalecientes. He ahí una alternativa para los débiles, en caso de que los poderosos den un matiz hegemónico a su misión, sin constreñirla a una situación de domi­nio o de dictadura; en otras palabras, si los po­derosos se muestran dispuestos a realizar con­cesiones tendientes a garantizar la aquiescencia

del débil en su liderazgo, y si pueden expresar el referido liderazgo en términos de intereses universales o generales, en vez de limitarse a ser­vir a sus intereses muy particulares. Las institu­ciones pueden adoptar la función de ancla de una estrategia hegemónica de este tipo, dado que se prestan tanto a la representación de in­tereses diversos, como a la universalización de la política.

Cabe señalar que es conveniente saber dis­tinguir entre estructuras hegemónicas y no he­gemónicas; es decir, entre aquéllas donde la base de poder de la estructura propende a resi­dir en el trasfondo de la conciencia y aquéllas donde el manejo de las relaciones del poder se afinca en el escenario principal. Sin embargo, es imposible limitar la hegemonía a una dimensión institucional. Es indispensable guardarse bien de dar un enfoque tal a las instituciones que no per­mita distinguir los cambios en las relaciones de las fuerzas materiales, o el surgimiento de desa­fíos ideológicos a un orden que prevaleció en el pasado. Las instituciones pueden encontrar­se desfasadas con respecto a estas otras caras de · la realidad, situación que puede socavar su efi­cacia como medio de regulación del conflicto (y por ende, su función hegemónica). Estas pue­den ser una expresión de la hegemonía, pero nunca se les debe considerar como sinónimo de la hegemonía ...

160

III Política exterior

y conflicto mundial

En la investigación de las relaciones internacionales los dos esfuerzos principales se han dirigido a la compresión de la política exterior y al esclarecimiento del conflicto a nivel mundial. Ambas cuestiones se interrelacionan, tal como se verá en los siguientes artícu­los . El capítulo 6 inicia con explicaciones generales en torno a la política exterior. En el capítulo 7 se exponen fragmentos de la obra illnovadora que se ha publicado en ma­teria de crisis, yen el capítulo 8 se presentan selecciones extraídas de diversas discipli­nas y periodos históricos relativas al problema central del campo que nos ocupa: las causas de la guerra. El imperialismo es el tema sobre el que versa el capítulo 9. Aunque se ha llevado a cabo investigación empírica de otro tipo, las citadas áreas engloban los trabajos mejores y de mayor influencia.

Las selecciones contenidas en el capítulo 6 pueden agruparse en tres categorías. Morgent­hau (1952) y Wolfers (1952) exploran el concepto de interés nacional como explicación de la política exterior y como base para la conducción de asuntos exteriores. Guetzkow y Valadez (1968, 1981), Jervis (1976) y Allison y Halperin (1972) analizan los procesos que se emplean para tomar decisiones de política externa. Finalmente, Rosenau (1966) y RummeL (1972) exponen explicaciones generales acerca del comportamiento en la po­lítica exterior.

El fin de la Segunda Guerra Mundial, la creación de las Naciones Unidas, el surgimien­to de la Guerra Fría y el inicio de la Guerra de Corea fueron acontecimientos que se constituyeron en duras pruebas para la aplicación de nociones idealistas y realistas en torno a la política exterior. Tanto la quebrantada esperanza de que la posguerra diera inicio a una era de paz como el circunloquio relativo a que la Guerra de Corea era una acción policíaca fueron factores que contribuyeron en gran medida a reafirmar el triunfo intelectual del realismo. El ensayo a cargo de Morgenthau (1952) y su libro In Defense of the National Interest defienden de manera convincente la afirmación de que la política exterior se fundamenta en el interés nacional (d. Wilson, artículo 2 de este libro), pe­se a que, haciendo gala de su habitual perspicacia, el autor reconoce la problemática potencial que plantea la ambigüedad del concepto. En una serie de artículos que poste­riormente se recopilaron en Discord and Collaboration, Arnold Wolfers aclara y con frecuencia vuelve a formular algunas de las premisas y conceptos fundamentales del rea­lismo. En la selección que en estas páginas se reproduce Wolfers analiza detalladamente la ofuscación empírica y los riesgos políticos inherentes al concepto de interés nacional. Muchos de los problemas que describe se materializarían posteriormente durante la era

Política exterior y conflicto mundial 161

de Vietnam y del Watergate, como una maldición que pesaría sobre la organización po­lítica norteamericana. Irónicamente con el tiempo, el citado análisis de Wolfers provo­có que la mayoría de los científicos políticos abandonaran el concepto, justamente cuando el análisis realizado por Morgenthau ofrecía una exposición intelectual razonada para que los políticos lo acogieran sin reservas. Aunque los estudiosos han desarrollado otros conceptos tendientes a explicar la política exterior, ninguno que se pueda emplear para elaborar y evaluar la política exterior ha logrado aceptación general. El concepto que presenta una relación más estrecha es el de intereses de clase, puesto que comparten muchos de los mismos problemas conceptuales. Evidentemente, la necesidad de nue­vos conceptos que permitan evaluar la política prevalece como uno de los mayores de­safíos a los que debe enfrentarse la disciplina.

Durante las décadas de 1950 y 1960, los partidarios del behaviorismo centraron sus esfuerzos en cuestiones empíricas, ignorando hasta cierto punto aquéllas tocantes ex­clusivamente a la política. Snyder, Bruck y Sapin introdujeron en 1954 el enfoque de toma de decisiones en este campo de actividades. En vez de realizar un intento de dedu­cción de la política exterior de un país con base en su interés nacional, estos autores dieron especial énfasis a la necesidad de tratar de esclarecer la política exterior median­te un análisis de los factores que influyen en los funcionarios al tomar una decisión en particular.

No obstante, el estudio de la toma de decisiones en política exterior ofrece un cami­no escabroso, ya que generalmente el proceso permanece inaccesible a la observación por parte de los investigadores, y con frecuencia secreto. Para superar este obstáculo, se empleó la simulación como una tentativa por demás innovadora. En sus inicios, la simu­lación se valía de individuos que desempeñaban un papel dado dentro de un "juego", donde se pretendía que las reglas y los procedimientos representaran la "realidad" de la política mundial. Los estudiosos suelen emplear la simulación con desempeño de dis­tintos papeles, muy al estilo en que los psicólogos sociales utilizan los experimentos, y examinan hipótesis específicas mediante la observación del modo en que los jugado­res o actores de características distintas se conducen dentro del juego. Harold Guetz­kow introdujo esta técnica a la disciplina hacia fines de la década de 1950, y creó junto con otros colegas la simulación internaciones.

Sin embargo, un proceso de simulación incluye algo más que un simple procedimiento de prueba de hipótesis. Las normas que constituyen el juego y los "programas" que se emplean para determinar las consecuencias de las decisiones integran una teoría del funcionamiento de la política mundial. En el artículo que.se condensa en este libro, Guetz­kow y Valadez examinan hasta qué punto esa teoría subyacente de la simulación es una representación válida de la "realidad", y reconsideran algunos de los hallazgos sobre el efecto que las características personales tienen en la toma de decisiones dentro de la política exterior. Pese a que el artículo se ocupa exclusivamente de uco de los aspec­tos de la investigación, el1ector tiene la posibilidad de percatarse de los alcances y del rigor de uno de los proyectos primordiales de la disciplina. Las simulaciones con desem­peño de papeles que se llevaban a cabo en un principio dieron origen a otras totalmente computarizadas, que a su vez han servido de base para el empleo de la inteligencia artificial en la reproducción de decisiones de política exterior.

Dado que la toma de decisiones involucra a la psicología cognoscitiva y social, es obvio que la ciencia política tiene mucho que aprender de la investigación en dicha área. La obra de Robert Jervis (1976) se ha colocado a la vanguardia en la integración y la aplicación de los hallazgos de esta investigación al registro diplomático, con objeto de

162 Política exterior y conflicto mundial

mejorar nuestra comprensión de la dinámica de la política exterior. En la selección que aquí se reproduce, Jervis afirma que la imagen y las creencias del individuo en torno a la política exterior son determinadas por las lecciones que extrae de la historia. Toman­do en cuenta que dichas lecciones suelen ser exageradas y que es difícil modificarlas, la obra de Jervis plantea interrogantes acerca de la solidez de la elaboración de políticas externas, y aporta algunas ideas valiosas sobre su dinámica.

La obra que versa sobre política burocrática se ocupa también de la elaboración de políticas externas, pero desde la perspectiva de organización, no del individuo. En su ilustre ensayo, Allison y Halperin (1972) lanzan un severo ataque contra la idea realista de que la nación es un actor racional unitario que produce política exterior en aras del interés nacional. Ellos, por el contrario, consideran que la política exterior es producto de un estira y afloja entre actores burocráticos, cada uno de los cuales defienden sus propios intereses de organización. Dado que lo anterior implica claramente que con fre­cuencia se formula la política externa en razón, principalmente, de intereses internos o de organización, sería erróneo suponer que la política exterior es básicamente un con­junto de comunicaciones e interacciones intencionales entre estados que se guían por los lineamientos de un marco racional de toma de decisiones. Pese a que la perspecti­va que se relaciona con este enfoque no ha dado origen a una explicación general de la política exterior, sí ha logrado socavar la confianza en esos ensayos deductivos que pre­tenden justificar decisiones sobre la base del interés nacional.

En tanto que el enfoque sobre toma de decisiones registró una evolución desde la década de 1950 hasta la década de 1970, otros se ocuparon de desarrollar explicaciones más generales acerca de la política exterior. La "preteoría" de Rosenau (1966) constitu­ye la de mayor influencia. Su obra presenta dos avances con respecto a la de Snyder y colaboradores. En primer lugar, reduce a cinco grupos variables la enorme lista de fac­tores que podrían afectar una decisión; en segundo lugar, clasifica por rangos la fuerza de dichos factores, con base en los atributos de la nación y el problema en disputa . La contri­bución de Rosenau es de gran importancia, porque logró desplazar a la disciplina hacia la creación de hipótesis verificables que pudiesen esclarecer el comportamiento de los esta­dos. De tal manera, Rosenau dio origen a una escuela de política exterior comparativa que se ha encargado de investigar y de reformular muchas de las proposiciones que él planteó.

Otra de las tentativas principales por explicar el comportamiento en política exterior provino del proyecto de la Dimensionalidad de las Naciones de Rummel, el cual es el principal proyecto de la disciplina dedicado al análisis del conflicto externo. A dife­rencia de la obra de Rosenau, la de Rummel dio inicio con la recopilación de datos y con el análisis cuantitativo, para después proceder a la construcción teórica. Rummel consideró primero los efectos de un atributo nacional-conflicto interno- en el com­portamiento del conflicto externo; posteriormente estudió una variedad de atributos nacionales y, finalmente, las distancias entre atributos y el papel que desempeñaba la posición correspondiente. Como una parte de su proceso, Rummel realizó una contri­bución fundamental al introducir diversas técnicas de análisis de datos, en particular de análisis de factores, en la disciplina. En la selección que aquí se reproduce, representa un resumen de su teoría de la disciplina y somete a prueba su precisión. En el artículo (1972), demuestra que el comportamiento de la política exterior de los EE. UU. consiste en una gama de tipos de comportamiento, cada uno de los cuales cuenta con sus pro­pios conceptos correlativos.

Dado que durante la Guerra Fría Jos Estados Unidos se involucraron en una serie de dramáticas crisis, y dado que la mayoría de las guerras son precedidas por crisis, no

Política exterior y conflicto mundial 163

es ninguna coincidencia que la investigación de las crisis se haya convertido en interés principal de 10s behavioristas. El capítulo 7 incluye extractos representativos de la obra ilustre que se ha publicado al respecto. El artículo de Charles Hermann (1969) se ha he­cho acreedor de atención continua; en sus líneas, define a la crisis como una situación que, según el parecer de quienes toman las decisiones, conlleva una gran amenaza para el estado, ofrece poco tiempo para tomar la decisión pertinente e incluye el factor sor­presa. Valiéndose de estos tres elementos desarrolla una tipología de situaciones a las que se pudiera enfrentar el responsable de la toma de decisiones, para ofrecer posterior­mente una serie de proposiciones tendientes a explicar y predecir el modo en que di­chas situaciones podrían afectar a la toma de decisiones en política exterior. En su otra obra, Hermann empleó la simulación intern::ciones para someter a prueba sus proposi­ciones; años después, en la década de 1970, coadyuvó en la recopilación de datos de sucesos (análisis cuantitativo de informes noticiosos) para el proyecto CREON, el cual estableció vínculos entre el enfoque de Hermann sobre toma de decisiones y la preteo­ría de Rosenau en torno al comportamiento de la política exterior.

El artículo de Holsti, North y Brody (1968) pretende describir la función de la percep­ción en la escalada de la crisis hasta el conflicto bélico declarado. Dicha selección cons­tituyó uno de los artículos más importantes producidos por los Estudios Stanford sobre Conflicto e Integración, bajo la dirección de Robert North. La importancia del mencio­nado proyecto estriba en que fue el primero en emplear la técnica de análisis de conteni­do para recabar datos a partir de documentos gubernamentales, registrados anteriormente bajo el rubro de secretos. No sólo funge como modelo de investigación científica, si­no que también dilucida la dinámica de las espirales hostiles que conducen irremedia­blemente a la guerra. Posteriormente, Robert North y Nazli Choucri (véase el artículo 34 de este libro) complementaron dicha investigación con otra relativa a los factores a largo plazo que, en el periodo comprendido entre 1870 y 1914, condujeron a la Pri­mera Guerra Mundial.

Tales estudios demuestran que es factible crear importantes conocimientos mediante la aplicación de técnicas científicas y estadísticas. En el estudio de la crisis, la aplicación de la ley de probabilidades ha conllevado relevancia similar. Los modelos probabilís­ticos del "pollo", del "dilema del prisionero" y de "suma en ceros", que originalmente conformaron una rama de las matemáticas, han sido aplicados a asuntos relacionados con la guerra nuclear y con el control armamentista. En el artículo de Glenn Snyder y Paul Diesing (1977) se aplica la ley de probabilidades a un conjunto de crisis históricas, con objeto de dilucidar si la estructura de la crisis se apega a ciertas probabilidades. Poste­riormente los autores analizan el grado en que la "estructura de probabilidades" confi­gura la negociación de la crisis.

Durante largo tiempo, la guerra ha sido punto principal de atención en trabajos de investigación, y ha acaparado los esfuerzos de diversas disciplinas. Las obras contenidas en el capítulo 8 fueron especialmente seleccionadas para reflejar esta riqueza: los auto­res correspondientes son practicantes de la filosofía política, la antropología, la física y la ciencia política.

El artículo de Hobbes (1651) ofrece una perspectiva de carácter central en los análisis de políLica mundial: de manera específica, dicta que dentro de un estado de anarquía la guerra es un factOr constante, y prevalece la inseguridad. En aquella época, el pensa­miento de Hobbes era una reacción en romo a la Guerra Civ¡] Inglesa; sin embargo, su noción de que el estado de la naturaleza es anárquico, y de que en ausencia de un go­bierno no existe nada que pueda evitar la guerra, desde entonces ha sido considerada

164 Política exterior y conflicto mundial

por numerosos estudiosos como una imagen fiel del sistema internacional. Según Hob­bes, la guerra es una condición natural, dada la naturaleza humana, por el que él concibe como "el perpetuo e incansable deseo del poder más allá del poder que sólo cesa con la muerte". 1 La solución del conflicto bélico estriba en que todos los seres humanos se desarmen y cumplan obediencia absoluta a un soberano todopoderoso. A nivel mun­dial, esta solución acarrearía un gobierno mundial. La contribución de Hobbes radica en que no sólo proveyó la base para gran parte de la obra que versa en torno a la anar­quía mundial, sino que también desarrolló una de las principales explicaciones acerca de la necesidad de un sistema de gobierno.

A diferencia de Hobbes, Margaret Mead (1940) no sustenta el concepto de que la gue­rra sea una condición inherente a la naturaleza humana. Si tal fuera el caso -señala con­vincentemente en su ensayo-, entonces se gestaría en todas las sociedades; pero no es así. Tanto ella como otros antropólogos han logrado identificar sociedades pacíficas. Se­gún Mead, la guerra es una costumbre adquirida carente de todo fundamento biológico. Su enfoque en torno a sociedades pacíficas es representativo de un área de investigación de la disciplina, que se ocupa de explicar los conflictos bélicos mediante un análisis de aquello que ha permitido que las sociedades pacíficas los eviten.

El trabajo de Lewis Richardson fue el primer gran intento de investigar la guerra me­diante la aplicación del metódo científico y de procedimientos estadísticos. Al igual que otros autores cuya obra citamos en este volumen, Richardson manifestó una reacción de horror ante la Primera Guerra Mundial, y adoptó la resolución de descubrir las cau­sas de la guerra. Cuáquero por denominación religiosa, decidió abandonar una promi­nente carrera en el campo de la física y de la meteorología, con el fin de investigar la guerra como materia. Sus dos obras fundamentales , Statistics 01 Deadly Quarrels y Arms and Insecurity, fueron publicadas en ediciones póstumas en el año de 1960. En la pri­mera de ellas, recopiló información sobre pugnas mortales, y posteriormente analizó los atributos que tenían en común. Su análisis reviste importancia especial por el modo en que estudió la guerra, y por su empleo de modelos estadísticos y del razonamiento. En Arms and Insecurity de la cual reproducimos un fragmento en este libro, intenta hacer uso de las matemáticas para explicar las carreras armamentistas como un proceso de acción y reacción que suele desembocar en un conflicto bélico. Tanto su mode­lo específico como su empleo de la -deducción matemática, sentaron las bases para gran parte del trabajo que se ha realizado en torno a las carreras armamentistas.

Aunque el origen del estudio científico contemporáneo de la guerra se remonta a la obra de Lewis Richardson, la labor de investigación de éste ejerció muy escasa influen­cia hasta la década de 196o. Antes de esa época, el análisis de la guerra que acaparó ma­terialmente la atención fue A Study 01 War, tomo monumental de Quincy Wright cuya realización lo ocupó desde 1926 hasta 1942. A mediados de la década de 1960, toman­do como punto de referencia los esfuerzos de Richardson y de Wright, J. David Singer dio inicio al proyecto de los Conceptos Correlativos de Guerra, en el que participaron varios eruditos ya huestes enteras de graduados universitarios . Dicho proyecto se ha constituido en la principal fuente de información científica por lo que respecta a la fre­cuencia, magnitud y grado de severidad de la guerra -incluida la de carácter civil­desde 1815; pero también es una invaluable fuente de datos sobre alianzas, carreras ar­mamentistas, capacidad nacional y disputas militarizadas. Ya de por sí, la integración de

I Thomas Hobbes, Leviathan , 1 Parte, Capítulo 11, segundo parráfo.

Política exterior y conflicto mundi~ff ~

ese banco de datos altamente confiables y válidos representaría una contribución fun­damental ; pero además, a diferencia de numerosos esfuerzos de recopilación, este pro­yecto ha aportado una contribución sin precedentes a la verificación de hipótesis y a la acumulación de hallazgos científicos . Singer, en el artículo que presentamos, incluye un resumen de los hallazgos registrados hasta 1980.

El análisis del imperialismo, tema del cual se ocupa el capítulo 9, ha estado estrecha­mente ligado al estudio del conflicto bélico. El imperialismo -que ha sido considerado como causa de guerra- es por derecho propio un tema especial de investigación. Este ha sido materia de enorme interés desde épocas muy antiguas, pero el estudio moderno que ha tenido mayor influencia en la evolución del análisis del imperialismo es el de Hobson. Su obra ejerció un impacto rotundo en Lenin, quien la adoptó como base de su propio análisis Imperialismo: Fase superior del capitalismo, que prevalece como el tra­bajo más connot~do sobre este tema, y como punto de partida de la mayoría de análisis marxistas en torno al imperialismo.

En vista, principalmente, del clima político que permeaba en los Estados Unidos y de la influencia que ejerció la Guerra Fría, la mayoría de los estudios sobre imperialismo fueron realizados por eruditos ajenos al campo de las relaciones internacionales. La obra de Johan Galtung ceA Structural Theory ofImperialism", publicada en 1971, hizo renacer el interés en el análisis de la materia. En ella, el autor se vale de conceptos sociológicos para examinar la relación imperialista entre centro y periferia dentro del mundo actual. Bajo tal procedimiento, demuestra que el fin del colonialismo no ha provocado el co­lapso del imperialismo, puesto que éste ha logrado prevalecer adoptando formas más sutiles.

Hacia mediados de la década de 1970, los behavioristas de Estados Unidos cobraron mayor interés en la verificación y reformulación de proposiciones en torno al imperia­lismo. Entre los esfuerzos más significativos destacan los de Choucri y North, quienes analizaron la relación entre factores internos, expansión, rivalidades imperialistas y el estallido de la Primera Guerra Mundial. El mérito contundente de su trabajo estriba en haber eslabonado la obra previa relativa a la crisis de 1914 con el enfoque de carácter más estructural de los marxistas contemporáneos.

Entretanto, la relación que guarda el centro con la periferia siguió siendo un punto nuclear de investigación. Los estudiosos latinoamericanos, como Cardoso y Faletto, ca­lificaron dicha relación de dependiente, y la emplearon para esclarecer la razón por la cual los países del Tercer Mundo no presentan un ritmo más acelerado de industriali­zación. Dicha obra sentó las bases para la fundaciórl de un área de investigación mucho más extensa, encabezada por Immanuel Wallerstein, que se enfoca a dilucidar la manera en que surgió una economía política mundial única, tópico sobre el que versa el capítu­lo 12 contenido 'en la cuarta parte de este libro.

LECTURAS RECOMENDADAS

Política exterior:

CHARLES A. BEARD. 1934. The Idea of the National Interest. Nueva York: Macmillan. ROBERT E. OSGOOD . 1953 . Ideals and Self-Interest in America 's Foreign Relations.

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166 Política exterior' y conflicto mundial

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CHARLES HERMANN, CHARLES KEGLEY, JR., Y JAMES ROSENAU, eds. New Directions in the Study of Foreign Policy. Winchester, Mass.: Allen and Unwin, 1987.

Crisis:

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