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EL SOCIALISMO Y EL HOMBRE EN CUBA

Ernesto Che Guevara

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EL SOCIALISMO Y EL HOMBRE EN CUBAErnesto Che Guevara

Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia;Ediciones de la Presidencia de la República. Palacio deMira6oresCaracas - Venezuela.www.venezuela.gob.ve

Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información;Av. Universidad, Esq. El Chorro, Torre Ministerial, pisos 9 y 10.Caracas - Venezuelawww.minci.gob.ve

Depósito Legal: lf53320089001458Abril 2008. Impreso en la República Bolivariana de Venezuela

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Estimado compañero:

Acabo estas notas en viaje por África,animado del deseo de cumplir, aunque tar-díamente, mi promesa. Quisiera hacerlotratando el tema del título. Creo que pu-diera ser interesante para los lectores uru-guayos.

Es común escuchar de boca de losvoceros capitalistas, como un argumentoen la lucha ideológica contra el socialismo,la afirmación de que este sistema social oel período de construcción del socialismoal que estamos nosotros abocados, se ca-racteriza por la abolición del individuo enaras del Estado. No pretenderé refutar estaafirmación sobre una base meramente te-órica, sino establecer los hechos tal cual se

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viven en Cuba y agregar comentarios deíndole general. Primero esbozaré a gran-des rasgos la historia de nuestra lucha re-volucionaria antes y después de la tomadel poder.

Como es sabido, la fecha precisa en quese iniciaron las acciones revolucionariasque culminaron el primero de enero de1959, fue el 26 de julio de 1953. Un grupode hombres dirigidos por Fidel Castroatacó la madrugada de ese día el cuartelMoncada, en la provincia de Oriente. Elataque fue un fracaso, el fracaso se trans-formó en desastre y los sobrevivientes fue-ron a parar a la cárcel, para reiniciar, luegode ser amnistiados, la lucha revoluciona-ria.

Durante este proceso, en el cual sola-mente existían gérmenes de socialismo, el

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hombre era un factor fundamental. En élse confiaba, individualizado, específico,con nombre y apellido, y de su capacidadde acción dependía el triunfo o el fracasodel hecho encomendado.

Llegó la etapa de la lucha guerrillera.Esta se desarrolló en dos ambientes distin-tos: el pueblo, masa todavía dormida aquien había quemovilizar y su vanguardia,la guerrilla, motor impulsor de la movili-zación, generador de conciencia revolu-cionaria y de entusiasmo combativo. Fueesta vanguardia el agente catalizador, elque creó las condiciones subjetivas nece-sarias para la victoria. También en ella, enel marco del proceso de proletarización denuestro pensamiento, de la revolución quese operaba en nuestros hábitos, en nues-tras mentes, el individuo fue el factor fun-damental. Cada uno de los combatientes

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de la Sierra Maestra que alcanzara algúngrado superior en las fuerzas revoluciona-rias, tiene una historia de hechos notablesen su haber. En base a estos lograba susgrados.

Fue la primera época heroica, en la cualse disputaban por lograr un cargo demayor responsabilidad, de mayor peligro,sin otra satisfacción que el cumplimientodel deber. En nuestro trabajo de educa-ción revolucionaria, volvemos a menudosobre este tema aleccionador. En la actitudde nuestros combatientes se vislumbra alhombre del futuro.

En otras oportunidades de nuestra his-toria se repitió el hecho de la entrega totala la causa revolucionaria. Durante la Crisisde Octubre o en los días del ciclón Flora,vimos actos de valor y sacrificio excepcio-

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nales realizados por todo un pueblo. En-contrar la fórmula para perpetuar en lavida cotidiana esa actitud heroica, es unade nuestras tareas fundamentales desde elpunto de vista ideológico.

En enero de 1959 se estableció el go-bierno revolucionario con la participaciónen él de varios miembros de la burguesíaentreguista. La presencia del Ejército Re-belde constituía la garantía de poder,como factor fundamental de fuerza.

Se produjeron enseguida contradiccio-nes serias, resueltas, en primera instancia,en febrero del 59, cuando Fidel Castroasumió la jefatura de gobierno con el cargode primer ministro. Culminaba el procesoen julio del mismo año, al renunciar el pre-sidente Urrutia ante la presión de lasmasas.

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Aparecía en la historia de la RevoluciónCubana, ahora con caracteres nítidos, unpersonaje que se repetirá sistemática-mente: la masa.

Este ente multifacético no es, como sepretende, la suma de elementos de lamisma categoría (reducidos a la misma ca-tegoría, además, por el sistema impuesto),que actúa como un manso rebaño. Es ver-dad que sigue sin vacilar a sus dirigentes,fundamentalmente a Fidel Castro, pero elgrado en que él ha ganado esa confianzaresponde precisamente a la interpretacióncabal de los deseos del pueblo, de sus aspi-raciones, y a la lucha sincera por el cum-plimiento de las promesas hechas.

La masa participó en la reforma agrariay en el difícil empeño de la administración

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de las empresas estatales; pasó por la ex-periencia heroica de Playa Girón; se forjóen las luchas contra las distintas bandas debandidos armadas por la CIA; vivió una delas definiciones más importantes de lostiemposmodernos en la Crisis deOctubrey sigue hoy trabajando en la construccióndel socialismo.

Vistas las cosas desde un punto de vistasuperficial, pudiera parecer que tienenrazón aquellos que hablan de supeditacióndel individuo al Estado, la masa realiza conentusiasmo y disciplina sin iguales las ta-reas que el gobierno fija, ya sean de índoleeconómica, cultural, de defensa, depor-tiva, etcétera. La iniciativa parte en generalde Fidel o del alto mando de la revolucióny es explicada al pueblo que la toma comosuya. Otras veces, experiencias locales se

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toman por el partido y el gobierno para ha-cerlas generales, siguiendo el mismo pro-cedimiento.

Sin embargo, el Estado se equivoca aveces. Cuando una de esas equivocacionesse produce, se nota una disminución delentusiasmo colectivo por efectos de unadisminución cuantitativa de cada uno delos elementos que la forman, y el trabajose paraliza hasta quedar reducido a mag-nitudes insignificantes; es el instante derectificar. Así sucedió en marzo de 1962ante una política sectaria impuesta al par-tido por Aníbal Escalante.

Es evidente que el mecanismo no bastapara asegurar una sucesión de medidassensatas y que falta una conexión más es-tructurada con las masas. Debemos mejo-rarla durante el curso de los próximos

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años, pero en el caso de las iniciativas sur-gidas de estratos superiores del gobiernoutilizamos por ahora el método casi intui-tivo de auscultar las reacciones generalesfrente a los problemas planteados.

Maestro en ello es Fidel, cuyo particu-lar modo de integración con el pueblo sólopuede apreciarse viéndolo actuar. En lasgrandes concentraciones públicas se ob-serva algo así como el diálogo de dos dia-pasones cuyas vibraciones provocan otrasnuevas en el interlocutor. Fidel y la masacomienzan a vibrar en un diálogo de inten-sidad creciente hasta alcanzar el clímax enun final abrupto, coronado por nuestrogrito de lucha y victoria.

Lo difícil de entender, para quien noviva la experiencia de la revolución, es esaestrecha unidad dialéctica existente entre

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el individuo y la masa, donde ambos se in-terrelacionan y, a su vez, la masa, comoconjunto de individuos, se interrelacionacon los dirigentes.

En el capitalismo se pueden ver algunosfenómenos de este tipo cuando aparecenpolíticos capaces de lograr la movilizaciónpopular, pero si no se trata de un auténticomovimiento social, en cuyo caso no es ple-namente lícito hablar de capitalismo, elmovimiento vivirá lo que la vida de quienlo impulse o hasta el fin de las ilusiones po-pulares, impuesto por el rigor de la socie-dad capitalista. En esta, el hombre estádirigido por un frío ordenamiento que, ha-bitualmente, escapa al dominio de la com-prensión. El ejemplar humano, enajenado,tiene un invisible cordón umbilical que leliga a la sociedad en su conjunto: la ley delvalor. Ella actúa en todos los aspectos de la

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vida, va modelando su camino y su des-tino.

Las leyes del capitalismo, invisiblespara el común de las gentes y ciegas, ac-túan sobre el individuo sin que este se per-cate. Sólo ve la amplitud de un horizonteque aparece infinito. Así lo presenta lapropaganda capitalista que pretende ex-traer del caso Rockefeller —verídico ono—, una lección sobre las posibilidadesde éxito. La miseria que es necesario acu-mular para que surja un ejemplo así y lasuma de ruindades que conlleva una for-tuna de esa magnitud, no aparecen en elcuadro y no siempre es posible a las fuer-zas populares aclarar estos conceptos.(Cabría aquí la disquisición sobre cómoen los países imperialistas los obreros vanperdiendo su espíritu internacional declase al influjo de una cierta complicidad

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en la explotación de los países dependien-tes y cómo este hecho, al mismo tiempo,lima el espíritu de lucha de las masas en elpropio país, pero ese es un tema que salede la intención de estas notas).

De todos modos, se muestra el caminocon escollos que aparentemente, un indi-viduo con las cualidades necesarias puedesuperar para llegar a la meta. El premio seavizora en la lejanía; el camino es solitario.Además, es una carrera de lobos: sola-mente se puede llegar sobre el fracaso deotros.

Intentaré, ahora, definir al individuo,actor de ese extraño y apasionante dramaque es la construcción del socialismo, ensu doble existencia de ser único y miem-bro de la comunidad.

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Creo que lo más sencillo es recono-cer su cualidad de no hecho, de productono acabado. Las taras del pasado se trasla-dan al presente en la conciencia individualy hay que hacer un trabajo continuo paraerradicarlas.

El proceso es doble, por un lado actúala sociedad con su educación directa e in-directa, por otro, el individuo se somete aun proceso consciente de autoeducación.

La nueva sociedad en formación tieneque competir muy duramente con el pa-sado. Esto se hace sentir no solo en la con-ciencia individual en la que pesan losresiduos de una educación sistemática-mente orientada al aislamiento del indivi-duo, sino también por el carácter mismode este período de transición con persis-tencia de las relaciones mercantiles. La

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mercancía es la célula económica de lasociedad capitalista; mientras exista, susefectos se harán sentir en la organizaciónde la producción y, por ende, en la con-ciencia.

En el esquema de Marx se concebía elperíodo de transición como resultado de latransformación explosiva del sistema capi-talista destrozado por sus contradicciones;en la realidad posterior se ha visto cómose desgajan del árbol imperialista algunospaíses que constituyen ramas débiles, fe-nómeno previsto por Lenin. En estos, elcapitalismo se ha desarrollado lo suficientecomo para hacer sentir sus efectos, de unmodo u otro, sobre el pueblo, pero no sonsus propias contradicciones las que, agota-das todas las posibilidades, hacen saltar elsistema. La lucha de liberación contra un

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opresor externo, la miseria provocadapor accidentes extraños, como la guerra,cuyas consecuencias hacen recaer las clasesprivilegiadas sobre los explotados, los mo-vimientos de liberación destinados a de-rrocar regímenes neocoloniales, son losfactores habituales de desencadenamiento.La acción consciente hace el resto.

En estos países no se ha producido to-davía una educación completa para el tra-bajo social y la riqueza dista de estar alalcance de las masas mediante el simpleproceso de apropiación. El subdesarrollopor un lado y la habitual fuga de capitaleshacia países “civilizados” por otro, hacenimposible un cambio rápido y sin sacrifi-cios. Resta un gran tramo a recorrer en laconstrucción de la base económica y latentación de seguir los caminos trillados

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del interés material, como palanca impul-sora de un desarrollo acelerado, es muygrande.

Se corre el peligro de que los árbolesimpidan ver el bosque. Persiguiendo laquimera de realizar el socialismo con laayuda de las armasmelladas que nos legarael capitalismo (la mercancía como célulaeconómica, la rentabilidad, el interésmaterial individual como palanca, etcé-tera), se puede llegar a un callejón sin sa-lida. Y se arriba allí tras de recorrer unalarga distancia en la que los caminos se en-trecruzan muchas veces y donde es difícilpercibir el momento en que se equivocó laruta. Entre tanto, la base económica adap-tada ha hecho su trabajo de zapa sobre eldesarrollo de la conciencia. Para construirel comunismo, simultáneamente con la

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base material hay que hacer al hombrenuevo.

De allí que sea tan importante elegircorrectamente el instrumento de movili-zación de las masas. Este instrumentodebe ser de índole moral, fundamental-mente, sin olvidar una correcta utilizacióndel estímulo material, sobre todo de natu-raleza social.

Como ya dije, en momentos de peligroextremo es fácil potenciar los estímulosmorales; para mantener su vigencia, es ne-cesario el desarrollo de una conciencia enla que los valores adquieran categoríasnuevas. La sociedad en su conjunto debeconvertirse en una gigantesca escuela.

Las grandes líneas del fenómeno sonsimilares al proceso de formación de la

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conciencia capitalista en su primera época.El capitalismo recurre a la fuerza, pero,además, educa a la gente en el sistema. Lapropaganda directa se realiza por los en-cargados de explicar la ineluctabilidad deun régimen de clase, ya sea de origen di-vino o por imposición de la naturalezacomo ente mecánico. Esto aplaca a lasmasas que se ven oprimidas por un malcontra el cual no es posible la lucha.

A continuación viene la esperanza, y enesto se diferencia de los anteriores regíme-nes de casta que no daban salida posible.

Para algunos continuará vigente toda-vía la fórmula de casta: el premio a losobedientes consiste en el arribo, despuésde la muerte, a otros mundosmaravillososdonde los buenos son los premiados, conlo que se sigue la vieja tradición. Para

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otros, la innovación; la separación en cla-ses es fatal, pero los individuos puedensalir de aquella a que pertenecenmedianteel trabajo, la iniciativa, etcétera. Este pro-ceso, y el de autoeducación para el triunfo,deben ser profundamente hipócritas: es lademostración interesada de que unamen-tira es verdad.

En nuestro caso, la educación directaadquiere una importancia mucho mayor.La explicación es convincente porque esverdadera; no precisa de subterfugios. Seejerce a través del aparato educativo delEstado en función de la cultura general,técnica e ideológica, pormedio de organis-mos tales como el Ministerio de Educa-ción y el aparto de divulgación del partido.La educación prende en las masas y lanueva actitud preconizada tiende a conver-tirse en hábito; la masa la va haciendo suya

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y presiona a quienes no se han educado to-davía. Esta es la forma indirecta de educara las masas, tan poderosa como aquellaotra.

Pero el proceso es consciente; el indivi-duo recibe continuamente el impacto delnuevo poder social y percibe que no estácompletamente adecuado a él. Bajo el in-flujo de la presión que supone la educa-ción indirecta, trata de acomodarse a unasituación que siente justa y cuya propiafalta de desarrollo le ha impedido hacerlohasta ahora. Se autoeduca.

En este período de construcción delsocialismo podemos ver el hombre nuevoque va naciendo. Su imagen no está toda-vía acabada; no podría estarlo nunca yaque el procesomarcha paralelo al desarro-llo de formas económicas nuevas. Descon-tando aquellos cuya falta de educación los

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hace tender al camino solitario, a la auto-satisfacción de sus ambiciones, los hay queaun dentro de este nuevo panorama demarcha conjunta, tienen tendencia a ca-minar aislados de la masa que acompañan.Lo importante es que los hombres van ad-quiriendo cada día más conciencia de lanecesidad de su incorporación a la socie-dad y, al mismo tiempo, de su importanciacomo motores de la misma.

Ya no marchan completamente solos,por veredas extraviadas, hacia lejanos an-helos. Siguen a su vanguardia, constituidapor el partido, por los obreros de avan-zada, por los hombres de avanzada que ca-minan ligados a las masas y en estrechacomunión con ellas. Las vanguardias tie-nen su vista puesta en el futuro y en su re-compensa, pero esta no se vislumbra comoalgo individual; el premio es la nueva so-

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ciedad donde los hombres tendrán carac-terísticas distintas: la sociedad del hombrecomunista.

El camino es largo y lleno de dificulta-des. A veces, por extraviar la ruta, hay queretroceder; otras, por caminar demasiadoaprisa, nos separamos de las masas; enocasiones por hacerlo lentamente, senti-mos el aliento cercano de los que nos pisanlos talones. En nuestra ambición de revo-lucionarios, tratamos de caminar tanaprisa como sea posible, abriendo cami-nos, pero sabemos que tenemos que nu-trirnos de la masa y que ésta sólo podráavanzar más rápido si la alentamos connuestro ejemplo.

A pesar de la importancia dada a losestímulosmorales, el hecho de que exista ladivisión en dos grupos principales (exclu-

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yendo, claro está, a la fracción minoritariade los que no participan, por una razón uotra en la construcción del socialismo), in-dica la relativa falta de desarrollo de la con-ciencia social. El grupo de vanguardia esideológicamente más avanzado que lamasa; esta conoce los valores nuevos, peroinsuficientemente. Mientras en los prime-ros se produce un cambio cualitativo que lepermite ir al sacrificio en su función deavanzada, los segundos sólo ven amedias ydeben ser sometidos a estímulos y presio-nes de cierta intensidad; es la dictadura delproletariado ejerciéndose no sólo sobre laclase derrotada, sino también individual-mente, sobre la clase vencedora.

Todo esto entraña, para su éxito total,la necesidad de una serie de mecanismos,las instituciones revolucionarias. En laimagen de las multitudesmarchando hacia

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el futuro, encaja el concepto de institucio-nalización como el de un conjunto armó-nico de canales, escalones, represas,aparatos bien aceitados que permitan esamarcha, que permitan la selección naturalde los destinados a caminar en la vanguar-dia y que adjudiquen el premio y el castigoa los que cumplen o atenten contra la so-ciedad en construcción.

Esta institucionalidad de la Revolucióntodavía no se ha logrado. Buscamos algonuevo que permita la perfecta identifica-ción entre el Gobierno y la comunidad ensu conjunto, ajustada a las condiciones pe-culiares de la construcción del socialismoy huyendo al máximo de los lugares comu-nes de la democracia burguesa, trasplanta-dos a la sociedad en formación (como lascámaras legislativas, por ejemplo). Se hanhecho algunas experiencias dedicadas a

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crear paulatinamente la institucionaliza-ción de la Revolución, pero sin demasiadaprisa. El frenomayor que hemos tenido hasido el miedo a que cualquier aspecto for-mal nos separe de las masas y del indivi-duo, nos haga perder de vista la última ymás importante ambición revolucionariaque es ver al hombre liberado de su enaje-nación.

No obstante la carencia de institucio-nes, lo que debe superarse gradualmente,ahora las masas hacen la historia como elconjunto consciente de individuos queluchan por una misma causa. El hombre,en el socialismo, a pesar de su aparente es-tandarización, es más completo; a pesar dela falta del mecanismo perfecto para ello,su posibilidad de expresarse y hacerse sen-tir en el aparato social es infinitamentemayor.

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Todavía es preciso acentuar su partici-pación consciente, individual y colectiva,en todos los mecanismos de dirección y deproducción y ligarla a la idea de la necesi-dad de la educación técnica e ideológica,demanera que sienta cómo estos procesosson estrechamente interdependientes ysus avances son paralelos. Así logrará latotal consciencia de su ser social, lo queequivale a su realización plena como cria-tura humana, rotas todas las cadenas de laenajenación.

Esto se traducirá concretamente en lareapropiación de su naturaleza a través deltrabajo liberado y la expresión de su pro-pia condición humana a través de la cul-tura y el arte.

Para que se desarrolle en la primera,el trabajo debe adquirir una condición

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nueva; la mercancía-hombre cesa de exis-tir y se instala un sistema que otorga unacuota por el cumplimiento del deber so-cial. Los medios de producción pertene-cen a la sociedad y la máquina es sólo latrinchera donde se cumple el deber. Elhombre comienza a liberar su pensa-miento del hecho enojoso que suponía lanecesidad de satisfacer sus necesidadesanimales mediante el trabajo. Empieza averse retratado en su obra y a comprendersu magnitud humana a través del objetocreado, del trabajo realizado. Esto ya noentraña dejar una parte de su ser en formade fuerza de trabajo vendida, que no lepertenecemás, sino que significa una ema-nación de sí mismo, un aporte a la vidacomún en que se refleja; el cumplimientode su deber social.

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Hacemos todo lo posible por darle altrabajo esta nueva categoría de deber so-cial y unirlo al desarrollo de la técnica, porun lado, lo que dará condiciones para unamayor libertad, y al trabajo voluntario porotro, basados en la apreciaciónmarxista deque el hombre realmente alcanza su plenacondición humana cuando produce sin lacompulsión de la necesidad física de ven-derse como mercancía.

Claro que todavía hay aspectos coacti-vos en el trabajo, aún cuando sea necesa-rio; el hombre no ha transformado toda lacoerción que lo rodea en reflejo condicio-nado de naturaleza social y todavía pro-duce, enmuchos casos, bajo la presión delmedio (compulsiónmoral, la llama Fidel).Todavía le falta el lograr la completarecreación espiritual ante su propia obra,sin la presión directa del medio social,

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pero ligado a él por los nuevos hábitos.Esto será el comunismo.

El cambio no se produce automática-mente en la conciencia, como no se pro-duce tampoco en la economía. Lasvariaciones son lentas y no son rítmicas;hay períodos de aceleración, otros pausa-dos e incluso, de retroceso.

Debemos considerar, además comoapuntáramos antes, que no estamos frenteal período de transición puro, tal como loviera Marx en la Crítica del Programa deGotha, sino de una nueva fase no previstapor él; primer período de transición delcomunismo o de la construcción del socia-lismo. Este transcurre enmedio de violen-tas luchas de clase y con elementos decapitalismo en su seno que oscurecen lacomprensión cabal de su esencia.

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Si a esto de agrega el escolasticismo queha frenado el desarrollo de la filosofía mar-xista e impedido el tratamiento sistemá-tico del período, cuya economía políticano se ha desarrollado, debemos conveniren que todavía estamos en pañales y espreciso dedicarse a investigar todas las ca-racterísticas primordiales del mismo antesde elaborar una teoría económica y polí-tica de mayor alcance.

La teoría que resulte dará indefectible-mente preeminencia a los dos pilares dela construcción: la formación del hombrenuevo y el desarrollo de la técnica. Enambos aspectos nos faltamucho por hacer,pero es menos excusable el atraso encuanto a la concepción de la técnica comobase fundamental, ya que aquí no se tratade avanzar a ciegas sino de seguir duranteun buen tramo el camino abierto por los

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países más adelantados del mundo. Porello Fidel machaca con tanta insistenciasobre la necesidad de la formación tecno-lógica y científica de todo nuestro puebloy más aún, de su vanguardia.

En el campo de las ideas que conducena actividades no productivas, es más fácilver la división entre la necesidad materialy espiritual. Desde hace mucho tiempo elhombre trata de liberarse de la enajenaciónmediante la cultura y el arte.Muere diaria-mente las ocho y más horas en que actúacomomercancía para resucitar en su crea-ción espiritual. Pero este remedio porta losgérmenes de la misma enfermedad: es unser solitario el que busca comunión conla naturaleza. Defiende su individualidadoprimida por el medio y reacciona ante lasideas estéticas como un ser único cuya as-piración es permanecer inmaculado.

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Se trata sólo de un intento de fuga. Laley del valor no es ya unmero reflejo de lasrelaciones de producción; los capitalistasmonopolistas la rodean de un complicadoandamiaje que la convierte en una siervadócil, aún cuando los métodos que em-plean sean puramente empíricos. La super-estructura impone un tipo de arte en el cualhay que educar a los artistas. Los rebeldesson dominados por lamaquinaria y sólo lostalentos excepcionales podrán crear su pro-pia obra. Los restantes devienen asalariadosvergonzantes o son triturados.

Se inventa la investigación artística a laque se da como definitoria de la libertad,pero esta “investigación” tiene sus límitesimperceptibles hasta el momento de cho-car con ellos, vale decir, de plantearse losreales problemas del hombre y su enajena-ción. La angustia sin sentido o el pasa-

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tiempo vulgar constituyen válvulas cómo-das a la inquietud humana; se combate laidea de hacer del arte un arma de denun-cia.

Si se respetan las leyes del juego se con-siguen todos los honores; los que podríatener un mono al inventar piruetas. Lacondición es no tratar de escapar de lajaula invisible.

Cuando la Revolución tomó el poder seprodujo el éxodo de los domesticados to-tales; los demás, revolucionarios o no, vie-ron un camino nuevo. La investigaciónartística cobró nuevo impulso. Sin em-bargo, las rutas estaban más o menos tra-zadas y el sentido del concepto fuga seescondió tras la palabra libertad. En lospropios revolucionarios se mantuvo mu-chas veces esta actitud, reflejo del idea-lismo burgués en la conciencia.

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En países que pasaron por un procesosimilar se pretendió combatir estas ten-dencias con un dogmatismo exagerado. Lacultura general se convirtió casi en un tabúy se proclamó el summum de la aspiracióncultural, una representación formalmenteexacta de la naturaleza, convirtiéndoseésta, luego, en una representación mecá-nica de la realidad social que se queríahacer ver; la sociedad ideal, casi sinconflictos ni contradicciones, que se bus-caba crear.

El socialismo es joven y tiene errores.Los revolucionarios carecemos, muchasveces, de los conocimientos y la audaciaintelectual necesarias para encarar la tareadel desarrollo de un hombre nuevo pormétodos distintos a los convencionales ylos métodos convencionales sufren de la

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influencia de la sociedad que los creó.(Otra vez se plantea el tema de la relaciónentre forma y contenido.) La desorienta-ción es grande y los problemas de la cons-trucción material nos absorben. No hayartistas de gran autoridad que, a su vez,tengan gran autoridad revolucionaria. Loshombres del Partido deben tomar esatarea entre las manos y buscar el logro delobjetivo principal: educar al pueblo.

Se busca entonces la simplificación, loque entiende todo el mundo, que es lo queentienden los funcionarios. Se anula la au-téntica investigación artística y se reduceal problema de la cultura general a unaapropiación del presente socialista y delpasado muerto (por tanto, no peligroso).Así nace el realismo socialista sobre lasbases del arte del siglo pasado.

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Pero el arte realista del siglo XIX, tam-bién es de clase, más puramente capita-lista, quizás, que este arte decadente delsiglo XX, donde se transparenta la angus-tia del hombre enajenado. El capitalismoen cultura ha dado todo de sí y no quedade él sino el anuncio de un cadáver malo-liente en arte, su decadencia de hoy. Pero,¿por qué pretender buscar en las formascongeladas del realismo socialista la únicareceta válida? No se puede oponer al rea-lismo socialista “la libertad”, porque éstano existe todavía, no existirá hasta el com-pleto desarrollo de la sociedad nueva; perono se pretenda condenar a todas la formasde arte posteriores a la primer mitad delsiglo XIX desde el trono pontificio delrealismo a ultranza, pues se caería en unerror proudhoniano de retorno al pasado,poniéndole camisa de fuerza a la expresión

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artística del hombre que nace y se cons-truye hoy.

Falta el desarrollo de un mecanismoideológico cultural que permita la investi-gación y desbroce la mala hierba, tan fácil-mentemultiplicable en el terreno abonadode la subvención estatal.

En nuestro país, el error del mecani-cismo realista no se ha dado, pero sí otrosigno de contrario. Y ha sido por no com-prender la necesidad de la creación delhombre nuevo, que no sea el que repre-sente las ideas del siglo XIX, pero tampocolas de nuestro siglo decadente y morboso.El hombre del siglo XXI es el que debemoscrear, aunque todavía es una aspiraciónsubjetiva y no sistematizada. Precisamenteéste es uno de los puntos fundamentalesde nuestro estudio y de nuestro trabajo y

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en la medida en que logremos éxitos con-cretos sobre una base teórica o, viceversa,extraigamos conclusiones teóricas de ca-rácter amplio sobre la base de nuestra in-vestigación concreta, habremos hecho unaporte valioso al marxismo-leninismo, a lacausa de la humanidad. La reacción contrael hombre del siglo XIX nos ha traído lareincidencia en el decadentismo del sigloXX; no es un error demasiado grave, perodebemos superarlo, so pena de abrir unancho cauce al revisionismo.

Las grandes multitudes se van desarro-llando, las nuevas ideas van alcanzandoadecuado ímpetu en el seno de la socie-dad, las posibilidades materiales dedesarrollo integral de absolutamentetodos sus miembros, hacen mucho másfructífera la labor. El presente es de lucha,el futuro es nuestro.

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Resumiendo, la culpabilidad de mu-chos de nuestros intelectuales y artistasreside en su pecado original; no son autén-ticamente revolucionarios. Podemos in-tentar injertar el olmo para que dé peras,pero simultáneamente hay que sembrarperales. Las nuevas generaciones vendránlibres del pecado original. Las posibilida-des de que surjan artistas excepcionalesserán tanto mayores cuanto más se hayaensanchado el campo de la cultura y la po-sibilidad de expresión. Nuestra tarea con-siste en impedir que la generación actual,dislocada por sus conflictos, se pervierta ypervierta a las nuevas. No debemos crearasalariados dóciles al pensamiento oficialni “becarios” que vivan al amparo del pre-supuesto, ejerciendo una libertad entrecomillas. Ya vendrán los revolucionariosque entonen el canto del hombre nuevo

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con la auténtica voz del pueblo. Es un pro-ceso que requiere tiempo.

En nuestra sociedad, juegan un papel lajuventud y el Partido.

Particularmente importante es la pri-mera, por ser la arcilla maleable con que sepuede construir al hombre nuevo sin nin-guna de las taras anteriores.

Ella recibe un trato acorde con nuestrasambiciones. Su educación es cada vez máscompleta y no olvidamos su integración altrabajo desde los primeros instantes.Nuestros becarios hacen trabajo físico ensus vacaciones o simultáneamente con elestudio. El trabajo es un premio en ciertoscasos, un instrumento de educación, enotros, jamás un castigo. Una nueva genera-ción nace.

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El Partido es una organización de van-guardia. Los mejores trabajadores sonpropuestos por sus compañeros para inte-grarlo. Este es minoritario pero de granautoridad por la calidad de sus cuadros.Nuestra aspiración es que el Partido seade masas, pero cuando las masas hayan al-canzado el nivel de desarrollo de la van-guardia, es decir, cuando estén educadospara el comunismo. Y a esa educación vaencaminado el trabajo. El Partido es elejemplo vivo; sus cuadros deben dictar cá-tedras de laboriosidad y sacrificio, debenllevar, con su acción, a las masas, al fin dela tarea revolucionaria, lo que entrañaaños de duro bregar contra las dificultadesde la construcción, los enemigos de clase,las lacras del pasado, el imperialismo…

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Quisiera explicar ahora el papel quejuega la personalidad, el hombre como in-dividuo de las masas que hacen la historia.Es nuestra experiencia no una receta.

Fidel dio a la Revolución el impulso enlos primeros años, la dirección, la tónicasiempre, pero hay un buen grupo de revo-lucionarios que se desarrollan en el mismosentido que el dirigente máximo y unagranmasa que sigue a sus dirigente porqueles tiene fe; y les tiene fe, porque ellos hansabido interpretar sus anhelos.

No se trata de cuántos kilogramos decarne se come o de cuántas veces por añose pueda ir alguien a pasearse en la playa,ni de cuántas bellezas que vienen del exte-rior puedan comprarse con los salarios ac-tuales. Se trata, precisamente, de que elindividuo se sienta más pleno, con mucha

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más riqueza interior y conmuchamás res-ponsabilidad. El individuo de nuestro paíssabe que la época gloriosa que le toca vivires de sacrificio; conoce el sacrificio. Losprimeros lo conocieron en la Sierra Maes-tra y dondequiera que se luchó; después lohemos conocido en toda Cuba. Cuba es lavanguardia de América y debe hacer sacri-ficios porque ocupa el lugar de avanzada,porque indica a las masas de América La-tina el camino de la libertad plena.

Dentro del país, los dirigentes tienenque cumplir su papel de vanguardia; y, hayque decirlo con toda sinceridad, en una re-volución verdadera a la que se le da todo,de la cual no se espera ninguna retribuciónmaterial, la tarea del revolucionario devanguardia es a la vez magnífica y angus-tiosa.

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Déjeme decirle, a riesgo de parecerridículo, que el revolucionario verdaderoestá guiado por grandes sentimientos deamor. Es imposible pensar en un revolu-cionario auténtico sin esta cualidad.Quizás sea uno de los grandes dramas deldirigente; éste debe unir a un espírituapasionado una mente fría y tomar deci-siones dolorosas sin que se contraiga unmúsculo. Nuestros revolucionarios devanguardia tienen que idealizar ese amora los pueblos, a las causas más sagradas yhacerlo único, indivisible. No pueden des-cender con su pequeña dosis de cariño co-tidiano hacia los lugares donde el hombrecomún lo ejercita.

Los dirigentes de la Revolución tienenhijos que en sus primeros balbuceos, noaprenden a nombrar al padre; mujeres quedeben ser parte del sacrificio general de su

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vida para llevar la Revolución a su destino;el marco de los amigos responde estricta-mente al marco de los compañeros de Re-volución. No hay vida fuera de ella.

En esas condiciones, hay que tener unagran dosis de humanidad, una gran dosisde sentido de la justicia y de la verdad parano caer en extremos dogmáticos, en esco-lasticismos fríos, en aislamiento de lasmasas. Todos los días hay que luchar por-que ese amor a la humanidad viviente setransforme en hechos concretos, en actosque sirvan de ejemplo, de movilización.

El revolucionario, motor ideológicode la revolución dentro de su partido, seconsume en esa actividad ininterrumpidaque no tiene más fin que la muerte, amenos que la construcción se logre en es-cala mundial. Si su afán de revolucionario

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se embota cuando las tareas más apre-miantes se ven realizadas a escala loca y seolvida el internacionalismo proletario, larevolución que dirige deja de ser unafuerza impulsora y se sume en una cómodamodorra, aprovechada por nuestros ene-migos irreconciliables, el imperialismo,que gana terreno. El internacionalismoproletario es un deber pero también es unanecesidad revolucionaria. Así educamos anuestro pueblo.

Claro que hay peligros presentes en lasactuales circunstancias. No sólo el deldogmatismo, no sólo el de congelar las re-laciones con las masas enmedio de la grantarea; también existe el peligro de las debi-lidades en que se puede caer. Si un hom-bre piensa que, para dedicar su vida enteraa la revolución, no puede distraer sumente por la preocupación de que a un

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hijo le falte determinado producto, que loszapatos de los niños estén rotos, que su fa-milia carezca de determinado bien necesa-rio, bajo este razonamiento deja infiltrarselos gérmenes de la futura corrupción.

En nuestro caso, hemosmantenido quenuestros hijos deben tener y carecer de loque tienen y de lo que carecen los hijos delhombre común; y nuestra familia debecomprenderlo y luchar por ello. La revo-lución se hace a través del hombre, pero elhombre tiene que forjar día a día su espí-ritu revolucionario.

Así vamos marchando. A la cabeza dela inmensa columna—no nos avergüenzani nos intimida decirlo— va Fidel, des-pués, losmejores cuadros del Partido, e in-mediatamente, tan cerca que se siente suenorme fuerza, va el pueblo en su con-

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junto; sólida armazón de individualidadesque caminan hacia un fin común; indivi-duos que han alcanzado la conciencia delo que es necesario hacer; hombres que lu-chan por salir del reino de la necesidad yentrar al de la libertad.

Esa inmensa muchedumbre se ordena;su orden responde a la conciencia de la ne-cesidad del mismo, ya no es fuerza dis-persa, divisible en miles de fraccionesdisparadas al espacio como fragmentos degranada, tratando de alcanzar por cual-quier medio, en lucha reñida con sus igua-les, una posición, algo que permita apoyofrente al futuro incierto.

Sabemos que hay sacrificios delantenuestro y que debemos pagar un preciopor el hecho heroico de constituir unavanguardia como nación. Nosotros, diri-

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gentes, sabemos que tenemos que pagarun precio por tener derecho a decir que es-tamos a la cabeza del pueblo que está a lacabeza de América. Todos y cada uno denosotros paga puntualmente su cuota desacrificio, conscientes de recibir el premioen la satisfacción del deber cumplido,conscientes de avanzar con todos hacia elhombre nuevo que se vislumbra en el ho-rizonte.

Permítame intentar unas conclusiones:

Nosotros, socialistas, somos más libresporque somosmás plenos; somosmás ple-nos por ser más libres.

El esqueleto de nuestra libertad com-pleta está formado, falta la sustancia pro-teica y el ropaje; los crearemos.

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Nuestra libertad y su sostén cotidianotienen color de sangre y están henchidosde sacrificio.

Nuestro sacrificio es consciente; cuotapara pagar la libertad que construimos. Elcamino es largo y desconocido en parte;conocemos nuestras limitaciones. Hare-mos el hombre del siglo XXI nosotros mis-mos.

Nos forjaremos en la acción cotidiana,creando un hombre nuevo con una nuevatécnica.

La personalidad juega el papel demovi-lización y dirección en cuanto que encarnalas más altas virtudes y aspiraciones delpueblo y no se separa de la ruta.

Quien abre el camino es el grupo devanguardia, los mejores entre los buenos,el Partido.

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La arcilla fundamental de nuestra obraes la juventud, en ella depositamos nuestraesperanza y la preparamos para tomar denuestras manos la bandera.

Si esta carta balbuceante aclara algo, hacumplido el objetivo con que la mando.

Reciba nuestro saludo ritual, como unapretón de manos o un “Ave María Purí-sima”. Patria o muerte.

Texto dirigido a Carlos Quijano.

Publicado en: Marcha, Montevideo, 12 demarzo de 1965.

Tomado de: Ernesto Che Guevara, Escritos ydiscursos, Tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, LaHabana, 1977.

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