El Secreto Egipcio

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Ricard Jiménez García e-mail: [email protected] Facebook/ mundoaureo EL SECRETO EGIPCIO LA CUADRATURA DEL CÍRCULO (EL ETERNO MOVIMIENTO)

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EL SECRETO EGIPCIO

LA CUADRATURA DEL

CÍRCULO (EL ETERNO MOVIMIENTO)

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Existe un criterio capaz de vincular de forma perfecta cuatro enigmas

aparentemente muy diferentes. El primero de ellos es el mensaje que guardan los

muros de la Gran Pirámide de Egipto. El segundo hace referencia a la irrazonable

efectividad de las matemáticas para describir la naturaleza. El Tercero es la idea

de que ha de existir un código fuente, una Ley Primordial capaz de dar sentido a la

idea de un Universo perfectamente organizado y creado de la “Nada”. El cuarto

hace referencia al misterio subyacente a la Unidad que reina en el Universo.

El criterio que unifica a todos ellos es la conciencia, o más concretamente, su

representación geométrica. Dicha criterio expresa la regla que rige en el Universo:

“La regla de los Opuestos”.

Dar sentido a la existencia de una conciencia universal, expresado de forma

matemática es la manera de expresar de qué manera lo imposible puede hacerse

realidad. La clave reside en la simplicidad: es más fácil sumar que multiplicar.

El último de ellos es el primero y su opuesto es el Universo entero.

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“Si quieres entender el Universo piensa en movimiento,

frecuencia y vibración” Nikola Tesla.

EL EQUILIBRIO

Supongo que todos estaremos de acuerdo en la “belleza” que la simplicidad

representa. Esta belleza se puede expresar en la naturaleza, en el diseño, en una

idea o en una simple regla.

Tenemos preferencia por aquellas ideas que expresan la realidad con la máxima

simplicidad. Puede ser el slogan de una campaña publicitaria, el emblema de una

revolución, una Ley Universal o el pensamiento de prestigiosos científicos acerca

del funcionamiento del Universo, que forma parte de nuestro legado cultural.

Einstein se refirió a este concepto diciendo que no has entendido algo, sino eres

capaz de explicárselo a un niño y que lo entienda. O… también con su famosa frase:

“Dios no juega a los dados”. Todos, en algún momento, hemos reflexionado, de una

u otra manera, acerca de la idea que esta frase representa, dado que el concepto de

“destino” está directamente involucrado. Por lo tanto, la fuerza de una idea es

universal, no tiene fronteras y su poder aumenta cuanto más simple sea.

Hoy día nuestra sociedad y nuestra ciencia se basan en la especialización o en la

complejidad, como consecuencia de la utilización de conceptos extremadamente

complicados. Sin lugar a dudas hay pocas posibilidades de que un niño los

entienda. Sin embargo, todas las sociedades antiguas basaron su comprensión del

funcionamiento del Universo, así como el papel del ser humano en el ciclo de la vida

en el precepto de la simplicidad.

A veces nos referimos a este concepto cubierto bajo el velo de una determinada

religión, lo que no impide que podamos analizar el simbolismo que muestran sus

ideas, siempre… ¡Claro! que no seas 100% pagano. No olvidemos que no importa la

manera en que avancemos en la búsqueda del conocimiento, al final de la cadena

todo se ha de basar en simples conceptos, en simples ideas que puedan ser

transmitidas y comprendidas.

La idea de “Trinidad”, por ejemplo, hace referencia a la creación del Universo

basándose tan sólo en 3 elementos. La idea de la existencia del “Padre” y el “Hijo”

junto con el “Espíritu Santo” formando un “Todo” coordinado, además de establecer

un sentido evolutivo, también dirige nuestra mirada hacia la “superposición de

estados”. En este sistema, el Padre y el Hijo se solapan en un mismo “cuerpo”, y el

Espíritu Santo también se mezcla con ellos. Este sistema triangular es

omnipresente pues está en todos lados y, a su vez, no puede ser observado. Su

existencia únicamente tiene lugar en un plano conceptual… A no ser que pienses

¡Claro! que todo en esta vida es un “milagro”.

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Este plano conceptual es el mismo lugar en el que residen nuestras ideas y también

los conceptos que representan nuestras reglas o fórmulas matemáticas. La

“Trinidad” (bajo este punto de vista) puede ser reducida a la forma de un triángulo,

de la misma manera que podemos hacer lo mismo con la forma de un teorema. No

importa, por tanto, el simbolismo ni la manera que tengamos de transmitir la

información, lo que importa siempre es el concepto subyacente.

El “Ying-Yang” realmente parece un concepto más simplificado, una idea que no

necesita un “libro de instrucciones”, ni siquiera la utilización de términos

sofisticados. La idea que representa también expresa una relación triangular,

referida a la unidad que los opuestos reflejan. Además su símbolo refleja una

absoluta libertad que, cada cual, puede interpretar en la forma que prefiera. Los

antiguos interpretaron este precepto místico bajo el lema: “Como es arriba, es

abajo”. Hoy día esta idea la interpretamos como el deseo de unir lo que sucede a

nivel galáctico con lo que parece suceder en el nivel cuántico.

No se puede simplificar más allá de resumir el concepto (dicha idea) en una sola

palabra. Puedes referirte a Dios, al Creador, al Ying-Yang o a la Ley de la

Gravedad. Nuestros más antiguos ancestros ya reflejaron en sus grabados y en sus

símbolos este concepto, al describirlo como “equilibrio”. El símbolo de la “balanza”

es perfecto para expresar esta idea, resumiendo un pensamiento final acerca del

funcionamiento del Universo; Una idea que podemos extrapolar al mundo

conceptual. Los egipcios hicieron referencia al funcionamiento del “plano

inmaterial” de la realidad, pero reteniendo la idea de que el mundo real no es más

que un reflejo de dicho plano. Y, lógicamente, que todo debe estar equilibrado.

La Balanza Egipcia expresa la idea de equilibrio. El

símbolo de la cruz también refleja el mismo concepto. Un

teorema es un resultado al que llegamos por dos caminos

diferentes, que son equivalentes.

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En dicha balanza se “pesaba” el alma (un concepto ciertamente inmaterial) con el

“corazón”, un concepto muy real. Es decir, los antiguos egipcios reflejaron el

equilibrio que se da entre el plano real y el plano inmaterial. Dicha idea puede

asociarse a la norma que rige nuestros actos, o a nuestro grado de adecuación que

en vida hayamos dado a esta regla universal…Pero, también podemos pensar que

refleja un concepto muy real, el equilibrio que se ha de dar entre ambos planos

diferentes de la realidad: la regla establece de qué manera ambos planos están

vinculados. Si no quieres que una verdad se vea no la escondas, muéstrala; Pero

divídela (según la regla) en dos verdades opuestas entre ellas.

El símbolo de la balanza tiene, por tanto, un doble significado: la idea de equilibrio

horizontal y también la idea de equilibrio inverso, o equilibrio entre elementos

opuestos.

Actualmente a la idea de “equilibrio” en el plano físico la denominamos

“conservación de energía”, conservación del “momento angular” o… incluso

hablamos de “super-simetría”, la manera en que la naturaleza siempre parte o

tiende hacia un estado de equilibrio. No hace falta observar detenidamente, todos

sabemos que cuando se produce un desequilibrio natural automáticamente éste se

corrige siempre. El equilibrio así expresado puede tener muchos planos: La propia

Ley de la Gravedad expresa simplemente un perfecto equilibrio universal, es la

responsable final del perfecto orden que observamos en el Universo.

Cuando pesamos el “alma” y el “corazón” pesamos simplemente conceptos opuestos.

La ley de la gravedad hace lo mismo “pesando” adecuadamente la relación entre

dos masas y la distancia que las separa. Se trata de un equilibrio del tipo inverso

¡Esto es cierto! diciendo con esto que se trata de “términos” relacionados de forma

inversamente proporcional, pero…. equilibrio al fin y al cabo. Pero, no importa

como lo definamos, realmente esto no afecta al concepto de “equilibrio” en términos

genéricos.

Un cuerpo puede estar equilibrado desde el punto de vista del movimiento si no

ejercemos ninguna fuerza sobre él. Ahora bien, esto implica que si un cuerpo lleva

una velocidad constante, y… en ausencia de una referencia, no podemos saber si

está parado o se está moviendo. Cuando aplicamos una fuerza sobre él entonces

decimos que dicho cuerpo experimenta un movimiento uniformemente acelerado,

una especie de equilibrio inverso en el movimiento. Una fuerza además implica, por

tanto, la necesidad de una referencia. La balanza expresa este concepto en forma

de criterio “independiente”.

Esto realmente representa una incongruencia. El Universo por sí solo ya se expresa

a través de un movimiento uniformemente acelerado, sin necesidad de ninguna

fuerza o referencia adicional: se trata de la propia Ley de la Gravedad. Quizás por

este motivo Einstein se refirió a ella como si fuera una “ilusión del “sistema”,

Newton también buscó dicha referencia y Maxwell la definió como “éter

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imaginario”. Todos ellos se referían a una “supuesta” referencia sobre la que el

Universo se “asienta”.

En esta publicación la referencia que tiene el Universo entero siempre será la

“unidad” y, para entender esto, tan sólo tenemos que imaginar que una Unidad

puede tener una estructura tridimensional. De esta manera creamos una unidad de

medida genérica que se adecua mejor a un Universo Tridimensional, que la manera

en que lo hace la simple métrica lineal. En términos físicos puedes referirte a ella

como el Big-Bang, el muro o el cuanto de Planck o incluso como si fuera un agujero

negro. Es decir, la unidad tendrá una forma fractal, una precisa geometría capaz de

extenderse desde lo más grande a lo más pequeño, reflejando siempre y en todo

momento la regla de los opuestos.

Actualmente damos a este concepto un sentido más técnico al hablar de

“distribución de probabilidad”, pero el sentido no cambia. Simplemente lo que

hacemos es trasladar la idea de equilibrio al plano matemático. La probabilidad no

es más que un sistema binario, en el que siempre tendremos la posibilidad de tener

dos posibles resultados vinculados a la unidad. Cada unidad puede ser vista de

forma cuantificada, como si de un simple “bit” de ordenador se tratara. A cada

instante de tiempo tenemos un resultado. Si lo contemplamos de forma estática tan

sólo vemos el resultado final, pero si lo vemos en movimiento podemos percibir

además su intensidad.

Cada vez que observamos el Universo lo hacemos en base a un criterio racional y

observamos que, generalmente, todas las manifestaciones opuestas están

equilibradas; Esto es lo que hemos hecho básicamente desde que Galileo estableció

los primeros patrones de equilibrio en el Universo, observando su movimiento.

Hemos llegado hasta tal punto que hoy día tenemos la idea de que podemos

condensar el equilibrio en que el Universo se basa tan sólo tratando de unificar dos

manifestaciones (o ilusiones) radicalmente opuestas entre ellas: la gravedad y la

relatividad.

Observa que los términos sólo dependen de los diferentes puntos de vista que

podamos tener para entender el Universo, pero todos se basan en el concepto de

equilibrio. Si te has dado cuenta esto implica que el alma y el corazón

implícitamente ambas dependen de tu mente, o de tu criterio de pensamiento en un

sentido más concreto. Tu mente, por tanto, está siempre presente. Voy a tratar, por

tanto, de intentar “unificar” tu mente con la regla universal que rige en el

Universo, la regla de los opuestos. Simbólicamente este concepto, o Trinidad se

puede simbolizar con el “Ojo de la Mente” inscrito en un triángulo, expresando la

idea de conexión de la mente con el Universo.

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El Ojo de Horus simboliza la idea de la conexión de tu mente

con el Universo, que representa el “más allá”. Además

simbolicamente se basa en diferentes tipos de movimiento, el

de la serpiente, el del aguila y el “movimiento circular” de tu

mente. De forma subyacente todas sus medidas están

referenciadas al inverso de los cuadrados, exactamente igual

que la Ley de Gravedad.

EL PUNTO DE REFERENCIA.

El problema de la referencia no es nuevo pero, de hecho, es el eje central en que

descansa nuestra comprensión del Universo. Éste se refiere a la necesaria

presencia de un participante y un observador independiente. Lo que vamos a hacer,

por tanto, es de qué manera ese observador independiente puede ser todo el

Universo, de la misma manera (por ejemplo) que el Universo matemático goza de

absoluta independencia del punto de vista del participante.

La luz marca la velocidad de movimiento de los efectos electromagnéticos que se

“mueven” por el Universo (y que percibimos sus efectos) sin necesidad de

“descansar” en ninguna estructura real que podamos apreciar, moviéndose

técnicamente en el “vacío universal”. Este es el concepto de “éter imaginario” que

recubre el Universo o es su base subyacente. Misteriosamente los efectos

electromagnéticos “descansan” sobre una estructura imaginaria tan abstracta,

como el propio concepto que el “alma” representa. Además, la luz constituye la

única referencia en nuestro Universo, por eso hablamos de la “malla imaginaria”

espacio-temporal. Actualmente los partidarios de la única teoría capaz de constituir

una teoría unificada, la teoría de cuerdas, piensan que el Universo es una “malla”

de cuerdas que vibran en diferentes vibraciones. Los teóricos de cuerdas intentar

ver dicha “malla” en movimiento, observar su distribución de probabilidad

intentando encajarla con la realidad.

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Todo en el Universo, sin importar que se trate de algo material o inmaterial, o

incluso de un concepto matemático puede ser reducido a una relación triangular,

dependiendo siempre de nuestro criterio. Por este motivo, incluso nuestro propio

pensamiento (o razonamiento) no está exento de esta idea. Si lo piensas

detenidamente, rápidamente comprobarás que lo más complicado que puede hacer

nuestra mente no es más que una “regla de tres”; ¡Que la relativa complejidad no es

tal! Esto se debe a que nuestro pensamiento sigue una lógica, o un movimiento

lineal: simplemente agrupamos los conceptos en función de este criterio lógico de

pensamiento.

La idea final es que Todo en el Universo sigue esta regla de simplicidad, que

coincide con la idea que la “balanza” representa, aunque en términos físicos nos

refiramos a esta idea en términos de “conservación del estado”.

Por este motivo no es extraño que ésta sea la cuestión subyacente en varias de las

conjeturas matemáticas más importantes y que podemos resumir en la siguiente

pregunta ¿Es siempre posible expresar la complejidad en base a la simplicidad? Si

esto siempre fuera cierto arrasaría como un vendaval incluso con lo que el concepto

“inteligencia” representa y, en consecuencia, con la insistencia de dar un sentido al

término “evolución”.

El espacio que contemplamos se presenta como si fuera una “Trinidad” sólo que lo

expresamos como una “Manifestación Tridimensional”. El tiempo no es ajeno a este

concepto, distinguiendo también tres posibles estados. Efectivamente, el presente

se correspondería con el “espíritu santo” o, en términos más cotidianos, con el

concepto “realidad”. Debido a nuestra dualidad, que sigue la regla universal, nunca

podremos determinar una existencia verdadera. Si quieres prueba a definir un solo

concepto en forma absoluta y verás la imposibilidad. Incluso a nivel de lenguaje

todo se basa en la relatividad. Esto pasa porque nuestro criterio o nuestra

conciencia siempre forman parte de cualquier sistema de referencia.

El propio tiempo es dual, se presente en dos planos diferentes de la realidad. Por

ejemplo, podemos dividir el tiempo en intervalos y, entonces imaginamos que el

tiempo se extiende en línea recta formando “segmentos”. Pero, sea como sea, sin

importar la duración de dicho intervalo, siempre podremos considerar que este

“segmento” de tiempo está incluido siempre en un ciclo temporal. Si cada intervalo

fueran, por ejemplo, 5 minutos de tiempo, estos 5 minutos estarían incluidos en

una vuelta o un ciclo que da la Tierra sobre sí misma. A su vez cada ciclo terrestre

estaría incluido en el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta, por ejemplo,

alrededor del Sol. El tiempo en el Universo no sólo se extiende en línea recta como

nuestra lógica de pensamiento, sino que también se expresa de forma circular.

De esta manera podemos dividir el tiempo en 3 periodos aparentes, el primero de

ellos hace referencia a un ciclo que se da respecto a un cuerpo de referencia, en este

caso el astro solar. El segundo es un movimiento inverso, un giro que efectúa la

Tierra sobre sí misma, el ciclo-unidad. Además podemos pensar que cualquier giro

terrestre en el fondo son infinitos giros que se superponen entre todos ellos, dado

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que podemos imaginar que la Tierra no sólo gira alrededor del Sol, sino que

también lo hace sobre la Vía Láctea o, de hecho, sobre cualquier estrella de toda la

Galaxia… Infinitas esferas girando entre ellas.

El último de ellos o el tercero es el movimiento precesional, un giro que efectúa la

Tierra opuesto a los otros dos tipos de movimiento. Es el giro de Peonza que nos

indica que el movimiento de una “mota de polvo” como es la tierra (respecto de

nuestra galaxia) sigue, en todo momento, una perfecta sincronización con el

Universo entero. El “Péndulo de Foucault” es un buen ejemplo de esta interacción

universal, así como lo que se conoce como el “experimento EPR” relativo al

entrelazamiento cuántico, que indica que el Universo está instantáneamente

sincronizado. Realmente esta última forma de medir el tiempo es radicalmente

opuesta a las otras dos anteriores.

En el Universo, como sabemos, todo está vinculado por esa fuerza misteriosa que

llamamos “gravedad”, que hace que una partícula se vea influida

instantáneamente por el movimiento de otra partícula, aunque se halle ésta en el

extremo opuesto del Universo. Esto implica que el tiempo además se manifiesta en

dos planos diferentes de la realidad, llámalo si quieres “relatividad”.

Todo indica, por tanto, que podemos ver el tiempo de una forma conceptual, como el

espacio o el movimiento, formando en todo momento una Trinidad, aunque ésta

sólo sea la parte que podamos observar. La 4ª dimensión parece ser una dimensión

directamente vinculada con nuestra mente, o con nuestra relativa percepción, la

frontera entre un plano real y un plano inmaterial. Se trata efectivamente de una

dimensión que conecta la existencia con nuestra conciencia, tan sólo girando el

sentido de nuestra mirada, contemplando el Universo desde una perspectiva

unificada.

Si descendemos por tanto al terreno del concepto, a la esencia que para nosotros

representa la percepción del tiempo, podemos contemplar éste de forma geométrica,

tan sólo imaginando 3 ejes opuestos, representando cada uno de ellos una diferente

percepción. La idea es que se entienda, se trata de “cartografiar” el Universo o de

verlo desde una sencilla perspectiva matemática.

Podemos vincular la tercera con la cuarta dimensión desde esta perspectiva

conceptual… Y eso es justo lo que haré en un momento. Pero… para ello primero

hay que presentar al tercer eje (o Trinidad) que representa la realidad que, aparte

del espacio-tiempo, es el movimiento. Vamos a tratar de ver, por tanto, el Universo

como una forma geométrica o una estructura tridimensional que está en

movimiento, Esta “estructura” tendrá una forma única, exclusiva y muy particular

pues en todo momento tiene que representar a la “relatividad”, que es lo que todos

entendemos como la “4ª dimensión espacio-temporal” o “Ying-Yang”.

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La relatividad representa la siguiente idea.

Imaginemos una figura geométrica como la de la siguiente foto formada

(realmente) por esferas que se están moviendo en todo momento. Empezamos a

tomar fotos en diferentes instantes de tiempo. Cuando los contemplamos todos ellos

de forma estática siempre contemplamos la misma figura, no tenemos manera de

saber realmente si se ha producido tal movimiento (dado que todas las fotos son

iguales). Desde cualquier perspectiva, dada la particular forma de una esfera, no

hay manera de saber si está parada o está en movimiento. Es decir, tanto si

imaginamos que está parada o se está moviendo siempre podremos contemplar de

forma estática la forma de esta figura, formando tan sólo circunferencias.

De hecho una esfera tridimensional se sitúa en la 4ª dimensión matemática, no en

la tercera como pensamos habitualmente. ¿Cuál es la diferencia entre ellas? La

esfera en la 4ª dimensión matemática está llena de vida, porque no tiene sentido

sin alguien que la perciba. Tiene, por tanto, un movimiento. La relatividad de

Einstein (que implica una 4ª dimensión) tampoco tiene sentido si no es en

movimiento.

Poincaré conjeturó sobre ella (la esfera tridimensional) estableciendo que es el

único valor (o variedad topológica) entre el infinito numérico que es capaz de

expresarse de forma holográfica, de tal forma que podemos reducir (o definir) todo

su volumen unitario a un simple “punto”. Por lo tanto la forma de esfera

tridimensional condensa de forma perfecta la fusión de tres dimensiones

matemáticas (opuestas entre ellas) en torno a una unidad de criterio, o un punto

matemático.

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En el Universo también tenemos únicamente tres tipos de movimiento, que

también podemos definir desde un punto de vista más técnico. Los dos primeros,

como podrás imaginar, son opuestos entre ellos. Se trata del estado de reposo o el

estado de mantener una constante velocidad. En ausencia de cualquier fuerza o

punto de referencia no tenemos manera de saber si estamos parados o estamos en

movimiento, como hemos visto. Tan sólo es posible establecer esto si tenemos un

punto de referencia o, cuando introducimos el “concepto” fuerza. Observa que esta

relatividad en el fondo nos está diciendo que podemos ver cualquier fuerza tan sólo

en función de la geometría que presenta.

El tercer movimiento es el movimiento uniformemente acelerado y, para que se

produzca es necesaria la introducción de dicha fuerza. Esta fuerza constituye, a su

vez, un punto de referencia, el que nos permite darnos cuenta de que,

efectivamente, nos estamos moviendo. La percepción no es estática, sino que

siempre indica este concepto. Ahora bien, la ausencia de movimiento es una

característica de las matemáticas, no del Universo.

La gravedad es una fuerza que se expresa de forma geométrica, por eso es llamada

“La ley del cuadrado de los inversos”: y…se representa gráficamente mediante la

forma de un “paralelogramo”. A su vez esta sigue un crecimiento exponencial o…

uniformemente acelerado en función de dichos “cuadrados” (como la progresión

geométrica que indica el Ojo de Horus). Si ésta se da, por tanto, en el Universo

entero podemos pensar que el Universo no es más que un conjunto de puntos de

referencia… un Universo “cuantificado”, como indica la mecánica cuántica.

LA CUARTA DIMENSION.

Todo hace referencia siempre y en todo momento a la “Trinidad”, pero…. en este

modelo (antiguo Egipto-matemáticas-física-Universo) hace falta un cuarto

elemento, precisamente el que da sentido a la idea de relatividad. Este cuarto

elemento ha de ser opuesto a todos los demás, es decir ha de representar una 4ª

dimensión temporal, una 4ª dimensión espacial y, a su vez, una 4ª dimensión en el

movimiento. De hecho éste es el punto crucial: cómo entender el tránsito entre la

tercera y la cuarta dimensión y, a partir de aquí, entender el Universo de forma

dimensional. La 4ª dimensión es conceptual, aunque eso no significa que no exista.

Déjame explicarlo con un sencillo ejemplo.

Las matemáticas son perfectas para explicar el Universo. De hecho no tenemos otro

método para condensar de una forma tan eficiente todo conocimiento. No existe

ninguna formulación matemática que no sea capaz de describir de una u otra

manera algún suceso real. Lo único que sucede es que a veces no encontramos la

manera de efectuar el “tránsito” entre una formulación matemática y el mundo

real. Actualmente esta relativa incapacidad de compatibilizar matemáticas y

mundo real se centra básicamente en el ámbito de la dimensionalidad. Las

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matemáticas, al trabajar con números, pueden expresarse en cualquier dimensión

matemática; Sin embargo, no sabemos cómo trabajar más allá de las tres

dimensiones reales o matemáticas que podemos observar, tan sólo conjeturar.

Para entender por tanto este concepto, hemos de pensar en geometría espacial,

considerando que cada punto es una dimensión. De esta manera cada punto

representa un concepto y la agrupación de varios de ellos se corresponde con su

dimensionalidad. Por ejemplo, un triángulo tiene tres dimensiones espaciales, de la

misma manera que un cuadrado tiene cuatro y una pirámide cinco. Las

dimensiones, efectivamente, se corresponden con los vértices de las figuras

geométricas que los números representan y también con la estructura que forman,

en una relación dual. Esto no impide que podamos observar la dimensionalidad

geométrica de la forma convencional o génerica.

De esta manera el tránsito de la tercera a la cuarta dimensión matemática, visto de

una forma geométrica, lo podemos representar como una Trinidad (la unión de 3

puntos espaciales) donde cada uno de ellos se comporta, además, de forma dual; Es

decir, contempla el mundo desde su perspectiva y también es una referencia para

los demás elementos (o coordenadas) del sistema. Esto representa que un número

no es un simple símbolo, sino que realmente expresa conceptos geométricos.

Esta relatividad (o dualidad) de cada coordenada del sistema representa una

paradoja. La paradoja hace referencia a que cada coordenada en realidad se

comporta de dos formas diferentes y opuestas entre ellas. De esta manera cada

unidad forma en sí misma un sistema. Las matemáticas nos cuentan que una

unidad no tiene dimensión, pero como comprobarás esto no es más que un punto de

vista, el que se deriva de su incapacidad para dar sentido a una respuesta relativa.

O… dicho de otra manera, tenemos que dar cabida al movimiento en las

matemáticas, siempre y en todo momento, para ser capaces de entender cómo

funciona el Universo: tenemos que crear unas matemáticas relativas o no basadas

en nuestro criterio de lógica.

La 4ª dimensión matemática es una dimensión basada siempre en la paradoja, lo

que no significa que no pueda ser entendida de forma lógica, aunque sea opuesta a

la lógica convencional. Un sistema basado en la constante paradoja en el fondo

sigue un patrón estructurado. La esfera tridimensional, nuevamente, es perfecta

para entender este concepto.

La esfera tridimensional, cuando entendemos los números como conceptos, nos está

diciendo que es una estructura matemática definida por una combinación entre la

tercera y la cuarta dimensión.

Si expresamos esto de forma puramente numérica tenemos la siguiente fórmula

(teniendo en cuenta que el radio será siempre unitario):

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Esfera Tridimensional = 4/3 * * 1

Esta fórmula nos indica que la forma de un cuadrado está relacionada con la forma

realmente no es más que un criterio matemático (la relación entre una curva y un

diámetro recto) Es decir, desde un punto de vista geométrico, para cuadrar el

círculo lo único que necesitamos es una combinación infinita de triángulos y

cuadrados. Como no podemos expresar el infinito intuiremos que, para hacer esto,

es necesario una tendencia, o un movimiento.

La teoría de la relatividad no tiene sentido sin el concepto de percepción relativa. Si

decido incrementar la velocidad realmente es cierto que mi tiempo se incrementa,

de la misma manera que se reduce mi espacio o mi “Universo relativo”. Esto se ha

comprobado en múltiples experimentos. Si consiguiera alcanzar la velocidad de la

luz, un límite (geométrico) del Universo, realmente mi tiempo sería eterno,

mientras que todo mi espacio o el Universo que contemplo se habrían reducido a un

simple punto. Pero yo nunca podría advertir este fenómeno si estuviera sólo en el

Universo, necesito obligatoriamente un punto de referencia, un observador

independiente.

En este modelo cada coordenada del sistema se comporta como si fuera ella misma

un Universo entero, pero a su vez como una unidad que tan sólo representa una

referencia desde el punto de vista de un observador situado en una escala diferente.

En otras palabras, un simple punto o una unidad es capaz de albergar en ella un

infinito Universo, que podemos observar si dirigimos nuestra mirada en la

dirección adecuada. Cada unidad, cada circunferencia, es capaz de albergar en ella

infinitas circunferencias manteniendo siempre todas ellas un perfecto equilibrio

geométrico, siguiendo una escala determinada. Esto se llama infinita fractalidad,

es la imagen de portada.

Esta fractalidad está relacionada con el punto de referencia. El argumento de la

relatividad es ciertamente circular, dado que todo observador necesita la presencia

de otro observador independiente. Ambos se comportan como un sistema, como un

pequeño Universo en miniatura. Por lo tanto ambos, convertidos en una unidad,

necesitaran de un nuevo observador independiente. Podemos continuar con el

razonamiento hasta el infinito. Este es el argumento que da sentido a la idea de

que la mente crea la realidad: infinitas percepciones se superponen para ofrecernos

mentalmente una imagen determinada. Parece un concepto extraño pero,

efectivamente, nuestra mente funciona de esta manera. Si yo dibujo una línea

perfectamente curvada y cerrada tu mente verá una circunferencia, creando un

espacio mental imaginario.

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Este argumento es contradictorio en sí mismo y es motivo de malestar científico.

Esto representa un infinito como respuesta, infinitos observadores conectados entre

ellos. Esta idea no puede ofrecer nunca una respuesta determinada como espera la

ciencia; En términos matemáticos haríamos referencia a esta idea como la

imposibilidad de hallar un algoritmo, un proceso, en un determinado número de

pasos, que pueda describir el Universo. Realmente esto implica una imposibilidad

lógica o, dicho de otra manera, no es posible una formulación unificada bajo este

punto de vista, dado que representa unir lo arbitrario (que el infinito representa)

con lo determinado. Es decir, si existiera una ecuación unificadora, por fuerza,

tendría que estar basada en la paradoja. De esta manera no necesitamos unificar

gravedad y relatividad, sino simplemente observar que ambas forman una

respuesta conjunta, precisamente basada en su divergencia.

Decía Sherlock Holmes: “Cuando hallas eliminado lo imposible, lo que quede, por

improbable que parezca debe de ser la verdad” Y debe ser cierto si entendemos que

lo imposible no es más que una limitación mental que nos hemos auto-impuesto. En

un modelo virtual (o puramente matemático) no existe ningún límite físico, todo es

aparente, una auto-ilusión que el propio holograma recrea. Si dicha formulación

existiera querría decir que el punto de referencia final del Universo se asienta en

una simple combinación geométrica. De hecho, ni siquiera esto, tan sólo se asienta

en los conceptos que representa dicho simbolismo; Básicamente, la regla de los

opuestos, vista simbólicamente en la forma que prefieras, incluso vista desde el

punto de vista relativo de los sentidos.

Si lo observamos de forma geométrica podemos entender la paradoja. Un punto de

referencia que se aleja indefinidamente en línea recta puede ser infinito y tender

sobre si mismo reflejando la forma de una circunferencia. El contorno de una

circunferencia es infinito; En términos físicos podríamos decir que el Universo gira

sobre sí mismo, de la misma forma que lo hace la tierra. Todo movimiento siempre

podremos contemplarlo bajo la perspectiva de este valor sagrado, con una exacta

curvatura. En una circunferencia se funde, por tanto, lo arbitrario con lo

determinado expresando esto con dos símbolos geométricos opuestos entre ellos (el

arco y el diámetro.

LOS ANTIGUOS, ANTIGUOS CONSTRUCTORES.

Los tres valores sagrados, también llamados números áureos o números del

Universo tienen esta característica fundamental: expresan la regla de los opuestos.

Cada valor lo hace de una forma diferente siendo, a su vez la unidad, opuesta a

todos ellos, y constituyendo también el punto de referencia (o la distancia inicial)

como el propio límite del sistema. Por ejemplo, el Big-Bang implica que en el

pasado original todo el Universo estuvo contenido en un punto. Míralo entonces de

forma contrapuesta, un punto puede contener en su interior todo un universo, un

universo que se extiende en un plano opuesto (conceptual o matemático).

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Los tres valores áureos representan nuestros ejes físicos de la realidad.

Por un lado la divina proporción estructura el espacio, expresa el tiempo, el

infinito, lo indeterminado y “e” el movimiento. Juntos estructuran la malla del

espacio tiempo-movimiento; Una malla geométrica que podemos definir en función

de dos figuras opuestas: el cuadrado y la circunferencia. El último valor sagrado (e)

representa la función exponencial, que equivaldría a lo que nosotros llamamos

fuerza. En este plano conceptual dicho valor expresaría la sensación de

movimiento, regido siempre por la regla de los cuadrados inversos.

Toda la cultura egipcia puede entenderse desde una perspectiva geométrica o

matemática. En la imagen, el interior del templo de Abu-Simbel, El faraón

Ramses II se muestra como una divinidad al lado de los otros tres dioses que

rigen el Universo.

La divina proporción es el único valor que, matemáticamente, coincide con su

inversa. La divina proporción representa la estética, la regla de las formas

proporcionadas. Una tarjeta de crédito, por ejemplo, tiene los lados en función de la

divina proporción.

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Lo mismo sucede con la función exponencial, la única función matemática cuyo

valor también coincide con su inversa. Su representación gráfica es el vuelo de un

“águila”. Curiosamente ambos valores reflejan una convergencia. Por un lado una

función exponencial puede describirse en función de los cuadrados (como la fuerza

de la gravedad) y, por otro, y en un sentido inverso, la divina proporción es la doble

respuesta que representa una raíz cuadrada, su función inversa. No es curiosidad

que esto suceda, cuando representamos la función exponencial en un intervalo (o

segmento temporal) unitario, su representación gráfica es un segmento de

circunferencia.

Tenemos, por tanto, una relación a “tres bandas”, todas ellas dependientes de la

medida inicial. Cuando definimos la unidad de distancia simplemente diciendo que

es la medida unitaria, una simple unidad, en el fondo lo que hacemos es dar sentido

estricto al concepto de lo que la relatividad representa. Como demostró Einstein

con su Teoría de la relatividad nunca podremos considerar una unidad absoluta de

medida, ésta siempre tiene que ser relativa.

Si los números áureos representaran los tres ejes de la realidad, simbolizarían tres

tipos diferentes de equilibrio, como 3 movimientos todos ellos distintos. A su vez la

unidad en que convergen representaría simplemente la manera en que se mueve

nuestra mente. Nuestro razonamiento es lineal, como nuestra métrica decimal. Si

estuviéramos situados, por ejemplo, en el centro de una manifestación y tratáramos

de oír alguna conversación, tan sólo podríamos centrar (en cualquier instante de

tiempo) nuestra atención únicamente en una de ellas. No obstante tu cerebro es

capaz de captar de forma simultánea la totalidad, aunque solo te devuelve una

“imagen coherente” de la realidad, exactamente el resultado que esperas.

Si tuviéramos que representar en una fórmula matemática lo que representa dicha

combinación multidimensional, sin ninguna duda haría referencia a la que se

conoce como la fórmula más bella del mundo, la Identidad de Euler. Es ésta:

La introducción del cero representa nuestro sentido de la nada o nuestro sentido

del infinito… O, también nuestra conciencia. Tan sólo un tipo de lógica es capaz de

unificar dichos conceptos.

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El término “i” representa un tipo diferente de movimiento, el movimiento inverso,

el equilibrio que se da entre dos planos diferentes. Realmente es la diana de la 4ª

dimensión a nivel matemático.

Esto es lo que la divina proporción representa, el valor imaginario, ya que es el

único valor que es capaz de dar un resultado en el plano real, y a su vez un

resultado en el plano imaginario. La divina proporción es el único valor capaz

siempre de dar dos resultados, lógicamente opuestos entre ellos. Más adelante

vincularemos, por tanto, el mundo imaginario matemático con nuestros tres ejes de

la realidad, para obtener una disposición geométrica o puramente conceptual,

capaz de explicar cualquier aspecto de nuestra dual realidad.

Esto implica que los números representan conceptos, como si nos estuvieran

diciendo que el Universo sigue siempre, a nivel fundamental, en la frontera o el

límite entre lo material y lo inmaterial, una regla matemática o más bien

conceptual, tan sólo basada en la regla de los opuestos. Esto implica ciertamente

referirnos a la realidad simplemente en términos de probabilidad pero, a fin de

cuentas esto es lo que la mecánica cuántica nos indica: el mundo real es sólo una

posibilidad.

LA QUINTA DIMENSION “MATEMÁTICA”.

Euler se topó con esta increíble relación (anterior) entre e y el no menos enigmático

. Estas dos maravillas numéricas de la naturaleza y de aplicaciones “tan distintas”

estaban relacionadas. Pero no por una complejísima y rebuscada fórmula sino por

una expresión bastante nítida y minimalista, que sólo incluye a los números

básicos 0 y 1, las tres operaciones positivas elementales (suma, producto y

potencia), y el número imaginario i.

La relación apareció sin ser buscada como aplicación para un caso particular de su

fórmula sobre la función exponencial en los números complejos. Al descubrirla

Euler pensó que enloqueció, y por lo menos repitió 10 veces el cálculo para

confirmar que no fuera un error.

Al respectó, Benjamín Peirce les decía a sus alumnos “Caballeros, esto es sin duda

cierto, es absolutamente paradójico, no podemos comprenderlo y no sabemos lo que

significa, pero lo hemos demostrado, y por lo tanto sabemos que debe ser verdad”.

El significado es que la ecuación de Euler nos permite entender de qué manera está

estructurado el espacio matemático, siempre que entendamos que éste siempre

tendrá lugar en dos planos diferentes, uno real y otro imaginario. Podemos ver

dicha identidad, exclusivamente numérica como una fórmula capaz de vincular una

distancia inicial (la definida entre 0 y 1) con una medida imaginaria

tridimensional. Dicha estructura imaginaria representa como se estructura el

espacio y el tiempo y, en consecuencia también el movimiento.

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Matemáticamente podemos entender dicha función como una vinculación entre los

ejes de coordenadas (el símbolo de la cruz) y el arco de una circunferencia. Esta

vinculación se da exactamente cuándo operamos con un ángulo de 90º. Esto sucede

porque geométricamente 90º delimitan las coordenadas de dos planos opuestos

entre ellos. La identidad de Euler sería más o menos la fórmula de una rueda de 4

radios, que tiene un diámetro unitario; es decir, cualquiera.

Las ruedas egipcias, según explica Drunvalo Melchizedec, autor del libro “El

Antiguo Secreto de la Flor de la Vida” son uno de los símbolos más conocidos del

Antiguo Imperio. “Hasta ahora han sido encontradas en los techos de ciertas

tumbas egipcias muy remotas. En dichas inscripciones vienen representados unos

dioses, personas con cabezas de animales, quienes caminan a lo largo de una línea

que, cuando llega a su final, se observa que realizan un giro de 90º y continúan

caminando perpendicularmente a su primera dirección (…). “Los niveles

dimensionales están separados por 90º; las notas musicales están separadas 90º; los

chacras están separados por 90º. Los 90º continúan surgiendo una y otra vez. De

hecho, con el fin de que podamos entrar hacia una dimensión superior, debemos

hacer un giro de 90º”.

La muerte significaba el tránsito entre el plano material y el plano inmaterial. El faraón

creía en la inmortalidad. Los antiguos constructores hicieron referencia al funcionamiento

del Universo basándose en esta simbología. Ellos sabían que una imagen se puede

interpretar de 1.000 maneras distintas.

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Desde una perspectiva opuesta podemos ver la relación de Euler como una

combinación de formas esféricas:

La unidad consiste siempre en dos planos diferentes de la realidad.

Dado que la geometría es fractal, “todo esto” que podemos conceptualizar, que se

sitúa en una dimensión que no podemos directamente observar, puede ser

simbolizado en una dimensión inferior, simplemente representado en un “plano”.

La figura de portada (en su centro) se basa estrictamente en la regla de los

opuestos, pues está formada por triángulos entrelazados entre ellos. Dado que no

podemos apreciar si dicha figura está parada o está en movimiento esto implica que

la energía sigue siempre una estricta geometría. En esta geometría no podemos

distinguir la estructura del movimiento. El movimiento (como el tiempo) tan sólo

podemos entenderlo desde un “plano imaginario”

1

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Estas tres “manifestaciones” representan todas ellas el mismo concepto, a su vez

vinculado con el concepto de Trinidad

“Todo debe de estar basado en una simple idea” Wheeler.

En la Gran Pirámide de Keops los tres valores áureos están representados. De

hecho el patrón geométrico que sigue la Gran Pirámide (y que se deriva de 3

condiciones necesarias para erigirla exactamente con “sus” medidas) se basa

simplemente en un cuadrado de lado 2. Cada ladrillo geométrico de la Gran

Pirámide de Keops es un cuadrado 2 x 2. Dado que aparecen dichos valores

sagrados los arqueólogos y matemáticos dicen que la Gran Pirámide es un intento

geométrico y real de demostrar la “cuadratura del círculo” aunque, según ellos no

sea posible hacerlo.

Los números áureos o los números sagrados se sitúan todos ellos en una cuarta

dimensión matemática, lo que representa que todos ellos son absolutamente

opuestos a todo lo que conocemos como “lógica o matemáticas”. En términos

técnicos podemos definir esta cualidad como “Trascendencia” o “Divergencia”. Los

números áureos, todos ellos son trascendentes, lo que representa que no pueden ser

vinculados con ningún concepto matemático diferente de la propia unidad. Es más,

tan sólo podemos vincularlos gracias a ella. La unidad, por tanto, representa un

concepto, un movimiento del Universo opuesto a todos los demás. Un movimiento

trascendente, entre un plano material y otro inmaterial.

Si contemplamos el mundo de forma geométrica, atribuyendo conceptos a los

números podemos pensar que lo que la esfera tridimensional representa se puede

expresar de forma gráfica. Es lo que representa la siguiente figura:

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La razón matemática, el símbolo de la división es un símbolo más,

por esto lo he resaltado. 432 también representa el número que rige

nuestra conciencia.

Este es el concepto que queremos expresar, lo que la esfera tridimensional

representa, una combinación en diferentes planos de formas geométricas. Dos de

ellas se solapan y la tercera es una tendencia, algo parecido a una fuerza. Cuadrar

el círculo no es muy diferente a cuadrar la gravedad con la relatividad.

No podemos cuadrar el círculo de forma estática, tenemos que imaginar un

movimiento conceptual, el mismo movimiento que rige en el Universo. Y, para ello

tenemos que entender todos los tipos de movimiento, y, en consecuencia, cómo se

estructura el espacio-tiempo. Esto se lleva a cabo mediante círculos y cuadrados

“conectados” con una forma subyacente (la forma del triángulo) siempre presente.

Se denomina cuadratura del círculo al problema matemático, irresoluble de geometría,

consistente en hallar —con sólo regla y compás— un cuadrado que posea un área que sea

igual a la de un círculo dado. Sólo se puede calcular por el método de repeticiones sucesivas.

(Wikipedia)

4

3

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Si partimos de un cuadrado y añadimos infinitos triángulos al final podemos

converger en la forma de una circunferencia y además podemos hacer esto de forma

muy simplificada, tan sólo dependiendo de la diagonal de un cuadrado. De hecho

podemos hacer esto simplemente viendo esta figura en movimiento. El círculo se

puede cuadrar de muchas maneras, pero todas vinculadas entre ellas.

Michael Maier, alquimista, en su libro “Fugiens Atalanta” detalla la siguiente

imagen:

El texto que lo acompaña dice: “Hacer de un hombre y de la mujer

un círculo, a continuación un cuadrángulo; de la presente un

triángulo; hacer de nuevo un círculo y usted tendrá la Piedra de los

sabios”.

El nexo de conexión de todas nuestras concepciones matemáticas se basa en el

Teorema de Pitágoras, la única regla matemática capaz de vincular de forma

exacta diferentes dimensiones matemáticas; Geometrías tan distintas como las

formas esféricas y las planas. Pitágoras es la regla del entrelazamiento multi-

dimensional, y en consecuencia, una genérica Ley de la Gravedad.

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Sólo la relación que el Teorema de Pitágoras expresa es capaz de vincular todos los

tipos de geometría que matemáticamente podemos conceptualizar, verdaderamente

Pitágoras es la regla opuesta que rige en el Universo. Si lo piensas detenidamente

el Teorema de Pitágoras establece la presencia de tres elementos, todos son

opuestos entre ellos. Cuando elevamos al cuadrado aplicamos matemáticamente la

regla, subdividimos el espacio en dos planos. En este plano dimensional podemos

sumar. Por lo tanto, el Teorema de Pitágoras es una alegoría a lo que representa la

cuadratura del círculo, estableciendo que… Desde una perspectiva multi-

dimensional tan sólo se trata de encontrar una combinación geométrica en la que

sumar sea igual a multiplicar. De hecho esto es lo que representa la función

exponencial.

El cuarto movimiento (dimensional) puede ser, en cierta manera, manipulado pues

corresponde a un cambio de estado o el tránsito entre dos dimensiones o

concepciones matemáticas. Es el cambio de estado que representa pasar de un

estado de encendido a uno apagado. Para una partícula fundamental este cuarto

movimiento representa el tránsito entre el plano material y el inmaterial, la

existencia vs la no existencia. Esto implica que Ser o No ser no sólo es la cuestión,

sino que también puede ser la solución.

En el Universo físico observamos dos tipos de onda que se corresponden con dos

estados de la luz. Nadie sabe lo que es la luz. Se la define como “agente físico que

hace visible los objetos” pero su naturaleza es desconocida. José Lezama se refirió a

ella en los siguientes términos: “La luz es el primer animal visible de lo invisible”

Su actuación se explica por una doble teoría, la teoría corpuscular de Newton y la

ondulatoria de Huygens, o ambas agrupadas como la teoría del corpúsculo con onda

asociada de Schrödinger.

Si contemplamos la luz como si fuera una partícula, efectivamente adopta el estado

de una onda transversal, donde una partícula simplemente cambia de estado

material. Si la Luz es una función de onda, es un movimiento que observamos en

tres ejes espacio-temporales, el movimiento de la energía. La luz combina cuatro

dimensiones en una unidad, el cuanto de Planck.

Incluso la imposibilidad de conectar el futuro con el pasado en un movimiento

circular desaparece en este Universo virtual. El argumento no es trivial, aunque

tampoco complicado.

Los científicos han acuñado recientemente la expresión “tiempo imaginario” para

dar sentido a la contemplación del tiempo en sentido inverso. Pensar en el propio

Big-Bang representa entrar en este plano imaginario que representa el pasado.

Esto sucede porque todas las fórmulas físicas (excepto aquellas que hacen

referencia al movimiento del tiempo) son independientes del sentido temporal

desde el que las contemplemos. La Ley de la Gravedad implica un movimiento

determinado, lo que representa que, teóricamente, podríamos predecir cualquier

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efecto futuro si conociéramos todos los factores que le pueden influir. Lo mismo

ocurriría con un estado pasado.

En matemáticas hace algo más de tiempo que existe el concepto de plano

imaginario, derivado de los números imaginarios. Riemann, un matemático que fue

capaz de fusionar todos los tipos de geometría en función de la curvatura de un

triángulo rectángulo, conjetura que existe un espacio imaginario en el que

coexisten de forma organizada todos los números. Este espacio imaginario que

Riemann imaginó se compone de montañas y valles, cuyas cimas coinciden con los

puntos de lo que denominó “la recta crítica”. La Conjetura de Riemann es la

conjetura más importante de la actualidad y aún así no se considera que sea la más

complicada.

Sólo tenemos que imaginar por tanto que existe este movimiento imaginario, que

no es sólo un cambio de estado (o plano), sino que se trata de un movimiento

constante que ocurre constantemente en los límites del Universo, donde el espacio y

el tiempo se vuelven opuestos.

Podemos contemplar esto desde la perspectiva de nuestra lógica lineal, la “recta

crítica” o nuestra escala decimal. Nuestra métrica decimal representa la unidad,

uno de los cuatros movimientos que se dan en el Universo. Éste se corresponde con

nuestra forma de pensar basada en los estados opuestos (pero no complementarios),

de la misma manera que construimos nuestras escalas, siempre de forma unitaria,

como “algo” que podemos extender, tan sólo en línea recta. Esta es nuestra manera

de contemplar la “regla”.

Nuestra métrica decimal es un fractal que podemos imaginar que se extiende en

forma recta o también pensar que puede tener forma de escalera. De esta manera

cada grupo de 10 unidades representa una unidad más grande, como si cada escala

fuera un peldaño del sistema; 10 escalones dan lugar a un nuevo escalón, cuya

longitud es la suma de todos ellos. Si así fuera dicha escalera, como todo sistema,

llegaría en algún momento a girar sobre sí misma, dando lugar a la forma de una

esfera, regresando toda ella nuevamente a la unidad. Esto es lo que nuestra

métrica decimal representa, de qué manera el Todo está incluido en la parte, de

qué manera podemos condensarla en un sistema binario, reduciendo toda ella a

una distancia unitaria, la distancia imaginaria que separa un Si de un No.

Cada valor áureo expresa una combinación triangular. E representa el movimiento

exponencial, la divina proporción expresa la regla de dividir todo elemento en

función de sus opuestos y representa el tiempo. Esto es lo que Gran Pirámide

representa, la combinación de todos ellos. Éste también es el motivo de que cada

ladrillo geométrico de qué está compuesta pueda ser reducido a la forma de un

cuadrado. Representa el plano real, mientras que representa esa dimensión

imaginaria que no podemos observar, la gran esfera que rodea la Pirámide de

Keops, algo que nunca podremos observar directamente. Por eso el faraón siempre

lleva una esfera en su cabeza. El faraón era un cartógrafo del espacio y del tiempo.

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La divinidad contempla el movimiento eterno. Sobre su cabeza el

concepto que representa la circunferencia. Su conocimiento se asienta

en una regla determinada, 1/4 parte de un cuadrado imaginario. En sus

manos lleva la regla que vincula todos estos conceptos, nuestra

conciencia. Los faraones siempre pensaron en la inmortalidad del alma

y, por tanto, también de la conciencia

.

Platón se refirió al “Mito de la Caverna” como la imposibilidad de otorgar

existencia a un plano que nunca podemos observar. El muro que los hombres

únicamente pueden contemplar en dicha cueva les ofrece solamente un reflejo de la

realidad. Según esto dicho muro no es más que un simple folio de papel, en el que

pretendemos “encajar” toda nuestra realidad de forma matemática. Nunca

podremos observar un plano más elevado de la realidad porque es algo que las

matemáticas niegan tajantemente. Y es que, las matemáticas (metafóricamente)

nunca te permitirán levantar el lápiz del papel.

El Mito de la Caverna de Platón, donde los hombres piensan que son libres pero

están encadenados por sus creencias.

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En el Universo tenemos cuatro tipos de movimiento que expresan entre ellos una

igualdad en una 4ª dimensión matemática. La 4ª dimensión hace referencia al

plano imaginario, que no es más que un conjunto de puntos en el plano. Para llegar

a ella tan sólo tenemos que completar el mundo de forma tridimensional, pero

otorgando a cada punto la importancia que se merece. Solamente con eso ya nos

situamos en la 4ª dimensión.

Desde esta nueva perspectiva podemos contemplar que todo se basa siempre y,

exclusivamente en la regla de la dualidad, un patrón que podemos contemplar de

forma estructurada. En el fondo esto representa que el Universo se basa en la

probabilidad, una regla que no se puede observar directamente, solamente de una

forma conceptual. Este modelo refleja un Universo que podemos asimilar a un

universo virtual, dando sentido plenamente a la posibilidad de que realmente

podamos cambiar la realidad.

Hoy día sabemos que podemos alterar algo tan inmaterial como la probabilidad,

cuando enfocamos colectivamente nuestra atención en un suceso determinado. Esto

implica que la conciencia se “mueve” en un plano diferente de la realidad, pudiendo

actuar de forma coordinada, como si de un todo se tratara. El “Proyecto Conciencia

Global” es una experiencia contrastada de este funcionamiento.

Un sistema que representa siempre en todo momento una paradoja en el fondo

sigue una regla. Nada puede escapar a la regla inicial, ni siquiera el Universo como

sistema en su totalidad. Esto fue lo que el gran matemático Gödel estableció con su

teorema, borrando de un plumazo la idea de que no hay verdad más profunda que

la que establece el criterio del hombre.

En este sistema el 5º movimiento o el 5º eje de la realidad, efectivamente, sería la

conciencia, la perspectiva del que observa el sistema tanto desde fuera como desde

dentro, admitiendo la posibilidad real de que la regla jamás se podrá contemplar

directamente, solamente con los “ojos de la mente”. Ni siquiera podrá ser expresada

dado que al basarse en la regla de los opuestos constituye de hecho una regla

indeterminada. A nivel físico la quinta dimensión, en todos los planos (espacio-

tiempo-movimiento) equivaldría a la expansión del Universo que, desde hace poco

tiempo, sabemos que se está produciendo de una forma uniformemente acelerada.

Este movimiento los incluye a todos ellos, es como una onda que “barre” realmente

todo el Universo. Esto representa que la conciencia puede ser vista como una

función de onda que observa al Universo desde 4 polos opuestos, como 4 equinoccios

o 4 ejes de referencia.

Esto es una manera diferente de entender lo que la Identidad de Euler representa.

Por eso no es extraño que Keith Devlin se refiriera a ella de la siguiente manera:

“Como un soneto de Shakespeare, que captura la verdadera esencia del amor, o un

cuadro que extrae toda belleza de la forma humana, que va mucho más allá de la

piel, la ecuación de Euler ahonda en las auténticas profundidades de la existencia”.

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Keith también expreso la siguiente idea: “Las matemáticas convierten lo invisible

en visible”

En un universo virtual la conciencia no es más que el resultado de una forma

geométrica, es como un campo de fuerza que podemos inscribir en una estructura

geométrica formada por triángulos y cuadrados. Esto representa que nuestra

conciencia sigue un patrón organizado que no es diferente a los patrones que rigen

en la naturaleza y en el universo entero. La conciencia simplemente indica eso,

cuando somos conscientes de su universalidad nos situamos en el vértice de una

pirámide imaginaria, nos alineamos con el Universo. Si esto es cierto quizás

también se esté ampliando nuestra conciencia, aunque en un plano opuesto a cómo

lo hace el Universo.

VIAJEROS DEL TIEMPO.

A cada momento que lees esto transcurre un instante de tiempo: aunque fijes tu

mirada en el texto tan sólo ves un reflejo del pasado. El lapso de tiempo es tan

pequeño que no lo podemos apreciar y lo confundimos con la realidad. Si ampliamos

la escala y dirigimos nuestra mirada al Universo esto se hace evidente: cuando

contemplamos una estrella no la vemos como es realmente “ahora” sino que vemos

un reflejo de lo que fue en el pasado, probablemente miles de millones de años.

Dado que la velocidad de la luz constituye un límite universal, lo que vemos es el

reflejo de lo que un día fue la estrella viajando en el espacio-tiempo. No vemos nada

real, tan solo captamos la diferencia de estados, el movimiento.

A cada instante de tiempo cada una de las partículas fundamentales de que se

compone tu cuerpo, a nivel cuántico habrá pasado infinitas veces de un estado de

existencia a un estado inmaterial, surgiendo infinitas veces de la nada y

desapareciendo a la misma velocidad. Realmente tu percepción, tu cuerpo no es

más que un reflejo de este movimiento. Realmente somos “viajantes” en el espacio-

tiempo. Nos estamos movimiento a velocidades siderales sin ser realmente

conscientes de ello, sin que lo podamos apreciar directamente.

Dado que todo el espacio-tiempo se puede expresar matemáticamente como si fuera

una función sinusoidal, o la forma de una onda, nosotros, nuestros cuerpos, el

Universo entero incluyendo nuestra conciencia no es más que una función de onda

que se extiende indefinidamente y que gira sobre sí misma, en un universo circular.

Somos viajeros en el tiempo, lo que representa (inexorablemente) un cambio de

estado. Dicho cambio de estado representa poder expresar nuestra conciencia de

una forma geométrica, de la misma manera en que todo se estructura en la

naturaleza. Esto puede suponer un duro golpe a nuestro “ego”; Pero… visto desde

una perspectiva opuesta nos indica que nuestra mente realmente crea la realidad y

que además podemos modificar ésta si realmente somos conscientes de ella. Nos

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dice claramente que somos nosotros los emperadores del sistema, siempre ¡claro!

que hagamos caso a la regla, una regla que se sitúa en un nivel superior, pero al

mismo nivel que nuestra conciencia. La 5ª dimensión realmente representa el

vértice de una pirámide y este es el motivo por el que la Gran Pirámide estuvo

coronada por una esfera.

De acuerdo con Michio Kaku, físico teórico e impulsor de la Teoría de

Cuerdas: “Me gusta visualizarlo como si andando por el desierto uno tropezara

accidentalmente con una hermosa piedra pequeña. Al retirar los granos de arena,

encontramos que la piedra es en realidad la parte superior de una pirámide

gigantesca enterrada bajo toneladas de arena. Después de décadas de excavar

pacientemente, encontramos jeroglíficos misteriosos, cámaras ocultas y túneles. Un

día llegamos a la planta baja y por fin atravesamos el umbral”.

Un universo virtual, en esencia, se basa tan solo en los conceptos. Podemos hacer

por tanto un Universo creado de la nada y representarlo de forma matemática. El

Universo visto como una idea, nada distinto a lo que expresa cualquier religión. El

último vértice de la Trinidad representa ver el Universo desde una perspectiva

unificada, “introducirnos” en el Ojo de Dios y ser realmente conscientes de lo que

representa su infinitud. El sexto movimiento, por tanto, es el cambio del estado de

conciencia, la conexión de la mente con el Universo entero, la comprensión de cómo

todo está conectado. Este cambio de estado representa el movimiento, la

probabilidad de que cambies para siempre tu criterio de pensamiento, de que

también te alinees con el Universo.

Partimos de la unidad y regresamos a ella. De hecho todos los valores áureos tienen

esta característica, expresan de qué manera el Todo está incluido en la Parte, y

viceversa; O… dicho de otra manera expresan la superposición de estados o la

computación instantánea. Los valores áureos parten de sí mismos para acabar,

después de infinitas escalas nuevamente en ellos. Según esto es cierto que “Los

últimos serán los primeros”.

Normalmente pensamos en la acción y el efecto, o de qué manera (hablando de

forma matemática) la unión de dos sumandos produce un resultado. Ahora bien,

según esto, no existe preferencia por ningún tipo de orden lógico, al hablar siempre

de una “referencia circular” o “relatividad universal” lo que implica necesariamente

la posibilidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos modificando la

superposición de estados. Esto ocurre cuando somos conscientes del sistema. A

través de la intención podemos crear una función de onda cuántica que, según su

distribución de probabilidad, en algún universo se hará realidad. Si la onda es lo

suficientemente potente siempre existe la posibilidad de que ocurra en el mundo

real.

Realmente el último triunfo de la razón supone un cambio de dimensión. Supone

cambiar nuestro criterio de complejidad por el de simplicidad, pues siempre será

cierto que podemos unificar cualquier manifestación si utilizamos el criterio

adecuado.

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Realmente esta regla tiene una inmensa potencia, nos dice claramente que:

“imposible, no hay nada”.

Los antiguos egipcios ya representaron esto. En el inframundo rige la regla de la

balanza, la simple contemplación de los efectos opuestos. En el mundo superior el

faraón conoce la regla y, simplemente se apropia de ella, la sitúa literalmente en

una estancia separada. Pero en esta estancia el faraón tiene delante el “libro del

conocimiento”. Este libro tiene forma de flor, con dos pétalos, uno a cada lado.

Encima de dicho libro están situados los 4 dioses inferiores que representan los tres

valores áureos, siendo uno de ellos “duplicado”. Pero, estos valores también se

expresan en un plano superior, por eso el faraón los representa en su cabeza,

estando el águila o el halcón sobrevolando todo el conjunto.

Podemos verlo en la siguiente figura:

No sabemos si se trata de “estancias” separadas, lo único que vemos es que entre el faraón y

el “inframundo” existe un límite que los separa, nuestra dimensión imaginaria.

La unidad viene representada por el faraón en el mundo superior, por eso siempre

lleva en sus manos dos atributos opuestos, representan su conocimiento del espacio

y del tiempo. El faraón se consideraba un “cartógrafo” cuya existencia trascendía

del plano material. Dichos atributos representan un triángulo, que es una trinidad,

y un bastón a modo de compas, todo cuanto necesitamos para representar la

“realidad”.

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El Triángulo Sagrado Egipcio de 3 puntas, o Trinidad, al lado del símbolo de

la relatividad, una recta que se curva al llegar al final.

El faraón siempre se apropia de la regla que rige en el Universo y la manipula a su

conveniencia. En nuestra sociedad dicho papel le corresponde al dinero, un símbolo

que expresa directamente la regla y, en consecuencia da lugar a un equilibrio

inverso en nuestro “Sistema” o civilización.. El dinero, como sabemos, crece de

forma exponencial. Si lo pudiéramos capitalizar en infinitos periodos de tiempo el

dinero describiría una curva exponencial basada en el último valor áureo. Por este

motivo el dinero tiene propiedades humanas y divinas, literalmente podemos decir

que tiene vida, precisamente la que a nosotros nos quita.

Dicho equilibrio inverso se basa en un contrato desigual. En un Universo virtual el

“Creador” realmente no crea nada material, tan sólo es un concepto surgido de su

pensamiento o, si quieres, pura probabilidad. El dinero tiene el mismo

funcionamiento, le damos valor material a algo que no vale nada y que, de igual

manera se crea de la nada. Una deuda siempre representará un concepto desigual,

ya que jamás será igual el esfuerzo si el tercero (que nos presta) simplemente se

sienta a contemplar cómo pasa el tiempo, sabiendo en todo momento que su poder

aumenta de la nada.

Como un Dios que se materializa con forma humana, el dinero es una manera

“civilizada” de acatar un precepto que viene de antiguo. Toda religión organizada

simplemente cobra por una patente que no le pertenece, establece que hay que

pagar un tributo a la Divinidad (sea la que sea) que rige tu vida y tu futuro. Hay

que pagar por desprendernos de nuestra divinidad.

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Pero… la regla es indeterminada y, por tanto, funciona con total independencia,

jamás podrá ser modificada. De forma geométrica esto representa (en la figura de

portada) que, en cada esfera no podemos determinar realmente su existencia

unitaria o si es el resultado de una superposición de 6 circunferencias, entrelazadas

entre ellas. Dios, de forma geométrica, no es más que una condición, que además

tiene la forma de pétalos de flor. Dios es el resultado de la superposición de 6 tipos

de movimiento que se dan en el Universo, este es el nombre que tiene cuando lo

contemplamos racionalmente.

Como expresaron los esenios “Siete son los senderos que cruzan el huerto del

infinito, y cada uno de ellos deberá transitarse con el cuerpo, el corazón y la mente,

como uno”

¿Existe un último movimiento en el Universo? Por supuesto, el séptimo es el

movimiento del Universo en su totalidad, el eterno movimiento: una vuelta sin

inicio ni final.

Gödel, aunque de diferente manera, nos advirtió que todo sistema siempre tiene

una “puerta trasera”, que cualquier sistema aunque sea virtual se puede hackear.

Si esto es cierto implica la existencia de un patrón organizado que podemos

describir de forma racional. Una teoría unificada no es más que la manera de

encajar un cuadrado con una circunferencia. En la 5ª dimensión matemática

encontramos el umbral de la puerta de entrada, pues es el lugar en el que

convergen todas las fuerzas en un universo fractal y holográfico. El mismo lugar en

el que, de forma dual, reside nuestra conciencia, conectada en todo momento al

Universo Entero.

Quizás sea cierto al fin y al cabo, y después de mucho tiempo que, como pensaron

los antiguos “Los números son el Universo”.