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    El principio de finalidad

    POR

    1. PLANTEAMIENTO DEL TEMA

    El principio de finalidad suele ser formulado as: Omne agens agit

    finem, o con otras frmulas equivalentes: Omne agens intenditquem finem o bien: Omne agens aliquo modo appetit finem (2).

    Acerca de este principio vamos a tratar de aclarar y de aqu las si-

    guientes cuestiones:Su exacto sentido, obtenido tras el esclarecimiento de las nociones de

    agente, de accin, de y de causa final.

    La analoga del susodicho principio con sus dos niveles de posible in -

    terpretacin, o sea, el orden de los agentes naturales, y el orden de los agentes

    inteligentes y libres.

    Algunas negaciones del principio de finalidad y la refutacin de lasmismas.

    Por ltimo, la demostracin del mencionado principio, o mejor, la ma-

    nifestacin de su evidencia, pues se trata de un principio analtico, que no ad -

    mite una demostracin directa propiamente hablando.

    2. EL FI N

    Comencemos, pues, por la aclaracin de las nociones de agente, dede y de fin. Y en primer lugar por la de fin, que tiene

    cierta primaca sobre las restantes.

    (1) Contra Gentiles, 2.(2) Theologiae, 17, 3.

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    El nombre de se refiere a la cantidad, como trmino de ella. Pero, enprimer lugar, a la cantidad extensiva o de mole, y en segundo lugar, a la canti-

    dad intensiva o de perfeccin. Segn la primera acepcin se trata del trmino

    o lmite de la cantidad, tanto continua como discreta o dividida, que es el n-

    mero, y as, en unos casos significa el lmite de una extensin (en longitud,

    anchura o profundidad), y en otros, el ltimo nmero de una serie o multitud

    de unidades, mayor o menor. Pero con arreglo a la segunda acepcin se trata

    de lo ms elevado que se puede alcanzar por la accin de una potencia, o loltimo y ms perfecto que se logra en cualquier actividad.

    se comparan entre s estas dos acepciones del fin-escribe Santiago Ra-

    se ver que el fin, en cuanto se aplica a la cantidad dimensiva, es nom-

    bre de imperfeccin, porque en su concepto envuelve limitacin, negacin o

    de una cantidad ulterior a aquella que cada cosa debe tener, aunqueal mismo tiempo denota la cantidad positiva que de hecho tiene y que ms

    bien queda materialmente connotada que formalmente significada; pero el fin

    en cuanto se aplica a la cantidad virtual (o intensiva) es formalmente nombre

    de perfeccin, pues denota acto y forma completa, no disminuida o mutilada,

    y si designa tambin limitacin o privacin lo hace de manera indirecta o mate-rial. Y es natural que as sea, pues la cantidad dimensiva responde a la materia ,que es principio de imperfeccin, mientras que la cantidad intensiva respondea la forma, que es principio de perfeccin* (3).

    Esta doble acepcin del fin es la que recoge San Agustn cuando distingueentre el de consuncin y el fin de consumacin. Vase el presente texto:

    llama fin al que consume y fin al que perfecciona. Ciertamente enten-

    demos una cosa cuando omos que se ha acabado el alimento que estbamoscomiendo, y otra cuando omos que se ha acabado el vestido que estbamos

    tejiendo. En los dos casos omos que se ha acabado est). Pero del

    alimento entendemos que ya no existe y del vestido que est perfecto o con-suma do~(4). t i

    El fin de consuncin es signo de imperfeccin, de falta, de no ser; pero el

    fin de consumacin es signo de perfeccin, de bien, de plenitud de ser. Por eso,hablando de este ltimo, escribe tambin San Agustn: Ahora hablamos del

    fin que es bien; no del que consume para no ser, sino del que perfecciona paraser pleno (5) .

    Se ve, pues, que la nocin de fin, en su segunda acepcin, est ntimamen-

    te ligada a la nocin de bien. Porque el bien es lo apetecible, lo deseable, el

    trmino de cualquier tendencia o apeticin, y por ello entraa perfectividad

    perfeccin y actualidad. Segn la direccin descendente el bien es, primero, lo

    actual y perfecto, y despus, lo perfectivo, y por ello, lo apetecible o deseable.Pero con arreglo a la direccin ascendente, el bien es, primero, el objeto de la

    tendencia o apeticin; despus, lo perfectivo, y por ltimo, lo perfecto, lo

    De Madrid, 1972, t . pg. 214.SAN Ps. 54, n. 1 ; ML 36, 628.SAN De Dei, XIX, 1; ML 41, 621.

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    no, lo completo, lo actual. Y todas estas nociones ligadas entre s y entraadasen la nocin de bien, tambin se relacionan con la de fin, pues ste es el bien

    en sentido pleno y completo, el bien por antonomasia, el bien sin ms.

    De las divisiones del bien que conviene recordar ahora, la que ms interesaaqu es la que, en sentido analgico o con orden de prioridad y posterioridad,

    distribuye al bien en fin y medios, o en fin y aquello que se ordena al fin, y

    por eso el bien, en el sentido ms propio y principal, es el fin.

    Por lo dems, la misma nocin de fin es tambin anloga, pues se aplica,

    con orden de prioridad y posterioridad, a1 fin ltimo y al fin o fines interme-

    dios. En realidad, decir fin ltimo es una redundancia, pues el fin es precisa -

    mente lo ltimo. Santo Toms escribe: habet rationem ultimi, ut ipsum

    nomen (6) . Lo que sucede es que lo ltimo se puede considerar en una

    determinada lnea de actividad, es decir, relativamente (y esto sera el fin in-

    termedio), o se considerar en toda lnea, de modo global o absoluto

    esto sera el fin ltimo). Pero esta divisin del fin no ofrece especial inters

    para lo que vamos a decir acerca del principio de finalidad.

    Otra divisin del fin, que s es necesario tener en cuenta aqu, es sta:

    nis o sea, la cosa que es fin, y finis o sea. la consecucin misma del

    fin is qui. Para entender el alcance de esta divisin hay que reparar en que unasveces la cosa que es fin existe ya en la realidad, y lo que el agente procura es

    alcanzarla u obtenerla; pero otras veces la cosa que es fin no existe todava en

    la realidad y lo que el agente pretende es producirla. Por eso, el finis qui unasveces ser algo independiente del agente, y otras veces algo dependiente o pro -

    ducido por pero, en cambio, el finis quo siempre es algo que depende real-mente del agente, siempre es algn efecto suyo. Pues bien, cuanto aqu se diga

    del fin habr de entenderse referido sobre todo al finis quo, que siempre de-pende del agente, y slo por extensin tambin al finis principalmente cuan-

    do sea producto o efecto del agente.

    3 . EL AGENTE Y LA ACCION

    Intentemos ahora esclarecer otras dos nociones que intervienen esencialmen-

    te en el susodicho principio, a saber: la nocin de agente y

    te la de accin. La nocin de causa ser examinada en ltimo lugar.

    El agente, en el sentido ms amplio de la palabra, es el sujeto que obra o

    efecta algo, o sea, el sujeto de cualquier actividad o accin, ya sea sta pro-

    ductiva de algo exterior al agente (accin transitiva), ya sea perfectiva del pro-

    pio agente y que no produce efecto alguno exterior (pero s interior) y que

    permanece o reposa en el propio agente (accin inmanente). En una palabra,

    el agente es el eficiente o la causa eficiente, mientras que la accin es el ejer-

    cicio mismo de esa causa, el dinamismo del agente en cuanto agente, o la

    salidad eficiente en cuanto tal.

    (6) SANTO Summa Theologiae, 1-11, 1 , 1 , ob.

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    Pero existen, en el contexto de nuestra experiencia, dos clases de agentes o

    de causas eficientes: los agentes naturales (agentes per naturam) y los agentesinteligentes y libres (agentes per Y por eso, la accin que procede

    de unos y de otros tambin es distinta y con orden de prioridad y posterioridad.

    En efecto, la accin puede entenderse de dos modos: uno general o lato, yentonces significa el ejercicio actual, cualquiera que sea, de la causa eficienteen toda su amplitud, y as su nombre propio es el de operacin (enrgueia).

    Otro modo de entender la accin es propio y estricto, y entonces designa a laoperacin propia de la voluntad. As se contrapone, por una parte, a la opera -

    cin de los miembros exteriores del cuerpo, operacin que pasa de algn modo

    a una materia exterior y que recibe el nombre de produccin (poiesis), y porotra parte, a la operacin propia del entendimiento, que re llama contempla-cin o inteleccin (theora, noesis).

    Pero hablando de la operacin propia de la todava se puede pre-

    cisar ms, porque no se tratar de la operacin todava imperfecta o simple-mente incoada: la simple (boulesis), o de la operacin ya ms forma-

    da: la eleccin (proairesis), sino de la operacin de la voluntad plenamente aca-

    bada: el uso activo (chresis o praxis). El uso activo, la praxis, es pues la accinde la voluntad en sentido pleno, o la accin en su sentido ms estricto y propio.

    Esta accin es deliberada y libre, o sea. est precedida de una ponderacin

    de los motivos por parte del entendimiento, y es ejercida con pleno dominiopor parte de la voluntad. El agente libre es dueo de su obrar, domina sus ac-ciones, as como domina tambin los motivos de ellas, en cuanto que mismo

    se los propone o los proyecta. Y este es un modo de obrar ms activo que elsimple impulso incontrolable, que es propio de los agentes que obran por ne-cesidad de su naturaleza. Este ltimo tipo de accin parece ser el nico que

    admite como se desprende del siguiente texto:

    fuerza activa contiene cierto acto o entelequia; es intermedia entre lafacultad de obrar y la accin misma, y envuelve un conato o impulso. As, por

    s misma pasa a la accin y no necesita para ello de auxilios, sino de la sola

    remocin de los impedimentos Yo afirmo que esta fuerza de obrar existeen toda sustancia, y que por tanto ninguna sustancia corprea (ni tampoco es -piritual} cesa nunca de obrar (7).

    Pues bien, para avanzar con soltura en la resolucin de los quepuede plantear la existencia de la finalidad en el mundo, no hay ms camino

    que el de reconocer la analoga de las nociones de agente y de accin. Cadauna de contiene niveles distintos, pero semejantes y ordenadosmente. As, el agente libre es ms agente y su accin ms activa; en cambio,

    agente natural es menos agente y su accin menos activa. De los agentes na-

    turales llega a decir Santo Toms que aguntur quam (8).

    (7) De primae et de notione substantiae, Ed .

    hardt,IV,469-

    470.(8 ) SANTO Physics., 10,n. 4.

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    4. LA CAUSA FINAL

    Pero no basta con el esclarecimiento de las nociones hasta ahora examina-das. Tenemos que dar un ltimo paso y tratar de aclarar ahora la nocin de

    final, que es sin duda la ms oscura de todas las que intervienen en elprincipio de finalidad.

    Porque en cualquiera de las formulaciones que el 'principio en cuestin adop-

    te interviene la causalidad final. ya sea bajo la expresin que signi-fica relacin causal, ya sea bajo la expresin que significa tendencia

    al fin, ya sea bajo la expresin que significa asimismo inclinacin al

    fin. O sea, que en el susodicho principio el fin aparece como causa del agente,

    o mejor, de la accin del agente, y esa causalidad es la tpica del fin, que causa

    atrayendo, no empujando.

    Pero llegados a este punto se plantea una dificultad, ya vieja. Parece evi-dente que la causa debe ser anterior al efecto, al menos con una prioridad de

    naturaleza; pero el fin no puede ser anterior al agente, sino posterior a yaque se caracteriza por ser lo ltimo, lo postrero. Fin y ltimo significan lo mis-

    mo, puede decirse, pues. que el fin es causa?

    Para resolver esta dificultad es preciso distinguir ahora dos modos distin-tos en que puede ser considerado el fin: Primero, fin en la ejecucin, es decir,

    el fin producido u obtenido por la accin del agente. As es evidente que el finno es lo primero sino lo ltimo; pero tambin resulta claro que entonces no

    es causa, sino efecto, producto o resultado de la accin del agente. Segundo,

    fin en la intencin, es decir, el fin que atrae al agente, inspirando o infundien-

    do amor, deseo o apetito de s mismo en el agente. As, el fin no es lo ltimo,sino lo primero, y as es como se constituye en causa o en razn de obrar del

    agente.Para entender esto mejor conviene distinguir, tanto en el agente como en

    el fin, estos dos planos: el plano del ser y el plano de la causalidad, que son

    distintos en las causas llamadas extrnsecas. En efecto, el agente no obra por elmero hecho de ser, sino por el ejercicio de su causalidad (que en su caso es pos -

    terior al ser), y lo mismo pasa con el fin, que no causa por el mero hecho deser, sino por el ejercicio de su propia causalidad (que en su caso es anterior

    al ser).

    Si nos colocamos, pues, en el plano de la causalidad, sin considerar el delser, nos encontramos con que, en el orden de la causalidad final, el fin (el fin

    en la intencin o el fin en cuanto es causa) es anterior al agente (al agente en

    cuanto agente); pero en el orden de la causalidad eficiente, la relacin es

    pues primero es el agente y despus el fin (el fin e11 la ejecucin).

    En resumen, el fin en la intencin es causa (final) de la accin del agente,

    y el agente es causa (eficiente) de la produccin o de la obtencin del fin en la

    ejecucin. Aqu se cumple claramente el viejo aforismo escolstico de quecausas son causas entre s en diverso gnero de

    Pero de lo dicho se desprende que el fin no se comporta como fin (no

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    ce su causalidad final), sino cuando se da la intencin del agente. Pero este

    darse en la intencin qu consiste? Nos asomamos con esa pregunta a la

    esencia misma de la causalidad final.

    Los estudios detallados y minuciosos que sobre este punto han realizado

    los representantes ms caractersticos de la filosofa clsica, fueron recogidos

    en unas densas y luminosas pginas por Santiago Ramrez en su obra De

    minis ( 9 ) .Vamos a recoger aqu un breve resumen de las mismas.

    Se han propuesto tres sentencias para explicar el constitutivo formal o esen-cial de la causalidad final.

    La primera, defendida por Cayetano, Surez y Juan de Santo Toms, esta-blece que la razn formal de la causalidad final es la sola bondad objetiva yreal del fin, y que la aprehensin o conocimiento del fin por parte del agente

    es una condicin sine qua para el ejercicio de la causalidad final.

    La segunda, defendida por Martnez de Prado, ensea que la razn formalde la causalidad final no consiste solamente en la bondad real y objetiva de la

    cosa que es fin, sino tambin, e incluso en mayor medida, en la aprehensin o

    el conocimiento de aqulla por el agente.

    Finalmente. la tercera, defendida por Bez, es intermedia entre las dos an-teriores, y establece que la aprehensin del fin es como la raz o el origen de

    la final, y es por ello verdadera causa se, pero no constituye la

    razn formal de dicha causalidad final, la cual hay que ponerla en la misma

    bondad objetiva de la cosa que es fin.Despus de examinar atentamente estas tres Ramrez se inclina

    la primera, y la prueba con argumentos tomados, tanto de la

    ms fiel del propio Santo Toms como de las exigencias de la misma

    salidad final, en su analoga con la causalidad eficiente. Pero no podemos de -

    tenernos ms en este punto, que deber ser tratado ampliamente en otra ocasin.

    Retengamos, sin embargo, esta conclusin que parece la ms acertada: elconocimiento del como fin por parte del agente es una condicin necesaria

    o insustituible para el ejercicio de la causalidad final formalmente considerada;

    pero la esencia de la causalidad final no se reduce a esa condicin, sino que hayque ponerla en lo propio del fin, en la bondad o apetibilidad.

    Pero si esta es la erencia de la causalidad final, es por su parte el efec-

    to de dicha causalidad? N o puede ser ot ro que la atraccin del agente pasiva-

    mente considerada, es decir, la inclinacin o tendencia o propensin del agente

    hacia el fin que activamente lo atrae.

    Y posible que efecto se encuentre en agentes que no conocen ellosmismos el fin al que estn inclinados? Sera el caso de una causalidad final

    ramente material, no formal. que parece darse en los agentes naturales,

    que manifiestan inclinaciones naturales, es decir, no nacidas de un conocimien -

    to previo del fin como fin.Porque, en efecto, actuar por un fin puede entenderse de dos maneras:

    una formal y propia. como el modo perfecto y verdaderamente activo de actuar--

    ( 9 ) SANTIAGO De beatitudine, Madrid, 1972, t . pgs.

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    principio de finalidad

    por un fin, en cuanto que el agente no slo acta de hecho por algn fin, sinotambin que se mueve activamente y se endereza a un fin preestablecido por

    y otra manera material e impropia, como el modo meramente ejecutivo de diri-girse u orientarse a un fin, sin conocerlo como tal ni proponrselo. Y en esosdos sentidos-propio e pueden entenderse tambin las expresio-nes de tender a un y apetecer un fin, que se contienen en otras

    laciones del principio de finalidad.De todo lo cual se desprende que la frmula expresiva del principio de fi-

    nalidad puede entenderse en dos niveles: uno ms alto y pleno, en el cual sehabla del agente racional y libre, del que se dice que obra por un fin conocido

    como tal y propuesto o proyectado por el propio agente; el otro nivel es infe-rior, derivado y deficiente, en el cual se habla del agente natural, que endereza

    su accin a un fin determinado y cierto, pero no como tal, ni tampoco

    propuesto por el propio agente, sino ms bien impuesto a Hay, pues, aquuna analoga de atribucin intrnseca, con orden de prioridad y posterioridad:

    un analogado principal, que se realiza en el agente racional y libre, y un

    gado secundario, que se realiza en el agente natural.

    5.ALGUNAS NEGACIONES DEL PRINCIPIO DE FINALIDAD

    Y despus de estas aclaraciones pasemos a considerar algunas de las nega-ciones de que ha sido objeto el principio de finalidad. Los autores que niegan

    la finalidad en los procesos naturales, y aun en todas las acciones, abundan enla Historia de la Filosofa, desde la antigedad hasta nuestros das. Pero aqu

    tenemos que resumir. Consideraremos slo tres autores.

    Y en primer lugar a Jacques Monod, en su obra El azar y la Co-mienza este autor por examinar las diferencias existentes entre los seres artifi-ciales y los naturales, y llega a la conclusin de que los dos estn adaptados a

    un proyecto, especialmente cuando los seres naturales de que se trata son seres

    vivos, pues stos tienen como propiedad la que Monod llama te-De todos modos se puede establecer la diferencia entre lo natural

    y lo artificial, porque la finalidad de lo artificial le viene impuesta desde fuera

    y no viene reflejada en su estructura ntima o microscpica. Adems, los seresvivos (a diferencia de los artefactos o mquinas) se construyen a s mismos y se

    reproducen de manera invariante. De esta suerte, lo que caracteriza a los seresvivos son estas tres notas: la teleonoma, la morfognesis autnoma y lariancia reproductiva. Segn Monod: es absolutamente verdadero que estastres propiedades estn estrechamente asociadas en todos los seres vivientes. La

    invariancia no se expresa y no se revela ms que a travs y gracias ala morfognesis autnoma de la estructura que constituye el aparato

    mico (10).

    (10) El azar y la necesidad, Editores, Barcelona, 1972, pg. 27.

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    Sin embargo, para Monod todo esto choca con el primer postulado del m-todo cientfico: la objetividad de la naturaleza. decir la nega-

    tiva sistemtica de considerar capaz de conducir a un conocimiento verdaderotoda interpretacin de los fenmenos dada en trminos de causas finales, es

    decir, de proyecto (11). Y un despus dice: Postulado puro, por siem-

    pre indemostrable, porque evidentemente es imposible imaginar una experien -

    cia que pudiera probar la noexistencia de un proyecto, de un fin perseguido,en cualquier parte de la Naturaleza. Mas el postulado de la objetividad es con-sustancial a la ciencia, ha guiado todo su prodigioso desarrollo desde hace tres

    siglos. Es imposible desembarazarse de aunque slo sea provisionalmente,o en un mbito limitado, sin salirse de la misma ciencia* (12).

    Ciertamente no se puede negar que el postulado de la objetividad est a la

    base de la ciencia moderna. Descartes escribi: deben examinarse las cau-sas finales de las cosas creadas, sino slo sus eficientes. Nunca debemos

    sacar argumentos acerca de las cosas naturales, del fin que Dios o la Naturalezase propuso al hacerlas, porque no debemos tener tal arrogancia como para con-

    siderar que participamos de sus (13). Y Spinoza-uno de los clsi-

    cos entre los negadores de la finalidad y del cual nos ocuparemos luego msdespacio

    -

    escribi tambin: hombres suponen comnmente que todaslas cosas naturales obran, como ellos mismos, por un fin, y aun sientan porcierto que Dios mismo dirige todas las cosas hacia un fin determinado, pues

    dicen que Dios ha hecho todas las cosas para el hombre, y al hombre para quelo adore a El Mas para mostrar ahora que la Naturaleza no se ha prefija-

    do fin, y que las causas finales no son todas, sino ficciones humanas,

    no son menester muchas palabras (14).Pero sigamos con El citado postulado de la objetividad puede tener

    un sentido ms razonable si de lo que se trata es de defender la invariancia o

    necesidad que las ciencias reclaman en su objeto. Si es esto slo, el postuladoen cuestin no se opone a la existencia de causas finales en la Naturaleza, sinoslo al hecho de que tales causas fueran arbitrarias o caprichosas. De esta suer-

    te el rechazo de la causalidad final sera debido slo a un falso concepto dela misma.

    Ocurrira, en efecto, que se concebira a la causa final de una manera

    ca, como la que es propia de los agentes libres, y entonces sera unel atribuir una finalidad a las acciones de los agentes puramente natu -

    rales.Pero ya vimos ms atrs que los agentes son de dos clases: los que obran

    por impulso de su naturaleza y los que obran dirigidos por su entendimiento,y ambos obran por un fin: por un fin impuesto a ellos, en el primer caso, o

    por un fin propuesto por ellos, en el segundo. Slo estos ltimos obran de una

    (13) Principiosde

    Filosofa, 28(14) Ethica, apndice.

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    manera libre y verdaderamente activa, mientras que los 'primeros abran deuna manera necesaria, y en cierto modo pasiva, pues ms bien son dirigidos alfin que se dirigen ellos mismos al fin. Y aon dirigidos al fin de manera unifor-me y necesaria.

    De todo lo cual se sigue que, aunque se admitan las causas finales en laNaturaleza, como son causas necesarias, no se trastorna la necesidad de los pro -cesos naturales. O dicho de otro modo, si el postulado de la objetividad se en-tiende - c o m o razonablemente puede hacerse

    -

    como la exigencia de necesidado invariancia en el objeto de la ciencia, entonces no habra inconveniente enadmitir las causas finales en la Naturaleza. Y a esta conclusin bien habrapodido llegar Monod, quien, a pesar de respetar al mximo el postulado de laobjetividad, no se cansa de hablar de teleonoma en los seres vivos. Inclusollega a exagerar en este punto, pues parece que concede a los seres vivosun cierto poder cognoscitivo orientador de su teleonoma. As escribe: Estosfenmenos, prodigiosos por su complejidad y su eficacia en la realizacin de unprograma fijado de antemano, imponen evidentemente la hiptesis de que songuiados por el ejercicio de funciones de algn modo (15). Y en otrositio: nmero astronmico da una ligera idea de la "potencia ciberntica"

    (es decir, teleonmica) de la que puede disponer una clula provista de algunoscentenares o millones de especies de estos seres microscpicos, mucho ms in-

    teligentes an que el Demonio de (16).Lo que no se comprende en absoluto es cmo un hombre que asegura todo

    esto venga luego a decir que la ratio ultima de toda la teleonoma, tanto a es-cala especfica como a escala universal de la evolucin ascendente, es el azar.As afirma: puro azar, el nico azar, libertad absoluta, pero ciega, enraz misma del prodigioso edificio de la evolucin: esta nocin central de labiologa moderna no es ya hoy en da una hiptesis, entre otras posibles o al

    menos concebibles. Es la sola concebible, como nica compatible con los hechosde observacin y de experiencia (17).

    Pero sera conveniente deslindar las cuestiones: una es la de la mera exis-

    tencia de la finalidad en el mundo (y esto es lo que aqu ms nos interesa) y

    otra distinta, aunque relacionada con la anterior, la del origen de dicha finali-dad (y esto no se trata directamente aqu).

    Otro autor cuya postura interesa considerar tambin aqu es Nicolai Hart-Para Hartmann el estudio de las categoras ocupa parte ms amplia e

    importante de la Nueva Ontologa que propugna. Segn cada estrato delser tiene sus propias categoras, que lo predeterminan y conforman. Los estra-tos superiores no flotan libremente, sino que subsisten apoyados en los infe-riores, y a veces las categoras de stos son sobreconformadas en aqullos. Y sin

    (15) MONOD, cit., pg. 70.(16) Ibdem, pg. 81.(17) Ibdem, pg. 126.

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    embargo cada estrato tiene su propio que lo hace totalmente inconfun-dible con los dems, debido sus propias categoras. Por eso es siempre err-

    neo extrapolar las categoras que corresponden a los estratos superiores del ser

    y atriburselas a los inferiores.

    Segn Hartmann, esto es precisamente lo que ha pasado con la categora

    de la finalidad, que siendo propia o exclusiva del ser consciente o espiritual,

    ha sido trasladada al ser orgnico e incluso al inorgnico. En el ser orgnico

    habr teleonoma, pero no finalidad. (Traduzco aqu por esta palabra ya con -sagrada la expresin alemana que utiliza

    mann, contraponindola a Esta distincin es capital para Hartmann

    y se ocupa de ella extensamente, tanto en la ltima parte de su Filosofa d e la

    Naturaleza como en obra titulada El pensar teledgico.

    Para Hartmann la finalidad propiamente dicha supone una inversin res -

    pecto al proceso de la eficiencia, pues la finalidad va de adelante hacia atrs,mientras que la eficiencia va, como es obvio, desde atrs hacia adelante. Pero

    solamente el hombre, con su inteligencia y con su memoria, es capaz de rom-

    per el proceso hacia adelante del tiempo. Se propone de antemano un fin, que

    es lo ltimo que se consigue en el tiempo, y despus reanuda el sentido del tiem-po al poner en prctica los medios. Escribe Hartmann en su Etica: Para una

    sobria filosofa que se acomode sin prejuicios a los fenmenos, la categora del

    fin como principio constitutivo-es decir, como posicin de fin y como acti-vidad de fin, y no slo como simple teleonoma, que puede darse accidental -

    mente- existe solamente en la conciencia (18).

    Segn Hartmann, la teleonoma que se descubre en los procesos

    del mundo inorgnico y todo del orgnico no debe llevarnos a error. Losprocesos son ciegos y corren con absoluta indiferencia respecto del

    min al que apuntan; los procesos es verdad, tienen direccin, pero

    esa direccin no est determinada previamente, sino que resulta de la confluen-

    cia de los diversos factores integrantes del proceso; por ltimo, los procesos

    no rectifican sobre la marcha los posibles errores. No hay, pues, fines

    inmanentes en las cosas naturales; no hay teleologa o finalidad verdadera enla Naturaleza. Si se admitiera, habra que admitir una razn csmica, algn ar-tfice inteligente y poderoso del mundo. Pero ciertamente Hartmann no est

    dispuesto a admitir la existencia de Dios.

    De aqu que para explicar la innegable teleonoma de la Naturaleza, recu-

    rra a un expediente parecido al que antes hemos visto en Monod: el recurso a

    lo irracional. Hartmann reconoce reiteradas veces que el problema de la

    de la Naturaleza, y muy especialmente de los seres vivos, no se puede

    resolver en su totalidad. Y ello porque la vida misma es un verdadero enigma.Su propio origen es una de tantas irracionalidades que se hallan en el fondo de

    nuestro conocimiento del cosmos y que hay que aceptar forzosamente como

    NICOLAI Ethik, de Gruyter und Co., Berln, 1949, 20,pg. 149.

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    El principio de finalidad 71

    tales. Escribe: las categoras de la vida permanecen en su peculiar esencia enuna insuperable irracionalidad y forman en el conocimiento de lo orgnico unvaco imposible de lienar, y al que el pensamiento slo puede fijar los lmi -tes (19).

    Dejemos para ms adelante explicar un poco ms lo que dice Hartmann apropsito de lo irracional. A falta de otro, no deja de ser ste un recurso c-

    modo cuando no se acierta a resolver un determinado problema.Reflexionando sobre la postura de Hartmann en torno al problema de la

    finalidad, lo primero que echamos de ver es una confirmacin de la existenciade dos niveles de inteleccin del principio de finalidad. Hay unos agentesque obran de una manera libre, que se proponen un fin y buscan y eligen losmedios ms aptos para alcanzarlo, y en ellos resplandece la finalidad de manerainnegable. Pero hay tambin otros agentes que obran de manera necesaria, yque, al carecer del conocimiento del fin, no pueden elegir los medios de alcan -zarlo, lo cual no obran conscientemente por un fin; aunque de aqu no sesigue que no propendan a un fin de manera inconsciente e inexplicable paranosotros. En el reconocimiento de estos estn plenamente de acuerdomann y la filosofa tradicional y tantos otros autores.

    Conviene tener presente que, al plantearnos el problema del principio definalidad, de su valor absoluto y de su completa universalidad, no estamostratando directamente de otros temas con los que a veces se mezcla:

    Primero: No estamos tratando de demostrar la existencia de Dios, comoautor y gobernador inteligente del mundo. Este es el asunto de la famosa quin -ta va de Santo Toms.

    Segundo: No estamos tratando tampoco de descubrir el fin ltimo del uni-verso entero y sealar el papel o el cometido que cada agente tiene asignadoen el logro de ese fin universal. Si pretendiramos esto, tendra razn Descar-tes al echarnos en cara nuestra arrogancia.

    Tercero: No estamos tampoco suponiendo que todos los agentes obran demodo inteligente y libre, que todos se proponen conscientemente un fin y de-liberan y eligen los medios de alcanzarlo. Esto sera un claro antropomorfismo.

    Cuarto: Por ltimo, ni siquiera pretendemos mostrar o demostrar que enel mundo hay un orden admirable, altsima por emplear unaexpresin de Hartmann. Una exposicin esplndida de esa teleonoma nos laofrece, por ejemplo Brentano, como prembulo obligado para el argumentoteleolgico de la existencia de Dios (20).

    Nada de esto es objeto de consideracin aqu, sino nica y exclusivamentesi todo agente, en la medida en que es agente, o tiende a un fin de-terminado y cierto, y esto conzcalo o no, se lo haya 'propuesto a s mismo ole venga impuesto por alguna inclinacin natural o por cualquier otra causa.La verdad es que en este asunto de la finalidad, los autores que tratan de

    (19) HARTMANN, der Walter de Gruyter und Co., Berln,1950, Kap. 62, pg. 675.

    (20) FRANZ Sobre la Dios, Rialp, Madrid, 1979, pgs.

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    garla se enredan en cuestiones ajenas o colaterales, y dejan intacta la cuestinfundamental: la de si todo agente tiende a un fin o no.

    La negacin ms radical y amplia de la finalidad es, sin duda, la de Spinoza.Porque, en primer lugar, niega la libertad al hombre y, propiamente hablando,

    tambin a Para una libertad en sentido estricto, como independenciadominadora de los motivos de la accin, algo verdaderamente pueril y uno

    de los mayores obstculos para la ciencia de (21). Pero en segundo lugar,

    no hablando con propiedad, ms que un agente, que es Dios o la Na-

    agente que, por supuesto, es necesario y no libre en sentidopropio.

    Y sin embargo no es esto todo, porque, con ecos supuestos, todava cabrauna defensa del principio de finalidad, haciendo ver que dicho principio vale

    tanto para los agentes libres como para los necesarios. Pero es que en el sis-

    tema de Spinoza resulta bastante dudoso que el mismo Dios sea agente. En efec -

    to, escribe Spinoza; Tengo para m haber demostrado con suficiente claridad

    que de la soberana potencia de Dios, o de su naturaleza infinita, ha resultadoo resulta necesariamente sin cesar una infinidad de cosas infinitamente modifi-

    cadas, de la misma manera que de la naturaleza del tringulo resulta desde toda

    la eternidad que sus tres ngulos son iguales a dos rectos (22).

    Ahora bien, la resultancia necesaria de las propiedades del tringulorespecto de su naturaleza no es la resultancia de los efectos reales respecto de

    su causa eficiente, sino la propia de otro de causalidad, que es la formal.

    Dios sera nicamente causa formal, y el mundo todo, el conjunto de sus

    consecuencias formales; con lo que se habra negado en redondo la existencia

    de todo agente y de toda eficiencia. Ciertamente que as se habra negado el

    principio de finalidad, pero tambin el principio de causalidad eficiente. Nin -

    gn agente obrara por un fin, sencillamente porque no existira ningn agente.

    Creo, sin embargo, que no puede ser esa la correcta interpretacin del pen-samiento de Spinoza. Es verdad que en l la causalidad formal juega un papel

    muy importante, pero no exclusivo; pues no se negar que Spinoza apela

    a la causalidad eficiente, aunque esa causalidad sea siempre inmanente

    y no transitiva. Y una prueba de ello la tenemos en el recurso al o es-fuerzo con que cada cosa persevera en su ser, y que no es distinto de la esencia

    de cada cosa, como afirma en las Proposiciones VI y de la parte de la

    otra cosa puede ser ese conato, sino la tendencia a un fin de -terminado, a saber: la permanencia en el ser? Con esto quedara afirmado el.principio de finalidad en su alcance ms universal.

    (21) Ethica more geometrico demonstrata, P. Schol. 2.(22) Ethica, P. 17,

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    El principio de finalidad

    6. REFUTACION DE ESAS NEGACIONES

    En cuanto a las otras negaciones de la finalidad son en realidad bastante

    parciales y relativas. Tanto Monod como Hartmann dan supuesto quefinalidad existe claramente en el mundo humano. Reconocen, adems, y con

    grandes ponderaciones, que tambin existe la finalidad (una finalidad incons-

    ciente, que en el mundo orgnico e incluso en el inorg-nico. Lo que sucede es que, al preguntarse la ultima de toda esa te-leonoma, no tienen ms respuesta que el azar o lo irracional. Pero jes estonegar formalmente el principio de finalidad?

    Veamos primero qu es lo que entiende Monod por el azar. emplea

    esta palabra -escribe- a propsito de los juegos de dados o de ruleta ..).Pero estos juegos mecnicos y macroscpicos no son "de azar" ms que enrazn de la imposibilidad prctica de gobernar con una precisin suficiente el

    del dado o de la bola. Es evidente que un mecanismo de lanza-miento de muy alta precisin es concebible, y permitira eliminar en gran partela incertidumbre del resultado Pero en otras situaciones, la nocin de

    azar toma un significado esencial y no simplemente operacional. Es el caso, porejemplo, de lo que se pueden llamar las coincidencias absolutas, es decir, las

    que resultan de la interseccin de dos cadenas de causas totalmente indepen-

    dientes una de otra (23).El azar esencial resulta, pues, cuando se da una interseccin de dos o

    cadenas de causas independientes entre s. Pero esto no se opone a que cadaagente, cada causa, al actuar dentro de su propia cadena, se enderece a un fin

    determinado. Y esto basta para sacar verdadero al principio de finalidad, queno establece que todos los agentes del universo buscan un nico fin comn a

    todos ellos, sino que todos y cada uno de los agentes obra por un fin, por elsuyo naturalmente, por el fin de cada uno de ellos.

    Veamos, por ltimo, qu es lo que entiende Hartmann por lo irracional.Para este autor los tipos de irracional se pueden reducir a tres: primero, lo

    gicamente irracional (derivado del hecho de que nuestras categoras y leyes

    gicas no coinciden exactamente con la realidad, la cual, en muchas zonas,es

    antinmica y contradictoria); segundo, lo irracional (apoyado enel hecho de que la zona de lo objetivado por nuestro entendimiento no agota

    nunca la realidad, por ms que se desplace esa zona, con el progreso de la cien -cia, hacia lo transinteligible), y tercero, por ltimo, lo que es a la vez algicay transinteligiblemente irracional (mezcla de los dos anteriores). A este ltimo

    lo llama Hartmann lo eminentemente irracional.Sin embargo, la suprema razn de cualquier de irracional est para

    Hartmann en la imperfeccin y limitacin del conocimiento humano, en cuantoque, por un lado, hay slo una coincidencia parcial entre las categoras de nues-

    tro entendimiento y las de la realidad, y, por otro lado, nuestro conocimiento

    (23) Op. cit., pgs. 126-127.

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    Jess Garcia Lpez

    es limitado frente a la infinitud de lo no objetivable, de lo

    gible. Y es que la cognoscitiva humana se orienta a fines no pura-mente sino vitales, y est sobre todo ajustada a lo relevante de la vida,sin cargar con el peso de lo irrelevante. Pero esto es ya afirmar que lo irracio -

    nal no tiene nunca sus races en la esencia misma de la realidad, sino en la

    constitucin del sujeto humano, y que por ello no se da un irracional en s,propiamente sino slo un irracional para nosotros. Si en algn casose dice que la realidad misma es antinmica y contradictoria, esto hay que en -tenderlo tambin en relacin con la lgica humana y con las categoras de nues-tro entendimiento.

    En consecuencia, el irracional de Hartman no va mucho ms all del azarde Monod, y la existencia de uno o de otro no se opone en nada al valor abso-

    luto y universal del principio de finalidad. Azar e irracional son categorasseolgicas, no ontolgicas.

    7. PRUEBA DEL PRINCIPIO DE FINALIDAD

    Pero vayamos ya con la prueba de dicho principio. Como ya se ha dicho

    ms atrs se trata de un principio analtico o per se y por consiguienteno admite una demostracin directa, sino slo una aclaracin o manifestacin

    de evidencia, y en todo caso una demostracin indirecta o por el absurdo quese seguira de no aceptarlo.

    Y al decir que se trata de un principio analtico no hay que entender conello que estamos ante una pura tautologa, una mera y simple repeticin de

    la misma nocin real, colocada primero como sujeto y despus como predicado.sera si nos limitsemos a decir todo agente es agente o todo lo que

    tiende a un fin tiende a un fin, o cosas por el estilo.

    De lo que se trata es de un principio necesario que se apoya en alguno delos cuatro modos de per se, que ya seal Aristteles, y que es inme-

    diato, o que no necesita (ni tiene) medio demostrativo. Concretamente el modo

    de de que aqu se trata es el cuarto, que, como es sabido, est en elplano de la causalidad.

    Un principio as no puede demostrarse de manera directa, pero puede de-clararse o exponerse, bien poniendo de manifiesto la necesaria e inmediata uninque existe entre las nociones que lo forman, bien reducindolo o

    hasta la experiencia, tanto externa como interna, de donde toma su origen todoel saber humano y los mismos principios primeros.

    Pero antes de seguir adelante reproduzcamos aqu dos de los argumentoso exposiciones que utiliza Santo Toms para manifestar la evidencia de dicho

    principio.Dice as el primero: agente o acta por impulso natural o por medio

    de su entendimiento. Pues bien, no cabe duda de que los agentes que actan

    mediante su entendimiento lo hacen por un fin, puesto que primero conciben

    en su entendimiento lo que luego llevarn a cabo por su accin, y actan con

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    El pr incipio

    esa concepcin previa, que en esto consiste actuar mediante el entendimiento.

    Y del mismo modo que en el agente inteligente preexiste en su entendimiento

    la semejanza del efecto que ser realizado luego mediante la accin, as tambinen el agente natural preexiste de algn modo la semejanza natural del efecto,

    en virtud de la cual la accin de ese agente est determinada a este efecto; y

    por eso vemos que el fuego genera el fugo, y la oliva, la oliva. Por tanto, as

    como el agente inteligente tiende por su accin a un fin determinado, as tam-

    .

    bin el agente natural. En consecuencia, todo agente acta por un (24).

    Y el segundo argumento dice as: el agente no tendiese a un efecto de-

    terminado todos los efectos le seran indiferentes. Pero lo que es de suyo indi -

    ferente respecto a muchas cosas no efecta una mejor que otra, y por ello, delo que es totalmente indiferente no resulta ningn efecto, a no ser que sea de-

    terminado a algo concreto. Sera, por lo tanto, imposible que actuara. En con-

    secuencia, todo agente tiene algn efecto determinado, que es su fin (25).

    De estos dos argumentos, el primero es directo u ostensivo, y el segundo,indirecto y por el absurdo. Y los dos concluyen en lo mismo.

    Por lo dems, el primero implica, por una parte, un recurso a la experien-cia, dentro de la cual el principio queda patentizado, y, por otra parte, contie -

    ne una declaracin o manifestacin del enlace necesario entre el agente y el fin,

    o mejor, entre el actuar y la direccin o tendencia a un fin. Vamos, pues, a

    desarrollar un poco estos pensamientos.Comencemos por fijar nuestra atencin en dos hechos de experiencia, a sa-

    ber: que existen unos agentes que obran de manera inteligente y libre, como

    son los hombres, nosotros mismos, y que existen otros agentes que obran por

    energas o fuerzas naturales, sin entendimiento ni libertad, como son los demsagentes que conocemos: los animales, las plantas y los cuerpos inorgnicos. Que

    los animales pertenecen al sector de los agentes per naturam debera ser consi-derado despacio. Pero no es posible detenernos ahora en este punto. Citar

    slo un texto de Brentano a propsito de ese asunto. Dice as: instinto

    dificativo de los pjaros mismo que otros instintos- no es comparable a

    la tcnica racional propia del hombre, sino a esa especie de tcnica irracional,

    o actuacin teleolgica inconsciente, que caracteriza a la vida vegetativa. Peroaunque estos pequeos animales tienden nicamente hacia lo ms inmediato,sus efectos llevan, no obstante, la marca de lo que est orientado en forma

    adecuada a unos objetivos mucho ms remotos (26).

    Pues bien, es un hecho de experiencia interna, una conciencia o vivenciainterior irrefutable, que nosotros, los hombres, obramos por un fin, o sea, que

    antes de obrar pensamos lo que vamos a hacer, nos proponemos en cada caso

    un determinado fin, y despus elegimos los medios que nos parecen adecuados,

    los ponemos en prctica, y alcanzamos, por ltimo, el fin que pretendemos. Esel fin, conocido de antemano, el que determina nuestras acciones, las causa a

    (24) SANTO TOMAS, Contra Gentiles, 2.(25) Ibdem.(26) FRANZ BRETANO, pg. 246.

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    modo de fin, atrayendo, y por eso dichas acciones tienden al susodicho fin. Sin

    duda alguna nosotros los hombres, cuando obramos como tales hombres, obra -

    mos por un fin.

    Y es, por otra parte, un hecho de experiencia externa que los agentes nohumanos que existen en el mundo actan todos de maneras determinadas y

    ciertas, cada uno con arreglo a sus propias naturalezas o a sus propias energasnaturales. Porque vemos que sus acciones no son caprichosas, sino siempre lasmismas o muy semejantes. Nos producira un gran desconcierto observar un

    buen da que las piedras volaban solas, o que las plantas se trasladaban por s

    mismas de un a otro, o que los animales comenzaban a hablar, o cosas

    por el estilo. De cada cosa prevemos lo que va a resultar, si no fuerza

    que lo impida, porque en cada cosa vislumbramos (es un inteligible per se yun sensible per una tendencia, una propensin a determinadas accio-nes que llevan a fines ciertos, previsibles de antemano y que son en general

    muy convenientes para la cosa en cuestin. De hecho, pues, aunque de manerainconsciente y ciega, es decir, de un modo puramente material, tambin los

    agentes naturales obran por un fin.

    Y si juntamos ahora la experiencia externa y la interna, como ocurre enlos casos en que nos proponemos actuar nosotros sobre las cosas naturales para

    transformarlas o producir algn artefacto, nos encontramos con los mismos re-

    sultados anteriores. Por lo que toca a nosotros, nos experimentamos actuando

    por algn fin que nos hemos propuesto de antemano, y por lo que toca a las

    cosas naturales de que nos valemos, tambin las experimentamos como ordena -

    das o determinadas a sus respectivos fines mediante sus energas propias. Nos-

    otros contamos con esas energas y esas inclinaciones naturales, y las hacemos

    servir a nuestros propsitos. Pero estos planes de actuacin nuestra sobre elmundo material no seran posibles si las cosas se comportasen caprichosamente,

    si no estuvieran enderezadas cada una de ellas a unos determinados efectos,que estn como entraados o precontenidos en las cosas que los producen.

    Y veamos ahora, al margen de la experiencia, o sea, de forma a priori, cmo

    se enlazan de manera necesaria e inmediata las nociones de agente y de finpara formar el principio de finalidad. Las nociones de agente y de fin hay que

    tomarlas aqu reduplicativamente, es decir, el agente como agente o en la me -

    dida en que acta, y el fin como fin o en la medida en que atrae o finaliza la

    accin del agente; o lo que es lo mismo, aqu nos tenemos que colocar en la

    lnea de la causalidad y no en la lnea del ser. Por ello, decir que todo agente

    acta por un fin equivale a decir que todo actuar es actuar por un fin o quetodo actuar entraa tendencia a un fin.

    Pero a poco que penetremos en las nociones de actuar y de tender a un

    fin, echaremos en seguida de ver la necesidad y la inmediatez de su enlace,

    porque actuar es un eflujo del agente hacia (obrar-dice Santo Toms-

    no es otra cosa que comunicar aquello lo cual el agente est en acto, en lamedida en que esto sea Y esta comunicacin o eflujo es siempre ha-

    cia algo determinado, pues nunca se da un actuar abstracto o indeterminado o

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    El principio dafinalidad

    indiferente. Pero este eflujo o actuar determinado hacia algo determinado es ya

    un tender a un fin, y a un fin determinado y cierto, que no es otra cosa que

    el trmino al que se endereza y en el que se consuma el actuar en cuestin.Y como el trmino de cualquier accin, el efecto de ella tiene que estar de al-guna manera precontenido en la causa de esa accin o en el agente en cuanto

    agente, pues nadie puede dar lo que no tiene, se sigue de aqu que la tendencia

    al fin, que se da en todo actuar, nace de la presencia o de la preexistenciacumque modo del fin en el agente, o de la semejanza del fin en el agente,

    como indicaba Santo Toms en el primero de los argumentos citados ms atrs.Y ese quocumque modo puede entenderse de dos maneras: una formal, in-

    tencional o intelectiva, que es la propia del fin en la intencin del agente libre,

    y otra material, natural o virtual, que es la propia del fin en la inclinacin del

    agente natural. Pero esa preexistencia o predeterminacin del fin ( o mejor, de

    su semejanza) en el agente hay que suponerla siempre, porque si el agente,cuando est en trance de obrar, fuese totalmente indeterminado o indiferente

    respecto de sus acciones, no actuara en absoluto, no sera agente.

    Estas ltimas reflexiones abren el camino para la demostracin indirecta opor el absurdo del principio de finalidad; demostracin que puede hacerse de

    varias maneras, pero que, en atencin a la brevedad, la reduciremos a las si-

    guientes consideraciones:

    Todo agente, por su accin, o bien tiende a un efecto cierto, determinado y

    definido, o bien tiende a un efecto incierto, indeterminado e indefinido; ya que

    el agente, por su accin, tiende necesariamente a algn efecto, o de lo contra -

    rio no sera agente. Pero entre lo cierto y lo incierto, entre lo determinado y

    lo indeterminado, y entre lo definido y lo indefinido, no puede haber trmino

    medio, como tampoco lo hay entre el ser y el no ser. Pues bien, si admitimos

    lo primero, tenemos ya confirmado el principio de finalidad, pues tender aalgo cierto, determinado y definido es tender a un fin; y si suponemos lo se-gundo, tenemos entonces que admitir que el agente en cuestin es indiferente

    respecto a cualquier efecto. Pero en este caso, o bien resultaran de dicho agen--

    te todos los efectos o no resultara ninguno, pues no habra ms razn para que

    resultara uno que otro; y como todos no pueden resultar, no resultara ningu-no, y as no sera agente. Un agente que no sera agente: un absurdo.

    Para terminar veamos, aunque de manera breve, los distintos modos como

    los distintos agentes tienden a sus respectivos fines, perfilando mejor una sub-

    divisin dentro del grupo de los agentes per Y lo vamos a hacer ci-tando ntegro un texto de Santiago Ramrez que dice as:

    tres modos distintos de obrar por un fin, de los cuales el primero es

    meramente ejecutivo, y dentro de se da todava una diferencia, porque si el

    principio ejecutivo del movimiento (o del obrar) es recibido en el que lo ejecu-ta de modo permanente y connatural, a una con su naturaleza, tal agente se

    mueve hacia el fin de modo ejecutivo-natural, como ocurre en los agentes me-ramente naturales, esto es, los inanimados y los no sensitivos (los minerales y

    las plantas); pero si es recibido en el que lo ejecuta de modo transente y

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    Jess

    lento, aparte y en contra de su naturaleza, tal agente es movido hacia el fin demodo ejecutivo-violento, como sucede con cuerpos movidos en contra de suinclinacin natural.

    El segundo modo de obrar es elicitivo, en cuanto que en el mismo agenteno slo est el principio ejecutivo del movimiento ( o del obrar) , sino tambin,

    de algn modo, la razn de mover (o de obrar), o sea, el conocimiento del fino del trmino del movimiento, aunque de modo imperfecto, material y necesa-

    rio, como sucede en los animales brutos, que por una potencia la ape-

    tienden a sus propios fines.

    ltimo, el tercer modo es directivo y electivo o libre, en cuanto que,en el mismo que obra por un fin se encuentra perfectamente y de manera pro-

    pia, tanto el principio del obrar como la razn del obrar por un fin, cual ocu -

    rre en el hombre cuando obra formalmente como hombre. Y este es el modoms perfecto y formal de obrar por un (27).

    (27) SANTIAGO Op. cit., pg. 318.