El pensamiento de izquierda en Chile y su rol en el proceso de profundización democrática

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    El pensamiento de izquierda en Chile y su rol en el proceso deprofundizacin democrtica

    Francisco FigueroaPrimavera, 2013

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    Intervencin de Francisco Figueroa en el Foro El pensamiento de izquierda en Chile y su rol en el proceso de profundizacindemocrtica, organizado por la F undacin Clodomiro A lmeyda

    Septiembre, 2013

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    Cul es el estado de salud del pensamiento de izquierda en Chile? Est en condiciones de, comopropone el debate que nos convoca, jugar un papel en un eventual proceso de profundizacindemocrtica? El estado de nimo dominante, marcado por la refrescante irrupcin de diversas luchassociales y el decaimiento de la derecha -que seguramente ser coronado por su derrota en las urnas-,puede llevarnos a responder con optimismo estas preguntas. Pero ms all de estos sntomas decoyuntura, por cierto relevantes, no es posible eludir el hecho de que todava debatimos dentro la crisisde incidencia ms larga que haya experimentado en su historia el pensamiento de izquierda en Chile.

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    Se trata de una crisis determinada, primero, por tendencias globales. El fracaso de los autoproclamadossocialismos realmente existentes (tras una hbil propaganda que identific las ideas socialistas con laestadolatra del comunismo sovitico) y el triunfo global de la contrarreforma neoliberal abrieron loque Hobsbawm llam una drstica recesin poltica e intelectual del marxismo. Pero esta crisis fueacentuada tambin y delineada con caractersticas especficas por fenmenos propios del procesopoltico nacional, particularmente el desarme intelectual y poltica de la izquierda histrica y delmovimiento popular tras la dictadura y los conservadores trminos de la transicin a la democracia queexcluyeron a la izquierda del proceso poltico.

    Este diagnstico crtico del estado de salud del pensamiento de izquierda en Chile no parte de premisasmuy distintas a las que ste mismo se propuso una vez recompuesto del autoritarismo militar. No setrata de -sera tramposo e intil- ponerlo a prueba en tensin con propsitos que no se formul, como elde nutrir de contenido socialista la transicin a la democracia. Se trata, simplemente, de examinar sucapacidad de orientar la accin poltica de sus fuerzas de acuerdo a sus propsitos declarados y, sobretodo, su capacidad de adaptarse al ritmo cambiante del devenir social para ofrecer soluciones a laemergencia constante de nuevos problemas.

    All, deca Eugenio Gonzlez, reside la eficacia del socialismo, doctrina que necesita acaso ms quecualquier otra interpretar el sentido de la poca, los valores permanentes que en ella operan y los quele son especficos, para ajustar a l, con plena conciencia, la perspectiva de una poltica (Posicindoctrinaria del Socialismo, discurso en el Senado, 1957, EG).

    Si hay un punto de interseccin entre las diversas variantes de poltica y pensamiento de izquierda en lahistoria chilena reciente, es el de buscar una nueva articulacin entre socialismo y democracia. Unosbuscando dar sustento a una alianza con la Democracia Cristiana y con ello a la Concertacin, otros porconsiderar que toda lucha democrtica consecuente se transforma o crea las condiciones ms aptas paraque la lucha socialista resurja y, eventualmente, se haga dominante. Pongamos entonces en las tareas de

    la lucha democrtica nuestra atencin y en la democratizacin, poltica y social, los criterios paraexaminar la vitalidad del pensamiento de izquierda, su influencia en la poltica, y, lo que ms nosinteresa, sus deudas.

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    Democracia hace referencia a una situacin en la que las decisiones se tejen y construyen en el marcode una relacin entre iguales. La lucha democrtica alude as a toda lucha contra un rgimen que limita,restringe y excluye la presencia histrico-social de una disidencia y de una oposicin, y por la creacin

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    de una situacin en la que todos y cada uno pesen lo mismo en la toma de decisiones (democraciapoltica) y en la produccin de lo social (democracia social).

    En su primera dimensin, traducida materialmente en la lucha por la conquista de un mximo dederechos polticos, la lucha democrtica qued truncada por las condiciones bajo las cuales se pact latransicin, a saber, el respeto y en parte adopcin de los aspectos fundamentales de la hoja de ruta

    diseada por la propia dictadura para abrir paso a los gobiernos civiles. Se recuperaron de las manosmilitares importantes reas decisionales, pero la distribucin social del poder permanece concentradaen los salones de las elites. Son mltiples y conocidas las normas de nuestro sistema poltico que loconsagran, no tiene sentido enumerarlas. Lo que llama la atencin es que, habiendo crtica en laizquierda al respecto, ello no se traduce en la forja de voluntades y programas efectivamente resueltos acambiar dicha situacin. Por el contrario, la izquierda que ha formado parte de los gobiernos de latransicin, ha avalado la restriccin social de la democracia, contribuyendo a la prolongacin de unademocracia protegida, ya no del marxismo internacional como aseguraba la dictadura, sino que de lapropia ciudadana! en nombre de la sacrosanta gobernabilidad, engendro del pensamientoconservador que cierto pensamiento de izquierda, autodenominado progresista, ha adoptado comopropio, en el marco de una retrica de la responsabilidad que en realidad tiene ms de retrica de laclaudicacin.

    Pero es en el plano de la democratizacin social donde el pensamiento de izquierda exhibe undesempeo an peor. Primero, especialmente el proveniente de la renovacin socialista, dej un vacoal respecto al concentrar su atencin casi exclusivamente en el aspecto institucional de las tareas dedemocratizacin poltica, tal vez por la vigorosa resistencia que entonces ofreca el autoritarismomilitar. Esta autocrtica se la han hecho varios de sus principales exponentes. Pero despus, tuvo lugarotro movimiento, mucho ms amplio y trascendental, comandado y seguido incluso por muchos que sedecan a la izquierda de la original renovacin, que pens y piensa que el principal mbito derealizacin de la democracia social es el mercado.Se inaugura as, con la confluencia de importantes sectores del socialismo y el progresismo con laderecha poltica y econmica, una eficaz y hegemnica va chilena al neoliberalismo. Su resultanteha sido, por un lado, la prolongacin bajo nuevas formas de la situacin dependiente y subdesarrolladade Chile en el contexto de la economa global, y por otro, la extendida mercantilizacin de cada vezms aspectos de la vida social (educacin, salud, previsin, poltica energtica, etc), aumentando lasdesigualdades sociales hasta realidades insospechadas y subordinando la vida de las grandes mayoras-no slo a los estadsticamente considerados pobres- a unos vaivenes del mercado que las condenan anuevas formas de miseria material y espiritual y, sobre todo, incertidumbre ante su futuro.

    No se trata de negar que a travs del mercado se posibilit el acceso de nuevas y vastas franjas de lasociedad chilena al consumo de diversos bienes y servicios o que el mercado deba jugar un papel en lasociedad. Se trata de discrepar con la idea segn la cual esa era la nica y mejor forma de hacerlo y,sobre todo, con el dogma segn el cual la democracia se reduce a eso.

    Algunos podrn decir que la vida chilena no est entregada al neoliberalismo, que el Estado interviene.Claro que lo hace, el neoliberalismo de hecho lo requiere, su retrica anti-estado es hipcrita. Elneoliberalismo a la chilena usa al Estado para protegerse del mercado all donde no le conviene y paraasegurarlo all donde s le conviene.

    As las cosas, en la dimensin social de la perseguida democratizacin no es posible acusarinsuficiencia o excesivo posibilismo, como cabra pensarlo aunque difiero- con respecto a ladimensin poltica. En esta dimensin el pensamiento de izquierda que busc influir en la transicin

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    fue derrotado, y el que aval y nutri la mercantilizacin de la vida, simplemente dej de serlo paratransformarse en un renovado pensamiento de derecha ubicado a la derecha, incluso, de un AdamSmith que saba que haban reas en las que la inmiscusin del mercado slo poda ser regresiva.

    Flaco favor le hacen a la izquierda quienes, desde una vereda, defienden la poltica y el pensamiento deizquierda involucrado en este proceso como el nico posible por ser el menos malo. Tambin

    quienes, desde una vereda contraria, apuntan con su dedo acusando traicin. Me inclino a interpretareste fenmeno del modo que Gramsci pens el fenmeno de las fuerzas que se terminan promoviendocomo el mal menor o dando recetas con dicho espritu. Cito:

    El concepto de mal menor () no se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el procesode adaptacin a un movimiento regresivo, cuya evolucin est dirigida por una fuerza eficiente,mientras que la fuerza antittica est resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no degolpe.

    En este punto, cabe entonces preguntarse: exactamente, qu democracia queremos profundizar?

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    Un segundo nudo en la crisis del pensamiento de izquierda que debemos desatar, es el de su estrechacomprensin de la nocin y la materialidad que asume por nuestras das el poder y la prctica poltica,o dicho de otra forma, su incapacidad de combatir la hegemona de lo que Gramsci llam la pequeapoltica.

    Mientras la gran poltica, deca, es aquella ligada a la construccin, destruccin, defensa oconservacin de determinadas estructuras econmico-sociales, la pequea poltica comprende lascuestiones parciales y cotidianas que se presentan al interior de una estructura ya establecida en eltranscurso de luchas por la predominancia entre las diversas fracciones de una misma clase poltica(poltica del da a da, parlamentaria, de corredor, de intrigas) (Antonio Gramsci, Cuadernos de laCrcel).

    Ms all de las formas espurias que asume en la realidad este fenmeno (polticos profesionales o pordeporte, partidos deformados en agencias de empleo, difuso lmite entre poltica y defensa de interesescorporativos), ms interesante resulta mirar crticamente la formacin de ciertas formas de pensamiento(en las cuales se forman cientos de jvenes profesionales y militantes) tributarias de este fenmeno.

    Preocupante resulta ver lo extendido, especialmente en las nuevas generaciones, de la creencia ciegasegn la cual a travs de polticas pblicas es posible contribuir a un mejoramiento sustantivo de lavida bajo la actual estructura econmico-social, o peor, que la prctica poltica es eso. Esto supone unanaturalizacin de los fundamentos de las polticas de Estado y, lo que es peor, de su carcter social y delas relaciones de fuerza que suponen.

    Igual de alarmante resulta la reduccin de la mirada y la prctica de construccin de fuerza socialtransformadora a la captura de espacios de administracin (no siempre poder) en el Estado, sobre todoen tiempos en que el debilitamiento de los Estados-nacin es tal que se ven superados en sus esfuerzospor mediar (en niveles locales, regionales y nacionales) entre las exigencias de derechos de losciudadanos y el afn de ganancia de los capitalistas.

    La lucha democrtica y la lucha socialista, o de la izquierda, son interdependientes, la segunda es

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    imposible sin la primera, y la primera siempre se ver limitada sin la imbricacin con la segunda. Perola lucha socialista, es decir, por una mejora material y no tan slo formal que permita la libertad msplena del hombre, requiere en el curso de la lucha democrtica la construccin de la fuerza social que lahar posible y encarnar, perfilando en su propio actuar la fisonoma de la sociedad buscada.

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    El sentido de un examen crtico del papel jugado por el pensamiento de izquierda en la transicin a lademocracia no es el de pasarle la cuenta al pasado. El sentido es evaluar para corregir y abrir nuevoscaminos posibles, sobre todo, considerando las particulares condiciones y oportunidades que presentala situacin social y poltica actual.

    Despus de haber sido el paraso neoliberal en los 90s, Amrica Latina comenz a transitar a unasituacin nueva, marcada por el ascenso de gobiernos con una preocupacin por hacer prevalecer lasoberana de sus pueblos sobre los mercados a travs de sus Estados. En lo internacional hanprivilegiado la integracin regional por sobre a subordinacin a EEUU y han pasado de Estadosjibarizados controlados por grupos econmicos, a otros ms capaces de intervenir en la regulacin delas relaciones sociales. La hegemona global del neoliberalismo es indesmentible, de hecho nos siguengolpeando sus facetas ms recesivas, en especial el predominio del capital financiero, pero en la reginse constituyen diques de contencin a esa hegemona.

    En nuestro pas, en tanto, una creciente conflictividad social ha puesto en entredicho los aspectos mssustantivos de la herencia dictatorial, a saber la negacin de derechos sociales, fundada en lapermanencia del principio de subsidiariedad, y el carcter restringido de la democracia. No hay underrumbe del modelo ni una crisis del neoliberalismo. Sucede que se han desnaturalizado susfundamentos y pasado a ser objetos de una extendida crtica social. A su vez, el desconcierto ante estasituacin de los componentes ms regresivos de la sociedad y la poltica chilenas, demuestran, que suprolongacin es incompatible con las exigencias de ms democracia.

    Neoliberalismo y democracia han terminado por demostrar as que son un matrimonio imposible.

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    Para aportar a la superacin del actual periodo histrico en miras de abrir un proceso dedemocratizacin plena, el pensamiento de izquierda debe asumir la incompatibilidad entre elneoliberalismo y la democracia y, en consecuencia, jugrsela por influir para producir una ruptura consus defensores, su herencia y sus naturalizadas formas y categoras de pensamiento.

    No tiene sentido ni es sustentable, por lo tanto, postergar la construccin de una izquierda moderna,libertaria y abierta a los valores progresivos de nuestro tiempo, condicin necesaria para inaugurar unproceso de plena democratizacin, por fraguar alianzas de dudoso sentido con los benefactores delmismo neoliberalismo. Y uso a propsito la palabra postergar, porque en la prctica son cosasincompatibles.

    Se han escuchado consignas de diverso tipo en el ltimo tiempo para justificar la continudad de lostrminos conservadores de la transicin. Es preciso una alianza con el centro poltico para derrotar ala derecha. Pero, es posible usar con tanta ligereza esa nocin en nuestros das? Su sentido era claroen el siglo XX, antes de la drstica restructuracin productiva emprendida por el neoliberalismo,cuando los partidos estaban anclados en fuerzas sociales y de clase. Qu es el centro poltico hoy?

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    Claudio Orrego lo representa?, Andrs Velasco?

    Hay sectores progresistas del empresariado nacional que estn por ms democracia. Ansiamos saberquines. Los mismos que tienen fondeado el grueso de sus capitales en los parasos fiscales?, eseprogresivo sector que se levanta todos las maanas pensando en el bienestar de los trabajadores que sonlos banqueros, el seor Awad, el seor Luksic?, los que tienen a nuestra economa dedicada a la

    exportacin de piedritas y frutitas?, ese empresariado que se resiste a la innovacin por superponer aldesarrollo su pequeo afn de ganancia inmediata?

    Nosotros no tenemos la respuesta, lo que s sabemos es que se van a requerir grandes dosis decreatividad y apertura. No se trata de buscar abstractas formas de consecuencia con el pasado. Nodebemos ser conservadores. Lo mejor de la tradicin socialista nunca lo ha sido.

    Debemos apropiarnos del presente, del presente de un pas cuya fisonoma social y cultural estcambiando radicalmente, creando nuevos valores y desechando otros, reclamando fuerzas polticasnuevas; debemos tener apertura a las nuevas formas de organizacin y de sentir, dinmicas y radicalesformas de democracia y valores socialista le pasan por el lado a la izquierda y sus partidos, en laprctica de varios movimientos sociales, en las posibilidades de creacin abiertas por el desarrollocientfico y tcnico; y debemos tener un horizonte cmo sera un paisaje sin horizonte?, no un dogmaestanco, simplemente una forma de vida basa en la cooperacin en lugar de la competencia.

    Por lo pronto, la centralidad para el ciclo que se abre: desmercantilizar. Desmercantilizar es ganarsoberana sobre nuestras vidas y sobre el futuro. Es condicin de una verdadera democracia.

    En definitiva, tomarnos en serio cuando Eugenio Gonzlez reclamaba un socialismo profundamentehumanista, libertario y creador, que no fuera un conjunto de domas estticos, sino una concepcinviva, esencialmente dinmica, que expresa en el orden de las ideas polticas las tendencias creadorasdel proletariado moderno (Fundamentacin Terica del Programa del Partido Socialista, 1947) .