EL IMPACTO DEL INVOLUCRAMIENTO EN LA CALIDAD DE LA...

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Universidad Autónoma de Querétaro Facultad de Contaduría y Administración Doctorado en Administración EL IMPACTO DEL INVOLUCRAMIENTO EN LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO. FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES TESIS Que como parte de los requisitos para obtener el grado de Doctor en Administración Presenta: Oliva Solís Hernández Dirigido por: Dra. María de los Ángeles Guzmán Molina SINODALES Dra. María de los Ángeles Guzmán Molina Presidente ________________________________ Firma Dr. Ángel Wilhem Vázquez Secretario ________________________________ Firma Dra. Miriam Herrera Aguilar Vocal ________________________________ Firma Dra. Lourdes Somohano Martínez Suplente ________________________________ Firma Dra. Alejandra E. Urbiola Solís Suplente ________________________________ Firma ____________________________ M.I. Héctor Fernando Valencia Pérez Director de la Facultad _______________________________ Dr. Luis Gerardo Hernández Sandoval Director de Investigación y Posgrado Centro Universitario Santiago de Querétaro Noviembre 2010 México

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Universidad Autónoma de Querétaro

Facultad de Contaduría y Administración

Doctorado en Administración

EL IMPACTO DEL INVOLUCRAMIENTO EN LA CALIDAD DE LA

EDUCACIÓN EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO.

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

TESIS

Que como parte de los requisitos para obtener el grado de

Doctor en Administración

Presenta:

Oliva Solís Hernández

Dirigido por:

Dra. María de los Ángeles Guzmán Molina

SINODALES

Dra. María de los Ángeles Guzmán Molina

Presidente

________________________________

Firma

Dr. Ángel Wilhem Vázquez

Secretario

________________________________

Firma

Dra. Miriam Herrera Aguilar

Vocal

________________________________

Firma

Dra. Lourdes Somohano Martínez

Suplente

________________________________

Firma

Dra. Alejandra E. Urbiola Solís

Suplente

________________________________

Firma

____________________________

M.I. Héctor Fernando Valencia Pérez

Director de la Facultad

_______________________________

Dr. Luis Gerardo Hernández Sandoval

Director de Investigación y Posgrado

Centro Universitario

Santiago de Querétaro

Noviembre 2010

México

ii

RESUMEN

Este trabajo aborda la relación que existe entre el involucramiento y la

calidad en la educación superior a partir del estudio de la Facultad de Ciencias

Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro. Se parte del supuesto

de que a mayor involucramiento entre el personal académico es mayor la calidad de

la educación. A partir de un estudio de campo basado en metodologías cualitativas,

así como la revisión documental de la información generada tanto por la institución

como por la facultad, se determina el nivel de involucramiento de los profesores. Se

muestra además que la calidad educativa, si bien no es monocausal, no depende sólo

de factores como el incremento en el número de estudiantes, las instalaciones o los

presupuestos, pese a que éstos son considerados como importantes por los

organismos evaluadores de la calidad. Los resultados de la investigación muestran

que la percepción de los alumnos y maestros respecto del involucramiento de los

profesores es negativa y que consideran que impacta negativamente en la educación.

Esta percepción coincide con los resultados del análisis de indicadores sobre

involucramiento en la Facultad en estudio.

(Palabras clave: organizaciones, involucramiento, calidad, calidad en la

educación superior, evaluación, acreditación, organismos certificadores, eficacia,

percepción).

iii

SUMMARY

iv

A todos los que, junto conmigo,

hicieron posible concluir este trayecto

del camino.

v

ÍNDICE GENERAL

Resumen ………………………………………………………………… ii

Summary ………………………………………………………………... iii

Dedicatoria ………………………………………………………………... iv

Índice General ………………………………………………………… v

Índice de Tablas ………………………………………………………… vii

Índice de Diagramas ………………………………………………………... viii

Índice de Figuras ………………………………………………………… ix

Índice de Mapas ………………………………………………………… x

Índice de Anexos ………………………………………………………… xi

Introducción ………………………………………………………………… 1

CAPÍTULO I LAS ORGANIZACIONES…………………………………… 8

Definición de organización ………………………………………………… 8

Tipos de organización ………………………………………………… 13

Evolución de las organizaciones ………………………………………… 16

La efectividad ………………………………………………………… 20

Los estudios sobre la calidad ………………………………………… 23

Cultura organizacional ………………………………………………… 25

Tipos de cultura organizacional ………………………………………… 29

El comportamiento organizacional ………………………………………… 31

Las actitudes ………………………………………………………… 36

El involucramiento ………………………………………………………… 37

CAPÍTULO II LA CALIDAD APLICADA A LA EDUCACIÓN … 42

La era del conocimiento ………………………………………………… 42

La evaluación de la calidad en la educación superior ………………… 43

Un acercamiento a la definición de calidad en educación superior en México 46

Programas nacionales para el mejoramiento de la calidad educativa … 57

La evaluación de la calidad de la educación ………………………… 62

Tipos de evaluación de la calidad según la metodología utilizada ………… 68

Resultados de la evaluación de la calidad de la educación en México … 73

Los estudios organizacionales en torno a las universidades ………………… 74

CAPÍTULO III MARCO METODOLÓGICO ………………………… 79

Más allá del positivismo ………………………………………………… 80

CAPÍTULO IV LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO

EN BUSCA DE LA CALIDAD EDUCATIVA ………………………… 87

La búsqueda de la calidad en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales … 110

Personal Docente ………………………………………………………… 117

Personal Administrativo ………………………………………………… 120

Alumnos ………………………………………………………………… 121

Infraestructura ………………………………………………………… 123

Cobertura ………………………………………………………………… 126

Programas ………………………………………………………………… 127

vi

CAPÍTULO V LA CALIDAD EN LA FCPS DESDE LOS ACTORES … 131

Involucramiento ………………………………………………………… 135

Docentes – institución ………………………………………………… 135

Docentes – alumnos ………………………………………………………… 162

La calidad ………………………………………………………………… 166

Los grupos focales ………………………………………………………… 166

Evaluación de los alumnos de la calidad de su educación y del

involucramiento a partir de grupos focales ………………………………… 167

Evaluación de los ex alumnos de la calidad de su educación y del

Involucramiento de sus profesores a partir de entrevistas …………………. 171

Discusión de los resultados …………………………………………………. 174

CONCLUSIONES …………………………………………………………. 178

PROPUESTAS …………………………………………………………. 182

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS …………………………………. 184

vii

ÍNDICE DE TABLAS

TABLA No. 1 Modelos de organización en función de la cultura según Montaño_ 30

TABLA No. 2 Modelos del comportamiento según Pfeffer __________________ 34

TABLA No. 3 Paradigmas en torno al estudio de la calidad de la educación _____ 53

TABLA No. 4 Tipos de Evaluación según Martínez (1989) __________________ 69

TABLA No. 5 Aspectos considerados en el discurso para evidenciar la calidad

educativa en la UAQ ________________________________________________ 108

TABLA No. 6 Tamaño de las Facultades de la UAQ en función de su matrícula 110

TABLA No. 7 Distribución de la población de alumnos por grado, carrera,

diplomado, especialidad o movilidad (2º semestre 2008). ___________________ 114

TABLA No. 8 Distribución de la población docente según tipo de contrato (2º

semestre 2008). ____________________________________________________ 114

TABLA No. 9 Líneas de acción para conseguir la calidad de la educación en la

FCPS ____________________________________________________________ 115

TABLA No. 10 Profesores mejor evaluados en relación con el grado y el tipo de

contratación _______________________________________________________ 118

TABLA No. 11 Crecimiento de la matrícula de la FCPS ( 1982-2009) ________ 127

TABLA No. 12 Total de programas entregados y aprobados por el Consejo

Académico de la FCPS (2008) ________________________________________ 128

TABLA No. 13 Crecimiento de los programas ofrecidos por la FCPS (1984-2009)

_________________________________________________________________ 129

TABLA No. 14 Operacionalización de conceptos _________________________ 132

TABLA No. 15Asistencia y participación de los miembros del Consejo Académico

de la FCPS (2008) __________________________________________________ 147

TABLA No. 16 Características de la planta docente ______________________ 154

TABLA No. 17 Factores que señalan los alumnos como determinantes de la calidad

de la educación de la FCPS ___________________________________________ 170

viii

ÍNDICE DE DIAGRAMAS

DIAGRAMA No. 1 Modelo de evolución de las organizaciones ______________ 19

DIAGRAMA No. 2 Factores que inciden en el involucramiento ______________ 38

DIAGRAMA No. 3 Categorías de análisis y unidad de análisis _______________ 41

DIAGRAMA No. 4 Relación de la calidad de la educación con los fines, paradigmas

y formas de evaluación _______________________________________________ 51

DIAGRAMA No. 5 Factores que inciden en la calidad de la educación _________ 68

DIAGRAMA No. 6 Metodología ______________________________________ 80

ix

ÍNDICE DE FIGURAS

FIGURA No. 1 Escalera de la participación según Anstein (1996) ___________ 143

FIGURA No. 2 Escalera de la participación en cuatro peldaños _____________ 145

x

ÍNDICE DE MAPAS

MAPA No. 1 Estructura física de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales ..... 124

xi

ÍNDICE DE NEXOS

Anexo I Objetivo, Misión, Visión, Perfil genérico, Valores y Actitudes de la

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales ________________________________ 199

Anexo II Guía de observación______________________________________ 201

Anexo III Cuestionario ____________________________________________ 202

Anexo IV Guía de exploración para grupos focales _____________________ 203

Anexo V Guía de entrevista a alumnos y ex alumnos ___________________ 204

1

INTRODUCCIÓN

Aristóteles definió al hombre como un ser social, es decir, como un

individuo que vive y necesita de los otros para poder formarse como persona y

satisfacer sus necesidades básicas, tanto afectivas y espirituales como materiales.

Para satisfacer la gran diversidad de necesidades que presentan las personas, los

hombres se han organizado en grupos, empresas o instituciones. Estas

organizaciones, de muy variada naturaleza, tamaño y función, han existido toda la

vida, sin embargo, no siempre han sido las mismas. Éstas han ido evolucionando a lo

largo de la historia hasta alcanzar hoy en día un destacado papel, al grado de que

algunos estudiosos proponen que casi todas las actividades que realizamos las

hacemos en el marco de alguna organización (Ibarra, 2000).

Si bien es cierto que las organizaciones aparecen con el hombre mismo, es

hasta el siglo XX que comenzaron a estudiarse como tales. Estos estudios han

abarcado no sólo diversas disciplinas sino también distintos enfoques teóricos y

metodológicos que han permitido proponer nuevas formas de acercarse a su

conocimiento. Este último tampoco se agota en tanto que, en un mundo tan

cambiante, en una sociedad global tan polifacética, cada día aparecen nuevas

organizaciones con diferentes propósitos, reglas de interacción, integrantes y retos

para mantenerse vivas. Organizaciones que se constituyen a su vez en nuevos

posibles objetos de estudio.

Los estudios sobre las organizaciones nos muestran la gran variedad de

aspectos desde donde puede hacerse su análisis. En los últimos años, la cultura

organizacional, el comportamiento organizacional y las actitudes han cobrado un

papel muy importante pues se ha mostrado que una buena parte del problema de la

productividad tiene que ver con las personas y sus actitudes dentro de una

organización.

Por otro lado, la cuestión de la calidad ocupa un lugar central en los

discursos tanto del estado como de las propias organizaciones. Lo anterior, porque se

considera que la calidad es uno de los elementos centrales en la competencia y que

coadyuva a la consecución de la eficiencia y, por tanto, del propio éxito de la

organización.

2

Así pues, recuperando tanto la calidad como las actitudes, y dentro de ésta

última el involucramiento, nuestro trabajo aborda el estudio de una organización del

sector servicios dedicada a la educación pública superior, a saber, la Facultad de

Ciencias Políticas y Sociales (FCPS) de la Universidad Autónoma de Querétaro

(UAQ). El objetivo general es establecer el tipo de relación que existe entre el

involucramiento del personal docente con la calidad educativa.

Con base en la problemática arriba planteada, se elabora el siguiente

cuestionamiento: ¿Qué impacto tiene el involucramiento del personal docente de la

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro

en la calidad de la educación que ofrece esta institución? ¿Cómo se maneja el

involucramiento de los profesores en la cultura organizacional de dicha dependencia

de Educación Superior?

La literatura administrativa señala que a mayor involucramiento de los

integrantes de una organización, mayor es la calidad, aunque también reconoce que

ésta última no depende únicamente del primero. Cuando trasladamos esta afirmación

al ámbito de las Universidades, el problema se torna más complejo, pues en el

proceso educativo inciden no sólo los profesores y alumnos, sino un crecido número

de elementos que interactúan y presionan, o incluso condicionan, el proceso. Sin

embargo, sostenemos como hipótesis que si el involucramiento del personal docente

es alto, la calidad de la educación también lo es y que los otros factores pueden ser

subsanados de forma creativa e incluso potenciados para desarrollar otras habilidades

o actitudes.

Por otro lado, la calidad de la educación se ha visto influida por la cantidad

de estudiantes. La tesis de muchos investigadores, durante las décadas de los setenta

y los ochenta, giró en torno a este supuesto. Sin embargo, para el caso de la Facultad

en estudio, consideramos que la cantidad de alumnos no es un elemento altamente

correlacionado en tanto que la población no es muy grande en relación con el número

de profesores, las instalaciones, así como los recursos materiales y económicos, de

forma que el involucramiento y sus indicadores son más significativos que los

elementos cuantitativos del personal y la infraestructura mismas de la organización.

¿Por qué una organización enfocada a la educación? Uno de los puntos en

que concuerdan los estudiosos de la sociedad contemporánea (Drucker, 1994; BM,

2001) es que en la actualidad nos encontramos en la era del conocimiento. En este

sentido, las Universidades cobran un importante papel en tanto que es en su seno

3

donde se forman los futuros investigadores, donde se genera la mayor cantidad de

conocimiento y donde éste último se transmite y reproduce. De ahí que tanto las

empresas como los gobiernos estén volteando sus miradas, cada vez de forma más

frecuente, hacia lo que está sucediendo en las Universidades, esto con el afán no sólo

de impulsar la sustentabilidad de las instituciones, la equidad en las oportunidades y

la mejora continua, sino también teniendo en mente la necesidad de satisfacer las

demandas de un mercado cada vez más global y competido. Así pues, desde los

estudios de las organizaciones, abordaremos el análisis de una Universidad pública.

La presente investigación, que como ya se dejó ver, es un estudio de caso,

parte de una concepción genérica de lo que debieran ser las Universidades como

organizaciones educativas, sin distinguir si son públicas o privadas. Este “deber ser”

puede constituirse en una especie de tipo ideal weberiano, entendiendo la

Universidad como una entidad singular y abstracta reflejada en el imaginario social

(Ibarra, 2003; 66), ideal que nos servirá de telón de fondo contra el cual se

contrastará el “ser” de la Universidad objeto de estudio. La decisión de hacer un

estudio de caso no es arbitraria, más bien busca profundizar en el conocimiento y la

comprensión de la organización estudiada. Si abriéramos el abanico a otras

Universidades, o incluso a otras facultades, ello nos obligaría a dar cuenta no sólo de

la concepción genérica de la Universidad, sino de todas y cada una de ellas, con sus

especificidades, su propia cultura organizacional, sus propios fines, ordenamientos,

sentidos e identidades. Así, al concentrarnos en una sola, se nos presenta la

oportunidad de tener una panorámica relativamente homogénea que facilitará la

identificación e interpretación de los resultados obtenidos.

Pese a sus especificidades, consideramos que los resultados obtenidos

pueden ser, tanto un detonante de nuevas investigaciones sobre la Universidad objeto

de estudio, como una contribución al conocimiento de la Universidad y la educación

superior en México a partir de estudios comparativos.

Metodológicamente, realizamos la investigación en dos grandes etapas. La

primera está constituida por el trabajo de gabinete; hicimos la revisión

bibliográfica para establecer el estado de la cuestión sobre los tópicos centrales del

trabajo y proponer nuestro marco teórico. Estos tópicos están constituidos en torno a

tres ejes: organizaciones, calidad educativa y evaluación de la calidad educativa, así

como el involucramiento. Respecto de las organizaciones pretendemos mostrar

cuáles han sido las áreas de estudio en las que se ha movido la investigación,

4

ubicando dentro de estas áreas la relacionada con la calidad y el involucramiento, el

cual a su vez se inserta dentro del comportamiento organizacional y la cultura

organizacional. En torno a la calidad no sólo intentamos un acercamiento a su

génesis y aplicaciones en el ámbito de las organizaciones sino que también

mostramos cómo esta categoría ha sido aplicada al caso de la educación en general y

en particular de la educación superior en México.

Procedemos luego a mostrar cuál ha sido el desarrollo histórico de la

búsqueda de la calidad en la educación superior, qué se entiende por tal, los diversos

programas a nivel nacional e internacional implementados para alcanzarla, los

instrumentos utilizados para medirla, las metodologías empleadas y los resultados

obtenidos. Es en este contexto que introducimos el caso de la Universidad Autónoma

de Querétaro, institución que ha estado moviéndose en los últimos años hacia la

consecución de la calidad, la certificación de sus procesos administrativos y la

evaluación y acreditación de sus profesores y programas. Así, mostramos un

panorama del estado que guarda la UAQ como organización respecto de la calidad,

tanto en términos generales como respecto de una de sus facultades, la de Ciencias

Políticas y Sociales.

Como se acaba de mencionar, para hacer esta evaluación, seleccionamos

una Dependencia de Educación Superior (DES) representativa en su área de

especialidad: la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Esta facultad fue

seleccionada porque, en el nivel regional, es la única que ofrece estudios

profesionales en el área de las Ciencias Sociales, lo que la lleva a intentar responder

a diversas problemáticas sociales del entorno. En cuanto al número de estudiantes

que alberga, su crecimiento no se puede comparar con el de otras facultades, la

matrícula se ubica en el lugar número 12 de las 13 facultades de la UAQ; no

obstante, hasta hace unos meses, el número de alumnos rebasaba la capacidad de su

infraestructura. Esta situación, además de permitirnos observar de cerca a los actores,

nos brinda la oportunidad de contrastar nuestra hipótesis, con respecto de las que

proponen, por un lado, que la calidad depende del número de estudiantes y, por otro

lado, que la calidad depende de las instalaciones con que cuenta la institución.

La segunda etapa de nuestro marco metodológico está conformada por el

trabajo de campo realizado en esta evaluación. Éste se estructura en torno una

perspectiva cualitativa, aún cuando en un primer momento se consideró hacerla

multimodal (Hernández, 1996) que abarca tanto el enfoque cuantitativo (utilizando

5

los indicadores propuestos por los organismos evaluadores y certificadores para

determinar la calidad) como el cualitativo (para conocer las percepciones de los

actores sobre el involucramiento de los profesores y la calidad de la educación). Con

respecto a la perspectiva cualitativa, recurrimos a la observación directa y

participativa, a la realización de entrevistas (dirigidas al personal administrativo, al

personal docente y a egresados), a la formación de grupos focales (conformados por

estudiantes) y a la aplicación de cuestionarios (dirigidos tanto al personal docente

como a los estudiantes). Recuperamos también alguna de la información generada

por el programa de seguimiento de egresados. Por último, se intentó recurrir a las

evaluaciones realizadas por los empleadores con quienes los alumnos realizan sus

prácticas profesionales o el servicio social; lo anterior bajo el supuesto de que la

evaluación de la calidad no debe ser unilateral, sino que debe involucrar a los

diferentes actores del proceso (institución, maestros, alumnos, padres de familia y

empleadores); sin embargo, encontramos que no existe información sistematizada al

respecto.

Los resultados del trabajo de campo están concentrados en bases de datos y

gráficos que permiten realizar una interpretación que va más allá de las simples

cifras, tratando de poner en contexto el involucramiento y la calidad de la educación

con respecto de la cultura organizacional de la Facultad de Ciencias Políticas y

Sociales de la UAQ.

Este estudio es pertinente por varias razones. Si bien es cierto que la

literatura en torno a la calidad en la educación superior es muy amplia, para el caso

de la Universidad Autónoma de Querétaro es casi nula, además, los estudios que

existen al respecto están elaborados más desde la perspectiva de la educación que

sobre la de la calidad y menos aún sobre el involucramiento. Es pertinente también

en tanto que las organizaciones en general, y las Universidades como tales, en un

mundo inserto en la globalización y la competencia que ésta impone, son sumergidas

en una lucha por la sobrevivencia. Para alcanzarla, el ámbito educativo ha echado

mano de una serie de teorías y conceptos que proceden de la administración y de las

visiones empresariales tales como la planeación, el control, la calidad, la eficacia y la

productividad, entre otras. Así pues, los resultados de la investigación arrojan luz no

sólo sobre el cómo estamos respecto de la calidad, sino también muestran aquellas

áreas de oportunidad en las que tanto la facultad involucrada como la Universidad u

otras instituciones semejantes pueden mejorar.

6

El trabajo está estructurado en cinco capítulos. Los dos primeros

constituyen el marco teórico y conceptual. En el primer capítulo abordamos el estado

de la cuestión de los estudios organizacionales. Éste abarca desde la definición de

organización hasta las tendencias teóricas y metodológicas en su estudio. Dentro de

estas corrientes ubicamos los estudios sobre calidad dentro de las organizaciones y

los resultados que ha tenido la implementación de programas para conseguir la

calidad total. Mostramos como el éxito alcanzado por las organizaciones en el

aspecto económico llevó a transferir estas experiencias a otras áreas, entre ellas la

educativa.

El segundo capítulo trata sobre la aplicación del concepto de calidad a la

educación. Iniciamos con un acercamiento a lo que se entiende por calidad en la

educación, la forma en que se mide, los programas internacionales y nacionales para

alcanzarla, las metodologías utilizadas para su evaluación, los resultados obtenidos y

las políticas educativas que se han generado para alcanzar la calidad en la educación

superior en México.

El tercer capítulo muestra el marco metodológico. En primer lugar, se da

cuenta de cómo se elaboró la investigación documental y, en segundo lugar, cómo se

llevó a cabo el trabajo de campo; también se exponen los diferentes instrumentos de

recolección de datos.

En el cuarto capítulo comienza la presentación de los resultados. A partir

de la revisión hemerográfica, se reconstruye el proceso histórico en torno al cual la

Universidad Autónoma de Querétaro define sus políticas de calidad. Recuperamos un

poco de su historia, su misión y su visión, así como los proyectos puestos en marcha

para alcanzar la calidad y los resultados obtenidos. En lo que respecta a los proyectos

y sus resultados, éstos se reconstruyeron a partir del discurso producido por

integrantes tanto de la misma institución como de otros organismos. Pasamos luego a

describir la facultad que se estudia y a establecer sus programas internos de calidad

así como sus alcances. Cabe mencionar que algunos procesos van de la mano con lo

que se propone a nivel institucional en la Universidad, mientras que otros se llevan a

cabo con base en las decisiones autónomas de la Facultad de Ciencias Políticas y

Sociales.

El quinto capítulo presenta los resultados obtenidos de la observación, las

entrevistas, los grupos focales y los cuestionarios, así como el análisis de la

7

información proporcionada por la Coordinación de Evaluación Curricular en lo que

respecta al seguimiento de egresados.

Finalmente, tenemos las conclusiones y las propuestas que hacemos con el

fin de mejorar los indicadores estudiados, los cuales podrían impactar en el

mejoramiento de la calidad de la educación que brinda la facultad en estudio en

particular y la Universidad Autónoma de Querétaro en general.

8

CAPÍTULO I LAS ORGANIZACIONES

En este capítulo presentamos la evolución tanto de los estudios

organizacionales como de las organizaciones, a las cuales definimos y tipificamos.

La finalidad es mostrar el estado de la cuestión en torno a los estudios sobre las

organizaciones, la cultura organizacional, el comportamiento organizacional, las

actitudes y principalmente sobre el involucramiento, considerado este último como

uno de los factores que inciden en la calidad y la eficiencia de una organización.

Dentro de los estudios organizacionales, uno de los problemas que más se

ha señalado como factor decisivo en el logro del éxito es el de las actitudes. La

literatura señala que existen actitudes positivas y negativas, deseadas o no deseadas.

En lo que concierne a nuestra pregunta de investigación, ¿qué impacto tiene el

involucramiento en la calidad de la educación?, nos referimos al involucramiento

como una actitud positiva y deseable. Consideramos que estas características se ven

proyectadas si, de manera específica, los profesores de la Facultad de Ciencias

Políticas y Sociales están involucrados con su quehacer y con los objetivos de la

institución y si este involucramiento impacta en la percepción que tienen los alumnos

sobre la calidad de la educación recibida.

Definición de Organización

Si bien es cierto que las investigaciones sobre organizaciones son

relativamente recientes (Montaño, 2004) en comparación con otras áreas de

investigación, su estudio ha ido en aumento puesto que se ha observado que casi

todas las actividades humanas se realizan dentro de éstas (Pfeffer, 1992). Estos

estudios, a lo largo de su historia, se han caracterizado por su multidisciplinariedad,

oscilando siempre entre la antropología, la psicología, la administración, las ciencias

políticas y la sociología, aunque la historia también puede constituirse en una

herramienta útil para ubicar el desarrollo de las organizaciones en el tiempo

(Montaño, 1989: 85).

A partir de la aparición de los estudios organizacionales, las líneas en torno

a las cuales se ha desarrollado la investigación son muy diversas. Éstas se pueden

9

aglutinar en torno a los estudios sobre liderazgo, factor humano, comportamiento,

cultura organizacional, poder, calidad y, en los últimos años, alto desempeño.

Sin embargo, a pesar de que los estudios organizacionales se han

multiplicado, a decir de Pfeffer (1992), éstos presentan algunas carencias, entre ellas,

la atención en los criterios de elaboración y comprobación de las teorías, el

reconocimiento y la comprensión del alcance de las perspectivas y de los diferentes

niveles de análisis, la comprensión del contexto social y de la forma en que éste ha

influido en el desarrollo de la organización y, finalmente, la incorporación a la teoría

de algunos conceptos valiosos. Intentando subsanar estas carencias, años más tarde,

Pfeffer (2000) escribe el texto Organizaciones y teoría de las organizaciones, en éste

plantea una visión global de amplio alcance sobre la teoría de las organizaciones,

propone dar cierto sentido al contexto social y sus efectos, así como impulsar los

estudios organizacionales, distinguiendo claramente entre dos dimensiones: el nivel

de análisis y la perspectiva de la acción.

Pfeffer (2000) intenta completar su trabajo inicial procurando establecer

grandes categorías sobre los paradigmas que han orientado la evolución de los

estudios organizacionales. Distingue así varias líneas:

a. El efecto de las organizaciones sociales en el comportamiento y las

actitudes de los individuos que las conforman;

b. Los efectos de las características y los actos individuales en la

organización, con énfasis especial en la eficacia e, incluso, la posibilidad de

la influencia de individuos poderosos;

c. El desempeño, éxito y supervivencia de las organizaciones;

d. los efectos recíprocos de los entornos, incluidos los ambientes de recursos

y tareas, políticos y culturales, en las organizaciones y viceversa, y

e. Las inquietudes respecto de la epistemología y los métodos que apuntalan

la investigación de cada uno de estos temas (Pfeffer, 2000; 3).

Por su parte, Gareth Morgan (1991) en su libro Imágenes de la organización

explora el arte de comprender las organizaciones a partir de la idea de que las

explicaciones y las teorías de la vida organizacional se basan en metáforas que nos

llevan a ver y comprender las organizaciones de un modo distinto, aunque parcial.

Propone que las metáforas básicas serían la idea de la organización como una

máquina, como organismo vivo, como cerebro, es decir, como sistema que procesa

10

información, como culturas que conforman el carácter de sus miembros, como

cárceles psíquicas, como miembros activos en la transformación del entorno y,

finalmente, como instrumento de dominación.

Otros investigadores de la organización han abordado sus estudios desde

otras perspectivas, entre las cuales podemos señalar la calidad total, el

comportamiento organizacional (Robbins, 2004; Soto, 2001; Ivancevich, et al.,

2005), la cultura (Clegg, 1992; Llano, 2000), la organización posmoderna (Clegg,

1992; Chía, 1995; Llano, 2000), la educación (Ibarra, 1998; 2000) y el poder (Weber,

2004; Panebianco, 1995; Montaño, 1998; Ibarra y Montaño, 1987; Barba, 2004).

Ahora bien, ¿qué es una organización?

Con base en las aportaciones que hacen los autores que mencionamos

arriba, además de otros que tienen una trayectoria más extensa, exponemos diferentes

definiciones de organización, para con ello hacer nuestra propuesta.

Existen un sin número de definiciones de organización, determinadas por

varias causas, entre las que podríamos enumerar la disciplina desde la que se aborda,

el modelo teórico utilizado y los aspectos internos a los que se les de mayor

relevancia. Sin embargo, pese a las diferencias, existen también algunos elementos

que son comunes. Algunas definiciones coinciden en que las organizaciones están

formadas por individuos que colaboran en la consecución de objetivos comunes

(Parsons, 1956; Donaldson, 1995). Sin embargo, según Pfeffer, esta definición ofrece

una serie de dificultades, siendo la más importante de todas la de que existen

individuos que forman parte de organizaciones sin siquiera conocer las metas (2000:

6).

Meter Blau y W. Scout (citados en Pfeffer, 2000) proponen que una

organización es:

a. Un cierto número de personas organizadas en una unidad social,

b. que comparten objetivos comunes,

c. que utilizan procedimientos para gobernar las relaciones y los deberes,

d. que tienden a asumir una identidad propia y que ésta es independiente

de las personas que la fundaron.

Con la ayuda de Ruiz Olabuenaga (1995), consideramos que estos puntos

pueden resumirse en dos: a. existe una red de relaciones entre las personas que

11

forman la organización y b. poseen orientaciones compartidas tanto por cuestiones

estructurales como culturales.

Con base en las propuestas de otros investigadores, Ruiz Olabuenaga

propone que una organización es “la coordinación racional de las actividades de un

cierto número de personas, que intentan conseguir una finalidad y objetivo común y

explícito, mediante la división de las funciones y del trabajo, y a través de la

jerarquización de la autoridad y el trabajo” (1995: 61).

Desde la perspectiva de la economía, la organización puede ser entendida

como un sistema de relaciones que definen la disponibilidad de recursos escasos que

pueden ser manipulados en términos de eficiencia y efectividad (Idem.). Esta

propuesta coincide un poco con la de Pfeffer (2000) en tanto que señala que una

organización tiene como uno de sus objetivos la sobrevivencia, para lo cual necesita

allegarse recursos. Este último autor define a la organización como un grupo social

que posee fronteras claramente definidas, que guarda cierta relación con el Estado, el

cual reconoce su existencia como entidad social definida y le obliga a pagar

impuestos, [además] como entidad, es capaz de entablar demandas y ser demandada

(Pfeffer, 2000: 9).

Por su parte, G. Labounoux (citado en Hall, 1996) propone que las

organizaciones son lugares de estructuración social, inductores de un sistema

normativo, espacio estructural y definidor de un campo social. La organización es un

objetivo, colectivo e imaginario, supuesto pero no real.

A diferencia de Labounoux, Hall (1996) propone que las organizaciones son

reales en el grado en que los factores estrictamente organizacionales son

responsables de una parte del comportamiento de los individuos, pero además, con el

adoctrinamiento, la capacitación y los propios procesos culturales desarrollados por

los miembros, la persona vive la organización, lo que le otorga el grado de actor.

Etzioni (citado en Hall, 1996), por su parte, definió a las organizaciones

como unidades sociales construidas y reconstruidas de forma deliberada para buscar

metas específicas. A esta definición, Scout (citado en Hall, 1996) añadió algunos

elementos: las organizaciones se definen como colectividades que se han establecido

para la consecución de objetivos relativamente específicos, con fronteras

relativamente fijas, un orden normativo, niveles de autoridad, sistemas de

comunicación e incentivos que permiten que sus integrantes trabajen juntos para la

consecución de las metas establecidas (Hall, 1996; Méndez et al, 2005).

12

Angelo Panebianco (1995), desde la perspectiva de las ciencias políticas y

más específicamente del poder, presenta una crítica a la definición tradicional o

racional de la organización; la cual supone que una organización es un instrumento

para la realización de fines específicos. Coincidimos con este autor en que esta

definición presenta una serie de problemas como el hecho de que los fines “reales”

no pueden nunca ser determinados a priori, ni que sólo existan los fines de la

organización, pues coexiste una pluralidad de éstos. Este mismo autor considera que,

a menudo, el verdadero objetivo de los dirigentes no es la consecución de los fines

para los que se constituyó la organización sino, más bien, el mantenimiento de la

organización misma. En este sentido, Panebianco (1995) propone, siguiendo a

Abrahamsson (citado en Panebianco, 1995), que una organización es una estructura

que responde y se adapta a una multiplicidad de demandas por parte de los distintos

jugadores y que trata de mantener el equilibrio conciliando aquellas demandas.

Panebianco observa que en este proceso, los fines originales tienden a

modificarse para adecuarse al medio; dice que, siguiendo a Lowi (citado en

Panebianco, 1995), “la regla parece ser que los objetivos se mantienen en cierta

medida, pero pierden algo una vez convertidos en exigencias de la organización”

(1995: 52). Con base en lo anterior, consideramos que esto repercute necesariamente

en el comportamiento de los actores que integran la organización, pues éste es el

resultado de la conciliación de los fines personales o grupales con los fines oficiales.

Del análisis de las propuestas anteriores, podemos ver que, dependiendo del

paradigma teórico del que se parta, puede variar la concepción de la organización.

Esta variedad de definiciones, nos permite retomar los elementos útiles para

estructurar una adecuada a los fines de este trabajo. Entendemos a la organización

como una entidad real, con miras a la racionalidad, con fronteras, normas y

jerarquías establecidas, formada por un grupo de personas que, unidas, pretenden dos

cosas fundamentales: primero, satisfacer de mejor forma una necesidad y alcanzar

los objetivos o fines de la organización, los cuales pueden coincidir con los suyos o,

segundo, ser independientes respecto de las metas de la organización e incluso irse

adecuando a las exigencias del entorno.

Dado que no todas las organizaciones son iguales, algunos estudiosos han

intentado diferenciarles, proponiendo algunas tipologías; consideramos necesario

13

hacer una breve exposición de éstas para, con base en ello, identificar la que

corresponde a nuestro objeto de estudio.

Tipos de organización

Los estudios organizacionales han propuesto una serie de categorías de

análisis para establecer tipos de organizaciones, entre los cuales se pueden encontrar

el tamaño (pequeña, mediana, grande), sector económico (primario, secundario o

terciario), el ámbito social (culturales, educativas, etc.), el ámbito político (local,

regional, nacional, etc.), estructura (rígida, floja o flexible) o el sistema de propiedad

(privada o pública). Parsons (citado en Hall, 1996) dividió a las organizaciones en

función de la meta, distinguiendo cuatro tipos: producción, política, integrativa y de

mantenimiento de patrones (dentro de este último estarían las educativas) (citado en

Hall, 1996: 42). Etzioni (citado en Hall, 1996), por su parte, clasifica las

organizaciones a partir del tipo de subordinación que existe entre los integrantes, la

cual se expresa mediante el grado de involucramiento que tienen los trabajadores con

la organización, así, reconoce tres tipos de autoridad: coercitiva, remuneradora y

normativa; así como tres tipos de subordinación: enajenante, instrumental o

calculadora y moral. El esquema resultante produce nueve tipos posibles de

organización (citado en Hall, 1996: 42-43). Los dos esquemas anteriores, a decir de

algunos estudiosos, presentan algunas dificultades, siendo la más importante la de

que existen algunas organizaciones que podrían incluirse en varios tipos.

Otros criterios para clasificar las organizaciones son los propuestos por

Weber (2004) quien las tipifica a partir de la dominación, pues supone que diferentes

formas de legitimidad conducen a diferentes formas estructurales. Weber (2004)

propone que todas las organizaciones estatales pueden ser divididas en dos

categorías: estamentales o burocráticas, las cuales, a su vez, pueden ser coercitivas,

utilitarias, normativas o de estructuras duales de obediencia. En esta propuesta, ubica

como modelo las organizaciones burocráticas, las cuales se rigen por los principios

de racionalidad y eficacia, caracterizadas además por la existencia de políticas claras,

reglas de promoción basadas en la capacidad de las personas y un respeto a la

jerarquía que permite identificar atribuciones y responsabilidades en función del

papel que jueguen dentro de la organización (Weber, 2004).

14

El modelo organizacional propuesto por Weber, que también es conocido

como burocrático o racionalista, y que por ello representa los ideales de la

racionalidad occidental, ha sido aplicado al estudio de numerosas organizaciones,

tanto del área gubernamental como social. En esta última, podríamos incluir a las

Universidades, quienes han adoptado en muchos sentidos tal esquema de

funcionamiento, al estar jerárquicamente organizadas, con reglamentaciones claras y

división del trabajo en áreas (como la académica, administrativa, de vinculación,

etc.). Cabe señalar que nosotros retomamos el modelo weberiano,

independientemente de que algunos autores, como Lafourcade (1983), cuestionen si

éste es el mejor modelo para la búsqueda de la eficacia.

Siguiendo a Weber, Perrow (s/f) propone que las organizaciones pueden ser

de dos tipos: burocráticas y no burocráticas. Aunque luego, este mismo autor

puntualiza que eso no quiere decir que no existan en el medio una gran cantidad de

tonos de grises, pues la forma de la organización dependerá del estado del arte que

implique cada función, así como de los cambios que el ambiente requiera.

Derivados de la propuesta de Weber, otros autores han abordado el estudio

de organizaciones burocráticas (Merton, Prestus, Crozier), diferenciando entre tipos

de burocracia y algunas derivaciones ligadas con el comportamiento organizacional,

el poder o el liderazgo.

Blau y Scott (en Rodil, 1980) proponen una tipología basada en la

identificación del máximo beneficiario en una relación cliente-proveedor de la

organización; es decir, este máximo beneficiario será el cliente, el proveedor o

ambos. Estos autores, en coincidencia con Hall (1996), distinguen así organizaciones

de beneficio mutuo, la de negocios (donde el máximo beneficiario es el proveedor),

las organizaciones de servicio y las de bienestar público (en éstas últimas el máximo

beneficiario es el cliente) (Blau y Scott en Rodil, 1980).

Por su parte, Panebianco (1995) propone otra tipología de organizaciones,

distingue entre las organizaciones formadas por voluntarios y las que no. Dentro de

estas últimas podríamos identificar como ejemplo a la familia. Según este autor, en

las organizaciones de permanencia voluntaria, la participación se asocia con los

incentivos que, explícita o implícitamente, se enuncian, ya sea en un corto o mediano

plazo. Estos incentivos pueden ser colectivos (de identidad, de solidaridad e

ideológicos) o selectivos (de poder, de status y materiales) (Panebianco, 1995).

15

Según Olson (citado en Panebianco, 1995), sólo los incentivos selectivos

explicarían la participación de los actores, en la medida en que tales beneficios

coinciden con sus intereses particulares.

En el mismo sentido, Panebianco (1995) señala también la contradicción en

la que entran las organizaciones al tratar de satisfacer sus necesidades, pues mientras

los incentivos selectivos empujan a la organización en la dirección del sistema

natural, las lealtades de los actores que se nutren con los incentivos colectivos la

empujan hacia el modelo racional. La existencia de esta presión pone en juego la

ideología de la organización, a través de la cual se mantiene la identidad, con los

objetivos de la organización.

Otras clasificaciones para las organizaciones, que han emergido a raíz de la

modernización y que tienen que ver con los cánones marcados por el mercado,

identifican a las organizaciones socialmente responsables, a las organizaciones de

alto desempeño, a las organizaciones de calidad mundial, a las mejores

organizaciones para trabajar, entre otras. Tales denominaciones pretenden englobar

una serie de características que a su vez potencian algunas áreas, como el cuidado de

la ecología, el desarrollo humano, el aseguramiento de la calidad y, con esta última,

los factores que la determinan (eficiencia, eficacia, tecnología, etc.). En el mismo

sentido, se potencian también una serie de valores que van ligados a estos nuevos

tipos de organización, como la responsabilidad social, la búsqueda de la justicia

(mejores salarios) y el desarrollo de actitudes como la multihabilidad, el

empoderamiento, la cooperación, la ciudadanía organizacional o el “aprender a

aprender”, para adaptarse rápidamente a los cambios que impone el medio y de los

cuales depende la sobrevivencia de la organización que se trate (Castañeda, 2001).

A partir de estas tipologías, la Universidad podría ser catalogada como una

organización perteneciente al sector servicios, de carácter público, que actúa en el

ámbito regional, de gran tamaño, con una forma de organización burocrática, con

fines de beneficio mutuo, de permanencia voluntaria y que, en los últimos años, ha

estado pugnando por obtener reconocimientos en relación a la calidad y la

responsabilidad social.

Los estudiosos de las organizaciones, además de intentar clasificarlas, han

intentado explicar cómo es que las organizaciones han ido evolucionando en el

tiempo, tratando de identificar características comunes tanto en las organizaciones

como en los sistemas productivos que puedan corresponder a etapas bien

16

diferenciadas. A partir de ello es que se han propuesto algunas ideas en torno a la

forma en que se han ido transformando las organizaciones.

Evolución de las organizaciones

El estudio de la historia de las organizaciones muestra por lo menos tres

grandes divisiones respecto de su evolución;1 éstas coinciden con acontecimientos

coyunturales que cambiaron las formas de producción y el estilo de vida de los

individuos que las integran. A estas etapas se les identifica con la Primera

Revolución Industrial, la Segunda Revolución Industrial y la Tercera Revolución, a

la que algunos han llamado Cibernética, otros Era de Arena (por ser el material del

que está hecha la fibra óptica y el silicón) y otros tantos la Era de las

Comunicaciones (por los notables avances de esta área como la computadora y la

internet).

Hasta antes de la Primera Revolución Industrial (finales del siglo XVIII y

primeras décadas del siglo XIX), los modos de producción se habían mantenido casi

invariables, tanto en los procesos como en la distribución de las labores, lo cual había

llevado a una crisis, a un agotamiento del sistema (Hobsbawn, 2004). La forma de

producción gremial, basada en el trabajo familiar a pequeña escala, de corte artesanal

y de baja productividad, fue sustituida por una nueva forma de producir basada en la

máquina. Los adelantos tecnológicos y científicos, disponibles muchos de ellos desde

los albores del siglo XVIII (Hobsbawn, 2004), fueron aplicados al ámbito de la

producción tanto agrícola como industrial. Esto transformó radicalmente la forma de

vida de la población en general, pues aumentó la esperanza de vida, creció la

producción y con ello se propició una mejor salud para la población. Como

consecuencia, la humanidad comenzó a reproducirse con rapidez, requiriendo cada

vez mayores cantidades de productos para satisfacer sus necesidades (Escudero,

1985). La mejor alimentación disminuyó la mortandad y permitió procrear hijos más

sanos que pronto se casarían y requerirían de nuevos satisfactores (Wallernstein,

1984; 361). El crecimiento de la demanda en todos los mercados propició así la

necesidad de ofrecer más y mejores productos, lo que obligó a los empresarios a

1 En particular, la evolución de ciertos tipos de organización puede presentar otras divisiones, tal y

como lo propone Panebianco para el caso de los partidos políticos. Cfr. Panebianco, 1995.

17

buscar nuevas formas de organizar el trabajo. Adam Smith, uno de los teóricos más

importantes del liberalismo, mostró como la división del trabajo, la destreza de cada

trabajador y las mejoras tecnológicas aumentaban no sólo la productividad sino

también la calidad y la riqueza de las naciones (1983: 51). Sin embargo, la aparición

de las fábricas trajo consigo otras transformaciones: la migración del campo a las

ciudades, el hacinamiento y la proliferación de enfermedades relacionadas con la

ciudad y las nuevas labores. Estas condiciones permiten a Marx denunciar lo que él

llamaría “la explotación del hombre por el hombre”, que luego daría origen a los

movimientos obreros y a la lucha por mejorar las condiciones laborales y la calidad

de vida de los trabajadores.

Los nuevos inventos aplicados a la agricultura, a la industria y a las

comunicaciones, pronto rindieron sus frutos; creció la capacidad de producir y de

transportar las mercancías a más lugares en menos tiempo y a un menor costo. Lo

anterior hizo posible que las familias, aún las de escasos recursos, pudieran tener

acceso a los bienes producidos por las nuevas organizaciones (Michelet, 2005: 56;

Smith, 1983: 53).

La Segunda Revolución Industrial iniciada en Estados Unidos a finales del

siglo XIX, y prolongada hasta la Segunda Guerra Mundial, vino a dar un nuevo giro

a la vida cotidiana y a la forma de producir en el mundo entero. Las fuentes de

energía se modificaron, aparecieron nuevos medios de comunicación y transporte,

nuevos descubrimientos científicos fueron hechos y aplicados a muy diversas áreas

(desde la medicina hasta la física cuántica).

Con la Segunda Revolución, las organizaciones no sólo se transformaron

respecto de su tamaño, sino que entraron en nuevos procesos organizativos. Taylor,

padre de la administración científica, mostró como la regulación de los tiempos y

movimientos en la producción acrecentaban la productividad y disminuía los costos.

Esto llevó a establecer como elementos centrales del proceso administrativo las fases

de la dirección y el control, tanto de las operaciones como de los operarios, a través

de procesos de selección, capacitación y definición de puestos. A esta propuesta se

añadió la de Ford, quien con su innovación de producción en cadena demostró que

había formas más eficientes de producción que permitían reducir tiempos,

movimientos y costos. Taylorismo y Fordismo se convirtieron así en los modelos de

organización de la producción clásicos hasta la década de los cincuenta, cuando al

18

emerger Japón como una nueva potencia económica viró el rumbo de las

organizaciones.

A partir de la Segunda Guerra Mundial, la administración entró en un

proceso de franca redefinición. Las formas tradicionales de administrar en un mundo

cada vez más cambiante y con nuevos retos eran insuficientes. Las teorías taylorista

y fordista, que habían sido los modos tradicionales de producción, ya no alcanzaban

a explicar el complejo mundo de las organizaciones. En este ámbito fue que el papel

de los recursos humanos comenzó a tomar forma. Por su parte, Mayo (citado en

Kyle, 2006) destacó el papel que juegan los individuos dentro de las empresas. El

famoso experimento realizado en Hawthorne en la década de los 20 puso de

manifiesto la complejidad del elemento humano, así como el hecho de que su

comportamiento está influido por muchos factores, tanto internos como externos a

las personas, además del dinero. A partir de entonces, numerosos fueron los enfoques

desde los cuales se comenzó a estudiar al elemento humano, tales como la

motivación, la conducta, el liderazgo y la calidad, entre otros. En este contexto, las

organizaciones japonesas se convirtieron en un modelo paradigmático.

Según señala Montaño (1989), el caso de la economía japonesa puede

estudiarse dividiendo su historia en tres grandes etapas: la primera iría de 1868, año

en el que se inicia la restauración Meiji, hasta la Segunda Guerra Mundial; la

segunda etapa, a la que denomina de expansión de las organizaciones japonesas, iría

de la década de los cincuenta hasta 1973 y, finalmente, la tercera etapa, llamada de

reposicionamiento, iría de 1973 hasta nuestros días.

A decir de Montaño, la primera etapa, conocida también como zaibatsu, está

caracterizada por la formación de un Estado fuerte, el desplazamiento de la clase

guerrera (samurai) del gobierno y la proliferación de las familias poderosas

(zaibatsu) que, beneficiadas por el régimen, amasan grandes fortunas y crean grandes

organizaciones, mismas que al terminar la segunda guerra fueron desmanteladas y

divididas. La segunda etapa se caracterizaría por el expansionismo de las inversiones

japonesas en el extranjero, así como la inversión tanto en tecnología como

educación. Finalmente, la tercera etapa, que va de 1973, considerado el año de la

crisis petrolera, hasta nuestros días, está caracterizada por el expansionismo de las

organizaciones japonesas por todo el mundo; destacando las grandes corporaciones

como Mitsubishi cuyos montos de inversión se incrementan no sólo para su

expansión sino también para la investigación (Montaño, 1989: 67-79).

19

Por su parte, Castañeda (2007) propone otro modelo en cuatro etapas para

explicar la evolución de las organizaciones: la organización artesanal, la

organización mecanicista, luego la humanista y finalmente la dinámica y flexible.

Como se puede observar, las dos primeras etapas del modelo propuesto por

Castañeda se pueden ubicar alrededor de las llamadas dos primeras revoluciones

industriales. Así, la organización artesanal corresponde al período anterior a la

Primera Revolución Industrial; la mecanicista correspondería a la organización

producida por la misma revolución y que se mantuvo vigente hasta la Segunda

Revolución Industrial. La tercera, que es la humanista, correspondería a la puesta en

marcha, a partir de los años veinte, de las teorías que enfatizaban el factor humano.

Finalmente, la etapa de las organizaciones de alto desempeño coincide con la Tercera

Revolución Industrial ubicada en los años setenta. En el afán de continuar con esta

comparación, ubicamos la tercera y cuarta etapa del modelo de Castañeda con el

despegue de las organizaciones japonesas centradas en la calidad, elemento que se

concreta como el sustrato común en ambos tipos de organización.

DIAGRAMA No. 1 Modelo de evolución de las organizaciones

Fuente: Elaboración propia a partir de Castañeda (2001).

Organización

artesanal (estructura

familiar, alto

contenido en mano de

obra, poca calidad).

Entorno micro.

Organización

humanista (énfasis en

el trabajador,

motivación) Teóricos:

Mayo, Munsterberger.

Entorno nacional.

Organización mecanicista (división del trabajo,

máquina como base del

trabajo, mano de obra

especializada, mejora en la

calidad) Teóricos: Taylor,

Ford. Entorno nacional.

Organizaciones de alto

desempeño (énfasis en la

calidad, eficiencia,

competitividad, competencias

y actitudes del elemento

humano, valores, entre otros).

Entorno globalizado.

20

La propia evolución de las organizaciones y el entorno en el que se han

desarrollado ha hecho que el acento se ponga en distintos aspectos: la tecnología, el

capital, los sistemas productivos o el factor humano.

A partir de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo después de los años

80, cuando los conceptos de eficiencia y calidad comenzaron a adquirir “carta de

ciudadanía” (Montaño, 2004: 13), las organizaciones se han visto obligadas a buscar

la efectividad, la calidad, la sobrevivencia y nuevas formas de satisfacer las

necesidades no sólo de la propia organización, sino también de quienes la integran y

se relacionan con ella. Esto, debido a que se observa que los procesos están

encadenados y que en la consecución de los fines están involucrados los proveedores,

el personal de la empresa, el medio ambiente (económico y político) y por supuesto

los consumidores finales. Así, para satisfacer del mejor modo a todos estos actores,

las organizaciones han desarrollado estrategias que les permitan incorporar

rápidamente al nuevo personal a la empresa y contratar personal heterogéneo (tanto

en edades, género y nacionalidad) que pueda adaptarse con rapidez a las necesidades

del medio. En este segundo aspecto se requiere también de flexibilidad, pues en una

misma organización puede haber trabajadores de distintos países, hablantes de varias

lenguas y poseedores de tradiciones culturales diferentes. Si a esto añadimos que las

organizaciones están conectadas con todo el mundo, encontraremos que las

demandas de satisfacción se multiplican, de forma que es un imperativo para las

organizaciones adecuar sus metas o fines a las condiciones históricas y mantener un

cierto control sobre su personal para alcanzar sus propósitos: la calidad y la

efectividad. ¿A qué nos referimos con calidad y efectividad?

La efectividad

Una primera aproximación a la efectividad en las organizaciones nos obliga

a definir el concepto; Etzioni la define como “el grado en el cual una organización

alcanza sus metas” (citado en Hall, 1996: 276). Ahora bien, alcanzar las metas en un

mundo, cada vez más competitivo y cambiante, obliga a las organizaciones a ser cada

vez más eficientes, eficaces, capaces de adelantarse al futuro, administrar el cambio y

adecuarse rápidamente a las condiciones que impone el entorno. A nivel

21

internacional, los indicadores que se utilizan para evaluar la eficacia de las

organizaciones consideran: las finanzas de la empresa, el grado de innovación, el

desarrollo de tecnología, las operaciones, los recursos humanos, el respeto del medio

ambiente, la calidad y la responsabilidad social. El logro de esta eficacia tendría

entonces que verse reflejado en la efectividad.

Dado que lo que mide la efectividad es el cumplimiento de las metas, se

impone como siguiente paso la evaluación de las mismas. Al llegar a este punto el

asunto se complica, pues no sólo hay que identificar en la organización cada una de

las variables de la efectividad sino también sus correspondientes indicadores e

incluso cómo se comportan éstos en las diferentes áreas de la organización.

En este último aspecto, Campbell et al (citado en Hall, 1996: 290) han

mostrado que lo que puede ser efectivo en un área, puede no serlo en otra, pues la

efectividad es un fenómeno multifacético y pluricausal. Así, para medir la

efectividad respecto del medio ambiente, por ejemplo, se considera el cumplimiento

de las normas ecologistas, tanto nacionales como internacionales, las políticas de

inversión para el mejoramiento o conservación del medio ambiente y los donativos

realizados al respecto, entre otros.

Sin embargo, en casi todos los casos, los indicadores se quedan

generalmente en el aspecto cuantitativo y se pierden de vista algunos elementos

cualitativos valiosos. Por ejemplo, en lo que respecta al factor humano, muchos de

los indicadores no son tan visibles, como la motivación, la participación y el

involucramiento, por mencionar algunos, de forma que se tiene que recurrir a

metodologías cualitativas para dar cuenta de ellos.

Así, el elemento humano tiene un destacado papel en torno a la efectividad,

pues éste incide no sólo en la productividad sino en muchos otros aspectos

fundamentales que culminan en ella. Entre éstos se encuentra el establecimiento de

las propias metas, tanto oficiales como operativas (Perrow, citado en Hall, 1996:

276), la comunicación, la motivación, la toma de decisiones, el poder, los grupos, las

relaciones entre ellos y, no por ser menos importante, la cultura que se desarrolla en

la organización.

Tomando en consideración estas problemáticas, los estudiosos de la

efectividad organizacional han propuesto una serie de modelos para medirla, entre

ellos, el modelo recurso-sistema, el modelo de metas, el de satisfacción participante,

22

el de restricciones y el de contradicción (Hall, 1996). Bajo este último modelo, se

considera que:

a. las organizaciones encaran restricciones ambientales múltiples y

conflictivas, las cuales pueden ser impuestas, negociadas, descubiertas o

incluso autoimpuestas. En todo caso, hay cosas que la organización tendrá

que hacer, lo importante será el cómo resuelve esos retos que le presenta el

ambiente, tanto interno como externo.

b. las organizaciones tienen metas múltiples y conflictivas, las cuales

pueden ser negociadas y expresan relaciones de poder entre jerarquías o

entre grupos. Sin embargo, las metas son importantes porque ayudan en la

planeación y la toma de decisiones.

c. las organizaciones tienen grupos de interés internos y externos múltiples y

conflictivos, entendiendo por grupos de interés la gente que puede resultar

afectada por la organización.

d. las organizaciones tienen marcos de tiempos múltiples y conflictivos que

hay que armonizar, tiempos tanto internos como externos en el término de

los cuales será evaluada su efectividad.

Desde esta perspectiva, propone Hall, las organizaciones pueden ser

visualizadas como efectivas o inefectivas hasta cierto grado en términos de

restricciones, metas, grupos y marcos de tiempo (Hall, 1996: 294).

Para Ivancevich, et al., el éxito de Japón, evidenciado en el auge de sus

modelos organizacionales, se ha basado en la importancia que han dado a la

efectividad y a la calidad como parte de ésta (2005: 24). La efectividad, según este

mismo autor, puede ser entendida como la capacidad de responder a las necesidades

de los clientes, las limitaciones del entorno y los retos del futuro (Ivancevich, 2005:

13). Fundado en la Teoría de Sistemas, este investigador norteamericano propone

estudiar la efectividad como reflejo del ciclo insumo-proceso-producción, sin dejar

de lado el entorno. Define así la efectividad como la capacidad de sobrevivir al

medio. Al retomar algunos conceptos de la Teoría de la Evolución de Darwin, se

entiende que una organización es efectiva en la medida en que se adapta para

sobrevivir, prolongando lo más que pueda el ciclo de vida. Entre los elementos que

se consideran para medir la efectividad de una organización están el de la calidad, la

capacidad de adaptación, la eficiencia y la satisfacción. De los criterios anteriores, el

23

de la calidad es el más importante, pues se considera que si no existe la organización

está condenada a desaparecer (Idem: 23).

Dado que la calidad es un elemento que varios estudiosos han identificado

como clave en la efectividad, se hizo necesario estudiarla para, una vez identificados

los elementos que inciden en ella, poder alcanzarla y en consecuencia evaluarla.

Los estudios sobre la calidad

La competencia cada vez más grande que existe entre las empresas por

acrecentar sus mercados hizo que se buscaran elementos diferenciadores que

agregaran valor a los productos. Crear una empresa competitiva, es decir, capaz de

sobrevivir al entorno y aún anticiparse a las necesidades del futuro, ha sido el reto de

las últimas décadas. Esta preocupación se acentúa en un entorno globalizado como el

que ha caracterizado al mundo a partir de los años ochenta, donde la competitividad

de las organizaciones ha sido la clave para su posicionamiento. El auge mismo de la

competitividad y de los factores que inciden en ella ha hecho que ésta se haya

posicionado como uno de los temas recurrentes de estudio.

En este contexto, la calidad ocupa un destacado papel, siendo los japoneses,

quienes bajo el modelo estadístico de Deming y el de la calidad total de Juran (citado

en Kyle, 2006), comenzaron a proponer nuevos retos en torno al tema. Desde esta

perspectiva, la calidad fue definida como la satisfacción de las necesidades y

expectativas de los clientes, no sólo respecto de los productos que ofrece, sino

también respecto de los servicios (Ivancevich, 2005: 24).

La búsqueda de la calidad, desde la perspectiva japonesa, se implementó a

partir de la formación de grupos dentro de la organización. Los grupos llamados

“círculos de calidad” fueron los principales promotores de la misma. El modelo de

estos “círculos”, basado en una tradición cultural y una forma específica de

desarrollo económico propiciada por la revolución Meiji, buscaba no sólo dotar de

cierta autonomía y prácticas “democráticas” a los grupos (como la elección de los

líderes, el empoderamiento, la resolución de problemas), sino también flexibilizar los

procesos productivos (Montaño, 1989: 118). Partiendo de la idea de control de la

calidad de Deming, a mediados de la década de los cincuenta J. Duran (citado en

Kyle, 2006) la propuso como una actividad empresarial general. Basados en el éxito

que esta idea tuvo en Japón, muchos otros estudiosos en el mundo comenzaron a

24

analizar como objeto de investigación a los grupos de trabajo japoneses y las

consecuencias positivas de su trabajo: mayor calidad, aumento en la productividad,

lealtad a la fábrica, sentimiento de identidad y pertenencia.

En el estudio de este fenómeno, surgieron, a decir de Montaño (1989), dos

grandes corrientes teóricas derivadas del análisis estructural. La primera, de

ascendencia sajona, privilegiaba la tecnología y la segunda, europea, la cultura. Al

final, la que se impuso, por pragmática y efectiva, fue la sajona, sin que por ello la

cuestión cultural cediera en la discusión.

Para Barba (2004), los estudios sobre la calidad han atravesado tres

momentos: la primera parte de la década de los veinte con la generalización del

taylorismo y el fordismo, que se expresa a través del control de la calidad mediante

la inspección y el control estadístico de ésta. La segunda inicia a partir de la mitad de

la década de los cuarenta con el aseguramiento de la calidad, integrándose como un

objetivo de la administración. Finalmente, la tercera inicia a partir de la década de los

setenta y sigue vigente, aquí la calidad se convierte en un problema estratégico para

alcanzar la competitividad y su denominación implica ahora un proceso más

complejo, pues lo que se busca es la calidad total (Barba, 2004).

Dado el éxito de los “grupos de calidad” en Japón, que corresponderían a la

segunda etapa propuesta por Barba, muchos otros países adoptaron el modelo, entre

ellos México (1960-1970). Sin embargo, su adopción se topó con ciertos problemas,

por un lado la falta de generación de tecnología propia y, por el otro, la cuestión

cultural; en el país, los grupos de trabajadores distaban mucho de parecerse a los que

proponía el modelo japonés. En este sentido, a decir de Montaño, la implementación

en México de los “círculos de calidad” fue más en el sentido normativo que

productivo (Montaño, 1989: 126)

Si bien los primeros intentos de implementar los “círculos de calidad”

fueron poco fructíferos, no por ello se cejó en el empeño. Para la década de los

ochenta, la búsqueda de la calidad total y de la eficacia comenzó a desbordar el

ámbito de las empresas para irrumpir en otras áreas, entre ellas la educativa. Esto se

hace evidente, sobre todo, a partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando

se consideró que no sólo las escuelas de todos los niveles eran de poca calidad, sino

que incluso eran poco efectivas (Navarro, 2005). Entonces apareció otro elemento

importante en el proceso de la consecución de la calidad: la cultura y el papel que

25

ésta jugaba en la organización. De esta manera, algunos estudios se encaminaron

hacia allá.

Cultura organizacional

Tradicionalmente, el estudio de la cultura ha sido objeto de la antropología,

sin embargo, los científicos sociales han considerado que, si se quiere tener una

visión más amplia y profunda del fenómeno en estudio, se requiere la mirada no sólo

de una disciplina, sino de otras de las ciencias sociales que puedan complementarlo.

Es en la década de los setenta que, de manera específica, los estudios sobre

cultura organizacional comenzaron a proliferar. Estos siguen un poco las líneas de la

conducta de los trabajadores propuesta por Mayo (citado en Kyle, 2006) y de la

satisfacción de las necesidades individuales de Argyris (1980). En el campo de las

organizaciones, la influencia de la antropología, a decir de Barba (2003), se

manifestó en dos momentos. El primero en la década de los sesenta, cuando

comienza a utilizarse su metodología para abordar el estudio de las organizaciones.

El segundo, a partir de los setenta, cuando comienza a usarse el término de “cultura”

en el estudio de las organizaciones (Barba, 2003: 8). Sin embargo, al ser los estudios

organizacionales un área multidisciplinar, se ha recurrido no sólo a la antropología

sino también a la sociología, psicología, historia e incluso a la etnografía.

Definir el concepto de cultura no es un asunto fácil. Algunos filósofos desde

finales del siglo XIX y principios del XX han reflexionado sobre lo que es la cultura

y, aunque no han establecido una definición única, si han mostrado los múltiples

caminos por los que se puede abordar. Tanto Dilthey (1978) como Cassirer (1976),

dos de los más grandes representantes de las Ciencias del Espíritu, han dicho que la

cultura hace referencia a las formas simbólicas de cada sociedad, es decir, a visiones

tan variadas como la religión, los rituales sociales, las creaciones estéticas y todo

aquello que sea una manifestación fenoménica del espíritu (Cassirer, 1976: 29-35).

Así pues, una cultura es reflejo de una cosmovisión y la cosmovisión a su vez es el

resultado de una construcción social determinada por múltiples factores, entre los

cuales podrían ubicarse el entorno. En este sentido, siguiendo el materialismo, la

idea de cultura propuesta por Harris (1989) señala que las prácticas culturales como

la comida, el vestido y aún los sistemas de pensamiento complejo, como la religión o

las ideologías, estarían determinadas por las condiciones materiales de producción.

26

Desde la perspectiva de la política también se ha intentado estudiar la

cultura. Muñoz propone que la cultura es un conglomerado múltiple compuesto por

valores, símbolos y normas de conducta que se presenta a través de variados

sistemas, los cuales actúan directamente sobre las conductas y las actitudes (2005:

14).

Entre los antropólogos no existe una definición única, lo cual genera una

serie de problemas al trasladar el concepto a los estudios organizacionales. Para

Geertz (1973), la cultura “es el conjunto de símbolos, creencias, valores, formas de

pensar que pueden o no tener una expresión material y que están organizadas en

sistemas o redes que comunican a sus miembros, que tienen un significado particular

y que nos permiten entender conductas humanas”.

Dado que las organizaciones están integradas por personas que tienen usos,

costumbres, ritos, valores y tradiciones en común, los investigadores de las

organizaciones aplicaron el concepto para designar una forma de ser que diferencia a

una organización de otra. Los primeros estudios al respecto partieron de la propuesta

de Parsons (1999) de que la cultura es una propiedad de la organización, común a

todos sus miembros, única y homogénea, en torno a la cual se generaba la identidad y

el compromiso.

A partir de los años ochenta, con la revolución iniciada por los japoneses,

que trae consigo la introducción de la reingeniería, la búsqueda de la excelencia, el

cambio organizacional, la innovación, etc., se introdujo una nueva visión de la

cultura organizacional. Ésta ya no se ve de manera homogénea sino como algo que se

construye, con valores que deben ser introyectados, con símbolos y signos que deben

ser resignificados, tales como los mitos fundacionales en torno a los cuales se

construyen las identidades culturales, la exaltación de personajes clave, la generación

de ritos y ceremonias, tendientes todas ellas a forjar culturas fuertemente

cohesionadas (Ibarra, 2003: 195-196).

Desde la perspectiva de Edgar Schein (1985), la cultura organizacional

puede ser entendida como

“un patrón de premisas básicas –inventadas, descubiertas o desarrolladas

por un determinado grupo conforme aprende a enfrentar los problemas de adaptación

externa e integración interna– que ha funcionado lo bastante bien para considerarlo

válido y, por tanto, para transmitirlo a los nuevos miembros como la forma correcta

de percibir, pensar y sentir esos problemas” (citado en Ivancevich, 2005: 41).

27

En esta definición destaca la idea de que la cultura es producto de un grupo

y, que por lo tanto, está en constante cambio. Además, esa cultura se transmite a los

otros a partir de un criterio que identifica qué funciona para resolver los asuntos de la

cotidianidad, idea que coincide con lo propuesto por Ibarra (2003).

Para Jordan, la cultura organizacional “es un conjunto de análisis en los que

el concepto de cultura es aplicado para el estudio del comportamiento humano en los

grupos organizacionales” (citado en Barba, 2003: 8). Barba mismo propone que el

concepto de cultura implica “la capacidad de comprender y explicar su relación con

las organizaciones, expresa el grado de complejidad de éstas y con frecuencia juega

un doble papel de conservador y transformador de la realidad organizacional” (Idem.:

9). Distingue además por lo menos cuatro acepciones del uso del concepto:

a. como un problema de la dirección de las empresas que se enfrentan a

culturas locales distintas a las de su origen;

b. como un intento de los administradores para integrar a la gente de

diversas etnias a la fuerza de trabajo;

c. como una noción que puede tener un significado informal de conceptos,

actitudes y valores de la fuerza de trabajo y

d. la cultura en las empresas se puede referir a los valores y prácticas de la

organización formal impuestos por la dirección para integrar a los miembros

de la empresa, esto con el fin de que sean capaces de responder a los retos

que impone la misma (Barba y Solís, 1997, citado en Barba, 2003: 9).

A partir de que se introdujo el concepto de cultura en el estudio

organizacional se generaron dos grandes líneas antagónicas: por un lado, la que

supone que la cultura no tiene nada que ver con las organizaciones y que los buenos

o malos resultados son producto de una buena o mala administración y, por el otro, la

que supone que la cultura sí tiene que ver con los resultados alcanzados (D‟Iribare,

2003; Ríos, 2003).

Entre los autores que propusieron que la cultura sí tiene que ver con lo que

sucede en las organizaciones, Rendón (2003) distingue tres grandes grupos que a su

vez se diferencian por los paradigmas desde los cuales abordan el estudio. Éstos son

el funcionalista, el estructuralista y el interaccionista, propuestos respectivamente por

tres teóricos de la antropología: Malinowski, Lévi-Strauss y Geertz. A partir de cada

28

uno de los paradigmas anteriores, los estudiosos de la cultura organizacional

recuperan un sentido: en el primero la cultura es vista como una necesidad social, en

el segundo como una variable del desempeño y en el tercero como una matriz de

signos y significados. En el marco de la tercera propuesta, y siguiendo a Varela

(2003), Rendón entiende a la cultura como “una matriz de símbolos y signos que

permiten otorgar significados comunes a la acción de los miembros de una

comunidad, lo que se expresa en costumbres, creencias y valores relativamente

compartidos por la mayoría” (2003: 122). Esta misma autora distingue además entre

cultura corporativa y cultura organizacional. La primera es formal, sancionada por

órganos de autoridad, aplicable a toda la organización y ligada a la eficiencia y la

productividad; esta cultura corporativa se inscribe dentro de los paradigmas

funcionalista y estructuralista. Por su parte, la cultura organizacional se caracteriza

por ser más espontánea, no institucionalizada, menos formal y, por lo mismo, menos

visible, lo cual dificulta su estudio; ésta corresponde al paradigma interaccionista y

utiliza para su estudio metodologías cualitativas, a diferencia de la corporativa que

utiliza cuantitativas (Rendón, 2003: 123; Urbiola, 2003: 144).

Para Ríos, la cultura organizacional es:

el conjunto de esquemas de distinción producidos y compartidos en la empresa, que surgen de la

reflexión y comunicación de las experiencias que caracterizan la forma de ser organizacional, que

están más allá de lo estrictamente contractual y de lo referido a específicas esferas del trabajo. Así, la

cultura es el continente de los esquemas de distinciones que producen los diseños cognitivos,

estructuras interpretativas y conocimientos, los cuales actúan como guías potenciales de las redes de

relaciones de trabajo. La cultura se expresa, y reproduce, en comunicaciones de normas, valores y

expectativas, constituyéndose en el marco vivencial de las premisas básicas de la organización (2003:

103).

Retomando el concepto sociológico de la socialización2, los investigadores

han mostrado cómo en todas las organizaciones existe un proceso de aprendizaje de

los elementos mínimos indispensables para funcionar adecuadamente dentro del

grupo o la organización. Además, han mostrado que estos procesos, la mayoría de las

veces, son inconscientes pues, al ser parte de la cultura, son aprendidos sin que las

personas se den cuenta de ellos.

Ahora bien, la cultura, tal como lo han señalado algunos investigadores,

pasa inadvertida para los nativos, de forma que sólo mirándose en el espejo de los

otros se puede comenzar a tomar conciencia de ésta.

2 Se entiende por socialización el proceso a través del cual “la criatura indefensa se va convirtiendo

gradualmente en una persona consciente de sí misma, con conocimientos y diestra en las

manifestaciones de la cultura en la que ha nacido (Giddens, s/f: 51).

29

Se considera necesario estudiar la cultura organizacional porque, dado que

supone una serie de creencias, valores, usos y prácticas comunes, estos elementos

pueden influir en la forma de percibir el entorno, en la forma de motivar e incluso en

la forma de producir. Lo anterior ha llevado a algunos autores a proponer la idea de

una “cultura económica”, entendida como un proceso que atiende, cultiva y regula

tipos particulares de resultados económicos (Clegg, 1992: 106).

En este sentido, la cultura tanto corporativa como organizacional contienen

elementos fundamentales con miras a la competitividad. Por ejemplo, la presencia de

las organizaciones en muchos países, producto también de la globalización, ha hecho

que las empresas busquen nuevas formas de trabajo, de manera que los empleados no

necesariamente tienen que estar presentes en la empresa o depender de la

infraestructura de la organización, pues la proliferación de las comunicaciones

permite nuevas formas de organización del trabajo y sus trabajadores (como el tele

trabajo). Estos trabajadores que no necesariamente acuden físicamente a sus puestos,

están unidos por la organización pero poseen culturas propias que pueden ser

totalmente diferentes; sin embargo, el pertenecer a una empresa les dota no sólo de

prácticas y creencias comunes, sino también de ciertos rasgos identitarios que les dan

sentido de pertenencia y les permite trabajar por la consecución de metas comunes.

Ahora bien, si cada organización crea su propia cultura, deben existir

distintos tipos de cultura organizacional. Los estudiosos del tema han tratado de

identificar algunas características comunes para construir tipologías. ¿Qué han dicho

al respecto?

Tipos de cultura organizacional

Algunos autores distinguen diferentes tipos de cultura. Ivancevich, por su

parte, distingue entre culturas fuertes y culturas débiles. Una cultura fuerte, dice, se

caracteriza porque sus empleados comparten valores básicos que determinan su

actuación. Por otro lado, una cultura débil será aquella que no involucre a todos sus

miembros y que, por consiguiente, no genere pautas de comportamiento comunes,

sentimientos de identidad u orgullo (2005: 44). En cuanto a Morris y Peng (1994),

distinguen entre culturas individualistas y culturas colectivistas.

En las culturas individualistas, como la de Estados Unidos, … las personas

se identifican primordialmente como unidades individuales… y se socializan para

30

conducirse de conformidad con sus preferencias personales. … En las culturas muy

colectivistas, como la de China, las personas se identifican primordialmente como

miembros de un grupo… y se socializan para conducirse de acuerdo con las normas

grupales, las restricciones de las funciones y las prescripciones sobre las situaciones

(Morris y Peng, 1994, citado en Pfeffer, 2000: 33 y 50).

Montaño (2003) propone tres modelos generales de organización con tres

tipos diferentes de cultura. Tales modelos están insertos en la transición de la

tradición a la modernidad y están basados en las ideas propuestas por Comte, Weber

y Durkheim, quienes influyeron notablemente a su vez en Taylor, Merton y Mayo

respectivamente. Con base en estos modelos, se distingue la cultura corporativa, la

nacional o regional y la organizacional.

La cultura corporativa, que responde a la búsqueda de una nueva

espiritualidad acorde con los requerimientos de la empresa, parte del supuesto de que

la cultura es una importante variable del desempeño y postula el consenso como

valor armónico. Esta cultura corresponde al modelo de sustitución (Comte-Taylor).

Por su parte, la cultura nacional o regional, además de la organizacional,

corresponden al modelo de transfiguración (Durkheim-Mayo). Éstas proponen que la

cultura incide en el comportamiento de sus individuos a partir de valores, creencias y

actitudes. Esto se puede visualizar en las organizaciones donde los miembros le dan

un sentido a sus acciones en el marco de su vida cotidiana, donde la tradición juega

un importante papel (D‟Iribarne, 2003). Con respecto de este último modelo

(transfiguración), Montaño propone que en la actualidad puede ser que existan estos

tres tipos de cultura en donde modernidad y tradición coexisten y se retroalimentan

(Montaño, 2003: 28)

TABLA No. 1 Modelos de organización en función de la cultura según Montaño

TEÓRICOS

Comte Weber / Durkheim

Taylor Merton / Mayo

TIPO

Corporativa Nacional o regional /

Organizacional

31

PROPONEN

Nueva espiritualidad acorde a los

requerimientos de la empresa

Los miembros dan sentido a las

acciones en el marco de su vida

cotidiana, de forma que la

tradición juega un papel

importante

CULTURA Variable del desempeño Incide en el comportamiento

VALOR

PRINCIPAL

Consenso Valores tradicionales

MODELO Sustitución Transfiguración

Fuente: Elaboración propia a partir de Montaño (2003).

Dado que cultura es un término abstracto, ha sido necesario establecer

algunas ideas para hacerla visible. En este sentido, los métodos desarrollados por la

antropología y la etnografía han sido de mucha utilidad. Los investigadores, basados

fundamentalmente en la observación, han visto que las conductas y el

comportamiento, tanto de los individuos como de los grupos, pueden ser un

indicativo de los valores e ideas en torno a los cuales se mueve su cultura. Al retomar

estas metodologías, los estudiosos de las organizaciones han puesto el énfasis en el

estudio del comportamiento organizacional para intentar explicar por qué funcionan

o no funcionan algunas cosas dentro de las organizaciones.

El Comportamiento organizacional

Aplicada al ámbito de las organizaciones, los estudios sobre

comportamiento organizacional han cobrado una importancia creciente. Ello se

puede evidenciar en la multiplicación de los textos sobre el tema, el cual comenzó a

trabajarse a partir del auge del modelo de las relaciones humanas. Los primeros

textos que se publicaron al respecto datan de la década de los setenta, a partir de

entonces no sólo se han reeditado muchos de éstos de forma enriquecida sino que

han aparecido trabajos recientes que reflejan las nuevas tendencias dentro del campo,

tales como la globalización, el liderazgo o la inteligencia emocional.

En un primer momento, se consideró que la conducta de los trabajadores

podía ser explicada recurriendo a lo que McGregor (1960) denominó teoría

32

tradicional o Teoría X, la cual suponía que las personas necesitan ser motivadas y

que sin la intervención de la dirección, el personal sería pasivo, por lo que tendría

que ser siempre incentivado o castigado a fin de alcanzar las metas propuestas. A

esta teoría, McGregor opuso la denominada Teoría Y, que supone que los

trabajadores no son pasivos por naturaleza sino que se han vuelto así debido a las

experiencias vividas en la organización; como resultado de esta proposición, la

dirección es vista como la responsable de disponer las condiciones de la organización

para que todos puedan alcanzar sus metas (MacGregor en Rodil, 1980).

El estudio de Pfeffer (2000) sobre las organizaciones señala que, durante

mucho tiempo, los estudios de la conducta dentro de la organización estuvieron

dominados por tres grandes paradigmas:

a. El primero partía de la idea de que las causas de la conducta estaban

en el ambiente del individuo, el cual a su vez estaba condicionado por

cuestiones tanto de tipo jurídico como político, marco desde el cual se

pretendía entender la educación, la participación, la toma de decisiones, etc.

de todos los miembros de la organización. Como parte del ambiente también

se incluyó durante un tiempo la cultura. Así, se creyó que las normas y los

valores culturales de la organización afectaban significativamente los

comportamientos de sus integrantes.

b. El segundo paradigma, desarrollado a partir de los años ochenta y

durante toda la década siguiente, fue el que atribuía los orígenes del

comportamiento a las características propias del individuo. Schneider

propuso, por ejemplo, que “los atributos de la gente, no la naturaleza del

ambiente externo ni la tecnología o estructura organizacional, son los

determinantes fundamentales del comportamiento organizacional”. Bajo

este supuesto “las organizaciones tendían a reclutar, seleccionar y retener a

la gente sobre la base de sus atributos individuales” (Schneider, 1987, citado

en Pfeffer, 2000: 34). Durante la década de los ochenta comenzaron a

aparecer también estudios que hacían énfasis en las actitudes, distinguiendo

entre actitudes positivas y negativas y agregando una variable: la

satisfacción. Esto llevó a los estudios sobre comportamiento organizacional

a tomar en cuenta el papel del ambiente para entender la conducta, pues se

encontró una alta correlación entre la satisfacción personal y una actitud

positiva en el trabajo (Staw y Ross, 1985, citado en Pfeffer, 2000: 36). En

33

este mismo sentido, Staw, et al., mostraron que la personalidad también

influía en la satisfacción y la actitud, propuesta que fue corroborada más

tarde por Gerhart (citado en Pfeffer, 2000: 37). Inserto en este mismo

paradigma, se desarrollaron algunos estudios de carácter genético para

establecer si había o no relación entre la actitud hacia el trabajo y la

herencia, encontrando una correlación positiva en estudios realizados con

gemelos. Otra variante de este paradigma se conoce como las cinco

dimensiones centrales de la personalidad: extroversión, simpatía,

escrupulosidad, estabilidad emocional y apertura hacia la experiencia

(Barrica y Mount, 1991, citado en Pfeffer, 2000: 41). Esta teoría, que ha

tenido sus detractores, sobre todo por la imprecisión conceptual en

prácticamente todos los rasgos (Hogan, 1986), amplió las bases de estudio

sobre la personalidad, aunque dejó fuera otros factores como la habilidad

cognitiva (Ree y Earles, 1991; Austin y Hanisch, 1990; Campbell, 1990) o

incluso el humor o los estados de ánimo (George, 1989; 1991).

c. El tercer gran paradigma fue el que intentó mediar entre el

ambiente y el individuo en donde, algunas veces, la personalidad modera

los efectos del ambiente; en otros, las características ambientales moderan la

relación entre la personalidad y los resultados y, en otros más, la

personalidad modera la relación entre una actitud, la satisfacción con el

trabajo y ciertas conductas (Pfeffer, 2000: 49). Entre las conductas que

comenzaron a estudiarse bajo esta nueva propuesta, ocuparon un lugar

importante el compromiso, la adaptación y la socialización, pues se ha

mostrado que si existe un adecuado proceso de adaptación y socialización

en las organizaciones, el compromiso y la permanencia se incrementan.

Pfeffer propone también cinco modelos para el estudio del comportamiento:

el modelo económico, el modelo social, el modelo de racionalidad retrospectiva, el

modelo moral y el modelo cognoscitivo o interpretativo. El modelo económico

presupone que el comportamiento se elige de manera racional-intencional, con base

en la mejor información disponible en el momento de maximizar la utilidad del

individuo (Pfeffer, 2000: 58). El modelo social, a diferencia del económico, destaca

la naturaleza arraigada del comportamiento en lo social en tanto que los individuos

no viven aislados sino con otros seres humanos con los que interactúan; de ahí que

34

sea tan importante entender el contexto si se quiere entender la conducta, tanto a

nivel afectivo como cognitivo (Idem.: 73). El modelo de racionalidad indica que los

individuos y las organizaciones adoptan medidas que van de acuerdo o son

congruentes con sus elecciones o decisiones anteriores. De este modelo existen dos

variantes: una que destaca un proceso cognoscitivo “más frío” de autopercepción y el

que implica procesos psicológicos sociales “más calientes” como el compromiso y la

autojustificación (Idem.: 87). Este modelo parte del supuesto de que la conducta debe

ser congruente y racional y, por tanto, tienden a explicar su actuación de acuerdo a lo

que se supone es racional; de forma que se busca en el pasado o en la tradición una

explicación al comportamiento. El modelo moral de comportamiento postula que los

individuos buscan no sólo el placer, sino también moralidad, destacando el hecho de

que se eligen no sólo los medios sino también los fines y que estos medios se

seleccionan en base a los propios valores y emociones. Finalmente, el modelo

cognoscitivo o interpretativo de comportamiento destaca los aspectos sociales de la

cognición y se vuelve muy similar al modelo social del comportamiento. Este

modelo propone que las conductas y los resultados se entienden mejor si se centran

en el estudio de los procesos, a través de los cuales los miembros de la organización

representan sus experiencias y construyen una visión del mundo (Pfeffer, 2000: 103-

105).

TABLA No. 2 Modelos del comportamiento según Pfeffer

MODELO ECONÓMICO SOCIAL RACIONAL MORAL COGNOSCITIVO

En torno

al

conocimiento

Racional e

Intencional

Naturaleza

social del

conocimiento

Congruencia en

la elección

Medios

y fines

buenos

Cognición social

A partir de

Mejor

información

Entender el

contexto

Acciones

lógicas y

racionales

Valores

sociales

Procesos de

experiencia

Fuente: Elaboración propia a partir de Pfeffer (2000)

El estudio del comportamiento se ha enfocado en diferentes direcciones.

Por ejemplo, Ivancevich et al. (2005), si bien estudian en general el comportamiento,

hacen énfasis en cómo manejar el comportamiento en una organización, mientras que

35

Robbins (2004) aborda más el papel de la conducta desde los tres niveles básicos: los

individuos, los grupos y las organizaciones; poniendo especial énfasis en el papel de

la motivación, el liderazgo y la globalización. Santoyo (2000), por su parte, hace

hincapié en la importancia de la conducta de los individuos dentro de las

comunidades en un mundo global, sobre todo en términos de la competitividad. Dice

que “En oposición al sentido comunitario de pertenencia y cooperación, una

organización social competitiva genera nuevas formas de valorar la conducta de los

sujetos y les asigna su lugar en la jerarquía social, al legitimar a los ganadores y

convertirlos en „modelos‟” (Santoyo, 2000: 53). Tales conductas „modelo‟, a su vez,

impactan en los comportamientos y actitudes en otras áreas de desempeño, de ahí la

importancia de su estudio.

En cuanto a Soto (2001), él centra su estudio en el impacto de las emociones

en la conducta individual y cómo esta repercute en la organización. Así mismo, el

autor hace mucho énfasis en el papel de la inteligencia emocional para el desarrollo

de las organizaciones.

En el mismo tono, Ivancevich (2005) define el comportamiento

organizacional como el

“estudio del comportamiento, actitudes y desempeño humano en un entorno organizacional; [lo

que] implica basarse en teorías, métodos y principios extraídos de disciplinas como la psicología,

sociología y antropología cultural para aprender sobre las percepciones, valores, capacidad de

aprendizaje y acciones individuales mientras se trabaja en grupos y dentro de la organización en su

conjunto, así como analizar el efecto del ambiente externo en la organización en sus recursos

humanos, misiones, objetivos y estrategias” (Ivancevich, 2005: 10).

En su propuesta, Ivancevich (2005) destaca tres niveles de análisis del

comportamiento: como individuo, como grupo y como organización. En estos tres

niveles, que pueden separarse con fines investigativos pero que en la realidad se

encuentran imbricados, inciden diversas disciplinas sociales desde cuyas teorías o

metodologías se pueden estudiar distintas facetas del comportamiento humano dentro

de las organizaciones. Así, la ciencia política, por ejemplo, puede analizar el

comportamiento desde la perspectiva del poder, del conflicto o de las alianzas, entre

otras; mientras que la psicología podría abordarla desde el cambio de

comportamiento o de actitud o los procesos para la toma de decisiones. Esta

característica del estudio del comportamiento organizacional nos obliga a delimitar

36

desde qué perspectiva se pretende abordar el comportamiento, pues el enfoque

determinará las teorías y las posibles metodologías a utilizar.

Dado que la cultura se evidencia en el comportamiento y éste a su vez

evidencia una serie de actitudes, es necesario que hagamos algunas precisiones al

respecto.

Las actitudes

Las actitudes, según Robbins (2004), son juicios evaluativos, favorables o

desfavorables, sobre objetos, personas o acontecimientos que manifiestan una

opinión de quien habla acerca de algo. Este autor añade que las actitudes están

compuestas por tres aspectos: cognición, afecto y comportamiento. El componente

cognoscitivo o cognición corresponde a un enunciado de valor a partir del cual

juzgamos al mundo o al otro, lo que correspondería al componente afectivo, el cual

puede ser expresado o manifestado en un comportamiento. Se deduce entonces que

las actitudes corresponden únicamente a la parte afectiva, mientras que los otros dos

componentes son más bien instrumentales (Robbins, 2004: 71).

Los estudios sobre las actitudes han mostrado que éstas no son eternas ni

estables, por el contrario, se pueden modificar a través de diversos estímulos. En el

ámbito laboral, las actitudes han sido catalogadas por algunos autores como positivas

o negativas (Robbins, 2004: 72), mientras que otros las han clasificado como dadas y

requeridas (Harvard University basado en George G. Homans). Entre las actitudes

positivas Robbins (2004) incluye la satisfacción en el trabajo (la cual a su vez puede

ser según Galaz (2002) global o parcial), la participación en el trabajo y el

compromiso con la organización.

Entre los estudios organizacionales, el estudio de las actitudes ha cobrado

una gran importancia, pues se considera que éstas pueden ser determinantes en los

resultados de la organización, como la efectividad y, por supuesto, la calidad. Lo

importante de las actitudes, se ha señalado, es que suelen estar en contradicción con

lo que se hace, de forma que siempre se está tratando de “justificar” una actitud o un

comportamiento para que parezca “racional”.3

3 Al respecto se han desarrollado dos teorías opuestas: la que supone que toda conducta es racional y

la que propone que las conductas tienen un alto grado de irracionalidad. A partir de la década de los

37

La cuestión de las actitudes ha sido considerada por algunos autores como

parte importante de la efectividad. Herbert A. Simon (1947) estudia los procesos

decisorios, entre ellos la participación y la cooperación, inscritos dentro de las

actitudes; para este autor, la participación es un acto de la voluntad casi equivalente a

la cooperación. Sin embargo, Montaño propone una distinción: la cooperación hace

referencia a la disposición a ayudar a otro en una tarea que sería prácticamente

imposible que uno solo la realizara, mientras que la participación es la capacidad de

injerencia del individuo en las decisiones que afectan a una colectividad (1989: 131).

En este sentido, el autor se plantea el siguiente cuestionamiento ¿cómo se puede

incrementar la cooperación disminuyendo la participación? Una respuesta ha sido la

propuesta de los denominados “grupos de trabajo” que luego cambiaron de nombre y

ahora se llaman “equipos de alto rendimiento o desempeño”. Los estudiosos de estos

fenómenos han observado que el incremento en los estándares de calidad,

productividad, disminución de desechos, motivación, etc., tiene que ver con las

personas que integran los equipos de trabajo y, fundamentalmente, con sus

personalidades y las actitudes que adoptan.

Tal contexto permite a Castañeda (2007) proponer una serie de actitudes que

se pueden presentar en las organizaciones, unas deseables y otras no: el ser

cuestionador, propositivo, comprometido, participativo e involucrado, entre otras.

De entre las distintas actitudes que se proponen, a nosotros la que nos

interesa es la del involucramiento.

Involucramiento

En el modelo de Alta Participación propuesto por E. Lawler (1990), se

destacan cuatro factores de tipo cognoscitivo relacionados con la efectividad

organizacional: la información, los conocimientos, el poder y las recompensas. A

diferencia de este modelo, Castañeda (s/f: 242) encontró que en México los factores

de tipo afectivo ocupan un lugar muy importante para lograr el involucramiento y,

como resultado, la efectividad.

50 apareció otra teoría, llamada de la disonancia cognoscitiva que pretende explicar la diferencia entre

la actitud y el comportamiento (Robbins, 2004: 74).

38

La actitud del involucramiento, a decir de Castañeda (2001), se presenta

como una manifestación de adhesión organizacional y de dinamismo. Tal actitud,

según el estudio realizado por el autor, se manifiesta a través del compromiso, la

responsabilidad, la participación activa, la iniciativa, “el echarle ganas”, el trabajar

mejor, el superarse, el capacitarse y el hacer equipo, entre otras. Encontró también

que este comportamiento estaba ligado a una serie de factores cognoscitivos y

afectivos. Entre los primeros estaban el ambiente agradable, el reconocimiento, la

existencia de posibilidades de crecimiento personal y laboral y el salario. Entre los

afectivos están el sentirse satisfecho, feliz, orgulloso, emocionado y optimista.

El estudio nos muestra que el involucramiento es el resultado de una serie

de factores que conciernen tanto al medio como a la organización y al individuo; de

forma que será una responsabilidad de la administración crear las condiciones

adecuadas para que los trabajadores puedan desarrollarse como personas y como

integrantes de una organización.

DIAGRAMA No. 2 Factores que inciden en el involucramiento

Fuente: Elaboración propia a partir de Castañeda (s/f)

Así pues, el involucramiento “es un estado psicológico al que llega el sujeto

como resultado de diversos factores que se procesan en el interior del sujeto y que

39

tienen como resultado la adhesión dinámica del sujeto a la organización, lo cual

tendrá repercusiones en el desempeño organizacional” (Castañeda, s/f: 240).

Ahora recapitulemos.

A partir de la revisión anterior, para los fines de esta investigación,

entendemos a la organización como una entidad real, racional, con fronteras, normas

y jerarquías establecidas, formada por un grupo de personas que, unidas, pretenden

dos cosas fundamentales: satisfacer de mejor forma una necesidad propia y alcanzar

los objetivos o fines de la organización, los cuales pueden coincidir con los suyos o

ser independientes de sus propias metas e incluso irse adecuando a las exigencias del

entorno.

La Universidad, siguiendo el modelo weberiano, es una organización

burocrática, con fines específicos que la ubican dentro del sector servicios. Sin

embargo, ésta no produce en los términos de otras organizaciones del mismo ramo,

pues sus productos son abstractos en tanto que lo que genera es conocimiento. Como

toda organización, la Universidad posee una cultura organizacional que también se

diferencia de otras organizaciones del mismo tipo. Esta cultura se ha ido

construyendo a lo largo de su existencia y en los últimos años se ha redefinido en

función de las exigencias que implica la globalización, entre las cuales está la

búsqueda de la eficiencia y de la calidad.

Entendemos por eficiencia la capacidad de responder a las necesidades de

los clientes, a las limitaciones del entorno y a los retos del futuro (Ivancevich, 2005:

13). Por calidad, según el modelo gerencialista, concebimos la satisfacción de las

necesidades y expectativas de los clientes, no sólo respecto de los “productos” que

ofrece, sino también respecto de los servicios (Ivancevich, 2005: 24).

En la literatura revisada identificamos que entre los factores que inciden en

la eficiencia y la calidad están las actitudes, las cuales han sido objeto de estudio del

comportamiento organizacional. Entendemos por actitud, el juicio evaluativo,

favorable o desfavorable, sobre objetos, personas o acontecimientos que manifiestan

una opinión de quien habla acerca de algo. Una actitud está compuesta de tres

elementos: cognición, afecto y comportamiento. El componente cognoscitivo o

cognición corresponde a un enunciado de valor a partir del cual juzgamos al mundo o

al otro. En lo que respecta al componente afectivo, éste puede ser expresado o

40

manifestado a través de una conducta. Las actitudes se refieren únicamente a la parte

afectiva de los tres componentes (Robbins, 2004: 71).

De entre las actitudes que pueden manifestarse en una organización, la que

nos interesa es el involucramiento. Con base en las aportaciones ya citadas,

entendemos el involucramiento como “un estado psicológico al que llega el sujeto

como resultado de diversos factores que se procesan en su interior y que tienen como

resultado la adhesión dinámica del sujeto a la organización, lo cual tendrá

repercusiones en el desempeño organizacional” (Castañeda, s/f: 240).

Estudiar el involucramiento como parte de las actitudes y de las conductas

que integran el comportamiento de los actores de las organizaciones, es relevante

porque nos revela una parte de la cultura organizacional (entendida ésta desde la

perspectiva del interaccionismo simbólico) y nos ayuda a explicar el porqué de los

resultados obtenidos por la organización en términos de rendimiento y de

productividad. Sin embargo, estudiar el involucramiento va más allá de la

identificación de los factores que inciden o propician la conducta. Lo que nos

interesa en este caso es identificar primero si existe el involucramiento para luego

explicar la relación que existe entre tal involucramiento, o la falta de éste, en los

resultados obtenidos por una organización cuyos fines se asocian con la producción

del conocimiento, la docencia y la vinculación con la sociedad. Fines que, sin

embargo, están siendo redefinidos en función de los nuevos paradigmas que impone

la propia evolución de las organizaciones para orientarlos más a la consecución de la

calidad y la eficiencia. Tal redefinición origina una serie de conflictos al interior del

organismo pues, como nos lo ha mostrado la literatura, los fines pueden ser

impuestos y propios. En el caso de la Universidad existen ambos, los primeros son

impuestos tanto por los organismos internacionales como por el propio estado, los

segundos son los que establece la propia organización, la facultad en estudio y los de

los propios miembros.

En el siguiente diagrama mostramos cómo estos elementos se relacionan

entre sí. Comenzamos por la organización, la cual está inserta en el eje

tiempo/espacio de un momento histórico que corresponde a la globalización. En este

contexto, la organización-Universidad pública desarrolla, conserva o modifica una

cultura organizacional, la cual puede ser conocida a partir del estudio de la conducta

y, específicamente, de las actitudes que sus miembros presentan frente a su quehacer.

De estas conductas, la que nos interesa es la actitud de involucramiento.

41

DIAGRAMA No. 3 Categorías de análisis y unidad de análisis

Fuente: Elaboración propia

Lo que interesa a una organización es conseguir sus fines, pero dado que

éstos no necesariamente coinciden con los de sus integrantes, habrá que tener

cuidado en cómo vamos a evaluar los resultados pues, tal y como lo propone Hall

(1996), una organización puede ser efectiva o no hasta cierto grado, dependiendo de

si se evalúan restricciones, metas, grupos o marcos de tiempo. A esta consideración

habrá que añadir que en términos tradicionales la efectividad y la calidad se han

pensado en base al paradigma gerencialista, mismo que cimenta sus mediciones en

indicadores cuantificables. Por lo anterior, al tratar de aplicar este modelo al ámbito

de la educación, se debe tomar en cuenta que no puede evaluarse de la misma forma

la calidad en la producción de tornillos que la calidad en la producción y transmisión

del conocimiento.

En este contexto desarrollamos el siguiente capítulo donde mostramos

algunas de las problemáticas a las que nos enfrentamos cuando intentamos definir y

evaluar la calidad de la educación en las Universidades.

42

CAPÍTULO II LA CALIDAD APLICADA A LA EDUCACIÓN

En este capítulo abordamos la idea de la calidad aplicada a la educación.

Mostramos como este concepto, propio de un paradigma gerencialista, economicista

y eficientista, que tuvo un notable éxito en el mundo de la posguerra en el ámbito

empresarial, fue aplicado al campo de la educación superior con miras a mejorar la

crisis por la que atravesaron casi todas las Universidades en la década de los setenta.

Señalamos además algunas consideraciones respecto a lo que implica la evaluación

de la calidad, tanto en términos teóricos como metodológicos, y los resultados

obtenidos de algunas experiencias de evaluación, tanto a nivel internacional como

nacional.

La era del conocimiento

El siglo que ha terminado y el que recién comienza ha sido denominado por

algunas instituciones y pensadores como la Era del Conocimiento; ello debido al

impacto que éste ha tenido en el crecimiento económico y en el desarrollo científico

del último siglo en el que, más que en ninguna otra época, salieron a la luz inventos y

descubrimientos. En este marco, la educación se ha convertido en tema central, a ella

se le apuesta en el intento por disminuir las diferencias sociales, erradicar la pobreza,

mejorar las condiciones de salud y ambientales y, por supuesto, seguir produciendo y

reproduciendo nuevos conocimientos.

En su Informe sobre la Educación Superior del año 2001, el Banco Mundial

examina el papel de la educación superior en la construcción de la capacidad de un

país para integrarse mejor dentro de una economía, cada vez más, basada en el saber.

Por su parte, Peter Drucker (2004) señala cómo en esta era el énfasis no está puesto

ya en los recursos energéticos o en los territorios, sino en la capacidad de los países

de generar conocimientos. Lo que ahora vale es cuánto se sabe. Ello ha quedado de

manifiesto en las tendencias de administrar o valuar el conocimiento dentro de las

organizaciones.

En este contexto de conocimiento, es necesario estudiar las organizaciones

que lo generan, no sólo para describir su funcionamiento, sino también para tratar de

comprender cómo impacta la propia organización de las instituciones de educación

superior en la calidad de la educación y en la forma en que esta última es evaluada.

43

La evaluación de la calidad en la educación superior

Si bien los primeros pasos dados en la evaluación de la calidad de la

educación superior se dieron en Estados Unidos a principios del siglo XX, no

tardaron en expandirse a otras regiones. En Inglaterra las evaluaciones y las

acreditadoras comenzaron a desarrollarse en la década de los sesenta, mientras que

en Francia, en donde el control lo ejercía el estado desde la época napoleónica, fue

hasta la década de los ochenta que se desarrollaron mecanismos de supervisión de la

calidad (Martínez, 1992: 29-33).

En América Latina, la búsqueda de la calidad se inició también en la década

de los ochenta, cuando en todos los sectores de la sociedad se comenzó a hablar de

una crisis en las Universidades. Problema que se asoció, por una parte con el

crecimiento de la población y, por otra, con las crisis económicas que caracterizaron

a los países de la región en estos años (Mollis, 1999).

En México, el debate en torno a la calidad comenzó a gestarse en la década

de los sesenta. Para la siguiente década, tanto estudiosos como instituciones estaban

ya ocupándose del tema, señalando que el origen de la mala calidad educativa tenía

su génesis en dos puntos principales: por un lado, en el incremento acelerado de las

instituciones de educación superior para cubrir la demanda de un población que

crecía a pasos agigantados (4% anual para la década de 1970 según fuentes de

INEGI) y, por el otro, a la falta de preparación de los maestros. A estos factores

centrales, se añadían otras condiciones por las que atravesaba el país, las cuales

podían agravar o mejorar los resultados (Ornelas, 2006: 170-171). Sin embargo, en

términos generales, todos coincidían en que la calidad educativa iba en detrimento.

La preocupación por la calidad educativa fue tal que, a partir del gobierno

de Luis Echeverría, comenzaron a realizarse algunas acciones tendientes a mejorarla,

aunque con pocos resultados. Será hasta la década de los ochenta cuando las acciones

comienzan a concretarse, esto se evidencia en el congreso organizado por la

Universidad Pedagógica Nacional (UPN) en 1982 para abordar el tema. En esta

época, Arredondo (1983) propuso observar la calidad en la educación a partir del

análisis de sus discursos oficiales con el fin de identificar sus componentes

ideológicos. Este autor señalaba que tal característica del quehacer educativo está

estrechamente vinculada con la axiología en tanto que se le ve como algo valioso y,

por tanto, deseable. Pescador (1983), por su parte, abordó el tema de la calidad en la

44

educación básica. Tal investigador parte del supuesto de que la calidad se puede

mejorar sustancialmente si las tareas consideradas como rutinarias o tradicionales se

hacen mejor; sobre esta base propone un programa para elevar la calidad en la

educación primaria. Sin embargo, no fue sino hasta el sexenio de Carlos Salinas de

Gortari que se comenzó a concretar la búsqueda de la calidad en los programas de los

diferentes niveles educativos, es decir, casi un siglo después de que se iniciara en los

Estados Unidos.

En esta etapa conformada por las décadas de los setenta y ochenta, los

éxitos alcanzados en las industrias hicieron valorar la importancia de la calidad de los

productos en el crecimiento no sólo de las propias empresas sino también de los

países, lo que inspira a traspasar el modelo al ámbito educativo.

Las primeras experiencias de evaluación de la calidad en las instituciones

educativas de diferentes partes del mundo tenían que ver, no sólo con los cambios

que se registraban en la manera de adquirir conocimientos, habilidades y

competencias por los alumnos, sino también con el rubro de la asignación de

presupuestos a las instituciones en el marco de una crisis económica. Los Estados

comenzaron a exigir, como parte de las políticas de asignación de recursos, el

cumplimiento de una serie de indicadores que evidenciaran la calidad tanto de los

programas educativos como de sus resultados. Estas medidas reflejan como objetivo

el tratar de asegurar el máximo rendimiento de las inversiones desde un enfoque

totalmente gerencialista.

¿Cuáles serían los indicadores que buscan evidenciar la calidad? Valle

Rodríguez y Miliachi Velasco abordaron este problema desde la década de los

setenta y, por su parte, propusieron algunos criterios destinados a identificar las

variables que permitieran asignar recursos de una manera transparente y equitativa.

En su estudio identifican cuatro criterios: eficiencia terminal, satisfacción de la

demanda potencial, esfuerzo estatal de financiamiento y un cuarto criterio mixto que

engloba a los tres anteriores (Valle Rodríguez et al., 1973). En la siguiente década,

las asignaciones presupuestales seguían siendo objeto de debate (Martínez, 1989:

33), se consideraba que a partir de la asignación de recursos se trataba de imponer

una serie de políticas neoliberales determinadas tanto por el Banco Mundial como

por el Fondo Monetario Internacional (Mollis, 1999).

45

A los intentos por implementar la calidad en la educación de México,

algunos pensadores respondieron con fuerza y convicción, defendiendo dos posturas

opuestas.

Por un lado se encontraban las propuestas que algunas instituciones

educativas adoptaron y proyectaron en su promoción: la planeación estratégica, la

calidad y la excelencia. El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de

Monterrey, por ejemplo, es una de las instituciones que responde positivamente a las

modificaciones que comenzó a introducir el gobierno de Salinas de Gortari en

política educativa, innovaciones que insertaron algunas ideas de corte empresarial

(Mendoza, 2002); esto, en un intento por hacer más racional el proceso de asignación

de recursos y mejorar la eficiencia de la educación en un país que se encontraba en

crisis. En este contexto, conceptos como el de planeación estratégica, calidad,

eficiencia, reingeniería y mejora continua, comienzan a ser utilizados entonces en las

instituciones educativas como parte del discurso de los administradores. Este

discurso se toma con mucha suspicacia por parte tanto de los profesores como de los

alumnos, pero termina por imponerse.

Por otro lado, algunos intelectuales criticaban este modelo al tiempo que

también le reconocían ciertas virtudes, como por ejemplo la posibilidad real de

evaluar por primera vez el proceso educativo en México. Pablo Latapí señala a

principios de la década de los noventa: “… hoy se predica una excelencia perversa:

se transfiere a la educación, con asombrosa superficialidad, un concepto empresarial

de „calidad total‟, el cual puede ser una técnica exitosa para producir más tornillos

por hora y venderlos… pero no es ni puede ser una filosofía del desarrollo humano”

(1996a: 125).

“La escuela se convierte en fábrica eficiente” (Latapí, 1996ª: 126) es una

frase que justifica la crítica de quienes veían la introducción de los estándares

empresariales en el ámbito educativo como un mecanismo de control y

deshumanización en estos años. Al respecto, Latapí observa y se pregunta: “hoy se

emplea [el concepto de calidad] con una carga productivista que “cosifica” al alumno

y sus aprendizajes. ¿Qué es la calidad? ¿Calidad respecto a qué valores? ¿Calidad

para quién?” (Latapí, 1996: 126) reflexión que comparte con Álvarez (2003: 283).

En esta misma tonalidad, Lerche Vieira (1995) elaboró un análisis sobre las

implicaciones que trae consigo la aplicación de la tecnología en el sistema educativo,

así como la del concepto de “control de la calidad total” en la evaluación de la

46

educación universitaria en Brasil. Este investigador concluye que era necesario

repensar el concepto de calidad, tanto en su articulación con las luchas por la

construcción de la ciudadanía en Brasil, como con las nuevas exigencias de la

competitividad a nivel mundial, de manera que había que pasar del enfoque gerencial

a uno más amplio (Vieira, 1995).

Por su parte, Mollis (1999) propone que el concepto de calidad debe

definirse en la cultura y el proyecto institucional de cada Universidad, a partir de las

funciones de la enseñanza, de la investigación y de la gestión. En este sentido,

coincide con la propuesta de Latapí (1996a) cuando se pregunta ¿Calidad para quién

o respecto de qué valores? Es decir, el debate de la calidad gira en torno a dos ejes: el

primero que supondría una definición estable y universal, con criterios muy claros y

metodologías establecidas para medirla, con saberes estandarizados y obediente a

dictados emitidos por organismos internacionales. El segundo propondría una

definición más particular y acorde con la situación no sólo de los países, sino incluso

de las instituciones, con un fuerte énfasis en las condiciones socio históricas en las

que está inmersa la institución, así como una profunda reflexión sobre los fines de la

educación. Ambas propuestas, una totalmente pragmática y otra más crítica, han

estado tratando de conciliarse, lo cual se puede ver en el rumbo que han ido tomando

tanto las políticas públicas en torno a la educación como las definiciones de calidad,

las metodologías y los instrumentos utilizados para evaluarla.

Un acercamiento a la definición de calidad en educación superior en México

Si bien es cierto que ya desde la década de los 60 se comenzaba a hablar de

calidad en la educación (Martínez, 1989), no existía aún un consenso sobre lo que

debía entenderse por calidad en el ámbito educativo. De ahí que los primeros

estudios al respecto giraran en torno a tratar de definir qué se quería decir con ello.

Arredondo, por ejemplo, propuso que hablar de calidad en la educación implicaba un

proceso de definición muy fino, pues la definición no es unívoca sino multívoca y

sus significados dependerán de la posición teórica y metodológica desde la cual se

aborde (1983: 5). Este autor propone de inicio dos sentidos: como producto o como

proceso, considerando en este último los elementos y factores que intervienen en él.

Si la calidad se entiende en el primer sentido, ésta podrá medirse a través de la

contrastación entre lo que se supone que los estudiantes deberían saber y lo que

47

realmente saben y la mejora en la calidad estaría en la tecnología educativa. El

segundo enfoque es mucho más complejo, obliga a los investigadores a plantearse

una serie de preguntas que van más allá de lo que sucede en el entorno escolar, a

hacer un vínculo entre la educación y la historia, el entorno, la sociedad, las

instituciones, la filosofía y las políticas educativas (Arredondo, 1983).

Pescador coincide con Arredondo en la idea de que el concepto de calidad

es vago y ambiguo y que esto ha provocado que su tratamiento se dé a partir de

distintos ángulos. Ésta se relaciona con elementos tan variados como la disminución

en el aprendizaje con respecto del pasado, las condiciones en las que opera el

sistema, las limitaciones en la formación del magisterio, la “improvisación” en las

políticas educativas, las diferencias entre el contexto rural y el urbano, así como las

diferencias entre la educación pública y la privada (Pescador, 1983: 2). Este mismo

autor propone además dos paradigmas a través de los cuales se ha abordado el

estudio de la calidad: el “tradicional” o “economicista” que aborda la cuestión como

un problema de insumos-resultado y el paradigma “alternativo” que se centra en el

proceso enseñanza-aprendizaje y las variables que entran en juego en él (uso del

tiempo, currículo y contenidos, expectativas de los docentes respecto a los alumnos,

participación de educadores y educandos en el proceso, así como capacitación y

actualización de los profesores) (Pescador, 1983: 7).

Para la década de los noventa, los enfoques sobre la definición de la calidad

no variaron, aunque comenzaron a perder fuerza dentro del debate para dar paso al

problema de la evaluación. Ríos (1990) propuso que la calidad de la educación en

México tenía que ver con las siguientes variables: la estructura general de los planes

de estudio (los cuales estaban obsoletos tanto en contenidos como en formas de

enseñanza), la constitución de una carrera académica de formación continua que

reglamentara de forma clara los criterios de contratación, la evaluación de la

productividad tanto docente como de investigación y difusión, los ascensos y

aumentos salariales, así como la variable tiene que ver con la actitud de los docentes.

La autora parte del supuesto de que la docencia es un acto amoroso, por lo que se

requiere una determinada actitud hacia el oficio, los alumnos y el conocimiento. De

forma implícita justifica el hecho de que los profesores no tienen una actitud positiva

hacia la docencia porque éstos no participan en el diseño de los programas,

contenidos y decisiones académicas de la institución, considera que si ésta se diera,

habría un cambio en la actitud de los docentes. Finalmente, propone otra variable

48

referida a la relación entre la docencia y la investigación, tendiente a reunir a

profesores e investigadores en foros, seminarios o cursos de especialidad donde se

vinculen los resultados de la investigación con la discusión y los talleres de

formación y capacitación (Ríos, 1990).

Gómez Villanueva et al. (1990), al estudiar la calidad, proponen que ésta

está relacionada con la necesidad de vincular “científicamente” la educación a la

formación de recursos humanos para el desarrollo económico y la productividad, lo

que debería llevar a las instituciones educativas a modificar sus políticas de

planeación y evaluación, orientándolas en el sentido de la filosofía del trabajo fabril,

eficientista, optimizador y basado en la calidad del producto final. Según estos

autores, ello redundaría en el desarrollo de una pedagogía industrial o gerencial

(Gómez Villanueva, 1990: 1). Dentro de esta pedagogía, “calidad significa dominio

de contenidos de un determinado campo cognoscitivo y sus correspondientes

traducciones en habilidades y destrezas. En este sentido, el concepto de calidad se

refiere fundamentalmente al producto educativo y no a los recursos y procesos de

donde resulta” (Gómez Villanueva, 1990: 1), reduciendo con ello la cuestión

educativa a una serie de variables cuantitativas.

Los mismos autores señalan que una propuesta más integral implicaría un

cambio en el concepto, entendiendo entonces por calidad no sólo el dominio de

contenidos y habilidades orientados hacia una ocupación o puesto de trabajo, sino

también la asimilación de actitudes y conductas participativas e independientes,

imbuidas de responsabilidad y solidaridad social. Esto haría más compleja la

cuestión de la calidad y obligaría a las instituciones a abandonar la idea de calidad

como eficiencia para pasar a la de calidad en términos de instituciones recreadas con

ciertas intencionalidades. Estas últimas determinarían la concepción de calidad

educativa entendida como la capacidad democratizadora del conocimiento, la cual

giraría en torno a tres ejes: rigor, distribución y significación social del conocimiento

(Gómez Villanueva, 1990: 2).

En cuanto a la educación superior, Muñoz propone que su calidad está

representada por la medida en que las Instituciones de Educación Superior (IES)

cumplen las funciones que la sociedad les ha asignado; lo que significa que las IES

deben satisfacer cuatro criterios: relevancia, equidad, eficacia y efectividad. Muñoz

entiende por relevancia el grado en que los objetivos de la educación responden

efectivamente a las necesidades, intereses, aspiraciones y posibilidades de cada uno

49

de los sectores a los cuales se dirige. Por equidad, propone la justa distribución de las

oportunidades, tanto de acceso a la educación como la conclusión de los estudios. La

eficacia se refiere a la medida en que los objetivos propuestos se alcanzan realmente.

Por último, la eficiencia es la optimización de los recursos disponibles (Muñoz,

1991: 1-2) Esta definición, al igual que muchas otras, pone el acento en la

importancia de considerar la calidad como resultado de un proceso en el que inciden

varios actores: los educadores, los educandos, el medio, los padres de familia, los

empleadores, el Estado; es decir, la sociedad en general, cuyos actores juzgan sobre

los resultados y demandan acciones efectivas tendientes a su mejora (Brunner, 1997:

10-11).

Partiendo de las ideas anteriores, Martínez propone que la educación de

calidad es aquella que “establezca objetivos socialmente relevantes; logre que estos

sean alcanzados adecuadamente por una elevada proporción de los educandos,

ayudándoles diferencialmente para ello y cumpla con lo anterior de la manera más

económica posible” (Martínez, 1992: 20). Es importante destacar en esta definición

el fundamental papel que asigna el autor a lo “socialmente relevante”, es decir, no es

importante sólo cumplir con el logro de los objetivos, sino que éstos respondan a las

necesidades del entorno. Señala además que, para el caso de la educación superior, la

noción de calidad se complica, pues no sólo hay que poner atención en la parte

formal de la definición, sino en el contenido que se quiere dar al concepto. Así la

pregunta que este autor sugiere es la siguiente: ¿Cuáles son las necesidades del

entorno a las que debe responder la educación, las presentes o las futuras? (Martínez,

1992)

Para 1993, cuando ya existe un cierto acuerdo sobre lo que representa la

calidad, la crítica disminuye un poco y comienzan a valorarse algunas bondades de la

introducción de la idea de calidad, eficiencia y productividad en el sector educativo,

añadiendo ahora la parte de la evaluación (Mireles, 2003: 101). A estas preguntas

sobre qué se entendía por calidad, respecto de qué valores y para quién, Latapí

respondió que la calidad era la capacidad de cada persona de exigirse más y que en

ella influían diversos factores como los índices de aprobación, las calificaciones de

los alumnos, tanto de forma individual como grupal, los índices de deserción, la

eficiencia terminal y la vinculación con la comunidad. De forma que en la evaluación

de la educación debían participar no sólo los profesores, los estudiantes o los pares,

sino también los padres de familia (Latapí, 1996: 142-143 y 156).

50

Sin embargo, aspectos como la tendencia a controlar a las instituciones

educativas a través de la calidad y efectividad siguió siendo un punto de debate.

Cuando en los primeros años de la década de los noventa se trató de implementar la

evaluación de la educación superior en Argentina, casi todas las Universidades

respondieron de una forma primero reactiva y luego propositiva, argumentando que

esos mecanismos no eran acordes para controlar a instituciones autónomas e

independientes (Mollis, 1999). Esta misma reacción la encontramos aún en años

recientes. Álvarez Méndez reflexiona acerca de lo vacío que pueden resultar los

discursos sobre calidad, eficiencia y evaluación si están supeditados a una lógica

eficientista y economicista que no reconoce la parte moral y formativa de la

enseñanza. Este autor considera que hablar de calidad en la enseñanza equivale, en

definitiva, a pensar qué tipo de sociedad tenemos y qué tipo de sociedad queremos

(Álvarez, 2003: 279). Reconoce que hablar de calidad implica cuestiones macro

estructurales (políticas, económicas, filosóficas), micro estructurales (referentes a un

proyecto curricular y docente, así como al quehacer didáctico), factores internos y

externos, públicos y privados; de forma que abordarla debiera contemplar todos

éstos. Enfatiza la idea de que la calidad de la enseñanza debería estar más enfocada a

la búsqueda de la equidad, la justicia o la ecuanimidad que a la de eficiencia y

eficacia, pues estos últimos conceptos la limitan a un análisis de costo-beneficio y

obligan a la cuantificación y medición de la misma (Álvarez, 2003: 286).

La importancia de la evaluación para esta década quedó de manifiesto en

1998 cuando, a raíz de la Conferencia Mundial convocada por la UNESCO, se

establecieron algunos lineamientos en este rubro. Como parte de ellos, se buscaba

que la evaluación hiciera evidente la calidad, entendida como “el grado de

consistencia entre el contenido de la misión y la práctica diaria de la institución o

programa académico” (Orozco, et al, 2003: 80). En este marco, para alcanzar la

calidad, la UNESCO propone la capacitación y actualización de los profesores, el

desarrollo de programas que mejoren las capacidades intelectuales de los estudiantes,

la incorporación de contenidos multi e inter disciplinarios y, en general, la mejora de

todos los factores que inciden en el proceso educativo (profesores, alumnos,

programas, instalaciones, ambiente académico). Todo incluido en la idea de calidad

institucional (Delors, 1996; Mollis, 1999: 54).

51

DIAGRAMA No. 4 Relación de la calidad de la educación con los fines, paradigmas

y formas de evaluación

Fuente: Elaboración Propia

Haciendo una reflexión en torno a estas definiciones de calidad en materia

educativa, nos encontramos algunos puntos sobre los cuales es importante reflexionar

por un momento. Por un lado, la idea de la calidad aparece como contrapuesta a la

cantidad. Si por calidad se entienden aspectos relacionados con la cantidad, la visión

corresponde a un enfoque gerencial, economicista, reduccionista, que busca la

eficiencia en términos de producto y que puede ser medida con indicadores

fácilmente cuantificables como: eficiencia terminal, ingresos-egresos, ausentismo,

índices de titulación y resultados en exámenes como PISA o Enlace, entre otros. Por

el otro, si se entiende la calidad en términos cualitativos, el problema se hace más

complejo, pues la visión desde la que se abordaría es más filosófica, sociológica y

humanista. Bajo estos postulados es imposible reducir la calidad a resultados y se

pone más el acento en el proceso, lo que implicaría la multiplicación de variables e

indicadores. Ha sido en estas dos líneas generales que los estudios sobre la calidad

se han movido y en torno a los cuales se han diseñado las políticas educativas.

El análisis cronológico de las propuestas anteriores en torno a la definición

del concepto de calidad en educación en México nos ha mostrado como,

históricamente, estos paradigmas han estado moviéndose. Primero, se observa un

enfoque cualitativo producido por el humanismo vasconcelista en los años

52

posteriores a la revolución y casi mitificado en las misiones educativas del

cardenismo. Luego vemos un enfoque gerencial en los años cincuenta, sesenta y

setenta, que pone el acento en la cobertura de la demanda educativa. De nueva

cuenta, en la década de los ochenta se replantean algunas cuestiones cualitativas

evidenciadas en la necesidad de evaluar no sólo resultados sino procesos. Esta

tendencia se mantuvo hasta la década de los noventa para, en años recientes, virar

nuevamente a un enfoque cuantitativo, manifiesto en el énfasis del Estado por lograr

la cobertura de estándares e indicadores como condición para el otorgamiento de

financiamiento a las instituciones educativas.

Así pues, un acercamiento al estudio de la calidad de la educación superior

implicaría en primer término optar por una de estas visiones. Para el caso de México,

desde la perspectiva del Estado, y en consonancia con los dictados internacionales en

esta materia, el camino que se ha seguido es el de corte cuantitativo, tal y como

queda de manifiesto en los planes y programas que se han diseñado para la elevación

de la calidad educativa de las IES del país.

53

TABLA No. 3 Paradigmas en torno al estudio de la calidad de la educación

TIPO DE

PARADIGMA PARADIGMA GERENCIAL

PARADIGMA

ALTERNATIVO

Visión de la educación Visión gerencial, economicista Visión filosófica, sociológica,

humanista

Énfasis Cuantitativo (acceso a más

personas)

Cualitativo (mejora en el

proceso del conocimiento)

Enfoque Reduccionista Heurística

Medición de la calidad Resultados Procesos

Privilegia Medios Fines

Instrumentos de

medición

Evaluaciones (PISA,Enlace),

eficiencia terminal, ingresos-

egresos.

Múltiples variables que

incluyen maestros,

estudiantes, empresarios,

entorno, etc.

Fuente: Elaboración propia

Programas internacionales para el mejoramiento de la calidad educativa

A nivel internacional existen diferentes instituciones y organismos que están

relacionados con la educación, casi todos fundados al término de la Segunda Guerra

Mundial. Entre ellos podemos mencionar algunos emanados de la Organización de

las Naciones Unidas (ONU), como la Organización de las Naciones Unidas para la

Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) o surgidos como organismos

autónomos paralelos como el Banco Mundial (BM), la Organización de Cooperación

para el Desarrollo Económico (OCDE) o el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Uno de los principales organismos internacionales relacionados con el tema

de la educación y la calidad es el Banco Mundial (BM), el cual, desde la década de

los ochenta, ha estado señalando algunas de las vías por las que debiera transitar la

educación para convertirse realmente en una herramienta en el combate a la pobreza

y el desarrollo. Tales directrices emanan de las investigaciones que realiza el FMI, de

éstas se desprende una serie de proyectos a los que se destinan fuertes sumas de

dinero, siendo el BM la principal fuente de financiamiento externo de los países en

54

vías de desarrollo al aportar cerca de 1.5 billones de dólares anuales (Maldonado,

2000: 55).

Maldonado señala que los ejes rectores de las políticas que el BM ha

propuesto en materia educativa giran en torno al mejoramiento de la educación en

todos sus niveles. Estas políticas pretenden garantizar el acceso a la educación a las

mayorías, además de buscar la equidad, la eficiencia interna, la calidad, nuevas

fuentes de financiamiento, la internacionalización, competencias deseables y una

administración transparente.

Se observa entonces que para el caso de la educación superior, los ejes

específicos para evaluar la calidad serían: el financiamiento, la calidad, la

administración, la internacionalización de las políticas educativas y la mejora en los

resultados.

El Banco Mundial señala entre sus propuestas el nuevo papel que deberá

asumir el Estado como un ente regulador que establezca el marco en el cual se

desempeñarán las instituciones de educación superior: “esbozando los requisitos

mínimos de calidad… el desarrollo de mecanismos que aseguren la calidad (por

ejemplo, mecanismos de evaluación, inspección, exámenes nacionales,

establecimiento de listas de resultados y publicación de información)” (Informe BM,

2001: 106).

Como parte de la ayuda que brinda el BM a los países que implementen

reformas educativas, y cuyos gobiernos cooperen en el proceso, están los Préstamos

de Programa Ajustable (APL por sus siglas en inglés), el cual se brinda a los países

que ya tienen un marco estratégico y expectativas de estabilidad política. También se

tienen los Préstamos de Asistencia Técnica (TAL), usados para formular estrategias

de reforma o generación de consensos. Por último, los Préstamos para el Aprendizaje

y las Innovaciones (LIL), utilizados para poner a prueba las innovaciones antes de

ser reproducidas a mayor escala (Informe BM, 2001: 110).

Cada una de estas formas de ayuda se diferencia además por el tipo de país

al cual va destinada, pues el BM ha establecido algunas categorías de países: “en

transición”, “de bajos ingresos” y “países pequeños”. En todos los casos, lo que se

pretende es apoyar el mejoramiento de la calidad de la educación superior, pues se

considera que a través de ella se puede reducir la brecha entre los más pobres y los

más ricos, disminuyendo con ello los índices de pobreza a nivel internacional.

55

Otro organismo internacional que tiene su mirada en la educación superior

es la UNESCO, que se encarga de realizar estudios prospectivos, transferencias e

intercambios de conocimiento, criterios y escenarios de acción, cooperación técnica

y de expertos e intercambio especializado de información. En este sentido, la

UNESCO emite recomendaciones y apoya en la realización de estudios pero no

otorga financiamiento a proyectos. Lo mismo sucede con la OCDE, la cual desarrolla

sus actividades poniendo en relación a sus expertos con los gobiernos de cada país

para que juntos lleven a cabo las recomendaciones señaladas de la UNESCO, el BM

o la propia OCDE.

A partir de la década de los noventa, la UNESCO comenzó a convocar a los

especialistas en educación a participar en conferencias para establecer acuerdos y

compromisos relacionados con el tema de la educación. Entre los aspectos más

recurrentes se hablaba de la equidad en el acceso a la educación, con el objetivo de

que ésta realmente fuera para todos, así como de la calidad de la misma. Un primer

resultado quedó plasmado en el Informe sobre la educación hacia el siglo XXI que

entregó la comisión encabezada por Delors en 1996. Este trabajo se consideró como

base en la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior convocada por la

UNESCO y celebrada en París en 1998. En esta conferencia, que fue el resultado de

un amplio trabajo de expertos durante por lo menos los tres años anteriores, se

discutieron temas como la pertinencia, la calidad, la gestión y el financiamiento, así

como la cooperación (Díaz, 1998); temas que también aparecen como centrales en

los proyectos del Banco Mundial.

Como resultado de esta conferencia, la UNESCO propuso un modelo

conocido como UNESCO/RAP (UNESCO/Reporte de Autoevaluación de

Programa). Dicho modelo constituye una propuesta de evaluación de programas de

educación superior que pueda guiar a las instituciones en la elaboración de sus

autoevaluaciones, lo que les permitiría mejorar sus procesos en tres áreas: en el

servicio público, en la efectividad de las instituciones y programas académicos, así

como a elevar la calidad (Orozco, et al., 2003: 79).

Así mismo, en el marco de esta conferencia se llevaron a cabo cinco

reuniones regionales. La que correspondió a América Latina (La Habana, 1996)

evidenció que “en la región no existen aún mecanismos claros de acreditación y, por

ende, la calidad es un tema objeto de múltiples debates” (Díaz, 1998). Otro espacio

en el que quedó manifiesta la importancia de la calidad fue el Foro Mundial sobre la

56

Educación realizado en Dakar (2000) en donde se señalaba explícitamente que uno

de los objetivos era velar porque antes del 2015, todos los niños que se encuentran en

situaciones difíciles puedan tener acceso a una enseñanza gratuita y de buena calidad

(Perfiles, 2000: 121).

Impulsados por los programas emanados de estos organismos

internacionales, los diferentes Estados también comenzaron a desarrollar sus propios

programas para el mejoramiento de la calidad educativa. En Argentina estos procesos

comenzaron a finales de los años ochenta y se consolidaron en los noventa (Mollis,

1999). En España, el proceso se inició en la misma época, de forma que para el año

2001, el Congreso de los Diputados aprobó la Ley Orgánica de Universidades; entre

sus propósitos destacamos el de “alcanzar una Universidad moderna que mejore su

calidad, que sirva para generar bienestar y, que en función de mayores niveles de

excelencia, influya positivamente en todos los ámbitos de la sociedad” (Ley Orgánic,

2001: 99). Para garantizar la mejora de la calidad, la ley prevé además la creación de

la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, con lo que

establece nuevos mecanismos para el fomento de la excelencia. Esto tendría que

repercutir tanto en la calidad del profesorado como en la calidad de la gestión (Ley

Orgánica, 2001: 100).

En este marco, se crea en el año 2000 el Programa Internacional para la

Evaluación de los Estudiantes (PISA por sus siglas en inglés), lo que hoy conforma

uno de los indicadores utilizados para evaluar la calidad de los estudiantes a nivel

internacional.

Por su parte, la Unión Europea firmó en 1999, a través de sus ministros de

educación, un programa conocido como el Plan Bolonia, tendiente a homologar la

educación superior en toda la región. Sus objetivos fundamentales son: mejorar la

calidad, incrementar la movilidad, atender a la diversidad y aumentar la

competitividad. La puesta en marcha del plan, que no ha quedado exenta de críticas y

rechazos, ha implicado la modificación de planes y programas, pasando de los

modelos tradicionales a un sistema de créditos, a una nueva forma de organizar los

grados y a obligar a los países firmantes a certificar sus programas para garantizar la

calidad y la uniformidad de los profesionistas en toda Europa.4

4 La puesta en práctica de este Plan, sobre todo en España, ha generado un sin número de

manifestaciones estudiantiles cuestionando el modelo como una herramienta más del neoliberalismo.

57

Programas nacionales para el mejoramiento de la calidad educativa

En México, la búsqueda de la calidad educativa quedó manifiesta en la

creación de programas para su mejoramiento, estos programas se diseñaron a partir

de factores que tanto los organismos internacionales como los propios Estados

identificaban como problemas. Estas medidas han generado la producción de

investigaciones que permiten conocer su funcionamiento.

Los resultados de las investigaciones que sobre la calidad de la educación se

han realizado en el país señalan distintas vertientes. Se destaca, entre éstas, la mala

calidad como resultado de la falta de preparación de los profesores (Ornelas, 2006:

171). Durante el sexenio de Miguel de la Madrid, esta problemática intentó ser

paliada, por un lado, con la creación de la Licenciatura en Educación Primaria (que

implicó la prolongación de los años de estudio puesto que se planteó como requisito

previo el cursar la preparatoria) y, por otro lado, con la puesta en marcha de

programas para licenciar a los maestros que ya fungían como tales. Otra vertiente

apuntaba que la mala calidad era resultado de la inadecuación de los programas de

estudio respecto de la realidad social de un país en vías de modernización e

industrialización. Una más indicaba que la mala calidad era resultado de la expansión

demográfica del alumnado, lo que impedía a las instituciones satisfacer

adecuadamente a la creciente demanda (Gómez Villanueva, 1990; Maldonado, 2000:

62; Winkler, 1994: iii-vii). La mala calidad también fue vista como resultado de la

prolongada crisis económica que aquejaba al país desde la década de los setenta y

que se acentuó en la de los ochenta. En este marco, las medidas que se propusieron y

quedaron plasmadas en la política nacional educativa, y los programas de ella

emanados, tendieron a garantizar no sólo el acceso a la educación sino también a que

ésta fuera de calidad; al mismo tiempo, se impulsó la necesidad de vincular a las

Universidades con su entorno y a buscar esquemas de financiamiento y estímulos

que les permitieran crecer (Gómez Villanueva, 1990: 3).

La década de los setenta se conforma como un parteaguas nacional. El

cambio de rumbo de México se hizo evidente no sólo en la planeación del

crecimiento poblacional sino también en otros ámbitos como el de la educación. La

búsqueda de la calidad, considerada como un elemento fundamental para el

Al respecto existen numerosas páginas de Internet en los que se informa y discute el plan. Para

conocer más del plan puede consultarse Mora, José Ginés, (2002), “EL modelo educativo universitario

tras el proceso de Bolonia”, disponible en formato PDF en Internet.

58

desarrollo del país, hizo virar la política educativa, tal como quedó manifiesto en el

Plan Nacional de Educación Superior, formulado inicialmente en Puebla en 1978 y

más tarde en Morelia en 1981 (Arredondo, 1983: 6). Entre las propuestas más

significativas del Plan, se destacan las relacionadas con la evaluación de la calidad

tanto de los estudiantes como de los profesores, también se propone el mejoramiento

de la planta docente, de los servicios de apoyo, de los contenidos, de los métodos y

las técnicas de enseñanza, de la investigación y de las instalaciones.

Como resultados de este plan se tiene la creación del Sistema Nacional de

Investigadores (SNI) en 1984 y, a finales de 1989, la creación de la Comisión

Nacional para la Evaluación de la Educación Superior (CONAEVA), inserta esta

última dentro de la Comisión Nacional para la Planeación de la Educación Superior

(CONPES). En esa misma década se forma también el Fondo para la Modernización

de la Educación Superior (FOMES), el cual tenía como finalidad financiar proyectos

de calidad y modernizar la infraestructura de las instituciones. También surgió

SUPERA, el Programa para la Superación del Personal Académico. Algunos de estos

programas lograron sobrevivir y en la actualidad siguen funcionando.

Durante el sexenio de Miguel de la Madrid, también se crearon algunos

programas para mejorar la calidad educativa. Entre ellos estaba el Programa

Nacional de Educación Superior (PRONAES) que se erigió como un instrumento de

apoyo financiero a proyectos de superación académica de Universidades estatales, las

cuales habían sufrido notables deterioros a causa tanto del crecimiento desmedido de

su matrícula como de la crisis económica que enfrentaba el país. Este programa, que

tuvo que enfrentar serias dificultades, logró subsistir hasta el siguiente sexenio. Por

su parte, el Programa Integral para el Desarrollo de la Educación Superior

(PROIDES) surge con la mira de superar las limitaciones del PRONAES, procurando

que su cobertura vaya más allá de las Universidades públicas (Mendoza, 2002).

Uno de los ejes rectores en torno al mejoramiento de la calidad educativa en

México quedó expresado en el Acuerdo Nacional de Modernización. Es éste se

establecieron los mecanismos para la evaluación de profesores, investigadores,

instituciones y programas educativos a nivel profesional, mientras que para el nivel

básico se introdujo la figura de la “carrera magisterial” que tenía como objetivo

“elevar la calidad de los servicios educativos reconociendo y estimulando la labor de

sus mejores maestros”. En este contexto, aparece también la figura de los Exámenes

Nacionales Indicativos de Ingreso a las Licenciaturas (EXANI) y el Examen General

59

de Calidad Profesional. Los primeros pretendían garantizar el acceso a la

Universidad de estudiantes con ciertos elementos mínimos comunes a todos, tratando

de estandarizar el perfil de los ingresados. El segundo intentaba garantizar ciertos

conocimientos mínimos del egresado, haciendo énfasis en la evaluación de los

resultados más que en los procesos.

Por su parte, en el Programa para la Modernización Educativa 1989-1994, la

calidad también jugó un papel relevante, tal como quedó de manifiesto en los

objetivos que se propuso. Entre éstos se busca el establecimiento de criterios de

excelencia para el ejercicio académico, así como el impulso de evaluaciones que

permitieran establecer niveles de rendimiento, de productividad, de eficiencia y de

calidad (Martínez, 1992: 16; Maldonado, 2000: 67); criterios que concordaban con

los requerimientos que se estaban proponiendo desde el exterior (Díaz, 1999: ii),

tanto por los organismos rectores como por las condiciones económicas globales

imperantes (Mendoza, 2002).

Los primeros resultados emanados de los exámenes indicativos de ingreso y

de fin de carrera (aplicados en la década de los noventa) fueron poco halagüeños para

el país en general y el sistema educativo en particular. En todas las pruebas

aplicadas, sobre todo en instituciones públicas, los resultados fueron de reprobación,

colocándose el promedio de calificación entre 3 y 4 sobre 10 (Latapí, 1996: 149 y

151). La aparición de estas cifras generó un intenso debate que iba desde el

cuestionamiento de los instrumentos hasta la desacreditación de los profesores. Tales

resultados hicieron más apremiante la necesidad de regular más eficientemente el

proceso educativo, de evaluar permanentemente a los actores y de crear las

instituciones que se encargarían de efectuar estos procesos para mejorar la calidad.

Así nacen en 1994 el Centro Nacional de Evaluación para la Educación

Superior A.C. (CENEVAL) y los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de

la Educación Superior (CIEES). De esta manera, en los años noventa, el estado

mexicano pasó de ser un estado planificador a un estado evaluador. “La evaluación

adquirió entonces un nuevo estatus en el lenguaje de la educación superior; se

convirtió en centro de la polémica de los estudiosos, en un deber para las

instituciones y en un instrumento de control para el Estado” (Mendoza, 2002, citado

en Mireles, 2003: 104; Álvarez, 2003: 301).

En 1994, la OCDE publicó el texto sobre Políticas nacionales de la ciencia

y de la tecnología en México, estudio que tuvo un fuerte impacto sobre las políticas

60

educativas. Entre los puntos que destacaban estaba, en primer lugar, la cuestión de la

calidad y la necesidad de evaluar, acreditar y certificar a las instituciones, a los

profesores y a las profesiones. Este trabajo, en total consonancia con los nuevos

objetivos del Estado mexicano, vino a consolidar la línea en torno a la evaluación.

Este ejercicio se ha estado realizando a partir de entonces y pretendió ser fortalecido

con la creación del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica

(CONALEP), mismo que se ha convertido también en una organización

certificadora. El proyecto pudo llevarse a cabo gracias al financiamiento del BM, uno

de los principales impulsores de la idea de la calidad y la evaluación.

Las soluciones propuestas, tanto por el Banco Mundial como por el Banco

Interamericano de Desarrollo (BID) (que sigue en muchos puntos las

recomendaciones del BM), en materia de calidad tienden a mantener el control,

señalando tres puntos fundamentales:

a. La “competencia” respecto de los recursos fiscales,

b. la implantación de mecanismos de evaluación a todos los niveles, cuyos

resultados permitirían condicionar recursos, concursar por obtenerlos,

mejorar los estándares de eficacia y productividad en materia de

investigación y proponer mejoras en los programas de estímulos tanto a

alumnos (becas) como a profesores y, finalmente,

c. internacionalización, tanto de programas como de profesores.

Por otra parte, el BM intenta asegurar que los financiamientos a las

Universidades sean productivos al establecer criterios para otorgarlos a

partir de tres indicadores: insumos, productos y calidad.

Derivados de las ideas de garantizar ciertos conocimientos y habilidades

mínimos en los profesionistas, las Universidades y las carreras profesionales se

insertaron en procesos de certificación que llevan a cabo organismos externos. Este

ejercicio permite a las instituciones además de validar la calidad de sus egresados,

realizar labores de monitoreo y seguimiento; así la evaluación y la acreditación se

convierten a partir de este momento en una de las prioridades de la política

educativa en México.

Con el gobierno de Vicente Fox, la política educativa se diseñó a partir de la

formación de grupos de trabajo, quienes propusieron las “Bases para el Programa

Sectorial de Educación 2001-2006”. Éstas recogen las exigencias que en materia de

61

educación proponen tanto los organismos internacionales como la UNESCO o el

BM, como las que se detectan en el interior del país. Así, entre los ejes rectores se

encuentra el de mejorar la calidad educativa, ampliar la cobertura, buscar la

pertinencia y la equidad de la misma (Díaz, 1999).

Dentro de la política educativa del gobierno de Felipe Calderón, expresada

en el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2012, la cuestión de la educación ocupó un

lugar poco destacado, integrado más bien en el eje “Igualdad de oportunidades”,

considerando que la educación es una herramienta útil en la lucha contra la pobreza.

Bajo el rubro de “Transformación educativa” se agrupa la información del sector en

cinco áreas: atención a la demanda educativa, elevación de la calidad educativa,

reducir las desigualdades regionales, impulsar el desarrollo y utilización de nuevas

tecnologías en el sistema educativo y promover la educación integral de las personas

en todo el sistema educativo (Este País, No. 199, Octubre 2007: 40). En lo que

respecta a la calidad, el Plan actual se enfoca más a la aplicación de evaluaciones

como los exámenes PISA, Enlace o los resultados de programas federales como el

Programa Integral para el Fortalecimiento Institucional (PIFI), cuyas tendencias son

marcadamente cuantitativas, dejando de lado los elementos que tienen que ver más

con lo cualitativo, igualmente importantes.

Durante este sexenio, también se ha intentado poner en marcha un nuevo

programa: Alianza por la calidad de la educación para el nivel básico, el cual tiene

como finalidad

“generar los acuerdos que se requieren para que nuestro sistema educativo

responda desde la transformación de la educación básica y su articulación con los

otros niveles –inicial, medio superior y superior-, a las necesidades de un país que

puede y debe ubicarse entre las diez principales economías del mundo cuyo legado

cultural es singular y vigente frente al entorno globalizado del siglo XXI” (Canalseb,

2008).

Dicho programa también “pretende desaparecer la imagen negativa que el

magisterio y el sindicato de maestros tiene, así como elevar los niveles de calidad

para que nuestros profesionistas estén a la altura de los socios comerciales” (Idem).

Para ello, los profesores deberán certificarse sometiéndose a exámenes y tratando de

erradicar algunos vicios en la asignación de plazas y privilegios. Tal acuerdo,

celebrado con el sindicato de maestros encabezado por Elba Esther Gordillo, ha sido

62

causa de movilizaciones y paros, los cuales pusieron en riesgo el año escolar 2008 en

algunos estados como Morelos.

La evaluación de la calidad de la educación

A partir de mediados de la década de los noventa, los estudios sobre calidad

giraron de la discusión sobre el significado del término y la pertinencia de su

aplicación en la educación a la discusión sobre las formas más adecuadas de

evaluarla, de sus alcances y sus límites (Orozco Silva et al., 2003).

La evaluación de la calidad de la educación no es un asunto fácil. En primer

lugar, habría que distinguir entre los dos grandes enfoques posibles desde los cuales

se puede abordar el problema: el paradigma gerencial o el paradigma alternativo.

Desde la perspectiva del paradigma gerencial, que han adoptado el Estado,

las instituciones certificadoras e incluso algunas Universidades, el proceso parece

muy simple, pues parte del supuesto (emanado de la administración de empresas) de

que si se mejoran los insumos, como consecuencia se mejoran los productos. Desde

este enfoque, según Vieira (1995), la participación, el compromiso y el poder

decisorio de los participantes son elementos clave en el modelo gerencial propuesto

por el paradigma de la “calidad total” al estilo japonés; donde el énfasis está puesto

en la medición estadística de variables cuantitativas.

Sin embargo, hay autores que han señalado algunos problemas respecto de

este tipo de evaluaciones. Nos muestran cómo, en una organización burocrática, la

evaluación se torna en una formalidad que carece de significación para los fines de la

institución y pierde sentido como elemento para la toma de decisiones (Lafourcade,

1983: 31). Esta pérdida de sentido se da además tanto en el ámbito de las

instituciones, en particular, como en el de las regiones, los distritos o incluso los

países, en general, pues a pesar de que se generan algunos datos con fines

estadísticos, la veracidad de tales informes es poco fidedigna. Desde esta perspectiva,

los resultados arrojados por los estudios aplicados a las Universidades han mostrado

que el proceso de traspolación “empresa-escuela” no es tan simple y que en la

calidad de la educación intervienen no sólo variables cuantitativas sino también

muchos otros factores relacionados con la periodicidad de las evaluaciones, los

recursos destinados a estos ejercicios o la capacidad para tomar decisiones de

63

quienes están en los puestos claves. Ante tales limitaciones, Lafourcade (1983)

propone un modelo de organización para las Universidades basado en logros y añade

una propuesta de evaluación.

En este mismo sentido, Latapí hace una crítica a los modelos de evaluación

de perspectiva cuantitativa, señala que el basarse solamente en los indicadores

cuantitativos como la eficiencia terminal, la deserción, aprobación o promedios, no

son indicadores que puedan reflejar el incremento de la calidad. Este autor considera

que en la aprobación, el promedio o la deserción, pueden incidir otros elementos que

van desde la manipulación estadística hasta las apreciaciones subjetivas de quienes

realizan la evaluación (Latapí, citado en Ornelas, 2006: 173).

Otro de los autores que coincide con este argumento en Charlot (1994),

quien deja ver una preocupación por la tendencia a privilegiar el empleo de métodos

cuantitativos en la investigación sobre la calidad en la educación. Este investigador

afirma que si bien las mediciones pueden ser necesarias, a veces no son suficientes

para orientar las políticas de educación y la toma de decisiones innovadoras para

generar cambios importantes en materia de calidad educativa.5 Este mismo autor

señala que la concepción “tradicional” del mejoramiento de la calidad se reduce a la

disminución de las tasas de deserción, aumento de la matrícula o aumento de otros

indicadores, como eficiencia terminal o titulación, limitando la calidad a un término

estrictamente cuantitativo. Sin embargo, apunta, tales métodos no siempre son útiles

para dar cuenta de una realidad que está en constante transformación, propone así dar

un salto de lo cuantitativo a lo cualitativo, pasar del dato duro a la explicación y,

mejor aún, a la comprensión de este fenómeno (Charlot, 1994: 3).

La investigación sobre la calidad en la educación superior implicó reconocer

que el problema no era monocausal sino, por el contrario, que presentaba múltiples

aristas y posibilidades de enfoque, dependiendo de dónde se ponía el acento. Así, si

se parte de la idea de que la calidad es el resultado de la interacción de diversos

actores (principalmente maestros y alumnos, pero no únicamente pues éstos están

influidos por la institución, el medio, los recursos, la formación, etc.), su estudio

debe contemplar todos estos elementos.

5 En esta línea se pueden ubicar algunos trabajos como el de Escandón Domínguez, quien propone un

análisis prospectivo en función del crecimiento de la matrícula en las Universidades privadas,

destacando el impacto que este crecimiento ha tenido en la calidad, señalando que, en un futuro, las

instituciones de educación en general entrarán en un proceso de competencia como todas las del sector

servicios, lo que obliga a estas instituciones a mejorar su calidad pues será éste el indicador que

determinará el éxito o fracaso de las instituciones (Escandón, 1991, p. 1-5).

64

Por su parte, Muñoz (1991:3) propone tratar el problema de la calidad

educativa en México a partir de tres raíces: La primera está conformada por una

estructura salarial, una disponibilidad de oportunidades ocupacionales y una

distribución del prestigio. La segunda, por la capacidad de las instituciones de

fomentar en sus estudiantes las actitudes y habilidades requeridas para el aprendizaje

de las ciencias y los lenguajes simbólicos; esto con el fin de generar los recursos

humanos que el país necesita para desarrollarse en el campo de la ciencia aplicada y

la tecnología. Finalmente, la tercera raíz debe evitar el crecimiento anárquico de la

oferta educativa, puesto que algunas IES han decidido incrementar sin restricción la

matrícula en carreras sólo por el hecho de que exigen menos recursos (Muñoz, 1991:

3).

Desde esta perspectiva, la búsqueda de la calidad está ligada no sólo a las

posibilidades de crecimiento económico en un entorno globalizado sino también al

desarrollo de las áreas del conocimiento que este crecimiento requiere. Sin embargo,

esta propuesta deja de lado a las ciencias sociales, puesto que sus investigaciones no

generan recursos, empleos y tecnología, ni dan prestigio y además consumen

recursos que bien podrían aplicarse a otras áreas.

Martínez (1992), por su parte, propone que evaluar la calidad en la

educación superior supone un complejo problema por todas las variables que pueden

incidir en ella, desde la evaluación de los docentes, de los alumnos y de los

programas, hasta la de los instrumentos, el currículo, la cobertura, la eficiencia, la

eficacia, etc. En este sentido, el autor propone hacer un trabajo de delimitación muy

preciso para evaluar la calidad (Martínez, 1992: 23).

Por su parte, Frans von Vught señala que el concepto de calidad de la

educación superior es un concepto imposible de definir de modo unívoco y

homogéneo, dada su naturaleza política, multidimensional y subjetiva. Ante esta

imposibilidad de definición precisa, tratar de medirla implica tomar en cuenta una

serie de criterios que se cruzan e interactúan entre sí; por esta razón, afirma, “un

ranking de instituciones basado en una escala unidimensional constituye una

herramienta insuficiente y perjudicial para evaluar la calidad institucional” (citado en

Mollis, 1999: 56).

En este contexto, Silver (citado en Mollis, 1999: 56) plantea nuevos

enfoques respecto del problema de la evaluación y al mismo tiempo cuestiona los

alcances de los sistemas de medición en uso, se pregunta si no servirán sólo para

65

satisfacer los requerimientos de las acreditadoras o para generar conformismo;

preocupación que más tarde compartirá Orozco (2003: 78). El mismo Silver observa

que cuando las evaluaciones no tienen como objetivo controlar la organización, éstas

pueden beneficiar los procesos para generar confianza y madurez institucional.

Otro problema asociado a la evaluación es la distinción que proponen

algunos autores entre evaluación y acreditación (Orozco, 2003). La primera gira más

en torno a la autorregulación, la segunda al control y vigilancia por parte de los

gobiernos. Respecto de la evaluación Orozco distingue tres categorías:

autoevaluación, evaluación por pares y evaluación por organismos correspondientes,

sin descontar las posibles diferencias metodológicas que se pueden utilizar en cada

una de ellas o el punto focal que se evalúe. La evaluación se presenta además como

la base para la acreditación, la cual no es definitiva sino que está sujeta a

temporalidades, esto con el fin de garantizar la adecuación de los programas,

currículas, prácticas, etc., con las demandas del entorno (Mollis, 1999: Orozco,

2003).

Álvarez, por su parte, también advierte sobre los problemas que entrañan los

intentos por “atrapar” la calidad y someterla a cuestiones cuantificables, “reduciendo

lo que de valor posee a convenciones y artificios” (Álvarez, 2003: 303).

Ante este problema, la búsqueda de metodologías adecuadas para evaluar la

calidad se torna crítica en tanto que sus resultados pueden ser utilizados con fines

políticos e ideológicos y no solamente de mejoramiento del proceso formativo. Es

necesario, como lo hemos visto, que se considere un gran número de variables e

indicadores, tanto de carácter cuantitativo como cualitativo, si se quiere aprehender

la calidad no sólo en términos de la racionalidad económica sino también en términos

de la racionalidad educativa.

En todo caso, tanto la evaluación como la acreditación, esta última como

punto final en el reconocimiento de la calidad, han sido utilizadas por los gobiernos

no sólo para asegurar ciertos estándares mínimos, sino también para asignar recursos

e incluso planificar.

Como crítica a la visión de la medición de la calidad educativa desde la

perspectiva de la economía, Santoyo (2000), siguiendo a Edgar Morin (1995), ha

propuesto un cambio de perspectiva. Desde esta mirada economicista, dice, “se

privilegia el desarrollo de la economía sobre el desarrollo humano, o en todo caso, se

hace depender al segundo del primero; es decir, las utilidades y la rentabilidad de la

66

educación superior se anteponen a las necesidades del desarrollo social y

comunitario” (Santoyo, 2000: 55). En esta línea, el problema no está en la búsqueda

de la calidad, sino en lo que ya preguntaba Latapí a principios de la década de los

noventa: ¿Calidad para quién y para qué? Así, Santoyo (2000) propone poner el

énfasis en el proceso y no en el producto.

Siguiendo el modelo propuesto por la UNESCO, a la búsqueda de la calidad

educativa y los programas que se diseñen para alcanzarla deben ir aparejados los del

servicio público, que es el que responde, en última instancia, por la calidad de la

educación y la efectividad. Según la UNESCO, la efectividad consiste “en la

capacidad de la institución y del programa para cumplir con los objetivos que se

propone y proceder a ello con una máxima optimización de los medios y recursos de

que dispone” (Orozco, et al., 2003: 80).

En cuanto a la eficacia, Álvarez (2003) observa que ésta, aplicada a lo

educativo, se asocia con la inmediatez. En una definición trivial dice: la eficacia se

entiende como lo que consume poco tiempo para dar unos resultados determinados

(Álvarez, 2003: 288) y, haciendo una metáfora, señala que es querer cortar los frutos

antes de que estén maduros. Así, en educación es muy difícil querer medir la calidad

con estos indicadores, pues responden a otra lógica, la cual puede ser incluso

antagónica. Por ello, la eficacia tendría que redefinirse en términos prospectivos y

estar ligada a principios morales de actuación que den legitimidad al ser (Álvarez,

2003: 291).

Respecto de la efectividad y eficacia (estas dos variables utilizadas para

estudiar la calidad en la educación), se ha señalado el bajo nivel que se tiene en

México. Las estadísticas generadas por distintas instituciones del país, así como por

organismos evaluadores internacionales, han mostrado que se es poco efectivo no

sólo en el uso de los recursos materiales, sino también en la generación de actitudes,

habilidades y competencias de los estudiantes y de los profesores (Muñoz, 1991: 4).

Algunos estudios realizados al respecto han mostrado, además, que la eficacia está en

relación con variables como el estrato social del que proceden tanto los maestros

como los alumnos o sus posibilidades de acceso a la educación. Sin embargo, a decir

de Santoyo, la calidad de las instituciones no sólo está en función de la eficiencia y

eficacia con que realicen sus funciones sustantivas y en la capacidad de sus

egresados, sino principalmente en la trascendencia social de sus fines y en la

capacidad de vincularse con los sectores sociales y productivos (2000: 56).

67

En educación se iniciaron los primeros estudios en torno a la eficacia apenas

en la década de los noventa, cuando se introdujo la idea de la “carrera magisterial”

(Latapí, 1996: 135). La introducción de la “carrera”, supuso la necesidad de evaluar a

los profesores, algo que no se había hecho nunca. Entre los estudios que se hicieron,

la mayoría de ellos fueron, a decir de Latapí (1996), desde la perspectiva cuantitativa

con rasgos fácilmente medibles como la edad, el sexo, el grado académico, la

antigüedad y el salario. Otros, en menor cantidad, se enfocaron a cuestiones

cualitativas que observaban el desempeño en el aula, se realizaban entrevistas con

técnicas antropológicas, historias de vida, la relación de los docentes con sus

alumnos, etc. Los resultados de estos estudios serían básicos para medir la “calidad

educativa” desde diferentes perspectivas. En este contexto, los investigadores que se

inclinan por una visión más humanista plantean sus dudas respecto a qué se evaluaría

y quién evaluaría, pues en función de esto es que se privilegiaría la parte “formal”

(con un enfoque cuantitativo) de la calidad o la parte “sustancial” (con un enfoque

cualitativo) de la misma.

Esta disyuntiva, que no ha sido del todo resuelta, sigue manifestándose en

los estudios sobre calidad y evaluación de la calidad que se hacen hasta nuestros días.

Estudios que además son utilizados con distintos fines; los de carácter cuantitativo

tienden a ser más utilizados por los programas gubernamentales ya que sus fines son

fundamentales para competir por recursos, mientras que los de corte cualitativo se

utilizan más para la toma de decisiones al interior de las instituciones, así como para

la planeación interna.

68

DIAGRAMA No. 5 Factores que inciden en la calidad de la educación

Fuente: Elaboración Propia

Tipos de evaluación de la calidad según la metodología utilizada

Martínez (1989) elabora algunas categorías para dividir los diferentes tipos

de evaluación que se pueden realizar. En primera instancia distingue dos grandes

grupos: los macro y los micro. Luego, en una segunda categoría, ubica las

evaluaciones según quién las realiza, subdividiéndola en dos: las autoevaluaciones y

las acreditaciones, estas últimas realizadas por organismos certificadores.

Finalmente, una tercera categoría tienen que ver con los propósitos de la evaluación.

Dentro de la primera categoría, los estudios macro hacen referencia a

trabajos que intentan evaluar la aportación de las instituciones educativas en términos

económicos, privilegiándose estudios relacionados con el capital humano o de

requerimientos de mano de obra, así como los cálculos de costo-beneficio, lo cual ha

derivado directamente sobre el problema de la calidad para justificar las inversiones.

Desde la perspectiva micro, los primeros estudios, a decir de Martínez,

cayeron en la subjetividad, pues las definiciones utilizadas de calidad dependían

fundamentalmente de la idea de “prestigio” expresada por los “expertos”.

Posteriormente, estas evaluaciones comenzaron a buscar la objetividad a través de

69

los procesos de selección, tanto de quienes evaluaban como de lo que se evaluaba,

buscando siempre que fueran los expertos de áreas quienes evaluaran a las

instituciones en función de criterios como el de la calidad de los profesores, la

calidad de los servicios, de las instalaciones, sus publicaciones científicas, etc. Así

mismo, estos resultados se complementaron y correlacionaron con los de estudiantes,

padres de familia, empleadores, etc. A este tipo de evaluaciones, pese a los intentos

por mejorarlas, se les ha calificado de subjetivas (Martínez, 1989: 42-44).

TABLA No. 4 Tipos de Evaluación según Martínez (1989)

Fuente: Elaboración Propia

Una tercera clasificación, que hace este mismo autor, sobre los estudios de

calidad en la educación, son los estudios micro de tipo objetivo. Los cuales se han

acercado al tema a través de tres categorías: insumos, productos y procesos. Respecto

de los insumos se parte de la idea de que mientras más recursos posee una

institución, mayor será la calidad que ofrezca. Respecto de los productos, el énfasis

se pone en lo que realmente aprenden los alumnos y cómo lo hacen. Este tipo de

estudios se tradujo en lo que se conoce como “valor agregado” o “desarrollo de

talento” (siguiendo la propuesta del Centro Nacional para la Asistencia Técnica a la

Industria (ASTIN)), es decir, cómo y cuánto cambió la Universidad a un estudiante.

70

Finalmente, respecto de la evaluación de los procesos se parte de la idea de que

existe una relación directa entre los procesos y los productos, por lo que el énfasis

debe ponerse en la forma de hacer las cosas (Martínez, 1989).

Salazar (1998), por su parte, propone que para evaluar la calidad en las

instituciones de educación superior se debe atender a todas y cada una de las áreas

estratégicas que participan, ya sea directa o indirectamente, en la obtención de un

producto final que satisfaga las expectativas del usuario. Para hacer tal, Salazar

propone el modelo utilizado en la Universidad Autónoma de Colima, donde se

tomaron en cuenta tanto los insumos como el proceso, es decir, desde los alumnos,

los profesores, los planes y programas de estudio y los órganos de gobierno, hasta las

recomendaciones emitidas por los organismos internacionales respecto del

financiamiento, las becas para estudiantes , etc. Este estudio utilizó un tipo de

evaluación específico para cada una de las categorías de análisis, algunas con

metodologías propias y otras siguiendo los dictados propuestos por la SEP a través

de sus programas.

Por su parte David Woodhouse (2001) clasifica los instrumentos para

evaluar la calidad en grandes categorías:

a. Las revisiones externas de la calidad (EQR), las cuales dependen del

sistema o del país.

b. Las auditorías internas que cuestionan la eficacia de los procesos.

Puede haber también auditorías directas, de validación o meta auditorías.

c. Los ISO (Standards New Zealand, 1994) que implica un proceso

tripartita que verifica 1. la idoneidad de los procesos, 2. la congruencia de

las actividades actuales con los planes a futuro, 3. la eficacia de las

actividades para alcanzar los objetivos.

d. Las evaluaciones, que pueden utilizar diversas escalas, miden la

adecuación de los resultados respecto de los objetivos propuestos y suponen

su realización en momentos distintos, casi siempre al inicio del proceso, al

intermedio y al final.

Partiendo de los estudios de tipo micro-objetivo es que las IES están

realizando buena parte de sus evaluaciones. Ello es evidente en el uso de los

sistemas ISO para certificar procesos, tal y como se está haciendo en algunas

Universidades como la de Colima, Aguascalientes e incluso en la de Querétaro, en

71

donde se está implementando el proceso de certificación de ingreso en la Facultad de

Medicina, el proceso de ingreso en la División de Estudios de Posgrado de la

Facultad de Contaduría y Administración o incluso en la certificación de procesos de

la administración central como son los relacionados con Tutorías y Seguimiento de

Egresados.

Dentro de la segunda categoría, las autoevaluaciones casi siempre cayeron

dentro del rubro de las investigaciones micro-subjetivas, pues estuvieron fundadas en

una gran proporción en estudios de opinión.

Por su parte, las empresas certificadoras han tenido que estar modificando

sus estándares y criterios para evaluar dado que la realidad cambia rápidamente y las

instituciones tienen que responder a estas demandas de cambio; de ahí que las

certificaciones tienen una vigencia, al término de la cual la organización debe volver

a iniciar el proceso.

La propuesta de la UNESCO para evaluar la calidad educativa a través

del modelo UNESCO/RAP utiliza una metodología combinada, pues reconoce que la

educación tiene como finalidad última la formación de personas y no sólo de

profesionistas. Como parte del proceso, el modelo utiliza criterios de carácter ético

tales como universalidad, integridad, consistencia, competencia y efectividad. Así

mismo, incluye tanto la evaluación de la institución que ofrece el programa como el

programa mismo, sin pretender por ello servir de parámetro universal (Orozco, et al.,

2003: 82).

Por su parte, el Banco Interamericano de Desarrollo toma en cuenta tanto la

calidad como el alcance de la educación y, en cuanto a los instrumentos de medición

que utiliza para otorgar financiamiento, rechaza los homogéneos y generalizables

dando preferencia a aquellos que contemplen: a. el liderazgo académico que forma a

las élites nacionales, b. la formación profesional, c. la capacitación y formación

técnica y d. la educación liberal cuasi-profesional (Mollis, 1999: 58). Sin embargo,

estos criterios no se aplican a todo tipo de Universidades. Más bien se dirige a

aquellas que ha proliferado en los últimos años cuyo objetivo principal es proveer de

mano de obra a las empresas, pero no a nivel de licenciatura o posgrado, sino a nivel

técnico-profesional. Debido a este aspecto, los criterios del BID no pueden servir de

tipología generalizable para la asignación de recursos.

Como observa Mollis, en Argentina, a raíz de las reformas sufridas por el

sistema universitario en la década de los noventa, la mayoría de las Universidades

72

utilizan dos tipos de evaluación: la interna, realizada por la propia Universidad para

analizar los logros y dificultades en el cumplimiento de sus fines, y la evaluación

externa, realizada cada seis años por la Comisión Nacional de Evaluación y

Acreditación Universitaria (1999: 63). De entre los resultados obtenidos, esta autora

expone los de la Facultad de Ciencias Económicas, donde se aplicaron diferentes

evaluaciones con metodologías tanto cuantitativas como cualitativas; ambas

enfocadas al desempeño docente en el contexto de sus funciones institucionales. Los

cuestionarios se aplicaron tanto a profesores como a alumnos. Éstas abordaron

variables como organización y desarrollo de las materias, caracterización del

desempeño de los alumnos, evaluación del aprendizaje de los mismos, percepción de

los alumnos sobre la modalidad docente, sobre los propios docentes y sobre las

clases prácticas (Pascual y Muriello, 1997, citado en Mollis, 1999: 65).

A partir de la década de los noventa, a nivel mundial, algunas

organizaciones como la Organización Mundial del Comercio (OCDE, por sus siglas

en inglés) han aplicado diversos exámenes entre sus países miembros para evaluar

los niveles educativos. Los resultados para México, una vez más, no han sido nada

halagüeños, pues en varias ocasiones se ha encontrado entre los de más bajo

rendimiento. Así, en 2007, obtuvo el último lugar entre los 30 países evaluados.

El Banco Mundial también ha elaborado algunos estudios en torno a la

calidad de la educación superior. Para América Latina los resultados han mostrado

rendimientos pobres. Mollis (1999) señala que, en Argentina, se encontró que “Las

Universidades padecen pobre calidad, desmoralización y politización”, además, los

docentes están en este nivel pobremente compensados, comúnmente trabajan sólo

part-time y frecuentemente faltan a sus clases o hacen sólo mínimos esfuerzos para

enseñar. Los estudiantes disfrutan la gratuidad de la educación pero generalmente

toman mucho más tiempo del necesario para completar un curso de estudio.

Además, la educación superior está altamente politizada: las Universidades son

legalmente autónomas, los estudiantes participan en las elecciones de su gobierno y

las facultades son frecuentemente irrumpidas por la confrontación política entre

partidos y grupos de intereses. Una de las razones de la baja calidad es el gasto

inadecuado e ineficiente (Mollis, 1999: 55).

La descripción realizada por esta investigadora para el caso de Argentina

puede perfectamente ser aplicada al caso de la educación superior en México que, en

los resultados de las evaluaciones, muestra padecer los mismos males.

73

Resultados de la evaluación de la calidad de la educación en México

Hemos visto ya que la evaluación de la calidad de la educación no es un

asunto simple. La diversidad de actores que inciden en ella, los instrumentos

utilizados, las metodologías, los fines, entre otros, nos muestran las muy diversas

facetas desde las cuales se puede apreciar el fenómeno. Aunado a esto, habrá que

considerar también algunos factores relacionados con la organización como sus

estructuras, la cultura y el comportamiento organizacional pues, según muestra

Pacheco (1996), en las Universidades, en donde hay resistencia a la evaluación, es

difícil medir el desempeño y la productividad. Aunado a la problemática descrita,

este mismo autor señala que no es fácil fijar estándares debido al ingreso permanente

de miembros, ya que esto altera constantemente el funcionamiento existente, creando

estructuras y conexiones flojas (Pacheco, 1996: 14). Así pues, cuando hablamos de

resultados de la evaluación, habrá que distinguir a quiénes se evaluó, desde qué

enfoque, cómo se hizo, en qué niveles, con qué instrumentos y dentro de qué tipo de

organización.

En los resultados que se obtienen de las primeras evaluaciones de los

docentes en la educación superior, desde la perspectiva de la productividad como un

indicador de la calidad, Eduardo Ibarra señala que los profesores no alcanzaban los

dos mil puntos, mientras que pocos años después, estos niveles habían sido rebasados

con mucho. Lo anterior llevó a cuestionarse si realmente había mejorado la

productividad o sólo se había caído en una cultura de simulación cínica (2003: 42).

Lafourcade (1983) por su parte, en cuanto a la evaluación de la educación

básica, señala que ya desde la década de los setenta se habían hecho los primeros

intentos por evaluar los resultados de las políticas educativas enfocadas a la

consecución de la calidad. Sin embargo, observa que los resultados fueron muy

pobres respecto de los avances educativos, no así respecto de las bases teóricas y

metodológicas que contemplaban los instrumentos de evaluación. El autor propone

que los malos resultados alcanzados están en relación con el papel que juegan las

estructuras burocráticas de los servicios educativos (Lafourcade, 1983: 9) cuyos

funcionarios, al parecer, no se han preocupado por siquiera ampliar la cobertura de la

74

educación básica en México. Lo que queda de manifiesto en las cifras de ingreso y

deserción de la población infantil durante la década de los setenta.6

En esta década, la Universidad Autónoma de Aguascalientes y la

Delegación Regional de la SEP, realizaron un estudio a nivel primaria y los

resultados mostraron que: en promedio, de los alumnos de 2º, 4º y 6º, reprobaron el

71%. Gilberto Niebla, por su parte, realiza un estudio similar, sólo que a nivel

nacional. Los resultados, otra vez, evidenciaron que: el promedio de calificación fue

de 4.8 en una escala del 1 al 10 (Citado en Ornelas, 2006; 174). A nivel universitario

los resultados no varían mucho. Según Carpizo, durante la década de 1976 a 1985, la

UNAM estuvo recibiendo alumnos con promedio de ingreso de entre 3.5 y 4.2 en

una escala de 1 a 10 (Idem, 176).

Para la década de los noventa, los datos que existen sobre los exámenes de

ingreso a algunas Universidades mostraron que los resultados no varían respecto de

las décadas anteriores. Ornelas muestra que el sistema educativo mexicano es de

baja calidad y que se ha preocupado poco por generar conocimientos o siquiera

innovar en la forma de transmitirlos (Ornelas, 2006; 177-178). México era un país

de reprobados pues los promedios de ingreso a diversas carreras, tanto del área de las

humanidades como de las ciencias exactas, estaban por debajo de cinco. Esta

perspectiva no ha variado mucho en el tiempo, los resultados de los últimos años en

este tipo de exámenes, como el Enlace, nos muestran que existen bajos niveles de

logro académico y que las instituciones están más preocupadas por la posición que

ocuparán en el listado final que por mejorar sus procesos de enseñanza-aprendizaje

(Este País, no. 199; Octubre 2007, p. 41).

Los estudios organizacionales en torno a las Universidades

En general, los estudios sobre la Universidad se presentan como un

territorio disperso y altamente fragmentado aunque, luego de un gran esfuerzo

clasificatorio, Ibarra los ha ordenado en torno a cuatro grandes dominios temáticos:

génesis de la Universidad, coordinación de la educación superior (la Universidad

como espacio de intervención para la solución de problemas diversos vinculados con

la planeación de su desarrollo), funciones sustantivas (donde se analizan documentos

6 El autor menciona que en 1973, de una población aproximada de 80 millones de niños entre 5 y 14

años, cerca del 40% quedó fuera del sistema (Idem.: 8)

75

que examinan las tareas primordiales de la Universidad, su situación y sus

problemas) y actores de la Universidad (desde la perspectiva de sus perfiles,

características y comportamiento) (2003: 72).

Los estudios organizacionales en México son recientes (Montaño, 2004), y

aunque la literatura que se ha producido al respecto va en aumento, los que proceden

de la disciplina de la administración aún son pocos. En estos últimos, los aspectos

que se han estudiado principalmente son: el poder, la cultura organizacional y la

educación; la cual, a su vez, ha sido abordada desde diversas disciplinas, entre ellas,

la historia y la sociología.

En este marco, Martínez (citado en Montaño, 2004) realizó una

investigación en una Universidad privada para ver la influencia de la cultura

organizacional en la toma de decisiones en momentos de dificultad económica. Por

su parte, Galaz (2002), siguiendo un poco lo realizado por Gil Antón en 1996 y por

él mismo en colaboración con el primero en 1998, realizó un estudio sobre la

satisfacción en el trabajo académico de profesores de tiempo completo en una

Universidad pública estatal, encontrando que la satisfacción global fue alta, lo mismo

que la relativa a la docencia y autonomía individual. En contraste, este mismo

estudio de Galaz muestra que los niveles de satisfacción fueron inferiores y bajos

cuando se consideraron las actividades de investigación, desarrollo profesional,

participación en la toma de decisiones y otros aspectos como salarios.

En cuanto a la perspectiva teórica desde dónde se aborda la investigación

sobre las Universidades, el estado de la cuestión que desarrolla Ibarra (2003),

muestra una marcada pobreza en los estudios que se han hecho desde la Teoría de las

Organizaciones, pues sólo 2 de cada 100 libros de la muestra con la que trabajó se

construyen desde este marco teórico. Este autor identifica, además, tres áreas

principales en los estudios: la primera aborda experiencias institucionales específicas

con énfasis en los procesos de modernización y cambio, en los sistemas de acción y

en el conflicto; la segunda estudia un problema específico de la organización o del

sistema universitario en conjunto y, finalmente, la tercera área de estudio se plantea

como tarea central la formulación teórica (Ibarra, 2003: 115-116).

Respecto de la utilidad de la perspectiva de la sociología de las

organizaciones, Ibarra Colado propone que ésta es importante porque puede ayudar a

comprender los procesos de conformación y cambio de la Universidad en México en

el contexto de la modernización (2003: 33). Tal perspectiva brinda, además, los

76

elementos para entender cómo las relaciones específicas que sustentan los agentes en

los espacios institucionalizados, se encuentran contenidas, diferenciadas y acotadas

por sistemas y dispositivos abstractos de gestión y organización (Idem.: 34).

Siguiendo a Ibarra, estudiar a una Universidad como organización nos permite

acercarnos a la comprensión de las diferencias entre lo ideal y lo real, entre el

discurso racional y la actuación real, entre la estructura formal y el comportamiento

informal, entre la norma formalmente estatuida y sus apropiaciones e

interpretaciones por los individuos y los grupos que deben acatarla (Idem.: 35).

Este acercamiento es fundamental en tanto que la evaluación de la calidad

educativa está relacionada no sólo con discursos propios y apropiados que pretenden

fundamentar y legitimar, con normas racionales y estructuras formales que

establecen pautas de comportamiento, sino también con grupos e individuos que

traducen, interpretan y resignifican esos discursos y procesos en un marco cultural

que afecta tanto a la organización como a los individuos.

Así, desde esta perspectiva sociológica, es importante abordar el estudio de

las actitudes de los trabajadores, no sólo por las repercusiones que éstas pueden tener

a nivel personal, sino también por el impacto de las mismas en la organización.

Estudios anteriores muestran que la consecución de la calidad y la efectividad están

relacionados con el factor humano, la cultura organizacional, el comportamiento

organizacional y, específicamente, con las actitudes, por ejemplo, un trabajador

satisfecho con su trabajo tiende a presentar un comportamiento más pro-

organizacional que uno que no lo está (Galaz, 2002). Lo anterior redunda además en

el cumplimiento de los fines o las metas a los que está orientada cada una de las

organizaciones.

Así pues, habrá que recordar que una organización existe porque satisface

necesidades pero que además pretende alcanzar ciertos fines, los cuales, en el caso de

la Universidad (en abstracto) giran en torno a tres ejes: la docencia, la investigación y

la vinculación. Ejes que pueden ser traducidos en producir conocimiento científico y

reproducirlo, dotar a la nación de profesionistas altamente capacitados para

responder a las necesidades del país, generar investigación y difundir el

conocimiento producido a todos los niveles.

Esta definición genérica, que de alguna manera había sido la tradicional y

que se ha estado redefiniendo en los últimos años a raíz de la globalización, habrá

luego que particularizarla para adecuarla a los fines tanto oficiales como operativos

77

de la Universidad en estudio. Tales fines, como nos ha mostrado la literatura

comentada, vienen impuestos un tanto por el entorno a través de las políticas

públicas, como por el medio en el que está situada la organización.

Los objetivos de la Universidad, que han pasado de la generación del

conocimiento en abstracto a su concreción en productos, han tenido que medirse y

objetivarse con el fin de responder a las demandas del modelo eficientista y

gerencialista que domina la administración pública; proceso que Ibarra denomina

“modernización” (2003: 327). Tales fines, medidos a través de la productividad,

parecieran responder al modelo propuesto por MacGregor (1960) de la Teoría X

respecto de la conducta de los trabajadores, sobre todo durante la década de los

ochenta.

En esta época, se consideró que la Universidad era poco eficiente y que sus

productos eran de poca calidad, según lo habían mostrado las primeras evaluaciones

de la educación. Siguiendo esta lógica, se consideró que los trabajadores en general y

los docentes en particular tendían a la inactividad, por lo que era un deber de la

administración propiciar su crecimiento en función de estímulos y castigos. Bajo esta

lógica, en México se implantó una serie de programas para el mejoramiento de la

calidad de la educación, en general, y de la educación superior, en particular. Tales

programas fueron duramente cuestionados por considerar que no obedecían a la

concepción humanista de la educación que ve más allá de los simples indicadores, se

propone entonces evaluar, pero con otras miras, con otros instrumentos y con otros

objetivos.

En este sentido, dado que la Universidad está inserta en un medio regido por

un mercado, que a su vez impacta a la organización y sus fines, por un lado, se

vuelve imperativo evaluar el desempeño, la eficiencia y la calidad (entendida esta

última como el establecimiento de objetivos socialmente relevantes) de la misma.

Por el otro, hay que procurar que estos fines sean alcanzados adecuadamente por una

elevada proporción de los actores, ayudándoles diferencialmente para que cumplan

con lo anterior de la manera más económica posible (Martínez, 1992: 20). Así, la

evaluación se ha tornado en un eje rector, pues de sus resultados dependen los

recursos y por tanto la sobrevivencia de la institución, lo que ha conducido a que la

organización centre su quehacer en la permanencia, dejando en segundo término su

quehacer sustantivo.

78

De cualquier forma, para lograr estos fines, la Universidad (de nuevo en

abstracto) ha desarrollado en su interior una serie de estrategias que conforman su

cultura organizacional (mitos fundacionales, personajes representativos, ceremonias,

ritos, valores, entre otros). Como parte de esas estrategias, los mitos fundacionales y

las ceremonias tienden a generar identidades y cohesión. Otras, como las normas,

tienden a regular y moldear la conducta de sus integrantes para garantizar el

desenvolvimiento y la sobrevivencia, sin embargo, no todas las conductas caen

dentro de los supuestos esperados. Algunas actitudes (entendidas como las

manifestaciones de las conductas) pueden estar dentro del ámbito de lo requerido

pero no ser las más óptimas para el mejor desempeño de la organización o para

alcanzar los fines de manera eficiente (Robbins, 2004).

Dadas estas circunstancias, analizar el comportamiento organizacional en

general y las actitudes en particular, entre ellas el involucramiento, resulta relevante

porque nos permite conocer algunos aspectos de la forma en que trabaja la

organización y, sobre todo, identificar áreas de oportunidad para mejorar el

desempeño.

79

CAPÍTULO III MARCO METODOLÓGICO

Según hemos señalado con anterioridad, la evaluación de la calidad y el

involucramiento pueden ser analizados desde dos perspectivas, enmarcadas en dos

paradigmas: el gerencialista, de corte cuantitativo y el humanista o alternativo, de

corte cualitativo. En este trabajo pretendemos conocer si existe una correlación entre

el involucramiento de los profesores y la calidad de la educación superior en la

FCPS, hacemos una evaluación desde la perspectiva cualitativa, independientemente

de que se haya recurrido a datos cuantitativos proporcionados por otros estudios.

La investigación que realizaremos es de tipo transversal, pues recupera una

forma de ser en el tiempo, primero en la construcción del discurso en torno a la

calidad y luego, específicamente durante los últimos tres años (2006-2009) en la

facultad en estudio. Está hecha desde el enfoque cualitativo pues pretende, a partir de

la observación, cuestionarios, grupos focales y trabajo documental, obtener

información que nos permita establecer el impacto de la involucración (o su

ausencia) en la calidad de la educación, no sólo desde la información que nos dan los

documentos, sino desde lo que piensan los actores involucrados en el proceso

enseñanza-aprendizaje. Es descriptiva correlacional en tanto que se describe el objeto

de estudio (primero a la organización educativa en general y luego a la FCPS como

parte de la primera, así como a sus actores) para con ello establecer si existe o no una

correlación entre la variable involucramiento y la variable calidad; con el fin de

aportar una serie de elementos que nos permitan comprender algunas de las

problemáticas presentes en el proceso enseñanza-aprendizaje en el nivel de

educación superior.

Para la realización de esta investigación dividimos el proceso en tres etapas:

la primera, de carácter documental, consistió en la revisión bibliográfica, la cual nos

permitió conocer el estado de la cuestión y construir nuestro marco teórico y

conceptual. En esta etapa buscamos información procedente de instituciones tanto

nacionales como internacionales, bibliografía especializada en educación, evaluación

de la educación, calidad e involucramiento. La segunda etapa consistió en la

búsqueda y procesamiento de información producida tanto por la institución como

por otros organismos; información a partir de la cual construimos nuestros

indicadores de calidad. En la tercera etapa, se recogió la información de corte

80

cualitativo, la cual nos permitió conocer lo que piensan los actores de la educación en

la facultad en estudio.

DIAGRAMA No. 6 Metodología

Fuente: Elaboración Propia

Dadas las dificultades ya planteadas en torno a la evaluación de la calidad y

el involucramiento, y a las limitantes impuestas por una investigación de corte

cuantitativo, con énfasis en el modelo gerencialista, decidimos implementar una

metodología de corte cualitativo.

Más allá del positivismo

El positivismo dominante en el siglo XIX, si bien permitió la consolidación

de las ciencias de la naturaleza, limitó enormemente a las ciencias sociales en tanto

que éstas no podían cubrir los requisitos propuestos para las “ciencias”. La reacción

en contra del positivismo comenzó a surgir a finales del propio siglo XIX, cuando

empezaron a emerger nuevas propuestas para acercarse al conocimiento del mundo.

Los detractores del positivismo alegaban que, en tanto que los objetos de estudio de

las ciencias naturales y sociales eran distintos, también debían ser diferentes las vías

a través de las cuales acercarse a ellos. En esta discusión destacó W. Dilthey (1949),

quien propuso la división entre las ciencias empíricas y las “ciencias del espíritu”.

Este autor distingue ambas ciencias al considerar que las primeras intentan conocer

81

causalmente el objeto, el cual permanece externo y ajeno al sujeto, mientras que en

las ciencias del espíritu lo que se intenta es comprender al objeto que puede ser el

propio sujeto (Dilthey, 1949).

Uno de los puntos en común entre los opositores al positivismo estuvo en la

idea de que lo que aparece no necesariamente es lo que es. Esta idea, que ya había

sido expresada por Kant (1987) en sus conceptos de fenómeno y noúmeno, fue luego

ampliamente explorada por otros pensadores, desde la filosofía, la psicología, la

lingüística, la semiótica y la antropología. Entre estos pensadores destacan Freud,

Husserl, Foucault, Eco, Van Dijk y Ricoeur, entre otros. Cada uno de estos

pensadores, desde diversas propuestas teóricas y metodológicas, intentó develar

aquello que estaba oculto.

El psicoanálisis buscaba el sentido oculto a través de la reconstrucción de

una historia, la cual era narrada por el analizado. En el transcurso de esta narración

aparecían los indicios que le permitirían la reflexión sobre los tópicos fundamentales.

La Historia de las mentalidades procedió más o menos de la misma forma al

recuperar los indicios, pero añadió la idea de la interdisciplinariedad a través del uso

de métodos y herramientas propias de la arqueología o la antropología. Supone que

las ideas imperantes, las formas de pensar de un grupo o de una clase, podían ser

evidenciadas a partir de los productos de una sociedad. Así, las fuentes para hacer

ciencia se multiplicaron y diversificaron. Ya no sólo los documentos tenían validez,

las historias de vida, el arte, las cosas de la vida cotidiana, los usos, las leyendas, la

literatura, todo ello podía utilizarse para reconstruir una mentalidad (Burke, 2003).

La Fenomenología intentó develar el noúmeno. Partiendo del supuesto

kantiano sobre la conformación del ser, se propuso una manera de irse acercando a

aquello que quedaba oculto por muchas cosas: la cultura, el lenguaje, las limitaciones

físicas de los sentidos, la propia constitución del mundo.

La Hermenéutica, por su parte, también intentó, al igual que la exégesis,

descubrir el sentido primigenio de los textos, del lenguaje. A partir del supuesto de

que la palabra no es unívoca sino multívoca, se intentó una metodología que

permitiera acercarse lo más posible al sentido de quien escribió o de quien habló y

encontrar las maneras para garantizar la interpretación más adecuada de la palabra.

En esta misma línea, la Semiótica y la Semiología, junto con la Lingüística,

intentaron desentrañar la forma en que los signos y los símbolos se relacionan con la

realidad. Los signos y lo que designan debían ser estudiados. El análisis del discurso

82

fue entonces una opción (Renkema, 1999; Wodack, 2003). La escritura, la pintura,

las revistas y periódicos podrían mostrar las ideologías de quienes los producían.

En todos los casos anteriores, la cultura jugó un papel fundamental. Como

telón de fondo, la cultura sirvió para entender el porqué de muchas prácticas. Así, el

psicoanálisis, las mentalidades, las formas de comunicación, la antropología, todo

ello encontró un referente cultural. La antropología, impulsada por los trabajos de

Boas y Malinowski, estableció el trabajo de campo como elemento central del

quehacer científico, constituyéndose así en una de las disciplinas que más

contribuyeron al desarrollo de nuevas propuestas para abordar el estudio de lo social.

Los métodos de la antropología y etnología fueron aplicados al estudio y

comprensión del hombre, poniendo en boga las metodologías de carácter cualitativo

que, más que explicar, pretenden comprender su objeto de estudio desde una mirada

no sólo causal, sino sistémica, incluyente y amplia.

Como ya vimos en el primer capítulo, el término “cultura” sirvió para

estudiar lo que sucede dentro de una organización, no sólo en términos de individuos

sino también de grupos. Ello dio como resultado los estudios en torno a las culturas

organizacionales. La incorporación de estas nuevas metodologías permitió pasar de

un análisis cuantitativo a lo cualitativo, de la explicación a la comprensión.

Para los fines de esta investigación, entendemos como metodología

cualitativa la investigación que produce datos descriptivos, en donde las palabras de

las personas, habladas o escritas, y la conducta observable, son las bases para la

construcción del conocimiento (Taylor y Bogdan, 1987). Para Mason (citado en

Vasilachis, 2007), la metodología cualitativa no es un conjunto prescriptivo de

principios sino una rica variedad de técnicas y herramientas que permiten conocer la

dinámica de los procesos sociales, del cambio y del contexto social. Para Marshall y

Rossman (Idem.), la investigación cualitativa es pragmática e interpretativa y está

asentada en la experiencia de las personas. Para Sandín (2007), la investigación

cualitativa es sinónimo de “naturalista” y tiene como características su carácter

contextual, su diseño emergente, su naturaleza inductiva y sus criterios específicos de

validez. Recapitulando, la metodología cualitativa parte de las experiencias

personales para hacer una propuesta interpretativa que nos permita comprender las

formas de actuar de una persona o un grupo de personas, así como la forma en que

perciben el mundo. Así, recurrimos a la Fenomenología y el análisis del discurso.

Además echamos mano de algunas herramientas utilizadas por los métodos

83

etnográficos como la observación, tanto directa como participativa, los grupos

focales, los cuestionarios y la entrevista, las cuales describiremos a continuación.

La Fenomenología, como método, según la propuso Heidegger, nos permite

indagar en aquello que no aparece, lo que no se manifiesta pero que es constitutivo

del ser y que ayuda a su comprensión. Así pues, para hacer evidente lo que no

aparece es necesario ir procediendo a través de indicios, de huellas que nos permitan

ir acercándonos de forma paulatina a un estado de diálogo con el otro o lo otro. Se

parte del supuesto que la realidad no es única, sino múltiple, y que la concepción de

la realidad es individual, de forma que la manera de actuar de una persona tiene que

ver con esa percepción y que las acciones, producto de las percepciones, tienen

consecuencias reales. Así, con la Fenomenología, lo que se intenta es dar cuenta de la

realidad no sólo a través de la descripción, sino desde dentro (Fetterman, 1989). En

la sociología, la Fenomenología también tiene una larga historia aplicada al

conocimiento del actor. Así, el sociólogo experimenta el modo en que las personas

viven el mundo. La realidad es como las personas lo perciben, lo cual se hace

evidente en la forma en que actúan.

En cuanto al análisis del discurso como metodología, este nos permite,

según lo propuesto por Dijk, identificar los discursos dominantes en una sociedad u

organización a través del análisis crítico de los productos textuales (Renkema, 1999;

Dijk, 2001; Kornblit y Verardi, 2007). Entendemos por discurso no sólo los textos,

sino también las actitudes manifestadas como hábitos, es decir, aquellas actitudes que

son recurrentes y que, por lo mismo, pueden evidenciar una manera de ser y de

pensar. Dentro del análisis del discurso existe una propuesta para aplicarlo a la

historia. Según Wodak (2003), este tipo de análisis nos permite identificar no sólo las

continuidades en el discurso, sino también los desfases, los quiebres, las anomalías.

Para este autor, esta metodología recupera “la dimensión histórica de las acciones

discursivas, procediendo a explorar los modos en que los particulares tipos de

discurso se ven sujetos a un cambio diacrónico” (Wodak, 2003: 104). A partir de esta

propuesta, y dado que uno de nuestros objetivos es dar cuenta del discurso

institucional en torno a la calidad, se hizo el análisis de los contenidos de las notas

periodísticas producidas por la institución.

Dado que lo que pretendemos es conocer la especificidad de la Facultad de

Ciencias Políticas y Sociales, utilizamos el estudio de caso. Éste se define, según

Tomas Reyes como “un examen intensivo de una entidad individual de una categoría

84

o especie,… [que] permite la recopilación e interpretación detallada de toda la

información posible sobre un individuo, una institución, una escuela, etc.” (2001).

Para Neiman y Quaranta (2007), el estudio de caso puede estar constituido por un

hecho, un grupo, una relación, una organización, construido “a partir de un

determinado y siempre subjetivo y parcial, recorte empírico y conceptual de la

realidad social que conforma un tema y/o problema de investigación. Los estudios de

casos tienden a focalizar, dadas sus características, en un número limitado de hechos

y situaciones para poder abordarlos con la profundidad requerida para su

comprensión holística y conceptual” (Neiman y Quaranta, 2007: 218).

Por sus características, el estudio de caso puede ser útil en la ciencia médica,

la psicología y el psicoanálisis, los estudios culturales y organizacionales. Su utilidad

procede de la gran cantidad de información que permiten recabar, sin embargo, no se

puede generalizar a partir de sus resultados. Para que el estudio de caso pueda

funcionar, es necesario tener un conocimiento general de la especie que el caso

representa. Sólo contrastando el caso contra ese telón de fondo, es que se podrán

identificar las especificidades del caso. Sólo así podrá resaltarse la relevancia del

mismo. Bajo este supuesto, el telón de fondo con el que contrastaremos la facultad es

el de la propia Universidad.

Como ya mencionamos, entre las técnicas que utilizamos destaca la

observación, la entrevista, el cuestionario y los grupos focales.

La observación es una práctica en la que intervienen dos actores: el

observante y lo observado. Como herramienta metodológica, la observación es

sistemática, no intrusiva e intencionada, es decir, hay algo que se quiere saber y para

ello es necesario ver con detenimiento la forma en que se manifiesta el fenómeno

(Taylor y Bogdan, 1987). Dado que en el estudio de lo social son las personas las que

requieren ser observadas, se pretende que no sea intrusivo para no modificar el curso

de las acciones, de forma que no haya sesgo en la conducta. Ahora bien, existen

diferentes tipos de observación. En términos generales se distingue la observación

directa y la participativa. La primera implica la observación pero no la interacción.

En la segunda, la interacción es parte de la cotidianidad. Cada tipo de observación

tiene sus ventajas y desventajas. En este caso, la observación participativa nos

permite ver con mayor detalle una serie de acciones e incluso inquirir sobre ellas en

tanto que se espera que quien observe, reaccione a las circunstancias en las que está

inserto.

85

Para los fines de este trabajo utilizamos la observación participativa, ello

por dos razones, primero, por la utilidad metodológica en función de la cantidad de

información que nos podía dar y, segundo, porque dado que pertenezco a la

comunidad estudiada el acceso a los distintos escenarios que fueron utilizados estaba

prácticamente garantizado. Sin embargo, pese a esta facilidad, solicité permiso a la

Dirección de la facultad, no sólo para consultar archivos, entrevistar a los actores y

discutir con ellos, sino también para integrarme en distintos ejercicios académicos

con la intención de obtener información.7 La información recabada, en todos los

casos, mantiene la confidencialidad.

La entrevista, una de las herramientas más socorridas en las metodologías

cualitativas, fundamentalmente etnográficas, consiste en un diálogo cuya finalidad es

extraer información sobre un tópico. La entrevista, a diferencia de la observación,

supone un ambiente construido, en donde el objetivo es hacer que el entrevistado se

sienta cómodo para que el diálogo pueda fluir. Tradicionalmente se distinguen dos

tipos de entrevista, la administrada, que supone un cuestionario estandarizado que se

aplica a un grupo de personas para que sus resultados sean susceptibles de

comparación, y la entrevista cualitativa o semiestructurada, la cual deja en libertad al

entrevistador de introducir preguntas según el rumbo que vaya tomando la

conversación, de forma que ésta última es más flexible y dinámica (Taylor y Bogdan,

1987). Suele distinguirse también tres tipos diferentes de entrevistas en profundidad:

las historias de vida, las de informantes (que suplen al investigador en su rol de

observador) y, finalmente, las entrevistas aplicadas para construir escenarios, las

cuales pueden ser usadas con un número considerable de personas (Idem.). Para este

estudio recurrimos a las entrevistas semiestructuradas.

Tanto la observación participativa como las entrevistas resultaron un

complemento idóneo. Si bien la observación permite recabar datos de utilidad, a

través de la entrevista fue posible obtener mucha información que no conocía de la

facultad porque corresponde a su historia. Así, la información obtenida a partir del

diálogo, me permitió comprender el porqué de muchas actuaciones observadas en

algunos de los actores de la facultad.

7 Los investigadores recomiendan que cuando se hace observación participante no existan vínculos

cercanos ni familiares, de amistad o profesionales con el objeto o el sujeto observado pues ello podría

desviar la observación o la interpretación. Pese a esta salvedad, decidí hacer la investigación pues, por

las mismas condiciones laborales, me era prácticamente imposible realizarla en otro lugar.

86

Otra herramienta utilizada fue el cuestionario, el cual consiste en un

conjunto de preguntas respecto de una o más variables (Hernández, 1996). En este

caso, el cuestionario estuvo integrado por tres preguntas abiertas tendientes a evaluar

la percepción de los alumnos con respecto de la calidad de la educación que reciben

y el involucramiento de sus profesores (ver anexo III). Las tres preguntas fueron

abiertas en tanto que lo que se pretendía era profundizar en las opiniones y

percepciones de los estudiantes (Hernández, 1996: 289).

Una herramienta más fue el grupo focal. Podemos definir el grupo focal

como “una discusión cuidadosamente diseñada para obtener las percepciones sobre

una particular área de interés” (Krueger, 1991). Los grupos focales son una técnica

que propicia la exploración de un tema a partir de la interacción de dos actores: el

moderador, quien conduce la sesión, y los participantes. En esta interacción, los

participantes, de manera libre y espontánea, exponen sus puntos de vista en torno a

una temática previamente seleccionada. Tal temática es abordada a partir de una serie

de preguntas guía que el moderador va planteando. En el ínterin, los participantes,

que se recomienda que no sean menos de cinco y más de doce, exponen sus ideas,

opiniones, conocimientos y prácticas, brindando además la posibilidad de

profundizar en la explicación de ciertos tópicos. La información que proporcionan

los grupos focales puede ser muy rica, pues además de lo que se dice oralmente,

también pueden analizarse sus reacciones y su comunicación no verbal (Petracci,

2004: 77).

Para organizar un grupo focal se debe cuidar que los integrantes tengan algo

en común a partir de lo cual se organizará la discusión. Así mismo, se debe procurar

un ambiente natural que permita la interacción (Reyes, 2000). Para los fines de esta

investigación, se procuró que los grupos correspondieran al mismo semestre y a la

misma licenciatura, de forma que la información que nos proporcionara tuviera

elementos comunes que permitieran identificar la información requerida.

En términos generales, la investigación intentó conformar un ciclo

completo. Se parte de la realidad empírica que nos mostraba un fenómeno para luego

investigar la teoría que nos podría ayudar a explicarlo y, de nueva cuenta, volver a la

realidad con un bagaje conceptual que nos permitiera explorarla, así, nuevamente,

intentar una explicación general. De esta manera, utilizamos tanto la inducción como

la deducción, procurando siempre que en cada fase pudiéramos extraer nuevos

conocimientos.

87

CAPÍTULO IV LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO EN

BUSCA DE LA CALIDAD EDUCATIVA

En este capítulo abordamos el surgimiento de la Universidad Autónoma de

Querétaro a partir del marco histórico creado por el proceso industrializador de la

entidad en la segunda mitad del siglo XX. Recorremos un poco su historia para, en

esta línea, ubicar la búsqueda de la calidad educativa. Tal recorrido se hace a partir

de una revisión bibliográfica sobre su trayectoria, así como una revisión

hemerográfica, tanto de diarios locales como de los comunicados que producen sus

propios órganos informativos, en relación al actuar de la Universidad. A partir de

estos documentos se elabora un análisis del discurso que evidencia aquellas ideas que

pretenden ser legitimadas y transmitidas a la comunidad.

El análisis del discurso, en su perspectiva crítica, ha sido una herramienta

muy útil para estudiar la relación entre forma y función en la comunicación

(Renkema, 1999). Sin embargo, pese a provenir del área lingüística o de los estudios

sobre poder (recuperando las ideas de Foucault), ha permeado otras áreas,

aplicándose a todo tipo de comunicación (oral, escrita, gráfica). Tal disciplina,

incluso, se ha mezclado con otras para proporcionar nuevos enfoques, tal es el caso

del análisis del discurso desde la perspectiva de la historia (Wodak, 2003). En éste,

las prácticas discursivas son ubicadas en un tiempo y un espacio, lo que permite una

comprensión más cercana a la hermenéutica. El contexto, por su parte, posibilita la

comprensión de los discursos en otro nivel, yendo más allá de lo que dice a primera

vista (Wodak, 2003: 103).

Para la construcción de este capítulo recurrimos al análisis del discurso en

los medios de comunicación impresa en tanto que éstos, a través de la forma en que

estructuran sus discursos y los contenidos que éstos proyectan, están difundiendo una

serie de ideas que pretenden legitimar un cierto orden, promover una ideología y

producir una serie de acciones (Van Dijk, 2001: 179). Tenemos entonces que los

discursos no son neutros, están cargados de significación, la cual se enriquece en el

momento de la interpretación, sin embargo, nada garantiza que el sentido del

receptor coincida con el que le da el emisor, pese a lo cual produce un efecto. Para

este trabajo no nos enfocaremos en las acciones resultantes del discurso como tal,

sino en lo que el propio discurso está proponiendo como “deber ser”. En este sentido,

tanto los periódicos locales como los propios órganos de comunicación de la

88

Universidad están generando una imagen que debe hacerse llegar a la sociedad. Esa

imagen responde a un discurso que está inserto a su vez en un metadiscurso

promovido por las instituciones rectoras de la educación tanto en México como a

nivel internacional. En este discurso, la calidad ocupa un lugar central. Así pues, en

este capítulo se hace una reconstrucción cronológica de los discursos emanados de la

institución en torno a la calidad y de las notas de los periódicos queretanos, al tiempo

que se hace su respectivo análisis.

El seguimiento se hizo a partir de la categoría calidad. Se registró primero

cuándo comienza a hablarse de la calidad, es decir el qué tiempo, en qué sentido, qué

áreas se privilegian en este discurso, cómo se define el concepto y qué aspectos se

consideran para alcanzarla. Lo anterior con la intención de establecer a qué

paradigma responde el discurso que se maneja sobre la calidad, si a la perspectiva

alternativa o la gerencial. Así mismo, se busco identificar en el discurso, que

indicadores son utilizados para hacer evidente la calidad, como por ejemplo, logros,

reconocimientos, certificaciones, etc.

Los resultados, que se presentan de manera descriptiva, están organizados

de manera cronológica. La primera parte es un breve recorrido histórico elaborado a

partir de bibliografía sobre el tema. La segunda parte abarca un seguimiento día a día

del Diario de Querétaro, del año 2000 al 2008, a partir del cual se localizaron los

elementos que permitieron reconstruir la historia de la búsqueda de la calidad en la

Universidad.

La Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) inició su vida académica en

febrero de 1951, un momento de cambio coyuntural para la entidad que atravesaba

por una crisis económica y social, la cual obligaba a la población a migrar buscando

nuevas oportunidades. El gobernador del estado, Octavio S. Mondragón, propuso

como posible alternativa, para evitar la salida masiva de queretanos, proveer al

estado de una institución de educación superior que preparara a los jóvenes que el

cambio demandaba. En ese momento, se entendía por cambio la propuesta emitida

por el gobierno federal para modernizar e industrializar al país, considerando que

ésta era la vía para sacarlo de la crisis económica que afectaba a México como

consecuencia de la posguerra mundial (Solís, 2007).

LA UAQ inició su quehacer con las carreras de Derecho, Ingeniería,

Química y enfermería; al paso de los años siguió creciendo, no sólo en número de

89

alumnos y maestros, sino también respecto de la oferta educativa. Comenzaron a

aparecer nuevas carreras y programas, sin embargo, el crecimiento no estuvo exento

de problemas. Una de las principales dificultades que enfrentó, y sigue enfrentando,

esta institución es el financiamiento, pues los recursos tanto propios como

provenientes del gobierno del estado o de la federación, no alcanzan a cubrir sus

necesidades.

Pese a lo anterior, la UAQ sigue creciendo. Sin embargo, es hasta la década

de los ochenta cuando la demanda crece exponencialmente, se evidencia entonces la

necesidad de expansión, creando no sólo más opciones educativas sino también

abriendo nuevos planteles. En este contexto nacen la licenciatura en Filosofía, la

licenciatura en Ingeniería Electromecánica y la licenciatura en Sociología, entre otras

y, aunado a esto, se construyen nuevos edificios en el Centro Universitario (por

ejemplo el que albergará el área de sociología), así como nuevos campus (como el de

San Juan del Río).

El incremento exponencial de la demanda y la necesidad de satisfacerla

colocó a la Universidad en la misma posición crítica que sus homólogas a nivel

nacional; es decir, la obliga a extender la matrícula de estudiantes sin tener las

condiciones necesarias para atenderla. Los salones, que estaban diseñados para

albergar a treinta alumnos, tenían a veces el doble y muchas veces se veía a los

estudiantes tomar clases de pie, fuera del salón o sentados en el piso. Sin embargo, la

sobredemanda no se da en todas las áreas de estudio, mientras que algunas carreras

como Contaduría o Derecho rebasaban el máximo de capacidad establecido, otras

áreas apenas recibían los alumnos necesarios para sobrevivir como escuela. Esta

sobrepoblación, a decir de diferentes investigadores, vino en detrimento de la calidad

educativa; por lo que uno de los objetivos fundamentales fue conseguir recursos para

crear infraestructura y poder satisfacer la demanda en mejores condiciones.

Para la década de los noventa, el crecimiento de la demanda siguió en

aumento. Sin embargo, la oferta educativa comienza a diversificarse no sólo con la

creación de más carreras dentro de la UAQ, sino también con la aparición de nuevas

Universidades, tanto públicas como privadas en la ciudad. Esto introducía a las

Universidades en una contienda no sólo por los recursos, sino también para ser más

eficientes internamente y más competitivas externamente. Esta necesidad de

evidenciar sus ventajas, así como su compromiso con la sociedad, llevó a la

Universidad a mejorar sus labores de extensión y vinculación a través del Servicio

90

Social Comunitario, la Unidad Médica de Santa Bárbara, la creación de nuevas

especialidades (como por ejemplo la de Desarrollo Comunitario), las Brigadas

Sanitarias y los Bufetes Jurídicos Gratuitos (Dorantes, 2001).

Durante esta década, la calidad comenzó a hacer su aparición aunque

todavía de forma tímida; coexistía con otros conceptos como el de excelencia, lo cual

hacía que no hubiera una diferencia clara en el uso de ambos. Buscar la excelencia y

buscar la calidad eran parte de las metas, pero no se precisa el sentido de cada una.

Al finalizar la década, la “calidad” ocupó el lugar privilegiado y el uso de

“excelencia” comenzó a desaparecer.

Al llegar al año 2000, la situación financiera que enfrentaba la UAQ era

crítica; las deudas contraídas con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el

Instituto Nacional de Fomento a la Vivienda de los Trabajadores (INFONAVIT), así

como con sus propios empleados, a través del fondo de pensiones y jubilaciones,

ahogaban las finanzas universitarias. Sin embargo, se tenía la esperanza de que los

fondos otorgados por la federación para el mejoramiento de la calidad ayudaran a

resolver la crisis.

En este contexto, se intentó una “modernización administrativa”, lo que

implicó una revisión de la estructura organizacional, el inicio de una reforma

organizacional (sobre todo en términos de legislación), el comienzo de la elaboración

de manuales y descripciones de puestos, la informatización, así como el uso racional

de los recursos; todo esto con la idea de “optimizar las actividades desarrolladas”

(Diario de Querétaro, 10 de febrero de 2001).

Otra de las medidas se concretó en buscar apoyo de los ex universitarios a

través del Patronato de la misma Universidad (Diario de Querétaro, 26 de febrero de

2001) y de eventos organizados por asociaciones de profesionistas. Se buscó captar

fondos exponiendo a los ex alumnos las necesidades del alma mater, la urgencia de

sostener a la Universidad pública frente a los embates privatizadores y neoliberales,

así como resaltando la calidad del servicio que ofrece y en el que fueron formados

(Diario de Querétaro, 11, 16, 24 de febrero de 2001).

Como parte integrante de las llamadas de auxilio, el Patronato universitario

destacaba en sus discursos que la UAQ ocupaba el tercer lugar en calidad académica

entre 60 Universidades en el país; se argumentaba que si se quería seguir por esa

senda, habría que apoyarla. Esta asociación propuso también seguir realizando

sorteos para recaudar fondos (Diario de Querétaro, 24 de mayo de 2001).

91

Dentro de los discursos que se manejan en los diarios, se hablaba de la

necesidad de una reestructuración organizacional para hacer la Universidad más

eficiente (Diario de Querétaro, 17 de marzo de 2001), también se pedía que esta

institución mostrara a la sociedad, a través de la participación en ferias y eventos

públicos, los productos que podía ofrecer a la población, destacando la calidad de los

mismos (Diario de Querétaro, 6 de mayo de 2001).

Otra estrategia para garantizar la sobrevivencia de la Universidad, además

de las negociaciones con el gobierno federal y estatal, fue la creación de un fondo

bancario, el cual fue impulsado por el gobierno del estado y la declaración de la

Universidad como “Patrimonio cultural de los queretanos” (Diario de Querétaro, 11,

16 y 18 de mayo de 2001); evento que estuvo inscrito en el marco de la

conmemoración del cincuenta aniversario de su fundación.

La presión ejercida por el sistema educativo tanto internacional como

nacional se hizo muy evidente en estos momentos. Tanto el gobierno federal como

ANUIES señalaron que las Universidades que no se reestructuraran y se hicieran más

eficientes no sobrevivirían, urgiendo con ello a un cambio estructural que debería

buscar instituciones innovadoras, competitivas, flexibles y de alta calidad,

características todas ellas del modelo gerencialista de la educación impulsado por los

organismos internacionales. Ello quedó de manifiesto tanto en la propuesta de una

reforma universitaria como en las actividades realizadas para llegar al cambio. En

este marco se celebró el curso impartido por Elia Marum Espinosa, investigadora de

ANUIES, quien señaló que “la sociedad desaparecerá las Universidades que formen

profesionistas inadecuados, que no coincidan con los valores de cultura y

responsabilidad social, global y nacional, porque representan un proyecto inútil”

(Diario de Querétaro, 10 de mayo de 2001).

Como parte de la respuesta a esta demanda, la UAQ aprobó un Plan

Institucional de Desarrollo (abril de 2001), en el cual se proponían algunas

estrategias para modernizar y hacer crecer a la institución.

En un afán por obtener recursos de fondos federales, la Universidad decidió

entrar en los esquemas de certificación, ello en la idea de “consolidar la calidad en

todos los aspectos”; sin embargo, no había claridad sobre los elementos en los que se

certificaría, sólo se anunciaba que hacia allá se caminaría porque así se estaba

exigiendo (Diario de Querétaro, junio de 2001). En este mismo contexto, habría que

caminar también en dirección a la formación de redes interinstitucionales, pues todo

92

ello redundaría en el mejoramiento de la calidad de la formación integral de los

profesionistas queretanos sin erogar mayores recursos (Diario de Querétaro, 21 de

junio de 2001).

La lucha por satisfacer la creciente demanda social y obtener recursos

económicos fue una constante (Diario de Querétaro, 23 de junio de 2001; 20

noviembre 2001; 21 de febrero de 2002), sin embargo, al paso de los años empezó a

reconocerse que se había progresado. En agosto del 2001 se hizo la presentación del

portal de la Universidad en Internet. Ello, afirmó Dolores Cabrera, rectora en turno,

era un primer avance en el proceso “modernizador” de la institución para brindar

servicios más eficientes al conjunto de los universitarios, pues muchas cosas que

antes se hacían de forma presencial, podrían hacerse ahora vía Internet. Este

programa, que tuvo un costo de dos millones de pesos, fue financiado por el

Programa Nacional de Apoyo a la Docencia (PRONAD) (Diario de Querétaro, 2 de

agosto de 2001).

En este proceso modernizador, que en esencia seguía las directrices

propuestas por los organismos internacionales para calificar a una institución de

educación como de calidad, también se inscribió el proyecto para dotar a la

Universidad de mayor equipamiento y modernización del sistema informático, el

cual sería posible con fondos provenientes tanto de la federación como del estado

(Diario de Querétaro, 17 de agosto de 2001). Tales fondos, se dijo más tarde, serían

utilizados para elevar la eficiencia administrativa de la institución a través de la

reforma y desarrollo del Sistema Integral de Información Administrativa (SIIA)

(Diario de Querétaro, 3 de marzo de 2002).

En el 2001 también se anunció la modificación del modelo académico de la

UAQ con la finalidad de evitar rezagos y competir con las Universidades privadas.

Este cambio de modelo, que pasaría de “estar centrado en la enseñanza” a estar

“centrado en el aprendizaje”, se planteó como el resultado de las reflexiones y

demandas de la Comisión de Reforma Universitaria y de los foros que sobre

educación se habían hecho en 1998 (Dorantes, 2001). Sin embargo, se señaló

también que este cambio debía ser impulsado no sólo por la institución sino también

por las políticas públicas, pues durante los años anteriores se había privilegiado a las

Universidades tecnológicas y privadas, lo que situaba a las Universidades públicas en

desventaja (Diario de Querétaro, 4 de agosto de 2001).

93

Los intentos por mostrar que la calidad de la Universidad, si no crecía por lo

menos se mantenía, se hacían evidentes en las declaraciones que sus funcionarios

proyectaban a la sociedad. Según declaró Sergio Quezada, Director de Investigación

de la UAQ, “… nuestra Universidad ha dado pruebas extraordinarias de su calidad,

se mantiene al alza el número de personas dentro del Sistema Nacional de

Investigadores y extraoficialmente se cuenta con alrededor de 45 investigadores…”

resaltó además que “esta calidad es más notable cuando el apoyo oficial disminuye y

la UAQ demuestra que puede hacer más con menos, así como crecer y responder a

las demandas públicas” (Diario de Querétaro, 5 de agosto de 2001). En estas

declaraciones se resaltan como criterios utilizados para medir la calidad: los

miembros del SNI (que evalúa no sólo calidad sino también productividad), la

eficiencia en la asignación de recursos y la respuesta a las necesidades sociales.

En declaraciones provenientes de otros actores, se manifiestan otros

criterios. Por ejemplo, el Patronato señaló que la calidad de la Universidad se puede

medir por sus instalaciones, “las cuales son dignas de competir con la infraestructura

física de cualquier centro educativo del mundo”, además, su calidad también se

demuestra “con los logros de los universitarios a nivel nacional e internacional”

(Diario de Querétaro, 11 de agosto de 2001). Esto último se refería al caso de los

alumnos de la licenciatura en Medicina Veterinaria y Zootecnia que obtuvieron 5

Testimonios de Alto rendimiento, 10 de los 79 Testimonios de Desempeño

Académico Satisfactorio y el 2º puntaje más alto en el Examen General de Egreso de

la Licenciatura (EGEL), reconocimientos que se otorgaron a nivel nacional. A decir

de Rocío Medina, coordinadora de la licenciatura galardonada, estas distinciones

“demuestran la calidad de la educación que se brinda en la Universidad Autónoma de

Querétaro… así como el compromiso de maestros y estudiantes” (Diario de

Querétaro, 11 de octubre de 2001). Estos resultados se repitieron al siguiente año,

cuando se mejoró la escala al obtener el primer lugar nacional del EGEL por

conducto del alumno Alfredo Medina Ruíz, obteniéndose además el sexto, séptimo,

octavo y noveno lugares, además de otros 17 reconocimientos por rendimiento

satisfactorio (Diario de Querétaro, 4 se septiembre de 2002).

Rendimientos similares se obtenían en otras facultades. La coordinadora de

la licenciatura en psicología educativa, Graciela López Fraga, tras obtener el nivel 1

en los CIEES, resaltó que la calidad de la facultad de psicología podría ubicarla

como la primera opción ante los empleadores a la hora de la contratación y presentó

94

como reto convertirla en la mejor del país (Diario de Querétaro, 26 de noviembre de

2001). Por su parte, en la Facultad de Química, el posgrado en Alimentos obtenía por

treceavo año consecutivo la categoría de Alto Nivel (Diario de Querétaro, 6 de

septiembre de 2002).

Sin embargo, pese a que en casi todas las notas que aparecían en los

periódicos se mencionaba la calidad, el concepto no se presentaba de manera precisa

y todos los logros de la institución se proponían como un paso para su consecución.

Ello queda evidenciado tanto en las declaraciones de las autoridades universitarias

como en la que, de manera específica, hizo el Secretario de Educación de la entidad a

los medios, afirmando que existen algunas propuestas para la evaluación de la

calidad pero que no hay una que pueda ser aplicada a todas las instituciones, que por

el momento cada una aplica la suya, de ahí que la intención tanto del COEPES como

de ANUIES sea tratar de estandarizar. Afirmó también que una herramienta

fundamental en este proceso era el uso la informática, que una de las primeras cosas

que había que hacer para alcanzar la calidad era cambiar de mentalidad respecto de la

necesidad de evaluarse y de modernizar los procesos educativos, tanto a nivel

pedagógico como en lo que respecta a sus herramientas (Diario de Querétaro, 20 de

noviembre de 2001).

Para 2002, el gobierno del estado, nuevamente a través del Secretario de

Educación, reconocía que la Universidad Autónoma de Querétaro era la institución

más importante en la formación de investigadores en la región, ello tanto a la

cantidad como a la calidad de los proyectos en los que se trabajaba en ese momento

(Diario de Querétaro, 16 de enero de 2002).

No obstante, en el segundo informe de Dolores Cabrera, la rectora reconoció

que aún hacía falta trabajar en el mejoramiento de la calidad educativa e incrementar

la presencia de la Universidad. Afirmó que su administración tenía como objetivo

fundamental “elevar la calidad académica con equidad…a pesar del escenario

adverso por el que atraviesa la Universidad pública” (Diario de Querétaro, 21 de

febrero de 2002). También hizo un balance de los logros en términos de indicadores.

Apuntó que se evaluaron 71 programas por parte de los CIEES, de los cuales se

aprobaron 12, 39 estaban en proceso y 20 se evaluaron de forma negativa, mismos

que tendrían que reformarse para lograr la acreditación. Con respecto de los

profesores, 350 recibieron el beneficio del Programa de Estímulos al Desempeño

Docente, pero acotó que habría que “revisarlos” para evitar “efectos perversos” como

95

los que ya se habían detectado en algunas facultades (Diario de Querétaro, 3 de

marzo de 2002).

En cuanto a resultados relevantes proyectados en los egresados, se obtienen

algunos logros. En mayo de 2002, la Facultad de Medicina obtuvo un destacado

papel de acuerdo con la evaluación del examen general de egreso del CENEVAL

pues de los cincuenta egresados, nueve presentaron un alto rendimiento académico y

27 obtuvieron testimonio de desarrollo académico satisfactorio (Diario de Querétaro,

14 de mayo de 2002). En el siguiente año, la misma facultad obtuvo el séptimo lugar

nacional en el examen de residencias, lo cual, a decir de su director, el Dr. Jesús

Vega Malagón, era una evidencia “de la calidad de la educación y las prácticas que

se imparten en la UAQ para preparar a los futuros profesionistas” (Diario de

Querétaro, 23 de enero de 2003).

Otros indicadores utilizados para evidenciar la calidad señalaban que más

del 8% del personal académico tenía grado de doctor (lo que equivalía a cerca del

23% de profesores de tiempo completo (PTC)), casi el 21% grado tenía grado de

maestría y 11% contaba con especialidad (Diario de Querétaro, 30 de junio de 2002).

Por su parte, la SEP también presionaba a las instituciones a buscar la

calidad. En junio de 2002, su representante en el estado dijo que, de ese momento en

adelante, las Universidades que obtendrían recursos serían aquellas que garantizaran

la calidad, de forma que los pocos recursos existentes pudieran ser canalizados a

quienes rendían frutos y no a Universidades que estuvieran mal. Tales recursos, que

debían ser asignados con base en concursos, serían otorgados bajo los criterios de

ANUIES y distribuidos por el Fondo de Inversiones de Universidades Públicas

Estatales con Evaluación (FIUPEA) (Diario de Querétaro, 2 de junio de 2002). Esto

obligaba a las Universidades a entrar en un proceso de autoevaluación para

establecer metas y, con base a ellas, poder ser evaluadas en su rendimiento. De esta

forma, las que no estuvieran por lo menos en la media de Universidades, tanto

nacionales como extranjeras, dejarían de recibir recursos. La autoevaluación debía,

entonces, implicar la revisión de todos los indicadores, tanto financieros como

educativos.

La creación de estos fondos a designarse bajo concurso a Universidades

saneadas, llevó a la rectoría a establecer tres líneas prioritarias de acción: aumentar la

cobertura estatal para descentralizar la educación – proyecto en el cual se insertó la

posibilidad de abrir un nuevo campus en la zona serrana (Diario de Querétaro, 26 de

96

octubre de 2002) –, buscar la certificación de todos los programas, así como mejorar

la asistencia social y la extensión universitaria. Tales líneas serían posibles sólo en

una institución sana económicamente, por ello, se señalaba como un punto

importante, a resolver en el corto plazo, la creación de un fideicomiso para hacer

frente al problema de los jubilados y pensionados, pues a partir de este punto se

podría acceder a los fondos federales (Diario de Querétaro, 30 de junio de 2002).

Se observa que otros fondos podrían venir del mejoramiento de indicadores

como la eficiencia terminal y el mejoramiento de la infraestructura física; se propone

además poner atención a otras deficiencias “que ocasionan la falta de recursos para

impedir que disminuya la calidad académica” (Diario de Querétaro, 9 de septiembre

de 2002). Así mismo, se concursó también para obtener recursos provenientes del

PIFI con la idea de apoyar más de 25 proyectos y reelaborar los indicadores y metas

de la Universidad para, con ello, mejorar la calidad de los programas acreditados y la

planeación de la institución hasta el 2006 (Diario de Querétaro, 4 de octubre de

2002).

Dentro de las propuestas que se hicieron a nivel federal para evaluar la

calidad de la formación, se instituyeron los exámenes de fin de carrera. En este rubro,

la UAQ obtuvo buenos resultados. En octubre de 2002, los alumnos de la

Licenciatura en Derecho se ubicaron en el cuarto lugar nacional en el examen del

CENEVAL gracias a que cuatro egresados lograron testimonio de alto rendimiento

académico y 68 de rendimiento satisfactorio (Diario de Querétaro, 26 de octubre de

2002).

Algunas escuelas, como la de Bachilleres, dirigida entonces por Raúl

Iturralde, también se sumaron al discurso de la modernización y mejora de la calidad.

Al finalizar el 2002, la preparatoria inició su proceso de reestructuración interna para

adecuarse al nuevo modelo centrado en el aprendizaje, con una curricula flexible y

coherente con los valores humanistas, integrales, de calidad y excelencia (Diario de

Querétaro, 3 de noviembre de 2002).

La Facultad de Medicina tampoco se quedó atrás. En diciembre del mismo

año, por segunda ocasión, obtuvo su acreditación por un período de cinco años, lo

cual la colocaba como una facultad de calidad. Esto mismo fue ratificado por la

rectora Dolores Cabrera, quien afirmó que la Universidad estaba cumpliendo con el

cometido encomendado por la sociedad “de formar profesionistas de calidad y con

una clara vocación social” (Diario de Querétaro, 6 de diciembre de 2002).

97

Otros indicadores que continúan destacándose para mostrar la calidad de la

Universidad a la sociedad son el número de investigadores reconocidos por el SIN y

las investigaciones financiadas. En octubre del 2002 se anunciaba que cerca del 25%

de los investigadores con este reconocimiento en el estado estaban en la UAQ. En

cerca de tres años (1999-2002) se había pasado de 32 a 42 miembros, mientras que

otras instituciones incluso habían reducido su número. En cuanto a la cantidad de

investigaciones financiadas se informa que aumentó, pero no se dan cifras precisas

(Diario de Querétaro, 14 de octubre de 2002). Al finalizar este mes, se anunció de

nueva cuenta un incremento en el número de SNI, pasando de 42 a 57; situación que

ponía a la UAQ como una de las instituciones líderes en el país, al tiempo aumentaba

su prestigio en términos de investigación, según señaló el Coordinador de

Investigación y Posgrado (Diario de Querétaro, 28 de octubre de 2002).

Pese a que las autoridades universitarias reconocían algunos elementos de

mejora, el Secretario de Educación del Estado señalaba algunos retos, entre ellos el

incrementar la cobertura de la educación superior sin perder la calidad. Así mismo,

señalaba algunas desventajas de las Universidades públicas respecto de las privadas,

poniendo como la más importante la falta de la evaluación, seguida de la negativa a

la modernización, entendiendo por ello la innovación en tecnología educativa o los

bajos índices como la eficiencia terminal. Ello, decía, iba en detrimento de la

Universidad pública pues los recursos se otorgaban en función de los resultados

(Diario de Querétaro, 12 de octubre de 2002).

Por otra parte, un reto que reconocía la rectoría era el rezago en

comparación con otras Universidades, tanto del país como del extranjero. Este rezago

estaba evidenciado en la falta de plazas de profesores de tiempo completo, en el

incremento en los profesores de tiempo libre, así como en la falta de recursos. Sin

embargo, pese a estas carencias, apuntó que se estaba trabajando en el mejoramiento

de la calidad al incrementar las opciones educativas y mejorar la profesionalización

del personal docente; ello a través de la obtención de grados académicos por un

mayor número de docentes y del aumento de profesores con perfil PROMEP al pasar

de 16 a 82. También los posgrados con reconocimientos de excelencia y

pertenecientes al padrón del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)

eran cada vez más (Diario de Querétaro, 13 de noviembre de 2002).

Al finalizar el año, el discurso de la calidad sigue siendo prioritario. En un

encabezado del Diario de Querétaro se dice que para mejorar la calidad deben

98

enfocarse los presupuestos para la educación. El representante de la Secretaría de

Educación Pública en la entidad, Eleuterio Zamanillo, dijo que los recursos debían

enfocarse al mejoramiento de la calidad para elevar el nivel educativo del estado y

coadyuvar así a su principal reto junto con el gobierno federal. Reconoció que

estábamos en desventaja con nuestros competidores, pero dijo que para reducir estas

diferencias, tanto con las instituciones privadas como con otros países, lo que hacía

falta no era mejorar la enseñanza sino las instalaciones y el tipo de atención,

diferencias que, de ser eliminadas, garantizarían una educación de calidad según lo

habían expresado las instituciones evaluadoras (CIEES) (Diario de Querétaro, 9 de

septiembre de 2002). Este discurso resulta contrastante con los anteriores porque, por

primera vez, aparecen las instalaciones y la atención como el principal obstáculo para

la consecución de la calidad. Apuntó también que habría que buscar no gastar más,

sino mejor. (Diario de Querétaro, 28 de noviembre del 2002).

El 2003 inició con el reto de la defensa de la Universidad pública frente al

gobierno del estado, el cual se negaba a dejar en manos de la administración

universitaria un presupuesto destinado a la máxima casa de estudios aduciendo que

ésta se negaba, a su vez, a permitir una supervisión. Además de la lucha por la

obtención de los recursos económicos, la institución tenía otros retos: la mejora en

sus indicadores en cuanto la acreditación de programas (pues buscaba, de ser posible,

ubicar a todos en el nivel 1), la mejora en tecnología y el incremento de programas

virtuales para la educación a distancia (Diario de Querétaro, 14 de enero de 2003).

Ejemplo de calidad y eficiencia, señalaba el Diario de Querétaro, era la

Facultad de Medicina quien, en su 25 aniversario, señaló los logros obtenidos tanto

por sus docentes como por sus egresados en los distintos exámenes presentados. El

director de la facultad, Genaro Vega Malagón, señalaba que se podían tener

carencias materiales, pero que lo importante eran los recursos humanos, elemento

que se privilegiaba en la formación de los nuevos médicos (Diario de Querétaro, 8 de

abril y 24 de mayo de 2003). Esta calidad quedó refrendada en septiembre del 2003

cuando, por sexta ocasión consecutiva, la Facultad volvió a obtener la certificación,

al igual que lo hicieron los programas de Enfermería e Ingeniería Civil (Diario de

Querétaro, 15 de septiembre de 2003).

También se destaca a partir de este año el énfasis que empieza a darse en la

formación de Cuerpos Académicos. Antes de esta fecha se había hecho mención de

la necesidad de crear este tipo de equipos de trabajo, pero es a partir del PIFI 3.0 que

99

éstos cobran una importancia vital. Se visualiza que la planeación de este programa,

en la que participan tanto autoridades, administradores y profesores, “permitirá

obtener recursos para mejorar, fortalecer y asegurar la calidad de los programas

educativos, los cuerpos académicos, la gestión universitaria y los servicios que ofrece

la UAQ” (Diario de Querétaro, 2 de junio de 2003).

Otra problemática de la que vuelve a hablarse en este momento, que afecta

no sólo a la UAQ sino a otras instituciones de educación superior, es la proliferación

de Universidades improvisadas, ya que esto va a impactar en la calidad de la

educación. Ante este fenómeno, se propuso la creación de un Consejo Estatal de

Planeación de la Educación Superior. Este Consejo tendría como uno de sus

objetivos evitar el crecimiento anárquico de la oferta educativa, pero también debía

procurar el rescate de “proyectos importantes”, la aplicación de evaluaciones

externas y la búsqueda del aumento de programas viables, acordes con las

necesidades de la región. La Secretaría de Educación propone que este Consejo

debiera darle importancia a la investigación y la mejora en tecnología, pues estos son

pilares en el mejoramiento de la calidad (Diario de Querétaro, 24 de junio de 2003).

En esta línea, Enésimo Ruvalcaba señala la necesidad del incremento de

Universidades en Querétaro, lo cual no supone la aparición anárquica de

“Universidades patito” que, dice, únicamente demeritan la calidad educativa,

evidenciada en la disminución de contrataciones por parte de los empleadores. El

asesor de empresas apunta que de cada 25 solicitudes de empleo, 15 se desechan por

bajos rangos de conocimientos y otros cuatro porque no acreditan conocimientos

prácticos. Los egresados también muestran rezagos en el dominio de la tecnología, lo

cual les impide competir a nivel internacional. Ruvalcaba propone que la UAQ

debiera moverse en ese sentido para alcanzar la competitividad (Diario de Querétaro,

30 de julio de 2003).

En este 2003, la calidad también estuvo presente en el discurso que

Eleuterio Zamanillo Noriega, representante de la Secretaría de Educación Pública en

Querétaro. Señaló que la calidad era un reto para la educación en el estado y que era

necesario diversificar la oferta educativa, abrir nuevas opciones como la de Técnico

Superior e impulsar la actualización de planes de estudio para responder

efectivamente a las demandas del entorno (Diario de Querétaro, 5 de octubre de

2003). En esta misma línea, el Secretario Académico de la UAQ, Merced Esparza,

señaló que la Universidad se estaba moviendo hacia la reestructuración de sus planes

100

de estudio, buscando la flexibilidad con el fin de ofrecer una educación humanista,

integral y de excelencia, sin que por los cambios se perdiera la calidad tanto en los

programas como en el desempeño de las acciones sustantivas de la institución.

Esperanza García por su parte, señalaba la necesidad no sólo de modificar los planes

y el modelo educativo, sino también de introducir las nuevas tecnologías en la

educación y evaluar los procesos (Diario de Querétaro, 5 de octubre de 2003), al

mismo tiempo se reconocía la necesidad de acceder a nuevos recursos para poder

satisfacer todos estos requerimientos (Diario de Querétaro, 25 de octubre de 2003).

Respecto de los servicios también se señalaba la búsqueda de la calidad. En

octubre de 2003, se anunció que la Biblioteca del Congreso de Washington había

certificado a tres bibliotecarios de la Universidad, lo cual permitía entrar a la red

internacional de bibliotecas de alta calidad, así como consolidarse en el servicio a

usuarios y en los sistemas de consulta (Diario de Querétaro, 10 de octubre de 2003).

Por su parte los profesores continúan su proceso de certificación. En octubre de

2003, 8 profesores de la Facultad de Contaduría y Administración obtuvieron una

certificación por tres años por parte de la Asociación Nacional de Facultades y

Escuelas de Contaduría y Administración (ANFECA), proceso que se repetiría cada

dos años y al cual se esperaba ingresaran todos los docentes (Diario de Querétaro, 30

de octubre de 2003).

Al finalizar el año se lograron otras distinciones. La UAQ obtuvo un

reconocimiento por sus proyectos de Servicio Social, el cual, según señaló la nota,

fue recibido por tercer año consecutivo (Diario de Querétaro, 22 de septiembre de

2003). También fueron reconocidos algunos profesores de la Facultad de Contaduría

y Administración por sus trabajos presentados en el Congreso Internacional sobre

Innovaciones Educativas en Ciencias Económico Administrativas (Diario de

Querétaro, 28 de septiembre de 2003). La UAQ fue también reconocida como una de

las cinco mejores Universidades en México, al mejorar notablemente sus indicadores

en términos de profesores de tiempo completo, miembros del SNI, evaluaciones

externas y la obtención de grados académicos por sus profesores, principalmente

doctorado.

Sin embargo, había retos que seguían pendientes como aumentar la

cobertura y la oferta educativa. Para resolverlos, se proponía abrir nuevas

licenciaturas y fortalecer la descentralización al abrir nuevos campus (Diario de

Querétaro, 5 de noviembre de 2003). Zamanillo Noriega, representante de la SEP en

101

Querétaro, proponía que otra solución al problema de la cobertura podría estar en la

apertura de carreras técnicas y técnicos superiores universitarios, opciones que

podrían proporcionar mandos medios en las empresas y abrir nuevas posibilidades a

las demandas laborales del entorno (Diario de Querétaro, 22 de diciembre de 2003).

Otras acciones propuestas para mejorar los indicadores, aumentar los

ingresos a través de proyectos y mejorar la calidad de los programas, fue la creación

de redes, tal y como la que propuso la Facultad de Ciencias Naturales con

Universidades tanto de México como de Centroamérica (Diario de Querétaro, 12 de

febrero de 2004).

Con el cambio del gobierno estatal en 2003, la relación entre la Universidad

y el ejecutivo cambió. Los recursos económicos que fueron causa de graves crisis en

el período anterior, fueron entregados y comenzó una nueva era. Ello quedó

expresado en el cuarto informe de rectoría que presentó Dolores Cabrera en febrero

de 2004, donde señaló que la UAQ sería la principal aliada del estado al convertir a

la educación en la principal palanca del desarrollo. A su vez, se comprometió a

mejorar la calidad, disminuir la reprobación y la deserción, así como a impartir una

educación relevante, con nuevas metodologías y tecnologías, además de mejorar las

condiciones de los profesores e investigadores. Añadió también que la Universidad

se había consolidado como la más importante del estado y que era ella quien

generaba la mayor cantidad de investigación, sobre todo en las áreas de humanidades

y bellas artes. En su informe resaltó también los servicios que la UAQ brinda a la

sociedad a través de las clínicas de salud, los CESECOS (Centros de Servicio

Comunitarios en Psicología) y los prestadores de servicio social. Dolores Cabrera

añadió que, pese a la limitación de los recursos, la Universidad seguía creciendo,

abriendo nuevos campus, incrementando la matrícula, creando nuevos programas en

todos los niveles y buscando nuevas fuentes de financiamiento para mantener unas

finanzas sanas (Diario de Querétaro, 21 de febrero de 2004).

En marzo de 2004, una nota destaca que, como parte de las evaluaciones

realizadas a las Universidades públicas, la UAQ estaba en las once mejores del país

de entre un total de 29 (aunque no se menciona que institución hace este análisis).

Esta evaluación contemplaba la revisión de los Cuerpos Académicos (CA), lo cual

implica el desarrollo de los profesores (en términos de capacitación y actualización)

y su productividad, tanto individual como colectiva. La nota señaló que también

durante este mes se había otorgado un reconocimiento al alumno Rodrigo Sánchez,

102

de la Facultad de Química, por su destacado desempeño en el concurso Estancia de

Investigación Verano 2004. Por último, se dijo que se habían concretado una serie de

convenios con casas editoriales y Universidades, lo cual redundaría en beneficio de

los alumnos (Diario de Querétaro, 1 de marzo de 2004, 11 de junio de 2004).

Sin embargo, pese a que la rectora anunciaba la creación de nuevos

programas y la conclusión de los trabajos de la reforma universitaria, Eleuterio

Zamanillo, representante de la SEP en Querétaro, señaló que era urgente revisar y

reformar los planes de estudio en tanto que los egresados de las Universidades

estaban teniendo muchos problemas para colocarse en un trabajo. El funcionario

hacía énfasis en la necesidad de centrarse en las competencias que deben poseer los

futuros profesionistas (Diario de Querétaro, 11 de marzo de 2004).

En términos de investigación, se destacaba que los investigadores

universitarios habían concluido 59 investigaciones, se habían colocado 58

investigadores en el SNI y dos en el Sistema Nacional de Creadores. Se informó que

en ese momento se desarrollaban 257 proyectos, de los cuales 64 tenían

financiamiento externo. Las 59 investigaciones habían producido 275 artículos, 133

de ellos publicados en revistas científicas de carácter internacional (Diario de

Querétaro, 28 de marzo de 2004, 19 de abril de 2004).

Por su parte, con la nueva administración a cargo de Francisco Garrido, la

Secretaría de Educación Pública del Estado anunció la reactivación de las actividades

del COEPES, organismo que había dejado de funcionar durante la administración de

Ignacio Loyola. La secretaria de Educación Pública, Guadalupe Murguía, afirmó que

era importante reactivar su funcionamiento porque había la necesidad de controlar la

creación de Universidades particulares, controlar la matrícula de las licenciaturas y

asegurarse de que la calidad de educación ofrecida fuera la adecuada (Diario de

Querétaro, 2 de abril de 2004, 26 de mayo de 2004).

Producto de la reforma universitaria, llevada a cabo en los últimos, se

anunció también la creación de nuevas carreras como la Licenciatura en Historia y la

modificación de diversos planes de estudio, como los de la Licenciatura en Médico

General, Odontología, Comunicación y Periodismo, Sociología, además de la de

Ciencias políticas y Administración Pública (Diario de Querétaro, 25 de junio de

2004); todo ello, se dijo, dentro de las exigencias académicas de la reforma y de lo

que solicitaban los diferentes organismos evaluadores y los CIEES. Así mismo, se

creo el Centro de Investigación en Informática de la UAQ, el cual, según el director

103

de la facultad, daría oportunidad tanto a los profesores como a los alumnos de

vincularse en proyectos productivos y académicos con el sector empresarial (Diario

de Querétaro, 12 de junio de 2004, 7 de octubre de 2004).

Por su parte, Eleuterio Zamanillo, representante de la SEP en el estado,

señalaba que la UAQ requería de mayor número de certificaciones en sus programas

pues, a nivel nacional, era una de las que menos tenía. Afirmaba que acreditar los

programas requería demostrar, por un lado, la calidad de los profesores, el tiempo y

la dedicación a la preparación de cursos y las habilidades necesarias para la docencia

y, por el otro, poseer la infraestructura necesaria (aulas, laboratorios, centros de

cómputo y bibliotecas). Además, era necesario tener un eficiente programa de

seguimiento de egresados pues, a través de ellos, es como se puede vincular a la

Universidad con el sector productivo (Diario de Querétaro, 24 de junio de 2004).

La Universidad por lo pronto, seguía destacando algunos éxitos: la cantidad

de profesores que pertenecían al SNI y al PROMEP, la mejora en los procesos

internos (como por ejemplo los servicios escolares), la transparencia financiera, los

programas que estaban por ser evaluados y que estaban seguros pasarían del nivel II

al nivel I de los CIEES, así como las evaluaciones obtenidas por los egresados

(Diario de Querétaro, 28 de octubre de 2004). A ello se añadió más tarde la noticia

del apoyo brindado por el Consejo de Ciencia y tecnología del Estado de Querétaro

(Concyteq) para financiar proyectos de investigación presentados por profesores de

la UAQ (Diario de Querétaro, 30 de octubre de 2004).

Los esfuerzos realizados por la Universidad para crecer en infraestructura,

incrementar la cobertura y aumentar los programas, fueron constantes pese al

contexto económico en el que se daban. La austeridad fue la tónica. El recorte de los

presupuestos y las exigencias en la mejora de todos los indicadores para acceder a los

recursos colocó a la UAQ en una situación difícil, sobre todo, como ya se ha

mencionado, en lo relacionado al tema de las jubilaciones y pensiones de los

profesores, rubro que situaba a la Universidad en una posición de quiebra inminente

(Diario de Querétaro, 29 de mayo de 2004). Ello quedó de manifiesto también en la

solicitud que hicieron los rectores de la zona centro del país al pedir a los diputados

el cese de las “vacas flacas” pues, según aseguró Ávila Storer, rector de la

Universidad Autónoma de Aguascalientes, va en menoscabo de la cobertura, la

mejora de la calidad y de egresar mejores profesionistas (Diario de Querétaro, 11 de

junio de 2004).

104

En un comunicado emitido por la propia Universidad en octubre de 2005 se

decía: “Pese a la fragilidad presupuestal a la que ha estado sujeta, la Universidad

Autónoma de Querétaro tiene un excelente desempeño, lo que le ha permitido

incrementar su matrícula de manera importante y hacerlo con la calidad necesaria en

todo el Estado, crecer de manera sustantiva en infraestructura académica y en

programas, y colocarse entre las 15 Universidades públicas más importantes del

país” (Imagen Universitaria, 18 de octubre de 2005).

Durante las campañas para la elección de rector en 2006, los candidatos

contendientes tomaron la cuestión de la calidad como una de sus banderas. Miguel

Ángel Escamilla proponía, en el rubro académico, “ampliar los programas de

formación docente para mejorar la calidad educativa”, mientras que en el rubro de la

administración prometía “impulsar un sistema de Gestión de la Calidad con el objeto

de crear un ambiente laboral digno y seguro en donde cada trabajador de la UAQ

tenga el compromiso continuo de mejorar la calidad del servicio que presta

generando condiciones en sus procesos diarios que sean rápidos e innovadores, que

cubran las demandas, necesidades y expectativas de los usuarios de los diferentes

servicios” (Planes de Trabajo. Candidatos a rectoría 2006-2009, UAQ).

Por su parte, Agustín Alcocer proponía como parte de la Misión “Generar y

consolidar un modelo de Universidad en el que se promueva una educación media

superior y superior basada en la equidad y la calidad…”. En el eje de la academia,

propone: “para mantener la calidad de los programas académicos, se evaluarán

constantemente por los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la

Educación Superior (CIEES), por organismos acreditadores nacionales, como por los

Comités para la Acreditación de la Educación Superior (COPAES)”. Propone

además analizar de forma continua los métodos de enseñanza aprendizaje, la

promoción de la cultura de la evaluación, la revisión periódica de los programas

académicos y el que todos los programas obtuvieran el nivel 1 de los CIEES.”

(Planes de Trabajo, 2006: s/p).

Raúl Iturralde, desde el lema de su campaña, incorporó la cuestión de la

calidad. Apuntó que la sociedad demandaba una Universidad “comprometida con la

calidad académica”, lo que lo convierte en un objetivo prioritario y en un desafío.

Para alcanzarlo, propone una continua revisión de programas, actualización,

diversificación, evaluación y certificación de los mismos. Añade la necesidad de

105

proyectar a los egresados y vincular a la Universidad como elementos institucionales

necesarios para garantizar la calidad (Planes de Trabajo, 2006: s/p).

Tras el triunfo de Iturralde, la búsqueda de la calidad se convirtió en uno de

sus retos. Sensibilizar a la comunidad universitaria fue una de las primeras acciones.

Tal sensibilización se fue dando a través de la difusión de lo que significa la calidad,

la forma de alcanzarla y las metas que se proponían. Así, en la Gaceta Universitaria,

órgano de difusión de las actividades universitarias, se comenzó a explicar qué es la

calidad, los procesos de certificación, los procesos que se iban a certificar, etcétera.

Además, pese a la crisis que vivía la Universidad, la búsqueda de la

excelencia y la calidad fue una constante, por lo menos así lo evidencian los

discursos pronunciados por sus autoridades. En la reunión celebrada para la

definición de políticas de investigación y posgrado en julio del 2006, el rector señaló

que se contaba con investigadores de alta calidad, lo cual se había traducido en la

llegada de recursos para la investigación (Gaceta Universitaria, 17 de julio de 2006).

Parte del proceso para alcanzar la calidad se ha dado a partir de la búsqueda

de la certificación en procesos con el ISO-9000, para lo cual se implementó tanto un

programa de capacitación para auditores internos como una serie de auditorías

internas previas a la acreditación. Entre los procesos que se certificaron y que

corresponden al área de la administración central están, entre otras: Tutorías,

Seguimiento de Egresados, Inscripciones y Reinscripciones, Cargas Horarias y los

relacionados con la administración propiamente dicha (compras, pago a proveedores,

nóminas), incluyendo manuales (Gaceta Universitaria, 15 de septiembre de 2006;

Folleto Sistema de Gestión de la Calidad UAQ, noviembre 2007; Extensión Nuevos

Tiempos, año 1, no. 2, septiembre 2007, p. 29), además, cada una de las facultades

estaba certificando y acreditando sus propios procesos (Gaceta Universitaria, 31 de

octubre de 2006, agosto de 2007).

La crisis económica por la que atravesó la Universidad durante muchos años

pudo ser subsanada hasta el 2007, año en el que la rectoría logró una serie de

acuerdos con los acreedores y el gobierno del estado para liquidar los adeudos,

además de renegociar el reglamento de pensiones y jubilaciones bajo un esquema

viable para la institución. Alcanzar los acuerdos que permitieron a la Universidad

tener finanzas sanas se tradujo como uno de los indicadores de calidad establecidos

en las organizaciones; esto, aunado al reconocimiento y acreditación de algunos de

sus programas académicos, posibilitó que la Universidad fuera reconocida como

106

institución de calidad en 2007. En la ceremonia celebrada en la Ciudad de México,

la Secretaría de Educación Pública, otorgó un reconocimiento a la Universidad por

tener más del 75% de su matrícula cursando programas identificados como de buena

calidad, lo que la colocó como una de las cinco Universidades más importantes del

país (Extensión Nuevos Tiempos, año 1, no. 2, septiembre 2007, p. 28).

Los procesos electorales para la reelección o elección de nuevo rector en

2008 volvieron a poner la calidad en el centro del discurso. Raúl Iturralde propuso

como lema de campaña de reelección “Crecimiento y consolidación académica,

manteniendo el compromiso con la calidad”. Lo cual implicaba, según lo expresó en

su plan de trabajo, el compromiso de apoyar el fortalecimiento de los Cuerpos

Académicos, la atención integral a los estudiantes, el fomento de la movilidad

nacional e internacional, impulsar la evaluación y acreditación de programas, hacer

uso intensivo de nuevas tecnologías, impulsar el uso de evaluaciones y

autoevaluaciones por parte de los profesores así como impulsar un sistema de calidad

administrativa y continuar con la certificación de los procedimientos administrativos.

En cuanto a su contendiente Bernardo Romero, éste ubica la calidad en la

generación, articulación y consolidación del conocimiento sin hacer más mención al

respecto (Planes de Trabajo de los candidatos a rectoría 2009-2012).

Al iniciar su segundo período al frente de la rectoría, Iturralde Olvera

refrendó su responsabilidad “con la construcción de la Universidad del Siglo XXI,

ello a través del crecimiento y la consolidación, manteniendo el compromiso con la

calidad” (Extensión Nuevos Tiempos, Año II no. 11 Nueva Época, enero-febrero

2009). Este compromiso se cumplimentó con la acreditación de programas como el

de Químico Farmacéutico Biólogo (FQ) y el de Biología (FCN), que fueron

obtenidos gracias a la calidad en diversos aspectos como los docentes, la

investigación, la infraestructura y la organización académico-administrativa

(Extensión Nuevos Tiempos, Año II no. 12, marzo 2009).

A partir de las distintas declaraciones emitidas tanto por miembros de la

comunidad universitaria como por autoridades de educación en el estado, se

evidencian dos puntos. El primero, que la idea de la calidad comenzó a utilizarse en

el discurso a finales de la década de los noventa, aunque su uso fue muy diverso,

pues en la búsqueda de la calidad se señalaba que había que mejorar desde procesos

administrativos internos, apostándosele a la modernización tecnológica, hasta el

107

hecho de garantizar el crecimiento de la Universidad creando infraestructura. El

segundo punto a destacar es la idea que se presenta de calidad, ésta se asocia con

alcanzar reconocimiento por parte de los CIEES, aumentar el número de profesores

de tiempo completo con perfiles deseables, sobre todo SNI, obtener reconocimiento

por el número y “calidad” de proyectos apoyados por CONACYT, aumentar el

número de profesores que acceden a los estímulos al desempeño docente, certificar

procesos y carreras por organismos especializados, así como el que los alumnos

obtengan reconocimientos en su desempeño académico.

En todos los casos, la propuesta de calidad presentada va más en relación

con la idea gerencialista, centrada en la eficiencia, el cumplimiento de estándares

institucionales, la modernización tecnológica como fundamento de la productividad,

la creación de manuales y documentación de procesos; todo ello tendiente más a

satisfacer indicadores que a evaluar el quehacer sustantivo, es decir el proceso de

enseñanza-aprendizaje, y a generar una reflexión en torno al propio proceso

construcción y generación de conocimientos.

Así pues, el reconocimiento de Universidad de Calidad que ha sido

ampliamente publicitado por la misma institución en espectaculares, su página de

Internet, sus discursos oficiales y sus revistas, evidencia sólo un aspecto de la

calidad, entendida en términos de indicadores eficientistas.

Otro reconocimiento al que se ha hecho acreedora la Universidad es el de

las normas internacionales ISO, el cual se otorga a ciertos procesos que se llevan a

cabo en la administración central, en el que también se califican aspectos

cuantitativos. A pesar de esto, la administración señala que no se está moviendo en la

línea gerencialista, “que va por lo cualitativo”. Ello queda expresado en el tercer

informe de rectoría, el cual propone una definición de calidad a partir de la propuesta

de Latapí, sin embargo, los datos que proporciona se quedan nuevamente en el

aspecto cuantitativo, pues se informa del aumento en indicadores como el de

profesores con perfil PROMEP y pertenecientes al SNI, el del incremento de

programas acreditados y certificados, el del avance de los CA, el de los grados

obtenidos por su profesorado, el del aumento en la oferta educativa o el de la

cobertura tanto de licenciaturas como posgrados. Poco se dice sobre los procesos

internos relacionados directamente con la enseñanza-aprendizaje, con lo que sucede

al interior de las facultades y de los salones (3er Informe de Rectoría, 2009).

108

En la siguiente tabla se presenta un resumen de los aspectos considerados en

el discurso al hablar de la calidad. Los hemos organizado de acuerdo a una serie de

criterios que nos permiten evidenciar el enfoque hacia el cual se ha estado moviendo

la UAQ, el gerencialista.

TABLA No. 5 Aspectos considerados en el discurso para evidenciar la calidad

educativa en la UAQ

CRITERIOS INDICADORES

Económicos

Finanzas sanas, obtención de recursos

de diversas fuentes (federales, estatales,

propios, proyectos financiados)

Administrativos

Tipo de estructura, legislación,

existencia de manuales, documentación de

procesos, informatización, eficiencia.

Certificación de

programas

Número de programas certificados y

nivel

Formación de

Redes Redes de investigación existentes

Formación

integral de los docentes Capacitación

Crecimiento

Aumento en el número de programas,

infraestructura (instalaciones), alumnos,

equipamiento.

Cobertura Campis en el estado

Docentes

Tipo de modelo educativo, número de

profesores SNI, perfil PROMEP, grados

académicos, investigaciones registradas,

profesores certificados, evaluaciones (internas e

institucionales), estímulo a la docencia, tipo de

contratación, Cuerpos Académicos.

Alumnos Reconocimientos

académicos/deportivos, resultados en

109

exámenes CENEVAL,

Programas Pertinencia, tipo (presencial/virtual)

Servicios Atención, certificación del personal

Otros Eficiencia terminal

Fuente: elaboración propia a partir de la revisión hemerográfica

Siguiendo la propuesta del análisis crítico del discurso, una de las

finalidades es encontrar no sólo las continuidades, sino también las rupturas o las

contradicciones. En el caso de los discursos analizados encontramos que existe una

continuidad respecto de los elementos considerados tanto por la UAQ como por la

SEP para acreditar la calidad. Sin embargo, cuando se analiza por separado lo que

difunde la UAQ y lo que se afirma por parte de la SEP y se hace una comparación, se

observa una serie de contraposiciones en ambos discursos: mientras la UAQ señala

que está creciendo y mejorando en todos y cada uno de los rubros exigidos por las

acreditadoras y los organismos internacionales, la SEP señala hacia dónde tendría

que moverse y los rezagos que existen en la Universidad.

Como puede verse, en términos generales, la UAQ ha estado trabajando

para satisfacer las demandas, para mejorar la calidad en términos gerencialistas, es

decir, ha puesto el énfasis en aquellos criterios que a nivel internacional se están

exigiendo a las IES en términos cuantitativos, sin embargo, no aparecen criterios que

tengan que ver con el aspecto cualitativo. Lo anterior se observa en la ausencia de

evaluaciones al proceso educativo y sus resultados por parte de los alumnos, ex

alumnos, profesores y empleadores, así como la falta de una búsqueda de vinculación

entre los diferentes actores de la Universidad y los diferentes sectores de la sociedad.

Así pues, mientras la UAQ se movía hacia la calidad gerencial ¿hacia dónde se

movieron las facultades, específicamente la de Ciencias Políticas y Sociales?

110

La búsqueda de la calidad en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS)

La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales es una de las trece facultades

que integran la Universidad Autónoma de Querétaro. Entre las trece, se considera

que la Facultad es la segunda más pequeña por el número de alumnos que tiene, lo

cual puede verse en el siguiente cuadro.

TABLA No. 6 Tamaño de las Facultades de la UAQ en función de su matrícula

FACULTAD MATRÍCULA

(2008)

Colegio de Bachilleres 6 119

Facultad de Bellas Artes 847

Facultad de Ciencias Naturales 707

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales 536

Facultad de Contaduría y Administración 3 583

Facultad de Derecho 3 350

Facultad de Enfermería 2 076

Facultad de Filosofía 374

Facultad de Informática 971

Facultad de Ingeniería 1 438

Facultad de Lenguas y Letras 2 115

Facultad de Medicina 889

Facultad de Psicología 1 197

Facultad de Química 773

Total 24 975

Fuente: Elaboración propia a partir del Tercer Informe de Rectoría de Raúl Iturralde,

disponible en http://www.uaq.mx/3er_informe/anexos/MatriculaporFacultad_2008.pdf

La Facultad surgió como Escuela de Sociología en 1984, dependiente en ese

momento de la Facultad de Derecho. Dos años después se separó para, más tarde,

comenzar a ofrecer nuevos programas. A la Licenciatura en Sociología se añadió la

carrera técnica en Periodismo. Para 1990, en un afán por vincular a la Universidad

con su entorno, se creó la Especialidad en Desarrollo Comunitario (Dorantes, 2001)

y, más tarde, otra en Partidos Políticos, una Maestría en Análisis Político y un

111

Doctorado en Ciencias Sociales, ubicado en el Padrón de Excelencia de Conacyt,

este último era un programa de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad

Xochimilco con sede en la UAQ. En 1997 la carrera de Técnico en Periodismo se

transformó en Licenciatura en Periodismo y Comunicación al tiempo que se abre la

Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública, quedando integradas las

tres licenciaturas que se ofrecen actualmente. La creación de las dos nuevas

licenciaturas se convirtió en una coyuntura que fue aprovechada para transformar los

planes de estudio, pensando que era necesario adecuarlas a las condiciones que se

vivían.

Además de la revisión de los planes, en 2001 se hizo la primera evaluación

por parte de los CIEES. El resultado de esta evaluación propició la realización de un

Congreso Académico (noviembre de 2002) propio de la facultad en el que se dieron a

conocer los resultados y se establecieron las líneas de acción. Así mismo, se

establecieron la misión, la visión, los valores, los perfiles y el objetivo de la facultad

(ver Anexo I). Habrá que destacar que tanto en el objetivo como en la misión y la

visión, el formar científicos sociales con altos niveles de excelencia y ofrecer

programas de calidad certificados fueron la constante (Roldán y Solís, 2008), sin

embargo, nada se hizo para alcanzar tales certificaciones.

Para el 2003, en el marco de la Reforma Universitaria, se determinó que los

nuevos programas debían estar centrados en el modelo constructivista para “aprender

a aprender” y en la flexibilidad como ejes rectores. En este mismo año se entregaron

los resultados de la evaluación de los CIEES, en los cuales se recomendaba que tanto

la Licenciatura en Periodismo y Comunicación como la Maestría en Análisis Político

fueran modificadas en su estructura y propuesta académica, pues resultaban de poca

calidad, lo que las situó en el nivel 3 de los CIEES. Urgía además que los cambios se

realizaran a la brevedad posible en tanto que programas como la Licenciatura en

Periodismo y Comunicación llevaba dos años reportándose “en proceso” sin obtener

resultados (Diario de Querétaro, 3 de febrero de 2003).

Estos tres eventos: evaluación de los CIEES, Congreso Académico de la

FCPS y la Propuesta del Modelo Educativo de la UAQ, fueron los que sustentaron la

propuesta de rediseño de los planes de estudio de las tres licenciaturas de la facultad,

programas que entraron en vigor en 2004, luego de que se nombró una nueva

comisión docente para la reestructuración y de que se incorporaron nuevos

profesores al proceso.

112

De tal reforma se desprendieron programas flexibles, tendientes no sólo a la

formación teórica sino también a la profesionalización de los estudiantes. Cada plan

de estudios se integró por Unidades de Aprendizaje (UA) propuestas por los propios

profesores y cuerpos académicos, en la idea de que los contenidos fueran pertinentes

y reflejaran el quehacer sustantivo de la investigación. La UA, a su vez, quedó

conformada por tres materias básicas de corte teórico y dos optativas, en la idea de

que los alumnos pudieran cambiarlas para perfilar su propio desarrollo académico y

profesional, lo cual a su vez les permite llevar a cabo movilidades tanto internas

como externas (Solís, 2008b).

Sin embargo, pese a las reformas, muchos de los programas de posgrado

fueron desapareciendo debido a la falta de cumplimiento en los requisitos

establecidos por los órganos evaluadores. Así, el doctorado sólo ofreció tres

generaciones (1993-1999) y se cerró por no tener eficiencia terminal.8 La maestría,

que contó con ocho generaciones, se cerró al salir del padrón de excelencia por no

cumplir en tiempo con la cantidad de profesores con posgrado ni tener eficiencia

terminal.9 En un comunicado del Comité Interinstitucional para la Evaluación de la

Educación Superior (CIEES), se especificó que se perdía no sólo el registro sino

también los beneficios económicos que ello implicaba, recomendándose mejorar las

relaciones de comunicación, pues se presentaron malentendidos en los criterios de

medición y evaluación de los resultados académicos (Diario de Querétaro, 13 de

agosto de 2001). Más tarde, en otra declaración, Dolores Cabrera, rectora de la

Universidad, dijo que los CIEES habían reportado que en la Facultad de Ciencias

Políticas y Sociales se detectaron problemas didácticos, falta de preparación para la

impartición de clases y desplazamiento de la responsabilidad de la enseñanza a los

alumnos, así como problemas al seguir asignando materias a profesores mal

evaluados, alegando requerimientos tanto de la carga horaria como del tipo de

contratación del profesor. En el rubro de Personal Académico también se señaló que

éstos se habían orientado “presumiblemente a la configuración de indicadores para la

asignación de estímulos a la docencia y se ha conformado un vacío en términos de su

8 En total ingresaron al doctorado 37 alumnos, egresaron 33 y sólo se titularon 11, es decir, el 29.7 %.

Cfr. Archivos del posgrado de la FCPyS. 9 De la maestría ingresaron en sus ocho generaciones 74, egresaron 54 y sólo se titularon 30, lo que

equivale a un 40%, cifra que se sitúa muy por debajo de los estándares solicitados por Conacyt que

exige un 100%.

113

impacto en el mejoramiento de la enseñanza” (Diario de Querétaro, 15 de agosto de

2001).

Durante muchos años, la facultad se mantuvo como tal gracias a que

contaba con dos especialidades: Desarrollo Comunitario y Partidos Políticos, sin

embargo, en 2006 se perdió la especialidad en Partidos Políticos al ser evaluada por

el Conacyt con resultados negativos. La especialidad en Desarrollo Comunitario

recibió recomendaciones para su actualización.

Toda esta situación colocó a la Facultad en una posición crítica pues su

sobrevivencia como tal dependía de la creación de posgrados, el cual fue uno de los

objetivos de la administración de Ángeles Guzmán Molina, quien asume la dirección

de la FCPS en julio de 2006. En este sentido, se comenzó a trabajar para fungir como

sede de la Maestría en Comunicación de la UNAM, así como para crear una Maestría

en Ciencias Sociales que pudiera quedar inscrita en al Programa Nacional de

Posgrados de Calidad (PNPC) de Conacyt. Así mismo, como otra de sus metas,

estuvo la certificación de los programas ofrecidos como Programas de Calidad, para

lo cual se iniciaron los trabajos en marzo de 2008. También se iniciaron en ese año

los trabajos para elaborar manuales de los diferentes puestos administrativos y un

manual de políticas internas.

Para el segundo semestre del 2008, la FCPS contaba con un total de 541

alumnos, distribuidos en tres licenciaturas y una especialidad. Algunos más cursaban

diplomados, cursos de actualización o estaban de movilidad. Cabe señalar que el

ingreso a cualquiera de los programas de estudio de la facultad es anual y que la

formación de licenciatura se alcanza en cuatro años.

114

TABLA No. 7 Distribución de la población de alumnos por grado, carrera,

diplomado, especialidad o movilidad (2º semestre 2008).

CIENCIAS

POLÍTICAS SOCIOLOGÍA

PERIODISMO Y

COMUNICACIÓN ESPECIALIDAD TOTAL

148

(Plan 2004)

120

(Plan 2004)

254

5

(Plan 1997)

2

(Plan 1997)

153 122 254 12 541

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del SIIA-UAQ del semestre julio-

diciembre 2008

Para cubrir las necesidades docentes se cuenta con un plantel de 70

profesores, distribuidos de la siguiente forma:

TABLA No. 8 Distribución de la población docente según tipo de contrato (2º

semestre 2008).

TIEMPO

COMPLETO CATEGORÍA

TIEMPO LIBRE

(HONORARIOS) CATEGORÍA TOTAL

1 III 2 I

3 V 2 II

1 IV 5 III

4 VI 5 V

22 VII 25 SD

31 39 70

Fuente: Elaboración propia a partir de listado de Carga Horaria. SD=Sin datos

Siguiendo las políticas institucionales a nivel nacional e internacional, las

facultades de la UAQ han tenido que moverse para cumplir los requisitos exigidos

tanto por los organismos evaluadores como por las instancias rectoras. Así, en un

intento por mejorar la calidad de la educación, la FCPS ha implementado una serie

de acciones, enfocadas a diferentes áreas. Entre éstas podemos señalar las acciones

115

tendientes a mejorar la calidad del elemento humano (tanto docentes como

administrativos y alumnos), las relacionadas con la infraestructura, la cobertura y la

pertinencia de los programas.

En el primer rubro encontramos las evaluaciones internas al personal

docente, la primera es una evaluación intermedia y, al finalizar cada semestre, se

lleva a cabo la evaluación institucional. También se encuentran los programas de

formación, capacitación y actualización de los profesores, así como la posibilidad de

obtener un reconocimiento al desempeño de los docentes, que pretende fungir como

estímulo.

En cuanto a los alumnos, se han implementado, desde la institución, una

serie de programas que se aplican en cada facultad, entre ellos el Programa de

Tutorías y el Programa de Movilidad Académica.

En el tercer rubro se ha iniciado un programa de crecimiento en

infraestructura, el cual incluye la construcción de salones, cubículos, baños y

canchas; así como el mantenimiento y mejora de la infraestructura existente.

En el cuarto rubro encontramos la creación de nuevos programas de estudio

para incrementar la cobertura, tanto a nivel licenciatura como a nivel posgrado. La

acreditación de programas, la aprobación de contenidos mínimos de las materias y,

finalmente, la creación de nuevas unidades de aprendizaje, talleres y materias

optativas.

Muchas de estas líneas, sin embargo, han sido producto más del empuje

institucional y de las exigencias externas y no una decisión racional de la propia

facultad (entendida como una colectividad). De esta manera, lo que presentamos en

este trabajo de investigación como líneas de acción son producto de la interpretación

de los resultados y no una manifestación expresa por parte de la facultad. Tales líneas

quedan expresadas en la siguiente tabla.

TABLA No. 9 Líneas de acción para conseguir la calidad de la educación en la

FCPS

ÁREA CRITERIO ACCIÓN

Personal

Docente Formación

Apoyo a profesores que están

cursando maestrías y doctorados.

Capacitación Impartición de cursos, sobre todo en

el área de Nuevas Tecnologías.

116

Actualización Apoyo para asistir a cursos, talleres,

congresos.

Evaluación Evaluaciones intermedias

Evaluaciones finales

Motivación Reconocimiento a los profesores

mejor evaluados cada semestre

Personal

Administrativo Capacitación

Cursos de capacitación en calidad en

el servicio

Alumnos Programas Tutorías

Movilidad académica

Motivación

Reconocimiento a alumnos

destacados en el campo académico y

deportivo

Infraestructura Construcción

Construcción de nuevos espacios:

Centro de Medios, cancha de futbol

bardas, baños, salones (edificio G) y

cubículos (altos del edificio C).

Mantenimiento

En este rubro las acciones son casi

nulas, con la excepción de

mantenimiento a baños y pintura en

algunas aulas.

Cobertura Nuevos programas

Maestría en Comunicación

Maestría en Ciencias Sociales

Licenciatura en Estudios

Socioterritoriales

Programas Acreditación de

programas

Inicio de los procesos de

acreditación de las tres licenciaturas.

Aprobación

Aprobación de programas por

materia por el Consejo Académico

de la Facultad

Fuente: Elaboración propia

Personal Docente

Formación

En el área de la formación docente, en este momento se está apoyando con

descarga horaria o becas a tres profesores de tiempo completo que están cursando

estudios doctorales o realizando la tesis correspondiente. En las mismas condiciones,

están dos profesores de tiempo libre que están cursando maestría o elaborando la

117

tesis con la que obtendrán el grado. También se apoya económicamente a profesores

que realizan estancias en el extranjero o que están de año sabático.

Evaluaciones intermedias e institucionales

En el rubro de las evaluaciones encontramos que las evaluaciones

intermedias son elaboradas de forma conjunta por la Coordinación de Evaluación

Curricular y los coordinadores de las licenciaturas, así como por la Secretaría

Académica, se aplican a mediados del semestre en la idea de que, de los resultados,

se puedan derivar medidas tendientes a corregir las áreas de oportunidad. El

instrumento está organizado en seis apartados (dominio de la materia, cumplimiento

del programa, habilidades didácticas, interacción con los alumnos, evaluación y

autoevaluación). Tales evaluaciones son revisadas por la Coordinación de

Evaluación Curricular, se elabora un dictamen y éste, junto con un concentrado de la

evaluación, se entrega a los profesores a través de su coordinador. La idea de

introducir una evaluación intermedia derivó del hecho de que las evaluaciones

institucionales, al realizarse al finalizar el semestre, no brindaban ninguna

oportunidad de mejora en el momento.

Otro instrumento tendiente a mejorar la calidad del docente es la evaluación

institucional, la cual se hace cada fin de semestre y contempla los mismos tópicos

que la intermedia. Los resultados de la evaluación son entregados a cada profesor

con una carta de la dirección en la cual se le especifica si está por encima de la media

o por debajo de ella, solicitándole atienda a su mejora. Tal mejora, sin embargo, es

difícil de cuantificar en términos reales, pues sólo el interesado y la dirección poseen

los datos y, hasta la fecha, no ha sucedido nada por no salir bien evaluado o no

mejorar el rendimiento.

Motivación

En un afán por reconocer e incentivar a los profesores a mejorar su

desempeño, a partir del segundo semestre del 2006 y hasta el primer semestre del

2009 se celebró una ceremonia pública en donde se entregaban reconocimientos a los

118

diez profesores mejor evaluados en la encuesta institucional, así como a alumnos

destacados en las áreas académica y deportiva.10

TABLA No. 10 Profesores mejor evaluados en relación con el grado y el tipo de

contratación

MAESTRO

NO. J-D 2006 E-J 2007 J-D 2007 E-J 2008 TOTAL

1 Maestro

(TC)

Maestro

(TC)

Maestro

(TC)

Maestro

(TC)

4

2 Maestro

(TC)

Maestro

(TC)

Maestro

(TC)

3

3 Maestro

(TL)

Maestro

(TL)

2

4 Maestro

(TC)

Maestro

(TC)

2

5 Maestro

(TC)

1

6 Doctor

(TC)

1

7 Doctor

(TL)

Doctor

(TL)

2

8 Maestra

(TL)

Maestra

(TL)

Maestra

(TL)

3

9 Doctora

(TC)

1

10 Maestra

(TL)

Maestra

(TL)

Maestra

(TL)

3

11 Maestro

(TL)

1

12 Maestro

(TL)

Maestro

(TL)

2

13 Licenciado

TL

1

14 Maestro

(TC)

1

15 Doctora

(TC)

1

16 Maestra

(TL)

1

17 Licenciado

TL

1

18 Licenciado

TL

1

10

Los mejores promedios de cada semestre de cada carrera, según los datos del SIA, son los que

obtienen el reconocimiento. Los profesores se reconocen en función de los promedios obtenidos en la

evaluación institucional que realiza Desarrollo Académico. Se consideran como criterios el tener más

de 15 alumnos evaluando por grupo y el promedio de los grupos en los que impartió clases.

119

19 Maestra

(TL)

1

20 Licenciado

TL

1

21 Doctor

(TC)

1

22 Doctora

(TC)

1

23 Maestra

(TL)

1

24 Doctora

(TC)

1

Total Doctor 7 Maestro 13 Licenciado

4

TL 13

TC 11 Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados de la Evaluación Docente Institucional.

Nota: Los resultados se obtienen siguiendo dos criterios: haber sido

evaluado por más de quince alumnos de cada grupo en el que imparte clases, más la

evaluación promedio de todos los grupos que lo evaluaron.

Los resultados de estas evaluaciones evidencian algo interesante. Uno de los

criterios utilizados para evaluar la calidad de las instituciones tiene que ver con el

número de doctores, sin embargo, a la hora de ver los resultados de las evaluaciones

de los alumnos, encontramos que no necesariamente los doctores son los docentes

mejor evaluados. Así, de 2006 a 2009, entre los diez profesores mejor evaluados a

los que se les ha entregado reconocimiento, sólo siete han sido doctores, siendo el

resto licenciados o maestros. Si esto lo relacionamos también con la categoría en la

que están adscritos los profesores, encontramos que son más los profesores de tiempo

libre y honorarios los que se destacan por su ejercicio docente, en comparación con

los profesores de tiempo completo, categoría que se utiliza como otro indicador para

evaluar la calidad.

Desde la perspectiva que se proyecta a partir de las evaluaciones que hacen

los alumnos, los resultados muestran que la calidad educativa no depende tanto del

grado o del tipo de contratación del docente, pues la mayoría de los profesores mejor

evaluados no tienen grado de doctor ni son de tiempo completo. Es de destacarse el

resultado de la evaluación del primer semestre del 2008, donde los maestros de

tiempo libre y sólo con grado de licenciatura fueron los mejor reconocidos; esto nos

muestra que los profesores jóvenes, que recién se han incorporado a la academia,

120

están resultando mejores docentes que sus pares con posgrado y contratación de

tiempo completo.

En el acto celebrado en junio de 2008, Guzmán Molina, directora de la

facultad, señaló que

… hoy en día, la calidad es una palabra muy usada en términos productivos y utilitaristas. Se

habla de la calidad en la producción y desde ahí la palabra se ha extendido a todos los ámbitos de la

vida de la sociedad. En una facultad como la nuestra, que se dedica al estudio y formación en Ciencias

Sociales, la calidad no puede ser entendida así. La calidad, la excelencia en nuestro trabajo cotidiano

tienen un sentido más profundo. El hacer bien nuestras tareas, ya sean la docencia, la investigación, el

deporte, el arte o el estudio, no implica sólo una actitud emprendedora, proactiva, implica un

compromiso con la actividad que nos congrega. (Guzmán, 2008)

Personal Administrativo

Capacitación

Una de las principales quejas expresadas por los profesores y los

alumnos, tanto en el Consejo Académico como en las reuniones de profesores, era el

servicio brindado por el personal de intendencia y de algunos del área administrativa.

Para subsanar este problema, la administración 2006-2009 implementó un curso de

calidad en el servicio. El personal acudió pero, dado que no hubo seguimiento ni

evaluación de quienes participaron, no cambió nada. El servicio prestado se

evidencia en la falta de cuidado y limpieza de pasillos, patios, salones, cubículos y

baños, así como en la disponibilidad de los trabajadores para realizar algunas

actividades. Las quejas, por tanto, siguen siendo una constante, se reporta que los

trabajadores nunca se niegan ante una solicitud de servicio, pero no dicen cuando lo

harán y, si ejecutan la tarea porque se anda “detrás de ellos”, lo hacen al “ahí se va”.

Por su parte, la Universidad Autónoma de Querétaro, a través de la

dirección de Recursos Humanos y el Sindicato Único de Trabajadores de la UAQ,

también ofrece cursos de capacitación tanto al personal administrativo como

operativo. Tales cursos son constantes pero no obligatorios. En los últimos años, los

cursos han versado sobre trabajo en equipo, computación, administración del tiempo,

atención y servicio al cliente; sin embargo, aunque a decir de los trabajadores “los

cursos son buenos”, no se hace un seguimiento de la aplicación de los conocimientos

adquiridos (González, 2008).

121

Otro problema es que los cursos son voluntarios, de forma que sólo

aquellos que están interesados en su crecimiento personal y profesional, acuden a los

mismos.

Por otro lado, la percepción de los profesores y personal administrativo es

que los trabajadores (como secretarias y, sobre todo, intendentes) sólo le “echan

ganas” cuando están haciendo suplencias. Se observa que los trabajadores consideran

que estas suplencias son un período de prueba y que una vez que han conseguido la

base y con ella cierta seguridad en el trabajo, ya no necesitan esforzarse tanto, pues

además, ahora tienen el sindicato que los puede “defender” si así lo necesitan.

Los profesores consideran también que el hecho de que el trabajador

administrativo o de intendencia tenga una asignación permanente a determinada

facultad genera una serie de vicios, pues establecen redes y negociaciones que

impiden que se corrijan tanto las actitudes como su desempeño laboral.

Alumnos

Tutorías

En el rubro de los alumnos, y siguiendo la idea de mejorar la calidad de la

educación, a nivel institucional se estableció el programa de Tutorías. Éste tiene

como Misión “Apoyar con responsabilidad y compromiso, la formación integral de

los alumnos para que se desarrollen con un alto nivel de competitividad profesional

mediante el diagnóstico, intervención y canalización del estudiante, realizadas con

respeto y honestidad”. Así mismo, el programa establece como Visión “Formar

profesores sensibilizados, motivados y preparados para la tutoría, con una

organización dinámica que genere servicios y atienda a las necesidades de los futuros

profesionistas para el logro de su formación integral acorde con las exigencias

sociales, políticas y económicas de nuestro entorno”.11

El programa, que está

certificado, pretende no sólo mejorar la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje,

sino también abatir algunos índices de rezago como la eficiencia terminal, la

deserción, fomentar la movilidad e incluso la titulación.

11

Manual del Programa Institucional de Tutorías, UAQ

122

El programa de tutorías se ha aplicado en la facultad en dos momentos y con

diferentes resultados. En el primero, tanto los tutores como los tutorados se

mostraron muy reticentes a su implementación, nunca tuvieron relación uno con otro,

se alegaba que la tutoría tenía como objetivo el apoyo psicológico hacia el estudiante

y los maestros se sentían poco capaces; por todo ello, fue un fracaso. Los docentes

alegaban también que esto era una carga extra a sus labores y que ello les distraería

de la investigación, aún y cuando no todos los que eran tutores tenían proyectos de

investigación registrados. Pese a que el reglamento existente señalaba que las

tutorías eran obligatorias para los profesores de tiempo completo y que éstas se iban

a contabilizar en sus cargas horarias, en la realidad esta tarea no se cumplió. Ante

este fracaso, la tutoría fue reformada en la FCPS, se propuso que ésta se limitara

únicamente a aspectos académicos y que cuando se detectara que los alumnos

requirieran ayuda psicológica se canalizaran a la Coordinación de Tutorías que, a su

vez, los turnaría con la psicóloga que se contrató para ofrecer esta ayuda. Con el

mismo afán de mejorar el programa, se incluyó como tutores a profesores tanto de 40

horas como de tiempo libre, siempre y cuando estuvieran de acuerdo en participar de

manera voluntaria, pues no recibirían ninguna remuneración por este servicio y

tampoco les contaría como parte de su carga horaria o para la adquisición de

estímulo; en conclusión, la tutoría representaba trabajo extra no remunerado, ni

evaluado para los profesores que no eran de tiempo completo.12

La nueva modalidad de este programa comenzó en 2007, se estableció que

tanto tutorados como tutores deberían entregar informes al término del semestre. En

tales informes se especificaría el número de sesiones que se tuvieron, los aspectos

tratados, los acuerdos tomados y si hubo movilidad académica o no. En el

reglamento interno de la FCPS se estableció también que si el alumno no entregaba

los reportes quedaría automáticamente dado de baja del programa de tutorías, por lo

que no podría hacer intercambios o movilidad hasta el siguiente semestre, en el cual

debería solicitar de nueva cuenta su ingreso. Pese a que el programa se reestructuró

internamente, algunos profesores han comentado que éste sólo es un proceso

burocrático que no cumple su función y que se ha convertido en un obstáculo para la

movilidad de estudiantes que no participan en él, puesto que para efectuarla, es un

requisito contar con un tutor (Reunión de tutorías, FCPS, diciembre 2008).

12

Folleto de Tutorías, FCPyS, 2006

123

Movilidad

Por lo que respecta a la movilidad, antes de 2006 era casi inexistente en la

FCPS. A partir del 2007 ésta se ha incrementado notablemente, tanto al interior de la

Universidad como a nivel nacional e internacional. La movilidad al interior de UAQ

se ha asociado con el deseo de los alumnos de enriquecer su formación, esto se

deriva también de poder contar con una tutoría adecuada. Según señala la

coordinadora de tutorías, cuando hay claridad en los objetivos del programa y de

hace un seguimiento en las tutorías, los procesos administrativos se realizan sin

contratiempos. Señala también que cuando el tutor o los alumnos desconocen el plan

de estudios y el programa mismo de tutorías, los procesos administrativos se vuelven

engorrosos y muchos alumnos terminan por abandonar sus proyectos de movilidad

académica. Casi siempre, la movilidad interna se hace a unidades de aprendizaje de

otras carreras ofrecidas en la propia facultad o de materias ofrecidas en programas

afines a las ciencias sociales en otras facultades como Derecho, Filosofía e incluso

Contaduría y Administración.

La movilidad externa se ha concretado en el hecho que los alumnos cursen

unidades de aprendizaje en la UNAM, la Universidad Autónoma de Chiapas y la

Universidad Autónoma de Guadalajara. La movilidad internacional se ha hecho

fundamentalmente a España y, en menor medida, a Argentina.

Pese a que el programa ahora es voluntario, en el segundo semestre del

2009, cerca del 60% de la población estudiantil habían solicitado su ingreso al

programa, casi todos con la mira de poder realizar algún tipo de movilidad (Valerio,

2009).

Infraestructura

En infraestructura, la facultad cuenta con seis edificios funcionando, uno

que acaba de ser construido (edificio G), otro más que se está construyendo en la

planta alta del edificio C y un centro de medios que aún no se concluye. De los seis

edificios uno ocupa la biblioteca, la cual es una de las mejores del sistema UAQ para

el área de las humanidades y las ciencias sociales. Otro edificio completo está

ocupado por oficinas, tanto de las coordinaciones como de posgrado y algunos

cubículos para profesores. El resto de los edificios tiene tanto salones como

124

cubículos. Aún así, existe un déficit de salones y de cubículos, lo cual se ha tratado

de subsanar con la construcción del nuevo edificio y con el desalojo de algunas áreas

como la que ocupaba el periódico Tribuna, cuyas oficinas se trasladaron al nuevo

Centro de Medios y en cuyo espacio se acondicionaron nuevos cubículos para

profesores.

El Centro de Medios, a su vez, está integrado por un área de recepción,

cubículos, la oficina del encargado de los servicios de difusión y propaganda, cabinas

para radio, televisión, el espacio para el periódico Tribuna y cubículos para edición.

Habrá también un espacio para la imprenta y laboratorios de fotografía que aún no

están habilitados.

MAPA No. 1 Estructura física de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Además de los salones, los cubículos de profesores, las oficinas

administrativas y bodegas, existe también un déficit de baños pues sólo hay cinco

áreas de sanitarios para hombres y mujeres (con un total de 13 sanitarios para

hombres y 13 para mujeres); esto resulta insuficiente pues hay edificios que no tienen

los servicios y los usuarios deben desplazarse a otras áreas. Los sanitarios están

ubicados en los edificios B, C, E, en la Biblioteca y en el Centro de Medios. Habría

que destacar que en Biblioteca sólo hay cuatro inodoros, dos para hombres y dos para

125

mujeres y, en el edificio C, el baño es exclusivo para los profesores. A partir del

segundo semestre del 2009 se inició la construcción de áreas de sanitarios tanto para

el edificio F como para el G, los del F se asignaron para hombres y los del G para

mujeres.

Otros espacios que integran la Facultad son los de tránsito, algunas áreas

verdes y dos canchas, una de baloncesto (que no tiene las medidas reglamentarias) y

otra de futbol “bardas” construida recientemente. Se cuenta también con una

cafetería que administra el Consejo Estudiantil y un auditorio con capacidad para

cien personas. Hay también una sala de profesores que funciona más como sala del

Consejo académico y una Sala de Educación Continua.

Existe un centro de cómputo que cuenta con 44 computadoras marca Dell

conectadas a Internet, de éstas, 12 tienen programas Office 2003 y 32 el 2007, hay

también dos impresoras, de las cuales una no sirve. En este mismo centro se brinda el

servicio de impresión, el cual es muy irregular, pues si no faltan hojas falta tinta.

Todas las computadoras tienen licencias para usar sus programas, sin embargo, el

número de computadoras no es suficiente para brindar un adecuado servicio a más de

500 estudiantes. También hay 8 máquinas con software especial para diseño, pero no

son suficientes dado que cerca del 50% de la población estudiantil es del área de

comunicación. El espacio del centro de cómputo es también insuficiente, por lo que

se tomó la decisión de trasladar las máquinas con software de diseño a uno de los

salones nuevos. El personal que atiende el centro tampoco en suficiente, pues sólo

son tres personas que trabajan en los dos turnos. Además, a decir del responsable del

centro, hace falta actualizar el equipo, tener más impresoras y más recursos para

préstamo a los profesores, pues sólo hay un scanner, seis cañones (3 nuevos y 3

“muy viejos”) y 3 computadoras portátiles (de las cuales sólo funcionan dos). Existe

un segundo salón de cómputo para las clases de materias que requieren de la

informática, en éste hay 31 computadoras que aún están “vigentes” (Chavero, 2009).

El personal del centro de cómputo brinda también servicio de mantenimiento a todos

los equipos de la facultad, ayuda en la elaboración de programas internos (como la

evaluación intermedia docente) y da soporte al propio centro de medios.

El espacio de la Facultad es completado por dos estacionamiento que

también resultan insuficientes para su población, uno de ellos se comparte con la

Facultad de Lenguas y Letras y el otro es ocupado por el personal académico y el

administrativo, de forma que los alumnos que tienen vehículo automotor tienen

126

problemas para estacionarse. No se cuenta tampoco con estacionamiento para

motonetas y para bicicletas sólo hay cinco espacios.

Con base en la información antes citada, se observa que el crecimiento de la

facultad ha sido lento, tanto en su matrícula como en sus programas e infraestructura.

El primer edificio se construyó en 1984, el de biblioteca fue construido

durante la administración de Martagloria Morales (1997-2003), el edificio F durante

la administración de Augusto Peón (2003-2006), por último, el Centro de Medios y

el edificio G durante la administración de Ángeles Guzmán Molina (2006-2009).

Actualmente se está construyendo un área de sanitarios para el edificio F y el

segundo nivel del edificio C, gracias a la gestión de la misma Guzmán Molina.

Cobertura

Pese a que la Universidad ha estado creciendo a partir del establecimiento

de otros campus en el interior del estado para ampliar la cobertura, la Facultad de

Ciencias Políticas y Sociales no lo ha hecho, ni en forma presencial ni en la

modalidad virtual. Las tres licenciaturas que ofrece son presenciales y se ofrecen sólo

en el campus del Centro Universitario. Ello implica que los estudiantes que quieran

cursar los programas que ofrece, deben desplazarse de sus lugares de origen a la

ciudad capital del Estado.

Los alumnos que migran para estudiar una carrera de la FCPS proceden

tanto del Estado (Jalpan, Cadereyta, Colón, Tolimán, Amealco, San Juan del Río y la

zona conurbada) como de la región, éstos provienen de Guanajuato (Salvatierra,

Acámbaro, Apaseo, San José Iturbide, Santa Catarina, San Luis de la Paz, entre

otros), Hidalgo (Tecozautla, Tula, Huichapan), Michoacán, Estado de México e

incluso de Sinaloa, Baja California Sur o Guerrero.

127

TABLA No. 11 Crecimiento de la matrícula de la FCPS ( 1982-2009)

Año Ingreso de Matricula % de Matricula crecida respecto

al año anterior

1992 14 0.07

1993 9 -0.05

1994 14 0.05

1995 16 0.02

1996 51 0.35

1997 117 0.66

1998 42 -0.75

1999 134 0.92

2000 60 -0.74

2001 82 0.22

2002 79 0.03

2003 102 0.23

2004 106 0.04

2005 149 0.43

2006 150 0.01

2007 129 -0.21

2008 137 0.08

2009 158 0.21

2010 158 0

Elaboración propia: A partir de datos proporcionados por Servicios

Escolares de la UAQ

Programas

Aprobación de programas curriculares en las licenciaturas

En un intento por mejorar la calidad, también se ha puesto énfasis en la

elaboración de programas de estudio con criterios claros tanto en los contenidos

como en las técnicas de enseñanza, la bibliografía, la forma de evaluar y acreditar.

Los profesores deben entregar los programas de las materias que imparten antes de

iniciar el semestre al coordinador de la carrera para su revisión y aprobación, el

primer día de clases el programa se presenta a los estudiantes y finalmente, en el

primer Consejo Académico del semestre se hace la votación para su aprobación

definitiva. En esa sesión de Consejo, el coordinador de la licenciatura dice cuántos

128

programas se han entregado, cuántos faltan y si cubren o no los requisitos para su

aprobación. Casi siempre el Consejo confía en la palabra del coordinador y aprueba

los programas. Sin embargo, para aquellos profesores que no cumplen, no hay

consecuencias, de forma que puede haber cursos en los que no se entrega el

programa durante todo el semestre o en los que se entrega muy tarde.

TABLA No. 12 Total de programas entregados y aprobados por el Consejo

Académico de la FCPS (2008)

FECHA CONSEJO TOTAL APROBADOS POR ÁREA FALTANTES

0802 Ordinario 70 Interdisciplinar 9 7 (43%)

Sociología 14 4 (22%)

Ciencia Política 14 4 (22%)

Comunicación 18 0 (0%)

2208 Ordinario 70 Interdisciplinar 16 0 (0%)

Sociología 16 2 (11%)

Ciencia Política 15 3 (16%)

Comunicación 18 0 (0%)

Fuente: elaboración propia a partir de las actas de Consejo Académico de

2008

Como puede verse, entre un semestre y otro hubo una gran variación, sobre

todo en el Área Interdisciplinar, donde se abatieron completamente los rezagos.

Comunicación se mantuvo estable con la entrega del 100% de sus programas,

Sociología disminuyó en 11% su rezago y Ciencias Políticas en 6%.

Así mismo, cada coordinador establece tres reuniones durante el semestre:

una al inicio, una a la mitad del semestre y otra al final. En la primera reunión se

planea el semestre, las actividades a realizar y las propuestas que surjan de los

profesores. En la reunión intermedia, además de entregar los resultados de la

evaluación, se revisa cómo se va avanzando con el grupo, los problemas que se

presentan y los proyectos conjuntos a realizar. En la última reunión se comenta si se

cubrió el programa, las dificultades que se tuvieron y las observaciones del curso.

129

En cuanto a los programas, no sólo hubo un decrecimiento, sino que la

creación de nuevos ha implicado un arduo esfuerzo. En la siguiente tabla se muestra

cómo se ha comportado el crecimiento de programas desde su fundación en 1984

hasta el 2009.

TABLA No. 13 Crecimiento de los programas ofrecidos por la FCPS (1984-2009)

No.

PROGRAMAS NOMBRE

AÑO DE

CREACIÓN/DESAPA

RICIÓN

1 Licenciatura en Sociología 1984

2 Técnico en Periodismo -1997

3 Licenciatura en Periodismo y

Comunicación, hoy Comunicación y

Periodismo

1997 a la fecha

4 Licenciatura en Ciencias Políticas y

Administración Pública

1997 a la fecha

5 Especialidad en Desarrollo

Comunitario

1991 a la fecha

6 Especialidad en Partidos Políticos /2006

7 Maestría en Análisis Político 1991-

8 Doctorado en Ciencias Sociales 1991-1999

9 Maestría en Comunicación (UNAM

con sede en la UAQ)

2009

10 Maestría en Ciencias Sociales 2009

11 Licenciatura en Estudios

Socioterritoriales

Aprobada Consejo

Académico Mayo 2009

Fuente: Elaboración propia

Otras acciones

En un afán por abrir la oferta educativa y siguiendo la línea del plan de

estudios, se ha invitado a los profesores y a los CA a proponer tanto talleres como

materias optativas o, incluso nuevas UA en la idea de que tanto las materias como las

unidades reflejen las líneas de investigación de los CA o de los profesores. En este

sentido, los alumnos tendrían una gama de opciones que ayuden a formar sus perfiles

profesionales.

130

Para mejorar la calidad también se han apoyado tanto la formación

académica de los profesores como su participación en eventos de divulgación del

conocimiento. En esta línea, a partir de los programas de PIFI, se contrataron nuevos

profesores con perfiles específicos tendientes a cubrir los requerimientos que evalúa

la SEP, tales como poseer el grado de doctor y tener perfil PROMEP. También se

apoyó con becas y descargas académicas la formación de doctores. Igualmente se ha

apoyado, tanto con recursos de PIFI como con propios de la FCPS, la asistencia a

congresos internacionales y nacionales de los investigadores que tengan proyectos

registrados, además de la publicación de trabajos tanto individuales como colectivos.

Así pues, en términos generales, en la Facultad de Ciencias Políticas y

Sociales se realizan acciones para el mejoramiento de la calidad de la educación en

sólo una vertiente: la gerencialista, pues las medidas adoptadas se dirigen a la

certificación de programas tanto por CIEES como por organismos acreditadores y el

cumplimiento de las metas consignadas en los distintos PIFI‟s. Las evaluaciones

docentes, tanto intermedias como institucionales, y el programa de tutorías también

se mueven más en el plano cuantitativo. Sin embargo, estas acciones muchas veces

aparecen como aisladas, con poco seguimiento, con poca consideración por parte de

los actores, sin sistematización y sin consecuencias para aquellos profesores que no

cumplen cabalmente su cometido.

En la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales se ha impulsado la búsqueda

de la calidad en varias líneas: formación de profesores, incremento de los indicadores

exigidos por SEP, generación y divulgación del conocimiento a través de congresos y

publicaciones, mejora e incremento de programas académicos, así como la mejora

del programa de Tutorías. Sin embargo, pareciera que es lo académico en donde más

se ha trabajado, pues en términos de infraestructura y tecnología aún existen muchos

rezagos.

131

CAPÍTULO V LA CALIDAD EN LA FCPS DESDE LOS ACTORES

En el capítulo anterior se presentaron los resultados que se derivan de la

revisión hemerográfica, estos permitieron reconstruir en un primer momento el

proceso histórico en torno al cual la Universidad Autónoma de Querétaro define sus

políticas de calidad y, en un segundo momento, cual ha sido la trayectoria de la

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en este mismo aspecto. El presente capítulo

pretende dar cuenta de cómo es percibido este mismo proceso de búsqueda de la

calidad por parte de los actores de la facultad en estudio. Primero recuperamos el

diseño de la investigación de campo y la operacionalización de nuestros conceptos y

categorías, para después analizar los resultados que de ello se derivan.

Habrá que recordar que el objetivo de la investigación es establecer la

relación que existe entre el involucramiento y la calidad de la educación superior,

específicamente en el caso de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ

como un estudio de caso.

Lo primero que hemos hecho ha sido tratar de identificar las categorías a

través de las cuales podemos hacer observables los conceptos centrales del trabajo,

tal es el de “calidad” e “involucramiento”, para luego identificar los indicadores que

nos permitirán evaluarlos.

La calidad, tal y como ha quedado señalado, podría ser abordada desde la

perspectiva gerencialista o desde la perspectiva del paradigma alternativo. En este

caso, intentamos recuperar ambas propuestas de forma que se integran tanto

elementos cuantitativos como cualitativos. Para el caso del involucramiento,

partimos de la propuesta elaborada por Castañeda (2001), quien propone algunas

conductas relacionadas con la actitud objeto de estudio Para este concepto hemos

distinguido dos esferas, la de la relación de los docentes con la organización y la del

docente con los propios alumnos. Este trabajo, queda manifiesto en el siguiente tabla:

132

TABLA No. 14 Operacionalización de conceptos

CONCEPTO

AC

TO

R

CATEGORÍAS INDICADORES

Calidad

Pro

feso

r

Grado Académico Licenciatura-

Maestría-Doctorado

Una educación es de

calidad cuando “establezca

objetivos socialmente

relevantes; logre que estos

sean alcanzados

adecuadamente por una

elevada proporción de los

educandos, ayudándoles

diferencialmente para ello y

cumpla con lo anterior de la

manera más económica

posible” (Martínez, 1992;

20).

Productividad Publicaciones (libros,

artículos arbitrados,

artículos sin arbitrar) Congresos (como

asistente y como

ponente), Conferencias impartidas, Número de

grupos/alumnos

atendidos por semestre, Desarrollo de otras

actividades (evaluadores,

consultores, miembros

de comisiones), Tesis (asesoradas/nivel)

Certificación Certificación por

colegios u otros

organismos

Pertenencia a

instituciones o

programas

SNI (nivel I, II y III) Perfil PROMEP

Alu

mno

Deserción Estadísticas

institucionales

Evaluación docente Evaluaciones

intermedias e

institucionales

Inst

itu

ció

n Eficiencia terminal Ingresos/egresos

Seguimiento de

egresados Encuestas institucionales

y encuestas de la propia

facultad

Exámenes de fin de

carrera

Evaluación docente Evaluaciones

institucionales

133

Instalaciones Número de salones,

cafetería, biblioteca,

centro de cómputo,

laboratorios, áreas verdes

entre el número de

alumnos

Tecnología Número de

computadoras, cañones,

pantallas, pizarrones,

acceso a internet, otros,

entre el número de

alumnos. Condiciones de

los recursos y

antigüedad.

Políticas Manuales

Empleadores Encuestas

Evaluaciones

institucionales ISO/CIEES (ubicación

por nivel y comentarios)

Certificaciones

internas y externas Evaluaciones a

profesores, facultades y

programas

Productividad por

facultad Programas aprobados

(licenciaturas, maestrías,

doctorados, diplomados,

cursos de actualización) Publicaciones (libros,

artículos, congresos) Número de cuerpos

académicos (evaluación) Involucramiento: es un

estado psicológico al que

llega el sujeto como

resultado de diversos

factores que se procesan en

su interior y que tienen

como resultado su adhesión

dinámica a la organización,

lo cual tendrá repercusiones

en el desempeño

organizacional” (Castañeda,

s/f: 240). Do

cen

tes-

Inst

itu

ción

Participación Asistencia a reuniones,

cursos de capacitación,

eventos de la factultad,

colaboración con grupos,

número de

participaciones, tipo de

participación, actitud

(positiva-negativa).

Responsabilidad Asistencia, entrega de

calificaciones en tiempo

y forma, entrega de

programas,

cumplimiento de

programas, dar tutorías,

entregar informes de

tutorías

134

Compromiso Asistencia, puntualidad,

cumplimiento de tareas

Propuestas-iniciativa Proponer actividades

académicas, culturales,

ya sea como grupo o de

forma individual,

propuestas de cambios o

mejoras a programas,

unidades de aprendizaje.

Toma de decisiones Espacios para la toma de

decisiones: Cuerpos

Académicos, reuniones

de profesores, reuniones

de profesores por

unidades de aprendizaje,

Consejo Académico.

Capacitación Cursos, talleres,

diplomados, seminarios

tomados como parte de

la formación.

Trabajo en equipo Formas de trabajo

(grupo/equipo), logros de los Cuerpos

Académicos

Superarse Obtención de grados

académicos, premios,

reconocimientos.

Doce

nte

s –

alum

nos

Asesorías Número de asesorías

brindadas

Disponibilidad Fácil acceso al profesor

Tutorías Tutorías realizadas y

número de alumnos

tutorados.

Disposición a ayudar

al otro

Fuente: Elaboración propia

Los resultados obtenidos a través de las diferentes herramientas utilizadas se

plantean a continuación, comenzando con los resultados de la observación, tanto

directa como participativa, luego seguimos con los grupos focales, los cuestionarios

y las entrevistas. Posteriormente damos cuenta de los resultados obtenidos del

135

análisis documental en relación a algunos de los indicadores, lo que nos permite una

comparación entre los resultados cualitativos y los cuantitativos.

Involucramiento

Dimensión docentes - institución

La literatura administrativa señala que las actitudes de los trabajadores

impactan positiva o negativamente en el desempeño de una organización. Entre las

actitudes que impactan de manera positiva se encuentra el involucramiento,

considerado como un estado psicológico de adhesión a una organización. Dado que

el involucramiento es un estado psicológico, sólo podemos evidenciarlo a partir de

las actitudes de los actores. Castañeda (2001) identificó algunas de ellas para el caso

de los trabajadores mexicanos, entre las cuales están el compromiso, la

responsabilidad, la participación, la iniciativa, el “echarle ganas”, trabajar mejor,

superarse, capacitarse y hacer equipo.

A partir de estas actitudes, diseñamos una guía que utilizamos para observar

(ver anexo II), tanto de manera directa como participativa, a los diferentes actores de

la comunidad que integra la facultad en estudio. Los puntos a observar fueron las

actitudes que Castañeda (2001) señala como relacionadas con el involucramiento. La

observación se hizo en diferentes espacios académicos: reuniones del cuerpo

administrativo, reuniones de profesores, sesiones del Consejo Académico, reuniones

de Cuerpos Académicos, reuniones por unidad de aprendizaje, tanto de inicio como

de fin de cursos, asistencia a eventos académicos ofrecidos en la facultad, asistencia

a eventos culturales, recreativos y deportivos, así como asistencia a los cursos de

capacitación propuestos por la Coordinación de Evaluación Curricular. Todos estos

eventos nos permiten ver la forma en que interactúan y se relacionan los profesores

entre sí, los profesores con la administración y los profesores con los alumnos. La

observación se realizó durante todo el año de 2008 y trató de incluir a todos los

profesores, tanto a los presentes como a los ausentes, de forma que cuando se

percibía la ausencia de un docente, al volver a verlo se le preguntaba por qué no

había ido.

Además de la observación se realizaron entrevistas con alumnos (ver anexo

III). Los entrevistados se eligieron de forma aleatoria, procurando que fueran

136

representativos de las cuatro áreas: la interdisciplinar (1º y 2º semestre) y las tres

licenciaturas. También se incluyeron algunos ex alumnos. Las entrevistas se hicieron

siguiendo una guía en la cual se les preguntaba qué opinaban de la calidad de la

educación que ofrece la facultad, qué opinaban de sus profesores en términos de

calidad de la enseñanza, responsabilidad, compromiso, ganas de superarse,

participación y luego en relación con su propio desempeño en el aula. En todos los

casos se garantizó al entrevistado el anonimato pues muchos de ellos, para responder,

utilizaron ejemplos de profesores con nombre propio y solicitaron expresamente que

no se mencionara su nombre.

La visión que tienen los alumnos del área interdisciplinar es muy

contrastante con las del resto de los semestres, aquí habría que considerar que los

estudiantes de las áreas profesionalizantes ya tienen más experiencia y conocen a

más profesores que los del área básica.

A continuación se presentan las definiciones que utilizamos para cada una

de las actitudes observadas así como los resultados de las observaciones realizadas.

a. Compromiso

A decir de Castañeda (s/f), el compromiso es una forma de adhesión y

enfatiza la voluntad del actor de seguir participando en la organización. Representa el

grado en el que el actor se identifica con su trabajo. Algunos investigadores

distinguen cuatro características del compromiso: responsabilidad, confiabilidad,

proactividad y aceptación de fallas (Castañeda (b), s/f: 75). Sin embargo, habría que

diferenciar entre el compromiso que se tiene con el trabajo y el que se pudiera tener

con una organización pues hay individuos que se comprometen con uno y no con

otro.

El nivel de compromiso que los actores pueden tener, puede ser visto a

través de sus actitudes. Si un trabajador no se presenta a su trabajo se puede asumir

que no está comprometido con este. Si se presenta pero no lo hace bien, también

podemos inferir, siguiendo a Castañeda ((b), s/f) que no tiene compromiso.

Para el caso de los profesores universitarios, podríamos decir que un

profesor está comprometido con su trabajo en la medida en que cumple

responsablemente con sus actividades e incluso va más allá de ellas. Así, el

compromiso podría evidenciarse en la asistencia a clases, el cumplimiento íntegro

del programa, la participación en actividades de la institución, el cumplimiento de las

137

obligaciones para con la organización, el cumplimiento en tiempo y forma de los

acuerdos, el cumplimiento de otras tareas sustantivas de la institución además de la

docencia.

A partir de estas actividades, podemos decir que el grado de compromiso de

los profesores de la FCPS es muy diverso. Lo anterior puede obedecer a factores

como el tipo de contratación (PTC, 40 horas o tiempo libre), si se tiene o no

registrado proyecto de investigación e incluso a los intereses o preferencias

personales.

Así, de la observación realizada durante el año 2008, de los resultados que

resaltan de manera paradójica son el cumplimiento de los profesores de tiempo libre

con la asistencia a clases, la puntualidad, el cumplimiento íntegro del programa, pero

la ausencia generalizada en reuniones de trabajo, planeación, evaluación, cursos de

capacitación o reuniones de profesores. La excepción a esta situación fueron dos

profesores de reciente ingreso que asistieron a cursos de capacitación y reuniones.

Para el caso de los profesores de 40 horas la situación fue diferente. Dado

que son profesores que están tratando de “hacer méritos” para conseguir una plaza

dentro de la Universidad, su asistencia a clases, entrega de programas, cumplimiento

del programa, asistencia a todo tipo de reuniones y participación en todo tipo de

eventos (culturales, académicos, deportivos y recreativos) fue acentuada. Destacaron

además porque, a diferencia de los profesores de tiempo completo que tienen

proyecto de investigación registrado y que por ello sólo dan una clase, son profesores

que tienen dos o tres grupos y en todos ellos cumplen.

Respecto de los profesores de tiempo completo la situación se dividió. Una

parte de los profesores destacaron, a decir de los alumnos, por su ausentismo, su

impuntualidad, el no dar clases y dejar todo el proceso en manos de los alumnos, el

no terminar los programas, no participar en eventos o participar sólo en aquellos

organizados por sus propios cuerpos académicos. Para algunos de estos profesores

incluso el tener que dar clase es visto como una carga, algo que tienen que hacer

porque así lo establece el contrato colectivo, pero en cuyo desempeño no encuentran

ninguna motivación. Reconocen incluso que no les gusta y ello se evidencia en sus

actitudes, lo cual es notado por los alumnos aunque no siempre reflejado en las

evaluaciones docentes. La otra parte de los profesores de tiempo completo

(prácticamente la mitad) se destacó por su asistencia a clases, su puntualidad, haber

concluido los programas, participar activamente en eventos e incluso en ir más allá

138

de lo esperado, como por ejemplo ocuparse de sus alumnos en aspectos que van más

allá del académico.

Así pues, se identifican tres tipos de docentes: los profesores que se

comprometen con su trabajo y cumplen con lo que se espera de ellos, los profesores

que se comprometen con su trabajo y con la institución, yendo más allá de lo que se

espera de ellos y, finalmente, los profesores que se comprometen lo necesario para

cumplir con ciertos requisitos mínimos de permanencia en la institución y cuyas

acciones están más guiadas por intereses más personales que organizacionales. Tal

división está atravesada por la situación contractual de los profesores. Por un lado,

aquellos que tienen sus tiempos completos se sienten seguros y consideran que la

institución tiene la obligación de garantizar grupos para impartir sus clases,

independientemente de los resultados académicos obtenidos. Por otro lado, se tiene a

quienes están en la espera de una oportunidad y se muestran muy comprometidos.

Un factor más que habría que considerar es también el de la edad. En la facultad es

muy clara una división entre los profesores en función de este factor. Dos

generaciones de profesores, una “joven” y una “vieja” están viviendo una transición.

La generación “joven”, que se conforma incluso por alumnos de la generación

“vieja”, está luchando por alcanzar la permanencia en la institución, mientras que la

generación “vieja” está esperando la jubilación en las mejores condiciones posibles o

se aferra a una forma de ser y pensar basada en la tradición. Claro está que en ambos

grupos existen excepciones.

b. Responsabilidad

Castañeda (2001) define la responsabilidad como el compromiso que se

adquiere sobre lo que se promete. Es una obligación moral que termina cuando se

cumple la tarea. La responsabilidad se manifiesta de múltiples formas, entre ellas,

cumpliendo satisfactoriamente las tareas encomendadas, tanto en tiempo como en

forma, asistiendo a todos los compromisos que implique, llegando puntualmente y

respetando acuerdos. Una persona puede ser más o menos responsable en la medida

que cumpla con todo lo que implica la responsabilidad.

En las organizaciones la responsabilidad es más importante cada día en

tanto que se establecen objetivos y metas que hay que cumplir, siendo una obligación

compartida para sus miembros el alcanzarlos. Las nuevas formas de organización

139

tienden a establecer una responsabilidad compartida. Así, en la medida en que los

actores participen en la toma de decisiones, en el establecimiento de metas y de

reglas, se hacen corresponsables de su logro.

En una institución de educación, la responsabilidad se presenta en cada uno

de los actores: por un lado, la institución, a través de sus representantes, debe hacerse

responsable de proporcionar a profesores y alumnos los elementos mínimos

necesarios para el buen desempeño del proceso de aprendizaje. Por otro lado, los

profesores se hacen responsables de cumplir con sus obligaciones, tanto legales

(establecidas en el contrato colectivo de trabajo) como morales (apropiándose de los

valores de la institución) y los alumnos se hacen responsables de la parte que les

corresponde (asistir a clase, cumplir con sus tareas académicas en tiempo y forma,

respetar el reglamento institucional, etc.).

Vista bajo estos tres aspectos, el papel de la institución en cuanto a la

responsabilidad va más allá del imaginario social en el que se pensaría que la sola

obligación de la institución es la retribuir económicamente al profesor (que en el caso

de los profesores de tiempo libre es mínima), la responsabilidad institucional implica

también garantizar las condiciones mínimas para el funcionamiento del proceso y su

evaluación.

En el caso de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales algunas

necesidades (económicas, de infraestructura, de personal, etc.) se satisfacen a partir

de los recursos de la UAQ misma y otras se subsanan desde la facultad con recursos

propios. Estos últimos se obtienen por el cobro que se obtienen de programas como

los cursos propedéuticos, diplomados, cursos de actualización, consultorías,

posgrados o cualquier otro proyecto que genere ingresos. Entre los recursos que

aporta la institución se tiene el pago de nómina, el mantenimiento de la

infraestructura, la jardinería y recursos materiales; cuando las necesidades se enfocan

en estos rubros, la Secretaría Administrativa de la facultad se encarga de solicitar los

recursos a la administración central de la UAQ. Cualquier otro requerimiento

(papelería, productos de limpieza, tinta para impresoras, transporte para trabajo de

campo y excusiones, celebraciones institucionales, etc.) tiene que pagarse con los

recursos propios.

La escases de programas que generen recursos propios ha motivado

carencias de las que tanto los profesores como los alumnos se quejan: falta de papel o

de tóner para impresiones en el centro de cómputo, falta de equipo informático, mal

140

estado del equipo existente, deterioro de salones, oficinas y áreas verdes, así como el

retardo en la satisfacción de las demandas a causa de procesos burocráticos lentos y

algunas veces infructuosos. Otra queja es el racionamiento excesivo o falta de hojas

tamaño carta, tóner, pintarrones, plumas, etc., tanto para profesores como para el

personal administrativo.

Como ya se mencionó, de entre los elementos que Castañeda (2001)

considera como parte de la responsabilidad está el cumplimiento satisfactorio de las

tareas encomendadas en tiempo y forma. Para dar cuenta de esta aspecto en la FCPS

se toman como indicadores la asistencia y puntualidad a las diferentes reuniones de

docentes, la entrega de programas de estudio al inicio del semestre, la preparación e

impartición de clases en tiempo y forma, la evaluación del desempeño de los

alumnos y la entrega oportuna de los resultados; esto a través de la observación así

como de cuestionarios y entrevistas con diferentes actores de la FCPS.

Este trabajo de investigación permitió observar que en las reuniones de

profesores de la FCPS sólo tres o cuatro llegan puntualmente, cuatro o cinco más

llegan en los primeros quince minutos después de la hora señalada para el inicio, tres

o cuatro llegan después de la primera media hora y hay quienes incluso llegan

cuarenta y cinco minutos o una hora después de lo señalado en la convocatoria. En

las reuniones que se hacen por área (interdisciplinar, Sociología, Ciencias Políticas y

Administración Pública, Comunicación y Periodismo) o unidad académica (una para

cada semestre vigente de cada carrera) el asunto no mejora. En el periodo de

observación hubo juntas en las que sólo acudió una mínima parte de docentes; por

ejemplo en la reunión de 3er semestre de Comunicación y Periodismo de junio 2007,

de cinco profesores sólo se presentó uno puntualmente además del coordinador; en la

junta de inicio del semestre julio-diciembre 2009 de la misma área sólo asistieron 8

de 25 docentes. En todos los casos, los profesores que acuden siempre son los

mismos. En las reuniones de unidades académicas se observa, de manera general,

que acuden dos o tres profesores pero muy difícilmente se reúnen los cinco

integrantes. Lo anterior dificulta los acuerdos y la toma de decisiones y, si estas

últimas se dan con los presentes, los otros no las respetan. Esto mismo sucede en las

reuniones de algunos cuerpos académicos.

Por otro lado, el Reglamento de Ingreso y Promoción del Personal

Académico de la Universidad Autónoma de Querétaro, estipula que una de las

actividades de la función de docencia es “Dar a conocer a los alumnos el programa

141

temático correspondiente, al inicio del curso”. Dicho programa es solicitado a los

docentes por los coordinadores de cada carrera antes del inicio del semestre, pues son

ellos quienes en un primer momento lo autorizan para después buscar su aprobación

en el Consejo Académico. Es este sentido, son pocos los profesores que cumplen en

tiempo y forma con la presentación del programa tanto a la coordinación como a los

estudiantes. Los coordinadores de las diferentes áreas se encargan de recordar a los

profesores frecuentemente esta obligación por diferentes vías (oficios, correos

electrónicos, reuniones, etc.); pese a esta insistencia, algunos profesores no cumplen

con esta obligación o lo hacen de manera muy tardía.

Otra de las responsabilidades observables de los profesores para este estudio

es la entrega de calificaciones de acuerdo con las fechas establecidas por la secretaría

académica. Los integrantes de la planta docente de la FCPS recibimos correos

electrónicos por parte de los coordinadores y las secretarias encargadas del área de

control escolar para recordarnos las fechas de entrega antes de que éstas se cumplan.

Sin embargo, una vez cumplido el plazo, seguimos recibiendo comunicados en los

que se pide que los profesores que a la fecha no hayan entregado las calificaciones

correspondientes lo hagan y que quienes ya lo hicieron hagan caso omiso de la

solicitud. Estos correos electrónicos aparecen en nuestros “buzones” hasta dos meses

después del cierre de fechas. Aunado a lo anterior, se observó por ejemplo, que al

inicio del semestre 2009-1, se tenía que dos profesores no habían entregado

calificaciones correspondientes a los dos semestres de 2008, lo cual generó

dificultades no sólo al área de servicios escolares sino también a los alumnos que

desconocían sus notas y no podían planificar el siguiente semestre.

En cuanto a la percepción de los alumnos sobre sus docentes, recogida ésta

a través del cuestionario y la entrevista, señalan que depende de qué profesor se trate.

Así, la primera reacción en todos los participantes del estudio fue decir: “depende del

profesor”. Los estudiantes distinguen dos tipos de profesores: los responsables y los

que no lo son, señalando al mismo tiempo que son más los profesores que no lo son.

Cuando se les pregunta por qué tienen esa imagen, dicen que consideran que los

docentes irresponsables no cumplen con sus obligaciones: no entregan programas de

estudio, no preparan la clase, llegan tarde, terminan sus clases antes del horario

establecido, no dan seguimiento a la evaluación. Hubo quien dijo que hay profesores

que no eran responsables en tanto que la imagen que proyectaban a los alumnos no

era la deseable en un docente, pues había quien llegaba con aliento alcohólico,

142

“mariguano” o incluso borracho. Otros estudiantes toman en cuenta la presentación

del profesor (la higiene en su persona y en su vestido) y sus actitudes (la forma en

que presentan sus clases pero también en la que se sientan en las sillas o en el

escritorio; “pues luego –dicen– aparecen como desganados” y añaden “si el docente

no tiene ganas, eso nos lo transmite”. En otros casos, los participantes en el estudio

dicen que se nota que los profesores no preparan sus clases porque sólo van a contar

chistes, platicar de su vida privada o dan clase de treinta a cuarenta minutos y el resto

del tiempo es insulso.

Lo anterior, por supuesto, no sólo incluye a docentes, sino también a

estudiantes. Los profesores también distinguen entre alumnos responsables y

alumnos no responsables. Los criterios que utilizan para calificarlos tienen que ver

con la puntualidad, la asistencia a clases, la realización de lecturas, la entrega de

trabajos en tiempo y forma, la asistencia a eventos, etc. En términos generales, los

profesores dicen que la mayoría de los alumnos son poco responsables, pues no

cumplen con sus tareas. Distinguen a su vez a los alumnos, los menos, que sí son

responsables y que siempre cumplen.

En este sentido, alumnos y maestros piensan lo mismo los unos de los otros,

que la mayoría no son responsables, y sólo unos cuantos sí lo son.

c. Participación

En los últimos años el concepto de participación ha sido empleado por

técnicos, políticos y gobernantes como instrumento que apoya la construcción de un

nuevo modelo para lograr el desarrollo social. Éste estaría marcado por el

involucramiento de la sociedad civil en la formulación y ejecución de las políticas

diseñadas para tal fin, pues el esquema vertical en la toma de decisiones resultaba

poco provechoso. Así, ahora se pretende incluir a la población, a los trabajadores y a

las organizaciones, a través de sus integrantes, en el diseño y evaluación de distintos

proyectos, planes y programas.

En la administración, la participación también ha sido objeto de estudio y se

ha distinguido entre “la participación” y “la alta participación”, esta última

conduciría directamente a la competitividad organizacional (Castañeda, s/f).

Para Fals-Borda, Rahman y otros teóricos de la corriente denominada

Investigación y Acción Participativa, el objetivo de la participación es “lograr

poder”. Desde esta perspectiva, se habla de un tipo especial de poder, “el poder del

143

pueblo”, el cual pertenece a las clases y grupos oprimidos y explotados, a sus

organizaciones y a la defensa de sus justos intereses para posibilitarles avanzar hacia

el desarrollo. Al recuperar esta propuesta, los administradores y teóricos de las

organizaciones transfieren a los obreros, a los grupos de trabajo, a los equipos, parte

de la capacidad de auto organización y determinación.

Un autor que retoma aportes de esa idea es Geilfus (1997), para quién la

participación no es un estado fijo, es un proceso mediante el cual la gente puede

ganar más o menos grados de participación en el proceso de desarrollo. Para él, la

participación es como una escalera, la cual indica cómo es posible pasar

gradualmente de una pasividad casi completa hasta el autodesarrollo. En la primera

fase, las personas participan sólo con la información y no se involucran en los

proyectos, en la segunda, los grupos organizados toman iniciativas sin esperar

intervenciones externas.

Anstein (1996), por su parte, coincide en que la participación es como una

escalera, en la cual cada uno de los peldaños representa el nivel de participación de

los ciudadanos. Para esta autor existen ocho niveles, cada uno de ellos corresponde al

alcance del poder ciudadano; para la interpretación de la escalera, la lectura deberá

realizarse de abajo hacia arriba, como se observa en la siguiente figura.

FIGURA No. 1 escalera de la participación según Anstein (1996)

Fuente: Anstein (1996) en Contreras, Elsa (2008), “Procesos de empoderamiento de las mujeres en la

comunidad de La Pastilla, Cadereyta”, Tesis para obtener el grado de Licenciado en Sociología, FCPS, UAQ.

8

7

6

PELDAÑOS GRADO DE PARTCIPACIÓN

GRADO DE PODER

CIUDADANO

5

4

3GRADO DE SIMBOLISMO

2

1NO PARTICIPACIÓN

S

E

C

U

E

N

C

I

A

P

A

R

T

I

C

I

P

A

C

I

Ó

N

144

Los escalones 1 y 2 son niveles de no-participación; éstos han sido

propuestos por algunos investigadores como sustitutos de una participación genuina.

En los escalones 3 y 4 se progresa hacia niveles “simbólicos” donde las personas

participan módicamente porque en realidad carecen del poder pleno para asegurar

que sus puntos de vista sean tomados en cuenta y están conscientes de ello. Cuando

la participación está restringida a estos niveles no hay seguimiento, por consiguiente

no hay seguridad de cambiar el status quo. El escalón cinco es simplemente un nivel

más alto de participación simbólica (Anstein, 1996), los actores están conscientes de

la poca incidencia de su opinión pero participan en mayor cantidad, incluso con

propuestas. El peldaño 6 es el de asociación; en éste el poder es redistribuido a través

de la negociación entre los ciudadanos y los poderosos. Éstos acuerdan compartir la

planeación y la responsabilidad para la toma de decisiones a través de estructuras

tales como políticas conjuntas, comités de planificación y otros mecanismos para

resolver problemas. En los escalones 7 y 8, los ciudadanos sin poder logran, a través

de la participación, acceder a espacios de toma de decisiones o, incluso, a controlar el

poder administrativo completo (Anstein, 1996).

Según este mismo autor, la importancia de la participación es que los

actores mismos, de acuerdo a sus necesidades e intereses, definan el escenario para

su desarrollo y, a la vez, establezcan los objetivos y metas estratégicas comunes;

mismos que servirán de base para definir el conjunto de principios, criterios,

indicadores y verificadores que constituyan la base fundamental para el progreso

hacia un desarrollo sustentable (Anstein, 1996).

El concepto de participación está ligado a otros como la autogestión y el

empoderamiento, que tienen en común que el individuo en determinado momento del

proceso sea capaz de llegar al autodesarrollo que es el último peldaño de la escalera.

Así, la participación, que conlleva empoderamiento, implica responsabilidades y

planeación para la toma de decisiones. Como bien señalan Anstein (1996) y Geilfus

(1997) no en todos los peldaños del proceso existe participación real, existen niveles

simbólicos donde las personas participan módicamente porque en realidad carecen

del “poder pleno” para asegurar que sus puntos de vista sean tomados en cuenta.

145

Para el caso de nuestro objeto de estudio, recuperando las ideas propuestas

por Anstein (1996) y Geilfus (1997) con respecto de la participación como una

escala, proponemos que ésta se da en cuatro niveles: participación por presencia o

asistencia, participación con voz, participación con propuesta y participación con

acciones.

FIGURA No. 2 Escalera de la participación en cuatro peldaños

Fuente: elaboración propia a partir de Anstein (1996) y Geilfus (1997).

En cuanto al primer peldaño, referido a la participación por presencia o

asistencia, en la FCPS los profesores proyectan una muy baja asistencia a reuniones,

tanto de profesores como de evaluación o planeación. Del total de docentes de la

facultad (70 incluyendo profesores de tiempo completo, de cuarenta horas y de

tiempo libre), casi siempre, sólo la mitad asiste a tales reuniones. Tradicionalmente,

quienes asisten son profesores de tiempo completo y cuarenta horas. Los docentes de

tiempo libre alegan que no se enteraron o que no tuvieron tiempo para asistir a las

reuniones por compromisos con otros centros de trabajo y otros quehaceres. Los

profesores de tiempo completo y cuarenta horas alegan en su descargo que no se

enteran de la convocatoria o que la hora de la reunión coincidía con su clase, otros

más simplemente no van y tampoco les interesa justificar su inasistencia. En este

sentido, se observa que como no todos los profesores asisten a las reuniones, ni

Participación

pasiva por

asistencia

Participación

con voz

Participación

con propuestas

Participación

con acciones

146

siquiera en el primer peldaño se logra tener un 100% de participación. De acuerdo

con el esquema de análisis propuesto, el hecho de que los docentes de la FCPS sólo

asistan a las reuniones implica una participación del tipo 1 donde la actitud es pasiva.

Según nuestros autores, aquí los profesores participarían porque acuden para recibir

información pero no tendrían ninguna incidencia en las decisiones.

Sin embargo, de los profesores que asisten a las reuniones, debemos señalar

que hay quienes, además de asistir, participan con voz. Estas participaciones

normalmente son para señalar carencias o para cuestionar decisiones o acciones

llevadas a cabo por la dirección, tal y como se ha evidenciado tanto en las reuniones

de profesores como en las del Consejo Académico en sesiones ordinarias y

extraordinarias. Ésta sería una participación correspondiente al segundo peldaño.

La participación del tercer peldaño se daría cuando los profesores proponen

acciones para remediar las carencias o resolver problemas y, la del cuarto peldaño, se

daría cuando los docentes estén dispuestos a participar en comisiones o grupos para

desarrollar planes, modificar programas, evaluar acciones o implementar proyectos.

En la medida en que se asciende por la escalera, el número de profesores que

participa en la FCPS se reduce y prácticamente quienes se ubican en este tipo de

participación son los mismos que se proyectan como responsables y que manifiestan

un compromiso con la institución.

Uno de los espacios de participación más significativo para la vida

académica de la Facultad es el Consejo Académico. Según señala la Ley, el Consejo

queda integrado por el director de la facultad (quien funge como presidente), el

secretario académico y, de forma paritaria, profesores y alumnos; de éstos últimos se

debe tener un representante de cada semestre por cada carrera. Si consideramos que

la FCPS tiene tres licenciaturas que incluye un área interdisciplinar y un posgrado,

entonces el Consejo estaría integrado por 36 personas (de los cuales 19 son

profesores). Además, a partir del primer semestre de 2009 se integraron los

consejeros ex oficio, que son los coordinadores de cada programa y el Jefe de

Investigación y Posgrado, así el Consejo se integra actualmente por 42 miembros (de

los cuales 25 son profesores).

Siendo este el espacio privilegiado de participación para la toma de

decisiones que impactan en todos los miembros de la comunidad, se observa que ésta

es muy baja (50.6% en promedio), según queda evidenciado en la siguiente tabla.

147

TABLA No. 15Asistencia y participación de los miembros del Consejo Académico de la

FCPS (2008)

FECHA SESIÓN MAES-

TROS

ALUM

NOS

CONSEJEROS

UNIVERSI-

TARIOS

TOTAL %

11 01 Ordinaria 10 2 2 14 38%

29 01 Extra

ordinaria 9 8 1 18

50%

08 02 Ordinaria 8 10 1 19

53%

09 05 Ordinaria 7 7 14 38%

06 06 Ordinaria 15 5 1 21 59%

04 07 Ordinaria 9 2 1 12

33%

22 08 Ordinaria 10 9 2 21

59%

05 09 Ordinaria 11 7 2 20 56%

19 09 Extra

ordinaria 11 10 2 23

64%

10 10 Ordinaria 9 9 2 20 56%

Fuente: elaboración a partir de actas del Consejo Académico de la FCPS (2008)

Ahora bien, como se puede observar, la participación va ligada a otro

elemento: la toma de decisiones. La literatura administrativa señala que en la medida

en que los actores se comprometen, participan y toman decisiones, el

involucramiento aumenta. De forma que si se evalúa el involucramiento de los

actores de la FCPS con base en su participación, diríamos que este es muy reducido y

focalizado en los mismos.

Quienes participan con regularidad en el Consejo Académico son los

profesores y, en mucho menor medida, los alumnos. Claro está, existen excepciones

como la que se da en este 2008 en que el consejero estudiante del séptimo semestre

de sociología participó con voz en todas las sesiones. Fuera de este caso, la

participación de los alumnos en el Consejo Académico no es representativa a pesar

que los consejeros alumnos se eligen entre sus compañeros de grupo precisamente

por su interés en la vida política y académica de la facultad.

Como ya se ha mencionado, la participación entre los profesores también

está focalizada en unos cuantos. En cuanto al peldaño en que se encuentra, ésta es

variada: hay quienes participan haciendo preguntas con el fin de aclarar

determinados puntos, hay quienes participan solicitando ampliar la información

148

ofrecida y hay quienes participan cuestionando el punto que se está tratando. De esta

manera tendríamos un gran número de participaciones, pero sólo unas cuantas son

activas (como los profesores que participan en la integración de comisiones), la

mayoría se ubican en los dos primeros peldaños de la escala propuesta. Dentro de la

participación en el Consejo Académico resalta el estilo, pues hay quienes participan

de forma moderada y cortés mientras que otros participan de forma violenta e incluso

agresiva.

d. Toma de decisiones

El proceso de toma de decisiones ha sido analizado desde diferentes ángulos

y perspectivas por numerosos autores y disciplinas en distintas épocas. Los enfoques

toman en cuenta diversos elementos de los que destaca el centro de discusión,

estudiado principalmente por la Psicología y la Administración. Últimamente, la

Sociología de las Organizaciones ha ido cobrando fuerza como corriente teórica en la

toma de decisiones, teniendo como principal eje de análisis el estudio de los grupos

sociales como unidades complejas de organización (Luhmann y de Georgi, 1993).

A nivel general, tomar una decisión es el acto de elegir o seleccionar algo.

Es un proceso mental en el cual se identifican las acciones o rutas que se habrán de

tomar o seguir en la solución de un problema o en la consecución de un fin

específico. En este sentido Max Weber aportó el concepto de “acción social”, útil

para explicar la toma de decisiones. La acción social es cualquier tipo de proceder

humano que significativamente se orienta por las acciones de otros, este proceder

puede ser racional con arreglo a fines o con arreglo a valores, afectivo o tradicional

(Weber, 1981). El primero de estos cuatro tipos corresponde a la forma más racional

posible de la acción; se pondera el elemento racional en términos de cálculo de

medios para alcanzar un fin valorando racionalmente tanto las probables

consecuencias de los actos y comparando la efectividad relativa de los diversos

medios como las consecuencias que se puedan derivar de su obtención y de los

medios utilizados para alcanzarla (Weber, 1981). El segundo tipo implica la toma de

decisión pero con arreglo a valores, los cuales pueden ser de carácter político,

religioso, económico, etc. El tipo de acción afectivo supone comprender que la

misma se desarrolla bajo el influjo de un estado emotivo. El último tipo de acción es

149

el tradicional, en el que el impulso del acto se desarrolla bajo el influjo de la

costumbre y el hábito; es aquella determinada por una costumbre arraigada.

Tomando en cuenta las ideas centrales de la administración, la sociología de

la organización y los planteamientos teóricos de Weber sobre la acción social, se

define la toma de decisiones como la acción mediante la cual hombres y mujeres

eligen entre diferentes alternativas respecto a un problema, orientados por valores,

sentimientos, hábitos, costumbres o creencia.

En este sentido, hay situaciones sobre las cuales los profesores y los

alumnos pueden decidir y hay otras sobre las que no. Por un lado, las políticas

institucionales, los reglamentos, la legislación universitaria, una vez aprobadas, no

pueden someterse a discusión si no es bajo los términos que la propia ley establece.

Por otro lado, los reglamentos y políticas internos, así como algunas otras cuestiones

que atañen a la vida de la facultad en sí, pueden ser discutidos por los profesores y

alumnos para que se tomen decisiones al respecto.

En este sentido, las reuniones de profesores pueden tener carácter

informativo, consultivo o de toma de decisiones; estas últimas deberán ser ratificadas

por el Consejo Académico. La asistencia a reuniones en donde se toman decisiones

siempre es más nutrida que en aquellas en donde sólo se informa o donde las

decisiones no son tan relevantes.

La hipótesis anterior se concreta al observar que en las reuniones donde se

acordó cómo asignar los recursos para asistencia a congresos y publicaciones,

aspecto que se considera poco relevante, la asistencia fue muy baja (18 profesores de

70). Otro ejemplo es la junta en que se fijaría la postura del grupo colegiado de la

FCPS que se presentaría a la comparecencia de los candidatos a rectoría para el

período 2009-2012; en ésta, la participación tanto en asistencia (22 profesores) como

con propuestas (13 participaciones) fue más numerosa (octubre 2008); como se

puede observar, a este aspecto se le adjudicó mayor relevancia que al anterior. Un

tercer ejemplo es la reunión de profesores en la que se comunicó la decisión de la

Secretaría de Contraloría de generar mecanismos para controlar la asistencia de los

docentes; ésta fue nutrida y la participación de los que se dieron cita (34 profesores)

fue intensa (de los 34, 16 tomaron la palabra dos o tres veces), se solicitó incluso una

nueva reunión en la que se diera a conocer información con mayor precisión respecto

de algunos puntos que se solicitaron a fin de tomar decisiones.

En la mayoría de las reuniones, a las que asiste en promedio menos de la

150

mitad del cuerpo de profesores (aunque la asistencia va disminuyendo conforme

transcurre la reunión), se observa que son los mismos docentes los que participan con

voz y propuestas, aunque a la hora de tomar la decisión prácticamente todos los

presentes votan. El voto puede ser a favor, en contra o concretarse en una abstención.

Las votaciones casi siempre se presentan como tomadas de manera racional con

“arreglo a fines”, sin embargo hay muchos docentes que votan de forma tradicional,

ubicándose en este sentido en la postura que representa los intereses no sólo

individuales sino de grupo. Esto se evidenció, por ejemplo, en la forma en que se

eligió el consejero universitario en 2008, donde los grupos internos de profesores

acordaron previamente, teóricamente con arreglo a fines, por quién se votaría; sin

embargo, en el fondo, estos “fines” estaban ubicados dentro de una de lucha por el

poder basada en la tradición de la FCPS.

Así pues, la participación y la toma de decisiones están en relación directa

con la importancia que se otorgue a los asuntos tratados en las reuniones y a los

espacios de poder que esas decisiones pueden dar. Ejemplos concretos se observan

en las reuniones de profesores celebradas cada año en el mes de agosto en donde se

eligen consejeros académicos (las cuales son de las más nutridas) y la reunión del

Consejo Académico extraordinario del 19 de septiembre de 2008 donde se

discutieron los costos, los fines y la estructura del curso propedéutico de la facultad.

Según lo evidencian las actas del Consejo, la toma de decisiones va desde la

aprobación de asuntos académicos (aprobación de vías de titulación, solicitudes de

titulación, de proyectos de investigación, de cambios de materias, de movilidad

académica interna, nacional e internacional, etc.) hasta la aprobación de solicitudes

de informes a rectoría, así como el fijar posiciones como cuerpo colegiado o

cuestionar las acciones de la administración y pedir explicaciones. En estas

reuniones, se aprecia que la forma en que se disponen los asistentes puede ser un

indicativo no sólo de la conformación de grupos políticos, sino también de

posiciones ideológicas e, incluso, puede ser un indicio de la forma en que se tomarán

las decisiones.

151

e. Iniciativa

La iniciativa es la actitud emprendedora, proactiva. Se considera que

alguien tiene iniciativa cuando propone la realización de proyectos, eventos, la

mejora de procesos, etc. Durante mucho tiempo se consideró que en las

organizaciones las cosas que se debían hacer ya estaban enunciadas, se sabía con

claridad a quien correspondía su realización o los designios procedían de las

autoridades, en este sentido el resto de los actores sólo debían cumplir aquello que

les fuera asignado. Tener iniciativa era visto incluso como algo peligroso dentro de

una organización, pues se temía que aquel que proponía cambios pudiera desplazar a

los que ya estaban posicionados y acomodados en algún puesto.

A raíz de los profundos y acelerados cambios impuestos por la

globalización, las organizaciones de alto desempeño han visto como una actitud

deseable en sus miembros la proactividad, la capacidad de innovar y de tomar la

iniciativa. Esto ha implicado que los actores adquieran ciertas facultades que antes

descansaban en los mandos medios o altos. Sin embargo, el tomar la iniciativa

impone también una serie de responsabilidades, de ahí que ahora se entienda que

todos en la organización son corresponsables y que aquellas iniciativas que redunden

en beneficios para la organización sean reconocidas.

La iniciativa, como actitud deseable entre los profesores de la facultad de

Ciencias Políticas y Sociales no es algo que se dé con frecuencia. Pareciera que se ha

delegado la propuesta de cambios, mejoras o eventos en quienes encabezan la

administración o en los líderes de los distintos grupos (Cuerpos Académicos o

grupos de profesores). Dado que son pocos los profesores que proponen iniciativas y

más aún aquellos que las llevan a cabo, quienes lo hacen son muy notorios. Así, de

los 70 profesores que integran la planta docente de la facultad, sólo alrededor del

12% han propuesto actividades y las han llevado a cabo, entre ellas, se han

organizado conferencias, talleres, foros, jornadas académicas, viajes de estudio y

concursos. Otras iniciativas han provenido de Cuerpos Académicos (coloquios,

conferencias, mesas redondas, seminarios abiertos) y otras más de alumnos, las

cuales se han enfocado más a viajes, eventos deportivos, colectas de apoyo a la

comunidad, foros temáticos y coloquios. Sin embargo, aún y cuando la iniciativa

viene de los alumnos, hay quienes se destacan por estar permanentemente

152

proponiendo actividades, de forma que la participación y la iniciativa viene sólo de

unos cuantos.

Cabe señalar también que, aún y cuando las propuestas vengan de unos

cuantos profesores, en la realización de los eventos puede ser que se integren otros,

ya sea como conferencistas, comentaristas, ofreciendo talleres o participando como

jueces.

En el contexto de la participación, habría que destacar también la cuestión

de los tiempos políticos. Dado que la participación tiene una vinculación con el

poder, cuando se acercan los procesos electorales, ya sea internos o institucionales,

las actividades se multiplican, ya sean académicas, deportivas o de esparcimiento. En

este sentido, 2009 fue un año electoral y, por ello mismo, en el primer semestre del

año se vieron incrementadas las actividades, sobre todo las promovidas por uno de

los Cuerpos Académicos que, a través de estos foros, intentó posicionar a su

candidato. De esta manera, la asistencia a eventos también se vio incrementada, pues

los profesores que no asistían a éstos comenzaron a aparecer en torneos deportivos,

conferencias y obras de teatro, todo ello como una forma de hacer presencia, mostrar

que había un equipo y evidenciar interés por lo que sucedía al interior de la facultad.

f. “Echarle ganas” o trabajar mejor

“Echarle ganas” es un término coloquial que se utiliza para designar un

esfuerzo hecho para realizar una tarea cada vez mejor, pero además en la idea de que

es un esfuerzo constante. En este sentido, hemos aglutinado en un mismo tópico

ambas expresiones, aunque Castañeda (2001) las ubica por separado. El “echarle

ganas” para trabajar mejor puede ser evidenciado en la mejora continua de procesos

o productos. En este caso un profesor puede “echarle ganas” cuando está tratando

constantemente de mejorar sus clases, de mejorar sus producciones, de hacer mejor

las cosas que tiene que hacer.

El problema con este rubro es que el “echarle ganas” es muy subjetivo y

sólo puede evidenciarse cuando ese esfuerzo se traduce en un producto. En la FCPS

puede ser que algunos profesores le “echen muchas ganas” a la investigación, puede

ser que otros a las clases y otros más a ambas. El problema es que este esfuerzo no

tiene la continuidad que se quisiera ni es un esfuerzo sistemático de todos los

docentes de la facultad en estudio.

153

En las entrevistas de esta investigación, algunos profesores señalaron que no

todos le “echan ganas” al parejo, pues muchas veces “hay quienes trabajan más o

quienes se desaparecen” cuando se trata de comprometerse con el trabajo que implica

la realización de eventos que, se supone, son organizados por Cuerpos Académicos o

los docentes de las unidades de aprendizaje.

Por otro lado, dos profesores que recibieron el reconocimiento por ser de los

mejores diez evaluados por los alumnos, dijeron que eso era un incentivo para

mejorar y para seguir “echándole ganas” pues el esfuerzo había valido la pena.

Desde la perspectiva de los alumnos, hay maestros que “no le echan ganas”.

Ello se nota –dicen– en la forma en que caminan (refiriéndose a un paso desganado),

porque no preparan su clase, porque llegan tarde, bostezando o con cara de sueño,

porque no entregan tareas o trabajos calificados y que se nota “a leguas” que no los

leen. Esta falta de ganas de los profesores –reiteran los alumnos– “luego se contagia”

y entonces los estudiantes tampoco “le echan ganas”.

Además “el echarle ganas” o trabajar mejor puede también contribuir a la

superación, tópico que se desarrolla enseguida.

g. Superarse

La actitud de superación es casi natural al hombre. Siempre estamos

deseando tener más y ser mejores. La superación puede ser un reto consigo mismo y

cumplirlo beneficia no sólo a la persona sino a todos los que le rodean, incluyendo la

organización. Superarse puede ser evidenciado en la obtención de grados

académicos, en el logro de mejores puestos en el trabajo, en la obtención de mejores

salarios, o en el reconocimiento por la forma de trabajar.

Una manera de acercarse a la superación en el caso de los profesores

universitarios, es dividirla en la superación individual y en la colectiva. De forma

individual puede evidenciarse por los grados académicos conseguidos, por la

categoría que tienen como profesores de tiempo libre o de tiempo completo (lo cual

se refleja en los salarios), por los reconocimientos tanto internos como externos a los

que se ha hecho acreedor, por la mejora en sus evaluaciones docentes, por la

capacitación permanente, así como por la pertenencia o no a ciertas instituciones

como el SNI o el PROMEP. De manera colectiva, los profesores pueden mostrar su

superación por la categoría en que se ubica el Cuerpo Académico al que pertenecen;

154

pues éste se supera cuando alcanza ciertas metas gracias a su producción académica

y consigue ascender en la escala.

En el caso de los profesores de la FCPS, de manera individual, tenemos que

del total de la planta docente (70), 31 son de tiempo completo y 39 son de tiempo

libre. Los profesores de Tiempo Libre están ubicados en cinco categorías (de la I a la

V) y los de Tiempo Completo en siete (de la I a la VII), de acuerdo a su grado

académico, experiencia docente y producción científica; lo que se evidencia en la

siguiente tabla.

TABLA No. 16 Características de la planta docente

GRADO Y

CATE-

GORÍA I II III IV V VI VII VI VII TOTAL

DTC 2 13 15

MTC 1 3 2 9 15

MTL 3 3 2 4 1 13

LTL 1 2 3

SD 24

TOTAL 4 6 3 7 3 9 2 13 70

Fuente: Elaboración propia a partir de carga horaria julio-diciembre 2008. MTC=Maestro de Tiempo Completo,

DTC=Doctor Tiempo Completo, MTL= Maestro Tiempo Libre, LTL, Licenciado Tiempo Libre y SD= Sin Datos

Sin embargo, la superación de los profesores no se evidencia cabalmente en

las categorías, tal y como lo quisieran los evaluadores, pues hay profesores de tiempo

completo que no tienen registrado proyecto de investigación ni tienen publicaciones

y están en la misma categoría que los que sí investigan y producen. Esta situación

evidencia una falla en la política institucional para la asignación de los estímulos y

las categorizaciones, algo que algunos profesores han calificado de “perverso”, pues

los estímulos se han entregado indiscriminadamente y no han servido para estimular

a los profesores, por el contrario, sienten que el reparto ha sido injusto. Habría

entonces que buscar otro elemento que sí muestre las diferencias de superación vista

155

a través de la productividad y la calidad, tal sería la pertenencia al SNI o al

PROMEP.

Así, en 2008, del total de los profesores de la Facultad de Ciencias Políticas

y Sociales, sólo 10 pertenecen al SNI, todos ellos en el Nivel I y uno como

candidato, lo que representaría el 14% del total. Uno perdió recientemente su registro

y está trabajando para recuperarlo. Perfiles PROMEP se tienen 12, los cuales

equivalen al 17% de la población total. En este proceso de superación están también

4 profesores que están cursando estudios doctorales y cuatro que están cursando

maestría.

La idea de la superación sería que los profesores, constantemente, estén

incrementando sus cualificaciones. Sin embargo, esto no se evidencia en todos por

igual. En lo que respecta a las evaluaciones docentes intermedias, por ejemplo, dado

que sus resultados se entregan personalmente al profesor interesado, sólo los

coordinadores y el involucrado conocen el desempeño de este último. Lo anterior

dificulta llevar un seguimiento, pues los coordinadores del área no registran ni

documentan su evolución en el tiempo. Por su parte, las evaluaciones docentes

institucionales se entregan también de manera personal, pero a través del director de

la facultad; los profesores no les otorgan mucho valor e, incluso, desconfían tanto del

instrumento como de los resultados, descalificándolos permanentemente, de forma

que algunos los reciben y los guardan sin siquiera analizarlos. Al ver la evaluación de

esta manera, los profesores mismos no tienen posibilidad de ver si han mejorado o

empeorado de un semestre a otro.

Por otro lado, la Coordinación de Evaluación Curricular de la FCPS, la

Dirección de Desarrollo Académico y la Secretaría Académica de la UAQ no poseen

registros históricos del desempeño de sus profesores, de forma que lo poco que

puede conocerse es a través de solicitudes expresas de los indicadores para

evaluaciones y acreditaciones.

Lo que sí puede saberse, ya sea porque existen documentos al respecto o

porque la comunicación informal de la facultad lo permite, es que algunos profesores

de tiempo completo tienen muchos años de haber cursado estudios de doctorado sin

haber logrado aún obtener el grado (hay quien tiene once años de haber concluido la

parte escolarizada y no ha podido consolidar el trabajo de investigación que permite

cerrar el ciclo). La administración de la FCPS ha otorgado a muchos de ellos

descargas académicas por un año o por un semestre para que concluyan los procesos

156

de titulación y aún así no lo han hecho. Por ello mismo su ascenso en la

categorización de profesores también se ha visto frenado. Esta falta de conclusión en

grados académicos puede verse, por un lado, como falta de compromiso consigo

mismo, con las instituciones (Conacyt y la propia Universidad) y con su profesión;

por otro, como una actitud negativa al no superarse.

Otro elemento, que ya habíamos mencionado en el apartado de “echarle

ganas” pero que también puede darnos luz sobre la superación de los docentes, sería

el reconocimiento que se hacía cada semestre a los diez profesores mejor evaluados.

En las cinco ocasiones que se realizó tal evento (de diciembre de 2006 a diciembre

de 2008) hubo profesores que siempre aparecieron (3), mientras que otros aparecían

y desaparecían (en algunos casos tiene que ver con que tienen una descarga, están de

sabático o simplemente no tuvieron un buen desempeño y bajaron sus puntuaciones).

La permanencia de los profesores en este rango puede ser leída como un proceso de

superación constante y de compromiso, mientras que la inclusión de nuevos

profesores en dicha lista puede verse como un intento de superación. Por lo menos

así lo expresaron algunos profesores durante la ceremonia correspondiente; declaran,

en general, que ha sido muy gratificante el reconocimiento y que están satisfechos,

pues “le han echado muchas ganas”.

Dado que una de las medidas de la institución para mejorar los indicadores

de calidad, utilizados por los organismos evaluadores y acreditadores, ha sido

contratar al nuevo personal con el denominado “perfil deseable” (grado de doctor,

perteneciente al SNI de preferencia y con posibilidades de acceder al PROMEP), los

nuevos criterios para evidenciar la superación tendrían que provenir no sólo de la

obtención de grados, sino también de posicionarse, mantener la pertenencia o

ascender de nivel en instituciones como el SNI o el PROMEP, además de los

reconocimientos o los premios obtenidos por su trabajo en otras instancias.

En lo que respecta a la superación de los profesores en grupo, recordemos

que la manera de evidenciarlo es a través de las categorías de los Cuerpos

Académicos. En la FCPS existen desde que se inició el programa tres CA. Éstos

pueden ser clasificados en tres categorías: en formación, en consolidación y

consolidados. Ascender en esta escala es resultado del trabajo conjunto, pues lo que

se evalúa es el número de miembros con grado de doctor, si pertenecen al SIN o

PROMEP, así como la publicación conjunta y en redes de sus trabajos de

investigación. En 2006, había dos cuerpos en formación y uno en consolidación.

157

Dado que la política institucional es avanzar en el posicionamiento de los cuerpos, se

instó a los mismos a tomar medidas para mejorar su desempeño. Las medidas

quedaron a consideración de los propios cuerpos y, producto de sus discusiones

internas, tenían que establecer metas-compromiso. En los siguientes años, sólo el

cuerpo académico “Globalización, modernización, desarrollo y región” logró

superarse al pasar de “en formación” a “en consolidación”. Otro cuerpo quedó en

formación y otro más siguió “en consolidación”. En 2009 los cuerpos tuvieron la

posibilidad de volver a evaluarse para ascender de grado pero los resultados los

ubicaron en la misma posición. Un CA estuvo, incluso, a punto de desaparecer.

i. Capacitarse

La capacitación no sólo es un derecho de los trabajadores, es también una

obligación. La idea de capacitarse tiene que ver no sólo con el deseo de superación,

sino también con la idea de hacer mejor su trabajo. La Ley Federal del Trabajo

establece que es una obligación para el patrón establecer las condiciones para la

capacitación. Obedeciendo a esta ley, pero yendo más allá de ella, la Universidad

propone, ya sea a través de los sindicatos o a través de la Dirección de Desarrollo

Académico, la impartición de talleres, diplomados o cursos tendientes a mejorar

aquellas áreas que se determinen como prioritarias a partir de los resultados de una

evaluación o porque la Facultad, de forma individual, lo decide.

Para el caso de los profesores universitarios, la capacitación iría en dos

líneas: una con el objetivo de desarrollar habilidades y técnicas pedagógicas y otra

tendiente a incrementar los conocimientos en ciertas áreas, a lo que llamaríamos

actualización. Como ya se dijo, la capacitación puede hacerse a partir de las

propuestas institucionales, a partir de las de las propias facultades con base en las

necesidades detectadas por sus instancias o puede surgir también de los propios

profesores.

En el caso de la FCPS, la capacitación ha sido un área secundaria, no porque

la administración lo considere así, sino porque pareciera que los propios profesores la

han colocado en ese lugar. Tradicionalmente, los cursos de capacitación se realizan

en los períodos vacacionales de los alumnos. Esto ha generado algunos problemas

pues muchos profesores consideran que también es su período vacacional y

consideran que ya no tienen obligación de asistir a la facultad. Los horarios son

158

también un problema pues hay que buscar consenso en la disponibilidad de los

profesores. Por otro lado, para que tal capacitación tenga valor curricular (lo que

representa puntos para los estímulos al desempeño docente), se tienen que cubrir

como mínimo 25 horas, lo que implica trabajo matutino y vespertino por lo menos

durante una semana; hay docentes que no quieren “perder su tiempo” en estos cursos

intensivos.

De las tres posibilidades que se tienen, las temáticas de los cursos son

propuestas, la mayoría de las veces, de acuerdo a las necesidades de la facultad o de

los profesores. Así, el Curso de Tutorías que se llevó a cabo en el verano de 2007,

dirigido a los docentes que iban a ser tutores en el semestre julio-diciembre 2007,

estuvo poco concurrido. A éste asistieron solamente 11 profesores que manifestaron

estar satisfechos del mismo, sin embargo, se observó de manera reiterada

impuntualidad en el 70% de los participantes; el curso iniciaba a las 9 de la mañana y

terminaba a las 14 horas, había quienes llegaban a las doce del día, hacían acto de

presencia y se retiraban. A pesar de este desempeño, al término del curso esperaban

impacientes la entrega de su reconocimiento pues, al no tenerlo en un lapso prudente,

acudían a las oficinas de la Coordinación de Evaluación Curricular a preguntar por la

fecha en que éste llegaría.

La implementación del modelo de educación basado en competencias por la

UAQ también motivó la impartición de un curso al respecto en la FCPS. La situación

en la que se desarrolló éste fue prácticamente la misma que la del curso de tutorías,

camino que siguieron los actores más tarde con respecto del Curso de Tecnologías

Aplicadas al Proceso de Enseñanza-aprendizaje y del Curso de Evaluación. En todos

los casos, los profesores que asistieron regular y puntualmente a los cursos, fueron

prácticamente los mismos.

Es conveniente anotar también que hay profesores que, aún siendo de

tiempo completo, no asisten a ninguno de estos cursos.

La capacitación pues, no es considerada como un rubro prioritario, más bien

es visto por muchos profesores como una pérdida de tiempo y algo que se tiene que

hacer para obtener los puntos que permiten obtener estímulos económicos.

Respecto de la actualización tampoco hay mucha participación. Los

profesores consideran que leyendo por su cuenta se actualizan o que con asistir a los

congresos de su área de estudio tienen una visión del rumbo de la línea de su interés.

Cabe señalar que en los últimos ocho años, tiempo que tiene laborando en esta

159

facultad quien escribe estas líneas, nunca se han ofrecido cursos específicos de

actualización para las distintas áreas del conocimiento, a saber, sociología, ciencia

política y administración pública, comunicación y Periodismo.

j. Hacer equipo

Hacer equipo no es lo mismo que formar un grupo. Robbins señala que la

diferencia entre un grupo y un equipo radica en que el grupo se relaciona para

compartir la información y tomar decisiones para ayudar a cada miembro a

desenvolverse dentro de su área de responsabilidad mientras que un equipo de

trabajo genera sinergia a través de un esfuerzo coordinado que resulte en un nivel de

desempeño mayor que la suma de esas contribuciones (2004: 258).

La literatura administrativa muestra como uno de los ideales en la

organización del trabajo, la creación de equipos de trabajo de alto rendimiento. Tales

equipos, formados casi siempre de forma interdisciplinaria o multidisciplinaria,

deben ser capaces de resolver problemas y tomar decisiones, ser autogestivos

(Robbins, 2004: 259). Dado que las nuevas formas de producción requieren tomar

decisiones en el instante, se pretende que se delegue la responsabilidad en los

equipos para que éstos sean capaces de resolver los problemas que se presenten. Esto

ha redundado en un proceso de empoderamiento de los trabajadores.

En el contexto de las organizaciones de educación, la formación de equipos

de trabajo ha existido desde siempre, sólo que esos grupos eran informales y se

integraban más de acuerdo a la amistad de sus integrantes que a cuestiones

académicas. Su formalización se inició al crear los Cuerpos Académicos (CA) a

finales de los años noventa (a partir de la propuesta de la SEP). Tales cuerpos se

convirtieron en un imperativo en la presente década. Inicialmente los CA se

formaron a partir de afinidades de carácter personal o incluso de amistad, pero en la

medida en que se ha ido reglamentando su existencia y sus exigencias han

aumentado, estos equipos han venido redefiniéndose en torno a áreas o problemas de

investigación comunes, lo que ha implicado incluso rompimientos (desintegración de

CA y la respectiva fractura de las relaciones interpersonales de sus ex integrantes).

La idea de formar cuerpos académicos y que éstos formen a su vez redes

interinstitucionales pretende lograr el compartir experiencias de investigación,

160

socializar el conocimiento y, sobre todo, generar nuevos conocimientos con visiones

multidisciplinares.

El funcionamiento de estos equipos de trabajo dentro de la Facultad de

Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ ha sido irregular por diversas causas.

Cuando aparecieron los Cuerpos Académicos, la administración aglutinó a los

profesores según su entender a partir de las afinidades, por no decir de las amistades;

así duraron aproximadamente dos años, según afirman algunos profesores. Después

de ese tiempo, durante la administración de Augusto Peón Solís (2003-2006), los CA

comenzaron a ser reglamentados y evaluados. Sin embargo, no fue sino hasta 2006

que las evaluaciones y las exigencias fueron más consistentes, aunque, a decir de los

profesores, ni siquiera la SEP o la UAQ tenían claro cómo debían funcionar. Es hasta

después de 2006 que el proyecto se ha ido afinando, que sus requerimientos se han

ido concretando y que las evaluaciones se han tornado claras y más exigentes.

Para la conformación de los CA en la FCPS, los profesores, tanto de tiempo

completo como los de cuarenta horas o de tiempo libre, se integraron en torno a tres

grupos: “Transformaciones socioculturales y su dimensión espacial”, “Globalización,

modernización, desarrollo y región” y “Procesos políticos”. El número de integrantes

de los cuerpos variaba entre siete, nueve o doce integrantes. Las diferencias, además

de cuantitativas, eran también en términos de la formación disciplinar de sus

miembros (Sociología, Ciencia Política, Filosofía, Historia, Comunicación, etc.), así

como de sus grados académicos (yendo desde licenciatura hasta doctorado).

Los fondos destinados a este primer intento para formar los CA procedían

directamente de la SEP. Éstos eran administrados por los mismos CA en la FCPS y

sirvieron como una caja chica para viajar sin recibir supervisión de ningún tipo, pues

muchos de los gastos se aprobaban internamente. Ante los crecientes gastos y el poco

rendimiento en términos de publicaciones individuales o colectivas en revistas

arbitradas, por ejemplo, la SEP comenzó a establecer nuevas reglas para su

funcionamiento. En primer lugar, los cuerpos debían ser evaluados y serían

catalogados, como ya se mencionó, en tres categorías dependiendo de su

productividad: en formación, en consolidación y consolidados. Se suponía que los

cuerpos, al recibir financiamiento para su desarrollo, debían estar creciendo

constantemente. Bajo este presupuesto, se decidió que aquellos cuerpos que no

cumplieran con los requisitos mínimos tendrían que desaparecer o pasarían a otra

categoría denominada “grupos colegiados”. Así, se estableció también que los CA

161

tendrían miembros titulares y colaboradores. Los titulares deberían ser

mayoritariamente doctores, con perfil PROMEP, SNI y una alta productividad, tanto

de forma individual como colectiva; los colaboradores no necesitaban cumplir estos

requisitos pero sí se consideró deseable que en un corto o mediano plazo alcanzaran

la titularidad.

Tras la primera evaluación de los CA que se hizo en la FCPS en 2006, se

tuvo como resultado dos cuerpos en formación y uno en consolidación, pero el reto,

inscrito en las metas del PIFI, era ubicar a un CA en formación, uno en consolidación

y otro consolidado. Para pasar de un escalón a otro era necesario demostrar que se

había trabajado y producido colectivamente. Durante la evaluación realizada en 2007

con miras a ascender, se realizaron procesos de reacomodo al interior de los cuerpos.

Esto redundó en una mejora, pues se avanzó al contar esta vez con dos cuerpos en

consolidación y uno en formación. Se avanzó, pero las expectativas no se cubrieron;

los principales obstáculo que impidieron alcanzar las metas fueron la falta de

creación de redes interinstitucionales y la falta de cumplimiento de compromisos

establecidos, de entre los que destaca el hecho que algunos profesores que debían

obtener el grado de doctor, no lo hicieron en el tiempo esperado.

Sin embargo, el crecimiento logrado no se dio exento de problemas al

interior de los propios equipos de trabajo. Una de las exigencias para conformarse

como CA consolidado es que todos sus miembros titulares tengan grado de doctor,

perfil PROMEP o estar en el SNI. Ello implicó forzar u obligar a quienes no

cumplían con estas condiciones a establecer metas para ingresar al SNI u obtener

perfil PROMEP. Aquellos que se negaron simplemente dejaron de ser titulares para

ser colaboradores. Esto sucedió en los tres cuerpos académicos de la FCPS. El

desarrollo individual de los profesores, así como sus intereses profesionales y

personales, se concretaron como otras fuentes de conflicto al interior de los CA, pues

éstos no iban en dirección del cumplimiento de ciertos compromisos establecidos

tanto por el propio Cuerpo Académico como por la dirección de la facultad con el fin

de avanzar hacia las metas establecidas.

Así, a pesar de los problemas, en el trabajo de estos equipos se ha tratado de

implementar la corresponsabilidad en el logro de objetivos a través de la planeación

conjunta, pues son los propios CA los que establecen sus metas a corto, mediano y

largo plazo. Así, éstos se convierten no sólo en equipos multidisciplinarios o

interdisciplinarios, sino también en equipos autogestivos.

162

Además de los CA, una nueva forma de trabajar en equipo ha sido

alcanzada por la afinidad en los temas de investigación de los profesores. Esta

afinidad temática ha comenzado a dar frutos, evidenciados tanto en producción

(libros conjuntos y eventos académicos) como en la creación de nuevas unidades de

aprendizaje. Tal ha sido el caso de la Unidad de Aprendizaje de Género, la cual nace

como producto del trabajo conjunto de un grupo de profesoras interesadas por las

cuestiones de género y que, además, ha publicado en conjunto.

La existencia de los cuerpos académicos y, en el último año, de la unidad de

género, se concretan como la única forma en que se trabaja en equipo en la FCPS,

pues la forma en que trabaja la administración es más como grupo de trabajo, al igual

que la forma en que funcionan las comisiones que se crean para evaluar

determinados programas.

Docentes – alumnos

La segunda dimensión de análisis del involucramiento de los profesores

tiene que ver con la relación que establecen con sus alumnos. Señalábamos que el

involucramiento se da no sólo con la institución sino con los actores que participan

en el proceso enseñanza-aprendizaje. Para esta dimensión, consideramos cuatro

indicadores: asesorías, disponibilidad, tutorías y disposición a ayudar. A

continuación damos cuenta de lo que observamos en estos tópicos.

a. Asesorías

El reglamento de profesores y alumnos de la Universidad Autónoma de

Querétaro establece que dar asesorías sólo es obligación para los profesores de

tiempo completo, pues cuentan con el tiempo y el espacio para ello. Las asesorías de

profesores a estudiantes pueden ser incluidas dentro de la carga horaria de los

primeros, éstas deben darse dentro de los horarios de trabajo y en las instalaciones de

la propia facultad.

Sin embargo, aun si la mayoría de los profesores tienen en su horario un

espacio para asesorías, los alumnos se quejan constantemente que los profesores no

están en sus oficinas en los horarios destinados para tal efecto a pesar de que los

buscan constantemente o de haber acordado un horario; otro aspecto es que los

maestros los citan fuera de los espacios de la Universidad. A decir de los estudiantes,

163

en muchas ocasiones acuden a asesorías con otros profesores porque los titulares de

la materia no son localizados.

Por su parte, los profesores dicen que los alumnos no tienen la cultura de la

asesoría, que llegan y quieren que se les repitan la clase, que no traen las dudas claras

y que les hacen perder mucho tiempo en ello. Apuntan también que no suelen

concertar una cita y que quieren que se les atienda “cuando se les ocurre”; de forma

que, si están ocupados, no los reciben y acuerdan otra fecha y otro horario para llevar

a cabo la asesoría.

b. Disponibilidad

La disponibilidad se relaciona directamente con el apartado anterior y el

siguiente. El profesor de tiempo completo debe mostrar disponibilidad para dar

asesorías y tutorías. Los alumnos se quejan de que muchos de sus profesores no están

disponibles cuando los necesitan, señalan que aún siendo profesores de tiempo

completo nunca están en la facultad y que si asisten, sólo es a dar su clase. Los

estudiantes reconocen, no obstante, que hay algunos profesores que siempre asisten a

la facultad, que son accesibles y siempre están disponibles. Otros más señalan que

hay profesores que sí están, que los reciben, pero que no muestran disponibilidad,

pues los maltratan psicológicamente y por ello deciden ya no buscarlos o acudir con

otro profesor.

Por su parte, los profesores consideran que “los alumnos quisieran que uno

siempre estuvieran ahí para ver qué se les ocurre y a cualquier hora”. Los docentes

señalan dos motivos por los que no están en su oficina: porque están en clase o

porque se quedan a trabajar en sus casas; esto último se da porque ahí no son

molestados y pueden avanzar más en sus investigaciones.

c. Tutorías

Para las tutorías, el Reglamento correspondiente señala que todos los

profesores de tiempo completo están obligados a darlas, para ello, se les otorgan

hasta 10 horas dentro de su carga horaria. En la FCPS, dado que la tutoría es

opcional, no hay una gran cantidad de alumnos que soliciten tutor. Para quienes lo

solicitan, la idea es que se les asigne un tutor en el área de conocimiento que cursan o

acorde al perfil académico que quieren desarrollar. Esto hace que haya profesores

164

que tienen dos o tres tutorados y otros que tienen hasta 10; por lo pronto siempre se

ha se buscado que los profesores no rebasen ese límite; sin embargo algunos

profesores se quejan de ese desequilibrio, “pues los estudiantes –dicen– son muy

demandantes”.

En entrevista con la Coordinadora de Tutorías de la FCPS durante la

administración 2006-2009, se nos dieron a conocer los puntos de vistas que tienen

profesores y alumnos respecto del programa. Como se puede observar en las

siguientes líneas, las opiniones son variadas. A continuación se presentan dos

listados, en el primero se destacan los puntos de vista de los profesores y, más

adelante, los de los alumnos (Rivera, 2008):

1. Algunos profesores tienen la idea de que la tutoría no tiene sentido, pues

sólo se concreta como un obstáculo para la movilidad académica de los

estudiantes.

2. Algunos profesores opinan que es mucho trabajo y muy burocrático.

3. Algunos profesores consideran que los alumnos no están comprometidos

con la tutoría, que por ello faltan a las sesiones y eso les hace perder el

tiempo.

Por su parte, los alumnos dicen del programa que:

1. Algunos de los tutores no conocen bien cómo funciona el programa de

tutorías y además desconocen cómo funciona el plan de estudios.

2. Algunos de los tutores no les “hacen caso”, no están cuando los buscan,

tienen que andarlos persiguiendo y esto no importa a los docentes.

3. No todos los profesores están dispuestos a hacer el papel de tutor, pues

muchas veces ellos deben hacer las cartas o documentos que se solicitan en

el programa y el tutor sólo los firma.

4. Pero también hay muy buenos tutores con los que no han tenido ningún

problema en lo que concierne al programa ni con la disponibilidad de los

docentes.

5. Finalmente, hay alumnos que consideran que el programa debería

desaparecer.

En muchos casos, señala la coordinadora del programa, hay alumnos que

han solicitado un cambio de tutor porque nunca lograron tener una sesión con el que

tenían asignado y como consecuencia no pudieron hacer una movilidad académica o

165

resolver un problema. Otros más solicitan cambio de tutor porque no congeniaron

con el profesor o la profesora que se les designó. Otros estudiantes simplemente son

dados de baja del programa por no cumplir con los requisitos establecidos por el

reglamento, tales como la entregar de dos informas parciales y uno final sobre las

tutorías; este último caso puede darse tanto por una falta de necesidad de tutoría del

estudiante o por solo desinterés. La coordinadora de tutorías puntualizó que los

maestros que están comprometidos con el programa siempre tienen más tutorados

que los otros y que sus estudiantes dicen estar satisfechos. Esto último se concluye

con base en lo que afirman los estudiantes en sus reportes: dicen que sí los ayudan en

su orientación profesional, les aconsejan en la toma de decisiones que tienen que ver

con el desarrollo de su perfil, les recomiendan lecturas o ejercicios para subsanar

carencias en su desempeño académico e, incluso, van más allá de lo académico, pues

se convierten en sus amigos. Nuestra entrevistada destacó que estos profesores

comprometidos conocen el programa de tutorías y cómo funciona el plan de estudios,

lo cual facilita los procesos sin necesidad de hacer y rehacer documentos o traer a los

alumnos “dando vueltas” con los trámites.

d. Disposición a ayudar

La disposición a ayudar se puede ver no sólo en relación con los alumnos,

sino también con otros miembros de la comunidad. Hay maestros que siempre

ayudan, que están dispuestos a participar pero hay quienes no. La ayuda puede darse

desde la disposición para transportar algo hasta el compartir problemas con otros

actores. En este sentido, los alumnos consideran que no todos los maestros tienen

esta disposición a ayudar, pues hay quienes mantienen su estatus de profesor y no les

importa “lo que les pasa a sus alumnos”, mientras que hay otros docentes quienes

“uno solitos les empieza a contar sus penas”. Los estudiantes consideran que esto

tiene que ver con la personalidad tanto del profesor como del alumno, pues “no con

todos se puede congeniar”. De manera general, los estudiantes reconocen que sí hay

algunos profesores a los que se puede recurrir cuando necesitan ayuda y con los que

saben van a encontrar un apoyo.

166

La calidad

A continuación presentamos el análisis de los resultados de la investigación

en relación con nuestra segunda categoría de análisis: la calidad. Éstos se muestran

en función de la herramienta que se utilizó para su recolección.

Para conocer las opiniones de los alumnos en torno a la calidad de la

educación que reciben en la FCPS, se recurrió tanto a la aplicación de cuestionarios

como aol desarrollo de grupos focales. En un capítulo anterior señalamos en qué

consiste cada una de estas técnicas, por lo que en presente sólo abordaremos la forma

en que se organizaron y seleccionaron los grupos participantes en cada ejercicio y los

resultados obtenidos.

Cabe recordar que el trabajo realizado con los alumnos se dio en varios

momentos y con distintas herramientas: cuestionarios, entrevistas semi estructuradas

y grupos focales. Estas herramientas se aplicaron a los alumnos de las distintas

carreras y en distintos momentos de su formación (en los semestres julio-diciembre

2008 y enero-julio 2009).

Los grupos focales

Con el objetivo de que las opiniones emitidas fueran representativas de todo

el alumnado, se decidió trabajar con estudiantes de todas las áreas, de la

interdisciplinar (el primer año de la carrera) y de las tres licenciaturas que se ofrecen

en la FCPS; así se pensó en formar un grupo focal por cada semestre de cada

licenciatura. Dado el ingreso de los estudiantes es anual, en el semestre 1 de cada año

los semestres son pares (2º, 4º, 6º y 8º) y en el semestre 2 son nones (1º, 3º, 5º y 7º).

El trabajo con grupos focales se llevó a cabo en el primer semestre de 2009, por ello

se trabajó con los semestres pares.

El 2º semestre corresponde al área interdisciplinar; debido a que existen

cuatro grupos (dos en el turno matutino y dos en el vespertino) que más tarde se

dividirían en las tres carreras, se decidió formar dos grupos focales de esta área: uno

con estudiantes que asisten a la facultad en la mañana y otro para quienes asisten en

la tarde. En el resto de los semestres los alumnos ya están divididos por carrera, de

forma que había que formar un grupo focal para cada semestre de cada licenciatura.

El diseño para el desarrollo de este tarea señalaba entonces la formación de 11

167

grupos focales. Además de la pertenencia a un determinado semestre y carrera, otro

aspecto que se tomó en cuenta para conformar lo grupos fue el género, se procuró

que hubiera un equilibrio entre el número de hombres y el de mujeres participantes.

La participación de los estudiantes en los grupos focales fue voluntaria, no

se les informó sobre el tema a tratar cuando se les invitó a formar parte del ejercicio,

el objeto de discusión se dio a conocer hasta llegar al espacio designado para el llevar

a cabo el trabajo. La realización de las sesiones, que duraron una hora cada una, se

dio en la sala de maestros de la FCPS. Este salón está relativamente aislado, es

amplio y cuenta con mobiliario no fijo; lo cual permite acomodado las sillas y/o

mesas en función de las necesidades, brinda comodidad para trabajar y casi no se

tiene ruido. Dado que quien realiza la investigación es profesora de algunos de estos

alumnos, se decidió que el moderador del grupo focal fuera otra persona; en este caso

se solicitó la ayuda de la psicóloga de la misma facultad.

En cuanto a la disposición a participar de los estudiantes, en términos

generales, podemos afirmar que en todo momento se mostraron dispuestos a

colaborar. Algunos mostraron inquietudes respecto al alcance de la investigación

pues esperan que ésta pueda servir para mejorar.

Evaluación de los alumnos de la calidad de su educación y del involucramiento de

sus profesores a partir de grupos focales

Una vez que se inicio el trabajo con los grupos focales, nos percatamos que

los resultados obtenidos en estas sesiones eran muy similares. Lo anterior nos llevó a

acogernos al principio de “suficiencia comparativa” que propone Guillermo Orozco

Gómez (2002) para la investigación cualitativa. Como la información ya dejaba ver

“lo distinto”, que según este investigador mexicano debemos identificar para detener

la recolección de datos, decidimos no llevar a cabo todos los grupos focales que se

habían planeado al inicio y quedarnos con seis: 2º semestre del Área Interdisciplinar

turno matutino, 4º semestre de Comunicación y Periodismo turno matutino, 6º de

Comunicación y Periodismo turno matutino, 6º de Comunicación y Periodismo turno

vespertino, 6º semestre de Sociología (sólo hay un turno) y 6º de Ciencias Políticas.

Como se puede observar se tiene grupos de cada área con mayor énfasis en la Carrera

de Comunicación y Periodismo; esto resulta pertinente ya que es la carrera en la que

se concentra el porcentaje más alto de la matrícula de estudiantes. Como ya se

168

mencionó, las respuestas de los alumnos de los diferentes grupos fueron similares,

con base en ello se establecieron algunas tendencias sobre la percepción del

alumnado con respecto de la calidad de su educación universitaria.

La guía del grupo focal constaba de 17 preguntas, todas tendientes a

explorar las variables “calidad” e “involucramiento” en tres dimensiones: profesores,

alumnos e institución.

La percepción que los alumnos tienen sobre la calidad de la educación que

reciben es muy similar y le otorgan en promedio un 7 sobre 10 de calificación; los

grupos de Comunicación y Periodismo le dieron 8, el de Sociología le dio 6 y el de

Ciencias Políticas entre 6 y 7.

Los estudiantes consideran que la calidad es deficiente y que tiene que ver

con la disposición por parte de los profesores hacia su labor. Reconocen que el

alumno también tiene responsabilidad en la consecución de la calidad pero piensan

que el maestro es un factor que motiva o desmotiva.

En este contexto nos concentramos en la dimensión que tiene que ver con

los docentes. Los estudiantes distinguen siempre entre los “buenos profesores” y los

“malos profesores”. “Hay muy buenos” pero “hay quienes no están capacitados en su

área o no muestran disposición”; con base en esto los estudiantes sugieren que se

tenga más cuidado con la selección de los perfiles de los docentes antes de su

contratación, pues algunos “sienten” que se puede llegar a ser maestro por ser

“amigo” de alguien. Otros más señalan que existen profesores que saben mucho de

un tema, pero que no necesariamente están capacitados para enseñar, “les falta

pedagogía”, agregan. Reconocen que los “buenos profesores” son aquellos que no

sólo dominan el tema, sino que también sienten “pasión” por lo que hacen; esta

pasión lleva al compromiso, a generar un “ambiente adecuado” y a motivar a los

alumnos. Según los estudiantes, los “malos profesores” no dominan el tema e incluso

llegan a afirman “a mí o me gusta este tema pero lo voy a dar”, aunque al final

“terminan dando otra cosa”.

Los estudiantes señalan que los grados académicos que poseen sus docentes

no son un indicativo en la calidad de educación que desarrollan, pues “hay doctores

que pueden saber mucho pero que no tienen los elementos pedagógicos para

enseñar”, otros se centran en un tema y “de ahí nadie los saca”. Por otro lado,

afirman, hay quienes son licenciados o maestros y al mismo tiempo “son muy buenos

docentes”.

169

Los participantes de los grupos focales consideran que el tipo de

contratación que tienen los profesores tampoco es un elemento clave, pues “hay

maestros de tiempo completo que no se comprometen, no van a clase, no dan

asesorías o no están en la facultad, aunque hay otros que sí”. Los estudiantes

consideran que los profesores se pueden dividir en tres grupos: los que se

comprometen, los que más o menos lo hacen y los que “no sabes ni cómo

sobreviven”. Reconocen también el esfuerzo de los docentes de tiempo libre, pues

dicen que hay quienes aún teniendo esta categoría están muy comprometidos y

dispuestos.

Finalmente, en lo que respecta a los conocimientos que poseen los docentes

en su área de estudio, los alumnos dicen que “los maestros están bien” y les otorgan

en promedio 8.5, sin embargo, observan que es hace falta compromiso,

responsabilidad e involucramiento, aspectos que, en todos los grupos, fueron

evaluados con 7.

En cuanto a la dimensión institución, los estudiantes consideran que “hacen

falta muchas cosas”. En lo que respecta a las instalaciones, consideran que, en

general, éstas están muy deterioradas, que hacen falta más espacios,

fundamentalmente baños. Creen también que hacen falta más computadoras y más

programas computacionales específicos para el área de Comunicación y Periodismo,

así como equipo para sus prácticas: cámaras, grabadoras de voz, micrófonos, cabinas

de radio, cañones, etc. Señalan que las cabinas de radio y de televisión son pequeñas

e incómodas y que el equipo está en malas condiciones. Algunos señalaron que los

salones y los patios siempre están sucios y que el personal de mantenimiento no

cumple con su función, lo que “hace que los espacios no sean agradables”.

Finalmente, consideran que hace falta proyectar la facultad y sus carreras de manera

pertinente hacia el exterior, pues existe una serie de estereotipos: se ve a los

comunicadores únicamente como conductores, a los politólogos como diputados y de

los sociólogos “no se tiene idea de qué hacen”.

Finalmente, en la dimensión alumnos, reconocen que a ellos también les

hace falta compromiso. Sienten que son muy apáticos y que tampoco se involucran

“al cien por ciento”. Consideran que el perfil de los alumnos también varía en

función de la carrera y con base en ello también se “ponen etiquetas”, se creen que

los de Sociología y Ciencias Políticas son más comprometidos y que los de

Comunicación y Periodismo son más “fresas”.

170

TABLA No. 17 Factores que señalan los alumnos como determinantes de la calidad

de la educación de la FCPS

DIMENSIÓN INDICADORES PROPUESTA

Profesor Inciden: Disposición, conocimiento,

pedagogía, pasión, compromiso,

responsabilidad.

Definir perfiles para selección

de profesores.

No inciden: grado académico, tipo de

contratación

Institución Factores positivos:

Factores negativos: instalaciones

deterioradas, faltan espacios y los que hay

son poco agradables, falta equipo e

infraestructura y su mantenimiento, la

intendencia es deficiente.

Proyectar a la Facultad al

exterior para acabar con

estereotipos.

Alumnos Son apáticos. Falta compromiso e

involucramiento.

Comprometerse más.

Fuente: Elaboración propia

Evaluación de los alumnos de la calidad de su educación y del involucramiento de

sus profesores a partir de cuestionarios

Los 73 alumnos que respondieron el cuestionario pertenecían al 3er y 5º

semestres de Comunicación y Periodismo del turno vespertino, y al 3er semestre de

Sociología.

El primer cuestionario aplicado constó de tres preguntas:

1. En una escala del 1 al 10, ¿qué calificación le das a tu facultad en

términos de la calidad de la educación que has recibido?

2. Menciona los criterios que utilizaste para calificar la calidad de tu

facultad

3. ¿Crees que existe involucramiento por parte de tus profesores en tu

facultad y con las actividades que aquí se realizan?

Los alumnos respondieron a la primera pregunta y dieron una calificación de 7.5 en

promedio; los criterios que señalaron fueron, en orden decreciente:

171

1. Las pésimas condiciones en que están las instalaciones,

2. los profesores,

3. la falta de equipo de cómputo,

4. las condiciones del mobiliario,

5. la falta de compromiso de los alumnos,

6. la falta de eventos académicos,

7. los programas de estudio,

8. los servicios,

9. la cafetería,

10. la falta de áreas verdes,

11. la biblioteca y

12. la falta de información.

A la tercera pregunta señalaron, en general, que no había involucramiento ni

de los (algunos) profesores ni de los alumnos (en su mayoría), pues no se interesan

por su facultad, no se informan, no asisten a eventos, no saben lo que sucede al

interior de ésta, no participan en los espacios de decisión, sólo velan por sus

intereses, existen muchos grupitos y no se vinculan con otras carreras o con otros

profesores para alcanzar un fin común.

De manera específica, en el rubro de los docentes, los alumnos distinguieron

entre los “buenos profesores” y “los que no lo son y disminuyen la calidad del

semestre”. Señalan que sólo velan por sus intereses y no les interesa lo que sucede en

la facultad.

Evaluación de los ex alumnos de la calidad de su educación y del involucramiento

de sus profesores a partir de entrevistas.

Algunos de los ex alumnos entrevistados evalúan la calidad de su educación

con un 7 de promedio. Sin embargo, hay que destacar que este resultado varía en

función de la carrera. A partir de las respuestas de los entrevistados, la carrera mejor

evaluada es la de Comunicación y Periodismo (con un promedio de 8) y le seguirían

Ciencias Políticas y Administración Pública (con un promedio de 6) y Sociología

(también con un promedio de 6).

Por ejemplo, una alumna egresada de la licenciatura en sociología señaló

que “cuando era estudiante en lo que pensaba era en irse de la facultad”; consideraba

172

que “no había compromiso de parte de sus profesores y que lo que le enseñaban no

tenía sentido”. La misma egresada agrega que “El programa de estudios parecía

atractivo pero, al llegar a las clases, los profesores terminaban por desilusionarnos

pues no iban, llegaban tarde, daban poco tiempo de clase, hablaban de todo menos

del tema, los alumnos no leían y no pasaba nada, no había evaluaciones y los trabajos

encargados no eran leídos o no eran retroalimentados”. Cuando se le pidió que

definiera con una palabra a su facultad contestó que “de hueva”. Al estudiar el

posgrado, en otra Universidad, se dio cuenta de que los programas eran obsoletos y

que los autores revisados o las teorías ya habían pasado de moda.

Otra alumna, egresada de la misma licenciatura, señaló que durante sus

estudios “sentía desesperación con algunos profesores, pues no preparaban sus

clases, llegaban tarde y con sueño, no evaluaban o pedían a los alumnos que se

evaluaran”. Comentó que, al finalizar su carrera, junto con otras compañeras,

organizaron una evaluación de sus profesores y los resultados las llevaron a

identificar “notables excepciones” y a quienes estaban “condenados a muerte”, pues

no les dejaron nada en su formación. Al cuestionarle qué calificación le daría a la

calidad de su educación dijo que 6.

Otro egresado de la misma licenciatura señaló que le daba 7 en promedio,

identificando también “notables excepciones” en sus maestros y los que fueron

“pésimos”. Al cuestionarle sobre la diferencia entre profesores excepcionales y los

pésimos respondió que los primeros van a clases, son puntuales, hacen evaluaciones,

retroalimentan, son exigentes, preparan sus clases, tienen pasión por su materia, se

involucran con sus alumnos y, los pésimos, son todo lo contrario.

Por su parte, algunos de los egresados de Comunicación y Periodismo

expresaron que su evaluación a la calidad de su formación era entre 7 y 8, una ex

alumna incluso le otorgó un 9. Los comentarios son prácticamente los mismos que

los de los egresados de las otras licenciaturas. Consideran que son problemas que se

vienen arrastrando desde hace muchos años, pues los profesores siguen siendo los

“de siempre”, con sus mismos vicios o virtudes.

Los egresados de esta licenciatura identifican muy bien, y en eso coinciden

con sus compañeros, a los “buenos profesores” y a los “malos” o “pésimos”

profesores. De estas dos últimas categorías, dicen los egresados, algunos se dedican a

contar chistes, a platicar de mil cosas y dedican poco tiempo a la clase. Algunos de

los “malos” profesores se van a cumplir otros cargos o estudiar posgrados y cuando

173

vuelven, siguen igual. Con algunos docentes llevaron varios cursos y dicen, “vimos

siempre lo mismo”. Los que son considerados “buenos profesores” por estos

egresados, casi todos son jóvenes y de tiempo libre; además los ven comprometidos,

pues van a clases, llegan puntuales, preparan sus clases y sí califican. Otros maestros,

dicen, sólo les “daban el avión” y les decían “todo está muy bien”, pero los egresados

se daban cuenta que éstas no leían pues, a propósito, entregan tareas que no tenían

nada que ver y de todas formas sacaban diez. Durante las entrevistas, los egresados

manifestaron una inquietud, fomentada también por algunos profesores, sobre si su

carrera debería ser más técnica o más teórica. Hay alumnos que desprecian la teoría y

otros que la valoran.

Algunos de los alumnos que han tenido movilidad académica internacional,

al autoevaluarse se reconocen como que “no están tan mal”, pero que sí tienen que

trabajar más. En cuanto a los docentes, observan que algunos maestros estarían a la

altura de Universidades europeas pero, que, “lástima, son los menos”.

En este mismo sentido, durante la observación que corresponde a la presente

investigación, en su ceremonia de titulación, un alumno de la Licenciatura en

Comunicación y Periodismo dijo que “como todo, hay cosas buenas y malas”. Entre

las buenas reconoció “la orientación recibida, las lecciones de vida basadas en la

experiencia de algunos profesores, la actitud humana de algunos de sus docentes y la

pasión por tratar de entender al otro”. Entre las malas, reconoció “algunas cosas que

se pueden mejorar: no hay propuestas, sólo críticas, se repiten y repiten los mismos

errores aunque ya hayan sido señalados, no hay vinculación con la sociedad. Somos

comunicadores que no comunicamos. Sostenemos el discurso de la

interdisciplinariedad pero no colaboramos con otras instituciones o facultades, ni

siquiera con las carreras de esta misma facultad para el desarrollo de proyectos y

programas. Las exigencias escolares no rebasan las aulas, no aplicamos lo visto al

exterior del salón de clases”.13

En las entrevistas con los ex alumnos, los maestros que salieron peor

evaluados son los de de la Licenciatura en Ciencias Políticas. Los egresados se

expresan muy mal de algunos de ellos pues dicen que son “barcos”, que no van a

clase o que sólo van a platicar, no evalúan o los contenidos del curso son cambiados

y ven otras cosas. Señalan que hay profesores que concluyen sus programas a medio

13

Discurso pronunciado por un alumno el día de su titulación como Licenciado en Comunicación y

Periodismo (mayo 2009).

174

semestre y que se pierde mucho tiempo, ya que sus maestros faltan mucho o dan

clases de media hora (cuando la clase es de dos horas y media). Consideran que estar

ahí es una pérdida de tiempo y que el nivel de exigencia es mínimo. Esto es algo que

también es percibido por los alumnos actuales de las otras licenciaturas quienes dicen

que “los de Ciencias Políticas no tienen clases”.

Al preguntar a los egresados los criterios que habían utilizado para evaluar

la calidad de la educación hicieron énfasis en los profesores y los programas. Sólo

dos de los entrevistados incluyeron las instalaciones. La biblioteca fue bien evaluada

aunque consideran podría estar mejor. Los egresados hicieron énfasis en que la

calidad se cifra en dos actores: profesores y alumnos y que los programas dependen

en gran medida de los primeros.

Así pues, los resultados tanto de los grupos focales, los cuestionarios, las

entrevistas, la observación directa y participativa en la FCPS, así como la revisión de

los documentos, nos muestran una tendencia muy clara: hay una serie de deficiencias

que son percibidas tanto por los alumnos como por los profesores, deficiencias que

están afectando no sólo al cumplimiento de las metas que como Facultad o como

Institución se han establecido, sino también a la formación profesional y humana de

los estudiantes quienes perciben acciones que no son deseables en una institución

como la Universidad.

Discusión de los resultados

La teoría de las organizaciones señala una serie de problemas a los cuales

éstas se enfrentan para alcanzar sus objetivos. Dado que lo que define a una

organización es la existencia de fines por alcanzar, la consecución de los mismos

puede ser en elemento que permita evaluar su eficacia. Para el caso de este estudio,

encontramos que la Universidad como organización presenta una diversidad de

intereses en juego, lo cual puede ser positivo en tanto que, como su propio nombre lo

dice, pretende ser universal en propuestas; sin embargo, para los fines de la propia

Institución esto puede ser negativo, pues al coexistir una gran variedad de intereses

entre sus actores se puede no caminar en la misma dirección, de forma que los fines

originarios pueden irse diluyendo, tal y como lo propone Panebianco (1995). Por otro

lado, las organizaciones otorgan a sus miembros una serie de incentivos que les

175

ayudan a alcanzar las metas. Siguiendo a Olson (citado en Panebianco, 1995), los

incentivos que más se valoran en la FCPS son aquellos que tienen que ver con el

poder, el status y lo material, todos éstos permiten, según los intereses de los actores,

alcanzar los fines personales (Panebianco, 1995).

Siguiendo a Weber (2004), la UAQ como organización es burocrática, pues

posee reglas claras y jerarquías bien establecidas con roles específicos para cada

elemento; sin embargo, existe una serie de elementos que permiten evidenciar que no

se está alcanzando la eficiencia, que existen vacíos de poder que permiten trasgredir

las normas, ignorarlas o incluso despreciarlas, pues no existen mecanismos efectivos

de corrección. Este relajamiento de las estructuras ha hecho que la institución pierda

efectividad y, como corolario, calidad. Sin embargo, es importante señalar que estos

resquebrajamientos no pueden ser generalizados, pues la Institución está integrada

por una serie de Facultades con sus propias reglas y dinámicas culturales. Así, para el

caso de la FCPS, siguiendo la propuesta de evaluación de Hall (1996), podemos decir

que es inefectiva en tanto que no está cumpliendo las metas propuestas en su misión

y visión. Además, su sobrevivencia como Facultad ha estado seriamente afectada,

pues no ha sido capaz de mantener sus posgrados y si tuviera que sobrevivir con sus

propios recursos, hace ya algún tiempo que hubiera desaparecido. Para el caso de la

FCPS, lo que la sostiene es su pertenencia a la Institución, es decir a la UAQ.

Por lo que respecta a la calidad de la FCPS, encontramos que en ella incide

fuertemente la cultura organizacional que se ha gestado y reproducido al interior de

la misma. Podemos caracterizar esta cultura como “floja” en tanto que oscila entre

diversas tendencias “ideológicas”, las cuales permiten explicar no sólo la existencia

de diversos grupos en su interior sino también la forma en que esos grupos se

conducen. Estos grupos, que al interior se muestran fuertemente cohesionados,

comparten cosmovisiones acerca de cómo debiera ser la Universidad, sus fines y la

forma de conseguirlos; sin embargo, cuando se comparan las visiones de los

diferentes grupos éstas son opuestas y responden a diversos intereses en los que los

de carácter político juegan un papel central.

De acuerdo con Rendón (2003) y su propuesta de que la cultura es una

variable del desempeño y que a su vez proporciona una matriz que provee de signos

y significados, encontramos que en la FCPS esta cultura ha construido una serie de

ideas en torno a figuras centrales, como por ejemplo la del “fundador”. Estas ideas

176

han permitido no sólo legitimar una serie de prácticas sino incluso detentar el poder.

El recurrir a la tradición del “fundador”, por ejemplo, es una forma de legitimación.

Por otro lado, siguiendo la propuesta de Ivancevich (2005) en torno a la

cultura organizacional, encontramos que en la FCPS hay una cultura “débil” en tanto

que no ha sido capaz de generar conductas comunes que permitan alcanzar, de una

manera más eficiente, las metas propuestas.

El comportamiento de los actores de una institución, se conforma como

elemento integrante de la cultura organizacional. De acuerdo con la propuesta de la

Teoría Y de MacGregor, encontramos que quienes conforman la FCPS se han vuelto

pasivos porque están poco motivados y los que lo están son profesores de “reciente”

ingreso, quienes consideran que aún se pueden hacer cosas para cambiar. Siguiendo a

Pfeffer (2000) encontramos que esta pasividad tiene su explicación tanto en el

ambiente como en las características personales del individuo. Así, el ambiente es de

relajación y de no rendición de cuentas en términos académicos, de forma que la

variable desempeño no tiene consecuencias más allá de las económicas (a través de

los estímulos docentes); situación que ha generado una cultura de simulación y

permisividad que ha redundado en la pérdida de calidad.

Dado que el comportamiento es el elemento evidenciador de la cultura, los

estudiosos de las organizaciones han puesto énfasis en él, destacando para su análisis

el papel de las actitudes, entre las que distinguen las deseables y las requeridas. Entre

las actitudes deseables está el involucramiento.

El involucramiento, a su vez, puede ser objetivado a través de una serie de

actitudes como la responsabilidad, el compromiso, el trabajo en equipo, la

participación, etc. (Castañeda, s/f). La teoría señala que a mayor involucramiento del

factor humano, mejores serán los resultados de la organización, lo cual posibilita

incrementar la calidad de los productos.

En el caso de una organización dedicada a la educación superior, como es el

caso de la UAQ, el producto es el profesionista y para saber si existe correlación

entre el involucramiento de los profesores y la calidad de la educación, se realizó esta

investigación usando, como ya se dijo, una metodología cualitativa.

La teoría señala que la enseñanza, labor principal del profesor, es un acto

amoroso (Ríos, 1990), lo cual implicaría una actitud positiva que se traduciría en

mayor involucramiento; sin embargo, lo que encontramos entre los profesores de la

FCPS es que este supuesto está ausente en algunos profesores quienes consideran

177

que el tener que dar clases o participar en algunas actividades propias de los cuerpos

académicos o de la Facultad, es una pérdida de tiempo que les distrae de quehaceres

más importantes.

La teoría señala otro supuesto, que si un profesor participa en el diseño de

planes y programas de estudio, se involucrará más en el proceso enseñanza-

aprendizaje (Ríos, 1990). Lo que encontramos en la facultad en estudio es que esto

no es así necesariamente. Los profesores de la facultad se supone participaron en el

diseño de la currícula, propusieron Unidades de Aprendizaje, materias y contenidos,

sin embargo, son ellos los primeros que critican el plan, cambian los programas y

“boicotean” las formas de trabajo colegiado y en equipo.

La teoría sobre la calidad de la educación también señala que el incremento

en la cantidad de alumnos puede incidir en la pérdida de la calidad. Lo que

encontramos en el caso de la FCPS es que la cantidad de alumnos no se ha

incrementado tan drásticamente, como ha sucedido en otras facultades donde los

alumnos perciben que el problema no es la cantidad, aquí la cuestión es la actitud de

los profesores, pues hay grupos con pocos alumnos (como en Sociología) en donde

las irregularidades son aún más acentuadas.

También a nivel teórico, se considera que la evaluación de la calidad ha

llevado en algunos casos a una cultura de simulación cínica (Ibarra 2003). Esto lo

hemos encontrado como una constante en la FCPS; según la apreciación de los

profesores, hay quienes no trabajan lo suficiente o cuyo desempeño es cuestionable y

tienen los mismos niveles que otros que sí lo hacen, además quienes no cumplen con

sus responsabilidades siguen obteniendo documentos que les permiten concursar por

estímulos y reconocimientos que no merecen.

Por otro lado, la teoría señala que los factores que determinan el

involucramiento entre los mexicanos son, en gran parte, de carácter emotivo

(Castañeda, s/f). Esta propuesta se comprueba en tanto que lo que hace que los

profesores se comprometan, participen o se responsabilicen no son los fines

organizacionales o racionales, sino aquellas cosas en las que perciben beneficios, ya

sea para el grupo al que pertenecen o para sí mismos; de esta forma, la actitud que

adoptan les permite alcanzar ciertas metas pero no las de la organización, las cuales

se ven desplazadas impidiendo que se alcancen los estándares propuestos. Tal sería el

caso, por ejemplo, de los Cuerpos Académicos que no han logrado su

178

recategorización o de los profesores que no han cumplido compromisos de obtención

de grado.

179

CONCLUSIONES

Prácticamente desde que el hombre nace lo hace en el seno de una

organización; dado que el resto de las actividades que lleva a cabo para su desarrollo

las hace también al interior de organizaciones, ha hecho necesario el estudio de estas

últimas. En un mundo globalizado y que demanda cada día nuevas habilidades

gerenciales para sobrevivir al entorno, uno de los objetos de estudio de los

investigadores ha sido encontrar los elementos que permitan a la organización

desempeñarse de la forma más eficiente posible. Entre los resultados de los estudios,

el del comportamiento humano ocupa un lugar central, pues se considera que son los

hombres quienes pueden potenciar o entorpecer el desempeño de una organización.

A su vez, el estudio de los comportamientos se enmarca dentro de los

estudios de la cultura organizacional. Ya desde el siglo XIX se reconoció que la

cultura juega un papel central en la explicación y comprensión de las conductas

humanas. Partiendo de esta propuesta teórico metodológica, fue que se incorporaron

los estudios culturales a las organizaciones. En el análisis de las conductas, las

actitudes ocupan un lugar central, pues a partir de ellas se puede objetivar una serie

de ideas, sentimientos, emociones, motivaciones, etc., que permiten comenzar a

entender, no sólo a través de una práctica individual sino incluso grupal, la cultura de

la organización. Lo anterior, debido a que al interior de una organización se genera

una serie de ritos, mitos, usos y costumbres que ayudan a conformar identidades y

grupos así como a recrear cosmovisiones que les ayudan a funcionar dentro de la

organización y que, incluso, pueden darle sentido a sus vidas.

En los resultados de los estudios sobre las actitudes se reconoce que hay las

que son “deseables” y otras que no lo son. Entre las deseables está el

involucramiento, considerado éste como un estado de adhesión que muestra el

individuo frente a una organización, apropiándose su discurso y generando, a su vez,

una serie de actitudes a través de las cuales se manifiesta, entre ellas,

responsabilidad, compromiso, participación, etcétera.

Estudiar el involucramiento en una institución de educación superior es

importante porque nos permite establecer una serie de correlaciones en relación con

variables como la eficacia, la calidad o el logro de objetivos. En este caso, se estudió

la relación que existe entre el involucramiento de los profesores y la calidad de la

educación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ.

180

Respecto de la calidad en la educación se encontró que, pese a las

discrepancias que había en la década de los noventa, se ha alcanzado un consenso;

sin embargo, este ha sido en torno al modelo propuesto por la administración,

modelo al que hemos denominado gerencialista. Bajo tal modelo, la calidad es

concebida como un producto y no como un proceso y se privilegian los indicadores

de eficiencia por encima de la formación y la potenciación de las cualidades de la

persona.

Dado que el país, como muchos otros en vías de desarrollo, ha estado en

permanente crisis, la única forma de acceder a recursos públicos ha sido ciñéndose a

las medidas propuestas por organismos internacionales y adoptadas por las instancias

nacionales. Bajo este esquema, a las IES se les ha obligado a entrar en un proceso de

mejora continua y aseguramiento de la calidad, lo cual implica no sólo las

evaluaciones sino también las certificaciones de sus programas y procesos.

En este trabajo, si bien es cierto que se consideraron algunos índices

gerencialistas, se privilegió la parte cualitativa, de forma que se recurrió a lo que los

actores del proceso piensan.

A través de métodos y herramientas cualitativas, se encontró que existe una

alta correlación entre el involucramiento de los profesores y la calidad de la

educación. Contrario a la propuesta de que la calidad está en relación directa con la

cantidad de alumnos, se encontró que para el caso de la FCPS no se da esta relación,

en tanto que la matricula de estudiantes de la Facultad es una de las que menos ha

crecido, lo mismo que sus programas de estudio. Se encontró que la calidad, según lo

manifiestan tanto algunos maestros como algunos alumnos, tiene que ver con la

responsabilidad, el compromiso y la participación de los profesores, a quienes se les

encuentra poco interesados, ausentes y faltos de ganas de hacer lo que tienen que

hacer.

En el estudio, encontramos también algunos de los elementos que los

alumnos consideran para evaluar, no sólo la calidad de la educación, sino también la

calidad de los profesores y de la institución. Los estudiantes distinguen tres

categorías: los buenos profesores, los malos y los pésimos. Consideran que los

buenos profesores son aquellos que cumplen, que califican, que preparan clase, que

están disponibles, que se muestran dispuestos, que participan, que llegan puntuales y

dan sus clases completas; que además están preocupados por seguir creciendo de

181

forma personal. Los malos profesores y los pésimos son aquellos que presentan las

características contrarias en diferentes niveles.

Aunque en términos generales la Facultad es evaluada por los estudiantes y

egresados de forma similar, habría que destacar que existen algunas diferencias entre

las carreras, siendo “la menos peor” la Licenciatura en Comunicación y Periodismo

mientras que las otras estarían en el mismo nivel.

Además del factor “profesores”, los alumnos y los maestros consideran que

también los servicios, las instalaciones y la propia institución influyen en la calidad

de la educación. En este rubro, la Facultad en estudio también salió mal evaluada,

pues se considera que existen muchas carencias tanto en términos materiales como

en términos de infraestructura y equipo.

De los programas de estudio se dijo que algunos estaban obsoletos mientras

que otros “suenan interesantes” pero que, al final de cuentas, depende del profesor

para que se logre o no su cumplimiento.

Cabe señalar que no pudimos tener acceso a estadísticas oficiales de

seguimiento de egresados u opiniones de empleadores porque no se han llevado a

cabo trabajos en este sentido. Sin embargo, las entrevistas con los ex alumnos dejan

ver que éstos “sienten que sí pueden” funcionar en el mercado laboral aunque

también notan carencias. Los egresados proponen, por ejemplo, que se incrementen

materias relacionadas con historia, economía y cultura.

Finalmente, el objetivo de la investigación se alcanzó y la hipótesis se

acepta en tanto que encontramos que existe una alta correlación entre el

involucramiento de los profesores y la calidad y que ésta no depende

fundamentalmente de la cantidad de alumnos, sino del involucramiento de los

profesores.

182

PROPUESTAS

Derivada de la investigación anterior encontramos áreas de oportunidad en

las cuales se puede trabajar para mejorar la calidad educativa en la FCPS de la UAQ.

1. Dado que el proceso de enseñanza-aprendizaje involucra una serie de

actores, es necesario que todos participen en su evaluación. De esta forma,

se hace imperativo que los departamentos encargados de hacer el

seguimiento de los egresados y los que tienen el contacto con los

empleadores, cumplan realmente con su trabajo. Es necesario no sólo que

llenen bases de datos, sino que amplíen su quehacer para generar

información que permita hacer investigaciones más integrales y que los

datos estén disponibles permanentemente en espacios públicos como la red.

2. Es necesario que las instancias administrativas hagan mayor énfasis en

la parte del control, pues pese a que existe una serie de normas y

reglamentos que debieran regular ciertas conductas indeseables, en la

práctica no sucede nada, de forma que tanto las autoridades de la Facultad

como las de la Institución debieran estar más atentas para hacer cumplir los

reglamentos y sancionar o premiar de acuerdo a ellos.

3. Es necesario que se elaboren perfiles de profesores que vayan más allá

de los grados académicos o de la evaluación de un currículum, en tanto que

éstos no se concretan como una garantía de buen desempeño laboral en la

educación.

4. Es necesario también estar atentos a la escucha de los profesores,

administrativos, alumnos y, en general, de todos los que conforman la

Facultad y la Institución; pues todos tienen algo que decir. Normalmente se

dice mucho pero de manera informal, esta información no se hace llegar a

las instancias correspondientes y cuando se hace no se toman las acciones

pertinentes. Lo anterior redunda en el relajamiento de las conductas y en la

pérdida de credibilidad de la autoridad.

5. Existe una serie de elementos que, potenciándolos, reconociéndolos,

incentivándolos, podrían mejorar el desempeño de la FCPS; pero debe ser

un trabajo conjunto y no sólo de los profesores o de la administración.

183

Todos los actores tienen que trabajar en la misma dirección para alcanzar no

sólo los objetivos personales sino también los institucionales.

6. Finalmente, la calidad en términos gerencialistas puede ser alcanzada

al cubrir los indicadores correspondientes; sin embargo, en términos

humanos y cualitativos, está muy lejos de ser lograda, Así, se propone poner

énfasis en los indicadores que tienen que ver con los procesos y no sólo con

los productos. Si se sigue privilegiando la parte cuantitativa, la educación en

sí misma, entendida como formación integral de personas, puede

pervertirse.

184

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http://www.uaq.mx/3er_informe/resultados_cualitativos.html

Entrevistas

Entrevista realizada por Oliva Solís a Luz Elena González, secretaria de la

FCPyS

Entrevista al profesor Job, encargado del Centro de Cómputo, realizada por

Oliva Solís el 1º de junio de 2009.

Entrevista a la Coordinadora de Tutorías, Mtra. Eloísa Valerio López realizada

por Oliva Solís en Agosto de 2009.

Entrevista a la Coordinadora de Tutorías, Mtra. Minerva Rivera Sánchez

realizada por Oliva Solís el 14 de noviembre de 2008.

197

SIGLAS UTILIZADAS

ANUIES Asociación Nacional de Universidades e Instituciones

de Educación Superior

ANFECA Asociación Nacional de Facultades y Escuelas de

Contaduría y Administración

BID Banco Interamericano de Desarrollo

BM Banco Mundial

CA Cuerpos Académicos

CENEVAL Centro Nacional de Evaluación para la Educación

Superior

CEPAL Comisión Económica para América Latina

CIEES Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la

Educación Superior

COEPES Consejo Estatal de Planeación de la Educación Superior

COPAES Comités para la Acreditación de la Educación Superior

CONACYT Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

CONALEP Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica

CONAEVA Comisión Nacional para la Evaluación de la Educación

Superior

CONPES Comisión Nacional para la Planeación de la Educación

Superior

EXANI Exámenes Nacionales Indicativos de Ingreso

EGEL Examen General de Egreso de la Licenciatura

FCPS Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

FOMES Fondo para la Modernización de la Educación Superior

198

IES Instituciones de Educación Superior

IMSS Instituto Mexicano del Seguro Social

INFONAVIT Instituto Fondo Nacional para la Vivienda de los

Trabajadores

OCDE Organización de Cooperación y Desarrollo Económico

ONU Organización de las Naciones Unidas

PIFI Programa Integral para el Fortalecimiento Institucional

PISA Programa Internacional para la Evaluación de los

Estudiantes

PROMEP Programa para el Mejoramiento del Profesorado

PRONAES Programa Nacional de Educación Superior

PRONAD Programa Nacional de Apoyo a la Docencia

PROIDES Programa Integral para el Desarrollo de la Educación

Superior

PNPC Programa Nacional de Posgrados de Calidad

PTC Profesores de Tiempo Completo

SEP Secretaria de Educación Pública

SNI Sistema Nacional de Investigadores

SUPERA Programa para la Superación del Personal Académico

TL Tiempo Libre

UNESCO Organización de las Naciones Unidas para la Educación

la Ciencia y la Cultura

UA Unidad Académica

UAQ Universidad Autónoma de Querétaro

199

ANEXO I

OBJETIVO, MISIÓN, VISIÓN, PERFIL GENÉRICO, VALORES Y ACTITUDES DE

LA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

Objetivo de la facultad

“La facultad de Ciencias Políticas y Sociales debe ser un centro académico

que tenga como tareas primordiales: la enseñanza, la investigación, la difusión en el

campo de las ciencias sociales.14

Su función básica debe consistir en formar

científicos, profesionales y humanistas del más alto nivel académico, capaces de

competir en el rango más exigente del mercado de trabajo local, nacional e

internacional. Como institución pública de educación superior autónoma del Estado,

debe sostener como principios básicos: la libertad de cátedra y la investigación y

tiene la obligación de formar a sus egresados con sentido crítico y responsabilidad

social, capaces de incidir en los procesos de desarrollo, así como con habilidades

profesionales que les permitan ser agentes de cambio y promotores de bienestar

social”

Visión

“La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en el año 2010, es una Institución de

Educación Superior bien consolidada que ha sido certificada en el primer nivel por

organismos evaluadores externos de educación superior, lo que permite responder a

lo siguiente:

1. Satisfacer la demanda potencial de la sociedad en las carreras

profesionales y de los programas de posgrado que ofrece.

2. Cuenta con programas de estudio flexibles y con calidad certificada,

lo que permite una movilidad de docentes y alumnos integrando redes

regionales, nacionales e internacionales de colaboración.

14

Se propuso cambiar difusión por extensión o vinculación

200

3. Proporciona a la región la demanda de científicos, profesionales y

analistas del Más alto nivel académico que satisface los requerimientos que

la sociedad plantea.

4. Cumple cabalmente con las funciones sustantivas de docencia,

investigación y extensión que la sociedad le demanda por lo que su

compromiso social es plenamente cubierto”.

Misión

“La facultad de Ciencias Políticas y Sociales es una Institución de

Educación Superior que tiene como tarea primordial la enseñanza, investigación y

difusión en el campo de las Ciencias Sociales. Su función sustantiva es la de formar

científicos, profesionistas y humanistas del más alto nivel académico con habilidades

que les permitan ser agentes de cambio capaces de incidir en los procesos de

desarrollo y promotores del bienestar social”

Perfil genérico

“Todos los egresados de la UAQ contarán con una formación integral,

sólidos conocimientos básicos que permitan su aplicación en una práctica profesional

exitosa en el mercado, sustentada en valores éticos y de responsabilidad social. Los

egresados en su formación habrán desarrollado la capacidad de liderazgo, de trabajo

en equipo y de resolución de problemas, el pensamiento creativo, crítico y reflexivo;

contarán con conocimientos en el uso de nuevas tecnologías y habrán constituido las

habilidades intelectuales necesarias para aprender a lo largo de sus vidas,

incorporando adecuadamente nuevos conocimientos en su práctica profesional”

201

ANEXO II

GUÍA DE OBSERVACIÓN

Evento:_______________________________________Fecha:______________

Observación realizad por: ____________________________________________

Lugar: _________________________________________Hora:________________

Asistencia (registrar nombre y hora de llegada)

Participación (registrar nombre, tipo de participación: presencia, voz, propuesta,

acción)

Observaciones particulares: actitudes de agrado, desagrado, cansancio, estar

platicando

Entradas y salidas

Acuerdos

En caso de votarse algo, registrar cómo se votó

Fin de la reunión

Comentarios

202

ANEXO III

CUESTIONARIO

1. En una escala del 1 al 10, evalúa la calidad de la educación que has recibido

en la facultad.

2. Menciona tres criterios utilizados para evaluar la calidad

3. ¿Consideras que tus profesores están involucrados con su quehacer

docente?

203

ANEXO IV

GUÍA DE EXPLORACIÓN PARA GRUPOS FOCALES

1. ¿Cómo evalúan la calidad de la educación de su facultad?

2. ¿Qué elementos considerarían para evaluar la calidad?

3. ¿Cómo nos ven a los profesores?

4. ¿Cómo evalúan el servicio?

5. ¿Cómo evalúan las instalaciones?

6. ¿Consideran que sus profesores están comprometidos con su quehacer?

7. ¿Crees que tus profesores estén “involucrados” con la facultad, su

trabajo?

8. ¿Crees que los alumnos están comprometidos con su quehacer?

9. ¿Crees que los alumnos están “involucrados” con la institución, la

facultad?

10. ¿Quién crees que es más comprometido: el profesor de tiempo

completo o el profesor de tiempo libre?

11. ¿Crees que los grados académicos influyan en la calidad de la

educación?

12. ¿En qué crees que estribaría la calidad de la educación: en los

profesores, en los alumnos, en las instalaciones, en los programas…?, es

decir, ¿cuál tiene más peso?

13. ¿Cómo se ven ustedes en comparación con otras Universidades?

14. ¿Qué han oído de cómo nos ven allá afuera?

15. En una escala del 1 al 10, ¿Qué calificación le darían a sus profesores

en términos de calidad?, y de compromiso?, ¿responsabilidad?,¿

involucramiento?

16. En una escala del 1 al 10, ¿Qué calificación le darían a la institución?

17. Y ustedes, ¿Qué calificación se darían como alumnos?

18. ¿Cómo ven a sus profesores en términos de participación?, es decir

¿participan en actividades de la escuela?, ¿promueven eventos?

19. ¿En términos de responsabilidad cómo son sus profesores?,

20. ¿Cómo son ustedes como alumnos en términos de responsabilidad?

204

ANEXO V

GUÍA DE ENTREVISTA A ALUMNOS

Nombre:__________________________________Lugar y fecha: ______________

Entrevistador: _________________________________________

1. ¿crees que tus profesores son cumplidos?

2. ¿crees que tus profesores tienen la capacidad para enseñar?

3. ¿cómo consideras que son tus profesores en términos de calidad?

4. ¿crees que tus profesores son responsables?,

5. ¿qué elementos considerarías para decir que son o no responsables?

6. ¿crees que tus profesores están comprometidos con su quehacer?, ¿con la

institución?

7. ¿ves que tus profesores se superen, es decir, sean mejores cada día o cada

semestre?

8. ¿si tuvieras que evaluar a tu facultad en términos de la calidad de la

educación, en una escala del 1 al 10, qué calificación le darías?, ¿por qué?