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Hospital de San Bartolomé de la gente de color de la Ciudad de Lima Evolución Histórica (1646 a 2000)

Autor: Dr. Miguel Rabí Chara.

Introducción

Con el firme propósito de investigar fielmente y hacer conocer la realidad histórica y social de nuestra Ciudad, en especial la labor de nuestros antepasados en el campo de la salud, dedicamos el presente volumen a exponer cómo se organizó la protección y el cuidado de la salud de la gente de color, tanto libres como dependientes, en el proceso de formación y desarrollo de nuestros pueblos; apreciar la labor de las personas que dedicaron su firme fe cristiana, su fuerza espiritual e imaginación para hacer realidad el Hospital de San Bartolomé de los morenos libres. El fenómeno histórico del desplazamiento de seres humanos, pobladores, colonizadores, dependientes, etc., de un lugar a otro ha sido largamente estudiado; por consiguiente nuestra atención se dirige a examinar los sistemas de protección de la salud creados para la gente de color (angolas, mozambiques, caravelíes, congos, terranovos, biafras, etc.) trasladada al poderoso Virreinato del Perú, con sus consecuencias y resultados. Se trata así de describir las modalidades de asistencia y cuidado de la salud desde el primer albergue o casa enfermería provisional de 1646, gracias al religioso agustino Fray Bartolomé de Vadillo y unos cuantos seguidores, a quienes se unieron personas de sensibilidad cristiana, que con su esfuerzo y aporte solidario dieron forma especial e inédita a este servicio de asistencia. El proceso evolutivo de la protección de la gente de color, horros o libres y dependientes, necesariamente como las grandes obras, se desarrolló en varias etapas marcadas por especiales acontecimientos y circunstancias vinculadas con la vida de la Ciudad Capital. Una primera corresponde a la abnegada labor de Fray Bartolomé de Vadillo, P. Gabriel Perlín y P. Francisco del Castillo para lograr establecer el primer albergue o casa enfermería para la gente abandonada, mayor de edad y en situación de alto riesgo; Una segunda etapa, es el afianzamiento de esta política social y humana, por parte del Arzobispo de Lima don Pedro de Villagómez y del Dean don Juan de Cabrera y Benavides, secundados por el Capitán Francisco Tijero de la Huerta, que se traduce en la compra del terreno y la edificación del nuevo Hospital de San Bartolomé, a partir de 1661; Una tercera etapa comprende el funcionamiento pleno de los servicios de salud para hombres y mujeres de color, con asistencia médica profesional, alimentación, vestuario, formación y educación espiritual, y establecimiento de la Hermandad de 24 responsable y encargada de esta labor;

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Una cuarta etapa permite conocer la reconstrucción total del Hospital después del terremoto de 1687 y la importante gestión cumplida por don Manuel Fernández Dávila, acompañado de don Domingo de Cueto y de otros colaboradores, que puede llamarse de renacimiento y fortalecimiento del servicio, en procura de la dignificación y derecho a la vida del ser humano; Una quinta etapa denominada de subsistencia, que con gran esfuerzo de los Hermanos 24 y Mayordomos se logra mantener el nivel de servicio hasta el año de 1746, en que sobreviene la ruina por el terremoto de 28 de octubre; La sexta etapa es el resurgimiento del Hospital como ave fénix, por la gestión personal de don Pablo Matute de Vargas, el apoyo del Superior Gobierno y otros colaboradores, mediante la dotación de rentas especiales y mejoramiento de los servicios; labor que continúa con profunda abnegación don Pablo Matute y Melgarejo, hijo del anterior, durante 24 años hasta su muerte en 1790: La sétima etapa abarca la reestructuración social, técnica y financiera del establecimiento por don Joaquín Bonet, precursor de los sistemas de ordenamiento contable, que permite afrontar los cambios políticos y sociales producidos en el Siglo XIX. La octava etapa es la de transición y cambio a partir de 1821 por virtud de las nuevas disposiciones legales y de integración, transformándose primero en centro de asistencia de tropas y oficiales, y a continuación como Hospital Militar del Perú Independiente durante más de un siglo; La novena etapa corresponde a la habilitación a partir de 1956 como Hospital Materno Infantil acorde con la política social del Ministerio de Salud de servicio a la madre y niño hasta 1984; una posterior dedicación a Instituto Oftalmológico Nacional fue por breve tiempo; La décima o última sería considerar el destino final que debe darse a este histórico establecimiento, con mejoramiento y reforzamiento de sus estructuras, como centro de investigación y perfeccionamiento de los profesionales de la salud y de la colectividad como Museo de Historia de la Medicina Peruana.

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A través de los diferentes capítulos de este estudio desfilan numerosos personajes estrechamente vinculados con nuestra Historia, y que han dejado huella indeleble de su paso por la vida con actos de noble desprendimiento, de solidaridad, de integridad moral y de dignificación del ser humano, valores cristianos que tanta falta hacen en el presente mundo convulsionado que vivimos, y que nos deberían servir de fiel ejemplo para las actuales y futuras

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generaciones, para gobernados y gobernantes. La mejor enseñanza que nos han podido dejar las generaciones pretéritas, nuestros antepasados, constituye precisamente el tesoro de las virtudes morales de la fe cristiana, de la honestidad, de la solidaridad, de la consideración del dolor y necesidad ajena, y del inexcusable deber de participar activamente en la transformación social de los pueblos. Estos distintos personajes, de todo nivel, grado, condición y circunstancia, nos han dejado un mensaje que no debemos olvidar y que debe ser orientación permanente de nuestra vida y conducta: la obligación inexcusable que tenemos de dignificar y contribuir al mejoramiento del ser humano, eliminando las absurdas distancias y concepciones extremistas, dentro del principio de la identidad cristiana y como miembros activos de la sociedad peruana que estamos obligados a reforzar, mejorar y perfeccionar con nuestro esfuerzo. La identidad nacional plena con fe y seguridad en nuestra patria sólo podemos lograrla, si en verdad comprendiéramos que formamos una nación mestiza, fruto y fusión de las culturas históricas que nos han dado origen y siguen nutriendo en sus raíces básicas, como la autóctona o indígena y la hispánica occidental europea, principalmente, pero sin dejar de considerar el valioso aporte de otros grupos sociales provenientes de la africana y de la oriental, que han contribuído directa e indirectamente al forjamiento del espíritu nacional. Es empresa vana e inútil alentar separatismos o diferenciaciones sociales entre los seres humanos, y mucho menos entre los peruanos: debemos sentirnos orgullosos de tener un rico pasado histórico y por ser herederos de grandes tradiciones y costumbres forjadas por nuestros antecesores blancos, indígenas, negros u orientales, ni mucho menos tratar de negar realidades y acontecimientos producidos, como si pretendiéramos borrar o denostar nuestro pasado, maltratando la memoria y recuerdo de nuestros antepasados; se impone una actitud de firme comprensión equilibrada de los hechos, y mirar hacia el futuro con unidad de doctrina y seguridad plena de alcanzar nuestro desarrollo y consolidación como peruanos y como ciudadanos del mundo. Los textos que siguen a continuación escritos por don Salvador de Madariaga, con gran ponderación y equilibrio, aquietadas las corrientes y tendencias políticas partidaristas, reseñan con plena evidencia una realidad incontrastable que debemos tener siempre presente, al analizar los hechos históricos producidos y las distorsiones introducidas: “El indio era el habitante aborigen del Nuevo Mundo. Allí nació y allí estaba. El español se dio de bruces con el Nuevo Mundo. Nació en el Viejo y allá se fue. El negro no estaba allá ni quiso ir. Lo robaron para llevárselo allá. Ya había esclavos negros en España, y algunos pasaron al Nuevo Mundo con sus

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dueños. Pero como medida general propugnó la idea nada menos que el Apóstol de los Indios, el Padre Las Casas. En su celo ardiente para reducir a lo mínimo la violencia que a los indios se hacía, propuso otra violencia quizá peor: trajo al Nuevo Mundo la esclavitud negra."1 “ Humboldt se refiere con frecuencia a la alegría turbulenta de los negros. Esta palabra, turbulencia, parece venir de suyo a la pluma de todos los que escriben de los negros de las Indias. Mientras el indio les impresiona por su quietud y pasividad, el negro les llama la atención por su turbulencia. Claro es que en ambos casos se observa a un tipo humano no en el estado normal del hombre que es la libertad, sino en el anormal de sujeción a otro pueblo. No consta pues, que estos rasgos sean necesariamente los que indios y negros manifestarían en libertad....” Parece como si la turbulencia del negro se debiera a que su tendencia general a la actividad no hallase en un ambiente privado de libertad la orientación suficiente para absorberla de un modo ordenado. De todos modos es evidente la diferencia entre indios y negros bajo presión: los primeros se adentran en si mismos, los segundos hierven en una actividad que se manifiesta felizmente en baile y canción”.2 “Téngase en cuenta además que en el Nuevo Mundo hispano la población negra libre crecía constantemente, a causa de la fuerte tendencia a la emancipación, característica no solo de la ley sino de la práctica de autoridades y particulares. Esta circunstancia venía a aportar un matiz diferencial dentro del color negro de las Indias: los esclavos diferían de los negros libres en su modo de vivir y de ser. Pero además se añadía otro matiz dentro de lo negro: el que distinguía al criollo del bozal. Para los negros era una diferencia análoga a la que entre los blancos separaba al “español” del “europeo”. El negro criollo era el nacido en América; el bozal, el nacido en Africa.... En el caso de los negros, el bozal era más esclavo que el criollo, menos “uno de los nuestros”. Traía su lenguaje, sus costumbres paganas, su modo extraño y extranjero. Los negros criollos abundaban más en los hogares blancos, donde penetraban sobre todo por vía de los niños, llegando a gran intimidad con las familias más encumbradas.”3 “ El negro era desde luego mucho más urbano que el indio, aunque claro está, había muchos esclavos negros en las estancias. Muchos oficios de la ciudad estaban en sus manos. Se mezclaban con más facilidad con los blancos, de quienes parecen haberse hallado más cerca psíquicamente que los indios”. “ El indio, el blanco y el negro son los tres colores puros de la paleta humana de las Indias. En el curso del tiempo se fueron combinando en toda suerte de proporciones, y como, además de las mezclas estrictamente corporales, la vida fue a su vez revolviendo y mezclando los tres tipos humanos y sus compuestos en constantes colaboraciones, puede decirse que la clase de las Indias y el tipo 1 Salvador de Madariaga en “El auge y el ocaso del Imperio Español en América”, Espasa-Calpe, Madrid 1986, pg. 410. 2 Ob.cit. pg. 417. 3 Ob. Cit. pgs. 417-418.

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verdaderamente representativo de su vida fue el hombre de sangre mixta, mestizo o mulato. Sean cualesquiera las estadísticas, el alma de las Indias es, pues, en su esencia un alma mestiza.”4

-0- Para concluir hemos querido recordar las sentidas frases del Profesor Juan B. Lastres pronunciadas en la ceremonia conmemorativa de los trescientos años de creación de este importante sistema de protección social, el día de San Bartolomé, 24 de agosto de 1946: “ Tres siglos de sufrimientos y dolores, de angustias y desesperanzas, de luchas y esfuerzos en silencio, quedamente, cual corresponde a la obra evangélica de arrancar a la muerte sus presas. He allí el resumen de la vida de este Hospital que fundara la piedad inagotable del venerable Fray Bartolomé de Vadillo. “ Tres siglos: historia de miserias humanas y también de grandezas. Epopeya silenciosa del que prodiga el remedio del dolor que redime y purifica y del arte divino que cura, alivia o consuela. Casona tricentenaria que ha sido testigo de un gran lapso histórico de la vida nacional: yo te rindo mi homenaje¡” Lima, Enero de 2001. 4 En pg. 423, Cap. VII El Elemento mestizo, ob. Cit.

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Capítulo I

La fundación del Hospital San Bartolomé, 1646.

La obra del P. Vadillo y sus colaboradores.

Si bien el Siglo XVI fue el inicio y desarrollo de los grandes Hospitales Mayores de la Ciudad de los Reyes, que sentaron las bases de la Política Social y Sanitaria del Virreinato del Perú, el Siglo XVII representa el afianzamiento y extensión de las acciones de protección, como se observa en el establecimiento de nuevos servicios complementarios, en la incorporación de nuevos grupos humanos y en el fortalecimiento de las instituciones existentes, con participación dinámica de la sociedad civil, de la autoridad religiosa, con la colaboración y control fiscalizatorio de las autoridades gubernativas. En este orden, es necesario señalar que los Hospitales Mayores como Santa Ana, San Andrés, La Caridad, Espíritu Santo, junto con la Convalecencia de San Diego o San Juan de Dios, principalmente, gestados por acción concertada de la sociedad civil, de la Iglesia y del Estado, habían logrado un considerable desarrollo de su función protectora y social, así como el robustecimiento de las Hermandades como órganos rectores, controladores y administradores; a estos establecimientos se fueron adicionando durante el curso del Siglo XVII otras importantes fundaciones como fueron el Hospital de San Bartolomé para gente de color, la Convalecencia de Na. Sa. del Carmen para naturales, el Hospital Refugio de Incurables para crónicos, terminales y desahuciados, junto con servicios de protección de la niñez como la Casa Hospital de Huérfanos y Expósitos y la Casa de Protección de Niñas de la Santa Cruz de Atocha; siendo importante destacar una casa de protección y recuperación de la mujer como fue el Beaterio de Amparadas o Recogidas: sin dejar de apreciar la valiosa actividad complementaria realizada por las Cofradías y Hermandades tanto por los gremios laborales representativos, como por los vínculos de raza, ubicación parroquial, estructuración social y actos de culto. La población de color existente en el Virreinato no estaba desprotegida, pues tenía acceso a los servicios de atención y cuidado de la salud, tanto en el Hospital de San Andrés desde 1550, como en el del Espíritu Santo desde 1575, habida cuenta de su régimen de dependencia laboral, como claramente se señalan en las Ordenanzas. En forma paralela, el Hospital de San Lázaro desde 1563 acogía a los pacientes leprosos de color de uno y otro sexo; mientras que las mujeres eran atendidas por las demás dolencias habituales y comunes en el Hospital de Santa María de La Caridad desde 1552, sin limitación alguna, al igual que el común de los estamentos sociales.

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Algo diferente era el caso de los “horros” o morenos libres, quienes al no contar con vínculo de dependencia o subordinación, salvo los auxilios que recibían de sus respectivas Cofradías o Hermandades, tenían limitado acceso a los servicios, condicionado a su calidad de pobres, necesitados o desamparados, particularmente en el caso de hombres. Recordemos que dentro de la estructura de la sociedad virreinal, la gente de color ocupaba un nivel diferenciado del indígena o natural, que sólo podía mezclarse entre sus congéneres o a su vez recibir el aporte racial del patrono, principal o titular; y su conformación social estaba constreñida a dos grandes estratos: dependientes y libres u horros. Luego de la etapa de población y de conflictos bélicos, hasta llegar al inicio del Virreinato, la totalidad de la gente de color era dependiente, esto es contaba con un patrono, amo o principal, y desarrollaba sus actividades sociales y económicas en el ámbito familiar, agrícola, minero, industrial, comercial, naviero, etc.; y sujetos al fuero, reglas y normas específicas. Con el establecimiento de las nuevas poblaciones y el surgimiento de las actividades comerciales, industriales, artesanales y de transformación, la gente de color fue obteniendo en forma sucesiva el cambio de su estado personal, sea por motivos religiosos, senectud o envejecimiento, reconocimiento de servicios prestados, disposición testamentaria o actos voluntarios, incluyendo el derecho de “agnación” por los lazos de relación o de consaguinidad originarios o derivados, etc., constituyendo en esta forma un nuevo grupo social de “horros” o libres dentro de la estructura social del Virreinato. Con las anotaciones precedentes se trata de establecer con toda precisión el ámbito de ubicación de estos importantes grupos humanos, y por consiguiente la diferente cobertura de asistencia sanitaria que contaban; mientras que unos tenían acceso a los servicios por razón del vínculo de subordinación y dependencia, siendo de responsabilidad del principal el pago del costo asistencial; en el segundo, encontramos la exigencia del estado de pobreza y de necesidad, sólo para el caso de enfermedades; no aplicable en las situaciones extremas de invalidez o incapacidad, vejez o ancianidad, cronicidad o fase terminal; teniendo en cuenta el proceso histórico de separación de castas existente. Es sólo a partir de la segunda mitad del Siglo XVII cuando se equilibra socialmente el nivel de la protección y asistencia, con la creación primero del Hospital de San Bartolomé para los horros libres, y luego con la apertura del Hospital Refugio de Incurables de Santo Toribio de Mogrovejo, para los crónicos, incapaces y terminales, perfeccionándose en esta forma el gran esquema social y sanitario del Virreinato. La crónica de la fundación del Hospital de San Bartolomé.

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Antes de desarrollar el proceso evolutivo de este establecimiento y a seguido del resumen precedente, hemos considerado conveniente reproducir la crónica de Agustín Menéndez Valdés, salvada por Luis A. Eguiguren1 antes del incendio que afectara la Biblioteca Nacional de Lima. Dicho documento compendia los importantes actos preliminares y de fundación de este Hospital, realizados por el célebre agustino Fray Bartolomé de Vadillo y sus colaboradores entre 1646 y 1661:

“ Fundación del Hospital de San Bartolomé para negros”

“ La fundación de este Hospital, monumento eterno de la piedad y religiosidad del célebre agustino Fray Bartolomé de Vadillo, bastaría para inmortalizar su nombre, cuando por otros tantos títulos no nos fuera tan recomendable su memoria. Relució en esta grande obra su extrema caridad y tierno amor al prójimo miserable y desvalido, como en las que publicó para honor de la Cátedra y el púlpito su profunda erudición, su elocuencia sublime y su exquisita literatura en las materias teológicas y morales que hicieron su estudio y profesión. “ Paseando en una ocasión el P. M. Vadillo con cierto religioso de la Compañía de Jesús2 por las riberas del rio de esta Ciudad hacia la barranca3, vieron ambos con horror de la humanidad el cadáver de un negro que allí estaba arrojado, y hecho pasto infeliz de los buitres y otras aves de rapiña. “ Era entonces impía costumbre de algunos señores de esclavos de esta Ciudad, despedir de su casa a estos miserables que su mucha edad, falta de vista u otros padecimientos los habían hecho inútiles para el servicio y el trabajo. “ Constituídos estos siervos abandonados en un total desamparo, se veían en precisión de darse a la mendicidad, y así morían por las calles y campos sin curación ni sacramentos, y venían a ser sus cadáveres el alimento de las bestias. Bárbara crueldad y vergüenza del cristianismo, que ya no vemos en nuestros felices días llenos de humanidad y religión4. “ Compadecido el P. Vadillo de la miseria y abandono de estos infelices hombres, a quienes un puro accidente ha podido reducir a tan lamentable suerte y condición, determinó fundar un Hospital en el que recogiendo esta clase de desdichados, viviesen con arreglo y policía, y muriesen con toda suerte de auxilios corporales y espirituales proporcionándose a su salvación y 1 En Diccionario Histórico Cronológico de la Real y Pontificia Universidad de San Marcos de Lima, Tomo I, Lima 1940, pgs. 979 a 988. 2 Las siglas P.M. corresponden a “Padre Maestro”. El religioso jesuíta que lo acompañaba era el P. Gabriel Perlín. 3 La barranca o talud sobre el río Rímac, corresponde al actual Jr. Amazonas, cuya 4a calle conserva la denominación de “Barranca”.Véase el plano de ubicación. 4 Téngase presente que esta crónica fue escrita por Agustín Menéndez Valdés en el año de 1812.

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vida eterna. El sitio en que se verificó la primera fundación fue en la calle que llaman de la Barranca en elaño de 1646. Así se mantuvieron en un pequeño y humilde albergue, hasta que creciendo el número de los enfermos y pobres que ocurrían por el auxilio, se transfirió al lugar en el que al presente se haya situado5. “Era el Maestro Vadillo un religioso verdaderamente pobre y no poseía otro caudal que el de sus letras y virtud; por lo que le fue preciso valerse de mayores respetos y de otros fondos para llevar al cabo su piadoso y loable propósito. Empezó por el del Ilmo. señor don Pedro de Villagómez, sexto Arzobispo de esta Metrópoli, verdadero padre de pobres, que emulando la caridad y misericordiosa compasión de su esclarecido tío el señor Santo Toribio, destinó las dos partes de su renta para socorro de indigentes y obras de piedad. Reconociendo su Ilma. ser la presente una de las más importantes y dignas de interesar su cristiano celo, aplicó una gruesa cantidad a la compra del sitio y manutención de los enfermos6. “ Su caritativa aplicación de tan recomendables sujetos movió al Capitán Francisco Tijero de la Huerta y Segovia, natural de Llerena en la Extremadura (cofundador que había sido del Hospital) a que levantasen desde los cimientos sus soleras, salas y demás oficinas, en cuya fábrica consumió el grueso caudal que poseía, cuidando después de la manutención de los enfermos por más de 26 años, hasta el de 1684 en que pasó de esta vida a la eterna, a poseer el Reino preparado según el infalible oráculo del Espíritu Santo, a los misericordiosos con el pobre oprimido del hambre, de la sed y desnudez. Para perpetua memoria de su cristiano celo ha quedado su retrato de cuerpo entero en un pilar de la iglesia, al lado de la epístola, con una inscripción que hace su más tierno, verdadero y cumplido elogio7. “ No fue inferior al celo de estos gloriosos héroes, el del ilustre compatriota don Juan de Cabrera y Benavides, del Orden de Santiago, Marqués de Ruz y Dean de esta Iglesia, cuya memoria ha inmortalizado su piedad. Olvidándose de sus propias comodidades y del exterior lustre y pompa que parecía exigir la autoridad de su empleo, y lo distinguido de su clase, cercenó de ella cuanto pudo y empleó por largo espacio de años todas sus rentas en la mantención de estos pobres desvalidos, hasta que coronó sus méritos una preciosa muerte, con que terminó la carrera de su muy ejemplar y larga vida. Su cuerpo fue sepultado en la Iglesia del Hospital al pie de su retrato que está hoy colocado en monumento de perpetua gratitud, en el pilar del lado de la epístola, inmediato al del piadoso Francisco Tijero8. 5 De acuerdo con las investigaciones realizadas, en el año 1661 se realizó el traslado al nuevo Hospital. 6 D.Pedro de Villagómez fue Arzobispo de la Ciudad de los Reyes desde mayo 22 de 1641 hasta su fallecimiento en mayo 12 de 1671, gobernando así durante 30 años; anteriormente fue Obispo de Arequipa. Era deudo de Santo Toribio de Mogrovejo por parte de su madre doña Inés Corral de Quevedo. Cf. Mendiburu, Dicc. Hist. Biogr., Tomo XI, pgs. 315 a 322. 7 Este gran benefactor y colaborador del Hospital falleció en 1690, como demostramos más adelante. 8 D. Juan de Cabrera y B. falleció en Lima en diciembre 26 de 1671, a los 91 años de edad.

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“ La ruina de esta Iglesia debe ser verdaderamente una de las más lamentables para Lima, y en la que parece se ha esmerado la furia de los grandes temblores o terremotos que en distintos tiempos la han combatido9. “ En sus principios fue una de las más hermosas y magníficas en su estructura y disposición. Las dos ruinas graves que ha padecido esta Ciudad en los años de 1687 y 1746 solo han dejado subsistente en aquel templo el pie del antiguo crucero, aunque se percibe que su capacidad fue grande, su construcción de tres naves, su cerchería y bóvedas de extrema elevación y fortaleza. En fin, que la obra se hizo a todo costo y que podía por su amplitud y disposición haber servido de una Iglesia Catedral. “ Las salas de este Hospital son nueve; cinco para hombres y cuatro para mujeres; y en unas y otras hay 158 camas en todo, sin las que se arman provisionales cuando crece demasiado el número de los enfermos. Dichas salas son desahogadas y frescas, y sus techumbres antiguas fueron de bóveda, como lo manifiestan las ruinas; y tal cual que permanece de las primeras; tiene un hermoso claustro con viviendas para sus tres capellanes, de los cuales los dos son competentemente dotados, y el uno es supernumerario. Allí mismo habitan los otros oficiales, y existen la botica y demás oficinas del Hospital”.10 “Es este el más pobre de todos los de la Ciudad, pues no teniendo fondo de erección o dotación Real, consiste todo su progreso en 5.200 pesos, los 4.200 del ramo de las suertes y los 1.000 pesos que le producen unas pequeñas casitas construídas en el sitio sobrante de la misma Iglesia. “ En su Iglesia se ganan al año tres jubileos muy circunstanciados, uno el día del Apóstol San Bartolomé, su titular; otro en el de los santos Simón y Judas y el tercero en el día ocho de diciembre en que celebra la Iglesia universal el misterio de la Concepción de la Inmaculada Virgen María11. “Un negro reconocido a la piedad del P. Vadillo, produjo la siguiente redondilla: ¡ Feliz Vadillo! Que franco supo con fama especial darle aquí al negro hospital, siendo de piedad el blanco.” La anterior crónica dedicada exclusivamente al Hospital de San Bartolomé, destaca en especial la gestión inicial de Fray Bartolomé de Vadillo y sus colaboradores, en el local provisional de la calle de la Barranca desde 1646, para continuar desde 1661 en el establecimiento definitivo que hasta hoy ocupa; sin tomar en consideración las reconstrucciones efectuadas entre los años 1690 y 1694 por don Manuel Fernández Dávila, y las de 1758 a 1766

9 Después del terremoto de octubre 28 de 1746 la iglesia permaneció en estado de ruina y no pudo ser reconstruída durante varios años por la cortedad de rentas del Hospital. 10 Véase el plano histórico que muestra la distribución originaria de este Hospital. 11 Corresponden a los días 24 de agosto, 28 de octubre y 8 de diciembre de cada año.

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realizadas por don Pablo Matute de Vargas, continuadas por su hijo don Pablo Matute y Melgarejo, como veremos en los Capítulos siguientes de esta obra. La Casa Enfermería de la Barranca. Sólo hemos encontrado referencias sobre esta casa situada en la calle de la Barranca, que actualmente corresponde a la 4ª calle del Jr.Amazonas, donde funcionó desde 1646 la Enfermería para la gente de color. La gran demanda de pacientes desde sus inicios, obligó a los fundadores considerar la conveniencia de establecer un amplio y ventilado Hospital, con salas de hombres y mujeres, y con los servicios y oficinas fundamentales para su adecuado funcionamiento. Recurrieron al Arzobispo de los Reyes don Pedro de Villagómez exponiéndole estas necesidades; encontrando en él plena comprensión y ayuda material y espiritual para esta obra de dignificación humana de la población de color, adhiriéndose a élla el Dean don Juan de Cabrera y Benavides y el Capitán Francisco Tijero de la Huerta y Segovia, a quien debe considerarse como el ejecutor de las obras de construcción y adecuación del Hospital, y su Mayordomía hasta su fallecimiento en marzo de 1690. El terreno del nuevo Hospital. De acuerdo con las informaciones obtenidas, el Arzobispo don Pedro de Villagómez logró adquirir hacia 1658 un amplio plantar de más de dos manzanas de extensión, sembrado de árboles y plantas, ubicado al respaldo del Hospital de Santa Ana de los Naturales, en la zona de expansión de la Ciudad, más allá de la primitiva cerca o límite urbano, en el Barrio de Santa Catalina, por estar contiguo al Monasterio del mismo nombre. Correspondió al conocido Alarife y Arquitecto P. Diego Maroto12 realizar el trazado de las calles en torno al terreno del Hospital y urbanizar las áreas restantes logrando 24 solares; cuyo remate autorizó el Arzobispo a pedido del Mayordomo Luis Fernández13: “ de la huerta del Hospital, habiéndose dejado los necesarios para él, los cuáles se confirió en el Cabildo de dicho Hospital saliesen a remate a censo por serle de utilidad, y se rematasen en quien más por ellos diese; y habiéndose hecho información de utilidad de ello y concedídose licencia por la Justicia Ordinaria de esta Ciudad, se dieron treinta pregones y fechas posturas por diferentes personas, se remataron los dichos solares con mi asistencia y del señor doctor don Juan de Cabrera, patrón del Hospital y otros Hermanos 24, en diferentes personas a censo al redimir, para la renta del Hospital y por haberse rematado en su justo y verdadero valor, a mayor 12 Destacado arquitecto, religioso y constructor de buen conocimiento y de gran crédito en la Ciudad. En Mendiburu, Dicc. Hist. Biog., Tomo VII, Lima, pg.236. 13 Estimamos fue el primer Mayordomo de la obra, como aparece en el Exp. H-27, Hospitales, en Archivo Arzobispal de Lima.

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abundamiento, por ser cosa tocante a obra pía, para que los compradores tengan mayor seguridad...”14 Como consecuencia, se realizaron las siguientes gestiones y diligencias: 1° El terreno plantar o rústico fue comprado por el Arzobispo don Pedro de Villagómez, dedicándolo al nuevo Hospital para la gente de color. 2° Fray Diego Maroto tuvo a su cargo el trazado de las cuatro calles y de los 24 solares obtenidos de 20 por 60 varas cada uno, de acuerdo con las Ordenanzas de la Ciudad. 3° Las cuatro calles resultantes fueron las siguientes: por el frente la de San Bartolomé (antes Jr. Ayacucho, hoy Jr. Antonio Miró Quesada), por la derecha la Pileta de San Bartolomé ( por la ubicación de la Iglesia y pila de agua de uso público); por la izquierda calle San Joaquín, por la Cofradía del mismo nombre con asiento en la vecina Iglesia de Santa Ana; y por el respaldo, la calle Toval (hoy Jr.Cuzco ) nombre que tomó de una familia originaria de la Provincia de Badajoz, en España; o bien por la toba, piedra caliza porosa y ligera formada por aguas calcáreas. 4° Se acordó vender a censo al redimir a plazos, los 24 solares cuya área en promedio era de 1.200 varas, con algunas variantes en las esquinas. 5° El nombre de San Bartolomé se puso a la calle algunos años después; entretanto era conocida como “ calle que a va salir a la Huaquilla de Santa Ana”. 6° El valor de los solares fue entre 1.600 y 2.000 pesos conforme “ a la calidad y sitio de ellos, y con las mejoras que quienes compraren dichos solares han de hacer, será más perpetua dicha renta por la seguridad que tendrán para cobrarla” como se expresa en el documento analizado. 7°La venta en remate de los 24 solares debia producir un mínimo de 38.400 pesos y un máximo de 48.000 pesos; siendo cualquiera de ellas suficiente para cubrir los gastos de edificación del nuevo Hospital; de acuerdo con las indicaciones y valores consignados por Fray Diego Maroto con claro sentido de la urbanización y de la financiación de la obra. 8° Como fundamento adicional para gestionar la licencia de remate solicitado, el Dean don Juan de Cabrera y Benavides manifestó que el Hospital contaría así con la renta necesaria para su edificación durante varios años, además de la garantía de las casas a edificarse. 9° Los testigos que intervienen en esta diligencia de necesidad y utilidad confirmaron la importancia y conveniencia de esta operación: Baltasar del Castillo, Joseph de Cuadros, Pedro Sáenz de Reoyo, Santiago de Alcedo y Pedro Pérez de Lara. 14 En Exp.H-27 antes citado. La petición está firmada por el Dean D. Juan de Cabrera y el Mayordomo don Luis Fernández.

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10° El auto dictado por el Arzobispo con fecha 27 de febrero de 1660 es el siguiente: “Habiendo visto estos autos y la información de utilidad dada por Luis Fernández, Mayordomo del Hospital de San Bartolomé de los morenos libres, para poder vender a censo los solares y sitio que tiene dicho Hospital conjunto y linde a él, mandó que los dichos solares se traigan en pregón y se admitan las posturas que se hicieren; y habiéndose dado treinta se traigan los autos para señalar el día en que se haga el remate en el mayor ponedor; y así lo proveyó y firmó. Pedro Arzobispo de Lima.” 11° En conclusión, producidas las pujas por escrito de los solares del Hospital de los morenos libres, se procedió a su adjudicación a los que mejor precio ofrecieron, otorgándose los contratos de venta a censo al redimir con el 5% de amortización anual. Intervención de Manuel de Escobar. Este célebre maestro constructor del Siglo XVII realizó a partir del año 1666 las obras del grandioso templo de San Francisco de Jesús de Lima15 por haber fallecido el titular Constantino de Vasconcelos. Era un experto fabricante de ladrillos, con técnica especial en las caleras ubicadas en el Valle de Lati o Ate; y tuvo a su cargo importantes obras de construcción y decoración civiles y públicas, además de Iglesias, Conventos, claustros, Monasterios, parte de las murallas de Lima,etc. Entre los años 1660 y 1664 Manuel de Escobar dirigió las obras de construcción del Hospital de San Bartolomé de los morenos libres, fue “maestreada” por él, corriendo a su cargo la preparación de los cimientos de piedra, las cargas de ladrillo y de adobe, la contratación de las maderas para pisos, puertas, ventanas y techos; la dirección de las cuadrillas de trabajadores, etc. percibiendo tan sólo una módica remuneración por su dedicación a esta labor; al poco tiempo participó en el remate de un solar del Hospital de 21 varas por 51 varas junto a la pila en la calle nueva que sale a la Huaquilla de Santa Ana. La diligencia de remate se realizó el día 27 de junio de 1664, adjudicándosele el solar por la suma máxima ofertada de 1.700 pesos de a ocho reales, que quedaron impuestos a censo al redimir sobre el mismo solar, y al rédito anual del 5%; con la condición de labrarlo dentro del término máximo de tres años con casas de vivienda; con prohibición de hacer adobes de la tierra; y con

15 Cf. “ San Francisco de Lima”, por el P. Benjamín Gento Sanz, Lima 1945, con prólogo de Emilio Harth-Terré, pgs xvi a xxiii.

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derecho a recibir agua de acequia de los remanentes de la pila puesta en la esquina. Estas mismas condiciones se aplicaron para los demás adquirientes de los solares del Hospital, como se deja indicado en el numeral 11° precedente16. La primera fábrica del Hospital, 1661. La construcción del Hospital de San Bartolomé en su definitivo y actual emplazamiento se inició el día 5 de setiembre de 1661, con las obras de limpieza y acondicionamiento del “plantar” delimitado dentro del área demarcada por Fray Diego Maroto como se ha mencionado; y de acuerdo con la anotación manuscrita realizada por el Mayordomo Administrador don Francisco Tijero de la Huerta. Entretanto, el albergue-hospital de la calle de la Barranca iniciado en 1646, continuaba brindando asistencia médica, alimentación, hospedaje y cuidados complementarios a la población necesitada, bajo la dirección del Hermano Diego17, quien recibía las asignaciones y ayudas en dinero y en especie que proporcionaba el Mayordomo, primero Luis Fernández y desde 1661 don Francisco Tijero de la Huerta. La construcción del Hospital se realizó por etapas; en primer término la sala de hombres que era la más urgente, la iglesia, oficina y servicios básicos como cocinas, lavanderías, letrinas, etc.; a continuación la sala de mujeres con su respectivo crucero; extendiéndose seguidamente a los demás servicios de aislados y contagiosos, gallinero y huerta, cerca general, oficinas administrivas y finalmente seis casitas hacia la calle de la pila, para generar rentas al establecimiento. Trataremos de describir en forma sucesiva las diferentes obras ejecutadas, así como los materiales empleados, en base a las numerosas referencias dispersas halladas en el curso de estas investigaciones: 1° Obras preliminares: limpieza del solar; corte de árboles, eliminación de escombros; elaboración de adobes en cantidad necesaria, desde el día 5 de setiembre de 1661. 2° Sala de hombres: los trabajos se iniciaron el día 15 de setiembre de 1661 y concluyeron el día 19 de enero de 1664; financiados con el rendimiento de los censos de los solares rematados, limosnas y aportes realizados por el Dean D. Juan de Cabrera y Benavides. 3° La primera etapa de la Iglesia, servicios básicos y oficinas se inició el día 8 de abril de 1665 continuando hasta el día 1° de junio de 1674 paralizándose 16 Sobre Manuel de Escobar véase el Legajo Hospitales II : 31, Archivo Arzobispal de Lima. 17 Religioso agustino quien tenía a su cargo la dirección, asistencia y cuidado de los enfermos.

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por falta de recursos; un breve tiempo después fueron reiniciados hasta el día 15 de febrero de 1676 merced a los aportes del Capitán Francisco de Espinosa. Una tercera etapa comprende desde el 1° de diciembre de 1682 hasta el 24 de marzo de 1684, por encargo del Inquisidor don Juan Bautista de la Cantera; siguiendo la confección del retablo de la Virgen entre 1678 y 1683, financiado por el Prior del Tribunal del Consulado, Sargento Mayor don Manuel Fernández Dávila, siete años antes de su designación como Mayordomo del Hospital. 4° Las salas de mujeres y el crucero se iniciaron el 11 de noviembre de 1675 y se concluyeron totalmente el día 21 de octubre de 1677, gracias a la aportación de 15.000 pesos que dejó en su testamento el Capitán Lucas Martínez de Frías. 5° Las obas posteriores como el cerco del Hospital, las lavanderías de hombres y de mujeres, el pozo de agua, acequia y canales de derivación, las casas de renta, oficinas administrativas y complementarias, se efectuaron entre los años 1680 y 1690 gracias a las donaciones, legados y limosnas proporcionadas por bienhechores y colaboradores, entre quienes destaca sobre todo D. Domingo de Cueto18. 6° El Cronista de la Ciudad D. Josephe de Mugaburu19 describe minuciosamente estos acontecimientos: “Sábado cinco de noviembre de seiscientos sesenta y uno, a las cinco de la tarde pusieron la primera piedra en los cimientos que estaban abiertos en la huerta, para las salas de los enfermos; y dentro de la piedra echaron unas monedas que corren este año y en tiempo del Rey nuestro señor Felipe Cuarto, que Dios guarde. Hallóse en este día el señor Conde de Santisteban, Virrey de estos Reinos y el señor Arzobispo de esta Ciudad D. Pedro de Villagómez, vestido de pontifical, y el señor D. Juan de Cabrera, Dean de esta santa Iglesia de Lima; que todos se hallaron a la bendición de dicha iglesia. Y era Mayordomo en este mismo tiempo de este Hospital de los negros horros de San Bartolomé Francisco Tijero. Y se hallaron gran concurso de gente. “(Y día que se descubrió toda la iglesia fue jueves 24 de agosto del año de 1684; y se hallaron juntos el señor Virrey Duque de la Palata y el señor Arzobispo de Liñán, cantando religiosos de San Agustín)”. 7° La reseña anterior ratifica que dos meses después de iniciadas las obras de limpieza y preparación del solar, se realizó la ceremonia oficial de colocación de la primera piedra en los cimientos abiertos “ en la huerta para las salas de los enfermos”, con asistencia del Virrey Conde de Santisteban y del Arzobispo D. Pedro de Villagómez; no siendo frecuente que las dos

18 Sobre D. Domingo de Cueto y su aporte social, véase el Tomo I de esta serie de Historia de la Medicina Peruana, sobre el Hospital Refugio de Incurables “Santo Toribio de Mogrovejo”, Lima 1997 del autor. 19 Cf. “ Diario de Lima, 1640-1694” Crónica de la Epoca Virreinal, Reimpreso por el Concejo Provincial de Lima, IV Centenario, Imp.C. Vázquez, Lima 1935, pg. 46.

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primeras Autoridades del Virreinato participaran en actos de esta naturaleza20. 8° Con el fin de acelerar el curso de las obras, el Mayordomo don Francisco Tijero de la Huerta delegaba en terceros la ejecución de tareas específicas, las que luego verificaba y valorizaba in situ, para recién autorizar su pago y registrar el gasto en los libros de cuentas, junto con la documentación sustentatoria como liquidaciones, contratos, vales a cuenta, entregas parciales,etc; los que seguidamente llevaba al Arzobispo Villagómez y al Dean D. Juan de Cabrera para obtener la aprobación de los gastos y recibir nuevos aportes para continuar la construcción. 9° En los casos de legados y donaciones específicas, como fue el caso del Capitán Lucas Martínez de Frías, se llevaba cuenta detallada de los gastos por separado, para exhibirla al Albacea testamentario y adicionalmente ante el Juzgado de Bienes de Difuntos, en vía de acreditación de la manda testamentaria y deducción del caudal del difunto. 10° La edificación de la primera sala para hombres concluyó antes de los dos años, como puede advertirse de la anotación manuscrita realizada por el Mayordomo don Francisco Tijero de la Huerta:

“1661”

“Empezóse la fábrica del Hospital de señor San Bartolomé sábado 5 de noviembre de este año de 1661, siendo Virrey el Exmo. Señor Conde de Santisteban y siendo Arzobispo el Ilmo. Señor Don Pedro de Villagómez, y su patrón y fundador el Sr. Dean Don Juan de Cabrera y Benavides, Marqués de Rus y Tesorero de la Santa Cruzada de estos Reinos del Perú. Y su Mayordomo Francisco Tijero de la Huerta”. Al pie de esta anotación, se lee: “ En la Sala nueva entraron los enfermos en 25 de marzo de 1663” 11° De acuerdo con esta referencia, podemos afirmar que el traslado de los enfermos del albergue de la calle de la Barranca se produjo el día mencionado 25 de marzo de 1663, fecha que debe considerarse como de inauguración y de comienzo de labores del nuevo Hospital de San Bartolomé.

20 El Virrey Conde de Santisteban que había asumido el mando desde el 31 de julio de 1661, había realizado estudios en el Colegio Mayor de San Bartolomé de la Real y Pontificia Universidad de Salamanca. V-“D.Diego de Benavides y De la Cueva, XVIII Virrey del Perú”, por Joaquín Mercado Egea, Gráficas Catena, Jaén 1990, pgs. 48 y ss.

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12° En la obra de edificación participaron activamente peones negros contratados, de acuerdo con la terminología utilizada, a quienes se pagaba el jornal diario de 4 a 6 reales por día más la alimentación; el sobrestante ganaba un peso diario y los oficiales de albañil entre 10 y 14 reales, según la escala laboral existente;siendo el gasto total por jornales pagados en obra desde el 15 de setiembre de 1661 hasta su término en 19 de enero de 1664, fue de 6.348 pesos y 7 reales. 13° El costo de construcción y terminación de las salas o enfermerías de hombres ascendió a 35.587 pesos 6 ½ reales, de acuerdo con las partidas de gasto siguientes: Jornales de trabajadores 6.348 ps 7 rs. Piedra y arena 1.749 ps 1 ½ rs. 149.850 adobes 1.574 ps 160.015 ladrillos 4.791 ps 7 ½ rs. Herramientas 1.538 ps 4 ½ rs. Aserradores 1.464 ps 3 rs Carpintero 792 ps 4 rs. 356 cahices de cal 3.487 ps 3 rs. Maderas en total 10.141 ps Manuel de Escobar* 3.700 ps. 14° Puede apreciarse que el Alarife Manuel de Escobar percibía 100 pesos mensuales por “maestrear” o sea dirigir las obras de construcción de las salas, lo que representó el pago total de 3.700 pesos por este concepto. 15° Asimismo se advierte que el conjunto de maderas utilizadas (tablas, tablones, vigas, cuartones, alfagías,etc.) representó el rubro más elevado del presupuesto final de la obra, ascendente a 10.141 ps; por ser material procedente de Nicaragua, Ecuador y Chile, a lo que se agrega el coste del transporte marítimo hasta el Puerto del Callao y su acarreo hasta la Ciudad de Lima. 16° Es importante considerar la modalidad de construcción de las paredes principales y laterales del Hospital: cimientos y sobrecimientos de piedra, cal y arena; muros de adobe unos y de ladrillo otros; techos de bóveda de madera con cubiertas de protección; puertas, pisos, ventanas, corredores, balaustres, etc. de madera. Las salas de mujeres y el crucero. Se aplicaron a estas salas, los 15.000 pesos asignados en su testamento por el Capitán Lucas Martínez de Frías, desde el 11 de noviembre de 1675 hasta la terminación efectuada en 21 de octubre de 1677; habiéndose utilizado materiales iguales a los reseñados anteriormente; el crucero como eje central importante de las salas, llevaba media naranja cuya ejecución corrió a cargo del Alarife Manuel de Escobar y por “maestrarla” recibió la cantidad de 150 pesos.

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Las ventanas, alcobetas, cerchones y demás materiales utilizados, importaron 246 ps 1 real, que se pagaron a los carpinteros Lorenzo Conde y Juan Pérez. Las cujas o camas fueron confeccionadas en madera de cocobolo por 122 ps 6 rs; se emplearon en total 273.000 ladrillos, mucho más que en las salas de hombres; siendo el coste de cada millar a 17 pesos, más 358 pasteleros y tabloncillos, a lo que se agregan 79.000 medios ladrillos que importaron 4.791 ps 7 ½ rs. Obras complementarias. Indispensables para la terminación del edificio y para el adecuado funcionamiento del Hospital, fueron las siguientes: 1° Cerca o muros de toda la huerta del Hospital, por las dos calles laterales y en especial por el respaldo, donde se venían cultivando plantas medicinales para la botica y elaboración de productos; se emplearon piedras y cal en los cimientos y sobrecimientos; paredes de adobes con caña y barro en todo el contorno. 2° Se decidió confeccionar todas las cujas o camas en madera de cocobolo, muy compacta, dura y de calidad; gastándose en esta partida la suma de 6.147 ps 1 rs a cargo del carpintero Tomé de Quiroga. 3° Sobre los terrenos que quedaron libres al lado derecho del Hospital, siguiendo la calle de la Iglesia y pila ( llamada Pileta de San Bartolomé, Jr. Huanta 6ª actual) se construyeron cinco casitas de vivienda entre el 18 de octubre de 1665 y el 30 de abril de 1666, siendo el coste total de 6.846 ps 5 rs. El terremoto de 20 de octubre de 1687 las arruinó totalmente, siendo reconstruídas completamente con materiales más sólidos con las aportaciones del Capitán Baltasar de Arizavaleta. 4° Pozo de agua: Con la finalidad de contar con agua permanente, se hizo entre el 13 de marzo y el 16 de diciembre de 1684; el agua se descubrió el día de víspera de San Miguel; el gasto ascendió a 984 ps 5 rs. La Iglesia del Hospital. Se consideró conveniente ubicar la Iglesia en la esquina derecha del Hospital, dándole la amplitud necesaria para la celebración de los actos litúrgicos y brindar servicios a la población de su entorno; para lo cual fue necesario derribar unas paredes y hacer muros de ladrillo sobre robustas bases de piedra. La obra se inició el 8 de abril de 1665 recibiendo la permanente colaboración de los vecinos en dinero y en materiales; como el Capitán Francisco de Espinosa que pagó las puertas y ventanas, la sala De Profundis,

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una artesa, la sala del Cabildo,callejón de la cocina y lavadero, desde que el templo tenía comunicación interiormente con las salas del Hospital. Entre el 1° de diciembre de 1682 y el 24 de marzo de 1684 se reiniciaron las obras, gracias a las aportaciones del Inquisidor don Juan Bautista de la Cantera, efectuándose los trabajos de albañilería, enlucidos, campanario, quicialeras, pileta, púlpito, pintura, balaustres de cocobolo y otras adecuadas. D. Juan Bautista de la Cantera benefactor del Hospital, en el año de 1656 había fundado el Monasterio de Santa Teresa en la Ciudad de Lima, aplicando el caudal que dejó a su cargo el Lic. don Juan Suárez y las limosnas que recolectó; y falleció en Lima en 1692, a tenor de las referencias que señala Mendiburu21. Fue en el año de 1683 que se concluyó el retablo de Nuestra Señora que fabricó en madera de cedro el Maestro Diego de Aguirre, por encargo del Sargento Mayor don Manuel Fernández Dávila, quien fue un permanente colaborador de esta obra social, pagando la suma de 4.346 ps 5 rs. La fecha precisa de terminación de las obras e inauguración del nuevo templo la señala nuestro Cronista Josephe de Mugaburu en el “ Diario de Lima”: “Jueves veinte y cuatro de agosto del año de 1684, día del glorioso Apóstol San Batolomé, se descubrió toda la iglesia del Hospita de San Bartolomé, excepto la media maranja de la capilla mayor, hallándose a la misa cantada nueva que la dijo un religioso de S. San Agustín y predicó el P. Aguilar de la Compañía de Jesús, el señor Virrey Duque de la Palata y el señor Arzobispo don Melchor de Liñán y Cisneros. Y el año de 1661 se puso la primera piedra en dicho Hospital de San Bartolomé, hallándose presente el señor Conde de Santisteban, que era Virrey en dicho año.”22 La ceremonia de inauguración de la iglesia del Hospital de San Bartolomé, efectuada el día del Apóstol, debió haber sido un acontecimiento en la apacible vida de la Ciudad de los Reyes de Lima; en especial por la presencia del Virrey, del Arzobispo y de sus respectivas comitivas, escoltas y acompañantes. Veamos unas líneas de la Jácara que dedica a este acto el poeta Juan del Valle y Caviedes:

Oigame Bartolomé / que con llaneza le trato Porque si hace por los libres/ con libertad he de hablarlo. Su casa arruinada labra/ y de quien es no lo extraño, Porque el hacer buenas obras/ es muy propio de los santos. Mire por su Mayordomo,/ porque con celo cristiano Intenta hacerlo más rico/ con intentar acabarlo. Su virtud y ejemplo imita,/ que después que entró en el cargo De Mayordomo, le vemos/ que está siempre edificando. Portada admirable ha hecho/ cuyos riscos cincelados, Con instrumento de Orfeo/ lo están aplaudiendo en canto.

21 En Dicc. Hist. Biog.cit, Tomo III, Lima 1932, pg. 247. 22 Ob. Cit en la nota 19, pg. 234.

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Puertas lucidas le ha puesto,/ siendo el bronce de sus clavos Duras láminas que explican/ piedades de un pecho blando. 23

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De la reseña precedente apreciamos que fueron necesarios entre 3 y 8 años para realizar las obras de construcción del Hospital de San Bartolomé, completar sus servicios básicos e instalaciones, y finalmente concluir con las casitas de renta para lograr el equilibrio financiero necesario, y casi veinte años para terminar la edificación de la Iglesia y desarrollar sus actividades de culto. Los servicios asistenciales del Hospital funcionaban debidamente, y se atendían por derecho a todos los horros o morenos libres en general, hombres, mujeres y párvulos; así como los morenos dependientes por cuenta y responsabilidad de los patronos o principales; se estableció la organización social y asistencial más conveniente, para atender las necesidades de la población de color del Virreinato. Sin embargo tres años después, un fortísimo movimiento sísmico arruinó la opulenta metrópoli, ocasionando grandes daños y pérdidas irreparables, siendo el Hospital de San Bartolomé uno de los principales afectados. Al fallecer el benefactor don Francisco Tijero de la Huerta y Segovia en ejercicio de la Mayordomía, entró a servirla en su reemplazo don Manuel Fernández Dávila, quien realiza entre 1690 y 1694 la gran reconstrucción del Hospital, contando con la cooperación de don Domingo de Cueto y otros colaboradores, como veremos en los Capítulos siguientes.

Capítulo II.

Los filántropos y bienhechores del Hospital.

Antes de continuar con la narración histórica-social de nuestro Hospital de San Bartolomé de los morenos libres, creemos conveniente dedicar una reseña compendiosa de los principales filántropos y protectores de la población de color, que concentraron sus acciones (personales, humanistas, económicas y cristianas), con profundo sentimiento religioso, para establecer

23 En: “ Juan del Valle y Caviedes, Obras Completas, Biblioteca de Clásicos del Perú, Banco de Crédito del Perú, Tomo 5, Lima 1990, pgs. 618 a 620.

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un sistema asistencial sanitario destinado a proteger la vida y salud de este importante grupo humano integrante de la estructura social del Virreinato. Es necesario considerar en toda su dimensión la importancia que tuvo dentro de la organización social del Siglo XVII, la existencia de servicios básicos de salud, de protección, de educación y de cuidado de la ancianidad, crónicos e incurables; desarrollados progresivamente por la colectividad y por la Iglesia, con el apoyo, aquiescencia y financiamiento del Estado. Y aún cuandose pretenda criticar por desconocimiento o cicatería dicha política social, lo cierto es que élla fue real y efectiva, en diferentes formas, concepciones y consideraciones. Prueba de ello es que se formaron grupos de personas de elevada concepción espiritual, aportaron sus rentas, ideas, esfuerzos, acciones y sacrificios, tratando de mitigar el dolor ajeno, atender a los enfermos, velar por su salud espiritual y reincorporar a la vida activa a los validos para sostén de su familia y mejora de la situación social que les correspondió vivir. Con relación a lo expresado se hace necesario tener presente, uno de los numerosos pensamientos de nuestro querido Maestro Dr. Carlos Enrique Paz Soldán, que no obstante el tiempo transcurrido conserva plena actualidad y vigencia: “ Es homenaje a nuestro ayer a menudo desconocido, en veces deformado por la ignorancia, la malicia y la mediocridad, que mal se avienen a estas giras colmadas de religiosidad para penetrar en lo silente de nuestra urbe, donde el pasado yace bajo la mirada de Dios; y para evocar entre las cruces y el polvo las obras generosas de aquellos que pudieron vencer a la muerte por los hechos que incorporaron al acervo común de sus contemporáneos, para que fueran felices y gozaran de los dones de la Salud y de la Libertad¡”1 Por consiguiente, presentamos un selecto grupo de personas de diferente ubicación y stuación social, quienes en una y otra forma, demostraron y legaron al mundo el ejemplo de su profunda fé cristiana, el ejercicio de los valores morales dirigidos a todos los seres humanos, con el noble desprendimiento de bienes sin más interés ni preocupación que la dignificación de la persona y la salvación material y espiritual. Nos referimos principalmente a Fray Bartolomé de Vadillo, P. Gabriel Perlín, P, Francisco del Castillo, Arzobispo D. Pedro de Villagómez, Dean D. Juan de Cabrera y Benavides, D. Francisco Tijero de la Huerta y Segovia, D. Manuel Fernández Dávila, D. Domingo de Cueto, en su relación directa e indirecta con el Hospital de San Bartolomé, a que se contrae el presente estudio. Recordemos finalmente las frases del Prof. Carlos Martínez Durán que sintetizan su examen crítico sobre los Hospitales virreinales: “El cristianismo por sus alcances universales humanos, por amor de Dios y al prójimo que fundamenta su doctrina, elevó el hospital a la categoría de obra 1 En “ Una doctrina y un templo. Memorias de un Maestro”, Lima 1959, pg. 172.

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piadosa, prestándole toda clase de ayudas, lo cual permitió su progreso material y espiritual, base segura para su porvenir científico”2 A la primera etapa que llamamos “curativa” y “protectora”, se adicionó la de “enseñanza”, conjugándose fé cristiana y conocimiento científico, altar y ciencia; creencia, aprendizaje, investigación y estudio; fue la evolución de la práctica y del empirismo al adelanto científico, al diagnóstico y mejor administración de las técnicas curativas, como se verá en los Capítulos siguientes.

Fray Bartolomé de Vadillo

(Salta 1596. Lima 1659)

Natural de la Ciudad de Salta, en la Gobernación de Tucumán, fueron sus padres el Capitán Juan Alvarez Vadillo y doña Ana Rodríguez; llegó a Lima muy pequeño incorporándose al Colegio y Universidad de San Ildefonso de la Religión Agustina, pasando luego a la Real Universidad de San Marcos de Lima, donde obtuvo el título de Doctor en Teología. Fue Profesor sustituto de varias Cátedras, hasta que obtuvo en propiedad la de Prima de Santo Tomás, sin dejar de dictar lecciones en el Colegio de San Ildefonso del que Rector durante varios años. Recibió el hábito agustino el día 7 de julio de 1610 y profesó como religioso el día 24 de agosto de 1611, día de su santo, de acuerdo con las anotaciones existentes en el Libro de Profesiones del Convento de su Orden en Lima, de los años 1577-1623. Destacó como predicador en las grandes festividades de la Ciudad de Lima, por su verbo galano, profundidad religiosa y firme orientación; llamósele “pico de oro”, pues la historia conserva recuerdo de los sermones que dedicara al Vicario General y Obispo electo de Popayán don Feliciano de Vega en 1632; la acción de gracias ante el Virrey Conde de Chinchón en 1635; en las fiestas de la Exaltación de la Cruz, Corpus Christi, honras de don Bernardino Hurtado de Mendoza y Capítulo Provincial de su Orden. “ El P. Fray Bartolomé Vadillo, llamado en el Reino Pico de Oro, fue el título dignamente merecido de ese insigne y gran sujeto, porque su opinión y calidades todas, son como montes de oro, que visto por cualquiera de ellas salta a los ojos el valor de sus quilates, su melosísima facundia, su energía; su eficaz dulzura en el púlpito prende los corazones de todos, que en predicando en cualquier parte,no llegará temprano quien días antes no se previene de lugar y sitio para oírle”. En estos términos se expresaba el

2 Cit. por Juan B. Lastres, en “El Hospital Militar de San Bartolomé”, folleto, Lima 1946.

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General de la Religión Agustina, Fray Bartolomé Vizconde, versión consignada en la “Suma Encomiástica” que publicara en Roma en 1851, Fray Juan Martín Maldonado3. Eguiguren rememora un soneto de Fray Bartolomé dedicado al poeta Diego Cano Gutiérrez en la celebración de las fiestas de la Inmaculada: “ Con letras de oro tu gallarda suma sobre su campo azul traslada al cielo envidioso que en el bronce imprima el suelo cuanto las glorias de su Reina suma.”4 Existe información diversa sobre la labor social y asistencial desarrollada por este benemérito agustino, contenida en las crónicas de Agustín Menéndez Valdés, Manuel de Mendiburu, Córdova y Urrutia, Manuel A. Fuentes y muchos más, que se ha procurado compendiar en el presente Capítulo. En 1643 el Virrey Marqués de Mancera propuso a Fray Bartolomé para el Obispado de La Paz; el informe emitido por el Arzobispo D. Pedro de Villagómez en 17 de junio de ese año, lo calificaba de “ excelente teólogo y famoso púlpito, docto y sustancial, tiene opinión de virtud”; más él prefirió continuar su labor magistral y social. Eguiguren menciona que además de la importante fundación del Hospital de San Bartolomé que realizara, el P. Vadillo estableció o amplió la sala principal del Hospital de Santa María de la Caridad de mujeres, que ya venía funcionando desde 1552 en la Plaza del estanque o de las Tres Virtudes (hoy Plaza del Congreso). El mismo rescata del olvido una obra de Fray Bartolomé titulada “ Instrucción de testamentos para quien le quisiere hacer por sí solo, sin comunicarle con Escribano ni Letrado ni otra persona alguna” impresa en el año 1655 en Lima por Julián Santos de Saldaña. La obra tiene aprobación del doctor Diego de León Pinelo, Catedrático de Prima de Cánones, por comisión del doctor Martín de Velasco y Molina, Catedrático de Prima de Teología, Chantre, Provisor y Vicario, luego Obispo electo de La Paz.5 Fray Bartolomé de Vadillo destaca en la Historia de la Protección Social por haber sido el iniciador del cuidado y asistencia de la gente de color a partir de 1646 junto con el Venerable P.Francisco del Castillo y P. Gabriel Perlín, SJ, como se ha destacado en el Capítulo I. Estimamos que su fallecimiento se produjo en el año 1659, considerando la fecha en que hizo cesión del patronazgo de este Hospital al Dean D. Juan de Cabrera y Benavides, por escritura de 19 de marzo de 1659, que comentamos en el Capítulo siguiente. Asimismo, en la oportunidad que recibió los hábitos, Fray Bartolomé de conformidad con las disposiciones del Concilio de Trento, se desprendió de todos los bienes materiales que le pudieran corresponder por herencia o 3 Cit. por Guillermo Fernández Dávila, Art. Algunos apuntes para la Historia del Hospital San Bartolomé. En Revista de la Soc. Peruana de Historia de la Medicina, n.2, 1940, pg. 64. 4 En ob. Cit., pags. 979 y 980. 5 En “ Leyendas y curiosidades de la Historia Nacional”, Imp. La Prensa, Lima 1947, pg. 214.

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transmisión de sus padres; y así lo declaró expresamente en la escritura otorgada en 28 de julio de 1611 ante el Escribano Pedro González Contreras6; renunciando en favor de don Francisco de Valdivieso como único y universal beneficiario, y a mérito de la licencia concedida por el Dr. Feliciano de Vega, Provisor General del Arzobispado de Lima. En cuanto al apellido “Vadillo” su origen es castellano, de Tierra de Campos, Reino de León, Castilla La Vieja, calificado con nobleza y preeminencia. Son sus armas: escudo cuartelado, 1° y 4° en campo de azur una torre de plata, aclarada de sable y ardiendo; saliente del homenaje una bandera de oro con una cruz de gules y a cada lado de la torre, siete banderas de plata cargadas de un creciente de gules; en 2° y 3° en campo de sinople (verde) una fuente de plata rodeada de siete cabezas de moro7. La denominación del Hospital bajo la advocación de San Bartolomé, cuando menos existe desde 1659 pues el mismo Fray Bartolomé de Vadillo así lo consigna en la escritura de nombramiento de patrón que otorga al Dean D. Juan de Cabrera y Benavides: “Que por cuanto, por servicio de Dios nuestro señor, teniendo licencia de mis prelados y del Real Gobierno de este Reino, fundé Hospital para la curación de los negros intitulado San Bartolomé en el barrio que llaman de la Huaquilla de mi señora Santa Ana.....”8 Y después de recibir licencia de su Superior para esta designación, Fray Bartolomé de Vadillo ratifica su intención expresando: “Otorgo que nombro por tal Patrón del Hospital e Iglesia de señor San Bartolomé de los negros pobres, al señor doctor don Juan de Cabrera y Benavides...” Los últimos días de Fray Bartolomé de Vadillo en 1659 se encuentran consignados en la crónica de la fundación del Hospital y aprobación de las Constituciones que hizo la Hermandad en 1690 aproximadamente9: “Que hallándose con tantos años y que obra tan pía pertenecía a persona de celo, cristiandad, virtud y caudal, por alta inspiración eligió la del señor doctor don Juan de Cabrera y Benavides, Dean que entonces era de esta santa Iglesia y Comisario General de la Santa Cruzada, Subdelegado en estos Reinos, a quien postrado le pidió y en nombre de Dios se encargase de obra tan heroica, a que por entonces se excusó. “Y acaeciendo al caer enfermo de muerte dicho P. Maestro (P. Vadillo), después de algunos días llegó esta noticia al Cabildo de esta santa Iglesia, que compadecidos algunos de él o por acto de misericordia le fueron a visitar, y

6 En Protocolo n. 793, fs. 675 a 678, año 1611, Archivo General de la Nación, Lima. 7 En “Heráldica”, Tomo IV, Prof. García Bermejo, Perea Ediciones, Ciudad Real 1999, pg. 112. 8 Véase el análisis que hacemos en el Capítulo siguiente a esta escritura de 19 de marzo de 1659. 9 En Biblioteca Nacional del Perú, Secc. Manuscritos y publicada por Hermilio Valdizán, en “La Facultad de Medicina de Lima”, Tomo III, Lima 1929, pgs. 157 a 175.

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entre ellos el dicho señor don Juan de Cabrera; y siendo así que hacía tres días naturales que ni veía, hablaba ni comía, luego que llegó a la puerta, se incorporó en la cama, dióle la bienvenida y dijo que de orden de Dios le había estado esperando para encomendarle los pobres del señor San Bartolomé, y que sin excusa lo aceptase, por ser así la voluntad de Dios..” Con estas referencias, ha quedado definitivamente esclarecida la nominación asignada a este Hospital desde 1659, dos años antes de iniciarse las obras de construcción en su emplazamiento definitivo; estando en funcionamiento aún el hospital provisional o casa albergue de la calle de la Barranca, como se ha reseñado en el Capítulo I.

D. Juan de Cabrera y Benavides.

( Baeza 1589, Lima 1671)

Natural de la Ciudad de Baeza y bautizado en la Villa de Santisteban del Puerto, Provincia de Jaén, España, en 5 de marzo de 1589; fueron sus padres don Gil de Cabrera y doña Teresa Merino; su familia pertenecía a los Caballeros Hijosdalgo de Granada, de nobleza probada; de ahí la nominación adicional de “Rus” que aparece como Marquesado en algunos documentos, siendo el partido judicial de Ubeda, en la Provincia de Jaén, desde donde un de sus ascendientes tomó parte en la conquista de Baeza en la lucha contra la morisma. Una vez realizados sus estudios eclesiásticos, llegó a Lima hacia 1616; siendo elegido Tesorero de la Iglesia Catedral en1626, Maestrescuela en 1631; Provisor y Vicario General del Arzobispado en 1638; Juez Ordinario del Santo Oficio y Comisario Subdelegado de la Cruzada en 1642 Fue un buen predicador, con gran versación y conocimientos; Chantre en 1654, Arcediano en 1655 y Deán de la Iglesia Catedral en 1656. Destaca en su gestión eclesiástica por colaborar activamente en el donativo de la Iglesia para combatir en 1635 a los piratas holandeses, que le encomendó en forma especial el Virrey Conde de Chinchón. En 1647 estuvo en España comisionado por el Cabildo Eclesiástico para tratar la mejor resolución sobre los diezmos; oportunidad en que practicó todas las pruebas requeridas para ingresar en la Orden Militar de Santiago, otorgándosele el hábito por Real Cédula de 13 de junio de 1648. Fue patrón administrador de la Buena Memoria que fundó el Lic. Manuel Correa, que anualmente concedía dotes de 450 pesos a las doncellas huérfanas pobres de la Ciudad que se casaran o tomaran estado de religiosas; y que debían salir en procesión el día 17 de setiembre cada año, fiesta de San Jacinto, desde el templo de Santo Domingo.

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D. Juan de Cabrera y Benavides vivía en la calle “arriba de la del señor Arzobispo” esto es en la calle de San José ( actualmente 3ª de Jr. Junín). Su hermano don Mendo de Benavides llegó a ser Obispo de Cartagena de Indias y Caballero de la Orden de Santiago. Sin duda su encuentro personal en 1659 con Fray Bartolomé de Vadillo que se ha reseñado, influyó decisivamente en su ánimo personal, para asumir la obra de de protección de la gente de color y la edificación del nuevo Hospital de San Bartolomé, para lo cual aportó grandes cantidades y cedió numerosos créditos durante toda su existencia. En su testamento otorgado en 27 de enero de 1669 hizo considerables aportaciones al Hospital, instituyó una capellanía para dotar al Capellán titular del establecimiento de 275 ps cada año; designó como su Albacea y ejecutor testamentario a don Francisco Tijero de la Huerta y Segovia, disponiendo ser sepultado en la Iglesia del Hospital; a todo lo cual se dio debido cumplimiento; falleció en Lima el 26 de diciembre de 1671. El “Diario de Lima” de Mugaburu reseña el deceso y entierro de este benefactor y Patrón protector del Hospital: “Murió el señor Dean don Juan de Cabrera, Marqués de Ruz y del hábito de Santiago, que sirvió en esta Catedral de Lima más tiempo de sesenta años de Canónigo, Provisor dos veces, de Dean y Comisario de la Santa Cruzada muchos años; y murió cerca de noventa años. Fue su muerte sábado 26 de dciembre de 1671 años, y se enterró 27 del dicho mes en el Hospital del señor San Bartolomé, como patrón del Hospital. “ Y se enterró por la tarde el dicho día. Y las honras se hicieron miércoles 30 del dicho mes, donde se halló presente el señor Virrey Conde de Lemos y el Cabildo Eclesiástico y Secular; y no fueron los señores Oidores el día de su entierro ni el día de las honras. Y se hallaron en el dicho Hospital todas las Religiones y toda la nobleza de la Ciudad de Lima. “Y fue su albacea Francisco Tijero, al presente Mayordomo del dicho Hospital de San Bartolomé, y asistió a todo con todo cuidado y puntualidad.”10

10 V. “Diario de Lima” de Josephe Mugaburu, Edición IV Centenario, reimpresión Lima 1935, pg. 143. Cf. Expedientes de Ordenes Militares n. 1354 y 3102, Orden Militar de Santiago, en Archivo Histórico Nacional, Madrid; Mendiburu, Dicc.Hist. Biogr. Tomo III, pg. 191; J. B. Lastres, Historia de la Medicina Peruana, Tomo II Virreinato, Lima 1951,pg.113; J. B. Lastres, art. Cit. en “La Reforma Médica” 15 de diciembre de 1940. Libro de Cabildos de Lima, 1631-1633, Tomo XXIII, Lima 1963.

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P. Gabriel Perlín, SJ

Religioso jesuíta que acompañaba a Fray Bartolomé de Vadillo, la noche de 1646 por el barrio de la Barranca, cercano al río Rímac, y testigo de la situación de los horros abandonados y enfermos. Nació en Madrid en 1577, y llegó al Perú junto con sus padres; sus hermanos Juan y Francisco habían ingresado a la Compañía de Jesús en los años 1586 y 1588; por lo que decidió seguir la vida religiosa. Durante su permanencia en Lima, el P. Gabriel Perlín durante treinta años “ se dedicó al ministerio de los negros en calles y plazas de la Ciudad, pero también acudía a las chacras próximas donte impartía la doctrina a esclavos y mitayos. Les obsequiaba con rosarios, medallas y tabaco, pero él se alimentaba de camotes, yucas y raíces. El P. Perlín falleció el día 24 de febrero de 1656 con fama de santidad, no sin transmitir a Francisco del Castillo un ejemplo digno de ser continuado. A los funerales asistieron el Arzobispo de Lima, el Virrey y gran cantidad de gente”11.

Arzobispo D. Pedro de Villagómez.

( Zamora 1587, Lima 1671)

Natural de la Villa de Castroverde de los Campos, en la Provincia de Zamora, España, donde nació en 5 de octubre de 1587; fueron sus padres el Capitán don Francisco de Villagómez y doña Inés del Corral y Quevedo; siendo ésta familiar del Santo Arzobispo don Toribio Alfonso de Mogovejo; estudió en las Universidades de Salamanca y Sevilla, recibiendo el grado de doctor en Cánones y Leyes; ejerció como Presbítero, Juez del Santo Oficio y Visitador de Monasterios. Fue promovido por el Papa Pablo V a Canónigo de la Catedral de Sevilla; siendo luego presentado por Real Cédula del Rey Felipe IV, de 31 de marzo de 1631 como Obispo de Arequipa. Con esta designación, recibió el encargo de visitar la Real Audiencia de Lima y la Universidad de San Marcos, labores que cumplió con seriedad y rectitud. En su Diócesis de Arequipa le corespondió realizar la obra de la hermosa Catedral, así como la visita canónica a sus diferentes Parroquias; celebró un Sínodo y dictó la Regla Consueta para su Iglesia; fue autor de una destacada Carta Pastoral sobre la extirpación de las idolatrías, ritos y costumbres indígenas hacia 1639. En mayo de 1641 al producirse el fallecimiento del Arzobispo don Fernando Arias de Ugarte, fue promovido a la Ciudad de los Reyes; habiéndole correspondido desarrollar una ingente labor: organizador y cofundador del 11 En “Francisco del Castillo, El Apóstol de Lima” por Armando Nieto Vélez,SJ, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima 1992, pag. 80, nota 3.

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Hospital de San Bartolomé, que tomó bajo su protección y auspicio, así como de otras instituciones sociales; fue un claro exponente de la religiosidad y del misticismo típico del Siglo XVII; celebró la canonización de Santa Rosa de Lima y promovió intensamente la de Santo Toribio; durante su gobierno florecieron importantes religiosos como San Martín de Porres, San Juan Masías, el Venerable Francisco del Castillo, y otros más. Falleció en la Ciudad de Lima el día 12 de mayo de 1671 a los 84 años de edad, y dejó ordenado que su corazón fuera depositado al pie del altar de Na. Sa. del Prado, en los Barrios Altos de la capital. Dejó escritas varias obras: Informe de Orden Eclesiástico y Canónico, Catecismo de la Doctrina Cristiana, Constituciones Sinodales de Arequipa, la Regla Consueta ya citada, y un poema épico titulado la Vida de Cristo, y otro sobre Santo Toribio de Mogrovejo. D. Ismael Portal nos recuerda que dos fueron las especiales preocupaciones del Arzobispo don Pedro de Villagómez: el Hospital de San Bartolomé para la gente de color y el Monasterio de Na. Sa. del Prado, de Monjas Agustinas, a las que aportó todo su peculio personal de más de 200.000 pesos. Describe que en el lado izquierdo del altar mayor, en el presbiterio de la Iglesia del Prado, se construyó un nicho con un artístico relicario, y a los pies de Cristo crucificado “ está el noble corazón de este dignísimo Prelado, de gran talento, prudencia y religiosidad e hijo de padres ilustres en sangre y piadosos en obras y costumbres, como de él dice Montalvo”. Don Pedro de Villagómez asimismo estableció una capellanía perpetua sobre unas fincas en la calle del Monasterio de la Sma. Trinidsad (3ª de Jr. Cuzco o Emancipación) para dotar al Capellán del Hospital de San Bartolomé, y de ese modo aliviar las rentas destinadas exclusivamente a la protección de las personas de color. Como murió ab intestado, su único y universal heredero fue su sobrino carnal don Pedro de Villagómez, homónimo, quien en 1671 se desempeñaba como Cura Rector de la Iglesia de Santa Ana, y colaboró con don Antonio Dávila en establecer las Convalecencias para sacerdotes y para mujeres pobres, y adicionalmente en el Refugio de los Incurables. Por escritura de 12 de enero de 1676 ante el Escribano Pedro de León, hizo donación plena y absoluta de todos los bienes provenientes de la herencia de su tío, para estas obras sociales y asistenciales.12

P. Francisco del Castillo SJ El Apóstol de Lima.

12 Cf. “Lima Religiosa” por Ismael Portal, Lima 1924, pg. 409. “Los Cronistas del Perú” por Juan Santisteban Ochoa, Cuzco 1946, pgs. 117 y 118; “El Hospital Refugio de Incurables de Santo Toribio de Mogrovejo, hoy Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas, Evolución histórica de 1669 a 1997” por Miguel Rabí Ch., Lima 1997.

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( Lima 1615, Lima 1673)

Nació en Lima en 9 de febrero de 1615, este venerable religioso predicador jesuíta, fue un espíritu privilegiado para atender a los pobres, humildes y más necesitados; puede calificársele como el fiel continuador de la obra del P.Bartolomé de Vadillo, ayudó en la recolección de limosnas y ayudas para el Hospital, siendo su vida dedicada a asistir las necesidades humanas con profunda convicción religiosa. Seguimos fielmente la crónica del P. Armando Nieto Vélez, SJ sobre el Apóstol de Lima a continuación: “ El nombre de Francisco del Castillo está está estrechamente unido al de una notable fundación benéfica dedicada al cuidado de los negros horros en Lima: el Hospital de San Bartolomé. El establecimiento se debió al agustino Bartolomé Vadillo y colaboraron con él el anciano jesuíta Gabriel Perlín y Francisco del Castillo, el cual solicitó limosnas al Arzobispo don Pedro de Villagómez y a otras personas de la capital para el sustento de los enfermos. “ Es valioso el testimonio del Capitán Francisco Tijero de la Huerta, que fue Mayordomo del Hospital y trató durante veintidós años al P. Castillo”. “ Acudió al Hospital por más de diez años, buscaba a los enfermos negros y viejos e impedidos y los llevaba al Hospital porque los hallaba desamparados y sin socorro humano en los muladares y rancherías, y a todos los enfermos del Hospital los confesaba, consolaba y platicaba y mediante su cuidado morían como cristianos”. “ En otra ocasión recuerda el Capitán Tijero, el Padre Castillo condujo al Hospital de San Bartolomé a una negra anciana de casta arará, hecha una lepra por haberse quemado con una olla de agua hirviendo que le abrasó todo el cuerpo. Francisco la buscó intérprete ( pues ella no sabía castellano) y durante diez días acudió a cuidarla hasta que la infortunada murió”. Adicionalmente a su benéfica colaboración y protección de los horros en el Hospital de San Bartolomé, el P. Francisco del Castillo destaca por el establecimiento del Templo de los Desamparados, la Escuela del Santísimo Crucifijo de la Agonía o Escuela de Cristo, la Cruz del Baratillo, y el establecimiento del Beaterio de Amparadas o Recogidas de la Purísima Concepción, contando con el valioso apoyo del Virrey Conde de Lemos. El P. Castillo falleció en Lima el día 11 de abril de 1673; y su proceso de beatificación se encuentra muy avanzado.13 13 Cf. Ob. Cit. en (11), pgs. 148 y 149. Asimismo “Autos y Diligencias 1677-1681”, fs. 608 y ss., en Archivo Arzobispal de Lima. “El Conde de Lemos y su tiempo” por Jorge Basadre, EEAA, Lima 1945. “D. Pedro Antonio Fernández de Castro, X Conde de Lemos y Virrey del Perú” por Rubén Vargas Ugarte SJ, Edit. Universitaria, Lima 1965.

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D. Francisco Tijero de la Huerta y Segovia.

(16?? – Lima 1690)

Natural de la Villa de Llerena, en la Provincia de Extremadura, España, fueron sus padres don Cristóbal Tjero de la Huerta y doña María Jiménez; tuvo una hermana llamada María de la Huerta, casada con Cristóbal Sánchez Bustamante, familiar del Santo Oficio. Gozó de asiento señalado en los Reales Estrados de la Ciudad, debido a sus méritos personales y acción social humanitaria, por acuerdo adoptado por el Cabildo secular en 18 de noviembre de 1679. Fue casado con doña María Durán y tuvieron un hijo llamado Joseph Tijero de la Huerta, religioso de la Compañía de Jesús, incorporado desde 1690 como Hermano 24 de la Hermandad del Hospital de San Bartolomé. Estimamos que el fallecimiento de don Francisco Tijero de la Huerta se produjo entre los meses de abril a setiembre de 1690, por las razones siguientes: a) el 10 de abril de 1690 interviene en la escritura de otorgamiento de censo a favor del Hospital que suscribió con Francisco Antonio Xarava, ante el Escribano Pedro Pérez Landero; y b) su viuda doña María Durán y su hijo P. Joseph Tijero de la Huerta, solicitan en 16 de setiembre de 1690 ante la Justicia ordinaria la facción de inventarios de bienes y acreencias, en su calidad de albaceas y tenedores de bienes del fallecido; no se ha obtenido ni se indica la fecha de deceso ni el instrumento que da origen a tales medidas. La vinculación de don Francisco Tijero de la Huerta con el Hospital de San Bartolomé, se inicia el día 30 de agosto de 1661 en que es designado Mayordomo Administrador, además de habérsele encargado por el Deán don Juan de Cabrera, el control y dirección de las obras de construcción del nuevo Hospital, conforme se ha comentado en el Capítulo I. Esto significa que ejerció la Mayordomía durante 28 años ininterrumpidos hasta su deceso en 1690; en la relación de acreencias inventariadas, el Hospital de San Bartolomé debía a don Francisco la elevada cantidad de 52.274 pesos y 5 reales, por numerosas partidas de gastos, obras, inversiones, cuentas, etc. de años anteriores que se habían acumulado hasta 1689 y que nunca pretendió reclamar. Don Francisco sustituyó al primer Mayordomo Luis Fernández, quien estuvo a cargo del albergue de la calle de la Barranca y le correspondió realizar la venta de los 24 solares urbanizados provenientes del terreno rústico adquirido para el nuevo Hospital.

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Era propietario de la casa situada en la “ esquina de la Iglesia del señor San Bartolomé”, esto es entre las calles Pileta de San Bartolomé y Siete Jeringas, donde vivió con toda su familia, además de otras dos casas grandes nuevas en la calle de Juan de Corral, esto es la recta del Hospital en dirección a la Huaquilla de Santa Ana. Fue eficiente organizador del Hospital desde sus comienzos, habiéndolo dotado de todos los servicios necesarios para la buena atención de los enfermos, además de alimentación, medicamentos, personal de servicio y limpieza, etc. y le correspondió la dura tarea de iniciar la remoción de los escombros después del terremoto de 20 de octubre de 1687; y cuya reconstrucción no pudo ejecutar por su avanzada edad, como se verá seguidamente14.

D. Manuel Fernández Dávila.

(Toledo 1634, Lima 1706)

Natural de la Villa de Cabañas de Yepes, Provincia de Toledo, donde nació en el año 1634, fueron sus padres don Gaspar Fernández y doña Manuela Dávila. Dedicado al servicio militar participó en numerosas contiendas, alcanzando primero el grado de Capitán y seguidamente el de Sargento Mayor de Infantería, calificado por su bizarría y valentía; organizó acciones militares contra los piratas y filibusteros; aportó dinero para arrendar una nave destinada a esta campaña; y dedicado a actividades comerciales llegó a ser proveedor de la Real Escuadra en el Virreinato del Perú; además de otras importantes gestiones comerciales, que le permitieron constituir un apreciable patrimonio, que a partir de 1690 aplicó en gran parte a la reconstrucción total del Hospital de San Bartolomé, seriamente afectado por el seísmo de 20 de octubre de 1687. D. Manuel se había instalado en la Ciudad de Lima, llamado por su deudo don Francisco Fernández Dávila, Caballero de la Orden de Santiago, padre de la Marquesa de Baides; y su conducta siempre fue de hijodalgo notorio de buena sangre y cristiano limpio, desarrollando empleos altamente decorosos. Por Real Cédula de 23 de octubre de 1688 se le concedió el hábito de la Orden de Calatrava, y por otra RC posterior de 11 de diciembre de 1694 se le autorizó la recepción del hábito en uno de los Conventos de los Reinos de Indias donde se hallare. La investidura se practicó el día sábado 14 de abril de 1696 en el Templo de Na. Sa. de la Encarnación, que él ayudara y favoreciera considerablemente; con intervención del Maestro de Campo don Francisco de la Cueva Guzmán y del Prior de los Agustinos, Fray Francisco de Ozerín. 14 Véase las notas (3), (10) y (11) anteriores; y los Protocolos 1494 ( Esc. Pedro Pérez Landero, 1690) y 1495 (Id.) en Archivo General de la Nación de Lima.

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En su calidad de miembro activo del comercio del Virreinato, fue elegido Cónsul del Real Tribunal del Consulado desde 1688 hasta 1695 y luego Prior del mismo en 1704. Habiendo fallecido el anterior Mayordomo don Francisco Tijero de la Huerta y Segovia, el Cabildo de la Hermandad de 24 del Hospital de San Bartolomé designó al Sargento Mayor don Manuel Fernández Dávila para este cargo, con fecha 17 de setiembre de 1690; quien asumió de inmediato el proceso de reconstrucción total del Hospital, el mejoramiento de los servicios y de la asistencia permanente a la gente de color; obra en la que se gastaron 38.122 pesos y 5 reales, además de 6.201 pesos y 7 reales que en forma personal aportó de su peculio. Al concluirse los trabajos y darse cuenta en el Cabildo de 31 de enero de 1694 de la terminación satisfactoria del proceso de reconstrucción, hizo renuncia a favor del Hospital de la cantidad de 18.955 pesos y 4 ½ reales que se le adeudaron, “porque quería y tenía por bien que él ni sus albaceas y herederos, ni otro cualquiera interesado en sus bienes, repitiesen ni cobrasen de los bienes del Hospital la cantidad de dicho alcance”. D. Manuel llevó las cuentas de ingresos y egresos del Hospital con todo cuidado, estableciéndolas en 5.834 ps y 4 rs y 9.500 ps respectivamente, ofreciendo otorgar escritura de obligación de pago de la diferencia ( 3.665 ps 4 rs) al Mayordomo que eligiese el Cabildo en su reemplazo, pues se encontraba muy agotado por el esfuerzo de la reconstrucción, y tenía compromiso empeñado con el Arzobispo de los Reyes de continuar las obras del Templo de Na. Sa. de la Encarnación hasta su total terminación; petición que no fue admitida por el Cabildo, ratificándolo en cambio por aclamación en la función. Es de excepción entre las Hermandades de los Hospitales Mayores de Lima, la situación de permanente unanimidad por exigir y rogar a D, Manuel Fernández Dávila que continuara en el cargo de Mayordomo, como ocurrió en la sesión de 31 de enero de 1694; y sobre todo que el propio Virrey Conde de la Monclova le enviara “especial recado escrito” por medio de su Secretario D. Blas de Ayesa, que se leyó abiertamente en el Cabildo, siendo del tenor siguiente: “Señor mío: Aunque el Conde mi señor tiene encargado a Vuesa merced no se excuse de continuar en la Mayordomía del Hospital de San Bartolomé, sabiendo que hoy se hace la elección, me manda recordárselo pues no será bien que a virtud de lo que Vuesa merced ha obrado en beneficio de los pobres, con tanta satisfacción de SE, deje de proseguir en empleo que desean todos y muy particularmente SE, por el concepto que tiene hecho de la caridad de Vuesa merced, a quien Dios guarde muchos años. Lima, 31 de enero de 1694.Beso la mano de Vuesa merced su mayor servidor. D. Blas de Ayesa.”

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No sólo fue confirmado y ratificado don Manuel en el pleno ejercicio de la función, sino que adicionalmente se le dieron todas las facultades más amplias y convenientes para el manejo de las rentas, inversiones, colocaciones y bienes del Hospital, como más larga y detalladamente se enumera en el instrumento público extendido en esa misma fecha. Sucesivamente entre los años 1694 hasta 1706 año en que falleció, don Manuel Fernández Dávila fue reelegido en forma unánime en el cargo, por el Cabildo en pleno de la Hermandad de 24 Da. María Fernández Dávila, sobrina de don Manuel, era religiosa novicia en el Monasterio de la Encarnación, y con motivo de las urgentes necesidades del Hospital para consolidar sus propiedades y no distraer las rentas de la reconstrucción, había proporcionado 2.000 pesos para cubrir los censos de unas casas que fueron de Francisco Cano Melgarejo ( vinculado con las familias Matute y Moreyra, como se verá en los Capítulos siguientes); el Cabildo acordó imponer a censo dicha cantidad y pagar a la indicada la renta anual del 5% al redimir y quitar en la forma usual de estas operaciones. D. Manuel Fernández Dávila otorgó testamento en 8 de febrero de 1706 y seguidamente un codicilo en 10 de abril del mismo año; establece mandas, aniversarios y buenas memorias a favor de instituciones religiosas, asistenciales y sociales del Virreinato, así como dos importantes capellanías de misas exentas de la jurisdicción eclesiástica, en beneficio de sus sobrinos carnales; pues de su matrimonio con doña Josefa de Espínola no procrearon hijos. Entre las numerosas dotaciones que señala de su fortuna personal merece mencionar la de 4.000 pesos que asigna al Hospital de San Bartolomé (“de donde aunque indigno soy Mayordomo actual”) para imponerlos sobre fincas seguras a censo “ y que sus réditos se conviertan en el sustento de los pobres enfermos”, junto con 500 ps para la fábrica de la Iglesia del Hospital, cuyas obras de reconstrucción estaban pendientes. En cambio, para los restantes establecimientos de salud de la Capital incluyendo el de los Niños Expósitos, señaló 200 ps a cada uno. El testamento de don Manuel Fernández Dávila contiene asimismo un gran conjunto de disposiciones piadosas, sociales, asistenciales y educativas que sería largo y prolijo enumerar, lo que reservamos para estudio especial representativo del Siglo XVII. Designó como albacea a su mujer doña Josefa de Espínola, junto con sus hermanos los religiosos Fray Luis y Fray Cristóbal de Espínola, y Fray Juan de la Peña, Fray Tomás de Espínola y don Juan Manuel del Molino, a la vez que tenedores de bienes y a los señalados en orden de prelación, para la ejecución y cumplimiento de lo ordenado, siendo su mujer universal heredera del remanente de todos sus bienes. Otorgó un codicilo en 10 de abril de 1706, haciendo memoria del albaceazgo que cumplió de los bienes de su sobrino Capitán Manuel Fernández Dávila

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fallcido en Potosí; y de su hermano premuerto don Marcos Fernández Dávila, religioso franciscano que en vida seglar tuvo tres hijas María, Micaela y Victorina, a quienes el declarante ha atendido y sustentado con decencia. En su calidad de Protector del Monasterio de la Encarnación tenía derecho a designar tres dotes de religiosas de velo negro; y así lo hace en una de las hijas del General D. Nuño de Espínola que éste indique. Se adicionan otras variaciones complementarias en las mandas consignadas, que no modifican lo sustantivo del referido instrumento. Tal fue en apretada síntesis la vida, obra, acciones y legados de este ejemplar personaje, símbolo representativo de la labor social y protectora desarrollada en los años finales del Siglo XVII y comienzos del XVIII.15

D. Domingo de Cueto y de la Huerta.

(Trucíos 1630, Lima 1704)

La intervención altruísta y eminentemente social de don Domingo de Cueto la encontramos desde 1669 en el Hospital de San Bartolomé de los morenos, casi en forma paralela con la que desarrolló con Fray José de Figueroa y el Presb. D. Antonio Dávila en el célebre Refugio de los Incurables. Lazos de amistad y confraternidad, así como vinculaciones en el gran comercio del Virreinato se conjugaron entre él y don Manuel Fernández Dávila, junto con la importante misión que les correspondió desempeñar en el Real Tribunal del Consulado y en la campaña desarrollada contra los piratas extranjeros. D. Domingo de Cueto era natural del pueblo del mismo nombre, en el Valle de Trucíos, Encartación de Guipúzcoa, Provincia de Vizcaya, España, donde nació hacia 1630, siendo sus padres don Juan de Cueto y doña María de la Huerta. Luego de recibir los estudios básicos, se inició en la carrera de las armas y en forma paralela a las actividades comerciales; ostentó primero el grado de Capitán y luego se le reconoció el de Gobernador, durante su larga residencia en el Perú con algunos familiares directos consanguíneos como fueron sus sobrinos Tomás de Cueto y Cristóbal de la Huerta. Fue investido con el hábito de la Orden de Calatrava por virtud de la Real Cédula del Rey Carlos II, a petición del Duque de Medina Sidonia; se autorizó la realización de esta ceremonia en uno de los Monasterios de Indias. Formó parte junto con otros miembros del Consulado, de la Compañía de Na. Sa. de Guía que durante los años 1686 y 1687 combatió y expulsó a los piratas holandeses de la Mar del Sur con las naves “San Joseph” y “ San Nicolás” y el patache “Na. Sa. de Guía”. 15 Veáse las notas (3) y (12) precedentes; así como los Protocolos 956 (1706) y 1712 (1695) del Archivo General de la Nación, Lima. Cf- Anales de la Sociedad Peruana de Historia de la Medicina, Lima, 1940, año II, pgs. 65 a 118, y Año IV, Lima 1946. Pgs. 45 a 49.

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La Historia Social de la Medicina debe a don Domingo de Cueto y sus colaboradores especial reconocimiento por la protección realizada de los incurables, crónicos y terminales, a partir del año 1669 en la Ciudad de Lima, en el Refugio de los Incurables bajo la advocación de Santo Toribio de Mogrovejo; con el que se integra la cobertura asistencial de este importante segmento de la población hasta sus últimos momentos; asimismo, gracias a su dedicación se consolida la presencia en el Perú de la Religión Hospitalaria de los Betlemitas, quienes desde 1698 se hicieron cargo de este establecimiento, paralelamente con el de la Convalecencia de los Naturales de Na. Sa. del Carmen que gestionaban desde 1672. Con la calidad de Hermano 24 del Hospital de San Bartolomé desde su funcionamiento en su sede definitiva, don Domingo realizó considerables aportes en dinero y en especie, como materiales de construcción, maderas, telas, lienzos, bayetas, etc. y corrió a cargo de la reconstrucción de la sala de hombres, cerca general, red de agua, reparación de las cinco casitas, etc. entre 1678 y 1690, que importaron más de 12.000 pesos. En su testamento cerrado de 1689 que es fiel reflejo de su noble desprendimiento y preocupación por las personas necesitadas, don Domingo dejó establecidas asignaciones de 15.000 pesos para el Hospital de San Bartolomé de los morenos, de los cuales 5.000 estaban destinados a mejorar las dos enfermerías, y los restantes 10.000 para ser colocados en renta segura a beneficio del establecimiento, con la única obligación de decir cada año 50 misas rezadas por su alma. Don Domingo de Cueto falleció en su casa de la calle Mármol de Bronce, de la Ciudad de Lima el día 10 de marzo de 1704; de acuerdo con sus instrucciones fue enterrado al pie de la Iglesia del Hospital Refugio de los Incurables, donde permanecen sus restos mortales.16

Capítulo III

La gran reconstrucción del Hospital, 1690 – 1694.

El sismo de 20 de octubre de 1687 fue uno de los más grandes cataclismos que sufrió la Ciudad de los Reyes de Lima, de acuerdo con las crónicas y documentos consultados, con trágica pérdida de vidas humanas, destrucción de casas y edficios públicos, iglesias y conventos, seguido de epidemias y enfermedades; lo que obligó a las autoridades a adoptar grandes medidas de higiene, de prevención de dolencias y la aplicación de sistemas curativos especiales, así como restablecer el funcionamiento de los Hospitales Mayores, especialmente los de Santa Ana, San Andrés, La Caridad y San Bartolomé.

16 V. “ El Hospital Refugio de Incurables Santo Toribio de Mogrovejo de Lima, Hoy Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas” Evolución histórica, 1669 a 1997, Tomo I Serie Historia de la Medicina Peruana, por Miguel Rabí Ch., Lima, 1997.

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La certificación del Cabildo de la Ciudad sobre el estado del Hospital de San Bartolomé, extendida por el Escribano Diego Fernández Montaño, así como el peritaje de los maestros de obra y alarifes reconocidos, demuestra la gravedad de los daños producidos por el terremoto y la urgencia de las medidas de rehabilitación de los servicios de salud : “El Hospital Real de señor San Bartolomé de negros horros se cayó por el suelo, así la iglesia como sus salas de enfermería, y lo que ha quedado en pie, tan arruinado, demolido y destrozado, que está amenazando a todos cuanto lo ven, sin que quedase en pie ropería, panadería, sacristía, celdas de capellanes, botica y gallinería, porque todo cayó en el suelo; asiste con mucha vigilancia a sacar sus desmontes el Capitán Francisco Tijero de la Huerta, su Mayordomo, y se está trabajando en ello”.1 Las principales autoridades civiles y eclesiásticas eran las siguientes: Virrey D. Melchor de Navarra y Rocaful, Duque de la Palata; Arzobispo de Lima D. Melchor de Liñán y Cisneros; Alcalde Ordinario de turno D. Diego Hurtado de Mendoza; Presidente de la Real Audiencia, D. Juan Jiménez de Lobatón; los Maestros Alarifes consultados sobre las medidas de reconstrucción a seguir fueron: Fray Diego Maroto, quien era Maestro Mayor de Reales Fábricas, Manuel de Escobar, Pedro de Asensio y Pedro Fernández de Valdés. El Mayordomo del Hospital D. Francisco Tijero de la Huerta falleció por entonces en ejercicio de la función; por lo que el Cabildo de Hermanos 24 con fecha 17 de setiembre de 1690 eligió en su reemplazo al Sargento Mayor D. Manuel Fernández Dávila, quien al asumir el cargo decidió avanzar prontamente en la reconstrucción total del Hospital de San Bartolomé, por que conocía las apremiantes necesidades que padecían los enfermos, contando con la colaboración de los principales comerciantes y del propio Tribunal del Consulado del que formaba parte. El proceso de reconstrucción total se realizó entre los años 1690 y 1694; la más completa información sobre estas obras se encuentra reflejada en la predicación realizada por el Presbítero Dr. Francisco Vargas Machuca, quien por entonces era Catedrático de Método de Galeno, se desempeñaba como médico del Arzobispo de la Ciudad y era profesional titular del Hospital; el acto inaugural o descubrimiento de la Reconstrucción total, se efectuó el día del Apóstol San Bartolomé, 24 de agosto de 1694, cuya reseña impresa en Lima tiene el título siguiente: “Oración Panegírica al Glorioso Apóstol San Bartolomé, Patrón del Hospital Real de Pobres Negros Horros enfermos, viejos e impedidos fundado en esta Nobilísima Ciudad de los Reyes, en ocasión que se estrenaron las Salas y claustros con las demás oficinas, que por ruina del formidable temblor del año pasado de 1687, reedificó el Sargento Mayor Manuel Fernández Dávila, Cónsul

1 Publicado en Revista del Archivo General de la Nación, Tomo XII, Lima 1939, pgs.

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más antiguo del Tribunal del Comercio, Administrador general que fue del Escorial de San Lorenzo el Real y Mayordomo de dicho Hospital. “Díjola el Dr. D. Francisco Vargas Machuca, Presbítero, Catedrático de Método de Galeno en la Real Universidad de San Marcos, Médico del Exmo. Sr. Dr. Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de esta Ciudad, y del Tribunal del Santo Oficio y del Real Hospital de San Bartolomé. Y la consagra a dicho Mayordomo”. “Con licencia de todos los superiores. En Lima: En la Imprenta de Joseph de Contreras y Alvarado, Año de 1694”. La Oración panegírica del Dr. Francisco Vargas Machuca contiene importante información sobre el proceso realizado, que reseñamos a continuación: “ En breves días ( el nuevo Mayordomo) hizo la cerca y entrada del Hospital con hermosas puertas y portada de costosas piedras de corte y voladas cornisas, sin que haya sido de costo alguno al Hospital; antes sí donándole más de ocho mil pesos que costó esta fábrica que según lo espacioso y ancho de la puerta, parece que Vuesa merced da a entender a los poderosos, ser la puerta de entrada del Hospital del cielo”. Asimismo describe la construcción de la nueva botica, fundamental para el establecimiento, y que en dos años los enfermos se hallaban en buenas salas “recogidos por rincones desahogados de su estrechez y aflicción, dilatándole los lechos para el descanso de su grande corazón”. D. Manuel Fernández Dávila contó con la generosa colaboración de D. Domingo de Cueto, quien entre los años 1688 y 1694 ejerció el cargo de Prior del Tribunal del Consulado; veamos brevemente la descripción y costo de este proceso reconstructivo: 1° Todo el lienzo de la pared (cerca general del Hospital) con 182 varas de largo; Portada y zaguán exterior con todos susambientes; nueva canalización de la acequia y fuentes de agua; renovación y reparación completa de las casas de renta adosadas al Hospital, además de hacer dos casas nuevas desde sus cimientos; el gasto total por este concepto fue de 6.819 pesos. 2° Edificación de la nueva Botica, rebotica y depósito en el primer patio del Hospital, desde sus cimientos, techumbres y medianas; por 7.072 pesos 1 real. 3° El crucero de la enfermería o sala de mujeres con su media naranja, alcobillas, ventanales y nuevo solado; con 72 nuevas camas o cujas de madera; cuyo gasto ascendió a 13.402 pesos 4 reales.

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4° Construcción total del nuevo claustro, eliminándose escombros, con mejores patios y corredores; bajar y subir paredes de acuerdo con sus niveles, y ampliar la enfermería o sala de hombres; lo que demandó el gasto de 10.829 pesos. 5° El costo total de estas obras ascendió a 38.122 pesos 5 reales, en sus diferentes partidas. 6° El ingreso por concepto de rentas del Hospital, donaciones, aportaciones, limosnas y otros diversos fue de 47.954 pesos 3 reales. 7° El egreso por curaciones y asistencia de los enfermos, medicamentos, alimentos, ropa, loza, vajilla, vestuario, médico, cirujano y otros servidores, demandó la elevada suma de 66.909 pesos 7 ½ reales. 8° Por consiguiente la diferencia resultante a favor del Mayordomo D. Manuel Fernández Dávila, quien debió cubrirla de su bolsillo, ascendió a 18.955 pesos 4 ½ reales, que sumados a los 6.201 pesos 7 reales que aportó adicionalmente al Hospital, el débito se elevó a 25.157 pesos 3 ½ reales. 9° El Cabildo de la Hermandad reconoció y aprobó estas cifras, disponiendo se consignara en los libros correspondientes, a la vez que dejando constancia de la generosa actividad cumplida por el Mayordomo. 10° Acto seguido, don Manuel Fernández Dávila en demostración de elevado desprendimiento, en la sesión de Cabildo realizada en 31 de enero de 1694, hizo formal suelta y renunciación a dicha deuda a favor del Hospital, conociendo la limitación de las rentas disponibles y en especial la necesidad de atender las curaciones y la asistencia permanente de los enfermos. 11° En la misma sesión de 31 de enero de 1694, el Cabildo en pleno y por unanimidad pidió a D. Manuel continuar en el ejercicio de la Mayordomía, atendiendo los excelentes resultados de su gestión y el considerable beneficio que recibían los enfermos con el Hospital plenamente normalizado y con sus rentas totalmente saneadas. 12° Citamos tan sólo la especial situación que se produjo en dicho acto, al recibirse el mensaje privado del Virrey Conde de la Monclova, que se ha copiado y comentado en el Capítulo II que antecede, al que nos remitimos. 13° Fueron designados Diputados de semana para colaborar y apoyar las actividades del Mayordomo, los Capitanes Fernando Pérez, Francisco Serrao, Pedro de Ortega y Arroyabe y Joseph de Meneses, para que por turno periódico debían velar por la curación,asistencia y sustento de los enfermos. La intervención de D. Domingo de Cueto.

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En su calidad de Hermano 24, Prior del Tribunal del Consulado y su especial relación de amistad y vínculo comercial con el Mayordomo, el Gobernador don Domingo de Cueto favoreció durante toda su existencia al Hospital, asumiendo en forma directa las acciones que permitieran mejorar y ampliar el sistema asistencial de la gente de color; veamos brevemente las principales medidas ejecutadas: Suministro de telas, ruan, bayetas, lienzos, cotines,etc. destinadas a mejorar el vestuario de los enfermos; Encomendar obras específicas y la realización de servicios determinados para brindar mejor comodidad y tranquilidad a los pacientes ingresados,como fue el cercado de la huerta, puertas, ventanas, accesos, pasillos,etc. Aportar las sumas necesarias para la construcción de la nueva enfermería o sala de hombres, que había quedado muy maltratada y con grave peligro para los pacientes, después del terremoto de 20 de octubre de 1687. Han quedado consignadas en los libros de cuentas del Hospital y en las actas del Cabildo, las inversiones realizadas por D.Domingo de Cueto en la sala de hombres, que entre otras diferentes partidas de gasto mencionan las siguientes: Diez cuartones de madera de roble a 70 ps 700 ps Cinco medias vigas a 50 ps 250 ps Cien tablas de madera a 17 reales 212 ps 4 rs Cincuenta tablas a 17 reales 106 ps 2 rs Al carpintero por labrar la madera y Por entablar la salas 480 ps Clavazón pequeña y grande 200 ps Albañilería de alcobas, enlucido y Blanqueado general 500 ps A los aserradores de la madera 210 ps 4 rs A los carretoneros por el transporte 150 ps A los aguadores que trajeron las Tablas desde el Callao 15 ps Total pagado por esta partida 2.824 ps 2 rs Al moreno Juan de Avila por empedrar el patio y la puerta de la calle, que fueron 500 varas a 3 cuartillos: 46 ps 7 rs. Al mismo por solar tres aposentos del patio y empedrar la Capilla del Calvario, 18 ps 2 rs. Trabajos diversos: reparar y mejorar la cañería de agua; por aderezar las paredes maltratadas; por labores realizadas por los Oficiales de albañil Pascual Sánchez y Francisco Cabezas; por el cercado general de la huerta;

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otras obras diversas, etc, etc.; sumando las diferentes partidas, la aportación realizada por don Domingo de Cueto a la reconstrucción del Hospital, ascendió a 11.392 pesos 2 ½ reales, sin considerar mandas, contribuciones ordinarias y extraordinarias, ayudas y los legados testamentarios que por vía separada se han detallado. D. Joseph Tijero de la Huerta, hijo de D. Francisco. En la reunión de Cabildo de enero 31 de 1694 mencionada, se vió una petición presentada por don Joseph Tijero de la Huerta, hijo del desaparecido Mayordomo D. Francisco, y de su madre doña María Durán, relacionada con su situación familiar. Recordemos que al fallecer D. Francisco y luego de haber ejercito la Mayordomía del Hospital durante 29 años, había quedado un alcance a su favor de 42.000 pesos, de los cuales donó 10.000 pesos al Hospital, quedando por cobrar la diferencia resultante. Como no se había adoptado decisión alguna desde entoncs al presente, don Joseph solicitaba ayuda para su madre y para él con cargo a dicho alcance, manifestando que en razón de las limitadas rentas del Hospital se había allanado a recibir diariamente 4 reales en plata y la carne necesaria para su sustento, lo que venía cumpliendo desde 1690 el nuevo Mayordomo D. Manuel Fernández Dávila; con el petitorio presentado requería los siguientes acuerdos: 1° La confirmación y continuación de la ayuda diaria; 2° La redención del censo que pesaba su casa a favor del Hospital, por no tener recursos ni rentas; 3° Continuar las curaciones y asistencia de los trabajadores de su casa; 4° Reconocer que entre los años 1690 y enero de 1694 había recibido del Hospital por la ayuda diaria, el equivalente a 5.380 pesos que rebajados de los 32.000 originarios, la deuda se había reducido a 27.620 pesos. Más, comprendiendo razonadamente la imposibilidad de cobrar esta elevada suma, y fundado en el gran cariño que su padre tuvo y dedicó al Hospital y al cuidado y alivio de los pobres enfermos, el Lic. don Joseph Tijero de la Huerta hace suelta y donación del importe adeudado, a cambio de acordarse lo siguiente: a) Se le reciba por Hermano 24 de la Hermandad del Hospital, con los mismos

derechos y obligaciones que todos los demás Hermanos, según rezan las Constituciones;

b) Declararse cancelado y sin efecto alguno el censo de 2.000 ps que el

Hospital tenía sobre la casa de su morada originaria de su padre, ubicada en la esquina de las calles Siete Jeringas con Sacramentos de Santa Ana;

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c) Continuar el servicio de los 4 reales diarios y la carne para sustento de su madre y de él, mientras viviesen, como se estaba haciendo;

d) Curación de balde de todos sus trabajadores de casa en el Hospital, y

asimismo se extienda este beneficio a su madre y a él; e) La asignación de una Capellanía del Hospital en la primera que vacare o

cuando se creare una nueva,debiendo ser preferido en el nombramiento por su calidad personal y tener estado de religioso.

El Cabildo dispensó aprobación al conjunto de pedidos planteado por el hijo de D. Francisco Tijero, facultando al Mayordomo levantar por escritura el censo citado y las demás medidas;acordándose nombrarlo Capellán en la primera que vacare o se creare, sin que este acuerdo genere precedente en lo sucesivo; atendiendo la especial relación habida con su padre D. Francisco y el grato reconocimiento de la Hermandad y del Hospital por los servicios y beneficios realizados durante muchos años. Acto seguido se hizo ingresar al Lic. Joseph Tijero de la Huerta al Cabildo, tomándosele juramento como Hermano 24 in verbo sacerdotis, y se le notició la resolución de los demás asuntos solicitados2 . Relación de los Hermanos 24 de la Hermandad del Hospital. Reseñamos a continuación, los nombres de los Hermanos 24 integrantes de la Hermandad en el año de 1694, cuando se inauguran las obras de reconstrucción del establecimiento: Manuel Fernández Dávila, Mayordomo. Domingo de Cueto. Juan de Aguilar Francisco Reyes Negrón. Cristóbal de la Huerta. Luis González de Luna. Juan Román Lozano. Juan de Valladares. Sebastián de la Portilla Castañeda. Felipe de Ruiseco. Joseph Pérez de Renedo. Diego Pérez Lobo. Francisco Hurtado. Diego Vela Patiño. Francisco Ximénez de Aguilar. Blas Martín de Lizeras. Roque de Medrano. Andrés Pérez de Polanco. Francisco Serrao. Juan de Pragara. Fernando Pérez. Pedro de Ortega y Arroyabe. Joseph de Meneses. Andrés de Gauna. Joseph Tijero de la Huerta y Durán. Capellanía del Cap. Lucas Martínez de Frías.

2 V. En Escritura de imposición de censo y otros acuerdos que otorga el Real Hospital de San Bartolomé a favor de Da. María Fernández Dávila, en 2 de enero de 1695. En Protocolo n. 1712 del Escribano Francisco Sánchez Becerra, fs. 49 a fs.64, año 1695, en Archivo General de la Nación, Lima.

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Entre las numerosas Buenas Memorias y fundaciones instituídas en este Hospital, merece mencionar la que dejó establecida el Capitán Lucas Martínez de Frías en su testamento, señalando el capital de 6.000 pesos para aplicarse sobre fincas seguras al redimir y quitar, a razón de veinte mil el millar, y que de sus réditos anuales del 5% esto es 300 pesos, se sirviese un aniversario de misas, memoria laica libre y exenta de la jurisdicción eclesiástica, a cargo de los capellanes del Hospital. La reseña de dicho aniversario fue expuesta por el Capitán Juan Roldán, albacea y tenedor de bienes del fallecido, ante el Cabildo reunido en 31 de enero de 1694, precisando las obligaciones de los capellanes: asistir puntualmente a los enfermos agonizantes y con cargo de decir en cada año 120 misas rezadas, los días martes, juevez y sábados de cada semana; haciendo notar que el Presbítero Lic. Juan de Frías estaba sirviendo dicho aniversario, por ser sobrino nombrado por el originario; restando únicamente la aceptación de la fundación por la Hermandad. Lo que así se acordó. Dotación de personal de servicio para el Hospital. El Cabildo de la Hermandad en la reunión citada, reconoció que con motivo del normal funcionamiento de las salas o enfermerías de hombres y de mujeres, botica, cocinas, lavanderías y demás dependencias del Hospital, era necesario contar cuando menos con cuatro servidores más, para atender de día y de noche los requerimientos de los enfermos. En razón de las cortas rentas disponibles, a propuesta del Mayordomo D.Manuel Fernández Dávila, “ supuesto que todos los que estaban presentes tenían tan buen celo como manifestaban, que fuesen mandando alguna cosa para ayuda a la compra de dichos esclavos. Con lo cual me levanté yo el presente Escribano y en un papel fui tomando razón de lo que cada Hermano de los que estaban presentes, mandaba para el efecto referido”.En ese mismo acto se recolectaron 409 pesos destinados a la contratación de los trabajadores requeridos. El Testamento de D. Manuel Fernández Dávila. Las últimas voluntades del Sargento Mayor D. Manuel Fernández Dávila se encuentran ampliamente expresadas en el testamento que otorgó con fecha 8 de febrero de 17063 ; y adicionalmente en el codicilo de 10 de abril de 1706 amplía y precisa las condiciones de aplicación de los principales legados y buenas memorias que dejó establecidas. Como quiera que en el Capítulo II precedente se ha analizado detalladamente dicho instrumento legal, a él nos remitimos; ratificando nuevamente la elevada calidad moral y sensibilidad humana de D. Manuel

3 En Protocolo n. 956, Escribano Francisco Sánchez Becerra, año 1706, fs. 355 a 361, en AGN Lima.

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Fernández Dávila en la misión que le correspondió cumplir, para proteger y asistir a las personas de color en sus dolencias, necesidades y aflicciones.

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Capítulo IV.

Documentos sobre el Patronato del Hospital de San Bartolomé:

Cesión de Fray Bartolomé de Vadillo a D. Juan de Cabrera y B.(1659)

Y de éste al Arzobispo D. Pedro de Villagómez (1670)

En el Capítulo I precedente hemos reseñado el proceso de gestación del Hospital de San Bartolomé, con la iluminación espiritual del religioso agustino Fray Bartolomé de Vadillo y de sus colaboradores P. Gabriel Perlín y del Apóstol de Lima, P. Francisco del Castillo, SJ, iniciado en 1646 en el sencillo albergue o enfermería de la calle de la Barranca, y el eficaz apoyo de las autoridades eclesiásticas, en particular del Arzobispo don Pedro de Villagómez y del Deán don Juan de Cabrera y Benavides, quienes continuaron y ejecutaron la política protectora trazada, haciendo realidad el Hospital de San Bartolomé de los morenos desde 1661 en adelante, con la feliz intervención de don Francisco Tijero de la Huerta y Segovia, Mayordomo Administrador durante muchos años. A continuación, el Capítulo II siguiente comprende las más significativas referencias sobre estos generosos personajes, en vía de reconocimiento de su sensibilidad social cristiana y de su profunda dedicación a tratar de mitigar el dolor, la enfermedad, la miseria, la angustia y la necesidad de un colectivo humano incorporado a la nueva sociedad criolla y mestiza del Virreinato del Perú. La noble actitud de estas personas debe ser apreciada en la Historia de la Protección Social y Sanitaria de la población, y constituir fiel ejemplo de conducta, frente a las corrientes materialistas, economicistas y consumistas que pretenden orientar, mejor desorientar al ser humano, en el cumplimiento de su elevada misión espiritual. Queremos dedicar en forma exclusiva el presente Capítulo a analizar con todo detalle, los momentos finales de Fray Bartolomé de Vadillo, quien presintiendo próximo su deceso material, quiso dejar bajo conducción segura la obra social y sanitaria que se había propuesto; y en forma paralela reproducir literalmente los documentos históricos sobre la cesión del Patronazgo realizada a D. Juan de Cabrera y Benavides en 1659; y a seguido la de éste al Arzobispo D. Pedro de Villagómez en 1670, con precisión de los

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acontecimientos realizados; como una contribución al equilibrado conocimiento y mejor apreciación de nuestra Historia. Esperamos que este aporte contribuya en alguna forma a la rectificación de conceptos errados y a poner término a la tergiversación de los hechos sobre la protección de las personas.

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Escritura de nombramiento de Patrón Que otorgó Fray Bartolomé de Vadillo. Con fecha 19 de marzo de 1659 el benemérito agustino Fray Bartolomé de Vadillo estando “con una enfermedad tan grave que me parece imposible vivir”, con licencia del Superior de su Orden, decidió nombrar como Patrón de la obra que había fundado y promovido del Hospital de San Bartolomé, al Deán de la Iglesia Catedral de Lima, don Juan de Cabrera y Benavides. Analicemos seguidamente los hechos y los antecedentes relacionados con esta importante decisión: 1° En el año 1646 se produjo el acontecimiento narrado en las crónicas históricas de la época, sobre la situación de enfermedad y miseria de los ancianos horros, así como la falta de auxilios y entierro cristiano de los fallecidos. 2° Se establece el primer albergue o casa hospedería para los morenos libres en una casa de la calle de la Barranca, con la ayuda del Arzobispo don Pedro de Villagómez y el apoyo de personas caritativas. 3° En esta casa se recogieron todas las personas necesitadas, enfermas, desamparadas y en situación de necesidad, proporcionándoseles asistencia sanitaria, curaciones, alimentación, vestuario, alojamiento, así como enseñanza religiosa; permaneciendo todo el tiempo necesario para su recuperación o desenlace. 4° Las personas que fallecían recibían los santos sacramentos y el auxilio espiritual de los religiosos que asistían en forma permanente; efectuándose luego el enterramiento de los restos mortales con el ceremonial consiguiente. 5° La demanda de ingreso a esta casa-albergue fue considerable por el elevado número de pobres, “negras y negros viejos, impedidos y enfermos

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que ya no cabían en aquel sitio” provenientes de diferentes Barrios de la Ciudad, y que concurrían en busca de alivio de sus necesidades y dolencias. 6° La preocupación de Fray Bartolomé de Vadillo y de sus colaboradores, en especial del Hermano Diego que asistía permanentemente, fue lograr que esta obra pía “fuese en aumento en aquella manera que pudo con las limosnas y caridad de los buenos”. 7° Durante trece años se logró estabilizar el nivel de asistencia y protección de las personas necesitadas; hasta que en el año 1659 Fray Bartolomé “ hallándose con tantos años, y que obra tan pía pertenecía a persona de celo, cristiandad, virtud y caudal, por alta inspiración eligió la del señor doctor don Juan de Cabrera y Benavides,”...”a quien postrado le pidió en nombre de Dios se encargase de obra tan heroica”... 8° Más la aceptación no fue inmediata, en razón de las ocupaciones propias de la función que realizaba el escogido; “ y siendo así que había tres días naturales que ni veía, hablaba ni comía, luego que llegó a la puerta ( D. Juan de Cabrera) se incorporó en la cama (el P. Vadillo), dióle la bienvenida y dijo que de orden de Dios le había estado esperando para encomendarle los pobres del señor San Bartolomé, y que sin excusa lo aceptase, por ser así la voluntad de Dios” 9° Estos son los antecedentes de la relación producida entre el fundador Fray Bartolomé de Vadillo y el Dean don Juan de Cabrera y Benavides, que con ligeras variantes consignan las diferentes crónicas y documentos históricos consultados.1 10° La compra del plantar o huerta despoblada en el Barrio de Santa Catalina “hoy el que ocupa dicho Hospital” así como la lotización y edificación, constituyen acontecimientos posteriores a la transferencia del Patronazgo;antes bien representan positivamente acciones de ejercicio de esta facultad por parte de don Juan de Cabrera y B., desde que son posteriores al día 19 de marzo de 1659, fecha de la escritura pública. 11° “Hecha y firmada la aceptación” por don Juan de Cabrera, se produjo a seguido el fallecimiento de Fray Bartolomé de Vadillo: “ dio su alma a Dios en presencia de todos aquel venerabilísimo Padre”; que hasta el momento es la única referencia específica encontrada sobre su muerte2 12° Sin embargo es de mencionar que en el instrumento de nombramiento de 19 de marzo de 1659, no encontramos referencia o mención alguna al albergue o casa enfermería de la Barranca; antes bien se señala repetidamente por dos veces como ubicación del Hospital, “ el barrio que llaman de la Huaquilla de mi señora Santa Ana”.

1 V. Documento manuscrito en la Biblioteca Nacional del Perú, Lima, Sección Investigaciones. “La Facultad de Medicina de Lima”, tomo III, Hermilio Valdizán, Lima 1929, pgs. 157 a 175. Archivo Moreyra, DI-82. 1932 Archivo General de la Nación, Lima. En Legajo 797, Secc.3, Archivo General de Indias, Sevilla. 2 ¿ 20 de marzo de 1659?

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13° Podría por consiguiente considerarse que en forma provisoria se hubiere utilizado la huerta o plantar despoblado, en razón de la limitada disponibilidad del albergue de la calle de la Barranca, distante del barrio de la Huaquilla de Santa Ana cuatro cuadras cuando menos. 14° Asimismo, se menciona que la huerta o nuevo sitio para el Hospital definitivo, se había comprado a censo o bien “ con los censos que tenía, de cuyo principal y réditos se estaban debiendo más de quince mil pesos..” como se expresa en la escritura que analizamos. 15° La interrogante en consecuencia es tratar de determinar las dos ubicaciones, esto es la primitiva de la calle de la Barranca, y la transitoria en el actual local, en tanto se procedía a la construcción del nuevo edificio, y en forma paralela se efectuaban las ventas a censo al redimir de los 24 lotes obtenidos con la urbanización del plantar. 16° No contando de momento con otros elementos probatorios o sustentatorios que ofrezcan distinto parecer, debemos conformarnos con los hechos resultantes y con las referencias específicas contenidas en los instrumentos públicos analizados. Estructura de la escritura de 19 de marzo de 1659. La configuración formal e instrumental del acto notarial otorgado por Fray Bartolomé de Vadillo y don Juan de Cabrera y Benavides, tiene la siguiente estructura: a) Introducción usual y exposición de razones del titular; b) Licencia otorgada por el Prior del Convento de San Agustín; c) Petición y consulta planteada a los Padres Maestros de la Orden; d) Aplicación de la licencia y consultas concedidas en el acto de

nombramiento. e) Aceptación del nombramiento de Patrón y compromiso de su utilización. Para desarrollar ordenada y sistemáticamente la exposición de las piezas integrantes de esta escritura, se ha considerado conveniente seguir el natural de los actos sucesivos, lo que facilitará la comprensión e interpretación del acontecimiento: Petición de Fray Bartolomé de Vadillo. “ Dice que estimulado con el servicio de Nuestro Señor y bien de las almas, precediendo licencia de los Prelados y del Real Gobierno de este Reino, tiene fundado un hospital para la curación de los negros en el barrio que llaman de la

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Huaquilla de Señora Santa Ana, hecha Iglesia que está bendita por el Ilmo. Sr. Arzobispo de la Ciudad, con lámparas y ornamentos, dispuestas y vestidas algunas camas de forma que la curación corporal y espiritual está corriente. “ Pero respecto de que el sitio en que está fundado, lo compró con cargo de los censos que tenía, de cuyo principal y réditos se estaban debiendo más de quince mil pesos, y de las porciones que tocan a los interesados y se han de pagar de contado, más de otros cinco mil; con que verosímilmente se puede temer que los principios que ha tenido tan santa obra decaescan; a que se llega los muchos años y poca salud con que se halla, cuando más necesitaba aquella fundación de su asistencia, para fervorizar los ánimos de los fieles a los socorros caritativos para el cumplimiento de éllas. “ Y considerándolo todo con el celo que le dio principio para que no tenga fin y su importancia se asegure, ha deliberado ceder y renunciar cualquier derecho que por la dicha fundación y licencias se le haya adquirido, en el Sr. Dr. D. Juan de Cabrera y Benavides, Caballero del Orden de Santiago, Dean de esta Santa Iglesia, Comisario General Apostólico de la Santa Cruzada en estos Reinos y Marqués de Rus, de cuyas obligaciones, caridad y celo cristiano se promete coronará la obra, y la redimirá de empeños disponiendo su duración, que de otro modo será imposible, pues ya se empieza a sentir la falta de Patrón que con mano y autoridad y con sobra de caudal, supla muchas necesidades que se padecen, ocasionadas de que el Hospital no tiene hasta ahora renta fija; pues un corral de aposentillos que se alquila, tiene el riesgo de los vacíos y la costa de los reparos, habiéndole de dar el sustento a los enfermos proporcionado a sus achaques, vestuario a las camas con ropa de resguardo, pagar botica, médicos, cirujanos y enfermeros, los pertrechos de las oficinas, cera para el altar y entierros, aceite de lámparas, reparos de ornamentos y de lo material de la iglesia; que todo compone una suma grande y a que sólo puede atender la caridad de dicho señor Dean, que por el servicio de Dios y bien de estos miserables, se quiere encargar de tanto cuidado y gasto. “ Y para que esta renunciación se otorgue con las solemnidades necesarias y el dicho señor Dean sea legítimo y verdadero Patrono del Hospital, y que como tal pueda disponer todo lo conveniente, Suplica a VPMR se mande dar licencia para otorgarla enla forma solemne, con todos los requisitos y circunstancias que sean necesarias para su firmeza yvalidación, en que recibirá el consuelo espiritual que solicita, y morirá gustoso de dejar entregados los cimientos de tan santa obra, a persona de quien con tanta satisfacción se promete que la proseguirá y pondrá en toda perfección. Fray Bartolomé de Vadillo”. Licencia del Prior de San Agustín. “ En seis de marzo de este presente año de seiscientos y cincuenta y nueve, se presentó esta petición por el contenido de élla, ante el MRPM Fray Martín de Belóstegui y Córdova, Calificador del Santo Oficio, Prior de este Convento de Lima del Orden de N. P. San Agustín y Vice Provincial de él y su Distrito.

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“ Y vista por su Paternidad dijo que daba y dió la licencia que pide el contenido en élla y que se le despache en forma insertando en élla la petición que presenta; así lo proveyó, mandó y firmó en dicho día, mes y año. Fray Martín de Belóstegui. Ante mi: Fray Francisco de Molina Guzmán, Secretario”. Consulta de los Padres Maestros de la Orden. “En este Convento de N. P. San Agustín de Lima, en quince días del mes de marzo del presente año de seiscientos cincuenta y nueve, el MRPM Fray Martín de Belóstegui y Córdova, Calificador del Santo Oficio, Prior de dicho Convento y Vicario Provincial de él y su Distrtito, por especial patente de nuestro MRPM Fray Francisco de Loyola Vergara, Prior Provincial de esta Provincia del Perú, llamó a consulta a campana tañida a todos los MMRRPP de élla, conviene a saber: el MRM Fray Cipriano de Herrera y M.Fray Francisco de Virués, Definidores; M. Fray Sancho Dorma, M. Fray Diego Manrique, M. Fray Bernardo de Torres, P. Pred. Fray Cristóbal López, P. Pred. Mayor Fray Ignacio de la Brena y P. Pred. Fray Jerónimo de Huerta, Diputados; a todos los cuales propuso su Paternidad como el MRP Fray Bartolomé de Vadillo había presentado la petición siguiente. “ Y prosiguiendo su Paternidad MR su propuesta, dijo: que atentas las calidades y circunstancias de la petición, proponía a sus PPMMRR lo heroico de tan singular obra, y que si sería bien y les parecía que el derecho que este Convento tiene al dicho Patronazgo por fin del MRPM Fray Bartolomé Vadillo, se cediese en la persona del Sr. Dr. D. Juan de Cabrera y Benavides, Marqués de Rus, Caballero del Orden de Santiago, Dean de esta Santa Iglesia y Comsario General de la Santa Cruzada en estos Reinos del Perú, por el bien que al dicho Convento se le seguía, de que entrase el Patronazgo del Hospital de San Bartolomé en una persona en quien concurrían tantas calidades de grandeza y autoridad. “ Y los PPMR habiendo conferido el negocio y dado muchas razones de conveniencia, dijeron que cedían y cedieron cualquier derecho quepodía tener este Convento al Patronazgo, en la persona del Sr.Dean D. Juan de Cabrera y Benavides, haciendo la renunciación en forma. “ Y con esto se dio fin a esta consulta y sirvió de primer tratado; y lo firmaron hoy fecha ut supra. Fray Martín de Belóstegui. Fray Jerónimo de Huerta. Fray Sancho Dorma. Fray Bernardo de Torres. Fray Ignacio de la Brena. Fray Cristóbal López. Fray Cipriano de Herrera. Fray Andrés de Carvajal, Diputado y Secretario. “En el Convento de N. P. San Agustín de Lima, en diez y siete días del mes de marzo de este presente año de seiscientos y cincuenta y nueve, el MRPM Fray

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Martín de Belóstegui y Córdova, Calificador del Santo Oficio, Prior de dicho Convento y Vice Provincial de él y su Distrito, por especial patente de NMRPM Fray Francisco de Loyola Vergara, Prior Provincial de la Provincia del Perú, etc., llamó a consulta a todos los PP de élla a campana tañida, conviene a saber a los MRRPPM. Fray Cipriano de Herrera, M.Fray Francisco de Virués, Definidores; M. Fray Sancho Dorma, M. Fray Agustín de Berrío, M. Fray Diego Manrique, M. Fray Bernardo de Torres, Pred. Fray Cristóbal López, Sup.P.Pred. Mayor Fray Ignacio de la Brena, Pred. Fray Andrés de Carbajal y P. Pred. Fray Jerónimo de Huerta, Diputados. “ A todos los cuales propuso su Paternidad MR lo mismo que en la consulta de este mismo mes, que está a la vuelta de esta hoja, hecha en quince de marzo del presente año. “ Y sus PP.M. RR. dijeron: Que se hiciese según la determinación de dicha consulta, según y como en élla se contiene, a que se remitieron. Con que se acabó este tratado segundo y sus PP.M.R. lo firmaron. Fray Martín de Belóstegui. Fr. Cipriano de Herrera. Fr. Sancho Dorma. Fr. Bernardo de Torres. Fr. Agustín de Berrio. Fr. Ignacio de la Brena. Fr. Cristóbal López. Fr. Jerónimo de Huerta. Fr. Andrés de Carbajal, Diputado y Secretario.” Aplicación de la Licencia: Nombramiento. “ En cuya conformidad, usando de la dicha licencia que me está concedida a mi el dicho Fray Bartolomé Vadillo, y consultas suso insertas, considerando todo lo contenido en éllas y petición que presenté anteel P.M. Fray Martín de Belóstegui, que también va inserta, y en aquella vía y forma que más haya lugar en derecho y sea a favor del caso presente, otorgo que nombro por tal Patrón del Hospital e Iglesia de señor San Bartolomé de los negros pobres, al señor doctor don Juan de Cabrera y Benavides, para que como tal Patrón acuda y asista a todo aquello que fuere necesario, para el dicho buen gobierno y administración de la Casa Hospital, haciendo todo aquello que yo pudiera hacer en el Hospital, y lo demás que hacen y hacer pueden todos los demás patrones de los Hospitales de esta Ciudad; cobrando sus rentas, siguiéndolas, nombrando por su nombre los patrones que quisiere, y obrando en todo con libre y general administración y sin limitación alguna; que para ello le hago y otorgo nombramiento de Patrón en forma, con cargo de que ha de acudir y cumplir todo lo contenido enla dicha mi petición inserta”. Aceptación del nombramiento de Patrón.

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“ Y yo el dicho doctor don Juan de Cabrera y Benavides, que soy presente, acepto este nombramiento de Patrón, para usar de él según y como aquí se contiene y declara, quedándome como me queda facultad para poder nombrar por mi muerte, de los Patrones que me parecieren en el dicho Hospital”. Cierre final y firmas de la escritura. “ Que es fecho en esta Ciudad de los Reyes del Perú, el día de mi señor San José, diez y nueve de marzo de mil y seiscientos cincuenta y nueve años; y los otorgantes a quienes yo el presente Escribano doy fe que conozco, lo firmaron siendo testigos don Gabriel de la Barrera, don Nicolás de Urquizo y el Capitán Alonso Fernández Calderón, presentes. Juan de Cabrera y Benavides. Bartolomé Vadillo. Derechos gratis. Ante mi: Juan Fernández Algaba, Escribano de Su Majestad.”3

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Cesión del Patronazgo que hizo D. Juan de Cabrera

Al Arzobispo D. Pedro de Villagómez: trámites seguidos.(1670). Desaparecido el fundador Fray Bartolomé de Vadillo y dedicados por entero el Dean D. Juan de Cabrera y Benavides y el Cap. Francisco Tijero de la Huerta a la obra del nuevo Hospital, realizada entre 1661 y 1664 como se ha señalado, siguiendo las orientaciones sociales trazadas, se hizo realidad la protección de la gente de color en forma integral, social, humana y cristiana por vez primera en América, se organizó la Hermandad de 24 y demás servicios reseñados en esta obra. Poder para testar de D. Juan de Cabrera y B.(1669). Siendo persona de edad avanzada, “fatigado y falto de salud” don Juan de Cabrera en el año 1669 otorgó poder para testar a su sobrino don Luis Antonio de Castillo y Cabrera y alternativamente al Chantre don Francisco Calero de Sandoval4. Dispone que su entierro sea en el Hospital de San Bartolomé, en la parte de la Iglesia “ que tengo señalado”, los nombra albaceas y a su sobrino tenedor de todos sus bienes y heredero único universal, etc. Sin embargo, constituye un valioso antecedente histórico reproducir la cláusula de esta escritura, en que transfiere el Patronato del Hospitalde San Bartolomé primero en su sobrino y luego en el Dean; veamos: 3 En Protocolo n. 453, fs.817 y 818, años 1658-1659, en Archivo General de la Nación, Lima. 4 Escritura de enero 2 de 1669 otorgada ante el Escribano Marcelo Antonio de Figueroa, Protocolo n. 662, fs. 1 a 2 vuelto, en Archivo General de la Nación, Lima.

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“Declaro que soy Patrón del Hospital de San Bartolomé de esta Ciudad, y en virtud dela facultad que tengo para poder nombrar para después de mis días Patrón que me suceda, nombro por tal Patrón del Hospital a don Luis Antonio de Castillo y Cabrera, mi sobrino, por la satisfacción que tengo del susodicho, para que lo sea por todos los días de su vida; y para después de ellos mi sobrino nombrará Patrón que suceda; y en esta forma se irán nombrando los tales Patrones en otros para siempre, y previniendo a los que sucedan que alguno sea Patrono sin haber nombrado quien le suceda, nombra por tal Patrón del Hospital al Sr. Dean que es o fuese de esta Santa Iglesia Metropolitana de Lima, el que en el caso referido ha de ser el Patrón fijo y perpetuo para siempre jamás”. La intención inicial de don Juan de Cabrera fue que su sobrino llevara el Patronazgo del Hospital y lo fuera transmitiendo en personas de calidad y solvencia, en su preocupación por mantener la obra social; previendo que en caso de no haberse hecho nombramiento o sucesión de Patrón, tal derecho pasaría de inmediato al Dean de la Iglesia Mayor de Lima en forma fija y perpetua. Sin embargo, modificó su decisión en el testamento que comentamos seguidamente. El Testamento de D.Juan de Cabrera y B.(1669).5 Poco tiempo después, el día 27 de febrero de 1669, don Juan de Cabrera estando con poca salud aunque levantado y en todo su acuerdo y entendimiento, otorgó su testamento y última voluntad, revocando todos los instrumentos precedentes. Este instrumento contiene importantes asignaciones y acreencias que transfiere al Hospital de San Bartolomé, en su deseo de mantener y mejorar la protección de los negros libres, como repetidamente consigna en diversas cláusulas; encomendando al Mayordomo don Francisco Tijero de la Huerta realizar su cobranza y aplicar las cantidades a esta obra social. Sabemos que el Mayordomo sobrevivió a don Juan por veinte años (falleció en 1690), cumpliendo las instrucciones escrituradas. Interesa reproducir para los fines de este estudio, la cláusula correspondiente al Patronazgo del Hospital de San Bartolomé, cuyo tenor literal es el siguiente: “Item, declaro que soy Patrón del Hospital de San Bartolomé de los negros libres de esta Ciudad, y en virtud de la facultad que tengo para nombrar Patrón que me suceda para después de mis días y herede luego, desistiéndome de dicho Patronazgo, nombro por Patrón al Ilmo. y Rmo. D. Pedro de Villagómez, Arzobispo de esta Ciudad de los Reyes, del Consejo de SM., y le pido, ruego y suplico acepte el dicho nombramiento de tal Patrón para que con su amparo el Hospital vaya en adelanto y no decaezca.

5 Testamento de febrero 27 de 1669, extendido ante el Escribano Marcelo Antonio de Figueroa, Protocolo n. 662, fs. 341 vt. a fs 350, en Archivo General de la Nación, Lima.

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“ Para que con su mucha piedad lo fomente por ser obra tan del servicio de Nuestro Señor y bien de los pobres que se curan y curaren en el dicho Hospital.Y el dicho Patronazgo lo tenga y goce como Arzobispo de esta Ciudad, y después de sus días sucedan y sean Patrones perpetuamente, para siempre jamás, los señores Arzobispos que lo fueren de este Arzobispado,a quienes ruego y suplico lo acepten y usen de él, para lo cual desde luego les cedo el derecho y acción que tengo a dicho Patronazgo”. Aceptación del Patronato por el Arzobispo D. Pedro de Villagómez (1670). El documento de aceptación otorgado por el Arzobispo de los Reyes D. Pedro de Villagómez existe debidamente consignado como anotación marginal extendida entre los folios 347 vt y 348 del mismo testamento6, formalidad seguida para enlazar la cláusula testamentaria de nombramiento de Patrón con la de aceptación firmada por el indicado religioso; cuyo tenor es el que sigue: “Patronato. En la Ciudad de los Reyes en nueve días del mes de agosto de mil y seiscientos setenta años, ante mi el presente Escribano Público y testigos, el Exmo. Sr. Dr.D. Pedro de Villagómez, Arzobispo de esta Ciudad, del Consejo de SM, habiéndole leído yo el presente Escribano esta cláusula de Patronato del Hospital de San Bartolomé de los negros libres de esta Ciudad, dijo: “Que aceptaba y aceptó en su favor y el de los demás Ilustrísimos Señores que lo fueren de esta Ciudad y Arzobispado, sus sucesores, el Patronato del Hospital como se contiene en esta cláusula, como tal cual D. Juan de Cabrera y Benavides, Dean de esta Santa Iglesia Metropolitana de los Reyes apruebe y ratifique este nombramiento por tal Patrón del Hospital, llanamente intervivos, y esta dicha aceptación la hace sin perjuicio del Patronazgo de la Capellanía que SS Ilma. tiene fundada en dicho Hospital de Andrés de Garro difunto, de que es Capellán propietario el Lic. Juan López Tamayo, Presbítero, que la está sirviendo; y la firmó Su Ilma. siendo testigos el Lic. Francisco Durán, el Br. D. Esteban Prieto y Juan de Rosales. “ Pedro Arzobispo de Lima. Ante mí: Marcelo Antonio de Figueroa, Escribano Público.” Como puede verse, la aceptación del Patronazgo se extendió el día 9 de agosto de 1670 ante el mismo Escribano y al margen de la cláusula testamentaria pertinente; y requiriéndose la aprobación y ratificación del cedente don Juan de Cabrera y B., éste no dudó en concederla a renglón seguido, cumpliéndose plenamente las formalidades instrumentales exigidas, con fecha 3 de setiembre de 1670, como sigue: “ Ratificación. En tres días del mes de setiembre de mil y seiscientos y setenta años, ante mi el Escribano Público y testigos, el Sr. Dr. Juan de 6 Testamento citado en la nota (5) precedente.

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Cabrera y Benavides, Caballero del Orden de Santiago, Dean de esta Santa Iglesia de los Reyes, a quien doy fe conozco, habiendo visto y leídole el Escribano la aceptación de esta otra parte, fecha por el Ilmo. y Rmo. Sr. Dr. D. Pedro de Villagómez, Arzobispo de esta Ciudad, del Consejo de SM, del Patronato del Hospital de San Bartolomé de los negros libres de esta Ciudad, por sí y en nombre de los señores Arzobispos sus sucesores, dijo: “ Que por contrato intervivos llanamente y en aquella vía y forma que más haya lugar en derecho, aprobaba y aprobó y ratificó el nombramiento fecho de tal Patrón del Hospital en Su Ilma. y en los demás sucesores; y lo firmó, siendo testigos Sebastián de Allende, Gaspar Calderón y Juan de Rosales, presentes. “D. Juan de Cabrera y Benavides. Ante mí: Marcelo Antonio de Figueroa, Escribano Público”. En esta forma, mediante estas dos anotaciones marginales adicionales al testamento, quedó debidamente perfeccionada la transferencia del Patronato del Hospital de San Bartolomé en el Arzobispo de la Ciudad de los Reyes, reflejándose plenamente la intención del fundador y de sus sucesores, de conservar, mantener y acrecentar una obra social tan importante: la protección y cuidado de la vida y salud de los morenos libres. Fé de Muerte de D. Juan de Cabrera (1671). El fallecimiento de don Juan de Cabrera y Benavides se produjo en la casa de su morada, sita en la Calle del Arzobispo, el día 27 de diciembre de 1671, al año y cuatro meses de concluir todas las diligencias precedentes. Veamos cuál fue el tenor de la fe de muerte extendida por el Escribano: “Fé de Muerte. Yo, Marcelo Antonio de Figueroa, Escribano del Rey nuestro señor y del número de esta Ciudad de los Reyes del Perú, doy fe y testimonio de verdad, como a las ocho de la mañana poco más o menos vide muerto naturalmente y pasado de esta presente vida, a lo que pareció el Sr. Dr. D. Juan de Cabrera y Benavides, Caballero del Orden de Santiago, Dean que fue de esta Santa Iglesia Metropolitana de los Reyes y Comisario General Subdelegado Apostólico del Tribunal de la Santa Cruzada de esta Ciudad, el cual estaba tentido en la pieza de la casa de su morada, sobre una alfombra y estaba para amortajarle con vestiduras sacerdotales; al cual conocí. Para que de ello conste y de pedimento de don Juan Antonio de Castillo y Cabrera, su sobrino y albacea, tenedor de bienes y heredero, doy el presente en los Reyes en veinte y siete días del mes de diciembre de mil y seiscientos setenta y un años, siendo testigos el Lic. Damián de Cuéllar, el Lic. Bernabé de Aguirre, Presbítero y el Contador Félix José de Arredondo y otras muchas personas que estaban presentes. “Marcelo Antonio de Figueroa, Escribano Público.”

- 0 - Capítulo V.

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Las Constituciones del Hospital de 1670.

Las normas generales de funcionamiento y organización del Hospital se encuentran consignadas en las Constituciones, en conformidad con el procedimiento seguido con todas las instituciones como Cofradías, Hermandades, Hospitales, Recogimientos o Beaterios; más debemos tener presente que el de San Bartolomé puede considerarse en sus comienzos como una fundación de carácter religioso, tanto por la iniciativa de sus fundadores, como por la actividad de sus dos Patrones principales, el Dean de la Iglesia Catedral de Lima y el Arzobispo de los Reyes; en mérito a la especial delegación y nombramiento que se ha examinado en el Capítulo IV precedente. Asimismo, el Dean y protector del Hospital, don Juan de Cabrera y Benavides, en razón de su edad avanzada y apreciando el normal funcionamiento del Hospital, decidió transferir el derecho de Patronato que poseía, en el Arzobispo de los Reyes don Pedro de Villagómez, con fecha 9 de agosto de 1670, en su persona y en la de los Arzobispos que le sucedieran en el tiempo. Hasta entonces no se había gestionado ni dictado Real Cédula de aprobación ni Decreto de autorización por el Superior Gobierno1. En ejercicio de este derecho de Patronato, el Arzobispo don Pedro de Villagómez compenetrado de la importancia social de este establecimiento y de la política protectora de la gente de color, “ para cuya permanencia, duración y buen régimen de dicha hospitalidad, parecerá bien que tenga las Ordenanzas convenientes para su buen gobierno, respecto de ser precisa diligencia y componerse el Hospital de las personas siguientes: Mayordomo, Diputados, Hermanos veinte y cuatro, Capellanes, Médico, Cirujano, Barbero; Botica; enfermos y sirvientes....” Por consiguiente, la aprobación de las Ordenanzas o reglas generales de funcionamiento y de estructuración del Hospital de San Bartolomé, de acuerdo con los documentos analizados, correspondió al Arzobispo de Lima don Pedro de Villagómez, en el año de 1670 en ejercicio del derecho de Patronato que le fuera donado y asimismo, a mérito de su calidad jerárquica de tener a su cargo la organización eclesiástica del extenso Virreinato. En razón de su importancia social y naturaleza específica, hacemos seguidamente un examen general de estas Constituciones que rigieron durante toda la existencia del Hospital hasta el año de 18172: Finalidad. Para que cada uno de los profesionales y servidores del Hospital “ se halle con expresa noticia y obligación de lo que cada uno ha de obrar conforme la ocupación que tuviere, es conveniente formar Ordenanzas, para que con su conformidad cada uno observe lo dispuesto por ellas, sin alterarlas, innovarlas 1 En Valdizán, ob. Cit. pg. 159 que reproduce el manuscrito existente en la Biblioteca Nacional de Lima. 2 Véase el Capítulo sobre la visita de don Manuel Pardo y la Reforma del Hospital.

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ni interpretarlas,ahora ni en ningún tiempo; si no es en caso particular que se ofrezca, las cuales se han de ampliar o disminuir, conforme dispusiere el Mayordomo y Cabildo que al presente es y en adelante lo fueren, con cargo y obligación de dar cuenta con los motivos al Ilmo. Sr. Arzobispo que es o fuere, como Patrón que es y será en dicho Hospital...” Con este enunciado que determina la obligación de todos los servidores del establecimiento de conocer sus funciones y responsabilidades, se desarrolla todo este cuerpo normativo señalándosele la siguiente estructura operativa: 1° Mayordomo: elegido en el mes de enero de cada año, por el Cabildo de Hermanos 24 por mayoría de votos de los presentes, con facultad de ser reelegido los años que les pareciere; con poder general y amplio para todo género de operaciones, actos y contratos. Ejerce la administración y el mandato pleno, con facultad para delegar y sustituir las cobranzas, pleitos y acciones. 2° Cuatro Diputados, elegidos asimismo por el Cabildo, con la obligación de hacer semana cada uno, acudir a las enfermerías, verificar que se cumplan las órdenes de los profesionales; controlar la aplicación de los medicamentos, alimentos, asistencia, higiene, etc. Actuaban como buenos padres de familia, que controlan y cuidan permanentemente a sus hijos o familiares dependientes. 3° Dos Veedores de celo y conciencia para vigilar a diferentes horas el cumplimiento de la curación de los enfermos y las obligaciones de todos los servidores, dando cuenta al Mayordomo para las correcciones necesarias. 4° Archivo de libros y documentos: para llevar el control de las fincas, alquileres, censos, operaciones, arreglos, rentas; mandas, limosnas, donaciones, etc. así como las Reales Cédulas, Bulas de Jubileos, cuentas, balances, etc. “para que de todo haya siempre claridad y noticia en el Hospital”. 5° Portero: persona honrada y de satisfacción para el control de entradas y salidas; cerrar la puerta principal a las 8 pm, y abrir a los enfermos o herids que vengan a deshoras; llevaba el control de las visitas en los días establecidos, y no permitía el ingreso de viandas o comida alguna. Fiestas anuales. La principal celebración de este establecimiento se señala para el día del Apóstol San Batolomé, patrón y titular, el día 24 de agosto de cada año; debiendo organizarse los días anteriores y luego el de la fiesta principal, con invitación al Virrey y principales autoridades de la Ciudad. Recepción y admisión de pacientes. Se contemplan dos grupos de pacientes: los pobres y los que tengan “posible” o sea alguna renta o capacidad de pago; desde que el Hospital se ha

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establecido en forma específica para los pobres o personas sin renta alguna, quienes son admitidos de inmediato y trasladados a sus respectivas camas, luego de la anotación o registro de ingreso. Los que tuvieran renta o trabajadores dependientes de sus principales, se les admitía igualmente, más señalándoseles la cuota diaria que debían pagar o reintegrar. Capellanes. Encargados del culto y servicio religioso, de la asistencia permanente de los enfermos, de la enseñanza de la fe cristiana, de los santos sacramentos; debían turnarse cada semana en el ejercicio de su labor, vigilando los registros diarios de asistencia de los tres grupos principales protegidos: horros, impedidos e incurables de ambos sexos. Residían en forma permanente en el Hospital, con derecho a mesa, servicio, habitación y asistencia durante un año. Médico y Cirujano. Eran designados por el Mayordomo y el Cabildo de Hermanos 24; tenían obligación de hacer dos visitas cada día a los enfermos, por la mañana entre las 7 y 8 am, por la tarde de 3 a 4 pm; en casos particulares o de urgencia debían acudir a asistir en cualesquiera otras horas; y no podía faltar un solo día de visita a todos los pacientes. Para el caso de los enfermos “ en unciones” esto es en la aplicación de ungüentos mercuriales en los casos de sífilis, médico y cirujano de común acuerdo prohibían el régimen alimentario especialmente las sopas ni lo demás;señalando en la tablilla lo que eventualmente debía suministrarse. Boticario. Encargado de elaborar las formulaciones simples y compuestas prescritas por los profesionales, debía concurrir diariamente a las visitas, para tomar razón por escrito de lo ordenado para cada paciente llevando un cuaderno mensual con todo cuidado; para a continuación elaborar los medicamentos indicados; era responsable de la Botica con todos sus bienes, sustancias, utensilios, etc. inventariados. Debía realizar las purgas a los enfermos en las horas ordenadas, suministrar los jarabes, trociscos, cremas, ungüentos, etc.en forma directa o verificando la labor de sus ayudantes o mancebos, Tenía autorización para vender medicinas para fuera, con libro especial de registro y entregar las cuentas de resultados al Mayordomo. Enfermero Mayor.

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Como responsable de las salas o enfermerías, residía permanente en el Hospital, y su misión era verificar el estado de cada paciente, según el tratamiento ordenado e informar al médico de las ocurrencias; le correspondía tocar la campana dando aviso del inicio de la visita, acompañando a los profesionales titulares, y luego hacer cumplir las prescripciones ordenadas. Dirigía y organizaba la forma de “velar” a los enfermos, por cuartos, para que a ninguna hora cese la vigilancia, especialmente en horas de la noche, o de un instante a otro que sule haber “accidentes”. Enfermera. Tenía a su cargo el cuidado de las salas de mujeres pardas, negras impedidas, ancianas y demás de curación ; cumplía las mismas funciones que el enfermero mayor, incluyendo las velas nocturnas, recepción de ingresos, verificación de los casos de urgencia o extraordinarios, etc. informando de inmediato al médico, cirujano y capellanes los sucesos producidos. Ropero. Encargado del manejo, control y existencia del vestuario de los enfermos y ropa de cama, registrando los consumos, altas y bajas, en los libros pertinentes. Realizaba las mudas de las camas y de las ropas utilizadas; la ropa de unciones mercuriales (sífilis) se hacía lavar y tratar por separado y en días diferentes del lavado ordinario; en la misma forma tratándose de los éticos (tuberculosos) se observaba la misma precaución, para evitar contagios. La cama y ropas del enfermo fallecido de dolencia contagiosa, no podía juntarse o dejarse en la sala o habitación especial, sin previo tratamiento que debía ordenar el médico o cirujano. El ropero tenía a su cargo asimismo el depósito o almacén de la ropa personal de los pacientes depositada al ingresar, por separado y limpia. Iglesia del Hospital. Encontramos una importante referencia a la construcción de tres bóvedas en la Iglesia del establecimiento; la del lado izquierdo, o del Evangelio, destinada a los Hermanos 24 que deseen ser enterrados allí, junto con sus familiares e hijos; la del centro dedicada a los Capellanes y sacerdotes; y la del lado derecho o de la Epístola, reservada para los bienhechores de la Casa; información que en todo tiempo debía mantenerse al corriente, para que todos tuvieran conocimiento del derecho a entierro en dicha Iglesia. Intención social cristiana. Se expresa textualmente la intención social y protectora de los fundadores:

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“Y por cuanto el único fin a que todos debemos ir es a la quietud y alivio de la Casa y consuelo espiritual y temporal de los pobres, y que sean asistidos en la puntualidad y amor que se requiere....” Como puede advertirse, prevalecía el sentido religioso y en cierta forma conventual del Hospital, en correspondencia a la circunstancia histórica y social del Siglo XVII, y teniéndose en cuenta el ámbito de su cobertura, la población de color, el establecimiento representaba un oasis protector de los desamparados, abandonados, incapacitados e incurables, que proporcionaba la asistencia todo el tiempo que fuera necesario. De ahí que la labor constante de los Capellanes como doctrineros y evangelizadores constantes de la población de color, estaba orientada a lograr la salvación de las almas, inculcar los principios de la fe cristiana, erradicar las idolatrías y hechicerías, la administración de los santos sacramentos, la celebración de los actos litúrgicos, etc. junto con el fomento y expansión de las Cofradías o Hermandades de las diferentes advocaciones, tanto entre los enfermos ingresados y sus familiares, como del medio social circundante( Barrio de Santa Catalina, Barrio de San Andrés, etc.) En la misma forma, las funciones del sacristán se consideran en estas Ordenanzas, como auxiliar del culto, cuidado, limpieza y aseo de la iglesia, pila de agua bendita y mantenimiento perpetuo de la lámpara del altar mayor; además de los ornamentos y vasos sagrados, como era preceptivo. Para concluir, era habitual que periódicamente se leyeran las Constituciones por todos los Hermanos 24, para mantener al corriente sus obligaciones y responsabilidades, y “no ignoren a lo que deben asistir, y asimismo para que no se obre cosa en contrario de lo que se ordena por dichas Ordenanzas, pues éstas se deben guardar inviolablemente, pues de otra suerte tendrá muchos inconvenientes la materia”. Relación de Hermanos 24 en 1690. Si bien las Constituciones fueron redactadas y aprobadas por el Arzobispo don Pedro de Villagómez en 1670 y se dispuso su correspondiente aplicación, la Hermandad de Hermanos 24 no se constituyó plenamente hasta el año de 1690 después de fallecer el Mayordomo don Francisco Tijero de la Huerta y Segovia, y asumir la Mayordomía don Manuel Fernández Dávila, como hemos señalado en el Capítulo I; esto es después del terremoto de 1687, en que se decide reunir formalmente a todos los colaboradores y bienhechores en la Hermandad, cuyos nombres aparecen rubricando las citadas Constituciones: Domingo de Cueto. Alfonso de Ortega y Arroyava. Felipe de Rioseco. Diego Pérez Godoy. Alfonso de Tena Cabezas. Antonio Luján. José de Torrecillas. Diego de Tena Cabezas. Juan de Aguilar. Andrés del Jauna.

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José Pérez de Renedo. Francisco Ben Pérez. Juan Román Lozano. Andrés Pérez de Polanco. Pedro Antonio de Cháves. Manuel López. Francisco Rodríguez y Negrón. José Vela Patiño. Luis González de Luna. Juan de Valladares. Blas Martín de Lizeras. José de Mesas. Manuel Fernández Dávila, Mayordomo.

Capítulo VI.

Características del Sistema Sanitario del

Hospital de San Bartolomé, Siglos XVII y XVIII.

La intención básica del fundador Fray Bartolomé de Vadillo, al establecer el Hospital de San Bartolomé en la Ciudad de Lima, fue proporcionar protección y asistencia médica a los “morenos libres” u “horros”, para lograr la recuperación de su salud afectada; asistir a los inválidos, incapaces, impedidos e incurables hasta sus últimos momentos; brindarles doctrina y enseñanza espiritual cristiana; ayudarlos a bien morir; celebrar los funerales y enterramientos, actos de culto y de orientación religiosa, etc.; con lo que desde 1646 se estableció en el Virreinato del Perú un sistema integral de protección de la gente de color, dentro de esta orientación y con la colaboración y ayuda descrita largamente en los Capítulos precedentes. La consolidación plena de esta política social protectora se logra a partir de 1661, con la entrada en funciones del nuevo local en el emplazamiento que hasta el presente ocupa, que se describe en el Capítulo II; cesando en consecuencia el anterior servicio provisional a modo de casa-enfermería, por no ser adecuado para atender las grandes necesidades del grupo humano protegido. Apreciamos en esta forma el surgimiento de un especial régimen de protección de la colectividad, único y exclusivo en el Nuevo Mundo, que al sumarse al ya existente en la Ciudad, dio origen a cierto nivel de competencia profesional y al surgimiento de las Escuelas Prácticas de Medicina y Cirugía, y adicionalmente, a la especialización de tratamientos médicos o quirúrgicos determinados, como fue el caso de las unciones mercuriales 60 años antes de la llegada a Lima de don Pablo Petit, de ciertas enfermedades a la piel (psoriasis), de tratamientos éticos especiales (tuberculosis); intervenciones quirúrgicas sorprendentes, partos difíciles, extirpación de cálculos, etc., Con el establecimiento del Hospital de San Bartolomé en la Ciudad de Lima, se extendió la cobertura a un importante segmento de la población, que en forma limitada compartía anteriormente las prestaciones que otorgaban el

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Hospital de San Andrés a los hombres y el Hospital de la Caridad a las mujeres, quienes debían acreditar ser “pobres” esto es carecer de recursos ni ser dependientes de principales; pues de lo contrario unos debían costear los gastos producidos, y los otros ser asistidos por cuenta de los patronos. Al trasladarse el conjunto de “morenos libres” a su Hospital de San Bartolomé, se estableció claramente la distinción de este grupo frente a los dependientes o los “libertados por la malicia de las gentes”; sin embargo como hemos analizado en las Constituciones, la asistencia a toda la gente de color era general, común y no diferenciada; todos los pacientes recibían la misma curación, medicamentos, alimentos, vestuario, enseñanza, cuidado espiritual y moral durante su permanencia en el Hospital; lo único que variaba era su calificación: moreno libre, no pagante y con todo derecho a su Hospital; y dependiente, pagante por sí o por tercero, en correspondencia a la normativa aplicada: “Y en cuanto por haber tanto riesgo de engaño en el recibir los enfermos, por la grande experiencia que se tiene de la malicia de las gentes, dándonos a entender son libres los esclavos: se ordena que para haberlos de recibir en este Hospital, se ha de entender que ha de pasar la carta de libertad de año y día, por la experiencia que se tiene de las malas conciencias de sus dueños que en viéndolos moribundos, o que no son de provecho, o por la enfermedad y vejez, les dan carta de libertad por excusarse de la molestia y gasto de entierro, o sustentarlos. “ Y habiendo visto y experimentado la malicia de los dueños, se previene este reparo y ordenanza a que se estará, si no es caso que por testamento muere el amo y deja libre a cualquier esclavo... como tampoco con aquel que da alguna plata por su libertad”1. Esta modalidad de control diferenciado se aplicaba desde el momento de la llegada del enfermo a la portería, a los efectos de calificar su derecho en forma inmediata y asignarle la cama y vestuario que le correspondía; en unos casos debía exhibir los documentos que acreditaran su condición de “libre” o “dependiente” y en algunos por haber comprado su derecho a la libertad con dinero, trabajo o las dos cosas; la carta de libertad de ordinario se extendía por escritura pública ante Escribano, entregándosele un traslado o copia certificada que le permitía acreditar este derecho. La declaración de libertad en testamento, modalidad muy frecuente, por lo general correspondía al albacea y tenedor de bienes darle cumplimiento y entregando copia certificada del acto, así como de las mandas, pagos y derechos establecidos en reconocimiento por los servicios realizados, etc. Por consiguiente, tratándose de los dependientes de un principal o titular, tenían derecho a ser asistidos, atendidos y permanecer en su Hospital todo el tiempo requerido, corriendo los gastos de diarios de asistencia (entre 3 y 4 reales por día) de cargo del amo; bastando de ordinario el envío de un

1 Constituciones del Hospital de San Bartolomé; citadas en el Capítulo V antecedente.

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billete o nota rubricada al Mayordomo solicitando el ingreso de los servidores enfermos, en mérito al sistema establecido. Luego de esta reseña preliminar, veamos en términos generales cuáles fueron las características más significativas del sistema sanitario del Hospital de San Bartolomé de la Ciudad de Lima: 1° Generalidad. Extensivo a toda la población de color existente en el Virreinato, sin más condición que la definición precisa de su estado personal, como se ha reseñado en los párrafos precedentes. 2° Indiferenciada. Todas las personas morenas y sus mezclas tenían derecho a ser atendidas, asistidas, curadas y protegidas en el Hospital, sin diferencia alguna; lo que significa que este importante segmento poblacional logró un digno y adecuado nivel de protección de su salud. 3° Ilimitada. No había plazo, limitación o término alguno para la prestación de asistencia; la persona debía permanecer en el establecimiento todo el tiempo que requiriera el tratamiento de su dolencia, y mientras no se hubiere recuperado totalmente no podía egresar; prevalecía en todo caso el criterio del médico o del cirujano tratante, como único autorizado para disponer la salida extendiendo la boleta consiguiente. 4° Gratuidad absoluta . Durante toda su permanencia en el Hospital el paciente no requería hacer pago o compensación alguna por los tratamientos y curaciones; constituía una obligación del establecimiento “atender” a la persona afectada y proporcionarle todos los medicamentos, curaciones, aplicaciones, alimentos, vestuario y demás requeridos, hasta lograr su curación o el desenlace de su existencia. 5° Tratamiento Profesional. El Hospital contaba en forma permanente con Médico y Cirujano reconocidos por el Tribunal del Protomedicato, quienes debían realizar dos visitas en la mañana y por la tarde, todos los días, haciendo el examen de cada caso y ordenando las prescripciones, tratamientos, aplicaciones y demás que correspondieran al paciente, incluyendo la dieta especial de alimentación. Adicionalmente había un Enfermero Mayor a cargo de las salas de hombres y una Enfermera para las salas de mujeres, quienes en forma permanente de dia y de noce, se dedicaban al servicio y atención de los pacientes, y requerían de urgencia a los profesionales cuando fuere el caso. 6° Asistencia farmacéutica. La Botica del Hospital a cargo de un boticario reconocido por el Protomedicato, era el lugar donde se elaboraban todas las formulaciones simples y compuestas prescritas, que se suministraban en el mismo día y se ajustaban o corregían conforme al proceso evolutivo de los pacientes. De ahí la importancia de la botica como eje fundamental del

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establecimiento, para la preparación de las fórmulas magistrales con las sustancias adecuadas y de acuerdo con la Farmacopea vigente. 7° Asistencia alimentaria. Las comidas se preparaban de acuerdo con los hábitos y costumbres de los pacientes, siendo habitualmente el consumo de pollos y gallinas, cordero, patatas o papas, verduras y legumbres; reservándose el pescado para los viernes y época de Cuaresma; por lo general la dieta recomendada era una sopa de pollo o de gallina con arroz, y como postre era frecuente la “ masa mora” que estimamos sea el antecedente histórico de la criolla mazamorra. 8° Servicio de higiene y aseo. Las salas o enfermerías disponían de camas de madera de cocobolo, caracterizadas por su dureza y calidad; colchones, sábanas, almohadas, mantas, cobijas, etc. eran suministrados a los pacientes, así como las mudas; había dos lavanderías, una de ropa de hombres y otra de mujeres; la ropa y vestuario empleado en las unciones, así como la de éticos, se lavaba por separado sin mezclarse con la demás. Los practicantes o “barchilones” tenían a su cargo la limpieza, fregado y regado de suelos, puertas, ventanas, servicios, etc., además de los baños personales tibios y calientes que se hacían. La enfermera tenía mujeres asistentas que colaboraban en la higiene y aseo de las pacientes. 9° Iluminación. Cada sala o enfermería contaba con candiles de varias luces, y la parte de los cruceros tenía más iluminación con cirios y lámpara de aceite por el altar; asimismo, en cada cama se ponía un candil pequeño o luminaria que se mantenía encendida hasta concluir la visita de los profesionales. 10° Régimen de visitas. Los días autorizados para recibir visitas eran los domingos y festivos, a horas determinadas; en los casos de extrema gravedad y desenlace, los familiares directos concurrían y permanecían sin horario al pie de los enfermos. 11° Funerales y entierros. El paciente que fallecía era conducido al Calvario o velatorio donde permanecía, rodeado de los familiares y amigos; los capellanes realizaban los oficios litúrgicos establecidos y luego se procedía al enterramiento en la zona del cementerio,o bien se trasladaban los restos a la bóveda de la Cofradía a la que pertenecía el difunto. 12° Asistencia administrativa. Un Escribano de número de la Ciudad atendía los asuntos requeridos como poderes, contratos, obligaciones, lastos, testamentos, codicilos, cartas de pago, etc. 13° Asistencia espiritual. Era constante desde el momento que el paciente ingresaba hasta el momento de su salida; mediante tres Capellanes que alternaban su labor entre las salas, por turnos, tanto para doctrina, enseñanza, sacramentos, como para los actos de culto, misas, distribuciones, bendiciones, últimos auxilios y diligencias de funeral.

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14° Control de la Hermandad. Un Diputado ejercía el control y verificación del buen servicio del Hospital y la correcta atención de todas las necesidades de los pacientes, el suministro oportuno de los medicamentos y de las curaciones ordenadas; el régimen de preparación y entrega de los alimentos; la higiene y tranquilidad de los enfermos, etc. además de autorizar los gastos o compras extraordinarias requeridas, control del personal de limpieza y de asistencia, con la colaboración del Capellán de turno. 15° Huerta y jardín botánico. Situada en la parte posterior del Hospital, ocupaba una extensa área en la que se cultivaban plantas medicinales y verduras usuales para consumo del Hospital; un hortelano tenía a su cargo esta labor, suministrando al boticario las plantas requeridas para las formulaciones curativas. 16° Alta o salida. Concluído el tratamiento y encontrándose totalmente recuperado el paciente, recibía del médico o del cirujano una boleta de salida, equivalente a la autorización para salir del Hospital, luego de recoger las ropas y pertenencias que dejó al ingresar. Luego el paciente podía retornar al Hospital cuantas veces fuere necesario, sin limitación alguna. 17° Control de ingresos y egresos. Uno de los libros de la Hermandad estaba dedicado al registro e información de cada uno de los pacientes, por días y semanas de ingreso, anotándose las referencias personales, origen o procedencia, nombres de los padres, dolencias o enfermedades, familiares a su cargo, cama asignada; fecha de salida o de fallecimiento, etc. 18° Cobro de derechos. Habitualmente la tarifa diaria de asistencia establecida era de tres reales, que debían asumir los principales, empresarios o amos, en forma periódica, para evitar se acumularan sumas elevadas. Tal situación motivó la interposición de acciones judiciales de cobranza por la Hermandad, a consecuencia de la demora en la cancelación de las cuentas.En otros casos, los deudores extendían carta de libertad a sus servidores, pretendiendo eximirse de las obligaciones sin lograrlo por ser asunto previsto en las Constituciones; así fue resuelto reiteradamente en dichos procesos por los Jueces Conservadores Protectores del Hospital. La modalidad de otorgamiento de servicios constituyó una vía de recuperación de los considerables gastos que demandaba el funcionamiento del Hospital, desde que las rentas propias ( ramo de suertes, propiedades, censos, enfiteusis, limosnas, donaciones, etc.) no eran suficientes para equilibrar el presupuesto de egresos.

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Intervención del Real Patronato. Si bien los Hospitales establecidos en el Virreinato gozaban de autonomía relativa en su gestión a cargo de la Hermandad de 24, para el eficiente cumplimiento de su misión asistencial, preventiva, curativa y rehabilitadora de

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las personas, estaban sujetos al Real Patronato representado en este caso por el Virrey como Autoridad Superior delegada. Así lo establece la Ley 3ª del Título Cuarto del Libro I de la Recopilación al señalar las normas de control y vigilancia de estos establecimientos: “Mandamos a los Virreyes del Perú y Nueva España que cuiden de visitar algunas veces los hospitales de Lima y México, y procuren que los Oidores por su turno hagan lo mismo, cuando éllos no pudieren por sus personas y vean la cura, servicio y hospitalidad que se hace a los enfermos, estado del edificio, dotación, limosnas y forma de su distribución y porqué mano se hace; con que se animarán a los que administran a que con el ejemplo de los Virreyes y Ministros sean de mayor consuelo y alivio a los enfermos; y a los que mejor asistieren a su servicio favorecerán para que les sea parte de premio. Y asimismo, mandamos a los Presidentes y Gobernadores que en las ciudades donde residieren tengan esta orden y cuidado”.2 Los antecedentes de esta disposición se encuentran contenidos en las Reales Cédulas de 19 de enero de 1587, 11 de junio de 1612 y 18 de junio de 1624, que en este caso, son anteriores a la creación del Hospital de San Bartolomé, y dictadas con absoluta independencia de la Autoridad Eclesiástica; a lo que agregamos la detallada Instrucción contenida en la Ley 5ª Título Cuarto del Libro I, sobre los hospitales a cargo de la Orden de San Juan de Dios, cuyo antecedente es el acuerdo del Consejo Supremo de Indias de 20 de abril de 1652 y la Real Cédula de Felipe IV, de 4 de setiembre de 1652. Las medidas de control, inspección y funcionamiento se realizaban periódicamente mediante las “visitas” a cargo de los Virreyes, Oidores o funcionarios designados especialmente, siendo de destacar las efectuadas desde el Siglo XVI hasta la última realizada en el Siglo XIX (1816-1817) por el Comisionado don Manuel Pardo R. que consignamos en Capítulo especial de esta obra.3 No obstante lo expresado, por Real Cédula de 18 de diciembre de 1768 se autorizó que los hospitales sujetos al Real Patronato podían ser “visitados” por los Arzobispos y Obispos de las Iglesias Metropolitanas, con la salvedad de actuar “ no con propias facultades sino por especial comisión y encargo de SM, tomando las cuentas a los Mayordomos y administradores de las rentas que tienen a su cargo, cada y cuando fuere necesario y pareciere conveniente, concurriendo por parte del Real Patronato la persona que nombrara el Vice Patrón”4 El Virrey don Manuel de Amat en la Memoria de su Gobierno 1761-1776, al comentar esta Real Cédula, expresa que

2 En Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias, Reimpresión, Ediciones Cultura Hispánica, Tomo I, Madrid 1973, pg.13. 3 Véase el Capítulo sobre la Visita realizada en 1816 y el Plan de Reforma consecuente. 4 En” D. Manuel de Amat, Relación de Gobierno, 1761-1776”, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla 1947, pg.42.

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“La práctica establecida se reduce a que en los Hospitales hay Diputaciones, Hermandades y reglamentos para la atención de los enfermos, nombrándose cada año Mayordomo o Administrador de los bienes y dotaciones que gozan y limosnas que perciben, cuyas elecciones se aprueban por este Superior Gobierno, teniendo dichos Hospitales Reales excepciones y privilegios que los patrocinan para su más acertado régimen y gobierno”5 Por cierto el Virrey Amat era celoso defensor de la competencia del Real Patronato, de las Constituciones de los hospitales y de las Hermandades de 24 en esta materia: “Verdaderamente por lo que tengo observado en esta Capital, y por el gran cuidado que me ha debido materia tan recomendable, he visto la asistencia y esmero con que se atiende a los pobres enfermos, y que siempre se nombran por Mayordomos personas de caudal, piedad, pureza y desinterés, dándose anualmente las cuentas a la misma Hermandad y Diputación que las reconoce y examina, aprobándolas últimamente un Ministro de esta Real Audiencia, a cuyo cargo corre juntamente su protección”7 La posición personal del Virrey Amat es precisa sobre esta materia y en particular sobre el cumplimiento de la Real Cédula de 18 de diciembre de 1768 manifestando “Los Diocesanos no han usado hasta ahora ni han pedido cumplimiento a la referida Real Resolución que circularmente se les ha encaminado, y en mi concepto no es conveniente al Real servicio y causa pública se haga novedad alguna” “ En esta Capítal hay siete hospitales que corren a cargo de Mayordomos y Hermandades seculares, uno que administran los religiosos de San Juan de Dios y dos la Religión Betlemítica; de todos ellos como igualmente de los muchos que están fundados en el Reino, pudiera dar a VE una exacta noticia de sus fondos, método y observancia en la asistencia y curación de los enfermos por las económicas contínuas providencias que tengo libradas para su mejor gobierno y administración; pero la extensión de este asunto ocuparía dilatados márgenes”8 Por entonces, el Hospital de San Bartolomé se encontraba nuevamente en pie, reconstruído totalmente por la generosa colaboración de su Mayordomo don Pablo Matute de Vargas hasta su muerte en 1766, obra continuada y ampliada por su hijo en el mismo cargo, don Pablo Matute y Melgarejo desde entonces hasta su fallecimiento en 1790; debiendo tomarse en consideración el constante apoyo que los Virreyes Conde de Superunda y D. Manuel de Amat dispensaron a este servicio de protección de la gente de color9. 5 Id. cit. pg. 42 y 43. 7 Id. cit. pg. 43. 8 En Memoria de Gobierno cit., pg. 43. 9 En el Capítulo VIII reseñamos la filantrópica labor realizada por los Matute en este Hospital.

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Capítulo VIII

El terremoto de 1746. La Obra salvadora de los Matute.

La recuperación del Hospital y mejora de sus rentas.

Un nuevo terremoto, el 28 de octubre de 1746, causó la muerte a 10.141 personas y produjo enormes daños y destrucción en la Ciudad de Lima y Puerto del Callao, que afectó el funcionamiento de los Hospitales y demás servicios de la Capital del Virreinato. Existe abundante información documental e impresos sobre este seísmo de elevada intensidad y duración, calificado como castigo de la Divina Providencia y que dio lugar a pláticas, oraciones, rogativas y numerosos actos de desprendimiento.1 En su Memoria de Gobierno, el Virrey don José Antonio Manso de Velasco, Conde de Superunda2 reseña que “ el terremoto de 1746 arruinó estos hospitales (de Lima) de cuya resulta padecieron los enfermos muchas incomodidades, estando las rentas en notable descaecimiento; no obstante se hallan en la mayor parte recuperadas, y las obras van evacuándose y quedando más firmes y seguras que estaban antes; y en medio de los muchos embarazos del Gobierno, he dedicado la atención que ha sido posible a este importantísimo asunto, alentando a los Mayordomos, visitando las obras, facilitando los arbitrios y dando cuantas providencias he juzgado conducentes a su adelantamiento”3 Gracias a las importantes medidas adoptadas por el Virrey Conde de Superunda y su dedicación plena a la Ciudad Capital, se desarrolló todo un gran programa de reconstrucción y recuperación de casas, edificios públicos y especialmente de los hospitales: “ El Rey no sólo recibió debajo de su protección los hospitales y concurrió al costo de sus fundaciones, sino que les asignó varias rentas e hizo diversas mercedes, que para instrucción se ponen a la letra..” Y refiriéndose en forma específica al Hospital de San Bartolomé expresa en su Memoria:

1 Cf. Carlos J. Bachmann, “Temblores y terremotos en Lima” en el diario El Comercio, Lima enero 18 de 1935; J. Toribio Polo, “ Catálogo de temblores en el Perú” en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, año 1915; Manuel de Odriozola, “ Documentos Literarios del Perú” Tomo III, Lima 1863. 2 Ejerció el cargo desde 12 de julio de 1745 hasta 12 de octubre de 1761, en que asumió el mando don Manuel de Amat y Junient. 3 En “ Relación de Gobierno, 1745-1761” pub. por Alfredo Moreno Cebrián, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid 1983, pgs. 67 y 215.

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“Este hospital no tiene asignación alguna en la Real Hacienda, pero la Majestad del señor Felipe V le concedió de limosna la cantidad de dieciocho mil pesos, consignada en la tercia parte de vacantes de Obispados y tiene percibidos nueve mil pesos, que se han destinado a su reedificación”4 Los nueve mil pesos restantes fueron pagados en el año 1761, como aparece en la Adición a la Relación de Gobierno, pues el propio Virrey Conde de Superunda dedicó especial cuidado a la reconstrucción del Hospital como se aprecia seguidamente: “La ruina que padeció el Hospital (de San Bartolomé) en el terremoto de 1746, no sólo en su material edificio sino igualmente en sus rentas, lo tenían en estado de cerrarse, y me obligó a solicitar un Mayordomo cual era necesario en la constitución en que se hallaba, y logré persuadir a don Pablo Matute admitiese este cargo ejercitando un acto tan religioso, y nombré a don Cristóbal Messia, Oidor de esta Real Audiencia por Juez Conservador y Protector del Hospital, con tal acierto que el cuidado de uno y otro, y a los arbitrios que se han tomado, se debe esté en mucha parte restablecido, con varias salas corrientes y curándose los enfermos con esmero y caridad”.5 Situación del Hospital entre 1746 y 1758. Era Mayordomo del Hospital por entonces, don Ventura Jiménez Lobatón y Azaña, quien venía ejerciendo el cargo durante 14 años, concurriendo con sus pocas fuerzas a sostenerlo debido a las limitadas rentas disponibles, mayormente después del terremoto de 1746 con las fincas arruinadas y varias salas o enfermerías cerradas; llegó el caso que los abastecedores no quisieron continuar las entregas de pan y carne por las deudas pendientes, y sigamos el relato que nos ha dejado don Pablo Matute y Melgarejo, hijo de don Pablo, a quienes podemos considerar los dos grandes bienhechores del Hospital durante el Siglo XVIII: “De que resultó haber ocurrido (D. Ventura Jiménez) a casa de mi padre don Pablo Matute de Vargas por la inmediación, a hacerle presente este infeliz estado en que estaban los miserables enfermos, no teniendo aquel día ni aún el caldo para ministrarle a los más indigentes; sobre que en el instante de su peculio socorrió esta urgencia, remitiendo de su casa todo lo necesario para el socorro de aquel día, y auxiliando en adelante con todo lo que fue preciso; hasta que dicho Mayordomo que tenía hechas al Exmo. Sr. D. José Manso de Velasco, Conde de Superunda, practicó la última haciendo dejación del empleo y presente la necesidad indispensable que había de cerrarlo. “ A ella se proveyó un Decreto de fecha 17 de mayo de 1758 en que se admitió la renuncia de la Mayordomía y se nombró al Sr. D. Cristóbal Messía y Munive, Oidor de esta Real Audiencia por Juez Protector; así para que aplicando su notorio celo se lograse el restablecimiento y reparo de las 4 En Relación cit., pg. 217. 5 En Relación de Gobierno cit, Adición, pg. 416.

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necesidades de sus enfermos, como para que dispusiese el que citados los Hermanos 24 para un día fijo, se recibiese en el Cabildo de tal Juez Protector. Verificóse esta providencia el día 9 de julio del referido año, y en el mismo día se nombró y quedó de recibido de Mayordomo por todos los votos el expresado don Pablo Matute de Vargas”.6 En 1758 don Pablo Matute desempeñaba el cargo de Fiel Ejecutor de la Real Casa de la Moneda, tenía una posición social y económica muy decorosa, siendo altamente estimado por la sociedad virreinal. Por consiguiente, no resulta extraña la forma como acude a él su amigo y vecino don Ventura Jiménez de Lobatón en busca de ayuda para los pobres enfermos, por haber agotado todos los medios disponibles y los personales. En esta forma don Pablo Matute de Vargas fue elegido por voto unánime del Cabildo celebrado el día 9 de julio de 1758, expresándose claramente que en él “ concurren todas aquellas circunstancias que pide el cargo de desinterés, porque no lo necesita para mantener una dilatada familia, con aquel lustre que comunica su caudal de caridad, porque se experimentó la que supo practicar siendo Diputado de este Hospital, por la aplicación con que ha manejado todas las administraciones que han sido de su incumbencia, de inteligencia por la que se ha conocido su talento y juicio y ha hecho constar ahora”7 La gestión de D. Pablo Matute de Vargas (1758-1766). Los primeros tres meses de labor en la Mayordomía fueron de intensa actividad, haciendo eliminar el polvo, miseria e inmundicias que rodeaban al Hospital, iniciándose de inmediato la reconstrucción con la asignación aprobada por el Rey de 18.000 pesos sobre las vacantes de Obispados, recibiendo primero la mitad y el resto tres años después. La gestión personal de don Pablo Matute de Vargas puede calificarse de “nueva fundación del Hospital de San Bartolomé”, pues hizo un cambio radical en las salas, aposentos, servicios, patios, ambientes interiores, etc. con mayor luz, ventilación y comodidades para los enfermos, como leemos a continuación: 1° Reorganización integral de las salas o enfermerías, con mayor iluminación, amplias ventanas y techos más elevados. 2° Mejor ubicación de los servicios básicos de botica, cocinas de hombres y de mujeres, lavanderías, baños y sanitarios, despensa, ropería, tinel o comedor de servidores. 3° Fábrica nueva total de la Sala de San Joseph desde los cimientos, demoliendo los restos de la anterior por inadecuada, habilitando tres celdas para los Capellanes. 6 En Archivo Moreyra, Memorial, año 1781, Doc. DI.82, en Archivo General de la Nación, Lima. 7 En Informe del Juez Protector al Virrey, en Doc. cit. en (6).

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4° Oficinas para el Mayordomo, Cabildo, Diputados,Veedor, archivo de documentos. 5° Se rehizo el Calvario al pie del gran crucero, para los actos litúrgicos funerarios y servicios religiosos. 6° Un cómodo lavadero para ropas con sus bateas de “firme de azulejos”. 7° La acequia con 180 varas de largo toda de cal y ladrillo con dobles muros y cimientos, para evitar filtraciones. 8° Se edificaron trece casitas alrededor del Hospital, más una adicional que se compró recién fabricada. 9° El reparo completo de las antiguas fincas del Hospital que no necesitaron hacerse de nuevo, dejándolas habitables. 10° Reforzamiento de todos los sobrecimientos y paredes de las salas y oficinas, para evitar la filtración de la humedad causada por la acequia. 11° La pila central del claustro principal de la entrada. 12° Cambio completo de la cañería de agua potable, que estaba rota y abandonada, para suministrar agua corriente al establecimiento. 13° Eliminación de un crecido muladar que se había formado en la cerca de la huerta, al respaldo del Hospital,y que causaba malos olores. 14° Obras de resane y pintura de paredes, techos, puertas y ventanas en todo el Hospital. 15° Cambio de todas las cortinas y cenefas de las camas de los enfermos, con material nuevo. 16° Sanear y regularizar todas las cuentas pendientes anteriores hasta 1766, que fueron aprobadas por los Jueces Protectores. Don Pablo Matute de Vargas aplicó grandes cantidades de su dinero personal y sus propios trabajadores dependientes a la realización de todas estas obras, desde que la asignación autorizada de 18.000 ps resultó reducida para el cuantioso volumen de inversiones, pagos y deudas precedentes. Hizo suelta a favor del Hospital de las sumas aportadas en las cuentas que presentó correspondientes a 8 años y dos meses de gestión, recibiendo el reconocimiento del Virrey, de la Real Audiencia y del Cabildo de Hermanos 24. Gracias a la benemérita acción realizada por don Pablo Matute el Hospital de San Bartolomé desde 1758 restableció su normal funcionamiento y servicio a

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la población de color, así como la labores de sus profesionales, auxiliares y personal complementario. Sin embargo, es necesario destacar la gestión de don Pablo Matute deVargas por haber logrado se asignara al Hospital de San Bartolomé el producto del Ramo de Suertes o Loterías, a modo de renta fija y permanente del establecimiento para equilibrar su presupuesto; además de haber solicitado a la Santa Sede la concesión de indulgencias y beneficios para este Hospital, sus enfermos y servidores, como veremos seguidamente. Este es el origen de la relación existente entre el Ramo de Suertes y las instituciones de asistencia de salud y social, cuya administración a partir del Siglo XIX se encomendó a la Beneficencia8. El Ramo de Suertes y el Hospital de San Bartolomé. En el Siglo XVIII las loterías o suertes se organizaron por el Superior Gobierno, mediante la entrega en concesión a un asentista de una cantidad de premios determinados a jugarse, contra el pago de una renta fija anual determinada a suma alzada y bajo de fianza, reservándose el Gobierno a percibir como renta el importe de los premios no cobrados. Mediante este sistema recaudatorio, la Real Hacienda obtenía rentas que luego destinaba a fines específicos ordinarios y extraordinarios, o que por su naturaleza no contaban con financiación o partida específica; tal fue el caso de la reconstrucción de la Iglesia de San Marcelo de Lima, el Hospital de mujeres de Santa María de la Caridad y algunas otras instituciones. En el año 1759 el Virrey Conde de Superunda de común acuerdo con el Arzobispo de Lima D. Pedro Antonio Barroeta, dispuso que todas las rentas provenientes del Ramo de Suertes se destinaran al Hospital de San Bartolomé de los morenos libres, primero para cubrir los gastos de curación y alimentación de los pacientes, y segundo aplicar los sobrantes al gran proceso de reconstrucción del edificio, que había quedado seriamente afectado por el seismo de 1746. Las rentas anuales del Ramo que ingresaban a la Real Hacienda en promedio ascendían a 8.000 pesos, y que al ser transferidas al Hospital permitieron a don Pablo Matute de Vargas recuperar poco a poco sus gastos personales y completar el mejoramiento de la fábrica, como se ha descrito en parágrafos anteriores. A partir del año 1766 la asignación entregada al Hospital de 8.000 pesos anuales se gravó con rentas de ayuda para el Beaterio de Amparadas por 1.200 ps y para el Hospicio de Pobres fundado por don Diego Ladrón de

8 Véase el Tomo II de esta serie, relacionado con el Hospital de Santa Ana de los Naturales, hoy Hospital Nacional Arzobispo Loayza.

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Guevara, por 2.400 ps, quedando en esta forma reducido el ingreso por este concepto a favor del Hospital a 4.400 pesos por año. Por último, hacia 1790 cuando don Pablo Matute y Melgarejo, hijo del anterior Mayordomo, había logrado sanear y perfeccionar las rentas del Hospital, el remanente de 4.350 pesos proveniente del Ramo de Suertes de ese año, se aplicó por disposición del Virrey don Teodoro de Croix a la conclusión de las obras del Anfiteatro Anatómico, que estaba edificándose en el área del Calvario del Hospital de San Andrés, bajo dirección de don Cosme Bueno y de don Hipólito Unanue; como veremos en el curso de este Capítulo. El Reglamento general del Ramo de Suertes fue aprobado por la Junta General de Tribunales en 9 de diciembre de 1811, y sus Instrucciones complementarias en 16 de marzo y 20 de abril de 1812, con vigencia en todo el Virreinato9. Pedido de Indulgencias para el Hospital. La gestión de don Pablo Matute de Vargas no se limitó tan sólo a los fines asistenciales, administrativos y financieros; pues dedicó especial atención a lograr beneficios espirituales para su Hospital como indulgencias, prerrogativas, perdón de pecados, remisión y olvido de culpas, exoneración del pago de derechos parroquiales, etc., respondiendo así a su preocupación por la formación moral y social de la gente de color, evitar su desamparo y los daños subsecuentes en madres e hijos desprotegidos, víctimas de la indigencia, prostitución, vicios y otros males. Con fecha 2 de enero de 1760 hizo una representación a la Santa Sede, utilizando los servicios de dos Procuradores Generales de la Compañía de Jesús, los Padres Joseph Pérez de Vargas y Bartolomé Jiménez, quienes viajaban a las Cortes de Madrid y Roma. El expediente presentado contenía la siguiente información: 1° Situación del Hospital de San Bartolomé desde su fundación, exponiendo sus limitaciones y carencia de rentas, auxilios y otros ingresos para su subsistencia. 2° La labor de protección de los morenos libres y no libres, mulatos,zambos y demás castas que se reciben y curan en el Hospital de San Bartolomé. 3° Necesidad que los Capellanes del Hospital levantaran cruz en los funerales de los fallecidos, y que éstos se entierren en la Iglesia y Calvario; celebración de oficios, actos litúrgicos, misas de cuerpo presente, responsos, etc. sin que se lo impida la Parroquia a la que pertenece; siguiendo en este caso las

9 En Revista del Archivo General de la Nación, Enero-Diciembre 1960, Lima, pgs. 3 a 36.

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mismas preceptivas y regulaciones que poseía el Hospital del Espíritu Santo de los Marinos10. 4° De acuerdo con las autorizaciones concedidas por el Sumo Pontífice, se extendían los beneficios al toque de campanas, cantar misas, bendecir palmas con misa cantada, velas en el día de la Candelaria, etc. 5° Solicitaba que los Párrocos no pusieran embarazo o reclamo alguno al Hospital ni pedir derechos por estas celebraciones litúrgicas a realizarse en la Iglesia del establecimiento, desde que todos los beneficios y limosnas a recogerse eran a beneficio exclusivo de los pobres enfermos. 6° Pedía asimismo un Jubileo Perpetuo para el día 24 de agosto de cada año, fiesta del Apóstol San Bartolomé, dentro de los mismos alcances del concedido al Hospital de Santa Ana de los Naturales11, así como otros Jubileos para los altares de la Iglesia: La Purísima Concepción, 8 de diciembre; San Miguel, 29 de setiembre; San José, 19 de marzo; San Judas Tadeo, 28 de octubre; y San Antonio de Padua, 13 de junio.12 7° La petición comprendía asimismo obtener un Breve de Su Santidad a favor del Dr. Bartolomé Matute y Melgarejo, Presbítero, su hijo, para celebrar misas fuera de horas y en condiciones determinadas o específicas. Existe información instrumental sobre la presentación de las peticiones ante las Cortes de Roma y Madrid, realizada por los Procuradores comisionados; sin que se hubiera producido resolución o decisión alguna sobre éllas. La gestión del hijo: D. Pablo Matute y Melgarejo. D.Pablo Matute de Vargas falleció en la Ciudad de Lima el día de setiembre de 1766; unos días después el Cabildo de Hermanos 24 reunido el día 18 de octubre de ese año, eligió por unanimidad como Mayordomo a su hijo don Pablo Matute y Melgarejo, apreciando los grandes méritos y sacrificios realizados por el difunto en la recuperación, restauración y normalización del Hospital de San Bartolomé de los morenos libres. D. Pablo hijo ejerció el cargo desde entonces hasta su fallecimiento en 179013, con gran acierto, comprometió su fortuna personal por mantener los buenos niveles de asistencia y curación de los enfermos y desarrolló una benéfica labor continuando largamente la alta misión cumplida por su padre, 10 Las facultades de exención de derechos parroquiales las tenía el Hospital del Espíritu Santo desde el año 1604; al igual que los Hospitales de Santa Ana en 1558, San Andrés en 1588 y Niños Huérfanos en 1605. V.los tomos I y II sobre Historia de la Medicina Peruana que venimos publicando. 11 Se refiere al Breve del Papa Paulo IV de 28 de noviembre de 1558, cit. en Tomo II, pg. 19. 12 Corresponden a los cinco altares laterales existentes en la Iglesia del Hospital 13 Don Pablo Matute y Melgarejo falleció en Lima el 10 de agosto de 1790; su hermano el Presb. Don Bartolomé Matute hizo la presentación de todas las cuentas de gestión, que fueron aprobadas.

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además de seguir prestando servicios como Fiel de la Real Casa de Moneda de Lima. Durante el curso de su gestión se recuerdan las siguientes obras: 1° Terminación, mejora y arreglo de la Sacristía de la Iglesia. 2° Nuevo zaguán de la entrada y puerta principal del Hospital. 3° Ampliación de la botica con traspatio, cocina y vivienda en altos para el boticario. 4° Nueva canalización de la red de acequias para prevenir inundaciones. 5° Reparación, arreglo y pintado de las casitas de propiedad del Hospital. 6° Excavación y relleno en el orillado y repaso de todas las demás fincas en torno al Hospital por estar humedecidas. 7° “ La compra de 36 palos de moral que por falta de auxilios han estado detenidos doce años en el Hospital, sin poderles dar el destino de columnas para que fueron traídos, y formar así con ellos un claustro”, pues animado por una limosna de 4.000 pesos de un benefactor en artículo de muerte, estaba dispuesto a terminar. 8° Fabricación de dos salas adicionales, una de enfermos mentales y otra para éticos, cuya urgencia era indispensable, en razón del considerable número de casos. Visitas de control realizadas. En el año 1781 el Superior Gobierno designó como Visitador a don Josef Ramos de Figueroa, con la finalidad de conocer en detalle la forma cómo se financiaba y equilibraba en sus gastos el Hospital, con motivo de la reducción de las rentas del Ramo de Suertes que se ha citado. Don Pablo hijo presentó las cuentas de 16 años de su gestión en 16 cuadernos, con informe descriptivo del estado y situación del Hospital; haciendo mención expresa a la limitación de las rentas y a los crecientes gastos que debía atender para mantener el nivel de asistencia y cuidado de los enfermos14: “ El Hospital de San Bartolomé es uno de los más infelices y escasos de rentas que hay en esta Capital, al paso que en ningún otro es mayor el número de enfermos que se medicinan. Está destinado para negros, zambos, chinos, mulatos y otras castas de igual esfera, que son las que más abundan y

14 Informe existente en Colección Moreyra, n. 131:11, en Archivo General de la Nación, Lima.

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los que por su miseria y desorden de vida están expuestos a más frecuentes dolencias”. Agrega luego que “ después del terremoto de 28 de octubre de 1746, no hubo persona que se franquease a ejercer el oficio de Mayordomo en el dilatado espacio de 14 años que obtuvo este cargo don Ventura Ximénez de Lobatón por un efecto de su celo y piedad... y se recurrió a mi padre don Pablo Matute de Vargas como vecino más inmediato.... y los enfermos estaban expuestos a perecer de necesidad, les comunicase algún socorro. Por Decreto del Virrey Conde de Superunda de 17 de mayo de1758 se admitió la renuncia de don Ventura Ximénez de Lobatón y se nombró Juez Protector a don Cristóbal de Messía y Munive, para proceder a elegir nuevo Mayordomo, congregando a todos los Hermanos 24 el día 9 de julio de 1758 en que se eligió a don Pablo Matute de Vargas quien dedicó todo su esfuerzo y celo, procurando cuantos arbitrios le sugería su piedad y prudencia para conseguir un fin tan interesante del público y digno de la mayor compasión”. La capacidad habitual del Hospital era para 175 personas de ambos sexos, sin embargo por entonces se registraron hasta 215 pacientes, con gran frecuencia de dolencias éticas o tuberculosis y de enfermedades mentales. Asimismo, el Hospital adeudaba a don Pablo hijo entre 7 y 10.000 pesos por diversas cuentas que habian debido cubrirse como alimentación, vestuario,medicamentos, profesionales, etc. para garantizar el buen funcionamiento del servicio15. En el año 1785 el Virrey don Teodoro de Croix realizó una visita detenida en el Hospital, con el objeto de verificar los profundos cambios realizados y las mejoras introducidas en la asistencia de los enfermos; don Pablo hijo presentó los cuadernos de cuentas de su gestión debidamente sustentados, que verificados por los visitadores recibieron aprobación del Superior Gobierno.Sin embargo la limitación de los ingresos por el Ramo de Suertes comprometidos con el Beaterio de Amparadas y el Hospicio de Pobres, sólo pudo solucionarse a partir del año 1786 en adelante. En otro informe presentado en 1786 por don Pablo Matute hijo a la Superintendencia de Real Hacienda, sobre el desenvolvimiento del Ramo de Suertes y asignaciones obtenidas por el Hospital16, se advierte que el Mayordomo controlaba en forma directa las actividades del asentista, pagaba los billetes premiados y retenía en forma directa las sumas debidas al Hospital, atendiendo en esta forma con más prontitud las necesidades de los enfermos; quedando tan sólo a favor de la Real Hacienda el importe de algunos premios no recogidos por el público.

15 El documento fue presentado el día 22 de diciembre de 1781 y el Superior Gobierno no admitió la renuncia formulada por don Pablo Matute y Melgarejo, y trató de apoyarlo con las cuentas del Ramo de Suertes. 16 En Documento DI 82-1929, Archivo Moreyra, en Archivo General de la Nación, Lima.

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En este orden, por el periodo comprendido entre diciembre 20 de 1784 hasta agosto 20 de 1786, a razón de 20.200 pesos por año se ingresaron 33.666 pesos cuya distribución se hizo en la siguiente forma: Al Hospital de San Bartolomé 4.275 ps. Al Beaterio de Amparadas 2.000 ps. A la Casa de Niños Huérfanos 2.000 ps. Al Hospicio de Pobres 1.000 ps. Al Colegio de la Caridad 2.000 ps. A la Casa de Ejercicios Descalzos 1.000 ps Abono por gastos de entrega 100 ps. _________ Suma total pagada 20.555 ps. Siendo el cargo o ingreso de 33.666 ps frente a la data o egreso de 20.555 ps, la diferencia final resultante fue de 13.111 ps a disposición de la Real Hacienda. Fue precisamente de estos saldos periódicos anuales, que en el año 1790 el Virrey don Teodoro Croix señaló la cantidad de 4.350 ps para la terminación del Anfiteatro Anatómico. El Superior Gobierno guardaba a don Pablo Matute y Melgarejo especial consideración, tanto por su posición personal como por el abnegado sacrificio que durante 24 años desplegó para mantener el nivel de asistencia y protección de la gente de color en el Hospital de San Bartolomé; y plenamente confiado en su rectitud y eficiencia le había encomendado el manejo del Ramo de Suertes y el servicio de los premios consiguientes. La crónica de José Gálvez con el título “ Un relojito con historia”17 describe la especial misión que el Virrey Amat confió a don Pablo la noche del día 8 de setiembre de 1767 en que se produjo la expatriación de los Jesuítas del Perú; habiendo intervenido en el Colegio Máximo de San Pablo cuyo Provincial era su tío el P. José Pérez de Vargas. Don Pablo llevaba un reloj de su cuñado don José Benito Moreyra, y como los Jesuítas no tenían reloj en ese penoso instante, él no dudó en dárselo a su tío, quien lo llevó consigo hasta Ferrara en Italia; antes de fallecer el religioso dejó expresamente encargado que el precioso reloj volviera a manos de su legítimo titular en Lima; lo que así se cumplió cuatro años después; siendo una presea de enorme recuerdo y simbolismo para la Familia Moreyra y Matute.

Capítulo X.

Los Profesionales del Hospital de San Bartolomé.

La extensa red de hospitales y servicios de salud establecidos por España en el Nuevo Mundo desde el Siglo XVI, tuvo por misión principal atender las necesidades de las poblaciones sin distinción alguna, combatir las plagas, epidemias, dolencias, heridas, accidentes y demás contingencias: realizándose tempranamente el enorme proceso de transferencia de la medicina occidental, 17 En “ Nuestra Pequeña Historia” por José Gálvez B.,Edición Univ. San Marcos, Lima 1966, pg.237.

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al que se fue agregando todo el conjunto de productos originarios y nativos de las diferentes regiones americanas; gracias a la labor de médicos, cirujanos, boticarios, barberos, etc. reconocidos y aprobados por el Real Protomedicato, que ejercieron su actividad curativa y asistencial, siendo igualmente observadores y experimentadores de modalidades de tratamiento y transmisores de conocimientos. El intercambio científico se produjo desde la llegada y asentamiento de las primeras poblaciones; y el descubrimiento y aprendizaje de utilización de los productos nativos se efectuó prontamente entre los dos Mundos, con enorme beneficio para la humanidad al ampliarse considerablemente la disponibilidad de medicamentos, tratamientos, sistemas curativos y operativos en la prevención y curación de las enfermedades1, y por ende en la conservación de la vida humana. Durante el Siglo XVII al entrar en funciones nuestro Hospital de San Bartolomé, la Ciudad de Lima contaba con un núcleo importante de servicios de salud que cubrían las necesidades de la población en sus diferentes estratos sociales y laborales; en forma paralela con el funcionamiento de las Cátedras de Prima de Medicina, de Vísperas y de Método de Galeno o arte curativo que se dictaban en la Real Universidad de Lima; correspondiendo la primera de éllas por derecho al Protomédico General, junto con el ejercicio del control y aprobación de profesionales2. El Hospital de San Bartolomé no fue ajeno a la estructuración jerárquica establecida, desde que contó con un selecto cuerpo especializado de médicos, cirujanos, boticarios, etc. quienes desarrollaron su labor curativa y asistencial con elevada calidad profesional, constituyendo una verdadera Escuela Práctica de Medicina y Cirugía, a la que concurrían los estudiantes como practicantes, para adquirir los conocimientos básicos de su formación bajo dirección de los Maestros de Medicina y de Cirugía titulares de las salas o enfermerías. Podría decirse que fue habitual un cierto grado de competencia entre los Hospitales Mayores de la Ciudad, tratar de contar con los mejores profesionales de la Ciudad para garantizar a los grupos protegidos un buen nivel de asistencia y curación, y en forma paralela una modalidad indirecta para atraer pacientes pagantes y de alta clase, cuya curación se realizaba en aposentos diferenciados, como ocurrió con los Hospitales de San Andrés y del Espíritu Santo de los Marinos. Al reconstruir el cuadro de profesionales del Hospital de San Bartolomé, se advierte la presencia de destacados maestros del arte médico, religiosos, experimentados cirujanos prácticos y estudiosos, acuciosos investigadores y

1 Cf. “La Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1565-1574)” de Nicolás Monardes, Edic. Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid 1989; y “ Medicinas, Drogas y Alimentos vegetales del Nuevo Mundo” Recopilación CSIC, Edic. Min. Sanidad y Co.Madrid, 1992. 2 Cf.” La educación médica en Hispanoamérica y Filipinas durante el dominio español” de Francisco Guerra, Universidad de Alcalá de Henares, 1998, pgs. 135 a 149 inc.

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escritores; algunos que la Historia recuerda, y otros no suficientemente conocidos o más bien mal tratados en el tiempo, no obstante tener pleno derecho a una justa consideración por los aportes realizados tanto a la salud pública como al proceso de formación de la Escuela Médica Peruana. Muchos de ellos recibieron las hirientes críticas del poeta Juan del Valle y Caviedes, cuyos dardos o saetas no hacen sino confirmar el prestigio y buena reputación que poseían en el Siglo XVII, como fueron los casos de Francisco Bermejo y Roldán, Pedro de Utrilla, Francisco de Vargas Machuca, Juan de Lizeras y otros más, creadores de la Escuela Práctica de Medicina y Cirugía del Hospital de San Bartolomé3. Al abrir sus puertas el nuevo establecimiento en 1661, contó con médico y cirujano reconocidos en la Ciudad, siendo notoria su vinculación con las autoridades eclesiásticas y la Real Universidad, como se demuestra más adelante; correspondiendo al periodo más elevado de expansión y desenvolvimiento social, económico y comercial del Virreinato. Mientras unos profesionales son peninsulares, la mayor parte son americanos y concretamente limeños; en cambio los cirujanos cuya labor no era bien considerada y vista en nivel secundario, eran por lo general mestizos, mulatos o pardos, latinos o romancistas, según hubieran sido reconocidos y aprobados por el Protomedicato4 en función a sus conocimientos. El cuadro que sigue ha sido elaborado en base a las informaciones recogidas en diversos expedientes y archivos estudiados, faltando completar algunos años: Médicos Cirujanos 1646 a 1660: Hermano Diego. 1661 y 1662: Pedro de la Cruz Pascual de Santa Ana, 1661 a 1665. 1664: Don Antonio 1665: Pascual Sánchez 1668 a 1686 Francisco Bermejo y Roldán Pedro de Utrilla, 1666 a 1682. 1686 a 1718 Francisco Vargas Machuca. Alonso Fernández, 1683 a 1684. Juan de Lizeras, 1684 a 1696. 1759 Juan José de Villarreal. Francisco Matute, 1733 a 1784. 1761 a 1786 Cosme Bueno Tomás de Obregón, 1784 a 1789. 1787 a 1805 Luis Bueno Mariano Faustos, 1789 a 1801. José Pastor Larrinaga 1801 a 1818.

3 Cf. “ Juan del Valle y Caviedes, Obras completas”, Biblioteca de Clásicos Peruanos, BCP, Lima 1990. 4 En “ Diccionario de Medicina Peruana”, Hermilio Valdizán, Tomos I y II, Lima 1938, pgs. 13 y 118.

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Destacan entre los médicos los conocidos Francisco Bermejo y Roldán, Francisco Vargas Machuca, Juan José de Villarreal y especialmente Cosme Bueno, calificado como Abuelo de la Medicina Peruana. En cambio, en el conjunto de cirujanos la variedad es particularmente notable; pues encontramos figuras características como el mulato Pedro de Utrilla, Juan de Lizeras ( el corcovado, maltratado por Caviedes ), el célebre partero Francisco Matute, maestro de muchas generaciones; Tomás de Obregón, Mariano Faustos conocido Profesor de Cirugía; y cierra la relación el destacado defensor de los cirujanos americanos, José Pastor de Larrinaga. Si el noble arte de la Medicina tiene genuinos representantes en los médicos como Francisco Bermejo y Roldán y Francisco Vargas Machuca, quienes ascendieron por legítimos méritos y calidades a la Cátedra de Prima de Medicina y por consiguiente al cargo anejo del Protomedicato General, Juan José de Villarreal y finalmente al sabio don Cosme Bueno, prolífico escritor, orientador y padre espiritual de las generaciones venideras de médicos y cirujanos; el arte quirúrgico registra personajes de elevado nivel como Pedro de Utrilla, Juan de Lizeras, Francisco Matute, Mariano Faustos y finalmente el sorprendente José Pastor de Larrinaga, cuya trayectoria desde fines del Siglo XVIII hasta inicios del XIX fue lograr una alta orientación científica, con visos patrióticos de integración y superación de los colegas de su gremio, autor de obras, estudios y ponencias importantes, entre ellas el Monte Pío de los Cirujanos y sus familiares que él financió con su peculio, el proyecto de creación del Colegio de Cirugía, la Apología de los Cirujanos del Perú, etc., constituyen importantes demostraciones de la calidad profesional de los médicos y cirujanos que desarrollaron su labor en este Hospital dedicado a curar a la gente de color.....¡ Asombra considerar la titánica lucha eminentemente científica y a la vez política que debió enfrentar don Hipólito Unanue, primero para poner en marcha el Anfiteatro Anatómico en 1792 y a continuación señalar las bases para el establecimiento del Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando en 1808, unificando las artes curativas de Medicina y Cirugía, contra la tendencia a mantenerlas separadas y a doblegar ésta a aquélla. Esta puede haber sido la causa originaria de la retirada elegante y silenciosa de don José Pastor de Larrinaga de la escena política hacia 1818, al no poder alcanzar sus objetivos. No obstante lo expresado, la evolución de las ciencias médicas continuó incesante; el establecimiento del Anfiteatro Anatómico, la vacuna contra la viruela en 1805, el método revolucionario de curar ciertas formas de lepra por Baltasar de Villalobos entre 1805 y 1815, la apertura del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando en 1808, las nuevas orientaciones científicas del mundo contemporáneo que no cesarían hasta nuestros días, y la lucha separatista que concluyó con la independencia de las naciones americanas, fueron circunstancias especiales que aceleraron la identidad nacional y la definición de una nueva política social, que no se lograría sino muchos años después.

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Referencias sobre los Médicos del Hospital.

Hermano Diego. Estimamos sea un religioso de la Religión Agustina, con conocimientos de enfermería, quien entre 1646 hasta 1661 tuvo a su cargo la atención y cuidado de la salud de los hombres y mujeres horros en la Casa Albergue o Enfermería de la calle de la Barranca. La única referencia que hemos hallado de su paso, es que el Mayordomo don Francisco Tijero de la Huerta mientras dirige la construcción del nuevo Hospital, le transfiere una cantidad de dinero para la asistencia y alimentación de los enfermos. Pedro de la Cruz. Médico reconocido y autorizado por el Protomedicato; presta servicios en el Hospital desde el año 1661 y concluye al año siguiente; se le pagó la cantidad de 66 pesos 3 reales por visitar a los enfermos en las salas nuevas recién edificadas. Don Antonio. No se ha podido determinar el apellido de este médico; sin embargo existen certificaciones de sus servicios en el Hospital durante el año 1664, recibiendo el salario de 150 pesos por esta labor. Pascual Sánchez. Durante el año 1665 visitó a los enfermos durante cuatro meses únicamente; por esta razón se le pagaron tan sólo 50 pesos. Francisco Bermejo y Roldán.(1640-1713) Destacado médico limeño que trabajó con mayor regularidad en el Hospital durante 18 años, esto es desde 1668 hasta el 31 de octubre de 1686, siendo su remuneración en cada año de 200 pesos; en forma paralela asistía a los enfermos del Real Hospital de San Andrés. Veamos algunas referencias biográficas: Natural de Lima (1640), fueron sus padres el Capitán Juan Bermejo (originario de Los Yébenes, Toledo) y doña Elvira de Armellones ( de Ecija, Sevilla); tuvo cuatro hermanos llamados Miguel, María, Manuela y Magdalena. Siguió estudios de Artes primero y luego de Medicina en la Real Universidad, obteniendo la licenciatura, pues desde 1664 dictaba clases como sustituto en

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la Cátedra de Vísperas de Medicina; se doctoró en 1673; casó con doña Damiana Núñez Viveros y Santillán. Entre 1668 y 1686 sirvió en el Hospital de San Bartolomé como hemos citado, así como en el Hospital de San Andrés y a la Religión Franciscana. En 1676 se le encarga la regencia de la Cátedra de Prima de Medicina y en 1678 es elegido médico de cámara del Virrey Arzobispo don Melchor de Liñán y Cisneros, como paso previo a ejercer el Protomedicato;5 lo que no pudo alcanzar sino años después. En 1690 fue elegido Rector de la Real Universidad por aclamación y durante su gobierno se estableció la Cátedra de Método de Medicina, en 11 de mayo de 1691. Tomó en propiedad la Cátedra de Prima de Medicina el 9 de setiembre de 1692, por fallecimiento del titular que la servía don José Miguel Ossera y Estella, ascendiendo de inmediato a la función de Protomédico con el feliz apoyo del Virrey Conde de la Monclova; cargo que sirvió hasta 1710. Por encargo del mismo Virrey escribió una obra titulada “ Discurso de la enfermedad sarampión experimentado en la Ciudad de los Reyes del Perú”6 en cuya introducción el poeta Juan del Valle y Caviedes le dedica el siguiente soneto:

Créditos de Avicena, gran Bermejo, Récipes de tu ciencia te están dando En tus raros discursos, si indagando Accidentes los sana su consejo. Naciste sabio, niño fuiste viejo Médico, que advertido, especulando En la física curia adelantando De los modernos quitas lo perplejo. Excelsas ciencias, otra sin segunda Vocea en el tratado peregrino, En lo agudo, en lo docto si fecunda. Rinde la pestilencia en lo maligno; Así es, en fin, tu doctitud profunda, San Roque de los médicos benigno ¡. En el año 1695 otorgó aprobación a la edición de la obra del médico José Rivilla y Bonet “ Desvíos de la naturaleza”, desarrollando con gran elegancia

5 La Real Cédula de 9 de junio de 1646 había establecido que el Catedrático que ejerciera la Cátedra de Prima de Medicina, llevaba aneja la designación de Protomédico General del Reino. Por consiguiente, no siendo titular Bermejo de esta Cátedra sino regente (suplente) no podía acceder al cargo. 6 Obra impresa en Lima por Joseph de Contreras en 1694. Cf. “Apuntes para la Bibliografía Médica Peruana” de Hermilio Valdizán, Lima 1928, pgs. 29 a 50 inc.

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los conocimientos científicos propios de la época. Tuvo una destacada posición social y realizó importantes adquisiciones de bienes por escrituras públicas, demostrativas de su buen nivel económico. Falleció en la Ciudad de Lima el día 1° de noviembre de 1713, siendo enterrado en la Iglesia de San Francisco de Jesús.7 Francisco de Vargas Machuca. (1656-1720). Natural de Lima, fueron sus padres Francisco de Vargas Machuca (Lima) y Luisa Meléndez y Valdés ( Higuera de Vargas, Badajoz). Hizo estudios religiosos y se ordenó de Presbítero; siguió luego los de medicina y obtuvo la licenciatura consiguiente; realizó prácticas médicas bajo dirección de don Francisco Bermejo entre 1676 y 1679. Se desempeñó como sustituto de la Cátedra de Prima de Medicina a partir del año 1679, y como médico de cabecera del Arzobispo Virrey don Melchor de Liñán y Cisneros; fue médico titular del Hospital de San Bartolomé desde el 1° de noviembre de 1686 hasta 1700 siendo su remuneración anual de 300 pesos; para el ejercicio profesional contaba con dispensa otorgada por el Papa y aprobación del Rey. En forma paralela prestó servicios en el Hospital de Santa Ana desde el 19 de abril de 1688 hasta 1690, en que fue reemplazado temporalmente por el Bachiller José de Sequeira. El 1° de marzo de 1691 asumió la Cátedra de Método y arte curativo de Galeno en la Real Universidad. Escribió la “ Oración Panegírica al glorioso Apóstol San Bartolomé Patrón del Hospital de negros horros...” editada en la Ciudad de Lima en 1694, con motivo de la inauguración de las nuevas salas o enfermerías, botica y demás dependencias reconstruídas por el Mayordomo don Manuel Fernández Dávila, que se han analizado en el Capítulo III. En 12 de julio de 1714 pasó a ocupar la Cátedra de Vísperas de Medicina, y a continuación regentó interinamente la de Prima de Medicina, que llevaba aneja el ejercicio del Protomedicato; para solucionar la controversia producida por su estado sacerdotal, debió gestionar y obtener del Papa Clemente XI el Breve de 11 de febrero de 1718, ratificado por Real Cédula de 3 de abril de 1718, con lo que se dispensó el ejercicio de ambas funciones: “ Por causa de haberse controvertido en esta Real Universidad si era impedimento al Protomedicato, el que fuese sacerdote el Catedrático de Prima de Medicina, a que por Ley Real está anexo; y recurrídose a Su Majestad por parte del doctor Francisco Vargas Machuca, que obtuvo dispensación del Sumo Pontífice

7 V.: “Diccionario de Medicina Peruana” de Hermilio Valdizán, Tomo II, Lima 1938, pgs.13 y 118. “Juan del Valle y Caviedes, Obras Completas” Edic. Biblioteca de Clásicos Peruanos, BCP, Lima 1990, pg. 833 a 838.

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Clemente XI, se declaró por S.M. que teniendo dispensación el Catedrático Primario de Medicina, podrá ser Protomédico”. El poeta Juan del Valle y Caviedes dedica unas décimas a este Catedrático: “ Machuca está en las mantillas / gateando de doctor y moderno matador, / visita en las carretillas: dice que hace maravillas / y es muy grande patarata que no ata bien ni desata/ porque en todo se complica que el remedio que él aplica / sin remedio luego mata”. El 14 de diciembre de 1718 asumió en propiedad la Cátedra de Prima de Medicina y por consiguiente el Protomedicato, cargos que desempeñó hasta su fallecimiento ocurrido en Lima el 1° de marzo de 1720, siendo enterrado en el Templo de San Francisco de esta Capital.8 Juan José de Villarreal. Médico de los Hospitales de San Bartolomé y del Espíritu Santo de los Marinos, tuvo a su cargo la Cátedra de Anatomía en la Real Universidad desde 1753; fue autor de un breve estudio titulado “Satisfacción a una calumnia imaginaria y defensa de una verdadera calumnia” publicado en Lima el año de 1759, que contiene el parecer favorable de don Cosme Bueno. El tema analiza la controversia médica sobre los dolores de costado y la conveniencia o no de aplicar la sangría. D. Juan José de Villarreal además de la Cátedra que dictaba en la Real Universidad, se desempeñó como hemos mencionado, como médico titular de los Hospitales de San Bartolomé y del Espíritu Santo; y ha sido calificado defensor de la salud pública y destacado observador y estudioso de las enfermedades prevalentes por entonces9. Cosme Bueno (1711-1798) Calificado como el profesional médico que revolucionó los sistemas curativos del Siglo XVIII y sabio orientador de la formación y preparación de médicos y cirujanos, dedicó gran parte de su larga existencia a la atención de los enfermos del Hospital de San Bartolomé durante 25 años ( de 1761 a 1786), en

8 Refs.:”La Facultad de Medicina de Lima”, Tomo I Lima 1928, por Hermilio Valdizán, pgs. 90 y 91. “ Juan del Valle y Caviedes, Obras Completas”, Bib. de Clásicos Peruanos, BCP, Lima 1990, pgs.882 a 884. 9 En “Apuntes para la Bibliografía Médica Peruana”, de Hermilio Valdizán, Imp. Americana, Lima 1928, pgs. 156 a 165. “Diccionario Histórico Cronológico de la Real y Pontificia Universidad de San Marcos de Lima”, de Luis A. Eguiguren, Tomo I, Lima 1940.

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forma paralela con el Hospital de Santa Ana, dirigiendo las prácticas y preparación de numerosos estudiantes. Nacido en Belver (Reino de Aragón, España) el 9 de abril de 1711, fueron sus padres don Juan Bueno y doña María Alegre; afincado en Lima desde 1730 realizó estudios de medicina y farmacia que desarrollo con éxito, obteniendo la licenciatura y luego en 1750 el doctorado por la Real Universidad de San Marcos. Gabriel Moreno se expresa así del Maestro: “Dotado de un tacto peculiar y gusto para el ejercicio clínico, nutrido de las más sublimes especulaciones de su arte, y rodeado de innumerables enfermos de todas castas, que le presentaban estos teatros de dolor y la muerte, se hizo médico tan grande como lo retrataba la fama en la América y la Europa.” Su talento investigador y clínico lo condujo adicionalmente por las ciencias físicas y matemáticas, la geografía e historia, la astronomía, etc. siendo el mejor ejemplo de sabio austero, frugal y riguroso dedicado durante toda su vida al estudio, a la ciencia y a la formación de los profesionales, como se refleja en los célebres “Almanaques” que publicó, informes y pareceres técnicos emitidos, Cátedra de Matemáticas y cargo de Cosmógrafo que ejerció, etc., sin alejarse en momento alguno de su labor principal como médico humanista e investigador, junto con el cumplimiento de sus deberes como padre amoroso y protector de su numerosa familia. Contrajo matrimonio en Lima con doña Mariana González de Mendoza, con la que tuvo nueve hijos, entre los cuales destaca Luis que siguió estudios de medicina, y Mateo, cura de la doctrina en Luren, Ica, donde falleció tempranamente; dos de sus hijas, Rosa Lorenza y Petronila tomaron estado religioso; y Camilo que fue enviado a España a estudiar. D. Cosme Bueno profesó por su hijo Luis particular afecto, y luego de haberle costeado los estudios de medicina y el doctorado, gestionó ante las respectivas Hermandades de los Hospitales de San Bartolomé, Santa Ana y San Pedro, que lo supliera primero temporal y luego definitivamente, en razón de sus achaques y avanzada edad. Desde el 3 de octubre de 1786 don Luis Bueno se hizo cargo de la asistencia de los enfermos en estos establecimientos, bajo supervisión permanente de don Cosme, como expresamente fue acordado. Es importante destacar la estrecha relación y confraternidad que mantuvo don Cosme Bueno con don Hipólito Unanue, su alumno primero y colaborador después, en el desarrollo y ejecución de las obras del Anfiteatro Anatómico que se estableció en el Real Hospital de San Andrés, entre 1790 y 1792, además de las sabias orientaciones e indicaciones que dejó reseñadas para el futuro de la mejor formación profesional de médicos y cirujanos, en sus informes, estudios y publicaciones. Su entrañable amistad y relación con los notables estudiosos y religiosos Padres Francisco González Laguna, Francisco Romero y Antonio Pavón, de

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la Orden de San Camilo o de la Buenamuerte, acredita su alta calidad científica así como la especial influencia de su pensamiento en el proceso de desarrollo social del Siglo XVIII. Falleció en Lima el 11 de marzo de 1798 y pidió ser enterrado en el Hospital de Santa Ana de los Naturales, con la austeridad y seriedad que mantuvo en toda su larga vida.10 Luis Bueno. Hijo de don Cosme Bueno, quien bajo su dirección y enseñanza, no sólo en la teórica de la Anatomía, Fisiología y demás partes de la Medicina, recibió el grado de suficiencia en la Real Universidad y fue examinado y revalidado por el Protomedicato; desde el año 1786 venía supliendo a su padre en el Hospital de Santa Ana, y desde octubre de ese mismo año asumió la curación de la gente de color en el Hospital de San Bartolomé. Don Cosme Bueno solicitó a la Hermandad de 24 que teniendo en consideración los 25 años inicnterrumpidos que había servido en el Hospital de San Bartolomé, “ con el amor y caridad a sus enfermos, cuyo ejemplo sigue y seguirá mi hijo” que se otorgara nombramiento en propiedad a don Luis, “ obligándome yo a su asistencia, siempre que no me lo impidan mis quebrantos de salud; para cuyo efecto desde ahora hago renuncia del empleo...”11 Con el acuerdo aprobatorio del Cabildo de la Hermandad y el informe del Mayordomo don Pablo Matute y Melgarejo, el Juez Protector del Hospital, Conde de Sierrabella, dictó auto confirmatorio en 6 de noviembre de 1786, de nombramiento del Dr. Luis Bueno como médico propietario para asistir las enfermerías del Hospital, con el mismo salario que continuaría girándose por este servicio y sin perjuicio de la colaboración y asistencia de don Cosme, en tanto su salud y estado se lo permitan, “ con el acierto que es público y notorio de su distinguido talento y profundos conocimientos “. Desde entonces y hasta el año 1816 don Luis Bueno prestó servicios como médico titular en el Hospital de San Bartolomé.

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10 En “ Apuntes..” cit, pgs. 151 a 154; Estudio de Carlos E. Paz Soldán, “Cosme Bueno el Precursor, 1711-1798” en Revista de la Sociedad Peruana de Historia de la Medicina, Vol.I, n.1, Lima 1939, pgs. 79 a 95. Cf. “ Documentos Literarios del Perú” por Manuel de Odriozola, Tomo IV, Lima 1873, pgs. 258 a 273. Investigación personal del autor. 11 En Archivo Moreyra, Documento DI 82-1929-1930, en Archivo General de la Nación, Lima.

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Los Cirujanos del Hospital de San Bartolomé.

El cuerpo de Cirujanos Latinos y Romancistas que cumplieron servicios en este Hospital, no fue en grado alguno de menor importancia y calidad técnica y humana, que el de Médicos precedente. Los Cirujanos Latinos contaban con un nivel fundamental de estudios y experiencias, habían cumplido prácticas en diversos Hospitales, utilizaban el idioma latino en sus expresiones científicas y la lectura de asignaturas de Artes en la Real Universidad y prácticas bajo control de médicos y cirujanos, les permitía obtener hasta el grado de Bachiller y la aprobación o autorización de ejercicio por el Real Protomedicato. En cambio, los Cirujanos Romancistas tenían conocimientos más limitados, aunque con experiencia práctica de tres años en curaciones hospitalarias y asistencia a particulares, y dos años de labor con médicos y cirujanos; utilizaban el idioma vulgar o romance; este grupo estaba formado por pardos, mulatos, zambos y diversas mezclas; la sociedad virreinal tenía recelos muchas veces fundados sobre la habilidad y eficiencia de sus actuaciones. El

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Protomedicato debía controlar y autorizar mediante Examinadores la labor de los romancistas, de acuerdo con las disposiciones vigentes11. Veamos seguidamente algunos de los principales Cirujanos que prestaron servicios en el Hospital de San Bartolomé desde sus inicios: Pascual de Santa Ana. En el año 1661 al abrirse las primeras salas ingresa percibiendo 50 ps al año; sigue en 1662 con 132 ps, en 1664 con 167 ps, hasta 1665 en que se le paga 200 ps por su labor, sin que encontremos información de su actividad. Pedro de Utrilla.(1623-1691) Llamado “el viejo” por ser el tronco de una extensa familia dedicada a la medicina, cirugía y obstetricia; prestó servicios en el Hospital deste 1666 hasta 1682, esto es durante 16 años, con la remuneración anual de 150 ps; en forma paralela actuaba como cirujano en el Hospital de Santa Ana de los Naturales desde 1671, junto con el médico don José Rivilla y Bonet, autor de una obra sobre un caso profesional de excepción, que se considera en colaboración con el sabio don Pedro de Peralta Barnuevo. Era natural de Lima; siguió estudios de Medicina, más sólo alcanzó a recibir el grado de Bachiller por su condición de color. Es mencionado repetidamente por el poeta Juan del Valle y Caviedes, y recibe críticas hirientes sobre sus curaciones.Vivió en la calle de Mestas, 7ª del actual Jr. Huanta, a corta distancia de los Hospitales de San Bartolomé y de Santa Ana12. Alonso Fernández. Encontramos tan sólo que se desempeñó como Cirujano del Hospital de San Bartolomé en los años 1683 y 1684, recibiendo la remuneración anual de 200 ps. Juan de Lizeras. (1657-1714) Llamado por Caviedes “el corcovado” a consecuencia de la giba que sufría, además de haber sido duramente humillado en sus obras; se supone que este cirujano dio nombre a una de las calles de Lima, la 4a de Jr. Cuzco o Emancipación. Natural de Lima, siguió estudios de medicina y recibió el título de Cirujano Latino, ingresando al Hospital de San Bartolomé en 1684 con el salario anual de 200 ps, que luegose elevó a 250 ps, hasta el año 1696 en que se retiró luego de 12 años de servicios. 11 Cf. “ Recopilación de las Leyes, Pragmáticas Reales, Decretos y Acuerdos del Real Protomedicato” hecha por encargo y dirección del mismo Real Tribunal, por don Miguel Eugenio Muñoz, Valencia, 1751, Capítulo XI y 9 artículos,pgs. 150 a 155. 12 En “ Caviedes” ob. Cit., pgs. 878 y 879.

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Uno de sus hijos fue el religioso dominico Fray José de Lizeras, quien quedó encargado por poder a la muerte del padre, de repartir sus escasos bienes entre los ocho hijos habidos en dos matrimonios. Francisco de Matute. Llamado por sus colegas y discípulos “el gran Matute”, gozó de mucha fama en el Siglo XVIII, llegando a ser el Cirujano de elección de los Virreyes Guirior (1776 a 1780) y Jáuregui (1780 a 1784). Destacó en especial por las audaces intervenciones que realizó en el Hospital de San Bartolomé entre 1740 y 1784, y está considerado como el orientador de la enseñanza racional de la anatomía humana en el Perú, pues bajo su dirección se formaron casi todos los nuevos cirujanos, y en especial don José Pastor de Larrinaga, quien como muestra de agradecimiento nos ha dejado elogioso recuerdo de su maestro. Matute tuvo a su cargo la enseñanza práctica de la cirugía en el Hospital de San Bartolomé, realizando las anatomías o autopsias con sus discípulos y practicantes, para determinar la causa de la muerte. “ Larrinaga y Montero hicieron sus prácticas de cirugía en el Hospital de San Bartolomé, bajo las órdenes e indicaciones del Gran Matute, precioso ornamento de la patria por su distinguida probidad y destreza en las operaciones quirúrgicas, pues intervenían en el histórico y Real Hospital y a sus sesiones quirúrgicas concurrían los jóvenes que se iniciaban en esta rama de la terapéutica. La obra clásica del Profesor Martín Martínez y luego las de Winslon y Heister eran los textos de enseñanza de la anatomía por entonces”.13 El gran Matute falleció en Lima el 13 de abril de 1784, luego de haber trabajado durante casi cincuenta años como cirujano del Hospital de San Bartolomé y haber formado muchos discípulos y seguidores de su arte, en la Escuela Práctica que dirigiera. Tomás Obregón. En su calidad de primer Enfermero del Hospital reemplazó a don Francisco de Matute en su labor, siguiendo los pasos del maestro con talento y pericia, como lo reconocen sus contemporáneos y en particular el Cirujano don José Pastor de Larrinaga, al dedicarle frases de elogio:

13 En “ La cultura y los médicos en la emancipación” por Juan B. Lastres, Edit.San Marcos, Lima 1954, pg. 133. Diccionario Histórico Biográfico del Perú, Edit. Milla Bates, Lima 1986, T.VI, pgs. 46 y 47. La obra del Prof. Martín Martínez que se menciona es la siguiente: “ Anatomía completa del hombre, con todos los hallazgos, nuevas doctrinas y observaciones raras hasta el tiempo presente y muchas advertencias necesarias para la cirugía según el método con que se explica en nuestro teatro de Madrid”, Impresa en Madrid, Viuda de Manuel Fernández, 1764.

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“nadie le disputó a este diestro Profesor su esclarecido talento, pericia, doctrina y erudición en todas las Facultades que fueron objeto de su aplicación y buen gusto. No paso adelante en el elogio de este benemérito patriota, porque fue muy notoria su suficiencia para los Cirujanos Ultramarinos y Americanos, y porque las lágrimas que vierten mis ojos sobre este papel, me avivan el dolor y angustia que sufrió mi corazón por su acelerada muerte en 24 de febrero del año pasado, en lo más florido de su edad, y a poco de haber ocupado dignamente el empleo de Cirujano Mayor de dicho Hospital, por el fallecimiento de nuestro amado y celebrado Maestro Francisco Matute, precioso ornamento de la Patria, por su distinguida probidad y destreza en las operaciones quirúrgicas"14 De acuerdo con la cita que hace el Cirujano Larrinaga, don Tomás Obregón falleció el día 24 de febrero de 1789, pues el año siguiente de 1790 escribe su “ Apología de los Cirujanos del Perú”. Mariano Faustos. Ejerció el cargo de Cirujano Mayor del Hospital desde 1789 hasta su deceso en 1801; era Cirujano romancista, sin embargo “ nadie le disputa su consumada instrucción en Latinidad; porque después de haber estudiado Filosofía y haber obtenido su aprobación en el Colegio de San Ildefonso, pasó a estudiar la Cirugía en este Hospital ( San Bartolomé), y en las constituciones que formé para arreglar las Conferencias y obtener el Grado de Pasante, por el riguroso examen de Lección de 24 horas y cuatro réplicas, consiguió el honor de Regente Mayor, cuando yo sólo ocupé el cargo de Maestro de Estudiantes; y vé aquí una prueba victoriosa y concluyente, de que en el Perú se hallan instruídos en Latinidad los que aún por su modestia, no se han examinado de Cirujanos Latinos...” son apuntes textuales de don José Pastor de Larrinaga sobre este Maestro15. José Pastor de Larrinaga (1750-1824) Hemos tratado de reunir toda la información posible sobre este Cirujano, analizándola rigurosamente, teniendo en cuenta los documentos examinados y las diversas publicaciones que hizo durante su vida profesional: 1° Natural de Lima, fueron sus padres don Pedro José Larrinaga y doña Gregoria Hurtado; era hermano de su padre Fray Antonio Larrinaga, Prior del Convento de Santo Domingo de Lima y Catedrático de Vísperas de Teología en la Real Universidad. Casó con Damiana Díaz de León y tuvo varios hijos, siendo Rafaela la mayor de todos. 2° Estudió Filosofía en el Convento de San Francisco de Lima y a partir de 1772 por orientación y sabios consejos de don Cosme Bueno inició los estudios de Cirugía en el Hospital de San Bartolomé bajo la dirección del Gran 14 En “Apología de los Cirujanos del Perú”, Imprenta de Antonio Zea, Granada, 1793, pg.13. D. José Pastor hace una ardorosa defensa de los cirujanos peruanos, especialmente de los mestizos, pardos, mulatos y demás mezclas, frente a los cirujanos ultramarinos o militares que llegaban al Perú. 15 En “Apología...cit.” pg. 33 nota (o).

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Matute y de Tomás Obregón, cursando los seis años requeridos, pues el 16 de marzo de 1778 rindió su examen público obteniendo el grado de Bachiller en Cirugía, siendo Protomédico General el Dr. D. Isidro Pimentel16. 3° Debemos citar que doña Catalina Hurtado y Peralta era hermana de leche con doña Gregoria Hurtado, madre de don José Pastor; y a su vez era prima del entonces Obispo del Cuzco don Juan Manuel Moscoso y Peralta, quien pasó luego como Arzobispo de Granada en España, siendo el mecenas protector pues hizo imprimir a su costa la obra “Apología de los Cirujanos del Perú” en 1793. La segunda prima del Arzobispo era doña María Angela de Orozco y Peralta, a quienes cita con gran aprecio y recuerdo nuestro Cirujano en dicho libro.17 4° Valdizán con referencias aisladas sin sustentar, afirma que don José Pastor había nacido en la casa de los Hurtado; y agrega que don José Cayetano Hurtado y su esposa Nicolasa Alzamora, todos los días a las 5 pm iban a la escuela para traer al niño José Pastor hasta su casa, y a las 9 de la noche lo dejaban en casa de sus padres18. 5° El matrimonio Hurtado – Alzamora tenía dos hijos, uno religioso Fray Manuel y el otro Contador José Leonardo; y fue éste quien quiso llevar a José Pastor a España para seguir estudios, cuando aún seguía los de filosofía con los Franciscanos. José Leonardo llegó a ser Contador Mayor del Real Tribunal de Cuentas, y casó con doña Inés de Villalta, hija de don José Antonio de Villalta y doña Juana Rosa de Santiago Concha19. 6° D. José Pastor de Larrinaga en ejercicio de su actividad como Cirujano destacó en Lima por sus curaciones, buen nivel económico y mejor relación con los estamentos de la sociedad virreinal; llegando a orientar el gremio de Cirujanos con sus opiniones, escritos y propuestas, como se verá seguidamente. 7° Fue Cirujano del Convento de San Francisco desde 1794 y del de la Merced desde 1796 al fallecimiento del M° Hilario de los Santos; paralelamente se desempeñaba como Cirujano del Regimiento de Dragones de Carabayllo, y titular desde 1801 del Hospital de San Bartolomé, al cesar don Mariano Faustos en 23 de mayo de 1801. 8° Muy generoso y de concepción universal, se dedicó a ayudar a sus amigos y colegas de profesión en todas sus necesidades y apremios familiares, estableciendo en la Ciudad de Lima el Monte Pío de Cirujanos integrando a los 36 principales con un sistema de aportaciones y de préstamos, similar al

16 Larrinaga con gran afecto reseña estos acontecimientos de su vida profesional, en su obra “ Apología de los Cirujanos del Perú” que hemos citado en (14);véase la pg. 13 y nota f). 17 En pgs. 34 y 35, nota P) ob. Cit. Valdizán, “ Apuntes para la Bibliog..” cit. pg. 285. 18 La familia Larrinaga Hurtado vivía en la Calle Rufas, que corresponde a la 1ª de Jr. Huanta. 19 En Mendiburu, Dicc. Hist. Biográfico, Tomo VI, Lima 1933, pg. 282.

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existente en España; orientándose hacia la creación de una Escuela de Cirugía autónoma con separación de la de Medicina, lo que le ocasionó disgustos y distanciamientos con los médicos, especialmente con don Hipólito Unanue, Miguel Tafur, Baltasar de Villalobos y otros destacados profesionales de la época. 9° Los proyectos que planteó ante el Superior Gobierno y ante el Rey sobre un régimen exclusivo de estudios para Cirujanos, en cierta forma fueron neutralizados por las ideas reformistas e integradoras de don Hipólito Unanue, quien con el apoyo del Virrey Abascal, aceleró el establecimiento del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando en 1808, con una concepción universal de la formación de los nuevos profesionales que requería el Perú. 10° Eguiguren menciona que el Conde de la Dehesa de Velayos, Mayordomo del Hospital, informó elogiosamente de la operación de zaratán (cáncer) que realizó don José Pastor en San Bartolomé, al extirpar los pechos de una mujer que sufría este mal, quien recuperó la salud. 11° Don José Pastor fue así un Cirujano de méritos incuestionables, destacó en un importante momento histórico nacional por su identificación con la Patria y Nación como peruano, se preocupó por dignificar el prestigio de su Gremio, tuvo gran vocación docente y científica, dirigiendo con acierto la formación y práctica de estudiantes de Cirugía en el Hospital de San Bartolomé. 12° Su obra principal es la “ Apología de los Cirujanos del Perú” impresa en Granada en 1793 por su mecenas y protector, Arzobispo don Juan de Moscoso y Peralta; refleja su intención nacionalista y peruanista que trata de desterrar el desdén de los ultramarinos por los cirujanos criollos, y contiene claros fundamentos de su amplio conocimiento científico y de su colección de autores selectos, no corriente por entonces. 13° En la “Apología” don José Pastor levanta los cargos hechos a los cirujanos criollos y pardos, por sus antecedentes aparentemente infamantes; defendiendo la libertad del espíritu que por su esencia, carácter y prerrogativas es siempre libre y exento del condicionamiento del cuerpo, pues no se cautiva ni tiene color alguno. 14° La acusación de no saber anatomía los cirujanos por carecer de Anfiteatro público para prácticas y disecciones, las deshace defendiendo las Escuelas Prácticas de Cirugía que funcionaron desde mucho tiempo atrás en los Hospitales de Santa Ana, Espíritu Santo y San Bartolomé, entre otras. 15° Don José se enorgullece de haber seguido los sabios consejos de su Maestro don Cosme Bueno,de haber estudiado como texto único el Tratado de Anatomía del Prof. Martín Martínez20 no sólo por ser amena a un genio filosófico, sino porque trata lo más esencial y necesario para conocer el cuerpo humano, sano o cadavérico. 20 Sobre este autor véase la nota (13) que antecede. Larrinaga conocía el texto totalmente.

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16° Otra obra de don José Pastor es “Cartas históricas a un amigo o Apología del Pichón Palomino que parió una mujer” reseña el parto de una morena y el largo estudio del pichón palomino; refutando las opiniones desfavorables y burlas de don Hipólito Unanue y José Manuel Dávalos, particularmente, por considerar que fueron los autores de la suplantación del feto; esta obra editada en Lima en 1812 ocho años después de los sucesos, representa la ardorosa defensa de su profesión frente a la desidia e indiferencia de las personas por este estudio. 17° Lastres menciona un largo pleito seguido por los médicos contra los cirujanos, celosos de su mayor jerarquía y privilegio, cuyo fin era prohibir la asistencia de cirujanos a las prácticas diarias en los Hospitales21. Merced al firme empeño de don José Pastor de Larrinaga la rama de los cirujanos fue adquiriendo mayor nivel de seriedad y profesionalidad, llegando a igualar a la de los médicos. “ Todos estos esfuerzos aislados van creando un clima propicio para que se formen cirujanos competentes y no simples prácticos, y que como base de estos estudios se cree un centro donde se enseñe y practique la anatomía, base científica de la Cirugía”22 18° Además de las dos obras mencionadas, don José Pastor de Larrinaga fue colaborador asiduo del “Mercurio Peruano” con artículos publicados con el seudónimo de “ Joseph Torpas de Ganarrilla “, como son: una disertación quirúrgica; sobre un feto que extrajo a una parturienta; sobre si una mujer se puede convertir en hombre; introducción a la historia de los Incas; curación de un aneurisma del labio inferior, sucesión cronológica de gobernantes del Perú, etc.23

19° Ofrece particular interés por las referencias que contiene sobre el Hospital de San Bartolomé y la labor formativa de los cirujanos, el estudio escrito y publicado por don José Pastor, titulado “ Descripción de un esqueleto que se ha de colocar el día 24 de agosto de 1804 en el Real Hospital de San Bartolomé por los Practicantes de Cirugía bajo la dirección del Protocirujano Josef Pastor de Larrinaga”24. 20° Por último comenta don Ricardo Palma que nuestro Cirujano estaba convencido de haber escrito un libro de inmortal mérito, refiriéndose a “Cartas históricas” o “Apología del pichón palomino” dedicado a don José Baquíjano y Carrillo, Conde de Vista Florida, persona de gran figuración política a comienzos del S. XIX. Afirma Palma que don José Pastor fue médico personal de don Vicente Morales Duárez, Diputado por Lima y Presidente de las Cortes de Cádiz, de las casas de los Condes de la Dehesa de Velayos, Torre Velarde y otras no menos aristocráticas del Perú; sin mayores referencias señala a 1823 como año de su fallecimiento en Lima.25 21 En “ Historia de la Medicina Peruana”, Tomo II, Virreinato, Lima, 1951, pg. 253. 22 Lastres, ob. Cit. pg. 253. 23 En “ Mercurio Peruano”, Tomo V, n.s 147, 148 y 149, 1792; ns. 167 y 168, id.; Tomo VI, ns. 176, 197 y 198, 1791; Tomo VII, ns. 224 y 227, 1793. Tomo VIII, n. 245, 1793. 24 Por su especial vinculación con el Hospital de San Bartolomé, reproducimos como Anexo dicho estudio, con las notas aclaratorias consiguientes. 25 R. Palma, “Tradiciones Peruanas” Lima, 1957, Tomo IV, pgs. 207 a 209.

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Capítulo XI

La Reforma del Hospital y D. Manuel Pardo R. en 1816.

El Hospital de San Bartolomé contaba desde 1670 con Constituciones aprobadas por el Arzobispo D. Pedro de Villagómez, que recogen las intenciones de los fundadores, los fines asistenciales y compendia todo el proceso de creación, desarrollo y funcionamiento del sistema de protección establecido para la gente de color. Valdizán1 publicó las Ordenanzas de este Hospital, al reseñar el desenvolmiento de la salud pública en el Siglo XIX, tomando como referencia la copia manuscrita que formó parte del expediente presentado por don Manuel Pardo R., Regente de la Real Audiencia del Cuzco, encargado por el Virrey don José de Abascal para visitar y reformar los establecimientos asistenciales y educacionales de la Ciudad de Lima 2. Entre los años 1816 y 1817 don Manuel Pardo R. comisionado por el Virrey Abascal, tuvo a su cargo la visita de inspección y control de los Hospitales de Lima como Santa Ana, San Andrés, Espíritu Santo y San Bartolomé, proyectando en cada caso Planes de Reforma y adiciones a las Constituciones, con la intención de perfeccionar el funcionamiento de los servicios e introducir las reformas básicas sobre curación, asistencia, formación profesional, presupuesto, equilibrio financiero, etc., cuyo análisis venimos efectuando en los tomos dedicados a los Hospitales históricos del Perú. En el caso del Hospital de San Bartolomé, no ha sido posible encontrar el informe sobre la visita efectuada en 1816 ni el plan de reforma propuesto; en cambio sólo existen parte de los documentos, como son las Constituciones antiguas3 y los informes emitidos por D. Hipólito Unanue y D. Miguel Tafur, en la consulta previa a la aprobación por el Virrey. En el Archivo General de Indias hemos hallado parte de la documentación enviada desde Lima y algunos informes complementarios, que por su interés e importancia consignamos en el presente Capítulo4. Tratando de superar las limitaciones instrumentales, procuramos hacer una reseña general de dicha visita, siguiendo el mismo esquema desarrollado y ejecutado con los demás Hospitales de la Ciudad de Lima, como sigue: 1 En “ La Facultad de Medicina de Lima” Tomo III, Lima 1929, pgs. 157 a 175 2 Sobre don Manuel Pardo véase “ Del Hospital de Santa Ana 1549-1924 al Hospital Nacional Arzobispo Loayza, 1925-1999,” Tomo II Historia de la Medicina Peruana, Lima 1999, del autor; y Revista Histórica, Tomo XVII, Lima 1948 Documentos publicados por Raúl Porras B. sobre la visita de D. Manuel Pardo, pgs. 180 a 308. Asimismo la obra “Manuel Pardo R.” de Felipe A. Barreda, Lima 1954. 3 En Biblioteca Nacional del Perú, Sección Manuscritos, Siglo XIX, Lima, deteriorado por el fuego. 4 Sección Audiencia de Lima, Legajo 797, sección 3, AGI, Sevilla.

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1° Por Real Orden de 4 de mayo de 1815 se encomendó a los Virreyes, Presidentes de Reales Audiencias y Gobernadores, iniciar por sí o por comisionado la visita a los Colegios, Seminarios, Universidades, Convictorios Reales,etc., dedicando atención especial a la inspección y revisión de los Hospitales. 2° El Virrey don José de Abascal en cumplimiento de dicha RO, dictó Decreto en 11 de octubre de 1815 encomendando a D. Manuel Pardo Rivadeneyra, por entonces Regente de la Real Audiencia del Cuzco que se encontraba en Lima, “para que en mi nombre desempeñe esta soberana confianza, llevándola por el orden con que van expresados los predichos establecimientos, y dándome cuenta de la conclusión de la visita de cada uno, con noticia de las modificaciones o variaciones que haya que hacer en ellos, antes de ponerlas en práctica”5 3° El Comisionado inició de inmediato sus actividades, efectuando visitas al Real Convictorio de San Carlos, Seminario de Santo Toribio, Real Universidad y a continuación seguió con los Hospitales de Santa Ana, San Andrés, Espíritu Santo y San Bartolomé. 4° El término “visita” tiene un sentido general que se hace necesario precisar: comprendía el examen detenido de funcionamiento, calidad de los servicios, organización de la asistencia, gestión de los profesionales, enfermeros y asistentes, servicios auxiliares y complementarios, rentas generales y especiales, gastos, necesidades, peticiones, proyectos, Constituciones, reglamentos internos, Reales Cédulas, documentos pontificios, etc. 5° Luego de reunida toda la información necesaria, y realizadas constantes visitas personales al establecimiento para verificar su funcionamiento, horarios, asistencia de los enfermos, alimentación, servicios,etc., se formulaba el Plan de Reforma con adiciones a las Constituciones, o bien redactándose nuevas en correspondencia a las necesidades del Hospital, proponiéndose en informe directo al Virrey todos los cambios, remociones, subrogaciones y medidas necesarias. 6° Con anterioridad a la resolución aprobatoria, el Virrey habitualmente solicitaba pronunciamiento previo sobre las propuestas, al Protomédico General del Reino, Dr. Hipólito Unanue y al sustituto Dr. Miguel Tafur, por tener ambos la calidad de Médicos Honorarios de Cámara del Rey. 7° En el caso de nuestro Hospital de San Bartolomé, los dos informes emitidos por D. Hipólito Unanue y D. Miguel Tafur sobre la visita y el plan de reforma 5 En Revista Histórica citada en (2). El Virrey Abascal ejerció el cargo hasta el día 7 de julio de 1816; desde entonces hasta 29 de enero de 1821 gobernó don Joaquín de la Pezuela.

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propuesto, fueron publicados por Valdizán6, como documentos inéditos aislados y rescatados de desaparición o pérdida. 8° Expedido el Superior Decreto aprobatorio en voto consultivo del Real Acuerdo y con las sugerencias ampliatorias propuestas, se debía poner en ejecución el Plan de Reforma en el Hospital por el Mayordomo y Hermandad de 24, bajo control y supervisión de un Oidor de la Real Audiencia, con la calidad de Juez Conservador del establecimiento. 9° En forma paralela, se enviaba copia certificada de todo el expediente organizado al Consejo Supremo de Indias, dando cuenta de las medidas adoptadas de cumplimiento de la Real Orden dictada, para obtener la confirmación Real.

-0- Con fecha 20 de diciembre de 1816 el Virrey don Joaquín de la Pezuela trasladó a D. Hipólito Unanue toda la documentación presentada por don Manuel Pardo sobre la reforma del Hospital de San Bartolomé, con la siguiente comunicación: “El señor Ministro encargado por mi antecesor de la visita de los Hospitales de esta Capital, en virtud de Real Orden de 4 de mayo de 1815, me ha pasado el expediente instructivo de la de San Bartolomé, acompañándome al mismo tiempo un plan de Constituciones, cuya observancia juzga necesaria para el mejor régimen interior de ese piadoso establecimiento. “ Deseoso de ilustrar más esta materia digna de los soberanos desvelos de SM y de que mis providencias tengan todo el acierto que debo proponerme en éllas, dirijo a US los referidos documentos para que examinándolos prolijamente, me informe y exponga su dictamen sobre todos los puntos que comprenden, con aquella detención y pulso que exige su importancia y me hacen esperar los conocimientos facultativos de US, y su notorio celo por el remedio de la humanidad doliente. “Dios guarde a US muchos años. Lima,20 de diciembre de 1816. Joaquín de la Pezuela.” Parecer del Dr. Hipólito Unanue.7 Reproducimos seguidamente el informe que emitió don Hipólito Unanue en 28 de diciembre de 1816 sobre el Plan de Reforma propuesto por don Manuel Pardo R. para el Hospital de San Bartolomé: 6 En “La Facultad de Medicina de Lima” tomo III, cit. en (2) y en “Biblioteca Centenario de Medicina Peruana” Edit. Sanmarti, Lima 1921, pgs. 70 a 72 como inéditos. 7 Véase la nota (6) anterior.

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“Exmo. Señor: Las Ordenanzas que para el buen régimen del Real Hospital de San Bartolomé ha formulado su Visitador el Dr. D. Manuel Pardo, Regente de la Real Audiencia del Cuzco, me parecen arregladas con el tino con que este ilustrado y celoso Ministro ha desempeñado siempre los graves asuntos de la Magistratura. “En la parte en que yo puedo dar dictamen nada esencial hay que añadir, sino que con respecto al Título 10 que trata de enfermeros, debe tener presente su Señoría, que en años pasados promoví en esta Superioridad, el que en todos los Hospitales, además del primer enfermero que debe ser Profesor de Medicina, hubiese un segundo que lo fuese de Cirugía, para asistir con especialidad a las visitas del Cirujano, preparar el aparato para las curacions de éste, etc., y suplir las enfermedades y ausencias del primer enfermero. “ De manera que nunca estuviese el Hospital sin un Profesor por los casos intempestivos que podían ocurrir; y para que se quitase igualmente el abuso de hacer que la plaza de enfermeros de Medicina se ocupase por meros Cirujanos. “ Así se mandó y como en todos los Hospitales hay en efecto un segundo enfermero, el Mayordomo de San Bartolomé respondió que en su Hospital el primer enfermero era Profesor de Medicina y el segundo lo era de Cirugía, conforme a lo que ordenaba la Superioridad. “ Más es tal la voluntariedad con que se manejan algunos Mayordomos de Hospitales, que a pesar de las graves causas que dieron origen a esta solicitud, y de haberse dado gracias a la Superioridad de VE por providencia tan saludable por parte de los mismos Mayordomos, estoy informado que no solamente no se observa en uno de los Hospitales de esta Capital, sino que se ejecuta lo contrario. “ El celo y energía del Sr. Ministro Visitador debe tener esto presente, y aún se le pasará el Expediente sobre la materia, si lo juzgase oportuno, para que con ordenanzas sabias y mandatos preventorios estreche a su cumplimiento. “ Es obligación esencial del enfermero mayor visitar a las seis de la mañana y a las diez de la noche, individualmente a los enfermos para averiguar si se les ha administrado las cosas recetadas, anotar lo que pueda haber ocurrido después de la última visita y poder de este modo dar al Médico en la siguiente, una relación circunstanciada. “ El Sr. Ministro Visitador deseoso de procurar por todos los medios posibles el buen servicio del Hospital, propone a VE en su oficio de 7 del mes presente, como uno de los medios más útiles el de la subasta de sus ramos. Razones

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poderosas me persuaden que en pudiendo conseguirse un buen Mayordomo no debe ceñírsele a la necesidad de sujetarse a un proveedor, sino dejar a su arbitrio que compre libremente donde le vendan con más ventajas en el precio y la bondad de la especie; y si el Mayordomo es malo el subastador que es un monopolista del Hospital, le cohechará a costa de este mismo, y le pagarán los enfermos; así nada se remediará con los licitadores. “ Más como este punto se halla controvertido en la teoría y práctica de la economía, yo propongo a VE mi opinión con la ingenuidad que debo, pero sin pretender darle valor sobre lo que juzga el Sr. Visitador cuyas luces y conocimientos políticos exceden a los míos. “ Con esto queda obedecido el Superior oficio de VE en que con tanta delicadeza y pulso manifiesta las nobles intenciones de acertar en sus providencias saludables. “ Dios guarde a VE muchos años. Lima y Diciembre 28 de 1816. Exmo. Señor. Hipólito Unanue. “ Exmo. Sr. D. Joaquín de la Pezuela, Virrey del Perú.” La sugerencia de don Hipólito Unánue se fundamentaba por tanto en que todos los Hospitales tuvieran dos enfermeros mayores, el primero que debía ser médico y el segundo cirujano, quienes debían actuar como colaboradores de los titulares, en sus respectivos campos de actividad: lo que demuestra que 8 años después de iniciado el Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, se mantenía aún la diferencia de consideración entre los profesionales. Sin embargo la medida adoptada en años anteriores tenía por finalidad mantener el nivel de asistencia y calidad de los servicios hospitalarios. Informe del Dr. Miguel Tafur. En la misma forma, don Miguel Tafur con su calidad personal, emite el pronunciamiento solicitado por el Virrey, expresándose como sigue : “Exmo. Señor: El expediente de la visita del Hospital de San Bartolomé y el plan de constitución para su ulterior gobierno, organizados por el señor Dr. Manuel Pardo, como visitador encargado en virtud de Real Orden, manifiestan la sagacidad y prudencia de que ha usado en el primero y todo el fondo de conocimientos y de amor a la humanidad que ha desenvuelto en el segundo. “Deslindando la distribución del tiempo, las ocupaciones de cada empleado y la mutua dependencia que debe haber entre todos, arregla el orden con que deben portarse, los que están encargados del alivio y consuelo de sus semejantes.

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“La plaza de enfermero mayor siempre ha sido servida por un médico aprobado, así para que pueda variar el régimen prescrito por el Médico en las ocurrencias que puedan sobrevenir, como para que auxilie de pronto a los enfermos que vengan a horas intempestivas. “ Por estas razones lo mandó así en todos los Hospitales el antecesor de VE, y no obstante hace de enfermero mayor en San Bartolomé un cirujano. Los de esta clase sólo deben ser enfermeros segundos para que sirvan a los enfermos de Cirugía, en lo mismo que el enfermero mayor a los de Medicina. “ El título que debe tratar de las obligaciones de éste es lo único que falta en el cuaderno de Constituciones. La puntual observancia de éstas en el Hospital harán efectivas todas las providencias que VE, que tanto se esmera por el bien público, tome en beneficio de unos establecimientos destinados para asilo de la humanidad doliente. “Dios guarde a VE muchos años. Lima y Enero 4 de 1817. Exmo Señor. Dr. Miguel Tafur”. “Exmo. señor D. Joaquín de la Pezuela, Virrey, Gobernador y Capitán General del Reino”. En el informe anterior, el Dr. Tafur hace notar al igual que D. Hipólito, la necesidad de contar con los dos enfermeros mayor y segundo en el establecimiento, el primero Médico y el segundo Cirujano; y repara la inobservancia existente en el Hospital de San Bartolomé, donde el cirujano mayor es un cirujano. La medida está orientada en forma específica al célebre Cirujano don José Pastor de Larrinaga, quien ejercía tal función, cuyos puntos de vista profesionales eran muy distintos al de los dos informantes. Aprobación e Informe del Virrey. Con los informes requeridos y la documentación de la visita, el Virrey Pezuela dictó el Superior Decreto aprobando el Plan de Reforma y su aplicación en el Hospital San Bartolomé; y seguidamente dio cuenta al Ministerio de Gracia y Justicia de las medidas dictadas, como era preceptivo, en aplicación de la Real Orden de 4 de mayo de 1815. La comunicación del Virrey tiene fecha 16 de marzo de 1818 y es del tenor siguiente: “N° 139. El Virrey del Perú remite el resultado de la visita del Hospital de San Bartolomé practicada en cum- plimiento de la R.O. de 4 de mayo de 1815.

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Exmo. Señor: “ Paso a manos de US para que se sirva elevar a la de SM el resultado de la visita del Hospital de San Bartolomé de esta Capital, practicada por encargo de este Gobierno por el Regente de la Audiencia del Cuzco, D. Manuel Pardo, en cumplimiento de la Real Orden de 4 de mayo del año pasado de 1815. “ El estado que forma el Comisionado a consecuencia de élla, presenta con claridad el lastimoso cuadro a que se halla reducido este establcimiento, y aunque las nuevas Ordenanzas me parecieron las más a propósito para su reforma, que es todo el Plan de la Visita, he juzgado sin embargo oportuno antes de su ejecución pasar el expediente de élla a los Médicos Honorarios de Cámara, D. Hipólito Unanue y D. Miguel Tafur; y después a este Real Acuerdo por voto consultivo, con cuyo dictamen me he conformado en su aprobación, mandando volver el proceso de la visita al Comisionado, para que hiciese en las nuevas Ordenanzas las alteraciones recomendadas por el Tribunal. “ Comprueban lo expuesto las piezas que van adjuntas, y lo son las Ordenanzas antiguas y nuevas, los informes de los dos facultativos y el voto consultivo del Real Acuerdo, con las alteraciones hechas a consecuencia de mi orden por el Comisionado, y para mayor ilustración va también el estado de las entradas y gastos del Hospital que resulta de los tres años de 1809, 1810 y 1811 que en calidad de Mayordomo lo ha administrado don Joaquín Lastra; y dejo de remitir el testimonio de toda la actuación, para evitar al Hospital el gasto de escribientes y de papel de que no podía excusarlo. “El tiempo que ha corrido bajo el nuevo Plan, manifiesta ya las ventajas que deben expresarse en beneficio de aquellos miserables, y este Gobierno empleará toda su autoridad y protección para que así se verifique; mientras que SM instruído de todo tenga a bien aprobar la reforma que comprenden los nuevos Estatutos. “ Dios guarde a US muchos años. Lima, Marzo 16 de 1818. Joaquín de la Pezuela. “Exmo. Señor Secretario de Estado y del Despacho Universal de Gracia y Justicia”.8 Informe de la Contaduría General. Recepcionada toda la documentación enviada por el Virrey Pezuela, correspondió a la Contaduría General del Consejo de Indias emitir pronunciamiento sobre las reformas

8 Como hemos indicado en la nota (4) nos remitimos a los documentos del Archivo General de Indias, Audiencia de Lima, Legajo 797, sección 3.

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adoptadas; el informe luego de analizar exhaustivamente las Ordenanzas, propone simplificarlas y adecuarlas más a la realidad de los nuevos tiempos, y que dada su vinculación con nuestro Hospital, lo copiamos seguidamente: “ Contaduría. Informe de 15 de enero de 1819. “ En cumplimiento de la Real Orden de 4 de mayo de 1815 comunicada a los Gobernadores Virreyes de América, para que abriesen visita de Colegios, Universidades y Hospitales, e hicieran las formas que estimaran necesarias, comisionó el del Verú a D. Manuel Pardo, Regente de la Audiencia del Cuzco, para la visita del Hospital de San Bartolomé de Lima. Este establcimiento debió su erección en 1651 al caritativo celo del P.M. Fray Bartolomé Vadillo, del Orden de San Agustín, y al R.P. Gabriel Perlín, de la Compañía de Jesús; que encontrando en el barrio de la Barranca varias negras y negros muy viejos que habitaban a la inclemencia con el corto abrigo que les daba una poca paja , y preguntándoles qué hacían, respondieron que allí vivían y allí morían por no tener otro recurso; y con efecto se reconoció ser cierto por la multitud de huesos y calaveras que existían en el mismo paraje. Lastimados pues los dos religiosos por la triste suerte de aquellos desgraciados, dieron cuenta al Arzobispo D. Pedro de Villagómez, el cual dispuso se alquilase una habitación para que se recogieran en el barrio de Santa Catalina, donde en 1659 se edificó este Hospital por el Dean D. Juan de Cabrera, para negros horros y mulatos enfermos, impedidos o viejos de ambos sexos. “ Tales son las noticias que de este establecimiento dan las antiguas Ordenanzas. Hallábase a cargo de una Hermandad, que ya no existía al tiempo de esta Visita, y se gobernaba por un Mayordomo Administrador nombrado por el Virrey; pero estaba tan descuidado y mal dirigido que el Visitador no encontró archivo, libros ni sus cuentas. El edificio debe ser espacioso, pues comprende 7 salas con 147 plazas, tiene su botica propia para el surtido de la Casa y expendio público; y del resumen de las cuentas dadas por el Mayordomo en 1809, 10 y 11, aparece que su renta anual en censos y fincas y demás que le está asignado, asciende de 20 a 21.000 pesos, y que en dichos tres años quedó alcanzado en 1.179 pesos. “ Para remediar estos y otros abusos que detalla el Visitador, restableció la antigua Hermandad y formó nuevas Constituciones. El Virrey las pasó a informe de los Médicos Honorarios de Cámara, D. Hipólito Unanue y D. Miguel Tafur, y después al Real Acuerdo por voto consultivo, el cual estimó debían hacerse varias adiciones que ha puesto en orden el mismo Visitador. Remítelas el Virrey para la Real aprobación, en carta de 16 de marzo del año último, y con Real Orden de 31 de octubre se han pasado al Consejo para el uso conveniente, y a virtud de acuerdo de 4 del siguiente, se han remitido a informe de esta Contaduría General. “ Las nuevas Constituciones están distribuídas en 19 títulos, que prescriben la autoridad y obligaciones de los jefes, empleados y dependientes del Hospital. El Virrey es el patrono con facultad de decidir las dudas que no puede

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resolver la Hermandad, y de aprobar los nombramientos de los Administradores y sus cuentas. Nombra también entre los Ministros de la Audiencia, Juez Conservador el cual preside las juntas ordinarias, convoca para las extraordinarias y conoce privativamente en todos los pleitos de la Casa y sus rentas, y de los delitos que se cometieren dentro de élla o por los dependientes en sus mismos destinos. “La cima del gobierno económico del establecimiento está a cargo de la Hermandad compuesta de 24 Hermanos, en juntas ordinarias que celebra en uno de los primeros días de cada mes, en pieza destinada al efecto, y lo que se acuerda a pluralidad de votos se sienta en el libro de actas firmado por los concurrentes y por el Juez y Esribano.Nombra los Administradores, los Diputados, los Capellanes, los Enfermeros, Médico, Cirujano y Boticario. Se prescribe que haya tres libros encuadernados y foliados; uno de la hacienda donde se sientan sus fincas, censos y demás pertenencias de la Casa. Otro de los ingresos por rentas ordinarias; y otro de los gastos ordinarios y extraordinarios; y se manda formar inventario de los ornamentos, ropas y utensilios de la capilla, Hospital y Botica. “ Ultimamente se establece archivo para colocar estos libros y las Bulas de Su Santidad y Reales concesiones, los títulos de pertenencia, las fundaciones pías, cuentas y demás papeles respectivos a la Casa. “ El Mayordomo Administrador sirve este cargo por dos años. Preside en el gobierno económico interior del establecimiento, y todos los dependientes están a su voz; nombra al ropero, despensero, cocinero, hortelano, portero, sacristán, sangrador, abogado, procurador y escribano; dispone por sí solo aquellas obras cuyo costo no pasa de 500 pesos, recauda las rentas; nombra dos Hermanos cada semana para que pidan limosna; previene los artículos precisos en tiempos oportunos; compra ropas, camas y demás utensilios que se necesitan, y hace todos los gastos diarios bajo su debida cuenta, que debe rendir a la Hermandad al mes siguiente de su cesación. “ Los Diputados son cuatro, de los cuales se nombran dos cada bienio y alternan por semanas. El que está de turno examina cada mañana el Hospital velando por su buen orden. Asiste a las visitas de Médico y Cirujano y hace que se cumpla lo que éstos recetan. Admite los enfermos que entran, precedido al reconocimiento de los facultativos; les señala covacha y dispone que se les dé lo necesario; reconoce el estado de la cocina y las dietas y alimentos de los enfermos. “ El cuidado espiritual de los enfermos está encargado a tres sacerdotes bajo el título de Capellanes. El mayor cuida de los ornamentos y vasos sagrados de la capilla; distribuye las misas y preside en ausencia del Diputado; el que está de semana lleva los libros de entrada de enfermos, uno para los pobres y el otro para los que pagan su estancia; administra los sacramentos, ayuda a bien

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morir, enseña la doctrina cristiana a los que no están bien instruídos, y reza el rosario todos los días a las 7 de la tarde. “ El Enfermero Mayor es médico aprobado, presencia las visitas de los facultativos; distribuye las medicinas con arreglo a la planilla que se forma; reconoce el estado de los enfermos antes de darles la comida; y nombra seis practicantes asalariados para que asistan por turno de noche y de día. Tiene un Segundo Enfermero, cirujano aprobado y un sangrador. “ Por último hay jardín botánico a cargo del Boticario que nombra hortelano para su cultivo. La Enfermera que asiste en la sala de mujeres; el despensero, el ropero, el sacristán y cada uno de los demás dependientes del establecimiento, tiene su título particular para describir sus obligaciones; pero no se hace expresión de éllas porque son harto conocidas. (Crítica razonada de las nuevas Constituciones). “ Hasta aquí las nuevas Constituciones que remite el Virrey para la Real aprobación. Todas pertenecen al buen gobierno del Hospital, para que llene los fines piadosos de su institución; pero el cristiano celo de su autor es tan exaltado y minucioso que las recarga y extiende demasiado, y quizá peligrará su cumplimiento por la complicación de los mismos medios con que se propuso asegurarlo, según se demostrará fácilmente.

“ En la limpieza de las camas, aseo de las salas, asistencia de los enfermos, su alimento y medicinas y en el buen orden de la Casa, presiden varios jefes con casi igual representación y facultades, a saber: el Juez Conservador que está obligado a hacer una visita al menos en cada semana; el Administrador, el Diputado de turno, el primer Enfermero, el Capellán Mayor y el que está de semana. Y si todos procedieran con unión, buena armonía y caridad cristiana, los deseos del Visitador se han cumplido indudablemente; pero es tal la fragilidad humana que sucede esto raras veces y por muy poco tiempo; y por tanto es preciso que en los Reglamentos se evite el concurso de mandantes de igual autoridad para precaver disgustos que anulan de ordinario las mejores instituciones. “ Además las obligaciones de los Hermanos 24 que componen la junta gubernativa del Hospital, son muy fáciles y llevaderas; pero las de los cuatro Diputados son intolerables y casi inaccesibles para hombres de república, porque los obliga a abandonar sus negocios y deberes, para asistir al Hospital por tarde y mañana seis meses enteros en sus bienios respectivos, sin sueldo ni gratificación; y acaso sería éste uno de los motivos esenciales de que quedaran sin uso las antiguas Constituciones. “ Así que en concepto de la Contaduría General, parece es indispensable simplificar en esta parte, dichas Constituciones, prescribiendo lo primero que las obligaciones de los empleados no pase de los límites de sus cargos

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respectivos; la del Mayordomo Administrador consiste en la buena administración de las pertenencias del Hospital, recaudación activa y exacta distribución de las rentas; en tener provista de lo necesario la despensa, ropería, botica y capilla, con arreglo a los pedidos que se le hicieren por los empleados en tales dependencias; y en el rendimiento de las cuentas justificadas a su debido tiempo. Sin embargo por las Constituciones se le concede todo el gobierno del establecimiento, el nombramiento del mayor número de sus dependientes y un mando absoluto en éllos y en la Casa. Todo lo cual es muy ajeno de su oficio y lo distrae de su desempeño, haciéndolo más gravoso, puesle impide atender a sus negocios particulares. Además el nombramiento de los dependientes es privativo de la Hermandad, en sus juntas ordinarias y extraordinarias, y no debe delegarlo a persona alguna. Por otra parte, la responsabilidad del Administrador está circunscrita a las cantidades que debe recaudar y a los documentos y papeles que se le entregan, para que las pueda hacer efectivas. No obstante, la Constitución le hace también responsable de los vasos y ornamentos de la Capilla, de las ropas y camas y de los utensilios del Hospital, cocina y botica, siendo así que de todos estos efectos, son personalmente responsables el Capellán Mayor, el primer Enfermero, el ropero, el cocinero y el boticario, a quienes se entrega bajo inventario. “ Los tres Capellanes destinados a suministrar a los enfermos los auxilios espirituales, no está bien se mezclen en el gobierno de la Casa, ni que se encargue al Mayor de cerrar la puerta de la calle a las ocho de la noche; porque este cuidado tan indecoroso a su carácter corresponde al portero; ni que el Capellán de semana lleve los libros de entrada. El reconocimiento de los enfermos que deben admitirse es ajeno de su instituto, y puede desempeñarse alternativamente por los practicantes bajo la dirección del Enfermero Mayor; y este mismo quedará obligado a llevar dichos libros y dar cuenta con ellos a quien corresponda. “El Juez Conservador sólo debe entender en los negocios contenciosos civiles o criminales del establecimiento; más no hay necesidad de que presida unas juntas dirigidas a fines tan piadosos, en que no tiene voto ni se teman acaloramientos ni desórdenes, y en que se debe deliberar con plena libertad. “En segundo lugar corresponde proscribir los cuatro Diputados, porque su oficio como impracticable según se ha mostrado, no puede ser útil al establecimiento; pero como es preciso que haya alguno que representando la Hermandad, entienda inmediatamente en su mejor dirección y gobierno, podrá elegir cada año una persona distinguida y bien acomodada, que con el título de Hermano Mayor desempeñe un cargo tan piadoso y honorífico; el Hermano más antiguo podrá desempeñar sus ausencias y enfermedades, y para auxiliar a los dos se nombrarán anualmente otros dos Hermanos que con su acuerdo, practiquen alternativamente la visita diaria del Hospital y demás quese le encomendare. El Hermano Mayor presidirá las juntas, convocará a las extraordinarias y tendrá voto en todas. Celará la conducta de los empleados y resolverá amistosamente las diferencias que entre ellos ocurran; estará a

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la vista del manejo del Administrador; reconocerá los libros de entrada y dará cuenta a la Hermandad de lo que juzgue digno de atención para la resolución que convenga. “La parte económica del establecimiento a pesar de ser tan esencial como la gubernativa, está muy descuidada en las Constituciones. Así es que como no se ha formado reglamento de sueldos y empleados, ni se da una regla clara y específica de las erogaciones anuales, y no se puede saber cuál sea la cantidad líquida disponible para la curación y alimentos de los enfermos, ni el número que se puede admitir cómodamente para que estén bien asistidos. Sólo se sabe que las rentas y emolumentos del Hospital ascienden cada año de 20 a 21.000 pesos y que los empleados asalariados son 25: y si se les agrega el Administrador, porque tenga sueldo o exija décima ( que tampoco se sabe ) sus salarios por moderados que sean, importarán anualmente una cantidad considerable, que deducida de los 21.000 pesos, quedará bien poco para los fines del establecimiento. “ Así que estima la Contaduría General que podrían reformarse algunos de estos empleados, pues aunque su existencia sea muy útil, no la sufre la cortedad de las rentas. En efecto, la plaza de sangrador se podría desempeñar por el Segundo Enfermero; los practicantes podrían ser cuatro y dos los Capellanes, excluyéndose también al abogado y procurador; y disponiendo que entre los Hermanos hay persona que ejerza estos oficios, en cuyo caso se encargarán con gusto de los negocios del Hospital. “ Tal es el dictamen de la Contaduría General sobre los puntos que se acaban de referir. No obstante el Consejo se servirá acordar sobre todo lo que estimare más justo. “ Madrid, 15 de enero de 1819. José Texada.” Este pronunciamiento crítico de la Contaduría General del Consejo de Indias, a las nuevas Constituciones y Plan de Reforma del Hospital de San Bartolomé, por sus fundamentos, originó que este organismo consultor reservara su pronunciamiento y la aprobación Real, solicitando a uno de sus miembros, el Sr. Urbina, que en su calidad de Consiliario del Hospital General de Madrid, realizara la revisión integral de las Ordenanzas, para lograr el mejor régimen gubernativo y económico necesario requerido para el establecimiento de Lima. Se han encontrado referencias sobre el cumplimiento de estas preceptivas y de las propuestas formuladas por la Junta de Gobierno del Hospital General de Madrid, especialmente referidas a los asuntos administrativos y económicos del centro asistencial. Las contingencias políticas y sociales producidas desde 1820 en adelante en el Nuevo Mundo y las contiendas separatistas que concluyeron con la independencia del Perú en 1821, obligaron reservar el pronunciamiento final del Consejo de Estado, a través de la Secretaría de

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Gracia y Justicia, “ hasta que varíen las circunstancias de Lima”; concluyendo con el archivamiento de los documentos y proyectos realizados. Sin embargo, el Hospital de San Bartolomé de morenos desde 1817 en adelante, continuó su actividad asistencial, con sus limitaciones económicas, tratando en lo posible de poner en funciones la nueva organización diseñada por don Manuel Pardo R. y aprobada por el Virrey Pezuela. Los acontecimientos derivados de la guerra de la Independencia suspendieron su desenvolvimiento, y con las nuevas disposiciones gubernativas dictadas por el General San Martín, el establecimiento fue dedicado a Hospital Militar, iniciándose así con la República una nueva etapa de su desenvolvimiento que subsistió hasta 1956, como veremos en los Capítulos siguientes.

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Capítulo XII.

Los pardos y la Cirugía.

Separación de funciones entre Médicos y Cirujanos.

A comienzos del Siglo XIX se dictaron importantes medidas sobre la formación y preparación de profesionales, con la finalidad de contar con médicos y cirujanos con estudios, experiencias y prácticas en Hospitales, previo reconocimiento y aprobación del Protomedicato; haciéndose más rigurosos los exámenes y demostraciones a cumplir para obtener la autorización de ejercicio. Desde 1808 se encontraba en funcionamiento en Lima el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando promovido por don Hipólito Unanue, con el auspicio y apoyo del Virrey don José Fernando de Abascal, como gran centro de formación de los profesionales que necesitaba el Perú; subsistiendo sin embargo la división de estudios entre médicos y cirujanos, y las diferencias de casta entre los grupos humanos. Sobre el grupo de los llamados “pardos” formado por diferentes mezclas recordemos la cita que nos hace el Prof. Lastres: “ Los militares pardos eran los que más se habían distinguido en el Virreinato en defensa de la integridad de la religión y del Rey; pues custodiaban nuestras costas, apagaban el fuego de las insurrecciones y socorrían las necesidades del erario. Luenga historia era la que se refería a la lucha de castas. Desde el año 1701 los médicos suplicaron al Rey no fuesen admitidos los pardos a los grados académicos. El Rey denegó la petición ordenando se guardase el

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artículo 238, por el que se excluía solamente a los penintenciados o a los que tuvieren nota de infamia. Sin embargo, en el ejercicio de la Cirugía solamente, actuaban los pardos por más de tres siglos. Más esta profesión es deudora a los pardos de los rápidos progresos que ha hecho en esta Capital, los que probablemente no habrían adquirido, si sólo los blancos la hubiesen ejercitado”1 Primaba por entonces lo poco decoroso del ejercicio quirúrgico y el rango inferior que se les colocaba frente a los médicos, inclusive con menor remuneración. La opinión de los médicos los calificaba de poco hábiles y hasta inadecuados para el ejercicio de la medicina; por cuya razón se vetaba su ingreso a la profesión; tal fue el caso de los célebres médicos pardos José Manuel Valdés, José Santos Montero, José Manuel Dávalos y otros más, quienes debieron gestionar autorización expresa del Rey para obtener la licenciatura y el doctorado. Por otro lado, los cirujanos ultramarinos llegados en las naves, eran muy solicitados por el público siempre interesado por todo lo de fuera; en esta forma éstos se permitían desprestigiar a los “criollos” americanos, haciendo referencia a su complejo origen y la limitada formación profesional recibida. Aquí encontramos el punto central de la ardorosa defensa que hizo don José Pastor de Larrinaga por sus colegas o compañeros y por él mismo, dada su condición personal, y que hemos narrado en el Capítulo X al comentar su obra “Apología de los Cirujanos del Perú”. Las Escuelas de Medicina y Cirugía de Cádiz, Barcelona y Madrid habían iniciado un gran proceso de mejoramiento y desarrollo de la cirugía, desde 1750 en adelante, lo que permitió el establecimiento de los Reales Colegios de Cirugía en estas tres importantes Ciudades, sirviendo de guía y orientación para el pensamiento quirúrgico americano; destacando sobre todo los Profesores Virgili y Gimbernat como autores de esta reforma, siendo muy bien conocidos por los cirujanos latinos peruanos2. La Real Cédula de 2 marzo 1804 sobre Cirujanos. Entretanto se mantenía la separación de estudios de Medicina y Cirugía por mandato de la Real Cédula de 5 de abril de 18013, se dió nacimiento a una Junta Superior Gubernativa de los Reales Colegios de Cirugía en España, a la que se incorporaron las competencias del Cirujano Mayor de los Ejércitos. Como secuela de esta separación, se dictó tres años más tarde la Real Cédula de 2 de marzo de 1804 para regular el proceso de delimitación de funciones

1 Lastres sigue puntualmente las orientaciones del Cirujano José Pastor de Larrinaga (v. Cap. X); en “La Cultura y los médicos en la Emancipación”, Edit. San Marcos, Lima 1954, pg. 32. 2 En “La Cultura y los médicos en la Emancipación” cit., pg. 46 y ss. 3 Cit. por Eguiguren en “ Diccionario Histórico Cronológico de la Real y Pontificia Universidad de San Marcos”, Tomo I, Lima 1940,pg. 1025.

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entre médicos, cirujanos y farmacéuticos, a través de una Junta compuesta por un Regente, un Oidor, un Fiscal en lo Civil, el Regidor decano, el Síndico Procurador y un miembro del Cabildo Eclesiástico, para que previo el informe del Protomédico u otro facultativo, disponga las medidas necesarias en el Vrreinato del Perú, evitando los abusos y excesos. Se fundamentó esta norma en la reclamación planteada por la Junta Gubernativa de Cirugía frente al abandono que se hallaba esta facultad en América, “por ejercerlas sujetos sin conocimientos ni licencias de aprobación”, proponiendo establecer SubDelegaciones en tanto se erigiesen Escuelas de Cirugía como en España, aspirando a la nivelación de derechos entre médicos y cirujanos. En esta norma se recomendaba a los Protomedicatos dejaran de intervenir en el conocimiento directo e indirecto de asuntos relacionados con la Cirugía, contrayéndose únicamente al campo médico, con lo cual determinaba el ámbito de control de cada profesión. Esta fue la bandera que enarboló don José Pastor de Larrinaga en defensa de sus compañeros y por la mejor consideración y dignificación de los cirujanos criollos o pardos. Esta RC de 2 marzo 1804 al aplicarse a los Reinos de América, no hacía sino reconocer la larga lucha que los cirujanos, especialmente los peruanos venían sosteniendo al reconocimiento profesional independiente de su gremio y no estar sometidos a la decisión exclusiva del Protomedicato. La Real Cédula de 2 de marzo de 1804 que estableció esta separación de funciones entre médicos y cirujanos, es la siguiente: “El Rey. La Junta Gubernativa de Cirugía me ha hecho presente en 10 de diciembre de 1802, del abandono en que se halla dicha Facultad en esos mis Dominios, por ejercerla sujetos sin conocimientos ni licencias de aprobación; y que para contener los excesos y males que resultaban, suplicó me dignase concederla mi Real permiso para establecer Subdelegaciones hasta que erigiesen Escuelas de Cirugía como lo estaban en España; a cuya solicitud fui servido acceder con la condición de proponerme los subdelegados para mi Real aprobación. “Después solicitó se hicese saber a todos los sujetos a su jurisdicción, añadiendo en la Cédula que se expidiese, diferentes artículos sobre facultades, exámenes, títulos y demás concernientes. “ En otra representación de 29 de enero de 1802 propuso la Junta las siguientes declaraciones: 1° Que consecuente con la Real Cédula de 28 de setiembre de 1801, que separó la Medicina de la Cirugía, dejándolas absolutamente independientes y en todo iguales, cesen desde luego los Protomedicatos establecidos en Indias, en el conocimiento directo e indirecto de cosas y casos concernientes a la Cirugía;

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2° Que sus exámenes se hagan exclusivamente por los subdelegados de la Junta y de un secretario, también profesor que hará de examinador supernumerario en ausencia, enfermedad o fallecimiento de alguno de los tres; 3° Que los exámenes se ejecuten bajo las mismas reglas que se observan en los Colegios de Cirugía de España, para lo que comunicará la Junta las instrucciones a las subdelegaciones, debiendo hacer los examinandos el depósito en el fondo común de la Cirugía de España de su cuenta y riesgo, y pagar además veinte reales de la moneda del país a cada examinador y secretario, y treinta para gastos de oficio de las subdelegaciones; 4° Que los títulos de aprobación se expidan por la Junta en los mismos términos, dándoles las subdelegaciones certificación de estar aprobados, que los habilite para ejercer mientras se le remitan los títulos, los cuales se recogerán entonces; 5° Que las subdelegaciones cuiden de que ninguno ejerza la Cirugía sin la correspondiente licencia, y que a los que no la tuvieren les darán dos años para que se presenten a examen, con certificación de los Ayuntamientos o Justicias de los pueblos de haber ejercido con honradez y buen nombre; 6° Que cuando tuvieren noticia de haber alguno que ejerce la Cirugía sin título, lo avisen a la Junta ordinaria, para que comprobado su exceso, le castigue consecuente con la Cédula de 12 de mayo de 1797, con la multa de 50 pesos por la primera vez, doble por la segunda con destierro del pueblo veinte leguas en contorno, y por la tercera por seis años y 200 pesos, aplicadas estas multas por terceras partes a la Real Cámara, al Juez que las exigiere y al fondo común de la Cirugía; 7° Que todos los Tribunales, Virreyes y Justicias protejan a las subdelegaciones, las cuales participarán su falta a la Junta para que me lo hagan presente, y se expidan las órdenes convenientes a evitar que se toleren intrusos en el ejercicio de la Cirugía en perjuicio de la salud y de los derechos de los legítimos profesores. “ En otra representación de 22 de enero de 1802 expone la Junta Superior Gubernativa de Farmacia, que desde el Reinado del Señor don Carlos I, que mandó por la Ley 72, Tit. 6, Libro 5 de las Indias, que los Virreyes, Presidentes, Gobernadores hagan visitar las boticas de su distrito, a los tiempos que les pareciere, no se encontraba otra disposición que reglase las visitas de las boticas, los estudios de los boticarios, sus exámenes y lo demás anexo, y como haya llegado a entender que a excepción de algunas capitales, en las demás ciudades y villas de crecido vecindario no hay botica, o son más perjudiciales que útiles a la salud, no correspondería a mi Real confianza si no procurase extender su celo a aquellas provincias, a cuyo fin suplica la autorice

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Yo, para que por medio de sus comisionados haga las visitas de las boticas de los Reinos de América de dos en dos años, establezca con su producto cátedras para la enseñanza pública en las principales capitales, subdelegaciones para los exámenes en las mismas, y ejecute todo lo demás que por sus ordenanzas y Cédula de 28 de setiembre último, está a su cargo en estos mis Reinos. “ Y habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con lo expuesto por mi Fiscal, y consultádoseme sobre ello en 27 de octubre último, y recelando los inconvenientes que en la observancia pueden frustrar mis benéficos deseos, “He resuelto que el reglamento y providencias que se proponen para el arreglo de la Cirugía en esos mis Reinos, se remitan a los Virreyes, Presidentes de las Audiencias y Gobernadores, para que con su precisa asistencia formen una Junta compuesta del Regente, un Oidor, el Fiscal de lo Civil, el Regidor decano, el Síndico Procurador y un individuo del Cabildo Eclesiástico, donde todo se examine; y oyendo al Protomédico del distrito y cualquiera otro facultativo que por su concepto e instrucción juzgaren conveniente, adapten lo que sea más acomodado a las circunstancias del país, precaviendo los abusos a que podría darse motivo por los derechos y demás contribuciones que sea justo e inexcusable exigir, dando cuenta de todo a la mayor brevedad, con testimonio íntegro de cuanto practiquen, y sin ponerlo en ejecución hasta mi Real resolución, ejecutando lo mismo los Gobernadores, Capitanes Generales donde no haya Audiencia, supliendo la falta de sus ministros con su asesor ordinario y el ministro principal de la Real Audiencia. “ En su consecuencia, mando a mis Virreyes y Presidentes guarden, cumplan y ejecuten, y hagan guardar, cumplir y ejecutar esta mi soberana resolución, comunicándola al propio efecto a los Gobernadores y demás a quienes corresponda, y deban concurrir a su ejecución y observancia, a cuyo fin se acompaña un ejemplar del citado Reglamento. Fecha en Aranjuez a 2 de marzo de 1804. Yo el Rey. Por mandado del Rey nuestro señor. Silvestre Collar.”4 Se ha reproducido en su integridad la RC de 2 de marzo de 1804 sobre separación de médicos y cirujanos, para conocer con todo detalle todo el complejo expediente que se formó con motivo de la aplicación de esta disposición y las consecuencias posteriores, que a su vez dieron pronto nacimiento al Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, que desarrollamos seguidamente.5 Trámite e intervención de D. José Pastor de Larrinaga. 4 En “ La Facultad de Medicina de Lima”, por Hermilio Valdizán, Tomo III, Lima 1929, pgs.14 a 17. 5 Para hacer este análisis y reseñar los acontecimientos producidos, hemos debido recurrir al Legajo 1010 Audiencia de Lima, del Archivo General de Indias, Sevilla; en los Archivos de Lima investigados no hemos logrado obtener información sobre este importante asunto.

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Se ha tratado de reconstruir los acontecimientos ocurridos y las consecuencias que derivaron para el Protocirujano Larrinaga por su intervención personal: 1° Recibida la RC de 2 marzo 1804, el Virrey Marqués de Avilés dispuso en 3 de diciembre de 1804 la formación de la Junta Gubernativa preceptuada, trasladando toda la documentación al Protomédico Dr. Juan José de Aguirre. 2° Enterado el Protocirujano Larrinaga de estos documentos, y en especial de la RC que facilitaba los derechos de los Cirujanos, presentó rápidamente el plan de creación del Colegio de Cirugía a inicios de 1805, sin obtener respuesta o resultado alguno. 3° Presentó a continuación dos memoriales al Virrey don José F. de Abascal sobre el “cumplimiento” de la RC de 2/03/1804, solicitando el establecimiento del Colegio de Cirugía en correspondencia a la norma dictada. 4° El expediente fue enviado por el Superior Gobierno para informe del Dr. Hipólito Unanue, quien desde 1806 ejercía el Protomedicato en reemplazo del Dr. Juan José de Aguirre; la opinión emitida era contraria a la petición planteada por Larrinaga, desde que la intención de don Hipólito era establecer un solo Colegio de Medicina y Cirugía en la Ciudad de Lima, y evitar la dispersión de esfuerzos, estudios y rentas, como ya lo había expresado en el discurso inaugural del Anfiteatro Anatómico de San Andrés en 1792. 5° Don Hipólito Unanue había expresado claramente al Superior Gobierno, y en especial al Virrey Abascal sus intenciones contando con su aquiescencia, y venía preparando los documentos sustentatorios de su proposición sobre el Colegio de Medicina y Cirugía, por lo que la petición de separación de funciones restringía en cierta medida su proyecto. 6° Más Larrinaga enterado del informe contrario a sus requerimientos, decidió interponer recurso ante el Rey y ante el Consejo Supremo de Indias, enviándolos por su cuenta y riesgo, con los poderes otorgados por los Cirujanos de Lima y designando apoderados ante la Corte de Madrid para gestionar el Colegio de Cirugía. 7° Fueron tres memoriales enviados a Madrid, con fechas 26 de junio, 8 de junio y 8 de setiembre de 1806, a su apoderado Francisco Suárez Valdés, y meses después al fallecer éste, al apoderado sustituto Baltasar Santos Maldonado con fechas 23 y 26 de mayo de 1807; adicionalmente se vio obligado a elevar pedidos personales de reclamación, como se detalla seguidamente. 8° La posición personal de don José Pastor de Larrinaga en Lima en sus diversas actividades se vio afectada por las siguientes medidas: a) se nombró en 1807 a don Pedro Utrilla como cirujano del mismo Regimiento de Dragones

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de Carabayllo, sin considerar que el titular ocupaba en propiedad esa plaza desde 1780, esto es durante 27 años; b) don Pedro Belomo, médico del Apostadero del Callao, fue designado como Protocirujano, cargo con el que reemplazó sus funciones de examinador de los enfermos leprosos en el histórico proceso que siguió don Baltasar de Villalobos6; c) no se le otorgaron las copias certificadas de documentos que reiteradamente solicitó, para acompañarlas como recaudo ante la Corte de Madrid; d) se hizo circular entre los cirujanos de la Capital opiniones adversas a la posición de don José Pastor, para desalentarlos de sus intenciones; e) hábilmente se reemplazaron los cargos de Examinadores en el Tribunal del Protomedicato para impedir la participación del que fuera titular, Larrinaga o de sus vinculados. 9° En esta forma, don José Pastor de Larrinaga quedó limitado al cargo de Cirujano Mayor del Hospital de San Bartolomé y de la Comunidad de La Merced, con rentas disminuídas, restándole únicamente la Sociedad Patriótica del Monte Pío de los Cirujanos que había logrado establecer en 1800. 10° Entretanto, el Virrey Abascal atendiendo los planteamientos hechos por don Hipólito Unanue en su comunicación de 29 de noviembre de 18077 inició de inmediato los trámites para la fundación del Colegio de Medicina y Cirugía, primero ante la Hermandad del Hospital de Santa Ana, y a continuación, con la colaboración del Presb. Matías Maestro y su apoyo financiero en el área definitiva de la Plaza de Santa Ana (hoy Plaza Italia) donde se edificó, estableció y funcionó hasta el año 1904, como Facultad de Medicina de Lima8. 11° Don José Pastor no cesó de enviar memoriales al Consejo Supremo de Indias en Madrid, durante los años 1807 y 1808, exponiendo los agravios cometidos en su persona y el no cumplimiento de la RC sobre separación de funciones entre los profesionales de la salud. Sin embargo, conjuraron en su contra los informes desfavorables enviados por el Superior Gobierno de Lima, el decidido apoyo otorgado al proyecto de don Hipólito Unanue sobre el Real Colegio de Medicina y Cirugía, y el archivamiento temporal de las peticiones de Larrinaga, con motivo de la invasión francesa y los sucesos deBayona, que dieron origen a la Regencia del Reino en Cádiz y a la convocatoria de las Cortes, cuyo feliz resultado fue la Constitución de 1812.

6 Desde 1805 don Baltasar de Villalobos venía desarrollando un método y tratamiento curativo para ciertas formas de lepra, con autorización y apoyo del Virrey Marqués de Avilés; para lo cual le fueron entregados pacientes declarados leprosos por el Protomedicato. Como las curaciones tuvieron gran éxito aunque contaron con la oposición de la Hermandad del Hospital de San Lázaro, Villalobos fue designado Médico Director de este establecimiento por el Virrey; él mantenía buena relación de amistad con Larrinaga, y era miembro activo del la Sociedad del Monte Pío de los Cirujanos, junto con otros importantes cirujanos y médicos de la Ciudad de Lima. Dedicamos un tomo especial de esta serie de Historia de la Medicina Peruana, al Hospital de San Lázaro (1563 a 1825) que recoge toda la documentación histórica y social sobre este asunto. 7 En “ La Facultad de Medicina” Tomo III cit., pgs. 59 a 65 8 V.” Del Hospital de Santa Ana 1549-1924 al Hospital Nacional Arzobispo Loayza, 1925-1999”, 450 años de protección de la salud de las personas, Tomo II, Hist. De la Medicina Peruana, del autor.

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12° Con ocasión del viaje a España de don Hipólito Unanue en su calidad de Diputado ante las Cortes, gestionó y obtuvo del Rey Fernando VII la Real Cédula aprobatoria de la fundación, organización y constituciones del Real Colegio de Medicina y Cirugía, dictada con fecha 9 de mayo de 1815, atendiendo las razones y fundamentos emitidos por la Junta Superior Interina de Medicina y Cirugía de Cádiz.9 Cuál fue el proyecto del Colegio de Cirugía? Estimamos necesario describir en términos generales el proyecto de establecimiento del Colegio de Cirugía formulado en los años 1805 y 1806 por el Protocirujano don José Pastor de Larrinaga. Su propuesta consistía en: a) crear una Real Junta Gubernativa de Cirugía, con sede en Lima, compuesta por José Pastor de Larrinaga, Ramón Castro, Bernardino Acevedo e Hipólito Lizárraga, como Secretario. b) iniciar un Real Colegio de Cirugía de San Carlos de Lima, bajo la dirección de la anterior Real Junta; designándose como Catedráticos a: Vicente Torres, Vice Director, Manuel Cáceres, José Santos Montero, Secretario, Francisco Faustos, Bibliotecario; Agustín Martínez, Silvestre Amaya y Lorenzo Barba, Boticario del Hospital de San Bartolomé para Química y Farmacia. c) tener un mínimo de diez plazas de estudios, costeadas por el Hospital de San Bartolomé, incluyendo al Catedrático de Química y su Ayudante; las asignaciones a dictarse obligatoriamente serían: Anatomía, Cirugía Médica, Química y Botánica, y con obligación de establecerse en los Partidos, Intendencias y SubDelegaciones del Virreinato del Perú que carecen de Profesores. d) establecer una Biblioteca especializada en materia de Cirugía, costeada por los treinta Cirujanos de la Ciudad otorgantes del poder especial conferido, unos por vía de donación y otros por colectación. e) prestación de servicios gratuitos por los Catedráticos propuestos, en tanto se señalase un ramo de rentas conveniente, para dotar las respectivas plazas. f) todos los Profesores propuestos habían estudiado Latinidad y Filosofía, de acuerdo con los testimonios presentados ante el Consejo Supremo de Indias y eran miembros activos de la Sociedad Patriótica del Monte Pío de los Cirujanos de Lima. 9 En “La Fac. de Medicina de Lima” tomo III cit., pgs. 120 a 131 y ss.

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g) asimismo dichos Profesores tenían servicios acreditados como Cirujanos titulares en las islas y plazas de Juan Fernández, Valdivia, Chiloé y Maynas, así como en las fragatas de la Real Marina que recorrían los Mares del Sur. h) los 30 Cirujanos de Lima solicitaban al Rey que se nombrase al Protocirujano don José Pastor de Larrinaga, Presidente de la Real Junta Gubernativa de Cirugía, que llevaría el nombre del Monarca reinante. i) El Colegio de Cirugía se establecería en el Hospital de San Bartolomé, quedando todo el gobierno económico como siempre a cargo de la Hermandad de 24; en cambio la asignación de plazas, dictado de materias, prácticas, estudios, etc. dependería de la Junta, “ para el más íntimo conocimiento que ha de tener del talento o suficiencia de los que han de servirles, a fin de labren su mérito con mayor aplicación para ser empleados en los Partidos de todo el Virreinato”. j) utilizar como aula de estudios y biblioteca la sala que servía interinamente de capilla y sacristía, en tanto se termina de reedificar la iglesia; y en un “solar inmediato al Campo Santo, también se les ceda para formar el Anfiteatro Anatómico para las disecciones”. k)financiar los Profesores el coste de todos los instrumentos y utensilios que requieran para las prácticas y disecciones, sin gasto alguno para la Real Hacienda. l) otorgar a los miembros de la Junta Gubernativa la nominación de cirujanos honorarios de la Cámara del Rey, con las mismas gracias y privilegios que posee el Colegio de Cirugía de San Carlos de Madrid, cuyo plan y método de estudios se había adoptado con uniformidad. m) declaran como fundamento de su petición “ el cristiano Amor de Dios y del prójimo “ y no tienen ambición de gloria ni interés de títulos de ninguna clase. n) finalmente, obedecer el estricto cumplimiento de las Reales disposiciones con el Colegio de Cirugía de San Carlos proyectado, “ al ver fallecer los indios por centenares, junto con los Subdelegados, los curas, los mineros, comerciantes, etc., que por falta de un Profesor a la cabecera que les cure sus enfermedades, o les advierta oportunamente el el peligro en que se hallan, acaban muy temprano la carrera de su vida, tal vez sin auxilios espirituales y temporales”. Estos fueron los puntos contenidos en la representación o petición que formularon los Cirujanos de Lima, presididos por don José Pastor de Larrinaga, a través de su Apoderado en Madrid, como fundamentos para el establecimiento del Colegio de Cirugía de San Carlos en esta Capital; y que fuera reservado por los acontecimientos que hemos mencionado.10 10 Documentos contenidos en el Legajo 1010, Audiencia de Lima, Archivo General de Indias, Sevilla.

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La Sociedad Patriótica del Monte Pio de los Cirujanos del Perú.

“ De tanta virtud y sabiduría fueron nuestros Mayores, que para escribir sus Leyes no se propusieron sino la salud y utilidad de la

República. De modo que luego que advertían algún yerro que la pudiese perjudicar,

Inmediatamente derogaban la ley establecida”. Cicerón.

La feliz idea del establecimiento de esta institución protectora de los cirujanos y de sus familias, nació en noviembre de 1798 y de inmediato don José Pastor de Larrinaga preparó las Ordenanzas indispensables, siguiendo las reglas normativas generales del Monte Pío de los Regimientos Militares que había aprobado el Rey Carlos IV en 15 de noviembre de 1798, recibidas en Lima el 1° de julio de 1799. Fueron colaboradores de don José Pastor en la redacción de las Ordenanzas los Cirujanos Mariano Faustos, Mariano Villarreal, Francisco Faustos y Vicente Torres, y presentadas al Gremio fueron adoptadas por unanimidad el día 13 de mayo de 1799. El Superior Gobierno aprobó las Ordenanzas y documentación acompañada por el Gremio de Cirujanos, en Real Acuerdo de Justicia de 12 de marzo de 1800, siendo Virrey don Ambrosio O’Higgins Marqués de Osorno. Por Real Cédula de 23 de julio de 1803 Carlos IV refrendó oficialmente la creación del Monte Pío; actos que fueron celebrados jubilosamente por el Gremio de Cirujanos en actos solemnes, publicados en la Gaceta de la Ciudad. La ceremonia de instalación oficial del Monte Pío se realizó el día 22 de abril de 1800, con un discurso reseña de don José Pastor de Larrinaga, eligiéndose acto seguido el Directorio con las siguientes personas:

Juez Conservador:D. Tiburcio de Mendoza y Ríos, Alcalde de Primer Voto del Cabildo de la Ciudad; Depositario: Marqués de Fuente Hermosa. Asesor: Dr. D. Cayetano Belón, del Cabildo de la Ciudad. Director: D. Mariano Villarroel. Secretario: Bachiller D. Francisco José Bravo. Tesorero: Bachiller D. Ramón Castro. Procurador: Bachiller D. José Pastor Larrinaga. Consiliarios: D. José Escolástico Sánchez, D. Ignacio Ratera, Br. D. Vicente Torres y Br. D. José Castillo.

La Sociedad estaba formada por todos los Cirujanos Latinos y Romancistas aprobados por el Real Protomedicato del Perú o de España; que pagaban una cuota mensual de 8 reales durante toda su vida activa, y 25 pesos al ingresar para formar el fondo principal del Monte Pío. El manejo de la institución corría

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a cargo del Directorio compuesto por ocho miembros, presididos siempre por el Alcalde de primer voto del Cabildo, como Juez Conservador; los demás cargos debían ser renovados cada año por elección directa de los asociados. Asimismo, se incorporaron como asociados todos los Practicantes de Cirugía, a condición de que aportaran los ocho reales mensuales, teniendo igualdad de derechos para acceder a los cargos directivos y para los beneficios establecidos. El fin principal del Monte Pío era constituir un gran fondo o capital de base, con la aportación colectiva de los 25 pesos por todos los asociados, más la contribución mensual de 8 reales o sea un peso por cada miembro; con lo que dispondría de un capital apreciable más la utilidad de sus colocaciones, para atender las ayudas y socorros necesarios a viudas y huérfanos de los Cirujanos miembros. Los beneficios que otorgaba el Monte Pío eran los siguientes: a) Ayudas a Cirujanos en edad avanzada, enfermedad irremediable o

incapacidad para salir de sus casas, como si fueran “pobres vergonzantes”; b) Ayudas a las viudas de los Cirujanos socios durante toda su existencia, con

vida honesta y recatada, y que no vuelvan a casarse; así como los hijos legítimos del causante;

c) A falta de viudas, las hijas legítimas gozaban del socorro hasta que se

casaren o entren en Religión; d) Los hijos varones inclinados al estudio y práctica de la Cirugía, los

adoptará la Sociedad con paternal consideración para honrar la memoria del padre fallecido;

e) Gastos de funeral de las viudas e hijos del Cirujano fallecido, con la

decencia y moderación debida, mediante cuotas adicionales a las establecidas.

El primer capital constituído por estas aportaciones, ascendente a 1.500 pesos de plata corrientes, fue ingresado en la caja de tres llaves en poder del Depositario general, el Marqués de Fuente Hermosa, Caballero del Orden de Santiago y Coronel del Regimiento de Dragones de Carabayllo, del cual era Cirujano don José Pastor. Asimismo, se dispuso que todos los capitales que se recolectaran para que produjeran la mayor rentabilidad posible, debían ser colocados a censo con aprobación del Juez Conservador y del Directorio, adoptando como método y sistema a seguir los mismos de la Caja General de Censos de la Ciudad.

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El primer socio fallecido fue el Cirujano don Hilario Santos, y la Sociedad acudió de inmediato en auxilio de la viuda, asignándole la ayuda mensual de ocho pesos durante toda su existencia, además de haber cubierto los gastos de entierro. Uno de los más importantes préstamos concedidos por el Monte Pío de los Cirujanos, fue el otorgado en 1804 a don José Isidoro de Alcedo, Profesor Público de Farmacia, por la cantidad de 1.000 pesos al 6% al retener, otorgando tres fiadores a satisfacción del Juez Conservador , don José Alvaro Cavero, Alcalde Ordinario de la Ciudad. La operación consistió en prestar la suma indicada por el plazo de nueve años, pagando el obligado la renta anual de 6%, esto es cinco pesos mensuales; suscribiéndose el contrato el 11 de octubre de 1811 ante Miguel Antonio de Arana, Teniente del Mayor del Cabildo. Meses después el mismo Alcedo solicitó la ampliación del préstamo en 400 pesos más, para completar la instalación de su Botica en la Plaza de San Francisco y fábrica de medicamentos, otorgando como garantía hipotecaria la referida Botica y las fianzas de don Baltasar de Villalobos y Antonio de Zañartu: siendo al mismo plazo de los nueve años y al 6% de interés anual; este contrato se celebró el día 2 de enero de 1806, ante el mismo Escribano citado. Por consiguiente, don José Isidoro de Alcedo debía pagar cada mes al Monte Pío la renta de siete pesos, correspondiente al 6% pactado sobre los 1.400 pesos recibidos a mutuo a vencerse en nueve años. Lo cierto es que fue requerido en 11 de setiembre de 1810 para el pago de las cuotas mensuales, a pedido de don José Francia en nombre de la Real Sociedad Patriótica del Monte de Piedad de los Cirujanos del Perú, como aparece en los documentos y referencias que ha sido posible ubicar.

Capítulo XIII

El Hospital Militar de San Bartolomé de 1821 a 1956.

Acontecimientos y sucesos más destacados.

Los últimos dos años del Virreinato fueron de grave crisis económica y casi paralización de los servicios del Hospital, por la considerable disminución del Ramo de Suertes y la baja rentabilidad de los inmuebles de su propiedad; a lo que se vino a sumar el bloqueo comercial de los puertos y las limitaciones políticas y sociales derivadas de la guerra separatista, que culminó con el ingreso a la Ciudad de Lima de las fuerzas del General San Martín en 10 de

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julio de 1821, días antes de declararse la Independencia o “ entrada de la Patria”. El Ejército Unido del General San Martín había venido experimentando graves fiebres y epidemias desde su establecimiento en Huacho y Huaura, especialmente de paludismo, viruelas y disentería o mal del bicho o cámaras. Por consiguiente una de las primeras medidas adoptadas fue dedicar todos los Hospitales de la Ciudad para la curación y atención de las fuerzas militares en forma prioritaria, como fueron San Bartolomé, San Andrés, Santa Ana, Convalecencia de San Juan de Dios y Na. Sa. del Carmen o Barbones; no se adoptó medida alguna con el Hospital de La Caridad de mujeres, que continuó funcionando con las limitaciones existentes, ni con el Hospital Refugio de Incurables, habida cuenta de sus particulares circunstancias. En cambio, desaparecieron los Hospitales del Espíritu Santo y de San Lázaro, por vía de refundición el primero en la población de Bellavista, como Hospital Militar, y el segundo por traslado de sus pocos pacientes al Refugio de Incurables; dedicándose los edificios a otros fines y de contingencia. Por consiguiente, fueron las motivaciones propias de la campaña militar separatista y las constantes plagas y epidemias que ocasionaron elevada mortandad en las fuerzas recién llegadas, las que demandaron a transformación casi total de los principales Hospitales de la Ciudad y su dedicación a la recuperación de la salud de soldados y oficiales, y poder continuar la campaña por la sierra central del Perú.1 El manejo y desenvolvimiento de los Hospitales Militares en la Ciudad requirió normar su funcionamiento y organización; habiéndose dictado el primer Reglamento de los Cirujanos del Ejército, con fecha 27 de setiembre de 1823, que constituye el primer ordenamiento del Perú Independiente en este ámbito, al señalar los grados y niveles profesionales, desde el Cirujano Mayor hasta el de tercera clase; los sangradores, practicantes, asistentes, topíqueros, jeringueros, etc. con determinación de sus remuneraciones mensuales entre 100 ps y 16 ps, así como sus uniformes, distintivos, medallas, condecoraciones, etc. recogiendo en gran parte las anteriores Reales Ordenanzas Militares.2 Es de mencionar que dicho Reglamento establece la unidad de la actividad profesional, suprime las diferencias entre médicos y cirujanos y señala los nuevos niveles: Inspector General de Hospitales con el Grado de Coronel; Cirujano Mayor con el de Teniente Coronel; Cirujano de 1ª clase,Mayor, de 2ª Capitán, y de 3ª Teniente; para el caso de los Boticarios, el grado máximo era Teniente, el de 1ª Subteniente y los de 2ª. Sargento Primero.

1 V. “La Cultura peruana y la obra de los médicos en la emancipación” de Juan B.Lastres, Editorial San Marcos, Lima 1954. Pgs. 60 y ss. 2 En Colección Oviedo, Tomo IX, Lima 1860, pg.

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Por consiguiente, la situación sanitaria de la Ciudad además de haber experimentado serias dificultades por el bloqueo político y comercial y la restricción de alimentos frescos, no era la mejor ni la más conveniente; siendo necesario adoptar medidas de alojamiento de las tropas en los cuarteles disponibles ( Santa Catalina y la Recoleta Dominica del Infante) utilizándose temporalmente en el Convento de los Mínimos de San Francisco de Paula, en el Barrio de San Lázaro ( actual Avenida Francisco Pizarro, 3ª)

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Desde julio de 1821 el Hospital de San Bartolomé fue destinado a la atención de los enfermos militares, especialmente los de la División de Colombia, excluyéndose la gente de color. Colaboraron en él algunos Hermanos 24 y antiguos servidores que continuaron desempeñando su actividad asistencial bajo el nuevo régimen3. Al terminar la contienda, en 15 de febrero de 1825 las tropas colombianas fueron embarcadas con destino al Puerto de Guayaquil en la fragata “Uxon” y en el bergantín “ Cuatro Hermanos” apoyados por la corbeta “Guayaquileña”, quedando tan sólo en el Hospital de San Bartolomé 59 soldados y 8 oficiales en proceso de restablecimiento final. Entretanto, se procedió a desocupar y cerrar el Hospital de San Andrés que hasta octubre de 1826 había sido utilizado como centro de curación y asistencia de enfermos e inválidos, para concentrar la labor sanitaria en el Hospital de Santa Ana, por ser mas amplio, cómodo y ventilado; en esta forma se trasladaron los enfermos, muebles, enseres y bienes, cerrándose San Andrés con excepción de la Loquería o sala de enfermos mentales que continuó funcionando a reducido nivel . Quedaron pues como Hospitales Militares en la Ciudad de Lima, los de Santa Ana y San Bartolomé, a octubre de 1826. D. MATÍAS MAESTRO Y LA BENEFICENCIA. La institución de la Beneficencia como servicio público y de asistencia a las personas necesitadas había sido establecida por Superior Decreto de 26 de agosto de 1819, dictado por el Virrey Pezuela; encargada inicialmente del Hospicio de Pobres y de la Plaza de Toros de Acho, la intención fue incorporar progresivamente la administración de otros servicios sociales; habiéndole correspondido al Presb. D. Matías Maestro destacada participación en esta primera Real Junta de Beneficencia4. A lo que se agrega la valiosa experiencia de las obras que dirigiera y cofinanciara, como fueron el Cementerio General de la Ciudad, que hoy lleva su nombre, el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, luego denominado Colegio de la Independencia, y transformado finalmente en Facultad de Medicina de Lima. 3 En Lastres, ob.cit., pgs. 237 a 244 inc. 4 En “Acción promocional y asistencia social hospitalaria” publicación de la Soc. de Beneficencia de Lima, diciembre de 1970, pgs. 23 a 25.

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El Consejo de Gobierno presidido por Hipólito Unanue en la necesidad de ordenar el buen funcionamiento de los servicios de salud y de asistencia social, por Decreto de 25 de octubre de 1825 estableció una Junta de Beneficencia, que reemplazó a la anterior, presidida por el doctor José Cavero, de la Suprema Corte de Justicia y otros miembros, incorporando a don Matías Maestro como Secretario de élla.5 Unos meses después, el mismo Consejo de Estado deja sin efecto la Junta anterior y crea la Dirección General de Beneficencia, por Decreto de 30 de junio de 1826, “atendiendo que la Junta de Beneficencia, tanto por la naturaleza de las atribuciones que le fueron señaladas como por las ocupaciones varias de sus individuos, no puede llenar el objeto propuesto a pesar del loable celo que han desplegado”6 Se puso así bajo control e inspección de la Dirección de Beneficencia los hospitales, hospicios, casas de huérfanos,casa de amparadas, cementerios, cárceles y el fomento de la vacuna, encargando al Director don Matías Maestro tome conocimiento exacto del estado en que se encuentran dichos establecimientos, sus cuentas de ingresos y gastos, para que proponga al Ministerio del Interior las reformas y mejoras necesarias. Por cierto el Ramo de Suertes no fue ajeno a esta centralización, pues se ordenó que sus productos líquidos debían repartirse entre los establecimientos de acuerdo con sus necesidades. El informe de D. Matías Maestro sobre los Hospitales. Seis meses después, con fecha 22 de enero de 1827 don Matías Maestro presentó al Ministro del Interior un detallado informe sobre los establecimientos cuya administración se encomendara, precisando la situación en que se encontraban, el estado de sus ingresos y gastos y las medidas que proponía. Veamos la reseña correspondiente a nuestro Hospital de San Bartolomé: “Constituído en hospital general de paisanos, éste que ocupaban 80 paisanos de ambos sexos, entre escombros, inmundicias y miserias, se habilitó en un mes de todo lo necesario para que fuese capaz de recibir a los paisanos de todas castas; para lo cual se trasladaron las mujeres que habían al Hospital de la Caridad, quedándose solo con 46 enfermos en 1° de agosto último (1826); desde cuya fecha se han recibido 1.493, se han curado 1.178, han fallecido 199 y existían en 1° del corriente (enero 1827) 162, prueba esclarecida del celo, actividad y esmero de los encargados de esta Casa, que hoy es el modelo de las de su objeto”. “ Sus rentas siempre fueron muy cortas, pues contando con la asignación del Ramo de Suertes, subían a 11.000 pesos anuales; pero cuasi extinguido este arbitrio desde el año de 1818, no se han acopiado en los ocho meses corridos al cargo de la Dirección, más de 2.913 pesis de rentas propias y eventuales, habiendo sido preciso insumir en refacciones, cañería, aprestos, 5 En Colección Oviedo de Leyes, Decretos y Ordenes, Tomo IX, Lima 1862, pg. 175. 6 En Colecc. Oviedo, pgs. 176.

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alimentos y sueldos más de 18.000 pesos, supliendo el déficit de los ramos adjudicados”. De esta reseña obtenemos información sobre la evolución de este Hospital: entre julio de 1821 y diciembre de 1825 estuvo dedicado a la asistencia y curación de tropas y oficiales; en 1826 pasó a la administración de la Junta de Beneficencia, luego Dirección de Beneficencia, como hospital de paisanos de ambos sexos, destinándose a la atención de varones desde agosto 1° de 1826. En cuanto a la aplicación de las rentas del Ramo de Suertes, la información que reseña don Matías Maestro es la siguiente: “Este ramo pingüe propio de las obras pías, establecido en 1776 para auxilio del Hospital de San Bartolomé y Beaterio de Amparadas, después de haber tenido sus alternativas de extinción y reanimación, se hallaba reducido a un producto anual de 7.000 a 8.000 pesos, por haber perdido la opinión que es la base de sus progresos; pero restablecido desde que se encargó su administración a don Julián Eguren, en 18 de julio del año último (1826), en que se verificó el primer sorteo semanal, ha producido a las obras pías en los 36 corridos hasta 31 de marzo del presente año, 18.837 pesos 6 reales, lo que acedita la exactitud y economía con que se expide y el beneficio público que resulta de no rebajarse más de catorce por ciento por gastos y administración, en lugar del 16 y 5/8 que se rebajaba de la masa colectada semanalmente, antes que corriese este ramo por la Dirección”. “ Por otra parte este auxilio aplicado indistintamente a las urgencias de los diversos establecimientos de que se halla encargada la Dirección, ha sido el único apoyo para sostenerlos y mejorarlos por la escasez de las rentas peculiares de cada uno”.7 A continuación, una Ley dictada en 10 de noviembre de 1827 promulgada por el Presidente La Mar, dispuso que quedaran vigentes los establecimientos o Direcciones de Agricultura, Industria y Beneficencia, presididos por un Municipal que dará cuenta a la Municipalidad para el mejor desempeño de sus atribuciones; norma que representó un intento de reforzar los Ayuntamientos o Municipalidades restablecidas, poniendo bajo su cntrol los establecimientos de salud y de asistencia social. Sin embargo, la situación se modificó por Decreto de 31 de agosto de 1832 dictado por el Presidente Agustín Gamarra, que mantuvo la Dirección de Beneficencia, la composición de sus miembros y la administración de los servicios encomendados; estableciendo como innovación que cada hospital tendría un administrador celoso de la buena asistencia de los enfermos, “ evite fraudes y desperdicios, haga cumplir sus obligaciones a los empleados, y corra con la compra de aquellos artículos que no

7 Informe de 22 enero 1827, publicado en Boletín de la Sociedad de Beneficencia de Lima, año II, n° 24, Lima, julio 15 de 1907.

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admitan contrata. El sueldo de los administradores será de seiscientos pesos anuales y vivirán precisamente dentro del hospital”.8 Esta modalidad funcional subsistió hasta 1834 y a pesar de la acción diligente de don Matías Maestro, los establecimientos de salud y asistencia social confrontaban dificultades de gasto, de operación, de administración, de personal, etc. Por lo que se le encomendó por Orden de 26 de febrero de 1834, en forma especial preparar un plan orgánico, cortar los abusos y proponer las medidas más urgentes, “ haciéndose cargo de la beneficencia por tres meses, que comenzarán a correr desde el 1° del entrante marzo, en cuyo periodo cuidará U. muy particularmente de preparar dichos trabajos, de percibir las rentas para atender a todas las necesidades de dichos establecimientos , y de que las manos subalternas de que U. se valga sean las más puras que encontrarse puedan” 9 La Sociedad de Beneficencia de Lima. Con su notoria dedicación a las protección de las personas necesitadas, don Matías Maestro presentó los proyectos requeridos y las medidas a seguir, que merecieron la aprobación del Gobierno con el Decreto de 12 de junio de 1834, firmado por el Presidente José Luis Orbegoso por el que se creó la Sociedad de Beneficencia de Lima.10 Se determinaron así las bases del desarrollo y funcionamiento de los hospitales administrados por la Beneficencia, retornando al sistema originario de las Hermandades con un Mayordomo y cuatro diputados por cada establecimiento. Se encargó a los Mayordomos el cotrol y aplicación de las rentas asignadas en cada caso, actuando los diputados como fiscales controladores del gasto y funcionamiento, de turno uno en cada semana. Como puede advertirse, mediante este Decreto de 12 de junio de 1834, feneció la precedente Dirección de Beneficencia que estuvo a cargo de don Matías Maestro, para dar paso a una institución integrada por 40 socios filántropos y caritativos, encargada de cuidar el buen funcionamiento y servicio de los hospitales y demás casas de asistencia social de la Capital, cuya administración se le confiaba a fin de remediar el estado triste en que se hallaban. Encontrándose cerrados varios hospitales ( San Andrés, San Lázaro) las rentas correspondientes debían aplicarse a los servicios en funciones, llevándose cuenta separada; y al momento de reabrirse se elegiría en la misma forma un mayordomo y cuatro diputados; con el mismo dispositivo se incorporaron la Casa de Maternidad y el Beaterio de Amparadas a este sistema de administración centralizada. Como puede apreciarse, se modificó el sistema de administración y funcionamiento de los servicios asistenciales y sociales, para concentrarlos 8 En Colección Ovedo cit., pgs. 177 a 179. 9 En Colección Oviedo cit, pgs. 179 a 180.. 10 En Colección Oviedo cit, pgs. 181 y 182.

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bajo una sóla dirección, al igual que el sistema de distribución de rentas; a pesar de que cada hospital conservó cierta autonomía de gestión y de aplicación de gastos. Administración del Hospital Militar. Llegamos así al año 1835 en que el Hospital de San Bartolomé se había dedicado en forma exclusiva a la atención y cuidado de la salud de soldados y oficiales; con la calidad de Hospital Militar; el Gobierno decidió incorporarlo en el plan de mejoramiento de servicios que realizaba la Beneficencia, mediante el Decreto de 5 de marzo de 1835 11 cuyo tenor literal es el siguiente: “Considerando: I. Que el alivio de la humanidad doliente debe ocupar con preferencia la

atención de los gobiernos; II. Que los militares enfermos no disfrutan en el hospital destinado a su

clase todas las comodidades y la asistencia necesarias; III. Que los hospitales sujetos a la Junta de Beneficencia presentan un

espectáculo grato a los ojos de la filantropía. Decreto: Art. 1° La Junta de Beneficencia correrá desde esta fecha con la inspección y arreglo del hospital militar. Art. 2° Sólo serán asistidos en él los individuos de tropa. Art.3° Los reglamentos establecidos por la Junta para el régimen económico de los demás hospitales, regirán también en el militar. Art. 4° La expresada Junta podrá variar el local, nombrar y remover empleados, excepto los cirujanos, y emprender cuantas mejoras crea convenientes al servicio de los enfermos. Art. 5° Los ajustes se pagarán mensualmente a la expresada Junta por la Tesorería General, con arreglo a la cuenta que deberá presentar. Mi Secretaría General queda encargada del cumplimiento de este Decreto. Dado en la Casa de Gobierno en Lima, a 5 de marzo de 1835. Felipe Santiago de Salaverry. Por orden de S.E. El Secretario General, José D. Espinar. “ La norma anterior reproducida colocó el Hospital Militar de San Bartolomé bajo la administración de la Beneficencia, con miras a lograr el buen funcionamiento de sus servicios; a cuyo fin el Estado debía pagar las asignaciones mensuales de gastos producidos en la asistencia de la tropa, de acuerdo con las liquidaciones mensuales. 11 En Colección Oviedo cit., pg. 182.

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Sin embargo la disposición no produjo los resultados esperados, y la Beneficencia consideró gravosa la administración encomendada, por lo que el Hospital fue asumido por el Gobierno en su totalidad, como vemos seguidamente: “El Libertador Ramón Castilla, Presidente Provisorio de la República, Considerando: I. Que es uno de los primeros deberes del Gobierno proporcionar a los

enfermos del ejército una asistencia asidua y esmerada; II. Que la Beneficencia ha manifestado repetidas veces lo gravoso que le

es la administración del Hospital Militar; Decreto: Art. 1° El Hospital Militar correrá de cuenta del Gobierno segregándose de la Beneficencia. Art. 2° Para sistemar su servicio se nombra primer jefe del establecimiento al Director de Hospitales con el sueldo, fuero y preeminencias que han correspondido al Inspector General de Hospitales. Art, 3° El SubDirector de Hospitales es el segundo jefe del establecimiento y disfrutará del sueldo, fuero y preeminencias que han correspondido al SubInspector de Hospitales. “ Dado en la Casa de Gobierno en Chorrillos, a 30 de abril de 1856. Ramón Castilla. Nicolás Freire”12 Días después el Director General de Hospitales, Dr. Francisco Alvarado presentó el proyecto de Reglamento del Hospital Militar de San Bartolomé, siguiendo las disposiciones generales contenidas en el Decreto de 30 de abril de 1856, y detallando las funciones y competencias de los profesionales, servidores y asistentes del establecimiento; proyecto que fue aprobado por Decreto de don Ramón Castilla, dictado el día 24 de mayo de 1856.13 Por entonces todos los servidores militares pagaban el costo de sus respectivas instancias diarias, que debían retener las correspondientes Tesorerías y liquidar luego mensualmente los montos de acuerdo con las planillas de hospitalidades que presentaba el establecimiento; lo cual representaba una forma de financiamiento de su presupuesto de operaciones; las sumas restantes necesarias eran cubiertas por el Supremo Gobierno por transferencia. La escala diaria por estancia era la siguiente: Coroneles, 12 reales; Tenientes Coroneles, 10 rs; Sargentos Mayores, un peso; Capitanes 6 rs; Tenientes 5 rs, SubTenientes 4 rs; los individuos de tropa, 4 rs de los cuales 2.5 rs el soldado y 1.5 rs el Estado. 12 En Colección Oviedo, tomo VIII Guerra, Lima 1862, pgs.267 y 268. 13 En Colección Oviedo, cit, pgs. 268 a 273 inclusive.

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Apreciándose tiempo después que la tarifa de hospitalidades no guardaba proporción con los gastos causados en el Hospital Militar, creándose déficit en las cuentas, se modificó la escala anterior por Decreto de 20 de noviembre de 1857, en la siguiente forma: Coroneles, 20 reales por día, 16 a los Tenientes Coroneles, 12 a los Sargentos Mayores, 10 a los Capitanes, 8 a los Tenientes y 6 a los SubTenientes, manteniéndose la misma proporción para la tropa de 2.5 rs y el Estado 1.5 rs establecida. Posteriormente, por Decreto de 31 de agosto de 185914 se adoptó una nueva organización para el Hospital Militar de San Bartolomé, incrementando sus profesionales, practicantes y demás servidores, fijando sus nuevas remuneraciones tanto en tiempo normal como en campaña y marchas fuera de la sede institucional; en este caso se aumentó el número de profesionales a cuatro facultativos más el Director General, siete practicantes de primera clase y nueve de segunda clase, dos flebótomos, un primer y segundo farmacéutico, proveedores, dependientes, colchoneros, cocineros, etc. Un Decreto complementario dictado en 27 de diciembre de 1859 procuró normalizar la situación deficitaria del Hospital Militar de San Bartolomé, por no corresponder el pago de las estancias diarias a cubrir los costos generales de funcionamiento; por lo que se ordenó que a partir de Enero de 1860 la Tesorería Departamental asumiera el pago de los sueldos de los empleados, los gastos de botica, dietas, mantención de enfermos y empleados, repuestos, etc. en función a los presupuestos y planillas formuladas por la Dirección. Cambio de administración en 1866. Durante el Gobierno Provisorio del Dictador Prado en el año 1866 se produjeron diversos acontecimientos que tuvieron especial incidencia en el desenvolvimiento de las Instituciones, con relación a los sucesos políticos internacionales derivados del conflicto entre Perú y España. Apreciamos en este periodo el dictado de varias disposiciones tendientes a fortalecer el régimen funcional de las Sociedades de Beneficencia, bajo cuya administración se encontraban los servicios de salud y de asistencia social, al no haberse establecido todavía la dependencia ministerial encargada de esta función15. Encontramos así la Resolución Suprema de 28 de setiembre de 1866 que entregó nuevamente la administración del Hospital Miltar de San Bartolomé a la Sociedad de Beneficencia de Lima, mediante la modalidad de pago de reintegros mensuales por hospitalidades causadas y gastos de conservación, mantenimiento y mejora del establecimiento, a través de subvenciones fiscales; que es como sigue: 14 En Colección Oviedo cit., pgs. 274 a 275. 15 El Ministerio de Salud se establece recién en el año 1935. En el año 1865 se encargó a las Beneficencias la administración de los bienes de las Cofradías, Hermandades, Archicofradías,etc.

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“Resolución Suprema. Lima, 28 de setiembre de 1866. “Conviniendo a la mejos asistencia de los enfermos del Hospital Militar de San Bartolomé y a la mayor economía en los gastos, que en la actualidad ascienden a más de doscientos mil soles al año, poner dicho Hospital bajo la administración de la Sociedad de Beneficencia de esta Capital; Se resuelve: “ 1° Que el mencionado Hospital Militar de San Bartolomé se entregue y corra a cargo y administración de la Sociedad de Beneficencia de Lima, desde el 1° de octubre próximo. “ 2° Que la Sociedad de Beneficencia pueda hacer todas las reformas y alteraciones que convengan, tanto en el personal como en el servicio interior del establecimiento. “ 3° Que el Estado abone a la Beneficencia de Lima 3.000 soles mensuales por toda subvención a dicho Hospital, sin perjuicio de las hospitalidades de los individuos del Ejército y de sus dependencias, que se pagarán conforme a la tasa actualmente establecida. “ 4° Que la enunciada subvención de 3.000 soles y los 4.800 soles, o sea los 6.000 pesos mensuales que de antemano le están asignados, se satisfagan directamente a la Beneficencia por la Aduana del Callao. “ 5° Que es de cargo de la Sociedad de Beneficencia fundar y sostener, sin otra subvención ni aumento, cuatro escuelas de instrucción primaria para niñas pobres de esta capital. “ Regístrese y comuníquese a quienes corresponda, y publíquese. Rúbrica de S. E. Tejeda.”16 Como puede advertirse, el Estado giraba mensualmente al Hospital Militar de San Bartolomé la partida de 6.000 pesos, que correspondían a 7.800 soles, de acuerdo con la equivalencia establecida; a lo que se agregaba el costo de las hospitalidades o estancias diarias causadas por oficiales y tropa, en función a la escala de descuentos; lo que el Gobierno debió precisar días después ante las proposiciones formuladas por la Beneficencia, con la Resolución Suprema siguiente: “Lima, Octubre 3 de 1866. Visto, con lo informado por la Tesorería Departamental, Se aprueban las proposiciones hechas por la Sociedad de Beneficencia en la forma siguiente:

16 En Diario Oficial “El Peruano” Año 24, Tomo 51, 1866, día miércoles 3 de octubre de 1866, pg. 85.

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“ 1° La entrega del establecimiento comenzará a verificarse el 6 del presente, bajo el respectivo inventario, que será formado por la comisión que nombre el Director y los funcionarios que designe el Gobierno. “ 2° Que al cancelar la Tesorería los ajustamientos de los cuerpos del Ejército y demás dependencias militares, descuente lo que adeuden por estancias los Jefes, Oficiales e individuos de tropa en la proporción siguiente: “ Coroneles, 2 soles; Tenientes Coroneles, 1.60 soles; Sargentos Mayores, 1.20 soles; Capitanes, 1.00 sol; Tenientes, 0.80; SubTenientes, 0.60; Individuos de tropa, 0.30. “ El monto de estas hospitalidades lo pasará la Tesorería Departamental a la de Beneficencia, inmediatamente que se haga dicho ajustamiento, sin perjuicio de reintegrar las mesadas adeudadas. “ 3° En caso de que circunstancias de guerra o epidemias, aumentase el número de enfermos hasta el punto de que sea preciso establecer otro hospital, el Gobierno si juzgase necesario el nuevo hospital, abonará los gastos tanto de establecimiento como de asistencia. “ 4° La Beneficencia está autorizada para trasladar del Hospital de San Andrés al de San Bartolomé, los presos que se medicinen en aquél; cuidando en este caso de que estén en una sala especial, a fin de que no tengan contacto alguno con los individuos de tropa. “ 5° También queda autorizada para que en caso de que crea conveniente al mejor servicio, pueda trasladar al Hospital de San Andrés, a los Jefes y Oficiales del Ejército, tratando de colocarlos en departamento especial, y con la comodidad y decencia que por su categoría les corresponde. “ 6° En los días que transcurran hasta el en que debe encargarse la Beneficencia del referido Hospital de San Bartolomé, cuidará de formular un Reglamento para este Hospital, y si no se concluyese oportunamente, regirá entre tanto el de San Andrés. “ 7° La Beneficencia no está obligada a costear ni proveer los botiquines que sean necesarios para el Ejército y Armada; pero los botiquines que actualmente existan, podrán ser empleados por el Gobierno en dicho servicio. “ 8° Las obras de localidad que sea necesario hacer para la conservación o mejora del edificio, serán de cuenta del Estado, previo consentimiento del Gobierno. “ 9° La guardia que debe custodiar el mencionado Hospital, estará a las órdenes del socio que se nombre de inspector.

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“ Regístrese, comuníquese y publíquese. Rúbrica de S.E. Tejeda.”17 Por consiguiente, fue necesario dictar dos disposiciones gubernativas para facilitar la entrega en administración del Hospital de San Bartolomé a la Sociedad de Beneficencia, teniendo en cuenta las observaciones que expuso en forma de proposiciones para asumir el manejo de este establecimiento. Se incorporó la escala de hospitalidades o estancias diarias que debían pagar los militares, en sus diferentes graduaciones, así como la transferencia mensual que debía hacerse de la asignación presupuestaria convenida, financiada con las rentas de la Aduana del Callao. En esta forma el proceso de entrega de la administración del Hospital de San Bartolomé por el Estado a la Beneficencia, se realizó el día 6 de octubre de 1866, gestión que subsistió hasta el día 5 de julio de 1910, en que la Dirección de Sanidad Militar del Ejército asumió los derechos de titularidad del Hospital, cesando la gestión administradora encomendada a la Sociedad de Beneficencia. Retorno definitivo al Estado en 1910. En los nuevos reglamentos del Estado Mayor General del Ejército dictados a inicios del Siglo XX, al establecerse la Sanidad Militar como organismo básico de apoyo, se determinó que el Cirujano Mayor del Ejército tenía a su cargo el control y vigilancia del Hospital Militar así como de los demás servicios existentes en el país; norma introducida por la Resolución Suprema de 7 de febrero de 1903. Siendo de advertir la necesidad desde entonces de contar con un Hospital propio, ubicado en una de las nuevas áreas de crecimiento y expansión urbana de la Ciudad. La asunción definitiva del Hospital por el Estado se alcanza por virtud de la Resolución Suprema de 5 de julio de 1910, que dispuso quedara bajo exclusiva dependencia de la Sanidad Militar; concluyendo desde entonces la administración temporal encomendada a la Beneficencia de Lima.18 Noticias importantes sobre el Hospital. Presentamos una recopilación de datos y referencias obtenidos en el curso de las investigaciones relacionadas con el Hospital Militar de San Bartolomé: 1° Entre los años 1856 y 1860 se construyeron totalmente dos amplias salas para aumentar la capacidad de internamiento en el Hospital, fueron las Salas

17 En Diario Oficial “El Peruano”, Año 24, Tomo 51, Lima, Sábado 6 de octubre de 1866, pág. 90. 18 V. “ Sinopsis histórica del Servicio de Sanidad del Ejército Peruano” por el Teniente Coronel Guillermo Fernández Dávila, en Revista de Sanidad Militar, Año VIII, 1935, Lima, pgs 8 a 14-

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San Ramón y San Luis, cuyos trabajos verificaba personalmente el Presidente don Ramón Castilla. 2° Con motivo de la llegada de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl en el año 1858, se construyó un pabellón o ala especial para su alojamiento y vivienda. 3° El Presidente don José Balta hizo instalar la pila monumental existente en el primer patio principal del Hospital hacia 1872, con su red de agua y el mejoramiento de los servicios de desagüe o acequias. 4° Numerosos aportes, donaciones, legados realizados al Hospital por Ministros de Guerra y altos Jefes del Ejército desde 1860 hasta 1956, contribuyendo a su mejoramiento, eficiente servicio y recuperación de los pacientes. 5° Transformación del Hospital como institución modernizada altamente especializada, que fue orientando sus actividades en tres grandes direcciones: Preventiva, Asistencial y de Instrucción o docencia. 6° Reequipamiento integral del Hospital, con laboratorios, salas de operaciones, equipos de diagnóstico y análisis, servicios especializados de transfusión sanguínea, oxigenoterapia, opoterapia, antibióticos, vitamínicos, anticonvulsivante, etc. 7° Entrenamiento y capacitación permanente del personal profesional, técnico, asistencial y administrativo para brindar eficientes servicios a todos los pacientes, en sus diferentes dolencias y necesidades, con alto sentido humanístico y social, siguiendo las orientaciones del fundador Fray Bartolomé de Vadillo. En 1911 se produce una nueva reforma del Hospital Militar de San Bartolomé, para adaptarlo a la nueva doctrina asistencial y militar del Siglo XX, procurando la mejor preparación humanística de sus profesionales, en vía de carrera sanitaria militar, así como el mejoramiento de las salas, sistemas de ventilación, servicios higiénicos y de aseo, arreglo de los jardines y arboledas, recuperación completa del claustro principal y de la arquería central de madera de moral; lo que representó un considerable avance para su época y la consolidación como centro asistencial completo para la asistencia de soldados y oficiales del Ejército. El Hospital llegó a contar con 9 salas o enfermerías para pacientes de medicina, cirugía y especialidades, así como un pabellón de oficiales; siendo su capacidad máxima de 350 camas; en 1913 contaba con 5 médicos civiles y 9 estudiantes practicantes, un cuerpo de enfermeros, 8 Hermanas de la Caridad y un Capitán encargado de dirigir la vigilancia.

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Capítulo XIV

La consolidación final del Hospital. Nuevo destino.

Habiendo quedado definitivamente consolidada la ubicación del Hospital Militar de San Bartolomé como órgano operativo de la Dirección de Sanidad Militar del Ministerio de Guerra, demostrada en el conflicto bélico de 1879 junto con la importante conformación de las Ambulancias de la Cruz Roja; en el Siglo XX se efectuó su total reestructuración funcional y operativa, en tanto se venía considerando establecer un nuevo y moderno centro asistencial con mayor extensión y comodidades, de acuerdo con las orientaciones y exigencias de la Medicina. El Hospital Militar por entonces ocupaba tan sólo el área interior del antiguo e histórico Hospital de los morenos, que comprendía la entrada principal, el patio o claustro mayor con la arquería y fuente, las salas de hombres en crucero y las salas de mujeres en crucero igualmente, con los servicios básicos de cocinas, lavanderías, servicios higiénicos, agua caliente y baños, patios interiores y jardines, capilla y sacristía sede antigua de la Hermandad. Las casas de propiedad del Hospital que habían sido construídas en torno, permanecían bajo contrato de alquiler por la Sociedad de Beneficencia, continuando la práctica de la Hermandad de 24 de gestionar rentas para el servicio. Al cesar la administración del Hospital por la Beneficencia y asumir el Estado la titularidad de derechos como propietario, la medida comprendió únicamente el ámbito sanitario y asistencial, sin incluir las casas que lo rodeaban por las calles Pileta de San Bartolomé, Toval, San Bartolomé y San Joaquín. En 1917 se había iniciado el proceso de ensanche y ampliación de los servicios del Hospital, por lo que fue necesario utilizar las áreas que ocupaban los referidos inmuebles. El Abogado Fiscal doctor Enrique Patrón en el informe legal emitido1 manifiesta “que la Beneficencia Pública no es propietaria de las mencionadas fincas, sino que éllas como las que constan de la relación adjunta, han pertenecido y pertenecen al Hospital de San Bartolomé desde su fundación”. Luego de detallar con precisión las disposiciones legales que dieron origen a la Beneficencia y sus funciones, expresa “que en las diversas ocasiones en que el Gobierno encargó a la Beneficencia de Lima la administración del Hospital de San Bartolomé, se limitó a encomendarle una mera administración, quedando incluída en ella tanto el local del mismo Hospital como el de las fincas, que desde su establcimiento servían para atender los gastos de su sostenimiento” 1 Informe de 23 de diciembre de 1919.

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En párrafo aparte adiciona lo siguiente: “ Como esa administración se repitió varias veces hasta el año de 1910, cuando se le ponía término no se cuidó de recuperar las fincas que se encontraban unidas al Hospital, dentro de la misma manzana en que se halla; de otra manera han quedado bajo el cuidado y administración de la Sociedad de Beneficencia hasta la fecha”. “ Necesitando hoy el Hospital Militar que sus servicios sean ensanchados y disponer de todo el que sus fundadores construyeron, considera el suscrito que debe el Gobierno dictar el decreto respectivo para recuperar esos inmuebles que son de su propiedad, y que no han sido ajudicados a la Sociedad de Beneficencia de Lima”. Teniendo en cuenta este definido pronunciamiento, con fecha 10 de febrero de 1920 se dictó la Resolución Suprema disponiendo en forma concluyente: “1° Que la Beneficencia Pública de Lima haga entrega al Ministerio de Guerra de las casitas que forman parte del mencionado Hospital, situadas en las calles de Ayacucho, Cuzco, Sacramentos y Pileta de San Bartolomé cuyos números se detalla a fojas uno del informe adjunto”.2 La Sociedad de Beneficencia de Lima formuló reconsideración de la medida dictada, alegando tener derechos sobre los inmuebles que rodeaban el Hospital de San Bartolomé; por lo que fue necesario acumular los expedientes administrativos seguidos y solicitarse nuevo pronunciamiento al Abogado Fiscal.3 Cumplidos los trámites requeridos, se expidió la Resolución Suprema de 2 de noviembre de 1920 que reproducimos: “Teniendo en consideración que el derecho de propiedad que aduce la Sociedad de Beneficencia no está fundado en ninguna ley ni decreto y que desde el año 1910 el local del referido Hospital fue entregado al Gobierno, terminando definitivamente la administración por parte de la Beneficencia al que pertenecen las casitas en referencia, según el margesí publicado por la misma el año 1897; “ Que el artículo 8° de la Ley Orgánica que cita la Sociedad de Beneficencia para sostener su derecho, se refiere a inmuebles que en aquella época estaba en posesión, pero no de los que era mera tenedora o administradora porque sobre ellos no tenía posesión legal ni podría prescribirla nunca;

2 En Libro Margesí de Bienes Nacionales, Min. De Hacienda, Tomo III, Lima 1923, pg. 213. 3 El dictamen del Abogado Fiscal sobre la reconsideración interpuesta, fue emitido en 9 de agosto de 1920.

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“ Conceptuando que el ensanche del Hospital Militar es una obra cuyo principal objeto es realizar en la mejor forma y más ampliamente la asistencia hospitalaria de los militares que tienen sobre los demás, la circunstancia de estar sirviendo personalmente a la Nación, y que el pedido de reconsideración está reñido con su propio fin; y “ Vista también la opinión del Abogado Fiscal y los documentos que para el caso se acompaña;” “Se resuelve: No ha lugar al pedido de reconsideración que de la Resolución Suprema de 10 de febrero último hace la Dirección de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, así como al abono de Lp.1.0.00 mensual como merced conductiva por el arrendamiento del local del Hospital Militar que solicita, para acreditar el derecho de propiedad que sustenta y de que carece en lo absoluto. Comuníquese. Rúbrica del Presidente de la República. Castro”.4 La Sociedad de Beneficencia debió allanarse al cumplimiento de esta disposición y por consiguiente a la devolución de los inmuebles que venía arrendando; medida que se produjo en 14 de enero de 1921, cuando se autorizó expresamente al Director del Servicio de Ingeniería del Ejército, recibirlos en representación del Estado; procediéndose posteriormente a la desocupación por los inquilinos conductores y a la demolición de las antiguas edificaciones. En esta forma pudo efectuarse la ampliación del Hospital Militar de San Bartolomé. En el año 1921 Centenario de la Independencia Nacional, el Estado creó una Junta Administradora de fondos erogados por el comercio de Lima, presidida por don Guillermo Rey e integrada por los señores Numa Pompilio León, Alberto Delboy, Alberto Flores y Carlos A. Méndez; era Director del Hospital el Teniente Coronel doctor Carlos Rospigliosi Vigil; Junta que se encargó de realizar los trabajos de remodelación y mejoramiento requeridos, así como el reequipamiento integral: rayos x, instrumental médico, baños calientes y fríos, cocinas, almacén de víveres, sala de cirugía para tropa, estufas de desinfección, impermeabilización de pisos, etc. “ Para poderlo adaptar a las necesidades del Ejército tuvieron que introducirse en el Hospital ampliaciones, construcciones y refacciones que le han permitido obtener algunas mejoras en la instalación de sus servicios; así en la época del Mariscal Castilla se construyeron las Salas de San Ramón y y San Luis, y el dormitorio de las Madres de Caridad, cuyos trabajos vigilaba personalmente el Mariscal Castilla. El Presidente don José Balta instaló la pila monumental que se conserva en el patio principal; los Ministros de Guerra Generales Benjamín Puente, Manuel Rodríguez, Federico Hurtado, Antonio Silva Santisteban y el actual Ministro General Antonio Luna Ferreccio han colocado el Hospital a tono con los adelantos y exigencias de la ciencia 4 En Libro Margesí cit., pgs. 214 y 215.

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para la atención de los enfermos, hechos que se encuentran perennizados en placas de bronce colocadas en el local. El General Zuloaga legó al Hospital, a su muerte, una suma de dinero en beneficio de la atención hospitalaria de los soldados”.5 El Prof. Lastres recuerda la evolución tricentenaria de este histórico establecimiento con las emotivas frases siguientes: “ Nuestra Sanidad Militar cuenta con una historia corta pero fecunda. Ha tenido dirigentes que se han empeñado en modernizarla y adaptarla a las exigencias de los Ejércitos modernos. Por fortuna tenemos al frente de ella dos Jefes de gran solvencia técnica, los Coroneles Fortunato Quesada y Luis Valentín. A su esfuerzo se deben muchas mejoras y seguramente otras que vendrán”.6 “ He llegado al final de esta oración. De esta síntesis de tres siglos de grandezas y miserias, de la que brota prístina la idealidad del cuerpo médico, por mantener incólume la herencia hipocrática de honor y de bien. Resumen de emociones, de anhelos, de angustias, generadoras de lo perenne, de lo eterno. “ Penumbra, crepúsculo y aurora se funden armoniosamente en estos trescientos años, cuya alborada recién vislumbramos ahora, cuando ya suenan los acordes de una nueva era en la que se impone una Sanidad Militar fuerte y fecunda. Ojalá sea un hecho ese justo anhelo que todos sentimos vibrar en nuestro corazón: el nuevo Hospital Militar del Perú”.7 Entre los años 1949 y 1955 se realizó la construcción del nuevo Hospital Militar en una extensa área ubicada en la esquina de las Avenidas Brasil y General Pershing, hoy Faustino Sánchez Carrión; la ceremonia de inauguración tuvo lugar en el año 1956, iniciando desde entonces sus funciones al servicio de las fuerzas armadas y sus familiares; aquí se trasladó todo el personal de médicos, empleados y servidores del antiguo Hospital Militar de San Bartolomé, incorporándose a la nueva y moderna organización funcional de este gran conjunto asistencial. Por Decreto Supremo n. 101-SP de 14 de agosto de. 1956 el inmueble y sus locales adyacentes fue transferido al Ministerio de Salud, procediendo de inmediato a su completa remodelación y reequipamiento por el Fondo Nacional de Salud y Bienestar Social, reabriendo sus puertas en 1958 como Hospital Materno Infantil “San Bartolomé”, con incorporación de la plantilla procedente del fenecido Hospital similar de Bellavista, proporcionando efectivos servicios a la comunidad hasta 1985 en que se trasladó a su nuevo

5 Art. “ Recordando el tricentenario de fundación del Hospital de San Bartolomé” del Dr. Luis Valentín F., Director del H.M. San Bartolomé el 24-4-46, en Anales de la Sociedad Peruana de Historia de la Medicina, Año IV, Lima 1946, pgs. 45 a 49. 6 Art. “ El Hospital Militar de San Bartolomé” por Juan B. Lastres, en Anales cit. pgs. 3 a 23. 7 Art. Id. cit. in fine.

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emplazamiento en la Av. Alfonso Ugarte, al edificio que anteriormente utilizó el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas. En el año 1987 el Instituto Nacional Oftalmológico ocupó sus instalaciones aunque sólo en forma temporal; desde que el edificio requería reforzamiento de los muros y tejados, así como investigaciones históricas, excavaciones y restauración técnica para ponerlo en valor plenamente, como monumento nacional de primer orden. Hay la intención de establecer en este inmueble histórico el Museo Nacional de la Salud, y se han realizado estudios y formulado proposiciones, sin que hasta el momento nada se haya resuelto. Esperamos que con cooperación nacional e internacional, pública y privada, pueda protegerse este hermoso local tricentenario, para recuerdo y memoria de los forjadores de la Salud Pública en el Perú y para conservar y apreciar mejor el rico pasado histórico sanitario de nuestra nación.

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Anexo n. 1

Descripción de un esqueleto que se ha de colocar el día 24 de Agosto de este año de 1804 en el Real Hospital de San Bartolomé por los Practicantes de Cirugía, bajo la dirección del Protocirujano José Pastor Larrinaga. En la última partida de negros bozales que condujo a este Puerto del Callao la fragata Asia, llegaron tres negritas enfermas, de edad al parecer de diez a once años poco más o menos; y habiendo sido llamado a su curación el autor de esta obrita, las reconoció de tanta gravedad, que sin pérdida de tiempo las hizo bautizar en la misma posada por un religioso del Orden de Predicadores, el día 14 de julio con los nombres de Juana Gualberta, Buenaventura y Camila, y hecho esto mandó que las trasladasen a este Hospital, en donde es Cirujano propietario. De estas tres la primera murió a las catorce horas de haber llegado

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al Hospital; la segunda falleció a los diez días, y la tercera se halla en su casa perfectamente sana. Como pocas veces se logran estos cadáveres para las Disecciones Anatómicas, a causa de que los parientes no permiten semejantes operaciones, aprovechamos esta feliz ocasión desnudando los huesos de sus partes musculosas, para presentar la Osteología con sus ligamentos naturales. No contentos con esto, hemos sacado como si fuera del mismo corazón colocado dentro del pecho,la Angeología o distribución de las arterias y venas tanto ascendentes como descendentes, hasta ingerirlas en ambas extremidades con sus propios y naturales coloridos, para que el conocedor atento, pueda distinguir cuál es arteria y cuál es vena, y significar en todo su curso los diferentes nombres que adquieren estos vasos por las naturales circunvoluciones y propiedad de partes en que se enlazan y distribuyen. Más como dentro del pecho no se podía ver el corazón, ni era posible disecarlo con el primor que exige esta operación en tan corto tiempo, el Protocirujano por un efecto de generosidad ha hecho donación de un corazón labrado en cera, cuya pieza es de lo más singular y vistoso que tenemos en su línea; porque además de tener su natural colorido, se ven a un mismo tiempo los vasos coronarios, y todas las partes interiores y exteriores de este admirable músculo en su tamaño regular. Se le ha puesto colgado en la mano izquierda del esqueleto para que los curiosos en la Física y Anatomía lo puedan examinar a un golpe de ojo. Aún no satisfecha nuestra aplicación y curiosidad con la demostración de las arterias y venas, nos hemos propuesto continuar para honor de la Patria y bien de la posteridad, todos los primores que abraza la Anatomía, poniendo en la mitad de otro esqueleto la Miografía o parte musculosa de un lado, tejida al natural de seda floja del mismo color de los músculos y tendones, y en la otra mitad la Neurología o distribución de los nervios, porque examinado un lado se considera el otro; y de este modo completaremos en otra ocasión las vísceras o entrañas de las tres cavidades: animal, vital y natural, y ve aquí el modo de hacer un examen de Anatomía en cualquiera estación del año, si se llega a establecer algún día un Colegio de Cirujanos. El lugar donde se ha colocado este esqueleto, no puede dejar de ser muy ventajoso para la magnífica idea que nos hemos propuesto, en las cuatro urnas que se han de colocar. El claustro de este Hospital es de lo mejor que tenemos, por su bella planta de arcos y columnas con su balaustrería en cuatro ángulos que son de bastante capacidad. Enfrente de la puerta principal de la calle, se hallan dos arcos grandes que sirven de atrio a las puertas interiores que dividen las Salas de hombres y mujeres: y entre estos dos arcos es donde nos ha costeado el señor don José Gregorio Argote, Mayordomo actual de este Real Hospital, toda la decoración de arquitectura y escultura con que nos ha ayudado en una obra tan costosa, cooperando igualmente al mayor lustre y beneficencia de este pobre Hospital, y en donde a pesar de sus pocas rentas fijas, se han curado bajo de una sabia economía desde 1° de enero hasta 31 de diciembre del año próximo pasado, 1.533 enfermos, sin omitir por esto los notorios aumentos de tantas fincas que mejor

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se ven y se palpan de lo que puede explicar la más florida elocuencia en la siguiente

Octava

Si Gonzalo de Argote renaciera En la época feliz en que vivimos,

Y en aqueste Hospital se detuviera Para ver y admirar lo que aplaudimos,

Aseguro que él mismo no dijera:

Este Argote mejora lo que hicimos En Polonia, en Sevilla y sin segundo

Viene a ser inmortal al Nuevo Mundo.

Véase el Parnaso Español: Tomo IX.

Pero como no había de dedicarse este generoso Caballero, con el celo y piedad que además de ser tan característico de sus nobles progenitores, tenemos la fortuna de ver el modo con que ilustra la Patria y la colma de beneficios un Príncipe tan cabal como nos ha concedido el cielo en el Excelentísimo señor Marqués de Avilés, pues empleando gloriosamente el tiempo entre el Gobierno y el Santuario, y en la construcción de Hospitales y otras muchas obras pías, no puede dejar de inspirarnos con sus virtuosas operaciones a la particular reforma de las costumbres, y a una admirable y perfecta imitación en el pequeño círculo de nuestras respectivas obligaciones, para poder cantar con Claudiano en el Cuarto Consulado de Honorio, verso 300:

Regis ad exemplum totus componitur Orbis.

Así pues, en la parte superior de esta urna se halla pintado un cielo con un arco iris de donde sale una fama de plata sobre una corona de oro, y un dístico latino con su correspondiente traducción castellana en esta forma:

Magnum iter escendo, sed dat mihi gloria vires, Non venit e facili lecta Corona jugo.

Aunque aspiro en el camino Por la gloria de la Patria,

No hay Corona sin trabajo Ni sin el mérito fama.

A la derecha de esta urna se lee otro dístico latino traducido en una décima:

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Quid valet hic Mundus, quid gloria, quid ve triumphus? Post miserum funus pulvis et umbra sumus.

¿De qué nos sirve la gloria que gozamos en el Mund, si se pierde en lo profundo

de una vida transitoria? ¿De qué nos sirve la historia

con sus triunfos y blasones. Si las brillantes acciones

De un mísero y triste antojo. Se convierten en despojo,

Polvo, sombra y confusiones?

Poco más debajo de ésta se halla otra, en que se pinta la vanidad del mundo con alusión al anagrama de Adán, que leído al revés significa Nada:

Décima.

De Adán y de Eva venimos A ser todos descendientes;

Y aunque hoy no somos parientes Un mismo origen tuvimos. Si el orgullo en que vivimos

Hace otra Naturaleza, Y de ahí viene la Grandeza Más alta y más estimada;

Sepan que en Adán es Nada, Tan quimérica nobleza.

Frontero al dístico de más arriba, se halla otro a la izquierda con su correspondiente traducción:

Mille modis morimur Mortales, nascimur uno: Sunt hominum morbi mille, sed una salus.

De mil maneras morimos, Y de una sola nacemos:

Y de uno el bien conseguimos Si con este orden venimos A establecer nuestra vida. ¡Mortales! Ved la partida,

en el más alto Decreto, con que este pobre esqueleto

acabó su edad florida.

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Debajo de esta décima se halla otra al Desengaño del Mundo con el mismo esqueleto de Ventura, que aún estaba mudando los dientes caninos, llamados vulgarmente colmillos:

Este esqueleto que ves De arterias, venas y hueso, Tuvo alma y vida, y por eso

Te representa lo que es. De diez años vino pues

De Africa a Lima Ventura, Y en diez días asegura

Con la gracia del bautismo, Huir del mundo y del abismo Dejando aquí su estructura.

En la peana en que se halla de pies este esqueleto, se lee un epigrama latino con su traducción en una cuarteta:

Defuncto parces: Viventem Zoyle Carpes: Non Ego propterea mortuos esse velim.

Pasajero que perdonas

Al difunto y no al que vive; Sin embargo de tus honras, Aun no pretendo morirme.

A la derecha de este esqueleto se deja ver toda la figura de un hombre de media vara de alto, hecho de cera, y desnudo de sus tegumentos para que se descubran, en su color natural todos los músculos exteriores, y los vasos que se distribuyen entre ellos, cuya admirable pieza a fin de que sirva de instrucción a la Juventud, también la ha cedido liberalmente el Protocirujano. A la izquierda se halla una redoma de cristal, y dentro de ella el Pichón Palomino que se vió en esta Ciudad el día 6 de abril de este año, y una lámina de dos lagartos vivos que parió una mujer en España, el uno con ocho pies y dos colas, y el otro con cuatro. Con este fenómeno y con los que se verán en el tercer tomo de los Monstruos, que se hallan en el Gabinete de Historia Natural de Madrid, y de otros muchos pájaros emplumados, nacidos del útero de las mujeres de que hace memoria el Protocirujano, en la Apología que se halla remitida por este Superior Gobierno a la censura o aprobación del Dr. D. Gabriel Moreno, se acabarán de desengañar los incrédulos que apoyados únicamente en la Historia del Hombre del ex jesuíta Hervás y en la desvariada opinión del médico Valisnieri, que mira como fabulosos los partos de culebras, ranas, víboras, ratones, gatos, etc., salen oponiéndose a la realidad del parto de este pájaro emplumado que parió Asunción, como si Valisnieri fuese capaz de oponerse con meras teorías

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y ningunas razones fundamentales a tantos autores clásicos que han visto semejantes fenómenos. En fin, si Valisnieri no quiere creer el nacimiento de estas molas visibles: ¿cómo quiere que le crean sobre su simple dicho, que la generación del hombre se hace por unos huevecitos invisibles, que ni los sabios ni los ignorantes, ni aún el mismo Valisnieri los ha visto hasta ahora, como vemos nosotros a cada paso las molas vitales que en tan diversas figuras nos refiere la Historia Médica? Por último, a las partes colaterales de esta urna se ven varios cuadros al humo de una vara de alto, en que se representan las partes del cuerpo humano de las Tablas Anatómicas de Couper, con el epitafio siguiente hechopor el Practicante Juan Ordaz:

D. O. M. Africa natus.

Lima denatus. Peritissimi Josephi Pastoris.

Arte et ingenio In optiman lucem

Restitutus Novo. Vivendi. Genere.

Existam Ad Anatomes Facultatis.

Doctrinam Professorumque copiam ed augmentum

Ad Bartolomaei Nosocomii Splendorem.

Ob opus. Tam. Perutile Publicae Grates

Eximio Josepho Pastori Auditoribus

Laboris. Amantibus Munifico. Oeconomo.

Guinea me dio la cuna; el sepulcro Lima; la gloria santa, la caridad y cristiano celo del Bachiller don José Pastor Larrinaga. Existen mis huesos sin alma en su sitio natural colocados. Para lección de los jóvenes dedicados al estudio anatómico, duplicándose el número de Profesores en el arte. Obra tan singular, justo es se pague dando repetidas gracias al señor don José Gregorio Argote, nuestro benéfico Mayordomo, pues para lustre y ornato de este Hospital, me ha dado esta colocación a el sapientísimo Pastor y sus amados discípulos. En elogio de su Maestro hizo Manuel Hurtado las siguientes

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Décimas.

Noble Asamblea, atended

Con cuidado, con reposo, Este artificio huesoso, Este tejido, esta red. En ella mirad y ved,

Con que empeño aquí procura Dar a la luz esta estructura, Solo a fin que conozcamos

Las partes de que constamos En esta humana osatura.

¡Oh amor! Oh ferviente celo!

¡Oh dirección sin igual! ¡Oh muy dichoso Hospital que mereces tanto anhelo!

De un gran Pastor, el consuelo En vuestros males tenéis,

Y pues tanto merecéis De vuestro amable Pastor,

Las gracias con gran primor Es preciso que le déis.

Cual sin segundo Mecenas, Cual sabio Pastor amado, Aquí nos has explicado Este tratado de venas.

Sabias noticias y plenas Nos impartís amoroso,

Haciendo que cuidadoso Cada cual en su materia,

Busque nervio, saque arteria A este cadáver huesoso.

Mirad todos con cuidado Esa estructura, ese Arte, Y hallaréis en cada parte Una lección, un dechado:

No paséis apresurado, Sin reparar muy atento Ese conato y talento

Con que se empeña amoroso A enseñarnos generoso

Por medio de un esqueleto.

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Notas y comentarios.

1° Se publicó en un folleto impreso en Lima, con ocho páginas de texto, sin folios ni pie de imprenta, de 15 cm por 10 cm cada página impresa. 2° Publicado y comentado por el Dr. Carlos E. Paz Soldán en “ La Reforma Médica”, de 1° de octubre de 1937. 3° Don José Pastor de Larrinaga ejercía por entonces el cargo de Protocirujano y formaba parte del Protomedicato, además de ser Cirujano Titular del Hospital de San Bartolomé, donde dictaba las clases de Anatomía a sus Practicantes. 4° El Hospital de San Bartolomé celebraba anualmente la Fiesta del Apóstol San Bartolomé, el día 24 de agosto de cada año; oportunidad en que se instalan las cuatro urnas descritas en el folleto que reproducimos. 5° El Mayordomo del Hospital don José Gregorio de Argote fue constante colaborador del Cirujano Pastor y fomentaba los estudios y prácticas de los estudiantes en el establecimiento, como puede advertirse de los versos que le dedican. 6° La información contenida en el documento que antecede, no hace sino confirmar la existencia de la Escuela Práctica de Medicina y de Cirugía que funcionaba en cada Hospital, y que rivalizaban entre sí por la mejor formación, preparación y experiencias de los futuros médicos y cirujanos.

-*- Romancero de las Calles de Lima: San Bartolomé.

Esclavo que no servía, por ser de edad avanzada O por hallarse achacoso, el patrón le abandonaba Y moría como un perro en las pampas desoladas,

También en los muladares que cerca de Lima estaban.

El cadáver insepulto de un esclavo en la Barranca, Pasto de los gallinazos fue en época antepasada

De Bartolomé Vadillo, de la Orden Agustina Y al que apodan “pico de oro”, honda pena siente el alma,

Al ver tal cuadro del Dante en ciudad civilizada, Y albergue para los negros funda en la calle nombrada.

Tienen ya una casa en donde contrarrestar sus dolamas,

Debidamente atendidos, de la religión les habla De un Dios que murió en el Gólgota sufriendo penas tamañas

Por redimir al mortal sin distinciones de razas, De un Dios que lo es de los pobres, quien frecuenta las cabañas,

Que hállase allí la amargura y es necesario endulzarla;

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De un Dios el cual menosprecia grandezas que son mundanas, Pues cual todo lo terreno esas grandezas son vanas;

De un Dios que tiene corona de espinas, cetro de caña, Ante los cuales se inclinan de la tierra los monarcas.

Los negros agradecidos de Vadillo el nombre alaban,

A causa de que este Padre de muerte horrible los salva. Como aumentan los enfermos por ser la ciudad malsana,

El citado nosocomio a otra cuadra se traslada, Que está entre Siete Jeringas y la Huaquilla, situada

Villagómez Arzobispo compra casi una manzana Y allí el Capitán Tijero templo y hospital levanta

Con cantidad de monedas que a sus caudales arranca.

San Bartolomé posee al principio, nueve salas, Que contienen en su seno ciento cincuentiocho camas. Cuatro mil doscientos duros el Ramo de Suertes manda

Al Hospital y mil más de algunas casitas saca, Que alquila a gente modesta, la cual puntualmente paga,

De modo que a los dolientes no les falta nunca nada; Casas las cuales en torno de San Bartolomé se alzan

Y van a ser demolidas a fin de darle más área.

Espantoso cataclismo aqueste Hospital arrasa, Y el Mayordomo Matute en alzarlo no desmaya.

También el Dean Cabrera mejora, amplía la fábrica Y con la propia fortuna las rentas de aquella agranda.

Un Hospital Militar es hoy,de todas las armas,

Que se halla a cargo de médicos y cirujanos de fama, En cuyas manos no muere sino que al contrario escapa,

Quien a sentir está próximo de la agonía las bascas.

Como es Vadillo quien funda la beneficente casa, En el Siglo Diecisiete San Bartolomé la llaman,

Puesto que tal es el nombre del que alivia la desgracia De los negros infelices, quienes para otros trabajan

Y en recompensa, desuéllanles, lo que aquese santo pasa, Como si no fuesen hombres, sino unas bestias de carga.

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Arturo Montoya, Romancero de las Calles de Lima, pgs. 82 y 83, Lima 1930

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ORACIÓN PANEGÍRICA AL GLORIOSO APÓSTOL SAN BARTOLOMÉ,

PATRÓN DEL HOSPITAL DE POBRES NEGROS HORROS ENFERMOS,

VIEJOS E IMPEDIDOS FUNDADO EN ESTA NOBILÍSIMA CIUDAD DE

LOS REYES,

En ocasión que se estrenaron las Salas y Claustros con las demás oficinas, que por ruina del formidable temblor del año pasado de 1687,

reedificó el Sargento Mayor Manuel Fernández Dávila, Cónsul más antiguo del Tribunal del Comercio, Administrador general que fue del

Escorial de San Lorenzo el Real y Mayordomo actual de dicho Hospital.

Díjola el doctor don Francisco Vargas Machuca, Presbítero, Catedrático de Método de Galeno en la Real Universidad de San Marcos, Médico del Exmo e Ilmo señor doctor D. Melchor de Liñán y Cisneros, Arzobispo de

esta Ciudad, Virrey que fue de estos Reinos, y del Tribunal del S. Oficio y del Real Hospital de San Bartolomé.

Y la consagra a dicho Mayordomo.

Con licencia de todos los superiores.

En Lima: En la imprenta de Joseph de Contreras y Alvarado, Año de

1694. Al Sargento Mayor Manuel Fernández Dávila, Administrador General que fue de las rentas del Escorial de San Lorenzo el Real, Cónsul más antiguo del Tribunal del Comercio, Mayordomo del Real Hospital de San Bartolomé. Señor mío: Mandóme V.m que predicase el sermón del Glorioso Apóstol San Bartolomé en su Hospital, y como si no le hubiera obedecido, solicita ahora verle, no pudiendo entonces oírle por causa de un accidente que impidió su asistencia a tan célebre fiesta. Confiésome desde luego obediente al imperio de su voz: Non habeo ingenium, Cesar, sed lufsit, habebo cum me pusse negem, posse quod ille petat. (Ausonius ad Theod.) Pues sin temer las censuras y calumnias de los que crucificaron con sus lenguas, me atrevo a sacar en público en las letras de este sermón, mi nombre. Luego que vi patentes y escritas las letras del nombre del mejor sabio y predicador Jesús1, dije que estaban crucificadas, no por lo que tenían de cruz, como por estar escritas y puestas en público a la común inteligencia; pues ni todos los leían de un mismo modo, ni con igual afecto, sino según sus 1 Erat autem scripti Iesus Nazarenus. Joan, 19.

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naturales; en latín unos, otros en hebreo, y en griego2 muchos; porque si hay algunos que como latinas las celebran, son más los que como hebreas y griegas las calumnien3, o porque debiéndolas mirar como florido adorno4, las juzgaban como culpa5 y letras, que se miran como públicas delincuentes, dignas son de crucificarle. Quizá por esto buscó Mecenas para su amparo, y fue Dios6, porque para librarle de tales hombres, todo un Dios es menester. De Dios y de V.m me valgo para el amparo de este sermón, que en las letras de la prensa sale a la común censura: de Dios para darle gracias de que fuese bien oído, y de V.m para que sea ahora bien visto, cuando leído. No dudo será bien recibido debajo de su protección, pues siendo muchos los que de su piadosa mano se hallan socorridos, atenderán más a su bienhechor que ampara, que a mí para aplaudirme cuando dedico7. La razón que me mueve a ponerlo a la sombra de V.m es su mismo nombre; pues si bien se repara en las letras que tan gloriosamente le componen, EMANVEL, quiere decir LEVAMEN, que es lo mismo que ALIVIO, y a quien en su nombre tiene el alivio, justo es dedique de mi estudio la fatiga. Cuán bien haya correspondido V.m con las obligaciones de su nombre, las públicas demostraciones lo vocean, pues en ocasión que el enemigo pirata infestaba nuestros mares (cuando más necesitada la Real Caja, por no tener medios contra su orgullo), el Exmo e Ilmo señor Arzobispo, mi señor, Virrey que fue de estos Reinos, divino Numen a cuyo influjo se vieron serenadas las tempestades de este dilatado gobierno, o nueva estrella que sin la ambición de ajenos resplandores8 condujo a la serenidad de la paz9 de Lima las tres coronas, fió del nombre de V.m asegurando en él, como vaticinio feliz de este Reino, el alivio de su mayor aflicción, honrando su persona con sucesivos honores, pues le hizo primero merced de Capitán de leva (o de alivio) de setenta infantes, que al esfuerzo de su voz, o al sonido del socorro de cuatro pagas hechas de su propio caudal, fuera de las galas que le franqueó su liberalidad, se vieron y admiraron en el espacio de veinte y cuatro horas alistados debajo de su bandera, siendo la generosidad de V.m primero ejemplo, para que otros siete amigos suyos también hiciesen las levas a su costa. Y porque creció más el mérito por el mucho gasto que tuvo y buen celo en el servicio de S.M. y adelantamiento de su Real Hacienda, en la que le ahorró de gastos en los sueldos, S. E. Ilma. mi señor, le hizo merced de Sargento Mayor de las siete compañías levadas entonces, que conducidas de su persona al puerto del Callao, se embarcaron en el navío “San Lorenzo”, que con admiración de todos le vieron aprestado en el término de cuatro días, a esfuerzos del generoso y celoso espíritu del Sacro Campeón que entonces 2 Et erat scriptum Hebraicae, Graece, & Latina. Joan, 19. 3 Non possunt se te huius modi titulum. D. Cyprian, lib. 12c. Si umbratus honor orquet invido.Sylvei, hic. 4 Nazaraeus florer, germen vir gultu lignificat. Isai.c.53. n.2.c.40 n.6.Ego flos campicant. 2.n.I 5 Et imposuerunt super caput eius causam ipsius scriptam. Math. 27 6 Deus, Deus meus, vi quid dereliquisti me? Math. 27. 7 Panes diligun munera, sequun at retribution. Isai. C. I, vers.23 8 Ecce stella antecebebat eos, Math.2 9 Et in terra pax hominibus. Lucae 2.

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gobernaba estos Reinos, añadiendo V.m méritos a sus méritos; pues porque se viese plata en la Real Caja, o porque se dijese con verdad que tenían las Cajas hacienda, hizo donación V.m de todo su sueldo a S.M. con algo más, que ofreció su liberal ánimo; porque sabe que lo que se da no se disminuye o menoscaba10 . No paró aquí el mérito, pues puso el Plus ultra al servicio de S.M., cuando para derrotar segunda vez al enemigo pirata, que dueño del mar por los años de 1686 no dejaba libres los comercios, en que se menoscababan de la Hacienda Real los aumentos, reconociendo V.m la falta de medios en la Real Caja, para el remedio del común mal, con permiso del señor Duque de la Palata, que entonces gobernaba, con otros ciudadanos, dispuso V.m una escuadra de bajeles, ofreciendo de su propio caudal para su armamento (el primero sin imitación) 18.500 pesos fuera de lo mucho que gastó en su apresto, por haber sido nombrado por Proveedor de dicha escuadra, experimentando esta Ciudad el Levamen o Alivio de su nombre, en los tiempos que se vio sin los sustos de este enemigo. De aquí pasó V.m a ser Alivio de lo divino, pues descaeciendo el culto en la esclavitud del mejor Señor Christo Sacramentado fundada en la Metropolitana de esta Ciudad, a esfuerzos de su caudal y diligencia, como su Mayordomo se vio breve en tiempo restaurada a sus mayores lustres, aumentando en su reverencia el talento de su culto. No dudo que de tan gran Señor merecerá el premio con el gozo de su bienaventuranza11, como también por haber servido con tan cordial afecto a María Santísima del Rosario (divina aurora12 a cuyas luces crecen de Lima los resplandores), haciéndole hermosas preseas de plata y oro, colocándolas por adorno de sus plantas, como frutos producidos en esta tierra a influencia de tan soberana Luna13, viéndole puesta por V.m (después de la ruina que padeció esta Ciudad) en su hermoso solio, que según se admira en lo bien dorado, parece que del Sol se robaron los rayos, o que en él se colocó como en su tabernáculo14, siendo V.m el remedio de los cultos y de sus aumentos, pues a su solicitud y celo se juntaron de limosna en los dos últimos años que tuvo la Mayordomía, o de tributo para tan soberana Reina, setenta y dos mil pesos, como consta por su cuenta presentada, dejando la Cofradía tan libre de pensiones, por que jamás fuese esclava, y seguramente se dijese que su Señora no tenía deuda. De estos empleos divinos pasó V.m a ejercitar de su caridad lo heroico con los pobres del Real Hospital de San Bartolomé, echándose sobre tan valerosos hombros sus ruinas y el peso de sus enfermos, atendiendo más a sus pobres y fábrica, que a su caudal; pues por asegurarlo, cuando otros bajaban a Panamá a emplear en cosas que se consumen15, y que del tiempo son desechados despojos, los pobres fueron su mayor empleo16, porque todo su anhelo era

10 Argentum quod datur non minuitur. Aug. In Gen. 43. 11 Serve bone & fidelis intra in gaudium Domini tui. Math. 25 12 Quasi autora cant. I. 13 Pulchra ut Luna cant. I. 14 In sole possuit tabernaculuum suum. Ps. 18. 15 Thezauri zate vobis in caelo ubi tinea non corrumpit. 16 Conclude eleemosinam in sinu pauperis. Eccles. 29.

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hacerles bien, mostrando así lo divino de su caridad17, pues en medio de tanta necesidad se han visto sustentados con liberalidad en sus raciones y regalos; sin congojar su dilatado corazón tantos montes de ruinas ( ahora propiamente desmontes ), pues en breves días hizo la cerca y entrada del Hospital con hermosas puertas y portada de costosas piedras de corte y voladas cornisas, sin que haya sido de costo alguno al Hospital, antes si donándole más de ocho mil pesos que costó esta fábrica, que según lo espacioso y ancho de la puerta, parece que V.m da a entender a los poderosos, ser la puerta del Hospital la del Cielo18, y que por ella se entra como por puerta de pobres, venciendo el imposible de que puedan entrar los ricos al cielo, pues les deja puerta tan ancha19. Al mismo tiempo hizo V.m la oficina de que más necesitaban los enfermos, pues sin ella no se curaban con puntualidad, por la tardanza que había en traer de afuera los remedios, ni pudiera decirse, faltándoles esta oficina, que de puertas adentro tenían los enfermos todo su remedio para su curación, pues carecían de la botica que es un todo para el Levamen de las enfermedades. Aquí fue de su caridad y liberalidad lo sumo, pues a expensas de su caudal supo con el celo de su caridad, disponer mil pesos de renta, que es lo que se ahorra en la compra de las medicinas que de afuera se traían, proveyéndola de todo lo necesario, como asegurado en su mismo nombre20. Nuevos mundos buscaba Alejandro para llenar de su nombre; y V.m nuevas desdichas para socorrer con su nombre; pues al segundo año de reelegido por Mayordomo, se vieron los pobres con mejoras reducidos a sus nuevas fabricadas salas, cuando antes recogidos por rincones, desahogados de su estrechez y aflicción, dilatándoles los lechos para el tamaño de su grande corazón; sin que al mismo tiempo se olvidase de adornar su patio, con la mejor fábrica de un claustro que hoy se admira, firme, hermoso, capaz y galano, al haber visto tantas obras en término de cuatro meses, ejecutadas a toda costa con aseo de techumbres y de albañilería. Dije había sido de Dios su aplaudida elección, pues no era posible que fuese otro de tanta ruina el remedio, sino V.m que en su nombre traía el reparo, que eso vaticina Emanuel en las divinas letras. Acaso por las fábricas se olvidó V.m de sus pobres en la mayor necesidad de pan, que faltó en estos Reinos? No por cierto21, pues como supo fabricarles sus descansos22, acertó a darles para que viniesen , el alimento23 previniéndoles la medicina antes que llegara la dolencia, fletando Nao con su propio caudal, para conducir de las partes más remotas el trigo o pan para sustentar a los pobres24, sin que le asustasen del enemigo pirata las hostilidades, que según de trigo se han visto las trojes llenas, parece que bajó del cielo llovido25. 17 Bene facere homines Deo similes reddit. Demosth. 18 Haec est Domus Dei, & porta caeli. Gen. 28. 19 Facilius est camellu intrare per foramen acuus, quam divité intrare in regnu caelorum. Math. 19. 20 Oleum essuflum nome tuu. Cant. I. 21 Et vocavit famen super terram;& omne firmamentu panis contrivit. Ps. 104. 22 Fecetat ibi hospitale ad recipiendum pauperes. Reg. C. 34 23 Da pauperibus de virtutes de ordinari rationabile domus Dei. Aucthor imp. 24 Quas navii institoris de longe portans panes. 25 Panem de coelo

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Librar del susto del hambre, previniendo en el trigo el remedio, lo sabemos26 y lo hemos visto en el caritativo Exmo. Príncipe que por dicha nuestra nos gobierna; pero en medio de las tempestades hallar bonanza entre los riesgos seguridades, alivio en los males, y sobra en las carestías, sólo V.m supo hacerlo, porque supo fabricar con primor de su industria la tríaca del veneno. No afligió a V.m tanta calamidad, ni asustó tanto mal en los pobres, pues como el Sol, cuanto más le opacan nubes, brilla con más resplandores, aunque sólo siendo para todos, fue V.m Sol cuyos rayos de misericordia se extendieron a todas las esferas de desdichas, porque experimentasen su alivio, pues por elección que de su persona hizo el Arzobispo mi señor, para protector de las Religiosas del Monasterio de la Encarnación; emprendió de sus ruinas la restauración, la recaudación de sus propios, de sus casas la fábrica, y de su hambre el socorro a esfuerzos de su ánimo y propio caudal, supliendo para tantos gastos más de diez y seis mil pesos, que parece, según V.m se dedica a reparar calamidades, que nació como el Sol para remedio de todos27; pues experimentan los pobres el socorro en la desnudez, dándoles de vestir, el alivio en su hambre, ofreciéndoles el pan, curación en sus enfermedades, dándoles las medicinas, cuidando también de las Vírgenes, como de su monasterio la reparación y de los siervos de Dios en el Real Escorial de San Lorenzo, recaudando en solo dos años más de treinta mil pesos de su hacienda, como administrador general que fue de dichos Religiosos, sin que quede cosa a que no asista, porque de todo cuida su celo.28. Pues apenas se halla necesidad, a que V.m no acuda con su influencia. Bien claro lo experimentamos en la ruina de los bajeles de nuestro mar; pues en obsequio del Príncipe que nos ampara y gobierna, y en servicio de S.M., y utilidad común de este Reino, de orden del Tribunal del Comercio (a que V.m asiste como su Cónsul más antiguo), se han fabricado tres Naos de agraciado garbo y proporcionada magnitud, como hemos visto: Capitana, Almiranta y Patache para horror del enemigo y seguridad de nuestros puertos, donándolos desde luego tan leal, noble e ilustre Tribunal a las plantas de nuestro invicto Monarca Carlos Segundo ( que Dios guarde )* con doblados pertrechos, que con igual liberalidad ofrece el ánimo de los generosos ministros, sin que pierda de su lustre por ofrecer rendido, pues con lo mismo que da, se levanta en las cumbres de grande, de noble, de leal y servidor de tan grande Monarca, haciéndole a su grandeza nuevos solios en dos hermosas casas de comercio, o del Tribunal de justicia distributiva, porque no sólo en el mar, sino también en la tierra domine y viva su imperio, como dueño de este Nuevo Mundo.29 No se diga al ver tantas desdichas socorridas por mano de V.m si es Bartolomé resucitado, o es otro Bartolomé; pues si éste, como digo en mi sermón, es en 26 Congregen in horrea & done fommento verunque in urbibus. & preparatur futuro septem anorum. Gen. 41. 27 Orietur virtus Sol.& fam Math.4 28 Sed tibi aiud propositum est: Christu vestite pauperibus, visuate in languetibus, passere in elurentibus, Virginum a lere monasteria, fervoru Dei, & de paupere spiritu habere curam. D. Hier.ad Demetriad. * Capitana 36 b. Almiranta 34 b. Patache 28 b. Segundo Patache 18 b. 29 Et polvit pedem suum de super mare, finitum autem super terram. Apocalip. 10

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su nombre el remedio de las dolencias, el alivio de las calamidades, y de las fatigas el desahogo, V.m en su nombre es y ha sido de todos los males el Levamen. Bien se conoce no ha mirado V.m como premio del mundo los aplausos, sino de Dios la mayor gloria30, pues ha sabido renunciar honores de su persona en tres mercedes de hábitos de las Ordenes Militares que le ha hecho S.M. por sus méritos y calificada sangre: aquí corriera la pluma, a no detenerme la mano su misma modestia; y pues ha sabido abandonar honores, cuando más merecidos, no quiero publicarlos, cuando son tan notorios. Hasta en esto es V.m parecido a Bartolomé, que ejercitándose en obras de piedad no quiso del mundo los aplausos, apeteciendo más la corona de un martirio, que toda la pompa de un cetro. No dudo habré martirizado a V.m con lo penoso de mi estilo, más si Dios le hizo de tan sublimes prendas, qué culpa tendré yo en celebrarlas: no he hecho más que referirlas, y si por esto merezco pena, a su piedad me acojo para que perdone, y a su protección para que me ampare en este sermón, que entonces prediqué y ahora sale a luz. Obedecer prometí, no acertar, y a quien obedeciendo yerra, se le deben las piedades: Míttimus, o rerum felix tutela falusque sospice que gratum credimus esse jovem, Mart.l.5.c.I. Nuestro Señor guarde a V.m con próspera salud para alivio de los pobres, o su mayor Levamen.

Señor mío. B. L. M. De V.m. su más rendido afecto Capellán.

Doct. D. Francisco de Vargas Machuca.

Aprobación del R.P. Fr. Gregorio Casasola, Lector Jubilado, Exdefinidor y Exguardián

De los Conventos de la Concepción de Jauja, De Huamanga, del Mayor de Jesús de Lima y

Exvisitador.

Señor Exc. Para dar mi parecer, obedeciendo el decreto de V.E., leí con toda atención y gusto la Panegírica Oración del glorioso Apóstol San Bartolomé Patrón del Hospital de los etíopes horros, que dijo el doctor don Francisco de Vargas Machuca, Catedrático de Método de Galeno en esta Real Universidad de San Marcos: y en la instrucción de élla halló mi advertencia el sutil bajel de su agudo ingenio engolfado, y navegando viento en popa, a todas velas y con toda prosperidad por las copiosas insondables aguas suspendidas por Dios sobre el firmamento de las excelentes virtudes y elogios admirables del glorioso Apóstol 30 Illi Deum diligunt, qui non alliud quam vade nomen eius glorificatur exercent. Aug. De vita Christiana.

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San Bartolomé, que halló su diligente estudio en la etimología del nombre del Santo, y eligió su dirección acertada por asunto de su oración: porque Bartolomé en sentir de San Jerónimo, quiere decir Filius suspendentes aquas, vel, suspendens aquas. Bartolomé hijo del que suspende las aguas, que es Dios o el que suspende las aguas como Dios. Y siendo la carga que lleva este ingenioso bajel sobre estas misteriosas aguas, las virtudes y elogios de San Bartolomé de tanta monta y de tanto peso, su primorosa sutileza se remonta y levanta a lo más alto y profundo de sus crecidos raudales con agudos discursos, vivos conceptos, profunda inteligencia de las sagradas letras, ajustadas pruebas de singulares proposiciones, explicando toda su primorosa armonía, con propias y elegantes voces. Y aplicando las conclusiones que deduce de las excelentes prerrogativas, que ponderan su elocuencia del Santo Apóstol al patrocinio que tiene de este Real Hospital, asegura en su amparo la curación de los desvalidos etíopes horros, que antes perecían arrojados a las riberas de este famoso río Rímac: Bartholomeus suspendens aquas, nempe morbos, calamitates, & oppresiones.Y también les promete ciertos los socorros para su sustento, y para la reedificación del Hospital al abrigo de su piel de que le desnudó su ardiente caridad, extendida sobre ellos, como el cielo sobre todos: Extendens oglum fiont pellem. Sin encontrar su destreza en navegación de aguas tan misteriosas, ni escollo contra la fé católica en que poder varar, ni bajío contra las cristianas costumbres en que poder encallarse. Ni recela tímida la sutileza de este primoroso bajel los peligros de naufragar por falta de algún rumbo: porque todos los necesarios para su mayor seguridad, para su más constante firmeza, para sus más celebrados aplausos, para sus más dignas estimaciones, para sus más conocidos créditos de erudición en todas facultades, Filosofía, Metafísica, Teología, Escolástica, Moral, Positiva y Médica, en que con harta emulación de las otras, se ha empleado su más acertado ejercicio. ( No sin especial providencia divina, para la mayor utilidad de esta República, para el mayor consuelo de la Seráfica Enfermería de N. P. San Francisco, y para el universal remedio de los pobres, fuera de los Hospitales, cuyas enfermedades recibiéndolas por propias, socorre su liberal y piadosa mano sus indigencias. Quis innumatur, & ego non infirmor? 2. Ad. Corin. 11.29. Componiendo de lo dulce de aquellas ciencias y de lo útil de ésta, que más ejercita una admirable confección en su más sazonada punto: Omne tulli punctum, qui miserir utile dulci.) Los ha conseguido su continuo estudio desde la juventud, sin que le hayan divertido los cariñosos halagos del ocio: de que es fiel testigo mi íntima asistencia a estos loables empleos, y la plena probanza la misma notoriedad de sus obras. Operibus credite. Y así digo, sin afectación, sí con afecto cordial y cierto conocimiento de este sujeto, lo que el Nacianceno decía de otro varón erudito, lleno y general en ciencias de su siglo, orat. 20: Quos discipline genus est, in quo ver fatus non est, atque lea eximie ver fatus, quasi in eo solo elabor affet? Si piminum omnia complexus, ut ne ussum quidem quisnam. Singular ursus ita ad summum quasi nihil alliud preter ea didifficet? Ad ingenii enim acrimonium stullum accedebat.

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En todo lo dicho fundo mi parecer, y digo que es digno este Panegírico de eternizarse con los caracteres de la imprenta que pide su Autor, siendo servido V.E. Salvo &. En este Convento Mayor de N. P. S. Francisco de Jesús de Lima, 10 de Marzo de 1693. Fr. Gregorio Casasola.

Aprobación del M. R. P.M. Joseph de Buendía, De la Compañía de Jesús.

De orden y comisión del señor Lic. D. Lucas de Segura, Provisor Vicario General de este Arzobispado de los Reyes, Cura propietario de la Parroquia de señora Santa Ana en esta Ciudad de Lima, he visto el sermón que oí del glorioso Apóstol San Bartolomé en el insigne Hospital consagrado a su patrocinio, y debajo de su nombre, que predicó el doctor don Francisco de Vargas Machuca, Presbítero, Catedrático de Método de Galeno en esta Real Universidad de San Marcos; y han repetido como lisonja del gusto los ojos, lo que percibieron para enseñanza del ánimo los oídos. El aplauso fue entonces a satisfacción del acierto; y la aceptación común que se ha merecido como gran Predicador. Ha sabido tomar el pulso con felicidad al púlpito, logrando la curación, no sólo de los achaques del cuerpo, sino de las afecciones del alma. Ni debe extrañarse como ajena de la Facultad Médica, la profesión Evangélica; como que sea entrar la segur de hierro en la mies de oro; o que se repita la admiración de ver a Saúl entre el Coro de los Profetas, pues vemos que Cristo bien nuestro instituyó a un tiempo a sus Apóstoles Predicadores y Médicos para que instruyesen y sanasen, encomendando a su voz la instrucción de los pueblos. Predicate Evangelium omni creature. Math.16; y poniendo en sus manos la sanidad de las gentes, Super egros manus imponent, et lere habebunt. Y a este aviso discurra yo, haber descendido el Espíritu Santo sobre las cabezas de los Apóstoles en lenguas de fuego; para que como llama de oro sobre sus cabezas pareciese insignia o borla doctoral, de color de oro o pajizo, que los graduase de Médicos. Si la enfermedad fue gaje de la primera culpa, bien parece en un sujeto unida la virtud de desarraigar la enfermedad con la Medicina, y destruir la culpa con la predicación. Así unió en sí para nuestro ejemplo Cristo S.N. el poder contra la culpa pecati mortis quae destructor; y la virtud contra la enfermedad, vere languores nostros infe tulit.

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El mejor método de curar según preceptos de Galeno es el que el doctor don Francisco Machuca observa en la Cátedra; y el mejor método de predicar según leyes del Evangelio, es el que observa en el púlpito. Como otro Lucas Evangelista, en quién se dieron las manos la profesión de la Medicina y la predicación del Evangelio, como dice San Pablo: Lucas Medicus charisimus, (Ad Colos. Cap 4). Así en uno y otro ministerio ha conseguido el autor aquella felicidad a que todos aspiran y muy pocos consiguen de ser buscado con ansia, y ser oído con provechoso deleite. Como Predicador a todos llama, y como Médico es de todos llamado. Sobradamente instruído su ingenio en su facultad, del ahogo, y estudio prolijo de su profesión, sale a divertirse entre las flores de las noticias sagradas. Otros buscan menos útiles entretenimientos, que gastando el tiempo no enriquecen el ánimo. El autor de este panegírico sabe como ingeniosa abeja fabricar panales de miel y lucimientos de cera; es medicinal la miel de abejas, y la luz que arde en la cera es símbolo resplandeciente de la predicación. Entre los Libros de Sentencias y Proverbios sagrados con que enseña y alumbra Salomón las almas, se hicieron lugar las virtudes medicinales, que descubrió en las flores y plantas desde el hisopo al cedro: unos estudios divierten a otros. Que un grande ingenio no se ha de estrechar a sola una vereda. Por varias casa del Zodíaco discurre el Sol y se logra su multiplicada virtud, en la varia hermosa multiplicación de sus efectos. Entró Isaías a predicar al Rey Ezequías enfermo de muerte; y cuando le halló arrepentido le mandó aplicar un emplasto de caricas. Asserte massam sicorum (4 Reg.c. 20). Y le sanó como médico, quien antes le amenazó de muerte como predicador. Sin que solo a milagro queramos atribuir la sanidad del Rey, sino también a la Ciencia Médica del Profeta, pues sabría la virtud que hay en la cataplasma de caricas o higos, para resolver la inflamación grave de que el Rey adolecía. Con que se lució muy bien en Isaías lo Médico y Predicador. (Valles. De Sacr.Philol. c.12) El Príncipe y Padre de las Ciencias Apolo, fue dice Ovidio, inventor de la Medicina: Inventum Medicina meam opiser que per orbem dicor (Ovidio,I. Metham.) Divertido el Ingenio entre las Ciencias que adornan el ánimo, las medicinas que habilitan el cuerpo, y la armonía de las Musas que regalan y entretienen los sentidos. A todo atiende y se aplica el autor como Apolo en su facultad, y como nos dicen las repetidas experiencias de sus grandes aciertos, sobrándole ingenio para los aplausos del púlpito. Medicinales son las flores: así las pedía para confortarse de su desmayo la esposa: fulcite me floribus, quia amore langeo (Cant.2). Y no se encierra en solo virtud Médica, ni su hermosura ni su fragancia, sirve la rosa para curar y sirve también para divertir. Dos sentidos le viven agradecidos, a su fragancia el olfato, y a su belleza los ojos. Muy floridas son las letras del autor, o son sus letras como las flores, en que reconocemos como en la rosa, virtud curativa, pero también era conveniente que gozasen otros sentidos de aquella hermosa fragante evaporación de sentencias y conceptos, con que perfuma el aire y regala el oído, instilando con suavidad las verdades Evangélicas al corazón.

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El primer panegírico que dio a luz, fue el de la Rosa del Perú; este segundo ( siendo de San Bartolomé ensangrentado por la piel de que le desnudó la tiranía) diremos sin violencia que es un clavel. Miren si no son flores sus letras. En un paraíso se pasea quien entre claveles y rosas de tanta gloria discurre. El Arte Médica decía Plutarco, no cede a ninguna de las Artes ingenuas, y tiene más esplendor y mayor divertimento. Artium ingenuarum Medica cum nulli concevite, que plus nitores, splendoris, & oblectamenti habeat (Plutarco, De Praecep. Salubrib.), el esplendor de esta facultad le discurriera yo, o por el triunfo que consigue de la muerte, que tanto aventaja Casiodoro a las victorias de la Jurisprudencia: Causarum periti palmares habentur, cum magna negotia deffenderit sinquiarum, sed quanto gloriosus est expellere, quod mortem videratur inferre( Casiodoro,I, Epist. 19); o por la autoridad e imperio que ostenta sobre las primeras personas del orbe. Como decía Plinio: Paremus externis, & una artium Medica, imperatoribus quoque imperat.(Plinius,4, C.I.). Pues como decía a su Protomédico el Emperador Teodorico: Tu si quieres me puedes obligar al ayuno; tu resistir a mi deseo; y mandar sobre mi gusto; tu si gustas puedes darme tormento, y que yo te lo agradezca como beneficio.(Casiodoro, ubi supra). Eas est tibi nos fatigare iesuntis; fas est contra nostrum sentire desiderium, & in locum beneficiis dictare, quod nos ad gaudia salutis excrutet. En cuyas cláusulas harto admirable proporción entre el Predicador y el Médico; pues si el Predicador exhorta a la abstinencia y ayuno, el Médico la receta y es obedecido. Enciende el Predicador el amor de la penitencia, y al voluntario derramamiento de la sangre, y el Médico ordena la sangría y la admite con voluntad el enfermo. Propone el Predicador los medios aunque difíciles y ásperos para conseguir la salud eterna; y el Médico no repara en la dificultad de los medios, aunque sean penosos y desabridos por conseguir la salud temporal. Uno y otro miran a la salud como objeto, el uno cura el cuerpo, y el otro tira al alma. En que el autor como Médico y Predicador consigue con igualdad dos triunfos. Y este es esplendor de la Arte Médica que dicho Plutarco: Plus nitoris, splendoris ,& oblectamenti babeat. Pero el obedecimiento divertible solo lo consigue nuestro autor en sus horas sucesivas, o ferias de su principal ministerio, espaciándose por los Campos Elíseos de la más florida y sagrada erudición, donde cultiva y pule su ingenio. Debiéndole los estudios agradecer que tan provechosamente se divierta, y que el ocio que pudiera dar a las Musas,o como otros a la conversación o al juego,, como respiración de las tareas del día o del estudio de siempre, le consagre a la observación de las noticias sagradas, como reconoce en este panegírico del glorioso Apóstol, en que descoge tan hermosa copia de luces, de conceptos, de cláusulas, de sentencias, con tan singular viveza y acierto, que no haya que morder el diente de la más rígida censura contra el esplendor de la fe y buena dirección de las costumbres. Por donde juzgo debe darse a luz pública para el merecido aplauso y celebridad de su autor. Como quiere el Eclesiástico: Disciplina Medici exaltabit caput illius, & in conspectis magnatorum col laudabitur (Eclesias. Cap. 38). Este es mi parecer; salvo &.

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En este Colegio Máximo de San Pablo de la Compañía de Jesús. Lima y Marzo 29 de 1694.

Joseph de Buendía.

Licencia del Ordinario.

Atento a que de la aprobación dada por el R. P. Joseph de Buendía de la Compañía de Jesús consta no haber cosa contraria a nuestra Santa Fe y buenas costumbres, en el sermón que se expresa, se concede licencia por lo que toca a la Jurisdicción Eclesiástica, para que se pueda imprimir. Lima, 6 de Mayo de 1694. Lic. D. Lucas de Segura y Lara. Por mandado del señor Provisor: D. Juan Manuel del Molino.

Licencia del Gobierno.

Lima, 1 de Marzo de 1694. Imprímase. EL CONDE. Ayesta.

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Salutación

Amor sin obras es luz sin llama, tibio esplendor que recrea los ojos si no enciende los pechos. No es valiente el amor que no tiene manos, y no es eficaz el que no es manos a la obra, decía San Gregorio: Probatio aflectionis est exhibitio operis. Y es la razón, porque vanamente persuade que quiere bien quien en las obras no demuestra lo que quiere. Dos veces dice Pedro que ama a Cristo: Amo te, amo te; y tres veces en prueba de ese amor le encomienda Cristo su rebaño: Pasce, pasce, pasce oves meas. Pero no basta que Pedro lo diga dos veces? No basta, es menester que tres veces ejecute lo que dice, para que se crea su amor. El amor de Dios para con los hombres fue el más fino de los amores; porque nos dio a su hijo, dice San Juan: Sic Deus dilexti mundum,ut Filium suum unigenitu daret. Gran fineza dar al hijo para que sirva al esclavo. ¿Pero quieren saber en qué estuvo el punto de esta fineza? En que el Hijo de Dios, siendo el Verbo o Palabra de su Padre se hizo obra por el amor del hombre. Miren como lo dijo San Juan: Verbum caro factus est. Si se hubiera quedado sólo en palabra y no hubiera pasado a ser obra, no hubiera manifestado su amor, porque amor sólo de palabra, o no es amor o no sabe de fineza: Probatio dilectionis est exhibitio operis. Y

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así para que reconozca el mundo cuan finamente le amó: dilexit, su palabra Verbum se hizo obra, caro factum est. ¿Y qué le hizo? Hízole hombre: Homo factus est. Vistióse la piel humana: Pelle et carnibus vestisti me.Se hizo siervo: Humiliavit se, factus obediens. Hízose pan de vida para alimento de los hombres. Panis quem ego dabo, caro mea est pro mundi vita: Qui manducat hunc panem vivet in eternum. Y finalmente se hizo una obra del poder y del amor: Quod natus est de Spiritu Sancto est; que es un todo de las palabras de Dios, pues cita es del amor fineza grande, que sabe hacer obras de las palabras. Sea prueba el Evangelio. Baja hoy Cristo del monte, descendens, y multiplicando los beneficios manifiesta su amor, no con las palabras de su predicación: Dicebat turbis; sino con tan repetidas obras como ejecutó sanando tantos enfermos su virtud milagrosa. Et virtus de illo exibat, et sanabas omnes; porque como su amor le había hecho bajar para nuestra salud, ad vulnera nostra descendit. Que dijo San Ambrosio, quiso por tantas obras como milagros hacer patente la fineza de su amor, y que las palabras de su predicación fuesen obras de sanidad. Aquí es donde elige entre los demás Apóstoles a mi glorioso Patrón San Bartolomé, que heredero del amor de Cristo para con los hombres, que de su protección se valen, obra prodigios como milagros, no siendo el menor el que a su amparo tengan los pobres de este Hospital, la acogida segura en medio de sus desdichas, como lo manifiestan este hermoso repartimiento de salas, que forman sus cuatro divisiones un crucero, que puede competir con el del cielo, a toda costa fabricado. Esta bellísima construcción de este claustro tan bien proporcionado en sus ángulos, tan bien firme en sus basas, tan galán en sus repisas, tan de buen aire en sus arcos, tan bien sacado en su talle, tan bien correspondido en la simetría, tan todo al fin, de los primores del arte como del amor, que sin ruido de palabras ha sabido manifestarse en las obras. Hace Dios en las primas infancias del mundo este hemisferio de luces, como lúcida mansión de las estrellas, y al mismo tiempo dispone su providencia esa ruda y vasta habitación de fieras y animales. In principio creavit Deus caelum et terram. Y reparo que al hacer las demás criaturas, se oyen las voces de un Fiat, fiat lux.Flat firmamentum &. Y debió de ser sin duda que como eran obras de su poder y estreno de su amor, no quiso se oyesen primero las palabras, que se atendiesen las obras: In principio creavit Deus caelum et terram. Ello es cierto que todo este conjunto de obras que hoy se estrenan, sólo se ven más no se han oído; hemos visto que se han obrado, más no sabemos cuándo se mandaron hacer; hemos visto el factum est ita, más no hemos oído el fiat, por la brevedad con que se han hecho, pues sin pagar tributos de esperanza al tiempo, las hemos vista ejecutadas. No es mucho haya sido así; que es manifestación de un amor que más que humano, divino, sabe hacer se equivoquen los sentidos, haciendo sea obra lo que es palabra.

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Transeamus usque Bethlem, et videamus hoc Verbum quod factum est: decían los pastores, a ver vamos a Belén esta palabra que es obra; y a la verdad que hablan más como pastores que como filósofos, porque si es palabra, Verbum,no deben ir a verla sino a oírla; pues no es de la jurisdicción de los ojos, sino de los oídos la palabra; si dijeran, vamos a oir esta palabra y a ver esta obra, dijeran bien. Es que no dicen mal, siente San Ambrosio, porque esa es obra del amor divino. Quod enim in ea natum est de Spiritu Sancto etc. Y hace que se equivoquen los sentidos, haciendo que lo que es palabra, Verbum, sea obra, factum est. Y aquí mi Ambrosio: Vide quam signanter Scriptura a singuloram libret momenta verborum: festinan Verbumn videre; et enim cum caro Domini videtur Verbum videtur, quod est Filius. Véese una obra que a un tiempo fue obra y fue palabra, porque es obra del amor. De Spiritu Sancto est. Verbum caro factum est. Y equivocados los sentidos admiran más las obras que las palabras. Aunque fue grande Salomón el aplauso y rumor de su fama, con todo aún más le pareció a la Reina Saba lo que veía en sus obras, o lo que había oído de sus aplausos. Major estsapientia et opera tua quam rumor, quem audivi. ¿Y bien que es lo que vió? Una casa, dice el texto, edificada a toda costa.Domun quam eas sicaveras. Las viandas de la mesa bien sazonadas: Cibos mense; las oficinas de los sirvientes y ministros de esa casa, et habitacula servorum, et ordines ministrantium: la providencia de las ropas y vestidos, vestes que eorum; una piscina junto al templo o estanque de Salomón, Stagnum Salomonis, con varios pórticos y salas que servían de Hospitalidad, quinque porticus habens, con la providencia de los lechos necesarios para los enfermos, que sin embarazo alguno pudiesen así con más facilidad, conseguir el remedio de sus males, al tiempo que el Médico Angel o Angel Médico ministro del Señor moviese las aguas para su alivio, Angelus autem Domini descendebat secundum tempus in Piscinam,et movebatur aqua. Y estas obras son las que admiró más la sabia Reina, que todo el ruido de su fama. Opera tua, quam rumor, quem audini. Y nosotros que no debemos admirar hoy en éste todo tan bien ejecutado y con tan amante providencia dispuesto? Pues a la primera entrada nos salen a recibir esos pórticos hermosos, que se han levantado del polvo de la tierra, para dar paso a esas cinco salas: Quinque porticus habens, en que se albergan los enfermos, para que así puedan tener el alivio de sus males, al tiempo que un Médico (si no Angel) ministro del Señor mueva las aguas de sus dolencias para su mayor alivio. Angelus autem Domini &. Pues que no se viene a los ojos esa nueva oficina de remedios en la virtud médica, de tantas saludables vernas, de tantos simples discretos, de tanto compuesto sin hipocresía, de tanta confección aromática sin límite? Pues esa pieza tan aseada como limpia, donde se guardan las ropas y vestiduras de los pobres: vestes que eorum. Ese tinelo de tan bien sazonados manjares, con un pan como unas flores, aun cuando en estos tiempos pudiera llevar espinas, Cibos mense, qué son sino obras

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de amor que sin ruido de palabras ha acertado a ejecutar a toda costa este milagro de la mayor fineza de caridad? Más cuando sin estruendo de palabras el fuego de la caridad ha puesto tanto calor a estas obras, para ponderarlas como debe el Predicador, debía en sus labios sentir el mismo ardor que se ha reconocido en las manos de los que han hecho esta maravilla. Excusábase de predicar Isaías a la presencia del trono en que asistía Dios: Viat Dominum sedentem super solium. Y a vista de dos excelentísimos Príncipes de la primera jerarquía, que eran dos amantes Serafines. Seraphin stabant, que le hacían estado: y al punto un espíritu generoso lleno de caridad cogió en las manos una piedra encendida, como ascua de fuego que ardía entre otras preciosas en el brasero y altar del Señor: Et in manu eos calculus, quem for cipetulerat de altari. Y aplicándosela a los labios de Isaías le mandó que predicase al pueblo, Vale et dices populo huic: que sólo el calor de la caridad que anda en las manos de un noble espíritu caritativo, si se pone en los labios, aún del más pequeño le hará predicar. Et la manu eius calculus...tetigit hoc labia mea. Qué piedra más preciosa y más encendida, qué milagroso Apóstol San Bartolomé que en el número de las doce piedras que fundan la Jerusalén celeste es en orden la sexta, como sexto en el orden de los Apóstoles, y es el Sardio piedra preciosa de color encendido y rojo, Sextum sardius. Color eius rubeus (dice Cornelio a Lápide) et representat Bartholomeum, qui sarait habuit speciem,cum excoriatus suis pro Christo: tunc enim tota eius caro rubea apparuit. Esta pues, piedra encendida y roja que es Bartolomé, y ha andado en manos de estos nobles y generosos espíritus, que han hecho esta obra de San Bartolomé, et manus eius calculus, y de estas manos ha pasado hoy esta piedra a mis labios: Et in hoc tetigis labia mea. Para que como solo en San Bartolomé se han empleado sus manos, sólo mis labios se empleen y predique de San Bartolomé. Pero reparo que sólo al vencedor en el Apocalipsis se da una piedra preciosa y un nombre nuevo. Vincenti debo calculum, et nomen novum. Y a mí aún antes de vencer las dificultades que se ofrecen en predicar un sermón, como en subir a este lugar en la piedra encendida de Bartolomé y en el Evangelio, sólo su nombre se me da para el discurso, que dividido en dos puntos ha de ser: que su nombre encierra una virtud divina y una protección humana; quiero decir que las obras más prodigiosas de caridad dicen hermosa consonancia con su nombre; y que su nombre es todo el amparo de este Hospital, como el alivio de estos pobres. Este será el asunto; para proseguirlo necesito de la gracia: pidamos al trono de Dios, María nos la alcance, obligándola con la oración del Angel. Ave María.

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T H E M A

Elegit duodecim ex ipsis (quos et Apostolos nominavit) Simonem, quem cognominanti Petrum; et Andream fratrem eius, Ioannem et Iacobum, Phillipum et Bartholomem. Luc. Cap. 6 Non sicut manducaverunt patres vestri manna, et mortui sunt: qui manducat hunc panem, vives in eternum. Joanniis 6, in Cap.

P U N T O I.

Si es verdad que los nombres son breves cifras que encierran el misterio, que declaran las acciones como vaticinio de la felicidad o desgracia, que siguen a los sujetos, pues como afirma Casiodoro, son más agradables los nombres en quienes se traslucen las obras. Grata sunt ommino nomino, que designant protinus actiones, ubi in vocabulo includitur, quod geratur. Pues en el nombre del Precursor vemos que amanece temprana la gracia. Ioannes interpretatur gratia: como en la apelación de aquel Nabal Carmelo esposo de Abigail se significa su necedad: Secundum nomen suum stultus est. ( Soberano Señor Sacramentado) Siendo pues los nombres pronósticos, del infortunio o de la dicha, veamos en el Evangelio de hoy, qué sujetos son aquellos a quien Cristo bien nuestro, da el nombre de Apóstoles y qué nos quieren significar sus gloriosísimos nombres. Elegit duodecim, quos et Apostolos nominavit. Del número copioso de los israelitas sólo escogió setenta y dos discípulos, y de número tan escogido volvió hoy a escoger y entresacar sólo doce, a quienes dio el nombre de Apóstoles, y nombró por sus nombres, no sin misterio como advirtió San Cirilo. Fue de todos el primero, Simón, a quien con nuevo nombre llamó Pedro, quem cognominavit Petrum, que significa piedra; y en este nombre afianzó la mayor seguridad de su Iglesia, como más firme fundamento. Tu es Petrus, et super hanc petram edificabo Ecclesiam meam. Andrés fue el segundo, que significa a su nombre: Vir fortis et robustus, un varón fuerte y robusto, como se echó de ver en la constancia de su predicación y en la fortaleza de su martirio en cruz. Santiago fue el tercero y quiere decir subplantator, el que arma zancadilla, como la armó nuestro glorioso Patrón de España al demonio y sus simulacros, obligándolos a caer y postrándolos por tierra. Juan es el cuarto, y es nombre todo de gracia, pues como sabemos fue quien tuvo la gracia de Cristo, como su privado. Gratiosus. Felipe fue el quinto que se interpreta: os lampadis. Labios de lámpara encendida, pues de sus labios brotaron luces de doctrina, que alumbraron el mundo. El sexto entre los elegidos es nuestro glorioso Apóstol San Bartolomé, Padre y Patrón de este Hospital. Pues si en los demás Apóstoles hemos hallado tan gran correspondencia en las obras y tan misteriosa virtud cifrada en las cláusulas de sus

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nombres, en el nombre de Bartolomé qué hemos de hallar? Qué asombros y suspensiones, dice San Jerónimo: pues qué quiere decir este nombre?. Dígalo San Jerónimo: Bartholomeus filius suspendentis aquas, vel suspendens aquas. Bartolomé es el hijo del que suspende las aguas, o el que por sí mismo las suspende. Pues suspendámonos todos a la admiración del nombre prodigioso de Bartolomé: Hijo es del que suspende las aguas? Sí. Filius suspendentis aquas. Y quién es el que las aguas suspende? Con tres dedos suspende el Omnipotente Dios la máquina del universo. Tribus digitis suspendens orbem. Y en la primera formación de la naturaleza suspendió las aguas, colocándolas en el firmamento. Divisit aquas que erant sub firmamento ab hisque erant super firmamentum. Luego sólo Dios es quien suspende las aguas? Pues hijo es de quien así las suspende: eso dice su nombre. Filius suspendentis aquas. Luego Bartolomé es hijo de Dios. ¡Oh cuanta divinidad se incluye en la corteza sola de su nombre! Pero si ya sabemos que es Bartolomé el que como Dios suspende las aguas: Aut suspendens aquas, impórtanos saber qué aguas son estas y qué significa el que mi Santo las suspenda? En las aguas de dos ríos hemos de hallar el misterio y su explicación: en nuestro Rímac caudaloso y en el Jordán sagrado. Entró por las orillas del río Jordán el Arca santa de Dios, y al punto las unidas corrientes, sintiendo la interior virtud que en el Arca las visitaba y favorecía, dividiéndose entre sí, corrieron unas precipitadas al Mar Muerto. Descenderunt in mare mortuum. Suspendiéronse las otras, elevándose en muros de líquido diamante. Steter unt aque, et ad instar mentis intumescentes apparebant. Extraña suspensión de aguas! Pero admirable privilegio de las que se suspenden, como infelicidad de las que corren! Las que se suspenden se libran de correr a la muerte: las que corren van al sepulcro del Mar Muerto: In mare mortuum. Por cierto es milagrosa y saludable la suspensión de las aguas al soberano influjo del Arca de Dios; pues vemos que la aguas en el Jordán suspendidas se libran de precipitarse a la muerte. Steter unt aque. Volvamos ahora a nuestro río de Lima que como dije, ha de ser explicación del misterio del Jordán. Aquí, señor Excelentísimo en las precipitadas barrancas, que en túmulos de ceniza y tierra desmedidamente crecen con los descartes de la Ciudad, yacía multitud de negros pobres y enfermos, quizá como en nuestro Evangelio, multitudo languentium. A quienes por la debilidad de sus fuerzas e inúiles ya al trabajo y haciendas de sus amos, los arrojaban sin piedad de sus casas, a los que ya no podían vivir a la utilidad, muriesen a la inclemencia. En tan impuros esterquilinios no era sólo un lobo el que se había comido de gusanos: el natural desaseo de sus cuerpos y su humor vicioso entre feas cortezas de contagiosos achaques, los ponía más horribles que cadáveres. Aquí a orillas de este río se precipitaban estos miserables al mar de su muerte, ia mare mortuum. Entró Bartolomé como Arca de Dios Santa, pues Arca del Testamento le llamó San Pedro

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Damiano: Erat vere Arca federis. Y en su nombre aquel Varón, ilustre prodigio de la elocuencia, el primario en nuestra Atenas, verdadero hijo de Agustino, abrasado en amor de Dios, cuya memoria no en láminas de bronce, sino en corazones agradecidos yace, el M.R.P.M. Fray Bartolomé Vadillo, que como Bartolomé Arca del Testamento suspendió las corrientes de estos pobres miserables, que a toda prisa caminaban a su muerte, levantando del polvo de la tierra a gente tan desdichada: Suscitans a terra inopem, et de stercore erigens pauperem. Y trayéndolos a esta Hospitalidad, donde hallan acogida que no hallaban en alguna otra parte y tienen regalo, cama, ropa, medicinas, asistencias, Sacramentos, salvación y vida eterna, que es lo que promete este Sacramento, como verdadero Maná, que sigue al Arca de Bartolomé: Non sicut manducaverunt patres vostri &. ¿No es esto cumplir Bartolomé las obligaciones de su nombre? Y suspender las aguas, porque no corran precipitadas al mar de la muerte? Filius suspendentis aquas? Más si las aguas corren al mar de su muerte In mare mortuum: muy poco sanas y muy enfermas deben de correr esas aguas. En las del mar se significan, no sólo las tempestades que concitan los vientos, sino aún las dolencias y enfermedades que afligen y combaten las vidas de los hombres ( dijo Sylveira). De la turbación de sentidos que padecía Jerusalén dijo ya Jeremías, que era igual a la latitud del mar, y luego revuelve a buscar Médico que las cure: Magna est velut mare contritio tua, quis medebitur tui? Tan enfermo y conturbado se hallaba el corazón de Jerusalén como el mar: luego el mar padece enfermedad en sus aguas: pues no se ve en las tempestades que se levantan, en el furor de sus olas, en la convulsión de su cuerpo, en la hinchazón hidrópica de sus aguas y en otros accidentes diversos que turban al mar? Magna est velut mare contritio? Y quién será el Médico que cure esta agua? Quis medebitur tui? Será acaso Eliseo que curó las aguas de Jericó y las dejó saludables: Et sanavit aquas? No, que si Eliseo curó las aguas fue con virtud particular para sanarlas, como también sanó a esta agua en particular: Et sanavit aquas has. Y para curar las aguas o las enfermedades todas en ellas representadas, es menester quien tanga virtud universal para curarlas. Pues quién será el que las cure? Quis medebitur tui? Quién ha de ser sino San Bartolomé, que en su nombre tiene virtud para curarlas. Filius suspendentis aquas, seu suspendens aquas. Y aquí el Lusitano: Bartholomeus suspendens aquas, nempe morbos, calamitates, et oppresiones. Pues como otra Arca del Testamento: Erat vere federis Arca, suspendió las aguas en ese río, porque no corriesen sin remedio al mar de su muerte. In mare mortuum. Y pues llamó San Pedro Damiano Arca del Testamento a mi glorioso Apóstol San Bartolomé, como ya dice en apoyo de su sentir, oigan los curiosos una noticia bien singular y nunca ponderada en este lugar. Ofendidos los gentiles ciudadanos de Albania del culto y veneración que los cristianos pueblos rendían a las sagradas reliquias de San Bartolomé, cuyo cuerpo tenía sepulcro en sus comarcas, supersticiosamente celosos de la adoración de sus ídolos, juzgando les sería grato sacrificio

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si del todo desterrasen de sus términos la devoción con el cuerpo del Santo Apóstol, desenterrándolo con rabia y celo, lo trasladaron a una Arca de piedra y lo arrojaron al mar, para que con la gravedad y peso al punto penetrase sus entrañas, y así se apartase de sus memorias: Proisciunt in pelagus ipsam qua sacrum tegebatur corpus lapideam arcam, ut in profundumpenitus aemersa, ulterius non compareret. Pero como el Arca en medio de las aguas no halló naufragio, sino puerto, ni encontré descorteses las olas sino prevenidas, pues elevando sus espumas, ofrecieron la espalda, para conducir como en carro cristalino el cuerpo del Santo Apóstol hasta la isla de Líparis, donde blanda y religiosamente lo expusieron en la playa. Pero doblemos aquí la hoja mientras llevo la atención de mis oyentes de las olas de Líparis a las corrientes del Nilo, donde veo jugar con las aguas una cestica de mimbre, que llegando venturosamente a una orilla, en que la Infanta de Egipto había salido a pasearse con sus damas; descubierta la tapa encuentra un niño hermoso recién nacido, a quien del misterioso suceso del río, puso por nombre Moisés, que quiere decir el libertador de las aguas. Vocavit eum Moyses, quia de aqua tulit eum. Parece acaso el nombre de Moisés y es misterio, dice el Lipomano, porque de las aguas se suspende, y libra el que ha de suspender en el mar bermejo las aguas y librar de las ondas al Pueblo de Dios. Ab aquis extrahitur, quis filios Israelis de aquis tribulationis erat liberatur us, et per mare ficco pede eaucturus. De suerte que de las aguas se forma el nombre de Moisés y se verifica en el milagroso efecto de las aguas? De Egipto saca Moisés a los miserables donde morían en su esclavitud: tráelos a tierra de promisión, y la primera diligencia fue librarlos del furor de las olas del mar bermejo, suspendiendo sus aguas como si fuesen montes, con que pudieron escapar con vida; en las aguas pues, y en beneficio y remedio de los miserables debía ejercitar Moisés con tan estupenda maravilla la virtud de su nombre, que su nombre se debe únicamente a las aguas. Vocavit eu Moyses, quia de aquis tribulationis & Luego si el nombre de Bartolomé es el que suspende las aguas, en las aguas y en las enfermedades que en ellas se representan, debía ostentar la virtud y eficacia de su nombre. Bartholomeus filius suspendentis aquas, aut suspendens: nempe morbos, calamitates, & oppresiones. Pero notemos la gran diferencia de los sucesos: el cuerpecito de Moisés navega en una cestilla de mimbres, materia leve; el cuerpo de mi Apóstol surca las ondas en una Arca de piedra, materia grave. ¿Cuál de los dos parece mayor maravilla? Que las aguas suspendan un batel de paja no es milagro, sino efecto natural de su ligereza; pero que a una Arca tan pesada por ser de piedra la suspendan, ese sí que es prodigio: pues se opone al peso natural de las cosas graves. Comenzó Pedro a pisar sobre las espumas del mar. Iube me ad te venire super aqua, pero soplando recio el viento se comenzó a sumergir e irse a pique; milagro fue lo primero, pero lo segundo fue natural. Porqué? Porque Pedro era piedra. Tu es Petrus, et super hanc petra, y lo natural de la piedra es irse a fondo. ¡Piedra era Cristo y no se hundía en las aguas!

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Ambulans super mare; pero aquí pisó sobre la naturaleza la virtud divina. Esta virtud parece que tuvo el cuerpo de Bartolomé, pues a una Arca de piedra hizo nadar levemente sobre las aguas: Cristo pudo porque puede suspender las aguas, y puede Bartolomé porque es hijo del que las suspende: Filius suspendentis &. Aún reparo más, que el cuerpo de Moisés fue suspendido de las aguas vivo; quia de aquis tulit eum, más el cuerpo de Bartolomé, muerto; por esta razón quizá, viviendo Moisés sólo pudo suspender las aguas del mar, para que escapasen con vida los israelitas; pero muerto se ocultó de suerte su virtud, que ni su cuerpo pareció vivo ni muerto, ni aún su sepulcro. Et non cognovit homo sepulchrum eius usque in diem hanc: pero el cuerpo de Bartolomé , muerto y vivo, libertó siempre de las olas de la muerte a sus miserables pobres, conduciéndolos a la vida; pues aún en su sepulcro puso la universal medicina, para sanar a todo linaje de enfermos, debiéndose verificar no solo de Cristo, sino de Bartolomé, que su cuerpo brota la milagrosa virtud para sanar a todos. Virtus de illo exibat, et sanabas omnes. Pero dirá alguno que esta virtud de sanar enfermos y de curar dolencias, que nos propone hoy el Evangelista, no es propia de Bartolomé ni de su nombre, sino de Cristo a quien se refiere, virtus de illo exibat &. Y que concurriendo hoy todos los Apóstoles en nuestro Evangelio, se puede de ellos decir que tienen la misma virtud; pues de cada uno se puede verificar el virtus de illo exibat. Admito la dificultad, por lo que espero lograr en su respuesta. Digo que es verdad que esta virtud o poder de sanar era de Cristo, y que se puede verificar de cualquiera de los Apóstoles; pues sé que mi Padre San Pedro curaba y sanaba con sólo querer y que los demás lo hacían (y aunque pudiera valerme para el desempeño de que San Bartolomé entre todos los Apóstoles, fue el que más curó y sanó, que por eso lo llamaban los pueblos el Médico Divino; o fuese porque se opuso a Astaroth demonio médico fingido, que con su ciencia causando males, aplicaba los remedios para su curación y así tiranizaba las adoraciones). Con todo eso, porque me deba algo más mi Santo, digo que entre todos los Apóstoles, parece que él sólo goza de la virtud de sanar con más derecho que otro cualquiera Apóstol; porque en San Bartolomé parece que Cristo sustituyó toda su virtud, dándosela en el nombre que goza, sobre todas las dolencias representadas en las aguas, declarándolo por su hijo: alto empeño, pero me alienta la devoción a mi Santo: atención. Entre las divinas personas es igual el poder sobre las aguas: consta del Padre pues al imperio de su voz, obedientes se enclaustraron debajo del circo, que se les impuso en el principio del mundo. Dixitque Deus: congregentur aque, que sub celo sunt in locum unum. Del Espíritu Divino también consta, pues para manifestar su imperio hizo de éllas cristalino carro de su grandeza. Spiritus Dei ser ebatur super aquas. No menos consta también del Hijo al Cap. 8 de San Lucas, pues entre las tempestades y borrascas, que atrevidas pretendían sumergir el batelillo

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en que estaba el Divino Maestro con sus discípulos, se confesaron las aguas rendidas como obedientes a su imperio. Tunc surgens imperavit ventis, et mari, et facta est tranquilitas. Ahora conmigo y pregunto: el Padre comunico este poder a otra persona? Es cierto que sí, pues transfirió en Cristo el dilatado dominio sobre las aguas, como lo cantó el real Profeta. Et dominabitur a mari usque ad mare: et a flumine usque ad terminos orbis terrae. Y por esto sin duda sobre las aguas del Jordán declaró el Eterno Padre a Cristo por su hijo y heredero de todos sus dominios. Hic est Filius meus aflectus. Y aquí San Agustín: A flimine quippe dominandi sumpsit exordium, ub baptizatus a Ioanne, eodem monsirato, cepit agnos i a discipulis,qui eum non solum Magistrum, verum etia Dominum appellaverunt. Y del Espíritu Santo sabemos que haya transferido este dominio sobre las aguas? Parece que sí, en mi Padre San Pedro que es hijo de la paloma: Simon Barjona, idest filius columbe. Y mereciendo ser hijo de la paloma, que es el Espíritu Santo, como dijo San Jerónimo: Cuius et filius appellandus su sempe Spiritus Sancti; siquidem Barjona in nostra linguae sonat filius columbe. Ha de heredar con la filiación el dominio sobre las aguas; que quizá por ello pretendía pasearse por ellas: Fac me ventread te super aquas. Bien, pero si el Padre transfiere en Cristo su hijo este dominio, y el Espíritu Santo, como en su hijo en Pedro, no sabremos si Cristo le transfirió, y en quién? Sí sabremos, reflectiendo sobre el nombre de Bartolomé, que significa : Filius suspendentis aquas. Hijo del que suspende las aguas, que es Cristo: luego, como heredero de Cristo le hereda este dominio y virtud sobre las aguas; luego si en las aguas se representan las enfermedades y dolencias de la naturaleza, y Bartolomé con especialidad sobre todos tiene el dominio y virtud sobre las aguas, él sin duda es el que sólo tiene como hijo, el dominio y virtud de sanar. Virtus de illo exibit, et sanabat omnes. A este viso y gloria de Bartolomé se me debe estimar una luz a unas palabras bien oscuras de San Jerónimo: Deus Christus est factus ex muliere, nomen Patris resiituens, in cruce,& Filii nomen. Hízole Dios hombre, nacido de Madre Virgen, triunfó en la cruz de la muerte y de la culpa, restituyendo el nombre del Padre, como también el nombre de Hijo: Restituens nomen Patris, et Filii nomen. Dudo así: qué restitución será esta que Cristo hizo estando en el árbol de la Cruz? Ahora registremos las cláusulas de su amoroso Testamento y veamos si encontramos con estas restituciones, que en los testamentos suelen hacer los testamentarios (ojalá hicieran algunas a nuestros pobres y a este Hospital, de tantas como tienen usurpadas algunos albaceas en testamentos que no son suyos, aunque hacen suyo el dinero): en la primera cláusula manda Cristo a todos un perdón general: Dimitte illis. En la segunda asegura a Dimas una bienaventuranza con el gozo de un paraíso. Hodle mecum eris in Paradyso. Item a su Padre entrega el espíritu: Pater in manus tuas commendo spiritum meum. He aquí sin duda la restitución del nombre de Padre: Es nomen Patris restituens. Más por qué aquí se ha de decir que restituyó el nombre de su Padre? Miren porqué; porque antes quejándose del amparo de la Cruz no le llamó

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Padre, sino Dios, Deus Deus meus. Calló entonces y usurpó el nombre de su Padre, guardándole en el silencio, pero ahora le restituye en la voz, con que le confiesa Padre: Pater Pater &. Está bien; y cuando hace la restitución del nombre de hijo? Ya parece que señala esa cláusula: Ecce filius tuus, declarando a María por Madre de Juan; pero esto es señalar a Juan por hijo de María y no por hijo suyo; luego el nombre de hijo no le restituye al parecer a quien debe restituírlo. Pues en verdad que no hay más cláusulas en el testamento, y con esto se acabó, consumatum est. Pues válgame Dios, qué razón pudo tener San Jerónimo para decir que Cristo en la Cruz restituyó el nombre de hijo:Et filii nomen restituens. Pero tengan, que si no me engaño, veo que está señalando Cristo el lugar de su costado; hacia él inclina la cabeza: Inclinato capite. Pues, qué puede haber en ese costado? Más si será un Sacramento admirable, viva representación del que veneramos en aquél? Así es; pero es menester una llave para ver lo que hay en este secreto, o escritorio del pecho; aquí está la lanza, que llave dice mi Agustino que es; pues abramos: Lancea eius latus aperuit. ¡Oh prodigio¡ que hay sangre, y agua es la que se halla reservada en ese costado: Sanguis, et aqua. Aquí agua detenida y suspendida? Para quién será? Para quién puede ser? A quién pueden tocar las aguas suspensas? A quién otro sino a quienes el hijo de quien suspende las aguas. Pues preguntemos, si entre los Apóstoles hay quien sea hijo del que las aguas suspende: en verdad que no hay otro sino San Bartolomé, que tiene en su nombre la filiación y derecho a esas aguas: Bartholomeus filius suspendentis aquas. Luego para Bartolomé que es hijo de Cristo, se reservaron esta agua suspensas de su costado. Luego en esta agua restituye Cristo después de muerto el nombre de hijo a Bartolomé, que aún no le había declarado al morir: Et filii nomen restituens. Luego a Bartolomé como a su hijo, se le deja como herencia reservada el derecho a estas aguas milagrosas del pecho de Cristo; y cómo viene esta herencia en agua y sangre? Extuit sanguis et aqua. Porqué como en las aguas se representan las enfermedades y dolencias del género humano, en la sangre se significa el remedio y virtud para sanarlas: Redimisti nos Domine in sanguine tuo; para que entienda el mundo que es propia de Bartolomé, como heredada de Cristo su Padre, la virtud para sanar: Et virtus de illo exibat, et sanabat omnes.

P U N T O II

Bastará hasta aquí todo lo dicho de la virtud del nombre de Bartolomé, porque me llama la individuación de su amparo para con esta su casa y estos sus pobres. Explícome: porqué ha de ser Patrón de estos pobres negros y negras, más que de otros? No podía serlo de españoles? No podía serlo de los pardos? De los indios? Porque si la razón, como ya dije, es porque el nombre de San Bartolomé es lo mismo que el alivio de los males; el que sala las dolencias, como siente Silveira: Dixus Bartholomeus filius suspendentis aquas; labores nempe, calamitates, morbos, et oppressiones, siendo así los unos como los otros enfermos, como pobres desvalidos, de todos debiera ser el Patrón, y a todos debiera servir de alivio su nombre. Parece que es así, pero si no me engaño, he

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de descubrir la razón del Patronato de mi Santo en este Hospital de pobres negros impedidos, así por viejos como por enfermos. Y discurro así: es verdad que en todos es una la necesidad por impedidos enfermos y pobres, más en estos de esta Casa hay otra necesidad que en los otros no se halla. Si San Bartolomé fuera Patrón de los pobres de otro Hospital, se quedará sin socorro la que tienen estos pobres, y sin su amparo perecerán. Explícome: son los pobres que alberga esta Casa unos viejos, que por inútiles arrojan sus amos a las calles, los que como derecho ya no pueden servir en sus casas, más que de comer y dormir, los que (de una vez lo digo con harto dolor de mi corazón) de puro trabajados al sol, al aire, al arado y hambre, e incomodidades del tiempo, han dado la piel que es la mayor desdicha de la naturaleza, y pudieran muy bien clamar con Jeremías: Pellis nostra qua soclibanas exusta est a facie tempestatura, et famis, tratándolos aún con mayor severidad sus amos que Dios a nuestros primeros padres, en castigo de su culpa, pues a estos les permitió comiesen pan, cuando mucho, con el sudor de su rostro: In sudore vultus tui vesceris pane, no quitándoles la piel, antes sí dándosela para su mayor alivio: Fecit quoque Deus Ade, et uxori eius tunicas pelliceas, et indult eos. Pues esta es la necesidad que socorre Bartolomé con el amparo que de su nombre tienen los pobres de esta Casa, ofreciendo en su martirio una piel: Pellem pro pelle dabit homo; para que si el trabajo los puso en tanto extremo de necesidad y desnudez, en su martirio y en su nombre tuviesen el socorro de ella y el alivio de sus dolencias. Extraordinaria metáfora la que usa el Profeta al descubrir la hermosa fábrica del Cielo: Extendens coelu sicut pellem. Que extendía Dios el Cielo como una piel. Como una piel el Cielo. Si acaso de esta piel se cortó aquella gran capa de pecadores, como dijo el poeta: el Cielo todo lo tapa, o es el tápalo todo: Et quod te git omnia coelum. Y por esto decimos que el Cielo es capa de pecadores, o porque debajo de ella nos acogemos todos, o porque en esa gran piel del Cielo se acomodan y abrigan las estrellas, que son la familia del sol. Pues así es la piel de Bartolomé, como la piel del Cielo, el tápalo todo de los pobres: Tegit omnia coelum perpulchrum, nempe B. Bartholomeus, qui pelle suam extendit, como dijo el Cluniasense, con la cual se abrigan estos miserables desnudos ya, y aún desgarrados de su propia piel. Y esta es la gran caridad de San Bartolomé, que por vestir y abrigar las desnudas carnes de estos pobres, se quedará desnudo otra vez y en carnes vivas; ponderación que hizo San Gregorio de la gran caridad del Eterno Padre, en permitir desnudo a su hijo en la cruz, porque de sus vestiduras se aprovechasen los esclavos: Ut servum indueres,Filium exuisti. Los soldados sortearon las vestiduras de Cristo, y se acomodan y abrigan de lo mismo que desnudan a Cristo: así Bartolomé no sólo de las vestiduras propias se despoja, sino aún de su misma piel; porque con

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esta se abriguen y cubran la desnudez de los cuerpos estos pobres miserables negros, pudiendo nosotros acomodar a Cristo la ponderación que hizo San Gregorio, de la Caridad del Padre; pues quiso Cristo que su hijo Bartolomé se desnudase aún de la piel, para vestir y abrigar a los siervos pobres y enfermos: Ut servos indueres, filium exusti. He dado la razón porqué Bartolomé ha querido ser Padre y Patrón, que cuide del amparo y abrigo de estos pobres; réstame buscar la razón de ser el amparo de este Hospital. Pues no bastará ser un Hospital de pobres, para que Bartolomé se le eche a los hombres de su protección? Bastará esa razón poderosa para empeño de su Caridad, pero otra descubro yo, y es que no sólo es este Hospital de pobres, sino que es pobre Hospital, y el que más que todos se halla enfermo y tan doliente, que aunque en su fábrica está acabado en sus fuerzas está muy débil. Más oigo decir a alguno, si no a muchos: primero son los alimentos que la casa; primero lo que se ha de comer que la fábrica. Y respondo: que en la fábrica de este Hospital se ha obrado con acierto, según la idea y disposiciones de Dios. Venero el texto por haberlo aprendido del mejor orador de nuestros tiempos, del Cristótomo de nuestros siglos, de nuestro Ilmo. Exmo. Príncipe: y sin llegar a profundizar el texto, por no poder seguir las huellas de tan excelso Príncipe de la oratoria, repararé en la superficie. Mandó Dios a Noé hacer el Arca con todas las disposiciones necesarias para el seguro de las vidas de cuántos en ella habían de entrar: Fac tibi Arcam de lignis lenigatis. Y por último, después de su fábrica dice Dios a Noé, que cuide de los alimentos, para todos los que se han de salvar en el Arca: Tolles igitur tecum ex omnibus escis, que mandi possunt, et comportabis apud te, et erunt tam tibi, tam illis in escam. Parece está errada la disposición; porque primero era asegurar los alimentos, que el gasto de tan suntuosa fábrica: esto era bueno en las disposiciones de los hombres, más no en las de Dios; en las disposiciones de los hombres primero es el comer, no sólo no fabrican sino aún no se atreven a poner una piedra en una fábrica; díganlo tantos templos como gimen sus lamentables ruinas y publíquelo esta nuestra Iglesia, que siente de sus antiguos aseos el despojo; pero en las disposiciones de Dios primero es la fábrica para el escape de las vidas que el cuidar de los alimentos, porque qué hiciera Noé con muchos alimentos sin tener en donde acomodar a esos pobres en su mayor necesidad? Haga pues Noé la fábrica del Arca donde se recojan los miserables congojados, con un diluvio de aguas, y después cuide de lo que han de comer; porque lo primero quiere Dios que haga Noé como hombre, que pueda hacer la material fábrica y así se lo manda: Face, más lo segundo quiere que haga, fiando en sus divinas providencias: Tollet igitur. Fabricado se halla este Hospital, pero muy débil de fuerzas, y como su médico conoce sus dolencias, digo que está para acabar. Cada uno de los enfermos padece su accidente y dolencia; éste se asa en las fiebres, aquel se arrebata de un mal agudo, el de aquella sala gime al tormento de sus dolores; pero el

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Hospital padece todos los males juntos, pues dice con San Pablo, Quis infirmatur ego non infirmor? Porque se halla desahuciado de toda esperanza de remedio. No era esta la queja del paralítico de la piscina o del Hospital de Jerusalén: Hominem non habeo? No tengo hombre que me cuide o que me socorra. Noten que no se queja de la falta de salud, sino de la falta de remedio. Treinta y ocho años yacía tronco paralítico en una cama, y cuando justamente se quejaba de tan grave dolencia, sólo desplega sus labios para decir que no tiene hombre que le remedie: Hominen non habeo. Luego el remedio que no tiene le aflige más que la salud que le falta. ¿Y cuál podía ser el remedio? Direlo: que cuando el Angel de Dios suspendida las aguas de la piscina, en cuya moción estaba la virtud curativa de las dolencias, no hubiese un hombre que le extendiese la mano para el socorro, que lo llevase a gozar de las aguas movidas y del patrocinio del Angel que las movía. Pues ahora en nuestro Hospital oíd la queja de su mayor desconsuelo y oíd también la providencia de su remedio, no ya a beneficio de un Angel, que mueva las aguas de la salud, sino de Bartolomé que suspende las aguas de las enfermedades y dolencias. Bartholomeus filius suspendentis aquas. Hallábase enfermo este Hospital, que no tenía remedio pues cuatro mil pesos de renta, más son lenitivos que no alcanzan a vencer la enfermedad, y dejan tan postrado y desahuciado al enfermo, que no tiene fuerzas para repararse y ponerse en pie; y más cuando no solo (hay) un paralítico sino muchos, y de largos años pueblan estas salas, gastando sin remedio cuando no hay medios que gastar. Pues a tanto daño sin remedio, venga Bartolomé para todos como el Angel de la piscina venía sólo para uno; y admita este Hospital a su sombra, que al empeño de su nombre corresponderá como obligado, si la devoción y fe de los que a su culto le erigen este Hospital, le solicitan agradecido. Cuando Eliseo sanó las aguas de Jericó para que fuese público remedio y salud de la ciudad, fue movido dice San Ambrosio, de la Hospitalidad que le consagraron: antes había sido singular a personas determinadas el empeño de su curación, como al hijo de la Sunamitis resucitado de muerte a vida; pero después obligado de su Hospitalidad, puso en la salud de las aguas la sanidad de las dolencias, de forma que fuesen aguas de vida y nunca ya de muerte. Sanante aquas, et non erit ultra tu eis more, neque sterilitas, et sanate sun aquae. Pues oigan ahora el reparo de San Ambrosio: Prima in civitate Hospitalitas fillorum est magna fecunditas: non enim hoc facto vaum sanaust hominem, sed totius civitatis populum reparauit. Que dedicada en honra de Eliseo la Hospitalidad, creció el número feliz de los hijos, aplicándose no ya sólo para el remedio de uno o la curación de otro, sino que se extendió la salud al pueblo de la Ciudad. Totius civitatis populum reparauit. Reparad en estas últimas cláusulas: no dice Ambrosio que sanó a toda la Ciudad Eliseo, sino al pueblo de toda la Ciudad. ¿Y qué diferencia hay? Muy grande; porque en la Ciudad hay nobleza, que es la gente ilustre y hay

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pueblo que es la gente pobre; pues a esta gente pobre que es el pueblo, o plebe de la Ciudad sanó de agradecido Eliseo a la Hospitalidad, que le consagraron. Pues este es el poderoso motivo que enciende la caridad de mi glorioso Apóstol San Bartolomé a favorecer esta pobre gente, pues es pueblo y plebe de esta nobilísima Ciudad: Totius civitatis populum reparauit: pues reconoce erigido a gloria suya y a la protección de su nombre este Hospital, en que ha conseguido la caridad fecunda también de sus hijos, que tan cristianamente dediquen sus primeras atenciones a la curación, regalo y providencia de estos enfermos: Prima in civitate Hospitalitas magna est filior ut fecunditas. Pues negándose a sus particulares intereses de recaudar sus haciendas, aquí se han consagrado a ser como el nombre de Bartolomé el remedio y reparo de este Hospital. Totus civitatis &. Siendo el primero nuestro Mayordomo: más que tengo de decir de su amor a este Hospital, cuando las obras lo publican. Probatio vere dilectionis &. A que concurre el ánimo generoso de quien a expensas pródigas de gruesas limosnas, ha volado hasta el cielo estas hermosas salas; cuyo nombre aún más que por elogio de mi voz, es conocido por las fábricas de su caridad. ¡Oh soberano Apóstol¡ Oh implorado Patrón al socorro de estos miserables desvalidos¡ Oh divino Bartolomé hijo de Dios, que suspendes las aguas de las dolencias: Filius suspendentis aquas: filius Dei. Pues tenéis también de vuestra mano la virtud de hacer prodigios como milagros, virtus de illo exibat. Continuad en vuestras protecciones con estos pobres y con esta Casa: influid en la salud de nuestro Excelentísimo Príncipe para que eterna se continúe con la felicidad en su gobierno. Obligación tenéis de hacerlo, pues cuida de vuestros pobres con el socorro de sus limosnas. {V. Ex me dé licencia y su modestia permita, que diga al ver su heroica caridad con los pobres, que dispuso no sin misterio la divina providencia perdiese tan gloriosamente la diestra, o por que no supiese las limosnas que hace con la siniestra, o porque al dar con dos manos limosnas a los pobres, quedará sin duda como Bartolomé, del todo desnudo por socorrerlos}. Serenad las tempestades de tierra y aire, de aquella para que fértil produzca mieses de éste, para que libres respiremos sin los sustos de contagios y achaques: obligación tenéis de hacerlo, pues os mereció esta parte del mundo vuestra doctrina como vuestra presencia: a esfuerzos de élla y a luces de vuestros rayos, brilla en la fe más pura. Alcanzad para todos en esta vida auxilios de la divina gracia para mrecer la eterna: Quam mihi et vobis et.

Sub correctione Sanctae Matris Ecclesiae.

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