El discurso pedagógico · Uno de los peligros que acosan a una mente inquieta que decide...

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El discurso pedagógico

Alejandra Ciriza

Estela Fernández

Daniel Prieto

Francisco Gutiérrez

Publicación de RNTC en coedición con las universidades

San Carlos de Guatemala y Rafael Landívar

L

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El discurso pedagógico

La obra está organizada en tres partes. La primera, desarrollada por Alejandra Ciriza y Estela Fernández (autoras argentinas dedicadas a la investigación y la docencia en temas relativos al pensamiento latinoame-ricano) aporta bases conceptuales, y un análisis sobre uno de los grandes

pensadores de nuestro continente, Simón Rodríguez, tomando en con-sideración el tema del discurso en general.

La segunda, a cargo de Daniel Prieto Castillo, analiza el discurso pedagógico, a partir de algunos antecedentes históricos y de la manera en que opera en la práctica cotidiana de los educadores. La propuesta incluye consideraciones acerca de una pedagogía de la transmisión y sobre las posibilidades de superarla a través de una pedagogía de la interlocución.

La tercera, escrita por Francisco Gutiérrez Pérez, se centra en el análisis de un discurso crítico, a través de la película La sociedad de los poetas muertos, para caracterizar el alcance del discurso pedagógico en

el contexto universitario. La distinción central es aquí entre lo educativo y lo pedagógico, como espacios de discurso diferentes.

Los autores se han lanzado a esta empresa por una misma pre-ocupación: la situación de la educación universitaria en los países lati-noamericanos, la cual, en los últimos años, ha sufrido embates de todo tipo y se ha deteriorado en su capacidad de formación y de inserción en los procesos sociales. El trabajo discursivo tiene mucho que ver con esto y su análisis y replanteamiento desde la práctica puede aportar a una reflexión sobre los sistemas de enseñanza-aprendizaje vigentes en nuestras casas de estudios.

El material está organizado para un trabajo a distancia Oor parte de los posibles interlocutores. La base central es el texto paralelo, que hemos

explicado en detalle en otra obra, La mediación pedagógica, apuntes para una educación a distancia alternativa. Se trata de lograr que quienes se involucran en un proceso de aprendizaje - construyan su texto con el producto de sus reflexiones, experiencias, investigaciones y trabajos con el contexto. De ese modo un libro, éste o cualquiera, no aparece como una suerte de faro de luz capaz de llevar la conciencia y de abrir el camino a los demás. El propósito es mucho menos ambicioso: acompañar un proceso con algunos recursos teórico-metodológicos. El resto, como decía don Simón Rodríguez, lo hará el otro, es decir, cada uno de nuestros interlo-cutores.

Primera Parte Aproximación al análisis

del discurso

Alejandra Ciriza Estela Fernández

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Un necesario exorcismo

La problemática del análisis del discurso es un campo de estudio lleno de atractivos y posibilidades. Es ta! la cantidad de novedades, derivaciones, descubrimientos revulsivos, aportes a veces espectacula-res, que se presenta como un espacio temático a la vez tentador y riesgoso. Uno de los peligros que acosan a una mente inquieta que decide internarse en los caminos arduos y diversificados de este manojo de disciplinas convergentes en la teoría del discurso (lingüística, semiótica, teoría de la comunicación, etc.) es el de deslumbrarse ante sus infinitas posibilidades teóricas. Es necesario entonces contar con criterios precisos que permitan poner esa teoría al servicio del análisis efectivo de los discursos, y que resulten de interés para cada sujeto en función de su inserción en prácticas concretas, entre ellas, particularmente, la actividad docente.

Las consecuencias de un desarrollo teórico que pierde de vista su aplicabilidad en la vida, y se extravía en la proliferación de categorías, autores y líneas de investigación, son satirizadas hábilmente por Drumond de Andrade (1902-1987) en el poema que se repróduce a continuación.

EXORCISMO

De la lectura sintagmática, de la lectura paradigmática del enunciado, de la lengua fáctica, de la factividad y de la no factividad en la oración principal, líbranos Señor

De la organización categorial de la lengua, de la principalidad de la lengua en el conjunto de los sistemas semiológicos, de la concretez de las unidades en el estatuto de dialectizar

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El discurso pedagógico

la lengua, del ortolenguaje, líbranos Señor

Del programa epistemológico de la obra, del corte epistemológico y del corte dialógico, del sustrato acústico del culminaclor, de los sistemas genitivamente afines, líbranos Señor

De la carnada imagenética, del espacio heterotópico, de las relaciones entre tropos y macrotropos, del elemento supraseamental, líbranos Señor

De la semía, del sema, del semema, del semantema, del lexema, del claserna, del mema, del sentema, líbranos Señor

De la estructuración semémica, del idiolecto y de la pancronia científica, de la confiabilidad de las pruebas psicolingüísticas, del análisis computacional de la estructuración silábica, en los dialectos regionales, líbranos Señor

Del vocoide, del vocoide nasal puro o sin clausura consonantal, del vocoide bajo y del semivocoide homorgánico, del deslizamiento vocálico, líbranos Señor

De la lingüística frástica y transfrástica, del signo sinésico, del signo icónico y del signo gestual, de la clitización pronominal obligatoria, de la glosemántica, líbranos Señor

De la estructura exosemántica del lenguaje musical,

de la totalidad sincrética del emisor, de la lingüística generativo-transformacional, del movimiento transformacionista, líbranos Señor

De las apariciones de Chomsky, de Mehler, de Parchonock, de Saussure, Cassirer, Trubezkci, Althusser, de Zolkievsky, Jakobson, Barthes, Derrida, Todorov, de Greimas, Fodor, Chao, Lacan y demás caterva,

líbranos Señor.

A la luz de este "Exorcismo", trataremos de poner cierto orden en la maraña de términos técnicos, y practicar una selección de elementos teóricos en función de la elaboración de un esbozo de procedimientos metodológicos para el análisis del discurso en general, transferible, en una

segunda etapa, al discurso pedagógico en particular.

Primeramente deslindaremos nuestra propia posición, tratando de situarla al interior de una determinada tradición teórica, dentro de la cual se plantea como central la función mediadora del lenguaje. A continuación presentaremos una serie de elementos teóricos y metodológicos para el análisis del discurso. Finalmente reuniremos esos elementos en un mode-lo que permita visualizar los procedimientos concretos en función de una

estrategia de análisis discursivo, aplicado a un ejemplo.

Sugerencias de trabajo

Explicite brevemente en su texto paralelo la impresión que le suscitó la lectura del poema de Carlos Drumond de Andrade, Exorcismo, en relación con su experiencia y conocimientos previos sobre la problemática del lenguaje. Ojalá pueda inter-cambiar sus experiencias con otras personas que estudien este mismo texto.

Con el lenguaje se puede jugar de muchas maneras. Se puede clarificare enturbiar un tema, significarlo o simplemente repetirlo con palabras diferentes. Compruébelo usted mismo entresacando del poema todas las palabras cuyo Significado no le es totalmente ciar°. Recurra al diccionario o a otras fuentes si fuera necesario para que el poema le signifique.

Un necesario exorcismo

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El lenguaje como fenómeno de mediación

A partir de los años 60, surgió un creciente interés por el fenómeno del lenguaje; interés muy relacionado con la constitución de la lingüística corno modelo de ciencia para las disciplinas sociales, y con la emergencia del estructuralismo como movimiento intelectual que introdujo una fecunda hipótesis: la consideración de los distintos objetos culturales como siste-mas de signos. Cualquiera fuera la sustancia de tales objetos (las imágenes, los gestos, los sonidos, las relaciones de parentesco, la moda, los mitos), éstos fueron concebidos como sistemas de signos, atravesados por el lenguaje articulado y gobernados por sus mismas leyes.

De modo que el estructuralismo puso en el centro de la atención el carácter sígnico del mundo de la cultura: el mundo, para los seres humanos, está constituido por el recorte que, sobre el indefinido mundo de los realia produce la trama de los nomina. Percibir la significación de un objeto cultural implicaba pues, necesariamente, recurrir a la segmentación de la lengua: sólo podemos comprender la realidad a través del principio clasificatorio que introduce el código lingüístico.

Hasta tal punto el mundo está siempre ya ordenado por el lenguaje que, como señala Foucault, cuando reflexiona a propósito de un texto de Borges, la retícula del lenguaje funciona como condición de posibilidad y límite de nuestro conocimiento.

Este libro nació de un texto de Borges. De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento... Este texto cita 'cierta enciclopedia china' donde está escrito que 'los animales se dividen en a) pertene-cientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, t) fabulosos,

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El discurso pedagógico El lenguaje como fenómeno de mediación

g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, 1) innumerables, k) dibújados con un pincel finísimo de pelo de camello, I) etcétera , m) que acaban de romper el jarrón, que de lejeis parecen moscas: En el asombro de esta taxonomía lo que se ve de golpe, lo que por medio del apók5go, se nos muestra como encanto exótico deotro pensamiento, es el I imite del nuestro: la impostbkdad de pensar esto. (Foucault, 1981, p.1).

Afirmar que el mundo sólo puede ser pensado a partir de la segmen-tación que en él introduce el entramado lingüístico, significa concebirlo como una forma de mediación tan silenciosa como ineludible.

El hombre construye su humanidad en un proceso de separación respecto de la naturaleza, que le permite enfrentarla como un objeto de conocimiento y de transformación. Este proceso de separación respecto de la naturaleza introduce la distinción humana entre historia y naturaleza, sujeto y objeto. Las formas bajo las cuales el sujeto humano puede enfrentar y objetivar lo dado son fundamentalmente el trabajo y el lenguaje. A través del trabajo, el hombre transforma el mundo natural y simbólico en procura de la producción como ser social y cultural. El lenguaje es la forma de mediación por excelencia, que atraviesa todas las prácticas humanas, operando como una suerte de malla inconsciente para el sujeto, urdimbre sobre la que se tejen las diversas formas históricas de racionalidad.

Cuando hablamos del lenguaje como forma de mediación, nos apartamos de aquellas posiciones que sugieren la posibilidad de una aprehensión directa de las cosas. Los nombres no son rótulos sobreimpresos a cosas preexistentes y anteriores, no son una presencia suprimible, ni un obstáculo que se interpone entre el pensamiento y el ser de los entes. Las cosas son el producto de un recorte y una organización que introducen los sujetos en el proceso de producción y reproducción de la sociedad.

No hay nunca, en el mundo, un objeto puro susceptible de ser aprehendido de una manera universal y necesaria. Son los códigos culturales y fundamentalmente el código de la lengua, los que permiten seleccionar de la realidad aquello que ha de constituirse en una cosa del mundo humano. Así los berebe res distinguen con diferentes nombres las tonalidades del color café. Los esquimales, por su parte, nombran con diferentes palabras el color indiferenciado que es, para nosotros, blanco.

Esta reflexión, que señala la opacidad del lenguaje, su carácter de

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retícula inevitable, se dirige a destacar que no es posible una aprehensión directa de las cosas ni del sentido, que la modalidad bajo la cual produck mos un enunciado conlleva un complejo proceso de selección, al interior de un ,código siempre ya establecido.

La insistencia en la no-transparencia del lenguaje obedece a que privilegiamos un marco teórico para el análisis del discurso que rompe con

dos obstáculos muy presentes en el pensamiento y en la práctica acadé-

mica tradicionales.

Por una parte, la consideración del lenguaje como transparencia a

través de la cual se manifiesta un sentido, ha conducido a privilegiar el significado sobre el significante, o soporte material del signo, al tiempo que ha favorecido una comprensión de la verdad como sentido oculto, unívoco

y absoluto.

Por otra parte, la ilusión de que es posible construir enunciados acerca de la realidad que la designen directamente, produce la tendencia a pensar en la ambigüedad como una enfermedad 'curable' del lenguaje. Este, adecuadamente usado, podrá hablar unívoca y directamente de las

cosas; cosas cuya verdad .y realidad serán irrefutables para todo sujeto y

para todo lugar. Pero sucede que no hay un hombre, sino diversos hombres socialmente situados. Esa ubicación del sujeto humano concreto configura el contexto del discurso, particularidad desde la cual el sujeto codifica, significa y resignifica la realidad. La existencia de diversos lugares sociales y la presencia del contexto en el lenguaje, determinan la posibi-lidad de que se manifiesten discursivamente diversos puntos de vista sobre la misma realidad, y diversos modos de apropiación y construcción de "la" verdad. La ambigüedad es así una característica intrínseca a la naturaleza propia del lenguaje. Contrariamente, el desconocimiento de la contextualidad del discurso conduce a postular la autonomía de los bienes simbólicos respecto de las prácticas sociales y a reducir el análisis del

discurso a su formalización lógico-matemática.

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El discurso pedagógico

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Sugerencias de trabajo 93.5Vrrn?:17:15 "entrnm.7..mr- -(7.,--: ,: • ..-- yrt-:.??5:—

*á: A partir de su conocimiento previo en torno de la lengua, la organización de la vida cotidiana, la religiosidad, las cos-iumbres,' etc.; de otras culturas o etnias -del pasado o contemporáneás- reflexione sobre el carácter mediador del lenguaje: . .¿Cómo otros sujetos percibieron, o perciben la -realidad según la forma en que la retícula inconsciente del lenguaje ha operado u opera en la organización de su mundo? Escriba sus conclusiones en el texto paralelo.

b. En nuestro trabajo nos hemos referido a dos modos distintos de concebir el lenguaje: transparente u opaco. A partir de esa distinción imagine y redacte dos relatos de situaciones pedagógicas en las cuales se evidencien los efectos de esas concepciones opuestas del lenguaje. Las siguientes pre-guntas pueden orientarlo en la construcción de ambos relatos:

¿Qué sucede en la relación pedagógica cuando prima la idea de que el lenguaje es transparente? ¿Qué peso adquieren los contenidos y qué importancia tiene la transmisión de saberes en el proceso de enseñanza -aprendizaje? ¿Cómo se sitúan el docente y los alumnos en relación al discurso pedagógico?

¿Qué tipo de relación y de prácticas docentes puede generar la concepción del lenguaje que atiende a su función mediadora?

Indbrpore a su texto paralelo ambos relatos y las con- , clusiones pedagógicas obtenidas.'

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3 Elementos teóricos y

metodológicos para el análisis del discurso

Entendemos por discurso una producción lingüística, en cuyo transcurso determinados enunciados, tomados del código de la lengua, son asumidos por un locutor, en circunstancias temporales y espaciales precisas. Se trata de un proceso que supone tres momentos: producción, circulación o distribución y consumo o uso (lectura).

Normalmente se distingue entre texto y discurso. En ese caso se concibe al texto como una materialización concreta de la discursividad, dotada de coherencia y cohesión. Sin embargo, toda manifestación de la cultura puede ser leída como un texto. Además, la clausura de un texto, esto es, su coherencia interna y la cohesión de las categorías que lo articulan, es siempre relativa. Los textos no son productos acabados y autónomos, sino resultado de un proceso de producción de significaciones que puede haberse actualizado o no. En este sentido es legítimo hablar

incluso de textos meramente posibles: son aquellos portados por sujetos o grupos humanos que no han tenido la posibilidad efectiva de expresar su voz.

Pensemos en el caso de aquellas culturas arnericanas que fueron dominadas durante la conquista, aquellas cuyos textos sólo han podido llegara nosotros a través de la palabra del conquistador. Tal es el caso de

Bernardino de Sahagún, cuya Historia general de las cosas de Nueva España es la fuente obligada de información acerca de las creencias religiosas y hábitos de mexicas y mayas. Sin embargo, aún cuando esta

memoria sea minuciosa, inevitablemente habrá elementos de esa cultura

no expresados, olvidados, silenciados. Son los textos que consideramos como meramente posibles.

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El discurso pedagógico Elementos teóricos y metodológlcos poro el análisis del discurso

La ampliación de la noción de texto que proponemos, permite emplear este concepto como equivalente al de discurso.

Al acentuar el carácter procesual de todo texto o discurso subraya-mos la necesidad de analizar los bienes simbólicos no sólo como productos acabados que circulan en el mercado, listos para ser interpretados, sino en el proceso de su producción.

Aceptar el discurso como producto siempre ya dado, lleva a olvidar su raigambre social. La instancia de la producción, en cambio, permite establecer con mayor precisión su vinculación con la realidad social, pues es en este momento cuando aparecen con mayor nitidez los supuestos desde los cuales se selecciona, las contradicciones del campo social que se manifiestan también en el campa semiótico, y que constituyen el supuesto de todo proceso de codificación. Apuntar al momento de la producción es reconocer el carácter de trabajo de la labor teórica, su significación social, y por lo tanto su dimensión histórica.

En este sentido el texto no sólo es analizable en términos de su contenido, o de su estructura lógica, sino en función de las condiciones de su producción, que remiten, en última instancia, a un sujeto histórico y socialmente situado. Por esto consideramos al texto como productividad, no simplemente como producto.

La concepción del discurso como productividad supone una doble apertura: por una parte, hacia el momento de producción del texto, a través del cual, de una serie de posibilidades latentes ha cristalizado una, y, por la otra hacia la lectura. En efecto, el tercer momento del proceso discur-sivo (consumo, uso, lectura) es también producción; no consiste en la mera recepción pasiva de significaciones ya dadas, sino en la factibilidad de producir nuevos sentidos, sentidos que emergen de las posibilidades presentes en el texto mismo y de las significaciones que el lector produce con su propia intervención.

El término (discurso) deriva del verbo discurrir y tomado éste en la significación básica de fluir. El discurso pues, es algo que fluye. Lo peorque le puede pasar a un discurso es que no dis-curra... cuando un discurso no discurre la co-municación se empantana, nada avanza, nada fluye y, por lo tanto, la interlocución no se produce. (Gutiérrez Pérez, Francisco; Prieto

Castillo, Daniel, 1991, pp. 61s.).

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Desde la perspectiva que aquí sostenemos, la tarea de hallar un sentido único se vuelve imposible. En última instancia el discurso es sólo un momento de cristalización, pero no un todo uniforme sin resquicios.

Supone, pues, huecos por donde secuela la voz de otros urdida en la trama del productor, supone también el desplazamiento por donde se puede introducirla pregunta de quien lee. Obviamente, estamos lejos del discurso como producto acabado, manifestación de una verdad, plasmada por un autor plenamente consciente. El discurso tiene niveles, inflexiones, quie-bres, resquicios, puede ser por lo tanto no sólo leído y analizado, sino reformulado, transformado, reescrito, resignificado desde perspectivas ideológicas diferentes.

Respecto de la circulación hay que tener en cuenta que un discurso, incluso en el momento de su producción, está condicionado por los sujetos a los que va dirigido. Los discursos no fluyen indiferenciadamente en la sociedad, su circulación está ligada a la fragmentación del público, a las condiciones institucionales en las que están los sujetos destinadores y destinatarios, a la diferencia de competencia entre éstos, etc. No hay discurso alguno que no tenga en cuenta esta situación, la cual no sólo puede percibírse en los contenidos, sino en la forma, en la presentación de los mismos. El mercado distribuye, de modo diferenciado, los mensajes y condicioñá de-eáa - inanára los 'procesos de producción y recepción-recodificación de los mismos.

El carácter de productividad acordado a los discursos supone enton-ces, como primera hipótesis de trabajo, que afirmamos la existencia de una estrecha relación entre los textos y la dimensión histórico -social en la cual

se insertan. Ahora bien, esto no significa de ningún modo postular una determinación mecánica de lo social en lo simbólico. Sostenemos al mismo tiempo la organización de toda producción simbólica según leyes relati-vamente autónomas y la inmanencia del contexto en el texto.

La aparente contradicción entre ambas premisas se desvanece si retomamos nuestra consideración sobre la función mediadora del lenguaje respecto de la realidad social. El hombre es, evidentemente, productor de significaciones; pero de ningún modo es creador en un sentido absoluto: está inmerso en una realidad social, que condiciona su horizonte de comprensión y le proporciona los códigos que le permiten interpretarse a sí mismo y al mundo que lo rodea. A partir de ese a priori cultural e his-

tórico, el hombre, como sujeto, recrea continuamente significados segundos, pero simultáneamente está sujetado a un proceso de reproducción social.

La realidad que lo enfrenta nunca se le presenta como absolutamente

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í Sugerencias de trabajo

1. Elementos teóricos y metodológicos para el análisis del

discurso

a. Recurriendo al esquema 2. de nuestro trabajo y al

capitulo 4. del texto de Gutiérrez Pérez, F. y Prieto

Castillo, D., "La mediación pedagógica", citada en la bibliografía, reflexione sobre los requisitos que debe cumplir un discurso pedagógico alternativo en lo relati-vo a cada uno de los tres momentos del proceso discur- • sivo: producción, circulación.y usollectura). Como guía para el análisis sugerimos la siguiente tabla de elementos a considerar:

I) Producción: formas de organización de la producción del saber; trabajo individual y en equipo; participa-

; ción de especialistas, de auxiliares, de alumnos, etc.; intercambio de experiencias; apertura al diálogo.

II) Distribución: fuentes de la información; Circuitos y direccionalidad de la distribución; participación de

Continúa

) Textos scniales o posibles ) Proceso de codificación de la realidad

) Proceso de producción de significaciones

) Proceso ole comunicación • Autonomía relativa • Inmanencia riel contexto

(co(dicitioes sociales de producción) • Trama textual: multiplicidad de sentido y de voces

) lh, autor, plenamente consiente

) Un sentido ) Uict voz

• acabamiento - • 111I llllll mía absoluta

El discurso pedagógico Elementos teóricos y metodológicos para el análisis del discurso

desnuda, sino que siempre está mediada y codificada culturalmente. Recordemos la crítica de Eco a la falacia referencia!: el referente de un

signo no es nunca un objeto real, sino una convención cultural:

... la existencia (de los códigos) es de orden cultural y constituye el modo como piensa y habla una sociedad y, mientras habla, determi-na el sentido de sus pensamientos a través de otros pensamientos y éstos a través de otras palabras. (Eco, U:,1977, p. 122).

De esto se sigue que el único modo de establecer una relación teórica o práctica con la realidad es a partir de las formas de objetivación, introducidas por el hombre como mediaciones de lo "real" inalcanzable. El trabajo, el juego, el arte, la ciencia, son formas de mediación, y todas ellas se encuentran atravesadas por la forma de mediación por excelencia: el lenguaje.

Por una parte el sujeto está sujetado en la red de la reproducción social, en ella se constituye como tal sujeto, a partir de la vida cotidiana, como lugar de su reproducción, a partir de su ideología corno límite de captación de las propiedades de los objetos, y de su lenguaje como código ya dado. En todo caso aprendemos a decir 'yo' en un lenguaje que prevé antes que nosotros mismos el lugar que corresponde al pronombre que nos denomina.

Sin embargo, por otra parte, el sujeto no es sólo un efecto discursivo. Para comprender esto es necesario recurrir a la categoría de praxis. El sujeto es tal en la medida en que se afirma a través de las formas concretas de la práctica, en que ejerce, aún cuando sea dentro de límites de su época y de su sociedad, la crítica y la utopía en que rasga con su empiricidad los datos estructurados ya dados.

Si el hombre está inmerso en el proceso de la reproducción social, si está conformado por la realidad social al tiempo que se posiciona frente a ella con una actitud activa y transformadora, es evidente que los bienes simbólicos que próduce portarán las marcas del contexto, aún cuando su organización interna responda a reglas relativamente autónomas.

Por ejemplo, un discurso político se estructura según las reglas sintácticas de la lengua; al mismo tiempo expresa valores y desvalores que

funcionan como indicadores del lugar social en que se sitúa el destinatario frente a determinados conflictos.

Antes de comenzar a desmenuzar las consecuencias de la función mediadora del lenguaje para el análisis del discurso, conviene visualizaren

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un esquema conceptual. los rasgos que hemos atribuido al discurso,

caracterizado como'proceso y productividad, en oposición a una concep-ción del mismo como producto, aislado y separado de su contexto de

producción (autónomo).

DISCURSO

y PRODUCTIVIDAD (Implica une lectura

necesariamente contextunlixada)

PRODUCTO

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El discurso pedagógico Elementos teóricos y metodológicos para el análisis del discurso

Sugerencias de Trabajo (continuación) 477-;;;',"17:mr7(1-7N-":".. 1. ~111.4-5.›,4zin.111=~1-;r:;•• -,c..:> ,,, ;.: .,. <rtlr., , . , 1 , ..:ir,/..R , : ,- , .

,>r,- ■ ,).1:- .1os intérlobutores; personalización de los destinatarios.

lin!) Uso (lectura): 'seguimiento del aprendizaje del alum- . no;

!, ,atencion . impor tancia mportancia concedida a la creatividad,

a la memorización, a la capacidad crítica', etc.; estrate-ii rglas de.ruptura con las rutinas de lectúra tradiciona

:+1. 1A';éát4tégiállará favoi'é'C'er la con'táltialización de 16 ..rriensajes por parte de los alúrimós:

Texto y contexto Una vez establecido el marco teórico general para el análisis del

discurso, es necesario precisar la interacción que se traduce entre texto y contexto, con el objeto de discriminar los elementos metodológicos que permitan abordar su análisis en forma coherente con los lineamientos teóricos propuestos.

Para comenzar, la característica fundamental de toda sociedad es la

diversidad de grupos y la permanente emergencia de conflictos, tanto entre clases, como entre géneros, entre generaciones, entre etnias, entre sectores rurales y urbanos, etc.

Si concebimos la realidad social, contexto del discurso, como fun-damentalmente conflictiva y no armónica, y afirmamos que la misma, con sus contradicciones, está incorporada -no de modo directo sino mediado-en el nivel discursivo, entonces debemos concluir que el emisor, en la medida en que se ubica en aquella particularidad espacial e histórica a la que ya nos hemos referido, expresará, de algún modo, las contradicciones

de la sociedad a la que pertenece. Decimos "expresará", pero no "reflejará" mecánicamente; esto es, en términos de Voloshinov, lo simbólico "refleja" y "refracta" lo social.

La conflictividad social básica está presente en el plano discursivo, pero esa presencia no equivale a una reproducción "objetiva" de las contradicciones que agitan a un todo social, como si fuera posible expresarlas tal cual se dan "en sí" mismas. Más bien se trata del modo

como tales contradicciones son percibidas por un emisor, ubicado él mismo como sujeto social, y como son presentadas en el texto: se toma partido, se polemiza, se aborda el problema desde un punto de vista "aséptico", se silencia o elude el conflicto, etc. De modo tal que aquella conflictividad social puede ser leída en el texto mismo a partir de la determinación de la organización axiológica particular que el discurso

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adopta. Habría así, en todo texto, un nivel que podemos llamar político en sentido amplio, donde el autor, a partir de determinados juicios de valor, toma posición respecto de la conflictividad de las relaciones humanas, en la comunidad concreta a la que pertenece y en la cual desarrolla su

actividad.

¿Cómo leer el nivel político de un discurso? ¿Con qué herramientas metodológicas es po-

sible captar su organización?

En primer término es necesario aclarar que dicha organización se

refiere a las opciones no teóricas sino valorativas que el autor ha realizado,

y en torno de las cuales articulará los contenidos y los recorridos argumen-

tativos, en función de un sistema de jerarquías y oposiciones. Para

dilucidar esa organización axiológica es necesario decodificar aquellos

instrumentos conceptuales que organizan el discurso, que llamamos

categorías histórico-sociales.

Tales categorías, que permiten conocer el horizonte histórico e

ideológico desde el cual un autor determinado emite un discurso, se

caracterizan por su prioridad respecto de los demás conceptos; funcionan

como posibilitantes del pensar y de su expresión discursiva, al mismo

• tiempo que poseen una orientación axiológica determinada. Operan como

una retícula en la que hallamos un itinerario de los acontecimientos

sociales y políticos de una sociedad dada, seleccionados y codificados

desde una perspectiva histórica e ideológica determinada.

Dicho con otras palabras, si toda sociedad está atravesada por conflictos, es posible postular la hipótesis de que sus producciones simbólicas se caractericen por portar dicotomías categoriales discursivas. Un ejemplo por demás elocuente, tomado de la historia intelectual latinoa-mericana, que muestra la organización bipolarpropia de nuestra simbólica, se encuentra en la oposición desarrollada por el argentino Domingo Faustino Sarmiento entre 'civilización - barbarie'. Tal oposición expresa la antinomia entre dos grupos sociales, portadores de dos proyectos políticos antagónicos en los albores de nuestra emancipación. Para Sarmiento 'bárbaros' eran quienes se oponían a su propio proyecto. Sólo la incorpo-ración a la 'civilización', tal como era entendida por el escritor, garantizaría el completamiento de las tareas de la emancipación.

El señalamiento de las categorías histórico-sociales de un texto, y de sus opuestos categoriales, es un procedimiento que permite conocer el eje en torno al cual ha sido organizado ese discurso.

La lectura sintagmática de un texto se liga a la posibilidad de

determinar las categorías fundamentales que lo organizan. A su vez este

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El discurso pedagógico

recorrido vertebral permite delimitar los puntos nodales del texto, aquellos en los cuales las categorías van determinándose, enriqueciéndose a través de las significaciones que el autor constituye, en lo que podríamos llamar lectura paradigmática.

El eje trazado por la oposición 'civilización - barbarie' en el Facundo se va llenando de determinaciones que enriquecen esta primera oposición. Así, la primera imagen de la barbarie, la 'sombra terrible de Facundo',

invocada al comienzo del texto, va adquiriendo matices; el rastreador, el baqueano, por poner sólo algunos ejemplos, son imágenes del conoci- miento del propio suelo que los 'bárbaros' portan; ya no són sin más 'sombra terrible', sino sujetos históricos concretos.

El nivel político o ideológico del discurso al que hemos hecho referencia no sólo se pone de manifiesto en su articulación categorial, sino en las marcas o entidades de la enunciación.

Existen mecanismos discursivos que, más allá del enunciado -los contenidos, lo que se dice- aluden a la presencia-ausencia del enunciador en el discurso, y al tipo de relación que se propone al receptor con el

enunciador y con lo dicho. La enunciación se refiere al decir: el emisor puede ocultarse en el discurso proponiendo, de esa manera, la objetividad de lo dicho; puede asumir fervorosamente la defensa de una posición explícitamente enarbolada como propia; etc. Puede presentar su discurso bajo las formas de órdenes, sugerencias, súplicas, admoniciones, recomendaciones, descripciones, posiciones tomadas, etc. Puede situar-se respecto del enunciador como un maestro frente a un discípulo, como un ejemplo digno de imitar, como un igual; como un hermano, como un padre, etc.

La enunciación deja también sus trazas en el enunciado bajo la forma de deícticos, que son aquellas palabras incomprensibles si no las remiti- mos al contexto; pronombres personales, adverbios de tiempo, de lugar, etc.

Para profundizar la cuestión de la relación texto-contexto y captar en toda su dimensión e importancia el fenómeno de la inmanencia de la contextualidad al lenguaje, es necesario comprender que no se trata solamente de que el enunciador, ubicado en un lugar social desde donde

pregunta y responde, formule un discurso y articule códigos de inclusiones o rechazos respecto de los otros lugares posibles en el conjunto social.

Sucede además que, según venimos diciendo, el nivel discursivo, en tanto

lenguaje, deviene un campo polémico en que se dirime la conflictividad social.

De allí que Valentín Voloshinov caracterice al lenguaje como signo

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Elementos teóricos y metodológlcos para el análisis del discurso

ideológico, esto es como un espacio donde se cruzan enfrentamientos y esfuerzos encontrados en la preocupación por conferir distintos acentos y

diferentes orientaciones axiológicas al lenguaje, por desorganizar y reorga-nizar, a partir de criterios valorativos disímiles y hasta opuestos, los conte-

nidos culturales. El lenguaje es un campo estructural en pi loceso de

permanente redefinición de fuerzas.

Porque la realidad social es conflictiva, en el nivel del discurso se

formulan las diversas interpretaciones posibles de la realidad social, y se ocultan o expresan los conflictos. Precisamente lo ideológico se juega en el reconocimiento o negación de la conflictividad y diversidad sociales, en el intento de conferir un sentido único a los procesos, o en el esfuerzo por

construir interpretaciones divergentes o resignificarlas.

Los sectores dominantes intentan conferir un sentido único al signo, pues la univocidad aseguraría, en el nivel simbólico, la naturalización de su hegemonía, eternizándola y colocándola fuera del proceso social de produc-

ción sígnica. Los grupos sociales ubicados en el otro polo social adoptan diversas formas de lucha simbólica, que suponen siempre distintos grados de creatividad por parte de un sujeto activo, y no un mero objeto de manipulación social. Así, por ejemplo, los sectores populares pueden responder al discurso dominante a partir de actitudes de incorporación parcial, tergi-versación, negociación o resistencia; pero en todos los casos es posible hablar de una recepción mediatizada a través de códigos culturales parcial-mente distintos. De este modo, en la dialéctica de la lucha cultural, las manifestaciones simbólicas de los sectores hegemónicos son decodificadas

y recodificadas a través de discursos que expresan otras voces.

Ejemplos de esta contienda simbólica, que se juega en el nivel discursivo,

son las jergasque los jóvenes construyen como modo de dif erenciarse de los adultos; los modismos y usos del lenguaje que distinguen a un campesino de

un habitante de una gran ciudad.

En otro orden de cosas, el uso que los ematicipadores hacían del

término 'insurgente', cargado positivamente y considerado equivalente a

'patriota', era radicalmente distinto del valor semántico que un español podía atribuirle: en su boca 'insurgente' era un insulto y una acusación, equipara-

ble a 'enemigo del orden establecido'.

Si el régimen de contradicciones sociales, que constituye la contextua-

lidad del texto analizado, resulta incorporado como 'contienda simbólica' en el nivel discursivo, entonces es necesario ampliar la noción misma de

'contexto' hasta abarcar lo simbólico mismo. Apelamos para ello, como categoría metodológica fundamental, a la noción de universo discursiYo.

Entendemos por tal:

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El discurso pedagógico

la totalidad posible discursiva de una comunidad humana concreta, no consciente para dicha co-munidad como consecuencia de las relacio-nes conflictivas de base, pero que el investigador puede ydebe tratarde alcanzar. (Roig, A.,1984, p. 134).

Es decir, el universo del discurso incluye tanto los discursos actuales como aquellos meramente posibles. Cada texto concreto estudiado es

considerado como una manifestación particular del universo .discursivo, que, a su vez, forma parte del contexto del escrito.

El universo discursivo, en razón de la función mediadora del lenguaje respecto de la realidad social y sus contradicciones, encierra estructural-mente diversidad y polaridad. Todo discurso supone la existencia de un discurso contrario organizado a partir de una orientación valorativa distinta. El discurso contrario puede no haber alcanzado manifestación

textual, es decir, no haberse cristalizado en una materia significante a la que podemos recurrir como 'fuente'. Sin embargo, en tanto funciona como

el contexto simbólico más inmediato del discurso analizado, es susceptible de ser reconstruido a partir de éste. Esto es posible porque el texto, al inscribirse en el contexto del universo discursivo y mediar la realidad social desde la perspectiva determinada que le confiere su autor, posee un grado de referencia discursiva, esto es, introduce en su propia trama otros discursos.

En un sentido específico el discurso referido ha sido definido por Voloshinov como:

discurso dentro del discurso, enunciado dentro del enunciado, y, al mismo tiempo, discurso acerca del discurso y enunciado acerca del enunciado. (Voloshinov, V., 1975, p. 143).

Se trata de una operación semiótica en la que un enunciado es extraído de un texto original (contexto inmediato) para ser incorporado a otro, de modo tal que dos enunciados, con ubicación espacio-temporal o social distinta y con posiciones axiológicas también diversas, interactúan dentro de la misma estructura semántica.

Incorporar un discurso-otro significa introducir en una estructura discursiva dada un enunciado, que posee autonomía semántica y sintác-tica, y que funciona del siguiente modo: deja intacto el contexto que lo incorpora (el discurso del autor), al mismo tiempo que dialoga (afirma, niega, tergiversa, polemiza, etc.) con él.

20

Elementos teóricos y metodológicos para el análisis del discurso

Un ejemplo de este funcionamiento del discursó puedeadvertirse en

un artículo, firmado por el politólogo Atilio Borón, publicado por el diario argentino Página 12, el 7 de diciembre de 1990. Borón inicia su artículo

de la siguiente manera:

Es universalmente conocida nuestra propen-sión al triunfalismo. Eterno "pais-jardín-de in-fantes" para usar la feliz expresión de Maria Elena Walsh, a los argentinos... acostumbra-dos desde siempre a ser súbditos de autorida-des arbitrarias y despóticas, nos cuesta un esfuerzo enorme adoptar... el papel protagóni-co del ciudadano en la vida democrática. (Borón, A., 7/12/90).

El enunciado de María Elena Walsh, que sintetiza su opinión respecto del país durante los años de la dictadura militar a propósito de la censura ejercida sobre los medios de comunicación y las expresiones artísticas, es tomado por Borón, quien afirma e incorpora el discurso referido para establecer la continuidad de ciertas actitudes autoritarias que se mantie-nen, pese a la discontinuidad política entre la dictadura del 76 y la democracia actual. Se refiere concretamente al indulto presidencial, otor-gado a los miembros de las juntas militares, juzgados y condenados por el

anterior gobierno demócrata.

El discurso referido supone una recepción activa por parte de un

sujeto que ha codificado sus experiencias en lo que Voloshinov denomina 'lenguaje interno', instancia a partir de la cual dicho sujeto entra en contacto con un discurso referido-externo. Es en el contexto de ese lenguaje interno -socialmente codificado y referido a un sujeto social y no individual- donde se recibe, comprende y evalúa el habla del otro, también sujeto social. La recepción activa supone pues dos direcciones: 1) la "interpretación fácti-ca", por lo cual el enunciado es encuadrado en el propio contexto, y 2) la

"réplica interna" o preparación de una respuesta.Ambas direcciones con-figuran una relación dinámica y una tensión entre el contexto autora) y el

discurso referido; tal tensión, de la cual toda organización discursiva antinómica es una clara manifestación, no es sino el reflejo del dinamismo y la heterogeneidad sociales presentes en la comunicación ideológica.

Ambos momentos se funden orgánicamente en la recepción activa,

aunque, desde el punto de vista del análisis, una de estas tendencias sea la dominante. En el caso del ejemplo citado predomina la primera dirección:

el enunciador retorna la "feliz expresión de María E. Walsh" para apoyar su

propio discurso. En el ejemplo que presentarnos a continuación predomina la tendencia a la réplica, pues el texto autora) polemiza abiertamente con

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El discurso pédagógico

el discurso referido:

¿Para qué tienen hijos si no los pueden alimen-tar?' 'Yo no soy responsable de los hijos ajenos'. 'El EstadOno tiene por qué hacerse cargo de todos esos chicos'. 'Tener hijos hoy en día! hay que pensarlo

Estas, yr muchas otras que se dicen a diario, son frases huecas. Nuestro inmenso territorio argentino, riquísimo en su naturaleza, está despoblado. Lo que necesitamos no es menos niños para no tener de qué preocuparnos sino más mucho más. (El diario de las chicas, 1990,

P. 8 ).

En este ejemplo, las autoras del artículo toman distancia respecto de los discursos referidos, que son explícitamente señalados como "frases huecas", y luego incisivamente criticados a partir del socava miento de los supuestos que operan en esta clase de afirmaciones de aparente 'sentido común'.

Así como en el texto de Borón la estructura misma del texto autora) requería la referencia a un discurso-otro que apoyara su punto de vista a través del uso del estilo indirecto, en este segundo caso se empleó otro recurso estilístico: el discurso directo.

En un sentido amplio, el problema de la referencialidad discursiva remite a una cuestión muy compleja: el lenguaje sería básicamente una interacción entre dos o más enunciados; interacción respecto a la cual, el enunciado monologa! y aislado no sería sino una abstracción.

Nos interesa señalar entonces que, por la inmanencia del contexto social y simbólico del discurso, éste posee una múltiple referencialidad (remite a otras formas discursivas contemporáneas) y se vincula, de algún modo, al universo discursivo de la época. En otras palabras, en todo discurso están presentes, además del enunciador, otros sujetos sociales, con sus discursos textualizados o no, bajo modos de alusión o elusión (señalados o silenciados). A esta cualidad del discurso, por la cual su contextualidad simbólica (y social) está presente en el texto mismo, la denominamos densidad discursiva, y la definimos como la capacidad de ciertos discursos para manifestar, en el nivel simbólico, la conflictividad social en un determinado tiempo y lugar.

Como señala Arturo Roig (1974, pp. 75 s.) la densidad posee grados;

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Elementos teóricos y metodológicos para el análisis del discurso

no todo texto refiere en la misma medida otros discursos. Si tomamos como ejemplo el caso del discurso filosófico, es necesario tener en cuenta que, si bien éste siempre se enmarca en un contexto amplio que no es solamente filosófico y que, junto a sus componentes teóricos, incluye potencialmente componentes no-teóricos (axiológicos), las formas de referencialidad discursiva pueden aparecer tan diluidas y borradas que el texto presente una apariencia de autosuficiencia textual. En tal caso la densidad discur-

siva será mínima. Para dilucidar los supuestos ideológicos del autor de un tratado de lógica o de filosofía de la ciencia, por ejemplo, donde la relación con el discurso político apenas puede sospecharse, será necesario recurrir a otros elementos dentro del universo del discurso, a saber: otros textos del autor, entrevistas, trabajos de difusión, polémicas entre autores, o

escuelas, las citas utilizadas por el autor, y a su vez los autores que lo citen,

etc.

Otras veces -tal es el caso del discurso filosófico latinoamericano en su generalidad- la posición axiológica y el compromiso político afloran en la superficie discursiva del escrito filosófico, dejando que proliferen en la trama text ual las voces-otras con las cuales el autor polemiza, o que elude; caso particular, este último, en que la ausencia o el silencio deviene un índice de algo obviado, tachado, pero, por lo mismo, algo cuya presencia es aludida-eludida. En este tipo de discurso filosófico la densidad discur-siva alcanza un alto grado de desarrollo, y la posibilidad de aplicar los principios metodológicos que venirnos exponiendo no presenta grandes

dificultades.

Referencialidad discursiva y dimensión política son dos propiedades

íntimamente relacionadas de un texto. El horizonte axiológico a partir del cual un sujeto organiza la trama discursiva en la que interactúan enuncia-dos, textos y contextos referidos, contiene una toma de posición implícita•

o explícita, frente a las relaciones sociales entre los hombres y a la

necesidad de su mantenimiento o transformación.

Por otra parte todo discurso se ubica en relación con una situación

comunicativa, es algo que alguien dice a otro sobre algún asunto. De allí

que debamos plantearnos, para su decodificación, esta serie de preguntas básicas: ¿en nombre de quién se habla?; ¿a quién se dirige el discurso?;

¿de qué dispositivos discursivos echa mano el emisor para garantizar la verdad de lo que dice?; ¿qué recursos utiliza para privilegiar, relativizar, contextualizar, descontextualizar tanto el propio discurso como,eldiscurso

del otro?

Puede el enunciador atribuirse la representación de la totalidad social, en tanto reformulador que, sin mediaciones, interpreta una demanda formulada por "todos", como sujeto hopogéneo. Puede, por el contrario,

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El discurso pedagógico Elementos teóricos y metodológicos para el análisis del discurso

asumir la parcialidad de su palabra y polemizar abiertamente con el discurso contrario.

El discurso, además, no se dirige necesariamente a todos los sujetos sociales e históricos por, igual. Puede considerar a algunos como interlo-cutores válidos y excluir á otros de la comunicación.

Mas allá de la circula ridad establecida en la comunicación entre un sujeto emisor y otro receptor de un mensaje, el discurso puede aludir a un sujeto absoluto, que funciona como garante y fundamento del mismo, cuya validez escapa a toda Crítica y cuestionamiento. La "función de apoyo" ejercida por el discurso en un sujeto tal, le permite al locutor autoconferirse un privilegio, por el cual se sitúa en el lugar de una conciencia transparente, que interpreta lo real desde una posición englobadora y superadora de todos los puntos de vista sectoriales.

Como ha señalado Arturo Roig (1981, pp. 179 ss.) en El discurso del método, el Dios cartesiano "funda ontológicamente la posibilidad del discurso del sujeto histórico, Descartes"; otro tanto hace Roussea u cuando recurre, como ejercicio de la función de apoyo, a la naturaleza.

También en el discurso político puede jugarse la función de apoyo como recurso a entidades absolutas: La Patria, El Pueblo, La Nación. El discurso científico no escapa a estas marcas de la enunciación, y ejerce, a su modo, la función de apoyo. Tal es el caso de Karl Popper, que otorga a la racionalidad científica el lugar de instancia desde la cual se juzga acerca de la validez de otros discursos, científicos o políticos.

Roig ha destacado también la importancia de las funciones de historización y deshistorización. La función de deshistorización es también un recurso para privilegiar el propio discurso, ubicándolo en el nivel de una lengua, o código estable de valores y verdades eternas. La función de historización se pone de manifiesto cuando, contrariamente al caso anterior, el discurso es rebajado al nivel de un habla, expresión de una situación social e históricamente relativa.

Volviendo al ejemplo de Popper, cuando el filósofo vienés remite el freudismo, el marxismo o el platonismo a sus condiciones históricas de producción, opera la historización de estas teorías. Cuando, por el contra-rio, encierra su propia teoría en el marco de una cientificidad definida como absoluta e irreductible, deshistoriza su propio discurso y lo sitúa por encima de todo contexto concreto de producción simbólica.

Las formas discursivas utilizadas para situarse frente al receptor potencial de un texto y los recursos a los que hemos llamado funciones de apoyo e historización-deshistorización, permiten analizar ese nivel que

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hemos llamado político en sentido amplio, presente en todo discurso.

A grandes rasgos es posible esbozar una tipología básica de los discursos recurriendo, como criterio, al modo en que se juega la dimensión política.

Esta puede manifestarse como justificación teórica que confiere racionaliád y coherencia lógica a la reformulación de ciertas demandas sociales, o como esfuerzo de deconstrucción de horizontes discursivos totaliiádores y de elaboración de nuevas interpretaciones de la realidad social e histórica. En definitiva, es posible señalar dos tipos fundamentales de discurso: el justificador, que tiende a la construcción de totalidades discursivas homogéneas y sin fisuras; y el discurso crítico, que ejerce el

cuestionamiento y la deconstrucción de los discursos vigentes que, como efecto de su persistencia y carácter hegemónico, son percibidos como

naturales.

A continuación tomaremos dos ejemplos de discursos que pueden

ubicarse en la tipología propuesta, que abordan la misma temática desde posiciones políticas diversas. El primer ejemplo ha sido extraído de un artículo periodístico donde Patricio Aylwin, presidente de Chile, se refiere

al Quinto Centenario. Se trata de un discurso que tiende a subrayar los aspectos positivos y constructivos del mestizaje en función de la constitu-ción de una identidad latinoamericana armoniosa, ahistórica y al margen de los conflictos. El segundo ejemplo, tomado de una entrevista a Rigoberta Menchú,.nos muestra un discurso ubicado en el segundo tipo propuesto: se trata de un texto que, asumiendo su propia parcialidad, produce una crítica deconstructora y muestra las raíces históricas del mestizaje.

En el encuentro entre dos mundos, registrado hace 500 años, devastador a la vez que promi-sorio, advierto el nacimiento de un tipo cultural nuevo, el mestizo, hijo de la cultura cristiana y occidental y de las culturas indígenas. Es ese nuestro origen, de síntesis racial y cultural, de identidad plural, abierta al intercambio y a la tradición. (Aylwin, P. 11/1/92, p. 8).

Nosotros sabemos que el mestizaje no se dio porque los españoles pensaran en términos de igualdad y de respeto mutuo. Muchas de nues,- tras abuelas fueron violadas, y el producto de esa violación no se puede comparar con la armonía del encuentro de dos sentimientos o de dos culturas... Eso nos habla de la imposi-

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Sujeto productor socialmente

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El discurso pedagógico Elementos teóricos y metodológicos para el análisis del discurso

ción de una cultura sobre otra. 500 años des-pués seguimos viviendo las consecuencias. Primero fueron españoles, pero luego vinieron otros... (Menchú, R., 1991, p. 278).

Retomando la cuestión del discurso referido errsu acepción más amplia, como rasgo que remite al carácter dialógico e irtileractivo de todo

discurso, podemos reflexionar sobre los ejemplos aportaddl arriba. Cada uno funciona como el contrario del otro. A su vez, se puede sospechar la

existencia de un tercer discurso, no explicitado en Onguno de los dos textos, que es el de 'celebración' de la conquista, aludido en el título de la

entrevista a Aylwin. El presidente chileno busca ubicarse en uná posición equidistante respecto de la apología y la condena. Este último discurso se halla textualizado en la entrevista a Rigoberta Menchú.

Ambos discursos son enunciados por sujetos social y políticamente situados, y nos permiten reconstruir el universo del discurso de la polémica instalada en torno a la conquista. A la vez aluden en forma más o menos explícita al contexto social del cual emergen.

Como síntesis de esta segunda parte del trabajo presentamos un esquema de los efectos discursivos del conflicto social, que configuran el nivel político-ideológico:

Toda realidad está culturalmente codi icada

t referrole

vemeremiót. eulleral

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ni me, exiór. woei,d del doworm.

1 , .firx

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Sugerencias de Trabajo

a. Reconstruya el universo discursivo de alguna institu-ción o espacio simbólico: la universidad, el lugar donde Ud. trabaja, la organizaGiO barrial o vecinal a la que pertenece, la escuela conde concurren sus hijos, los partidos políticos de su país, un área disciplinar, etc. Señale el discurso hegemónico y su discurso contrario.

Reflexione sobre la prbsencia del contexto en esos discursos e indique los modos en que los distintos sujetos enunciadores se posicionan frente a los conflic-tos.

Determine la organización categorial del discurso hege-mónico y reconozca los desplazamientos categoriales en otros modos de discursividad, particularmente en el discurso contrario. Con todos estos elementos de juicio elabore un informe en su texto paralelo.

b. Elija un texto breve, con fuerte densidad discursiva; localice sus discursos referidos y los sujetos sociales que los portan. Analice la relación del texto autora( con el/los discurso/s referidas: . polémica, descalificación, asunción plena, crítica, etc.

Realice el mismo análisis con un texto de escasa densi- dad discursiva y de aparente autonomía textual.

Vuelque sus conclusiones en su texto paralelo.

c. Tome uno de los dos textos analizados a partir de la sugerencia de trabajo anterior y examine sus recursos de enunciación: ubicación del enunciador frente a su discurso; relación que establece con sus destinatarios; funciones de apoyo, historización y deshistorización.

Organice los resultados de su observaciones en un esquema.

d. Elabore una tipología del discurso distinta de la nuestra o complete la que hemos propuesto incorporando ele-mentos procedentes de otras fuentes.

Busque ejemplos para cada tipo de discurso.

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4 Un modelo de estrategia

para el análisis del discurso. Ejemplo de su

aplicación en los textos de Simón Rodríguez

Intentaremos mostrar, en este apartado, cómodos distintos elemen-tos teóricos y metodológicos propuestos cuajan en un modelo de análisis discursivo que aplicaremos en la lectura de los escritos del intelectual latinoamericano del Siglo XIX, Simón Rodríguez.

Es necesario que, previo al tratamiento detallado que haremos de los textos de Rodríguez, formulemos algunas aclaraciones.

En primer lugar ¿qué entendemos por 'modelo'? Un modelo consiste en la postulación de un conjunto de relaciones entre los términos teóricos, que permite su aplicación en el manejo del material empírico concreto con que se va a trabajar. Obviamente un modelo no agota la realidad, ni la enorme variedad de casos particulares con los que podemos encontrar-nos, ni es la única forma posible de abordarlos.

El modelo propuesto en este trabajo supone dos momentos en el abordaje del discurso, o dos niveles de lectura.

La primera lectura de un texto permite el trazado del itinerario argumentativo que su autor intenta marcar desde el comienzo'hasta el final del texto. Técnicamente esta lectura recibe el nombre de sintagmática y remite a la oposición lingüística 'sintagma/paradigma'.

Para Saussure las relaciones que unen los términos lingüísticos

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Un modelo de estrategia para el análisis del discurso

pueden desarrollarse en dos planos: el de los sintagmas y el de las asociaciones. El plano del sintagma corresponde a la combinación de signos que tiene por soporte la extensión. En el lenguaje articulado esta extensión es la "cadena hablada"; su linealidad e irreversibilidad nos impiden pronunciar al mismo tiempo dos palabras. En el sintagma los términos están unidos in presentia.

Cada uno de los elementos del plano sintagmático adquiere valor por

oposición a lo que lo procede y a lo que lo sigue en el sintagma; pero al mismo tiempo cada uno evoca, en la memoria del emisor o del destinatário, otros elementos con los que está unido in absentia. Este es el práno asociativo o paradigmático.

Para explicar la estrecha relación entre ambos planos, Saussure recurría a la comparación de una unidad lingüística con la columna de un edificio antiguo: esta columna está en una relación real de contigüidad con

otras partes del edificio, el arquitrabe, por ejemplo (relación sintagmática); pero si esta columna es dórica, por ejemplo, evoca en nosotros el recuerdo de otros estilos arquitectónicos: el jónico, el corintio, etc. En este caso se trata de una relación virtual de sustitución (relación asociativa o paradig-mática).

Pues bien: la lectura sintagmática de un discurso corresponde al primer nivel de lectura, en el que puede detectarse el sentido denotado por el autor: es lo que permite captar la particular selección, que dentro del conjunto de asociaciones posibles ligadas a un término, ha operado el autor, como forma de eliminar la ambigüedad y fijar el sentido y la direccionalidad de la lectura.

Este primer nivel de lectura abre la posibilidad de establecer cortes en el sintagma, que nos permiten romper con la aparente linealidad de lo puramente narrado en el discurso, para acceder a la posibilidad de descubrir los valores, connotados y asociados a cada término, a cada categoría, a cada concepto. En esto consiste la lectura paradigmática.

La posibilidad de establecer cortes e inflexiones en el sintagma abre el texto a la multiplicidad de sus posibles sentidos; remite, entonces, por una parte, al contexto de su producción, entre la infinidad de connotaciones

posibles para un término el autor elige algunas, y esta elección está condicionada por su ubicación social, su posición axiológica frente a los conflictos, etc. Y por la otra, a la interpretación, es decir a las lecturas que

pueda producir el destinatario, como sujeto también situado en un contexto social e histórico.

Nuestra propuesta tiende a subrayar la necesidad de producir, sobre este primer nivel de lectura, una segunda que ligue lo dicho con lo no dicho

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a partir de la sospecha de que, tras la literalidad de un texto, tras su sentido denotado, pueden descubrirse, e incluso producirse, otras significaciones connotadas.

Accedemos así a un segundo nivel de lectura en el que se deco-dificará la instancia política e ideológica, recurriendo a los elementos teóricos y metodológicos desarrollados en el capítulo 3.-

De lo que se trata, en este segundo nivel, es de leer el contexto en el texto, y la hipótesis fundamental que orienta esta lectura se puede formular del siguiente modo: si la diversidad y la conflictividad son carac-terísticas propias de toda sociedad en general, los conflictos sociales estarán presentes, en forma mediatizada en el discurso como contienda simbólica. El texto estará transido de marcase que señalan tanto los antagonismos, diferencias y contradicciones, como las tomas de posición

de un sujeto social, y no meramente individual, frente a los mismos.

Ahora bien, para poder reconocer tales marcas del contexto en el texto, es una condición indispensable el conocimiento de los acontecimien-tos sociales e históricos ligados a su producción. •

Realizada ya la serie de consideraciones previas que hemos evalua-do pertinente introducir para evitar posibles errores u omisiones en el análisis de un discurso concreto, nos abocaremos ahora a la aplicación del modelo construido en un ejemplo particular, tomado de la producción latinoamericana del siglo pasado. Como ya lo hemos anticipado, se trata de los escritos político-sociales y pedagógicos de'quien fuera el maestro del Libertador de América: don Simón Rodríguez (1771-1854).

La interpretación de estos textos ha sido posible a partir del conoci-miento de elementos contextuales que rebasan ampliamente la simple biografía del autor. Nos referimos concretamente a la investigación sobre las condiciones históricas e ideológicas en las que se inscribe la produc-ción de don Simón, acerca de las cuales ya habíamos trabajado previamente,

a saber: el pensamiento ilustrado y las condiciones sociales, políticas y económicas de nuestra América durante las guerras de emancipación y el

período que se extiende hasta la organización de los estados nacionales

(1800-1850). .-•

El discurso de Rodríguez presenta una organización axiológica peculiar, dentro del universo de discurso del siglo XIX latinoamericano, por

su explícita torna de partido en favor de los pobres.

Esa toma de posición valorativa frente a los sujetos sociales concre-

tos y su ubicación en la conflictividad social se expresa en la organización categorial del discurso del autor, articulado, fundamentalmente en torno a la oposición 'luces - ignorancia'.

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El discurso pedagógico

- Está dicotomía, típicamente ilustrada, excede, sin embargo, ese marco discursivo. Las determinaciones que las categorías rodrigueanas van adquiriendo, desbordan los límites que la misma oposición hallara en el discurso ilustrado de la emancipación americana: lucha contra los prejuicios, obediencia al mandato de la razón, combate contra la supers-tición y el fanatismo, cosmopolitismo, desenmascaramiento del funciona-miento ideológico de la religión, permanecen como rasgos iluministas en la categoría de 'luces' que utiliza nuestro autor; pero la peculiar compren-sión que Rodríguez tiene del sujeto portador de las luces le permite advertir-'la presencia de la barbarie en la 'ilustración' de las élites letradas. Loj' ilustrados clásicos, al estilo de Miranda, Rocafuerte o Bello, identificarán las luces con la minoría selecta y letrada a la europea que se perfilaría como la clase capaz de llevar a cabo el proyecto emancipador. Muy diferente es la posición de Rodríguez que desconfía de los letrados:

No esperen de los Colegios lo que no pueden dar... están haciendo Letrados... no esperen Ciudadanos. Persuádanse que, con sus libros y sus compases bajo el brazo, saldrán los estudiantes a recibir, con vivas, a cualquiera que crean dispuesto a darles los empleos en que hayan puesto los ojos. (Rodríguez, S., 1975 b, p. 285).

La instrucción puede producir letrados a la moda, lectores de la última novedad europea, pero no ciudadanos educados en las virtudes sociales.

Las 'luces' en Rodríguez se llenan de contenido a partir de la diferenciación entre la mera erudición y educación social. Esta, que constituirá para don Simón todo un programa de reforma, permitirá no sólo la adquisición de ciertas habilidades básicas, sino que será verdadera modificación de las costumbres:

Educar es CREAR VOLUNTADES... No habrá jamás verdadera Sociedad, sin Educación, ni autoridad Razonable, sin costumbres Libera-les. (Rodríguez, S. 1975 b, p. 383).

Para completar la emancipación de las sociedades americanas, es necesaria la erradicación de la ignorancia en sus dos manifestaciones: 'servidumbre' y 'ocio'. Porque la existencia de una clase baja, sólo acostumbrada a la obediencia ciega, va asociada a los caprichos y pretensiones de los ociosos de las clases superiores. La pervivencia de las

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Un modelo de estrategia para el análisis del discurso

costumbres de ocio y servidumbre, propias de la época colonial, producen una inevitable división entre trabajo manual e intelectual: la república no es posible en una sociedad donde los que tienen que pensar están habituados a cumplir órdenes, y los que tienen que producir están ociosos. La solución es la educación social:

No es de admirar que los progresos de Luces Sociales sean tan lentos. Todos loS conocimientos adelantan, muchos llegan a la perfección; ellas, parecen estacionarias. La ignorancia casi general en que vive la clase inferior del pueblo, los caprichos de la clase media, y las pretensiones de la superior, son la causa. Y todo es ignorancia, porque él capri-cho es una voluntad no motivada, y la preten-sión mal fundada es voluntariedad. (Rodríguez, S., 1975 c, p. 119).

De esta manera, Rodríguez va encadenando la 'ignorancia', uno de los polos de su dicotomía categorial, a la existencia concreta de grupos sociales con intereses enfrentados. Precisamente por esto su discurso no discurre sólo en el nivel de la organización política -la forma de gobierno, por ejemplo-, sino que manifiesta la necesidad de incorporar en el proyecto a otros sectores sociales.

Los indios y los negros no trabajarán siempre, para satisfacer escasamente sus pocas ne-cesidades, y con exceso las muchas de sus amós.'(Rddríguez, S., 1975 b, p:283).

En Rodríguez el antagonismo social toma la forma- de oposición 'ociosos-productores', y esta última categoría incluye a sectores tan heterogéneos como trabajadores agrícolas, artesanos y banqueros. La agrupación de estos sectores bajo el concepto de 'productores', y la exclusión de los comerciantes, por ejemplo, muestra un rasgo saliente del proyecto comunitario de Rodríguez, pues evidencia el privilegio que, dentro de su perspectiva de la economía, adquiere el proceso de produc-ción de bienes sobre el de la circulación.

De modo que la organización categorial del discurso rodrigueano se cumple por la vía de la determinación de una oposición fundamental: luces - ignorancia, que se articula a otras oposiciones a través de las cuales se va delimitando el sentido de las primeras. Las luces, impartidas a través de la educación social, impedirán el retorno de la ignorancia, categoría en la que está comprendida también una crítica del proyecto de instruc-

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ción-erudición que propusieran los ilustrados. A su vez, la oposición I uces / ignorancia se liga a la de productores / ociosos, que encierra un

diagnóstico del antagonismo social que obstaculiza la concreción del

proyecto rodrigueano: una sociedad armónica en la que todos accedan del

mismo modo a la educación, a la producción, a la propiedad y al ejercicio de la representación política.

En el marco del universo del discurso del siglo XIX latinoamericano es posible ubicar el de Rodríguez como discurso contrario respecto de

aquel que portaran las élites ilustradas en la etapa de organización de nuestras nacionalidades. Contra ese discurso y contra el proyecto educa-tivo y social que el mismo suponía, se levantaba la voz de don Simón:

La enfermedad del siglo es una sed insaciable de riqueza que se declara por tres especies de delirio:

tra ficoman ía, colonomanía, y cultomania.

(Rodríguez, S., 1975 b, p. 355).

Tal es el resumen del programa liberal que Simón Rodríguez comba-te por inapropiado a la naturaleza de América y a la forma de gobierno que le conviene: la república.

El uso ideológico de la religión no pasa desapercibido al caraqueño. Sin embargo, no cree que la solución, esto es, la erradicación de los prejuicios, se alcance a partir de la apertura de América a la infinidad de sectas religiosas que proliferan en el viejo continente. En Europa ellas tienen un arraigo de costumbre y larga historia; la solución ha sido la tolerancia. Aquí la "cultomanía" fungiría como un nuevo motivo de división y pleito, de ruptura de la unidad, tan necesaria para tejer la utopía.

En la economía, Rodríguez acentúa el papel del Estado, y critica el programa ilustrado de la libertad de comercio. La "traficomanía" no atiende a las necesidades reales de la vida cotidiana, sino que, produciendo necesidades ficticias sólo sirve para agravar las desigualdades y beneficiar los intereses europeos, al mismo tiempo genera en los artesanos nativos desocupación y miseria.

Ya nuestros sastres se ocupan en echarparches y remiendos, y nuestras costureras en pedir limosna, porque nadie manda hacer vestidos ni camisas, cada día viene una remesa de ropa hecha, y hasta de gorras para los Indios. No faltarán (tal vez) especuladores que piensen

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en establecer, en Londres o en París, fábricas de chicharrones, tamales y maíz cocido, para desbancar el comercio de las negras. (Rodrí-

guez, S., 1975 b, p. 347).

Frente a la propliesta ilustrada de una economía de mercado, Rodríguez proyecta una economía social planificada, articulada sobre la base de tres elementos: 'organización de la producción, reglamentación del comercio exterior }f distribución de tierras. .

Respecto de la producción, Rodríguez explica:

... la división de trabajos en la producción es necesaria, porque la superabundancia de la misma cosa en todo un país abarata el produc-to, desaprecia el trabajo y empobrece al pro-ductor. (Rodríguez, S., 1975 a, p. 237).

En la producción superflua está toda la desgracia de agricultores y

artesanos, por eso:

... los productores se han de consultar, para no producir más de lo que se consume... la liber-tad mal entendida de hacer cada uno lo que quiere, en su taller o en su campo, da a la casualidad, lo que debería esperarse del cál-culo. (Rodríguez, S., 1975 b, p. 396).

El gobierno también ha de regular la invasión de productos europeos

en tierras americanas:

... ninguno ignora a quién toca poner condicio-nes cuando se ofrecen cosas que no se han pedido. (Rodríguez, S., 1975 b, p. 353).

Pero no sólo se trata de una inundación de mercaderías inútiles, sino

que además llegan gentes rubias, a habitar nuestras tierras a cambio de ofrecernos su civilización y su progreso. Tal es la "colonomanía". En textos abigarrados de ironía, Rodríguez muestra la paradoja: ofrecemos a otros lo que falta a nuestra gente. Como alternativa a lo que podríamos llamar el proyecto inmigratorio, el maestro caraqueño lanza la idea de colonizar el país con sus propios habitantes. Se trata de establecer sociedades de productores-trabajadores artesanales y agrícolas, a las que se asignarán los espacios vacíos, respetando las fronteras con los indios. Estas colo-nias, que serán de dos tipos, de adultos y de niños, estarán en un primer

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momento abiertas a todos -incluso los extranjeros serán considerados en condición de americanos-; pero una vez establecidas se cerrarán sobre sí mismas constituyendo verdaderas islas, protegidas de la contaminación exterior.

El análisis del discurso de Simón Rodríguez revela sufuerte densidad discursiva. Por uría- parte refiere el discurso ilustrado, con el que abierta-mente litiga: más állá de las invocaciones a la libertad y la igualdad, son cambios efectivos en la vida de la gente lo que don Simón reclama.

Por la otra, refiere el discurso no textualizado de los sectores populares, erigiéndose en su portavoz y representante. Rodríguez habla por los pobres: 'nuestros sastres', 'nuestras costureras', 'nuestras negras vendedoras de tamales y maíz cocido', cuyos derechos defiende. De modo tal que en la trama de su discurso se tejen las voces de distintos sujetos sociales bajo las formas de la alusión, la elusión, la controversia y la defensa.

La referencialidad discursiva es una nota característica de todo texto, pero lo llamativo en el caso de Rodríguez es la potencia con que esas

voces son invocadas, hasta el punto de requerirlas para la polémica. La asunción de la conflictividad en el espacio del lenguaje se hace manifiesta no sólo en el nivel de los contenidos, sino en la organización formal del discurso. Por ejemplo, el texto de Sociedades Americanas simula un diálogo:

Tan exótico debe parecer el proyecto de esta obra, como extraña la ortografía en que va escrito. En unos lectores excitará tal vez la risa... De la risa podrá el autor decir (en francés mejor que en latín)... Rira bien qui rira le dernier. (Rodríguez, S., 1975 b, p. 260).

Además el texto contempla la posibilidad de que el lector escriba su respuesta u opinión en un espacio dejando en blanco a tal efecto:

El autor será... (Aquí ponga cada uno lo malo que le parezca). (Rodríguez, S., 1975 b, p. 261).

Y, finalmente, se ofrece publicar las críticas:

El editor recibirá todas las objeciones que quieran dirigírsele, las hará imprimir, y las pondrá en manos de los distribuidores de la obra. (Rodríguez, S., 1975 b, 261).

Por paradójico que parezca, la densidad discUrsiva y la presencia

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de otros discursos referidos en el propio, va acompañada de marcas en la enunciación destinadas a privilegiar el lugar del enunciador; Rodríguez se sitúa por encima de todo interés egoísta. El privilegio de su discurso reposa en su posición al margen de los conflictos sociales: "las clases se

•;f temen y desconfían unas de otras...". Quien se ubica más allá de esos enfrentamientos es quien puede determinar el valor de verdad de los demás discursos, y dar a cada uno lo que le corresponde, poniendo como límite a las pretensiones de los poderosos -'los que poseen'- el derecho.cie los desposeídos -'los que aspiran legítimamente-:

Para juzgar el mérito de nuestras acciones debemos salirnos de nosotros mismos, así como nos suponemos fuera del globo para estudiarlo en un mapa. Figurémonos viendo, desde una altura, la sociedad en que vivimos... (Rodríguez, S., 1975 b, p. 331).

La apertura destacada respecto de la multiplicidad de voces, el llamado a su libre interacción en el plano del lenguaje, resultan recursos

tácitamente restringidos por el privilegio conferido al enunciador como expresión de la "causa social". Aquí entran en juego las funciones ideo-lógicas del discurso, particularmente la de apoyo, pues, pese a la in-corporación del interlocutor, sólo quedarán legitimados los discursos de otros que expresen la misma causa. Todo discurso que registre otra relación con lo que constituye el apoyo del discurso de Rodríguez -la causa social- puede ser descalificado corno expresión de interés particular, puesto que pone al descubierto a un enunciador incapaz de situarse "fuera

de sí mismo".

De las funciones de historización / deshistorización, predomina en el discurso de Rodríguez la primera, organizada en torno de la insistencia sobre las condiciones históricas y sociales concretas, que hacen de América el lugar de la novedad y de la diferencia. El rechazó de todo modelo extranjero -europeo o norteamericano-, la recurrencia en torno a la novedad de América -"o inventamos o erramos"-, se transfor-

man, en el discurso del maestro venezolano, en las instancias que fundan su reclamo de originalidad. Es a partir de esta toma de posición que el autor historizará y relativizará la civilización europea, para esbozar un proyecto civilizatorio distinto, a partir de la afirmación de la peculiaridad del hombre

americano.

Así por ejemplo cuando ironiza sobre los presuntos beneficios que

nos aportaría la inmigración de colonos europeos, Rodríguez afirma:

Las naciones CULTAS... sostienen que deben

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Sugerencias de trabajo

Un modelo de estrategia para el análisis del discurso. Ejemplos de aplicación.

Realice un análisis crítico de su propio discurso pedagó-gico en el aula. Procure aplicar los diversos elementos del modelo de análisis discursivo que hemos desarrolla-do en este capítulo. Para ello atienda a la organización axiológica de sil discurso como docente, y a la ubicación del mismo en el universo discursivo de la universidad a la que pertenece (discurso - discurso contrario). Exami-ne también los discursos referidos, las marcas de enun-ciación y las funciones de apoyo, historización y deshis-torización a la que Ud. puede recurrir habitualmente.

A la luz de este autoanálisis discursivo: ¿advierte elementos o connotaciones particulares que no había percibido antes? Y,

en este caso, ¿puede extraer alguna conclusión que permita sus propias estrategias diseursivas, en el caso de que éstas sean las correctas?:

Vuelque su conclusión en el texto paralelo.

El discurso pedagógico Un modelo de estrategia para el análisis del discurso

destruirse por el bien de la sociedad... puesto que... creen que sólo PREPONDERANDO prosperan..., votarán, cuando sea necesa-rio,... la GUERRA!, pero... una guerra parcial, comercial, bienhechora, civilizadora y... cris-tiana. Qué lección!?... para dilcípulos tan aplicados como nosotros y qué -máximas!?... tan dignas de la atención de nuestros Próceres y de cuánto no pueden servirles!?... én el filantrópico proyecto que están formando... de colonizar el país con gente laboriosa, indus-triosa, ajenciosa, injeniosa, religiosa y sobre todo pacífica!!. (Rodríguéz, S.,1975 b, p. 328).

Si retomamos los elementos del discurso de Rodríguez que hemos ido destacando: la forma de inclusión de los discursos referidos, el modo como confiere privilegio a su discurso -recurriendo fundamentalmente a la historización del discurso del adversario y a la formulación de las condiciones de enunciación del propio-, es posible concluir que el mismo se inscribe dentro del tipo discursivo que hemos llamado crítico y deconstructor.

Recordemos que el discurso liberal hegemónico, tanto ilustrado como romántico, proyectaba para los sectores populares un programa educativo consistente en la instrucción y la implantación de nuevos conocimientos, hábitos y costumbres, en un sujeto concebido como ignorante, bárbaro y lleno de prejuicios. Pues, bien, frente a aquellos que veían en la educación un recurso para obtener el asentimiento mudo de los sectores populares, Rodríguez ensaya un proyecto alternativo: educar, no es reproducir hábitos serviles, educar no es obtener ciega obediencia, educar es enseñar a pensar por sí mismo para ser capaz de vivir en libertad. Una libertad que, al ligarse al logro de la igualdad social, será sentida como propia. Esta es la única barrera ante el posible retorno de la servidumbre.

Damos así por concluido nuestro itinerario. Hemos tratado de mos-trar, a través de la aplicación de un modelo teórico en un ejemplo discursivo particular, la forma de operar con las categorías antes desarrolladas.

No podemos despedirnos sin antes advertir a nuestro paciente lector la inconveniencia de intentar aplicar la totalidad de los elementos teóricos

presentados en este trabajo en todos los textos indiscriminadamente. Recomendamos, más bien, utilizar aquellas categorías que puedan re-

solver mejor las preguntas que cada lector tenga para su texto.

Es decir: cada lector persigue sus propios objetivos, y en función de

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ello lee. Y cada texto ofrece dificultades de análisis determinadas que

siempre hay que tener en cuenta.

La selección del corpus teórico de categorías a utilizar en el análisis

del discurso debe complementarse con una intervención activa de quien lee, que seguramente dará por resultado el enriquecimiento de nuestra

propuesta, o la elaboración dé otros modelos.

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El discurso pedagógico

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Segunda Parte .

Notas sobre el trabajo discursivo

Daniel Prieto Castillo ..,

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