EL CICLO DE CAMBIO SOCIAL Y POLÍTICO EN ESPAÑA DURANTE LA CRISIS: DEMOCRACIA Y ... · 1 EL CICLO...

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1 EL CICLO DE CAMBIO SOCIAL Y POLÍTICO EN ESPAÑA DURANTE LA CRISIS: DEMOCRACIA Y DERECHOS SOCIALES Arturo Rodríguez Sáez (UCM) Resumen El ciclo de cambio socio-político que vive España ha sido y continúa siendo uno de los temas más abordados de los últimos años. El objetivo que nos planteamos en esta comunicación es responder al siguiente interrogante: ¿Qué papel ha cumplido el Estado del Bienestar en el ciclo de cambio social y político iniciado en España desde la emergencia del 15 de Mayo de 2011 (a partir de aquí 15M) hasta la actual concurrencia electoral? Para poder responder a nuestra pregunta de investigación nos ubicaremos en la triple intersección teórica del estudio del Estado del Bienestar, la Teoría de Marcos para la Acción Colectiva y la Teoría del Discurso, con el objetivo de responder desde un enfoque que se centre tanto en el lenguaje/discurso político como en los factores estructurales o socio-históricos de fondo. En la medida que ya se han analizado en otras publicaciones cuáles han sido los factores estructurales que han favorecido la emergencia del ciclo de cambio, aquí incorporamos como hipótesis principal el papel que ha jugado el Estado del Bienestar como referente simbólico para la articulación de intereses y demandas de distintos grupos y sectores de la sociedad española. El Estado del Bienestar incorpora dos significantes que han permitido elaborar un imaginario “democrático” que conecta con la memoria y las necesidades sociales: Democracia y Derechos Sociales. Es decir, analizamos a) cómo el Estado del Bienestar es un factor institucional clave para comprender la emergencia de un gran descontento social ante la dificultad que ha tenido para canalizar demandas y aspiraciones de los ciudadanos; y b) cómo la disputa y apropiación de algunos términos, vinculados al proceso de reforma social de los estados del bienestar, han permitido articular demandas en un plano primero sectorial (las mareas) y después en otro con voluntad de construcción hegemónica (Podemos), si bien éste último está en proceso, y por tanto, falta que se verifique en este proceso incierto de cambio político. Palabras clave: Discurso, Significantes flotantes, Marco de acción colectiva, Estado del Bienestar, Democracia.

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EL CICLO DE CAMBIO SOCIAL Y POLÍTICO EN ESPAÑA DURANTE LA

CRISIS: DEMOCRACIA Y DERECHOS SOCIALES

Arturo Rodríguez Sáez (UCM)

Resumen

El ciclo de cambio socio-político que vive España ha sido y continúa siendo uno de los

temas más abordados de los últimos años. El objetivo que nos planteamos en esta

comunicación es responder al siguiente interrogante: ¿Qué papel ha cumplido el Estado

del Bienestar en el ciclo de cambio social y político iniciado en España desde la

emergencia del 15 de Mayo de 2011 (a partir de aquí 15M) hasta la actual concurrencia

electoral? Para poder responder a nuestra pregunta de investigación nos ubicaremos en

la triple intersección teórica del estudio del Estado del Bienestar, la Teoría de Marcos

para la Acción Colectiva y la Teoría del Discurso, con el objetivo de responder desde un

enfoque que se centre tanto en el lenguaje/discurso político como en los factores

estructurales o socio-históricos de fondo.

En la medida que ya se han analizado en otras publicaciones cuáles han sido los factores

estructurales que han favorecido la emergencia del ciclo de cambio, aquí incorporamos

como hipótesis principal el papel que ha jugado el Estado del Bienestar como referente

simbólico para la articulación de intereses y demandas de distintos grupos y sectores de

la sociedad española. El Estado del Bienestar incorpora dos significantes que han

permitido elaborar un imaginario “democrático” que conecta con la memoria y las

necesidades sociales: Democracia y Derechos Sociales. Es decir, analizamos a) cómo el

Estado del Bienestar es un factor institucional clave para comprender la emergencia de

un gran descontento social ante la dificultad que ha tenido para canalizar demandas y

aspiraciones de los ciudadanos; y b) cómo la disputa y apropiación de algunos términos,

vinculados al proceso de reforma social de los estados del bienestar, han permitido

articular demandas en un plano primero sectorial (las mareas) y después en otro con

voluntad de construcción hegemónica (Podemos), si bien éste último está en proceso, y

por tanto, falta que se verifique en este proceso incierto de cambio político.

Palabras clave: Discurso, Significantes flotantes, Marco de acción colectiva, Estado del

Bienestar, Democracia.

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1. Introducción: todavía es ayer

Pensar el actual ciclo de cambio en España supone mirar hacia atrás, hacia el origen en

donde comenzaron a tomar curso las contradicciones que ahora parecen indicarnos que

somos espectadores y actores que viven y padecen el final de una era. Por ello, creemos

que es importante perfilar un método, o como dirían los griegos, un camino, que nos

facilite el acceso a la realidad de un presente en el que los ecos del pasado resuenan aún

con fuerza.

Por tanto, para realizar el siguiente análisis creemos que es necesario un ejercicio de

reflexión histórica previo, porque siguiendo a Platón “conocer es recordar” (Menón).

Por ello, es necesario situarnos en un período histórico concreto, que iría

aproximadamente de 1973 a 1975, época en el que se originó una crisis económica

internacional y que favoreció el ascenso al poder de las administraciones Reagan y

Thatcher entre 1970 y 1980.

Aquella crisis desencadenó una respuesta conservadora que, ante el estancamiento del

sistema de capitalismo avanzado fordista, levantó con gran eficacia simbólica las

banderas de la liberalización y la desregulación del mercado. Las consecuencias de sus

políticas fueron el inicio del desmantelamiento progresivo del estado de bienestar, esto

es, recortando competencias al Estado y privatizando servicios públicos. Una nueva

hegemonía emergió articulando el nuevo relato histórico a partir de la exaltación del

individuo, del progreso y del espíritu competitivo, a la vez que creaba nuevas formas de

producir y de trabajar, formas más flexibles y dispersas, que comenzaban a sedimentar

una nueva relación de fuerzas sociales y políticas ante el declive de la hegemonía de la

socialdemocracia. El sistema de producción capitalista entraba así en una nueva etapa,

que ahora llega a un punto de inflexión en el que los acontecimientos señalan las

contradicciones acumuladas desde entonces. Arrancó un ciclo histórico marcado por la

pugna ideológica entre una lógica basada en el particularismo privatista (liberalismo-

mercado) y otra asentada en la defensa de lo público (democracia-Estado), que hoy

atraviesa las luchas sociales que empezaron a condensarse a partir del 15M en España.

Esta vuelta a nuestra memoria política colectiva nos capacita para comprender, analizar

y responder a la pregunta: ¿Qué papel ha cumplido el Estado del Bienestar en el ciclo de

movilización? Porque todavía es ayer y la defensa de los servicios públicos, los

derechos sociales y el Estado del Bienestar que vertebran parte de las luchas sociales

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que analizamos, son consecuencia (al menos en parte) de la disputa retórica y material

iniciada ya en aquellos.

Parece ya un lugar común en el análisis de los movimientos sociales hacer una parada

obligatoria en el 15M para llevar a cabo una reflexión sobre las movilizaciones vividas

desde el inicio de la crisis, pero nosotros situaremos, o más bien, acotaremos los

objetivos de la comunicación, al estudio de las mareas y los ejes centrales de su discurso

público. No obstante, no dejaremos por ello de ponerlo en referencia al marco

“quincemayista”.

La voluntad regeneracionista de una generación (ascendente, que diría Ortega),

encarnada fundamentalmente por los hijos de las clases medias (Ortí, M., Sarrión, I.

2015), que ha visto frustrado su proyecto de vida, tomó cuerpo y presencia el 15M de

2011. Su discurso definirá un relato sobre la crisis y sus responsables (un marco

diagnóstico), que más tarde será aprovechado por “las mareas”, que sabrán enlazarlo

con una renovada defensa de lo público: derechos sociales y servicios públicos de

bienestar. Estas demandas y discursos irán dando lugar una definición de democracia,

como significante articulador que opera en la pugna ideológica, que será posteriormente

empleado por Podemos como parte de su discurso de “interpelación populista” (Cano,

2015) (Laclau, 2005).

Sostenemos en esta comunicación que la defensa del Estado de Bienestar ha servido

como un referente de alto valor simbólico para la articulación de intereses y demandas

de distintos grupos y sectores sociales de la sociedad española en un plano, que si bien

se enmarca en el ámbito sectorial de la administración pública, ha sido capaz de

trascenderlo apelando a amplias capas de la sociedad mediante un discurso universalista

que apela al interés general.

El ciclo de movilización social ha sido analizado por lo general en términos

propositivos o de cambio, pero no podemos obviar del análisis su carácter defensivo o

reactivo. Planteamos ambas tesis como una relación de complementariedad, si bien cabe

pensar en un peso mayor del carácter defensivo durante el ciclo protagonizado por las

mareas. Interpretamos de manera general este ciclo, y sobre todo el momento de

emergencia y consolidación del discurso de las mareas, como un intento de asegurar los

derechos y conquistas sociales adquiridas en el transcurso de reforma social de la

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segunda mitad del siglo XX y principio del siglo XXI en un contexto de ofensiva

liberal.

2. Fundamentos teóricos: nombrar la realidad, ganar la partida

Los presupuestos teóricos de partida empleados en esta comunicación se fundamentan

en algunas aportaciones realizadas desde la “Teoría del Discurso” (Critchley y

Marchart, 2008; Howarth, Norval y Stavrakakis, 2000; Townshend, 2003) (a partir de

aquí lo reducimos al acrónimo de TD) y la “Teoría de Marcos para la acción colectiva”

(Gusfield, 1994; Snow y Benford 1992). El punto de encuentro entre ambas teorías se

ubica en su común apuesta epistemológica sobre el carácter construido de la realidad

política. Desde este punto de vista, la realidad no nos es dada de manera directa, sino

que comienza a tomar sentido cuando es nombrada y, por tanto, interpretada.

El axioma compartido entre ambos enfoques se ancla en la defensa de que los hechos y

los fenómenos políticos que suceden en la realidad fáctica sólo adquieren significado

político una vez que los actores realizan una determinada atribución de sentido. Para

que exista acción colectiva una situación ha debido politizarse y definirse como

intolerable. Esta tesis conduce a comprender la política como una pugna entre los

distintos actores por interpretar e investir de sentido a los hechos. Es decir, en ambos

casos, el fundamento central de la política se basa en la lucha ideológica.

Con todo, nuestro enfoque de fondo es alimentado por dos titanes de la sociología

clásica; por un lado, las enseñanzas que Marx hace de las estructuras sociales y

económicas como factores de explicación y, por otro, el lenguaje o discurso político

visto a la luz de Max Weber, es decir, como aquel que permite a los actores dar sentido

a la acción.

Siguiendo la definición de Snow y Benford (1992), “un marco de significado es un

esquema interpretativo que simplifica y condensa el mundo exterior al destacar y

atribuir significado a los objetos, situaciones, acontecimientos, experiencias y acciones

etc.” Los marcos de significado permiten a los actores problematizar y politizar

determinadas cuestiones en una determinada dirección de sentido. De esta manera, un

marco ayuda a definir una situación como injusta, a señalar unos responsables y

elaborar posibles soluciones.

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En cuanto a la TD, supuso un intento deliberado de salirse del esquema clásico de

interpretación marxista apoyándose en elementos centrales del discurso de la

posmodernidad. La ruptura respecto a la filosofía de fondo de Marx se puede sintetizar

brevemente en: a) la historia comprendida en términos de apertura, contingencia y

posibilidad, b) la idea de que no pre-existen sujetos derivados de la estructura de

producción, sino que las identidades políticas dependen de la capacidad de los discursos

de agrupar elementos y demandas heterogéneas, y c) la realidad entendida como una

pluralidad irreductible de sentidos en liza.

Las dos columnas vertebrales que anudan las ideas centrales propuestas por la TD son

los conceptos de discurso y hegemonía. No obstante, debido a las condiciones de

espacio que exige una comunicación, tan sólo subrayaremos algunos elementos

relevantes propuestos por la TD para nuestro análisis.

En primer lugar, el discurso con voluntad contra-hegemónica será aquel que trate de

producir identidad colectiva (un “nosotros”) a partir de un conjunto de demandas

(insatisfechas) e intereses que se encuentran desagregados hacia un horizonte de sentido

político común que dispute orden simbólico existente, y por tanto, las relaciones de

poder. Así, el discurso puede definirse, siguiendo a la TD, como el intento de articular y

agrupar distintas demandas y aspiraciones sociales en una dirección política conjunta

que dote de sentido a la acción.

El discurso público de las mareas puede ubicarse, si bien no enteramente, en lo que la

TD ha venido a llamar discurso o lógica por equivalencia. Según esta lógica, la

naturaleza particular de las demandas es parcialmente superada cuando son agregadas

frente a un “enemigo” común. Esto es posible debido a : a) su mutuo rechazo a un

“otro” al que se responsabiliza de las injusticias vividas y b) por una serie de

significantes o puntos nodales que logran articular dentro de una misma cadena una

pluralidad heterogénea de demandas. En el caso que analizamos serían el Estado del

Bienestar y la Democracia los referentes o significantes que cumplen esa función

condensadora.

La división del espacio político en dos, es decir, el trazado de una frontera moral de

manera binaria, y la impugnación de las elites, son elementos del discurso populista que

aún no podemos adjudicar a las mareas o al 15M, pese a que serán ellos los que sienten

los elementos que hagan posible la posterior irrupción en clave populista de Podemos.

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En todo caso, nos interesa resaltar cómo la identidad colectiva de las mareas sigue este

esquema por contra-identificación.

En segundo lugar, el discurso es contemplado en la dimensión del poder, lo que nos

conduce directamente a otro concepto central dentro de las ideas propuestas por la TD,

la “hegemonía”, que comprendida en términos gramsciano se refiere a la lucha

ideológica o cultural. Esta lucha puede ser definida como la pugna por lograr que la

interpretación que un actor realiza de los hechos sea asumida, bien parcialmente o de

manera crítica, por una gran parte de la sociedad. Nos movemos en la política como

persuasión. Su expresión más directa es, siguiendo a la TD, la lucha que los actores

tienen por definir el significado de aquellas palabras que devienen centrales en un

momento dado. Estas palabras o significantes son denominados flotantes por su estado

de “flotación” o no pertenencia, y son una de las claves para comprender la eficacia de

los discursos políticos.

La utilidad de ambos enfoques tiene, sin embargo, límites analíticos. El principal de

ellos consiste en la ausencia de estructuras como condicionantes de peso para el análisis

social. En el caso concreto de la TD, pareciese que el discurso emergiera por si sólo

(texto sin contexto) y como si se tratara de un poder omnímodo que pudiera con todo.

Su excesiva carga idealista le lleva a perfilar una meta-teoría (del discurso) desanclada

de la realidad estructural. En el caso concreto de nuestro análisis, y aunque no entremos

de lleno en ello, no podemos entender el ciclo de cambio, ni el contexto propio de las

mareas, sin una debida comprensión de las causas estructurales de fondo que se

encuentran detrás de los recortes del gasto social, el paro y una creciente desafección

política, que es la base real sobre el que se forja el discurso que analizamos. En el

siguiente epígrafe se aborda esta dimensión fundamental en el análisis social.

3. El Estado del Bienestar en el contexto de la gran depresión: la crisis social

La aparición y desarrollo de la última oleada de movimientos sociales (15-m) y la

emergencia de las mareas defensoras de los servicios públicos a partir de 2011 y, en

general, del Estado de Bienestar, nos exigen enmarcar estos nuevos desarrollos de

cambio socio-político en el contexto de la crisis del Estado de Bienestar en España,

considerando sus antecedentes previos a 2010 y su desarrollo posterior.

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Antes de que las mareas reivindicativas hicieran su aparición a partir de 2011, el estado

de bienestar en España había mostrado ya sus límites para reducir la pobreza y la

desigualdad. El largo ciclo de crecimiento económico del período 1997-2007 se había

caracterizado por rasgos que, analizados posteriormente, anunciaban sus bloqueos y

contradicciones: un crecimiento de naturaleza especulativa, sobre todo inmobiliaria pero

también financiera, ambas reforzándose entre sí (la burbuja inmobiliaria); también, un

mercado de trabajo con un sector precario creciente caracterizado por bajos salarios e

inestabilidad laboral; crédito fácil como fruto del drenaje de los excedentes de capital

del centro al sur de la Unión Europea; un sistema fiscal que sigue la senda histórica de

la tolerancia al fraude y la incapacidad para gravar las rentas empresariales, a la vez que

se favorecían rebajas fiscales (Ayala, 2015; Álvarez, Luengo y Uxo, 2013).

Sobre este edificio o modelo de crecimiento, que de manera sintética hemos señalado,

se fueron produciendo cambios en la naturaleza política y económica del estado de

bienestar que, en el contexto de la crisis de 2008, van a manifestarse después en toda su

crudeza. Tales cambios, previos a la crisis, fueron, en síntesis, los siguientes: políticas

de privatización parcial de la gestión de los servicios sanitarios, educativos y sociales,

además de diferentes tipos de infraestructuras públicas; congelación de facto o baja

capacidad protectora de las prestaciones sociales que no siguieron la senda del

crecimiento económico y de la creación de riqueza, lo que se manifestó en tasas de

pobreza que afectaban a una quinta parte de la población española y que no se podían

reducir; una creciente desigualdad en la estructura social al concurrir una política de

deterioro de las rentas salariales y el crecimiento de las rentas empresariales, sobre todo

financieras; y una política mediática latente, cuando no explícita, de creación y difusión

de marco negativo sobre el porvenir del estado de bienestar (caso del sistema de

pensiones) y la magnificación de las virtudes del consumo individual de los servicios de

bienestar (lógica esta última agudamente analizada por Bauman y Bordoni, 2016).

Las políticas de protección de las situaciones de dependencia, cheque-bebe, incremento

de prestaciones por hijo a cargo y las mejoras en la protección sanitaria de la población

inmigrante, bajo los gobiernos de Zapatero, no lograron, a pesar de su naturaleza

progresiva, revertir la tendencia inexorable hacia una mayor desigualdad social y una

estructura de protección social de amplia cobertura pero de baja eficacia contra la

pobreza y la precariedad.

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A pesar de estos cambios profundos, la legitimidad del Estado de Bienestar no se

resquebrajó y se mantuvo a lo largo del tiempo. Tal como señalan Arriba, Calzada y

Pino (2006) y Calzada y Del Pino (2015) el apoyo al estado de bienestar y a sus

políticas de mayor alcance social (sanidad, educación, pensiones y desempleo) apenas

ha variado en los últimos veinte años. Por otra parte, la oposición a los recortes del

gasto entre 1985 y 2012 ha estado siempre por encima del 90% de la opinión pública en

los casos de la sanidad y la educación. El Estado del Bienestar ha funcionado durante la

mayor parte del período democrático como un referente simbólico capaz de concitar la

simpatía y apoyo de la mayoría de españoles. Todo ello ha sido compatible con una

actitud ambivalente en cuanto a la valoración ciudadana de los servicios y prestaciones

sociales y, también, respecto a la financiación de la carga fiscal. Por último, la tradición

de los pactos neocorporativos en torno al estado de bienestar, pactos inexistentes

durante el período 2011-2014, ha sido un factor que ha contribuido históricamente a

armar las políticas de pensiones, sanidad y desempleo. Sin embargo, a día de hoy, la

baja afiliación laboral y la fragmentación de los mercados de trabajo, el creciente poder

empresarial y una participación estatal de oferta de políticas “inevitables”, han

deteriorado de manera creciente el pactismo de bienestar (Guillén, González Begega y

Luque Balbona, 2015).

En este contexto la gran crisis económica y financiera de 2008, después de un bienio de

políticas de estímulo fiscal durante los años 2008-2009, toma toda su dimensión

dramática a partir de mayo de 2010. Con ello se inicia un ciclo político de intervención

de la Comisión Europea, en concreto de la troika, en la gestión de la crisis española.

Dicha intervención tiene como objetivo restablecer el orden financiero y salvar el

sistema bancario español con apoyos financieros que exigirán contrapartidas, en

concreto tres: reforma del mercado de trabajo, reforma del sistema de pensiones y

ajustes a la baja del gasto público como garantía del apoyo financiero.

A partir de mayo de 2010 se inician los primeros ajustes del gasto social, congelación

de salarios de los empleados de los servicios públicos y la congelación de la cuantía de

las pensiones en 2011, junto a una reforma del sistema público de pensiones rechazada

por los sindicatos. El cambio de gobierno a finales de 2011, bajo el Partido Popular,

pone en marcha la reforma del mercado de trabajo (una reforma que abarata el coste del

despido y extiende la flexibilidad laboral) y amplía la política de recortes en el gasto, en

abril de 2012, primero en sanidad (paso de la lógica universalista a la lógica del seguro)

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y educación. Estos recortes irán seguidos, supuestamente para evitar la intervención

financiera de España, por una política sistemática de ajuste del gasto en julio de 2012

con el Real Decreto-ley 20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la

estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad, que afectarán

negativamente a todos los servicios y prestaciones del estado de bienestar.

Los ajustes del gasto durante el período 2009-2013, analizados por Pérez, Cucarella y

Hernández (2015), son estimados en torno una reducción del 14% del conjunto del

gasto social, sobre todo en los servicios de bienestar, en los que la reducción se estima

en el 17%. Lo que significa que en términos reales la reducción del gasto por habitante

ha sido de aproximadamente el 10%, según estos autores. Una reducción del gasto

social que, si bien no ha provocado el desmantelamiento de los servicios y prestaciones

de bienestar, si parece haber provocado una regresión del sistema público de bienestar.

Esto ha supuesto: un retroceso en la cobertura del sistema sanitario y en la calidad de

este servicio (se puede justificar con datos), también en la calidad del sistema educativo

(cuyo retroceso culmina en una reforma no pactada del sistema educativo básico, que

provoca amplios rechazos); en severos recortes en los servicios sociales y de

dependencia; en la muy baja protección de los parados de larga duración y en la

extensión del volumen de hogares sin ningún tipo de ingreso (que pasan de ser 365.000

hogares en la primavera de 2007 a 757.000 en la primavera de 2015). La desprotección

de un amplio segmento de hogares y personas ha provocado lo que se conoce como

situación de emergencia social.

Este es el contexto social en el que surgen las mareas de profesionales del sector público

en defensa de los servicios de bienestar y que contarán con una amplia simpatía

ciudadana, y que, como señalamos son, en parte, reflejo de los movimientos de

indignación surgidos en mayo de 2011, si bien tienen su propia naturaleza social y

especificidad organizativa.

4. Y después del 15M llegaron las mareas: Democracia y Derechos Sociales

Las conocidas como “mareas ciudadanas” emergieron de manera independiente al 15-M

como reacción a las políticas de ajuste presupuestario, esto es, de reducción drástica del

gasto público, orquestadas desde el nuevo concierto ordo-liberal europeo, y contra las

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políticas de privatización de los servicios públicos. Fue en un momento de cierto reflujo

del 15-M, en el que tras las elecciones del 20-N de 2011, el movimiento (o movimiento

de movimientos para ser más precisos) pierde cierta envergadura y se descentraliza a los

barrios (Candón, 2013), cuando trabajadores de distintos sectores de la administración

pública deciden organizarse contra las políticas de austeridad y los recortes que le

acompañan.

A pesar de la diferencia que existe entre ambos fenómenos, es indudable que las

maneras y los ejes del discurso del 15M, que podemos sintetizar en a) voluntad de

regeneración político-institucional y b) defensa y reivindicación de cierto ideal de

democracia, redefinieron los códigos culturales que estructuraban desde la Transición

de 1978 el orden simbólico existente (Errejón, 2011), influyendo después radicalmente

en la gramática que a partir de entonces habría de utilizarse en la política de nuestro

país. Por ello, entendemos el discurso de las mareas en consonancia o en paralelo al

marco de interpretación que el 15M logró situar en unos de los primeros planos de la

lucha ideológica en España.

Dentro de ese marco de interpretación - “diagnóstico” se responsabilizó de las

injusticias vividas a los profesionales del mundo financiero (banqueros) y a los

profesionales de la política (políticos), trazando una frontera moral que permitía generar

por contra-identificación una nueva identidad colectiva transversal heterogénea no

partidista en la que la ciudadanía aparecía como la víctima de una clase política corrupta

y unos banqueros codiciosos que mantienen el poder por connivencia mutua. El relato

estaba ya en marcha. Por inversión del “hemos vivido por encima de nuestras

posibilidades”, aparecería un nuevo “culpable” de la crisis, dicotomizando así, de

manera no consciente, el campo político, hasta la llegada de Podemos, que

estructurando su estrategia política en buena medida por la Teoría del Discurso,

marcaría de manera deliberada esa frontera política. Esta representación de los

“culpables” será aprovechada por las mareas a la hora de señalar quiénes estaban

poniendo en riesgo los logros sociales alcanzados por el sistema de bienestar existente.

Esto dotaba, si bien quizá de manera algo maniquea (ya que exime del ejercicio de

responsabilidad individual), de un esquema interpretativo fácil de entender a una parte

de la ciudadanía, alimentando de esta manera el sentimiento de indignación que había

prendido por primera vez en la plaza de Sol de Madrid.

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Es dentro de este campo discursivo donde emergerá el de las mareas, no como mímesis,

pero sí aprovechando el impulso de la indignación. No vamos a llevar a cabo una

detallada cronología de los distintos acontecimientos y acciones que escalonan el ciclo

de movilizaciones, ni tampoco analizaremos la pluralidad de discursos que siempre

anidan dentro de movimientos u organizaciones, labor que, por otro lado, excede los

márgenes marcados de esta comunicación. Nuestra intención es captar aquellas palabras

clave, significantes dirían los teóricos posmodernos del discurso, que han permitido

condensar un discurso que logró conectar con amplios sectores de la población.

Los trabajadores públicos organizados cromáticamente como elemento visual

diferenciador por sectores, la marea verde (educación), la marea blanca (sanidad),

servicios sociales (naranja), etc. emprenderán reivindicaciones que darán lugar a un

discurso que desbordará la pura lógica sectorial, o de contenido laboral-corporativo,

apuntando hacia un discurso universalista (Fernández Rodríguez e Ibáñez Rojo, 2015)

de los derechos sociales y los servicios públicos que tuvo como función estratégica la de

sumar e incluir al mayor número de personas posibles. Fue un discurso inclusivo y

generalista que apeló a ideas y mensajes que gozan de simpatía y aceptación entre la

ciudadanía: justicia social, derechos universales, democracia. Estas son palabras que la

teoría del Discurso define como significantes flotantes y que constituirían el campo de

lucha semántico, campo sometido siempre a cambios derivados de esa pugna que define

a la política. La lucha ideológica es, desde este ángulo, la disputa por nombrar la

realidad y alcanzar legitimidad, por este motivo, el significado de esas palabras,

polisémicas y abiertas por naturaleza, es siempre disputado por las distintas fuerzas

políticas en liza, que nunca renuncian a ellas.

La eficacia simbólica de las mareas se basó en lograr llenar de sentido todos esos

términos en una dirección distinta a la hegemónica valiéndose del “Estado del

Bienestar” como un referente articulador de todas ellas. La aparición y desarrollo del

Estado del Bienestar pertenece a un período histórico concreto, que se inicia tras la

segunda guerra mundial y llega hasta hoy, y se asocia, si bien caben interpretaciones

distintas, al desarrollo de la democracia social, impulsada principalmente por la

democracia cristiana y la socialdemocracia. Nace, por tanto, vinculado y conectado al

imaginario democrático moderno, definido éste en gran medida por la idea de igualdad

y justicia social.

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Esta vinculación con cierto ideal democrático (democracia social) ha brindado la

posibilidad a que a partir del referente del Estado del Bienestar se articulasen esos

significantes a los que aludíamos en un discurso de defensa de la razón común (Ortí,

2015). Parte del éxito de las mareas consistió en apropiarse del término desde el inicio.

Es fácil observar en el debate público entre los partidos políticos su retórica en defensa

del estado del bienestar. Tenemos el ejemplo del gobierno del Partido Popular tratando

de argumentar su voluntad y compromiso con la defensa del Estado del Bienestar, a la

vez que explica que para mantenerlo es necesario llevar a cabo “reformas de gran

calado”, es decir, reformas pro austeridad o de reducción del gasto social y de una

mayor flexibilidad del mercado de trabajo. Se puede constatar con este ejemplo que

ninguna fuerza política o actor social renuncia a incorporar, al menos en el discurso

público, valores y referentes de alta aceptación social como es el caso del Estado de

Bienestar. Sin embargo, las mareas supieron vincular a determinadas fuerzas políticas

(caso del PP) y económicas (elite financiera) como “enemigos” de lo público, logrando

identificarlos de cara a la ciudadana como actores de eso que hemos denominado en la

introducción como fuerzas de la lógica privatista-particularista.

Las mareas lograron concitar las simpatías del personal sanitario, los profesores, los

trabajadores de los servicios sociales, pero también a los pacientes, a los dependientes, a

alumnos y padres, y, en general, a amplios sectores de la ciudadanía que perciben el

modelo de bienestar como un bien común que garantiza valores como la igualdad de

oportunidades, la justicia social y el bien común, y que tiene efectos reales en la vida de

los distintos colectivos de la sociedad. De este modo, en torno a la defensa del Estado

del Bienestar, se articuló un conjunto de intereses y demandas sociales que clamaban

contra lo que se había pretendido como la “inevitabilidad de los recortes”.

El marco de interpretación o discurso que impuso las mareas desnaturalizó el discurso

conservador dando un nuevo sentido a la realidad política. Realidad que como

analizamos en el epígrafe de teoría cobra significado en el lenguaje. Un lenguaje que es

siempre compartido y que está cargado de nuestra memoria colectiva. En este sentido,

justicia, libertad o igualdad, son palabras que, aunque a veces son empleadas de manera

vacía y reseca en el juego de poder, resuenan en la memoria que somos, memoria que

nos es transmitida en el lenguaje (Lledó, 2015). Las mareas fueron inteligentes a la hora

de articular esos términos en torno a la idea fuerza de democracia y Estado del Bienestar

frente a ese “ellos” que ya estaba definido desde el 15M en el imaginario social español.

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El 23 de Febrero (de 2013), otra fecha simbólica en el desarrollo de los movimientos

sociales en plena aplicación de las políticas de ajuste, las mareas sectoriales que antes se

habían movilizado por separado ahora marchaban juntas. Se coordinarán unas con otras

en confluencia con la PAH y grupos del 15M en una movilización general contra lo que

llamaron “golpe de estado financiero”. La metáfora no podía ser más clara, España

volvía a vivir un golpe contra su soberanía, pero esta vez venía por parte de los

mercados financieros transnacionales, que estarían colonizando la vida política

convirtiendo a ésta en mera gestión tecnocrática de sus intereses.

Su lema de convocatoria fue: “Por la libertad. Por la democracia. Por los derechos

sociales y ambientales.”1 Las palabras democracia y derechos tiene un claro peso como

ejes en la elaboración del discurso y su conexión con su pegamento simbólico e

institucional: el Estado del Bienestar. Sin duda, la democracia ha operado y lo sigue

haciendo como un significante de gran valor en el discurso de transformación social. En

el caso concreto de las mareas, el Estado del Bienestar, si bien se superpone con el

término democracia en tanto que articulador discursivo, creemos que ha sido catalizador

y punto de encuentro para elaborar un discurso común de los derechos sociales y el bien

común. En ese manifiesto quedaron plasmados las demandas y los ejes del discurso de

la marea ciudadana2.

También quedará definido ese “otro” al que se responsabiliza de la pérdida de derechos

y del intento de desmantelamiento progresivo de los servicios públicos que garantiza el

Estado del Bienestar. Señalan directamente, en correspondencia con el discurso del 15-

m, a una elite financiera y a una parte de la elite política puesta al servicio de los

mercados.

“La presión de los mercados financieros, la deuda ilegítima creada por el propio

sistema financiero especulativo y las brutales políticas de ajuste dirigidas contra la

1 Queremos puntualizar que no hemos incluido en nuestro análisis el término de libertad

porque consideramos que como significante ha tenido un peso menor en la elaboración

del discurso de las mareas.

2 Este es el blog donde la marea ciudadana publicó sus consignas, eslóganes y

demandas, y que utilizaremos como fuente de análisis:

http://mareaciudadana.blogspot.com.es/ .

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mayoría de la sociedad, junto con la corrupción y la pérdida de legitimidad de las

instituciones, están causando en nuestro país la mayor crisis de la democracia de las

últimas décadas.” (Blog mareaciudadana)

Nos preguntamos si esta gran crisis no señala los límites actuales del poder de acción de

la política o del papel de la agencia en un contexto en el que el poder financiero global

reduce drásticamente el margen de maniobra de los gobiernos (Vallespín, 2015). ¿Qué

capacidad tienen estas reivindicaciones en este contexto estructural que constriñe

sobremanera el nivel de la agencia? Entre el deseo y la realidad fáctica debe inscribirse

un discurso de posibilidad de cambio y transformación.

Las mareas han encarnado un movimiento en defensa de lo público, de aquello que

pertenece a toda la comunidad (koinonía) y que posibilita y garantiza la igualdad de

oportunidades, frente al impulso movido por la maximización de intereses particulares.

Ha sido una reivindicación reactiva que ha tratado de defender y recuperar cierta idea de

lo que es o debe ser (filosofía moral) la política y la virtud ciudadana (areté) frente al

proyecto neoliberal iniciado en los años 70 y 80 del siglo XX. La huella del pasado se

deja sentir en las marchas que hoy irrumpen en nuestras calles. En el manifiesto en el

que venimos haciendo referencia (blog de la mareaciudadana) se dice:

“Una sociedad justa y viable sólo será posible si la ciudadanía se une para defender

los derechos sociales por encima de los mercados y la política honesta y la justicia

social por encima de los intereses de las elites financieras.”

El momento del ciclo analizado ha venido marcado por la lucha contra los recortes en

los servicios públicos y la defensa contra los intentos de desmantelamiento del Estado

del Bienestar. Un discurso de la “razón común” articulador de ideas ampliamente

compartidas a partir de dos significantes clave como democracia y Estado del Bienestar

frente a la lógica de los mercados ha abonado el terreno para que Podemos, en su

intento de construcción contra-hegemónica, incorporase a su discurso populista de

izquierdas buena parte de las demandas protagonizadas por los trabajadores públicos y

la ciudadanía.

Cuando irrumpe Podemos en la competición electoral existe todo un espacio de lucha y

de discurso fragmentado pero con un mismo tono común que será canalizado y

articulado por esta formación emergente. Parte de ese descontento, de esas demandas

15

insatisfechas y de los argumentarios que se registraron como síntesis el 23F de 2013,

será recogido por los productores de ideología de Podemos, que en su estrategia de

ocupar el espacio político clásico de la socialdemocracia (del PSOE) harán suyo el

discurso de defensa del Estado del Bienestar y de la democracia frente a los mercados.

En un momento de crisis de identidad del PSOE, de desconfianza de algunos actores y

sectores de la sociedad, como se evidenció durante el 15M, se le identifica por parte de

Podemos como un partido responsable de la crisis que habría abandonado el camino que

le es propio. Podemos conectará con gran parte de la indignación acumulada durante el

ciclo de las mareas hasta lograr constituirse como tercera fuerza política de España en

las elecciones del 20 de diciembre de 2015.

5. Conclusiones

"Pues aunque sea el mismo el bien del individuo y el de la ciudad, es evidente, que es

mucho más grande y más perfecto alcanzar y salvaguardar el de la ciudad; porque

procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino

conseguirlo para un pueblo y para las ciudades “(E.N.)

Cerramos esta comunicación con esta bella cita de Aristóteles en su “Ética

Nicomáquea” (E.N.), en donde puso de manifiesto la importancia del bien común, el

que pertenece a la comunidad y la polis, para el buen vivir de los hombres. Después de

veinticuatro siglos, las personas y los pueblos siguen pensando cómo vivir

conjuntamente, cuál ha de ser el mejor gobierno y cómo reconciliar el interés de uno

con el de la comunidad. La lucha de las mareas es un punto más en la historia. Si bien,

las palabras y las ideas que ellas encierran son nuevas o han cobrado una nueva luz, el

marco profundo de sentido sigue siendo en lo esencial el mismo: la defensa de la razón

común.

Por este motivo decidimos empezar situando nuestro análisis varias décadas atrás.

Como hemos analizado, la tensión entre los intereses del mercado y los de la

democracia social (y su materialización institucional en el Estado del Bienestar)

definen en buena medida el período de contestación organizado por las mareas, si bien

debemos situar el inicio de este conflicto en los años 70 y 80 del pasado siglo.

16

Por otro lado, decidimos centrar el análisis de esta comunicación en una dimensión

dominada por la importancia del lenguaje y las ideas, dejando de lado por motivos de

espacio la importancia de las estructuras (clases, recursos, organización, etc.) para una

adecuada comprensión de los fenómenos sociales. En nuestros presupuestos teóricos de

partida hemos sostenido la naturaleza interpretada de los hechos. En este sentido, la

realidad adquiere un significado u otro en función de la atribución de sentido que las

personas hagan. Sentido que sólo es posible en y mediante el lenguaje compartido. La

consecuencia lógica de este argumento es dar un peso importante a la lucha ideológica

en los procesos de conflicto y cambio social. De esta manera, una parte importante, pero

ni mucho menos toda, para comprender las mareas y su poder de movilización en apoyo

del Estado del Bienestar ha sido su capacidad de disputar el significado de la crisis, los

recortes y de algunos términos centrales e imponer un marco de interpretación capaz de

generar un amplio apoyo social.

Su discurso no partidista, sabiendo leer muy bien las claves que había arrojado el 15-m,

y de tipo universalista, fue capaz de lograr una amplia aceptación y consenso entre

numerosos sectores sociales y políticos de este país. La defensa de “lo que es de todos”

apeló al conjunto de la sociedad por encima de siglas políticas, haciendo ver que lo que

estaba en juego no pertenecía a los intereses electoralistas de los partidos políticos, sino

a los intereses de la mayoría social.

Pese a que reconocemos la eficacia del discurso elaborado por las personas de las

mareas y la importancia de las ideas como motor de cambio, no podemos dejar de

reconocer el problema estructural de fondo. El discurso de las mareas y las demandas

que lo ponen en marcha indican una posición defensiva. El modelo de bienestar parece

estar en fase histórica de agotamiento ante el avance de aquella hegemonía naciente en

los 70 y 80 y que tras la crisis económica y financiera parece haberse impuesto en el

conjunto de los países miembro. A Keynes parece que se le ha dado finalmente el acta

de defunción por parte del poder financiero transnacional.

El problema que se nos anuncia no es sólo cómo la weltanschauung (cosmovisión)

liberal (tanto en su dimensión neoliberal como ordoliberal) ha logrado consolidarse tras

la crisis financiera en Europa, sino la crisis de la política, es decir, de la deliberación y

decisión soberana de cada Estado frente al poder de los mercados. Mercado y Estado se

necesitan para el buen funcionamiento y desarrollo de una sociedad en el contexto de la

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globalización, pero el problema deriva de la aparente colonización de los intereses

económicos privados sobre la política y su margen de acción y maniobra.

¿Qué pueden hacer los gobiernos para proteger de manera efectiva la democracia social

frente a la presión de los merados financieros? Las mareas han logrado parar una serie

de privatizaciones y recortes en los servicios sociales, y además, han conseguido

extender entre la población la necesidad de mantener el modelo de estado de bienestar.

Esto lo ha hecho suyo Podemos, articulándolo dentro de la idea amplia de democracia y

soberanía, en su desafío contra-hegemónico a las élites. Sin embargo, el discurso o las

ideas han de enfrentarse a un poder estructural (el financiero) que domina el conjunto de

las decisiones relevantes en la política de los países, y que además tiene capacidad de

movilizar a think tanks y medios de comunicación para que elaboren relatos que

legitimen el curso de sus acciones. Nos preguntamos si el discurso de la razón común y

los actores sociales que lo defienden serán capaces de frenar la lógica privatista y su

enorme poder o si, por el contrario, la hegemonía del mercado seguirá dominado el

siguiente acto. Habrá que esperar a ver cómo continua la función. Pero la historia

siempre está abierta.

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