Dossier MARTE #4 / Los Rubiecitos

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1 . L O S RUBIE CIT O S DE LAURA DERPIC MARTE/ dossier #4

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Dossier MARTE #4 / Los Rubiecitos, de Laura Derpic. Escriben: Jorge Velarde Rosso, Magdalena De Santo, Julio César Estravis Barcala. Fotos: Martina García. Diseño: Sonia Basch. MARTE / Matienzo Artes Escénicas, Club Cultural Matienzo, Octubre 2014

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LOS RUBIECITOS DE LAURA DERPIC

MARTE/ dossier #4

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LOS RUBIECITOSde Laura Derpic

Una falla en el sistema de aprendizaje del manual “Alma de Niño” (manual de lectura

que fue oficial hasta hace unos años en las escuelas públicas de Bolivia) tiene lugar

cuando el Enano Fermín y el Oso Pancho, los encargados de enseñar las letras E y

O, deciden rebelarse contra sus jefes (los Rubiecitos) y escapar, cansados de repetir

siempre lo mismo. Son los villanos vueltos héroes, que ahora se encuentran de nuevo

siguiendo las máximas y los contenidos del libro dirigido por estos niños.

Dramaturgia y dirección: Laura Derpic

Asistencia de dirección y producción: Martina Estelí García

Actúan: Miguel Ángel Vigna, Eva Jarriau, Fernando Viñas,

Franz Baltazar, Fernando García Cormick

Casting: Paula Baró, Martina García, Laura Derpic

Diseño de escenografía: Esteban Siderakis

Realización de escenografía: Diego Rojas Borquez

Dibujos y asistencia de escenografía: Sonia Basch

Diseño de luces: Rocío Caliri

Música original: Esteban Sebastiani, Antonio Zimmerman

Diseño de vestuario: Florencia López

Producción: MARTE Matienzo Artes Escénicas

Diseño gráfico: Fernando Viñas, Sonia Basch, Nicolás Lodigiani

Fotografía: Martina Estelí García

Los Rubiecitos se estrenó en el Club Cultural Matienzo en septiembre de 2014.

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‘Poco pica la pucacapa’, es un juego de palabras genial

como pocos. Y como todo juego de palabras necesita del

adecuado contexto para ser descifrado; de lo contrario

parecerá solo un destrabalenguas sin sentido.

La pucacapa es un tipo de empanada levemente picante,

que se prepara en Bolivia para acompañar las meriendas

de la tarde. El picante es tan esencial en la gastronomía

boliviana que incluso en algunas meriendas deberían tener

algún elemento picante. De ahí que la frase: ‘Poco pica la

pucacapa’ sea una frase subversiva; la empanada picante

pica poco (no es lo suficientemente picante). Y precisamente

POCO PICA LA PUCACAPAJORGE E. VELARDE ROSSO

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en ese contexto es dicha por el actor que representa a un

soldado del regimiento ‘Colorados de Bolivia’. El Regimiento

de infantería ‘RI-1 Colorados de Bolivia’ es una unidad mili-

tar del Ejército Boliviano que se constituye como regimiento

de escolta presidencial. Su misión específica es resguardar

la seguridad e integridad física del Presidente del estado.

Entonces, que el personaje diga: ‘Poco pica la pucacapa’,

es casi como decir que la empanada picante, propia de la

merienda, no está cumpliendo adecuadamente el rol que

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le ha sido asignado. Hoy sabemos que los grandes cambios

históricos muchas veces empiezan por pequeños actos de

rebeldía intrascendente, que en contextos de cambio se

resignifican como grandes acciones heróicas.

Todo esto para explicar la genialidad del juego de palabras

‘Poco pica la pucacapa’. Muchos más párrafos serían nec-

esarios para explicar muchas otras genialidades de la obra.

Pero precisamente ahí me parece percibir lo mejor de la

apuesta de Laura Derpic, joven dramaturga y directora bo-

liviana de Los Rubiecitos: Un infantil siniestro.

Los Rubiecitos es una audaz invitación al público porteño a

entrever algo de historia y sociología boliviana. Los Rubieci-

tos deconstruye estereotipos desde el comienzo; ‘Somos

rubiecitos bolivianos’, puede llegar a ser una contrasentido

para casi la absoluta mayoría –estén o no dispuestos a

reconocerlo conscientemente–. El público porteño no podrá

decodificar todos los detalles de la obra. Por eso es una

invitación audaz a conocer al otro en tanto otro, dejando

siempre espacio para el misterio. No se trata de una traduc-

ción facilona para entender Bolivia, sino una invitación a in-

gresar en la interioridad de ese otro que se conoce tan poco,

aunque esté tan cerca.

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Por eso, ya para terminar, me permito un juego de palabras.

Como toda deconstrucción, Los Rubiecitos: Un infantil sini-

estro, también construye. La visión de Laura es ciertamente

siniestra, pero no tanto en su acepción de malintencionada

o funesta, sino en su localización ideológica. “Siniestro/a” es

también sinónimo de izquierda. Desconozco si ella es con-

sciente de este detalle, pero la visión que ofrece de la his-

toria de Bolivia parte desde un horizonte de interpretación

que tiende claramente a reforzar unos prejuicios. Si existen

los rubiecitos bolivianos, pero ¿por qué tendrían que pen-

sarse como extranjeros? Representarlos así, ¿no es reforzar

la idea de que ser boliviano es ser morocho? ¿Y qué con los

bolivianos que no lo somos?

Los Rubiecitos: Un infantil siniestro, se convierte entonces en

una invitación a los bolivianos que vivimos en Buenos Aires,

rubios o morochos, a mirarnos a nosotros mismos.

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La ecuación de la obra es simple: una pareja de rubiecitos

bolivianos, más un oso y un enano, entre un sueño nacional

(el reclamo del mar). Todas las variables escritas en, bajo y

sobre un clásico manual de lectura: “Alma de Niño” de Gla-

dys Rivero de Jiménez (manual de lectura oficial hasta hace

unos años en las escuelas públicas de Bolivia). Alguno pod-

ría sospechar, por lo dicho hasta ahora, que esta ecuación

teatral huele a complicada y/o aburrida, no es el caso de Los

rubiecitos. El Oso Pancho (Miguel Angel Vigna) y el Enano

Fermín (Fernando García Cormick) forman una divertidísima

UN LENGUAJE DEL ESPACIO PERDIDOJUAN CARLOS PRUDENCIO

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dupla; por su parte los rubiecitos (Eva Jarriau y Fernando

Viñas), que siguen las huellas de su huida, son personajes

muy bien logrados; y me reservo la mención del último

personaje, que considero clave en la obra. Junto al trabajo

actoral, la bidimensionalidad de los objetos, y el juego

escenográfico en general, están en cómica sintonía con este

universo ficticio que se arma sobre el manual de lectura.

Tomando en cuenta que la acción y confrontación escé-

nica se llevan a cabo sobre este manual, podría decirse que

la obra pone en escena un debate lingüístico, y por ende

político: el control, la herencia y la subversión del lenguaje;

debate que se postula, a su vez, en personajes y recursos

escénicos considerables al interior del género literario infan-

til, –con alusiones a Alicia en el País de las Maravillas, por

ejemplo–. Si bien todo lo dicho es cierto, la obra no se agota

en la apropiación y parodia genérica, ni en la reflexión o

confrontación lingüística. En realidad, Los rubiecitos utiliza a

ambos para poner en escena la actualidad de un viaje y una

búsqueda que atraviesan la historia de Bolivia.

En seguida detallaré el por qué pero, entre las múltiples lec-

turas e interpretaciones posibles, me quedo con esta encru-

cijada histórica que la obra pone a la orden del día.

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La huida al mar, ese espacio utópico cuya añoranza se

actualiza generación tras generación, es un “lugar común”

en la narrativa boliviana. ¿Qué lo salva del cliché entonces?

Precisamente revelarlo como uno. Esas “heridas históricas”

han sido (siguen y seguirán siendo) apropiadas por diversas

ideologías, las cuales volcaron sobre ese espacio distintos

sueños y por qué no, distintos enemigos. En este sentido, el

soldado (Franz Baltazar) del regimiento, conocido como “Los

Colorados” de Bolivia, ocupa un lugar estratégico en la obra.

Su relación con los otros personajes revela, por un lado, que

el ingreso al mágico mundo de la escritura es una vía para

asegurar la ideología nacional, cuya base se ha consolidado

por su perpetuo odio a Chile. Por otro lado, su presencia

frente a los rubiecitos nos pregunta ¿qué posición ocupa

frente a este sueño nacional una generación tan heredera

como huérfana de su propia tradición?

Como espectador boliviano que vive en Buenos Aires, llamo

la atención sobre este elemento puesto que si bien leo

algunos juegos lingüísticos muy locales y propios de Bolivia,

me parece que hay más de una analogía con Argentina en

las “heridas nacionales”. Además, la forma escénica en que

se resuelve este viaje está en intimo diálogo con otras obras

de la cartelera porteña. No me refiero tanto a obras con

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elencos de distintas nacionalidades, como es el caso, –figura

que no deja de ser curiosa y sintomática de un nuevo teatro

latinoamericano en Buenos Aires–, sino a obras que revelan

ese espacio otro, perdido y/o idealizado, cuya escenificación

se lleva a cabo, ante todo, por medio de exploraciones del

lenguaje verbal.

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De la primaria recuerdo poco y nada. Pero hay algo que sí

se empeña en aparecerse: que la maestra de cuarto me reta

porque pinté el territorio de celeste. No. La tierra no debe

confundirse con el mar. El mar es celeste y la tierra con-

torneada por una invención de los adultos admite todos los

colores menos el de mi patria. ¿En la escuela boliviana los

niños pueden pintar de celeste el papel blanco que, dicen,

representa su propia tierra?

En Los Rubiecitos, de Laura Derpic, la mediterraneidad bo-

liviana se tematiza sin veladuras. O sí, exacerbando irónica-

mente el modo en que la pedagogía infantil de Bolivia se

esmeró en provocar identidad al grito de “mi mamá me

ama”. Es que el Oso Pancho está dispuesto a increpar a los

malditos chilenos ladrones de mar.

RUBIECITOSMAGDALENA DE SANTO

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Hombres trabajando para educar a la niñez boliviana; hom-

bres ávidos de pepas, pipas y padres. Paradójicamente, ellos,

los hombres de verdad, resultan personajes fugitivos del

manual harto de la explotación laboral que perpetran lxs

niñxs rubiecitos. El Oso Pancho y el Enano Fermín deciden

liberarse de la opresión de los blanquitos, buscan un amor

(des)colonial y se exhimen de ser representantes de esas

letras tan españolas (la O y la E). El Oso Pancho y el Enano

Fermín abandonan su ser en dibujos para emerger en todo

su caudal político más concreto y recuperar el mar.

Pero lo lindo es que si bien Los Rubiecitos es una pieza

teatral profundamente boliviana, no deja de tener cierto

carácter universal: asume que la construcción de toda

identidad es ficcional. Y esa construcción social tiene mu-

cho que ver con los discursos legitimados por los blancos

en los manuales de lectura. Rubiecitos o colonialistas de

la palabra, los que mandan pueden ser ingenuos, con alma

beata y jovial, pero siempre operan con intereses propios.

Escribir sobre los Rubiecitos me hace pensar en la compleji-

dad de cualquier sujeto nacional. ¿Cómo sería un argentino

de facciones típicas? Eso es lo primero que pienso cuando

veo al soldado de los rubiecitos. Lo veo tan boliviano que me

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da vergüenza. Me averguenza tener tan clara la estereotipia

de un boliviano sin poder imaginar cómo sería un tipo bien

argentino.

¿Cómo se logra ficcionalizar esas identidades? ¿Cómo se

representan críticamente las grandes ficciones de las patrias?

¿Qué pasa cuando una obra de teatro se mete directamente

con la construcción de esos seres que nos dijeron que somos?

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La educación infantil en general, y los manuales de lectura

en particular, tienen una impronta política fuerte. En efecto,

el adoctrinamiento sarmientino o la alfabetización peronista

bajo los emblemas “Esa es mamá. Esa es Evita. Viva mamá.

Viva Evita”, dan cuenta del vínculo incuestionable entre

educación y política (la mayúscula), Pero ¿cuántas obras se

corren del dispositivo de familia burguesa para escenificar

un manual de lectura? Este hallazgo me conmueve. Aquí hay

un universo. Aquí hay un escenario teatral y social puesto en

disputa.

No me animaría a definir qué es teatro político, menos si

Laura Depric se alinea a dicha tradición. Sin embargo, sí creo

que los aires de nuestra época soplan fuerte y Los Rubiecitos

son su indicador. Con esta pieza, el teatro funciona como

agente micro-político denunciando con gracia el racismo, la

xenofobia y la crueldad de los pueblos y de lxs niñxs como

reproductores de las peores cacas enseñadas.

Que hoy se asuma la incidencia del teatro en la subjetividad

de las personas para crear espacios de denuncia y resisten-

cia, lo celebro. Bienvenido el teatro que se hace cargo de sí

mismo. Te abrazo en todas tus funciones.

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Aprendemos a cantar, aprendemos a decir papá y mamá,

aprendemos que con tu hermanita no, que con tu vecinita

quizás sí. ¿Para qué nos vamos a cuestionar todo? La vida

tiene solo un sentido, una épica, el llegar al final de un

camino que, como el mar, se abre infinito hacia todas las

direcciones al mismo tiempo.

Los Rubiecitos parte de una situación disparatada: dos vo-

cales se salen del manual “Alma de niño”, con el que varias

generaciones de bolivianos aprendieron a leer y escribir, con

el objetivo de recuperar el mar para su país. En paralelo a

esa trama, de tintes lyncheanos, se desarrolla la historia de

LOS RUBIECITOSJULIO CÉSAR ESTRAVIS

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los usuarios de ese manual, “Los Rubiecitos”, un niño y una

niña de puros sentimientos cuyo universo se desestabiliza.

Laura Derpic nos propone una visión desde los más chiqui-

tos, para imaginarnos qué idea pueden tener estos niños (y

estos personajes del libro) acerca de la historia social de su

país que les pasa por el costado (o por encima).

Los parlamentos están construidos con dedicación, con

sílabas y vocales que construyen rimas internas, sonoridades

elaboradas, musicales. La historia de Bolivia, tal vez, es la

búsqueda de un despertar en medio de una ensoñación.

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ESCRIBEN EN ESTE DOSSIER:

Jorge Velarde RossoInvestigador y docente boli-viano. Lic. en Ciencias Políticas (Universidad Católica Boliviana). Maestrando en Historia (Univer-sidad Torcuato Di Tella).

Magdalena De Santo Es Licenciada en Filosofía, docente y escribe lo más que puede: teatro, poemas, cuentos y periodismo activista. Es femini-sta. Ahora se le dio por dirigir sus obras de teatro. Y le encanta su nueva identidad de directora.

Juan Carlos Prudencio Aponte Cursó estudios de literatura en la Universidad Mayor de San Andrés. Actualmente es estudi-ante de la Licenciatura en Artes Combinadas (UBA).

Julio César Estravis Barcala Periodista y sociólogo. Inves-tigador de la escena cultural independiente de Buenos Aires desde 2011.

MARTE/MATIENZO/ ARTES ESCÉNICAS ES:

Paula Baró, Belén Charpentier, Gi-uliana Kiersz, Rocío Frías, Martina García, Laura Derpic, Nicolás Lodi-giani, Malena Vain, Lucía Deca, Nacho Sánchez, Sabrina Cassini, Guadalupe García Dupuy, Bárbara De Wit, Clémence Grimal, Hyngrid Bermann.

Encargada de Sala: Lucía DecaJefe Técnico: Nacho SánchezCoordinadora: Paula Baró

DOSSIER MARTE #4

Diseño: Sonia Basch, Agustín JaisFotografía: Martina García

/Octubre 2014

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www.ccmatienzo.com.ar