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 DAVID GRAU obra... (oh). [Ese menú, tantas p gs. después..., como un acto sacramental: Beyle.] Tampoco se tiene  por qué llegar a alguna parte...) T.B.: despertaba en mí deseos inconclusos, es posible que hasta un poco de desesperación, lo que está un poco antes del retiro, del aislamiento definitivo. Un amor necesario... aliviado por las frecuentes separaciones. Se rodea uno de miramientos, de un cerco cada vez más granítico que impide intrusiones dolorosas: a salvo de todo; sufriendo, sin embargo, por todo. T.B., con insidiosa frecuencia, me acorralaba contra la pared de mis escrúpulos: "¿Y si M. te hubiese convocado a las puertas del infierno, antes de entrar...?" Ese camino es falso... Adivino la trampa. Los demás obedecen a males sagrados no míos. Me hubiera negado. Soy muy poco más de lo que tengo. Aunque, animal indefe nso, acosado por lo irremediable, el innoble dolor... ¡con él habría ido cogido de su mano, muy de cara al di ablo o al d.! Miro en derredor: ¡tan tos que andan con esmero, o trágicos, suicidas y talentosos, calculadores, en torno a mí, vagando en sorprendentes círculos de encuentros y desencuentros, alrededor de un eje [que yo soy]... sin alicientes!"  Andaba de imagi nador. Los sueñ os interiores me pob laban de veladu ras  y apagaban curiosidades. Los demás obedecían a males sagrad... etcétera. Me creía inocente.  Yo atesora ba otros. Un trabajo inconfesable amanecía sin sorpresa junto la pri mera con ci encia ci da del suc io cere bro re cié n de spe rt ado, al comenzar la jornada, y nada fuera de ello era capaz de mitigar la avidez de imag inar, cre ar y descrear. La misma luz del día, clamorosa o tur bia, desfalleciente o soberbia, influía en un espíritu de toleradas rebeliones. [¿Incluir?: ...mientras otros se hacían matar en causas... o se arrojaban al  vacío, humill ados, ofendidos... etc.] Capitula ban la mañana y la tarde y tambié n la noc he agota dor a: sin des canso, con tra el rt igo de un engen dro pa lpitante de rumor y luces muert as que era la realida d [más allá de la ventana cerrada]. Confundir eso con... la ficción del sueño, su macabra iluminación (precaria,  falsa...). [Correg: sobre todo, falsa.] A la postre, sabía qué era lo que Brell intentaba decirme con desesperada frecuen cia. También él s entía un miedo invencible a enfrent arse a lo real: "Sin tamizar, ¿entiendes? Esa realidad descarnada, como la apariencia  física del cáncer, el tumulto caótico de esas células bestias..." [Brell conseguirá fundirse en lo prosaico. Una vida sin pruebas. ¿Por qué desbaratar la promesa de un mundo sencillo? ¿En nombre de quién? ¡Modélate con la tierra...!] Un deambular sin misterio por las calles de la ciudad enemiga no se presta a la fortuna. Ni a nada. Contrarreloj: ver sólo lo que se piensa. Ninguna aventura sale al paso. Una sombría dialéctica aboca al destierro (  El hermano de V.G.): ¿por qué crear? (ese mérito de lo sanguín eo). ¿Por qué no crear? Si se puede... ¡Qué tiempos los actuales de todas las épocas! Negar el mejor talento de todas las generaciones, celebrar a (sic):  y ahora ¿qué ha sido de F.S., un tal..., de Dresden , homónimo sin culpa, ¡mira que ser músico también!...? El otro, el bien conocido F.S., una vez muerto, yacerá en el olvido... Unos años. Luego... Es ocioso preguntarse qué es lo conveniente. 162

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obra... (oh). [Ese menú, tantas pgs. después..., como un acto sacramental:Beyle.] Tampoco se tiene  por qué llegar a alguna parte...)

T.B.: despertaba en mí deseos inconclusos, es posible que hasta un pocode desesperación, lo que está un poco antes del retiro, del aislamientodefinitivo. Un amor necesario... aliviado por las frecuentes separaciones.

Se rodea uno de miramientos, de un cerco cada vez más granítico queimpide intrusiones dolorosas: a salvo de todo; sufriendo, sin embargo, portodo.

T.B., con insidiosa frecuencia, me acorralaba contra la pared de misescrúpulos: "¿Y si M. te hubiese convocado a las puertas del infierno, antesde entrar...?"

Ese camino es falso... Adivino la trampa.Los demás obedecen a males sagrados no míos. Me hubiera negado. Soy 

muy poco más de lo que tengo. Aunque, animal indefenso, acosado por loirremediable, el innoble dolor... ¡con él habría ido cogido de su mano, muy de cara al diablo o al d.! Miro en derredor: ¡tantos que andan con esmero,

o trágicos, suicidas y talentosos, calculadores, en torno a mí, vagando ensorprendentes círculos de encuentros y desencuentros, alrededor de un eje[que yo soy]... sin alicientes!"

 Andaba de imaginador. Los sueños interiores me poblaban de veladuras y apagaban curiosidades. Los demás obedecían a males sagrad... etcétera.Me creía inocente.

 Yo atesoraba otros. Un trabajo inconfesable amanecía sin sorpresa juntola primera conciencia lúcida del sucio cerebro recién despertado, alcomenzar la jornada, y nada fuera de ello era capaz de mitigar la avidez deimaginar, crear y descrear. La misma luz del día, clamorosa o turbia,desfalleciente o soberbia, influía en un espíritu de toleradas rebeliones.[¿Incluir?: ...mientras otros se hacían matar en causas... o se arrojaban al

 vacío, humillados, ofendidos... etc.] Capitulaban la mañana y la tarde y también la noche agotadora: sin descanso, contra el vértigo de unengendro palpitante de rumor y luces muertas que era la realidad [másallá de la ventana cerrada]. Confundir eso con... la ficción del sueño, sumacabra iluminación (precaria, falsa...). [Correg: sobre todo, falsa.]

A la postre, sabía qué era lo que Brell intentaba decirme con desesperadafrecuencia. También él sentía un miedo invencible a enfrentarse a lo real:"Sin tamizar, ¿entiendes? Esa realidad descarnada, como la apariencia

 física del cáncer, el tumulto caótico de esas células bestias..."[Brell conseguirá fundirse en lo prosaico. Una vida sin pruebas. ¿Por qué

desbaratar la promesa de un mundo sencillo? ¿En nombre de quién?

¡Modélate con la tierra...!]Un deambular sin misterio por las calles de la ciudad enemiga no sepresta a la fortuna. Ni a nada. Contrarreloj: ver sólo lo que se piensa.Ninguna aventura sale al paso. Una sombría dialéctica aboca al destierro( El hermano de V.G.): ¿por qué crear? (ese mérito de lo sanguíneo).¿Por qué no crear? Si se puede... ¡Qué tiempos los actuales de todas lasépocas! Negar el mejor talento de todas las generaciones, celebrar a (sic):

 y ahora ¿qué ha sido de F.S., un tal..., de Dresden, homónimo sin culpa,¡mira que ser músico también!...? El otro, el bien conocido F.S., una vezmuerto, yacerá en el olvido... Unos años. Luego...

Es ocioso preguntarse qué es lo conveniente.

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El amigo Schob., cínico y festivo, pondera las exaltadas inspiraciones deS.; respecto al Winterr..., cantado por el mismo F.S., manifiesta sus dudas.Es igual. Sabe uno muy bien con quien habla: con la muerte; aunque,malhadado, no la espere tan pronto. La tonalidad menor del Winterr.parece el susurro de un huraño reproche: no haber soñado tanto...

Queda la vida como un enorme cuadro gris, una pintura sin emociónllena de silencios ominosos y poblada hasta en sus más recónditasesquinas de una marchita luz.

[El acuciante deseo de ver la realidad la disfraza. Las sombras y lasprovisorias figuras que proyecta la impaciencia sobre ella terminan

 burlándola. La intención ofusca... Persigue uno finalmente una entelequia,una ingeniosa bagatela... V.G.: no elude violentar la realidad, la impresiónverdadera, intensísimos colores... Sólo he visto un momento en la tierra y el cielo sin color, en L. Creo que estaba con J., y D.G.: Caía la tarde plácida

 y gris en un crepúsculo tristísimo. J., en la parte de atrás de la casa, enmedio del jardín pequeño y descuidado, profuso de hierbas desvaídas,

quemaba documentos y papeles, toda una parte de la memoria del exilio. Ardía la delación, el mensaje, la carta y la confesión. J. atizaba lallamarada pacífica que ascendía al cielo blanco. Me entró un helor demetal que me crispó la espalda... Ya en el coche, escapamos por unacarretera que se ensanchaba más y más bajo los pinos (siluetas).]

Aquellas reflexiones... Franciscanismos que había de evitar: "Paseabasolo entre los muros verdinegros de la ciudad medieval de góticasesquinas y penumbras, taciturno..." Mentiroso: estaba deseando llegar alapartamento, correr las cortinas de las ventanas, hurtarme del mundo,encender el televisor y bajar al máximo el volumen, poner en marcha elordenador, no pulsar una sola tecla..., escoger el disco: escuchar algo muy alegre de la Escuela de Mannheim... Llueve muy suavemente afuera. Una

lluvia...Recrear la realidad es una pretensión que no admite la tibieza. El plagio,

siempre, es obsceno: ¡A ver, esos colores como fuegos...! Mejordesmentirla... (Figurarla de otro modo. R.: "No interesarse jamás por unarte que refleja  fielmente  lo que ya le rodea, que se autolimita por la

 verdad de la apariencia... ¡esa artesanía!")Había que negar una  forma necia por inteligible de la realidad. Tal

presunción anticipaba el suceso bronco, la heterodoxia. Pensaba en V.G.,en... Hasta en Picasso, naturalmente. Después: literatura, poemas en arasdel objeto. [El sonido, que no es nada... que desaparece... ¡la música sólo,una función sin significados...! J.: "Pero existe la asociación..." En

efecto...]Sin embargo, era púdico. Me dominaba la tibieza.Característico de una inteligencia menor es observar la prudencia en

todo. Rehusaba formularme preguntas verdaderamente desafiantes, quede verdad me lanzaran contra las cuerdas. "Las cosas que son sin artificioatestiguan más su esencia", me repetía alejándome de una encerronaepistemológica. Era escéptico ante la rareza. Admitía una conciencia amedias. Me asustaba la gente como Van Gogh (entra por la puertadesmanotado y gritón, o taciturno y mudo, amenazador, te busca entre losdemás parroquianos con la mirada roja, crispado, alzando el puño,maloliente y mal vestido, pobre, rematadamente pobre...).

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Un scherzo mitigaba el relieve dramático de cierta belleza en las cosas: basta la seriedad de la idea. (Sch.)

[ Pero D.G. reprochaba esa torpe afición de mi contrapunto...: "Ya vatropezando ese estilo entrecortado... ¡Ha de caer!" 1/99.]

[Brell extasiado ante las hogueras de enero, encendido el rostro por la

lenguas rojas y ardientes que flamean al aire frío de Montes... (Piensa B.en el fuego del solsticio de junio...), al cielo negro helado de estrellas

 blancas..., y las manos asidas fuertemente a otras manos en aquel lugarlejano de la tierra... Danzan en círculo sin que el terror atribule el alma... c.17.1.1989.]

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[Not. de 1999, enero. A.F. me confirma que el cáncer irreversible de M.hubiera sepultado a éste en una completa inconsciencia con atrocesdolores, ni quejarse hubiera podido: la crueldad de un dolor callado y pordentro. ¿Negarse a esa... conmoción? ¿Qué preguntas son las mástemidas?]

Vuelto Brell a Montes, me dio por pensar que sería el ausente definitivo.(Sin duda, lo fue.) "Tenía la mirada apagada entre las cosas y los afanesincomprensibles de la ciudad y sus habitantes en pos de no sé qué...",observó alguien de él (J.P.). [He experimentado un abatimientosemejante, en P. de M., de espaldas al mar, acompañado de una T.B. que

 ya lo negaba todo: el rumor de la ciudad bajo el sol me produjo miedo y asco, un profundo rechazo. La desesperanza casi fue absoluta: ¡cuántaeducación  innecesaria...! Luego, vi caer entre los coches a un hombremanco. Se levantó malherido, apresurado, sin dejar de reír. Iba vestidocompletamente de negro. Se negaba a que le asistieran. El polvo del suelosobre el traje gastado, grotescamente desajustado ahora, le privaba de

dignidad, algo sórdido e indecente, pobreza quizás, amenazaba del todo sucompostura... Agachado, daba vueltas buscando una cartera negra. Veranode 1993.] Yo, al principio, no atinaba a entender la deserción de Brell. Fuemucho más tarde cuando comprendí que él no  huía de nada. Sóloentonces supe que no podía haber retorno. Ya estaba en el lugarauténtico.

El verano sucio, violento y ruidoso era inminente. Mal que bien, aunquesin incurrir en la bobada, había puesto fin al trabajo sobre V.G. (Me alejéen cada una de aquellas líneas del impulso más abyecto: mostrar una

 feroz   religión. Mi culto era cortés, nada piadoso. Vigilante... perodescreído.) M. estaba... muerto. ¿T.B.? Hubiera dicho: "Ve con dios,hermano." No iba a bastarme la reclusión en las triquiñuelas del

pensamiento. ¿Qué era yo? (Quién, ya lo sabía: uno más.) Bonita preguntaa la edad suicida de Van Gogh. Nada inaugural daba comienzo en lasestaciones (cualquiera de las temporas): yo era la representación nuevade lo que ya era. Una expresión de mí mismo demasiado técnica (?).[11/05: Me desconcierta leer esto, y, sin embargo... En especial, no correg.]

B., sin saberlo, había abrumado mi alma de dudas e irreverencias, dedesánimos y sospechas. Su barullo me confundió la conciencia como nadiehabía logrado hacerlo nunca. Significó para mí, puesto que el maldito (?)era yo, lo que no debía hacer. Cabe pensar que yo sería para él aquéllo quela vida bien podía desprenderse para su manifestación más natural, hastasabia (aunque ni inocente ni feliz). ¿Yo una forma de sofisticación... vital?

"También eres todo un carácter", dijo una vez. B. sabía de mi escasoalcance y lo exiguo de mis recursos. Si hubiera admirado algo en mí, y  jamás lo hizo, sería la cabezonería. Coincidía con M.: "En buena medida,éste sabrá salir adelante. Sólo debe dejar que resuelva las cosas suintrínseca honestidad. Tiene el tesón de la bestia mansa y honrada." Entodo caso, Brell no dudaba de mi apego al siglo y sus trabajos. Esadecisión, inspirada o inútil, creativa o no, era algo que nada importaba.

Pero ¿pude entender de verdad a B.? ¿De qué se cerciora uno al final?¿Dé que sirve...?   Sueños, uno mismo no es nada (...) Entonces, ¿qué elegir? :

"Felizmente, no hay que elegir" (518).……......................................................................…………...............................

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M.B.: entre el arte, la seducción y el dinero, la afición leve..., extrañabacon los años conductas antiguas. Gente como Brell, o como ella mismahabía sido. Ese recuerdo rancio expresaba todavía un alma espoleada.¡Puro anacronismo! [Evocaba trances y peligros de antes que ahora, en losaños vacíos e iguales, le enardecían...] ¡Ah, M.B.! El paso del tiempo ha

entibiado su fugaz nacionalismo, ha engrosado su cuenta bancaria,asegurado su patrimonio linajudo... Languidece tan hermosa y sabia... Se

 ve ahora asaltada por una dosificada compasión hacia la pobrezainevitable de otros... ¡anónimos y lejanos, de rostros vagos, oscuros comosu piel!

M.B. (o ¿E.B.?) cautiva con una mirada inteligente y azul. La dulzurapuede ser fingida sin duda: en realidad, mantiene los labios húmedos y entreabiertos mientras escucha, sugiere una promesa quizá lasciva, explicauna inquietante intimidad, la gracia y la elegancia en lo más sucio... Laapariencia es de serena belleza, estudiada (los tejanos de un índigoinusual, el ancho cinturón ¡blanco!, la blusa amarilla de fino tejido,

escotada, de grandes botones negros, la bota de cuero, diminuta y charolada...). Atraía sin esfuerzo muchos y cándidos prosélitos quepudieran ensalzar su... desinterés (culta y vanidosa, la iniciativa halagabasu ansia de constante privilegio). Era suave y hechicera en la soflama, lista

 y seductora: el discurso calculado, que declaraba sin pudor el nombre demovimientos ecológicos o equívocas fundaciones altruistas de carácter nogubernamental, serpenteaba sibilino de un lado a otro de unaconversación aderezada de arte y literatura moderna [N. de Stäell... Elpaisaje encubierto, ¿entiendes?... pero, en especial...] "El campo de batallaes tanto más peregrino cuanta más desilusión se arrastra...", reprochabade un modo abstracto M. [¿Al pensar en sus hijos? 12/86. (Leo mis notas).

 Alguna vez me habló de esos dos polizontes (¡sic!): uno perdido en vanas

antropologías en la selva amazónica venezolana, y la otra estragada por unlesbianismo eminentemente físico mal asimilado a su tótem cultural.]

Era Marisa B. (¿Y J.P., R., G., L.A., P.V... etc.? ¿Incluso la propia T.B.?)de la materia voluble de las generaciones de transición, tan ajena a Brell.Hace poco aludía a la antigua relación: " [B.] Era melancólico, terco y apasionado... Claudicante al final... Eso era lo peor." Se amparaba M.B. enhechos ya conocidos para aventurar la deficiencia... ¡tan correcta en elfondo, irremediable! Cualquiera podría decir sin equivocarse demasiadoque también, ya en la enumeración, era sentimental y poco  práctico, o

 blandengue, desafortunado... ¡Válgame dios!M.B. alcanzó a calificar la flaqueza de Brell como la sustancia básica que

crea al suicida. Pero, ese conocimiento a medias... [La expectativa en B.nunca le condujo a la desesperación. Lo que deseaba era replegarse...Creo.]

Brell era demasiado vulnerable ante la desilusión que le causaba unmundo cada día más desprovisto de magia. Era lúcido y misteriosamentedébil . Vulnerable ante sí mismo, lo demás...

(V.G. clama a gritos su arte y su persona. Cree en él: sólo tiene esas doscosas que defender. Vaya, a pesar de la lucha... únicamente recibe una

 vergonzante caridad y una total indiferencia. Arroja de sí la culpa... Pero ladesnudez, incluso de eso, no mitiga la ansiedad.)

Quedaba, así, B., delimitado en una figura imprecisa, una voz, ademanesfugitivos... Había muchos días y momentos, múltiples circunstancias, hay 

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más, mucho más, acerca de ese B.: ropa barata, comida escasa, un andarlento a ninguna parte, largos paseos por jardines de altos árboles exóticos

 y bancos de piedra, caminillos de arena, pocas estatuas..., un mudosurtidor entre piedras enfermas. [No es el Luxemb., etc.] Era unapresencia morbosa y reservada, ese transeúnte que pasa al lado, pronto

olvidable (y a veces... ¡es Van Gogh!..., silencioso... cabizbajo, desaseado,turbio..., sin un ochavo, produce hasta asco). Al igual que ése, ninguno delos paseantes solitarios y retraídos inspira ternura, acaso gracia o unamalasombra (sic), nadie anónimo fascina (puede ir bien vestido, hastaimpecable, tocado de sombrero de fieltro, discreto y curioso el nudo de lacorbata... ¡y lleva los zapatos sucios de polvo! Le delata ese descuido,muestra la carencia... y hasta el hambre). "Desanduvo caminos... ¿no semovía [V.G.] en círculos?", preguntaba T.B. Le decía yo: "Un artistaenérgico, físico, desamparado del todo... ¡qué cuadro!"

[¿Moverse en círculos?... Recuerdo poco de aquella época. Y en cuanto ami afición a la música... siempre ha sido escasa, funcional . Sí, es posible...

de un lado a otro, girando en torno a la nada. De V.G. eso es lo que másme impresiona de todo: apabullado, incesante y bravucón... pero sabíacómo y dónde ponía los pies, lejos de la nada. Por otra parte, nada hancambiado las cosas... Algo sí: T.B. muerta... Brell perdido... los demás, quecada vez hablan menos, les importa todo menos, poco, ya poquito...]

El a...mor (!) entre Brell y M.B. fue sin enredos. No sé qué iban acompartir estos dos. Escondían el miedo aún demasiado joven, evitabanhacerse preguntas que exigiesen una respuesta definitoria. ("Era unapasión sin complejidad", dijo B., en... Nos quedamos mirándole sinextrañeza.)

Existe una edad en que la vida es eterna. La acción apacigua el tiempo,parece detenerlo de veras. Aunque B., por entonces, estaba en manos de

cualquier (a)...Moverse era la cortina de humo: "Hasta hace poco, he regresado de

todos mis viajes, así que, ya es hora..." (En Montes, meses después de sullegada, sé que todavía B. no estaba seguro, sólo quería estar en paz,supuse en él muchas incertidumbres... [25.04.2001. Hace... ¿cuántosaños?... cinco, siete...¿y en qué hemos ocupado nuestros ratos, la vigilia?]

 Yo me callaba... No le veía sombrío, angustiado por algún tormento:"Finges, perillán", me atreví a escribirle falsamente divertido.)

M. Brulard: su trajinar negaba lo perenne. Todo mudaba día a día: elfondo era lo que estaba fijo... siempre figuras en movimiento... ¡acelerado!El lugar sólo era un límite que en nada malograba la imaginación. ¡Podía

echarse abajo! La mística era la ida, el adiós; el retorno... ¡quéhumillación! Sólo las imágenes eran lo importante... el fondo... Forillos...¡más aún!: estos, que van sumando años y privilegios, han dejado atrás elcachivache de cestería, la compra tonta del cacharro de cerámica, losestaños y peltres, los cueros olorosos... [A.T., adinerado, parejasentimental de Elena B.: puja en Londres, en S. o en Ch., por un bargueñoadornado con labores de taracea, carísimo, sin mover un solo músculo delrostro. Impecable el traje de tweed , el fular en dobleces exquisitas,desdeñoso ante la suma amenazadora, creciente. (Qué más da.); E.B. y losgrabados de..., F.N., que compra valiosas partituras..., y R... Se hizo conun pequeño  Schiele sobre cartón, a carboncillo y gouache duro, de colordenso (D.G. incrédulo o humillado por el dinero maldito: "Ese dibujo tiene

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que ser condenadamente falso...", decía irritado (?) ¡Se equivocaba, eraauténtico!). E.T., colecciona tallas de pequeñas vírgenes góticas, del colordel oro viejo y el rojo de sangre antigua, de azules velados... Las restauracon primor, mima la labra, devuelve la unción a las miradas de cristal...02/03.]

…….................................………………..............................................................En París, en Lisboa, en Amsterdam, en Londres o Madrid, en Arlés, en

Montes... Se diría que no hay tiempo... ¡Nada de eso! Diez añoszancasdileando, malviviendo... Lo hace cualquiera. Si no se ha muerto,uno vuelve a casa. Puede que huya hacia algo, pero ya más viejo todavía,sin ilusión, por decencia, pobre y genial.

Aparecía de nuevo [¿B.?], de cuando en cuando, flaco y desconocido,urgente o tranquilo, era inevitablemente lejano, ¿sombrío? "Unadelantado en todo", diría J.P. ¿Qué llevaba entre manos?: rarosevangelios, etc. Algún proyecto magnífico, difícilmente practicable...imposible. Años más tarde los encargos estériles le abrumarían.  Negro,

negro sin remisión.........………......................................................................................…………....("Incapaz de hacer otra cosa... de... ¡No hay nada que hacer!", exclama

con una impaciencia patética. Desaparece. Vuelve. Así vamos, entonces.Muchas veces ha estado a punto de confesar: "¿Para qué sirve uno?" Julio,1880.).............…………….……….................................................................................

M.B. referiría anécdotas sin contemplaciones: eso revelaba al Brell de lahuida previsible, tiempo después. (Pero no digamos: "Se veía venir...")

"Desapareció en un mercadillo de Viena, adonde nos habíamos dirigido acomprar grabados. Sabíamos de unos aguafuertes de... T.B. no buscabanada en especial. E., en compañía del marchante M.A., susurrando

cambalaches..., y un tal... Estaba también, Harold K., y ¿N...? Brell...quiso... Se escapaba, desaparecía, ¿entiendes?" [?!]

... Capta la atmósfera de la ciudad, ha examinado la...  Desde luego, el clima es otro. ¿Qué puerta ha traspasado? Se mueve despacio por lascalles y las plazuelas en las que Schubert desbarató una vida tan corta. B. anadie ha contagiado su emocionado afecto por Schubert. Los disfraces deuno mismo son inverosímiles para los otros. Así que inventaba patrañas,le daban crédito:

"B. trabajaba con desparpajo en uno de esos textos inútiles que no iba a firmar él .", añadió M.B. "Tenía que escribir una memoria sobre Schubert.Una biografía moral [¿Dijo realmente moral?], o algo parecido. Hablaba

de establecer la cronología de la evolución de su espíritu... Eso... cambia,¿no?... ¡Pero evolucionar...! El alma... se cansa. Es todo." [Esa frase de...¡Bueno! Imposible de creer.]

Buscaba excusas [B.] (¿En Viena...? Es harto probable que lo hiciera. En Viena..., oscura en ese tiempo. Buscando aspectos sagrados... ¡odefinitivamente herejes! "El ambiente, frío y brumoso, con un aire dehollín, era opresivo", recordaba en una de sus cartas (fechada en M., haciaabril de 1990). Una coartada para mantener su interés en un trabajomercenario y tedioso. Agregar esto incrementaría las dudas de M.B. No,¿para qué? Es suficiente con lo poco que sabe. Y en cuanto a la devociónde B. por S. (...)

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Yendo de un lugar a otro, fúnebre y fetichista. Lo primero que hace:acude al... [Cementerio General]. En París: lo recuerdo bien en el PéreLachaise un día húmedo y gris, ventoso. "Qué... ¿hueles las víscerassolemnes, el seso ilustre...?" Pero visitaba mucho Montmartre. El señor deS. recibe de 5 a 8, siempre sin excusas, informalmente. Es una tumba

modesta, en la orilla de la Avenue de la Croix, en la primera fila, concesión21, 30ª división. Un atardecer del otoño parisino acompañé esa manía...

 Alzaba yo la vista. Todos los matices del gris contra el fondo azul y doradode un cielo crepuscular. [Nubes en forma de cirros... cúmulos...Estratocúmulos (noviembre). Vincent van Gogh: Campo  de trigo. Saint-Rémy, octubre 1889. "Ese color de plomo, y el azul", le dije a...]

Surgen otros cálculos más felices. [B. acompañando a P.V., que estudiacon clarividencia a J. Epstein y Gaudier-B. en la Inglaterra aún victoriana:“no escultura: estatuas”, diría sabiamente. Luego, en París... examinó latumba de W., en lo alto de la pequeña colina: un enunciado babélico deleyendas y  graffitis, sangrante de impunes rayados de colores.

Signatarios anónimos a pesar de las iniciales y la caligrafía escandalosadel nombre desconocido. La alegre ceremonia iconoclasta asfixiaba elrelieve de Epstein, el homenaje artesano y concienzudo, simbólico y totémico.]

"Vi a Brell enmudecido delante de... [la sepultura] de S., bajo la sombrade los grandes tilos (sic)", dijo M.B.

(No descubrió B. al otro lado la tumba blanca de Schönberg. Negaríasiempre esa proximidad .) Respecto a Sch.: J. menciona con frecuencia laserie de perplejidades del viejo Mahler, una tras otra hasta 1911.Extrañado ante el empeño raro de Sch...: " No entiendo... Pero debe serusted quien tiene razón. Es joven."

M.B. proseguía el insustancial inventario, no captaba la inautenticidad

de sus idas y venidas, la frívola estrategia de un pensamiento que se valíadel dinamismo para desprenderse de todo lo doloroso o difícil  (B.:"...desde la ventanilla del avión, avistaba Venecia bajo las nubes de colorpúrpura... sobrecogedora imagen de N.Y., desde la mitad del puente deBrooklyn, y el viento..." Tonterías de esa índole. Etcétera.): "En Viena laniebla húmeda se pegaba a la piel y enturbiaba los ojos", decía ella,evocaba con simpleza. "Los cafés llenos de luz estaban muy animados,pero afuera el aire era como un cuchillo gélido bajo un cielo bajo y desolador... Francamente, (...)"

Brell quiso acercarse solo a Liechtental, un suburbio arracimado a laciudad. [Esto lo omitió M.B.]

"Andaba tras la pista de no sé qué cosas sin importancia aparente."El vestigio... ¿desconcertante?Naturalmente, los otros le perdieron. Ya no pudieron reunirse en Viena.Había desaparecido de repente.Se habían separado cerca de la catedral, cuando se dirigían a la Kärntner

Strasse... B. aseguró que se encontrarían allí a la hora de comer... "A T.B.le divirtió robarle poemas a un poeta loco que los escribía y los fijaba conpapel adhesivo en la pared, al alcance de la gente, sin esperar nada acambio... No volvió... Brell, quiero decir... Se había cambiado hasta dehotel..." (M.B., confesiones siempre entrecortadas.)

Brell, sin decir nada a nadie, sin dejarse ver, abandonó Viena al cabo deunos días. Se largó, solo de nuevo y casi a escondidas, a Praga.

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"¿Por las buenas...?"T.B.: "No dejó ninguna nota en el hotel. Lo volvimos a ver en Francfort.

Un poco... De allí, sin A. y... regresamos juntos a V.""Nunca supe de veras lo que había ocurrido..." admitía M.B. (¡Qué iba a

saber...!)

"¡Tendría miedo a Schubert!": D.G. [1.5.97. Mucho más fácil: anda unoperdido... etc./ Post.: Busca causas...]

B. enfrentándose al bueno de Schubert: sugiere ingenuidades sin fin.¡Las suyas...!

En cualquier caso T.B. repasaba aquellos episodios con cierto desdén:nada que declarar.

Praga estaba tan cerca.(Imagino en Brell una fingida timidez al confesar ese súbito deseo.)"Mantuvo un silencio absoluto hasta acabar el viaje de regreso, sumido

en una seriedad incomprensible", observó M.B.Todavía la premeditación, y hasta el pormenor, eran elusivos.

 Abocaban al engaño. Por ejemplo:"Yo creo que Brell siempre ha tenido lo necesario para ser feliz, pero hapreferido ser desgraciado", aseguraba M.B. [Feliz y confundida, bella eindiferente, feble, ajena... "¿A qué hurgar en las cosas del mundo,pues...?", que diría... J.P., probablemente.]

Hasta T.B.:"Debe parecerle que ha de esperar tanto tiempo para conseguir lo que

desea que teme que cuando ello suceda ya carecerá de significado para él."...…………….………...........................................................................................

Resulta en extremo desagradable comprobar de qué forma sucesos que auno mismo se le antojan de clara inferencia, o cuando menos nosusceptibles de equívocos y malentendidos, terminan afectados de

múltiples significados. Puedo entender la lógica maraña de parecerescontrapuestos que una personalidad consigue auspiciar hasta producir lamás completa anarquía en el juicio de los demás [1/5.: Bien, al parecersólo V.v.G. mostraría siempre una idéntica faceta que inspiraba lacompasión o la maldita chanza. No parece haber habido excepcionessobresalientes en ello. Y después de su época... muerto el perro se acabóla rabia.], pero se me antoja muy irritante que la evidencia, un acto claro,una conclusión de certidumbre objetiva, acabe menoscabada por unadeducción errónea. Sólo la frivolidad, pues ésta en un carácter distrae todotipo de torcida intención, disculpa en el análisis de éste y otros casosanálogos un resultado injusto.

Precisamente yo pensaba sin vacilar que Brell tenía todo en contra de lafelicidad. No sospechaba entonces que un día, con secreto alborozo suyo y la indiferencia universal, iba a renunciar sin tristeza ni humillación a loque tan obstinadamente se había opuesto a conseguir aquélla.

Sin embargo, ¿aún cabe la vida sencilla en un corazón corrompido...?A la postre de las falsas interpretaciones... a medias comprendía yo a

Brell. Y su devoción (?)... ¡a Schubert!Luego... estaba su afección por el dudoso y taimado escritor judío de

Praga. Quedaba un ánimo ya maltrecho.Praga...Fue allí porque no sabía qué clase de talento tenía... y toda la ilusión

había quedado atrás.

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(No... sólo el sacrificio, el júbilo.)

 

***

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Fue (?) después de un recital de piano.La noche (muy azulada) era de finales de junio, en vísperas de san Juan.

Largo viaje a la nada. La tristeza del solsticio: es así para quien ha derenacer, no renovarse, ser otro...

Tenía entradas para un concierto. Alguien las descuidó o simplemente

las ignoró en la redacción del periódico. Las descubrí sin malicia junto aun teléfono descolgado. Podía oír la rasgadura metálica de la vozperdiéndose entre dos gavetas. Siempre me ha fascinado ese desordenpapelero sobre las mesas de los redactores, el gadget provocador eingenuo, el tazón inglés de cerámica en relieve para tomar el té o el caféaguado, el muñeco de trapo, los juegos de agua. Aunque ahora la pulcritudluminosa de los ordenadores crea un ambiente de notoria frialdad, defineuna técnica nueva de propalar la noticia. Parece el ambiente algo aséptico

 bajo la luz blanca. Vi a F. detrás de una columna, con folios de coloramarillo en las manos y una mueca de enfermo en la cara, a N., que comíauna manzana roja y tecleaba con un dedo sin apartar la vista de la

pantalla, a S.T., a... Dejé mi crítica de la exposición de F.B. casi ahurtadillas.Cuando abandoné el edificio llevaba los tickets en el bolsillo. Afuera, el

aire húmedo presagiaba una lluvia cálida, se anaranjaba el azul del cielo.¿Invitaría a T.B.? No era una ocurrencia afortunada. ¿Y si mencionaba

el pianista legendario que celebraría el recital?... La electiva devoción deT.B. por la música autorizaba escasas audiciones: sólo asimilaba la decarácter intimista. Abominaba las obras del repertorio más identificable y propagado, las reiteraciones inútiles, el abuso continuado. Una versiónanodina la llenaba de profunda irritación: "Pero... ¡es innecesario hacereso!"  No entendía la mediocridad . (Una vez dijo sobre Sch...: "¡Ah, yatiene poco de técnico...") [5/97. Dudo de esa inteligencia. Es demasiado

coincidente: sabría del reproche despectivo de un Goethe ya clasicistaacerca de Beethoven y Weber: "... esos dos, los últimos técnicos..." Pero,¿dónde leería la cita...? Por otra parte, Sch... ¡era un romántico!]

Lentamente, me acerqué hasta su casa...[Recuerdo que toqué el timbre repetidas veces. Sabía que estaba en el

apartamento. De seguro que en compañía de alguien (?). Esperé un buenrato, pero no me abrió la puerta. Dejé de insistir. Luego, (¿al díasiguiente?), su cara irradiaba una energía mala. Entendí entonces. Fue... elprimer sobresalto, su mirada tan brillante y el gesto de suficiencia, lasonrisa feliz y diabólica... Cap. París. Pgs. xxx...]

El programa incluía un extenso ciclo pianístico que culminaba la

temporada musical de una ciudad alejada de los certámenes y festivales dediseño...

La aparición de S.R. era discreta, fugaz y única, casi iba a pasarinadvertida. (R.: ..."holgado el traje, y él natural y elegante, serio, alto, lamirada sabia y austera...")

Este músico suele viajar sin el revuelo de la publicidad. Siempre hapreferido el rigor de las vetustas catedrales o el severo recinto de untemplo barroco de calleja, el cálido recogimiento de una pequeña sala deconciertos. Ese respeto al retablo dorado, el casco antiguo, húmedo y medieval de las ciud... (sic).

Desdeña un acontecer [espectáculo] ajeno al íntimo entendimiento delas secretas partituras.

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En V. había accedido a interpretar dos de las tres últimas sonatas parapiano de S.

Sin alharacas, callado. De él: sólo nace la música.[Horas después del paseo nocturno: escribí una not. (que ahora para

nada sirve): En Grenoble había escuchado hacía algunos años las

inteligentes versiones que Z. [D.G. dudaba: "¿Z.?"] proponía de la obrapianística de S. La ejecución debía mucho a una inspiración casiprocesual...: un curiosa muestra de orgullo juvenil y una técnica de genialinvención, de sentida clarividencia. Adivinaba, hechizado por lo acordes,que existía una fácil adhesión con una textura musical que se enraizaba enlos dictados más hondos del claroscuro tonal del espíritu. Todo... unaconfidencia.]

Subjetivado por la esperanza, la angustia o la alegría, la libre inspiracióno el reglado canónico, aunque todavía sujeto a la forma implacable, elpianoforte de S. intensifica la emoción de un discurso moral, dramático ocontrito que nunca empaña ni confunde el apego a una existencia de

plurales significaciones, a una concepción vitalista y magníficamentehumana.Pero S. es la creación interrumpida, la sinrazón de dejar de crear por

imperativo inextricable del azar, el capricho superior de la contingencia:este preso de la fatalidad no es el mejor ejemplo para el optimismo. Cosas

 baladíes del mundo lo agotan y lo destruyen: su devenir proclama el fiasco[Dice G.M.: "Al contrario que V.v.G.: éste lo busca..."]

Ahora R. oponía a la complicidad el hermanamiento doliente de lacomprensión. No se confunde la vejez serena [muchas cosas han vistoestos ojos cerrados...] ante el ímpetu de una imaginación enardecida,

 joven y malograda. No le engaña el entramado vigoroso y trágico deladiós. La glosa del viejo pianista acomoda lo categórico a la auténtica

inteligencia de un talento que exige la moderación.[Apenas sabía leer la música. Me esforzaba en penetrar en los signos.

Parecía algo sobrenatural (Mucho más tarde, F.N. los transcribiría: codaen Do#, el sol aplicado en octava, etcétera...)]:

 R. iniciaba parsimonioso los primeros acordes de la sonata en si bemol mayor. Se aprestaba a convertirse entre la cadencia y el compásdictado de la escritura en el vértice de la pasión de la voz ausente, en el registro auténtico de un gozo o un pesar lejanos en el tiempo: laconfesión del compositor sazonada de todo lo terrenal y del alcanceinusitado de saberse vivo.

 El pianista era una prolongación, leve o conmovedora, desgarrada y

concisa, de la punzante memoria del músico condenado. ¿Ver el revésde la pasión...?  [Qué trasunto terrible, la cara oculta, la madeja de latécnica.]

 Sabedor de su próximo fin S. descree de lo sagrado y planea con lanota inspirada el doloroso testimonio de su corta vida. Ha de negar el 

 futuro, su castigo es el presente que muere con él. Está la noche y el día,y está la vida y está la muerte. Es mediante la creación, a la que seaferra como una postrera afirmación de rebeldía pero también deestoicismo, que S. retorna al origen, al trance del conocimiento y a lamaldición del final inminente. No sabe si es justo o no, si expiación osimple providencia. El no sabe sentir el límite, que no comprende. Erademasiado jovial para eso.

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La vida como azar: la locura y la soberbia, el genio y la diferencia. Al cabo, la muerte, que es la gracia divina que a todos llega. S., hombreimpetuoso de carácter cordial (qué pacífico agitado...), sufre deambivalencia, ronda el debate de la desesperación y la renuncia, de loinmortal y lo efímero desde la experiencia última de la fugacidad de

su existir. La certeza del acabamiento induce al alegato de la grandezao al desencanto aterrador... Ser consciente de que todo es de una

 poquedad épica, una mayúscula ilusión.Irrumpen graves las notas, hasta abruptas... Ese teclado es una

ventana que hay que abrir a su alma... En un mundo sin dioses, sin creador, sólo queda la creación. S. había

empezado su curso natural y espléndido fundamentándola con laalegría. Pero culmina entristecido, con una extraña pesadumbre que noexcluye el coraje. Se diría que desde el teclado generoso y romántico,convoca toda la felicidad posible para los demás. Luego, bruscamente,está el silencio: la música alcanza la más alta expresión cuando libre de

la vehemencia, del amor y del miedo, de la muerte segura y la vida deatrás, gesta un testamento que tiene algo de conjuro para hallar el alborozo, la resignada paz final.

Veía yo el noble perfil, casi etéreo, de R. Le poseía una seriedad bellísima. Se inclinaba con elegancia sobre las teclas, transido por el habla que sólo él podía escuchar y transmitir con un devoto trastorno.

 Lo contemplaba y... adivinaba al músico de rostro orondo y sus ojos delente, la efigie estática y dudosa de los grabados y pinturas... Se meconfundían compositor e intérprete cuando ya el desarrollo de latorturada autoelegía conmovía por entero la partitura y, cual unamagia benéfica que desdeñaba las fáciles dimensiones, alcanzabantranquilamente a ser la misma cosa.

 Sentía piedad en especial. A merced del sentimiento más desnudo de palabras... el cobalto divino (...) como una música de tonos... un ciertoMonticelli [V.V.G. CARTA 626. /12.02.1890, domingo, escrita por latarde/. ] 

Las notas parecían llenar los espacios imaginarios donde seacomodan los pensamientos cruciales [ el color ].

Un excelso arrobamiento del intérprete mostraba ahora la agitacióndel compositor. La melodía volvía a la tonalidad de Mi: se descubre enel sentir del músico el recuerdo feliz del pasado, la violenciadesconcertante del presente, y la penosa realidad del mismo instanteque registraba la pluma sobre el papel pautado, la huella negra del 

alma enferma. (Es el otoño. Ya no hay otro viaje de invierno: lamarcha hacia la muerte desde el principio de la vida.) [EnSchwanengesang. El poema de H.: Der Doppelgänger: "Mi doble, pálidocompañero..." Verif. 8.98]

Doblegado: risueño, pero no había dejado de sufrir probablemente ni unsolo día. El despecho por su desgracia le hizo gracioso y enérgico. Era undrama terrible: ante todo S. ama la vida, desea conservarla... ¿Cómo esposible crear para los otros teniendo para sí la nada? [D.G. "Tienes cercael ejemplo: V.v.G., pues ¿qué tuvo ese paria del infierno...?"]

Es una cruda oración esta música tal vez llena de blasfemias horribles, velada acaso por un secreto resquemor, esclarece el sonido de unamañana, o de un crepúsculo o de una noche rebosantes de angustia de

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hace cerca de dos siglos transcritos en el pentagrama. Más tarde, laesperanza le hace trampas: "Déjame leer la epopeya de los mundosnuevos, el entretenimiento infantil..." [¿Qué leía Beethoven en su final

 vienés, enfermo febril y sucio...? Y éste, leyendo a Cooper, casi sus O.C.Era hombre bueno.]

Moribundo, recluido en el pequeño espacio de la alcoba, S. desfallecesentado en el sillón con el libro de aventuras en las manos, sin mirar por la

 ventana encendida del otoño. Afuera está la Viena: un emporio estético, elarrebato genial y el vaivén fulgurante. Ahora queda al compás de sones demúsicas ligeras. Es un arte recreado, romántico, sin rebelión. Aún estálejos el gran siglo. Recordaba yo la ciudad veraniega de pálidos colores, lasestatuas y los frontispicios, los dorados arbotantes, los limpios chapiteles y las cúpulas y torres de las iglesias de sosegada arquitectura, todo del colordel suave y casi lánguido cromatismo de las acuarelas y pasteles con queKupelwieser y Kriehuber reflejaban las regocijantes y frívolasschubertiadas tan inocentes. El sofisticado tiempo de más tarde tendrá

una dulce compasión por todo ello.El martes 18 de noviembre de 1828, durante la mañana ventosa, con laluz del sol macilenta y triste, delira: "¡Me habéis enterrado vivo!" Es lamuerte que ha llegado. Se lo llevará al día siguiente: al igual que ladoncella hermosa y exánime, se desvanece y se precipita en su seno, demanera harto prestísima, arrebatado a la vida.

[(1.) 3/1986. En Viena ha visto Brell el retrato del hombre desastrado. V.v.G. en París, 1886-87. Un tipo exaltado y locuaz. Decían de él: "Nollegará muy lejos..." Y el mismo Theo van Gogh: "Tiene un talento normalcomo pintor, pero no más..." Brell me aseguró que vio ese pequeño retratode verdadera casualidad. Alguien mencionó las dos obras del holandés enla Galería... "¿En el Kunsthistorisches...?" "En el Stallburg, un edificio

anexo... No hay que andar demasiado, queda al lado, muy cerca." Eseautorretrato sí es de otro hombre. Es hosco y terrible. Encara tragedias,humillaciones que no parecen tener fin. B. se dice, sin la menorcompasión: "Este hombre es un trasto... está perdido." En Praga, ha derectificar. Mirará largamente... etcétera. Y, luego, ya llegará aquél a Arlés,a Montes éste.]

[(2.) 5/1999.: Existe una fotografía del 86 de Emile Bernard y Van Gogh,de la época del autorretrato vienés. Se ven sentados junto al Sena, al airelibre, en Asnières. V.v.G., tocado con un sombrero de fieltro, está deespaldas, en una silla baja de enea sin respaldo, frente a E.B., que le miracon los ojos hundidos en una cara pálida y enjuta. Ambos tienen los brazos

apoyados en la mesa redonda. Los cuerpos ocultan alguna botella deajenjo, los vasos. Hablan.]No se rinde, no... Pero, ¡adiós, paloma mensajera!

   Du stolzes Herz, du hast es ja gewollt,du wolltest glückliech Sein...Las notas inducen a la perfecta docilidad, al sobrecogimiento. Cada una

de ellas, como palabras de fácil comprensión, daban cima a un discursonítido y concluyente, a la más patética súplica: S. parecía implorarmediante los arpegios un plazo mayor de vida, confesaba su perdición y,sobre todo, revelaba su humildad ante un destino que se obstinaba encomplacerse en lo injusto, la rareza y la fatalidad.

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Murió angustiado por dejar de crear. Hubiera cambiado su segurasalvación por una década más de creación, unos años, un día...

Se hubiera condenado muy consciente y muy feliz por esa estúpidacaridad que terminaría negándosele.

Salí del estupor. La última oleada de acordes era como una

consunción, una mansedumbre y un terror disfrazados de ciencia. R.irguió el torso con extremada lentitud. Difundió la luz la realidad, el 

 presente descubrió a R., su noble testa luminosa, pero la liviandad del reconocimiento  no sustrajo del pensamiento cautivo la atmósfera detragicidad que nubló la vida del otro [músico desaparecido].……......................……………............................................................................

Las voces me herían. Casi experimenté dolor físico. La gente a mialrededor se ponía en pie... De un modo instintivo hice lo mismo.

Esos fáciles aplausos... Yo hubiera querido la música tan sólo, la luz y luego la oscuridad, el silencio completo.

"Schubert no hubiera entendido nunca la claudicación", dije. Creo que

estábamos en M..., hacia.... Por espacio de unos segundos [B.] me mirófingiendo asombro. Luego, apartó la mirada. Volvía la espalda... Estabaseguro de que me había comprendido muy bien. [¿Cuándo fue eso...? ¿EnM...? No... ¡A santo de qué...! En V., antes de..., en febrero. Pero, ¡tantotiempo ya! 1987 ó 88...]

Se crea porque se echa en falta un dios, y la muerte, ay, parece quedartan lejos... ¿Por qué renunciar al arte...? ¿A dejarlo todo sin respuesta...? Y mientras tanto, la vida día a día, como el río que no vuelve.

Afuera... Una lluvia de cristal, cálida y oscura, descendía sobre la ciudad.Sentí un aire tibio y mojado en el rostro. Las copas de los árboles,osciladas por el viento, dibujaban sobre las aceras sombras brillantes y fugitivas bajo la luz eléctrica. (Siluetas entre luces y sombras, un

claroscuro sin grises.)Caminaba tranquilo y vacío hacia T.B. Sin la menor esperanza.Pensaba en Brell. Sin conocer exactamente la razón (o rechazándola por

evidentemente onerosa). La reflexión tan innecesaria... Asociabarelaciones peregrinas: entre el arte y la realidad, la mascarada y el talento.Pero B. no me había inspirado recelos en el pasado respecto a su calidadmoral, y en el futuro no ostentaría vínculos notables a algún mal oficio:repugnaba a su esencia el disimulo. No sabría ocultar la falta de talento.

 Amaba la vida... ahora otra forma de vida. Vivir,  por lo menos.Entretanto, había salido adelante sin perder demasiado de sí mismo, untrabajo (un rostro oscuro, difuso), vendía ideas viejas, una ropavejería sin

gracia ni aliño, tantas líneas, dinero al canto. Nada más. Brell no sehubiera defendido nunca. No sabía qué defender. Y a estas alturas no iba anegar lo que había sido mucho tiempo atrás, cuando en su mundo todoera aún inocente y sobraban las culpas.

El conformismo de su época erosionaba todavía más su ambición, y susfaltas menores no le facultaban para la verdadera transgresión.

Puesto que la vida es tan corta... El sacrificio era lo más alejado de susdébiles y pocas habilidades. Sus recursos (o su rabia) valían para poco.Simplemente, la superchería sólo la aceptaba si le divertía. Fabulaba: ahíestá S.[ilvia] J.[ara]... ¡Ya le enseñará él...!

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B. habría podido prolongar de manera indefinida hasta la desdicha másprofunda y destructora (hasta la misma muerte) una farsa llevadera.Tenía perversiones más profundas. No lo hizo. Se aburría...

[18.02.03: J.:  El aburrimiento indica mucho más allá de un simpleestado de ánimo: nos revela desnudos al fin.]

Carecía de talentos. En especial los que hacían falta para progresar social y artísticamente sin riesgos. O todo, o nada. [D.G.: "Demasiado serio ¡Y qué rancio!" (Dijo: ...demodé).]

Una de las cartas que descubrí más adelante, de las enviadas a T.B.,relataba urgentes y súbitas peregrinaciones en el pasado que buscabanuna conversión venida a él graciosamente, sin esfuerzo. Prescindía de laanécdota en aquellas confesiones: relataba mentiras en Viena y mentirasen Praga. Si era feliz así...

 Al final declaraba su fatiga: "¿El experimentalismo?", se preguntaba a símismo subrayando las palabras. " No, no... Ya, no. Uno deserta, es todo."

Después de Praga... ¡tan sólo le habrían valido argucias tan complejas

como ofensoras a su conciencia! Praga definió su auténtica angustia.La exageración calculada (y fructífera) de V.v.G. no va a alcanzar a B.Que no se crea, pues..

El hombre éste, es inocente. No abusa... [de nada]. Ni siquiera lepersigue la maldición. Ahora no se cree un elegido. Vamos a decirlo de ese modo.

……..............................................................………….......................................Frente a la casa de T.B., dudé unos instantes en pulsar el timbre de

abajo. [Mientras, cae la lluv. (sic) de un cielo nocturno de un resplandornaranja.]

Al final, lo hice. Sin convicción, pero también sin tristeza.No obtuve respuesta. [Imaginé lo más sucio y peor, lo más corrupto y 

secreto, la noche eterna, y el sexo bajo una luz tenue, obscenamenteestudiada...: sería más tarde, mucho más tarde, cuando aprendí areconstruir escenas de "una grave ofensa". El yugo de T.B. hacia loinnoble: injuriar la religión de la vida, maltratar su inútil pureza. Tal vezX., o cualquier otro esclavo perfecto y humillado con el cuerpo a punto y elpene enhiesto, sacia su alma de meretriz, hiende en su vacío. Forja suscadenas de perversión que le libran de miedos... o la precipitan ultrajadadel todo en el mejor descanso, luego del nudo de la pasión y el asco, eltemblor, la saliva y la sangre... Pero allí estaba yo, quieto, mirando porencima del arbolado de las acacias, de un verde tan brillante por la lluvia.Ser ese otro, sobre el lecho o el suelo, una bestia de hedor clamoroso,

ensuciándola a ella, quien sabe...]Me alejé de allí despacio hacia mi propia casa, en las inmediaciones delantiguo hospital convertido ahora en Biblioteca Pública.

Persistía la llovizna. Anduve unos pasos sintiendo toda la desolación dela casa vacía que me aguardaba, de la mala luz y los rincones sumidos enla oscuridad del silencio. Para qué subir arriba. El   Literato, en el linde de los jardines de la Biblioteca [G.S. era incrédulo

respecto al nombre. Lo llevé una tarde: "¡Diablos!", exclamó. Por cierto, vimos a...], aún no había echado el cierre. Entré en el café de luces cálidas(sin neones aberrantes) y mórbidos asientos de color verde, haciendo

 juego con el diván circular en torno al fuste de la columna jónica(deteriorada, milagrosamente auténtica, mutilada la base ática). Me senté

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en una de las sillas de madera negra, frente a la mesa con velador demármol de un rosa pálido. (Los pequeños espejos enmarcados en unextremo lanzan un poliedro de imágenes sosegadas y elegantes. J.P.decía...)

[Corrige en 5.o4: "...él leía el periódico (22.06.88) sujeto a la varilla de

caoba forrada de tela roja... Los bobos reclamos de los anuncios (...) Bebeuna ginebra seca, sin prisas, a pesar de que están a punto de cerrar ellocal... Entiende alguna mirada, el gesto apresurado de la camarera... Unanoticia le sobresalta. Pero, ¿cuál?]

Le dije a G.M.: "Pensaba en el falso itinerario de... Brell." El: "Nada teníaesa aventura..., en poco tiempo iba a asemejarse a algo parecido a unamuerte como la de tantos. Su especial circunstancia derivaba del estilo desu comportamiento..." "Sí", dije, "pero toda huida siempre fascina. Lamanera sacrílega de desaparecer, de ser por fin el otro, emociona de

 veras."Y en ese momento, también, pensé en M. (Leí en V.v.G. que lee en

Fedón.: "... de nadie se quejó."). En fin, después supe por el mismo Brellque en el cuaderno rojo que había legado dejó escrito con letra negra y temblorosa la línea tan sabia de J.L.B. como última declamación: entraren la muerte como quien entra en una fiesta.

S.: comprendí que la idea de la muerte gravitaba implacable sobre... Nose pueden escribir sonatas así .

A T.B., cuando aún estaba seguro de que ella no moriría nunca: "Ahoratambién sé que la huida de Brell de sí mismo no le sirvió. Tuvo que huir aotro sitio... Yo no voy a renunciar a nada, porque todavía creo en lo pocoque tengo..." Se lo dije con la voz firme, aunque enseguida empecé asentirlo.

(Su mirada fue aprobatoria, y sonreía, con los ojos resplandecientes.)

……........………….............................................................................................Me sentía bien allí, en aquellos instantes, escuchando la lluvia de afuera

[... la camarera no esperó más, apagaba los globos de luz sobre la barraforrada de cuero negro...]. No me hubiera ido nunca... Tan cerca de casa.Sin querer escapar de nada, ni de nadie. La calle mojada se disolvía en lasombra de plata de los espejos, era como un chispear de luces fugitivas.Tenía un montón de pobres razones para tener ilusión... (¿Tendría yo eseaspecto leve y transeúnte..., esa cara borrosa?)

 Y, luego, no hoy, esta vez no, otro día, siempre estaba el cuerpo de T.B.,la noche tranquila, el sueño profundo. (23.06.88)

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 Praga

Hay ciudades que llevan en su seno una morfología oculta quetransciende el plano... Etcétera...

[Antes de todo: "Praga es más piedra...", dijo. En efecto, es una piedrasevera, antigua, gótica (Capítulo. T ., y el barroco tan seguido..."¿Confunde...?", sugirió D.G. Y añadió: "Veamos esa piedra...") Llegados aeste punto los discursos me parecían mejor si lograba revolcarlos en elmismo magma: se me revelaban entonces todos los sueños, su materiainforme, su esencia casual. Me producía un placer especial ir extrayendo lapalabra, el concepto... Confiar estéticamente en la mixtura, el desafío a un

orden elevado del tiempo. (P.S. echaba un vistazo a estas líneas. Movía lacabeza extrañado. Hacía una mueca: "Lleva si quieres el futuro de un ladoa otro...¡pero no puedes ordenarlo de nuevo!") D.G.: "¿Mencionaste a... aT. la piedra vieja, el musgo, la humedad negra...?" "No... no lo recuerdoexactamente... Ni siquiera hablé de Brell, ni de Praga. Temía laimpostura... Hablamos de Barcelona, la gama sucia de los muros, de Lyon

 y la pátina de su atardecer (a causa de M.C., viajero impenitente a urbesmohosas, que fue en otra época un enamorado de la piedra y de latremenda enfermedad de su textura, luego tan divertidamente plástico enlos floripondios...), de Poitiers. -Pero [dijo alguien] nada como las nubesnegras de Edimburgo, el ladrillo que rezuma un agua roja-... Ahora que lopienso, debí hablar de B., y de Praga... Pero T. conocía Praga, sin duda...,

su aire oscuro, su cielo gris de castillo... T. se sumía en grandes silencios,lejos..." (...) No era de oro el trigo... Brell vio en P. el cuadro de Van Gogh:el azul y el verde más hermosos, el tejado amarillo... (Trigo verde, 1890.Hay un ciprés, tan bello... el mismo de siempre.) Cruzaba la ciudad deuna parte a otra, pues el museo de Praga se desparrama por muchosedificios...]

... Hay ciudades que llevan en su seno una morfología oculta quetransciende el plano y la geometría de sus calles y sus plazas, el trajinar desus gentes y el exótico nombre de sus cosas. La auténtica ciudad quedainvisible, velada por las imágenes de una modernidad informe, aunque elolor de las nuevas invenciones y el aire con efluvio de un extraño aroma

parece anunciar aquéllo que no emerge desde la barahúnda y laordenación entrevista, sino de algo de más atrás, muy atrás.Brell, sorprendido, hablaba de una ciudad de metafísica, de alquimias

secretas, extraños jeroglíficos y agujas de iglesias y torres enhiestas haciaun cielo bajo y ensombrecido que a ratos proyectaba destellos comoarrancados de una luciente coraza de plata: "Late el espíritu de otrotiempo bajo el estruendo sordo de un ritmo inextricable. El legado de unpasado de siglos, curiosamente, configura la actual pujanza cotidiana.Parece, no obstante, que todo apresuramiento desprende una violentaexcentricidad en la urdimbre de las callejuelas húmedas, en el sonido quedejamos atrás y el eco que nos precede que brotan lánguidos de losmojados y negruzcos adoquines. Es Praga ciudad de avatares íntimos,

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cerradas entelequias y círculos concéntricos hasta la sustancia del alma.Uno se nota aquí [el latido de la sangre], se sabe mágico porque, al igualque otros lugares imaginados por el sueño, te roba la apariencia y es la

 vigilia la que te guía de veras..."¿A qué iba a allí ese Brell? ¿Buscaba algo?: "No sé a qué vine. ¿Buscar?

No se me ocurre..." Se comprometía absurdamente. [Sobrevuelan loscuervos el Moldava en invierno.]

"Es ciudad vieja, y algo judía y recóndita, como hecha de sueñosdispersos en muchas noches por muchos viajeros del pasado. Esfascinante por el recuerdo de tantas cosas [El futuro devuelto. Lo dijo... J.,creo. No: F.S., claro: acaecemos en el tiempo... etc.], por el mudorecogimiento a que convoca y el fervor que nace de pronto en uno por lascosas del espíritu. Es el aleph de Europa milenaria, rancia y bárbara, es laplaza de los saberes del círculo y el foro donde las palabras son sólomusitadas.

"Barroquiza los sentidos mientras el paseo silencioso, que no debe ser

apresurado, conduce a una taberna de puertas amarillas, a una plazoletadisimulada e imprevista de ángulos imposibles  y colores cenicientos, a unparque inesperado y frío con hermosas farolas de hierro negro y árbolesmuy grandes y muy tristes. Todo parece confabularse para crear unarealidad de siluetas, de oscuras referencias. Pero así debe ser, esta es laciudad de Golem, y todo artificio podría tener lugar."

No duda Brell en rendir culto al padre del confuso prometeo. Pudocomprobar la verdad del Cementerio Judío. Pero ¿indagaba?: "... espaisaje misterioso, de una bruma y quietud turbadores, de líneasdesdibujadas sumidas en el vaho del tiempo. Qué mentira las razas, quéestafa las fronteras, la ley. Sentir por el espinazo el prurito del miedo a lomás... ¡dramático! Esos judíos muertos de ojos grandes y tiernos... tan

elocuentes... Los caminitos descuidados de guijarros entre las tumbas demonolito gris y piedra blanca hundidos ya en la tierra negra." [¿Para quéesa visita...? ¡Ah, B. condenado plañidero! Se sienta en un banco depiedra, mira una floresta rara (negra y verde, algo azul, rosa en unextremo), un parterre siniestro, el columnario sobrecogedor. Se ciernennubarrones en el cielo helado...]

B., desde lo alto, empieza a experimentar una sensación incómoda. Estáen el orden debido, como si estuviese próximo a sufrir un malestardesconocido, una dolencia maldita que más tarde o más temprano seapoderaría de él y lo dominaría a su libre antojo. Se le imponía unpensamiento natural y no de cachivache, distante de la palabra artificial

caligrafiada en el aire, por encima del río tan profundo e inabarcable.Abocaba la mirada temerosa en la grieta del tiempo: veía ruinas, algúnanimal huidizo en forma de hombre alto y delgado y pálido quechapoteaba en el agua sucia y cloacal (sic), una escombrera de vanastentativas. El no es... [En el cap. Academia. Es cierto: T.B. lo dijo de B., lodijo de mí: "No quiere uno ser..." Bien, todo peor...].…...........………………………………………...........................................................

[Montes, 1989]Este (que viendo a Beyle medio dormido con la cabeza reclinada y 

dejando escapar por la comisura del labio el buche de agua tibia... allá, enlas montañas, tantos años [¡y páginas!] después, pensaba: "Tengo el cansancio de los grandes viejos..., todo ha terminado.") transitaba por

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las calles de Praga sin quererse morir, sin tener que padecer,   sin darnada a cambio, aún simulaba (pero sólo por miedo...)………….….......................................................................................................

"Sin poder salir de la ciudad primitiva, llámalo si quieres laberinto, meconfundía una búsqueda ridícula pero absorbente, una comprobación

carente de inteligencia, puesto que mis pasos no trataban sino alejarme deno sé qué, acercarme a ningún sitio probable, a alguna decisiónfundamental. Merodeaba en torno a templos antiguos de muros grises y sillerías verdinegras, rondaba edificios de colores..." Le place andar sobreempedrados sonoros,  parisinos, imaginar que surgen bajo los halosneblinosos y azules de la luz de gas el cabriolé, el carruaje de pescante,toda la estampa... "Es una ciudad asentada en colinas, con ese aparecer y desaparecer del horizonte que aquí deja de ser de irresistible sugestióncomo el de Roma o Lisboa y acaba en algo intrigante y descorazonador.Por todas partes te rodean perfiles puntiagudos, alturas que coronan unrío ancho y manso, pero el trazo histórico de la parte antigua te retiene,

nubla el interés por otros conocimientos. Quieres creerlo de ese modo.Niegas, al sentir el delicioso y hasta lúbrico desamparo, la lógica másnatural: el anochecer rojo; el alba azul. Abrazas lo lúgubre, que estésiempre la noche encendida bajo la lluvia de un invierno eterno sinalegría, con miseria, con el miedo de los siglos...

"Sé que éste es el espacio del solitario. Es la plaza sin sol que te infundela cábala y te inspira el misterio. Sólo ves, más allá, la otra conjetura, laprolongación aérea y quizás luminosa de acero y cristal modernos quenada de hermanamiento tiene con este tenebroso vericueto de piedraevocadora, vieja y húmeda... Detestas la ciudad nueva."

 Se detenía frente al carillón de la torre del secular Ayuntamiento: "Noadivinarás nada", parecen decir los grandes aros dorados. Una vez se

 puso en marcha el mecanismo...   Surge desprevenido el movimiento circular, el lento chirrido del hierro. Cree uno que está en un sueño. No, es estar allí, en la Pragaimaginada.

 La enorme plaza le empujaba enseguida a la callejuela angosta, acualquiera de ellas, le seguían las pisadas. Se oía a sí mismo. Pensó, derepente, deslizándose casi como una sombra entre paredes estrechas,sin saber aún el lugar adonde conducía aquel camino, que querríaacabar siendo una piedra enorme y milenaria, mojada de fríos, nievesy vientos, no tener vida humana justificada o miserable. No desear sinoeso: no ser, no desear, y no saber, y, por encima de todo, no escribir ni 

una palabra más que haya de ser leída, maldita y profanada. Nodibujar ninguno de los pasos sobre la tierra aciaga e injusta quemostrasen la huella vacilante, la culminación del círculo más baladí.

Todo está tranquilo en las calles. La fragancia del agua de la lluvia, el aire enmohecido, llenan los pulmones sanos. Se ha ensombrecido el cielo.

Recorrió el trayecto que le aguardaba desde antiguo, apenas sinsorpresa. Clausurado todo, como un alma abierta...

Llega el crepúsculo, la luz liviana, teñida de grises, se va hundiendoen la oscuridad.

 Hay unas voces leves, un ruido lejano que va apagándose poco a pocohasta desaparecer.

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Está solo. No ve transeúntes a su alrededor. Una punzada demelancolía, por lo que no pudo conseguir, alcanza el corazón, y sedesvanece muy pronto, como si ese sentimiento no le perteneciese porentero.

 Parece que se fuga de la existencia. Tampoco sabe adonde va (¡otra

vez!). Respira el aire mineral.Ha anochecido por completo. El cielo está negro. El silencio es total en

la ciudad. Entonces sucede. La urbe ha envejecido de golpe. Acaso el trémulo

resplandor de una antorcha allá lejos, surgiendo de un pasadizo... Perotambién penetra en el alma un espíritu sutil, inquieto y sabio: en lasmañanas limpias y frescas el aire transporta hasta los valles ymontañas el sonido de la campana de bronce. El fecundo hedor de latierra pródiga se eleva hacia el cielo inocente. Ha visto uno la fiesta del 

 fuego, la rudeza de la tierra, el vicio y el terror del hombre del año mil,la nada que aguarda tras las pesadas puertas del castillo, la fantasía

religiosa celebrada en las grandes catedrales que ofusca los sentidos,entorpece la sangre de ritos inútiles y envilece la existencia.[Ese judío divertido y genial miente: quiere escapar de la vida con la

falsa estratagema de la escritura... Agota el pensamiento en el pesimismomás radical. ¡Sin querer nos retrata la abyección de todo lo cotidiano, elabsurdo de las épocas!]

El protocolo de la muerte, el placer de su ceremonia... (Se hablaba así mismo: de los colores, él diría, dorado, azul y negro; aunque...)

 Ah, si el rojo es el más bello, el color más querido es el verde... ¡el blanco es para los imbéciles!, y el amarillo hostiga...

... Piensa en el invierno atroz de esta ciudad, en sus calles desiertasenvueltas en la niebla y el frío de la piedra, en el silencio blanco de la

nieve. El paseo retorcido y continuo, oblicuo, desconcertante, leconduce nuevamente al puente barroco...

[El era la misma metáfora. ¡Qué tipo medieval escondido bajo la ropamoderna, el ridículo sombrero..., todos los melindres sacados a la luz!]

[G.B., que hablaba de parábolas. F. le secundaba en eso (...) Y D.G.relegaba cualquier texto, lo tachaba de superchería...: "Ese tipoenclaustrado y quejica, ese espíritu bochornoso, ¿a qué ha de influirtodavía?"]

Ha visto la obra de ese maestro pintor de Bohemia: toda la incipienteciudad de la naturaleza, la azucena y el arbusto, la tierra quebrada,verde y dorada, la sombra azul. Sobre ello se ha alzado la muralla y el 

ruido, los siglos uno a uno... Hasta hoy. Pero él, ¿cómo no iba a saber de la tortura de las habitaciones y

buhardillas mal iluminadas de los pisos altos, de la noche de insomnio plagada de ocurrencias malignas y alucinaciones dolorosas? El cielonegro y lejano de hace mil años ha debido amortajar tanto el mal 

 pensamiento como el deseo de gloria futura, la labor callada del mal  poeta discurriendo versos de tontería esencial y la prosa labrada deanticipación y pesadilla, toda una rebusca interior de sustitutivosvitales que concluyen en la misma sepultura de la desesperanza, en la

 fe en la vana e inalcanzable empresa, ay, imposible de escrituras.Robot y Golem, artificios de una vida imprevisible que parecen

apadrinar desde la leyenda antiquísima lo experimental, el fruto de

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una impotencia absoluta y determinante, dominan la secuenciasolitaria del paseo iniciático, dominan el...……..............................………….......................................................................

"Me detuve un instante en la mitad del puente, mirando la mole oscuradel castillo a lo lejos, al fondo de la noche, sintiendo el mudo fluir del río

debajo de las piedras antiguas del suelo."Notaba como si el mundo ya no pudiera amanecer otra vez cubierto de

colores, el crepúsculo en todo, el otoño dorado y, luego, rojo.".........………...........................…………..............................................................

Aparece el artista frente a K. Veamos. El artista viste sólo unos pantalones y una camisa con los botones desabrochados: dibujaráexcelentemente con un lápiz común el mensaje de tu sueño: qué primoren la lápida que se alza frente el hoyo de tu... tumba. Ese lápiz ordinario... ¡que escribe letras doradas!

"Entonces alguien me tocó por detrás. ¿Quién podría hacerme daño...?:¿Hotel, sir? 

"Me dejé conducir con algo de miedo, inconscientemente. El hombre,alto y delgado, (y pensé que sin ojos), tocado con una siniestra gorra deplato y abrigado todo él por una larga gabardina negra que alcanzabahasta el suelo, me obligaba a seguirle con prisas, como si ambossupiéramos adónde teníamos que llegar. En ese momento, caí en la cuentadel peso tan enorme de la mochila que cargaba a la espalda."

 

***

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“Una escritura validada por el tiempo y la leyenda acrecienta más susméritos intrínsecos, pues los tiene, que lo sofístico o incompleto de sucontenido, que también puede adivinarse", observó Brell una vez.

Texto de culto y adolescente pletesía, producto de una lucha sin cuartelentre la desesperación y el ansia de eternidad, de perennidad a pesar de

todo, la obra fragmentaria y misteriosa, de labra alquímica y donpremonitorio, termina encallada en el proceso de su creación maldita y elmito de su alcance oculto, inasible. Enigma de la cultura, el sujeto queescribe fundamenta su mágica ensoñación, o pesadilla, a partir de laimpotencia y la más absoluta de las imposibilidades. Adivina quien esporque no puede empezar su camino hacia lo trágico y lo callado, lodesconocido y lo porvenir, con la memoria estragada de logros pasadosinsignificantes. La modernidad que presiente en su pensamiento le impidela experimentación: reinventa lo tradicional entonces. La época, a la queno quiere desmentir ni negar ni falsear o exagerar con literarias arguciastécnicas y entretenidos argumentos, le exige la invención del nuevo

criterio y otra clase de omnisciencia en la narración. Su potestad radicaen radiografiar el tuétano del mundo. Señala graves dolenciascontemporáneas. [V.G. afirma exactamente lo mismo. Pero, éste, esnatural, necesita el aire y el olor (sic) del sol. Es un caos fértil lo quesiembra la angustia en su cerebro. [Anot. después de haber charladocon..., en M., frente la sierra nevada....¡en mayo! 5/2005. (Estabatambién... Dijo: "¡Nacer sin el estigma del engaño! Dejarse la piel a tiras...¡Mejor si morían pronto!" S. le interpeló rápidamente: "¿Cómo?" Ella,P.M.R., sin perder un segundo, repuso: "¡Matándose!")]

 Abocado el grafómano enfermizo a una forma y un medio inevitables laintrospección dirige lo imaginativo, corporeiza los más profundos temores

 y acicala una prosa inspirada con toda probabilidad en los abismos del

asco físico, la náusea de ser y la profunda indecisión.Los años acreditan tal vez sin saber esencialmente, (casi seguro: sólo con

la anécdota, banalizando la vida y la obra del infausto sujeto), un legadoque extraña por sincero y crucial, tan lejos del sentido común como de larareza que universalmente se le supone. La incertidumbre es el mejor

 venero: salva de lo correcto  y la frivolidad. La angustia es un engranajediabólico que atenaza el espíritu de su insomne ingeniero hasta dejarlohecho trizas. Así que este educado y gris empleado concluye en loincomprensible de lo cotidiano y lo familiar, en lo solapado y fatídico delgracioso discurrir diario bajo el sol o la lluvia, el frío o el calor, la mañanao la tarde, mientras los colores se desvanecen o se muestran pujantes a la

desnuda luz del mediodía. Es el constante fluir de una mente sin dudaenferma por parajes tan inaccesibles como el meollo de la locura... Y esosrecorridos sin retorno: de la vigilia al sueño sin tregua, del sueño a la vida.El análisis alcanza a lo más ínfimo, el minúsculo accidente delpensamiento atrona en el cuerpo desfallecido. El perdón será la muerte. Y así se traza el claroscuro cargado de males y sombras, la visión de lapesadilla terrible de un futuro siempre de guerras, irracional e inútil. (K.prevé la enormidad sangrienta del absurdo de su siglo, de los otros…)

En cuanto a él... Efectivamente, te vemos como el monstruo que eres.Eres el trasto ése que hay que quitarse de en medio como sea. [¡A escobazos!]

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Su tiranía es ingeniosa (todo en él lo es, hasta la práctica del amor, laindiferencia por el dinero, los menores ejercicios... ¡escapar con una mujermucho mejor que él cuando la huida ya no es posible!), es un déspotarefinado y sutil: "¿Sabéis? Yo sufro, sufro..." Vamos, vamos, tratándose deun sufrimiento sin perversión física...

 Al final, se ha ganado el suplicio lenta e implacablemente, con extremadaafición. Muere con la tremenda evidencia del cuerpo corrompido.

 Agotado, le espeta al amigo desleal: "Mátame, o eres un asesino."Es hombre de una falsa eternidad [Que hablen de él los otros, siempre

los de después, etc.], aunque la expresión impávida de su rostro jamásdibuja una mueca, una feliz sonrisa, la certeza de su leyenda interesada,tan apocada su vida que no puede ser aquélla apócrifa. Su impotencia essincera, a nada anima, qué poco celebra. Parte de mil caminos paraculminar agitado y exhausto en uno solo de ellos. Quizás miente, se mientaa sí mismo: ¿qué no será un trapacero merodeador en torno a un fin queansía prolongado? No... Lo grotesco es que quiera reconocerse mediante

una escritura que revela a cualquier alma ruin y miedosa menos la suya,cualquier dilema menos el suyo, con la pluma en la mano y los ojoscerrados a lo largo de fríos crepúsculos sin oro y amaneceres de hielo.

Este posterga mucho la festividad. Anticipa la agonía. Una mala religiónle desplaza a las razones fatales, lo aleja de la fiesta, así que lograneutralizar su reserva vital, la desmenuza en infinitas atenciones y abusosmezquinos su enrevesado juicio. Es un proceso devastador que lo aniquilasin ninguna esperanza. Ha dejado de soñar. Abierta queda la puerta queconduce allá donde ya no existen las leyes.

Se destruyó con una autoridad que no dejaba lugar a creer en otra cosa. A la postre, fue un artista de sí mismo, su mejor obra. ["La literatura hasido una coartada, un lastre residual adherido a un fracaso en la vida en

extremo manifiesto, deliberado e incomprensiblemente tenaz", ¿G.M.? EnB.: merodeaban por allí también L., S. y P.M. 2002.]

Toda su mística y angustiosa recapitulación acaban justificadas por laobra creada muy a su pesar. Pero es un hombre que siempre ha negado la

 vida, y quizás muere sin comprender si el éxtasis que le embarga en surotunda despedida es de alegría o de infortunio.

Está muerto... el monstruo del cuarto del fondo: Se ha librado de ellos,de esos tres, y ha cogido el tranvía para ir a respirar el aire fresco ylibre de las afueras de la ciudad. El es el único pasajero en el tranvíainundado de la luz cálida del sol. Está cómodamente recostado en suasiento... Piensa en el porvenir, quizá dichoso.

Su creación, que intenta minimizar con artería aspirando al deseo de sudestrucción impensable por una mano ajena, trasciende a ese creadorimpotente, ese médium que si deviene genial precursor es porque en el 

 fondo no renuncia a nada. Su metáfora sofisticada alivia deliciosamente lainmensa guerra consigo mismo. Oculta el auténtico propósito. Sumetafísica es en realidad un debate psíquico: mira implacable a suinterior, y mira al mundo a hurtadillas, con soslayada indiferencia, y engendra palabras, y la trama minuciosa va tejiéndose hasta conformar losdibujos imborrables del delirio y la pesadilla, del absurdo, del temor, de lacondena, la plácida economía de la muerte...

En ese destino la literatura acaece sólo como un acabamiento ejemplar,una fusión de genio y suicidio. Se trata de una desesperanza atemperada

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por la ocurrencia, la plástica de las palabras, su juego de infinitacombinatoria.

 Esta mañana, a primera hora, por primera vez en mucho tiempo, laalegría de imaginar un cuchillo que gira clavado en mi corazón.

 ***

B. se había aferrado cándidamente en años lejanos y juveniles a unaalternativa de... (D.G.: "¿Inmolación...?") Pensaría que no quedaba nadamás que eso. Sabía que jamás lograría el éxito (?). Sus ojos claros, tanqueridos por el sol, veían más allá de lo prescindible, de lo aconsejable,del desperdicio. Tendrán mi recuerdo falseado, ocurre así... siempre.

(Preguntan: "Y ¿aquel...?" ¡Pche!)Vincent van Gogh, en Amberes: "Siento en mí la obstinación. Estoy porencima de lo que la gente pueda decir de mí y de mi obra." (Diciembre,1885, tan confundido todavía).

[Anot. muy..., hacia febr. 95 ó 3 del 96, quizá.] Hace poco he visto a..., vuelto por unos días de París. Me dice que F. (definitivamente)...Respecto a B.: "El paso del tiempo le hizo más noble, más honradoconsigo mismo. Demasiados años hemos estado viviendo juntos para nopercibir en él... ¡lo imperceptible!]

[D.G. recuerda con insistencia el anticuado desafío que aquél aireabacomo excusa definitiva: "O todo, o nada." Y es que... B. es nuestropequeño espectáculo gratuito, objeto de un culto menor para ambos.]

Aunque B. todavía fue todavía más lejos. Era fácil adivinar que sedisolvería del todo en un fresco tan desmesurado (la tierra, el sol) que nodejaría ni rastro tras de sí.

 Yo no era de su parecer. Al contrario que él, mi mediocridad eraconsciente (era un  punto de partida, sin duda), y yo era enérgicodefendiendo el derecho a ella. O acaso siempre he creído en una epifaníaliberadora y magnífica que premiara la cabezonería y la fe callada.

Cuando salió del cementerio judío de Straschnitz, Brell ya se habíadesembarazado de todas las constancias. ¿Andar por el mundo con unapluma en la mano...? ¡Menuda farsa, hijo de puta!

Durante la noche de Frankfurt no durmió un solo instante. Imaginaba

espectros: tenía que rendirles cuenta no de lo que había podido hacerhasta ese día, sino de todo aquello que iba a hacer en el futuro... (Se leocurrió pensar que un espíritu poderoso y bienhechor, un mefistófelesmás sensible a su humana debilidad y pobreza le protegía de las cosasdemasiado concretas.)

Todo empezaba a ser de una naturaleza abstracta.Años después, en M., declararía en una de sus cartas que escapaba por

fin (ahora sé que a otro sitio, no de sí mismo), y desconocía cuándo ocómo volvería.

No volvió nunca. Se había marchado para siempre. Con una sola idea,que no le adivinaran.

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  Dos

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   Julio, 88

 

Brell apartó primero los postigos. Miró la imagen difusa a través de loscristales salpicados por regueros y motas de polvo seco. Tal vez el bultooscuro que divisaba al final del callejón fuese un gato. Apenas distinguíanada ahí afuera. [Tan ambicioso es: ya no se excita ante la.]

Con energía abrió de par en par las dos largas hojas del balcón. La brisalimpia, casi fría, de la madrugada le dio de lleno en la cara haciéndolecerrar los ojos temblorosos, todavía anestesiados por la luz eléctrica.

Había venido del mar hacía poco y ahora, de nuevo tierra adentro,iniciaba una andadura definitiva. En el color busca la vida. Tiene fe en el

color.Las cosas deberían ser muy diferentes. Por eso a veces odio esta sucia pintura.

Sólo que ahora ya no había retorno. ¿Quién o qué cosa le propina elúltimo empellón?

Cosas ha de ver, ¿o no? [Entre dos luces.]¿Qué es esta casa amarilla y fea, sólo bella porque durante el día está

abierta al sol y al calor y por la noche a la tierra que exhala humedades,densidades de planta y raíces? La casa, pobre y vacía, ha requerido muy poco de orden... El jergón, el grifo roto, el hornillo precario, la silladesvencijada, los techos tan tristes...

(Antes, un par de meses atrás: El mar era azul, y también el cielo era

azul, y los matorrales en la duna me parecieron de azul de prusia.)... Se había paseado de noche por la playa desierta, que no era alegre ni

triste. Luego volvió a su casa. Y ha transcurrido el tiempo. Ahora se dice:"¿Será este julio duro y polvoriento, cegador de luz blanca, de furioso

 viento solano...?" Al alba, a Brell siempre le sobresaltaba el timbre del despertador

aparatosamente grande, dorado y antiguo, muy eficaz, cojitranco y malapoyado en la mesilla de cerezo carcomido junto a la cama tambiéninvadida de carcoma. El ruidoso tic-tac conmovía hasta las mismasparedes de cal. La estridencia irrumpía de cuando en cuando en el sueñoagitado por el asedio de muchas escenas incomprensibles, turbias por una

lluvia cruzada. En el espacio sin sonido, de los colores del fuego, unapresurado y tenso paseo de figuras de rasgos imprecisos aparecían y desaparecían desde los ángulos caprichosos de la pesadilla, una danza desúbitas pinturas: adivina gente que ha conocido...

[Pero es igual] ...por esta época siempre despertaba algo atónito. Sepalpaba cohibido, atemorizado de ser otro distinto. Gradualmente, la luzhoradaba el cerebro...: una luz roja, a veces enseguida amarilla.

Sólo que algunas noches las pasaba en vela, volcado sobre el folio blanco. Así que el despertador era una especie de bicho mecánico y grotesco, y cuando sonaba provocaba la risotada despectiva de Brell, solitario,excitable y amedrentado.

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Llevaba todavía en la pupila la reverberación del sol en el agua azul bajoun cielo blanco con toques de un amarillo... (Hacía dos meses, en V.También miraba el agua gris que, mansamente, bañaba la playa. A puntoestuvo de matarse de una vez. ["Que eres un asesino... asesino...", decíanlas olas blancas que llegaban a la arena rosa y fría.] Aunque... ( Lo abraza

muerto, cuelga la cabeza gris, sin un centímetro de carne que cubra el rostro de horrendos ojos y boca abiertos al abismo.)

Había escrito a poco de su llegada, pensando en él, en su gente granuja,en su país, que se libró del examen terrible, turbador, y el pincel tajante:

"Nunca volvería [Vincent van Gogh] a ver el mar, pero alguna vezalcanzó a sentir el aire y el calor del sur, pues más abajo, en el fin delmundo, tan lejos de la bruma del norte como jamás llegaría a pensar,existían unas ciudades y unas gentes que eran hijos del sol y del cálidoMediterráneo, el más amado de los mares por el tiempo del arte."

Respiró casi con voracidad las bruscas ráfagas del aire aún negro. "Másadelante", pensó Brell a salvo de toda urgencia, refugiado en la calma del

amanecer, "con el sol amarillo y resplandeciente en lo alto, el calor seco,despiadado, se desplomará sobre las calles desiertas del pueblo y loscaminos del monte."

Presentía la ventolera de poniente. Se levantaba viento. La luz agrisadacomenzaba a teñir de transparencias un cielo que ya despertaba al día.

 Al final del callejón, en la plaza del pueblo, todavía bajo la luz eléctrica,el aire revuelto arremolinaba pedazos de papel, restos indefinibles decualquier cosa.

Estarse callado, en la quietud, ante el vaso de agua. El libro... el que sea. Alguna mirada afuera, cuando crujan las piedras bajo el aire de fuego y latierra se abra en una vasta grieta. Piensa que, incluso de noche, elmaridaje del viento y el silencio tienen algo de sobrecogedor. [B., leyó (y 

no sé muy bien cómo) este fragmento. Dijo: "Promovían la congoja, meretornaban a pesares que creía olvidados..."]

Se alejó del balcón.¿Esperaría a alguien? [V.v.G. aguardaba impaciente en su retiro monacal

la compañía de G., maestro jocundo y tan excitable como él. Vino éste:iban a mostrarse recíprocamente toda la dureza de sus genios solitarios.

 Ambos se rendirían frente la desesperante realidad: ninguno de ellospodían ser modelo del otro.] No, B. iba a estar solo, con su fracaso decisivoa cuestas.

La creciente claridad disipaba la penumbra de adentro... ¿Qué día eshoy? ¿5 de julio? ¿27 de julio? ¿Tal vez 29 de julio..., ¡terrible fecha!?

Martes, miércoles, viernes. Y hace cien años: jueves, viernes, domingo...¿Y en l998...? Domingo fue (día del señor). [Anotar: Capítulo  El sol .],miércoles, martes...

Tantos amaneceres... que uno ha visto: pero éste sin amor ni dolor, sinmiedo ni sexo, tranquila la conciencia, no nace de las sombras la formade T.B., dormida sobre el lecho, y  afuera, mas allá del hueco de laventana, viendo yo la grisura: que si llueve, que si no llueve, el runrúnde la ciudad que como una bestia grande se despereza bajo el cieloinhóspito y frío...

[Indefectiblemente: gira el recuerdo hacia atrás, hacia delante, y esporque está el amanecer, el cuerpo entumecido, el color de las cosas, y,

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mira, la referencia. 15.05.98: ¡Cerca de diez años ya! La mujer de piedra,el vacío, la exposición de L.]

Sobre una silla de enea se amontonan decenas de fotografías y reproducciones de cuadros. Otras sillas sostienen rimeros de libros;también se apilan libros en el suelo. Había libros por todas partes de la

pequeña habitación. Los hay en una mesa camilla desprovista de tarima, alcostado del balcón. Encima del tapete verde, casi escondida por máslibros, hay una máquina de escribir con las teclas blancas. Una portátilroja, una de ésas... [Poco ruido hacen al golpear los tipos el rodilloimprimiendo el papel, lo aplastan sobre la goma -ya dura, va aresquebrajarse-..., etc.]

Volvió a encender la luz eléctrica. El artificio (o la afectación) se reanudacontra la naturaleza. Cogió una de las fotografías. La observó con atencióndurante unos instantes. La calidad del registro que captó el ojo de lacámara [B.W.: trató de facilitarme la comprensión de una gran cantidadde detalles técnicos. Me hablaba de objetivos y enfoques, de tiempos de

exposición, la precisión de una lente ¿azul ?..., Para qué insistir, meresistía ante esas aficiones manuales de fría tecniquería: la seleccióntricroma... Bien. Flor amarilla: extinción total de azules...] delataba hastael más mínimo detalle, la impaciencia de la creación, el dolor y la prisa.Prefería estudiar el trazo del pincel o el mismo surco producido por elmango ensuciado de los grumos de la paleta, el recorrido febril de laespátula o de los dedos, ese grueso y basto pulgar que retuerce la pastagrasa del color fresco, luciente y embriagador. Sólo esa sobadareproducción descubría la fidelidad del matiz y la tensión del pintorexultante. En el  plano, los colores planos, el derroche del empaste,generosamente expandido... B. tiene una lupa grande, de regular aumento,pero de un excelente cristal nítido, prodigioso (¿qué no verá la calidad del

grueso papel, la minúscula retícula, el gránulo despreciable, la finahechura del cuché...?). Ve el vigor de un rasgo suelto, inspirado y rápido,alla prima, la raya ancha, pastosa, estricta, los ríos de lava que arden(sic). Germina en el artista tanta ansiedad... (¿No le distrae la mágicaimprenta, la cuatricromía sofisticada, elevada hasta el rango de la mássublime mentira?) Todo lo ve a solas, y va callando su sorpresa, su penapor ese hombre mantenido, pobre, artista y suicida, cortador de telas,fabricante de colores, ayunador, borracho al anochecer.

Ha colgado en la pared unas láminas llenas de amarillo; alguna otra azul y violeta, una bella rosa de Provenza. El Trigo amarillo (con los cipresesde  Saint-Rémy, 1889.) [Curiosa componenda del Trigo verde, versiones

espurias e inconfesas de otros deslumbramientos. B., en Praga, seextasiaba frente al azul más bello, etc. ¡Estos paisajistas! (Cézanne y elmonte  Sainte-Victoire, decenas de veces, como si fuese un rostrocambiante, rindiéndose al tozudo ritual, y Monet, ya en el puro reflejo, latierra insustancial que riela sobre la superficie del agua...., acaso Turner,que prolonga un atardecer al que no alcanza la noche). Pero... por otrosojos miraba A.B., pintor de paisajes de caballete, cortés y mesurado: en suencerado y dorado estudio en V., con puertas de vidrieras coloreadas y falsos y grandes cuadros renacentistas colgados en las paredes, en el

 barrio más elegante y señero de la ciudad modernista, me dejaba adivinarla cocina secreta con una dulce y misericordiosa sonrisa de cancerosoresignado. Una técnica fílmica: plano general, plano medio, (¿plano

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americano?), close-up. A elegir. Precios fijos. De una toma fotográfica(antiquísima Hassenbl .), tres obras listas para enmarcar. ¡A.B., arquitectointeligentísimo de la apariencia y el dibujo, retocaba la naturaleza sindejar el bruñido parqué de su ático, sin abandonar el clima sereno y beato,la luz tamizada, imperturbable y cenital! Más aún: "He visto un mismo

cuadro despiezado trece veces", contaba... X. Y agregaba sin la menoracritud, casi respetuoso a la memoria del amigo ya desaparecido: "Elcuadro grande, un 123X104,  Paisaje de A., fechado en 1986, tres añosantes de su muerte, era la réplica de una fotografía. Mostraba el valle rojo,

 verde y gris encerrado entre montañas de tierras rojas (keuper), ocres,cenizas y blancas. Un cuadro sin apenas celaje, de la perspectiva aéreaque tanto gustaba de enfocar cuando, joven y crédulo, arrastraba elcaballete con el pedrusco y la caja de tubos de color por peñas y calveros:desde un alcor, divisaba lo de abajo, modelaba con el color los

 volúmenes, facetaba, aupaba la masa térrea. Algunos chopos larguísimosdiseminados en la parte inferior del lienzo, la mancha negra y gris de los

olivos, las matas polvorientas, la piedra como un punto de plata...Diseccionada hábilmente la panorámica, engendraba de ese aprovechablecadáver (pues ya estaba vendido, enmarcado, colgado y asegurado)cuadros de menor formato, la vista facilona perfectamente ejecutada: unosálamos desgarbados y aislados que se elevan al cielo gris, azul, violeta(48X62); un grupo de añosos olivos erguidos en una quebrada ocre(64X53); la cumbre y la vertiente roja que se alargan hasta el horizontemínimo (100,5X50,5)...; otras laderas blancas y ocres (51X45); un declivepedregoso (48X60)... Un rompecabezas que finalmente componía, denuevo, el gran cuadro anterior." Hizo una pausa, y nos miró retador:"Rehacía el cuadro repetidas veces ¡con los mismos elementos cambiadosde lugar!... Tengo todas las fotografías", dijo. "Retales vendidos a buen

precio..."](Proceso que inventa la creación..., lo rige algún criterio de ajuste que

permite seleccionar esa apariencia y no otra, alejarse de lo estéril, aquelloque siendo real  malogra el resultado artístico, lo empoquece...)

Comprendo ahora esa otra genialidad : el artificio que nace del arte...¡soberbio sistema!: el paisaje de la tierra encuadrado en la instantánea...Otro color irreal, acaso sólo las formas, los volúmenes, la mentira del ojo...La sugerencia fácil que proyecta la exigencia de la euresis (pero llevaderoempeño, no demasiado arduo, trágico, engorroso...). Se hace una obra deeso. Sobre todo: bien hecha.

En el vetusto museo o en las salas asépticas de color salmón de las

colecciones privadas a Brell el cuadro se le fundía en un entornoapremiante y no siempre sosegado, quedaba aderezada la visión deirritantes murmullos y pisadas impertinentes. Recordaba con disgusto las

 visitas al Gare D'Orsay...Esa época de B... Hubiéramos podido conversar, tan cómplices por lo

nuevo, entusiastas: "Ya conocíamos el París moderno, Brell. Te vi aquellamañana oscura y cálida de lluvia, moviéndote en torno al Beaubourg, y tehe visto, de noche, junto a la gran pirámide de oro y vidrio bajo la cual seesconde el gran arte, mirando la gran nube blanca y falsa de teflón de LaGrande Arche, deslizándote como un fantasma por las galerías vidriadasde Les Halles [atrapado en el metro de ¡Poe...!], buscando el enlace delferrocarril... (Acompañaba a T.B.: otro París de años después, frío,

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silencioso y nevado, sin la alegría de la primavera, con aquella malditaenferma al lado... Tú verás.) En la antigua y hermosa estación (máshermosa ahora, espléndida), donde la luz natural se filtra por el cristalesmerilado, la luz de una ciudad reciente que se expande entre lapirámide, el cubo, el cilindro..." "Esa insistente relación con el pasado...",

podrías agregar.……............................………….........................................................................

La visita al Orsay... Otra vez el tiempo: preside el viejo reloj de estacióndorado.

No. A B. le disgusta el arrobo fingido o equivocado de cientos deespectadores arracimados en corteses y pulcros grupos. Brillan losmármoles. Aparta la vista del rostro circunspecto. Tanto le distrae la ropacara como el atuendo descuidado. Escucha a sus espaldas distintoslenguajes de una Europa babélica. ¿Qué se idolatra ahí, qué religión es ésaque venera el producto...?

(Se dejaría engañar por la réplica, ese recuerdo de las mañanas felices,

frescas y resplandecientes por el sol: ve esa habitación radiante, eldormitorio amarillo que exhala la mayor de las inocencias, una paz plena,la atmósfera del oxígeno más puro.) [Dos versiones del mismo modelo;hay que fijarse bien para distinguir los detalles (el trapo que cuelga, lasprendas de vestir a la cabecera de la cama, la jarra de agua, la colcha...) Lade París, casi idéntica a la de A., con cambios bien perceptibles respecto ala obra expuesta en el Art Institute: tiene los colores más intensos, casi sediría que centellea el sol entre las paredes... Es la imagen de la más vivamemoria, más gozosa, querida y añorada que la realidad, si cabe. Pero, en1994: pasé de largo frente a esa tela... Me dio miedo ese recio estallido decolor, ese sol  que jamás se pone, la grisura que para siempre podía

 verterse sobre mí en el mezquino apartamento de V., y para siempre,

siempre... T.B. y yo, más ella, contemplamos durante muchos minutos elautorretrato... Veía yo, a hurtadillas, ante el cuadro, su perfil mínimode perversa esquiva, cautivada por...]

Sobrecogerse delante de aquellas violentas pinturas solo y silencioso(como todo acto auténtico), sin el susurro fastidioso detrás del cogote, alos extremos, la  frasecita inevitable... En el Musée d'Orsay agobia elrevuelo: nadie se humilla ante la cultura, se creen ellos con un gransentido  común: está bien todo esto, amigo, pero... (En su fuero interno,lleno de miedos, piensan que ese macabro testimonio de locura y demuerte, de tozudez, no va con ellos. ¡Qué sacrificio... inhumano! ¡Perdió la

 vida...! ¡Ja, qué torpeza...!)

……………….....................................................................................................Pero sobre todo recordaba la luz de metal, y el olor a perfume, lageometría limpia y lujosa de un espacio que desmentía realidadesdramáticas, nocturnas torturas e infinitos desconsuelos, un lugar donde elencuentro regocijado con el artista incomprendido y ultrajado esimposible, es una (J.L.B.) cita frustrada: aquellos eran cuadros baratos,pobres, y él, ningún cauterio en el horizonte, la muerte... [Aquellaelegancia ámbar de una madera, un destello, un reflejo de oro arrancado aun cristal límpido, la suave luminosidad de un licor que abrumaba lossentidos... Museo sin horrores, pulcrísimo, que expone a un pintor tanmanchado y pedigüeño.]

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Montes: Brell recreaba lentamente la visión a solas, asiendo la fotografíaluminosa, mirándola con ojos cansados y ahítos. Más allá de la imagen:hurga veladas intenciones, la oculta escritura del pentimento. Y...

 pensaba (?): "Este mundo se acaba, se acaba el siglo... Ya nada será igual.Pero, ¿qué hay ahí detrás...?" Me escribió sumario (he roto muchas de esas

cartas innecesarias, alguna conservo, y otras he perdido, o me las hanrobado...):

"Sin solución de continuidad: el ánimo ensombrecido o fogoso. Loscolores puros, avivados y vibrantes, resolvían una última escritura: la másreal y única después de todo, tapaban el intento malo (?) de antes.Cualquier otra intención quedaba oscurecida y sepultada bajo la brutalapariencia de ahora, un deseo furioso en el lienzo como un lanzazo defuego: lo que quedaba debajo, casi craquelado en el soporte de lino y yute,tal vez no fuera la expresión de un error, sino una nueva afirmación de sugenio rudo y atrabiliario: otro cuadro, más hermoso si cabe, el mejor detodos, la obra maestra desconocida, tapada...."

 Apagó la luz del flexo.Mira a.En el exterior la desnudez es total. Las líneas son reveladas sin piedad.

Franjas de sol se estampan contra las fachadas encaladas de las casas. Elcielo es de un azul profundísimo... Julio era la luz, y un sol poderosorecorría todos los caminos tintándolos de amarillo y de polvo, desvelaríacualquier sombra en la umbría, el recodo gris y azul del barranco, la florroja, el tallo verdemar. Iban a detallarse arbustos y peñas, a perfilarseplantas y hojas, la tierra se aristaba abrupta y holgada de montes y espesasarboledas verdes. Brotaba un relieve de cosas y formas de color variopintodel gran plano indescifrable de la noche.

(Reconstruía las imágenes mientras esperaba la salida del sol blanco,

todo bajo el silencio...)El pueblo cobraba vida. Ruidos familiares, surgidos como por encanto, le

llegaban a Brell perceptibles a través del balcón: los golpes de un martillocontra la madera, los crujidos de un portalón, los cascos de un mulocontra el empedrado, una voz de mujer, el chorro del agua llenando uncubo de cinc, todo lo que comenzaba a herir la mañana cristalina, invadidade un olor seco, consistente, del oreo del monte cercano, del rastrojo delcamino.

La trasparencia del aire era casi milagrosa, quizás hacía que el sonidofuese por ello tan nítido, tan cautivadoramente próximo al latido y elsentir de la carne viva en la piel. El aire... que zarandea el ruido de aquí

para allá, y es un invisible hilado que mantiene las cosas unidas entre sí,suspensas: las presta a la pintura, clarifica cada materia y las despojahasta alcanzar la misma esencia.... [1/. Anot., e interc. Disolución de

 formas: "... (V.v.G.) ya sin acariciar idea alguna, dos julios aún ha devivir bajo el sol, entre los campos de trigo amarillo, el julio de la locura,y el otro, el de la muerte: preside el astro en los dos, y el Gran

 Segador..." ] [2/.:  Julio, que encegueza todo de rojo y de amarillo...] El viento rudo que agita el cuadro, emborrona el alma de ira: en el cielo de El sol del sur (1888,  A.I., Chicago) escribe su rabia, puede leerse en esacaligrafía algo... así. (No, claro. Lo parece, lo parece... Pero, en fin: ¡quétipo!, también puede ser un farsante divertido: adorna uno de sus óleosque copia de una xilografía japonesa con caligramas orientales de pura

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fantasía: ¡escritura que no significa nada!) Por lo demás, ya no plantea lacomposición al carboncillo: dibuja directamente a pinceladas, antes deque sobrevenga la fatiga, o la razón de la norma...: Entre los gruesos ríosde color, asoma sutilmente el  pentimento..., una música desechada [...pues éste utiliza el pincel como si fuera el arco de un violín (dijo una vez,

etc.)]........……….....................................………….....................................................

El sol...................……….....................................…………...........................................

[Not.: cap. El sol, con la cita: "Trabaja, incluso a mediodía, a plenosol, sin sombra alguna, en los campos de trigo......................"

Respecto a T., en su debido lugar: Trabaja, en pleno mediodía, con la puerta cerrada...] 

Hay un principio solar. El solar del hombre, etc.: No creer aquí en el sol es ser un ateo. (V.v.G., primavera del 88).

Azuza al pintor desmanotado una alarma sin fin: despunta el sol por la

montaña pelada del este, y ha de morir en breve... ¡apurar, pues, esa luz!(Desde las ventanas de la pieza de arriba, desde el balcón de la de abajo,Brell puede contemplar el alba del cielo del este, el sol que se eleva, lateñidura del cielo...)

[Vincent] Es un infantil: ¡Hay que ver esos solazos amarillos quedespiden trazos fulmíneos proyectándose hasta el mismo borde delcuadro! (Confunde el color y la luz: ¡el sol amarillo...!)

Y... ¡es desconcertantemente listo!, no pinta la noche de negro, no ladisfraza con ese atavío imposible: la oscuridad es azul, violeta y verde, niuna pincelada de negro.………..……......................................................................................................

"¿Qué le cuesta el sol?", se pregunta Brell. Cinco francos al día. Por

entonces, uno podía comprarse una litografía barata por un franco, chez ...Un buen libro, de los que lee de verdad todo el mundo, no cuesta más alláde un franco y medio, veinte sueldos. Incluso puede que gaste en comida(si no cena) un par de francos diarios. Bueno, él vendería cualquiera desus cuadros por quinientos francos... "¡Pardiez, no valen menos de eso!",exclama en una de sus cartas. Sí, le parecería bien esa cantidad "Tal vezalgo exagerada", debe pensar más tarde con elestómago vacío y atontado por el ajenjo en su habitación irrespirable porel humo de la pipa chamuscada, pues se podría vivir perfectamente, a suestilo, con ciento cincuenta francos al mes (gastando la mitad en lienzos y tubos de color), pintando, bebiendo vino y comiendo sólo pan, "como muy 

 bien supo hacer Delacroix..." (Cit. asimismo  Bel ami , un libro que leeespecialmente V.G. -Dice de G. de M., "¡Es tan consolador! Todo acaba tanhumanamente..."-: G. Duroy, a punto de comenzar su falsa peripecia dehomme de lettres, cavila si comer o cenar hasta final de mes... A ver...: "Sino gasto más que en una comida me sobran un franco y veinte céntimos...Puedo comer un par de veces en el bulevar pan y salchichón, beber unbock a la americana de cerveza... mirar a la gente que pasea sin fijarse enuno...", se decía vacilante, indeciso ante la idea de continuar andandohacia los concurridos Champs-Elysées o alejarse por la avenida Bois-deBoulogne en busca de un poco de aire fresco.)

[El único cuadro que vendió V.G., que sepamos: 400 francos (¿lovendería realmente?). Fue en Bruselas, ciudad donde había decidido, diez

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años antes, dedicar a la pintura el resto de su vida, "...ya que no es unholgazán, sino un hombre capaz de perseverar en su oficio hasta el final..."¡Bah! En una ocasión, muerto ya el pobre diablo, idealista y enredador, elastuto Vollard quiso comprar un Van Gogh por 50 francos. El propietario(doctor, burgués y bienintencionado) se escandalizó: "¡Cincuenta francos

por esa mamarrachada! Acéptelo como un regalo, mi querido amigo.Puede llevárselo sin más."]

Se ha hecho el cielo alto de golpe.Brell pensó que durante algunas horas, antes del mediodía, los colores

podrían divisarse incluso a grandes distancias, distinguirse únicos,esenciales y radiantes como el auténtico mensaje de la tierra.

 Julio era la luz , la plenitud y el sol. Inyectaba un fervor ardiente queabrasaba la sangre y hería los ojos. Podía ver, angustiado, a Van Gogh quesalía de entre negras brumas, de la noche, del delirio, llegaba al comienzode la luz... (Una rechoncha y banal silueta, con las mangas de la camisa

 vueltas hacia arriba y los brazos caídos, separados del tronco... esperando,

mientras el resplandor se hacía más vivo, casi doloroso para los ojos).[Not. para  El sol : "El encuentro con el buen dios... etc. Ese sueñorecurrente de B., azorado por la aparición irremediable de V.v.G.:amanecía, despertaba; aún lo tenía impreso en la retina, la figuraextasiada ante la luz... Después, poco a poco, se disuelve en la realidad delas cosas que alumbra la madrugada.]

Brell: "Pero, ¿se podrá ver con los ojos de otro...?"Esta pacífica mañana de julio bien airea los asuntos de la tierra: nada

queda celado en el horizonte, ni el velo más feble empaña la imagen pulcrade las cosas, la falsa bondad de su quietud.

¿Cómo ver a través del pensamiento de otro...?Claridades del amanecer casi marinas desnudan el paisaje hasta definir

su expresión como a través de un cristal de corte metálico y concreto, unfiltro de agua clara, verde, azul, un reflejo blanquísimo. Nunca ha parecidomás verdadero el color, y también la emoción que inspira resulta másauténtica. Va a ser una borrachera interminable de júbilo y exaltación, unaebriedad la vida, y hasta en los confines más raros y modernos va a oírseel canto que la celebra a brochazos de un fulgor sin medida. [V.v.G.] Lesubyuga el olor a pintura... venenosa. (En un arranque irracional latragará un día. Comer de eso... No murió. Tampoco quedó a salvo. Lequedaban dos meses de vida.) Una loca agitación le acucia de ansia dehacer cosas..., pintar, por ejemplo, andar sin detenerse nunca, hablar agritos, acalorarse ante la idiotez de los ojos de cualquiera de entonces que

le miran sin comprenderle jamás.B. entendería, al fin, la apreciación mística y la atávica adoración quepara aquel pintor honrado y colérico tenía el brillo solar, el amarillo delrayo fulgente. "Se arrogó una cegadora misión: mirar de frente ese astropoderoso y callado que esmalta de esplendor hasta las piedras. En esemundo estremecido de pujanza, bañado por todos los colores, la formasería el latido... todavía visible, a punto de hacerse substancia, prontafusión." [¡Qué gran estilo tienen aquí las cosas! (V.v.G., 1888)]

Había venido del mar apenas unas semanas antes. Y ahora el veranocolmaba todas las ambiciones de su furioso panteísmo. La obsesión erala luz y el color. El trabajo a pleno sol era la redención de su hipócritapasado. El horario, el día entero. La pausa es una flagrante cobardía de

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medroso. Hay que derrumbarse con el pincel en la mano, con los ojosmuertos, pero dispuestos para la batalla del día siguiente.

Creo que, después de todo, el porvenir del nuevo arte está en el  Mediodía.

En la mitad de la jornada el cerebro está fatigado: sopla el mistral,

tiembla la tela en el caballete... Se desangra la materia de la tierra en julio, se vierte su apoteosis en las líneas y límites de una naturaleza bajo elmandato del sol. El vasto cuadro de su luminosidad se configura en cielosquemados de gris o azulados y rasos por el viento de poniente. Trepida elpaisaje enceguezado por la atmósfera de fuego, y reverberan los contornos

 y las profusas tonalidades en el espejo del aire distante. En julio sedesgranan los días febriles, y el color incendiario desnuda de formas y ornatos el muestrario incesante de la piedra, del árbol, del agua, del monteo de la casa.

Sabe a hierro el agua, y flamea la espiga en el alcor. El viento amarillocimbra los juncos de un verde polvoriento, y las vaharadas calientes que

descienden del cielo se posan sobre las cosas y las concretan monótonas y eternas.Fuera de ese sol, tras los párpados pegados, una cortina de sangre dibuja

aguadas caprichosas en el seso siempre enardecido."Dibujaba con el ojo, y el color era la visión", discurría B., en el interior

fresco de la casa.La naturaleza era complaciente y su decoración inmensa: una técnica

mesurada y hábil la desmentiría. "Huyamos de ella", se dice Vincent vanGogh.……..…………...................................................................................................

Ahora, en el mes de julio, B. ha reanudado sus pesquisas sobre V.G. Lolleva en secreto. Una pasión medida ésa. A solas. Liberado del sucio

compromiso del dinero, puede trabajar sobre ello sin un motivo especial,sin causa.

Una afición que conduce a desesperantes emboscadas: lo sume en unaestética bronca, no por ello poco sutil.……..................................…………...................................................................

Brell piensa en la alegría, o en el dolor, en el amor o en la esperanza deese otro hombre que, bien mirado, puede él llevar por dentro, urgiéndoledesde las entrañas a que invente mejor la tierra. Razón o sinrazón. Quemás da... Aunque su deseo está más cerca de su carácter que de su juicio.

Es un escrutador del destino de un artista que siempre se engañó comohombre. ¿Qué hará él...?: se siente a gusto anticipando la tragedia del otro,

que ya sabe, y que nunca será la suya. Comprueba admirado el azar tanselectivo, la casualidad que todo lo gobierna... Si aquél hubiera sido un buen hijo del clérigo severo, si hubiera sido un buen apóstol de la palabra(pues ya lo era del sacrificio)..., si no se matara a los treinta y siete años,si... Etcétera.

B.: quería saber quien es ese Vincent van Gogh. ¿No ha de ayudarle ese verano nuevo y único?

Se engaña. Tampoco importa demasiado. Ya es sólo nadie.El tiempo y la distancia hacen del recuerdo una frágil cáscara. El olvido

acecha a los pocos años. ¿B.? Una extraña partida la suya. (Y B. se quedaráen su escondite con la conciencia en paz y, burla burlando, más tarde omás temprano, disolviéndose, muerto.)

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[Descubrirá su vida prescindible, su propia vida inútil. No sabeengañarse. Mejor así... Not. para cap. muy posterior: ¿Buscaría en elfondo un médium inhumano y magnífico que le ayudara a explicarse latramoya de la genialidad, la diferencia esencial...?]

Pero entretanto, Brell mete la zarpa en la vida desgarrada del pintor Van

Gogh.Le inspira la claridad de la luz del sol, la misma que metió el miedo en el

cuerpo al tozudo artista.

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