Desarrolo economía del Bienestar

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  • 8/18/2019 Desarrolo economía del Bienestar

    1/8

    EL

    DES RROLLO DEL EST DO DE BIENEST R

    MO ERNO EN

    EL

    SUR DE EUROP

    Eduardo Bandrés, Alain Cuenca,

    M.a Dolores Gadea y Antonio Sánchez

    Universidad de Zaragoza

    A comienzos de los años sesenta

    el

    Estado de Bienestar era poco más

    que una entelequia en Espafía, Portugal y Grecia. Inmersos

    los

    dos prime

    ros paises en sendas dictaduras y con una democracia limitada

    el

    tercero, la

    poca atención del Estado a las necesidades sociales de salud, educación,

    vivienda o pensiones no era sino

    l

    reflejo de economías escasamente

    industrializadas y de gobiernos sustentados en estructuras políticas autor

    i-

    tarias. Mientras l gasto social en relación con el producto interior bruto

    (PIB) superaba

    el

    16 en países como Italia, Francia, Reino Unido o Ale

    mania, en España, Portugal y Grecia apenas alcanzaba el 5

     

    . Pero

    las

    extraordinarias tasas de crecimiento conseguidas

    ha

    sta bien entrados los

    años setenta y

    las

    profundas transformaciones sociales asociadas

    al

    desarro

    llo y liberalización de sus economías, colocaron a esos tres paises del sur de

    Europa en disposición de abordar la cobertura de

    las

    necesidades sociales

    más perentorias. El período final de

    las dictaduras portuguesa y española

    muestra una mayor atención

    al

    gasto social, que sin embargo no tiene su

    correlato en Grecia, donde la «dictadura de los coroneles» había congelado

    los programas sociales. a explosión democrática del bienio 1974-75 iba a

    tener

    un

    claro reflejo en las prioridades del presupuesto, volcado desde

    entonces en políticas redistributivas . El proceso de transición a

    la

    demo

    cracia, pilotado

    por

    la izquierda en Portugal, el centro en Espafía y la dere

    cha en Grecia, tuvo también sus efectos sobre los ritmos y la intensidad del

    crecimiento del gasto social: impetuoso en los primeros años, como sólo

    es

    posible bajo la fiebre de la revolución - para después caer en el reflujo de la

    normalidad

    en Portugal; vivo y continuado, sin grandes altibajos, en

    Espafía; y mucho más moderado, hasta el punto de perder posiciones

    res

    pecto a los demás, en Grecia.

    Entrados

    ya

    en el decenio de los ochenta, los cambios de gobierno, los

    condicionantes económicos, el ingreso en la Comunidad Europea y los

    9

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    primeros síntomas de crisis de las instituciones de bienestar, iban a marcar

    nuevas sendas de desarrollo del gasto social, aunque con una característica

    común: el acercamiento a los niveles y patrones de gasto del otro país

    mediterráneo, Italia, que desde la posguerra había disfrutado en democra

    cia de programas de bienestar en consonancia

    con

    el tiempo histórico

    europeo.

    El objetivo de este trabajo

    es

    proponer una explicación del desarrollo

    del Estado de Bienestar moderno en el sur de Europa, desde el convenci

    miento de que existen rasgos comunes suficientes como para justificar un

    tratamiento conjunto de los cuatro países. Nuestra aportación

    se

    refiere

    al

    análisis del crecimiento del gasto social, mediante la especificación y esti

    mación de sendos modelos econométricos de series temporales que resuel

    ven el problema de la no estacionariedad de las variables a través de la

    cointegración, evitando así el posible carácter espurio de las relaciones

    entre variables. Somos conscientes, en todo caso, de que el gasto social no

    deja de ser más que un buen indicador del desarrollo del Estado de Bienes

    tar,

    por

    cuanto resume en una sola cifra

    el

    volumen de recursos públicos

    destinado a las actividades de bienestar social; pero la caracterización de los

    Estados de Bienestar

    es

    una tarea mucho más compleja, en la que han de

    tenerse en cuenta sus efectos sobre la distribución de la renta, la estabilidad

    social y el crecimiento, así como

    los

    rasgos internos que delimitan los pro

    cesos de producción de bienestar.

    En consecuencia, el trabajo

    se

    organiza del modo siguiente. La primera

    sección trata de justificar, con el apoyo de la literatura más reciente, la

    elección de los países del sur de Europa como objeto de un análisis con

    junto de

    sus

    instituciones de bienestar, poniendo de relieve

    las

    característi

    cas comunes que

    permiten

    referirse a

    un

    «modelo» mediterráneo

    de

    Estado de Bienestar. La segunda sección realiza una presentación sumaria

    de las principales teorías del Estado de Bienestar, polarizándolas en dos

    grandes grupos:

    las

    que

    se

    sustentan en argumentos económicos y demo

    gráficos, y las basadas en factores políticos e institucionales. La sección ter

    cera plantea la especificación de las hipótesis del modelo y justifica la selec

    ción

    de las variables explicativas y de la

    metodología econométrica

    utilizada. La cuarta sección realiza una interpretación de los resultados

    obtenidos en cada

    uno

    de los países estudiados, destacando

    tanto

    los

    aspectos comunes como las singularidades detectadas. El trabajo

    se

    cierra

    con una breve sección de conclusiones.

    l. El «modelo» mediterráneo de bienestar social

    La formación de

    un

    Estado de Bienestar no

    es,

    a nuestro juicio, el

    corolario de una política diseñada y perfectamente dirigida a tal fin, sino

    90

    el resultado de

    un

    proceso histórico en el que

    se

    suceden decisiones de

    gobiernos de distinto signo y actuaciones de variados agentes económi

    cos y sociales, que no responden a

    un

    planteamiento único y coordi

    nado. Incluso puede hablarse de diferentes modelos de Estados de Bie

    nestar, a pesar de que ningún país presenta una situación tan estil

    iz

    ada

    como la descripción ideal de cada

    uno

    de los modelos y de que existe un

    proceso de acercamiento entre todos ellos. Frente a la distinción tradi

    cional entre el modelo continental de naturaleza profesional y el anglosa

    jón, de vocación universalista,

    una

    de las clasificaciones que

    ha

    hecho

    más fortuna

    es

    la propuesta

    por

    Esping-Andersen 1990 , quien distin

    gue tres modelos de Estado de Bienestar: liberal, corporativista-conserva

    dor

    y socialdemócrata. El primero

    también

    conocido como Estado de

    Bienestar residual- viene a ser

    un

    sistema de protección orientado casi

    en exclusiva a garantizar unas prestaciones mínimas para los más necesi

    tados, contando de manera excepcional con programas universalistas;

    es

    el

    prototipo de países como los Estados Unidos, Canadá, Australia y,

    también en parte, el Reino Unido, si

    se

    exceptúa su emblemático servi

    cio nacional de salud. El segundo modelo

    se

    caracteriza por su tradición

    intervencionista y

    por

    el sentido conservador

    que

    le

    proporciona

    la

    influencia de los valores religiosos; pertenecen a este grupo Alemania,

    Austria, Francia e Italia. Por último,

    el

    Estado de Bienestar socialdemó

    crata propone un modelo universalista, que combina

    una

    extensa dota

    ción de servicios y prestaciones sociales con

    el

    objetivo de pleno empleo:

    Suecia, Noruega y Dinamarca.

    La idea básica de ésta y otras clasificaciones similares

    es

    establecer los

    elementos comunes que definen modelos singulares en la configuración

    del Estado de Bienestar. Sin embargo, la propuesta inicial de Esping

    Andersen 1990), y otras posteriores como la de Castles y Mitchell 1990)

    en la que

    se

    divide en dos

    el

    modelo liberal, omiten cualquier r

    efe

    rencia a

    España, Grecia y Portugal, por

    lo

    que resultan de escasa ayuda para carac

    terizar la posible existencia de

    un

    patrón mediterráneo de Estado de Bie

    nestar. Lo más frecuente ha sido incluir a Italia en el modelo corporati

    vista-conservador y considerar que los otros tres países conforman una

    especie de grupo de rezagados del mismo modelo.

    De

    hecho, la descrip

    ción que hace Esping-Andersen de los fundamentos de este tipo de Esta

    dos cuadra bastante bien con estos

    paísd: se

    desarrollan por fuerzas políti

    cas conservadoras y

    proceden

    a

    la segmentación

    de programas

    por

    ocupaciones, institucionalizando la lealtad de

    las clases

    medias.

    Ha

    y, por

    tanto,

    un

    conservadurismo paternalista y autoritario, que responde a una

    tradición de mutualismo corporativo basado en agrupaciones profesionales

    Véase EsPING-ANDERSEN, G. 1990), pp

    .

    85-89.

    91

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    de

    afiliación obligatoria,

    con

    diferentes estructuras

    de

    cotizaciones y pres

    taciones, y que ejercen el monopol io

    de

    la representación.

    Una de las primeas propuestas

    que

    confiere a los países del

    sur

    de

    Europa

    una

    entidad propia

    es la realizada

    por

    Leibfried (1992),

    quien

    habla de «países de la orilla latina» caracterizados

    por

    la presencia de

    un

    «Estado

    de

    Bienestar rudimentario»

    muy

    influido

    por

    la tradición católica.

    A

    juicio de Leibfried, este modelo respondería a

    un

    estadio

    de

    desarrollo

    inferior, en el

    que

    el reconocimiento efectivo de los «derechos» constitu

    cionales

    de

    bienestar estaría todavía

    en

    fase de implementación, pero

    en

    el

    que

    se observa

    un

    proceso de convergencia con los modelos del centro y

    norte de

    Europa

    2

    Más

    recientemente,

    sin embargo,

    en

    un trabajo muy clarificador,

    Ferrera ( 1996) discrepa de la calificación

    de

    rudimentarios aplicada a los

    Estados

    de

    Bienestar mediterráneos, basándose

    en

    el elevado desarrollo

    de

    algunos programas de gasto social como las pensiones, y contrapone a la

    influencia

    de

    la Iglesia católica sobre las políticas

    de

    bienestar la

    de

    las

    ideas socialista

    s,

    que estuvieron

    mu

    y presentes

    en

    los procesos

    de

    reinstau

    ración de la democracia

    en

    Grecia, Portugal y España.

    Las características

    de

    los

    cuatro

    países del sur

    de Europa permiten

    hablar

    de un

    modelo

    con

    perfiles propios, diferenciado

    por

    tanto

    de

    los

    demás países del modelo corporativista-conservador. Así se reconoce tam

    bién

    en un

    informe

    de

    la

    Unión

    Europea sobre la protección social en

    Europa,

    en

    el que

    se

    sitúan

    en un

    mismo grupo a Italia, España, Portugal y

    Grecia

    3

    Trabajos

    como

    los ya señalados

    de

    Leibfried

    (1992)

    y Ferrera

    (1996, 1997), así como los de Castles (1995),

    Gough

    (1996), Castles y

    Ferrera

    (1996), Castel (199

    7) y

    algunos de

    los

    incluidos en

    Sarasa y

    Moreno

    (comps.) (1995), ofrecen

    buena

    parte de los ingredientes

    con

    los

    que configurar una aproximación bastante precisa a los rasgos definidores

    del modelo de bienestar del sur

    de

    Europa.

    En primer

    lugar, el Estado

    de

    Bienestar del sur de Europa presenta

    un

    elevado peso

    de

    las transfererencias contributivas -pensiones y protección

    del desempleo-

    en

    el conjunto del gasto social. Así

    por

    ejemplo, en el año

    1994 las pensiones representan

    en

    Grecia e Italia

    por

    sí solas cerca del

    60o/o

    de todo

    el gasto social,

    muy por

    encima del promedio

    de

    la

    Unión

    Euro

    pea, que se situaba en el 43o/o para los doce países

    que

    en ese año forma-

    2

    Tratando

    de resumir

    en

    dos los modelos de bienestar social,

    ABRAHAMSON,

    P. (1995), llega

    incluso a afirmar que

    «el

    modelo socialdemócrata o escandinavo es la edición de lujo del modelo libe

    ral o de Beveridge y que el modelo católico es la edición barata del de Bismarck o conservador>• (pp.

    123-124).

    ' Véase Comisión Europea (1996), pág. 34. Los restantes once países de la Unión quedan clasifi

    cados en otros tres grupos: el escandinavo, con Suecia, Dinamarca y Finlandia; el anglosajón, con el

    Reino

    Unido

    e Irlanda; y el conrinenral-bismarckiano, con Al emania, Austria, Francia, Bélgica,

    Holanda Luxemburgo.

    92

    ban parte

    de

    la misma (UE-12). A

    su

    vez,

    en

    España, la

    suma de

    pensiones

    y protección del desempleo se aproximaba al

    58o/o 49o/o en

    el

    conjunto de

    la UE-12) . Este fuerte desequilibrio

    en

    favor de las transferencias de natu

    raleza contributiva se pro duce

    en

    virtud d el origen profesional del modelo

    de

    bienestar del sur de Europa, cuyos sesgos se

    han

    manifestado en el frac

    cionamiento y diversidad

    de

    colectivos protegidos, así como en la desigual

    dad de

    las condiciones

    de

    protección y contribución.

    Así también, la cuantía legalmente establecida en los sistemas de pensio

    nes se encuentra a la cabeza de Europa

    en

    cuanto a generosidad, si ésta se

    mide poniendo

    en

    relación la pensión percibida

    por un

    asalariado que com

    pleta el máximo

    de

    cotización con el salario neto de los trabajadores manua

    les de

    la industria manufacturera: los porcentajes

    4

    se sitúan

    en

    el 89

    o o en

    Ita

    lia,

    94o/o

    en Portugal, 97o/o en España y 107o/o de Grecia

    en

    el año 1990,

    frente a

    una

    media del

    75o/o

    en la UE-12

    5

    • No

    obstante,

    si

    la relación se esta

    blece entre

    las

    pensiones medias reales

    -no las

    que hipotéticamente

    pued

    e

    alcanzar

    un

    individuo que complete el período máximo de cotización- y el

    PIB per cápita, los países del sur se situaban en 1993 bien

    en el

    entorno de

    la media europea (57 ), en el caso

    de

    Italia

    58o/o)

    y España

    57o/o),

    bien

    algo

    por

    debajo, caso

    de

    Grecia

    47o/o)

    y Portugal (35  )

    6

    Comparando

    ambos indicadores se confirma, una vez más, la distancia

    que

    existe entre

    el

    reconocimiento legal de los derechos sociales y la implementación real de los

    mismos.

    as

    dificultades para completar períodos completos

    de

    cotización

    en

    el sur

    de

    Europa,

    por las

    mayores tasas de paro y

    por

    el

    importante peso

    de la economí a irregular, están en la base de

    las

    diferencias señaladas.

    En

    claro contraste

    con

    la relativa generosidad

    de

    las transferencias co

    n

    tributivas,

    una

    segunda característica es la escasa relevancia de las transfe

    rencias universales

    de

    asistencia social,

    que bien pueden

    ser calificadas

    como

    «rudimentari

    as>/. a

    inexistencia

    de una

    red nacional de seguridad

    de

    rentas se cubre parcialme

    nte

    mediante

    una

    serie de prestaciones especí

    ficas dirigidas a colectivos como parados o ancianos en situación de necesi

    dad, y también

    con

    esquemas te rritoriales (locales o regionales)

    de

    asisten

    cia social. Sin embargo, ni la cobertura

    de

    esta clase

    de

    programas ni el

    importe de

    las prestaciones se acercan a los niveles medios de los demás

    países europeos. Frente a

    una

    cobertura

    que

    alcanzaba al

    6,3o/o de

    la pobla

    ción total en la UE-12, el mismo porcentaje era del

    0,7

    o o

    en

    Grecia, 2,1 o o

    en Portugal, 2,

    7o/o en

    España y

    4,6o/o

    en Italia

    8

    A su vez, los beneficios

    • Advié

    rt

    ase, sin embargo, que durante los afios noventa han existido importantes reformas en

    los

    sistemas de pensiones de Grecia, Italia, Portugal y Espafia, que por regla general han estado asociados

    con reducciones en las pensiones percibidas.

    Co

    misión Europea (1994), pág. 54.

    6

    Comisión Europea (1996), pág. 72.

    ' GouGH, I (1996). pág. 13.

    8

    Véase EARDLEY, T. ~ t l (1996).

    93

  • 8/18/2019 Desarrolo economía del Bienestar

    4/8

    percibidos

    por

    los hogares con acceso a la asistencia social son claramente

    inferiores en

    el sur de Europa, cualquiera que sea el tipo de familia

    al

    que

    se

    dirigen

    9

    Pero lejos de pensar que la menor importancia de los gastos en

    asistencia social pudiera deberse a una menor incidencia de la pobreza, los

    datos muestran que el porcentaje de personas

    por

    debajo de la línea de

    pobreza -definida en el 50 del gasto medio equivalente de cada

    país

    estaba en

    los

    países del sur entre los valores más altos de la Unión Europea:

    con datos de Eurostat, el país con mayor tasa de pobreza a finales de los

    años ochenta era Portugal, con

    un

    24 , seguido de Italia con un

    21

    o/o

    Grecia con un 19 y España con

    un

    17 .

    Este contraste entre la generosidad de los beneficios contributivos y la

    escasa

    importancia

    de

    las prestaciones de asistencia social define

    un

    modelo de protección que, en lo que a las transferencias en efectivo

    se

    refiere, puede ser calificado como dual;

    es

    decir, un modelo en

    el

    que quie

    nes están bien integrados en el mercado de trabajo gozan de una protec

    ción social añadida que iguala, o en ocasiones supera, la que corresponde

    ría

    al

    nivel de desarrollo del país, mientras quienes se encuentran situados

    en una zona de vulnerabilidad social, marcada

    por

    el paro, la economía

    sumergida y la temporalidad en

    el

    empleo,

    no

    cuentan con un sistema de

    ayudas equiparable

    10

    En tercer lugar, y

    muy

    vinculado a lo anterior,

    el

    conjunto de la pro

    tección social en

    el

    sur de Europa tiene un marcado desequilibrio en favor

    de las personas mayores y en detrimento de los jóvenes. Según datos de la

    OCDE

    (1994, pág. 60) referidos

    al

    año 1991, el cociente entre los gastos

    dirigidos a las personas mayores y menores de 65 años era 1,19 de media

    en la Unión Europea, muy similar

    al

    1,21 de España, por encima del 0,94

    de Portugal, pero muy

    por

    debajo del 3,20 de Grecia y del 4,75 de Italia.

    La explicación radica, por una parte, en el elevado peso -ya señalado con

    anterioridad- de las pensiones y en la mayor utilización de

    los

    servicios

    sanitarios por parte de los ancianos y

    por

    otra, en la escasa relevancia de

    los

    gastos en protección de la familia y servicios sociales. Mientras el gasto

    en prestaciones por maternidad y ayuda familiar representaba el 6,28 del

    gasto social en la UE-12 en el año 1994, en Grecia sólo suponía

    el

    0,93 ,

    en España el1,38o/o, en Italia el2,84o/o y en Portugal el3,96o/o.

    El desequilibrio es aún mayor si al generoso sistema de provisión

    pública de pensiones de vejez se añade

    la

    riqueza de que disfrutan los pen

    sionistas debido a la propiedad de sus viviendas. Como Casdes y Perrera

    (1996) señalan, las cotizaciones sociales realizadas en la vida activa, para la

    posterior percepción de pensiones de jubilación, y la inversión en la adqui

    sición de una vivienda en propiedad, constituyen formas alternativas de

    Véase GOUGH

    I

    (1996), pp. 9-11.

    1

    Véase FERRERA

    M.

    (199

    7)

    CAsTEL,

    R (1997).

    94

    ahorro que permiten redistribuir la renta en el ciclo vital de

    los

    individuos

    con

    objeto de garantizar los niveles de consumo durante la vejez. Sin

    embargo, países como Grecia e Italia, y en

    menor

    medida España, se

    encuentran entre los que disfrutan de mayor protección social para los

    ancianos y entre los que tienen mayores tasas de viviendas habituales ocu

    padas en régimen de propiedad.

    Tal desproporción entre la sobreprotección de

    las

    personas mayores y

    la

    subprotección de

    los

    jóvenes confirma, en definitiva, una de las singula

    ridades del sistema de bienestar social del sur de Europa: el papel decisivo

    de la familia como red de protección

    1

    Resulta paradójico pero

    es así;

    en

    países donde el gasto social en protección a la familia

    apenas_

    alcanza c i f ~ s

    testimoniales, la familia desempeña una función clave en el sistema de bte

    nestar social.

    En

    un reciente trabajo, Esping-Andersen (1997) ha pro

    puesto una serie de indicadores con los que evaluar la contribución de la

    familia

    al

    bienestar social y caracterizar, a la vez diferentes tipos de regí

    menes de bienestar. A tal efecto realiza

    un

    análisis factorial combinando el

    gasto público en servicios sociales y ayudas económicas a la familia, la

    visión pública de guarderías para menores de tres años

    y

    de ayudas a domi

    cilio para mayores de sesenta y cinco, y

    un

    indicador del grado de «fami

    lismo» de los hogares, que tiene en cuenta la permanencia de los jóvenes

    en

    el

    hogar de sus padres y

    el sesgo

    que afecta a

    las

    familias en que trabaja

    la mujer (medido con arreglo a la penalización que supone su trabajo en

    términos fiscales y de pérdida de beneficios sociales) . Los resultados

    demuestran, en primer lugar,

    la

    escasa presencia de la familia en

    el

    sistema

    de bienestar de

    los

    países escandinavos y aunque con menor capacidad

    explicativa, la mayor influencia de la familia en los país

    es

    del sur de

    Europa; en el resto de Europa continental la evidencia no está clara.

    Con

    todo,

    se

    trataría, a juicio de Esping-Andersen, de una cuestión de grado,

    puesto que la estimación realizada, excepto en el caso de los países nórdi

    cos, deja una gran parte de la varianza sin explicar. Por esta razón, no con

    sidera que el papel de la familia sea suficiente, por

    solo, para alterar la

    propuesta que él realiza de clasificación de los Estados de Bienestar. . .

    Lo cierto, sin embargo,

    es

    que en los países del sur de Europa la famtha

    promueve importantes redistribuciones de renta mediante

    la

    permanencia

    de los jóvenes en

    el

    hogar de sus padres, las ayudas familiares en la bús

    queda de empleo y adquisición de vivienda, el cuidado de niños

    -el

    cono

    cido fenómeno de los «abuelos guardería»- y la atención asistencial a los

    ancianos por parte de las mujeres. El problema es

    si

    las limitaciones del

    Estado de Bienestar en

    el

    sur de Europa en cuanto a transferencias a fami

    lias jóvenes, servicios sociales para niños y ayudas a la vivienda (no necesa-

    11

    Véase MARTIN,

    C

    (

    199

    7) .

    95

  • 8/18/2019 Desarrolo economía del Bienestar

    5/8

    riamente a la compra), suponen una severa restricción al rango de elección

    de los jóvenes, retrasando la formación de nuevas familias

    ~ r e d u c i e n d o

    tasas de fertilidad, con

    el

    consiguiente riesgo para la estab1hdad y sostem

    miento de los propios Estados de Bienestar

    12

    • El hecho es que las mujeres

    del sur de Europa terminan asumiendo una parte importante de los servi

    cios de bienestar social,

    por

    lo que acceden en menor proporción

    al

    mer

    cado de trabajo y además tienen menor número de hijos: España, Italia y

    Grecia tienen las tasas de fertilidad y

    las

    tasas de actividad femenina más

    bajas de la Unión Europea. .

    En

    cuarto lugar, y en contraposición con la naturaleza profeswnal y

    fragmentada de las transferencias monetarias, los Estados de Bienestar del

    sur de Europa disfrutan de sistemas universales de protección de la salud,

    superando el origen profesional y fragmentado de los antiguos seguros

    sanitarios .

    No

    obstante, como señala Perrera (1996), la financiación toda

    vía no se basa en su totalidad en impuestos, existiendo un porcentaje -que

    varía según países- de financiación a través de cotizaciones sociales. Tam

    bién es peculiar de los países del sur que los servicios nacionales de salud

    coexistan, a diferencia de los países del norte, con una amplia presencia del

    sector privado en la provisión de servicios sanitarios.

    En síntesis,

    el

    examen de las características principales del Estado de

    Bienestar

    en

    Italia, España, Portugal y Grecia ha puesto de manifiesto que

    existen elementos diferenciales suficientes como para poder hablar de un

    modelo, de una variante si se prefiere, de Estado de Bienestar mediterrá

    neo o del sur de Europa,

    al

    menos con la misma propiedad con la que

    se

    habla de otros modelos de bienestar. Es cierto que existe un proceso de

    acercamiento entre unos sistemas y otros que dificulta el establecimiento

    preciso de los contornos de cada modelo, como también lo

    es

    que

    un

    aná

    lisis minucioso por países terminaría proponiendo que hay tantos modelos

    como casos de estudio; pero puestos a realizar una taxonomía, al menos

    como criterio operativo de comparación internacional, es preciso recono

    cer que los países mediterráneos tienen bastantes rasgos comunes en sus

    sistemas de bienestar que no están presentes en otros países europeos.

    Quizás uno de los elementos que puede ayudar a completar

    el

    cuadro

    -el que ocuparía el quinto lugar de los señalados- es el retraso con el que

    tres de los cuatro países analizados -España, Portugal y Grecia- incorpo

    ran en su sistema económico y social las instituciones básicas de los

    modernos Estados de Bienestar. Lo situamos en último lugar porque, aun

    tratándose de una realidad innegable,

    se

    ha hecho referencia en múltiples

    ocasiones al desarrollo de los sistemas de bienestar del sur de Europa exclu

    sivamente en términos de atraso comparativo, como si existiese un modelo

    Véase también CASTLES, F.

    G. M. FERRARA

    (1996).

    96

    exterior hacia

    el

    que convergen o deberían converger. Y no creemos, a la

    luz de lo argumentado hasta el momento, que pueda simplificarse el análi

    sis hasta

    ese

    punto.

    De

    hecho, las transformaciones económicas y políticas que habrían de

    dar lugar al desarrollo del Estado de Bienestar en esos países tienen un

    alcance mucho mayor que

    el

    que se refiere únicamente a la política social.

    Sin tratar de abordar ahora en su integridad

    las

    reformas alumbradas al

    calor de la restauración de la democracia y de la crisis económica

    13

    , sí con

    viene situar la dinámica del gasto social en el contexto algo más amplio del

    conjunto del gasto público, porque

    es

    en

    el

    seno del sector púb lico donde

    la democracia produce una de las transformaciones más radicales de las

    sociedades del sur de Europa.

    La evolución del gasto social en los países del sur de Europa ha sido

    el

    factor determinante de la expansión del sector público en

    sus

    respectivas

    economías.

    Con

    carácter general, el proceso de crecimiento del gasto

    público total se acelera en los años centrales del decenio de los setenta,

    coincidiendo con la recuperación de la democracia en Grecia, Portugal y

    España y con las primeras manifestaciones de la crisis económica. Aunque

    Italia mantenía cifras de gasto público sobre el PIB muy próximas a la

    media europea, los bajos niveles de partida de los otros tres países situaban

    al conjunto del sur de Europa en un 24,8 de gasto público total en rela

    ción

    al

    PIB en 1967,

    es

    decir 11,

    1

    puntos por debajo de la media de los

    países europeos de la OCDE véase gráfico 1.1). El impulso experimen

    tado en el gasto en los apenas doce años que transcurren entre 1974 y

    1985, junto con

    el

    relativo retroceso de los demás países europeos

    en

    los

    años ochenta, hace que desde finales de ese decenio y comienzos del

    siguiente,

    la

    diferencia entre los países del sur y

    el

    conjunto de la OCDE

    Europa

    se

    haya reducido a menos de dos puntos porcentuales del PIB.

    La trayectoria seguida por el gasto social refleja con gran fidelidad el

    patrón apuntado para

    el

    gasto total. Con excepción de Italia, que man

    tiene

    un

    perfil de crecimiento con una pendiente casi constante, entre el

    15,8 del PIB correspondiente a 1960 y el28,0o/o de 1995, tras una polí

    tica de contención del gasto en los años noventa, los otros tres países par

    ten de niveles

    muy

    bajos y conocen tasas de expansión del gasto social

    mucho más irregulares véase

    el

    gráfico 1.2) .

    Grecia, que había iniciado a finales de los años cincuenta un lento

    pero

    continuo

    crecimiento de sus cifras de gasto social, situándose a

    mediados de los sesenta claramente por delante de España y Portugal,

    sufre un brusco estancamiento a partir de 1967, que se prolonga a lo

    largo del período de la «dictadura de los coroneles». La restaurac

    ión

    de la

    13

    Para un análisis comparativo de este período de refo rmas, es imprescindible referirse a los traba

    jos de MARAVALL,}.

    M.

    (1993, 1995).

    97

  • 8/18/2019 Desarrolo economía del Bienestar

    6/8

    98

    Gráfico 1.1

    EVOLUCIÓN DEL GASTO PÚBLICO TOTAL EN RELACIÓN AL PIB

    60

    50

    40 ,

    ,..-

    .......

    _

    ·oco O Ourop•

    _

    _

    , ,

    30 r-:.,'-

    ,

    20

    ___ ,

    Sur e uropa

    ,

    -,

    ,

    ----

    10 '

    -;

    1 +

    1 - - - - - - - - - - ~

    -+---+---+

    --- -----1 1 + --r· t---+---+--+---i

    M m n N M n

    w

    u

    Fuente:

    OCDE.

    30

    25

    20

    15

    10 

    5

    Gráfico 1.2

    EVOLUCIÓN DEL GASTO SOCIAL/PIB

    /

    P O R T U ~ L

    \

    1

    ITALIA

    ..

    -

      --

     

    -óÍffioA

    0

    - - +--+-++-t-++-t---+-+-t-+-H

    t---1 ' ·H ---t------t------1--- 1 1---1---t 1

    W ~ ~ ~ m n ~ ~ n W ~ ~ U O O ~ ~

    Fuente: OCDE, EUROST

    AT

    y elaboración propia.

    democracia en 1974 y los propios efectos de la crisis económica sobre el

    presupuesto, dan lugar a

    una

    cierta expansión de los gastos en educa

    ción, sanidad y transferencias que, sin embargo, no es tan acusada como

    la que en esos mismos años

    se

    estaba produciendo en la joven democra

    cia española. La llegada al poder de los socialistas en 1981 marca el ini

    cio de una aceleración en el crecimiento de los gastos sociales que, en

    diez años, ganan cerca de ocho puntos porcentuales de peso relativo

    sobre el PIB, empujados principalmente

    por

    la ampliación del sistema

    público de pensiones

    y,

    en menor medida,

    por

    la universalización de

    la

    sanidad, la extensión de la enseñanza universitaria y la mayor dotación

    de algunos servicios sociales. A pesar de la adopción de políticas de con

    trol del gasto en los primeros años de la segunda legislatura gobernada

    por

    los socialistas, el déficit público

    se

    adueñó de la escena presupuesta

    ria alcanzando niveles verdaderamente insoportables en términos econó

    micos.

    La

    vuelta al poder de los conservadores en 1990 significa, entre

    otras cosas, un endurecimiento de las condiciones de acceso y una reduc

    ción del importe de las pensiones, de

    modo

    que el gasto social

    se

    estabi

    liza en la primera mitad de los noventa en

    torno

    al 19  del PIB,

    ampliando la brecha que le separaba de España y Portugal hasta situarla

    en

    -5,5

    puntos porcentuales del PIB.

    La evolución del gasto social en Portugal está dominada

    por

    la rup

    tura que representa la revolución de abril de 1974.

    La

    dictadura salaza

    rista había congelado las cifras de gasto social en niveles de apenas un

    5

    del PIB 'y sólo a comienzos del decenio de los setenta, coincidiendo

    con los últimos años del régimen, puede apreciarse una mayor

    se

    nsibili

    dad del Estado a la cobertura de las neces idades sociales, que

    se

    traduce

    en incrementos nada despreciables del gasto público. Pero la «revolución

    de los claveles» iba a suponer un giro radical en la política social portu

    guesa, con nacionalizaciones masivas, reforma agraria, fuertes alzas de los

    salarios reales y un comportamiento explosivo del gasto social

    qu

    e, en

    apenas tres años, 1974, 1975 y 1976, duplica su peso relativo sob

    re

    el

    PIB, hasta un 18,8 en 1976. El gobierno socialista surgido de las pri

    meras elecciones celebradas tras la aprobación de la Constitución ado

    pta

    un

    programa de austeridad, que

    se

    mantiene a pesar de las cr

    is

    is

    políti

    cas, situando el gasto social en un 14,6 del PIB en 1979. A partir de

    ese momento, la política social de los sucesivos gobiernos de coalición

    mantiene los val

    ores

    relativos de gasto social entre el 16 y 17  del PIB,

    iniciándose un moderado crecimiento

    en la

    segunda mitad de

    los

    ochenta, período en el que Portugal presenta niveles y tasas de creci

    miento

    muy

    similares a las de Grecia. En el comienzo del nuevo decenio,

    Portugal y España se separan c

    on

    nitidez de Grecia, en virtud de

    una

    nueva política expansiva del gasto que les lleva a situarse en torno

    al

    25

    del PIB en el trienio 1993-1995.

    99

  • 8/18/2019 Desarrolo economía del Bienestar

    7/8

    España, con una situación de partida propia de un sistema residual de

    protección social a mediados de los sesenta, conoce desde 1967 y hasta la

    llegada

    de la democracia, diez años después, una cierta expansión de los

    gastos sociales como resultado principalmente de la formación de un sis-

    tema de Seguridad Social, que

    da

    lugar a mayores niveles de protecció n en

    materia de pensiones y sanidad: así, del 5,5% del PIB

    en

    1964 se pasa al

    12,7% en 1976. Con todo, el año de la muerte de Franco el peso relativo

    de los gastos sociales

    en

    el PIB era exactamente la mitad del correspon-

    diente a los países de la

    Comunidad

    Europea. Los años que siguen a las

    primeras elecciones democráticas reflejan en las cifras de gasto social una

    de las cláusulas principales del que Serrano Sanz y Costas (1990) llaman

    «nuevo contrato social», en el que las demandas generadas por el cambio

    político se ven acompañadas por los efectos de la crisis económica sobre la

    estructura productiva y el empleo. La relación entre gastos sociales y PIB

    crece hasta

    un

    19,7% en 1981, como resultado del aumento espectacular

    de las pensiones y la protección del desempleo. A partir de 1982, el gasto

    social estabiliza su relación respecto al PIB en pleno período de gobierno

    socialista, cuando la lucha contra la inflación y la búsqueda del equilibrio

    de las cuentas exteriores se vieron acompañadas de

    un conjunto

    de medi-

    das estructurales destinadas a ampliar el ámbito de funcionamiento del

    mercado y a reformar el aparato pro ductivo. A finales de los años ochenta,

    en cambio, el gasto social retoma con fuerza un dinamismo que recuerda

    por su intensidad al de los primeros años de la democracia. Dos son las

    razones que cabe formular al respecto. Por una parte, la profunda recesión

    de la economía entre mediados de 1992 y el tercer trimestre de 1994, con

    sus secuelas automáticas sobre el desempleo, la anticipación de jubilacio-

    nes y

    el

    agravamiento de las situaciones de necesidad. Por otra, el giro

    imprimido a la política social del gobierno a raíz del conflicto sindical

    cuyo momento álgido se sitúa en la huelga general

    de

    diciembre de 1988,

    y que da lugar a fuertes aumentos del gasto en sanidad y prestaciones no

    contributivas.

    Como resultado de este proceso de crecimiento del gasto durante los

    últimos treinta años, el déficit social existente en Grecia, España y Por-

    tugal

    en

    los años sesenta respecto a los demás países europeos, se

    redu

    ce

    con toda

    nitidez a

    partir

    del siguiente decenio. Puesto que las compara-

    ciones entre los niveles

    de

    protección social de

    di f

    erentes países en

    un

    mismo

    momento

    del tiempo

    han

    de tener

    en

    cuenta que dichos niveles

    están asociados directamente al grado

    de

    desarrollo alcanzado en cada

    caso, puede formularse

    una

    sencilla regresión

    en

    la que el cociente entre

    gasto social y PIB se hace depender del PIB per cápita, medido éste en

    unidades de poder adquisitivo constante. Pues bien, con un ajuste bas-

    tante

    aceptable , la conclusión

    que

    se obtiene es que

    en

    1975 Grecia, y

    sobre todo España, se encontraban muy por debajo del volumen de

    100

    gasto sociaP

    4

    que

    correspondía a su n ivel

    de

    desarrollo (véase el grá-

    fico 1.3) . Únicamente Italia se situaba ligeramente por e

    ncima

    de la

    recta de regresión,

    por cuanto

    el

    dato

    de Portugal par a ese año estaba

    sesgado al alza por el proceso revolucionario que entonces atr avesaba el

    país. Casi veinte años después,

    en 1993,

    tanto España

    como

    Grecia

    alcanzan posiciones

    por

    encima de la recta de regres

    ión

    (en el caso de

    España debido principalmente al elevado

    pe

    so de las prestaciones por

    desempleo) ,

    mientras

    que

    Portugal

    e Italia se encuentran por debajo

    (véase gráfico 1

    .

    Gráfico 1.3

    PIB POR HABITANTE Y GASTO EN PROTEC

    CIO

    N SOCIAL EN LA UE

    (1975)

    %Gasto social SEEPROS/

    PIB

    30

    25

    F

    • L

    20

    • I

    RL

    • UK

    15

    • E

    JO

    • G

    PIB

    per cápita

    en (

    PPA

    )

    5 1

    2.000 3.000 4.000 5.000 6.000

    7.000

    Los gas tos considerados en las regresiones realizadas se corresponden con las estadísticas euro-

    peas de protección social

    S

    EEPROS

    ),

    por lo que no incluyen la educación una parte de

    lo

    s gastos

    en vivienda.

    101

  • 8/18/2019 Desarrolo economía del Bienestar

    8/8

    Gráfico

    1.4

    PIB

    POR

    HABITANTE Y GASTO EN

    PROTECCIÓN

    SOCIAL EN

    LA

    UE

    1993)

    Gasto

    social

    SEEPROSIPIB

    35

    30

    25

    15

    w l

    5

    .000

    10.

    000

    15.000

    NL

    D

    20

    .

    000

    2. Teorías explicativas del Estado de Bienestar

    L

    P

    IB per cápita

    en (PPA)

    25

    .

    000 30

    .

    000

    Existen dos grupos de teorías explicativas del desarrollo del Estado de

    Bienestar. El primero interpreta

    el

    Estado de Bienestar como una respuesta

    a

    los

    requerimientos de la modernización y el desarrollo económico,

    por

    lo

    que pone

    el

    acento en argumentos económicos y demográficos, sin apenas

    alusiones a

    las

    instituciones políticas. El segundo grupo de teorías, en cam-

    bio, sitúa

    el

    centro de atención en el mercado político y en la forma en

    que

    se

    resuelve un conflicto social cuyos principales agentes son partidos

    políticos, gobierno, votantes y grupos de interés.

    2.1.

    Modernización des rrollo

    económico

    : teorí s b s d s en l seguridad

    económic

    La base de estas teorías se encuentra en la conocida ley de Wagner, que

    predice un crecimiento de la demanda de prestaciones y servicios públicos

    conforme la sociedad alcanza mayores niveles de desarrollo económico

    15

    u Para un tratamiento exhaustivo de los trabajos de Wagn er s

    obr

    e la formulación de la ley de acti-

    vidades crecientes del Estado, véase T M M  H . (1961).

    102

    Limitando el análisis al ámbito de los gastos sociales, y siguiendo la pro-

    puesta de Lybeck (1986), pueden distinguirse dos versiones de la ley de

    Wagner. Según la primera, la industrialización y el desarrollo económico

    alteran

    el

    sistema de relaciones sociales, e n virtud de la descomposición de

    la sociedad rural,

    la

    emigración, la asalarización de la población activa y la

    incorporación de la mujer al mercado de trabajo. La ruptura de

    las

    redes

    de seguridad basadas en la familia

    y

    en menor medida, en la solidaridad

    comunitaria, daría lugar a una demanda de intervención pública para

    la

    resolución de los problemas creados

    por

    la urbanización, la movilidad

    social y el mercado. Una segunda versión de la ley de Wagner caracteriza

    las actividades públicas de bienestar social como bienes con una elevada

    elasticidad renta, de modo que

    el

    aumento en

    el

    tiempo de la renta por

    habitante generaría un crecimiento aún mayor de los recursos destinados a

    sanidad o educación, consideradas ahora como bienes superiores.

    En

    sen-

    tido complementario, sería preciso alcanzar

    un

    cierto nivel de desarrollo

    para poder destinar a actividades improductivas, como las de bienestar

    social, una par te del excedente generado.

    En

    relación

    con

    la

    primera interpretación

    la razón

    última

    de la

    demanda de gasto público entronca con la aversión al riesgo de los agentes

    económicos, dispuestos a suscribir

    un

    contrato social en

    el

    que

    el

    Estado

    se

    obligue a dar protección a quienes

    se

    ven afectados por los nuevos riesgos

    y contingencias ocasionados por la industrialización. Como ha señalado

    Lindbeck (1985), este proceso se vería amplificado porque la demanda de

    seguridad económica crece

    más

    deprisa que la renta

    y

    además,

    los

    indivi-

    duos prefieren basar dicha seguridad en derechos automáticos e imperso-

    nales que

    en

    transferencias privadas discrecionales.

    Goodin

    y Dryzek

    (1987) han llegado incluso a sostener que la emergencia del Estado de

    Bie-

    nestar en los países que se vieron involucrados en la II Guerra Mundial

    derivó de los efectos de la incertidumbre sobre los valores y actitudes de

    las

    personas: «

    la

    gente

    se

    vio forzada a imaginarse a sí misma en

    el

    lugar de

    los

    demás y a evaluar de acuerdo con ello

    las

    políticas sociales»'

    6

    Las

    instituciones de seguridad social en sentido estricto tienen, pues,

    como finalidad principal proporcionar seguridad económica (Blomqvist,

    1985).

    La

    condición más genuina de aquéllas es su doble capacidad para

    limitar, por una parte,

    las

    fluctuaciones en

    el

    nivel de ingresos de

    las

    perso-

    nas a causa de la enfermedad o el desempleo, y para favorecer, por otra, una

    reasignación temporal de su renta vitalicia desde

    el

    período de vida activa

    al

    período que se inicia cuando se abandona

    el

    mercado de trabajo por razones

    de vejez o invalidez. De este modo, se promueve la realización de transferen-

    cias intrapersonales de un momento a otro del ciclo de vida con objeto de

    16

    G

    OO

    DIN, R. E. y J DRVZEK (1987), pág. 67.

    103