DEMASI Andrés Lamas a Sus Compatriotas

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  • 7/25/2019 DEMASI Andrs Lamas a Sus Compatriotas

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    Andrs Lamas a sus compatriotas: revisin de una innovacin poltica.

    Carlos Demasi.

    rea Temtica 6: istoria conceptual e istoria de las ideas

    Coordinacin: !erardo Caetano

    Presentacin

    Sin duda resulta difcil reconocer el paisaje de la poltica en los lejanos aos 50 del siglo

    XIX. Conviene recordar que desde finales del Sitio Grande se perciba en el pas el hast-

    o de la guerra y la conciencia de que la independencia del pas haba corrido serio peli-

    gro; por lo tanto no debe sorprender que la firma de la paz de 1851 diera inicio a una

    poca de novedades polticas. Tal vez la principal era la idea de que la independencia

    era un valor a preservar y por lo tanto, cualquier programa poltico que se aplicara en el

    pas deba apuntar a eliminar los factores de inestabilidad interna, en los que se vea el

    peligro mayor. Fue entonces que aparecieron en Montevideo los primeros programas

    polticos, que tena la forma de directivas para la accin de los gobernantes y que enu-

    meraba un conjunto de principios que guiaban los pasos para corregir los defectos ma-

    yores. El primero de ellos parece ser el de la Sociedad de amigos del pas creada en

    1852. Es all que aparece el primer repertorio de medidas mnimas: cumplimiento de la

    Constitucin y de la ley, orden administrativo y financiero, promocin de la inmigra-

    cin Aunque puede sealarse cierto grado de vaguedad en la formulacin, el listadoya sealaba algunos de los temas que seran recurrentes en el debate poltico posterior.

    Si bien esta primera experiencia no tuvo continuidad, seal el comienzo de una ten-

    dencia a la reflexin de los problemas del pas y ayud a definir las medidas para resol-

    verlos. En esa lnea se inscribe el opsculo publicado por Andrs Lamas en 1855.

    Aunque sus lineamientos se inscriben en una tendencia ya claramente definida, la difu-

    sin en Montevideo de este folleto parece haber tenido un efecto inmediato. Impreso en

    Ro de Janeiro el 20 de junio de 1855 (esa es la fecha que precede a la firma) y difundi-

    do en Montevideo semanas despus, su contenido no demor en ser objeto de debates y

    tema de artculos periodsticos donde se enfrentaban los que se dedicaban a criticarlo y

    los que procuraban desarrollar sus ideas. Toda la incipiente poltica oriental se sinti

    interpelada por ese texto y no pueden sustraerse a su terminologa y sus conceptos ni

    an los que parecen ser los destinatarios de su crtica. Sin embargo, el opsculo no ha

    sido tan exitoso en la historiografa: generalmente es visto como un documento oportu-

    nista, claudicante ante la presin brasilea y teido por las ambiciones personales del

    autor. Eduardo Acevedo lo presenta en dos momentos: primero, bajo el ttulo Planes

    de incorporacin al Brasil? utiliza los datos del texto para denunciar las intenciones

    anexionistas del Imperio (Acevedo, 520-521). Luego con el ttulo Se inicia un fuerte

    movimiento de fusin entre los partidos tradicionales se extiende ms extensamente ensu contenido fusionista, aunque rpidamente su relato deriva a las ideas fusionistas de

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    Bernardo Berro y al efecto de la difusin sobre la prensa. Por su parte para Juan E. Pivel

    Devoto el texto Era, en sntesis, un alegato contra el caudillismo y las divisas tradicio-

    nales (Pivel 1966, 247) y no se ahorra algn sarcasmo: ausente del pas desde haca

    ocho aos, [Lamas] crea haber encontrado la frmula de la salvacin nacional. (pg.

    246). Aunque lo califica de famoso manifiesto y seala que encontr favorable aco-

    gida en Montevideo (d, 247), sin embargo no le dedica ms de media pgina. Y no

    parece haber despertado el inters de Jos Rilla, en su (por muchos aspectos) notable

    tesis doctoral publicada con el ttulo La actualidad del pasado Sin duda, la malqueren-

    cia o el desinters de los historiadores han contribuido a opacar el mrito de esta obra,

    pero tambin parece haber incidido la dificultad que tena un sistema claramente bipar-

    tidista como era el de la poltica uruguaya para incorporar una crtica tan severa a sus

    componentes fundamentales. Sin embargo, aunque parezca paradjico es posible que la

    poca aceptacin del texto en el siglo XX se explique por su mismo xito en el campo

    poltico que pretenda intervenir. Quisiera trabajar un poco sobre esta paradoja.

    Para comprender el impacto de esta publicacin de Lamas, es til el concepto de um-

    brales de historicidad que seala Palti, aquellos momentos en los que una vez supera-

    dos resultara imposible ya una llana regresin a situaciones histrico-conceptuales dife-

    rentes (Palti 2007, 54). Es decir que supone la aparicin de una discontinuidad en el

    desarrollo, un corte de la evolucin anterior que se retoma a partir de una conceptuali-

    zacin diferente del lenguaje poltico. En estos casos podemos imaginar el pasado como

    un desarrollo progresivo y donde desaparecen esas fracturas, pero tenemos que conside-

    rar que nuestra forma de pensar el presente, en algn lugar debe tener las marcas de esa

    discontinuidad que se nos oculta a la vista. La evidencia de un desajuste fuerte entre la

    recepcin de un texto en su poca y las que tiene en los tiempos futuros, es una buena

    pista para dejar en evidencia estas alteraciones.

    Cul es la diferencia que introduce el opsculo de Lamas en el lenguaje poltico co-

    rriente? Para responder a eso parece bueno orientarnos a buscar las preguntas que el

    texto plantea, buscando en ellas la forma cmo se describe la temtica y el espacio de

    accin de la poltica, y cules son los debates que propone. Como dice Palti,

    la historia de la conformacin de un nuevo vocabulario poltico es me-

    nos la historia del hallazgo progresivo de nuevos contenidos semnticos quela del desarrollo, mucho ms traumtico y conflictivo, de aquellos puntos

    ciegos inherentes a l (Palti 2007, 131)

    El texto de Lamas introduce algunas de estas novedades, particularmente en la forma

    de preguntas que incorporan performativamente la respuesta en el hecho mismo de la

    interrogacin, y que por esa razn abren un marco de posibles respuestas que eran im-

    pensables antes de su formulacin. Correlativamente, arroja al espacio de la imposibili-

    dad poltica a todas aquellas respuestas que no se puedan incluir dentro del marco defi-

    nido por la pregunta.

    De esta ndole es una de las preguntas centrales de Lamas, que pone en crisis todo un

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    sistema de convicciones y desvanece las justificaciones de la accin poltica que eran

    habituales en este pas. Dice Andrs Lamas en una cita que se ha hecho famosa:

    Qu es lo que divide hoy a un banco de un colorado? Lo pregunto al ms

    apasionado, y el ms apasionado no podr mostrarme un solo inters nacio-

    nal, una sola idea social, una sola idea moral, un solo pensamiento de go-

    bierno en esa divisin. (Lamas, pg. 60)

    Planteada en otro contexto, esa pregunta tendra una respuesta breve y directa. Qu

    diferencia a un blanco de un colorado? Todo Sin embargo, a continuacin de la pre-

    gunta se define el marco en el que debe incluirse la respuesta: el ms apasionado no

    podr mostrarme... Este tipo de formulaciones retricas instituyen un campo que im-

    plica una demarcacin contextual. El contenido de las respuestas posibles puede ser

    muy variado pero deben incluirse como un caso en alguna de las categoras establecidas.

    La enumeracin taxativa de categoras instituye tambin el espacio donde puede des-arrollarse el debate poltico, que deja de ser sobre personas y pasa a situarse en los

    principios tales como el inters nacional o las iniciativas sociales, morales y de

    gobierno. Esta no deja lugar para las reivindicaciones personales ni para acusaciones

    genricas (y tambin personalizadas). Las proclamas que daban contenido a las inex-

    piables rivalidades personales de los caudillos y que se duplican en las luchas entre sus

    partidarios, quedaban excluidas de la nueva legitimidad del debate poltico.

    La fatalidad de los partidos como herramientas polticas.

    Aun sin leer el texto de Lamas, parece claro que luchar por el triunfo de grandes princi-

    pios es ms gratificante que hacerlo por mezquinos intereses personales. El problema

    consiste en definir la forma de llevar adelante esa lucha, cmo hacer para que el triunfo

    de esos principios se imponga a toda la sociedad. All aparece uno de los temas ms

    delicados del alegato de Lamas, que este presenta con mucha cautela posiblemente

    consciente del rechazo que levantara entre sus posibles lectores: No hay fusin practi-

    ca sin la creacin de un partido, ni partido que pueda operar una fusin sin emprender

    una obra que satisfaga las necesidades colectivas. [Pg. 62]

    En 1855 no haba todava mucha literatura que exaltara la accin de los partidos en la

    poltica; de hecho, esto no se encuentra en casi todo el siglo XIX y los textos ahora

    clsicos que circulaban y construan el sentido de la accin poltica, no tienen una opi-

    nin positiva. Posiblemente sea Rousseau el divulgador de la visin ms negativa; en el

    Captulo III discute las posibilidades de error que puede tener la voluntad general, y

    seala particularmente una:

    Si, cuando el pueblo, suficientemente informado, delibera, los ciudadanos

    pudiesen permanecer completamente incomunicados, del gran nmero de

    pequeas diferencias resultara siempre la voluntad general y la deliberacin

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    sera buena. Pero cuando se forman intrigas y asociaciones parciales a ex-

    pensas de la comunidad, la voluntad de cada una de ellas convirtese en ge-

    neral en relacin a sus miembros, y en particular con relacin al Estado, pu-

    diendo entonces decirse que no hay ya tantos votantes como ciudadanos, si-

    no tantos como asociaciones. Las diferencias se hacen menos numerosas y

    dan un resultado menos general. En fin, cuando una de estas asociaciones es

    tan grande que predomina sobre las otras, el resultado no ser una suma de

    pequeas diferencias, sino una diferencia nica: desaparece la voluntad ge-

    neral y la opinin que impera es una opinin particular. Importa, pues, para

    tener una buena exposicin de la voluntad general, que no existan socieda-

    des parciales en el Estado, y que cada ciudadano opine de acuerdo a su mo-

    do de pensar. [Rousseau, 2004, 28-29].

    Podemos suponer entonces que no haba mucho espacio para imaginar versiones dife-

    rentes en tiempos en que predominaba una concepcin atomstica de la sociedad queinstalaba la satisfaccin del inters general como el objetivo central de la poltica.

    Aparentemente y no sin algo de ingenuidad, se pensaba (siguiendo algunas lneas de

    razonamiento de Rousseau) que el inters general era evidente para todos y que adems

    era casi unnime ya que las diferencias de opinin predominantes seran mnimas por-

    que el bien no poda tener muchas alternativas, y las escasas diferencias extremas se

    anularan mutuamente. En esa construccin de la poltica, las asociaciones parciales

    de ciudadanos (es decir, los partidos) slo podan tener como objetivo la satisfaccin

    de algn inters particular y esto, por definicin, era lo contrario del inters general. El

    mismo concepto de partido implica la existencia de un segmento de ciudadanos que

    pretende imponer su inters particular al inters general del conjunto de la poblacin.

    Esta parece ser la razn por la que encontramos que la descripcin de la accin de los

    partidos se plantea siempre en una persistente lnea crtica. En la narracin de los proce-

    sos histricos, el espritu de partido apareca siempre como el antagnico del espritu

    de unidad que tendra naturalmente que predominar y que responda al inters de la

    mayora. Sin embargo, en 1835 Tocqueville introdujo una descripcin de la accin par-

    tidaria que daba espacio a una visin ms benvola de los partidos polticos que,

    aunque referida especialmente de los que actuaban en el campo de la poltica norteame-

    ricana, poda tener aplicacin ms general. Admita que Los partidos son un mal in-herente a los gobiernos libres (Tocqueville 1981, I 256) pero sin apartarse de esa lnea

    crtica los clasificaba en dos grandes grupos:

    Lo que llamo grandes partidos polticos son los que se vinculan ms a los

    principios que a sus consecuencias, a lo general y no a los casos particula-

    res. En general estos partidos tienen caractersticas ms nobles, pasiones

    ms generosas, convicciones ms reales un impulso ms franco y ms

    arriesgado que los otros. El inters particular, que siempre desempea el pa-

    pel principal en las pasiones polticas, aqu se oculta ms hbilmente bajo el

    velo del inters pblico. A veces incluso se las arregla para evadir la mirada

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    de las personas que dirige y hace actuar. Los pequeos partidos, por el con-

    trario, en general carecen de credo poltico. Como no se sienten impulsados

    o sostenidos por grandes objetivos, su carcter est marcado por un egosmo

    que se manifiesta ostensiblemente en cada uno de sus actos. [] Los gran-

    des partidos transforman la sociedad; los pequeos, la agitan (Tocqueville

    1981, I 257)

    Y refirindose expresamente al caso norteamericano, agrega una observacin muy im-

    portante: Amrica ha tenido grandes partidos; hoy en da ya no existen: ha ganado mu-

    cho en felicidad, ya que no en moralidad. (d, 258) La obra de Tocqueville (por enton-

    ces muy leda y citada en el Ro de la Plata) marcaba una alternativa que hasta entonces

    no era imaginable: puede haber asociaciones de ciudadanos, reunidas en torno a princi-

    pios que una vez aceptados y aplicados en la sociedad global, perderan su razn de ser

    y espontneamente se disolvera. Pero qu clase de asociacin sera esa? La palabra que

    aparece inmediatamente disponible en el lenguaje corriente es: partidos, pero su soladenominacin provocaba rechazo en los posibles adherentes a la asociacin. Cmo

    proceder entonces?

    Palti expone un problema implcito en la construccin de un lenguaje poltico: si bien

    proceso de transformacin de los lenguajes polticos supone radicales modificaciones

    semnticas, estas novedades siempre deben legitimarse segn el uso lingstico predo-

    minante, porque esta es la nica forma de volverlos significativos para la sociedad. Si

    bien esto no ocurre con todo el repertorio lingstico, algunas palabras

    actan eventualmente como conceptos bisagra, esto es, categoras que,en determinadas circunstancias, sirven de pivote entre dos tipos de discursos

    inconmensurables entre s, convirtindose as en ncleos de condensacin

    de problemticas histrico-conceptuales ms vastas. (Palti 2007, 103-104)

    El concepto: partido parece un caso de estos conceptos-bisagra que describe Palti:

    tanto en el discurso tradicional como en el nuevo, el uso de la palabra es similar

    pero su sentido sufre una sutil variacin, ya que debe funcionar como articulador de

    diferentes sistemas de significaciones. La estrategia discursiva ms comn en estos ca-

    sos, es la de modificar el sentido del sustantivo con diversos adjetivos. De esta forma se

    introducen los matices que sealizan la direccin del concepto, hacia el lado de la nove-

    dad del sistema lingstico o hacia el del lenguaje tradicional. Lamas es consciente de

    este problema y del obstculo retrico que supone la imposibilidad prctica de toda

    fusin mientras se conserven las antiguas denominaciones, mientras no se les sustituya

    por un smbolo, por una idea. (pg. 61). As es que afirma rotundamente: Siempre

    habr partidos; pero hagamos partidos pacficos, legales, que representen cosas y no

    hombres. [Pg. 84]

    Con este propsito recurre a un repertorio variado de adjetivos. Cuando trata de referirse

    al concepto en el sentido del lenguaje tradicional, los llama partidospersonales, an-tiguasfacciones, odiosasdivisas. En cambio su propuesta aparece sealada como el

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    nuevopartido, granpartido Nacional, grandepartido de gobierno y de adminis-

    tracin o el partido de lo mejor y ms inteligente. En todo caso el esfuerzo se orienta

    a sealar la diferencia entre la imperfeccin del pasado y la correccin de esos defectos

    para el futuro. As plantea:

    Primero que todo preguntmonos Qu representan esas divisas blancas y

    esas divisas coloradas? Representan las desgracias del pas, las ruinas que

    nos cercan, la miseria y le luto de las familias, la vergenza de haber andado

    pordioseando en dos hemisferios, la necesidad de las intervenciones extran-

    jeras, el descrdito del pas, la bancarrota con todas sus ms amargas humi-

    llaciones, odios, pasiones, miserias personales. [Pg. 60]

    El aspecto principal parece centrarse en el carcter personal de los antiguos partidos,

    es decir su subordinacin a las aspiraciones de una persona, y eso lo transformaba en

    ilevantablemente perverso. Lamas no ahorra adjetivos para cuestionarlos: Toda aspira-cin a un partido personal es, de necesidad, excluyente, intolerante, personal, contraria a

    toda buena administracin. [Pg. 51].

    Una vez instalado este marco conceptual (la poltica debe orientarse a principios, lo ciu-

    dadanos deben organizarse en nuevos partidos) Lamas comienza a exponer lo que seran

    los principios de su programa. Utilizando un lenguaje ms actual, Pivel Devoto los re-

    sume as:

    El programa de Lamas supona, en sntesis, lo siguiente: A) Cumplimiento

    exacto de la Constitucin, especialmente en los artculos 2 y 3: El EstadoOriental del Uruguay es y ser siempre libre e independiente de todo poder

    extranjero. Jams ser patrimonio de persona ni de familia alguna. B)

    Apoyo brasileo. C) Reorganizacin de la administracin pblica y de la

    hacienda en particular. D) Creacin de fuentes de trabajo. E) Reforma mili-

    tar. F) Fomento de la poblacin. G) Colonizacin. H) Progreso industrial. I)

    Mejora de la instruccin pblica. J) Reforma del Poder Judicial (Pivel

    1966, 246)

    Todo el programa poltico propuesto por Lamas se encuentra prolijamente fundamenta-

    do y contrastado con los argumentos que, imagina, se le opondrn. Sin embargo, y a

    pesar de su esfuerzo por despojar a la palabra partido de su connotacin negativa, por

    momentos parece buscar otra forma de aludir a la asociacin poltica que propone sin

    mencionar esa palabra:

    Creo que si no en todas las ideas que he presentado, al menos en los obje-

    tos de que me he ocupado, existen las bases que deben adoptar los buenos

    ciudadanos que se renan para arrancar al pas y para arrancarse a s mis-

    mos, de las miserias en que nos encontramos. Debemos adoptar el programa

    sintticamente; pues que es humanamente imposible que un gran nmero dehombres estn de perfecto acuerdo en todos los detalles de una nueva orga-

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    nizacin social. [Pg. 81]

    La aspiracin de promover una nueva corriente poltica incluye otra novedad: la posibi-

    lidad de que en un futuro prximo compitan ms de un partido. La configuracin co-

    rriente de la poltica como prctica implicaba la existencia de una sola opinin legti-

    ma, que era la que manifestaba la voluntad general; las otras slo podan representar

    voluntades particulares y por lo tanto, distorsionantes de la vida poltica. En cambio,

    Lamas admite la existencia de matices (es humanamente imposible que un gran nme-

    ro de hombres estn de perfecto acuerdo en todos los detalles) y se abre camino la idea

    de que otros ciudadanos puedan proponer algo diferente: Los que acepten nuestro pro-

    grama formarn, desde luego, un partido; los que lo combatan, formarn el otro. [Pg.

    84]. Todava est lejos la idea de formar un sistema de partidos, pero en cambio co-

    mienza a desaparecer la idea de que existe una nica manera de expresar la voluntad

    general.

    Pero el punto ms delicado del proyecto es la definicin de quin ser la persona encar-

    gada de llevar adelante la aplicacin del programa. Los liderazgos de los partidos eran

    precisamente el foco de las crticas, ya que all se encontraba la persona que sacrificaba

    la voluntad general en aras de su propia ambicin. Como contrapartida, predominaba la

    idea de que el mejor gobernante era aquel ciudadano que no tena pretensiones polticas

    por lo que la actitud de rechazar el cargo era una mala estrategia para quien no se sintie-

    ra atrado por la poltica. Es llamativo el nmero de presidentes uruguayos del siglo

    XIX que trataron de que no se concretara su eleccin, y se encuentra el caso de un ciu-

    dadano que renunci tres veces a la primera magistratura. Parece claro el inters de La-

    mas por ocupar el cargo, ya que de lo contrario no se explica que dedique ms de la

    mitad de la extensin del opsculo a defender su actuacin como enviado en Brasil; sin

    embargo, la expresin Quiero ser el presidente no puede existir en el lenguaje pbli-

    co. Por esta razn no pierde oportunidad de declarar expresamente que no desea ser el

    candidato de este nuevo partido, declara que levanta esa bandera porque es urgente po-

    ner en marcha un nuevo partido, pero est dispuesto a entregarla a quien sea digno de

    llevarla [Pg. 63] y sobre el final se defiende de la acusacin que supone se le formu-

    lar: Es una candidatura la que presento? Se equivoca redondamente el que lo

    crea. [Pg. 88] Cuando llega el momento de articular la instrumentacin prctica de su

    proyecto, propone: Es preciso someter la parte al conjunto; y admitidas las bases, dele-gar su ejecucin los que nosotros mismos elijamos para hacer las leyes y para ejecu-

    tarlas. [Pg. 81-82] y en algn momento asoman las antiguas prevenciones contra los

    candidatos autoproclamados:

    Slo debemos negar nuestro voto al que sea convencido de cabalar para

    llegar a la primera magistratura. De veras! que hombre en su juicio no puede

    aspirar ella en los momentos actuales, sino, por qu sienta la altsima

    inspiracin del genio, por qu quiera convertirla en una nefanda especula-

    cin. Si tuviramos, por fortuna, algn genio salvador escondido en Monte-

    video, de cierto que no se abajara hasta la cbala. [Pg. 83]

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    En un espaol muy contaminado del francs, la expresin cbala aluda a negocia-

    cin secreta y artificiosa segn el DRAE de la poca. La expresin cabalar (es decir,

    conspirar) defina la actitud de quien por medio de intrigas se aseguraba apoyos para

    alcanzar alguna distincin. La idea de Lamas (que era corriente en la poca) aparece

    expresada con nitidez: un genio salvador escondido en Montevideo, de cierto que no se

    abajara hasta la cbala; supuestamente, la sola exposicin de sus virtudes lo haran

    notorio. Es claro que esa expectativa no lograba superar las dificultades que implicaba

    ese sistema de seleccin de candidatos.

    Los ecos del manifiesto

    La difusin del texto de Lamas provoc rpidas reacciones en Montevideo. Como una

    piedra en un espejo de agua, las ondas fueron extendindose hasta cubrir todo el campode debate. La primera reaccin parece provenir desde el entorno del Gral. Flores (que en

    muchos puntos es el objeto de la crtica de Lamas); desde all se publica el folleto atri-

    buido a una Sociedad de la Paz (aparentemente, de Mateo Magarios Cervantes) en

    el que atacan personalmente a Lamas y a su desempeo como ministro en Ro. Pero

    rpidamente queda claro que se trata de una falacia ad hominem: las ideas de Lamas

    deben ser debatidas en s mismas y no porque provengan de Lamas, y no es buena estra-

    tegia atacarlas cuestionando la personalidad de su autor. Rpidamente parece haberse

    hecho camino la iniciativa de formar una asociacin poltica con las ideas del manifies-

    to como fundamento, y as aparecen programas que seran el fundamento de varios

    proyectos de asociaciones o uniones polticas (la palabra partido todava resultaba

    incmoda) tendientes a aplicar los puntos propuestos por el programa de Lamas. As

    parece explicarse la ambigedad en la designacin de una de estas iniciativas, que se

    denomina tanto Unin Liberal como Partido Nacional Este aspecto ha sido muy

    tratado por la historiografa que desde la segunda mitad del siglo pasado ha seguido el

    modelo piveliano que atribuye estas iniciativas a grupos doctorales. Sin embargo, es

    visible que la influencia de las ideas fusionistas incluye a todos los sectores sociales, y

    que los denominados caudillos no se vieron libres de ella. Un ejemplo de esto es el

    giro que muestran los documentos polticos. En 1853, Venancio Flores lanza una pro-

    clama cuando lo designan Presidente. En este breve documento similar a una nota deaceptacin de un cargo eclesistico, el Gral. Flores declara humildemente que no est

    capacitado para el cargo pero se compromete a desempearlo con energa y a respetar

    la constitucin (Annimo 1855, 232) Dos aos despus firma el Pacto de la Unin

    con Oribe, y all se enumera un conjunto de normas que orientaran la eleccin del

    prximo presidente. All, luego de un extenso prembulo donde se haca un diagnstico

    de la situacin del pas, Flores y Oribe proponan algunas iniciativas como extinguir los

    partidos, promover la educacin, respetar la libertad de prensa como forma de propen-

    der al progreso y extirpar el sistema de caudillaje [Pivel 1942, 253-254].

    Por su parte, Gabriel Pereira consider oportuno hacer pblico un programa de princi-

    pios que guiaran su gobierno. En un documento de tono claramente fusionista, el can-

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    didato a presidente resume en lneas generales las medidas propuestas por Lamas: man-

    tenimiento de la paz mediante el respeto de todas las opiniones, organizacin de la

    hacienda pblica, reforma de los cargos pblicos, y en un denso prrafo promete dictar

    disposiciones concernientes al clero nacional, la emigracin extranjera,

    la educacin primaria, al actual sistema de contribucin, la organizacin

    bajo nuevos bases de la Polica municipal en los Departamentos y en una

    palabra a todos los resortes y elementos que tienden apresurar la poca de

    nuestra regeneracin poltica y social. (Pereira 1882, 67-68)

    De este documento solo suele citarse una frase: Mande quien mande, la mitad del pue-

    blo Oriental no puede ni debe tener ni conservar en eterna tutela la otra mitad. (d, 65)]

    Hay que sealar tambin que el redactor del documento, Alejandro Magarios Cervan-

    tes, era un connotado colorado claramente identificado con la tradicin de la Defensa y

    con el Gral. Flores. En este caso, redact ese notable documento poltico que respirabaamplios propsitos de concordia y en el cual se expresaba que el primer magistrado no

    deba tener ms colores que los de la Patria [Pivel 1942, I 293.]

    El impulso fusionista del Pacto de la Unin fue acompaado por la Unin Liberal,

    que no present candidato en 1856 (el rival de Pereira era el Gral. Csar Daz). Luego

    de la eleccin de Pereira, la Unin Liberal emiti una Declaracin en la que afirmaba:

    El programa del Presidente de la Repblica se armoniza cumplidamente

    con los principios y bases constitutivas de la Sociedad, y en consecuencia,

    ella resuelve apoyar y secundar la accin del gobierno por todos los mediosque sus estatutos le permitan. (Acevedo, 601)

    Es decir que no corresponde sealar como enemigos de la fusin a Pereira ni a los jefes

    militares que lo promovieron al cargo, ya que la asociacin poltica ms declaradamente

    fusionista reconoci en l sus ideales y le brind decidido apoyo.

    Cmo puede describirse el paisaje de las corrientes polticas a finales de la dcada de

    1850? Evidentemente, la divisin que hoy se ha vuelto clsica de caudillos vs. docto-

    res no parece una herramienta que resulte operatoria para describir esa realidad: ya

    vimos que tanto unos como otros se proponen extirpar el sistema de caudillaje.Eduardo Acevedo hace un inventario prolijo y que, en lneas generales coincide con lo

    que testimonian los documentos. Al partido Conservador dirigido por Juan Carlos

    Gmez y Csar Daz, el ms claramente identificado con la tradicin del Sitio Grande,

    lo ubica decididamente en el espacio de la irracionalidad poltica conspirando perma-

    nentemente para derrocar a Pereira. En el espacio de la poltica legtima ubica 4 secto-

    res, todos ellos fusionistas: los colorados situacionistas (entre estos menciona entre

    los fusionistas a Mateo Magarios Cervantes que Pivel identifica como redactor del

    programa de la Sociedad de la Paz). Acevedo los describe como personas que rodea-

    ban al Gobierno de Pereyra y proclamaban la fusin de blancos y colorados. Luegoidentificaba a los colorados que seguan al general Flores con su programa de fusin de

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    los partidos pero de oposicin a Pereyra; los blancos fusionistas que rodeaban al

    Gobierno; y los blancos que con idntico programa de fusin y de adhesin al Presi-

    dente Pereyra respondan exclusivamente a la voz de don Manuel Oribe [Acevedo 617]

    Ms an, el propio presidente Pereira promovi la fundacin de un partido que conti-

    nuaba la lnea de su programa presidencial; pero es complejo encontrar datos sobre esta

    fundacin. Segn Pivel (1942), Con el apoyo del Gobierno, los fusionistas quisieron

    fundar [a mediados de 1857] un Partido Nacional. [pg. 310] Y ms adelante dice:

    Flores [en noviembre de 1857] no encontr ambiente en la opinin. Espiritualmente

    lejos de los conservadores, no poda penetrar en el crculo de Pereira, que haba llegado

    a constituir el Partido Oficial [sic] [pg. 318]. Es decir que en algn momento entre

    julio y noviembre se fund ese Partido Nacional que Pivel designa como Partido

    Oficial y no con su nombre verdadero. Es del caso sealar que otra fundacin del

    Partido Nacional slo ocurrir en 1872.

    Conclusiones.

    Conviene insistir en el hecho de que luego del levantamiento del Sitio Grande se gener

    en el mbito de la poltica un profundo movimiento de fusin partidaria, basado en el

    hasto generado por el largo conflicto. Todos parecen coincidir en que la guerra se haba

    prolongado excesivamente hasta volver irreconocible los factores que la haban desen-

    cadenado, y en esa vorgine corri riesgo la nacionalidad, un concepto que por entonces

    se identificaba con el status independiente. Como puede verse, este sera un caso dondela ausencia de una nacionalidad consolidada no impide la formulacin de un giro na-

    cionalista en el discurso. A partir de all, varios grupos de ciudadanos trataron de for-

    mar sociedades que apuntaran a promover polticas de orden y de promocin de la acti-

    vidad. En ese panorama el opsculo de Andrs Lamas vino a sintetizar las propuestas y

    sirvi de bandera para la formacin de lo que, desde entonces, ya casi no se duda en

    denominar partido.

    Palti seala que el surgimiento de un nuevo lenguaje poltico promueve una profunda

    reestructuracin de la esfera pblica, y genera un nuevo concepto de la accin poltica.

    (Palti 2007, 188) Desde la difusin del manifiesto de Lamas la accin poltica cambi

    de carcter y se present como un debate de ideas ms que como un enfrentamiento

    de personas. No quiere decir esto que Lamas haya sido el radical creador de un discurso

    que fue retomado por todos, sino que la formulacin que encontr en su manifiesto

    satisfizo las expectativas que por entonces tenan aquellos que esperaban otra cosa de la

    poltica. De all que hasta quienes identificamos hoy como los enemigos de las ideas

    anticaudillistas de Lamas, aparezcan suscribindolas. La idea de utilizar la oposicin

    caudillos-doctores como principio estructurador del relato no respondera a la evidencia

    documental, aunque aparece mucho en los libros. Al respecto dice Rosanvallon::

    muchos libros de historia buscan ms reinterpretar el pasado en funcin

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    del presente o incluso en funcin de una forma de imaginar el futuro. Esta

    inversin de los trminos de la operacin de comprensin me parece parti-

    cularmente chocante en el dominio de la historia poltica Y agrega: El pa-

    sado es juzgado en funcin de un presente que ni siquiera es pensado en s

    mismo. En esas condiciones la historia se vuelve un verdadero obstculo pa-

    ra la comprensin del presente. (Rosanvallon 102-103).

    Tambin parece poco significativo afirmar que esta postura fusionista, o su opuesta,

    representan la voluntad de la opinin pblica. Esta no est previamente constituida

    sino que se construye principalmente por medio de la prensa. La difusin del escrito de

    Lamas sorprendi a sus adversarios (quienes ahora aparecan integrando un nuevo par

    antagnico, el de los partidarios de las personas que ahora se enfrentaba al de los

    partidarios de los principios; y como estas oposiciones nunca son neutrales y vienen

    cargadas de un contenido valorativo, venan a quedar del lado malo del enfrentamien-

    to. Posiblemente por eso primero intentan defender a su lder pero luego cambian deestrategia, y pasan a presentarlo como el mejor defensor de esos principios; pero cuando

    esto ocurra, el discurso de los principios se habr impuesto como la nica racionali-

    dad poltica posible.

    Pero la modificacin de los discursos no viene necesariamente acompaada por la modi-

    ficacin de las prcticas polticas, y no debe sorprender encontrar que el gobierno de

    Pereira practica similares formas de intervencin electoral y de represin poltica que el

    criticado rgimen anterior. Habra que analizar con ms detalle el sentido de estas inter-

    venciones ms que las formas, y ver al nuevo campo poltico como un campo de inter-

    vencin (Palti 2007, 198) donde los sentidos se disputan la hegemona y donde el dis-

    curso aparece como una forma de combate no demasiado diferente de la guerra o del

    enfrentamiento fsico, por lo que no es raro que en ocasiones se produzca una rpida

    transicin de uno a otro. Como dice Palti, desde el momento que se demuestra que un

    panfleto bien puede derribar un gobierno, Cmo distinguir una opinin contraria al

    gobierno de un acto sedicioso? (Palti 2007, 201). La transformacin del lenguaje pol-

    tico que impuls el texto de Andrs Lamas no fue (no poda serlo) la panacea que resol-

    viera todos los males del pas; pero introduca una transformacin importante en un

    campo en el que se vea como el espacio decisivo donde se jugaba todas las posibilida-

    des de supervivencia de la sociedad y del Estado independiente. En las dcadas siguien-tes los discursos y las prcticas cambiaron mucho (incluso radicalmente en algunos as-

    pectos). Pero qued fijada como una definicin permanente la idea de que, cualquiera

    fueran los males que aquejaran al pas, su solucin deba procesarse en el campo de la

    poltica.

    Bibliografa

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