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CROMICA DE LIBROS CURZIO MALA PARTE: La pisl. Traducción de Manuel Bosch Burrelt. B.'.r.. "ü.: o, L os L ibros de Nuestro Tiempo (Jcsé Jünés edi- tor). 19 10. 299 pp. - Edición italiana: La pelie. Roma, Aria dTtolia, 1949. 416 pp. La piel es una crónica de la i :vasión nor- teamericana a Italia. O mejor dicho: de la li- beración de Italia por las merr^s aliadas. El desembarco en Nápo^es la inaugura; con- cluye con la entrada en Roma. Malnparte iué oficial de enlace ante el ejército del general Clark. No es, >in embargo, una crónica mili- tar, Los cañones suenan generalmente a lo le- jos. Lo que el autor quiere mostrar (y hasta el hartazgo) es la corrupción , la peste que (se- gún él) trajeron los ejércitos libertadores. Los italianos que (según él) habían sabido resistir moralmente al invasor alemán, supieron pros- tituirse al invasor norteamericano. En un ca- so (alega Malaparte con sutileza dialéctica que no todos compartirán) se trataba de lu- char para no morir y era fácil ser digno; en otro, en este caso, se trataba de luchar para vivir, lo que es siempre humillante y condu- ce (según él también) a la venta de la her- mana o de la esposa, del hijo adolescente ende la propia progenitora. ¿Cuál es ia actitud de Malaparte ante un envilecimiento unánime? Una página del libro la define así: Noi puré, ín quesia nostra xniserabile Europa, abbíamo paura e rorgogna del nostro pudore. Esa vergüenza y miedo del pudor lo conduce a un exhibicionismo de las lacras, a una- eyeculación incontenida, operé - tica, de sarcasmos, a una denuncia histérica y grandilocuente. Lo que no parecerá nove- doso a ningún, lector de su anterior Kapuit. Acá como allá, Malaparte se reserva el papel de censor desgarrado por dentro (Ridi Pa- sliaccio, otra vez); acá como allá es él el único lúcido y responsable, el único’ incorruptible, el que todo lo ve y lo penetra, el que todo lo explica; el divo, en fin- Ante el espectáculo de la corrupción general, monótono en su no mitigado horror. Malaparte responde sólo con el sarcasmo y con la pureza, en tonto que sus fríos, registradores, ojos se empanan ocasio-1 nalmente con. una lágrima que quizá no se&¡ de glicerina. Muchos se han encargado ya (en la propia Italia en la que su nombre parece perdurable- mente asociado a los calificativos de bufón o espía, en Francia") de denunciar las contra- dicciones, las exageraciones, las mentiras en las que incurre Malaparte en su pueril deseo de epatar al lector, en su frenétiva avidez de excitar al cliente, de demudarlo, de encontrar el camino de sus reacciones instintivas. A l- gunas son tan burdas que no requieren do- cumentación previa. Cualquier lector podrá reconocer la mentira del episodio en que las lánguidas vampiresas germánicas se trans- forman, súbitamente, en temerarios pilotos de la Luftwaife. CV. cap. IV: Le rose di carne). Otras fabulaciones reclaman un examen más atento del texto. Otras, en fin, son denuncia- bles después de una pequeña investigación en la biografía de Malaparte. Así, por ejem- plo, ese mes y medio de cárcel que le impu- sieron sus nuevos amos, los norteamericanos, al entrar en Nápoles, y por sus notorias acti- vidades fascistas; episodio que Malaparte omite completamente, así como omite contar que sólo logró el puesto de oficial de enlace después de un prolongado asedio y agasajo de los oficiales norteamericanos en su pala- cio de Capri (construido, por otra parte, con el producto de sus colaboraciones en la pren- sa fascista). Pero no parece necesario documentarse mucho para descubrir que la corrupción que denuncia Malaparte no ha dejado de conta- minarlo; para comprender que no era ne- cesario que los norteamericanos desembar- caran en Europa para que estallara la peste. La Peste ya estaba. Lo que los norteameri- canos trajeron fueron dólares y poder, ciga- rrillos y clientes ávidos de todo: de muje- res y niños, de obras de arte y espectáculos pornográficos, de la flor de la civilización y también, del vicio sin trabas. Y como pudie- ron pagarlo, lo encontraron. ta triple acción de Autorizado por la ComkJón H. de C. de Medicamento* •r •• "0 En un pasaje de este libro<,> en que se discute la autenti- cidad documental de Kapull, dice un oficial norteamericano: Non ha alcuna imporitanza sa quel che Malaparte xacconia é vero, o falso. La questione da porsi é un'altrar se quel cfc'egli fa é arle, o no. Sí; qui- zá lo que esté en juego no sea si Malaparte es verídico o falso; quizá lo que importe es si se trata de arte o no. Lo que es otra cosa, y exige una distinta lectura. Sin duda al- guna, muchos admiradores podrán señalar en este libro pasajes en que la fuerza des- criptiva, el horror de la ab- yección en que se hunde Ma- laparte, alcanzan cierta gran- dilocuente grandeza. Incluso puede comprenderse que un Louls Ferdinand Céline (que un Juan Carlos Onetti, si se prefieren ejemplos locales) lamente no haber escrito un capítulo como el de La vergo- ña di Napoli: o que alguien se sienta tentado a creer que algunas metáforas de evidente inspiración dantesca son dan- tescas (y- no pedantescas, se- gún el celebrado retruécano de Groussac). Pero, también a*' cierto que un examen, atenta de la factura revela que Bay aquí más hojaresca que arte, más periodismo irresponsable y sensacionalista que pasión; más maquillaje y bufonería que dolor verdadero, más “a la manera de D'Annunzio <b de Marcel Proust o de Axd Munthe)” que D’Anunzzia ® Munthe — salvadas^.claro está, las inevitables *higiénicas dis- tancias que el arte ha puesto) entre ellos.. Quizás . j chos c r e a n con razón. qñ« él único valor de este libra ) testimonial o artístico) es d de ser índice, no completo*; mente voluntario, de una do-) ble corrupción: la. de Europ^f la de Curzio Malaparte. •5'S 9 T. S. SORLEY: Historia la ixlosofia inglesa (A Hxstoí ry oC Englísh PMfosophjV^ Traducción, de Teodora Efróif y Julieta Gómez Paz. Bá*| nos Aires, Editorial Losada" 1951. 328 pp. a la LIBERTAD SOCIEDAD ANONIMA T. ' ALMACENES PESQUERA S. A. PEDRO FERRES & Cío. <Sección^ i t I 1 A l iniciar nuestras actividades comerciales mancomunadas^ en el ramo de Almacenistas al por Mayor, tenemos especial agrado en saludar a los señores accionistas, clientes y colegas *1 ^ Deseamos a todos las mayores felicidades en el año que comienza y confiamos poder contribuir con la actuación futura de la _ Sociedad al mayor . prestigia de nuestro gremio M qnievideo+l Enero de l 952

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C R O M I C A DE L I B R O S

CURZIO M ALA PARTE: La pisl. Traducción de Manuel Bosch Burrelt. B.'.r.. "ü.:o, L os L ibros de Nuestro Tiempo (Jcsé Jünés edi­tor). 19 10. 299 pp. - Edición italiana: La pelie. Roma, Aria dTtolia, 1949. 416 pp.

La piel es una crónica de la i :vasión nor­teamericana a Italia. O mejor dicho: de la li­beración de Italia por las merr^s aliadas. E l desembarco en Nápo^es la inaugura; con­cluye con la entrada en Roma. Malnparte iué oficial de enlace ante el ejército del general Clark. No es, >in embargo, una crónica m ili­tar, Los cañones suenan generalmente a lo le­jos. Lo que el autor quiere mostrar (y hasta el hartazgo) es la corrupción, la peste que (se­gún él) trajeron los ejércitos libertadores. Los italianos que (según él) habían sabido resistir moralmente al invasor alemán, supieron pros­tituirse al invasor norteamericano. En un ca­so (alega Malaparte con sutileza dialéctica que no todos compartirán) se trataba de lu­char para no morir y era fácil ser digno; en otro, en este caso, se trataba de luchar para vivir, lo que es siempre humillante y condu­ce (según él también) a la venta de la her­mana o de la esposa, del hijo adolescente ende la propia progenitora.

¿Cuál es ia actitud de Malaparte ante un envilecimiento unánime? Una página del libro la define así: Noi puré, ín quesia nostra xniserabile Europa, abbíamo paura e rorgogna del nostro pudore. Esa vergüenza y miedo del pudor lo conduce a un exhibicionismo de las lacras, a una- eyeculación incontenida, operé­tica, de sarcasmos, a una denuncia histérica y grandilocuente. Lo que no parecerá nove­doso a ningún, lector de su anterior Kapuit. Acá como allá, Malaparte se reserva el papel de censor desgarrado por dentro (R idi Pa- sliaccio, otra vez); acá como allá es él e l único lúcido y responsable, e l único’ incorruptible, el que todo lo ve y lo penetra, e l que todo lo explica; el divo, en fin- Ante e l espectáculo de la corrupción general, monótono en su no mitigado horror. Malaparte responde sólo con el sarcasmo y con la pureza, en tonto que sus

fríos, registradores, ojos se empanan ocasio-1 nalmente con. una lágrima que quizá no se&¡ de glicerina.

Muchos se han encargado ya (en la propia Italia en la que su nombre parece perdurable­mente asociado a los calificativos de bufón o espía, en Francia") de denunciar las contra­dicciones, las exageraciones, las mentiras en las que incurre Malaparte en su pueril deseo de epatar al lector, en su frenétiva avidez de excitar al cliente, de demudarlo, de encontrar e l camino de sus reacciones instintivas. A l­gunas son tan burdas que no requieren do­cumentación previa. Cualquier lector podrá reconocer la mentira del episodio en que las lánguidas vampiresas germánicas se trans­forman, súbitamente, en temerarios pilotos de la Luftwaife. CV. cap. IV : Le rose di carne). Otras fabulaciones reclaman un examen más atento del texto. Otras, en fin, son denuncia- bles después de una pequeña investigación en la biografía de Malaparte. Así, por ejem­plo, ese mes y medio de cárcel que le impu­sieron sus nuevos amos, los norteamericanos, al entrar en Nápoles, y por sus notorias acti­vidades fascistas; episodio que Malaparte omite completamente, así como omite contar que sólo logró e l puesto de oficial de enlace después de un prolongado asedio y agasajo de los oficiales norteamericanos en su pala­cio de Capri (construido, por otra parte, con e l producto de sus colaboraciones en la pren­sa fascista).

Pero no parece necesario documentarse mucho para descubrir que la corrupción que denuncia Malaparte no ha dejado de conta­minarlo; para comprender que no era ne­cesario que los norteamericanos desembar­caran en Europa para que estallara la peste. L a Peste ya estaba. Lo que los norteameri­canos trajeron fueron dólares y poder, ciga­rrillos y clientes ávidos de todo: de muje­res y niños, de obras de arte y espectáculos pornográficos, de la flo r de la civilización y también, del vicio sin trabas. Y como pudie­ron pagarlo, lo encontraron.

ta triple acción de

Autorizado por la ComkJón H. de C. de Medicamento*

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En un pasaje de este libro<,> en que se discute la autenti­cidad documental de Kapull, dice un oficial norteamericano: Non ha alcuna imporitanza sa quel che Malaparte xacconia é vero, o falso. La questione da porsi é un'altrar se quel cfc'egli fa é arle, o no. Sí; qui­zá lo que esté en juego no sea si Malaparte es verídico o falso; quizá lo que importe es si se trata de arte o no. Lo que es otra cosa, y exige una distinta lectura. Sin duda al­guna, muchos admiradores podrán señalar en este libro pasajes en que la fuerza des­criptiva, e l horror de la ab­yección en que se hunde Ma­laparte, alcanzan cierta gran­dilocuente grandeza. Incluso puede comprenderse que un Louls Ferdinand Céline (que un Juan Carlos Onetti, si se prefieren ejemplos locales) lamente n o haber escrito un capítulo como el de La vergo­ña d i Napoli: o que alguien se sienta tentado a creer que algunas metáforas de evidente inspiración dantesca son dan­tescas (y- no pedantescas, se­

gún e l celebrado retruécano de Groussac). Pero, también a*' cierto que un examen, atenta de la factura revela que Bay aquí más hojaresca que arte, más periodismo irresponsable y sensacionalista que pasión; más m aquillaje y bufonería que dolor verdadero, más “a la manera de D'Annunzio <b de M arcel Proust o de Axd Munthe)” que D ’Anunzzia ® Munthe — salvadas^.claro está, las inevitables * higiénicas dis­tancias que e l arte ha puesto) entre ellos.. Q u i z á s . j chos c r e a n con razón. qñ« é l único valor de este libra ) testimonial o artístico) es d de ser índice, no completo*; mente voluntario, de una do-) ble corrupción: la. de Europ^f la de Curzio Malaparte. •5'S9T. S. SORLEY: Historia

la ixlosofia inglesa (A Hxstoí r y oC Englísh PMfosophjV^ Traducción, de Teodora Efróif y Julieta Góm ez Paz. Bá*| nos A ires, E ditorial Losada" 1951. 328 pp.

a la

LIBERTAD SOCIEDAD ANONIMAT.

' ALM ACENES PESQUERA S. A. PEDRO FERRES & Cío. <Sección^

it I

1

A l iniciar nuestras actividades comerciales mancomunadas^

en el ramo de Almacenistas al por Mayor, tenemos especial

agrado en saludar a los señores accionistas, clientes y colegas*1• ^

Deseamos a todos las mayores felicidades en el año que

comienza y confiamos poder contribuir con la actuación futura

de la _ Sociedad al mayor . prestigia de nuestro gremio

M q n ievideo+l Enero de l 952

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Carta l>esdc L©íi<il*es~ <w

DALI, ORSON WELLES Y OTROS------------------------------------- --------------- ----------------— p e r R A U L B O R R O ---------

— Ya que uno está en Europa ¿por no coiPOortarse de vez en cuan-

¿9 ea £© »»a res¿tnente “ europea” ? ¿Por § no tratar de ser oo¿co esos personajes novela a les que siempre les está por

ceder algo interesante? En teoría al me- , ir desde Piccadüly Circus a Traíalgar

_uare o desde el Arco de Triunfo a T?o- Ifee Dame es mucho más fascinante qu;ejt e minar desde El Gaucho hasta la Plaza

dependencia.Asi es que iuz día deeieií ir a almorzar un restaurará londinense intitulado "A a

cok de París” (mucho ‘•'carácter” , ios fantásticos), y visitar luego h espo­

lón surrealista.Cuatro días antes Salvador Da&i, había

ahecho su impacto en los diarios vesperi- Btinos. .Entre otras cosas había declarado: ■"Picasso es un genio, y yo, por s«puesto, £»©y otro” . En algunas fotografías aparecía 'de frac, en otras con traje de buzo. Uno ;«áe los cuadros de la muestra que exhibe ;.en Londres estaba avaluado en £5.000; -libras.

La exposición está integrada por varios Seos y una serie de bosquejos complemen­tarios a lápiz, pastel y acuarela, en los que

ueden verse distintos elementos de los

fe) &

f e

A rida Pellars -creado por André Bretes, pretende s»*eH -

- wkr te a r e n t e g se rle a m e rie a se e dél geeamistificador

cuadros completos en proceso de desarro­po, en estado semi-embrionarío. H. rinoce­ronte explosivo estaba a llí en uno de los ¡bosquejos, y se repetía luego restaurado e ¿integro debajo de la "Madonna «fie Fort i l lg s í" , con im cierto aire de bibelot si­niestro. Había además varias otras cosas en explosión, entré ellas la cabeza deformada de un ángel rafaelesco, que parecía querer transformarse en la cúpula - de una cate­dral. Este boceto se llamaba, explicativa­mente, "T e te Rapfa&elescroe écl aíanle''.

Los entendidos aTninwai! qué D alí está dejando de lado e l surrealismo galopante y adopta en cambio un cierto tipo de na­turalismo. Su Cristo en la Cku, por ejem­plo, suspendido « i perspectiva inesperada sobre un paisaje difuso, no tiene ninguna de las, características anatómicas alarman­tes que han hecho famoso a l surrealismo. 351 retrato de Lady Mcimtbatten ce Bir­mania pertenece quizá a una etapa inter­media ya que la cabellera de la dama se transforma previsiblemente en un naanogo de lianas y raíces.

Una de Ias cosas que sorprende al ojo inexperto en Ies óleos de D alí es la brf- >Hante nitidez de todos los objetos y deta­lles y é l llam ativo colorido; sin mencionar

supuesto, la elección y tratamiento de diversos temas.

A l salir a 2a calle una vez más, e£ Los- otoñal era una acuarela compietamen-

jte pasada de moda. Dos hileras de faroles fue gas, encendidos ya en e l crepúsculo de fias tres de la tarde; en e l aire, e l humo ;¿e una fogasa de hojas secas dé Oreen. iPark.¡j^T^C—- Orson Welles acaba, de presentar

O&eK© por una temporada breve de parias semanas, desempeñando é l papel dél SHoro, y dirigiendo la obra al mismo ííem- 9 0 . Simultáneamente, el Oíd V3c decidió ^también presentar OCieHo con im reparto de- actores jóvenes y relativamente poco cono­

cidos, lo cual dió al público u«a interesante oportunidad de ver y comparar distintos estilos.

La mayor parte de las obras tea»toale| tiene un nudo o resorte dr-amátiqo en é l que se basa toda su estructura. En. OfiteMo «ate resorte está en el carácter del propio Moro (tranquilo y equilibrado en un principio pero susceptible luego a la ceguera de los celos), y en el odio frío y calculador de la^o. Para que el espectador viva la obra y la acepte este efecto básico debe aparecer, en forma clara .y convincente: lago aprisio­nando a Othello en sus intrigas como una arimita envuelve en su tela a trn moscar­dón. Y eso íué precisamente lo que Orson WeUes no logró ' obtener; todo ocurrió en forma aparentemente arbitraria. Su OtheSo tuvo la voz y la presencia necesarias, pero e l resto de la compañía, lago en L-teülar, brilló por su ausencia. Todo el espectáculo tuvo además una cierta calidad circense, con abundancia de golpes de luz y de efecto y una falta total de medios tonos. El genio de Mr. Welles no da para tanto; dirigir e interpretar a la vez una tragedia shakes- peariana tiene sus bemoles.

En el Oíd V3c, en cambio, las cosas se hicieron con mayor cuidado. El joven actor que hizo de Othello no fué tal vez una elección acertada para el p a p e lp e r o aún así, cuánto más diáfano resultó e l texto, cuánto más profundo y conmovedor su con­tenido. lago y Des demema adquirieron, las proporciones y el relieve de que carecían en . le versión de Welles, cada verso apareció * con una claridad y lógica insospechadas. Este es e l resultado de los años de expe­riencia y dedicación del Oid Y ic en el cam­po shakespeariano. Hoy en día resulta impo­sible comprender totalmente una obra de Shakespeare; el idioma ha cambiado, los chistes y alusiones a persona jes de la época son. a veces un. misterio absoluto. Lo que subsiste es lo esencial: la belleza de las pa­labras y sobre Todo la visión reveladora y certera del hombre y del universo. En eso lo que las versiones del Oíd Yac ponen de ceüeve con artesanía consumada; sin eKo hay obras de Shakespeare (él Cufióte de I nvierno, por ejemplo) que podrían Segar & parecer un disparate aburridísimo.

— La película sueca Mies Asüe^ basada en la obra de Strindberg,

he suscitado controversias entre -él cro­nista cinemato^áfico del semanario socia­lista New Staiesman y algunos de sus lec­tores. Sostiene e l cronista que VBsx JveSc constituye un ejemplo de cómo debe ha­cerse buen cine, pero los lectores protestan diciendo que se aburrieron. Debo confesar que, en m i calidad de espectador memo, yo también me aburrí. A l director y a l fotógrafo se Ies ha ido la mano, con la imagen, el montaje y e l simbolismo •"* Je SSB&fiBstexn". La película resulta algo fría y remota, a pesar de los buenos actores y la-evidente inteligencia y seriedad con. que se la ha firmado. .L a batalla de Alejandro Hfivskv, por ejemplo, es de gran, perfec­ción. artística, pero . lo importante es qse logra producir en e l espectador una sensa­ción. Mxss Julie, en cambio, no conmueve profundamente en ningún momento; toéo sucede por fría necesidad intelectual.

Efe grave defecto de una obra teatral o cinematográfica que é l espectador^ tenga tiempo de analizar su mecanismo inferno a l verla por primera vez; e l mecanismo tiene que existir, sin. duda, pero sólo como medio para lograr un cierto efecto. Si « I recurso empleado se haee demasiado ¿S - dente, pierde su valor.

E l director ha agregado m ste^gj suple­mentario a la obra de Strindberg, que in ­troduce por medio de hábiles "Bashbasfcs" retrospectivos, con muy poco diálogo. La fotografía es de primera calidad y é l espec­táculo, a pesar de los detaHes aceitados, muy faferesante.

Por loaem ás, el panorama cmemategrá- ffco es francamente decepcionante. Los -estudios británicos desfallecen eeoaérañca- mente y producen pocas películas, no siem­pre buenas. Xas francesas y las italianas llegan con gran retraso y en número ase- ducado. A sí que todo lo demás 3© minada el arrebatado tecnicolor y las violencias convencionales de Hollywood. Por otra par­te los asientos de los cines de Londres sen terriblemente incómodos. Es mucho mejor; por ahora, ir a l teatro o escuchar la radio.

20 de diciembre.

<>raGCM&:T ‘>ÍFO M A D A p a r a c a l z a d o .

•parece estar en otro lado; la¿ verdad es (quizá) que la filo ­sofía inglesa nace — &&n la . «á tu ra inglesa — en la Ecfeo ̂Media, va creciendo y desarro- Tlándose hasta producir algu­nos de los más glandes filóso­fos oocsde» tales, y continúa siendo 6kasta hoy) e l objeto de na estudio severo y minucio­so, capaz de alimentar las es­peculaciones eontemporáeeas- de un Wfeátehead, de un Ber- trand BusseH.

A demostrar esta verdad pa­rece estar dedicada esta obje­tiva HSetorfa de Sorley. Ésto no significa que el autor se co­loque en postura de polemis­ta. Significa «pie su libro ne ^presenta a o>fa S ésofo ; ha es­to croaolój^c© de datos; sig&i- fíca que Soi'fcy iáe»e m a «a - nrffeivm q fa e com vm icax. Esta eneessa&sa aparee© resumida am. ee les últimas palabras de la obra: Jfo existe tm& filoso­fía mmmio«m í menoe preocupada per osmKo bm de escuela que te ángfesa. Muchos de sus groada* cultores han sido hom­bres de oeio o de graades ocu- padones opte se se ocupaban profesaocc&mosfce ée la filoso­fía pero <pta se swafian atraí­dos por él teiwés d « 3 o de sus problemas- Ko se atabes

de

propio ángulo Bagar a

r i .paedo d d yo

y epae —— “13

Lo el Freí a cío explica So: - Igy ei método de este Hfcro. Ká tratado de colocarse en el p-ujit-o de vista mismo de los filósofos (y no en el del hisío- ríaiétes: de la filosofía); ha estu- dsed© cada tema como se le presenta a cad afilósofo; ha es­tado en estrecho contacto con. los dooumentos mismos, con. los textos. Las ventajas de es­te método son obvias. Se evi­tan- les simplificaciones peda- gúfcfteas de k>s distintos pun­tos de vista, se muestran las teorías a su verdadera luz, se feoáite e l acceso a la palabra misma del filósofo. La desven­taja principal puede residir en que la visión minuciosa del detalle ahogue el conjunto, que se vean sólo los árboles. A co­rregir tal defecto se ha dedi- eado también Sorley, gracias a un cuidadoso equilibrio del esparció concedido a cada filó ­sofo; gracias a oportunas com­paraciones, que traen al lector a considerar siempre e l con- j«2a*o (por ejemplo, es exce­lente fe. comparación entre los estilos de Bacon, Hobbes, Ber- feefey y Hz&nc, que ocurre en la péfg. 71*); y gracias también a una redacción sintética y ex­presiva, sia digresiones.

Esta obra — que estudia la fitesotía inglesé óesée sus o rí­genes hasta ffees del siglo XBC — fué orígsnarkune»te éo&céhtiai oosvo una serie de capítulos para la monumental C am bridge o f EnglúmLiters^aare. Ahora se publica en español como una obra or­gánica, de indudable valor pe­dagógico. Sólo un reproche merece esta cuidada versión: la falta de un índice analítico (o siquiera de nombres) entor­pece e l manejo de le que es, de lo que debió ser, una .obra de consulta. - 5 . R. M.

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como un conjunto ¡ se, Pista parece reducida a (di-jgsic alado de antemano, como gamos) Bacon. y Locke, Hobbes

y Berkeley, Hume y Adam Sxnith, Bentham y Spencer, — para no citar sino a los clási-

en Ia S osofía fesgle- J eos. Otra frecuentada sim plifi- ¿ ley y so. esc&éla. Lia

sucesaon homogénea* no es féea descubrir esa cche-

esa sucesión do mte-

:lx»_í Icacñón ve est 3a fSf>se&a sa una sola actitud: el-em pi­rismo, aunque para éBo haya que olvidar (nada menos) el ejesvolo heterodoxo de Berke-

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