Cuestión de Protocolo

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    Al fin obtuvo la verdadera historia, despus de mucho preguntar.

    J. R. R. Tolkien

    Hay, por consiguiente, un gran nmero de verdades, que parecen repugnarse, y que

    subsisten todas ellas en un orden admirable.

    Blaise Pascal

    Pues tocando la ctara se hacen tanto los buenos como los malos citaristas.

    Aristteles

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    Presentacin

    Primera parte. Los herederos se disponen a abrir el testamento

    Captulo I. Historia de la ciencia y filosofa de la ciencia: vecinos incmodos o pareja

    de hecho?

    1. La Revolucin Historicista en la Filosofa de la Ciencia 2. El debate sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofa de

    la Ciencia

    3. Historia ciega? Filosofa vaca? Acerca del problema de una metodologa

    normativa

    3.1. Deben los filsofos de la ciencia ser buenos historiadores (y

    viceversa)?

    3.2. Las normas metodolgicas y el problema de la racionalidad

    Captulo II. Aventuras y desventuras de la concepcin semntica de las teoras

    cientficas

    1. La idea de una semntica de las teoras cientficas

    2. El desarrollo de la tradicin semntica en Filosofa de la Ciencia

    3. Algunas cuestiones disputadas en la tradicin semntica

    3.1. Cules son las herramientas semnticas ms apropiadas para el

    anlisis de la ciencia?

    3.2. Qu tipo de conexiones entre modelos son relevantes

    filosficamente?

    3.3. Debe haber una conexin general entre modelos, leyes y teoras?

    4. La tradicin semntica y los aspectos pragmticos de la ciencia

    Captulo III. Naturalismo al natural.

    1. El naturalismo en filosofa de la ciencia.

    2. Las teoras de Giere y de Kitcher.

    2.1. Representaciones y juicios en la teora de Giere.

    2.2. Prcticas, progreso y mtodo en la teora de Kitcher.

    3. Apuntes para una comparacin crtica.

    3.1. La evolucin de la ciencia como un proceso darwiniano.

    3.2. El uso de modelos cognitivos.

    3.3. La racionalidad y el principio de simetra.

    Segunda parte. Se puede saber a qu estamos jugando?

    Captulo IV. Cmo verificar teoras inverificables

    Captulo V. Verosimilitud con rostro humano

    1. Los intereses de los cientficos y las normas metodolgicas

    2. Algunas reglas metodolgicas comunes

    3. La verosimilitud emprica como funcin de utilidad epistmica

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    4. El cientfico como realista

    5. El cientfico como instrumentalista

    6. Por qu existen redes tericas?

    7. Reduce, que algo queda!

    8. La naturaleza del progreso cientfico

    Captulo VI. Sociologa de la Ciencia y Economa de la Ciencia: otra extraa pareja

    1. Introduccin

    2. El orden cientfico como un orden social

    2.1. El carcter institucional de la ciencia

    2.2. La ciencia como empresa cooperativa

    2.3. Las normas de la ciencia

    2.4. Las relaciones de la ciencia con el resto de la sociedad

    3. El orden cientfico como un equilibrio econmico

    3.1. Una explicacin econmica de la investigacin cientfica 3.2. El cambio en el orden cientfico

    4. Sobre la Sociologa Radical del Conocimiento Cientfico 4.1. El Programa Fuerte y sus puntos dbiles

    4.2. La Antropologa Constructivista de la Ciencia: un cordero con piel

    de lobo

    Captulo VII El juego de la contrastacin

    1. El problema de los trminos observacionales

    2. Algunas dificultades en el criterio de T-teoricidad

    3. Una interpretacin inferencialista

    4. Teoras bsicas y conceptos observacionales

    5. El juego de Hintikka de un enunciado de Ramsey-Sneed

    6. Verificabilidad y falsabilidad

    Bibliografa

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    PRESENTACIN

    No hay libro alguno que no sea autobiogrfico,1 y no va a ser precisamente ste

    el primero que contradiga tan elegante regularidad. Pero en el caso del que el lector

    tiene ahora ante sus manos, hay, en comparacin con otras obras mas, casi siempre de

    tema tan rido como el de la presente, muchos ms rastros de las andanzas vitales del

    autor... una vida que no da para muchas novelas, y s, en cambio, para algn que otro

    ensayo filosfico. En fin, como dijo el torero, de todo tiene que haber. Ms confesiones personales: escribo estas lneas el da de mi cuadragsimo

    cumpleaos, y parece oportuno, en fecha tan escogida, detenerse a pensar en lo que uno

    ha recibido, profesionalmente hablando, y en cuanto de bueno o de malo pueda estar

    haciendo con ello. De lo primero, es decir, de la herencia, saco las cuentas en la primera

    parte del libro, no s si con la debida ecuanimidad, aunque confo en que mi narracin

    sea til a quienes deseen averiguar los derroteros por los que ha transitado la filosofa de

    la ciencia en los ltimos tiempos. Respecto a lo segundo, es decir, sobre los frutos que

    uno intenta sacar de lo heredado, el protocolo acadmico exige que no sea yo quien lo

    pondere, mas la inmodestia (fingida?) que ese mismo protocolo demanda me permite,

    al menos, soltar en la segunda parte de la obra el pequeo fardo de algunas de mis

    contribuciones a la filosofa de la ciencia.

    Hablando de protocolo, es esta una nocin tan central que he decidido ponerla en

    el ttulo mismo, y ello por tres razones. La primera, porque el concepto de protocolo de

    observacin, tan exquisitamente utilizado por ese maestro de filsofos que fue Otto

    Neurath, influy de manera decisiva en mis primeras cavilaciones epistemolgicas

    desde que Jos Luis Zofo me iniciara por los caminos de la metodologa de la ciencia

    hace ya ms de veinte aos. Una de mis preocupaciones constantes en este terreno ha

    sido la de cmo se podra rescatar algo parecido a los protocolos de Neurath, algo que

    pudiese proporcionar una base emprica para el conocimiento cientfico, en una visin naturalista y sociologista de la investigacin cientfica, y a esa cuestin est

    precisamente dedicada la primera parte del ltimo ensayo que compone esta obra. En

    segundo lugar, cada vez estoy ms convencido (y casi todo el libro, aunque ms

    explcitamente los captulos quinto y sexto, es una consecuencia de ello) de que la

    ciencia es una actividad regida por normas, por reglas prcticas que determinan el

    mrito, la dignidad, o el honor cientfico que cada investigador debe otorgar a las

    acciones de sus colegas, y de rebote, a sus colegas mismos. La ciencia es, por lo tanto,

    una escenario tan gobernado por el protocolo como lo fue la corte del Rey Sol, y no

    creo que haya tarea ms importante para la epistemologa, o para lo que ahora suele

    llamarse ms protocolariamente los estudios sobre la ciencia (science studies), que la de comprender por qu son las que son las normas cientficas, las generales (si las

    hubiera) y las de cada momento y circunstancia. Slo esa comprensin permitir valorar

    justamente los rendimientos (cognitivos, culturales, econmicos o lo que sea) de la

    investigacin cientfica.

    1 x(LxAx).

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    La tercera y ltima razn es ms autobiogrfica si cabe: el protocolo acadmico,

    y en especial los dos actos ms protocolarios de todos aquellos por los que un profesor

    universitario ha de pasar, han sido directamente responsables de la produccin de buena

    parte del material (es se un trmino peyorativo?) que se incluye en este volumen. Hablo, naturalmente, de las oposiciones y de la redaccin de una tesis doctoral. En las

    primeras, los candidatos han de escribir y presentar una memoria que ponga de manifiesto su dominio de la especialidad. En los dos casos en los que, hasta la fecha y

    con suerte dispar, he concursado, dicha memoria deba ajustarse a sendos perfiles decididos por la Universidad, que fueron, respectivamente, Historia y Filosofa de la Ciencia y Semntica de las Teoras Cientficas. Ironas del destino (pues en ninguno de los casos tuve ni arte ni parte en la elecin): eran justo los temas en los que yo mismo

    haba sido criado como cachorro de investigador; aunque tampoco sera tanta la

    casualidad, porque, bien mirado, eran tambin los componentes principales del caldo de

    cultivo disciplinar en el que haba crecido la generacin de filsofos de la ciencia a la

    que pertenezco. As que me tom las dos oportunidades como una excusa para

    reflexionar sobre esa herencia, y el resultado, con ligeras modificaciones, son los dos

    primeros ensayos de esta obra, que, junto con el tercero (procedente asmismo de la

    leccin que tuve que desarrollar en una de aquellas oposiciones, para la cual eleg el tema del naturalismo cientfico), ofrecen un panorama, si no completo, s al menos sistemtico, de las tres principales (aunque no nicas) placas tectnicas con las que se ha constituido el suelo que pisamos en nuestra disciplina.

    Lo ms importante, desde un punto de vista generacional, es que nuestra

    herencia no era ya, precisamente, aquello que cuando fuimos estudiantes se nos ense

    con el nombre de Concepcin Heredada (en dos palabras: el neopositivismo light de Hempel, Nagel -Ernest- y el ltimo Carnap), y lo que al menos otras dos generaciones

    de filsofos se vieron impelidas a demoler desde su base. Nuestra herencia consista,

    ms bien, en lo que aquella empresa de derribos, y todas y cada una de las constructoras

    que vinieron inmediatamente despus, haban deshecho y edificado en el solar del

    neopositivismo. Y una nueva irona como principal conclusin: desde la perspectiva que

    dan las dcadas pasadas, algo que ahora resulta meridianamente claro es que, en

    realidad, no existi nunca un modelo hegemnico en la filosofa de la ciencia, digamos, pre-kuhniana. Pero esta es una historia que se cuenta con ms detalle en la

    primera parte del libro.

    Los ensayos de la segunda parte tienen, cada uno de ellos, una historia distinta, y

    en su diversidad tambin dan cuenta del protocolo que rige nuestras vidas acadmicas.

    El captulo cuarto es una comunicacin presentada a un congreso y planteada bajo la

    especie de un divertimento filosfico, pues una de mis mximas es la de que, quien se moleste en escucharme en ese tipo de actos (no s si alguien alguna vez leer una

    comunicacin publicada en unas actas, pero si se es el caso, entonces l o ella

    tambin), cuando menos merece no aburrirse, o aburrirse poco. El captulo quinto

    resume mis peleas de al menos una dcada con el problema de la verosimilitud, al que

    dediqu mi tesis doctoral en Filosofa (parte de la cual dio origen al libro Mentiras a

    medias); el captulo est concebido como una respuesta a las cuestiones ms

    significativas planteadas en la primera parte, a saber, qu consecuencias

    epistemolgicas podemos sacar de lo que hemos aprendido sobre la prctica cientfica, a

    partir de los estudios sobre la historia de la ciencia, pero tambin, desde un punto de

    vista ms biogrfico, la obra responde a la insatisfaccin que me produjo la alambicada

    teora de la verosimilitud que yo mismo present en mi tesis, una teora que careca de

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    rostro humano, y que, por ello, era difcil conectar con la prctica cientfica. Espero que la teora que resumidamente presento aqu, y cuyo detalle matemtico puede

    consultarse en los ltimos captulos de Mentiras a medias, cumpla mejor esa misin.

    Los captulos sexto y sptimo, en cambio, tuvieron un origen mucho ms

    abrupto, sobre todo el ltimo. Con respecto al sexto, originalmente fue un trabajo que

    redact un poco a marchas forzadas en el verano de 1997 para poder aprobar en

    septiembre una asignatura en mis estudios de doctorado en Ciencias Econmicas,

    asignatura a cuyas clases no haba asistido por mil excusas que cualquier estudiante de

    doctorado estoy seguro que comprender. Curiosamente, ese trabajo precipitado acab

    convirtindose en el germen de mi siguiente tesis doctoral (publicada como La lonja del

    saber). Por ltimo, el contenido bsico del captulo sptimo vino al mundo en un

    arranque de cuatro o cinco das de junio de 2001, como respuesta a la inexorable

    necesidad de desarrollar un tema o leccin para una de las oposiciones mencionadas, y sus dibujitos fueron esbozados mientras haca que vigilaba exmenes...

    cuando la protocolaria quietud de los examinandos lo permita.

    Pero vaya, creo que el protocolo acadmico me exige no continuar haciendo

    confesiones de este cariz, y s, en cambio, dar paso al obligado captulo de

    agradecimientos. Adems del cario y el apoyo constante de mi familia, quiero

    reconocer aqu mi gratitud hacia algunos colegas, y pese a ello, amigos, con los que he

    tenido la oportunidad de discutir, en uno u otro formato, algunas de las ideas

    presentadas en las siguientes pginas: Paco lvarez, Miguel Beltrn, Eduardo Bustos,

    Antonio Diguez, Jos Antonio Dez, Javier Echeverra, Theo Kuipers, Anna Estany,

    Jos Luis Falguera, Juan Carlos Garca-Bermejo, Adolfo Garca de la Sienra, Andoni

    Ibarra, Francesco Indovina, Ramn Jansana, Pablo Lorenzano, Uskali Mki, Ulises

    Moulines, Ilkka Niiniluoto, Len Oliv, Ana Rosa Prez-Ransanz, Eulalia Prez-

    Sedeo, Luis Miguel Peris, Miguel ngel Quintanilla, Andrs Rivadulla, Javier

    Sanmartn, Mauricio Surez, David Teira, Juan Urrutia, Luis Vega, Javier Zamora y

    Jos Luis Zofo. Tambin quiero reconocer la deuda contrada con mis numerosos

    alumnos, quienes tal vez ms veces de lo conveniente han tenido que soportar mis

    elucubraciones cuando lo que querran eran tan solo unos buenos apuntes, pero cuya

    paciencia y curiosidad me han sido siempre de gran ayuda para intentar hallar la forma

    ms didctica de expresar mis ideas, y no pocas veces, para darme cuenta de que lo que

    estaba diciendo era una tontera.

    Con respecto a los agradecimientos institucionales, esta obra se ha encuadrado

    en los proyectos de investigacin PB98-0495-C08-01 (La cultura de la tecnociencia), BFF2002-03656 (Races cognitivas en la evaluacin de las nuevas tecnologas de la informacin), financiados por el Ministerio espaol de Ciencia y Tecnologa, y el proyecto hispano-mexicano Capacidades potenciales, racionalidad acotada y evaluacin tecnocientfica, financiado por el Ministerio de Educacin, Cultura y Deportes y la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional. Asmismo he recibido

    generosos apoyos por parte de la Fundacin Urrutia Elejalde y de la Fundacin

    Espaola para la Ciencia y la Tecnologa. Finalmente, deseo tambin agradecer a la

    Universidad Nacional de Educacin a Distancia el maravilloso ambiente de trabajo me

    proporciona, y a la Editorial Tecnos las facilidades para la publicacin de esta obra.

    Madrid, navidad de 2003

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    Primera parte

    LOS HEREDEROS SE DISPONEN A ABRIR EL TESTAMENTO

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    Captulo I

    HISTORIA DE LA CIENCIA Y FILOSOFA DE LA CIENCIA:

    VECINOS INCMODOS O PAREJA DE HECHO?

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    1. LA REVOLUCIN HISTORICISTA EN LA FILOSOFA DE LA CIENCIA.

    Hubo un problema que sacudi como una onda de choque la Filosofa de la

    Ciencia a partir de los aos sesenta, y que, pese a que su inters en la literatura actual ha

    menguado considerablemente con respecto al que lleg a alcanzar entonces, sin llegar

    por eso a desaparecer, no es menos cierto que aquellas convulsiones dejaron marcadas

    las, por as decir, principales estructuras orogrficas que iban a caracterizar la disciplina

    en los aos sucesivos. Este problema es, por supuesto, el de las relaciones entre la

    Historia de la Ciencia y la Filosofa de la Ciencia.2 Para quienes iniciamos nuestros

    estudios universitarios alrededor de los aos ochenta y vimos cmo nuestros pasos se

    dirigan hacia la Metodologa o la Filosofa de la Ciencia, este problema era el problema, era el asunto que haba acaparado una mayor parte de la atencin en las discusiones sobre los fundamentos y los detalles de la disciplina, y era, adems, el eje

    que articulaba la mayora de los programas docentes a travs de los que prcticamente

    toda una generacin accedi a esta materia. Visto desde una perspectiva de tres o cuatro

    dcadas, el debate entre formalistas o racionalistas, por un lado, e historicistas, psicologistas o sociologistas, por el otro, parece haberse ido amortiguando, bien sea por la consecucin de un cierto acuerdo sobre las cuestiones ms bsicas del debate, o

    bien sea por la necesidad de buscar nuevos temas de conversacin; y uno llega tal vez a

    pensar que hacer excesivo hincapi en la dicotoma del modelo clsico frente a las crticas historicistas, como puede haber ocurrido en la enseanza de la Filosofa de la Ciencia en las ltimas dcadas (y no slo en nuestro pas), puede restar esfuerzos al

    estudio de otras temas que no tienen un encaje natural en dicha dicotoma, y al de otras

    herramientas conceptuales que son, actualmente, las que de forma ms fructfera se

    estn utilizando en la produccin de trabajos en esta disciplina, como las ciencias

    cognitivas, la microsociologa, la inferencia estadstica, los modelos evolutivos, la teora

    de la decisin y de los juegos, etctera, configurando una Filosofa de la Ciencia

    transdisciplinar, por llamarla de algn modo. El origen de este debate sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la

    Filosofa de la Ciencia se sita normalmente en la publicacin de la obra de Thomas S.

    Kuhn La estructura de las revoluciones cientficas (1962), aunque algunas crticas

    recibidas desde, por lo menos, los aos cincuenta por la concepcin de la ciencia

    heredada del empirismo lgico ya estaban basadas en la constatacin de un cierto

    desajuste entre la estructura de la ciencia tal como la describan los filsofos

    tradicionales y la prctica real de los cientficos en la historia, adems de otras razones

    epistemolgicas. Entre estas voces crticas podemos citar a Popper, Quine, Toulmin o

    Hanson. En todo caso, con o sin precedentes, el xito de la obrita de Kuhn consigui

    2 Usar las expresiones Historia de la Ciencia y Filosofa de la Ciencia con maysculas cuando me

    refiera a las disciplinas acadmicas as denominadas, y emplear, en cambio, las minsculas para

    referirme al conjunto de los acontecimientos cientficos del pasado, o a alguna doctrina particular sobre

    los problemas filosficos relacionados con la ciencia. Dos buenas introducciones a la Filosofa de la

    Ciencia son Dez y Moulines (1997) y Echeverra (1999).

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    que la relevancia de la Historia de la Ciencia en el planteamiento y la respuesta de los

    problemas filosficos, metodolgicos o epistemolgicos fuera algo que, unos aos

    despus, se aceptaba prcticamente sin cuestin. As, de acuerdo a una poderosa

    tradicin expositiva que, por lo que alcanzo a saber, se remonta a la introduccin escrita

    por Frederick Suppe al libro La estructura de las teoras cientficas,3 en la Filosofa de

    la Ciencia (o al menos en su dominante versin anglosajona, aunque sus principales

    lderes eran autores de origen germano emigrados en los aos treinta) haba existido

    entre los aos cuarenta y los sesenta del siglo XX un notable consenso sobre la

    naturaleza bsicamente formal de la disciplina, emparentada sobre todo con la lgica y

    la metamatemtica; Suppe, siguiendo a Putnam, denomin Concepcin Heredada (received view) a la sntesis de los principios bsicos establecidos en este consenso.

    Estos principios incluan, desde el punto de vista de la metodologa de trabajo de

    los filsofos de la ciencia, la idea de que las teoras cientficas deban reconstruirse en

    un lenguaje formalizado que sirviera como herramienta bsica para los posteriores

    estudios epistemolgicos, con lo que una de las principales tareas del filsofo sera la de

    expresar el contenido de las teoras con absoluta claridad, y esto significaba en la

    prctica fabricar una versin de las teoras cientficas a la que pudieran ser aplicadas las

    tcnicas desarrolladas desde finales del XIX para el anlisis formal de los sistemas

    lgicos axiomticos. Una cuestin sobre la que no se haba alcanzado un consenso

    absoluto era la de si el lenguaje formal que deba emplearse para reconstruir las teoras

    cientficas era el de la lgica de primer orden u otro ms complejo (por ejemplo, el de la

    teora de conjuntos, como defendan Patrick Suppes y sus seguidores). La primera

    opcin, aunque resultaba mucho ms cmoda sobre todo para estudiar la semntica de

    las teoras cientficas, impeda de todas maneras reconstruir stas de forma

    mnimamente realista, debido, entre otras cosas, a la irreductibilidad de la aritmtica a la

    lgica de primer orden. Esta misma lgica fue incluso abandonada posteriormente como

    herramienta principal por lo difcil que resultaba explicar con su ayuda la semntica de

    los trminos tericos, tarea en la que algunos seguidores de Suppes, especialmente

    Joseph Sneed, consiguieron un notable xito empleando la teora de conjuntos (muchos

    ms detalles sobre esta cuestin en el prximo captulo). Esta discusin se resume bien

    en el eslogan de Suppes segn el cual la filosofa de la ciencia debe inspirarse en la matemtica, y no en la metamatemtica. Otro principio metodolgico fundamental de la Concepcin Heredada era la distincin absoluta entre lo que Reichenbach denomin contexto de descubrimiento y contexto de justificacin, respectivamente, afirmndose adems que slo el segundo de estos contextos era relevante para la

    Filosofa de la Ciencia. Finalmente, esta concepcin tradicional tambin afirmaba que

    deba existir algn criterio de tipo lgico que permitiera distinguir el conocimiento

    verdaderamente cientfico de las afirmaciones pseudo-cientficas.

    Con respecto a los principios sustantivos de la Concepcin Heredada sobre la estructura de la ciencia, los ms importantes se referan a la necesidad de distinguir dos

    vocabularios en el lenguaje de las teoras (correspondientes a los trminos

    observacionales y a los tericos), al anlisis del valor epistmico de las teoras basado

    en la relacin de confirmacin (que poda estudiarse en trminos cualitativos, al estilo

    3 Este libro contiene las actas de un simposio celebrado en 1969. La mencionada tradicin historiogrfica

    de la filosofa de la ciencia incluira obras como Newton-Smith (1981), Hacking (1983), Chalmers

    (1992), y, en nuestro pas, Rivadulla (1986) y Echeverra (1999), adems de haber influido en numerosos

    programas docentes.

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    de Hempel, o cuantitativos, al estilo de la lgica inductiva de Carnap), y a la idea de que

    el desarrollo de las ciencias maduras procede fundamentalmente mediante la reduccin

    de las teoras exitosas antiguas a teoras nuevas ms amplias y precisas. De la distincin

    entre los trminos observacionales y los tericos se derivaba a su vez una clasificacin

    de los enunciados cientficos en regularidades empricas, leyes tericas y reglas de

    correspondencia, as como una tesis sobre la interpretacin semntica de cada uno de

    ambos tipos de trminos: mientras que los conceptos observacionales recibiran una

    interpretacin completa directamente a travs de la experiencia, los conceptos tericos

    slo recibiran una interpretacin emprica parcial, a travs de las reglas de

    correspondencia.

    A modo de sntesis podemos afirmar que la concepcin derivada del empirismo

    lgico basaba su anlisis de la ciencia en tres grandes dicotomas conceptuales: la

    distincin entre enunciados analticos y sintticos (o, digamos, entre forma y contenido

    dentro de las expresiones lingsticas), la distincin entre conceptos observacionales y

    tericos, y la distincin entre enunciados positivos (descripciones, explicaciones) y

    normativos (justificaciones, valoraciones). Estas tres distinciones se presuponan como

    absolutas, vlidas para todo contexto histrico, y conducentes siempre a los mismos

    resultados independientemente de cundo, dnde y por quin fuera aplicadas.

    Siempre segn de acuerdo a la tradicin expositiva de la moderna historia de la

    Filosofa de la Ciencia, este gran consenso se habra roto bruscamente con la aparicin

    de la obra de Kuhn, que habra substituido aquel marco de anlisis de las teoras

    cientficas por otra concepcin de acuerdo con la cual lo ms importante son las pautas

    del desarrollo histrico de la ciencia, pautas que slo pueden comprenderse

    debidamente usando categoras histricas, sociolgicas y psicolgicas. El principal

    debate de la filosofa de la ciencia a partir de la segunda mitad de los sesenta se habra

    centrado, entonces, en la cuestin de qu categoras de este tipo seran las ms

    apropiadas para describir o explicar el desarrollo de la ciencia. Por citar slo cuatro de

    las propuestas ms famosas, estas categoras podan ser las de Kuhn (paradigmas, ciencia normal, revoluciones, cambio de Gestalt...), las de Laudan (tradicin de investigacin, problemas empricos, problemas conceptuales...), las de Lakatos (programas de investigacin, ncleo firme, cinturn protector, heurstica, cambios de problemtica...) o las de los seguidores de Sneed y Stegmller (red terica, evolucin terica, reduccin aproximativa....). Estas cuatro propuestas vendran a ser otras tantas variantes del tipo de concepciones de la ciencia que habran

    resultado de la Revolucin Historicista, ordenadas de menor a mayor grado de formalizacin. Mi inclusin de la concepcin estructuralista o no enunciativa sneediana entre estos cuatro ejemplos tiene, obviamente, la intencin de mostrar que lo

    ms importante de dicha Revolucin no habra sido, en particular, el abandono de las herramientas tpicas del lgico matemtico y su sustitucin por las del historiador, sino

    el cambio del centro de inters, entre los filsofos de la ciencia, desde la estructura de

    las teoras hacia su dinmica. Se puede argumentar que, en el caso de la concepcin no enunciativa, el aspecto esencial segua siendo el anlisis de la estructura de las teoras, y que la insistencia de autores como Stegmller y Moulines en los aspectos dinmicos

    de la ciencia se deba, ms que a otra cosa, al intento de hacer aceptable este nuevo patrn de reconstruccin (por emplear la expresin con la que lo describi Feyerabend) a una relativa mayora de filsofos convencidos por los argumentos historicistas de

    Kuhn. Pero, sea dicha insistencia el resultado de una argucia retrica o de un inters

    filosfico autntico, lo ms importante sera, para la tradicin expositiva a la que me

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    estoy refiriendo, que ambas posibilidades demostraran la existencia de un cambio

    radical de intereses dentro de la comunidad de los filsofos de la ciencia.

    De todas formas, la influencia de Kuhn se habra dejado notar especialmente en

    el surgimiento de los que podramos denominar enfoques sociologistas radicales, que, sobre todo a partir de la constitucin del llamado Programa Fuerte en la sociologa del conocimiento, han intentado llevar hasta sus ltimas consecuencias la intuicin de que, para entender la ciencia, lo ms relevante es explicar de qu manera influyen el contexto

    histrico, la estructura social de las comunidades cientficas, y los intereses personales y

    colectivos, en las decisiones de los investigadores. Aunque estos enfoques no estn ni

    mucho menos despreocupados por entender el contenido y la estructura de las teoras

    cientficas, lo que ms les interesa de ambas cosas es encontrar en cualquiera de ellas

    indicios de influencias sociales, y, por lo tanto, el anlisis formal se considera como una herramienta bastante ineficaz, comparada con el anlisis sociolgico.

    Figura 1

    La figura 1 muestra cul sera la imagen de la evolucin de la filosofa de la

    ciencia en la segunda mitad del siglo XX que se sigue de esta tradicin historiogrfica.

    En ella, la expresin kuhnianos no significa, obviamente, seguidores de Kuhn, sino autores que, influenciados por el mensaje de La estructura de las revoluciones

    cientficas, habran intentado, bien desarrollarlo hacia posiciones ms historicistas o

    sociologistas, o bien construir esquemas alternativos para ofrecer una visin ms

    racional de los fenmenos histricos expuestos por Kuhn. En todo caso, la idea ms

    importante es que, tras un cierto perodo de consenso relativo sobre los problemas

    bsicos de la Filosofa de la Ciencia y sobre las tcnicas de anlisis ms apropiadas, los

    argumentos de Kuhn habran dado lugar a una situacin radicalmente nueva, en la que

    se planteaban problemas distintos y existan dos grandes paradigmas alternativos acerca

    de cules eran esos problemas y de cmo deban resolverse, y con un grado de consenso

    menor incluso dentro de cada uno de estos paradigmas que el que exista en el perodo

    de vigencia de la Concepcin Heredada. El impacto general de la obra de Kuhn sobre la disciplina de la Filosofa de la Ciencia sera precisamente la llamada Revolucin Historicista. Como argumentar con ms detalle unas pginas ms atrs, creo que esta imagen

    del desarrollo de la disciplina, aunque puede ser til desde el punto de vista pedaggico,

    no es muy fiel a la realidad, y su vigencia se debe, fundamentalmente, al hecho de que

    fue adoptada en un momento en el que el nmero de filsofos de la ciencia estaba

    sufriendo un aumento espectacular, sobre todo en los aos setenta, justo cuando el tema

    ms candente de esta especialidad era la discusin entre Kuhn, Popper, Lakatos y

    Feyerabend. Las causas del aumento en el nmero de especialistas eran demogrficas e

    institucionales: el baby-boom de la post-guerra, que, en combinacin con el desarrollo

    del estado del bienestar, dispar el nmero de estudiantes universitarios y, por lo tanto,

    tambin el de profesores.4 Pero una cosa es la interpretacin que hacen los manuales de

    lo ms relevante que ocurre en la disciplina, obligados siempre a la simplificacin, y

    otra cosa son los autnticos movimientos intelectuales que tienen lugar bajo esas

    apariencias. Por supuesto, no pretendo negar que existiera a partir de mediados de los

    4 Para una interpretacin semejante de la historia de la Filosofa de la Ciencia, ver Giere (1999).

  • 14

    sesenta un gran aumento de las obras de Filosofa de la Ciencia ms preocupadas por la

    Historia de la Ciencia que lo que aparentemente pudieran estar los trabajos de las tres

    dcadas anteriores, ni mucho menos que la obra de Kuhn fuera el principal catalizador

    de dicho fenmeno. Pero s me parece que una mirada un poco ms detenida al tipo de

    trabajos que se han ido produciendo desde los aos cincuenta en nuestra disciplina

    muestra una imagen de este desarrollo bastante diferente al de la figura 1.

    En particular, la propia idea de la Concepcin Heredada como una especie de paradigma (en sentido cuasi-kuhniano), que dominara la disciplina casi de manera

    hegemnica, no resiste el paso del tiempo. Dado lo reducido de la poblacin de

    filsofos de la ciencia en los aos cuarenta y cincuenta, los crticos del empirismo lgico y de sus seguidores distaban mucho de ser una minora marginal, y, adems,

    fuera de los Estados Unidos llegaban a ser una abrumadora mayora. Pinsese, por

    ejemplo, en la influencia de Karl Popper en Gran Bretaa y de Gaston Bachelard en

    Francia. Por otro lado, desde la publicacin de las primeras obras americanas de Carnap y Reichenbach,

    5 que distaron de lograr un consenso inmediato en los Estados

    Unidos (por entonces dominado filosficamente por el pragmatismo), hasta la aparicin

    de La estructura de las revoluciones cientficas, pasaron escasamente veinticinco aos,

    mientras que desde la publicacin de esta obra hasta nuestros das han transcurrido ms

    de cuarenta, y en esta segunda etapa ha habido corrientes que, adems de tener un

    nmero apreciable de seguidores, han perdurado tanto como lo pudo hacer el empirismo

    lgico. Esto nos permite sospechar que el perodo de posible hegemona de la

    Concepcin Heredada no es realmente una etapa de consenso seguida por una crisis que a su vez da comienzo a una bifurcacin en la disciplina, sino que, en mi opinin, las

    cosas se describen mejor diciendo que en ningn momento ha existido una tradicin

    hegemnica en la Filosofa de la Ciencia del siglo XX, sino que siempre han coexistido

    vigorosos enfoques muy diferentes y contrapuestos, aunque con el aumento del nmero

    de especialistas ha habido una tendencia creciente al aumento de la diversidad de

    enfoques. Agrupar todos estos enfoques alrededor de la influencia que sobre ellos haya

    podido tener la Revolucin Historicista no deja de ser una clasificacin artificial, excesivamente simplificada; en particular, porque, como seala Ronald Giere,

    6

    aunque en los noventa existen muy pocos filsofos de la ciencia que se identificaran a s mismos como empiristas lgicos, la mayora an se ocupa de

    temas y emplea mtodos de anlisis que son histricamente continuos con los del

    empirismo lgico.

    Entre estos temas y mtodos de anlisis podemos citar la teora de la

    confirmacin bayesiana y sus alternativas, la teora de la medicin, la naturaleza de las

    explicaciones cientficas, la estructura de las teoras, la reduccin interterica, la

    naturaleza y funcin de las leyes y los modelos, los problemas del realismo y de la

    verosimilitud, el anlisis de la causalidad, etctera, adems de los numerosos problemas

    conceptuales derivados de muchas teoras cientficas reales, cuestiones todas ellas que

    podan caer plenamente bajo los intereses de los representantes de la Concepcin

    5 Si no me equivoco, seran Testability and Meaning de Carnap y Experience and Prediction de

    Reichenbach, aunque este ltimo libro fue compuesto en la fase del exilio de su autor en Turqua. 6 Op. cit., pg. 235. Tngase en cuenta que se refiere exclusivamente a la situacin de la disciplina en los

    Estados Unidos.

  • 15

    Heredada y que pueden ser discutidas, y de hecho lo son muy a menudo, con pocos miramientos hacia los problemas histricos, aunque sin compartir dogmticamente los

    presupuestos del empirismo lgico. Giere tambin indica que difcilmente podemos

    interpretar la revolucin kuhniana como una invitacin a volver a tener en cuenta la ciencia real, en vez de las pretendidas caricaturas de la ciencia que apareceran en las discusiones sobre la confirmacin de las leyes y el significado de los trminos tericos

    de la Concepcin Heredada, pues los creadores del empirismo lgico (aunque tal vez no tanto sus primeros discpulos americanos) no slo estaban perfectamente al tanto de

    la ciencia real, siendo varios de ellos profesores de fsica en la universidad germana de entreguerras, sino que el principal estmulo filosfico a lo largo de la vida de estos

    autores fue el de crear una teora de la ciencia que estuviese a la altura de las dos grandes teoras fsicas desarrolladas en las primeras dcadas del siglo: la mecnica

    relativista y la mecnica cuntica. Si hubo una mayor atencin a la ciencia real a partir de la revolucin kuhniana, esto ha de entenderse ms bien como un aumento de la

    importancia de los estudios histricos, psicolgicos y sociolgicos en la Filosofa de la

    Ciencia, algo que no ha venido a sustituir, ni mucho menos, a la lista de cuestiones

    ofrecida al principio de este prrafo, sino que simplemente se ha aadido al conjunto de

    temas que han pasado a ser objeto legtimo de estudio en nuestra disciplina, y

    ampliando de paso el nmero de posibles enfoques utilizados en el anlisis de estos

    temas.

    Por otro lado, la mayor parte de estos asuntos haban sido ya estudiados muy

    intensamente por parte de otras tradiciones de investigacin sobre la ciencia distintas

    del empirismo lgico. No slo se trata de que el enfoque historicista de Kuhn y otros

    autores hubiera tenido algunos precursores notables, como Ludwig Fleck7, o de que la relatividad de los enunciados observacionales hubiera sido asumida desde muy pronto

    por algunos notables defensores del positivismo lgico, como Otto Neurath8, sino que

    este mismo positivismo lgico era hasta cierto punto en la Europa Central de

    entreguerras una corriente filosfica marginal, y otras corrientes ms dominantes, como

    la fenomenologa de Edmund Husserl y Max Scheler, la sociologa del conocimiento de

    Karl Mannheim y el neokantismo de Ernst Cassirer, la teora psicoanaltica de la ciencia de Gaston Bachelard en Francia, o el pragmatismo de John Dewey en los

    Estados Unidos, todas ellas haban asumido en mayor o menor medida la esencial

    dependencia del conocimiento cientfico con respecto a las condiciones culturales,

    sociales o econmicas de cada poca, si bien esta asuncin se haba llevado a cabo, en

    general, ms a partir de una posturas filosficas determinadas que mediante un estudio

    sistemtico de la historia de la ciencia.9 Dentro de este contexto, el empirismo lgico

    tuvo la suerte de ganar la adhesin de la mayor parte de los filsofos de la ciencia de

    Estados Unidos inmediatamente despus de la Segunda Guerra Mundial, pero ni mucho

    menos puede llegar a considerarse como una ortodoxia temporal en la historia de la Filosofa de la Ciencia. As, una representacin grfica medianamente realista de dicha

    historia en la segunda mitad del siglo XX sera, por lo tanto, mucho ms confusa que la

    que se muestra en la figura 1, pues contendra numerosos enfoques ms o menos

    relacionados entre s, y tan mezclados en algunos puntos que sera difcil reconocerlos

    como escuelas autnomas.

    7 Fleck (1986); ed. orig. de 1935.

    8 Ayer (1965), cap. 9.

    9 Cf. Rossi (1990).

  • 16

    2. EL DEBATE SOBRE LAS RELACIONES ENTRE LA HISTORIA DE

    LA CIENCIA Y LA FILOSOFA DE LA CIENCIA.

    Sea como fuese, el hecho es que desde los aos sesenta hubo un creciente inters

    por la historia entre los filsofos de la ciencia, si bien la pretendida Revuelta Historicista10, ms que dar un cambio completo de rumbo a los intereses, problemas y perspectivas de la disciplina, se limit a introducir en ella nuevos temas y nuevos

    enfoques sin eliminar los que ya existan, aunque afectndolos en mayor o menor

    medida. Entre los problemas ms importantes que se suscitaron debido a este creciente

    inters podemos sealar el de la objetividad del conocimiento cientfico, el del progreso

    de la ciencia y el de su racionalidad, cualidades que casi todos los filsofos de la

    ciencia, tanto fuera como dentro del empirismo lgico, haban dado por sentadas

    anteriormente, y que ahora se convirtieron en cuestiones de intensa disputa. El anlisis

    de estos problemas haca ms razonable el uso de argumentos derivados de la historia

    de la ciencia (bien que entre otras clases de argumentos), y por este motivo se suscit

    desde finales de los sesenta una literatura ms o menos voluminosa sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofa de la Ciencia. A continuacin resumir algunas de las posiciones ms importantes sostenidas a lo largo de dicho debate.

    11

    Una de las primeras obras en las que se experiment el choque entre la Historia

    de la Ciencia y la Filosofa de la Ciencia fue el libro de Joseph Agassi titulado Towards

    an Historiography of Science (1963). En ese libro, el conocido discpulo de Popper

    criticaba la mayor parte de las obras de historia de la ciencia entonces existentes por

    estar basadas, desde su punto de vista, en imgenes falsas del mtodo cientfico, como

    eran el inductivismo y el convencionalismo. Esto supone que los trabajos de los

    historiadores de la ciencia cometern un doble error: por una parte, al imaginar

    (equivocadamente) que los grandes cientficos del pasado han seguido uno de esos dos

    mtodos, no acertarn a reconstruir el proceso del desarrollo del conocimiento tal como

    realmente sucedi (por ejemplo, tendern a ignorar, por no ser capaces de percibir su

    importancia, las continuas disputas metodolgicas entre los cientficos); por otra parte,

    al intentar emplear esas mismas (y defectuosas) metodologas como historiadores, no

    conseguirn elaborar teoras verdaderamente interesantes y exitosas sobre la historia de

    10

    Por usar la expresin de Dez Calzada (1989). 11

    Una buena introduccin a este problema, y en general a la relacin entre lo descriptivo y lo normativo

    en la Historia y la Filosofa de la Ciencia es el captulo final de Estany (1990). La misma autora ha

    retomado esta cuestin recientemente, defendiendo la tesis de que la historia y la metodologa de la

    ciencia no slo se necesitan mutuamente, sin confundirse entre s, sino que lo mismo sucede con una

    multitud de disciplinas que pueden tener a la ciencia como objeto de estudio (sociologa, ciencias

    cognitivas, tica, poltica, etctera), tanto con el fin de entender el desarrollo de la ciencia, como para

    poder intervenir socialmente sobre ese desarrollo (v. Estany (2000)). Por otro lado, tres buenas

    introducciones a los problemas metodolgicos de la Historia de la Ciencia, y en parte sus relaciones con

    la Filosofa de la Ciencia, son Kragh (1989), Losee (1989) y Barona (1994). Otras obras interesantes

    sobre las relaciones entre la Historia y la Filosofa de la Ciencia, y sobre las dificultades metodolgicas de

    la Historia de la Ciencia, son Chattopadhyaya (1990), Dear (1995), Fuller (1991b), Gallison (1988), Hahn

    (1975), Hankins (1979), Hatfield (1996), Kranzberg (1990), Lan Entralgo (1992), Lepenies y Weigart

    (1983), Lindholm (1981), Lpez Piero (1992), Losee (1983), Medina (1983), Moulines (1983), Nickles

    (1986) y (1997), Pyenson (1977) y (1992), Radder (1997), Ribes (1977), Ruse (1993), Snchez Ron

    (1992), Shapin (1982) y (1992), Shapin y Thackray (1974), Smart (1972), Ten (1988), Vicedo (1993),

    Wartofski (1976), Williams (1975).

  • 17

    la ciencia. Agassi, en cambio, intenta utilizar la hiptesis de que los cientficos han

    seguido ms o menos la metodologa falsacionista, en el sentido de que sus

    experimentos y observaciones no fueron realizados como una mera bsqueda de hechos,

    sino como contrastaciones de teoras, y afirma que, con esta metodologa, es posible

    porducir investigaciones historiogrficas mucho ms relevantes. Un curioso paralelismo

    entre la obra de Agassi y la de Kuhn es que, mientras esta ltima hizo que muchos

    filsofos de la ciencia considerasen importante la Historia, la primera intentaba

    demostrar que los historiadores de la ciencia deban emplear de un modo consciente los

    resultados de la Metodologa.

    La obra de Agassi fue duramente criticada en el libro del historiador Maurice

    Finocchiaro, History of Science as Explanation (1973).12

    Su argumento parte de la

    distincin entre dos tipos de obras en Historia de la Ciencia, a saber, las descriptivas y

    las explicativas. Las primeras se limitan a acumular hechos relevantes, sin pretender

    ofrecer interpretaciones muy profundas de los mismos, y su funcin principal es la de

    servir como fuente de referencias. Las segundas, en cambio, intentan explicar por qu

    los cientficos del pasado actuaron como lo hicieron. El primer tipo de obras no

    necesitara estar basado en ninguna concepcin filosfica; las del segundo tipo, en

    cambio, habrn de basarse principios a partir de los cuales generar las explicaciones.

    Finocchiaro argumenta que muchos de estos principios difcilmente se encontrarn en

    las teoras metodolgicas mencionadas por Agassi, todas las cuales se ocupan ms del

    contexto de justificacin que del contexto de descubrimiento, que es el que centra la antencin del historiador. Por ejemplo, el esquema popperiano de conjeturas y refutaciones no es tanto una estructura lgica en la mente de los cientficos reales de la historia, sino una estructura en la mente del filsofo, que en ocasiones puede confundir

    ms que iluminar los hechos histricos. Adems, incluso cuando ciertos principios de

    una metodologa son tiles para explicar la conducta y las creencias de un cientfico, eso

    no implica que los principios de otra metodologa rival no puedan ser igual de tiles en

    otros casos, con lo que el historiador no debe elegir entre las diversas metodologas,

    sino que puede y debe utilizarlas todas. Finocchiaro afirma incluso que el conocimiento

    de la ciencia contempornea, y no slo el de la filosofa actual de la ciencia, puede

    llegar a ser perjudicial para el historiador, pues este conocimiento (al estar por lo

    general mucho mejor justificado que el de pocas anteriores) puede impedirnos entender

    los verdaderos procesos de razonamiento de los cientficos del pasado.

    En su contribucin al simposio del que surgi el ya citado e influyente libro La

    estructura de las teoras cientficas, editado por Suppe, el conocido historiador de la

    ciencia I. B. Cohen criticaba el uso que los filsofos suelen hacer de los ejemplos

    histricos, en parte por extrapolar categoras cientficas y metodolgicas actuales al

    pensamiento de los cientficos de otras pocas, y en parte por no estar lo

    suficientemente preocupados de determinar si esos ejemplos son realmente correctos

    desde el punto de vista histrico. Por otro lado, los filsofos, afirma, se sirven de la historia para dotar a sus afirmaciones de contenido emprico, o al menos para encontrar

    ejemplos en el mundo de la ciencia (tal y como se la ha practicado de hecho) que sirvan

    para ilustrar una tesis propia o para refutar alguna opuesta; y aade que es evidente que para este objetivo resulta ms til la historia verdadera que la falsa.13 En cambio, el historiador no tiene este tipo de prejuicios filosficos a la hora de realizar sus

    12

    Ver tambin Finocchiaro (1979) y (1985). 13

    Cohen (1979), pg. 392.

  • 18

    investigaciones, y l se ocupa de averiguar, en la medida de lo posible, qu era lo que

    realmente pensaban los cientficos del pasado, o qu influencias recibieron y ejercieron

    de hecho, sin preocuparse, por lo general, de establecer tesis generales sobre el proceso

    de investigacin cientfica. Adems, aunque no niega que la Filosofa de la Ciencia

    puede aportar conceptos tiles para el historiador, Cohen no piensa que la mayor parte

    de los historiadores de la ciencia se vayan a beneficiar mucho si dedican una parte de su

    esfuerzo a convertirse en expertos en Metodologa, pues la mayor parte de la literatura

    de dicha disciplina existente hasta finales de los sesenta era muy difcilmente aplicable

    de forma directa a la investigacin histrica. Adems, muchos casos en los que obras de

    Historia de la Ciencia han sido elaboradas desde ciertos presupuestos filosficos

    muestran que, al rechazarse o pasar totalmente de moda las filosofas que las

    iluminaron, resulte difcil, si no imposible, leer esas obras hoy con algn provecho.14 En general, para comprender el pensamiento de un cientfico, sera mucho ms

    importante estar al corriente de la filosofa general y la filosofa de la ciencia de su

    poca que estar familiarizado con la filosofa de la ciencia contempornea.15

    Por contra,

    en su comentario a este artculo de Cohen, Peter Achinstein indicaba que difcilmente

    puede un historiador averiguar qu tipo de razonamientos hicieron los cientficos del

    pasado si no tiene unas nociones claras, proporcionadas bsicamente por la filosofa de

    la ciencia, de cules son los tipos posibles de razonamiento cientfico y lo ignora casi

    todo sobre la validez y aplicabilidad de cada uno.16

    Posiblemente la contribucin ms relevante a la literatura sobre las relaciones

    entre la Historia y la Filosofa de la Ciencia fue el artculo de Imre Lakatos titulado La Historia de la Ciencia y sus reconstrucciones racionales, presentado originalmente en un simposio en el marco de la reunin bianual de 1970 de la Philosophy of Science

    Assocation.17

    En este artculo Lakatos mantiene dos tesis principales. La primera,

    inspirada posiblemente en la obra de Agassi comentada ms arriba, es que cada doctrina

    metodolgica (Lakatos examina, como Agassi, el inductivismo, el convencionalismo y

    el falsacionismo, adems de su propia metodologa de los programas de investigacin)

    puede entenderse como un programa de investigacin historiogrfico que intenta explicar los juicios de valor emitidos por los cientficos en el pasado sobre las diversas teoras, hiptesis o programas de investigacin que han sido propuestos a lo

    largo de la historia, en particular, los juicios sobre su aceptacin o rechazo. La segunda

    tesis lakatosiana afirma que puede utilizarse la historia real de la ciencia para

    determinar cul de aquellas doctrinas metodolgicas est mejor corroborada. As, igual que en la investigacin cientfica las teoras se usan para explicar los hechos y los

    hechos para contrastar las teoras, Lakatos propone que la Filosofa de la Ciencia

    proporcione teoras para explicar los hechos descubiertos por la Historia de la Ciencia, y sta sirva, por tanto, como juez para decidir qu teora filosfica sobre la

    14

    Suppe (1979), p. 412. La cita corresponde a la Discusin que aparece tras los artculos de Cohen y Achinstein entre varios asistentes al simposio del que el libro procede. 15

    Ibid., p. 413. 16

    Achinstein (1979). 17

    El lector castellano tiene (por lo que s) hasta tres traducciones diferentes de este artculo: una en un

    libro homnimo publicado por Tecnos en 1974, y que contiene adems las otras contribuciones al

    simposio y las respuestas de Lakatos; otra en la traduccin del volumen de sus Philosophical Papers con

    el ttulo La metodologa de los programas de investigacin cientfica, y otra en el volumen coeditado por

    Lakatos y Musgrave con el ttulo La crtica y el desarrollo del conocimiento cientfico.

  • 19

    ciencia es la ms apropiada.18

    La archiconocida frase con la que Lakatos comienza su

    artculo, parafraseando a Kant, resume lo esencial de ambas tesis: La Filosofa de la Ciencia sin la Historia de la Ciencia es vaca. La Historia de la Ciencia sin la Filosofa

    de la Ciencia es ciega. La primera tesis condujo a Lakatos a efectuar una distincin entre historia interna e historia externa diferente de la distincin habitual. Segn el uso ms corriente de estas dos expresiones, la historia interna de una disciplina es la historia de

    sus contenidos puramente cientficos (la evolucin de las teoras e hiptesis, el desarrollo de las pruebas experimentales, etctera), mientras que la historia externa

    consistira en la investigacin de la influencia que sobre esa disciplina hayan podido

    tener los diversos factores extracientficos (hechos econmicos, creencias religiosas, ideologas, decisiones polticas, etctera). En cambio, Lakatos llama historia interna al conjunto de decisiones sobre la aceptacin y el rechazo de teoras que, de acuerdo

    con una doctrina metodolgica en particular, se muestran como racionales o justificables, mientras que la historia externa seran todas las dems decisiones que los cientficos reales tomaron. Esto quiere decir que el contenido de los conceptos de

    historia interna y externa sera dependiente de cada metodologa. Por su parte, el criterio meta-metodolgico defendido por Lakatos en la segunda tesis citada es el de

    que es preferible aquella metodologa que consiga incluir una parte mayor de la historia

    real como historia interna, es decir, como decisiones o juicios de valor racionales. Sobra decir que es su propia metodologa la que, segn l, sale mejor parada de esta

    contrastacin con la historia.19

    Las tesis de Lakatos recibieron numerosas crticas. Por ejemplo, Kuhn seal

    que si un filsofo defiende una cierta metodologa de acuerdo con la cual una parte de la

    historia de la ciencia es irracional, slo usar la parte restante (su propia visin de la

    historia interna) como fuente de datos relevantes para juzgar su propia metodologa; es decir, el filsofo slo aprender de la historia, por lo que al mtodo cientfico se refiere, lo que previamente haya introducido en ella20. Richard Hall critic la identificacin lakatosiana entre, por un lado, el cdigo de honestidad cientfico realmente existente en una comunidad, o el propuesto por una metodologa, y, por otro

    lado, los criterios de racionalidad, ya que en muchas ocasiones puede ser racional ser

    deshonesto;21

    aunque pueda ser cierto que muchas metodologas no establecen una clara

    distincin entre ambas cosas, no ocurrira as con el inductivismo, al menos en las

    contribuciones de Carnap y Hempel, afirma Hall, pues stos distinguen claramente entre

    las estrategias que puede utilizar un cientfico para aumentar el grado de confirmacin

    de una teora (por ejemplo), maximizando una funcin de utilidad epistmica, y las que

    puede seguir para alcanzar sus objetivos personales, maximizando su funcin de

    utilidad individual. Cuando Lakatos utiliza el adjetivo racional se est refiriendo, aparentemente, slo al primero de estos sentidos. Adems, se entiendan en cualquiera de

    los dos sentidos, las recomendaciones de una metodologa sern normalmente

    hipotticas ms que categricas, es decir, tendrn la forma en tales circunstancias, ser racional hacer tal cosa, de modo que la aplicacin de estas normas a casos concretos de la historia de la ciencia ser sumamente difcil, porque el historiador y el filsofo

    18

    No puedo ni debo ocultar que esta estrategia metodolgica es la que inspira el modelo sobre la

    verosimilitud que presento ms abajo, en el captulo IV. 19

    Dentro de la rbita del falsacionismo, esta tesis se desarrolla en Andersson (1994). 20

    Kuhn (1974), p. 87. 21

    Hall (1974), pp. 109 y ss.

  • 20

    actuales tendrn pocas oportunidades de averiguar si en la situacin en la que se

    encontraban los cientficos del pasado se daban exactamente dichas circunstancias. Pero

    la crtica ms severa de Hall a Lakatos es que, segn su segunda tesis, una metodologa

    que considerase racionales cualesquiera decisiones cientficas, incluso las que de

    acuerdo con el sentido comn y con el consenso mayoritario de los cientficos son

    decisiones irracionales, esa metodologa, si hiciramos caso a Lakatos, sera la mejor

    corroborada, pues segn ella toda la historia de la ciencia sera historia interna, y no quedara nada que fuera historia externa. El filsofo polaco Stefan Amsterdamski

    22 tambin ha criticado las tesis de

    Lakatos, basndose fundamentalmente en la incapacidad de la Metodologa para

    proporcionar criterios realmente practicables de seleccin de teoras. Por una parte, los

    criterios de seleccin en los que efectivamente se basan los cientficos estn

    determinados por factores extralgicos, que dependen de la imagen ideal de ciencia vigente en cada poca y en cada contexto, y, en ltimo trmino, de los factores sociales

    que rodean el desarrollo de la ciencia. Adems, el problema de la seleccin de teoras,

    en la ciencia contempornea, se refiere sobre todo al reparto de los recursos econmicos

    que van a destinarse al desarrollo de cada teora, y esa decisin suele ser tomada por

    instituciones colegiadas que necesitan algn criterio de racionalidad, difcil de encontrar

    en las teoras de los filsofos acerca del mtodo cientfico. As pues, los criterios de

    seleccin han de ser bsicamente de naturaleza social. Esto no conduce a

    Amsterdamski, empero, a una posicin radicalmente sociologista ni relativista, pues

    concede que el ser humano es capaz de perseguir desinteresadamente la verdad, as

    como de argumentar y tomar decisiones racionalmente, pero el concepto de racionalidad

    subyacente a esta visin estara muy alejado de los principios considerados

    tradicionalmente por la Metodologa de la Ciencia.

    Pero, sin duda, las crticas ms severas al artculo de Lakatos procedieron del

    bando de los historiadores de la ciencia.23

    stos, por una parte, se resistieron a la idea de

    que la Filosofa debiera ser la nica y exclusiva fuente de explicaciones que pudieran

    usarse en la investigacin histrica, es decir, rechazaron la tesis de que, subyaciendo a

    cada enfoque historiogrfico, existiera una filosofa de la ciencia claramente articulada

    (o articulable) como ncleo duro del propio enfoque (por usar los trminos de Lakatos). En particular, se sealaba el hecho de que la mayor parte de los historiadores

    de la ciencia resultaban inclasificables bajo los programas de investigacin historiogrfica esquematizados por Lakatos, y en general, se critic como carente de fundamento la idea lakatosiana de que un mismo autor debera defender necesariamente

    la misma metodologa en el plano filosfico que metametodologa en el plano historiogrfico.

    24 Por otra parte, los historiadores estn ms interesados en descubrir los

    procesos de investigacin tal y como tuvieron lugar, que por ofrecer una

    reconstruccin racional de los mismos apta para el consumo de los filsofos. Por ejemplo, al historiador le interesa la cuestin de cmo llega a emerger un programa de

    investigacin con su ncleo, y no solamente lo que le pasa al programa una vez que ha sido constitudo, que es para lo que el enfoque de Lakatos ofrece alguna indicacin.

    Todo esto significa que la Historia de la Ciencia es autnoma con respecto a la Filosofa

    22

    Amsterdamski (1992). 23

    P. ej., McMullin (1982), Rossi (1990). 24

    P. ej., segn McMullin (op. cit., p. 207), dos historiadores o filsofos con programas de investigacin historiogrficos muy distintos podran, no obstante, considerar recomendables casi exactamente los mismos mtodos cientficos para los investigadores cuya obra estn estudiando.

  • 21

    de la Ciencia, segn la mayora de los historiadores, pues stos no necesitan que la

    teora del conocimiento o la metodologa abstracta les dicten cules son los problemas

    ms interesantes que deben resolver, ni cules son las lneas que deben seguir para

    solucionarlos.

    Otro artculo muy conocido sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y

    la Filosofa de la Ciencia, y que defiende una postura muy diferente de la de Lakatos y

    de la de sus crticos historiadores, es el que Ronald Giere public en 1973 con el curioso

    ttulo de Historia y Filosofa de la Ciencia: relacin ntima o matrimonio de conveniencia?25. La tesis principal de Giere es que, aceptando que la Filosofa de la Ciencia no puede desentenderse de la ciencia tal como realmente se practica, ni de la

    forma y el contenido reales de las teoras cientficas, el estudio sistemtico de la historia

    de la ciencia es bastante irrelevante para resolver los problemas especficos de la

    Filosofa de la Ciencia. En especial, estos problemas se refieren a la evaluacin o

    validacin de los conocimientos y mtodos cientficos, y para ello es razonable utilizar

    como punto de referencia las teoras ms recientes, que son las que estarn mejor

    validadas.26

    Extrapolando la tesis de Giere a una o dos dcadas despus, cuando el tema

    del realismo (ms que el de la racionalidad) se convirti en el centro de atencin de una

    gran parte de los filsofos de la ciencia, podramos indicar, en la misma lnea que este

    autor, que para aclarar la cuestin de si debe aceptarse o no la existencia independiente

    de las entidades o estructuras postuladas por las teoras cientficas, lo ms interesante

    con diferencia es preguntarnos si existen o no los quarks, los agujeros negros o los

    genes, ms que los epiciclos, el flogisto o el ter, y por ello, estudiar la historia de

    aquellos episodios de la investigacin cientfica en los que se discuti la existencia de

    estas ltimas entidades resultara, cuando menos, filosficamente poco atractivo. As

    pues, el filsofo de la ciencia est obligado a conocer de cerca la ciencia, pero no

    necesariamente la historia de la ciencia. Una tesis similar defenda varios aos despus

    Daniel Garber, indicando que la principal funcin de la metodologa de la ciencia es la

    de promover las mejores prcticas cientficas posibles, aunque este autor reconoce que

    la historia puede ofrecernos ejemplos de buen pensamiento cientfico que podemos tener en cuenta al desarrollar las teoras metodolgicas.

    27

    Entre algunas de las respuestas que recibi el polmico artculo de Giere,

    destacar las de Ernan McMullin y Richard Burian.28

    Segn el primero de estos autores,

    la ciencia real no es slo un instrumento que le sirve al metodlogo o epistemlogo para

    resolver algunos de sus problemas filosficos, sino que tambin es el objeto del que se

    ocupa la Filosofa de la Ciencia. Cuando se contrastan histricamente las afirmaciones

    de los filsofos sobre la ciencia, muchas de ellas resultan ser simple y llanamente falsas;

    con el fin de evitar estos errores, sera necesario conocer con bastante detalle la historia

    de la ciencia. Adems, McMullin sealaba, desde algunos antes, que la historia de la

    ciencia es en cierto sentido ms relevante para el filsofo que la ciencia contempornea

    porque la primera proporciona casos de estudio completos en su dimensin temporal.29

    Burian, por su parte, en una vena mucho ms kuhniana, afirma que las propias teoras

    cientficas son entidades histricas, en el sentido de que no pueden ser consideradas

    25

    Ttulo en el que, obviamente, se basa el de este captulo. 26

    Una tesis semejante haba defendido Hanson (1971). 27

    Garber (1986). Por su parte, Gonzlez Recio (1999) defiende una tesis paralela a la de Giere: la ciencia

    moderna no debe guiar el estudio de la historia de la ciencia. 28

    McMullin (1975) y Burian (1977). 29

    McMullin (1970), p. 29.

  • 22

    como estructuras inmutables, sino que su propia identificacin y evaluacin es un

    proceso que sucede a lo largo del tiempo, en el marco de un contexto histrico

    determinado, en el que se dan muchos factores subyacentes que simplemente

    desaparecen al reconstruir racionalmente las teoras. As, cuando un filsofo ofrece y discute alguna reconstruccin de una teora del pasado, debe estudiar si est teniendo en

    cuenta suficientemente la evolucin histrica de la teora y el contexto en el que fue

    desarrollada y evaluada.

    Pero el autor en cuya obra ha sido ms decisiva la cuestin de las relaciones

    entre la Historia y la Filosofa de la Ciencia ha sido, seguramente, Larry Laudan, que es

    uno de los filsofos de la ciencia de primera lnea que ms se ha involucrado en la

    investigacin histrica. En particular, su libro El progreso y sus problemas30

    constituy

    una sntesis muy notable de los enfoques historicistas derivados de la obra de Kuhn y los enfoques racionalistas al estilo de Popper y Lakatos. En esta obra, Laudan sostiene que, si la tarea del filsofo es la de dilucidar la racionalidad de la ciencia (y esta ltima

    nocin, a su vez, la reduce Laudan a la cuestin de si una determinada tradicin de

    investigacin progresa o no), entonces el filsofo debe obtener de la historia de la

    ciencia, en primer lugar, un conjunto de intuiciones preanalticas sobre la racionalidad cientfica (es decir, ejemplos paradigmticos de decisiones sobre la aceptacin o el rechazo de teoras, que se tomen como prcticamente fuera de duda para cualquier

    persona cientficamente educada), intuiciones con las que contrastar la metodologa

    preferida por cada filsofo, y, en segundo lugar, un registro lo ms detallado posible de

    casos histricos de evolucin de tradiciones de investigacin, para determinar cmo

    pueden ser aplicados los criterios de esa metodologa a dichos procesos, y esto, a su vez,

    con el fin de juzgar si aquellas tradiciones de investigacin han sido ms o menos

    progresivas. La Historia de la Ciencia sera, as, esencial para la Filosofa de la Ciencia,

    pero sin constituir por ello un tipo de investigacin subordinado conceptualmente a sta,

    como propona Lakatos.

    En trabajos posteriores, Laudan ha ido ms lejos que lo que las tesis que

    acabamos de ver implican a propsito de las relaciones entre la Historia y la Filosofa de

    la Ciencia, al afirmar que la propia Historia de la Ciencia es la fuente de la que la

    Filosofa de la Ciencia extrae su carcter normativo, o ms bien, sus posibles

    prescripciones concretas. Esto es, curiosamente, una consecuencia del enfoque

    naturalista adoptado por Laudan tras la publicacin de El progreso y sus problemas, y desarrollado en particular en el libro Ciencia y valores.

    31 Segn este enfoque, no existe

    ninguna discontinuidad entre la ciencia y la filosofa, en el sentido de que la filosofa

    debe emplear, en general, los mismos mtodos de investigacin que las ciencias

    empricas; esto implica que no es posible justificar las intuiciones normativas sobre el

    progreso y la racionalidad en una concepcin apriorstica de la ciencia, por muy

    ilustradas que estn dichas intuiciones por los casos histricos. Ahora bien, mientras

    que otros autores sacaran a partir de aqu la conclusin de que el nico estudio vlido

    de la ciencia es el de tipo psicologista o sociologista, Laudan aade que esa estrategia

    tambin eliminara el carcter prescriptivo de la metaciencia, pues se limitara a mostrar

    cules han sido los juicios de valor mantenidos por los cientficos a lo largo de la

    historia. En cambio, opina Laudan, si la metodologa ha de seguir manteniendo un

    espritu normativo, debe utilizar la historia de un modo distinto. Las normas

    30

    Laudan (1986); ed. orig. de 1977. 31

    Laudan (1984).

  • 23

    metodolgicas han de entenderse como imperativos hipotticos, es decir, como

    enunciados que establecen una cierta conexin entre los valores o los fines que los

    cientficos pretenden conseguir y los medios (mtodos) que son precisos o convenientes para alcanzarlos de manera satisfactoria.

    Pues bien, los dos elementos presentes en estas normas deben ser extraidos de la

    Historia de la Ciencia, pues slo ella nos puede decir qu fines han perseguido de hecho

    los cientficos y cul ha sido el grado de eficacia de cada regla metodolgica. La

    importancia de la Historia de la Ciencia va todava ms all, pues no slo sucede que los

    valores cientficos justifiquen las normas metodolgicas, sino que las propias teoras

    cientficas que han sido validadas con ayuda de aquellas normas, al indicarnos cmo es

    el mundo, qu cosas son posibles y cules no, etctera, tambin tienen algo que decir

    acerca de qu fines son alcanzables, qu valores son compatibles entre s, y qu

    mtodos son ms dignos de confianza. Las normas de la metodologa slo son

    justificables, pues, investigando la historia de las teoras cientficas que las fundamentan

    y que, a su vez, son fundamentadas por ellas. Es innegable que todo esto implica un alto

    grado de circularidad, pero la conclusin de Laudan es, precisamente, que por ser as la

    relacin entre valores cientficos, principos metodolgicos y teoras, no podemos

    esperar que la Filosofa de la Ciencia se base en fundamentos con validez absoluta, sino

    que sus conclusiones sern siempre tan provisionales como las de la propia ciencia, y

    tendrn, como mucho, el grado de aceptabilidad que tengan las teoras cientficas.

    3. HISTORIA CIEGA? FILOSOFA VACA? ACERCA DEL

    PROBLEMA DE UNA METODOLOGA NORMATIVA.

    En este ltimo apartado ofrecer un esbozo de mi propia visin sobre las

    relaciones entre la Historia y la Filosofa de la Ciencia, si bien el asunto en el que mi

    inters va a centrarse ms especficamente, siguiendo los enfoques de Lakatos y, sobre

    todo, Laudan, ser el del estatus y la justificacin de las normas metodolgicas (el

    dichoso protocolo cientfico), ya que es este problema el que constituye, desde mi punto de vista, el principal foco de discordia entre quienes defienden las diversas

    posiciones que he ido exponiendo en el apartado anterior.

    3.1. Deben los filsofos de la ciencia ser buenos historiadores (y viceversa)?

    Generalmente, tras la cuestin de si la Historia y la Filosofa de la Ciencia eran

    disciplinas independientes o se necesitaban la una a la otra se solan esconder varias

    disputas de naturaleza puramente acadmica, como, por ejemplo, la de si la Historia de

    la Ciencia deba englobarse en los departamentos de Lgica y Filosofa de la Ciencia o

    constituir un departamento aparte (posiblemente en las propias facultades de ciencias), o

    la de si el historiador de la ciencia como historiador deba defender y emplear una cierta

    postura filosfica en su trabajo, y el filsofo ciencia como filsofo deba embarcarse en

    investigaciones historiogrficas. Con respecto a la primera cuestin, tradicionalmente la

    Historia de la Ciencia ha venido siendo una disciplina muy dispersa en su distribucin

    acadmica, en el sentido de que algunos de sus practicantes se han adscrito a

    departamentos de Lgica y Filosofa de la Ciencia, otros han ocupado un lugar en las

    facultades de aquellas disciplinas cuya historia estudian, e incluso se han constituido

    algunos centros de investigacin autnomos para el estudio la historia de la ciencia. Dos

    dcadas despus de los momentos ms cidos de la polmica que estoy exponiendo, no

  • 24

    parece que esta situacin tenga nada de especialmente malo o especialmente bueno,

    pues, con independencia de su adscripcin acadmica, los historiadores de la ciencia

    parece que pueden hacer un trabajo de buena calidad. Resulta curioso, en cambio, que

    no se haya cuestionado tan a menudo la mayoritaria adscripcin de los filsofos de la

    ciencia a los departamentos de Lgica, al menos dentro de las facultades de Filosofa,

    cuando, tras la pretendida revolucin historicista, si algo qued meridianamente claro es que la metodologa no es una simple lgica aplicada. De todas formas, esta situacin tampoco parece tener consecuencias particularmente negativas.

    Con respecto a la segunda cuestin (la de si historiadores y filsofos deben

    utilizar en su trabajo las herramientas de los otros), mi propia postura se aproxima ms a

    las de Paolo Rossi y Ronald Giere que a ninguna de las dems que han sido expuestas.

    En concreto, pienso que el filsofo de la ciencia necesita tener un conocimiento

    profundo (y esto requerir generalmente que sea de primera mano) sobre algunas ramas de la ciencia, y un conocimiento amplio de algunas otras ramas, aunque no

    necesariamente tan profundo (y, por tanto, puede basarse para ello en fuentes secundarias fiables). Los tiempos en los que el filsofo deba ser el integrador de todas las ramas del conocimiento han quedado, si es que alguna vez existieron,

    definitivamente atrs, sobre todo tras la explosin de las disciplinas cientficas en el

    ltimo siglo y medio. Pero aunque es conveniente que una buena parte de los

    conocimientos que el filsofo tenga sobre la ciencia lo sean sobre la historia de la

    ciencia (por lo menos para evitar cometer serios anacronismos y otros errores graves al

    referise a la ciencia del pasado), no considero imprescindible que su fuente bsica de

    contacto con la ciencia real sea la Historia de la Ciencia, sino que me parece ms

    conveniente mantener una relacin directa con las prcticas cientficas de alguna

    disciplina cientfica contempornea. Al fin y al cabo, el historiador de la ciencia no

    puede experimentar de forma verosmil el sentido de participante en las actividades que

    l investiga (y mucho menos si su actividad como historiador no es la principal), al

    menos no tanto como quien se involucra de forma efectiva en las discusiones de una

    disciplina concreta. Esto no significa, ni mucho menos, que el filsofo pueda permitirse

    ignorar la historia de la ciencia (justificar precisamente lo contrario en la seccin

    siguiente), pero s afirmo que me parecen ms relevantes sus contactos con la prctica

    de la ciencia contempornea que su dedicacin a la investigacin historiogrfica.

    Algunas veces se ha tendido a interpretar la tesis de Giere como si afirmase que la

    Historia de la Ciencia es menos relevante para el filsofo que la ciencia contempornea

    porque sta es ms cientfica que aqulla, es decir, porque las teoras modernas estn mejor establecidas que las antiguas. Este argumento (que creo que no es atribuible al

    propio Giere) puede tener alguna validez cuando nos dedicamos a problemas de

    filosofa de una ciencia especfica: p. ej., si reflexionamos sobre la realidad ltima de la

    materia ser ms til conocer la electrodinmica cuntica que la teora atmica de

    Dalton. Pero si estamos discutiendo algn problema de filosofa general de la ciencia,

    en ese caso nos preguntaremos si los buenos cientficos actan de tal o de cual modo, y muchos cientficos del pasado fueron con seguridad tan buenos como nuestros contemporneos.

    Por otra parte, pienso que el trabajo de los buenos historiadores de la ciencia no

    se deja representar de forma mnimamente fiel en la caricatura lakatosiana de alguien

    que intenta aplicar a los datos histricos los principios de racionalidad cientfica

    elaborados desde una cierta epistemologa, sobre todo si sta es apriorstica. Es verdad

    que muchos historiadores han pretendido que sus descubrimientos servan para apoyar

  • 25

    algunas tesis filosficas, pero creo que, por lo general, esta clase de pretensiones ha

    tendido ms a oscurecer y obstaculizar la investigacin historiogrfica que a iluminarla.

    En concreto, pienso que est totalmente fuera de lugar el requerimiento de Lakatos de

    que los historiadores de la ciencia tendran que limitarse a contrastar la evolucin real

    de las teoras cientficas con su evolucin tal como debera haber ocurrido segn alguna doctrina filosfica, esto es, con las reconstrucciones racionales de dicha evolucin. Ms bien me parece que el historiador tiene ya bastante trabajo con

    establecer de forma suficientemente verosmil cul fue la evolucin real de la ciencia, y

    puede dejar a los filsofos interpretar sus resultados como deseen. En particular, ms

    que tomar partido por una metodologa determinada y reconstruir con ella las decisiones de los cientficos que estudia, el historiador tendra que averiguar qu

    principios metodolgicos aceptaban o practicaban efectivamente los cientficos del

    pasado, y explicar por qu lo hacan as y qu consecuencias tena esto sobre sus otras

    decisiones. Si ocurriese que unos cientficos hubieran seguido (o credo seguir) un tipo

    de metodologa y otros hubieran hecho lo propio con una metodologa distinta, esto

    sera algo que de ninguna forma se podra averiguar si los historiadores se limitaran a

    seguir las recomendaciones de Lakatos, pues este autor plantea el uso contrastador la

    historia en el sentido de que dicha contrastacin debera darnos como resultado alguna

    tesis que afirmase que una sola metodologa (y Lakatos apuesta obviamente por la suya

    en particular) es la que mejor consigue explicar el desarrollo de la ciencia.

    Naturalmente, en la medida en la que las investigaciones cientficas del pasado

    hayan estado influidas por cuestiones o polmicas de tipo metafsico, epistemolgico o

    metodolgico, ser absolutamente imprescindible para el historiador que las estudia

    tener un conocimiento suficiente sobre tales problemas. Pero esta necesidad debe ser

    bien entendida, y en particular hay que advertir dos cosas. La primera consiste en darse

    cuenta de que esto no implica que el historiador deba tener una opinin formada sobre

    cul puede ser la solucin ms aceptable a esas cuestiones filosficas, pues es posible

    que el mero hecho de querer defenderla le lleve a ofrecer una visin sesgada de aquellos

    acontecimientos histricos; ms bien lo importante es que el historiador sepa percibir

    claramente todos los argumentos y las posibles falacias que pueden cometerse al

    defender cada posicin. Lo segundo que hay que advertir es que, de forma anloga a

    como el filsofo sacar en general ms ventaja de conocer a fondo la ciencia

    contempornea que la ciencia pasada, as para el historiador ser generalmente ms til

    dominar las disputas filosficas del pasado que las contemporneas, pues a l le

    interesar sobre todo conocer el estado de la discusin sobre ese tipo de problemas en la

    poca sobre la cual l est investigando.

    Todo esto no quiere decir que la Filosofa contempornea de la Ciencia sea del

    todo intil para la Historia de la Ciencia pues, como ha afirmado por ejemplo el

    historiador John Murdoch, muchas veces el intento de explicar las teoras cientficas

    pasadas a la luz de conceptos cientficos y filosficos modernos, aunque generalmente

    nos conduzca a la conclusin de que los segundos no pueden aplicarse a las primeras, s

    que nos sirven para descubrir y entender aspectos de aquellas teoras que seguramente

    no habramos llegado a descubrir si no las hubiramos contemplado desde este punto

    de vista.32

    Este autor afirma incluso que la aplicacin de tesis filosficas

    contemporneas a la ciencia del pasado es menos perniciosa que la aplicacin de

    conceptos cientficos modernos, pues aqullas suelen ser aplicadas de forma ms crtica.

    32

    Murdoch (1981).

  • 26

    De todas formas, no creo que la sugerencia de Murdoch deba entenderse como una

    estrategia que los historiadores deberan seguir regularmente, sino slo como un punto

    de contacto ms entre la Historia y la Filosofa de la Ciencia.

    En resumen, y contestando a la pregunta con la que encabezaba este

    subapartado: es cierto que el historiador puede beneficiarse en cierta medida de la

    Filosofa de la Ciencia, y que el filsofo puede sacar an ms partido de la Historia,

    pero esto no implica que cada uno de ellos deba dedicarse a las actividades habituales

    del otro. Es decir, merece la pena que, por ejemplo, el filsofo tenga conocimientos

    abundantes sobre la historia de la ciencia (es, incluso, imprescindible), pero no creo que

    sea necesario en ningn modo que haya obtenido dichos conocimientos mediante una

    investigacin historiogrfica realizada por l mismo; basta con que se aplique a estudiar

    (y tal vez discutir) buenos libros y artculos de Historia de la Ciencia, los cuales, al fin y

    al cabo, siempre sern mejores si los ha elaborado un historiador especialista que si los

    ha escrito el propio filsofo en sus ratos libres. Y lo mismo cabe decir del historiador.

    3.2. Las normas metodolgicas y el problema de la racionalidad.

    De todas formas, cuando el tema de discusin se va desplazando hacia la

    pregunta de si las actividades del historiador y del filsofo de la ciencia dependen

    mutuamente entre s, o hacia la pregunta de si ambas actividades deben entremezclarse,

    pienso que vamos desenfocando el asunto ms importante de la discusin, el cual, desde

    mi punto de vista, no es otro que el siguiente: si pretendemos que la metodologa de la

    ciencia tenga un carcter eminentemente normativo, indicando qu pautas de accin de

    los cientficos son racionales, o qu desarrollos tericos son progresivos, entonces

    resulta inevitable contrastar con las prcticas cientficas reales los criterios de

    racionalidad y progreso discutidos por los filsofos. Defender una teora sobre la

    racionalidad cientfica que nos llevara a la conclusin de que la inmensa mayora de los

    investigadores han sido irracionales casi todo el tiempo, estara ms cerca del

    fundamentalismo que de la propia filosofa. Por tanto, cada filsofo deber utilizar

    datos obtenidos de la ciencia real para defender sus propias teoras y criticar las de sus oponentes, pero es ya menos relevante la cuestin de si esos datos los obtiene a partir de la ciencia pasada o de la ciencia actual.

    Ahora bien, puesto que la mayor parte de los estudios histricos no estn

    elaborados como intentos de responder a las preguntas planteadas por las metodologas

    contemporneas en disputa, puede ser difcil encontrar en las obras de los historiadores

    de la ciencia el tipo de datos que los filsofos necesitan, pero eso no obliga de ninguna manera a los historiadores a cambiar el tipo de trabajos que llevan a cabo, y

    slo ofrecern ese tipo de colaboracin si les resulta interesante. En particular, los

    historiadores estaran ms dispuestos a responder con sus trabajos a las preguntas

    formuladas por los metodlogos si percibieran que estas preguntas les podran servir

    para desarrollar nuevos enfoques historiogrficos interesantes desde su propio punto de

    vista, como en la sugerencia de Murdoch que acabamos de ver (por ejemplo, si una

    historia de la termodinmica clsica elaborada con la intencin de averiguar si

    responda o no a la metodologa lakatosiana o sneediana fuese a aportar alguna novedad

    valiosa a nuestro conocimiento histrico de la ciencia de aquella poca). En la medida

    en la que las teoras filosficas no sean capaces de aportar perspectivas iluminadoras

    para los historiadores, no es de esperar que stos las adopten como hiptesis de trabajo.

  • 27

    El filsofo puede responder que, dado que el historiador no slo quiere describir

    el pasado, sino tambin explicarlo (en el sentido de hacerlo inteligible), debe tambin tener alguna teora, aunque sta sea tan slo implcita, que le permita afirmar que entre

    unos hechos y otros se dan unas relaciones tales que los primeros explican los segundos.

    Esto es lo que quera indicar Lakatos con la segunda parte de su clebre frase (la Historia de la Ciencia sin la Filosofa de la Ciencia es ciega). Parecida opinin expresaba Agazzi,

    aunque previniendo a la vez contra el uso partidista de la historia por

    parte del filsofo y de la metodologa por parte del historiador. As, afirma que

    tambin debemos decir que la historia de la ciencia apoyada por una filosofa de la ciencia dogmtica y pretenciosa se arriesga a ser doblemente ciega, mientras que una

    filosofa de la ciencia apoyada por una historia partidista de la ciencia corre el riesgo de

    ser a la vez ciega y vaca.33 Pero el historiador, a su vez, puede muy bien dudar de que el tipo de teoras que l necesita vayan a ser precisamente las que le ofrecen los filsofos. Por ejemplo, por qu no dar cuenta de los hechos histricos basndonos en

    teoras psicolgicas o sociolgicas, en lugar de teoras filosficas sobre la racionalidad cientfica? De forma an ms especfica, por qu debera utilizar el historiador teoras normativas, que afirman lo que los cientficos deben hacer, en lugar de teoras positivas,

    que se limitan a exponer cmo influyen unos factores sobre otros? Al fin y al cabo, si no

    pensamos en la Historia de la Ciencia, sino en cualquier otra rama de la Historia, un

    relato basado en concepciones previas acerca del bien y el mal tender a parecer mera ideologa (al menos para quienes no compartan esas preconcepciones). Por qu habra de suceder de otra manera en el caso de la Historia de la Ciencia? En este sentido, una

    historia de la Revolucin Cientfica elaborada dogmticamente desde los

    presupuestos del falsacionismo no creo que fuera a resultar menos subjetiva e inaceptable que una historia de la Conquista de Amrica basada en el supuesto de una

    congnita superioridad moral e intelectual de los europeos sobre los indgenas

    americanos. Teniendo esto en cuenta, no es de extraar que entre los historiadores de la

    ciencia hayan gozado de ms predicamento algunas tesis sociologistas (empezando por

    las de Kuhn) que las teoras metodolgicas ms en boga entre los filsofos de la ciencia.

    La raz de este problema (problema si acaso para los filsofos, por supuesto, no para la inmensa mayora de los historiadores y los socilogos de la ciencia) se

    encuentra, desde mi punto de vista, en una cierta confusin acerca de la propia idea de

    una metodologa normativa. Larry Laudan y Ronald Giere han ayudado considerablemente a deshacer esta confusin al mostrar que las normas metodolgicas,

    usando los famosos trminos kantianos, tienen la estructura de los imperativos

    hipotticos, ms que la de los categricos (cf. ms abajo, cap. III).34

    En tal sentido,

    dichas normas no le dicen al cientfico lo que debe hacer, sin ms, sino lo que resulta

    racional hacer si pretende alcanzar ciertos fines. Esto implica que, aunque dos

    cientficos tomen decisiones diferentes en un contexto similar, tal cosa no debe

    llevarnos necesariamente a concluir que al menos uno de ellos tom una decisin

    irracional, pues es posible que el motivo de la discrepancia haya que buscarlo en los

    diferentes objetivos que ambos persiguiesen, o bien en el hecho de que cada cientfico

    poseyera informacin diferente sobre la situacin, o no dispusieran ambos de los

    mismos recursos. Desde este punto de vista, podemos afirmar lo siguiente (en contra de

    la tesis de Lakatos): la aplicacin a la historia de las normas metodolgicas, como

    33

    Agazzi (1981), p. 248. 34

    Para el caso de Giere, cf. su (1999), p. 72. Para Laudan, cf. apartado 2, final.

  • 28

    explicaciones de la conducta de los cientficos, no tiene por qu llevarnos a la

    conclusin de que algunas decisiones cientficas han sido racionales (la historia interna de la ciencia) y otras irracionales (la historia externa), sino que en principio podemos suponer que todas las decisiones de los cientficos han sido racionales, en el sentido de haber sido, o haber pretendido ser, instrumentalmente eficaces para

    satisfacer sus aspiraciones, al menos desde la situacin en la que cada decisin fue

    tomada, y dada la informacin que cada cientfico tena en ese momento.

    Esto no es ms que una aplicacin del principio de racionalidad a la Historia y

    la Filosofa de la Ciencia, tal como ese principio se utiliza en algunas ciencias sociales,

    en especial en la economa, y, para ser ms precisos, en la teora econmica neoclsica.

    Dicho principio afirma que todo el mundo hace siempre lo que cree que es mejor para

    l, es decir, aquello que maximiza su utilidad, dentro de sus posibilidades.35 Expresado de esta manera, se trata de u