Cuestión Criminal 18

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Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 18

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Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

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Dos miércoles / 30 / mayo / 2012

42. La criminología mediática ylos políticos

Los movimientos políticos de res-tauración del estado de bienestaractuales no son inmunes a la cri-minología mediática y suelen caeren sus juegos, lo que se traduce enuna permanente ambivalenciafrente al fenómeno, o sea, que noparecen saber cómo manejarsefrente a la agresión que llevanadelante los partidarios del estados p e n ce r i a n o.

Los políticos latinoamericanosestán urgidos de soluciones in-mediatas pero los tiempos de cam-bio social no son los de la política,sino los marcados por la proxi-midad de las elecciones. El es-crutinio y asedio constantes lescondiciona conductas desconfia-das y hasta paranoides.

La criminología mediática se va-le del mismo medio que el políticoactual necesita: la TV. El políticoactual suele ser algo así como unactor o actriz de telenovela, esdecir pasa a ser un telepolítico.Además, no puede cambiar el per-sonaje, a diferencia del actor oactriz profesional, porque quedapreso de su papel. La política ac-tual es política-espectáculo y elpropio estado es en alguna medidaun estado-espectáculo, tal comodesde los años setenta lo vieneseñalado Roger-Gérard Schwar-t z e n b e rg .

Como los políticos no conocenotra criminología que la mediática,frente a los embates de ésta res-ponden conforme a su discurso decausalidad mágica y, para demos-trar que están preocupados por laseguridad, caen en la trampa deplegarse a sus exigencias. Por esoadoptan medidas paradojales, au-tonomizan a las policías, las dotandel poder de practicar golpes deestado más o menos encubiertos

cuando se las priva de fuentes derecaudación, sancionan leyes des-cabelladas, piden castigos para losjueces, etc. Es suma, van quedandopresos tanto de agencias policialesque se descontrolan y desorga-nizan como de la propia TV.

Si bien hay políticos que hacenesto por oportunismo o por ideo-logía autoritaria, por fortuna éstosno son la mayoría. Sostener locontrario es caer en la antipolíticay esto es lo mismo que anhelar unadictadura. La verdad es que lamayor parte de los políticos notiene idea del problema y actúanconforme a la criminología me-diática porque no conocen otra yno saben cómo defenderse de sue m ba te.

Los políticos desconcertadossuelen creer que con concesiones ala criminología mediática contie-nen su embate; no obstante, cuan-do se percatan de que eso no ladetiene sino que la potencia, au-menta su desconcierto. Ignoranque la criminología mediática notiene límites, va en un crescendoinfinito y acaba reclamando loinadmisible: pena de muerte, ex-pulsión de todos los inmigrantes,demolición y demonización de losbarrios precarios, desplazamientosde población, esterilización y cas-tración de los violadores, legali-zación de la tortura, reducción de laobra pública a la construcción decárceles, supresión de todas lasgarantías penales y procesales, des-titución de los jueces, implemen-tación de mecanismos policialesintrusivos a la libertad, etc.

Como esto llega a un punto enque los políticos tampoco puedenadmitir lo inadmisible, el embatesigue contra ellos, montado ahoraen la misma causalidad mágica quereforzaron con sus concesiones.

Los políticos desconcertados noadvierten que la criminología me-

diática es extorsiva y que frente auna extorsión nunca se debe ceder,porque cada vez el extorsionadorexigirá más y las concesiones noharán otra cosa que fortalecer sumétodo. El mayor riesgo políticoen nuestra región es que los pro-pios políticos comprometidos conla restauración de los demolidosestados de bienestar, haciendoconcesiones acaben serruchandola rama en que están sentados,pues la criminología mediática esparte de la tarea de neutralizaciónde cualquier tentativa de incor-poración de nuevas capas socia-l es .

Muchos políticos han advertidodemasiado tarde que se trata de unproblema central en la política,que la criminología mediática noes un detalle más de algo de lo quesiempre consideraron que debíaocuparse la policía. En la actua-lidad, es la mayor arma con quecuentan los demoledores del mo-delo de estado de bienestar en elmundo, que no son otros que losbeneficiarios del caos que produjosu destrucción.

Más aún: las concesiones que lospolíticos desconcertados suelenhacer a la criminología mediáticapueden desdibujar su propia iden-tidad ideológica. El público de lapolítica-espectáculo se cansa fá-cilmente del personaje, y máscuando éste se diferencia poco delos otros personajes, o sea, cuandose desdibuja su identidad. El po-lítico obsesionado por la búsquedadel triunfo electoral cercano nopercibe que el mayor riesgo quecorre no es perder una elección,sino perder su identidad.

Cuando en la política-espectá-culo los personajes terminan pa-reciéndose demasiado, se abre elespacio para que la criminologíamediática saque su arsenal y enar-bole la bandera de antipolítica.

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Como vemos, no es poco el pesopolítico que la criminología me-diática tiene en nuestra región. Perono es sólo en ella, pues en el norteparece que tampoco calcularon elefecto caótico provocado por el cre-cimiento del aparato punitivo hastalos actuales extremos y no sabencómo contenerlo y menos aún re-vertirlo. La dimensión económicadel aparato penal no es compatiblecon la necesidad de controlar elgasto público, pues insume la si-deral cifra de 200.000 millones dedólares anuales.

Sin embargo, el público reclamacada vez mayor represión por efec-to de una criminología mediáticaque no es fácil detener, porqueresponde a demasiados interesesgenerados por ella misma, comoson todas las industrias de se-guridad, sin contar con que es muydifícil desviar hacia otras acti-vidades la inmensa mano de obraocupada en estos servicios, queson casi 3.000.000 de personas.No es nuestro problema, por cier-to, pero es bien demostrativo de lamagnitud del fenómeno y, además,nos afecta porque la publicidad sehalla globalizada.

Cabe observar que si bien lacriminología mediática actual seglobaliza desde los Estados Uni-dos, lo cierto es que la creaciónmediática de una realidad caóticapara desprestigiar a los gobiernospopulares es muy vieja en La-tinoamérica, pues desde siemprefue preparatoria de los golpes deestado: su discurso fue el prólogoinfaltable de todas las dictadurasm i l i ta res .

No ha habido proclama revolu-cionaria en ningún golpe de estadolatinoamericano que no haya in-vocado la necesidad de detener lacriminalidad. En este aspecto, no esningún invento norteamericano, si-no un viejo recurso vernáculo.

4 3. ¿Cómo puede triunfar el pen-samiento mágico?

La criminología mediática es a laacadémica más o menos lo mismoque el curanderismo a la medicina.Cabe preguntarse por qué tieneéxito, al menos cuando nos mo-vemos en un tiempo en que laciencia tiene enorme prestigio.Más aún: con las víctimas-héroesse produce un fenómeno que equi-vale a imaginar que la organizaciónhospitalaria y las intervencionesquirúrgicas quedasen en manos delos enfermos. No me cabe duda yapoyaría sin límites la protesta desufrientes a los que no se les pro-veyese de los medicamentos on-cológicos, pero me limitaría a con-siderar con piedad al paciente quepretendiese saber cómo se cura sudolencia sin atender a la cienciamédica e incluso en forma to-talmente contraria a lo que éstai n d i ca .

Ya hemos señalado –y reiterado–que es obvio que nadie postula laimpunidad de homicidas y viola-dores, y que la discusión sobre sideben ser penados con cinco o diezaños más es secundaria, puesto queen definitiva, no impedirá que elnúmero de homicidas y violadoressuba ni determinará que baje.

Respecto del crimen –en serio–esta criminología mediática noagrega nada. Sin embargo, ha lo-grado que los Estados Unidos ten-gan más de dos millones de presos.¿Alguien podrá creer seriamenteque en un país puede haber más dedos millones de personas dispuestasa pasar al acto de homicidio? Esindudable que esas cifras abarcanuna cantidad de personas que noson los criminales que la crimi-nología mediática muestra alegre-mente todas las veces que puede, yque incluso en algunos países hallegado al colmo de inventarlos.

Nadie con cierta experiencia ju-dicial puede leer muchos expe-dientes sin reprimir la sensaciónde que, fuera del círculo de autoresviolentos –y aún entre éstos– ca d acondenado parece ser más tonto ytorpe que otro. Más que el criminalsádico de la serie televisiva es uninfeliz que pierde quizá los mejoresaños de su vida por una conductaabsolutamente insensata y que ja-más podría haber tenido éxito, sincontar con que ningún éxito pa-trimonial valdría la pena para po-ner en juego ese precio en libertad,autoestima, salud y vida.

En definitiva –y, por supuesto,sin subestimar el daño que cau-sa n – creo que en la enorme ma-yoría de los casos estamos pri-sionizando a torpes desconcerta-dos y no a quienes eligieron enplenitud. Pero por el peso de lacriminología mediática se llenanlas cárceles con personas que casien un tercio de los casos no con-denamos (por obra y magia de laprisión preventiva), o sea, conquienes ni siquiera son torpes quehan cometido delitos.

Es una verdad de Perogrullo quepara bajar los niveles de violenciaen una sociedad es necesario mo-tivar conductas menos violentas ydesmotivar las más violentas, o seaque, fijado este objetivo estraté-gico, es necesaria una táctica quedebe basarse en las técnicas demotivación de comportamientos.

Lo curioso es que en todas lasotras áreas en que se plantea estatarea nadie pretende hacerlo conpensamiento mágico, sino usandolas mejores y más depuradas téc-nicas. Cuando un empresario quiereimponer un producto motivando alpúblico a comprarlo –y desmoti-vándolo a comprar los del com-p et i d o r –, encarga una investigaciónde mercado, que se lleva a cabosobre sólidas bases de ciencia

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social, de economía, de psicologíasocial, etc. Toda una disciplina –lam e rca d ote c n i a – se nutre de cono-cimientos y métodos científicos.Los propios políticos apelan a esosconocimientos en tiempos de po-l í t i ca - es p e ctá c u l o.

Sin embargo, todo esto se deja delado y se apela a una causalidadmágica cuando la sociedad quieremotivar conductas menos violen-tas y desmotivar las más violentas.En ese caso la ciencia social notiene espacio y cada uno opinasegún el pensamiento mágico. Lossimplismos más groseros y las hi-pótesis más descabelladas se re-troalimentan entre la televisión, lamesa del café y las decisiones po-l í t i ca s .

Lo cierto es que el pensamientomágico reemplaza a estos saberes.La criminología mediática no pue-de eludir la necesidad de vestirsede científica y, para eso, convoca asus expertos. En esto hay con-siderable diferencia entre el nortey el sur, por lo que comenzamospor describir lo que pasa entren osot ros .

Entre los expertos de nuestracriminología mediática hay unaminoría que sólo es experta en elarte de la simulación, pero sonmuy pocos y, además, por fortunano suelen ser buenos actores. Locurioso es que la gran mayoría delos expertos de nuestra crimino-logía mediática lo son de verdad,son personas que saben lo quedicen, en ocasiones con un al-tísimo nivel de conocimientos.

Cualquier mesa redonda tele-visiva sobre la seguridad –en elparticular concepto mediático–, sies más o menos seria convoca apersonas vinculadas al sistema pe-nal: policías, fiscales, jueces, pe-ritos médicos, empresarios de se-guridad que antes trabajaron depolicías o militares, etc. Son es-

pecialistas que en general manejanbien sus conocimientos y que losexplican a veces con claridad, se-gún sus dotes de comunicación.

Aquí la paradoja alcanza su má-xima expresión: se crea una rea-lidad en base a pensamiento má-gico y se la disfraza de científicamediante la opinión de expertosserios. Si no fuese trágico y pocomenos que diabólico sería diver-tido. La clave está en que la cri-minología mediática opera con unrizo de retroalimentación. Se de-nomina así al temido fenómeno deque un aparato creado por loshumanos se vuelva tan inteligenteque se retroalimente y nos impidadesenchufarlo, con lo cual seríaimposible pararlo.

Y con la criminología mediáticasucede eso. El experto habla de loque sabe: organización policial, di-ficultades de investigación, mejoradel proceso, diagnóstico de algúncaso particular, etc. En un mo-mento el conductor lo interrogasobre el aumento del delito, de lacriminalidad, las causas del delito,los factores sociales, si la drogatiene mucho que ver, si la libe-ración sexual tiene incidencia, si ladesintegración de la familia pesa,si “esto ” se arregla con planessociales, con mayores penas, con elvalor simbólico de la pena, con larestauración de los valores, etc. Esdecir, que le formula preguntasque sólo podría responder un cri-minólogo sólo después de inves-tigaciones de campo que, por su-puesto, en nuestros países no serealizan, porque no se destina unmísero dólar a esto.

Un policía, un fiscal, un juez o unmédico, puede ser muy bueno ensu profesión y sin embargo nosaber quién fue Robert Merton,porque ninguna falta le hace paradesempeñarse en lo suyo. Puede nohaber abierto en su vida un libro

de sociología y desconocer por com-pleto la teoría sociológica y losmétodos de investigación empírica,no saber qué es una encuesta devictimización o de autoinculpaciónni un flujo de casos, menos aúnsaber cómo se realizan, no teneridea de qué es un observador par-ticipante ni de la importancia de lasentrevistas, ignorar todo lo con-cerniente a la estadística social,

nunca haber tomado contacto conuna investigación de campo y, noobstante, ser un excelente funcio-nario y profesional en su materia.

Lo que sucede es que cuando elconductor le pregunta, el expertono puede dejar de responderle alconductor, porque cree que res-ponde sobre conocimientos que soncomunes y hasta obvios, porquepertenecen a la realidad construida

que se da por descontada. Y allí esdonde se produce el rizo de re-troalimentación: el experto repro-duce el discurso de la criminologíamediática; habla de lo que sabe yluego sigue hablando de lo que creeobvio, pero que es la realidad cons-truida mediáticamente y que asi-miló en la panadería y en el su-p e r m e rca d o.

Esto dota de autoridad científicaa la criminología mediática. Lapoca difusión de la ciencia socialentre el público devela que todo loque se dice carece de base em-pírica, que no hay datos dispo-nibles porque nadie se interesa eninvestigar la violencia. Por el con-trario, bastaría preguntar a cual-quier empresario sobre el valorpráctico de la mercadotecnia paraconvencerse de lo contrario: nadiese empeña en fabricar algo que nosabe si podrá determinar al pú-blico a comprarlo y sin un planacerca de cómo imponerlo.

En el norte las cosas son un pocodiferentes, pues el enorme desa-rrollo alcanzado por el sistema pe-nal en los Estados Unidos produjosus propios expertos que integran elthink tank de la derecha nortea-mericana y que se venden bastantebien, generando a su vez una in-dustria de conferencias pagas, lossuculentos derechos de autor, lasentrevistas televisivas, etc.

En revistas de amplia circula-ción como Newsweek se sostienenlas tesis más peregrinas, como porejemplo la de Morgan O. Reynolds,que afirma que el crimen es unacuestión de costo-beneficio, por locual son necesarias penas másfuertes para forzar la elección ra-cional del posible infractor. Estono es ninguna novedad, sino queproviene del siglo XVIII, como lovimos en su momento. Sería buenopreguntarle a Mr. Reynolds quépena propone para los terroristas

que se inmolan. Lo más lamentablees que, más allá de Newsweek, unjurado de economistas distinguiócon el Premio Nobel a un colegaque afirma algo parecido acerca delo que obviamente no sabe nada.

Otro inventor del agua tibia esCharles Murray, el co-autor del libroracista The Bell Curve junto a Ri-chard Herrnstein, al que me referiréen un segundo. Murray participa dela tesis del escritor de Newsweek ysegún su disparatada teoría los jó-venes de clase pobre delinquen por-que se los trata benévolamente me-diante programas de desempleo yotros semejantes. Según este pen-sador, los jóvenes andan con unacomputadora haciendo un cálculode costo-beneficio, al igual que lasadolescentes, que se embarazanprematuramente para cobrar. Supropuesta consiste en suprimir esosprogramas y ghetizar a los bene-ficiarios para que se maten o mue-ran de hambre en sus encierros.

Este es uno de los mayores re-presentantes del think tank deWashington, aunque más bien pa-rece sólo del tank, obviando res-petuosamente la naturaleza delco n te n i d o.

Los best seller criminológicosnorteamericanos se comentan engenerosos espacios en diarios quese suponen serios, dando lugar auna verdadera industria de fabri-cación de embustes criminológicosque se venden en los aeropuertos,junto a las novelas policiales y a lasrevistas pornográficas en sobre se-llado por supuesto.

Todos ellos proyectan la imagendel crimen como un fenómeno in-dividual. Para eso publicitan mu-chísimo las novedades de los bió-logos y genetistas, pero terminanincurriendo en una confusión queno hace más que ocultar un re-nacimiento del peor reduccionis-mo biológico.

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En líneas generales me atrevo adecir que concurren cuatro ac-titudes diferentes: (a) por un lado,la estafa científica de algunos es-cribidores; (b) por otro, la in-genuidad de algunos científicosserios, que no son capaces de re-conocer los límites de sus propiosconocimientos, o sea, que saltande la biología a la filosofía sinescalas; (c) a todo eso se suma laideología burdamente racista dealgunos científicos; y, (d) por úl-timo, el horrible guiso que cocinanlos comunicadores o formadoresde opinión mezclando todo lo an-terior para reforzar la imagen pu-ramente individual del crimen queproyectan como el único riesgoso c i a l .

En esta suerte de fanesca o ce-biche mediático –u olla de bruja–resurgen cosas tales como la tesisde la meritocracia biológica segúntests de habilidad disfrazados detests de inteligencia, la investi-gación de mellizos univitelinos, losestudios de herencia falsificadosde los años veinte, etc. Estos es-tudios fueron renovados por elprofesor de Columbia Henry E.Garrett, que después de su ju-bilación pasó a la Universidad deVirginia, donde sus ideas fueronsostenidas por el senador HarryByrd, notorio promotor de la re-sistencia masiva a la integraciónracial. Garrett fue apoyado finan-cieramente por la Pioneer Foun-dation, creada en 1937 por el mi-llonario textil Wickliffe Draper,viejo eugenista y racista segre-gacionista que se encargó de pagarlas peores y más adulteradas in-vest i g a c i o n es .

Los embustes de la PioneerFoundation y de sus seguidores serenovaron el 1994 cuando RichardJ. Herrnstein y el disparatadoCharles Murray publicaron TheBell Curve: Intelligence and class

structure in American life, ex-humando los viejos tests que pro-baban el menor cociente intelec-tual de los afroamericanos. Cabeaclarar que Herrnstein junto aJames Q. Wilson publicaron en1986 un volumen con el podocientífico título Crimen y natu-raleza humana, que es el más com-pleto revival de la biología cri-minal escasamente disimuladocon contradicciones.

El embuste científico de estosautores se descubre con un cui-dadoso escrutinio de su biblio-grafía, pues no rebaten las to-neladas de trabajos demoledores,sino que directamente los ocultany presentan un impresionante ar-senal bibliográfico sin mencionar-los, con lo que logran impresionaral lector lego. Puede decirse quecon esto la deslealtad científicaraya en el escándalo.

Además, proponen algo insólito:pasando por alto que hay mástontos en la cárcel precisamenteporque son tontos, Herrnstein yMurray proponen que el sistemapenal debe ser claro y terminante,sin dudas ni indulgencias, para quelos tontos lo entiendan. En otraspalabras: para que los tontos en-tiendan, es bueno tratarnos a to-dos como tontos, lo que en laesquina se llama agarrarnos degiles. Mirando la TV tengo muchasveces la sensación de que hantenido éxito.

El reduccionismo biológiconunca desapareció del todo y elriesgo de su renacimiento –co nampla cobertura mediática– nopuede subestimarse. Hasta no ha-ce muchos años la ciencia apre-surada tuvo gravísimas conse-cuencias letales, aunque tambiénen su tiempo muy publicitadas.

El portugués Egas Moniz, que nose llamaba así sino que adoptó elnombre de un antepasado de

ochocientos años antes, fue famo-sísimo y recibió el Premio Nobelpor agujerear la cabeza de los pa-cientes y destruirles las célulasfrontales. De este modo el pacienteperdía voluntad y era más ma-nipulable, con lo cual facilitaba latarea manicomial para que un 25%pueda ser enviado a sus casas, puesestaban mansos. Entre 1942 y 1954en Gran Bretaña se practicaronunas doce mil lobotomías y en Es-tados Unidos unas veinte mil. Seestima que esta brutalidad se prac-ticó en cerca de cien mil víctimas,muchas de los cuales hoy reclamanindemnizaciones y pidieron ade-más que a Moniz se le retire elpremio Nobel.

La lobotomía tuvo singular éxitoen los Estados Unidos, donde elmédico Walter Freeman la prac-ticaba a martillazos por detrás de laórbita ocular (lobotomía transor-bital). Un paciente –al que no habíal o b oto m i z a d o – le cayó a balazos aMoniz, dejándolo paralítico por elresto de su vida, lo que tenía pocaimportancia, pues en realidad sevalía de un asistente para esas bru-talidades, dado que sus manos es-taban artríticas. La leyenda diceque otro paciente lo eliminó, perono es verdad.

Recuerdo esto porque estos pe-ligros no se hallan neutralizados,sino todo lo contrario. Hoy se lanzala teoría de que la violencia seasocia a disfunciones frontales y laagresión sexual a disfuncionestemporales. Es un renacimiento dela frenología por vía de mera hi-pótesis, pues Moniz ya se habíaocupado del frontal. Las neuro-ciencias pretenden predecir futu-ras desviaciones criminales de con-ducta en los Kindergarten a los tresaños de edad, disparate que su-byuga a algunos funcionarios delactual gobierno francés.

Se pretende que la genética ocu-

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pe el lugar que en los años treintatuvo la endocrinología criminal,pero ésta tampoco murió del todo,porque la tesis de la constitucióncriminal reapareció en 1989, cuan-do el psiquiatra inglés Hans Ey-senck en colaboración con Gisli H.Gudjonsson resucitaron las teoríasbiotipológicas, aunque con másprudencia en cuanto a la preven-ción y el sentencing, en un libroque, por cierto, lleva el sugestivotítulo Las causas y la cura de lacriminalidad.

Por cierto que hubo brotes muytempranos de criminogenética. Enlos años sesenta del siglo pasadohizo furor un renacimiento dellombrosianismo con la tesis delcromosoma atípico o adicional, congran cobertura mediática. La fór-mula cromosomática del hombre esXY y la de la mujer XX. Pues bien,algunos individuos aparecieron conXYY, o sea, con un cromosomaadicional. Inmediatamente loscientificos apresurados se lanzarona medir y hallaron que había unapequeña frecuencia mayor de su-jetos con cromosoma adicional enla población penal. A poco andarlas cifras se acortaron cuando semidió a la misma clase social. Ade-más, la pequeña diferencia restantese explica por el estereotipo: losportadores son más altos, más asi-métricos –más feos– y un pocodébiles mentales. Hoy nadie res-cata el pretendido valor criminó-geno del cromosoma atípico.

Todo este conjunto de descu-brimientos tiene una amplia co-bertura mediática, cuando en rea-lidad se trata de verdaderas ba-nalidades. Las tesis más elabo-radas y serias sobre la biologíacriminal no pasan de probar loobvio. Nadie ignora que todos loshumanos somos diferentes y, por lotanto, tenemos diferentes habili-dades biológicamente limitadas o

condicionadas: yo no puedo serbailarín clásico a esta altura de mivida ni integrar la selección na-cional de fútbol. También tengocondicionamientos sociales y vi-venciales que en buena medidadeterminan mi catálogo de po-sibles reacciones frente a situa-ciones determinadas. Estos con-dicionamientos han incidido so-bre mi biología: si hice vida se-dentaria tendré más colesterol, sibebí mucho alcohol posiblementetenga el hígado un poco maltra-tado, si comí demasiado tendrésobrepeso, etc. Es imposible ex-plicar mi conducta sólo en base ala biología que he heredado, nisiquiera en características indu-dablemente heredadas y recono-cibles biológicamente.

Así, la pretendida correlaciónentre el cociente intelectual bajo yel delito no indica una causa, por-que no se toma en cuenta la frus-tración escolar de la persona, suestigmatización familiar, la lesiónsufrida en su autoestima y el efec-to interactuante de otras frus-traciones y, lo que es más sig-nificativo, tampoco se considera lamayor vulnerabilidad al poder pu-nitivo: si tenemos más tontos enlas cárceles, no es porque los me-nos inteligentes cometen más de-litos, sino porque es más fácila p resa rl os .

Nunca puede confundirse unacorrelación con una causa. Un bajonivel de serotonina se correla-ciona con una conducta agresiva,pero ¿es el bajo nivel de sero-tonina que condiciona el com-portamiento agresivo o es el com-portamiento agresivo a lo largo dela vida del sujeto que condiciona elbajo nivel de serotonina?

Hay neurocientíficos que dicenque ven el pensamiento. Lo únicoque establecen es que cuando elsujeto piensa el cerebro opera de

cierta manera cuyos detalles seconocen mucho mejor y es muybueno que así sea. ¿Pero son esoscontactos que causan el pensa-miento o es el pensamiento quehace funcionar esos contactos? Nopretendo asumir ninguna posiciónmetafísica ni hablar del alma, peroen el mero plano terrenal y ve-rificable puedo afirmar por lo me-nos que pienso con todo el cuerpo,lo que verifico con que no podríapensar sin función hepática o car-díaca y que pienso mucho peorcuando siento molestias en cual-quier órgano. No creo que Einsteinhaya redondeado la relatividad ba-jo los efectos de un cólico.

Lo planteo más claramente: su-pongamos que todos nosotros so-mos unos energúmenos y en vez decambiar ideas acabamos cambian-do a trompadas y sillazos. Viene lapolicía y acaba el tumulto. Nosdetienen. En ese momento nostoman una muestra de sangre yverifican que todos tenemos unaltísimo nivel de adrenalina.

¿Será la adrenalina que nos ha-ce energúmenos o será que la adre-nalina nos subió por nuestra con-ducta de energúmenos? A todoslos que se pelean se les sube laadrenalina. ¿Sería una soluciónbajar la adrenalina a toda la po-blación para evitar las peleas?

En síntesis y, lamentablemente,si bien pocas cosas son más irra-cionales que la criminología me-diática, lo cierto es que las de-cisiones de poder se adoptan si-guiendo sus incoherencias y subase de causalidad mágica, al másperfecto estilo völkisch. Siendoasí, Spee volvería a escribir sul i b ro.

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

Eugenio Raúl Zaffaroni

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