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    EN EL NOMBRE DEL PUEBLO?POR QU ESTUDIAR AL POPULISMO HOY

    por Mara Esperanza Casullo*

    I. El populismo: un objeto de estudio en los mrgenes

    Este artculo tiene tres objetivos. El primero es argumentar que elpopulismo es un objeto de estudio vlido y propio para la ciencia poltica; elsegundo es realizar algunas precisiones acerca de cul es la mejor manerapara conceptualizar este complejo fenmeno de tal manera de lograr estu-diarlo de manera al mismo tiempo rigurosa y productiva; el tercero y final esmarcar ciertas lneas de investigacin futuras que, estimamos, ofrecen las

    avenidas ms prometedoras para avanzar en el estudio de los populismos.Estos objetivos nacen de algunas constataciones nacidas de ms de diezaos dedicados al estudio del populismo, acerca del carcter marginal del con-cepto para la ciencia poltica actual y de los muchos prejuicios y preconceptosque dificultan su comprensin para la ciencia poltica. Existe una paradojasobre este tema: por una parte, la propia disciplina da cuenta de la actualvitalidad del populismo y de la multiplicacin de movimientos, lderes y go-biernos populistas en pases que van desde Bolivia y Argentina hasta Francia,

    Irn o la India. Encontramos as numerosas menciones a este resurgimientodel populismo, entre otros por Steven Levitsky y Kenneth Roberts, que

    Populists are making headway across Europe and from all pointson the political spectrum. Their success is symptomatic of the weaknessof European political parties and party systems. Some of these populists

    POSTData19, N2, Octubre/2014-Marzo/2015,ISSN 1515-209X,(pgs. 277-313)

    * Universidad Nacional de Ro Negro (UNRN), Argentina. E-mail: [email protected].

    Deseo agradecer a Jos Itzighson, Richard Snyder y Patricio Korzeniewicz por susconversaciones y sugerencias.

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    seek to reinvigorate European democracy and yet mostwith theirxenophobic, anti-immigrant rhetoric seem intent on making mattersworse. The challenge in Europe is to reconstitute national party systems

    as effective institutions for representing the popular interest. Such achallenge can be met only over the long term (Jones 2007: 37).

    Tambin Robert Barr, por su parte, menciona que

    In recent years there has been much discussion of parties in decli-ne around the globe, an increased dissatisfaction with politics as usualand a rise in right-wing populism in Europe and neopopulism in

    Latin America. To capture these phenomena, analysts use terms suchas anti-politics, outsider politics and populism (Barr 2009: 29).

    Sin embargo, la universal constatacin de la resurgencia del populismono est acompaada de un consenso conceptual, metodolgico y normativocomparable. Conceptualmente, como sostiene Barr (2009: 29), the literatureseldom denes these terms with precision; their meanings at times overlapbut at others diverge. The result is a high level of conceptual cloudiness

    when it comes to issues of public discontent and its political manifestations.Metodolgicamente, no existe acuerdo sobre la unidad de anlisis relevantey muchos estudios pasan de analizar polticas pblicas, regmenes de gobier-no, liderazgos personales y movimientos sociales que tal vez nunca lleguen alpoder indistintamente. Normativamente, coexisten quienes sostienen que elpopulismo estar siempre reido con la democracia (Weyland 2013: 20)1

    con quienes sostienen que el populismo es parte constitutiva de la democra-cia (De la Torre 2003: 78).

    Dado este contexto de relevancia emprica del populismo sumada afalta de consenso disciplinar, creemos que la ciencia poltica se debe un de-bate sobre cmo es posible estudiar este fenmeno de una manera que sea almismo tiempo rigurosa y capaz de recoger los matices del fenmeno en sudiversidad.

    Una primera dificultad para el logro de este objetivo es el hecho que elpopulismo es un objeto de marginal importancia para la ciencia poltica

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    En todos los casos, las traducciones de citas de textos o expresiones en ingls son a cargode la autora.

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    actual, que prefiere concentrarse en reas relacionadas con la institucionalidadpoltica tales como patrones electorales, poltica legislativa y relaciones entrepoderes. La ciencia poltica se ha desarrollado en el siglo XX como una

    disciplina que se preocupa, sobre todo, por la estabilidad institucional y sumantenimiento; el populismo, por su parte, es un fenmeno que siempreamenaza la institucionalidad existente, y por lo mismo ajeno a esta lgica.Por lo tanto, la movilizacin populista contina siendo hoy un objeto deestudio marginal al campo principal de la disciplina.

    Para tener una cierta medida intuitiva de tal marginalidad hemos reali-zado una bsqueda del trmino populismo en el portal de bsqueda GoogleScholar, junto a los conceptos de instituciones polticas, partidos polticos,

    democracia poltica electoral y autoritarismo. Los resultados en ingls yen castellano se encuentran en la Tabla 1. Por su parte, y para tener otro indi-cador asociado, si buscamos los mismos trminos en el catlogo especializadode publicaciones en revistas acadmicas Jstor obtenemos resultados similares(Tabla 2). Como puede verse, el trmino populismo es el concepto con me-nos menciones del grupo, tanto en Google Scholar como en Jstor y tanto eningls como en espaol. Resulta menos mencionado que democracia, lo cualsera esperable, pero tambin menos mencionado que instituciones polti-

    cas, autoritarismo, poltica electoral o partidos polticos.Como dato complementario, hemos utilizado la herramienta de vi-sualizacin Google Ngram Viewer para comparar la trayectoria histrica delas menciones de estos trminos en la base de datos de libros de Google2.Con esta tcnica, hemos realizado mediante la aplicacin Ngram dos grfi-cos que reflejan las menciones de los trminos el pueblo e instituciones,primero, y the people and institutions despus, desde 1500 a 2000. Losresultados pueden observarse en los Grficos 1 y 2. Ambos grficos son sin

    duda indicadores vlidos de los estudios sobre el populismo slo en trmi-nos muy generales. Sin embargo, ambos nos dan una imagen que da ciertoespesor intuitivo a un derrotero histrico: el concepto de pueblo es ante-rior al de instituciones, sin embargo, el desarrollo de la modernidad y laglobalizacin de la democracia liberal como modelo poltico a partir del finde la Segunda Guerra Mundial se correlacionan con un aumento de lasmenciones a las instituciones y un descenso de las menciones al pueblo. Por

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    Ngram realiza bsquedas de trminos en grandes bases de datos de libros publicadosdesde el ao 1500 al 2000 que han sido digitalizados e indexados por Google.

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    supuesto, estos datos conforman una evidencia puramente impresionista.Sin embargo, el que en todas las bsquedas el trmino populismo aparezcarelegado al ltimo lugar es una indicacin de que se trata de un objeto de

    estudio de marginal inters para las ciencias sociales.La relativa marginalidad del populismo en los estudios de la ciencia

    poltica no es algo que deba darse naturalmente ya que el populismo es msantiguo que los partidos polticos o que la misma idea de institucionespolticas. Ciertamente, la nocin de que existe algo as como el pueblo, esdecir, un sujeto poltico colectivo que es ms que la suma de los individuosque lo componen es tan antigua como el pensamiento poltico mismo, re-montndose hasta Platn y Aristteles. Etimolgicamente, las palabras pue-

    blo, people, peuple y popolo remiten a la misma raz latina, el populus,contemplado en la Lex Regia como una entidad fundamental de la Repbli-ca. Una idea similar de soberana popular estuvo detrs de las grandes revo-luciones modernas, desde la Glorious Revolutioninglesa hasta la Revolucin

    Americana y luego la Francesa (Arendt 1965, Canovan 2005). Pero resultaevidente que en el siglo XIX, y sobre todo en el siglo XX, el estatusepistemolgico del pueblo en general y el populismo en particular para laciencia poltica moderna result opacado. La razn para tal desinters disci-

    plinar tiene que ver con que la ciencia poltica en general ha desarrollado susestructuras conceptuales y metodolgicas para comprender y comparar lasinstituciones polticas, es decir aquello que Aristteles llam el rgimen, osea, el arreglo de lapolisque regula la distribucin de las oficinas de laciudad (Aristteles 1920: 113). Sin embargo, la movilizacin populista es

    justamente aquella accin colectiva que se levanta en contrade los arreglos delapolisque regulan la distribucin de las oficinas, declarndolos injustos yopresivos.

    Las razones por las cules el populismo se transform en un objeto deestudio marginal para la ciencia poltica pueden sintetizarse as:

    a) el populismo ha sido histricamente tratado como un conceptohbrido o residual

    b) el populismo es un concepto puente entre la ciencia poltica y lasociologa

    c) la ciencia poltica en tanto disciplina supone que el populismo es

    un atavismo premoderno que est destinado a desaparecer.

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    Frente a estas tesis, este artculo intentar, por una parte, presentar elargumento de que el populismo es un fenmeno poltico; o sea, se argumen-tar que el mismo no se trata de un concepto hbrido o residual sino un

    fenmeno plenamente democrtico, que por lo mismo no va a desapareceren el corto o largo plazo. Finalmente, se realizar un intento de sistematiza-cin del campo y se sealarn algunas lneas de investigacin que resultarande relevancia para el futuro.

    II. Qu es el populismo?

    Existen pocos conceptos sobre los que exista tan nulo consenso acad-mico como el populismo; podramos decir, exagerando un poco, con quenadie sabe bien qu es el populismo pero casi todos coinciden en que esmalo. Las interpretaciones del populismo enfatizan su (a menudo afirmadaa priori) irracionalidad, su demagogia, su personalismo y su autoritarismo,as como la tendencia a los gobiernos populistas a ser simplemente malosgobiernos. Sin embargo, estas explicaciones a menudo no logran responder ala pregunta de por qu el populismo sigue siendo un fenmeno poltico tan

    extendido y potente.Para comenzar a organizar el campo conceptual con alguna precisin,en principio debemos distinguir las definiciones econmicas del populismode las propiamente polticas. Las primeras entienden al populismo comouna cierta frmula de poltica pblica basada en la redistribucin excesiva derecursos (ya sea monetarios o en forma de bienes pblicos) a los sectorespopulares a efectos de lograr xitos electorales inmediatos, an sabiendo queesta poltica no es sustentable en el mediano plazo (Dornbusch y Edwards

    1991, 1995, 2007, Poblete Vzquez 2006). Para esta concepcin elpopulismo es siempre y enteramente negativo y la principal amenaza a lasperspectivas de desarrollo econmico de los pases emergentes.

    En este artculo, sin embargo, trabajaremos sobre las definiciones pro-piamente polticas de populismo, ya que, por un lado, en este artculo nonos conciernen los debates internos de la economa y, por el otro, porque ladefinicin econmica de populismo es tan general que resulta siendo casicoetnea a mala administracin econmica per se (Freidenberg 2007). Las

    definiciones de la ciencia poltica sobre populismo provienen de tres grandestradiciones. La primera tradicin abreva ms bien en la sociologa que en la

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    Berlusconi y los hermanos Kaczynsky daban carnadura a esta categora(Roberts 1995, Novaro 1996, Knight 1998, 2001). Sin embargo, esta lite-ratura muchas veces trata al populismo como una simple tctica poltica

    caracterizada por ser manipulatoria y demaggica.Frente a esto, una tercera familia terica enfatiza que el populismo en

    tanto estilo o estrategia poltica es una dimensin inerradicable de toda po-ltica democrtica y que las democracias liberales y populistas no son tiposde rgimen dicotmicamente diferentes, sino tipos relacionales, siempre entensin y competencia (Meny y Surel 2002, Mouffe 2005a, Panizza 2005).

    As, Robert Jansen (2010: 75) define al populismo como un modo deprctica poltica entre muchos otros posibles y Margaret Canovan (2005:

    114) define al pueblo como un pblico movilizado en el cual se haninvolucrado los individuos.Dentro de este amplsimo campo definido por el giro de considerar al

    populismo como una prctica poltica democrtica sin ms, existen sin em-bargo matices. Por un lado, Ernesto Laclau y quienes fueron inspirados porsu obra estudian al populismo ante todo como una determinada articula-cin discursiva caracterizada como un tipo de discurso poltico performativoque tiene como objetivo la formacin de identidades polticas mediante la

    dicotomizacin discursiva del campo poltico entre un nosotros y un ellos.Antes que nada, esta escuela desea echar luz sobre la autonoma de la dimen-sin poltico-discursiva por sobre las dimensiones sociolgicas y econmicas(Aboy Carls 2001, 2005, Laclau 2005, Barros 2002, 2011, 2013).

    Por su parte, la escuela basada en la obra de Cas Mudde entiende alpopulismo como una forma peculiar de ideologa. Cas Mudde (2004: 543)define al populismo como una ideologa no densa que considera que lasociedad se divide en dos campos homogneos y antagonistas: el pueblo

    puro y la elite corrupta, y que sostiene que la poltica debe ser la expresinde la volont generale (voluntad general) del pueblo. Segn Cristbal RoviraKaltwasser (2013: 9) tanto pueblo como elite no son entidades esencialessino comunidades imaginadas que se construyen de manera muy diferentesegn de qu experiencia populista se trate, en espacio y lugar determinados.

    Otro tipo de definiciones tiene que ver con entender al populismocomo un fenmeno de cultura poltica. Pierre Ostiguy, por su parte, defineal populismo en trminos culturales, como aquellas formas que apelan a lo

    bajo en poltica, es decir, aquellas que involucran la utilizacin en polticade modos de sociabilidad y modos estticos de las clases populares. As,

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    Ostiguy (1997: 3) lo define no por polticas pblicas particulares y tampo-co, siquiera, por ciertas alianzas de clase sino por la activacin poltica deaquellas marcas que segregan culturalmente, en un contexto concreto y

    geogrficamente situado, a las clases populares.Tenemos, entonces, que el populismo puede ser entendido como una

    tctica electoral por parte de lderes carismticos y ambiciosos, como un tipode movilizacin antisistema, como un cierto tipo de discurso antagonista ydicotomizante, o como una cierta activacin poltica de la cultura popular.Existe algn elemento en comn a estas definiciones? Creemos que s: entodos los casos la unidad mnima de la movilizacin populista est forma-da por la trada del lder, el pueblo y la movilizacin antagonista.

    Creemos que es posible ofrecer una definicinpragmticayfuncionaldel populismo; es decir, que lo defina como un tipo de prctica poltica yevite al hacerlo todo tipo de esencialismo. La definicin de populismo queadoptaremos en este artculo consiste en un tipo de prctica poltica que com-bina tres elementos: a) un pueblo, es decir, un pblico movilizado, quecoalesce como tal alrededor del liderazgo personal de un b)lder carismticoy que se involucran activamente en c) prcticas de accin colectivamovilizantesy antagonistas4.

    Con esta definicin nos interesa marcar que no todo movimiento deprotesta es un populismo, as como no todo lder personalista es un lderpopulista. Es la interaccin de un lder carismtico y el pueblo que lo siguelo que define a un movimiento populista, hasta el punto de que ambasentidades son co-creadas: no hay pueblo ni lder antes de la movilizacinque los co-define como tales. Por su parte, el linkage que se crea a partir dela movilizacin y el discurso populista difiere de los tipos de construccinpoltica programtica en tanto es inclusivo, emocional, personalista, movilizante,

    anti-elite e inestable, en tanto los linkages de tipo programtico soninstitucionales, estables e ideolgicos (Kitschelt 2000).Utilizaremos esta definicin porque nos ofrece una combinacin acep-

    table de generalidad y particularidad. En especial, nos permite incluir almismo tiempo movimientos polticosygobiernos. Gobiernos y movimientospopulistas estn relacionados, pero no son idnticos, ya que existen partidospolticos o movimientos sociales que tal vez no lleguen nunca a gobernar (tal

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    Consideramos al discurso un tipo especial de estas prcticas, en tanto el discurso polticoes performativo (Vern 1987).

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    como sucedi con el movimiento populista agrario norteamericano de finesdel siglo XIX y con George Wallace en los Estados Unidos; por su parte,Mahatma Ghandi tuvo prcticas populistas pero nunca fue un gobernante)

    (Williams y Alexander 1994, Brass 2000, Lee 2006).En este artculo analizaremos la manera en que la ciencia poltica

    actual trata al populismo, por lo que utilizaremos indistintamente fuentesque analizan movimientos y gobiernos, sin embargo, sta es una distincinque debe tenerse en cuenta. Los momentos de llegada al poder (si los hubie-ra) e institucionalizacin de un nuevo poder es algo problemtico para losmovimientos populistas, que se plantean como rupturistas, democratizantes,anti-institucionalistas en el momento de acumular poder desde afuera,

    pero que deben por fuerza avanzar hacia la institucionalizacin una vez quellegan al gobierno (creando, por ejemplo, nuevas constituciones, un anda-miaje partidario ms permanente, etc.). Los gobiernos populistas sin embar-go luchan por no perder ese mismo impulso contestatario y refundacional5;por lo tanto, existe en el corazn de todo rgimen populista una tensinentre hegemona y refundacin, en palabras de Aboy Carls (2005), o entreruptura y orden en los trminos de Barros (2002).

    En lo que resta del artculo argumentaremos que el populismo, es

    decir, el fenmeno poltico caracterizado por un actor colectivo que involucraun pblico movilizado y un lder carismtico, no es un atavismo premodernoy no est destinado a desaparecer por la modernizacin poltica progresiva(sino que, ms bien, es alentado por las propias condiciones de la globalizacin)y que debe ser, por lo tanto, estudiado y comprendido en su especificidad.

    III. El populismo no es un fenmeno hbrido

    o residual sino un fenmeno especfico de la democraciaLa ciencia poltica actual se encuentra comprometida normativamente

    con el proyecto poltico de la democracia pluralista, de manera un tantosimilar a como la economa moderna se encuentra normativamente compro-metida con el proyecto del libre mercado. En tanto las relaciones del

    5 Por ejemplo, es muy tpico de los lderes populistas que vean la creacin de partidospolticos permanentes y autnomos de su voluntad personal con ambivalencia. As,

    Juan Domingo Pern deca que el Partido Justicialista era una herramienta electoral desu liderazgo y Hugo Chvez cambi su propio partido varias veces.

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    populismo con la democracia pluralista y liberal son cuanto menos comple-jas, ste resulta de por s un concepto de difcil aprehensin para la discipli-na. Adems, el desarrollo de la ciencia poltica moderna, en su bsqueda por

    lograr alcanzar el estatus de ciencia positiva, est entroncado con un nfasisen generar tipificaciones para los fenmenos polticos que sean lo ms sim-ples y abarcativas posibles; es decir, la ciencia poltica trata de desambiguara los fenmenos polticos. Asimismo, la mayor parte de la produccin de ladisciplina tiene una intencin explcitamente normativa. As, la ciencia po-ltica se esfuerza por pensar la poltica juzgando al mismo tiempo cules sonsus mejores formas de organizacin.

    En especial, pocas dicotomas han sido tan fuertes y tan productivas

    para la ciencia poltica del siglo XX como el par conceptual democracia/autoritarismo. A partir de la consolidacin del proyecto democrtico luegodel fracaso de las alternativas totalitarias, la ciencia poltica se transform asen una disciplina orientada normativamente hacia el estudio y la consolida-cin de la democracia liberal en el mundo. Sobre todo luego de la segundaposguerra la ciencia poltica se desarroll no slo como una disciplina quebusca entender la poltica en s, sino que busca hacerlo con el objetivo nor-mativo de fortalecer la democracia liberal de partidos. Una consecuencia de

    este compromiso normativo es que la ciencia poltica pas a basarse cada vezms en el par conceptual dicotmico democracia-autoritarismo, suponien-do que todos los regmenes polticos existentes deben poder subsumirse enuna u otra de estas categoras excluyentemente (Huntington 1993, Lipset1994, Linz 1996, Diamond 1999, Przeworski 2000, ODonnell y Schmitter2013).

    Por supuesto, los corolarios de lo que Collier y Adcock (1999) deno-minan enfoque dicotmico de la democracia (Sartori 1987, Huntington

    1993, Geddes 1999, Linz 2000)6

    residen en que, por un lado, la disciplinapierde capacidad de analizar y comprender la mirada de casos y regmenesque se encuentran en la zona gris entre uno y otro extremo del continuo y,por el otro, en que la ciencia poltica tambin ha perdido capacidad de

    6 En relacin a este punto, la discusin sobre si, en palabras de Collier y Adcock (1999),la relacin entre democracia y autoritarismo debe ser entendida como dictmica ogradual resulta secundaria, ya que ambos paradigmas comparten un supuesto de base,

    a saber, que democracia y autoritarismo son casos polares, en un espectro definidojustamente por estos extremos.

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    comprender de qu manera democraciayautoritarismo pueden entremez-clarse en el interior de un mismo rgimen poltico.

    El problema es que el populismo en tanto fenmeno poltico desafa

    cualquier intento de clasificacin dicotmica. Por una parte, los regmenespopulistas a menudo comparten caractersticas profundamente democrti-cas (expansin del voto, expansin de derechos, nfasis en democracia direc-ta) con otras caractersticas autoritarias (nfasis en la autoridad personalista,tendencia a privilegiar la voluntad de la mayora por sobre las libertades delas minoras). Es decir, an los crticos de los regmenes populistas han deadmitir que en la gran mayora de los regmenes populistas se mantienen losaspectos de la democracia formal, tales como las elecciones libres y el funcio-

    namiento de los parlamentos, mientras que an los ms entusiastas populis-tas podrn admitir que a menudo estos gobiernos tienen una relacin tirantecon libertades polticas tales como la libertad de prensa (Dornbusch y Edwards1991, Betz 1994, Meny y Surel 2002, Mainwaring y Scully 2009). No setrata aqu, sin embargo, de que los gobiernos populistas estn en el mediodel trnsito entre el autoritarismo o democracia, sino de que este entremez-clado entre caractersticas liberales y antiliberales es algo que le es propio(Aboy Carls 2001, Panizza 2005).

    Si tomamos, por ejemplo, la tipologa desarrollada por GregoryLuebbert (1991) para clasificar los regmenes que compitieron por la prima-ca normativa en el mundo occidental durante la primera mitad del siglo XXveremos que las opciones fueron bsicamente tres: liberalismo, fascismo ysocialdemocracia. El liberalismo se caracteriz por la defensa de la libertadde mercado y el mantenimiento del predominio poltico de las clases pro-pietarias; la socialdemocracia por mayores niveles de regulacin econmica yel ascenso al poder poltico de una alianza de clases basada en sindicatos y

    clases medias; el fascismo dependi de fuertes liderazgos personales y generdisminucin de las libertades personales y de mercado. Pues bien, enLatinoamrica y en otras zonas de la periferia en ese mismo momento hist-rico se dio el auge de los populismos clsicos que se caracterizaron porcompartir caractersticas liberales con caractersticas socialdemcratas y ca-ractersticas autoritarias. Lo mismo pasa si miramos las polticas pblicas: siutilizamos la tipologa usada por Gosta Esping-Andersen (1990) para dis-tinguir entre Estado de bienestar liberal, socialdemcrata o corporatista, ve-

    remos que los estados desarrollados por los gobiernos populistas en generalcombinan y mezclan caractersticas de estos tres mundos (Andrenacci,

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    Falappa y Lvovich 2004, Hirschegger 2012). Determinar qu tipo de rgi-men puro es el populismo es una imposibilidad.

    As, por dcadas los detractores de los populismos de primera genera-

    cin enfatizaban elementos cercanos al fascismo europeo, mientras que susdefensores hacan lo mismo con sus caractersticas democrticas; la clave esque ambos anlisis tenan basamento en la realidad. Por ejemplo, es posibleafirmar que el gobierno de Juan Domingo Pern expandi derechos polticosy sociales, y al mismo tiempo enfatizar que se restringieron derechos libera-les como la libertad de prensa: ambas aseveraciones son ciertas. Lo mismopuede decirse de Getulio Vargas, Gamal Abdel Nasser o Kemal Attaturk o,ms tarde, Indira Ghandi (Germani 1961, Landau 1984, Podeh y Winckler

    2004, Trsan 2004, Nadolski 2008). En este sentido, los populismos nosalertan sobre la existencia de un cierto conjunto de casos en que la preguntaes este rgimen democrtico o autoritario? no es slo de muy difcil reso-lucin sino que oscurece el anlisis.

    Fundamentalmente democrtico en tanto se trata de una reivindica-cin del carcter soberano del pueblo, el populismo sin embargo puedetener caractersticas tradicionalmente asociadas con regmenes autoritarios,como el nfasis en reelecciones indefinidas o el uso de la movilizacin, a veces

    torrencial, en el espacio pblico. No se trata aqu de pensar que el populismoes simple error o irracionalidad, sino que la coexistencia hbrida y sincrticade rasgos democrticos y verticalistas es una parte esencial de la polticapopulista. Esta misma ambigedad del populismo dificulta entonces unacercamiento terico que lo comprenda como un fenmeno especfico; unamayora de los anlisis, por ejemplo, sigue agotndose en buscar desentraarqu es el populismo en esencia, mientras que el populismo es ambiguo ypolimorfo. El desafo es comprender esta ambigedad y estudiar a los

    populismos de tal manera que no se pierda capacidad de juicio (es decir,distinguir los xitos y sus fracasos de las experiencias populistas concretas,situadas en el tiempo y el espacio) sin reducirlo a un simple hbrido irracional.

    Por supuesto, decir que la movilizacin populista es parte esencial dela poltica democrtica no equivale a decir que es la nica parte esencial de lademocracia. Al inicio del artculo mostrbamos la evolucin de la aparicinen los libros digitalizados de los trminos instituciones y el pueblo. Nocabe duda, sin embargo, que las democracias complejas en las que vivimos

    involucran ambos conceptos. Una democracia compleja de masas que no seinstitucionalice formalmente no podra subsistir en el tiempo; sin embargo,

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    una democracia que no ponga en entredicho de tanto en tanto el poderdesigual que engendran esas mismas instituciones dejara de ser una demo-cracia propiamente dicha y degenerara en una tecnocracia o una oligarqua.

    El populismo nace de y expresa esta tensin democrtica y tiene, por lotanto, su propia racionalidad.

    De hecho, puede argumentarse que la movilizacin populista (es de-cir, el proceso por el cual se crea un movimiento anti-institucional queinvolucra el actor colectivo conformado por grupos excluidos liderado porun lder carismtico) no slo es inseparable de la democracia sino que slo esposible en una sociedad democrtica, es decir, en una sociedad que ya haaceptado la soberana popular como principio ltimo (Shapiro 2003). La

    movilizacin populista obtiene su impulso de la propia promesa democrti-ca de participacin y soberana universal sobre lo pblico: no se trata enton-ces de que la movilizacin populista sea algo ajeno a la democracia que seintroduce en ella desde afuera para desvirtuarla sino ms bien unsubproducto de la propia lgica democrtica (Canovan 1999, Arditi 2004).Slo asumiendo esto es decir, aceptando que el surgimiento de un movi-miento conformado por un lder y un pueblo que se levantan contra unestado dado del sistema poltico expresa una promesa de actualizacin del

    poder soberano de la mayoraya siempre presente en nuestras democraciaspodremos comprender la gran efectividad poltica y electoral del populismoa partir de otras categoras que no sean la demagogia, la irracionalidad oel clientelismo.

    En todo caso, el hecho de que la movilizacin populista sigue exis-tiendo en todas las regiones del mundo, y ms especialmente en momentosde crisis, nos muestran que la relacin entre institucionalizacin ydesinstitucionalizacinno es dicotmica sino que son dos momentos en un

    mismo ciclo de la poltica democrtica. Esta relacin entre movilizacin po-pulista y democracia se muestra plenamente en que el populismo tiende aaparecer con fuerza en aquellos momentos en que, por alguna razn, el or-den institucional democrtico establecido de una comunidad poltica pare-ce no estar funcionando de manera adecuada, o por as decirlo, parece estarbloqueado el camino hacia el esperado cumplimiento de la promesa demo-crtica. La resiliencia del populismo, que naci junto a la democracia hace2.500 aos y permanece como una sombra o una imagen en espejo an en

    las democracias ms establecidas y antiguas, deben alertarnos acerca de lanecesidad de su estudio.

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    IV. El populismo no es un mero epifenmeno de lo social

    Otro elemento que ayuda a comprender la dificultad que la ciencia

    poltica ha tenido para estudiar al populismo tiene que ver con que el mismoes un objeto de estudio que histricamente ha sido disputado entre la cien-cia poltica y la sociologa. De hecho, a menudo los estudios sobre populismose engloban bajo el rtulo de sociologa poltica y se consideran un sub-campo de la sociologa: aquel preocupado por la relacin entre clases socia-les, movimientos sociales y transformacin poltica (Della Porta y Diani 1999,Goodwin et al. 2001, Tilly y Wood 2013, Tilly 2003, Tilly y Tarrow 2007).

    El hecho que el populismo pueda ser reclamado por la sociologa al

    mismo tiempo que por la ciencia poltica nace de que el mismo est irreme-diablemente conectado con la existencia de clases sociales y de desigualdadsocial; podra decirse, inclusive, que la movilizacin populista es la expresinde la pluralidad social y de la imposibilidad de reducir completamente esapluralidad a la lgica institucional. Es decir, hay un campo donde la sociolo-ga poltica y la ciencia poltica se superponen.

    El problema, sin embargo, surge de la incomodidad de la cienciapoltica para hablar en trminos de actores polticos colectivos. La ciencia

    poltica actual est en muchos sentidos comprometida con la utilizacin delindividualismo metodolgico como metfora principal sobre la cual enten-der la sociedad: es decir, sostener que la comunidad poltica es un conjuntode individuos y que estos son bsicamente mnadas unas iguales a las otras,dominadas por un conjunto limitado de disposiciones o pasiones comunes.Pero el individualismo metodolgico no debe hacer nunca olvidar que lasociedad tiene una dimensin que es inextricablemente colectiva, en tanto lamisma est constituida por grupos econmicos, polticos y de estatus con

    diferentes intereses, valores y visiones de mundo que preexisten al individuoy en gran sentido lo constituyen. El individuo siempre est ya constituido,es un producto de su ciudad y su vida slo puede ser completa en tanto y encuanto sea vivida en la pluralidad humana. Por lo tanto, la condicin huma-na es la pluralidad: de gneros, de talentos, de disposiciones, de capacida-des7. No se trata de que no exista la accin racional individual, sino que la

    7 Es ms, siguiendo a Amartya Sen (1999) podemos afirmar que poner en acto esa

    individualidad es la fundamentacin de la buena vida aristotlica (Nussbaum 2011,Tchir 2011).

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    misma se da dentro de marcos de sentido que son previos a ella misma y que,por otra parte, la accin colectiva es ms que la suma de las acciones indivi-duales.

    Asimismo, la caracterstica ontolgica de la pluralidad se ve reforzadaen las sociedades post-industriales. Por una parte, tal como lo discuten entreotros Karl Polanyi (2005), Robert Castel (1997) y Pierre Rosanvallon (1995),las condiciones de la economa capitalista generan, antes que el avance pro-gresivo hacia condiciones de igualdad, la constante creacin de desigualda-des. Sin embargo, cuando hablamos de la creacin de pluralidad hay quesealar que la desigualdad econmica no es el nico motor: ya la literaturasobre los nuevos movimientos sociales alerta que las identidades de clase

    conviven e interactan con la politizacin de otras identidades y demandas:tnicas, de gnero, medioambientales, etc. (Hannigan 1985, Touraine 1988,DAnieri, Ernst y Kier 1990, Laraa, Johnston y Gusfield 1994). No setrata de que la clase entendida al viejo estilo haya desaparecido de nuestrassociedades sino de que la identidad de clase convive con otros mltiplesclivajes identitarios.

    Entonces, si la creacin social de pluralidad y de nuevas demandas esuna constante dinmica de la vida social pero la arquitectura poltica

    institucional es siempre parcialmente esttica, se sigue que existe en esa di-vergencia una fuente perpetua de desequilibrio y demanda. La movilizacinpopulista es una de las maneras principales en que se expresa polticamenteese desequilibrio: representa, por as decirlo, una categora mediadora entrelo puramente social y lo propiamente poltico. De all que el estatus delestudio de este objeto se encuentre entre la ciencia poltica y la sociologa.

    En condiciones de alta pluralidad y movilidad social (ascendente ydescendente) una estrategia populista es decir, una estrategia que enfatice

    la lealtad hacia el lder ms que hacia una plataforma abstracta, que utilice lamovilizacin y que sea lo ms inclusiva posible en trminos de clivajes socia-les puede tener ms xito electoral que una estrategia de tipo programticao que se base en clivajes sociales rgidos, ya sean de clase o tnicos. Es ms,como argumenta Ral Madrid (2008) en su estudio sobre la prevalencia delos partidos etnopopulistas en Latinoamrica: es justamente en condicionesen donde la pluralidad social se manifiesta en mltiples identidades que a suvez se mestizan entre s donde los liderazgos populistas estn en mejores

    condiciones de medrar. En condiciones de pluralidad social y alta hibrida-cin y fluctuacin identitaria, una apelacin de tipo populista (inclusiva,

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    vaga, antagonstica, no programtica) es ms efectiva que una inclusin rgi-damente programtica8.

    Una de las razones por las cuales la ciencia poltica prefiere dejarle el

    estudio del populismo a la sociologa poltica, entonces, es el hecho de que elpopulismo est contaminado de lo social. Sin embargo, la idea de quepuede aislarse una esfera de lo poltico que no est conectada de algunamanera fundamental con lo social no deja de ser una ficcin. La tercaresiliencia de la movilizacin populista es testamento de que lo social creapoltica y de que la poltica altera lo social: estudiar el populismo es justa-mente una manera (no la nica, ciertamente) de indagar acerca de los modosen que lo social y lo poltico se entremezclan y co-determinan.

    La nica forma de imaginar un mundo en el cual la democracia libe-ral no deba convivir con peridicas pero constantes pulsaciones populistassera poder sostener que las actuales condiciones de globalizacin capitalistasignada por aumento de la financiarizacin de la economa, la movilidaddel capital y el aumento de la desigualdad no se tradujeran en cambiosabruptos de la estructura social y no generaran procesos de desafiliacinsocial, movilidad social ascendente y descendente y desacoples bruscos en larepresentacin poltica. Por supuesto, esto no es as.

    Es ms, afirmamos que el avance de la democracia en el mundo nodisminuir el populismo, sino al contrario. Es posible postular que la con-fluencia de un avance del apetito democrtico en el mundo con condicionessocio-econmicas inestables maximizar la aparicin de movimientos populis-tas, toda vez que la democracia multiplica las demandas sociales y les agregalegitimidad mientras que la inestabilidad social y econmica vuelve ms difcilsu resolucin. Vale decir: una de las razones por las cules resulta imposiblepensar en la desaparicin a corto plazo de los movimientos populistas es que en

    las sociedades contemporneas las clases sociales (entendidas de cualquier ma-nera que uno elija) no slo no se reducen o se simplifican sino que se multipli-can y entrecruzan. Y, como demuestra Madrid (2008), la apelacin a unaidentidad populista que enfatice la inclusin de estas mltiples identidadessociales en un apelacin suficientemente vaga y abarcativa (o sea, lo contrario ala idea politolgica de clivaje) es una estrategia electoral muy efectiva. Si a lo

    8 Asimismo, Kitschelt et al. (2010) notan que en Latinoamrica los partidos polticos quegobiernan o han gobernado tienden a tener ideologas mucho ms laxas, vagas y

    abarcativas que los partidos polticos lejos del gobierno, que tienden a ser msprogramticos.

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    anterior le sumamos la disminucin de la capacidad de los partidos polticosde actuar como los nicos mecanismos de configuracin de la representacinpoltica y la mayor centralidad de las tecnologas de la informacin y de las

    nuevas comunicaciones veremos que las condiciones para erupciones populis-tas no disminuyen sino que aumentan (Weyland 2001).

    De hecho, desde el ao 2000 hasta aqu hemos visto un aumento yno una disminucin de la aparicin de lderes y movimientos populistas enel mundo. Este hecho es evidente en Latinoamrica, donde justamente estaconvergencia entre las crisis econmicas asociadas al fin de la era de expan-sin del neoliberalismo en la regin y la expansin de la democracia en laregin luego de casi 30 aos de indita estabilidad democrtica resultaron

    en una multiplicacin de movimientos populistas de izquierda que llegaronal gobierno por va electoral en Venezuela (Hugo Chvez en 1998), Argenti-na (Nstor Kirchner en 2003), Bolivia (Evo Morales en 2005), Ecuador(Rafael Correa en 2006) y Paraguay (Fernando Lugo en 2008) (De la Torre2003, 2010, Panizza 2005, 2009, Savarino 2006, De la Torre y Peruzzotti2008, Cameron 2009, Weyland et al. 2010, Levitsky y Roberts 2011)9.

    Sin embargo, la aparicin de liderazgos populistas en momentos deincertidumbre no es privativa de Sudamrica. La crisis financiera que se des-

    encaden en Estados Unidos y Europa tambin dio paso a la aparicin deliderazgos populistas, aunque en este caso del signo ideolgico opuesto. EnEstados Unidos la campaa de Barack Obama en 2008 tuvo elementos po-pulistas, aunque no as su poltica de gobierno; asimismo, el hecho msrelevante en el partido republicano norteamericano ha sido la aparicin deun movimiento populista de derecha: el Tea Party (Berlet 2011, Nicholsony Segura 2012, Skocpol y Williamson 2012). Asimismo, vemos el ascensode lderes populistas en Europa, ya sea Alexis Tsipras en Grecia (de izquier-

    9 Hay que sealar adems el hecho de que en Chile, considerado por la mayora de losanalistas el pas con el sistema poltico ms institucional del subcontinente, vivi unproceso de fuerte movilizacin contra la desigualdad educativa y la desigualdad econ-mica; las ltimas medidas anunciadas por la presidenta recientemente electa MichelleBachelet que incluyen proyectos de eliminar el sistema electoral binominal, aumentarlos impuestos para el 1 por ciento superior y aumentar los controles estatales en laeducacin privada con fines de lucro ha sido recibido con acusaciones de populismoy chavismo por miembros de la oposicin chilena, editorialistas del Wall Street Journal

    y el embajador de Estados Unidos, entre otros, como pudo leerse en la prensa escrita enestas semanas.

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    da), la Liga Norte en Italia o, en el caso ms resonante, la sbita importanciade Marine Le-Pen en Francia (Skolkay 2000, Hainsworth 2004, Stavrakakis2005, McDonnell 2006, Williams 2011, Mayer 2013).

    En el punto anterior decamos que la resiliencia populista volva a estefenmeno un objeto de estudio vlido; si a esto le sumamos que las condicio-nes econmicas y sociales de este momento histrico particular parecen con-figurarse de tal manera que conllevan a la generacin de momentos de crisise inestabilidad en los cuales las apelaciones populistas se vuelven (an) msatractivos, debera ser una indicacin de que el estudio de las movilizacionespopulistas tiene cierta urgencia.

    V. El populismo no es un atavismo condenadoa desaparecer por la modernizacin

    La ciencia poltica del siglo XX se aproxim muchas veces al populismotomndolo como un fenmeno transicional, es decir, como una manifesta-cin poltica propia de la transicin de la premodernidad a la modernidad.Esta fue la interpretacin hegemnica de los populismos que florecieron en

    el mundo en las dcadas del treinta y el cuarenta. En su anlisis seminalPolitical Man, Seymour Martin Lipset explicaba el populismo de esta forma:en sociedades semiperifricas de Latinoamrica y Asia, el ingreso tardo perorpido a la modernidad industrial causaba masivas migraciones de poblacio-nes rurales hacia la periferia de las grandes ciudades, en donde se encontra-ban las nuevas industrias. Estos migrantes resultaban entonces desclasados,sbitamente separados de las estructuras tradicionales y pre-modernas desus comunidades de origen; as, se transformaban en una masa disponible

    que poda ser rpidamente movilizada por un lder carismtico e inescrupuloso(Lipset 1960, Germani 1969).Esta secuencia entre modernidad tarda-industrializacin rpida-

    desafiliacin rural y urbanizacin-masa disponible-movilizacin populistase convirti as en la explicacin cannica del origen de los regmenes popu-listas de entreguerras. Dada la abundancia de experiencias populistas en laregin, no es una sorpresa que la mayora de los textos fundantes sobre elpopulismo latinoamericano consideraran, en palabras de Cardoso y Faletto,

    al populismo como algo propio del perodo de la transicin (Cardoso yFaletto 1979: 42) (Germani 1969, Di Tella 1984, Landau 1984, Podeh y

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    Winckler 2004, Sosa de Len 2004, Trsan 2004, Nadolski 2008). Laesperanza, sin embargo, es que el mismo avance inxorable de la moderniza-cin volvera al populismo irrelevante. Este espritu est condensado inmejo-

    rablemente en este prrafo Jrgen Habermas:

    a robust civil society (...) can blossom only in an already rationalizedlife world (...) otherwise,populist movementsarise that blindly defendthe frozen tradition of a life world endangered by capitalistmodernization (Habermas 1999: 370)10.

    Resulta adecuado, ya que hemos trado a Habermas, relacionar la

    idea de que el pasaje de la premodernidad a la modernidad se asocia con elpasaje de la autoridad populista a la autoridad legal-racional con el autor deestas categoras, Max Weber. Para decirlo sintticamente, el despliegesecuencial de la relacin entre populismo y autoridad legal racional es elresultado de una incorrecta historizacin y teleologizacin de la relacin queplantea Weber entre carisma y racionalidad. Max Weber (1958) describe lasformas de autoridad poltica (tradicional, legal y carismtica) como tiposideales, es decir, estilizaciones de fenmenos que nunca replican completa-

    mente las complejidades de la historia. Weber no plantea que estos tiposdescriban momentos de un proceso evolutivo y teleolgico, sino que sonposibilidades siempre presentes, en todo momento histrico. No existenelementos en Weber para argumentar que los tres tipos de autoridad nocoexisten en las sociedades modernas.

    De hecho, Weber argumenta que un tipo de autoridad carismtica esuna creacin particular de la sociedad capitalista de masas:

    These modern forms are the children of democracy, of massfranchise, of the necessity to woo and organize the masses, and developthe utmost unity of direction and the strictest discipline. Professionalpoliticians outside the parliaments take the organization in their hands(...) They expect that the demagogic effect of the leaders personalityduring the election fight of the party will increase votes and mandatesand thereby power and, thereby, as far as possible, will extendopportunities to their followers to find the compensation for which

    10 nfasis de la autora.

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    they hope. Ideally, one of their mainsprings is the satisfaction of workingwith loyal personal devotion for a man, and not merely for an abstract

    program of a party consisting in mediocrities. In this respect, the charismatic

    elements of all leadership are present in the party system(Weber 1958:103)11.

    En sntesis: para Weber la relacin entre la autoridad poltica legal-racional y la populista no es una relacin de linealidad histrica, sino unarelacin dialctica y cclica. El insightclave weberiano es que la propia mul-tiplicacin de normas y reglas genera en la poblacin la sensacin de que elpueblo ya no ejerce la soberana o de que el verdadero poder se ha vuelto

    invisible, como dice Margaret Canovan (2005). En esta invisibilidad de laracionalidad burocrtica aparece, para Weber, la apertura a la promesa de unliderazgo carismtico de re-encantar la poltica12.

    Este argumento terico se complementa con la evidencia emprica deque, antes que resultar un atavismo que se desecha de una vez y para siempreuna vez que un pas ha racionalizado su mundo de la vida como resultadode la modernizacin capitalista, contina siendo un fenmeno poltico po-deroso tambin en los pases con democracias establecidas. En los ltimos

    cincuenta aos encontramos la aparicin de liderazgos populistas de derechacomo el de Jorg Haider en Austria, la Liga Norte en Italia, el populismo dederecha de George Wallace en la dcada del sesenta o el ms reciente TeaParty en Estados Unidos13. De hecho, Swank y Betz (2003) argumentanque las condiciones socioeconmicas actuales, sobre todo las relacionadascon el impacto de la globalizacin econmica y financiera hacen an msprobable la emergencia de movimientos populistas en los pases centrales(Diani 1996, Mazzoleni, Stewart, y Horsfield 2003, Mouffe 2005b, Rydgren

    2005, 2005b, Lee 2006, Oesch 2008, Williamson y Skocpol 2012).

    11 nfasis de la autora.12 Sin embargo, para Weber el momento carismtico no es sostenible en el tiempo ms all

    de lo que dure la co-presencia entre lder y pueblo; por lo tanto, la situacin carismticaoriginal deber dar paso a nuevas instituciones, que podrn emerger una vez que elestado extraordinario de devocin y fervor haya disminuido.

    13 El Tea Party parece ser un caso excepcional de un movimiento populista en busca delder. Sin embargo, como mencionan Skocpol y Williamson (2012), el liderazgo del

    Tea Party est en manos de figuras de la prensa-espectculo de Fox News, como RushLimbaugh y Bill ORelly, ms que en los partidos.

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    Es decir, debemos concluir aceptando el argumento weberiano que laautoridad carismtica en la poltica moderna no es excluyente de la autori-dad legal-racional, sino que es, en ms de un sentido, conjurada por sta

    misma ya que la racionalidad formal de las reglas (que nunca puede sercompletamente estipulada o definida) conjura inevitablemente como su su-plemento la no-racionalidad de la decisin y el poder (Dallmayr 1994:38). Sin ir ms lejos, Guillermo ODonnell sealaba lo mismo:

    Institutions induce patterns of representation. For the same reasonsnoted, institutions favor the transformation of the many potential voices oftheir constituencies into a few that claim to speak as representatives of the

    former(...) Insofar as this capability is demonstrated and the givenrules of the game are respected, institutions and the various interactingrepresentatives develop an interest in their mutual persistence asinteracting agents (...) This is the point when it may be said that aninstitution (which probably has already become a formal organization)is strong: it is at equilibrium, and it is in none of the agents interestto change it except in incremental and basically consensual ways(ODonnell 1993: 6).

    Es decir, las reglas y procedimientos impersonales no eliminan el po-der, antes bien, crean sus formas especficas de poder e irracionalidad, locual, a su vez, crea un apetito por la autoridad carismtica que parece traspa-sar esas reglas. Si sumamos la creciente tecnificacin de la vida actual con losmomentos de crisis econmica o de rpido cambio social (factores que noson disminuidos por la globalizacin, sino ms bien al contrario) la deman-da de populismo contina y continuar apareciendo como un elemento

    poltico a tener en cuenta.

    VI. La comprensin del fenmeno populistaes necesaria en la democracia global

    Entonces, y a manera de sntesis de lo discutido hasta ahora, afirma-mos que estudiar al populismo es una tarea que la ciencia poltica debe

    asumir, ya que comprender el fenmeno populista tiene implicancias tantopara la teora democrtica como, ms importante an, la prctica poltica

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    democrtica. Si, como argumentamos hasta ahora, el populismo es un fen-meno inherente a la poltica democrtica que no desaparecer solamente porel paso del tiempo y la modernizacin, entonces se sigue que las democracias

    institucionales deben encontrar maneras de acomodar y al mismo tiempomorigerar los peridicos estallidos populistas. A nuestro modo de ver el en-foque de la ciencia poltica debe tener menos que ver con encontrar manerasde erradicar de una vez y para siempre la amenaza populista de una idlicademocracia basada puramente en reglas que aceptar la inevitabilidad delpopulismo (y, por qu no, sus potencialidades transformadoras); para esto,es necesario teorizar acerca de las posibles formas de rutinizacin einstitucionalizacin democrticas.O, como dice Kurt Weyland,

    Yet to stabilize their rule many populist leaders eventually seek toroutinize their charisma and solidify their mass following byintroducing elements of party organization or clientelism. Therelationship remains populist as long as the party has low levels ofinstitutionalization and leaves the leader wide latitude in shapingand dominating its organization and as long as clientelistic patronageserves the leader in demonstrating personal concern for the followers

    and a supernatural capacity for problem solving. But where partyorganization congeals and constrains the leaders latitude, turninghim into a party functionary, or where proliferating clientelismtransforms the relationship of leader and follower into a purelypragmatic exchange, political rule based on command over largenumber of followers eventually loses its populist character()Populistleadership therefore tends to be transitory. It either fails, or, if successful,transcends itself(Weyland 2001: 14)14.

    Este ltimo punto (el que toda movilizacin populista deba o bieninstitucionalizarse o bien esfumarse) ya era bien conocido por Aristteles yMaquiavelo, quienes dieron cuenta del carcter inestable y efmero del pue-blo mismo y de la necesidad de transformar la energa populista en institu-ciones, tales como las leyes y la religin cvica. Lo mismo hizo Weber alsealar la rutinizacin del carisma como la nica salida a la desaparicinfsica del lder. En este sentido, ms que pensar formas de eliminar totalmen-

    14 nfasis de la autora.

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    te la posibilidad misma de la activacin popular que realiza el populismo (locual es al mismo tiempo imposible e indeseable) es el momento institucional(Yabrowski 2013) del populismo el que se revela como fundamental.

    De hecho, existen varios ejemplos de fuertes movimientos populistasque, aunque fueron disruptivos en su momento, han completado la transi-cin hacia partidos polticos normales como el APRA en Per o el peronismoen la Argentina (Mustapic 2002, De la Torre 2003) o, ms recientemente, elMAS boliviano (Mayorga 2006, 2007, 2008, Stefanoni 2007, Quiroga yBarros 2012). Es este trnsito del momento rupturista al momentoinstitucionalista el que, creemos, hay que analizar con cuidado.

    Para empezar, hay que sealar que un factor positivo para la transfor-

    macin de los movimientos populistas en partidos es que las dems fuerzaspolticas acepten su legitimidad poltica y decidan competir con ellas entrminos electorales. Esto resulta algo evidente, pero hay que sealar queuna de las dificultades ms importantes es que los partidos institucionalistastienden a condenar al populismo en trminos morales y a negar su legitimi-dad poltica sin ms (Smilde 2004, Mouffe 2005a, 2005b). Una manera dealentar a los movimientos populistas a transformarse en partidos es mante-ner los criterios para participar en elecciones lo ms inclusivos y flexibles

    posible. As, resulta a menudo el caso que los movimientos populistas reve-lan que no slo pueden ganar sino tambin perder elecciones libres y com-petitivas15. Dado que adems la participacin electoral tiende a moderar lasprcticas poltico-partidarias y a acercar a los partidos al centro, este es el pri-mer y principal mecanismo de institucionalizacin democrtica populista.

    Adems de la competencia electoral, es importante la participacinlegislativa. A menudo, cuando el movimiento populista se ve forzado oincentivado a participar en la dinmica legislativa necesaria para aprobar las

    leyes, sus representantes deben moderar sus discursos (es efectivo, en estecaso, que los partidos populistas no tengan mayoras propias en el parlamen-to; para esto se vuelve an ms necesaria la competencia electoral robusta)16.

    Otro incentivo a la institucionalizacin es el pluralismo social y ladensidad de la sociedad civil. La densidad social y organizacional de una

    15 Como fuera el caso del peronismo cuando perdi concluyentemente la eleccin deretorno a la democracia en 1983 (Sidicaro 2010, Torre 2012).

    16 Esta aparente disyuncin entre un discurso radical y una forma de gobierno mucho

    ms moderada es identificada por Fernando Mayorga como una de las caractersticasfundamentales del gobierno de Evo Morales (Mayorga 2008).

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    comunidad poltica es una condicin crucial para impedir el deslizamientoautoritario de los populismos: mientras ms mediaciones organizacionalesexistan entre el/la lder y el pueblo ms limitada estar su voluntad perso-

    nal y mayor ser la moderacin. El impacto de las mediaciones organizativassociales sobre el centralismo y personalismo del gobierno populista puedeverse, por ejemplo, en la diferencia entre los gobiernos de Hugo Chvez, EvoMorales y Nstor y Cristina Kirchner. Evo Morales lleg al poder como lderde una red de movimientos sociales y sindicatos con profundo enraizamientosocial; asimismo, los Kirchner llegaron al poder como parte de la complejaestructura organizacional del peronismo, en la cual se integran sindicatos,movimientos de desocupados y redes territoriales. Ni Evo Morales ni los

    Kirchner tuvieron ni tienen la posibilidad de actuar sin tener que rendirlecuentas a miembros de su propia coalicin, como s poda hacerlo HugoChvez. Sin embargo, para que esta densidad social se mantenga es necesariauna alta tolerancia a formas antagonistas y movilizadoras de accin poltica,aun cuando stas escapen a los buenos modales a veces requeridos en lademocracia liberal (Chatterjee 2006, Korzeniewicz y Casullo 2009).

    Es importante recordar, sin embargo, que no existe una nica trayec-toria obligatoria para la institucionalizacin de los movimientos populistas

    ni un solo camino predeterminado para la institucionalizacin del carisma.El resultado final depender de mltiples variables que tienen que ver con lapersonalidad del lder, la situacin econmica, la naturaleza de la coalicin,el clima internacional, por cmo los sectores opositores se ubiquen frente alas demandas herticas del movimiento populista, y muchos ms17. Estaindeterminacin del resultado final de los procesos de institucionalizacinpopulista, sin embargo, deben ser un llamado a la poltica democrtica antesque un llamado a su supresin por cualquier medio.

    Esperamos haber dado cuenta de las razones por las cuales el populismoes un fenmeno que puede y debe ser estudiado por la ciencia poltica con larigurosidad que se merece. Para finalizar, querramos solamente sealar lasdirecciones que, a nuestro juicio, son las lneas de investigacin ms apre-miantes en este sub-campo.

    17 Sin ir ms lejos, pensemos la diferencia entre el hecho que Juan Domingo Pern no

    muriera durante el golpe de Estado que lo sac del gobierno y el impacto que tuvo lamuerte de Hugo Chvez en las posibilidades de institucionalizacin del chavismo.

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    identidad en un plano jugando contra alguno de los otros dos. Esta ltimasera la estrategia ms proclive a culminar en un discurso de tipo populista.Existen numerosos ejemplos de esta estrategia populista, ya sea la campaa

    electoral de George Wallace, los partidos separatistas de la Italia del Norte, oel Movimiento Popular Neuquino en Argentina (Gadano 2011). La amplia-cin del uso de los conceptos de populismo, identidad poltica y discursopopulista a los procesos subnacionales podra, por una parte, ayudar a acla-rar fenmenos empricos, y por la otra, resultar en una expansin sustantivade la teora.

    c. El clivaje populismo/programa

    Otra dimensin en que es necesario avanzar relaciones entre polticaprogramtica y populismo, no ya como polos opuestos en un continuumcategorial para clasificar regmenes totales, sino como dos estrategias en com-petencia perpetua dentro de los sistemas de partidos establecidos. Tal comomenciona Carlos De la Torre (2003), el populismo no es la negacin de lademocracia de partidos sino que en muchos sistemas de partidos la estrate-

    gia populista constituye una potencialidad siempre a la mano de ser actuali-zada por un candidato con deseos de victoria. Abundantes ejemplos, que vandel peronismo argentino al Partido Republicano en Estados Unidos, mues-tran que cuando un movimiento populista llega al poder no necesariamentehemos de encontrar grandes cambios a nivel del rgimen. Antes bien, comoseala Herbert Kitschelt (2000: 1),

    (R)esearch on democratic party competition in the formal spatial

    tradition (...) assumes that linkages of accountability and responsivenessbetween voters and political elites work through politiciansprogrammatic appeals and policy achievements. This ignores, however,alternative voter-elite linkages through the personal charisma ofpolitical leaders and, more important, selective material incentives innetworks of direct exchange (clientelism).

    Kitschelt plantea la necesidad de explorar theories of linkage choice,

    es decir, bajo qu condiciones dirigentes polticos optan por una u otra estra-tegia. La dimensin populismo/programa en tantoformapuede as ser pro-

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    vechosamente combinada con la dimensin ideolgico-programtica enten-dida en tanto contenido. Modificando ligeramente a Ostiguy (2005), podre-mos analizar a partidos o apelaciones polticas en tanto sean de izquierda

    populista o izquierda tecnocrtica y derecha populista o derechatecnocrtica (Casullo 2012). Esta posibilidad puede ser especialmente pro-ductiva en Amrica Latina, donde existen pases en donde o bien es claro quehay izquierda y derecha populista y no populista (como Argentina), o bienlas diferencias entre partidos parecieran ser ms de forma poltica que decontenido ideolgico (el PSDV y el PT en Brasil, por caso).

    VI. Coda

    La ciencia poltica de la regin se encuentra entonces con un dobledesafo: debe intentar comprender esta especial coyuntura, al mismo tiempoque debe crear los mismos conceptos necesarios para esta comprensin. Laciencia poltica actual se enfrenta al desafo, entonces, no ya slo de medir cunautoritario/democrtico es tal o cual rgimen de gobierno, sino antes biencomprender de qu manera especfica se intenta construir institucionalidad

    democrtica en cada pas, y cules son las fortalezas/debilidades de las nuevasinstitucionalidades.El populismo debe ser entendido como el intento de actualizacin

    prudente o no, completa o imperfecta de una promesa que resulta funda-mental a nuestras propias democracias. Despus de todo, el Prembulo de laConstitucin Argentina, documento fundamental de toda institucionalidadrepublicana, comienza Nosotros, los representantes del pueblo de la Na-cin Argentina. Ese nosotros es una promesa, la apuesta de que hay

    algo as como un actor colectivo, que nos incluye y al mismo tiempo tras-ciende a cada uno de los individuos que lo componemos, y que es la garantafundamental de la soberana democrtica. Cada constitucin democrtica,an las ms liberales, estn construidas sobre esta misma ficcin. Es com-prensible y esperable que ese nosotros viva en tensin con las reglas y losprocedimientos que sobre l se construyen, y que, de tanto en tanto, semanifieste polticamente. El desafo que enfrenta a nuestra era no es tantoeliminar o acallar esa tensin sino, en todo caso, canalizar su promesa en el

    ciclo continuo, interminable, impredecible de la poltica democrtica.

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    TABLA 1Resultados en Google Scholar

    Fuente: bsqueda realizada en Google Scholar, 18 de febrero de 2014.

    TABLA 2

    Resultados en herramienta de bsqueda del repositorio bibliogrfico Jstor

    Fuente: bsqueda realizada en base de datos de artculos publicados en Journals Jstor el 1de abril de 2014.

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    Resumen

    Este artculo tiene como objetivo determi-

    nar si existe algo as como el populismo y sies posible delimitar los lmites categorialesde este fenmeno con algn grado acepta-ble de precisin de tal manera de constituir-lo como objeto de estudio vlido para laciencia poltica actual. (La relativamarginalidad del populismo en los estudiosde la ciencia poltica es llamativa dado que el

    populismo es tan antiguo como el pensa-

    miento poltico mismo). Este artculo argu-menta que el populismo es un fenmenopoltico con estatus propio y que no es unconcepto hbrido o residual ni un atavismohistrico; realiza un intento de sistematiza-cin del campo y por ltimo presenta algu-nas lneas de investigacin futura necesa-rias.

    Palabras clave

    populismo - modernizacin - Latinoamerica - globalizacin - neopopulismo

    Abstract

    The aim of this article is to determine whetherthere is such as a thing as populism and ifproper conceptual boundaries can be drawnfor it with an acceptable degree of precision,so as to transform it into a suitable object ofstudy for contemporary political science.(The relative marginality of populism studiesin the field of political science is remarkable

    given the antiquity of the thing, which is asold as politics itself). The article argues thatpopulism is a legitimate politicalphenomenon and that it is not a hybridconcept nor an historical atavism; lastly, thepiece attempts to organize the field ofpopulism studies and to identify some linesfor future research.

    Key words

    populism - modernization - Latin America - globalization - neopopulism

    En el nombre del pueblo? Por qu estudiar al populismo hoy