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El capitalismo y el arte
de masas (y 11)por Adolfo Sánchez Vázquez
ada semana, cerca de milmillones de personas consumen, en los países capitalistas. los productos arttsn
...~ cos o seudoartíslicos queles brindan las salas cinematográficas,los receptores de radio o las pantallasde los aparatos de televisión. Las cifras son, en verdad, impresionantes:decenas o centenares de miles de espectadores -v. a veces, millones- parauna sola película en miles de salas deexhibición distribuidas en gran númerode paises y continentes diversos; millones de radioyentes de un solo proqrama de una sola emisora que, en ocasiones, se encadena con gran cantidadde ellas para encadenar así las dócilese indefensas mentes de sus huecosconsumidores; programas de televisiónque hoy, merced a los video-tapes, cruzan las fronte ras y extienden así. más ymás, el c írculo de su influencia. Puesbien, esta enorme potencia de comunlcación. puesta al servicio de la difusiónde productos artísticos o seudoartistrcos, ¿a quién beneficia o perjudica?,¿quién o quiénes tienen que perder oganar con ella?, ¿qué es, en definitiva,lo que se hu nde o se levanta en elhombre cuando esos poderosos y eficaces medios se ponen al servicio node un arte verdadero sino de un arte demasas?
Quien pierde, ante todo, es el propiohombre-masa, cosificado, Que absorbesus productos, ya que su goce o consumo de ellos aunque se presenten, muchas veces, como una distracción o divers ión inocentes, no hace más queafirmarle en su oquedad esp iritual, ensu estado miserable de objeto, medio utcmbre-cosa.
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En este sentido, el arte de masas,incluso cuando se presenta en la formamás banal y, en apariencia más intrascendente, o cuando roza fugazmentelos problemas humanos más profundospara quedarse, al fin, en su epidermis,después de velar las contradicciones vivas y reales, este seudoarte cumpleuna función ideológica bien definida:mantener al hombre-masa en su cond ición de tal, hacer que se sienta en estamaeicidad como en su propio elementoy, en consecuencia . cerrar las ventanasque pudieran permit irle vislumbrar unmundo verdaderamen te humano, y, conello, la posibilidad de cobrar concienciade su enajenación, así como de las víaspara cancelarla .
Pero no sólo pierde el hombre-masacon todo lo que ello significa: es unapérd ida para todos los hombres o, másexactamente, para los hombres verdaderos que aspiran hoy, con su luchaconsciente y real , a instaurar un ordensocial verdaderamente humano. Pierde, a su vez, el arte auténtico, el artecomo expresión de lo específicamentehumano, de la naturaleza creadora delhombre, y pierde en cuanto que el goceo consumo de masas ciega las vías para una apropiación verdaderamente estética y, por tanto, humana. Entre el arte verdadero y el hombre -masa seestablece, en efecto, un diálogo de sordos porque este último no puede entraren la relación propia, exigida por el objeto artístico y, consecuentemente, nopuede apreciarlo. Esta sordera o ceguera con respecto a la verdadera creación artística es un hecho comúnmenteadmitido -aunque insuficientemente expücaoo-: las estadísticas, en este terreno, son tremendamente reveladoras.
Lo menos que podemos decir. sobre labase de ellas, es que no hay unaconcordancia entre calidad y popularidad. El público, en general, en las condiciones propias del consumo de masas , prefiere casi siempre los productosmás deleznables, desde el pu nto devista estético, a los que ofrecen valoresestéticos más altos. ' Esto no significa ,en modo alguno, que no reconozcamosla existencia de un sector que rechazaesos productos y busca otros más elevados, como no dejamos de reconocertampoco la labor positiva de los cineclubs, de ciertas editoriales o estaciones de radio y televisión, de determinadas insti tuc iones cul tu ra les ouniversitarias que tienden, sobre todo, asatisfacer las necesidades estéticasverdaderas. Pero la realidad es que,pese a los esfuerzos de estas instituciones y pese, a su vez, a los nobles deseos de un sector más exigente, el público otorga su preferencia a lossubproductos artísticos o a obras debaja o dudosa calidad estética .
No se trata de algo casual, sino deun hecho que se da necesariamente,pues, como ya señalamos con anterioridad, el gusto y el criterio estético delconsumi dor se halla confo rmado oadaptado para apreciar determinadosproductos y descartar otros, justamenteaquéllos que tienen más alto valor estético, o los que ofrecen un contenido ideológico que entra en oposición con elpobre y mezquino molde en que ha sidoencerrada su mente. Así , se apreciauna obra convencional , con personajesde cartón, con falsas soluciones y unsentimentalismo barato, en tan to Queen nombre de la diversión o el entretenimiento puros, se rechaza todo hurgar
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Profundo en los problemas fundamentales del hombre concreto y real. El hombre abstracto, deshuesado que consume estos productos artísticos los midecon la vara de su propia existencia abstracta y deshuesada, una existencia enla que no cabe ya una relación propiamente estética, pues ésta sólo puededarse allf donde el hombre se manifiesta con todas sus fuerzas esenciales, y
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es afectado en todo su ser. En este goce o consumo de masas, la pérdida para el arte no puede ser más dramática:el sujeto no tiene, en real idad, ante síun objeto verdaderamente estético, sinoesos productos o seudoproductos artísticos que el llamado arte de masas leofrece: por otra parte, aunque el arteverdadero se ofrezca al sujeto, este será incapaz de reconocerlo por su impo-
sibilidad de establecer una relación propiamente humana -esté uca- con él.
El consumidor no gana con esta forma de consumo artístico ya que no hace más que afirmarle en su existenciahumana abstracta, cosificada, impidiéndole entrar en la relación exigida por elverdadero objeto estético; si, por otrolado. el arte y la sociedad -en cuantoque el arte es un fenómeno social- no
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tienen tampoco nada que ganar con este goce o consumo de masas. ya queestablece una relación inadecuada entre el sujeto y el objeto estético. en virtud de la cual se subvierte el orden devaloración, y el arte verdadero se queda sin el goce o consumo que le corresponde, ¿quién sale ganando entoncescon esta mistificación de las relacionesentre el sujeto y el objeto estético quese pone de mani fiesto. en toda su gravedad, en el consumo de masas?
Si no e s el consumidor ni el artemismo, sólo puede serlo el productor ,no entendido aquí como creador individual del producto artístico, sino comoproductor de un consumo o apropiacióninadecuada del objeto, o sea, como capitalista.
El arte de masas es el que interesa,sobre todo, al capitalista; por principio,nadie puede estar más interesado queél en su goce o consumo masivo. Yello por dos razones esenciales: una,económica y, otra, ideológica,
Desde un punto de vista económico,sólo el consumo de masas de un producto artístico asegura los más altos beneficios. Ello implica que el arte de masas es, ante todo. una industria y que,en consecuencia. su goce o consumose ve . ente todo . por sus re sultadoseconómicos. En el cine, el consumo esdirigido u organizado con el fin de asegurar el mayor número de espectadores, es decir, los más altos beneficios.y a este mismo fin se atiene el productor en las demás manifestaciones del arte de masas. Pero. como ya señalamosanteriormente, ello sólo puede lograrsemediante una nivelación tanto del objetocomo del sujeto, es decir. tanto de ciertas particularidades de los dife rentesproductos artísticos como de los gustos.deseos y necesidades del consumidor.Es forzosa una estandarización tantodel objeto como del sujeto, pues sin ellael consumo de masas no podría darseni aportar. por tanto, grandes beneficios.En efecto, si la diversidad cualitativa delos productos se encontrara con un consumidor unilateral. incapaz de absorberesa diversidad y riquezas de la producción, el consumo tendría un carácter limitado; desde el punto de vista de surendimiento económico, esa limitaciónentraría en contradicción con los intereses del capitalista que sólo puede am-
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puar la producción y, en consecuencia,su fuente de beneficios en la medida enque amplía el número de consumidores.Si, por el contrario, la producción art ística tuviera un carácter unilateral, nivelado , uniforme y se encontrara con un público que reclamase una diversidad demanifestaciones artisncas para satisfacer su propia diversidad y riqueza espiritual, el carácter uniforme y limitado de laproducción significaría un freno para elconsumo mismo, ya que esta última nopodría atender los múltiples y diversosdeseos de los consumidores. Cabe unatercera posibilidad: una producción artística rica y diversa para un público rico ydiverso a la vez. Ahora bien, desde elpunto de vista de la producti vidad ensentido capitalista, ninguna de estas posibilidades es aceptable. En los dos primeros casos, el desajuste entre los produetos y el consumidor, se traduce enuna limitación del consumo y, por tanto,de los beneficios: en el tercero, el desajuste desaparece. y el consumo se asegura, incluso en gran escala, pero, al serlog rado sobre la base de una producción diversa y rica en sentido espiritual yde los gustos más variados y diversos,no sería ventajosa económicamente ,aunque sí, y en grado sumo. desde unpunto de vista espiritual y estético. Estetipo de relación entre producción y consumo sólo podrá darse en una sociedadcomunista y particularmente en su fasesuperior, cuando el individuo se desenvuelva en toda su plenitud en el marcodel propio desarrollo social. Este tipo derelación es. seguramente, el que tenía ala v ista Mayakovsky cuando pedía:"'¡MuchoS poetas buenos y diferentes! -
El capitalismo está, pues, interesadoen una nivelación tanto de la producciónartística como de los gustos que determinan su goce o consumo. En primerlugar, por razones económicas ya queeste consumo de masas es el que rindemás altos beneficios: en segundo lugar,desde un punto de vista ideológico, yaque es uno de los medios más electivospara mantener las relaciones enajenantes, cosiñcaooras. caracte rísticas de lasociedad capitalista. En las condicionesactuales de esta sociedad, cuando la tarea de manipular las conciencias en escala masiva se convierte en una necesidad vital para el capitalismo tanto desdeel punto de vista económico como ideo-
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lógico. la producción y el consumo deun arte de masas responden a sus objetivos coslñcadores tan plenamente quepodemos decir que este arte de masases, hoy por hoy, el arte verdaderamentecapitalista . Él es propiamente el antípoda de un arte verdadero y, por su contenido ideológico. o sea, por su afirmaciónde la condición del hombre como cosa,como instrumento, se opone al esfuerzoteórico y práctico que. en nuestro tiempo. se lleva a cabo por oesmlsttñcar ydesenajenar las re laciones humanas.La efectiv idad de ese arte de masas.desde el punto de vista ideológico, sehalla determinada por estas dos razones: en primer lugar, es el que disponefundamentalmente de los medios de difusión en masa y, por tanto, su mensajeideológ ico puede penetrar allí donde notiene acceso al arte verdadero: inclusoel mensaje ideológico, abiertamente alservicio del capitalismo, pero con el revestimiento artístico normal Que puedeofrecer una novela. por ejemplo, jamáspodrá lograr la difusión de un relato radiofónico que, con un tema análogo, exprese el mismo mensaje. Así, pues, para el capital ismo es mucho más efectivoeste arte de masas. con sus productosvulgares y simplistas, Que cualqu ier forma de creación artíst ica que aspire acumplir ciertos objetivos ideológicos sinrenunciar, por otra parte , a determinadas exigencias esté ticas. En segundolugar, su eficacia no estriba exclusivamente en el hecho de qu e el arte demasas monopolice el uso de los grandes med ios de difusión , sino en quesiendo como es el arte que correspondea las necesidades de las masas -es decir, el arte que puede consumir el hombre que ha sido despojado de su riqueza espirüual- . siendo el arte que habla elúnico lenguaje que esos hombres despersonal izados y masificados puedenentender. es. hoy por hoy, el único quepuede aspirar a un consumo masivo.
Los millones y millones de espectadores que ven una pel ícula vulgar, queexcita sus bajas pasiones o contribuyea ampli ar su vacío espi ritual, se en cuentran en ella en su elemento, escuchan en ella su lenguaje -el lenguaje fácilmente comprensible para ellos de unmundo enajenado- y comparten su indi·gencia espiritual y su mistificación delas relaciones y los valores porque ellos
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mismos llevan una existencia espiri tualindigente, hueca y mist if icada. Seríainútil que se les ofreciera otro productoartístico, pues lo rechazarían; seria vano que se les hablara otro lenguaje: nolo entenderían. En el arte de masas,tienen su arte; en su lenguaje, el suyopropio. Por tanto, una vez que en la sociedad capitalista dominan las relaciones enajenadas que el capitalismo estáinteresado en mantener, el arte de masas surge como una de las vías másadecuadas para llegar a la concienciadel hombre cosificado y, a la vez, comoel arte que, con ayuda de los poderososmedios de difusión de nuestra época,es una verdadera industria.
En suma, el arte de masas de nuestro tiempo es el que mejor correspondea los intereses del capitalismo tan lo
desde el punto de vista económico como ideológico.
EL DilEM A <A RTE DEM INDRIAS D A RTE DEMASAS.
En la sociedad capitalista actual -ytanto más cuanto más se extiende enella la acción de la ley de su producciónmaterial hasta adoptar las formas extremas que hallamos en la sociedad norte-americana actual en la que los hombresno sólo pierden su autonomía al producir sino incluso al consumir los productoso, la producción y el consumo deobras artísticas se traducen en un divorcio cada vez más profundo entre elarte y amplios sectores sociales.
El artista que objetiva sus fuerzas
esenciales crea un producto que exige,a su vez, una verdadera apropiación ,una asimilación humana, estética; sinembargo, esa apropiación no se produce en la escala necesaria porque todoun sector social de hombres enajenados, cuyas conciencias están siendomanipuladas por otros y que carecenya, por su condición de hombres-cosa,de esta integridad y riqueza humanassin las cuales no puede haber propiamente goce o consumo artístico, quedan al margen de una verdadera relación estética. En la sociedad capitalistahay millones de hombres con los queun verdadero artista no puede entablarun diálogo. Para millones de hombresse han roto los puentes que debieranponerlos en relación con el arte. Pocosson los que negarán este hecho inne-
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Real Escuela SUperiorde Arte Dramático
Madrid
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-AfM)usc:mo enoonlJ'aOO _ Z;vagou-, de Frandsco NieYa. DilecciOO: FntIICi:Ko VidaI. (19941- "Muestra di! Tu rro Esp,MoI deAutOfltS eo"!empon,,,_ deAlieafIte'.
gable; en cambio, son muchos los queculpan. de un modo simplista, unas veces al artista creador de nuestros días.otras. al público de nuestro tiempo. Enuno y airo caso, no dan en el blanco.La culpa no es del artista que habla unlenguaje verdaderamente humano -elde la creación- ni tampoco del lector oespectador que permanece sordo o ciego, anle su obra, porque sus ojos u oídos ya s610 son aptos para consumir ogozar los productos de un arte de masas. Tampoco hay que buscarla en lapersona concreta o capi talista de carney hueso que le ofrece esos productos.La culpa -más propiamente. la causa hay que buscarla en las relaciones económico-sociales que encama el capitalista y que, al volverse contra el arte,perjudican por igual al creador (el artís-
tal , como al consumidor (el público). Alprimero porque acorta el tono de suvoz, el radio de acción de su palabra y,de este modo, le cierra el camino parallegar a un público cada vez más vasto;al público porque mantiene a muchoshombres en una actitud cosificada, enajenada, que le impide el goce apropiadode un verdadero producto humano como es la obra de arte. Asf, pues, enuna sociedad en la que un amplio sector de -eua obrero y no obrero, comodecía Marx- vive una existencia enajenada, existe por principio un d ivorcioentre el artista y un ampl io sector de lasociedad, un divorcio con el cuál tienenpoco que ganar y si mucho que perder,como lo demuestra la experiencia artrstea de nuestro siglo, tanto el arte comola sociedad.
De este hecho, a saber: del hechode que en la sociedad burguesa -y como manifestación profunda de la hostilidad del capitalismo al arte el artista sedivorcia necesariamente de las masasporque no puede des-cender al nivel deellas ni éstas quieren -ni pueden- elevarse al nivel del arte ; del hecho deque el artista no puede aspirar hoy acompartir su mensaje con los millonesde seres humanos que el capitalismomantiene en su condición de hombrescosa; de este hecho histórico -divorcioreal, efectivo, entre el arte y las masashay quienes deducen que el arte denuestro tiempo ha de se r necesariamente un arte minoritario, para iniciados o escogidos.
Tal es el punto de vista de Ortega yGasset en La deshumanización del
arte, que, después de haber sido expuesto hace unos tre inta años, sig uesiendo muy representativo de este modo de concebir las relaciones en tre elarte y las masas. Las tesis orteguianasson muy conocidas en los pa ises delengua española, pero vale la pena recordarlas. En sustancia, con palabrasdel propio Ortega, pueden formularseasí: " El arte nuevo tiene a la masa encontra suya y la tendrá siempre. Es impopular por esencia : más aún es annpopular. ,.f
Ortega parte, por tanto, no sólo delreconocimiento de que existe un divorcio entre el arte y el púb lico -ta masa-,sino de la afirmación de que este divorcio es insuperable ; al arte nuevo solamente llega a " una minoría especialmente dotada». Como para Ortega elconcepto de masa no tiene un carácterconcreto , tnstónco-soctal. ya Que en élsubsume a toco aquél que no pertenece a la minoría «egregia,., el arte nuevoes por esencia, minoritario, o , como éldice, «un arte de privi legio, de noblezade nervios, de aristocracia instintiva.. ."Se trata de un arte que no es, por principio, para todo el mundo, sino ..paralos que enñenden-. sin que Ortega seproponga siquiera calar en el problemade cómo puede ganarse el acceso aese círculo privilegiado o la posibilidadde pasar de un plano a otro. Sus circulas -minoría .. egregia ,. y masa- son inexorables: .. Esto implica que los unosposeen un órgano de comprensión negado, por tanto , a los otros , que sondos variedades distintas de la especiehumana.,.-
Todo eslo concuerda perfectamentecon la co-ceocóo anstocrañzante de Ortega que divide a los hombres en dos órdenes o rangos -egregios y vulgares-; elarte nuevo sería el propio de los primeros. Lo que asegura la inteligibilidad yadhesión, en un caso, y la incomprensióny repulsa en otro, es su oesreaüzacón oirreahsmo, así como su deshumanizaCión, o rechazo del arte corno expresióno representación de lo humano.
No nos proponemos ahora entrar enuna ca racterización del arte modernoen cuanto tal. Nos limitaremos a reiterar que , a nuestro juicio, el divorcio entre el arte y el público existe, efectivamente , y existe, a su vez, entre otrasrazones porque el artista , en su afán de
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afirmar su independencia y su subjetividad en un mundo cosificado, ha acabado en gran parte por hacer saltar lospuentes que debían hacer pos ible la eamunicación. Esto visto desde el ángulodel creador. Ahora bien, desde el ángulo del consumidor, existe asimismouna situación, en la que hemos insistidoanteriormente, en virtud de la cual , porla profunda enajenación en que ha caldo como ser humano, se le cierra la posibi lidad de una verdadera asimilaciónestética. Contra el arte moderno, contrasus rea lizaciones valiosas, están losmismos que están contra todo arte verdadero. Las mismas razones que impiden a un hombre sumido en la miseriaespiritual entrar en una relación propiamente humana con un cuadro de Picasso, un poema de Paut Eluard o una cinta de Fellin¡ le impedirán establecer esamisma relación -verdaderamente estética, humana- con la obra de un velázquez, un Góngora o un TIrso de Malina.
No podemos hablar, por principio ,de un nivel absoluto de incomunicabi lidad sino de dos casos extremos de ellaque pueden darse , en circunstanciasdete rminadas, tanto por culpa del creador como del lector o espectador: cuando el artista no logra hacerse entenderporque no ha querido -o no ha podidotonar el lenguaje adecuado y no ccostgue, entonces, objetivar su expresiónen formas que aseguren un mínimo indispensable de comunicabilidad; o bien ,cuando el hombre, convertido en cosa,deshumanizado, sordo y ciego para lariqueza humana, se queda, por pnnctpie. sin posibilidad de entrar en comunícacen con una obra de arte.
Pero incluso estos ca sos extremos scñpstsmc o subjetiv ismo radical delcreador, o impermeabilidad del hombremasa al goce propiamente estético- soncasos que sólo se dan históricamenteen una sociedad determinada como lacapi talista actual e incluso en ella noabarcan la tota lidad del arte ni la totalidad de la sociedad.
El dilema: arte verdadero (minoritario) O arte inauténtico (mayori tario, demasas) es falso, planteado en términosabsolutos , aunque en una sociedadenajenante el segundo pueda co ntarcon la adhesión de la mayoría. El artepuede reducir su capacidad de comunicación por raz ones de orden histórico-
social , como las que determinan el hermeti smo de la creación art ística o elalejamiento de grandes grupos humanos de las posibilidades de su goce.pero esta situación particular del arteen una sociedad dada y del hombrecosificado de ella, no puede elevarse ,como pretende Ortega, a la categoríade un principio absoluto, pues ni el artees, por esencia, hermético, minoritario ,ni tampoco, necesaria, esencialmente ,la mayoría ha de volver sus espaldasal arte. El arte de nuestro tiempo acabará por rebasar las limitaciones queun lenguaje hermético opone a su función social y las masas, hoy alejadasde él , volverán al arte , pero esta vueltaserá índice, a su vez, de la cancelaciónde su enajenació n. El a rte cumplirá ,entonces , propiamente su función social. Estas condiciones, las de un artedirigido a todos los hombres porque todos lo necesitan para afirmarse a símismos como se res humanos , paraapropiarse la riq ueza humana que elarte les brinda, sólo se darán en unasociedad futura en la que las relaciones humanas tengan un carácter verdaderamente humano. Pero este acc eso de grandes núcleo s de lasociedad a la creación artística , porcompleja y rica que pueda ser, no será-como sucede en la sociedad actual ,en el consumo masivo de un arte demasas- el exponente de un empobrecimiento espi ritua l humano , si no por elcontrario el índice de la elevación y delenriquecimiento de la sensibilidad humana , en general, y estética, en particular. El artista no sentirá. entonces,este acceso de enormes contingenteshumanos a su creación como una bárbara incursión de la -masa- en el sagrado rec into del a rte , sino como elcumplimiento mismo d el ve rdaderodestino de su creación.
Vemos, pues, que en las condiciones de la sociedad capital ista , los intereses económicos e ideológ icos de laclase dominante se hallan vinculados aun consumo o goce estético en masaque sólo puede serlo , en general, de unarte banal , en tanto que el arte verda dero, al que no tienen acceso grandesnúcleos humanos masifica dos tiende aconvertirse en un arte privilegiado. Esta situación, que se da efectivamente.tiene que sentirla el artista como una li-
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-la Vltfbernt de la Paloma-, de T. Bretón. Chreceión: Emilio Sagi. Tea tro dehJ~. ('994) (Foto; Chicho).
mttaclón del radio de acción de su obra.De ahí que, objetivamente , su destinosea solidario del destino de las fuerzassociales que luchan por la abolición delas relaciones humanas enaienantesque alejan del arte a grandes sectoressociales al anular o deformar su capacidad de goce o consumo estético.
El problema de restablecer las relaciones propiamente estéticas entre elartista y el público, problema capital en
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nuestros tiempos, no puede plantearse,por tanto, al margen de los cambiosprofundos, radicales. que exigen lascontradicciones irreconciliables de lasociedad capital ista. No se puede pensar en ampliar y enriquecer el consumoverdaderamente estético, es decir, elmodo de gozar el verdadero arte, sinelevar y enriquecer en ampl ia escala lasensibilidad humana, tarea que es toseparable. a su vez, de la transformación
radical y profunda de las relaciones sociales , pounces. económicas y esctrrtuales. El intento de establecer un cta.lago masivo , a todo trance ,adaptándose pasivamente a una sensibi lidad estética ya existente, llevará abuscar la comunicación por una vía fácil , limitando el enriquecimiento de losmedios de expresión y con ello, reba jando el valor estético del arte. La producción, como ya vimos crea el modo
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de gozar o consumir el producto y, portanto, el artista no puede esperar pasivamente a que la sociedad cambie y,con ello, a que se creen las condicionesfavorables para un cambio radical de lasensibilidad. No; el artista ha de contribuir a que se opere ese cambio creando, como decía Marx, el público capazde gozar de su obra, pero sin sobreestimar sus propias fuerzas ni olvidar queeste poder suyo de crear un público noes directo e inmediato, sino que se despliega en el marco de unas condicionessociales dadas que 10 Irenan o favorecen. En la sociedad capitalista los poderosos medios técnicos de difusión ycomunicación escapan al control del artista y, por tanto, no está en sus manosutilizar los para crear el público capazde consumir una verdadera obra de arte. La posibilidad de un goce o consumo artístcc mayoritario se convierte asíen un problema que rebasa los limitesde la capacidad del arte para formar unpúblico a su medida . Para arrancar alos hombres cosi ficados, enajenados,del arte de masas que consumen cadadia y hacerles gozar de un arte auténtico. hay que arrancarlos, primero, de sucosificación o enajenación. Ahora bien,aunque el arte pueda contribuir tambiéna ello, la tarea es, fundamentalmente,de otro orden: es una tarea critico-revolucionaria que se plantea al nivel de lasrelaciones reales, materiales, y que corresponde, sobre todo, a la clase social-el proletariado- más interesada en poner fin a toda enajenación.
La sociedad capi talista plantea estedilema: arte minoritario o arte de masas, consumo privilegiado de las obrasartísticas o consumo masivo de subproductos artísticos. Aunque algunos teóricos del arte moderno, haciéndose ecode este dilema, lo plantean como un orlema inexorable, cuyas raíces están,supuestamente, en la esencia mismadel arte de nuestros u tas . las raícesprofundas son, como hemos tratado dedemostrar, de carácter histórico-social.Ahora bien, cuando se cobra concienciade que esas raíces existen y se tienepresente que toda verdadera obra artística, por esencia, establece siempre undiálogo a través de todas las parñcutancaces de tiempo, clase o nación con loshombres de ayer, de hoy o mañana. larespuesta al dilema anterior debe ser el
rechazo, del dilema mismo: ni arte minoritario ni arte de masas: arte para todos; es decir, para todos los hombresque sienten la necesidad de una apropiación humana de las cosas y que encuentran en la relación estética una forma de satisface r profundamente estanecesidad , y en el objeto estético, unaut ilidad humana, Quedan transitoriamente luera de ese todos, de esa «inmensa minoría.. , en la sociedad capitalista, los hombres-cosa, que mientrasno recuperen su condición humana, nopueden entablar una relación verdaderamente humana -v. en consecuenciaestética- con los objetos artísticos. Conello se pone de manifiesto , una vezmás, la hostilidad del capttaüsmc al arle, pero extendida ahora al goce o consumo estético.
El artista crea para los hombres quesienten la necesidad de una totalidadde manifestaciones vitales humanas como dice Marx -, aunque la sociedadcapitali sta actual engendre , en granmedida, un tipo de hombres masificados que, hoy por hoy, no sienten esanecesidad. Por el hecho de crear paratodos los hombres, aunque ese todosno abarque real, efectivamente a todoslos hombres de hoy, el artista, por unlado, produce para un consumo o goceamplío de su producto, sin plegarse alas exigencias de un consumo de masas y, por otro, mantiene las más elevadas ex igencias estéticas en su crea ción, sin reducirla a una creación paraminorías o privilegiados.
Así, pues, el dilema ..arte de minoríaso arte de masas- que el capitalismopugna por mantener es un dilema falso,desde un punto de vista estético y humano. Responde a intereses ajenos alarte y al hombre. Sin embargo, pese alas condiciones destavorables en quese encuentra el artista para rechazarlo,puede esquivarlo pugnando por hacerun arte que no sea minoritario, exclusivo para iniciados ni tampoco un arte demasas que, en aras de las exigenciaseconómicas e ideológicas del capi talismo, sólo aspire a un consumo masivo.El arte para un público capaz de apropiarse humanamente, es decir, estéticamente, sus productos, sólo será aquélque, por ser viva palabra del hombre,no se dirija a un público privilegiado nienajenado, sino al pueblo. Sólo un arte
"LB bfHla AUroTaM, de lope de Vega. Dirección:
Eduardo Vasco. Cía. Don Ouardos. (1994) (Foto:Vladimir Espina}.
as i -un arte verdaderamente popu larpodrá rebasar su condiconaüdad histórico-social y establecer un diálogo, desde este ahora y este aquí, no sólo conlos hombres no enajenados de hoy sinocon los hombres, libres ya de toda enajenación, del futuro. Sólo un arte asipodrá sobrevivi r a sus circunstanciascuando éstas sean ya mero recuerdo omateria del olvido.
En Las ideas estéticas de Marx, ..Eldestino del arte bajo el capitalismo.. ,Ed. Era, México, 1965, pp 236-260.
NOTAS
, En el cine, por ejemplo, es frecuente , romo es sab ido, que una buena película sólopueda elthibirse una semana o dos, mientrasque otras de ínfima calidad prolongan SlJ extubición durante meses y meses. En ocasiones,una cinta de innegables valores artísticos obtiene una eonesíoo más entusiasta. pero ello obedece a coosoeracones exnartrsnces (erotismo,vedelismo, sensacionalismo de diverso género,etc.) En otro campo, las encuestas que suelenrealizarse para auscultar los gustos y preterendas de los radioyentes o televidentes registran.en general . más votos en lavor de los programas de más baja calidad artística.
• José Ortega y Gasset. La deshumaniza·ción del arte. En: Obras completas, 4" ed., Revista de OCCidente. Madrid. 1957, t. 111, p. 354.
' Ibid.. p. 355.
• lbid.
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