BACCANO VOLUMEN 03 - Fukou-Da/Baccano/Baccano! Volumen... · BACCANO!1931 – EL GRAN FERROCARRIL...

BACCANO! VOLUMEN 03

REMINISCENCIA EL NIÑO

Fue muy divertido.

Fue muy divertido, correr por el tren con Mary.

No recuerdo por qué me estaba divirtiendo tanto, pero tal vez me reía porque Mary y su mamá se estaban riendo.

Todos ellos eran buenas personas. El señor Isaac y la señorita Miria, el señor Jacuzzi y sus amigos, la señora Beriam; todos en el vagón comedor era muy agradables.

Pero en aquel entonces la idea ni siquiera se me pasó por la cabeza, y ni siquiera traté de pensar en ello. Pero ahora creo que lo entiendo. Y aunque no pudiera comprenderlo, creo que me gustaría intentarlo. Creo que el tren estaba lleno de todas las cosas que había perdido.

Tal vez, para mí, el tren fue un punto de inflexión. Si yo no lo hubiese abordado, y nunca me hubiese encontrado con el señor Isaac y la señorita Miria... no quiero ni pensar en lo que podría haber sucedido.

¿Un monstruo? ¿Quieres decir el Rail Tracer? ...Sí, conocí a ese monstruo carmesí. Cambió mi destino, al igual que el señor Isaac y la señorita Miria lo hicieron. Pero tengo miedo... ¡Tengo miedo de siquiera pensar en él! Siento que voy a perder mi mente con sólo recordar algo al respecto...

Era como una masa condensada de poder y peligro. Era algo tan terrible que podía dominar a cualquier fuerza o influencia: Dios, el Diablo, el destino o incluso el karma...

¿Acabo de decir algo extraño para un chico? Es sólo tu imaginación. Usted está escuchando cosas, ¿verdad? ¡Hahaha!

REMINISCENCIA LA MUJER UNIFORMADA

Incluso ahora, la idea me asusta.

Me encuentro a mí misma pensando que, tal vez, todo lo que pasó en el Flying Pussyfoot fue una alucinación. Así de increíble fue el incidente.

Me he encontrado en peligro un montón de veces antes, pero pude superarlos sin muchos problemas porque podía creer que cosas como esas eran reales.

Pero quizá la razón por la que el incidente aun me resulta tan irreal es porque fui involucrada en él sin querer, en vez de que me dieran la oportunidad de entrar conscientemente en todo eso. Aun así, fue un extraño incidente.

Cuando me aferré a la parte inferior de los vagones, el suelo pasaba por debajo de mí tan rápido que me percaté, instintivamente, de que la muerte estaba persiguiendo. Pude sentir la misma muerte en mis talones cuando entré en contacto con la mafia de Chicago y sus ametralladoras. Creo que pude evitar tanto la muerte como el terror totalmente porque sabía cuál era su aspecto.

Pero ese monstruo rojo... Se encontraba en otro nivel por completo.

El tren en sí mismo estaba repleto de todo tipo de situaciones extrañas. Parecía que había sido apartado del resto del mundo. Y aun así, ese monstruo era algo de otro mundo. Como si una especie de demonio mirara a nuestro planeta desde el exterior.

Ese monstruo no era más que terror puro. Era la mismísima muerte. Del tipo de miedo inevitable que sientes en las pesadillas cuando no te puedes despertar.

Pero a final de cuentas, el monstruo no me mató.

Sigo sin entender. ¿Era bueno o malo? Y lo más importante, realmente ese monstruo era del tren su…

REMINISCENCIA EL MAGO GRIS

¿Un tren? ¿Podría estar hablando de...? Oh, sí, ¿se refiere a ese tren exprés tan caro? Veras, los trenes no son más que un medio de transporte para mí. Ni más, ni menos.

¿Un incidente? Ahora que lo pienso, fue una noche bastante ruidosa. Pero eso es todo lo que fue. Nada particularmente de mi interés y no tengo mucho más que decir al respecto.

Discúlpeme. Estoy fuera de contexto cuando se trata de temas de actualidad, y no soy muy curioso por saber. Es por eso que me visto de esta manera. Sí... No hace falta que te diga que esta es una apariencia muy llamativa. Por eso, ni otras personas en el mundo se acercan a mí. Eso pone mi corazón en paz, aunque supongo que también es cierto que a veces me siento solitario.

Las cosas no fueron diferentes en el tren. Sólo unos pocos eran lo bastante extraños como para acercarse a mí; incluso uno de ellos pensó que era la parca.

El tren transportaba a dos clases de personas: las que querían matar y las que deseaban vivir. Por supuesto, la mayoría de la gente no caía de lleno en una u otra categoría.

Mi trabajo es salvar a las personas que desean vivir, sin importar que tan viles sean. Como he dicho antes, estoy totalmente despistado en cómo se desenvuelven las cosas en el mundo. Tal vez ya haya perdido toda moral a lo largo del camino.

¿El monstruo rojo...? Por desgracia, nunca fui testigo de esa criatura, o lo que sea que pudiera haber sido. Sin embargo, por lo que he oído, suena como si fuera el héroe que rescató al tren y a sus pasajeros de los terroristas.

En ese caso, puede que este Rail Tracer fuera el verdadero segador adusto1 a bordo del tren. Desearía haber tenido la oportunidad de conocerlo.

Pero el hecho de que no me reuní con el segador debe significar que mi tiempo aún no ha terminado. Entonces no tengo más remedio que seguir viviendo contra mi voluntad como sea…

1 N. del T. Segador adusto: representación de la Muerte con capa y guadaña.

REMINISCENCIA SOBRE EL JOVEN CONDUCTOR

Sí, el conductor está muerto. Los dos. ¿Um? ¿Quieres saber sobre el joven conductor? Veamos...

«¿Qué me gusta de ser un conductor? Son todas las personas que llego a conocer. Algunos pasajeros que veo por primera y última vez, otras personas son regulares y los veo cada semana. El Flying Pussyfoot tiene de todo tipo: tanto ricos como pobres. Incluso dejando a un lado su situación financiera, gente con toda clase de pasados montan este tren. Y trabajo para que este tren sea de esos que trae las mismas sonrisas a los rostros de todos. Me encanta observar a la gente. Teniendo en cuenta lo que hice antes de conseguir este trabajo, realmente disfruto ver a la gente sonriendo y divirtiéndose».

Eso es lo que siempre solía decir. Con un semblante serio, nada menos.

Creo que él estaba particularmente emocionado cuando el tren partió. ¿Quieres saber el por qué?

Oh, es porque vio a una chica realmente hermosa en la bodega de carga antes de salir.

«Creo que, en una palabra, ella es... ¿Hermosa? Llevaba un vestido negro. Tengo que decir que había algo misterioso en ella. Pero la cosa es que nunca había visto a nadie con una sombra tan proyectada sobre su rostro. Parecía que ella no hubiese sonreído alguna vez en toda su vida. Por lo tanto, como el conductor, me gustaría verla sonreír por lo menos una vez antes de llegar a Nueva York. Personalmente, pienso que debe lucir espléndida cuando sonríe. ¡Es por eso que voy a trabajar el doble de duro hoy!»

Creo que en esencia eso fue lo que dijo.

Pero, sabes, el joven conductor quedó atrapado en el incidente y murió.

¿La mujer de vestido negro finalmente sonrió? Eso es algo que quisiera saber.

¿Um? ¿Quién, yo? Mi nombre es... cierto. Puedes llamarme "Rail Tracer".

Terminal (Secuela) ................................................................. 13 Prólogo VI ................................................................................ 17 Prólogo VII ............................................................................... 22 Prólogo VIII ............................................................................. 25 Episodio Expreso .................................................................... 37 Epílogo II .................................................................................. 142

BACCANO! Volumen 03

1931 EL GRAN FERROCARRIL DEL DESORDEN

EPISODIO EXPRESO

Autor Ryohgo Narita

Ilustraciones

Enami Katsumi

Traducción al Inglés Baka-Tsuki

Traducción al Español

Lanove

TERMINAL Secuela

Terminal SECUELA

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Enero de 1932. En algún lugar de Nueva York.

La habitación estaba iluminada tenuemente por varias velas.

—Gracias por venir hasta nuestra agencia de información —dijo un hombre vestido como un banquero con una sonrisa.

A primera vista, era de apariencia modesta, pero había algo muy inquietante en su tono de voz y sonrisa.

Estaban en un pequeño edificio desapercibido, incluso para los estándares de Manhattan. Oficialmente, eran una compañía de periódicos. Efectivamente publicaban periódicos, pero eran menos del tamaño que una fracción del porcentaje del New York Times.

No obstante la compañía no tenía preocupaciones por tener que pagar sus cuentas.

El trabajo editorial era simplemente un negocio secundario; una fachada de su verdadero trabajo como proveedores de información.

Lógicamente, sería imposible para un proveedor de información mantener el control total sobre un área. Después de todo, es muy común pensar en proveedores de información como los de las novelas y películas, donde se hacían negocios entregando discretamente notas de papel a sus clientes. Tampoco sería raro que un intermediario que fuese expuesto a la luz pública lo eliminaran rápidamente.

Sin embargo, este edificio se anunciaba no sólo como una empresa periodística, sino también como una tienda de información. Desafiaba abiertamente su rol definiéndose como proveedores de información con un estilizado cuartel general para contactarlos.

La compañía debía tener sus propias razones para haber sobrevivido por tanto tiempo como lo hacía, pero el cliente de hoy no tenía curiosidad acerca de esos asuntos. Había venido únicamente para hablar de la información que estaba buscando.

El hombre que lo saludó asintió con la cabeza, y llevó al cliente a una habitación privada en el sótano.

—Dijo que deseaba hablar sobre el “incidente" que tuvo lugar hace unos días, ¿correcto? Señor, ¿podría preguntarle cuanta información tiene actualmente del evento? —El hombre le preguntó en un tono demasiado cortés.

»El tren exprés transcontinental, el Flying Pussyfoot. Todo empezó en el vagón comedor. Tres equipos de ladrones habían abordado el tren que se dirigía a Nueva York al mismo tiempo. Uno de ellos era un grupo de terroristas vestidos de negro, llamados los Lémures. Su objetivo era tomar como rehenes a los pasajeros con el fin de exigir la liberación de su líder, Huey Laforet —dijo el hombre con un gesto, explicando sin esfuerzos los hechos ocurridos en el tren al cliente.

»Los hombres de blanco se trataban de un grupo conformado por restos de mafiosos. Su líder: Ladd Russo. Un asesino profesional y un pariente de sangre de Plácido Russo, el Don de

BACCANO! 1931 – EL GRAN FERROCARRIL DEL DESORDEN (EPISODIO EXPRESO) Ryohgo Narita

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la Familia Russo, uno de los jefes de la mafia de Chicago. Su objetivo era el dinero y asesinar pasajeros por placer —continuó jovialmente, tal vez como un espectáculo para su cliente.

»Y por último, a pesar de que fueron etiquetados oficialmente como miembros de los pasajeros, hemos confirmado la existencia de un grupo de jóvenes que planearon un asalto al tren. Además, parece que ellos ni siquiera tocaron el resto de la carga. En cualquier caso, hubo una batalla de tres bandas entre las partes. Y al final, los jóvenes salieron victoriosos. ¿Entendió todo esto hasta el momento? —preguntó el hombre. El cliente asintió.

»Me alegra saber que es rápido en comprender. Por supuesto, supongo que nada de esto sería una gran sorpresa para alguien que estuviera involucrado en el incidente. Entonces, permítame preguntarle, señor. ¿Qué información estaba buscando? —inquirió el hombre cortésmente.

El cliente poco a poco le dijo lo que quería saber. El hombre asintió con la cabeza de manera satisfactoria, como si hubiera estado esperando esta respuesta desde el principio.

—Oh, lo entiendo. Absolutamente. Desea saber lo que pasó en el "otro lado" de este incidente, ¿correcto? —El hombre se levantó de su silla y se acercó lentamente hacia el cliente—. Por supuesto, supongo que un espectador inocente no desearía nada más que olvidar todo esto... pero entiendo que alguien tan comprometido como usted nunca estaría satisfecho hasta que toda la verdad le sea revelada.

El hombre asintió con energía, pero había un dejo de tristeza en sus ojos.

—Qué terriblemente desafortunado para nuestro presidente. Sería el más emocionado por explicarle esta información a usted personalmente, pero me temo que está ocupado en este momento. ¡Ajajaja! Supongo que nada resulta según lo planeaba. Doy gracias a Dios por esta realidad, en la que se me ha dado el privilegio de revelar esta información. —El hombre sonrió, con una de sus cejas arqueadas.

»Entonces permítame empezar: la historia que sucedió en el otro lado del incidente de esa noche —El hombre de repente puso cara seria al comenzar su trabajo.

»Señor, usted tiene prohibido anotar cualquier información que voy a revelarle. Ni una palabra. Sólo lo puede grabar en su cerebro. Está bien que lo anote en su memoria una vez que haya terminado de revelarle todo; después de todo, para ese entonces la información ya habrá sido contaminada por su propia subjetividad y no será totalmente cierta. Por favor… piense en esto como una especie de ritual. A fin de cuentas, hasta en un nivel superficial, sólo al vendedor original y al proveedor se les permite conocer la información original —dijo el hombre en un suspiro y luego entrecerró los ojos mirando a su cliente.

»Dejando atrás las formalidades, yo le aconsejo que se abstengan de ahondar en la fuente de esta información. No le hará ningún favor a su esperanza vida.

Una vez que el cliente tragó saliva y asintió con la cabeza, el hombre sonrió y volvió a su asiento.

Terminal SECUELA

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»Los que subieron al tren eran rufianes; villanos en su sentido más puro. Por supuesto, muchos de los pasajeros no estaban relacionados entre sí, pero la coincidencia del incidente fue increíble. Sin embargo, los tres grupos que le he mencionado a anteriormente no eran los únicos buenos para nada a bordo del Flying Pussyfoot. Algunos de ellos eran ciertamente inhumanos; ni siquiera se les puede calificar como rufianes. Uno de ellos se trataba de un asesino a sueldo llamado Vino. Claire Stanfield, un monstruo que es prácticamente una leyenda urbana por estos días. Y el otro...

El hombre hizo una pausa.

»Señor, ¿me pregunto si es consciente de la existencia de seres conocidos como “inmortales”? —inquirió como si probara a su cliente. Sonrió jovialmente y continuó, sin esperar siquiera una respuesta.

»Un grupo de alquimistas que superó a la humanidad al adquirir el secreto para escapar de la muerte... Aunque, supongo que es una forma bastante engañosa de afirmarlo. De acuerdo con algunos de los informes más precisos, en realidad hay una forma de que ellos mueran; en otras palabras, ser asesinados. Un inmortal tiene que colocar su mano derecha sobre la cabeza de otro y desear fuertemente: “quiero devorar”. Eso es todo. Este sencillo ritual hace posible robar todo de la víctima. Su vida, su carne, sus experiencias, sus conocimientos y a veces incluso sus emociones. Pueden cosechar, devorar, todo a través de su mano derecha. Ya sea que lo crea o no depende de usted, señor, pero estoy diciendo la verdad.

Una vez que confirmó que el cliente no estaba tratando de discutir contra su afirmación, el hombre torció los labios en una sonrisa.

»Y de ellos, el que iba a bordo de ese tren era…

PRÓLOGO VI El alquimista

Prólogo VI EL ALQUIMISTA

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Es casi aterrador como las cosas siempre salen tan bien.

Después de doscientos años de mantener un bajo perfil, finalmente he encontrado una oportunidad para devorarlos. Y al mismo tiempo, me las arreglé para llegar a un acuerdo donde me van a dar lo suficiente para vivir sin preocupaciones por un largo tiempo.

No podía creerlo cuando recibí la carta de Maiza. Pensar que Szilard había sido devorado... Inmediatamente le escribí de nuevo, diciéndole que iba a ir a visitarlo este invierno. Planeaba ir a Nueva York de todos modos, así que fue como matar dos pájaros de un tiro.

Los productos... o mejor dicho, los subproductos de mi investigación, los explosivos, habían encontrado un comprador bajo la forma de cierta organización en Nueva York.

Al principio pensé en hacer un trato con los militares, pero no quiero que mi nombre sea conocido. La Milicia de Estados Unidos no es lo que solía ser. No puedo hacer tratos con ellos bajo una identidad falsa.

Eso es un golpe crítico para mí, ya que las reglas me prohíben el uso de un seudónimo.

Al final cedí y decidí venderlos a una organización en el extranjero, y en secreto comenzaron las negociaciones.

Fue entonces cuando de repente recibí dos cartas. Ambas eran de unos viejos amigos míos y ambos estaban en Nueva York.

Me sorprendió al principio, preguntándome cómo supieron donde estaba, pero de acuerdo a las cartas, los dos me encontraron pidiéndoselo a un proveedor de información en Nueva York.

Maldita sea. Si una agencia de información en otra ciudad me había localizado, no sabría cuando alguien vendría a devorarme.

Pensé hacer las maletas y salir corriendo allí mismo, pero leí las cartas de nuevo y me convencí de lo contrario.

Una carta era de Maiza, uno de mis amigos alquimistas. Dice que es el encargado de los libros de una organización en Nueva York, pero no dio más detalles. Su carta, básicamente, decía: «Szilard ya no existe, así que pueden estar tranquilos».

Szilard. Ese es el nombre del maldito vejestorio que nos traicionó a todos devorando a nuestros amigos hace doscientos años cuando se convirtió en inmortal. Como resultado, nosotros los alquimistas nos separamos, y la mayoría estábamos viviendo con miedo. Incluido yo mismo.

Szilard realmente no debería haber hecho lo que hizo.

Después de todo, si no hubiera estado tan impaciente hace doscientos años...


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Yo los habría devorado a todos por mí mismo.

En ese entonces no pensaba así en absoluto. Pero los días dolorosos que sufrí después comenzaron a cambiar mi opinión.

Yo vivía con otro alquimista que había escapado conmigo. No puedo poner en palabras lo que era la vida con él. La pobreza no era el problema. Después de todo, inmortales como nosotros no tienen que preocuparse de morir de hambre.

El problema era el amigo con el que yo vivía.

Fue agradable al principio, pero con el tiempo empezó a mostrar su verdadera naturaleza siniestra.

Nos habíamos acostumbrado a escondernos de Szilard. Y ese bastardo empezó a abusar de mí cuando le daba la gana. Cada vez que se enojaba, cada vez que estaba feliz, cada vez que estaba triste. Sus acciones se arraigaron en nuestra rutina diaria, casi como respirar o comer alimentos regulares.

Con el tiempo, sus acciones empeoraron. Era como si estuviera jugando con la siempre curación de mi cuerpo. Él abusó de mí sin parar, a veces como si se tratara de un experimento.

A pesar de nuestra inmortalidad todavía podía sentir dolor.

Aunque él sabía eso muy bien.

Sacaba todo tipo de razones para justificarse. Y cada vez me convencía con sus palabras. Tal vez inconscientemente sabía que si yo lo rechazaba, me haría sentir un dolor aún peor que si estuviera de acuerdo. Después de todo, incluso si quisiera escapar, en aquel entonces yo no tenía el tipo de conocimiento o el coraje que necesitaba para vivir por mi cuenta.

Y durante esos días retorcidos, recibimos una noticia inesperada: un compañero alquimista que estaba en contacto con nosotros fue devorado por el bastardo de Szilard.

Su abuso empeoró después de eso. Al principio utilizaba herramientas científicas, pero después comenzó simplemente a golpearme. Y se había vuelto más violento que en los días cuando él utilizaba herramientas.

Le pregunté por qué hacía todo esto. Él se asustó, más de lo que debería haberlo hecho, y comenzó a escupir más excusas de las que había hecho antes. Recuerdo que incluso sus intentos de adulación eran asquerosos. Se dio cuenta de la forma en que lo miraba, sonrió aún más y me golpeó de nuevo.

Y una noche, trató de devorarme.

Tal vez fue una suerte que yo estuviera despierto. Tal vez sabía que algo así podría suceder en un futuro próximo. Desesperadamente aparté su mano derecha y me defendí tan fuerte como pude.

Prólogo VI EL ALQUIMISTA

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Quizá fue gracias a que puse todas mis sospechas y odio en mi lucha. Apenas logré tocar su frente con mi mano derecha. Antes de darme cuenta, todo en él estaba siendo arrastrado a mí. Su cuerpo, sus recuerdos, e incluso sus emociones.

Ahí fue cuando realmente comenzó el infierno. Todo lo que vi en su conciencia eran sus sentimientos retorcidos contra mí y el miedo de ser devorado por mí. Al final, yo no era más que una herramienta para su satisfacción. No había ni una pizca de confianza en su mente.

Todo lo que no quería ver, las cosas más nauseabundas, se grabaron en mi mente. Ahora no tengo más remedio que vivir con sus recuerdos malditos y su conocimiento como si fuera el mío.

Continúe viviendo herido, con el recuerdo de ser traicionado y las memorias de la persona que me traicionó. Maduré solo en mente, según las reglas de la inmortalidad.

Y finalmente me percaté de la bajeza, suciedad e insignificancia de los seres humanos.

En algún momento, incluso empecé a respetar al viejo Szilard por vivir para su placer y nada más, pero el maldito vejestorio probablemente no me viera más que como una de sus presas.

Todo está bien. Después de todo, he decidido que todo el mundo aparte de mí será mi presa. Si no podía confiar en nadie más en este mundo, entonces yo viviré mi vida manipulando a todos. Y al final decidí que iba a convertir a toda la humanidad en seres como yo, y devorarlos a todos.

Con el fin de hacer eso, primero tengo que devorar a todos los demás que estaban en el barco conmigo.

Esperaba que alguien matara a Szilard en represalia uno de estos días, pero sé que probablemente podría ir por ahí haciendo lo mismo sin ser descubierto. Tengo confianza en mí mismo.

Después de todo, todos son amables conmigo, y dudo que me vieran como algo más que la misma persona que era antes. Y a diferencia de Szilard, ellos no sabrán lo que estoy pensando hasta después de haberlos devorado. No serán capaces de advertir a los otros alquimistas sobre mí.

Tengo miedo de que los demás puedan atacarme primero, pero tengo confianza en golpear primero.

Le escribí a Maiza. Por supuesto, todo lo que escribí fue que quería volver a verlo.

He escogido la fecha en que nos reuniríamos, gracias a la otra carta que recibí.

También era de un viejo amigo en Nueva York. Pensé que tal vez estaba trabajando con Maiza, pero parece que él escribió por otro motivo. Me dijo que quería comprar los explosivos que creé durante mi investigación.


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Creo que este amigo se está refugiando con la Familia Runorata. Excelente. Voy a poner mis manos en una gran cantidad de dinero, y voy a ser capaz de devorar a Maiza al mismo tiempo. Y una vez que devore a Maiza, yo, naturalmente, voy a recibir el conocimiento de Szilard también.

Mientras fantaseaba con mis ambiciones volviéndose realidad, me di cuenta de que estaba sonriendo.

El tren que va a transportar los explosivos ha sido decidido.

El Flying Pussyfoot. Un tren especial que está a cargo de una empresa en lugar de la compañía de ferrocarriles, el cual se utiliza a menudo para el contrabando de licor.

Reuní todo el dinero que pude encontrar y logré guardar una gran cantidad de explosivos en el tren.

Y, finalmente, era el día en que subiría a bordo. Traté de pasar por el conductor, que estaba revisando la lista de pasajeros en la plataforma, pero rápidamente me detuvo.

—¿Estás viajando solo? ¿Podrías decirme tu nombre?

Una de las espadas de doble filo sobre el aspecto que tengo es el hecho de que la gente trata de cuidar de mí. Así que decidí usar mi apariencia a mi favor tanto como pude.

Incluso el hombre con el que tropecé antes no sospechó nada. Facilísimo.

Es una pena que no pueda usar nombres falsos para cosas como esta. Puse un rostro y un tono tan infantil como pude y le dije al conductor mi nombre real.

—Mi nombre es Czeslaw Meyer. ¡Por favor, llámame Czes!

PRÓLOGO VII La mujer uniformada


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Ese día, Rachel se puso su uniforme y se preparó para un largo viaje.

Su objetivo actual era el tren expreso privado de lujo, el Flying Pussyfoot. Era un viaje directo a Nueva York, así que se las arregló para subir a bordo, estaría a salvo de ser descubierta durante el chequeo de billetes rutinario. Todo lo que tenía que hacer era mantenerse fuera de la vista de los conductores.

En otras palabras, era una polizón serial. Ella había subido sin billetes más de mil veces con una trayectoria perfecta.

No se sentía en absoluto culpable. Esto era parte de su trabajo y una venganza personal.

Era un agente trabajando para una agencia de información. Se ganaba la vida recogiendo todo tipo de información por todos los Estados Unidos y vendiéndola a los intermediarios.

El intermediario en Nueva York valoraba la “Información de primera mano” por encima de todo. También prefería escuchar la información personalmente en vez de por teléfono. Al parecer, porque era más fácil saber si una persona estaba mintiéndole al mirarla a los ojos. Era un hombre extraño, pero a Rachel no le disgustaba. No le daba importancia a las pretensiones de aquel hombre que dirigía tras el escritorio, pero tenía una relación amistosa con los demás en la agencia.

Por supuesto, el hecho de que el Presidente dirigiera sus negocios en una organización a pesar de su profesión puede haber tenido algo que ver con sus excentricidades. Rachel nunca pensó demasiado en ello, manteniendo una buena relación con los demás.

El Presidente a menudo le hacia a Rachel todo tipo de preguntas. Algunas de estas relativas a la ciudad eran completamente salidas de la nada, pero le explicó que él las hacia con el fin de analizar el tipo de información que es difícil de identificar a simple vista. Rachel tenía dificultades para comprender lo que quería decir, pero ella era feliz mientras continuara comprando su información.

Rachel estaba siempre en movimiento, de una ciudad a otra. La mayoría de los agentes de información nunca se tomarían la molestia. Después de todo, pocos necesitaban conocer información de otras ciudades.

No sólo eso, los costos de transporte eran sorprendentes. Si no podía encontrar información útil incluso a este precio, no tendría nada que vender, olvídate de ganancias para sí misma.

Pero Rachel no tenía tales preocupaciones. Después de todo, ella siempre iba de polizón en los trenes que tenía que tomar.

—Esa es mi venganza —le había dicho una vez al Presidente.

El padre de Rachel, una vez trabajó como mecánico en cierta empresa ferroviaria.

No fue un caso inusual. Un día, se produjo un accidente causado por un componente defectuoso. La compañía culpó al padre de Rachel por todo, aunque en realidad fue culpa de la

Prólogo VII LA MUJER UNIFORMADA

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gerencia, que ignoró las peticiones reiteradas de los trabajadores para cambiar la parte antigua.

Lo irónico era que su padre, el hombre que dijo que sería peligroso seguir utilizando el componente defectuoso, quedara como el responsable. No hubo pruebas para apoyar su apelación, y sus compañeros mecánicos habían sido intimidados para guardar silencio.

Es una historia común en cualquier época. Rachel creció viendo a su padre sufrir una dificultad tras otra.

Su odio por la compañía del ferrocarril eventualmente se extendió a los propios ferrocarriles. Pero también era consciente de que su padre amaba los trenes más que nadie. Mientras luchaba entre su venganza personal contra la compañía del ferrocarril y el amor de su padre, Rachel finalmente llegó a la conclusión de ser un polizón. Esto no causaba perjuicios a los trenes o a los pasajeros, pero sin duda sería un inconveniente para la compañía del ferrocarril de alguna manera. Por supuesto, el daño que estaba causando era mínimo y sólo estaba haciendo esto para su propia satisfacción. Sin embargo, teniendo en cuenta los peligros jurídicos planteados por sus acciones, los actos de Rachel de autosatisfacción eran también actos que la dañaban directamente.

Sin embargo, ella continuó viajando como polizón con el fin de reprimir su ira. Tal vez estaba tratando de encontrar su razón de vivir en sus acciones.

Al oír esto, el Presidente le dijo:

—Interesante. Si alguna vez logras encontrar tu motivación, te sugiero comprar los boletos. Compra todos los billetes que habrías adquirido si no hubieras viajado como polizón. Piensa en ello como el pago para su propio padre, en lugar de pagar a la compañía del ferrocarril —Se río entre dientes.

Comprar las entradas para su padre. ¿Lo haría alguna vez? Era la pregunta que le molestaba a cada vez que el tren se sacudía.

Todo tipo de información llegó hasta ella desde Chicago por esos días. Los problemas en torno a la Familia Russo y la historia sobre la explosión de la fábrica; información como ésta se arremolinaba en el bajo mundo criminal como una tormenta turbulenta.

Le contó al Presidente acerca de esto por teléfono. Le respondió con que quería oírlo de ella personalmente.

Sucedía que el Flying Pussyfoot partiría de Nueva York ese dia. Era el proyecto mascota de algún hombre rico; el tipo de tren que Rachel más detestaba.

No es que estuviera corta de dinero, pero Rachel se dirigió a la estación con su obstinada determinación y subió a bordo sin comprar un boleto.


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Ella cautelosamente miró alrededor de la zona de los vagones de carga del Flying Pussyfoot. Esto se debía a que los vagones eran su refugio habitual cuando se trataba de sus viajes.

Allí, escuchó algunas malas noticias.

Una orquesta colocaría hombres para vigilar el vagón de carga. Rachel comprobó los acoplamientos mientras se preguntaba cómo iba a tratar con este problema; si se encontraba en peligro, la estructura de este tren le permitiría subir ya sea en el techo o arrastrarse a lo largo de la parte inferior del tren. La parte baja de los vagones del Flying Pussyfoot eran un poco más amplia que las de los trenes regulares. Rachel suspiró, aliviada ante la perspectiva de tener un escondite seguro; el tipo de cosas en las que ningún ser humano normal podría encontrar alivio.

Fue entonces cuando Rachel se encontró frente a un hombre y una mujer extraños, ambos con ropa negra. Iban vestidos como miembros de una orquesta, pero sus ojos agudos le decían que había una motivación más siniestra en sus acciones. Decidió alejarse, pero Rachel pudo sentir los ojos de esa mujer en ella durante algún tiempo.

Será mejor que me mantenga alejada de esos tipos. Pensó, esperando la hora de salida del tren. Una vez que se aseguró de que los conductores habían subido al tren, se acercó al lugar donde los empleados de la estación no podían verla. A continuación, saltó con ligereza sobre el tren y se escondió bajo los acoplamientos.

Por fin, la campana de salida sonó.

PRÓLOGO VIII El Rail Tracer


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A medida que la noche oscurecía, los dos conductores se perdieron en una ociosa charla en el cabús.

—Oh, ¿no has oído hablar del Rail Tracer?

Esta historia era una de las favoritas del joven conductor. Él no era muy bueno para contar historias de miedo, pero esta leyenda era del tipo que podría dejar una impresión duradera de terror en el oyente, sin importar la habilidad del narrador.

La última vez, le contó la historia a John, el barman. Su reacción fue de «No es muy interesante». ¿Cuál sería la impresión en su compañero de trabajo acerca de la leyenda del Rail Tracer?

—Es una historia bastante simple. Dicen que hay un monstruo que persigue los trenes en la oscuridad de la noche.

—¿Un monstruo?

—Sí. Se hace uno con las sombras, tomando todo tipo de formas y poco a poco se acerca al tren. A veces se ve como un lobo, o una niebla, o incluso se transforma en un tren igual en el que te encuentras. Otras veces es un gigante sin ojos, o se transforma en miles de globos oculares agrupados… de todos modos, toma todo tipo de formas siguiendo las vías del tren.

—¿Y que pasa si te atrapa?

—La cosa es que al principio nadie sospecha que se acerca. Pero los pasajeros se dan cuenta de que algo extraño está pasando.

—¿Cómo es eso?

—La gente empieza a desaparecer: uno a uno, comenzando desde la parte trasera del tren. Al final, se desvanece todo el mundo, es como si no hubiese existido el tren desde el principio.

El conductor más viejo hizo una pregunta razonable.

—Entonces, ¿cómo se ha dado a conocer la historia?

El conductor joven esperaba una pregunta como ésta.

—Por supuesto, es porque algunos trenes lograron sobrevivir —dijo sin perder el ritmo.

—¿Cómo?

—¡Jaja! No me apresures. Hay algo más en la historia —sonrió con deleite, y llegó al corazón de la cuestión—. Veras, dicen que al mencionar su nombre se invoca, al Rail Tracer, quiero decir.

La expresión del conductor de más edad se volvió al instante de incredulidad.

Prólogo VIII EL RAIL TRACER

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Eh. Tal vez estoy siendo un poco atrevido. Pensó el joven conductor, pero no podía detenerse.

—Pero sabes, ¡hay una manera en que se puede evitar que aparezca!

—Espera, ya es hora.

El conductor más viejo encendió las luces para darle una señal a la sala de maquinas.

Estaba llegando a la mejor parte…

El joven conductor ansiosamente esperó a que su compañero terminara su trabajo, contento de continuar su historia.

El Flying Pussyfoot fue una inversión bastante considerable por parte de la empresa que lo fabricó. El joven conductor deseaba que hubiesen usado algunos de esos fondos para instalar un dispositivo de comunicación entre la cabina del conductor y la sala de máquinas, pero la luz que florecía a cada lado de los vagones lo hizo cambiar de opinión. El tren fue construido para que destacara la forma sobre la función; a cualquiera, incluso un dispositivo práctico, como estas señales servían como excusa para destacar la ornamentación a cada lado del tren. Era la clase de idea que sólo a una corporación de nuevos ricos se le podía ocurrir. ¿Y qué podría hacer el joven conductor, cuando él era un simple empleado de dicha empresa? Se rio amargamente y suspiró.

El conductor más viejo terminó su trabajo. El conductor joven sonrió y decidió continuar su historia.

—¿Dónde estaba? ... ¡Oh, claro! Hay una manera de evitar que aparezca.

—Un momento. ¿Por qué no guardas la sorpresa para más tarde? Yo conozco una historia bastante similar, así que escúchame primero.

Eso sonaba entretenido. Su interés se despertó; el joven tenía una debilidad por las historias de este tipo.

—Intercambio de tácticas de supervivencia, ¿eh? Eso suena interesante.

El conductor más viejo lo miró con una mirada extraña, una mezcla de condescendencia y compasión. La mirada molestó un poco al conductor joven, pero él estaba muy curioso por escuchar la historia de su compañero de trabajo.

—Es bastante sencilla, un cuento común y corriente. Es la historia sobre los Lémures; fantasmas que le temían tanto a la muerte que se volvieron espectros vivientes.

—¿…? Oh.

—Veras, los fantasmas tenían un gran líder. El líder intentó traerlos a todos de nuevo a la vida tiñendo sus miedos con su propio color. ¡No obstante, a los malditos federales les


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atemorizaba esta resurrección! ¡Y esos tontos insolentes decidieron enterrar al líder de los fantasmas!

El joven conductor no entendía muy bien sobre lo que su compañero estaba hablando; pero podía notar que la voz del hombre estaba llena de odio. El joven conductor sintió un escalofrío recorriendo su espalda.

—Ehm, ¿señor?

—Así que por eso los otros fantasmas idearon un plan. Tomaron más de cien personas como rehenes, incluyendo a la familia de un senador, y demandaron la liberación de su líder. Los federales nunca aceptarían nuestras condiciones si la toma de rehenes fuera revelada públicamente. Por lo tanto las negociaciones se harán en secreto. No les daremos tiempo de tomar una decisión racional. ¡Solo tienen hasta que este tren llegue a Nueva York!

—Un senador… ¿te refieres al senador Beriam? ¿Estas hablando de este tren? ¿Que está sucediendo aquí, señor? ¡Por favor explíquese!

A medida que sus sospechas se hacían realidad, el joven conductor lentamente se alejó de su compañero de trabajo.

—¿Explicar? Eso es exactamente lo que estoy haciendo. Si te soy sincero, nunca pensé que ser un conductor pudiera ser tan conveniente. Pero, de cualquier forma, ¡este tren ahora es el cuartel ambulante de los Lémures! Y con los rehenes como escudos, vamos a desaparecer en algún lugar cerca a las vías. Después de todo, ni siquiera la policía puede monitorear cada centímetro de las líneas ferroviarias.

—¿Y-y qué pasa con el líder? —preguntó racionalmente el joven conductor, mientras daba otro paso hacia atrás. Pero su retirada lo llevó directamente a la pared; el compartimiento del conductor no era muy grande.

—Nuestro líder, el maestro Huey, será interrogado por el departamento de justicia en Nueva York el día de mañana. ¡Es por eso que elegimos este tren para ser su sacrificio!

El joven conductor decidió continuar su línea de preguntas. Había oído el nombre “Lémures” anteriormente, se trataba del nombre de una banda terrorista, cuyo líder había sido recientemente arrestado.

—Así que… ¿Por qué me cuentas todo esto…? —inquirió.

El joven conductor inicialmente sólo planeaba tener una pequeña charla y compartir algunas historias alegres, pero ahora parecía enfrentarse con un miedo más real que el de las leyendas urbanas.

El conductor de mediana edad, un subordinado de Goose, miró a su compañero de trabajo y continuó.

—El maestro Huey es un hombre compasivo. Me limito a seguir su ejemplo. Eres un hombre afortunado, sabes, vas a morir sabiendo por qué te maté. —Entonces sacó una pistola


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para terminar su historia—. Ahora, sobre la forma de evitar el desastre... La cosa es que no hay escapatoria. ¡No hay manera de ser perdonado!

Apuntando la pistola en la cara del joven conductor, el conductor más viejo terminó su historia y apretó el gatillo.

Pero la bala no salió.

—¿Qué...?

El conductor más viejo sintió como su mano se había quedado paralizada por el dolor. El dedo que debía haber apretado el gatillo se aferraba a la nada. El arma voló por los aires y simplemente cayó en la mano del conductor joven.

El joven conductor había pateado el arma hacia arriba con un solo movimiento de la pierna cuando el conductor más viejo estaba a punto de apretar el gatillo. Como la parte superior del cuerpo del joven no se contrajo mucho, el conductor mayor no advirtió nada cuando llegó el golpe.

El joven conductor, con el arma en la mano, puso el cañón en la frente de su compañero de trabajo: el terrorista.

—Hay una manera de escapar... Sólo tienes que matarlo antes de que te mate.

De pie frente a él estaba un hombre que se comportaba como un ser humano completamente distinto.

El conductor más viejo se estremeció. No era el arma lo que le daba miedo, eran los ojos del joven apuntándole a la cara. Ya no eran los ojos de un joven alegre contando historias. Era la destrucción encarnada, oscura y profunda aun así brillante.

Era como odio, tristeza y lástima todo mezclado en uno, dirigido hacia él. Los ojos del joven conductor eran como una llama oscura ardiente y brillante, la luz dirigida totalmente a sus ojos. ¿Qué clase de vida había llevado para conseguir una mirada así?

En medio de su terror, el conductor más viejo se dio cuenta de que los ojos de su compañero de trabajo eran bastante similares a los de su aliada, Chane “la fanática”.

Pero eso no importaba en ese momento. Comprendió que, le gustara o no, moriría aquí y ahora.

—¡E-espera! ¡Claire!

—No.

El joven conductor, Claire Stanfield, lentamente presionó el dedo en el gatillo. Era como si estuviera tratando de disfrutar el tiempo que se tomaba para dar muerte al conductor más viejo.


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Por supuesto, el conductor mayor tuvo tiempo más que suficiente para tratar de escapar o defenderse. Pero la mirada en los ojos de Claire se lo impidió. Se sentía como si sus débiles intentos de resistencia le ganarían un destino peor que la muerte.

De repente, Claire detuvo su dedo en el gatillo.

—¡Oh, claro! Sobre esa historia de antes. La única manera de detener al Rail Tracer es creer la historia cuando alguien te la cuenta. Y si ya está aquí, lo único que puedes hacer es dar media vuelta y huir hasta que el sol salga. Claro está, ya es demasiado tarde para ti. —El tono del joven conductor había hecho un giro de 180 grados en comparación a su antiguo yo sin preocupaciones. Su voz era fría y hostil—. Tu Rail Tracer aparecerá. Este disparo lo despertará. Tu muerte lo convocará.

Claire reanudó el acto de jalar lentamente del gatillo. El conductor más viejo por fin abrió la boca para gritar, levantando las manos para protegerse.

Pero era demasiado tarde.

—Muere, sacrificio.

Un disparo.

Las vías se llevaron el agudo sonido que resonó en toda la cabina.

Se llevaron el sonido hacia la interminable noche negra como el carbón.

Un chorro de sangre roja oscura salpicó las paredes de la estrecha cabina del conductor.

En ese preciso instante, la puerta de la cabina se abrió.

—¿Pero qué...?

La voz hizo que Claire se diera la vuelta. Delante de él había un conductor con los ojos abiertos como platos.

El conductor estaba vestido con el uniforme del Flying Pussyfoot oficial.

—¿Quién eres tú? —preguntó Claire con una cara sin expresión. Sólo dos conductores fueron programados para estar en el tren ese día: él y el hombre que acababa de matar. Ahora que pensaba en ello, ni siquiera recordaba el nombre del conductor mayor.

Mientras Claire cavilaba, el hombre blanco comenzó a agitar sus brazos tranquilamente frente a su cara.

—Vamos, ¿podrías poner esa cosa atemorizante lejos? No soy tu enemigo —sonrió.

Claire lentamente apuntó con su arma al hombre extrañamente alegre.


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—¿Se supone que confíe en un hombre que ve esto y todavía tiene una sonrisa en su rostro? ¿Quién eres tú? ¿Qué estás haciendo aquí? Respóndeme —dijo, preparado para apretar el gatillo.

—¿Umm? Así que ya te diste cuenta sobre mí, eh...

El falso conductor de pronto cambió de tono y puso una sonrisa torcida.

Sin embargo, por alguna razón Claire dejó caer su arma.

El falso conductor se sorprendió. Parecía que no había visto aún los ojos de Claire; sus ojos estaban tan relajados como era posible.

—¿Qué estás haciendo?

—No creo que seas del tipo que escupe todo sólo porque tiene un arma apuntándole a la cara. Creo que voy a tener que usar un poco más de fuerza —respondió Claire. No solo estaba relajado. Su voz sonaba como si estuviera teniendo una conversación cotidiana.

El falso conductor estalló en carcajadas.

—¡¿Qué?! ¿Tortura? ¿De qué siglo eres?

Claire ignoró al hombre riendo y abrió la puerta que daba al exterior. El aire del frío invierno heló a los dos hasta los huesos.

—O-oye, ¿qué estás planeando? Gracias por dejar caer la pistola, de todos modos. —El falso conductor se rio, metiendo la mano en su chaqueta—. No creas que te lo voy a dejar tan fácil sólo porque estás desarmado... ¿eh?

Claire no estaba a la vista.

Tal vez el falso conductor estaba viendo cosas, pero casi le pareció como si hubiera salido por la puerta abierta y caído del tren.

El falso conductor sacó su pistola y se acercó lentamente a la puerta.

Dio un pequeño paso fuera y apuntó su arma hacia la izquierda y la derecha, pero a su alrededor no había más que un lado del compartimiento y el paisaje oscuro que crecía cada vez mas lejos del tren.

Entonces, ¿Claire estaba todavía en la cabina? El falso conductor rápidamente miró a su alrededor. En ese momento, lo agarraron por la pierna y lo arrastraron con una fuerza poderosa.

—¡!


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Se encontró cayendo hacia adelante, pero la fuerza no le permitía siquiera tomar un respiro. El cuerpo del falso conductor fue llevado fuera.

—¡AAAAAAAHHHHHH!

De alguna forma se las arregló para girar la cabeza al caer y se encontró frente a una visión increíble.

Un brazo que llevaba la manga del uniforme de un conductor estaba agarrándole la pierna por debajo de la puerta abierta.

¡¿El conductor?! ¡Imposible! ¿Cómo llegó ahí abajo?

El falso conductor fue jalado con un movimiento suave antes de que pudiera completar su pensamiento. Sintió una brisa fría que pasaba sobre él, entonces cayó una distancia pequeña.

En el momento que se dio cuenta de que estaba cayendo, su cuerpo de repente se detuvo en el aire.

Cuando abrió los ojos, el falso conductor se dio cuenta de que Claire lo sostenía por detrás frenándolo.

—¿?

El falso conductor estaba confundido. Ni siquiera podía imaginar lo que había pasado.

Claire se aferraba a las partes de metal debajo del vagón con las piernas y sostenía con la mano al falso conductor por la parte superior de su cuerpo.

Manteniendo su imposible posición, Claire lentamente empujó al falso conductor hacia las vías.

Susurrándole al oído del falso conductor, su voz mezclándose con el sonido del tren en movimiento y el aullido del viento.

—Voy a preguntarte una vez más... ¿Quién eres tú?

La mente del falso conductor había logrado recuperarse lo suficiente como para contestar. Pero en lugar de eso comenzó a luchar desesperadamente tratando de apuntar el arma en su mano derecha hacia el hombre que estaba detrás de él.

—Qué mal.

El cuerpo del falso conductor se balanceó hacia adelante y su mano derecha fue empujada al suelo.

—¡GAAAAAAAHHHHHHH!


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El Inimaginable dolor y el impacto asaltaron sus sentidos. El falso conductor trató de levantar su brazo, pero Claire lo mantenía firmemente presionado.

—¿Quién eres tú? —preguntó Claire nuevamente, pero el conductor falso solamente podía gritar.

Claire empujó otra vez el brazo del hombre a las vías.

Para cuando el brazo derecho del falso conductor había sido cercenado del hombro hacia abajo, Claire tenía toda la información que quería.

El nombre del conductor falso era Dune, un miembro de la familia Russo. Más específicamente, él era un subordinado directo de Ladd Russo, y parte de un grupo que se había separado de la familia Russo aquel mismo día.

La Banda de Ladd estaba planeando apoderarse del Flying Pussyfoot, matar a la mitad de los pasajeros, y como si eso no fuera suficiente, estrellar el tren en la estación.

Por un momento Claire se preguntó si la banda de Ladd estaba loca, pero parecía que lo cuerdo para este hombre llamado Ladd era equivalente a lo que la mayoría de las personas dirían que es una locura.

En primer lugar, su banda lanzaría los cadáveres de los pasajeros en las vías. Su amigo que no había abordado el tren transmitiría sus demandas a la compañía del ferrocarril, exprimiendo tanto dinero como pudieran en las horas antes de que el tren llegara a Nueva York.

Después, pararían el tren en un lugar predeterminado, se reunirían con el equipo de recolección, que vendría en coche, y escaparían juntos. Ladd probablemente mataría a cualquier pasajero que hubiese visto su rostro.

Dune confesó que se había vestido como un conductor con el fin de hacerse cargo de la cabina.

—¿Por qué ir tan lejos? Si lo que querías era apoderarte del tren, sólo bastaría con dispararnos a los dos. ¿Por qué tenias que ponerte el uniforme?

Dune empezó a reírse, como si los estallidos intensos de dolor hubieran destruido su sistema nervioso.

Pero lo más repugnante de todo estaba en las palabras que pronunció.

—¡Aja! Ja… Jaja... ¡Porque me dio la gana! A Ladd realmente le gusta mucho jugar así. Ponerse el uniforme hace las cosas mucho más divertidas, cuando empiece a caminar por el tren vestido así, los pasajeros van a verme con esperanza, como si estuviera allí para ser un héroe y rescatarlos, ¿verdad? Escuché que se puede conseguir un gran placer cuando matas a gente así. Me gusta eso, ¿sabes? Jejeje... Jeejeejeje…


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La respuesta del hombre a Claire había provocado que rompiera de repente su silencio momentáneo. El brillo de la ferocidad en sus ojos disminuyó y regresó lentamente a la normalidad. Pero había algo parecido a un atisbo de miedo en sus ojos. Claire sombríamente continuó interrogando al hombre.

—¡¿Así que lo conseguiste solo para mierdas y risitas?! ¡Es un uniforme personalizado del Flying Pussyfoot! ¡No puedes sacarlos de las calles!

—Jeejeejee... ¡Lo obtuve en la estación esta mañana! ¡De aquel conductor que cambio turnos con ustedes en Chicago! ¡Un anciano con el cabello blanco y corto!

El rostro de su colega conductor apareció frente a los ojos de Claire. Se trataba de Tony, un alegre ítalo-americano quien le enseñó a Claire toda tipo de cosas sobre el trabajo de un conductor.

—¿Qué hiciste con él?

—¡Jajaja! ¡Apuesto a que las ratas en las alcantarillas de Chicago tienen un festín ahora mismo!

Dune se dio cuenta demasiado tarde de que no debería haber hablado sin parar. El dolor abrumador había afectado tanto a su mente que se había olvidado por un momento que él estaba a un pelo de perder la vida o peor.

—¡E-espera! ¡Estaba bromeando! ¡Espera!

Ya era demasiado tarde. La mano derecha de Claire estaba en la parte de atrás de la cabeza de Dune. Sus ojos estaban llenos de una locura aún mayor que la de antes, ya no era el conductor joven y amable de antes.

El cuerpo de Dune fue empujado al suelo por el increíble poder de Claire.

—¡E-espera! ¡Tú también acabas de matar a un conductor! ¡¿Quién diablos eres tú?!

Claire no se detuvo ante la reclamación de Dune. Continuó empujándolo hacia el suelo. La imagen residual de la grava en el suelo, casi lo hizo sentir como si se movieran sobre un río. Sin embargo, la mano derecha de Dune ya había demostrado que a esta velocidad la grava funcionaba como un rallador de gran potencia.

Justo antes de que la nariz de Dune golpeara el suelo, Claire dio a Dune un largo monólogo.

—¿Quién soy yo? Soy Claire Stanfield. Supongo que los matones de la mafia podrían conocerme mejor como Vino.

¡Vino! ¡He oído hablar de este tipo! Él es un asesino a sueldo que viaja por todo el país. Lo llaman Vino porque deja una piscina de sangre que parece vino tras sus asesinatos desordenados. ¡¿Era un conductor todo este tiempo?! ¡No me extraña que estuviera en todas partes!... Pero, no me importa... ¡sólo déjame ir! ¡Por favor! ¡No, no, no, no, no, no...!


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»Pero las cosas son diferentes ahora.

¿A quién le importa? Sólo déjame ir, por favor, lerrrggggrrhhghghrrl...

La cara de Dune golpeó el suelo. Perdió la vista, la conciencia y la vida rápidamente una tras otra.

Claire trajo el cuerpo a la cabina del conductor y lo arrojó en el centro de la habitación. El chorro de sangre tiñó de rojo la de ropa de Claire.

El cuello del cadáver estaba torcido en un ángulo macabro. Su cara y brazo derecho habían sido cercenados por completo. Su apariencia era tan sucia y grotesca que cualquier persona que pusiera los ojos en él probablemente supondría que su cara y brazo habían sido mordidos por una abominable bestia salvaje.

En vez de limpiar la sangre que le corría por la mitad de su rostro, Claire dibujó líneas bajo los ojos con ella.

Tal vez era un ritual que marcaba el inicio de su obra.

Claire en voz baja continuó su monólogo; el final que nunca llegó a oír Dune.

—Yo soy un monstruo. El monstruo que los devorara a todos. —Miró hacia arriba al aire y sonrió—. Me he convertido en su Rail Tracer2.

2 N. del T. Rail Tracer: en español sería algo así como Acechador de Rieles, pero suena más tenebroso en inglés por eso se dejó sin traducir (entiéndase capricho de los traductores).


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EPISODIO EXPRESO El hombre que no muere

El vagón comedor se encontraba rebosante de pláticas agradables.

Czes corría entre las mesas, persiguiendo a una niña con una edad física similar a la suya.

Habían sido asignados al mismo camarote de la Primera Clase. Y con bastante inocencia, la niña le había preguntado a Czes «¿Quieres que exploremos el tren juntos?». Czes no estaba muy interesado en tales cosas; pero concluyó que lo mejor sería seguirle la corriente para mantener fachada de niño adorable.

No fue nada difícil para Czes presentarse a sí mismo como un niño. Después de todo, había operado de esta forma en los últimos doscientos años.

Corrió de un lado a otro del vagón comedor, detrás de la niña cuyo nombre aún no sabía.

Ahora que lo pienso, algo como esto sucedió durante el viaje de Europa al Nuevo Mundo. Era el único niño ahí. Recuerdo que dije «¡Exploremos la nave!», pero, no puedo acordarme quien fue el que me acompaño. Sin embargo, eso ahora no importa. Una vez que los devore a todos, tendré la respuesta deambulando en mi cabeza.

Czes se concentró tanto en sus pensamientos que terminó chocando su hombro contra la espalda de un hombre sentado en la barra.

—¡¿Ugh?!

El hombre había estado masticando un bocado particularmente grande de comida. E hizo un enorme alboroto cuando intentó tragárselo todo con grandes sorbos de agua.

Czes se percató de haberse tropezado con el mismo hombre hacía poco, aquel con el tatuaje en su rostro. Maldijo su mala suerte al encontrarse con él nuevamente. Y, aunque no se sentía muy arrepentido, decidió disculparse.

—¡Oh! Otra vez no… ¡Lo lamento, señor!

El hombre tenía los ojos llorosos, pero se las arregló para forzar una sonrisa.

—N-no hay problema. Estoy bien. Y tú, ¿no te lastimaste?

Czes asintió y sonrió, justo como antes.

Para un hombre con un tatuaje en su rostro, es bastante fácil de controlar. Apuesto a que las personas que confían en sus apariencias de esta forma no terminan haciendo nada de sus vidas. Pensó, no obstante, se aseguró de que su desdén no se reflejara en su expresión.

En poco tiempo la madre de la niña se les unió y comenzaron a charlar.

De repente, la mujer de anteojos con el parche en el ojo observó a Czes.

—Entonces, ¿este niño está por su cuenta?


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—Así es. Se llama… ¡Válgame Dios! ¿Dónde están mis modales? Ni siquiera le he preguntado.

Incluso yo me había olvidado de eso.

Czes optó por presentarse con un nombre falso. No tenía otra opción más que usar su nombre real cuando se trataba de reservar un boleto o poner su nombre en la lista de pasajeros; pero, era factible usar un seudónimo entre personas normales. Quería, de ser posible, evitar que su nombre fuera conocido por los otros.

De esta forma, eligió utilizar el nombre de “Thomas”. Era el mismo nombre del famoso inventor que murió a principios de este año. Lo escogió con el fin de no olvidarlo durante el transcurso a Nueva York.

Sin embargo, las cosas no sucedieron como lo planeado.

—Me llamo Czeslaw Meyer —Era un nombre difícil de pronunciar, pero Czes puso el nombre en sus labios y se detuvo. Por un largo y agobiante instante, incontables ideas pasaron en su cabeza.

¡¿Qué acaba de pasar?! Iba a decir «Thomas» ahora mismo, pero es como si mi cuerpo no me lo permitiera…

No era una sensación con la que no estuviera familiarizado. Antes, cuando ‘él’ aún estaba vivo, alguien le preguntó a Czes su nombre en el mercado. Czes intentó crearse un nombre falso para usar, sin embargo, su boca automáticamente dijo su nombre real. En ese entonces, claro que Czes sabía que era a causa de que ‘él’ había estado solo a una corta distancia.

Era una de las restricciones que el demonio había aplicado sobre ellos; un costo terriblemente barato por el premio de la inmortalidad.

«Los inmortales no podrán conversar entre sí usando nombres falsos».

La restricción le decía a Czes un hecho importante.

Hay un inmortal cerca de mí.

Czes justificaría su inesperado tartamudeo; pero no serviría de nada entrar en pánico. Si los otros inmortales todavía no se percataban de su presencia, no había necesidad de destacar más.

Se calmo a sí mismo y comenzó a inventar excusas creíbles. La restricción de los inmortales solo aplicaba a los nombres; así que no había problemas si mentía sobre todo lo demás.

—Pueden decirme Czes. Voy a Nueva York para ver a mi familia.

La mujer y su hija le siguieron, presentándose ellas mismas.

Episodio expreso EL HOMBRE QUE NO MUERE

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Czes se comprometió a recordar solo sus nombres mientras se concentraba en observar a los otros comensales en el vagón comedor.

Si asumía que el inmortal se encontraba al alcance del oído, probablemente también estaría en el vagón comedor. No obstante, Czes no vio caras familiares. Nadie parecía estar llevando un camuflaje, y el pistolero y la mujer con el parche en el ojo sentada con él, más que camuflaje, lucían disfrazados.

¿Quién es? Tal vez está en la cocina donde no puedo verlo. De lo contrario…

De ser posible, Czes quería descartar la segunda opción.

De lo contrario, entonces… ¿hay otros inmortales además de los de la nave…?

Era un pensamiento aterrador. Si en verdad hubiera otros inmortales, eso significaría que Czes no tendría forma de saber cuántos de ellos habría.

Un día, un extraño podría acercarse a él con una sonrisa y colocar su mano derecha sobre la cabeza de Czes.

Esa mera acción terminaría con su vida siendo devorada.

Eso por sí solo era algo que Czes nunca se permitiría. En realidad no le importaba morir. Después de todo, había vivido una vida bastante larga. Sin embargo, tenía miedo de que otra persona descubriera el retorcido horror que existía entre Czes y ‘él’. Czes consideraba esto la mayor humillación y terror que alguna vez le pudiera suceder.

Fue por eso que eligió vivir de la forma en que lo hizo. Incluso si debía convertir a los demás en su presa y devorarlos a todos, Czes se tenía que asegurar de ser el último inmortal en el mundo. Si el otro inmortal que se encontraba aquí en verdad fuera un extraño, Czes tendría que descubrir cómo se volvió inmortal y cuántos existían al día de hoy. Y la solución más sencilla sería encontrarlos y devorarlos.

Y para lograr eso, primero debía de hallar al otro inmortal. Podría herir a alguien ligeramente, o simplemente poner su mano derecha sobre sus cabezas; pero de esta forma, el otro inmortal sabría instantáneamente.

Tengo que deshacerme del otro inmortal inmediatamente. Sin importar lo que cueste.

De repente, el pistolero observó a Czes y alzó la voz.

—¡Es verdad! ¡Después de todo, el Rail Tracer te engulliría enseguida si fueras un niño malo!

—¡Así no más!

Se trataba del pistolero y la mujer con el vestido rojo; la pareja con los inusuales vestuarios. Czes vagamente recordaba sus nombres, algo como Isaac y Miria.


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La voz de Isaac regresó a Czes directo a la realidad. Decidió escuchar a Isaac por el momento con el fin de tranquilizar momentáneamente su ansiedad.

—¡Eso es lo que solía decir mi padre para asustarme cuando era más joven!

—¡Espeluznante!

—¿Eh? ¿Q-qué es un Rail Tracer? —preguntó nervioso el hombre tatuado. Sus pies comenzaron a temblar.

—¿No sabes, Jacuzzi? El Rail Tracer es…

—…Y es por eso que al contar esta historia sobre el tren… terminas invocando al monstruo… ¡Al Rail Tracer!

—¡Eeek!

¿”Rail Tracer”? Suena bastante estúpido. Pero, pensándolo bien, creo que no está muy alejado de cosas como mi inmortalidad o demonios. Quizá, sí exista después de todo.

Czes continúo alerta de su entorno, incluso mientras escuchaba a la historia de Isaac.

Entonces, el monstruo come niños malos, eh. Si en verdad existe, supongo que vendrá por mí primero. Ya que, según los estándares del mundo, no soy nada más que maldad. Incluso ahora estoy de camino de vender un gran cargamento de explosivos a la mafia como si nada.

Si los explosivos fueran a ser empleados en las disputas de la mafia, indudablemente causarían daño a los inocentes.

La palabra ‘daño’ era demasiada abstracta. Estaba claro que al utilizar los explosivos en las calles matarían a muchas personas. Czes había accedido al trato, pese a saber todo esto.

Eso no era todo. Czes hasta ahora había usado su apariencia para engañar y timar toda clase de personas. Algunas veces lo hizo por su propia conveniencia. Otras veces lo hizo por pura misantropía.

¿Y qué? No es como si me importara.

La cosa más importante para Czes no era el bienestar de los otros o su propia moral, sino la cuestión de encontrar una forma de devorar a los otros inmortales. No le importaba si significaba la muerte de todos excepto la suya. Czes prefería la eterna soledad a tener a otra persona absorbiendo sus memorias malditas.

Czes pensó todo eso y sonrió amargamente.


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Aun cuando había abordado sin un boleto, Rachel estaba sorprendentemente sentada con poca reserva sobre su situación.

Se encontraba en el asiento de una mesa del vagón comedor. Rachel ordenó su comida sin dudarlo.

Poseía dinero, y no tenía nada en contra del chef del tren. Por consiguiente no había remordimientos al pagar por su comida. Su razonamiento era incluso más justificado por el hecho de que las operaciones del vagón comedor eran administradas por una empresa completamente aparte de la compañía ferroviaria.

Desde luego, no entró simplemente al vagón. Únicamente tomo asiento luego de que el conductor completó la primera ronda de revisión de boletos; así que no tendría que preocuparse por ser capturada en un buen rato.

Y no solo eso, el vagón comedor era compartido por todos los carros. Sus comensales estaban vestidos en un amplio rango de estilos, lo cual permitía que la ropa de trabajo de Rachel formara una mezcla homogénea.

Como dato curioso, Rachel hizo una regla personal de siempre sentarse cerca de la ventana. Puesto que era auto-impuesta, no había ningún castigo por romperla. Pero seguir esta regla a ser capturada podría terminar con consecuencias más espantosas que un simple sermón.

Dejando eso de lado, no puedo creer que ese maldito bastardo también esté en el tren.

Rachel veía en dirección de un hombre bigotón, que actualmente participaba de una cena especialmente lujosa. Se trataba de un hombre muy desagradable para ser llamado ‘grande’, ‘gordo’ era todo lo que lo describía. El hombre había estado riendo y bufando repulsivamente desde hacía un tiempo, la saliva salía volando de su boca mientras hablaba sin parar en auto-elogios.

—¡Buajaja! Sabes, un servidor prácticamente inventó la habilidad de viajar en el tren de su competencia con tanta dignidad.

Pero eso no fue lo que molestó a Rachel. Lo que la irritaba era el hecho de que el hombre le era familiar.

No había duda de ello. Ese hombre era un administrador de la compañía ferroviaria en la que su padre trabajaba. También se trataba del hombre quien desvergonzadamente incriminó a su padre para salvar su propio cuello. Por como lucían las cosas, se las había arreglado para conservar su puesto todo este tiempo. La visión del hombre ensombreció los pensamientos de Rachel.

Consideró darle al hombre una paliza despiadada, pero Rachel comprendió que hacerlo no tendría sentido. Lo que es más, no debía actuar imprudentemente mientras fuera una polizón en el tren.

Conforme proseguía escuchando, con las manos fuertemente apretadas en puños, el hombre bigotón continuaba mofándose.


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—Desde luego, creo que todo este lujo es gracias a que prácticamente me rompí la espalda por la compañía y por nuestros clientes todos estos años. ¡Buajajajaja!

¿«Buajajajaja»? Vete al infierno. Maldito. Espero que te pudras y te hundas y seas comido vivo por los piojos hasta los huesos. Ni siquiera mereces ser alimento para peces. Espero que estires la pata y desaparezcas para siempre.

Rachel calmó su furia mientras murmuraba maldiciones en voz baja, al final decidió dejar de mirar en dirección del hombre.

Su platillo fue entregado desde la barra. Rachel había comenzado a comer de mala gana, cuando un muchacho pasó corriendo y llorando.

Tenía un tatuaje en forma de espada sobre su rostro, haciéndolo lucir a primera vista como un pirata salido directamente del Caribe. No obstante, su cara estaba torcida de una manera torpe y las lágrimas caían por sus mejillas como cascadas.

Mientras el hombre pasaba a un lado de ella, Rachel pudo escucharlo balbucear «¡Tengo que encontrar al conductor…!».

Maldición. ¿Llamará al conductor?

Rachel se puso algo ansiosa, pero decidió permanecer en su asiento y continuar con su comida conforme vigilaba la situación.

De pronto, la puerta por la que el hombre tatuado salió corriendo, se abrió de nuevo. Un hombre en un traje blanco entró. El hecho de que todo lo que vestía, desde su corbata hasta sus zapatos, era de un blanco uniforme lo hacía lucir como un campesino que fuera a asistir a una boda en la ciudad.

A diferencia del hombre tatuado, el hombre de blanco caminó entre las mesas con absoluta confianza.

Por un segundo, Rachel se encontró con sus ojos.

Ella desvió la mirada inmediatamente, pero su corazón se aceleró por un miedo inexplicable. Podía decir instintivamente que este hombre estaba activando las alarmas en su cabeza, una clase diferente de advertencia a la que emitían los dos miembros de la orquesta que vio antes de abordar.

Centró su atención en el hombre y al mismo tiempo se mantuvo alerta de sus alrededores.

Tenía un mal presentimiento sobre esto. Algo iba mal. No hablaba por ella su experiencia como polizón. Sino la experiencia que había apilado como agente de información haciendo toda clase de negocios en los bajos mundos, intentaba decirle algo.

Por si acaso, Rachel empezó a entreabrir la ventana en silencio.

Pronto el tiempo estaría sobre de ella.


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Tres juegos de voces sonaron estridentemente por el vagón comedor. No había margen para un error de interpretación.

—¡Todos al suelo, ahora! —gritaron los hombres de negro que irrumpieron por la puerta del frente. Completamente armados con ametralladoras.

—¡Las manos arriba, ahora mismo! —bramó el hombre de blanco, que permaneció de pie en medio del vagón comedor. En su mano derecha sujetaba una pistola de color bronce.

—¡Que nadie se mueva! —vociferó un hombre harapiento, que había entrado por la puerta trasera. Sostenía un simple cuchillo para fruta.

—¿Q-qué se supone que hagamos…? —preguntó el hombre junto a Rachel, cubierto en sudor frío.

Los hombres se vieron entre sí, con expresiones de incredulidad escritas sobre sus rostros.

El hombre que sostenía el cuchillo hizo el primer movimiento.

—Eh —murmuró en silencio, dando un paso atrás—. Lamento la confusión.

Cerró la puerta con sumo cuidado y corrió ruidosamente.

Un simple cuchillo no era suficiente para mantener un balance de poder, al final, el triple atentado de secuestro había sido modificado.

Era la señal del comienzo de una tragedia.

El hombre de blanco al instante apuntó con su pistola y disparó tres tiros consecutivos. Todos los pasajeros se agacharon y se cubrieron sus cabezas mientras gritaban.

Uno de los disparos del hombre de blanco golpeó a uno de los hombres de negro. La bala impactó su hombro, lanzándolo en un giro mientras caía al suelo.

Y, como si reaccionaran, las metralletas de los hombres de negro empezaron a escupir plomo.

Sus tiros dieron en la diana, y el pecho del hombre de blanco se tiñó de un intenso color escarlata en un santiamén.

Conforme el coro de gritos persistía, Rachel abrió la ventana y poco a poco se puso de pie.

El hombre de blanco cayó hacia atrás, disparando varias veces al techo. No tenía un objetivo en particular; su brazo y dedo fueron instados a la acción por el impacto del golpe.

Hubo una segunda lluvia de balas de las ametralladoras.


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Esta vez, atacando el estomago del hombre de blanco. Su cuerpo se torció en un ángulo recto.

Cuando caía al suelo, se desvaneció la vida de sus ojos.

Para entonces, Rachel ya estaba escapando del carro. Descendió con pericia de la ornamentación junto a las paredes y se escondió entre las las ruedas del vagón comedor.

La atención de los pasajeros y de los hombres de negro se concentró enteramente en el tiroteo. Únicamente el hombre sentado junto a ella fue testigo de la desaparición de Rachel.

Más tarde, un amigo, emocionado en vano, del primer hombre de blanco entró, e inmediatamente dio vuelta a la situación.

En medio de la confusión, un pasajero fríamente calculó la situación.

Puedo usar a estos sujetos…

Agachado bajo la barra, Czes empezó a planificar la forma de usar al hombre de traje blanco que había ingresado al vagón.

—Ahora, Czes. Debes cuidar de Mary.

—¡Sí, señora!

Czes asintió enérgicamente y salió del vagón comedor con la niña tomada de las manos. Abrió la puerta y cuidadosamente miró alrededor. Parecía que, al menos, los hombres de blanco no estaban en los pasillos.

Atravesó el silencioso corredor, con Mary siguiéndolo, mientras se dirigía a los vagones traseros. Esta era una oportunidad de oro para Czes.

Tras el tiroteo, la señora Beriam le dijo a Czes «Tienes que ocultarte en algún sitio con Mary». Hubiera preferido ir a ver a los hombres de blanco de inmediato, pero los otros pasajeros se opondrían claramente a que saliera solo.

Sin embargo, la preocupación de la señora Beriam por la seguridad de su hija le había provisto de la perfecta excusa para irse. Sería un tonto si no tomara la ventaja de la situación.

Desde luego, la presencia de Mary era una molestia. Czes podría entregarla a los hombres de blanco, o incluso matarla en el acto.

Pero Czes no tenía ganas de elegir una u otra opción. Sin embargo, no es que sintiera simpatía por ella. Simplemente rechazaba la idea de proceder con una niña de su edad física de la misma forma en la que lo había hecho el hombre en el que él confiaba. Engañarla y traicionarla no harían muy diferente a Czes de ‘él’.


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Czes no tenía remordimientos por matar a un niño. Si fuera necesario, no dudaría en utilizar los hígados de los niños para su propia investigación. Pero traicionar era otra historia. Hervía en auto-desprecio ante la idea de hacerle a otro lo que su detestable tutor le había hecho a él.

No le importaba timar a los adultos. Aunque esto no significaba que Czes tuviera un punto débil por los niños. Doscientos años le habían mostrado la clase de crueldad y malicia de la que los niños eran capaces. Pero su aversión a destruirlos provenía probablemente del hecho de que se veía reflejado en ellos.

Los ojos de la niña a la que Czes estaba guiando de la mano se encontraban llenos de miedo. Pero no poseía la menor pizca de sospecha en él. Czes lo hubiera encontrado más fácil si lo hacía, puesto que sería capaz de deshacerse de ella inmediatamente.

¡Maldita sea! ¿Hasta cuándo estos estúpidos recuerdos me continuaran acechando?

Sin embargo, a pesar de su furia, Czes no soltó la mano de Mary.

Justo cuando estaban a punto de salir del carro de Segunda Clase y moverse al siguiente, Czes se percató del armario de limpieza cerca del baño.

Cuidadosamente abrió la puerta y observó un buen arreglo de trapeadores y cubetas. Si colocaba el trapeador contra la pared, el armario podría alojar a solo un niño.

—Listo. Esto debería ser suficiente para que entres.

—Pero… ¿qué hay de ti, Czes? —Mary lo observó preocupada.

—Iré a revisar los otros vagones, así que escóndete aquí hasta que regrese, Mary. Tienes que permanecer aquí, ¿está bien? No te preocupes, regresaré pronto.

Mary asintió, temblando.

Czes de verdad tenía en mente regresar por ella después de sus negociaciones con los hombres de blanco. Dependiendo en cómo salieran las cosas, el resultado del acuerdo podría terminar colocando la vida de Mary en peligro. Pero Czes quería evitar traicionarla a cualquier costo.

Maldición. ¿Por qué estoy dudando? Se supone que todos los humanos son como ganado, existen para ser devorados. Tranquilízate. Estoy siendo dominado por mis sentimientos. Después de todo, es posible sentirse culpable de matar y comerse un cordero, ¿verdad? Simplemente es así.

El pensamiento de que las negociaciones con los hombres de blanco pudieran constituir una traición no se le ocurrió a Czes. Había prometido proteger a Mary, pero no le importaba lo que sucediera con los demás.

Es verdad. Si quiero recordarme a mí mismo que soy especial; si quiero sellar estas memorias malditas; y si quiero sobrevivir, este tren tiene que convertirse en un sacrificio.


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Czes sonrió lo mejor que pudo y cerró la puerta frente al aterrado rostro de Mary en silencio.

Sus músculos faciales no se movieron de una sonrisa forzada, a pesar de que Czes estaba acostumbrado desde hacía mucho tiempo a sonreír como un niño inocente.

—Oye, ¿podemos cambiar turnos ahora? —preguntó uno de los hombres de negro en la bodega de carga a sus dos compañeros de equipo.

—No abandones tu puesto de esa forma.

—¿A quién le importa? No es como si pudieran cortar las sogas. Además, se supone que nosotros no deberíamos estar cuidando rehenes en primer lugar.

—Entonces, ¿qué quieres que hagamos? No podemos ignorar simplemente a los intrusos.

Los hombres originariamente estaban a cargo de vigilar las armas de los Lémures. Las cosas de repente se volvieron complicadas mientras mataban el tiempo.

Escucharon a alguien corriendo fuera de donde se encontraban, así que los hombres tomaron sus armas y se prepararon para salir.

No obstante, el criminal abrió la puerta antes de que ellos pudieran alcanzarlo.

Los hombres mantuvieron al pequeño intruso a punta de pistola, cuando un hombre y una mujer de blanco aparecieron de pronto. Los hombres de negro terminaron capturando a estos dos de igual forma, cuando, con todo y eso, otro ladronzuelo entró en escena. Confundidos, los hombres de negro decidieron atarlos a todos y lanzarlos a la siguiente bodega de carga de un lado.

—Es parte de nuestras órdenes. Tenemos que capturar a cualquiera que nos vea. Así que regresa a tu puesto.

—¡Vamos, cambiemos!

—Está bien. Primero, veamos qué tal les va.

Uno de los hombres de negro fue arrastrado hacia el corredor por el otro.

—Mandaré un telegrama a Goose sobre estos sujetos —dijo el hombre restante conforme sus compañeros de equipo salían.

Pero no escuchó ningún replica.

—Oigan, al menos podrían responder…


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Estaba a punto de sacar la cabeza por fuera de la puerta de la bodega cuando notó algo extraño.

Dos personas habían salido a la siguiente bodega de carga, pero sólo un hombre permanecía de pie en el pasillo.

—¿Eh? ¿Dónde está John? —preguntó el hombre de negro con gafas, pero seguía sin haber respuesta.

—¡Oye! ¡¿Qué demonios sucedió?!

El hombre de negro en medio del pasillo estaba temblando. Su voz salió en un susurro tenso, apenas audible.

—Se ha… se ha ido…

—¿Qué?

El hombre continuaba temblando con la espalda contra la ventana.

—Se ha ido. Me di la vuelta, y él simplemente desa—

—¡Oye! ¡Detrás de ti! —gritó de pronto el de los anteojos.

De las ventanas alineadas a lo largo de la pared de los pasillos de los carros de carga, una de ellas estaba completamente abierta. Era la que se encontraba justamente atrás de su aliado.

Una sombra roja pasó por detrás. No pudo haber sido un reflejo; después de todo, la ventana estaba abierta de par en par.

La ‘cosa’ roja se encontraba definitivamente afuera del tren.

Y extendió una mano hacia la espalda de su aliado.

—¿Eh…?

El hombre cerca de la ventana no tuvo tiempo de mirar hacia atrás o gritar.

Su cuerpo levitó en el aire. Entonces, fue succionado por la oscuridad del exterior, como el agua fluyendo por el desagüe de una bañera.

—¿Qué?

El hombre de negro con anteojos estaba confundido.

No han pasado ni siquiera treinta segundos desde que los dos se fueron. ¡¿Cómo demonios ambos desaparecieron tan rápido?! Y uno de ellos fue atrapado justo frente a mí. ¡¿Qué diablos?! ¿Qué está sucediendo? ¿En verdad soy tan estúpido?


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Estaba de pie arraigado al suelo. La cosa roja apareció de nuevo por el rabillo del ojo.

La silueta de un brillante rojo en la completa oscuridad de la noche era a la vez aterradora y bella.

La sombra roja lentamente desapareció por la pared exterior, y enseguida no hubo nada afuera de la ventana más que pura oscuridad.

El hombre de negro con lentes finalmente fue capaz de emitir un grito.

A Claire le disgustaba su propio nombre.

No tenía intención de cambiarlo, pero sentía una vaga sensación de repulsión al ser llamado con el nombre de una mujer.

Al parecer había recibido el nombre por su abuelo; “Claire” era un nombre masculino hasta la primera mitad del siglo XIX. Pero, actualmente, se trataba de la clase de nombre con el que lo confundían por una mujer a donde fuera que iba.

Aún así, no tenía ningún resentimiento contra sus padres. Después de todo, que sentido había en guardarle rencor a los muertos.

Si aún estuvieran con vida, les hubiera lanzado un reclamo afectuoso de vez en cuando. No obstante, para cuando era lo suficientemente grande para entender algo, ellos ya habían fallecido.

En ese momento, Claire fue criado por sus vecinos, los Gandor.

El señor Gandor era el Don de una diminuta Familia de la mafia, lo bastante frágil como para salir volando por una brisa. Entre las Familias de Nueva York, los Gandor eran esencialmente los perros de los peones.

Cuando el señor Gandor murió, Claire se unió al circo. Siempre pensó que hazañas como tocarse la cabeza con la planta del pie o pararse de manos con un solo brazo era algo fácil para cualquiera; sin embargo, al parecer se trataba de algo bastante especial. Las personas en el circo siempre le decían que había nacido con estupendos músculos y grandiosa complexión, pero al mismo Claire no podría interesarle menos.

La única cosa que nunca le gustó fue el hecho de que, sin importar qué tanto esfuerzo pusiera en aprender nuevos trucos y técnicas, los demás lo explicaban todo con una palabra: ‘talento’. Lo sentía como un insulto que invalidaba todo su duro trabajo; aunque, eventualmente, Claire lo acepto. Quizá ‘esforzarse’ no era suficiente para que las personas normales obtuvieran estas habilidades. Por lo que decidió intentar y lograr cosas más allá de sus talentos innatos.


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Como resultado, el trabajo duro de Claire pasó sin ganar reconocimiento. Aunque se había esforzado el doble que cualquier otro persona, pero, en este punto, sus habilidades ya no se encontraban en el nivel de ser alcanzadas a través del mero esfuerzo humano.

Claire pretendía obtener dinero en el circo para enviarlo de vuelta a casa con sus hermanos, quienes eran prácticamente su propia carne y sangre. Sin embargo, el mundo no era tan sencillo.

No era que Claire no ganara mucho; se trataba de que, para cuando había comenzado a tener una suma decente, los hermanos Gandor ya habían expandido grandiosamente su territorio.

Desde la perspectiva de otras organizaciones, sus ingresos seguían siendo lamentables; pero los Gandor todavía obtenían más que Claire.

El circo se disolvió y Claire fue lanzado al vasto mundo. Tras una buena dosis de aflicción, a fin de cuentas, se volvió un asesino a sueldo. No se trataba de un trabajo fácil, pero fue capaz de hacerse su camino.

Había un motivo determinado por el que Claire se convirtió en conductor después de abandonar el circo. Se trataba de un trabajo que le permitía moverse mucho más rápido que el circo, y a través de las ciudades más grandes. Era perfecto para su trabajo como asesino.

Claire era muy consciente de que sus asesinatos lucían caóticos. Se trataba de un hábito suyo; Claire no estaba aliviado hasta que el cuerpo de la víctima había sido mutilado hasta cierto grado. No se trataba de que estuviera asustado; simplemente le preocupaba que, tal vez, el corazón de la víctima siguiera latiendo. Era una acción que tenía sus raíces en su filosofía de «Honrar el contrato por completo, asegurándose del homicidio».

Su hábito, que normalmente debería ser visto como un defecto en su técnica, en realidad se convirtió en el medio por el cual su nombre se hizo famoso. La metodología de Claire, formando piscinas de sangre disparatadamente atroces, infundió terror en los corazones de sus enemigos.

Aunque siempre usaba seudónimos cuando trabajaba, en algún punto más adelante obtuvo el apodo de “Vino”. Enseguida ese nombre empezó a abrirse paso entre las ciudades. Los rumores del monstruo que aparecía por todo Estados Unidos labraron silenciosamente pero con seguridad el reconocimiento de su nombre en los criminales de los bajos mundos.

¿Qué esperaban? Voy a todos lados porque soy un conductor de un transcontinental. Además, si están llamando a un flaco y huesudo chico como yo un monstruo, ¿cómo le dirían a Berga? ¿El Diablo3?

Claire pensó en su ‘familia’, a quienes vería mañana, y se relajó.

3 N. de la T. Originariamente tendría que decir “La Muerte” (Grim Reaper), pero me pareció más adecuado para Berga “El Diablo”, además de que el sustantivo se encuentra en masculino, la idea de que Berga te lleva directamente al infierno suena más aterradora que simplemente decir que te asesina. ¿No lo creen?


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Incluso después de que se convirtió en una infame celebridad entre los de su clase, los Gandor no introdujeron a Claire en su organización. Sin embargo, esto no quería decir, que se distanciaron de él. Tampoco trataron de disuadirlo en ser un asesino a sueldo.

No se trataba de tomar una actitud ética, pero Claire estaba feliz con la forma en que lo trataban y aceptaba trabajos de sus hermanos dándoles un descuento. No tenía reparos en trabajar gratis para ellos, pero los Gandor no lo permitían.

Y ahora, Claire iba en camino para asumir sus conexiones con ellos. La Familia Gandor se encontraba actualmente en conflicto con la Familia Runorata, una de las familias grandes de Nueva York.

Posiblemente no sería capaz de regresar a ser un conductor por algún tiempo después de esto. Claire ya había informado a la oficina central que tomaría un breve permiso una vez que llegara a Nueva York.

Ahora el problema era conseguir que este tren arribe a Nueva York a salvo.

No debe detener el tren.

Claire tenía que evitar lastimar a los Gandor por culpa de su propia demora; sin importar lo que costará.

Si los hombres de negro o los hombres de blanco tomaban el control del tren, las oportunidades de que el tren llegara sano y salvo disminuían de manera dramática. E incluso si lograran arribar a Nueva York, obviamente habría una confrontación con la policía. Y si la confrontación conducía a un tiroteo, sin duda algunos pasajeros morirían.

No le entregaría el tren a gente como ellos. No permitiría que ellos asesinaran a los pasajeros o los tomaran como rehenes.

Claire se percató de que, en algún punto, había dejado de pensar en los Gandor y ahora de verdad se preocupaba por la seguridad de los pasajeros.

Eh. Meditó para sí, retrocediendo en sus pensamientos. Supongo que en realidad sí me enamoré de ser un conductor.

Sonrió avergonzadamente bajo la luz de luna.

Todo esto sucedió mientras se sostenía de la pared de la bodega de carga con una sola mano, sujetando con fuerza a su lado el cadáver de un hombre de negro con el cuello roto.


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Rachel se movía a través de la parte inferior de los vagones, trepando entre las piezas de metal como un mono. Recorrió el camino hacia la parte trasera del tren a un ritmo anormalmente rápido.

Se dirigía a la bodega de carga. No sabía que estaba sucediendo en este tren, pero tenía la certeza de que los hombres que irrumpieron en el vagón comedor con ametralladoras eran miembros de la orquesta.

Entonces, ¿qué hay con los miembros de la orquesta situados en la bodega de carga? Si los hombres de negro se vistieron como una orquesta por algún objetivo desconocido, en ese caso los hombres en la bodega de carga tenían bastante probabilidad de estar con ellos. Rachel tomó medidas con la intención de averiguar más acerca de la situación del tren lo más pronto posible. Pudo haber permanecido quieta y en silencio; pero, aún así Rachel se lanzó al peligro.

Quizá fue un remanente de su trabajo como agente de información. Ella era solamente un agente, pero esta era la excusa que usaba para saciar su curiosidad.

Tan pronto como llegó a la mitad de la bodega de carga, Rachel se apoyó en medio de las ruedas y miró hacia la puerta a un costado del vagón. Posiblemente no hubiera nada malo en el interior, pero Rachel se quería asegurar.

Sus expectativas fueron traicionadas ante la visión que le dio la bienvenida.

La puerta lateral estaba abierta.

Normalmente, esta puerta únicamente estaba abierta cuando el tren se encontraba detenido. Era empleada para ingresar piezas grandes de cargamento.

Si esa puerta está abierta, no hay forma de que esto solo sea un pequeño problema…

Al momento siguiente, los pensamientos de Rachel se congelaron. Se percató de que había una silueta roja centelleando cerca de la puerta.

Rachel no lo notó al principio debido a la oscuridad, además de que había centrado su atención en la puerta abierta. Pero, una vez que vio a la criatura en la puerta, entendió todo.

La puerta no estaba abierta; se encontraba en proceso de ser abierta. Y la silueta roja la estaba abriendo en este preciso momento.

Parecía que la silueta aún no la había visto. Se sostenía de un punto saliente a un costado del tren con sorprendente equilibrio.

De pronto, la puerta se abrió y la silueta entró a la bodega de carga.

Rachel se quedó estupefacta por un momento; sin embargo, los sonidos de los gritos, mezclados con el sonido del tren en movimiento, la trajeron de vuelta a la realidad.

—No… aléjate… no, no, no, no, no… ¡NOOOOOOOOOO!


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Un grito escalofriante y aterrador. Fue seguido por el agudo sonido de disparos. La perturbadora atmosfera apremiaba a Rachel a escapar y esconderse bajo el vagón de nueva cuenta.

Desafortunadamente, era demasiado tarde.

La sombra roja repentinamente había bajado justo a un lado de ella. Parecía que prácticamente se había dejado caer desde la puerta lateral, en lugar de haber trepado hacia abajo.

Y las cosas solo empeoraron.

Los ojos de Rachel se encontraron con los del monstruo rojo.

Claire de alguna forma fue tomado por sorpresa.

Ya se había encargado de dos de los hombres de negro que estaban custodiando la bodega de carga.

No obstante, el tercero alcanzó a verlo cómo sacaba al segundo. Naturalmente, el hombre contactó de inmediato a sus aliados del frente.

Cuando se dio cuenta de que la palanca de la puerta de la bodega de carga estaba rota, Claire decidió irrumpir en el acto y terminar con el trabajo.

El hombre gritó, pero era demasiado tarde. Al parecer solo pudo presionar el gatillo de su ametralladora después de que Claire levantara sus brazos.

El cañón apuntaba al techo. Evidentemente, Claire estaba desarmado. Torció el brazo del hombre de negro, y la ametralladora cayó al suelo sorpresivamente rápido.

Todo lo que tenía que hacer ahora era arrastrar al hombre de negro hacia fuera y triturarlo contra las vías como lo había hecho anteriormente. Claire restringió con firmeza al hombre por detrás y saltó fuera de la puerta con la actitud de un hombre que caminaba por un tramo de escaleras.

Se mantendría fuera del suelo al sostenerse a un ornamento de metal del tren con sus pies. Si una persona normal fuera a intentar tal cosa, o sus piernas se rendirían y romperían o quedaría atrapado entre las ruedas y sería descuartizado en pedacitos.

No obstante, Claire no tenía tales preocupaciones. Todo había ido bien, al menos hasta que realizó estas acciones rutinarias con seguridad.

Sin embargo, su apariencia de confianza en sí mismo se convirtió en una de exagerada confusión.

¿Quién es esa?


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La cabeza de una mujer sobresalía de entre las piezas de metal a un lado de él. Nunca la había visto antes. ¿Era una aliada de los hombres de negro o de los hombres de blanco?

Claire salió de su cavilación por la sensación de que el cuerpo del hombre de negro se volvía más pesado. Luego, se hizo ligero otra vez.

Cuando Claire miró hacia abajo, observó que al hombre de negro ahora le faltaban las piernas. Probablemente había luchado y sus pies fueron atrapados por las ruedas.

La fuerza de las piernas siendo desprendidas debe haber sido inmensa; sin embargo, Claire sujetaba el cuerpo del hombre con facilidad, dando como resultado un desgarre desastroso. El hombre parecía haber perdido el conocimiento incluso antes de poder gritar. El doloroso trauma bien pudo haberlo matado.

Desde luego, inclusive si continuara con vida, perder tal cantidad de sangre era una sentencia de muerte por sí sola.

Pues bien.

Claire impulsó su cuerpo hacia arriba colocando fuerza en sus piernas y estomago. Utilizó el momento para arrojar con fuerza la parte superior del cuerpo del hombre de negro hacia la bodega.

El lanzamiento fue demasiado poderoso y el cuerpo del hombre de negro golpeó el techo antes de caer al suelo.

Sin embargo, Claire no lo pensó dos veces mientras se disponía a buscar a la mujer.

Por lo que pudo ver de su ropa entre los tubos, la mujer no era afín ni con los hombres de negro ni con los hombres de blanco. Claire tenía la certeza de no haber visto a una mujer vestida de esa forma cuando revisó la lista de pasajeros, lo cual solo dejaba una posibilidad.

Sus hábitos como conductor encauzaron a Claire a preguntarle involuntariamente a la mujer una pregunta obvia.

El deseo de matar en sus ojos se desvaneció por un momento, y temporalmente se convirtió en el conductor anterior al fiasco.

Sin embargo, Rachel no tenía tiempo de asumir este cambio.

¡¿Qué fue eso?! ¡¿Qué está sucediendo?!

Rachel fue sobrecogida por la confusión. La sombra roja desgarro las piernas del hombre de negro con una fuerza y agilidad inhumana. Empujándolo despiadadamente a las ruedas del tren, nada menos. Sacudiendo el vagón horriblemente cuando las piernas del hombre de negro fueron arrancadas; pero la sombra roja ni siquiera se sobresaltó ante el impacto, aunque estaba suspendido del tren solamente con sus piernas.


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Entonces, lanzó el cadáver de regreso a la bodega con una fuerza sobrehumana y volvió su mirada hacia Rachel.

Rachel observó a la criatura a los ojos, demasiado aterrada para moverse. En el exterior ella lucía tranquila, pero sentía que su corazón estaba a punto de estallar del terror. Los ojos de la silueta roja no podían ser humanos. Verlos la enfermaban, como si mirara, y fuera succionada, a un pozo sin fondo.

La sed de sangre poco a poco desapareció de los ojos del monstruo; pero pronto trajo a sus labios palabras que, de cierto modo, eran el mayor temor de Rachel.

—Su boleto, por favor.

—¡AAAAHHHHH!

Rachel trepo lejos como un animal asustado. Sus extremidades se movían salvajemente, como si fueran formas de vida independientes, transportando rápidamente a Rachel hacia el frente del tren.

¡¿Qué?! ¡¿Ese era el conductor?! ¡No puede ser! ¡¿Qué se supone que es?! ¡Pero es la única posibilidad! ¿Por qué? ¡¿Por qué esa cosa esta hablando como un conductor?! Va a matarme. Si esa cosa descubre que soy una polizón, ¡me asesinará!

Rachel, quien había recolectado información al escabullirse en los cuarteles de la mafia, se encontró abrumada por un miedo desconocido. Y ese miedo forzaba a sus extremidades a estar lo más lejos posible de ese monstruo.

Durante ese momento, Rachel incluso considero saltar del tren.

Conforme los ojos de Claire recuperaban su sombra original, comenzó a sentirse indignado como conductor.

Maldita sea. Así que es una polizón, ¿eh? Qué hago con ella… ¿debería lanzarla fuera del tren? ¿O debería impedir que siga moviéndose, ponerle un letrero que diga «Soy un polizón» alrededor de su cuello y colgarla en la estación?

Considero ir tras ella por un segundo, pero su racionalidad como asesino lo detuvo.

Uuuups. Se supone que ahorita soy un monstruo, no el conductor.

Claire reconsidero su plan y volvió a colocarse la máscara de un monstruoso asesino.

Ingresó nuevamente a la bodega de carga con facilidad y comenzó a caminar alrededor, mirando atentamente por la habitación.

Entonces, divisó un aparato encima de una gran caja.


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Se asemejaba a un radio de algún tipo, pero lucía un poco más pequeño que de los que usualmente se usaban en ese tiempo. Ahora Claire estaba relativamente seguro de que los hombres de negro no eran un simple grupo de sinvergüenzas.

Sin embargo, eso no le interesaba a Claire. Sin importar quienes fueran sus enemigos, cuántos de ellos fueran, y qué clase de trampas le tendieran; Claire tenía tanto la habilidad como la confianza para destruirlos a todos ellos.

Tomó varias sogas que yacían en la bodega. Lo más probable es que pertenecieran a los hombres de negro, y quizá le servirían más adelante. Claire se envolvió la cuerda más larga alrededor de la cintura y guardó las más pequeñas en sus bolsillos.

Luego, comenzó su ataque, saliendo a buscar su próxima víctima.

La masa viviente de violencia partió a defender el bienestar del tren.

Después de su primer encuentro con la banda de Jacuzzi, Ladd y Lua, que constituían el centro del grupo de los hombres de blanco, entraron al compartimiento del conductor con su amigo.

Claro que, en realidad el único que ingresó en la habitación fue Ladd.

—Interesante. Esto es increíble. ¡En serio! ¿Por qué este lugar está lleno de sangre? ¿No es raro? ¡O tal vez debería decir sorprendente! ¿Cómo rayos alguien logra hacer semejante desastre cuando mata a las personas?

Lua y el otro hombre de blanco mantuvieron su lugar en la entrada. La mitad del suelo se encontraba cubierto por un mar rojo sobre el que yacía un cadáver al que le faltaba un brazo y su rostro. Desparramado en una esquina del compartimiento se encontraba un conductor de mediana edad con la parte trasera de su cabeza volada. Presumiblemente le habían disparado.

—¡¿Hmmmmmm?! ¿Podría ser, este amigo sin rostro, nuestro camarada Dune? ¡Este es un lindo trabajo a lo grande! ¿A esto llaman un mensajero perdido? ¿Quién demonios te hizo esto, camarada? No podemos vengarte a menos que sepamos quién lo hizo. ¡Oh, la tragedia! ¡Ni siquiera podemos hacer algo tan simple como vengar a un amigo!

A diferencia de su amigo, quien desvió la mirada con el rostro pálido, Ladd esparció sus emociones por completo.

Jovialmente saltó alrededor de la habitación, tratando de imaginar qué clase de monstruo le hizo esto a Dune. Cada vez que pateaba el suelo, la sangre salpicaba su ropa, tiñendo su traje de un rojo mucho más profundo.

Al final, Ladd «JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA » se rió, luego se quedo callado y salió del compartimiento del conductor.


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Conforme pasaba junto a Lua, le dio un importante consejo.

—Ten cuidado, amorcito. No tengo idea de qué es, pero hay algo peligroso en este tren. Nadie a quien le falten unos cuantos tornillos mataría a alguien de esa forma. Aunque no es algún necrófilo de Barba Azul y tampoco es un maniaco homicida como yo. Supongo que debo llamarlo un monstruo que ama matar exageradamente.

Entonces, se detuvo en seco y miró directamente a Lua.

—Iré tras ese bastardo y los hombres de negro, así que ocúltate en algún lado, ¿está bien?

Ladd sonrió de otra forma de cómo usualmente hacía; había un indicio de calidez en su expresión mientras observaba a Lua asentir en silencio; sin embargo, su semblante comenzó a cambiar.

—Porque yo soy el único que tiene permitido asesinarte.

Lua se sonrojó y bajó la vista.

Ambos están locos. Pensó el hombre de blanco observándolos desde un lado. Ladd. Esa línea está reservada para los villanos de las películas del Oeste cuando amenazan al héroe. ¿Por qué demonios le dices eso a tu prometida?

El amigo era muy consciente del hecho de que Ladd decía la verdad; que un día mataría a Lua.

También comprendía que eso era exactamente lo que Lua quería.

Esto es inaudito. ¿Qué sucedió aquí?

Cuando entró a la bodega de carga y vio el cadáver sin piernas, Czes exhaló un profundo y largo suspiro.

Esto no pudo haber sido obra de los hombres de negro, puesto que el cadáver también vestía de negro. Los pensamientos de Czes naturalmente lo condujeron a los hombres de blanco.

Quizá aquel loco que se apareció en el vagón comedor.

Consideró la posibilidad de que fuera producto de un inmortal, pero nada sobre la inmortalidad les concedía fuerza sobrehumana. Si un inmortal se enfrentara a un vampiro salido de una novela, la única ventaja que tendría sería su relativa falta de puntos débiles. Inmunidad a la muerte fue todo lo que se les obsequió a los alquimistas y nada más.

Entonces, ¿quién podría hacer algo como esto?


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Emergió en su mente la palabra clave que Czes había escuchado hace poco.

El Rail Tracer…

—No puede ser —dijo Czes, negando inconscientemente la posibilidad por completo. Tal vez había sentido un aire de peligro muy en lo profundo de él e intentaba suprimirlo.

De lo contrario, lo único que se me ocurre es un golpe directo de mis explosivos.

Czes de inmediato pensó en el cargamento que tenía escondido en el vagón detrás de este. Iba a vendérselo a la Familia Runorata, la mitad en un contenedor especial en forma de pólvora, y la otra mitad procesada en dinamita y granadas de cerámica. Se trataban de objetos que había hecho a mano como un pasatiempo; no obstante, Czes había escuchado que las granadas de cerámica realmente eran usadas en Japón.

En estos momentos la Familia Runorata estaba involucrada en una pelea, por lo que necesitaban con urgencia explosivos simples y poderosos.

Los nuevos explosivos que Czes creó como subproducto eran mucho más potentes y estables que cualquier otro antes que ellos. Sin embargo, al final, no eran más subproductos. Estaba a punto de intercambiarlos por cacahuates cuando la oferta de la Familia Runorata apareció.

Un golpe de estos nuevos productos fácilmente desgarraría las extremidades de sus torsos. No sería extraño que los cuerpos en sí se hicieran trizas en una de sus explosiones. Por supuesto, está posibilidad fue descartada por el hecho de que, con excepción de la falta de sus piernas, el cadáver estaba de una pieza.

¿Podrían realmente haber sido los hombres de blanco?

Lo descubriría eventualmente. Czes perdió el interés en el cuerpo y comenzó a caminar hacia el compartimiento del conductor. Por poco se topa varias veces con los hombres de blanco de camino ahí, pero los evitó zambulléndose en los camarotes y baños. Tenía que negociar con su loco líder y con nadie más, o la conversación podría no durar mucho.

Ese hombre no es del tipo que permanece quieto en un solo sitio. Estoy seguro de que lo encontraré a la larga si continúo hacia el compartimiento del conductor. Pensó Czes para sí mismo, dirigiéndose hacia la parte trasera del tren.

Y pronto, localizó a Ladd en el segundo vagón de carga, justo como lo había esperado.

—¿Um?

Ladd y los demás optaron por regresar al frente del tren cuando se toparon con una pequeña silueta en el segundo vagón de carga. Había visto al niño antes en el vagón comedor.

—¿Quieres algo, mocoso? —dijo Ladd desinteresadamente, pero su mente ya estaba repleta con deseos de matar.


-59-

¿Qué quieres, pequeña sabandija? Me viste masacrando a los hombres de negro en el vagón comedor y quieres que te ayude. No me jodas. Borra esa mirada engreída de tu cara. ¿Crees que estas a salvo solo porque eres un niño? ¡Te mataré!

Conforme las llamas azabaches de la furia carcomían a Ladd desde el interior, el chico sonrió resplandecientemente y dijo:

—¡Fue tan fuerte en el vagón comedor, señor! ¡Estaba muy sorprendido!

Puntos psicópatas4: [ - ]

—¿Oh? ¿Eso crees, mocoso?

—¡Claro! ¡Si estuviera sobre el ring, apuesto a que ya habría ganado el cinturón de campeón!

Puntos psicópatas: [ - ]

—Umm… En realidad no me interesan los aduladores. Entonces, ¿qué quieres de mí?

—Quiero pedirle que haga algo.

Puntos psicópatas: [ + ]

—En realidad no puedo decirlo aquí, así que hablemos en la bodega —El chico dio un paso al interior y le hizo un gesto a Ladd.

Puntos psicópatas: [ + ]

—Oye, oye, oye, maldito diablillo. No actúes todo lindo conmigo.

—¿Señor? Por favor, no ponga una cara tan espeluznante.

Había cajas de madera de todos los tamaños apiladas alrededor de la habitación. Czes escogió una de ellas y tomó asiento.

—Cállate. Será mejor que recuerdes que estoy dejándote vivir a pesar de que me llamaras, aunque solo tengo veinticinco años, “señor”. ¿Y te das cuenta de que dependiendo en si me molesta o no, esta petición tuya podría matarte, mocoso?

La boca de Ladd estaba retorcida en una sonrisa, pero sus ojos se encontraban sedientos de sangre.

Sin embargo, el chico no había cambiado para nada de opinión. Colocó una expresión inocente e hizo su petición.

4 N. de la T. La palabra original era “bloodlust levels”, pero no me gustó ninguna de las combinaciones que se me ocurrieron,

así que simplemente lo transforme en puntos psicópatas, lo cual también tiene sentido y suena bien.


-60-

—¿Mataría a todas las personas del vagón comedor por mí, señor?

La barra psicópata de Ladd se estremeció violentamente. Czes notó la expresión sorprendida de Ladd y prosiguió.

No obstante, su voz y actitud hicieron un cambio de 180 grados.

—Desde luego, te compensaré como corresponde. Al aceptar mi petición, conseguirás matar a todas las personas que quieras mientras que yo, garantizo mi seguridad. Aunque debo pedirle que se abstenga de indagar más sobre mi definición de seguridad.

Ladd frunció el ceño ante las palabras de Czes, pero los ojos de su compañero se abrieron de par en par.

¿Un niño como este acaba de decir todo esto?

Ladd fue el primero en percibir la verdadera naturaleza de Czes.

—Tú… tú no eres un niño, ¿verdad?

—Me alegro de que seas rápido en entender.

Czes sonrió de forma amistosa, asintió y comenzó las negociaciones formales.

—Si asesinas a todos los pasajeros por mí, te pagaré doscientos mil dólares.

Czes tendría una ganancia de quinientos mil dólares por su acuerdo con la Familia Runorata. No solo los doscientos mil eran completamente accesibles, también eran prácticamente nada en comparación al precio de averiguar la identidad del otro inmortal. Czes podía tomarse su tiempo y devorar a cualquiera de los pasajeros que comience a regenerarse.

Las utilidades de Czes eran gigantescas, considerando el hecho de que un traficante de licor promedio de mala calidad ganaba alrededor de doscientos dólares a la semana. Por supuesto, eso era casi lo mismo que obtenía un contrabandista bajo las órdenes de Capone al día.

—No lo creo.

Ladd no era fácil de convencer. Tan pronto como la idea de que se enfrentaba a un adulto en un cuerpo de niño cruzó su mente, Ladd direccionó sus esfuerzos en negociar una mejor recompensa.

—¿Cuántas personas crees que tengo que matar solo para llegar al vagón comedor? Claro que los asesinaremos fácilmente, y planeábamos masacrar la mitad de ellos de todos modos; pero, de ninguna manera haré trucos para que tu bolsillo cambie. Además, ya tenemos nuestro propio plan marchando. En estos momentos uno de nuestros camaradas está hablando con la compañía ferroviaria. Es probable que esté pidiendo diez millones, por lo menos. ¡Le dije que haría cualquier cosa, por lo que podría demandar hasta un billón de dólares!

—¿Crees que un plan tan alocado funcionará?


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—Ya sea que paguen o no, qué más da. Todo está en la actitud. Además, ¿cómo puedo saber que vas a cumplir con tu parte del trato?

El rostro infantil de Czes se transformó en una sonrisa mordaz.

—Ahora que lo mencionas, tienes razón. A estas alturas, por lo que puedo ver, eres un maniaco homicida incapaz de mezclarse en la sociedad. Y lo más interesante es que incluso tienes seguidores. Parece que eres del tipo que nunca piensa las cosas o hace planes por anticipado. Supongo que hasta el momento has seguido la corriente y tomado decisiones racionales basado en la situación que se te presente.

—Deja de hablar como si supieras todo sobre mi vida.

Sin embargo, a diferencia de la voz que se desvanecía de Ladd, las palabras de Czes se hicieron más fuertes.

—Quizá pueda ser de ayuda. Actualmente estoy realizando negociaciones con la Familia Runorata de Nueva York. Si quieres, puedo hablarles bien de ustedes.

El hombre de blanco detrás de Ladd habló:

—¿Runorata? Ese es uno de los peces gordos de Nueva York. De ninguna forma aceptarían esconder a un asesino en serie.

—Entonces, la solución es simple. Todo lo que tenemos que hacer es eliminar cualquier necesidad de ocultarse.

—¿Qué?

—He ocultado una gran cantidad de explosivos a bordo de este tren. Planeo usarlos para comerciar con los Runorata, pero puedo detonar algunos en cuanto se hayan encargado del gentío en el vagón comedor. Cargué de más como contingencia, así que no sería un problema.

—¿Qué quieres decir?

—Causaremos una explosión y detendremos el tren. Ahí es cuando nos escaparemos. Por supuesto, tendrán que ayudarme a transportar los explosivos restantes. En cualquier caso, será sencillo. Ya puedo ver los encabezados de mañana: “Misterioso Grupo de Negro Provoca Explosión en el Tren” —Czes rió disimuladamente. La locura poco a poco se deslizó a sus ojos. Czes nunca se dio cuenta de ello, y de haberlo hecho, lo habría negado; pero sus ojos se asemejaban a los del hombre que había devorado.

Los retorcidos y corruptos ojos de su torturador.

—Pero…

—No te preocupes. Los trabajadores en la estación Unión fueron testigos de que la ‘orquesta’ embarcaba una gran cantidad de cargamento al tren. Y su equipaje en verdad está lleno hasta el tope con armamento. Esta será la conclusión: cualquiera que haya visto sus


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rostros morirá, y ustedes no fueron encontrados con los otros pasajeros en la lista de pasajeros puesto que todos volaron en pedazos por la explosión —Entonces Czes colocó las manos juntas en señal de adoración—. O, podemos hacer que uno de tus hombres se quede y actúe el papel de sobreviviente. Puede dar un falso testimonio y cubrirte.

Czes se quedó callado, esperando la respuesta de Ladd. Tras un pequeño momento de silencio, Ladd contestó:

—No entiendo.

—¿Um?

—Si tienes todos estos explosivos a tu disposición, ¿por qué no lo haces todo tú mismo? Lo único que tienes que hacer es prenderle fuego a esa cosa.

—Eso me incomodaría enormemente. Hay un cierto cadáver que necesito recuperar de las secuelas, y preferiría no tener que recoger los trozos, si sabes a lo que me refiere.

Los inmortales comúnmente se regeneran con la cabeza como su centro. Si la explosión llegara a lanzar la cabeza del inmortal fuera del tren, se le dificultaría después a Czes. Y en caso de que los cuerpos destruidos terminaran juntos, el inmortal podría recuperar la conciencia antes de que Czes lo encontrara. Su mayor prioridad era localizar al inmortal antes de cualquier otra cosa.

Czes, finalmente, cambió su tono y actitud al de un niño otra vez y realizó su petición.

—Lo haría por mí, ¿cierto, señor?

Puntos psicópatas: [ MAX ]

Conforme los ojos de Ladd recuperaron su fuego, alegremente apuntó su arma a la frente de Czes.

—Dijiste que sigo la corriente y solo tomo decisiones racionales según la situación que se me presente. Estás equivocado, pequeña sabandija asquerosa. Nunca he intentado vivir calculando mis propias acciones.

Un destello de luz escapó del cañón del arma mientras la cabeza del niño salía volando claramente de su cuello.

—Aunque, sí asesino personas calculando sus acciones.

—¿Por qué tuviste que matarlo, Ladd? Ese era un trato bastante bueno.

—Cierto, era una oferta muy linda. Pero, ¿viste la mirada en sus ojos? ¡Actuando como si no hubiera forma de que lo asesinara! ¡En serio pensaba que no lo mataría! ¡Me consideró poca


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cosa, a mí! ¡Ladd Russo! Bueno, si te soy sincero, solo lo eliminé porque era fastidioso y desagradable.

—Pero, aún así…

—¿Viste esa fastidiosa mirada en su rostro? ¡Incluso antes de volarle la cabeza se comportó como si nada! …Maldición, que molesto.

Para cuando Czes abrió los ojos, Ladd y sus amigos ya no se veían.

Qué criminal tan inútil. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? No debe haber sido más de veinte segundos, en promedio.

Czes estaba muy acostumbrado a tener su cabeza destruida. Después de todo, había recuperado el conocimiento en el mismo momento cuando se regeneró.

Hmph. ‘Él’ siempre me volaba la cabeza. La arrojaba a los pisos y paredes con clavos y cuchillos. Ahora que lo pienso, esta es la primera vez que me disparan. Supongo que es algo bueno que fuera rápido e indoloro.

Czes se aseguró que su cabeza se había curado por completo y salió de la bodega de carga.

En ese momento…

—¡Aaaaahhhhh! ¡Jacuzzi! ¡Por amor a Dios, despierta! ¡Tus heridas no son tan graves! ¡Tienes que vivir!

—¡No hay nada malo con tus heridas!

Czes reconoció las voces del estrafalario dúo, Isaac y Miria, lamentándose en el pasillo. No quería arriesgarse a toparse con ellos, por lo que decidió esconderse detrás del cargamento.

—¿Eh? No hay nadie aquí.

—¡Está vacío!

Isaac y Miria comenzaron a inspeccionar la bodega de carga. Czes caminó silenciosamente hacia los lugares ocultos de las cajas, prestando atención a sus movimientos.

—Qué raro. Juraría que los escuché hablar sobre haber disparado y asesinado a alguien aquí.

—¡Dijeron que recibieron una oferta de alguien, pero la rechazaron y lo mataron!

¿Cómo supieron? Se preguntó Czes; sin embargo, no permitió que su curiosidad los distrajera de escaparse hacia el pasillo mientras el dúo se dirigía hacia la parte trasera de la bodega de carga.


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Pues bien. Por ahora, presenciaré cómo se desarrolla todo esto. Quizá los hombres de negro tengan una oportunidad de masacrar a las personas en el vagón comedor.

Czes nunca se percató de que había otra figura ocultándose entre las sombras de la bodega de carga.

La sombra resultó revestida de un rojo tan intenso como el vino.

¿Quién habría dicho que el pequeño Czes fuera un niño tan malo? No, supongo que ni siquiera es un niño, ¿eh?

Conforme Claire inspeccionaba la lista de pasajeros, fue capaz de ponerle nombre a la mayoría de las caras a bordo del tren. Desde luego, los hombres de negro y los de blanco optaron por usar seudónimos con mucho estilo.

Cada vagón del Flying Pussyfoot estaba equipado con una escotilla en el suelo para revisiones de emergencia. Cuando observó a los hombres de blanco entrar, Claire se deslizó por debajo del carro y abrió la escotilla en la esquina de la bodega de carga. Nunca se hubiera imaginado la clase de conversación que terminaría oyendo sin querer. Cuando escuchó las voces de Isaac y Miria, Claire regresó abajo del tren y cerró silenciosamente la escotilla.

Entonces, ¿ahora qué? El pequeño Czes está muerto, así que no tengo que preocuparme por él. Creo que iré a comprobar la Segunda Clase y a todos los hombres de blanco.

Claire ya se había encargado de dos hombres de blanco en la Tercera Clase de camino aquí. No hizo nada más que tirar sus cadáveres fuera del tren junto con los de los hombres de negro de la misma habitación.

Tenía un motivo específico por el que había regresado a los vagones traseros. Una de las funciones del conductor era enviar señales regulares a la locomotora, previniendo que los ingenieros pararan el tren por temor a un accidente. Si Claire fuera a descuidar este deber dando lugar a que el tren se detuviera, podría incitar a los hombres de negro o a los de blanco a matar a los pasajeros. Incluso, eliminando la posibilidad de los descensos de los pasajeros, sería inconveniente para Claire si el tren llegara a pararse.

Estaba la posibilidad de que los hombres de negro ya hubieran tomado el control sobre la locomotora. Sin embargo, Claire tenía la certeza de que ellos esperaban tener un viaje tan apacible como fuera posible, juzgando por la presencia del falso conductor. Quizá los hombres de negro todavía no se enteraban de que su aliado infiltrado ya había sido asesinado.

Con esto, Claire tomó la decisión de enviar las señales con frecuencia durante el transcurso del viaje. Esto implicaba regresar al compartimiento del conductor a intervalos regulares.

Hacía esto cuando notó a Czes y a los hombres de blanco, los siguió, y llegó a este punto.

Vaya, eso estuvo cerca. Tengo que mandar la señal a la locomotora primero.


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Claire giró repentinamente debajo del vagón, recordando sus prioridades.

Parece que todavía me queda algo de tiempo. Supongo que veré si puedo recoger unos cuantos hombres de negro más sobre la marcha.

—¿No es grandioso, caminar en el techo de esta forma? ¿Estupendo, incluso? —preguntó Ladd.

—Tengo frío… —susurró Lua temblándole los dientes.

Cuando escuchó sobre los techos del Mago Gris, Ladd decidió subir de inmediato. Para su placentera sorpresa, el techo le ofreció una vista estelar del cielo nocturno; y un maravilloso camino libre de hombres de negro a través del tren. Mataba dos pájaros de un tiro. En su alegría, Ladd llamó a sus compañeros; pero estos no parecían compartir su entusiasmo.

—No puedo creer que estés parloteando de esa forma sobre un tren en movimiento.

Ladd estaba saltando de un lado a otro como si estuviera sobre un terreno firme; a diferencia de sus dos acompañantes que apenas podían permanecer de pie.

—¿En serio? Ustedes dos no tienen sentido del equilibrio. Es por eso que deben de comer una dieta balanceada. O algo así —profirió Ladd condescendientemente dando un paso hacia delante.

Entonces, se percataron de una extraña silueta varios carros al frente. La figura iba gateando por el techo.

Los ojos de Ladd brillaron como los de un niño que acaba de encontrar un juguete nuevo. Estaba determinado a descubrir a quién le pertenecía esa silueta.

—Oigan, iré a revisar la Primera Clase por un rato. Ustedes dos simplemente, cómo se dice, regresen a la cabina y tomen un descanso.

Ladd salió corriendo por el techo, sin darles una oportunidad a sus acompañantes de responder. Aunque se admiraron de que él fuera capaz de correr tan rápido sin hacer tanto ruido.

Los dos acompañantes de Ladd intercambiaron miradas y bajaron en el acoplamiento más cercano a su cabina. No mostraron ni un poco de preocupación por la seguridad de Ladd, al ser completamente incapaces de imaginárselo siendo vencido por un insignificante hombre de negro.


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Chane permanecía de pie sobre el techo del vagón de la Primera Clase con el viento frío del invierno embistiendo su espalda.

Habiendo cazado uno de los hombres de blanco, decidió vigilar los techos del carro.

Tenían guardias situados en el vagón comedor, donde no había compartimientos. Por lo que, los hombres de blanco, inferiores en números, muy posiblemente lanzarían su ataque desde los techos.

Chane planeaba aniquilarlos a todos por su cuenta.

No le pediría ayuda a Goose. Sabía que él y los otros, eran traidores; igual que Neider.

Goose tenía una sola meta, y era obtener las habilidades de Huey. La única cosa que lo diferenciaba de Neider era el hecho de que él estaba a favor de la revolución de Huey.

Pero, para Goose, Huey no era el núcleo de la revolución. Si la revolución tenía éxito, Huey solo sería una molestia para él. La única razón por la que se aferraba a esta aparente lealtad era por la bendición que Huey les había prometido. La bendición de las habilidades de Huey.

Una vez que sus cuerpos se volvieran como el de Huey, Goose y los otros lo expulsarían de entre ellos. Así es; Goose tenía la impresión de que estaban engañando y manipulando a Huey. Y eran ingenuos por creerlo.

Después de todo, ninguno de ellos se dio cuenta de que Huey era el embustero, no Goose.

Huey no le contó la verdad a nadie, excepto a Chane. Comprendía muy bien que ella le sería fiel hasta el final.

Chane sabía que Huey Laforet tenía un cuerpo inmortal.

Sabía que reunió a estos revolucionarios usando como carnada la inmortalidad.

Sabía que ni siquiera Huey podía otorgar esas habilidades a otros.

Sabía que, en realidad, a Huey no le importaba lograr un cambio en el mundo con la revolución.

Sabía que la meta de Huey era descubrir los límites de la inmortalidad en la sociedad.

Sabía que lo único que Huey deseaba era probar si un inmortal podía derrotar una nación entera.

Sabía; Huey le había dicho que la amaba.

Sabía que no la amaba como mujer.

Sabía que Huey era su padre.


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Que la inmortalidad no se transmitía a la descendencia de un inmortal.

Que un día, su cuerpo envejecería más que el de su padre.

Y Chane sabía que, un día, inevitablemente moriría antes que Huey.

Si el rescate tenía éxito, Goose trataría de obtener a la fuerza el secreto de la inmortalidad de Huey. Sin embargo, sería mucho más peligroso dejarlo en manos del gobierno. Chane había escuchado que un inmortal trabajaba como oficial en el Buró de Investigación. Su padre estaba en peligro de ser devorado.

Sólo una persona conocía su pasado.

Sólo tenía a una persona a la cual llamar familia.

Sólo una persona la amaba.

Sólo amaba a una persona.

Huey Laforet.

No podía perderlo. No se lo entregaría a nadie.

Chane planeaba rescatar a Huey. Comprendía que él no era afecto a tomar rehenes; pero eso carecía de importancia. Solamente usaba la excusa de garantizar su seguridad para cumplir su egoísta deseo de rescatarlo.

No permitiría que nada se interpusiera en su camino; incluso si eso significaba enfrentarse a un monstruo legendario.

Avistó a dos personas gateando por el vagón comedor. No eran hombres de blanco, pero Chane no los dejaría meterse en su camino. Tal vez eran pasajeros que huían, lo cual hizo vacilar su determinación para matar. Mientras titubeaba entre sus diferentes opciones, pensó en la expresión de Huey y sus palabras.

De pronto fue golpeada por una sensación desagradable. Era como si una criatura terrible la estuviera observando, dándole escalofríos por toda la espalda.

La fuente de su ansiedad enseguida se dio a conocer, emergiendo por detrás de las personas que gateaban.

Se trataba de un hombre con un traje blanco salpicado de sangre.

Chane supo al instante que este había sido el hombre que asesinó a dos de los hombres de Goose en el vagón comedor.


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—Esa es una dama bastante interesante.

Ladd permaneció al final del techo del vagón comedor, contemplando a la mujer que se encontraba de pie con determinación un carro delante de él.

Y pensar que un par de figuras gateando lo conducirían a semejante gema; Ladd agradeció a su intuición. Fue una buena idea ir tras los posibles fugitivos.

La fuerza de su mirada, que penetraba el humo, era suficiente para transmitirle un placentero escalofrío por la espalda. Al mismo tiempo, Ladd sabía que valdría mucho la pena matar a esta mujer. Lo que más quería en este momento era llenar los ojos de ella con deseo y terror.

Ladd, el líder los hombres de blanco, era supuestamente un hombre común y corriente. A pesar de que su tío Placido era muy bien conocido en el bajo mundo de los criminales, Ladd y su familia vivían en circunstancias prácticamente normales. No había un detonante que lo llevara hacia el camino de la oscuridad. Fue criado dentro de una familia promedio de Chicago.

Sus tendencias homicidas no nacieron por culpa de un incidente en particular. Las reflexiones sobre las diferencias entre la vida y la muerte; la disparidad entre humanos que podrían y no morir; simplemente surgieron un día, como si decidiera qué comer para la cena.

Conforme lentamente se fascinaba con estos conceptos y llegaba a una conclusión, parte de la mente de Ladd se corroyó. Para cuando este proceso terminó, su mente quedó estropeada sin remedio. Sus creencias retorcidas maduraron consistentemente, sin conocer la derrota ni el peligro.

No hubo un evento traumático, ni sufrimiento o un pasado difícil en su vida. Nada en su historia era relevante para que él se convirtiera en un loco asesino. Si hubiera un aspecto inusual en él, sería su facilidad para incorporar el acto de asesinar dentro de su ser.

Tenía sus propias convicciones, pero no eran más que una excusa para su sentido de la estética. Y cuando el tren se hundió en el caos, Ladd deambuló únicamente con su deseo de matar como guía.

Y, finalmente, había encontrado al juguete más interesante de todos.

Una ráfaga de viento alejó el humo exponiendo por completo la figura de la mujer.

Ladd, inconscientemente, tomó esto como una señal para darse a conocer.

—¡Hola! ¡¿No te da frío estar ahí parada en un vestido como ese?!


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Claire estaba confundido.

Había logrado regresar al compartimiento del conductor para mandar la señal a la locomotora. Sin embargo, la presencia del extraño pistolero lo detuvo de entrar al principio; hasta que el chico tatuado y el gigante se lo llevaron de ahí, entonces Claire tuvo la oportunidad de mandar la señal a la locomotora antes de que fuera demasiado tarde. Ganando algo de tiempo con esto.

La indecisión de Claire vino después de eso.

Recorrió el camino hasta la Segunda Clase deslizándose por debajo de los vagones. No vio nada fuera de lugar cuando echó un vistazo por las ventanas mientras colgaba de las ornamentaciones salientes a un costado del tren. El problema era que había un par de pasajeros de la Tercera Clase en uno de los camarotes que pertenecían a los hombres de blanco.

Uno de ellos era un hombre vestido completamente con ropas grises. Seguramente se trataba del doctor llamado Fred. Sin embargo, el otro hombre era imposible reconocerlo por culpa de su rostro cubierto de sangre. Claire solamente supo que se trataba de un pasajero de la Tercera Clase porque iba vestido, claramente, como un delincuente. Claire no era afín a los estereotipos; pero los únicos pasajeros que vestían así el día de hoy se encontraban en la Tercera Clase.

Al parecer el doctor con el atuendo de mago, Fred, estaba tratando al hombre ensangrentado.

Esto en sí no era raro; pero, ¿por qué estaban en la Segunda Clase? ¿Y en una de las cabinas de los hombres de blanco, ni más ni menos?

Claire estaba lleno de preguntas.

En ese preciso momento, la puerta del camarote se abrió y un hombre y una mujer, ambos vestidos de blanco, entraron. Claire los había visto antes; se trataban de dos de las tres personas que se encontraban en la bodega de carga cuando le dispararon a Czes.

—Oh —exhaló Lua conforme abría la puerta, tan quedo que nadie pudo escucharla.

—¡¿Qué rayos hacen, cabrones?! —bramó el hombre de blanco. ¿Por qué el mago de antes estaba atendiendo al rufián al que Ladd le había dado una paliza?

—¿Con qué esta era su habitación? —dijo el Mago Gris en voz baja—. Tu amigo Ladd fue lo bastante amable como para permitirme usar esta cabina. Gracias.

Luego, continúo curando al hombre ensangrentado.

Los acompañantes de Ladd intercambiaron miradas, sorprendidos de que Ladd hiciera tal cosa. El Mago Gris inclinó la cabeza ligeramente hacia ellos, con las manos aún trabajando sobre el paciente.


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—Siento mucho tener que pedirles esto, pero me gustaría que me ayudaran a subir a mi paciente a la cama.

¿Qué está sucediendo aquí? En este punto no sé si este ‘Fred’ es amigo o enemigo.

Mientras Claire repasaba las posibilidades desde afuera de la ventana, se percató de que la mujer de blanco lo observaba.

Claire le regresó la mirada. Sus ojos se encontraron. Tenía la certeza de que ella comenzaría a gritar; sin embargo, la mujer solo lo veía en silencio, sin parpadear siquiera.

Qué dama tan extraña. Pues bien, tendré que dejar este camarote para después. Pensó Claire, alejándose poco a poco de la ventana.

De repente, escuchó el sonido de alguien corriendo por el techo del tren; y otro sonido similar le siguió pronto.

Claire detuvo se descenso y empujó la parte superior de su cuerpo hacia el techo. Observó en dirección de los pasos que desaparecían y vio a dos personas dirigiéndose hacia la parte trasera del tren. Bajo la tenue luz de la luna logró divisar la escena de una mujer en un vestido negro persiguiendo a un hombre de blanco.

Claire bajó hacia el fondo del vagón nuevamente. Y, a diferencia de los movimientos como mono de la mujer polizón, los de Claire eran mecánicos y constantes; sin embargo, se desplazaba mucho más rápido. Lucía casi como una araña roja gigante.

Claire trepó al acoplamiento de la Tercera Clase. Con la intención de ver donde estaban ahora la mujer de negro y el hombre de blanco; pero, ni siquiera tenía la seguridad de que siguieran sobre el techo.

En primer lugar, Claire miró atentamente por la ventanilla de la puerta, revisando los pasillos antes de subir hacia el techo. Pero, algo lo detuvo y frunció el ceño.

Había una pequeña figura caminando silenciosamente a través del pasillo de la Tercera Clase. La altura de la figura rápidamente reveló su identidad; no obstante, esto planteaba otra pregunta.

¿El pequeño Czes? ¿No estaba muerto hace un minuto?

Czes entró a uno de los camarotes de la Tercera Clase, sentándose sobre uno de los asientos no acolchados. Únicamente las Primera y Segunda Clases tenían camas; los pasajeros de la Tercera Clase se tenían que conformar con las sillas si querían dormir.

Todas las otras cabinas de la Tercera Clase, por las que había pasado desde la bodega de carga hasta aquí, estaban ocupadas por pasajeros amarrados. Había echado un vistazo en cada puerta hasta que finalmente encontró una desocupada.


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Dejando eso de lado, había una clara ausencia de hombres de negro en los pasillos. Czes supuso que algunos de ellos montarían guardia aquí para vigilar a los pasajeros; pero sospechaba que los hombres de blanco ya se habían encargado de ellos.

Por ahora, pasaré desapercibido en este camarote y veré como van las cosas. Será más fácil hacer mi movimiento después de que una de las facciones acabe con la otra.

Czes cerró los ojos para descansar un rato, asegurándose de permanecer despierto y alerta.

Fue entonces que escuchó la puerta crujir mientras se abría.

—¡¿?!

Czes se levantó de inmediato y centró su atención en la puerta. Se abrió poco a poco, revelando que aquel que bloqueaba la luz del pasillo era un misterioso hombre de rojo, cuyo rostro estaba cubierto de sangre.

El brillante rojo asustó a Czes por un instante; pero, alcanzó a divisar partes de la ropa del hombre que no eran rojas. Se dio cuenta de que la ropa del hombre ni siquiera era roja, sino que estaba teñida en sangre.

Debido a los pequeños trozos de tela que permanecían blancos, Czes lo confundió por uno de los hombres de blanco.

—¿Quién es usted, señor? ¿Es uno de los amigos del señor Ladd? —preguntó en un tono infantil; sin embargo, el hombre no respondió—. ¿Lo es? ¿Quién es usted, señor?

La semilla del miedo se enraizó en Czes.

El hombre de rojo cerró la puerta de golpe, sin escuchar lo qué Czes tenía que decir. Ahora solo se encontraban ellos dos solos en la cabina, y la semilla del miedo en Czes continuó creciendo.

Tal vez este hombre era el inmortal. Czes no recordaba haberlo visto en el vagón comedor; pero, con solo observar la forma en la que actuaba fue suficiente para que la incertidumbre lo invadiera.

—Por favor, señor. Me llamo Thomas. ¿Tal vez esté buscando a alguien más?

No sintió ningún tipo de resistencia al presentarse con un seudónimo. En otras palabras, este hombre misterioso no era el inmortal. Czes suspiró aliviado; no había nada que temer cuando se enfrentaba a un simple ser humano.

Sin embargo, las primeras palabras que salieron de la boca del hombre confundieron a Czes.

—Has sido un niño muy malo, Czes. O debería decir, Czeslaw Meyer.

—¿C-cómo sabes mi nombre?


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El hombre de rojo no respondió. Czes buscó desesperadamente en sus memorias, tratando de averiguar si se había encontrado con este hombre antes. Su voz sonaba vagamente familiar, pero Czes no podía recordarlo. Supuso que no había sido más que un parecido momentáneo.

Al final, Czes fue incapaz de recordar que ese hombre era el conductor que había revisado la lista de pasajeros cuando abordó.

¿Quién es él? ¿Qué le pasa a sus ojos? Hay algo malo en ellos… son peores que los de ese lunático de Ladd. Es como si ni siquiera fuera humano. No… no puede ser. Pero, si los demonios son reales, entonces, este sujeto podría ser…

Cuando las historias que escuchó en el vagón comedor de repente se manifestaron en su mente, Czes inconscientemente pronunció un nombre:

—¿El…Rail Tracer…?

El monstruo lució gratamente sorprendido por la declaración de Czes.

—Así que ya sabes, ¿eh?

Czes recordó lo que Isaac había dicho. El Rail Tracer comía niños malos.

Conforme los latidos de Czes comenzaron a volverse audibles, el monstruo dio un paso hacia él.

—Soy el Rail Tracer —dijo Claire con seguridad, a pesar del hecho de que esta serie de palabras sonaban más a un mal chiste.

Sin embargo, Czes miró a sus ojos, cambiando su percepción de la oración. Los ojos del hombre eran lo suficientemente oscuros para tragarse todo a su alrededor, completamente diferente a su tono de voz.

—Sé que no eres un niño. Y también sé lo que pretendes hacer. Así que le haré un favor al mundo y me desharé de ti.

Ya que su objetivo no era un niño, Claire no tenía ninguna intención de mostrarle piedad. Czes era tanto un enemigo para el tren como un aliado de la Familia Runorata. Estos dos componentes fueron suficientes para justificar su muerte.

—¡A… AAAAAAAAHHHH!

Czes se levantó la manga antes de que el hombre revelara ser un monstruo. Alrededor de su brazo tenía una cinta de piel, y un objeto largo y delgado, cubierto de tela, estaba atado al mismo.

Czes extrajo con torpeza el objeto y arrojó violentamente la tela que lo revestía, revelando un cuchillo afilado. Se trataba de un bisturí, de los que se empleaban en las operaciones quirúrgicas, pero cerca de dos veces su tamaño convencional.


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Czes se agachó y rápidamente se abalanzó sobre el hombre.

Se dirigió hacia arriba conforme se acercaba al monstruo para alcanzar a cortar su garganta. Un deslumbrante brillo plateado trazó un arco en medio del aire cuando llegó al cuello del monstruo.

Golpe.

El monstruo no había dado ni un paso. Golpeó el brazo de Czes como si se tratara de un mosquito que intentara morderlo. Terminando con el ataque de Czes antes de que pudiera resistirse.

El monstruo se apoderó del cuchillo con su mano derecha. Y casi simultáneamente su mano izquierda atrapó a Czes por el cuello, cercenando parte de su piel en un suave movimiento.

—Ugh… —gimió Czes. La sangre corría por la mano derecha del monstruo, cayendo al suelo, gota por gota. El monstruo tiró el cuchillo de Czes y pateó su pequeña figura.

Czes se tambaleó hacia atrás y llegó a una esquina de la habitación, colapsando bajo la ventana. Su arteria carótida había sido cortada. No había una explicación lógica para que él sobreviviera.

Se acabo. Pensó Claire, mirando al chico en el suelo una vez más mientras salía del camarote. No obstante, fue detenido por una extraña sensación de algo arrastrándose por su mano derecha. La sangre sobre su mano estaba temblando; no su mano en sí, solamente la sangre.

¿Qué es esto?

La sangre de Czes, que bañaba la mano de Claire, cayó al suelo en un segundo. Ahora sus manos se encontraban totalmente limpias. La sangre sobre el suelo se retorció como si tuviera voluntad propia y regresó al lugar que le correspondía; el cuerpo de Czes. Las gotas que se esparcieron de sangre se reunieron y regresaron deslizándose hacia el cuerpo de Czes.

—¿Qué fue eso? —lloriqueó Czes conforme su herida se curaba—. ¿Eso fue todo? Me asustaste por un momento. De verdad creí que sería tragado por completo.

Czes se rió disimuladamente como si nada.

—¿Sorprendido? En realidad soy inmortal.

El hombre de rojo estaba petrificado. Czes ya no se encontraba tan asustado de él. Inicialmente pensó que el hombre podría ser un monstruo; pero su método dejó bastante claro de que se trataba de un humano. Lo que significaba que no había nada de lo que asustarse.

Es verdad. Usaré a este. Apuesto a que no tendrá ningún problema exterminando a las personas en el vagón comedor si lo atraigo con promesas sobre la inmortalidad.


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Czes sonrió y decidió hacerle una oferta al hombre de rojo.

—Oiga, señor, hay algo que me gustaría pedirle—

—Me niego.

—¿Eh?

El cerebro de Czes se detuvo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de hacer un trato.

—Quieres que mate a los pasajeros del vagón comedor, ¿cierto? Me temo, que no puedo hacer eso.

Por tercera vez, el corazón de Czes se llenó de miedo.

¿Cómo supo?

Parecía que la sonrisa que perdió Czes se transfirió al hombre de rojo, quien torció los labios en una risa burlona.

—Un inmortal, ¿eh? Interesante.

La mano de Claire brilló por un momento, luego hubo un ruido como de algo siendo apuñalado.

Se trataba del sonido del bisturí siendo enterrado en la frente de Czes.

Czes sintió un intolerable dolor emanando de su cabeza; pero, se las arregló para mantener el conocimiento. Sus ojos se habían nublado y un dolor agonizante perforaba su cabeza. Sin embargo, desesperadamente obligó a sus manos temblorosas a extraer el bisturí.

El dolor se detuvo. Sus sentidos comenzaron a regresar a la normalidad.

—Eso fue bastante doloroso, pero no es suficiente para matarme. Aunque supongo que nada lo es.

Ya no había motivos para que él interpretara el rol de un niño. Czes asumió un tono de voz maduro y comenzó a meditar en formas para contrarrestar a este monstruo.

Había logrado recuperar su arma, pero sería extremadamente difícil derrotar a este hombre de rojo.

Y no sólo eso, nunca hubiera imaginado, ni en sus sueños más locos, que la reacción del monstruo a su prueba de la inmortalidad sería un simple «Interesante».

El monstruo rojo dio varios pasos en dirección de Czes, haciendo crujir su propio cuello en el camino.


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—Entonces, ¿qué debería hacer contigo? Si de verdad eres inmortal, eso significa que, ¿puedo despellejarte vivo, sacarte los ojos, aplastar tu corazón con mis manos mientras observas, y aún así estarías bien? —preguntó Claire llanamente. La respuesta de Czes fue igual de franca.

—Todo lo que se te antoje. Estoy más que acostumbrado a ese nivel de dolor.

—¿Oh?

Czes recordó las numerosas instancias de sufrimiento que ‘él’ le había infligido en el pasado. Todos los ejemplos del monstruo eran cosas que había experimentado hasta el cansancio.

Czes miró a Claire, con su pequeña voz llena de fuerza:

—¿Alguna vez te han atravesado los ojos con pinzas al rojo vivo? ¿Alguna vez has tomado un agradable baño de ácido? ¿Alguna vez has sido lanzado a un horno vivo? Experimenté esa clase de dolor cada día de las manos de alguien en quien confiaba. ¿Qué puedes saber tú? No me doblegaré ante tus barbáricos niveles de violencia. ¡Tú no tienes lo que se necesita para alcanzar la clase de dolor para al que estoy acostumbrado!

Claire, quien había estado escuchando en silencio todo este tiempo, dio otro paso al frente.

—¿Eso es todo? ¿En serio es todo?

—¿Qu-qué?

—No, no, eso no es nada, Czes. Esas son cosas de bebés. Sólo un niño enfermo jugaría de esa forma. Aunque no puedo decir que entiendo la razón por la que alguien disfrutaría de este tipo de cosas —Dio otro paso al frente, abofeteando el rostro de Czes una y otra vez—. ¿Alguna vez te han despojado detenidamente la carne del brazo? ¿Alguna vez te han destrozado los huesos del brazo en ese estado? ¿Conoces los métodos de ejecución de los chinos? ¿Qué tal de la tortura japonesa? ¿Sabes la clase de cosas que algunos aristócratas enfermos de Europa hicieron para mantener a las personas con vida?

Claire dejó de golpear a Czes. Había un monstruoso brillo en sus ojos, lucía como si pudiera arrebatarle la mismísima alma a Czes.

—Es un riesgo laboral, si puedes llamarlo de alguna manera. Conozco toda clase de formas de infligir dolor; hasta métodos que previenen la muerte.

Czes se encontró con los ojos de Claire y soltó un grito silencioso. Luego, desesperadamente balanceó el bisturí en su mano.

Crunch.


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Al instante siguiente, el bisturí estaba fuertemente prensado por los dientes de Claire. Había usado solamente la boca para bloquear el ataque de Czes, arrancando con los dientes sus delgados dedos.

—Ah… Ahhhhhh…

Conforme la sangre salía a borbotones de la mano derecha de Czes, soltó un grito entrecortado. Claire escupió los trozos de carne y el bisturí, los cuales cayeron al suelo, e inmovilizó la cabeza de Czes con sus manos.

—Escucha, Czeslaw Meyer —susurró gentilmente—. Es cierto que tal vez estés preparado para un cierto nivel de dolor. Pero, ¿qué fue esa expresión en tus ojos? ¿La mirada que pusiste cuando te encontraste frente a frente con el Rail Tracer?

Los ojos de Claire estaban fijos en los de Czes. El rostro de Czes se petrificó, como si su sistema nervioso se hubiese consumido. La mirada de Claire era tan poderosa que Czes no podía ni pestañear ni apartar la vista.

Mi cuerpo esta temblando desde los pies hasta la cabeza. ¿Qué es esto…? ¿Estoy…asustado? ¿Asustado de este monstruo? El Rail Tracer… ¡no debería ser más que algo sacado de una pésima película!

—Le temes a lo desconocido. Tal vez en algún lugar de este mundo existe un tipo de sufrimiento que jamás hayas experimentado antes. Es por eso que te aterra lo desconocido mucho más que a la mayoría de las personas. ¿Tengo razón? Puesto que estás tan acostumbrado al dolor, es lo que más te asusta.

El rostro de Czes se reflejó en los ojos de Claire. Desplegado en la imagen reflectada había ojos colmados de terror; sin distinción entre los de un adulto o los de un niño. En ocasiones, cuando pretendía ser un niño o un adulto, Czes se preguntaba; ¿cuál era en realidad? En ese sentido, quizá la persona aterrorizada que reflejaba los ojos de Claire era la verdadera identidad de Czeslaw Meyer.

Czes inconscientemente comenzó a derramar lágrimas, paralizado por el miedo.

—Te obsequiaré un tipo de dolor que nunca has conocido —dijo Claire con gentileza, limpiando las lágrimas de Czes—. Hasta que olvides cómo regresar a la vida.

Rachel permaneció bajo el carro, con la respiración amortiguada por miedo a que la descubrieran.

Había encontrado un pequeño espacio, con el tamaño adecuado para recostarse y tomar un respiro rápido. Miró alrededor, estirando el cuello, pero el monstruo rojo no se veía por ningún lado.


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Aunque tenía algo de tiempo para descansar, el temor de Rachel sobre el monstruo rojo persistía. Trató de calmar su corazón, que latía como un tambor en su pecho, y lentamente recuperó el juicio.

Con el paso del tiempo, por fin, logró tranquilizarse.

Bien. Por el momento pretenderé que estaba viendo cosas.

Rachel comprendía muy bien que el monstruo que vio era real; sin embargo, se predispuso mentalmente a creer lo contrario. En este punto, lo más importante para ella era ver que sucedió en el vagón comedor después de su partida.

Cuando decidió regresar al vagón comedor para evaluar la situación, escuchó una ventana rompiéndose, mezclado con el ruido ensordecedor del tren en movimiento.

Justo después de que respirara profundamente, algo se colgó de una barra de metal a un lado de ella.

La saludó una escena familiar.

Una silueta roja se balanceaba paralela al suelo, sosteniéndose únicamente con sus piernas. Llevaba algo en los brazos.

Entonces, el monstruo bajó su mano derecha hacia la grava que se movía rápidamente debajo de ellos.

Rachel sintió ganas de vomitar, pero no podía apartar la mirada. Creía que si desviaba la mirada el monstruo rojo fijaría su vista en ella de inmediato. El otro motivo de sus nauseas era la actual víctima del monstruo rojo: un niño. Además, conocía al chico; lo había visto entre las personas animadas reunidas alrededor del extraño pistolero.

Al niño le hacían falta el brazo derecho y sus piernas. Ya debería estar muerto; pero, ¿por qué el monstruo iría tan lejos?

Mientras Rachel se estremecía con su curiosidad mórbida, un adorno de metal sobre su manga chocó con las partes metálicas debajo del tren y comenzó a hacer ruido.

Los pequeños traqueteos deberían haber sido eclipsados por el avasallador sonido del tren en movimiento; ni siquiera Rachel los había escuchado. Aun así, el monstruo rojo fue capaz de percibir esos pequeños ruidos.

Giró el cuello hacia ella. La luz reflejada del suelo le dificultaba observar su rostro, pero el monstruo miró a Rachel y murmuró:

—Eres la polizón…

—¡AAAAAAAHHHHH!


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Rachel gritó como si su vida dependiera de ello, huyendo al frente del tren. Sus movimientos eran inestables y parecía que su espalda estuviera a punto de tocar el suelo, pero era rápida. Rachel desapareció en la oscuridad con movimientos que se asemejaban a los de un perezoso, cien veces su velocidad normal.

Claire se encontraba a mitad de infligirle dolor a Czes cuando el chico intentó tirarse por la ventana, incapaz de soportarlo por más tiempo. Alcanzó a sujetarlo mientras saltaba y caía a un lado del tren. Se las ingenió para asegurarlo fuera del suelo al agarrarse de los tubos entre las ruedas en un santiamén.

Fue entonces que Claire se preguntó «Si arrojo trozos de él desde el tren, ¿vendrán tras su cuerpo?». Luego, comenzó a lanzar las extremidades de Czes al suelo.

A Claire solo le restaba el brazo izquierdo de Czes cuando sus oídos agudos captaron un ruido.

Giró la parte superior de su cuerpo, y notó a la polizón que había visto antes.

Cuando le habló, ella gritó tan fuerte que se sobrepuso al tren, escapando lo bastante rápido como para impresionarlo.

Claire se detuvo de repente. Todavía sostenía a Czes con su brazo derecho, así que extrajo una soga delgada de sus bolsillos con la mano izquierda. La había tomado de la bodega de carga; probablemente la orquesta la utilizó para amarrar sus pertenencias. Empleó la soga para atar a Czes hábilmente en los espacios entre las ruedas, abandonándolo ahí mientras se escabullía por abajo del tren.

Eso no estuvo bien. Ahora mismo debería estar concentrado en los hombres de negro y en los de blanco. Será mejor agradecerle a esa polizón por regresarme a la realidad. Supongo que la perdonaré y simplemente la entregaré a los policías.

A medida que partía, dejó a Czes, ya sea que tuviera conocimiento o no, con unas últimas palabras:

—Regresaré por ti. Y la próxima vez, me aseguraré de llevarte a la locura…

Conforme Czes colgaba por debajo del tren, su consciencia empezó a debilitarse y escuchó vagamente voces arriba de él.

—¿Qué sucede?

—Ven aquí un momento… Mira eso.

Sucedió después de que Claire se fuera, dos hombres de negro sacaron la cabeza de una cabina de Tercera Clase.


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El quinteto de hombres de negro se dividió en dos grupos frente al carro de la Tercera Clase. Tres de ellos habían arribado a la bodega de carga.

Ante ellos se encontraba la visión de la parte superior de un cuerpo cercenado flotando sobre un océano de su propia sangre.

—Esto es una locura…

Estaban aterrados por la escena del cadáver mutilado de su aliado; no obstante, lograron recobrar su serenidad. Después, usaron la radio, que aún funcionaba, a un lado del cuerpo para contactar enseguida a Goose.

—Esa es nuestra situación… La radio está bien. Afirmativo. Afirmativo. Así es. Sólo hay un cuerpo. Partiremos al compartimiento del conductor dentro de poco; ¿señor? Afirmativo. Afirmativo. Entendido.

El hombre que se comunicó con Goose apagó la radio y dio media vuelta para encarar a sus compañeros. Luego, miró con cautela a su alrededor y les transmitió tranquilamente una orden especifica.

—El Código Beta está en vigor. Bajo la condición de que encontremos un punto ciego en su pelea contra el hombre de blanco.

Los otros dos hombres de negro se tensaron.

—¿Realmente haremos esto…? Vamos a… a Chane…

—No menciones el contenido de nuestra misión —ordenó el líder entre ellos, nuevamente inspeccionando el entorno.

Pero en el preciso instante en que se cercioró de que no había nadie en la bodega, una voz animada provino desde el techo.

—Entonces, sobre ese plan suyo… ¿Podrían darme una pequeñísima pista?

Una sombra blanca descendió desde el techo y cortó la garganta del hombre junto al líder en un abrir y cerrar de ojos. La sombra blanca, Ladd, sujetaba en su mano derecha el cuchillo que le había lanzado Chane.

—¡Esto es emocionante! ¿Puedes creerlo? Tengo que decirlo, treparse al techo es condenadamente difícil, ¿sabes, amigo?

Ladd atacó al líder del trío antes de que tuviera la oportunidad de levantar su arma. Se deslizó detrás de la espalda del líder en un segundo y le colocó el cuchillo en la garganta.

—¡Sí, sí, sí! Ahora tira el arma, ¿lo harás? Y tú también, chico listo. No le darás a nadie más que a tu gracioso camarada de aquí, de cualquier caso.


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El líder apretó los dientes y soltó su arma. Mientras tanto, su compañero de apariencia frágil, dejó caer su arma y dio media vuelta.

—Oh, huyó. Salió corriendo. Es muy cruel, ¿eh? —dijo Ladd para sí mismo, observando cómo escapaba el hombre de negro—. Aunque, en realidad no puedes llamarlo cobarde. Es una reacción bastante normal al verme, si me permite decirlo. Además, solo vine a esconderme en el techo.

Ladd se rió afectuosamente y comenzó a guiar al hombre de negro, con el cuchillo aún apuntando a su cuello. Cerró la puerta de la bodega de carga y llevó al hombre de negro a una esquina.

—¡Eso fue realmente sorprendente! ¡Nunca había tenido que huir antes! ¡Fue una persecución sensacional, la de esa damita de antes! ¡Una ronda de aplausos, todos! ¿Sabes qué? ¡Participaré! ¡Y después, la mataré!

El cuchillo se deslizó fuera de la garganta del hombre de negro al mismo tiempo que Ladd se rió. Un escalofrío recorrió su espalda mientras esperaba que Ladd continuara hablando.

De improviso, Ladd bajo su tono de voz, punzando el cuello del hombre de negro con la punta del cuchillo.

—Todos ustedes solamente son un montón de novatos con juguetes muy bonitos, ¿no? Al principio pensé que eran soldados, ¿sabes? ¡En verdad creí que finalmente pelearía contra un arsenal de soldados relajados y me emocioné! Pero, luego abrí los ojos y fue una completa decepción. Excepto por la chica, claro. ¡Jaja!

Ladd sonrió abiertamente y hundió la hoja un milímetro dentro de la garganta del hombre de negro.

—Así que la dama se llama Chane, y ese “hombre de blanco” del que hablaban sería yo, ¿verdad? ¿Por qué no me das una pequeña explicación? ¿Por qué vas a matar a uno de tus amigos?

La punta del cuchillo lentamente descendió hacia el interior de la garganta del hombre de negro.

Rachel temblaba mientras se aferraba por debajo del vagón de Primera Clase, totalmente sola.

¿Cómo terminaron las cosas así? ¿Por qué? ¿Qué rayos era ese monstruo? ¿En verdad era el conductor del tren?

El monstruo parecía humano, pero su verdadera naturaleza no lo era. Al principio creyó que solo asesinaba a los hombres de negro, pero al verlo mutilando a ese niño se convenció de lo contrario. El monstruo rojo no poseía humanidad después de todo.


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¿Cuánto tiempo había estado temblando, perdida en la misma cadena de pensamientos? Ni siquiera pestañeó ante el tiroteo en el vagón comedor; ahora Rachel se encontraba dominada por el miedo tanto física como mentalmente.

Se había puesto en peligro como la espía de una agencia de información. Había enfrentado la muerte varias veces. Pero hasta las más precarias de sus experiencias pasadas no se podían comparar con el estado en el que se encontraba ahora.

Cosas como la mafia y sus lluvias de balas eran temores tangibles. Se trataban de peligros perfectamente entendibles a los que Rachel podía prepararse antes de entrar al conflicto. Por supuesto, había vacilado con frecuencia en el pasado, pero jamás había sido demasiado como para que su espíritu no fuera capaz de manejarlo.

El monstruo rojo era una historia completamente diferente. Su mera existencia era imposible de comprender; ¿cómo lo enfrentaría? ¿Para qué exactamente se estaba preparando?

La única cosa que entendía era que, como polizón, no podía permitir que la atraparan. Aunque aplicaría lo mismo incluso si hubiera comprado un boleto como es debido.

Delante de Rachel estaba la locomotora. Sería mucho más peligroso para ella ocultarse ahí, donde todas las piezas en movimiento, como la caldera, eran trampas potencialmente letales. Habiendo perdiendo el rumbo, Rachel se sitúo debajo de las partes de metal cerca del acoplamiento. Puesto que había poco espacio bajo los vagones, se vio forzada a permanecer recostada paralela al suelo.

En la oscuridad de la noche, su única iluminación era la luz de la luna que reflejaba la alfombra de grava que recorría las vías. Obviamente, no ayudaba mucho.

Rachel concluyó que permanecer ahí no la llevaría a una solución. En primer lugar, echaría un vistazo a la Primera Clase; preferiría enfrentarse a los hombres de negro, armados con ametralladoras, que a ese monstruo rojo. Así que en lugar de estar quieta y esperar, optó por buscar activamente una forma de escapar. No tenía intenciones de meterse en problemas. Todo lo que deseaba hacer era huir.

Asomó la cabeza con cautela por entre el acoplamiento, observando a los costados de los vagones de la Primera Clase. Como los demás, se encontraban adornados con relieves que Rachel podía usar para trepar a los lados. Sujetó uno de ellos para acercarse al carro, como si escalara un acantilado. Alguien menos experimentado habría resbalado, caído del tren y perdido la vida.

Rachel había realizado toda clase de prácticas sobre trenes inmóviles desde que era una niña. Comparado con vagones más simples, escalar uno revestido con relieves ostentosos era pan comido.

Quizá podría pasar desapercibida si ascendía sobre la locomotora. El humo la ocultaría y nadie buscaría en un lugar como ese.


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No obstante, rápidamente descartó la idea. A esa distancia, el humo la sofocaría con facilidad. Y no había forma de saber qué tan caliente estaría alrededor de la chimenea.

Rachel determinó que por el momento subiría al techo del vagón de la Primera Clase y se acercaría tranquilamente a la ventana. Tenía la intención de evaluar lo que ocurría en su interior.

Después de un vistazo rápido, Rachel se arrepintió de sus acciones.

No hubiera mirado.

La madre de un niño pequeño estaba ahí, con los brazos y piernas fuertemente atadas. A su lado, vigilando, se encontraba un hombre de negro armado con una metralleta.

¡No, no, no, no! ¡No debo involucrarme! ¡Si entro ahí, sería un suicidio! ¡Podría tomar el riesgo si fuera por información, pero no puedo exponer mi vida al peligro si no hay un beneficio para mí!

Rachel desesperadamente se reprendió en su mente mientras ascendía al techo.

Sin embargo, de repente, comenzó a pensar en su padre. El padre que fue despedido por sus jefes, aquel que murió tras una vida de dificultades. La compañía ferroviaria lo había abandonado para defenderse a sí mismos.

¡Maldita sea! ¡¿En qué estoy pensando?! ¡Eso no tiene nada que ver con esto! ¡Estoy apostando mi vida aquí! ¡Olvida los significados profundos; poner mi vida en juego por sentimentalismo barato es ir en contra de mi propia existencia!

Rachel mentalmente se gritó, tratando de convérsese de lo contrario. Pero, ya era demasiado tarde. La imagen de su padre había sido grabada en su mente.

¿Qué estoy haciendo? ¡No! ¡Sólo soy una polizón! ¿De qué sirve todo lo que haga? ¡Así que, por favor, yo misma! Por el amor de Dios, detente…

Antes de que lo supiera, su cuerpo se balanceaba justo por encima de la ventana. Todo lo que tenía que hacer ahora era bajar su pierna un poco más…

¡No, no, no! ¡Para! ¡Para! ¡No lo hagas!

La punta de su pie tocó ligeramente la ventana.

Ya lo hice.

La ventana se abrió y el hombre de negro sacó la parte superior de su cuerpo por la ventana.

Rachel presenció esta escena desde arriba y forjó su decisión.


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He llegado hasta aquí… Ahora no hay marcha atrás.

Afianzó las manos a la pared y permitió que la gravedad la empujara hacia abajo. Cuando las plantas de sus pies detectaron algo suave debajo de ellos, se detuvo momentáneamente en medio del aire. Al mismo tiempo, se sujetó al marco de la ventana, como si estuviera haciendo ejercicios en una barra, y colocó todo su peso sobre la parte superior del hombre de negro.

El hombre perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. De inmediato, Rachel desplazó las piernas hacia el frente, deslizándose hacia el interior del camarote, como si caminara sobre el estomago del hombre de negro. A medida que el hombre se desplomaba fuera del tren y rodaba fuera de la vista, Rachel se paró sobre el suelo del camarote.

No quiero ser una asesina, así que más te vale sobrevivir.

Lo primero que hizo Claire cuando arribó al vagón comedor fue definir la situación en el interior.

El carro estaba siendo custodiado por dos hombres, ambos portaban ametralladoras.

—Creo que no tengo muchas opciones —murmuró Claire, cerrando un ojo. Se deslizó hasta la parte baja del vagón y buscó una caja en medio del mismo con una marca amarilla.

Había varias palancas pequeñas dentro de la caja. Claire iba por una de ellas en específico.

—Si contaban con dinero para derrochar en cosas como esta, al menos hubieran tenido la decencia de colocar un radio entre el compartimiento del conductor y la locomotora. Y ¿quién pone el interruptor para el generador abajo del tren? Hablando de tremendas fallas en el diseño.

La caja era una pieza fundamental del sistema que generaba la electricidad para las luces del tren por medio de las ruedas. Se trataba de un aspecto representativo del Flying Pussyfoot.

Anteriormente, la electricidad para las bombillas de cada vagón era abastecida por una turbina ubicada detrás de la válvula de seguridad de la caldera en la locomotora. Después de un tiempo, la energía generada por la turbina dejaba de llegar a los carros traseros, por lo que las luces fueron conectadas a un sistema exclusivo.

En este tren, las ruedas eran usadas para producir electricidad, y cada carro poseía un sistema cerrado. Como resultado, de esta ingeniosa aplicación de la tecnología, el Flying Pussyfoot era capaz de crear una mayor cantidad de energía que otros trenes; por consiguiente permitía que el interior de cada vagón estuviera tan iluminado como si fuera de día.

El panel de control para estos sistemas se encontraba por debajo de los carros y Claire se dirigía al interruptor principal de este carro en particular.


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—¿Acaso no lo consideraron? Cualquiera podría meterse debajo del vagón y apagar las luces. Así de fácil —Tiró de la palanca y subió de inmediato—. Creo que es hora de una pequeña aventura —murmuró y comenzó a exhibirse desde un costado del tren a toda velocidad.

Los gritos emergieron desde las penumbras del vagón comedor. Al mismo tiempo, Claire abrió una ventana al fondo del carro desde afuera.

—¡¿Quién está ahí?!

Uno de los hombres de negro se acercó a la ventana, sosteniendo una pistola. Claire soltó las manos de la ventana y esperó a que el hombre sacara el cañón del arma fuera de la ventana.

Y, justo como supuso, el cañón salió desde el interior. El hombre de negro, el insensato, debía estar desorientado por el repentino alboroto.

Claire agarró el cañón y lo empujó hacia sí mismo.

—Guau…

Cuando el hombre de negro se tambaleó, Claire lo tomó del brazo, mermando su equilibrio, y lo arrastró hacia abajo con una fuerza alarmante.

El hombre de negro, habiendo perdido el equilibrio, fue lanzado fuera del tren. Claire no estaba seguro de que estuviera muerto, pero no tenía tiempo para matar al hombre apropiadamente antes de dejarlo caer.

Luego, empezó a correr por los ornamentos a un costado del tren.

Aunque había pocos relieves sobresalientes a lo largo de los vagones, Claire fue hacia el frente del tren con la parte superior de su cuerpo agachado. Siempre que caía muy cerca del suelo, se sujetaba del marco de una ventana con su brazo izquierdo y regresaba a su postura original.

Corrió, corrió y corrió. Cumpliendo sus fantasías por medio de la fuerza, Claire hizo realidad sus pesadillas. Y el blanco de esta singular pesadilla era el solitario hombre de negro.

Claire recorrió el costado del vagón sin hacer ruido. Desde lejos, lucía como si estuviera caminando sobre el aire a un lado del tren.

Los pasajeros en el vagón comedor lo vieron, a la sombra roja, mientras corría bajo la luz de la luna, provocando una autentica explosión de gritos y lamentos desde el interior del carro.

Para cuando el hombre de negro abrió la ventana junto a él, entre las mesas, fue demasiado tarde.


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Claire ya había llegado ahí, capturando el brazo del hombre de negro antes de que tuviera la oportunidad de apuntar su arma.

Atrajo al hombre de negro cerca de él y le susurró al oído:

—¿Podrían aplaudirme un poco por aquí? Este fue mi primer intento y lo conseguí… ¿Tienes idea de cuánto esfuerzo he puesto en mi trabajo?

Un instante después, Claire arrojó del tren al tembloroso hombre de negro sin dudarlo.

Entonces, volvió al fondo del vagón y conectó la energía nuevamente. No obstante, cuando se aproximó a la ventana, otro hombre de negro había arribado.

—Simplemente no paran de salir…

Claire, perplejo por la tenacidad de los hombres de negro, se encargó de uno de ellos en el acoplamiento. En cambio, el otro hombre de negro huyó al carro de la Primera Clase, habiendo advertido su presencia.

Supongo que no es tanto problema. No lastimarán a los pasajeros mientras estén preocupados por mí.

Asintió ligeramente y se dirigió hacia los vagones traseros. Casi era hora de mandar la señal a la locomotora otra vez.

¿A dónde fue ese hombre?

Chane se encontraba sobre el compartimiento del conductor, totalmente concentrada en la tarea en cuestión.

Había perdido de vista a Ladd en algún punto cercano a los vagones de carga, así que lo estaba buscando desde el techo.

Ese hombre es muy peligroso. Tengo que encargarme de él enseguida. Si lo dejo escapar ahora…se convertirá en mi mayor obstáculo. Y puede que, también, se convierta en uno para mi padre.

No poseía pruebas que respaldaran sus predicciones, pero Chane lo dio por sentado mientras proseguía rastreando al hombre de blanco manchado de sangre. Había decidido que no le serviría de mucho buscarlo a ciegas, por lo que subió al techo para examinar todo el tren.

Sin embargo, el blanco se reveló él mismo como si saludara a un amigo en la calle.

—¡Hola!


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La sonrisa insignificante y frívola de Ladd hizo que Chane estuviera más segura; tenía que exterminar a este hombre y a nadie más.

A pesar de que no poseía ni un indicio de la identidad del hombre al que se enfrentaba, Chane sintió algo similar a una falsa impresión de victimización que no era necesariamente una ilusión.

—¿Cómo te va, gatita? ¿No te sentiste sola sin mí? —Ladd se rió repulsivamente; mientras Chane extraía en silencio unos cuchillos.

Su oponente ya no cargaba el rifle. Tan pronto como notó esto, Chane se inclinó, preparada para atacar.

—¡Umm, eres terriblemente fría, Chane!

—¡¿?!

Chane se congeló.

¿Cómo sabe mi nombre?

Ladd asintió satisfactoriamente ante su confusión.

—¡Déjame decirte algo, Chane! ¡Sé todo sobre ti! ¡Lo escuché todo de tus amiguitos de allá atrás, ellos te odian y tú los odias! ¡Además de que eres la mascota personal de un sujeto llamado Huey Laforet, al que tratas como si fuera una especie de dios! —comentó Ladd. Chane, indispuesta a escuchar, nuevamente se preparó para atacar.

—¡Luego oí que tu amo Huey es en realidad inmortal! ¿Estoy en lo correcto?

Chane se congeló otra vez. Ladd parecía disfrutar la situación. Todas las cartas estaban en su mano; lo único que tenía que hacer era lanzar una para darle un buen golpe antes de que pudiera atacar.

Chane se convenció de que ya no debería escuchar a su oponente. Se alistó por tercera vez y comenzó a correr hacia Ladd. Sin importar lo que él supiera; tenía que matarlo, ahora. Se agachó ridículamente bajo, y se enfocó en las piernas de Ladd.

Sin embargo, por una extraña razón, Ladd también empezó a embestirla con una postura lo suficientemente baja como para rivalizar con la de ella. Y no sólo eso, su boca continuaba disparando distracciones como si no hubiera un mañana.

—Pero, ¿sabes qué? ¡Estoy muy, muy decepcionado!

El sorprendente comportamiento de Ladd causó que Chane vacilara, disminuyendo la velocidad que había alcanzado con su cuchillo.

—¿Sabes~?


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La voz de Ladd inesperadamente se volvió distante. Desde el punto de vista de Chane, lucía como si el cuerpo de Ladd de pronto hubiera sido lanzado hacia atrás.

Al mismo tiempo, un poderoso impacto asestó su mandíbula.

Ladd se había detenido justo antes del rango de ataque de Chane, golpeándola en un instante con una combinación entre patada y salto hacia atrás. Había dado una voltereta desde su posición baja a la vez que empleaba el impulso para una patada ascendente directo a la mandíbula de Chane con la punta del pie.

Chane, quien incluso había bajado la vista, voló hacia atrás y rodó hasta la parte trasera del vagón. Su última vuelta había sido una acción deliberada para ponerse de pie.

—¿Sabes qué? ¡Al principio pensé que estabas tan chiflada porque te controlaban los Marcianos o algo así! ¡Pero, ¿sólo estas jodidamente lunática porque estás enamorada?! ¡¿Cuántos años tienes?, doce! ¿O acabas de salir de la pubertad? ¿No crees que este Huey solo está jugando contigo? ¿Eh?

Las provocaciones de Ladd finalmente afectaron a Chane, llevándola hasta su límite. Ni una sola vez había considerado a Huey como un prospecto amoroso. Aunque, puede que hubiera sido preferible a la disyuntiva, Chane era la hija de Huey. No se permitiría pensar en él de esa forma, y ella lo amaba como su padre, solo eso. Sin embargo, desde la perspectiva de una tercera persona, eran un hombre y una mujer de la misma edad. Cualquiera que tuviera una hija sabría de un vistazo que Huey y Chane eran padre e hija; pero, desafortunadamente, el hombre de negro que le contó todo a Ladd ni siquiera tenía una novia.

Chane observó a Ladd con ferocidad, bajando su postura aun más, y embistió contra él como una bala.

—¡Ajajaja! ¿Estás molesta? ¿Te estás enojando? ¿Um?

La expresión de Chane le dijo a Ladd que las cosas no eran tan simples como él había asumido; sin embargo, no tenía la intención de averiguar la verdad detrás del asunto. De hecho, la rabia de Chane le ayudaba a predecir sus movimientos con mayor facilidad.

Ladd dio una vigorosa carcajada, sin dar un solo paso. Pero, Chane no cambio de opinión. Cortaría la garganta de Ladd en el ángulo que había dibujado en su mente. Cuando estuvo a centímetros de él, Chane se levantó con todas sus fuerzas.

El cuchillo de Chane partió el aire como si fuera un avión que ascendía de improvisto.

Ladd, quien ya había visto venir este ataque, lo esquivó a una velocidad inhumana. Al mismo tiempo, dobló las rodillas, bajando verticalmente. Planeaba darle un puñetazo en el torso desprotegido.

Entonces, se percató de que el cuerpo de Chane se estaba torciendo en un ángulo increíble, y rápidamente lo evadió haciéndose a un lado.


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La pierna de Chane se alzó en el aire con una fuerza letal. Había intentado patear a Ladd con una voltereta, igual como lo hizo él anteriormente.

—Muy fácil.

Ladd leyó sus movimientos de inmediato y la pateó en el costado mientras estaba todavía en el aire.

Chane rodó hacia atrás y cayó por un lado del tren.

—¿Ooh? Se terminó, ¿tan pronto? ¿En serio? ¿Así de aburrido? ¡No me dejes esperando aquí, muñeca!

De pronto, hubo un fuerte estruendo mezclado con lo que parecía el metal siendo rasgado.

—¿Hm?

Ladd bajó la vista y se encontró frente a una escena increíble.

Chane colgaba de un costado del tren con los cuchillos, que llevaba en las manos, incrustados en las paredes del vagón. Extraía uno y lo volvía a encajar, turnándose con cada lado. Ascendía por el flanco del tren como una mujer desquiciada.

Clang. Clang. Clang. Clangcrk. Crac.

La velocidad de los cuchillos aumentaba más y más, a medida que Chane subía como si caminara por la pared.

—¡Guau!

Chane se impulsó hacia arriba como una bala, pasando al lado de Ladd, sin darle siquiera tiempo de reaccionar. Cuando soltó el aliento o suspiró, una pequeña incisión se abrió en la oreja derecha de Ladd y comenzó a sangrar.

—Lo siento, cariño. Tal vez sí seas un marciano después de todo. ¡Apuesto a que en realidad tienes ocho tentáculos o algo así, ¿verdad?!

Ladd, rompiendo en sudor frío por primera vez, apretó los puños y empezó a brincar con pasos ligeros. De igual forma, Chane corrigió su empuñadora sobre los cuchillos, midiendo la distancia entre ella y Ladd.

De repente, algo inconcebible ocurrió.

Actualmente, Chane y Ladd libraban la batalla sobre el último vagón; aquel que alojaba el compartimiento del conductor y la bodega de carga excedente. El compartimiento del conductor debería estar ocupado por un par de cadáveres y nada más.


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Y, en un acto que desafiaba a la lógica, la lámpara al costado del compartimiento del conductor cobró vida varias veces.

La luz se empleaba para indicar que en el tren todo iba bien; pero, ¿quién podría estar detrás de ello?

Las lámparas se apagaron nuevamente, dejando a Chane y a Ladd enfrentándose en silencio.

Al parecer, los faroles no habían presagiado nada. Omitiendo el extraño incidente de su mente, Ladd provocó a Chane para que otra vez atacara a ciegas.

—Entonces, Chane… sabías que tus amigos de negro están tras de ti, ¿no? Por lo que escuché, ¡van a matarte en medio de todo este jaleo!

Chane ni siquiera parpadeó. Estaba enterada de todo esto; de hecho, ella también planeaba deshacerse de Goose y los otros al final.

—¡Incluso supe que estabas en contra de este plan desde el principio! Dijo ¿qué no te gustaba tomar rehenes o asesinar chiquillos? ¿Qué chingados te pasa? Y oí que tu Huey también piensa lo mismo. ¡Debe estar completamente loco! ¡Casi entiendo por qué tus amiguitos lo van a traicionar!

Chane escuchaba tranquilamente lo que decía. Había aprendido la lección; y trataba desesperadamente de frenar sus emociones manteniéndolas escondidas.

—¿Están organizando una especie de revolución? ¿Pretenden cambiar este país? Pero, se comportan como un héroe de mierda, sin hacer nada sucio ni matando inocentes… ¡¿O acaso este Huey Laforet es tan fuerte que puede darse el lujo de preocuparse por los demás en medio de una maldita guerra?! ¡Eso, lo entiendo, pero ese es el tipo de cabrón que más odio! ¡Los únicos bastardos que hacen eso son personas que piensan que están perfectamente a salvo! ¡Mierda! ¡No voy a dejar que se salga con la suya! —bramó Ladd.

Luego, sonrió y bajó el tono de su voz.

—¿Sabes qué es lo primero que voy a hacer cuando baje del tren?

Deformó los labios en una sonrisa anómala y miró nauseabundamente a su oponente.

—Mataré a Huey Laforet.

La mera amenaza fue suficiente para inmovilizar temporalmente la mente de Chane.

—Pensé que era raro. Sabes, siempre creí que los terroristas tiraban sus vidas como trozos de leña al fuego; sin embargo, todos tus amiguitos tenían la misma mirada, como si nunca fueran a morir. ¡Y ahora lo entiendo! Todos son así porque después de esta misión, se volverían inmortales.

Ladd continúo brincando sobre sus pies, elevando el tono de voz.


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—Para ser sinceros, en realidad no tengo ganas de asesinarte. No sé que estas pensando, pero estas poniendo tu vida en juego. ¡Por esa razón tuve una idea! ¡Tal vez sea aún más divertido si mato al sujeto que adoras! ¡Quizá sea entretenido observarte mientras me ves asesinando a Huey Laforet! —Ladd inesperadamente dejó de moverse y le gritó a Chane. Su voz estaba llena de un placer abrumador; parecía que jugar con las emociones de Chane, tal cual masa en sus manos, fuera puro éxtasis. —Voy a matarlo. No me importa si es inmortal o algo. Si todavía no se muere, le cortaré la cabeza con una sierra y la hundiré en el polo norte y su cuerpo en el sur. Y lo verás todo. ¡Le demostraré a ese pedazo de mierda arrogante qué tan peligrosa, difícil y enfermiza es la vida! Y no me detendré incluso si me ruegas. ¡Entonces, ¿qué piensas hacer ahora, Chane?! ¡Ajajajaja!

Había poco en términos de originalidad que se podían recoger de la amenaza de Ladd; pero, sabía muy bien que advertencias cliché como estas eran las mejores para provocar a personas como Chane.

El impacto de las amenazas sacudió a Chane tanto física como psicológicamente. Si el desafío anterior fue como encender un motor, ésta fue como golpear el botón de encendido. Chane colocó toda su fuerza en las puntas de los cuchillos a medida que embestía contra Ladd.

Sin embargo, las navajas no se movieron.

Las puntas de los cuchillos en sus manos fueron sujetadas firmemente por los dedos de alguien. Chane no se había percatado de este hecho hasta ahora.

No se dio cuenta que ante ella se encontraba de pie un hombre vestido de rojo. Pero, eso era imposible; después de todo, no había nadie ahí cuando fue cegada por la rabia.

Era como si se hubiera materializado de la nada.

Finalmente, el monstruo apareció frente a ellos.

Se trataba del demonio carmesí; el Rail Tracer.

Sujetando los cuchillos de Chane con sus dedos pulgares e índices, la sombra roja habló tranquilamente.

—No apuñales el compartimiento del conductor. Casi me amputas la oreja.

Al principio Ladd y Chane no comprendieron a qué se refería el hombre, pero un momento de reflexión lo aclaró; él probablemente se encontraba dentro del vagón cuando Chane subió por la pared del tren con sus cuchillos.

—Si lo entiendes, al menos podrías disculparte.

Chane asintió sin pensarlo. Dejó caer las manos, olvidando su furia hacia Ladd, e inclinó la cabeza en una reverencia. Si los hombres de negro pudieran verla, dudarían de su inteligencia. Hasta Ladd tenía problemas en creer esto.

—¿Qué tal un «Lo siento»?


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Chane señaló su garganta y negó con la cabeza. Por algún motivo, tenía una incapacidad física para hablar.

—Disculpa. No me di cuenta —La sombra roja se disculpó, caminó a lo largo del techo y giró sobre sus talones en el acoplamiento—. De todas formas, prosigan.

El monstruo carmesí había forzado su entrada en la pelea entre Ladd y Chane.

—Y yo mataré al que sea que sobreviva.

Lua quería ser asesinada. Tanto que hasta había olvidado el motivo. El suicidio era una opción irracional para ella, así que buscaba a una persona que acabara con su vida. Alguien que se deleitará en matarla. Deseaba por lo menos hacer feliz a una persona con su muerte.

Fue entonces cuando conoció a Ladd. Posiblemente él estaría encantado de asesinarla más que nadie en el mundo.

—Despedazaré a cualquiera que desee vivir más que tú. Luego, al final, te mataré amorosamente por el resto de nuestras vidas. Así que, hasta entonces, sígueme y ni siquiera pienses en morir, ¿está bien, amorcito?

Esa fue su proposición. Lua entendía muy bien que no estaba inventando excusas para extender su vida; él verdaderamente quería expresar lo que dijo.

Y Lua tenía fe en que Ladd cumpliría su proposición. Ciertamente, nunca falló en matar a nadie, pero sobre todo Lua no podía imaginar a Ladd siendo asesinado por alguien más.

Al menos, no hasta que vio la sombra roja.

En el momento en que sus ojos se toparon con los de la sombra roja, que estaba observando a través de la ventana no hacía mucho tiempo, el corazón de Lua fue sacudido violentamente. No era terror o amor; era ansiedad. Ladd iba a morir. El monstruo de los ojos aterradores podía matar a Ladd. Él no sería capaz de vencerlo.

Sabía esto porque ella vio la fuente del horripilante brillo en los ojos del monstruo.

Era sed de sangre; el deseo de matar con forma física. Lua lo reconoció al instante, puesto que había contemplado la misma expresión en los ojos de Ladd siempre que mataba a una persona. La única diferencia era que la voluntad detrás de los ojos del monstruo era inigualablemente más poderosa comparada a la de Ladd.

Lua podía decir a primera vista que el monstruo era un ser de un mundo completamente diferente. La fuerza de voluntad en sus ojos ya no podía llamarse humana. Y, para empeorar las cosas, el monstruo se marchó sin matar a los ocupantes de la cabina. Aunque Lua no entendía el porqué, comprendió que el monstruo estaba colmado tanto de sed de sangre como del poder para controlarla.


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Ladd no podía ser derrotado por humanos; sin embargo, las cosas eran diferentes si tuviera que enfrentarse a un monstruo. Moriría. Ladd moriría.

—¿Se encuentra bien, señorita?

Una voz profunda la trajo de regreso a la realidad. Se encontraban en el camarote de Ladd en la Segunda Clase.

El Mago Gris acababa de terminar de tratar al hombre herido vendándolo.

—Tus ojos son diferentes ahora. Están llenos de vida.

—¿Disculpe…? —preguntó Lua en un delicado medio susurro. Cuando observó los ojos del mago, se dio cuenta de algo.

Él es igual que yo. Desea morir.

Aparentemente el mago había entendido lo que los ojos de Lua le decían y continúo hablando serenamente.

—Fui enviado a Verdún5 como doctor durante la Gran Guerra. En ese entonces muchas personas murieron, tanto enemigos como aliados. Un día, desperté y descubrí que, hasta donde podían ver mis ojos, yo era el único que seguía respirando.

Recordó su pasado estoicamente, sin perderse en un abismo emocional de tragedia.

—Pensé: «Ah, de modo que este es mi castigo». Tal vez no hubiera presenciado esta escena si hubiera sido capaz de curar a más personas. Curiosamente, tiempo después, sin importar a qué campo de batalla fuera, nunca moría; sobreviví hasta el final de la Gran Guerra. Ni una sola vez trate de protegerme o escapar. Por más mal herido que estuviese, siempre salía con vida.

La reminiscencia del Mago sonaba como una historia lejana para Lua. La tela sobre su rostro se soltó un poco y la brisa del viento expuso quemaduras de piel bajo el gris. Sin duda, el resto de su cuerpo se encontraba en el mismo estado.

—Si esto fue un castigo divino, entonces escaparme por medio del suicidio me haría merecedor de algo mucho peor en el más allá. Es por eso que curó a las personas por obligación. Mientras pueda salvar a una persona más que desee vivir; hasta que, por fin, Dios me permita morir.

Miró directamente a Lua.

—Parece que has encontrado un propósito. Tus ojos son diferentes ahora, tan llenos de vida. Aun cuando no puedo decir con seguridad si se trata de miedo, o ira, o tristeza.

5 N. de la T. Verdún se encuentra en el nordeste de Francia y fue en ese lugar donde se libró la batalla más larga y la segunda

más sangrienta de la Primera Guerra Mundial, enfrentándose el ejército francés y el alemán. Por cierto, la Gran Guerra es otro término por el que se le conoce a la Primera Guerra Mundial.


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Al escuchar las palabras del Mago, Lua lentamente se puso de pie.

—Oye, Lua. ¿A dónde vas?

—Sólo un rato… Regresaré pronto…

A medida que Lua se dirigía hacia la puerta, el Mago Gris exclamó unas cuantas palabras finales para ella en un tono de voz sin vida.

—Una vez que hayas cumplido lo qué te propusiste, podrías considerar reincorporarte con nosotros, los hombres muertos, otra vez… No, olvídalo. Solamente estoy un poco triste por ver que alguien como yo pudiera desaparecer delante de mis ojos.

Con las palabras del doctor dejando menos que una vaga impresión en su mente, Lua decidió buscar a Ladd. Las palabras del doctor no eran para nada alentadoras; de hecho, se sentían como si la adentraran más y más a la ansiedad. Todo esto, cuando el hombre no había hecho nada más que hablar de su pasado. ¿Por qué sus palabras la atormentaron así? Como si él fuera la Muerte en persona.

La intuición de Lua de que Ladd era el hombre más fuerte en el mundo no era incorrecta. Sin embargo, con mayor razón tenía que confiar en su intuición nuevamente. Ladd no debe pelear. No debe encontrarse con él. No debe conocer al monstruo rojo, quien sólo le traerá desgracias.

Lua corrió silenciosamente por el tren con el brillo de los ojos del hombre carmesí todavía persistente en sus pensamientos.

La repentina intervención de una tercera persona dejó a Chane y a Ladd inmóviles. Era complicado juzgar la expresión del recién llegado bajo la aún tenue luz del amanecer, pero una cosa era clara. Vestía ropas cubiertas de rojo. El traje de Ladd simplemente estaba “salpicado de rojo” en comparación del nuevo que estaba “bañado”.

Ladd fue el primero en romper el largo silencio.

—¿Quién rayos eres?

Inusualmente para Ladd, su tono estaba cargado con un sorprendente grado de precaución. Su cuerpo se volteó lentamente para encarar al hombre carmesí.

—No me hagan caso —replicó sencillamente el hombre carmesí. Pero había una cosa sobre este hombre del que estaba seguro la mente de Ladd.

Sin duda alguna. Este es el bastardo que mató a Dune.

La certeza de Ladd provenía de la ropa del recién llegado. Aunque se encontraba teñida totalmente de rojo, el diseño era inequívocamente de un conductor del Flying Pussyfoot. El


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hecho de que el hombre estaba empapado de sangre de los pies a la cabeza indicaba que mató a una persona de manera muy desordenada. Estos factores reforzaron las sospechas de Ladd sobre la identidad del asesino de su amigo.

No tenía idea sobre la personalidad de este conductor, pero estaba claro que el hombre carmesí no era una persona que vivía por el buen camino.

Y de los labios de esta supuesta persona común y corriente salieron palabras que eran igualmente extrañas.

—Puedes pensar en mí como el viento parlante.

—¿En serio?

Ladd decidió oponerse al orgullo del recién llegado con su propia auto-confianza. Pero la sed por la sangre del hombre que mató a su amigo ya había alcanzado su clímax.

Desde luego, se vengaría. Extrajo un ensangrentado cuchillo para lanzar del bolsillo de su traje y lo lanzó hacia el hombre carmesí sin pensarlo dos veces. El sangriento cuchillo plateado recorrió su trayectoria hacia el cuello del hombre carmesí.

—¡Si eres el viento, entonces no te molestes en hablar!

—Eso no es muy amable de tu parte.

El hombre carmesí, Claire, sonrió; tomando con facilidad el cuchillo en el aire.

Hubo un momento de silencio.

—Espera, colega. ¿No acabas de hacer algo alucinante y loco?

—No puedo decir que lo hiciera. ¿Ves? Hasta lo atrapé por el mango para no lastimarme. Perfectamente sensato.

Claire se rió entre dientes, provocando a Ladd.

Los puntos psicópatas de Ladd traspasaron el cielo y llegaron a niveles estratosféricos; lo qué su oponente había hecho no importaba.

Los ojos de este bastardo me están fastidiando. Dan miedo con solo mirarlos; cualquiera que no fuera yo, ya habría mojado sus pantalones. ¡Pero eso no me importa! ¡Este intruso me saca de quicio! Es como si nada le preocupara cuando bloqueó los cuchillos de la muñeca o cuando atrapó el que yo le arrojé. No hay nada que odie más en este mundo que a las personas mierdecillas como él. Se parece a uno de esos pseudo-pacifistas que se dejan influenciar sobre la guerra por lo que escuchan en los periódicos o la radio. Como algunos dones de la mafia que envían a sus lacayos a realizar el trabajo sucio y se quedan con toda la plata para ellos solos. Igual que ese cabrón actuando como un pequeño mocoso… no, ¡este hijo de puta es mucho peor!

Ladd abrió los ojos de par en par y fue contra Claire.


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Descendió su postura, corrió directamente al rostro de Claire e intentó plantar un golpe de lleno.

No obstante, en el momento en que Ladd esperaba sentir el primer golpe, Claire evadió el ataque en un ángulo inimaginable.

—¿Qué demonios?

La silueta de Claire de repente se distanció de Ladd. Había abierto los brazos y se inclinaba hacia atrás; no, caía. El techo del tren desapareció por debajo de sus pies.

En un principio, Ladd pensó que su oponente se había lanzado a las vías. Sin nada que lo sostuviera, Claire naturalmente se esfumó por el borde del techo.

Sin embargo, esa idea duró un instante; cuando de pronto la parte superior de su cuerpo subió por el costado del tren.

Claire se había aferrado del borde del techo del tren con sus piernas mientras se apoyaba contra la pared del vagón de cabeza. Regresó al propulsarse con uno de los adornos sobre el muro.

Similar a una caja de sorpresa, Claire reapareció de pie y empleó el mismo impulso para asestarle un cabezazo a Ladd sobre la frente.

Ladd retrocedió tambaleándose sin pretenderlo, y de inmediato ejecutó un contraataque.

De súbito, vio un brillo metálico por el rabillo del ojo y se apresuró a hincarse. Ni un segundo después, un cuchillo pasó sobre su cabeza, llevándose varios mechones de su cabello.

—¡¿Por qué hiciste eso, carajo?!

Ladd se retiró varios pasos, observando a su atacante: Chane. Ella había ignorado por completo a la sombra roja y se enfocó exclusivamente en tomar la vida de Ladd.

No obstante, su concentración fue fácilmente rota por la poderosa y tranquila, aunque abrumadora, voz de Claire.

—Te llamas Chane, ¿verdad? ¿Todas las cosas que dijo este sujeto son ciertas? —preguntó tranquilamente, sin mostrar ningún emoción en particular—. Lo que intentó decir es, ¿estabas en contra de todo este plan desde el comienzo? Y eso de que en realidad no querías matar personas, y que a ese tipo, Huey, tampoco le gusta. ¿Todo era cierto?

Chane vaciló ante el repentino interrogatorio de la sombra roja, insegura de si debería responder o no. A pesar de que podría ignorarlo con facilidad, sentía que estaba negándose tanto a ella misma como a Huey al hacerlo. Por lo que asintió visiblemente.

—Ya veo. Es bueno escucharlo. Entonces, ¿qué te parece si te ayudo un poco?


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—¿Eh? —inquirió Ladd, distraído por la inesperada propuesta; mientras que Chane parpadeó.

—¡Espérate, cabrón de rojo! ¡¿Qué chingados te pasa?! ¡¿No eras tú el que ibas por ahí matando a mis amigos Y a los hombres de negro?!

—Tienes algún problema con eso, colega.

Ladd se quejó con justa razón:

—¡¿Qué carajo?! ¡Entonces, ¿por qué de repente te haces muy amigo de la señorita cara de muñeca de ahí?! ¡Después de freír a mis amigos, para empezar!

—¿Um? Pero, por lo que entiendo, se deduce que la señorita de ahí parece una dama bastante agradable —contestó Claire llanamente.

Incluso Ladd no tenía argumentos para contradecir esto.

—Te escuché gritar hace un rato. Ella está haciendo esto o porque no tiene otra elección, o porque no puede salvar a la persona que le importa. Puedo simpatizar con ella muy fácilmente, a diferencia de cierto lunático sin un par de docenas de tornillos.

La humillación de Ladd finalmente llegó a su punto de ebullición.

—Cierra el pico, fenómeno. ¡¿Dices que en realidad te compadeces de esa?! ¿A qué estás jugando? ¡¿Acaso tu cerebro expiró?! ¡Ja! ¡Creí que eras un cabrón muy rudo, pero esto es una completa decepción! ¡Solo eres un asqueroso hipócrita! ¡Apuesto a qué eres uno de esos sujetos que dejan vivo a un niño en el campo de batalla aun cuando éste intenta matarte con una pistola! ¡¿Es eso lo que tratas de decir, hijo de puta?!

Las palabras y el tono de voz de Ladd alcanzaron un punto culminante. Sin embargo, Claire ni se inmutó.

—Y, ¿qué si lo dejo vivir?

—¿Qué?

—Claro qué, quizá haría una excepción si fuera un niño reaaalmente malo, pero… —habló Claire con bastante naturalidad, a pesar de comentar cosas que no podían estar más lejos de la normalidad—. Puedo darme el lujo de ser compasivo porque tengo confianza en mis propias habilidades. Si la señorita de ahí, Chane, fuera a balancear su cuchillo hacia mí, podría atraparlo sin necesidad de moverme. Y si esos niños me dispararan con sus ametralladoras mientras estoy ocupado simpatizando con ellos, las esquivaría todas. Aunque, supongo que se molestarían y me dirían que deje de tenerles lástima, pero ese no es mi problema —afirmó Claire orgullosamente, abrió los brazos por completo y enfrentó a Ladd—. No creo en «Matar o morir». No lo necesito; después de todo, ¡nunca voy a morir! Recuerda que… —Hizo una pausa dramática, luego curvó las comisuras de su boca y continúo—. Cosas como simpatía y compasión son privilegios a los que sólo los fuertes se les permiten poseer. Y yo… soy fuerte.


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Este hombre enfurecía a Ladd hasta el punto en que ni siquiera él mismo sabía que era capaz de tantos deseos de matar. Su buen humor había caído en picada hasta sus niveles más bajos. Ladd exprimió cada gota de su humillación en su voz a medida que le siseaba a la sombra roja.

—En ese caso, ¿quién eres…? ¿Me estás diciendo que eres uno de esos bastardos que piensan que jamás morirán?

La respuesta de Claire coincidía totalmente con la incredulidad de la situación.

—Por supuesto. Después de todo, el mundo es mío.

Ladd y Chane se quedaron sin habla por las palabras de Claire; sin embargo, él prosiguió de cualquier modo.

—El mundo es mío. Pienso que este mundo bien podría ser un sueño que estoy teniendo. ¿No creen? Tal vez todos ustedes solo sean inventos de mi imaginación, dado que no puedo probar con seguridad que existen. Es decir, el mundo gira a mí alrededor. Cualquier cosa que piense que pueda hacer, seré capaz de hacerlo. Y una vez que envejezca lo suficiente para morir, encontraré algún tipo de poción de la inmortalidad. O quizá simplemente despierte de este sueño y acabe en otro. En otras palabras, nunca voy a morir.

—¿Qué demonios? ¿Qué te hace estar tan seguro de eso, genio?

—No soy un tipo muy creativo. Sinceramente no puedo imaginar cómo será una vez que muera, ¿ves? Sencillamente no logro entender esta cosa llamada “olvido”. Las personas dicen que después de la muerte hay una eterna oscuridad, pero el olvido supone que no puedes sentir ni la oscuridad, ¿cierto? Ni siquiera puedo visualizar eso. No soy capaz de concebir un mundo sin mí. Dicho de otro modo, no existe tal cosa como un olvido total. Sin embargo, otras personas aparte de mí desaparecen por completo en cuanto mueren. Esto quiere decir que yo soy el único en este mundo que jamás desaparecerá; por lo tanto, el mundo es completamente mío. Todos los demás sólo son parte del sueño en el que estoy viviendo.

En este punto, Ladd ni siquiera sintió la necesidad de contestar mordazmente. Su oponente no estaba bien de la cabeza; tenía la certeza de ello.

—En resumen, puedo realizar cualquier cosa que piense que pueda hacer, por consiguiente, nada es imposible para mí.

La elemental declaración de Claire trajo de vuelta las emociones en pleno apogeo de Ladd, quién se rió a carcajadas.

—Ahora lo entiendo. ¿Por eso tratabas de ayudar a esa de ahí? Alguien como tú solo se va a interponer en su camino. ¿Qué dices, muñeca? —Le preguntó a Chane, pero ella se limitó a contemplar a Claire en silencio.

Claire suspiró en silencio.


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—Hay otra razón por la que estoy del lado de la señorita. Al fin y al cabo, no tengo ningún motivo para asesinarla mientras se comprometa a no herir a los pasajeros; en cambio, tú… ustedes, los hombres de blanco, son otra historia. Voy a vengar la muerte de Tony.

—¿Tony…?

Ladd se perdió durante un momento, pero pronto se recuperó. “Tony” era el nombre del conductor al que Dune se ofreció para robar el uniforme. Ladd recordaba haber visto el nombre sobre la placa del uniforme.

—Oye, chico rudo. ¿No estás retractándote de lo que acabas de decir? ¡Si este tipo, Tony, es solo un sueño tuyo, entonces ¿qué te importa lo qué le suceda a él?!

—No veo nada malo en sentirse agradecido con un amigo, incluso si se trata de un invento de mi imaginación. Además, planeo destruir las pequeñas pesadillas que rompieron mis sueños, pieza por pieza.

—¿Crees que atacarme con cada maldita palabra que digo te ayudará a ganar? ¿Por qué no te vas a dar un paseo por un gran acantilado? ¡¿Mataste a mi amigo Dune solo porque hirieron tus sentimientos cuando golpearon a un fantasma de tu cabeza?!

Ladd, habiendo perdido cualquier semblante de seguridad en sí mismo, embistió contra el monstruo carmesí como un desquiciado; saltando y atacando a una velocidad que ningún novato sería capaz de captar con los ojos.

—Alto ahí, ustedes fueron los que asesinaron a Tony primero —señaló Claire, evadiendo cada golpe de formas inimaginables.

—¡¿Qué carajo?!

La sorpresa se extendió sobre el rostro de Ladd. Claire había corrido en dirección de Ladd para contrarrestar la velocidad de los golpes bala de él. Se lanzó desde el techo del tren, voló a través del aire y tomó el brazo de Ladd, conservando el equilibrio volteado de cabeza sobre Ladd.

Ladd luchó por mantenerse de pie y Claire usó esta oportunidad para aterrizar por detrás de Ladd.

—¡Maldita sea!

Ladd intentó darle un puñetazo a Claire en el rostro mientras se giraba; pero, con un explosivo y único sonido, parte de la oreja derecha de Ladd salió volando.

—¡¿?!

Ladd ni siquiera pudo soltar un grito de dolor cuando Claire entró en su campo de visión sosteniendo una pistola de mano. El cañón estaba apuntando a la frente de Ladd.


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—¿Qué tal? —Sin esperar la respuesta de Ladd, Claire continuó—. Por esta ocasión, no me siento tan confiado luchando cuerpo a cuerpo, el cual, tengo que decirlo, soy mejor peleando que con las manos desnudas. Después de todo, los cuchillos son mejores que los puños, y las pistolas son mejores que los cuchillos. Aunque, supongo que también depende de la situación.

Aun cuando Claire empleaba con regularidad armas de fuego como parte de la especificación de su trabajo, se consideraba, a lo mucho, por encima del promedio en su habilidad con las pistolas. Dicho de otro modo, sintió que no había necesidad de usar una todo este tiempo, a pesar de que había estado armado.

—¿Sorprendido? Ahora bien, puedo terminar contigo en este preciso momento; sin embargo, ¿dónde está lo divertido en eso? Estoy bastante seguro de que puedo matarte con mis propias manos —Por alguna razón, Claire colocó la pistola de mano de regreso a su bolsillo—. Le disparé a propósito a tu oreja. ¿Humillado?

Ladd no tenía idea de lo qué Claire estaba haciendo; pero, ciertamente se sentía ofendido.

—Quiero que sufras y mueras como un perro. Esa es mi venganza por Tony; no, es mi venganza por mí y mi mundo que perdió a Tony.

No podría haber mayor humillación. El deseo de Ladd de matar a este hombre no provenía de sus viles caprichos o conjeturas; sencillamente quería asesinar a este hombre. No le importaba obtener placer o beneficios, siempre que pudiera enviar a este hipócrita dictador al olvido.

La idea dio paso a la risa.

—Jaja… ¡Jeejeejaja…! Entonces, dígame, señor Oh-Todopoderoso-Soberano-Del-Mundo. ¿Cómo piensas matarme? ¡Te mostraré que el mundo realmente no trabaja de la forma que crees! ¡Te meteré en tu maldita y arrogante artimaña y te demostraré lo que significa de verdad el olvido!

Claire se puso a pensar por un momento, luego, observó en dirección del acoplamiento. Sonrió y le dijo a Ladd.

—Entonces, antes de llevarme al olvido, hay algo que me gustaría preguntarte. La muñeca con el vestido blanco… ¿es tu chica?

La inesperada pregunta tomó por sorpresa a Ladd; sin embargo, hizo una mueca y contestó:

—Ella es mi prometida, bastardo. ¡Ahora espera un maldito minuto! ¡¿Qué quieres con mi chica?!

—Nada, solo me preguntaba cómo un trozo de basura como tú pudo encontrar a una chica por su cuenta.

—Qué, ¿acaso un asesino serial no puede enamorarse como una persona normal?


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Aunque la relación de Ladd y Lua estaba lejos de considerarse “normal”, él no dudó en llamarla así. E incluso en medio de este tema de conversación, la sed de sangre de Ladd crecía más y más. Parecía que hasta, en algún punto, sobrepasaría a la de Claire. Aun así, Claire ni siquiera parpadeó cuando respondió a la pregunta de Ladd.

—Lo entiendo. Ahora, estoy seguro de lo que te sucederá a ti.

La sonrisa engreída sobre la cara de Claire se encontraba rebosante de una especie de crueldad que cualquiera que lo conociera como el conductor sería absolutamente incapaz de reconocerlo. Había maldad pura escrita sobre sus labios.

—Vas a saltar del tren por voluntad propia —dijo, mirando ligeramente hacia un lado. Ladd, inconscientemente, siguió su mirada.

Cuando sus ojos terminaron su viaje, Ladd divisó la parte superior de una mujer en el techo del acoplamiento. Su expresión dio un giro de ciento ochenta grados cuando contempló a la mujer de blanco; la mujer que Ladd conocía muy bien y amaba por encima de todo; la mujer que anhelaba asesinar sobre cualquier cosa.

De vuelta en el camarote de la Segunda Clase, el Mago Gris proseguía curando a Jack.

El hombre de blanco lo asistía paso a paso, haciéndole preguntas.

—Oye, ¿qué son esos libros en tu bolsa? Ni siquiera puedo leer la portada; ¿es algún tipo de libro de magia?

Al parecer el hombre de blanco todavía consideraba al doctor un mago.

—Se trata de un libro de medicina. Desde luego, creo que no es muy diferente de un libro de magia en ese sentido. Y es lógico que no puedas leerlo; está escrito en alemán.

Aunque sonaba como si el doctor se burlara de su inteligencia, el hombre de blanco prosiguió cuestionándolo.

—Entiendo que vistas de esa forma para cubrir tus cicatrices. Pero, ¿por qué gris? ¿No se supone que los doctores visten de blanco?

—El blanco tiende a reflejar demasiado la luz, por lo que no es una buena opción para las operaciones quirúrgicas. No obstante, supongo que principalmente es porque prefiero el gris. Es el mejor color para mezclarse con el mundo; más bien, es el mejor color para esconderse del mundo.

—Ahora que lo pienso, creo que Lua dijo algo parecido antes. Me refiero a la chica que acaba de salir.


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Lentamente y con tranquilidad, el Mago Gris empezó a comentarle al hombre de blanco la opinión que tenía de Lua.

—Esa chica y yo tenemos algo en común… ambos deseamos morir. Sin embargo, hay una diferencia primordial entre nosotros. Con frecuencia veía hombres con ojos como los de ella, allá en el campo de batalla; ojos que anhelaban morir, pero que tenían a una persona que les importaba mucho. Esos ojos pertenecen a las personas que pueden ayudar a otros. Comparada conmigo, un hombre que cura a la gente solo por obligación… ella es alguien mucho más valiosa para el mundo.

El hombre de blanco no entendió lo que trataba de decir el mago; no obstante, le contestó:

—Oye, si un doctor como tú dice que no vale nada, ¿en qué nos convierte? Aunque, realmente pienso que somos un montón de idiotas inútiles —murmuró.

Maldición. ¿Por qué me uní a este estúpido plan de secuestro en primer lugar? Si Ladd de verdad ama a Lua, no debería haberla arrastrado en esto. Pensó, un poco tarde.

Lua finalmente encontró a Ladd cuando subió al techo desde el acoplamiento. Pero, Ladd ya se encontraba encarando al monstruo carmesí.

Por fin lo encontré. Tengo que apurarme. Tengo que decirle. Antes de que el monstruo carmesí lo asesine. Hay que irnos de este tren; por lo menos alejarnos un paso más de ese monstruo. Tenemos que huir; no, tengo que asegurarme que al menos Ladd escape.

Ladd era alguien esencial para Lua. No solo porque le dio la palabra de que la asesinaría; incluso descartando este hecho, Lua era incapaz de imaginar un mundo sin Ladd. La vida y la muerte eran una sola, y mediante el acto de matarla, Ladd encontraría dicha en su vida. Para Lua, quien había albergado fantasías de este ciclo unidireccional todo este tiempo, la muerte de Ladd representaría la destrucción de su mundo. Ella era una fanática, creyente y mártir de su propio mundo, en un sentido un tanto diferente al de Claire; al fin y al cabo, su mundo era parte del total de Ladd.

—¡LUA! ¡Te dije que permanecieras en el camarote, estúpida!

Sudor frío recorrió el rostro de Ladd.

¡Carajo! ¡Joder! ¡¿Por qué ese monstruo tenía que estar más cerca de ella?! ¡Maldita sea!

Claire leyó la expresión de Ladd al instante. Sacó algo de su bolsillo que había estado considerando desde hacía un tiempo, y comenzó a observar alrededor del tren con una mirada de diversión. El objeto que extrajo lucía a primera vista como una simple cuerda; sin embargo, cada extremo estaba atado en círculo; asemejando un lazo doble.

—Ahora bien, como dije, vas a saltar del tren por voluntad propia.


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—¡Lua! ¡Sal de ahí!

—¡…! ¡…!

Lua desesperadamente le estaba gritando algo a él, pero Ladd no podía escucharla claramente. Con un tch, arremetió en dirección del monstruo carmesí.

A pesar de que Ladd lo atacaba como un toro furioso, la sombra roja ni siquiera retrocedió, mucho menos lo esquivó. Él estaba concentrado desenrollando la gran cuerda larga de sus manos. Esta era la oportunidad perfecta; a Ladd no le importaba si el mundo realmente giraba alrededor de él, puesto que iba a matar a Claire y mandaría al mundo a derrumbarse con él.

Solo un paso y estaría dentro del alcance de su puño. Fue entonces que la voz de Lua llegó hasta sus oídos.

—¡No, Ladd! ¡No puedes luchar contra él! ¡Por favor! Tienes que huir antes de que te mate—

Llegas demasiado tarde, Lua. Olvídate de mí y simplemente escapa de aquí, idiota.

La intuición de Lua -o mejor dicho, el juicio- era frecuentemente certero. Sus grandiosos presentimientos habían salvado a Ladd en más de una ocasión, así que él confiaba en las opiniones de ella más que en su propio instinto.

Sin embargo, eso carecía de importancia ahora. Era obvio para todos que el monstruo carmesí estaba hecho de puro peligro. Ladd comprendía que podía morir peleando contra él.

¡¿A quién diablos le importa?! Mataré a ese bastardo. ¡Lo asesinaré, ya sea que me mate o no!

Cuando el puño de Ladd lo alcanzó, la sombra sonrió abiertamente y lanzó la cuerda. Un extremo voló hacia el cuello de Lua, mientras que el otro surcó el cielo a un lado del tren… y rápidamente fue atrapado por una parte del escenario en movimiento alrededor de ellos. Se trataba de una columna en forma de gancho junto a los rieles, empleado para recoger el correo. Claire había estado mirando a sus inmediaciones con el fin de aprovechar este momento único.

La soga se contorsionó y torció entre los dos lazos como una serpiente desenrollándose. A medida que cada extremo se alejaba del otro, la cuerda se tensaba más.

—¡Bastardo loco!

En el último segundo, Ladd dejó que su puño pasará a un lado del monstruo carmesí.

Si golpeaba al monstruo, sería demasiado tarde.

Tenía que correr hacia ella ahora mismo o sería demasiado tarde.

Tenía que alcanzar a Lua en este instante o sería demasiado tarde.


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La mano derecha de Ladd se aferró a la parte inferior de la soga enlazada, mientras que la izquierda sujetó con determinación a Lua.

Un segundo después, la cuerda se terminó, mandando a volar por los aires a Ladd y Lua. La mano derecha de Ladd fue asaltada por una increíble fricción y fuerza, pero no podía dejarla ir ahora. En el instante en que sucumbiera al dolor, Lua sería estrangulada como una indefensa ave, eso si su cuello no se dislocaba primero. La piel de su mano se estaba desprendiendo rápidamente; sin embargo, Ladd no la soltaría.

En medio del poderoso movimiento, Ladd vio como su dedo anular salía volando. Aun cuando caían, trataba desesperadamente de quitar la cuerda del cuello de Lua, pero no servía de nada. El nudo era complicado en exceso.

Maldición. Necesitaré un anillo de compromiso después de esto. Pensó Ladd, a medida que su mano derecha, resplandeciendo con su propia sangre, comenzaba a resbalarse. La soga de inmediato se tensó, amenazando con endurecer su nudo alrededor del cuello de Lua.

Ladd soltó un grito mudo. En ese preciso momento, el lazo alrededor del cuello simplemente se deshizo.

¿Eh?

El nudo alrededor del cuello fue amarrado de tal forma que un jalón fuerte lo desbarataría instantáneamente. Se trataba de un nudo sencillo utilizado en los trucos de magia que hasta un niño podía hacer. Entonces, Ladd se percató de que había caído en una trampa.

—¡BASTAAAAAARDO!

Ladd abrió tanto los ojos como para que brotaran sus globos oculares; sin embargo, el barco ya había zarpado. Puesto que había sujetado la soga, tanto Ladd como Lua estaban siendo lanzados del tren.

Volaron por el cielo en los brazos del otro, cayendo al suelo poco a poco conforme la cuerda se deshacía. A pesar de que iban en caída libre, el impacto del aterrizaje no los dejaría ilesos.

Lua peleaba por colocarse debajo de Ladd, a fin de intentar protegerlo del choque inminente.

Deja de actuar como alguien más, Lua. No me mires con los ojos tan llenos de vida. Me haces desear matarte ahora mismo, maldición. Pensó Ladd, mientras su conciencia se nublaba lentamente.

Un minuto antes de que cayera completamente en la oscuridad, Ladd divisó algo acercándoseles cerca del hombro de Lua.

Se trataba de uno de los numerosos pilares que permanecían junto a las vías del tren, distinto al que había sido atada la cuerda. Era evidente que, a este ritmo, el hombro de Lua golpearía directamente contra el poste.


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De modo que, ¿dices que esto es parte del mundo centrado en ti, maldito conductor? En ese caso, te enseñaré… ¡Te demostraré que el mundo no funciona de la forma en que piensas!

De inmediato, Ladd abrió sus ojos casi cerrados. Cualquier fuerza que le quedaba para gritar, la posicionó en su puño. Apasionadamente y en silencio, sin siquiera poner una postura adecuada, traspasó con un gancho izquierdo en línea recta el pilar que se aproximaba sobre el hombro de Lua.

No le importó que le faltara su dedo anular. El puño firmemente cerrado fue atraído hacia el pilar.

Y hubo un fuerte impacto.

Observando todo esto, la sombra roja silenciosamente contrajo los ojos y le comentó a Chane, de pie a un lado de él.

—No puedo hablar por el hombre, pero la chica parece estar bien. Se las ingenió para salvarla. Pensé que se trataba de otra sabandija, pero resultó ser algo más, ¿no lo crees?

Chane no respondió, incapaz de comprender al hombre frente a ella. Luchar contra él era demasiado espeluznante; pero, tampoco lucía como un aliado. Chane respiró hondo. Su corazón le decía una y otra vez que pelear contra este hombre sería su muerte.

—Entonces…

El hombre la miró.

—Declaré que mataría al que sea que sobreviviera, pero no puedo asegurar si el tipo está muerto o vivo. ¿Qué piensas que debería hacer?

Claire vio directamente a los ojos de Chane, como si todo el conocimiento del mundo le perteneciera. El terrorífico brillo en sus ojos, que absorbía todo a su alrededor, provocó que Chane se sintiera como si ella misma pudiera ser atraída por ellos.

—Oh, solo para que lo sepas, no me vayas a juzgar mal por eso. Si él no la hubiera rescatado, el nudo se habría deshecho, así de fácil. No, en serio.

Claire comenzó a preguntarse qué haría a continuación, sacando un tema totalmente irrelevante de conversación.

Ahora que el líder de los asesinos de Tony, los hombres de blanco, había desaparecido; era hora de encargarse de los hombres de negro. Primeramente, tendría que hacer algo respecto a la joven de aquí.

—Entonces, este Huey del que hablaban antes… ¿Es alguien especial para ti?


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Se trataba de una inusitada pregunta; sin embargo, Chane asintió.

—¿Es tu novio?

Negó con la cabeza.

—¿Es un familiar?

Asintió.

—Es tu padre, ¿cierto?

Asintió.

—Y ¿también es tu jefe?

Asintió.

—Por lo tanto, ¿qué quieres hacer ahora? Luchar contra mí o…

Claire estuvo a punto de expresar «escapar», pero inesperadamente dijo otra cosa.

—O deseas que asesine al sujeto que quiere matar a tu familia; ¿el hombre de blanco de antes?

Los ojos de Chane se abrieron de par en par.

—Tomando en cuenta que le dije al sujeto que haría equipo contigo, me siento un poco dudoso sobre si exterminarte o ignorarte. Soy un asesino a sueldo. Puedes, o contratarme para un trabajo aquí mismo o pelear contra mí. Sin mencionar que, si no me asesinas ahora, tal vez termine obteniendo una solicitud por la cabeza de Huey. ¡Nunca sabes!

La determinación de Chane vaciló. No entendía para nada a este hombre. ¿Podía confiar en él? De lo único que estaba segura era de que él era el más fuerte de todos.

¿Qué tanto sabía él? ¿Cuánto tiempo había estado escuchando las divagaciones del hombre de blanco?

No obstante, la segunda pregunta de Claire estremeció su voluntad aún más.

—Oh, también… ¿es cierto que Huey es un inmortal?

—¡!

Así que, después de todo, él también está detrás de la inmortalidad.

¿Por qué dude? Me hice a la idea hace mucho. Yo he sido la única que ha protegido a mi papá todo este tiempo y continuará siendo así.


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No debo creer en los demás. Ellos son, al fin y al cabo, nada más que extraños.

Tengo que aniquilar a mis adversarios. Únicamente debo de matar a mis enemigos. Papá solo necesita de mí y de nadie más. No permitiré que alguien lo toque. Sin importar qué tan fuertes o peligrosos sean.

Después de todo, al final, yo soy su única familia…

Los ojos de Chane comenzaron a emitir un destello frío.

Claire debe haber notado que algo andaba mal y, ladeando la cabeza dijo:

—¿Qué pasa con esa cara espeluznante? No me digas… ¿crees qué amenazaría a Huey para obtener el secreto de la inmortalidad?

Dio en el clavo. La helada mirada en los ojos de Chane titubeó. Aun cuando trató de suprimir sus endebles emociones, acabó por asentir honestamente en respuesta.

Claire sonrió abiertamente y lanzó otra pregunta entusiasmado.

—Es la única familia que tienes, ¿no es así?

Se trataba de la misma pregunta de antes, pero Chane decidió contestar con sinceridad. Determinó que, por el momento, lo mejor sería intentar atrapar a este hombre con la guardia baja.

—Lo entiendo. De modo que piensas que, como familia, eres la única en la que puedes confiar para proteger a Huey… Y es por eso que no puedes creerme, ¿cierto?

Esa no era necesariamente el motivo por el que no se fiaba de los demás; sin embargo, Claire no estaba equivocado. Chane asintió de nueva cuenta.

—Pero, al final, quieres proteger a Huey, ¿sin importar qué?

Chane no tenía que reflexionar para nada en esta pregunta. Sin embargo, las siguientes palabras de Claire la dejaron en blanco.

—En ese caso, acabo de tener una idea. Si me caso contigo, entonces seré el yerno de Huey. Luego, como un miembro de la familia, ¿no sería capaz de resolver todos tus problemas?

Por un momento, Chane no podía comprender lo que Claire estaba diciendo. Mientras más lo pensaba, más se llenaba su mente con dudas y asombro.

Claire ni siquiera esperó a que Chane replicara cuando prosiguió.

—De tal suerte que tenemos tres opciones. Puedes, o luchar conmigo aquí y ahora, o contratarme y hacerme tu aliado desconfiando un poco, o casarte conmigo y juntos protegeremos a Huey. ¿Lo has entendido todo?


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Ni una palabra. ¿Qué está pensando este hombre?

Ella no podía encontrarle sentido. Sus habilidades y personalidad eran totalmente diferentes de cualquier ser humano que Chane había conocido antes; o quizá ni siquiera era un ser humano para empezar.

—Digo, posiblemente pueda reducir las opciones a pelear o casarse; pero eso suena como una amenaza. Nada que un hombre honrado debería decir a una dama. Si lo hiciera, Keith me expulsaría de la familia para siempre.

Chane se tambaleaba sobre sus pies, completamente confundida. Escuchaba sin comprender lo qué Claire tenía que decir.

—Oh, ¿quizás no estás interesada en un matrimonio sin amor? Eso no es un problema… Te amo. Y si todavía no te entusiasma eso, no me importaría convertirme en el hijo adoptivo de Huey. En ese caso, supongo que seríamos hermanos. No sé cuántos años tengas; así que me pregunto ¿quién sería el hermano mayor?

A pesar de que ella misma pensaba que ese no era el mayor problema, Chane vacilaba en pensar qué le contestaría. En estos momentos, su mayor prioridad era rescatar a Huey. Y este hombre se encontraba parcialmente en su camino. Sin embargo, ella probablemente; no, definitivamente, no sería capaz de vencerlo.

Justo antes de que el cerebro de Chane sufriera un sobrecalentamiento, Claire presionó su cara frente a la de ella.

—Puedes tomar la proposición como una broma si así lo deseas. Pero, te diré algo. Mis intenciones hacia ti son absolutamente serias.

Miró directamente a los ojos de Chane. Parecía que hubiera agujeros negros en lugar de ojos, y que un demonio yacía en su interior esperando, seduciendo el alma de Chane.

Una extraña sensación recorrió la columna de Chane; pero no podía hacer nada, además de seguir escuchando a Claire.

—A diferencia de tus amigos de antes, jamás te traicionaré.

Tranquilamente y en silencio prosiguió.

—No tengo necesidad de traicionar a nadie. El fuerte nunca le dará la espalda a sus amigos, ya que no tiene sentido traicionar a los demás. Y yo soy fuerte. ¿Entiendes?

Incluso en medio del murmullo del viento y de las ruedas del tren, las palabras de Claire hicieron eco a través de Chane muy claramente.

—Nunca haré aquello que temes: poseer los secretos de la inmortalidad de Huey. Si él me la ofreciera, seguro. Pero, jamás la tomaría por la fuerza.

Y volvió a repetirlo.


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—La inmortalidad no me interesa, porque nunca voy a morir. Gracias a que creo en mí mismo. Así que te pido que creas en mí también.

Sus ojos eran igual de oscuros y feroces como antes; sin embargo, sus labios parecían formar una vaga sonrisa.

—Soy un hombre que nunca morirá.

Después de escuchar a Claire por un tiempo, Chane daba la apariencia de haber llegado a una conclusión.

Pero, justo cuando ella se movió, un dolor agudo la detuvo en seco. Un sombrío orificio de bala apareció en su hombro cuando se tambaleó.

—¿Um?

Al mismo tiempo, Claire escuchó el sonido de un disparo.

Un francotirador, ¿eh? Interesante.

Se aseguró que la herida de Chane no fuera grave y volteó hacia el lugar de donde había provenido el disparo.

Se encontraba a una distancia lo suficientemente cercana para que Claire pudiera “ver” apropiadamente. Una vez que tuvo la certeza de esto, Claire decidió encargarse del francotirador primero.

—Hay un río más adelante. Si no deseas que te atrape la policía, deberías saltar del tren ahí. Puedes tallar tu respuesta para mí en el techo. A fin de cuentas, si permaneces aquí, los hombres de negro solo te asesinaran, ¿cierto? No hay ningún motivo para que continúes en este lugar.

Después, Claire centró su atención en las habilidades del francotirador. En su corazón, Claire creyó que podía ver. Su arrogancia como el núcleo del mundo enfocó los sentidos en sus ojos. Acto seguido, observó el manejo de Spike con el arma. Un conductor lógicamente necesitaba una muy buena vista. Y ya sea que fuera o no un trabajo oficial, hacer disparos acertados requería de una visión perfecta. Claire tuvo que aplicarse meticulosamente con el fin de alcanzar ese nivel de maestría, pero aun así las personas lo daban todo por sentado con la palabra “talento”.

—Tú y yo poseemos ojos similares. No sabes donde deberías liberar tus sentimientos, así que las acumulas en tu interior —Se rió avergonzado—. La única cosa en el mundo por la que no puedo hacer nada al respecto es por el idiota llamado “yo”.

Ese era el motivo que había llevado a Claire a transformar toda la sed de sangre, nacida de tragedias e hipocresías, hacia él mismo. Había sellado el deseo de matar, que emanaba de sus ojos, dentro de sí mismo a lo largo de toda su vida.


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—Lograste marcar mi oreja. A pesar de que fue solo una coincidencia, dejaste la prueba de tu existencia en mí, el centro del mundo. A tal grado que deseo que te unas a mí, al lado del soñador… al lado del rey del mundo. Te recibiré con los brazos abiertos.

Señaló con el dedo la herida infligida sobre él a través de la pared y se preparó para correr a toda velocidad hacia el frente del tren.

—Puedes lanzarme el cuchillo si quieres, pero no me alcanzarás.

Con esto, el hombre emprendió la carrera a través del techo, desapareciendo cerca del costado del tren.

Chane contempló el avance de la diminuta silueta mientras evadía los disparos de Spike. Reflexionó durante un rato, luego asintió con determinación.

Extrajo una pequeña navaja que tenía escondida en la pierna y empezó a tallar las palabras sobre el techo del tren; su respuesta hacia el monstruo carmesí.

Una vez que el tren llegó al río, Chane se lanzó en silencio al agua.

Jacuzzi y sus amigos abordaron el tren con la intención de robar el cargamento secreto de explosivos que Czes había almacenado en el tren.

De entre ellos, Donny el mexicano gigante, al confirmar que el tren había llegado al río, comenzó a tirar las cajas de explosivos al agua. El río era profundo; no obstante, las cajas se encontraban firmemente selladas y acolchonadas. Para empezar, no habrían ido tras el cargamento si fácilmente explotaran por accidente. La pandilla realizó sus conclusiones básicas y acordaron arrojar los explosivos en el río.

Donny había lanzado casi todo el cargamento cuando observó algo extraño. Por un momento creyó ver a una mujer con un vestido negro brincar desde el techo, justo arriba de la puerta de la bodega.

—Eh… ¿una chica? No. Probablemente equivocado.

Donny no indagó más en el asunto y continúo sacando las cajas concienzudamente.

Con la ayuda de Rachel, los ladrones de tren, Nice y Nick, lograron escapar de la custodia de los hombres de negro. Los trabajadores en la locomotora sólo se percataron de que algo andaba mal en el tren cuando Nice comenzó a producir explosiones de advertencia en la Primera Clase.

—Oye… ¡¿Qué fue esa explosión?!


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—¡El tren está sacudiéndose!

El personal, que hacía la función de ingenieros en la locomotora, eran un par de hermanos de edad avanzada. Sus oídos eran demasiado débiles para escuchar los disparos a la distancia, pero las explosiones de Nice eran lo suficientemente ruidosas para que ellos las captaran.

Otra serie de explosiones.

—¡Ve a echar un vistazo!

—¿Yo? ¡¿Estás bromeando?!

El menor de los hermanos estaba a punto de salir cuando escucharon algo del otro lado de la puerta.

—Oigan, ancianos. Soy yo.

Era la voz del joven conductor. Claire tenía una expresión totalmente diferente de cuando había enfrentado a Ladd; sus ojos y tono de voz eran gentiles y amigables.

—¿Qué? ¿Eres tú, Claire? ¿Recorriste todo el camino hasta el ténder6?

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y qué fueron todas esas explosiones de hace rato? ¿Deberíamos detener el tren?

Las explosiones continuaron en el fondo.

—No, compañeros. Es todo lo contrario. No pueden parar el tren.

—¿Qué? ¿De qué va todo esto?

Luego de tumbar a Spike, Claire fue a revisar la sala de máquinas lleno de preocupación, solo para encontrar a las ingenieros en ese estado y se agradeció por el golpe de buena suerte.

El intenso ruido de las explosiones probablemente se antepondría a cualquier señal que mandara desde el compartimiento del conductor. Resultando en que los ingenieros detuvieran el tren. Así que Claire optó, con la puerta a manera de escudo entre ellos, por montar una pequeña actuación.

—¡Nos persiguen ladrones de trenes! ¡Nos están disparando a caballo!

—¡¿Qué?!

—¿Dónde?

6 N. de la T. Ténder: es un vagón especial que contiene el agua y el combustible que utilizan las locomotoras de vapor para

operar.


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—¡Intentan pasar desapercibidos! No los podemos ver bien desde aquí, pero creo que no serán capaces de cruzar el río que se encuentra más adelante. No se preocupen, cuando mucho solo mantengan el tren andando hasta que pasemos el puente.

Esto no explicaba las explosiones; sin embargo, Claire al menos quería asegurar que todo marchaba con normalidad. No podía permitir que el tren se detuviera aquí.

—¡Muy bien, hijo! ¡Aceleraremos tanto como podamos! ¡Déjalo en nuestras manos!

—¿Qué hay de ti, Claire? ¿Qué piensas hacer?

—Los pasajeros están bien, así que los llevaré a un lugar más seguro.

—Cuídate, ¿me oyes?

—Gracias, señor.

Claire abandonó la locomotora sin mostrar ni una vez su rostro a los ingenieros. A decir verdad, deseaba expresarles un «Gracias por todo»; pero esa no era una opción en este punto. Se despidió en silencio de los dos hombres que tal vez jamás volvería a ver.

Puede que sea el centro del mundo; no obstante, hasta yo tengo personas a las que no me atrevo a ver a la cara. Maldición. Si llego tarde a Nueva York, nunca seré capaz de darle la cara a los Gandor.

De tal forma que el tren continúo moviéndose.

Isaac y Miria parecían haberse perdido en el camino. Se encontraban deambulando por la Tercera Clase.

—Um… No hay ningún hombre de blanco cerca y tampoco el Rail Tracer.

—¡Es una desaparición! ¡Como en las novelas de misterio!

El dúo había pasado por el pasillo justo cuando Jacuzzi se encontraba interrogando a uno de los hombres de negro y Ladd torturaba a otro, así que nunca se toparon con algún hombre de negro sobre la marcha.

—¿Hey, Isaac? ¿No deberíamos inspeccionar las bodegas de carga?

—No hay problema, Miria. El Rail Tracer inicia su festín desde el final del tren. En otras palabras, ¡no estará más atrás de la bodega de carga, qué fue donde encontramos los cuerpos!

—Pero, pero, ¿por qué buscamos en el compartimiento del conductor?

—¡Jajaja! ¡Porque el criminal siempre regresa a la escena del crimen, Miria!


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—¡Guau! ¡Eres tan listo, Isaac! ¡Igual que Sherlock Holmes!

Entraron al interior del vagón de la Tercera Clase, explicando una incongruencia tras otra.

Cuidadosamente examinaron cada una de las cabinas, desatando a las personas de las habitaciones en el camino.

—¡Gracias! ¿Sabes qué está sucediendo?

Las personas que rescataban invariablemente preguntaban las mismas interrogantes; de modo que Isaac siempre les daba la misma respuesta.

—Hay un monstruo deambulando y devorando personas en medio de un tiroteo.

Todos los pasajeros lucían muy confusos; no obstante, ninguno trató de salir de sus cabinas.

Isaac comprendía el motivo por el que los pasajeros se encontraban renuentes a marcharse. Ellos les habían dicho que, durante algún tiempo, oyeron los gritos espeluznantes de un niño de una cabina cercana. Luego, el ruido de una ventana rompiéndose, punto en el cual los alaridos cesaron. Después de esto, los pasajeros no se atrevían a irse ciegamente de sus habitaciones; ya sea que el enemigo fuera un monstruo, los hombres de negro, o una pandilla de ladrones.

—Pero, ¿y si son Mary y Czes? —preguntó Miria nerviosa.

Conforme recorrían la Tercera Clase, Isaac y Miria se dieron cuenta de que la siguiente puerta, a un lado de ellos, se encontraba abierta de par en par.

¿Acaso el monstruo estaba adentro? Retuvieron la respiración, tragaron saliva y, dramáticamente, caminaron de puntas hasta la puerta.

Miraron a hurtadillas el interior de la cabina y vieron a un par de hombres de negro observando fuera de la ventana y susurrando algo entre ellos. Isaac y Miria, de igual forma, comenzaron a murmurar entre sí.

—¡Ajá! ¡Esos dos deben de ser los sinvergüenzas que lastimaron al niño inocente!

—¡Sinvergüenzas y rufianes!

—¡Como pistolero, no puedo permitir que se salgan con la suya! ¿Cierto, Miria?

—¡Eres un forajido increíble, Isaac!

En el transcurso de cierto incidente hace un año, el dúo había noqueado a tres hombres armados con ametralladoras. La sencilla predisposición mental de Isaac y Miria les había permitido superar con bastante facilidad el temor a las armas de fuego.


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Claro está que, el método para la victoria del año pasado había sido arrollar a sus enemigos con un automóvil.

—¡Los retaré a un duelo!

—¡No, Isaac! ¡Te van a matar!

En esta ocasión, incluso Miria intentó detenerlo. Lamentablemente, la determinación de Isaac era firme como el acero.

—Miria, existen ciertas cosas en la vida que un hombre debe hacer, aun sabiendo que morirá. ¡Ese es el camino del Samurái!

—¡I-Isaac! En ese caso, ¡yo también los retaré!

—¿Cómo bajaría hasta ahí alguien?

—Tendrías que andar por fuera del tren…

Los dos hombres de negro contemplaron el cuerpo de Czes mientras ponderaban los cómos y los porqués. De pronto, algo los golpeó en la parte posterior de sus cabezas.

—Qué demo- ugh… coff… ugh… coff… argh…

Terminaron inhalando el polvo blanco que se había esparcido alrededor de ellos. Se trataba de una formula especial que Isaac y Miria siempre usaban durante sus atracos, hecho de una mezcla de cal y pimienta negra. Como esto se suponía que era un duelo, habían colocado el compuesto en bolsas pequeñas y se los arrojaron a sus rivales.

Los hombres de negro recibieron un golpe directo y respiraron una gran cantidad del polvo. Se encontraban cegados, incapaces de incluso respirar. No tenían tiempo de pensar en disparar sus pistolas; ahora mismo, necesitaban las manos para cubrirse la cara. Aunque su mente les decía lo contrario, los hombres no soportaron el dolor y dejaron caer las armas.

El aire que entraba por la ventana retiró la cal, trayendo finalmente a los hombres alivio. Festejando el regresó de su vista se encontraba la escena de un par de forajidos sosteniendo sus ametralladoras.

—¡Oficialmente los retamos a un duelo!

—¡Empezaremos tan pronto como caiga la moneda!

Los forajidos, armados con metralletas, retaron a los hombres indefensos.

—¡Espera, Miria! ¡No tenemos ni una sola moneda con nosotros!

—¡Oh, no! ¡Es verdad, Isaac! Um, ¿traerían por casualidad una moneda con ustedes? —preguntó Miria a los hombres de negro; sin embargo, Isaac se apresuró a detenerla.


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—¡No, Miria! ¡No podemos usar su moneda! ¡Después de todo, si ganamos el duelo, significa que vamos a decidir con dinero prestado! ¡Ningún pistolero honrado debería hacer algo como eso!

—¡Tienes razón, Isaac! Entonces, supongo que tendremos que usar otra cosa como señal.

—¡Lo tengo! ¿Qué tal si usamos el ruido de las ametralladoras al disparar?

—¡Estupendo!

Los hombres de negro se percataron de que el dúo verdaderamente era tan tonto como aparentaba y empezaron a rogar por sus vidas con lágrimas en los ojos.

Luego de atar a los hombres de negro y dejarlos en la cabina vecina, Isaac y Miria regresaron.

—Entonces, ¿dónde está el niño?

—Antes estaban cuchicheando a un lado de la ventana…

—¡Ya veo! Así que colgaron al niño de cabeza—

—¡Es horrible!

El dúo corrió a la ventana y pronto se quedaron sin palabras. Pendiendo en el exterior se encontraba su amigo; o mejor dicho, el chico que conocieron no hace mucho tiempo y que consideraban unilateralmente un amigo. El pequeño cadáver atado a las ruedas era el de Czeslaw Meyer, le faltaba su brazo derecho y ambas piernas.

Maldita sea. Supongo que nunca sabes cuando algo te será útil. No puedo creer que mis planes de contingencia por si era arrestada por los policías o atrapada por la mafia me ayudarían en el tren, de entre todos los lugares.

Rachel miró las puntas de sus uñas gruesas, contenta de la buena suerte que la mantuvo con vida. Descendió al acoplamiento entre la Segunda y la Tercera Clase y alzó la vista hacia el cielo por entre las ruedas.

Después de que fue capturada por los hombres de negro, Rachel se liberó cortando la soga mientras los guardias no los vigilaban, escapando por la ventana hacia la parte baja del tren. También había soltado a la mujer de lentes y con un parche en el ojo así como a su amigo. ¿Se encontrarían a salvo? Desafortunadamente, en la situación actual de Rachel no podía actuar por mera preocupación.

—Ugh…


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El dolor le atravesó la pierna desde la herida que recibió cuando rescataba a la señora Beriam y Mary. La bala había rozado su muslo, entorpeciendo su capacidad para moverse libremente. Había parado el sangrado y administrado primeros auxilios, pero el dolor insoportable seguía consumiéndola.

Mientras no fuera tratada por un doctor, lo mejor sería que Rachel permaneciera quieta. Respiró profundamente, luego abrió la puerta del acoplamiento y entró en el vagón de la Tercera Clase. Tenía que buscar una habitación segura donde pudiera descansar.

Fue una desagradable sorpresa que una voz de repente la llamara por detrás.

—¡N-no te muevas, escoria!

Rachel dio media vuelta y se encontró frente a un rostro familiar.

Se trataba del hombre bigotón cara de cerdo del vagón comedor; un hombre que, para Rachel, era prácticamente un enemigo mortal.

Para empeorar las cosas, el cerdo bigotudo portaba un rifle en las manos.

—¿Q-qué…? ¿Una mujer?

Los ojos del hombre poseían una mirada desdeñosa; no obstante, no apuntó el rifle a Rachel.

Aunque Rachel no tenía forma de saber esto, el rifle en un principio había pertenecido a los hombres de blanco; específicamente, al lunático que Chane asesinó. El hombre bigotón obtuvo el arma del cadáver del hombre de blanco que yacía en frente del armario de limpieza. Chane no era de la clase que iba por ahí desarmando cuerpos, permitiendo que el arma cayera en manos del cerdo bigotudo.

—¡Hmph! ¡Tú debes ser parte de los hombres de blanco, ¿verdad?! ¡Lo sé todo! ¡Cualquier persona que pueda caminar por el tren con una expresión seria es uno de esos rufianes! —El hombre se acercó lentamente a Rachel, con palabras no del todo equivocadas.

Después de que lo echaran del vagón comedor, el hombre vagó sin esperanza y temeroso. Su cordura estaba a punto de alcanzar niveles críticos cuando consiguió poner sus manos en el rifle. A pesar de que su personalidad contribuyó al problema, el hombre comenzó a ser corrompido por un retorcido pensamiento; se obsesionó con la idea de asesinar a “la persona” que intentaba matarlo. Se había ocultado en este carro durante algún tiempo, buscando una persona que incluso él pudiera matar con facilidad. Ignoró al terrorífico hombre de blanco y al moreno gigante, y la mujer de blanco salió corriendo antes de poder hablarle.

Al final, el hombre encontró el sacrificio para su paz mental. Aun cuando sabía que Rachel no pertenecía a los hombres de blanco, simplemente no iba abajar el arma tan fácilmente llegados a este punto.

—Lo sé. Nunca me he equivocado. Mi éxito hasta ahora fue construido gracias a mi exactitud. ¿Crees que voy a tolerar que una basura como tu destruya todo eso?


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Rachel miró al cielo con tristeza.

¿Por qué ahora? Finalmente tengo una buena razón para golpear a este sujeto hasta hacerlo puré, pero él tiene una pistola y yo solo una pierna herida.

A pesar de que el sentido común le dictaba que debía hacer lo contrario en esta situación, Rachel no hizo nada aparte de irritar aún más al hombre.

—¿Tú «nunca te has equivocado»? De modo que, ¿quieres decir que el accidente en aquel entonces no fue uno de tus errores?

—¿…?

—¿Afirmas que el accidente de tren de hace diez años fue todo parte de un plan tuyo? ¡Ignoraste la advertencia de todos los ingenieros; pero, cuando sucedió el accidente, los culpaste! ¿Estás diciendo que fue correcto hacer eso? ¡¿De verdad piensas así?!

El tono de locura en los ojos del hombre comenzó a disiparse; no obstante, se acrecentó el color frío del deseo de matar.

—¿Cómo sabes sobre eso, pedazo de mierda? ¿Quién demonios eres tú?

Normalmente, el hombre descartaría las palabras de Rachel como el último esfuerzo desesperado de un perdedor. Después de todo, una persona diciendo la verdad no era suficiente para que todo el mundo se enterara de ello. Sin embargo, en estos momentos, donde nadie se encontraba en su correcto estado mental, la revelación de Rachel no pudo sonar más peligrosa.

—¿Quién habría dicho que por fin alguien sacaría nuestros, mis pequeños secretos sucios? No sé quien seas, pero realmente estás con los hombres de blanco, ¿no es así? Sí, eso servirá.

El cañón del rifle se movió hacia la frente de Rachel.

Sin embargo, aun en esta situación desesperada, una sonrisa llena de amargura floreció en el rostro de Rachel.

—Este debe ser mi castigo… mi castigo por mancillar el orgullo del tren, por ser una polizón.

—¿Polizón? Hmph. Un crimen insignificante apropiado de una delincuente insignificante.

—Así que no me importa si es el tren quien me da un final. Si eso significa que seré asesinada por quien arriesgó todo en este tren, actuando en representación del tren…

—¿Rogando por tu vida? Bueno, supongo que soy un hombre dedicado a los rieles; siempre y cuando me concedas ese derecho…

El hombre bigotón apuntó y lentamente enganchó su dedo en el gatillo.


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No obstante, Rachel ignoró al hombre y gritó a todo pulmón:

—Entonces, entonces, mátame, ¿está bien? ¡Asesíname antes de que este bastardo lo haga! Asesíname, monstruo rojo… no… ¡CONDUCTOR!

El cerdo confundido, vaciló por un instante.

Luego, sus hombros empezaron a crujir con un gemido terrorífico. Al mismo tiempo, un dolor intenso; uno que nunca había experimentado antes; paralizó sus sentidos. No tuvo que darse la vuelta para ver lo que había sucedido. Alguien le había levantado los hombros desde atrás. Gritaba de dolor conforme observaba atormentado a su hombro, y divisó un juego de dedos, perforando más de lo que lógicamente deberían poder.

El trauma obligó al hombre a soltar su arma. No sería toda una sorpresa para él si accidentalmente hubiera jalado el gatillo; pero, afortunadamente el rifle rodó sobre el suelo sin disparar.

—Aaaagh… Ugh… ¡AAAAAAAAHHHHH!

Aparentemente, tuvo el suficiente dolor como para causarle nauseas. Lágrimas caían de sus ojos y algo que lucía sospechosamente como jugo gástrico comenzó a brotar de su boca y nariz.

Sus hombros, que se alzaron con un profundo y agudo sonido, habían sido dislocados a la fuerza.

Sin tener una sola oportunidad de gritar, el hombre bigotudo perdió la consciencia de inmediato. Era como una maquina cuyo fusible se había quemado. Rachel prácticamente escuchó el corto circuito.

Mientras el hombre bigotón yacía en el suelo boca abajo, un hombre entró detrás de él.

El conductor, bañado en sangre, contemplaba en silencio al hombre bigotudo.

Son bastardos como este los que hacen las cosas más difíciles para conductores de bajo nivel como nosotros.

Tras engañar a los ingenieros, Claire se había dirigido a los carros posteriores. Observó el interior del vagón comedor, por medio de las ventanas, y vio a los pasajeros atando a los hombres de negro restantes. También descubrió varios hombres de blanco amarrados en los pasillos, quizá el incidente ya estaba llegando a un desenlace.

De cualquier caso, ¿todos los pasajeros están a salvo?

Claire iba hacia el compartimiento del conductor para confirmar esto, cuando se cruzó con el sospechoso hombre bigotudo sosteniendo un rifle y confrontando a la mujer polizón de antes.


-124-

Al principio, echó un vistazo desde el acoplamiento; pero, la nerviosa forma de hablar del cerdo bigotón lo molesto tanto que decidió salvar a la polizón por ahora.

Parecía que lo hizo justo antes de que el cerdo del bigote presionara el gatillo. Claire silbó ante su sincronización y se preguntó qué haría con el cerdo.

Tal vez solo debería lanzarlo. Si tiene suerte, puede que sobreviva.

Con pensamientos horripilantes en mente, Claire dio un paso adelante para levantar el cerdo, cuando una insegura pero poderosa voz lo detuvo.

—¡N-no!

El grito ensordecedor provenía de la mujer polizón, que sujetaba el rifle del cerdo.

—¡Aléjate de él! No lo mates, ¿está bien?

Claire se encogió de hombros, perplejo.

—¿Qué tiene de malo? Además, ¿este bastardo no trató de asesinarte?

¿Acaso esa es como yo? ¿Cree que nunca morirá? Entonces, entendería por qué intentó rescatar a su enemigo. Pensó Claire; sin embargo, la cara de Rachel, cubierta en sudor frio, le dijo lo contrario.

—Eres una chica divertida. ¿Primero me dices que te asesine y luego me pides que no mate a alguien más?

—No sólo se trata de él. Por favor, ¡ya no mates a nadie más del tren! Si deseas asesinar a alguien, ¡solo toma mi vida y termina con todo! —sollozó desafiante.

—¿Por qué? ¿Por qué vas tan lejos? —preguntó Claire con una expresión algo seria. Miró fijamente a los ojos de Rachel con sus ojos sobrehumanos. Rachel estaba asustada, pero le respondió sin una pizca de miedo.

—Mi padre era un ingeniero de trenes. Tanto a mi padre como a mí nos encantan los trenes. ¡Los amamos demasiado! ¡Tal vez hasta más que a las personas!

¿Su padre es el ingeniero del que estaba hablando el cerdo? Meditó Claire, mientras seguía escuchando a Rachel en silencio.

—¡Entonces, entonces, por favor! ¡Detente! ¡Deja de mancillar el orgullo del tren…y el de las personas que hicieron este tren! ¡Deja de manchar el tren, los rieles, y las personas, con sangre!

Rachel estaba llorando. Claire la observaba con tranquilidad, después habló calmadamente.

—«Deja de mancillar su orgullo», ¿eh? Una petición muy grande, viniendo de una polizón.


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—Tienes razón. Es por eso que ambos somos culpables de lo mismo.

Claire estalló en una inmensa carcajada. Con una expresión de gran diversión, le dio la espalda a la polizón.

—¿Estás diciendo que asesinar y ser una polizón son los mismos crímenes? Eres una chica bastante divertida.

Finalmente, Rachel se percató de que el hombre delante de ella, quien siempre había creído un monstruo, era un ser humano; no muy diferente de ella. Debería haberlo notado antes, cuando descubrió que podían mantener una conversación apropiada; sin embargo, en ese momento, ella era incapaz de advertirlo. Se había tranquilizado lo suficiente para entenderlo ahora, cuando vio al hombre sonriendo.

—Maldita sea. Tenías que seguir recordándome que…soy un conductor, eh —dijo Claire para sí mismo. Después, metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeño pedazo de papel medio salpicado de sangre—. Es un boleto. Tómalo. Tu nombre no está en la lista de pasajeros, pero solo diles que el conductor debe haber cometido un error. Nadie te molestará al respecto. También, guarda silencio sobre que yo era el conductor, ¿capichi? Nos vemos.

Lanzó el trozo de papel al suelo y se fue a un rincón del vagón.

—Eres una mujer bastante impresionante, también. Si no hubiera conocido a la señorita de los cuchillos hace un momento, me habría enamorado de ti. Aunque, supongo que podríamos vernos un día —dijo, alejándose de Rachel.

—¡E-espera!

—Te lo dije, no te preocupes. No creo que necesite matar aquí a nadie más. De cualquier modo, solamente asesiné a los hombres de negro y a los de blanco. Tendría que ser todo al revés para que matara a los pasajeros.

—¡Estás mintiendo! El niño de antes…

En ese preciso instante, Rachel se dio cuenta de que este era el mismísimo vagón donde el niño había sido atado.

Justo cuando Rachel se detuvo; Claire dijo algo, como si acabara de recordar.

—Oh, cierto, es verdad. Me olvide completamente de él. Bueno, su caso es un poco difícil de explicar. No tengo ganas de hablar, así que deberías preguntarle al niño en persona.

—¿De qué estás hablando? Ese niño ya está—

Claire ignoró a Rachel y abrió una puerta cercana. Se trataba de la entrada a la cabina donde había torturado a Czes hacía poco. Y en su interior encontró.

—¡Waaaah! ¡Isaac! ¡¿Estás bien?!


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Encontró a una mujer en un vestido rojo, inclinando la parte superior de su cuerpo fuera de la ventana.

Junto a las ruedas, mientras el viento frío helaba su cuerpo, Czes se encontraba aturdido.

¿Cómo terminaron las cosas así?

El sufrimiento, que el monstruo carmesí le había infligido, se encontraba en una escala completamente diferente al que estaba acostumbrado. En varias ocasiones, sintió terror más que agonía. Su ojo fue labrado con el bisturí. Su arteria fue cortada en pedazos y el monstruo le había soplado aire tan fuerte como pudo. Hizo lo mismo con las venas. Ese fue solo el principio. Czes sencillamente había olvidado el resto. Únicamente recordaba que sufrió terriblemente, incapaz de recapitular los contenidos de la experiencia. No lo reprimió deliberadamente; la memoria se había oscurecido por completo.

Quizá en verdad me he vuelto loco. De modo que las cosas salieron tal y como el monstruo quería. ¿Es este mi castigo? ¿Es la retribución por tratar de matar a las personas del vagón comedor? ¿O es por todas las cosas malas que hice en el pasado? Qué más da. Solo quiero estar en paz.

Aunque, sospecho que eso imposible. Oh, ya entiendo. Debe ser mi sanción por vivir tanto tiempo. Por oponerme a las leyes de la naturaleza y obtener la inmortalidad. Solamente la busqué para poder ser feliz; pero, pensar que terminaría de esta manera… Primero probé la desesperanza, luego la soledad, después el miedo. Esto debe ser una retribución… mi castigo por devorar a uno de nuestros amigos.

El ambiente volvió a estar ruidoso por encima de él. ¿Quién diantres podría ser esta vez? ¿Acaso el monstruo carmesí había regresado? ¿Iba a probar la agonía nuevamente?

No, no… no-no-no-por-favor-lo-que-sea-menos-eso-no-no-no-alguien-ayudeme-por-favor-quien-sea-ayudeme…

El dolor nunca llegó. Czes, sintiéndose un poco más calmado, permaneció en silencio.

No me importa qué tipo de bastardos están allá arriba. No me interesa quienes sean, siempre y cuando no me hagan daño.

No me apetece abrir los ojos. ¿No sería grandioso si despierto y todo fuera solo un sueño? Cierto. Tiene que ser un sueño. Abriré lo ojos y estaremos de de regresó sobre el barco.

Todo lo que “él” me hizo fue una ilusión, y Szilard devorando a nuestros amigos solo fue otra pesadilla…

Algo que se sintió como gotas de agua salpicó su mejilla.


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Sí, esto debe ser un sueño. Puedo sentir el agua del océano en mi cara. Ahora, despertemos. Todavía soy un niño pequeño. Si no me levanto temprano, todos me harán bromas al respecto…

No obstante, cuando abrió los ojos, Czes se encontró de vuelta en la realidad. Sin embargo, ni siquiera tuvo tiempo de entristecerse, puesto que escuchó una voz por encima de él.

—¡Oh! ¡Miria! ¡Abrió los ojos! ¡Czes está vivo! ¡Sigue con nosotros!

Czes se encontraba frente al pistolero extraño del vagón comedor. Casi había salido de la ventana y observaba a Czes de cabeza. Sangre caía de sus manos, probablemente a causa de un rasguño por sujetarse de la ventana. Algunas de las gotas deben haber salpicado el rostro de Czes.

¿Qué está haciendo?

—¡Aguanta, compañero! ¡Te salvaré!

¿Qué? ¿Está hablando de…mí?

¿Por qué? ¿Por qué harías algo como eso? ¿Por qué vas tan lejos por alguien que apenas conoces? Simplemente no lo entiendo. Llegarías a tal extremo por alguien que no es tu amigo, familia, o pareja; solo un extraño…

Espera. Su sangre sobre mi cara se está… ¿agitando?

¿Qué está sucediendo? No, no es que se esté moviendo a causa del viento o del tambaleo del tren. La sangre se está desplazando como si cada gota estuviera viva. ¡No, no, no puede ser! ¿Cómo podría ser? ¡No, no, es imposible! ¿Estos dos chiflados? ¡No lo creo! ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?

La sangre está ignorándome. Fluye de regreso a sus manos. ¡El corte en su mano está curándose! Ahora lo sé con seguridad; este hombre no está aquí para salvarme.

Este hombre… este inmortal…

Está aquí para devorarme.

Isaac se inclinó más lejos de la ventana, saliendo finalmente por completo de la cabina. Miria sujetó sus piernas con todas sus fuerzas, pero ella no tenía la fuerza suficiente para soportarlo. Isaac se sostuvo de los relieves sobre las paredes, disminuyendo poco a poco la carga sobre Miria. Después, al fin, logró agarrar los tubos de metal entre las ruedas.

Prestando atención en no pisar a Czes o quedar atrapado en medio de las ruedas, Isaac se deslizó con cautela por debajo del vagón.

—¿Qué es esto? ¡Su brazo está amarrado! Espera, Czes. Voy a sacarte de aquí.


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Qué estúpido. Debería devorarme antes de soltarme. Eso es… deshacer los nudos será tu fin. Solo tengo que alcanzarlo con mi mano derecha…

Entonces, Czes comprendió y cayó a un pozo de desesperación. Su brazo derecho había sido arrancado por el monstruo rojo y ya no se encontraba con él.

—¡Muy bien! ¡Te quité las cuerdas!

Isaac se apoyó sobre sus pies y su brazo izquierdo, luego mantuvo el cuerpo de Czes con el torso. Acto seguido, se estiró para sujetar a Czes con su mano derecha.

—¡NO ME TOQUES!

Czes utilizó su mano izquierda para alejar el brazo derecho extendido de Isaac. La fuerza del movimiento provocó que Czes se resbalara del agarre de Isaac y cayera debajo del tren.

Te lo mereces. Ahora no serás capaz de devorarme. Czes sonrió, pero sus ojos pronto se abrieron como platos.

La escena se desarrolló frente a él en cámara lenta.

Cuando Isaac notó que Czes se había deslizado de sus manos, no tuvo tiempo de reflexionar. Si estuviera en un estado mental sereno, al menos hubiera dudado antes de aventarse en esta situación.

Sin embargo, el cerebro de Isaac no estaba hecho para dar prioridad a la auto-preservación en condiciones como esta.

En un abrir y cerrar de ojos, Isaac se lanzó al aire para salvar a Czes sin pensarlo dos veces.

¡Imposible! ¿Realmente deseas tanto mi conocimiento?

La mano derecha de Isaac lentamente llegó a Czes mientras caían al suelo.

Es el fin. Va a devorarme. ¡Ahora alguien más vislumbrará ese recuerdo maldito! ¡No, por favor, alguien sálveme! ¡Por favor! No-no-no-no-por-favor.

Czes chilló como un niño y cerró los ojos con fuerza.

Pero, sin importar que tanto esperara, la mano derecha de Isaac jamás tocó su cabeza.

Cuando se dio cuenta de que el impacto al golpear el suelo no fue tan fuerte como pensó, Czes abrió los ojos con indecisión.

—¡Eeeeek! ¡Isaac!

Desde la proximidad de la ventana podía escuchar a Miria gritando. Frente a él, Czes veía algo que asemejaba una pared.


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Czes se percató de que el muro era, en realidad, la ropa de Isaac y, por último, notó que se encontraba en los brazos de Isaac.

Isaac colgaba del tren con su mano derecha y su cuerpo estaba siendo arrastrado por el tren.

—Gugugugugugugugugu…

Con una vocalización peculiar, trataba desesperadamente de resistir las vibraciones que provenían de sus pies. Las espuelas en los talones de sus botas de vaquero rebotaban del suelo con aullidos y chillidos. Incapaces de girar adecuadamente, las espuelas se convirtieron en pequeñas protuberancias que solo empeoraban las sacudidas.

A pesar de que las espuelas se encontraban ahí para disminuir el galope de un caballo, el suelo por debajo de ellas pasaba como olas agitadas, sin mostrar señales de reducir la velocidad.

Afortunadamente, las extremidades de Isaac no tocaron el piso. Probablemente podía trepar de nuevo al tren si usaba ambas manos, pero Isaac se negaba a soltar a Czes.

Su mano izquierda había llegado al límite. Sus dedos comenzaron a resbalarse.

—¡Isaac!

Miria lo sujetó de la mano. Ella también había salido por la ventana y bajado hasta las ruedas, incluso con mayor destreza que Isaac.

No obstante, a Miria le faltaba la fuerza para soportarlos. Cayendo tan pronto como tomó la mano de Isaac.

Pero en lugar de perder el agarre, Miria abrazó estrechamente a Isaac para proteger a Czes entre ellos. Isaac aprovechó el momento para liberar su mano derecha de Czes y, como un vaquero, arrojó la soga que se encontraba sobre su espalda tan fuerte como pudo. Sin embargo, fracasó en jugar al vaquero; la cuerda no llegó a ningún lado.

Cayeron al suelo y rebotaron hacia arriba, sacudidos por el poderoso impacto. Aún así, Miria no soltó a Isaac, y él se aferró a Miria y a la soga. En cuanto a Czes, protegido por el dúo, sorprendentemente se estremeció poco por el golpe.

En el momento en que pensaron que todo había terminado, algo atrapó el otro extremo de la cuerda; o más específicamente, alguien la había sujetado. Al otro lado había una mano sobresaliendo por abajo del tren.

Todo sucedió de una sola vez.

Habiendo trepado debajo del tren, Rachel encontró a Isaac y los demás colgando del tren con una sola mano. Se estiró para tomarlo de la mano, pero Isaac y compañía cayeron del tren. En ese momento, algo había venido volando hacia ella desde la dirección de Isaac. Rachel lo sujetó sin pensarlo siquiera.


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Se trataba del otro extremo de la soga que Isaac tenía. El lado de Isaac estaba atado a su cinturón.

Ni un segundo después, un peso tremendo apresó el brazo de Rachel. Isaac y los otros golpearon el suelo y ahora estaban siendo arrastrados por la grava.

—¡Ugh!

Aunque había un niño entre el trío, Rachel aguantaba a tres personas en un solo brazo. Angustiosamente intentó atraerlos al interior, en vano.

Consideró que tal vez les causaría menos daño si los dejaba ir; sin embargo, con la mala suerte de su lado, la cuerda fácilmente quedaría atrapada entre las ruedas del tren, convirtiendo al trío en carne molida y, en el peor de los casos, se descarrilaría el tren por completo. No podía permitirse soltarlos ahora.

Lamentablemente, su pierna herida envió otra señal de dolor, provocando que Rachel perdiera la soga.

—¡AAAAHHH!

Rachel gritó sin querer.

De repente, una sombra roja pasó por arriba de ella. Claire corrió a través del relieve al costado del tren con facilidad, igual que en el vagón comedor; no, más rápido.

Claire alargó la mano hacia el extremo de la cuerda antes de que Rachel pudiera emitir el menor ruido.

Desafortunadamente, no logró alcanzarla. Sin embargo, en el momento en que Rachel pensó que era el fin, Claire rápidamente se lanzó contra la pared. Saltó del tren por completo y se las ingenió para sujetar la soga.

Antes de que Rachel pudiera procesar la escena, Claire giró en medio del aire.

Sus piernas se alejaron del tren a medida que un pilar cerca de las vías se acercaba a ellos.

Cuando Rachel creyó que golpearía la columna, los pies de Claire se posaron sobre un lado del pilar.

Sin previo aviso, el cuerpo de Claire comenzó a balancearse con la gravedad. En seguida, pateó el pilar y voló por los aires otra vez.

La silueta carmesí formó un fuerte contraste con el brillante cielo azul, luciendo como una hermosa pieza de arte.

Luego, Claire encontró una base estable a un lado del tren, ligeramente más atrás de donde había empezado. Daba la apariencia de no haber sudado; lo cual no había hecho. Desde su


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punto de vista, solo había realizado lo que esperaba poder hacer. No había sentido ni una sola pizca de miedo ante la perspectiva de caer hacia su muerte.

No hubiera llegado a tanto si solo se tratara de Czes, pero el pistolero excéntrico y la mujer eran pasajeros. Existía una posibilidad de que fueran cómplices de Czes; sin embargo, Claire pensaría en eso después. Había saltado al aire con el objetivo de garantizar la seguridad de los pasajeros.

Con la soga en mano, corrió a través de la pared hacia la puerta lateral de la bodega de carga.

Por alguna extraña razón, se encontraba totalmente abierta. Una silueta morena gigante permanecía en la entrada.

Donny estaba aburrido.

Ya había cruzado el río y tirado cada pieza del cargamento tras el que iban. Apartó una pequeña caja de granadas, como Jacuzzi le ordenó; no obstante, Nice vino, la recogió y se fue. Ella y Nick salieron a buscar a Jacuzzi, por lo que Donny se quedó solo en la bodega.

Contemplaba el exterior a través de la puerta abierta, absolutamente aburrido.

—¡Oye, grandote! ¡Dame una mano por aquí!

De la nada, alguien le habló. La voz provenía por fuera del tren.

Una silueta roja colgaba de un costado del tren, cerca de la puerta.

—Guau. ¿El Rail Tracer?

Claire no esperaba que el gigante conociera el nombre, pero rápidamente hizo a un lado su sorpresa y regresó al asunto en cuestión.

Claire había estado pensando que le llevaría un tiempo traer de vuelta al trío por su propia cuenta, cuando divisó al gigante. Tomó con entusiasmo este golpe de buena suerte y se dirigió a él.

—¡No importa, solo quiero que tires de esta cuerda tan fuerte como puedas! ¡Cuento contigo!

Donny estaba extremadamente confundido; sin embargo, de repente se dio cuenta que podía escuchar gritos viniendo de atrás, al otro extremo de la soga.

Cuando miró afuera, vio a una persona siendo arrastrada por un lado del tren.

—Guau. No es bueno.


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Sujetó la cuerda sin pensarlo. Un poderoso impacto meció su cuerpo a medida que era empujado hacia la puerta. Cuando Donny logró apoyarse de la entrada, se percató de la identidad de las personas al otro extremo de la soga.

El disfraz de pistolero y el vestido rojo evidentemente pertenecían a Isaac y Miria.

—Guau. No es bueno. ¡Resistan! ¡AAHHG!

Donny rápidamente tiró de la cuerda con todas sus fuerzas. Dando como resultado…

—¡AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!

Isaac y compañía se elevaron por los aires, pasaron sobre el techo y cayeron al otro lado del vagón.

No tenían idea de que el jalón de la soga le concedería la victoria a Jacuzzi durante su pelea sobre la azotea.

—Mira, ya hemos pasado el río. Espero que hayamos perdido a esos ladrones de trenes…

—¡Muy bien, disminuiremos la velocidad! ¡Después de todo, no podemos hacer trabajar en exceso al tren!

Los ingenieros alzaron las voces y el tren comenzó a ir más lento.

A causa de esto, ciertos trozos de carne alcanzaron el tren; las carnosas partes rojas que constituían el brazo derecho y las piernas de Czes.

Isaac y Miria a duras penas consiguieron escalar al techo del vagón de carga, colapsando sobre sus espaldas.

—¡Gracias a dios, estamos vivos!

—¡Lo logramos!

Aliviados, querían permanecer ahí por siempre; pero Isaac y Miria no podían permitírselo. Acostado entre los dos, se encontraba un niño que le hacían falta sus extremidades, claramente padeciendo de un dolor terrible.

—¿Sigues con nosotros, Czes?

—¡Por favor, despierta!


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El dúo empezó a sacudir violentamente al niño herido. Gracias a la pérdida de sangre, Czes sentía que el zarandeo lentamente drenaba su capacidad para permanecer consciente. Isaac y Miria probaron el RCP7 y masajes cardíacos; pero, no pudieron ayudarlo.

De repente, escucharon una explosión que provenía de un vagón más atrás.

—¿Qué fue eso? ¡¿Un enemigo?!

—¡Mira, Isaac! ¡Hay alguien parado allá!

Un par de siluetas sobre el techo del último carro se entrelazaban en una. Acto seguido, uno de ellos cayó del techo y sonó una explosión diferente. Un tremendo infierno estalló detrás del tren.

Usualmente, Isaac y Miria se habrían vuelto locos en este punto, pero ahora no era el momento. Estaban preocupados por la condición de Czes; cuando notaron una masa de carne roja acercándose a ellos por el techo.

—¡Eeek! ¡Algo viene hacia aquí! ¡Es totalmente rojo!

—¡D-debe ser el Rail Tracer! ¡Esa debe ser su verdadera forma!

Incluso mientras entraban en pánico, los trozos de carne se arrastraron por el techo, cruzaron el acoplamiento, y poco a poco, pero con seguridad, se acercaron a ellos. Las masas, que lucían más como gelatina roja, marcharon hacia el frente como un enjambre de insectos.

—¡Mira, Miria! ¡Vienen por Czes!

Trataron de cargar a Czes y escapar; sin embargo, los pedazos de carne eran atraídos a su fuente.

—¡Esto es terrible! ¡Regresó para terminarse al pobre de Czes!

—¡No si puedo evitarlo!

Isaac se lanzó sobre Czes con el fin de protegerlo de la masa de carne. Miria se unió a él para fortalecer sus defensas.

La masa de carne no paró ni por un segundo y se filtró entre ellos. Isaac, Miria y Czes, cubiertos por la masa de carne, crearon una vista extraña bajo el amanecer.

Tras un largo periodo de silencio, el ruido de un terrible estallido los trajo de vuelta a sus sentidos. Irónicamente, se trataban de los explosivos de Czes detonando el que los regresó a la realidad.

—¿Eh…? Toda la cosa roja se ha ido.

7 N. de la T. Reanimación cardiopulmonar (RCP o CPR por sus siglas en inglés).


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—Desapareció… ¿Qué hay de Czes?

Isaac y Miria observaron vacilantes a Czes. Todavía estaba ahí.

Entero y con todas sus extremidades intactas.

Czes apenas se encontraba consciente. Su corazón sentía una clase de emoción que había creído perdida hace mucho tiempo.

Ahora comprendía que Isaac y Miria no sabían nada sobre la inmortalidad. Viendo como los dos se encontraban completamente ilesos, incluso después de golpear el suelo, Czes supuso que Miria también era una inmortal. Deben haberlo obtenido por coincidencia.

En estos momentos, ambos estaban totalmente indefensos. Sería fácil poner su mano derecha sobre sus cabezas. Sin embargo, Czes no se atrevió a hacerlo. Isaac y Miria tenían lágrimas en los ojos y sinceramente estaban felices por él. Czes simplemente vacilaba ante la idea de devorarlos.

No trataba de pasar la página y comenzar de nuevo llegados a este punto. Meramente pensó que, si fuera a devorarlos y observará sus pensamientos, cuando los comparara y compartiera con los de su propio corazón; entonces, de verdad sería incapaz de perdonarse a sí mismo. Tendría que pasar la eternidad con esa dolorosa carga sobre sus hombros.

Czes se imaginó que ese peso sería más agonizante que cualquier dolor que el monstruo rojo pudiera infligirle a él.

Isaac y Miria, llorando, expresaron su alegría por el bienestar de Czes.

—¡Gracias a dios! ¡Qué alivio!

—¡Estoy tan feliz! Pero, ¿me pregunto cómo es recuperaste tu brazo y tus piernas?

—Es fácil, Miria.

—¿En serio, Isaac?

Isaac, de regreso a su comportamiento habitual, le dijo a Miria su respuesta con confianza.

—Sabes, el Rail Tracer solo come niños malos. ¡Estoy seguro que tras comerse a Czes, se dio cuenta que él era un niño bueno a fin de cuentas y vino a devolverle todo!

—¡Ya veo! ¡Eso tiene sentido!

—No.

Quien refutó el argumento del par, no fue otro sino Czes. Sin embargo, no se refería a cómo fue curado.


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—No soy un niño bueno… Les mentí a todos.

—¿Qué quieres decir?

—Les dije que iba a ver a mi familia en Nueva York, pero la verdad es que… solo voy a reunirme con alguien que conozco.

Czes hizo una pausa, luego comenzó otra vez.

—Nunca he tenido una familia y…

Estaba a punto de terminar la frase con «Y nunca lo haré»; no obstante, el dúo lo interrumpió inesperadamente.

—¡Ya veo!

—¡Eres un buen chico después de todo, Czes!

—¿Qué…?

Isaac y Miria prosiguieron, ignorando la confusión de Czes.

—Nos mentiste para que no nos preocupáramos por ti, pero… ¡todo este tiempo fuiste tú el que más sufrías!

—¡Eres un niño tan fuerte y dulce, Czes!

Isaac ni siquiera le dio tiempo para replicar a Czes, golpeándose ligeramente el pecho.

—¡Muy bien! ¡Déjaselo todo a tu tío Isaac!

—¿No es maravilloso, Czes? ¡Isaac lo hará todo mejor! —Miria asintió enérgicamente mientras acariciaba el rostro de Czes—. ¡Así que ya puedes sonreír!

Claire se encontraba sobre el techo del tren en silencio. Observando al joven y la muchacha frente a él con el sol de la mañana a su espalda.

El joven con el tatuaje en el rostro sujetaba los que debían ser los nuevos explosivos que Czes había mencionado.

Claire se había percatado de que el gigante en la bodega de carga debió de arrojar la mercancía oculta al río. Consideró atraparlos; no obstante, recordó de súbito lo que Czes había dicho anteriormente.

«Actualmente estoy realizando negociaciones con la Familia Runorata de Nueva York…»


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En otras palabras, el contenido del cargamento pasaría a manos de los Runorata. Sería favorable para los Gandor que los explosivos permanecieran en segundo plano.

Con eso, Claire decidió hacer la vista gorda a Donny y la pandilla. Por supuesto, parte del motivo fue que no podía permitir que el tren circulara con un cargo tan peligroso a bordo.

Y ahora, el líder de esa pandilla de ladrones se encontraba delante de sus ojos. El joven tatuado embistió directamente hacia él, con una mirada llena de determinación.

Claire sabía exactamente lo que su oponente planeaba hacer.

Él estaba ahí para asesinar al monstruo, al Rail Tracer, y salvar el tren. Era fácil de ver.

El joven observó a Claire a los ojos. No había ni una pizca de temor en su mirada, aun cuando enfrentaba a un monstruo como Claire.

Oh. Esos ojos… Son gentiles, pero son los ojos de un guerrero. Tiene un tatuaje como un demonio; sin embargo, sus ojos son más amables y fuertes que los de ningún otro en este infierno de tren.

Claire se encontró cautivado por una inesperada admiración por los ojos del joven. Si sus propios ojos eran como espejos, atrapando la luz en su interior, los ojos del muchacho eran como un océano tranquilo y sereno.

Repentinamente, el sol comenzó a elevarse por detrás de Claire. La luz de la mañana brilló en los ojos del muchacho y Claire sintió que era atraído hacia ellos.

Odio admitirlo, pero los ojos de este sujeto son en cierto sentido más fuertes que los míos. Como los de un héroe en un cuento de hadas. Como un caballero que ha matado a un dragón. Siento que mis ojos se harán añicos si no aparto la vista.

De esta forma, Claire accedió a sucumbir ante el ataque del joven. Él era el Rail Tracer, quien desaparecía al amanecer. Era parte de su obligación como el narrador que arrastró a los demás en este cuento.

El muchacho lo atacó de frente y los dos salieron por un costado del tren.

Conforme caían, el joven tatuado jaló los pines de seguridad de las granadas que llevaba. En ese momento, Claire le dirigió la palabra por primera vez.

—¿Un suicidio doble? No puedo decir que estoy de acuerdo con eso.

—¡¿Eh?!

Claire se detuvo junto al tren, sujetando al muchacho sorprendido. Ni siquiera recordaba cuántas veces había colgado entre las ruedas del tren esta noche; no obstante, se estaba cansando de ello. Tenía que inventar algo nuevo pronto.


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—Deshazte de esas cosas o vas a lastimar a la señorita de allá arriba —dijo Claire al muchacho.

El joven se sobresaltó y se apresuró a lanzar las granadas sobre las vías. La granada de cerámica resistente a golpes rodó a través de la grava.

Hubo una explosión, seguida por una onda de choque.

Claire, todavía cargando al joven, no tuvo problemas en resistir el impacto. Una vez que las cosas se apaciguaron, trepó por el costado del tren, aun sosteniendo al muchacho, y entró al compartimiento del conductor por la puerta lateral.

Salió del sangriento compartimiento y bajó al joven tatuado en el pasillo. Después, Claire continúo dónde lo había dejado.

—Solo un idiota trata de morir con su enemigo antes de siquiera comenzar a luchar. Lo entiendes, cuando has dado lo mejor de ti y parece que nada más va a funcionar.

Se quejó Claire y lo inspeccionó para ver si el muchacho estaba herido. Le habían disparado en la pierna; sin embargo, puesto que se encontraba de pie, lo más probable es que no fuera nada muy serio. Con este irresponsable juicio, Claire le dio un sorprendente y sabio consejo.

—Hay un sujeto vestido de gris que parece mago en el camarote número tres de la Segunda Clase. Él es un doctor, así que pídele que te eche un vistazo.

—P-pero…

—Puedes dejar de preocuparte. Tanto el lunático hombre de blanco como la tenebrosa señorita de negro se han ido. Acabas de terminar con el último de ellos, así que relájate.

Claire estaba jugando con un objeto en su mano derecha. Se trataba de una de las granadas elaboradas con los nuevos explosivos, que había robado cuando él las lanzó; una que todavía poseía el pin de seguridad adherido.

—Ya puedes irte. No olvides a la dama de arriba.

El joven tatuado estaba confundido; no obstante, hizo una reverencia con la cabeza y se dirigió al acoplamiento. Al parecer iba a volver al techo.

Cuando el muchacho se fue, Claire dijo una cosa:

—No deberías hacer esperar a una mujer. No hay nada más difícil que intentar encontrarla cuando se ha ido a algún lugar.

La mitad de estas palabras eran para él mismo.

Claire contempló al muchacho marcharse, luego giró la tapa de la granada y sacó el detonador.


-140-

—A juzgar por la explosión de hace un momento, creo que con esto bastará.

Claire esparció un poco de la pólvora sobre los cadáveres sin rostro. No había necesidad de volarlos en pedacitos; todo lo que tenía que hacer era asegurarse que ese cuerpo pasará como el de Claire Stanfield. Sinceramente, estaba algo preocupado, dejando que una decisión tan importante recayera sobre el hecho de que el cadáver no tenía cara. Claire solo podía esperar que el equipo de investigación fuera lo bastante ingenuo.

Claire Stanfield tenía que morir el día de hoy. Eso también haría más fácil su trabajo actual. Con planes en mente, Claire sacó la pistola del conductor de mediana edad.

—Además, no estoy manchando el tren en esta ocasión. Llámalo… una ceremonia de despedida o algo así.

Se excusó con alguien que no se encontraba ahí, luego, disparó una bala hacia la pólvora diseminada por el suelo.

—¡Czes!

Cuando Isaac, Miria y Czes regresaron al vagón comedor, encontraron a las Beriam esperando por ellos.

—¡Todos están bien! Gracias por cuidar de él, señor Isaac, señorita Miria.

—¡Estoy tan contenta de que estés bien, Czes!

Mientras Mary lo abrazaba inocentemente, Czes se confundió.

¿Por qué los niños abrían tan rápido sus corazones a los demás? Desde luego, esto no aplicaba a todos los niños, pero la diferencia era abismal.

Ya veo… Tal vez, Isaac y Miria también son como los niños.

Contemplando la sonrisa de Mary, Czes inconscientemente suspiró aliviado.

Me alegro tanto de no haber asesinado a estas personas, de no haber traicionado a Mary.

En este punto, Czes no comprendía porque estaba tan feliz por estas cosas. Su expresión no había regresado del todo a su cara, pero Czes logró decir:

—Lo siento.


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Se encontraba un ser vivo solo e implacable, conocido como el Rail Tracer, sobre el techo abandonado.

Había regresado a ese lugar con el fin de mutilar a los dos cuerpos con los uniformes de conductor mediante una explosión.

Cerca de donde Chane se encontraba agachada fue dejada una nota labrada

Había sido tallada directamente sobre el techo del vagón con un cuchillo.

“Te estaré esperando en Manhattan. Siempre esperaré por ti. Por favor, ven a buscarme. Yo también intentaré encontrarte.”

El monstruo carmesí suspiró.

—Manhattan, ¿eh? Es un lugar muy grande. Y considerando mi agenda… Ni siquiera le dije mi nombre, ni hablar del de ella… Creo que el hombre de blanco la llamó «Chane», ¿me pregunto si es su nombre real? Maldición, voy a tener mucho trabajo por hacer. — Claire rió avergonzado, observando el humo que se elevaba desde el compartimiento del conductor. —¿Cómo sabré a partir de esto si ella quiere contratarme, casarse o matarme?

Clavó la vista en un hueco del labrado, luego se encogió de hombros.

Aparte de eso, estoy bastante sorprendido de la cortesía en esta carta. A lo mejor es una persona muy tranquila. ¿O quizá se enamoró de mí a primera vista? Cielos, esto es un problema. ¿Eso significa que esta es mi primera carta de amor? Si es así, tendré que llevarme el techo para guardarla.

Albergando grandes expectativas por una mujer que acababa de conocer, Claire descendió al acoplamiento.

—Primero tengo que encargarme de mis asuntos con los Gandor, pero te encontraré.

Esta vez, no pensaba para sí mismo; sus palabras iban dirigidas a Chane, en algún lugar lejano.

—Lo prometo.

El monstruo desapareció.

El Rail Tracer ya no existía.

Al final, todo el mundo creyó en su existencia y justo como dice la leyenda, desapareció con el amanecer.

Sin que nadie lo viera, se disolvió con la luz de la mañana.

EPÍLOGO II


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[La Mujer en ropa de trabajo]

Luego de que el Flying Pussyfoot entrara en la zona de “No locomotoras”

El vagón principal sería cambiado por un motor eléctrico libre de humo, de modo que el tren pudiera dirigirse a la estación Pensilvania, pero…

Esperando al tren, en el sitio de intercambio, se encontraba un auténtico ejército de oficiales de policía.

El tren fue rápidamente puesto en custodia de la policía. Por desgracia, su posesión fue mucho más eficiente y controlada que la de los hombres de negro o los de blanco.

Los supervivientes de los hombres de negro y de blanco fueron aprehendidos, y liberaron a los pasajeros tras dos horas de investigación. Después, a cada uno de ellos le dieron una enorme suma de dinero por parte del patrocinador del tren, la Corporación Nébula, bajo la condición de que nunca hablaran del incidente. Por alguna razón, parecía que el Gobierno y dicha corporación querían mantener el suceso en secreto.

El boleto de Rachel estaba manchado parcialmente de sangre; no obstante, los oficiales de policía y los trabajadores de la estación lo aceptaron como el suyo. Lamentablemente, esto fue posible gracias a la herida en su pierna.

Su pierna había recibido tratamiento básico, por lo que Rachel descansaba en una silla sin nada que hacer. De pronto, un hombre de apariencia solemne se le acercó.

—Me han notificado que mi esposa y mi hija le deben la vida. Tiene mi agradecimiento.

Al principio Rachel estaba confundida, pero este hombre era el esposo de la señora Beriam, el senador Beriam. Conforme Rachel escuchaba, reprendiéndose a sí misma por ser tan despistada, él le entregó un sobre de papel grueso.

Había un fajo de billetes de cien dólares en su interior.

—Acéptalo.

— ¡Pero…!

El senador Beriam dio media vuelta y se fue sin ni siquiera preguntarle a Rachel su nombre.

Si bien apreciaba el dinero, esta era una forma muy grosera de dárselo. Rachel sentía que la estaba tratando como si hubiera ayudado a su familia por dinero, por lo que levantó el brazo para arrojárselo.

Inesperadamente, alguien sujetó con delicadeza su brazo. Se trataba de la señora Beriam.

—Por favor, quisiera disculparme en nombre de mi marido. Sin embargo, me gustaría que aceptara el dinero.

EPILOGO II

-144-

—No tiene porque disculparse.

—No, por favor permíteme. Verás, mi esposo no es muy bueno expresándose de otra forma. A veces las personas terminan malinterpretándolo, pero…

Ahora Rachel no podría lanzarle el dinero. Deseaba preguntarle a la señora Beriam cómo diantres acabó casándose con él; sin embargo, guardó el pensamiento para sí.

—Se supone que diría esto en primer lugar, pero… Tienes nuestro más sincero agradecimiento. Nunca podremos pagarte por todo lo que has hecho por nosotras.

Mary asomó la cabeza por detrás de su madre para darle las gracias a Rachel. La usualmente tímida niñita la miró directamente con un brillo en sus ojos.

— ¡Gracias, Rachel! ¡Cuando sea grande quiero ser una gran persona igual que tú!

Rachel fue sobrecogida por la declaración sorpresivamente madura de Mary. El hecho de que era una polizón le remordió la consciencia, pues a juicio de Rachel estaba engañando a la niñita.

Al final, Rachel aceptó el dinero. Cuando llegó a la estación Pensilvania, fue directamente a la caseta donde vendían los boletos y compró tantos como pudo con la mitad del dinero que recibió. Luego salió de la estación con un puñado de boletos.

Ya sabía lo que iba a hacer con el resto del dinero. En primer lugar, Rachel fue a la clínica de un doctor local para que trataran sus heridas. El dolor persistía, pero había algo reconfortante en sus pasos, como si hubiese sido liberada de algo que la había perseguido por mucho tiempo.


-145-

[Los Ladrones disfrazados]

Nueva York. Estación Pensilvania.

Las puertas del tren se abrieron, liberando por fin a los pasajeros de su espantoso viaje.

Puesto que simplemente no podían enviar el tren, la escena del crimen, hacia Nueva York, los pasajeros fueron transferidos a otro tren para el viaje hasta la estación Pensilvania.

Varias siluetas esperaban de pie en el bullicioso andén de la estación.

Firo y Ennis, aguardaban por sus amigos Isaac y Miria.

Maiza, a su viejo amigo Czes.

Los hermanos Gandor, a su hermano y asesino a sueldo, Claire Stanfield.

Las personas que estaban esperando no salían del tren. El flujo de gente emergiendo de los vagones comenzó a menguar.

Al poco rato una mujer en ropa de trabajo con una pierna herida salió del tren.

Tras de ella se encontraba un hombre vestido completamente de gris, y un hombre que lucía como su asistente. Después de ellos, bajaron personas como un joven con un tatuaje sobre su rostro, una mujer de anteojos con un parche en el ojo y un hombre gigante.

Aunque se distrajeron temporalmente por la peculiar procesión de gente, Firo y compañía aguardaron con paciencia.

Finalmente, los últimos pasajeros emergieron del tren.

Se trataba de un pistolero salido directamente del viejo oeste y de una bailarina, ambos tenían la ropa hecha un desastre.

— ¡Ennis, Firo y Maiza! ¡Tanto tiempo sin verlos, mis buenos amigos!

— ¡Todos se ven de maravilla!

Si bien el animado tono de voz de Isaac y Miria los tranquilizaba, no pudieron evitar señalar ciertas cosas.

— ¿Qué pasa con esos harapos?

Isaac rió antes de responder.

EPILOGO II

-146-

— ¡Soy un pistolero recién salido del oeste! Pueden llamarme el Belle Starr8 del este.

—Forajidos, ¿hoy en día?

— ¿No era Belle Starr una mujer? —acotó Berga.

Ignorando los comentarios sarcásticos de Firo y Berga, Miria también dijo un bandolero al azar.

— ¡En ese caso, pueden llamarme la Edgar Watson del norte!

—Espera, ese sujeto fue quien le disparó y asesinó a Myre Belle Shirley; a Belle Starr.

— ¿¡Qué!? ¿Eso quiere decir que voy a matar a Isaac? ¡Nooooooo!

— ¡No te preocupes, Miria! ¡Por ti, estaría encantado de dar mi vida!

Firo y Ennis sonrieron, felices de ver que sus amigos no habían cambiado en nada.

— ¡Los dos siguen igual de estúpidos! —bramó Berga con una risotada. Isaac y Miria levantaron los brazos como juguetes de resortes a modo de protesta.

— ¿¡Queeeé!? ¡Puedes burlarte de mí, sabandija, pero nunca permitiré que insultes a Miria!

— ¡Puedes burlarte de mí, pero nunca permitiré que insultes a Isaac!

— ¡En otras palabras, vas a recibir dos porciones de ira dirigidas contra ti, señor!

— ¡Y ya que somos dos, son cuatro porciones en total!

— ¡Y por mayoría, ganamos!

— ¡Es uno contra cuatro!

—E-esperen un momento…

Berga fue forzado a contar con los dedos ante la imparable efusión de incoherencias del par.

—Detente, Berga. Nos estas avergonzando —dijo Luck.

Inesperadamente, Isaac habló con adoración.

— ¡Oh, sí! ¡Casi lo olvido! ¡Te trajimos un regalo, Ennis!

— ¡Es nuestra arma secreta!

8 N. de la T. Belle Starr (Myra Maybelle Shirley): fue una bandida del oeste estadounidense del siglo XIX, se hizo popular al ser

representada como una heroína al estilo Robin Hood. También se le conocía como The Bandit Queen.


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— ¿Oh? ¡Se los agradezco mucho! ¡Gracias! —Ennis sonrió. Isaac y Miria se dieron la vuelta y regresaron al tren. Mientras todos miraban desconcertados, Isaac salió en compañía del regalo.

De pie a su lado derecho se encontraba cierto niño, quien se había cambiado con un conjunto diferente de ropa.

Firo y los demás observaron, con los ojos de par en par, como Isaac y Miria hacían las presentaciones con gran placer. Al parecer nunca olvidaron el contenido de la carta que recibieron de Ennis, allá en California.

—Ennis, este chico se llama Czes.

— ¡Deberías adoptarlo como tu hermanito, Ennis, así ninguno de los dos estará solos!

EPILOGO II

-148-

[El Alquimista]

Maiza está justo frente a mí. Maiza, el hombre que convocó al demonio y descubrió los secretos de la inmortalidad. Vine a esta ciudad con el objetivo de devorar a este hombre. Qué tonto. Probablemente no sospecha nada de lo mucho que he cambiado. Eso será tu perdición. Finalmente se está acercando. Es hora. Todo lo que tengo que hacer es llamarlo idiota y alargar mi mano derecha hacia él.

—Maiza…

¿Eh? ¿Qué pasa? No, no, ¿por qué dije su nombre?

No, Maiza. No me acaricies la cabeza de esa forma. Ya tengo más de doscientos años, maldita sea. Maiza, ¿No se supone que eres diestro? ¿Por qué me acaricias la cabeza con tu mano izquierda? No necesito tu compasión. ¡Maldición! ¡Vamos, Czes! ¡Solo llámalo idiota! ¡Tengo que alcanzarlo con mi mano derecha y devorarlo!

—Te extrañé.

¡No! ¡Se supone que lo llamaría un idiota! ¡Maldita sea! ¡Necesito controlarme! ¡Tengo que recordar cuantas veces he timado a los adultos antes, y que ellos también me han engañado! ¡No puedo confiar en nadie! Obviamente Maiza intentará devorarme de igual forma. ¡Comenzará a torturarme, igual que “él”! ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Todo esto es por su culpa! ¡El monstruo carmesí y el pistolero raro me están haciendo actuar así! ¡No! Siempre he estado solo. Siempre he sido solitario. No, quería estar solo. ¡Vamos, Czes! ¡Llámalo idiota!… Anhelaba ver a alguien, a cualquiera de aquel entonces… ¡No! Tengo que alcanzarlo con mi mano derecha.

Solo deseaba ver a alguien, a quién sea, que me conociera cómo era en el pasado. Solo ansiaba perderme a mí mismo en la ilusión del pasado; cuando yo todavía era un niño ingenuo en el barco.

—Maiza… ¡Te extrañé, Maiza!

Para mañana, sé que habré despertado de este sueño y regresaré a mi malvado y egoísta yo. Sin embargo, nunca volveré a pensar siquiera en devorar a Maiza otra vez. Sé que si lo hago, no tendré nada más que pesadillas por el resto de la eternidad. Solo deseo seguir en esta ilusión un poco más. Quiero llorar en los brazos de alguien que conoció mi antiguo yo.

Por favor, aunque solo sea por un rato…

Sobre el andén de la estación, el inmortal en el cuerpo de un niño lloró en los brazos de su viejo amigo.

Una y otra vez…


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EPILOGO II

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[El Rail Tracer]

—Disculpe, ¿es usted por casualidad el señor Gandor?

—Así es.

El trabajador de la estación le entregó un sobre a Luck. Keith leyó el contenido y salió de la estación con sus hermanos menores. Berga los excusó con Firo.

—Perdón, Firo. Parece que Claire está esperándonos afuera. Nos vamos.

Un hombre se encontraba de pie en la esquina de un callejón.

— ¿Qué tal, Claire? ¿No deberían todos los conductores estar trabajando adentro o algo por el estilo?

Claire ignoró la pregunta de Berga y fue directo al grano.

—Vámonos. ¿A quién necesitan que mate? Anoche solo pude calentar. Quiero algo de ejercicio real, para no perder la condición.

Claire, habiéndose cambiado de su uniforme de conductor, comenzó a caminar hacia el frente. Los hermanos, pese a estar sorprendidos, lo siguieron.

—Démonos prisa y terminemos. Tengo que buscar a alguien después de esto, ¿saben? Y si tienen suerte, puede que los invite próximamente a mi boda.

Los hermanos se miraron unos a otros.

—No me digas que otra vez te le propusiste a una completa extraña.

—Algo así.

— ¿¡Cómo que «Algo así»!? ¿Cuántas veces van?

Berga estaba estupefacto; sin embargo, Claire prosiguió con la mayor naturalidad.

—Espera. No estaba actuando como un charlatán. Iba completamente en serio, así que no debería de ser un problema. Además, solo me han rechazado hasta ahora porque obviamente conocería a alguien mejor. Después de todo, este mundo…

—«Gira a mi alrededor», ¿verdad? —Luck terminó su oración, después de haber oído la misma frase cientos de veces antes.

—Cierto. De cualquier forma, puede que obtenga una respuesta favorable en esta ocasión. Y si no funciona, hay otra chica… si la primera me rechaza, veré lo que tiene que decir la siguiente.


-151-

—Veo que sigue siendo un maestro de la fidelidad —observó Luck secamente.

—No digas eso. Nunca he engañado a una mujer, si a eso te refieres. Y eso es porque jamás he salido con una chica antes. Invito a una chica, si ella dice que no, avanzo a la siguiente. Si dice que sí, pasaré el resto de la eternidad enamorado de ella. No le veo ningún problema a eso.

De una forma retorcida, Claire tenía razón. Luck suspiró medio resignado.

—Si solo Firo se pareciera un poco más a usted…

Claire lucía nostálgico ante la repentina mención de su viejo amigo.

—Firo, ¿eh? Lo extraño. Y, ¿qué parte de mí necesita imitar?

—Desde el año pasado, ha estado viviendo con una chica de la que está enamorado. Dudo mucho que le haya pedido salir como es debido, olvídese de besarla.

—Cielos… ¿Es humano siquiera? —dijo Claire sorprendido. Sin embargo, no aminoró el paso.

—En todo caso, Claire, no creo que sea una buena idea confiar en una mujer que acepte su proposición tan a la ligera —aconsejó Luck.

—Claire está muerto. Legalmente, al menos.

Aunque Claire pensó que estaba actuando genial al evadir el punto, Luck hizo que pusiera los pies sobre la tierra.

—Si está legalmente muerto, ¿cómo planea casarse?

Claire se detuvo en seco y giró sobre sus talones.

—Espera. Eso no es bueno. ¿En cuánto crees que puedo comprar un nombre?

— ¿De qué está hablando de todas formas? ¿Cómo quiere que le llamemos?

Claire reanudó el paso y respondió sinceramente.

—Pueden llamarme “Vino”, o si lo prefieren, el Rail Tracer.

—Bastante estúpido, si me lo preguntan —profirió Berga.

Una batalla uno a uno, entre Berga y Claire, estalló en un callejón de Nueva York. Luck los observaba, reflexionando con tranquilidad sobre el conflicto que sin duda alguna progresaría.

Keith permaneció en silencio, comprendiendo que pasaría un tiempo hasta que las cosas volvieran a ser pacificas.

EPILOGO II

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[El Maníaco homicida]

Un oficial del distrito le entregó un informe al Inspector Edward Noah.

—Escuché que han encontrado sobrevivientes.

—Sí, un hombre y una mujer. Creemos que son integrantes de la banda de ladrones del tren.

— ¿Cuál es su condición?

—La mujer tiene herido el cuello, pero no es de gravedad. El hombre está en condición crítica, el Inspector Sullivan lo está interrogando en el hospital en estos momentos.

Los oficiales de policía se encontraban de pie alrededor de algo, junto al lugar donde los supervivientes habían sido localizados.

—Entonces, ¿por qué se rompió esta columna?

— ¿Tal vez los sobrevivientes se estrellaron contra él?

— ¿O quizá le dio un puñetazo…?

— ¡Eso es imposible!

—Pero… ¡tú también viste su brazo!

—Y es por eso que no puedo negarlo por completo. ¿Qué es él, un monstruo?

—Posiblemente tengan que amputarle ese brazo.

Los hombres recobraron el brazo izquierdo mutilado del superviviente, y varios de ellos volvieron a sentir náuseas.

El brazo izquierdo del hombre de blanco que sobrevivió había sido totalmente destrozado, incluso los huesos, hasta el codo. La piel literalmente fue desgarrada de su cuerpo. Esto por sí mismo era increíble; no obstante, algo mucho más traumático ocurrió pronto.

Ese mismo hombre ahora estaba cooperando con la investigación como si nada.

Bill Sullivan estaba interrogando a Ladd en un hospital a corta distancia del lugar.

—De modo que, ¿admite qué es culpable?

— ¿Quién sabe? Oh, déjeme mencionar que únicamente maté personas en defensa propia. Reconoceré el intento de secuestro, sólo recuerda esa otra parte, ¿capicci?

—Eh, pues… En realidad eso deberías hacérselo saber a tu abogado.


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Bill se levantó para salir, cuando Ladd inesperadamente arrojó una pregunta.

— ¿Has escuchado de Huey Laforet?

—Um, sí. Es bastante popular, de cierta forma.

— ¿Sabes a qué prisión lo enviarán?

—Aún no está decidido, pero si tuviera que apostar, diría que probablemente lo mandarán a Alcatraz.

— ¿Así es? Gracias.

—Claro… Cuídate. Te presentaremos a un técnico en prótesis antes del juicio.

Con esto, Bill Sullivan dejó la habitación.

Alcatraz, eh. Nada mal, nada mal en lo absoluto. Me pregunto qué tengo que hacer para entrar ahí. Je.

Imaginando el placer que sentiría al matar a un inmortal, Ladd se quedó dormido con una expresión de éxtasis.

EPILOGO II

-154-

[Los Terroristas armados]

El nuevo asistente de Fred, el mago Gris, se encontraba hablando en voz baja consigo mismo.

—Maldición. Ladd y Lua… jamás regresaron esos dos. Pero, conociéndolos, no creo que estén muertos.

Él era uno de los hombres de blanco; sin embargo, le había pedido a Fred que lo hiciera pasar como su asistente cuando la policía abordó el tren, y así evadir el arresto. Los delincuentes a su alrededor lo fulminaron con la mirada, aunque no pudieron entregarlo a los policías, siendo ellos mismos criminales.

Más tarde, trató de contactar a sus amigos que estaban a cargo de las negociaciones con la compañía ferroviaria. La compañía había rechazado su oferta de lleno. Al parecer los hombres de negro habían amenazado al Gobierno, lo cual terminó ejerciendo algo de presión en la compañía ferroviaria. En realidad, nunca esperó que este plan tuviera éxito, pero era molesto saber que los hombres de negro fueron los causantes del fallo. Claro, aún seguía con vida, además de ser un hombre libre; más de lo que se podría decir del resto de su pandilla de hombres de blanco.

No tenía adónde ir, así que acabó en la clínica de Fred, haciendo trabajos raros para él.

Escuchando los balbuceos del antiguo hombre de blanco, Fred sonrió.

—Si todavía están vivos, los volverás a ver. Siempre y cuando sigas vivo, eso es… Ahora que lo pienso, “él” también estaba buscando a alguien.

— ¿Quién?

—Un paciente que curé. Perdí mi tren porque estaba ocupado salvándolo… lo cual me costó una fortuna. El tratamiento tardó bastante, incluso se involucró la policía.

— ¿La policía?

—Sí. Sucede que iba en camino a Chicago en carro, cuando divisé una terrible explosión a la distancia…

Goose seguía con vida.

De alguna forma se las arregló para salir del infierno con su vida intacta.

¡Me niego a morir así! Tengo que sobrevivir y descubrir los secretos de Huey…

Se arrastraba a lo largo de las vías, aferrado a la vida por el hilo de su obsesión.


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Mis hombres deben estar por aquí. Diez de ellos fueron dispuestos en otro lugar para negociar con el Gobierno. Vi la señal de bengala encenderse cuando nos acercamos al río. Deben de haber accedido a nuestro trato. ¡Mierda! ¡Sólo tengo que aguantar un poco más! No, aún no se ha terminado. Con diez hombres, todavía puedo reconstruir…

De súbito, una sombra se cernió sobre él.

—Te he estado buscando, Goose.

Por fin, debe ser uno de mis hombres…

Goose alzó la vista. Un escupitajo voló hasta su rostro.

— ¿¡Qué…!?

Goose estaba desconcertado. De pie frente a él se encontraba un hombre, cuyo rostro tenía quemaduras graves. Podía ver cicatrices de ello por todo el cuello y manos, también le hacía falta un brazo. Se trataba de un hombre que Goose conocía bastante bien.

— ¡Neider…!

Era el hombre que intentó traicionar a Goose antes de la operación, solo para ser desechado a cambio. Se supone que terminaría atrapado en la explosión y moriría.

—Je. Me las ingenié para seguir con vida usando a un cadáver como escudo; pero, de verdad habría muerto si un doctor no hubiera pasado por ahí… Aunque estar de pie es todo lo que puedo hacer en estos momentos.

Había esposas en sus muñecas. Cuando Goose miró alrededor, finalmente se percató de los varios oficiales de policía en las inmediaciones. Se encontraban buscando ciegamente a través de los arbustos, como si aun no repararan en su presencia.

—Están inspeccionando la escena del crimen. Hice un pequeño acuerdo con ellos, ¿sabes? Yo les contaba sobre nuestro plan y dónde estarían nuestros negociadores, y ellos me dejarían en libertad condicional. Por supuesto, no les ayudaría que las personas se enteraran sobre esto. Creo que simplemente van a cubrir todo este incidente por completo.

—Cabrón…

— ¡Cierto! Acaban de arrestar a esos negociadores por los que esperabas. Qué mala suerte.

El hombre quemado se arrodilló y se inclinó en dirección del rostro desesperado de Goose.

—Debiste de haberme asesinado rápido cuando tuviste la oportunidad. Y ese es el motivo por el cual no estás hecho para ser un soldado —profirió Neider, lleno de odio y lástima en su voz—. Pobre deserción de bastardo.

Neider lo miró con frialdad. La cabeza de Goose cayó silenciosamente.

EPILOGO II

-156-

— ¡No te vayas por tu cuenta, Neider! ¡Lo interpretaremos como un intento de fuga! ¿Um…? ¿¡Un superviviente!?

Cuando el oficial se apresuró, Neider dejó salir un suspiro.

—Creo que acaba de morir justo ahora.

Goose yacía con la cabeza boca abajo, trocitos de carne y una gran cantidad de sangre salían de su boca.

Neider le dio la espalda al inmóvil hombre de negro, alejándose desinteresadamente.

—Ah, maldita sea. Estoy harto de esto. ¿Cómo se supone que voy a seguir a alguien que prácticamente pide ser asesinado de esa forma? No nací para esto. Tal vez regrese al campo para ayudarle a mi viejo con sus maizales…

El joven terrorista ya ni siquiera recordaba el rostro de Goose.

Eso fue, al final, todo en lo que Goose fue capaz de convertirse.

El lastimero cadáver, expuesto a la brisa helada del invierno, rápidamente se enfrió.


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[Los Delincuentes]

La investigación había concluido por ahora, dejando al Flying Pussyfoot en un almacén temporalmente.

A estas alturas, incluso cuando la policía se había marchado por el momento, varias siluetas permanecían en silencio sobre los vagones.

—Esto no es bueno.

—Nada bueno.

John, el barman, y Fan, el asistente de jefe de cocina, fueron los hombres responsables de traer a Jacuzzi y sus amigos a bordo del tren. Si las cosas hubieran salido de acuerdo al plan, habrían llegado sanos y salvos a Nueva York. No obstante, actualmente se encontraban afrontando una desagradable situación.

— ¿Crees que nos despidan?

—Tal vez…

Tenían oportunidad hasta que revelaron sus identidades, cuando Jacuzzi recuperó el control del vagón comedor de las manos de los hombres de negro. Su experto manejo de las armas de fuego y su alianza con el muchacho que había declarado posesión del tren era conocido por todos los pasajeros en el carro.

Lograron evitar ser arrestados porque nadie había descubierto lo del robo; pero, al final, tendrían que enfrentar la ira del jefe de cocina. Al menos, eso pensaban.

— ¿Y si nos echa?

—Quizá podríamos obtener trabajo en la tienda de miel en donde mi hermana mayor es mesera.

— ¿Qué es eso de miel? Y, ¿no dijiste que causaste algunos problemas y te expulsaron del Barrio Chino?

—Mi hermana también fue desterrada porque somos familia. Así que los italianos la recogieron. Escuche que está trabajando en una taberna clandestina dentro de una tienda de miel que ellos administran —dijo Fan con naturalidad. John miró al vacío.

—Una taberna clandestina, eh. Tal vez también estén dispuestos a contratar un barman.

Con la endeble duda de John, un silencio incómodo cayó sobre ellos.

Un potente aroma fue llenando el área de los asientos de la barra, suficiente para hacer que los estómagos vacios del par se estremecieran de la emoción. El único ruido que provenía de la cocina era el del jefe de cocina revolviendo una olla de estofado. En la tranquilidad, el

EPILOGO II

-158-

sonido del cucharón golpeando la olla solo servía para intensificar exponencialmente tanto su apetito como su miedo.

De pronto, el ruido se detuvo, únicamente para ser reemplazado por la profunda y poderosa voz del jefe de cocina.

—Ustedes dos no tienen que regresar aquí a partir de mañana.

John y Fan suspiraron algo aliviados.

— ¿Nos están despidiendo?

Habían estado esperando algo así, y toda la preparación mental ayudó a que el dúo resistiera el impacto de su despido. Pero…

—Despedir, así es. Todo el vagón comedor lo será.

— ¿Qué?

— ¿Señor?

John y Fan fueron tomados por sorpresa. El jefe, sin embargo, estaba despreocupado mientras exponía con franqueza los hechos frente a ellos.

—Me han dicho que la corporación que nos rentaba va a pretender que este tren ni siquiera existió. Perderán sus empleos a fin de que ellos puedan fingir que todo este desastre nunca sucedió. Lo mismo va para mí.

John y Fan intercambiaron miradas de asombro. Si hasta despedirían a su jefe, entonces, ¿por qué los llamaron específicamente a ellos?

—Este es el punto. ¿Han oído de los Genoard? Son una familia asquerosamente rica de Nueva Jersey. Escuché que están buscando un cocinero y un barman. Yo iré a fastidiar a la oficina principal por un empleo, así que, por el momento, ustedes dos van a trabajar para el señor Genoard. Puesto que son los suficientemente adinerados para contratar a un barman, no creo que tengan alguna queja.

Los ojos de John y Fan se habían vuelto tan redondos como platos de cenar. El jefe de cocina ignoró su conmoción y prosiguió.

—Me importa un comino con quien están involucrados, y qué más da si son criminales. Sin embargo, yo personalmente garantizo sus habilidades como cocinero y barman. Ustedes fueron los únicos que me vinieron a la mente cuando me preguntaron por un equipo de cocinero-barman. Supongo que su patrón ya debería estar en Nueva York a estas alturas, así que denle un vistazo mañana. ¿Entienden?

John y Fan fueron obligados a asentir con la cabeza ante el opresivo tono de voz del jefe. Pero, muy en el fondo, los dos estaban felices de que los tuviera en tan alta estima.


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—El estofado está listo. Termínenselo antes de que se vayan —dijo el jefe desde la cocina.

— ¡Gracias por la comida! —dijeron John y Fan simultáneamente. No obstante, sus sonrisas pronto se congelaron al escuchar las siguientes palabras del jefe de cocina.

—Me alegra oír eso. Por un momento pensé que terminaría tirando las cien porciones de estofado. Ya que tan generosamente lo aceptaron, espero que se lo acaben todo. Si veo que sobra siquiera una gota en sus platos, haré mi próximo caldo con sus manos.

—Y así fue cómo logramos traerte un regalo de “recupérate pronto”. ¡Buen provecho!

— ¡Sabe delicioso, te lo prometo! Si no te lo comes, ¡te vamos a maldecir desde el más allá!

John y Fan pusieron sonrisas claramente falsas, escondidos detrás de una olla gigantesca de cocina que fácilmente podría pesar cien kilogramos.

—A-ayuda.

Al otro lado de la olla gigante de estofado se encontraba Jacuzzi, recostado sobre una cama con una expresión de que en cualquier momento se rompería a llorar.

Actualmente se encontraban en la clínica médica de Fred. Jacuzzi sería hospitalizado por un par de días más, pero pronto lo darían de alta.

Junto a la cama de Jacuzzi estaba la de Jack, y más lejos Donny, durmiendo sobre el suelo y roncando ruidosamente. Él había sido el encargado de transportar la olla todo el camino hasta aquí, después de escuchar el aprieto de John y Fan, y devoró cerca de veinte porciones mientras lo hacía.

Sin embargo, no parecía que les fuera a faltar estofado por un buen tiempo. Tal vez había más de cien porciones ahí para empezar.

Las únicas otras personas en la habitación eran Nice y Nick. En otras palabras, los integrantes de la pandilla, que habían estado en el tren, se encontraban todos reunidos aquí. Mientras discutían que deberían hacer con el estofado en exceso, comenzaron a oír voces del exterior de la habitación.

— ¿Qué es eso? Huele bastante bien.

— ¡Oigan! ¡No monopolicen la comida! ¡Dennos algo!

Los amigos de Jacuzzi empezaron a entrar por la puerta uno por uno.

— ¡Chicos!

EPILOGO II

-160-

Jacuzzi se iluminó al instante. Varios miembros de la pandilla eran parte del equipo de recuperación que se encargarían de recoger el cargamento del río hasta los botes.

— ¡Hey, Jacuzzi! ¿Sabes qué, sobre esas bombas que conseguiste? ¡Realizamos un buen negocio por debajo de la mesa con un minero que conozco y un productor de Hollywood! Y, ¿adivina qué? ¡Hicimos una fortuna! ¡Cien mil dólares! ¡¿Puedes creerlo?!

—También vaciamos las granadas de cerámica y las vendimos por doscientos dólares cada una.

En lugar de preocuparse por sus heridas, los amigos de Jacuzzi fijaron la atención en sus finanzas. Y Jacuzzi los quería por ello.

— ¡Me alegro tanto de oír eso!

—Sin embargo, ¿Jacuzzi? Ya no puedes regresar a Chicago —dijo sin rodeos uno de sus amigos, bajando su estofado.

— ¿Eh?

—Escuché que la mafia encontró tu casa. Te exterminaran en cuanto te acerques a ella.

— ¿¡Q-qué!?

El rostro de Jacuzzi se puso de un rojo brillante.

— ¿Por qué simplemente no nos mudamos a Nueva York ya que estamos aquí? Al parecer los demás van a venir aquí pronto.

—Ah, lo haces sonar tan fácil…

Los amigos de Jacuzzi ignoraron sus ojos llorosos y cambiaron de tema a uno más animado.

— ¡Oh, cierto, Jacuzzi! ¿Me creerías si te dijera que una bella dama cayó del cielo?

— ¿Trató de cometer suicidio?

— ¡No seas estúpido! ¡Estábamos afuera recogiendo el cargamento que lanzaron! ¡Cuando la vimos saliendo del agua, aferrándose a una de las cajas! ¡A esta bellísima chica, que se lastimó el hombro, le contamos que estaríamos en Nueva York, y dijo que nos acompañaría! Ella es el tipo de chica callada e inteligente. El doc de aquí recién la curó, también.

— ¿Eh, en serio? A lo mejor era una de los pasajeros del tren.

Jacuzzi pensó por un momento, luego extendió los labios en una sonrisa.

—Me gustaría saludarla, si le parece bien.


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EPILOGO II

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—Seguro. ¡Entra, Chane!

Cuando la hermosa mujer de vestido negro ingresó en la habitación, Jacuzzi le dio la bienvenida a su nueva amiga con una sonrisa; mientras que Nice y Nick dejaron caer sus platos de estofado.


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[El Flying Pussyfoot]

Varios días después. En algún lugar de Nueva York.

— ¿Y qué obtuviste al comprar todos estos boletos con la mitad de tu dinero?

En algún lugar del Barrio Chino esta pregunta fue expuesta a Rachel, combinada con el ruido de los teléfonos al timbrar.

La respuesta de Rachel fue lo bastante fuerte para elevarse sobre el discordante entorno.

—No estoy muy segura. Solo estaba… cansada.

Inusualmente para Rachel, usaba un tono de voz muy formal. En estos momentos, se encontraba conversando con su comprador, el Presidente de la agencia de información.

A pesar de que el rostro del Presidente estaba oculto por pilas de papel, Rachel no podía quitarse la incómoda sensación de que se encontraba sonriendo.

—Bueno, supongo que realmente depende ti, si utilizas esta experiencia o no.

—Honestamente, solo me arrepiento de no golpear a ese cerdo con mis propias manos —profirió Rachel amargamente.

—Tengo una pequeña porción de información concerniente a la secuela de dicho incidente. ¿Te importaría escucharla? Esta va por cuenta de la casa —dijo el agente de información sin rostro.

— ¡Me niego a aceptar esto! ¡Los demandaré por todos los medios posibles, ¿me escuchaste?! ¡Obtendré una compensación por mi boleto, y llevaré ante la justicia a ese maldito simio y al sucio irlandés! —dijo el regordete hombre bigotón con un bufido, de sus fosas nasales casi podía verse salir las llamas.

Una vez que recuperó el conocimiento, después de que Claire le dislocara los hombros, se alojó en uno de los baños, temblando de miedo. Al final, fue encontrado por la policía cuando todo ya estaba tranquilo. Sus gemidos de dolor, al reacomodar sus hombros de nuevo en su lugar, produjo una gran carcajada de los pasajeros del vagón comedor.

Para este hombre, un ejecutivo de una gran compañía ferroviaria, la humillación era insoportable. Estaba a punto de demandar a Nébula, la corporación dueña del Flying Pussyfoot, cuando fue interrumpido.

Frente al hombre bigotudo en la sala de espera de Nébula se encontraba un ejecutivo de mediana edad portando el oxímoron de una sonrisa sin expresión sobre su cara.

EPILOGO II

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—Esto es muy desafortunado, señor Turner. Como puede ver, ya hemos provisto una generosa compensación por el incidente. Tengo la certeza de que el agravio del mismo también perjudicaría la imagen del transporte férreo, afectándolo.

— ¡Eso no me importa en lo absoluto! ¡No se trata del dinero; esto es un asunto de orgullo!

De pronto, el teléfono sonó.

—Siento mucho tener que interrumpirlo, señor Turner, pero me parece que esta llamada es para usted.

El cerdo bigotudo arrebató el auricular del ejecutivo inexpresivo.

— ¡Soy yo! ¿Qué quieres…?

La cara de Turner hizo un giro de 180 grados, su piel palideció y un sudor frío comenzó a recorrerla, mientras continuaba la conversación. Enseguida colgó el auricular y miró impotente al ejecutivo.

—Has caído tan bajo como para involucrar a un político…

—El senador Beriam también desea mantener el incidente en secreto, como ves. Es imposible borrar por completo todos los vestigios de un evento hoy en día; no obstante, es posible encubrirlo. No hubo decesos entre los pasajeros durante el incidente, así que no queremos empeorar la situación.

—Sí, pero…

—Señor Turner. Estoy al tanto de que, en el pasado, incriminó a un ingeniero del tren por un accidente. Es perfectamente factible para nosotros hacer que los compañeros del ingeniero testifican a su favor. Estoy seguro de que encontraran el valor para decir la verdad en cuanto nos presentemos con las condiciones apropiadas.

Turner, el hombre bigotón, palideció y abandonó la habitación.

A medida que Turner atravesaba la puerta, el ejecutivo lanzó algunas palabras de despedida para él.

— ¿Ha escuchado de algo llamado karma, señor Turner? Se ha convertido en una piedra en el zapato del senador. Si no tiene cuidado, puede que su compañía termine dándole la espalda…

—Eso fue lo que me informaron que sucedió. ¿Se siente un poco mejor, Rachel?

— ¿Cómo consiguió esa información, señor?


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—Verás, yo fui quien le vendió la información sobre el pasado del señor Turner al ejecutivo. Acordamos a un pequeño intercambio —Aunque los teléfonos de fondo amenazaban con sobreponerse a su voz, llegaba a Rachel totalmente intacta—. La información, como ves, si no es usada, permanece estática y se echa a perder. Es similar a las habilidades de un maestro artesano. Sin embargo, debo disculparme por utilizar la información concerniente a tu pasado sin permiso.

Rachel estuvo en silencio por un rato, antes de que, finalmente, dirigiera la palabra al hombre detrás de la pila de papeles.

— ¿Puedo…cargar a la compañía mis gastos de transporte de ahora en adelante? No tengo una razón en particular para ello, pero he decidido dejar de ser una polizón.

—No tengo ningún problema con eso. Hacer algo sin tener una razón específica es algo realmente importante, sabes. Considero que es algo maravilloso confiar en tus propios sentimientos.

Por un momento, la voz detrás de los documentos sonó terriblemente contradictoria a la de un agente de información.

—Desde luego, por favor, no olvides los recibos.

La influencia política del senador Beriam y el poder financiero de Nébula fue suficiente para hacer que el incidente del Flying Pussyfoot oficialmente nunca sucediera. Solo hubo una víctima civil; un conductor que fue descubierto en las alcantarillas de Chicago. Todavía no capturan al criminal. La policía ni siquiera se esforzó en la investigación, por lo que, a final de cuentas, sentenciaron que el homicidio no tenía relación alguna con el suceso del tren.

El perpetrador ya no estaba.

El cadáver sin rostro hallado en la cabina del conductor fue considerado como el de Claire Stanfield.

A excepción de la locomotora, el tren fue abandonado. Los vagones fueron colocados sigilosamente en un parque a las afueras de la ciudad.

Por extraño que parezca, una parte del tren hacía falta. Una sección del techo del último vagón había sido arrancada por alguien.

Por fin, era el 5 de diciembre de 1933.

En este día, cuando la decisión de abolir la Prohibición fue anunciada, el tren fue destrozado por una masa de gente llena de alegría, desapareciendo en un montón de chatarra al día siguiente.

EPILOGO II

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El Flying Pussyfoot fue un tren que cruzó de un lado a otro todo Estados Unidos durante la época de la Prohibición.

Contrastando fuertemente con la consumación de la Prohibición, el tren tuvo un final bastante solitario.

El escenario del incidente fue enterrado en la oscuridad, y nadie llegaría a saber donde tomó lugar.

Eso es, salvo la carta que había sido cortado de su techo.

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