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Año 2, N°2, Agosto de 2011.
ISSN 1853-4589
Julio Argentino Roca 226 (1629) Pilar. Provincia de Buenos Aires. República ArgentinaTeléfono: 02322-432957
Insti tución propietaria de la Revista Apuntes sobre educación, artes y humanidades: Insti tuto Superior de Formación Do-
cente y Técnica Frederic Chopin (Región 11, Pcia. De Buenos Aires).
Julio A. Roca 226 - Pilar, Buenos Aires, Argenti na. htt p://www.insti tutochopin.org/
consulta@insti tutochopin.org
Directores de la Publicación
Marcelo Bianchi Bustos
Rosana Elizabeth Ponce
Comité Editorial
Mónica Descalzo
Daniel García
Mirta González de Romera
Mariela Guzmán
Virginia Ithurburu
Marcelino Maldonado
Romina Nogués
Facundo Pati ño Guelvenzú
Mónica Valdett aro
Comité de Arbitraje
Mgter. Diego Bermeo (Universidad Nacional de La Plata)
Dr. Daniel Brailovsky (Universidad Torcuato Di Tella, Argenti na)
Lic. Lila Ferro (Insti tuto Mariana Vilte de CTERA)
Mgter. Patricia Nora Gómez (Universidad Nacional de Luján Argenti na)
Dr. Agustí n de la Herrán Gascón (Universidad Autónoma de Madrid)
Prof. María Pugliese (Universidad Nacional de Luján, Argenti na)
Lic. Patricia Rexach (Universidad de Flores, Argenti na)
Dra. Mariel Alejandra Ruiz (Universidad Nacional de Luján, Argenti na)
Mgter. Cristi na Vázquez (Insti tuto Universitario Nacional del Arte- IUNA, Argenti na)
Fabián Yausaz (Universidad Católica de Salta)
Diseño
Fotografí a de tapa: Campana de escuela (Escuela 1 de Capilla del Señor), de Marcelo Bianchi Bustos
Edición: Agosto de 2011.
Pilar, Buenos Aires, Argenti na.
Revista Académica Virtual de distribución gratuita. Los artí culos pueden ser uti lizados con fi nes académicos citando la pro-
cedencia de los mismos.
El contenido y las opiniones verti das en los artí culos de esta revista son de responsabilidad de los autores.
ISBN 1853-4589
taria de la Revista Apuntes sobre educación artes y humanidades: Instituto Superior de Formación Do
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SUMARIO
Editorial
El Libro Álbum y La Relación Entre La Palabra y La ImagenMarcelo Bianchi Bustos
Cultura Escolar y Cultura Lúdica: Notas Sobre Un Encuentro PosibleDaniel Brailovsky
Complejidad, Transdisciplinariedad y Didácti caAgustí n de la Herrán
El Proceso Lector y La Comprensión en El Nivel SuperiorMirta Sofí a González de Romera
Hacer Música, Una Filosofí a De VidaMariela Herou
La Visión De Progreso De Una De Las Maestras Normales Norteamericanas: Jennie HowardVirginia Ithurburu
Los Títeres Como Posibilidad. Esbozos Para Una Poéti ca Del AulaMaría Eugenia Ortega
El Nuevo Diseño Curricular De Secundaria De La Provincia De Buenos Aires En Nuestras ClasesMónica A Valdett aro
“Día De Los Escritores”. Una Propuesta Instruccional Para El Abordaje De La Composición Escrita En Escuelas Públicas que Ati enden Niños Provenientes De Grupos Socioculturales Marcados Por La Pobreza Urbana
Fabián Yausaz
Para el Aula
Las brujas entran en la escuelaMarcelo Bianchi Bustos
ReseñasFormación pedagógica y prácti ca del profesorado de Medina, A., Herrán, A. de la y Sánchez, C. (Coords.), Cardona, J., Quicios,
Mª del P., García Pérez, M., Moral Santaella, C., Paredes, J., Cacheiro, M.L., Domínguez, MªC., Martí n, A.M., Pérez Navío, E., Ruiz
Corbella, M., Quintanal, J., Lago, P. y Rubio, M.J..
Reseñado por: Jessica Cabrera Cuevas y Pablo Rodríguez Herrero
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Narrar por escrito desde un personaje. Acercamiento de los niños a lo literario. De Emilia Ferreiro y Ana Siro.
Reseñado por: Marcelo Bianchi Bustos
Prácti cas pedagógicas de evaluación en el Nivel Inicial. Desarrollo histórico, análisis críti co y propues-tas superadoras de Elisa Spakowsky.
Reseña realizada por María del Luján Martí n
Curriculum de los comités de la Revista
Pautas de publicación
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Editorial
“La educación no es enseñar a repeti r palabras sino a construir la propia palabra”
Paulo Freire
E ducar, una pasión, una necesidad, una utopía. Pensar en la educación, una pasión, una necesidad, una utopía.
Estas caracterizaciones que hago de la una y de la otra se encuentran presentes en cada uno de los artí culos de
este número y en cada uno de ellos se hace presente la idea de la frase de Freire del epígrafe: con la educación se
construye la propia palabra, se crea, se piensa, se permite darle lugar a la imaginación y al hecho de pensar que otra realidad
es posible.
Asisti mos, sin lugar a dudas, a una época de cambios de muchos paradigmas, de rupturas constantes y del intento de ins-
tauración de una educación para todos, sin exclusiones. Dos hechos, entre tantos otros, marcan una diferencia y le dan un
signifi cado especial a la educación: por un lado la Asignación Universal por Hijo que posibilitó que muchos niños y adolescentes
volvieran a las aulas, por el otro el Programa Conectar Igualdad del Ministerio de Educación de la Nación que llevó a lo sectores
más carenciados las net. Quien pasa por una escuela céntrica de Pilar, tan sólo un ejemplo de una de las tantas ciudades y
rublos en lo que pasa lo mismo, antes de la entrada de los adolescentes a la escuela se encuentran con una imagen que hasta
hace poco ti empo era impensable: sentados en el piso, en hileras, conversando y manejando las máquinas que les entregaron,
hay miles de alumnos que hoy pueden saber lo que es aprender y trabajar en el siglo XXI de las manos de las nuevas tecnolo-
gías. No sólo es un elemento de gran importancia para aprender contenidos académicos sino para aprender en el día a día, a
parti r de la interacción, a parti r de darle al otro la posibilidad de hacer todo aquello que antes estaba prohibido pro el medio
material. ¿y si usan las máquinas para chatear e ingresar en facebook? Ojalá, bienvenido sea. De todo se aprende y ese es el
cambio del que hablábamos.
Invitamos a nuestros lectores a leer los siguientes artí culos en lo que disti ntos especialista analizan y discuten disti ntos recor-
tes de la realidad educati va y, a parir de ellos, a pensar una y otra vez en la educación para de esa forma seguir avanzando.
Lo que alguna vez pensamos como utópico es posible, es hoy una realidad.
Marcelo Bianchi Bustos
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L a cultura, origen y elemento fundamental que
se encuentra vinculada con los cambios sociales,
económicos y políti cos, ha creado en los últi mos
años un ti po especial de libro que ha sido denominado libro
álbum. La aparición de este nuevo ti po de libro en el merca-
do editorial, en las bibliotecas y librerías es un signifi cati vo
aporte a la literatura universal que trae consigo un cambio
signifi cati vo en lo referente a la relación entre texto e imagen.
Cualquier lector puede recordar que a lo largo de su historia
lectora - y en especial cuando fue niño - el contacto con los li-
bros con imágenes era algo que resultaba sumamente atracti -
vo. Los dibujos era lo que llamaba la atención de cada uno de
los lectores y a medida que iban creciendo éstas desaparecían
para dejarle paso a las palabras. De esa forma se separaba a
los libros, a parti r de la presencia o ausencia de dibujos, en
dos grandes grupos, los dirigidos a niños con la presencia de
las imágenes y los desti nados a los adultos que poseían sólo
palabras.
Este “nuevo formato” textual, el libro álbum, es una nueva
corriente que interrelaciona ambos aspectos, con una presen-
cia muy desarrollada de la función de anclaje2 portulada por
Roland Barthes.
Como se dijo, se trata de un libro con una propuesta lite-
raria, estéti ca y pedagógica disti nta en el que se encuentran
arti culados el texto y la imagen. Como señalan Cecilia Bajour
y Marcela Carranza (2006): “Cuando tenemos un libro álbum
en nuestras manos nos vemos sorprendidos por la presencia
notable de la ilustración. Contrapunto de imagen y palabra,
donde la imagen narra lo no dicho por la palabra, o la palabra
dice lo dejado a un lado por la imagen. Un libro álbum no se
entendería sin sus ilustraciones, así como la ilustración sin el
texto perdería también su senti do. En un libro álbum la ima-
gen supera el lugar de mero adorno o compañía del texto; la
imagen es narrati va, portadora de la historia en sí misma y en
2 Debe entenderse como la articulación entre imagen y palabra: las imágenes pueden ser polisémicas y el hecho de que estén acompañadas de palabras hace que las mismas sean comprendidas en un solo sentido.
diálogo con la palabra. Ilustración, texto, diseño y edición se
conjugan en una unidad estéti ca y de senti do. Nada es dejado
de lado, el libro es un objeto artí sti co cuidadosamente elabo-
rado en todos sus elementos”. Reiterando, no se trata de un
simple libro con dibujos sino que en ellos existe una relación
de complementariedad entre dos códigos disti ntos, la palabra
y la imagen, que forman una elación tal que es imposible en-
tenderse una sin la otra. Por ese uso de la imagen en relación
con las palabras es, tal como lo afi rma Colomer (1996), de
especial importancia para el trabajo con los niños.
Señalan también Bajour y Carranza que “El diálogo entre
dos códigos simultáneos (imagen y texto) para la producción
del senti do, originado quizás en la necesidad de acceder a un
lector recién iniciado en el manejo del código escrito, ha lle-
vado a este ti po de libros hacia terrenos de experimentación
innovadores en el campo de la literatura infanti l. Paradójica-
mente, los libros para “más pequeños” resultan los más trans-
gresores y desafi antes frente a reglas literarias y estéti cas”.
Son libros para leer, para mirar, para jugar y tocar una y otra
vez.
Leer este ti po de libros es de fundamental importancia
pues, desde la perspecti va de D. Goldin (1998, en cita de Bian-
chi Bustos, 2010):
• Revalorizan tanto el lenguaje gráfi co como el escrito (el
tradicional, el de las palabras), el cual es resignifi cado pues las
palabras dirán más de lo que se dice convencionalmente al
estar ayudadas por la imagen, por los dibujos.
• Despiertan el amor por el libro como un objeto en sí y el
placer por poseer algo plagado de belleza, tanto al nivel de la
imagen como de la palabra. Muchos libros álbumes, es espe-
cial los más costosos, son verdaderas obras de arte en las que
las cuesti ones paratextuales cobran una gran importancia,
siendo piezas de arte dignas de estar en cualquier museo.
• Una cosa que llama la atención cuando se lee o se trabaja
con libros álbumes es que muchas veces éstos se internan en
campos de experimentación innovadores, distantes de los es-
El libro álbum y la relación entre la palabra y la imagen.Marcelo Bianchi Bustos
Centro de Capacitación, Información e Investigación Educativa de Pilar Instituto Superior de Formación Docente y Técnica F. Chopin Universidad Nacional de
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tereoti pos socialmente establecidos (ya sea a nivel de las his-
torias que se trabajan por ejemplo a través de determinadas
corrientes literarias como la queer o por las ilustraciones que
presentan), y establecen níti das conexiones con la plásti ca, el
cine, la historieta, los dibujos animados, los videojuegos y la
publicidad.
• Se ha decidido considerar a los libros-álbum como una
categoría diferenciada de las demás debido a la presencia de
esos dos códigos que ayuda a los primeros lectores a animar-
se con la lectura y a los docentes a leer textos que poseen
imágenes muy bien pensadas que pueden ser trabajadas con
los alumnos.
• La belleza de los mismos es tal que puede ser disfrutada
en todos los niveles del sistema educati vo y estar presentes
en la vida de cada lector.
Más allá de estas cuesti ones que sirven para caracterizarlo,
cuando se piensa en el libro álbum en la escuela puede sur-
gir la pregunta ¿cómo lo trabajo en el aula? ¿qué acti vidades
se pueden hacer vinculadas con él? La acti vidad fundamental
que se debe realizar ti enen que ver con e trabajo con la ima-
gen. Enseñar a mirar, a descubrir qué senti do ti ene la imagen
es un hecho central para alfabeti zar realmente a los alumnos,
el desafí o de comprender que las mismas son portadoras de
signifi cado debe estar presente en el día a día escolar. La per-
cepción de las imágenes que aparece en los libros álbumes
puede estar en estrecha relación con la experiencia previa a
cerca de los objetos representados, las fantasías y frustracio-
nes que se canalizan a través de la captación del mensaje, la
identi fi cación que se realiza entre los personajes, clase social,
ambiente a través del mensaje anunciado con sujetos que,
la mayoría de las veces, no pertenecen al mismo nivel socio-
económico representado.
Trabajar en el aula con el libro álbum puede ayudar a re-
verti r la famosa frase “los chicos no leen” pues al brindarles
- independientemente de la edad - un libro atracti vo, leerán y
no sólo palabras sino también “dibujos”, ilustraciones que se
complementan con el texto y que a veces - hay que resignarse
- dicen más que las palabras.
Es necesario considerar que las relaciones entre texto e
imagen son rara vez abordadas en las clases en términos de
complementariedad y que cuando se aborda a esta últi ma
sólo se lo hace en las horas de Educación artí sti ca. Es injusto
pensar que la imagen no ti ene lugar cuando se trabaja con
la literatura pues excluye el lenguaje verbal pues para hablar
de la imagen se necesitan palabras, para hacer comentarios
sobre ella, para ayudar a los demás a comprenderla. Se busca
ponerle palabras a las imágenes. El acto de mirar/leer lleva a
igualar la palabra a la imagen pues ambas son necesarias para
conocer las cosas: ya sean éstas reales o imaginarias. Las imá-
genes se erigen como interlocutoras acti vas de los conceptos
expresados por las palabras.
Al momento del aprendizaje de la lectura, la imagen puede
resultar redundante para ayudar a confi rmar o no las hipóte-
sis de lectura. Pero luego, la imagen ayuda a leer el doble sen-
ti do de un texto, puede esclarecer el texto, ilustrar el senti do,
apoyándose en una cultura mediante la imitación o remiti en-
do a otras obras. Ya Comenius en el siglo XVII hizo referencia
a la importancia de la imagen para captar a los estudiantes en
su obra Orbis sensualium pictu. Entonces ¿Por qué no usarla
en el siglo XXI?
Un listado de algunos libros álbumes para disfrutar y tra-
bajar en el aula
En el momento de considerar la adquisición o el trabajo
con el libro álbum, hay algunas preguntas que pueden ser
de especial importancia, como por ejemplo: ¿La ilustración
forma parte de la historia? ¿Cómo se complementan texto e
imagen? ¿Qué técnica se ha escogido: grabado, collage, pintu-
ra, pluma, lápiz, fotografí a, etc.? ¿Parece apropiada para este
libro? ¿Parece una elección apropiada para ilustrar este libro?
¿Qué tamaño, formato, fondo, ti po de letra, etc., se ha esco-
gido? ¿Parece apropiado para el tema, tono y legibilidad del
libro? ¿Qué ti enen de especial los elementos compositi vos:
línea, espacio, uso del color, perspecti va, etc.? ¿Cómo colabo-
ran en el signifi cado del libro? ¿Aporta novedades? ¿Qué ti po
de respuesta propicia en el lector?
Si bien día a día el listado de libros álbumes aumenta, se
enumeran a conti nuación algunos tí tulos que se consideran
especialmente valiosos por el nivel de las historias y de las
imágenes:
• Cosita linda, Cambios, Las pinturas de Willy, Voces en el
parque, Ricitos de oro, Willy el soñado, Willy el tí mido, Willy
y Hugo, Willy el mago de Anthony Browne (Fondo de Cultura
nte establecidos (ya sea a nivel de las his pensar que la imagen no tiene lugar cuando se trabaja con
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Económica).
• Cosas de familia, El globo, Intercambio cultural, Vida de
perros de Isol (Fondo de Cultura Económica).
• Fefa es así de María Teresa Andruett o e Istvanch (Alfa-
guara).
• Cándido de Olivier Douzou (El Hacedor-Ediciones del Cro-
nopio Azul).
• Del Topito Birolo y de todo lo que pudo haberle caído en
la cabeza de Werner Holzwarth y Wolf Erlbruch (Centro Editor
de América Lati na).
• El higo más dulce de Chris Van Allsburg. (Fondo de Cultu-
ra Económica).
• El pájaro del alma de Mijal Snunit y Francisco Nava
Bouchaín (Fondo de Cultura Económica).
• El punto de Peter Reynolds. (Ediciones Serres).
• Olivia y Olivia salva el circo de Ian Falconer (Fondo de
Cultura Económica).
• Venancio vuela bajito de Graciela Montes y Gustavo Rol-
dán (A-Z Editora).
• Zoom de Banyai e Istvan (Fondo de Cultura Económica).
• Irulana y el ogronte (un cuento de mucho miedo) de Gra-
ciela Montes y Claudia Legnazzi (Gramón- Colihue).
• La hormiga que canta de Laura Devetach y Juan Lima
(Ediciones del Eclipse).
A modo de cierre
El acercamiento a los niños y jóvenes con este nuevo mate-
rial signifi ca también un desafí o para los maestros y profeso-
res quienes tendrán que abrirse a nuevas opciones de trabajo
y evaluación de la lectura. Es importante pensar una y otra vez
que no sólo se leen las letras sino también la imagen y que ese
hecho no puede estar ausente de las aulas pues un ciudadano
de siglo XXI no sólo debe estar habilitado para ser un lector de
palabras competente sino también de imágenes.
Referencias bibliográficas
BAJOUR, CECILIA Y CARRANZA, MARCELA (2006) “El libro álbum, una deuda en la literatura infantil argentina”, disponible en www.ellibro.com.ar/32feria/educativas/html/PDFs/4-006 Bajour_etAl.pdf
BIANCHI BUSTOS, MARCELO (2010) La literatura en la escuela. Refl exio-nes didácticas, Buenos Aires, Dunken.
COLOMER, TERESA (1996) “El álbum y el texto” en: Peonza, N° 39.
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En el marco de los diseños, propuestas y discusiones sobre la inclusión del juego como recurso o inspiración de la enseñanza,
este trabajo se propone analizar el valor cultural del juego, entendiendo la relación juego – escuela como una arti culación entre
cultura lúdica y cultura escolar. Desde esta perspecti va, se reconoce en ciertas esferas de la vida escolar (las interacciones entre
adultos y niños, las subculturas de alumno, la cultura material, los confl ictos, el lenguaje coti diano) ámbitos privilegiados para
permiti r entrar al juego, pues opera como punto de encuentro posible y deseable.
Educación – Juego – Cultura Escolar – Cultura Lúdica
E l juego es un interesantí simo objeto de estudio
en sí mismo, más allá de todo debate educati vo.
La obra de autores como Johan Huizinga y Roger
Caillois sitúa a comienzos del siglo XX un nutrido debate an-
tropológico alrededor de los aspectos lúdicos de la vida social,
donde aparece níti da la intención de señalar “la presencia del
juego en la vida social como un núcleo primario de la acti vi-
dad humana (…)” aún subvirti endo la idea que en general se
poseía sobre el juego en las ciencias humanas de la época.
Estos autores proponían “(…) no ya explicarse el juego en fun-
ción de otras necesidades vitales (por qué y para qué jugar)
sino comprenderlo en su propia esencia” (Morillas González,
1990:12). Las críti cas y reformulaciones de Caillois, fecun-
damente comentadas por Morillas Gonzalez (ob.cit.) y por
Scheines (1985) pretenden superar omisiones y profundizar
algunas hipótesis de Huizinga sobre el juego. Podría decirse
que en conjunto, las clasifi caciones u observaciones sociopsi-
cológicas y los planteos epistémicos en los debates de aquella
época, fueron fecundos e interesantí simos y conformaron un
terreno teórico que dejó abierto el camino a los debates edu-
cati vos sobre el tema.
El juego, sin embargo, ha sido visto por la teoría educati va
principalmente como un recurso didácti co, con lo que se ha
optado (como puede suceder en los abordajes didácti cos) por
las cuesti ones cogniti vas y gesti vas de la clase, relegando a un
segundo plano los aspectos culturales, incluso cuando el jue-
go es y ha sido un elemento central en la producción teórica
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Cultura escolar y cultura lúdica: notas sobre un encuentro posible
Daniel BrailovskyUniversidad Di Tella - Universidad de San Andrés
de la educación infanti l en un senti do identi tario.
Desde las formulaciones de Fröebel hasta los actuales de-
sarrollos teóricos de la didácti ca, la categoría juego ha estado
presente de una manera u otra, otorgando identi dad pedagó-
gica a este nivel de enseñanza y reformulando, actualizando,
resignifi cando las premisas de la educación “nueva” a la luz
de los rasgos específi cos de la educación infanti l. Sobre estas
bases, debates como el que se formula entre un curriculum
centrado en el niño, sus procesos y su desarrollo, por un lado,
y un currículum disciplinar, por otro, son materia de refl exión
en la educación infanti l en todo el mundo occidental, y ex-
presan la trascendencia de fi losofí as e ideologías educati vas
encontradas: parece claro que el juego importa, también más
allá de lo estrictamente didácti co y psicológico.
En el marco de las políti cas que buscan profundizar la op-
ción de un currículum centrado en el niño – donde se inscri-
ben con mayor fuerza las pedagogías del juego - los hallazgos
de investi gación suelen destacar el modo en que se parte de
objeti vos y principios interesados en lo cogniti vo, y se valoran
los resultados atravesados por aspectos más bien de orden
cultural. La experiencia de Irlanda del Norte, por ejemplo,
donde se avanzó en un currículum “child-centered” hasta los
primeros años de la escuela primaria y se sostuvo esa expe-
riencia en el ti empo, destaca entre sus conclusiones el valor
y senti dos asignados a la fi losofí a educati va que este enfoque
trae consigo y la importancia del compromiso y los saberes de
los maestros. Es decir, puntualiza en aspectos culturales por
sobre las cuesti ones psicológicas y cogniti vas (Walsh, 2010).
Un estudio de Lindqvist inspirado en la experiencia sueca y de-
dicado a indagar en las relaciones entre juego y cultura esco-
lar, por su parte, señala la ambivalencia que se hace evidente
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en el abordaje del juego: “se lo reconoce como una acti vidad
‘libre’ y expresiva de la vida propia de los niños y de su desa-
rrollo natural (lo que también se refl eja en las disti ntas teorías
psicológicas sobre el juego) pero no se asume que el juego es
una acti vidad cultural. (…) Así, aunque se reconoce su impor-
tancia, en la prácti ca se lo niega” (Lindqvist, 1996:11). El estu-
dio de Lindqvist indaga además en un ejemplo muy expresivo
de estas contradicciones: el caso de los juegos – muchas veces
censurados en la escuela – que se basan en guiones televisi-
vos y mediáti cos y que serían genuinas expresiones culturales
desde el punto de vista infanti l. “Los chicos de hoy”, afi rma,
“son precoces y a la vez inmaduros; saben acerca de todo aún
antes de haber podido experimentarlo”, y agrega que una de
las razones por las que el juego no ha terminado de asumir
un rol preciso (coherente con el valor que se le asigna en el
discurso) es la carencia de un enfoque cultural y estéti co del
mismo dentro de la pedagogía de la educación infanti l (Ibíd.).
Se lo tecnifi ca, se lo subsume a la racionalidad desculturizada
de la didácti ca y se equipara todo su valor al hecho de reque-
rir o convocar contenidos, destrezas y habilidades.
En este trabajo me propongo repasar algunos argumentos
en dirección a que el juego es culturalmente importante en el
marco de las propuestas educati vas, en tanto logra convocar
a nivel representati vo prácti cas sociales, objetos signifi cati -
vos, confl ictos, lenguaje y puede promover encuentros entre
la cultura escolar y la cultura familiar o popular. A su vez, la
conformación de una cultura de pares entre los niños suele
tejerse y negociarse en el marco del juego. Acerca de todos
estos elementos culturales del juego que dinamizan y pro-
blemati zan la cultura escolar, existen abundantes trabajos de
investi gación, en general poco conocidos en nuestro medio.
Comenzaré entonces por recorrer algunas ideas comentando
ejemplos de dicha literatura académica para analizar, en un
segundo momento, premisas acerca de las relaciones entre
juego y escuela, entendidos como cultura lúdica y cultura es-
colar2.
2 La cultura escolar es, según Viñao Frago, “el conjunto de teorías, ideas, principios, normas, pautas, rituales, inercias, hábitos y prácticas (formas de hacer y pensar, mentalidades y comportamientos) sedimentadas a lo largo del tiempo en forma de tradiciones, regularidades y reglas de juego no puestas en entredicho, y compartidas por sus actores, en el seno de las instituciones edu-cativas; (...) que se trasmiten de generación en generación y que proporcionan estrategias (...) para integrarse en dichas instituciones, (...) para llevar a cabo las tareas cotidianas que de cada uno se esperan (...) y para sobrevivir a las sucesivas reformas, reinterpretándolas y adaptándolas, desde dicha cultura, a
ego: “se lo reconoce como una actividad
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El juego como cultura
Es bien conocida la idea de que los niños evolucionan de un
juego basado en la interacción con objetos a un juego en don-
de se integran en sistemas de roles. Esta premisa, formulada
desde una perspecti va puramente evoluti va, omite el hecho
de que los pequeños siempre otorgan senti do a sus juegos en
el marco de sus relaciones con los adultos (cf. Thyssen, 2003).
En base a este cuesti onamiento, Lindqvist (2001) desarrolló
una experiencia de observación y seguimiento del juego de
un grupo de niños en Suecia para notar que la imaginación
de los niños para desarrollar juegos “sociodramáti cos” es en
gran medida esti mulada y capturada por los adultos junto a
quienes estos juegos se conciben. No es el objeto en sí mismo,
sino la historia y las acciones en las que el objeto se signifi ca
las que habilitan ese enriquecimiento del juego. Cuando los
adultos asumen roles dentro del juego y dramati zan eventos
encadenados, abren una puerta un mundo lúdico que los chi-
cos luego habitan y desarrollan (Lindqvist, ob.cit.). Una mira-
da exclusivamente psicológica sobre las diferencias entre el
juego con objetos y los juegos donde predominan los roles
(con referencia al juego “de ejercicio” y al “juego simbólico”
defi nidos en la teoría piageti ana) podría entonces entorpecer
el análisis del despliegue de recursos que, en ambos casos, se
opera en el juego infanti l cuando ti ene lugar la intervención
del adulto. El modo en que los objetos son no sólo simboliza-
dos y representados sino también inscriptos en una trama de
relaciones insti tucionalizadas, por el contrario, abre y profun-
diza el espectro del análisis.
Un buen ejemplo de un objeto culturalmente atravesado
es el teléfono. Una investi gación de Gillen (2001) sobre los
juegos de niños muy pequeños con teléfonos de juguete des-
taca cómo, además de sus potencialidades para la apropiación
del símbolo y el lenguaje, el modo en que este ti po de juego,
al poner en el centro un objeto de fuerte atravesamiento cul-
su contexto y necesidades (Viñao Frago, 2002:59). La cultura lúdica, por su parte, remite al “conjunto de reglas y signifi caciones propias del juego, que el jugador adquiere y domina en el contexto de su juego. En vez de ver en el juego el lugar de desarrollo de la cultura, es necesario ver en él simplemente el lugar de la emergencia y enriquecimiento de una cultura propiamente lúdi-ca, que torna al juego posible y permite que progresivamente se enriquezca” (Brugère, 1998; cf. Oliveira y Menandro, 2008, Ardèvol, 2007). El abordaje de las prácticas de juego desde la categoría de “cultura lúdica” abre el espec-tro de análisis a las cuestiones subjetivas y políticas del juego, poniéndolo en relación con su contexto social (Silva, 2003).
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tural, sirve como arti culador de diferentes perspecti vas y di-
namiza la adaptación de los chicos al mundo escolar. El juego
reúne formas diversas de subjeti vidad en espacios simbólicos
comparti dos por medio de sus guiones y sus objetos. Cuando
se trata de una acti vidad en la que se improvisa grupalmente,
además, se avanza en el compromiso del individuo con los es-
pacios de comunidad. El juego es, desde una perspecti va cul-
tural, un ejemplo de la capacidad humana de crear socialidad
y comunidad (Lobman, 2003).
La incorporación de los chicos a la escuela es, además, una
transición compleja y difí cil, especialmente para aquellos cu-
yas culturas de origen son menos parecidas a la que la escuela
les ofrece. Esta cuesti ón (la de la distancia entre culturas de
origen y cultura escolar) está en el centro de los estudios de
la pedagogía críti ca desde los trabajos de Bourdieu y Passe-
ron (1972) y es una preocupación constante de los debates
en todos los niveles de enseñanza, menos en el Nivel Inicial:
allí, donde fl orece la pedagogía del juego, un manto de neu-
tralidad ideológica ti ñe las discusiones, desde las charlas de
pasillo de los jardines hasta los foros donde se pronuncian
sus referentes e intelectuales más destacados. Sin embargo,
a pesar de esta suerte de asepsia ideológica de los ámbitos de
la educación infanti l, el espacio lúdico cumple un rol crucial
en este planteo, pues permite traer a escena la confl icti vidad
propia de ese proceso y tramitarla de un modo creati vo.
El creciente interés sobre los juegos “violentos” de los
niños da cuenta de algunos de estos rasgos de la cultura lú-
dica (Jarvis, 2007; Brailovsky, 2010). Se ha avanzado incluso
en el análisis del juego como espacio efecti vo de “resolución
de confl ictos” (Broadhead, 2009) y como espacio intermedio
donde explícitamente se arti culan y se funden la cultura de
origen de los alumnos y la cultura escolar (Gregory, 2005). El
trabajo de Gregory destaca la importancia del “lenguaje lúdi-
co” como puente que arti cula el lenguaje de los hogares con el
de la escuela: muy especialmente en los casos de poblaciones
con bilingüismo, pero también en un senti do general, en tan-
to es precisamente esta distancia entre la cultura de origen y
la cultura escolar la que históricamente se ha señalado como
el enclave exacto de las desigualdades educati vas. Al decir de
Smidt, “en el juego, se integran ideas, experiencias y emocio-
nes y se reformulan en un espacio nuevo (…) donde, necesa-
riamente se arti culan y se encuentran las culturas populares”,
logrando así expresarse en el espacio de la escuela (2004:78).
Este encuentro es asimismo un terreno propicio para la ne-
gociación de identi dades y valores y para la construcción de
lazos sociales soberanos y auténti cos (Durden, 2009).
Todos estos argumentos a favor de una valoración cultu-
ral del juego apuntan a esclarecer cierta dicotomía entre una
teoría educati va sobre el juego preocupada por las destrezas,
competencias y logros pero poco atenta al modo en que el
juego es, además, una profunda expresión de la cultura (Mec-
kley, 1997). Abordar una lectura educati va del juego desde
una pedagogía sensible a los aspectos culturales del mismo
puede ser un enfoque fructí fero para entender sus puntos
relevantes. Nos dedicaremos entonces a conti nuación a ex-
plorar algunos problemas clásicos poniéndolos en diálogo con
estas relaciones entre juego y cultura.
Estructura, ambiente y juego
La palabra juego hace referencia a dos cosas diferentes: el
juego como rasgo genérico de una situación y el juego como
acti vidad específi ca, culturalmente reconocida como “juego”.
Es la disti nción entre el carácter lúdico de una situación cual-
quiera (el término juego como adjeti vo, como referencia a un
rasgo de la acti vidad) y la rayuela, la mancha o las escondidas
(el juego como sustanti vo, como acti vidad de confi guración
específi ca que ti ene nombre, objetos, reglas específi cas, etc.
bien conocidas por una comunidad determinada). Es, en otras
palabras, la diferencia entre lo lúdico y los juegos. En palabras
de Bleichmar, “la diferencia estaría dada en que en toda acti -
vidad humana puede haber algo de lo lúdico sin que necesa-
riamente uno lo aísle de la producción” (Bleichmar, 2006:3).
Aunque son dos objetos diferentes, en la prácti ca se superpo-
nen pues ambos están atravesados por los valores y símbolos
de la cultura lúdica.
Así, podríamos decir que juego signifi ca al menos dos co-
sas. Por un lado, un cierto ti po de acti vidad recreati va libre-
mente elegida o aceptada que se realiza para producir algún
ti po de goce en sus parti cipantes. Esta acti vidad consiste bá-
sicamente en la inclusión del sujeto-jugador en una situación
hecha de elementos imaginati vos y relaciones regladas que
inducen a los parti cipantes a asumir roles de competencia y/o
colaboración entre ellos, y de interacción fl uida con los obje-
tos. Dicha acti vidad se halla circunscripta espacial y tempo-
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ralmente y es reconocida e identi fi cada en el contexto de una
cultura (amplia o local) a la que pertenecen sus parti cipantes,
lo que usualmente se materializa en un nombre convenido
o asignado en el momento de realizarse: las bolitas, el aje-
drez, etc. pero también, por ejemplo, un juego informalmente
improvisado por un grupo de personas al que le asignan un
nombre espontáneamente (Brailovsky, 2011). A esta acepción
de juego se refi ere Brougère cuando afi rma que del conjun-
to de acti vidades humanas, algunas son clasifi cadas y desig-
nadas como juego, a parti r de un proceso de designación e
interpretación complejo que varía en la historia y la cultura
(1998:4).
Lo más importante de esta defi nición es, posiblemente,
que más allá de los rasgos de la acti vidad (que pueden variar
dentro de ciertos límites) fi nalmente el carácter lúdico de la
acti vidad es una convención cultural. Y aún con todas las pre-
venciones desti nadas a atenuar el carácter taxati vo de la defi -
nición, es claro que si el juego es sustanti vo, si se refi ere a “los
juegos” existentes, conocidos o por inventarse, queda bastan-
te claro qué es juego y qué no lo es dentro de una cultura.
En segundo lugar, está la idea de juego como rasgo: “lo lú-
dico”, aquello que está revesti do de alguna/s cualidades del
juego como acti vidad, sin ser reconocido como tal. Entre es-
tas cualidades, se destacan: diversión o alegría, informalidad
o espontaneidad, competencia o enfrentamiento, desafí o,
imaginación, creati vidad, movimiento. Así, se adjeti va como
lúdico aquél objeto, espacio, acti vidad o fenómeno que se re-
conoce como alegre, imaginati vo, creati vo, etc3.
Tanto las estructuras propias de los juegos (rondas, me-
cánicas de interacción con objetos y espacios, modalidades
de alternancia en la acti vidad, etc.) como los ambientes lúdi-
cos en situaciones de clase más “tradicionales” son legíti mos
modos de asumir el desafí o de ludifi car la enseñanza. Aún
quienes discuten la propia posibilidad de defi nir al juego4 ,
coinciden en una serie de rasgos que en conjunto se asocian
a lo lúdico. Algunos de ellos son: la ausencia de un fi n extrín-
3 Adicionalmente, se destaca la connotación de juego como discur-so, donde es metáfora de rol desempeñado dentro de un sistema caracterizado por la complejidad. Así, expresiones del tipo de: “¿Cómo juega la edad de los alumnos en este asunto?”, destacan ciertos rasgos del juego como actividad (su complejidad y la existencia de roles defi nidos) interconectados por una dinámica precisa.4 El juego, como la cultura, han sido califi cados como indefi nibles. Un interesante repaso de esta difi cultad para sistematizar la cultura como ob-jeto de conocimiento puede hallarse en: Canclini, 2004.
seco, el placer, la diversión, la existencia de rasgos competi ti -
vos tanto como de situaciones de equipo y de cooperación, la
existencia de reglas, el encuentro entre pares, la espontanei-
dad, el movimiento fí sico, el uso de la imaginación, la presen-
cia de disti ntos grados de difi cultad, el uso de los senti dos, la
existencia de coordenadas espacio-temporales específi cas, la
persistencia, la no adscripción a una disciplina específi ca, la
frecuente existencia de un nombre que lo designa y la presen-
cia de desafí os, confl ictos o enfrentamientos. Y suele coinci-
dirse también en que algunos (aunque ciertamente no todos)
de estos rasgos son igualmente deseables en las acti vidades
escolares, en general. En especial (aunque no únicamente) en
el universo de la educación infanti l.
A la vez, la forma de una “clase” (en la educación primaria
o secundaria, por ejemplo) puede ser transformada por for-
mas inspiradas en juegos: rondas, mecánicas del movimiento,
el uso de la palabra, las reglas para interactuar, etc. En ambos
casos, resulta poco perti nente (y a estas alturas tal vez hasta
resulte un obstáculo) preguntarse si aquello es juego o no. La
búsqueda de cierta “pureza” de la esencia lúdica en las acti vi-
dades, podría añadirse, ha tendido a instalarse como un mito
dentro de la teoría didácti ca sobre juego, sin aportar dema-
siado al valor de estas opciones aplicadas a la enseñanza. La
disti nción relevante, en todo caso, ha de hacerse entre cultura
lúdica y cultura escolar para tratar de entender el senti do que
esos formatos y esos climas adquieren al ser desarrollados en
el marco de una acti vidad escolar.
Adicionalmente, ambas (el ambiente lúdico y la estructura
de relaciones inspirada en un juego) difi eren del juego espon-
táneo de los chicos, que no es (ni se parece a) una situación
de enseñanza, aunque sea una buena oportunidad para que
ocurran aprendizajes. Acerca del juego que los propios niños
crean y desarrollan es posible y deseable construir un criterio
educati vo, aunque no es necesario que esto redunde en la
aspiración de cooptarlo o controlarlo: permiti r, propiciar, dar
marco, no entorpecer, son algunas alternati vas que se barajan
en ese senti do (cf. Ofele, 2002; Sarlé, 2001).
Los conceptos de Kipersain y Rodríguez Sáenz (2010) cons-
ti tuyen asimismo un buen ejemplo de disti ntos modos en
que, aún desde una mirada didácti ca, puede entenderse la
complejidad del mecanismo mediante el que el juego pone
en contacto al sujeto con los saberes. Para ellas, existen una
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variedad de modos en que el juego puede consti tuirse en un
recurso genuino: como contexto de senti do para el aborda-
je de contenidos de una disciplina específi ca, como espacio
férti l para el despliegue de un lenguaje y sus competencias
relacionadas, situaciones en las que además se formula la di-
ferencia entre “enseñar juegos, enseñar a jugarlos y enseñar
los saberes necesarios para poder manejarse en la situación
lúdica” (Rodríguez Sáenz, 2010:88), disti nciones de gran rele-
vancia en el caso de la educación inicial pero también suges-
ti vas para pensar las situaciones educati vas en otros niveles
de enseñanza.
Así como el juego contribuye desde sus formas o estructu-
ras tanto como desde sus climas o ambientes, también toda
situación de encuentro pedagógico puede ser vista desde es-
tos dos ángulos diferentes: la “estructura” o formato que se
propone para el encuentro, por un lado, y el clima o conjun-
to de normas y supuestos no explicitados que consti tuyen el
ambiente. Elegir entre asientos en fi la, rondas, uso de turnos,
disti ntos dispositi vos de evaluación, disti ntos modos de seg-
mentar la clase, por ejemplo, es elegir entre diferentes “es-
tructuras”. Sensibilizarse en cambio sobre el modo en que do-
centes y alumnos viven las acti vidades, indagar en el senti do
que para cada uno ti ene esa estructura (¿es símbolo de qué?
¿qué valores representa, qué oportunidades, qué permisos,
qué prohibiciones, qué autoridades?) es prestar atención al
ambiente, que es de algún modo una expresión más local y
situada de la cultura escolar.
El siguiente esquema presenta algunos aspectos de cada
dimensión en forma comparada.
Habilitaciones, autoridades, permisos para el movimiento y el uso de la palabra, normas prácticas autorreguladas, negociadas todo el tiempo
Reglas explícitas definidas desde afuera
Los objetos se “utilizan”para lo que estaban previstos. Una lapicera es una lapicera y sirve para escribir.
Los objetos se jerarquizan, se prohíben, se valoran, se apropian, se disputan. Una lapicera puede ser una nave espacial (si se convierte en juguete), o el símbolo de la jerarquización dentro del grupo al usarse para hacer una “lista” de los niños que han sido “ayudantes”, por ejemplo.
Se desarrollan acciones dentro de los roles asignados a cada uno Se viven acciones espontáneas o culturizadas, como rituales, confilctos y secretos
Se siente el “efecto” de la clase desde lo latente, implícito y desde lo estético.
Se entiende el funcionamiento de la clase desde lo visible y manifiesto
Visible, medible, controlable en términos más o menos objetivos.Es la parte de la enseñanza que se “planifica”.
Difícil de entender sin formar parte del grupo de clase. Lo que sucede en esta dimensión se hace visible cuando ya pasó.
Los sujetos cumplenroles, posiciones que remiten al comportamien-to.
Los sujetos ocupan lugares simbólicos, posiciones que remiten a las distintas maneras de ser alumno o docente.
“Atender” es un proceso mental asociado a la memoria, que consiste en la capacidad de focalizar selectivamente los sentidos en ciertos objetos que serán privilegiados para la retención.
“Atender” es un valor, una convicción acerca del juego de gestos y relaciones que hace posible el sostenimiento de la situación de enseñanza.
Jugar es una cuestión de formato, del tipo de actividad que se definió más arriba en primer lugar (a).
Jugar es una cuestión de actitud, del clima logrado, dentro del tipo de actividad que se definió más arriba en segundo lugar (b).
El tiempo es cronos, se mide en minutos y se regulacon reloj, timbre o campana
El tiempo es kairós, se mide en relación a la proximidad de eventos significativos (por ej.el recreo) y se regula con procedimientos relativos al mantenimiento de la gestualidad de la situación de clase.
Remite a aspectos que usualmente caen bajo la órbita de intereses de la didáctica, la tecnología educativa, la arquitectura, las teorías de la gestión.
Remite a aspectos que usualmente caen bajo la órbita de intereses de la pedagogía, los estudios culturales y muy especialmente, los estudios de la cultura escolar.
La estructura del aula El ambiente del aulaEl ambiente del aula
La estructura, entonces, habla de cómo se diseña desde una
técnica “bien intencionada” un dispositi vo para crear buenas
condiciones de enseñanza y de aprendizaje, mientras que el
ambiente es la instancia que torna este dispositi vo opresivo,
esti mulante, exploratorio, etc. Los objetos que se uti lizan en
la estructura son defi nidos según su función: el pizarrón para
mostrar, la carpeta como espacio de producción de los niños,
etc. Los mismos objetos, además, son signifi cados en el am-
biente según las metáforas y signifi cados subyacentes a que
remiten: el pizarrón como lugar de la autoridad docente, la
carpeta como “ventana” pública del trabajo en la sala, etc. Un
modo de leer el esquema anterior es anteceder a los dichos
de uno y otro lado, las expresiones: “En un aula…”, “…pero
también…”.
Debates sobre juego y educación
Muchas de las discusiones que se enfocan alrededor del
juego lo hacen contemplando una perspecti va educati va. La
serie de cuesti ones que se abren al examinar lo lúdico y sus
relaciones con el encuentro pedagógico, en su amplísima su-
perfi cie, permite reconocer tres grandes categorías, que no
abarcan todo pero sí buena parte del debate juego – educa-
ción. Discernir entre ellas nos permite agrupar ideas de dis-
ti nto orden, pudiendo relacionarlas sin superponerlas. Las
agrupaciones propuestas son:
• El juego y la enseñanza: donde se diseñan o discuten for-
mas de organización de la enseñanza que abrevan del juego (o
de algunos elementos del juego) para estructurar las prácti cas
y lo enfocan (o a alguno de sus elementos) como un insumo,
como un medio o como un valioso referente de la enseñan-
za. Esta categoría abarca también a los intentos formales por
teorizar el juego defi niéndolo, capitalizando sus cualidades
pedagógicas o precisando sus potencialidades.
• El juego y el aprendizaje: que alude a los estudios que
desde la psicología o la antropología caracterizan los proce-
sos mentales o culturales que se refl ejan en el juego o en los
juegos.
• El juego y las formas escolares: como referencia a los
abordajes pedagógicos que analizan desde una mirada más
genérica los puntos de encuentro o las incompati bilidades en-
tre los formatos escolares y los formatos lúdicos.
En el marco de estas diferentes tradiciones, se pueden
reconocer numerosas producciones y debates. Me interesa
cerrar este trabajo mencionando tres observaciones salientes
dentro de este campo: el hecho de que la tensión entre cul-
tura lúdica y cultura escolar varía mucho en disti ntos niveles
de enseñanza; el hecho de que el centro del análisis se debate
entre el juego y la enseñanza y suele guiarse por disti ntos ti -
pos de clasifi caciones, y la idea de que el juego ti ene senti do
real para los niños pequeños, que según cómo sea entendida,
condiciona el escenario teórico.
Prácti camente desde sus orígenes el jardín de infantes ha
renunciado a estructurar sus prácti cas desde el molde gené-
rico de la clase: en el jardín, “dar clase” está claramente mal
visto. El lugar secundario de la escritura como ordenador de
la acti vidad y los rasgos propios de los niños pequeños, ate-
núan signifi cati vamente las tensiones entre mundo escolar y
mundo lúdico, y la cautela sobre sus efectos. En la escuela
primaria, en cambio, y especialmente después del primer pe-
ríodo de los alumnos a la misma, la preeminencia del modelo
genérico ya no puede ser desafi ada tan abiertamente, y sólo
se admiten algunas variaciones al mismo.
Carretero lo señala con claridad cuando afi rma: “(…) pa-
rece como si hasta la edad [de diez años aproximadamente]
los disti ntos sistemas educati vos hubieran tenido en cuenta al
aprendiz intuiti vo que existe en cada persona, mientras que a
parti r de los diez años se pretendiera que el alumno se fuera
convirti endo paulati namente en un aprendiz académico” (Ca-
rretero, 1997:40). Esta diferencia guarda relación con la ne-
cesidad de mirar al juego como una prácti ca cultural. De he-
cho, donde la observación de Carretero habla de aprendices
intuiti vos y aprendices académicos es posible también pensar
en términos de sujetos para quienes es lícito vivir la escuela
como un ambiente lúdico, y otros para quienes esta opción ha
sido culturalmente vedada. Una de las variables más fuertes
que determinan la cultura escolar es el nivel de enseñanza.
El segundo rasgo que se hace evidente cuando desde la
educación pensamos en una enseñanza lúdica reside en las
disti ntas tradiciones teóricas, en las que se oscila entre situar
en el centro al juego, o a la enseñanza y sus recursos. Cuando
se piensa en primer lugar a la enseñanza y se busca en el mun-
do del juego ideas, imágenes o metáforas, se llega a conclu-
siones y dilemas diferentes de los que surgen de sumergirse
en las teorías sobre el juego infanti l, que poseen con mucha
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onces habla de cómo se diseña desde una reconocer numerosas producciones y debates Me interesa
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frecuencia la forma de clasifi caciones. Así, especialmente en
el ámbito del jardín de infantes, una forma habitual de em-
prender el análisis educati vo uti lizando el término “juego”
consiste en tratar con un conjunto de ti pologías que buscan
clasifi carlo. Pueden reconocerse algunos de los criterios de
esas clasifi caciones:
• Clasifi caciones que denominan al juego COMO MARCAS
DEL ESTADIO PSICOLÓGICO.
Hay, por una parte, clasifi caciones psicológicas que defi nen
“ti pos” de juego propios de cada estadio del desarrollo, dán-
dose así lugar a progresiones del juego paralelo al social, del
ejercicio al juego simbólico, etc.
• Clasifi caciones que denominan al juego COMO VARIA-
CIONES DE FORMATO.
A la vez, se trabaja sobre “ti pos” de juego apelando a los
propios rasgos formales o culturales del mismo (p.e. juego
tradicional, juego de manos, juego de tablero, etc.).
• Clasifi caciones que denominan al juego COMO NOMBRES
DE ESTRUCTURAS DIDÁCTICAS.
Un tercer criterio clasifi catorio se orienta a las estructuras
didácti cas que uti lizan el juego y usan el término para nomen-
clarse, como el juego centralizado o el juego-trabajo (en el
nivel inicial) o las disti ntas dinámicas de trabajo que, bajo la
forma de dinámicas grupales y propuestas lúdicas se imple-
mentan en diferentes niveles educati vos. En este caso, debe
añadirse, lo que se clasifi ca no son ti pos de juego, sino modos
de organizar la enseñanza que se autodenominan con el tér-
mino “juego”.
Hay, claro, otros modos de clasifi car los juegos: según la
canti dad de parti cipantes, los modos de intervención, etc. Lo
que nos interesa aquí, sin embargo, no es analizar todas las
clasifi caciones posibles sino señalar algunos criterios que pre-
dominan en el análisis usual de la cuesti ón en el terreno edu-
cati vo. Estas clasifi caciones no son en sí mismas un problema,
pero en ocasiones la disti nción entre ti pos de juego como
marcas del estadio psicológico, como variaciones de formato
o como estructura didácti ca se superponen falazmente y se
discute entonces el “juego-trabajo” (una forma de organizar la
enseñanza) como si fuera una forma de juego. O se formulan
aspectos de la enseñanza – su cualidad de moti var al alumno,
sus potenciales para adquirir una forma dinámica y fl exible –
como si fueran problemas o virtudes del juego como objeto
cultural. O bien se subordina el “tono lúdico” de la enseñanza
a la modalidad psicológica de juego que “corresponde” a los
alumnos, por su edad.
En un senti do general, la literatura sobre juego y educación
trasluce una preocupación constante por las relaciones que
pueden establecerse entre el juego y la enseñanza, el juego y
el conocimiento, el juego y los formatos escolares, que ti ende
a desplazar al terreno del juego las discusiones sobre la efi ca-
cia y la perti nencia de ciertos procedimientos de enseñanza.
Expresiones como “evaluar el juego”, “enseñar jugando”, etc.
expresan la intención de dotar al arsenal teórico de la ense-
ñanza de ciertas cualidades derivadas del juego. Pero hay cier-
ta confusión en los trabajos que se esmeran en “despejar” los
aspectos didácti cos del juego, procurando a la vez proteger su
esencia lúdica de las rigideces funcionales propias del mundo
escolar, en lugar de defi nir, inspirándose en algunos rasgos de
la cultura lúdica, cualidades deseables para la enseñanza. Po-
dría incluso ensayarse la idea de que las defensas del juego
“puro”, las denuncias de juego “falso” o las críti cas del juego
como “engaño” (porque envuelve al niño en una acti vidad
que lo distrae del conocimiento, que se imparti ría como con-
trabando) parten muchas veces de bases confusas, al super-
poner niveles de análisis y acepciones del juego.
Estas consideraciones se apoyan en una cualidad de las ac-
ti vidades lúdicas que trae consigo promesas redentoras: en el
juego el jugador es libre, la acti vidad ti ene siempre un senti do
auténti co profundo y cuenta con un alto grado de compro-
miso por parte de los parti cipantes. Pero el efecto (atribuido
al juego en la escuela) de dotar a las acti vidades de senti do
genuino para el niño parte en alguna medida de un prerrequi-
sito: la existencia de cierta ingenuidad por parte del alumno
respecto de los rasgos compulsivos de la escolaridad. En el
caso de niños mayores, la posibilidad de una refl exión explí-
cita lleva necesariamente la cuesti ón a otro nivel de análisis,
pues ellos no creen, como los más pequeños, que la maestra
juega con ellos sólo para diverti rse.
El niño pequeño cree que la moti vación del adulto en el
juego no va más allá del deseo de comparti r la aventura lúdi-
ca, como cree también que la maestra vive en la sala y que ja-
más se quita el delantal, por ejemplo. Forma parte de la visión
del mundo propia de la temprana infancia, y hace posible que
el juego en la escuela tenga senti do real para el niño. El pe-
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de clasificaciones Así especialmente en cultural O bien se subordina el “tono lúdico” de la enseñanza
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queño no ti ene presente que el juego esconda una fi nalidad
diferente que la de simplemente jugar; y si acaso se le explica
que jugando aprenderá, enseguida lo olvidará para sumergir-
se en el mundo lúdico de lleno y sin reservas. Pero cuando la
experiencia escolar es vivida también como una obligación,
se hace evidente una diferencia importante entre la situación
de enseñanza y el juego: las reglas de juego son primero li-
bremente aceptadas y luego obligatorias. En el encuentro
pedagógico escolar pasa al revés, las reglas son primero obli-
gatorias y luego, en el mejor de los casos, voluntariamente
aceptadas por los alumnos.
Por eso, el senti do de los formatos de juego que estructu-
ran una clase o bien de las cualidades lúdicas de su ambiente,
varía mucho entre niveles de enseñanza, y también entre cur-
sos con diferentes culturas y climas de estudio. “El” contexto
escolar en el que se pretenda incluir al juego no es algo ho-
mogéneo, sino algo muy variable, y muy especialmente entre
niveles de enseñanza.
Así, lo que interesa discuti r es, en defi niti va, la convenien-
cia de que bajo ciertas circunstancias la enseñanza se inspire
en el juego para generar formatos o ambientes de acti vidad
favorables al aprendizaje y respetuosos de la infancia. Para
ello es preciso tomar en cuenta no tanto “el juego” y sus cuali-
dades educati vas, sino el modo en que la cultura escolar pue-
de ser permeable y entablar un diálogo con la cultura lúdica.
Al hablar de juego en un senti do literal y puro (al margen de la
aspiración de volver a la enseñanza amable, moti vadora, res-
petuosa o libertaria) el ti po de problemas que afl oran ti enen
menos que ver con la educación que con cuesti ones propias
de la políti ca del juego: el placer, la regla y la trampa, el desa-
fí o, la victoria y la derrota, el mundo imaginario comparti do.
Vale la pena, por supuesto, comprender el juego infanti l. Pero
en la mayor parte de los casos esta comprensión no necesi-
ta orientarse a converti rlo en una experiencia educati va sino
simplemente a sensibilizarnos respecto de la perspecti va de
los alumnos. Esta perspecti va abreva en general del juego
para crear un espacio de contestación al mundo adulto, que
tal vez sea oportuno permiti rles conservar intacto (cf. Schei-
nes, 1998; Brailovsky, 2010).
La enseñanza inspirada en el formato del juego, los rasgos
lúdicos del ambiente de clase y el juego espontáneo de los
chicos en la escuela son tres objetos diferentes que ameritan
tratamientos disti ntos, aunque en los tres casos se expresen
encuentros entre la cultura escolar y la cultura lúdica. Estas
páginas se han propuesto fundamentar la idea de que un
modo legíti mo de facilitar este encuentro podría residir en
una exploración minuciosa de aquellas esferas de la vida es-
colar (las interacciones entre adultos y niños, las subculturas
de alumno, la cultura material, los confl ictos, el lenguaje co-
ti diano, etc.) en las que el juego aparece, como hemos visto,
como un potente dinamizador de orden cultural y de las que
opera, de hecho, como una efi caz caja de resonancia.
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NOTA: pertenecen al autor las traducciones del inglés y el portugués.
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thetics of Play A Didactic Study of Play and Cultu-
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RESUMEN
P ara cada vez más personas no es ya discuti ble que
nos encontramos en un escenario de cambio de
paradigmas. Se abandona el modelo dual, positi -
vista y vectorial conocido del pasado, y se va entrando en otro
dialécti co, emergente, más incierto y completo, y moti vado
por un futuro que sin relegar la prioridad del desarrollo sea
siempre más humano. Desde nuestra parti cular lectura, este
paradigma emergente no sólo se basa en la complejidad (E.
Morin (1988), sino además en la evolución y en la conciencia
(A. de la Herrán, 2003). El método por excelencia para favo-
recerlo es la educación de la razón, que no toda ‘educación’
favorece. El cambio necesario de la educación es un cambio
radical basado en la complejidad, la universalidad y la con-
ciencia (A. de la Herrán, 2011). Además, un concepto rele-
vante es el de transdisciplinariedad, por su implicación para
favorecer una formación, una enseñanza y una investi gación
descondicionadas.
Palabras Clave: Complejidad, transdisciplinariedad, con-
ciencia.
I INTRODUCCIÓN:
Para cada vez más personas ya no es discuti ble que nos en-
contramos en un escenario de cambio de paradigmas. Se va
abandonando el modelo dual, positi vista y vectorial conocido
del pasado, y se va entrando en otro dialécti co, emergente y
moti vado por un futuro que sin relegar la prioridad del de-
sarrollo sea siempre más humano. Desde nuestra parti cular
lectura, este paradigma emergente no sólo se basa en la com-
plejidad (E. Morin (1988), sino además en la evolución y en la
conciencia (A. de la Herrán, 2003). A diferencia del viejo para-
digma, el paradigma emergente, por su misma condición de
emergente, no es percepti ble en su integridad, determinable
o controlable, entre otras razones por basarse en un proce-
so basado y que pretende el propio conocimiento, que a su
vez evoluciona. Esta evolución del conocimiento se desarrolla
desde coordenadas no lineales y por ende no comparables
en lapsos disti ntos o sucesivos. Lo hace de un modo irrever-
sible pero no gratuito en términos de mayor complejidad y
conciencia. El método por excelencia para favorecerlo es la
educación de la razón. No toda ‘educación’ la favorece, aun-
que así se llame. El cambio necesario de la educación es un
cambio radical basado en la complejidad, la universalidad y la
conciencia (A. de la Herrán, 2011). Además, un concepto re-
levante es el de transdisciplinariedad, por su implicación para
favorecer una formación, una enseñanza y una investi gación
descondicionadas. En el cambio actual la Pedagogía, como
ciencia de la educación por antonomasia, podría adquirir un
protagonismo especial.
II TRANSDISCIPLINARIEDAD: UNA APROXIMACIÓN CON-
CEPTUAL DESDE LA COMPLEJIDAD:
La transdisciplinariedad es congruente con la complejidad
intrínseca de todo fenómeno natural o social, investi gable o
enseñable. Enti ende que el fenómeno objeto de estudio pue-
de ser más completamente comprendido que a través de las
vías disciplinares. A parti r de aquí, no es infrecuente encon-
trar cuatro clases de posturas:
• Disciplinar dual: La que rechaza lo transdisciplinar, gene-
ralmente por miedo, desconocimiento, rigidez y por identi fi -
carse con un referente disciplinar ausente de duda.
• Disciplinar dialécti ca: La que desde una formación disci-
plinar comprende y apoya desarrollos transdisciplinares que
enti ende serios o rigurosos.
• Transdisciplinar dual: La que desde una identi fi cación con
lo transdisciplinar rechaza las propuestas disciplinares, por ig-
norancia, prejuicio y/o un fanati smo más o menos atenuado.
• Transdisciplinar dialécti ca: La que desde una identi fi ca-
ción con lo transdisciplinar valora y admira la disciplinariedad
y busca la complementariedad entre lo disciplinar, lo interdis-
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Complejidad, transdiciplinariedad y didácticaAgustín de la Herrán
Universidad Autónoma de Madrid
ciplinar y lo transdisciplinar, por un anhelo de conocimiento
no condicionado.
Varios autores - que aquí no podemos nombrar - a los que
se considera adalides de la transdisciplinariedad son expo-
nentes de la tercera postura. Ante esto debemos subrayar
que esta acti tud es dual, luego no es asimilable a una posición
transdisciplinar o compleja. Siendo así, ¿cómo superar la dua-
lidad disciplinar-transdisciplinar sin incurrir en descalifi cacio-
nes? Al menos, desde los siguientes argumentos:
• En primer lugar, no es posible detentar un enfoque trans-
disciplinar sin una previa y profunda formación disciplinar.
Con todo, cabe una consideración críti ca e indagatoria de este
enfoque, no sólo hacia las visiones disciplinares, sino también
a algunas interpretaciones transdisciplinares.
• La enseñanza y la investi gación evolucionan hacia una
mayor complejidad y desde ella hacia una mayor conciencia
de lo que tratan. Verifi can por tanto, para el conocimiento, la
“ley de la complejidad-conciencia” que en los años 30 al 55
del pasado siglo proponía P. Teilhard de Chardin (1984).
• Puesto que la transdisciplinariedad es el gran recurso
para responder a la complejidad de los cambios sociales des-
de el conocimiento, la creati vidad y el compromiso (F. Mayor
Zaragoza, 2010, p. 15), deducimos que la incorporación de la
transdisciplinariedad como orientación del conocimiento para
el sistema educati vo y parti cularmente para las universidades
es una normalidad esperable y de un senti do creciente, por
mor de la propia complejidad que lo moti va.
Lo transdisciplinar ‘sin lo’ disciplinar o ‘contra lo’ disciplinar
es pseudo, pura apariencia. Si el general Petain decía, según
el profesor Anselmo Romero Marín: “El que de algo sabe, ni
de ese algo sabe”, nosotros acotamos que ‘El que de muchos
algos sabe, si no sabe mucho de algo, es que nada sabe’. Lo
hemos dicho más veces: Supradisciplinariedad (multi , ínter,
trans y metadisciplinariedad), sí, pero disciplinada. Y el me-
jor siti o desde el que cabe el descubrimiento y posterior de-
sarrollo de la transdisciplinariedad es, desde luego, la propia
disciplina.
¿IDENTIDAD ENTRE LO DISCIPLINAR Y LO TRANSDISCIPLI-
NAR?
Pero intentemos ir más allá en el proceso de superación
de la dualidad: disciplinariedad-transdisciplinariedad desde
una perspecti va compleja. Partamos de la siguiente razón de
Morin (2001): “En lo que concierne a la transdisciplinariedad,
se trata de a menudo de esquemas cogniti vos que pueden
atravesar las disciplinas, a veces con una virulencia tal que las
pone en trance” (p. 158). Nuestra concepción de transdiscipli-
nariedad va más lejos que la de este autor: Si las disciplinas
están compuestas de temas, y todos los temas son intrínseca-
mente transdisciplinares, deducimos que cualquier disciplina
es ínti mamente transdisciplinar. Dicho de otro modo: Si se
indaga en la propia disciplina de referencia se puede desem-
bocar en lo transdisciplinar. En efecto, el concepto transdisci-
plinariedad es relati vo. Tan relati vo que pudiera considerarse
intra, sub o, sencillamente, disciplinarmente. Bastaría con
ahondar en cualquier asunto de ella para descubrir su com-
plejidad inherente, y de ahí inferir que el enfoque congruente
para su comprensión no es otro que transdisciplinar o incluyo
el superior (metadisciplinar).
Esto justi fi ca que, lógicamente y como consecuencia de
haber indagado mucho y bien, a lo largo de la historia de la
ciencia cohortes de cientí fi cos disciplinares hayan desembo-
cado en temas diversos –como la fi losofí a o la místi ca- sin
abandonar jamás sus disciplinas de referencia y precisamente
por ello. Son los casos de Heisenberg, Eddington, Pauli, Eins-
tein, Schrödinger... Un ejemplo más concreto es el de Eins-
tein y la enseñanza: Einstein sostenía que para enseñar una
disciplina era necesario profundizar en su conocimiento, y al
hacerlo descubriremos las claves de su didácti ca. De acuerdo,
pero sólo parcialmente, porque una cosa es desembocar en
la enseñanza y otra disponer de un conocimiento didácti co
sufi ciente. Lo que media entre ambos es ya no sólo conoci-
miento, sino humildad y voluntad para la formación de ese
nuevo conocimiento. Ésta es una invitación a refl exionar en
esta aparente paradoja como metodología de educación de
la razón aplicable formación inicial o conti nua de profesores
e investi gadores.
La dualidad disciplinar-transdisciplinar pareciera ser si-
multáneamente una realidad y un arti fi cio, una evolución,
una obviedad y una menti ra. Por ello se supera también al
contemplar su efecto en la propia formación del cientí fi co y
del docente. Consideramos que la transdisciplinariedad es
una orientación cientí fi ca y didácti ca que nace de una for-
mación aplicada al conocimiento. De ella emana un enfoque
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ciplinar por un anhelo de conocimiento una perspectiva compleja Partamos de la siguiente razón de
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comprensivo y una acti tud del investi gador o del docente que
puede contribuir a un cierto redescubrimiento interno de las
disciplinas. Pero además es un fenómeno de enfoque exter-
no y supradisciplinar no incompati ble con la disciplinariedad
tradicional. Bien entendido, desemboca en una convergencia,
encuentro e incluso identi fi cación. Del mismo modo, cabe
culminar una circunferencia rodeándola o dirigiéndonos a su
centro. Porque, del mismo modo a que toda disciplina inevita-
blemente parti cipa de otras o desemboca en otras, todos los
temas parti cipan de todos al menos en un grado insignifi can-
te. Siendo así, pudiera concluirse con que el enfoque transdis-
ciplinar no sólo es el enfoque natural, sino que es el enfoque
de enfoques, una de cuyas lecturas es la disciplinar. Una ana-
logía: Es como concluir con que la adición es una operación
matemáti ca, de modo que esa forma de calcular la realidad
- la adición - es sólo un modo entre varios de reducir la com-
plejidad a comprensión parcial.
III TRANSDISCIPLINARIEDAD E INVESTIGACIÓN
LA TRANSDISCIPLINARIEDAD COMO EXPERIENCIA
Para el neurocientí fi co J.A. Calle (1999), la característi ca
más signifi cati va de la perspecti va transdisciplinar en un en-
cuentro cientí fi co es que el conjunto de conocimientos de
parti da de los investi gadores trans se modifi ca y enriquece
signifi cati vamente, de modo que cada uno de los parti cipan-
tes termina con su acervo enriquecido. Todo lo contrario a los
casos de investi gaciones [sólo] multi o interdisciplinares, en
las cuales las acomodaciones en este senti do son nada o es-
casamente signifi cati vas, porque, aun en el caso de poner en
común, la confl uencia de aportaciones se queda en un estado
de mezcla, sin alcanzar el de combinación. La problemáti ca
se reduce, pues, una vez más, a una cuesti ón de acti tudes de
apertura y de sensibilidad investi gadora.
Lo transdisciplinar se experimenta de un modo peculiar. El
enfoque transdisciplinar del conocimiento y de la educación
se puede experimentar de un modo más funcional, menos
dual o más sintéti co y abierto que el disciplinar. Potencial-
mente, admite y se nutre de más complejidad potencial que
lo inter o lo disciplinar, porque en niveles avanzados de desa-
rrollo los pueden incluir. Un ejemplo histórico centrado en la
formación: la Residencia de Estudiantes liderada por Alberto
Jiménez Frau y promovida desde la Insti tución Libre de En-
señanza favorecía espacios de encuentro e intercambio mul-
ti disciplinar e interdisciplinar entre jóvenes cientí fi cos resi-
dentes de diversas adscripciones: desde Medicina a Geología,
desde Matemáti cas a Música. Pero todos ellos compartí an y
desarrollaban un proyecto transdisciplinar de carácter peda-
gógico: el desarrollo nacional desde la educación, generado
por Giner de los Ríos y Cossio.
TRANSDISCIPLINARIEDAD E INVESTIGACIÓN
Un analógico de la investi gación transdisciplinar podría ser,
para las perspecti vas más rudimentarias, una rueda de carro
(investi gación atendida por todos), con sus radios interdepen-
dientes y su cubo (tema común). Para los casos más evolucio-
nados, un tornado (A. de la Herrán, 1999), que avanza girando
hacia senti dos imprevisibles y durante un lapso incierto, ab-
sorbiendo y ensartando toda clase de elementos y cambiado
la confi guración de la superfi cie del terreno a su paso.
Cuando un diseño de investi gación transdisciplinar co-
mienza a desarrollarse, el objeto de investi gación se ati ende
en todas sus facetas y casi se hace sujeto acti vo y autónomo
que requerirá conocimientos y procesos de disciplinas diver-
sas para su sati sfacción. Es entonces cuando la formación dis-
ciplinar de los investi gadores tendrá que estar a la altura de
la circunstancias. Por esta razón, lo lógico es que una inves-
ti gación transdisciplinar sea planteada y desarrollada desde
un equipo multi disciplinar abierto a la transdisciplinariedad o
capaz de colocar su saber e intenciones en función del tema
investi gado.
En las investi gaciones transdisciplinares no sólo se com-
parte un contenido, sino que son los propios temas los que
se transforman en epicentros gravitatorios o en ejes deduc-
ti vos de conocimientos que van acoplándose de la manera
más completa, lógica y natural. En las investi gaciones trans-
disciplinares el objeto y problemas de investi gación pueden
cambiar o redefi nirse a medida que el complejo proceso de
investi gación transcurre: mutan las ópti cas, las creencias, las
perspecti vas, las técnicas, los prejuicios, la velocidad lectora
comprensiva, la escritura producti va, la creati vidad.
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ctitud del investigador o del docente que Jiménez Frau y promovida desde la Institución Libre de En
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LA EXPERIENCIA DEL INVESTIGADOR TRANSDISCIPLINAR
Lo transdisciplinar, desde su lectura epistémica, no pue-
de considerarse de una forma separada del conocimiento. El
conocimiento, todo conocimiento, es intrínsecamente emo-
ti vo, lógico, creati vo, éti co, complejo y evoluti vo. Por eso nos
atrevemos a califi carlo con el nombre un tanto impreciso de
transdisciplinar. Estamos diciendo que el conocimiento es in-
trínsecamente transdisciplinar, como es intrínsecamente ‘du-
doso’ (B. Russell) o creati vo (A. de la Herrán, 2008). Así pues,
tomamos lo transdisciplinar, desde su dimensión cognosciti -
va, como característi ca del conocimiento –como pueda serlo
también la creati vidad- y del modo natural de inquirir en la
naturaleza.
A parti r de lo anterior, una experiencia con énfasis en la
transdisciplinariedad es un proceso de conocimiento intenso,
y por ende puede ser la permanente antesala de una cons-
trucción cerebral condicionante. Por tanto o dicho de otro
modo, ante diseños de investi gación transdisciplinares, el in-
vesti gador no sólo debe actuar para conocer, sino que debe
estar dispuesto a cambiar. Es más, ese cambio será básico
para el impulso del proceso complejo en sucesivos niveles de
descubrimiento, creati vidad y de generación de conocimien-
to. Por tanto, uno de los efectos o dimensiones en una buena
investi gación transdisciplinar es que la experiencia y los cono-
cimientos de los investi gadores cambien. Las fuentes de ese
cambio posible vienen determinadas por los demás investi ga-
dores, principalmente por el sesgo de su disciplina y enfoque,
el interés del equipo y la voluntad de trabajo mantenido de
todos. Suele ser notable el conjunto de demandas de conoci-
miento y de perspecti vas renovadas –tanto para el proyecto
en curso como para las disciplinas de origen- nacidas de la
lógica interna de los contenidos, procesos y nuevas relaciones
tendentes siempre a la complejidad.
Algunas grandes investi gaciones transdisciplinares, por
estarse basadas en un proceso de aprendizaje por descubri-
miento ramifi cado y comparti do, no ti enen duración determi-
nada. En las investi gaciones transdisciplinares duraderas, los
investi gadores pueden difuminar hasta tal punto su discipli-
nariedad de parti da que pueda decirse que han dejado de ser
sólo pedagogos, ingenieros, psicólogos, fí sicos, teólogos, bió-
logos, etc. Este fenómeno autoformati vo, lejos de consti tuir-
se en un problema de identi dad, es un éxito didácti co, que a
veces puede parecerse más a una respetable (proto)sabiduría
que a otra cosa.
ÁMBITOS TRANSDISCIPLINARES
En ocasiones, los temas transdisciplinares son atendidos
por numerosos investi gadores de diversas disciplinas, de
modo que pueden consti tuirse en corpus de enti dad y dimen-
siones superiores –líneas de investi gación, investi gadores, pu-
blicaciones, investi gaciones, proyectos, presupuestos, etc.) a
una disciplina dada. Por ejemplo, la conciencia, el ego huma-
no, la muerte, la universalidad, el currículo, la creati vidad, etc.
pueden ser ejemplos de ello.
En tanto que el conocimiento llama siempre a más conoci-
miento, la transdisciplinariedad puede estar relacionada con
otros programas de investi gación cientí fi ca, enfoques episte-
mológicos e incluso nuevos paradigmas. Aun más: en toda
regla, los enfoques y conjunto de contenidos transdiscipli-
nares son los que, hipotéti camente, de un modo más rápido
podrían actuar como orígenes o lechos de paradigmas, como
por ejemplo es éste de la complejidad, desde y hacia el que se
comparte metodología (meta)transdisciplinar.
TRANSDISCIPLINARIEDAD Y EGOCENTRISMO EPISTEMO-
LÓGICO
Desde un punto de vista organizati vo, normalmente lo ín-
terdisciplinar requiere asociaciones y cooperación funcional
de investi gadores de áreas y departamentos adyacentes, que
normalmente se encuentran en el mismo centro universitario
o en otros afi nes. Lo transdisciplinar, además, puede abrir vías
de cooperación y de áreas, departamentos o centros episte-
mológicamente cercanos y distantes. Bebe de otras aguas, de-
mostrando o recordando, no sólo que las suyas son potables,
sino que el alejamiento entre ellas es en muchos casos una
arbitrariedad. Ante ello, la difi cultad provendrá tanto del indi-
viduo y su inteligencia - bien abierta, tolerante, ‘disciplinariza-
da’ o reacia a esas aperturas y a esas conexiones que se salen
de los cauces tradicionalmente establecidos por cada discipli-
na y para ella- como de la cultura condicionante - disciplinar,
departamental, insti tucionalista, sinceramente orientada al
conocimiento, aparente o menti rosa, etc.-.
Es posible el sesgo y mal uso de los ámbitos transdiscipli-
nares. Con frecuencia, una disciplina parti cipa más que otras
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en un tópico o investi gación transdisciplinar. La mentalidad
disciplinar lo uti lizará para engordar o fortalecer la disciplina
de parti da, entendiéndolo como un contenido. Pero eso no
signifi cará en ningún modo que ese tema sea un contenido
de aquella disciplina, o que lo sea menos de otras, porque
no es de ninguna al nutrirse de todas las que tengan mucho
que investi gar y que decir de él. El problema asociado es que
puede acabar vinculándose desde el punto de vista de otras
disciplinas ajenas y desde la propia sociedad. Un ejemplo
concreto es la acti tud parcial de algunos psicólogos hacia la
creati vidad, que identi fi can ‘creati vidad aplicada’ con ‘Psico-
logía de la creati vidad’. Pero la creati vidad aplicada será tanto
o más objeto de estudio de la Pedagogía, de la Empresa, del
Arte, etc., y todo intento de encerrarla o de apropiársela no
signifi cará más que exceso de egocentrismo colecti vo y défi cit
de formación cientí fi ca aplicada.
Si cualquier tema bien comprendido es intrínsecamente
transdisciplinar, la esperanza y la miseria pueden quedar en-
trelazadas, según el punto de vista (conocimiento interpreta-
ti vo) del observador. Mirando el vaso medio lleno, he aquí,
por ejemplo, la causa en la esperanza de estudio con un enfo-
que de complejidad que ofrece nuevas posibilidades internas
y externas. Contemplándolo medio vacío, aparece la posibili-
dad de mal uso - engaño, pedantería, obviedad, nueva moda
suplantadora- de lo que tan sólo debería equivaler a reto
formati vo. La clave está, pues, en el conocimiento y el riesgo
mayor radica en el egocentrismo de los usuarios. Así, hacia
la transdisciplinariedad - como hacia cualquier otro tema-
pueden desarrollase mentalidades (didácti cas y cientí fi cas) o
formas de entenderla, experimentarla y vivirla similares a las
que en otro lugar propusimos para la creati vidad (A. de la He-
rrán, 2008): se puede vivir a costa de la transdisciplinariedad,
con ella, para su enriquecimiento o desde ella para la mejo-
ra personal y social. De estas posibilidades, tomemos como
ejemplo para realizar algún comentario algunos casos de mal
uso colecti vo promovido por egocentrismo colecti vo. Con
frecuencia, el mal uso es colecti vo, y se gesta desde círculos
cientí fi cos o colegios invisibles que ti enden a marcar la pauta
normal, incluidas las condiciones de cierre y apertura. Por lo
que respecta a la transdisciplinariedad, los círculos puede ser
de dos ti pos básicos: disciplinares y transdisciplinares:
• Los círculos disciplinares suelen proceder interpretando
el tema transdisciplinar como un tópico recurrente de la disci-
plina, de modo que les puede servir para crecer a su costa.
• Los círculos transdisciplinares suelen proceder adqui-
riendo el papel de líderes o adalides de los conocimientos
rectores de la investi gación o la enseñanza en ese campo, de
modo que ti enden a monopolizarlo y a sentar cátedra para los
demás. Por tanto, incluyen una acti tud normalizadora que se
termina consti tuyendo como un núcleo de ciencia normal que
podrá taponar o fi ltrar desde ese momento las contribuciones
de otros investi gadores ajenos a ese círculo, con notable inde-
pendencia de su calidad. Es el caso de una transdisciplinarie-
dad cerril o no compleja, dual o pseudotransdisciplinariedad.
Otro error de ambas clases de círculos, asociado a su éxito
relati vo, es la pérdida de referencia respecto a las disciplinas
de parti da. Es a lo que hemos llamado “transdiscipinarismo”
que conduce a quedarse atrapado en lo sustanti vo de sí mis-
ma, perdiendo de vista por completo a lo verbal. La historia
de la ciencia nos muestra que esto puede ocurrir. ¿Por qué
razones? Quizá por un lado por la falta de formación, de otro
por el exceso de vanidad o egocentrismo y de otro por un
défi cit de universalidad en la organización del conocimiento
cientí fi co, en ámbitos de investi gación y en las universidades.
Además, los sistemas de evaluación de la calidad de la pro-
ducción cientí fi ca centrados en los índices de impacto y en la
cita mutua refuerzan más los ecos de ‘investi gadores bucle’
pertenecientes a círculos consolidados de ciencia normal que
las voces de ‘investi gadores espirales’, heterodoxos o contri-
buyentes desde la refl exión y la hermenéuti ca independiente.
Junto a ello, hay quien ti ene más infl uencia y sabe vender me-
jor sus ideas (Sternberg, 2001). Pero los círculos son fi guras
geométricas planas, enti enden poco y les interesa menos la
tercera dimensión de la razón cientí fi ca (complejidad-con-
ciencia), que es para nosotros el efecto más importante de la
educación y de la formación humana.
En síntesis, sugerimos no aferrarse al interés parti cular (del
investi gador o de la propia disciplina), y desarrollar una ac-
tuación responsable que pretenda proceder desde la trans-
disciplinariedad hacia el desarrollo de la ciencia, porque lo
que la justi fi ca -por lo que al conocimiento se refi ere-, es la
posibilidad de acortar la distancia entre el fenómeno y el co-
nocimiento del fenómeno, vía complejidad, para el bien del
ser humano. La complejidad es una característi ca de la natu-
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raleza y de todo lo que la naturaleza conti ene. Al aplicar una
herramienta metodológica profundamente sintonizada con
ella debemos devolverle recreación humanizada. Cuando se
procede desinteresadamente, cientí fi camente, los intereses
terminales centrados en la transdisciplinariedad se disuel-
ven, permaneciendo sólo los instrumentales, porque la luna
se deja de confundir con el dedo que la apunta. Del mismo
modo, al uti lizar un bolígrafo o un ordenador, dejamos de mi-
rarlo y de fi jarnos en él para concentrarnos sobre el objeto de
nuestro trabajo.
IV TRANSDISCIPLINARIEDAD Y ENSEÑANZA
CARACTERÍSTICAS DE LO TRANSDISCIPLINAR EN EDUCA-
CIÓN
¿Cuáles son las característi cas de lo transdisciplinar? Lo
transdisciplinar es a la vez epistemológico y epistémico. Pue-
de hacer referencia tanto a los fundamentos y métodos del
conocimiento cientí fi co como a la propia estructura y modo
de proceder de la razón. Las característi cas principales de
este modo de entender y afrontar la realidad proceso son la
apertura, la complejidad técnica y humana, la fl exibilidad, la
imprevisibilidad de sus requerimientos, la emergencia de sus
planteamientos y procesos.
El enfoque transdisciplinar es capaz de redefi nir necesida-
des educati vas y a vincularlas a aspectos tanto demandados
como desatendidos, a cuesti ones urgentes y a retos perennes
que trascienden la noción de competencia. Por tanto, no per-
manece sólo en las necesidades y retos de UNESCO relati vos
a saber, saber hacer, saber ser, etc. (J. Delors, 1996), sino que,
desde un referente de complejidad y conciencia más amplio
y ambicioso, identi fi ca anhelos de ser más para ser mejores
personas desde y para la evolución humana. Por tanto, por
encima de cualquier sistema educati vo nacional, porque es
capaz de anhelar y concretar un proceso de humanización
que no acaba en nosotros ni en lo entendido como ‘nuestro’.
La comprensión transdisciplinar quizá se pueda identi fi car
con lo sustancial del método universal de Jacotot, que propo-
ne la conveniencia de aprender una cosa y todo lo relacionado
con ella, del modo siguiente: “Sepamos una cosa y relacione-
mos con ella todo lo demás” (en Á. Gervilla Casti llo, 1989, p.
161). Este enfoque didácti co globalizado se apoya en una for-
ma natural de comprender la realidad y más específi camente
la realidad que más nos interesa. Tradicionalmente, desde los
trabajos de O. Decroly, ha sido objeto de aplicación pedagógi-
ca en la enseñanza de niños menores de 7 años. Busca com-
prender sincréti camente y expresas ese conocimiento globa-
lizado de todos los modos posibles, antes de que la escuela
y los currícula ofi ciales organicen el conocimiento objeti vo e
interpreten la realidad a través de un currículo de estructura
disciplinar. Este enfoque didácti co es realizable en todos los
niveles, incluido el universitario, pero al desarrollado con pos-
terioridad al disciplinar es al que se considera con propiedad
transdisciplinar. Así, a parti r de una formación disciplinar se
pueden desarrollar técnicas de enseñanza transdisciplinares,
como los proyectos, el estudio de caso, el aprendizaje basado
en problemas, las inmersiones temáti cas, etc.
Lo normal en niveles secundarios o universitarios es que
las insti tuciones educati vas hayan procurado una sati sfacción
disciplinar del conocimiento. El problema aparece temprana-
mente con algunos estudiantes con una creati vidad más des-
pierta e inquieta, y en no pocas ocasiones con consumados
especialistas. Pueden experimentar algo que les es común: la
formación disciplinar adquirida puede insati sfacer su necesi-
dad de conocimiento, sobre todo cuando con ella se cruzan
temas cuyo conocimiento requiere apertura a la complejidad,
fl exibilidad y nuevo estudio. Esta necesidad de saber evoca en
estas personas la forma natural en que su conocimiento se de-
sarrolló en su niñez, y el que quizá inconscientemente (Jung)
añora. En estos casos, quien parte de una sólida formación
disciplinar se encuentra en mejores condiciones de proseguir
en indagaciones más complejas. En caso contrario, puede que
la incursión transdisciplinar resulte subjeti vamente sati sfac-
toria, pero no para la enseñanza o para la investi gación. En
otros casos, pueden verifi carse procesos de identi fi cación o
de fi delidad al ámbito disciplinar mal entendida, lo que puede
favorecer investi gaciones multi disciplinares o interdisciplina-
res pero indisponer para la investi gación transdisciplinar y a
una enseñanza orientada de este modo.
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COROLARIO: ENSEÑANZA CONDICIONADA Y ENSEÑANZA
COMPLEJA
Lo anterior nos permite diferenciar entre enseñanza con-
dicionada o dual y enseñanza compleja, desde marcos di-
dácti cos disciplinares o transdisciplinares. Entendemos por
enseñanza condicionada aquella que se desarrolla desde uno
o más enfoques o explicaciones del fenómeno a tratar. Al ha-
cerlo, no está abierta a propuestas desde otras perspecti vas
-tanto de colegas como de los alumnos-. Se caracteriza por
la dualidad, la incapacidad para la dialécti ca o la tendencia a
entrar en confl icto con las declaraciones o argumentos desde
otros enfoques o explicaciones. Está apegada a lo que enti en-
de que debe comunicarse. De aquí que experimente que ‘dar
contenidos’ es ‘ir progresando en la materia’. El contexto de
la comunicación didácti ca no suele saber ni querer integrar
contribuciones (preguntas, comentarios, divergencias, etc.)
de los alumnos, si éstas surgen de propuestas no compati bles
con el enfoque docente. En los casos más extremos es intole-
rante y no forma, adoctrina.
La enseñanza compleja sería aquella que no se desarrolla
desde uno o más enfoques del fenómeno a tratar, sino desde
todos los posibles. Para ello propone “síntesis vinculares o re-
lacionantes” –que en el caso concreto podría ser un enfoque
eclécti co- o “síntesis envolventes” (A. de la Herrán, 2003) –por
ejemplo, desde enfoque sistémico o total-. En todo caso, parte
de dos premisas: 1ª) Cada enfoque asocia un modo entre va-
rios de percibir el fenómeno. 2ª) El anhelo epistémico consis-
te es que el conocimiento del fenómeno se aproxime lo más
posible al fenómeno. Por tanto, el ideal del enfoque complejo
en contextos explicati vos no es desarrollarse desde enfoques,
sino desde el fenómeno mismo. Por tanto, está abierto a toda
contribución desde cualquier enfoque, que siempre percibe
como aprovechable. Normalmente, recicla las contribuciones
de los alumnos, las sitúa entre otras valorando su originalidad
y comunica a la vez su valor relati vo desde una percepción
global o distanciada.
En principio, podríamos caer en la tentación de identi fi car
el enfoque complejo como transdisciplinar. Pero nuestra pro-
puesta lo pone en duda. En efecto, es posible que una pers-
pecti va transdisciplinar esté condicionada –por ejemplo, por
un modo dual o no complejo de comprender la transdiscipli-
nariedad, que la opone a otros discursos-. Y podría darse un
enfoque disciplinar desde el fenómeno, o sea, muy abierto y
consciente de la complejidad, en cuyo caso podría califi carse
como disciplinar-complejo. Desde esta perspecti va de com-
plejidad las opciones duales no serían objeto de oposición,
sino de complementariedad o incluso de reconocimiento de
su valor relati vo. En síntesis, caben varias posibilidades, repre-
sentadas en el siguiente cuadro de doble entrada:
Disciplinariedad Transdisciplinariedad
DualidadDisciplinariedad
dual
Transdisciplinariedad
dual
ComplejidadDisciplinariedad
compleja
Transdisciplinariedad
compleja
Tabla: Relaciones entre la dualidad, complejidad, disciplinariedad y trans-
disciplinariedad en la enseñanza
(Fuente: Elaboración propia.)
V CONCLUSIÓN: FINALIDAD ORGÁNICA DEL ENFOQUE
TRANSDISCIPLINAR
El enfoque transdisciplinar ti ende a alcanzar su fuente -el
conocimiento mismo- y, desde él, a todas sus producciones y
expresiones. Por tanto, si de conocimiento se habla, lo trans-
disciplinar está implícito -como el volumen sumergido del
iceberg respecto al propio iceberg, que a su vez fl ota en un
fl uido que molecularmente es idénti co a sí-. Esta tendencia
se vale con frecuencia de metáforas úti les -como la compleji-
dad- para construir su fuente -el cerebro humano- con el fi n
de anhelar ponerse a su altura potencial. Dicho de otro modo
y como hemos desarrollado en otro lugar -Herrán, 2000-,
nuestra razón condicionada e inmadura pareciera no estar a
la altura de nuestro cerebro. Por tanto el ser humano busca
puertas e impulsos que le conduzcan a ser lo que es, como
decía Píndaro. La transdisciplinariedad pudiera ser un acceso
y una metodología polivalente -investi gati va, didácti ca, profe-
sional, social, etc.- esperanzadora. No hemos hecho más que
empezar, y eso sólo lo han empezado a practi car algunos. Y sin
embargo, estas posibilidades jamás debieran consti tuir una fi -
nalidad de primer orden. La fi nalidad de primer orden -y por
ello es tan importante la Pedagogía, como ciencia holísti ca- es
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la formación y el crecimiento personal y social, en términos
de pérdida decidida de inmadurez (prejuicio, dualidad, rigi-
dez, miedo, egocentrismo) y ganancia de conciencia y de co-
herencia, como efecto de conocimiento.
Con esta caución, la transdisciplinariedad es suscepti ble
de expresión y aplicación a la enseñanza y a la investi gación.
Piénsese, por ejemplo, en los temas y competencias trans-
versales o comunes a la prácti ca totalidad de las materias,
abordables desde ellas si la moti vación básica es la búsque-
da de relaciones o la formación de los estudiantes. Y además
piénsese en los temas radicales o perennes (Herrán y Corti na,
2006): imperati vos formati vos no demandados -Pedagogía de
la muerte, Didácti ca del autoconocimiento, Educación para la
universalidad, Educación para el descondicionamiento, con-
ciencia de humanidad, etc.- sin los cuales el ser humano des-
ati ende su interior, algo que la Pedagogía no se puede permi-
ti r, a riesgo de dejar de ser Pedagogía.
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E n el marco de la comprensión lectora, el pre-
sente artí culo se propone describir el proceso
lector desde el enfoque interacti vo, destacar
la importancia de las habilidades de comprensión textual
para el desempeño del alumno a lo largo de su carrera
terciaria y en especial en la etapa de su ingreso, propo-
ner estrategias lectoras y considerar la relevancia de los
aportes metodológicos para la orientación bibliográfi ca
en cada uno de los espacios disciplinares de la formación
docente.
Hasta muy avanzado el siglo XX, en la enseñanza formal
se pensó que el aprendizaje de la lectura terminaba en los
primeros grados escolares, en el momento justo en el que el
alumno había alcanzado las habilidades básicas de decodifi -
car letras, palabras y frases de corte literal. A parti r de allí,
el docente asumía la tarea de enseñar a comprender y para
ello, solicitaba la ejecución de una serie de acti vidades ais-
ladas: elaborar una secuencia de acciones, subrayar ideas
principales, buscar en el diccionario el signifi cado de voces
desconocidas, etc. Con ellas, se daba por cumplida una de
las misiones elementales de la escuela: Enseñar a leer. Se en-
tendía entonces que dominar esas habilidades era sinónimo
de comprender.
Pero los aportes de la psicología cogniti va de la década del
70 modifi can y superan tal postura. En primer lugar, sosti e-
nen que la lectura supone un proceso de pensamiento acti vo
y lo caracterizan como una acti vidad cogniti va realizada por
un lector que, durante ese proceso, construye una represen-
tación mental del texto semejante, tal vez idénti ca y hasta
trascendente de la que intentó transmiti r el autor. Esta idea
deja en claro que:
• El senti do de la lectura no surge exclusivamente del tex-
to, sino de los conocimientos de los que el lector disponga.
• El lector es parte acti va y efi caz en la construcción del
signifi cado del texto.
• Leer y comprender son acti vidades simultáneas que no
pueden ser desvinculadas.
Así entendida, la lectura presupone un proceso mucho más
complejo que la mera decodifi cación. Si bien no podemos ig-
norar que la comprensión literal es el ingreso necesario para
construir el signifi cado de lo que se lee, debemos entender
que no es sufi ciente para lograr dicha construcción. En la
realidad, la comprensión implica la interacción de los procesos
cogniti vos complejos, mediante los cuales el lector relaciona
ya desde el inicio el contenido del texto con el conocimien-
to de mundo que posea, con sus saberes previos, a parti r de
esto realizará inferencias y construirá el signifi cado de lo que
leyó. Pero si en este proceso están involucrados tanto el
lector como el texto (porque de hecho hay un principio
de colaboración entre éste y su lector), también debe ser
considerado el contexto o el conjunto de factores extralingüís-
ti cos que pueden aparecer. ¿Qué sabe ese lector sobre lo que
va a leer y está observando? ¿Qué expectati vas ti ene sobre
el tema, el tono empleado, el modo textual de presentación,
el género discursivo, el ti po posible de lenguaje? Este lector
puede acti var previamente determinadas informaciones que
tenga en disponibilidad y que le posibiliten anti cipos, predic-
ciones o formulaciones de hipótesis sobre lo que después lee-
rá. En su memoria de largo plazo (MLP) se encuentra tanto la
totalidad del sistema gramati cal adquirido, como la del lexical,
más toda la experiencia lectora que se ha ido acumulando a
lo largo de su vida y que permanece grabada en esquemas
de conocimiento, los cuales obran como organizadores de la
información en forma estructurada conformando su capital
cogniti vo. Con este capital, un lector experimentado integrará
lo que el texto dice, lo que calla y por lo tanto deberá inferir o
leer entre líneas. Lo explícito y lo implícito habrá de ser cap-
tado en un amplio proceso comprensivo porque el texto se le
abrirá en un universo de signifi cación.
Pero si bien inicialmente se han destacado los conocimien-
tos previos sobre las temáti cas referenciales y sobre el siste-
ma lingüísti co, también van a cobrar importancia el propósi-
El proceso lector y la compresión en el nivel superiorMirta Sofía González de RomeraInstituto Superior Frédéric Chopin
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to y el ti empo del lector. ¿Efectuará una lectura eferente o
se dispondrá a una lectura estéti ca? ¿Qué información está
buscando, qué datos puntuales quiere extraer? ¿De cuánto
ti empo dispone para su lectura? Esta situación comunicati va
determinará cómo ha de leer ese texto. Una lectura rápida
(skimming) dará como resultado una idea general, mientras
que una lectura atenta, detenida (scanning) seleccionará de-
terminados datos, los que sean de su interés.
Ya en el texto y una vez iniciada su primera percepción, el
lector explora las líneas impresas a través de fi jaciones suce-
sivas asimilando palabra a palabra la información renovada.
La memoria de corto plazo (MCP) ahora es relevante para la
comprensión. Las palabras ya leídas desparecen, pero reteni-
das unos instantes son relacionadas con las siguientes, mien-
tras se va elaborando la representación mental del texto. Si
faltan datos que debió aportar la MCP, el lector debe volver
atrás a fi n de recuperarlos para posibilitar el procesamiento
adecuado. Simultáneamente, la información se completa con
los aportes del almacén de la MLP y las operaciones cogniti -
vas permiten relacionar datos en todos los niveles textuales.
Entretanto, el lector estará en condiciones de ir verifi cando o
recti fi cando el signifi cado que previamente se había plantea-
do. La información ahora obtenida moti vará la formulación de
nuevas hipótesis sobre lo que todavía no ha sido leído. Cuan-
do la acti vidad concluya, podrán aparecer todas las inferen-
cias posibles disti nguiéndose (Cunningham, 1990) las lógicas,
o emergentes del texto y las pragmáti cas, o generadas por el
conocimiento del mundo lector.
La esencia de la comprensión desde el planteo psicolin-
güísti co radica en el procesamiento de datos textuales desde
la interacción entre lo sabido o ya dado y lo nuevo: un pro-
ceso que, encadenado, va obrando en progresión temáti ca e
introduciéndose en la conecti vidad profunda, va recorriendo
por entero la estructura textual, moti vando inferencias que
le permiten atribuir al lector una signifi cati vidad desde todas
las pistas lingüísti cas y paralingüísti cas que el texto le pudo
aportar.
El lector como sujeto acti vo, rearma las piezas signifi cati vas
que el texto le ha brindado, uti liza las marcas o instruccio-
nes recibidas, construye entramadas relaciones semánti cas y
logra una representación mental del texto leído. Su lectura
ha sido efi ciente y un lector efi ciente es aquel que domina
una estrategia lectora, ti ene acceso libre a la cultura escrita, al
aprendizaje y al desarrollo de capacidades cogniti vas superio-
res como la refl exión, la críti ca y la metacognición.
La Lectura en el Nivel Superior
¿Cuentan los alumnos del nivel superior con las herramien-
tas sufi cientes para avanzar en el proceso de producción de
senti do con una perspecti va críti co-refl exiva sobre lo leído?
¿Están en condiciones de apropiarse del sistema conceptual,
metodológico y de las prácti cas discursivas de cada uno de los
espacios curriculares?
La insati sfacción que manifi estan los docentes en general
acerca de la lectura defi ciente y de la indiferencia de los alum-
nos en tal senti do, demuestra que es necesario replantear la
dinámica del aprendizaje y acti var mecanismos para reverti r
la situación, ya que es fundamental internalizar en cada uno
de ellos la idea de que la prácti ca de la lectura es esencial en
el desempeño de cualquier acti vidad disciplinar que inicie,
que su mejor formación devendrá de un proceso en el que
deberá tener parti cipación acti va y que como aprendiz no es
un simple depositario del saber que el docente le transmite
oralmente en sus clases y que registra en sus apuntes, sino
que debe construir sus saberes con una perspecti va críti co-
refl exiva que, en principio, sólo como lector de la bibliografí a
proporcionada por la cátedra puede alcanzar.
A su vez, desde la docencia se observa la necesidad de
orientar las habilidades lectoras, no limitándose a seleccio-
nar y encomendar lecturas domiciliarias, sino por sobre todo
a explicar por qué moti vos debe abordarse el texto que se
ha propuesto, aclarar qué aporta el mismo, cómo efectuar su
lectura, indagar qué sabe el alumno al respecto, plantear qué
debe descubrir a través de guías de lectura que hayan sido
elaboradas con estrategias cuyos interrogantes impliquen res-
puestas inferenciales.
No se trata de “bajar el nivel” ni de “secundarizar” la en-
señanza superior sino de procurar hacer circular el libro en
el aula, acercar e inducir su lectura y luego andamiarla, para
que el joven no sienta el desánimo frente a una acti vidad para
la que no está preparado, para que alcance a vislumbrar la
oportunidad de aprender a aprender en una comunidad aca-
démica disti nta de la que proviene, para que tenga voluntad y
confi anza en el sistema, se esfuerce y siga adelante.
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Al respecto, las palabras de la Dra. Paula Carlino son es-
clarecedoras: (…) “Desprovistos de un marco conceptual y de
categorías de análisis para ‘fi ltrar’ la masa bibliográfi ca que
encuentran, los lectores-alumnos no logran sostener la nece-
saria perseverancia de leer y releer para entender. Y muchos
abandonan. Parto de la postura de que promover la autono-
mía lectora no se logra imponiendo de entrada condiciones
de lectura independiente, ya que al comienzo, incluso en la
universidad, la falta de orientación resulta contraproducente
para el fi n que se quiere lograr, porque desalienta los intentos
y no permite que los alumnos se forjen los recursos con los
que afrontar las difi cultades. Por el contrario si queremos un
lector que pueda autorregularse es preciso que en un primer
momento lo ayudemos desde afuera, es decir, desde nuestro
conocimiento de los textos que damos para leer. El pasaje de
la hetero a la autorregulación se irá produciendo en la medi-
da en que los alumnos puedan ir apropiándose de los instru-
mentos para la comprensión lectora que podamos brindarles
como docentes. Y este proceso es muy gradual, porque lo que
está en juego no es aprender técnicas lectoras sino incorpo-
rarse a una comunidad académica con sus propios modos de
producir y de interpretar los textos de su dominio” (Carlino,
2005: 74)
En el Nivel Superior y en el campo de la actualización for-
mati va, el Diseño Curricular de Carreras de Formación Docen-
te, con buen criterio, ha puesto en marcha a parti r del año
2009, los Talleres de Lectura, Escritura y Oralidad con la in-
tención de que el estudiante tenga posibilidades de avanzar
“en el proceso de producción de senti do que implica la lec-
tura de cualquier texto escrito, como así también refl exionar
sobre las propias prácti cas de escritura con el propósito de
lograr el afi anzamiento como escritor autónomo” (D.C., 2009,
Resol. 30) Señala además que los textos que se propongan
estarán arti culados con contenidos y materiales de lectura de
los espacios de 1er. año de la carrera, desarrollando, sistema-
ti zando y refl exionando sobre la apropiación de prácti cas de
lectura en general. Pero dado que cada disciplina ti ene su ló-
gica, su organización, su propio código, su sistema conceptual
y metodológico, el marco orientador expresa que es deseable
que “todos los espacios curriculares asuman las parti culari-
dades de los textos académicos propios de la especialidad”
(D.C., Resoluc. Nº 30, 2009). De modo que desde el equipo
docente, se debe entender que en su corresponsabilidad re-
side la mejor respuesta a los saberes que se requieren para
que cada estudiante se sienta artí fi ce de su propio proceso
de formación.
En algún senti do, la propuesta de la Dra. Carlino fue fructí -
fera pero conti núa vigente:
“Para evitar el abandono de buena parte de los ingresan-
tes y para ayudar a desarrollar el pensamiento de quienes
permanecen, es indispensable que los profesores de todas las
materias compartamos una responsabilidad:
• Enseñar los modos específi cos de nuestras disciplinas so-
bre cómo encarar los textos, explicitando nuestros códigos de
acción cogniti va sobre la bibliografí a.
• Hacer lugar en las clases al análisis de lo leído, ayudando
a entender lo que los textos callan porque dan por sobreen-
tendido.
Pero también voy a insisti r en que , para que los profeso-
res logremos sostener esta propuesta es imprescindible que
nuestras insti tuciones se comprometan con la alfabeti zación
académica y apoyen la labor docente en estatutos y acciones
manifi estas, que las promuevan y reconozcan” (Carlino, 2005:
86)
Aunque la comprensión sea un camino sin fi nal y el tex-
to escrito tenga muchos niveles de comprensión puesto que
siempre se pueda comprender algo más, queda claro que el
mejoramiento de la comprensión lectora es tarea de todos los
docentes y que es una necesidad prioritaria que posibilita el
acceso a múlti ples campos de la información y de la forma-
ción del estudiante.
A los efectos de mejorar las habilidades comprensivas, fo-
mentar la lectura y retener lo que se ha leído, se sugiere:
• Hacer circular los textos en clase a fi n de aproximar el
mundo del libro al lector.
• Favorecer la formulación de predicciones antes de co-
menzar una lectura y resumirlas a manera de hipótesis.
• Poner en prácti ca estrategias que favorezcan la actuali-
zación de conocimientos previos: realización de acti vidades
de recuerdo, observación y registro de datos, verbalización de
asociaciones temáti cas que surjan del fl uir de la conciencia,
etc.
• Uti lizar esquemas que representen superestructuras y
formular preguntas orientadas al descubrimiento de ella.
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• Guiar en principio la progresión temáti ca con la que el
texto construye un concepto.
• Identi fi car el eje arti culador informati vo y la información
de cada párrafo, para luego observar su funcionalidad en co-
rrelación con el eje nuclear.
• Inducir la reposición mental y la verbalización de elemen-
tos callados en el texto.
• Elaborar resúmenes, esquemas, organizadores de la in-
formación como recursos de procesamiento y retención de
lo leído.
• Resumir textos en forma jerarquizada.
• Observar la valoración del emisor con respecto a la infor-
mación proporcionada.
• Reconocer la posición del autor con respecto al tema tra-
tado y las posibles causas de su postura.
• Plantear preguntas, cuesti ones o confl ictos cogniti vos
referidos al texto a fi n de que se generen respuestas inferen-
ciales.
• Descubrir signifi cados a través del cotexto.
• Plantear la explicitación de presuposiciones e informacio-
nes sobreentendidas o implicadas.
• Orientar la identi fi cación de ambigüedades, dobles senti -
dos, ironías y discernimiento de sus signifi cados.
• Procurar la captación de metáforas, alegorías y senti dos
fi gurados.
• Esti mular el aprovechamiento de todas las pistas contex-
tuales y del conocimiento de mundo del lector para atribuir
un signifi cado coherente al texto.
Promover las prácti cas de lectura convirti éndolas en objeto
de aprendizaje e incluirlas en el currículum es tender al cre-
cimiento personal, intelectual y social del estudiante, habien-
do captado de antemano la estrecha relación entre dominio
lector e igualdad de oportunidades. Quienes auspician tales
situaciones posibilitan una interacción más que efecti va para
con los alumnos, puesto que los ayudan a alcanzar microha-
bilidades superiores capaces de trascender el texto leído, las
cuales de por sí están desti nadas a favorecer su autonomía y
su acti tud críti ca frente al desafí o académico y al del futuro
laboral.
Palabras clave: Comprensión lectora. Estrategias de lectu-
ra. Habilidades lectoras.
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XXI. 8º. Edic.
Introducción
Refl exiones sobre la acti vidad musical.
U na de las acti vidades más hermosas que conoz-
co es hacer música. Tocar un instrumento musi-
cal es apasionante y desafi ante a la vez.
Hacer música implica tocar un instrumento, crear una obra
musical, recrearla a través de la interpretación, improvisar,
aprender, enseñar, entre otras cosas.
Todo individuo ha pasado por un ti empo de aprendizaje.
Si el inicio fue de niño, hay fantasías sobre el futuro de esta
acti vidad que corresponde a los padres, y su relación con sus
posibles proyectos –algunos de ellos no cumplidos- , y cuan-
do este individuo crece aparecerán los verdaderos deseos del
intérprete.
Como consecuencia de la formación académica que obtu-
ve, que es la base de mi conocimiento musical, fi je algunos
paradigmas que eran sinónimos de excelencia: tener un po-
der de autocriti ca desarrollada, la búsqueda permanente de
la perfección, ser disciplinado y el necesario reconocimiento
del público.
Con los años construí un nuevo objeti vo primordial en esta
acti vidad, el placer de hacer música.
Entendí que hacer música conlleva un tremendo desafí o,
cual es conectarme con mis senti mientos y mis emociones.
Aprendí a reconocer como estoy y donde estoy, para poder
trasladar esta emocionalidad a la interpretación y recreación
de una obra propia o de otro compositor.
La acti vidad de intérprete requiere al igual que un actor de
construir un personaje. No tanto desde lo técnico sino en su
conexión interna. Este ejercicio me convirti ó en existencialis-
ta.
Entendí el principio fundamental contenido en todas las
religiones y la fi losofí a. El individuo es único. Es un ser fí sico,
emocional y espiritual y por tanto cada proceso que él vive
es acorde a su individualidad. En su comunicación con el otro
o los otros que conforman su grupo social, crea un abanico
de expresiones similares, pero no iguales que enriquecen el
espectro de la producción sonora. Al tratar de ver para que
me servía todo esto, empecé a trasladar todas estas observa-
ciones a la vida misma y me di cuenta que mucho ti ene que
ver con el arte de vivir.
Vivir armónicamente en este ti empo, en el contexto de
esta sociedad postmoderna, es un arte.
Sobrevivir a la violencia diaria, -a la posibilidad de ser ro-
bado, golpeado o muerto por un accidente de tránsito-, o
simplemente ser avasallado por las noti cias de los medios de
comunicación,, me recuerda las reglas básicas de sobreviven-
cia de seres pequeños en relación a su entorno. No es fácil
mantenerse ecuánime, sereno y calmo, cuando una batería
de agentes externos permanentemente socaban la armonía
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Síntesis del artí culo.
El mismo está dirigido a docentes y alumnos comprometi dos con la acti vidad musical. Busca generar un punto de refl exión
sobre la importancia de la acti vidad musical en el contexto social de Argenti na y de nuestro ti empo.
A parti r de una búsqueda personal, pretende trasmiti r parte de una experiencia producto de la observación e investi gacion.
Con la capacitación en el Modelo Benenzon de Musicoterapia, toda esta información adquiere un orden y una lógica, que se
transforma en un método pedagógico musical.
Palabras clave : Música, docencia y compromiso.
Hacer música, una filosofía de vidaMariela Herou
de un ser sensible.
Ese ser sensible, no soy necesariamente yo, son todas
aquellas personas, que transitan por el mundo del arte como
medio de expresión, cuyo único deseo es ser feliz y senti rse
trascendente en el proceso de producción artí sti ca.
¿Que es el arte pues? ¿Que rol cumple en esta sociedad?
¿Para qué sirve, en una sociedad que solo mira la uti lidad en
términos de ganancias económicas?
No tengo respuestas, solo creo entender que si lo miramos
en termino de salud, todo aquel que practi ca una forma de
expresión artí sti ca, esta mejor conectado consigo mismo. Este
es al menos mi deseo
En el recorrido por la vida, he llegado a la conclusión que el
amor a esta acti vidad me ayudo a sobrellevar procesos difí ci-
les de resolver. Permiti ó que mi espíritu permanezca a salvo.
Cuando me dirijo a estudiantes de música, les digo que no
pierdan el poder de observación. Ellos son los mejores soció-
logos, los mejores antropólogos, los mejores observadores de
la realidad, por su condición de mirarse interiormente, para
poder trasmiti r una obra propia o de otro.
A parti r de esta refl exión siento la necesidad de resignifi car
la acti vidad del músico en el contexto social. No somos una
simple cigarra que canta en verano y se muere de hambre en
invierno. Somos seres sensibles que cumplimos con un servi-
cio social, cual es el de mostrar a través del arte el signifi cado
profundo de los actos humanos en un ti empo determinado.
Somos la voz cantante y sonante de un ti empo y de un
protagonismo histórico. Si reconocemos esto, nos pararemos
con orgullo y mostraremos nuestro saber a pesar que muchos
descrean de esto.
La música me ha permiti do la utopía de la comunicación de
seres sin límite social, ni económico, ni condición. Me muestra
al individuo en conexión con otro individuo. Tal lo que sucede
cuando se toca en dúo, en trio, en cuarteto, etc.
Según mi criterio el riesgo de ser músico, es superar su
propio limite personal, que no es necesariamente es técnico,
sino sus propias miserias. Si este músico logra superarse co-
nectándose con su espiritualidad se senti rá pleno. Todo mú-
sico históricamente ha pasado por ese proceso de conexión
espiritual, tenga o no religión o búsqueda personal. Estoy en
total sintonía con lo que escribió Kandinsky en su libro “de lo
espiritual en el arte”.
El músico puede tocar con otros o puede enseñar a otros.
¿Que puede enseñar un buen músico?
¿Cuál es la verdadera función del docente hoy?
Como consecuencia de estas interrogantes, surge entonces
la primera hipótesis que es: la música es un lenguaje que per-
mite la comunicación.
Como docente de música reconozco la estrecha relación
entre la teoría de la comunicación y la pedagogía, ya que esta
últi ma se nutre de principios dedicados para la elaboración y
comprensión de los mensajes y lo relati vo a la formación de
comunicaciones y procedimientos generales de aprendizaje a
través de los medios (en este caso musical).
Infl uenciada por la formación dentro del Modelo Benen-
zon de Musicoterapia, que ti ene un fundamento fi losófi co,
psicológico y literario, me instale en una dialécti ca que debo
fundamentar como premisa primordial. Es así que reconozco
como válida la defi nición de Piaget que afi rma que el lenguaje
(al que agregaría musical) permite un intercambio. La misma
engloba el proceso de aprendizaje musical.
Piaget dice que es interesante registrar íntegramente en
los niños de 2 a 7 años, todo lo que dicen y hacen durante ho-
ras, en las que se ponen en evidencia tres grandes categorías
de hechos:
1) La subordinación ejercida por el adulto.
2) El intercambio con el adulto y sus pares.
3) Cuando no habla a los demás sino a sí mismo (lenguaje
interior que permanece durante su adolescencia y adultez).
En base a estas premisas, instrumento tres postulados que
me permiten la resignifi cación de la fi gura de un maestro de
música:
1) la importancia de la fi gura del maestro de música, en la
relación con su discípulo. El a través de su mirada y su vida
muestra un modelo, le da una consigna y es un yo ideal como
dice Baldwin. Es por el respeto al pequeño que este las acepta
y las hace obligatorias, tal como probó Bovet. Agrego junto
con Willems, que este debe contener y comprender el mundo
sonoro musical espiritual de la persona que ti ene enfrente.
2) la función de intercambio es mutua, el niño aprende y el
maestro también. Ambos están intrínsecamente conmovidos
por la situación vincular y como dice Benenzon resuenan y
armonizan en un todo musical.
3) Cuando el individuo se interna en un dialogo interno,
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El músico puede tocar con otros o puede enseñar a otros
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(contenida en todas las obras musicales y en todos los ti em-
pos de improvisación), puede ser comparti do por su maestro
porque no se comunica solo con palabras sino que también lo
hace con sonidos que forman parte de una obra musical.
En consonancia con el modelo Benenzon como herramien-
ta operati va del proceso pedagógico musical que instaure
como estrategia de trabajo, es fundamental:
El autoconocimiento del docente de música que le permite
ser dúcti l a las disti ntas expresiones de sus alumnos en las
diferentes etapas que se encuentran.
En el proceso de autoconocimiento es importante siguien-
do a Benenzon reconocer el ISO personal. Este concepto que
signifi ca identi dad sonoro musical, se integra con referencias
sonoras junto al conjunto de experiencias y sensaciones que
forman parte de la historia de este individuo.
El entrenamiento disciplinado.
Para que este proceso conti núe, más allá de los avatares de
nuestra realidad coti diana y de los procesos socio-políti co am-
biental en el que nos vemos inmersos. Respetar este proceso
como elemento propio me permite entender al otro.
El ritual previo y post encuentro con el otro.
Genera un proceso de comunicación con la profundidad
del individuo y un ti empo latente que permite la ruptura con
la coti dianeidad y se inserta en un ti empo diferente que ti ene
que ver con la producción. Esta situación también la reconoz-
co como propia, al haberla aplicado en el ejercicio de la prác-
ti ca instrumental en el escenario y probar el no ejercicio de
la misma y observar la diferencia entre uno y otro concierto.
La diferencia entre una clase de música y un concierto es que
encuentro la respuesta del alumno como una producción ac-
ti va en oposición a la pasividad del auditor en un concierto.
Asimismo, el mensaje musical en una clase, va dirigido a un
número defi nido de personas en un ti empo de duración pre
acordada, en oposición a los oyentes de un recital.
La aplicación del modelo Benenzon como herramienta ope-
rati va me permite pues aumentar los recursos para el recono-
cimiento del otro como individuo en un lenguaje no verbal y
de esta manera interactuar sin rótulos ni condicionamientos.
Estructuración de mi método pedagógico musical.
Como educadora musical, debo hablar de cosas que pre-
viamente viví y sentí ,
De esta manera reconozco que tocar un instrumento musi-
cal trasciende la acción de tocar.
A este concepto arribé después de la charla que sostuve
con Enrique Mariscal, -creador de libros como “jardinería hu-
mana” y “el arte de navegar por la vida”-, quien de su estudio
por la mitología, y en espacios creati vos reconoció que todo
acto humano posee un ideal fi losófi co. Este no siempre es un
elemento consciente de parte de quien lo realiza, tal el caso
de la persona que busca un ser superior al escalar una mon-
taña.
Con la prácti ca del instrumento, podemos ingresar al mun-
do virtual de los sonidos. De esta manera nos encontramos
en un estado alterado de conciencia, en la que nada importa
y donde todo es muy importante. Se viven emociones en to-
dos los mati ces y se generan estados de éxtasis. Nos permite
conectarnos con nuestra profundidad y con los otros.
Lo difí cil no es tocar. Tocar un instrumento lo puede hacer
cualquier persona, en cualquier circunstancia. Lo difí cil es re-
producir el imaginario colecti vo de hacerlo bien y ser acepta-
do por eso.
Ahí comienza el confl icto.
Tratando de resolver difi cultades técnicas comencé a des-
miti fi car al instrumento que toco tratando de encontrar la ló-
gica de mi relación con él.
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las obras musicales y en todos los tiem tiva en oposición a la pasividad del auditor en un concierto
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E i l d l B h i
Comienzan nuevamente las preguntas y la primera es ¿El
piano qué es?
El es la prolongación de mí. Está un poco distante. Es un
mueble enorme, al que no puedo abrazar como la guitarra, o
darle mi temperatura como la fl auta pero al que debo empe-
zar a conocer y reconocer como a mí mismo.
Tratando de armar el rompecabezas de mí, pude conectar-
me con planteos existenciales, revalorizar mi relación con mi
instrumento primario (mi cuerpo), el instrumento externo (el
piano), y mi relación con los otros (músicos y el público).
Con el ti empo entendí que la parti tura musical me pedía
fl exibilidad para escuchar a los demás, sean músicos o públi-
co. Entendí que la relación con el otro, sólo es posible gracias
a la comunicación, el entendimiento, y el senti r con el grupo
y por el grupo; lo que permití a una sonoridad amalgamada y
armónica.
Esto me permiti ó entender como la música es un medio
efi ciente y acabado de comunicación entre los seres y no es
necesario ser igual al otro, sino que las diferencias enriquecen
el grupo.
Durante años toqué con instrumenti stas con formación
académica y otro esencialmente popular, donde la presencia
de estos últi mos dejó huellas profundas en mi razonamiento
y en mi forma de ver la música y la vida. Fui parte de un grupo
humano que me permiti ó observar roles propios al género y
se enriqueció por estar integrado con dos mujeres con for-
mación clásica y dos hombres con formación popular, uno de
ellos con profundo conocimiento sobre el lenguaje y la fi lo-
sofí a.
Pronto sentí la necesidad de cambiar de instrumento y
compré un piano eléctrico. Este me permiti ó dos cosas:
1) ver al público directamente y 2) ya no poseer límites más
que mi propia dimensión corporal y la del instrumento que es
más pequeño y con menos volumen.
Todas estas variables, junto con el cambio de literatura
musical que pasó de la exclusivamente clásica a los límites
del jazz y el tango, me abren el espectro de una música con
menos estructura, en donde el concepto de músico es ya el
de actor que interpreta personajes diferentes de acuerdo al
compositor que interpreta.
Este concepto creció y culminó con la infl uencia de mi
maestra, Mónica Cosachov, quien me permiti ó trabajar si-
multáneamente la música, el cuerpo, la vista y mi interior. Me
propuso revalorizar a los músicos andinos, esencialmente in-
tuiti vos, quienes poseen el gusto de tocar en cualquier lugar
y de cualquier forma.
Los años de entrenamiento, de trabajo en el escenario, la
suma de diversas disciplinas como el teatro, el yoga, el Tai-
Chi, la eutonía, la bioenergéti ca, el reiki, la meditación, y hoy
la musicoterapia y la danza, entre otras, no hacen sino afi nar
más mi instrumento personal y permiti r desarrollar esta hi-
pótesis.
El maestro de música es un formador de músicos, cual-
quiera sean sus objeti vos y parti cularidades. Debe contener
mucha información musical y un profundo conocimiento de
sí. Esencialmente debe estar dispuesto a escuchar al otro. Al
otro para tocar, al otro para ponerse en la situación del otro
y para ayudarlo a resolver sus problemáti cas artí sti co-musica-
les. De esta manera entenderá en qué lugar se encuentra el
otro. Para esto se necesita un importante recorrido profesio-
nal y personal.
Cabe entonces preguntar ¿quien es el otro? El otro es al-
guien igual a mí, que por alguna razón se acercó a mí como
poseedora de un saber.
Entonces se plantean otras preguntas que he tratado de
responderme durante años ¿quiénes pueden aprender? y
¿quienes no? Con los años creo que todos tenemos esa cua-
lidad. Lo que varía es el ti empo de la elaboración del proceso
de aprendizaje.
Es interesante observar como en el discurso musical está
implícito este contenido de los ti empos en las velocidades
que se expresan las disti ntas melodías. A través de un allegro,
andante, adagio, slowly, etc., el compositor expresa su estado
emocional que queda registrado en la parti tura. Luego el in-
térprete se sintoniza con el contenido de la obra y realiza una
síntesis que conti ene su propia historia.
Durante años trate de tocar respetando las reglas del esti lo
en forma rigurosa. Fue entonces con la labor docente a per-
sonas con difi cultades fí sicas que aprendí, que la velocidad, la
interpretación puede variar de acuerdo a las posibilidades de
la persona, pero no así el espíritu de la misma. Fui más libre
en la recreación de la obra y esto trato de trasmiti rlo
Recuerdo una frase de Ernesto Epstein, -reconocido musi-
cólogo-, que fuera maestro mío de historia de la música en el
Collegium Musicum, que decía que si Mozart hubiera vivido
en este siglo, hubiera probado todo aquello que le facilitara el
medio para llevar a cabo el propósito de su creación.
Finalmente diré que para la prácti ca de este método, es
necesario un exhausti vo conocimiento musical para abarcar
la mayor posibilidad de recursos musicales y creati vos y un
importante recorrido de búsqueda interna y espiritual.
Ser virtuoso en un instrumento implica solo disciplina y
conocimiento. Para ser maestro de música se requiere tras-
cender sus límites personales. De esta manera reconfi rmo lo
que dijo Edgar Willems, la educación musical no es una mera
instrucción musical. Es esencialmente humana ,y ti ende a de-
sarrollar las facultades humanas . Yo agrego que es lo que nos
diferencia positi vamente en la escala zoológica.
Conclusiones:
En este método pedagógico musical que llevo a la prácti ca,
asumo como principio fundamental el ISO personal, familiar,
ambiental y cultural de la persona.
Por lo tanto todo concepto deberá ser dado en consonan-
cia con este elemento que fue previamente monitoreado.
La información teórica no será una mera formulación de
conceptos en forma abstracta sino que se inducirá al indivi-
duo a la elaboración de una forma personal de identi fi cación
y califi cación del código musical.
Es así que un niño podrá reordenar y reformular cada ele-
mento de acuerdo a su lenguaje y madurez personal e inte-
lectual.
Con personas con disti ntas capacidades, se generará un có-
digo de acuerdo a las posibilidades motrices o intelectuales
que le permitan resolver la lectura en su caso o el reconoci-
miento de una melodía.
Voy a citar el caso de un alumno con Alzheimer y Parkinson
al que le di clases durante dos años.
Esta persona, con formación profesional universitaria y
amplia cultura, me presentó las siguientes consignas:
1) No quería información teórica, porque no tenía mucho
ti empo para inverti r en su aprendizaje y por lo tanto la misma
debía ser en forma inmediata.
2) Quería tocar boleros porque formaban parte de la histo-
ria musical de su juventud.
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e por alguna razón se acercó a mí como cender sus límites personales De esta manera reconfirmo lo
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C l i
Entonces, la metodología era la siguiente: yo escuchaba los
temas de un viejo grabador a cinta y se los trasladaba a una
parti tura, ajustada a sus posibilidades
3) No usar los bemoles, porque él decía que ya “había de-
masiados bemoles en la vida”.
Frente a esa importante experiencia, aprendí que las difi -
cultades del reconocimiento espacial en el uso del pentagra-
ma ti enen que ver con lo comprimido del dibujo de los cua-
dernos pentagramados impresos .A parti r de esa experiencia
les propongo a los alumnos que construyan en la computado-
ra el tamaño de pentagrama que consideren necesario para
que sea de uso aceptable a sus posibilidades de lectura.
Conjuntamente con ello, el uso de programas de música, la
búsqueda de nuevas propuestas y todo aquello que enriquez-
ca el proceso.
Es así que el límite del alumno no existe. Cada uno hace el
aporte de acuerdo a sus intereses y necesidades. De hecho
tengo alumnos que se han llegado a construir (con el apoyo
de sus padres) verdaderas salas de música con la más variada
posibilidad de recursos técnicos y otros han salido a buscar
libros, han recuperado espacios, o han generado nuevas pro-
puestas artí sti cos musicales en sus familias.
Esta experiencia junto con otras me obliga a estar en per-
manente acti tud de escuchar, comprender y entender a mi
alumno.
No doy nada por sentado teóricamente, sobre lo que debe
ser una clase de música.
Dentro del encuadre de Benenzon, mi ritual es el pre en-
cuentro con mi alumno para el que me preparo, fí sica y men-
talmente.
Abro mis canales de percepción y luego me dejo guiar por
las variables que resultan del momento y si aparece algo que
considere que puede conti nuar, trato de seguirlo en el ti em-
po.
Recuerdo un video de Claudio Arrau, -excelente pianista
chileno, ya fallecido-, que comentaba que en su búsqueda por
interpretar bien a Beethoven, descubrió que todo intérprete
es único e irreproducible, por lo tanto su interpretación era
única.
Este concepto calmó mi ansiedad de trascender. Entendí
mi posición existencial en el mundo y por ende la importancia
de mi existencia en el cosmos.
De todos modos sostengo que para ser un buen maestro y
músico se deben trascender los límites individuales.
No alcanza con tocar solamente. La acti vidad musical pro-
fesional puede exacerbar el narcisismo, la envidia, la neurosis,
etc. Suelo ver muchos individuos enquistados en un tremen-
do egocentrismo.
El mundo sonoro y en parti cular la prácti ca de un instru-
mento musical acerca al individuo a un estado de extrema
profundidad interior, que ti ene como referente la emoción del
compositor de la obra y la emoción contenida en ella misma
en resonancia con la emoción emergente del individuo que
recrea la obra con su propia historia.
De este papel aparentemente frío y distante, surge un pro-
ceso de elaboración que puede o no tener que ver con la idea
inicial del compositor, pero si ti ene que ver con la vida y por
ende con la profundidad del ser.
Aparecen referencias personales individuales, historias
personales que verbalizara o no pero que el buen maestro
debe entender, escuchar, percibir y contener. Es así que conju-
go todos los verbos que forman parte del modelo de Rolando
Benenzon como base de su teoría de la comunicación.
Esto me acerca nuevamente al concepto de que somos se-
res fí sicos, emocionales y espirituales, y cualquier medio de
expresión artí sti ca nos acerca a esta condición no tangible
de la espiritualidad. Este concepto existencial que puede ser
discuti do, es la base de la existencia de las religiones y toda
corriente que intente explicar el origen del hombre y su dife-
rencia con las otras formas de vida animal.
Esta es una condición que nos iguala y nos otorga el dere-
cho a aprender. Por tanto todo individuo puede aprender una
acti vidad artí sti co-musical., no importa si posee síndrome de
Down, parálisis cerebral, Alzheimer o simplemente porque le
place.
El tempo será la diferencia en los procesos de aprendizaje.
Esto me lo pautaron mis alumnos.
Cuando todos me decían que una persona con PC no podía
tocar el piano, mis alumnos demostraron que si se puede, con
un dedo, con el codo o como sea.
Este método pedagógico exige califi cación y solvencia musi-
cal, que genera los recursos para que aquellos que no puedan
procesar el código en forma abstracta, pasen a internalizarlo
en forma concreta usando sus potencialidades y tocando en
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dología era la siguiente: yo escuchaba los De todos modos sostengo que para ser un buen maestro y
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su tempo.
Sostener el pulso de una melodía, puede ser más fácil o
más difí cil depende de quién y de que se interprete. Lo logrará
antes o después. Si la respuesta no es externa lo procesará
químicamente en su cuerpo, por el solo hecho de estar vivo.
Corolario.
Ser pedagogo musical o maestro de música implica amor,
compromiso y un fuerte trabajo consigo mismo a través de
todo aquello que le permita conciliar su sensibilidad, sus ne-
cesidades personales y su amor por trasmiti r a otros lo que
más ama.
Y agrego como base de este método de educación musi-
cal, que junto con la formación excelente, el músico debe de
tener dos elementos fundamentales para poder trasmiti r con
fuerza lo que es la música: compromiso y amor.
Mi maestra Mónica Cosachov, (pianista, clavecinista y fun-
dadora de Camerata Bariloche) se defi nía como aprendiz de
maestro. El maestro es quien enseña, o sea da señas. Aquellas
señas que le permiten al individuo transitar por el espacio de
la vida con un patrimonio propio y recreando su propia exis-
tencia.
Winnicot dice que la creati vidad es el motor de vivir. Ser
docente de música, en este país, requiere mucho de creati -
vidad y algo de locura. América es un conti nente joven en el
cual sus habitantes, en general, no reconocen sus orígenes y
sus raíces. Tal vez por eso tenemos modelos educati vos que
propenden a trasladar conocimientos y no a generar espacios
de pensamientos creati vos, donde podamos tener un espacio
propio sin tener miedo a no ser reconocidos y aceptados.
La música, es quizás este espacio utópico donde podemos
hurgar esta creati vidad interna y subverti r los modelos im-
puestos. Esto ha sido siempre así, basta solo con leer y obser-
var la historia de los grandes compositores.
Otro pilar dentro de esta estructura de pensamiento es el
de considerar al individuo y su entorno, que condiciona la pro-
ducción sonora.
Esto surge como consecuencia de mi trabajo domiciliario,
ya que la información del individuo, sus gustos, sus necesi-
dades, sus emociones es completada por la imagen que re-
presenta la casa, el mobiliario y los personajes que la habitan
junto con los roles que desarrollan.
Considero que hay que manejar mucho la creati vidad y la
versati lidad para adaptarse al espacio del alumno y que este
no conspire con la labor docente. Ya que pueden aparecer
mascotas, algún hermano, tocar el ti mbre y el alumno puede
querer o tener que atender las necesidades del lugar.
Sin embargo este espacio que transito desde hace años y
que surgió por casualidad, me condujo a mirar con deteni-
miento los procesos de cada individuo y me permiti ó crear un
profundo vínculo afecti vo en base a la confi anza.
En síntesis según esta propuesta pedagógica sostengo que
es necesario tener en cuenta los siguientes elementos gene-
rales para la prácti ca instrumental en forma saludable y pla-
centera:
Amor y compromiso del docente musical.
Otro ser humano, no importa su situación o condición, a
quien trasmiti r la idea musical.
Forma de aprendizaje musical creati vo que le permiti rá en-
tender y comprender el mundo sonoro y el propio.
Y por ulti mo estrategias técnicas que permitan tocar un
instrumento.
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Considero que hay que manejar mucho la creatividad y la
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Resumen
E ste trabajo indaga la visión de progreso en los
orígenes del sistema de formación docente en
nuestro país. Para ello, se toma el libro “In Distant
Climes and Other Years” de Jennie Howard una de las maes-
tras normales norteamericanas que formaron parte de este
proceso. La elección de este libro como objeto de estudio se
debe a que es el único relato fehaciente y autoreferencial de
la labor de los maestros normales norteamericanos en el país,
y posibilita conocer cuáles eran los ideales que éstos traían
consigo.
Palabras claves: maestras normales, formación docente,
progreso.
Introducción
Muchas fueron las críti cas de la formación que recibían los
maestros en el sistema imparti do por las Escuelas Normales
fundadas por Sarmiento a fi nes del siglo XIX, entre estas incu-
rrir en ser menoristas y enciclopedistas. Pese a estas críti cas,
las cuales referían a determinadas característi cas de la meto-
dología aplicada por los maestros egresados de las Escuelas
Normales, es conveniente reconocer que dicho sistema de
formación culti vó la visión de progreso como movilidad so-
cial ascendente a través de la educación. Para conocer acerca
de esta visión de progreso, este trabajo describirá las carac-
terísti cas de dicha visión que están presentes en el libro “In
Distant Climes and Other Years” de Jennie Howard5 , una de
las reconocidas como los sesenta y cinco valientes (Houston
Luiggi, 1959) maestros norteamericanos que colaboraron en
la construcción del sistema educati vo, específi camente en la 3 Este trabajo es una adaptación de la monografía realizada que for-ma parte del plan de estudios de la carrera de ciencias de la educación (Tutor Dr. Pablo Pineau). 5 En este trabajo se utilizará la traducción hecha por Eduardo Rípo-das, publicada en 1951, editorial Raigal, Buenos Aires
fundación y desempeño en las Escuelas Normales de Argen-
ti na que marcaron un hito en la Formación de Docentes en
el país. La elección de este libro como objeto de estudio se
debe a que es el único relato fehaciente y autoreferencial de
la labor de los maestros normales norteamericanos en el país,
y posibilita conocer cuáles eran los ideales que éstos traían
consigo. La hipótesis de este trabajo plantea que el sistema de
formación de maestros, imparti do en las Escuelas Normales,
fundadas y organizadas por los maestros normales norteame-
ricanos a fi nes del siglo XIX, culti vó la visión de progreso del
país a través de la educación sistemati zada.
Los sesenta y cinco valientes6
Sarmiento había realizado varios viajes a los Estados Uni-
dos en los cuales observaba como era el sistema educati vo
de dicho país, y fue en esas observaciones donde conoció la
obra de Horace Mann, reconocido educador y fundador del
sistema educati vo norteamericano. Algunos años después,
Sarmiento, entabló una relación de amistad con Mary Pea-
body de Mann, esposa Horace Mann, la que le abrió las puer-
tas y le posibilito comenzar a delinear y concretar lo que más
tarde sería el proyecto de su sistema educati vo argenti no. En
un primer momento Sarmiento se había propuesto como ob-
jeti vo inmediato:
…que cada argenti no aprendiera el A, B, C, y que cada
provincia argenti na tuviera una escuela normal para formar
maestras; que se crearan de inmediato escuelas agrícolas y
técnicas; que se imparti era instrucción a los presos, y, sobre
todo, que se educara a las mujeres (Houston Luiggi, 1959:
41).
No obstante, en los sucesivos viajes que realizó a los Esta-
dos Unidos, al observar la organización del sistema educati vo
de dicho país, destacó
…el hecho de que la educación pública estuviera amarrada
a la sociedad desde abajo, que la religión no fuera contradic-
6 Expresión tomada del título del libro “Sesenta y cinco valientes. Sarmiento y las maestras norteamericanas” de Alice Houston Luiggi, 1959.
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Apuntes sobre educación, artes y humanidadesAño 2, N° 2, agosto de 2011.
ISSN 1853-4589
La visión de progreso de una de las maestras normales norteamericanas: Jennie Howard
Virginia IthurburuUniversidad Nacional de Luján
3
toria con el desarrollo de una pedagogía moderna. Encontró
una realidad en la cual el nexo entre educación y progreso
parecía posible (Puiggrós, 1990:47).
Asimismo, en una de las escuelas que Sarmiento visitó jun-
to con la Señora Mann, reparó que la mayoría de los estu-
diantes eran mujeres, lo que lo llevo a corroborar su idea de
que las mujeres podían ser las mejores maestras, lo cual para
la época fue una idea revolucionaria (Houston Luiggi, 1959).
De esta manera, decidió que la mejor forma para organizar y
fundar su proyecto de sistema de Escuelas Normales en la Ar-
genti na, era reclutar a maestras normales norteamericanas,
las cuales debían cumplir con una serie de requisitos:
Las muchachas debían ser maestras normales, con gran
experiencia en la enseñanza, conducta y modales irreprocha-
bles. Debían provenir de familia, ser jóvenes, en lo posible,
bien parecidas. –Sarmiento- Anhelaba atraer a la profesión
docente en la Argenti na a señoritas de las mejores familias y
necesitaba maestras educadas y atracti vas como cebo (Hous-
ton Luiggi, 1959:38).
Esta elección de Sarmiento no fue casual. Era consecuencia
de su propósito de asemejar el sistema educati vo argenti no
al sistema educati vo norteamericano, específi camente al de
Chicago (Houston Luiggi, 1959), y además:
…buscaba que ellas inculcaran a los futuros maestros y
maestras argenti nos una educación laica, con valores morales
del puritanismo sajón. Elegir mujeres fue una decisión eco-
nómica: para educar a un pueblo bien y barato, solía decir
Sarmiento, nada mejor que las mujeres (Szurmuk, 2000:129)
Después de las idas y vueltas, entre Sarmiento y las prime-
ras maestras normales norteamericanas llegadas a la Argen-
ti na en 1869, la primer Escuela Normal fue fundada en 1870
en Paraná, provincia de Entre Ríos, y estuvo a cargo de Geor-
ge Stearns, profesor norteamericano y protestante (Puiggrós,
1990). La creación de esta Escuela Normal, dio comienzo a la
etapa fundacional de la formación de maestros para el nivel
primario (Diker y Terigi, 1997). A parti r de ello, se fundaron, a
lo largo del país, treinta y ocho Escuelas Normales (Puiggrós,
1990; Diker y Terigi, 1997), en las cuales trabajaron sesenta y
una maestras y cuatro maestros norteamericanos (Szurmuk,
2000).
Los sesenta y cinco valientes (Houston Luiggi, 1959), fue-
ron llegando en diferentes etapas. Los primeros arribaron por
pedido de Sarmiento, para fundar las primeras Escuelas Nor-
males. Tiempo después, debido a que los egresados de las
Escuelas Normales argenti nas no ejercían la docencia como
profesión, sino que
…los hombres uti lizaban su formación normal para prepa-
rar su ingreso a las Universidades o para entrar en el comer-
cio. Las mujeres se orientaban hacia el matrimonio en el lugar
de conti nuar en las escuelas (Houston Luiggi, 1959: 168),
En 1883 a instancias del entonces presidente Roca, co-
menzaron a contratarse nuevos maestros normales, para que
culminaran con la fundación, organización y dirección de la
formación de maestros en la Argenti na.
Jennie Howard, una de los valientes
De los sesenta y cinco valientes (Houston Luiggi, 1959),
Jennie Howard arribó a la Argenti na en 1883, junto con otras
maestras norteamericanas reclutadas por Clara Armstrong
(Houston Luiggi, 1959) a pedido de las autoridades argenti -
nas, durante la primer presidencia del general Julio Roca. Jen-
nie había nacido en Coldbrook Springs, cerca de Boston en el
estado de Massachusett s, el 25 de julio de 18447. Su familia
provenía de clase media protestante (Szurmuk, 2000), pero al
fallecer sus padres, quedó con pocos recursos, lo que la obligó
luego de terminar la educación primaria, a ingresar a la Escue-
la Normal de Profesores de Framinghan, en la que se graduó
en 1866 (Houston Luiggi, 1959). A pesar de que, sus profeso-
res le recomendaron concurrir a la Universidad o volcarse a
la literatura debido a la situación económica (Szurmuk, 2000)
tuvo que ejercer exclusivamente la docencia, tarea que hacía
muy bien, ya que en los dieciséis años que trabajo en los Es-
tados Unidos (Calderón, 1951) estuvo a cargo de las peores
escuelas, las cuales transformó en insti tutos modelos (Hous-
ton Luiggi, 1959). En 1883, en la Argenti na, Jennie estudió el
idioma castellano durante cuatro meses en la Escuela Normal
de Paraná, fue desti nada a trabajar en la Escuela Normal de
Corrientes, luego en la Escuela Normal de Mujeres de Cór-
doba y culminó su labor en la Escuela Normal Mixta de San
Nicolás (Szurmuk, 2000). En 1903 la perdida de su voz hizo
que comenzara a gesti onar su jubilación y se radico en Buenos
Aires, siendo una de las veinte maestras norteamericanas que
7 Esta fecha fue tomada de la biografía de Jennie Howard presente en el libro “Sesenta y cinco valientes. Sarmiento y las maestras norteameri-canas” de Alice Houston Luiggi, 1959.
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lo de una pedagogía moderna Encontró pedido de Sarmiento para fundar las primeras Escuelas Nor
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se quedaron el resto de su vida en Argenti na.En su reti ro se
dedico al trabajo con la comunidad norteamericana radicada
en la Argenti na, fundando y colaborando con disti ntos clu-
bes, entre ellos “Columbia Club”, “American Women’s Club”,
“Women’s Exchange”, “Young Women’s Christi an Associati on”
y “The American Society of the River Plate”. Volvió algunas
veces a los Estados Unidos, pero sólo de visita, y murió en
Buenos Aires, a los 89 años, el 29 de julio de 1933, rodeada de
sus ex alumnos y los amigos de la comunidad norteamericana
de la Argenti na. Su obra en el sistema de formación de las
Escuelas Normales e ideales quedaron plasmados en su libro:
“In Distant Climes and Other Years”.
“In Distant Climes and Other Years”: relato de una viaje-
ra.
El libro “In Distant Climes and Other Years”, fue escrito por
Jennie Howard a pedido de quien fuera su editor: “The Ame-
rican Society of the River Plate” en 1931 en Buenos Aires. En
este libro, publicado en el idioma ingles, resume
“…la trayectoria de todo lo que pudo ver y experimentar
en nuestro ambiente desde su llegada al país, y revela con cla-
ridad meridiana en sus más amplios moti vos el panorama de
que fue testi go mientras ejercía sus funciones docentes (…)
Al dar publicidad estas impresiones que fueron parte inte-
grante de su vida, pese a las vicisitudes que llegaron a presen-
társeles y le hicieron añorar las comodidades y el bienestar de
que en su patria gozaba, quiso hacer parti cipes de ellas a to-
dos los que allí podría interesarse por el porvenir de nuestro
país, del que pinta acabadamente los progresos alcanzados
en al lapso de cincuenta años, que es el ti empo que abarca su
relación (Calderón, 1951:9 y 10).
La forma en la cual Jennie redacta el libro es impersonal y
…generaliza sus experiencias de los primeros años en la
Argenti na hablando de todas las maestras. También refl exio-
na sobre todos los drásti cos cambios que se vivieron en el
país desde 1880 hasta fi nales de la década de 1920 e incluye
referencias a la geografí a y a la historia y loas a Sarmiento –y
Mitre - (Szurmuk, 2000:130).
Si bien, Jennie Howard vivió el resto de su vida en Buenos
Aires, el libro consti tuye un “relato de viaje” ( Szurmuk, 2000),
ya que el mismo se circunscribe al relato del viaje y labor de
las maestras normales norteamericanas que vinieron en 1883
a la Argenti na. En las peripecias de las maestras norteameri-
canas relatadas por Jennie, aparecen estas miradas cruzadas
que juzgaban su labor, costumbres y religión. Sin embargo,
…cualquiera que sea el objeti vo, hay en todos los viajeros
– y por supuesto, en el libro de Jennie Howard, - un común
denominador: la mirada curiosa y desconcertada que intenta
comprender desde los paradigmas de su propia cultura y tra-
ducir a su lenguaje todo aquello que ve. La narrati va de viajes
es el relato nacido de esa visión (Szurmuk, 2000:9),
Este seguramente es el moti vo por el cual el libro se en-
cuentra redactado en el idioma inglés, lengua materna, y con-
ti nuamente está presente la comparación entre el atraso de
la Argenti na en los primeros años de labor de las maestras, en
comparación con su ti erra natal, los Estados Unidos. No obs-
tante, a pesar de la forma impersonal en la que el libro esta
escrito, se puede ver a través de las palabras de la dedicatoria,
que lo que se relata en el mismo sus las vivencias y su visión:
Dedico este sencillo relato de algunos de nuestros hechos
y empeños en los años pasados a mis colaboradoras y compa-
ñeras, vivientes y desaparecidas, cuyo coraje y entusiasmo se
alzaron en respuesta al llamado de ayuda para implantar bajo
la cruz del sur, en la república Argenti na, los ideales pedagó-
gicos de Horace Mann por vía del patrioti smo de Sarmiento.
Jennie E, Howard (Howard, 1931:9).
Del atraso al modernismo
El libro contrapone dos momentos de la Argenti na, por un
lado, el atraso de 1880, y por otro, el modernismo de 1930.
El fundamento que explicaría él por qué de esta contraposi-
ción, es la conti nua referencia implícita que hace la autora a
su país, los Estados Unidos, que ya para 1880 había incursio-
nado en el modernismo, tanto en los avances tecnológicos,
como en los usos y practi cas sociales generadas alrededor de
los mismos, y las prácti cas coti dianas con las que se encontró
al arribar al país. La visión de atraso se confi gura en la interre-
lación de disti ntas representaciones y percepciones que la au-
tora describe, tales como el puerto y la fi sonomía de la ciudad
de Buenos Aires, los medios de transporte, la arquitectura,
el alojamiento, los quehaceres del hogar, la alimentación, en-
tre otros, característi cos de la sociedad Argenti na de 1880. La
imagen descripta del puerto de Buenos Aires de 1883, ti ene
que ver con el atraso en la infraestructura del mismo, y las
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o de su vida en Argentina En su retiro se a la Argentina En las peripecias de las maestras norteameri
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costumbres que esto producía a su alrededor:
Al estar a una milla o dos de la ciudad – refi riéndose al
puerto - fue necesario trasbordar otra vez a embarcaciones
más pequeñas debido a la escasa profundidad de las aguas y
a la falta de muelle. En algunos días de muy poco agua dichas
embarcaciones debían ser reemplazadas por carros ti rados
por mulas o bueyes que, más bien que ti rarlos, los arrastraban
por el barro hasta la costa (Howard, 1931:17).
Lo mismo ocurre con la descripción del puerto de Corrien-
tes, el cual contaba con la misma falta de infraestructura:
Llegaron al fi n a la ciudad de Corrientes un domingo por
la mañana –primer día de carnaval- y anclaron en medio del
río. Como no había muelle, los botes iban hasta el barco y ve-
nían de él para embarcar y desembarcar a los pasajeros. Esta
costumbre se conservaba todavía después de construidos los
muelles, con el objeti vo de proteger a los boteros ya que, de
lo contrario, hubieran perdido su único medio de subsisten-
cia, por ser demasiado perezosos como para aprender a hacer
otra después de cargar y descargar las mercaderías en el mue-
lle, se apartaban al medio del río para dar oportunidad a los
boteros de que se ganasen la vida (Howard, 1931:38).
Otro elemento, es la fi sonomía de las ciudades. En lo espe-
cífi co de la ciudad de Buenos Aires decía:
El caminar por las calles fue excitante, sino regocijador,
pues era preciso andar con cuidado para no caer desde las
veredas altas e irregulares a la calzada, pavimentada a tre-
chos con guijarros y generosamente sembrada de restos de
animales y otros desechos (Howard, 1931:18) – y - Había po-
cos árboles, e hileras de casas de paredes bajas y blancuzcas
cegaban la mirada cuando el sol ardía. Las calles estaban mi-
serablemente pavimentadas o sin rastro de pavimento, pero
en las ti endas podía hallarse casi de todo lo relati vo a la moda
como también ostentación de vesti dos (Howard, 1931:19).
La combinación entre atraso y costumbres de antaño, tam-
bién se ve refl ejada en los medios de transporte de fi nes del
siglo XIX:
En casi todas las calles de la ciudad parecía haber una línea
de tranvías, ti rados por pobres besti as, débiles y medio muer-
tas de hambre, que caían con frecuencia y eran brutalmente
casti gadas. Estos tranvías iban provistos de cornetas en vez de
campanas, y los conti nuos toques hechos con ellas en todos
los tonos posibles debieron consti tuir, para los pobres anima-
les, un aliciente más para echarse y morir, como lo hacían tan
a menudo (Howard, 1931:19).
La arquitectura de fi nes de siglo XIX, en lo especifi co de
las casas, conti nuaba siendo la misma que la de la época de
la colonia, no sólo por los materiales que se uti lizaban sino
también por la construcción sin ningún método:
El piso era de ladrillos desgastados, desparejos y llenos de
cavidades, - La casa en donde vivieron las maestras normales
norteamericanas durante su estadía en Corrientes-… . El cielo
raso era de arpillera desfl ecada colgajos sobre sus cabezas,
pero las ocupantes consiguieron poner presentable la vivien-
da por un ti empo… (Howard, 1931:39).
Esto que parecería ser una pocilga, también se daba en las
construcciones que se veían en las estancias:
La casa de un piso, con pareces de adobe y azotea, era am-
plia, construida sin método, de arquitectura colonial, y esta-
ba rodeada de un gran jardín bordeado por altos árboles…
(Howard, 1931:19).
No sólo las casas, sino también los hoteles en los que alo-
jaban las maestras norteamericanas en Buenos Aires tenían
estas característi cas:
De todas partes emanaban olores indescripti bles y en el
hotel donde fi nalmente fueron alojadas, denominado Nacio-
nal, pero al que una de las de la parti da apodó Nasti er Than
All, había cerca de la entrada una puerta trampa que comu-
nicaba con la parte baja donde se guardaban gallinas, cerdos,
cabras, etcétera, por lo cual, cuando se abría –y esto ocurría
frecuentemente- penetraba una atmósfera que invadía toda
la casa. ” (Howard, 1931:18).
En las prácti cas que consti tuían los quehaceres del hogar,
por ejemplo el lavado de una prenda, demostrada que el atra-
so no era sólo por viejas costumbres y poco desarrollo tecno-
lógico, sino que tenía que ver con un aspecto económico:
Una noti cia un tanto sorprendente para las maestras fue
la de que las lavanderas no usaban jabón por ser demasiado
caro. Uti lizaban, en cambio, bosta que metí an en una bolsa y
ponían a remojar junto con la ropa en un charco cerca del río,
para luego refregar las prendas con una piedra y ponerlas a
secar sobre la arena. No era para maravillarse, en consecuen-
cia, de que los botones y las ropas duraran tan poco ti empo
(Howard, 1931:46).
Una representación, que se encuentra presente a lo largo
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o producía a su alrededor: les un aliciente más para echarse y morir como lo hacían tan
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del texto, y resume la idea de atraso característi ca de la socie-
dad argenti na de fi nales del siglo XIX, dada por las costumbres
de antaño, las carencias económicas y los retrocesos tecnoló-
gicos, es la alimentación:
Resultaba espantosa la sed padecida por no haber bebi-
das frías con qué refrescarse. Por ser desconocido el hielo en
aquel ti empo, la única agua fresca asequible provenía del alji-
be de algún amigo, de una cisterna para recoger agua de lluvia
o bien de un boti jo envuelto en trapos húmedos y colgado a
la sombra de un árbol. Los alimentos vegetales escaseaban,
con excepción de la mandioca y las cebollas, transcurriendo a
veces semanas sin que lograran ver una papa. Así, la alimen-
tación corriente se componía de carne, pan sin manteca y na-
ranjas de excelente calidad, de las que sus amigos las mante-
nían abastecidas en abundancia. Esta falta de vegetales no se
debía a que el suelo no fuese apto para producirlos sino a que
las personas que podían culti varlo eran demasiado perezosas
como para echar la semilla en la ti erra.
La leche era escasa y, si se obtenía, costosa. Cuando prove-
nía de lugares distantes era transportada a la ciudad a caballo
y en grandes tarros. Como la marcha acostumbrada del ani-
mal era un constante trote vivo, para cuando la leche llegaba
a desti no, se hallaba bien bati da y su conductor solía sacar
con la mano los trozos de manteca que cubrían la parte supe-
rior del tarro para ofrecerlos al cliente como una gran fi neza.
Otra costumbre que todavía subsiste, aun en los suburbios
de Buenos Aires, es la de arrear las vacas con sus terneritos,
parando en una y otra puerta para ordeñarles la canti dad re-
querida. Los pobres terneritos presentaban a menudo un as-
pecto lasti moso, con sus hocicos embozados para evitar que
aprovechen su alimento natural y con sus débiles pati tas va-
cilantes sobre el pavimento, obligados por el lechero a seguir
a sus madres, por el temor de que la vaca reti re la leche al no
estar en presencia de su cría. Las vacas son tenidas en lugares
llamados tambos, especie de establos, de los que son sacadas
a la calle dos veces al día, por la mañana y por la tardecita,
para abastecer de leche pura a personas delicadas y niños pe-
queños (Howard, 1931:46 y 47).
Así, en los primero capítulos, la autora realiza una suerte
de descargo, en donde culpa al atraso de la Nación Argenti na
a las costumbres de antaño arraigadas en la sociedad argenti -
na, y que impiden algún ti po de progreso, fundamentalmente
tecnológico y económico. Además, no es casual, la selección
de ciertas imágenes8 de la Argenti na, que realiza la autora.
La idea de modernismo está presente cuando la autora acu-
de al cuento de Washington Irving, “Rip Van Winkle”, el cual
relata la historia de un hombre que durmió todo el ti empo
que duró la Guerra Revolucionaria de Estados Unidos, en las
montañas al norte de Nueva York, y que al despertar encontró
una gran transformación, no sólo el país, sino también de él.
La autora sosti ene que las maestras norteamericanas tuvie-
ron esta misma sensación que el protagonista del cuento, o
sea de haberse dormido durante casi cincuenta años desde su
llegada a la argenti na en 1883, donde lo que reinaba era un
gran atraso, y haberse despertado en 1930, donde todas las
característi cas que permití an describir el atraso de la Argenti -
na, como el puerto, la fi sonomía de la ciudad de Buenos Aires,
los medios de transporte, la arquitectura, el alojamiento, fue-
ron modifi cadas. Los cambios también se dan en la religión,
con lo prejuiciosa de la sociedad argenti na:
…un senti miento religioso mucho más liberal y tolerante
que el de ti empos pasados: todas las prácti cas y creencias es-
tán permiti das. Siendo la Argenti na un país católico romano,
abunda como es natural, en capillas, iglesias y conventos; pero,
dado que la Consti tución Nacional establece la libertad de cul-
tos, se ven, además, iglesias de todas las sectas del protes-
tanti smo, sinagogas y templos de congregaciones ortodoxas
rusas y germánico – luteranas. La catedral, muy hermosa en
cuanto a su arquitectura y algo semejante a La Magdalena de
París por su ornamentación y por la columnata de su frente,
se levanta sobre la vieja Plaza de Mayo y observa gravemente
la nueva vida que se desliza a su vera, como lo viene haciendo
desde hace tres siglos (Howard, 1931: 123).
Una salvedad en todo este proceso de modernización es
con respecto a las zonas rurales, que según la autora todavía
se encuentran en un gran atraso:
Fuera de Buenos Aires, sin embargo, no se disfruta de
esta vida del país de las hadas, como no sea en muy reduci-
do grado en las ciudades más importantes del interior. Por lo
común, los pequeños pueblos rurales duermen aún entre la
polvareda del verano o el lodo del invierno, sin pavimentos y 8 Otras imágenes que la autora ha seleccionado, son la de los pró-ceres argentinos como Sarmiento y Mitre, edifi cios y lugares históricos como plaza de Mayo, y de varias cohortes de docentes y egresados de las Escuelas Normales (Estas imágenes se encuentran el libro “In Distant Climes and Other Years”, 1931; y no en su traducción, en donde hay ilustraciones.).
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a idea de atraso característica de la socie tecnológico y económico Además no es casual la selección
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pobremente alumbrados, sin otras notas sociales más desta-
cadas que algún baile ocasional y los festejos carnavalescos
(Howard, 1931:125).
De la mujer abnegada a la mujer emancipada
Al comienzo del libro aparecen contrapuestos disti ntos mo-
delos o imágenes de mujer. Por un lado, la imagen de mujer
más liberal, representadas por las maestras normales norte-
americanas, visión construida sobre la interpretación que la
autora realiza de los prejuicios o actuaciones del resto de la
sociedad para con ellas, tanto en Inglaterra:
La presencia de catorce mujeres procedentes de los Esta-
dos Unidos de América, la mayoría de ellas de menos de trein-
ta años, con su equipaje de ochenta bultos con la marca de
‘A-100 Buenos Aires, Argenti ne Republic’, despertó una gran
curiosidad en Liverpool, y las opiniones de las gentes se di-
vidían entre si las catorce estaban desti nadas a doncellas del
Ejercito de Salvación o a acróbatas de circo (Howard, 1931:15
y 16) – como en Argenti na- A su paso, los sacerdotes hacían
a un lado sus hábitos y se murmuraba que uno de ellos había
escupido en la calle con desprecio a una de las maestras. Se
las apodaba desdeñosamente las masonas y, al parecer, este
terrible epíteto tranquilizaba el ánimo de muchos (Howard,
1931:64).
Y por otro lado, la imagen de mujeres más conservadoras,
visión construida desde su observación de las prácti cas y cos-
tumbres de las mujeres argenti nas de fi nales del siglo XIX:
La única instrucción que antes recibían las niñas era la que
se impartí a en los conventos, donde se creía que el bordado,
un poco de música y de francés, junto con la lectura, la escri-
tura y la aritméti ca, eran, amén de los deberes religiosos, por
entero sufi cientes para el intelecto de una mujer (Howard,
1931:123).
En la visión de las mujeres argenti nas de fi nes del XIX la
autora reconoce que el rol conservador cumplido por estas,
no es homogéneo a todas las mujeres argenti nas, sino que
se encuentra supeditado a las diferencias por la procedencia
social de las mismas. En el caso de las mujeres humildes, la
sumisión tenía que ver con cuesti ones de violencia familiar
puesta de manifi esto naturalmente por ellas:
También se sorprendieron tanto – refi riéndose a las maes-
tras norteamericanas- cuando una lavandera les informó que
tenía cuatro hijos pero no marido. En efecto, al expresarle que
se condolían de su viudez, ella exclamó: ‘Oh, yo nunca he sido
casada por la Iglesia, porque en ese caso me hubiera obliga-
do a someterme a Juan y a vivir con él, aunque abusara de
mí; en cambio así, si él no me trata bien, yo le puedo decir
que se vaya.’. Quizás este argumento diera, en cierto modo, la
razón de la tercera parte de nacimientos ilegíti mos de aquel
entonces, estribando el resto de la explicación en los cincuen-
ta pesos que exigían los curas por derechos de matrimonio
(Howard, 1931:46).
En el caso de las mujeres pudientes, la sumisión tenía que
ver con ritos y costumbres sociales, que colocaban a la mujer
en un rol protocolar, y en algunos casos de incapaz:
Las niñas de las familias más disti nguidas siempre iban
acompañadas a la escuela, tanto de ida como de regreso, por
los sirvientes cuya obligación consistí a en marchar detrás de
ellas, a modo de escuderos, llevándoles los libros. Se debía
esto a que el andar con paquetes se consideraba denigrante,
relegándose siempre a la servidumbre esta frecuente necesi-
dad (Howard, 1931:53).
Este rol conservador que cumplen las mujeres en la socie-
dad argenti na, la autora lo explícita a través de la compara-
ción con el rol del sexo opuesto en la sociedad argenti na. A
fi nales del siglo XIX, las acti vidades llevadas a delante por los
hombres, contribuían construcción de una representación dó-
cil y dependiente de la mujer:
Por entonces los argenti nos consideraban la gordura en las
mujeres como un signo de belleza. Juzgadas por ese patrón,
ellas se sentí an de lo más encantadas cuando, pasados los
veinti cinco años, engrosaban enormemente, a consecuencia
a su afi ción por los dices y su aversión por cualquier ejercicio.
El nuevo régimen, o sea la introducción de la gimnasia en las
escuelas de niñas, unido a caminatas, remo, esgrima y otros
juegos, ha producido su efecto sobre las mujeres de hoy, que
lucen una silueta más graciosa y menos cargada de carnes su-
perfl uas.
(…) Por lo común, contraen matrimonio entre los diecio-
cho y veinti cinco años. Se alegran si ti enen muchos hijos y los
aman intensamente: cuanto más numerosa es la prole tanto
más orgullosa se siente la madre. Familia había en la que po-
dían contarse, sentados a la mesa, el padre, la madre y diecio-
cho hijos, a pesar de haber fallecido otros cuatro.
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ados sin otras notas sociales más desta tenía cuatro hijos pero no marido En efecto al expresarle que
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Las jóvenes eran mantenidas en parcial reclusión durante
su más temprana doncellez. Nunca se las veía en público sino
bajo la custodia de algún familiar de más edad o de alguna
dama de compañía, y eran estrictamente vigiladas en lo re-
ferente a sus amistades con el sexo opuesto. Resultaba difí cil
imaginar la diferencia existente entre la vida social libre de
una muchacha soltera en los Estados Unidos de América y la
vida sujeta de otra del mismo estado en la Argenti na. Esta,
aun después de casada, seguía bajo la constante vigilancia
de su marido, quizá más rígida que la de sus propios padres
(Howard, 1931:55). – en cambio- “Los muchacho argenti nos,
por el contrario, tenían y ti ene demasiada libertas y aprenden
desde edad muy temprana todos los vicios sociales (Howard,
1931:56).
Las diferencias de los roles entre el hombre y la mujer se
hacían evidentes en los disti ntos acontecimientos coti dianos
sociales como lo podían ser los velorios:
En esta oportunidad, las mujeres se arrodillan al lado del
ataúd y rezan cada tanto por el difunto, mientras en otra habi-
tación los hombres, dedicados a fumar, a servirse refrescos y
a cambiar opiniones sobre diversos asuntos, dejan a aquellas
la ardua tarea de ayudar al alma del que se ha ido en su paso
por el Purgatorio (Howard, 1931:57).
Estas frases, indudablemente, suponen un pasado en el
que la mujer argenti na estaba reprimida y obligada a cum-
plir con los quehaceres domésti cos y algunos específi cos de
la vida social, quedando suspendidas o relegadas de las acti vi-
dades intelectuales, que contadas mujeres alcanzaban. Ahora
bien, en los últi mos capítulos del libro la autora reconoce una
transformación en el rol de la mujer argenti na de fi nes de si-
glo XIX, caracterizado por una imagen de la mujer dócil, inúti l,
dependiente del hombre y de las acti vidades sociales y cos-
tumbres tenía adjudicadas y reconocidas que debía cumplir
para ser aceptada por la sociedad. La transformación acaeció
gracias al papel de la mujer en educación, específi camente en
la formación de docentes, que le ofreció a la mujer argenti na
un espacio en las que nunca habían sido reconocidas, y para
el cual estaban relegadas:
Gracias a la educación obtuvieron una mayor libertad para
orientar sus propias vidas, fuera del matrimonio, que era el
único camino que se abría ante ellas. Despertaron hacia acti -
vidades intelectuales más vigorosas y provocaron, según ex-
presa con verdad un maestro argenti no, un renacimiento de
la vida social en los centros donde se establecieron escuelas
normales.
Muy numerosas jóvenes se recibieron de maestras prima-
rias y, como la mayoría de las de otros países, no sólo llegaron
a bastarse a sí mismas sino que son el principal sostén de los
necesitados de sus propias familias. Muchas otras, sinti endo
ansias de conocimientos más elevados y de otros campos de
aprovechamiento, se prepararon para la medicina y la aboga-
cía y, algunas, son escritoras y músicas. Además de los ofi cios
femeninos más comunes, la taquigrafí a, la telegrafí a, la tene-
duría de libros, etcétera, están al alcance de las muchachas
argenti nas (Howard, 1931:113 y 114).
La autora reconoce que para las mujeres, en referencia a
la década del ’30, “…todas las insti tuciones de estudio les son
accesibles.” (Howard, 1931:123). Este espacio conseguido por
las mujeres a principios del siglo XX, les sirvió, según la auto-
ra, para “liberarse”, o bien emanciparse de las costumbres de
antaño, producto del atraso e ignorancia de la nación:
Todas las costumbres del pasado se han modifi cado mucho
en el presente. La niña que va a la escuela no se avergüen-
za de llevar sus propios libros y ya no es necesario que tanto
de ida como de vuelta la acompañe una criada. El período de
luto con sus reglas estrictas también se ha modifi cado mucho,
aunque todavía se criti que por su falta de afecto a quien no
vista de negro por la muerte de un pariente cercano y se man-
tenga en boga muchas de las viejas prácti cas a este respecto,
en lugares remotos del país.” (Howard, 1931:124) – o tam-
bién- “Dos jóvenes mujeres, salidas de la misma, – refi riéndo-
se a los egresados de la escuela normal de san Nicolás- tam-
bién abrazaron esta profesión, demostrando con ello poseer
un grado de coraje por lo general no atribuido hasta entonces
a la mujer argenti na.” (Howard, 1931:78).
Asimismo, esta transformación repercuti ó en la relación
con el hombre, ya que la posición que comenzaron a asumir
las mujeres fue de ponerse a la par de éste, no copiando sus
acti vidades, sino como compañeros o pares:
El ejercicio fí sico se ha unido a la gracia natural y, en las po-
cas escuelas mixtas que ha habido, la asociación en el estudio
con el sexo opuesto ha dado aplomo mental y confi anza en sí
misma a la joven argenti na. Al medir su capacidad de refl exión
y de discernimiento con la de sus compañeros varones, en lu-
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mantenidas en parcial reclusión durante presa con verdad un maestro argentino un renacimiento de
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gar de ver en cada joven a un posible esposo se ha converti do
en una buena camarada y, cuando llega el momento propicio
y ha elegido compañero para el matrimonio, encara su nueva
vida con más inteligencia, agregando a la natural abnegación
de la mujer argenti na como esposa y madre, un aspecto sim-
páti co y una amplia compresión, que le dan un encanto espe-
cial a sus relaciones (Howard, 1931:114).
De esta manera, la autora describe, al mismo ti empo que
denuncia, el rol de mujer abnegada que tenía la mujer argen-
ti na a fi nales del siglo XIX, y su transformación como una libe-
ración que consisti ó, por un lado, en el reconocimiento de la
mujer por parte de los otros, específi camente de los hombres;
y por otro, el reconocimiento de la mujer por sí mismas, sien-
do el sistema de formación docente el puntapié inicial para
dar comienzo al proceso de emancipación de la mujer.
De la organización y fundación de las Escuelas Normales a
su consolidación como sistema de formación docente
Con respecto a la educación, específi camente a la forma-
ción de docentes, pueden verse en el libro dos momentos
contrapuestos: la realidad del sistema de formación docen-
te imparti do en la Argenti na en 1883, y su consolidación a
principios del siglo XX. La autora sosti ene que las maestras
normales norteamericanas que arribaron al país en 1883 te-
nían un propósito bien defi nido desde el gobierno argenti no
de ese entonces:
El presidente Roca asumió el poder secundado por otro
ilustrado y entusiasta Ministro de Educación, el doctor Eduar-
do Wilde, cuya idea de establecer, por lo menos, una escuela
normal en cada provincia fué hábilmente apoyada y llevada
a la prácti ca por el magistrado y su gobierno. Se resolvió, en
consecuencia, traer desde Norteamérica más maestras nor-
males experimentadas con el objeto de coadyuvar a la mate-
rialización de dichos planes.” (Howard, 1931:28) – o- “Todas
eran graduadas en escuelas normales y fueron traídas para
realizar trabajos especiales en esa clase de establecimientos,
ya fuera para organizar nuevas escuelas de ese ti po o dirigir el
curso de aplicación anexo a las mismas, ya fuera para maes-
tras de metodología u otras ramas conexas con la labor de las
escuelas normales ya establecidas. Una maestra especializada
en kindergarten fué dejada en Paraná para poner en marcha
el primer departamento desti nado para la preparación de
maestros para jardines de infantes (Howard, 1931:32 y 33)
La visión que las maestras normales traían consigo para or-
ganizar y fundar el sistema de formación docente puede com-
prenderse cuando la autora describe los ideales de Sarmiento,
a través de un loas el cual justi fi ca argumentando que:
Para comprender las inquietudes del espíritu que origino
esta invasión de maestras norteamericanas a la república Ar-
genti na debe tenerse un refl ejo, siquiera fugaz, de la visión
del hombre que en los primeros años sentó las bases sobre
las cuales construyó sólidamente el sistema educati vo de la
nación (Howard, 1931:23).
El trabajo en el que se encomendaron las maestras norma-
les en 1883 se caracterizó por las grandes responsabilidades, y
vicisitudes, que debieron afrontar. Las costumbres de antaño,
que según la autora caracterizaban a la sociedad argenti na,
también, estaban presentes en el ámbito educati vo:
Los alumnos habían sido habituados a estudiar las leccio-
nes en voz alta, tanto en sus hogares como en la escuela, e
imaginaban que de otra manera nada podía aprenderse de
memoria. Como hasta esa época se estudiaban las lecciones
palabra por palabra, con los puntos y lasa comas en su debido
lugar, al pasar por las calles en vísperas de exámenes, se re-
cibía la impresión de que una revolución estaba en marcha.”
(Howard, 1931:54) – o con la falta de hábitos tales como- “El
día del comienzo de las clases en la Escuela Normal, llegaron
tarde cincuenta alumnos y se quedaron sorprendidos cuando
se les dijo que era necesario ser puntuales. Disculpándose di-
ciendo que no tenían relojes en sus casas y que vivían dema-
siado lejos para oír las campanas de la iglesia. En tales circuns-
tancias la puntualidad resultaba un problema y se les sugirió
que sus padres compraran unos relojes baratos. Al siguiente
día, los escolares llegados tarde se redijeron a veinte y poco a
poco esa falta de exacti tud fué eliminada.
Era imposible al principio dar clases en los días de lluvia.
Como los alumnos carecían de paraguas y rara vez habían
oído hablar de impermeables o de zapatos de goma, y mu-
chas calles, sin aceras, solían quedar converti das en ruidosos
torrentes, no quedaba otro camino que renunciar a dictar los
cursos. La tarea, con todo, fué de los más interesante. Los fu-
turos jóvenes maestros eran estudiosos, entusiastas y atentos
al consejo y la críti ca. Cada curso, compuesto de jóvenes y
niñas, iba egresando detrás de otro a cabo de tres años. Si-
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ven a un posible esposo se ha convertido maestros para jardines de infantes (Howard 1931:32 y 33)
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guiendo el consejo de las norteamericanas, los graduados se
dirigían a todos los lugares del país para trasmiti r a los menos
desfavorecidos los benefi cios que ellos habían recibido, con lo
cual cumplían un patrióti co deber.” (Howard, 1931:78).
Ahora bien, la organización y fundación del sistema de
formación docente de las Escuelas Normales por parte de las
maestras normales norteamericanas, tuvo su punto máximo
de resistencia en la Escuela Normal de Córdoba, experiencia
que resumiría lo más conservador de la sociedad argenti na:
Una inscripción en castellano, grabada en piedra desde ha-
cía más de tres siglos sobre una de las puertas de la iglesia
jesuíti ca, decía: ‘Esta es la casa de Dios y la Puerta del Cielo’.
Una mañana las maestras hallaron escrito sobre la puerta de
la entrada de la escuela, también en castellano: ‘Esta es la
Casa del Diablo y la Puerta del Infi erno’.
(…)No quedaba empero otro camino que seguir adelante
con la tarea, aun cuando las repeti das amenazas de excomu-
nión lanzadas contra fi eles que osaran poner a sus hijas en esa
boca del Infi erno impidieron la entrada de un gran número e
hicieron reducir a alrededor de ciento sesenta la posible ins-
cripción de quinientos alumnos.
Las maestras se esforzaron por mejorar las condiciones del
local escolar y por fi n lo logramos, merced al Presidente de
la República electo, que a la sazón residía en Córdoba. Obtu-
vieron un edifi cio grande que había pertenecido a un hotel,
en lugar de las tres casas parti culares en las cuales habían
estado funcionando antes las escuelas. Las largas vacaciones
esti vales fueron empleadas en renovar y arreglar el nuevo lo-
cal para adaptarlo cuanto fuera posible a las necesidades de
trabajo de una escuela normal.
Grande fué su sati sfacción al ver, por últi mo, después de
trabajar mucho con sus propias manos, salones limpios y ai-
reados, con los aparatos adecuados. Todos los departamentos
quedaban de bajo un mismo techo y empezaron el año lecti vo
con vivo entusiasmo.
No aumentó, sin embargo, el número de alumnos, el sen-
ti miento rencoroso de entonces nacía de la prohibición por el
Gobierno de la enseñanza religiosa en las escuelas. Habiendo
estado la misma hasta el momento a cargo de los sacerdotes
y habiendo sido Córdoba desde ti empo atrás el fuerte del je-
suiti smo – era asiento de una Universidad y de un Colegio de
la Compañía- la opinión se inclinaba desfavorablemente ante
la fundación de una escuela normal bajo la dirección de maes-
tras protestantes (Howard, 1931:63 - 65).
Otro inconveniente fue la inconstancia políti ca, que hacía
peligrar a la organización del sistema de formación docente:
Los frecuentes cambio de Ministro de Educación – funcio-
nario del gabinete argenti no de quien en ti empos pasados
dependían directamente ñas escuelas normales nacionales
– hacían que no fuese fácil la tarea de las maestras yanquis.
Cada ministro tenía sus teorías especiales a las que desea-
ba se ajustaran las escuelas normales. Así, en un momento
dado, privaban en los programas las ideas norteamericanas;
en otro, las francesas, y, en otro, las alemanas, mientras que
en la actualidad sería difí cil decir qué infl uencia predomina,
aunque los argenti nos sostengan que la propia. Sin embargo,
pese a todos los cambios secundarios, el plan de organización
norteamericano original consti tuye aún la base de las escue-
las normales (Howard, 1931:115).
Pese a las grandes responsabilidades, vicisitudes y costum-
bres de antaño, con las que se encontraron las maestras nor-
teamericanas en 1883 y los años posteriores, la experiencia
que determinaría el logro de las maestras normales y signifi có
una gran transformación para la época fue la organización de
la Escuela Normal de Paraná.
A modo de conclusión En el relato que realiza Jennie Howard puede inferirse una
visión de progreso, descripta a través de la dualidad entre el
pasado y el presente. El pasado, singularizado en 1883, cuan-
do arriba un grupo importante de maestras norteamericanas
a la Argenti na, para hacerse cargo de la organización y fun-
dación de las Escuelas Normales de formación de docentes
argenti nas. El presente, señalado en la escritura del libro,
aproximadamente fi nales de la década del `20 del siglo XX.
Esta dualidad, entre pasado y presente, se ve refl ejada por
medio de tres subdualizaciones que se encuentran a lo largo
del texto:
• Atraso/modernismo (el puerto y la fi sonomía de la ciu-
dad de Buenos Aires, los medios de transporte, la arquitectu-
ra, el alojamiento, los quehaceres del hogar, la alimentación,
entre otros).
• Mujer Abnegada/Mujer Emancipada.
• Organización y Fundación de las Escuelas Normales /Con-
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de las norteamericanas los graduados se la fundación de una escuela normal bajo la dirección de maes
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solidación de las Escuelas Normales como sistema de forma-
ción docente.
Vale aclarar, que los elementos que componen estas sub-
dualidades, los avances tecnológicos, la mujer y la formación
de docentes, no se encuentran disgregados en el relato, sino
que forman parte de una totalidad que caracterizan al pasado
y al presente de la Argenti na visto por la autora. El pasaje en-
tre pasado y presente, atraso y modernismo, mujer abnegada
y mujer emancipada, y organización/fundación y consolida-
ción de las Escuelas Normales como formación de docentes,
están expresados en el texto a través de un giro, personaliza-
do en la uti lización del cuento de Washington Irving, “Rip Van
Winkle”. La explicación de estos pasajes como giros, hace que
la misma quede reducida a causa / efecto, dejándose entrever
que la causa del progreso es la educación y civilización. Esta
visión de progreso, es característi ca de fi nales de siglo XIX y
principios del XX, y puede hacer recordar a la idea de civiliza-
ción y barbarie de Sarmiento. Ahora bien, el conocimiento de
esta visión de progreso, presente en el libro “In Distant Climes
and Other Years” permite reconocer los ideales que traían
consigo, ni más ni menos, los maestros normales norteame-
ricanos encargados por el gobierno argenti no de la organiza-
ción y fundación de las Escuelas Normales para la formación
de docentes en el país.
Este estudio, podría confi rmar en parte la hipótesis de que
el sistema de formación de maestros, imparti do en las Escue-
las Normales, fundadas y organizadas por los maestros nor-
males norteamericanos a fi nes del siglo XIX, culti vó la visión
de progreso del país a través de la educación sistemati zada,
ya que en el relato, se puede evidenciar que el pasaje del
atraso al modernismo, no sólo fue por la incorporación de los
avances tecnológicos, sino también por la eliminación de las
costumbres de antaño característi cas de la sociedad argenti na
de fi nes de siglo XIX, a través de la educación; el cambio en el
rol de la mujer argenti na abnegada, se vio cuesti onado por
formación ofrecida a las mujeres argenti nas en las Escuelas
Normales, precisamente en aquellas donde tuvieron prota-
gonismo los maestros normales norteamericanos, porque en
cierta medida contribuían a su emancipación; y la Consolida-
ción de las Escuelas Normales como sistema de formación do-
cente, en donde se instruyeron a los docentes que enseñaron
en las escuelas argenti nas. Este últi mo punto, la formación de
docentes normales, es seguramente el que cumplieron con
mayor éxito los maestros normales norteamericanos, moti vo
por el cual, hoy se recuerdan con nostalgia y anhelo de re-
greso, como lo esta expresado en el discurso del electo pre-
sidente.
Bibliografía
Diker y Terigi, (1997), La formación de maestros y profesores: hoja de ruta, Buenos Aires: Ed. Paidós.
Howard, J., (1951), En Otros Años y Climas Distantes, Traducción de Eduardo Rípodas, Buenos Aires:Editorial Raigal.
Houston Luiggi, (1959), Sesenta y Cinco Valiente, Buenos Aires: Ed. Ágo-ra.
Ithurburu, V., “La visión de progreso de una de las maestras normales norteamericanas: Jennie Howard”, Ponencia presentada en las XIII Jornadas Argentinas de Historia de la Educación “La educación en la Argentina. Ba-lances historiográfi cos, inventarios del presente y desafíos de la investiga-ción”, organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), Departamento de Educación (U.N.Lu.) y la Sociedad Argentina de Historia de la Educación (10, 11 y 12 de noviembre de 2004, Buenos Aires).
Puiggrós, A., (1990), Qué pasó en la educación argentina. Desde la con-quista hasta el menemismo, Buenos Aires: Ed. Kapelusz.
Szurmuk, M., (2000), Mujeres en viaje, Buenos Aires: Ed. Extra Alfaguara.
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uelas Normales como sistema de forma docentes normales es seguramente el que cumplieron con
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Los títeres como posibilidadEsbozos para una poética del aula
María Eugenia OrtegaEscuela de sordos N°503 de San Miguel. Instituto F.D y T.F. Chopin
La Casa de las Palabras:A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas.
Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas:
ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos,
probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no
conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del
color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino…
Eduardo Galeano1
Introducción
D esde hace años, en mi hacer coti diano como
maestra en disti ntas escuelas de educación es-
pecial, vengo explorando con mis alumnos los
caminos del arte. Espacios de juego, de narración de cuentos,
talleres literarios y fogones de narración de historias, talleres
expresivos de plásti ca, de juegos dramáti cos, de tí teres…Y
fundamentalmente de tí teres que los sinteti zan a todos.
En este camino, he venido probando y comprobando: que
el arte es posible dentro del aula, no sólo como “la hora es-
pecial de” sino que puede ser parte de la trama coti diana de
la clase, generando procesos donde jugar, crear, expresar y
también aprender es posible, y aún más.
Y que la clase concebida desde esta mirada determina una
nueva dimensión, poéti ca o poiéti ca en la cual inscribe su ac-
cionar, a lo que me gustaría llamar “una poéti ca del aula”
“Poiesis deriva eti mológicamente del anti guo término
griego ποιέω, que signifi ca “crear”. Esta palabra, la raíz de
nuestra moderna “poesía”, en un principio era un verbo, una
acción que transforma y otorga conti nuidad al mundo. Ni pro-
ducción técnica ni creación en senti do románti co, el trabajo
poiéti co reconcilia al pensamiento con la materia y el ti empo,
y a la persona con el mundo”2
1 Galeano, E 2007 (a)2 http://es.wikipedia.org/wiki/Poiesis
Me propongo, entonces, contar algunas de esas experien-
cias, repensarlas a la luz de nuevas y viejas lecturas, para
fundamentar mi convicción de que la escuela, el aula, es un
lugar donde el proceso creati vo, “la poiesis” es posible para
el grupo, para los sujetos, permiti endo la consti tución de una
subjeti vidad más sana y la construcción de la propia palabra.
Resignifi cando, entonces, a la escuela como un espacio legíti -
mo para el ejercicio de la libertad.
¿Por qué Títeres…?
1. “Lo que hay de ti ti ritesco en el niño hace que sienta tanto
al tí tere (…). El tí tere parti cipa de lo fantásti co y lo ridículo, de
lo asombroso y lo coti diano, de lo mezquino y lo sublime de su
propio mundo. (…).
2. “El niño está en el tí tere en una total entrega de su yo”.
3. Berta Finkel 3
Los Títeres suelen reconocerse como patrimonio de la in-
fancia. Vinculados indiscuti blemente a la tradición oral y a la
magia de la palabra
El tí tere ti ene una historia milenaria. Sus orígenes se pier-
den en el ti empo o más bien se encuentran con el del hom-
bre de quien es un viejo amigo, ya que lo viene acompañando
desde la caverna hasta nuestros días.
3 Santa Cruz, E. –García Labandal, L. 2008 (a)
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Dice Javier Villafañe: “El tí tere nació el primer amanecer,
cuando el primer hombre vio por primera vez su propia som-
bra; por ello el tí tere, como su sombra, vivirá con él y morirá
con él. Y esta experiencia dramáti ca se sigue repiti endo en el
transcurso de los ti empos de la misma manera como ocurrió
con el primer hombre cuando vio su sombra la primera vez:
era él, pero al mismo ti empo no era él”. 4
Tan anti guos como el hombre se los ha conocido en varias
formas.
“El primer tí tere fue plano. Los más anti guos que se con-
servan son de Oriente, la India, Indonesia y Birmania. Luego
se expandieron por todo el mundo. Pasaron a Turquía, África.
Sólo después de este recorrido, el tí tere toma tridimensionali-
dad y surge el muñeco corpóreo. Los primeros elementos para
construirlo fueron la piel y la madera.(…)
El tí tere es contemporáneo de los primeros ritos, las dan-
zas y las pantomimas de escenas religiosas. Los personajes
tenían que ver con la religión o con la tradición de los héroes
del lugar”5 (Santa Cruz- Labandal).
En algún momento, salieron de la Iglesia (El concilio de Tren-
to los prohibió) y al decir de Sarah Bianchi “fue una gran suer-
te que los echaran porque, entonces, fueron a parar a la plaza,
donde tuvieron libertad para hablar de lo que quisieran”6 . Se
hicieron populares y transhumantes.
En una relación dialécti ca entre lo sagrado y lo popular los
tí teres representan una expresión de la espiritualidad del ser
humano y de su recorrido socio histórico y se arraigan en la
memoria colecti va.
Pero…¿Qué es un tí tere?
La defi nición más consensuada de tí tere es la de “cualquier
objeto movido en función dramáti ca”.
“Su género es esencialmente dramáti co y sus elementos
básicos, acción y personaje, aparecen en el contexto escénico
en un nivel primario, esencial y condicionados por una básica
necesidad de síntesis”7 (Ariel Bufano)
“Su fuerza dramáti ca reside precisamente en su carácter
4 Javier Villafañe: Poeta y titiritero argentino pionero 24/06/1909 – 01/04/1996.5 Santa Cruz, E.– García Labandal, L. 2008 (b)6 Sarah Bianchi: Titiritera argentina pionera, 89 años, fundadora junto a Mane Bernardo del “Museo Argentino del Títere”- (Nota de Página 12 –Las/12- Personajes 20/06/2003)7 Ariel Bufano (Titiritero argentino) Rojas Bermudez, J. 1970 (b)
grotesco: la caricatura del movimiento y de la vida”8 (Ott o
Freitas)
Cada personaje “Es“, no necesita presentación. Es el perso-
naje en toda su intensidad dramáti ca. El tí tere no representa
al personaje que encarna en tanto es el personaje, no actúa,
signifi ca. Por eso también puede ser defi nido como “Másca-
ra” y en ese senti do como símbolo.
“El tí tere es una metáfora en el teatro. En la síntesis de los
muñecos se puede hacer una parábola de la vida y expresar
los senti mientos básicos de amor, celos, muerte, enojo, amis-
tad, etc…”9 (Sergei obraztsov)
El tí tere es “Síntesis”.
Síntesis entre lo sagrado y lo popular.
Síntesis de lenguajes expresivos (dramáti co, plásti co, lite-
rario, musical, etc).
Síntesis de interpretación, ya que la limitación técnica con
respecto a su movilidad (por realización y posibilidad de mani-
pulación) condiciona una mayor potencialidad de expresión.
Aquello que lo limita es la fuente de su riqueza.
Síntesis de composición de los roles sociales de los perso-
najes y del juego de relaciones interpersonales entre esos ro-
les reducidas a una simplicidad esquemáti ca.
Síntesis de expresión, comunicación, juego y aprendizaje.
¿Por qué tí teres en la escuela?
El tí tere es una herramienta privilegiada por su enorme po-
tencial expresivo y de comunicación.
EL objeti vo del uso del tí tere en educación es principal-
mente comunicacional.
Siendo lo comunicacional pilar fundamental del proceso
educati vo que sucede dentro de la escuela podemos decir
que abrir las puertas del aula a los tí teres es una experiencia
de enorme repercusión en la subjeti vidad de cada uno de los
alumnos y de los grupos que conforman.
“Berta Finkel (1980) señala al tí tere como uno de los me-
dios más interesantes para trabajar con niños ya que les
permite situarse en un plano de intersección justo entre lo
lúdico y lo real, favoreciendo procesos de identi fi cación y de
proyección”.10
Los tí teres en la escuela permiten la apropiación de cono-
8 Otto Freitas Titiritero argentino pionero. Palomas, S. 2002 (a)9 Villena, Hugo 199610 Santa Cruz,E – García Labandal, L.: 2008 (c)
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cimientos, la vivencia de procesos, la consolidación de lazos
sociales saludables, el desarrollo de la imaginación, el enri-
quecimiento de la capacidad de representación.
Pueden también “aumentar los ti empos de atención, gene-
rar climas lúdicos, liberar el humor, potenciar la creati vidad,
favoreciendo procesos resilientes”11 (Santa Cruz – García La-
bandal)
Podemos decir entonces, que el trabajo con los tí teres se
desarrolla abarcando disti ntos campos: afecti vo-emocional,
social, cogniti vo. Esto se da simultáneamente aunque en dis-
ti ntos momentos se privilegien objeti vos de uno u otro cam-
po.
Los tí teres permiten la creación y el juego. Creati vidad,
entendida no sólo como un espacio de expresión, sino como
pensamiento divergente, críti co, capacidad para resolver, para
ir más allá.
Las intervenciones con tí teres, en tanto intervenciones lú-
dicas, permiten la elaboración de confl ictos y la disminución
de la sensación de gravedad frente a errores y fracasos. Son
un recurso indiscuti ble para intervenir en la zona de desarrollo
próximo12 o potencial, favoreciendo los aprendizajes. Propor-
cionan escenarios imaginarios donde desinhibirse, ensayar,
anti cipar, tomar conciencia, construir, simbolizar, proyectar y
elaborar. Desde la maravillosa posibilidad de ubicarse en el
lugar del otro, habilitan el Encuentro.
La experiencia
Dice Elena Santa Cruz “un taller de tí teres es una ventana
al infi nito”13 y esta imagen me parece una bella metáfora de
lo que he vivido en el aula, con disti ntos grupos de niños con
los que he tenido el honor de trabajar, a lo largo de mi reco-
rrido como maestra, en escuelas de disti ntas modalidades de
Educación Especial
A conti nuación realizaré el relato de tres experiencias de
11 Resiliencia: Capacidad emocional, cognitiva y sociocultural de las personas que les permite reconocer, enfrentar y transformar en forma constructiva situaciones adversas que amenazan su desarrollo.Santa Cruz, E – García Labandal, L.: 2008 (d)12 Zona de desarrollo próximo: “es la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado por la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro más capaz” Vigotzky, Lev 1988)13 Santa Cruz, E. 2006
intervenciones con tí teres en al ámbito del aula. Con diferen-
tes grupos de niños y jóvenes, con disti ntas aproximaciones
al universo del tí tere, en la escuela de sordos donde trabajo
actualmente.
Contexto insti tucional
Educación del niño sordo desde un nuevo Paradigma:
“Durante muchísimos años (en el presente esta postura
aún no ha sido completamente abandonada en nuestro país)
la educación de las personas sordas estuvo determinada por
la concepción clínica o patológica que defi ne al sujeto sordo
como una persona con un défi cit (pérdida auditi va que inter-
fi ere en la adquisición del lenguaje y que aleja a la persona de
la norma), alguien a quien se debe enseñar a hablar, ya que
solamente a través de la adquisición de la lengua oral podrá
integrarse a la comunidad mayoritaria, oyente. El ´oralismo`,
tal como se denomina a la corriente metodológica sustentada
en esta concepción, afi rma que existe una dependencia lineal
entre el aprendizaje de la lengua oral y un adecuado desarro-
llo cogniti vo de los niños sordos, por lo tanto los programas
educati vos se orientan básicamente a la reparación del défi cit
a través de la enseñanza de esta lengua” 14
Existe otra mirada, a la que adhiero, desde el paradigma
socioantropológico que considera a la persona sorda como un
sujeto sociolingüísti co diferente, miembro de una minoría lin-
güísti ca y cultural cuya lengua natural es la Lengua de Señas,
Argenti na, en el caso de los sordos de este país.
“El niño sordo pertenece de un modo real –cuando se trata
de hijos de padres sordos- o de un modo potencial –cuando se
trata de hijos de padres oyentes- a una comunidad lingüísti ca
diferente. Esta comunidad minoritaria, respecto de los oyen-
tes, posee una lengua específi ca y modos de funcionamiento
socioculturales y cogniti vos diferentes”15 (Skliar)
Esta escuela de sordos en parti cular, trabaja con un enfo-
que bilingüe.
“Un enfoque bilingüe de la educación de los sordos consi-
dera a la LSA como la lengua natural del sordo, con caracte-
rísti cas propias y comparable a otras lenguas de señas y len-
guas orales; reconoce que los sordos conforman una minoría
lingüísti ca, y no un grupo de enfermos; que el lenguaje no se 14 Maurín,G. - Ortega, M. E. – Sánchez, T. 200615 Skliar, C. (1997)
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enseña ni se aprende, sino que se adquiere naturalmente por
medio de la interacción y que el habla es una de las manifes-
taciones del lenguaje y que las señas y la escritura son otros
canales de transmisión igualmente efi caces” .16
SIMÓN VIENE AL JARDÍN
(El tí tere como objeto intermediario)
Esta experiencia se desarrolló en una sala de Jardín de esta
escuela de sordos
En las escuelas de sordos los niños, hijos de familias de
oyentes, llegan al jardín con un nivel de desarrollo lingüísti co
muy pobre o muchas veces sin una lengua desarrollada como
en el caso de los oyentes. La excepción son los niños sordos
hijos de padres sordos que llegan con un nivel de desarrollo
lingüísti co en lengua de señas equiparable al del niño oyente
de la misma edad (pero son una minoría, 5% de la población
sorda).
Cabe destacar que en este contexto el trabajo en el jardín
va más allá de lo esperable para cualquier sala de Jardín, por-
que para la mayoría de los niños sordos será el lugar donde
entren en contacto con su lengua natural por primera vez. En-
tonces lo comunicacional será el eje fundamental de todo el
proceso y el vínculo con la lengua de señas.
Esta era una sala integrada de tres y cuatro años. El gru-
po se componía de 6 niños, todos varones. Como maestra
de ese grupo de jardín sentí el deseo de traer a la sala un
tí tere. Necesitaba un tí tere que pudiera interactuar con ellos,
estableciendo un vínculo afecti vo, pero indudablemente de-
bía hablar la Lengua de Señas Argenti na (LSA) La elección del
personaje no era fácil, pero lo más complicado de decidir era
la técnica, ya que indudablemente necesitaba hablar con las
manos. El proceso me llevo un ti empo, encontré el persona-
je, una especie de duende muy narigón y adapté la técnica a
las necesidades de manipulación. El resultado fue un tí tere
que sujetaba su cabeza a mi cuerpo y usaba mis manos para
hablar en LSA. Lo único que no podía hacer, por cuesti ones
técnicas, era interactuar conmigo desde la LSA. Su nombre es
Simón y su identi dad es sorda. Llegó a la sala un día, a media-
dos de año y los niños se enamoraron de él. Se convirti ó en
un personaje importantí simo para la vida del grupo. Fue muy
16 Veinberg, S
impactante para los niños descubrir que Simón hablaba en
LSA. Sus intervenciones eran cortas pero muy contundentes.
Salía de su caja en situaciones específi cas de comunicación: el
intercambio inicial de la jornada y el cierre de la misma, y en
otros momentos en los que intervenía para traerles objetos
que luego se usarían en alguna acti vidad o para generar situa-
ciones de interacción. A modo de ejemplo: un día abrimos la
caja y descubrimos que Simón no estaba, lo que generó enor-
me desconcierto en el grupo y discusiones sobre lo que le ha-
bría sucedido o el lugar donde estaría. Entonces encontramos
una carta en el fondo de la caja donde con palabras y dibujos
explicaba que estaba escondido en el árbol del pati o, y todos
corrieron a buscarlo comprobando que era cierto. A los tí teres
les gusta jugar y de paso mostrarnos algunas de las funciones
de la lengua escrita.
En esta experiencia el uso del tí tere fue claramente como
objeto intermediario. Simón fue un facilitador de la comuni-
cación, generó identi fi caciones desde su identi dad sorda, de-
seos de poner en uso la LSA que iban adquiriendo. Fue un
amigo de fantasía que siempre tenía algo para decir Y funda-
mentalmente, siempre estaba dispuesto a “mirar” (la LS no se
escucha, se mira) lo que los niños tenían para decir.
Fortaleció la identi dad grupal ya que funcionaba como Ob-
jeto cohesionador del grupo.
Generó fuertes vínculos de afecto y confi anza con ellos.
Ubicándose en el punto justo de intersección, que se mencio-
naba antes, entre lo lúdico y lo real.
Brindó la posibilidad de identi fi carse creando escenas ima-
ginarias y de proyectar senti mientos y vivencias inaceptables
en si mismos. Especialmente en relación al uso de la LSA que
en niños sordos de familias oyentes genera tantos senti mien-
tos encontrados y tantas situaciones violentas de incomuni-
cación, de no aceptación y de cuesti onamiento a la identi dad
sorda.
“La sociedad asume que todas las personas desearían ser
iguales unas a las otras: las personas sordas, por ejemplo, si
pudieran serían oyentes. (…)La sociología y la antropología,
entre otras disciplinas, han estudiado el tema de los sordos y
la sordera desde un nuevo ángulo. En la sociolingüísti ca, por
ejemplo, la lengua no es considerada exclusivamente un me-
dio de comunicación; también representa la identi dad social
o grupal del conjunto de personas que la uti lizan. Estas dos
funciones de la lengua están acompañadas por acti tudes y
valores tanto de sus usuarios como de las personas que no
conocen la lengua.” 17 (Veinberg)
Simón fue un puente a la comunicación y un gran colabo-
rador en la consti tución de la subjeti vidad de esos niños que
estaban descubriendo que en el mundo hay otros sordos y
por sobre todas las cosas otra lengua que podía ser fácilmente
adquirida por ellos.
TÍTERES DE PELÍCULA
(El teatro de mesa y el tí tere como medio para la construc-
ción de conocimientos)
El relato de esta experiencia de teatro de mesa es un re-
corte dentro de un proyecto áulico vinculando el arte y las
ciencias sociales. Se desarrolló trabajando con dos grupos de
alumnos de la escuela de sordos, uno de los cuales tenía ca-
racterísti cas especiales en relación a difi cultades emocionales
y de aprendizaje. Sus edades oscilaban entre los 8 y los 13
años. Trabajé junto a otra docente, profesora de plásti ca que
ti ene a su cargo el taller de orientación manual.
Este proyecto “San Martí n, de película”, que se proponía
realizar una película sobre la vida del Gral. San Martí n se arti -
culaba sobre tres ejes: la organización del acto en conmemo-
ración a la efeméride del 17 de agosto, la importancia que lo
visual ti ene para las personas sordas y en parti cular lo moti -
vador del uso de la cámara digital en este grupo de alumnos.
Y su soporte era la convicción de la posibilidad de construir
aprendizajes a través de la vivencia, la experiencia y el juego.
Dentro de ese proceso, que abarcaba la ambientación de
escenarios y el juego dramáti co en los mismos, resolvimos
“jugar” las escenas del cruce de los Andes y las batallas con
tí teres a través de un teatro de mesa.
Investi gamos en libros y revistas sobre el cruce de los An-
des, observamos las imágenes, miramos documentales que
reconstruían escenas de batallas, intercambiamos opiniones
A parti r de las imágenes de Los Andes propusimos la cons-
trucción de una maqueta, desarrollando el proceso de realiza-
ción de la misma a lo largo de varios días. La realización plás-
ti ca involucró diversas tareas: volúmenes y cartapesta, diseño
de vegetación, pintura, soldaditos, banderas, etc.
17 Veingberg ,S.
Sobre este escenario, al que incorporamos caballitos y ani-
males de juguete que los chicos trajeron de sus casas, drama-
ti zamos las escenas correspondientes y las fi lmamos para su
inclusión en la película.
El trabajo en el teatro de mesa fue muy interesante y diver-
ti do, y su uso se extendió más allá de la película, tomando un
desarrollo propio. Los niños se apropiaron de ese escenario
con mucha naturalidad, lo mejoraban con el paso de los días
usando su propio criterio, agregando elementos plásti cos y
dramáti cos que consideraban necesarios (como el diseño de
las caras de los soldados, la nieve, el sol, las banderas o el
planteamiento de las situaciones que jugarían).
El juego se fue enriqueciendo con los días, en la medida
en que los chicos pudieron confi ar en que ese era un espa-
cio de expresión legíti mo y no un elemento ornamental en el
cual realizar movimientos coreografi ados desde afuera por el
maestro. Entonces las situaciones entre los personajes se dis-
paraban al terreno del “Como Si” permiti endo poner en juego
contenidos propios: quienes eran los buenos y quienes eran
los malos, los héroes, los vencidos, la agresión, la muerte, el
humor.
Este uso de los tí teres proporcionó un espacio-escenario lú-
dico donde desinhibirse, ensayar, anti cipar, tomar conciencia,
construir, simbolizar, proyectar y elaborar. E indudablemen-
te favoreció el aprendizaje, la construcción del conocimiento
histórico en este caso.
EL TALLER DE TÍTERES COMO POSIBILIDAD
“Títeres de guante, criaturas del alma popular, hechos por
sus manos, para sus manos, para la alegría y la paz, de trapo
y poesía de ternura y papel.”18 Ott o freitas
Esta Experiencia de taller de tí teres, fue desarrollada du-
rante dos años con el grupo del que yo era docente. El grupo
se componía de 6 integrantes el primer año y se redujo a 4 en
el segundo año. Sus edades oscilaban entre 11 y 13 años. Era
un grupo de difí cil abordaje por sus característi cas: emociona-
les, sociales y cogniti vas. Grupos como este son denominados
dentro de la escuela como “el ciclo” o “el grupo con compo-
nentes”. Era por lo tanto un grupo con parti cularidades con
el cual se realizó un abordaje especial y una selección propia
18 Palomas,S. 2002 (b)
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gua están acompañadas por actitudes y Sobre este escenario al que incorporamos caballitos y ani
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de contenidos. Se trabajó desde la experiencia directa, como
punto de parti da para la construcción y la ejercitación de con-
ceptos. Este abordaje desde el “hacer” habilitó nuevos modos
de comunicarse y de construir aprendizajes redefi niendo el
lugar de cada uno en el aula y en la escuela. Otorgándoles
a los chicos un nuevo status en relación al aprender y a los
saberes propios y construidos en este contexto.
La planifi cación para el grupo se construyó sobre proyectos
y talleres con un claro “hacer” que posibilitó una dinámica
abierta, parti cipati va, no competi ti va y de expresión de las
subjeti vidades. Se priorizó el hacer, la experiencia directa y
la vivencia de los procesos, llegando a producciones fi nales
en las que todos pudieron reconocerse como partí cipes en
un contexto grupal, habiendo sido, a su vez respetados en el
modo propio de recorrer el trayecto propuesto.
Sobre esta dinámica de taller, ínti mamente ligada a la crea-
ti vidad, al juego y a la experiencia, se abrió el espacio del “Ta-
ller de Títeres”.
¿Un taller de tí teres con sordos que hablan con las manos
y tí teres que se manejan con las manos? Pues sí. Mi elección
de esta propuesta expresiva se basó en la gran riqueza que
ti enen los tí teres de guante19 en su síntesis y su posibilidad de
acción. Aprovechar al máximo que en este género “el confl icto
debe estar sólidamente manifestado en imágenes, de eso se
trata el teatro de tí teres. La palabra no puede ser la que defi -
na los momentos más importantes de la obra, para eso es que
estamos eligiendo al teatro de tí teres como código, para decir
con movimiento de imágenes, con metáforas vivientes.” 20
En este taller de tí teres los chicos desarrollaron disti ntos
aspectos del proceso, profundizando especialmente los as-
pectos plásti cos y dramáti cos.
El primer año comenzamos el trabajo con un acercamiento
a los tí teres de guante a parti r de mi propia valija de tí teres.
Con ellos pudieron explorar el lenguaje dramáti co de esta téc-
nica ti ti ritesca y poner en escena personajes y situaciones. La
primera producción plásti ca propia fue totalmente libre, es
decir cada uno realizó su tí tere sin condicionamientos y sin
proponerles que defi nieran de antemano que querían hacer.
A parti r de los tí teres que conocían apreciaron volúmenes y
19 Títere de guante: también llamado Guiñol, posee una cabecita y camisolín y se maneja con tres dedos (índice en la cabeza, pulgar y mayor en cada manito)20 Rogozinski,V (2005)
expresiones de rostros (este tí tere, el de guante, es uno de los
que más se relaciona con la máscara). Se les explicó la técnica
(cartapesta sobre bochitas de telgopor o bombitas de agua) y
dieron vuelo a su creación.
El resultado después del proceso fue realmente impactan-
te. Estos primeros tí teres fueron sumamente proyecti vos. En
el grupo había por ejemplo, una joven con labio leporino ope-
rado de pequeña sin posteriores cirugías (a la que llamaremos
Celeste) y una joven con la cara con importantes cicatrices de
quemadura (a la que llamaremos Paola) y sus tí teres portaban
estas característi cas, ya sea desde el color o el modelado.
Cuando pasamos a la etapa dramáti ca, los presentaron y
los pusieron a jugar escenas, y fueron muy interesantes las
cosas que sucedieron: Celeste pudo decir que su tí tere (de
labios fruncidos) no le gustaba y que no quería usarlo más.
Paola encontró espacios para ensayar intervenciones donde
su tí tere podía hacer amigos y tenía una presencia escénica
prolongada. Un joven (al que llamaremos Roberto) no permi-
tí a que nadie más usara su tí tere (en el trabajo escénico todos
los tí teres estaban habilitados para todos), cuando esto suce-
dió le generó una enorme angusti a y un desborde de gritos.
Este primer tí tere de Roberto tenía algo de sí que le impedía
tolerar que otro lo uti lizara. Lo que no sucedió con otros tí te-
res que realizó posteriormente. En general sostenía su tí tere
enfundado durante todo el taller aunque estuviera sentado
esperando su turno para dramati zar. El taller de tí teres (en
todas sus fases: la plásti ca y la dramáti ca) era el único espacio
áulico en el que Roberto se desenvolvía con placer, se lo veía
moti vado. Había mirada, y real comunicación. Estaba allí.
En el segundo año del taller las realizaciones plásti cas fue-
ron planifi cadas de antemano. Cada uno en la medida de sus
posibilidades anti cipó que personaje iba a realizar y nuestra
valija se enriqueció de una manera increíble al igual que el
repertorio de historias para contar
Ellos se organizaban para pasar solos o de a dos o tres y
armaban secuencias de acción que contaban una historia.
Muchas veces desarrollaban historias de la vida coti diana:
la mamá que retaba a su hijo/a. El hombre que se emborra-
chaba, la señora que peleaba con su marido borracho, el par-
to.
También las historias que más les gustaban eran repeti das
y mejoradas.
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abajó desde la experiencia directa como expresiones de rostros (este títere el de guante es uno de los
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Aparecieron personajes arquetí picos como la enfermera
que realizó Celeste que fue sumamente reparadora para ella
y para todo el grupo, y que le permiti ó explorar sus aspectos
ti ernos y femeninos.
Los tí teres hablaron de amor, de sexo, de locura, de dolor
y de muerte. Todos los temas fueron puestos en escena y en
algunos casos encontraban resoluciones realmente desopi-
lantes para los confl ictos.
Cada uno fue encontrando una forma de reforzar el guión
que ponía en escena. Algunos anti cipaban la historia en Len-
gua de señas antes de jugarla, otros iban saliendo y entrando
del retablo para ir contando a modo de viñeta. Otros no po-
dían planifi car ni aportar confl icto pero disfrutaban del estar
escénico.
En el segundo año de taller logramos realizar registros di-
bujados de las historias. Donde algunos verdaderamente pu-
dieron registrar la secuencia y otros aunque sea dibujaron las
imágenes que los habían impactado.
Cerramos el taller invitando a otro grado y a algunas docen-
tes a mirar una selección de las historias que habían puesto
en escena. No tuvo carácter de muestra formal, con ensayo,
sino de alto en el camino para comparti r este trabajo que les
producía tanto disfrute. Esto se hizo en la inti midad del aula
donde siempre desarrollamos el taller.
En este taller de tí teres, los tí teres desplegaron todo su
potencial expresivo, de manera inimaginable y con una pro-
fundidad enorme. Desarrollaron todas las funciones posibles,
descriptas en la introducción: permiti eron la apropiación de
conocimientos, la vivencia de procesos, la consolidación de
lazos sociales saludables, el desarrollo de la imaginación, el
enriquecimiento de la capacidad de representación, aumen-
taron los ti empos de atención, generaron climas lúdicos, libe-
raron el humor, potenciaron la creati vidad.
Les dieron la posibilidad de desinhibirse, ensayar, anti cipar,
tomar conciencia, construir, simbolizar, proyectar y elaborar,
favoreciendo procesos resilientes y subjeti vándolos individual
y grupalmente.
Conclusiones:
En las experiencias relatadas, los tí teres posibilitaron pro-
cesos creati vos, comunicacionales, cogniti vos y resilientes.
Desde una estructura lúdica habilitaron aprendizajes signi-
fi cati vos, y por sobre todas las cosas habilitaron el deseo de
aprender.
Los tí teres, tantas veces defi nidos como recurso, herra-
mienta, medio, etc, devienen, desde la acción docente, en
una estrategia didácti ca tan compleja como completa y su
intervención en la escuela, desde una visión que jerarquiza
la creati vidad y la expresión artí sti ca, adquiere una profunda
dimensión éti ca.
Todas las experiencias aquí narradas fueron posibles en el
aula de una escuela pública.
Haber recorrido este camino con mis alumnos es algo que
ha enriquecido mi hacer, mi senti r y mi pensar. Pero por sobre
todas las cosas me ha iluminado el alma.
Esta escuela, la escuela donde los pibes de este país van
a aprender, a comer, a estar y a ser es una escuela donde el
arte es posible y donde una Poéti ca del Aula es posible y, ne-
cesaria.
“Recupero la palabra poéti ca en su amplitud polisémica
(multi plicidad de senti dos).
Poéti ca como poiesis: producción de signifi cación, produc-
ción textual, creación.
Como esti lo. ¿De quién?: de un arti sta de un cientí fi co, de
un psicoanalista, de un paciente de una relación, etc.
Como poesía. La palabra poéti ca es creadora; se descolo-
ca de habitualidad comunicacional y coloca en el universo del
lenguaje lo otro del lenguaje: el ritmo, la cadencia, lo no co-
municati vo, la carne. (…)
Lo poéti co como creación, producción de nuevos senti dos.
Es una relación con la verdad en proceso, no como adecua-
ción, sino en el proceso de su discursividad. No sólo como dis-
curso sino también como acto. (…)
Poéti ca en relación con la creación artí sti ca y su parti cipa-
ción en la coti dianeidad” 21
Creo profundamente en los tí teres como posibilidad, cami-
no abierto, propuesta, puente…
Sueño con un aula que sea a los niños y jóvenes que la
habitan como “La casa de las palabras” 22 de la que habla Ga-
leano es, a los poetas que la visitan.
Porque todos tenemos algo para decir.
Propongo entonces, que abramos la puerta. Y escuche-
mos…. Que asomemos la cabeza y miremos… y que ponga-21 Buchbinder, M. 200522 Galeano, E. 2007 (b)
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onajes arquetípicos como la enfermera ficativos y por sobre todas las cosas habilitaron el deseo de
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mos el cuerpo para encontrar otras cosas para contar, otros
formas para contarlas, otros decires.
Parafraseando a Gianni Rodari23 en su frase “(…) el uso to-
tal de la PALABRA para todos…(…)” me gusta decir:
“El uso total del ARTE para todos, no para que todos sean
arti stas sino para que nadie sea esclavo”.
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globo rojo 9/06 www.educared.org.ar-Santa Cruz, Elena – García Labandal, Livia (2008) Títeres y resiliencia en
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encontrar otras cosas para contar otros tina
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El nuevo diseño curricular de secundaria de la Provincia de Buenos Aires en nuestras clases
Lic. Mónica A ValdettaroISFDT Frédéric Chopin
S egún el nuevo diseño curricular de educación fí -
sica para E.S.B. nos referimos a corporeidad defi -
niendo a ésta como el espacio propio y al mismo
ti empo social que involucra el conjunto de las capacidades
cogniti vas, emocionales, motrices, expresivas y relacionales
de un adolescente que contribuyen a su formación integral.
La corporeidad de la existencia humana implica hacer, sa-
ber, pensar, senti r, comunicar y querer poniendo en juego la
disponibilidad corporal y motriz. A través de la corporeidad
los sujetos manifi estan su intencionalidad y su proyección ha-
cia el mundo.
La corporeidad en los adolescentes son las acti vidades mo-
trices, los espacios y ti empos necesarios para reconocerse y
construir su propio camino a la autonomía.
Nuestra área debe tener en cuenta la corporeidad y la mo-
tricidad de cada alumno, para que cada alumno comprenda
que está haciendo desde lo motriz, sea signifi cati vo, lo pueda
realizar en el momento y ti empo adecuado, lo pueda uti lizar
para resolver situaciones de su vida coti diana.
Las manifestaciones motrices visibles el conjunto de pro-
cesos y funciones (conciencia, inteligencia, percepción, afec-
ti vidad, comunicación) hacen posible que esas acciones sean
signifi cati vas para ellos.
Por medio de la educación fí sica los alumnos deben llegar a
una consti tución corporal, desarrollando integradamente las
capacidades motoras, considerando sus aspectos orgánicos,
relacionando la salud, el contexto social y cultural del cual
proviene.
Así desde el punto de vista fi siológico necesitamos diver-
sos elementos para crecer y alcanzar un desarrollo armónico,
así como punto importante será el cuerpo como máquina que
necesita de alimentos ricos en carbohidratos, proteínas, gra-
sas en diferentes medidas también requiere de una acti vidad
fí sica acorde al crecimiento, el cual será un refl ejo positi vo
para que todo se realice equilibradamente alcanzando una
adultez saludable.
Es importante recordar que las adicciones (alcohol, drogas,
tabaco) no son un aporte positi vo para nuestro organismo,
cuanto más ingerimos estos tóxicos más rápido se envejecen
algunos de nuestros aparatos, nos llevan a una dependencia
mayor contribuyendo a una menor calidad de vida.
Si estamos sanos podemos hacer acti vidad fí sica, la que sea
y nos guste, a la vez es recíproco cuanto más acti vidad fí sica,
controlada y acorde a nuestras posibilidades y limitaciones,
más y mejor salud tenemos.
El alumno debe tener acceso a las herramientas corporales
que le permitan resolver problemas que le plantea el medio
de la mano de las habilidades motrices.
La educación fí sica como eslabón perteneciente en la ca-
dena de la educación integral, busca conti nuidad y apuesta
al presente y al futuro, debe servir para poder estar sano,
saludable, aumentar la calidad de vida, poder estar equili-
brado para conti nuar en una prácti ca deporti va sistemáti ca,
en el rendimiento como estudiante o trabajador, o ambos en
muchos casos, para alcanzar en el transcurso de la vida una
calidad que le permita disfrutarla, gozarla al máximo y de esta
manera poder optar por su desti no. Por ejemplo, durante el
embarazo, el cuidado y el control de la madre para dar vida
saludable y el acompañamiento que requiere complemen-
tariamente una paternidad responsable. En defi niti va elegir
formas de vida que permitan llegar a la ancianidad sin tantos
problemas de salud, fruto de haber llevado una vida de ejer-
cicios, acti vidades deporti vas recreati vas, acompañando con
una alimentación equilibrada, hábitos de higiene que favore-
cen el desarrollo armónico e íntegro de la persona.
En lo referente a la sociomotricidad un agente importante
es el deporte. El deporte crea obligaciones, esti mula la per-
sonalidad, reduce las agresiones, modela el carácter, es una
forma de canalizar impulsos, energía, nos lleva a tener imagi-
nación y resolver creati vamente situaciones dentro del juego
y en la vida coti diana, esto nos lleva a la autosati sfacción, éxi-
to esto produce autoesti ma elevada, promueve valores como
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la lealtad, compañerismo, respeto, solidaridad, cooperación,
camaradería, que luego se trasladan y transfi eren al resto de
las acti vidades que realiza el sujeto.
A través del juego conocemos la personalidad de los suje-
tos, allí se pueden lograr cambios positi vos, transformar acti -
tudes y conductas negati vas por positi vas y placenteras.
Construyen el deporte escolar y el juego deporti vo, parti ci-
pa de eventos deporti vos que lo educan integran socialmente
contribuyendo con su educación integral, propósito funda-
mental del área. Es por esto que el deporte escolar implica
una fuerte infl uencia en el proceso de socialización y en el
desarrollo del pensamiento tácti co creati vo, propiciando ins-
tancias de parti cipación masiva que aseguran el protagonis-
mo de todos los alumnos en variadas expresiones de juegos
deporti vos.
Otro medio importante en la sociomotricidad es todo lo
referente a lo expresivo, si bien sociomotricidad es entendi-
da como una forma acti va de relación con los otros, refl eja al
mismo ti empo el modo de ser del sujeto en situación, reve-
lando sus senti mientos y emociones. El adolescente se expre-
sa a través de su motricidad posturas, gestos, acciones comu-
nicati vas, en la búsqueda de reconocimiento y aceptación por
parte de los pares y de los adultos signifi cati vos para ellos.
La educación fí sica debe contribuir al desarrollo de la ca-
pacidad expresiva para mejorar la comunicación e interacción
entre los alumnos y aportar situaciones didácti cas para formar
el senti do de pertenencia y desarrollar prácti cas de inclusión.
Como profesores de educación fí sica es importante fomen-
tar la parti cipación masiva del grupo, reconociendo que todos
pueden y deben parti cipar. Desde lo acti tudinal hay que revi-
sar ciertos prejuicios y representaciones sociales tratando de
evitar caer en la discriminación, sobre todo en la actualidad:
moda, pobreza, obesidad, llevar al grupo a que revean acti -
tudes y conductas tratando de ponerse en el lugar del otro,
generando espacios de respeto y responsabilidad mutua. Esto
en términos más amplios, apuntaría a un ejercicio más pleno
de la ciudadanía, apuntalando el pluralismo y la democracia.
En relación al medio ambiente sabemos de lo placentero y
benefi cioso que es para la educación integral las acti vidades
en el medio ambiente. Ese salir del contexto de la escuela,
ese sabor a diferente, nuevo, ti ene además un atracti vo muy
peculiar, por eso es relevante realizar acti vidades al aire libre,
por esto deben ser acti vidades programadas, elaboradas,
pensadas en función del y para el grupo a cargo, la simple
improvisación no alcanza para pasar el o los días en el me-
dio natural. Las comunitarias, los juegos, la forma de costear
gastos, rifas festi vales previos, ferias de plato en actos escola-
res, organización grupal tal que ya enuncia un aprendizaje, un
compromiso, un acuerdo, un consenso, o simplemente sen-
tarse y tomarse el ti empo para distribuir roles y funciones. Se
pretende que los alumnos parti cipen el juegos y acti vidades
propias de la vida al aire libre, de gran riqueza en cuanto a
comprometen diferentes capacidades y habilidades motrices
y resultan perti nentes para el aprendizaje de contenidos rela-
cionados con la educación ambiental.
La elaboración de proyectos de acti vidades campamenti les
y ludomotrices de disti nta índole, permite que los adolescen-
tes pongan en juego su capacidad de organización, propician-
do la parti cipación en experiencias de convivencia democrá-
ti ca.
En síntesis, este ti po de acti vidades permiten que el ado-
lescente conozca y disfrute de acti vidades motrices en espa-
cios donde la naturaleza se presenta con escasa o mediana
intervención del hombre. Al mismo ti empo, hay que reparar
que estos espacios son propicios para que el adolescente pue-
da apropiarse de conceptos y habilidades que impactan en la
consti tución de su corporeidad y motricidad, y en la forma-
ción de acti tudes de responsabilidad con estos ambientes.
Bibliografía
Dirección General de Cultura y Educación La Provincia de Buenos Aires (2007) Diseño curricular educación física para Secundaria.
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Apuntes sobre educación, artes y humanidadesAño 2, N° 2, agosto de 2011.
ISSN 1853-4589
Fabián YausazDepartamento de Investigación del Instituto Superior San José (I 27) Corrientes Profesor de la
Universidad Católica de Salta
“Día de los escritores”. Una propuesta instruccional para el abordaje de la composición escrita en escuelas públicas que atienden niños provenientes de
grupos socioculturales marcados por la pobreza urbana
Resumen
E l propósito del siguiente artí culo es presentar
“Día de los escritores”, un programa de instruc-
ción que buscó favorecer el desarrollo de habili-
dades de composición escrita en niños de tercer grado de una
escuela pública suburbana de Corrientes Capital que ati ende
mayoritariamente a niños que viven en condiciones de extre-
ma pobreza. El programa se extendió a lo largo de 18 sema-
nas, período durante el cual los niños recibieron 44 horas de
instrucción. Parti ciparon de “Día de los escritores” 29 niños
que integraban un grupo natural de aprendizaje de tercer gra-
do y una maestra ti tular que había recibido una capacitación
orientada por los lineamientos didácti cos propuestos por Bor-
zone, Rosemberg, Diuk, Plana y Silvestri (2004). Para la eva-
luación del impacto de los aprendizajes y para el monitoreo
de la propuesta se combinaron las siguientes modalidades de
medición y observación de resultados: a) Un diseño de com-
paración de los resultados post-programa con los obtenidos
por dos grupos de niños de similar y diferente procedencia
social al fi nalizar tercer grado, b) un diseño de evaluación pre-
post programa y c) una observación parti cipante de las leccio-
nes que consti tuyeron el programa.
Palabras claves: Programa escolar para el desarrollo de la
composición escrita, niños y niñas de tercer grado, abordaje
en paralelo de transcripción y generación textual, niños y ni-
ñas provenientes de grupos socioculturales marcados por la
pobreza urbana.
1. Condicionamientos escolares para la ejecución del pro-
grama
Graham (2006) y Graham et al. (2009) en sendas reseñas
de programas instruccionales para el desarrollo de habilida-
des de composición escrita consignan numerosos estudios
llevados a cabo con docentes o alumnos excepcionales. Sin
duda estas investi gaciones aportan datos relevantes sobre
posibles diseños, pero a menudo las condiciones en las cuales
estos resultados fueron obtenidos condicionan su potencial
replicabilidad.
Cuando planifi camos “Día de los escritores”2 optamos por
una lógica diferente, pretendimos instalar un diseño de con-
trol y monitoreo de un programa-piloto. Este programa fue
llevado a cabo por una maestra de una escuela común que
enseñó a un grupo de aprendizaje natural.3
Presumimos que esta decisión le otorgaría validez ecológi-
ca al trabajo. Por otra parte, supusimos que contribuiría a la
formación en servicio del personal de la escuela y favorecería
la posible replicabilidad de los resultados.
El control y seguimiento del programa supuso realizar una
serie de acciones de monitoreo y evaluación (observación
parti cipante, video-fi lmaciones de las lecciones imparti das,
administración de pruebas, seguimiento y ajuste de la inter-
vención didácti ca). Puesto que las escuelas públicas de Co-
rrientes habitualmente no albergan investi gaciones de este
ti po, el establecimiento del trabajo requirió realizar acuerdos
con el personal directi vo y con la maestra que lo llevaría ade-
lante.
Fue seleccionada una escuela con la cual se había mante-
nido un vínculo de trabajo anterior a la instalación del progra-
ma. En efecto, el Departamento de Investi gación del Insti tuto
Superior San José (insti tución coordinadora del proyecto) ha-
bía llevado a cabo disti ntas acciones de diagnósti co y forma-
ción en dicha escuela desde el año 20024 .
Esta escuela además fue elegida porque la mayor parte de
sus alumnos proviene de grupos socioculturales que viven en
contextos de extrema pobreza. Además el personal directi vo
se comprometi ó a apoyar el trabajo hasta que fi nalizara y una 2 En el apartado 10.3 describimos detalladamente el programa.3 Denominamos natural a un grupo de aprendizaje que no fue con-formado “ad hoc” para llevar a cabo el programa, sino que respondía a los criterios de agrupación establecidos por la escuela.4 El programa fue puesto en funcionamiento en el año 2007, la es-cuela seleccionada formó parte del estudio que se presenta en la primera y la segunda parte de esta tesis.
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maestra ti tular experimentada estuvo dispuesta a llevarlo a
cabo.
La propuesta fue puesta en marcha en un grupo natural. La
escuela seleccionada ti ene en su matrícula de tercer grado un
número importante de niños con sobre-edad. Este fenómeno
se vincula con los altos porcentajes de repitencia propios de
esta escuela en parti cular y de la mayoría de las escuelas su-
burbanas provinciales en general.
En efecto, un estudio de las actas de promoción y repiten-
cia en el primer ciclo de escolaridad durante el período 1998-
2005 realizado en esta escuela (Yausaz, 2006) verifi có las si-
guientes medias históricas de repitentes: 40.5% para primer
grado, 28.9% para segundo y 28.4% para tercero.
Este hecho determina que en las cohortes que consti tuyen
los grupos de tercer grado exista, por lo menos, un 30% de
niños que, al comienzo del ciclo lecti vo cuenta con una sobre-
edad de 1 o 2 años con respecto a las expectati vas del sistema
educati vo. Algunos de estos alumnos (aproximadamente el
10%) cuentan con más de tres años de sobre-edad.
La asignación de estos últi mos niños a los disti ntos grupos
de aprendizaje es moti vo de confl icto entre el personal do-
cente y los directi vos de la escuela. Por este moti vo, los direc-
ti vos, al inicio del ciclo escolar, asignan a estos niños en igual
proporción a los disti ntos cursos de tercer grado.5
En consecuencia los grupos de aprendizaje que aquí llama-
mos naturales están formados por niños que ti enen la edad
esperada por el sistema, niños con uno o dos años más y ni-
ños con más de tres años de sobre-edad.
Por otra parte, a parti r del año 2005 esta escuela incluyó el
servicio de desayuno y almuerzo dentro del horario escolar.
Esta decisión redujo aproximadamente una hora y media la
jornada escolar de 4 horas.
En el año 2003 esta escuela fue seleccionada para un es-
tudio diagnósti co sobre trayectorias escolares llevado a cabo
en insti tuciones que atendían población urbana en riesgo de
fracaso escolar en las ciudades capitales de las cinco provin-
cias más pobres de la República Argenti na (DiNIECE- UNICEF,
2004).
A parti r de dicho estudio fueron asignados a la escue-5 Esta práctica es atípica entre las escuelas suburbanas de Corrien-tes. La mayoría de estas escuelas opta por realizar procesos de nivelación consistentes en agrupar a los niños con sobre-edad en cursos, a menudo muy numerosos, que con frecuencia son asignados al personal suplente o con poca experiencia en el cargo.
la múlti ples programas de formación. En este contexto de
sobre-oferta de programas técnicos que realizaban disti ntos
proyectos de intervención, consensuamos con los directi vos y
la maestra a cargo del grupo las condiciones mínimas de siste-
mati cidad que requería la ejecución del programa.
Las autoridades de la escuela aceptaron que “Día de los
escritores” fuera ejecutado, siempre y cuando, adoptara los
contenidos curriculares vigentes (en especial con respecto al
abordaje de determinados ti pos textuales)6 .
La escuela estableció que “Día de los escritores” podía ins-
talarse con una frecuencia de dos veces por semana durante 1
hora y 15 minutos cada vez. La maestra, por su parte, solicitó
que las reuniones de evaluación y ajuste del programa fueran
realizadas dentro de su horario laboral (en horas en las que
los alumnos no estaban a su cargo).
Las autoridades y la maestra garanti zaron sostener el pro-
grama entre los meses de abril y octubre y disponer de un
espacio fí sico desti nado a la evaluación individual de los ni-
ños fuera del salón de clases. Por últi mo, el equipo técnico
se comprometi ó a realizar acciones de presentación de los
resultados al resto del personal de la escuela una vez que el
programa hubiera fi nalizado. Los tutores de los alumnos fue-
ron informados a principio de año sobre las característi cas del
programa y les fue solicitado el consenti miento para que los
niños parti ciparan del mismo.
2. Sujetos
La maestra que llevó a cabo programa contaba con 15 años
de anti güedad docente y una vasta experiencia en el tercer
grado de esa escuela. Había asisti do al programa de forma-
ción “Alfabeti zación inicial con población en riesgo de fracaso
escolar” (ver apartado 4) y además era bilingüe, su L1 era el
guaraní y su L2, el español.7 8
6 Este requerimiento también se vinculaba con acuerdos establecidos entre los maestros de la escuela y refrendados por los directivos en relación con los pisos de aprendizaje que debían garantizar los distintos grados. Con respecto a la composición escrita los docentes de cuarto grado esperaban que los de tercero abordaran específi camente determinados tipos textuales (noti-cia, descripción, narrativa breve, diálogo).7 El bilingüismo guaraní-español no es una característica excepcio-nal de esta maestra, en efecto, la mayoría de las maestras con más experiencia de la escuela eran bilingües.8 Si bien el bilingüismo guaraní-español no es un problema central que se abordó dentro del programa, las transferencias a la escritura de rasgos de la oralidad descriptas en el capítulo 10 hacen que esta competencia de la docente merezca ser consignada.
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Recibieron el programa 29 sujetos (17 niñas y 12 niños). Al
comienzo del programa, 23 contaban con la edad prevista por
el sistema (8:07, extremos 7:10 y 8:08) y 6 con sobre-edad
(10:08, extremos 9:03 y 13:02).
Los niños provenían de tres barrios emplazados en las zo-
nas aledañas a la costa del río Paraná. Los datos censales dis-
ponibles caracterizan a este sector como mayoritariamente
habitado por población con NBI.
De acuerdo con el testi monio de la maestra y del personal
de secretaría (los cuales intervenían en la extensión de certi fi -
cados) un 80 % de las familias de los niños eran benefi ciarios
de, por lo menos, un plan de subsidio ofi cial y todas las fami-
lias reti raban un bolsón de alimentos que se distribuía cada
dos meses en la escuela.
Fueron realizadas entrevistas con tutores de los niños en
las cuales fueron sondeados disti ntos aspectos ambientales,
especialmente aquellos ligados a la conformación familiar y
al aprendizaje escolar. En un 58 % de los hogares convivían
entre 5 y 7 personas, el 32% de los hogares estaban consti tui-
dos por más de 8 personas, mientras que en el 10 % restante
convivían 3 o 4 personas (generalmente dos adultos y uno o
dos niños).
Los entrevistados manifestaron que, en general, los grupos
familiares estaban formados por los adultos a cargo de los ni-
ños (madres, padres, abuelos) y los hijos. Sólo dos entrevis-
tados consignaron que sus grupos correspondían a familias
ampliadas.
En relación con la ocupación de los adultos, un 57% de
los padres realizaba “changas” (en general de albañilería) y
un 58% de las madres se desempeñaba como amas de casa.
Entre los adultos restantes, un 13% de las madres trabajaba
como personal domésti co, 2 padres eran pescadores, 3 eran
policías y dos padres eran cuentapropistas (mecánico, remi-
sero).
En la tabla 1.12 presentamos un resumen del nivel educati -
vo de los padres de los niños. Como se observa, un 76% de las
madres y un 80% de los padres alcanzó un nivel de secundario
incompleto o inferior.
Padre Madre
Primario incompleto 18% 25%
Primario completo 28% 30%
Secundario incompleto 28% 25%
Secundario completo 13% 20%
Superior incompleto 13%
Tabla 1.12 Ciclo educati vo máximo alcanzado por los padres de los niños
También se les preguntó a los tutores quién ayudaba a los
niños a resolver tareas escolares fuera de la escuela. A través
de esta pregunta, se pretendía recabar información sobre los
mediadores extra-escolares que apuntalaban el proceso de
aprendizaje escolar.
El 50% de los adultos o adolescentes (madres, tí os o her-
manos mayores) que ayudaba a hacer la tarea contaba con
una formación secundaria incompleta o primaria completa;
un 23%, con secundaria completa o superior, 4 niños realiza-
ban su tarea sin recibir ayuda y a dos niños se los enviaba a
una maestra parti cular.
Para sondear si los niños coti dianamente atravesaban si-
tuaciones de contacto lingüísti co se preguntó si en el hogar
había alguien que hablara otra lengua. Un 25% de los tutores
manifestó convivir con, por lo menos un adulto, que frecuen-
temente hablaba guaraní delante de los niños. En estos casos
se solicitó que los tutores esti maran las competencias de los
niños en la lengua guaraní. Con excepción de una madre que
manifestó que su hijo hablaba fl uidamente esta lengua, el res-
to de los tutores esti mó que los niños la comprendían pero no
la hablaban.
3. Evaluación, ejecución y monitoreo del programa
“Día de los escritores” se extendió a los largo de 18 sema-
nas en las cuales los niños recibieron 44 horas de instrucción.
La evaluación del programa requirió el diseño de una se-
rie de instancias que nos brindaran información empírica que
permiti era responder a las tres preguntas que enunciamos a
conti nuación:
• ¿Cuánto más aprendieron los niños que parti ciparon del
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programa?
• ¿En cuánto contribuyó el programa al desarrollo de las
disti ntas habilidades involucradas en la composición textual?
• ¿Qué ajustes debían realizarse mientras el programa se
ejecutaba?
Para responder la primera pregunta se adoptaron dos gru-
pos de comparación:9
a) El grupo “B”10. Era un grupo natural compuesto por 24
sujetos (13 niños y 11 niñas) de los cuales 7 contaban con so-
bre-edad. El grupo cursó tercer grado en la misma escuela en
la que se llevó a cabo “Día de los escritores”. Fue evaluado a
fi nes del año 2003. Para seleccionar este grupo nos basamos
en el juicio experto de las directoras y las disti ntas maestras
de la escuela. En opinión del personal docente, éstos habían
sido los niños que presentaban el mejor desempeño en es-
critura en la cohorte de tercer grado de 2003. El grupo había
recibido una enseñanza que siguió los lineamientos didácti cos
impulsados por los diseños curriculares provinciales vigentes
en aquel momento. Fueron incluidos dentro del grupo “B”
aquellos niños que tenían un porcentaje de inasistencias in-
ferior al 20% de las clases efecti vamente imparti das durante
aquel ciclo lecti vo (192 días).
b) El grupo “C” estuvo consti tuido por 17 sujetos (10 ni-
ños y 7 niñas) que contaban con la edad prevista por el siste-
ma para cursar tercer grado. Los niños asistí an a una escuela
pública urbana11 asentada en un barrio no caracterizado por
los datos censales como compuesto por población pobre. En
efecto, en este barrio habitan mayoritariamente empleados
de la prefectura. Estos niños fueron evaluados a fi nes del año
2008 y fueron seleccionados porque la escuela fue sede de
un programa nacional de formación docente denominado
“Escuela del bicentenario”. En esta escuela este programa
se propuso seguir los lineamientos de los Cuadernos para el
aula e impulsó, durante los tres primeros años de escolaridad,
acciones de lectura de textos literarios y escritura de textos 9 Distinguimos la noción de grupo de comparación de la de grupo control. Los grupos que adoptamos como parámetros estuvieron constituidos por niños de tercer grado que asistieron a la misma o a otra escuela. No ca-racterizamos a estos grupos como control porque para seleccionarlos no fue-ron controladas determinadas variables (inteligencia, fl uidez de transcripción, medidas de MO), ni tampoco fueron realizados procedimientos de asignación aleatoria a “Día de los escritores” o a otras condiciones instruccionales.10 Al grupo que participó de “Día de los escritores” lo denominare-mos, de aquí en más, grupo “A”.11 La caracterización de las escuelas urbanas y suburbanas fue pre-sentada en el capítulo 1.
de invención. Del grupo de aprendizaje evaluamos sólo a los
niños con edad prevista por el sistema porque eran los que
habían parti cipado de este programa durante, por lo menos,
dos años de la primera escolaridad.
Para medir el impacto diferencial de “Día de los escritores”
en relación con los otros dos programas de instrucción se les
solicitó a todos los niños que realizaran la prueba de rescritu-
ra de cuento que presentamos en el capítulo 1. En todos los
textos fueron medidas las siguientes variables:
• Extensión de los textos (EXT)
• Información recuperada (REC)
• Nivel ortográfi co global (NOG)
Para comparar estas medidas adoptamos las dos pruebas
que proponen Graham et al (2009) para ponderar el impacto
diferencial de los programas de instrucción: la magnitud del
impacto (MI) y la población que supera la media (PSM).
La primera medida (MI) surge de restar a la media del gru-
po que recibió la propuesta, la media del que no la recibió y
dividir esta diferencia por el desvío estándar de este últi mo
grupo. La segunda medida (PSM) es el porcentaje de niños
que parti cipó del programa (“A”) y obtuvo puntuaciones supe-
riores a la media de los grupos de comparación (“B” o “C”).
En línea con Graham et al (2009) consideramos que un va-
lor MI/PSM>0.8 evidencia un impacto alto del programa, que
0.4<MI/PSM<0.8 corresponde a un impacto medio, en tanto
que 0.2<MI/PSM<0.4 a un impacto bajo. Por últi mo, un MI/
PSM<0.2 corresponde a un impacto no signifi cati vo.
Por otro lado, los escritos de los tres grupos fueron anali-
zados atendiendo a dos aspectos: las clases de textos a la que
pertenecían12 y el uso de los signos de puntuación (mayúscu-
la, punto fi nal, signos internos).
Para la evaluación de los aprendizajes de los niños (segun-
da pregunta) realizamos un diseño pre-post programa que
consisti ó en administrar el dictado de palabras y la rescritura
de cuento y aplicar similares diseños de análisis.
En tanto que, para observar la evolución del proceso de
los niños y ajustar la intervención docente (tercera pregun-
ta) un miembro del equipo técnico responsable del programa
realizó una observación parti cipante de todos los encuentros
12 Se adoptaron las categorías presentadas en el capítulo 6.
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llevados a cabo. El observador estaba incluido en las ruti nas
áulicas, asistí a a la docente en acti vidades no directamente
ligadas con el programa y mantenía una intervención baja en
las acciones de instrucción vinculadas con “Día de los escri-
tores”.
Esta observación incluyó: el registro en cintas de audio y
video de fragmentos de clase y la recolección y el almacena-
miento en soporte electrónico de todos los borradores y ver-
siones defi niti vas redactados por los niños.
Para el ajuste de las acti vidades el observador se reunía
semanalmente con la maestra a cargo. Ambos discutí an cues-
ti ones inherentes a la evolución de la propuesta, observaban
video-fi lmaciones de los encuentros, discutí an sobre trans-
cripciones de registros o bien analizaban la evolución de los
borradores de los niños.
4. Formación docente
Como ya dijimos, la maestra que llevó a cabo el progra-
ma parti cipó durante los años 2004-2005 de un programa de
formación docente en servicio llevado a cabo por el Insti tuto
Superior San José denominado “Alfabeti zación inicial con po-
blación en riesgo de fracaso escolar”(ver Gandulfo, 2007 para
una caracterización de la formación).
A nivel teórico/didácti co esta formación siguió los linea-
mientos propuestos en Borzone et al. (2004). El programa
supuso acciones fuera y dentro de la escuela. Fuera de la
escuela las maestras y maestros parti cipaban de un curso de
10 horas con una frecuencia mensual. Durante el mismo los
asistentes asistí an a lecciones teóricas sobre los lineamientos
didácti cos, analizaban registros fí lmicos de lecciones impar-
ti das por colegas, ajustaban guías de enseñanza propuestas
por el equipo coordinador del programa y parti cipaban de un
grupo de refl exión.
Dentro de su espacio laboral los asistentes llevaban a cabo
las acti vidades programadas en el curso y periódicamente re-
cibían a un capacitador que desempeñaba acciones de mo-
delado, observación de encuentros, evaluación del trabajo e
intercambio de impresiones.
Durante el período 2004-2005 la maestra que llevó a cabo
el programa recibió 220 horas de curso fuera de la escuela,
comparti ó 20 jornadas escolares de trabajo con un capacita-
dor y ajustó todo el programa de acti vidades que consti tuyó
“Día de los escritores”.
5. Día de los escritores
5.1 Fundamentos
“Día de los escritores” es un programa de instrucción cuyo
objeti vo es que los niños que están aprendiendo a escribir de-
sarrollen en paralelo disti ntas habilidades relacionadas con la
composición escrita.
Está inspirado en los lineamientos didácti cos sistemati za-
dos por Borzone et al. (2004) para la enseñanza inicial de la
lectura y la escritura especialmente desti nada a niños prove-
nientes de grupos socio-culturales que viven en condiciones
de extrema pobreza.
Para la planifi cación de las acti vidades que conforman el
programa se han adoptado tres principios rectores:
a) La enseñanza en paralelo de habilidades que permitan
conocer y dominar procesos de escritura de disti nto orden
(transcripción y generación textual).
b) La transferencia de responsabilidad en el control de la
tarea global de redactar.
c) La estructuración de los procesos de generación textual
primeramente en el marco de interacciones orales y su poste-
rior transcripción.
5.2 Abordaje en paralelo de habilidades de transcripción
y generación textual
“Día de los escritores” abordó tanto la ejercitación y la
prácti ca de los procesos de transcripción como la instrucción y
la prácti ca de los procesos involucrados en la generación tex-
tual en secuencias instruccionales cercanas en el ti empo.
La cercanía temporal buscó favorecer la orquestación, por
parte de la MO de los niños, de los disti ntos subprocesos in-
volucrados en la composición escrita (Berninger & Richards,
2002).
5.3 La transferencia de responsabilidad
El programa propició modalidades instruccionales que fa-
vorecieran la transmisión de saberes de los más expertos en
el uso de la escritura (la maestra y eventualmente algunos ni-
ños) a los niños que contaban con menor dominio sobre esta
herramienta. Con respecto a la instrucción, a lo largo de los
disti ntos encuentros la maestra llevó a cabo las siguientes ac-
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ciones:
a) El modelado. La docente con frecuencia mostraba pro-
cedimientos que pretendía que los niños realizaran. Por ejem-
plo durante una escritura colecti va enunciaba en voz alta ac-
ciones que ejecutaba o bien antes a proponer consignas de
redacción, presentaba un texto que sirviera como modelo.
b) La corrección. La corrección de la maestra buscaba orien-
tar la atención de los niños durante el proceso de revisión. En
este senti do, las marcas gráfi cas sobre el borrador del niño
pretendían guiar la relectura hacia aquellos aspectos del texto
que debían ser revisados y corregidos.
c) La ayuda durante la transcripción. La maestra regulaba
la canti dad de asistencia a los disti ntos niños en función del
grado de fl uidez en la ejecución de la transcripción con que
contaran los mismos.13
d) La enseñanza explícita. Para abordar problemas puntua-
les generalizados se impartí an mini-lecciones sobre conteni-
dos específi cos.
e) La prácti ca y ejercitación de procesos de transcripción.
Para favorecer la velocidad y precisión en la ejecución de es-
tos procesos cada encuentro incluía alguna situación en la
que los niños debían transcribir independientemente de una
situación de composición escrita.
f) La prácti ca y ejercitación de los procesos lectura. En línea
con los trabajos de recuperación para lectores y escritores con
difi cultades de aprendizaje (Clay, 1979; Clay y Cazden, 1990),
dentro del taller se ejercitó la lectura en voz alta y el segui-
miento con el dedo del texto. La maestra alentaba a transferir
este procedimiento a la revisión textual, especialmente para
atender las correcciones efectuadas al borrador.
5.4 La estructura de los encuentros
El trabajo con cada texto se extendía a lo largo de dos en-
cuentros. Es decir que, en este período, los niños debían re-
dactar un primer borrador, recibir las correcciones, revisar el
texto y transcribir al cuaderno de deberes la versión defi niti -
va.
Se optó por elaborar sólo un borrador porque la maestra
manifestó que resultaba difí cil mantener la moti vación de los
niños en la redacción de un mismo texto cuando la tarea im-
plicaba la elaboración de más de una versión preliminar. 13 En relación con la ayuda de la maestra a los distintos subgru-pos ver el punto 12.3.5
Los niños se incluían de situaciones que buscaban incre-
mentar el grado de parti cipación individual en la tarea. Por
ejemplo, en uno de los trabajos con el ti po de texto diálogo se
produjo la siguiente secuencia de acti vidades:
Primer encuentro
a) Dramati zación de un diálogo entre dos niños.
b) Escritura colecti va (a cargo de la maestra) del diálogo
dramati zado.
c) Lectura (primero a cargo de la maestra y luego comparti -
da) del cuento “Sobre lluvias y sapos” (Gustavo Roldán).
d) Presentación de una consigna (inventar un diálogo entre
dos animales).
e) Redacción en parejas del primer borrador del diálogo
(cada niño redactaba la intervención de uno de los persona-
jes). Fin del primer encuentro.
f) Corrección de los borradores a cargo de la maestra.
Segundo encuentro
g) Mini-lección sobre el uso de guiones en los diálogos.
h) Devolución de borradores, revisión de los textos y trans-
cripción individual de la últi ma versión del texto al cuaderno
de deberes de cada niño.
i) Lectura en voz alta de las versiones de cada pareja.
j) Discusión grupal sobre las disti ntas versiones.
k) Corrección de la maestra de las versiones defi niti vas .
Los encuentros no tenían una estructura fi ja, no obstante
todos incluían las siguientes acciones:
a) Prácti ca de procesos de transcripción.
b) Mini-lección de contenidos gramati cales, ortográfi cos o
discursivos.
c) Modelado a cargo de la maestra de procedimientos tex-
tuales.
d) Lectura en voz alta a cargo de la maestra y los niños.
e) Redacción (individual o en pequeños grupos).
5.5 Las disti ntas situaciones de redacción
En función de la complejidad de la tarea o de la difi cultad
estructural propia del ti po textual que los niños debían redac-
tar la maestra variaba las condiciones de redacción (colecti va,
en parejas, individual).
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La secuencia que con mayor frecuencia se produjo consis-
ti ó en instalar primeramente una situación de escritura colec-
ti va (el grupo total generaba el texto y la maestra lo transcri-
bía). Esta situación era seguida de una redacción en parejas
o en tríos. Finalmente la revisión y transcripción de la últi ma
versión se realizaba de manera individual.
Para la escritura en parejas o tríos la maestra respetó los
criterios de agrupación elegidos por los niños salvo en los ca-
sos en los que evaluó que los mismos no favorecían el proceso
de transferencia de responsabilidad.
En algunos encuentros la docente optó por formar parejas
compuestas por un niño que controlara fl uidamente los pro-
cesos de transcripción junto con otro que tuviera difi cultades
con los mismos. Esta modalidad no siempre produjo los resul-
tados benefi ciosos esperados.14
Por otra parte, durante la escritura individual (que usual-
mente consistí a en revisar y pasar en limpio un texto) un
subgrupo de niños que presentaba serias difi cultades para
controlar los procesos de transcripción trabajaba en una es-
critura grupal asisti do por la maestra, mientras el resto de sus
compañeros revisaba y pasaba en limpio individualmente.
5.6 De la generación textual oral a la escrita
El programa promovió una progresión desde el discurso
oral hacia la posterior transcripción. En esta línea, luego de
brindar una consigna de escritura, la docente proponía una
discusión oral sobre el contenido o la forma de los futuros
textos escritos.
Otra situación en la que se producía una intervención de
este ti po era cuando un niño detenía abruptamente la redac-
ción, en estos casos la maestra recapitulaba oralmente lo ya
escrito por el niño y luego discutí a la posible conti nuación.
Estas discusiones orales buscaban favorecer la fl uidez de
los procesos de generación textual. Ahora bien, durante las
escrituras colecti vas, las mini-lecciones o las correcciones de
borradores, la maestra resaltaba las diferencias entre el dis-
curso escrito y el oral.
14 La bibliografía que se ocupa de los niños con problemas de apren-dizaje de la escritura (Graham et al., 2009) consigna que los mismos se bene-fi cian cuando participan de actividades junto con alumnos de su mismo curso más competentes que ellos. Uno de los problemas que encontramos a lo largo del programa fue que los niños más competentes con la escritura a menudo eran menores que los niños que presentaban problemas. En general unos y otros renegaban de compartir una misma actividad de redacción.
5.7 Las acti vidades y los ti pos textuales abordados
Durante el proceso de formación que consignáramos en el
apartado 5.4 el equipo técnico responsable del proyecto y la
maestra ajustaron el programa. En este período fueron pues-
tas a prueba diversas acti vidades y fue evaluado el grado de
adecuación de las mismas.
Este programa arti culó tres fuentes de conocimientos:
• Los fundamentos rectores del programa.
• Los requerimientos de la escuela en relación con los con-
tenidos que debían abordarse.
• La experiencia de la maestra con respecto al ajuste de las
acti vidades.
6. Resultados
A modo de cierre
El objeti vo central de la presente no es presentar los resul-
tados, los mismos son detallados en Yausaz (2011). No obs-
tante, a nivel general, las mediciones realizadas con “Día de
los escritores” evidenciaron un impacto medio y alto en todas
las medidas de comparación adoptadas tanto con respecto al
grupo de similar procedencia social como al que no estaba
integrado por niños que provenían de grupos socioculturales
marcados con la pobreza extrema.
En contraposición con corrientes didácti cas que actual-
mente infl uyen sobre diseños curriculares de la provincia de
Corrientes y de la Nación y que no proponen un abordaje sis-
temáti co de los procesos de transcripción (trazado manual y
ortografí a) durante la primera escolaridad ( MECyT, 2006 a y
b), los resultados de “Día de los escritores mostraron que los
niños que parti ciparon del programa mejoraron notoriamen-
te en medidas de transcripción (legibilidad de la letra, orto-
grafí a) y de generación textual (extensión de los textos, uso
de conectores y de signos de puntuación). Consideramos que
este resultado se vincula con el abordaje en paralelo de habi-
lidades de transcripción y de generación textual que favoreció
el programa.
Por últi mo se observó que la corrección de la docente so-
bre los borradores de los niños desempeñó un papel crucial
para orientar el proceso de revisión y favorecer la transferen-
cia de responsabilidad.
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Para el aula
Las brujas entran en la escuelaMarcelo Bianchi Bustos
Profesor del Instituto Superior Frederic Chopin y Universidad Nacional de General SarmientoDirector del Centro de Capacitación, Información e Investigación Educativa de Pilar
L a frase de Graciela Montes que se ha decidido
uti lizar a modo de epígrafe sirve para introducir
este trabajo que consiste en la lectura y el aná-
lisis desde una perspecti va pedagógico – didácti ca un libro
de literatura para niños. En este caso se trabajará con el libro
Disculpe … ¿es usted una bruja? de Emily Horn15, un texto que
pondrán al joven lector en contacto con la creación literaria
y con una historia atracti va que generará posiblemente una
empatí a entre el personaje principal de la historia y el niño. Al
poner al niño en contacto con esta historia podrá ver que se
propone un mundo imaginario , tal vez muy parecido al real,
pero que es fi ccional y que está elaborado a parti r de un uso
poéti co del lenguaje.
El argumento de este cuento es de estructura sencilla.
Horacio, el protagonista de esta historia, es un gato que vive
en la calle, excepto cuando hace mucho frío y se queda en
una biblioteca pública. Es allí donde descubre un libro muy
especial, una “enciclopedia de las brujas”, el cual las describe
dando diversas caracterizaciones (que usan medias a rayas y
sombreros punti agudos, viajan en escobas voladoras, prepa-
ran pociones en calderos) pero una de ellas le llama la aten-
ción: sus mascotas con gati tos negros. Este descubrimiento
le da a Horacio una idea genial: buscar a una bruja para que
lo adopte como mascota y de esa forma no estar solo nunca
más. Su afán por encontrarla lo lleva a confundirse y a inter-
pelar, por ejemplo, a una niña que lleva medias a rayas, luego
a un barrendero que limpia los adoquines con su escoba, y,
por últi mo, a una mujer que está cocinando en un enorme
caldero. Lamentablemente ninguno de ellos era un bruja y
15 Horn, Emily (2008) Disculpe … ¿es usted una bruja?, Bogotá, Norma. Esta autora nació en Sydney, Australia y este libro es el primero que ha publicado. El mismo está ilustrado por Pawell Pawlak, de Polonia, un ilus-trador que ha importantes premios, entre los cuales se destacan el Prix Inter-national Biennal pour Illusstrateurs de Livres d’Enfants y otros otorgados por el Art for Children Biennial de Polonia.
decepcionado Horacio vuelve a la Biblioteca, lugar en el que
se acercan algunas niñas para mimarlo. Luego el personaje
descubrirá que ellas son aprendices y que, al gustarles mucho
el gato, le pedirán permiso a la maestra para llevarlo a su casa.
La maestra acepta y fi nalmente Horacio encuentra su lugar al
converti rse en el gato de la escuela de brujas.
a) Fundamentación del género y criterios de selección
Considerando los aportes de Miretti (2009: 47) se ha deci-
dido trabajar con un cuento que posee una estructura lineal,
canónica (con sus clásicas partes de introducción, desarrollo
y desenlace) pues de esa forma el niño podrá apreciar la re-
solución del confl icto, en este caso la soledad de Horacio, el
personaje que originó la historia.
Al seleccionar este libro se estará privilegiado el género,
el tema y los personajes que aparecen en él. Con respecto al
género, es importante destacar que es importante uti lizar un
cuento pues por medio de él, el niño comienza a compren-
der la importancia del uso poéti co del lenguaje (en el senti do
propuesto por Roman Jakobson) y como lo señaló Montes en
la cita del comienzo de este trabajo, le permite darse cuenta
que cuando se lee o se escucha un cuento se está frente a un
hecho del lenguaje disti nto, en el que las palabras sirven para
otra cosa, en este caso para crear un mundo fi ccional, el de
Horacio y su búsqueda de una bruja que lo cuide. Al mismo
ti empo, el cuento posibilita la construcción de la subjeti vidad
y el desarrollo en la historia de los disti ntos miedos y los te-
mores del niño. En este caso concreto al ser un texto de es-
tructura ternaria y tener una serie de repeti ciones, los niños
lo pueden comprender sin difi cultad. Con respecto al tema y
los personajes los mismos son atracti vos para los niños y por
“La fi cción ingresa temprano a nuestras vidas. Comprendemos precozmente, que hay ocasiones en que las palabras no se
usan sólo para hacer que sucedan cosas (…) sino para construir ilusiones”.
Graciela Montes, 1999
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momentos se recurre a los estereoti pos que permiten que el
niño comprenda y siga el hilo argumental de la historia.
Se ha elegido este historia pues, como señala Miretti , po-
see una serie de característi cas básicas que hacen que sean
de aplicacación para la lectura y el trabajo con los niños, en-
tre ellas el presentar pocos personajes, que los mismos están
bien caracterizados aunque en este caso concreto se observa
que las característi cas que poseen las brujas puedan ser uti -
lizadas por otras personas, existe una abundancia de repeti -
ciones en torno a la pregunta ¿es usted una bruja? que realiza
Horacio en su derrotero.
b) Proyección didácti ca
Campo de aplicación
Este libro puede ser leído por niños de diversas edades,
tanto en el nivel inicial como en el primario. Por la historia y
las característi cas de Horacio, los niños sienten una identi fi ca-
ción con el personaje que sólo busca el cariño de una dueña
que lo quiera. Esta idea se vincula con lo señalado por Ana
Garralón (2003: 7) quien dice que “el lector se senti rá como
protagonista de muchas historias que lee: desconcertado con
lo que ti enen ante sus ojos, preocupado por el futuro que
hereda y esperanzado con la idea de no cometer los mismos
errores que sus padres”. Sin dudas las dos primeras de las
característi cas que menciona la autora se pondrán en juego
cuando los niños lean la historia de Horacio.
La extensión de la historia es una característi ca que merece
ser destacada pues de esa forma el niño podrá leerlo sin pro-
blema y en caso de que sea leído por el docente, éste podrá
hacerlo de manera ininterrumpida, asegurando de esta forma
la entrada y la permanencia al mundo fi ccional del gato y su
búsqueda de una bruja.
Algunas acti vidades posibles
Se sugiere que la entrada al texto en el aula sea a parti r
de los datos paratextuales, es decir a parti r del trabajo con la
tapa y los datos que en ella aparecen: la imagen de un gato y
sobre él, la sombra de alguien, no se sabe quien pero por su
silueta se puede deducir que se trata de una bruja.
Este libro puede ser leído tanto por el docente como por
los alumnos en el aula (o fuera de ella). Obviamente que con
cada uno de estos dos actos disti ntos se logran propósitos di-
ferentes. Por medio de la lectura del texto mediante la voz del
maestro (o de otro mediador de lectura, como un biblioteca-
rio, los padres, etc.) los niños disfrutarán del relato: se imagi-
narán las acciones seguidas por este gati to, se reirán por sus
equivocaciones, se emocionarán y parti ciparán acti vamente
de la historia a través de su imaginación. También la historia
podría ser narrada pero es importante recordar que todo do-
cente debe ser un modelo lector y mostrar constantemente
los libros y la pasión por leer pues la lectura del cuento puede
dejar una marca en los estudiantes.
Luego de la lectura del texto es sumamente interesante
abrir un espacio de intercambio propiciando la interpretación
de lo leído. Como señala Alicia Zaina, “la interpretación es una
acti vidad intelectual muy rica y compleja que el lector ejer-
ce. Es, en principio, una acti vidad individual que se desarrolla
en la interacción con el texto” (Zaina, 2000: 29). Para poder
hacer esto no hay que volver a contar lo leído sino generar
una conversación en la que parti cipen los que quieran hacerlo
y que les posibilite a los niños ir ganando progresivamente
la confi anza para hacerlo. En este momento lo que se debe
priorizar es el intercambio, la refl exión, el momento ínti mo de
cada uno con la historia leída o escuchada.
A parti r de estas acti vidades macro que acompañan el día
a día escolar, se pueden realizar otras como:
• Producir una galería de gatos y de brujas: Se puede rea-
lizar con los niños un álbum, una galería de personajes proto-
tí picos, en este caso las brujas, y acompañadas de los gatos.
Esta acti vidad que estará acompañada con imágenes les po-
sibilitará a los niños comparar, predecir, hipoteti zar disti ntas
cuesti ones vinculadas con el mundo de las brujas en las que
los calderos mágicos, las escobas voladoras, los hechizos, etc.
se harán presentes.
• Producir un recetario “brujeril”: Es decir de un libro de
recetas y de pócimas para hacer reír, para que pare de llover,
etc. De esa forma y a parti r de lo leído se trabajará con la in-
vención de recetas, acti vidad que lleva implícita la indagación
de este ti po de texto y de su formato textual.
• Investi gar sobre la importancia de las bibliotecas: Como
Horacio se resguardaba en la biblioteca, la idea de este espa-
cio como el lugar en el que conseguía el calor puede ser el dis-
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e a los estereotipos que permiten que el los alumnos en el aula (o fuera de ella) Obviamente que con
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parador para que los niños indaguen guiados por el maestro
sobre la importancia de la biblioteca, a parti r del conocimien-
to de la biblioteca de la sala, de la charla de un bibliotecario o
de la visita a una biblioteca.
• Escribir: Si se desea escribir se puede invitar a los niños
a crear otras aventuras de las pequeñas brujas que deciden
adoptar a Horacio.
• Expresarse a través del arte: Si se desea jugar y trabajar
con la expresión estéti ca, se podrá trabajar con los niños en la
elaboración de escobas voladoras.
Pero además, como la lectura de un cuento remite a otro
a través de la relación intertextual, es posible que éste sea
el punto de parti da para ingresar al mundo de lo literario y
también para vincular a la literatura con el cine y el teatro.
Al trabajar con la historia de Horacio los niños posiblemen-
te vincularán los personajes con la saga de Harry Pott er y el
mundo fi ccional que crea la autora plagado de brujas en el
que algunos gatos se hacen presentes o otros gatos clásicos
de la literatura – que tal vez ya han sido abordados al realizar
la galería de personajes – como por ejemplo el gato con botas
o el de Alicia en el País de las Maravillas. De esa forma el libro
podrá ser puesto en relación con otros, como por ejemplo:
• La varita mágica de Winnie, de Valerie Thomas y Korky
Paul.
• La bruja Mon, de Pilar Mateos.
• Una bruja demasiado gorda y otra demasiado fl aca, de
Cristi na Portorrico y Poly Bernatene.
• Niños, las brujas no existen, de María Inés Falconi.
Estas son tan sólo algunas ideas para trabajar en el aula
que el docente las resignifi cará y las incluirá dentro de sus
propias secuencias didácti cas.
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s niños indaguen guiados por el maestro
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Elisa Spakowsky (2011): Prácti cas pedagógicas de evalua-
ción en el Nivel Inicial. Desarrollo histórico, análisis críti co y
propuestas superadoras. Buenos Aires. Ed. Homo Sapiens.
192 Pág. ISBN 978-950-808-631-0
Reseña realizada por María del Luján Martí n16
De la autora
Elisa Spakowsky es Maestra Normal Nacional, Profesora
de Educación Inicial y Licenciada en Ciencias de la Educación
(UBA). Magíster en Metodología de la Investi gación (UNER),
docente de amplia trayectoria en el Nivel Inicial de la provin-
cia de Buenos Aires. Se ha desempeñado como maestra de
sección y directora de Jardín de Infantes, profesora y directora
de I.S.F.D, profesora en las Universidades Nacionales de Bue-
nos Aires, Luján y La Pampa.
Ha publicado como co-autora el libro “La organización de 16 Marita Martín es Profesora de Educación Preescolar, Profesora en Educación Primaria, Asistente Educacional, Profesora en Educación para Irre-gulares Mentales, alumna de la licenciatura en Educación Inicial de la UNLu. Ha transitado por diferentes cargos en la educación inicial de la provincia de Buenos Aires - maestra de sección, directora de jardines de Infantes, inspecto-ra de área e inspectora jefe de Educación Inicial- y se ha desempeñado como profesora en el profesorado para la educación Inicial en el ISFD 4 de la ciudad de 9 de Julio. Ha dictado varios seminarios, cursos e intervenido en calidad de especialista en distintos eventos referidos a la educación de la primera infan-cia.En la actualidad es integrante del equipo de la Dirección Provincial de Educa-ción Inicial de la provincia de Buenos Aires, cumpliendo funciones de asesora docente.
los contenidos en el nivel inicial” y es autora de varios artí cu-
los en libros y revistas que abordan la temáti ca de la educa-
ción de la primera infancia.
En la actualidad se desempeña como Directora Provincial
de Educación Inicial en la provincia de Buenos Aires.
Del libro
La temáti ca de la evaluación en el Nivel Inicial ha sido uno
de los que podríamos llamar núcleos duros del Sistema Edu-
cati vo y es todo un desafí o el que Elisa Spakowsky se haya
lanzado a abordarlo poniendo a disposición del lector sus sa-
beres teóricos y prácti cos, sus convicciones ideológicas y su
compromiso con la mejora del hacer en el Nivel Inicial.
En este libro, la autora realiza un recorrido minucioso sobre
formas fundantes de hacer en el Nivel Inicial y de los autores
que marcaron tendencias. La lectura además de grata, es pro-
vocati va, no sólo posibilita el “revisitar” sino que va llevando
-a través de un iti nerario por disti ntos paradigmas y corrientes
que se ocuparon del hacer pedagógico- didácti co- a la inte-
rrogación sobre el “senti do” de las prácti cas pedagógicas de
evaluación.
Presenta intervenciones docentes situadas, desde las cua-
les en varias oportunidades pueden vislumbrarse prejuicios y
“choques” de estéti cas clasadas. El análisis que de ellas realiza
y sus posteriores refl exiones hacen que uno pueda reconocer
y/o reconocerse en esas prácti cas.
Está dirigido a docentes de Nivel Inicial y a los estudiantes
de la carrera de Formación Inicial y de los Profesorados de
Formación Docente en Educación Inicial ya que, al decir de la
autora, se espera que la lectura y el análisis del mismo permi-
ta comprender que la evaluación es un fenómeno complejo y
que requiere tanto para su planifi cación como para su puesta
en marcha y evaluación (metaevaluación) de una sólida for-
mación profesional.
La obra está estructurada en siete capítulos que van llevan-
do al lector a involucrarse en la temáti ca, en una narrati va que
Reseña de libros
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permite situarse y poder refl exionar sobre lo leído.
“Acerca de los aspectos consti tuti vos de la evaluación o la
evaluación como objeto de estudio” es el tí tulo que lleva el
primer capítulo. Es una invitación- provocación de la autora
acerca de la problemáti ca de la evaluación. En él comienzan
a abrirse los interrogantes que se irán develando a lo largo
del desarrollo del libro, interrogantes acerca del por qué y
para que se evalúa, del qué y el como se evalúa, el cuándo se
evalúa, y quienes evalúan comienzan a cargarse de senti do
y hacen posicionar a la evaluación en el centro de la escena,
como objeto de estudio a ser mirado desde disti ntos marcos
paradigmáti cos.
En el segundo capítulo “La evaluación en el Nivel Inicial
en el marco de las tradiciones pedagógicas” la autora reco-
noce que en la actualidad, las prácti cas de evaluación son
decididamente “multi referenciales” y que en ellas conviven
tanto los principios de la Pedagogía Tradicional, como los de
la Escuela Nueva y el Tecnicismo y en menor grado los de la
Pedagogía Críti ca. Es quizás por este moti vo que realiza un
detallado análisis de las tradiciones y corrientes que nos han
ido conformando como Nivel educati vo y los interrogantes
planteados en el capítulo anterior comienzan a ser mirados
desde un devenir histórico, esperando llevar a los docentes
a situar las prácti cas evaluati vas en un marco de decisiones
epistemológicas.
“La pedagogía críti ca: cuando asoma la punta del iceberg”
movilizador y desafi ante tí tulo para el tercer capitulo de este
interesante libro y es en este capítulo donde se presenta qui-
zás la tendencia menos conocida o menos desarrollada en el
Nivel y por lo tanto el desafí o de la autora para que las prácti -
cas puedan comenzar a pensarse desde los postulados de esta
corriente que propone a la evaluación como una acti vidad sis-
temáti ca y contextualizada, en un proceso conti nuo que se
lleva a cabo de manera formal y/o informal y se consti tuye
en diferentes momentos (evaluación diagnósti ca-sumati va-
formati va), que pretende sea una acción parti cipati va, demo-
cráti ca cuyo propósito sea el de conocer mas para así mejorar
el proceso de enseñanza y el proceso de aprendizaje.
El cuarto capítulo aborda “Las representaciones sociales
sobre la evaluación en niños y docentes.” Interesante mane-
ra de repensar las practi cas coti dianas a parti r del concepto
de “representaciones sociales”, desde una perspecti va que se
convierte en el marco que da senti do y signifi cado a los mo-
dos de pensar, senti r y actuar de todos los actores involucra-
dos en el proceso.
Un minucioso análisis sobre las funciones de las represen-
taciones sociales lleva al lector a descubrir la necesidad de
pensar y refl exionar tanto individual como colecti vamente
acerca de las representaciones que se ti enen con respecto a
la evaluación y con ella, al concepto de infancia, de niño/a.
Acompaña los conceptos teóricos con ejemplos de casos
que llevan a la refl exión, buscando propiciar nuevas formas de
pensar con respecto a prejuicios, gustos, a estéti cas clasadas.
“La evaluación como parte consti tuti va del proceso de en-
señanza y de aprendizaje” es el tí tulo del quinto capítulo y con
el propósito de inscribir a la evaluación como parte consti tu-
ti va del proceso de enseñanza y de aprendizaje la autora va
analizando los ti pos de evaluación y los disti ntos momentos
ligados a diferentes momentos del proceso de enseñanza y de
aprendizaje, apareciendo la necesidad de situar a la evalua-
ción como prácti ca a ser enseñada y por lo tanto a ser planifi -
cada, recordando que en ella, las reglas de juego se enseñan y
se aprenden y el espacio escolar es la oportunidad que los ni-
ños ti enen para establecer con la evaluación lazos positi vos.
Acercándonos al sexto capítulo “Los instrumentos de la
evaluación” de muy acertada manera la autora ha encontrado
la forma para que los lectores, docentes o estudiantes, pue-
dan descubrir y dar nuevos senti dos a instrumentos ya cono-
cidos. Es así como la observación, el diálogo e intercambio, la
entrevista, las pruebas, las escalas de acti tud aparecen como
instrumentos para conocer más acerca de los procesos de en-
señanza y aprendizaje.
Y fi nalmente “El registro de la evaluación, la documenta-
ción pedagógica y la comunicación de la evaluación”. En este
últi mo capítulo.
Elisa Spakowsky propone un encuentro con aquellas for-
mas de organizar la información acerca de la evaluación, con-
virti éndose de alguna manera en la explicitación de la prácti ca
pedagógica misma.
Los registros uti lizados permiten que se deje memoria de
los actos, de las acti tudes, de los senti dos de las acciones, de
los modos de resolver e intervenir de las personas y de los
grupos, y posibilitando una mejor comprensión tanto de los
procesos de aprendizaje como del proceso de la enseñanza.
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oder reflexionar sobre lo leído convierte en el marco que da sentido y significado a los mo
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En verdad creo que la lectura de este libro ha de generar
en los profesionales docentes y en las insti tuciones el deba-
te profundo y necesario acerca de los nuevos senti dos en las
prácti cas de evaluación, encontrando sin duda, propuestas
superadoras a parti r de un riguroso y comprometi do trabajo
en el “colecti vo insti tucional”.
Medina, A., Herrán, A. de la y Sánchez, C. (Coords.), Car-
dona, J., Quicios, Mª del P., García Pérez, M., Moral Santae-
lla, C., Paredes, J., Cacheiro, M.L., Domínguez, MªC., Martí n,
A.M., Pérez Navío, E., Ruiz Corbella, M., Quintanal, J., Lago,
P. y Rubio, M.J. (2011). Formación pedagógica y prácti ca del
profesorado. Madrid: Editorial Universitaria Ramón Areces.
Reseñado por: Jessica Cabrera Cuevas17 y Pablo Rodrí-
guez Herrero18
La formación prácti ca de los profesionales de la educación
y de los profesores en parti cular es un proceso complejo que
implica y atañe a las insti tuciones responsables de la capacita-
ción de los futuros docentes. Aprender a ser docente requie-
17 Jessica Cabrera Cuevas: Pedagoga. Investigadora en Creatividad. Máster en Ciencias de lacomunicación, Máster en PNL y Coach. Docente en áreas de creatividad,comunicación y educación. Integra grupos de investigación vinculados alarte, la transdisciplinariedad y la complejidad.18 Pablo Rodríguez Herrero:Psicólogo. Master en Calidad y Mejora de la Educación (Universidad Autónomade Madrid). Personal Investigador en Formación de la UAM. Técnico de laFundación PRODIS. Ha participado en proyectos de investigación, publicadoartículos y presentado comunicaciones en líneas de investigaciónrelacionadas con Pedagogía de la muerte, creatividad aplicada a laeducación, atención a la diversidad y TICs.
re de un largo proceso que se concreta en nuevas formas de
vivenciar, entender y comparti r las prácti cas formati vas. Los
procesos educati vos requieren de auténti cos profesionales
que conozcan los múlti ples retos a los que han de enfrentarse
y que se preparen para integrar las formas más variadas de
comparti r el conocimiento, experimentar las prácti cas inno-
vadoras y vivenciar los procesos de cambio y de mejora en la
sociedad del conocimiento. La comprensión de la amplitud de
las formas, los planes y las complejas situaciones educati vas
ti enen un aspecto común que se concreta en la inmersión de
las tareas prácti cas tal como atañen a los más diversos esti los
y momentos formati vos para futuros profesionales. El apren-
dizaje del saber profesional y la preparación para responder a
los conti nuos retos de la sociedad del conocimiento requiere
de nuevos modelos que presenten el saber prácti co como el
esti lo de innovación y búsqueda de soluciones a los proble-
mas de la prácti ca y a los cambiantes escenarios de las cultu-
ras en interacción. La formación prácti ca es el complemento
esencial para el profesional de la educación. En ella hemos de
prestar un interés esencial a la adquisición de los modelos,
métodos y técnicas apropiadas al saber y al desafí o de la pro-
fesión de la docencia.
El contenido del libro se desarrolla a lo largo de doce capí-
tulos, ocupándose de cinco grandes cuesti ones propias de la
formación pedagógica y prácti ca del profesorado:
• El análisis del centro docente de Secundaria.
• El conocimiento pedagógico y prácti co del profesor, al
que se dedican cuatro capítulos donde se estudia la fi gura del
docente como profesional, la dialécti ca profesor principian-
te versus profesor experimentado, la construcción del cono-
cimiento prácti co como base de la identi dad y el desarrollo
profesional del docente, y una interpretación de la autofor-
mación y el conocimiento pedagógico del docente más allá de
la refl exión sobre la prácti ca.
• La innovación educati va basada en las TIC, que se desa-
rrolla en cuatro capítulos. En ellos se introducen las TIC en
la prácti ca de la enseñanza secundaria, se proponen cono-
cimientos y recursos pedagógicos para el diseño de páginas
web educati vas, se analizan acti vidades comunes, intercam-
bios e internacionalización de la enseñanza, y se estudian las
comunidades de prácti ca profesional y otras redes.
• El seguimiento docente y la memoria de prácti cas.
Julio Argentino Roca 226 (1629) Pilar. Provincia de Buenos Aires. República ArgentinaTeléfono: 02322-432957
ue la lectura de este libro ha de generar re de un largo proceso que se concreta en nuevas formas de
Apuntes sobre educación, artes y humanidadesAño 2, N° 2, agosto de 2011.
ISSN 1853-4589
no se uti liza de la misma manera. Como lo señaló Alvarado
(2004), “entre el rollo de papiro y la pantalla de la computa-
dora ha habido una serie de mutaciones en el soporte mate-
rial del texto escrito que han incidido en los modos de leer y
escribir”. Estos cambios a nivel social de la lengua infl uyen,
como es obvio, en lo que se enseña en las escuelas y en la
manera de hacerlo: durante muchos años el trabajo con la
escritura qudó en un segundo plano y las únicas producciones
que se hacían carecían de calidad y de un sustento teórico.
Hoy la escritura es el centro de la enseñanza, de la acti vidad
de los docentes y de los alumnos en los que se denomina las
prácti cas del lenguaje.
Al enseñar lengua no sólo se enseña a leer y a escribir sino
que se le abre al estudiante, en el caso concreto de este li-
bro de Emilia Ferreiro y Ana Siro, las puertas del mundo de la
cultura letrada que por extensión incluye también a toda la
nueva cultura de estos ti empos, pues hacer un escritor com-
petente o un escritor que domine los saberes socialmente va-
lorados es una de las metas.
Desde la conformación del sistema educati vo argenti no (y
de muchos países que siguieron un mismo modelo educati vo)
se fi jó, sin dejar lugar a dudas, que la escuela tenía la función
de enseñar a leer y escribir. Por medio de su enseñanza, como
lo señala Maite Alvarado (2001: 13) la escuela “ejerció una
labor de disciplinamiento y de fi jación de normas y valores, a
la vez que ha propiciado los modos de refl exión y elaboración
de conocimiento que permiten el acceso a la ciencia y la teo-
ría”. Por supuesto que ambos procesos, independientes pero
al mismo ti empo relacionado entre sí, no se reducen hoy al
dominio de una técnica de lectoescritura.
La escritura es tal vez la más tradicional de las partes que
componen a la lengua en tanto objeto de enseñanza. Como
se sabe, ella abarca diversos dominios – todos muy complejos
tanto para quienes ya dominan la escritura como para quie-
nes se hincan en ella - como la ortografí a, la caligrafí a y la
composición. Para que los alumnos se transformen en compe-
tentes escritores, capaces de valorar la escritura como forma
de comunicación social, de expresión personal y como medio
de organización de las ideas, produciendo textos completos y
variados con adecuación a las circunstancias comunicati vas,
la escuela necesita dar oportunidades para producir textos de
los más variados y con la idea de moti var por medio de sus
– La formación prácti ca del pedagogo musical y el pa-
pel del orientador del centro de prácti cas.
El trabajo se cierra con un Glosario colecti vo y unas Refe-
rencias bibliográfi cas imprescindibles para profesores, estu-
diantes e investi gadores. La obra representa una adecuada
aportación a las singularidades de la formación pedagógica
y prácti ca del profesorado. Proyecta un conjunto de opciones
formati vas para que los futuros profesionales aprendan a in-
terpretar la prácti ca, enriquezcan su saber pedagógico, avan-
cen en equipo y representen un auténti co escenario de in-
dagación y transformación de los modelos de aprender a ser
docentes y de tomar decisiones para superar los problemas
que en cada proceso didácti co ti enen lugar.
Ferreiro, Emilia y Siro, Ana (2008). Narrar por escrito des-
de un personaje. Acercamiento de los niños a lo literario.
Buenos Aires, Argenti na: Fondo de Cultura Económica.
245 pp.
ISBN 978-950-557-743-9
Reseñado por: Marcelo Bianchi Bustos
El hecho de iniciar una reseña de este libro de Emilia Ferrei-
ro y Ana Siro implica comenzar a pensar en algunas cuesti o-
nes vinculadas con la enseñanza de la escritura en la escuela.
Enseñar lengua en el mundo de hoy es un verdadero desafí o y
capacitar a los alumnos para que sean capaces de interpretar
y producir textos adecuados a sus necesidades comunicacio-
nales, también. Si, tal como se sabe, la sociedad ha tenido
cambios tan profundos, la lengua, que es una de las bases de
la cultura, a pesar de seguir “existi endo” fue modifi cada y ya
Julio Argentino Roca 226 (1629) Pilar. Provincia de Buenos Aires. República ArgentinaTeléfono: 02322-432957
no se utiliza de la misma manera Como lo señaló Alvaradon práctica del pedagogo musical y el pa
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producción a la escritura de los niños.
Con este marco como fondo y elemento directriz, el nuevo
libro se pregunta si es posible si es posible sorprender al lec-
tor con nuevas versiones de historias infanti les tradicionales.
¿Quién de nosotros no conoce las clásicas historias infanti les,
los cuentos de la niñez, que ti enen como personajes a niñas
ingenuas o desamparadas, enanitos, brujas, cazadores, prín-
cipes y madrastras. Esas historias tradicionales que forman
parte de la cultura universal han sido contadas desde la pers-
pecti va de un narrador que puede ser caracterizado como om-
nisciente porque sabe todo lo que le ocurren a los personajes
y a la diéresis del texto, es decir a la historia, y ti ene acceso
a la interioridad de todos los personajes. Hasta aquí no hay
nada nuevo. Lo que sí es nuevo es la propuesta de este libro.
En él, los narradores son otros: son niños entre 9 y 11 años
que reescribieron esas historias con una restricción: narrar en
primera persona, adoptando la perspecti va de alguno de los
personajes, acti vidad que le da nombre a este libro.
La estructura, producto de la investi gación realizada por
Ana Siro en su tesis de maestría dirigida por Ferreiro en el
Departamento de Investi gaciones Educati vas del CINVESTAV
(México DF), es sumamente interesante. En el primer capítulo
se aborda la cuesti ón del autor, narrador y actor. Con una mi-
rada didácti ca pero sin perder en ningún momento la especifi -
cidad del discurso vinculado con la teoría literaria, introducen
al lector algunas cuesti ones vinculadas con la teoría literaria
y la narrati va.
Sin lugar a dudas un libro de gran calidad, tanto por su
sustento derivado de la praxis como por las acti vidades que
muestran una manera disti nta de trabajar con la escritura de
lo literario en la educación primaria.
Referencias bibliográficas:
ALVARADO, M., BOMBINI, G., CORTÉS, M., GASPAR, M., OTAÑI, L. (2001). Entre líneas. Teorías y enfoques en la enseñanza de la escritura, la gramática y la literatura. Buenos Aires: FLACSO – Manantial.
BENJAMÍN, W. (1982). Discursos Interrumpidos. Madrid: Taurus.CASTEDO, M.; MOLINARI, M. C.; TARRÍO, M. (1996). La función alfabetiza-
dora de la escuela, hoy. Buenos Aires: Dirección de Educación Primaria de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires.
MARÍN, M. (1995). Conceptos claves. Buenos Aires: Aique Grupo Editor.
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tura de los niños
Apuntes sobre educación, artes y humanidadesAño 2, N° 2, agosto de 2011.
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Directorio de la Revista
Dirección de la revista
Marcelo Bianchi Bustos es Doctorando en Educación (UN-
TREF – UNLA). Estudios de Maestría en Educación (U. de San
Andrés), Esp. en Educación con orientación en Gesti ón edu-
cati va (U. de San Andrés), Esp. en Investi gación Educati va (U.
Nacional del Comahue), Esp. en Educación de Adolescentes
y Adultos (Insti tuto UDA), Lic. en Enseñanza de la Lengua y
la Comunicación (U. CAECE) y Prof. de Castellano, Literatura
e Historia (IADES). Se desempeña como Profesor en la Uni-
versidad Nacional de General Sarmiento, Profesor Asociado
del Departamento de Literatura de la U. A. J. F. Kennedy, y
Profesor del ISFDyT F. Chopin y el ISFD N° 51 de Pilar. Docente
Concursado de la cátedra Didácti ca de la Lengua de la Lic. en
Educación Inicial de la Universidad Nacional de Luján. Director
del CIIE (Centro de Capacitación, Información e Investi gación
Educati va) de Pilar, miembro del Equipo Técnico Regional de la
región 11 a cargo de las capacitaciones de docentes en el área
de Lengua - Alfabeti zación Inicial (Ramas de educación: Inicial
y Primaria) en la Provincia de Buenos Aires y moderador del
espacio de Lengua del Portal Educati vo de la República Argen-
ti na www.educ.ar Ha parti cipado en numerosos encuentros y
congresos, y ha escrito artí culos sobre temas vinculados con
la Didácti ca de la Lengua y la Literatura, pedagogía y didácti ca,
que fueron publicados en revistas de educación con y sin refe-
rato. Autor de los libros La literatura en la escuela. Refl exiones
didácti cas (2010, ED), Introducción al estudio del texto (2011,
Ediciones Zahir), Cruces entre Literatura y Educación (2011,
Utopías), Didácti ca de la Literatura (EDUCAP). Compilador del
libro Letras del Bicentenario. Escritos de los alumnos de las
escuelas estatales de Pilar (2010, ED).
Rosana Ponce es Profesora para el Nivel Inicial (UNLu) Li-
cenciada en Ciencias de la Educación (orientación en psico-
pedagogía) (UNLu); Profesora en Ciencias de la Educación
(UNLu); Licenciada en Educación Inicial (UNLu). Maestran-
da en Pedagogías Críti cas y Problemáti cas Socioeducati vas
(UBA). Docencia universitaria: Jefa de Trabajos Prácti cos (
Depto. de Educación, Universidad Nacional de Luján). Dictado
de Seminario “Historia de la Educación Infanti l” en Especiali-
zación y Maestría en Educación Infanti l (Universidad de Bue-
nos Aires). Integrante del Programa de Investi gación HISTELEA
(UNLu). Publicaciones de artí culos sobre historia de la educa-
ción inicial. Ponente y conferencista sobre temas de historia
de la educación inicial y formación docente. Capacitadora de
docentes de nivel primario e inicial. Integrante de Equipo de
Nivel Inicial del Ministerio de Educación de Nación, proyecto
PROMER. Experiencia docente: Maestra de inicial; Maestra
Recuperadora (E.O.E); Profesora de Polimodal; Profesora de
Terciario; Directora de ISFDyT “Frederic Chopin”.
Comité de Referato
Agustí n de la Herrán Gascón es Doctor en Educación (Pro-
grama: Formación del Profesorado e Innovación Educati va)
(UCM), Master Universitario en Psicología Escolar (UCM); Ex-
perto Universitario en Psicología Escolar (UCM); Licenciado
en Filosofa y Ciencias de la Educación (UCM); Diplomado en
Magisterio.
Profesor Titular de Universidad del área de Didácti ca y
Organización Escolar en el Dpto. de Didácti ca y Teoría de la
Educación. Facultad de Formación de Profesorado y Educa-
ción. Universidad Autónoma de Madrid. Se desempeña como
profesor universitario en carreras de grado y postgrado. Ha
sido coordinador de: Programa de Doctorado ‘Innovación y
Formación del Profesorado; Postgrado Ofi cial en Educación
de la Universidad Autónoma de Madrid.
Miembro vocal ti tular de los TEAs (Tribunales de Estudios
Avanzados) de los dos Programas de Doctorado en que ha
parti cipado: ‘Creati vidad Aplicada’, Interuniversitario, con
Curriculum de los comités de la Revista
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Mención de Calidad, e ‘Innovación y Formación del Profesora-
do’, Internacional (UAM-UNIVO, México).
Es autor de unos 50 libros o capítulos de libro, como au-
tor único o en colaboración. Tiene numerosas publicaciones,
aproximadamente 130 artí culos de divulgación académica.
Ha parti cipado en numerosos proyectos de investi gación.
Actualmente dirige proyectos de investi gación y tesis docto-
rales. Miembro del Comité de Honor de un Congreso Inter-
nacional.
Miembro del Comité Organizador de cuatro Congresos.
Vicepresidente del Comité Organizador de tres Congresos In-
ternacionales, entre ellos del primer evento sobre Educación
en Valores llevado a cabo en la historia académica de Cuba.
Miembro del Comité Cientí fi co de dos Congresos, uno Nacio-
nal (en España) y otro Internacional. Ha recibido premios y
reconocimientos por su producción y trayectoria académica.
Daniel Brailovsky es Maestro de Nivel Inicial, Prof. de Edu-
cación Musical (CMMF), Lic. en Educación Inicial (Universidad
del Salvador), Magíster en Educación y Doctor en Educación
(Universidad de San Andrés) . Se desempeña como Asistente
Académico del Área de Educación en la Universidad Torcuato
Di Tella. Formador y capacitador de docentes, coordina el con-
tenido del siti o web Coordenadas en Investi gación Educati va
(Portal Educared). Ha parti cipado en numerosos encuentros
y congresos, y ha escrito artí culos sobre temas de Nivel Ini-
cial, pedagogía, género y didácti ca, que fueron publicados en
revistas de educación, y en varios libros, de los que parti cipó
como autor, coautor o compilador.
Lila Ana Ferro es Maestra Jardinera, Licenciada y Profesora
en Ciencias de la Educación. Se desempeña como profesora
en Insti tutos de Formación Docente y en la UNLu. Investi ga-
dora del Insti tuto Marina Vilte de CTERA. Trabaja en capacita-
ción docente. Ha sido ponente y conferencista en jornadas y
encuentros de educación inicial y formación docente.
Ha obtenido becas para investi gación. Realiza investi gacio-
nes referentes a didácti ca de las ciencias sociales. Ha publica-
do textos sobre dicha temáti ca.
Patricia Nora Gomez es Magíster en Educación Física (Uni-
versidad de Salamanca, España); Maestranda en Políti ca y
Gesti ón de la Educación (Universidad Nacional de Luján); Li-
cenciada en Educación Física (Universidad Nacional de Luján);
Trabajo como especialista en Educación Física en Ministerio
de Educación Nacional, Jefa de Trabajos Prácti cos (Universi-
dad Nacional de Luján); Profesora en insti tutos de formación
docente (carreras de Educación Física y Licenciatura en Nivel
Inicial). Conferencistas en congresos y jornadas académicas.
María Pugliese es Profesora de Castellano, Literatura y
Latí n del Insti tuto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V.
González. Se desempeña como docente en el área de la Edu-
cación Inicial en la Universidad Nacional de Luján y en insti -
tutos terciarios de formación docente. Autora de numerosas
publicaciones y de ponencias en eventos académicos. Poeta
y ensayista. Autora de : Nombrar el mundo -La lectura y la
escritura en la educación inicial-. Ediciones Colihue, Col. Nue-
vos caminos en la educación inicial. Buenos Aires. 1999 1era.
ed. 2005 2da. ed. Buscapistas 2 -Libro de lecturas-. Ediciones
Oxford University Press. Buenos Aires. 1998. Buscapistas 3 -Li-
bro de lecturas-. Edicones Oxford University Press. Buenos Ai-
res. 1998. Las competencias lingüísti cas en la escuela infanti l
-Escuchar, hablar, leer y escribir-. Ed. Novedades educati vas.
Buenos Aires. 2005. Lenguas y lenguaje en la primera infancia
- Las formas tempranas de comunicación- Ed. Novedades edu-
cati vas. Buenos Aires. 2008 Cap II: La semióti ca del lenguaje
en la primera infancia.
Patricia Mónica Rexach es Profesora de Educación Física;
Licenciada en Acti vidad Física y Deporte (Universidad de Flo-
res); Especialista en Investi gación Educati va (Escuela Marina
Vilte de CTERA y Universidad Nacional del Comahue); obtu-
vo Diplomatura en Ciencias Sociales con mención en Gesti ón
Educati va Facultad Lati noamericana de Ciencias Sociales (FLA-
CSO); actualmente es Maestranda en Educación, Pedagogías
Críti cas y Problemas Socioeducati vos, Facultad de Filosofí a
y Letras, Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como
Profesora Adjunta en las siguientes cátedras: Teoría de la Cul-
tura Física; Cultura Física I y II de la Lic en Educación Física de
la Universidad de Flores. Es Jefa de Trabajos Prácti cos de la cá-
tedra Teorías de la Enseñanza y el currículo, en el Profesorado
Universitario en Educación Física de la Universidad Nacional
de Luján. Ha realizado investi gaciones y publicado textos refe-
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e ‘Innovación y Formación del Profesora Gestión de la Educación (Universidad Nacional de Luján); Li
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ridos a la educación fí sica.
En el sistema educati vo de la provincia de Buenos Aires,
se ha desempeñado como profesora en escuelas de todos los
niveles e insti tutos de educación superior, ha sido vicedirec-
tora de la Escuela Hogar Evita (Esteban Echeverría), ha sido
coordinadora de la carrera Profesorado en Educación Física
del Insti tuto Superior FODEHUM. Actualmente se desempeña
como Inspectora ti tular perteneciente a la Dirección de Edu-
cación Física de la Provincia de Buenos Aires.
Ha realizado acti vidades de capacitación desti nadas a pro-
fesores de educación fí sica. Parti cipo como ponente y confe-
rencista en numerosos encuentros y congresos de educación.
Mariel Alejandra Ruiz es Doctora (Universidad de Barce-
lona), Licenciada en Educación Inicial (Universidad Nacional
de Luján), Profesora para la Educación Primaria, Maestra es-
pecializada en Educación Inicial (ISFD N° 46) y Profesora de
Educación Física. Se desempeña como Profesora Adjunta en la
Universidad Nacional de Luján, Universidad Nacional de San
Martí n, Universidad de Flores, capacitadota de docentes en el
CEPA del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y Miembro
del Equipo Técnico Regional de la Dirección General de Cultu-
ra y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Se ha desem-
peñado como investi gadora en el Insti tuto Gino Germani de
la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires y Universidad de Barcelona. Autora de libros de su espe-
cialidad y de ponencia en eventos académicos.
Cristi na Diana Vazquez es Profesora de Artes en Música
(Area Transdepartamental de Formación Docente – IUNA), Es-
pecialista en Gesti ón de las Insti tuciones Educati vas (FLACSO),
Maestría en Psicología de la Música (Universidad Nacional de
La Plata, en curso). Ha realizado cursos de posgardo en el Cen-
tro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Cór-
doba, la Universidad católica Argenti na y en el IUNA.
Posee experiencia docente como Profesora Adjunta Ordi-
naria de la Licenciatura en Artes Musicales con Orientación en
Dirección Coral y Canto (cargo concursado, IUNA), Profesora-
do del Conservatorio Superior de Música de la Ciudad de Bue-
nos Aires, Conservatorio Nacional de Música “C. L. Buchardo”.
Tiene experiencia en cargos de gesti ón universitaria en el Ins-
ti tuto Universitario Nacional de artes. Parti cipa en congresos
y docta conferencias en disti ntas insti tuciones. Ha tenido la
categoría de investi gadora del Programa de Incenti vo del Mi-
nisterio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación.
Diego Bermeo es Licenciado y Magíster en Trabajo Social
(Universidad Nacional de La Plata) y Doctorando en educa-
ción (Universidad Nacional de Tres de Febrero y Universidad
Nacional de Lanús).
Se desempeña como Jefe de Trabajos Prácti cos de Teoría
de la Educación y Enseñanza en la Facultad de Trabajo Social
de la Universidad Nacional de La Plata. Es investi gador cate-
gorizado de la UNLP. Es director de tesis de maestría. Investi ga
en temas relacionados con multi culturalismo. Posee publica-
ciones académicas en medios nacionales e internacionales.
Fabián Yausaz es Profesor de Educación Primaria y Licen-
ciado en Psicología (UBA). Ha cursado seminarios de la Espe-
cialización en procesos de lectura y escritura (UBA, UNESCO)
Magíster en enseñanza de la lengua y la literatura con la tesis
La incidencia de un programa compensatorio de enseñanza
inicial de la lectura y la escritura sobre los aprendizajes de ni-
ños en riesgo de fracaso escolar. Doctorando en Letras con
orientación en Liguisti ca (UNNE).
Se desempeñó como maestro de grado en escuelas que
atendían población urbano-marginada, docente en centros
de apoyo escolar en la Red de apoyo escolar y educación al-
ternati va (RAE), Profesor del Insti tuto Superior San José y de
las materias Psicolingüísti ca y Taller de diseño y construcción
de tesis en la licenciatura de Psicología (UCASAL).
Algunas de sus publicaciones son: (2005). El desarrollo
de habilidades de escritura de textos en niños pequeños: el
impacto de un taller escolar de composición. Cultura y Edu-
cación, 17(4), 349-360; (2008). Estrategias de adecuación en
el uso de pronombres clíti cos en textos orales y escritos pro-
ducidos por hablantes correnti nos, Actas del V Congreso de
Lenguas del Mercosur, Resistencia, UNNE; (2007). ¿La lectura
y la Escritura se van de Vacaciones? Estudio Comparati vo de
Niños de Escuelas Suburbanas de Corrientes Capital, Revista
Arandú (2) Publicación de trabajos de investi gación de los Ins-
ti tutos de Nivel Superior de la Provincia de Corrientes; (2006).
Estudio sobre la repitencia y la permanencia a lo largo de la
EGB1 en una escuela suburbana de Corrientes Capital. Infor-
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física y docta conferencias en distintas instituciones Ha tenido la
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me Final Etapa 6 Departamento de Investi gación del Insti tuto
Superior San José (18-22).
Comité editorial
Mónica Descalzo es Profesora de Educación Pre-escolar,
Licenciada en Educación de la Universidad Nacional de San
Martí n, Maestranda de la Maestría “Pedagogías críti cas y pro-
blemáti cas socio-educati vas” de la Universidad de Bs. As. Ha
dictado cursos, talleres y jornadas y publicado libros vincu-
lados a la Educación para la Paz y a la Educación en valores.
Actualmente parti cipa del equipo de investi gación-acción del
CIDAC, área trabajo infanti l, en Barracas (Proyecto de exten-
sión universitaria de la UBA), es Docente en el Insti tuto Su-
perior de Formación Docente y Técnica “Frederic Chopin” de
Pilar y Coordinadora Ejecuti va de la Escuela de Formación e
Investi gación Sindical y Docente de la Confederación de Edu-
cadores Argenti nos.
Daniel García es Licenciado en Psicologia (UBA) Diploma
Superior y Maestrando en Antropología Social (FLACSO). Ha
intervenido como asesor y agente de gesti ón territorial en
diversas instancias en la gesti ón pública provincial (Dirección
de Políti ca Socio Educati va, Cámara de Diputados de la Pro-
vincia de Buenos Aires, Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación, étc.) y en numerosas organizaciones comunitarias y
no gubernamentales de alcance provincial y nacional. Se ha
desempeñado como docente en ISFD de la provincia de Bue-
nos Aires, en la Universidad de San Martí n y, actualmente, en
la Universidad de Quilmes.
Mirta Sofí a González de Romera es Profesora de Lengua y
Literatura. Posee posgrados en la Universidad Complutense
de Madrid, Universidad Nacional de Rosario, etc. Se desem-
peñó como Docente de Literatura, como Directora en Insti -
tutos de Enseñanza Secundaria y como Prof. en Insti tutos de
Formación Docente de la Provincia de Buenos Aires. Actual-
mente se desempeña como profesora del Insti tuto Superior
F. Chopin.
Mariela Guzmán es Licenciada en Educación Inicial (Uni-
versidad Del Salvador), Profesora Universitaria en educación
Inicial (Universidad Del Salvador), Profesora de Educación
Preescolar (Insti tuto Angel D’ Elía, San Miguel). Postgrado de
Educación inicial y Primera Infancia (FLACSO).
Profesora y Jefe de Área de la Carrera de Inicial en el Insti -
tuto Superior de Formación Docente y Técnica Frèdèric Cho-
pin. Integrante ad honorem de un equipo interdisciplinario
del Hospital AUSTRAL y la Fundación Pilar cuyo eje de trabajo
es la prevención y salud en contexto de vulnerabilidad extre-
ma (trabajo de campo en “Mundo Aparte” y Barrio Los Tilos
en Arroyo Pinazo). Se ha desempeñando como Maestra de
Nivel Inicial en disti ntos establecimientos educati vos y como
coordinación del Nivel Inicial del Jardín OAKHILL (Colina de
Roble de Pilar).
Virginia S. Ithurburu es especialista en Educación y Nuevas
Tecnología (FLACSO), Licenciada en Ciencias de la Educación
con Orientación Tecnología Educati va (Universidad Nacional
de Luján, Luján, Buenos Aires) y Profesora en Ciencias de la
Educación (Universidad Nacional de Luján). Posee además los
posgrados Formación de Tutores para Educación a Distancia
de la Universidad Tecnológica Nacional, regional Mendoza; La
Educación a Distancia: de la enseñanza por correspondencia a
la universidad virtual (Universidad Nacional de Salta) y Apor-
tes de diversos campos teórico-metodológicos para el aborda-
je de la Educación a Distancia (Universidad nacional de Luján).
Se encuentra cursando la Maestría en Educación, Lenguajes y
Medios (Universidad Nacional de San Martí n).
Se desempeña como Ayudante de primera con dedicación
simple en la División de Educación a Distancia en las asignatu-
ras “Tecnología Educati va” y “Producción de materiales edu-
cati vos” de la Universidad Nacional de Luján. Es profesora del
Insti tuto Superior de Formación Docente y Técnica Nº 55 y del
Insti tuto Superior de Formación Federic Chopin, Pilar. Ha dic-
tado cursos de capacitación docente en el Programa Integral
para la Igualdad Educati va (PIIE) en el marco del Programa de
Fortalecimiento Pedagógico de las Escuelas (FOPIIE), Ministe-
rio de Educación de la Nación y coordina cursos en Educ.ar. El
portal educati vo del Estado argenti no.
Monica Alejandra Valdett aro es Profesora y Licenciada en
Educación Física (INEF Gral. Manuel Belgrano – Universidad
Julio Argentino Roca 226 (1629) Pilar. Provincia de Buenos Aires. República ArgentinaTeléfono: 02322-432957
partamento de Investigación del Instituto versidad Del Salvador) Profesora Universitaria en educación
Apuntes sobre educación, artes y humanidadesAño 2, N° 2, agosto de 2011.
ISSN 1853-4589
Nacional de Luján). Se desempeña como profesora de nivel
terciario en el Insti tuto Chopin y en otras insti tuciones edu-
cati vas.
Marcelino Maldonado es músico, estudiante universitario,
se desempeña en el ámbito de la música de vanguardia. Elec-
troacústi ca y diferentes medios sonoros para guitarra clásica
y contemporánea. Se desempeña como docente en disti ntos
establecimientos educati vos del distrito de Pilar.
Romina Nogués es Socióloga (UBA), posgraduada en Inves-
ti gación Cualitati va (UBA). Ha trabajado como investi gadora y
agente de intervención en territorio para diversas dependen-
cias públicas y privadas. Actualmente trabaja para el Minis-
terio de Educación de la Nación, el Ministerio de Desarrollo
Social y la Organización de Estados Iberoamericanos en los
Programas Argenti na Trabaja y Conectar Igualdad.
Se ha desempañado como docente de la Universidad de
Buenos Aires y en escuelas medias de la Ciudad de Buenos Ai-
res. Actualmente da clases en Insti tutos de Formación Docen-
te de la Provincia, en la Universidad Argenti na de la Empresa
y en el Portal Educ. ar como docente de e-learning.
Juan Facundo Pati ño Guelvenzú cursó sus estudios musi-
cales en el Conservatorio Nacional de Música “Carlos López
Buchardo” (IUNA) en la especialidad Canto. Posteriormente
obti ene el tí tulo de Prof. Univ. en Artes Musicales (IUNA).
Realizó estudios de Técnica Vocal con los Mtros. Lucía Boe-
ro, Nino Falzetti y Mónica Philibert; Música de Cámara con
Diana Schneider y Guillermo Opitz y Dirección Coral con el
Mtro. Antonio Russo. Fundó y dirige el Coro Rinascere de Es-
cobar. Además de su acti vidad artí sti ca se desempeña como
docente en los niveles primario, secundario y superior.
Julio Argentino Roca 226 (1629) Pilar. Provincia de Buenos Aires. República ArgentinaTeléfono: 02322-432957
Se desempeña como profesora de nivel
Apuntes sobre educación, artes y humanidadesAño 2, N° 2, agosto de 2011.
ISSN 1853-4589
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Los trabajos serán evaluados por el comité de la revista.
Sólo serán considerados para su evaluación, los trabajos
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• La extensión de los artí culos podrá ser variada. Deberán
presentarse escritos con letra Times New Roman 11, márge-
nes de 3,5, párrafo justi fi cado e interlineado de 1,5.
Luego del tí tulo del artí culo se deberá incluir el nombre y
apellido del autor y la pertenencia insti tucional. Deberá ad-
juntarse además un CV de aproximadamente 10 líneas y una
dirección de correo electrónico que no será publicada en lí-
nea. Dentro del curriculum se consignará el tí tulo de grado y
posgrado e insti tución/es otorgante/s de los mismos, cargos
de responsabilidad académica si existi esen, principales cargos
en docencia e investi gación, becas y honores recibidos, publi-
caciones de perfi l académico, cargos en el ámbito publico o
privado.
• Se deberá incluir un resumen del trabajo de no más de
150 palabras con tres palabras claves.
• Las notas deberán incluirse a pie de página y no deben
mencionar la bibliografí a uti lizada sino que servirán apara se-
ñalar aclaraciones, defi niciones, etc.
• Las referencias bibliográfi cas deberán indicarse por el
apellido del autor y el año de la publicación referenciada en-
tre paréntesis. Si se hace referencia a más de una obra del
mismo autor y del mismo año, se deberán incluir las letras a,
b, c, etc. luego del año de publicación. Se realizarán de acuer-
do a las Normas A.P.A. en el cuerpo del texto.
• La bibliografí a citada debe listarse completa al fi nal del
trabajo, siguiendo los siguientes patrones:
Para libros
LOZANO, JORGE, PEÑA, MARÍN Y ABRIL, GONZALO (2007)
Análisis del discurso. Hacia una semióti ca de la interacción
textual, Madrid, Cátedra.
Para artí culos de revistas
BIANCHI, SUSANA (1996) “Catolicismo y Peronismo: la Edu-
cación como campo de confl icto (1946-1955)”, en Anuario del
Insti tuto de Estudios Históricos Sociales, N° 11.
Para capítulos de libros
HERNÁNDEZ ESTEVE, VICENTE (1995) “Teoría y técnica
del análisis fí lmico” en: TALENS, JENARO, ROMERA CASTILLO,
JOSÉ, TORDERA, ANTONIO Y HERNÁNDEZ ESTEVE (1995) Ele-
mentos para una semióti ca del texto artí sti co, Madrid, Cáte-
dra.
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