Ángel de Cristal

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Por Sara S. Zuluaga Barco

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Ethan es frio, viene de una familia rica. No le importa nadie, o al menos eso es lo que creen de él, el único en quien confia es Santiago, su único y mejor amigo. Ethan siempre consigue lo que quiere; odia la hipocresía, las mentiras y la avaricia que rodean la alta sociedad en la que vive. Pero las cosas cambian cuando conoce a Krystal, una chica que lo vuelven loco desde que la conoció; aunque claro el no lo piensa admitir. Krystal ama a su familia, es lo que más le importa, lo que lamenta es que no va a poder pasar el tiempo suficiente con ellos. Krystal tiene un secreto, secreto que no piensa compartir.

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Por Sara S. Zuluaga Barco

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Índice

1. Una noche para Recordar Pagina 3 2. La familia se reúne Pagina 6 3. Descubriendo el pasado Pagina 11 4. Una apuesta y un chapuzón Pagina 14 5. No estás solo...soy tu amigo Pagina 19 6. Una nueva amiga (Parte 1) Pagina 23 7. Una nueva amiga (Parte 2) Pagina 27 8. Una noche para olvidar Pagina 32 9. Un héroe Pagina 35 10. Día de compras Pagina 38 11. La advertencia Pagina 43 12. Santiago Pagina 46 13. Feliz cumpleaños Pagina 48 14. ¿Amigos? Pagina 52 15. Charlas y Recuerdos Pagina 56 16. Viaje Pagina 60 17. Sorpresas te da la vida Pagina 64 18. Miedos Pagina 69 19. Temporada de cambios Pagina 74 20. Plan en marcha Pagina 80 21. Pesadilla Pagina 86 22. ¿Destino o casualidad? Pagina 92 23. Un sábado agridulce Pagina 97 24. Nunca hagas enojar a Cloe Pagina 104 25. Gritos del corazón Pagina 112 26. Enfrentar el miedo Pagina 119 27. El cielo esta gris Pagina 124 28. Terror, compañerismo… escapar Pagina 131 29. Querer dejar las sombras atrás… a veces Pagina 136

significa hundirte de nuevo

30. Epílogo Pagina 141

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Capítulo 1: Una noche para recordar

—Dime, ¿cómo me dejé convencer de venir a esta estúpida fiesta? —preguntó mirando a un chico que estaba a su lado.

—Vamos no es tan malo, deja de ser tan aguafiestas Ethan—contestó su amigo, un chico de cabello castaño con reflejos dorados y ojos azul celeste, vestido con un traje negro de etiqueta. Era alto y acuerpado.

—¡Oh! , claro no será tan malo —satirizó él—. Aquí sólo hay cabezas huecas y personas hipócritas. Odio la alta sociedad de la que se vanaglorian estos idiotas, Tiago.

—A veces puedes ser tan amargado —definitivamente cuando a su amigo le daba por aburrirse, le amargaba la vida a todos, suspiró con cansancio—. Además hay chicas lindas, tú siempre te diviertes con ellas, tal vez te enamores —dijo el sonriendo.

—No me hagas reír por favor —exclamó sin poder aguantar grandes carcajadas—. Sabes que éstas, sólo sirven para divertirme por una noche. Nunca voy a enamorarme y menos de una vanidosa.

—Llegara el día en que te arrepentirás de tus palabras —objetó con seriedad.

—El hecho de que tú seas un tonto enamorado, no significa que los demás lo estén.

—¡Ah!, sí Claudia, mi linda Claudia —dijo con ojos enamorados y una sonrisa—. Pero cambiando de tema, la razón por la que te convencí de venir es: porque quiero presentarte a mi hermano y hermana. Hoy por fin los veré, han estado tan ocupados con la mudanza que no han venido a vernos.

—Es cierto ¿por qué se mudaron desde Tokio a Londres?

—Porque Jasón van empezar unos negocios, y no va a tener tiempo para ella. No le gusta dejarla sola, así que decidió que lo mejor era que estuviera cerca de su familia, ósea nosotros —explicó con una gran sonrisa.

—Está muy feliz ¿cierto?—preguntó, Tiago asintió alegre.

Ethan tenía el cabello miel y ojos verdes eléctricos. Vestía, al igual que su amigo, un traje negro, sólo que sin corbata y la chaqueta desabotonada. Hace diecisiete años que nació en una familia rica y avariciosa, a la cual no le expresaba el más mínimo aprecio, simplemente porque no lo sentía. En cambio sí lo hacía a la familia de su amigo, que al igual que la suya poseían muchos millones, pero no se dejaban llevar por ellos, eran humildes, y eso fue suficiente para que se ganaran su cariño.

Creció prácticamente solo. Sus padres siempre ocupados con sus negocios, lo dejaron a cargo de niñeras, choferes, guardaespaldas y maestros. Se acostumbró a valerse por sí

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mismo, nunca conoció lo que es un abrazo materno. Por eso, también, le tenía tanto afecto a la familia de su amigo, podían tener una gran fortuna, pero eran muy unidos.

Siempre conseguía lo que quería, sin importar el medio. Podía odiar a los "niños ricos", los de la alta sociedad —porque eran bastante caprichosos—, pero no por esto dejaba de ser uno ellos. Era egoísta en su medida y malgeniado, serio como nadie —exceptuando cuando se encontraba con la familia de Tiago, en verdad aquellos sobrinitos que tenía eran irresistibles—, destilaba sarcasmo por cada poro de su cuerpo.

Sabía muy bien lo bien parecido que era, y no dudaba en usarlo. La seriedad y misterio que desprendía lograba que las chicas se derritieran por él. Mas, nunca se había enamorado y no pensaba hacerlo.

Por otro lado Tiago, para los cercanos, Santiago en el acta de nacimiento. Era todo lo contrario a Ethan, su personalidad era alegre y desbordaba carisma por donde iba. Lo más importante para él era su familia, su característica principal era ser fiel a sus amigos. Odiaba la traición, a su punto de vista eso era imperdonable.

El hecho que Ethan aún no cumpliera su mayoría de edad, no le impedía ser amigos, como tampoco que sus personalidades fueran tan opuestas. Quizás una de las cosas que más se diferenciaban era que Tiago estaba completamente enamorado de Claudia.

—Me aburro —dijo Ethan, mientras tomaba la copa que le ofrecía el mesero.

—¡Vamos!, ¿por qué no sales a bailar con una chica?

—No tengo ganas, mejor me voy a caminar por ahí, nos vemos más tarde.

—Claro.

Caminó por el amplio salón sin tener un destino fijo. Prefirió el balcón para al menos tener una vista del cielo. Se llevó la copa a la boca, y vio que en frente de la gran mansión paraba una limosina negra, "más vejetes ricos", pensó para sí.

Observó que de ésta se bajaba un joven alto y de cabello negro, ayudó a bajar a una chica más joven. La copa resbaló de sus manos, pero no le importó. Se quedó viendo fijo aquella chica. Tenía el cabello negro y brillante con unos mechones azules, lo llevaba un poco debajo de los hombros, era liso y con ligeras ondulaciones en las puntas. Conforme iban caminando hacia la entrada, podía distinguir mejor su rostro. Él solo tenía ojos para aquella niña. Su piel era blanca y pálida, pero no por esto dejaba de ser brillante, su figura frágil y delicada con unas no muy exageradas curvas. Caminaba con gracia y distinción, cuando pudo ver un poco mejor su rostro se quedo prendado, su nariz era recta y pequeña, sus labios rosados, sus pestañas largas y espesas sombreaban sus ojos.

Ella paró en mitad del camino y se lo quedó viendo fijo. Sus ojos eran azul zafiro y conforme llegaban a la pupila se aclaraban hasta llegar a un azul celeste y combinaba a la

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perfección con su vestido azul, que le llegaba hasta las rodillas. Escuchó que la llamaban y siguió su camino.

Ethan se quedó con la boca abierta no podía existir tanta perfección. Esa chica por el sólo hecho de estar en la fiesta, debía ser un chica vacía y vanidosa, se convenció de eso, una buena "victima"´.

Esperó un momento afuera y decidió entrar, e invitarla a bailar, no se le resistiría.

Cuando la vio se le acercó, estaba sola, carraspeó para llamar su atención; cuando la chica se volteó, se lo quedó viendo fijo en muda pregunta.

—¿Bailas? —preguntó extendiéndole la mano.

—No —dijo ella en tono cortante, dio media vuelta y se fue.

Ethan quedó en shock, nadie nunca, jamás y menos una chica lo había rechazado de esa forma, eso era el colmo. Él siempre conseguía lo que quería. Y ella no sería la excepción.

La buscó de nuevo y pudo reconocerla junto a la mesa de bocadillos charlando con alguien. Se acercó y cuando vio que la dejaban sola fue su oportunidad. Llegó a ella por detrás y la abrazó por la cintura. Ella se sorprendió, pero antes de que se diera la vuelta le habló al oído.

—¿Bailas? —Su voz sonó aterciopelad y seductora, lo que le causó un pequeño estremecimiento a la chica, él se rió de medio lado, no se resistiría.

—¡No! —Se sorprendió cuando escuchó una nueva negativa de parte de la chica, frunció su entrecejo, y la arrastró a la pista de baile—. Suéltame —dijo ella molesta.

Le dio media vuelta y ella dejó las manos en el pecho del. Intentó empujarlo, pero fue en vano, él era mucho más fuerte y alto; ella a duras penas le llegaba a los hombros. Ethan tomó sus manos con cuidado para no hacerle daño; puso una en su hombro y la otra entre la suya, mientras que él ponía una en su cintura.

—Qué no entiendes un ¡no! ¿Te presto un diccionario?, a menos que no sepas leer, en ese caso te explico que significa. —Él la ignoró simplemente—. Dentro de la gramática tradicional, "no" se clasifica como un adverbio de modo, una negativa. —Pero el chico no le hacía caso—. ¿Necesitas que te lo explique con plastilina?

—Por lo menos tienes cerebro, otras chicas en este lugar no habrían dicho eso —dijo él mirándola burlonamente. Ella se molestó por eso.

—No me compares con estas plásticas. —Él se quedó viéndola boquiabierto.

—¿Cuál es tu nombre?

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—¿No sabes que es de mala educación preguntar un nombre sin decir antes el tuyo? —interrogó altanera.

—Mi nombre es Ethan, ¿y el tuyo?

—No te importa, dije que era de mala educación, no que te diría mi nombre.

—¿Siempre eres tan maleducada? No se supone que deberías ser linda, educada y asentir a todo lo que te digan.

—Si quieres a alguien así, vete a charlar con una cabecita hueca, que aquí abundan —contestó sin dejar la altanería—. Y no. Sólo cuando me obligan a hacer algo que no quiero o estoy con gente desagradable.

—¿Me consideras desagradable?

—Sí y mucho. —Él dio un suspiro no iba a ser fácil hablar con ella—. Porque no me dejas en paz.

—Me agradas —dijo simplemente.

—Por favor, eso ni tú te lo crees.

—¡Vaya ya se conocieron! —exclamó una voz alegre desde atrás. Voltearon sus rostros e Ethan reconoció a Tiago.

—¿A qué te refieres?, ¿la conoces? —La chica se soltó como pudo y abrazó a Tiago ante la confundida mirada del chico de ojos verdes; éste le correspondió el abrazo.

—Claro —dijo contento—. Ella es…

Capítulo 2: La familia se reúne

—Claro —dijo contento—. Ella es Krystal, mi hermana. —Ethan quedó sorprendido, aunque no lo demostró ¿esa chica era la hermana de su mejor amigo? ¡¡No se parecían en nada!! Pero Santiago no mentía, él nunca mentiría con algo así—. Krystal, Ethan es mi mejor amigo.

—Hermano, tienes mal gusto para escoger a tus amigos —añadió la chica con decepción.

—Pues, hace un rato no te parecía malo mi amigo, mientras bailaban —le contestó Tiago con una sonrisa.

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—Es porque él me obligó a hacerlo, yo no quería —repuso con un pucherito, mientras lo abrazaba—. Incluso me sedujo —Tiago le lanzó una mirada a su mejor amigo que él perfectamente entendió

—¡¡¡No!!! quiero que vuelvas a hacer eso —sentenció molesto, por si acaso no entendió su mirada.

—Como digas —suspiró el de ojos verdes, sin inmutarse por el tono de su amigo. Krystal le lanzó una mirada burlona.

—¡¡¡Tía Krystal!!!

—¡¡¡Tía Krystal!!! — A penas pudo entender lo que decía.

—Tía, tía, tía.

Escucharon aquellos gritos, pero antes de que pudieran hacer algo, un niño y dos niñas se habían abalanzado contra Krystal, que yacía en el suelo aplastada por los pequeños de diferentes edades.

—¡Oh qué bien que regresaste! —gritó una niña de unos siete años, cabello rubio y ojos celestes, como los de Tiago.

—Y la mejor parte, es que vas a quedarte —dijo otro de nueve años con el cabello rojizo y ojos celestes.

—¡Eh! ¡Súper que te quedes, tía Krystal! —Se le entendió a una pequeña de cuatro años en su lenguaje infantil. Tenía el cabello castaño y cortito con sus ojos celestes.

—Elizabeth, Nicolay dejen de aplastarla —los reprendió un niño de cabello miel y ojos celestes de unos doce años—. Ven aquí Molly —cogió a la más pequeña en sus brazos.

—Pero yo quiero quedarme con mi tía, no seas malo Adrián. —Los presentes debieron traducir mentalmente lo que la niña dijo, al tiempo que estiraba sus bracitos a la chica. Tiago ayudaba a su hermana a levantarse.

—¡Cuánto han crecido desde la última vez que los vi! —exclamó con una enorme y encantadora sonrisa—. Mira Adrian, tú también has crecido muchísimo, como los he extrañado a todos. —Los abrazó fuertemente.

—Tú también has crecido Krystal —contestó Adrian, el más grande, con una sonrisa, raro en él.

Usualmente estaba muy serio y cómo no estar serio, si tenía que cuidar de su hermanita Molly y sus dos primitos Elizabeth y Nicolay, que también eran hermanos—. ¿Dónde está Jasón? ¿No vino contigo? Aún no lo veo.

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—Debe estar por ahí —respondió tomando a Molly en sus brazos y le hacía cosquillas consiguiendo que riera.

—No es justo, le tienes preferencia porque es más pequeña. No es justo, no es justo —alegó Elizabeth molesta.

—Vamos Lizzie, sabes que a ti no te puedo cargar. Estás muy grande —la calmó con una sonrisa.

—Igual, exijo el mismo trato que Molly y Nicolay me apoya, verdad hermano. —Él se la quedó viendo como si estuviera loca, Elizabeth se enojó y se cruzó de brazos mientras refunfuñaba cosas como "la vida es injusta", "incluso mi hermano me da la espalda" "nadie me quiere" y todo con gesto teatral. Pero viendo que nadie le hacía caso, tomó la segunda opción; cogió a su hermano por la oreja y se la jaló—. ¿Verdad que tú me apoyas hermano?

—¡Auch!, sí te apoyo, te apoyo, pero por favor suéltame.

—No. Repite después de mí. —Lizzie se aclaró la garganta mientras su hermano seguía quejándose—. Exigimos el mismo trato que Molly, el derecho a la igualdad, cumplan nuestras demandas o mi oreja será arrancada. —Todos la vieron sorprendidos ¿de dónde rayos esa niña había sacado aquellas ideas?

—Exigimos el mismo trato que Molly, el derecho a la igualdad, cumplan nuestras demandas o mi oreja será ¡¿qué?! Ni loco no pienso repetir eso y ahora suéltame que me duele. —Lizzie accedió a soltarlo debido a las quejas y el hecho que su padre se acercaba.

—Que aguafiestas eres —le dijo bajito ya que su padre estaba frente a ella y la miraba con gesto reprobatorio.

—Elizabeth Abiatti —la llamó por su nombre completo, eso sólo significaba una cosa: castigo sin salir a jugar por quién sabe cuánto tiempo, y clases extras—. ¿Qué rayos crees que estás haciendo?

Sólo tenía una opción: su cara de "perrito recién nacido y abandonado bajo la lluvia" , junto sus manos, miró al piso y empezó a mover su pie en forma circular.

—Es que yo…

—Tú nada, no uses ese tono conmigo jovencita, sabes que eso no funciona. Castigada por un mes sin salir y clases extras —sentenció imponente.

—Pero… papá un mes no es justo —dijo mirándolo.

—Yo decido que es justo y que no. Tú te lo ganaste, eso te va a enseñar. —Un carraspeo de todos los presentes lo hizo voltear, sus ojos se iluminaron al ver a su "pequeña" hermana—.

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Krystal, llegaste, no te había visto —dijo abrazándola tan fuerte que la pobre ya se estaba poniendo azul.

—Sebastián, se está poniendo azul —le dijo Tiago con una risita nerviosa, éste la soltó de inmediato.

—¡Pero mira cómo has crecido! ¿Por qué no nos dijiste? Ese tonto de Jasón sólo te quiere para él. Debió dejarnos ir a recogerlos a al aeropuerto, ¿por cierto dónde está ese egoísta? —Krystal rió, no importaba cuanto tiempo pasara, ni cuántos hijos tuviera iba a seguir peleando con Jasón.

Fijó su vista en su hermano y se dio cuenta de cuánto los extrañaba. Él, a sus veinticinco años, seguía como siempre. Su cabello castaño rojizo y ojos celestes, al igual que sus hijos. Su rostro, usualmente estaba serio, producto de haber tenido hijos a muy temprana edad, a los dieciséis para ser exactos nació Nicolay. Además se tuvo que encargar de sus dos hijos prácticamente solo, porque la madre de ellos murió de cáncer hace ya dos años.

Aquel acontecimiento fue muy triste para todos, Krystal realmente le tenía aprecio. A pesar que tuvo a sus niños a temprana edad, los amaba, y nunca le importó lo que dijeran. Sebastián quedó destrozado, pero salió adelante por sus hijos, él era admirable frente a sus ojos. Sonrió y distinguió que Eliot se acercaba.

—Hola peque —dijo quien llegó con una sonrisa.

—¿Nunca dejaras de llamarme "peque" aunque cumpla cuarenta? —preguntó sonriente.

—No. Para mí siempre serás pequeña sin importar cuantos años tengas —contestó quien tenía el mismo tono de cabello que Sebastián. La abrazó y ella pudo sentir la fuerza de su hermano de treinta años —Jasón es un envidioso, egoísta; no nos dejo recogerlos —refunfuñó molesto. Krystal se rió en verdad, sus hermanos nunca cambiarían ¡Pobre Jasón! Lo que le esperaba.

—¿Qué? ¿Soy un qué? —Se escuchó una voz a sus espaldas. Todos voltearon y se encontraron con Jasón, un joven de 23 años con el cabello negro y ojos miel casi dorados.

—Un egoísta y envidioso. La quieres para ti solo, también es nuestra hermana, ¿sabes? —cuestionó Sebastián.

—Cierto —lo apoyó Eliot.

—Media hermana en realidad —replicó burlonamente Jasón, causándole molestia a los tres hermanos. Krystal llevó una mano a su cara y dio un suspiro, esos siempre eran así. Prefirió intervenir antes de que comenzaran una pelea verbal por quien tenía más derecho sobre ella.

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—A mis ojos los cuatro son mis hermanos por igual. ¿No creen que ya están muy grandecitos para pelearse por eso?

—No —contestaron al unísono.

—Por lo menos se ponen de acuerdo en algo. —Se miraron y volcaron los ojos. Krystal rió—. Será mejor que nos vayamos, los niños se están quedando dormidos.

Voltearon y vieron que efectivamente Lizzie y Nico apenas se podían mantener en pie, mientras que Molly ya se había quedado dormida en brazos de su hermano que se veía cansado, pero contento.

Eliot cargó a su hija. Jasón tomó en brazos a Lizzie, ya que si no lo hacía, caería al suelo, y Sebastián agarró a Nico.

—Gracias —dijo Sebastián con una media sonrisa, dirigida a Jasón, mientras caminaban hacia la salida.

—Sabes que siguen siendo mis sobrinos, los quiero; y a ustedes los considero mis hermanos, no me importa que no tengamos el mismo padre —añadió el moreno a quienes lo acompañaban. Jasón caminaba hacia la salida, algunas chicas los seguían de vista mientras reían nerviosas, les quiño un ojo y miró de nuevo al frente—. Las peleas sólo son un juego al que estamos acostumbrados y Krystal también lo sabe. Nos sigue la corriente. Tú también lo sabes, ¿verdad Eliot?

—Claro, somos familia después de todo —contestó sonriendo.

Ethan, quien se mantuvo al margen de todo, nunca había visto a aquella familia tan feliz. No importaba si su padre no era el mismo, se querían por igual, eso era algo que admiraba de ellos: su unidad. Además ahora se reafirmaba al conocer a Jasón.

Se dirigieron a la limosina negra que Ethan vio. Subieron todos y recostaron a los pequeños lo mejor posible, cosa que no fue difícil, considerando lo amplia que era…

Después de un rato, llegaron a un barrio tranquilo.

Las mansiones eran enormes y los jardines perfectamente arreglados, se detuvieron frente a una casa blanca con un amplio jardín y una cerca de madera. Se lograba apreciar un enorme roble. Ethan nunca había entrado ahí. Ethan nunca estuvo en ese lugar, aquella casa había estado en venta, y la acondicionaron para eso.

—¿Qué? —preguntó Ethan, confundido.

—Aquí van a vivir Jasón y Krystal. Eliot dijo que había una casa en venta y Jasón la compró para que estuviéramos cerca—contestó Santiago que estaba a su lado—. Vamos a quedarnos a dormir aquí, ya que los niños cuando despierten van a querer verla.

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—¿No es lo mismo dormir aquí que en sus respectivas casas? —cuestionó, cruzándose de brazos. A veces Tiago le parecía exagerado—. Está en medio de las suyas.

—Si no quieres dormir aquí—añadió con cara triste, Tiago—, podemos irnos a mi casa

—No, está bien. Tú quieres estar aquí, además, no quiero ver a mis padres hoy y hace rato que no ves a tus hermanos, no importa.

—Genial. —Una norme sonrisa se formo en su rostro.

Capítulo 3: Descubriendo el pasado

Tres sombras pequeñas corrían por los pasillos desiertos de aquella base, asustados porque los podrían descubrir.

Tres sombras pequeñas corrían por los pasillos desiertos de aquella base, asustados porque los podrían descubrir.

—Corran —ordenó uno, a otros dos que se encontraban en el mismo lugar.

—Ya no puedo más, estoy cansada —suspiró la más pequeña de las tres. Era la voz de una niña.

—No te quedes atrás —ordenó

El estridente ruido de la alarma los lastimó. Se asustaron, eso sólo significaba una cosa:

—¡¡Nos descubrieron!!

—¡No! —gritó asustada.

—¡¡Deténganse!! — Se escuchó en las cercanías.

Pero, no hicieron caso así que… sacó un arma enorme y disparó sin dudar. Le dio en el hombro a la primera sombra que había hablado.

—¡No! —Se levantó asustada, vio a Lizzie y Molly dormidas a su lado, suerte que tenían el sueño pesado y no se despertaron. Dio un suspiro cansado; tal vez querer dormir con ellas no había sido buena idea.

Las acobijó mejor, para que no les diera frío. Bajó de la cama y salió de la habitación con pasos suaves, y se encaminó a la cocina.

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Aquella casa era inmensa y el lugar a donde iban estaba en el primer piso, no quiso prender la luz, no se demoraría mucho. Se sirvió agua en un vaso. Pero cuando se dispuso a beber su contenido…

—¿Qué haces aquí? —Se asustó y el vaso resbaló de sus manos, haciendo un sórdido ruido. Se volteó y vio a Ethan.

—¿Qué? ¿Acaso no puedo estar en mi propia casa? —reclamó molesta.

—No dije eso, sólo que deberías estar dormida.

—Pues, no tengo que darte cuentas de lo que hago o dejo de hacer. —Él dio un suspiro, mientras ella se agachaba para recoger los virios rotos.

—No deberías hacer eso, te cortarás.

—¿Y eso a ti te importa? —preguntó de mala gana sin mirarlo.

—¿Qué hacen aquí? —Se escuchó una voz a sus espaldas mientras prendía la luz. Ambos chicos voltearon—. No lo hagas, te cortarás. Lo haré yo —añadió cuando vio el vaso roto que Krystal pretendía recoger. Ella se hizo a un lado—. ¿Otra vez?

—Lo siento —musitó ella con algo de arrepentimiento.

—Sabes que no es tu culpa —dijo tirando los vidrios a la basura—. Siéntense. —Señaló el amplio comedor. Ambos obedecieron y él se dirigió a la nevera, sacando un poco de leche para calentarla.

—¿Por qué bajaste? —preguntó Ethan.

—El ruido, pensé que habían sido los niños. —Abrió la despensa. Ethan quedó asombrado, estaba llena de galletas y dulces, debía haber de todos los sabores—. Sólo tengo galletas de chocolate. ¿Te gustan?

El chico asintió sin salir del asombró de lo que vio.

—Bien, coman —dijo poniéndoles un plato lleno de galletas y un vaso de leche caliente a cada uno.

—Gracias —contestó él tomando un poco.

—La leche caliente es lo mejor para dormir, papá siempre no daba cuando éramos pequeños.

—¿Dónde está él?, no lo he visto. —Tenía curiosidad por saber el porqué de la actitud de la chica.

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—Él murió hace cinco años —contestó Krystal en voz baja, con una cara melancólica.

—Lo siento, no…

—No lo sabías —sonrió Jasón con tristeza.

—¿Puedo preguntar algo?

—Claro —dijo el de ojos miel.

—Si murió hace cinco años, no se supone que tú. —Miró a Krystal—, debías quedar a cargo de Eliot, ya que es el mayor. —Jasón sonrió ante esa pregunta.

—Verás —respondió con calma—. Eliot, Sebastián y Santiago son hermanos, y nosotros sus medio hermanos. Sé que es extraño porque yo soy mayor que Tiago y Krystal es más pequeña. Así que será mejor que te lo cuente desde el principio.

Mi madre viene de una familia millonaria, y la obligaron a casarse con Ricardo, el padre de ellos para proteger su fortuna. —Hizo una mueca de desagrado—. Se casó y tuvieron a Eliot y Sebastián. Pero conoció a mi padre y se enamoró, podría decirse que le fue infiel a Ricardo —sonrió por eso—. Ella era demasiado liberal, y no le importó que pensaran o dijeran cuando me tuvo. Además Ricardo sabía que ella no estaba enamorada cuando se casaron. —Se detuvo un momento y continuó—. Aunque claro, no todo es color de rosa, hubieron muchos problemas y yo terminé viviendo con mi padre —suspiró con melancolía—. Y nació Santiago. Yo me quedaba en casa de mamá todas las tardes, por el trabajo de mi padre, así que me crié con ellos.

Luego llegó Krystal, otro error. —Hizo el gesto de comillas con sus dedos—. Pensé que vendría vivir con nosotros, pero mi madre se negó rotundamente a separarse de ella. Por eso vivió con ellos. —Tomó una galleta y se la comió—. Cuando Janet, la madre de Adrián y Molly quedó embarazada, Ricardo puso el grito en el cielo —sonrió al recordarlo—. Eliot ya era mayor de edad, así que decidió irse a vivir con ella a un departamento que mamá compró a escondidas. Aprovechó el momento y se fue con todos los niños al mismo lugar —musitó débilmente, pero audible—. Ricardo les pasaba una mensualidad, la ahorraron e invirtieron bien, mi padre les ayudó y ahora tienen esa gran empresa en la que todos somos socios.

Cuando mamá murió, Krystal tenía siete años. —Ethan miró a la mencionada y vio que sus ojos estaban perdidos—. Vino a vivir con nosotros, ya que papá pidió su custodia. Sebas ya tenía a Nicolay con un año, y Eliot se quedó a cargo de los demás.

Papá tuvo que irse a Tokio, junto a nosotros. Pero aún así los ayudaba. —Se detuvo por varios segundos y prosiguió—. Finalmente, cuando él murió, yo obtuve la custodia de Krystal por ser hermano completo de sangre. Eliot no se molestó en quitármela, porque yo estaba en todo mi derecho —terminó de contar la larga historia.

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Krystal había permanecido callada y viendo un punto fijo, como si recordara todo. Ethan se mantuvo en silencio, escuchando.

—El ser millonario, no te salva del dolor —musitó Krystal, Ethan la vio dándose cuenta que ella tenía toda la razón.

—Bueno, hora de dormir —suspiró Jasón cambiando el tema.

Cada uno se fue a sus respectivas habitaciones, para poder descansar. Ethan quedó pensando en lo que dijo Krystal: "El ser millonario, no te salva del dolor". Recordó la mirada que había tenido cuando lo dijo y también al escuchar la historia, le dieron unas ganas increíbles de abrazarla y protegerla de todo.

—No, qué rayos estoy pensando, sólo es una niña mimada. —Intentó convencerse de eso, pero prefirió dormir.

Capítulo 4: Una apuesta y un chapuzón

El sol empezó a herir sus ojos, pero no fue por esta razón que despertó. Sino que, fueron unos gritos y saltos que pegaban sus dos sobrinitas, sobre su cama.

—Vamos despierta tía Krystal —dijo Lizzie entre salto y salto—. El sol brilla, los pajaritos cantan, y tú no te levantas. Además tenemos que hacer muchas cosas hoy —sentenció en el momento que la puerta de la habitación se abrió de un golpe.

—No es justo. ¿Por qué ellas durmieron contigo y yo no? —reclamó Nicolay, subiendo a la cama y empezando a zarandearla para que despertara—. Vamos despierta, jugarás conmigo tiro al blanco en compensación.

—Tengan piedad de mí, déjenme dormir 5 minutos más —contestó sin abrir los ojos.

—¡¡No!! —gritaron unísono.

—Son imposibles —dijo levantándose finalmente—. Pero primero necesito tiempo para un baño, ¿sí?

—Te bañarás en la piscina —exigió Nicolay—. No hay tiempo que perder.

—Nada de eso. Todos se van a bañar antes, empezando contigo Nicolay, Sebastián ya trajo tu ropa y la de Lizzie.

—¡Ah!, eres un aguafiestas Adrian. Queremos jugar.

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—Lo harán después de que se bañen —ordenó para dirigirse a su hermana—. Ahora ven aquí Molly, mamá está abajo esperando.

—No quiero —contestó con su idioma mal hablado. Adrian dio un suspiro, y la cargó, pese a las protestas de la pequeña.

—¿Y qué? ¿No me vas a dar mi beso de buenos días? —Río Krystal.

—Claro. —Le dio un beso en la mejilla y salió de la habitación con su hermanita.

—Bueno, será mejor que obedezcamos —dijo Lizzie, y su hermano enarcó una ceja ¡ella jamás obedecía!—. Ya estoy castigada, no quiero que papá me castigue más.

—¡Oh! es cierto —sonrió con burla su hermano.

—No te rías, no es gracioso —rezongó bajando de la cama.

—Claro que sí, te lo mereces por jalar mi oreja —dijo su hermano siguiéndola terminó de decir para seguirla—. Te esperamos abajo, Krystal. Y vamos a meternos a la piscina.

Ella asintió y cuando los niños salieron de la habitación, cerrado la puerta tras de sí, decidió bañarse y ponerse su traje. Luego de estar alistarse, bajo a desayunar.

—Buenos días dormilona —saludó Jasón.

—Buenos días —respondió sentándose en la mesa.

En el lugar ya se encontraban sus dos hermanos mayores junto a los niños. Jasón le dejó un plato con su desayuno, que se componía de huevos, tocino y jugo de naranja.

—¡Hola! —Saludó alegremente Tiago, entrando junto con Ethan, ambos con sus trajes; una pantaloneta verde Tiago y una roja con llamas, Ethan.

—Buenos días —contestó Ethan.

—Vaya, parece que la noticia de la piscina se extendió, ¿no es así? —preguntó Jasón.

—¿Cómo no nos íbamos a dar cuenta? Si Nicolay nos despertó gritando "piscina, piscina" —dijo Adrian molesto.

—Vamos primo no seas amargado —rió Lizzie—. Dices que tienes 12, pareces de 40. Ni siquiera papá es tan serio.

—No soy amargado —resopló de mala gana.

—Como digas. —Se burló esta vez Nicolay.

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—Oye amigo, ¿por qué tan callado? —preguntó Tiago mirando a Ethan.

—Tu familia se ve muy alegre —respondió casi en susurro.

—Es que siempre quisimos que Jasón y Krystal vinieran a vivir aquí. "Lástima que sea en estas circunstancias" pensó para sí.

Ethan permaneció en silencio, posó su mirada en Jasón y luego en Krystal.

Después de un largo desayuno lleno de peleas y críticas, se dirigieron por la amplia sala. Atravesaron una puerta corrediza que daba a un jardín con una gran piscina, que tenía alrededor sillas. Además de una pared de arbustos, perfectamente podados, con cientos y cientos de claveles al frente. Un poco más allá, un gran árbol con hermosas flores blancas.

—¡La bomba! —gritó Nicolay, y salió corriendo hacia la piscina para clavarse.

—¡Nicolay, espera! —exclamó una hermosa mujer de cabello y ojos miel.

—Janet, él no te va a hacer caso. Tiene la cabeza llena de agua —habló Sebastián.

—Pero Sebastián, podría resbalarse y caerse y…

—Créeme, no le pasara nada. Él nació para ser nadador —dijo viendo como su hijo daba un perfecto clavado—. ¿Lo ves?

—¡Es mi turno! —gritó, esta vez, Lizzie.

—No. Tú no. —La tomó por la cintura para que no hiciera lo mismo que su hermano.

—Pero papá. —Se quejó.

—Tú naciste para ser bailarina de ballet —le sonrió para calmarla—. Además todavía no olvido tu castigo.

—No es justo.

—Hermano por favor, ¿podrías olvidar el castigo de Lizzie por mí? —intercedió Krystal. Él la miró, pero antes de que pudiera decir algo, Jasón intercedió.

—Sí, es cierto. Mira que castigarla justo el día que nosotros regresamos. Es cruel.

—¡Ah!, está bien. Ve a jugar, pero no te claves como tu hermano.

—¡¡Sí!! —gritó contenta.

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—Y ustedes dos —sentenció mirando a sus hermanos—. No se pongan del lado de ellos, se los voy a perdonar esta vez, pero…

—Sí, sí, sí. Cómo digas, vamos mejor a meternos. — Krystal sonrío ante la victoria y lo jaló del brazo.

—Vaya, lograron quitarle el castigo –musitó asombrado, Ethan.

—Ethan, la apuesta —se burló Tiago.

—Esto es un asco —contestó.

Recordó esa mañana.

—Oye, ¿no se supone que Elizabeth está castigada? —preguntó Ethan a su amigo.

—Sí. ¿Por qué?

—¿Sebastián la dejará meterse a la piscina?

—¡Ah eso!, no te preocupes. Jasón y Krystal harán que le quite el castigo.

—No lo creo, cuando Sebastián decide algo no da su brazo a torcer y menos si se trata de un castigo de ellos.

—¿Quieres apostar? Yo conozco mejor a mis hermanos. —Ethan titubeó un momento.

—Claro, apostemos. Dudo mucho que ellos puedan contra el carácter de Sebastián.

—Te arrepentirás de tus palabras.

—Sí, claro, yo nunca me arrepiento.

—Te lo dije.

—Cállate —dijo dirigiéndose hacia donde Sebastián, que estaba al borde de la piscina.

Caminaba como un condenado a muerte.

—¿Qué apuesta? ¿Qué hará? — un interrogó Krystal a su hermano.

—Sólo mira.

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—Sebastián, cuando sea mayor, quiero que te cases conmigo, para que así podamos criar juntos a nuestros pequeños —dijo en una voz mimosa acercándose a él.

—¡¡¡Pero, ¿qué?!!! —exclamó asombrado. Eso definitivamente era lo último que haría. ¿Cómo se le ocurría eso?—. ¡Mocoso idiota quítate esas ideas de la cabeza! —le gritó al empujarlo a la piscina. Todos rieron a carcajadas, especialmente Tiago y Krystal.

—Sinceramente, no me agrada la idea de tenerte como mamá —dijo Lizzie mirando a Ethan, cuando éste salió tosiendo agua—, y creo que Nicolay va a pensar como yo, ¿verdad hermano? —El pequeño asintió con seriedad.

—Además, a mí no me gustaría tenerte como tío, tienes muy mal genio —se burló Adrian.

—Sólo fue por una apuesta que hice con Santiago —contestó enojado, saliendo de la piscina—. ¿Contento? —preguntó a Santiago que estaba rojo y a punto de llorar de la risa.

—Menos mal, porque no quiero que seas parte de mi familia —reía a carcajadas Krystal. Ethan se molestó por el comentario y la tomó de la cintura mojándola, causado que ella se estremeciera.

—Claro que no, porque tú no me quieres como un hermano ¿verdad? —susurró con voz seductora al oído.

Todos pusieron una cara de enojo, no les gustaba que Ethan le hiciera eso a Krystal. Pero antes de que pudiera reclamar algo, ya la había empujado a la piscina y Santiago también iba para allá.

—¿Y ahora? ¿Quién se ríe de quién?

—¡Eres un idiota! —gritó Krystal desde la piscina.

—¡Uy! Menos mal, ya tenía ganas de golpearte por insinuártele a mi hermana —rió Santiago alegremente.

—No te preocupes amigo, con tu hermana, ni a la esquina.

—Bueno, ¿quién quiere jugar con la pelota? —añadió Jasón.

—¡¡Yo!! —gritaron los niños.

Empezaron a pasarse la pelota, que quién sabe de dónde la había sacado Jasón. Krystal prefirió jugar a la pelota e ignorar a Ethan por salud mental.

Al poco rato se les unieron Sebastián y Eliot junto a Janet. Ethan también lo hizo.

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Después de un día en la piscina lleno de juegos y risas, todos estaban exhaustos. Los niños estaban ya por dormirse, además al día siguiente tocaban clases.

Capítulo 5: No estás solo...soy tu amigo

Se revolcó entre las cobijas, le daba pereza la sola idea de ir al colegio. Pero sabía que era simplemente inevitable, así que decidió que lo mejor era levantarse.

Bañado, vestido y con la mochila al hombro, se dispuso a caminar por los solitarios y amplios pasillos. La mansión era enorme y lujosa. Aunque seguía tan fría y vacía como siempre igual que toda su infancia, llena de lujos y vacía de sentimientos.

—El desayuno está listo, joven Ethan. —La voz de la mucama lo sacó de sus pensamientos, él simplemente asintió.

—Buenos días —saludó un hombre con el cabello negro entrecano y ojos verdes, su padre—. Ethan, espero que no tengas problemas este año.

Él sólo asintió, la verdad le importaba muy poco la opinión de su padre, solo en su infancia le había importado pero debido a los continuos desplantes que le hecho de niño ahora solo se preocupaba por los que siempre estaban ahí para él.

El chico se limitó a mover la cabeza en señal positiva, en verdad, poco lo importaba la opinión de su padre. En su infancia, no podía negarlo, cada palabra de su padre, era prácticamente algo que se negaba a desobedecer, y no quería defraudarlo. Pero, debido a los continuos desplantes del que fue causante aquel señor contra él, todo eso quedó en el olvido. Los únicos que le preocupaban, eran los que siempre estaban ahí, para él.

Su padre era un ex-militar, quien sólo estaba para regañarlo. Debido a que continuamente se metía en problema desde niño, en un inútil intento de llamar su atención. Lo había calificado como un problema. Incluso en una ocasión hace año y medio, habían estado a punto de mandarlo a un reformatorio y su padre no hubiera movido un sólo dedo. Es más, estaba seguro que su padre lo llevaría en bandeja de oro.

Pero Eliot había intervenido, dio un suspiro al recordar el sermón que le había dado Santiago.

—¿Qué pasa?, ¿por qué estamos aquí? —preguntó a su mejor amigo, que había estado inusualmente callado todo el trayecto.

—Sólo mira. —Obedeció y detalló el lugar, era un mirador a las afueras de la ciudad. Abajo había un enorme lago, desde ahí se podían ver las luces de la ciudad y las estrellas.

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—Sigues molesto ¿verdad? Ya te di las gracias por haber hecho que Eliot moviera sus influencias.

—Santiago no respondió nada y se apoyó en el barandal, con la mirada fija en la ciudad.

—¿Sabes? Este lugar le gustaba mucho a mi hermana.

—¿Vinimos aquí para hablar de tu hermana? —preguntó apoyándose en el barandal, con expresión aburrida.

—Ella en una ocasión dijo: "Los verdaderos amigos son como las estrellas, puede que no siempre los veas, pero sabes que están allí. Aunque a veces nos cegamos tanto por las luces de la ciudad, que somos incapaces de ver el cielo". ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Si te soy sincero, no

—Las luces de la ciudad son falsas, como la mayoría de cosas que nos rodean. Quiere decir que a veces no nos fijamos en nuestros verdaderos amigos. —Santiago dejó de ver la ciudad para mirar a su amigo—. ¿Sabes lo bizarro que se escucha eso en la boca de una niña de 3 años? Una visión tan profunda del mundo. Me costó mucho entenderlo. A mí y a cualquiera le costaría analizar esas palabras si las dice una niña. Pero tú no estás entendiendo lo que quiero decir —dijo mirando el paisaje de nuevo.

—No. —Se limitó a contestar.

Santiago dio un suspiro cansado y clavó sus ojos en Ethan. Aquella mirada denotaba tristeza y decepción, y un extraño sentimiento comenzó a recorrerlo. Él nunca había sentido algo así, desencantado de sí mismo. Mas, en un rápido movimiento y sin previo aviso, su amigo le dio un golpe.

—¡Eres un idiota, orgulloso y egoísta! —gritó tomándolo por el cuello con una actitud agresiva, ojos lo miraban con furia, algo impropio de él ya que siempre era tan alegre—. ¡Eres como un estúpido hermanito pequeño para mí, que sale corriendo y no se fija en el camino. Se cae , se golpea y es tan orgulloso que no lo admite. Pero luego, yo pacientemente limpio la herida! ¡Siempre limpio lo que haces Ethan!, y debes darte cuenta lo que haces, porque no estaré toda la vida para curarte —dijo soltándolo para calmarse.

—Nadie te pide que lo hagas —replicó furioso.

—Pero lo hago, porque más que mi amigo te considero mi hermano. Abre tus ojos, Ethan. Tal vez me odies por decirte esto, tal vez nunca más quieras saber de mí, pero si tengo que gritarte y golpearte para que entiendas las cosas, no dudes que lo haré. Porque un verdadero amigo, es quien te ayuda a ver los errores y mejorar —suspiró y se calmó un poco más—. Yo sólo vine para decirte tres cosas: aquí estoy, soy tu amigo, confía en mí —dijo poniéndole una mano en el hombro—. Deja de ser egoísta ¿sabes el daño que le harás a

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Nico y a Lizzie, si te envían a un internado? Ellos te consideran su hermano, ya sufrieron suficiente ¿no lo crees?

En una ocasión dijiste: "tu familia es la que yo siempre quise tener". Yo te considero mi hermano, y como hermano mayor debo abrirte lo ojos. No estás solo, ya no, métete eso en la cabeza de una buena vez. Debes aprender a ver no sólo por ti, sino por todos. Ahora sé un buen niño, discúlpate y admite que te equivocaste, al pelear una guerra en tú contra.

—Lo siento —musitó en un susurro, sí que costaba disculparse—. Me equivoqué.

—¿Y?, ¿aprendiste la lección? ¿Sabes lo que quise decir?

—Sí.

—¿Ves?, no fue tan difícil —dijo revolviéndole el cabello—. Ahora vamos al cine, para que conquistes chicas y comprar un helado.

Sonrió ante el recuerdo y fue a la cocina por su desayuno. Luego de terminar se dirigió a la casa de enfrente, que justamente era la de Santiago, quien vive con Sebastián y sus dos hijos.

Entró sin tocar por la puerta de la cocina, ya estaba acostumbrado. Y se encontró con un caos total, como era de esperarse por ser el primer día. Nicolay desayunaba tranquilamente, mientras que en el segundo piso se oían gritos y pasos. Se sentó tranquilamente y tomó un plato con cereal.

—Y ahora, ¿qué pasó? —preguntó llevándose la cuchara a la boca.

—Creo que Lizzie le robó el celular y no quiso devolvérselo. Se le cayó y ahora está roto. A ella no le importó y le quitó su zapato, nada nuevo —contestó él pasivamente.

—Ojalá no se demoren mucho o llegaremos tarde —dijo levantándose para ir hacia el salón.

—¡Ah! —gritó Lizzie con desespero y miedo al resbalar en los últimos escalones. Pero antes de que se diera contra el suelo, Ethan la cogió—. ¡Oh!, Ethan eres mi héroe —dijo abrazándolo.

—Hmp —fue lo único que dejó escapar de su boca, porque todo lo que podría decir, sería interrumpido.

—Devuélveme mi zapato, mocosa.

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—¿Podrías devolverle el zapato? Llegaremos tarde, y aún debemos pasar por Adrian y Molly —suspiró Ethan intentando calmar las cosas.

—Y Krystal —agregó tirándole el zapato a Tiago, él sólo suspiró—. ¿Qué acaso no te agrada Krystal? —dijo evidentemente molesta.

—No es eso.

—Listo, vámonos —rió Santiago, ya todos tenían sus mochilas.

Se dirigieron a la casa que le seguía a la derecha, en la puerta los esperaba Krystal, con el uniforme que debían usar las chicas: una falda de prenses azul marino, una camisa blanca, una chaqueta negra con el escudo del colegio en la esquina izquierda, la corbata del mismo color que la falda, medias blancas y tenis negro. Lo que diferenciaba al de los chicos, es que estos, usaban pantalón.

Todos se encontraban uniformados, con excepción de Santiago, quien asistía a la universidad.

—Buenos días —saludó cortésmente y los niños la abrazaron.

Continuaron el camino a casa de Eliot, la cual quedaba a solo unos pasos, donde se respiraba la paz y calma. Un ambiente totalmente contrario a la casa de Tiago.

—¡Mira qué linda se ve con el uniforme escolar! —Saludó Janet con su hija en brazos—. ¡Hola chicos!

—¡Hola! —contestaron todos.

—Adiós mamá —dijo Adrian tomando a su hermana para caminar.

—¡Pero mira que sobrina más linda tengo! —Sonrío Tiago.

—¿Siempre iremos con él? —susurró Krystal a Adrian.

—Sí. —Ella suspiró.

—Va a ser un largo año —agregó con suavidad.

Después de caminar por 15 minutos, llegaron frente una gran verja negra, donde adentro había un montón de edificios y un gran campus.

—¡Vaya!, sabía que el colegio era grande, pero nunca imaginé que tanto. —Se sorprendió Krystal.

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—Es que cuenta con primaria, bachillerato y universidad —contestó Tiago alegremente—Sorprendente.

—La oficina de inscripción está por allá —dijo Adrian, señalando uno de los edificios.

—¡Claro!, nos vemos en el almuerzo.

Capítulo 6: Una nueva amiga (parte I)

Ethan miraba atentamente por la ventana, cualquier cosa era mejor que aquella aburrida y monótona clase de física.

—Señor Torres. —El profesor Arturo azotó un libro en su escritorio—. Ya que le parece tan aburrida mi clase y sabe lo que explico, ¿puede hacer el ejercicio que está en el tablero.

Se levantó de asiento sin mucho interés, ese ejercicio era bastante fácil para él. Luego de hacerlo el profesor hervía de furia. Por suerte, el director entró.

—Joven siéntese. Hoy tenemos una nueva estudiante, espero le den la bienvenida y aprendan de ella. Es una alumna ejemplar. Pase señorita —interrumpió la clase el director.

Todos se quedaron atónitos al ver a la nueva estudiante, es que era pequeña para estar en aquel grado. Pero quien más se sorprendió fue Ethan.

—No puede ser, hasta me persigue en el salón —dijo tan bajo que nadie lo escuchó.

—Ella es Krystal Vega —añadió el encargado del establecimiento—. Bueno, me retiro.

—Siéntese —dijo enseñándole el asiento vacío al lado de la ventana y frente a Ethan.

Definitivamente iba a ser un largo año.

Se dirigió al asiento sin protestar, se notaba que ese profesor no era amable. Se sentó y prestó atención al frente. Mas, una bola de papel la golpeo, la tomó y vio que tenía algo escrito. La leyó: "´ahora también me sigues en clases. ¿Qué haces aquí?" Aquella palabras sólo podían ser de ese detestable chico. Sacó su lápiz y respondió: "No te sigo, estaría feliz de devolverme los dos años que me adelantaron con tal de no estudiar contigo. No creo que tu cerebro lo comprenda". Hizo la bola y la lanzó de vuelta.

Las clases pasaron lentamente. La campana del almuerzo tocó y un chico de cabello negro y ojos castaños se le acercó. Se notaba que era el típico niño lindo e irresistible debido al gran grupo de chicas la miraban con envidia. Apoyó su codo en la mesa y su rostro en la mano.

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—Hola muñequita. Mi nombre es Josh. ¿Qué dices? ¿Te apuntas al cine el sábado? —preguntó con una sonrisa.

Ella se levantó del asiento con la sonrisa más falsa que fue capaz de esbozar, y le dijo:

—Lo siento, el sábado tengo planes. Debo pasear a mi perro.

Ethan rió, sabiendo que lo que decía era mentira. Josh dejó de sonreír, y los demás se sorprendieron por la negativa. Pero antes de que él dijera algo, ella ya había tomado sus cosas y salido del salón.

Caminó sin un destino fijo por el pasillo lleno de estudiantes que salían de sus clases. La verdad, aún no conocía el colegio, así que como no sabía dónde estaba la cafetería, prefería ir al patio. Pero vio que una chica era molestada por tres chicos un poco mayores que ella.

—Déjenla —habló molesta y con amenaza en sus ojos azules. Ellos la miraron con burla.

—¡Ah!, ¡mira, una princesita! —Se burló—. ¿Por qué no vas a jugar a las muñecas?

—¿Por qué no vas tú? —replicó cruzándose de brazos.

—Escucha bien, no busques lo que no se te ha perdido, princesita.

—No me llames "princesita" —dijo lanzándole una mirada llena de furia.

—Niña…

—Viene el director. —Avisó su compañero, un chico de cabello y ojos negros.

—Te salvaste —añadió al empujar a la chica que antes molestaban, tirando sus libros. Ambas se agacharon a recogerlos.

—No deberías dejar que te traten así.

—Gracias, pero no debiste defenderme. ¿Por qué lo hiciste? —preguntó con suavidad—. Pudieron hacerte algo.

—¿Por qué? Pues porque era lo correcto y sé defenderme —contestó pasándole el último libro y levantándose—. Soy Krystal, y tú ¿cómo te llamas?

—Brenda —respondió amablemente.

Krystal la observó por unos segundos y se fijó que su cabello era miel, tan claro que parecía anaranjado. Lo llevaba recogido en una coleta. Sus ojos eran castaños y estaban protegidos por el fino vidrio de sus gafas. Era linda, en realidad, pero no sabía arreglarse para verse aún mejor.

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—Brenda Peterson, gracias. Pero sigo creyendo que no debiste defenderme —continuó hablando después de unos segundos—. Gracias en serio. Nunca me habían defendido —añadió avergonzada.

—Un placer. ¿Por qué te molestan? Deberías defenderte sola

—Porque soy becada, y prefiero no meterme en problemas. Podrían afectarme.

—¿No se supone que ser becado es algo bueno?, significa que eres muy inteligente.

—Sí pero no tengo dinero y eso aquí importa más.

—Olvidaba en qué colegio estoy —suspiró molesta.

—Eres nueva ¿verdad? ¿Acaso eres becada? Te vi en mi clase, te sientas tras de mí, y eres… —No sabía cómo referirse por miedo a ofenderla.

—Joven —interrumpió al notar el nerviosismo de la chica—. Sí, lo soy. Tengo catorce y estoy en una clase de diecisiete, pero cumpliré quince en dos semanas. Así que no importa mucho, y no soy becada —dijo restándole importancia y empezando a caminar hasta la puerta que daba al patio.

—¡Estás loca!, ni yo podría hacer eso ¿te adelantaron?

—Sí.

—¡Súper!, debes ser verdaderamente inteligente. ¿Cuándo es tu cumpleaños? Quiero darte un regalo como agradecimiento.

—No tienes que hacerlo, con un simple gracias es suficiente.

—Igual, déjame hacerte un regalo. No tengo mucho dinero pero quiero hacerlo me ofendería si no lo aceptas —sonrió

—No importa. La intención es la que cuenta. Pero está bien, es el veinte de septiembre —le dijo atravesando la puerta al patio—. Aire fresco, por fin.

—Soy Selena, almorzarás con nosotras —dijo una chica rubia de ojos verdes, delgada. Detrás de ella venían otras chicas.

—No almorzaré con ella —señaló a Brenda, se sorprendió.

—Como quieras, tú te lo pierdes —contestó Selena molesta y lanzándole una mirada de advertencia a la de cabello miel, que no paso desapercibida para Krystal.

—Debiste aceptar almorzar con ella, ahora me…

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—No te preocupes, no dejaré que te haga algo —la calmó.

—Te das cuenta que eres pequeña, y ellas son más…

—¿Y qué? No importa cuántas sean ellas, sólo utilizan la cabeza para cargar el cabello. —Brenda rió, estaba de acuerdo con eso—. ¿Dónde hay un lugar tranquilo?, es que no conozco el colegio.

—Ven, te enseñaré mi lugar favorito. Está a la sombra de un árbol y casi nadie va —contestó rodeando el edificio hasta llegar al patio trasero, que daba a las canchas. Tal y como dijo había un gran roble.

—Genial. —Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en el árbol.

—¿Sabes?, creí que aceptarías almorzar con ellas. Usualmente no invitan a nadie y todos quieren salir con ellas.

—No me conoces bien. No tengo motivos para pertenecer a ese grupo, apuesto que sólo saben hablar de maquillaje y ese rollo no me va.

—Pues sí, no te lo niego. Dudo que sepan otra cosa pero igual. Incluso llegaste hoy y aquí Josh te invitó a salir. —Soltó con decepción y la mirada baja.

—No acepté salir con él ¿te gusta Josh? —Las mejillas de Brenda se pusieron rojo carmesí—. No puedo creerlo. No me gusta —le dijo con calma.

—Yo… pues... es... lindo —tartamudeó con la cara aún roja.

—¿Pero la belleza la tiene también por dentro? —Brenda bajó la mirada.

—Él nunca se fijaría en mí. No soy bonita como tú.

—Te ayudaré a verte mejor si quieres, pero no por él, por ti. No pude evitar notar que no estás satisfecha contigo misma —le sonrió con comprensión.

—No creo que hagas milagros.

—Eres bonita. Créeme. Sólo necesitas un cambio de look.

—Gracias, pero no creo que…

—Por favor hazme caso. —Krystal

—Pero es que yo… —Krystal ya se encontraba exasperada.

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—Cállate y obedece —le dijo con voz autoritaria—. Nos vemos el sábado en el centro comercial a las dos ¿entendido? —Ella asintió con miedo, no quería hacerla enojar.

Bueno un gusto a todos los que leen =)

No olviden cometar!! Harian muy feliz a esta autora

y los envito a pasarse por mi blog:

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Capítulo 7: Una nueva amiga (parte II)

—Vamos no tengas miedo, no te haré nada —dijo Krystal sonriendo.

—Lo siento, pero asustas cuando te enojas —contestó nerviosa.

—¡Oh! lo siento.

—No pasa nada —sonrió calmándose y mirando hacia la cancha, donde niños más pequeños jugaban. Krystal también veía el partido—. ¡Wow! Sorprendente —exclamó viendo como un niño de cabello castaño se las arreglaba para escapar y hacer un gol.

—Sí, Adrian es bastante bueno —añadió observando al chico que se les acercaba.

—¿Adrian? —preguntó Brenda.

—El niño que hizo el gol y que viene hacia acá —respondió.

—Hola Krystal. Hola soy Adrian —saludó a Brenda con cortesía quien le respondió con un gesto—. ¿Ya almorzaste?

—No tengo hambre. Ella es Brenda, una amiga del salón.

—Adrian un place… —Pero fue interrumpido por un montón de grititos emocionados.

—Primo eres mi héroe —dijo Lizzie.

—Estuviste genial —añadió Nicolay, que traía a Molly de la mano y lo abrazó silenciosamente.

—Gracias.

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—Brenda, ellos son Nicolay. —El mencionado sonrió—. Lizzie.

—¿Qué tal? —interrogó la rubia emocionada.

—La pequeña es Molly . Todos son mis sobrinos —habló a Brenda—. Chicos ella es Brenda, una amiga.

—¡Vaya tienes muchos sobrinos y además son muy grandes! —exclamó sorprendida.

—Soy la menor de 4 hermanos.

—Un gusto conocerte —dijeron cada uno y se sentaron junto a ellas.

—Cualquier amiga de tía Krystal, es también nuestra —agregó Lizzie abrazándola emocionada.

—Vaya todos son muy lindos y amables.

La campana sonó y todos empezaron a regresar a sus salones.

—Debemos irnos —dijo Adrian yéndose son sus primos y hermana.

—Nosotras también —contestó Krystal y se encaminó al salón con Brenda.

Las clases pasaron aburridas, aunque lo bueno fue que Ethan no la molestó, y Brenda se sentaba delante suyo, así que se la pasó tirándole papelitos.

—¿Qué te pasa?, pareces aburrida —preguntó sacando las cosas de su casillero.

—Es que hoy mis padres saldrán y no volverán hasta mañana en el mañana, así que cenaré sola —suspiró aburrida.

—Ven a mi casa y cenas conmigo —le ofreció.

—No quiero molestar —dijo avergonzada.

—No molestarás, sólo somos mi hermano y yo. —Le dedicó una sonrisa—. De hecho puedes venir de una vez, así de paso hacemos la tarea y no voy a aceptar un "no" como respuesta.

—De acuerdo

—¡Krystal! —gritó una rubia de ojos miel, alegremente—. ¡Pero mira que has crecido! Eres una mala cuñada no has ido a visitarme, y en el almuerzo no te vi. —Cuando se dio cuenta de la presencia de Brenda, la saludó con una enorme sonrisa—. Hola soy Claudia. Santiago, el hermano de Krystal es mi novio y ella es una ingrata —dijo con lágrimas en los

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ojos—. ¡Pero mira cómo eres!, yo te quiero mucho y tú ni siquiera quieres verme. —Brenda sonrió nerviosa.

—Gracias por tus hermosas palabras, ahora podrías soltarme —suspiró Krystal resignada, Claudia siempre era así.

Ella era una chica alegre, extrovertida y algo dramática. Siempre se metía en líos y podía llegar a parecer infantil, pero estaba enamorada de Santiago, además nunca te aburrías con ella. Si entre ellos Santiago era el serio, si es que su hermano podía ser serio, ambos eran como dos niñitos jugando. La diferencia era que su amor, no era para nada infantil.

—Siento no haberte visto en el almuerzo, sabes que prefiero la tranquilidad — habló con voz suave. Claudia la soltó.

—Bueno, como sea. Tenemos tiempo para charlar. Iré a la casa de Santi, así que tenemos el camino.

—¡Oh!, vas a estar ocupada será mejor que… —Krystal le empezó a hacer señales de que por favor no lo dejara sola con Claudia.

—Verás, es que invité a Brenda a mi casa a cenar y no puedo dejarla sola, así que por qué no hablamos otro día ¿si?

—De acuerdo, de todos modos iré a casa de Santi, no importa. Un gusto conocerte Brenda —le dijo con una amplia sonrisa, y se fue corriendo—. Nos vemos en un rato

—Estás loca, no puedes dejarme sola con semejante circo andante —la regañó.

—Creí que te agradaba —contestó apenada.

—Sí, me agrada, es mi cuñada. Pero a veces se pasa y no quiero ni imaginarme lo que me hará por no haberla buscado hoy. Es mejor charlar con ella mañana, cuando se le haya pasado. Ahora vamos, todavía debo buscar a mis sobrinos. —Comenzó a jalarla para que la siguiera.

—Claro.

—¡Qué suerte!, ya vienen —exclamó viendo que se acercaban, pero no le agradó que Ethan los acompañara—. Hola —saludó con el ceño fruncido—. ¿Qué hace él aquí?

—Siempre nos vamos con él a la salida, ya que Santiago sale más tarde —le contestó Adrian, que puso a caminar a Molly—. Vamos a casa.

—¡Qué suerte! Ethan los acompaña a casa. ¿Qué te pasa? ¿Por qué te molestaste con Ethan? Él no te ha hecho nada ¿o si? —preguntó Brenda.

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—Es un idiota, se está metiendo con mi familia —masculló enojada y Brenda puso una cara de verdadera confusión.

Después de un rato llegaron a la calle. Brenda estaba sorprendida, las casas eran enormes.

—¿Ustedes viven aquí? —interrogó incrédula.

—Sí —contestaron simplemente.

—Nos vemos —habló Adrian entrando a su casa con Lizzie y Nico tras suyo; solían quedarse con Janet hasta que su padre llegara del trabajo.

—Ven, mi casa es ésta —señaló Krystal mostrándole la vivienda de al lado y se despidió de todos.

—Debe ser muy conveniente que tus hermanos vivan al lado. ¡Vaya tu casa es enorme! —exclamó al ver boquiabierta el amplio. Donde en el centro estaban las escaleras al segundo piso, y al fondo se podía apreciar la entrada al jardín, que era un ventanal de vidrio.

—Vamos a mi habitación —agregó subiendo las escaleras, recorrieron un pasillo lleno de fotografías y cuadros.

—¿Es tu madre? —preguntó al ver una hermosa mujer de cabello negro y ojos azules que sostenía una niña con el mismo color de cabello y ojos. A a su lado estaba un niño de cabello negro y ojos miel. Se encontraban en un parque y al fondo había un lago. Krystal vio la fotografía y asintió—. ¿Y quién es el niño?

—Mi hermano Jasón, tal vez hoy lo conozcas —dijo entrando por una puerta blanca al final del pasillo.

—¡Vaya!

La habitación era amplia, estaba pintada de un color azul un poco más oscuro que el celeste. En la mitad había una cama negra con una mariposa azul pintada en el respaldar, un escritorio con un portátil y el mismo diseño de la mariposa. Un equipo de sonido y un gran televisor. El cielo era negro y colgaban estrellas de hilos invisibles. Tenía un balcón que daba a la piscina y enfrente también había un árbol, si alguien era arriesgado podría subirse por allí. En pocas palabras, la habitación de una adolescente normal.

—Ya vuelvo, voy a cambiarme —dijo tomando algo del armario y entró al baño.

Brenda miró todo, Krystal tenía buen gusto, eso sin duda. Parecía gustarle mucho el azul y negro, era una buena pista para el regalo.

—¿Tocas la guitarra? —preguntó cuando salió ya cambiada con una camisa negra de tirantes y una falda a cuadros azules.

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—Sí, también me gusta dibujar —le señaló una gran papel con miles de dibujos de lugares y personas—. ¿Qué quieres hacer? ¿La tarea u otra cosa?, la verdad me da igual.

—Pues no sé, ¿no tienes que hacer la cena?

—No, mi hermano la hará cuando llegue en un rato.

—En ese caso, hagamos la tarea.

La tarde la pasaron hablando de cosas triviales y sin mucha importancia. Conociéndose mejor.

—¡Ya llegué! —escucharon un grito desde la cocina.

—Ven, te presentaré a mi hermano —dijo Krystal terminado por fin y jalando a Brenda—. Tengo una nueva amiga, ella es Brenda —le habló a su hermano al entrar.

—Hola soy Jasón, un gusto conocerte. Siéntense. Traje comida italiana.

—Espero no molestar —musitó avergonzada.

—No te preocupes igual siempre somos los dos, un poco de compañía no está mal —le sonrió.

—¿Siempre son los dos? Creí que tenías 4 hermanos. ¿Y tus padres?

—Los tengo. Mis padres fallecieron —dijo con melancolía.

—Lo siento… yo no quería…

—No lo sabías, además hace tiempo de eso.

—En serio lamento lo de sus padres.

—Olvídalo. Sé que ellos están conmigo. Al igual que…

—¿Que quién? —Negó para restarle importancia. La verdad no quería hablar de eso. Brenda era buena, mas no la conocía lo suficiente.

Krystal guardó silencio durante la cena. Se la pasó mirando un punto inexacto. Jasón distrajo lo más posible a Brenda, preguntándole sobre el colegio o cualquier cosa que se le ocurriera.

—Tu hermano es muy agradable, la pase genial. Pero debo irme o se hará tarde. Gracias por todo.

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—Un gusto, puedes venir cuando quieras.

—¡Krystal!

—¡Ay no! reconozco ese grito donde sea —exclamó llevándose una mano a la cara—. Nos vemos el sábado, no se me va olvidar. Debo irme antes de que me atrape, adiós.

—Chao —se burló y salió para que Krystal se pudiera esconder. Lástima que no fuera suficiente, y a lo lejos pudo verla siendo atrapada por Claudia y Santiago.

Capítulo 8: Una noche para olvidar

Viernes por fin, el ultimo día de clases de la semana. Ahí estaban como todas las mañanas, su hermano y sus sobrinos junto a Ethan. Esos días le habían ayudado a acostumbrarse a la idea de que siempre tendría que verlo.

Y al igual que desde el primer día, se fueron todos juntos al colegio. Allí las cosas no fueron para nada distintas, las horas transcurrieron con lentitud y flojera, hasta que el timbre de salida anunció lo que tantos esperaban: el fin de semana estaba encima.

Salieron con prisa, se notaba que querían dejar atrás el cansancio de la semana. Las chicas no fueron la diferencia. Krystal vio a su familia en las afueras, se acercó al mayor de sus sobrinos.

—¿No vienes con nosotros? —preguntó Adrian.

—No iré a casa. Hoy conoceré a los padres de Brenda. Nos vemos. —Le dedicó una sonrisa y se fue junto a su amiga.

Caminaron un rato Brenda, vivía en la dirección contraria a su casa, y estaba nerviosa. Era un barrio sencillo pero era bastante bonito, había niños jugando en la calle y jardines.

—Ésta es mi casa —señaló Brenda una vivienda de dos pisos pintada con un rosa pastel—. ¡Ya llegué!, vamos Krystal entra —le animó.

—Hola —saludó una señora de cabello miel y ojos melados, se parecía mucho a Brenda—. Soy Katia.

—Krystal, es un placer.

—Gusto conocerte. Mi hija habla mucho de ti, nunca trae a nadie a casa. En serio eres pequeña, pensé que serías más grande para estudiar con Brenda.

—Mamá, vamos a subir —habló Brenda avergonzada.

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—Claro. —Katia estaba feliz de que su hija, por fin, tuviera amigas.

—Permiso. —Krystal subió las escaleras.

—Lo siento, mamá a veces exagera —dijo abriendo una puerta. La habitación era color rosa y tenía muchos peluches—. Mi recamara no es tan bonita como la tuya, creo incluso, que es algo infantil.

—Me agrada, no tienes de qué preocuparte. Después de que te guste a ti, es bonita para mi. Tus gustos y los míos son diferentes. —Ella sonrió, Krystal siempre era así.

—¿Qué quieres hacer?

—Cualquier cosa esta bien —contestó sentándose en la cama.

—¿Cómo te fue con Claudia cuando me fui? —Se rió, Krystal puso una cara que indicaba claramente que no era el encuentro que esperaba.

—Ni me lo recuerdes, que sólo hacerlo me da dolor de cabeza. Claudia es… complicada —dijo en un suspiro.

—¡¿A qué no me alcanzas?! —gritó Lizzie.

—¡Ah! Adiós. Voy a salir con Ethan —dijo Santiago apurado.

—No puedes. Dijiste que cuidarías a los niños —lo regañó Sebastián.

—¡¿Qué?! No puede ser. Pero Ethan ya me está esperando —añadió con cara tristona.

—No es mi problema, lo prometiste —agregó tomando su chaqueta—. Adiós y suerte. —se marchó.

Tiago llamó a Ethan, aquello no le iba a gustar nada, llevaban días planeado lo que harían su noche de viernes, y ahora quedaba completamente arruinado.

—Hola —contestó al otro lado del teléfono su amigo.

—Ethan no puedo ir. Debo cuidar a los niños. Lo olvidé. —Lizzie reía a carcajadas por dañar la noche de Santiago., mientras él le hacía gestos para que callara

—Eres un idiota. Pero esta vez no te voy a ayudar. Iré solo. — Ethan estaba furioso, mas no planeaba decirle nada. Ya otras veces Santiago le pedía ayuda y dañaba planes. Se colocó la chaqueta y cerró la puerta, con el teléfono en la mano.

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—Como quieras. Que te diviertas. Adiós —le dijo antes de que lo regañara.

—¿Se enojó mucho? —preguntó Nicolay.

—Lo tomó mejor de lo que esperé —suspiró—. ¿Por qué rayos me arruinaron los planes?

—Bueno, será mejor que me vaya. Se hace tarde —dijo al mirar por la ventana y ver que las estrellas se asomaban.

—Claro —contestó Brenda acompañándola hasta la puerta para despedirla, luego que su amiga estuviera lista—. Camina rápido a tu casa. Adiós —agregó una vez que estuvieron en la calle.

—Mañana a las dos —sentenció antes de irse.

Ya el manto negro de la noche cubría el cielo y la luna lo adornaba junto a las estrellas.

Aunque le preocupaban un poco las calles oscuras, por lo menos no estaba sola, sea donde sea "ellos" la cuidaban. Internamente se regañaba por no haber visto la hora, sabía que no debía estar tan tarde en la calle, por lo menos sola. Era llegar hasta el parque, y de ahí no quedaba mucho para su casa. Dio un suspiro, sólo un par de calles y ya estaba.

—Hola bonita —le dijo un chico de unos 20 años al que le costaba caminar. Prefirió seguir de largo, tal vez así la dejaría de molestar.

— ¿Qué pasa? ¿Por qué tan apurada? —preguntó otro, que sin darse cuenta se le había acercado por atrás. El aliento a ron delataba que estaba borracho. La por tomó por los hombros.

—Déjenme —ordenó moviéndose para que la soltaran.

—No. Vayamos a jugar —añadió el que la sostenía.

Su corazón latía sin control, sabía que tenía que soltarse y escapar, o las cosas terminarían realmente mal. Se le formó un nudo en la garganta, pero no podía demostrar que estaba asustada. Eso sería peor.

—¡Suéltenme! —gritó removiéndose inquieta en los brazos de aquel chico.

Ellos rieron a carcajadas, estaban locos. La presión en su pecho cada vez era peor, el aire le faltaba y sentía que en cualquier momento caería al suelo. Cerró los ojos, no quería verlo.

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Cuando creía que todo había acabado, dejó de sentir que la sostenían y abrió los ojos. Ahora el que antes la sostenía yacía en el suelo inconsciente, y el otro veía asombrado. Quien estaba a su lado, y al parecer había golpeado a los que la molestaban, era…

Capítulo 9: Un héroe

Ethan. Nunca se había alegrado de verlo, y ahora, el agradecimiento que sentía hacía él, era infinito.

—¡Largo! —exclamó furioso.

Quien se mantenía de pie, se asustó. ¡Y cómo no!, si Ethan tenía una mirada de furia que asustaría al mismísimo demonio. Prefirió agarrar a su compañero, que aún no se recuperaba por completo del golpe recibido, y correr.

Se volteó, para clavar aquella penetrante mirada verde a Krystal. Podía sentir en su sangre la indignación y la rabia correr.

—¡¡¡Eres una tonta!!! ¡¿Cómo se te ocurre andar a esta hora en la calle?! ¡¡Estás loca!! —gritó, dejando salir lo que corría por sus venas, de algún modo tenía que explotar.

Ella no respondió, estaba en shock. El pecho seguía doliéndole y el susto que había recibido, fue demasiado para ella.

—Ethan, deberías ser más delicado con ella. Está asustada —añadió un muchacho.

Krystal fijó su vista en dirección a donde provenía la voz, y pudo ver a un chico más o menos de la edad de Ethan. Estaba un tanto alejado, y lo acompañaban otros de edades parecidas.

—¿Y a mí eso qué? —preguntó con arrogancia—.Le pasa por estar donde no debe.

—¡Ethan! —gritó, cuando notó que la chica iba hacia el suelo. Él reaccionó de inmediato y la abrazó antes de que tocara el suelo.

—¡Ah!, ¡rayos! —dijo tocando su cara para que despertara.

Aquello por un momento pareció funcionar porque abrió sus ojos azules, que a la luz de la luna, parecían dos estrellas resplandecientes en aquel rostro de porcelana. Los chicos se acercaron.

—¿Está bien? —preguntó tímidamente un chico de cabello castaño y rizado.

—Sí, claro que está bien. Le dio sueño y se quedó dormida —le contestó.

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—Puedes ahorrarte el sarcasmo, comprendí a la perfección —reclamó molesto el castaño.

—¡Ah!, mi cabeza —susurró ella parpadeando confundida al ver a tantos chicos a su alrededor.

—Uf, pero mira por lo menos es bonita —dijo un chico de ojos negros a igual que su cabello, Ethan lo miró mostrando un claro "aléjate de ella o te mato".

—¡Ah!, supongo que la quieres para ti —añadió con burla otro.

—¡Qué rayos! —musitó levantándose Krystal.

—Hola. Por un momento nos preocupamos —agregó un chico con una enorme sonrisa.

—¡Eres torpe! —exclamó Ethan, ella se molestó por el comentario.

—No te pedí ayuda. Pude defenderme sola —espetó altanera—. No te necesitaba y no pienso agradecértelo.

—¡Oh, sí, claro! Noté que lo estabas llevando perfectamente —ironizo él.

—Eres un... Ni siquiera vale la pena insultarte. —Dio media vuelta para irse, pero Ethan la tomó por la cintura antes de que escapara.

—Nos vemos después, debo acompañarla a su casa —dijo molesto.

—¿Qué? ¿Por qué? No sé si lo notaste, pero ella no quiere tenerte cerca —dijo el moreno, viendo que intentaba soltarse y escapar.

—¿Quién es? —preguntó curioso el de cabello castaño, y es que era un milagro que Ethan mostrara interés por alguien.

—La hermana de Santiago —contestó agarrándola por la cintura aún más ferte . Ella dejó de resistirse—. Si se queda aquí, él me mata. En el mejor de los casos.

—No sabía que Santiago tuviera una hermana —arqueó una ceja sorprendido.

—¿Podrían dejar de hablar como si no estuviera aquí? —reclamó molesta.

—Cierra la boca. Cuando los adultos hablan los niños se callan. —Ella le mandó un pisotón que le hizo ver estrellitas, y se le burló al ver la mirada de furia que le lanzó.

—Guarda tus miradas para quien le afecte.

—Como sea me voy. —Dio media vuelta y empezó a empujar a Krystal por la calle.

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Los chicos se quedaron viendo extrañados el comportamiento de él, nunca solía ser amable o tener paciencia. Había salvado a la chica y "perdonado" sus "faltas", y se ofreció voluntariamente a acompañarla. En verdad era extraño, pero se limitaron a pensar que era por ser la hermana de su mejor amigo y sentía que tenía que hacerlo.

—Suéltame —habló intentando zafarse, pero el sólo la agarró más fuerte—. Eres un idiota —dijo dejando de caminar y dio la vuelta para encarar al chico, intentar empujarlo y huir.

—En verdad eres molesta y terca, además de tonta. Para estar en la calle a esta hora. —Le tomó el rostro con una mano para verla directamente a los ojos, sin soltar la cintura de la chica—. Además, para estar en una clase de chicos mayores, deberías ser un poco más imaginativa. ¿Segura que no te adelantaron sólo por ser bonita y un pago extra? —Krystal le lanzó una mirada de furia, ella se había ganado eso por sus propios meritos, no con dinero.

—Yo no soy tú. No necesito que paguen para poder pasar el año escolar. —Su voz empezaba elevarse, estaba indignada. Que la haya salvado no le daba derecho a tratarla así, además Ethan se encontraba tan cerca de su rostro que podía sentir su respiración y el nerviosismo empezaba a notarse—. Como ya te dije, no pienso agradecerte y no soy ton… —Se detuvo, sus pensamientos y reclamos fueron callados. Sus ojos se abrieron a más no poder. Ethan la estaba besando, ¡¡¡la besaba!!!

¿Por qué tenía que besar tan bien? Se debatió internamente si responderle o no. Sus principios de pensar antes de actuar la harían odiarse por el resto de su vida, pero es que… ¡Al diablo con sus principios!

Le correspondió el beso con movimientos suaves y torpes. Ambos corazones latían sin control. A Krystal ya poco le importaba en ese momento, sólo se dejaba llevar. Miles de sensaciones se arremolinaban en su pecho y su cabeza era un torbellino de pensamientos.

Ethan, por su parte, había olvidado todo. Le bastó ver sus ojos y su corazón dejó de funcionar con normalidad. Luego desvió la mirada, mas no notó que la fijó en sus labios finos y rosados, curvados en una mueca de enojo.

Pero ella no dejaba de hablar y lo primero que se le ocurrió fue besarla. Un impulso que le costaría muy caro, aunque claro, cómo iba a saberlo en ese momento.

El pulso se acababa y sus piernas temblaban, en cualquier momento caería al piso. Subió sus manos al cuello de él, quien se limitó a abrazarla más fuerte.

Sus respiraciones estaban agitadas y el aire les faltaba. Pero poco les importaba, se encontraban en un mundo donde sólo existía aquel beso, el cual les nublaba los sentidos. Cuando por fin se separaron, se miraron a los ojos. Ella tenía las mejillas coloradas, tanto que llegaba al rojo, y sus ojos poseían un extraño brillo, acentuado por la luz de la luna. Ninguno dijo palabra alguna.

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—No te ilusiones, sólo fue para callarte —sentenció él y luego punto seguido. No podía dejar de lado su orgullo, eso jamás.

Krystal guardó silencio y prefirió caminar en dirección a su casa. Ethan la siguió por detrás, sin decir nada más. Ninguno daría su brazo a torcer.

Algunos minutos después, ella divisó su casa. Sonrió porque al fin le quedaba tan poco para llegar a su lugar de salvación.

—Pero ¿dónde estabas? —gritó Jasón cuando llegó a casa—. ¿Estás bien? ¿No tienes nada roto? ¿Por qué llegaste tan tarde? —Se fijó en Ethan—. Gracias por traerla. Ahora entra, quiero explicaciones y las quiero ahora —dijo con una actitud repentinamente seria. Ella no objeto y lo siguió—. Buenas noches. —La vio entrar y prefirió ir a casa.

—Ethan. —La voz de Krystal sonó a su espalda. Dio media vuelta.

—¿Qué?

—Gracias. —Le dio un beso en la mejilla, que lo desconcertó. Entró corriendo a la casa, antes de que él pudiera decir algo.

Él, en cambio, caminó por inercia a su casa, eso lo había dejado algo chocado.

Capítulo 10: Día de compras

Entró a su habitación y dio un suspiro. Jasón se puso en plan de hermano mayor, la regañó e incluso estuvo a punto de castigarla. Pero claro, ella lo convenció de no hacerlo, a la promesa de que nunca más saldría tan tarde, y si lo hacía, pediría que la recogieran.

—¿Por qué lo hice? —cuestionó mientras caminaba al balcón—. ¿Por qué le correspondí el beso? —preguntó, esta vez, mirando a la luna.

Se llevó la mano a los labios, ahí estaba, porque aún lograba sentir los de él sobre los suyos.

—No puedo —dijo para sí—. Ojalá ustedes pudieran darme ayuda.

Abrió su mano y miró los dos pequeños dijes plateados con forma de estrella, iguales al que siempre llevaba en una cadenita. Cada uno con un nombre grabado, "Mathew" y "Caín". Una sonrisa melancólica se formó en su rostro, no pudo evitar que una solitaria lágrima cayera. Se la limpió, a ellos no les gustaría verla llorar.

—Es que simplemente no puedo añadir otra persona a la lista—las palabras de su madre resonaron en su cabeza "vive Krystal, no te arrepientas de nada, vive hoy, puedes morir mañana" dio un suspiro y miro la luna de nuevo—me gustaría; pero no seria justo, sabiendo

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que luego solo hare daño, simplemente no puedo ser feliz a cambio de la tristeza de alguien más—se dijo y fue a dormir (esto iría así:

—Es que simplemente no puedo añadir a otra persona a la lista. —Fue cuando recordó las palabras de su madre y sin querer, comenzó a susurrarlas—. "Vive Krystal. No te arrepientas de nada. Vive hoy, puedes morir mañana" —suspiró y volvió a fijar su vista en la luna—. Me gustaría, pero no sería justo. Sabiendo que luego sólo haré daño. Simplemente no puedo ser feliz a cambio de la tristeza de alguien más. —Observó por última vez nuestro satélite natural y se fue a dormir.

La misma luz de luna que hace poco cubría a Krystal, se colaba con suavidad por entre las cortinas de la habitación de Ethan, una decorada en colores verdes. En sus paredes se podían ver uno que otro posters de sus artistas favoritos como también fotos con Santiago y su familia. Además del escritorio con su computador, una estantería de libros, un basurero lleno de papeles y el ropero con las puertas abiertas dejando a la vista lo desordenado que era.

Se revolvía en su cama, el sueño no lo quería acompañar. Cada vez que cerraba los ojos, la recordaba, y junto con eso, el beso. No tenía el porqué lo había hecho, pero ya no podía devolver el tiempo, así que reprochárselo era algo completamente inadecuado.

—Niña estúpida —musitó al sentarse en la cama—. ¿Qué hiciste?

Se despertó asustada, su respiración estaba agitada. Se levantó y caminó lentamente al balcón. La noche estaba hermosa, llena de estrellas, y la luna, ésa que hace tan poco le hablaba, brillaba con intensidad. ¿Qué acaso sus recuerdos no pensaban dejarla en paz? ¿Aún después de tantos años? Vivía torturándose cada día, y sus recuerdos no ayudaban de mucho por las noches, no era raro que se despertara de esa manera.

—No piensa dejarme olvidarlos nunca ¿verdad? —susurró al viento y una lágrima escapó de sus ojos.

El viento susurra en mi oído, Me trae los recuerdos De las alegrías que vivimos Risas infantiles Sueños vividos Fue tan poco el tiempo que compartimos, Pero tanto lo que nos conocimos. Aún recuerdo nuestros juegos Y lamento que ya no estén conmigo Aquellos niños que me enseñaron

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Que la vida tiene un sentido Y ahora estoy en mi habitación Viendo las estrellas El cielo que tantas veces compartimos Sólo trae los recuerdos De los días que vivimos.

Un helado viento la envolvió y se llevó la lágrima que derramó. Eran "ellos", lo sabía muy bien, tanto como lo recordaba: "cuando el viento te envuelva, somos nosotros". Se lo dijeron, y nunca lo olvidaría. Mas, prefirió volver a su habitación, no quería enfermarse.

A la mañana siguiente, se despertó tarde. Se puso una camisa azul a rayas con mangas y un chaleco negro, shorts azul oscuro y sus tenis. Bajó rápido las escaleras.

—Buenos días —saludó Jasón—. Parece que a alguien le cogió la tarde. —Ella asintió—. En la cocina te dejé un plato servido, debo irme. —Le dio un beso en la frente y se fue.

—Gracias —le dedicó una sonrisa. Comió rápido, tomó algunas cosas que su hermano le dejó, y se fue corriendo o Brenda se enojaría con ella.

—¿Qué ésa no era Krystal? —preguntó Adrian.

—Creo que sí —dijo Santiago—. Como sea, debo irme.

Brenda esperaba impaciente, había llegado antes de la hora. Pero hace rato que Krystal tendría que estar allí ¿le habría pasado algo? Ella no era de las que llegaban tarde.

—Brenda. —Dio media vuelta y divisó a una chica pelinegra que la miraba sonriente—. Lo siento.

—Pensé que no vendrías.

—¡Vamos!, primero será tu cabello y luego la ropa.

—Sigo sin estar muy segura de esto —dijo dudosa.

—Lástima, eso te pasa por ser mi amiga, ahora aguántate —respondió jalándola para que la siguiera.

—Krystal. Nada exagerado ¿sí?

—No te preocupes, vamos.

Tal y como mencionó Krystal, lo primero que hicieron fue ir al salón, donde le cortaron el cabello hasta los hombros, para que luciera al descubierto su liso. Después se dirigieron a las tiendas, compraron mucha ropa. Krystal pagaba todo, no dejó que Brenda tuviera algún

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gasto. "Fue mi idea, yo me encargo. El dinero está para gastarse". Decía cada vez que llegaba la hora de pagar. En poco tiempo se transformó en la muñequita de pruebas de Krystal. Aquello les llevó toda la tarde.

—Estoy cansada y tengo hambre —habló Brenda.

—Vamos a comer algo. Helado, pizza o quieres hamburguesa o algo más. Yo prefiero comida chatarra ¿qué quieres? —dijo distraídamente.

—Cualquier cosa está bien por mí.

—Helado. —Salieron de la tienda y se dirigieron a un almacén.

—Krystal, esos chicos nos miran —susurró Brenda, pero ella ni si inmutó, parecía estar en otro mundo—. Krystal —dijo pasándole la mano enfrente— ¡¡Krystal!! —gritó molesta.

—¿Sí? —preguntó saliendo de su ensueño.

—Esos chicos nos miran —añadió mirando otra mesa. Ella volteó y efectivamente las veían dos chicos, muy apuestos.

—¿Y qué pasa?

—¿Te pasa algo?, pareces distraída. —Ella había notado perfectamente que Krystal toda la tarde se la pasó pensando en otras cosas, pero prefirió no presionarla.

—No, no es nada —contestó con una sonrisa.

—¿Segura? —preguntó dudosa.

—¡¡Krystal!!

—Claudia —susurró Krystal.

Si era ella, lo mejor sería huir. Pero ya el tiempo de hacerlo se les pasó, se encontraba frente a ella junto a Santiago. Ethan también estaba, y de su brazo colgaba una chica, Selena.

—Venimos al cine y las vimos así que, ¿vienen con nosotros? —preguntó Claudia con una enorme sonrisa.

—Nosotras ya nos íbamos —contestó mirando a otro lado. Selena no hacía más que coquetearle a Ethan, a quien parecía no importarle nada. Pero para mala suerte, miró a los chicos que antes las veían, y Claudia también los vio.

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—Vamos Krystal. Será divertido, también puedes venir Brenda —agregó para que la chica no se sintiera fuera de lugar.

—Por mí está bien —contestó Brenda.

—¡Vaya parece que las miran! —exclamó Claudia ampliando aún más su sonrisa—. Nosotros estamos en pareja, no sería educado que fueran solas —dijo con una sonrisa maliciosa en su rostro y se acercó a los chicos.

—Santiago, dime que ella no está pensando lo que creo —susurró asustada a su hermano, a la vez que veía cómo Claudia sonreía y los convencía de ir con ellos.

—Ellos son David —señaló a un chico alto, de cabello negro y ojos azules—, y Jonathan. —Era un poco más bajo, de ojos miel verdoso y cabello castaño claro casi rubio—. Ellas son Krystal y Brenda —Krystal se fijó bien en ellos y se dio cuenta que eran de su clase.

—Hola —saludó David acercándose a Krystal—. Un placer conocer tan bellas damas —dijo con su perfecta sonrisa. Krystal se la correspondió, cosa que logró irritar a Ethan. El otro chico se acercó a Brenda, que había quedado un tanto sonrojada por el alago.

—Nosotros nos íbamos ¿verdad Brenda? —Pero ella pareció no hacerle caso ya que estaba demasiado ocupada con Jonathan que no hacía más que coquetearle, por lo que tuvo que resignarse a ir con ellos.

—Vamos —dijo Claudia emocionada y abrazó a Santiago.

Primero guardaron las compras en el auto de Santiago, ya que serian una evidente molestia en el cine.

Se encontraban frente al lugar donde pasarían algunas horas frente a la pantalla gigante. Miraron los carteles de los nuncios y no se decidían qué película ver. Al final decidieron por una comedia, ya que Krystal no quería una romántica y Claudia odiaba las de miedo.

Una vez dentro, no ocurrió nada fuera de lo normal. La feliz pareja formada por su hermano y Claudia eran los que más disfrutaron de la oscuridad de la sala. Pero el resto, se dedicó a mirar la pantalla. Cuando acabó, todos salieron comentando la película.

—Bueno la pasamos genial, gracias por invitarnos. Nos encantaría volver a salir con ustedes —habló David, tomando la mano de Krystal a lo que Ethan frunció el ceño.

—Sí, sería genial volver a quedar. ¿Qué tal si cambiamos números? —preguntó David.

A Krystal casi le da un ataque cuando Claudia le dio su número a Jonathan y David, además les dio el de Brenda. Luego de eso fueron al estacionamiento

—Bueno me voy —dijo Selena y tomó un taxi.

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—¡Estás loca, ¿por qué le diste mi teléfono?! —gritó Krystal en reproche a Claudia, cuando llegaron al estacionamiento, pero ésta la ignoró y siguió abrazada a Santiago—. ¿Y tú por qué no la detuviste? —preguntó a Santiago, él le quitó la alarma a la camioneta, Ethan subió.

—Lo siento. Créeme que no me gusta la idea, pero ya la conoces, es imposible con estas cosas. Te llevaré a casa Brenda —le habló al verla dudosa—. Vamos sube. —Santiago tenía una camioneta negra Chevrolet Equinox. Ella obedeció y Krystal subió después.

El viaje fue tranquilo, nadie decía nada. Aunque para Krystal no pasaron inadvertidas, algunas miradas molestas departe de Ethan.

Fuera como fuera, debía alejarse de él. Ya había comprobado que era un peligro para su razón con ese beso, no podía arriesgarse a que sucediera de nuevo. Sólo esperaba que Santiago no lo supiera, su hermano podía ser celoso son con ella. Pero estaba consciente de que Ethan era importante, por lo tanto ella no se salvaría.

Capítulo 11: La advertencia

—Krystal —escuchó que la llamaban y miró a David.

—¿Sí?

—¿Sales conmigo mañana? —preguntó con una sonrisa de galán. Lo pensó un poco y finalmente aceptó. David era un chico seguro de sí mismo y algo ególatra, la clase de persona de la que jamás se enamoraría. Pero había notado que, David, parecía buscar algo y eso le llamaba la atención. Más que nada porque él estaba dispuesto a todo por ese algo.

—Genial. Entonces, ¿te recojo o nos vemos en algún lado?

—En el centro comercial a las 15:00 horas ¿te parece? —contestó con naturalidad.

Krystal metida en aquella conversación, ni se imaginaba que a un poco más lejos, Ethan los veía. El ceño fruncido decoraba su rostro. Decidido caminó hasta ellos, prácticamente a zancadas.

—Necesito hablar contigo —le dijo a Krystal. David lo vio y al notar enojo, una media sonrisa cruzó su rostro. Krystal lo miró molesta cambiando su actitud repentinamente.

—Estoy ocupada —sentenció—. Y no quiero hablar contigo. Lárgate.

—No importa, ya me iba —añadió David. Ethan lo fulminó con la mirada cuando pasó a su lado, él se limitó a mirarlo con una sonrisa de superioridad.

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—Eres un idiota —le reclamó—. ¡Auch!, ¿qué haces? —Ethan la tomó por el brazo y empezó a jalarla hacia el patio trasero—. Suéltame, me lastimas.

—¿Qué hacías? —interrogó poniéndola contra la pared, con sus brazos a ambos lados para evitar que escapara.

—Eres una bestia y no sé de qué hablas —habló sin intimidarse ante la mirada de Ethan.

—¿Por qué hablabas con ése?

—No debo darte cuentas de mi vida —respondió con burla—. Yo hago lo que se me dé la gana y David tiene nombre.

—Eres una mocosa estúpida —dijo mirándola de una forma que lograría cohibir a cualquiera, menos Krystal.

—¿Y eso a ti que te importa? —Ese chico era un inadaptado. Venía, se enojaba y le reclamada sin ninguna razón. Él la miró con los ojos llenos de furia.

—Me importa y punto.

—¿Celoso? —preguntó recalcando cada una de las sílabas que componían la palabra, a la vez, que una sonrisa maliciosa se formaba en su rostro.

—Claro que no, ¿debo repetirte que eres una mocosa?

—No te creo —espetó desafiante.

—Sólo… no quiero tener que volver a salvarte. —Ella negó con la cabeza.

—Entonces, ¿por qué estás tan molesto? —Sonrió al ver que se quedó callado—. El hecho de que me hayas salvado, no te da derecho a decirme qué debo hacer.

—Me da todo el derecho —dijo acortando la distancia entre sus rostros. Logró ponerla nerviosa.

—Yo no te pedí que me salvaras —habló intentando disimular, en vano, ya que Ethan se dio cuenta y sonrío.

—¿Nerviosa Krystal? —cuestionó acercándose aún más.

—No —susurró alejándose de él, todo lo que la pared se lo permitió.

—¿Qué hablaste con él?

—No debo darte cuenta de mi vida —dijo retadoramente—. Eres un idiota y te odio.

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—No me odias, te recuerdo que me correspondiste el beso —se burló, le dirigió una mirada de odio—. Pero, yo sí te odio. —comenzó a rosar delicadamente sus labios.

—No es cierto. Si me odiaras, no intentarías besarme. —Cerró sus ojos. Ethan la besó. Un beso exigente y salvaje, ambos habían perdido ya la cordura, y sólo se dejaban llevar. Se separaron con la respiración agitada, les faltaba el aire.

Krystal comenzó a respirar con normalidad, percatándose del error cometido al corresponderle el beso.

—¡¡¡Te odio!!! —gritó con todas sus fuerzas—. No quiero que vuelvas a acercarte. —Salió corriendo antes de que él protestara

Llevaba caminando un buen rato después del beso sin rumbo alguno. Muchas ideas pasaban por su cabeza, y a la vez se sentía confundido. Aún así, ella no era más que una mocosa. Sonrió de medio lado, algo en su interior le decía que le gustaba lo que pasaba.

—Ethan. —Santiago estaba enfrente de él, con una mirada que decía que lo había visto todo. Él lo tomó por el cuello de la camisa—. Aléjate de ella —ordenó con amenaza y los ojos llenos de furia.

—¿Por qué?

—Porque ella no es buena —contestó agarrándolo más fuerte por lo camisa.

—¿Ella o yo? ¿Qué, acaso no soy lo suficiente bueno para estar con tu hermana? —gritó con molestia.

—¡¡No!! Aléjate de Krystal.

—Y si no, ¿qué?

—Maldita sea, hazme caso.

—¡¡No!! Tú sólo estás protegiendo a tu hermana.

—No la protejo a ella. Te protejo a ti —lo soltó. Se pasó la mano por el cabello con frustración, mientras daba vueltas en círculos. Ethan se fijó mejor en él, parecía nervioso, ansioso—. Aléjate de mi hermana ella… no es buena… ni para ti… ni para nadie —agregó en un susurro, más para sí mismo que para él y se fue tan rápido como había llegado. Después de todo debía ver como seguía su hermana.

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Capítulo 12: Santiago

Se había pasado todo el almuerzo pensando en la actitud de Santiago. Jamás lo había visto así de nervioso por algo, ¿qué rayos le pasaba a su amigo?

Se sentó en su pupitre y apoyó su cabeza en las manos. Los estudiantes fueron entrando y el profesor, pero el asiento de enfrente permaneció vacio.

—Profesor. —David alzó la mano cuando el mencionado se disponía a dar la clase—, Krystal no vendrá a clases —frunció el ceño, lo único que faltaba, que el idiota se interesara en esa estúpida mocosa.

—La alumna Vega tiene permiso del director para faltar las últimas horas.

Eso era extraño. Tal vez Brenda sabría algo, pero si le preguntaba le contaría a ella por lo que prefirió esperar. A él sólo le interesaba porque podía ser la causa de que Santiago estuviera molesto. Se auto convenció de eso, aunque en el fondo, sabía que era mentira.

Marcó nuevamente el número y se colocó el móvil en la oreja, pero nada, no le contestaba. Volvió a intentarlo, ya había perdido la cuenta de cuántas veces lo llevaba haciendo desde hace una hora, y el resultado seguía siendo el mismo: no respondía.

Santiago no quería hablar con él. Era estúpido, se iban todas las mañanas juntos, tarde o temprano tendrían que verse. Mas, su amigo no daba señales de vida por más intentos que él hiciera. Comenzaba a fastidiarse, pero no se quedaría tranquilo. Algo pasaba y quería saberlo, aunque ya comenzaba a transformarse en una necesidad.

Estaba de pésimo humor. Iban dos días sin que Krystal fuera, Santiago no le hablaba y continuaba sin responderle el celular. Los niños se habían ido con Sebastián así que tampoco los vio, para colmo ella tampoco asistió a clases ese día; y cuando intentó hablar con Brenda, simplemente huyó.

Santiago era de los que enfrentaban los problemas, que nunca se escondían, que siempre estaba cuando lo necesitabas. Y se había mantenido oculto. Caminó por el jardín que daba a la universidad. Si no le contestaba el teléfono, lo buscaría en el campus. Llegó a donde usualmente se reunían ambos, no le extrañó ver a Claudia allí.

—Santi va a estar bien, no te preocupes —dijo a su novio que tenía unas enormes ojeras, revelando que no había dormido muy bien. Su rostro estaba pálido, su cabello más despeinado que de costumbre y en sus ojos brillaba la preocupación.

—Tiago. —Él pareció reaccionar un poco.

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—¿Qué quieres Ethan? —Su voz sonó cansada.

—Yo… quería disculparme —musitó con suavidad.

—¿Por qué? Soy yo el que debe hacerlo.

—Será mejor que me vaya, los dejo. —Claudia le dio un beso a Santiago y se fue de allí, no sin antes dedicarle a Ethan una mirada de suplica.

Santiago estaba mal, necesitaba ayuda. Siempre había sido él quien lo necesitaba para cualquier cosa. Era el momento de devolver el favor.

—¿Qué te pasa? —preguntó sentándose a su lado.

—Nada —respondió con algo de molestia y cansancio—. Siento lo del otro día, no estaba muy bien y me descargué contigo. Lo siento.

—¿O sea que lo que dijiste era mentira?

—No. Aléjate de mi hermana. —Su voz cambio a un tono duro e inapelable, aunque seguía un poco cansada.

—Eres mi mejor amigo, no pienso pelear contigo por una chica. Siempre pensé que cuando le dijera eso a alguien sería porque también la quería. —Santiago sonrió. Ethan estaba satisfecho con su logro—. Pareces un muerto.

—Supongo —se encogió de hombros.

—¿Qué te pasó?

—Krystal cumplirá años el sábado. Le haremos una fiesta en mi casa, así que vendrás a ayudarme —contestó evitando la pregunta.

—Creí que querías que me alejara de ella.

—Sí, que te alejes sentimentalmente. Será una fiesta y necesito ayuda así que vendrás.

—¿Por qué ella no ha venido? —Jaque mate, Santiago se tensó al escuchar la pregunta. Ella estaba metida de alguna forma en la actitud de su amigo y esto lo comprobaba.

—No importa.

—¡Oh! Sí claro, por eso estás tan contento —ironizó molesto.

—Ethan.

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—¿No confías en mi?

—Sí. Confío en ti.

—Entonces dime ¿qué te pasa? Ella tiene que ver con esto. —Era una afirmación más que una pregunta.

—Sí.

—¿Por qué no ha venido?

—No puede.

— ¿Por qué? Dímelo.

—No puedo.

—Esto empieza cansarme.

—Maldita sea. No puedo decírtelo —se levantó—. Nadie puede. Sólo puede hacerlo Krystal, es la decisión de ella a quien le dice y a quién no.

—Llámame cuando confíes en mí. —Estaba molesto, pero al menos, ya tenía un poco de información.

—¡Ethan!

—Nos vemos luego. —Movió la mano en señal de despedida; mas, no lo miró.

a mano en señal de despedida; mas, no lo miró.

Capítulo 13: Feliz Cumpleaños

Abrió sus ojos con pesadez, sentía su cabeza dar vueltas y sus músculos rogaban que no se moviera.

Miró a su alrededor, estaba confundida. Su cerebro pareció reaccionar al ver que se encontraba en su habitación, se incorporó sobre la cama.

—Feliz cumpleaños —escuchó desde la puerta. Jasón se sentó a su lado—. ¿Cómo te sientes?

—Como si un auto me hubiera arrollado. —Se llevó la mano a la cabeza—. ¿Qué me hiciste?

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—Me asustaste —evadió la pregunta y la abrazó.

—¿Qué me hiciste? —Volvió a preguntar entrecerrando los ojos.

—No te gustará. —Eso ella ya lo sabía, pero quería escuchar la respuesta.

—¿No me digas que…? —Un pensamiento se cruzó por su mente y Jasón asintió—. No puedo creer que hayas hecho eso —habló molesta y le dio un pequeño golpe en el brazo.

—Lo siento, debías descansar —intentó excusarse.

—¡Me dopaste!

Krystal era muy tranquila, pero sabía que ella odiaba que le hiciera eso. Claro, Jasón no hacía caso. Ella era su hermanita y por lo tanto la cuidaría, aunque eso no le gustara.

—Sólo fue para que no tuvieras pesadillas. —El rostro de Krystal cambió de la molestia a la tristeza, él se sentó a su lado—. Vamos es tu cumpleaños —le acarició el cabello.

—Pero ellos no están. A veces me pregunto… si su sacrificio valió la pena —lo abrazó y ocultó su rostro en el pecho.

—Ellos lo decidieron así.

—Pero de qué sirve. No me queda tiempo. Lo sabes mejor que nadie. —La abrazo aún más fuerte, era cierto el tiempo se acababa, con ese gesto sólo quería retenerla, ojalá todo fuera más fácil.

—No importa, sólo vive. Sólo eso —puso de nuevo su mejor sonrisa—. Vamos que la fiesta será en casa de Sebastián y sabes cómo son con estas cosas. —Ambos volcaron lo ojos imaginándose a su familia, eran unos locos con los cumpleaños.

Dio un suspiro y se tiró al sofá, cuando terminaron de inflar los globos.

—Por fin. —Santiago hizo el nudo a un globo azul, para después tirarse junto a Ethan.

—Recuérdame: nunca más ayudarte a inflar globos. Le dio un empujón y Santiago se cayó al suelo, golpeándose la cabeza.

—Eres un salvaje Ethan —reclamó.

—No más que tú —contestó impasible.

Santiago tomó un globo y empezó a frotárselo en el cabello, causando que su cabeza quedara como un erizo castaño. Santiago reía a carcajadas, mientras él inútilmente intentaba aplacar su cabello. Por suerte Santiago había recuperado su ánimo de siempre.

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Había dejado a un lado su orgullo y le fue a pedir perdón, pero por más que intentara saber de las razones por las que se encontraba mal, él esquivaba la pregunta.

—Bueno, como sea —suspiró cansado y se levantó—. En un rato empieza la fiesta. ¡Me iré a arreglar! —gritó subiendo las escaleras.

Asintió aburrido y prendió la tele, mas no duro mucho debido al incesante sonido del timbre.

Abrió la puerta y Molly estaba allí en brazos de su hermano y a su lado sus padres, Eliot y Janet, un poco más atrás pudo ver a Brenda hablando con Krystal y Jasón a su lado.

—Feliz cumpleaños —exclamó cuando pasó por su lado.

—Gracias —le dirigió una sonrisa algo forzada, y siguió adentro. El timbre de la puerta volvió a sonar.

—¡¡Krystal!! —Ella abrió sus ojos sorprendida, era imposible que estuviera aquí.

Aquellos chillidos histéricos los conocía muy bien, sólo podían significar una cosa: Cloe y Claudia, juntas, en la misma ciudad, misma casa y la misma habitación. Y eso era igual a problemas.

Dos figuras de cabello rubio, una de ojos miel y otra de ojos verdes, la tiraron al piso mientras la abrazaban frenéticamente y sus gritos agudos taladraban sus oídos.

—Oh, mírate si estás bellísima —le gritó la chica de ojos verdes con una sonrisa maniaca y la abrazaba hasta dejarla sin aire—. Eres malvada, desde que llegaste ni una llamada ni un mensaje, ¡¡¡ni siquiera un mail!!! —exclamó histérica.

—Cloe, ¿qué haces aquí? —preguntó cuando la soltó. Logró respirar un poco para formular la pregunta. Ambas chicas casi idénticas, cuya única diferencia eran sus ojos, se miraron con complicidad.

—¡Vendré a vivir aquí! —gritó abrazándola—. ¿A qué es genial?

—Si genial —susurró. Por su mente sólo pasaba la idea de querer golpear su cabeza contra un árbol o pared.

Cloe era la melliza de Claudia. Habían roto la regla de una ser calmada y tranquila, y la otra egocéntrica y atrevida. Ambas muy parecidas en carácter, sólo lograban avergonzarle cuando se juntaban. Cloe era más atrevida que Claudia, y no le gustaban las relaciones más que de un rato, parecidas y diferentes a las vez, pero claro ambas una gritonas que después de que estuvieran juntas no la dejarían en paz.

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—¿Ya tiene nuevos amigos?¿Tienes novio? —Cloe seguía preguntando sin parar, le parecía increíble como lograba articular tantas palabra) sin tomarse un respiro.

—No tengo novio y no me gusta ningún chico —le aclaró—. Tengo una nueva amiga que en este momento, debe estar asustada por tu comportamiento —espetó con molestia.

—¿Dónde? —Movía la cabeza en todas las direcciones. Krystal le señaló a Brenda con la mirada. Cloe corrió en dirección a ella, mas no la saludó, la recorrió con la mirada de arriba abajo.

—Hola —habló tímidamente algo cohibida ante la inspección—. Me llamo Brenda.

—Cloe, melliza de Claudia y mejor amiga de Krystal, de toda la vida —remarcó las últimas palabras con orgullo y le tendió la mano.

—Yo… —dudó en corresponderle el saludo. Si Claudia le parecía extrovertida sin duda Cloe era todo un caso. Cloe le tomó la mano y la movió efusivamente.

—Es por ella que me olvidaste. — Cloe se le acercó a Krystal con gesto teatral—. Tantos años de amistad y me abandonas ahora. — Se armó de toda la paciencia que pudo. Cloe era una dramática y no le sorprendía su comportamiento—. Yo que siempre te he apoyado, eres como otra hermana para mí y ahora… me olvidas —lagrimas falsas recorrían su rostro. Se pasó la mano por el rostro, resignada a su fortuna.

—¡¡¡Feliz cumpleaños!!! —exclamaron sus sobrinos ignorando el drama de Cloe, sólo querían festejar.

—Increíble, ya tiene 15 mi pequeña. —Eliot la abrazó, Sebastián se unió y la dejaron sin su amado oxígeno, por segunda vez en ese día.

—¿No me darás un abrazo por mi cumpleaños? —Le dijo con cara triste a Adrian que se encontraba alejado. Él sonrió, una de sus pocas sonrisas, de aquellas que dirigía sólo cuando en verdad eran necesarias, de las sonrisas que son capaces de hacerte dejar de respirar.

—Feliz cumpleaños —la abrazó y se alejó de inmediato.

—Llegaron todos. —Santiago bajó las escaleras y se acercó a su hermana. Le deseó un feliz cumpleaños—. Vamos a la parte divertida y pongan la música.

Cloe obedeció y puso algo movido. Los niños empezaron a correr de un lado a otro vigilados por Adrian. Los adultos prefirieron charlar afuera.

—Puedo hablar contigo —inquirió.

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—Ethan… —mordió su labio inferior, sabía lo que le quería preguntar y no tenía ganas de responder.

—Sólo será un momento. —Su frialdad salía a la luz.

—De acuerdo —aceptó. Él no se iba a rendir y ella no estaba dispuesta a jugar.

Ambos se dirigieron al jardín, Krystal se apoyó en la pared con los brazos a los lados, mientras que Ethan cruzó los brazos a la altura del pecho.

—¿De qué querías hablar?

—Del beso —contestó sin sentimiento alguno, su rostro se encontraba inexpresivo y sus ojos la veían de una manera glacial—. Lo mejor será que lo olvidemos.

Aquello no le sorprendió y aunque le dolía saber que hablaba con tanta calma, como si no le importara lo más mínimo, sabía que era lo mejor para él… para ambos.

—Si es todo lo que querías decirme. —Bajó la mirada y caminó hacia la casa—, me retiro.

—Krystal —susurró apenas audible, pero aún así lo escuchó. Volvió la vista hacia él y le contestó:

—No importa. Es lo mejor. Yo… —se detuvo un momento y pensó lo que le iba a decir—. Sólo seré la hermanita de tu mejor amigo. Siempre debí ser sólo eso. —Regresó a la casa sin mirarlo y sintió que algo muy dentro de él se rompía.

Capítulo 14: ¿Amigos?

—Los hombres son idiotas —susurró Cloe, que había visto todo desde la distancia.

David soltó una carcajada.

—No debes mostrar tu desprecio tan abiertamente. —David, lejos de molestarse, reía ante la frustración de Cloe.

—¡Es que son idiotas! —exclamó enfadada. Inspiró para calmar sus nervios—. Ahora también tendré que intervenir en esto. —Se alejó del lugar y entró a la casa insultando por lo bajo a cualquiera que se le viniera en mente.

—David. —Krystal se sorprendió al verlo en su casa, charlando tan animadamente con Cloe.

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—Hola Krystal. ¡¡Feliz cumpleaños!! —Le dio un abrazo que ella correspondió, por un momento.

—Lo siento, no recuerdo haberte invitado —susurró muy bajo.

—Claudia lo hizo, ¿recuerdas que intercambiamos teléfonos? —Lo pensó por un momento y finalmente asintió.

—¿Ustedes se conocen? —inquirió al verlos tan cercanos.

—Salimos —contestó rápidamente Cloe—. En una de mis vacaciones lo conocí. No habíamos perdido el contacto, así que hablamos y cuando le dije que viviría aquí, quedamos de vernos. —Cloe ocultó todo su mal genio tras una sonrisa.

—No me sorprende. Diviértanse. —Les dedicó una última mirada de desconfianza y fue junto a sus hermanos.

Ethan entró, en ese mismo instante.

—¿Qué hace éste aquí? —remarcó la palabra "éste" con desprecio. Hablar con Krystal no lo había hecho sentir mejor como pensó, y necesitaba descargar su frustración con alguien.

—Es mi amigo y de Krystal, ésta es su fiesta, así que puede estar aquí —Ethan se enojó por el tono que usó Cloe.

—Mira niña, me importa un pepino si eres hermana de Claudia, nadie me habla así.

—¿Eres tan bestia que golpearías a una chica? —interrogó molesta.

—Vamos, no se peleen. —David intentaba suavizar las cosas, conocía lo suficiente a Cloe para saber que era capaz de tirarse encima de Ethan, sin importar que se le pasara en altura o tuviera más fuerza—. Es un cumpleaños, si van a arreglar sus problemas, háganlo luego. —Ethan gruñó molesto, odiaba que le dieran órdenes, pero sabía que él tenía razón.

—Me quitaste una gran oportunidad de hacer que le funcionara bien el cerebro —masculló fulminándolo con la mirada.

Ethan les dio la espalda, fue hacia las bebidas. Cloe no tenía la culpa de nada y necesitaba calmarse.

—Vas a tener muchos problemas con esos dos —río David con sorna.

—Sabes que a mí me gusta jugar el todo por el todo. Por mis amigos y familia, soy capaz de hacer lo que sea.

—Entonces, supongo, ya tienes un plan. —Cloe sonrío con malicia.

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—Lo tengo desde antes de llegar. —Caminó hacia su hermana que charlaba acompañada de Brenda y la cumpleañera—. Por cierto —se giró para encararlo—, tú eres parte del plan.

David sonrío, conocía mucho a Cloe. Ella era una entrometida. Estaba dispuesta a todo y jamás se rendiría, si la felicidad de alguien que quisiera estaba en juego.

—…y entonces me besó —contaba Claudia emocionada.

—Hermana, mala amiga y roba amigas.

—No empieces, Cloe. —Krystal puso los ojos en blanco, ella empezaría con su drama.

—¿Qué no empiece? — Cloe agua los ojos en gesto teatral—. Eres muy mala. Sólo llevas aquí casi un mes, te consigues otra amiga y te olvidas de mí —sollozó dolida—. Ella es una extraña, yo siempre he estado contigo te he apoyado.

—Haz lo que te dé la gana —suspiró y se fue de allí. Cloe definitivamente era desesperante cuando se lo proponía.

—¿Sabes qué le pasa? —interrogó Claudia.

—Al parecer habló con Ethan —contestó Brenda suavemente.

—Ambos son tontos, se gustan y no lo aceptan. —Cloe se cruzó de brazos y sonrío. Llevó una mano al mentón, con gesto pensativo.

—Conozco esa cara. Cloe, no te metas.

—Demasiado tarde, hermana, ya tengo un plan.

Cloe se alejó y le subió el volumen a la música y dijo:

—¡¡A Bailar!! —Se acercó a Ethan—. No tengo pareja. Por más mal que me caigas, no bailaré sola —determinó, le guiñó un ojo a David, y se dedicó a moverse por la pista.

Claudia resignada, a que su hermana no haría caso, se acercó a Santiago. Él no dudó en sonreír y tomarla de la cintura para moverse al compás de la música. David comprendió su papel cuando Krystal se acercó a Brenda.

—¿Me permites bailar? —Su sonrisa se amplió cuando dirigió una rápida mirada a Ethan, que lo veía con furia.

—Claro —Krystal tomó la mano que le ofrecía.

Todos empezaron a bailar, cada quien con su pareja. Jasón al ver sola a Brenda la invitó a moverse en la pista.

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—A cambiar de pareja. —Cloe irradiaba alegría ante aquellas palabras, empujó a Ethan hacia Krystal y jaló a David.

—Parece que siempre terminamos bailando juntos.

—Recuerda. Ahora sólo soy la hermana de tu mejor amigo. —Él asintió y cerró sus ojos, de pronto los abrió sorprendido.

—¡Es cierto! —Sacó una cajita envuelta en papel azulado con un moño blanco de su bolsillo, y se lo entregó.

—¿Qué es esto? —preguntó confundida.

—Es tu cumpleaños. No soy tan idiota como para no darte un regalo.

—No…

—Cierra la boca y acéptalo. —Se mordió el labio inferior, nerviosa, ante la mirada expectante de Ethan—. Ábrelo —ordenó girando su rostro para hacerse el desinteresado.

Desenvolvió el papel con cuidado. La caja no era muy grande, perfectamente se amoldaba a la palma de su mano.

—¿Qué? —exclamó cuando al abrir la cajita se encontró con un brazalete plateado con pequeños dijes. El que más le impresionó era uno con la forma de un clavel, sus detalles, parecía único.

—¿No te gusta? En tu jardín hay muchos claveles, creí que…

—Es hermoso. Gracias. —Le dirigió una pequeña sonrisa, él se la correspondió con otra casi imperceptible.

—Es mi forma de empezar de nuevo. Bien dijiste, eres la hermana de Santiago. ¿Amigos? —Tendió su mano. Después de haber evaluado la sinceridad en sus ojos, Krystal aceptó el gesto.

—Al parecer tu plan funcionó. —Le dio un nuevo giro a Cloe, mientras sonreía.

—David, mis planes siempre funcionan —contestó orgullosa.

—Fue suerte —añadió para molestarla.

—Ya quisieras. Igual, las cosas no se quedarán así, esto es sólo el comienzo.

—Creí que viniste para ayudar a Krystal.

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—Y la ayudaré. Nada me cuesta ayudarla con otras cosas. —Él negó con la cabeza—. Ni que hiciera algo malo —añadió con sonrisa angelical.

—Sabes que ese truco, no funciona conmigo —dijo orgulloso, dándole un nuevo giro.

—Tienes razón, pero recuerda estás de mi lado. —Le advirtió con una mirada severa.

—Claro, no quiero enfrentarme a la reina del drama. —Cloe se rió ante el comentario— ¿Qué piensas hacer?

—Ya lo verás —sonrío y agregó—. Después de todo, la razón por la que estoy aquí, es ésa.

—¿Meterte en la vida de tus amigos?

—Claro que no, tonto. —le dio un golpe en el brazo. David hizo un falso gesto de dolor—. Ayudar a Krystal con sus planes.

Capítulo 15: Charlas y recuerdos

Habían pasado tres semanas desde el cumpleaños de Krystal. En ese tiempo, Ethan se mantuvo alejado, sólo se saludaban en las mañanas para ir al colegio, y en las clases apenas se hablaban. No era que se llevaran mal, pero tampoco podría decirse que bien. Ambos preferían mantener la distancia. Y Krystal, no quería meter a nadie más en esto, ya era suficiente.

De vez en cuando quedaban para salir a tomar algo, junto con Santiago, Claudia, su hermana y Brenda. Cloe seguía atacando a Krystal por haberla olvidado, a veces molestaba también a Brenda, formando un drama cada vez que podía y chantajearla sentimentalmente. Pero nada se le escapaba a aquella extrovertida chica, ya que continuaba con sus planes y muchas veces cuando salían se las arreglaba para dejarla a solas con Ethan.

Krystal se encontraba acostada, en la alfombra, con una revista en la mano; mientras veía a Cloe caminar de un lado a otro, maldiciendo todo ser viviente.

—Podrías dejar de hacer eso. Me estás mareando, y abrirás un cráter en la habitación. —Cambió la página de su revista, indiferente a la rabieta de Cloe.

—¡No puedo creer que Brenda lo sepa todo! —Volvió a caminar por la habitación, con un rostro pensativo y a la vez furioso.

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Krystal, exasperada del incesante ir y venir de la castaña, se levantó y dejó la revista en una mesita negra, frente al televisor. Se paró delante a ella, pero aun así continuó moviéndose, puso las manos en sus hombros y dijo:

—Fue a verme. No tuve más opciones que decirle todo. —Cloe se cruzó de brazos, no dejaría su orgullo—. Deja de armar tanto drama. La que debería estar molesta soy yo.

—¿Tú? —Cloe iba a protestar, decirle unas cuantas cosas, pero una leve presión en su hombro la calló.

—Sé lo que estás haciendo con David. Yo no tengo un pelo de tonta, y te conozco lo suficiente como para saber que planeas algo. —Krystal frunció el entrecejo. A Cloe se le formó un nudo en la garganta—. Ya metí a Brenda en esto, nadie más lo hará. No pienso tener nada con Ethan. Espero que respetes mi decisión.

Cloe se soltó de su agarre y la abrazó con fuerza, tal y como lo haría con su hermana pequeña, pero de una forma más maternal.

—Me gustaría hacer que cambies de opinión. Tú tienes tanto derecho a ser feliz como los demás —suspiró cansina—. Pero, no me harás caso. No hay más opción que ayudarte.

—Gracias. Cloe, siento que hayas venido hasta aquí para esto. —La soltó de su agarre, mirándola, muy fijamente, añadió:

—No te preocupes —sonrío Cloe—. ¿Quién será el primero?

Krystal caminó al ventanal, alejándose de Cloe. Rozó las ramas del árbol que llegaban al balcón y cerró sus ojos observando el bello jardín. Todo parecía tranquilo. Aquellas articulaciones de la planta arbórea, se mecían con el viento y alguna que otra caía al suelo, las flores se movían de un lado a otro, bailando.

—Jasón —determinó—. Luego… Sebastián.

—De acuerdo. —Cloe no pudo quedarse callada, sonrío con tristeza y agregó—. Otras personas, en tu lugar, se preocuparían por cumplir sus sueños. Tú te preocupas por los demás.

—Nunca me he fijado grandes metas. Para mí es suficiente con arreglar el daño que haré. —Se encogió de hombros desinteresadamente.

—Sabes que no es tu culpa. —Le recordó molesta—. Nada es tu culpa.

—Si es mi culpa o no, no importa. —contestó. Cloe resignada, sabiendo que no llegaría a ningún lugar con esa discusión, aceptó. Pero en su interior seguía maldiciendo, sobre todo a ese hombre, el culpable de todo, el que le había arrebatado a Krystal su felicidad.

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—Debo irme. —El reloj de su muñeca le recordó que eran las dos de la tarde y había prometido estar en casa a esa hora.

—Espérame. Iré donde Sebastián.

Bajaron las escaleras en silencio, recorriendo el pasillo. Las flores del jarrón se marchitaban, tenía que cambiarlas, pero sinceramente no le apetecía.

Jasón fue a la empresa por un asunto importante, por lo tanto se quedó sola. Prácticamente tuvo que sacarlo a rastras de casa, él detestaba dejarla sola y la única forma que aceptó irse, a regañadientes, fue con la promesa de que iría donde alguno de sus hermanos en la tarde.

— Nos veremos mañana. —Cloe corrió calle arriba, despidiéndose con un efusivo movimiento de mano.

Al llegar al jardín de su hermano, los niños jugaban. Se decidió a abrir la cerca blanca.

La fachada color crema y otros pequeños detalles, la diferenciaba de otras viviendas. El jardín con algunos autos de juguete y muñecas tiradas, una patineta, y un montón de objetos más, evidenciaban que viven niños.

Los pequeños seguían jugando, riendo y corriendo de un lado otro. Su mirada se perdió en las sonrisas de sus sobrinos. Le recordaron a ella misma cuando tenía siete años, con otros dos niños, se esfumó en los recuerdos, deteniendo su mente en el tiempo.

—¡A qué no me alcanzas, Krystal! —gritó un niño de doce años, cabello castaño claro, con sus ojos grises. Su mirada alegre y vivaz, le daba un toque pícaro a su sonrisa.

—No se vale —exclamó la pequeña. Su cabello negro, más abajo de los hombros, enmarcaba su rostro redondito y cansado por la carrera. —Ustedes son mayores que yo, y corren más rápido.

—Acepta que no puedes contra mí —reía a carcajadas el chiquillo—. ¡Tortuga! —Se burlaba con una enorme sonrisa.

No resistió más, prefería que le llamara tortuga, se tiró al pasto exhausta, con la respiración agitada y su corazón a mil. A pesar que no podía correr mucho, nunca se resistía a jugar.

—Mathew, déjala descansar. —El niño se sentó a su lado, ofreciéndole una cantimplora con agua. Ambos eran idénticos físicamente, pero en realidad eran muy diferentes. Él tenía una sonrisa serena e imperturbable.

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—Gracias, Caín. —El niño le dedicó una pequeña sonrisa. Cuando terminó, se acostó en el césped, observando las nubes—. Ésa parece una oveja —señaló el cielo.

—Tienes razón. ¿Jugamos a encontrarle forma a las nubes? —Krystal asintió contenta, y Caín se recostó a su lado.

—No se olviden de mí. ¡¡Yo también quiero jugar!! —Mathew exaltado ante un nuevo juego, se hizo al lado de Krystal, quedando en medio de ambos la pequeña.

Mathew y Caín le sonreían. Se preguntó: ¿cómo dos personas tan parecidas, podían tener una sonrisa tan diferente? Mathew con la suya, alegre y vivaz; Caín, tranquilo y sereno.

Ambos tan diferentes, especiales. Siempre cuidando de ella, animándola a seguir.

Pegó un respingo al sentir una mano en su hombro. Ethan la observaba con curiosidad, preguntándose por qué estaba allí, parada y sin hacer nada.

—¿No piensas entrar? —interrogó al ver que no se movía.

Ella asintió. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando él llegó a su lado. Medio consciente de lo que sucedía a su alrededor, lo siguió. Cómo le gustaría apartar los recuerdos, dejarlos un lado, pero era imposible.

—¡Tía! —Lizzie emocionada, corrió a su lado y la tumbó al suelo.

—¡Montonera! —Nicolay estaba animado y también se tiró sobre ellas, aplastándolas.

—Molly. —Adrian vio las intensiones de su hermanita y la tomó de la mano.

—¿Por qué ellos si pueden y yo no? —protestó con un puchero, con su vocecita aniñada e infantil.

—Porque no es correcto —contestó con paciencia.

—Pero… —Los ojos de la pequeña se posaron en Ethan, soltó la mano de su hermano y corrió hacia él, estirando sus brazos para que la cargara.

—Tu hermano, ¿no te deja jugar con ellos? —interrogó. Molly asintió con euforia.

Krystal los contempló con una sonrisa.

Ethan se veía tan tierno abrazando a Molly que reía victima de las cosquillas, mientras él sonreía. No era esas sonrisas que le daba a ella, era más sincera y dulce, una que siempre ocultaba ante otros, una que sólo era capaz de esbozar para alguien que quisiera demasiado.

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Capítulo 16: Viaje

Ethan dejó a Molly en el suelo y se cruzó de brazos, mirando a Krystal con superioridad y expresión de tipo duro. Ella volteó el rostro, con las mejillas levemente sonrosadas, le había pillado observándolo.

—Papá —gritó Lizzie a todo pulmón. Al ver el auto de Sebastián detenerse frente a la casa, corrió a su encuentro, tirándosele encima y casi consigue que pierda el equilibrio.

—¿Por qué tanta alegría? —preguntó abrazándola—. ¿Qué haz roto esta vez?

—No puedo recibirte con un abrazo porque entonces he roto algo. —Intentó soltarse de su agarre, pero él sólo la abrazo más fuerte—. Bájame —ordenó la pequeña.

—No, dilo. Te conozco y sé que quieres decirme algo.

—¿Podemos ir al parque? —Se abrazó a su cuello, ahorcándolo.

—Lo pensaré —contestó intentando zafarla—. Lizzie, no me dejas respirar.

—¡Oh! Lo siento.

—Papá, vamos. —Nicolay estrujó su pierna, dándole la bienvenida.

Ambos pequeños pusieron su mejor cara de inocencia.

—¿Qué rompieron?

—Qué poca confianza tienes en nosotros —rezongó Lizzie, arreglándoselas para llegar al suelo, junto a su hermano.

—Es cierto. No hemos hecho nada —corroboró Nicolay.

—Hola —saludó tranquila Krystal, le dio un beso en la mejilla y siguió derecho para saludar a Jasón.

—Adivina. —Estaba tan emocionado, como a un niño que le han dado un caramelo.

—No soy adivina, además tarde o temprano me lo… —dejó su frase a medias cuando la estrechó entre sus brazos.

—Debo ir a Paris. ¿Te quedarás aquí o en casa de Eliot?

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Krystal no respondió, en su cabeza sólo se repetía "Paris". Movió sus ojos de un lado a otro, buscando las respuestas, Jasón extrañado porque no le contestaba, la devolvió al suelo.

—Voy contigo —respondió sin pensarlo una vez más.

—¿Eh? —A su hermana no le gustaba acompañarlo cuando debía ir a esas reuniones, pero ¿cómo negárselo?—Nos iremos en una hora. Empaca.

Krystal salió como una bala, dejando a todos confundidos.

—Nosotros también vamos —dijo Santiago, refiriéndose también a Ethan—. No querrás que Krystal se aburra en el hotel —agregó.

—Vaya, ahora resultas niñera —burló Sebastián—. Suerte con tu viaje. —Se dirigió adentro, con sus hijos detrás.

—¿Me perdí de algo? —Ethan se encogió de hombros cuando se enteró de lo sucedido, y fue a empacar sus cosas.

—¿Cloe?

—Hola ¿qué pasa? —Le contestó al otro lado de la línea revolviendo una olla con una mezcla de dudosa procedencia.

—Voy a Paris. —Empezó a revolver lo cajones, desordenado todo a su paso y lanzando la ropa que sacaba a la cama sin prestar atención.

—¿Paris? —De la sorpresa tiró la olla al suelo. Dejó las cosas así y puso más atención a la conversación.

—Sí, Paris.

—Krystal, ¿qué harás? ¡No puedes ir sola!

—Voy con Jasón. Buscaré a Michelle.

—Creí que hablarías con ella primero. —Alterada se sentó en el comedor—. No puedes aparecer así como así después de un año y medio.

—Es más tiempo —susurró desilusionada, mas no paró de buscar sus cosas.

—Ya te dije que te apoyaba en que la buscaras, pero es muy poco tiempo, no podré ayudarte.

—No importa, me las arreglaré.

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—Eres tan terca —respondió cansada—. ¡Ay!, Krystal siempre haces lo mismo.

—Debo irme. —Ignoró su comentario. Empacó sus cosas como le fue posible y colgó.

Bajó las escaleras de dos en dos, eufórica. Si encontraba a Michel su hermano sería feliz y ella se quitaría un problema de encima.

—Cuidado —exclamó Jasón al verla bajar—. Podrías caerte.

—Nos vamos ya —respondió impaciente.

—Sí, iremos con Ethan y Santiago.

—¿Qué? —Se espantó. Si ellos iban no podía hacer lo que pensaba.

—Se colaron. No fue mi culpa. —Tomó las llaves de su auto y se dirigió afuera.

Ethan y Santiago ya estaban en el auto, en la parte trasera, así que ella se subió en el copiloto.

—¿Listos? —preguntó Jasón, abrochándose el cinturón.

Encendió el auto, el motor rugió y se puso en marcha.

Todo el camino, desde que salieron de la casa, hasta llegar a París, Krystal se mantuvo en silencio, fijándose en la ventana y pensando en la forma de encontrar a Michel. Su hermano, junto a su amigo, charlaban tranquilamente; hasta que cansados se pusieron unos audífonos para escuchar música.

—Quédense aquí. Voy a registrarnos.

El vestíbulo del hotel era muy amplio, con un piso de cerámica blanca, puerta giratoria, algunas rosas adornando el lugar. Las personas entraban y salían con maletas, diferentes países, razas, gustos; algunos eran turistas, encantados por la magia de la ciudad, personas trajeadas que iban por importantes negocios.

En la recepción un hombre de nos mas de veinticinco años atendía a su hermano, de cabello castaño y mirada amable.

—Listo.

Un botones lo guió a su habitación, una de las más importantes y lujosas del hotel.

—Me voy, estoy cansada por el viaje. —Krystal se fue a su habitación y los demás igual.

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La habitación consistía en una amplia cama de dosel con un nochero al lado, un televisor pantalla de plasma, un balcón con vista de la ciudad, un pequeño escritorio y el baño.

Krystal, cansada de perder el tiempo, se sentó en el escritorio y encendió la computadora. Cuando se disponía a tocar el teclado y buscar a Michel, algo la detuvo.

Niños, adultos, viejos; todos intentando escapar en vano, él no dejaba a nadie vivo. Su sonrisa era sádica mientras la miraba, sus manos estaban manchadas de sangre. Sangre de inocentes.

—¿Por qué? —susurró aterrada. Ese hombre cada vez se acercaba más a ella, cansada y con las pupilas dilatadas de miedo cayó al suelo de rodillas—. Ellos no hicieron nada. ¿Por qué los asesinaste?

—¿Yo? —interrogó con sorna, se agachó a su altura—. Te equivocas, pequeña. —Tomó sus manitos, manchándolas de sangre, y le entregó el arma—. Todo es tu culpa. Fuiste tú quien los asesino. —Él se burlaba de ella, mientras aterrada soltó el arma, miró sus manos. Ya no eran blancas, estaban manchadas de color carmín.

Todas esas personas, ¿fue ella la culpable de su muerte? Sí. Todo era su culpa, si no lo hubiera hecho ellos no estarían muertos.

Se carcajeaba del miedo de la pequeña, que intentaba limpiar sus manos frotándolas en su ropa. No importaba cuantas veces o qué tan fuerte lo hiciera, seguían manchadas…

El golpeteo de la puerta la sacó de sus cavilaciones. Intentó controlar el temblor que tenía se levantó, pero antes de abrir la puerta, se aseguró de limpiar las lágrimas que corrían por sus mejillas.

—¿Qué quieres? —inquirió con frialdad, intentando esconder su voz quebrada, aunque internamente agradeció que fuera Ethan quien se encontraba ahí y no alguno de sus hermanos.

—Jasón dice que comeremos en el restaurante —contestó reclinándose en la pared con las manos metidas en los bolsillos, analizándola.

—¿Qué tanto me miras? —preguntó nerviosa. Él la observaba de arriba abajo, sin disimulo. Entrecerró los ojos.

—¿Por qué llorabas? —Su mandíbula dio en el suelo, sin saber qué responderle.

—Yo… no lloraba —agachó la mirada y cerró la puerta para irse por el pasillo, pero la mano de Ethan la detuvo apretando su brazo—. Déjame.

—No hasta que me lo digas. —La jaló más hacia sí, atrapándola entre sus brazos.

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—Por favor —rogó y con gran esfuerzo corrió de allí, dejando atrás una lagrima.

Capítulo 17: Sorpresas te da la vida

Furioso por no haber conseguido que ella le dijera la razón por la cual lloraba, golpeo la pared.

Bajo por el ascensor, dirigiéndose al restaurante. Santiago y Jasón estaban sentados en una de las mesas del fondo, junto a la ventana.

—¿Donde está Krystal? —preguntó su mejor amigo.

—Bajo por las escaleras. —Ambos asintieron sin extrañarse por ese hecho, y él se sentó al lado de Tiago.

—Lamento el retraso. —Krystal se hizo junto a Jasón, y frente a Ethan. El tiempo que demoro en bajar fue el suficiente para calmarse y no quedara rastro de lágrimas.

Un joven mesero los atendió y luego se fue por lo pedido.

—Bueno, ahora si porque desearon venir. —Jasón apoyo su cabeza en la mano.

—¿A qué te refieres? —preguntó confundida.

—A que no confió de que hayas venido sólo por acompañarme —explicó con gesto aburrido.

—Yo simplemente quería venir —respondió firmemente, su hermano lo creyó y miro a los dos chicos.

—Krystal se hubiera aburrido mucho sola y obligue a Ethan a venir, además era eso o quedarse a que le echaran sermón. —Jasón asintió feliz de las repuestas y sonrío.

Cloe se encontraba en la habitación de Claudia, decorada con tonos pasteles peluches que le habían sido regalados por Santiago, dando vueltas.

—Entonces Krystal buscara a Michelle y te preocupa que no puedas llevar a cabo tu plan—resumió Claudia luego de que Cloe le contara la razón por la que fueron a París.

—Esa niña no puede esperar unas semanas más —protestó molesta.

—París es una ciudad muy romántica —comentó distraída.

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—¡Eres un genio! —Empezó a zarandearla de un lado a otro, eufórica—. Además David fue allí porque su padre ira a esa reunión. ¡¡Lo llamare!!

—Ay no. Ya le he dado ideas. —Se estampo una mano en la frente.

Cloe fue hace un rato a decirle que Krystal y los chicos fueron a París y lo único que le preocupaba era que le dañaron los planes que tenía para hoy, que implicaban que Ethan y Krystal se quedaron solos.

Desde la fiesta no había parado con sus ideas, de las cuales muchas resultaban absurdas.

Luego de la cena cada uno se fue a su habitación.

Krystal tomo su computadora, decidiendo por fin lo que haría: buscar a Michelle. Mordió su labio inferior nerviosa, sólo esperaba no estar oxidado en cuanto a hackear la computadora del gobierno. Hace años lo había hecho y eso era razón de muchas de sus pesadillas.

En cuestión de minutos logro encontrar el registro de Michelle, dirección, teléfono, cuenta bancaria, seguro social y cualquier otra cosa que le fuera útil para localizarla y a las cuales solo tenía acceso el estado. En definitiva aún no perdía el toque, pero esta vez era para una buena causa. Apuntó todo lo que necesitaba y se fue a la cama.

Los pocos rayos de sol que se colaban por la ventana fue suficiente para despertar se levanto con cuidado, eran las siete y la reunión era a las ocho después Jasón estaría ocupado y no volvería hasta la tarde, le daba el tiempo suficiente para localizar a Michelle y hablar con ella.

Salió de la habitación con la mochila al hombro y cuidado de no despertar a nadie.

—¿A dónde vas? —Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al escuchar esa voz, se volteó muy lentamente para ver a Ethan, reclinado en la puerta en una postura totalmente natural.

—Eh… —titubeó sin saber que hacer y cuando reacciono le contestó con frialdad— Si mi hermano pregunta salí, a ti no tengo que darte cuentas.

Bajo las escaleras con Ethan pisándole los talones, prefirió ignorarlo y seguir su camino, la casa de Michelle no estaba muy lejos del hotel. Sin embargo, luego de algunas calles empezó a molestarse, Ethan podía ser desesperante.

—¿No tienes nada mejor que hacer que seguirme? —interrogó cuando se le acabo la paciencia.

—Sinceramente no —contestó despreocupado—. ¿A dónde vamos?

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—Que te importa. —Empezó caminar más rápido, intentado dejarlo atrás.

—Pues si voy acompañarte debería saberlo. —Le jalo el brazo para detenerla.

—Que recuerde, no pedí que me acompañaras. —Lo encaró molesta.

—Luego te pierdes y tu hermano me echara la culpa a mí.

—¿Nunca haces algo por ti mismo? Siempre mencionas a mí hermano. No necesito que me cuides. —Lo empujó y se fue calle arriba, ya habían llegado al barrio.

Con la mirada buscó la dirección mientras veía que Ethan la seguía, no le dio importancia y tocó el timbre de una vivienda.

—No están —comentó pasados unos minutos en los que no obtuvieron respuesta—. ¿Nos vamos?

—Vete tú si quieres. Yo esperare. —Patio una piedrecilla y se apoyo en la puerta, ignorándolo.

—Debe ser importante la persona que buscas. —Intentó iniciar una conversación, pero Krystal no quería hablar con él—. ¿Me odias?

—¿Eh? —Esa pregunta la pillo por sorpresa. No sabía muy bien que responder y se pregunto a si misma si lo odiaba.

—Es que quedamos en que seriamos amigos, en tu fiesta, y aún así parece que me odiaras.

Lo observo incomoda, no lo odiaba. Pero luego del primer plan de Cloe, que consintió en perderse ambos en un parque, descubrió que estar cerca de él era peligroso para su salud mental y emocional.

—Responde —ordenó impaciente, cruzándose de brazos.

—No… —volteó su rastro para no verlo a los ojos.

—La respuesta no vale si no me miras. —Cogió el rostro de la chica con ambas manos, se encontraban muy cerca, sus labios casi se rozaban, hasta que una risa los sobresalto.

Una pequeña de rizos negros, ojos azules dulces y alegres, con un bonito vestido rosa; los observaba. Se alejó de Ethan y la cargo.

—¿Qué pasa, te perdiste? —Se volvió hacia él—. ¿Crees que se perdió? —preguntó, al voltearse Ethan se había sorprendido abrió los ojos con sorpresa.

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—Te juró que podría pasar por tu hija —respondió alucinando—. No creo, es demasiado pequeña, su madre debe estar cerca.

—¡¡Lina!! —Ella se volvió al ver que la niña rió, para encontrarse con una mujer de cabello castaño y rizado, ojos verdes, que al verla con la niña en sus brazos se le fue el alma por la boca.

—Michelle… —Krystal miró la niña, luego a ella se fijo mejor en sus ojos. Su corazón se detuvo.

Ethan la sostuvo y ayudo a la pequeña, que corrió a los brazos de su madre. El rostro de la morena estaba muy pálido, y el de la mujer casi igual, lo único que entendía es que era a quien Krystal buscaba.

—Llevémosla adentro —musitó saliendo de su trance cuando Krystal cerro sus ojos cayendo inconsciente, saco las llaves con la pequeña abrazada a su pierna—. Acuéstala en el sofá —ordenó después de cerrar la puerta y salir corriendo a su habitación dejando a Lina con él.

—Todo este problema es por ti. —La nena le miro con confusión, curvando sus labios en un puchero—. Odio ser un blando con los niños —gruñó con una mueca de frustración.

Michelle trajo un maletín medico y midió el pulso de la chica, bastante débil; saco una jeringuilla e iba a aplicársela cuando Ethan detuvo su mano, desconfiado.

—No te preocupes no le haría daño, nunca. Si lo hiciera, Jasón quedaría arruinado —explicó con una mirada triste señalando con la vista una fotografía donde Jasón las abrazaba a ambas. Se encontraban en un parque.

Él accedió quitando su mano.

—¿Eres doctora? —interrogó pasados unos minutos.

—No. Soy enfermera por cierto mi nombre es Michelle y ella es Lina. —Se presento acariciando el cabello de la hermana del que alguna vez fue su novio.

—Ethan. Ella...

—No te preocupes, sobrevivirá —replicó tranquila, con una sonrisa melancólica.

—¿Sobrevivirá? —repitió— ¿A qué te refieres?

—Eres su novio —negó con la cabeza—¿No lo sabes? —volvió a negar. Ella cada vez se encontraba más confundida. Parecía muy apegado a ella y no lo sabía.

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Krystal, por su parte, se encontraba sumida en la oscuridad de su mente, donde nadie podía tocarla y sus recuerdos se repetían una y otra vez, convirtiendo sus sueños en pesadillas, una tortura que se repetía día a día. Ellos la miraban y sonreía, no pudo evitarlo y las lágrimas traspasaron su inconsciencia.

Ambos intentaron despertarla, moviéndola, pero sus lágrimas continuaban cayendo; sus ojos azules por fin se abrieron, húmedos, y se incorporo tan rápido como su pesado cuerpo se lo permitió.

—Tranquila. —Michelle intentaba calmarla. Miraba a todos lados preguntándose donde estaba—. Será mejor que le traiga un té. Regreso en un momento, cuídala.

Se encontraba desorientada mientras lágrimas seguían resbalando por sus mejillas. Ethan las aparto con el pulgar, preocupado. Se encogió ante el contacto, abrazándose a si misma, con la mirada perdida.

—Ten. —Le dio la tasa.

Se la bebió de inmediato, despertando de su ensueño, fijando su vista en la infantil figura una pequeña niña con rizos que jugaba con sus muñecas.

—¿Cual es su nombre? —interrogó observando el gran parecido.

—Lina —contestó Michelle con nerviosismo.

—Tiene los ojos de mi madre —comentó con una pequeña sonrisa.

—Tus ojos —contradijo—. También el cabello negro de Jasón. ¡Lo único que saco de mi fueron sus rizos! —exclamó feliz.

La habitación se sumió en un silencio tenso e incomodo.

—No se lo digas —pidió con una mirada de suplica.

—Ella merece un padre —reprochó.

—No lo necesita, me tiene a mí. Siempre estaré con ella —aseguró con determinación.

—Michelle, estas sola. ¿Qué pasara si te enfermas? ¿Si te pasa algo quien se quedara con ella? Estoy segura de que ninguno de tus amigos sabe quien es el padre —aseguró molesta, levantándose del sillón. Su mirada cambio a la furia cuando ella bajo la mirada, aceptando que perdió la batalla—. Necesito calmarme —musitó llevándose una mano a la cara y se dirigió a la puerta, tomando su mochila—. No le diré nada.

Michelle se sintió renacida al escuchar esas palabras y una sonrisa se formo en su rostro.

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—Se lo dirás tú misma. Tienes hasta diciembre —sentenció y salió; dejándola aterrorizada ante la idea de de enfrentarse al padre de su hija y amor de su vida.

Capítulo 18: Miedos

Ethan seguía a Krystal de cerca, en silencio, pero al ver que iba en la dirección contraria al hotel caminó a su lado.

—¿A donde vamos? —preguntó deteniéndola por el hombro ya que caminada muy rápido.

—Déjame en paz —replicó zafándose de su agarre, volviendo a caminar.

—Oye yo no tengo la culpa. —Al ver que la chica no respondía soltó un sonoro resoplido y volvió a seguirla poniendo los ojos en blanco.

Ella siguió caminando entre las estrechas calles sin prestar mucha atención a quien se le cruzaba en frente, aminoro la marcha cuando diviso la torre Eiffel rodeada fuentes y el hermoso parque.

Camino cada vez más lento hasta que finalmente se detuvo frente a la torre. Sin decidir que hacer.

El ascensor descendió y salieron las personas, dejándolo vacio. Finalmente se decidió y entró junto a Ethan, pegándose a una de las paredes.

—Te da miedo —inquirió al verla.

—No, no es eso. Es que... —se quedo callada sin saber muy bien que contestar, suspiró nerviosa.

—Krystal...

—¿Qué? —Él la mirada de una forma extraña, sin dejar de verla a los ojos, buscando algo en ellos.

—La vez que nos besamos...

—Olvídalo —ordenó cortante, observándolo— Dijimos que dejaríamos eso en el pasado.

—No es eso lo que quería decir —explicó—. Tú faltaste una semana, ¿por qué?

—Hay cosas que es mejor no saberlas. —respondió viendo la ciudad, que se podía observar debido a que una de las paredes era de cristal—. La verdad puede hacer daño —añadió deslizando su mano por la superficie.

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—Pero qué pasa cuando se quiere saber.

—Debes escuchar lo que te dicen. Escucha a Santiago, quiere lo mejor para ti. —Seguía observando la ciudad, con la mano pegada al vidrio.

Las puertas del ascensor se abrieron indicándoles que ya habían llegado al piso más alto que también funcionaba como mirador. París era bellísima desde la torre , que tenía un enmallado alto que impedía caer.

Ambos guardaban silencio, sin saber que decir. Ethan intentando comprender las palabras de Krystal, ella simplemente disfrutaba de la paz del cielo a punto de atardecer.

—¿Cual es tu mayor miedo? —interrogó ella pasados unos minutos en silencio, en que ambos buscaban respuestas.

—¿Por qué me preguntas eso? —preguntó confundido.

—Quiero comprobar algo —replicó encogiéndose de hombro, pretendiendo sonar desinteresada.

—Pues, no quiero ser como antes. —Ella lo miro esperando que continuara, soltó un resoplido—. Antes de conocer a tu familia yo era diferente.

—Te refieres a que antes no eras idiota —burló sus palabras, sonriendo. Intentando dejar atrás el miedo, las pesadillas que cada día la atormentaban. Solo un día sin arrepentirse de nada.

—No quiero estar solo de nuevo —confesó con la mirada baja.

Su madre siempre le dijo que cuando se cayera debía levantarse, sonreírle a la vida. Le dijo que viviera y ahora estaba allí con el corazón a punto de mandarla a la tumba, el shock había sido muy grande al ver esa pequeña de rizos negros y ojos llenos de inocencia.

Escuchar las palabras de Ethan era la respuesta que buscaba la simple y sencilla razón para nunc a estar con él.

Michelle era egoísta. Lina merecía tener una familia y ella sólo le quitaba ese derecho. Por eso, aunque luego la odiara, haría que ella le dijera todo a Jasón. En ese momento se dio cuenta de que a pesar de que pensara eso de Michelle, ella quería hacerlo, vivir un día sin preocuparse por nada, ser egoísta y ser feliz. Solo un día.

—¿Cual es el tuyo?

—Me temo a mi misma —contestó tras dudar unos segundos si responder o no—. Porque le hare daño a los que quiero.

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—¿Por qué? Si los quieres no lo hagas. Es tu decisión.

—Te equivocas. No puedo decidir.

Se paro frente a él sonriendo con tristeza, a sus espaldas el sol se ocultaba, se colocó de puntillas y le beso, era lo único que podía permitirse. Un día para ella era demasiado tiempo por lo cual solo se permitiría un beso.

Logro descontrolar sus sentidos, que su corazón explotara y colocó su mano en la mejilla de él que se encontraba aturdido por la bipolaridad de Krystal.

—Hazle caso a Santiago. Una persona que teme quedarse sola no puede estar con alguien que hará daño a todos los que quiere.

Había muchas cosas ocultas tras ese tono.

—Hola —contestó una alegre voz al otro lado de la línea.

—Cloe, creo que no necesitan tu ayuda. Se las están arreglando bastante bien solos —comentó observándolos.

—¿Que hacen? —interrogó la chica.

—Krystal beso a Ethan. —Escuchó el grito histérico de la chica, que saltaba por el avance.

—De acuerdo. ¡¡Gracias!! Puedes irte, lamento haberte molestado para nada. —Cloe no cabía en si de felicidad.

—No hay problema, señorita manipuladora.

—Te equivocas, la manipuladora es Krystal. Pero alguien también debe "enseñarle" a ella el camino —La chica sonreía juguetona—. Como sea, me voy. Adiós —exclamó alegre colgando el teléfono. David desapareció de allí, dejándolos solos.

—¿Por qué gritas? —interrogó Claudia entrando al salón con un libro y un chocolate en la mano.

—Nada —contestó colocando su mejor cara de inocencia, a lo que Claudia desconfió más.

—¿Y ahora, qué harás? —preguntó al ver que marcaba un número.

—Krystal esta ocupada y ya se encargo de Michelle. Pero aún le falta algo, solo adelanto trabajo —contestó con el móvil pegado a la oreja—. Prima... —Claudia guardo silencio al escuchar eso, preocupada por los planes de Cloe—. Entonces lo harás... ¿Planes?... Qué va, yo no hare nada... Krystal... Ok, nos vemos luego.

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—Dime —ordenó molesta al ver que su hermana tenía otro magnifico plan.

—Nada, solo arreglaba cosas debido a que Krystal esta ocupada —dijo y pegó un saltito. Claudia observo confundida la forma en que se fue su hermana.

El sol ya había caído completamente, llevándose los últimos rayos de día, dejando a su paso las luces de farolas que iluminaban las calles de esa ciudad. Krystal con su mirada clavada al frente observando como las personas iban de un lado a otro con grandes sonrisas.

Con el sentimiento de culpa impregnado en sus labios. Le gustaría tener las repuestas de su corazón, sonreír con los detalles más simples sin preocuparse porque sucedería. Desearía decirle a su madre que no era tan simple hacer eso como le explico, que daba tener eso. Le gustaría escuchar que todo aquello era un cuento, y al despertar su padre estuviera allí con una sonrisa y dispuesto a darle un abrazo. Salir al jardín a escondidas con Mathew y Caín, para escapar de la pesadilla, contar estrellas y luego... él vendría y volvería a encerarlos, pero ellos estarían hablando acerca de las miles de formas que hacían las estrellas en el firmamento y a pesar de que el día fuera una pesadilla ellos le sonreirían.

Pero con desearlo no era suficiente, ellos estaban muertos, enterrados, pero eso no hacía que sus recuerdos lo estuvieran.

Tome los pequeños dijes que colgaban de su brazalete —el regalo de cumpleaños que Ethan le dio—, dos pequeñas estrellas con esos nombre grabados en ellas, las apretó entre sus manos intentando ocultar el dolor.

—¡¡Me encantan las estrellas!! —grito el chico feliz.

—Cierra la boca Mathew. ¿Quieres que vengan? —regañó Caín.

—Si duermen como rocas —exclamó molesto.

—Caín tiene razón —susurró la niña de grandes ojos azules y tímidos.

—¡¡Bah!! Krystal tú siempre te pones de su lado.

La niña rió y volvió la mirada al firmamento.

—Cuando muera, me convertiré en una estrella. —Mathew continuó con sus sueños llenos de estrellas y sonrisas, ante la atenta Krystal, siempre dispuesta a escuchar alguna locura de él.

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No se dio cuenta, la presión era tan fuerte que las pequeñas puntas se clavaron en su piel mostrando unos gotitas rojas y una mano nuevamente manchada de sangre, pero esta vez era suya.

—¡Te lastimas! —gritó Ethan obligándola a abrir la palma de la mano—. Mira lo que hiciste. Vámonos debemos curarte. —Tomo la mano de la chica, jalándola para irse de nuevo al hotel, pero ella se resistió.

—No quiero volver —replicó mordiéndose el labio inferior.

—No me importa, vamos.

Ella dejo de resistirse y lo siguió al ascensor. Ethan estaba tan cansado que tomaron un taxi, y en el camino decidió vendar su mano con un pañuelo.

—¿Qué haces? —interrogó al ver que él la abría la puerta de su habitación.

—Te curare la mano y dudo que quieras que entre a la tuya —contestó empujándola adentro.

Krystal se puso más nerviosa, no sabía que decir, decidió cerrar la boca para que de esta no saliera nada incoherente.

—No pienso violarte o algo parecido, mal pensada —burlo Ethan y las mejillas de Krystal pasaron de blanco a un tono carmesí—. Chicas… —rezongó antes de retirarse al baño.

Observo su alrededor mientras Ethan iba al baño para buscar el botiquín, había una camiseta tirada por el suelo, clásico de los chicos, pero el resto era igual a su habitación así que aburrida se sentó el lado de la ventana.

—No es mucho pero servirá —comentó al regresar con un botecito, algodón y una vendas.

—Haces demasiado alboroto por un pequeño corte —protestó ella cuando el se sentó frente con la mano extendida.

Aburrido tomo su mano sin permiso y la abrió con la palma hacia arriba y empezó a pasar el algodón con el agua oxigenada. Intento retirar su mano ante el ardor, pero él solo la sostuvo más fuerte

—Deja de ser llorona, "solo es un pequeño corte" —repitió sus palabras sin observarla. Termino de vendarla y la soltó.

—Gracias.

En golpeteo de la puerta los sobresalto. Ethan murmuró un seco "adelante" para que Santiago hiciera su aparición.

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—¿Qué hacen aquí? —Santiago enarco una ceja al verlos solos.

—Me lastime la mano t tu amigo insistió en curarla —contestó mostrándole la mano vendada—. Ya me voy, adiós.

Se fue de allí para meterse a su habitación y tomar su computadora se dijo y se dio cuenta de que tenía un mail.

"Cariño, no puedo creer lo que harás a ver si dejas de meterte donde no debes y te preocupas más por ti. Me mudare y te mantendré vigilada. Arregla las cosas"

Recibir ese mail era una condena de muerte, y a la vez la ayuda, pero bueno era los problemas que ella se metía por arreglar las cosas. Así que, resignada, se dispuso a organizar las cosas de Michelle y Joselyn.

Michelle trabajaba para el gobierno, por lo cual no podía negarse a un traslado, moviendo algunas cosas y dando datos logro que la transfirieran a su colegio al igual que logro con Joselyn que ahora sería maestra de Lizzie. Igual pensaba buscar a Joselyn al menos así no perdería más tiempo.

Capítulo 19: Temporada de cambios

—Extraño a Krystal —dijo Elizabeth soltando un pequeño suspiro.

—Ya volverá —replicó Nicolay tranquilo.

Lizzie sonrió ante la repuesta de su hermano y miró a su padre, observando una vieja fotografía. Corrió hasta él lanzándose en sus brazos y le dio un beso en la mejilla.

—¿Qué pasa nena? —Sorprendido le devolvió el abrazo.

—¿Crees que mamá donde está, es feliz? —interrogó con una mirada expectante.

Sebastián no soportaba esos ojos ilusionados, esperando que fuera un "sí" como respuesta, y a pesar de las muchas veces que él había dicho que su madre era un ángel y vivía en el cielo, cuidándolos desde allá, Lizzie constantemente necesitaba oír esa respuesta; era como si ella temiera que de un momento a otro su madre fuera enviada a un lugar lejano y lleno de gente mala.

—Claro que sí —respondió y la niña se abrazó al cuello. Nicolay que había escuchado todo sonrió contento y se acercó a su padre.

—Tú nunca te irás como mamá, ¿verdad papá? —inquirió desde el suelo con las manos cogidas.

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—No, me quedaré siempre con ustedes. No hay nada más importante para mí.

Sostuvo a Lizzie con un brazo mientras le revolvía el cabello a Nico.

—¿Ni aunque te demos problemas? —preguntó la rubia.

—¿Qué hiciste esta vez en la escuela? —Suspiró resignado, sabiendo a donde conduciría el interrogatorio.

—Yo no he hecho nada —exclamó, pero luego agregó para sí misma—,...aún. Es sólo que cambiaran la profesora y sabes que siempre termino cayéndoles mal —añadió con una mirada de inocencia total.

—Será mejor que cancele las reuniones para lunes —musitó.

—¿Hola? —preguntó al contestar el teléfono.

—Michelle —exclamó una alegre voz al otro lado de la línea.

—Jefe. —Era extraño que el señor Le Blanc la llamara a su casa, por lo cual tuvo un mal presentimiento.

—Michelle, te tengo una fantástica noticia. ¿Recuerdas que me pediste un aumento? —Sonrío el viejito—. Pues no pude hacerlo, pero conseguí que te transfirieran. No vengas el lunes y arregla tus cosas, te mudarás a Londres y trabajarás en el colegio Mayor. —El viejo estaba tan contento por ella, que colgó el teléfono sin esperar una respuesta.

Michelle se puso pálida ante esa noticia. Debió saber que Krystal no se sentaría a esperar que le revelara la verdad a Jasón. Miró a su pequeña Lina jugando tranquila y sin saber nada.

Era increíble lo rápido que podía pasar una semana, entre el ajetreo de que Joselyn y Michelle se mudaran. La sonrisa que Cloe le mandaba cada vez que estaba cerca de Ethan; no tenía ni idea de cómo se había enterado que se besaron, pero se lo echaba en cara cada vez que podía

Michelle la llamó varias veces, para pedirle que por favor modificara los papeles y cancelara el traslado; no se encontraba lista para enfrentar a su hermano.

—¿Qué te pasa Krystal? —interrogó Jasón al ver que su hermana estaba por las nubes. Ella dejó a un lado el libro, que se supone leía.

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Era lunes. Se encontraba con su uniforme escolar, Jasón con el traje que utilizaba en la oficina; era cuestión de minutos para ir al colegio y el nerviosismo por ver a ambas, comenzaba a notarse.

—No es nada —contestó con una media sonrisa.

—¿Segura? —Puso la mano en su cuello para saber si tenía fiebre—. Bueno no tienes.

—Jasón, ¿qué harías... si vieras de nuevo a Michelle? —inquirió observándolo.

—Yo... no lo sé. —Sonrío con tristeza. Él también la quería, podía verlo en su mirada, sus ojos brillaban y se notaba un color más claro.

Estaba por decir algo más cuando escuchó el timbre.

—Debo irme. —Tomó su mochila y salió sin agregar nada.

Ahí estaban todos, como cada mañana, con sus respectivos uniformes y las energías de siempre. Lizzie saltaba de un lado a otro contándole algo a Nicolay sobre el cambio de su maestra.

—Buenos días. —Saludó con cortesía y una sonrisa.

Empezaron a caminar, ella atrás, mientras que Ethan caminaba junto a Santiago. Él la miraba de reojo, parecía distraída desde el viaje y a pesar de que se moría de curiosidad por sus palabras, era difícil descifrarlas. Prefería dejar las cosas así.

Estaba tan perdida en sus pensamientos que no notó el corto trayecto, los niños se fueron corriendo a sus salones y Krystal se fijó que en la entrada del recinto escolar, se detenía un taxi.

—Nos vemos en clases —dijo y se fue para hablar con Michelle, que bajaba con Lina en brazos (la cual también llevaba el pequeño uniforme a pesar de ser de jardín), le pagó al señor y cuando volteó se encontró con esa mirada azul—. Hola.

—¿Por qué?

—Sabía que no darías pie a hacerlo por ti misma. Además, recuerda, tienes hasta diciembre para decírselo tú.

—Dame más tiempo —rogó Michelle abrazando a Lina.

—No. Nos vemos luego, serás la enfermera de la secundaría.

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No agregó nada más y se dirigió a su salón, Cloe la esperaba en la puerta.

—Eres increíble. —Habló con su sonrisa abrazándola. Krystal negó con la cabeza—. ¿Joselyn, te llamó? Le dará clases a Lizzie. —Pegó una saltito al imaginarse a su prima con la pequeña prima de Krystal que podía ser realmente una niña bromista y celosa.

—No, y ya lo sabía—contestó entrando al salón.

Elizabeth colocó el delgado cordel amarrado a un tacho, que iba pegado al asiento del profesor. Se encontraba parada sobre una silla y amarró el final del hilo, observó su obra maestra con atención, un sistema complicado para una niña de siete años.

—¿Qué haces ahí pequeña? —interrogó una voz muy cerca de su oído, de susto casi cae del asiento.

—Nada —replicó bajando del asiento y poniendo sus manos detrás de la espalda, con una mirada angelical. Contempló a la señora extrañada.

Tenía el cabello largo y extremadamente rizado, de color castaño oscuro como sus ojos. Vestía una blusa blanca de tirantes con un pequeño chaleco rojo, un leggi —pantalón pegado al cuerpo—, con una falda con puntos de colores y, finalmente, unos tenis rojos. Su mirada era intensa a pesar de la gran sonrisa que tenía.

—¿Cómo te llamas? Eres linda, apuesto a que tienes un lindo nombre.

—Ya viste mi "bienvenida", sólo pides mi nombre para mandarme a la oficina del director. Soy Elizabeth Abiatti. —Empezó a caminar hacia la salida cuando la mujer la detuvo sosteniéndola por el hombro.

—Liz, siéntate. —La niña asintió y se sentó al lado de su compañerita, confundida—. Soy Joselyn García, y a partir de ahora seré su maestra.

La maestra hablaba con su enorme sonrisa y de vez en cuando observaba a Lizzie. La pequeña planeaba la forma de borrársela, tenía la sensación de que ella venía a quitarle algo importante. Lizzie siempre confiaba en su intuición, por eso no se confiaba en esa nueva maestra.

Puede ser que le arruinara la "bienvenida", pero ella era mucho más lista, linda e inteligente; por eso se encontraba en clase de arte con su pequeño delantal y una paleta con muchos colores mezclados, listos para caer "accidentalmente" a la profesora cuando revisara.

Joselyn se acercó a la rubia. Puede que ella supiera de los planes de Krystal, pero Cloe no decía las cosas completas, por lo cual, inocentemente había caído en la trampa.

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Lizzie se levantó fingiendo estar emocionada, con una sonrisa juguetona, la paleta de colores en la mano. A medio camino tropezó, su dibujo terminó en el suelo con la paleta de colores sobre Joselyn.

—¿Estás bien? —interrogó levantándola del suelo—. Debes poner más atención.

Lizzie iba a replicar cuando el timbre sonó y decidió salir corriendo de allí para buscar a su hermano.

—¡Nicolay! ¡Nicolay! —Sus gritos se escuchaban a kilómetros y cuando lo vio, se abalanzó sobre él, tirándolo al suelo—. ¡No se enoja! Hice de todo, pero no se enoja. —La rubia lo sacudía por los hombros, desesperada al saber que, sus planes no funcionaban.

—¡¡Basta!! Elizabeth no sé de qué me hablas y estás mareándome.

—De la nueva profesora —exclamó como si fuera obvio—. Intenté hacerle la broma del balde que le cae en la cabeza, pero me descubrió; le tiré la paleta de colores, la chinche en el asiento. —Lizzie comenzó a enumerar con los dedos, pero él ya no la escuchaba, sólo veía a su primo Adrian siendo llevado de la mano de una chica de su clase.

—Son muy lindas. —La chica sonreía y arrancó dos pequeñas flores rojas. Le colocó una Molly, y la otra intentó enredarla en su cabello, pero al ser tan lacio la flor resbalaba.

—A veces puedes ser tan torpe —dijo él acercándose con una mirada resignada a su mejor amiga, y tomando la flor. Con un ágil movimiento la colocó en su cabello, enredándola con una trenza.

La niña le dio un beso en la mejilla. Se alejó al sentir el roce con el rubor por la vergüenza tiñendo su rostro.

—Pareces un tomate —rió ella—. Te has sonrojado

—No es cierto. Eres una mentirosa, Tatiana. Los hombres no se sonrojan, eso es de niñas. —Volteó el rostro y tomó a Molly de la mano, dejándola atrás.

—Hermano tonto —murmuró la pequeña en un balbuceo casi incomprensible. Él sonrió sin entender el porqué de las palabras. Molly miró a Tatiana e hizo un movimiento de manos llamándola para que los siguiera.

Tatiana esperó un momento antes de correr hacía ellos. Le molestaba que él la llamara por su nombre completo, se conocían desde hace años, y a pesar de sus insistencias en que le dijera "Tati", él nunca había accedido. Siempre era tan serio, casi nunca sonreía, y las pocas

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sonrisas que esbozaba eran las más bonitas que hubiera visto, mas nunca iban dirigidas hacia ella.

—¿Qué observas con tanto interés? —preguntó Krystal contemplando a Cloe.

—Adrian es muy tierno. ¿Cómo harás para que Joselyn se acerque a Sebastián? —consultó dejando a un lado sus ideas.

—No haré nada. Todo lo hará Lizzie. Le gusta gastar bromas y hasta que la persona no se enoje y la mande con el director, no estará feliz y él tendrá que venir.

Cloe asintió tranquila, y empezó a saltar a su alrededor.

—Dime qué tal besa.

—Averígualo tú misma —contestó aburrida de la charla. Odiaba el momento en que ella se enteró de las cosas. Sin importar cuantas veces le preguntara, Cloe sólo respondía: "secreto profesional".

Lizzie, sentada con las piernas colgando de la silla y sin observar al director, esperaba a su padre. Se había aburrido tanto de intentar molestar a la profesora, que le pegó un chicle en el cabello a una niña, el director la vio y finalmente terminó allí, sin esfuerzo alguno.

La puerta se abrió luego del "toc toc".

Sebastián entró con un elegante traje. Lizzie al verlo se bajó del asiento e iba a correr hacía él cuando su mirada la detuvo. Volvió a sentarse, quietecita y en silencio.

—Buenos días director, profesora. —Se quedó observándola extrañado, hasta que un ligero recuerdo de una chica de su secundaría y prima de las mellizas recorrió su mente. No dijo nada, ella ya no debía recordarlo, así que esperó paciente que el director dijera el castigo.

—Señor Abiatti, su hija le pegó un chicle a una niña. Esto no es una falta grave, mas no es la primera. Si no estoy mal, ya ha estado aquí cinco veces en lo que lleva del año. —La voz baja y ronca del viejo se escuchaba en la habitación—. Si le he perdonado sus faltas es porque sé lo de su madre y lo joven que es usted. Sin embargo, es muy revoltosa, no entiendo por qué no es como su hermano. —Sebastián lanzó una mirada envenenada al viejo por comparar a sus dos hijos, Joselyn dejó escapar una risita al ver el gesto, el director intentó corregirse—. Sus calificaciones son altas, no lo niego, pero debe cambiar su actitud —concluyó el anciano—. Pero tal vez, si tuviera una figura materna las cosas serían diferentes.

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—Señor, con todo el respeto que se merece, de mi hija me encargo yo. La muerte de mi esposa y el que sea joven no tiene nada que ver. —Se encontraba furioso, cansado de escuchar siempre palabras como esas, siempre intentado hacerlo sentir un incompetente—. Si me disculpa debo irme, supongo que el castigo será el de siempre. Suspensión por dos días. —Cargó a Lizzie y salió por la puerta sin despedirse.

—Papi, ¿estás molesto conmigo? —preguntó ella abrazándose a su cuello.

—Sí, no debes hacer esas cosas, no recuerdo cuantas veces te lo he repetido.

—Has cambiado mucho en estos años. —Una voz a sus espaldas le llamó la atención. Giró para ver a la chica de cabello largo y rizado con su colorido atuendo.

—Los hijos te cambian la vida —contestó encogiéndose de hombros—. Creí que no me recordabas.

Joselyn sonrió en respuesta, y caminó a su lado. Lizzie observaba extrañada el comportamiento de ambos, se conocían. Frunció el ceño y se abrazó más a su padre, como hacia siempre que alguna mujer se le acercaba. Tenía la firme convicción que todas las que lo miraban deseaban arrebatárselo.

Capítulo 20: Plan en marcha

Krystal se encontraba en las gradas del gimnasio dibujando, mientras veía los chicos de su clase jugando futbol y las chicas tenis. Ella no estaba obligada a hacer ningún deporte, cosa que molestaba mucho a las chicas de su clase, Selena principalmente.

El silbato sonó, dando aviso del término de la clase. Se fue a los cambiadores para recoger sus cosas.

—¡Miren chicas! Es la nena consentida. —Selena se encontraba frente a ella con su sequito de descerebradas, como les llamaban las chicas del colegio. Para la mala suerte de Krystal, su casillero estaba ubicado al lado del suyo.

No le dio importancia y pasó de ellas olímpicamente.

—Sé que andas mucho con Ethan, y te aviso que él es mío —dijo Selena de un momento a otro, empujándola contra el casillero.

—Nunca he visto que lleve tu nombre tatuado en la frente. Siempre creí que las personas son libres.

—No me importa, él es mío; y tú andas demasiado… como podría decirse… —Puso su mano en su cintura, y con su dedo índice libre dio pequeños golpes en su labio inferior,

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dando la impresión de pensar—, …cerca. —Sonrió con sarcasmo—. Sé que te gusta y no quiero que andes en los alrededores de mí chico —sentenció con rudeza.

—Ethan no me gusta —respondió con enfado y colgó su mochila—. Es el mejor amigo de mi hermano, es imposible que no lo vea. Igual no tienes que preocuparte por la competencia, te lo regalo.

Selena quedó satisfecha ante la contestación, pero aun así cuando salían del lugar, la empujó haciéndola caer al suelo. Krystal se apresuró a sacar un frasquito que tenía en los bolsillos y lo aplicó en su nariz, sin que nadie se diera cuanta. Pensaba usarlo más tarde, pero sería la mejor fachada para que la llevaran a la enfermería que caerse y ya, de paso le dio un timbrazo a Cloe.

El entrenador que vio todo desde la distancia, reprendió a Selena. Ella intentó decirle que fue un accidente, pero sus dotes de actriz no fueron lo suficientemente buenos, como para evitar la oficina del director.

—¡Peterson! —Brenda que no escuchó la discusión de ambas, espabiló al ver a Krystal sangrando por la nariz—. Llévela a la enfermería —ordenó el entrenador y obedeció.

Krystal se detuvo a mitad de camino y Brenda la observó extrañada. Cloe apareció corriendo por el pasillo y sacó de su bolsa algo de maquillaje, empezó aplicarle cosas en la cara a Krystal.

—¿Por qué hiciste eso? —protestó la menor.

—Si vas a actuar, debes hacerlo a lo grande y una simple sangrada de nariz no es suficiente para que llamen a tus padres, en este caso a Jasón —explicó dándole un espejo. Estaba más pálida, seguía sangrando y tenía indicios de ojeras, pero todo parecía completamente natural—. Bueno debo irme, llámame si me necesitas, no creo que mi profesor se trague mucho tiempo la excusa de ir al baño.

Cloe desapareció tan rápido como había llegado, y sin más preámbulo Krystal se dirigió a la enfermería. Brenda ya sabía del plan de ella, así que no debía explicarle la razón de su comportamiento.

Entró a la enfermería, y en el momento en que Michelle la vio tan pálida, se abalanzó sobre ella para sentarla en la camilla.

—Llama a mi hermano —susurró Krystal con voz débil, fingiendo que le costaba respirar.

Michelle le quitó el celular de las manos a Brenda, y marcó el número tan rápido como sus dedos se lo permitieron.

—¿Hola? —Jasón, al otro lado de la línea contestó el teléfono al reconocer el número de su hermana—. Krystal, ¿sucede algo?

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—Ella está en la enfermería —musitó moviéndose de un lado a otro, buscando los implementos.

Jasón no necesito más y dejó la reunión con unos importantes empresarios a medias.

—Michelle, dime ¿cuándo le dirás de Lina a mi hermano? —interrogó curiosa.

—Krystal ahora no tengo tiempo para eso —respondió más nerviosa, al tiempo que le media la presión.

Michelle mandó a Brenda a su clase, en la enfermería no sería de ayuda.

—Claro que hay tiempo, mi hermano viene y yo estoy perfecta.

—¿Qué? —Michelle la observó como si estuviera loca, ella se quitó el maquillaje con una toallita húmeda y bajó de la camilla, demostrando que se encontraba en perfecto estado, y le sonrió de forma maliciosa.

De pronto la puerta de la habitación se abrió y Jasón entró con una cara de horror. Abrazó a su hermana intentó recostarla mientras Michelle observaba horrorizada la trampa tendida por la chica.

—¿Qué pasó? ¿Te desmayaste? Te llevaré al hospital. —Jasón la revisaba desesperado.

—Estoy bien —respondió quitándoselo de encima y le señaló a Michelle. Al verla ahí se quedó como una estatua, Krystal negó con la cabeza y de su bolsillo sacó un papel—. Bueno, fue un placer que se vuelvan a ver. —Puso el papelito en manos de su hermano—.La dirección del restaurante, no lleguen tarde o perderán la reservación, está a nombre de Jasón. —Ambos adultos la observaron confundidos y como si no creyeran lo que sucedía—. Jasón, me quedaré a dormir en casa de Sebastián para que no tengas de qué preocuparte. —Le dio unas palmaditas en la espalda —. Michelle sería bueno que se lo dijeras hoy, sino me encargaré de que lo hagas otro día, de mí no escaparás —advirtió y salió de la habitación, dejándolos a ambos solos y con unas caras perplejas.

—Entonces, ¿qué ha sido de tu vida? —interrogó Joselyn. Se encontraban en un hermoso restaurante, luego de que los niños salieran de sus clases.

—No mucho, dos hijos, mi esposa murió —respondió con una voz algo quedada, aún le costaba hablar de eso.

Lizzie y Nico bajaron la mirada mientras comían, a ambos les provocaba tristeza que su madre no estuviera con ellos.

El mesero llegó a llevarse los platos y luego de pagar la cuenta, salieron de restaurante.

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—¿Quieres que te lleve a tu casa o algún otro lugar? —preguntó poniéndole el cinturón a Lizzie.

—No creo que a tus hijos les agrade mucho mi compañía —contestó con una sonrisa.

—¿Eso es un no?

—Sí, tranquilízate. Tomaré un taxi y me iré.

—De acuerdo, esperaré que lo cojas. —Se sentó, tranquilamente en el capo, mientras ella buscaba un taxi.

—Has cambiado mucho en estos años, el chico que recuerdo me hubiera dejado parada.

—Marie cambió muchas cosas cuando vivió conmigo —replicó con suavidad.

—Sí que cambiaste. Bueno hasta la próxima. —Se subió al auto que se había detenido frente a ella y se fue.

Sebastián se sentó en el piloto y miró por el retrovisor, ambos niños lo veían con caras de enfado y los brazos cruzados.

—Ella no me gusta. No quiero que vuelva a comer con nosotros. ¿Por qué la conoces? ¿De dónde? ¿Cuándo? —interrogó Lizzie recelosa, ella no aceptaba que nadie se le acercara a su papá.

—Liz, cálmate, es sólo una vieja amiga de cuando estudiaba. Además jugaste con ella cuando eras pequeña, solía visitar mucho a las mellizas hasta que fue a estudiar.

—No la recuerdo, y lo pasado, pasado. No me agrada. —Fue lo último que dijo antes de que arrancara el auto, y Nicolay asintiera a sus palabras.

Joselyn se bajó del auto y le pagó al chofer para adentrarse en la casa.

—¿Estabas con Sebastián? ¿Viste los grandes que están sus hijos? Son muy lindos. —La atacó apenas puso en pie dentro de a casa.

Cloe observó resignada su prima, sabía que le hablaría maravillas de todo y no se cansaría hasta que escuchara todo el relato.

—Sí, está muy guapo, los niños son verdaderamente encantadores —exclamó con una sonrisa—. Sobre todo Elizabeth, una niña encantadora y traviesa. Están muy grandes.

Joselyn le contó todas las bromas de Lizzie y cómo terminó en la dirección.

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—No puedo creer que haya hecho eso. —Cloe no se molestó en contener la carcajada e incluso, empezaban a salirle lágrimas de diversión.

—Se supone que deberías hacer tareas en vez de burlarte.

Hizo un gesto con la mano de que no tenía mucha importancia, y cuando se fijó en el reloj, salió corriendo de allí.

Krystal en su habitación leía, vio la hora y finalmente se decidió a levantarse e ir a casa de Ethan. No le agradaba ni cinco la idea de estar con él luego de Paris, de hecho había utilizado todos los medios para evitarlo.

Ethan se confundía cada vez más con ella, primero hablaban normales, le decía que lo odiaba, eran amigos, lo besaba y termina evitándolo; no lo comprendía ella era una chica extremadamente rara.

Pero cómo lo iba a hacer si ni siquiera Krystal entendía su actitud con él, ya había empezado a sospechar de la respuesta, mas era imposible considerando que lo conocía de hace poco tiempo.

—Llegas tarde —dijo él al abrir la puerta con los brazos cruzados.

—Lo siento —contestó entrando al salón sin darle importancia a su molestia.

—Sí, claro. —Tomó la muñeca de la chica para jalarla arriba, ella se sorprendió por el gesto aun así lo siguió, en silencio.

Los corredores de la casa eran muy parecidos, sólo que en la de Ethan se sentían oscuros y sin vida, a pesar de que las ventanas estuvieran abiertas, la luz no era suficiente para iluminarlos. Sentía frío de estar ahí.

—Tu casa es muy fría —susurró con cierta timidez.

—Lo sé, es por eso que no me gusta estar aquí, es molesto.

Abrió la puerta de una de las habitaciones y la dejó pasar. Tenía las paredes pintadas de verde con algunos posters de bandas de rock, autos, fotografías con sus amigos. Había muchas en las que estaba con Santiago y los niños. Siguió hasta el centro el televisor con la mesa y un x-box, muchos juegos de video, una estantería para CD's y vaya que tenía muchos. Él fue directamente al escritorio por sus libros y los tiró sobre la cama.

La tarea era de física, algo que odiaba, pero era bueno. No sabía cómo a su loco profesor se le ocurrió poner parejas de chico y chica, muchos habían protestado, mientras que para otros era una oportunidad de ligar.

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Empezó a sacar cosas, y con ayuda de ella, ponerlas en su lugar. El trabajo consistía en hacer una ballesta y obtener las variantes: velocidad, tiempo, distancia y todo lo que el profesor les había dicho. Investigaron como realizarla y ahora sólo quedaba hacer el experimento y el informe.

Pasaron toda la tarda en eso, casi sin hablar, lo único que pronunciaban era lo necesario y nada fuera del trabajo. Al terminar, la empleada les trajo unos bocadillos, que ella aceptó comer por no ser grosera.

—¿Por qué no tienes fotos con tu familia? —inquirió de pronto, luego de observar su alrededor.

—¿Qué te hace pensar que no? Tengo las fotos de quienes considero mi familia aquí.

—Pero… no tienes fotos de tus padres, ni cuando eras pequeño. Tampoco hay en los corredores —explicó.

—¿Quiénes son Mathew y Caín? —La cara de Krystal se puso pálida, y la taza de la que estaba tomando, cayó al suelo.

—¿Dónde escuchaste esos nombres? —Fue lo único que logró balbucear con un nudo en la garganta.

Ethan la observó con el entrecejo fruncido, su rostro más blanco de lo normal y su mirada perdida con un brillo en sus ojos azules que nunca había visto.

—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —Con un gesto de cabeza le pidió que le dijera—. Lo vi en los dijes, cuando te curé la mano. ¿Quieres que llame a Santiago? No te ves bien.

Intentó acercarse, pero ella se levanto rápido del suelo, sus manos estaban apretadas en un puño, sus nudillos blancos.

—Gracias por todo, debo irme. —Tomó las cosas que estaban regadas y las metió a la mochila como pudo. Controlando el temblor de sus manos, se dirigió a la puerta—. Lamento el desastre —dijo de forma seca, refiriéndose a la taza rota.

Empezó a recorrer los pasillos tan rápido como sus pies se lo permitieron. Ethan la siguió e intentó detenerla, sorprendido porque sólo dos nombres fueran capaces de ponerla nerviosa.

Estaba punto de tocar el picaporte, cuando la puerta fue abierta de forma abrupta y la tiró al suelo. Un hombre fornido se atravesó en su campo de visión, Ethan a unos pocos pasos se acercó para ayudar a Krystal a levantarse.

El hombre la observó de hito en hito, ella miraba esos ojos verdes fríos e inexpresivos, el cabello, entrecano y un traje muy elegante.

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—¿Qué te dije sobre traer a tus amigas? Creí que te había quedado claro que no quería que hicieras estupideces en mi casa —habló con voz grave y una mirada desdeñosa.

—Es una compañera de clases y estábamos haciendo un trabajo —replicó con un tono de voz alto y exasperado, colocando a Krystal detrás suyo.

—No te permito que me alces la voz —farfulló rabioso.

—En igual caso ya se va. —Tomó la mano de Krystal y la sacó fuera del campo de visión de su padre.

Cruzaron el otro lado de la acera, y la dejó frente a su casa. Tenía ganas de golpear algo, su padre siempre pensaba mal de él, y a pesar de la poca importancia que le daba, chasqueó la lengua con molestia.

Krystal le dio un adiós y gracias y entró. Corrió al baño, y en el botiquín buscó desesperadamente un frasquito. Cuando por fin lo encontró, lo abrió y tomó una de las pastillas, luego de eso agarró la mochila con sus cosas de mañana y la pijama para dormir en casa de Sebastián, tal y como le dijo que haría a Jasón.

Entró sin hacer ruido y vio a los niños armando alboroto con unas pistolas de agua, Sebastián persiguiéndolos para darles un baño, y a Santiago sentado tranquilamente junto a Ethan, comiendo cereal.

Capítulo 21: Pesadillas

En su mente sólo reconocía esos ojos negros, como dos pozos sin fondo, el abismo en que siempre se hundía de niña: miedo, tristeza, culpabilidad. Un hoyo negro que la tragaba, era lo único que recordaba en ese momento.

Una sonrisa sádica se asomaba en esos labios secos y gastados, tragó saliva y corrió lejos de aquel hombre de ojos negros.

La tranquilidad del bosque era interrumpida por los disparos, una nueva salpicadura de sangre los detuvo, Caín cayó al suelo con la pierna herida.

Mathew se acercó para ayudarlo, pero lo empujó hacia la cueva cercana y luego le siguió como pudo. El túnel daba al otro lado con un valle, pero el espacio era tan pequeño que sólo un niño cabría por ahí.

—Sácala de aquí. —Caín estaba tirado en el suelo, su pierna y su brazo estaban heridos, pero haría lo que fuera por salvar a su hermano y a Krystal—. Mathew, corran lejos de aquí, yo lo distraeré.

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—¡¡Ni loco!! ¡No pienso dejarte aquí! —exclamó con enfado y se acercó para ayudarlo a levantarse.

Caín lo tiró al suelo y le dio un golpe en la barbilla, él lo observó confundido.

—No se golpeen —imploró Krystal comenzando a llorar.

—Vete Mathew, lleva a Krystal con sus padres. Prometo que los alcanzaré luego —dijo, pero no evitó la mueca de dolor.

—Mientes. Estás herido, así no podrás alcanzarnos.

Caín lo sabía, estaba perdiendo mucha sangre y no resistiría caminar hasta un pueblo que se hallaba a kilómetros de ahí. Sacó un arma que tenía escondida en el pantalón.

—Juro que si no te largas ahora mismo, morirán a mis manos. Prefiero ser yo, a que ese maldito desgraciado los asesine también —susurró al tiempo que le quitaba el seguro al arma.

—No serías capaz —replicó su hermano. Caín disparó, la bala a penas le rozó el brazo logrando una leve cortadura. Aquello fue una amenaza, su mirada era fría, demostrándole a su hermano que estaba dispuesto a cumplirla.

—Lárgate de aquí, le prometimos que la llevaríamos con sus padres —señaló a la niña de cabello negro que temblaba y sollozaba—. No te pongas a llora. —Mathew dejaba que las lágrimas corrieran libres por su rostro—, debes ser fuerte. Ahora todo depende de ti. Eres el mejor hermano que pude tener.

—¡¡Pero…!! —Ambos intentaron protestar, Krystal y Mathew, pero él los calló con un gesto.

—Sácala de aquí —ordenó con una voz fría y áspera, podía escuchar los disparos cada vez más cerca, el tiempo para que se fueran acababa.

Mathew levantó a Krystal del suelo, mientras ella sollozaba y la arrastró al interior de la cueva. No fue capaz de girar cabeza para ver una última vez a su hermano, habían crecido juntos, dejarlo ahí era perder una parte de sí mismo.

—No te vamos a dejar aquí. ¡¡Te asesinará!! —sollozó desesperada intentando zafarse del agarre y correr hacia él, hizo un gesto para despedirse de la que era como su hermana pequeña.

—¡¡Sin importar lo que pase, sonríe siempre!! —gritó observando que la oscuridad los engullían.

Volteó el rostro al bosque, escuchó los gritos a lo lejos.

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—¡¡Estúpidos mocosos, ¿dónde se habrán metido?!!

—¡¡Búscalos!!

Un nuevo disparo remeció la cueva. Krystal que aún miraba hacia atrás, vio el cuerpo de su amigo siendo atravesado por una bala.

Su respiración agitada, el sudor en la frente y su corazón latiendo a mil. Ethan la sacudió nuevamente y sus ojos por fin se abrieron, su mirada perdida y el rostro húmedo. Ella se abrazó al primero que encontró, sollozando en silencio.

Los niños insistieron en dormir todos juntos, tanto que terminaron acostados en la habitación de Santiago. Lizzie y Nico dormían a pierna suelta, se movían tanto que Nico estaba medio recostado en el torso de Santiago, que se encontraba con unos tapones para los oídos.

Ethan no podía dormir, y siendo ya de madrugada escuchó que Krystal sollozaba entre sueños, por lo cual intentó despertarla. Ella pareció calmarse.

—¿Qué puede ser tan horrible como para despertar así? —interrogó con voz suave y aterciopelada, ella negó con la cabeza y se abrazó fuerte a él—. Dímelo.

—El hombre de ojos negros —susurró muy bajo.

—¿Qué…? —Ella no pensaba decir nada más, incluso se había quedado dormida en el abrazo. Intentó no moverla y se recostó a su lado de nuevo, con ella en su pecho, debido a que sostenía su camisa como si se le fuera la vida en ello.

Unos ojos celestes lo habían observado todo en absoluto silencio.

Una sensación cálida y reconfortante la envolvía, además de la pesadilla, recordaba haber dormido tranquila, algo que hace tantas noches no hacía. El movimiento de un pecho y unas risas la obligaron a abrir los ojos. Los niños la observaban risueños, se volteó y notó a Ethan abrazado a ella.

Intentó levantarse, pero él se giró y quedó a atrapada entre sus brazos.

—E… Ethan —balbuceó intentando despertarlo. —Él se movió, pero se negaba a abrir los ojos, continuó llamándolo, aunque al ver que era tarea imposible, gritó—. ¡Despierta!

—¿Ah? —Medio dormido vio que ella estaba atrapada, con las mejillas rojas y la aplastaba—. ¿No te enseñaron a respetar el sueño de los demás? —interrogó liberándola y los niños rieron.

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—Pero si serás… —musitó enfada y se levantó para darle un almohadazo.

—Recién despertada y ya estás agresiva.

—Contigo no vale la pena luchar, eres idiota. —Tomó una mochila con su uniforme y se fue al baño de la habitación de invitados.

Santiago despertó por el alboroto y también se metió al baño, dejando a Lizzie con Ethan, Nico también se había ido

—Tú deberías ir a arreglarte. —Lizzie estaba sentada frente a él con las piernas cruzadas y una mirada muy seria.

—La salvaste. —El mayor la observó con confusión—. Me refiero a Krystal. La salvaste del hombre de ojos negros y las manos manchadas de sangre —explicó—, siempre tiene pesadillas y aunque intentemos despertarla no se puede hacer mucho, ella lo hace sola.

—¿Sabes de eso? ¿Quién es el hombre de ojos negros? ¿Qué le hizo? —Una pequeña esperanza surgió en él, de por fin saber que ocultaba la chica—. ¿Mathew y Caín tienen que ver con él?

—Sí, sé algo, pero papá me dijo que nunca lo dijera. No quería que nosotros lo supiéramos, lo espié hace un año cuando hablaba con alguien sobre eso. No puedo decirte quién es y eran ellos —respondió.

—¿Cómo es ese hombre? ¿Sabes su nombre?

—No lo sé, nunca lo he visto, sólo tía Krystal lo conoce. Es el hombre de ojos negros y las manos manchadas de sangre, no te puedo decir su nombre.

—Vamos Liz, un nombre, sólo necesito un nombre —suplicó tomándola por lo hombros. Le miró y se mordió el labio inferior.

—Mike…—La pequeña se tapó la boca—. No le digas a nadie que te lo dije. Sólo los mayores saben de él.

Lizzie se levantó y lo dejó solo.

Mike… el hombre de ojos negros y las manos manchadas de sangre. Era estúpido, pero sentía la necesidad de saber qué ocultaba Krystal.

—¿Cómo te fue anoche? —interrogó a Michelle cuando la vio bajar del auto con Lina. Sus sobrinos y hermano ya se habían ido.

—No puedo creer que hicieras todo ese teatro sólo para que hablara con tu hermano. No se lo dije. —Se cruzó de brazos con frustración y frunció el entrecejo.

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—Era una oportunidad perfecta —protestó irritada.

—Tal vez para ti, pero no es tan fácil. —Michelle tenía la mirada baja, al ver a su mamá así Lina acarició su mejilla con cariño.

No le divertía poner mal a Michelle, todo lo contrario, pero si no lo hacía jamás le diría algo a su hermano sobre Lina. Suspiró cansada y decidió ir a clases.

Lizzie se sentó en las escaleras con las manos apoyadas en las rodillas y la mirada baja.

Desde la muerte de su madre, Sebastián tuvo que encargarse sólo de ellos, y como debía trabajar, Janet la cuidaba en las tardes, siempre y cuando no estuviera suspendida, que era cuando lograba que su padre se quedara con ella en la mañana. Hubiera contratado una niñera, mas la idea de que una mujer estuviera en sucasa, y no fuera de la familia, a Lizzie le molestaba muchísimo. Ella era una niña muy celosa con su amado papá y tenía la firme convicción, de que los papás sólo podían estar con la mamá.

—¿Qué pasa Lizzie? —interrogó Janet al verla cabizbaja.

—Papá tiene una nueva amiga y no me agrada, además es mi profesora —respondió mirándola.

—Ah, es eso. —Janet suspiró y se sentó a su lado—. Liz no puedes esperar que tu papi se quede solo toda la vida —agregó abrazándola con cariño.

—¿Por qué no? —protestó molesta.

—Porque lo papis necesitan a alguien que les ayude. Como yo a tu tío o como tu madre le ayudaba tu padre. Necesitan a alguien que los quiera y no es como el amor que tú puedes darle —dijo al ver que ella iba replicar—. Lizzie, hay cosas que no puedes darle a tu padre.

—Pero, no quiero que haya alguien más en casa. Papá sólo puede querer a mamá —continuó con tozudez.

—Dime Lizzie, cuando Marie murió tu padre se puso muy triste ¿verdad? Y aunque pasó el tiempo nada volvió a ser igual. —Asintió—. No crees que será genial verlo feliz de nuevo… como cuando tu mamá vivía.

—Sí, pero ella no me agrada, no la quiero y papá no estará con ella —renegó cruzándose de brazos. Janet suspiró y se levantó, por lo menos había hecho el intento.

—Puede que no sea ella, pero algún día tu padre querrá a alguien más, sólo promete que cuando lo haga no te enfadarás con él o con la persona que elija.

Lizzie esperaba que nunca llegara ese día y prefirió ir a ver televisión, dejando a Janet parada.

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—Necesito una buena excusa para reunir a mi hermano con Joselyn, y otra mejor para que Michelle no pueda negarse a ver a Jasón, y finalmente confiese. —Krystal caminaba en círculos con la mano en la barbilla y la cabeza gacha, sumamente pensativa. Cloe, tras suyo, hacía lo mismo.

—Yo necesito una muy buena para que me digas qué pasó en el viaje. —La menor dejó de caminar y se plantó en el suelo frente a ella, que al tener la mirada baja chocó—. Y ahora ¿qué pasa?

—Ya te dije que dejaras el estúpido tema del viaje, aún no me explico como lo supiste —exclamó con los brazos abiertos y la apuntó con el dedo—. Espero que no nos hayas mandado a seguir —entrecerró los ojos y cuando Cloe soltó una risita nerviosa se enfado.

—Debo cuidarte —dijo defendiéndose.

—No puedo creerlo, no soy un bebe y lo que haga no es tu problema.

—¡Por supuesto que es mi problema! Quiero saber por qué te sonrojaste cuando te mencioné a Ethan esta mañana. Hicieron algo anoche que se quedaron a dormir en casa de Santiago. —Krystal quedó con la boca abierta, Cloe le pegaba golpecitos en el codo en señal de sospecha y con una mirada pícara.

—¡Claro que no! No sé cómo te diste cuenta, pero no hice nada con él —respondió exaltada y con las mejillas ardiéndole—. Era la casa de mi hermano y los niños estaban ahí.

—O sea que si fuera tu casa y los niños no estuvieran, hubieras hecho algo. —Su cara estaba tan roja que parecía punto de explotar, Cloe se divertía como nunca al abochornarla.

—¡Eres imposible! Vete a tus clases y déjame en paz —gritó más avergonzada que irritada. Cloe no aguantó más la risa y se carcajeó libremente al verla huir, rumbo a clases.

—Tonta Cloe. ¿Cómo se le ocurre que haría o haré algo así? A mí él no me gusta, es el mejor amigo de mi hermano y… —renegaba hablando consigo misma hasta que chocó con alguien. Sus mejillas se encendieron de rojo carmesí al reconocer a Ethan, venía de jugar fútbol en el descanso, sin camisa y con algunas gotas de sudor por el pecho y el rostro.

Él enarcó una ceja al verla estática y con las mejillas rojas en mitad del pasillo.

—¿Te pasa algo?

—Pues… yo… no… Ah, déjame en paz —balbuceó, ya molesta decidió irse, furiosa consigo misma y con todos.

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—Ethan, ésa era la chica de la otra noche ¿cierto? —interrogó un chico de cabello castaño rizado.

—Cállate Max —gruñó yéndose a zancadas.

Capítulo 22: ¿Destino o casualidad?

Caminó por el pasillo silencioso y desolado, todos estaban en el jardín. Cerró los ojos pero esos pozos negros aparecieron en su mente, sintió una respiración cercana y se alejó rápido con una pose de ataque, dándole un golpe a la persona que se encontraba frente suyo.

—Vaya, para ser pequeña eres buena —comentó David deteniendo el ataque y colocando su brazo detrás de la espalda, inmovilizándola. Emitió un quejido al sentir la presión—. ¿Qué te hizo que me atacaras? Es extraño, recuerdo que escuché que te atacaron le otra noche, pero Ethan fue quien te defendió. —Bajó la mirada—. Supongo que es porque cuando nos vemos en verdadero peligro, es que sacamos a flote nuestras verdaderas habilidades. ¿Qué puede hacer que te veas en tanto riesgo? —Susurró muy cerca de su oído.

—Suéltame —pidió suavemente.

—¿Tiene que ver con esto? —interrogó con un papel en la mano, estaba arrugado y con ralladuras, como si luego de hacerlo la persona hubiera masacrado el papel, apenas podían notarse los trazos del rostro de un hombre.

Con un movimiento rápido e inesperado se soltó del agarre y le quitó el dibujo, no se explicaba cómo llegó a manos de él, cuando lo había tenido en su bolsillo desde que lo dibujó.

—No me importa quién seas. No es de tu incumbencia nada de lo que haga —musitó tomando una actitud agresiva, que no se era normal en ella.

—Sorprendente, las personas cambian muy rápido cuando están en peligro sus secretos —sonrío en completa calma, ignorándola—. Además, sí quiero ayudar a Cloe debo tener información acerca de la persona. —Su voz era tranquila, la actitud no parecía un problema para él.

—¿Qué…? ¿Fuiste quien nos siguió? —interrogó enojada.

—Sí —contestó en completa calma. Ella apretó los puños.

—Lo que haga o deje de hacer y tenga que ver con mi pasado, no es problema de nadie. —Dio media vuelta y se fue tan rápido como sus pies se lo permitieron.

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La campana del timbre sonó indicando el final de las clases, los pasillos estaban tan abarrotados de chicos, que deseaban llegar a casa, que nadie se dio cuenta como una figurita infantil, que apenas podía caminar, salía por la puerta principal.

—Krystal… Lina. —La chica le observó confundida. Michelle estaba con los ojos húmedos y el rostro pálido, a punto de entrar en un ataque de histeria—. Ella estaba conmigo y ya no está. ¡No la encuentro! —gimió.

Los niños de la guardería salían más temprano que primaria o secundaría, por lo cual Michelle debía recoger a su pequeña hija y tenerla un rato en la enfermería mientras trabajaba. Cometió el error de dejarla sólo unos segundos descuidada, y cuando volvió a buscarla no estaba. La buscó por todos lados y su pequeña no se encontraba, necesitaba ayuda para encontrarla.

—Primero cálmate, no conseguiremos nada así. —Tomó su teléfono mientras Michelle intentaba calmarse. El recinto era demasiado grande como para que sólo dos personas buscaran una niña—. ¿Cloe?... Estás ocupada… Un examen… No, está bien. —Colgó el teléfono—. No puede ayudarnos y los niños deben ir a casa. Espérame —dijo cuando vio a Ethan.

Él lo sabía, conoció a la pequeña niña en París, y aunque no deseaba pedirle ayuda, tomó su muñeca y la jaló.

—Lina se perdió, ayúdame a buscarla —suplicó.

—Claro, dile a Adrián que se lleve a todos.

Agradeció con la mirada y le envió un mensaje a su sobrino para que no los esperara, y le dijera a Jasón que llegaría tarde.

—Vámonos —dijo Adrián caminado hacia la verja con Tatiana a su lado.

—¿Y Krystal? —interrogó Nicolay.

—Dice que irá luego —respondió caminando.

Tatiana se extrañó al escuchar un lloriqueo de un arbusto cercano, abrió el follaje y se encontró con unos ojos azules húmedos y perdidos.

—¡¡Qué nena más linda!! —exclamó Tatiana con una sonrisa—. Creo que se ha perdido y el director ya se fue. Lo mejor será llevárnosla.

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No esperó que los otros dos respondieran, cogió la niña y caminó calle arriba, ellos se quedaron chocados, pero corrieron tras ella.

Tatiana y Adrian debían hacer un trabajo, por eso ambos se dirigieron a casa, allí le dirían a Janet que avisara de la niña perdida.

Michelle sollozaba desconsolada. Habían pasado horas y aún no encontraba a la niña por ningún lado.

—Jasón podría encontrarla, díselo o lo diré yo. —Krystal se cruzó de brazos con enfado.

Michelle sollozó de nuevo, pero no lo negó. Le aterraba la idea de ir y decirle: "Jasón, el día que nos vimos olvidé decirte que tenemos una hija, la razón por la que te lo digo ahora, es que la niña se perdió y necesito encontrarla". Ella no podía decírselo así, él era extremadamente sobreprotector y siempre tomaba sus responsabilidades muy enserio, decirle que tenía una hija le traería problemas, aunque claro, pudo evitarlos sí se lo hubiera dicho cuando descubrió que estaba embarazada.

—Está bien. —Aceptó en un sollozo ahogado.

Ethan había escuchado todo, podía entender de cierto modo a Krystal, estaba mal que no le dijeran nada sobre la niña, pero él no era parte de la familia, y si ella lo aceptaba no tenía por qué decir algo.

Caminaron calle arriba, el sol empezaba a ocultarse y el cielo se teñía de naranja. Se fueron a la casa de Janet, porque necesitaba que primero Michelle se calmara, tocó el timbre. Adrian apareció junto a una niña de su edad, con el cabello muy lacio y negro.

—Hola tía, Ethan ¿Michelle? —Adrian se sorprendió al verla de nuevo y más con esos ojos llorosos, le regaló una triste sonrisa, nerviosa se acercó al niño.

Conoció a Adrian, y su demás sobrinos, cuando en una ocasión viajó para navidad. Tenía miedo porque ellos lo sabían todo de como se alejó de Jasón, y no se sentía bienvenida. Contrario a lo que pensó el chico, la dejó pasar gustoso.

—¿Dónde está Janet? Necesito su ayuda. —Adrian señaló la cocina y justo cuando estaba a punto de cerrar la puerta, una camioneta negra se detuvo en frente, reconoció el auto de Jasón que no tardó en salir con el cabello revuelto y la corbata desanudada.

Una imagen que hipnotizaba, Michelle recordaba cómo era en la universidad, con esa sonrisa siempre dejaba a sus pies a las chicas, pero él sólo tenía ojos para ella, por lo cual

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no se daba cuenta. Pero en aquel momento, más que hipnotizarla, sintió un enorme miedo, sus ojos se cristalizaron.

—¿Cómo están? —inquirió con una sonrisa. Michelle no lo soportó y salió corriendo a la cocina, seguida de Krystal.

Un lloriqueo se escuchó fuerte y claro al entrar, y la imagen de Janet con una nenita de ojos azules en brazos.

Michelle dejó escapar un sollozo y al ver la niña caminó hasta ella, abrazándola con fuerza y aliviada. Janet observó extrañada la actitud y se fijó en Krystal con la duda en sus ojos, ésta asintió como respuesta a la silenciosa interrogante.

—Lina nunca vuelvas a asustarme así. —Abrazó a la niña con fuerza y besó sus mejillas, nariz y cualquier cosa que encontrara a su paso. Estaba tan feliz de que su pequeño tesoro estuviera devuelta, que se olvidó donde se encontraba y el porqué estaba ahí, además que un par de ojos miel la contemplaban.

Se giró y finalmente los vio, el cabello negro y la mirada de confusión, una nueva lágrima se deslizó por su mejilla y Lina la limpió con su mano.

—Yo… puedo explicártelo —susurró acercándose. Jasón permaneció inmóvil, no sabía qué hacer, esos ojos azules como los de su hermana y los de su madre, el cabello negro y rizado. Bajó la mirada incapaz de verlo.

—Lo mejor será que hablen a solas. —Janet empujó los niños hacia afuera, pero él le arrebató la nena de los brazos y se la pasó a Krystal, tomó la mano de Michelle y la sacó de la casa.

—¿La niña…? —Nicolay no fue capaz de continuar con su pregunta, todos permanecieron en un silencio sepulcral.

La calle estaba desolada y las luces del faro iluminaban las calles. Jasón cruzó el jardín y abrió la puerta de la casa, nervioso caminó en círculos frente a ella.

—Quiero saber su nombre y el porqué no me lo dijiste —susurró tragando saliva. Ella se encontraba con la mirada baja, no se atrevía a decirlo—. ¡Maldita sea, Michelle. Dímelo! —gritó ya desesperado levantándole el rostro de una forma brusca. Se asustó por su propia reacción y se alejó de ella.

—Lina, lo supe unas semanas luego de irme. No sabía cómo decírtelo, me asusté y por eso no regresé —balbuceó.

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—No me dijiste por qué te fuiste. Íbamos a casarnos, pero un día decidiste irte, no diste respuesta a mis preguntas. No te seguí. No había sentido en hacerlo, pensé que ya no me querías —dijo decepcionado dejándose caer al sillón.

—¡¡Yo te amaba!! Sigo haciéndolo —musitó acercándose.

—Una hija… una niña. Siempre quise una. ¿Por qué?

—No podía, tenías una vida, responsabilidades. Yo no importaba, había cosas más importantes que estar conmigo y aún así lo hacías. Siempre cuando te necesitaba, estabas ahí. No podía distraerte con cosas que eran más importantes que estar con la chiquilla que te seguía. —Jasón negó con convicción.

Siempre la quiso, y si no lo hubiera hecho, no le hubiera pedido matrimonio, pero esa maldita obsesión de Michelle con que cualquiera era más importante.

—Krystal…

—Ella nada —cortó cuando supo lo que iba a decir—. Mi hermana siempre ha sido lo más importante que tengo, lo único que me quedaba. Quiero a mis hermanos, pero no son ella. Aún así te amo, siempre te consideraste menos que ella, menos importante, cuando era lo único que yo quería de forma diferente, pero lo que quiero.

—Perdón —soltó una lágrima.

—Estar contigo y tener a mi hermana, no necesitaba nada más. Te fuiste y me ocultaste a mi hija. No es algo que piense perdonarte. Quiero a la niña, Michelle. —Estaba decidido, quería ser un padre, lo quiso desde siempre, poder estar con sus hijos como su padre lo estuvo, pero él murió y los dejó solos

—No puedes quitármela —habló aterrorizada.

—Estoy en todo mi derecho de pedir a la niña y lo sabes. Por habérmela ocultado, si te demando podría quitártela, pero no hago las cosas así. Quiero estar con ella y punto, no te la quitaré, mas si me niegas mi derecho, no tendré alternativa —susurró con dureza.

Michelle no era capaz de pronunciar palabras. Sabía lo que era para él tener un hijo, siempre lo había querido, por eso el nerviosismo cuando Krystal lo supo todo luego del tiempo, si lo hubiera dicho desde un principio no se encontraría así.

Pero Krystal siempre había sido el mundo de Jasón, la razón de su vida, y aunque él la amaba se sentía un estorbo que le quitaba el tiempo con su hermana, algo que le pertenecía por derecho, por aquel entonces que no estuvo con ellos, por el tiempo que estaría con ella. Decidió irse, algo estúpido visto desde el punto de los demás, pero no para ella que lo sabía todo acerca de la niña.

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Un año podía cambiar la vida de alguien, no tener a quienes quería durante ese tiempo, pensando que estaba muerta. No era sólo eso, también perder a su madre. Con el pasar de los meses y la desesperación, finalmente el corazón de su madre dejó de latir. Su hermana, a pesar de las esperanzas que tenían en que seguía viva, no había rastro de ella. Las personas decían que estaba muerta, que lo olvidaran. Sin embargo, un año luego, un chiquillo llegó a un hospital, lejos de la ciudad, desnutrido y con el rostro pálido junto a una niña que sólo fue capaz de llorar y entre sollozos decir su nombre cuando vio a su amigo morir.

Nadie pudo hacer nada por aquel niño que entregó su vida por ella, que sólo le pidió que viviera por él y que regresaría con su hermano. Jasón les debía su vida a aquellos niños.

—No pienso negártelo, no tiene sentido. Sé que me buscarías y me la quitarás si escapo, tu hermana ya me encontró una vez, no sería difícil que lo volviera a hacer. —Jasón asintió convencido y se levantó.

—Mañana pasaré luego del trabajo e iremos a almorzar, de paso recogeré a mi hermana. Hoy tengo cosas que decirle y estás de los nervios. —Su voz era más fría y calculadora, la misma que usaba en la empresa cuando debía negociar con empresarios que se creían más sabios por ser más viejos.

Caminó a paso decidido, dirigiéndose a la calle y deteniéndose frente al auto.

—Espérame aquí —ordenó abriéndole la puerta del copiloto y fue casa de Eliot.

Janet se acercó a él, luego de que Krystal abriera la puerta, y le entregó a Lina envuelta en una manta, profundamente dormida.

—Hablaré contigo luego. —Avisó acomodando a la nena entre sus brazos.

—¡Vaya! El regaño que me espera. Que descansen y creo que lo mejor será que Jasón le dé la noticia a Eliot y Sebastián.

Se despidió de todos y se fue.

Capítulo 23: Un sábado agridulce

—Entonces, almorzaste con tu hermano y Michelle. —Cloe pegaba saltitos a su alrededor mientras caminaban por el jardín del recinto—. Las cosas salieron mejor de lo que pensaste, y no debiste hacer nada, incluso Lina puso en bandeja de plata que confesara.

—Tuve que traer aquí a Michelle —replicó.

—¿Cómo lo tomaron los niños y tus hermanos?

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—Los niños saltan de alegría y a mis hermanos aún no se lo dicen, lo harán el sábado en una cena a la que todos están invitados —dijo con una media sonrisa.

—Déjame adivinar, Joselyn está invitada y fue tu idea. —Asintió como respuesta.

—Aunque, era seguro que ella iría. —Cloe soltó una risita—. Olvidé que ellos se buscarán solos.

—Ahora sólo falta una pareja. —Se llevó la mano a la barbilla y golpeó el suelo.

—Olvídalo de una vez por todas —musitó con voz apagada—. A veces pienso que Joselyn no debió presentarnos.

Cloe se detuvo y sosteniéndola por los hombros, con el ceño fruncido.

—Dime que no te gusta Krystal, y lo haré. Te dejaré en paz, te conozco lo suficiente para saber que a estas alturas ya has pensado en una repuesta. No puedes mentirme —agregó cuando ella iba a balbucear algo para contradecirle.

Tragó saliva y negó con la cabeza, no tenía caso mentir.

—Hemos hablado de esto, ¿puedes dejar en paz el tema? —interrogó suplicante.

—Me confundes. Dijiste que querías que te ayudara, pero no me dejas hacerlo.

—Es porque te metes en cosas que no tienen nada que ver —susurró como respuesta.

Cloe no hizo caso y continuó con sus saltitos, mientras pensaba qué hacer. A ella no le importaban las cosas, Krystal se preocupaba por los demás, pero a Cloe no se olvidaba de su amiga.

A veces se preguntaba cómo era que estaba rodeada de un montón de locos, Cloe con su hiperactividad y dramatismo, Claudia con sus crisis de abrazos y Joselyn… bueno ella era otro caso.

El sábado se encontraban reunidos en el jardín de Jasón y Krystal. Los mayores charlaban o asaban la carne, se le ocurrió hacer una parrillada para reunirlos a todos, los niños corrían de un lado a otro.

Jasón quería dar la noticia cuando sus familiares y amigos más cercanos estuvieran, por eso invito las mellizas y Joselyn, ya que prácticamente se conocen de toda la vida. A Ethan lo arrastró Santiago desde su casa, debido a que era como otro hermano.

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Michelle que se había mantenido adentro con Lina, se negaba salir. Tenía sus nervios a flor de piel, y aunque quisiera, él no podía obligarla

Lizzie se molestó cuando vio que su maestra llegó junto a las mellizas, así que se escondió entre las mesas y vigiló a todos buscando la oportunidad perfecta para fastidiarla. Pero más raro le pareció ver como todos la saludaban y abrazaban. Sabía que se conocían con su papá, y eso la hacía enfadar, ¿pero con los demás?

Tiago casi la dejó sin respiración del apretón que le dio, al igual que Jasón. Qué decir de Eliot y Janet, ya que ambos se comportaron como si fuera alguien a quien no veían de mucho. ¡Y hasta Adrian! Su maestra se había atrevido a apretarles las mejillas y él ni siquiera reclamó. Además, llevó personalmente a Molly para presentarla. Algo raro estaba pasando y ella no lo entendía, aun así, su plan seguía en marcha, eso no lo dudó ni un instante.

Nicolay se extrañó al no ver a su hermana, luego de un rato de buscarla se acercó a la mesa y alguien le jaló del pie. Hubiera gritado, por suerte Liz lo detuvo a tiempo, invitándolo a ocultarse junto a ella.

—¿Qué haces? —interrogó al verla agachada y sin moverse, para luego empezar a reír como loca.

—Sólo mira. —Salió corriendo con un pequeño frasco de plástico en sus manos y se acercó a Joselyn, quien al fin se había quedado sola—. Profe —llamó con una sonrisa encantadora y las manitos detrás de la espalda, con su vestido rosa y un lazo en el cabello, realmente linda si no fuera porque intentaba esconder una araña grande y peluda en la caja. Lizzie movió su pie en círculos—. ¿Recuerda que estamos viendo en clase los diferentes animales y debemos llevar una mascota? —La mujer asintió—. Yo ya tengo una mascota —exclamó alegre abriendo la cajita tras su espalda, para "mostrarle" su mascota.

Estaba charlando con las mellizas, al menos eso intentaba, porque algo le decía que mirara lentamente a todo, algo estaba a punto de suceder. Divisó a Lizzie hablando con Joselyn y notando lo que estaba a punto de hacer, llegó a tiempo para evitar que se la tirara encima. Elizabeth protestó enfadada cuando Krystal la alejó de su blanco con la torpe excusa que necesitaba un favor.

Su maestra no le dio importancia al tema, pensando que tal vez luego la niña le enseñaría la mascota. Volteó y se topó con la mirada de Sebastián, que se encontraba con sus hermanos asando carne. Sonrió y caminó hacia ellos, el tiempo fuera había sido mucho, y los extrañaba.

—Siete años —suspiró Eliot al sentirla cerca—. Ya no queda nada de aquella niñita traviesa que odiaba los bailes.

—Créeme, sigo teniendo dos pies izquierdos para eso —contestó ampliando su sonrisa.

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—¿Cómo te ha tratado la vida? —preguntó Jasón.

—No me puedo quejar —respondió al mirarlo—. Y veo que a ustedes tampoco. —Miró a Sebastián quien reflejaba en sus ojos nostalgia.

—Yo te extrañé mucho más —intervino Santiago abrazándola—. No tenía quien me defendiera cuando me molestaban en el colegio. —Hizo un puchero.

—¡Estás enorme, Tiago! —exclamó efusivamente—. Cuando me fui eras de mi tamaño, y ahora me pasas por varios centímetros. ¡Los extrañé un montón! —gritó al colgarse del cuello del chico.

—Retiro lo dicho. —Eliot sonrió—. Sigue siendo la misma niñita.

Todos rieron con ganas, algunas cosas nunca cambian, y muchos menos cuando se trata de una amistad de tantos años como aquella. Y entre charlas y risas, continuaron preparando la cena.

—Liz ¿cómo se te ocurre hacer eso? ¡La araña puede ser venenosa! —Metió al bicho de nuevo en el frasco y lo alejó de ella—. Yo me quedo con esto. Lo dejaré ir luego, no es justo matarla y acá podría colarse en la casa de alguien.

La rubia la observó irse con el frasco, sabía que Krystal lo guardaría en su habitación en un lugar alto, no era la primera vez que hacía algo así, decidió dejarla por la paz hasta que su tío dijera sobre Lina, todos estarían pendientes de la nena y dejarían de vigilarla, dándole oportunidad de buscar su amiga.

Jasón comenzó llamarlos a todos para dar la noticia, la mesa estaba lista y todos se encontraban sentados alrededor de la mesa.

—¿Dónde está Jasón? —inquirió Eliot que ya estaba cansado de esperar. Sebastián se encogió de hombros, no comprendía por qué les dijo que se sentaran y se fue alegando que había alguien a quien quería presentarles y debía ir por ella.

Santiago se encontraba demasiado entretenido con Ethan y Claudia, como para poner atención a que su hermano mayor no estaba.

Michelle fue la primera en salir y sentarse, los hermanos se quedaron atentos cuando la vieron. A ella ya la conocían ¿a quién les presentaría?

—Chicos, ella es Lina —sonrió orgulloso enseñándoles la figurita infantil en sus brazos—. Es mi hija.

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—¡¿Tu hija?! —Reaccionaron los tres sorprendidos—. ¿Ustedes ya lo sabían? —interrogó Eliot al ver los demás muy tranquilos.

—¿Por qué somos los últimos en saberlo? —protestó Sebastián de mala gana.

Santiago no perdió el tiempo y le arrebató la bebé, haciéndole mimos y caras raras para que se riera, la niña soltó una risita y lo abrazó.

—¡Que linda! —exclamó alegre—. Menos mal que no te pareces a tu padre, porque es muy feo ¿verdad? Estarás de mi lado y te enseñaré a hacerle bromas y comer muchos dulces.

—Ni loco. No dejaré que la pongas una mano encima —gruñó Jasón para echársele encima y alejarla de sus garras.

—Eres un amargado. Michelle, salió muy guapa —habló con toda la tranquilidad del mundo, y ella, que tenía la mirada baja, le dedicó una sonrisa.

Sebastián y Eliot decidieron dejar a un lado el hecho de que a penas conocieran a la niña, seguros de que ya había tenido suficiente con Jasón. Ellos conocían mejor que nadie el carácter de su hermano, no dudaban que había armado un escándalo por enterarse luego de tiempo.

Lizzie se escurrió por debajo de la mesa y corrió adentro. Entró a la habitación de Krystal, completamente ordenada, comenzando a buscar en todos lados. Vio la puerta del armario medio abierta, se fijó en las alturas y notó la cajita sobre unos libros y cuadernos del último estante.

Trajo una silla, y con algunas cosas más, aumentó la altura, apilándolas sobre la silla. Cuando estuvo confiada en que llegaría, subió al montón de cosas y se empinó estirando su brazo e intentó alcanzarlos, tocó los libros y empezó a jalarlos para tomar la caja. Las cosas resbalaron y ella se cayó, sabiendo de antemano el golpe que se daría, cerró sus ojos.

—Es peligroso que subas ahí —dijo Ethan, parpadeó tímidamente y esbozó una enorme sonrisa.

—¡¡Muchas gracias Ethan!! —gritó. Corrió abajo con la cajita escondida tras su espalda.

Soltó un suspiro cansado y se dispuso a recoger todos los papeles, entre los libros había una carpeta con papeles, que con la caída, terminaron revueltos y desperdigados por ahí. Juntó todos los papeles y los metió de nuevo en su lugar, notando algunos que habían quedado junto a la papelera y los recogió.

Dos chicos, uno frente al otro, como si fueran reflejo y detrás una paisaje desértico. Pero a lo lejos se alzaba un bosque, el papel estaba extremadamente cuidado y tenía bordes y decoraciones esmerados, completamente a carboncillo. En la parte trasera tenía una notita: "Mathew y Caín, ahora que no están, lo único que me queda es un simple dibujo, una

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tumba vacía y el recuerdo de dos chicos maravillosos". Tomó la inocente bolita de papel, que de repente le llamó la atención, un dibujo de un hombre que había sido rajado con rabia, odio y algunas lágrimas habían hecho que el lápiz borrara algunos trazos, le dio la vuelta pero no se encontró con nada. Guardó el dibujo de los chicos, y la bolita de papel se la metió al bolsillo.

Bajó rápido las escaleras al escuchar un grito.

Lizzie se revolcaba en el piso muerta de risa, mientras Joselyn intentaba quitarse la araña del cabello, Janet y Michelle gritaban presas del pánico, al igual que ella. Sebastián quiso ayudarla, la conocía muy bien y sabía de su miedo a aquellos insectos, pero terminó en el suelo con ella encima. Cloe abrió la manguera y mojó a su prima para quitarle el bicho, que huyo despavorido por el jardín. En su intento empapó a todos; con la comida arruinada, se vieron los unos a los otros sin saber qué hacer.

—¡¡Mira lo que hiciste Elizabeth!! —exclamó Adrian enfadado con su prima, que dejó de reír al instante.

—Adrian no te enojes —replicó Krystal intentando escurrir su blusa, pero fue inútil.

—¿Qué no me enoje? —El niño estaba a punto de explotar, fulminó con la mirada a la rubia—. Este día era importante para Jasón y lo arruinaste, a todos. Estás muy grande como para seguir haciendo esto sin pensar en las consecuencias. —Echó en cara y la pequeña no pudo evitar sentirse mal, por una broma le arruinó la tarde a los demás, cuando su único blanco era Joselyn.

Lizzie se fue con ojos llorosos, Adrian no tomaba en cuenta que a él le tocó vivir cosas más horribles que a ella, ya que a penas y era un bebé cuando Krystal desapareció. Mientras él, ya comprendía las cosas mejor cuando eso ocurrió.

Los hechos de la vida forjan el carácter de una persona. Adrian era un chico muy serio y responsable, sus padres fueron jóvenes cuando lo tuvieron, y más joven fue su tío. Joselyn se fue y él le tenía mucho cariño, pero había aceptado porque lo hacía por estudiar. Vivió la desaparición de Krystal, el fallecimiento de su abuela y muchas otras cosas que los marcaron a todos, cosas que comprendía y de las cuales prometió no revelarle nada a sus primos o hermana.

Dio un golpe contra el suelo y también se fue de ahí sintiéndose tremendamente culpable.

Joselyn fue tras Lizzie, sentía una responsabilidad hacía ella por lo ocurrido, porque era el blanco de la broma, y sin tomar en cuenta que no la quisiera, la siguió. Ni siquiera le importó estar empapada, sólo se interesó por la niña, ya que en cierto modo la comprendía, o creía hacerlo.

La rubia, sentada en su cama, con una foto entre las manos y sollozando, no notó cómo alguien se sentó a su lado y la abrazó.

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Todos se fueron con la excusa que debían cambiarse o enfermarían. Las mellizas se fueron a su casa, olvidándose de su prima. Michelle había ido a casa de Janet, cuando ella la convenció de dejar la niña a Jasón.

Por eso se encontraba dándole biberón a la niña mientras su hermana lo observaba, ya cambiada.

—Eres buen padre —musitó de repente mirándole con cierta tristeza. Michelle se había ido por su culpa, porque no quería quitarle algo que le pertenecía, según ella, cuando más derecho tenía Lina a estar con él.

—Krystal no es tu culpa, fue decisión de Michelle irse —comentó, conociendo a su hermana lo suficiente, como para saber en qué pensaba en ese momento.

—Pero…

—Nada, deja de ser terca y ayúdame. —Pidió entregándole la niña.

Jasón acarició el cabello de ambas, y dándole un beso en la coronilla, se fue cuando escuchó el timbre sonar.

Michelle entró con paso suave y se dirigió a la sala.

—Es muy tarde —susurró estirando sus brazos para que Krystal le devolviera la niña—, me voy.

—Quédate a dormir aquí —dijo Krystal.

—Mañana no trabajas, con todo lo que pasó últimamente, no he podido quedarme con Lina como quisiera —agregó el moreno—. Dormirás en la habitación de huéspedes —continuó al verla en duda.

Michelle finalmente accedió. Jasón le regaló una amplia sonrisa cuando le dijo que Lina durmiera con él.

Krystal se asomó por el resquicio de la puerta y sonrió al ver a su hermano dormido con la niña encima, entró de puntillas y los acobijó, mejor para cerrar la puerta. Michelle se encontraba fuera de la habitación con una mirada preocupada.

—Ella parece tomar bastante bien el tener un padre —musitó la mujer.

—Es comprensible. ¿Cuándo dejarás de ser tan terca? —inquirió tranquilamente—. No logro comprender a los adultos y menos ustedes, tienes la oportunidad de arreglar tus errores.

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—No, me odia —replicó con tristeza—. De nada sirve que me quede, sólo quiere a Lina.

—Mi hermano no sería capaz de odiarte, nadie te odia, de hecho. Michelle tienes la oportunidad de arreglar las cosas, empezar de nuevo. Por eso les traje aquí, Lina merece un padre y mi hermano una familia ¿por qué se lo niegas?

—Es complicado, no es algo en que una niña pueda meterse —contestó—. Por ese motivo me trajiste —susurró para sí misma.

—No soy una niña común y corriente, eso lo sabes; y sí, te traje porque quiero devolverle a mi hermano la familia que le quité. —Apretó los puños y se fue de allí.

Michelle dio un sonoro suspiro, luego de tantos años y Krystal seguía con lo mismo, no iba a ser fácil quitarle la idea de que ella tenía la culpa de lo que pasaba a su alrededor.

Pero cómo no sentirse así, cuando todo lo que quería le había sido arrebatado o se habían ido por ayudarla. Su madre murió de un ataque cardiaco cuando supo su desaparición. Mathew y Caín los siguientes, un peso que cargaba con tristeza infinita, cuando era algo que no le pertenecía.

Capítulo 24: Nunca hagas enojar a Cloe

El molesto sonido de su celular, lo sacó de su sueño. Estiró el brazo bajo las cobija y con voz adormilada musitó un "Hola".

—¿Sigues dormido? —La voz de Santiago se oía fuerte y clara al otro lado de la línea.

—Sí, resulta que el celular se transportó desde la realidad hasta mis sueños —murmuró con sarcasmo y se incorporó.

—En serio, no te puedo creer que sigas durmiendo —continuó su amigo y se fijó en el reloj de la pared.

—¡¡Maldita sea Santiago, son las siete de la mañana!! —gritó molesto, acostumbraba dormir al menos una hora más—. El hecho de que tengas un montón de niños en tu casa, que se despiertan a ver las caricaturas a todo volumen en tu habitación, no debe afectar a los demás.

—Llamé para invitarte al parque de diversiones —dijo rápido antes de que Ethan colgara el teléfono.

—Lo que digas, hablamos cuando esté despierto. —Colgó el teléfono y de recostó a pesar que sabía que no podría quedarse dormido de nuevo.

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Su mirada estaba perdida en algún punto inexacto de la calle. Se encontraba en el balcón, desde el cual sólo podía divisar la casa en diagonal y su jardín, aún con el pijama —un short negro, corto y una blusa de tirantes— y apoyada en la barandilla. El viento se llevaba su cabello, pero se encontraba tan pensativa que no prestaba atención a su alrededor, eso hasta que escuchó una risita balbuceante.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —inquirió al percatarse que Jasón le daba el biberón a Lina. Sonrío al ver la imagen, le alegraba ver a su hermano así, se notaba feliz por saber de su hija.

—No mucho, pero me sorprende que no te dieras cuenta cuando abrí la puerta. Por cierto, límpiate la cara, tienes rastro de lágrimas.

Cerró los ojos y negó con la cabeza, sabía lo que venía a continuación. No borró su sonrisa melancólica

—Krystal…

—…debes dejarlos ir, no les gustaría verte así. —Recitó la misma frase sin volverse y su hermano dio un suspiro.

El desayuno estaba listo y todos se encontraban vestidos. Luego de colgar el teléfono, Elizabeth y Nicolay armaron una guerra para ir con él al parque, aunque al ver la negativa fueron donde su padre.

A Sebastián la idea no le había llamado mucho la atención, pero los niños habían insistido tanto y al verles tan ilusionados, le fue imposible negarse.

Lizzie estaba a punto de saltar por todos lados y gritar por la casa, completamente histérica.

Krystal salió de la casa con paso lento y silencioso, Michelle estaba ahí aún y eso distraería a su hermano el tiempo suficiente para ir y volver. Caminó en dirección contraria al colegio y cruzó la calle, pasó justo cuando Ethan salía por la puerta, él al verla distraída y taciturna le saludó.

—Hola —susurró ella para seguir su camino, dio unos cuantos pasos y regresó, se detuvo algo dudosa frente a él.

—¿Pasa algo? —Negó con la cabeza y volvió a caminar.

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Se veía extraña, su caminar era apagado y sus ojos brillaban con cierta tristeza, la cabeza gacha y no se fijaba en su alrededor, flores rojas y blancas en la mano. Además, el hecho de que se devolviera le causaba curiosidad, como si quisiera pedirle algo.

¿A dónde había ido la chica que siempre lo insultaba? Dudó un momento y caminó tras ella. Quedó con Santiago de verse en la tarde y aún era temprano.

Krystal estuvo a punto de pedirle que la acompañara, pero no lo hizo porque empezaba a apegarse de él y eso no era bueno. Era curioso, muchas veces le dijo que lo odiaba, no lo soportaba. Lo besaba y luego le pedía que se alejara, y ni qué decir de cuando lo conoció.

—¿Sueles seguir chicas? —preguntó sin detenerse.

—No. Me gusta salvarlas, sobre todo si son malagradecidas y parecen estar pérdidas, como en este momento que vas a cruzar la calle y una motocicleta viene.

La jaló hacia atrás y una moto pasó sin problemas, el semáforo estaba en verde y las calles se encontraban desoladas así que nadie se fijaba. Ni los peatones, ni los conductores.

—Algún día te agradeceré por salvarme —musitó continuando.

El camino era silencioso, ninguno sabía qué decir, mas no era incómodo. Le alegraba contar con alguien para ir a aquel lugar, sólo disfrutaba de la compañía.

Vio con sorpresa cómo entraba al cementerio. El recinto estaba lleno de lápidas, algunas blancas y con muchas flores, otras grises y olvidadas.

Ella se detuvo frente a una que tenía una estatua de dos niños compartiendo una estrella entre sus manos, se parecían a los del dibujo.

—¿Recuerdas que me preguntaste quienes eran Mathew y Caín? —Asintió sin poder creer que estuvieran muertos y mucho menos que le fuera a decir—. Eran mis mejores amigos, gemelos. —Una sonrisa triste se formó en sus labios mientras colocaba las flores.

—Deberían ser dos lápidas en vez de una.

Krystal guardó silencio, no pensaba explicar por qué era una, no tenía caso, de igual forma, el cadáver de Caín jamás pudieron recuperarlo. Por eso su padre mandó a hacer la estatua, era la única forma de que ambos estuvieran juntos.

—Vámonos. Si no estoy mal, irás al parque de diversiones hoy.

—¿Tú iras? —interrogó. Ella negó.

—No, odio esos juegos.

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Empezó a andar, no le gustaba estar mucho tiempo, el frío de la mañana sumado a la tristeza que le provocaban esos lugares, le parecía horrible. Sintió algo cálido sobre sus hombros, Ethan la abrazó, no despreció su tacto y siguió caminando.

Los gritos provenientes de los juegos animaban el lugar, múltiples carritos con comida chatarra se extendían. Recintos donde se probaba la fuerza, astucia y puntería. Niños caminando cogidos de sus padres y parejas con enormes peluches frutos de algún premio.

Cloe daba saltos alegres por el lugar y miraba atenta a todos lados. Ethan caminaba junto a Santiago y Claudia, Joselyn estaba un poco más atrás con una sonrisa pintada en los labios.

—¡¡Quiero subir a ese juego!! —exclamó Joselyn y Cloe saltó junto a ella en señal de apoyo.

Habían escogido el apocalipsis, que consistía en unos sillones que se movían en todas direcciones, agitándote sin piedad alguna. Bastante fuerte para empezar.

—¡¡Papá, vamos al carrusel!! —Lizzie comenzó a jalar su mano en dirección al juego.

—¡¡No, ese juego es de niñas, mejor vamos a los carros chocones!! —protestó Nicolay al tiempo que lo jalaba en la dirección contraria.

Sebastián había sido arrastrado por todo el lugar. Los niños no se ponían de acuerdo y como sólo era uno, no encontraba forma de acompañarlos a ambos. Siguieron protestando y pegando gritos. Nicolay quería el árcade, Liz el juego de las balsas, y así nombraban diferentes juegos a los cuales ir entre gritos.

—¡¡Ya sé!! Vamos a la casa de los espejos —exclamaron al mismo tiempo, ambos empezaron a reír como locos, extasiados de alegría.

Lo empujaron por el lugar hasta el juego y finalmente entraron.

Joselyn caminó en busca de la salida, se encontraba en el laberinto de espejos. Aún no se explicaba cómo de un momento a otro Cloe los arrastró hasta ahí. Escuchó un sollozo y guiándose por el oído, llegó hasta ver una niña pequeña caminando.

Estaba tan concentrada, que chocó contra alguien, por suerte la persona la jaló para que no diera contra el piso. Alzó la cabeza, ya que era bastante alto.

—¿Cómo estás, Joselyn? —interrogó Sebastián al verla.

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—Bien. ¿Has visto a mis primas? Estaba con ellas y me dejaron tirada de un momento a otro dentro —explicó con una sonrisa—. Hola niños.

—Hola —dijeron a unisonó, aunque Lizzie la observó con recelo.

—-No los hemos visto, y ahora si nos disculpas, iremos a jugar. —Lizzie tomó la mano de su padre para que continuara.

—¿Viernes con nosotros? Iremos al árcade —explicó.

—Claro.

Lizzie resopló indignada cuando salieron del lugar, ella quería una tarde en familia y ahora su maestra se les pegaba.

—¡¡Yo quiero ése!! —Nicolay corrió hacia un juego que consistía en un mini baloncesto.

Como eran cuatro, se dividieron en dos equipos. Lizzie había corrido hacía su padre, así que Nicolay no le quedó más opción que jugar con Joselyn. Intentó hacer que su padre jugara con él acotando que fuera un grupo de hombres y uno de mujeres, pero Lizzie dijo que sí era así quedaba mucho más justo.

—Ustedes primero —dijo Joselyn sonriente a Sebastián. Éste la miró un poco sorprendido y asintió—. Aquí tienen —le extendió el balón, Lizzie lo recibió, tomó la mano de su padre y caminaron al juego.

—Da igual quien empiece —rezongó Nicolay al cruzarse de brazos—. Lizzie nunca pierde.

—Te contaré un secreto —susurró al agacharse para quedar a la altura del niño—. Tu padre nunca ha sido bueno para el baloncesto, siempre se ha escusado con que es un juego de niñas. —Nico la miró fijamente—. No te preocupes, que ganaremos. —Se levantó y revolvió el cabello del hijo de su mejor amigo.

Nicolay observó al frente, no recordaba a su padre jugando baloncesto, ¿será que la maestra de su hermana tenía razón? Al parecer sí, la única que estaba encestando era Lizzie. ¡Y de qué manera! Frunció su ceño, otra vez perdería.

—Ciento veinte dos de doscientos —se burló Elizabeth al llegar frente a ellos—. Veamos si logran superar eso —sonrió con malicia mirando a su maestra. Su padre dejó su mano sobre su hombro, algo que la desconcertó.

—Déjalos que jueguen primero —le aconsejó. Pero su hija estaba convencida que ganaría, como siempre.

—Bien, ¡nuestro turno! —Joselyn tomó la mano de Nicolay, lo llevó hasta el juego y con decisión, comenzaron a lanzar.

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—Cloe ¿estás segura que no debemos buscar a Joselyn? —interrogó Claudia.

—Ya te dije que si estuviera perdida, nos hubiera llamado o mandado un mensaje. Seguro que decidió irse —contestó Cloe tan campante, al tiempo que ocultaba entre sus bolsillos el celular de Joselyn, se lo había quitado, sin que se diera cuenta, cuando entraron a la casa de los espejos, no quería que nadie la molestara mientras estaba con Sebastián.

¿Cómo era que sabía que estaban en el laberinto de espejos?

La respuesta esa pregunta era sencillísima, David, así como le había ayudado en Paris siguiendo a Ethan y Krystal, pidió el favor que los hiciera con ellos, luego recibió un simple mensaje diciéndole el lugar, arrastro ahí a todos y consiguió que ella se perdiera.

—¡¡Ganamos, ganamos!! —Nicolay gritaba a todo pulmón chocando la mano con la castaña—. Lizzie perdieron. —El niño reía alegre mientras se lo echaba en cara, ya que ella siempre le ganaba y era la perfecta oportunidad para vengarse.

Joselyn lo cogió de las manos y empezó a saltar mientras reía, Nicolay le siguió el juego.

Lizzie se cruzó de brazos molesta y zapateó con frustración, hasta que escuchó la risa de su padre fuerte, lo observó confundida.

—Liz —revolvió su cabello con una alegre sonrisa—, fue divertido, es lo que cuenta.

Vio a su padre, desde que su madre murió no reía de esa forma, estaba feliz. Más que feliz. Su rostro se tornó pensativo y miró de nuevo a su profesora, que seguía saltando junto a su hermana.

Sebastián se acercó para felicitarla y ella lo abrazó con fuerza, provocando que ambos se fueran al suelo. Sus rostros estaban muy cerca, sus labios casi se rozaban. Nicolay seguía saltando y gritando por la victoria que no lo notó, zarandeó a su hermana echándoselo en cara, pero Lizzie había quedado estática al verlos, frunció el ceño y se separó de su hermano.

—¡¡Papá!! —chilló, y de inmediato se levantó ruborizado extendiendo su mano a Joselyn para que hiciera lo mismo—. Quiero ir al carrusel.

Elizabeth sabía que no debía hablarle así, porque más que un favor era una orden. Pero verlos así le puso furiosa. Nicolay no la entendió, vio a su padre feliz y era lo que importaba, aunque claro, él era más abierto sobre eso y notaba que su padre la pasó bien.

Cloe daba saltitos de alegría mientras caminaba por el parque de diversiones al lado de sus amigos, sintió que el celular vibraba y se detuvo para contestar, pero se dio cuenta que no

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era el suyo. Lo tomó entre sus manos y se fijó en el número, era un mensaje así que se apresuró a leerlo.

"Nena, te extraño mucho. Tengo buenas noticias, jugaremos un partido y será en Londres, así que nos veremos en una hora. Menos mal me diste a dirección de tus primas".

Cloe estaba que echaba humo por las orejas, pero se contuvo cuando se fijó en sus amigos que la veían de manera extrañada.

—¿Pasa algo, Cloe? —interrogó Claudia.

—¡No! Por supuesto que no —contestó esbozando su sonrisa más encantadora—. Sólo es que por más que planees, las "alimañas" siempre pueden aparecer y dañar todo. —Sus manos se empuñaron y lanzó una mirada sombría—. Bueno, debo arreglar esos detallitos. ¡Nos vemos en casa! —gritó moviendo la mano con efusividad mientras corría.

De inmediato consiguió un taxi, no había escuchado cuando intentaron detenerla.

A medida que se acercaba a casa, su sonrisa se borró cuando bajó, notó que el auto color azul eléctrico ya estaba en frente y un chico sentado en el capot.

Se paró frente a él, su cabello rubio y medio largo, los ojos verdes, un cuerpo perfectamente trabajado y un traje elegante que no dejaba de ser casual.

—¿Tú? —interrogó el joven incrédulo—. ¿Dónde está Joselyn? ¿Qué haces aquí? —Empezó a mirar a todos lados buscándola, pero no la encontró.

—Fuera de aquí —siseó con enojo cruzándose de brazos—. No eres bienvenido en mi casa.

—Me iré cuando vea a mi novia —contestó remarcando las palabras.

Cloe estaba furiosa, no soportaba aquel tipo, le dio la espalda y entró en la casa. Al poco rato salió con un cuchillo en la mano y el chico tuvo miedo, pero ella paso de él y se dirigió por la parte trasera del auto, un sonido chirriante le hizo darse la vuelta.

Su hermoso auto estaba siendo rallado por una adolescente loca, se abalanzó sobre ella, pero Cloe de inmediato se levantó y con el mango del cuchillo golpeó los vidrios hasta romperlos y siguió aboyándolo. El rubio intentaba por todos los medios detenerla y, finalmente, la tiró al suelo.

—¡¡Papá, papá, mira!! —gritó Nicolay apuntando hacia adelante—. ¡¡Ese auto está hermoso!!

—Sí, parece auto de futbolista —contestó con una pequeña sonrisa.

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—¡¡Es un Audi, papá!! —exclamó efusivo—. ¡Un Audi!

—Sí, es un Audi —aseguró Joselyn con una mirada confusa—. Un Audi TTS, con un motor de 2.0 litros y tracción total. Alcanza los 272 CV y puede pasar de los 0 a los 100 km/h en 5,4 segundos. Su velocidad máxima no supera los 250 km/h.

Nicolay fijó su vista en ella asombrado mientras estaban en el semáforo, esperando la luz verde. Sebastián simplemente sonrió al mirarla.

—¿Todo eso con sólo verlo de lejos? —preguntó con curiosidad, pero ella no lo miró y sonrió al frente temblorosa.

Él la observó con duda por un momento, para luego acelerar, ya que la luz roja había desaparecido. Y lograron ver a dos personas peleando cerca del carro.

Un auto, deteniéndose enfrente, los alertó. Sebastián salió con rapidez y se le tiró encima, le mandó un puñetazo y luego le siguió otro.

—Imbécil, aprovecharte de una chica. —Le mandó un golpe al estómago. Los niños se bajaron del auto y vitorearon a su padre, animándolo a seguir golpeando.

El recién llegado había estado tan sorprendido por el repentino ataque, que apenas pudo recuperarse. Intentó defenderse, pero Joselyn intervino y tiró a un lado a Sebastián antes de que el puño lo impactara.

—¡¡Basta!! Parecen un maldito par de niños —gritó con furia—. ¿Ése es el ejemplo que quieres darle a tus hijos?

Se fijó en sus dos pequeños, que de pronto se habían quedado callados y se levantó.

—¿Cómo puedes defenderlo? ¡Mira lo que hizo tu prima a mi auto! ¡Y tú de parranda! —replicó el chico sin dejar de gritar histérico.

—Steven, puedo explicártelo —aseguró ella.

—Habla.

Estaba molesto, más que todo por su auto. Además de herido en su orgullo, porque mientras estaba fuera, su novia andaba con otro, por eso le daba la oportunidad de excusarse. Él, todo un jugador de futbol, no podía salir en las noticias con que había sido engañado.

—Sebastián es mi mejor amigo de infancia —dijo en un suspiro resignado y entrecortado—. Sebastián, Steven es mi novio.

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Sebastián la miró con un rostro de profunda tristeza. Lizzie se enfureció, aquella mujer casi besó a su padre y tenía novio.

—Eres una… —Sus ojos celestes centelleaban con furia, una mirada de aquella niña pequeña la hería.

La alegre Lizzie había dejado su lugar, y ahora su mirada era como una daga que le lastimaba. La conocía de poco tiempo, pero cambió su forma de pensar la tarde que la vio llorar, Lizzie se había abierto un poquito más a ella, no lo suficiente como para que la dejara estar con su padre, pero ahora todos esos puntos que ganó, los perdía.

—…eres una cualquiera. No mereces a mi padre y no quiero que vuelvas a acercarte a él. ¡¡No quiero volver a verte!! —exclamó con todas sus fuerzas. Lizzie estaba a punto de hacer una pataleta. Sebastián tomó su mano y sin despedirse subió al auto con los niños, profundamente herido.

Capítulo 25: Gritos del corazón

Krystal se despidió de su hermano y salió.

Lizzie y Nicolay se veían algo tristes, cosa que no entendía considerando que el día anterior fueron al parque de diversiones.

—¿Les pasa algo? —interrogó Krystal.

Ethan y Santiago caminaban más adelante charlando animadamente. En realidad, el mayor hablaba, Ethan sólo escuchaba con las manos metidas en los bolsillos.

—Papá, está triste —replicó la niña—. Todo es culpa de ésa… ésa… —Lizzie bajó la mirada con rabia y pateó una piedra, como si fuera la culpable de sus problemas.

—¿Qué pasó ayer? —preguntó a Nicolay al ver que no estaba molesto, más bien triste.

—Pues… fuimos al parque de diversiones y nos encontramos con Joselyn —explicó relatando como la pasaron y lo divertido que fue, pero en ningún momento cambió su expresión—…papá peleó con el novio de Joselyn, aunque él no sabía que era su novio. —Colocó una cara de extremada confusión, pero cuando notó que había llegado al colegio, salió corriendo en dirección a sus clases.

Krystal entró al salón como de costumbre —el profesor aún no llegaba—, tomó su asiento en la parte trasera del salón y sacó su cuaderno, y dejó que el lápiz trazara formas sin sentido sobre el papel.

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Se encontraban en mitad de clase cuando sintió los ojos de Ethan sobre sí. Siguió con su ejercicio de física y agradeció al cielo cuando la campana sonó, indicando el final de la clase. Tomó sus cosas y salió del salón, tenían una hora libre debido a que la profesora había enfermado.

—Hola, Krystal. —David no perdió oportunidad en caminar a su lado al tiempo que se dirigía al jardín—. Te recuerdo que tenemos una cita pendiente —sonrió y se paró frente a ella.

—No sé de qué hablas —contestó molesta.

Krystal intentó alejarse, desde que había descubierto que la siguió en Paris, deseaba distanciarse. Sintió curiosidad por él cuando lo conoció, pero al saber que era espía de Cloe, hacía su actitud molesta.

—Vamos, no te hagas la desentendida que ese papel no te queda. Te va tan mal como hacer que todo está bien —dijo y ella se paró en seco.

—Te lo repito: no sé de qué hablas. Déjame en paz.

David dejó que se fuera, ya había hecho su trabajo, después de todo el verdadero era de Cloe, sólo estaba ayudándola.

Lizzie se encontraba callada al lado de su hermano, pateando cualquier cosa que se le pusiera en frente, mientras veían a Adrian jugar futbol con sus amigos. Molly estaba muy entretenida con una mariposa y Tatiana como para prestarles atención.

—¿…y puedes creer que mi trampa no funcionara? —Continuó quejándose su hermana—. Mis bromas no funcionan, pero no pienso esforzarme más, porque ella ya perdió a papá, claro que intentará hablar conmigo. ¿Cómo se atreve luego de entristecerlo? —La niña siguió farfullando en contra de su maestra, mientras Nicolay miraba entretenido los pases que hacía su primo.

La mañana estaba tranquila y él se preguntaba: ¿cómo había terminado escuchando las quejas de su hermana mientras sus amigos jugaban? La respuesta se encontraba en el hecho de que Lizzie hacía lo que quería con él, y lo arrastró hasta el patio para que la escuchara.

—Lo peor es que papá vendrá hoy a recogernos, y estoy segura de que ella intentará acercársele. ¡¡No importa, soy la niña de la casa y alejaré cualquier mujerzuela que se acerque a papá!! —gritó y, los chicos que estaban jugando cerca, se detuvieran para mirarla algo cohibidos. Liz los ignoró y siguió hablando—. Ahora sólo me queda cómo impedirlo —murmuró para sí misma.

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—No estoy tan seguro de alejarla —susurró Nicolay y su hermana lo fulminó con la mirada—. Papá se veía feliz ayer, sonreía como cuando estaba con mamá y… —Dejó una pausa al ver que su hermana lo estaba pensando—. Mamá me habló de ella una vez.

—¿Qué…? —Lizzie se sentó a su lado confundida.

—Bueno, tal vez no recuerdes por ser más pequeña, pero me habló de Joselyn. Estábamos jugando con un balón con su nombre, así que pregunté quién era, me dijo que fue una amiga de papá, que había ido a estudiar al extranjero. También que si alguna vez él estaba triste, ella lo haría feliz —relató pensativo y se perdió entre las nubes.

Lizzie quedó sorprendida por eso, a pesar de que no le extrañaba, debido a que su hermano —por ser mayor— pasó más tiempo con su madre.

Marie a esas alturas ya había empezado a saber de su enfermedad, por esa razón le habló a los niños de Joselyn. Se sintió mal cuando en una ocasión, hablando con ella, descubrió que sentía más que simplemente amistad hacia su mejor amigo. Marie sabía que Joselyn siempre estuvo con él, que lo acompañó en esos momentos cuando más lo necesitó; por eso sintió que era Joselyn quien merecía su lugar e incluso había estado dispuesta a irse, pero Sebastián ya estaba muy enamorado, tenía un hijo, no era tan simple como si lo hubiera hecho en un principio.

¿Qué llevó a Joselyn decidir irse? El hecho de que Marie era una persona buena y haría feliz a Sebastián, porque más que querer su felicidad, deseaba la de él. Sabía que la batalla estaba perdida, no tenía caso que Marie se fuera. Sebastián había elegido, y no fue a ella.

Pero Marie lo único que podía darles, ahora que sabía que estaba muriendo y que Sebastián quedaría destruido, era decirle a sus hijos quién fue Joselyn, con la esperanza de que ella volviera al saber que la necesitaba. Razón de más para informarles a sus hijos, quien era la que le robaría, al menos, una sonrisa a su padre.

Lizzie se levantó y se encaminó a su clase con paso lento, sin ganas.

Nicolay también decidió irse, pensado que cada vez le parecía menos horrenda la profesora de su hermana al recordar lo que le dijo su madre, más triste por el hecho de que ambos no se hablaran.

Cloe observaba a todos con el ceño fruncido, y fue junto a Krystal que charlaba con Brenda.

—Incluso cuando estoy contigo me ignoras. —Dramatizó con lágrimas falsas—. Tantos años de amistad. Vine hasta aquí para ayudarte y simplemente me ignoras. Eres una mala amiga —sollozó.

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Krystal ni se inmutó, sabiendo que ella era una dramática y no cambiaría, además que llevaba tiempo con ese cuento y estaba aburrida, más que aburrida, se encontraba preocupada.

—¿Qué pasa, Krystal? ¿Hay algo que no me has dicho? —interrogó Cloe dejando de lado su drama.

—Es cierto, has estado muy extraña últimamente —murmuró Brenda tímidamente.

Dio un largo suspiro antes de contestar:

—No me pasa nada, no es algo con que puedan ayudarme.

—O sea que sí pasa algo —dijo Cloe con perspicacia.

—No importa si pasa algo o no. No te metas en esto, Cloe, es mi problema y de nadie más. —Se levantó junto con Brenda al escuchar el timbre y añadió—. Nadie puede ayudarme.

Cloe se molestó y corrió en la dirección de las canchas, sí tenía suerte los chicos apenas debían estar saliendo.

Lizzie corrió hacia su padre con una sonrisa, Nicolay venía detrás con las mochilas de ambos, su hermana lo había engañado para que las cargara.

—Liz, ¿qué tanto traes? —interrogó Nico dejando la mochila y tirándose al suelo, exhausto.

—Vámonos. —Recogió ambas mochilas y empezó a caminar hasta que escuchó un grito.

—Sebastián, espera. Tengo que hablar contigo. —Joselyn se puso ante ellos con la respiración entrecortada por la carrera.

—Que mal, porque no quiero hablar contigo —espetó con rabia y caminó hasta el auto—. Abróchense los cinturones. Joselyn, todo quedó claro. Adiós —murmuró antes de subir al auto e irse.

Joselyn se quedó ahí, pero ella no pensaba rendirse. Corrió hacia su moto y llegó a la casa de Sebastián, pero el auto no estaba. Vio a Jasón y caminó para hablar con él.

—Hola, ¿cómo estás?

—Hola, bien. ¿Vienes a buscar a Sebas? —interrogó con Lina en brazos. Joselyn asintió—. Luego de recoger los niños los lleva a algún restaurante, odia cocinar. Quédate conmigo mientras, debo hacer unas cosas y necesito que alguien me ayude.

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—Así que me invitas de niñera —rió ante eso y entraron.

Joselyn estaba en la cocina dándole el biberón a Lina mientras Jasón preparaba la comida.

—…¿No piensas perdonarla? —consultó cuando Jasón le puso atención.

—No tengo problemas con ella, sólo estoy molesto de que no me lo dijera. Pero ya se me pasará. Y ahora, qué piensas hacer con Sebastián que está molesto contigo. —Ella lo miró sin entender cómo era que lo sabía—. ¡¡Por favor!! Hicieron un show increíble en la calle y vivo con Krystal, cuyas mejores amigas son tus primas, quienes son receptoras y emisoras de noticias, aunque creo que ella no puso atención cuando se lo dijeron. Pero además, hablé con Sebastián cuando llegó molesto y me lo dijo.

Ella dio un suspiro cansado y no dijo nada.

—¿Podrías abrir la puerta? Debe ser Krystal.

Se levantó y se dirigió al lugar señalado. Se sorprendió al ver a Sebastián frente a ella.

—¿Practicando para cuando tengas hijos con tu novio? —farfulló él verla con la pequeña de Jasón en los brazos.

—¡¡No sé qué te hice, pero no me parece justo que me trates así!! —gritó furiosa.

—¿Qué les pasa? —Jasón salió de la cocina y cogió a Lina que empezaba a llorar por los gritos.

—¡¡Nada!! —exclamaron. Sebastián sacó a Joselyn de la casa, no le iba a arruinar la tarde a su hermano.

—¿Te parece poco no haber venido cuando te necesité? ¡¡Luego llegaste con tu estúpido novio esa tarde, justo cuando casi nos besamos!! —vociferó con rabia.

—¡¿Yo?! Quise rehacer mi vida, a ti no te importó cuando llegó Marie. ¡¡¡Nunca te reclamé nada!!! ¿Cómo puedes reclamarme tú a mí?

—Pero no regresaste. Te necesitaba y no regresaste, ¡¡prometiste que estarías conmigo cuando te necesitara!!

—¡¡¡Me cansé Sebastián, siempre estuve para apoyarte, pero era sólo tu mejor amiga, nunca nada más!!! Intenté volver, ¿acaso no leíste la carta que te mandé? —preguntó un poco calmada y en un hilo de voz. Él negó con la cabeza.

—Apenas la tuve en mis manos, la rompí y la tiré a la basura —contestó con ira. Ella apretó sus puños y labios.

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—Ya veo —dijo evitando por unos segundos su mirada—. Pero, ¿qué iba a hacer: dejar a mi padre tirado en medio de un ataque cardiaco? —chilló furiosa con la respiración entrecortada.

—¡¡Pudiste venir después, pero no lo hiciste!! ¡¡Claro, debiste estar muy ocupada con cuanto idiota se te cruzara por el frente!! —exclamó con terquedad. Ella prefirió ignorar lo último.

—¿Y dejar todo lo que logré? ¿Por alguien que no fue capaz de escuchar mis explicaciones? ¿Alguien que ni siquiera tuvo la valentía de decirme: no quiero volver a saber de ti? ¡¡No tienes idea por todas las cosas que pasé!! ¡¡Siempre fuiste tú y sólo tú, Sebastián!! ¡¡Nunca te preocupaste por lo que yo sentía!! ¡¡Y no soy la única culpable en todo este lío!! —Apretó los puños y dientes. Él la miró con rabia, frunciendo sus labios, casi echando humo por la nariz—. No quería ser un reemplazo. Te amé y no quería que me tomaras como reemplazo de Marie. ¡¡Ella estuvo dispuesta a irse cuando supo que te amaba, pero no lo permití porque sabía que la querías a ella y yo no iba a ser nada más!! Siempre te he amado y no iba quitarte tu felicidad —gritó, y al escuchar eso Sebastián quedó sin saber qué decir. Ella se tapó la boca con las manos.

Parecía que el tiempo se detuvo, luego de tantos años y se lo había dicho, cuando juró no hacerlo.

Lizzie se encontraba oculta entre los arbustos, con los ojos abiertos por la sorpresa. Sebastián no podía moverse. Joselyn echó a correr.

—¡¡Joselyn!!

A veces la vida juega con nosotros, tantos años guardando silencio y en cuestión de minutos lo reveló todo.

—¿Por qué corres así? —interrogó Steven, que acababa de bajar del auto, enarcando una ceja cuando llegó a su casa.

—Nada, sólo... ¡Sólo déjame en paz!

—Dime qué te pasa, ¡¡eres mi novia y tengo derecho a saberlo!! —La agarró del brazo y la atrajo a él, con brusquedad.

—No soy una muñeca, tengo derecho a tener secretos. ¡¡Déjame en paz!! —Intentó zafarse, pero al ver que no funcionada le dio un golpe en el estómago que lo tiró al piso—. ¡¡No quiero saber nada de ambos!! —exclamó cuando Sebastián llegó.

—¡¡Así que es por tu culpa!! —gruñó Steven levantándose.

—Deja de ser idiota. No es mi culpa que no te dieras cuenta que ella no te ama —espetó para añadir—. Me quiere a mí.

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Steven se lanzó hacía él y lo golpeó con rabia, no iba a permitir que dijera semejantes idioteces. Joselyn, los golpeó a ambos en la cara para que la dejaran en paz. Los dos eran los culpables de todo.

—¿Es cierto? ¿Lo quieres a él? —preguntó Steven a gritos. No era capaz de negarlo así que guardó silencio—. Muy bien, no tienes de qué preocuparte al fin y al cabo no te quiero. Puedo conseguir una chica mucho más bonita en cualquier lado —gruñó con rabia, provocando que las ruedas del auto emitieran un chillido cuando lo encendió.

—¿Ves lo que haces? ¡Eres un idiota, Sebastián! Ya tenía una vida y todo se cayó. Nunca debí volver.

—¡No! —Ambos se voltearon, Lizzie lo había visto todo parada en el andén y corrió hacia ellos. Suspiró antes de empezar a hablar—. Yo… yo no la odio y papá tampoco y he sido muy mala al haberla tratado así. La juzgué sin conocerla y… y… ¡¡Quiero que se quede!! —exclamó sorprendiéndolos—. De verdad quiere a mi papá. Quédese —rogó con los ojitos brillantes y agarrada a su pierna.

Nunca esperó oír esas palabras de ella, la traviesa niña le pedía que se quedara, ¿cómo se le podía negar algo a esa adorable rubia?

—Deberías hacerle caso, Lizzie no suele pedir las cosas. —Sebastián vio aquello como una oportunidad perfecta para que las cosas se calmaran.

—Papá, pídeselo tú también, no te aproveches de mí —renegó la niña con los brazos cruzados.

—¿Te quedas, Josy? ¿Te quedarás conmigo? —susurró dando unos pasos en dirección a ella.

—¿Qué obtengo a cambio? —inquirió sin dejar de mirarlo y, sin darse cuenta, le sonrió.

—Pues no puedo darte mucho, pero… —Se acercó a ella y la besó.

Era mejor de lo que se imaginó siempre, sus labios eran suaves y sus brazos fuertes se mantenían en su cintura. Sintió que la atraía hacia él, pero bueno no todo era tan fácil porque Lizzie no tardó en molestarlos.

—¡¡Dejen eso para cuando estén solos!! Tengo siete años —dijo caminado a su casa, lejos de ellos.

Ambos rieron y prefirieron ir tras ella.

—Sigues teniendo buena mano para los golpes —dijo sobándose donde recibió el puño de Joselyn. Ella simplemente sonrió

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Continuaron avanzando tomados de la mano como tantas veces caminaron antes, pero de una manera que se sentía completamente diferente.

Capítulo 26: Enfrentar el miedo

La noche era fresca, las cortinas se mecían con el viento, aun así era incapaz de dormir. Cerró los ojos, pero a su mente vinieron las extrañas palabras que Cloe le dijo.

Se levantó y se dirigió al escritorio, los papeles estaban revueltos, tomó el dibujo que sacó de la habitación de Krystal y una fotografía donde estaban ambos, producto de una de las salidas en que se quedaron solos por los planes de Cloe. Se perdió entre los recuerdos de esa misma tarde, tratando de descifrar las extrañas palabras.

—Ethan, dime ¿qué tan lejos estás dispuesto a llegar por saber? —interrogó Cloe sin rodeos. Quería saberlo, necesitaba saberlo.

—¿De qué hablas? —dijo haciéndose el desentendido.

—No te hagas el tonto. Hablo del secreto de Krystal, has estado averiguando y quiero saber qué tan lejos estás dispuesto a llegar. —Tenía las manos en la cadera, y el constante golpeteo de su pie derecho contra el suelo, dejaba en claro su impaciencia.

—Quiero saberlo todo —contestó sin dudar.

—Genial, porque si hay algo que quieras hacer no te queda mucho tiempo —murmuró y él enarcó una ceja sin comprender—. Se acerca Mike Kleiton, no creó que encuentres mucho sobre él, pero es mejor que estés prevenido. Cada vez las cosas se ponen peor con Krystal, eso de lo que ha estado huyendo se le vino encima y no aceptará ayuda —musitó más para sí misma y se fue tan rápido como llegó.

Encendió su computadora e intentó buscar algo sobre él. Luego de un largo rato en el que no encontraba más que páginas sin sentido, un artículo de hace cinco años llamó su atención. Las palabras poco a poco tejían una red, las que más resaltaban eran "secuestro", "asesinato", "contrabando".

Era demasiada información.

—¿En qué estás metida, Krystal?

—Señor Torres, ya que le parece tan aburrida mi clase, ¿por qué no va a decírselo al director? —reclamó la profesora de lengua señalando la puerta—. Y ya que va, acompáñelo, señorita Vega. —Krystal dejó de mirar la ventana para fijarse en su profesora, que no tardó en empezar con los reclamos en contra de los adolescentes y su falta de disciplina.

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Krystal parecía más perdida que nunca, con la mirada baja no se fijaba por donde iba, tenía en la mente cualquier lugar, un bastante distante y al que no pensaba invitar a alguien. Y fuera cual fuera, no era la Tierra.

—Deberías poner más cuidado por donde caminas —dijo Ethan cuando estuvo a punto de chocar con una papelera, pero ni aun así puso atención. Chasqueó los dedos en frente y despertó de su letargo, con una mirada interrogante—. No tiene caso, no sabía que era tan desagradable estar conmigo.

—No. No es eso —murmuró con voz apagada y continuó el camino.

Cuando le dijeron al director por qué los enviaron, les dio un sermón que pudo haber sido de unas dos horas, pero no habían pasado ni quince minutos, cuando los castigó luego de clases. Krystal ni se molestó en defenderse, estaba más ocupada mirando por la ventana.

—¿Vienes a la cafetería? —interrogó Ethan al salir de la oficina del director. Ella se encogió de hombros en señal de que no importaba mucho, la clase debía estar por acabar y luego seguía el almuerzo.

—¿Cómo es que eres amigo de Santiago? —preguntó de repente, cuando se sentaron en una mesa lejana de la cafetería.

—Larga historia y muchos problemas —contestó, pero al ver que no estaba dispuesta a aceptar esa respuesta tan simple, rodó los ojos—. Los conocí cuando escape de casa hace tres años —soltó finalmente.

—¿Te escapaste? —inquirió incrédula.

—Sí, ¿no escuchaste lo que acabo de decir? —replicó exasperado.

—¿Por qué? Eres un chico arrogante, ególatra, caprichoso y además muy tonto, lo tenías todo. ¿Por qué ibas a escaparte?

—Vaya, gracias por tu apreciación de mi personalidad —farfulló enfadado—. Porque estaba solo. Puede que lo tuviera todo, pero aun así estaba solo.

—Hay una diferencia entre estar solo y sentirse solo. Tienes familia. —Krystal apoyó sus brazos sobre la mesa y lo miró en espera de una buena respuesta.

—Estaba solo de verdad. Puede que tenga padres, pero a los únicos que considero mi familia son tus hermanos —musitó incómodo—. Tu hermano me sacó del rió, casi me ahogué, ellos estaban en una casa de campo y me cuidaron. No me entregaron a la policía y, además, estaban dispuestos a cuidarme.

—Pero… ¿y tus padres?

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—No se molestaron en buscarme, creían que iba a regresar. Luego de que las vacaciones terminaron, me trajeron a Londres y viví con ellos un tiempo, no quería ser una carga para nadie, así que trabajaba.

—Espera. ¿Me estás diciendo que dejaste tu vida de niño rico para trabajar y estar con una familia que no era la tuya? —resumió sin poder creerlo.

—Sí. Tienes una muy mala imagen de mí. —Se encogió de hombros—. Detesto todo eso aunque no lo creas, igual no niego que soy arrogante y ególatra, algo, pero no soy un niño rico.

—Es que… ¿Y qué paso luego? —A pesar de haber estado medio ausente en la mañana, el verdadero interés surgía.

—Me gusta correr motos y me metí en un lío, porque un chico me trató de cobarde y otras cuantas cosas, la policía llegó y nos encerraron a todos. Encontraron drogas a algunos y por el sólo hecho de estar allí, me inculparon. Además tuve tan mala suerte, que mi padre había sido transferido y ahora era el jefe de policía de acá, pero tus hermanos me salvaron porque él estaba dispuesto a enviarme a la correccional sin arrepentirse. Volví con ellos ya que mi madre convenció a mi padre de lo que dirían si se enteraban que su hijo prefería vivir con extraños —rodó los ojos con molestia—. Siempre le ha preocupado lo que digan y su hijo no iba a interferir. El resto es historia. —Movió la mano para espantar todo sus recuerdos y la miró.

—Nunca me imaginé que hicieras algo así —musitó con una nueva perspectiva.

—Es porque me juzgaste directamente, sin conocerme. Aunque nuestra charla fue entretenida, tengo cosas que hacer.

—No. Espérame. Buscaré a Cloe y a Brenda. —Se levantó y caminó a su lado.

—Liz —llamó Adrian a su prima. Lizzie se acercó dudosa, desde el incidente con la araña no habían hablado mucho. Adrian le entregó una paleta dulce.

—No me comprarás con un dulce —exclamó enfadada porque la creyera una mocosa.

—Eso lo sé. Sería mucho más fácil comprar a Nico que a ti —replicó—. Además no es mi estilo. Vine a pedirte disculpas. Ese día me molesté muchísimo y la cogí contigo, sé que tu plan sólo era para jugarle una broma a Joselyn y no fue tu intención, además que puede que no la recuerdes, pero yo sí y también la aprecio y no me parece justo que seas así con ella. Igual no intento disculparme. ¿Me perdonarás?

Lizzie lo observó al tiempo que se metía la paleta a la boca, analizando sus palabras. Adrian se ponía nervioso con el pasar del tiempo.

—De acuerdo —respondió finalmente.

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—¿Ya? ¿Ni una broma, ni me debes una? ¿Nada? ¿Me perdonas y soy libre de cualquier cargo? —interrogó.

—Sí, algo así. —Mordió un trocito de la piruleta antes de añadir—. Joselyn quiere a papá y fui injusta con ella, es divertida y prometió enseñarme cómo molestarlo, así que comprendo una parte de tu punto de vista. Además no vale enojarme de esa forma contigo, eres mi primo. Lo de las bromas es algo normal así que no te confíes. —Adrian sonrío y luego de que le contara como Sebastián y Joselyn terminaron juntos, se fue.

—Aún no comprendo cómo es que te castigaron —murmuró Brenda apoyada en los casilleros, ya tenía sus libros en la mano y era cuestión de tiempo que partiera a su casa.

—Estaba distraída. Da igual. —Se encogió de hombros para quitarle importancia—. Vete, no es necesario que te quedes, no creo salir en al menos una hora y te esperan.

—Nos vemos mañana —musitó alejándose por el pasillo desierto.

—Estúpido casillero —murmuró golpeándolo ya que la clave no funcionaba.

—Así sólo lo dañarás. —Ethan la corrió y la miró interrogante, musitó algo en su contra y le dijo la clave.

Luego de introducirla, le dio un suave golpe en la parte de arriba y el casillero se abrió.

—Gracias —contestó al tiempo que tomaba un papel que había caído.

Leyó la nota y sintió como su pulso se aceleraba, sus piernas flaquearon y se dejó caer al suelo aturdida, con la cara completamente blanca.

—Tengo que irme —tartamudeó intentando levantarse.

—No puedes, te llevaré a la enfermería —añadió ayudándola. Ella negó con la cabeza al tiempo que se dirigía a la salida temblando—. Estás loca, no puedes ir a la calle así.

Se las arregló para caminar hasta la salida mientras él recogía el inocente papelito y se aseguraba de guardarlo en su bolsillo. Ethan no estaba dispuesto a dejar que se fuera así, pasó un brazo por sus hombros, pegándola a su cuerpo para evitar que escapara. Le importaba poco que luego el director los regañara por faltar al castigo.

—Puedo caminar perfectamente sola. —Sus esfuerzos para zafarse eran completamente inútiles, por lo que terminó aguantándolo.

—Y así dices que puedes sola. —Ethan le arrebató las llaves al ver que resbalaban entre sus manos.

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—Gracias de nuevo —musitó nerviosa y entró. Fue directamente hacia la cocina y justo cuando iba a tomar un vaso de la alacena, Ethan se le adelantó—. No recuerdo haberte invitado a entrar —susurró llevándose una píldora y el vaso a la boca.

—Tampoco la cerraste —replicó en respuesta.

A pesar de que moría de ganas por respuestas, sabía que en aquel momento ella no estaba bien y se negaría a dárselas, fingió la mayor naturalidad posible.

—¿Por qué haces todo esto?

—Tengo mis propias razones y a ti no te importan. ¿Estarás bien? —El color regresaba a sus mejillas, pero aún no estaba seguro de dejarla ahí.

Asintió y cuando por fin logró que se fuera, subió corriendo a su habitación y se quitó el uniforme.

Tenía sólo media hora si deseaba llegar a tiempo. Al bajar se encontró con Jasón en la puerta.

—Iré a la casa de Eliot —dijo antes de que su hermano pudiera preguntar.

—Está bien. No llegues tan tarde, traje una película. —Sonrió como respuesta, se veía incapaz de decirle algo.

Espero a estar lo suficientemente lejos como para tomar un taxi sin que alguien la viera. Sus ojos se cristalizaron y se percató que algo húmedo recorría su mejilla.

—No irás —escuchó a sus espaldas y sintió como la jalaron por la muñeca.

—¿No te rindes? —interrogó con un nudo en la garganta.

—¡Estás loca! No puedes ir. ¡No te lo permitiré! —exclamó con rabia.

—Tengo mis motivos y a ti no te importan —contestó devolviéndole las palabras con ira. No tenía mucho tiempo y necesitaba irse.

—¡¡Claro que me importan!! ¿Tus hermanos? Deja de ser tonta. No sé en qué te metiste, pero no puedes ir así. Si te sucede algo tus hermanos se pondrán muy mal.

—¡¡No sabes nada!! Es por ellos que lo hago, no permitiré que les haga daño —gritó histérica.

—¡¡Suéltala!! —Un joven que pasaba por ahí sostuvo a Ethan y ella aprovechó para zafarse y entrar a un taxi, que antes de salir de su casa había pedido.

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—Cuídalos por mí y diles que los quiero —susurró cuando el motor arrancó.

El chico lo soltó y echó a correr de vuelta a su casa.

Entró como un tornado directo a su habitación, revolvió todo el armario hasta encontrar una caja de madera. Regando las cosas en el suelo, distinguió la llave de su moto.

No le importaba que luego su padre lo echara de la casa cuando se enterará que robó la llave y la mantenía escondida. Quitó la manta negra que ocultaba una moto de carreras color gris metalizado, una Suzuki GSX-1300R Hayabusa. Había sido un problema conseguirla y uno más grande poder conservarla luego de que descubrieran que los papeles era falsos, pero su madre con tal de mantenerlo en casa, pagó para que quitaran los cargos y así dársela como un regalo, aunque no podía conducirla.

Revisó que el tanque estuviera lleno y abrió las puertas del garaje, escuchó las protestas de los empleados al ver lo que planeaba. Ignoró a todos y se concentró en el motor que rugía con fuerza.

—¿Estás segura que quiere que la deje aquí? —musitó el taxista nervioso al ver el barrio.

Asintió y, luego de pagarle, caminó por las calles desiertas, mirando la basura en las calles que nadie se molestaba en recoger.

Entró al parque y avanzó hasta los columpios. Se paró firme y fiera, no había rastro de sonrisas, sus labios curvados en una mueca de rabia. Odio. El viento frío se llevaba sus cabellos en un baile excéntrico, empuñó las manos.

Tres personas se encontraban ahí. Un hombre de cabello y ojos negros, juguetones, con un cigarrillo en la boca, fue el primero en levantarse; vestía con un jean rasgado y manchado, una camisa completamente negra, que se notaba en el mismo estado, unas botas estilo militar, tenía un aspecto descuidado y fornido.

Su corazón latió con furia, mientras lentamente se acercaba. Expulsó el humo con parsimonia y la observó de arriba a abajo, con una sonrisa torcida y macabra dibujada en su tosco rostro.

—Hola, Krystal —dijo su nombre en un siseo lento.

Se notaba a leguas la satisfacción que le daba saber que ella había ido, era un juego para él. Luego de que entrabas, la única forma de salir era ganándole al campeón o… morir en el intento.

Capítulo 27: El cielo esta gris

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—Así que decidiste venir. —El hombre se carcajeó libremente, mientras sus compañeros lo veían. Le dio una última calada a su cigarrillo y lo tiró al suelo para aplastarlo—. Aunque… no tenías muchas opciones.

—No tenía opción —susurró con voz sumamente fría.

—Has crecido mucho —comentó con una sonrisa traviesa y sintió como el cabello en su nuca se le erizaba.

—No le des vuelta, Mike. —Uno de los otros hombres con el cabello negro, los ojos castaños y una cicatriz que lo travesaba desde su mejilla hasta debajo del ojo, habló.

—Es cierto, ve al grano. —Su cabello castaño, los ojos negros y la miraba con fiereza.

—¿Qué es lo que quieres? —gruñó con rabia.

—Necesitamos un favor de tu parte. Sabes lo que quiero, por esa razón estás aquí, vine a pedirte lo mismo que hace cinco años, por qué no quieres que a tus hermanos le pase lo mismo que a tu padre ¿verdad? —interrogó con una sonrisa maliciosa—. Tampoco quieres que terminen con Mathew y Caín.

—No vuelvas a mencionar sus nombres —chilló caminando a zancadas frente a él—. No quiero que sus nombres vuelvan a salir de tu podrida boca.

Lo miró amenazante, pero él sonrió, sacó un nuevo cigarrillo y se llevó a la boca luego de encenderlo.

—¿Crees que me das miedo, Krystal? Eres una niñita, sigues siendo la misma niñita que huyó. Que dejó que Mathew y Caín murieran por su deseo de regresar. —Empezó a caminar a su alrededor como un tigre que acecha a su presa—. ¿Recuerdas a tu papi, Krystal? Sabes lo que le pasó en realidad —sonrío con malicia al verla temblar—. Siempre lo has sabido, tienes la manera de encontrarnos, hemos llegado hasta ti incluso. Pero no trajiste a la policía, llegaste sola… Tienes miedo, a mí no me engañas con tu supuesta valentía cuando veo que estás temblando. Sigues siendo la misma mocosa estúpida que conocí, la misma que dejó que asesinara a su padre por no querer hacer algo, la misma que dejará que toda su familia sea masacrada.

—¡¡No puedes hacerles nada!! —gritó con lágrimas en los ojos y empezó a retroceder para escapar.

—Maldita mocosa, estoy cansado de esperar. —La tomó por el cuello y la levantó del suelo, como si fuera una muñeca—. Lo harás o te juro que asesinaré a toda tu familia —gruñó. Puso las manos en el brazo de él, clavándole las uñas para zafarse. No podía respirar, sentía que se ahogaba.

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—¡Suéltala maldito desgraciado! —Ethan se tiró sobre él como un jugador de rugby. Krystal cayó al suelo, inmóvil.

Mike sacó su arma, al igual que sus dos compañeros, y apuntaron al chico entrometido. Ethan se levantó y se acercó a Krystal, pero Mike lo pateó en el estómago para alejarlo de ella.

—Maldito niño —masculló Mike—.George, sostenlo —ordenó acercándose a Krystal.

—¡¡Krystal!! —gritó intentando zafarse.

Mike se agachó junto a ella y la removió, al ver que no funcionaba le dio palmaditas en la cara. Y la jaló del brazo para levantarla, la agarró por la cintura para que no cayera.

—Harás lo que te digamos o tu amigo muere, luego iremos por tu estúpida familia, ¿entendiste? —Amenazó con odio y empezó a lastimar su brazo debido a que no dejaba de moverse.

En sus ojos se reflejó el miedo, una cosa era enfrentarse ella sola a esos tipos y otra muy diferente era que tuvieran a alguien.

—¡Ella no hará nada para ustedes! —vociferó el chico de ojos verdes con furia.

—Te equivocas niño, lo hará. Tiene miedo —dijo con malicia y apuntó a ella—. Miedo a que nuevamente por su culpa alguien muera. Como se nota que no conoces a tu noviecita, porque eso es lo que es, lo veo en tus ojos, la quieres. Sus manos están manchadas de sangre, no merece nada, es una asesina. —Se tapó el rostro con las manos y sacudió la cabeza.

—No es cierto —sollozó—. ¡Fue tu culpa que Mathew y Caín estén muertos! También todas esas personas.

—¡Oh! Vamos, preciosa, sabes que no tuve la culpa de nada. Toda fue tuya. Si ellos no te hubieran prometido llevarte con tus padres, no hubieran escapado. —Empezó de nuevo a caminar, esta vez más alejado por Ethan, llenando su cabeza de crueles mentiras que siempre consideró verdad, envenenándola—. Todo fue tu culpa, que ellos estén muertos, esas personas. —Se llevó las manos a los oídos intentando no escuchar aquello y dejó de forcejear para caer al suelo. Sintió sus ojos humedecerse.

—Mike muévete, no tenemos todo el día —gruñó el hombre con la cicatriz sin dejar de apuntarle.

—¡¡Déjala ir!! —exclamó Ethan.

—Cierra la maldita boca —susurró al ver a la chica caer con los ojos cerrados, tratando de no caer en los juegos mentales —. Eso o tu novio muere. Decide. —Mike dejó de lado sus

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juegos y el cañón apuntó a la frente de Ethan. Escuchó el "clock" indicando que le quitó el seguro al arma.

Mike odiaba que le dieran órdenes y Krystal lo conocía lo suficiente como para saber que si no hacía lo que le pedía mataría a Ethan.

Mike sonrió igual que el anterior con aquella malicia que le caracterizaba, empezaba a caer. Algo que le encantaba era desarmarlos, así conseguía mucho más fácil lo que quería, hacía que ellos perdieran el control de todo, sumiéndolos en un juego del cual manejaba los hilos y Krystal estaba cayendo.

Ethan estaba sorprendido por escuchar esas palabras que no se hubiera creído en otras circunstancias, pero eso explicaba el hecho de que lo guardara con tanto recelo, aún así la ayudaría.

—Lo haré, sólo no le hagas nada —musitó con un hilo de voz—. Déjalo ir.

—¡Qué buena decisión! —Le quitó el arma y se acercó a ella, la tomó por el brazo, obligándola a levantarse—. Dejen el niño.

—No me iré sin Krystal.

—Ethan vete —suplicó asustada. Se zafó como pudo y corrió hacia él.

Mike ya la había soltado, pero de nuevo iba a cogerla del brazo, por suerte logró escurrirse lejos de él.

—Vete. Estaré bien, te lo prometo. —Se negó y la jaló detrás de él y miró a Mike desafiante antes de contestar:

—Ella viene conmigo.

—La chica o mueres, aquí y ahora —masculló Mike apuntándole con el arma.

Intentó desesperadamente soltarse e ir con ellos. No quería que le hicieran daño a alguien que quería, no soportaría vivir sabiendo que alguien más murió por su culpa.

—¿Cómo que no está contigo? —interrogó Jasón a Eliot—. Ella dijo que vendría para acá. —Eliot volvió a negar con la cabeza y sacó su celular para marcarle a su hermana.

—Está apagado —murmuró preocupado.

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Jasón no dijo nada a pesar de que la preocupación se hacía presente, su hermana nunca apagaba el celular. Intentó consolarse con el pensamiento de que tal vez se le hubiera acabado la batería, cualquier cosa sería mejor a hundirse en la desesperación.

—Ethan, despierta. Por favor despierta. —Siguió llamándolo al tiempo que intentaba recordar lo que había sucedido, pero todo era confuso.

Se levantó y empezó a caminar por la habitación. Todo estaba absolutamente oscuro, las ventanas cubiertas con tablones, la puerta cerrada con llave y otra más pequeña que no sabía de qué era, una cama en el centro —en la cual despertó sumamente confundida—. Todo se encontraba empolvado, Ethan estaba atado en una silla al lado de la nada con la cabeza gacha.

Le levantó la cabeza y tenía la mejilla roja y algo hinchada, el labio partido y un hilillo rojo escapaba de la comisura de su boca.

Se odio porque por su culpa él estaba así, limpió la sangre y se ubicó en su espalda para desatar las cuerdas. Sus esfuerzos eran inútiles.

—Tendrás que cortar la cuerda —murmuró Ethan con voz rasposa, como si le costara hablar. Sintió sus ojos humedecerse y se alejó de él para buscar algo.

Se acercó a la puerta más pequeña y encontró un baño. Un espejo encima del lavamos era la solución a sus problemas, regresó a la habitación y tomó un pedazo de madera tirado. Ethan la observó interrogante, mas no le dijo nada. Golpeó el vidrio y de inmediato cerró los ojos y dio la espalda para protegerse de pequeños pedazos que caían al partirse el vidrio. Tomó uno de los más grandes y cortó las cuerdas.

—Pudiste cortarte —murmuró cuando finalmente fue liberado, ella se encogió de hombros y lo ayudó a levantarse.

—¿Qué fue lo que sucedió?

—Se nos echaron encima, te golpearon y quedaste inconsciente. A mí me masacraron y también caí, luego no sé más. —Emitió un quejido cuando Krystal lo ayudó a levantarse—. Debemos salir de aquí.

—Fuiste tonto, si te hubieras ido estarías a salvo —renegó con enfado.

—¿Dejarte con esos tipos? —exclamó más furioso que ella.

—No soy una damisela en peligro, puedo cuidarme sola—replicó dándole las espalda—. Sé cuidar de los míos también.

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—Sí, así como cuidaste a tus amigos y a tu padre —contestó con sarcasmo y al momento se arrepintió de sus palabras, cuando ella se volvió hacia él a punto de llorar—. No quise decir eso —balbuceó.

—Déjalo Ethan —cortó enjuagándose las lágrimas, por ningún motivo permitiría que la viera débil—, fue lo que quisiste decir. Ahora sólo queda salir de aquí.

—Yo… —tartamudeó, pero al ver la mirada que ella le dirigía se quedó callado. Lo había arruinado, lo sabía, metió el dedo en la yaga.

Buscaron alguna forma de salir, un hueco o poder quitar las tablas de las ventanas, o al menos saber donde se encontraban.

—¿Cuándo crees que vengan a buscarnos? —inquirió acostándose en la cama, luego de al menos dos horas de buscar una salida.

—No lo sé, con Mike nunca se sabe nada. Es del tipo que prefieren guardar sus jugadas para sí mismo. —Se acostó a su lado, empezaba hacer frío.

—¿Jugadas? —repitió jalándola para abrazarla, pero cuando apoyó la cabeza sobre su pecho emitió un quejido.

—¿Qué…? —musitó horrorizada al subirle la camisa; tenía el torso cubierto de moretones, raspones e incluso algunos cortes—. Todo esto es mi culpa —susurró tapándose la cara con las manos.

—No, nunca quise decir eso. Sé que no eres una damisela en peligro…

—Se acabó el juego niños. —Mike entró con su sonrisa juguetona y el cigarrillo en los labios.

Krystal tragó saliva al tiempo que se le formaba un nudo en la garganta.

—¡¿Cómo que debo esperar cuarenta y ocho horas?! —exclamó Jasón frustrado.

—¿Nuestras hermana anda desaparecida y debemos espera cuarenta y ocho horas en las cuales pueden hacerle algo? —Sebastián estaba enojado y apunto de tirársele encima al policía.

Joselyn abrazaba firmemente a Lizzie y Nico que parecían a punto de echarse a llorar. Janet tenía a Molly en su regazo y le acariciaba el cabello mientras sostenía la mano de Adrian, serio a su lado, mas se notaba su tristeza y cuanto el afectaba.

—Lo sentimos, pero es el proceso —repitió el policía lentamente, nervioso.

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—Mi amigo también está perdido —agregó Santiago desde una esquina—. Vi a Ethan salir en su moto y tampoco contesta su celular.

—Como ya le dije, es el proceso —musitó el muchacho que, para mala suerte, acaba de ingresar a la policía y era su primer caso.

—¡¡Son unos incompetentes!! Podrían estar heridos —masculló con furia abalanzándose sobre él.

—¡¡Sebastián detente!! —exclamó Eliot con autoridad y lo jaló del brazo, se zafó de inmediato.

—¿Es que no te importa? —gritó.

—Alguien tiene que mantener la cabeza fría y ya me di cuenta de que no serás tú. —Se fue hacia uno de los sofás individuales al ver que tenía la guerra perdida. Joselyn dejo a los niños con Santiago y se acomodó a su lado.

—Discúlpelo —dijo, aunque él tampoco estuviera feliz de que no hicieran nada.

—El caso ahora es mío —murmuró un hombre de cabello entrecano y ojos verdes, el padre de Ethan—. Soy el comándate Torres, la motocicleta de Ethan fue encontrada cerca a un parque, al parecer hubo una pelea y algunas personas informaron que el chico de la moto, y otra chica, fueron llevados por tres hombres, por lo que deduzco que son ellos dos. ¿Alguien que quisiera hacerles daño? ¿Tal vez alguno de los viejos amigos de Ethan? —inquirió con desprecio a Santiago, que se encontraba en un rincón, pero conocía, era el mejor amigo de su hijo.

—A Ethan nadie lo quería —contestó de mala gana—. Tal vez si pasara menos tiempo ocupado en dejarlo a un lado, se daría cuenta de que él ya no está en esas cosas.

—Mike Kleiton —contestó Jasón—. La vi muy nerviosa últimamente, debí poner más atención.

—Genial, y dices que no era uno de sus amiguitos. Ahora se mete con un fugitivo internacional. ¿Estás seguro de que no se escapó de nuevo?

Eliot también se empezaba a molestar por la poca preocupación que demostraba por Ethan y su empecinamiento en darle la culpa de lo que pasaba.

—Maldita sea, ya le dijimos que Ethan no tiene la culpa de nada. Comprendo perfectamente por qué él prefiere estar con personas ajenas a ustedes, son unos desgraciados que aunque les digan que su hijo está desaparecido con un criminal, tiene la resolución de que todo es su culpa —acusó con una tranquilidad que helaba la sangre.

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—Creó que se están saliendo un poco del tema —murmuró tímidamente el policía que , hasta ahora, había permanecido en silencio. Dio dos pasos atrás cuando ambos hombres los fulminaron con la mirada.

—Sí, mejor díganos las razones por las cuales un criminal querría a dos adolescentes.

—Siempre es una gran solución evadir los temas que evidencian los errores ante otros ¿verdad, Arturo? —La sonrisa de Eliot era descarada y sarcástica, pero prefirió centrar su mente en Ethan y su hermana, desaparecidos.

Capítulo 28: Terror, compañerismo… escapar

El pasillo se encontraba oscuro, el olor a humedad se colaba por cada rendija de la agrietada pared. Ethan sostenía su mano firmemente. Mike caminaba delante de ellos con las manos en los bolsillos y silbaba con una tranquilidad que te hervía la sangre.

Tal vez hubieran echado a correr del lado contario, pero el pasillo era completamente recto y Mike tenía un arma colgada del pantalón.

—Mike. —Krystal reconoció de inmediato la voz de J.T, con su aspecto sucio de siempre. Apretó la mano de Ethan—. Tenemos un pequeño problema con el encargo de esta noche. —Su enfado se notaba y fijaron sus ojos en ella. Mike esbozó su clásica sonrisa y sintió el miedo recorrer su cuerpo, mas se mantuvo firma frente a ellos, desafiante.

—Arreglaré eso, lleva a Krystal y su amiguito. Es hora de que la niña deje de ser una inútil. —A pesar de que su voz sonaba divertida, ocultaba muchas cosas.

Mike se fue y cruzó una puerta a unos siete metros de ellos. J.T les clavó los ojos encima y ella sonrió, sabía que no debería hacerlo, él a diferencia de Mike —que la mantendría a salvo para usarla— sólo le interesaba que estuviera viva, para él eso era suficiente para utilizarla sin importar que estuviera sangrando a punto de morir. Pero ella no era capaz de quedarse callada luego de que fuera el culpable, porque Mike podía haberla retenido, pero si había llegado ahí era por las deudas de J.T.

—¿Sigues siendo el perro faldero de Mike? Y yo que creí que a estas alturas ya pagarías todas tus deudas.

—Maldita niña ¿crees que puedes hablarme así sólo porque te necesita? —Se acercó a ellos a dos zancadas, con su mano levantada, sabía que le pegaría.

—Métete con alguien de tu tamaño —replicó Ethan deteniéndolo en el aire y lanzándole una mirada de furia.

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—Malcriados, odio los nenes ricos. —Cogió el brazo de Krystal, Ethan la agarró fuerte y no dejó que se la llevara, por lo cual terminó arrasándolos a ambos por el pasillo—. Quédense aquí —ordenó y cerró la puerta tras de sí.

—Cómo si pudiéramos escapar —bufó dejándose caer en una silla giratoria y empezó a dar vueltas.

Eso lo confundió aún más, sus cambios de personalidad lo volvían loco y, sinceramente, no la comprendía, aunque… ¿quién entendía las mujeres?

Krystal detuvo la silla y se paró frente a él, con una cara de seriedad que lo congeló por completo.

—No abras la boca cuando ellos vengan, tampoco les demuestras miedo, debes verte lo más indiferente que puedas. No los desafíes —musitó, y con cada palabra su voz era más baja.

—Es difícil considerando que no te entiendo. ¿Cómo puedes aconsejarme haciendo lo que haces? —interrogó molesto.

—Es diferente —respondió convencida y dio un suspiro cansado antes de continuar—. Mike maneja todo, pero J.T y George tienen poder. Mike no me hará daño porque me necesita, pero no dudará en hacerte daño para obligarme, puede ser cobarde… es su forma de manejar las cosas. J.T le debe a Mike y no le importa si estás a medio morir luego de que puedas serle útil. George es indiferente a todo, pero es mejor no meterse con él.

—¿Por qué te quieren aquí? —preguntó sin poder soportar más.

—Es una historia un tanto complicada, soy hacker. De niña jugaba con papá en su computadora y él me enseñó a utilizarla, era increíble con esas cosas. Mike no se mete con secuestros, es demasiado tonto para él. J.T es quién me secuestró porque esperaba así pagar la deuda que tenía, para su mala suerte fue demasiado tarde cuando me trajo, larga historia. El hecho es que cuando intenté mandar un mensaje, descubrieron lo que hacía y me dejaron aquí. Usualmente tengo que borrar y limpiar los registros de sus negocios, aunque claro que no son tan tontos, y puede que les haya costado, pero se darán cuenta si llegara a enviar algo que nos ayude.

Su voz fue apagada cuando la puerta se abrió, disimuló el sobresalto y se volvió a Mike y detrás J.T, con la cabeza gacha.

Le señaló el computador. Krystal no quería hacer eso, le enfermaba saber a cuanta gente hacían daño, pero Ethan estaba ahí y no pensaba permitir que le hirieran por su culpa. Él la detuvo apretándole el brazo.

—Al parecer serás un problema —comentó Mike de manera distraída—. Vamos a jugar para que aprendas cómo funcionan las cosas.

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—¡¡No!! —exclamó Krystal al conocer sus juegos.

—¿Te gusta “El rey manda” ? Igual no importa, es mi juego favorito. —Se sentó en la silla giratoria a horcadas, de manera que pudo apoyar la barbilla en el respaldar—. El rey manda que sueltes a la chica para que haga su trabajo.

Ethan se negó y la apretó más fuerte el brazo. Pero J.T que había estado atrás de él, jaló a Krystal y, antes de que pudiera hacer algo, le clavó un cuchillo en el brazo derecho, provocando un gran corte diagonal de al menos diez centímetros.

Krystal emitió un gemido ahogado y se tragó las lágrimas.

Jasón sentía que los nervios lo comerían vivo, Lina —en sus brazos— dormía tranquilamente, ignorante de lo que sucedía a su alrededor. La tensión se respiraba en el aire.

Eliot tenía un límite para su paciencia y luego de responder todas las preguntas que le hizo el padre de Ethan, quien seguía con su fría indiferencia e interés por el daño que pudiera sufrir.

Sebastián ahora cargaba a Lizzie, mientras sostenía la mano de Joselyn sentada a su lado y con Nico en las piernas, se habían negado a irse pese a la insistencia de los mayores.

Janet prácticamente arrastró a Adrian a su habitación y tras dejar a Molly con él, se sentó al lado de Eliot.

Cloe no pudo contenerse más y se quitó del lado de su hermana, abrazada a Santiago, de un par de pasos se acercó al padre de Ethan, para impactar su mano contra la mejilla.

—¡¡Es usted un mal padre!! ¡¿Cómo puede estar tan tranquilo cuando su hijo podría estar muerto?! —gritó con todas sus fuerzas y una mirada desafiante. Él no hizo ningún gesto y eso la enfureció aún más. Regresó a su asiento y se cruzó de brazos con una mirada fulminante al hombre.

Ethan abrió los ojos aterrorizado cuando Krystal cayó al asuelo, de su brazo escapaba sangre sin parar.

—J.T, eres un idiota, en el brazo no —gruñó Mike molesto. Krystal se levantó con un ligero temblor—. Esto sólo fue para enseñarte como se juega, sí Krystal no hace lo que le digo, el herido serás tú.

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—Me importa poco —replicó.

—¡Vaya! Al parecer eres valiente. Interesante. Pienso hacer un intercambio con tu padre. ¿Quién iba imaginar que el hijo del comándate terminaría aquí?

—Pierdes tu tiempo, no le intereso —escupió las palabras con desprecio—. Deberías buscarte otro chico “indefenso” para sacar provecho.

—Ethan cierra la boca —ordenó Krystal con voz entrecortada, tenía la mano en su brazo y su cara cada vez estaba más blanca.

—No —replicó. No iba a tenerle miedo a ese hombre, él no era de los que se rezagaban a llorar por ahí—. Usted es un maldito desgraciado cuya única satisfacción en la vida es la de hacer miserable la de los demás. —Lo único que consiguió fue que la sonrisa de Mike se ampliara.

—Eres valiente en definitiva, lástima que no te conocí antes. Yo como chicos como tú.

Krystal se horrorizó, su rostro ya estaba blanco como el mármol. Había escuchado esa expresión tantas veces en el pasado.

Empujó a Ethan a un lado, quien se golpeó contra la pared por lo imprevisto del movimiento, de manera que la bala que lanzó J.T, pasó rozando su brazo y, finalmente, hirió a Mike en el costado derecho.

—¡¡Estúpido J.T!! —gritó con furia asestándole un golpe y dejándolo inconsciente.

—Señor, localizamos el teléfono de su hijo —informó un policía con tono seco.

Jasón se alegró internamente de lo avanzada que estaba la tecnología.

El padre de Ethan ordenó a sus hombres organizarse y, por más que Jasón insistió, todos se vieron obligados a quedarse ahí. Era un verdadero fastidio tener que permanecer tranquilos mientras su hermana podría estar herida.

—Repíteme por qué debemos quedarnos aquí, Eliot —dijo Sebastián levantándose, desesperado.

—Ten un poco de consciencia, no serviríamos de nada allá. Ellos la traerán.

—¡¡No pienso quedarme aquí!! —exclamó dirigiéndose a la puerta. Le importaba una mierda lo que su hermano pensara, no dejaría a Krystal en manos de ese desgraciado.

—¿Y qué le diré a Lizzie y Nico cuando se despierten? ¡¡Maldita sea, Sebastián, no hagas una locura!!

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Eliot sabía que los niños era lo único con lo que su hermano podría controlarse.

La guerra era campal en esa pequeña habitación. Ethan forcejaba con Mike por el arma, ésta se disparó chocando con las paredes, algunos pedazos de roca cayeron por el impacto de la bala, aturdieron a Mike al darle en la cabeza.

Krystal aprovechó el momento para jalar a Ethan y abrir la puerta, el oscuro pasillo los recibió con frialdad, parecía que la niebla hubiera ensombrecido el lugar.

Entraron por la primera puerta que se cruzó en su camino.

—¿Qué haremos? —interrogó Krystal preocupada buscando una salida.

—Detener la hemorragia de tu brazo sería una buena idea para comenzar —contestó terminando de trancar la puerta. Escuchó que ella soltaba un pequeño gritito.

—Ayúdame —ordenó empezando a hacer esfuerzos para correr un estante donde había un montón de papeles desorganizados.

Se encontraron con una puerta.

—¿Cómo…?

—Es la “oficina” de Mike —replicó señalando a su alrededor—. Él tenía una entrada como esta siempre para escapar en caso de emergencia, recuerdo que en una ocasión tuve que cruzar una así, cuando era una niña, por eso lo sé.

Sintió la respiración de Ethan en su cuello, erizándole el vello de la nuca, a través del estrecho corredor. Se preguntó cómo era posible que Mike pasara por ahí cuando ellos apenas podían caminar.

—¿Es mi imaginación o estamos bajando? —inquirió él contra su oído, debido a lo cerca que estaban. Krystal tenía la respiración entre cortada debido al esfuerzo y el lugar era tan cerrado que no llegaba mucho aire.

—Debe ser un túnel subterráneo. ¡Ay, no! —Tomó la mano de Ethan para apurar el paso al escuchar las voces con eco detrás de ellos.

Cayeron al suelo. Al final del pasillo se encontraron con un pedazo de madera tirado en el suelo. Krystal se permitió una gran bocanada de aire, aunque el hecho de que Ethan estuviera aplastándola no la ayudaba. Se levantaron rápido.

Krystal consiguió encender una lámpara vieja y que titilaba, una sábana cubría algo en una esquina.

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El lugar era como un sótano, reconoció una portilla con una rampa.

—Niñitos tontos ¿en verdad creyeron que podrían escapar? —Ambos se sobresaltaron al ver a Mike con la cabeza escurriéndole un poco de sangre—. Estoy cansado de ustedes, puede que pierda dinero, pero al menos me quitaré un problemas de encima con ustedes. —Tragaron saliva al ver la sonrisa maliciosa y esos ojos apagados, mientras lentamente alzaba el arma hacia ellos.

Capítulo 29: Querer dejar las sombras atrás… a veces significa hundirte de nuevo

Mike se acercó a ellos, quienes permanecieron quietos. Krystal buscaba una salida, desesperada, no quería ver como otra persona moría y menos a manos de Mike.

—Morirás primero, niño. —Caminaba sigiloso como un tigre, un movimiento en falso y estarían acabados.

Afuera escuchaban los disparos, gritos, las voces de J.T y George se alzaban entre el bullicio. Palabras como “policía” y “escapar” se grabaron en su mente. Era cuestión de minutos para que hallaran las salidas, tenían que distraer a Mike el tiempo suficiente para que lo arrestaran.

—Déjalo a él en paz —exclamó Krystal dando un paso adelante. Ethan intentó detenerla, pero ella fue más rápida.

El chico cerró los ojos y los apretó con fuerza, no deseaba ver como esa arma era disparada en contra de ella. Mirar como la sangre se escapaba.

Mike negó con la cabeza y escuchó ruido sordo.

Ethan abrió los ojos al sentir algo húmedo y cálido salpicar en su mano. Sus pupilas se agrandaron al escuchar un nuevo disparo, vio a Krystal a un paso de él, a su padre desde la puerta con una mueca de sorpresa y horror, Mike caía al suelo con una mancha de sangre y un gesto entre la sorpresa y el miedo.

Krystal le colocó una mano en la mejilla y sonrió a través de las lágrimas.

—Lo siento, nunca quise meterte en esto, pero todo acabó. —Volvió a sonreír—. Te dije que haría daño a los que quiero y quedaste atrapado en la tonta cadena del cariño, esa que nos destruye y nos hace ver como los que queremos se hunden en la tristeza de perder a alguien. —No logró comprender sus palabras, bajó la mirada y lo vio. La sangre que había salpicado no era de Mike como pensó al verlo caer, era de Krystal—. Diles que los quiero —susurró casi en su oído y presionó sus labios, un beso robado… una muestra de cariño inocente.

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La abrazó antes de que se desplomara sobre el frío suelo. Sintió que el tiempo se detuvo cuando cerró los ojos y ella se dejaba envolver en la oscuridad, pero sabía que allí afuera todos estaban lejanos.

En aquel mismo momento muchas personas reían ajenos a lo que pasaba, en ese momento una familia esperaba preocupada. El mundo no había dejado de girar, el tiempo no dejó de correr, las risas de la gente no se detuvieron.

La vida seguía implacable ante lo que sería la tristeza de algunos, la injusticia ante otros.

Ella se había disculpado por haberlo metido ahí cuando era él quien se metió solo, porque era tan difícil aceptar ante él mismo de que le gustaba escuchar su risa, verla distraída… como en otro mundo y observarla así. Era complicado decirle que le gustaba ver como sonreía al ver a sus sobrinos, cuanto le gustaba escuchar su voz aún en medio de un insulto.

El orgullo, cruel característica humana que muchas veces nos impide aceptar nuestros sentimientos.

Cuántas veces se había hundido en las sombras y deseó escapar, muchas quiso regresar a la luz. No se resistió, no tenía caso hacerlo cuando ella misma eligió eso a ver como otra persona moría antes sus ojos, por su culpa.

Se resignó a no ver el sol una vez más, a ver a su familia de nuevo, a ser víctima de las locuras de Cloe, a que Ethan le robara más besos, a ver películas con su hermano y jugar con sus sobrinos. Aceptó no volver sentir la calidez de un abrazo, probar la dulzura de un beso, la alegría de despertar en la mañana y saber que estás vivo. No quería ver morir a alguien más, cargar con culpabilidad al ver lágrimas en personas que tal vez no llorarían.

La sangre corría espesa entre sus manos, presionó la herida en un intento de detenerla. No se movió cuando los doctores la arrebataron de sus manos o cuando su padre lo levantó por un brazo y lo envolvió en una chaqueta para sacarlo de ahí.

Aún desde las sombras podía escuchar las sirenas y los gritos, sentía algo húmedo recorriendo sus mejillas… lágrimas.

Fijó su vista en la ambulancia delante de ellos, percibió como el policía de copiloto informó que iban al hospital.

—Encárgate de él —ordenó el comandante antes de irse.

—Será mejor que hagamos que te curen esas heridas —musitó nervioso por quedarse a solas con el chico.

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Él se encogió de hombros y caminó tras el policía.

Dejó que una de las enfermeras limpiara las heridas. Cuando llegaron al hospital donde sería tratado.

—Podrían dejarnos solos —susurró su padre desde la puerta. La enfermera salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí—. Siento mucho lo de tu amiga… —Ethan dejó escapar una carcajada sarcástica y lo miró con furia.

—No lo sientes, ni siquiera te importa. No te intereso yo, mucho menos te afecta lo de ella. —Se levantó y empezó alzarle la voz—. ¡Nunca te he importado, no me buscaste cuando escapé y ahora pude haber muerto si no fuera porque Krystal se atravesó! ¡No te importa ella! —Estaba cansado de las mentiras, de fingir que no existía. Deseaba poder echarle en cara que si estaba vivo no era gracias a él y sus policías—. Nunca fuiste un padre, jamás estuviste para mí. No me importa lo que pienses, la única familia que tengo son ellos.

Salió de la habitación rápido, dejando a su padre pasmado, necesitaba saber que ella estaba bien.

—¡Ethan! —Eliot lo abrazó como si la vida se le fuera en ello—. Me alegro de que estés bien. —Le dio una sincera sonrisa, más atrás pudo ver al resto de los hermanos—. Sabes que las puerta de la casa siempre estarán abiertas para ti —susurró antes de irse.

—¿Cómo estás? —Levantó la cabeza, escondida entre sus brazos y apoyado sobre la mesa, para ver a Santiago frente a él y con una sonrisa triste.

—Bien.

—No te ves bien. Ya te curaron al menos. —Él permaneció en absoluto silencio ante Santiago—. Ethan, no es tu culpa.

—¿De qué hablas? —susurró confundido.

—Ella estará bien, es una luchadora. Si lo hizo fue porque no quería verte herido —añadió sentándose en la mesa de la cafetería. Santiago lucía cansado y desaliñado, como aquella ocasión en que Krystal faltó una semana a clases.

—¿Cómo estás tan seguro? —interrogó con la mirada baja.

—Porque lo sé —contestó con una firmeza que no le pertenecía.

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El patio del hospital estaba desierto, caminaba en absoluto silencio buscando una calma que dudaba pudiera encontrar. Ella seguía en la sala de operaciones, la bala se había incrustado en la parte derecha, cerca al hígado, por suerte no había alcanzado a tocarlo.

—¿Me pasas el balón? —preguntó un niño de la edad de Nico con el cabello castaño.

—¿Eh? —Notó la pelota con que había estado a punto de caer y la pateó al niño.

—¿Estás enfermo o tus padres? —indagó de pronto el niño. Ethan le devolvió una mirada confundida y aturdida—. Estás en el hospital, además te ves triste, así que por eso digo si te pasó algo malo —agregó como respuesta.

—Mi amiga está enferma —contestó.

—Que feo, cuando mi madre se enfermó papá le hablaba al oído, decía que ella podía escucharnos. ¡Ojalá tu amiga se mejore! —Sonrió la figura infantil antes de echar a correr.

Cómo deseaba poder correr así de simple, despreocupado y sin problemas.

El pitido de las máquinas y los doctores moviéndose de aquí para allá.

Qué fácil sería dejar que su corazón se detuviera, rendirse a la oscuridad y al cansancio. Deseaba poder dormir. Recordó a su madre, a sus hermanos, sobrinos —esas dulces personitas que lograban sacarle una sonrisa—, Cloe y Claudia con su meteduras de pata y como se metían en su vida…. Y finalmente a Ethan, el chico arrogante que la volvía loca, que siempre se metía en su vida, que se enfrentó a Mike por salvarla a pesar de que ella le dijo específicamente que podía sola.

Sabía que lo más probable es que hubiera muerto en medio de un ataque si hubiera estado sola, pero querer salvar a Ethan la mantuvo fuerte, él no tenía nada que ver con su problema contra Mike y aun así la había ayudado.

Ethan no era como ella pensaba, sonrió en medio de la oscuridad de su inconsciencia, lo juzgó demasiado pronto. Bueno había muchas cosas que a lo largo de su vida se arrepentiría y tal vez luego lo haría de este momento… pero… volvió a recordar a sus hermanos, salvó a Ethan de la muerte y olvidó la tristeza de su propia familia ¿Por qué debía rendirse a la muerte?

Había luchado en aquel momento por salvar a todos los que quería, no podía quedarse ahí. Deseaba ver sus sobrinos crecer, jugar con sus hermanos, soportar las bromas de Cloe sobre Ethan e insultarlo miles de veces a antes aceptar que lo quería.

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—¿Qué pasa? —interrogó Ethan al verlos y notar que el doctor acaba de irse—. Ella no puede… —susurró para sí mismo imaginándose lo peor.

—Entró en coma —cortó Eliot antes de que se armara películas en la cabeza.

Negó con la cabeza, ella no se había rendido, pero ahora no sabía cuándo despertaría. Podía ser días, semanas, meses o… no quería pensar en eso.

Fijó su vista en Santiago, le sonreía para animarlo a pesar de que él mismo estaba a punto de llorar.

—Ve a verla —dijo Eliot tomándolo desprevenido. Lo empujó por el brazo hacia la habitación.

Entró despacio, casi con miedo. Ella yacía en la cama, algunos cables enredados a su alrededor el “pip pip” insistente de la maquina que controlaba los latidos del corazón. Su rostro blanco, el cabello revuelto sobre la almohada.

Dejó que una lágrima escapara…

Se vistió con la monotonía del día, Santiago seguía profundamente dormido, no se molestó en despertarlo y salió de la habitación. Una semana había pasado desde el incidente, la vida seguía a pesar de que las cosas en su nueva casa se vieran sombrías. Lizzie de vez en cuando hacía alguna travesura, aunque… se detuvo al escuchar gritos provenientes de la cocina.

—¿Y qué rayos quieres que haga, Sebastián? ¡Dejé toda mi vida en Glasglow al venir aquí, sólo me iré por una semana! ¡Arreglo lo que quedó pendiente y ya! —exclamó Joselyn desesperada y enfadada.

—¡Tu vida está aquí! ¡Siempre te vas cuando más te necesito! —gritó colérico—. Te fuiste hace años y no regresaste ni siquiera cuando más te necesité.

—¡Ya te dije por qué no lo hice! ¡No podía dejar a mi padre! —Estaba harta de que Sebastián le echara eso en cara desde que le dijo que tendría que salir. De igual forma no había vuelta atrás, su avión salía a las once y tenía las maletas listas, sólo le quedaba despedirse de los niños. Eliot la llevaría al aeropuerto debido a las problemáticas con él—. Bien sabes que si no fuera urgente no iría. —Le dio la espalda y desapareció de la visual de Sebastián.

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Pasó junto a quien los observaba, le sonrió ocultando la rabia, para ver si lograba levantarle un poco los ánimos, y luego le besó la mejilla para despedirse, ambos se habían acostumbrado a verse las caras en pocos días.

Después se dirigió a paso lento donde se encontraban los niños, con quienes habló de que debía marcharse por una semana. Los abrazó con fuerza, los besó varias veces y les pidió que cuidaran de su padre, aunque las travesuras estaban permitidas.

Caminó de un lado al otro nerviosa. Eliot la observaba con paciencia mientras esperaban el anuncio de su vuelo.

—Vendrá, te lo aseguro —dijo intentando calmarla. Ella lo miró con una enorme sonrisa fingida.

—Da igual —contestó con un suspiro—. No es la primera vez que se enoja y no me habla. Además que en parte tiene razón, otra vez lo dejo cuando me necesita… justo ahora que…

—No lo digas —cortó el mayor con una mirada de tristeza—. Yo sé que si no fuera urgente te quedarías, él tiene que entender.

Escuchó el llamado de su avión y abrazó a Eliot a modo de despedida.

—¡Josy! —Escuchó antes de cruzar la puerta. Sus ojos se lagrimearon al ver a Sebastián—. Lo siento. Sólo prométeme que regresarás —rogó con la mirada.

Había estado nervioso desde que le dijo que tenía que irse, el miedo a no volver a verla se apoderó de él, tanto que no escuchó razones por más que quisiera. Una fuerte sensación de no dejarla ir, era lo que llenaba su ser

La abrazó fuerte y, luego de darle un beso, le permitió caminar hacia la puerta.

Epílogo

Se miró al espejo, el traje absolutamente negro y con una corbata —a la cual aún no lograba hacerle el nudo—, se rió de sí mismo. Ahora utilizaba corbata cuando antes juró no hacerlo, pero esta ocasión lo ameritaba.

El departamento se encontraba silencioso, no le extrañaba, ahora vivía solo. El lugar estaba algo desordenado, poco le importaba, nadie vendría hoy a visitarlo, estaban demasiado ocupados, ni siquiera él mismo pasaría el día ahí.

No había pasado tanto tiempo desde todo aquello.

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Se revolvió el cabello, podrían ponerle corbata, pero su cabello era intocable. Luego de cumplir sus dieciocho años se mudó a aquel apartamento, por más que Santiago y todos insistieran que no tenía que hacerlo, no iba a ser una carga para nadie.

—Hola —escuchó al otro lado de la línea mientras comía un tazón de cereal.

—¿Estás desayunando, cierto? —reclamó Santiago.

—Eh… no —balbuceó dejándolo a un lado.

—No me charles. Ethan, sabes que a mí no puedes mentirme. Apuesto a que te levantaste hace media hora, te has bañado en 5 minutos y sigues teniendo la maldita corbata sin el nudo. —Maldijo mentalmente el hecho de que su amigo lo conociera tan bien.

—Pues vale. Soy culpable —masculló molesto.

—Tienes diez minutos para desayunar antes de que te recoja —recalcó el tiempo y colgó.

Se permitió comer con tranquilidad y cuando Santiago entró sin tocar, no se sorprendió en lo más mínimo.

—Eres un desastre. Funciono como chofer, amigo, padre, hermano, pero ni loco como aseador. Deberías arreglar un poco este lugar ¿no te daría vergüenza si alguna chica lo ve? —Ethan se atrancó al escuchar eso.

—¿Debo recordarte que la única chica a la que quiero está lejos? —replicó frunciendo el ceño.

—Vale, no te pongas agresivo. —Levantó las manos en señal de rendición—. ¿La extrañas?

—Cada día —contestó dejando el plato a un lado y se fue, dejándolo solo ahí.

Santiago negó con la cabeza, por más que Ethan la quisiera nunca lo admitiría ante ella. Sonrió triste al ver una fotografía de él y su hermana camuflada entre las demás, la extrañaba mucho con cada día que pasaba, pero debían seguir adelante.

Se olvidó de todo mientras Santiago conducía… tal vez no de todo. Su mente viajó hasta hace un año, a una habitación de hospital donde una chica yacía dormida.

Recordó a las enfermeras intentando sacarlo, los doctores moviéndose a su alrededor y dando gritos y ordenes, el “pip pip” de la máquina apenas sí lo escuchaba anunciado que el corazón de Krystal se estaba deteniendo.

—¡Saquen al chico de aquí! —gritó de nuevo uno de los médicos, se negó a moverse. Sentía que su mundo se venía abajo, aquello a lo que siempre temió sucedía ante sus ojos.

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Apartó los recuerdos y se concentró en el camino, a pesar de todo recordar ese día seguía dándole escalofríos, en aquel instante creyó que lo había perdido todo.

—Todo va a estar bien —animó Eliot a Sebastián.

—¿Y que sí no llega? —preguntó nervioso haciéndose el nudo—. Tú la conoces, sabes que no cree en estas cosas ¿y si huye? Quizás debería ir a verla.

—No te dejará plantado —aseguró rodando los ojos. Ambos lucían trajes impecables. Sebastián estaba nervioso y casi le temblaban las manos—. Adelante —musitó al escuchar la puerta.

—Hola —exclamó Santiago alegremente. Ethan hizo un ademán con la mano a modo de saludo y se sentó en una esquina donde Nico comía chocolates sin cuidado.

—Nicolay, te ensuciarás, te dije que dejaras eso para luego. —Sebastián se acercó a él y con un pañuelo le limpió la cara y las manos.

La puerta se abrió y una radiante Cloe pasó de la mano de Lizzie, con su vestidito blanco y un adorno de flores en el cabello, lucía como una pequeña princesita.

—¡¡Papi!! —exclamó abrazándose a su cuello, pero Cloe la cogió por la cintura, la cargó y le susurró algo a Sebastián para salir con sus saltitos de alegría y una gran sonrisa.

—¿Qué sucede? —interrogó Eliot al ver que hacía levantar a Nico y salían.

—Vámonos —contestó simplemente.

Eliot lo observó confundido cuando se bajaron frente al árbol donde siempre iban ellos antes, se sorprendió al ver al padre mirando de reojo y con temor a Joselyn, vestida de novia. Se veía hermosa. Sebastián la miró y sus ojos se abrieron como platos, logrando que se tranquilizara un poco).

Ethan recorrió el lugar con la mirada, ahí estaban las mellizas, los niños, todos reían, mas no quien quería, siguió buscando en vano a alguien que no llegaría. Krystal no estaba en ese lugar.

—¿Depresivo, Ethan? —dijo Cloe en tono cantarín y con una enorme sonrisa.

—Para nada —contestó orgullosamente.

—Sé que la amas, sé que las extrañas, sé que quieres que esté aquí. Pero más que nada sé que quieres comerla a besos, abrazarla y acariciar su piel. —Cloe rió ante su “canción”,

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pero al ver que Ethan se mostró impasible, las comisuras de su boca mermaron su sonrisa—. Ella está aquí —señaló su corazón y se fue.

Negó con la cabeza, no vendría y lo sabía. Comenzaron a llamar a todos y se encaminó allá hasta que sintió unos delgados brazos rodear su cintura. Se volteó de inmediato para encarar a la persona y robarle un beso.

—Pensé que no vendrías —susurró a su oído provocándole cosquillas. Ella soltó una suave risita para pedirle que la devolviera al suelo.

—¿Perderme el matrimonio de mi hermano, con los que tuve que luchar para lograr que estuvieran juntos? Estás loco —exclamó alegremente—. Además, sé que me extrañabas.

—No lo hice, fuiste la que me abrazó de la nada, deseabas abrazarme y lo sabes —replicó altivo negándose a perder contra ella.

—Mejor me hubiera quedado con aquel guapo chico de cabello rubio y ojos azules, besaba mejor que tú —apuntó con una mirada orgullosa y no se inmutó cuando Ethan volvió a abrazarla por la cintura y levantarla del suelo.

—¿Qué chico? —gruñó entre dientes.

—Un chico guapo, no recuerdo su nombre. De igual forma no tengo que darte cuentas de mi vida, no somos nada. —Remarcó las últimas palabras y esbozó una sonrisa maliciosa sabiendo que lo había picado.

—Eres mi novia —farfulló sin soltarla.

—Que recuerde nunca me lo has pedido y mucho menos he aceptado. —Ethan la fulminó con la mirada y la bajó al suelo. Krystal sonrió, era ahora o nunca; llevaba un tiempo haciendo esa clase de comentarios, quería escucharlo de su boca, pero él se negaba a darle ése gusto.

—¿Quieres ser mi novia? —inquirió rodando los ojos.

—No, pero puedes intentarlo mañana —contestó juguetona y fue con los demás, dejando a Ethan pasmado.

—Apuesto a que ahora te gustaría tener el departamento arreglado —burló Santiago.

—Créeme que no. ¿Sabías que ella llegaría hoy, verdad? —Santiago escupió lo que bebía y lo miró con una sonrisa nerviosa. Asintió rápido y fue a sentarse junto a Krystal, no importaba lo que ella dijera, ambos sabían que lo eran y tampoco pensaba repetírselo.

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Cloe estaba emocionada, era la mejor boda a la que había asistido, secuestrar al padre para que lo casara en un patio en vez de la iglesia tal y como se hacía siempre en Londres. Eso iba más con Joselyn, sacar al padre de la iglesia de manera furtiva y casarse frente a un árbol que siempre significó mucho para ellos; risas, lágrimas y charlas donde lo único que se quería era compartir sonrisas.

Sebastián escuchó las palabras que tanto quería luego del “acepto”.

—…Puede besar a la novia. —La tomó por la cintura y se apoderó de sus labios.

Krystal sonrió, se levantó y aplaudió mientras gritaba. Al diablo su orgullo, se abalanzó sobre Ethan y le robó un beso con una sonrisa radiante.

—¿Qué…? —musitó anonadado.

—Nada, sólo que lo he pensado mejor y si acepto tu propuesta —contestó entrelazando sus dedos.

Cloe se echó a reír eufórica de pronto y pegó un grito abrazando al chico a su lado.

—Andy, son tan tiernos. ¡¡También quiero casarme!! —Lo besó con todas sus fuerzas y lo arrastró frente al párroco, quien aún no salía del asombro por todo lo que había vivido.

—Clo… no crees que somos muy jóvenes —interrogó el chico que era al menos unos dos años mayor que ella, el cabello de color negro y ojos grises ocultos tras unas gafas; se podría decir que era un nerd, pero no lo veía así.

Andrés -o Andy- era un chico bastante inteligente y maduro, venía de una familia normal y tenía una beca para estudiar cibernética. Cloe lo había conocido por medio del chat cuando en un accidente envió la invitación incorrecta por sólo un dígito, algo que había cambiado a la alocada chica

—¿No me quieres? —inquirió con ojos llorosos. Cloe hizo un puchero.

—Claro que sí, pero seguimos siendo jóvenes —contestó impasible ante sus gestos. Cogió de nuevo su mano y la bajó de la pequeña tarima.

Molly correteó con sus primos por el lugar, de la mano de Lina, ahora la pequeña niña no caía al suelo y hablada de forma bastante fluida. Pasando por entre medio de los mayores, lo que más abundaban eran las risas.

—¿En dónde te trajiste al padre? —preguntó Sebastián entre besos a la que ahora era su esposa.

—En la moto —contestó sonriente—. Si hubieras visto la cara de espanto que tenía el señor, por unos momentos pensé que no llegaría vivo y me asusté…

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—Estoy hablando en serio —dijo al mirarla fijamente.

—Yo también…

—Sebastián ¿has visto mis llaves del auto? —Eliot interrumpió preocupado.

—No, yo no…

—Aquí tienes. —Joselyn sacó las llaves de entre su vestido y se las entregó a Eliot—. Gracias, sin él no hubiera podido sacar al padre.

—¿De nada? —Arqueó una ceja confundido, miró a su hermano con el ceño fruncido y mejor se retiró.

—¡Qué me saques las llaves a mí es una cosa! ¿Pero a Eliot? —inquirió con molestia al recordar las tácticas que usaba ella para tomar prestado lo que quería—. ¿Cómo y cuándo?

—Con un abrazo en la iglesia —respondió con tranquilidad—. Fue a felicitarme justo en el momento en que me decidía entre arrancar o llevarme al padre. —Sebastián la fulminó con la mirada—. No me mires así, sabes que te amo y quiero pasar la eternidad contigo. —Él se sonrojó—, pero las iglesias no me gustan. Además, ¿no crees que sea justo que fuera aquí? Es decir, es nuestro árbol, nos vio crecer, llorar, reír, pelear… Lo más lógico es que también estuviera presente este día.

—Visto de ese modo…

—¿Te gustó el vestido? —consultó dando una vuelta y así lograr que Sebastián olvidara el tema de las llaves.

—Bueno… yo… —tartamudeó mirándola de pies a cabeza.

—Es raro… Sólo tú lograste hacer que me pusiera uno de estos vestidos…

—Como sea —interrumpió al cogerla de la cintura y alzarla para dejar sus labios a la misma altura—. ¿Te imaginaste alguna vez este momento?

—No, para cuando me di cuenta que te amaba era muy tarde. —Lo rodeó por el cuello—. ¿Y tú? —Lo miró con suspicacia.

—Quizás… No lo sé… Tal vez algún día te cuente. —Volvió a tomar sus labios evitando que dijera cualquier cosa y, mientras la besaba, le dio un giro en el aire que los hizo sonreír.

Sebastián le dijo unas palabras en el oído logrando que Joselyn se sonrojara, para luego continuar besándose. Al fin la tenía en sus brazos y ya no podrían alejarla de su lado jamás, como siempre procuró que fuera en su infancia.

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—Mi diosa Kali —susurró al bajarla y dejar su frente junto a la de ella—, ahora sí me obedecerás.

—Por muy Shivá que seas —musitó alejándose un poco y apretándole las mejillas—, eso es algo que nunca te concederé —sonrió con malicia, lo tomó de la mano y lo jaló para bailar.

De pronto se escuchó música a todo volumen por el vecindario, estaba segura de que eran las mellizas.

Krystal los observó a todos sonrientes y no evitó que se le escapara una sonrisa. Tenía a todos lo que quería a su lado. Se abrazó a Ethan y se movió al compás de la música.

Finalmente era libre de su pasado, de sus recuerdos, de la culpa, todo aquello había muerto con Mike. Luego de que salió del coma tardaron un poco, pero darse cuenta de que mantuvo a su familia sana y salva, lejos de las garras de aquel hombre había sido como redimir —después de todo siempre se sintió en deuda— sus errores.

En cuanto a Ethan, podía estar enamorada de él, durará años, casarse y tener una linda familia, sería algo que vería con el tiempo, seguía con sus dieciséis años y todo una vida para vivir y disfrutar.

—¿En qué tanto piensas? —preguntó él alzándola un poco para besarla.

—En que es injusto que en un año hayas crecido tanto mientras yo sigo, prácticamente, de la misma estatura —replicó provocando que Ethan soltara una carcajada.

—Era una broma —sonrió y la abrazó pese a las negativas—. Llevas tiempo así, y te conozco como para saber que algo te preocupa.

—Me pregunto si alguna vez Mike… —Ethan le cerró a boca con un beso, sabía lo que ella quería decirle, cientos de veces habían tenido esa charla.

Sólo quería disfrutar de estar a su lado ahora que podía, fuera Mike.