Aleida March evoca su vida con Che

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Aleida March, viuda del Che, escribe su romance por primera vez A 40 años de la muerte de Ernesto Che Guevara, su viuda, Aleida March, se sentó por fin a escribir. Evocación narra pasajes inéditos del guerrillero y le rinde, así, un homenaje al hombre, al amante y al padre. A Chile no ha llegado, pero ya circula por las librerías italianas. Aleida March y su libro evocación Por: Ana María Barra mujer.latercera.cl 31-05-2008 "Compartir la vida con un hombre que aparte de ser mi compañero poseía cualidades excepcionales -cosa que nadie, más allá de convicciones y juicios personales, puede poner en duda- requirió una decisión que, debo reconocer, me costó un poco". Así comienza Aleida March este recorrido por su historia, la de Cuba y la de su vida junto al Che. Ambas imposibles de separar para esta mujer que hasta sus actuales 71 años ha cultivado el bajo perfil. "Mis experiencias personales se incrustarán en una causa mayor. Renuncié conscientemente a una vida solo mía". Aleida no da entrevistas, ni las dará. Así lo especifica uno de sus cercanos allá en La Habana. Quizás por eso decidió escribir y contar, de esa manera, lo que fue su vida junto al revolucionario. En su libro Evocación, la mujer que llevó uniforme durante la dictadura de Fulgencio Batista publicó cartas, reflexiones, postales, poemas y otros documentos que compartió en privado con Guevara. El retrato íntimo novelado comenzó a circular en mayo pasado y en él quedaron

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Aleida March, viuda del Che, escribe su romance por primera vez

A 40 años de la muerte de Ernesto Che Guevara, su viuda, Aleida March, se sentó por fin a

escribir. Evocación narra pasajes inéditos del guerrillero y le rinde, así, un homenaje al

hombre, al amante y al padre. A Chile no ha llegado, pero ya circula por las librerías

italianas.

Aleida March y su libro evocación Por: Ana María Barra

mujer.latercera.cl 31-05-2008

"Compartir la vida con un hombre que aparte de ser mi compañero poseía

cualidades excepcionales -cosa que nadie, más allá de convicciones y juicios

personales, puede poner en duda- requirió una decisión que, debo reconocer,

me costó un poco". Así comienza Aleida March este recorrido por su historia, la

de Cuba y la de su vida junto al Che. Ambas imposibles de separar para esta

mujer que hasta sus actuales 71 años ha cultivado el bajo perfil. "Mis

experiencias personales se incrustarán en una causa mayor. Renuncié

conscientemente a una vida solo mía".

Aleida no da entrevistas, ni las dará. Así lo especifica uno de sus cercanos allá

en La Habana. Quizás por eso decidió escribir y contar, de esa manera, lo que

fue su vida junto al revolucionario. En su libro Evocación, la mujer que llevó

uniforme durante la dictadura de Fulgencio Batista publicó cartas, reflexiones,

postales, poemas y otros documentos que compartió en privado con Guevara.

El retrato íntimo novelado comenzó a circular en mayo pasado y en él quedaron

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plasmados pasajes inéditos de sus ocho años juntos y de sus cuatro hijos. Pese

a haber sido escrita en español, resulta curioso que, por ahora, la obra sólo esté

disponible en librerías italianas bajo el título Evocación: La Mia Vita a Fianco del

Che (Editorial Bompiani Overlok).

Criada en el seno de una familia campesina, fue la menor de cinco hermanos y

vivió de cerca los abusos y la violencia que azotaba a los de su clase. El

impacto de perder a un hermano por falta de atención médica le generó la

inquietud por luchar para que las cosas cambiaran. Terminada la escuela básica

tuvo que seguir los estudios en la ciudad, en Santa Clara, al sur de La Habana,

donde años más tarde se trasladó su familia.

En marzo de 1952, para el golpe de estado de Fulgencio Batista, tuvo su primer

choque con la política. El segundo llegaría de la mano del abogado Fidel Castro

y su bullado asalto al cuartel Moncada en 1953. La osadía de arremeter contra

la segunda fortaleza militar del país de esos tiempos para así conseguir armas

para el pueblo, la tocó. "La vida de los cubanos fue removida por la aparición en

escena del nombre de Fidel Castro (...) Sentí la necesidad de saber más, sobre

todo, de aquel hombre capaz de revivir con determinación las ideas de José

Martí, que nos habían señalado el camino a seguir a los que habíamos vivido en

carne propia las injusticias y los abusos del poder".

Ese mismo año comenzó a estudiar pedagogía en la Universidad Central de Las

Villas, donde ebullía la conciencia política. "El año 1956 fue decisivo. Leí con

pasión La Historia me Absolverá, la narración que Fidel hizo sobre su duro

proceso después de la condena por el asalto a Moncada. En esas páginas vi

claramente la ruta a seguir para restituir la dignidad a nuestra patria". Siguiendo

ese impulso, por intermedio de un amigo de la iglesia presbiteriana a la que

asistía, Aleida ingresó al Movimiento 26 de Julio, creado por Fidel Castro en

1953 para derrotar a Batista. Eso la llevó directo a la acción clandestina, a la

lucha armada. "Delante de mis ojos se encendió un mundo nuevo, inimaginable.

Ahora que lo pienso, fue una de las etapas más plenas y felices de mi vida".

Nacía así la combatiente.

El primer encuentro...

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Corría 1958, un año de alta actividad política en

toda Cuba. Después de la huelga del 9 de abril,

la represión llegó. Un primo de Aleida y el hijo de

éste fueron torturados y asesinados. Pese a su

profundo dolor, no pudo detenerse en él por

mucho tiempo: en ese momento la joven era

confirmada como coordinadora de provincia.

"Debía mantener el contacto con grupos guerrilleros alejados y en una de esas

misiones estuve en mi primer bombardeo. Muerta de miedo, debo reconocer".

A fines de ese año, el comandante "Che" Guevara constituyó un frente único

para entrar finalmente a Santa Clara. "Con la noticia de su llegada, yo y mi

compañero de misiones Diego Paneque nos apuramos en llegar al

campamento. Ahí se produjo mi primer encuentro con el legendario comandante

(...)". Aleida tenía entonces 22 años. "Pasamos la noche en la misma casa y me

tocó el catre junto a él. Nunca podré olvidar sus saltos: era como si también en

el sueño continuara combatiendo contra el enemigo. Me fue literalmente

imposible cerrar un ojo". Después vino una arriesgada misión: la joven rebelde

tuvo que llevar dinero a Escambray (un pueblo cercano a Santa Clara) para las

actividades guerrilleras. "Me había amarrado el dinero al busto con grandes

vendas y al atardecer llegué al lugar donde se encontraba el comandante. Ahí

estaban las tropas del famoso Ejército Rebelde (...) Yo fui la última a la que

(Ernesto) le dirigió la palabra. Lo vi como un hombre maduro y apenas pude

hablarle, le expliqué el motivo de mi presencia. Le confesé que las vendas me

estaban torturando, que no veía la hora de librarme de aquel suplicio". Bastó

entonces una orden de la máxima jerarquía para que varios vonluntarios

corrieran a ayudarla.

Las misiones que desde entonces le encomendaría el mismísimo Che Guevara

a March, fueron pequeñas. Algo que no le pareció del todo bien y que le hizo

saber a su comandante: con tan menudos encargos, ella no se veía futuro como

guerrillera. Sólo logró entender la decisión de dejarla en Escambray cuando se

enteró de que en su contra recaía un mandato de captura".

Poco a poco comenzó el acercamiento entre ambos. "Estaba sentada con mi

El matrimonio se realizó el 2 de junio de

1959.

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pequeño equipaje cuando el Che pasó delante de mí y me pidió que lo

acompañara. ‘Vamos a dar un paseo juntos’, dijo. Salimos en el jeep y sin que lo

hubiésemos advertido, ninguno tuvo el tiempo para pensar en las

consecuencias de mi constante presencia a su lado". Aleida se refiere al

sacrificio que implicaría toda la historia de amor.

March cuenta que en tiempos de revolución la tensión en el ambiente era

palpable, "pero eso no le impedía al Che dejar salir sus sentimientos,

refugiándose en la poesía; sólo más tarde entendería que ése era uno de sus

modos más íntimos de expresarse. Una vez, mientras hablaba con unos

compañeros, me recitó algunos versos (...). Creo que quería hacerme sentir la

presencia del hombre y no del jefe". Los relatos sobre tan intensos momentos

fluyen por los párrafos de Evocación. "Una vez que volvía al campamento me

encontré con la sorpresa de que (Ernesto) tenía el brazo roto. Se lo había

fracturado saltando desde un techo. Le di un pañuelo de seda negro, que

siempre llevaba conmigo, para que se amarrase el brazo al cuello. Ese pañuelo

se transformó para nosotros en un verdadero talismán y fue recordado en una

de las páginas más lindas e intensas del Che en el cuento La Piedra, escrito

años después durante su estadía en el Congo, mientras lideraba el movimiento

de liberación de los países del Tercer Mundo . "‘El pañuelo de seda (...) se

convirtió en un lazo amoroso’", escribió el guerrillero.

Tiempo después de ese accidente, ella se convertiría en su secretaria personal,

siempre a su lado. "Una tarde, de forma imprevisible, el Che empezó a

hablarme de su vida. Era la primera vez. Me contó que se había casado con una

economista peruana, Hilda Gadea. Me habló de su hija, Hildita y agregó que se

había separado antes de dejar México (...). Para él esa conversación fue la

manera de hacerme saber que estaba libre para compartir conmigo parte de su

vida; pero yo era demasiado ingenua y poco maliciosa para entenderlo y lo tomé

como un simple desahogo". Con el éxito de la revolución ad portas, ambos

partieron rumbo a La Habana, viendo pasar los camiones que llevaban a los

rebeldes hacia la capital.

El compromiso ...

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"Todas las veces que recuerdo el viaje a La

Habana aparecen en mi mente una serie de

episodios confusos, fruto del cansancio

acumulado, pero sobre todo de las emociones

de esos días inolvidables (...). Al atardecer nos

detuvimos en Los Arabos y nunca habría

sospechado que ahí ocurriría algo que marcaría para siempre mi existencia: la

declaración de amor del Che. Aprovechó un momento en que nos quedamos

solos en el jeep y me dijo que se había dado cuenta de que me amaba el día

cuando nos encontramos en una emboscada en Santa Clara y había temido por

mi vida (...). Es probable que esperara una señal o una pregunta, pero de mi

boca no salió ninguna palabra. Cansada y adormilada como estaba, preferí

hacer como si nada hubiera pasado".

Ya en la capital cubana, venía la parte más

difícil: hacer de la revolución algo concreto.

"Nos comportábamos como dos enamorados

cualquiera, felices. Todavía no era su mujer

pero me pedía que le arreglara el cuello de la

camisa (...). Otras veces me pedía que lo

peinara (...) Era una manera de hacerme

sentir importante y obtener una caricia. Así

llenábamos nuestra vidas".

Luego del triunfo de la revolución, los primeros objetivos fueron formar el

Ejército Rebelde y escuelas de alfabetización y seguimiento, entre otros. Se

instituyeron los Tribunales Revolucionarios y comenzaron los juicios contra los

representantes de la dictadura. El Che le asignó a su compañera un trabajo

"enorme": ocuparse de los problemas de los soldados y hacer de filtro entre él y

cuanto político o periodista quisieran acercársele. "Eso me hizo ganar la fama

injusta de mujer celosa y posesiva".

Otra de sus labores consistía en leer la correspondencia personal de Guevara.

"Recuerdo cuando me hizo leer una carta para Hilda. En ella le comunicaba

oficialmente la decisión de separarse, porque había decidido desposar a una

Aleida March con sus hijos jóvenes.

Durante una visita a Cuba del estadista soviético

Anastas Mikoyan, en una casa de protocolo.

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joven cubana, una compañera de lucha revolucionaria. Cuando le pregunté

quién era esa joven, me dijo que yo (...) Nada volvió a ser como antes. Un día

de enero que viajábamos a San Antonio de los Baños, él me tomó la mano por

primera vez, sin decir una palabra. Sentí que el corazón se me salía del pecho,

no sabía qué hacer ni qué decir, pero entendí que estaba perdidamente

enamorada".

La pareja no se casó inmediatamente. El

comandante tuvo que superar primero un

enfisema pulmonar y luego debieron afrontar

la pérdida de su primer hijo. A eso se

sumaron los primeros acercamientos a la

colaboración con los movimientos de

liberación nacional y las fuerzas progresistas

del mundo. Recién el 2 de junio de 1959

lograron casarse, cuatro meses después de que el Che le declarara su amor a

la joven campesina. "Terminada la ceremonia volvimos a Santiago de las Vegas

a nuestra primera casa de esposos, donde pasamos la luna de miel."

Sin embargo, el revolucionario debió seguir poniendo a punto el proyecto que a

fines de mayo le había presentado a Fidel. Se trataba de un viaje a las capitales

del pacto de Bandung, formado para permitir la descolonización. "Ésa fue una

experiencia difícil. El Che partió de Cuba el 12 de junio, casi al otro día de

nuestro matrimonio, y volvió recién en septiembre. Cuando le pedí que me

llevara como su secretaria me dio un ‘no’ rotundo. Ahí empecé a conocerlo de

verdad. Me dijo que además de ser su secretaria era su mujer, y que mi

presencia a su lado habría sido vista como un intolerable privilegio por parte de

aquellos que no podían viajar con los suyos".

De este modo la mujer adivinó que tendría

que estar dispuesta a sacrificarse por la

pasión y el compromiso de su compañero,

que era construir un mundo mejor. Pese a la

distancia, el constante epistolario fue crucial

para la salud de la relación. Desde cada lugar

En plena revolución, viaje a través de las Minas del Frío, una de las zonas más elevadas y gélidas de Cuba.

El comandante junto a sus cuatro hijos: Ernesto, Camilo, Aleidita y Celia.

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que pisaba, Guevara le enviaba una carta a su esposa. Hoy son su mejor

legado. "París, 1965. Estoy definitivamente poniéndome viejo, estoy cada vez

más enamorado de ti y cada vez más atraído por la casa, por los niños, por todo

ese mundo que me limito a imaginar, dado que no me es posible vivirlo",

escribía el guerrillero.

Después de ese primer viaje en adelante, las responsabilidades políticas y los

nombramientos del Che en cargos de importancia en Cuba fueron cosa habitual

y parte de una vida que los obligaría a vivir lejos el uno del otro. Entre tanto, la

llegada de sus cuatro hijos -Aleida, Camilo, Celia y Ernesto- llenó la vida y las

horas de la señora del revolucionario. Ello, pese a su constante deseo de estar

a su lado, el mismo que lo movía a él: "Tanzania, 1965: Cuando vivía en mi

cueva burócrata soñaba con esto que empecé; ahora y por todo el tiempo que

me queda, soñaré contigo y con los niños que están creciendo

inexorablemente", le decía el hombre en el papel.

La despedida... "Sabiendo que Cuba había logrado constituir

una revolución auténtica y que el país podía

contar con un líder de la estatura de Fidel,

amado y admirado por todo el pueblo, el Che

había decidido unirse a la fuerza revolucionaria

activa en los países menos desarrollados (...)".

Aleida aprovecha sus memorias para desmentir

uno de los grandes mitos en torno al comandante: sus desacuerdos con Fidel no

tuvieron que ver con su partida definitiva de la isla. En octubre de 1966, el Che

salió rumbo a Bolivia caracterizado como el viejo Ramón. Quiso despedirse de

sus hijos, pero lo hizo presentándose como "un amigo uruguayo del papá" que

quería conocerlos. "Para los dos fue un momento muy difícil. Aleidita, corriendo

a saludarlo, se cayó y se pegó en la cabeza. El Che se precipitó a darle ayuda

en forma tan preocupada que mi hija se me acercó y me dijo: ‘Mamá, este

hombre está enamorado de mí’. (...) Antes de partir, me escribió una poesía

que, está de más decir, es uno de los tesoros más preciados que me dejó:

‘Adiós mi única. Que no te haga temblar el hambre de los lobos ni el frío

Foto tomada por el Che frente a un tren blindado. Estaban en medio de una misión.

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estepario de la ausencia: te llevo en mi pecho en el lugar del corazón e iremos

juntos hasta que la calle se divida’".

En octubre de 1967, Ernesto Che Guevara fue asesinado en Bolivia.

Aleida siguió adelante con su vida, criando a sus hijos y trabajando arduamente

en la recuperación y conservación del pensamiento de quien había sido su

marido. Las cartas, los ensayos y los discursos que le dejó como legado,

sirvieron para mantener intacta la memoria histórica. Una que con el tiempo

adquirió un nombre. El Centro de Estudios Che Guevara.

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Che, en su papel de Ramón, posa para una de sus últimas fotografías con su esposa Aleida March