A propsito de Kant

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Algunos apuntes sobre la libertad, el juicio, la muerte y la eternidad.

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Page 1: A propsito de Kant

Universidad de las Artes

Maestría en Arte Contemporáneo

Mtro. Genaro Martell

Septiembre 10, 2009

DULCE MARIA RIVAS GODOY

A propósito de Kant El hombre es un ser que tiene conciencia de sí mismo. Ésta es la causa de los

debates acerca de la razón, del juicio y de la moral. ¡Qué fácil sería vivir bajo el cielo

estrellado que menciona Kant y seguir normas sin cuestionarlas!

El hombre primitivo, tuvo en algún momento, que haberse dado cuenta que sus

ideas eran el germen para la acción. Se dio cuenta de que era capaz de pensar; es decir de

reproducir o de producir situaciones, no en el plano físico, sino en el de las ideas. Fue

consciente de que las acciones, producto de sus pensamientos, podían modificar el estado

de cosas. Se dio cuenta del poder de las ideas. Se dio cuenta de la voluntad.

Necesitó inventar un sistema de símbolos para pensar organizadamente el mundo:

inventó el lenguaje. A través del lenguaje, logró comunicar sus pensamientos. Pero los

pensamientos y las ideas, son susceptibles de desvanecerse, de olvidarse; y el hombre

inventó la escritura y las matemáticas: empezó a construir y acumular conocimiento.

La facultad que tiene el hombre de analizar, de comprender, de comprobar, de

razonar, de suponer, de simular y de juzgar, es el resultado del uso de estos símbolos, con

los que es capaz de producir y reproducir lo que se proponga.

El hombre es consciente de sí mismo y de su existencia en el mundo, pero es

consciente de su finitud y ante eso se rebela. Sabe que su destino es la muerte; no puede

evitarlo y no quiere resignarse. Ante la imposibilidad de cambiar este estado de cosas, el

hombre se ha dedicado a inventar la manera de hacerlo menos dramático.

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La libertad

Libertad es el poder de decidir entre alternativas, independientemente del control del

destino o la necesidad. Al entrar la razón en conflicto consigo misma para resolver el

problema de la libertad, Kant de manera muy práctica, aplica la razón práctica.

Kant dice que la libertad está ligada a la ley moral y que esto queda comprobado

cuando el hombre demuestra que es capaz de elegir entre el bien y el mal, conceptos que

supuestamente conoce a priori. Esa ley moral, dice Kant, no podríamos obedecerla si no

tuviésemos libertad.

Cuando sabemos preclaramente que algo es malo y lo hacemos, ¿es esto un acto

libre? A mi entender, en el fondo no lo es.

Pensar que somos libres es placentero, pero el ejercicio mismo de la supuesta

libertad puede o no serlo. Somos capaces de predecir; de saber si lo que hacemos, aunque

de momento sea placentero, puede en consecuencia, conducir al dolor. Por lo tanto,

haciendo uso de la voluntad, elegimos, pero no libremente, sino de acuerdo a un prejuicio.

Quitarse la vida, que pudiera ser el grado máximo de negación del principio de

conservación primitivo, en el fondo no lo es, puesto que el suicidio es una acción para huir

del dolor.

La libertad, entendida como el poder que tiene el hombre de elegir, está supeditada

o determinada por la naturaleza; es decir por la condición genética primitiva de buscar el

placer y huir del dolor.

La ley moral, más que ser inherente al hombre, es un resultado de esa conciencia de

nosotros mismos, y del poder o capacidad cognitiva que tenemos de percibir en un contexto

común lo que un individuo diferente puede sentir. La ley moral que nos rige es producto de

la compasión; de la empatía que nos hace comprender a los demás, notar sus diferencias,

estados de ánimo, temperamentos e intenciones. A partir de ello decidimos, no entre el bien

y el mal, sino entre lo que pudiera o no, transferido a los demás, ser mejor o peor para

nosotros. La libertad al elegir está determinada por el grado de compasión; la tranquilidad

que da tenerla y que nos la tengan, y el temor de alguna vez sentir lo que otro, cuando falta.

En el fondo se reduce al básico instinto de buscar el placer y huir del dolor.

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La muerte y la eternidad

La idea de la muerte causa pena y dolor y, para soportarla el hombre ha inventado el

arte, la trascendencia y la eternidad. Tal vez, la única libertad que tiene el hombre es la de

elegir administrarse estos paliativos, o sin ellos esperar irremediablemente la muerte.

Los conceptos de arte y eternidad son: el primero, fácil de comprender y difícil de

definir; y el segundo, fácil de definir y muy difícil de comprender. La idea de eternidad es

complicada porque no tiene que ver, como el arte, con lo que se hace aquí, sino con lo que

se hará; no con lo que se es, sino con lo que será si es que será. Por tal motivo, el hombre

se aferra y defiende el arte (que tiene visos de eternidad), en su imposibilidad de aferrarse a

algo insostenible por inabarcable e inaprensible como es la eternidad.

La cuestión sigue siendo saber, si ya sin cuerpo, el hombre (que en todo caso,

tendría que tener ya otro nombre) podrá producir pensamientos y tener, como la tiene aquí

y ahora, conciencia de ello.

El juicio Al decir Kant en la introducción de su Crítica del juicio: “Como no me propongo estudiar el gusto ni el juicio crítico, con el fin de formarlo ni cultivarlo […] ”, admite implícitamente que el gusto se forma y se cultiva. Partiendo de esta premisa, y en vista de que el concepto de belleza está estrechamente ligado al del gusto, se infieren dos posibilidades: que la belleza no es un concepto universal ni absoluto, sino contingente; o que la belleza, de ser absoluta, no necesariamente tiene que gustar.

Para Kant el juicio estético es un puente entre la razón pura y la práctica: el juicio de

gusto puede relacionar el entendimiento y la imaginación, en una relación de armonía. El

juicio estético no tiene una finalidad concreta, sino que es la conveniencia de las cosas para

crear un estado de armonía entre el entendimiento y la imaginación.

El arte es necesario, pero no sabemos para qué. Es aquella representación de la

imaginación que nos hace pensar, pero sin que ningún pensamiento le sea adecuado, ningún

lenguaje puede expresarlo ni hacerlo inteligible. Para Kant, el arte no viene de aquello que

representa: lo representativo lleva a lo significativo, pero si lo aplicamos al arte invertimos

el proceso de conocimiento, de la razón a lo sensible. Por tanto, el arte no ha de representar

necesariamente la realidad.

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Para Kant, es bello aquello que sin concepto gusta universalmente. Rompe la idea

de la perfección interna de la belleza: las cosas no son bellas en sí mismas, sino por su

impresión en nosotros.

La belleza es una operación mental, no una cualidad del objeto. La belleza puede

estar relacionada con los sentidos, pero no necesariamente.

La belleza no es que no exista, es que es contingente, como el mundo y nuestra

propia existencia. Es por eso que en arte en el momento actual, y una vez comprobado que

tiene que ver con el gusto, la belleza es un concepto que no se utiliza.