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    Alfonso de Toro

    Ibero-Amerikanisches Forschungsseminar Universitt Leipzig

    HACIA UNA TEORA DE LA CULTURA DE LA HIBRIDEZ

    COMO SISTEMA CIENTFICO TRANSRELACIONAL, TRANSVERSAL Y TRANSMEDIAL*

    1. Introduccin al problema: estudios culturales (EC) y crtica literaria (CL)

    La magnitud de los problemas resultantes del 11 de septiembre de 2001 y de los aten-tados terroristas de Madrid el 11 de marzo de 2004 y de Londres el 7 de julio de 2005 son de tal envergadura que nuestra comn empresa de elaborar una teora del recono-cimiento del otro en la diferencia, el obtener y conquistar una voz, se nos presenta obsoleta. La pregunta debera ser recompuesta: para qu han servido los debates cul-turales sobre migraciones, Otredad, hibridez, tercer espacio, diferencia... de los lti-mos veinte aos? Vemos como casi paralelamente se desarrolla un fundamentalismo implacable que nos quita el lenguaje y aniquila cualquier tipo de negociacin de identidades y sistemas culturales. Se podra naturalmente argumentar en defensa del dilogo que frente a semejante fundamentalismo poltico-terrorista no hay argumento, ni teora que le pueda hacer frente. El 11 de septiembre de 2001, el 11 de marzo de 2004 y el 7 de julio de 2005 pues, nos han dejado sin palabras, nos ha robado la escri-tura, el pensamiento, al menos por algn momento, y todas las teoras sean de la di-versidad de Geertz o de la diferencia de Bhabha o de la comunicacin de Habermas y Taylor parecen desvanecerse en una utopa terica.

    El hecho de la responsabilidad de resistir a esta intemperie y desnudez argumen-tativa en la que el atentado terrorista nos ha dejado, me permite legitimar an la en-trega del trabajo en la forma actual, ya que de otro modo se habra convertido en algo muy diferente, pero con la conciencia de que si los estudios de CL y EC tendrn en el

    * Partes de este trabajo provienen de una conferencia nunca publicado que, con el ttulo Re-

    thinking Theory vs. The Apocalypse of Thinking? Thinking the Rhizome in its ultimate Con-sequences, or the Return to Theory based on a Transverse Rationality, se present en el Coloquio Internacional del Center for Research on Comparative Literary Studies, School of Comparative Literary Studies de Carleton University/Ottawa en septiembre de 1996. Luego apareci publicado en Alemania en Iberoromania (2004, 59: 1-42) y una versin muy resu-mida en Texto Crtico (2004, 25/26: 275-329.)

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    futuro una legitimacin, sta tendr que ser con un fuerte implemento poltico, esto es, en estrecha relacin con las instituciones de poder poltico e institucional, ya que en este tipo de instituciones existe una grave carencia de un conocimiento bsico para tratar la Otredad y las minoras tnico-culturales. Tanto el universalismo occidental como formas particulares del fundamentalismo oriental no son una alternativa. El ac-to terrorista del 11 de septiembre, hecho injustificable, pone en forma manifiesta que nuestra cultura desde el Renacimiento pasando por el enciclopedismo ilustrado hasta la Modernidad progresista e universalizante no es una frmula que pueda ser expor-tada globalmente. El rechazo que implica viene tambin de grupos musulmanes mo-derados y de muchas regiones que no pertenecen al nosotros europeo occidental-norteamericano.

    El consuelo en semejante situacin es que no hay otra alternativa al dilogo, como tampoco existe una alternativa a la democracia y la tolerancia y a un mercado capitalista social (soziale Marktwirschaft).

    El aporte inmediato que podemos hacer en nuestro contexto radica primordial-mente en hacer consciente que el conservar el concepto de disciplina tradicional y la forma tradicional de produccin cientfica conlleva no slo el peligro inminente de la prdida de la legitimacin y relevancia socio-cultural-poltica de las disciplinas en cuestin, sino an peor, su silencio, ya que las disciplinas en su forma actual y con sus instrumentos no son capaces de abarcar, de describir e interpretar la cada vez ms compleja y peligrosa realidad contempornea.

    1.1 Valoracin actual de las ciencias de humanidades

    El problema a tratar o la reflexin sobre una redefinicin o reestructuracin de la ciencia literaria (crtica acadmica literaria, estudios literarios, CL) y estudios cultu-rales (EC) es un fenmeno global obvio cuando, por ejemplo, en la propuesta para este volumen de reflexiones conjuntas, se pregunta cmo reaccionar frente a la disminucin de estudiantes subgraduados y graduados de literatura y al incremento de los abocados a los estudios culturales? Esta pregunta revela un fenmeno que se est dando masivamente en todos aquellos pases en cuyas universidades se han introdu-cido los estudios culturales, as en Alemania, as en el Instituto de Romanstica y en el Centro de Investigacin Iberoamericana de la Universidad de Leipzig. La globali-zacin no es un demonio neoliberal, sino un fenmeno que empieza a ms tardar con el Renacimiento (sino antes con el Descubrimiento de Amrica), y hoy alcanza uno de sus momentos ms intensos y que se caracteriza por sociedades altamente transt-nicas y transculturales (aunque algunos Estados europeos, y tambin naciones lati-noamericanas, sigan abogando por una Estado nacional con una identidad unificado-ra), donde las universidades y los centros culturales constituyen a su vez tambin un micromundo transtnico y transcultural que conlleva una circulacin permanente de pensamiento, de tecnologas y de objetos culturales. El problema no radica en la cir-culacin, con la cual han tenido que lidiar las diversas pocas, sino en cmo enfrentar el fenmeno de la globalizacin hoy tan veloz a base de la interred (Internet) y de los

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    diversos medios de comunicacin y del desplazamiento constante de personas trans-portadoras de ideas, conocimiento y objetos culturales.

    Habra adems que agregar que las ciencias de las humanidades en general, pero en particular las literarias, han perdido gran parte de su fascinacin y relevancia so-cio-poltica, al contrario de lo que suceda en los aos sesenta-setenta o, hasta ms tardar, la mitad de los ochenta, algo que tambin sucede en Alemania, a pesar del prestigio que an goza la institucin universidad en el pas. Esto se ve claramente cuando se discute sobre la tecnologa gentica o sobre investigacin sobre cognicin, cerebro y lenguaje (Kognitions-/Gehirn- und Sprachforschung), donde las ciencias de las humanidades son auxiliares siempre y cuando las personas involucradas tengan una competencia cientfica en el campo de la medicina. Las disciplinas que se salvan son la sociologa, filosofa o lingstica con una orientacin dentro de las ciencias naturales (en este trabajo conjunto tambin se han disuelto las fronteras disciplinarias fuertes tradicionales de las humanidades). De all se desprende la pregunta fundamen-tal de para qu estamos y quin nos necesita, ya que en la discusin pblica los estu-dios culturales casi no tienen ninguna insercin y el aporte de los estudios de literatu-ra al discurso social es en estos debates inexistentes. Esto se ve tambin en que la agobiante mayora de programas de investigacin subvencionados por instituciones privadas o estatales o las prioridades del aparato gobernante de las universidades fa-vorece a las ciencias humanas y naturales, a los campos ya mencionados, ms la bio-diversidad, y no a las carreras de humanidades.

    1.2 Cambio del concepto ciencia o el fin de la ciencia?

    La cuestin de la reestructuracin del estatus de la ciencia literaria y de los estudios culturales tiene pues que ver ya no solamente con su supervivencia como disciplinas, en particular de la ciencia literaria y en algn momento de los estudios culturales mismos y creo que sobreviviremos por un tiempo an, sino con algo mucho ms fundamental que se desprende de ese esfuerzo de supervivencia, esto es: el lugar y la forma como se piensa y como se articula ese pensamiento con la forma de hacer teo-ra, y luego de all funcionalizar parte de esas premisas tericas para poder llegar a dar un aporte a la sociedad (pero es sta la intencin de las disciplinas en cuestin?), ya que es improductivo que nos estemos diciendo dentro de la disciplina misma, cun importantes y vitales somos, pero no se nos percibe de esta forma en el espacio pbli-co.

    Naturalmente que tambin en este contexto se deben considerar diferencias de insercin del discurso acadmico en Latinoamrica, o en ciertos pases latinoameri-canos, en comparacin con EE.UU. y ciertos pases de Europa. Mientras en Latino-amrica existe cierta permeabilidad entre la labor acadmica y su representacin y la presencia de acadmicos en los medios de masas, llevan estos dos mundos en Europa una vida completamente separada.

    Revisando el panorama de las bases tericas de las disciplinas desde los forma-listas rusos hasta el postestructuralismo constatamos que lo que ha cambiado funda-

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    mentalmente es el concepto de racionalidad que al fin de cuentas es la base para cualquier tipo de discusin cientfica y para la constitucin de teoras que quieran an ser parte de la ciencia y que son la garanta de una disciplina determinada. Este cam-bio viene de muy a tras, pero se agudiza en una crisis de las humanidades a raz de un agotamiento terico que por una parte era altamente autorreferencial y por otro llevaba a delimitar el campo de accin1.

    Este cambio de racionalidad cientfica la postulaba Nietzsche en Die Frhliche Wissenschaft cuando afirma que Dios, es decir, la filosofa occidental entendida como platonismo y cristianismo de corte metafsico, dualista y empirista, estaba muerta. As, ya en el siglo XIX, no se dispone ms de un sistema global vlido del conoci-miento, la trada semitica pierde su consistencia en cuanto las determinaciones a priori pierden su legitimacin que afecta la relacin significado/significante. El signi-ficado mismo es cuestionado y con esto entra el problema de la referencia en conflic-to. En vez de estabilidad tenemos un perenne proceso, una eterna dinmica, un eterno movimiento. Y si la constitucin del objeto comienza a navegar, a flotar, luego un tipo de teora fracasa, en particular aquella que parte de principios determinados a priori con fuertes tendencias empiristas como lo han sido la mayora en nuestra rea. No quiero con esto argumentar, como lo haca la hermenutica tradicional, que si el objeto es catico, la teora no puede ser sistemtica, lo cual revela ms bien una con-fusin entre el objeto y la funcin de la teora. Si hubiese esa correspondencia como lo crea la hermenutica la fsica y la matemtica jams hubiesen podido describir su objeto dentro de las ciencias exactas, ya que el universo siempre aparece en un co-mienzo como catico. Ms bien, estoy hablando de que una nueva organizacin y representacin de objetos exige nuevas concepciones tericas, y si el objeto es, por ejemplo, rizomtico, la teora no puede ser tal que vaya contra el objeto, ya que sta en el mejor de los casos constatar que el objeto es rizomtico, pero no nos llevar ms all, a la aprehensin del objeto mismo. Como consecuencia en semejante ca-so fracasa tambin la interpretacin ya que de sta se esperan proposiciones con un valor interpretativo, valorativo, y en el sistema cultural actual parece ser que la deco-dificacin con la finalidad de fijar una significacin no es ya ms posible. La alterna-tiva parece ser una actividad lectoral-escritural deconstruccionista cientfica como bsqueda, como camino por recorrer.

    Partiendo de una serie de publicaciones actuales sobre la materia y frente a la testaruda tesis de que estamos viviendo un Endzeit, un momento apocalptico, de absoluta relativizacin e indiferencia producido por la postmodernidad; de que nos encontramos at the End of Theory o at the End of Epistemology, at the End of History, at the End of Disciplines y con esto en el punto cero de nuestra disciplina y civilizacin, nos preguntamos sobre qu bases podemos seguir ejerciendo la profe-sin dentro de un contexto cientfico e institucional. Hay que considerar en el contex-

    1 El trmino delimitar lo usamos en el sentido de circundar, excluir, poner lmites; el de

    deslimitar en el sentido de ampliar, transgredir lmites.

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    to de esta pregunta que a partir de mediados de los aos ochenta existe un desinters terico masivo en las ciencias filolgicas, como as tambin una carencia de lo que Habermas llamaba Erkenntnisinteresse (inters del conocimiento) con la consecuen-cia de una carencia terica siempre creciente (que nada tiene que ver con los EC ni con la deslimitacin del campo de investigacin). Podemos poner lo dicho en ex posi-tivo: estoy refirindome a aquello que diversos autores han formulado con la pregunta From where to speak?, es decir, desde qu base epistemolgica escribimos y pen-samos actualmente. De facto hemos seguido pensando, hablando y escribiendo, pues bien; debemos reflexionar cmo lo hacemos.

    Cuando describimos o interpretamos un objeto cultural debemos servirnos de un discurso, cualquiera que ste sea, y de uno que no sea enteramente igual al lenguaje del objeto, un discurso que debera moverse al nivel de la metalengua, de la teora. Pero podemos permitirnos, despus de la teora de la deconstruccin y de la escuela de Yale (de Man, Bloom et al.), despus de Le plaisir du text o S/Z de R. Barthes o de Die sthetische Erfahrung de Jauss, The Location of Culture de Bhabha y In other Worlds. Essays in Cultural Politics de Spivak una divisin entre el lenguaje del obje-to y aquel de su descripcin? Est de ms hoy en da la teora, en particular a raz de la constantemente exhortada disolucin de las disciplinas?, de tal forma que cual-quiera puede elegir su lenguaje privado? Es decir, en vez de la racionalidad, existe el riesgo de la arbitrariedad y del diletantismo, ya que no hay un sistema legitimado? Nos encontramos realmente en el Apocalipsis de las ciencias filolgicas como se ha formulado hablando de el caso Barthes o el fin de la ciencia sobre la base de su li-bro Z/S en relacin con algunos postulados del Ricardou? (cfr. el debate en A. de To-ro 1999a).

    Frente a este vaco se ha ido generando una nueva patria de las ciencias filolgi-cas y de humanidades, aquella de la teora de la cultura (llamadas por lo general estu-dios culturales, EC). Pero son stos una mejor patria, particularmente si considera-mos la forma en que se practican?

    Para poder al menos responder algunas de esta urgentes preguntas es una de las finalidades del presente trabajo debemos releer y revisar algunos supuestos de los grandes paradigmas tericos, como la semitica, el estructuralismo, el postestructura-lismo, etc. Semejante revisin nos demuestra que por una parte contamos con una apertura (Entgrenzung) de la ciencia, tenemos una red de conocimiento (Wissensver-netzung) que no nos permite seguir aislando parcelas del saber, debido a su compleji-dad y densidad y que muchas veces nos hace capitular frente al objeto y nos da la im-presin de un estado de no-ciencia.

    El problema, me parece al menos, tiene su solucin en domesticar la deslimita-cin, es decir, la fragmentacin, del conocimiento y de las disciplinas sin capitular o construir nuevos muros. El hecho de que un tipo de teora, o una concepcin de disci-plina, no est ms al nivel del tiempo en que vivimos, no significa el fin del pensa-miento, el fin de la teora, el fin de las disciplinas, sino de esas teoras o de esas dis-ciplinas. Por esto, me parece que expresiones tales como The End of Theory o The End of -ism o The End of History, etc. representan otro gran malentendido que consiste en que se siguen absolutizando determinados tipos de construccin terica

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    imperantes y vlidos hasta fechas muy recientes, y en considerar la hibridez, que ha venido o est reemplazado los diversos -ismos, como no-teora. Sostengo que ha caducado un tipo o un modelo de teora y de pensamiento cerrado y legitimista, pero no la teora como tal.

    La teora debe asumir una funcin de puente, de relacionar, entrelazar la trans-versalidad de la cultura2 y de los fenmenos culturales, no para producir nuevos me-tadiscursos legitimistas, sino para hacerle frente a la fragmentacin en un mundo al-tamente globalizante (totalizante) (cfr. tambin Garca Canclini 1990/1992/21995; 1999/2000)3.

    El hecho de que hoy en da los objetos culturales no puedan ser tan solo com-prendidos dentro de una pluralidad significativa (Sinnpluralismus), sino ms bien en el contexto de una diseminacin no determinable de la significacin (nicht fixier-baren Sinnstreuung), no quiere decir que, por esto, la significacin no exista. Del mismo modo no podemos clasificar a otro tipo de construccin terica de no ser ciencia slo por no ser la tradicional. El concepto de ciencia hoy por hoy conlleva siempre su cuestionamiento, es decir, una reflexin sobre los mtodos aplicados, sea sta implcita o explcita. Este tipo de aproximacin cientfica con un nuevo concep-to de ciencia y racionalidad ha transformado tambin en forma fundamental el con-cepto de crtica que en la tradicin del postestructuralismo y del postcolonialismo significa deconstruir otros mtodos y otras lecturas y deconstruir el propio proceso de 2 Con respecto a la transversalidad vid. ms abajo apartado 3.3. El trmino proviene del con-

    cepto de la razn transversal del filsofo alemn Wolfgang Welsch (1997, 1996) y lo intro-duje tanto al debate sobre la transdisciplinariedad como al de la teora de la cultura en mis pu-blicaciones 1997 y 1999a. Recientemente, la terica colombiana Sarah de Mojica propone la apropiacin de una operacin racional transversal (2000: 17) como va de abrir la discusin terico-cultural latinoamericana que se muestra, segn ella, bien resistente e impermeable acerca de corrientes de pensamiento tal como el pragmatismo norteamericano (dem). Aunque subrayara la sugerencia de S. de Mojica y apoyo encarecidamente su contribucin a avanzar la discusin de importantsimos conceptos terico-culturales latinoamericanos como el de la no-simultaneidad de lo simultneo de Carlos Rincn y aquel de las culturas hbridas de Nstor Garca Canclini, me sorprende que emplee en dicha pgina una serie de formulaciones que provienen de mis trabajos sin citarlos, como es usual y necesario. Emplea una cita de Welsch en mi traduccin original del alemn al castellano (vid. 1999a: 46, nota 23) y mencio-na las mismas interrelaciones y filiaciones entre Deleuze (rizoma), Baudrillard (simulacin) y Derrida (diffrance) que he establecido en mis trabajos ya sealados y, ya desde 1992, en mis publicaciones sobre Borges. A mi modo de ver, el aporte de la introduccin de Mojica el de-bate latinoamericano actual de la cultura vale por s y puede prescindir de evocar la infortuna-da impresin de que es ella quien ha hecho ese traspaso epistemolgico del trmino de la transversalidad a la teora de la cultura, de que ha traducido a Welsch y es responsable de las filiaciones ya mencionadas.

    3 Mientras la fragmentacin se da al nivel del significado que se transforma en un mero significante vaco que puede ser rellenado arbitrariamente siempre y cuando cumpla su funcin mediatizante, la globalizacin se realiza en la mediatizacin de la presentacin entrelazada y transportada por diversos medios a la vez y en diversos lugares simultnemente.

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    interpretacin, es decir, de tener una conciencia de la relatividad de los planteamien-tos y de la subjetividad de los puntos de partida. Con los EC se han roto los cnones crticos, por ejemplo, al no dar prioridad a un tipo de historia de la literatura determi-nada tan slo por textos escritos, no lingstico textual. Mas, la continua disolucin de lo nacional (artes nacionales: literatura, msica, danza...) a ms tardar desde la se-gunda mitad del siglo XX, la literatura y crtica gay y la feminista, entre otras, la se-mitica de la cultura de un Roland Barthes, el postestructuralismo, el debate de la postmodernidad, especialmente con respecto a la superacin de las barreras entre alta cultura y cultura de masas o popular, y de la postcolonialidad han conducido a un cambio del trmino texto y, con esto, a un cambio de lo que es textualidad o cultura.

    Otro problema que se presenta es que, si el arte en general se desenvuelve en es-pacio diseminal, la teora podr difcilmente comportarse en forma teleolgica. As constata Burgin (1986: 201) que [n]o longer universal intellectuals, they now be-come specifics intellectuals y que [...] there are a potential multiplicity of projects corresponding to a plurality of constituencies, concluyendo que

    In our present so-called postmodern era the end of [art] theory now is identical with the objectives of theories of representations in general: a critical understandig of the modes and means of symbolic articulation of our critical forms of sociality and subjectivity. (Ibd.: 204).

    Similar es la postura de Garca Canclini (1996: 85): For me there is a corresponden-ce between the multidisciplinarity of cultural studies and the bringing into relation of multiple cultural objects or fields.

    La teora podr difcilmente ser hoy pre-existente al objeto, ms bien ser una prctica de lectura y de re-escritura, no solamente del objeto, sino adems de otras teoras o acercamientos de otras disciplinas. Esta post-teora, si quiere seguir de-nominndose teora, deber ser una prctica colectiva transdisciplinaria y transcul-tural del anlisis de un objeto cultural desde diversas disciplinas y en dilogo entre ellas (cfr. tambin Garca Canclini 1996: 85).

    Siguiendo a Popper dira que fuera de la teora no existe el conocimiento, sino slo dentro de y con la teora. Le Goff, por otro lado, constata un peligro o riesgo en la deslimitacin de la nouvelle historie que nos podra servir de advertencia:

    Je souhaite notamment que lhistorien, sil se teint lui-mme lcart des systmes rigides dexplications historiques, nen reconnaisse pas moins lexistance des systmes historiques dont il lui incombe danalyser la structure et les transformations. (1978/21988: 65)

    Estamos viviendo una situacin semejante a aquella de los aos sesenta donde todo se cuestion y las ciencias de las humanidades tuvieron que redefinirse segn su impor-tancia social y a travs de una fundacin terica4. La diferencia entre ese momento

    4 La discusin actual pertenece al tpico de las famosas polmicas entre antiguos y modernos desde el Renacimiento italiano y francs, revividas en el XIX en Francia en el debate del realismo o por Borges en sus escritos de los aos veinte y treinta (El tamao de mi esperanza,

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    histrico y hoy radica no solamente en que la ideologa poltica no tiene papel alguno en el debate, sino en que las redefiniciones se formulaban dentro de las fronteras de cada disciplina y eran de tipo local. Hoy, una redefinicin semejante es mucho ms compleja ya que se debe hacer fuera de las disciplinas tradicionales, en un tercer es-pacio nmada como quisiera llamarlo que se concretiza cada vez segn la deman-da del objeto, del lugar y de la intencin de la enunciacin. Cada objeto cultural por tratar va a exigir su mdulo particular de teora; por otra parte, la recodificacin de las disciplinas es transnacional, transcontinental, global. Es decir, es imposible que un crtico de literatura (u otro) pretenda redefinir su disciplina dentro de la disciplina misma, sin considerar lo que est pasando en otras disciplinas vecinas y en el resto del mundo. Un procedimiento semejante (y masivamente existente, sin lugar a dudas) conduce al estancamiento. La redefinicin o reformulacin de la disciplina hoy lleva siempre a una deslimitacin o descentracin de las fronteras disciplinarias y aqu ra-dica hoy el cambio de paradigma fundamental de pensar la disciplina y la teora (vid. tambin Hall 1990: 6). Deslimitacin no significa fragmentacin, arbitrariedad, relativismo, caos o diletantismo, sino entrelazamiento de diversas aproximaciones para dar una visin lo ms completa, esto es, lo ms abierta posible. Y, del riesgo que conlleva el valerse de diversos fragmentos tericos productivos se va especificando una red terica y metodolgica, ya que el mero prstamo no entrelazado de postu-lados de disciplinas vecinas sera repetir esa parte de la disciplina sin llegar a una des-limitacin.

    En el presente trabajo trataremos dos puntos: un aspecto estrictamente discipli-nario-terico y otro institucional, esto es, un aspecto puramente terico y, por otro lado, un aspecto puramente prctico (estudio de campo, de localizacin de la teora y del objeto y su localidad; siendo aqu donde radica el problema ms grande5). Que-remos en esta primera parte reflexionar sobre la CL y los EC pero a la vez, en una segunda parte, proponer algunos materiales de orden epistemolgico, partiendo de los trminos hibridez y transversalidad, que nos den una base operacional de trabajo. Las propuestas con respecto al fenmeno de la hibridez o las estrategias de hibrida-cin las conectaremos con otros dos campos y niveles tericos: los de la transmedia-lidad y el cuerpo.

    Inquisiciones, El idioma de los argentinos o en Evaristo Carriego) o por la nueva novela latinoamericana y francesa a partir de los aos cincuenta hasta los sesenta, por mencionar tan slo el campo de la literatura.

    5 William Rowe (1994-1995: 38) afirma con razn que

    [...] el estudio de la cultura tiene que pasar por la pregunta por el objeto de estudio. No se debera estudiar el campo cultural sin hacer la pregunta cules son las condiciones de existencia de un campo cultural dado?

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    2. Prolegmenos: algunas reflexiones bsicas

    Para comenzar quisiramos formular algunas premisas bsicas para luego exponer nuestra propuesta.

    2.1 La imposibilidad de la especificidad disciplinaria vs. disolucin de la catego-ra disciplina

    Me parece, hoy por hoy, a razn del cambio fundamental de pensar la teora (Derrida, Lyotard, Deleuze/Guattari...) y del trmino discurso o discursividad (Foucault) que no es posible partir del intento, de cualquier modo que ste sea, de reestablecer la especificidad del oficio de la CL como disciplina fuerte para luego establecer una interaccin o convergencia con los EC.

    El primer problema se plantea, por ejemplo, en la categora de la especificidad: si no podemos marcar ni la especificidad terica (las escuelas, los -ismos han des-aparecido), ni mucho menos la especificidad de los EC que son en su campo de obje-to de por s ilimitados, cul sera la especificidad de la literatura? A sta no se le puede reducir a su artefacto meramente esttico o a su estatus ficcional; stos sin ser los nicos son aspectos centrales del arte en general (pero, qu es arte?).

    Adems, habra que indicar que la teora y la coyuntura de las pocas han defi-nido lo que es literatura: yo osara afirmar que la categora literatura, o una defini-cin o comprensin de sta, como la hemos venido acadmicamente tratando no ha existido nunca en forma aislada o inmanente, sino que la CL (u otras disciplinas) ha hecho en gran parte de ella lo que presuntamente es o se ha entendido en una poca lo que ella deba ser6, basada en un pensamiento racionalista-dualista que se manifiesta en lo que se entiende como ficcin o no, un problema que se viene discutiendo desde Aristteles, pasando por Cervantes, Diderot, Hugo, Borges y por muchos otros, y que tanto en el nuevo historicismo francs como en el norteamericano condujo a un cam-bio fundamental en el concepto de las ciencias histricas, y no solamente en stas. El cuestionamiento de la facticidad del saber histrico (como especificidad de la histo-riografa) y con esto de la verdad histrica, fue como sabemos decididamente reali-zado por Lucien Febvre en su discurso inaugural de ctedra en el Collge de France en el ao de 1933(!), basado en el concepto de verdad monoltico de orden positivis-ta: Mais non, du cre par lhistorien, combien de fois? De linvent et du fabriqu, laide dhypothses et de conjectures, par un trial dlicat et passionnant (apud Le Goff 1978/21988: 42). Le Goff (ibd.: 38) deslimita el campo del objeto histrico,

    6 Ruffinelli (1994-1995: 49) indica, por ejemplo, que

    Lo que hoy conocemos y entendemos por literatura latinoamericana es, en gran medidad, resultado de lo que se llam el boom de la novela latinoamericana en los aos sesenta [...].

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    ampla las fuentes histricas hasta el punto que los documentos (las monumenta) de-jan de tener su funcin privilegiada y pasan a ser un tipo de material entre otros mu-chos, para luego formular que la realidad dada a priori no existe (ibd.: 41). Esta for-mulacin se encuentra dentro de la misma episteme desde la cual Derrida y Lyotard deconstruyen el Logos occidental y un tipo de verdad prefigurada. Es la misma desde donde Borges escribe el Pierre Menard (o El libro de arena) y niega la categora del origen y nos muestra la imperante necesidad de entrelazar las disciplinas y culti-var su dependencia.

    De all a la posicin de White hay un pequeo paso, cuando ste sostiene que no existe diferencia entre un discurso histrico y uno ficcional. Sin entrar aqu en la ya antigua polmica de si esto es as o no, es fundamental que el rechazo a la tesis de White no se formula de la cuestin en s por lo dems bastante simple de entender, y que tena precedentes en Paul de Man cuando trata el discurso autobiogrfico o en Barthes cuando redefine el trmino de interpretacin, sino de la permeabilidad de las disciplinas que supone semejante tesis. Evidente es que el discurso historiogrfico en el momento en que comienza a interpretar los llamados hechos, y en particular a hacer conjeturas donde stos faltan, pasa a la ficcin, entendiendo bajo ficcin un proceso discursivo de semiotizacin (de ordenacin y seleccin) de elementos de la realidad (cfr. White 1978/21985: 58). Con lo cual White nos revela cun permeables, frgiles y cuestionables son los criterios que dividen el discurso histrico del discurso literario ya ni siquiera el de la CL (cfr. White 1978/21985: 122). Estas concepcio-nes del nuevo historicismo nos ensean que partiendo de la misma necesidad de salir de lo factible, de lo evidente y poder alcanzar una totalidad plural es imprescindi-ble ampliar al campo de accin, lo que no va en desmedro, sino en beneficio de las disciplinas involucradas. Por esto, no se trata de la disolucin de las disciplinas, sino de otra forma de enlace, de otra funcionalidad de las disciplinas tradicionales (vid. en forma similar Garca Canclini 1996: 86), de su permeabilidad o transversalidad.

    Recordemos adems que durante la predominancia del formalismo ruso y del es-tructuralismo francs se entendi e interpret la literatura como un objeto inmanente que se defina desde adentro a travs de sus procedimientos literarios y que llega en un momento a su cspide con la formulacin de Roland Barthes de la littrature ob-jectale o con los anlisis de Les Chats de Baudelaire por Lvi-Strauss y Jakobson o en los aos setenta y ochenta por la esttica de recepcin de la escuela de Constan-za o por las categoras realismo mgico, violencia, literatura experimental en la novela latinoamericana o literatura sin contenido, sin autor en Francia. Con el desarrollo de la semitica todo era captado como signos, con la teora de la recepcin no haba interpretacin sin la perspectiva del lector, en el postestructuralismo de Kris-teva no haba anlisis ni lectura sin la intertextualidad (que pasa a ser un sinnimo de literatura, de literariedad) y en el de Barthes sin la categora del texto escriptible y de all forman ambos autores como los formalistas rusos a comienzos de siglo con la concepcin de la literatura como procedimiento y como evolucin y Bajtn con el trmino de la carnavalizacin e hibridez en los aos treinta en adelante un nuevo canon de lo que es o no es literatura, etc. Estas aproximaciones eran todas reduccio-

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    nes evidentes, pero determinantes para lo que se entenda como literatura y para la forma en que se defina la disciplina.

    En la CL se trat adems en Europa algunos aos (treinta-setenta) de fundacin y legitimacin cientfica de la disciplina donde la lgica formal y la teora de la cien-cia analtica y la hermenutica de proveniencia filosfica (Gadamer) jugaron un papel fundamental. Lo importante era dominar un instrumentario analtico para aprehender el objeto. Pregunto: era esto la especificidad de la literatura? Seguramente una parte, pero toda su dimensin epistemolgica, terico-cultural, histrica quedaba muchas veces, y por lo general, fuera de la atencin acadmica.

    Adems debemos preguntar: qu se entiende por EC?, cul es su objeto de in-vestigacin? La disciplina sigue teniendo grandes problemas de autodefinicin desde su introduccin, y eso tiene que ver con el objeto, que como decamos no conoce fronteras, de all el problema fundamental de radicarse en un campo terico determi-nado y el fuerte rechazo que tuvo hasta hace muy pocos aos en Europa, particular-mente en Alemania, ya que los EC constituan a ojos de muchos una mera leccin de civilizacin (Landeskunde) y por esto una no-disciplina, algo parecido sucedi tam-bin en un comienzo en Inglaterra. Adems de tener diversos orgenes tericos; exis-ten una buena variedad de EC. El concepto de EC en EE.UU. (y dentro de los EE.UU.), en Inglaterra y en los otros pases europeos es muy diverso; a su vez tanto en los estudios latinoamericanos como en los EC, la literatura es uno de los campos privilegiados. Por esto, a mi modo de ver, existe una cierta imposibilidad de definir la especificidad de disciplinas tan estrechamente relacionadas. Lo nico que quizs se pueda denominar como elementos comunes en los EC de origen norteamericano o britnico es que estn relacionados a una teora postmarxista, a la sociologa e histo-ria, pero tambin a la cultura de masas y la comunicacin de masas, y en particular con una referencia al campo de la enseanza y de lo contemporneo (cfr. Jameson 1993).

    Mas esta constatacin no debe llevar a creer que la categora disciplina se en-cuentre en plena y total disolucin, sino que se trata del cambio en un tipo de concep-cin disciplinaria, esto es, ya no son nicamente vigentes las disciplinas tradiciona-les en su contexto de accin, como mencionamos anteriormente. Si ste no fuese el caso, nos sera imposible reflexionar como lo estamos haciendo en este contexto, mas, el hecho de partir de algn lugar de reflexin implica un marco terico-objetal determinado7. Las antiguas disciplinas experimentan una reformulacin ya no segn un tipo clsico de racionalidad cientfica, donde la disciplina se defina por delimita-cin (y no deslimitacin) y exclusin de otros campos (por vecinos que stos fuesen):

    7 En este sentido concordamos con Richard Johnson (1986-1987: 69) en que [...] human

    beings and sozial movements also strive to produce some coherence and continuity [...], es decir, en establecer una teora coherente. Mas desacordamos en que la construccin terica de corte postestructuralista sea en parte contraria a la coherencia por que se define como proceso. La categora proceso implica ms bien una conciencia metaterica, esto es, autorreferencial del proceder terico en s.

  • 206 Alfonso de Toro

    la teora quera ser pura, emprica y mientras ms cerrada, definida, amurallada era la disciplina, ms alto era su valor cientfico. De all que la CL fuera siempre, segn un criterio cientfico estricto, una no-disciplina, algo hbrido. Y para no ir ms lejos, incluso hoy en da un buen nmero de lingistas considera la CL fuera de la ciencia, como algo meramente potico. Hoy la CL como los EC se definen y reformulan dentro de una red de disciplinas y de conocimiento segn los aspectos tratados en un objeto cultural; el tipo de preguntas en relacin con un objeto cultural es lo que va a marcar qu elementos de la red vamos a emplear (vid. ms abajo).

    Sin un mdulo-ncleo en un campo determinado (disciplina) cualquier tipo de construccin transdisciplinaria es imposible. El trmino trans- exige una disciplina que est entrelazada en una red de parmetros (vid. ms abajo). Se trata de un dilo-go concentrado en objetos o preguntas comunes.

    2.2 Los estudios culturales como elemento de deslimitacin disciplinaria vs. la disolucin de la categora de disciplina

    Independientemente de cmo estn configurados los EC, stos han sido el lugar de un cambio de paradigma en la forma de hacer teora y de pensar el objeto dentro de las ciencias de las humanidades desde Hoggart, Williams y, ms tarde Said, para su desa-rrollo posterior. La crtica a Orientalism, por ejemplo, fue en primer lugar una de trin-cheras disciplinarias. La acusacin al nivel macro-interpretativo no se refiri a los resultados: que el lugar de enunciacin construye al otro, que esa enunciacin es un resultado de y una construccin sobre la base de la propia subjetividad e historia y no un otro que se desprende de la otredad misma y que es tan solo objetivada por el his-toriador, sino contra el hecho de haber trabajado en varias reas que suponen una alta especializacin que Said no posee. Y de nada sirvieron ni el prlogo ni el eplogo de su famoso libro donde Said explica su intencin y el tratamiento de los diversos cam-pos. Fue un dilogo de sordos como lo es en general hasta hoy entre aquellos que quieren disciplinas fuertes y los que privilegian un entrecruce de redes. Lo fundamen-tal fue, en cambio, que Said demostr que para poder deconstruir discursos (hegem-nicos o escencialistas), que parten de una prefiguracin del objeto como meras cons-trucciones, y para desenmascararlos como construcciones culturales, hay que recurrir a disciplinas vecinas y revelar la perspectiva de donde parten.

    Los EC tienen varios problemas y riesgos como disciplina, pero tambin grandes oportunidades: por una parte, poseen un campo de objetos ilimitados, por otra como consecuencia de esta diversidad objetal recurren a diversos tipos de aproximaciones tericas. Estn, adems, histricamente enlazados con un tipo de construccin terica aparentemente anglosajona (ya que al menos una parte de los EC en EE.UU. son de corte postestructuralista y con esto francs) y detentan una concentracin en el objeto, por ejemplo, los estudios coloniales, postcoloniales, postmodernos, de gnero, sobre migraciones, de identidad, que desplazan los campos genuinos de la CL.

    El lugar de nacimiento de la teora de los EC produce un rechazo, ya que el sitio geopoltico y los fenmenos all analizados se dan en un espacio de enunciacin de-

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 207

    terminado, que no es, por ejemplo, Latinoamrica. Esta argumentacin conlleva el riesgo del esencialismo y, adems, se encuentra prcticamente al margen de las teor-as desarrolladas en Latinoamrica en los ltimos quince aos que recurren a todo tipo de aproximaciones tericas. Asimismo habra que anotar que, al parecer, a los lderes de la discusin de los estudios coloniales y postcoloniales en EE.UU. no les produjo ningn problema el partir de postulados filosficos de Foucault (Said), de Lacan y Derrida (Bhabha) o de Marx y Derrida (Spivak), sino ms bien un beneficio para sus propias aproximaciones. Lo mismo podemos decir de muchos y centrales trabajos de Garca Canclini, Brunner, Monsivis, Martn-Barbero... (cfr. A. de Toro 1999).

    Por esto, respondera que slo la productividad de una teora, o de elementos de una teora, son lo bsico para su eleccin, no su lugar de origen. Bajo productividad terica entiendo dos procesos simultneos: la potencialidad de explicacin que nos ofrece el instrumental terico elegido y su recodificacin dentro del lugar geopoltico de aplicacin con respecto al objeto a tratar. Si el objeto cultural contiene tanto ele-mentos locales como translocales, la teora difcilmente podr operar de otra forma. La cultura (o una buena parte de ella), al mismo tiempo, ha operado siempre de una forma transcultural y ajerrquica; se podra sostener que cultura o literatura se pueden definir por esta transculturalidad, descentracin, nomadismo y por habitar muchos espacios a la vez, una evidencia, por lo dems, como alude Garca Canclini (1996: 85):

    But there is nothing new in saying this, since it has always been apparent in cultural processes that circulate messages, from high art to the popular, that then pass through the media and become popular culture, whilst all the while being re-elaborated and re-cycled throughout this process.

    Johnson (1986-1987: 38 passim) apunta certeramente que los EC con su concepto de crtica como lo habamos planteado ms arriba [...] involves stealing away the mo-re useful elements and rejecting the rest (vid. tambin Vidal 1996: 720).

    As, tambin me parece que la transnacionalizacin del campo terico presen-ta un pseudoproblema, ya que las teoras siempre han circulado. Se trata ms bien de cmo rearticular esas teoras para necesidades propias. Semejante operacin no con-lleva el riesgo de descontextualizar histrica, social y polticamente las culturas loca-les, por la sencilla razn de que la cultura y literatura, de que la CL y los EC no estn subyugados a principios como racionalizacin, funcionalizacin o eficiencia principios fundamentales de la produccin tcnico-industrial; un tipo de produccin que conduce definitivamente a la liquidacin de la diferencia y de la identidad.

    Adems, habra que considerar que la produccin de artculos de masa, la repro-duccin de un tipo de producto que en la Modernidad artstica y filosfica fue demo-nizado como el fin del arte (la fotografa como el fin de la pintura) o la introduc-cin de la televisin (concebida en un principio como el fin del cine, el fin del tea-tro, fin de la radio) no trajo las consecuencias pronosticadas y nada de eso tuvo lugar: la masificacin de la comunicacin no condujo a una produccin cultural sin identidad, sin diferencia, sino muy por el contrario, a una multiplicacin de propues-tas culturales. Warhol inicia todo un nuevo perodo del arte con una metapintura

  • 208 Alfonso de Toro

    que tiene como tema la originalidad de la copia. Hoy en da se predica que la interred ser la muerte de los otros medios de comunicacin masiva, tambin del libro; hasta la fecha, la digitalizacin se concretiza en diverso medios electrnicos y no solamente en la interred, las casas editoriales baten en Francfort un rcord de ventas de libros despus del otro.

    Por estas razones, los estudios de teora de la cultura latinoamericana y la discu-sin misma que estamos llevando a cabo, no seran posible sin esa transculturacin y transdisciplinariedad. De all que la construccin terica actual pueda ser considerada relativista, indiscriminante o niveladora tan slo si se trata de reproducciones epigonales y meramente reproductoras de una teora. Pero, creo que se no es el nivel sobre el cual estamos hablando. Deslimitacin no puede ser equiparada con disten-sin. Adems, habra que agregar que incluso reproducciones epigonales no se dan la lettre, ya que cualquier transposicin de un espacio cultural y a uno q presupo-ne un acto de translacin voluntario o involuntario, explcito o implcito. Todo acto de comunicacin como contacto recproco conduce a una mezcla sin consideracin de la jerarqua de los comunicantes (cfr. Garca Canclini 1996: 85).

    Una teora recodificada a necesidades culturales propias y a objetos particulares no va a someterse a una lectura hegemnica desde un centro desde donde se ha producido esa teora ni va a ser una proyeccin de ese centro. Por esto, un tipo de teora global (como cultura global) en el sentido de nivelacin no existe, ya que va contra el concepto de teora y de cultura que por un lado es transnacional y por otro se define a travs de la diferencia o de codificaciones locales. Habra que distinguir entre los mecanismos operacionales de la globalizacin y sus significantes y signifi-cados y los campos en cuestin: que las noticias televisivas de CNN, por ejemplo, marcan un tipo de globalizacin que no se puede comparar con la produccin teatral o novelstica o con discursos que parten de una individualidad personal o colectiva es ms que evidente. Habra que agregar que los problemas que se dan en muchas teor-as, por ejemplo postcoloniales, radican en la teora misma, que se enfrenta con situa-ciones concretas y no en la localidad. Es decir, tenemos un conflicto no entre culturas o necesidades culturales sino entre teora y objeto/campo, de all que una nueva hege-mona cultural, en el sentido de los productores de una teora, es menos posible que una hegemona terica, es decir, que la imposicin y establecimiento de ciertos postu-lados tericos8.

    8 A pesar del fracaso parcial de modernizacin econmica, tecnolgica y cientfica de

    Latinoamrica o de esa modernidad inacabada (pero no en el sentido de Habermas, ya que la modernidad europea s lleg en grandes sectores a su conclusin) y de la dependencia de las naciones hegemnicas industriales, la cultura latinoamericana no fue homogenizada ni destruida como crea ngel Rama (cfr. Schmidt 1994-1995: 195) y Franco (1984: 69 apud Schmidt), muy por el contrario: la apertura a procedimientos narrativos y temas con una recodificacin local es la llave mgica del xito de la nueva novela que pone en prctica masiva eso que Borges haba ya comenzado en los aos veinte (vid. ms abajo).

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 209

    2.3 De los EC a una teora de la cultura (TC): construccin terica, curricular e institucin

    2.3.1 TC como construccin terica

    Para evitar una buena cantidad de problemas, especialmente ideolgicos y en menor grado tericos, nos parece ms adecuado ya no hablar de EC, sino ms bien de una TC (basada en un tipo de teora transversal o hbrida) que luego, en la ltima parte del trabajo, especificaremos y fundamentaremos), ya que este trmino est fuera de cualquier pertenencia, no est centrado en un espacio geopoltico-acadmico deter-minado ni tampoco est caracterizado por un canon de ciertos temas y focos de inves-tigacin y ofrece, por esto, una amplitud mayor9.

    La necesidad de formular una TC en general y en particular para Latinoamrica no radica en una cuestin de coyuntura (moda) terico-acadmica o en la necesidad de supervivencia de una disciplina, sino en el objeto mismo, en la Cultura que exige nuevas aproximaciones.

    Una construccin terica va a tener naturalmente consecuencias tanto para la or-ganizacin institucional como para el currculum. El problema por resolver radica en saber hasta qu punto es posible, necesario y productivo conservar una especificidad y hasta qu punto es manejable una deslimitacin del campo. Por esto, una reflexin sobre los EC o sobre CL implica que ambos deben ser reformulados y no uno en co-ntra del otro. Tanto EC y CL se reunira en una TC.

    Para mi propsito de proponer una categora de transdisciplinariedad, parto de la categora-base de Discurso. Por Discurso entiendo una enunciacin de cualquier tipo, lingstica, no-lingstica, escrita u oral, ficcional o histrica, pictrica, ges-tual, que transmite un conocimiento determinado de una regin cultural, de una ideo-loga y de una poca, es decir, tiene un lugar de origen objetal, est localizado en una red de conocimiento y tiene una estructura determinada que hay que conocer y domi-nar para as establecer la importancia de la cultura en la sociedad y en la poltica, por ejemplo10. De all se desprendera un tipo de especificidad que llevara a la construc-cin de disciplinas transversales, esto es, entrelazadas, interrelacionales y dependien-tes unas de las otras. Formulado de otra forma: la transversalidad terica es un tomar referencia no ms ya solamente dentro del corpus cientfico de la CL, sino fuera de ste, y en aspectos centrales. Esta especificidad debe ser descrita para conocer la arti-culacin de ese discurso su diferencia y localidad. Mas la mera descripcin de esa especificidad nos lleva a conocer solamente la estructura parcial de ese discurso, pero en el momento interpretativo, que trasciende la mera estructura, debe interrelacionar-se con otras disciplinas. 9 Hall (1990: 16) parece nivelar el trmino cultural studies con el de cultural theory, no as

    con el de theory of culture, mas queremos entender estos dos ltimos trminos como sinnimos.

    10 Hall (1990: 14 ss.) habla de tomar [...] questions of culture seriously.

  • 210 Alfonso de Toro

    Si por ejemplo, un aspecto de la especificidad de la CL sera analizar la novela segn su articulacin interna, esto es, segn sus modos de enunciacin (elocutio: ti-pos de narrador, perspectiva) o de sus tipos de organizacin accional y figural (inven-tio), su estilo, el contextualizar la novela en una dimensin literaria diacrnica y sin-crnica que son vitales para cualquier interpretacin ya que determinan el nivel se-mntico del texto, su descripcin sera posible especialmente dentro de una compe-tencia disciplinaria, mas el prximo paso, el anlisis de los temas tratados y sus im-plicaciones histricas, epistemolgicas, polticas, biogrficas, es decir, su saber va a tener que recurrir inevitablemente a disciplinas vecinas si quiere competentemen-te hablar de, por ejemplo, una nueva novela histrica, y no solamente usar el trmi-no de historia en la novela histrica quedndose la argumentacin en un nivel inma-nente dentro de la CL, produciendo una circularidad que no lleva a una ampliacin del conocimiento. Como hoy el tipo de problemas a tratar sobrepasa el tipo de pre-guntas que constituan tradicionalmente la CL, o formulado de otra forma, que hoy se incluyen en la CL y antes quedan excluidas, podremos en el mejor de los casos con-siderar semejantes preguntas ya no como disciplinarias, sino como mdulos o ncleos de concentracin cientfica dentro de un sistema transversal de ciencia. Esto es, el establecer una red de aspectos fundamentales para describir y comprender los dis-curso actuales. El objeto cultural (por ejemplo un texto) se debera entender como una unidad significativa, como un material y punto de partida dentro de una red de comunicacin (vid. ms abajo)11. Tendramos as, en vez de una competencia disci-plinaria, una competencia discursiva transdisciplinaria que resulta en que hoy los llamados aspectos formales del objeto (por ejemplo de una novela) han cedido a as-pectos subjetivos del crtico y que estn relacionados con preguntas y fenmenos ge-nerales que trascienden al objeto mismo. De esta forma desaparecen las hegemonas disciplinarias o tericas. La CL es un ncleo y punto de partida vital, porque el as llamado discurso ficcional (literatura) es producto de una red de diversos discursos y conlleva un conocimiento y una verdad por transmitir. Tiene por esto su estructura y localidad y las convergencias de la CL con los EC y con otras disciplinas resultan de preguntas apremiantes en el mundo12. De all el mero cuestionamiento del estatus

    11 Ya muy pronto Richard Johnson (1986-1987: 62) aboga por una descentracin del objeto (texto) como objeto inmanente de estudio:

    The text is no longer studied for ist own sake, nor even for the social effects it may be thought to produce, but rather for the subjective or cultural forms which it realises and makes avaulable. The text is only a means in cultural studies; strictly, perhaps, it is a raw material from which certain forms [...] may be abstracted. It may also form part of a large disvursive field or combinationof forms occurring in other sozial spaces with some regularity.

    12 Cfr. Rincn (1994-1995: 8-9) quien argumenta de la misma forma:

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 211

    de la CL es una pregunta que parte de postulados equivocados. La pregunta es: qu aprendemos de la literatura, histrica, social, poltica y epistemolgicamente hablan-do? La TC (o los EC) sera pues un lugar privilegiado de anlisis, de descripcin y de interpretacin de las construcciones culturales y sus diversas articulaciones o re-presentaciones en sistemas discursivos.

    Quisiera, a continuacin, dar dos ejemplos simplificados entre otros muchos; ejemplos archiconocidos, de tal forma que cualquier lector podr posicionarse. Natu-ralmente que no intento que mi aproximacin sea compartida por todos, ms impor-tante es el mecanismo que una aproximacin pone en marcha.

    Cuando Borges, en el prlogo a Ficciones, dice: Mejor procedimiento es simu-lar que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario (1972/21989: 429) y contina con que ha preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios (dem) (las itlicas no nuestras)13, cualquier lector se pregunta qu significa simular y escribir notas sobre libros imaginarios, ya que lgicamente es una paradoja: el querer escribir sobre algo que no existe y cul es la necesidad para proceder de esta forma. Cmo podemos resolver la paradoja? Propongo una posibilidad.

    Borges replantea, primero que nada, un problema antiguo pero reformulado: ya no trata la oposicin realidad vs. ficcin (mimesis de la realidad), ni la de referen-cias textuales (intertextualidad o mimesis de la literatura, mimesis de la ficcin), sino el de un acto virtual de una literatura sin referencia, sin precedentes y por esto, el trmino simulacin adquiere una significacin que no es la mimtica y cotidiana que todos conocemos, sino aquella que Baudrillard acua en 1981: Le simulacre nest jamais ce qui cache la vrit cest la verit que cache quil ny en a pas. Le si-mulacre est vrai (ibd.: 10), con lo cual Borges da una nueva y revolucionaria defini-cin al trmino de ficcin y al de literatura. stos se definen autorreferencialmente y se desarrollan en la imaginacin y en lo absoluto de los signos existentes por s mis-mos en una hoja de papel y no en funcin de algo exterior a la literatura, una preocu-pacin, por lo dems, un topos de Borges como lo encontramos en El idioma analti-co de John Wilkins en la definicin de mamfero en una enciclopedia china imagi-nada por Borges con trminos absolutamente disparatados como [...] (a) pertenecien-tes al Emperador, (b) embalsamados, (c) [...] (OC, I: 708) que llevan a Foucault a formular que Borges produce signos al lmite de lo pensable, una literatura de la au-sencia (Derrida) y altamente rizomtica como lo encontramos en El jardn de sende-ros que se bifurcan cuando

    La literatura es el nombre adjudicado en muy diversos discursos a muy distintas formas de artefactos, el discurso literario se entreteje con otros discursos y es objeto de mltiples saberes.

    13 Prlogo a El Jardn de senderos que se bifurcan, en Ficciones. Citamos de Obras Completas (1972/21989: I), de donde provienen todas las citas.

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    Tsui Pn opta simultneamente por todas [las posibilidades]. Crea, as, diversos porvenires, diversos tiempos, que tambin proliferan y se bifurcan [...] todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones

    y [c]rea en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos o en El libro de arena que como la arena no tiene ni principio ni fin, con una infinidad de entradas y salidas: El nmero de p-ginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la lti-ma, [...] para dar a entender que los trminos de una serie infinita admiten cualquier nmero (El Libro de Arena, OC, II: 69), donde adems junto con Pierre Menard, autor del Quijote est tratando los evidentes problemas del origen y de la finalidad.

    Para llegar a semejantes conclusiones que no podemos profundizar en este lu-gar, pero que hemos tratado en diversas publicaciones hemos tenido que abordar los lmites tradicionales de la CL y entrar en un campo que no es el de nuestra tarea coti-diana para as descubrir una serie de factores fundamentales no slo en la obra de Borges, sino del pensamiento del siglo XX. Naturalmente que se podra objetar que primero se hubiesen podido analizar estas obras bajo un punto de vista estrictamente literario sin recurrir a textos filosficos. Por el contrario, argumentara, que la CL no ha interpretado satisfactoriamente las paradojas borgeanas; segundo, se podra criticar que solamente a raz de la lectura filosfica se le ha imputado a Borges algo que le es extrao, esto es, una interpretacin arbitraria y hegemnica que privilegia un pensa-miento europeo occidental, es decir, una interpretacin hegemnica que descontex-tualiza la obra de Borges. Podra ser, no obstante este tipo de reservas vale para todo tipo de aproximacin interpretativa. Ahora bien, cmo se decide la verdad de una interpretacin, para no caer en un relativismo desenfrenado? A mi parecer existe so-lamente una solucin, una inmediata y otra a largo plazo: dentro de una ciencia trans-versal no existe la verdad, sino una verosimilitud cientfica, es decir, la capacidad de convencer a otro sujeto de lo propuesto, y si no de inmediato, en un proceso de deba-te.

    El problema de la ficcin como algo literario pasa a ser en Borges un problema de sistemas de construccin y, en ese momento, nos enfrentamos a un problema ma-temtico, fsico y filosfico. La paradoja, en este caso, la podemos interpretar recu-rriendo a parmetros filosficos dentro de la filosofa postmoderna y, sin el contexto epistemolgico postmoderno, no podramos entender el contexto de argumentacin de Baudrillard, Foucault o Deleuze, ni muchos menos ayudarnos a resolver esta para-doja borgeana.

    Un segundo ejemplo. Cuando Borges en El tamao de mi esperanza habla del criollismo, lo hace fuera de las normas establecidas, no entiende ni un trmino nacio-nalista-progresista (con la mirada hacia Europa) ni una forma nacionalista-esencialista local. Lo entiende como conversador del mundo (1926/1994: 14), para luego, aos ms tarde, en El escritor argentino y la tradicin afirmar que

    [...] nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad y

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 213

    en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectacin, una mscara

    y [c]reo que si nos abandonamos a ese sueo voluntario que se llama la creacin ar-tstica, seremos argentinos y seremos, tambin, buenos o tolerables escritores (OC, I: 274). Borges est all tratando no solamente un fenmeno literario, sino un problema de la teora de la cultura. Lo que Borges desde un comienzo est haciendo (e incluyo aqu tambin Inquisiciones de 1925, y El idioma de los argentinos de 1928; Evaristo Carriego 1930 e Historia universal de la infamia 1935) es redefinir un territorio cul-tural desde su enunciacin que se encuentra en las orillas en sentido menos geogrfi-co, sino altamente semitico y epistemolgico; se encuentra entre-medio, en una si-multaneidad del aqu y del all, de la que Bhabha habla en The Location of Culture en trminos de in-between, mimikry, unhomely. Borges se est ubicando, tanto en lo que respecta a la tradicin literaria y cultural argentina como a la europea, en un espacio intermedio de permanente negociacin de identidades culturales y rompiendo con todo tipo de normas de valorizacin esttica (cannica) de obras e iniciando con esto un debate que luego se va a conocer como postmodernidad (bajo la frmula de double codification; Fiedler) y como postcolonialidad (contra-escritura-re-escri-bir/Wider-/ Wiederschreiben). Para poder comprender la dimensin en que Borges se mova, no basta reconstruir tan slo su contexto local inmediato o su contexto lite-rario internacional, sino que hay que ubicarlo dentro de un planteamiento terico ac-tual que requiere otra competencia que la de la CL.

    Un ltimo ejemplo lo tomamos de Yo el supremo de Roa Bastos. Sabemos que esta novela es la primera o una de las primeras, en todo caso de carcter paradigm-tico en producir un tipo de discurso que se ha venido llamando nueva novela hist-rica. Este texto sobrepasa cualquier intento de interpretacin dentro de los cnones de la CL ya que ste ni siquiera est dialogando con el gnero tradicional de la novela histrica, sino directamente con la filosofa o teora del discurso histrico y con tex-tos historiogrficos concretos (sobre la historia y persona de Gaspar de Francia). Es un texto que rompe con todos los cnones narrativos tradicionales, donde existe un nmero considerable de textos, voces y perspectivas. Roa est tratando problemas fundamentales tales como la construccin histrica (1974/21982: 15-16), el estatus no mimtico de la literatura, la problemtica relacin entre oralidad y escritura (1974/ 21982: 41). Estos temas se encuentran igualmente en Vigilia del Almirante (Roa Bas-tos 1992: 65-66): el problema de la representacin y su ausencia (1974/21982: 23), la imposibilidad de una significacin fija, etc. (cfr. 1974/21982: 69).

    Se podra argumentar que he tomado como ejemplos novelas que exigen un con-texto epistemolgico-terico cultural para su interpretacin, pero que no son repre-sentativas para la novela o literatura en general. Dira que los textos elegidos son los ms evidentes por la forma explcita en que se tratan una serie de aspectos centrales de la cultura, pero existe ese nivel implcito que se encuentra en muchsimos otros textos.

    Lo importante por sealar es que existen momentos determinados en los cuales se producen coyunturas de ciertos fenmenos que luego son tratados por diversos discursos, de all tambin la necesidad de sobrepasar los estrechos mrgenes de la

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    propia disciplina. El texto como novela histrica produce un discurso que transpor-ta un conocimiento y una perspectiva al saber histrico en general y no est subordi-nado al discurso historiogrfico cientfico, ni es menos verdadero que ste: es otro tipo de discurso con su propio tipo de verdad.

    Adems, las partes por tratar de la transmedialidad y del cuerpo nos demostrarn que, por ejemplo, en campos tradicionales de la CL, como son el drama y el espect-culo teatral, requieren y exigen una ampliacin de la disciplina.

    2.3.2 Consecuencias de la TC para el currculum y para la institucin

    Los estudios de literatura (u otros) futuros no deberan concentrar sus esfuerzos slo en entregar a los estudiantes un conocimiento de la historia de la literatura, de hacer-les leer un nmero determinado de obras de diversos perodos que pertenecen a un canon relacionado con un tipo de construccin terica o de hacerles analizar la es-tructura de las obras como fundamentalmente se imparte. Esto se debe hacer en un primer paso, para obtener algunos instrumentos slidos de desenvolvimiento. Lo principal, me parece, es darles una competencia discursiva, esto es, posibilitarles el dominio de instrumentos que les permitan analizar y comprender los sistemas, los tipos de organizacin, de pensamiento y de saber que encierra un discurso determina-do, aquello que lo origina y le da su especificidad (a esos discursos, no a la discipli-na), partiendo de diversas teoras y de diversos productos culturales.

    1. En un primer nivel habra que establecer un conocimiento base del objeto del

    cual se parte, por ejemplo, de la literatura. Cules seran en suma los aspectos fundamentales que se deben conocer y dominar cuando un acadmico cualquiera que ste sea quiere hacer una serie de presuposiciones sobre aspectos determinados basado en textos literarios:

    nivel del discurso (como dispositivo donde radica la organizacin temporal;

    como elocutio donde radican los diversos tipos de narradores, point of view o los diversos modos de narracin (narration/telling, representa-tion/showing)

    nivel de la historia y de los personajes (inventio) relaciones intertextuales: parodia, travestismo, irona... (como las ha estableci-

    do, por ejemplo, Genette en Palimpsestes)... .

    2. En un segundo nivel habra que establecer cules son los aspectos fundamen-tales que se estn discutiendo internacionalmente y cules son aquellos que con-ciernen a una determinada regin, cultura y momento histrico. Temas tales como Nacin, Identidad, Poder, Violencia, Sexualidad, Deseo, Cuer-po, Virtualidad/Realidad, Medialidad/Migraciones, Hibridez/Alteri-dad/Diferencia, Gnero, Historiografa... seran algunos de los puntos de partida.

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 215

    3. En un tercer nivel habra que especificar y entrelazar ciertos mdulos como lo son las culturas del Caribe o las culturas andinas, las culturas afro-lusitanas, etc.

    4. En un cuarto nivel habra que especificar fenmenos concntricos a regiones in-ternas de un mismo pas, ya que el fenmeno cultural en So Paulo, por ejemplo, es otro y muy diferente al de Baha, etc.

    5. En un quinto nivel se deberan enfocar problemas de hibridacin del Caribe o Brasil con aquellos, por ejemplo del Magreb, del Subsahara, para as obtener una base de datos ms amplios (contexto de estudio de campo) y sacar conclu-siones sociolgicas, histricas o antropolgicas (contexto epistemolgico-teri-co-cultural).

    Podemos resumir estos cinco niveles en tres tipos entrelazados de teora e investiga-cin:

    1. Una teora transversal que sea capaz de considerar e integrar aquellos elementos

    bsicos para la investigacin, anlisis, descripcin e interpretacin de fenme-nos en general de objetos culturales, que trascienden a la especificidad del ob-jeto (nivel de principios constituyentes de base).

    2. Una teora transversal que se concentre en la especificidad de diversos textos/ discursos (nivel de objetos textuales/discursivos).

    3. Una teora transversal que se concentre en estudios de campo (nivel socio-histrico-topogrfico).

    Las consecuencias para la institucin son ms que evidentes: la prctica acadmica ya lo ha manifestado desde hace bastante tiempo: la estructura de institutos (departa-mentos) no corresponde al desarrollo cientfico actual y creo, adems, que las facul-tades como hoy estn organizadas imponen una serie de limitaciones y dificultan en forma grave el desarrollo cientfico, ya que todo desarrollo que vaya contra los inte-reses creados de un statu quo determinado es considerado como un peligro. Ms bien, las facultades deberan tener una organizacin flexible/permeable que permita por una parte conservar intereses histricamente legtimos y dar lugar a nuevas ideas y formaciones. Si existe consenso en que la cultura se debe entender como un proceso de global circulacin, transformacin y reinvencin permanente de muy diversos ob-jetos culturales, y que se debera desarrollar un tipo de ciencia que concordase con esta caracterstica del objeto, de la misma forma, las instituciones deberan obedecer en su articulacin interna a semejante consenso.

    Muchas de las reformas universitarias (y todas las que he vivido) fracasan por lo general en el intento de conectar la organizacin de la ciencia con la organizacin institucional y los resultados que quedan son de tipo formal y por esto prescindibles14. 14 ste es exactamente el caso fatal de las actuales reformas universitarias en Alemania tanto

    en el nivel federal (Bund) como en el estatal (Lnder) que no llevarn a ningn cambio de orden sustancial, ni mucho menos harn una contribucin a mejorar el rendimiento y nivel, que ya es, por lo dems, bastante alto.

  • 216 Alfonso de Toro

    Un concepto como el aqu planteado facilitara la reduccin de los resquemo-res de la presunta desaparicin de los estudios de literatura, y ayudara a que la CL se convirtiera en una ciencia obsoleta, a que se produjera un desplazamiento de intereses a favor o en contra de algn tipo de discurso y se llegara as a una convergencia de intereses basados no en disciplinas o derechos creados, sino en intereses cientficos que la comunidad cientfica debera definir cada vez.

    Ms bien, la literatura comparada es la disciplina ms afectada y quizs en peli-gro de disolucin ya que tena su legtima funcin (aunque fuese casi siempre dentro del contexto de la CL). Con el advenimiento de los EC y dentro de la concepcin de una TC del tipo aqu bosquejado, que pasaremos a describir en forma ms detallada, me parece que la comparatstica tendr serios problemas de legitimacin.

    Para concluir pasamos a la segunda seccin de nuestro trabajo con el fin de pro-poner algunos materiales para enfrentar tericamente el fenmeno de la hibridez co-mo un tipo de teora transversal focalizada en la transmedialidad, cuerpo y sexuali-dad.

    3. Hibridez transversalidad transmedialidad cuerpo/ sexua-lidad

    A continuacin quisiera fundamentar tericamente lo planteado partiendo de dos conceptos que ubicamos en un macronivel: primero, los de hibridez y de transver-salidad y segundo, en micronivel, los de transmedialidad y cuerpo/sexualidad.

    Una concepcin de orientacin transdisciplinaria en el contexto de una amplia semitica de la cultura y de la teora de la cultura es imprescindible porque problemas de construccin terica o de reformulacin de una nueva categora de disciplina pue-den ser tratados en forma adecuada solamente si se superan los lmites de pases, au-tores y disciplinas. Esta perspectiva contribuye as a colocar la cultura y sus diversas manifestaciones en un amplio contexto epistemolgico y a liberar, por ejemplo, a al-gunos sectores de la cultura latinoamericana, de la literatura o del teatro, de lo exti-co y de lo mimtico-reproductivo. Es decir, estos objetos culturales se pueden libe-ral de una mirada e interpretacin hegemnica (eurocentrista) an fuertemente exis-tente y permitir de esta manera discutirlos en un contexto internacional como pro-ducto de una rica e innovativa tradicin.

    Una aproximacin transdisciplinaria tiene como finalidad la superacin de los lmites de la propia disciplina y emplear otras disciplinas tales como las ciencias his-tricas, de la cultura, de los medios de comunicacin, la filosofa o sociologa... como ciencias auxiliares para as confrontarse con manifestaciones culturales de tal forma que pueda dar respuesta a lo que est sucediendo hoy, y permita entrelazar recpro-camente tanto el objeto de investigacin como la teora. Adems, la aproximacin transcultural contribuye a superar barreras culturales o al menos a reflexionar sobre ellas y, con esto, superar prejuicios eurocentristas evidentes, aun cuando stos hoy en da se manifiesten en forma ms sutil y velada.

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 217

    Esta aproximacin requiere la conexin y reorganizacin de diversas disciplinas, de diversas teoras y prcticas en el trato de objetos culturales en un mundo global debido a su carcter pblico, ritual y gestual. A raz del estatus hbrido de las cultu-ras, en particular de aquellas como la latinoamericana, sus elementos constituyentes deben ser revisados.

    Los criterios de hibridez, transversalidad, transmedialidad y cuerpo fomentan un anlisis e interpretacin transdisciplinaria, transcultural y transtextual, por ejemplo, el dilogo entre diversos cdigos culturales y estticos de la cultura latinoamericana, europea, norteamericana, afro-americana, africana, musulmana o asitica.

    El especial trato que le damos al dilogo transtextual y transcultural abre la po-sibilidad de un amplio contexto de argumentacin y reflexin para la interpretacin de diversos objetos culturales en general y para la consideracin de diferencias cultu-rales en particular, como tambin para determinar la funcin de ciertos discursos (por ejemplo, aquellos postmodernos/postcoloniales, sobre poder, sexualidad, cuerpo, deseo, identidad, gneros, deconstruccin, nomadismo, etc.).

    Los trminos funcin, transformacin y translacin (traduccin) son par-te central de cualquier investigacin que est relacionada con procesos culturales porque no implican solamente momentos sincrnicos, sino al mismo tiempo diacrni-cos que se condensan en puntos de entrelazamientos y cruces, concretizndose en el artefacto cultural y adquiriendo una slida representacin social y esttica. El mo-mento diacrnico se debe considerar no como una linealidad de eslabones de accio-nes causales, sino como una descentracin temporal, lo cual Garca Canclini (1990/1992/21995: 15, 72 ss.) define como heterogeneidad multitemporal o Rincn como la no simultaneidad de lo simultneo (1995).

    3.1 Algunos conceptos fundamentales

    3.1.1 Transdisciplinariedad, transtextualidad, transculturalidad

    El cuestionamiento del Logos occidental y su inherente dualismo, como as tambin las categoras Origen y Verdad en su sentido absoluto, significan la finalizacin de los discursos metanormativos, produciendo profundas consecuencias para los estu-dios culturales y sociales. Este cuestionamiento desarrolla un dilogo postcolonial desde donde se producen reformulaciones, recodificaciones y reinvenciones del pro-pio contexto cultural en dilogo con las culturas hegemnicas, llevndose a cabo en tres reas o estrategias: la transdisciplinaridad, la transtextualidad y la transcul-turalidad15. Estos trminos con el prefijo trans representan una ampliacin y des- 15 El trmino transtextualidad es empleado ya por Genette (1982: 7 ss.), Garca Canclini (1990/

    1992/21995: 15) y Rincn (1994-1995: 8) en la extensin aqu utilizada por nosotros. Tambin Balme (1995: 7) habla de comunicacin transcultural. Una importante contribucin, de la cual tomamos nota cuando este trabajo ya estaba terminado, es la de Welsch (1997) y la de los trabajos de ese volumen miscelneo en su totalidad.

  • 218 Alfonso de Toro

    limitacin de aquellos con el prefijo inter ya que se ubican en un supranivel episte-molgico (vid. ms abajo).

    Bajo transdisciplinaridad entendemos, por una parte, el recurso a modelos de diversas proveniencia disciplinaria y terica (teatral, histrica, antropolgica, socio-lgica, filosfica, estructural, postestructural, teora de la comunicacin, etc.) o a uni-dades o elementos particulares de stos al servicio de la apropiacin, decodificacin e interpretacin del objeto analizado. El trmino de transdisciplinaridad tiene poco que ver con aquel tradicional de la comparatstica e interdisciplinaridad ya que all los mtodos de la propia disciplina de base no son transcendidos, sino que ms bien in-cluye y conlleva las diversas recodificaciones, ya que el empleo de postulados e ins-trumentos de otras disciplinas implican siempre una de y reterritorializacin de stos.

    Bajo transculturalidad se puede entender el recurso a modelos, a fragmentos o a bienes culturales que no son generados ni en el propio contexto cultural (cultura local o de base) ni por una propia identidad cultural, sino que provienen de culturas externas y corresponden a otra identidad y lengua, construyendo as un campo de ac-cin heterognea. Para la descripcin de un proceso semejante se presenta el prefijo trans a raz de su carcter global y nmada y por la superacin del binarismo que este trmino implica como ms adecuado que el de inter, tan empleado en las ciencias culturales desde comienzos de los noventa. Especialmente en la cultura, la circulacin de distintos cdigos culturales es de tal diversidad y conoce una enorme rizomatizacin que no se puede tratar en forma dialctica, como ms adelante lo de-mostraremos al discutir el concepto de la hibridez16.

    Nuestro trmino de transculturalidad se asemeja al de Fernando Ortiz (1983: 86, 88) solamente en el sentido de entrecruces de culturas, pero epistemolgicamente se diferencia de aqul primero en cuanto el nuestro no tiene ese carcter temporal de trnsito o transitivo y, segundo, en que el trmino de Ortiz est basado en oposi-ciones binarias ajenas a nuestro trmino, ya que l define transculturacin como desculturacin e inculturacin, es decir, como un proceso de prdida o desarrai-go de una cultura precedente (ibd.: 90) que luego da paso a una nueva cultura que l llama neoculturacin como resultado de ese proceso de transculturacin. Por esto, aqu se trata de un proceso unilateral, como recalca Schmidt (1994-1995: 193), mientras que nuestro trmino de transculturalidad no implica prdida o cancelacin de lo propio, ni tampoco resultado definitivo sinttico homogeneizante de la cultura, sino un proceso continuo e hbrido, e hibridez es lo contrario de pensar la cultura co-mo algo homogneo y jerrquico que resulta de una modernidad elitista y altamente cognitiva o de las vanguardias europeas (cfr. Rama 1982: 218 passim). Adems, los trminos de prdida y desarraigo implican partir de la concepcin de que existen culturas puras y, en el caso de entrecruces, una destruccin de culturas. Valioso es en Ortiz de cualquier modo que l emplea el trmino de transculturacin como

    16 Desistimos del empleo del trmino Multiculturalidad ya que est cargado de diversas

    implicaciones negativas, tanto polticas como ideolgicas.

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 219

    un elemento global y central para caracterizar el proceso histrico, cultural, tnico, econmico... de la formacin de Cuba, que vale en menor o mayor grado para toda Latinoamrica (y para muchas otras regiones del mundo) y relacionado a lo que luego Garca Canclini denomina heterogeneidad multitemporal y Rincn la no-simultaneidad de lo simultneo17. Nuestra concepcin de transculturalidad es una categora que hace frente hoy a las grandes migraciones y entrecruces culturales don-de hablar de destruccin sera quizs inadecuado: mejor sera hablar de des y rete-rritorializaciones.

    Este proceso est estrechamente relacionado con la transtextualidad en cuanto se trata del dilogo o de la recodificacin de subsistemas y campos particulares de diversas culturas y reas del conocimiento, sin que en este proceso se comience pre-guntando por el origen, por la autenticidad o la compatibilidad del empleo de unida-des culturales provenientes de otros sistemas. Simplemente su aspecto esttico, su funcin social (y no su prefiguracin) y su productividad representan el punto central de atencin. Algo semejante es vlido para el empleo de disciplinas cientficas auxi-liares, que no son parte de la especializacin. Se trata de un concepto de ciencia co-mo dilogo, como punto de cruce o de entrelazamientos, como resultado de un par-cours que est solamente al servicio del enriquecimiento de la interpretacin.

    El prefijo trans no implica una actividad que diluya u obscurezca las diferen-cias culturales para luego conducirlas a un principio de produccin sin rostro, domi-nado por un tipo determinado de mecanismos de la globalizacin. Sin embargo, tam-bin a travs de la globalizacin se desafa la manifestacin de la diferencia y alteri-dad (vid. ms abajo). El prefijo trans no se refiere a una nivelacin de la cultura ni favorece el consumo, sino que se entiende como un dilogo desjerrquizado, abierto y nmada que hace confluir diversas identidades y culturas en una interaccin din-mica (vid. tambin Kraniauskas 1992: 143-145).

    3.1.2 Translacin (traduccin), transformacin y funcin

    Estos tres trminos incluyen complejos procesos sociales, culturales, pragmticos, semnticos y mediales. Preferimos el trmino translacin al de traduccin ya que este ltimo implica especialmente aspectos lingsticos, semnticos y pragmticos, que en nuestro contexto tambin son de central importancia, pero que abarcan slo una parte de un proceso de translacin. El trmino de translacin tiene un mayor 17 En todo caso, la definicin de transculturacin de Ortiz es, desde un punto de vista histrico,

    plenamente vlida. El Descubrimiento y la Conquista de Amrica son en un primer lugar destruccin y eso hasta la poca colonial. La definicin de transculturacin tambin vara en Ortiz, ya que por momentos parace estar hablando de recodificaciones, esto es, a la vez de la inclusin de elementos propios y nuevos, en particular cuando se refiere a un [...] doble trance de desajuste y reajuste [...] al fin, de sntesis de transculturacin (ibd.: 7). He aqu tambin otra diferencia: nuestro trmino no implica una sntesis, sino una tensin (no dialctica) entre diversos elementos dentro de una estrategia de hibridacin.

  • 220 Alfonso de Toro

    campo de aplicacin, abarca tambin aquellos antropolgicos, tnicos, culturales, fi-losficos, histricos, mediales y gestuales.

    Mientras que la translacin se puede considerar como un acto global en cuyo transcurso diversas unidades culturales se mueven de un contexto x a uno y, se trata en el caso de la transformacin de cambios concretos, por ejemplo, en el cam-po lingstico, cultural o pragmtico-semntico. Se refiere al paso de una lengua a otra, a la transformacin de cdigos y a la forma de representacin de su localidad cultural, desde donde se piensa y habla. El paso de un texto o acto codificado a otro, del texto a la representacin, del director al actor y del autor al pblico implica serias transformaciones en todo nivel18.

    El fenmeno de la translacin con sus conllevadas transformaciones y cambio de funciones abarca tanto la teora como la prctica de la cultura en sus diversos campos. Como en la hibridez que tambin abarca diversos medios tales como los antropolgicos (el encuentro entre diversas culturas y sistemas), los estticos (diver-sos recursos a gneros y formas de expresin), los transmediales (recurso a diversos tipos como proyecciones de video, diapositivas, inclusin de monitores de TV, danza, artes plsticas, etc.), los filosficos (simulacin, rizoma), se debe analizar el cmo, el por qu y el para qu del empleo de estos medios que son de gran importancia cuando no se reducen a meros efectos estticos (esteticismo).

    La pregunta de la translacin bajo la perspectiva de la hibridez y de la transme-dialidad implica tambin el aspecto de la recepcin, es decir, de qu manera se ins-cribe en la translacin una forma de mediacin que apunta a un pblico y cultura de-terminados. Siendo la cultura un evento pblico, un lugar de mediaciones directas, es a su vez representacin de s misma (autorreferencial), y con ello un punto entrecru-zado de procesos culturales. La totalidad del proceso de escenificacin es un factor esencial de translacin ya que aqu se determinan todos los constituyentes que se ins-criben transmedialmente en las representaciones culturales. Dentro de la translacin se deben abarcar, en nuestro contexto, problemas y aspectos que se encuentran rela-cionados con procesos de hibridacin, con estrategias de altaridad, es decir, con la inclusin de materiales codificados culturalmente y provenientes de diversas media-ciones.

    3.2. Hibridez y estrategias de hibridacin

    Tan slo la mencin del trmino hibridez y otros relacionados con ste, como la descripcin de estrategias de hibridacin, ofrece las primeras dificultades para su em-pleo, ya que existen diferencias en cuanto a su intencin, extensin, similitud y rela-cin con trminos vecinos. Adems, el trmino de hibridez proviene de diversas dis-ciplinas y de diversos contextos de argumentacin. Mas las diversas denotaciones 18 Deslimitamos el trmino texto, ampliando su sentido a cualquier tipo de expresin

    semitica, sea sta escrita, oral, iconogrfica, kinsica, performativa u otra.

  • Hacia una teora de la cultura de la hibridez 221

    tienen, a pesar de todo, una base epistemolgica similar y apuntan a fenmenos simi-lares. Para poder lograr una operacionalidad del trmino hibridez, ste debe ser es-tructurado y definido en ciertos contextos. Cualquier investigacin que parta del fe-nmeno de la hibridez y de actos transculturales de comunicacin deber, antes que nada, solucionar este problema de definicin y deber proponer una concepcin epis-temolgica para evitar aplicaciones contradictorias o superpuestas.

    Las concepciones de hibridez y sus estrategias se pueden resumir en el nivel del objeto en los grupos siguientes19: a) Hibridez es entendida como la difcil y compleja conjuncin de culturas,

    religiones y etnias... b) Hibridez se entiende tambin como el empleo de diversos sistemas de signos

    lingsticos y no-verbales tales como multilingismo, Internet, video, film, pintura, mundos digitales y virtuales, electrnicos, sistemas de mquinas (Cyberspace, por ejemplo).

    c) Hibridez como el entrecruce de sistemas antropolgicos y sistemas discursivos tales como el sistema homeoptico y el feminista, el gay o el histrico.

    d) Hibridez como una categora de teatralidad. e) Hibridez como un tipo de ciencia transversal, esto es, como una actividad

    transdisciplinaria. Lo primero que constatamos es que hibridez significa un movimiento nmada de fe-nmenos culturales con respecto al Otro y a la Otredad, es un movimiento recodi-ficador e innovador entre lo local y lo externo. Entendida la hibridez de esta forma evita reducciones esencialistas, el determinar la diferencia y la alteridad en un nivel ontolgico prefigurado y posibilita llevar estas dos categoras a una diferancia y una altaridad, con lo cual se pueden entender diversas formaciones discursivas como deconstruccin y recodificacin de metadiscursos oficiales y normativos.

    Un buen ejemplo para un primer acercamiento o una primera descripcin de la hibridez con relacin a la transmedialidad y diversas formas de representacin lo en-contramos en la portada del libro Culturas hbridas de Garca Canclini. Se trata del montaje que junta una pintura de Luis Felipe No con una fotografa de Lourdes Grobet y muestra a personas en la playa en Tijuana, en la frontera entre Mxico y EE.UU. La pintura est constituida por una tela de colores que se encuentra colgada en una especie de andamio o de ventanas de metal con cuatro entradas; la tela se des-borda ms all de ese andamio, hacia el exterior, lugar en el que se crea un espacio virtual donde se ubica la fotografa. Hibridez se da aqu en diversos campos y en di-versos niveles: por una parte consiste en un entrelazamiento (no en una sntesis) de diversos cdigos en el nivel del productor que transporta un tipo de cultura, una histo-ria y constelacin social. En el nivel del medio de comunicacin se encuentran la pin-

    19 Para un panorama de los campos y trminos de la hibridez, cfr. Schneider/Thomsen (1997).

  • 222 Alfonso de Toro

    tura y la fotografa; en el nivel del objeto confluyen la pintura abstracta y la represen-tacin realista de individuos que se entretienen en la playa. Un objeto es unidimen-sional, el otro pluridimensional. La foto narra una historia de migracin, de las orillas (as tambin de opresin, explotacin, persecucin y discriminacin); la pintura se desenvuelve en un espacio esttico-virtual que permite incorporar rizomticamente otras formas de representacin/expresin. La narracin en la foto representa icnica-mente el nomadismo y la hibridez en la frontera/orilla, ya que la cerca de metal es la lnea de demarcacin que separa Mxico de EE.UU., y aqu se ha permeabilizado. Tanto la foto como la pintura constituyen un espacio virtual y de simulacin donde se diluyen las oposiciones binarias. De all que en Tijuana la identidad sea indefinible segn parmetros unvocos o monocausales: sta es descrita como posmexica, pre-chicano, panlatino, transterrado, arteamericano [...] (Garca Canclini 1990/21995: 302).

    Podemos establecer el siguiente modelo o sistema para la hibridez:

    a) Hibridez como categora epistemolgica El trmino hibridez en la teora de la cultura general y en Latinoamrica particu-larmente empleado en forma equivalente al de heterogeneidad (cfr. Balme 1995; Brunner 1986: 178, 180)20 incluye en su concepcin tambin los trminos de diff-rance (castellano: diferancia) y Altarity (castellano: altaridad), como veremos ms adelante.

    Hibridez como categora epistemolgica significa pensar el mundo, organizar el conocimiento y las ciencias, organizar la vida de una forma antilogocntrica, como un viaje, como una bsqueda. La estrategia o el proceso de hibridacin como catego-ra epistemolgica opera dentro de una perspectiva diacrnica basndose en la dife-rencia y la alteridad, desde el Descubrimiento hasta el fin de la modernidad (mitad del siglo XX), y como diferancia (en el sentido derridiano de la diffrance) y de la altaridad (en el sentido de Altarity, como en parte lo entiende Taylor 1987).

    Bajo diferancia se puede entender, en el contexto del presente trabajo conside-rando adems aspectos sincrnicos y diacrnicos, una aproximacin a la Otredad de la razn y de la historia, es decir, a una lgica de la transversalidad, suplementa-riedad, del pliegue, repliegue (reploiement), arruga (pli), injerto (greffe), el rodar de unidades culturales que no se dejan reducir ni a un origen cultural o tnico nico; se trata de unidades que se resisten a ser asimiladas por estructuras superiores, ni a una diversificacin sin identidad. La resultante proliferacin discursiva (trace) no conduce a una concepcin del Otro