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    FRANCISCO CNDIDO XAVIER

    Por el Espritu EMMANUEL

    50 AOS DESPUS

    Esta Fundacin no persigue fines de lucro, pues sus miembros trabajan ad

    honorem al servicio de la Causa Esprita.

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    Emmanuel no afirma, en su austeridad, que los sistemas religiosos son unmontn de ruinas y ni insina, como los ms eminentes filsofos de nuestrotiempo lo hacen, que la humanidad es un cadver que se descompone. Perodeja entrever que se descompone el cuerpo que el Espritu abandon. Su

    obra, todo su pensamiento se oponen a que el hombre se conforme con esosdestrozos. Por el contrario, ensea cmo hacer de ellos, por las bendicionesdel trabajo, el material para la construccin del futuro.

    No es tradicional, no es relativista. Hablando al hombre entre el crepsculo yla alborada de un nuevo milenio, entre dos mundos, dos pocas, lo convoca amarchar y le dice con autoridad sin afectacin:

    _ Anda, t te encuentras en el camino de Damasco.

    WALL ACE LEAL V. RODRIGUES

    Libros y autores, en la mediumnidad de Chico Xavier, EDICEL, San Pablo, Brasil,1967.

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    FRANCISCO CNDIDO XAVIER

    50 AOS DESPUS

    Episodios de la Historia del Cristianismo en el siglo II

    Novela verdica dictada por el EsprituEMMANUEL

    Traduccin del portugus por MAGDALENA RAGONESI

    FUNDACIN ESPIRITA HUMANISTA ALLAN KARDEC

    Departamento Editorial 18 de Abril Av. Entre Ros. 1181-Telefax 306-70301080-Buenos Aires- Argentina

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    CARTA AL LECTOR

    Amigo mo, Dios te conceda paz.

    Si leste las pginas sencillas deHace dos mil aos, es posible que busquesaqu la continuacin de las luchas intensas vividas por sus personajes reales,en el escenario de las lides redentoras de la Tierra. Es por este motivo que mesiento obligado a explicarte algunos detalles con respecto al desarrollo de estanueva historia.

    Cincuenta aos despus de las ruinas humeantes de Pompeya, cuando elimplacable senador Publio Lntulo se alejaba nuevamente del mundo paramedir el valor de sus dolorosas experiencias terrestres, vamos a encontrarlo enestas pginas bajo la humilde vestimenta de esclavo, que su orgulloso coraznhaba despreciado tanto en otro tiempo.

    La misericordia del Seor le permiti reparar con la personalidad deNestorio los desmanes y arbitrariedades cometidos en el pretrito, cuando,como hombre pblico, supona tener en sus manos vanidosas todos lospoderes, por injustificable derecho divino.

    Si observas a un hombre cautivo, reconocers en cada uno de sussufrimientos la venturosa redencin de un pasado errneo.

    Siendo, adems, el deber de satisfacer tu curiosidad con respecto a suscompaeros ms directos en esta nueva peregrinacin terrena, de la cual estelibro es un testimonio real.

    No obstante estar en la Tierra en la misma poca los miembros de lafamilia Severo, Flavia y Marco, Lntulo, Sal y Andrs de Gioras, Aurelia,Sulpicio, Fulvia y dems personajes del mismo drama, todos estoscompaeros de lucha se encontraban en otros sectores soportando benditaspenas, y no comparecen aqu, donde el senador Publio Lntulo aparece a tusojos bajo la indumentaria de esclavo, ya en la edad madura, como elementointegrante de un cuadro nuevo.

    De todos los personajes de Hace dosmil aos se encuentra aqu, junto aotras figuras del mismo tiempo, como la de Policarpo, que no es mencionado

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    en el libro anterior, un compaero que por lazos afectivos que lo ligaban aaqul, se haba convertido en su carioso hermano, por la consagracin a lasmismas luchas polticas y sociales en la Roma de Nern y de Vespasiano. Merefiero a Pompilio Craso, ese mismo hermano de destino en la destruccin de

    Jerusaln, cuyo corazn palpitante le arranc del pecho Nicandroobedeciendo las severas rdenes de un jefe cruel y vengativo.

    Pompilio Craso, es el mismo Helvidio Lucio y de estas pginas, resurgidoen el mundo para el trabajo renovador. Y aludiendo a este amigo esforzado ygeneroso, quiero decirte que este libro no fue escrito por nosotros y paranosotros, con el propsito de describir nuestras luchas en el mundo terrestre.Este libro es un cmulo de verdades sobre un corazn sublime de mujer,

    transformada en santa, cuyo herosmo divino fue una luz encendida en elcamino de numerosos espritus amargados y sufrientes.

    En Hace dos mil aos buscbamos destacar una poca de luces y desombras, donde el materialismo romano y el Cristianismo se disputaban laposesin de las almas en un escenario de miserias y esplendores, entre lasextremas exaltaciones del Csar y los maravillosos ejemplos de losseguidores de Cristo. All, Publio Lntulo se mova entre desaciertos moralesy deslumbramientos transitorios; aqu como el esclavo Nestorio, observa a un

    alma. Me refiero a Celia, figura central de las pginas de esta historia, cuyocorazn amoroso y sabio entendi y aplic todas las lecciones del DivinoMaestro en el doloroso transcurso de su vida. En la secuencia de los hechosdel relato seguirs sus pasos de nia y de joven, como si contemplaras unngel resistiendo por encima de todas las contingencias de la tierra. Santa porlas virtudes y por los actos de su existencia edificante, su espritu era un lirionacido del lodo de las pasiones del mundo, para perfumar la noche de la vidaterrestre con los aromas suaves de las ms divinas esperanzas del cielo.

    Por lo tanto, podemos afirmar, lector amigo, que este volumen no es unacontinuacin integral de las experiencias purificadoras del viejo senadorLntulo, en los ambientes de redencin de los trabajos terrestres. Es lahistoria de un sublime corazn femenino que se diviniz en el sacrificio y enla abnegacin, confiando en Jess cuando tuvo que derramar las lgrimas desu noche de dolor y de trabajo, de reparacin y de esperanza. La iglesiaromana guarda hasta hoy en sus archivos envejecidos su ejemplar tradicin,

    aunque las fechas y los nombres, las descripciones y los apuntes se

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    encuentren confusos y oscuros por la mano falsificadora de los narradoreshumanos.

    Amigo y hermano mo, abre estas pginas reflexionando en el torbellino

    de lgrimas que se contiene en el corazn humano, y piensa en la parte deexperiencias amargas que los das transitorios de la vida le trajeron. Esposible que tambin hayas amado y sufrido mucho. Algunas veces, sentiste elsoplo fro de la adversidad helando tu corazn. Otras, te hirieron el alma bienintencionada y sensible la calumnia y el desengao. En ciertas circunstanciasmiraste tambin al cielo y preguntaste, en silencio, dnde estaban la verdad yla justicia, invocando la misericordia de Dios en preces dolorosas. Mas,sabiendo que todos los dolores tienen una finalidad gloriosa en la redencin

    de tu espritu, lee esta historia real y medtala. Los ejemplos de un almasantificada en el sufrimiento y la humildad te ensearn a amar el trabajo ylas penas de cada da; observando sus martirios morales y sintiendo en formavvida su profunda fe, experimentars un dulce consuelo que renovar tusesperanzas en Jesucristo.

    Procura comprender la esencia de esta fuente de verdades confortadoras y,desde el plano espiritual, es espritu purificado de nuestra herona derramaren tu corazn un blsamo consolador de sublimes esperanzas.

    Que aproveches su ejemplo, como nosotros en la poca de las luchas y delas experiencias pasadas, es lo que te desea un hermano y siervo humilde.

    EMMANUEL

    Pedro Leopoldo, 19 de diciembre de 1939.

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    PRIMERA PARTE

    CAPITULO IUNA FAMILIA ROMANA

    Por entre la multitud que se hallaba en la gran plaza de Esmirna, en unaclara maana del ao 131 de nuestra era, marchaba un grupo de esclavos

    jvenes y atlticos conduciendo una litera ricamente arreglada al gusto de lapoca.

    De trecho en trecho se escuchaban las voces de los que la transportabanexclamando:

    Dejad pasar al noble tribuno Cayo Fabricio! Abrid paso al noblerepresentante Augusto! Paso! Paso!

    En cuanto el rostro de un patricio romano se asom entre las cortinas de lalitera con aire de enfado, para observar a la muchedumbre rumorosa, se

    deshicieron los pequeos grupos populares, formados de prisa alrededor delmercado de pescado y legumbres, situado en el gran paseo pblico.

    Siguiendo a la litera, caminaba un hombre de unos cuarenta y cinco aos,que dejaba ver en sus lneas fisonmicas un perfil israelita y un orgullodisconforme. Sin embargo, la actitud humilde evidenciaba que perteneca auna clase inferior y, aunque no participaba del esfuerzo de lostransportadores, se adivinaba en su semblante contrahecho la situacin

    dolorosa de esclavo.Se respiraba en la margen del esplndido golfo un aire aromatizado que

    los vientos del Egeo traan del gran archipilago.

    El movimiento de la ciudad creca mucho en aquellos inolvidables dasque siguieron a la ltima guerra civil, que haba devastado a Judea parasiempre. Millares de peregrinos la invadan por todos los flancos, huyendo delas terribles circunstancias en que se encontraba Palestina, asolada por los

    flagelos de la pasada revolucin, la que haba aniquilado los ltimos lazos de

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    cohesin entre las tribus laboriosas de Israel y las haba desterrado de lapatria.

    All se refugiaban hambrientos, restos de antiguas autoridades y de

    numerosos plutcratas de Jerusaln, de Cesrea, de Betel y de Tiberades,con el afn de sustraerse a los tormentos del cautiverio, despus de lasvictorias de Julio Sexto Severo sobre los fanticos partidarios del famosoBar-Coziba.

    Venciendo los movimientos instintivos de la muchedumbre, la litera deltribuno se detuvo frente a un soberbio edificio, en el cual los estilos griego yromano se mezclaban armoniosamente.

    Se qued all mientras era anunciado en el interior, donde lo esperaba conevidente inters, un patricio relativamente joven, de unos cuarenta aos.

    Por Jpiter_ exclam Fabricio, abrazando a su amigo Helvidio Lucio_no supona que te iba a encontrar en una plenitud de vigor y elegancia tal quepodra causar la envidia de los mismos dioses.

    _ Vaya, vaya!_ replic el interpelado, en cuya sonrisa se poda leer lasatisfaccin que le causaban esas palabras cariosas y amigas _son milagros

    de nuestros tiempos. Por otra parte, si hay alguien que merezca tales elogioseres t, a quien Adonis siempre le rindi homenajes.

    En ese momento un esclavo todava joven se aproxim con una bandejade plata, donde se alineaban pequeos recipientes que contenan perfumes ycoronas de la poca adornadas con rosas.

    Helvidio Lucio tom cuidadosamente una de ellas, mientras el visitanteagradeca con una leve seal de cabeza.

    _Mas oye!_ continu el anfitrin sin disimular la alegra que le producala visita_ hace bastante tiempo que aguardbamos tu llegada, para partir paraRoma a la mayor brevedad posible. Hace dos das que la galera est anuestra disposicin, dependiendo la partida tan slo de tu arribo!...

    Y palmendole amistosamente un hombro le pregunt:

    _ A qu se debi la demora?...

    _Bien sabes_ explic Fabricio_ que sumariar los estragos producidos porla ltima revolucin es una tarea muy difcil para realizarla en pocas

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    semanas, razn por la cual, a pesar de la demora a la que te refieres, no llevoal gobierno imperial un informe minucioso y completo, sino apenas algunosdatos generales.

    _Y a propsito de la revolucin de Judea, cul es tu impresin personalde los acontecimientos?

    Cayo Fabricio esboz una leve sonrisa, respondiendo con amabilidad:

    _Antes de dar mi opinin, s que la tuya es la de quien encar los hechoscon el mayor optimismo.

    _S, mi amigo_ dijo Helvidio Lucio como para justificarte_, es verdad quetoda la venta de mi cra de caballos de Idumea para las fuerzas enoperaciones, consolid mi posicin econmica, dispensndome de mayorespreocupaciones en cuanto al futuro de mi familia. Sin embargo, eso noimpide que considere la penosa situacin de los millares de personas que searruinaron para siempre. Adems, si la suerte me favoreci en el plano demis necesidades materiales, lo debo principalmente a la intervencin de misuegro y del prefecto Lolio Urbico

    _ El censor Fabio Cornelio te ayud tan decisivamente?_ pregunt

    Fabricio, algo admirado._S.

    _Est bien_ dijo Cayo, ya despreocupado_, yo nunca entend nada de lacra de caballos de Idumea o de las bestias de Liguria. Por otra parte, el xitode tus negocios no altera nuestra vieja y cordial amistad. Por Plux!...Nohay necesidad de tantas explicaciones en ese sentido.

    Y despus se de beber un trago de Falerno solcitamente servido,continu, como analizando sus reminiscencias ms ntimas.

    _El estado de la provincia es lastimero y, en mi opinin, los judos nuncams encontrarn en Palestina el beneficio consolador de un hogar y de unapatria. Segn el conocimiento exacto de los hechos, en diversos encuentrosmurieron ms de ciento ochenta mil israelitas. Fueron destruidas casi todaslas poblaciones pequeas. En la zona de Betel la miseria alcanzproporciones inauditas. Familias enteras, desamparadas e indefensas, fueron

    cobardemente asesinadas. Mientras el hambre y la desolacin causan la ruinageneral, llega tambin la peste, que proviene de las emanaciones de los

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    cadveres insepultos. Jams hubiera supuesto ver a Judea en talescondiciones

    _Pero a quin debemos culpar por lo que ocurre? El gobierno de

    Adriano no se caracteriza por la rectitud y la justicia?_ pregunto HelvidioLucio con gran inters.

    _No puedo afirmarlo con certeza_ replic atentamente Fabricio_;personalmente considero que el gran culpable fue Tineio Rufo_; legado pro-pretor de la provincia. Su incapacidad poltica se puso de manifiesto durantetodo el desarrollo de los hechos. La reedificacin de Jerusaln con el nombrede Elia Capitolina, obedeciendo a los caprichos del emperador, espanta a losisraelitas dese osos de conservar las tradiciones de la ciudad santa. El

    momento requera un hombre de cualidades excepcionales al frente de losasuntos de Judea. En cambio, Tineio Rufo no hace ms que exacerbar losnimos populares con imposiciones religiosas de todos los matices,contrariando la clsica actitud de tolerancia del Imperio en los territoriosconquistados.

    Helvidio Lucio oa a su amigo con singular inters, pero como si deseasealejar de s algn recuerdo amargo murmur:

    _Fabricio, mi querido, tu descripcin de Judea me amedrentaLos aosque pasamos en Asia Menor me devuelven a Roma con el corazn temeroso.En toda Palestina campean supersticiones totalmente contrarias a nuestrastradiciones ms respetables, y esas creencias extraas invaden el propioambiente familiar, dificultndonos la tarea de establecer la armona hogarea.

    _Ya s_ replic el amigo solcitamente_, te refieres ciertamente alCristianismo, con sus innovaciones y sus partidarios.

    Mas_agreg Cayo, evidenciando una preocupacin mayor_ acasoAlba Lucinia habr dejado de ser la segura vestal de tu casa? Ser posible?

    _No_ dijo Helvidio, ansioso de ser comprendido_ no se trata de miesposa, alerta centinela de todos los sucesos de mi vida desde hace muchosaos, sino de una de mis hijas que, contrariamente a todas las previsiones,adhiri a semejantes principios, causndonos los ms serios disgustos.

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    _ Ah! Me acuerdo de Helvidia y de Celia, que de pequeas eran dossonrisas de los dioses en tu casa. Pero tan jvenes e inclinadas ameditaciones filosficas?

    _Helvidia, la mayor, no se interes por tales brujeras, mas nuestra pobreCelia parece bastante perjudicada por las supersticiones orientales, tanto quecuando lleguemos a Roma tengo la intencin de dejarla en compaa de mipadre por algn tiempo. Sus lecciones de virtud domstica le han de renovarel corazn, segn creemos.

    _Es verdad_ asinti Fabricio_, el venerable Cneio Lucio convertira a losque poseen los sentimientos ms brbaros de nuestras provincias enseguidores de las tradiciones romanas.

    Se hizo una ligera pausa en la conversacin, mientras Cayo tamborileabacon los dedos, dando a entender su preocupacin, como si evocase algndoloroso recuerdo.

    _Helvidio_ murmur el tribuno fraternalmente_, tu regreso a Roma ha decausar aprensiones a tus verdaderos amigos. Recordando a tu padre, me heacordado instintivamente de Silano, el pequeo hurfano que lleg casi aadoptar oficialmente como hijo propio, deseoso de librarse de la calumniaque se te imput al comienzo de tu juventud

    _S_ dijo el anfitrin como si hubiese repentinamente despertado_,aunque no desconoces la acusacin calumniosa que pes sobre m. Por otraparte, mi padre no ignora esto.

    _A pesar de todo, tu venerable progenitor no vacil en hacerse cargo de lacriatura, hacia l encaminaba, con el mayor de los carios

    Despus de pasarse nerviosamente una mano por la frente, Helvidio Luciopregunt:

    _ Y Silano?... Sabes lo que se ha hecho de l?

    _Las ltimas informaciones lo daban como incorporado a las falangesnuestras que mantienen el dominio en las Galias, como un simple soldado delejrcito.

    _Algunas veces_ agreg Helvidio preocupado_ he pensado en la suerte deeste muchacho, protegido por la generosidad de mi padre, desde el tiempo de

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    mi primera juventud. Mas, Qu hacer? Desde que me cas hice todo loposible para traerlo a nuestro lado. Mi propiedad de Idumea podraproporcionarle una existencia simple y libre de mayores cuidados, bajo miatenta vigilancia; sin embargo, Alba Lucinia se opone terminantemente a mis

    proyectos, no solo recordando los comentarios calumniosos de los que fuiblanco en el pasado, sino tambin alegando sus derechos exclusivos a unafecto, por lo que fui compelido a conformarme, teniendo en cuenta lasnobles cualidades de su alma generosa.

    Bien sabes que mi esposa es merecedora de recibir las mayoresatenciones. No tengo ms remedio que aceptar de buen grado sus afectuosasimposiciones.

    _Helvidio, buen amigo_ exclam Fabricio, demostrando prudencia_, nodebo ni puedo interferir en tu vida ntima. Problemas hay en la vida quesolamente los cnyuges pueden solucionar entre s, en la sagrada intimidaddel hogar. Pero no es slo por el caso de Silano que me siento temeroso portu regreso.

    Y mirando a su amigo fijamente le pregunt:

    _ Te acuerdas de Claudia Sabina?...

    _S_respondi vagamente.

    _No s si ests debidamente informado a su respecto. Claudia es hoy laesposa de Lolio Urbico, el perfecto de los pretorianos. No debes ignorar queese hombre es la personalidad del da, como depositario de la mximaconfianza del emperador.

    Helvidio Lucio se pas una mano por la frente, como si desease ahuyentar

    un penoso recuerdo, contestando al final para tranquilizarse a s mismo:_No deseo exhumar el pasado, ya que hoy soy otro hombre; mas, si

    hubiera necesidad de obtener prestigio en la capital del Imperio, no podemosolvidar igualmente, que mi suegro es una persona de toda confianza, no slodel prefecto al que aludes, sino tambin de todas las autoridadesadministrativas.

    _ Bien lo s, pero no ignoro tambin que el corazn humano tiene

    escondrijos misteriososNo creo que Claudia, hoy elevada a las esferas de

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    la ms alta aristocracia por los caprichos del destino, haya olvidado lahumillacin de su amor violento de plebeya, pisoteado en otros tiempos.

    _S_ confirm Helvidio Lucio ensimismado en sus ms ntimos

    recuerdos_, muchas veces he lamentado haber alimentado en su corazn unafecto tan intenso; mas, Qu hacer? La juventud est sujeta a muchoscaprichos y, en la mayora de los casos, no hay advertencia capaz de rasgar elvelo de la ceguera

    _ Estars ahora menos joven para que te sientas completamente libre delos mltiples caprichos de nuestra poca?

    El interpelado comprendi todo el alcance de aquellas observaciones

    sabias y prudentes, y como si no aprobarse el examen de las circunstancia yde los hechos, cuya penosa recordacin lo atormentara, replic sin perder elaparente buen humor, aunque sus ojos evidenciasen una amargapreocupacin:

    _ Cayo, mi buen amigo, por las barbas de Jpiter! No me hagas volver alpi fago oscuro del pasado. Desde tu llegada no me hablaste ms que deasuntos penosos y sombros. Primero de la miseria de Judea, como paraerizar los cabellos con sus cuadros de desolacin y de ruina, y despus te hasvuelto hacia el escabroso pasado, como si no te bastaran las actualesamargurasHblame ms explicar el motivo, siento temores con respectodel futuro. La mquina de intrigas de la sociedad romana me resultaaborrecible. Y nunca pude encontrar la forma de huir de su ambientedetestable. Mi regreso a Roma est lleno de perspectivas dolorosas, aunqueno me atreva a confesarlo!...

    Fabricio lo escuch atento y compungido. Las palabras del amigo

    denunciaban el profundo temor de retornar al pasado tan lleno de aventuras.Aquella actitud dolorosa de mostraba que el recuerdo de los tiempos idostodava palpitaba en su pecho, a pesar de todos los esfuerzos para olvidar.

    Reprimiendo los propios recelos, dijo entonces afectuosamente: _Puesbien, no hablaremos ms de eso.

    Y acentuando la alegra que le causaba aquel encuentro, continuconmovidamente:

    _ Podra tal vez haberme olvidado de algo que me pediste?

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    Sin ms demora. Se encamin para el atrio, donde los servidores deconfianza esperaban sus rdenes. Luego regres a la sala acompaado por eldesconocido que haba seguido su litera en la actitud humilde de esclavo.

    Helvidio Lucio se sorprendi al ver al interesante personaje que le erapresentado.

    Se dio cuenta de inmediato de su condicin de siervo, ms que suasombro era causado por la profunda simpata que aquella figura le inspiraba.

    Sus rasgos de israelita eran notables, sin embargo en su mirada haba unavibracin de noble orgullo, atemperado por una singular humildad. Sobre lafrente ancha le caan canas precoces, aunque su fsico denunciaba la plenitud

    de energa orgnica de la edad madura. Su aspecto general, con todo, era elde un hombre profundamente desencantado de la vida. En su rostro seperciba la seal de sufrimientos y luchas indefinibles, huellas dolorosascompensadas por el fulgor enrgico de su mirada, transparente de serenidad.

    _He aqu la sorpresa_ subray Cayo Fabricio alegremente_ compr comoun recuerdo, esta preciosidad en la feria de Terebinto, cuando algunos de losnuestros liquidaban la expoliacin de los vencidos.

    Helvidio Lucio pareca no escucharlo, como si procurase sumergirseprofundamente aquella figura curiosa al alcance de sus ojos, y cuya simpatale tocaba las fibras ms sensibles y ms ntimas.

    _ Te admiras?_ insisti Cayo, deseoso de or sus apreciaciones directas yfrancas. _ Queras, tal vez, que te hubiera trado un formidable Hrcules?Prefer halagarte con un raro ejemplar de sabidura.

    Helvidio agradeci con un gesto expresivo, acercndose al silencioso

    esclavo con una leve sonrisa._ Cmo te llamas?_ le pregunt solicito.

    _Nestorio.

    _ Dnde naciste? En Grecia?

    _ S_ respondi el interpelado con una dolorosa sonrisa.

    _ Cmo pudiste llegar a Terebinto?

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    _ Seor, soy de origen judo, a pesar de haber nacido en feso. Misantepasados se trasladaron a Jonia hace algunos decenios. Por las guerrasciviles de Palestina. Me cri en las mrgenes del Egeo, donde ms tardeforme mi familia. La suerte, sin embargo, no me favoreci. He perdido

    prematuramente a mi compaera, debido a grandes disgustos. Pronto, vctimade persecuciones implacables, fui esclavizado por ilustres romanos, quienesme condujeron al antiguo pas de mis ascendientes.

    _ Y fue all que la revolucin te sorprendi?

    _S.

    _ Dnde te encontrabas?

    _En las proximidades de Jerusaln.

    _Hablaste de tu familia. Tenas solamente mujer?

    _ No, seor. Tena tambin un hijo.

    _ Tambin muri?

    _ Lo ignoro. Mi pobre hijo, todava nio, cay como su padre, en ladolorosa noche del cautiverio. Separado de m, que lo vi partir con el coraznlacerado de dolor y de angustia, fue vendido a poderosos mercaderes del surde Palestina.

    Helvidio Lucio mir a Fabricio, como para expresarle su admiracin porlas respuestas sosegadas del desconocido, continuando entretanto elinterrogatorio.

    _ A quin servas en Jerusaln?

    _ A Calio Flavio.

    _Lo o nombrar. Cul fue su suerte?

    _ Fue de los primeros en morir en los enfrentamientos que hubo en losalrededores de la ciudad, entre los legionarios de Tineio Rufo y los refuerzos

    judos llegados de Betel.

    _ Tambin combatiste?

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    _Seor, no me corresponda combatir sino en el desempeo de lasobligaciones debidas a aqul que, conservndome cautivo a los ojos delmundo, haca mucho que me haba restituido la libertad, por su magnnimocorazn. Mis armas deban ser las de la asistencia necesaria a su espritu leal

    y justo, Calio Flavio no era para m un verdugo, sino el amigo y protector detodos los momentos. Para mi ntimo consuelo, pude probarle mi dedicacin,cuando le cerr los ojos en el postrer aliento.

    _ Por Jpiter!_ exclam Helvidio, dirigindose en voz alta a su amigo_ esla primera vez que escucho a un esclavo bendecir a su seor.

    _ No es slo eso_ respondi Cayo Fabricio de buen humor, mientras elsiervo los observaba erguido y digno_, Nestorio es la personificacin de la

    sensatez. A pesar de sus lazos de sangre con Asia Menor, su cultura acercadel Imperio es de la ms vastas y notables.

    _ Ser posible?_ expres Helvidio, admirado.

    _Conoce la historia romana tan bien como uno de nosotros.

    _ Pero lleg a vivir en la capital del mundo?

    _ No. Segn lo que dice solamente la conoce por tradicin.

    Invitado por los dos patricios, el esclavo se sent para demostrar susconocimientos.

    Con desenvoltura, habl de las encantadoras leyendas que envolvan elnacimiento de la famosa ciudad, entre los valles de Etruria y los deliciosospaisajes de Campania, Rmulo y Remo, el recuerdo de Acca Larentia, elrapto de las sabinas, eran imgenes que, en boca de un esclavo, se tean denuevos e interesantes matices. En seguida pas a explicar el extraordinariodesenvolvimiento econmico y poltico de la ciudad. La historia de Roma notena secretos para l. Remontndose a la poca de Tarquinio Prisco, habl desus construcciones maravillosas y gigantescas, detenindose en aguas lodosasdel Tber. Record la figura de Servio Tulio, que dividi a la poblacinromana en clases y centurias. Numa Pompilio, Menenio Agripa, los Gracos,Sergio Catilina, Cipiao Nasica y todas las figuras famosas de la repblicafueron recordadas en su exposicin, donde los datos cronolgicos se vertancon admirable exactitud. Los dioses de la ciudad, las costumbres, conquistas,generales intrpidos y valerosos, estaban detalladamente grabados en su

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    memoria en forma indeleble. Siguiendo el curso de sus conocimientos, serefiri al Imperio desde sus orgenes, destacando sus portentosasrealizaciones desde el fastuoso brillo de la corte de Augusto. Lasmagnificencias de los Csares, expuestas por su fluida dialctica, presentaban

    nuevos matices histricos, por sus consideraciones psicolgicas acerca detodas las situaciones polticas y sociales.

    Mucho tiempo haba hablado Nestorio de sus conocimientos del pasado,cuando Helvidio Lucio sinceramente sorprendido lo interpel:

    _ Dnde adquiriste esa cultura, basada en nuestras ms remotastradiciones?...

    _ Seor, he ledo todos los libros que se refieren a Roma que estuvieron ami alcance desde que era joven. Adems, sin que pueda explicar la razn, lacapital del Imperio ejerce sobre m la ms singular de todas las deducciones.

    _ Ahora bien_ agreg Cayo Fabricio satisfecho_ Nestorio tanto conoce unlibro de Salustino como una pgina de Petronio. Del mismo modo, losautores griegos no tienen secretos para l. Considerada su predileccin porlos asuntos romanos parecera que hubiera nacido cerca de nuestras puertas.

    El esclavo sonri levemente, mientras Helvidio Lucio aclaraba:_Semejantes conocimientos evidencian un inters injustificable de parte

    de un cautivo.

    Y despus de una pausa, como si estuviese pensando en un proyectontimo, le dijo a un amigo:

    _ Te felicito por tu eleccin. Mi gran preocupacin actual era conseguirun siervo culto, que pudiese ocuparse de completar la educacin de mis hijas,y que me ayudara al mismo tiempo en la administracin de los procesos delEstado, a los que deber atender con relacin a mi futuro cargo.

    El anfitrin todava no haba concluido su agradecimiento, cuandoaparecieron en la sala la esposa y las hijas, formando un gracioso cuadrofamiliar.

    Alba Lucinia, que todava no haba llegado a los cuarenta aos,conservaba en el rostro la belleza de la juventud, que iluminaba su perfil demadona. Al lado de sus hijas, dos risueas primaveras, su aspecto juvenil

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    tomaba matices de noble expresin de castidad, y se confunda con las doscomo si fuera su hermana mayor, en vez de la madre extremosa y afable.

    Helvidia y Celia, aunque muy parecidas fsicamente, evidenciaban

    diferentes temperamentos e inclinaciones espirituales. La primera tena en losojos la inquietud propia de su edad, indicando los sueos febriles quedominaban su alma, al tiempo que la segunda miraba serena yprofundamente, como si la joven hubiera envejecido en forma prematuradesde el punto de vida espiritual.

    Las tres, que lucan graciosamente los delicados atavos domsticos, ytenan recogidos los cabellos en preciosas redes de oro, ofrecieron a CayoFabricio una sonrisa de acogida.

    _Ahora bien_ murmur el husped con la vivacidad propia de su genioexpansivo, avanzando hacia la duea de casa_, mi gran amigo Helvidioencontr el altar de las tres Gracias y las entroniz egostamente en su hogar.Por otra parte, aqu estamos en las regiones del Egeo, cuna de todas lasdivinidades.

    Sus salutaciones fueron recibidas con general agrado.

    No solamente Alba Lucinia, sino tambin las hijas se alegraban de lapresencia del carioso y viejo amigo de la familia.

    Pronto todo el grupo conversaba animadamente. Se comentaron lasnoticias de Roma, las impresiones sobre Idumea y de otras regiones dePalestina, donde Helvidio Lucio haba residido con su familia, y tambin seemitieron opiniones encantadoras e ntimas acerca de las trivialidadescotidianas.

    En un determinado momento, el dueo de casa hizo que su esposa sefijara en Nestorio, retirado hacia un lado de la sala, exclamando conentusiasmo:

    _Lucinia, es el regio presente que Cayo nos trajo de Terebinto.

    _ Un esclavo?!..._pregunt la seora con tono de piedad.

    _ S. Un precioso esclavo. Su extraordinaria memoria es uno de losfenmenos ms interesantes que he observado en toda mi vida. Imagnate quepuede relatar la larga historia de Roma sin omitir el ms mnimo detalle.

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    Conoce todas nuestras costumbres y tradiciones como si hubiese nacido en elPalatino. Deseo sinceramente tomarlo a mi servicio particular, utilizndolo almismo tiempo para la instruccin de nuestras hijas.

    Alba Lucinia mir al desconocido con sorpresa y simpata. Por su parte,las dos jvenes lo contemplaban admiradas.

    Saliendo, con todo, de su asombro, la noble matrona dijo reflexivamente:

    _ Helvidio, siempre consider el cuidado de una familia como una de lasmisiones ms delicadas de nuestra vida. Si ese hombre dio pruebas de susconocimientos, te las ha dado tambin de sus virtudes para que loutilicemos, confiadamente, en la educacin de nuestras hijas?

    El marido se sinti confundido para poder responder a una pregunta tansensata y oportuna, mas en su auxilio fue la palabra firme de Cayo, queaclar:

    _ Yo se las doy, mi seora: si Helvidio puede garantizar su sabidura, yopuedo dar testimonio de sus nobles cualidades morales.

    Alba Lucinia pareci meditar por unos instantes, aadiendo, al final, conuna sonrisa satisfecha:

    _ Est bien, aceptaremos la garanta de su palabra.

    En seguida, la graciosa dama mir a Nestorio con caridad y blandura,comprendiendo que si su doloroso aspecto era ciertamente el de un esclavo,los ojos revelaban una serenidad superior, saturada de extraa firmeza.

    Despus de un minuto de observacin atenta y silenciosa, se volvi haciasu marido y le habl con voz casi imperceptible, como si buscase su

    aprobacin, antes de dar cumplimiento a algn deseo. Helvidio, por su parte,sonri ligeramente, haciendo una seal de aceptacin con la cabeza.

    Volvindose, entonces a los dems, la noble seora dijo conmovidamente

    _Cayo Fabricio, mi marido y yo resolvimos que nuestras hijas utilicen lacooperacin intelectual de un hombre libre.

    Y tomando una pequea vara, que descansaba dentro de un jarrn oriental

    a un lado de la sala, toc levemente la frente del esclavo, siguiendo las

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    ceremonias familiares con las que el seor libertaba a los cautivos en laRoma imperial exclam:

    _ Nestorio, nuestra casa te declara libre para siempre!...

    Hijas_ continu diciendo emocionada, dirigindose hacia las dosjvenes_, nunca humillis a este hombre que es libre y que gozar de plenalibertad para cumplir con sus deberes!...

    Cayo y Helvidio se miraron satisfechos. Mientras Helvidia, altiva,felicitaba de lejos al liberto con una leve seal de cabeza, Celia se aproxima Nestorio, quien tena los ojos hmedos de lgrimas, y le tendi la manoaristocrtica y delicada, en una congratulacin sincera y cariosa. Sus ojos se

    encontraron con los del ex esclavo en una onda de afecto y atraccinindefinibles. El liberto, visiblemente emocionado, se inclin y besreverentemente la mano generosa que la joven patricia le ofreca.

    La escena conmovedora perduraba todava, cuando con sorpresa general,Nestorio se levant del rincn en que se hallaba y, caminando hasta el centrode la sala, se arrodill antes sus benefactores y bes humildemente los piesde Alba Lucinia.

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    CAPITULO II

    UN ANGEL Y UN FILSOFO

    El palacio donde resida el prefecto Lolio Urbico estaba situado en una delas ms hermosas elevaciones de la colina en la que se levantaba el Capitolio.

    La fortuna de su dueo era una de las ms cuantiosas de la ciudad, y susituacin poltica era de las ms envidiables por su prestigio y por losrespectivos privilegios.

    Aunque descendientes de antiguas familias del patriciado, no haba

    recibido una gran herencia de sus parientes ms ilustres, y, sin embargo, elemperador bien temprano lo tom a su cuidado.

    Hizo de l, al principio, un tribuno militar lleno de esperanzas y deperspectivas promisorias, para promoverlo enseguida a los puestos msprominentes. Lo transform despus en su hombre de confianza. Le hizovaliosas donaciones en propiedades y ttulos de nobleza. Sin embargo, laaristocracia de la ciudad se asombr cuando Adriano le aconsej casarse con

    Claudia Sabina, plebeya de talento poco comn y de rara belleza, queconsiguiera con su favoritismo la ms elevadas prerrogativas de la corte.

    Lolio Urbico no vacil en cumplir la voluntad de su protector y mejoramigo.

    Se cas displicentemente, como si en el matrimonio debiese encontrar untotal salvaguardia de todos sus intereses particulares, prosiguiendo, sinembargo, con su vida de aventuras alegres, en las diversas campaas

    militares, ya fuese en la capital del Imperio o en las ciudades de susnumerosas provincias.

    Por otro lado, la esposa, ahora prestigiada por su nombre, ocupaba en elseno de la nobleza romana uno de los lugares de mayor relevancia. Pocoinclinada a las preocupaciones de una matrona, no toleraba la vida hogareay se entregaba a los desvaros de la vida mundana, ora siguiendo los planesde sus amigos, ora organizando clebres festivales, famosos por elespectculo artstico y por la discreta licenciosidad que los caracterizaba.

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    La sociedad romana, en franca marcha hacia la decadencia de las antiguascostumbres familiares, gustaba de sus maneras libres, mientras el espritudiscreto del emperador y la voluptuosidad de los cortesanos se regocijabancon sus emprendimientos, en el torbellino de las alegres iniciativas de los

    ambientes sociales ms elevados.

    Claudia Sabina haba conseguido uno de los puestos de mayorimportancia en los crculos elegantes y frvolos. Sabiendo transformar lainteligencia en arma peligrosa, se vala de su posicin para aumentar cadavez ms su propio prestigio. Y elevaba al nivel envisada, para satisfacerfcilmente sus caprichos.

    As que, alrededor de sus preciosas dotes de belleza fsica giraban todas

    las atenciones y todos los desvelos.

    ..

    Atardeca.

    En un elegante palacio prximo al templo de Jpiter Capitolino, reinabaun ambiente pesado de soledad y quietud.

    Recostada en un divn de la terraza, encontramos a Claudia Sabinaconversando reservadamente con una mujer de pueblo, en actitud de granintimidad.

    _ Hateria_ deca ella, interesada y discretamente_, te mand llamar con elfin de aprovechar tu vieja dedicacin en un asunto personal.

    _ Ordene_ responda la mujer de aspecto humilde, con manerasaparentemente sencillas, pero estudiadas. _ Estoy siempre dispuesta a cumplirsus rdenes, sean cuales fueren.

    _ Estaras dispuesta a servirme ciegamente en otra casa?

    _ Sin duda.

    _Pues bien, yo no he vivido sino para vengarme de las terribleshumillaciones del pasado.

    _Seora, me acuerdo de sus amarguras en el seno de la plebe.

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    _Bien que conociste mis sufrimientos. Escucha_ continuaba ClaudiaSabina bajando la voz intencionadamente_, Sabes quines son los Lucios enRoma?

    _ Quin no conoce al anciano Cneio, seora? Antes de hablarme de suspenas, debo aclararle que conozco tambin sus disgustos, debidos a la ingratituddel hijo.

    _Entonces, nada ms necesito decirte respecto de lo que me competehacer ahora. Tal vez ignores que Helvidio Lucio y su familia llegarn a estaciudad dentro de pocos das, de regreso de Oriente. Tengo intencin de colocarteal servicio de su mujer, con fin de que puedas ayudarme en la ejecucin integralde mis planes.

    _Ordene y obedecer ciegamente.

    _ Conoces Tulia Cevina?

    _ La esposa del tribuno Mximo Cuntactor?

    _Ella misma. Por lo que fui informada, Tulia Cevina tiene el encargo desu vieja compaera de infancia de conseguirle dos o tres siervas de enteraconfianza y capacitadas para satisfacer los imperativos de la Roma actual. Asque es importante que te presentes, cuanto antes, como candidata a ese cargo.

    _ Cmo? Considera probable que la esposa del tribuno llegue a aceptarmis simples ofrecimientos, sin referencia que me recomiende su criterio?

    _Precisamos tener mucho cuidado en ese sentido. Tulia jams debersaber que eres una persona que tiene trato conmigo. Podras presentarreferencias especiales de Crisotemis o de Musonia, mis amigas ms ntimas;pero esa medida no me parece acertada. Suscitara, tal vez alguna sospecha,cuando yo tuviese mayor necesidad de tu intervencin o de tus servicios.

    _Ante todo, es preciso que te capacites en la utilizacin de tus propiosrecursos, en beneficio de nuestros proyectos. La adquisicin de una siervahumilde es algo valioso y raro. Presntate ante Tulia con la ms absolutasencillez. Hblale de tus necesidades, explcale tus buenos deseos. Tengo casi lacerteza de que bastar eso para que venzamos en nuestros primeros pasos.Enseguida, como lo espero, sers admitida en el hogar de Alba Lucinia, la

    usurpadora de mi ventura. La has de servir con humildad, sumisin y esmero,hasta que conquistes su absoluta confianza. No precisaras verme frecuentemente

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    para no despertar sospechas en torno de nuestras combinaciones. Vendrs a estacasa una vez por mes, para que establezcamos los acuerdos necesarios. Alprincipio, estudiars el ambiente y me notificars de todas las novedades ydescubrimientos de la vida ntima de su morada. Ms tarde, entonces, veremos

    la naturaleza de los servicios a ejecuta. Puedo contar con tu dedicacin y con tusilencio?

    _Estoy enteramente a sus rdenes y cumplir sus determinaciones conabsoluta fidelidad.

    _Confo en tus esfuerzos.

    Y, as diciendo, Claudia Sabina le entreg algunas centenas de sestercios

    en prenda de los mutuos compromisos.Hateria guard el pago de la primera combinacin vidamente, lanzando

    una mirada codiciosa a la bolsa y exclamando con cortesa:

    _Puede estar segura de que estar vigilante y ser humilde y discreta.

    Caan las sombras de la noche sobre los montes Albanos, no obstante laemisaria de Claudia entrevist a Tulia Cevina a las pocas horas para los finesconocidos.

    La esposa del tribuno Mximo Cuntactor, patricia de corazn bondadosa,recibi a aquella mujer de pueblo con generosidad y dulzura. Las insistentessolicitaciones de Hateria la confundan. Haba comentado el pedido de su amigaAlba Lucinia en el crculo reducidsimo de amistades ms ntimas; en tantoaquella sierva desconocida no le traa ninguna recomendacin de los amigos conquienes hablara al respecto. Atribuy, entonces, el hecho al chisme de algunaesclava que hubiese conocido el asunto indirectamente, a travs de alguna

    conversacin despreocupada.La humildad y la sencillez de Hateria le parecieron encantadoras. Sus

    maneras revelaban extraordinaria capacidad de sumisin desvelada y cariosa.

    Tulia Cevina la acept compadecida de su situacin y la acogi esa mismanoche, acomodndola entre sus siervas.

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    A pocos das la Puerta de Ostia presentaba singular movimiento. Lujososvehculos se encaminaban hacia el puerto, donde la galera de nuestros conocidosya haba anclado.

    En las construcciones de la costa soleada se encontraban los yamencionados, alegres y afectuosos. Un grupo de amigos y de representacionessociales y polticas iba a recibir a Helvidio y a Cayo, con un diluvio de cariososabrazos.

    Lolio Urbico y su esposa llegaban, igualmente, al lado de Fabio Cornelioy su mujer Julia Spinter, anciana patricia, conocida por sus tradiciones deorgullosa sinceridad. Tulia Cevina y Mximo Cuntactor tambin se encontrabaall, ansiosos por dar a sus amigos, que por tan largos aos se haban ausentado,

    un abrazo fraternal. Numerosos parientes y conocidos se disputaban el instantede estrechar entre sus brazos a los queridos recin llegados, pero entre toda lamultitud se destacaba la figura venerada de Cneio Lucio, aureolado por loscabellos blancos que las penosas experiencias de la vida haban santificado. Unaatmsfera de amor y veneracin se formaba en torno de su personalidad vibrantede cultura y de generosidad, que setenta y cinco aos de luchas no habanlogrado empaar. La sociedad romana haba seguido el curso de todos sus pasos,conociendo de cerca sus hechos de nobleza y lealtad y respetando en l uno de

    los ms sagrados exponentes de la educacin antigua, llena de la belleza deRoma, en sus principios ms austeros y ms simples.

    Cneio Lucio haba sabido despreciar todos los puestos de dominio,comprendiendo que el espritu militar provocaba la decadencia del Imperio,eludiendo todas las situaciones materiales preponderantes, de modo de conservarel ascendiente espiritual que le competa. En el acervo de sus servicios a lacolectividad, se contaban las providencias tomadas por el gobierno imperial a

    favor de los esclavos que enseaban las primeras letras a los hijos de susseores, adems de muchas obras de beneficencia social en el provecho de losms humildes y de los ms pobres, a quienes la suerte no favoreciera. Su nombreera respetado no solamente en los crculos aristocrticos del Palatino, sinotambin en la Suburra, donde habitaban las familias annimas y desventuradas.

    En aquella maana el rostro del viejo patricio dejaba entrever el jbilosereno que palpitaba en su alma.

    Estrech a los hijos largamente junto a su corazn, llorando de alegra alabrazarlos; bes a las nietas con jbilo paternal. Pero, es tanto los ms gozosos

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    saludos eran cambiados por todos en el torbellino de expresivas demostracionesde afecto y cario, Cneio Lucio not que Lolio Urbico contemplaba coninsistencia el perfil de su nuera, mientras Claudia Sabina, fingiendo absolutoolvido del pasado, concentraba su atencin experimentado, cansado de agitarse

    entre los caprichos desengaos del mundo.

    Nestorio, por su parte, desembarcado en Ostia, satisfaca el viejo sueo deconocer la ciudad clebre y poderosa. Senta extraas conmociones ntimas,como si volviese a ver lugares amigos y queridos. Tena la conviccin de que elpanorama, ahora desplegado ante sus ojos ansiosos, le era familiar desde los msremotos tiempos. No poda precisar la cronologa de sus recuerdos, peroconservaba la certeza de que por misterioso proceso toda Roma estaba en sus

    reminiscencias ms entraables.Aquel mismo da, mientras Alba Lucinia y sus hijas se dirigan hacia la

    ciudad con Fabio Cornelio y su esposa, Helvidio Lucio lo haca junto a supadre, sin que se dieran cuenta del paso de las horas ni de las caractersticas delcamino completamente abstrados, como se encontraban, en sus confidenciasms ntimas.

    Helvidio le confi todas las impresiones que traa de Asia Menor,

    rememorando escenas o evocando cariosos recuerdos, pasando despus a susgrandes preocupaciones morales respecto de su hija, cuyos conocimientosprematuros en materia de religin y filosofa lo atemorizaban, desde queaccidentalmente se diera al placer de escuchar en boca de los esclavos de la casapeligrosas supersticiones de la creencia nueva que invada el Imperio por todaspartes. Aclar, as, ante el sensible y generoso mentor espiritual de su existencia,la situacin familiar, presentndole todos los pormenores y circunstancias conreferencia al asunto.

    El anciano Cneio Lucio, despus de orlo atentamente, le prometi auxiliomoral con respecto de esa cuestin, para cuya solucin su experimentadacapacidad educativa prestara el ms provechoso concurso.

    En pocos das nuestros amigos se instalaron en su magnfica residencia dePalatino, iniciando de ese modo un nuevo ciclo de vida ciudadana.

    Helvidio Lucio estaba satisfecho con su nueva posicin, consciente de quecomo sustituto inmediato de su suegro en las funciones de censor, le estabareservado un relevante papel en la vida de la ciudad, con la anuencia generosa

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    del emperador. En cuanto a Alba Lucinia, gracias a sus innatas condicionesartsticas, ayudada por Tulia, transform el aspecto de la vieja propiedad segnel gusto de la poca, e hizo que cada rincn fuera una parte de la paz hogarea,donde su marido y sus hijas pudiesen reposar de las grandes inquietudes de la

    vida.

    No es necesario decir que, avalada por Tulia, Heteria fue admitida en lacasa, atrayendo a todos por su habilidosa humildad y conquistando en pocos dasla plena confianza de los amos.

    A la semana siguiente, con el pretexto de que descansara algn tiempojunto a su abuelo que la idolatraba, Celia fue conducida por los padres a suresidencia, sobre la otra margen del Tiber, en las faldas del Aventino.

    Cneio Lucio habitaba un confortable palacete de cuidado estilo romano,en compaa de dos hijas ya maduras que llenaban de afecto la luminosa nochede su vejez.

    Recibi a la nieta cariosa con las ms inequvocas pruebas de alegra.

    Al da siguiente por la maana, mand preparar la litera particular paraofrecer en su compaa un sacrificio en el templo de Jpiter Capitolino.

    Celia lo acompa con calma y de buen grado, aunque repar en lasmiradas expresivas que le diriga el anciano, ansioso, tal vez, por conocer sussentimientos ms ntimos.

    Cneio Lucio no se detuvo tan slo en el santuario Jpiter, se dirigitambin al templo Serapis, donde procur hablar con la nieta sobre las msantiguas tradiciones de la familia romana. La joven no lo contradijo niinterrumpi la cariosa alocucin, sometindose con la mayor obediencia en lo

    que se refera al ritual de los templos, conforme a los reglamentos instituidos enRoma por los padres flamneos.

    La tarde ya caa, cuando el generoso anciano dio por terminada laperegrinacin por las construcciones religiosas de la ciudad. El sol se escondaen el poniente, mas Cneio Lucio deseaba conocer toda la intensidad de losnuevos pensamientos de la nieta, y la condujo para eso al altar domstico, dondese hallaban las soberbias imgenes de marfil de los dioses familiares.

    _Celia, mi querida_ dijo l por fin, descansando en largo divn enfrentede los dolos_, te llev hoy a los templos de Jpiter y de Serapis, donde ofrec

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    sacrificios a favor de nuestra felicidad; ms que nuestra ventura, querida hija, yodeseo la tuya. Not que acompaabas mis gestos, pero no demostrabas devocinsincera y ardiente. Acaso trajiste de la provincia alguna idea nueva, contraria anuestras creencias?!...

    Escuch la palabra del venerado abuelo con el alma sumergida en grandesluchas. De repente comprendi la situacin, y acostumbrada a las rigurosastradiciones de la familia, adivin que su padre le haba solicitado talprovidencia, con la intencin de que cambiasen sus pensamientos, as como susconvicciones ms ntimas.

    _Querido abuelo_ respondi con ojos hmedos e impregnados de sublimeinocencia_, yo siempre te am con toda mi alma y t me enseaste a decir la

    verdad bajo cualquier circunstancia.

    _S_ exclam Cneio Lucio admirado, adivinando las emociones de laadorada criatura_, ests en mi corazn en todos los instantes. Habla, hijita, conla mayor franqueza! Yo conoc otro camino que el de la verdad, junto a nuestrastradiciones y a nuestros dioses

    _De antemano debo aclararte que me doy cuenta de que fue mi padrequien te solicit la reforma de mis actuales sentimientos religiosos.

    El venerable anciano hizo un gesto de asombro ante aquella observacininesperada.

    _S_ continu la joven_, tal vez mi padre no me pueda comprenderenteramentel jams podra orme con satisfaccin sin una protesta enrgicade su alma; sin embargo yo continuara amndolo siempre, aunque su coraznno me entendiese.

    _Entonces, hijita por qu no le hiciste a Helvidio tu ms ntimasconfidencias?...

    _Intent hacerlas un da, cuando an nos encontrbamos en Judea; perocomprend inmediatamente que mi padre juzgara mal mis palabras mssinceras. Percib entonces que la verdad para ser totalmente comprendida, esnecesario que sea dicha entre corazones de la misma edad espiritual.

    _Pero, hija, dnde dejas ahora los sagrados lazos de la familia?

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    _En el amor y en el respeto con que siempre los cultiv. Entre tanto,abuelito, en el campo de las ideas los vnculos de sangre no siempre significancoincidencia de opinin entre aquellos que el cielo uni en la institucinfamiliar. Venerado y estimando a mi padre con afecto filial y en el respeto a las

    tradiciones de su nombre, acept ideas a cuyo espritu es imposible que meadhiera, por eso

    _Mas, Qu quieres decir con edad espiritual?

    _Que la juventud y la vejez, tal como las vemos en el mundo no puedensignificar sino expresiones de una vida fsica que acaba con la muerte. No hay

    jvenes ni viejos y s, almas jvenes en pensamiento o profundamenteenriquecidas en el campo de las experiencias humanas,

    _ Qu quieres decir con eso?_ pregunt el anciano grandementeadmirado_ Tanto has ledo a los autores griegos?! Eso es de extraar porquetu padre slo hace poco que obtuvo un esclavo culto, especialmente destinado aenriquecer tu educacin y la de tu hermana.

    _ Abuelito, conoces bien el ansia de aprender que siempre me impulsdesde pequea. Aunque joven siento en mi espritu el peso de una edadmilenaria. En todos estos aos de ausencia en la provincia, pas todo el tiempodisponible devorando la biblioteca que mi padre no poda llevar consigo para susactividades de Idumea.

    _Hijita, _ exclam el anciano sinceramente consternado_ No habrshecho como los enfermos que a fuerza de buscar la virtud de todos losmedicamentos al alcance de su mano, acaban lamentablemente intoxicados?!...

    _no, querido abuelo, yo no me envenen. Y si tal cosa hubiera sucedido,hace ms de dos aos tengo en mi corazn el mejor de los antdotos para lainfluencia corrosiva de todos los txicos de este mundo.

    _ Cul?_ interrog Cneio Lucio sumamente sorprendido.

    _ Una creencia fervorosa y sincera.

    _ Pusiste tu pensamiento en ese sentido bajo la invocacin de nuestrosdioses?...

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    _ No, querido abuelo, me pesa confesrtelo, mas siento en tu interior lamisma capacidad de comprensin que vibra en mi alma y debo ser sincera. Losdioses de nuestras antiguas tradiciones ya no me satisfacen

    _ Cmo es eso, querida hija? A qu entidad de los cielos confas hoy tufe sublime y fervorosa?...

    Como si en sus grandes ojos vibrase una extraa luz, Celia respondiserenamente:

    _Tengo ahora mi fe en Jesucristo, el Hijo de Dios Vivo.

    _ Te declaras cristiana?_ pregunt el viejo abuelo palideciendo.

    _Slo me falta el bautismo._Mas, hija,_ dijo Cneio Lucio, confirindole a la voz una dulce inflexin

    de cario_ el Cristianismo est en contradiccin con todos nuestros principios,pues elimina todas las nociones religiosas y sociales que son la base de nuestraconcepcin de estado y de familia. Adems de eso, no sabes que adoptar esadoctrina es caminar hacia el sacrificio y hacia la muerte?...

    _Abuelito, a pesar de tus largos y profundos estudios, estoy segura de que

    no llegaste a conocer las tradiciones de Jess y la suave claridad de susenseanzas. Si tuvieses un conocimiento integral de su doctrina, si escucharasdirectamente a aquellos que estn llenos de su fe, habras enriquecido an ms eltesoro de bondad y comprensin de tu espritu.

    _Pero no se entiende que una idea tan pura encamine a sus adeptos para lacondena y para el martirio, desde hace casi un siglo.

    _Sin embargo, abuelito, tal vez todava no consideraste la circunstancia de

    que la condena parte del mundo, al tiempo que Jess prometi las alegras de sureino a todos los que sufriesen en la Tierra por amor a su nombre.

    _Desvaras, mi querida, no puede haber divinidad mayor que nuestroJpiter, ni puede existir otro reino que supere a nuestro Imperio. Adems, elprofeta nazareno, segn lo que me informaron, pregon una fraternidadimposible y una humildad que nosotros no podemos comprender.

    Pos sobre su nieta sus ojos mansos, llenos de caridad misteriosa y sinti

    una emocin ms intensa al encontrar los de ella serenos, piadoso, trasparentesde candor indefinible.

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    _Abuelito, _ continu diciendo con una mirada abstracta, como si suespritu vagase por recuerdos queridos y lejanos_ Jesucristo es el Cordero deDios que vino a arrancar al mundo del error y del pecado. Por qu nocomprendemos sus divinas enseanzas, si tenemos hambre de amor en nuestra

    alma? Aparentemente para el mundo, soy una joven y t un anciano, en tantosiento que nuestros pensamientos son gemelos en el terreno del conocimientoespiritual

    De toda la Tierra nos llegan clamores revolucionarios y gritos de batallaSe mezclan la amargura de los oprimidos y las lgrimas de todos los quepadecen la humillacin del cautiverio!...

    Conoces todos esos sufrimientos insondables que estn esparcidos por el

    mundo! Tus libros hablan de angustias inexplicables a tu espritu sensible ycarioso! Esos lamentos de los que sufren llegan hasta nuestros odos en todoslos momentos!

    Dnde estn nuestros dioses de marfil que no nos salvan de ladecadencia y de la ruina?! Dnde, Jpiter, que no viene al escenario delmundo para restablecer el equilibrio de la maravillosa balanza de la justiciadivina?! Podremos aceptar un dios fro, impasible, que se complace en dirigir

    todas las torpezas de los poderosos contra los ms pobres y los msdesgraciados? Ser la Providencia del Cielo igual a la del Cesar, para cuyopoder el ms querido es aquel que le trae las ms ricas ofrendas? En cambio,

    Jess de Nazaret trajo al mundo una nueva esperanza. A los orgullosos lesadvirti que todas las vanidades de la Tierra quedan abandonadas en el prticode las sombras del sepulcro, a los poderosos dio lecciones de renuncia a losbienes transitorios del mundo, ensendoles que las ms bellas adquisicionesson las que constituyen las virtudes morales, imperecederos valores del Cielo;

    nos dio ejemplos en todos sus actos de luz indispensable para nuestro progresoespiritual, el que nos conducir hacia Dios Todopoderoso, Padre de misericordiainfinita, en nombre de quien nos trajo su doctrina de amor, con la palabra devida y de redencin.

    Sobre todo, Jess es la nica esperanza de los seres desamparados y tristesde la Tierra, porque de acuerdo con sus dulces promesas, han de recibir lasbienaventuranzas del Cielo todos los desventurados del mundo, entre lasbendiciones de la simplicidad y de la paz, en la piedad y en la prctica del bien.

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    Cneio Lucio escuchaba a la nieta en conmovido silencio, sintindosetocado por una inquietud mezclada de encanto, como la podra sentir un filsofodel mundo que escuchase la ms tiernas revelaciones de la verdad en boca de unngel.

    La joven, por su parte, dando curso a las sagradas inspiraciones que leembargaban el alma, continu hablando, sumergindose en el tesoro de losrecuerdos ms gratos a su corazn:

    Cneio Lucio escuchaba a la nieta en conmovido silencio, sintindosetocado por una inquietud mezclada de encanto, como la podra sentir un filsofodel mundo que escuchase la ms tiernas revelaciones de la verdad en boca de unngel.

    La joven, por su parte, dando curso a las sagradas inspiraciones que leembargaban el alma, continu hablando, sumergindose en el tesoro de losrecuerdos ms gratos a su corazn:

    _Por mucho tiempo estuvimos en Antipatris, en plena Samaria, junto aGalileaAll la tradicin de Jess todava est viva en todos los espritus.Conoc de cerca a los que fueron beneficiados por sus manos misericordiosas.Me enter de la historia de los leprosos, limpios al toque de su amor; la de losciegos en cuyos ojos muertos fluy una nueva vibracin de vida, en virtud de supalabra cariosa y soberana; la de los pobres de todos los matices, que seenriquecieron con su fe y con su paz espiritual.

    En las orillas del lago de sus prdicas inolvidables, me parece ver todavala seal luminosa de sus pasos, cuando el alma en la splica, rogaba al Maestrode Nazaret sus bendiciones dulcificantes!...

    _ Mas, Jess de Nazaret no es un peligroso visionario?_ pregunt CneioLucio profundamente_ sorprendido._ No prometa otro reino, menospreciandolas tradiciones de nuestro Imperio?

    _Abuelito, _ respondi la doncella sin perturbarse_ el Hijo de Dios nuncadese fundar un reino belicoso y perecedero, como los que poseen los pueblosde la Tierra. Ni se cans jams de aclarar que su reino no es de este mundo, yense que su doctrina se destina a las almas que desean vivir lejos de laspasiones terrestres.

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    Revolucionaria la palabra que bendice a todos los afligidos ydesheredados de la suerte, que manda perdonar al enemigo sesenta veces siete,que ensea el culto a Dios con el corazn, sin la pompa de las vanidadeshumanas, que recomienda la humildad como garanta de todas las realizaciones

    para el cielo?...

    El Evangelio de Cristo, que tuve ocasin de leer en fragmentos depergamino de manos de nuestros esclavos, es un cntico de sublimes esperanzasen el camino de lgrimas de la Tierra, en marcha, sin embargo, hacia la excelsasglorias del infinito.

    El respetable anciano esboz una sonrisa complaciente, exclamando,bondadoso:

    _Hija, para nosotros la humildad y el desprendimiento son dos postuladosdesconocidos. Nuestras guilas simblicas jams podrn descender de suspuestos de dominio, ni tampoco nuestras costumbres podrn adoptar el perdncomo norma de evolucin o de conquista

    No obstante, tus consideraciones me interesan mucho. Pero dime: dndeadquiriste semejantes conocimientos? Cmo pudiste baar tu espritu en esanueva fe, hasta tal punto de argumentar fervorosamente en contra de nuestrastradiciones ms antiguas?... Cuntame todo con la misma sinceridad quesiempre apreci en tu carcter!...

    _Primeramente, conoc las enseanzas del Evangelio escuchando porcuriosidad las conversaciones de los esclavos de nuestra casa

    Despus de haber pronunciado esas palabras reticentes, Celia parecimeditar con gravedad, como si en aquellas circunstancias experimentase unadificultad indefinible para atender los buenos deseos de su querido abuelo.

    Enseguida, como si se entablara un dilogo silencioso entre su razn y susentimiento, se ruboriz, recelosa de exponer toda la verdad.

    Cneio Lucio capt de inmediato su actitud mental, exclamando:

    _ Habla, hija, tu viejo abuelo sabr atender tu corazn.

    _ Te lo contar_ respondi sonrojada, mirndolo con ojos suplicantes, contimidez de nia y de joven._ Abuelito, ser pecado amar?!

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    _ Por cierto que no_ respondi el anciano, adivinando un mundo derevelaciones en lo inopinado de la pregunta.

    _ Y cuando se ama a un esclavo?

    El venerable patricio sinti una opresiva emocin al or la penosarevelacin de su adorada nieta; con todo respondi sin vacilar:

    _Hijita, estamos muy distantes de la sociedad en que la hija de un patriciopueda unir su destino a alguno de sus siervos.

    Mas_ aadi despus de ligera pausa_ llegaste a querer tanto a unhombre sujeto a tan dolorosas circunstancias?

    Pero, viendo que los ojos de la joven se humedecan y adivinando que suespritu estaba pasando por penosas emociones, obligada a aquellasconfidencias, la atrajo con un beso junto a su corazn, murmurando a su odo entono carioso:

    _ No temas los juicios de tu abuelito, completamente dedicado a tubienestar. Revlame todo sin omitir ningn detalle de la verdad, por msdolorosa que ella sea. Por encima de todo, sabr comprender tu alma. Aunquetus aspiraciones amorosas y tus sueos dorados de joven se hayan posado en elser ms abyecto y despreciable, no te amar menos por eso, y confiando en ti,sabr respetar tu dolor y tu dedicacin.

    Confortada por aquellas palabras, que dejaban translucir generosidad yfranqueza absolutas, Celia prosigui:

    _ Hace dos aos que pap nos llev a una de sus encantadorasexcursiones, por un extenso lago en la regin donde tenamos nuestra casa.Adems de mam, de Helvidia y de m, iba con nosotros un joven esclavoadquirido el da anterior, el cual, debido a su pericia con los remos, ayudaba enla tarea de abrir camino en las aguas.

    Ciro se llamaba ese esclavo de veinte aos, que la voluntad del Cielodispuso que fuese a parar a nuestra casa.

    Estbamos todos alegres, observando la lnea del horizonte y el reflejo delas nubes en el claro espejo de las agitadas aguas.

    De vez en cuando Ciro me diriga una mirada lcida y serena, que meproduca una emocin cada vez ms intensa e indefinible.

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    Quin podr explicar ese santo misterio de la vida? Dentro de ese divinosecreto del corazn, basta, a veces, un gesto, una palabra, una mirada, para queun espritu se una a otro para siempre

    Hizo una pausa en la exposicin de sus recuerdos, y viendo la emocindesbordando a travs de sus ojos hmedos, Cneio Lucio la anim:

    _Contina, hijita, quiero escuchar y conocer toda tu historia.

    _ Nuestro paseo_ prosigui ella con el alma sumergida en sus ms ntimosrecuerdos_ se desarrollaba sereno y sin tropiezos, cuando en determinadomomento se levant una gran ola impulsada por un viento fuerte. Unaconmocin muy violenta, justamente en el lugar donde me encontraba absorta en

    mis pensamientos, me hizo caer en el seno espeso de las aguasPude escuchar los primeros gritos de mam y de mi hermanita que me

    suponan perdida para siempre, y cuando me debata intilmente para vencer elpeso enorme que me oprima el pecho sobre la masa lquida, sent que dosvigorosos brazos me arrancaban del fondo lodos del lago, subindome a lasuperficie merced a un desesperado e inmenso esfuerzo.

    Era Ciro que me salv de la muerte con su espritu de sacrificio y lealtad,

    conquistando con ese acto espontneo la gratitud si lmites de mi padre, y detodos nosotros un reconocimiento carioso y sincero.

    Al da siguiente pap, muy conmovido por los sucesos de la vspera, leconcedi la libertad.

    En el instante de su emancipacin el joven liberto me bes las manos conlos ojos llenos de lgrimas y profunda y sincera gratitud. Mi padre lo conserven nuestra casa como criado servicial y libre, casi un amigo, si otro hubiera sido

    su origen.Ciro, sin embargo, no consigui solamente mi agradecimiento y mi

    incondicional estima, sino tambin el afecto espontneo y hondo de mi alma.

    En las tardes serenas y claras, bajo los rboles del pomar, me cont susingular historia, llena de episodios interesantes y conmovedores.

    Todava pequeo fue vendido a un rico seor que lo condujo al pas delGanges_ tierra misteriosa e incomprensible para los romanos_, donde tuvo laocasin de conocer los principios populares de consoladoras doctrinas religiosas.

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    En esa regin de Oriente, llena de confortadores secretos, l aprendi queel alma no tiene solamente una existencia, sino numerosas vidas mediante lascuales adquiere nuevas facultades y se purifica al mismo tiempo de los errorescometidos en el pasado con otros cuerpos, o dicho de otro modo, se redime

    mediante el dolor de los crmenes o desvos de otrora. Adems, despus de laadquisicin de esos conocimientos, fue llevado a Palestina, donde aprendi lasenseanzas cristianas, hacindose adepto fervoroso del Mesas de Nazaret!

    Entonces, era de verse cmo su palabra se impregnaba de inspiracindivina y luminosa!... Apasionado por las ideas generosas que trajera delambiente religioso de la India, acerca de los hermosos principios de lareencarnacin, saba interpretar en forma simple y con claridad de raciocinio

    muchos pasajes evanglicos algo oscuros para mi entendimiento, como aquel enque Jess afirma que ninguno podr alcanzar el reino de los Cielos sin habernacido de nuevo!...

    En el lnguido crepsculo de Palestina o bajo la acariciadora claridadlunar de sus noches estrelladas, cuando descansaba de las fatigas del trabajodiurno, l me hablaba de las ciencias de la vida y de la muerte, de las cosas de la

    Tierra y del Cielo, con los dones divinos de su inteligencia, manteniendo a miespritu suspenso entre las emociones de la vida fsica y las gloriosas esperanzas

    de la vida espiritual.

    Extasiada por la dulce caricia de sus expresiones y gestos de ternura, mefiguraba que l era el alma gemela de mi destino, reservada por Dios para que laestime y la comprenda desde las vidas ms remotas.

    Durante un ao nuestra existencia se desenvolvi en un mar de rosas,porque nos ambamos intensamente. En nuestros idilios calmos hablbamos de

    Jess y de sus glorias divinas. Cuando yo me refera a la posibilidad de unirnos

    en este mundo, Ciro me hacia comprender que debamos esperar la felicidad enel Reino del Seor, alegando que en la Tierra no era posible todava unmatrimonio feliz entre un msero esclavo y una joven patricia.

    Algunas veces me entristeca con sus palabras que eliminaban todaesperanza terrena, mas sus inspiraciones eran tan elevadas y tan puras que en unmomento su corazn saba estimular al mo para los actos de fe, que permitenesperarlo todo, no de la Tierra o de los hombres, sino del Cielo y del amor

    infinito de Dios.

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    El valeroso anciano escuchaba todo sin reproche, aunque estabaprofundamente consternado.

    Notando que la nieta hizo una pausa en el encantador y triste relato, Cneio

    Lucio le pregunt con benevolencia:_ Cul era la actitud de ese joven para con tu padre?

    _ Ciro admiraba su generosidad franca y espontnea, y guardaba en sualma la ms santa gratitud por su acto de fraternidad cuando lo libert parasiempre. En todo momento me enseaba a respetarlo cada vez ms y a destacarsus cualidades ms elevadas. Me hablaba constantemente con entusiasmo de susactitudes bondadosas y admiraba su dedicacin al trabajo y su singular energa.

    _ Y Helvidio nunca se enter de tu amor?_ pregunt el abuelo admirado.

    _ Lo supo, s_ respondi Celia humildemente._ Te contar todo sin omitirun solo detalle.

    En nuestra casa haba un jefe de servicio que diriga las actividades detodos los siervos de la familia. Pausanias era un corazn amigo del escndalo ynada sincero. Mi padre, debido a la necesidad de viajar constantemente, loconservaba casi como el mandatario de su voluntad, en funcin de susnumerosos intereses, y Pausanias muchas veces abusaba de esa generosaconfianza para establecer la discordia en nuestro hogar.

    Not mi intimidad con el joven liberto, cuyas dotes morales tanintensamente haban impresionado a mi corazn. Cierta vez esper el regreso demi padre de un viaje a Idumea y le envenen el espritu con insinuacionescalumniosas de mi conducta.

    _ Y qu hizo Helvidio?_ pregunt el anciano bruscamente, cortando supalabra, como si adivinase el desarrollo de todas las escenas que haban ocurridoa distancia.

    _ Reprendi a mi madre speramente, culpndola, y me llam a supresencia para que escuchara sus amonestaciones y los consejos que creanecesarios, sin permitirse en ningn momento que le expusiese todo con lasinceridad y la franqueza que lo hago ahora.

    _ Y en cuanto al liberto?_ pregunt Cneio Lucio, ansioso de conocer eldesenlace del caso.

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    _ Mand que le pusieran hierros, ordenando a Pausanias que le diese elcastigo que juzgase necesario y conveniente.

    Atado a un tronco Ciro fue azotado varias veces, por el crimen de

    haberme enseado a amar con el corazn y el espritu, albergando el mscarioso respeto hacia todas las tradiciones del mundo y de la familia, en el altarde la devocin silenciosa y el sacrificio espiritual.

    Al segundo da de sus terribles padecimientos consegu entrevistarlo, apesar de la extrema vigilancia que todos haban resuelto ejercer sobre mis pasos.

    Como en la poca de nuestra tranquilidad feliz, Ciro me recibi con unasonrisa de dicha, y me dijo que no deba alimentar ningn sentimiento de

    amargura por la decisin de mi padre, porque su espritu era bueno y generoso yque, si no podamos quebrar preconceptos milenarios en la Tierra, tampocodebamos dar cabida a pensamientos de ingratitud.

    El sufrimiento, sin embargo, _ prosigui la joven, enjugando las lgrimasprovocadas por sus recuerdos_ era dilacerante para mi alma.

    Reconociendo la penosa situacin de aquel que polarizaba todas misesperanzas, llegu a maldecir sinceramente mi posicin afortunada. De qu me

    valan los mimos de mi familia y la prerrogativa de mi nombre, si el almagemela de mi destino estaba encarcelada en pavorosa noche de sufrimiento?...

    Le expuse, entonces, mi tortura ntima y mis amargos pensamientos. Cirome escuch con resignacin y dulzura, y me respondi despus que ambostenamos un modelo, un maestro, que no era de este mundo, y que el Salvadornos reservara en el cielo un nido de felicidad si sabamos sufrir con resignaciny sencillez, a la manera de los bienaventurados de su palabra sabia y dulce.Agreg que Cristo tambin haba amado mucho, y no obstante transit loscaminos de la incomprensin terrestre solo y abandonado. Si ramos vctimas deprejuicios o de persecuciones, tales sufrimientos deban ser justos, por cierto,dados los desvos de nuestro pasado espiritual en tiempos pretritos. En cambio,

    Jess se sacrific por la humanidad aunque tena el corazn inmaculado comoun lino y manso como un cordero.

    _ Qu son nuestros sufrimientos comparados con los de l, en lo alto dela cruz de la impiedad y de la ceguera humana?_ me deca valerosamente._

    Celia, mi querida, alza los ojos hacia Jess y caminaQuin mejor quenosotros podr comprender ese dulce misterio de amor por el

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    sacrificio?...Sabemos que los ms felices no son los que dominan y gozan eneste mundo, sino los que comprenden los designios divinos practicndolos en lavida, aunque nos parezcan criaturas ms despreciables y ms desventuradasAdems, querida, para los que se aman por los lazos sacrosantos del alma no

    existen preconceptos ni obstculos en el espacio y en el tiempo. As hemos deamarnos siempre, esperando la luz en el reino del Seor. Ahora vivimos elpenoso instante de la separacin mas, aqu o all estars siempre viva en mipecho, porque te he de amar toda la vida como el gusano despreciado que harecibido la suave sonrisa de una estrellaAcaso podrn separarse los quecaminan con Jess a travs de la niebla de la existencia material? No prometiel Maestro su reino dichoso a cuantos sufran con la mirada dirigida hacia elamor infinito de su corazn? Conformmonos y tengamos coraje!...Adems de

    estas espinas existen caminos floridos donde reposaremos un da bajo la luz delo ilimitado. Si sufrimos ahora debe haber una causa justa que procede deltenebroso pasado de las sucesivas existencias terrenas. Pero la vida real no essta, y s la que viviremos maana en el ilimitado plano de la espiritualidadradiante!...

    _ Mientras sus expresiones consoladoras me levantaban el nimo alterado,le vea el rostro macerado y los cabellos empastados por el copioso sudor, lo

    que me dejaba entrever un sufrimiento fsico martirizante e infinito.A pesar de su extrema palidez Ciro me sonrea y me confortaba. Su

    leccin de paciencia y de fe me embarg el corazn y aquella valiente serenidadconstituy para m un precioso estmulo de fortaleza moral frente a las pruebas.

    Lo consol, entonces, lo mejor que pude, testimonindole mi comprensinprofunda y sincera del sentido de aquellas palabras de bondad y enseanza,comprensin que yo guardara en mi ser para siempre.

    Nos prometimos recprocamente la ms absoluta calma y confianza enJess, as como la eterna fidelidad en este mundo para unirnos un da en loscielos.

    Una vez que pasaron los rpidos minutos que consegu para hablar alencarcelado, reconstitu las energas interiores de mi fe, enjugandovalientemente mis propias lgrimas.

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    Busqu a mi madre y le implor su afectuosa intervencin para quecesaran los crueles castigos que Pausanias haba impuesto al bien amado de mialma, dndole cuenta de la penosa situacin en que lo haba visto.

    Ella se conmovi profundamente con mi relato y obtuvo de mi padre laorden para que Ciro fuese libertado bajo ciertas condiciones que, a pesar depenosas, constituan para m un dulce consuelo.

    _ Qu condiciones?_ pregunt Cneio Lucio, admirado ante el idilioconmovedor de la nieta, cuyos dieciocho aos testimoniaban la ms profundaintensidad del sufrimiento.

    _ Mi padre accedi bajo la condicin de que no volviese a ver al joven

    liberto ni para despedirme, determinando que esa misma noche l fueseescoltado por dos esclavos de confianza hasta Cesrea en cuyo puerto deberaser embarcado en una galera romana, desterrado a criterio de los que lacomandaban.

    _ Y llegaste, hija, a alimentar algn rencor contra Helvidio por suactitud?

    _No_ respondi con espontnea sinceridad_ Si debiera alimentar algn

    rencor, seria contra mi propio destino.Adems, Ciro me enseaba siempre que no pueden caminar hacia Jess

    los que no honran al padre ya la madre de acuerdo con los preceptos divinos.

    Cneio Lucio se encontraba extremadamente sorprendido. CuandoHelvidio le solicitara su intervencin moral para influir sobre la nieta, lejosestaba de suponer tan dolorosa historia de amor en un corazn de dieciocho aoslleno de juventud y piedad. Su espritu, que conoca el virus destructor que

    produca la decadencia de la sociedad sumergida en un abismo de sombras, seextasiaba con aquella narracin simple de un amor dulce y cristiano, queaguardaba pacientemente el cielo para todas sus realidades divinas. Ninguna voz

    juvenil le haba hablado as, con tanta pureza a flor de labios.

    Admirado y enternecido, apoy la cara arrugada en la mano derechamedio trmula, entregndose a una larga meditacin para coordinar ideas.

    Al cabo de algunos minutos, notando que la nieta aguardaba ansiosa su

    palabra, pregunt con la misma benevolencia.

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    _ Hija ma, ese joven exclamo jams abus de tu confianza o de tuinocencia?

    Ella fij en l sus ojos serenos, en cuyo fulgor cristalino podan leerse una

    candidez y sinceridad a toda prueba, exclamando sin vacilar._ Nunca! Ciro jams permiti que mis propios sentimientos pudiesen

    tiznarse de cualquier tendencia menos digna. Para demostrarte la elevacin desus pensamientos, quiero contarte que da, cuando conversbamos a la sombrade un viejo olivo, not que su mano se posaba suavemente en mis cabellos, mas,en el mismo instante como si nuestros corazones se dejasen llevar por otrosimpulsos, la retir, dicindome conmovido:

    _ Celia, mi querida, perdname. No tengamos ninguna emocin que noshaga participar de las inquietudes del mundo, porque un da nos besaremos en elcielo, donde los clamores de la malicia humana no podrn alcanzaros.

    Cneio Lucio mir a su nieta de frente; su sinceridad diamantina irradiabaen los ojos cndidos y valerosos, y le dijo:

    _S, hija, el hombre al que te consagras posee un corazn generoso ydiferente del que se podra esperar en el pecho de un esclavo, al inspirarte un

    amor tan distante de las concepciones de la juventud actual.Y acentuando sus palabras, como si quisiese imprimirles nueva fuerza,

    continu despus de una breve pausa:

    _ Adems, esa nueva doctrina que aceptaste debe contener una esenciaprofunda, dado el maravilloso elixir de esperanza que destila para las almassufrientes. Pienso, ahora, que Helvidio no sonde bastante el asunto paraconocerlo con sus mltiples facetas.

    _ Es verdad, abuelo_ respondi confortada, como si hubiese encontradoun blsamo para sus heridas ms ntimas_, mi padre, al principio, no recelaba deque analizsemos los estudios evanglicos por considerarlos peligrosos ;solamente despus de las intrigas de Pausanias supuso que las doctrinas deCristo me haban provocado una deficiencia mental, en virtud de mi inclinacinhacia el joven liberto.

    _ Si, tu padre no podra entender un sentimiento de esa naturaleza en tu

    espritu de joven de fortuna.

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    Mas, oye: ya me hablaste con una ponderacin que no admitereprobaciones o correctivos, cules son tus perspectivas para el futuro? Tuspadres ya me comentaron los proyectos realizados para tu hermana. Dentro dealgunos meses, despus de completar su educacin en Roma, Helvidia se casar

    con Cayo Fabricio, cuyo afecto la conducir a uno de los puestos de mayorrelieve social, de acuerdo con nuestros mritos familiares. Pero, Y con respectoa ti? Perseverars, por ventura, en esos sentimientos?!...

    _ Abuelo mo!_ respondi con humildad_, Cayo Fabricio con susmaduros treinta y cinco aos, lleno de delicadeza y generosidad, ha de hacer lafelicidad de mi hermana, que bien lo merece!... Delante de Dios Helvidiagozar las sagradas alegras de la constitucin de un hogar y de una familia.

    Junto a su corazn latir otro que llenar su existencia de mimos y de ternura.En cuanto a m, presiento que no obtendr la felicidad como la soamos

    en esta vida!

    Desde la infancia he sido triste y amiga de la meditacin, como si lamisericordia de Jess me hubiera estado preparando en todas las ocasiones parano faltar a mis deberes espirituales en el instante oportuno.

    Y fijando en el anciano una mirada penetrante y calma, prosigui:

    _ Siento que me pesan en el corazn muchos siglos de angustia Deboser un espritu muy culpable que vino a este mundo, para redimirse de pasadostenebrosos!...

    Desde que estaba en Palestina mis noches estn pobladas de sueosextraos y conmovedores, en los cuales oigo voces cariosas que me exhortan ala sumisin y al sacrificio.

    Acusada de cristiana en el seno de la familia, siento que todos misafectos quedan sin retribucin y todas mis palabras de ternura mueren sin eco!Me doy, sin embargo, por inmensamente dichosa considerando que tu coraznvibra con el mo, comprendiendo mis intenciones y mis pensamientos.

    Como si entreviese melanclicamente el camino de sombras del porvenirdesdoblado ante sus ojos espirituales, Celia continu hablando al coraznenternecido del viejo abuelo que la idolatraba:

    _ S!... En mis sueos profticos he visto una cruz a la que me deboabrazar con resignacin y humildad!.. Experimento en mi corazn un peso

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    enorme, abuelito!...En innumerables ocasiones vislumbro cuadros penosos quedeben radicar en mis existencias pretritas. Presiento que nac en este mundopara pagar y rendirme. Cuando oro y medito, me llegan al raciocinio lasreflexiones del alma ansiosa!... No debo aguardar primaveras risueas ni flores

    de ilusin, que me haran olvidar la va dolorosa del espritu destinado aredimirse, pero s inviernos de dolor y pruebas rspidas, en das de luchassperas, que me han de reconducir a Jess, con la divina claridad de laexperiencia!...

    Cneio Lucio tena los ojos inundados de lgrimas ante las palabrasconmovedoras de la nieta, a quien adoraba desde pequea.

    _ Hija_ exclam con bondad_, no puedo comprender tamao desaliento

    en un corazn de tu edad. El nombre de nuestra familia no permitir talabandono de ti misma

    _ Sin embargo, querido abuelo, no desdear la realidad dolorosa delsacrificio, sabiendo de antemano que una parte me est reservada

    _ Y nada esperas de la Tierra en lo que se refiere a la posible felicidaden este mundo?!

    _ La felicidad no puede estar donde la esperamos con nuestra cegueraterrestre, pero no comprendemos la Voluntad Divina que sabr otorgarnos ladicha cuando sea oportuna. No tenemos una sola vida. Tenemos muchas. Elsecreto de la alegra reside en nuestra realizacin para Dios, a travs del infinito.De etapa en etapa, de experiencia en experiencia, nuestra alma camina hacia lasglorias supremas del espritu, como si hiciramos un trabajoso ascenso por unaescalera tosca y larga Hemos de amarnos siempre a travs de esas numerosasexistencias. Ellas sern como los eslabones de la cadena de nuestra unin

    dichosa e indestructible. Entonces, ms tarde, vers que tu nieta, dentro de surealidad espiritual, se encontrar contigo con la misma comprensin y con elmismo amor imperecedero, en la regin de la felicidad real que la muerte nosabrir con sus sepulcros de cenizas dolorosas!...

    A tus ojos soy ahora triste y desventurada, pero en lo ntimo tengo lacerteza de que mis dolores constituyen el precio de mi redencin para la luz dela eternidad.

    Segn me hablan los augurios del corazn con sus voces silenciosas ysecretas, no tendr un hogar constituido especialmente para mi felicidad en esta

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    vida! Vivir incomprendida, con el corazn dilacerado en el camino luminosohacia el reino de la verdad y del amor, que Jess prometi a todos los corazonesque confiasen en su nombre y su bendita misericordia!

    Los ojos de Celia se elevaban hacia lo Alto, como si su espritu aguardaseall mismo, junto al viejo abuelo, las gracias divinas vislumbradas por sucreencia llena de luminosidad y de esperanza.

    Cneio Lucio la estrech contra su corazn como lo hubiera hecho con unania, hablndole con acentuada ternura:

    _ Hijita, ests cansada! No te justifiques por ms tiempo. Conversar conHelvidio de tus ms ntimos pensamientos y aclarar tu situacin.

    Y llamando a Marcia, la hija mayor que representaba para su confortadavejez el papel de ngel tutelar y carioso, el respetable patricio acentu:

    _ Marcia, nuestra pequea Celia necesita tranquilidad y reposo fsico.Condcela a tu cuarto y hazla descansar.

    La nieta bes tiernamente su frente y se retir con la ta, amable ygenerosa, que casi la tom en sus brazos para conducirla hacia el interior.

    La noche ya haba avanzado y llenaba el cielo romano de caprichosasfulguraciones.

    Cneio Lucio, absorto en profundas cavilaciones, se abism en un mar deconjeturas.

    Su viejo corazn estaba exhausto de palpitar por la incomprensin de losarcanos del mundo. Tambin haba sido joven y tambin haba alimentadosueos. En su lejana juventud muchas veces haba aniquilado aspiraciones ms

    nobles y los propsitos ms generosos en el tumultuoso embate de las pasionesmateriales y violentas.

    Solamente las brisas acariciadoras de la reflexin en la edad madura lehaban hecho cambiar sus concepciones espirituales hacia una comprensin cadavez mayor de la vida y de sus leyes profundas.

    Desde que se haba habituado a meditar sinceramente, se asombraba delacecho del dolor y de los espantosos contrastes de los destinos humanos. A pesar

    de su arraigo a las tradiciones ms puras de los antepasados, y no obstantehaberlas transmitido con fidelidad y amor a sus descendientes, su corazn no

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    poda aceptar toda la verdad divina encarnada en Jpiter, antiguo smbolo querepresentaba todas las viejas creencias.

    Deseoso de propiciarle una leccin a aquella criatura con su autoridad

    educativa, haba sido su espritu el que se agitara y conmoviera ante las nuevasconcepciones que provenan de los labios puros de un ngel. l, que se habaacostumbrado a investigar las causas profundas del dolor y a sentir lospadecimientos de cuantos sollozaban en el cautiverio, acababa de recibir unallave maravillosa para solucionar los caprichosos enigmas del destino. La visinde las existencias sucesivas, la ley de compensaciones, los caminos de redencinespiritual por la expiacin y por el sufrimiento se presentaban a su raciociniocomo soluciones providenciales.

    Su conocimiento de los autores griegos le haca sentir que el asunto no leera totalmente extrao, mas la palabra cariosa y convincente de su nieta,testimonindole la verdad con sus propios padecimientos prematuros, abra ensu mente nueva senda para todas las meditaciones en tal sentido.

    Reclinado en un divn del altar domstico, sus ojos contemplaban, con elcorazn lleno de angustia, la soberbia imagen de Jpiter Stator tallada en marfil,en el centro de otros dioses de su familia y de su casa.

    Se levant y camin lentamente en torno a los nichos adornados de lucesy de flores.

    La imagen de Jpiter ya no le despertaba los mismos sentimientos depiadosa veneracin como en las noches anteriores.

    Ante las revelaciones dulces y profundas de Cel