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Por Marianella Morena  jun 16, 2015 Sin Comentarios 371 0 3 0 0

12 sangresPor Marianella Morena

“Morena, me vaciaste el banco de sangre, te llevaste todo. Tenés doce donantes. Nunca vi a alguien en tu estado hablar así y no

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perder el conocimiento. Ahora te sumás a mis cuentos, vos y el testigo de Jehová que aceptó la transfusión. Si en este momento tepinchás el dedo, la sangre que sale no es tuya”.

Uno no sabe nada sobre qué es no tener cuerpo, porque ya nace con él, por lo tanto no sabe nada sobre la muerte y cercanías. Unonace con cuerpo, y a partir de ahí se encarga de quererlo y no, de distintas maneras, amarlo y no, de distintas maneras, pero, en micaso concreto, de ser mi esclavo, siempre listo para resolver.

Tampoco uno sabe nada del verdadero significado de dar, como cuando enfrento el CTI y me doy cuenta de que es el lugar quedebo conocer para que la vanidad definitivamente se aleje de nosotros. Pero uno no sabe de las enfermeras silenciosas que no salenen la prensa, de las nurses, los anestesistas, médicos, camilleros, cirujanos, que no reciben aplausos y siguen cada día cumpliendocon su servicio.

Uno no sabe nada ni imagina que el trabajo con la palabra va a servir para ordenar y relatar las sensaciones, y para orientar alequipo médico. Uno no sabe ni imagina que esforzarse por encontrar la palabra adecuada con la misma obsesión que cuando unoescribe, que esa concentración puede salvarte la vida. Literal, sin poesía, o con la mayor de las poesías: vivir. Uno no sabe nadaporque dice que esto no va con aquello.

Uno no sabe nada, en realidad, hasta que deja saber al cuerpo. Uno no sabe de la inteligencia del cuerpo cuando gobierna y lacabeza se pone a su disposición, sin miedo.

El domingo 24 de mayo, mientras me baño, palpo un bulto en la vagina, algo que sale. Voy a la urgencia del Casmu. Indico midolencia, me atiende la ginecóloga de guardia, me hace tacto y, en efecto, estoy pariendo un mioma. Me informa que quedointernada y respondo: “No. No estoy preparada mentalmente, mi hijo quedó solo en casa, mañana tengo función, no estoy depilada,no traje nada, tengo una nota y un montón de cosas para hacer en la semana, además en unos días me operan”. Pienso, además, enlas cuentas que se vencen el lunes. Llamo a Lucía, mi productora, para notificarle mientras la doctora y la enfermera se enteran demi actividad, me hacen preguntas y las invito a ver las últimas funciones de No daré hijos, daré versos, las últimas que se dan en lasala Hugo Balzo y donde yo no podré estar.

En tres horas me operan. Cuando despierto, muy dolorida, me informan que perdí mucha sangre y me llevan a otra sala. Es la unade la madrugada del lunes 25. A medida que transcurre la noche desmejoro, continúa la transfusión, calmante, suero, el pulso baja,también la presión, tengo sofocones y sudo mucho. Hasta que tengo el pico más alto de descompensación y no puedo respirar.Nunca pierdo el conocimiento ni la lucidez. Recuerdo clarito cuando me preguntan “¿qué sentís?” y yo respondo “me hundo alinfinito”. Luego, como en las películas, rápido a otro quirófano, y el médico diciendo fuerte: “Los quiero a todos, los necesito atodos conmigo. Vamos”.

Una enfermera no deja de comentar: “Pero no tiene pulso, no entiendo, no tiene pulso”. Otro enfermero, enorme, parado a mis pies,dice con voz desconcertada: “Pero está helada, helada”. Me colocan estufas planas en el cuerpo, a mi lado la anestesista, con la caramás dulce, me acaricia mientras yo digo: “Sudo, viste que estoy sudando, estoy sudando como un caballo, ¿viste?”. Me despierto ymis primeras palabras son “voy a escribir sobre esto”.

Uno no sabe nada de la mente en blanco ni que la palabra funcione para ayudar al cuerpo, la palabra guiando en medio de unaanemia aguda, desangrándome, casi sin pulso, con picos de calor y sudor, sólo murmurando “me hundo al infinito”.

La tragedia y la comedia no van más separadas, ya no, ni en la vida ni en la ficción. Cuando voy para el CTI me colocan en lacamilla al revés, luego de un rato de discutir sobre si darme vuelta o no. En el trayecto en la ambulancia no puedo sumergirme en lasituación, el suero que está a mi derecha se mueve constantemente, aviso que puede caerse, evidentemente sucede, a centímetros dela herida. Al llegar al Casmu 2 no hay lugar para estacionar, el chofer se pelea a los gritos con los autos que no lo dejan pasar, otrosestán en donde dice “ambulancia”. Deciden bajarme a una cuadra del lugar y pasamos por una parada de ómnibus llena de gente. Miúnico pensamiento es “que no me vea ningún conocido”. Llegamos e ingreso al CTI azul. Tengo una habitación para mí sola. Soncuatro turnos, cada uno está compuesto por tres enfermeras, nurse y médico. Una de las transformaciones que vivo comienza ahí.

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Marianella Morena

Mientras estoy, ya sin sangre propia, con equipos y equipos a mi disposición para recuperarme, pienso en las fugas de bondad, enlos desvíos de solidaridad. Entonces ahí supe, como he sabido pocas cosas. Uno no sabe nada de nada y por eso acumula estupidez,se pone en el centro de la tormenta y grita: a mí, sólo quiero fotos mías, que escuchen mis discursos, nadie sufre como yo. Sinembargo, uno no sabe nada de esos seres despojados de narcisismo que dejan su verdadero yo al servicio del yo ajeno y dan. Nuncavi el verbo tan bien conjugado.

Y yo, mientras estoy enchufada, con todos los chiches que uno pueda tener en un CTI, aislada, sola, dolorida, con morfina, con losvolúmenes de sangre de 12 donantes, pude enfrentarme y verme, ver mis días anteriores, mi ambiente, las disputas de prensa, el ringde las bajezas morales. Y no sé si pedí perdón en ese ritual entre la vida y la muerte, no sé si algo de eso sucedió, sólo dejé que seescurrieran los restos más antiguos, resentidos, como se había ido la sangre de mi útero perforado.

Y mientras estuve en el CTI supe algo más que el dolor, algo más que la miseria de no poder hacer nada por uno mismo, algo másque no beber ni comer, ni tener buen color, ni querer ver a nadie, ni que nadie te vea en esas condiciones. Supe. Saber no siempretiene que ver con lo que uno ya sabía. Me enfrenté a ignorancias arraigadas.

Uno no vuelve igual, aunque con la desesperación de recuperar el yo. Me extrañé, fue lo que más sufrí. Mi yo alocado, desbordado.Mi cuerpo maltrecho esperando piedad y mi cabeza, como siempre, abusando de la carne, como si el cuerpo fuera un mercenario:siempre pronto. Entonces supe que mi carne no es un soldado de mi intelecto, que las cicatrices son hermosas heridas de guerra yque tenía que conocer algunas cosas de cerca. Muy de cerca.

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