01. El Libro de Josué

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PARTE SEGUNDA LA HISTORIA DEUTERONOMISTA (JOSUÉ-REYES) 24

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Complemento a la presentación sobre el libro de Josué

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PARTE SEGUNDA

LA HISTORIA DEUTERONOMISTA (JOSUÉ-REYES)

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El movimiento deuteronomista

La segunda parte del curso la dedicaremos a estudiar los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, conocidos con el título de AHistoria deuteronomista@. Estos libros cuentan la historia del pueblo de Israel desde los momentos en que llega al Jordán, procedente de Egipto, hasta que su último rey, Jeconías, es indultado por el rey de Babilonia. Es decir, recorre las diversas etapas de su existencia desde el siglo XIII, aproximadamente, hasta el 561 a.C.

Sobre esta Historia se ha escrito mucho en los últimos cincuenta años. Podríamos comenzar estudiando lo dicho por los comentaristas a propósito de ella. Pero pienso que equivaldría a prejuzgar el problema. Antes de meterse en teorías sobre la unidad de la obra, su finalidad, etc., conviene conocer bien el texto bíblico. Por eso, empezaremos con una visión de conjunto de cada libro y de la problemática que plantean.

Pero, a lo largo de las páginas que siguen, hablaremos con frecuencia de los autores deuteronomistas. Es imprescindible decir algo de entrada sobre ellos.

Para comprender el movimiento deuteronomista debemos recordar algunos datos de la historia judía. Desde finales del siglo VIII, Judá había quedado sometida a los asirios, a los que pagaba un fuerte tributo. Esto no sólo resultaba costoso, sino que humillaba el orgullo nacional. Pero no había escapatoria. Sobre todo, cuando subió al trono Manasés, que adoptó una postura de fiel sometimiento a Asiria, ahogando en sangre todo intento de revuelta. Así fue transcurriendo el siglo VII. Hasta que ya a finales del mismo, hacia el 630, muere el rey asirio Asurbanipal. A partir de entonces, el gran imperio se resquebraja rápidamente. En Judá rebrota el espíritu de independencia. Más aún, se contempla la posibilidad de restaurar el antiguo reino davídico, uniendo las tribus del norte a las del sur. En estos momentos de optimismo tiene lugar un hecho trascendental para la historia de la religión y de la literatura judías.

Todo empezó el año 622, con motivo de la reparación del templo, abandonado durante muchos años, especialmente durante el largo reinado del impío Manasés. Durante el arreglo, arrumbado en algún rincón, lleno de polvo, se encontró un libro olvidado, el ALibro de la Ley@. En 2 Re 22 se nos cuenta lo que ocurrió luego. A nosotros nos interesa saber que ese libro era, casi con seguridad plena, el núcleo básico del actual Deuteronomio (cc. 12-26), compuesto por una serie de leyes.

Del Deuteronomio reciben su nombre los autores que ahora nos interesan. Según Weinfeld, durante la segunda mitad del siglo VII, sus representantes se dedicaron a completar el Dt; en la primera mitad del VI hicieron la edición de los libros de Josué a Reyes; y en la segunda mitad del mismo siglo VI elaboraron los discursos deuteronomistas que encontramos en el libro de Jeremías. Los temas teológicos sobre los que gira su pensamiento son: lucha contra la idolatría, centralización del culto, éxodo - alianza - elección, credo monoteísta, observancia de la ley y lealtad a la alianza, herencia de la tierra, retribución, cumplimiento de las profecías, elección de la dinastía davídica.

La mentalidad deuteronomista

Una excelente introducción a la mentalidad deuteronómica se encuentra en los capítulos 5-11 del Deuteronomio, que sirven de prólogo al pacto entre Dios y el pueblo. En ellos encontramos ciertas ideas teológicas fundamentales, diversas actitudes de debe observar el pueblo y los cuatro grandes peligros que corre.

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Principales ideas teológicas

El dinamismo que mueve y explica todo es el amor de Dios a los patriarcas y a sus descendientes. Se expresa con dos verbos: “amar” (’ahab: 7,8.13; 23,6) y “enamorarse” (hašaq: 7,7; 10,15). Ver especialmente 7,7-13. Este amor lo muestra Dios en una serie de hechos históricos. Pero las pruebas más importantes son la elección (7,6-7; 10,15; 14,2) y la alianza (7,9.12; de las tablas de la alianza se habla en 9,9.11.15). Antes que un acto jurídico, la alianza es una muestra del amor de Dios, que elige a Israel entre todos los pueblos para convertirlo en su Apropiedad personal@ (7,6; 14,2; 26,18-19).

A este amor de Dios el pueblo debe responder amando al Señor (’ahab: 6,5; 7,9; 10,12; 11,1 etc.), apegándose a él (dabaq: 10,20). Es el mandamiento principal (6,4-9; 11,13.18-21).

La forma concreta de amar a Dios es guardar la alianza (26,17). Y esto consiste en reconocer a Yahvé como el único Dios (10,12-13) y observar sus leyes y normas (6,2.17.24; 7,11; 10,12s. etc.). La ley no es algo frío y seco, no es una carga, sino la manera de demostrar el amor a Dios, de serle fiel.

Actitudes

Junto a estas ideas teológicas, centradas en el amor y la alianza, los capítulos 5-11 y la legislación que les sigue pretenden inculcar una serie de actitudes:

Humildad, porque ha sido Yahvé quien ha elegido libremente al pueblo; éste no tiene motivos para vanagloriarse de ello (8,17-18; 9,4-6).

Intransigencia religiosa. Si Yahvé es el único Dios, el pueblo debe evitar la idolatría (6,14; 7,5.25-26; 12,2s.29-31 etc.). Por eso debe ser intransigente con los cananeos, que podrían convertirse en trampa para ellos (7,1-5.16). Y si Yahvé es el único Dios, se le debe dar culto en un solo lugar, el que Él ha escogido (12,4-28 etc.). Esta última idea mezcla lo religioso con lo político, ya que redunda en un predominio de Jerusalén; este principio, que influyó tanto en los autores de la Historia deuteronomista, quedó abolido por Jesús (Jn 4,20s).

Fraternidad. Si Yahvé ha escogido a todo el pueblo, todos deben sentirse hermanos y ayudarse mutuamente (15,7-11; 22,1-3 etc.). Hay que recordar especialmente a los más pobres (24,10-13.14-15.17-22). Y esta actitud benévola debe extenderse también a los emigrantes extranjeros (10,19; 24,17-18.19-22), a los esclavos (23,16-17) e incluso a los animales (22,4).

Responsabilidad. La alianza no es un don incondicional. Si el pueblo la cumple, recibirá la bendición (11,26s; 28,1-14), que se concreta sobre todo en la tierra (8,7-10; 11,10-15). Pero si no la cumple, se acarreará la maldición (11,28; 28,15ss).

Los peligros

Finalmente, estos capítulos hablan de cuatro grandes peligros a los que puede sucumbir el pueblo. Dos son internos, dos externos.

Los dos peligros internos son la riqueza (6,10-13) y el orgullo (c.8; ver también 9,1-10,11), muy relacionados entre ellos: ambos llevan al olvido de Dios.

Los dos peligros externos son los pueblos extranjeros (c. 7) y sus dioses (6,14-15).

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CAPITULO 4

EL LIBRO DE JOSUÉ

El 6 de junio de 1967 se difundió rápidamente la noticia de que había estallado la guerra entre Israel y los estados árabes circundantes. Poco después se la conocería como la AGuerra de los seis días@. Años más tarde (1973), el día del Yom Kippur, estallaba de nuevo la contienda. El conocedor de la Biblia encuentra un paralelismo inevitable con la situación del libro de Josué, a pesar de las grandes diferencias. En ambos casos, la causa del conflicto es la tierra. Tierra que se conquista las dos veces: la primera, invocando un don de Dios; la segunda, alegando un discutible derecho histórico. Y ambas situaciones nos enfrentan con un hecho trágico: la crueldad de la guerra. Crueldad que el libro justifica en nombre de Dios y los israelitas actuales en nombre de las leyes de la historia.

He comenzado con esta breve referencia histórica para que se capten desde el comienzo las luces y sombras del libro de Josué. Luces, porque se presenta como el cumplimiento de una promesa hecha a los patriarcas, y su realización colma de gozo al autor del libro y a sus principales protagonistas. Sombras, porque existe el reverso de la moneda, las víctimas de la guerra, y el lector moderno conoce ya demasiadas injusticias, demasiadas invasiones de territorio, para aceptar con ingenuo optimismo la conquista y reparto de una tierra que pertenecía a otros grupos humanos. Pero esta sensibilidad nuestra no debe alejarnos del libro de Josué. Veremos que su postura es más matizada y profunda de lo que podemos pensar en un primer momento. Y, dentro de los libros Ahistóricos@ del Antiguo Testamento, constituye una de las piezas fundamentales.

1. TITULO DEL LIBRO Y CONTENIDO La tradición da al libro el nombre de su principal protagonista, Josué. Con razón,

ya que todo el libro está dominado por este personaje, si bien es verdad que en algún momento ocupan un puesto importante otros, como Eleazar hijo de Aarón, y Fineés hijo de Eleazar.

Por motivos de claridad, el contenido del libro acostumbra presentarse de forma muy sencilla, con dos partes principales (1-12; 13-21) y un apéndice (22-24); así lo hacen, por ejemplo, Steuernagel y Eissfeldt. Sería más exacto hablar de una introducción (1,1-9), dos partes principales (1,10-12,24; 13-21) y un final (22-24); de hecho, el discurso inicial de Dios contiene en germen todo el desarrollo del libro.

Introducción (1,1-9): discurso de Dios a Josué ordenándole cruzar el Jordán para ocupar y repartir la tierra prometida. Sintetiza los temas capitales del libro.

Primera parte: conquista de la tierra (cc. 1-12). Podemos distinguir dos secciones principales: los preparativos de la conquista (1,10-5-15) y la conquista (6-11). Tras el discurso de Dios, tienen lugar los preparativos para atravesar el Jordán: 1) palabras de Josué a los alguaciles (1,10-11), diálogo con las tribus de Transjordania (1,12-18) y envío de espías a Jericó (c.2). Tras el paso del río Jordán (cc. 3-4) siguen en el c.5 tres episodios breves (circuncisión, celebración de la pascua, aparición del jefe del ejército celeste), que revelan la novedad del momento en que se encuentra Israel.

La conquista propiamente dicha comienza en el c. 6 con el famoso episodio de

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Jericó. Cuando todo parece ir perfectamente, y se espera conquistar las montañas centrales con facilidad, tiene lugar la derrota ante Ay, motivada por el sacrilegio de Acán (c.7). Una vez resuelto el problema, se conquista la ciudad (c.8). Precisamente este hecho provocará el pánico de los gabaonitas, que mediante una argucia consiguen engañar a Josué y salvar la vida, aunque quedan sometidos como aguadores y leñadores (c.9). El tratado de paz entre Gabaón e Israel asusta a los reyes del sur (Jerusalén, Hebrón, Yarmut, Laquis, Debir), que se unen para luchar contra Josué. En esta campaña tiene lugar el famosos episodio de la detención del sol en mitad de su carrera (c. 10). La conquista del sur provoca el pánico de los reyes del norte (Jasor, Madón, Axaf, etc.), que se enfrentan a Josué y son derrotados en las Aguas de Merón (c. 11). De esta forma queda sometido todo el territorio. Una lista de reyes vencidos (c. 12) cierra la primera parte.

Segunda parte: reparto de la tierra (cc. 13-21). Comienza con dos introducciones. La primera (c.13) incluye un discurso de Dios a Josué (13,1-7), en el que le encomienda repartir la tierra al pueblo, y el recuerdo del reparto realizado por Moisés en Transjordania (13,8-33). Curiosamente, una segunda introducción (14,1-5) atribuye la tarea del reparto Aal sacerdote Eleazar, a Josué y a los cabezas de familia@. Los relatos que siguen podemos agruparlos en cuatro apartados:

* La distribución hecha en Guilgal a las tribus de Judá (14,6-15,63) y José (cc.16-17). * La distribución realizada en Siló a las siete tribus y media restantes (cc. 18-19).

* La lista de ciudades de refugio (c.20). * La lista de ciudades levíticas (c.21,1-41). * El gran final (21,43-45). Se han cumplido todas las promesas de Dios. Final (cc.22-24). Comienza contando lo ocurrido con motivo de la construcción

de un altar por las tribus de Transjordania (c.22). Luego tenemos un discurso de despedida de Josué (c.23), la alianza en Siquén (24,1-28) y diversas noticias breves, entre ellas las de las muertes de Josué y de Eleazar.

2. PROBLEMAS NARRATIVOS

La estructura y contenido bastante claros del libro de Josué no impide que plantee numerosos problemas desde un punto de vista narrativo. Indico algunos de ellos, que nos ayudarán a comprender las posturas que se han dado a propósito de la formación del libro.

2.1. El paso del Jordán (Jos 3)La repetición de la misma frase en 3,17b y 4,1a demuestra que el redactor final ha

concebido este relato como un díptico: lo ocurrido antes de cruzar el Jordán (c.3) y después de cruzarlo (c.4). Para no complicar las cosas demasiado, nos limitaremos al c.3, que narra el camino desde Acacias (Sittim) hasta que el pueblo termina de cruzar el Jordán. Como en otros casos, alternan las palabras pronunciadas por los protagonistas principales y la narración. Pero el conjunto resulta poco logrado:

órdenes y discursos:- los alguaciles al pueblo (2-4)- Josué al pueblo (5)- Josué a los sacerdotes (6)- Yahvé a Josué (7-8)- Josué a los israelitas (9-13)

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narración: vv.1.2.6b.14-17Tres factores crean una sensación de desconcierto:1. Las órdenes son confusas y contradictorias:

- empezad a caminar (v.3); se supone que dentro de poco- purificaos (5) porque mañana- levantad el arca y pasad el río (6); ¿sin esperar a mañana?- ordena que se detengan al llegar a la orilla (8)- acercaos aquí (9)- elegid doce hombres (12); ¿para qué?El pueblo no sabe si tiene que empezar a caminar, purificarse o escuchar a

Josué; no sabe si el paso será de inmediato o mañana. A los sacerdotes se les ordena cruzar el río y luego pararse al llegar a la orilla.2. Las órdenes y el relato no coinciden a veces

- resulta absurdo que los sacerdotes se pongan a andar delante del pueblo (6b), mientras Dios se dedica a hablar a Josué (7-8) y éste al pueblo (9-13).- En el v.8 se ordena "paraos a la orilla del Jordán"; en 17 se dice que fue en medio del Jordán.

3. Desajustes en los versos narrativos- 3,1 da a entender que el paso del Jordán será inmediato; 3,2 supone una dilación de tres días. Este verso no empalma con el anterior, sino con 1,9-10 (donde se habla igualmente de los alguaciles).- Se cuenta dos veces el paso del Jordán (14-16 y 17). En el primer relato, los sacerdotes se paran al llegar a la orilla (cumpliendo la orden del v.8), el agua se detiene y el pueblo cruza. En el segundo (17), se dice que los sacerdotes estaban en mitad del Jordán. No hay contradicción necesaria entre ambas descripciones, pero es claro que se trata de un duplicado (cf. 16b y 17b).

2.2. Conquista de Jericó (Jos 6)Este famoso capítulo ofrece, desde el punto de vista narrativo, dos detalle

anómalos: 1) los vv.8-9.13 no tienen en cuenta la táctica preconcebida, que consiste en guardar silencio hasta el séptimo día (cf. 4s.10); 2) el discurso de Josué en 17-19 resulta demasiado extenso y pormenorizado; no encaja en este momento, cuando el pueblo va a lanzarse al ataque; mejor hubiera sido antes. Parece que un núcleo primitivo muy breve (16b.17a) se ha ido ampliando con tres cláusulas referentes al anatema (excepción de Rajab, insistencia en el carácter absoluto, excepción de la plata, oro, bronce, hierro).

Junto a estos dos detalles, también resulta algo extraña la mención de los espías (22-23); empalma muy bien con el c.2, pero parece un cuerpo extraño en el sitio actual.

2.3. Condena de Acán (Jos 7)Nos limitaremos a un detalle: el castigo del protagonista. Cuando Dios habla a

Josué, le dice que el culpable deberá ser quemado con todo lo suyo (v.15). Sin embargo, cuando se cuenta el castigo (v.25), las cosas resultan más complicadas: se dice que lo apedrearon y lo quemaron; además, unas veces se habla sólo de Acán y otras se incluye a toda la familia. Y cuando se dice, por dos veces, que lo(s) apedrearon, se usan expresiones distintas: rgm y saqal b'abanim. Luego, en el v.26, el montón de piedras se levanta sólo sobre Acán. Parece que se han unido dos castigos distintos: la muerte por

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lapidación y la muerte por fuego, junto con la idea de que una vez sólo paga el culpable y otra toda la familia.

2.4. Pacto con los gabaonitas (Jos 9)Desde el punto de vista narrativo, el capítulo plantea diversos problemas. Lo que

más llama la atención es que los protagonistas de las negociaciones y del tratado, al menos por parte de los israelitas, no son siempre los mismos. Tan pronto lleva la ini-ciativa Josué como Alos israelitas@ (=îs yira=el), Alos hombres@ (ha=anašîm), o Alos príncipes de la comunidad@. Josué aparece en primer plano en 6ab.9a.22.23.24a.25.26.27. ALos israelitas@, en 6b.7ab.11ab.12a.16ab. En el v.14 se habla simplemente de Alos hombres@ (que algunos cambian en Alos príncipes@, siguiendo a los LXX). Y de los Apríncipes de la comunidad@ se hace referencia en 15b.18ab.19ab. 20. 21. En relación con ellos mencionan los versos 17-18 a Alos hijos de Israel@. Ciertos autores intentan resolver el problema acudiendo a la división del capítulo en fuentes yahvista y elohista, cosa que no acepta la mayoría de los exegetas actuales.

2.5. El reparto de la tierra (Jos 13-19)Al comienzo se encarga a Josué la tarea de repartir la tierra (13,6b-7, usando

términos distintos; cf. 1,6), sin caer en la cuenta que ya había cumplido esta misión (11,23). Pero lo más llamativo es que en 14,1 se dice que el reparto lo llevaron a cabo Ael sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun y los cabezas de familia de las tribus@ (14,1). El sacerdote es el responsable principal.

Esta alternancia en el protagonismo de Josué o Eleazar se mantendrá a lo largo de los capítulos siguientes. Josué: 14,6.13; 15,13; 17,14-18; 18,1-10; 20,1. Eleazar-Josué: 17,4; 19,51; 21,1. También es extraño que el reparto no se haga en el mismo momento ni en el mismo sitio. En un primer acto se reparte el territorio a las tribus importantes (Judá y Casa de José [Efraín y Manasés]), en un lugar indeterminado, que a lo sumo podríamos identificar con Guilgal (cf. 13,6). Más tarde se reparte la tierra entre las otras siete tribus, en Siló, con unos requisitos previos (cc. 18-19).

Por otra parte, la lectura de estos capítulos revela una clara diversidad de materiales: sobre todo las narraciones sobre Caleb forman un claro bloque independiente (14,6-15; 15,13-19). En cuanto a las listas, adviértase la minuciosidad de la de Judá, cuyas fronteras siguen los cuatro puntos cardinales y cuyos pueblos se detallan con cuidado. Dentro de las tribus del segundo acto se advierte una clara diferencia entre los datos a propósito de Benjamín (18,11-28) y las otras.

2.6. Los dos discursos de despedida (Jos 23-24)El último detalle extraño es que Josué pronuncie dos discursos de despedida, el

primero en un lugar innominado (c.23), el segundo en Siquén (24,1-28). En principio, podría decirse que son cosas muy distintas, ya que el primero es un simple discurso, mientras en el segundo caso todo tiende a sellar un pacto. Sin embargo, podríamos tener aquí un indicio de distintos autores.

3. AUTOR Y FECHA DE COMPOSICIÓN Los datos anteriores, y otros muchos que no hemos visto, ayudan a comprender

que se hayan dado distintas posturas al explicar el origen del libro de Josué. Todas las teorías, por distintas que sean, deben reconocer que el proceso no fue fácil. Para

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presentar las opiniones de la forma más clara posible, dividiré este apartado en cuatro secciones, siguiendo un orden cronológico: a) la teoría antigua, representada especialmente por los rabinos, con continuadores en tiempos modernos; b) la teoría Aclásica@, formulada a partir de Wellhausen, que siguen manteniendo comentaristas recientes; c) la opinión de Martin Noth; d) el momento actual.

3.1. El libro de Josué, escrito contemporáneo a los hechos. En tiempos antiguos se pensaba que el autor era el mismo Josué, y así lo afirma el

Talmud babilónico (Baba batra, 14b). Esta opinión choca con el hecho de que Josué debería haber contado su propia muerte (cf. 24,29-30) y lo que ocurrió después de ella (24,31-33). Pero la solución era sencilla. Estos versos se interpretaban como un pequeño apéndice añadido por uno o varios autores posteriores (Eleazar habría contado la muerte de Josué, y Fineés la de su padre). De acuerdo con esta tradición rabínica, el libro habría sido escrito hacia finales del siglo XII a.C.

Aunque resulte extraño, no faltan autores de este siglo que se mantienen bastante próximos a esta opinión: Fernández, Steinmüller, Kaufmann, Young, atribuyen la mayor parte del libro a Josué, sin excluir la posibilidad de que utilizara algunas fuentes. Otros lo remontan a uno de los oficiales mencionados en 1,10; 3,2 etc. (Goslinga), a un autor de la generación posterior (Woudstra), al tiempo de los jueces (Aalders) o, más exactamente, lo sitúan hacia el 1045 a.C. (Harrison). Sin embargo, prescindiendo de las dificultades literarias, el libro usa con frecuencia la expresión Ahasta el día de hoy@, que parece suponer un considerable lapso de tiempo entre el momento en que se escribe y el momento en que han tenido lugar los acontecimientos. Ya Abrabanel negaba que el libro hubiese sido escrito por Josué y lo atribuía a un autor bastante más tardío. Masius lo atribuye a Esdras, Cornelio a Lapide a Samuel.

3.2. Josué, continuación de las fuentes del Pentateuco. Durante el siglo pasado y primera mitad de éste, la opinión en boga es que el

libro de Josué continúa el relato del Pentateuco y está formado, como éste, por la fusión de las fuentes tradicionales (J, E, P, D). Es la teoría dominante a partir de Wellhausen1, que siguen defendiendo, con distintos matices, Pfeiffer, Eissfeldt, Sellin-Fohrer, Weiser, Langlamet, Beltz, Otto.

En favor de esta postura se aduce un argumento capital: todo el Pentateuco está dominado por la promesa de la tierra hecha a los patriarcas, promesa que parece imposible tras la marcha a Egipto y la opresión en aquel país. Pero el éxodo da nuevo impulso a este drama de la tierra. Y todo el caminar por el desierto tiende a llegar hasta ella. Si nos limitamos al Pentateuco, con los discursos de despedida de Moisés y su muerte en el monte Nebo, el relato queda truncado. Le falta su momento culminante, el que le da sentido desde el principio. A este detalle global se añaden otros que sugieren la existencia de diversas fuentes, como hemos visto en el apartado anterior: el relato del paso del Jordán, la conquista de Jericó, la muerte de Acán, etc. con manifiestos duplicados y contradicciones, o el simple hecho de que existan dos discursos de despedida de Josué (c. 23 y 24), parecen demostrar que no estamos ante un autor que compone la historia personalmente, partiendo de cero, sino ante un redactor que recopila distintas tradiciones, a veces discordantes, procurando mantener sus peculiaridades.

Sin embargo, incluso los defensores de esta teoría se muestran muy cautos al analizar las fuentes. Ya lo era Wellhausen. Pero, por citar a uno más reciente, Pfeiffer

1 J. Wellhausen, Die Composition des Hexateuchs und der historischen Bücher des Alten Testaments (Berlin 31898).

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reconoce la imposibilidad de separar los estratos Yahvista (J) y Elohista (E), dada la profunda revisión a que se vieron sometidos por parte de los autores deuteronomistas. Más aún, indica que el relato J de la conquista ha desaparecido casi por completo, y que el de E ha sufrido una revisión tan profunda que resulta casi irreconocible. De aquí a negar, o poner en discusión, la existencia de las fuentes del Pentateuco en Josué hay un paso muy pequeño, como lo advierten Harrison y Wright entre otros muchos.

3.3. La teoría de Martin Noth. Pero la crisis de la teoría anterior vino por la publicación de dos obras de Martin

Noth: su comentario al libro de Josué (1938) y sus famosos Estudios sobre la historia de la tradición2, publicados cinco años más tarde (1943). Dicho de forma muy elemental, en su teoría hay dos afirmaciones capitales:

1) Josué no es el libro final del AHexateuco@, en él no continúan las fuentes clásicas (J, E, P).

2) Por el contrario, este libro constituye el comienzo (tras la gran introducción teológica del Deuteronomio) de la Historia deuteronomista, que narra la historia de Israel y Judá desde la conquista de la tierra hasta la deportación a Babilonia durante el siglo VI.

En cuanto al complejo proceso de formación del libro de Josué, su opinión podemos resumirla del modo siguiente:

10 etapa: Sólo existen tradiciones orales, formando dos bloques independientes: 1) una serie de sagas etiológicas vinculadas a Guilgal y sus alrededores; se encuentran ahora en los cc. 2-9. 2) Al mismo tiempo circulan relatos de héroe (10; 11,1-9) centrados en hechos de importancia local limitada.

20 etapa: Hacia el año 900, un autor judío une esos dos bloques de tradiciones e introduce en ellas la figura de Josué (cc. 2-11).

30 etapa: A mediados del siglo VI, el autor de la Historia deuteronomista recoge en bloque esa obra y le proporciona una introducción (Jos 1), un discurso de despedida de Josué (el del c.23) y otra serie de añadidos y complementos (p.e., en el c.6 introduce a los sacerdotes como portadores del arca y como responsables de tocar las trompetas; 8,30-35;c.12).

40 etapa: En un segundo estadio de la redacción dtr, se añaden los cc.13-20 sobre el reparto de la tierra y 21,43-22,6.

50 etapa: Se añaden la lista de ciudades levíticas (21,1-42) y el conflicto con las tribus de Transjordania (22,7-34).

Nota: Según Noth, los cc. 13,1-21,49 se basan en dos documentos: a) Un sistema de fronteras tribales, de la época en que se formó el estado (s.X); en su forma primitiva era una simple enumeración de localidades fronterizas que delimitaban el territorio de las tribus en las cuatro direcciones; este documento no mencionaba a las tribus de Rubén, Simeón y Leví, que ya habían dejado de existir. b) Una lista de localidades del Reino de Judá tras su división en doce distritos, procedente del tiempo de Josías (640-609 a.C.).

3.4. Situación actualComo es fácil de imaginar, hay opiniones para todos los gustos. El comentario de

Woudstra (1981) afirma que el libro de Josué fue compuesto en época muy antigua, en

2 M. Noth, Überlieferungsgeschichtliche Studien. Publicado originariamente en Schriften der Königsberger Gelehrten Gesellschaft. Geisteswissenchaftliche Klasse 18 (1943) 43-266. Al coincidir con la Segunda Guerra Mundial, la obra se hizo realmente famosa a partir de la segunda edición (Tubinga 1957).

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tiempos del protagonista o poco más tarde. La teoría clásica de que las fuentes del Pentateuco continúan en el libro de Josué la siguen manteniendo diversos autores. Y la teoría de Noth encuentra bastante eco, con determinadas correcciones y matices, en los comentaristas más recientes e importantes, Soggin (1970) y Boling-Wright (1982), Butler (1983), Fritz (1994).

4. RELACIÓN CON EL DEUTERONOMIO3

Todos los autores están de acuerdo en que el libro de Josué es el que ofrece más puntos de contacto con el Deuteronomio, incluso más que los otros libros del Pentateuco. Ya desde el principio, la referencia a la muerte de Moisés implica una mirada hacia el final del Dt. Este comienzo no se entiende plenamente por sí solo.

Y el discurso de Dios que abre el libro parece una adaptación y desarrollo del que tiene Moisés a Josué en Dt 31,7-8; por otra pare, la formulación de los versos 3-4 es casi idéntica a Dt 11,24-25a, cuando Dios dice a Moisés: ATodo lo que pisen vuestros pies será vuestro; se extenderán vuestras fronteras del Desierto al Líbano, del Río (Eúfrates) al Mar Occidental@. Otra tradición parecida a propósito de las fronteras la tenemos en Dt 1,6-8.

Los puntos de contacto entre ambos libros se pueden agrupar en tres apartados: a) temática y terminología; b) protagonistas; c) acciones.

4.1. Temática y terminologíaLos aspectos fundamentales recogidos en Josué son los siguientes: 1) La promesa

de la tierra, que implica el exterminio de los enemigos; el tema de la promesa aparece sobre todo en el c.1, pero también en otros momentos, sobre todo cuando se insiste en el cumplimiento; y el del exterminio de los enemigos acompaña las distintas conquistas (Jericó, Ay, campañas del sur y del norte); 2) fidelidad a la alianza y observancia de la ley, en el discurso inicial de Dios a Josué y en los dos discursos de despedida; 3) el tema de la idolatría adquiere una importancia capital en los dos discursos finales, aunque con matices distintos.

El lenguaje estereotipado se advierte también en manera de referirse a algunos personajes: Moisés es Ael siervo del Señor@ (Dt 34,5; Jos 1,1.13. 15; 8,31.33; 11,12; 12,6 etc.). Y los dos reyes de los amorreos, Sijón y Og, mencionados con tanto frecuencia en el Deuteronomio (Dt 1,4; 2,24.30.31.32; 3,2.6; 4,46 (Sijón); 29,6) encuentra eco, dentro del libro de Josué, en 2,10; 9,10 etc. [Sin embargo, 2,10 no se atiene a la fórmula hecha.] La fórmula hecha Alos dos reyes amorreos@: Dt 3,8; 4,47; 31,4; Jos 2,10; 9,10; 24,12.

4.2. ProtagonistasAl hablar de los protagonistas, el libro de Josué manifiesta una clara continuidad

con el del Deuteronomio. Por ejemplo, el papel de Josué se anuncia en Dt 3,28 (Aél pasará al frente de ese

pueblo y él les repartirá la tierra@) y en 31,23 se anticipa la actitud que debe adoptar

3 Además de los comentarios véase: A. Ibañez Arana, La obra deuteronomista del libro de Josué: el mensaje: Lumen 29 (1980) 289-310; Id., La redacción deuteronomista del libro de Josué: Script Vict 28 (1981) 5-38; J. Pérez Rodríguez, Josué en la historia de la salvación, 263-89; G. J. Wenham, The Deuteronomic Theology of the Book of Joshua: JBL 90 (1971) 140-148.

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(ASé fuerte y valiente, que tú has de introducir a los israelitas en la tierra que he prometido@). A lo largo del libro se subraya la continuidad con Moisés, estableciendo otro punto de unión con el Deuteronomio (cf. Jos 1,5.17; 3,7; 4,14; 5,13-15; 11,15.23).

Después de Josué, o junto con él, el otro gran protagonista humano del libro es el pueblo. Pero, dentro de Israel, hay unas tribus que ocupan un puesto relevante en la redacción final: las de Transjordania. Son las únicas a las que se dirige Josué antes de cruzar el Jordán (1,12-18), las únicas que se mencionan por su nombre en el momento de atravesar el río (4,12-13), reaparecen en el momento del reparto, recordando el territorio que recibieron (c.13), y se las despide al final, dedicándoles un largo capítulo (c.22). Sin embargo, este papel tan importante de las tribus de Transjordania empalma con Dt 3,12-13.18-20 y lo desarrolla.

Finalmente, Caleb, único individuo de relieve en Josué (cf. 14,6-15; 15,13-20), también aparece en Dt 1,36, donde se anticipa lo que ocurrirá más tarde.

4.3. Acciones concretasLa actividad principal del libro de Josué se centra en la conquista y reparto de la

tierra. Lógicamente, ninguna de estas dos cosas está mandada en la parte legal del Deuteronomio. Pero sí hay otras acciones contadas en Josué que aparecen como cumplimiento de algún que otro aspecto de la ley deuteronómica o de otras partes del libro.

La manera de tratar a los pueblos enemigos, desde Jericó hasta la última campaña del Norte, supone el cumplimiento de la ley del anatema en Dt 20,15-18.

La conducta con el rey de Ay (8,29) y los cinco reyes colgados (10,26-27) sigue la norma de Dt 21,22-23.

La ceremonia del monte Ebal (8,30-35) sigue la orden dada en Dt 27,2-8.La elección de ciudades de asilo (c.20) se hace en cumplimiento de Dt 19,1-2.7-9.Hay, sin embargo, algunos detalles que no podemos interpretar sin más como

cumplimiento de lo prescrito en el Deuteronomio. El primero sería la celebración de la Pascua (Jos 5,10-12); no es fácil relacionar este relato con la norma contenida en Dt 16,1-8. Tampoco veo claro que el castigo infligido a Acán esté en relación con Dt 17,2-5. Aunque en ambos casos el pecado genérico consiste en Aquebrantar la alianza@ (cf. Jos 7,11.15), las circunstancias son muy diversas; el texto del Dt se centra en el pecado de idolatría y Jos 7 en el atentado contra lo consagrado por el Aanatema@.

4.4. ¿Una redacción dtr o dos?Todos estos datos confirman la estrecha relación entre Josué y el Deuteronomio.

Lo mínimo que puede decirse es que el libro ha experimentado una profunda revisión deuteronomista. Sin embargo, )reflejan todos estos textos la misma mentalidad?

Indico los dos casos más discutidos. En el discurso inicial de Dios a Josué (1,2-9) se advierten dos mentalidades distintas a propósito de la conquista. Al principio, el éxito parece incondicionado; la única obligación de Josué es pasar a apoderarse de la tierra. Sin embargo, a partir del v. 7 el éxito se condiciona al cumplimiento estricto de la ley, con referencia expresa al Alibro@. Con respecto a la primera, esta segunda postura implica un toque de atención; sugiere que todo puede fracasar si no se cumple la voluntad de Dios.

Algo parecido encontramos al final del libro. En 21,43-45 se resume toda la conquista con enorme optimismo y sin el menor temor para el futuro. En cambio, el primer discurso de despedida de Josué aprovecha esa misma idea del cumplimiento de la

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promesa para advertir sobre la posibilidad del castigo, perdiendo incluso esa buena tierra que el Señor acaba de conceder (23,14-16).

Por otra parte, )qué pensar de los dos discursos finales?, )cuál de los dos muestra más relación con el lenguaje y la mentalidad dtr? Ambas cuestiones son muy discutidas. Pero resulta bastante convincente la teoría de dos ediciones de la Historia deuteronomista: una a finales del siglo VII, en tiempos del rey Josías, y otra a mediados del siglo VI, durante el destierro de Babilonia.

5. AÑADIDOS DE ORIGEN SACERDOTAL

Parece que los últimos retoques de importancia proceden de la escuela sacerdotal. El hecho de que un libro centrado en la labor de Josué termine hablando de un sacerdote, Eleazar (24,33), confirma la actividad de esta escuela. En la misma línea se orienta el deseo de dejar a gran altura a Eleazar, dándole un puesto de importancia en el reparto de la tierra, y también a su hijo Fineés en la solución del conflicto con las tribus de Transjordania. Casi todos los autores están de acuerdo en que 22,(7)8-34 procede de esta escuela.

Existe también una tendencia bastante difundida a atribuir a P los capítulos sobre el reparto de la tierra (13-21), bien todos ellos (van Seters), o en gran parte (Cortese). Desde luego, el capítulo 21, sobre las ciudades levíticas, nadie duda que sea suyo.

P ha dejado también sus huellas en ciertos momentos de la primera parte, sobre todo cuando aparece el Arca (paso del Jordán, conquista de Jericó), y en el relato del pecado de Acán.

Sin embargo, aunque el lenguaje y los intereses de P parecen fácilmente identificables, son curiosas las diferencias que se advierten entre los comentaristas.

Por otra parte, es posible que dentro de la misma tradición P existan diversas tendencias, como sugieren los textos referentes a la herencia de los levitas (13,14.33; 14,3b-4; 18,7).

Junto al deseo de poner a gran altura a Eleazar, incluso por encima de Josué, algunos textos P reflejan el intento de rebajar a Josué por debajo de Moisés, rompiendo el paralelismo tan estrecho de la tradición anterior. Véanse los textos donde se usa la frase Acomo ordenó el Señor a Moisés@ ( ka'aser siwwâ Yhwh 'et moseh:11,15.20; 14,5)

6. PROBLEMAS QUE PLANTEA EL LIBRO DE JOSUÉLa lectura del libro de Josué plantea numerosos problemas al lector moderno. Los

catalogaría en tres apartados: morales, históricos y de historia de la tradición. No pretendo estudiar el tema de manera exhaustiva, sino ofrecer unas pistas que sirvan de orientación y una introducción a la problemática, con la bibliografía esencial sobre los distintos temas.

6.1. Problemas morales4

Son los que más llaman la atención. Porque este libro, que consideramos Apalabra de Dios@, es en gran parte una exaltación de la guerra de conquista, del asesinato de unos habitantes que parecen vivir tranquilos en su tierra, sin atacar nunca a

4 Para una visión de conjunto véase: A. Fernández, Aspecto moral de la conquista de Canaán: Bib 3 (1922) 145-64; N. Habel, Conquest and Dispossession: Justice, Joshua, and Land Rights: Pacifica 4 (1991) 76-92; L. G. Stone, Ethical and Apologetic Tendencies in the Redaction of the Book of Joshua: CBQ 53 (1991) 25-36.

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los israelitas antes de que ellos los ataquen. Una guerra que culmina con el exterminio de gran parte de la población. Nos limitaremos a este último aspecto, el del anatema (herem).

El sustantivo herem se usa 29 veces en el AT, 13 de ellas en el libro de Josué (12 en relación con Acán). El verbo se usa en 49 ocasiones: 14 en Josué (6x en el c.10 y 4x en el c.11) y 7 en 1 Sm 15.

La legislación sobre el anatema la encontramos en tres casos: 1) en relación con los siete pueblos de Canaán (Dt 7,2); 2) en el caso de la ciudad apóstata: todos deben morir, incluido el ganado; los

bienes se incendian (Dt 13,13-19); 3) en la ley de la guerra (Dt 20,12-18), donde se distinguen dos casos: a) si se

trata de una ciudad lejana, todos los varones deben morir, pero las mujeres, niños y el ganado pueden conservarse como botín (vv.12-15); b) si se trata de una ciudad del territorio palestino, todos morirán sin excepción (vv.16-18); en la venganza contra los madianitas, donde no se usa la raíz hrm, sólo se libran las niñas y las jóvenes que no han tenido relaciones con varones (Nm 31,1-18).

En los tres casos está claro el peligro religioso.

Como relatos relacionados con el anatema tenemos, además de los de Josué: Nm 21,1-3: el pueblo hace un voto de consagrar al exterminio las ciudades de los

cananeos que lo atacan. Dios le concede la victoria y consagran al exterminio a ellos con sus ciudades.

Dt 2,34 (Sijón); 3,6 (Og). Cf. Jos 2,10.Jos 6 (Jericó); 7 (Acán), 10-11 (Sur y Norte).Jue 1,17; 21,11 (Benjamín).1 Sm 15: venganza contra Amalec. Hay que matar todo: hombres y mujeres,

niños de pecho y chiquillos, toros, ovejas, camellos y burros (v.3).El aspecto de venganza parece muy claro. Sobre todo en Nm 21. Igual en el caso

de Sijón (cf. Dt 2,26-32) y algo en el de Og (Dt 3,1). También en el de Acán, Benjamín y Amalec (1 Sm 15).

Esto da unos presupuestos antropológicos: a) el valor absoluto de la venganza; b) el enemigo no merece ningún respeto; c) la vida del otro vale poco.

Y presupuestos teológicos: a) a Dios le gusta que le ofrezcan personas y cosas; es cruel. b) Dios es parcial; está de nuestra parte.

Intentos de explicación. Para una sensibilidad moderna, especialmente cristiana, resulta escandaloso que los israelitas maten a hombres, mujeres y niños. Sobre todo, que lo hagan en nombre de Dios, para cumplir la ley de Dt 20. Como cumplimiento de esta norma, Josué y su ejército siembran de sangre los campos de Canaán. )Cómo se explica esto? Hay tres formas de buscar respuesta a esta pregunta.

1) Sin intentar defender dicha ley, podríamos decir en su favor que impide que la guerra se convierta en medio de enriquecimiento. Al deber aniquilarlo todo, la campaña militar no repercute en beneficio de la tropa ni del pueblo; no aumenta el número de esclavos, no se apoderan del ganado ni de los tesoros. La Aguerra santa@ se convierte así en la salida última, inevitable, ante una situación extrema. Nunca podrá ser la tapadera de un afán de dominio o de las ventajas económicas de una minoría. La ley del anatema es lo más opuesto a la antigua y moderna concepción de Ala guerra como

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negocio y el negocio de la guerra@. De todos modos, esta postura no nos deja satisfechos.

2) La segunda postura afirma que las cosas no ocurrieron como las cuenta el libro de Josué. La entrada de los israelitas en Canaán tuvo mucho más de Ainfiltración pacífica@ que de Aconquista@. Si hubo alguna escaramuza, predominaron los momentos de convivencia pacífica y de alianzas con los anteriores habitantes, al estilo de lo que ocurre con los de Gabaón. Entonces, )por qué cuenta las cosas de ese modo? El libro de Josué está escrito bastante después de la conquista y desde la perspectiva de la catástrofe. La tierra, esa tierra conquistada por Josué, ahora se ha perdido. )Por qué? La respuesta de los dtr es sencilla: por haber abandonado a Dios y haber servido a los ídolos de los pueblos que nos rodean. Inversamente, a la pregunta: )cómo pudo Josué conquistar la tierra?, se contesta: porque no abandonó en ningún momento al Señor, no se dejó seducir por dioses extraños y aniquiló a todos los que podían representar un obstáculo para la fe de Israel.

3) La tercera postura aceptaría el anatema como un condicionamiento histórico del que no debemos escandalizarnos. En la línea propuesta por Stern, Israel (igual que Moab y otros pueblos) veía el herem como una forma de instaurar el orden en un mundo caótico, en poder de las fuerzas del mal5. Esta mentalidad no ha desaparecido en nuestra cultura, como demuestra la actitud de todos los imperios Acristianos@: españoles, ingleses, franceses, norteamericanos. El único error del Dt y de Josué consistiría en poner en boca de Dios una ley que sólo es fruto del pensamiento humano.

Aunque esta tercera postura pueda parecernos la más aceptable, no basta para entender el libro de Josué. Sería una respuesta muy simple a un problema muy complejo. Analizando los once primeros capítulos se advierte que, para el autor del libro, el cumplimiento tajante de la ley, sin excepciones, sería la mayor canallada. Por eso encon-tramos notables excepciones a la ley, un esfuerzo continuo por interpretarla adecua-damente en cada circunstancia. Sólo después de esa paciente análisis se puede emitir un juicio objetivo sobre la opinión de los autores deuteronomistas a propósito del anatema.

Una vez conocido el enfoque de los dtr, es posible que cambiemos nuestra opinión sobre ellos. Los relatos nos parecerán menos escandalosos y más ricos de teología. Pero, incluso entonces, deberemos preguntarnos: ¿es Apalabra de Dios@ el punto de vista de estos autores? Desde luego, no es la palabra definitiva de Dios. Al menos, tendríamos que aplicarle el criterio de las antítesis del Sermón del Monte: AHabéis oído que se dijo a vuestros mayores... pero yo os digo@. En el fondo de la ley del anatema subyace el miedo al extranjero, el miedo al que piensa y actúa de manera distinta que yo. Los brotes actuales de xenofobia demuestran que esto hunde sus raíces en zonas misteriosas del individuo y de los pueblos.

Al menos, este mundo de ideas y de sentimientos nos ayuda a valorar -por contraste- la afirmación del Nuevo Testamento: AVendrán de Oriente y de Occidente a sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob, y los hijos del Reino serán arrojados fuera@. Es el anti-herem.

6.2. Problemas históricos.

5 Aunque esta opinión, propuesta por la última monografía sobre el tema, puede resultar muy moderna, se encuentra ya en un artículo de Tricot publicado en Biblica en 1922, que la cita como cosa normal.

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Abarcan dos temas muy relacionados: a) los orígenes de Israel6; b) las contradicciones entre la visión del libro y los resultados de la arqueología.

La visión tradicional, basada en el libro de Josué, presenta a Israel como un pueblo procedente de Egipto, que irrumpe en Canaán y lo conquista a sangre y fuego. Esta idea intentó demostrarla la escuela norteamericana, capitaneada por Albright7, basándose en las excavaciones arqueológicas.

En realidad, la arqueología está en contra de la idea de la conquista. Miller, en un duro artículo sobre Albright8, analizando la época de la conquista enumera 13 ciudades claves para la tesis de Albright (Arad, Jorma, Jesbón, Jericó, Ay, Gibeon, Jerusalén, Jarmut, Laquis, Hebrón, Debir, Jasor y Betel). De ellas, sólo dos (Laquis y Jasor) pueden apoyar su punto de vista. Aunque esto no significa que los disturbios que ocurrieron a finales del Bronce Tardío no tengan nada que ver con los orígenes de Israel, Asimplemente insistimos en que, en contra de las pretensiones de Albright, la arqueología no proporciona pruebas decisivas para fechar y/o clarificar el proceso por el que los israelitas se apoderaron de Canaán. En todo caso, aumenta la confusión@ (art. cit., 40).

Antes incluso de que la arqueología pusiese en crisis la teoría de Albright, había surgido una interpretación nueva, la de Alt y Noth9, representantes de la llamada Aescuela alemana@, que proponen un modelo distinto, el del Aasentamiento pacífico@. Las tribus no irrumpen como un vendaval que arrasa todo. Se infiltran tranquilamente, a lo largo de bastantes años; ocupan primero los territorios más despoblados, a veces hacen pactos con los habitantes de aldeas vecinas. Sólo poco a poco se irán haciendo fuertes, hasta que terminen dominando el territorio en tiempos de David. Ambas teorías, la de la conquista y la del asentamiento pacífico tienen en común que conciben a Israel como un pueblo (o una serie de tribus) que proceden de fuera, no son de ascendencia cananea.

Frente a ellas, propone Mendenhall10 la teoría de que Israel surge como resultado de una revuelta de los campesinos cananeos contra sus señores feudales. El grupo proce-dente de Egipto tiene importancia, en cuanto aglutina con su fe religiosa a quienes anhelan una sociedad más justa, igualitaria. Gottwald ha intentado corroborar esta intuición con una obra monumental de casi mil páginas11.

Pero la arqueología tampoco apoya la idea de la revolución campesina. En el Congreso celebrado en Jerusalén en abril de 1984, los arqueólogos se manifestaron generalmente en contra de ella. Sirvan como ejemplo estas categóricas palabras de

6 Sobre este tema cf. J. L. Sicre, Los orígenes de Israel. Cinco respuestas a un enigma histórico: EstBíb 46 (1988) 421-56. Sobre alguna de las posturas que trato a continuación puede verse R. de Vaux, Historia antigua de Israel II, 17-28; 134-144. Sobre las tendencias posteriores véase R. Gnuse, “Israelite Settlement of Canaan. A Peaceful Internal Process”: Biblical theology bulletin 21 (1991) 56- 66; 109-117.

7 Véase especialmente W. F. Albright, De la edad de piedra al cristianismo. El marco histórico y cultural de la Biblia (Santander 1959).

8 J. M. Miller, W. F. Albright and Historical Reconstruction: BA 42 (1979) 37-47.9 M. Noth, Historia de Israel (Barcelona 1966), 76-89. Esta obra, cuya primera edición

alemana es de 1950, resumen estudios anteriores.10 G. E. Mendenhall, The Hebrew Conquest of Palestine: BA 25 (1962) 66-87. Sobre el tema

volverá más tarde en The Tenth Generation. The Origins of Biblical Tradition (Baltimore 1973).11 N. K. Gottwald, The Tribes of Yhwh. A Sociology of the Religion of Liberated Israel,

1250-1050 B.C.E. (Londres 1979). De todos modos, existen notables diferencias entre los puntos de vista de Mendenhall y Gottwald.

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Kochavi: ALa evidencia arqueológica indica que muchas de las ciudades cananeas que se considera haber sido conquistadas por Josué -o que se alega que fueron destruidas por los campesinos rebeldes- simplemente no existían a finales del Bronce Tardío. Entran aquí Jesbón, capital del amorreo Sijón, Arad, Jericó y Ay, ciudades cuya caída se describe con detalle. Otras ciudades, que se consideraba que habían sido destruidas como resultado de un levantamiento masivo o de una conquista total en una campaña de sólo pocos años de duración, fueron en realidad destruidas paulatinamente en un período de tiempo de varias generaciones. Jasor desapareció hacia 1275 a.C., mientras Laquis fue destruida un siglo después, hacia 1160 a.C. Otras ciudades, como Dan/Lais, Gibeón y Yarmut, que se mencionan como destruidas por los israelitas, ofrecen unos restos del Bronce Tardío tan escasos que debemos aceptar que en esa época eran sólo pequeñas aldeas o simples zonas de enterramiento@12.

Actualmente se proponen nuevos modelos para explicar los orígenes de Israel:—retirada pacífica de los habitantes del valle hacia la montaña para evitar

conflictos (Callaway); —nomadismo interno (Fritz13, Finkelstein);—transición o transformación pacífica de los habitantes de la montaña, que

evolucionan hasta convertirse en un estado (Lemche14, Coote y Whitelam);—fusión de diversos grupos: la gente de la sierra absorbió a refugiados urbanos, antiguos bandidos, pastores de la cordillera, extranjeros (Halpern, Dever, Thompson).

Las teorías de los últimos quince años están de acuerdo en el origen pacífico e interno de los israelitas. La discusión gira sobre el origen primario de esa gente: si eran refugiados de las ciudades de la llanura, pastores de la sierra que se asentaron para dedicarse a la agricultura, resultado de la simple reproducción humana en la sierra, o fusión compleja de diferentes pueblos.

6.3. Problemas de historia de la tradición. Afectan a la visión de conjunto de la conquista. De hecho, el relato de Jos 1-12 es

radicalmente distinto del que encontramos en Jue 1. En Josué, una rápida campaña militar de todas las tribus, bajo el mando de un solo jefe, conduce a la ocupación progresiva del centro, sur y norte de Canaán. En Jue 1 no existe una acción conjunta de las tribus; cada una actúa por su cuenta, a lo sumo se ponen dos de acuerdo. Josué no desempeña papel alguno. Y la conquista es muy limitada. Gran parte de los relatos subrayan que no se consiguieron conquistar muchas ciudades. Generalmente, los especialistas se inclinan a dar la preferencia a Jue 1 sobre Jos 1-12. Este representa una visión idealizada, mientras el breve capítulo de Jue nos pone en contacto con los hechos. Pero las cosas no son tan simples. Porque tampoco Jue 1 da la impresión de ser un relato muy fidedigno desde el punto de vista histórico. No es el momento de solucionar este complejo problema. Basta por ahora con tenerlo presente.

7. MENSAJE RELIGIOSO

12 M. Kochavi, The Israelite Settlement in Canaan in the Light of Archaeological Evidence , en Biblical Archaeology Today (Jerusalén 1985), 54-60, cf. 55.

13 V. Fritz, Conquest or Settlement? The Early Iron Age in Palestine: BA 50 (1987) 84-100.14 N. P. Lemche, Early Israel. Anthropological and Historical Studies on the Israelite Society

Before the Monarchy, SVT XXXVII (Leiden 1985). Posteriormente a la redacción del manuscrito de esta obra publicó una historia de Israel Det gamle Israel (Aarhus 1984), de la que existe traducción inglesa: Ancient Israel. A New History of Israelite Society (Sheffield 1988).

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La crítica del apartado anterior a los aspectos históricos del libro no debe preocuparnos demasiado. Como ya dijimos, el interés de los dtr radica en su mensaje religioso-político. Desde este punto de vista, son esenciales los siguientes puntos:

7.1. Dios es fiel a sus promesas. Lo prometido a Moisés, luego a Josué, se ha cumplido. Es lo que subrayan dos

importantes pasajes. El primero, muy breve, al terminar los relatos de la conquista: AJosué se apoderó de todo el país, como el Señor había dicho a Moisés@ (11,23). El segundo, más largo y solemne, cuando acaba el reparto de la tierra: ADe esta forma dio el Señor a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres... No dejó de cumplirse una palabra de todas las promesas que había hecho el Señor a la casa de Israel. Todo se cumplió@ (21,43-45). Este tema de la fidelidad de Dios, esencial en todo el mensaje del Antiguo y Nuevo Testamento, queda expresado de forma narrativa perfecta en el libro de Josué. Pero no basta que el autor lo diga. Es algo que el lector debe apropiarse: AReconoced de todo corazón y con toda el alma que no ha dejado de cumplirse una sola de todas las promesas que os hizo el Señor, vuestro Dios. Todas se han cumplido, ni una sola ha dejado de cumplirse@ (23,14).

7.2. La obediencia a la Ley, causa del éxito. Pocos libros del Antiguo Testamento subrayan tanto este aspecto. Es frecuente

encontrar en la Historia dtr el enfoque contrario: el incumplimiento de la ley, causa de la desgracia. Aquí se subraya el matiz positivo, expresado en la conquista y reparto de la tierra. La Ley, como en el Dt, se centra en amar a Dios. APoned toda el alma en amar al Señor, vuestro Dios@ (23,11). O, de acuerdo con la decisión adoptada en la asamblea de Siquén, en Aservir al Señor@ (24,21.24). La principal consecuencia es Ano mezclarse con esos pueblos que quedan entre vosotros@ (23,7), incluso exterminarlos, para no contaminarse con sus prácticas idolátricas. Pero, como dejará claro el comentario a los once primeros capítulos, no se trata de legalismo. No es un cumplimiento frío y mecánico de la Ley lo que defiende el libro, sino una reflexión continua sobre ella, un Ameditarla día y noche@, para saber cómo aplicarla en cada caso de acuerdo con la voluntad de Dios.

7.3. Un pueblo unido, de hermanos. Desde el punto de vista histórico, uno de los mayores fallos del libro de Josué es

presentar la Aconquista@ como una labor conjunta de todas las tribus, incluidas las de Transjordania. Pero aquí radica uno de los aspectos más valiosos e interesantes de su mensaje. Las tribus que terminaron unidas por azares de la historia aparecen estrechamente hermanadas desde el comienzo, no por el placer de falsear la historia, sino para presentarla como modelo a las generaciones contemporáneas. Las del este y el oeste, separadas por el río, las del norte y el sur, separadas más tarde por rencores y rencillas, luchan juntas, colaborando entre ellas y con el plan de Dios. Y las que corren el peligro de ser más despreciadas, por encontrarse lejos de los centros de poder, las de Transjordania, son precisamente las más generosas y esforzadas, ya que no obtienen ventaja alguna y se limitan a ayudar a sus hermanos.

En definitiva, el autor nos presenta una etapa ideal. AIsrael sirvió al Señor mientras vivió Josué y los ancianos que lo sobrevivieron y que habían visto las hazañas del Señor en favor de Israel@ (24,31). Sólo al final, en dos ocasiones, escuchamos un toque de atención sobre lo que puede ocurrir en caso de infidelidad (23,15-16; 24,20).

BIBLIOGRAFÍAComentarios: J. L. Sicre, Josué. Verbo Divino (Estella 2002); G. Auzou, El don de una

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conquista. Estudio del libro de Josué. FAX (Madrid 1967); L. Alonso Schökel, Josué. Cristiandad (Madrid 1973); R. G. Boling y G. E. Wright, Joshua. Anchor Bible 6, (Garden City 1982); T. C. Butler, Joshua. WBC 7 (Waco 1983); V. Fritz, Das Buch Josua. HAT I/7 (Tubinga 1994); M. Noth, Das Buch Josua. HAT 7 (Tubinga 1938); J. A. Soggin, Josué. CAT (Neuchâtel 1970).Estudios: A. Ibañez Arana, La obra deuteronomista del libro de Josué: el mensaje: Lumen 29 (1980) 289-310; Id., La redacción deuteronomista del libro de Josué: Scriptorium Victoriense 28 (1981) 5-38; J. Pérez Rodríguez, Josué en la historia de la salvación (Madrid 1972).

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