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P E N S A M I E N T O S

SOBRE

POR

EL R E V . GUILLERMO N E V I N S , D . D . , PASTOR D E UNA IGLESIA D E BALTIMOREj

Y

Traducidos del Inglés

POR

EL R E V . G. H . R U L E ,

MINISTRÓ P R O T E S T A N T E E N GIBRALTARj

C O N A L G U N A S N O T A S D E L T R A D U C T O R .

A la Ley mas lien, y al Testimonio. . .--!»„ Is . VIII. 20.

/ y ; , V , . - ; \ . i

EN LA IMPRENTA DE LA BÍBL¿¿ÍcECA MILITAR DE GIBrtXpi}*% A COSTA DE LA SOCIEDAD DE LOS ESTADOS UNIDOS DR -

AMERICA PARA TRATADOS REJJJIOSQS. .>.'•

1839. ' - -

C O N T E N I D O .

—*— No. Pág.

1 . Suficiencia de la Biblia como regla de fé, y guía para la salvación . . . . . 1

2 . Oríjen de las Herejías . . . . . 4 3 . Interpretación privada . . . . . . 5 4 . E l Papismo sin fundamento en la Escritura . 9 5 . Daño en creer demasiado . . . « 1 2 6. Los nueve mandamientos . . . . 1 5 7. Antipatía de los Papistas á la Biblia . . 1 9 8 . Cuatro palabras para el Presbí tero.Mr. H . 2 4 9. Distinción de pecados en mortales y veniales . 28.

10. Una relijion sin Espíritu Santo . . . 2 9 1 1 . Infalibilidad . . . . . . . 3 1 12. Las llaves . . . . . . . 3 5 13 . La cabeza de la Iglesia . . . . 3 9 14. E l poder de perdonar pecados . . . 42 15 . Apuntes sobre un libro Católico . . . 4 6 16. Prosiguen los apuntes sobre el libro Católico „ 50 17. El Papa un Idólatra . . . . . 5 5 18. CARLOS X . un Idólatra 5 9 19. La idolatría dentro de casa . . . . 63 20 . Súplicas á los Santos . . . . . 6 6 2 1 . Espécimen de la idolatría de los Papistas . . 70 2 2 . Continiía la misma materia , . . . 7 5 2 3 . Culto de Imájenes . . . . . 7 8 2 4 . Reliquias . . . . . . . 8 3 25 . Los siete Sacramentos . . . 88 26. Transustanciacion . . . . . 9 1 27 . Un medio Sacramento . . . . 9 3

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No. Pág. 28 . Estrema Unción 98 2 9 . Del hacer penitencia ¡ 101 3 0 . Algo mas acerca de, la Penitencia . . . 1 0 5 3 1 . La relijion mas ríjida ¿ 109 32 . La comida de un dia de abstinencia . . 1 1 1 3 3 . La Misa . . . ¿ . . . 1 1 3 34 . Mas acerca de la Misa . . . . . 1 1 9 3 5 . La Hostia . . . . . . 1 2 7 3 6 . Sacerdotes . . . . . . 131 3 7 . Celibato del Clero . . . . . 1 3 5 3 8 . Un estado mas santo que el Matrimonio . 137 3 9 . Confesión auricular . . . . . 139 4 0 . U n error correjido . . . . ¿ 1 4 1 4 1 . Purgatorio . . . . . . . 143 4 2 ; Mas acerca del Purgatorio . ¿ . . 1 4 8 4 3 . Una cosa estraña ¿ 150 44 . Ganonizamiento de Santos . . . . 154 4 5 . E l General LAFAYETTE no descanga aun . 158 46 . Oraciones por los fieles difuntos ¿ ¿ . 1 6 1 4 7 . Una mejora ' ¿ . . . ¿ . 1 6 6 4 8 . La razón quincuagésima del Duque de BRÜNSWIC 169 4 9 . La razón undécima del mismo . . . 1 7 2 5 0 . Bellezas dadas á luz por la Sociedad de LEOPOLDO 176 5 1 . Continúa lo mismo . . . . . 1 7 9 5 2 . Parcialidad de la iglesia de Roma . ¿ . 1 8 2 5 3 . Supererogación . . ¿ ¿ . ¿ 1 8 5 54 . Conventos . . . . . . . 189 55 . Mr . BERRINGTON y la Señora MORE . . 1 9 2

Nota del Traductor • . . . . . . 196

PENSAMIENTOS SOBRI! EL PAPISMO.

1. SUFICIENCIA DE LA BIBLIA COMO BEGLA DE FE,

Y GUIA PARA LA SALVACIÓN.

ESTE punto viene á ser grande materia de controversia entre Protestantes y Romanistas. Nosotros los Protes­tantes decimos que la Biblia es suficiente : aquellos dicen que no lo es. Ahora bien, bajo el supuesto de que sea permitido á S. Pablo decidir el asunto en cuestión, nosotros convenimos desde luego en que á él se refiera. i Podrán nuestros contrarios oponerse' á una tan justa re­ferencia ? Consultemos pues á S. Pablo de la manera que puede serlo, es á saber, por medio de sus conocidos escritos. Unos y otros convenimos en que él escribió la epístola segunda á Timothéo. Pues bien, en el Capítulo tercero de dicha epístola, versículo 15, habla á Timothéo en estos términos : " Y que desde la niñez aprendiste las Sagradas Escrituras que te pueden hacer sabio para ¡a salvación." Que estas palabras están ecsactamente tra­ducidas del Griego al Español, cualquier escolar lo puede conocer.

Aquí pues tenemos lo que escribió S. Pablo, y yo no puedo creer que hubiese escrito en una carta á Timuthéo, que las Santas Escrituras pueden aprenderse por un niño, y aun hacerle sabio para la salvación, y que después diga de las mismas que deben esponerse ó esplicarse por la tradición, que son tan obscuras y abstrusas que ninguno puede probar cosa alguna por medio de ellas.

Pues i qué es lo que escrijTiTHsj. Pablo á Timothéo acerca '

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de las Escrituras Santas ? Recuérdale que las habia apren­dido desde su niñez, esto es, que las habia conocido tanto Como para entenderlas desde aquella tierna'edad. Ahora, ó Timothéo fué un niño muy estraordinario, de lo cual no tenemos pruebas, ó de otra suerte las Escrituras del Ant i ­guo y Nuevo Testamento, bajo la estension con que se reconocía este último en aquel tiempo,, son proporcionadas á la intelijencia de un niño. Yo no veo como pueda elu­dirse esta consecuencia. Si él hijo dé Eunice pudo, y de hecho llegó á conocer y entender las Santas Escrituras,

• l porqué no ha de" poder mi hijo, y cualquiera otro de una Ordinaria capacidad ó entendimiento ? ¿ Y que otra cosa inas necesitamos para tener una regla de fé, que una Biblia que puede entender y aprender un niño ? La Biblia pues no puede ser insuficiente regla de fé por falta de claridad. Queda establecido este punto.

Pero S. Pablo dice algo mas á Timothéo acerca de las mismas escrituras. "Las cuales," dice, " te pueden hacer sabio para la salvación." ¿Mas que es lo que pretende

• enseñar y recomendar éste hombre? El habla como si hubiese"'tomado lecciones dé Lutero. ¿ Cuando "vivió ? Dicen que la relijion Protestante cuenta solamente tres­cientos años de antigüedad ; mas aquí encontramos con •un hombre que vivió'hay ya muy cerca de diez y ocho siglos, y que escribe en orden á las Escrituras" Santas, ¡cosa éstraña ! lo-mismo que si fuera un Protestante. Dice (véase el testo mismo orijinal).: " que pueden hacerte sabio piara la salvación." (Y quien es el que desea ser mas sabio que las Escrituras mismas ? Si ellas : pueden hacer a u n o sabio, ; no podrán igualmente hacer á-otros muchos ? Queda pues sentado que las Escrituras pueden aprenderse por un niño, y hacer sabios para la salvación á aquellos que las aprendan. Tal es la decisión de S. Pablo, y olla debe poner fin á la controversia. -: Sí éstb-no prueba la suficiencia'de la Biblia como regla '-de fé y -guia para la

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salvación,' yo ignoro- como pueda- probara^ náirgtipa; ptr4 cosa,,, T E n t r e t a n t o , .cuando se. •me'.-.argiiya: sobre la, .iiisufi-, ciencia;y,-oscuridad .de nuestra regla de fé, yo. estoy resuelto á empuñar la espada del Espíri tu que hallo á, manp'-en.este lugar - (2»Tim. jii. 15) . Yo pienso hacenire firme-cou esta arma de celestial temple, y manejarla coa denuedo, hasta que mi contrario se rinda ó retroceda. E l se veria precisado á abandonar el campo, para forjar allá, en lo oculto, como tiene de costumbre, planes de guerra poco jenerosos, por no decir otra cosa.

Pero, antes de cerrar la discusión presente, debo decir, que, si las Escrituras que ecsistian cuando S. Pablo escri­bió á Timothéo fueron capaces de instruir en lo coneerf niente.á la' salvación, ¿ cuanto mas lo serán con lo que' se ha añadido después al canon de ellas ? Y aquí tenemos, ya, aunque de paso, una contestación á la pregunta que hacen los Papistas con cierto aire de triunfo. " Si tal es , ' ' nos dicen, " la .regla de vuestra fé, ¿ como aprendieron los Cristianos en el espacio de mucho tiempo antes que es­tuviera escrito y recibido el Nuevo Testamento ? " ..Miiy bien ; ellos tenian Escrituras suficientes para hacerse sabios en orden á la salvación en los tiempos de Timothéo, y, muchos años antes de éste, tenian todo el Antiguo Tes .-tamento, y una parte del Nuevo. Ahora con Moysé's y los. Profetas, con los Salmos y Evanjelios, y con un número no pequeño de hombres divinamente inspirados, yo creó que deben tener uu alivio ó socorro de grande importancia.

Una cosa mas deseo decir, y es, que para en tender l a Biblia, hay una ventaja, de la cual carecen aquellos libros cuyo autor no es personalmente accesible. La ventaja es, que tenemos diariamente, y en cualquiera hora .del diá, oportunidad de consultar al Autor de la Biblia sobre el sentido é ihtelijencia de la misma. Podemos, siempre que nos parezca, diiijirnos á él, y pedirle que nos inter­prete algún pasaje dificultoso. Podemos elevar nuestros

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ojos desde la palabra de la verdad, cuando nos ocurra alguna cosa que difícilmente comprehendemo6, y dirijirnos al trono de la grada . ¡ Y con cuanta confianza no podremos ha­cerlo a s í ! Santiago nos dice que tenemos la Biblia para que nos informe y guie, y sienípre oportunidades de consultar á su autor con respecto á la intelijencia de ella. ¿ Y no es esto bastante? . Yo por mi parte quedo satisfecho. Puedo dispensar con los padres, &c. &c.

2. ORÍJEN PE LAS HEREJÍAS.

I)roEN los Romanistas que lo es la Biblia, sin duda con el designio de cohonestar en cierto modo el alto crimen de representarla como un libro peligrosísimo, cuyas mas sen­cillas narraciones podrían estraviar el ánimo de aquel que se tomara la libertad de juzgar sobre ellas. Así es que, para ponderar el supuesto peligro, no escrupulizan trazar y atribuir todos los errores y divisiones que prevalecen, á Jas Escrituras como á su propia fuente y oríjen. Mas < conocen ellos el libro que así acusan ? Cómo se atreven áacusar á Dios de ser " e l autor de la confusión?'' ¿Cómo culpar á la Biblia, diciendo ser manantial de errores ? Jesu-Cristo da una muy diferente razón sobre este nego­cio. "Voso t ros erráis ," dice á los Saducéos, " n o sa­biendo las Escri turas ." (Mat. xxii. 29.) En la ignorancia de las Escrituras coloca el oríjen de las herejías, y no se aviene con los sacerdotes quienes con interpretaciones violentas habian desfigurado la intelijencia de la eterna verdad, hasta llegar á abandonarla para ir en pos de hu­manas y fabulosas tradiciones. Aquí sería conveniente que el lector tomase en consideración el gravísimo cargo que hizo Jesu-Cristo á los Doctores de la Ley, en el Ca­pítulo xxiii. de Mateo, v. 13 . Bajo el supuesto de que la lectura de las Escrituras sea causa de herejías en la

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relijion, es muy de esfrañar no cayesen en error los Judíos de Beréa, los cuales escudriñaron aquellas atentamente, para ver si merecía crédito lo que Pablo les predicaba.' Yo sospecho que habrían mostrado, en un caso igual, de­ferencia A la predicación de Pedro y á sus doctrinas. Como quiera, ellos no se hundieron en el error por haber escu­driñado las Escrituras ; antes bien, " por lo mismo creyeron muchos de ellos." (Hech. xvii. 11 , 12.)

Dígase lo que se quiera de estos Judíos de Beréa ; ello es que, " ecsaminando todo el día las Escrituras para ver, si era cierto lo que se les decía," no se portaron como buenos Católicos Romanos. Así que deben contarse en el numero de aquellos afortunados, á quienes no alcanzó el anatema de nuestros dias fulminado contra cuantos han osado imitarles. Al cabo no debe admirarnos que aquellos nobles Bereanos no cayesen en algún error fatal, en razón á haber leído y ecsaminado las Escr i turas ; pues ni la lec­tura de éstas, ni la de sus mas difíciles pasajes es peligrosa, á no ser que las adulteren, como, dice el Apóstol Pedro en su 2a. carta (iii. 16) , " lo hacen los indoctos é inconstan­tes " torciendo y haciendo violencia al verdadero sentido y contesto de las mismas.

3 . INTERPRETACIÓN PRIVADA.

TODO el mundo sabe con cuanto denuedo los Romanos se oponen á la lectura de la Biblia, ó, por decirlo mejor, á que el lector piense en lo que lee en ella. Puede leerla, sí, bajo la condición de que deje á la Iglesia el hacer sus veces en pensar. Puede poseer un Nuevo Testamento* ;

* Esto es ep América, donde no hay ley que lo prohiba, ni tam­poco se forman camas de fé, como sucede en España, donde, en este año de 1838. se persiguen beneméritos ciudadanos por alguna» autoridades eclesiásticas.

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y, cuando ..ojeándole, encuentre un pasaje .como el si­guiente,: " D e tal manera amó Dios al mundo, que dio á su Hijo Unijénito, para que todo aqnel que crea en, él no perezca, sino que tenga vida e t e r n a " (Juan iii 1 1C), ó e s to t ro . : . " Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os a l iv iaré" (Mat. xi. 28); aunque se le 'germita leer las palabras, no ha de escederse á formar sobre ellas juicio alguno, aunque sea muy duro el dejar de hacerlo,: pues, son tan fáciles de intelijencia como de lec­tura. ;.Mas no se le permite que de suyo las entienda. Incurriría en grave peligro tratando de entenderlas por sí solo. .Quedaría reo del delito de la interpretación privada. Antes que trate de entender estos pasajes, ha de pregun­tar cómo los interpreta constantemente la Iglesia, cómo han opinado de ellos los Papas y Concilios Generales, y cómo todos los Padres, desde Bernabé hasta Bernardo, sin escluir ninguno,.los han entendido. ¡ Pobre del Pecador ! Dura es su suerte, pues no se le permite contemplar el amor tan admirable de Dios, según se manifiesta en el don inefable de su Hijo, ni acojerse á Jesús , ni hallar en él descanso, sin anda rá tientas por tantos caminos indirectos. Yo, por mi parte, no puedo desprenderme de la sospecha de que no es necesario ejecutar tantos y tan largos rodeos; y que no se peca muy gravemente, aun cuando el lector entienda pasajes tales como estos, según el significado mas obvio de sus palabras.

Mas el. Romano pregunta : " ¿ No condena S. Pedro lá interpretación p r i v a d a ? " Y nos cita el versículo si­guiente : " Ninguna profecía de la ; Escritura es de inter­pretación propia, ó privada." (2. Ped . i. 20.) Bien sabido es que, aunque ellos no sean muy aficionados á la Biblia, no les complace poco el hacerse con algún pasaje de ella que parezca ha de servir en «poyo de sus ideas. Y , como no es mas que una pequeúa porción de la Biblia la que tiene aun la apariencia de favorecer su partido, es gra-

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ciosó ver con cuanto anhelo cojen alguna tí otra sentencia que á primera vista parece que promete ayudar su causa, y con cuanta tenacidad porfían en citarla. Así hacen con el versículo de S . P e d r o . Lo recitan concier to aire dé complacencia, y preguntan con mucha confianza ¿ qué pueden tener los Protestantes que replicar á esto ? -

No tengo inconveniente en responder á nombre dé los Protestantes, presentando dos ó tres objeciones á la con­secuencia que sacan de las palabras de Pedro. ;

Decimos que este pasaje no hace al caso, como 16 citan los Romanistas, porque, aun dado que el derecho del juicio privado, y de la interpretación privada, se 'destruyera por la Citada autoridad, según lo sostienen ellos, no'.pódriá suceder semejante privación sino con respecto á una pe­queña parte de la Biblia, es á saber, á la profética. Nú dice que otra parte alguna, la historial, por ejemplo, la didáctica, ni la parenética, no es de interpretación privada, sino solamente la profética, en la cual se encierran predic­ciones de cosas venideras. No dice que ninguna Escri­tura, sino que " ninguna profecía de la Escritura, es de interpretación privada." Concedido, pues, á l o s Romanos todo lo que demandan con las palabras de su argumento, ños resta todavía franca la mayor parte de la Biblia para la interpretación privada. Pedro nos impone una restric­ción solamente én materias de profecía.

Empero, séamé permitido decir, en segundo lugar, que, dé todos modos, es fácil demostrar que la observación del Apóstol no puédé significar lo que dicen ellos. Si él lec­tor quiere remitirse al lugar citado, verá confirmado lo qué digo, por él contesto inmediato siguiente* Verá que Pedro , habiendo dicho que ninguna profecía de la Escritura es dé interpretación privada, prosigue aclarando esta proposi­ción,- ampliáñdbki en éstos términos : " P o r q u e en ningún tiempo fué dada.la profecía por voluntad de hombre (ésto és-,' eíWM'-Tüé dé invención humana, ella iio ésprésá las

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conjeturas de los hombres). Mas los hombres Santos de Dios hablaron siendo inspirados del Espír i tu Santo ." Ahora pregunto ¿ Si esta razón confirma la esplicacion que los Romanistas hacen del pasaje ? El que la Biblia haya sido escrita por hombres inspirados de Dios < es una razón para que deje de ser de interpretación privada ? La circunstancia de que Dios les haya inspirado los conceptos, y aun sujerídoles las palabras con que debian representar­los, ¿ hace que la producción no sea intelijible, ó que sea de tan equívoca significación, que sea peligroso permitir ií un particular leerla ? Eso sería equivalente á decir que Dios mismo no puede darse á entender tan fácilmente como los hombres. El argumento, pues, que los Romanos deducen de este pasaje, se puede resumir en los términos siguientes : La Biblia es un libro inspirado, y en razón de ello es demasiado oscuro y ambiguo para que sea de inter­pretación privada. Es inspirada, y de consiguiente, no es intelijible.

Si es tan difícil entender lo que Dios dice, { como pudo el divino Salvador darse á entender con tanta claridad al pueblo que le oía con gusto ? Las jentes debieron enten­derle cuando decia: " Venid á mí y yo os daré descanso." A lo que parece, el Sermón del monte fué bien entendido de sus oyentes, y no vemos que ninguno fuese á preguntar á otro de que manera le entendía. Ninguno necesitaba de esposi tor; cada cual se valia de su juicio privado, medi­tando lo que habia oido de Cristo. Ahora bien, si lo que Jesús dijo al pueblo y lo cual entendió éste sin' dificultad entonces, se ínibiese puesto en escrito por aquel tiempo, i aquellos mismos que lo entendieron cuando predicado, no lo hubieran entendido cuando puesto en escrito ? Los discursos orales de Jesu-Cristo siendo muy intelijibles según procedieron de sus labios, < se trocaron en enigmas luego que fueron escritos ?

Pero volvamos por un momento al pasaje de Pedro. 'Yo

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Soy de opinión que la palabra Griega qué éomuntnente se traduce interpretación, se debe traducir invención^ según algunos, ó, según otros, impulso; y qué él versículo 21 debe considerarse como una esplanaciori del que precede. Si realmente intentó el Apóstol negar á los Cristianos el derecho del juicio privado, (porqué en el versículo 19 eesorta á todos los Santos á atender á la palabra mas firme de los profetas, á la palabra de los mismos profetas, la interpretación de cuyas predicciones, le suponen decir, estaba fuera del alcance del juicio privado de los hombres ? ¿ Para que atender á la palabra de los profetas sino la po­dían esplicar ? c y porqué llamar la palabra de ellos una antorcha qiic luce en lugar tenebroso ?

Finalmente : si ninguna parte dé la escritura es de in­terpretación privada, se sigue necesariamente que tampoco lo será este mismo versículo dé 2 Ped. i. 20 . Mas esto no obstante, el Romano ejerce su juicio privado sobre el mismo testq¿que lo prohibe, y lo somete al juicio privado del Protestante; con la esperanza de convertirle por este medio. Según se pretende, ninguna parte de la Escritura se puede interpretar privadamente inas este misino pasaje ha de ser interpretado así, á ñn de que la prohibición sea entendida;

4. EL PAVXSJIO SÍN FUNDAMENTO EN. LA ESCRITURA.

PROMETO probar que la relijiou Romana es contradictoria á la Sagrada Escritura. Si puedo cumplir con esta prome­sa, quedaré contento, porque estoy cierto que una relijiou: que profese ser el Cristianismo, y no cuadre con las decla­raciones de Mateo, Marcos, Lúeas, Juan , Pablo, Pedro , Jacobo y Judas , jamás será admitida en los Estados Unidos de América. Será tenida por buena, no lo niega yo, en España, Portugal é I ta l ia ; pero no'aquí.- La Biblia se respeta demasiado para que lo fuese en esta

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tierra de Republicanos. Bien sabemos que la libertad es muy deudora á la Biblia. Sabemos que el despotismo no puede ecsistir mas en el pais en que la Biblia, la magna charta que Dios entrega á los pueblos,, está en manos de los habitantes .* Además que el pueblo de estos estados es bastante sensato, y nunca tendría por Cristianismo aquello que los evanjelistas y apóstoles ignoraban totalmente. Po r lo cual creo que habré ganado el punto, si puedo manifestar que el Romanismo y la Biblia estén opuestos entre sí. Si no me engaño, lo haré muy fácilmente.

Los Romanos mismos proceden como los que no confian en que su relijion esté conforme con las Escri turas. Si creen que su relijion se halla en la Biblia ¿ porqué no po­ner la Biblia en las manos del pueblo, y aconsejarle leerla, Á fin de que todos vengan á ser buenos Católicos, ó, siendo buenos ya, que perseveren tales ? Si la Biblia contiene su relijion, i porqué no la hacen circular por todas partes ? Tienen una versión Inglesa propia, la de Douay : ¿ porqué, pues, no la ponen en circulación ? ¿ Porqué dejan á los Protestantes todo el trabajo de distribuir las Sagradas E s ­crituras? Sobre todo, ¿porqué combaten los esfuerzos de las Sociedades Bíblicas, si estas no hacen m a s . q u e multiplicar y difundir los ejemplares del libro que contiene justamente la misma relijion que llaman la Católica Ro­mana ?

Lo que mas me maravilla es, que los individuos de la Iglesia de Roma no se esmeren eu una promulgación uni­versal de las dos cartas de Pedro, su apóstol predilecto, que dicen fué el primer Obispo de Roma, y primero de los Papas. Reconocen por auténticas las dos epístolas

* El traductor no es Republicano. Ha jurado fidelidad á su monarca, á quien Dios guarde largos años en prosperidad. Pero deja á su orijinal hablar en su estilo natural, y siendo ciudadano de una grande nación, debe permitírsele que hable con su acos-. tumbradaübcrtad.

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_ ÍA. , mi ¡»i rumore . Pues bien, ¿ porqué no recomien­dan la lectura de ellas á sus feligreses ? No me admiro de que procuren ocultar al pueblo las cartas de Pablo, quien dice (Gal. ii. 11.) que resistió á Pedro en su cara, porque merecía reprehensión. E n aquel momento se ie olvidó á Pablo de que Pedro era supremo é infalible. T o ­dos padecemos falta de memoria en algunas ocasiones. Mas lo que yo admiro mas, es que los directores de la Iglesia no quieran dejar al pueblo escuchar á Pedro . Acabo de leer sus epístolas para ver si puedo descubrir lo que haya retraído á los Romanos de su publicación. Acaso será porque no dice nada de R o m a ; á menos que no sea ésta la misma ciudad de que habla bajo el nombre de Ba­bilonia (1 E p . v. 13) , pues también Juan así la llama en su Apocalipsis, y porque tampoco dice una palabra siquiera sobre la dignidad de Obispo de Roma, ó Papa . Tal vez este hombre, Pedro , no sabia que él mismo era Papa. Pero .no, él piensa muy al contrario, pues dice en su primera Epístola (y. i.) : Ruego á los presbíteros que hay entre vosotros, yo presbítero como e l los : ¡P resb í ­tero ! ' N a d a mas que Presbí tero. T e equivocas, Pedro . I No sabes que eres Obispo Universal, Primado del Cole-jjo Apostólico, Cabeza Suprema é infalible de la Iglesia ? No Señores, no lo sabe. Parece, ignorarlo todo. Ahora creo que he descubierto el motivo verdadero porque no juzgan por conveniente que el común del pueblo se fami­liarice con los escritos de Pedro.

Mas lo que yo quisiera es, que los de la jerarquía de Roma, mandasen imprimir una buena edición de las cartas de este Apóstol , y que las circulasen entre sus fieles, porr que , si su relijion es la misma que se halla en los escritos del Apóstol, yo no volvería á trabar controversia con ellos.

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5. DAÑO EN CREER DEMASIADO.

DICEN comunmente los sectarios del Papa, que es mejor creer con algún esceso, que no creer suficiente ¡ y, entre los varios argumentos por cuyo medio propuran hacer pro­sélitos, uno es que creen todo lo que creen los Protestan­tes , con mucho mas, que nosotros no creemos. Y de ahí quieren inferir que su relijion tiene todas las ventajas que puede tener la nuestra, con algunas de mas. De manera que, si uno puede estar con seguridad en la Relijion de Ja Reforma, mucho mas seguro debe estar en la de Roma. Y como sé que este modo de hablar (no es digno de lla­marse raciocinio) tiene alguna influencia en hacer proséli­tos entre cierta clase de jeute , me tomaré la libertad de cesaminar una tal sentencia. ¿Porqué es mejor creer demasiado que no creer suficiente ? E l escesp en otras cosas no es 'mejor que su defecto. El comer ó beber mas de 'lo suficiente, no es mejor que el comer ó beber con parquedad. El creer que dos y dos son cinco, está tan fuera de la razón, como lo estaría el creer que dos y dos son tres. El uno de estos errores confundirá un cálculo tan fácilmente como el otro. El hombre que cree que dos y dos son cinco, no se aventaja sobre el que calcula.bien, aunque se proponga manifestar qne cree toda la verdad,, y algo mas.

Cierto escritor, quien debe ser de alta autoridad tanto en Roma cuanto en todas las demás partes del mundo, representa las adiciones á la verdad como tan perjudiciales y tan ofensivas á los ojos de Dios, como lo son las dimi­nuciones de ella, Sus palabras son : " Protesto á todo el que oye las palabras dé la profecía de este libro, que, si alguno añadiere á ellas alguna cosa, pondrá Dios sobre él las plagas que están escritas en este l ibro; y, si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, quitará P í o s su parte del libro de la vida, y de la ciudad Santa, y

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de las cosas que están escritas en este l ibro." (Apoc. xxi i . 18, 19.) Aquí se deja A*er lo que un hombre ha de granjearse, creyendo mas que suficiente. Así que seme­jante creencia no es tan segara como la representan los Romanistas, y el añadir no es menos culpable que el quitar. Por cualquier artículo que se añada, se añaden todas las plagas que están escritas en aquel libro.

5egun yo alcanzo á entender este asunto, una de las razones porque las adiciones á la verdad son tan ofensivas á la vista de Dios, es porque dichas adiciones quitan de aquello á lo que se añaden ; del mismo modo que cuando un hombre echa un remiendo de paño recio en un vestido viejo, su mismo rellenar tira del vestido (Mat. ix. 16). Todas las adiciones que Roma ha hecho en el cristianismo, ceden en menoscabo de algunas de sus doctrinas. Esa maestra de la cristiandad, al principio hace una rotura en la vestidura de Cristo, y luego le echa su remiendo. En orden á hacer lugar por donde introducir la doctrina de méritos de hombres, t iene que rasgar una porción corres­pondiente á la de los méritos de Cristo. La doctrina sostenida por los Protestantes , es, que somos justificados por la sola fé,* sin obras de ley. EÍ 'Romano dice que no es así, sino que nuestras obras buenas influyen en orden á nuestra justificación. Ahora esta adición no deja entero aquello á lo que se añade, sino que lo disminuye.

Nosotros sostenemos que Jesu-Cristo ofreció en la Cruz un sacrificio perfecto. Los Romanos tratan de añadir á este el sacrificio, según lo llaman, de la misa. Como no les satisface la declaración qne " Cristo fué una sola vez

* Cuando decimos que somos justificados por la sola fé, no in­tentamos escluir la práctica de las virtudes, ni la obediencia íi las leyes, así divinas como humanas ; antes bien creemos que por la fiel observancia de unas y otras, se distingue el verdadero creyente, y que sus buenas obras son el fruto que necesariamente acompaña 0 una fé no finjida.

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inmolado para agotar los pecados de muchos" (Heb . YK. 28) , enseñan la doctrina ecsótica de que Cristo vuelve á ser ofrecido de nuevo, cada vez que u n Sacerdote guste celebrar una misa.

No puede haber cosa mas ajena de la verdad, que lo es el decir que el Romanista cree todo lo que cree el Pro tes ­tante , con mucho mas. En efecto, este último miembro de la proposición es una verdad. Los Romanos creen muchísimo que los Protestantes no admitimos, y se debe confesar, que, en cuanto á. la cantidad de su fé, nos aven­tajan mucho. Allí tienen todo aquello que se comprehendc bajo el título de Tradición. Ellos lo creen todo ; mas los Protestantes quedamos muy satisfechos con la sola Sagrada Escritura. Pero no es verdad que los Romanistas creen todo lo que nosotros. No creen prácticamente la doctrina de la rejeneracion, ni de la justificación, ni algunas otras que tenemos por principales.

" E m p e r o , " preguntará a l g u n o , ¿ no se encierra en las Escrituras todo lo que creen los Protestantes ? " Sí Señor. . " P u e s bien, los Católicos creen en las Escri turas. Luego creen todo lo que creen los Protestantes , y después de ello creen también en la tradición; de manera que creen todo lo que creen los Protestantes, y algo m a s . " Es to por cierto es buena lójica. Pero, si la Tradición y la E s ­critura se contradicen entre sí, entonces diremos, ¿qué especie de adición á un testimonio será el dicho de otro testigo que le contradice ? Y o podría dar algunos raros ejemplos de semejantes .adiciones. E l Romano cree con la Escritura, que el matrimonio es honorable en todos*

* Según el Griego orijinal; ripios á ydfips éi> irSm, que se tra­duce bien por la Vulgata. "Honorabile connubium in ómnibus," y por la.Itálica " Venerabile connubium,.&c." Las versiones vulgares al Español disfrazan el testo con un sea honesto. Las versiones mejores son corno, la de Diodali " 11 matrimonio e '] letto immaculato e onorevole in tutti."

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(Heb . xii. 4 ) , y también cree con la Tradición qué es muy vergonzoso en algunos. Una de las reglas de su fé pro­nuncia que, " como un paño de menstruosa, son todas nuestras jus t ic ias" (Is . lxiv. 6) ; mas hay otra también, que asegura que " S i ' alguno dijere que las obras buenas del hombre justificado son dones de Dios de tal manera que no sean igualmente buenos méritos del mismo justifi­cado, . . . . maldito sea" (Oonc. Trid. Ses. vi. Can. 3 2 ) . La Escritura dice que Pedro "merec ía reprehens ión" (Gal. ii. 1 1 ) ; mas también creen ellos que era infalible. Según la primera autoridad, Pedro fué un simple Presbí ­t e r o ; mas, según la otra que también se reconoce en Roma, fué obispo universal, &c. E l Romanista dice que cree las dos autoridades, y que de consiguiente está mas seguro que el Protes tante . Muy b i en ; en el momento que llegue yo á creer ambas proposiciones repugnantes, creeré todo cuanto crea el hijo mas devoto del Papa. Mientras tanto que no, estaré contento con creer lo suficiente; y, como no deseo estar mas que seguro, me determino á continuar, como Protestante , en no creer mas que lo suficiente,

6. LOS NUEVE MANDAMIENTOS.

" ¡ Los nueve mandamientos ! " ¿ Qué quiere decir esto ? Siempre creí que hubo diez. Y, en efecto, diez había an­tiguamente. Dios dictó este número de mandamientos desde la cumbre del Sínai. E l dedo de Dios los grabó en las tablas de piedra, y, cuando se renovaron las tablas, todavía fueron conservados los diez mandamientos de la ley. Los Judíos, depositarios de las Escrituras del Ant i ­guo Testamento, siempre han reconocido el mismo número, como igualmente la Iglesia primitiva, y después de ella todos los Cristianos, menos los de Roma, en sus credos y catecismos. Pero los Romanistas (ellos pueden tomar-

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se alguna licencia, porque, siendo la Iglesia verdadera, son infalibles; y, si alguno se constituye infalible, no es menester que desde luego proceda con mucho cuidado), aquellos Cristiauos que tienen su cabeza allá en Roma, quitan uno de los mandamientos 5 y es cierto que, si de diez se quita uno, restan nueve. Y así no tienen mas que nueve mandamientos, de manera que el suyo no es Decálogo, sino Nonálogo.

Esto es el hecho; mas, cuando me lo dijeron algunos años ha, creia que los Protestantes estaban calumniando Á los Católicos, y r e spondí : Eso no puede ser. No es po -sible que hayan osado abreviar la ley de Dios, borrando uno de sus preceptos. No es posible que hayan cometido tamaña impiedad. Sería lo mismo como si algún Israelita sacrilego hubiese entrado en el Lugar Santísimo, abierto el arca de la Alianza, y, sacando las tablas de piedra, obliterado con instrumento de hierro uno de los manda­mientos grabados en ellas por el dedo del Señor. Pero después me ocurrió el pensamiento de que era muy impro­bable que una calumnia totalmente infundada, como esto de los mandamientos se me habia figurado, hubiera obte­nido crédito entre todos. ¿ Quien hubiera pensado de acusar á k>s Romanos de haber suprimido uno de los mandamientos, si no lo habian hecho, ni tampoco alguna otra cosa semejante ?

A fin de salir de la duda, me determiné á averiguar la acusación, y vi que estaba fundada en el hecho, y que no era calumnia. Vi con mis propios ojos los catecismos pu­blicados con autorización de varios Obispos y Arzobispos, los cuales todos carecían de uno de los mandamientos ; y el lector podrá ver la misma cosa en el " M a n u a l de Pie­dad Católica," impreso en Filadelfia. En dieho manual la' lista de los mandamientos se halia de esta manera.

1 ? Yo soy el Señor tu Dios, no- tendrás Dioses ajenos delante de mí.

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2 ? No tornarás el nombre del Señor tu Dios en vano. 3 P Acuérdate del dia de Sábado, & c *

Se verá que el mandamiento borrado es el segundo, sien-> do éste el que mas ofende á los Romanos. He lo aquí, copiado al pié de la letra. " N o liarás para t í obra de escultura, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de las cosas que están en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás, ni les darás culto : Yo soy el Señor tu Dios, fuerte, ce­loso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta jeneracion de aquellos que me aborrecen, y que hago misericordia sobre millares con los que me aman, y guardan mis preceptos" (Ecsodo xx. 4 , C). No les gusta este precepto, porque están entregados al culto de las pinturas é imájenes que tienen en sus igle­sias. ' Dicen.que estas cosas escitan maravillosamente lá devoción, y-por:amor de-ellas han' querido abolir un man­damiento de Dios . David dijo : "Caminaba derecho á todos tus mandamientos" (Sal. cxviii. 128) ¡ mas David no era Católico, en el sentido moderno de la palabra.

Muy bien y habiéndose desprendido del segundo man­damiento, llaman segundo al tercero, toman por tercero el cuar to , 'y así siguen contando mal hasta el décimo, que según ellos viene á ser el nono. Mas ; como no les sonaría muy bien " los nueve mandamientos," pues la Biblia dice que son diez (Ecsod. xxxiv. 2 8 . Deut . iv. 13) , y como ya se ha envejecido la costumbre de decir " los diez manda­mientos", les fué forzoso inventar algún modo de llenar el número.- ¿ Y como habían de hacer esto ? Dividiendo el

* El Decálogo verdadero se halla en el libro, del Ecsodo, Cap. xx., y el lector que quiere comparar este espécimen de los Catecismos Americanos con la "Doctrina Cristiana" que se usa en España, no dejará de advertir que los libros manuales de los Estados Uni-dos, como se esponen á los ojos de los herejes, tienen menos varia,!, cion literal del Sagrado testo.

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nono, según ahora le tienen contado, en dos partes, la primera de las cuales llaman el mandamiento nono, y la otra pasa por el décimo.

Asi hacen diez en el Manual de Filadelfia, correjido y aprobado por el muy Rev. Obispo Kenric. E l último está partido y disfrazado del modo siguiente ;

9 ? No codiciarás la mujer de tu prójimo, 10 P N o codiciarás los bienes de tu prójimo.

Así producen dos mandamientos contra la codicia. No es muy probable que el Señor lo hiciera así, N o creo que así estaban distribuidos en las tablas de piedra. Pero vemos claramente que no les convendría dejar correr entre el pueblo aquel segundo mandamiento; y, como tampoco sería conveniente mudar el numero para el vulgo, se vieron como precisados á hacer lo que hicieron.

Mas , al fin de todo, está muy mal hecho, y esto no está tan diestramente manejado como lo están las mas de las trampas del Papismo. Luego hagan como quisieren, no tendrán mas de nueve mandamientos, porque, como sabe­mos todos, si se corta una cosa en dos par tes , salen dos mitades, no dos ín t eg ros ; uno solamente queda, Y por la mismo razón el nono mandamiento no sería mas de uno, aun si estuviera dividido en cuatro. Si estos Señores porfían en dividir el ultimo de los mandamientos, deben llamar la mitad primera el mandamiento 8 | , y la otra el mandamiento 9. Esto sería proceder honradamente, pues saben que han omitido uno de los diez, que el Señor escribió. Saben que él publicó diez, y que ellos no re ­conocen mas de nueve. E l dividir uno de los nueve, y luego decir que reconocen diez, es una maniobra muy despreciable. Saben que los mandamientos, como se p re ­sentan en muchos de los Catecismos, no se conservan en la misma forma en que se hallan desde que Dios los escri­bió en.las tablas de piedra, Saben que falta uno, y saben bien porqué. Deben guardarse de semejantes fraudes,

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porque el Señor es un Dios; fuerte y celoso, y visita la iniquidad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta jeneraciou de los que le aborrecen, y no guardan sus preceptos.

Harían bien en confesar que en esta materia han errado. Luego que lo quieran confesar, les perdonaremos, y no les daremos mas reprehensiones. Sabemos que el tratar de este asunto les desagrada mucho, porque no saben como disculparse. Así e6 que, si alguno les pregunta : " ¿ Por­qué han omitido Vds . el segundo mandamien to?" res­ponde» : " N o lo hemos omitido en todos nuestros l ibros ." Replica el objetor ; " ¿ mas porqué le han omitido en alguno ? " Aquí se concluye la conversación, sin que jamás se responda al último ¿ Porqué ?

7, ANTIPATÍA DE LOS PAPISTAS A LA BIBLIA.

N o debe causar sorpresa el que los Papistas^no gusten de la Biblia. Es por la misma razón que Achab, Rey de Israel, se disgustó de Micaías, profeta del Señor, que no le profetizó cosa buena, sino siempre mala (3 Reyes xxii. 18). Es muy natural que uno contraiga antipatía contra quien le está siempre acusando; y para amar á un enemi­go es menester un grado muy sublime de.virtud. Ahora bien, la Biblia toda se opone á la relijion de ellos, y está profetizando mal contra ellos, como el Profeta Micaías contra el rey Achab. E s natural, pues, que el Papista se disguste con la Biblia ; y no debemos esperar otra cosa. Con todo, estraño un poco de que no procuren disimular su disgusto j porque, á la verdad, no parece bien que una iglesia que se Jlama de Dios, muestre aversión á la ley del mismo. Es muy feo, por no decir cosa peor, que la Igle­sia que se jacta de ser la única Cristiana, salga como antagonista formal de las Escrituras Cristianas.

Me admiró mucho, algunos años hace, que el. Papa publicase una carta encíclica, en que se prohibió la lec-

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tura cíe la Biblia en lenguas vernaculares. Parece muy mal que, diciendo Jesu-Cristo en su Evanjelio: " E s c u ­driñad l a s : Escr i turas ," ese Vicario de Cristo diga en su pastoral j " N o , ni siquiera os es permitido poseer las ." Es t e Papa parece contradecir á Cr i s to ; mas puede ser que las especies me engañen en este caso, como á todos engañan en la transustanciaeion. Pero debo hacer justicia al Papa. N o prohibe de todos modos la lectura de la Biblia, sino solamente cuando esté traducida en lengua vulgar. Su Santidad y sus discípulos ultramontanos no dificultan el que alguno tenga en su poder un ejemplar de las Sagradas Escrituras, puesto que esté en idioma que no entiende. Su sectario, si es Inglés, puede poseer una Biblia Francesa; el Francés relijioso puede tener una en Inglés, ó en Holandés ; y á entrambos se les permite leer la Biblia Latina, á no ser que hayan estudiado el Lat in . Porque, luego que la lengua Latina llega á ser conocida, se hace tan vulgar como otra cualquiera. Le creo debido al Papa en justicia, el decir esto en su favor. Lejos sea de su Beatitud el prohibir la lectura de las Sagradas Escrituras, á no ser que estén divulgadas en idioma ver­nacular.*

Otro hecho mas reciente me ha causado admiración. Es

* Es notorio que.León XII . publicó una Carta encíclica, fecha­da en Roma el 2 de Mayo de 1824, en la cnal acusó á la Sociedad Bíblica de haber pervertido las Escrituras, traduciéndolas en len­guas vernaculares. La Sociedad Bíblica se muestra superior á sus calumnias; pero no será inoportuno divulgar un hecho no jeneralmente conocido, y es que la congregación del índice de Roma dio una comisión, no muchos años hace, á uno que ahora lleva el báculo episcocal, y está bien conocido por una paráfrasis que ha hecho de la Biblia en buen Castellano, encargándole que ecsaminase las versiones de la Biblia en dicho idioma, ó en otros, que se han introducido en España por las Sociedades Bíblicas, en orden í descubrir las corrupciones que se presumía habían hecho en ellas los Biblicistas. Habiendo este eclesiástico desempeñado

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que un estudiante del Colejio de Maynooth en Irlanda, llamado O'Beirne, ha sido espulsado de dicho Estableci­miento, por haber querido leer la Biblia, á pesar de que se le había prohibido. Una espulsion no es poca cosa. Debe ser tenida por muy odiosa la ofensa que se castiga con tan grave penalidad ; mas, para mí, el acto de leer la Santa Biblia no sería un delito. No sé si los Señores de Maynooth han prohibido la lectura de otro libro alguno, mas creo que no. De consiguiente, deben tener este Santo libro por el peor del musido. Un estudiante en aquel Colejio puede leer todas las impurezas é impiedades de los Autores Clásicos Latinos, sin incurrir en el riesgo de ser espulsado••; pero, si lee la Biblia, le echan fuera con deshonra. Tal vez dirán que el joven no se espulsó por haber leido la palabra de Dios, sino por haber menospre­ciado los jefes de su Colejio, leyéndola después de p ro ­hibida por ellos su lectura. Esto es algo diferente, es verdad; mas, con todo, semejante espulsion es cosa muy dura. Jesu-Cristo no le mandó solamente leer las Sagra­das Escrituras sino escudriñarlas, que es mas. Las auto­ridades del Colejio, por el contrario, se lo prohibieron del todo. De suerte que pecó, obedeciendo á Cristo con preferencia á los superiores de Maynooth. Por lo que yo veo, podian á lo menos calificar su pecado de venial, disi­mulando así un poco la grave ofenga de haber el estudiante antepuesto la autoridad de Jesu-Cristo á la de ellos. Y yo no creo que cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, le eche fuera por eso, sin embargo de que los del Colejio le han espulsado.

su comisión, dio por respuesta á la Santa Congregación, que no habia podido hallar, en las versiones de la Sociedad en lenguas vulgares, ninguna corrupción del testo, después de haber ecsa-minado con mucha escrupulosidad todos los pasajes principales en los cuales, á su juicio, podían haber hecho alguna variación del orijinal.

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M e maravilló, y maravilla aun, que los teólogos de Roma, aunque prohiban las Sagradas Escrituras en jene-ral, no esceptuen las epístolas de S. Pedro de su prohi­bición, i Han prohibido jamás á alguno de su Iglesia que lea las cartas de un Papa ? Yo creo que no. Pe ro bien, si los buenos Católicos, como los llaman, han de leer las cartas encíclicas de los Papas, ¿ porqué no leer también las epístolas Católicas de Pedro, siendo éste, según ellos dicen, el primer Papa ? ¿ Porqué se tiene por crimen leer las cartas del Papa Pedro, y por acción loable leer las del Papa Gregorio ? Esto no lo puedo comprender.

Mas vamos á otro hecho que igualmente me es inespli-cable. Un articulista de un periódico de Galway, también Irlandés, denuncia por nombre á dos clérigos Pro tes tan tes ; los llama bichos, y dice que no hay mas que hacer que echarlos en tierra y pisarlos. ¿ Porqué ? Poique han cometido el pecado de asistir á una reunión Bíblica, y han distribuido entre los pobres las Sagradas Escrituras. Dice nuestro periodista que son demonios encarnados, que son inspirados del infierno; y asegura que, si el mismo Satanás viniese á la tierra, no asumiría otra persona que la de uno de estos bíblicos. E l redactor Irlandés a ñ a d e : " Es menester suprimir esta jun ta bíblica en Galway." Así se ve que el hombre se enfada con la Biblia, y esto debe ser porque ésta nunca le profetiza cosa buena (2 Paral, xviii. 7 ) . Cierto es que no cree que la Biblia favorece mucho á su relijion, pues intenta pro­clamar una cruzada contra los que la publican. Es ta es la primera vez que he oido decir que los directores é indi­viduos de las Sociedades Bíblicas son ipso Jacto demonios encarnados ; y parece muy singular que los que promueven la distribución de un libro inspirado del cielo, sean ellos mismos inspirados del infierno. A mi corto entender, es cosa inesplicable que nuestros edificios públicos se con­viertan en guaridas de demonios tan luego que una Socie-

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dad Bíblica celebre sus reuniones en ellos. Y hasta que con estos ojos yo vea á Satanás haciendo de distribuidor de Biblias, no lo creeré posible.

Sea como fuere, yo no puedo deshacerme de la idea de que la distribución de las Sagradas Escrituras es obra verdaderamente benévola. < El dar gratuitamente la pa­labra de Dios á los hombres, puede ser otra cosa ? Cuando leí últimamente un aviso de que la Sociedad Bíblica de los jóvenes de Nueva York se habia determinado á dar Biblias de gratis á todos los emigrados que llegasen á aquel puerto, proporcionándoselas á cada uno en su idioma propio, es­clamé, como por un impulso involuntario de admiración : ¡ Qué obra tan buena es esta ! Y quedé maravillado, y aun entristecido al oir decir que algunos emigrados no querían recibir el libro. N o dudo que, si el distribuidor les hubiera presentado " ¿as ruinas," ó alguna novela des­vergonzada, la habrían recibido. Sí, habrian aceptado, con gracias y sin mucha elección, cualquier libro dé hom­bre ; pero algunos los habian prevenido de qne no debian admitir el de Dios, aunque se íes ofreciese. E l ájente de la Sociedad hizo el apunte siguiente : " 17 de Junio. Fui á -visitar á una partida muy crecida de emigrados Irlande­ses que acababan de desembarcar; mas no pude persuadir ni á uno de ellos siquiera, á que aceptase una Biblia, ni aun cuando fuese dada de gratis. Una mujer me dijo que sí , que tomaria una, mas que sería para quemarla luego." i Y quien los enseñó que no debian tomar Biblias ? Cual­quiera dirá, y lo dirá sin equivocación : un Sacerdote,

" Pero, Señor, puede que ya tuvieran Biblias mejores que las de V . " No Señor, no tenían ningunas. Y á mí me parece que debian aceptar las nuestras, aunque fuesen imperfectas, hasta poder obtener otras mas á su g u s t o ; porque tener una Biblia, aunque imperfectamente tradu­cida, es mejor que no tener ninguna. Se quejan ellos de que nuestras traducciones son erróneas, ¿ porqué pues no

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dan otras mas ecsactas al pueblo ? Luego que hubieren hecho esto, nosotros dejaremos de incomodarlos. Qui­siéramos ver á todo padre de familia entre ellos con una Biblia Romana en su casa, aunque ésta reduzca á un mero nacimiento de penitencia el arrepentimiento, habiéndose mudado á este fin la frase. Mas no tratan de hacer esto. Bien que muchos llamados Católicos tengan la Biblia, el poseerla no se requiere por su relijion, y aprenden su cristianismo, tal cual sea, sin molestarse escudriñando las Escrituras. Poique, á la verdad, podrían gastar mucho tiempo en escudriñarlas, sin hallar jamás en ellas lo que ellos entienden por su cristianismo. ¿ Creen Vds . que hubieran porfiado tanto denunciando la Biblia, á no saber que en ella no es posible-encontrar el fundamento de su relijion ? i Hubieran consultado á los padres, concilios y sacerdotes, si estuviesen satisfechos con el fallo de los profetas, evanjelistas y apóstoles ?

8. CUATRO PALABRAS PARA EL PRESBÍTERO MR. H .

CONOZCO á un cierto presbítero que entre los de su pueblo pasa por corifeo de los Católicos, y es muy valiente para proponer preguntas de tal especie que nadie le sabe res­ponder. Algunas veces escribe artículos, y yo no conozco escritor que haga uso mas • frecuente del punto de interro­gación. Pero, al:cabo de todo, sus preguntas no son todas incontestables. -Yo me atreveré á responder á dos entre­sacadas de una hilera de ellas con que comienza una carta al Señor de B y luego me tomaré la libertad de proponerle también algunas. Su primera pregunta es : i Qué cosa es la relijion Protestante ? Le hemos dicho muchas veces que cosa e s ; pero vuelvo á decirle ahora que es la relijion de la Biblia. No se llamó Protestante al tiempo en que se escribió la Biblia, porque entonces no ecsistia ningún Cristianismo corrompido, contra el cual

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fuese necesario hacer protesta. Pero es la misma relijion, como quiera que se llame. Allí está en la Biblia. Léanla los Romanistas, Lean alguna porción de ella. Sin duda hallarán allí la relijion que hoy llamamos la reformada. Lean especialmente la epístola á los Romanos, ya que hacen alarde de estar dependientes. del Obispo de aquella ciudad. Lean también la epístola á los Efesios, y díganme quien ha citado algún pasaje de estas dos cartas enapoyo de algún dogma que sea propio de su Iglesia: yo creo que nadie. Los Protestantes nos valemos de ellas mucho.

" P e r o , " prosigue nuestro interrogante, "decidnos cua­les sean las doctrinas que constituyen la relijion Pro tes ­tante. E l decir secamente que es la relijion de la Biblia, nos informa de donde está, mas no de lo qué e s . " P u e s , Señor, i no es suficiente decirle en donde se podrá hallar una cosa ? < V . no tiene ojos ? ¿ No tiene entendimiento ? i E s menester que otro raciocine en su lugar ? ¿ Hizo otra cosa el mismo Jesu-Cristo que remitir los Judíos á las Escrituras, y decirles, Escudriñadlas? Asimismo noso­tros remitimos á Vds . á la Santa Biblia, diciéndoles; Allí está nuestra relijion. Mas , sin embargo, nos p re ­guntan : ¿ Donde estaba vuestra relijion antes de Lutero ? ¡ Antes de Lu te ro ! Hemos dicho endonde estaba antes de los padres mas antiguos. Estaba entonces donde está ahora, y donde estará siempre, es á saber, en los Evan-jelios y las epístolas. ¿ Qué tenemos que ver con.Lutero,-ni Agustín, ni ninguno de ellos, puesto que ascendemos en la antigüedad hasta S. Juan ?

Mas el presbítero sigue- interrogando: ¿ Qué sociedad de Cristianos enseñó esta relijion que pretenden decir es la Cristjlana, antes de la reforma ? Señor Cura, no se haga V . tan ignorante. V . debe estar de chanza, hacien -do semejante pregunta. < Nunca tuvo noticias de una sociedad, de Cristianos residentes en Roma, algunos de ellos de la familia del César, á quienes un tal Pablo es-

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críbió una carta que. na llegado hasta nosotros ? Ahora bien, aunque no se sepa lo que dicha Sociedad de Cristian­

nos enseñaba, se puede fácilmente saber lo que se le enseñó. No tenemos que hacer mas que leer la carta que el Apóstol escribió, pues no me parece inverosímil que aquella sociedad enseñase la misma doctrina que S. Pablo le habia enseñado.

H u b o también otra Sociedad respetable de Cristianos, mucho tiempo anterior á la Reforma, que párese tenia algún conocimiento de esta relijion que pretende ser de Cristo y se llama la Protestante. Ellos residian en una ciudad llamada Efeso. Aquel mismo Pablo habitó entre ellos por espacio de tres años, predicándoles el Evanjelio, lo cual hizo con mucha fidelidad. No rehusaba declararles todo el consejo de Dios, y, después de establecer allí una iglesia floreciente, se retiró á otra parte , y ea seguida les envió una carta, la cual también ha llegado á nosotros. Se debe presumir que en esta carta hizo entrar las verda­

des fundamentales del evanjelio,que les habia enseñado públicamente, y por las casas. Ñ a es de sospechar que predicase de un modo y escribiese de otro. ¿ Negará el Señor Presbítero que la Sociedad de Cristianos de Efeso profesaba y enseñaba las mismas doctrinas que se señalan ep la epístola á los Efesios ? Creo que no lo negará. Pues , Señor, i cuales son las doctrinas de esa epístola ? < Son las de Vds. ó de nosotros ? ¿ Son de Romanistas, ó de. Protestantes ? Aun el incrédulo, que niega toda relijion, podrá decidir la cuestión presente. Mas el buen clérigo no quiere'еД juicio ó determinación de particular alguno. Quiere que apelemos al Papa, á—un Concilio jeherál , ó á los padres que estén unánimes..

Ahora b ien ; le he señalado dos Sociedades de Cristia­

nos, que enseñaban esta como dicen pretendida doctrina de Cristo, anterior á la reforma. Podria señalarle m a s ; pero dos bastan, y él no pidió mas que una.

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Ahora voy á hacerle yo una pregunta. Dígame V. , Se­ñor Presbítero, donde estaba la relijion de Vds. en las ¿pocas en que fueron escritos los libros de la Biblia. Mucho deseo saber esto, Esplíqueseme como es que, si esa fué la verdadera relijion de Jesu-Cristo, todos los Evangelistas -y Apóstoles la ignoraban. Puede ser que el cura sepa desatar esta dificultad. Quisiera que la deshiciera, esto es, si puede. No quiero que me diga en donde se hallaba su relijion después de escrita la Biblia, y muertos los Evahjelistas y Apóstoles t odos ; estoy suficientemente informado acerca de esto. Lo que quiero es, que me diga dónde estaba su relijion antes de muertos aquellos varones santos, y nacidos los padres, ' Hablan mucho de la antigüedad de la relijion Romana. Es antigua, yo lo confieso. Lleva sobre sí muchas señas de una edad provecta; pero todavía le falta uno ó dos siglos de edad, para que tenga toda la suficiente. Dicen que es la primera forma del Cristianismo, Se engañan, es la segwnda, La primera se dejó ver por un poco, y luego " huyó al desierto en donde tenia un lugar apare­jado de Dios , " en el cual permaneció Irasta manifestarse otra vez en la reforma, (Apoc. xii. 6.) Ahora dicen que es una nueva relijion; pero no, es la antigua restaurada. Si alguno lo duda, compárela, con aquella que era florer cíente en el Siglo de los Apóstoles,

Voy á hacerle otra pregunta mas, ¿ Profesaban los pr i ­meros Cristianos las doctrinas contenidas en la epístola á los Romanos, ó no las profesaban ? Si no las profesaban, es menester decir que apostataron antes del tiempo que predijo S. Pablo. Pero , si profesaban Jas doctrinas de la epístola que les fué dirijida, siendo éstas las mismas que se sostienen por los amigos de la reforma, ¿ entonces no

odrémos concluir que queda citado el ejemplo de mía, ociedad que profesaba la doctrina que ahora llamamos

la reformada, mucho antes del tiempo de Lutero ? Tengo D 2

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otras preguntas que hacer al presbítero, mas espero hasta que satisfaga á éstas.

9. DISTINCIÓN DE PECADOS EN MORTALES Y VENIALES.

Y o no sabia, hasta muy últimamente, que los Papistas de este siglo y en este pais, hacen la aplicación práctica que les veo hacer de su distinción de pecados entre mortales y veniales. Mas acabo de instruirme mejor de ello, según se dejará ver en la relación siguiente, de cuya autenticidad puedo responder. Hace algunas semanas que una Señora Protestante , advirtiendo que un cierto Caballero, tenido por muy ilustrado, acostumbraba malgastar los Domingos en juegos de naypes, se tomó la libertad de amonestarle con alguna instancia acerca de su.impiedad; mas él, como uno bien prevenido para el caso, y como muy confiado del valor del pretesto que le sirvió de justificación, replicó : " E s t o no es pecado mortal ." H e oido decir de otros mu­chos que se han valido de la misma distinción, cuando re ­prehendidos por alguna inmoralidad. Ahora pregunto si puede ser relijion de Jesu-Cristo un sistema que reconoce tan horrible distinción, y enseña á efujiarse con semejante pretesto al qué traspasa un precepto del decálogo que fué escrito por el dedo del mismo Dios, y promulgado por su misma voz. No puedo hallar palabras con que espresar mi sentimiento al ver la muchedumbre de mis semejantes cuyo carácter moral se forma bajo la influencia de doctri­nas como ésta. ¿ Qué especie de moral será la suya ?

Es ta distinción está diametralmente opuesta á las E s ­crituras. Estas dicen que maldito es todo el que no per­maneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas (GaL iii. 1 0 ) ; que el salario del pecado es la muerte, y que el alma que pecare, esa morirá. (Ezeq. xviii. 4.) < No es todo pecado deso­bediencia á Dios ? i Es posible desobedecerle en el menor punto sin incurrir en el reato ? ¿ Puede haber padre de

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familia que admita semejante principio para gobernar á sus hijos ? i Hizo Cristo propiciación por los pecados que llaman veniales, ó no la hizo ? si no la hizo, no puede decirse que hizo propiciación por todo pecado. Pero, si hizo propiciación por ellos, el que los comete debe ser reo de la muerte, pues Jesu-Cristo murió por su causa.

La verdad es, que todo pecado es mortal, si el pecador no" se arrepiente de é l ; y, por otra parte, todo es venial ó perdonable después del arrepentimiento. No hay peca­do tan grave que la sangre de Jesu-Cristo no alcance á limpiarlo; y no hay cosa fuera de esta sangre que sea su­ficiente para ello.

No es menester traer argumentos contra la distinción de pecados en veniales y mortales. Es bastante notable como uno de los errores mas absurdos y perniciosos del sistema á que pertenece.

10. UNA RELIJION SIN ESPÍRITU SANTO.

UN Caballero que nació de padres adictos á la doctrina Romana, y los cuales le educaron en ella, últimamente se hizo Protestante ; porque es un hecho que algunos se se­paran de la Iglesia Romana, y se allegan á nosotros. Porque todos los prosélitos no son los que pasan de no­sotros á e l los ; entretanto, los Protestantes, cuando se nos presenta un convertido, no nos jactamos de su con­versión tanto como ellos harian en semejante caso. La razón es, porque nadie se maravilla de que un Romanista se haga Pro tes tan te ; la única maravilla es, que haya alguno que quede contento en esa superstición . . . . mas iba á decir que este Caballero dijo á su hermano: " H e r -manp, todo el tiempo que yo era Católico, no sabia que liabia'Espíritu Santo."

i Y como le replicó su hermano ? Le dijo con mucha frialdad^ " B i e n , y yo no sé ahora s i l o hay." Estas

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palabras me llamaron mucho la atención, ¡ Una relijion, dije entre mí, sin Espíritu Santo ! ¡ Y esta es la relijion que , según el cómputo del Obispo England, profesan dos cientos millones de personas ! Es te pensamiento me causó un sentimiento grande. La relijion mia, pensaba yo, sería imperfectísima sin Espíritu Santo. Necesito yo un San-tificador, tanto como una propiciación. Necesito quien obre en mi interior, tanto como quien se interese esterna-mente en mi causa. ¿ Qué me importaría poseer un título para el cielo, si no estuviera preparado para su goce> Como pecador, ni tengo título para la bienaventuranza, ni estoy tampoco preparado para ella. Porque, sin la santi­dad, no se puede entrar en el cielo. ¿ Y de donde la tendrá alguno, á no ser que la derive del Espíri tu Santo ! ¿ Y es de creer que influya éste donde no se reconoce! ¿ Si los Sacerdotes pueden perdonar según pretenden, podrán quizas también purificar el alma ?

Ved aquí á dos hombres, ambos educados en la relijion Papista, á cuyas solemnidades habian asistido puntual­mente, sin haber oido hablar del Espíritu Santo. Mucho, sí, habian oido de la Vírjen María, de Santos y Santas, pero del Espír i tu Santo, del Divino Santificador, ni si­quiera una palabra. Mas ¿ no será la culpa de ellos mismos ? i No es la doctrina de la Santísima Trinidad, artículo de fé en su Iglesia ? Lo es. Pero, sin embargo, los Sacerdotes no instruyen el pueblo del carácter y oficios del Espíri tu Santo, ni de que tiene necesidad de sus in­flujos.

Pero, {no habian estos hombres asistido alguna vez á un bautismo, cuando el agua, según Jesu- Cristo lo ordena, con óleo, saliva, & c , según lo dirije la iglesia, se aplica al cuerpo del bautizado, haciendo mención de las tres p e r ­sonas de la Trinidad ? Sí, es probable que habrían asis­tido á un bautismo, pero ¿ y si estos pobrecitos no habian entendido el Latin, como podian entender lo que significa

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Spíritus Süncttts, siendo estas palabras muy diferentes en esa lengua de lo que son en la Inglesa ? Porque no debe suponerse que todo el mundo entienda el Latin. ¿ Y porqué celebrar el culto de Dios en una lengua muerta? Pero basta de esto.

No sabian que hay Espíri tu Santo, y diré porque no. Es porque se habla muy poco de él entre los Papistas . Según el sistema de estos, no conocen lo necesario que es su ajencia. No creen que sea necesaria una total mudanza de corazón. ¿ Y para qué han de tener.ellos un Espíri tu Santo ? Sus Sacerdotes no procuran los socorros del E s ­píritu, á fin de preparar una alma para el cielo. Duro es, pero es preciso decirlo. El Sistema Romano se cree com­pleto sin que intervenga Espíritu, Santo. Por esto, poco 6 nada se dice de él, ni en el pulpito ni en el confesonario, y el pecador no se enseña á impetrar sus influjos, ni á fiarse en su poder. Si me engaño diciendo tanto, convén­zanme ellos de mi error, y no tardaré en retractarlo. Pero, si es verdad lo que acabo de decir, consideradlo bien. Protestante , hé aquí una relijion sin Espír i tu San­to. Y tú, Católico, ó como debas llamarte, piensa en el hecho que acabo de referir, y obedece la voz que desde el cielo te clama diciendo : " Salid de ella, pueblo mió, para que no tengáis parte en sus pecados, y que no recibáis de sus plagas." (Apoc. xviii. 4.) E s uno de los delitos capitales de esta tal iglesia de que voy hablando, no que diga algo contra el Espír i tu Santo, esto no, sino que guarda un profundo silencio acerca de él.

1 1 . INFALIBILIDAD.

Es notoria la pretensión de la Iglesia de Roma á la infali­bilidad. Sostiene que en ella no cabe equivocación, que no puede errar. Así d ice ; pero yo no puedo menos que tener por muy dudosa esta modesta declaración de nuestra'

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hermana de Roma. Hermana digo, porque entre iglesias no reconozco esa pretendida relación de maternidad.

Tengo tal pretensión por dudosa, por las razones si­guientes :

lá .—Ella misma no puede decirnos en donde reside su infalibilidad. Bien segura está de que la tiene en alguna p a r t e ; pero, por mucho que se apure en buscarla, hallarla no puede. Algunos de sus escritores dicen que el Papa la tiene. Otros aseguran que reside en un Concilio jene-r a l ; y, según otra opinión, no se halla sino en donde se ven acordes Papa y Concilio. Mas , á mi parecer, deben decir quien sea el infalible, antes de ecsijir de nosotros el creer que lo es alguno. Hallen primero la infalibilidad, y luego fíjenla en algún punto . Hecho esto, podremos tra­tar de admitirla por artículo de fé. Empero

2a.—Supongamos que el Papa es infalible, esto es, que lo son todos los Papas sucesivamente. Muy bien : ¿ de donde se deriva su infalibilidad? " D e S. Ped ro , " nos responde. " Cristo se la dio, y él la ha transmitido á sus sucesores." Pero , ¿ fué infalible Pedro ? Hubo á lo me­nos un dia en el que no se creia infalible. Aquel dia en que , compunjido su corazón por la mirada reprehensora de su Señor, salió del lugar en donde estaba, y lloró amargamente. No hay duda de que padeció equivocación. cuando pronunció tan confiadamente estas palabras: " A u n cuando sea menester el morir yo contigo, no te nega ré " (Mat . xxvi. 35.) ; y hágase cargo el lector de que esto fué después de. haberle dicho Cristo : " Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia."

Si Pedro fué infalible, me admiro de que no solviese en un momento la cuestión difícil de que tenemos noticia en los Hechos de los Apóstoles, Cap. xv. < Porqué se per­mitió discutirla á la presencia de su infalibilidad ? Parece que Pedro no se creia entonces superior á los demás após­toles, y es evidente que el Concilio no le trató á él con

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mas deferencia que á sus demás individuos. El refirió lo que le habia sucedido^ así como lo hicieron Pablo y Ber­nabé. Parece que Jacobo presidia en aquella ocasión, y éste habla mas como infalible que cualquiera de los otros. D i c e : " p o r lo cual yo juzgo, &c. ," y prosigue como dictando la decisión al Concilio. ¡ Qué desgracia es para Roma que Pedro no hubiese dicho aquello en lugar de Jacobo ! Nunca dejarían sus teólogos de citar el hecho ; mas no fué el Obispo de Roma quien habló con tanta au­toridad, sino el de Jerusalem. Es desgracia; mas ya no se puede remediar. < Quiere mi hermano el Católico abrir su Nuevo Testamento y leer aquel capítulo ?

Si Pedro fué infalible, me escandaliza la manera en que le trató Pablo. Este le resistió en su cara, porque mere­cía reprehensión. (Gal. ii. 11.) ¡ Qué modo tan poco decoroso de tratar á un Papa ! Pero Pablo mostróse siempre muy favorable á los hechos y doctrinas que noso­tros tanto veneramos. Con todo, Pedro no manifestó ningún resentimiento de semejante insubordinación, pues , en su segunda Epístola, le llama " nuestro muy amado hermano Pablo ." (2 Ped. iii. 15.) Supongo que Pedro no sabia que era infalible. Los hombres no siempre se conocen á sí mismos.

Si Pedro fué superior á los demás discípulos, es cosa muy estraña que, cuando estaban disputando sobre quien habia de ser el mayor de todos, nuestro Señor no tomase á Pedro, y le pusiese en medio de ellos, en vez de poner como puso á un niño, por modelo del mayor en el reyno de los cielos. Bien pudo haber declarado entonces á todos, que la supremacía estaba dada á P e d r o ; mas yo sospecho que los Apóstoles no debían de entender las palabras dé Cris to; " T ú eres Pedro, &c. , " según las entiende Roma ahora. Porque, si las hubieran entendido así, no se hu­biera suscitado disputa 'ninguna acerca de-superioridad.

Ahora, según la doctrina Romanista, habiendo sido

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Pedro infalible, todo Papa, luego que se constituya en esa dignidad, recibe aquella prerogativa. D e consiguien­t e , no ha habido hombre de ellos que haya podido errar en materia de fé : ni la mujer Juana tampoco (porque dio la casualidad que entre los muchos Papi'tSj hubo en el siglo nono una Mamá también, aunque algunos modernos lo nieguen). Aun ésta se desprendió de toda frajilidad femenil. Muliefem fortis quis inveniet ?

La Iglesia Romana muestra su prudencia en no preten­der decir que los Papas son infalibles en sus acciones, porque le sería muy difícil concordar semejante pretensión con los hechos de la historia. Verdad es que uno puede errar en sus acciones sin haber errado en cuanto á su fé. Mas sin embargo, si veo á un hombre muy torcido en sus hechos, no puedo creer que se mantenga siempre muy de­recho en su doctrina. N o puedo creer que todo. lo que oiga proceder de sus labios sea bueno y verdadero, si todo lo que le veo hacer es falso y escandaloso. Pongamos por ejemplo, un Papa tal como Alejandro V I . Si éste, siendo padre de un joven tan guapo como César de Borgia, y al mismo tiempo jefe de todos los eclesiásticos, si éste me asegura con mucha mesura y solemnidad, de que sería una cosa chocante, y criminal en estremo, que se casase un clérigo, no puedo menos de recelar que el padre de César. Pero prosigo con mis razones.

3a .—Si un sujeto me dice una cosa hoy, y mañana se desdice de ella, soy de opinión que en un dia, ó en otro, ha errado. " Pero, Señor, ¿ qué tiene que ver eso con nuestra cuestión ? Los Papas no han pronunciado siempre la misma cosa ? ¿ se han contradecido alguna vez ? " Ami­go, pregunte V. antes si el viento siempre ha soplado de solo un mismo punto, desde que ha habido viento. N o digo mas. Vea V . otra razón porque no concedo la palma de la infalibilidad ni á Papas ni á Concilios.

4a.—Quisiera que cualquiera me dijese donde estaba la

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infalibilidad en la época en que hubo tres Papas contem­poráneos, y todos pretendientes á esta prerogativa. < La tenían repartida entre los" t res? ; 0 cual de ellos la retuvo ? i Como se llamaba aquel feliz, de cuya infalibi­lidad no nabia duda ? ¿ Como podia el vulgo distinguirle de los otros ? Debia éste saberle distinguir, si' es (como dicen) que su salvación depende del estar en comunión con el verdadero Obispo de Roma, y sucesor lejítimó de S . P e d r o ?

5a .—El común de los Romanistas cree que la infalibili­dad reside en un Papa y un Concilio jeneral , tomados colectivamente. Asi el uno como el otro, estando solo, es falible, pero unidos se hacen infalibles. Ahora con­cedo que en algunos idiomas dos negativas hacen una afirmativa; pero no creo que dos falibles equivaldrán jamás á un infalible. Esto sería como decir que dos fal~ sedades hacen una verdad,

12. LAS LLAVES.

NUESTROS Católicos, quiero decir los Católicos Romanos, pues yo, aunque Protes tante , creo en la Iglesia Santa Ca­tólica, esto es, Universal, y profeso ser miembro de ella, al mismo tiempo que resigno todapretensión á ser Católico Romano estos Católicos hablan mucho sobre las llaves que se dieron á Pedro ; las llaves del reyno de los cielos. Bien, -es verdad, le fueron dadas las llaves. Así lo dice la Biblia, y nosotros los Protestantes no conocemos otra mayor autoridad, ni testigo mas fiel que aquella. N o queremos que su testimonio se confirme por la tradición, ni por el consentimiento unánime de los Padres . Nosotros no queremos riada como en apoyo de este dicho que auto­riza ; " A s í dice el Señor . " Sí , se dieron las llaves 'á P e d r o ; así se dice en el Evanjelio (2 Mateo xvi. 19), Esto es uno de los sagrados testos que no son difíciles de

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iutelijericia, como aun los Romanistas mismos confiesan. M e alegro que nuestros hermanos de esta comunión se convengan con nosotros de que haya algo intelijible en la Biblia, de que baya un pasaje, cuando menos, con res­pecto al cual la interpretación privada nos conduce al mismo resultado que los padres reconocen unánimemente. Creo que, si interpretásemos toda la Escritura en tanta conformidad con el dictamen de su iglesia, los Papistas no nos molestarían, quejándose de nuestra privada inter­pretación.

Bien, ya Pedro tiene las llaves. Luego ¿ qué ? ; Para qué uso son las llaves ? Uno de los usos de ellas es para abrir las puertas cerradas. Para este uso, según yo creo, Pedro las recibió, y para esto le vemos aplicarlas. El fué el que abrió el reyno de los cielos, esto es, la iglesia evanjélica, ó economía de Jesu-Cristo, pues esta es la conocida esplicacion de la frase " r e y n o de los cielos." Se abrió, así para los Judíos, como para los Jent i les . E l les predicó los primeros sermones, y por su medio fueron agregados á la Iglesia los primeros convertidos de unos y otros. Con una llave, abrió el reyno de los cielos para los Judíos , y con la otra admitió en su recinto á los Jent i les . La honra de hacer esto se confirió á Pedro , pues era ne­cesario que alguno de los doce diese principio á la obra de predicar el Evanjelio. Todos los doce no debieron á un tiempo jirar las llaves y abrir la puer ta . Mas la fa­cultad de atar y desatar que se dio á Pedro no se contrajo á él solo, sino, como dice Mateo en su Evanjelio, se estendió á todos los discípulos.

Muy bien, Pedro abrió el reyno de los cielos, y luego j qué se hizo con las, llaves ? ¿ Qué ? Como no quedó mas uso para ellas, se pusieron á un lado. Y o no sé en donde, ni importa mucho saberlo, porque, luego • que se haya abierto una puerta que no se volverá á cerrar jamás, gamo la llave ya no sirve para nada, no es menester cui-

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áarse dé ella. D e aquí viene que, en la Historia de los Hechos de los Apóstoles, no oimos nada de llaves, y Pedro en sus cartas tampoco hace mención de ellas. E s ­cribió su Segunda Epístola con el fin de despertar á los Cristianos para recordación (& \mo¡ivii<Tti 2 Ped . iii. 1.), mas no veo que les recuerde las llaves. La verdad es, que, habiéndolas ya aplicado al uso para que se le habían entregado, no se cuida mas de ellas.

Mas hay muchos que se figuran que Pedro conservó es­tas llaves por toda su vida, y las transmitió luego á otro, sucesor suyo, éste á otro tercero, y que así iban transmi­tiéndose de mano á mano hasta que llegaron á fulano, dé Roma, á aquel que dicen las tiene ahora—al Papa. Tam­bién dicen que estas llaves significan la autoridad dada á la iglesia, y con especialidad á los Papas . Mas no hallo en la Biblia nada que apoye un tal aserto. No dice Cristo <[ue da las llaves á Pedro para que él las entregue á otro. Pedro no dice haberlas entregado á alguien; y, desde Pedro, ninguno ha podido enseñárnoslas. Para mí esto «s suficiente; no me interesa saber en donde están de­positadas.

Algunos suponen que Pedro se las llevó al cielo, y que allí está con ellas haciendo de portero, y que deja entrar, ó escluye, á quien le parece. Mas esta idea no cuadra muy bien con algunos pasajes de la Sagrada Escritura. Cristo dice á sus discípulos que va á aparejar un lugar para ellos, y que volverá y los tomará á sí- mismo (Juan xiv. 3 . ) . Dice que él lo hará. No quiere dejar el negocio con Pedro para que éste lo haga. No Pedro, sino Cristo, es " e l Santo y el Verdadero, el que tiene la llave de Da­vid : el que abre, y ninguno c ier ra : cierra, y ninguno abre . " {Apoc. iii. 7.)

Sin embargo, los Romanistas porfían en decir que Pedro es el hombre, y que, teniendo él las llaves, los admitirá á todos, y á los pobres de nosotros nos escluirá sin escep-

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cion ninguna. Empero, puede ser que estén equivocados. Y o no sé con que derecho reclaman á Pedro para sí solos. N o veo ninguna semejanza entre Pedro y un Papista, nin­guna. N o deseo hallar un Protestante ni mejor ni mas verdadero que él mismo. Mas, aun si está á la puerta del cielo, con toda la autoridad que aquellos dicen, confio que no negará las epístolas que se señalan con su nombre. Muy bien ; si no se mostrare inclinado á admitir á los Protestantes , le recordaremos sus cartas. E n ellas no dice una palabra acerca de su Papada. Todo al contrario, d ice : " Ruego á los presbíteros que hay entre vosotros, siendo yo presbítero como ellos." (1 Ped. v. 1.) No dice ni una palabra de Misa, ni siete Sacramentos, ni Transustanciacion. Remítase el lector á sus epístolas, y vea, palabra por palabra, lo que dice, y creo que no ha­llará nada en ellas que pueda incomodar á los Protestantes.

H a y aun otra suposición, y es, que Pedro no es portero perpetuo, sino que cada Papa, luego que muere, releva de oficio á su antecesor, allá en el cielo. No sé como puede ser esto, pero me parece que, si todos los Papas han tenido que desempeñar las funciones de portero, mu­chos de ellos habrán tenido que servir á la parte de afuera; porqué, jeneralmente hablando, no han sido los mejores de los hombres. Si no me engaño, la historia lo d i ce ; mas, por ahora, no me meto en indicar nombres.

Otra cosa mas : en las pinturas y estampas de ellos (porque su relijion abunda mucho de semejantes esteriori-dades) , verán Vds . las llaves de que acabamos de hablar, representadas con moldura semejante á la que tienen las que se hacen para cerraduras de invención moderna, como nuevas sacadajS de alguna fábrica de Birminghain ó Shef-field. A mi ver, las llaves que Pedro recibió no debían ser justamente tales como éstas .

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13 . LA CABEZA DE LA IGLESIA. .

LA iglesia se representa en las Escrituras como un cuerpo. es natural, pues, que tenga una cabeza, y el mismo sagra­do libro nos dice cual sea ésta. { Y quien os parece ser la cabeza de la iglesia ? < Quien sino Cristo ? ¿ Quien fuera de él es idóneo para presidirla, como oríjen del p o ­der y de la gobernación? Citaré después algunos testos que prueban que el primado pertenece esclusivamente á Cristo.

Mas dicen los Católicos que el Papa es la Cabeza de Ja iglesia, i Es esta la verdad? Pues ¿donde está la prueba? Ahora no hay cosa que mas incomode á un Romanista que apremiarle á que dé pruebas. " ¡ Pruebas 1' ' esclama, ¿ p e ­dís pruebas á una iglesia infalible ? ¿ Qué valdria la infa­libilidad si tuviéramos que producir pruebas de todo ? ¡ Ay que siglo tan dejenerado ! Hubo tiempo en que nadie pe­dia pruebas, mas ahora el Protestante mas despreciable clama por razones en confirmación de todo cuanto se le diga. Ecsije pruebas, y las quiere derivadas de la Biblia. No quiere asentir al punto mas mínimo de la relijion, hasta que en su abono se cite testo alguno. ¡ Has ta donde ha llegado la cosa ! " Así es : nos damos por convictos. Confesamos que ecsijirnos alguna prueba, sacada de los escritos de algún Evanjelista ó Apóstol, en apoyo de todo cuanto se quiera alegar en calidad de dogma; y, visto que nuestros hermanos los Romanistas no nos quieren compla­cer, produciendo el título del Papa ú Obispo de Roma como la cabeza de la iglesia, les haremos el favor de con­sultar las Escrituras por ellos. Iremos, pues, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, en busca de alguna prueba que acredite ser el Papa la cabeza de la iglesia. Pero muy lejos de encontrarnos con el que sea la cabeza de la iglesia, no hallamos un ápice de testimonio ni aun de su ecsisteneia. No aparece la mas lijera reseña de tal per-

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sonaje. En efecto, no hay indicio de que los escritores inspirados tuvieran noticia alguna del Papa. Por lo mis­mo, no estraño que se incomode un Romanista al remitirle á la Biblia para que busque en ella pruebas que declaren al Papa por cabeza de la iglesia.

Mas, aunque no se trasluce en la Biblia documento ninguno en favor de un Papa, se encuentra mucho acerca de la cabeza de la iglesia. Se dice (Efes. i. 22 , 23.) que Cristo es " cabeza sobre toda la iglesia, la cual es su cuerpo." Ahora bien, si la iglesia es su cuerpo, cierta­mente él debe ser la calesa de ella, así como sobre ella. I Dirá alguno que el Papa de Roma es cabeza del cuerpo d e Jesu-Cristo ? Eso sería chocante. Sin embargo, se íes enseña á los Romanistas que han de creerlo á la fuer­za ; y, como no tienen otro remedio, se atemperan á esta violencia, y se determinan á mostrarse obedientes. E n otro lugar (Efes. v. 23 . ) , se declara esplícitamente que Cristo es " l a cabeza de la iglesia," y aun en otro el Apóstol vuelve á repetirlo, asegurando (Colos. i. 18.) que " él mismo es la cabeza del cuerpo de la iglesia."

Hace.mucho tiempo que nuestros hermanos de Roma han acostumbrado preguntarnos donde estaba nuestra re -lijion antes de la Reforma. Ahora pueden ver donde se hallaba señalada una de nuestras doctrinas, mil y quinien­tos años antes. Al oirlos hablar, un ignorante debería suponer que la Biblia fué un libro escrito algún tiempo después de la reforma, y dispuesto con el fin de sostener la herejía de los Protestantes. Yo también podría pre­guntarles (á no ser que les disgusten las preguntas, por recelo de no poderlas satisfacer) ¿ donde estaba su doctrina de la supremacía del Papa cuando se escribió el Nuevo Testamento, esto es, unos diez y ocho siglos hace ? Ma* retracto la pregunta. Tal vez parecería poco amistoso ei proponerla.

Como la Biblia dice que Cristo es la cabeza de la iglesia,

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Se sigue que, si lo es también el Papa, la iglesia tiene dos cabezas. Mas, si hay un solo cuerpo^ ¿para qué son dos cabezas ? ¿ Acaso la iglesia es algún monstruo ? También se debe advertir que, si hubiera ecsistido otra cabeza^ las Escrituras habrían llamado á Cristo una de las cabezas^ ó •una cabeza de la iglesia. Pero el artículo es definido, y denota una sola* En toda la Biblia no se halla una sola sílaba de otra cabeza. Y en efecto, según el lenguaje que en ella se emplea, la idea de otra segunda cabeza es inad­misible!. Sin embargo de esto, los Romanistas dicen que hay otra, y que ésta es su Papa. " Como Cristo está ausente ," dicen, " e s necesario que le represente alguna cabeza visible sobre la t ierra ." Así afirman que el Papa es esta cabeza visible de la iglesia, y no escrupulizan rendirle homenajes como á tal . Pero ¿ se espresan con propiedad al decir que Cristo está ausente ? ¿ Es verdad que está ausente ? Escuchadle : " Mirad que yo estoy con vosotros todos los dias, hasta la consumación del siglo." (Mat. xxviii. 20.) " D o n d e están dos ó tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de el los." (Mat. xviii. 20.) ¿ Estaba ausente de Pablo ? Es te dice : " T o d o lo puedo, en aquel que me conforta." (Filip. iv. 13.) ¡ Cabeza visible ! ¿ Para qué nos sirviera tal cabe­za ? ¿ Cuanto valdría para nosotros los Americanos una cabeza que se dice está en Roma ? Para nosotros no sería mas que cabeza muerta.

Mas, aun dado que pueda haber una cabeza visible de la iglesia, i como ha de serlo el Papa ? ¿ Se le deriva esta dignidad de S. Pedro ? ¿ Fué Pedro cabeza de la iglesia ? Siendo él mas modesto que sus pretendidos sucesores, nunca se arrogó semejante t í tulo. Sé que los Romanistas le t ienen por piedra fundamental de la iglesia; pero, hasta ahora, no he llegado á saber que le tienen también per sa cabeza ; empero, por mucho que le ensalcen, no creen que sea mas que un hombre. El Humar á Jesu-Cristo funda.-

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ciento y cabeza también de la iglesia, no es demasiado 5 mas el decir de Pedro , del pobre de Pedro, como acos­tumbramos llamarle siempre que hacemos alusión al hecho de haber negado á su Señor, el decir que él es funda­mento y cabeza de la iglesia, escede todos los límites de la modestia. ¡ Qué poco persuadido de ser fundamento y cabeza de la iglesia, estaba Pedro en aquella hora, en que " salió, y lloró amargamente ! " ¡ Cuanto debia igno­rar entóuces su propia dignidad ! ¡ E l Papa cabeza de la iglesia ! Luego la iglesia es ti cuerpo del Papa. \ Ay de la iglesia!

14. EL PODER DE PERDONAR PECADOS.

S&CULUM MODESTUM no deberá ser t í tulo distintivo de este siglo. No sé si ha habido siglo en el cual se hayan hecho mas pretensiones infundadas que en el presente. Empero , el ejemplo de arrogancia que voy á citar no toma su oríjen en este siglo, sino que ha ecsistido muchos siglos lia. No estraño de que hubiese podido mantenerse en los siglos de oscuridad; mas me causa mucha admiración el que hubiese continuado hasta el décimo nono que pasa por tan ilustrado. Hago referencia á una pretensión del Clero Romano. ; Qué se cree que pretenden poder hacer ? Perdonar los pecados. Se arrogan el poder de remitir 6 retener los pecados; sostienen que la prerogativa de dis­pensar el perdón, reside en ellos, y por este motivo los hombres sucumben á confesarse con ellos. E l confesarse con un Sacerdote sería una farsa, á no creer el penitente que tiene la facultad de perdonarle los pecados.

En primer lugar, esta idea me parece repugnante al sentido común. La idea de recibir el perdón de otro di­ferente de aquel á quien hemos ofendido, parece poco razonable. ¡ Que un Sacerdote, pecador como nosotros, perdone los pecados que hemos cometido contra Dios I

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Esto es como sí, habiendo dos deudores, tino de ellos h i r ciese el papel de acreedor, y pretendiese remitir la deuda á su compañero, sin recurrir para nada al verdadero acree­dor. Es te sería modo muy nuevo y admirable de librarse de las deudas. Y o he pensado siempre que el mismo á quien se debe una deuda debia tener un voto, cuando menos, si se tratase de su remisión. Por mi par te , si.yo hubiera desconocido así una 'deuda, estuviera siempre coa el temor de que algún día volvieran á ecsijírmela; que el verdadero acreedor me la demandarla. Entonces no me valdría nada el decir que mi compañero me la perdonó, Según yo creo, es de esperar que lo mas de la que los Sacerdotes pretenden remitir, será ecs\jido de los pecadores á pesar de su pretendida absolución. Los de aquella igle­sia habla» de acudir al Sacerdote para que se ajuste su cuenta, como si ésta fuese un apunte hecho con lápiz en una pizarra, que cualquiera podría borrarlo, No así se anota el pecado del hombre. " E s t á escrito con punzón de hierro, y grabado con punta de d iamante" (Jer , xvii, 1,), y no se borra tan fácilmente,

Alguno me d i r á : ¿ Pero no se puede citar la Sagrada Escritura en apoyo de esta pretensión de los Sacerdotes ? i No dice Jesu-Cristo á sus discípulos, " A los que perdo­nareis los pecados, perdonados les s o n ; y á los que se los retuviereis, les son retenidos ? " (Juan xx, 23.) Sí , lo dice á sus discípulos, lo dice 4 los Apóstoles, Pero decidme ¿ por qué derecho reclaman los Sacerdotes Roma­nos una facultad concedida á los Apóstoles ? Es verdad que vienen después de los Após to les ; mas no por esto han de ser sus sucesores. Quisiera yo saber como prueban estos Sacerdotes que tienen el poder Apostólico para per ­donar los pecados. Mas se me olvidó de que les parece indecoroso recurrir á pruebas.

Mas la facultad, comunicada á los Apóstoles, no era otra que ministerial 6 declarativa.' No dejó de ser la verdad

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desptlés de esta autorización lo que era antes, que nadie puede perdonar los pecados sino Dios solo. Que la facul­tad fué solamente declarativa, esto es, que los Apóstoles estaban con poder para remitir los pecados ó retenerlos, solamente en cuanto hubiesen recibido autorización y sa^ biduría para poder declarar á los hombres el verdadero camino y los medios de la salvación, espresando las con­diciones del perdón y las de la condenación, de la vida y de la muer t e ; todo me es muy evidente del hecho que, inmediatamente antes de concedérsela, el Salvador sopló en ellos, y les dijo : " Recibid el Espír i tu San to . " ( Juan xx . 22.) Ahora, esta comunicación del Espír i tu les cons­tituyó idóneos para la remisión y retención declarativa de los pecados. Por Cristo fueron inspirados, para que sur piesen pronunciar bajo que condiciones Dios remite ó r e ­tiene los pecados.

Es te fué el único poder sobre los pecados que fué con cedido á los Apóstoles, y demostraré luego que jamás pretendieron ejercer otra mayor facultad que esta declara­tiva. En cuanto á los Sacerdotes, estos no tienen derecho alguno de reclamarla, escepto en el sentido subordinado en, que la poseen todos los que están autorizados para predi­car el Evanjelio. ¿ Sopló Cristo alguna vez en ellos, y les dijo, " Recibid' el Espíri tu Santo ," dándoles así el derecho de igualarse á los Apóstoles ? Si se me permite éspresar mi opinión, diré, que los efectos de la divina inspiración no parecen tan manifiestos en los Sacerdotes como lo fueron en los Apóstoles.

Es to no obstante, los Sacerdotes aspiran á mas que los Apóstoles. No están satisfechos con tener una facultad ministerial y declarativa sobre los pecados. Reclaman un poder!, jurídico y de autoridad para retenerlos ó remitirlos. D e consiguiente, llaman á los pecadores á que vengan y les confiesen sus pecados. ¿Hicieron así Pedro y los demás Apóstoles, á quienes 'Cristo habia dicho : "A los

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¡que perdonareis los pecados, perdonados les son 5 y á los que se los retuviereis, les son retenidos ? " Leemos en tos Hechos de los Apóstoles de sinagogas y orator ios; pero, ¿ se ha dicho algo de confesonarios en estos archivos del Cristianismo primitivo ? ¿ Hubo algo de confesión auri­cular en los sucesos del dia de Pentecostés ?

El caso de Simón el Mago me parece á propósito. ¿ Si Pedro y Juan podían perdonar pecados, porqué no ejer^ cieron ésta facultad en favor de Simón ? Pero n o : Pedro ie habla del mismo modo que le hablaría cualquiera minis­tro Protestante. Le dijo : " Arrepiéntete de esta tu ma­licia, y ruega á Dios, si por ventura te será perdonado este pensamiento de tu corazón." (Hech. viii. 22.) ¡ D e qué modo tan diferente hubiera procedido el Sacerdote Romano •! E l hubiera dicho : " Pues Simón, ¿ qué dirán ? ¡ A h ! eso es muy malo, muy malo. Pero Simón, si te pesa el haberlo hecho, yo te perdonaré con tal que hagas alguna penitencia. Tienes que rezar tantos y tantos Pa ­dre nuestros, y no comer carne en los dias que te señale ." De esta manera despachan sus negocios estos que se jac­tan de ser sucesores dé Pedro . Pero tal vez dirán que Simón no era pen i ten te ; que, si lo hubiera sido, Pedro le habría perdonado. Mas, si se hubiera hallado el arrepen­timiento en el corazón del hechicero, ¿ habia de negársele el perdón, si acaso Pedro no estuviese dispuesto á con­ferírselo ? Yo creo que no. Creo que cuando nuestro misericordioso Señor vé á alguna alma contrita, no la hace esperar el perdón hasta que un Sacerdote, ó aun un Apóstol, intervenga en el asunto. Y cuando los Anjeles llegan á saber que un pecador se ha arrepentido, no creo que se detienen en manifestar su alegría, hasta que se haya ido del confesonario, y obtenido la absolución del Sacerdote.

¡ Qué precioso libro es la Bibl ia! ¡ Ojalá que las auto­ridades eclesiásticas de Roma se dignasen quitarla de la

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lista de libros prohibidos, y que permitiesen al Señor hablar á sus criaturas ! ¡ Ojalá que dejasen á su pueblo, á los millares que frecuentan sus Capillas y Catedrales, leer tí oir leer lo que dice el Señor á todos en aquel capítulo admirable, el 55 .° de Isa ías! A la verdad es capítulo admirable. Mas los de esa iglesia lo ignoran. N o tienen noticia de aquel versículo preciosísimo del capítulo 1 ? de Isaías, en que Dios dice al pecador : " Venid y razone­mos, dice el Señor : si fueren vuestros pecados como la grana, como nieve serán emblanquecidos; y, si fueren rojos como el carmesí, como lana blanca se rán ." Pregun­tad al pecador convicto, ó al creyente perdonado, por cuanto precio consentida que se borrasen estas palabras. Di rá que por ninguno, que sobrepujan á todo precio, y que cada dia mas su lectura le aumenta el gozo y la admi­ración. Mas los Romanistas no saben que el Señor ha hecho semejante oferta á los pecadores. Nunca oyeron hablar de la llamada de Dios á los hombres á que viniesen á razonar con él. E l único " v e n i d " que oyen, es del Sacerdote. Tengo compasión de ellos.

Mas con todo, no se debe estrañar que los Sacerdotes engañen así al pueblo, porque, si le dejaran saber lo que le dice el Señor, es dable que sus feligreses fuesen direc­tamente á Dios por Cristo, y dejasen al Sacerdote á un lado. Y luego ¿ para qué les serviría el Sacerdote ? ¿ Y de donde cobrarla éste su renta ?

15. APUNTES SOBRE UN LIBRO CATÓLICO.

DÍAS pasados, por una casualidad, cayó en mis manos un librito, intitulado " Guía del Cristiano para el cielo, ó manual para los Católicos," con unos himnos en el apén­dice. El libro fué publicado en Baltimore por un librero respetable de la misma comunión que ellos, bajo la sanción del Arzobispo. Bien, dije entre mí, esta autoridad es

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Ibuena. Repasaré este librito. Ya sé lo que dicen los Protestantes de los Papistas , pero veré lo que dicen estos de sí mismos. Los hombres no podrán tener motivo de queja si formamos nuestro juicio de ellos por lo que ello» mismos dicen; y me gusta este modo de juzgarlos por las palabras que salen de su propia boca, porque los deja des­pués tan corridos, que ni aun les queda el efujio de la r é ­plica. E n fin, me determiné á comparar las proposiciones y doctrinas de este libro que profesa ser guía para el cielo, con las de otro libro de mayor volumen, que sirve á noso­tros los Protestantes también de guía. Bien se deja en­tender que me refiero á la Biblia. Es ta es nuestro manual, la guía para el cielo que consultamos, la autoridad á que nos sometemos. Y , si un libro está acorde con la Biblia, es lo suficiente para nosotros.

Y poniéndome á leer, una de las primeras cosas que se me presentaron fué é s t a : " Condiciones de induljencias-plenarias." ¡ Induljencias ! dije yo : ¿ Y qué quiere el Cristiano de induljencias ? Demasiado propenso está á> usar de induljenciá consigo mismo. ¿ Y como le ayudan las induljencias para alcanzar el cielo ? Antes diria y a que por medio de la abnegación; y las induljencias que se ofrecen aquí no son parciales, sino plenarias. Y o hubiera creído que una induljenciá plenaria, bajo cualquiera con­dición, sería suficiente para echar á perder á uno. Si por induljenciá estos Señores quieren decir perdón, han eseo-jido un término muy inadecuado á que represente su idea, i Porqué no decir perdón plenario, en lugar de induljenciá plenaria ? Pero supongo que perdón espresa lo que Dios hace, é induljenciá lo que concede la iglesia. Con todo, desearía saber, con qué derecho la Iglesia pueda conceder algo de esta especie. Empero, vuelvo á mi libro. Las condiciones referidas eran cuatro : tomé, apunté solo la primera, contenida en las palabras siguientes : " Con­fesar sus pecados con arrepentimiento sincero á un Sacer-

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áó t é aprobado del Obispo." Empieza bien, y prosigue bien hasta cierto punto. La confesión del pecado cotí tía sincero arrepentimiento, es¿ en verdad, una condición; del perdón ." Si confesáremos nuestros pecados, fiel es Dios y justo, para perdonar nuestros pecados, y limpiar­nos de toda maldad." (1 Juan i. 9.) Mas el mal está en que se propasa mas allá de esta condición, y que el devocionario no designa á Dios como el Ser á quien debe­mos hacer confesión de nuestros pecados. Todos los pecados se cometen contra é l ; y ¿porqué no confesarlos ú él mismo ? No puedo apartar de mi idea de que debe­mos confesar nuestros pecados á Dios, esto es, al mismo 4 quien hemos ofendido por ellos. Pero esta guía del cielo dice que no es así, sino que debe hacerse la confe­sión con un Sacerdote, sin cuya formalidad no vale nada» Si el publicano, de quien leemos en el Evanjelio, viviera en nuestros dias, sería muy irregular, según la idea Ro­mana, que se fuese á su casa justificado, no habiéndose confesado mas que con Dios.

Además, el penitente ha de mirar bien á que clase pertenezca el Sacerdote con quien va á confesar, 6, de lo contrario, le sería igual el quedar impenitente. H a de ser con Sacerdote aprobado del Obispo. Muy bien, pero parece algo fuera del orden que nuestro perdón quede suspenso hasta el cumplimiento de semejante condición; en fin, que los ánjeles han de esperar para espresar su alegría de que se ha arrepentido un pecador, hasta qne éste haya hecho su dilijencia buscando á -un Sacerdote, debidamente aprobado de un Obispo, á quien hacer con­fesión de sus pecados. ¿ Mas quien lo hizo suspender ? Por cierto, no fué Isaías (Léase su capítulo 55 ? ) . Tam­poco Pedro, ni Salomón, ni Juan ni Pablo. Leedlos y veréis. En toda la Biblia no se encuentra siquiera una palabra acerca del confesarse con un Sacerdote.

De esta manera iba yo discurriendo, y llegué á ver que

las dos guías eran discrepantes en esta materia; E l Ma­nual Romano dice que se debe hacer la confesión con un Sacerdote; pero las Sagradas Escrituras no lo dicen así, sino que ordenan que la confesión se haga delante de Dios.

Luego se me ocurrió\esié pensamiento. Si un pecador confiesa sus pecados con sincero arrepentimiento, aunque fio se presente á tin Sacerdote, ¿ qué se hará con su alma ? ¿ Será menester negarle el perdón, y consignarle á la perdición, porque, aunque haya confesado su delito con mucha contrición, no lo ha hecho delante de un clé­rigo ? A la verdad, esto es cortejar demasiado al clérigo. Esto es hacerle creerse un personaje de muy grande im­portancia. N o puedo yo creer que nuestra salvación dependa así de los obsequios que rindamos á un clérigo.

Las condiciones (sobre una de las cuales hice mi nota) se hallan bajo este título : " Induljencias pleuarias conce­didas á los fieles por todos estos estados, en los tiempos siguientes." Luego se sigue una indicación de nueve temporadas, en que se pueden conseguir dichas induljen­cias plenarias. No habia yo sabido hasta entonces que los perdones se repartían en tiempos señalados. Siempre habia pensado que eran asequibles en el verano 6 en el invierno, de noche ó de dia, y en cualquiera hora—en fin, en cualquier tiempo en que los deseos del corazón arrepentido aspiren hacia Dios. Si he padecido equivo­cación en este punto¿ debe resultar de mi costumbre de consultar la Biblia tocante á semejantes asuntos. N o habia visto la " Guía del Cristiano para el C i e l o ; " mas, en mi sencillez, habia usado de la Biblia como guía, á falta de otra mejor.

Ahora que estoy en esto de la confesión, haré otra ob­servación sobre el manual. Tiene un artículo ó capítulo, intitulado " El Confíteor." Según éste, el sujeto que quiera ser conducido al cielo, hace la confesión siguiente,

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por la cual parece que los Romanistas no limitan sus cotí-' lesiones al Sacerdote, sino que las dirijen también á otros. " Confieso á Dios Todopoderoso, á la bienaventurada María , siempre vírjen, al bienaventurado Miguel Arcán-je l , al bienaventurado Juan el Bautista, á los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y á todos los Santos, que yo h e pecado." Luego se dan tres golpes de pecho, y repi­ten lo mismo. Ahoraj yo no puedo ver la ventaja que pueda resultar de nombrar á tantos. A mi juicio, la confesión debia concluir con el primero, Dios Todopode­roso, i Qué tienen los otros que ver con ella ? ¿ Como les puede tocar á ellos ? El confitente no ha pecado contra ellos. Seguramente, todo pecador puede y debe decir á D i o s : " C o n t r a t í , contra tí solo he p e c a d o ; " así como lo dijo David. A mas de esto, el confundir los nombres de las criaturas con el de Dios, huele á idolatría. La confesión se dirije á ellos bajo el mismo principio que lo sería la oración. Tanto la una como la otra es acto de culto, y el culto relijioso no se debe tributar sino al solo Dios. Me admiro de los que se titulan Católicos, de que no puedan quedar satisfechos con un objeto de culto tan sublime y glorioso como es el trino Dios, Padre, Hijo, y Espír i tu Santo, i Porqué confunden en sus devociones las criaturas con el Criador ? El libro que tengo entre mis manos contiene ejemplos muchos y muy ofensivos de esta idolatría. Seguirán los apuntes en el otro artículo.

16. PROSIGUEN LOS APUNTES SOBRE EL LIBRO CATÓLICO,

Lo que luego me llamó la atención en el devocionario, fui la siguiente declaración que el devoto se representa hacer con respecto á las Sagradas Escrituras. " Tampoco las admitiré ni las interpretaré, sino según el consentimiento unánime de los Padres.", Leyendo estas palabras, no

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pude reprimir una sonrisa. " Si esta es su determina­ción," dije entre mí, " no ha de admitirlas ni interpre­tarlas hasta el dia de su muer te ." ¡ Qué despropósito es este! Se propone no formar idea ninguna de la significa­ción de algún pasaje que lea en la Santa Biblia, hasta que se haya informado de si ciertos antiguos, llamados padres, están conformes en interpretarlo, y, en caso de que estén asi, de que sea su interpretación del testo. ¿ Mas porqué tanto obsequio á una interpretación de los padres í < Po r ­qué no podemos entender las Escrituras tan bien como ellos ? ^ Qué socorros tenian ellos que nosotros no ten­gamos otros tantos iguales ? ¿ Porqué se requiere q u e estén unánimes ? ¡ Buenos rodeos, á la verdad, que nos conducen á la intelijencia de un l ibro!

En primer lugar, el lector tiene que averiguar quienes sean los antiguos dignos de llamarse padres. Cuidado que no se remita á Manes ó á Nestorio. Debe formar una lista de todos estos. Omitido uno por alguna desgraciada ca­sualidad, se vicia la interpretación, aunque todos los demás se den por conformes. Pero supongamos que tiene el ca­tálogo completo desde Bernabé á Bernardo; luego,

En segundo lugar, tiene que cerciorarse de como todos ellos interpretaron la Biblia. Con este objeto debe pon­derar, con la mas profunda atención, todas sus obras. i Mas qué digo ? Muchos de ellos no dejaron obras ningunas; ¿ y como llegará á saber como entendían este y este pasaje de la Sagrada Escritura ? Empero, sea esto como fuere, tiene que saber ó adivinar sus pareceres, 6, por el contrario, de que modo podrá compararlos con Jos de los demás padres, en orden á descubrir su harmonía. Porque está ordenado oue su consentimiento sea unánime.. Otros de los Padres, dejaron obras, mas éstas no llegaron hasta nosotros; ¿y como puede el lector de la Biblia saber lo contenido de estas obras perdidas? Mas es preciso que sepa como ellos pensaron, 6 á no saberlo, es claro que

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tampoco puede asegurarse de que sus pensamientos esta­ban acordes con los de los padres cuyas obras poseemos. Es ta dificultad me parece insuperable, á lo menos para mí , y creo que lo es también para otros mas valientes que yo. Empero, supongamos que se supera perfectamente, aun nos reata la inmensa tarea de cotejar industriosamente las opiniones de todos los Padres Griegos y Latinos, hasta el número de ciento á doscientos, á fin de ver si concuer-dan todos, porque su dictamen ha de ser unánime. H a y muchos lugares del sagrado testo en cuya esplicacion no están unánimes; y, de consiguiente, estos no han de ser estimados como de algún valor. En efecto, si noventa y nueve padres concurren en una interpretación, mas di­siente el centesimo, tiene que ser desechada. Pero yo no puedo menos de creer que sería un modo mucho mejor, y ciertamente mas compendioso y mas fácil, escudriñar cada uno las Sagradas Escrituras, y " si tiene falta de sa­biduría, demándela á Dios que la da £ todos copiosa­mente, y no zahiere." (Jacob, i. 5.)

Como las cosas están ahora, «o estraño de que los Romanistas no lean las Escrituras inspiradas. No han llegado á ellas aun. Todavía están entre los Padres , buscando y comparando las opiniones de ellos con el fin de saber en qué sentido les será obligatorio entender la Biblia, si acaso la leen algún dia. Algún dia dije, esto es, si viven bastante, habiendo antes conseguido la debida intelijencia de los pareceres de los padres, podrán seguir leyendo la palabra de Dios.

Cosa inesplicable me parece, que uno np puede presu­mir á entender sencillamente, y según la letra, un pasaje como el siguiente de S. Juan (iii. if..) : " D e tal manera amó Dios al mundo, que dio á su Hijo Unijénito, para que todo aquel que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna," sin incurrir en pecado mortal, si se atreve á ejercer su juicio para su intelijencia, antes de haber in-

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dagado lo que hayan dicho sobre el lugar Cipriano, Geró^ nimo, Hilario, los dos Gregorios, y todos los demás padres. Yo no veo como sea posible que alguno lea el pasaje que acabo de citar, sin entenderlo, aun á pesar de no quererlo entender, pues es tan sencillo y espiíeito. " P e r o n o , " replican ellos, " l a s Escrituras son muy difí­ciles de inteüjencia." Pues , decidme. Señores, ¿ son los Padres muy fáciles 9 ¿ Porqué no podemos entender .el Griego de Juan y de Pablo tan bien como el de Crisós-tomo ?

Otra cosa que me llamó la atención en este libro, fué la üiguiente : " E n la Misa se ofrece á Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio para los vivos y para los difuntos." ¡ E n la M i s a ! ¿ Y qué cosa es M i s a ' Voy á la Biblia, mas no la encuentro en ella. Pues , al Diccionario. Hallo que es el nombre que los de la Iglesia Itálica dan al Sacramento de la Cena del Señor, ó, por hablar con mayor ecsactitud, á la mitad del Sacramento; porque se sabe que lo dividen en dos, dando el pan al pueblo, y con el vino hacen como yo no lo sé decir. Di ­cen que el Sacramento está perfecto así, y anatematiza» á todos cuantos digan que no lo es. Su maldición se lanza hacia mí ahora que estoy escribiendo. Mas, sin arredrarme por ella, debo preguntarles ¿ porqué Jesu­cristo lo instituyó con pan y vino, si era perfecto con una sola de estas sustancias ? ¿ Porqué no dio el solo pan á sus discípulos, reservando la copa para sí ? ; Fué porque quiso hacer el Sacramento mas perfecto ? \ Mas, á donde voy con mis razones ! Se me olvidaba de que lo* Romanistas no admiten razón en este misterio,

Aquí se me ocurre una idea, que no puedo negarme el gusto de espresar. Si el Sacramento queda perfecto bajo cualquiera de las dos sustancias, ¿ porqué no dan los Sa­cerdotes algunas veces el vino ? ¿ Porqué les dan siempre el pan, sin alternar ? ¿ y porqué al principio reservaron el

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.vino antes que el pan ? Algunos creerán que vuelvo 4 raciocinar, mas no raciocino; no hago mas que una pre ­gunta muy sencilla.

Prosigamos con los apuntes. Dicen que " en la Misa se ofrece á Dios, &c ." ¿ Como ? ¿ Qué quieren decir ? N o se ofrece á Dios nada. Lo que es ofrecido, se ofrece á los hombres. Dice Cristo, presentando á sus discípulos el p a n : Tomad, comed. Luego, entregándoles la copa, d i c e : Bebed todos de ésta. Lo que se ofrece en este Sacramento, se ofrece á los hombres, y esto es nada méuos que las memorias preciosas de la muerte propicia­toria del Salvador. Mas todo aquel que lea la historia, vé que no se ofreció nada á Dios. Es te hecho, no obs­tante, los fautores del dogma de la Transustanciacion, apoyándose en alguna tradición suya, dicen, que en la Eucaristía se ofrece á Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio. Que en el Sacramento se incluye un Sacrificio i Como puede ser esto ? Y mas ¡ un Sacrifi­cio propiciatorio! Yo habia entendido, y lo tenia por punto ya establecido, que los Sacrificios propiciatorios cesaron todos con el ofrecimiento de aquel grande Sacrifi­cio, de aquel que se hizo cuando el Cordero de Dios der­ramó su Sangre, y murió. Leemos que " con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre á los que ha santifi­cado." (Heb . x. 14.) Que " a h o r a apareció una sola vez en la consumación de los siglos, para destrucción del pecado, por el sacrificio de sí mismo." (Heb . ix. 26.) Que " Cristo fué una sola vez inmolado para agotar los pecados de muchos" (ib. 28 . ) . Y que " l a sangre de Jesu-Cristo nos limpia de todo pecado." (1 Juan i. 7.) Asegurados como estamos de esto, no sé con que razoa debemos desear otro sacrificio mas, ni ir mendigando? sacrificios incruentos, tales como los Romanistas preten-deu ofrecer todos los dias en las misas. ; Y para qué sirven, siendo incruentos, como dicen ? Porque es ley

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inmutable, que " sin efusión de sangre no hay remisión." (Heb. ix. 22.)

Según nuestros Católicos, el Salvador debia de hablar con precipitación, diciendo en la cruz, " Es tá cumplido." Dicen ellos que no está cumplido; que todavía se está haciendo; que Cristo vuelve á padecer cada vez que se dice una misa. La Santa Biblia dice que Jesu-Cristo fué inmolado una sola vez; mas la Iglesia de Roma sostiene que, por el contrario, se sacrifica muchas veces todos los dias, esto es, en todas las partes y todas las veces que se celebre una misa.

En fin, me maravillo de que esta relijion haya perma­necido por tan largo tiempo en el mundo. M e es in­comprehensible como el intelecto humano haya podido admitirla por un solo dia. Ved como choca con la razón á cada instante. Ved en cuantos puntos de dogma vio­lenta el sentido común de los hombres. Ved como en éste ha contradicho á las palabras que nuestro amado Sal­vador pronunció muriendo en la cruz. Es una relijion desconocida en la Sagrada Bibl ia ; y, sin embargo de ser tan eesótica, aun ecsiste. Algunos dicen mas ; que hace progresos en esta tierra de la Libertad. Si es así, aunque yo no lo crea, me avergüenzo de ser Americano, y aun cuasi de ser hombre.

17. EL PAPA UN IDÓLATRA.

EL título que doy á este artículo parecerá muy intoleran­te, i Qué ? dirán algunos, ¿ se acusa al Papa de idolatría ? I Qué se quiere decir ? Quiero decir lo que he d icho; que éste que se jacta dé ser Cabeza de la Iglesia, éste que á sí mismo se llama Vicario de Cristo, éste que reside en Roma y que se arroga á sí atributos divinos, presta honras divinas á una cr ia tura; sí, á un ser humano, y hasta á una mujer, participadora de nuestros pecados y

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mortalidad. Si esto no es idolatría, no sé la significación de la palabra. Si esto no es idolatría, tampoco lo era el culto dado al becerro de oro, ni el que dan al sol y á las estrellas, ó á los Dioses del Hindostán. ¿ Hay otra defi­nición de la idolatría más ec?acta que ésta, que es la as-cripcion de los atributos divinos, y el dar las honras dé la divinidad á una criatura ? No importa quien sea la criatura. Puede ser el áujel mas fuerte que asiste al trono de Dios, ó puede ser una cebolla que se cria en la huerta , tal como aquellas que fueron adoradas en un tiempo en Egipto. Lo que constituye idólatra el culto de Bna criatura, no es el menor grado de dignidad en que se haya colocado, sino el mero hecho de no ser Dios.

¿ Mas puedo justificar tan grave acusación como ésta qne traigo contra el sucesor de S. Pedro, según le llaman ? Si no puedo justificarla, habré pecado, no solamente con­tra la caridad, sino contra la verdad misma. Voy á probar que sí, y no traeré las pruebas de los enemigos del Papa, ni tampoco de las historias de los Papas . El mismo Pon­tífice me las presentará, y de su propia boca le condenaré. S i s u s palabras no le arguyen de idolatría, no admitáis la acusación. Pero, si estas la confirman, entonces, afuera con la objeción de que es ofensa contra la caridad intimar que el Papa sea idólatra. La caridad mia " se goza de la Verdad." Y la acusación que no es contraria á la verdad, no lo puede ser tampoco á la caridad, y espero que en el dia la idolatría no tendrá apolojista. Mas á la prueba. Mis lectores creerán que aludo á algún Papa poco conoci­do, de aquella noche de los tiempos, los siglos medios. Mas no es así. El Papa á quien llamo idólatra, es el que actualmente reyna en Roma, Gregorio X V I , , y cito sus propias palabras en comprobación del hecho. Se traen de una carta encíclica que espidió al entrar en su oficio, y la dirijió á todos los Patriarcas Metropolitanos, Arzobispos y Obispos. La carta se puede hallar en el " Directorio de

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los Laicos 1 ' por el año 1833, y lia sido divulgada muy la­tamente sin que nada de lo que contiene se haya puesto en duda. En ella.el Papa ecsorta á todo él clero á im­plorar " q u e Ella (la Vírjen María) que ha sido, en toda gran calamidad, nuestra Patrona y Protectora, vijile sobre nos mientras que os escribimos; y guie nuestra mente con todo su influjo celestial, á los consejos que sean mas sa­ludables para el rebaño de Cristo." ¿ Se necesita algún comentario aquí ? Veis que no reconoce á Dios por su defensor, sino que llama á ella su protectora en las cala­midades pasadas, y ecsorta al clero á rogarle qué continúe vijilando sobre los Cristianos. Como nuestras ideas se com­binan muchas veces por efecto de Contrastes, me vino á lá memoria, mientras leia este pasaje de la carta, otro del Salmo cxx., en que el escritor inspirado habla de " é l , que guarda á Israel ." No dice el Salmista ella, sino El; " el Señor que hizo el cielo y la tierra, es el que guarda á Israel." Mas, según el Papa, es la Vírjen María la que guarda á Israel, y afirma que ella ejerce un influjo celestial sobre su mente. Yo siempre creia que era la prerogativa esclusiva del Señor Dios Obrar inmediatamente sobre el intelecto del hombre, y espero alguna induljencia si p re ­sumo decir que el Papa yerra en esta materia, sin embargo dé que hable ex catlwdra. No puedo creer que era ente­ramente infalible en el momento en que escribió esta carta.

Pero todavía no he dicho lo peor. En la misma carta se espresa : " Empero,; á fin de que todo tenga un écsitó feliz, elevemos nuestros ojos hacia la benditísima Víijen María quien sola destruye las herejías, quien es nuestra Mayor esperanza ; sí, EL FUNDAMENTO ENTERO DE NUES­TRA ESPERANZAS" LOS tipos son mios, mas las palabras son del P a p a : vcdlas. < Habéis visto cosa como está ? Notad lo que dice ser María y ias obras que le atribuye, y como ecsorta al clero á que le haga súplicas. No es posible que la relijion del Papa sea la mas antigua, según

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pretenden decir¿ porqne no es la relijion de los Salmo* En el Salmo cxx. se dice ; "Levan t é mis ojos á los mon­tes , de donde me vendrá el socorro. Mi socorro viene del Señor ." Y en el cxxii.> " A l c é mis ojos á t í , que habitas en los cielos. Mira que couio los ojos de los siervos en las manos dé sus señores ; como los ojos de la esclava eu las manos de sn señora ; así nuestros ojos al Señor Dios nuestro, hasta que tenga misericordia de nosotros." Mas el Papa dice : " Elevemos nuestros ojos hacia la bendití­sima Vil jen María." Aquí está la diferencia entre el Papa y el Salmista. Con éste convenimos los Protestan­tes , y por tanto nuestra relijion no és solamente mas antigua que Lutero, sino que tiene mayor antigüedad que el mismo Papado.

Ahora pregunto al lector, ¿ sí estos ruegos que Gregorio quiere que toda la iglesia dirija á la Vírjen María, no son precisamente tales como los que se deben ofrecer á Dios, y los mismos que otros de hecho le ofrecen ? ¿ No piden los clérigos á ella justamente lo que deben pedir á El, y lo que El solo puede concederles ? Después de haber pedido á María todo lo que Gregorio les manda pedirla, ¿ qué les queda mas que pedir á Dios en la oración ? ¿ No es esto poner una criatura en lugar de Dios ? O, por decirlo mejor, ¿ no es esto escluir á Dios totalmente ? Los ojos se elevan á la Vírjen en actos de oración, y mas arriba no se dirije su vis ta ; quedan clavados en ella. ; Y no es esta idolatría ? Pero no es esto todo : no puede quedar satisfecho con ser idólatra, quiere que todo el clero, y sin duda que toda la iglesia católica, se haga idólatra como é!.

Siento que el Papa no esplicó como la bienaventurada Vírjen destruye las herejías. Dice que ella las destruye, y ella sola. Yo hubiera creido que tocaba antes al " Es­píritu de la Verdad" destruir las herejías, y enseñarnos toda la verdad. Mas el Papa no lo dice así. Según éste,

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el Espírít» de la Verdad no tiene parte en ello. Todo está hecho por la benditísima vírjen. ' ' El la sola destruye las herejías."

Los de Roma se quejan de que llamamos á su Papa Anticristo. Pero dígame cualquiera si no es Anticristo el jefe de un sistema bastante dilatado, quien, desentendién­dose enteramente de Jesu-Cristo, dice de una mujer que " ella es nuestra mayor esperanza; sí, el fundamento entero de nuestra esperanza." Ciertamente esto es le­vantar á una Diosa en oposición á Cristo. La Santa Biblia habla de él como de " n u e s t r a esperanza," (1 Tim. i. 1.) y le titula nuestra única esperanza; ' ' p o r q u e nadie puede poner otro cimiento que el que ha sido puesto, que es Jesu-Cristo; " (1 Cor. iii. 2.) '' Y no hay salud en nin­gún o t r o " (Hech. iv. 12.) , de donde debemos inferir que Cristo es el fundamento entero de nuestra esperanza. Mas aquí ocurre el Papa aseverando, que el fundamento entero de nuestra esperanza es la benditísima Vírjen. Si no me engaño, Gregorio saldrá chasqueado con esa su esperanza. Mas pregunto ahora : ¿ No es el Papa Anticristo ? Y si es Idólatra y Anticristo, ¿ quien debe adherirse á su par­tido? ¿ Qué especie de cuerpo será aquel que le tiene por cabeza ? Yo soy uno que no quisiera hacerme miembro suyo; y digo francamente, que espero que aquel no tendrá mas medios de influir en nuestra libre, ilustrada y feliz América, de los que aun tiene á su disposición. Os ruego, mis compatriotas, que, habiendo rompido las cadenas de uíia servidumbre política, no nos esclavicemos á la idola­tría. Habiendo librado nuestras personas del poder de un rey, no sujetemos nuestro intelecto á la dominación espi­ritual de un Papa.

18. CARLOS X, UN IDÓLATRA.

HABIENDO probado que la santidad del Papa es idólatra, H 2

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prosigo á demostrar que su Majestad Cristianísima, que fué, esto es, el, rey espulso de Francia, fué idólatra también; lo cual, habiendo verificado, no me quedará mucho para probar que toda la iglesia llamada católica, es tá entregada á la idolatría, porque es notorio; que se glorían de pensar todos de un mismo modo, y de estar eesentos de las variedades de opinión que pululan entre los desgraciados de nosotros los Protestantes. N o es estraño que todos piensen del mismo modo, cuando es así que uno. piensa por todos, y los demás no sé molestan en pensar.

H e convencido á Gregorio de idolatría por sus mismas palabras. Lo mismo haré con Carlos. E n ocasión del bautismo (con aceyte, saliva, fyc., según la mejora que han dado al bautismo sencillo de agua, que se ordena en la Biblia) de su nieto, el Duque de Burdeos, este fué su lenguaje : " Impetremos por él la protección de la madre de Dios, reyna de los ánjeles. 'Implorémosle que vijile sobre sus dias, que aleje de su cuna los infortunios con que ha parecido bien á la- providencia Divina aflijir sus parientes, y-que le conduzca por un camino menos atri­bulado que el mió, hasta la felicidad eterna;" Estaba muy deseoso que el niño tuviese un protector que le cui­dase, le aliviase de sus desgracias, y le condujese por un camino suave á; la vida eterna. Con semejantes deseos, alguno*'no.siendo Romanista, hubiera esperado verle acu­dir al Dios.omnisciente y todopoderoso, p o r q u e r o sabemos quien, fuerade Dios, ppeda hacer tamañas cosas. Pero no, su.Majestad es taba, tan, lejos de apelar á Dios, como lo estaba su ^Santidad en ftcasion semejante. Yo sospecho que el hacerlo hubiera sido calificado de herejía. Habrían dicho que Carlos se habia hecho Protestante. E l Rey y el Papa, ambos prefieren dirijir sus votos á la criatura, antes que al Criador. No dice Carlos Impetremos para él la protección dé-Dios," sino de una mujer ; una mujer,

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es verdad, muy favorecida del Señor, y de bienaventurada memoria, pero al fin una mujer. •

La llama, conforme á la costumbre de su iglesia, " 'Ma­dre de D i o s . " Es sabido que este título no se encuentra en la Biblia. Y con buena razón, porque la idea no es tan antigua como la Biblia. La Biblia es un libso muy antiguo, y cuasi lleva la misma antigüedad que nuestra relijion. E l Papismo es moderno en comparr.cion de ésta. No diré nada acerca de la frase Madre de Dios, porque no se halla en la Biblia,, y porque otros muchos la han criti­cado.. Mas. hay otra cosa que el rey escluso dice de ella, sobre la que diré una palabra ó dos. La llama reyna de los ánjeles. Ahora, leemos en la Biblia, de Miguel el Ar -cánjel, -ó Príncipe • de. los Ánjeles, mas no leemos en ninguna parte de que.ellos tengan una reyna. Leemos también de un 'rey que está en el cielo; mas de regna^iti siquiera una sílaba. No sé ,de donde trajo-,esa idea .de reyna de ánjeles., Es cierto que no la derivó ,de las Sa­gradas Escr i turas ; mas, .por lo. que yo entiendo,: éstas encierran todas las noticias que tenemos acerca de los ánjeles. Quisiera que nos dijese, desde : su retiro, * de donde tuyo su informe, pues parece saber.de positivo que los ánjeles tienen una reyna. Es verdad que leemos, en cierto lugar, de una.reyna del cielo, mas es evidente que el culto de ella fué idólatra; de suerte que no creo que los Romanistas citarán aquel pasaje para autorizar el título y honras que rinden á la Vírjen. María. La descripción de dicha reyna §e halla en las profecías de Jeremías, cap. xliv. Si,alguno.;quiere, leer-este: capítulo, verá lo que pensaba el Profeta aceroa.de los : adoradores de la reyna del cielo. Ahora bien,, si ,el culto,de una reyna del cielo fué denunciada entre loS;Hebreos como idolatría, y s i l e s

* El lector vé que esfe artículo fué escrito antes de la muerte de Carlos X.

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sobrevino una ruina total por su causa, ¿ no es la adoración de otra divinidad bajo el mismo título entre los Cristianos igualmente idólatra y peligrosa ?

Mas no importa como la llame. Le ruega hacer lo que solo Dios puede. La trata precisamente como si fuera divina. ¿ Y no es esto idolatría ? Le ascribe las Divinas perfecciones. La omnisciencia ¿ pues sin ella como podria vijilar sobre su nieto ? Y la omnipotencia'—porque sin ella no podría defenderle de los males ; é intima que es conductora de las almas á la vida eterna. El Salmista consideraba que era prerogativa de Dios el hacer todo esto. Dice " m e conducirás según tu voluntad, y luego en la gloria me acojerás " (Sal. Ixxii. 24 . según la versión literal de Sn. Gerónimo). Mas el ex-Rey espera de María que conduzca ella al Duque recien-nacido á la vida eterna. Aquello que el Salmista espera de Dios, el ex-monaíca 16 espera de María. ¿ No es esto poner una criatura en lu­gar de Dios el criador ? Todos deben ver que esta es una- idolatría muy chocante, y que el hombre que usa se­mejante lenguaje es tan realmente idólatra, como lo ea cualquiera sectario de Jagarnat .

En efecto, me causa sorpresa la inconsecuencia de estos católicos modernos, llamando todavía su sistema Cristia­nismo. Lo llaman m a l ; "éste no es su nombre propio. Podrian, sí, llamarlo Mariarúsmo. En el Cristianismo, la persona principal es Cris to; mas, en esta relijion mo­derna, el personaje principal es María. De consiguiente, dicha relijion debe tomar su nombre de María, Marianis­mo, y no llamarse Cristianismo, como si se hubiese derivado de Cristo. Ellos no son los discípulos de Cristo, sino de María. Ella es su esperanza y apoyo. Así dice el Papa Gregorio : " Ella es nuestra mayor esperanza; sí, el

fundamento entero de nuestra esperanza." Ahora, á mi parecer, la relijion de estos tales debe tomar su nombre del Ser en que ponen su mayor esperanza; y, habiendo

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sujerido este nombre á los Papistas, les aconsejo adop­tarlo. Llámese su relijion Marianismo, y déjese coii nosotros el nombre Cristianismo, porque " CRISTO ES NUESTRA ESPERANZA."

Ahora, habiendo probado que Su Santidad y Su Ma­jestad Cristianísima, los dos personajes principales en la Iglesia Romana, son idólatras, por ahora podemos des­cansar un poco.

19. LA IDOLATRÍA DENTRO DE CASA.

EN los hombres» caidos como están, hay una maravillosa propensión á la idolatría* ¡ Con cuanta preferencia adoran á la criatura antes que al Criador ! En cierta iglesia que no es necesario nombrar, la bienaventurada vírjen, aunque no mas que mujer, recibe diez, ó quizás cien veces, mas honra relijiosa que el bendito Salvador, aunque 61 es •" el Dios fuerte," y digno de universal homenaje; mientras que á ella no compete mas que una mención respetuosa. Uno que trata mucho con estos devotos, debe suponer que la madre es quien salva al mundo mas bien que el Hijo. La consideran abogada principal de pecadores en el cielo. " S i alguno pecare, tenemos un abogado con el Padre . " < Quien ? S. Juan dice : Jesu^Cristo el justo. Los Pa­pistas dicen : María. Así. discrepan los dos partidos. Nosotros los Protestantes nos adherimos á S. Juan .

Últimamente di con un templo de ídolos, esto es, una iglesia ó capilla edificada en honor de una criatura, y de­dicada espresamente á ella. Lo llamo templo de ídolos, y creo que no puede haber definición mas ecsacta de semejante edificio. Bien, yo he visto un templo semejan­te, y esto sin ir á las Indias. Algunos piensan que no hay idolatría mas acá de las Indias, y cuando oyen habla;' de un templo de ídolos, piensan al momento en Jagarnat . Pero se equivocan. Yo no he salido de los Estados Unidos

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de América, y sin embargo, he visto un templo de ídoloá. Diré lo que he visto, y cualquiera dirá si padezco equivo­cación ; y, si fuere así, celebraré que me desengañe; Sobre la fachada de la capilla llamada de los Católicos de Annapolis en Máryland, se vé esta inscripción : IN HONO-SEM DEIPAK.E VIKGINIS. Esto es Latin. En Español suena : " E n honor de la Vírjen, Madre de Dios . " Si no la traduzco bien, alguno de los que rezan en Latín me podrá enseñarlo mejor.

¿ Y como debe entenderse esta rotulata ? Su significa­ción aparente es, que la capilla fué edificada en honor de la Vírjen María, y que continúa para el mismo fin. Aquel en cuyo honor algún templo se edifica, se adora en dicho templo, pues de otra manera no puede decirse que está hecho en su honor. La misma inscripción indica una de­dicación á la Vírjen ; y es admitido umversalmente, que el ser á quien se dedica el templo, es el mismo que en él recibe la adoración de los que lo frecuentan. En recono­cimiento de esta costumbre universal, nosotros dedicamos nuestras iglesias al Dios Trino y Uno, porque él es á quien adoramos dentro de su recinto, y diciéndose que son edi­ficadas en honor de él, no causa ninguna equivocación. Por ejemplo, leyendo en la fachada de una iglesia de Baltimore esta inscripción, Mom¡> 0ea Al solo Dios enten­demos-que la iglesia está consagrada al servicio del Solo Dios, justamente como si la inscripción habia sido un poco mas dilatada, al modo de la de Annapolis, con las palabras en honor del solo Dios. Así S. Pablo, cuando halló un altar en Atenas con esta inscripción, Al Dios no conocido) infirió al momento que era la intención de los Atenienses celebrar algunas solemnidades de culto relijioso en aquel altar, pues les dice : " Aquel que vosotros adoráis, sin conocerle." Y si la inscripción hubiera sido en honor del Dios no conocido, ¿ rio hubiera el Apóstol inferido lo mis­mo ? En efecto, no puede haber declaración mas evidente

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que la capilla aquella está dedicada al culto de la Vírjea Mar ía ; y siendo ella una criatura, el mismo hecho lo constituye templo de idolatría, y á los que adoran en él, idólatras.

Nadie diga que la inscripción no da á entender mas de que la capilla deriva su nombre de María. Algunos Pro ­testantes dan á sus iglesias nombres de Santos, mas un tal nombre nunca es dado en honor del Santo. La Cate­dral de S. Pablo en Londres no fué edificada en honor de aquel Santo. Es el nombre que tiene, nada mas. Mas aquí tenemos una capilla en honor de la Vírjen, y ésta se llama Madre de Dios, como con el fin de justificar el culto que los fundadores de la capilla se proponen darle. Si esta fuera la tínica evidencia de que los Romanistas adoran á la Vírjen, la dejaríamos en silencio ; mas es una entre muchas. No hay cosa mas susceptible de demos­tración, ni que sea mas innegable, de que tributan á esta criatura el culto relijioso que es debido á Dios solo. D e consiguiente, son idólatras. Siento decirlo, porque siento mas que haya motivo para que lo diga. Pero ya ha llegado el tiempo en que debemos hablar sin rodeos. Intentan propagar su relijion en América, y se debe saber la especie de relijion que es. Debemos proclamar, á los oidos de todo Cristiano y de todo patriota, que es aun mas nociva que el simple error. Es mas terrible que el despotismo, aunque sea el despotismo mas refinado, y siempre lo ha sido ; ES IDOLATRÍA. Pone una criatura en lugar de D i o s ; y, si no renuncia á Dios totalmente, hace lo que no le es menos ofensivo, pues le allega otros objetos subalternos de adoración, y esto es demasiado para que el Señor Dios fuerte y celoso lo sufra. No es posible predecir la suerte de este pueblo g rande ; mas espero que nunca seremos nación de idólatras, adoradores de las criaturas. Mas nos valdría ser (Dios nos guarde do ello) nación de esclavos que de idólatras. Pero yo creo,que la Superstición Ro-

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mana, una vez admitida umversalmente, nos haría lo uní» y lo otro.

20 . SUPLICAS A LOS SANTOS.

ÉSTE es uno de los muchos puntos en que los Papistas y los Protestantes no pueden estar en uniformidad. Aquellos oran á los Santos difuntos. Confiesan esta costumbre, hacen alarde de ella, y procuran justificarla. Si alguno t iene sus dudas sobre si invocan, como dicen, á los San­tos , remítase á sus libros devocionarios y demás obras relijiosas, y verá los mismos, formularios con que les ofre­cen sus súplicas.

Nosotros los Protestantes no oramos á los Santos, y nos creemos con buenas razones para no hacerlo. Citaré algunas de ellas con la esperanza de que, aun algunos del partido contrario, cederán á su fuerza.

l a . — N o creemos que sea necesario rogar á los Santos. Podemos acudir á nuestro Dios, grande y bondadoso. Sus oidos están continuamente abiertos á nuestros ruegos, y así quedamos muy satisfechos, y no necesitamos otro mas á quien orar. Todas las veces que nos hallemos en algu­na necesidad, juzgamos mas provechoso acudir directa­mente á nuestro Padre celestial, y especialmente como S. Jacobo nos enseña, que " toda dádiva escelente y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las lumbres, en el cual no hay mudanza ni sombra de varia­ción." (Jacob i. 17) Si otros quieren apelar á los Santos en tiempo de necesidad, háganlo en hora buena. Nosotros preferimos rogar al Grande Autor de todos los bienes. Haciéndolo así, tenemos mejor esperanza dé re­cibir el socorro necesario, que no invocando á los Santos.

Es verdad que, siendo. pecadores, necesitamos de un abogado con el P a d r e ; pero uno nos es suficiente, y éste á-quien tenemos es Jesu-Cristo, según lo testifica Juan,

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también Santo, diciendo: " Si alguno peeáre, tenemos por abogado con el Padre , á Jesu-Cristo el J u s t o . " (1 Juan ii. 1.) Juan no habla mas que de,un abogado; y Pablo asegura que, como hay un solo Dios, así también no hay mas que un medianero entre Dios y los hombres. A pesar de todo esto, los Romanistas porfian en sostener, que hay muchos abogados y muchos medianeros. Las n o ­tas de los traductores de Reims sobre 1 Tim. ii. 5 , y 1 Juan ii. 1 , sostienen la doctrina de una pluralidad de medianeros y abogados. E l objeto de estas notas es hacer ver que, si alguno pecare, t iene muchos abogados con el Padre, y que hay mas que un medianero entre Dios y los hombres, lo cual es totalmente contrario á los lugares, anotados. Sé que ellos dicen que los Santos no son mas que medianeros subordinados; mas yo digo que no son medianeros de ninguna especie. La Sagrada Biblia no los conoce por medianeros. Las palabras medianero y abogado no se usan en la Biblia sino en la mas estricta relación con Jesu-Cristo. No hay mas que uno, y éste es . Es por él por quien venimos al Padre . Es á él á quien acudimos directamente: de otro tercero no hemos menester.

2a.—Nosotros los Protestantes siempre hemos tenido por incluso en la idea jeneral de adoración, el acto de orai-j no menos que el de dar gracias y alabanzas á Dios. Ahora bien, nuestro Salvador dice : " Adorarás al Señor tu Dios, y & él solo servirás ." (Mat. iv. 10.) Por esto no nos atrevemos á orar á otros mas que á Dios, No queremos idolatrar, adorando á unas criaturas.

3a.—Aunque quisiéramos hacer oraciones á los Santos, no sabemos como, Si oramos á todos ellos inclusive, este orar sería muy indistinto, y no podríamos menos de recelar que no se haria caso de nuestras súplicas, pues lo mismo puede suceder entre los Santos en el cielo, que entre ^us hermanos menos perfectos en la tierra, esto es, que lo que todos han de hacer, ninguno lo hace, Si por el contrario

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procedemos á dirijir nuestros ruegos á algunos Santos cs-cojidos, invocándolos por sus nombres, para esto es nece­sario que sepamos 1 'ecsactamente quienes son ; y, para saber tanto, debiamos haber conocido sus corazones durante su vida, 6, en caso de no haberlos conocido, debemos poder divisar ahora lo que pasa en el cielo. Mas tanto lo uno como lo otro supera nuestra intelijencia. Podríamos errar fácilmente, orando á algunos difuntos que se tienen por Santos. No es difícil saber á quienes la iglesia titula Santos ; pero es dable que los canonizados no sean siempre los Santos verdaderos. Y , supuesto que pudiésemos saber que ciertos sujetos que un tiempo estaban en la tierra, estaban ahora en los cielos, aun nos quedaría otra cosa que hacer, y esto es, que nuestra voz les alcanzase, por­que es acierto que sería muy imítil hacer súplicas al que no las podría oír. ¿Mas como haremos esto? Los Santos están en el cielo, el pecador suplicante está en la tierra, y media mucha distancia entre ellos. La voz de los peca­dores que están en la tierra no alcanza á los Santos del cielo. Si digo : " P e d r o , ora por m í , " ¿ como sabe él lo que le digo ? Pedro no es omnipresente. Dirán que Dios le avisa de que le estoy orando. Pero ¿ de donde se trac la prueba de esto ? Y, dado que fuese así, ¿ qué nos ser­viría ? Según esta idea, Dios avisa á Pedio de que cierto pecador de la ticira quiere que él, Pedro, pida á él. Dios, que le dé sigo. Todo esto es rodear mucho. E l hombre haría mucho mejor en no molestar á Pedro, sino decir de ana vez : " D i o s , apiádate de mí, pecador."

Mas aquellos preguntan con ayre de confianza, si no pedimos á los Santos vivientes para que oren por nosotros. Así lo hacemos, porque estamos divinamente autorizados para esto. Pero esto no es orar á ellos. Grande es la diferencia entre orar á un Santo que está en el cielo, y pedir á un compañero de nuestra peregrinación liácia la bienaventuranza, que ore por nosotros al Dios del cielo,

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Todos deben conocer esta diferencia. Cuando un Cristia­no pide á su pastor, 6 á su amigo relijioso, impetrar alguna cosa de Dios en su favor, no cree que entonces está oran­do ó invocándole. A mas de esto, nunca pedimos á alguno que ore por nosotros, si no sabemos que puede oir nuestra petición. E l hacer de otro modo sería muy ridículo. D e ­bemos saber que uno está cerca á nosotros, antes de volvernos hacia él pidiéndole alguna cosa. Mas los de esa iglesia no cesan de hacer súplicas á unas criaturas, de cuya presencia en la tierra no hay el menor indicio, por no decir que, siendo criaturas, no pueden estar presentes con todos los que les invocan. ¿Cuantos están todos los dias, y en la misma hora, invocando á la bienaventurada Vírjen ? Todo es un disparate, á no ser que sea ella una diosa omnipresente, y es cierto que la Biblia no la repre­senta como tal . Ocupa un sitio muy estrecho en el uni­verso sobre el cual domina Dios, y es probable que aquel sitio dista mucho de nosotros. No puede oir, y, aun oyendo, no podría socorrernos. Tampoco debemos creer que su reposo en el cielo ha de ser interrumpido por las diez mil voces confusas que claman á ella sin cesar. N o puede ser.

H e recorrido la Biblia que es el libro que contiene la relijion de los Protestantes , y, siendo mas antiguo que la relijion Romana, sirve de prueba de que el Protestantismo es mas antiguo que el Papismo, y no hallo que alguno de aquellos cuya historia se conserva en sus pajinas, haya adorado á los Santos. N o leo que Josué adoraba á Moy-ses, ni que Eliséo invocase á Elias. Nada de esto. N o encuentro el menor vestijio de las devociones de un Cató­lico moderno en ninguno de los dos Testamentos. N o hallamos cosa ninguna en el libro de los Hechos de los Apóstoles, ni en sus epístolas, acerca del orar á la amada Vírjen, ni parece que la llamaban nuestra Señora, equiparán­dola con nuestro üeíior. Aquellos escritores no dicen nada

dé la madre. Todo su discurso se refiere al Hija. ¡ Qué herejes debían ser Lúeas y los demás ! Los libros CATÓ­LICOS están llenos de la bienaventurada Vírjen. La Biblia toda trata de Cristo. Aquí está la diferencia.

Pero se me habia olvidado : en el Nuevo Testamento hay un ejemplo de oración, ofrecida á un Santo difunto. Se halla la relación en el Evanjelio según Lúeas, capítulo xvi. E l Santo adorado era Abraham. E l suplicante, un rico que estaba atormentado, y éste pidió dos cosas. Ved aquí, pues, el único ejemplo autorizante que el Papista, pretende traer de la Biblia para invocar á los Santos. Aprovéchese de él en cuanto pueda. Mas , cuando hubiere advertido de que esa oración fué ofrecida desde el lugar de ¿os tormentos, por uno que liabia pasado toda su vida en una total indiferencia á la relijion, y que salió infructuosa, creo, que no sacará mucho partido de ella.

2 1 . ESPECÍMENES DE LA IDOLATRÍA DE LOS PAPISTAS.

Los traigo del libro que iba apuntando, con el título de " Gula del Cristiano para el cielo." Has ta haberlo leido, yo no sabia que por la idolatría iba el camino del cielo. N o era así bajo la antigua ley de los Hebreos . Estos especímenes de la idolatría Católica, mis lectores dirán, se igualan perfectamente con otros bastante conocidos de la Idolatría Gentílica.

Ved aquí uno. " Nos apresuramos á tu patrocinio, Santa Madre de Dios. No desprecies las peticiones que t e ofrecemos en el tiempo de nuestras necesidades, mas líbranos de todos los peligros." Es te es el modo en que los Romanistas devotos de los Estados Unidos se enseñan á orar. Ellos se apresuran á Mar í a ; mas Dios es el refu-jio de nosotros. Aquí está la diferencia. Miran á ella, esperando que los libre de todos los peligros. Yo opino que mas les valdría indagar cuales sean las facultades de

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la Víi-jen María, antes de poner en ella una tan ilimitada confianza. Y o estaría muy medroso si no tuviera otro re-fnjio mas que en ella. " En el dia en que tuviere temor, pondré mi confianza en t í " (Sal. lv. 4 . S . Gerón., según el Hebreo) . Así dijo al Señor el Salmista inspirado, y lo mismo digo yo.

Otro espécimen viene int i tulado: " E l Salve Regina," y es del tenor s iguiente : " Salve, Santa Reyna, madre de las misericordias, nuestra vida, nuestra dulzura, y nuestra esperanza. A tí clamamos, hijos de Heva pobres y desterrados. A t í dirijimos nuestros suspiros, lamen­tando y llorando que estamos en este valle de lágrimas. Vuelve hacia nosotros, abogada graciosísima, los ojos de tu misericordia; y, luego que se acabe este destierro, muéstranos á Jesús , fruto de tu vientre, ó clemente, ó piadosa, 6 dulce Vírjen Mar ía . " Ahora, ¿ no es una farsa el llamar esto Cristianismo ? Se asemeja mas al Ateísmo, pues es una oración autorizada, y llamada Cató­lica, en la cual no hay el mas leve reconocimiento de Dios.

Después de esto se sigue " una llamada á la devota contemplación," y habia de esperar que su objeto sería Dios, ó el Salvador. Pero no, es la Vírjen. Hela aquí : "Contemplemos con júbilo á la bienaventurada Vírjei» María como está sentada en gloria á la diestra de sa amado Hi jo . E s t á coronada por el Padre celestial reyna del cielo y de la tierra, y constituida por Jesu-Cristo ad­ministradora de sus gracias." Es muy singular que los Católicos, cuando miran al cielo, no ven otro objeto tan sobresaliente como la bienaventurada Vírjen. Por el con­trario, es cierto que ella no era personaje principal de las visiones celestiales, de que tenemos relaciones en la Biblia. Estevan vio " los cielos abiertos, y el Hijo del hombre que estaba en pié a l a diestra de D i o s " (Hech. vii. 5 5 . ) ; mas Ro vio á la Vírjen sentada á la derecha de su Hijo. Tam­poco Juan, en la historia de las visiones que tuyo, la cual

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se conserva en el libro del Apocalipsis, dice siquiera uca palabra de ella. Parece que ella es visible al Romanista contemplativo, y no solamente visible, sino que es cuasi el único objeto que éste descubre.

También hablan de ella como coronada por Reyna uni­versal, y constituida administradora de las gracias de Cristo. ¿Mas quien les dio estos informes? Es t á con­cedido que no lo dice la palabra de Dios, y sería demasiado esperar de nosotros una fé implícita en la suya. Yo lio acostumbrado mirar á Jesu-Cristo como administrador de sus propias gracias, mediante el Espíri tu Santo. í o siempre he creído que él era quien " t o m ó dones para los hombres ." (Sal. lxvii. 19.) Mas ahora parece, según lo dicen los Romanistas, que la persona que los toma y administra es muy otra. ¡ Cuanta novedad se introduce en esta relijion ! Cuasi toda parece nueva. Sin embargo de todo cuanto se diga al contrarío, la relijion nuestra tiene mas viso de antigüedad.

El devoto, sectario de la Vírjen, está tan firmemente persuadido de que está coronada, que usa la siguiente ac­ción de gracias : " ¡ O Jesús ! unido con los Arijeles y con los Santos, te bendigo por la gloria con la cual has rodeado tu Santa Madre, y te doy gracias desde lo mas íntimo de mi corazón por haberla dado á mí para ser mi reyna, mi protectora, y mi madre." Con estas palabras acaban de dar gracias á Jesús . Se cansan pronto de dirijirse á él, y vuelven á invocar encarecidamente á su madre. " Reyna de ánjeles y de hombres, concede tu poderosa intercesión á los que están unidos para honrarte, en la hermandad del santo rosario (Yo no sé que quiere decir esto. Debe ser algún misterio, y por tal lo dejo, sin intentar esplicacion*), y á todos tus demás siervos." Luego viene una sentencia,

* Según esto, parece que semejantes hermandades no se cono­cen jeueralmeate en los Estados Unidos de América.

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que propongo á vuestra observación, muy especial. Creo que el autor y censores del libro quisieran borrarla si fuera posible, mas ya es muy tarde. Las palabras son : " M E CONSAGRO ENTERAMENTE A TU SERVICIO. El Sujeto que quiere ser conducido al cielo, está dirijido, bajo la autori­dad del Arzobispo, á consagrarse enteramente al servicio de la Vírjen María, aunque todos confiesan que ella no es mas que criatura. Cuidado, que dice enteramente. Esto escluye á Dios de toda participación de los servicios del devoto. H a de consagrarse enteramente al servicio de la Vírjen, ¿ Dirá alguno, que desea tenerse por intelijente, que esta no es idolatría \ En toda la historia del mundo no podemos hallar ejemplo mas claro de ella. S . Pablo nos ruega presentar nuestros cuerpos á Dios, y dice que este es nuestro culto racional; mas esta guía Italiana al cielo, nos dirije á consagrarnos enteramente al servicio de la Vírjen María.

Conformándose á esta dirección, el dócil relijioso se consagra de hecho á María, según el acto siguiente de devoción que se encuentra en el mismo librito,

" O Vírjen bienaventurada, vengo á prestarte mi mas humilde homenaje, y á impetrar el aucsilio de tus oracio­nes y de tu protección. Tu eres Todopoderosa con el Todopoderoso. Sabes que, desde la edad mas tierna, te he mirado como á mi madre, abogada y patrona. Tú te dignaste de tenerme desde entonces por uno de tus hijos. Desde ahora te serviré, te honraré, y te amaré. Acepta mi protestación de fidelidad, considera favorablemente la confianza que tengo en t í . Consigue para mí, de tu ama­do Hijo, una fé viva, una esperanza firme, un amor tierno, jeneroso y constante, para que experimente la virtud de tu protección al tiempo de la muer te ." Aquí veis como el Romanista dice que hará lo que " la gu í a" le manda hacer. La servirá, y haciendo así, espera esperimentar la virtud de su protección• al tiempo de la muerte. ¡ Pobre de é l !

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Me compadezco de él en mi corazón, si no lia de tener mejor amparo en la muerte. No fué por esto que dijo David : " Aun cuando anduviere en medio de sombra de muerte, no temeré males." Fué porque también pudo decir : " Porque tú estarás conmigo (Tú, el Señor, mi Pastor) ; tu vara y tu cayado, ellos me consolarán" (Sal. xxii. 4 . ) . ¿Como puede estar María con todo Católico moribundo que se fie en ella ? Desearía saber como. ¿ Se propasan basta decir que ella es omnipresente ? ¿ La. han deificado, no de hecho solamente, sino también en forma?

El devoto dice en esta oración: " Eres todopoderosa con el Todopoderoso." ¿ Debo llamar esto error, ó men­tira ? Ciertamente, no es la verdad. Ella, una pobre pecadora, tal como cualquiera de nosotros, salvada por la sola gracia de Dios ¡ ésta se llama intercesora todopoderosa con el Todopoderoso ! Cristo lo es, mas no otro ninguno; y el decir lo contrario, no es mentira solamente, sino ólasfemia.

Tengo reservados otros especímenes de la idolatría Ro­mana, que los espondré luego; mas estos bastan para argüir á esta iglesia de idolatría, delante de cualquiera tribunal imparcial. Yo he prolado que la, Iglesia y relijiou de Roma es idólatra. No lo he dicho solamente, lo he demostrada, y he traído la demostración de una obra suya autorizada. El haber dicho solamente que es idólatra, hubiera sido pecar contra la caridad cristiana; mas el ha­berlo probado, no es así. Un escritor es responsable de los hechos que afirma, según sean verdaderos ó supuestos, mas no ha de responder á nadie de la conclusión á que conducen sus raciocinios, puesto que estos se funden de buena fé en los hechos incontrastables.

¡ Idólatra ! Sí, aquella que pretende ser la única igle­sia verdadera, se convence, de su propia boca, de idolatría. Es tá ya con esta piedra atada á su cuello. Me admiro de <|,ue con ella haya podido fluctuar tanto tiempo. Muy

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pronto la hundirá. Me parece que la veo anegándose^ aunque algunos crean que va lo contrario.

22. CONTINUA LA MISMA MATERIA.

PUKDH ser que no supieras, lector mió, que los Papistas no solamente oran á la Vírjen María, sino que también le. cantan. Yo no estaba enterado, de esto¿ hasta que leí aquel devocionario; Pero es evidente que le cantan. Al fin del libro encuentro los dos himnos siguientes. Este es el primero, y verás que, en punto de idolatría, iguala á las oraciones que le ofrecen;

¡ O madre de Dios del cielo! A .tí angustiados corremos, Y del mal que adolecemos Esperamos el consuelo.

Vírjen santa y poderosa ; Del enemigo implacable Y del riesgo, al miserable Libras siempre piadosa.

La idolatría de este himno consta en acudir los angustia­dos á una criatura para consuelo, y en refujiarse á ella para socorro y defensa. E l profeta Jeremías nos declara que, " Esto dice el Señor : Maldito el hombre que confia en el hombre, y pone carne por brazo suyo, y se retira del Se­ñor su corazón." (xvii. 5.) Pero si el sujeto que canta este himno no pone carne por su brazo, yo no sé quien es el que lo hará. El otro himno es como sigue :

¡ Salve, reyna inmaculada ! Tú , de gracia revestida, Sirves al pobre de ejida, Y de Dios eres amada.

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Tú que en el trono estrellarlo Te sientas cual Vírjen pura, Gracia obten que dé ventura A tus hijos desdichados.

Si el ánimo atribulado Y la conciencia aflijida A tí acude desvalida, Paz y consuelo ha logrado.

De hoy mas en mis aflicciones En tí buscaré consuelo, • Esperando que tú el cielo Abras á mis oraciones.

Mas la bienaventurada Vírjen no es la única de los mortales á quien cantan. Encuentro también en el mismo librito un himno á S. José, del cual la siguiente es la pri­mera estancia.

Ardiendo en tu santo fuego Ya mi corazón rendido, ¡ Oh José ! de Dios querido, Interpon por mí tu ruego.

Tal vez el lector no sabrá que no quedan satisfechos con orar á los seres animados; algunas veces claman igual­mente á cosas inanimadas. En efecto, parecen dispuestos á adorar cuasi á todas las cosas, escepto solo Aquel á quien deben prestar su adoración. - Para dar un solo ejemplo, citaré la siguiente súplica, que encuentro en la " Letanía del bendito Sacramento," según lo llaman. " O trigo de los escojidos, ten misericordia de nosotros." ; Qué oración es esta para ser sancionada de un Arzobis-

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po, y publicada en una de las ciudades mas ilustradas de América, y ésto en el siglo décimo nono ! Esto es dema­siado para que se sufra. Nosotros hablamos del progreso, mas buen atraso es éste. En el siglo primero, Ja regla de los Cristianos era orar así, según oraba el publicano : " Dios, ten misericordia de mí, pecador." Mas ahora en el siglo decimonono, el pecador tiene que decir : " O trigo de los escojidos, ten misericordia de nosotros."

Si no me engaño, hemos hallado, con respecto al Ro-manismo, lo que Arquimédes deseaba hallar á fin de mover el mundo. Dijo aquel filósofo que podia mover el mundo, puesto que alguno le diera un punto en que fijarse, desde donde levantarle con una palanca. Empero, como no pu­dieron proporcionarle semejante punto, no se movió el mundo. Y o me creo mas feliz, pues he acertado en. un punto desde donde no solamente podremos mover, sino subvertir totalmente, la relijion Romana. Dejemos á un lado sus absurdidades é intolerancia, y fijemos el pié en su idolatría. Aquí nos mantendremos constantes, y desde aquí la atacaremos. Si la Iglesia de Roma es idólatra, i puede permanecer ? ¿ N o ha de caer inevitablemente ? ¡ Puede una iglesia idólatra mantenerse entre las demás iglesias con el renombre de Cristiana ? Es imposible. N o hay mas que hacer que abrir los ojos de los hombres para que vean su idolatría, y se acabó con ella. E l sentido común de los hombres no puede sufrir por mucho mas tiempo se digan rezos y canten himnos á unas criaturas, y se viertan humildes súplicas ante aquello de que se hace el pan. Entendedme bien. Yo no quiero que sea perse­guida ; yo no quiero que ningimo de sus sectarios padezca la menor incomodidad ; mas hay ciertas cosas que el inte­lecto humano no puede tolerar, y esta es la principal de las cosas que la razón tiene por intolerables. H a de des­vanecerse, aunque por desgracia la impiedad ocupase su lugar. La relijion que no es de la Biblia, y que se burla

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de la razón, no puede subsistir. Por mi parte, no recelo que ésta se adelante mas.

2 3 . CULTO DE IMAJENES.

Si la frenolojía es una ciencia verdadera, los Papistas de­ben tener el órgano de la veneración muy prominente. N o hay pueblo en el mundo, escepto los Paganos, que esté tan propenso á la adoración. Adoran cuasi todas las cosas que se ofrecen i su vista, haciendo de ellas muy poca elección. Parece que estiman la escelencia del culto en proporción á la diversidad de los objetos que se adoran. E s lástima que no puedan restriñir sus devociones entre algunos limites. Lástima que no puedan quedar satisfe­chos con tener un solo objeto de veneración relijiosa, el cual debe ser Dios el grande y glorioso. Pero no. Fuera de él quieren una muchedumbre de criaturas, de ánjeles, santos, y no sé qué, delante de los cuales se prosternan. N i les satisfacen estos seres mismos. Es preciso que ten­gan las figuras de ellos, y que adoren también á éstas. Su gusto pide siempre alguna cosa visible á que prestar su culto. En la profesión de fé que encuentro en el libri-to de Baltimore, publicado con la autorización del Obispo, que he citado ya tantas veces, y que cito de propósito porque está publicado entre nosotros, y no se puede poner en cuestión su autoridad. Pues en dicha profesión de fé encuentro el párrafo siguiente. " Sostengo constante­mente que las imájenes de Cristo, de la madre de Dios, siempre Vírjen, y de los Santos, deben ser habidas y tenidas, y que se ha de darles la debida honra y venera­ción." * Esta doctrina parece algo diversa de la que fué promulgada desde Sínai, y gravada por el dedo de Dios en las tablas de piedra. Digo que, cuando menos, parece

f Esta profesión de fé es la Bula de Pió IV.

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variante, y creo que podré manifestar que lo parece así aun á los Papistas mismos. La voz que hizo estremecer la tierra, después de decir: " No tendrás Dioses ajenos delante de m í ; " dijo también, " N o harás para tí obra de escultura, ni figura alguna de lo que está arriba en el cielo, ni de lo que está debajo en la tierra, &c." (Ecsodo xx. 3—6.) Pues b i en ; Cristo, la Vírjen y los Santos están arriba en el cielo, á no ser que alguno sospeche que algunos de los canonizados estén en otra parte. De con­siguiente, no es lícito hacer semejanza alguna de ellos. La ley prosigue diciendo : " No las adorarás, ni les darás culto." Pero, pregunto yo, ¿si los Papistas' no adoran las semejanzas de los Santos y de otros, poniéndose de rodillas en su presencia ? Pregunto si hacen así ahora ; pero sé que acostumbraban hacerlo, y supongo que perse­veran haciendo lo mismo, pues se glorían de que su reli-jion es siempre la misma, y la misma en todas partes . La doctrina promulgada en Sínai es la antigua, y parece oponerse á toda especie de culto de imájenes; pero la guía moderna del cielo, repitiendo el fallo que dio con autoridad «1 Concilio de Trento muchos años antes, dice que " las imájenes de Cristo, de la madre de Dios y de los Santos, deben ser habidas y tenidas, y la debida honra y veneración dada á ellas." Aquí tenemos Balthnore y Trento contra Sínai. El Arzobispo y el Concilio están de una parte, y El que bajó sobre el monte que ardia en fuego, está de la otra. Mis lectores abrazarán el partido que mejor les parezca.

Mas i no podemos conciliar estas discrepancias ? . < No se les puede dar alguna esplicacion, á fin de que la ley de Dios y la de Roma no parezcan incongruentes ? Puede ser. Si una de ellas puede desustanciarse, ó esplicarse con tal especie de evidencia que no se deje ver mas su realidad. Este es un modo nuevo de reconciliar las cosas, y algunos hay que se valen de él, mas á mí no me gusta,

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porque yo acostumbro colocar las dos cosas que liemos de comparar, la una al lado de la otra, y esponerlas luego á la luz 'mas clara. Y si tratamos así los puntos alternativos de esta cuestión, recelo que será imposible el conciliarios. Nuestros hermanos de Roma parecen estar persuadidos de 16 mismo, y viendo que las dos cosas no pueden ponerse en harmonía, han esplicado la una de manera que no se vea m a s ; esto es, l a han suprimido. H a n escluido el segundo mandamiento del Decálogo. ¡ Buen método es este, y tauy espedito, para convencer á los Protestantes ! Una cosa es cierta : debían 'considerar que el segundo manda­miento era muy repugnante á su sistema, ó, á lo menos, c¡ue así lo pareciaj ó, de lo contrario, no se hubieran metido en borrarlo. < Pueden darnos otra razón de la su­presión de este mandamiento, mas que confesando que parece prohibir el uso de las imájenes en sus iglesias ? Si otra razón ocurre á alguno, le agradeceré me la esponga. Ahora bien, donde no cabe mas que un motivo que im­pele al hombre á un acto, creo que no peco contra la ca­ridad fraterna, imputando el acto al único motivo que puede ecsistir.

Creo que he advertido al lector, en otro articulo, de que han suprimido el segundo mandamiento del librito moderno de Baltimore. ¿ Y porqué no ? La relijion invariable debe ser la misma a q u í q u e en Irlanda ó en Italia. Los Roma­nistas de América no deben estar abligados á guardar un mandamiento mas que los de Europa. Los del mundo antiguo no deben ser mas libres para obrar que los del nuevo.

La omisión del Segundo' mandamiento en nuestra "guía del cielo " se compone del siguiente modo. Le reco­mienda al devoto cierta ecsaminacion, preparativa á la confesión, con referencia á los diez mandamientos, con el fin de que vea, antes de pedir absolución al Sacerdote, si faa quebrantado alguno de ellos, y no se dirije á ecsami-

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liarse acerca del Segundo, sino dos veces sobre el décimo, para llenar así el, número decenario. Ahora admito que hubiera sido muy inconveniente el enseñar al confitente á ecsamiriarse con referencia al segundo mandarniento. Su estudio podría haberle convencido de pecados no conocidos al confesor. Preguntándose á sí mismo : " ¿ H e adorado á alguna imájen, ó semejanza de cosa que está arriba en el cielo, ó abajo en la tierra ?" el mismo debia responder que, "s í ,porque me arrodillo delante de aquella imájen de Cristo, hago reverencia y adoro á aquella semejanza de la biena­venturada Vírjen. Temo que habré quebrantado el Se­gundo mandamiento." Entonces, si se hubiera ido al Sacerdote, esponiéndole sus escrúpulos, le hubiera dado algo que hacer. Es verdad, el Sacerdote le diria : " Hijo, no tienes intención de hacer mal en eso. Usas de la imájen solamente con la idea de escitarte á la devoción. Tu culto no termina en ella, no siendo mas que relativo. A mas de esto, no adoras la imájen, la veneras, solamente, y solo das á las imájenes la debida honra y venerac ión . . . . nada mas. Debes considerar, hijo mió, la diferencia que hay entre la adoración y la veneración, como también entre la latría y . l a dulia." Mas quizás todo esto no bastaría para satisfacer á la conciencia del hombre. Todo le sería tan poco intclijible como el Griego. Por, lo cual ha sido juzgado por mas prudente no decir nada de ecsa-minarse sobre las imájenes. Puede ser que esto sea lo mas prudente. Ciertamente esta política es la mas refi­nada.

Ahora, preguntan el los: " No tienen los Protestantes sus pinturas y estatuas ? Sí , que las tenemos. No de­claramos guerra á las bellas artes. Podemos gustar de la pintura y escultura sin caer en la idolatría. Sí, tenemos representaciones de los Cristianos difuntos; mas no nos hincamos de rodillas delante de ellas, ni hay que borrar el segundo mandamiento, porque tenemos imájenes, según

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algunos lo hacen» Los Romanistas hacen muchas distini ciones y esplanaciones con respecto al culto de las imáje-nes , á algunas de las cuales he advertido, en la respuesta que he supuesto el Sacerdote hária al confitente. Pero son las mismas que pudieron hacer los antiguos Israelitas, y son las que hacen los Paganos modernos en justificación Se sí mismos. Los idólatras, cuando reprehendidos de su pecado, siempre han acostumbrado decir, que el culto que daban al ídolo no era mas que relativo, y que era dirijido hacia otro objeto ulterior é invisible. D e suerte que esta esplicacion de su culto no es propia del idólatra moderno. E s tan antigua como la idolatría de los Judíos y Paganos. Los adoradores del becerro de oro, pretendían adorar otro objeto mas allá del becerro mismo. Es t e , según hubieran querido decir, no era mas que para escitarlos á la devoción, y &sí le prestaban " l a honra y veneración debida." .Sin embargo, pecaron gravemente, y " el Señor hirió al pueblo por el pecado del becerro, y perecieron en aquel dia como tres mil hombres ." (Ecsod. xxxii. 25 , 28.) Y creo que lo mismo habría sucedido, por muchas esplicaciones que hubiesen hecho. Mas Dios no esperaba sus esplicaciones. ¿ Y de que le sirven todas estas esplicaciones y distin­ciones á la masa grande del pueblo ? No las entiende, y á mi ver, aun si las pudiera entender y guardar también, les haría poco provecho. Es t e culto, esplicado y justifi­cado, es el mismo que el mandamiento prohibe.

Y o no tengo mas que decir sobre las imájenes; mas quisiera que el Arzobispo de Baltimore dejase ver el segundo mandamiento en la otra edición de la " Guía del cielo."' Desearía que dejase correjir las planchas estereo­t ipas, de tal manera que saliesen conformes con las tablas de piedra.^ Temo que el pueblo perderá el cielo, si no guarda respeto á todos los mandamientos de Dios. Así parece que pensaba el Salmista. " E n t o n c e s , " dijo, " n o seré avergonzado, cuando remiraré todos tus preceptos".

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{Sal. cxvlli. 6.) Me complacería infinito si el Arzobispo se sirviera permit ir ' que se dijese todo cuanto Dios haya promulgado á su pueblo.

24 . RELIQUIAS.

EN mí ultimó artículo hablé de las imájenes. Hay otras cosas á las que los de la Iglesia Itálica, si no las adoran, absolutamente, tributan un respeto y veneración que viene á ser poco menos que adoración. Estas son las reliquias así llamadas. La moda de guardar reliquias se introdujo en el mundo en épocas posteriores á las de los escritores inspirados, pues no hay vestijio ninguno en la Biblia, de la costumbre de mutilar los cadáveres y desenterrar los huesos de los Santos muertos. Los antiguos mostraban su respeto á los cadáveres de los difuntos, dejándolos en los sepulcros, así como el Rey Josías mandó al pueblo de­jar los huesos del profeta. Iban á sacarlos, mas les mandó que " n i n g u n o moviese sus huesos ." (4 Rey. xxiii. 18.) De esta manera los Protestantes manifestamos nuestro respeto á los muertos. E s algo curioso que los Romanis­tas, faltándoles otros lugares de la Escritura con que sos­tener su doctrina acerca de las reliquias, apelan á és te , y afirman que así Josías , como ellos, tenia las reliquias en grande veneración. Su referencia á este pasaje debe ser bajo el principio de lucus a non lucendo (luz de ningu­na luz) pues no la puedo esplicar de otro modo.

E n el Vocabulario de Roma, la palabra reliquias significa " los restos de los cadáveres ó vestidos de Santos ó Már ­tires, y los instrumentos con los cuales s e l e s dio la muerte , conservados con devoción, en honor de su memoria ; b e ­sados,, reverenciados, y llevados en procesiones." Es t a es. la mejor definición de la palabra que encuentro, y la traigo de una Enciclopedia. Pero no es perfecta. Se conservan como reliquias algunas cosas que no pertenecen Á esta clase, como por ejemplo, la cuerda con que se

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ahorcó Judas , y la cola del asno de Balaam, cuyas cosas ^e conservan y se enseñan por reliquias.

1 Pero, alguno preguntará, si las reliquias no están ya anticuadas. Debe saber que, entre los Papistas, no hay cosa anticuada. Semper et ubique eadem, siempre y en todas partes la misma, es el mote con qué aman caracte­rizar su relijioii. Se hace mención de reliquias, entre otras cosas, en la obrita de Baltimore qué he citado antes con el titulo de " Guía para el Cielo." En ésta se dice que los Santos se honren é invoquen, y qué se guarde respeto á sus reliquias. " Y bien, ¿ qué mal hacen en respetar las reliquias ? " Yo podría replicar : " ¿ Y qué bien hacen ? ¿Para qué sirven ? " Deben creer que se escita la devoción con esas reliquias. Mas yo no puedo entender como se pueda promover un espíritu de devoción, por contemplar el hacha ó la sierra de S. José , el peyne de la Vírjen, ó un dedo de Sta. Ana, ó una muela de Sta. Apólonia. Aún si uno supiera que tenia en su manó un pedacito de la madera de la verdadera Cruz, no sé yo como ésta podría encender la llama de la piedad en su corazón. E l m o d o antiguo de'escitar la devoción fué muy diferente. E r a por medio dé meditar en asuntos espirituales. Fué mientras que el Salmista estaba meditando que " s e aca­loraba su corazón.". Mas parece que nuestros Católicos llegan al mismo punto con ayuda de sus reliquias. Muy bien. Si la devoción se escita por 'medio de las reliquias, i hacia quien aspira su llama encendida? Hacia los San­tos , ciertamente, de quienes son las reliquias. Estos restos deben traer principalmente á la memoria los perso­najes á quienes un tiempo'pertenecieron. D e suerte, que no es el culto del Señor, sino la veneración relijiosa de los Santos la que se promueve por las reliquias. Todo lo que se puede decir de ellas es, que suministran á la causa de la idolatría.

Mas he escrito bajo el supuesto de que las reliquias

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sean realmente de los San tos ; la sierra de S. José , por ejemplo, el dedo de Sta. Ana y la muela de Sta. Apolonia. Suplico al lector que me disimule el haber admitido por un momento semejante idea. La idea de que semejantes chismes se hayan conservado por diez y ocho siglos, su­pera las fuerzas dé la mas implícita credulidad. Has ta los escritores Italianos confiesan que muchas reliquias son espurias, y que muchos huesos han sido consagrados, que lejos de ser Santos, probablemente no pertenecían á Cris­tianos,* ni aun á hombres. Si el hecho es así, ¿ como hemos de saber cuales sean las reliquias auténticas ? N o puede haber evidencia interna que las distinga. Los hue­sos de un Santo parecen iguales á los de un malhechor. Sé que han dicho que las reliquias verdaderas tienen cierto olor, de que carecen los despojos del común de los mortales. No sé como esto puede ser. Lo dudo. Em­pero, si faltan á las reliquias las señas ordinarias y .ester­nas, el Papa se asume la prerogativa de pronunciarlas jenuinas. ¡ Método muy espedito para decidir tan impor­tante cuestión ! Mas algunos de los oráculos del Vaticano han pronunciado que no es necesario que las reliquias sean jenuinas. Basta que el relijioso tenga la intención de honrar al Santo á quien atribuye la reliquia. Si esta doctrina es Católica, las iglesias y capillas pueden ser abastecidas fácilmente de rel iquias; y el defecto de cosas sagradas de está especie que hasta ahora han padecido varios templos, se podrá llenar sin mas trabajo que el de ir al cementerio mas inmediato.

Si hay alguno que crea que las reliquias pueden ser au­ténticas, permítaseme sujerirle una sola consideración. E s ésta: que el número de las pretendidas reliquias es tan escesivo, que es inevitable que algunas de ellas sean su­puestas. Dio la casualidad que cinco peregrinos devotos

* Tales son los del Sacro Monte en Granada.

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se encontrasen en el camino á su vuelta de Roma, y comparando sus relicarios, hallaron que cada uno tenia la honra de traer un pié del mismo asno encima del cual nuestro Señor entraba en Jerusalém. ¡ Así tuvieron cin­co pies de una sola bes t ia ! Dicen.. también que hay pedazos de la verdadera cruz conservados en varias partes de Europa, en copia suficiente para servir de leña á los habitantes de todo un pueblo por un invierno. . Mas vuelven á replicar ellos. ¿No. fueron los huesos de José conservados, y luego trasladadlos, á. Canaan ? Cier­to que lo fueron. Pero todos metidos en un ataúd, y fueron trasladados, no para recibir adoración, sino para que fuesen enterrados. José , estando persuadido de que Dios salvaría su pueblo y le sacaría de Egipto, á fin de establecerle en Canaan, encargó á los Hebreos que lleva­sen su cadáver consigo, porque deseaba que se sepultase en la tierra de promisión. Mis cortas luces no alcanzan á enseñarme qué tiene que ver esto con reliquias. No veo semejanza ninguna entre el hecho citado y la cpstum-bre verdaderamente Católica de romper los ataúdes, que; brar los huesos de los muertos, sacarlos de las tinieblas y podredumbre del sepulcro, y encajar sus partícujas en relicarios, como si fuesen cosas muy venerandas, . Pero todo un Cardenal, el famoso Belarmino, apela á este pa­saje de la historia de José , como en justificackm de la costumbre de robar los cementerios. También citan la relación que se halla en 4 Reyes xiii. 2 1 . , del muerto que resucitó, tocando los huesos de Elíseo. ¿Mas como fa­vorece esto el uso de las reliquias ? Los huesos de Eliseo descansaban intactos en el mismo lugar, en donde los habían depositado después de ' su muerte . Ninguno de ellos habia sido movido, , Mas, si hubiera sido¡costumbre entonces el guardar reliquias, ¿es;probable que el cadáver de un Santo tan eminente como Eliseo hubiera quedado en la oscuridad ?

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Aun mas estrañé leyendo la citación que hace Belarmí-no de Deut . xxxiv. 6, en justificación de las reliquias. Es aquel pasaje remarcable en el que se dice que el Señor enterró á Moyses " en el valle de la tierra de Moab, en frente de Fogor, y que no supo hombre alguno su sepulcro hasta el dia de h o y . " Puede ser que el Cardenal quiera que inferamos de estas palabras que, si se hubiera sabido el lugar en donde estaba enterrado el cuerpo de Moyses, le hubieran desenterrado y hecho reliquias. Afin de p re ­caver esto mismo, hizo el Señor que nadie supiese donde estaba enterrado Moyses. E l diablo, sí, empeñóse en conseguir que se descubriese su cuerpo (JYidas 9.) , sin duda con la idea de servirse de él para semejante uso ; pero no pudo alcanzarlo. La referencia del Cardenal á esta historia me parece no muy á propósito.

¿Mas no se trajeron sudarios y fajas del cuerpo de Pa ­blo, y siendo aplicados éstos á los enfermos, no se hicieron milagros por medio de ellos ? Sí : pero los sudarios y fajas no fueron reliquias, y Pablo vivia entonces. ¿ Y quien hay que no vea que estos vestidos no fueron mas que señales empleadas á fin de combinar en el pueblo las ideas de los milagros y la de la persona del enviado d e Dios que los obraba ? ¿Se atribuyó á ellos alguna vene­ración ? i Se dice que fueron conservados y reverenciados ? De ninguna manera. No los encuentro en niguna lista de reliquias. Volvieron inmediatamente á ser usados como sudarios y fajas. Finalmente, apelan á la eficacia de la sombra d é Pedro, según lo que se refiere en los hechos de los Apóstoles (v. 15.) , en prueba de la virtud de las rel i ­quias. Pero como este es un argumento sin sustancia,, fundado en nada mas que una sombra, lo dejo sin respues • ta, y solo digo que no estraño de que haya tantos incré­dulos en los paises donde domina el Papismo, pues s e representa el Cristianismo al público como admitiendo y aun promulgando doctrinas tales cómelas de la veneración

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de las reliquias, de la invocación de los Santos, y otras muchas semejantes.

2 5 . LOS S I E T E SACRAMENTOS.

j COMO ? ¡ Siete Sacramentos ! ; De donde tantos ? No hallo mención en la Biblia de mas de dos. ¿ De donde traen los cinco de mas ? Se derivan de la Tradieion, Se­gunda fuente de doctrina Cristiana. Verdad es que los Apóstoles escribieron sobre solos dos Sacramentos, mas los Romanistas intentan persuadirnos de que predicaron y conversaron de otros cinco; que aquellos que oyeron esos sermones y conversaciones los comunicaron á otros, éstos á otros después, y así en sucesión unos á otros de jene-

.ración en jeneracion, hasta que un Concilio, creo que el de Trento, decidió que fué conveniente escribir algo de estos cinco Sacramentos estraordinarios. M e maravillo de que no hubiesen pensado hacer esto antes. Estraño es que, cuando los Apóstoles estaban ocupados en escribir sus epístolas, no hubiesen dicho una sola palabra de estos siete Sacramentos. Los Apóstoles debian ser muy negli­gentes. Puede ser que yo sea muy fastidioso, pero con­fieso que desearía ver las Escrituras, así como la Tradición, concurrentes para la justificación de todas las costumbres 6 doctrinas llamadas Cristianas. Yo quisiera poder hallar todo el dogma en la Biblia, y verlo orijinar en los mismos oráculos de Dios. Algunos quedan perfectamente satis­fechos, si pueden trazar los vestijios de una doctrina hasta los padres mas antiguos, y especialmente si pueden com­probarla con las epístolas de Ignacio. Mas esto no me satisface. Yo quisiera divisar la doctrina en otras epís­tolas, un poco mas antiguas. Ignacio fué buen hombre, mas no fué coetáneo de Pablo. Ignacio, Clemente./y todos esos buenos padres acudierou á los arroyuelos del agua de la v ida; mas Pablo y sus compañeros bebieron de

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la misma fuente. Estos conocieron la verdad en su naci­miento, aquellos en su decadencia. Es cierto que no estuvieron muy lejos de la fuente, mas igualmente es ver­dad qué tampoco estuvieron inmediatos, y todos sabe a que las aguas mas puras pueden ser coinquinadas muy pronto después de salir de su manantial. Si yo resido seis ó siete leguas distante de donde nace una fuente cuyas aguas riegan mi hacienda, y deseo saber si éstas están corrompidas, < voy trazando el curso del arroyo hasta una media legua mas acá de su oríjen, y allí paro, concluyendo que tal como esté el agua allí, ha de estar también en su nacimiento ? ¿ No sigo mas bien hasta llegar al mismo manantial ? Esto es lo que me parece mas consonante con la razón, y, valiéndome de esta com­paración, diria que me parece muy estraño que alguno suspendiera su averiguación de la verdad, luego que llegue al siglo segundo ó tercero de la era Cristiana. En mi con­cepto, todos deben ascender hasta la misma época en que se escribió el Nuevo Testamento, y tomar la sola divina revelación por regla de su fé.

Pero me aparto del asunto de este artículo, que son los Sacramentos. ¿ Cuales son los cinco ? Uno de ellos es' el matrimonio. Mas no vemos en el matrimonio ninguna de las propiedades de un Sacramento. No significa direc­ta ni primariamente cosa espiritual. Se dice que el ma­trimonio es " honorable en todos " (Heb. xiii. 4.) ; mas nunca se intima en la Biblia de que sea Sacramento. Si es Sacramento, ¿ porqué no. se permite á los Sacerdotes, así como á otros, participar de él ? < Porqué queda todo el clero privado de un privilejio tan sagrado ? < El alto carácter de Santidad que tiene el matrimonio como Sacra­mento, le constituye impropio de los que ejercen tan Sagrado ministerio ?

El otro dia estaba yo pensando (porque, siendo Protes­tante, puedo atreverme á pensar eu la relijion), y me

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ocurrió lo s iguiente: " E s posible que Dios haya, negado á todo el cuerpo del clero, de todas las naciones, y de todos los siglos, el privilejio de saber como se apiada de los que le temen, y de conseguir el conocimiento práctico que quiere dar el Espíritu Santo á los que se lo pidieren; que les niegue el privilejio de poder percibir la fuerza de algunas de las representaciones mas enfáticas que haya hecho del amor paternal, que ejerce hacia sus criaturas ?" Leo en la Biblia, que, " como el Padre se compadece de los hijos, se ha compadecido el Señor de los que le te­men . " (Sal. cii. 13.) Ahora bien, ¿ debe ser tenido por pecado que un ministro de Jesu-Cris te sepa, por la espe-riencia (porque este es el único medio por el que se puede saber) como, un padre se compadece de sus hijos, y , de consiguiente, como el Señor se compadece de su pneblo ?• A mi parecer, no es Dios el que denuncia esta esperiencia por pecado, sino los hombres. A mas de esto, ¿ no dice Dios á sus criaturas, dirijiéndoseles en jeneral > " Si vo­sotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas á vuestros hijos, i cuanto mas vuestro Padre que está en los. cielos, dará bienes á los que se los pidan ? " (Mat. vii. 11.) ¿Y es creíble que al mismo tiempo haya escluido para siempre á una numerosa clase de éstos del privilejio de conpeer la buena voluntad con que los padres están dispuestos á dar bienes á sus hijos ? ¿ H a impuesto tan dura prohibición en los mismos á quienes ha mandado que manifiesten sa bondad á los hombres, y les den testimonio de sus per­fecciones ? En .fin, ¿ ha apelado á-los afectos paternos de los hombres, y. luego les ha prohibido el saber, qué sean éstos ? Yo no puedo creer tanto.

Un ministro de Jesu-Cristo puede abstenerse del privi­lejio del matrimonio,, si le parece bien, pero sin imponer en otros obligación á semejante abstinencia. Puede dejar de valerse de su potestad, según lo dejó Pablo, por. motivo de,algunas circunstancias, peculiares, ,y según también. 1©

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dejan varios ministros Protestantes, en coman con otrosí Todo esto es muy regular ; pero el que Dios haya privado á todos los Clérigos del derecho de casarse, es otra cosa muy diferente, y totalmente contraria á los preceptos mas esplícitos del Nuevo Testamento. Léase 1 Tim. iii. 2 , 4 j 5, 12, iv. 3 . 2 Tim. iii. 6. 1 Cor. ix. 5 .

26 . TRANSUSTANCIACION.

PORQUE Cristo dijo con referencia al pan, " E s t e es mí cuerpo," los Romanistas sostienen que el pan se t rans-muta en el cuerpo de Cristo, y esto llaman Tránsustan-elación. Y , cuando decimos nosotros que este pasaje n¡> debe interpretarse literalmente, sino que el pan no es más que emblema del cuerpo d e Cristo, replican ellos coa maravillosa confianza: " ¿ P e r o no dice terminantemente que el pan es su.cuerpo ? . . . ¿ dice que representa su cuer­po solamente ? ¿ por qué autoridad dicen los Protestantes que es m e t á f o r a ? "

Empero, óiganme ahora. N o voy á poner en ridículo la doctrina de la Transustanciacion, como profesan derií-varlá d e la Santa Escritura; Escucharé con atención los argumentos que se citan en favor de cualquiera doctrina qué se parece sostener con referencia á tan Divina auto­ridad ; mas debo decir que, en este caso, ios Romanistas no llevan hasta el punto debido su respeto por las Escri­turas, ó, á lo menos, no son consecuentes en su modo dé interpretarlas. Creo que no es difícil manifestarles que„ en orden á mantenerse consecuentes con su sistema, deben creer en muchas transustaheiaciones. Por ejemplo : leen en Luc. xxii. 19, " E s t e es mi cuerpo," y de ésto infieren que el pan se "convierte en el cuerpo 'verdadero de J e s u ­cristo. Muy bien ; pero léase el versículo 20, en que se dice: " E s t e cáliz es el Nuevo Tes tamento ," y se verá otra traasustanciacio-n igual. La copa ó cáliz se convierte

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. en el Nuevo Testamento. No es mas oro ni plata, sino un Testamento ú Alianza. ¿ No dice Cristo que la copa es el •Nuevo Testamento? < Qué derecho tienen los de Roma para decir que su lenguaje es metafórico ? El cáli% es el Nuevo Testamento : así lo dice Cristo. Verdad es

'que, si lo llevaran á la oficina de un abogado, lo con­siderarían como fuera de propósito, un mueble mas propio de un platero, que no de un abogado. Pero esto no importa. ' Aun si nuestros sentidos nos testifican que el Testamento todavía queda copa, y el cuerpo pan, no debemos creer estos sentidos mentirosos. Mas ¿ qué digo? S i los sentidos son tan mentirosos, no debo darles crédito, p i aun cuando por ellos veo en la Biblia las palabras, "Este es mi cuerpo." Sin embargo de esto, el Romanista cree los sentidos, mas, si nos engañan representándonos el cuerpo del Señor bajo la apariencia de pan, aun cuando no lo sea, ¿porqué no pueden también engañarnos con respecto á Jas letras que componen las palabras E-s-t-e e-s m-i c-u-e r-p-o ? Puede ser que, bajo la especie de e 6 t a s letras, se oculte otra cosa muy diferente, de la mis­ma manera que bajo las especies del pan en la Eucaristía, está oculto el cuerpo de Cristo, según lo dicen los adictos al dogma de la Trarisustanciacion.

Mas no son estos los únicos ejemplos de la Transustan-ciacion. La Biblia está llena de ellos. Encuentro dos en el Apocalipsis (i. 20 . ) , donde alguna6 estrellas se con­vierten en Alíjeles, y unos candelabros en iglesias. Helos aquí. " Las siete estrellas son los ánjeles de las siete iglesias, y los siete candeleras son las siete iglesias." La construcción gramatical de esta sentencia se asemeja pre­cisamente con la de aquel o t ro ; Este es mi cuerpo. Cristo es el mismo que Labia, en ambos lugares, y dice terminan­temente que las estrellas son ánjeles, y los candelabros iglesias, i Con qué derecho podemos suponer una figura de oración aquí ?

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Tal vez DO saben todos que la Transustanciacion es dogma también del Antiguo Testamento. Mas, según este modo de esplicarlo, S. Pablo dice en 1 Cor. x. 4 . , que la piedra que Moyses hirió en el desierto " era Cris­to," esto es, no que representaba á Cristo, sino que era él mismo. Mas ¡ afuera con esas metáforas !

Otros muchos ejemplos se podrían copiar del Antiguo Testamento. Basten dos, sacados del Génesis. " Las 6Íete vacas hermosas, y las siete espigas llenas, son siete años de abundancia. Asimismo las siete vacas flacas y estenuadas, y las siete espigas delgadas y picadas, son siete años del hambre que ha de venir." (Gen. xli. 26 , 27.) Aquí se convierten siete vacas y siete espigas en catorce años de trescientos sesenta y cinco días cada uno.

Creo que podría sacar centenares de ejemplos como estos de Transustanciaciones. Pero ¿ el Romanista los cree todos ? Debe tenerlos todos por hechos, por la misma razón que le hace admitir uno. Debe creer en todos, 6 en ninguno, y no citar las palabras " Este es mi cuerpo," en prueba de la fábula de la Transustanciacion que se predica en su iglesia. Quisiera que alguno, mas sabio que yo, me corrijiese, si yerro en este argumento.

27. UN MEDIO SACRAMENTO.

¡ MEDIO SACRAMENTO ! ¿ Quien ha oido decir tal cosa ? i Un Sacramento dividido ? Así lo ha sido. El .Papa, los Concilios, y otras Autoridades de la iglesia de Roma, han dividido el Sacramento de la Cena del Señor , el cual nuestro Salvador instituyó la misma noche en que fué en­tregado, y, desde el Concilio de Constancia,* han concedido al pueblo no mas que la mitad. H a n dicho al pueblo que

* El Concilio hizo el decreto sobre esta materia en el día 14 de Junio de! año 1415.

и és preciso qué quede satisfecho con e l pan, pues quieren reservar el cáliz para sí . ¿Mas no dio Cristo el cáliz, al tiempo de instituir el Sacramento, á los mismos" á quienes dio el pan ? Es cierto que sí . Así dicen Mateo, Marcos, Lucas y Pablo. Dicen que tomó la copa, y la entregó á ellos, y Mateo también añade, en su relación, que les dijo al entregársela: " B e b e d todos de és ta ." Queriendo decir, que ningún discípulo deje de tomarla. Parece que Cristo previo el atentado del Concilio de Constancia, y que, teniéndolo á la vista, dijo : " Bebed todos de ésta." Con menor apariencia de impiedad podia Roma privar al pueblo de la otra mitad de este Sacramento, esto es,* del pan. Después de mandar á los discípulos tomar la copa, les esplica la razón (que es muy digna de observarse), y es é s t a : " Esta es mi sangre del Nuevo Testamento, que es derramada* por muchos para remisión de pecados." (Mat . xxvi. 28.) Ahora, los Papistas dicen que todos los que estaban entonces eran Sacerdotes, y que el haber en­

tregado nuestro Señor el cáliz á ellos, no puede servir de ejemplo para que se dé á los laicos. Mas, aun si todos loa discípulos fueran Sacerdotes (cosa que es sumamente im­

probable, y de que no hay la menor evidencia"), ¿ debe ser esto una razón para que el cáliz no se diera mas que al clérigo? ¿ N o derramó Cristo su sangre por los laicos igualmente que por los clérigos > Pues, si éstos deben beber vino porque el Salvador vertió sn sangre por ellos, ciertamente el pueblo, por igual razón, debe participar del mismo. El precepto y el privilcjio de beber del cáliz son inseparables de la razón de esta parte del Sacramento, que le va aneja en la historia de su institución. Como no soy uno que haya mirado la muerte propiciatoria de Jesu* Cristo como un beneficio para clérigos, ó privilejio espe­

* É n lugar de ÍKXIVÓIÍÍVOV, lá Vulgata moderna dice qui funde' iw, que sera derramada, cuya versión es falsa.

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cial del Sacerdocio, me es muy chocante el restrinjír á ellos solos el cáliz de bendición. Creo que este símbolo-de la sangre que fué derramada por muchos para la rerai» sion de los pecados, pertenece á mí tanto como á un Sacerdote, y por tal lo reclamo. Sostengo que Cristo nr> vertió su sangre por los solos hijos de Leví.

No solamente es un hecho, que nuestro Señor dio el Sacramento bajo ambas especies (según la frase común), sino también lo es, que los mismos que lo niegan al pueblo eu esta forma, confiesan que su práctica no es la de la iglesia primitiva. Pero, esto no obstante (hoo tamen non obstante, son las mismas palabras que usan ellos)¿ ordenan que el pueblo lo reciba solamente bajo una, esto es, no-obstante la autoridad de Cristo y la costumbre universal de la iglesia primitiva, y denuncian por malditos á todos los que piensan de. otra manera. ¿ Qué es esto sino ana? tematizar á Cristo ?

" E m p e r o , tendrán algo que decir en justificación de su conducta en este asunto ." Eso sí . ¿ Sostienen, que el Papa es cabeza de su iglesia, y que es infalible, ó, sino él, que la firma de Papa y Compañía posee este atr ibuto Pero esta razón no me es muy satisfactoria. U n tal P a p a Gelasio, que vivió sobre 450 años después de Cristo, ha? biendo oído decir que algunos Maniqueos habian tomado-el pan de la Eucaristía sin el vino, decidió que un Sa­cramento no se podía dividir sin saerilejio. ¿ No fué é l también Cabeza de la iglesia, y no fué también infalible ?t Porque, si Gelasio no fué infalible, no sé como pudo transmitir la infalibilidad á, sus sucesores.

La privación del cáliz es uno de los golpes maestros de aquella iglesia. No puedo menos que admirar la valentía que en ello manifiesta. ¿ Quien creeria que hubiera teni­do su atentado un écsito tan feliz ? E l solo emprenderlo es para mí una maravilla. Empero, lo han alcanzad» completamente^ sin hacer caso de algunas murmuraciones.

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que se levantaron. Es verdad que Hus y Gerónimo de Praga hicieron alguna resistencia; pero en fin los quema­ron, y así no pudieron resistir mas.

Los Cristianos verdaderos son imitadores de Cristo; desean seguir en sus huellas, aun en los negocios ordina­rios de la v ida; y es cierto que procuran imitarle con especial solemnidad en el sagrado acto de la Eucaristía, según él mismo se lo mandó hacer. Pero el arrancar el cáliz de los labios de los discípulos, está muy lejos de ser imitación de Cristo. Vanamente se glorían los mismos que han cometido este sacrilejio, de que Cristo estará con ellos hasta el fin de los siglos; mas á mí me parece mas que probable que se había retirado de ellos antes del dia en que se congregó el Conciliábulo de Constancia, cuyos in­dividuos perpetraron á la vez el sacrilejio, destruyendo el Sacramento de la Eucaristía, y el homicidio, martirizando los confesores que protestaron contra su profanidad.

Yo no sé como otros pensarán ; mas, por mi parte, no creo que haya en el mundo potestad ninguna que tenga derecho de alterar las palabras de Jesu-Cristo, ni privar á los Cristianos de cosa alguna que él les haya dado. El dijo con referencia á la copa : " Bebed todos de ésta." Pues yo bebo de ella, y lo haré mientras que el Señor me permita acercarme á su mesa. Creo que todos deben par­ticipar de esta copa, y, si los avasallados de Roma quieren pasarse á nosotros, ellos también tomarán el cáliz de la salud. Si yo pudiera tener una conferencia con ellos ahora, no les instara á que se confesasen conmigo,, pero les dir ia: Amigos, vosotros nunca os acordáis de Cristo en este Sacramento, á no ser por un medio-recuerdo. Jesu-Cristo d i jo : " Comed y bebed en memoria de mí." Vosotros cumplís la mitad solo de su precepto. Vosotros no anunciáis la muerte del Señor, porque, como dice Pa­blo : " Cuantas veces comiereis este pan, y bebiereis este cañe, anunciaréis la muerte del Señor, hasta que venga."

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(1 Cor. xi. 26".) Solos aquellos que comen y beben también, anuncian su muerte. La muerte de Cristo no se anuncia por el pan solo, sino por el pan y el vino. Sé que su iglesia les enseria, que, como la sangre debe estar en el cuerpo, quien tome el uno toma el otro igualmente, por cuanto '•' Cristo estaba entera y verdaderamente bajo cada especie," según lo decreta el Concilio. Pero ¿ de donde vino que el mismo Jesu-Cristo ignoraba esto ? ¡ Hizo éste una cosa supérflua dando el cáliz á sus discí­pulos ? Y , si de hecho la sangre está en el cuerpo, y , siendo transmutado el pan en el verdadero cuerpo, toma­mos aquella con éste, todavía hay un muy grande defecto, porque, como la sangre no se separa del cuerpo, no se puede decir que está derramada. Y , como " sin efusión de sangre no hay remisión," ni aun la sangre de Cristo hace propiciación, sino en cuanto esté derramada. Voso­tros los Romanistas nunca celebráis la cena del Señor . En dicha cena hubo una copa. En la vuestra no hay nin­guna. Vosotros sostenéis, que el discurso en el capítulo vi. del Evanjelio de Juan se refiere á una propiciación, y ahí está escrito : " Si no comiereis la carne del Hijo del Hombre y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros." Ahora bien, según vuestros propios princi­pios, no tenéis la vida, porque no bebéis su sangre. Lo mas que se puede decir que hacéis, es comerla con su cuerpo.

Otra cosa mas, hermanos míos. No puede haber tal cosa como un medio Sacramento, porque el dividir un Sacramento es destruirlo. Pues ¿qué se sigue? Que os han quitado todo el Sacramento. Considere esto cual­quiera. Fije su atención en esto por unos cinco minutos, y será, no digo qué, pero no será mas Romanista. N o pido mas que cinco minutos; el refiecsionar por cinco minutos será suficiente. Mas me responde diciendo, que 110 le es lícito dudar. Muy bien ; pues no dude, no haga

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mas que pensar. ¡ Seguramente no han intentado atar los pensamientos del alma ! Mas, sea como fuere esto, es cierto que Dios no condenará á nadie por el acto de pen­sar sobre un Sacramento instituido por su amado Hijo.

2 8 . ESTRÉMA UNCIÓN,

CUANDO parece que uno está para morir, entonces es pre­ciso que manden á llamar al sacerdote. Llegado éste¿ oirá la confesión del moribundo (pero si tardare el sacerdote, yo le aconsejo confesarse con Dios. Creo que sería igual 6, por decirlo mejor, creo qué este medio sería el mas derecho, y el único seguro). . . . . y luego, viéndole en aquella estremidad, lé unjirá con aceyte. Es ta es la es­trema Tinción, y uno de los siete Sacramentos. Supongo que se hallaron un poco apurados, cuando estaban orde­nando cuales Sacramentos debiesen ser los siete, y así tomaron éste.

No parece haber mucho de relijion en este Sacramento, ni en efecto se descubre mucho juicio. Pero el decir que es preparación para la muerte, es cosa muy chocante. ¡Qué .cosa tan absurda! Que pueda uno prepararse en orden á morir bien, y á presentarse ante el Tribunal de

.Dios,-por medio del ministerio de',un sacerdote que le unje con un poco de aceyte. A la verdad, este es un modo, muy fácil de alcanzar el cielo, especialmente donde hay.sacerdotes en abundancia.- N o .me-maravillo de que la relijion que llaman ellos la Católica^ sea muy favorecida. Buenamente profetizan cosas suaves., Nosotros los Pro­testantes no tenemos una doctrina tan fácil que predicar. Cuando nos l laman.á visitar á.algún enfermo, confesamos francamente que na-podemos hacer cosa ninguna que le garajitiqe,la salvación. ,Le decimos,- sí, lo .que él mismo tiene que hacer,, que ha de arrepentirse y creer en Cristo, y luego rogamos á Dios que le preste su socorro. No le

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podemos asegurar de la salvación, sino bajo ciertas condi­ciones. Los sacerdotes dicen que pueden asegurar á sus confitentes la salvación. Nosotros no hacemos pretensión á semejante facultad.

¿ Mas no pueden ellos citar el sagrado testo en favor dé su doctrina de estrema unción ? Si lo pueden, me doy por creyente en ella, puesto que su cita sea de la misma E s ­critura, y no de la tradición que ellos mismos se han inventado. Veremos. Citan dos pasajes. E l primero es histórico (Márc. vi. 13.) , y dice que los Apóstoles " lan­zaban muchos demonios, y unjian con óleo á muchos enfermos, y sanaban." E l otro es monitorio (Jacob, v. 14.) : " ¿ E n f e r m a alguno entre vosotros? Llame á los Presbíteros de la iglesia, y oren sobre él, unjiéndole con óleo en el nombre del Señor . " Esto es, que hagan lo mismo que hicieron los Apóstoles, según la relación de Marcos, y que lo hagan con el mismo objeto de sanar á los enfermos; según se evidencia por el versículo siguiente. Ahora bien, ¿ qué autoridad tenemos aquí para el Sacra­mento de la estrema unción ? Es verdad que aquí hay una unción con óleo ú aceyte por la mano de un ministro, Pero {quien es el hombre que no vea cuanto diferencia esta unción de aquella que administran los sacerdotes? Ellos no la dan hasta que creen que el enfermo está á punto de morir, y, si en algún caso fuera posible prever la restauración i del enfermo, no le unjirian. Mas la unción que usaban los Apóstoles fué en orden á la restauración del aflijido, y siempre fué eficaz para dicho fin. La un­ción de ellos acompañaba las curaciones que hacían, y era señal de ellas. Tuvo, en los milagros que obraron los Apóstoles, el mismo lugar que el lodo con que Cristo untó los ojos del ciego, ó el agua del Jordán, en la cual Elíseo mandó á Naáman lavarse siete veces. Fué el aceyte, así como el lodo y el agua, señal esterna de una curación milagrosa, pero sin -que tuviese en sí mismo eficacia niu-

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gana; y aun en el dia, si hubiera quien hiciese igual mi­lagro, no podría haber razón porque no usase también la señal esterna. Unjan los sacerdotes á los enfermos con abundancia de aceyte, si pueden con sus unciones hacer también súplicas de tan grande eficacia que por ellas salven á los pacientes. Pero, si no se pueden hacer mas cura­ciones milagrosas, debe también cesar el uso de la señal. Luego que algún símbolo venga á ser insignificante, no debe ser empleado mas. Ahora, la estreina unción no significa nada. No sirvió nada bajarse á la piscina de Betesda, después de haber cesado el ánjel de ajitar las aguas en cierta sazón, como antes lo habia acostumbrado hacer. Y en este caso igualmente, como en nuestros tiempos no hay mas curación milagrosa, no es menester, n i tampoco es razón, que hubiese mas ceremonia de unción.

¡ Cuan diferente es el uso que hacen estos sacerdotes del óleo, del modo en que aquellos lo usaron, cuyos su­cesores pretenden ser. Los Apóstoles y Ancianos unjieroa éi los enfermos á fin de que viviesen j mas éstos los unjen en orden á la muerte. Aquellos no hubieran unjido á na­die si estuviera determinado de que muriese; éstos no lo harán, si creen que el paciente vivirá. ¡ Cuan diametral-mente opuestos están ! ¡ Como se opone la Tradición con las Escrituras ! Y lo peor de todo es, que no pueden reconciliarse,-

De las varias doctrinas de la iglesia del Vaticano, no só cual de las dos debe llamarse la palmaria; si esta de la estreñía unción, ó aquella del purgatorio. La doctrina del purgatorio enseña que por el fuego se debe salvar, y la de la estrema unción ofrece la salvación por medio del aceyte. Sin duda, la doctrina de la unción es la mas suave. Pero en tratar asuntos como éste, debemos evitar toda lijereza, y así concluimos con una sola observación, traida del mismo Evanjelío. Jesu-Cris to vino al mundo ' ' por agua y sangre," ( l Juan v, 6.) Por éstas procla-

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m'o la salvación, é instituyó con ellas los Sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. El primero de estos símbolos indica la regeneración, como el segundo señala la propiciación que Jesu­Cristo hizo por nuestros pecados.

29. DEL HACER PENITENCIA.

i INTOLERABLE ! ¿ Qué es esto ? ¿ Puede ser que los traductores Papistas de la Biblia pongan la frase hacer penitencia, por el verbo Griego metanoeo * ? No quisiera faltar á la caridad Cristiana, imputando á cualquiera un motivo malo, cuando podia tener uno bueno ; mas no puedo menos que decir, que difícilmente concilio esta falsa version con la idea de su honradez como traductores. Debían saber mejor el significado de una palabra de tan frecuente ocurrencia. ¿ Podian creer que habían escojido el método mas juicioso de representar el sentido del orijinal inspirado, cuando se determinaron á traducirlo por hacer penitencia? ¿ Porqué usaron dos palabras para dar la sig­

nificación de una Griega ? ¿ Hubo necesidad alguna de

*Este verbo ретауоеш que es muy usado en el Nuevo Testa­mento, se deriva de /ierá, después, y voév pensar, y significa volver á pensar, reflecsionar, ó pesarse de alguna cosa. Se debe traducir arrepentirse, el cual, en efecto, es el sentido verdadero de la frase Latina agere pamitentiam, que es como apere vitam, ugere animam, & c , por vivir, morir, ó finar, &c. Está bien tra­ducido en Lúe. xvii.' 3., ¿civ регш/ощвп que aunque se halla en la Vulgata si pamitentiam egerit, lo traducen todos en Español, por si se arrepintiere. Atanasio, Obispo de Alejandría en el siglo cuarto, quieu, siendo Griego, debia entender la lengua Griega, dice las palabras siguientes : " La ¡leravoía (que nosotros traducimos arrepentimiento) no es la jenuflecsion, sino el apar­tarse de la maldad, con pesadumbre y lamentación, suplicando á Dios que perdone los pecados cometidos antes. Pues por esto se llama arrepentimiento 'ÓTL р.етат1вп<п t¡>i> VOVV атгЬ TOV какой- irpbs тЬк ayaSóv, porgue transfiere la mente de lo malo ái. la bueno. (Quosst. Athanasii. cxxxijit'^-^Sarabolis.) p­'f

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semejante aumento de voces ? Ahí tenían la palabra arrepentimiento; ¿ porqué no adoptarla ? ¿Porqué dejarla sin uso, y, especialmente, porqué dejarla para tomar una frase estraña como lo es hacer penitencia ? Si no les gusta­ba arrejientimiento, podían tomar reformación, con mucha menos variación del orijinal. Mas como si deseasen evitar cualquiera palabra que diese la idea de dolor 6 de enmienda, tomaron la frase hacer penitencia. Si no me engaño, estos traductores han incurrido en una tremenda responsabilidad. Es ta falsa traducción, si fuera la única, sería suficiente para condenar toda su obra. Es incalculable el daño que han hecho produciendo un concepto falso, con respecto á un punto de la primera importancia, en los millones que han íeido la Biblia de Douay.

Pero vamos á la cuestión. Dios, prenunciando el dia del juicio, y pintando los terrores que le acompañarán, manda á todos los hombres, en todos los lugares, que hagan cierta cosa. (Hech. xvii. 30 , 31.) Y Cristo dice que, si no lo hacen, todos perecerán. (Lúe. xiii. 3.) Esta cosa, el Señor espresa por la palabra Griega metanoh. Pero todos no entienden el Griego. Por lo cual, en orden á la debida admonición é instrucción de los miembros de la iglesia de Roma, que no saben otro idioma mas que su vernacular, y no pueden persuadirse del pecado de leer la Biblia, ya es forzoso traducir la palabra á la lengua que entienden. Ciertos individuos se enrpeñan en hacerlo, es á saber, en esplicar la intención de Dios en esta palabra metanoia. ¿ Y qué dicen que significa ? ¡ Escuchadles, escuchadles ! Dicen que HACER PENITENCIA. Y lo es-plican por menor, diciendo: " Haced la penitencia que vuestros sacerdotes os impongan, después de haberos confesado con ellos. Esto, y nada mas, es lo que se re­quiere ." No es así, interpretan muy mal las palabras del Todopoderoso. No nos ha dado una tan solemne amonestación, con el fin de que nos sometamos á una

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penalidad-eclesiástica'; y el suponer que los ánjeles-se alegran cuando ven á los hombres castigarse con discipli­nas, es cosa muy ridicula. ¡ Oh que pésima traducción ! Hay gozo en el cielo sobre un pecador que hace peni ten­cia. A la verdad, debe ser cosa facilísima el hacer á los ánjeles alegrarse, si es como dicen en su Biblia. ¡ Y que mal suena lo siguiente, que ofensivo al oido, y aun mucho mas al juicio del Cristiano i lustrado! " Dios manda á todos que hagan penitencia." " Si no hiciereis peniten­cia, todos igualmente pereceréis." " N o quiere que nin­guno perezca, sino que todos vuelvan á la penitencia." ¡ Vaya ! Afuera con semejante versión. La Biblia de Douay no puede ser de Dios, porque de propósito tuerce sus palabras en un punto principal, esto es, sobre el ar t í ­culo del arrepentimiento. Aquí tenemos una traducción de metanoia, que no significa dolor por haber pecado, ni mudanza en el corazón (según la significación literal de la palabra), ni reformación moral ninguna : nada mas que el ejecutar ciertas cosas esternas, y, como lo son jeneral-mente, .muy pueriles, hechas por orden de un sacerdote, y todo, según sucede las. mas veces, sin acto interno del alma, ni emoción espiritual ninguna. Así se signe, y el hecho es innegable, que un hombre puede ser tenido por buen hijo de aquella iglesia, sin que en su vida sienta mas compunción que la de una disciplina de azotes. Dicen que es buen Católico, mas no es necesario que piense,en el estado de su corazón, ni que sienta ninguna contrición de espíritu. Toda su relijion consta de actos mecánicos, y Maelzel, el maquinista que hace los autómatas, cuasi podría hacer un Cristiano como él. No se diga que esto es denigrar á esos Cristianos, pues no lo es. Es la verdad, y debemos decirla. Debe ser sabido que la Curia Ro­mana, y el clero dependiente de ella, se desentiende d e la razón, de la conciencia, y del corazón del hombre. Que á las altas facultades de su naturaleza, nunca dirije

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sus encargos. Luego ¿ puede ser la relijion de Roma la del Espíritu Santo ? ¿ Este Cristianismo puede ser de Cristo ? De ninguna manera.

Mas debo decir que encuentro, en un pasaje de la Biblia Inglesa de Douay, la palabra Griega metanoeite, traducida correctamente por arrepentios. Es en Márc. i. 1 5 . * Si esta traducción fué hecha en un momento de compunción, no me atrevo á decirlo; mas no la hallo repetida. Puede ser que los traductores tuviesen que hacer penitencia por haber presumido traducir la palabra como se debe, por aquella única vez.

i No es evidente que ha de incomodar mucho á los sa­cerdotes, si ensenamos al pueblo que el significado verda­dero del nombre Griego es arrepentimiento ? Porque, si viene á ser así, el pecador se salvará si se arrepintiere, sin depender de sacerdote ninguno. En ese caso el Sumo Sacerdote, que ha entrado en los cielos, se interesará en la salvación de todo verdadero penitente. Pero, si al contrario se requiere un hacimiento de penitencia física, esto se hará según lo dirija el sacerdote quien tendrá al pobre del penitente absolutamente bajo su poder. Así se creerá que la salud de una alma depende del acto ó albe-drío de un sacerdote mezquino y despreciable. No estre­namos, pues, que los sacerdotes insten en que el verbo se traduzca hacer penitencia, y el nombre penitencia, ni que prohiban al pueblo leer una Biblia que le obliga á arrepentirse.

Hay una nota muy preciosa en la Biblia de Douay to­cante á este asunto, que tal vez me servirá algún dia para tema de un artículo.

* Pero Scio y Amat no la traducen tan bien. Dicen haced pe­nitencia. Lo mismo tiene el Italiano del Arzobispo Martini.

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30 . ALGO MAS ACERCA DE LA PENITENCÍÁ,

ENTRE los demás favores que nuestros hermanos de la Iglesia de Roma hacen á su relijion, es éste. Que dicen que es la relijion más difícil, que no hay otra que requiera tanto de los que la profesan ; de donde quieren inferir, que ésta debe ser la divina y única verdadera. El Salva­dor dice, por otra parte : " Traed mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi porque mi yugo suave es, y mi carga lijera." (Mat. xi. 29, 30.) De modo que, si el yugo de ellos es tan durOj y su carga tan pesada, yo no entiendo como pueden ser de Cristo.

Mas voy á ecsaminar esta pretensión á ser la relijion mas dificultosa, y no rehuso concederles algo en esta cuestión. Concedo que algunos artículos de su creencia son muy difícilmente creídos, como, por ejemplo, aquel de la transustanciacion, ó doctrina de que el pan y vino de la Eucaristía, se mudan en . . . . ¿ En qué ? ¿ En el cuerpo y sangre de Cristo ? En mas, ¡ en su alma y divinidad! Difícil es creer esto, cuando ven que no es así, y saben que no puede ser. Difícil es negarse totalmente á esos chico servidores, los sentidos, que por tanto tiempo les han servido tan fielmente, y especialmente el principal de ellos, que es el de la vista. Dicen la verdad; la relijion de Roma es sumamente dificultosa, pues violenta mucho el entendimiento. • También tienen una doctrina acerca de la necesidad del

bautismo de agua, en orden á la salvación, que parece muy difícil de creencia. Nos parece así difícil, porque es tan dura con respecto á los Gentiles, que no pueden bautizarse, como también á una grande muchedumbre de niños, que mueren sin bautizarse. Según el dogma Ro­mano, que el bautismo es indispensablemente necesario eu urden á la salvación, todos ellos están perdidos por falta

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de un poco de agua. ¡ Pobres de ellos ! lo pasan peor que el ladrón que murió en la cruz, pues, aunque él murió sin bautismo, fué el mismo dia con Cristo al Paraíso. De­bemos confesar que esta relijion es dificultosa. Muy dura es para los niños, así como la doctrina de un Purgatorio del que las almas se libran á fuerza de oraciones y misas, bien pagadas, es dura para los pobres.

Esto de la dificultad de su creencia. Pero no todo es tan dificultoso. La doctrina de induljencias, por ejemplo, no es dura, porque nunca es duro recibir induljencias, Muy lejos de ser duro, es muy agradable á un pecador que está condenado en su propia conciencia, el tener un tal fondo del cual traer los méritos de los Santos de otros tiempos, que hicieron mas, según él cree, de lo que fuese preciso en orden á salvarse á sí mismos, habiendo, segua deben creerlo, amado á Dios con mucho mas que " todo su corazón, y ánimo, y fuerzas y entendimiento." Esta doctrina no contribuye á hacer dificultosa la relijion Ro­mana, ni tampoco la hace tal el dogma de pecados ve­niales. Sostienen ellos que hay algunos pecados, cuyo " e s t i p e n d i o " no " e s la muer te ." ¡Es tos pecadillos fácilmente se perdonan ! Nosotros no conocemos seme­jantes pecados. Creemos con S. Pablo, que " m a l d i t o " está " todo el que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas." (Gal. iii. 10.)

Mas es probable que, cuando los Papistas dicen que su relijion es dificultosa, no se refieren tanto á su ereencia como á la práctica que por ella se requiere. Lo mas difi­cultoso es lo que tienen que hacer. Pero, ¿ porqué hablan así de ser su relijion dificultosa? Parece que les es una pen­sión, y que no traen de ella su mayor y mas elevado gozo. Parece que no consideran el servicio de Dios tanto como un privilejio, como una obligación penosa ; y, por lo que dicen, creería que los mandamientos de Dios les fuesen

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muy gravosos. Me compadezco de ellos, de que el yugo de Cristo que de suyo es tan suave, así como él mismo lo dice, les venga á ser tan duro. Nosotros los Protestantes nunca hablamos de nuestra relijion como de una dureza. Muy al contrario, para nosotros, " sus caminos son cami­nos hermosos, y todas sus sendas son de p a z . " (Prov. iii. 17.) Y decimos, en las palabras del Salmista inspira­do : "i Cuanto hemos amado, Señor, tu ley ? Ella es nuestra meditación todo el dia." " ¡ Cuan dulces son tus palabras á nuestro paladar, mas que la miel á nuestra b o c a ! " (Sal. cxviii. 97, 103.) Mas no debe suceder así con los de Roma. Me ha sorprendido muchas veces el oir, aun á los mas devotos de ellos, hablar de los reque­rimientos de su relijion como de cosas con las cuales han de cumplir por precisión. " Es preciso que yo lo haga ," es el lenguaje que acostumbran usar con referencia á cuasi todos sus actos relijiosos. Cuantas veces no he dicho entre m í : " ¿ como es posible que procedan cordialmente en su relijion, si la tienen por ta'n dura ? ¿ Como hallarán contento en el cielo, si los ejercicios y solemnidades que entre ellos se tienen por mas sagrados, y que celebrados en la tierra se les deben parecer mas á las ocupaciones dé los bienaventurados en el cielo, les son tan pesados, que los celebran por una mera precisión ? "

Mas debo citar algunas de las formalidades penosas que la relijion Romana requiere de los que la profesan. U n a es la de confesarse con un Sacerdote. ¿No es esta cere­monia muy penosa? Ciertamente lo es . Para mí sería cosa penosísima el tener por obligación que confesarlo todo, sin omitir el descubrir los pensamientos mas secre­tos, á otro hombre cualquiera, y luego estar obligado á hacer cualquiera penitencia que él mé quisiese imponer. Sí, es penoso ; tan penoso y tan absurdo, que Dios nunca lo ha podido requerir de nosotros. Es te llama al pecador, para que, teniendo el corazón atribulado, venga direeta-

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mente á él á hacerle su confesión, " porque ciertamente Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo consigo, no imputándole sus pecados." (2 Cor. v. 1.9.)

Cuentan el ayuno entre las austeridades de su relijion, y, á la verdad, muy duro sería el no ser permitido Comer cuando uno tiene hambre. Pero tampoco ayunan ellos de esta manera, ni aun humillándose espontáneamente delante de Dios, según lo hicieron frecuentemente los Santos Pro­fetas y Apóstoles. E l ayuno de éstos es muy diferente. Se halla indicado en la predicción de S. Pabló, en su primera epístola á Timoteo, donde habla de los que pro­hibirían el uso de las viandas que Dios crió, como tambieu, en otro lugar (1 Cor. x. 25.) , donde declara que es lícito al Cristiano comer " todo lo que se vende en la plaza." Mas la restricción que esa iglesia impone á sus miembros en ciertos días y temporadas no es muy dura, porque aquel que no^pueda satisfacer su apetito de toda la plaza de las verduras, teniendo además elección de todo lo que se 'encuentra en la pescadería, debe ser muy comilón.

Empero, debo confesar, que hay una cosa en la supers­tición Romana, que, á la verdad, es muy dura. Una cosa digo, pues no pertenece, rigurosamente hablando, ni á la fé ni á las costumbres. Pero, si es algo, debe ser cosa. Aludo al Purgatorio. Mirándolo como declarado por el dogma, es dificilísimo el creerlo. Muy repugnante es, tanto á la razón, como á la revelación, el decir que un fuego material pueda, operar sobre un espíritu inmaterial; y ésto de tal modo, que le purifique del pecado. Pero duro como fuere el creer el Purgatorio, mas duro sería el sufrirlo. Durísima sería la suerte del buen Católico que, después de haber cumplido toda la rutina de los Sacra­mentos, y vivido, según dicen, una vida buena, tuviese que ser arrojado á un fuego ardentísimo, después de la muerte. Tan duro sería que yo, por mi parte, prefiero la relijion de Lázaro el pobre, á quien los ánjeles llevaron

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directamente al cielo, ó la del malhechor penitente que fué al Paraíso de Dios el.mismo dia en que murió. Y ahora se me ocurre la idea de que Pablo no debia estar pensando en un Purgatorio, cuando dijo : " Para mí el vivir es Cristo,, y el morir ganancia." Mas otra vez me confunden estos pensamientos sobre asuntos tan estraños, Pablo no pudo pensar en semejante cosa, pues él vivió entes de los tiempos de esta nueva relijion.

3 1 . LA RELIJION MAS RÍJIDA..

OIGAMOS ambos partidos. En un artículo que escribí sobre este asunto (Art. 29) , propuse mis objeciones, á. la frase hacer penitencia, que emplearon los traductores de la Biblia de Douay. Mas ¿ no tienen nada que decir en justificación de ella ? Supongo que todo lo que tienen que proponer en su defensa, se espresa en una nota sobre Mat. iii. 2 . " Haced penitencia, porque está cerca el reyno de los cielos," es su versión del pasaje. Luego llaman nuestra atención á la nota que sigue : " Agite pee-nltenüam, me t anoe i t e ; " cuya palabra, según el uso de las Escrituras y de los Santos Padres, no solamente signi­fica el arrepentimiento y la enmienda de la vida, sino también el castigar por el ayuno y otros semejantes ejer­cicios penitenciales, los pecados cometidos. Es ta es la sabia nota.

Ahora bien, reconocen aquí las ideas de arrepentimiento y enmienda, como inclusas en la palabra orijinal. ¿ Pues porqué emplear en traducirla otra palabra que escluye las ideas del arrepentimiento y de la enmienda? Confiesan que el orijinal las incluye; pero la versión que han hecho las escluye totalmente. Un hombre puede hacer peniten­cia sin arrepentirse ni enmendarse, sin que le pese el haber pecado, ni que vuelva á mejor vida. Esos traduc--tpres debiau creer que, aunque el arrepentimiento y la

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enmienda fuesen espresados por la palabra orijinal, eran de muy poca importancia. Si no hubieran sido de este parecer, los hubieran reconocido en su traducción. No los hubieran desechado como demasiado insignificantes para estar notados en su versión Católica. Nosotros los Protestantes creemos, que el pesar y la enmienda son actos esenciales al arrepentimiento.

A mas de significar la palabra orijinal arrepentimiento y la enmienda, dicen que significa " el castigar por el ayuno, & c , los pecados cometidos." Así afirman ellos. Mas i donde están las pruebas ? Yo quisiera verlas, por­que los diccionarios esplican la palabra de otro modo. Apelan á las Escrituras y á los Padres, diciendo: "según el uso de las Escrituras y de los Santos Padres . " Aquí citan dos autoridades que, según yo las estimo, son muy desiguales; mas, dejando los Padres, quisiera verlos citar algunos pasajes del sagrado testo, en que se usa la palabra en el sentido que ellos la entienden. Presumo que hubie­ran producido semejantes pruebas si las hubiesen tenido á la mano. Pero la verdad es, que nunca es usada la palabra en el sentido que le han dado en su Biblia. Dicen que significa el castigar; mas arrepentimiento no es castigo. " El castigar," dicen, " los pecados cometidos." Mas esto no es intelijible. Es demasiado figurado para una nota espositiva. ¿ Y como castigarlos ? " Por el ayuno." ¿ Y como puede el ayuno castigar al pecado ? Yo no veo como ayuno cualquiera pueda castigar al pecado, y estoy cierto que no lo hace el ayuno que practican ellos. Por ayunar no entienden abstenerse del alimento, sino tomarlo de otra clase. E l Romanista no tiene que hacer mas que abstenerse del uso " de las viandas," según la predicción del Apóstol (1 Tim. iv. 3 . ) , y luego puede comer cual­quiera otra cosa que le dé la gana. El ayuno, según la opinión de los Papistas del pais en donde yo vivo, y su­pongo que la de los otros, es el reducirse á la comida muy

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parca de pescado (de todas especies), huevos, ostras, cosas jactanciosas, con toda clase de vejetales y variedades de postres. Llaman á esto ayunar, porque no se come carne. Mas todo lo que no se vende en la carnecería, se puede comer libremente. Ahora, yo no veo nada de punición en tal ayuno. El pecado de un hombre debe ser sumamente sensitivo para ser castigado por semejante penitencia. Y o no creo que el pecado pueda ser espulsado del alma á fuerza de una abstinencia tal.

No sería mal hacer una prueba de esposicion de la palabra, aplicándola á algún pasaje en que se encuentra, como por ejemplo el siguiente. (Hech. xvii. 30. ) " D i o s ahora manda á todos los hombres, en todo lugar, que se arrepientan."* Esplicaríanlo a s í : " D i o s ahora manda á todos los hombres, que en todos los lugares castiguen sus pecados pasados por el ayuno, y otros semejantes ejercicios penitenciales." ¿ Como suena esta paráfrasis ? ¿ Debemos creer que Dios quiso publicar semejante precepto ?

32 . LA COMIDA D E U N DÍA D E ABSTINENCIA.

Algunos lectores honrados que acostumbran llamar las cosas por sus propios nombres, estrañarán el título de este artículo, porque diciendo " l a comida de un día de abstinencia," intima que puede haber comida en tal dia, aunque, según nuestras ideas anticuadas de lo que es el ayunar, no debe haber comida ninguna en dia de ayuno. Y en verdad, el ayunar fué en lo antiguo una abstinencia parcial, cuando menos, pero mas jeneralmente total, de toda especie de alimento, durante el tiempo señalado para ello. Era entonces la opinión común, que el comer hasta

* Está es traducción literal del testo : O @ebi ravvv irapayyéñAei To¿s ívBpéirois irutri ira.VTa.xov [ÍZTCLVOIUV. La Vulgata UT omnes ubique, aje. desfigura y muda el testo.

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hartarse fuese incompatible con un ayuno verdadero; y, en efecto, se creia que el comer la menor cosa sería que­brantar el ayuno. Ninguno debe dudar que Daniel, Nehemías, Esdras, y los demás Judíos piadosos, no se abstuviesen de todo alimento en los dias de ayuno que observaron. ¿Quien cree que en aquellos dias tomaron buenas comidas ? Mas, desde el tiempo de los profetas, el intelecto humano se ha puesto en marcha; pero, si su marcha ha sido siempre para adelante, dejo a otros para qué lo digan ellos," pues yo no me atrevo á determinarlo. Ahora, según las ideas que prevalecen en la iglesia infali­ble, y que, aunque se contradiga á sí misma, no padece equivocación, la abstinencia no es esencial al ayuno, y la comida de un dia de abstinencia, tan lejos está de no ser comida de ninguna especie, según algunos Cristianos pu-ritánicos dirían, viene á ser un muy buen refresco, una de las comidas mas delicadas de toda la semana.

Lo que primero me hizo pensar en este asunto, fué la ocurrencia siguiente. Hallándonos á la mesa cierto dia, el tópico de la conversación era una preparación de huevos muy delicada. El asunto no era tal que me interesase mucho, hasta que una Señora dijo, que cuando ella estaba en la familia del Señor de A , un Católico muy emi­nente, aquel plato siempre entraba en su comida los dias de abstinencia. Estas palabras me llamaron l a atención. ¡ Comida de . dia de abstinencia ! esclamé yo. ¿ Quien jamás oyó hablar de una comida en dia de abstinencia? N o es posible que haya comida en la casa del Señor A en los dias de abstinencia. ¡ Comida ! replicó la Señora.; yo nunca desearé comer otra mejor. Esta obser­vación me escitó la curiosidad, y pregunté de qué constaba la comida en un. dia de abstinencia en la casa de ese Se­ñor. " B i e n , " me respondió, " le diré á V . : en primer ugar, un galápago cocido con huevos y manteca (esto no es muy malo si hay ganas ) ; huevos cocidos de dos modos,

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y ostras." Supongo que dispensan cori vejetales," dije yo. " .O•no ," replicó el la; y en esto convine al momento, porque me habia equivocado, suponiendo que dispensasen con vejetales. Timoteo no profetizó de que el Anticristo mandaría abstenerse de vejetales, sino solamente " del uso de las viandas que Dios crió, para que con hacimiento de gracias participasen de ellas los fieles, y los que conocie­ren la verdad." • (1 Tim. iv. 3.) " Muy bien," continué; " pero seguramente, no tomaban postres en dia de absti­nencia." " ¡ Como V. hab la ! " esclamó, " toman postres, y de los mejores, y en mucha variedad." " { j Y llaman esta una comida de dia de abstinencia, y creen ayunar comiéndola?" "Cie r tamente que así lo creen." " E n ­tonces, debe ser porque comen muy parcamente de lo que se les pone delante." " V . se equivoca, cantidad no tiene que ver con la cosa. No es la cantidad que uno come la que constituye un ayuno, sino la calidad." Con esto se acabó la conversación, pero mis pensamientos prosiguieron en discurrir. Y esto, pensaba yo, se tiene por ayunan Así lo enseña la iglesia, y millones que están en el cami­no para el juicio, sencillamente lo creen. ¡ Qué simples ! ¡ Qué engañados están, suponiendo que esto es ayunar! y, si no están engañados, ¡ con cuanto desacato insultan á Dios, intentando persuadirle tener éste por ayuno ! Así llaman ayuno-«»a mudanza del alimento, y pretenden decir, que el comer en un dia de otra manera que en otro, es so­lemnizar un ayuno. ¡ Doctrina admirable !

3 3 . LA MISA.

EN el Vocabulario de la Iglesia de Italia hay mucho que le es muy propio, pero que entre nosotros suena estraño. El lector Cristiano que no está muy versado en otros au­tores mas que en los que escribieron la Biblia por la ins­piración del Espíritu Santo, no sabe como debe entender

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muchos de los términos que encuentra en algunos libros que profesan tratar sobre el Cristianismo. " La misa, la misa ," dice entre sí. " L a misa," vuelve á repetirlo; " y qué cosa es misa?" H a leído su Biblia muchas veces, pero no ha hallado en ella ni siquiera una palabra acerca de la misa. Opina que, si la misa es parte alguna del Cristianismo, se debe notar aquí. Pregunta < porqué no dijeron nada los Cristianos Apostólicos de un asunto que da tanto que decir á los que se llaman sus descendientes pomo en línea directa ? Tampoco encuentra en la Biblia mención de doctrina ó de rito alguno al cual convenga en un ápice esta palabra misa. No pondría dificultad ninguna en admitir la palabra, si pudiera hallar la cosa que se dice que significa. Nunca le ocurre la idea de que por misa los Romanistas entiendan los hechos que Mateo refiere en el capítulo xxvi. de su Evanjelio, como también otros tres escritores inspirados, y de que nosotros hablamos comun­mente como de la institución de la Cena del Señor. Mas ellos aluden á la institución de este Sacramento. Nos dicen que entonces fué dicha la primera misa. En el Catecismo de Doiiay hallamos estas preguntas y respues­tas :—

P. i Quien dijo la primera misa? R. Jesu-Cristo. P. Cuando la dijo ? i ? . En su última cena. Aquí está la. misa en pregunta y respuesta, aunque no

erx capítulo y versículo. El lector Bíblico tendrá la bon­dad de advertir, cuando leyere la relación de la última cena en los Evanjelios, de que los escritores dan la historia de la primera misa que fué dicha.

Pero pueden llamar la última cena misa, si quieren lla­maría así, y pueden también hablar de la institución de la Eucaristía por Jesu-Cristo, como si el Salvador hubiera dicho una misa. Unas meras palabras no importan mucho,

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pero es siempre mejor escojerlás bueñas, y aplicarlas bien. Si por misa ellos entienden lo que nosotros entendemos por Cena del Señor, es tá en salvo él punto principal. Mas la verdad es, que entienden una cosa totalmente distinta. Oigamos la " G u í a del Cris t iano" sobre esta materia. Se dice en e l l a : " P r o f e s o igualmente que en la misa se ofrece á Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio, tanto para los vivos como para los difuntos." Cristo lo ofreció cuando dijo misa, y todo Sacerdote }o ofrece ahora cuando dice misa.

Pues, lector mió, no debemos formar nuestro juicio con precipitación. Volveremos á leer la relación del hecho co­mo está dada en la Biblia, y veremos si en ella se dice algo de sacrificio. Dice S . Mateo (xxvi. 26 , 2 8 . ) : " Y Co­miendo ellos, Jesús tomó un pan, y habiendo echado Ja bendición, lo rompió y dio á sus discípulos, y dijo : T o ­mad, comed, este es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, se les: dio, diciendo: Bebed de ésta todos, porque ésta es mi sangre de la nueva alianza, derramada por muchos para remisión de pecados.*' ' ¿ Aquí encontramos algún sacrificio, y especialmente sacrificio propiciatorio ? Tenemos descripciones de sacrificios en el Antiguo Testamento, y en la Epístola á los H e b r e o s ; mas estas descripciones no cuadran con la de esta cena. Los Romanistas dicen que, cuando Cristo ejecutó esas ac­ciones con el pan y el vino, se ofreció á sí mismo á Dios en sacrificio propiciatorio. Más ¿ como se asemeja á sacri­ficio lo que entonces hizo ? N o hubo efusión de sangre,

* ^CQI6VTO¡V Bk hvr&Vj \a$¿>u ó l7j<rovs rbv &pTovt tcál év\oyy(íás fiíA.a(rE ¡(ai, ¿SÍSov roís p.utii\Táis, Kal eíire KáfieTe, (páyere • rovri ¿si rb cítífid fiov.t 'Kal Kafiüip rb Troritpiov, Kal ev^apisíjitcíSt eduKev .auToTs, Kéyoív' iríef e ¿£ avrov irávres' rovro yap est rb aX¡xá fiov, rb rf¡s Kcuvrjs SiaB^KTjs, -rb irepl iroMi.wv éKX"v¿^vov els á^ccriw ípaprmv. En citar este testo no debemos fiar en la versión vul» gata romanizada.

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ni tampoco se quitó la vida, como había de hacerse en todos los sacrificios propiciatorios bajo la ley, como se hizo en el sacrificio de Cristo en la cruz, y como siempre se ha creido necesario, en orden á la perfección de un sacrificio propiciatorio, tanto entre los Gentiles, como entre los discípulos de la verdadera relijion. Concedo que se hizo una ofrenda, pero no fué mas que de pan y vino. Esto pudo constituir un sacrificio eucarístico, ó de acción de gracias, mas no pudo ser un propiciatorio. Si cosas semejantes pudiesen constituir un sacrificio propicia­torio, Caín, que ofreció del fruto de la tierra, debia ser aceptado por Dios, igualmente con Abel que trajo al Se­ñor los primojénitos de su rebaño. Mas, sea como fuere, no se ofreció nada á Dios, y lo que no se ofrece á él, no

' p u e d e ser sacrificio, como hasta " l a Guía del Cristiano" lo confiesa. Aquello que se ofreció entonces fué ofrecido á los discípulos, diciéndoles Cristo : " Tomad y comed." Concedo también que el• pan y vino se ofrecieron á ellos como memoria de un sacrificio en el cual el cuerpo de Je­su-Cristo habia de ser rompido, y derramada su sangre; mas la memoria de un sacrificio no es el mismo sacrificio. La representación emblemática de una cosa no es la cosa misma. Es evidente que en aquella solemnidad no hubo sacrificio.

Luego : si Cristo se ofreció en la Eucaristía como sacri­ficio á Dios, según afirman ellos, y si después, como todos lo confiesan, se ofreció en la cruz, entonces se sigue que se ofreció dos veces, y, si fué así, el escri torde la epístola á los Hebreos padeció una grande equivocación, porque éste dijo : " C r i s t o fué una sola vez inmolado," y " somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesu-Cristo hecha •una vez." (Heb. ix. 28, y x. 10.) Aquí-vemos repug­nar el Apóstol de los Gentiles, y la iglesia mas gentílica de todas. ¿ A cual de los dos hemos de creer? Si de hecho Jesu-Cristo se ofreció á sí mismo en la cena, ó,

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según sostienen ellos, en la mesa, entonces no era nece­sario que se ofreciese en la cruz. El ofrecerse dos veces fuera-cosa supérflua. Si en la-mesa se ofreció á Dios " u n sacrificio verdadero, propio y propiciatorio," "qué nece­sidad pudo haber de hacer otro en el calvario ? Un sacri­ficio verdadero, propio y propiciatorio, és todo lo que los hombres necesitamos.

Pero si la doctrina de la misa es verdadera, Cristo ha sido ofrecido no dos veces solamente, sino veces innumerables. Según ella, ha sido ofrecido en toda misa que se ha dicho. Según ella, se ofrece hoy, y se ofrecerá mañana y todos los dias, en millares de altares, tan realmente como en el dia de su erucificcion, y se ofrece eu la tierra al mismo tiempo que está intercediendo en el cielo. Ambas partes de la función sacerdotal, la propiciación y la intercesión, se cumplen á la vez, cosa inaudita en toda la historia del Sacerdocio. ¿ El Sumo Sacerdote de los Hebreos, proto­tipo, como fué, de nuestro Sumo Pontífice Jesús , ejecutó acaso en el mismo momento ambas partes de su ministe­rio? Y , además de ésto, si la doctrina de los Papistas es la verdadera, Jesu-Cristo, diciendo cuando estaba pen­diente de la cruz, "Consumado e s , " dijo muy ma l ; por­que de esta suerte no está consumado el sacrificio del Salvador, ni lo estará, hasta que se diga la última misa. No será consumado hasta que los Sacerdotes quieran consumarlo. Es ta doctrina es para mí la blasfemia mas abominable. / ¡ Q u é ! ¿Puede un Sacerdote hacer que Cristo se ofrezca en el momento en que le da la gana que lo haga ? . Mi espíritu se horroriza de semejante idea. Por una figura, un Apóstol habla de " crucificar de nuevo al Hijo de Dios . " (Heb . vi. 6.) Mas éstos parecen in­tentar hacerlo literalmente.

Sé que hacen una distinción. Dicen, y debemos escu­charlos, que en el Sacramento Cristo se ofrece en un sacrificio incruento, que es diferente del de la cruz, ea

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cuanto aquel fué con sangre. E insisten mucho en esta distinción. MaS estraño d e que no vean la consecuencia d e esta esplanacion ; que, si el sacrificio es incruento, no puede ser propiciatorio, como dicen que lo es. Sacrificio incruento y propiciatorio es una repugnancia de términos. Nadie, ni Judío ni Pagano, ha oído hablar de semejante cosa. Un sacrificio propiciatorio es un sacrificio, según todos lo reconocen, para propiciación de los pecados; pero " sin efusión de sangre no hay remisión " (Heb . ix. 22 . ) , y de consiguiente, tampoco puede haber sacrificio propi­ciatorio. Ahora bien, en la misa, mirada como sacrificio incruento, no hay efusión de sangre, pero dicen, sin embargo, que por su medio se alcanza la remisión de los pecados, 6, en otras palabras, que es un sacrificio incruento y propiciatorio. No pueden sostener esta pro­posición sin contradecirse á sí mismos, y al Apóstol.

El lector no dejará de ver, que esta doctrina de la iglesia de Roma, es subversiva del principio funójámental del go­bierno divino, de que " sin efusión de sangre -no haya remisión." Un principio que no solamente está archivado en la Biblia, sino grabado como con el dedo de Dios en el alma del hombre, hasta en la del ciego Pagano. Si un sacrificio puede ser. propiciatorio, aunque incruento, no fué necesario inmolar víctima ninguna bajo la economía de Moyses, ni tampoco fué necesario que Cristo muriese. Por consecuencia, pues , la doctrina de la misa, según la ¡cual un sacrificio puede ser propiciatorio, aunque incruen­to, subvierte el Evanjelio. - No debo dejar pasar sin advertirla, otra inferencia que deducimos de su doctrina. Es esta : si en la Eucaristía se ofrece un sacrificio propiciatorio, luego un sacrificio propiciatorio se puede efectuar por una mera acción, y, paTa verificarlo, no sé requiere ninguna, pasión. Se hace espiacion sin ningún sufrimiento, solamente haciendo una cosa, i Es esto la verdad ? ¿ Tiene esta doctrina el p'rcs-

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tljio de la antigüedad ? La relijion que la sostiene y en­seña, i puede ser la mas antigua ? '

Como en la misa no hay sacrificio de ninguna especie, ciertamente no puede haberlo propiciatorio. La doctrina es errónea; errónea, en cuanto á un punto fundamental. E l error es gravísimo, y en estremo pernicioso. Pues i qué hemos de pensar de una iglesia que no solamente la inculca, sino que le da la mayor prominencia, y ordena que un solemne oficio fundado en ella sea el acto y eí punto principal de su relijion l Yo sé, por ' mi parte, como pensar de ella. E l lector queda libre para formar también su juicio. Tengo reservadas algunas observacio­nes acerca de la misa para otro artículo.

34 . MAS ACERCA DE LA MISA.

ANTES dé proseguir á la misa, deseo ofrecer otra palabra mas acerca de las reliquias. En mi artículo sobre éstas, me referí á Belarmino que cita pasajes del Antiguo Testa­mento en; apoyo de la doctrina de reliquias. Puede Ser que el lector sepa que los Romanistas rio tienen reliquias, en mayor abundancia, n i mas apreciadas que los huesos de los mártires y de los santos. Desde que escribí aquel artículo, el hecho que acabo de notar me ha sujerido otra razón porque no se debe apelar al Antiguo Testamentó en favor del uso de las reliquias, y es que, según la ley de Moyses (Ñúm. xix. 16,) , si alguno, aun por casualidad, tocaba el cadáver ó hueso de un muerto, debía quedar in­mundo por espacio de siete dias, y tenia que someterse á un proceso muy fastidioso de -purificación antes de que pudiese restaurarse á los privilejios de la congregación, y al trato social con los de su pueblo, del cual había sido escluido por un tiempo por causa de aquel contacto conta­minador. Es sabido que, siendo la ley así, los huesos de los muertos no fueron palpados y conservados en relicarios

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por los Judíos relijiosos, así como lo son por los devotos Romanistas. No habia cosa que el Israelita mas evitase, que algunas de las sustancias que ahora ge guardan y muestran como reliquias santas.

Ahora, volvamos á la misa. Citan las Escrituras en favor de dicha ceremonia; pero éstas no les ayudan para nada. No todas las citas de la Sagrada Biblia se traen á propósito. Aquellos que piensan favorablemente de al­guna doctrina, solamente porque ven á sus fautores apelar á la Biblia> deben advertir de que esta circunstancia no llega á ser prueba de su verdad, y que el mismo Satanás citó pasajes del sagrado testo, á fin de persuadir al Hijo de Dios á que se despeñase desde lo mas alto del Templo. Debemos remitirnos á todos los lugares que citan, para ver si hacen al caso> ó favorecen las proposiciones para cuya comprobación se han citado. El pasaje principal que los Romanistas reclaman en favor de su misa, tiene refe­rencia al rey Melquizedec, y se halla en el capítulo décimo cuarto del libro del Génesis. Abraham y sus siervos armados, volviendo de la derrota de los reyes, este personaje les salió al encuentro, para felicitarles después de su victoria. E l historiador sagrado -dice luego : " Y Melquizedec, Rey de Salem, sacó pan y vino. Y él fué Sacerdote del Dios Altísimo. Y le bendijo, y dijo .- Ben­dito Abraham del Dios escelso, criador del cielo y de la tierra. Y bendito el Dios escelso que entregó tus enemi­gos en tu mano. Y le dio diezmos de todo." * Aquí,

*Dice el Hebreo en el versículo 18: " y él fué Sacerdote del Dios Altísimo." Esto es, Sacerdote y Rey, segnn lo dice también S. Pablo (Heb. vii. 1.), y conforme á la costumbre jeneral de la antigüedad, de unirse ambos oficios en la misma persona. Así dice Virgilio, que

egressi veneramur Apollinis urbem. Rex Anius, rex idem homimim, Phcebique Sacerdos, Vittis et sacra redimitus témpora lauro Occurrit. jEneid. üi. 79.

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•eándidó lec tor / t i enes él testó. La doctrina qué dé ella deducen, es, que , f en la misa se ofrece á Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio para los vivos y para los difuntos;" Ergo

No te Has de la incongruidad del testo y dé l a doctrina, de la distancia de la conclusión del antecedente. Las cosas •sagradas han de tratarse con seriedad, y, si el lector se rie, sé que es solamente de la lójica tan estraordinariá que desplegan en su argumento. Mas debe considerar que

. ¿_i _¿ , _ "Habiéndonos desembarcado, veneramos la ciudad de Apoloo.

N o s salió al encuentro el rey Anio, siendo al mismo tiempo rey de. hombres y sacerdote de Apolon, teniendo s»3 sienes coronadas de bendas y del sagrado lauro," La Vulgata Latina, como revi­sada para uso de la Iglesia de Roma, traduce el testo por erat enim Sacerdos Dei Altissimi, apartándose de la sencillez del oriji-nál, y del asenso de las mejores versiones antiguas y .modernas, que concuerdan con las Latinas de Sabatier; et ipse Sacerdos Dei .excelsi, y con la versión judaica, sumamente literal, impresa pri­meramente en Ferrara : " y él Sacerdote de Dios alto." Pero aun si la conjunción fuera causal, no por esto diria nada el versículo sobré uua transusianciacion, ni sería mas que una fraude literaria Ja nota de Amat, en que intenta probar que el verbo sacar en la conjugación Hifil, significa " la acción relijiosá de ofrecer vícti­ma," lo cual es absolutamente falso, y solo pudo decirlo contando con la ignorancia do sus letítores. La misma palabra en el He­breo,, ocurre en los siguientes lugares. Véalos cualquiera, para saber si es así. Lev. iv. 12. 21. vi. 4. xiv. 45. Núm. xix. 3 . Deut. xxii. 14. Sal. xxxvii ó xxxvi. 6. Zacar. iv. 7. El "filo-hebreo" que tenga en su poder un ejemplar de la3 concordancias Hebraicas, puede seguir hacia abajo en la lista de la cual se sacan estas, citas, y verá si sacar en Hebreo es diverso de sacar en Cas­tellano, y mucho me engaño si sacare la consecuencia de que Melquizedec sacó el cuerpo y saugre de Jesu-Cristo de su des­pensa. Perdóneseme este estilo irreverente ; mas, en tratando un. asunto tal como es el de la transustanciacion, es imposible guar­dar el estilo de profunda veneración con que debe inspirarnos el solo pensar en nuestro Santo Redentor. Le han espuesto los Sacrifículos Romanos al ludibrio de los impíos, y poco deben temer al Dios á quien pretenden hacer, sacrificar y tragar luega.

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han agotado sus recursos, citando este pasaje en favor de su misa. Si hubiera otro testo que hiciera mas al propó­sito, lo habrían citado, y yo no dudo de que los miembros mas intelijentes de esa iglesia, se avergiiencen de esti referencia á la Biblia para probar la doctrina de su misa. Conocen que no tiene que ver en el caso, y que la cita del demonio á que hemos acabado de hacer alusión, no era tan inoportuna como ésta.

Notemos, en primer lugar, que no era como Sacerdote, sino como rey, que Melquizedec presentó á Abraham pan y vino : como se dice que " Melquizedec, Rey de Salem, sacó pan y vino." Aquel acto fué uno de munifi­cencia y hospitalidad real. Verdad es que se dice, inme­diatamente en seguida, que fué sacerdote y rey, mas esto se dice con referencia á lo que se sigue, y no á lo que antecede. " y él fué Sacerdote del Dios Altísimo, y le bendijo, &c." Como rey le dio pan y vino, y como Sa­cerdote le echó su bendición. Sabemos que el bendecir fué propio del ministerio Sacerdotal (Num. vi. 2 3 . ) ; mas el sacar pan y vino para refresco de un príncipe estranjero y de su tren, no tuvo nada que ver con sus funciones como Sacerdote. En prueba de que esta idea del pasaje es la verdadera, puedo apelar al autor de la epístola á los He­breos. Es te , en el capítulo séptimo de la epístola, habla de Melquizedec como de un Sacerdote, y de su Sacerdocio como modelo del de Cristo, haciendo referencia á la ben­dición que dio á Abraham. Mas no dice nada de que le hubiese ofrecido pan y vino. ¿ Porqué, pues, no se refiere á esta circunstancia que, según la idea de los Romanistas, es la principal de todas ? <Porqué, hablando el Apóstol de él como de Sacerdote, no alude á mas que á la bendi­ción > Pues bien, si no sacó el pan y vino como cum­pliendo con su ministerio Sacerdotal (y yo no creo que lo hizo como Sacerdote), todo el argumento en favor dé la misa cae por tiera al instante.

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En secando lugar, consideremos cual debía ser el objeto de Melquizeflec en sacar pan y vino para Abraham. ¿Creería algún lector iraparcial, que era para otro fin mas que el de proporcionarle un refresco ? * ¡ Qué idea tan incongrua! Salir á encontrar una jen te que vuelve aco­sada de hambre de un combate, con un sacrificio, con un sacrificio propiciatorio, con una m¡6a, con pan y vino que no han de comer, sino ofrecerlos á Dios. ¿Puede haber un despropósito mayor ? Mas , por el contrario, no hay eosa mas natural, ni mas propia, que lo sería el presentar á estos soldados cansados, " vino que alegra el corazón del hombre," y pan que le corrobora (Sal. ciii. 15.) para su refresco. Esto era precisamente lo que entonces necesi­taban. Y este modo de entender el pasaje, se confirma también por el hecho que Abraham significó eu reconoci­miento del carácter Sacerdotal de Melquizedec, no por recibir de sus manos pan y vino, eomo una hostia consa­grada, sino por pagarle diezmos. " Y le dio diezmos de todo."

Vemos, pues, que en este evento no hay serial ninguna

* El padre Scio, conocido enemigo del tolerantismo, en su co­mentario, que se imprimió la primera vez en Valencia por la misma Inquisición, dice : " Los Hebreos, y con ellos, muchos de los herejes, creen que Melquizedec ofreció a Abraham pan y vino, con el fin solamente de que tomasen un refresco, siguiendo la costumbre de la tierra, &c." Así piensan los Judíos, y muchos de les herejes, esto es, cuasi todos los que no son de Roma, según lo confiesa el buen padre Scio. Pero ¿ hemos de tener por anta­gonista del dogma moderno de la presencia real, á Josefo, con­temporáneo de los Apóstoles, quien dice : " Y este Melquizedec dio al ejército de Abraham refresco, tal como dan á los estianjeros (ttvia,), y les proporcionó una grande abundancia de las cosas que necesitaban (raí/ hnrrfieíav) ? (Antiq. i. 10, 2.) Hasta que fué inventada la Misa Romana, nadie vio misterio eu este acto de hospitalidad; mas entonces, como Moyses habia mentado " pan y vino," no podían resistir la tentación de convertirlo en sacramento.

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de sacrificio. No fué ofrecido nada á Dios,, sino solamente á Abrafiam y á su compañía. Pero, aun siíel pan y .vino fuesen ofrecidos IÍ D/6s, no podria ser mas que una oblación eucaristica, ó de gracias, porque estas cosas .podian ofre­cerse en acción de gracias, mas nunca como sacrificio; y, según la ley del Antiguo Testamento, no podia ser sacri* ficio propiciatorio sin efusión de sangre y muerte de una víctima. De manera que, como quiera que entendamos el pasaje, no puede tener relación ninguna con la misa. To­dos confiesan que el Rey de Salem no ofreció mas que pan y yino, y los Papistas no se propasan á decir que hubo mas que unafigura de la transustanciaci.on. No dicen que el pan y vino se hicieron cuerpo y sangre de Cristo, Y; como Melquizedec vivió unos dos mil años antes de la en­carnación, cuando Cristo no tuvo un cuerpo humano, ni aun ellos dirán que pudo haber una transmutación seme­jante . Luego, si no se ofreció mas que simple pan y vino," el acto de Melquizedec, aunque fuese mas que ejer­cicio' de hospitalidad, debia ser mas bien modelo, de la cena del Señor, como la solemnizamos los Protestantes, que no de la misa de los Romanistas. Y, si admitimos por un momento que Melquizedec celebró una especie de Sa­cramento, será solamente para advertir, que no negó el cáliz á los laicos. Esto no se atrevió nadie á hacer, hasta el concilio de Constancia en el Siglo décimo cjuiuto, él cual canonizó aquel abuso.

Mas intentan sacar de las Escrituras aun otro argumento en favor de su misa. Se deriva de la perpetuidad del Sa­cerdocio de Cristo. Dicen ellos que, si Cristo es Sacerdote para siempre, y si " t o d o pontífice está constituido para ofrecer dones y sacrificios" (Heb. viii, 3 . ) , debe haber un sacrificio perpetuo, porque, á no haberlo, Jesu-Cristo sería Sacerdote sin desempeñar la función mas propia dé1 su mi­nisterio. Mas i no ven ellos que esto es suponer á Cristo Sacerdote seguu la orden de Aaron, y no según la. de

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Melqmzedec ? Es verdad que los Sacerdotes rAarónico» ofrecieron sacrificios durante todo el período de su Sacer­docio. " Todo Sacerdote se presentaba cada dia á ejercer su ministerio, y á ofrecer muchas veces unos mismos sar crificios, que nunca pudieron quitar los pecados." Pero •qué se dice de Cristo ? " Que no tiene necesidad, como los otros Sacerdotes, de ofrecer cada dia s a c r i f i c i o s . . . . porque esto lo. hizo una vez, ofreciéndose á sí mismo." (Heb. x. 11. y vii. 27.) Y otra v e z : " Mas éste, ha­biendo ofrecido un solo sacrificio por los pecado», está sentado para siempre á la diestra de Dios ." (ib. x. 12.) A pesar de declaraciones tan esplícitas del Espíritu Santo que-es- el que habla en esta epístola, los Romanistas porfían en decir que tiene necesidad de ofrecer cada dia sacrificios, y que él, así como los hijos de Aaron, ofrece muchas veces el mismo sacrificio. En efecto representan á Cristo como similar á los Sacerdotes Hebreos, precisa­mente en aquellas cosas en que dice el Apóstol que está Enteramente opuesto á ellos.

En cuanto á ser Cristo Sacerdote para siempre, si esto significa lo que se espresa en H e b . vii. 24, donde se dice que " p o s e e un Sacerdocio sin sucesión*," no como el de Aaron y sus sucesores, y que así " v i v e siempre para in­terceder por nosotros." (v. 25.) No es necesario que ofrezca continuamente sacrificio, en orden á ser Sacerdote; eterno, porque la intercesión es tan propia del ministerio de un Sacerdote, pomo lo es el sacrificio. Y pregunto ¡si el Sumo Sacerdote de los Hebreos no fué tan réal-

*Oti'a.vez la Vulgata deja de espresar la verdadera significa­ción, del orijinal. Él Sacerdocio uirapáf¡aros (según lo esplica Teofyíacto, Arzobispo de Bulgaria, Autor Griego del Siglo undé­cimo), es propio de quien " tiene el Sacerdocio no interrumpido, y á5n£6oxo»' sin sucesor." O como Agustín traduce el testo, " intransgressibile hubel sacerdotium:" Sacerdocio que no pasa á otro.

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mente Sacerdote cuando entraba en el lugar santísimd para derramar la sangre de la víctima y quemar el incien­so, como cuando estaba en el atrio del templo, ofreciend» el sacrificio sobre el altar ? Sin duda que sí. No ofreció sacrificio dentro del Santuario. Había entrado allí afin de solemnizar un acto muy diferente. Asimismo Cristo, el grande Antitipo, " no entró en un Santuario hecho de mano, que era figura del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora delante de Dios por noso­t ros . " (Heb. ix. 24.) Y allí permanece. No ha salido, y nunca tendrá necesidad de salir para ofrecer otro sacri­ficio, como lo tuvo que hacer el Sumo Sacerdote Hebreo, " porque con una sola.ofrenda hizo perfectos para siempre á los que ha santificado." (Heb . x. 14.) Si fuera nece­sario ofrecer otro sacrificio, él volvería á la tierra para hacerlo en su propia persona, y no lo mandaría hacer bajo la figura de pan y vino, porque, según argumenta el Apóstol (Heb. ix. 25 , 26 . ) , es necesario que, ofrecién­dose á sí mismo, padezca en su propio cuerpo, no derra­mando " s a n g r e ajena," y de ahí se sigue, que no puede ser ofrecido sin que padezca los dolores del sacrificio, Mas el Catecismo de Douay dice que "cont inúa diaria-mente ofreciéndose á sí mismo." Según los compiladores de dicho Catecismo, está sacrificando la víctima al mismo tiempo que hace intercesión . . . . inmola la víctima dentro del velo del lugar mas santo, y se sacrifica á sí mismo si» padecimiento, . La Biblia nos dice que Cristo se ofreció una sola ves, y

que siempre vive para hacer intercesión. La Iglesia Itálica, por el contrario, afirma, que se sigue ofreciendo continua­mente, y por esta razón es Sacerdote eterno. Sin embargo de esta tan palpable contradicción, apelan á la Biblia ea prueba de su doctrina.

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3 5 . LA HOtTIA.

Hé AQUÍ otro dé los términos propios del vocabulario Romano. La palabra se nsa ahora en un sentido muy diferente del que tuvo entre los Romanos antiguos, que también la empleaban para espresar una cosa que tenían por sagrada* aunque muy diferente de todo lo que debe caracterizar la relijion pura de Jesu-Cristo. Ahora signi­fica la oblea consagrada para la Eucaristía. ¡ Oblea! ¿ Qué tiene que ver oblea con Eucaristía ? Leemos que nuestro Salvador tomó pan, y habiendo dicho la bendición, lo> partió y dio á sus discípulos j mas no leemos nada de obleas. Pero no debia decir oblea 5 es preciso que la llame Forma, porque, aunque no sea mas ni menos que una oblea, el nombre es demasiado común para ser admi-. tido aquí. Pues bien, Forma. Pero, si por forma entien­den lo que nosotros por pan ácimo, que en efecto lo es, ; porqué mudar el nombre ? ¿ Porqué no llamarlo como Cristo lo llamó? ¿Porqué intentar mejorar el estilo en que hablaba nuestro Salvador ?

Habiéndose consagrado la forma, ó pedacito de pan muy delgadito, esto es, después de muchas cruces, oscu­laciones, jenuflecsiones, confesión sacramental, acciones de gracias, himnos y lecciones, y pronunciadas secreta­mente las palabras que llaman de la consagración, no la

*E1 significado de esta palabra no se puede citar de una auto­ridad mas auténtica que un autor clásico del Siglo Augustano.

VICTIMA, quae cecidit dextrj victrice, vocatur, Hostibus a doinitis HOSTIA noniern habet.

Ov. Fast. I. 335. "El animal que, cayendo vencido de la mano diestra del Sacer­dote, se llamo víctima, tornó nombre de Hostia cuándo inmolado después de derrotados los enemigos." En la-versión Latina del Antiguo Testamento, los animales sacrificados Se llaman hostiut^'

llaman mas pan, sino hostia. Es verdad que S. Pablo !e da el mismo nombre, después de pronunciada la bendición (pues los Apóstoles no hicieron otra ceremonia mas que las muy sencillas de orar y dar gracias), que tenia antes, mas no así los maestros de ceremonias en la iglesia. Es­tos la llaman hostia, un vocablo Latino que significa víctima sacrificada á los Dioses en el campo de batalla.

Mas ¿ porqué mudar su nombre ? Y , sobre todo, ¿ por­qué darle un nombre tan diferente? En un momento llaman una cosa oblea, ó pan, ó como quieren decirlo, y en otro le titulan víctima ó sacrificio. Y no han interve­nido mas que cinco palabras en Latin : Hoc est enim Corpus meum. ¿ Se ha transmutado tan perfectamente que merece otro nombre? Sé que los Romanistas dicen que se ha mudado enteramente de sustancia, y que, de consiguiente, debe tener nombre nuevo. Muy bien. Yo rio rehuso ceder á la convicción; Si alguna cosa pudiera mudarse en tal grado que su sustancia orijinal le fuese quitada totalmente, y que recibiese otra, ó, en otras pala­bras, que viniese á ser otra cosa de esencia diferente, debería aparecer á los sentidos diferente de lo qué era antes. Mas la forma y la hostia se asemejan perfecta­mente. Tienen el mismo olor, el mismo sabor, y, por el tacto, no se percibe la m a s leve diferencia. La forma, 6, ségun el vocabulario eclesiástico, las especies son las mis­mas, y, por mas que digan al contrario, si analizamos la sustancia, se encuentra ía misma que átités. A pesar de todo, dicen que las dos cosas no son menos disemejantes que pan y el cuerpo, alma, y divinidad de Cristo.. Y , bajo pena de perdición eterna, todos han de creer ésto, aunque los sentidos todos clamen en contra; y la razón, aquella facultad- que de suyo es tan plácida y desapasionada, cuasi pierde su calma, y levanta clamores contra un ab­surdo tal, y la esperiencia común de los .hombres se niega á admitirlo. Y , en favor de ello, ¿cual es la prueba ó

testimonió que t ' r a e r i . . E s que Cristo .dijo.:; &sie ta mi cuerpo ¡..tmbla-ndo como habló Pabló citando di jo: " Y aquella piedra era.Cristo*" y eomtf Cristo dijo él mismo ; " Yo.-soy la puerta.,":.. ¿Se. atrevió jamás alguno £ soste­ner que-.-Gasto fué, literalmente hablando, uua puerta, ó una piedra? .Nunca--se ha óido semejante cosa. .Pues 1

¡porqué insisten en afirmar qué el. pan fué s u propio cuerpo ? ¿ Es porque así se-dice ? j Y no s e dicen así también otras cosas ' Muy estraño, es que.los predicadores de la rea! presencia demanden que-una frase se interpreté literalmente, mientras, que .no admiten- lá .iñtérpretáciorí litera! de otras muchas q u e l e s o n precisamente; paralelas.

Peroj si-contienden á favor, de una interpretación- estric­tamente literal dé las voces, " este.es mi.cuerpo,.'-' ¿porqué no se atienen religiosamente á esta sentencia-.?. ¿Porqué dicen, como en " la Guía de los Cristianos," que •" e n el Santísimo. Sacramento de la Eucaristía es té verdadera, real y sustancialmente, el cuerpo y sangre,- junto con el alma y divinidad de nuestro Señor Jesu-Gristo ? " Aunque Cristo diga que-es su cuerpo, no dice que.es su. alma y divinidad. ¿,De donde han traído esto ? Dicen que es sil cuerpo, porque él dice que lo' es-. Pero ¿porqué dicen que es- su alma y divinidad, cuando él no dice tanto ? . Así-88- vé que,, al. cabo de todo,- no interpretan el pasaje lite­ralmente.

¿ Qué hacen los' Papistas con s u Hos t ia ? Hacen dos cosas principales.

lx&.~La adoraü. Dice la Biblia-: " Adorarás al- Señor tu Dios, y á él solo servirás." Mas ellos adoran la Hos ­tia. B i en : debemos adorar á Cristo, y sostienen.que la Hostia es Cristo. Corr iente: pero ¿se sigue necesaria­mente que todas las cosas sean así como ellos las sostienen ? Y, si, en este caso, el hecho no es- como- lo dicen, ¿ 110 es su culto idolatría, sin embargo de todo lo. que piensen al contrario ? Pablo en verdad pensaba, que debia hacer

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la mayor resistencia contra el nombre de Jésus Nazareno." Mas su pensar que debia proceder asi, no lo hizo obliga­torio que así hiciere, ni tampoco le sirvió de disculpa des­pués . De ninguna manera, porque debia informarse mejor. Y los Papistas deben informarse mejor, y no suponer tan ciegamente que su hostia es Cristo una oblea, D i o s . . . . un pedacitó de pan, no solamente el cuerpo, sino el alma misma y divinidad del Salvador. Digo que deben informarse mejor. Y si no, han de responder de su ignorancia voluntaria. : 2da.—Se la comen. Según nuestras ideas, esto está muy bien. Es pan, y el pan se hace para que se coma. Cristo mismo nos manda comerlo. El dice : " Tomad, comed." Mas, como ellos suponen que ya no es pan, no parece de­coroso que se lo coman. Si se muda tan totalmente su naturaleza, debe haber una mudanza correspondiente en su uso. Ya es para ser adorado, no devorado. El sentido común nos enseña esto. Estos dos usos de la misma cosa, el adorarla y el comerla, son repugnantes el uno al otro, y se debe dispensar con uno de ellos. Pero si es preciso tenerla como objeto de culto relijioso, no deben usarla como un alimento. Cualquiera dirá que no debemos comer aquello que adoramos. Cicerón, aunque Gentil, pensaba que semejante cosa no se debia hacer. En su obra sobre la naturaleza de los Dioses, d ice: " Cuando llamamos el trigo Ceres, y el vino Baccho, nos valemos de un modo de hablar muy usual ; pero'- ¿ Quien será tan loco que crea ser Dios aquello que le sirve de alimento ? " .* Mas este Filósofo debia de haber nacido algunos siglos después, y- entonces no hubiera hecho semejante pregunta-. Los

* Cum fruges, Cererem ; vinum, Liberum (Heimus, genere no« quidem sermonis utiinur usitato : sed ecquem tan amentem esse putas, qui illud, quo vescatur, Deum credat esse ?

De Nat. Dem: III. 16.

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purpurados de Roma moderna y Cristiana, esceden en su­perstición á los de la antigua metrópoli de la Gentilidad.

Yo, si creyera en la Transustanciacion, nunca tomaria ¡a hostia. Sé que debo comer espiritualmente la carne de Cristo, y beber su sangre, para que tenga en mí la v ida; esto es, que debo en santa meditaciou y fé contemplar su sacrificio, y valerme de sus mér i tos ; mas no podria jamás comer literalmente aquello que creia ser mi Salvador. ] Cómo ! ¡Tragar al mismo que acabo de adorar como á mi Dios ! No se oferda el lector de este lenguaje. . Es inevitable. Antes mire la cosa misma con horror. N o quiero hablar con lijereza de cosas sagradas, ni dejar de respetar la delicadeza de o t ros ; pero la idea de adorar y tragar una misma cosa, me es chocante en estremo. Al­gunos Protestantes que no saben bien la doctrina de la iglesia de Roma, dirán tal vez que voy calumniando á los Católicos, que no es posible que crean así. Pues convén­zanme de calumnia, si pueden, y, cuanto antes, yo la retractaré.

36 . -SACERDOTES.'

; DONDE estamos ? ¿ Bajo qué ley vivimos ? Oyendo tanto de una clase de ministros llamados Sacerdotes, y de que celebran sacrificios, uno creería vivir en el siglo de Áaron ó de los Macabeos, bajo la antigua ley ceremonial, la economía de tipos y figuras, y que el Mesias, á quien aquellos sacrificios y Sacerdotes representaban, no habia ya venido. Ent re los Judíos, los Sacerdotes fueron una clase de personas muy sagrada, y los sacrificios que ofre-cian constituyó una parte principal del culto relijioso. Mas, bajo la economía de Jesu-Cristo, no hay ninguna orden de Sacerdocio, ni ha de ofrecerse sacrificio ninguno material. Tenemos, sí, un Sumo Sacerdote, Jesús , el Hijo de Dios, el cual, habiéndose ofrecido á sí mismo

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para llevar los pecados-del mundo, lia pasado, á los éieks, donde vive siempre para -interceder, por nosotros, y cons­tituye á todos sus discípulos, eñ cierto sentido, " reyes y Sacerdotes' para'Dios " (Apoc. i. 6.), como también le testifica'Pedro, cuya autoridad todos reconocemos. Este, escribiendo á los Cristianos en jenerai, les dice : " Voss-t ros- i . .'. sois* Sacerdocio Santo, para- ofrecer sacrifica* espirituales que sean aceptos á Dios por Jestí-Cristo.M

(1 Ped. ii. 5'.)' Este Sacerdocio, reconocido por Pedrú, es muy diferente del Sacerdocio KoiEañist?.. Todos ion Cristianos participan igualmente en el Sacerdocio del Nuevo Testamentó, y estos Sacerdotes están consagrados para ofrecer los sacrificios espirituales, siendo escojides " para que publiquen las grandezas dé aquel que de las tinieblas los llamó á su maravillosa luz ." Este nc es el objeto que lleva el Clero Papista ; tampoco ejercen las funciones de este santo ministerio todos los que vulgar­mente se llaman " i o s fieles."

La verdad es que el estado eclesiástico de que voy hablan' do, no tiene mas autorización de Cristo que de Mahoma. No se halla mas' argumento en la Biblia en su favor, que en el Koran, y tal vez no tanto. Cristo no instituyó semejante oficicio, no autorizó semejantes personajes en su iglesia. " Puso Dios en la iglesia á unes -apóstoles, y á otros profetas, y á otros evanjelistas,' y á otros pastores y doctores; " mas no puso á Sacerdotes, ni entre los mi­nistros ordinarios de la iglesia, ni entre los estraordihar-iós. Y puso los apóstoles, profetas ó •predicadores, evanjelistas y otros, " para la consumación de los Santos en ja obra del ministerio, para edificar el cuerpo dé C r i s t o " (Efes. iv. 11 , 12.) , no para decir misa, quemar incienso, oit "confesiones, y hacer otras semejantes ceremonias. Crista no ordenó á nadie para funciones tan Gentílicas. En 1 Cor. xii. 28 tenemos otra lista de los ministros que Dios yuso 'en' la iglesia; mas no se diee nada dé Sacerdotes

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Estos son una clase de persoüas enteramente inri tiles en la Cristiandad, " El-Sumo Sacerdote de nuestra confesión, J e s ú s , ' ' es suficiente para todo, Es te ha ofrecido c l S a í . critíeio valedero para ia prppiciapion ríe todo el pecado,, éste ha derramado la sangre que. limpia del reato ios.cora» zones d e sü: pueblo, y vive oóntítraatiietíte. abogando nues­tra causa-con-Dios Padre. No,tenemos necesidad de. e t ro que haga sacrificio¿ni.iikitei'Cesiojí; y> desde que .vino. Jesu-t Cristo," todos.los• demás Sacerdotes^quedan inautorizados;.

Si:Cristo instituyó' un'.Sacerdocio,-.¿ porqué no lo hay llamos'a¡ chivado ert 'aquel trozo precioso.de la. historia eclesiástica, los Hecbps.. de los r .Apóstoles ? El silencio del sagrado historiador es muy remarcable. Leemos, en su historia, de'los Saceiáotes de los Judíos y de los JSacer*-dotes' de Júpiter,- pero no hallamos una palabra.siquiera de Sacerdotes Cristianos. ¿ Donde estaban ? ¿ Gomo se ' llamaban ? - Estovan fué diácono 5 Felipe, evanjelista ; Pe* drOj- presbí tero; y algunos se llamaron obispos. Mas ¡ quien fué Sacerdote ? Si Pable tuvp esta dignidad, ¿ ppr> qué no dice alguna vez en la snperscnpcion de.una epísí . tola: f í P a b l o , Sacerdote, &c."? ; Le dio vergüenza del título? Pedro dice que fué presbíteroy ó anciano de la iglesia; mas n o deja escapar una sola palabra, de que fuese Sacerdote. Parece que no se creia mas Sacerdote que lo fueron los demás de los fieles, esto es, individuo del Santo Sacerdocio ordenado 1 par-a ofrecer sacrificios espirituales;

Si el Sacerdocio es una clase de ministros Cristianos', "porqué no l o indica Pablo en sus cartas á Timoteo y á Tito? Describe las calidades que deben concurr i rán los obispos y diáconos 3 no dice nada de las de Sacerdotes-, i No debían ellos estar dotados de ningunas ? ¿Debía ser el obispo " irreprehensible, esposa de m í a sola mujéf,-sobrio, prudente, respetable, modesto, amante de la hos­pitalidad, propio para enseftav ¡ " y el Sacerdote podia ser lo que quisiera ? ¿ Pudo cualquiera, sin habilidad ni

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obligación, hacer de Sacerdote ? Por otra parte, si los ministros-de. Dios han de ser dotados de toda suerte de virtudes, y si están bien definidos sus deberes, el silencio del Apóstol basta para probar que no hubo, ni que debe haber Sacerdotes en la iglesia. Y así todos pueden ver por qué los Sacerdotes han concebido un disgusto de la Biblia tan inveterado. ¿ A quien le gusta aquel libro, ó aquel hombre, que le trata con un silencio despreciativo! Jamás perdonarán los Sacerdotes á los Evaujelistas y Apóstoles el haberlos tratado con tan cruel desayre. ¡ Jamás ! Ni tampoco dejarán á su pueblo leer la Biblia no corrompida. D e esta manera, perderían su rebaño.

No debe ser necesario que diga que, si por la palabra Sacerdote, los Papistas no querían decir mas que algunos de, nuestros hermanos Protestantes, que espresan presbí­tero por una abreviatura de sonido similar, no hubiera yo escrito este artículo,.. Mas no es así. Por Sacerdote ellos entienden uno que hace sacrificios, tan verdaderamente como los hacían los Sacerdotes del Antiguo Testamento. Dicen que sus Sacerdotes ofrecen sacrificios ahora, todas las veces que dicen misa, sacrificios verdaderos, propios y propiciatorios para vivos y difuntos. Y , si se les pregunta ¿ qué sacrificio es el que ofrecen ? responden que es Cristo. Se glorían de que, bajo sus manos, todas las veces que ellos lo quieran, vuelve á ser víctima propiciatoria, tan realmente como cuando fué crucificado en el lugar llamado Calvario, con la única diferencia de que ahora el sacrificio es incruento. Pisto es lo que pretenden hacer sus Sacer­dotes. Un Sacerdote debe tener algo que ofrecer. Está ordenado para ofrecer dones é. inmolar víctimas. Ahora el Sacerdote Papista, no teniendo cosa que ofrecer, pretende ofrecer á Cristo otra vez. Para todo esto, todos saben que no se halla mas autorización en la Biblia, qne para el Sutí , ó sacrificio de las viudas, en Hindostán.

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3 7 . CELIBATO D E L CLERO.

ESTA es la doctrina del Vaticano : ¿ pero lo es de la Biblia ? Según lo que he leido, los Papistas dicen, que el celibato del clero no es punto de dogma, sino regla de la disciplina. Mas este es un efujio muy miserable, y viene á ser una confesión que algunas de sus costumbres en lo eclesiástico no tienen fundamento en la doctrina del Cristianismo. Quieren decir que su disciplina requiere que sus clérigos no se casen, pero que su doctrina enseña que no harian mal casándose. Es sabido que su doctrina no enseña así.

Mas vamos á ver como esta doctrina, 6 disciplina, ó, por cualquier nombre que se llamare, cuadra con las Sa­gradas Escr i turas; y veremos una razón, de las muchas que hay, porque aquellos eclesiásticos no quieren que el pueblo lea la Biblia. Veremos la grave incomodidad que causaría á los Sacerdotes si cundiera la costumbre de leerla. Supongamos, por ejemplo, que un sujeto, de mediana in-telijencia, se encuentre con la primera epístola de S. Pablo á Timoteo : va leyéndola hasta el tercer capítulo, y en éste encuentra el consejo que Pablo da á Timoteo con respecto á ios deberes del obispo. H a de ser esto y esto, y, entre otras cosas, dice, que debe ser " e sposo de una sola mu­jer." El lector se escandaliza. Esc lama: ¿Qué quiere decir esto ? Nuestros Sacerdotes nos dicen, que un obispo no puede casarse de ninguna manera. Nuestra iglesia prohibe absolutamente á los Sacerdotes el casarse. Pero empieza á tener dudas, y signe pensando : ^ Quien tiene razón, la iglesia y los Sacerdotes, 6 S. Pablo ? Vuelve á leer, y al versículo 4 ? topa con estas palabras: " Que sepa gobernar bien su c a s a ; " esto es, su familia. ¿ Y conio puede ser esto, si no se le permite tener familia propia ? Sigue leyendo : " Que tenga sus hijos en snje-ciou con toda honestidad." ¡ Peor que peor ¡- ¿ Hijos . . . .

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sus hijos r Entonces el obispo tendrá hijos, y no solamcn-te los tendrá,- .sino reunidos en familia, y en su casa, Ahora le asalta á la vista un paréntesis que punza mucho. " P o r g u e , e l quemo sabe-gobernar su casa, ¿ c-ómó-euidará dé' la-iglesia de.Dios ?,." De-modo que; según S. Pablo, por .gobernar -bien su casa, debe indicar su habilidad para eutdar-doia'iglesia de D i o s . . ¿ Y dicen que no, debe ca­sarse ? -

.•¡•-. Luego el Apóstol-lia%la dé lo s diáconos, diciendo como deben ser ellos, yy ea el-versículo 11 ? ,. dice también, que •tates- deben ser: sus mujeres,, " que sean honestas-, &c." Cenquei tan lejos- e s t á , Pablo de dudar si les conviene casarse, que les dirije: hasta- como elejir esposas.

Nadie se maraville,, pues, de qué los Sacerdotes no quiera», qtie .el pueblo lea la Biblia. Dice ésta, que el Matrimonio es. honorable- en todos, sin esceptnar al clero. •¡§egairaraente los clérigos no pondrán un libro como éste en- las manos de s u s d á m a s prostituidas y de sus. hijos abandonados, á quienes-enseñan prácticamente una• doc-trííiS tari opuesta. • Un- poco mas adelante, al principio del capítulo iv\, -líay W5 pasaje que, á 'mi parecer, será todavía mas ofensivo á los eclesiásticos, y les- dará motivó aun mas fuerte, para prohibir al pueblo la lectura de este libro. El versículo es como? sigue : " E l Espíritu manifiestamente dice, qué en los postrimeros tiempos apostatarán algunos de la fe> dando o idosá espíritus de error, y á doctrinas de demo­nios . . . ¿fue prohibirán, easai-se.''' Ahora sé tómeri que, s i SU3- feligreses- llegaren, á leer estas palabras, dirán: " Sv Pablo debe aludir'á nuestra iglesia, porq.no ésta-pro­hibe él casarse." Y , como dar-ia á los Sacerdotes bastante molestia el tener que enseñar á la jente que S. Pablo no sé refería á su iglesia, el método mas espedito es (si pu­diera ser),,, tratar de que no sepa nadie que- se encuentra semejante pasaje en la Biblia.

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3 8 . UN ESTADO MAS SANTO QUE EL MATRIMONIO',;

M. HUGHES de Filadelfiá, en una carta que escribió á M . Breckenridge, dice que la iglesia Católica no prohibe el casarse, sino que enseña que hay un estado de vida mas santo. Habiendo leido la carta hasta aquí, suspendí la lectura, y dije entre m í : ' ' ¿ Como puede ser esto ? ¡ E s ­tado mas san to! H e de ecsaminar es to ." Así pensaba por un momento,- y tuve que diseutir enteramente con aquella iglesia, por las razones siguientes entre otras.

Ira. Porque, según esta doctrina^ debe haber un estado toas santo que aquel al que alcanzó Enoc, y desde el que fué trasladado al cielo. Sabemos que él fué un hombre ca­sado, y que tuvo hijos é hijas ; y parece que se casó mas joven que todos los demás Patriarcas cuyos nombres halla­mos en el libro del Génesis. Pero, por todo el tiempo después de su casamiento; esto es, por trescientos años, caminaba con Dios, y " tuvo testimonió de haber agradado á Dios," el cual,- en honor de su eminente piedad, le t r as ­ladó al cielo, " para que no viese la muer te ." Aho¿a, yo no estoy por creer, que el estado de un Sacerdote Papista, es mas santo que el de Enoc, y que este varón de Dios hubiera sido, mas santo si no se hubiese casado. ¡ Jamás creeré tal cosa! Por el contrario, pregunto, ¿ si los Sa­cerdotes caminan con Dios ? ¿ Quien de ellos ha sido trasladado al cielo ? ; Porqué no tenemos noticias fre­cuentes de su muy sublimada santidad ?

2a. Si el estado del celibato es mas santo que el del iríatrirnouio, ¿ porqué' no mandó la ley de Moyses á los Sacerdotes que viviesen solteros todos, como dice M . Hughes la ley de la iglesia de Roma manda á los suyos ? Sobre todo, ¿ porqué no se le permitió al Sumo Sacerdote, las funciones de cuyo ministerio fueron tan sagradas, que viviese en ese estado de mayor santidad ? Pregunto, por

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qué no se le permitió, pues se cree jeneralmente que no solamente le fué lícito casarse, sino que estaba en la obli­gación de entrar en el estado de matrimonio.

3a . Dice la carta, hablando de " l a Iglesia Católica," que " la ley de su Sacerdocio obliga al celibato, &c. No elije para el clericato á los casados." Verdad. La iglesia tínica y santa, cual esposa casta de Jesu-Cristo, muestra mucha delicadeza en k elección de su clero. Mas ¿qué ncesidad tiene ella de ser mas particular que Timoteo y T i to , según Pablo les instruyó, en la elección de los mi­nistros ? Los obispos y diáconos ordenados por los após­toles podian tener mujeres • mas, bajo el mando del Papa, " si algunos quieren casarse," la iglesia no los quiere par& ser de su clero.

4a. También pensé, como iba leyendo del estado mas santo : • ' " ¿ Y si todo el mundo aspirase á un estado de tan anjélica santidad ? ' ' Ciertamente, si el vivir soltero es cosa tan santa, los Sacerdotes no siendo los únicos de los Cristianos que deben ser santos, todos deben vivir as í ; y luego, siendo todos tan perfectos, el mundo llegaría á ser una perfecta soledad.

Pero los Sacerdotes del Papa no deben gloriarse tanto de su celibato como del estado mas santo, pues todo el mundo sabe cuan lejos están esos Señores de guardar la pureza de costumbres que conviene á su ministerio. Nos­otros permitimos á nuestro clero hacer como quieren con respecto al matrimonio, puesto que conserven el decoro de su ministerio, lo cual, jeneralmente hablando, no dejan de hacer. Si quieren vivir solteros, es tá bien, aunque nos gustaria mas que se casasen. Pero , sea como fuere, no deseo ver á nuestros pastores en estado mas santo que aquel desde el cual Enoc fué trasladado al cielo.

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39. CONFESIÓN AURICULAR.

ACABO de pensar entre mí, ¿ de donde habrán tomado esta costumbre de confesarse con un Sacerdote ? Todos recono­cemos que es muy debido confesar el pecado, pero ¿ por­qué á un Sacerdote? E l sentido común de los hombres dicta, que se debe hacer confesión inmediatamente á la persona contra quien se cometió la ofensa, y esto espe­cialmente, si se ofrece francamente accesible al sujeto que se le quiere presentar. S i un niño ha ofendido á su padre, ¿va á confesar la ofensa á otra tercera persona, estando su padre en ia casa ? ¿ Elije con preferencia á u n liermano que ha ofendido igualmente como él ? Nadie ha «ido jamás semejante conducta. Pero esta es la doctrina, esta la práctica d e la iglesia de Roma. Es ta iglesia remite sus miembros á sus hermanos y compañeros de pecado para que confiesen á ellos que han pecado contra su padre, sin embargo de que su padre siempre es tá presente , y les clama en estas palabras terminantes : " Venid á m í . " A mi juicio, todos los hermanos, así los eclesiásticos como los laicos, deben acudir á su padre común. Veo que , en los tiempos antiguos, acostumbraban hacer así. Por lo que acabo de Jeer en la Biblia, todos los penitentes iban antiguamente á confesarse con Dios, y no acostumbraban detenerse ni con Sacerdote ni con Profeta. David, Daniel , Esdras, Nehemías y otros muchos, han dejado en escrito Jas confesiones que hicieron directamente al Señor, Leed aquel precioso Sajino, el .cincuenta. Allí vemos á David á la presencia de Dios. . Allí está haciendo su confesión al qup lia ofendido. " C o n t r a t í , " dice. ¿ Y no podemos usar este Salmo, y decir eon David, " hemos pecado cen­tra t í 5 " ¿Porqué torcemos del camino derecho para ir al Sacerdote ? Así no hizo el publicano. E l se acojió á Dios directaaiente, y el hijo pródigo no se paró por el

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camino, sino que se fué con toda dilijencia á su padre, i Y porqué no nosotros ? ¿ Porqué no los Católicos ?

Yo creo que el pecador debe apresurarse á volver á sn Dios , y no me place la doctrina de los que le estorban. El pecador penitente ya quiere reconciliarse con Dios, se pone en el caprino, y con premura y lágrimas corre á echarse á sus pies . Le sale al encuentro el Sacerdote, y con suave voz, pero con ayre de autoridad, le disuade de su santo propó­sito. " Hi jo ," le dice, " no te molestes t a n t o ; no es necesario que vayas tan largo camino; aquí estoy yo que liágo veces de Dios, y llevo de él la facultad para escuchar tu confesión, y absolverte de tus ofensas," Mas me gusta la doctrina que nos anima, y da impulso para que nos vol­vamos penitentes á nuestro Dios que nos llapna y espera.

Tampoco veo qué necesidad podemos t e n e r d e mas de un medianero entre Dios y nosotros. ; No es Cristo su­ficiente? j Oh cuan perfectamente está adaptado para desempeñar sus funciones como intercesor ! En cuanto á su divinidad, tiene todas las perfecciones y majestad de Dios, en cuyo tribunal está sen tado; y, como hombre, es tan humilde como el mas pobre, y manifiesta un amor que sobrepuja al del padre mas tierno, ó del hermano mas cariñoso. ¿ Queremos á otpo mas que á él ? No dicen nuestras almas como dijo el ardiente Apóstol Pedro, " ¿ á quien iremos, Señor, sino á tí, pues tú tienes palabras de vida eterna ? " No se meta el Saperdote entj-é nosotros y J e sús . Es te , con amable condescendencia, nos convida diciendo : " Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os aliviaré." (Mat, xi . 28."1 Si hay ne­cesidad de Sacerdote, tenemos al Sumo Sacerdote que ha pasado á los cielos, y allí vive para interceder por noso­tros; A otro no queremos,

Puede ser que algunos ípe crean torpe, mas, á la ver­dad, yo rio veo para qué puede señar un Sacerdote. Es pierto que no promete perdonar al pecador, á no ser que

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ce arrepienta, y también es cierto que, si este se arre­piente, Dios le perdona, y, perdonándole Dios, ¿ qué le importa si el Sacerdote trata de perdonarle ó no ? Si es el designio dé la confesión al Sacerdote, que por medio de ella venga á ser menos necesaria la confesión á Dios, sin duda, será un mal muy grande. Pero, si no se ordena con este fin, aun asi es enteramente inútil, pues nuestro perdón depende todavía de nuestra confesión á Dios, puesto que vaya acompañada del arrepentimiento v de lafé.

Mas traen para su justificación un versículo de la epís­tola de S. Jacobo (v. 16.) : "Confesad vuestros pecados uno á otro, v orad los unos por los otros para que seáis salvos, porque vale mucho la oración perseverante del justo." Si mi vista y mi juicio no me engañan, se nos encarga aquí que hagamos confesión mutua. Deben estar muy apurados sí no pueden citar otro testo mas á propó­sito, porque, según éste, yo debo confesar al ministró, y él á mí, si por desgracia se tenga alguna cuestión entre nosotros. Dice Jacobo, " u n o á o t ro ," así reduciendo á todos á la misma obligación. En todo esto no hay nada de auricular. No hay cosa mas segura que esta, que de­bemos confesarnos los unos á los otros, y orar los unos por los otros. Pero esta no es la doctrina de confesión qué enseña la " madre iglesia," sino otra totalmente diversa.

Al fin, estoy bien persuadido de que el mundo puede dispensar con la doctrina y ceremonia de la confesión au­ricular, tan bien como con cualquier otra vanidad que sé ha hecho de moda.

40 . UN ERROR CORREJIDO.

DIJE en mi último artículo que, leyendo la Biblia, habia advertido que todos los penitentes de quienes se hace Riencion, confesaron sus pecados á Dios directamente, y

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no á Jos Sacerdotes, y cité por ejemplos á David, Daniel, Esdras y Nehemías. Mas ahora veo que padecia una equivocación al momento de escribir el artículo, y que no debia hablar con tanta jeneralidad. Hubo una escepcion, y quiero que los Romanistas gocen de cualquiera ventaja que de aquella escepcion pueda resultarles en este argu­mento. El que no confesó directamente á Dios fué Judas Iscariotes (Mat. xxvii. 3 , 4 . ) . En lugar de ir á Dios con su confesión, el traidor acudió á los príncipes de los Sa­cerdotes, y á éstos d i jo : " H e pecado, entregando la sangre inocente." Aquí, pues , tenemos un ejemplo de confesión á un Sacerdote, tan evidente que no se puede negar. Pero creo que es el único que se halla en toda la Biblia. Judas también trajo dinero á los Sacerdotes (las treinta monedas de plata) ¿ de manera, que los confesores t ienen ejemplo autorizante (tal cual sea) para justificar la costumbre de algunos confitentes que les dan una limosna para alguna misa. Deseo hacer justicia á todos, y á los Papistas no les negaré cualquiera ventaja que pudieren derivar de la menor palabrita de las Sagradas Escrituras que pueda citarse en su favor. Bien se sabe cuanto ne­cesitan esta liberalidad de par te de sus contrarios.

Pero el pobre Judas no alcanzó nada de los Sacerdotes. Le trataron con tanto desayre y crueldad, que le hicieron desesperar, y no pudiendo por su aucsilio calmar su con­ciencia, se retiró de ellos, y se ahorcó. ¡ Cuan diferente trato hubiera recibido, aun el discípulo traidor, si, teniendo el corazón atribulado y congojado, se hubiera ido á Jesús, nuestro Sumo Sacerdote é Intercesor. ¡ Ojalá que hubiera confesado su pecado á aquel á. quien habia entregado tan alevosamente, mas bien que á aquellos en cuyas manos le entregó ! Pues dejo su ejemplo para que pase por cuanto valga entre los Papistas : yo nunca lo seguiré, sino que iré directamente á Jesu-Cristo á confesarle, con una contri» cion no finjida, mis pecados innumerables.

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4 1 . PURGATOBIO.

No HAV hombres que raciocinen mas inconclusivamente que los de la escuela Romana, y me parece que es porque no están acostumbrados al ejercicio de las facultades dis­cursivas. Raras veces hacemos bien las cosas cuando no estamos acostumbrados á hacerlas, porque, si el intelecto no se sujeta á la constante disciplina del juicio, para las operaciones de pensar y raciocinar, las ejecuta muy im­perfectamente. D e aquí viene que oimos á muchos decir luego, cuando no sigue conclusión alguna, 6, si ajguna, no es la que creían habia de seguir. Como la relijion de los Papistas les prohibe el ejercicio de su razón, hallamos entre ellos algunos indicios muy notables de esta incom­petencia. Ent re la premisa y conclusión de su argumento, se entrepone algunas veces una sima tan ancha y profun­da, que para nosotros sería intransitable, y no sabemos como pasan de un lado á otro. Oigámoslos argumentar sobre la fábula de un purgatorio, pues han de hacer viso de discutir el asunto, y citar algún testo de la Sagrada Escritura en sn favor, no con el fin de satisfacer los es ­crúpulos de sus fieles (porque ha de bastar á éstos que la iglesia la crea), sino en drden á combatir con los herejes. ¡Pero donde hallarán en la Biblia alguna sentencia que favorezca el delirio de un Purgatorio? La Biblia habla de dos rejiones en que los hombres entrarán después de morir, mas no dice nada acerca de una tercera. Nos dice que hay un Cielo y un Infierno; mas de purgatorio no deja respirar siquiera una sílaba. Es verdad que, pasados a l ­gunos centenares de años después de escrita la Biblia, ciertos escritores hablan de un tal lugar, y su doctrina se titula Cristiana; mas yo deseo saber ¿ porqué los escrito­res mas antiguos, esto es, los inspirados, quedaron tan callados sobre un hecho, si lo es, tan sumamente iotere-

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sante ? Leemos mucho en la Biblia acerca de estar pu­rificados los Cristianos de sus pecados ; pero, lo que debe ser muy sensible á los adictos á esa superstición, habla constantemente de una purificación hecha en esta vida, so después de la muerte, y no es fuego el que purifica al alma, sino la sangre de Jesu-Cristo. De consiguiente, los pasajes que tratan de la purificación del alma, no fa­vorecen la causa de los Papistas. Entonces han de bus­car otra cosa. Buscan en la Biblia la palabra fuego. Encuentran mención de fuego que nunca se apaga, fuego eterno, fuego preparado para el demonio y sus ánjeles; mas éste no les sirve. Es te fuego es para demonios, mas quieren uno para Católicos ; frayles, presbíteros, obispos, cardenales, y aun papas inclusos entre los que deberán purificarse. En fin, el fuego de su Purgatorio debe ser estinguible.

Mas hay un pasaje con fuego que traen á su parte* Se halla en 1 Cor. iii. 15, y es : " s e r á salvo, mas así como por fuego." Esta es la premisa en el gran silojismo, y la conclusión es ergo (jamás estuvo tan mal á propósito esta palabrita) habrá un Purgatorio, un lugar de pena temporal por fuego después de esta vida. Si se pudiera citar de otra parte alguna prueba independiente é irrefra­gable de esta doctrina, entonces no sería culpable el opinar que habia en la mente del Apóstol una alusión, aunque in­directa, al mismo Purgatorio. Pero, que este dicho pro­verbial, ""salvo, mas así como por fuego," que es usado' por muchos escritores, tanto profanos como sagrados, y que significa el ser librado difícilmente de algún grase peligro, se tome por prueba principal de que hay un Purgatorio, me parece verdaderamente estraño. Según ellos, el fuego del Purgatorio purificará ¡as almas de los hombres ; mas el fuego del que habla el Apóstol en este lugar, es para probar " la obra de cada mío." Luego se dice que la persona de quien se va hablando, será salva,

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sopor fuego, sino "así como por fuego." Esto es, difí­cilmente, así cbmó : uno que está en una casa'qué ki-de, se salva del incendio. El ministro de-Dios , que 'sobre el cimiento de Jesu-Cristo, levanta una iglesia de individuos imperfectamente instruidos, que se asemejan á'-..madera, lieno y paja, en los cuales no hay solidez ni estabilidad, éste ha 'de sufrir la pérdida de su labor, aunque él mismo se salvase^ pero difícilmente, y así como por fuego, en el dia en que el pastor y el pueblo se sometan juntos á la prueba'dé un ju ic io ,* tan severo, que se llamará prueba Üe fuego. (1 Pedro iv. 12.) ¡ H e aquí el apoyo princi­pal del Purgatorio !

Nos remiten también á Mat . v. 25, 26, donde nuestro Señor dice : " M u é s t r a t e apacible con tu cont rar io , 1 ^tes­to, entretanto que es téscon él en el camino, para 'que tu contrario no te entregue al juez , y 'e l juez te entregue al ministro, y seas echado en la cárcel. En verdad té digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el ultimo'mara­vedí." Mas yo preguntaría á cualquiera Romanista de ilustración, si es posible que esté de veras citándome éste pasaje como en prueba del dogma de un ' Purgatorio, i Quien hay que no vea que no es mas que un consejo''de admirable prudencia, que Jesú-Cristo da á los hombres, de que-arreglen sus pleytos y muestren sufrimiento.?- Mas replican:. ¿ No habla Cristo (Mat. xii. 32) de un pecado í(iie no será perdonado, ni en este mundo ni en el venide­ro, y no debemos inferir de esto que algunos pecados .¿.eran perdonados en el mundo venidero? No debemos inferir tal cosa, pues esta fórmula se usa para dar-nías

* Debemos notar que esta interpretación no es nueva. • Los espositores mas antiguos, con la variación que siempre hay- en­tre espositores no inspirados, entendieron el pasaje de este m o d o , 'acorde con Orígenes; quien dijo qu? este fuego no íxxfci\iiciiv\Ka\ tuirSerhii, a\\a Tpo-xoKoyiKov, material y sensible, sinu¡Inetofti/ko. (Contra <¿eisu'ni,"lib.;4'0'

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fuerza á la negación. ¿ Y como puede decirse que ion perdonados aquellos cuyos pecados se limpian por la ac­ción de fuego, que, aunque no sea eterno, viene á ser lina penalidad muy tremenda ?

" M u y bien," continúan argumentando, " p e r o ¿ no dice S. Pedro que Cristo fué á predicar á aquellos Espíri tus que estaban en c á r c e l ? " (1 Ped. iii. 19.) ¿Donde podian estar sino en el Purgatorio ? Luego ¿ estaban en el Purgatorio todos los pecadores enormes que murieron antes del diluvio ? Si estaban, debe haber alguna espe­ranza para nosotros los herejes. Mas ¿ porqué fué Cristo al Purgatorio á predicar á los espíritus que estaban allí, pues , según dicen los que creen en esta doctrina, las áni­mas no se libran por predicaciones, sino por oraciones y misas bien pagadas ? ¿ Y porqué escojió Cristo los peca­dores del mundo antidiluviano, para que predicase á ellos solos ? En fin, soy de opinión que los aficionados á un Purgatorio se mostrarían mas prudentes en dejar aquel testo, y no intentar sostener su dogma por la Escritura, sino por la tradición, y consolarse con la idea que, aunque no esté escrito nada acerca de él, tal vez se les haya co­municado algún informe por la tradición.*

* En este artículo el autor no hace mención de un pasaje en favor de sacrificios y oraciones por los muertos, que se cita del libro segundo de los Macabeos, cap. xii., vers. 42—46. Para que no se interprete siniestramente su silencio, el traductor debe ad­vertir k los lectores, que loa Protestantes no tenemos por inspi­rados los libros de los Macabeos. Dejando aparte las muchas razones para escluirlos del Sagrado Canon, que se sujieren por los libros misinos, que son enteramente indignos de autor, inspi­rado, notamos lo siguiente.

1 ? Estos libros no fueron citados directa ni indirectamente por Cristo, ni por los escritores del Nuevo Testamento, ni tam­poco admitidos por los Judíos antiguos, á quienes fueron confiados los oráculos de Dios. (Rom. iii. 2.1

2 P El autor del libro 2 9 de los Macabeos confiesa que no es inspirado. (2 Mac. xv. 28.)

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Nosotros, los Protestantes, no creemos que el pecado pueda ser estractado por fuego, ni que por la operación de este elemento se pueda conseguir la salvación. P ro ­testamos contra semejante idea. Creemos, sí, que él pecado se debe lavar por la sangre de Cristo, y por ésta sola. Porque " la sangre de Jesu-Cristo nos limpia de todo pecado." (1 Juan i. 7.) Pues ¿ qué ha de hacer el fuego ' Los espíritus de los justos perfectos, no atribu­yen su salvación al fuego. Estos dicen : " Jesu-Cristo . . . nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre ." (Apoc. i. 5.) Animas, recien llegadas al cielo desde el Purgatorio, donde habían estado purificándose en fuego algunos cientos, ó tal vez miles de años, < podrían unirse con los Santos en este cántico ?

3 ? N o fueron admitidos en los catálogos del canon de escritu­ras inspiradas, compilados en los primeros cuatro siglos de la Iglesia, según es evidente ecsaminando los de Melito, Obispo de Sárdis, Orígenes, Atanasio, Hilario, Cirilo de Jerusalem, Epifa-nio, Gregorio Nacianzeno, Amfiloquio, Jerónimo, Rufino, & c , ni en el del concilio de Laodieea. Tampoco los reconocen (por cuanto haya podido averiguar el traductor) las iglesias orientales. En el prólogo galeato de S. Jerónimo, que jeneralmente acom­paña las ediciones de la Vulgata Latina, aquel critico, al fin de un catálogo de los libros que reconocemos por conónicos, habla al tenor siguiente : "Todo lo que no está comprendido entre estos libros, se debe tener por apócrifo El primer libro de los Macabeós he hallado escrito en Hebreo. El segundo está en Griego, como también se puede probar de su misma frase. Sien­do así, pues, te suplico, lector, que no mires á mi trabajo como reprensión de los antiguos. En el templo de Dios cada uno ofrece lo que puede; algunos, oro, plata y piedras preciosas. Otros, lino fino, púrpura, carmesí, y hyacinto. Nosotros ha­bremos hecho bien, ofreciendo pieles y pelos de camellos." Así parece que aun el traducir estos libros se tuvo por una novedad, que Jerónimo hubo de justificar, diciendo al mismo tiempo, que los libros de los Macabeos estaban fuera del canon de los libros inspirados,

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4 ¡ ¿ . . 51AS. ACERCA DEL PURGATORIO.

Los, papistas deben, tener pensamientos muy bajos acerca de Cristo y de la eficacia de su muerte propiciatoria, cre-yeiifjíp,, como profesan creerlo, que, después de derramar él su, sangre y sufrir los dolores de la cruz, para salvar por sus méritos á tura alma 3 que ésta ha de sujetarse á la acción de una llama ardentísima, por muy largo tiempo, en o r d e n a que se cumpla la espiacion de sus pecados, y se perfeccione su salvación. ¡ Qué doctrina tan indecorosa al Salvador! Según ella, Cristo dijo muy intempestiva­mente : " E s consumado," porque la espiacion del pecado se principió solamente en el Calvario, y habia de ser per-feccion.ad.a_.en..el Purga tor io . . ¡ Oh Dios ! Te suplico que libres, á los hombres de esta ilusión, que deroga tanto.de l ad ign idad .de tu amado Hijo, nuestro bendito Salvador, y que te deshonra á tí, porque representa, que tú, que te complaces principalmente de la misericordia, castigarás á los que has perdonado ; como ecsijiendo de los hombres una satisfacción, después de haber aceptado en su favor la satisfacción de Cristo.

Ahora sé porque ellos nunca se hallan felices á vista de la muerte ; sé por qué los sectarios de aquella relijión nunca dicen: " ¿ Donde está, oh muerte, tu aguijón ? ¿ D o n d e está, oh sepulcro, tu victoria.?. . . . . . . .Grac iasá Dios que nos dio la victoria, por nuestro Señor Jesu­c r i s t o . " (1 Cor. xv. 55 , 57.) Es porque esperan ir á un logar de fuego. ¿ Como pueden triunfar de la muerte, si están con " u n a esperanza terrible del juicio, y del ar­dor de un fuego vengador ?" ¿ Como puede ser su relijion diferente de. lo que es, desconfiada y recelosa de amargas penas ?'

Tengo que decir algo mas acerca de este asunto. En primer lugar : Si habia, en el tiempo de Cristo y de sus

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Apóstoles, un Jugar., tal eenj.o eijPiñ'gs^óriOijde.bia; ser poco conocido,: ,ydé ,pocp,uso. .Poco-,eqní>ejdo/,.p.or,qae.:ellos no le nombran, y de poco uso, porque no oimos de nadie.qtie haya ido a l l á . .Lázaro no fué ál.Piu-gatorjo,:..ni:el' hombre rico,.. ni ;.el-ladrón, .que se .arrepintió,en.la cruz, .ni Judas . Pablo-habla de los.Cri.stia.n.os. que s .e .Eiusentandel cuerpo, como "presen tes , . con;iel Señor.". , (2 Cor., v.:8,)r. Es tán presentes-con-al Señor, -pero ¿ está .el Señor.:ep el.Purga-v torio ? i l is allí en donde, los creyentes .han.de reunirse coirél.?,. .Mas se, nos dirije.'.una vo;; de.sde el cielo, que nos dice á d.ond.e van escuchadla».,".Oí..iina. voz;.del cielo," dice S. Juan, " que" me decia : escribe : Biena­venturados los muertos que. mueren en el Señor. Desde hoy mas dice el Ejúrítu, que descansan de sus trabajos." (Apoc. xiv. 13.) Desde hoy descansan de sus trabajos. Luego es :cierto qué ño están en un Purgatorio.

Si el Purgatorio está lleno de almas que se socorren por medio-:de las oraciones de los fieles que están en la tierra; seguir lo dicen los Papistas, ¿porqué, entre las muchísi­mas-ecsortaciones que nos hacen, porqué no nos:dicen los escritores sagrados una sola palabra acerca de orar por estos tales infelices? , ¡ Qué cruel fué esta neglijeneia!

Algunas, veces, considerando la fábula acerca de la cual estoy escribiendo, me sonrio ; mas al instante reprimo la sonrisa. Por ridicula que parezca esta doctrina, es aun mas perniciosa que. ridicula. Distrae el corazón del hom­bre,, y le. estorba de fijar toda su vista en Cristo. Dice lo contrario de lo que dijo Juan : " H é aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo." Enseñará los hom­bres á:que.pueden vivir malamente, y también morir así, y todavía tener esperanzas para la salvación. Enseña á que es posible arrepentirse y purificarse-del pecado des­pués de la 'muerte. Alienta á los hombres; á que salgan, impenitentes de esta vida, haciéndoles creer que,:, aun i i , murieren así, las oraciones y misas dichas después de su

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invierte los salvará. Niega lo que dice tan terminante­m e n t e la Sagrada Biblia, que Dios nos juzgará, y nos retribuirá según las cosas hechas en el cuerpo, sean bue­nas ó malas.

Por fin, e s te invento de un Purgatorio no tiene el menor apoyo, ni en la divina Revelación, ni en la razón, ni en el sentido común del hombre. Empero, lo que podemos decir es, qaie es una doctrina muy lucrativa para los que la predican; una especulación muy buena de comercio. No hay otro articulo del dogma que produzca tanto para la iglesia. Hemos oido hablar de los peniques de Pedro,* mas, del Purgatorio, sus sucesores sacan sus libras.

4 3 . UNA COSA ESTRAÑA.

E L otro dia leí, en un periódico de Baltimore, el artículo siguiente :—

" ECSEQUIAS.—Hoy los Prelados y Teólogos del Conse­jo Provincial Católico, que están actualmente congregados en esta ciudad, juntamente con otros varios Sacerdotes, celebraron una función solemne para el reposo de las almas del muy Rev. Doctor Fenwic, Obispo que fué de Cincinnati, y de Necker, de Nueva Orleans. El muy Rev. Doctor Rosati celebró una misa solemne, asistido de los ministros competentes. Después de leido el Evanjelio, el muy Rev. Doctor Purcell, Obispo de Cincinnati, subió ni pulpito y pronunció una oración fúnebre, en la cual describió con mucho talento, en lenguaje escojido y pa­tético, las virtudes y servicios de ios prelados difuntos. El primero fué víctima del cólera morbo, al cabo de mu-

* Esto se refiere á que, en los siglos 8 ? y 12? inclusive, los Ingleses estaban" obligados á pagar la contribución anual de un penique por caria casa á la silla Romana, para mantener mi colé-jio Inglés ea Roma.

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chos años de trabajos grandes y eficaces. E l Otro murió joven, en medio de sus trabajos, de una fiebre amarilla. Acabada la misa, el Doctor Rosati celebró las ecséquias acostumbradas."

Al leer este artículo, levanté mis ojos del papel, y dije entre mí. ¿ Y donde estoy ? Creia que en los Estados Unidos de América, mas esto no puede ser. Es te pais no puede ser otro que España, Portugal, ó Italia. ¿ Y qné siglo es este ? Siempre lo he tenido por el glorioso decimonono; mas es preciso que haya errado, á lo menos nueve siglos. Debemos estar en el siglo décimo, el mas tenebroso de los siglos de oscuridad, el sceculum tenebri-cosum, como lo llaman los historiadores eclesiásticos, la media noche de los tiempos. Vuelvo á v e r . . . . ¿ qué es lo que acabo de leer ? " Hoy los Prelados, & c . . . . era esta ciudad.. .función solemne para el reposo de las almas, &c.

Entonces me ocurrió la idea de que tal vez había leido mal el párrafo. Volví á tomar el papel, y, leido otra vez, hallé lo mismo. Luego lo arrojé, y, dejándome caer desa­zonado en una silla, di rienda suelta á mis pensamientos.

¡Qné novedad es ésta! ¡ Qué función tan extraordinaria! Y estos hombres están orando por el reposo de los santos difuntos. Y éstos no han sido sujetos ordinarios, sino prelados de la iglesia única, verdadera, santa . . . prelados eminentes por sus "v i r tudes y servicios." Hace un año, poco mas ó menos, que murieron, y todavía no descansan, pues así lo confiesan los Prelados y Teólogos de su propia iglesia, congregados en esta ciudad.* ¿ Qué se hará de los Católicos menos eminentes, si los mas estimados de sus obispos están ajitados y quemándose entre las llamas del Purgatorio, para un año después de haber sacrificado

•Las ecséquias de Roma moderna son un resto muy remarca­ble del Paganismo de la antigua, pues, sin duda, toda la fábula del Purgatorio y todos los ritos consecuentes se toman de la antigua idolatría, con alguna mezcla de la, superstición de los Ju-

sus vidas en el servicio de Dios y de sus semejantes, y ne­cesitan oficios sòléMiresTpàrS el reposó dé sus" aliñas?' Siem­pre he creído yój que él descanso 1 del alma sería resultado seguró dé la fé. Dice-Pablo : " Entramos! * en-él- reposo los que creímos ; " (Heb . iv. 3.) y Cristo d i c e : ' " V e n i d á mí todos los q u e estáis trabajados y cargados, y hallaréis reposo para vuestras 1 almas." (Mat. xxviiil-' 28, 23.) Yo ereia- que los" penitentes líallarifín reposo -'luego

que viniesen á Cristo, y no que-tuvieran que anti'áf traba­jados y', cargados :'poí- toda su vida, y poi- ííiucho tieáipo después: Y, sobre todo', tenia la idea múy"fija 'de : que en él sepulcro los buenos habían de hallar reposó.'' Debía formar"mi'idèa por haber-léido las pálabré's de S.-J'úán : "Bienaventurados los muertos qfiè-muéícn'én el Señor. Desde hoy más, 'd ice el Espíri tu, que 'descansan : :dé "sus trabajos; 'porque las'-'obras de ellos les siguen.'"- ("À'poc. •¿iv.'TSv) ''- O -puede ser que traje mi'-'concepto de esotro pasaje qué dice : Allí, los impíos cesaron del tumulto, y

dios.:' El traductor: nunca'.ha. vistò ú c-ido.'.de .ecséquias en .tem­plos, Cristianosj sin pensar en unos-versos que leyó cuando Joven en. un Poeta. Latino. .

Ergo instauramus.Polydoi'O funus, ,et.ingens . Ággei'itur tumulo, tellus : "stánt niapi'büs araá, Coarüleis moestíe vittis, atraque cnpíe'sso : Et cìi'cùm Iliades crìnè;fi"de hí&Vé spume; Interim us-tépidü ispurhautia' e-y'm líia::lacte, -

:Sanguinis;et-saeri patera»:- aniuiaifiqüe sepulchro Coudiaius et magna supreujùm.voce ciemus....

yÈn. Ili, C2. : El.lector literato ..vérá-.-ln semejanza, sin-que .sea necesario tra­

ducir este-estracto al.Español. .

' -*'Los falsarios revisores de' la Vulgata han píiesto'-ingredienrur, e n t r a rumos , esto e», • conró-dirian, ' después de algunos siglos (le purificación. Mas el Griego uíceéle-epxifiéOa.- La; antigua Latina, iiíiramziny Las dos Siriacas, ío-'mismo,' y"'asl'ìotian'las VeVsiqnes antiguas y uíbdernás 'indepentfierités' de la'saiita congregación.-

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allí reposaron los de fuerzas cansadas." (Job. iii. 27.) Mas parece que he padecido una equivocación. Aquí tenemos dos Obispos difuntos, mas ninguno de ellos des-cansa todavía. Si S. Juan habla la verdad, nos hallamos en un dilema. Una de dos : ó estos Obispos no murieron en el Señor, ó hallaron el reposo. ¿ Dirán los Prelados que no murieron en el Señor ?• Creo que no. Luego deben creer que están en reposo. Y, si creen así, ¿ por­qué celebraron aquella función solemne en orden á que sus almas descansasen ?

Esperando que no voy á cometer un pecado mortal (me atrevería en esta ocasión incurrir en uno venial), pregunto como estos eclesiásticos saben que sus Obispos que fueron, no descansan todavía. ¿Quien se-lo dijo? ¿ D e donde tuvieron una noticia tan ecsacta ? Parece ser una calum­nia de esos buenos hombres. El Obispo Fenwic gozaba de una reputación muy buena; muchas veces he oido á los Protestantes elojiarle, y en el artículo citado se notan las virtudes y servicios de ambos. Y ahora, después de tanto tiempo de muertos, se dice al mundo que todavía no han hallado descanso, y que ha sido necesario hacer oraciones en orden á su reposo. Si los Protestantes hubiéramos insinuado una sospecha tal, jamás nos hubieran dejado de tachar de calumniadores.

Mas no solo parece que han calumniado la memoria de los difuntos, sino que deshonran al mismo Jesu-Cristo. Según ellos, debia ejecutar su obra muy imperfectamente, si aun éstos que se estiman como siervos suyos devotísi­mos, han de yacer en fuego atormentador, sin poderse estricar de sus prisiones, por no sé sabe cuanto tiempo después de su muerte, antes de que valga la eficacia de sus méritos é intercesión para llevarlos al cielo. ¿ Y donde se halla el cumplimiento de su promesa, " V e n i d á mí, y yo os aliviaré ? " Según c o n f i e s a n los Prelados y Teólo­gos, éstos no lo han hallado todavía. .

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M e tomaría lá libertad de hacer otra pregunta. ¿ Como pueden decir con tanta ecsactitud el tiempo que una alma queda en el Purgatorio antes de ser librada ? ¿ Como sa­ben el momento en que se puede dejar de orar por ellas ? Lejos sea de mí el insinuar la sospecha de que suspendan sus ruegos luego que se agote el fondo del cual se les pa­ga, porque supongo que, en el caso de los Obispos, cuando menos, darían gratuitamente sus oraciones. Yo no pedia menos que pensar que, aun supuesto que haya un Purgatorio, se podría cumplir la purificación de dos Obispos antes del fin de un año. Un año es mucho tiem­po , y debe parecer muy largo á quien esté quemándose. Pero, ¿ es esta una parte del cristianismo, ó puede serlo ? ¡ Imposible ! ¡ Qué cruel relijion es ésta, que no concede á sus profesores mas eminentes y ejemplares, ni aun el descanso en el sepulcro ! Credat Judwtis Apella, non ego.

44 . CANONIZAMIENTO DE SANTOS.

S E sorprendió mi imajinacion al leer, pocos dias ha, el siguiente aviso, en un periódico de esta ciudad :—

" El Lunes, 1 7 de Marzo, siendo el dia de S . Patricio, se cantará una misa solemne, y también se pronunciará el panejírico del Santo ."

Este aviso me sujirió algunos pensamientos, que deseo participar á mis lectores.

¿ Porqué se llama el dia 1 7 de Marzo dia de S . Patricio? ¿ Tiene Patricio mas derecho en aquel dia, del que tengo yo, ú otro ? ¿ Y él, tuvo en dicho dia mas propiedad que en otro ? Es verdad que murió en semejante dia, mas no él solo, pues millares mas murieron en el mismo. ¿Tiene un hombre por suyo el dia en que muere, y sus aniversa­rios hasta el fin del t iempo? " P e r o , " me dirá alguno, " Patricio fué un Santo ." ¿ Como se sabe esto ? ¿Quien TÍO su corazón ? Yo, por mi parte, espero que sería un

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hombre bueno, y rejenerado; mas creo que debemos pro­ceder muy cautamente, llamando Santos á nuestros seme­jantes. Y los que profesan sumisión á la Sede que llaman de Pedro, deben ser mas cautos que nadie, porque su mismo Pedro, á quien miran por infalible, no quiso hablar con tanta confianza, sino que dijo, con referencia á Silva­no : " Silvano, que os es , á lo que entiendo, hermano fiel" (1 Ped. iii. 12.)

Empero, dado por hecho que fué un Santo, también lo es todo Cristiano verdadero. Si alguno duda de ello, remítase á cualquiera pajina del Nuevo Testamento. E s ­pero que, en el tiempo de Patricio, habría muchos Santos en el mundo, y yo no dudo de que otros tales muriesen en aquel mismo dia. Desapruebo enteramente el llamar el dia por nombre de Patricio esclusivamente. No puedo admitir que la parte 365a. de todos los años pertenezca á Patricio. Ni tampoco puedo aprobar la superstición de repartir el año entre los Santos, llamando un dia de San Patricio, otro de Sta. Cecilia, y así con los demás. D e esta manera tenemos todo el año consignado á los Santos muertos.*

Ahora me replica algún celador del Panteón. " Señor, V. se olvida de que la Iglesia canonizó á S. Patricio, y le dedicó aquel dia." Mas yo no tengo en muy futa esti­mación á estos Santos canonizados, Santos hechos por hombres. Me gustan mas los verdaderos santificados.

* Los antiguos adoradores del Sol tenían consagrados cada dia del año á un ánjel distinto, cuyo nombre dieron al dia. (Hyde. Religio vett, Persarum. cap. 15.) Los Romanos antiguos dedica­ron A los Dioses y Héroes mucho8 dias del año, mas rio todos. El dia 17 de Marzo, según el calendario antiguo, fué dia da Baco, Dios del vino, y patrono de los borrachos, y en este dia los Irlandeses no le ofrecen libaciones menos copiosas. Los Ro­manos modernos tienen mas dioses subalternos que los antiguos, pues dedican cada dia á no menos que cinco de ellos. Tienen unos dos mil Santos,

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Nosotros los Protestantes, tenemos por Santos á los que son•" hechura de Dios mismo, criados en Jesu-Cristo para buenas obras." (Efes. ii. 10.) Pero, demos que el dia 17 de Marzo sea dia de S. Patricio, ¿ porqué guardarlo con esta especie de observancia ? ¿ Qué tenemos nosotros que hacer con él, ya que han pasado tantos siglos ? Pa­tricio murió en el año 460, y éstos del siglo diez y nueve están guardando su dia. Me parece que es tiempo ahora cesar de lamentar la muerte de Patricio, ya que hace mas de 1300 años que ha muerto, y especialmente como murió en una buena senectud, teniendo, como dicen algunos, no sé si dicen la verdad, no menos de 120 años. A la verdad, yo creo que aun los Irlandeses deben ahora enjugar sus lágrimas. " ¡ Lágrimas ! No Señor, no le lloramos, sino que le damos honra y elojio. Vamos á cantar en su honor una misa muy solemne, según se anuncia en el periódico. E l cantar espresa alabanza, y, después de esto, un orador pronunciará su panejírico." Es maravillosa la propensión que tienen los Papistas á multiplicar los objetos del culto relijioso. ¡ Ojalá que quisiesen quedar satisfechos con alabar al Señor que crió los cielos y la t ie r ra! Pero no. Quieren prestar su adoración á una turba de criaturas, á los ánjeles, y á Santos que ellos mismos han hecho, y, sobre toda, á la Víijen, á quien llaman su " m a d r e celes­t ia l . " No puedo ocultar mi persuasión de que quieren honrar á cualquiera antes que á Dios. No les satisface lá intercesión de Jesu-Cristo. Les parece cosa precisa tener á hombres por medianeros é intercesores. De con­tinuo están celebrando funciones en honor de los Santos. ¡ Cuanto hablan de Santos protectores y. ánjeles de su guardia ! Parece que quieren ponerse á la protección de cualquier criatura, con preferencia á la de Dios.

Y que absurdo es el elojiar, y hacer panejíricos aquí, en los Estados Unidos, de un tal Patricio que murió en Ir­landa, en el año 4 6 1 . Díganme, pues yo no lo sé, como

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se lia de promover la verdadera relijion con semejantes entretenimientos.

Y debo notar de paso, como diferencia una misa solem­ne de la que no lo es. Diferencian mucho. Entre las varias propiedades de la misa solemne, creo que se cuenta la de ser mas costosa. El que quiere que se diga una misa solemne para alguna ánima infeliz del Purgatorio, ha de pagar mas que si se contentase con una misa común. Y esto es regular, porque una misa solemne tiene mas efica­cia. Una misa común apenas se percibe por una alma que se está purgando, pero una misa solemne es la que tiene mucha eficacia, y consigue el alivio en mucho menos tiempo.

Nosotros, los Protestantes, no nos molestamos con mi­sas. N o hallamos ninguna mención de ellas en la Santa Biblia. Suplico al que comulga delante de esos altares que me perdone el hacer referencia á la Biblia. Bien sé que para él no tiene mucha autoridad, escepto cuando le ofrece algún versículo que se puede torcer ó mal interpre­tar de tal modo que sirva su causa, como es aquel de la piedra, que dicen fué Pedro, y que sobre Pedro está fundada la iglesia. ¡ Buen cimiento debe tener en P e d r o ! Vedle aquí. Un hombre que pudo negar á Jesu-Cristo tres veces con juramentos horrendos, ¡ se hace, él mismo, fundamento de Ja iglesia de Cristo ! Y que, aunque fuese convertido después, no dejó de ser hombre, ni de estar espuesto á reprehensión. Mas , lo mas hermoso de este fundamento es, que ha tenido una larga serie de sucesores fundamentales hasta el Papa actual. Yo habia creído que, lina vez echado el fundamento, la operación aquella se acabaría, y que todo lo que siguiese sería construir el edi­ficio. Mas esta es una digresión. Estaba diciendo, que nosotros los Protestantes no conocemos misas. Tampoco conocemos distinción de dias, sino solamente con respecté al Domingo, ó dia del Señor. No guardamos fiestas.

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Guardamos solamente el dia que Dios señaló.* Por el contrario, el Domingo es cuasi el único dia que los Papis­tas no guardan relijiosamente. Están tan ocupados con los días de los Santos, que hacen poco caso del " dia que hizo el Señor ." (Sal. cxvii. 24.)

Por lo que toca al anuncio, yo diria que los Sacerdotes debian haber cscojido -alguna palabra de mas fácil inteli-jencia que Panejlrico. ¿Cuantos Irlandeses sabrán su significado ? Pero es sabido que una de sus sentencias mas recibidas es, que " la ignorancia es madre de la devo­ción." Y ¿cuantos dijeron en el 17 de Marzo, ¡ Bendito S. Patricio ! " Creo que muchísimos mas de los que di­jeron " Santificado sea tu nombre." Y todos los dias tributan mas honra á la madre que al Hijo. En fin, queda demostrado que la relijion que ellos llaman la Católica es Idolatría. Algunos llevarán muy á mal que yo diga se­mejante cosa; mas, si alguno sale á la defensa diciendo que esto no es la verdad, estoy pronto para sostene/mi proposición. Dirán que peco contra la Caridad. Muy bien. Discutamos primero la cuestión de que sea la Ver­dad, y luego sabremos discutir la otra, sobre qué cosa es la Caridad. Entonces.veremos que la caridad " s e goza de la verdad." (1 Cor. xiii. 6.)

4 5 . EL GENERAL LAFAYETTE NO DESCANSA AUN.

MAS avisos. H e visto dos. El primero el de la " Misce­lánea Romana Católica de Charleston," y dice : El Lunes, 30 del corriente (Junio), habrá un oficio y misa solemne en la Catedral, para el reposo del alma del General La­fayette." El otro es del " H e r a l d o Católico," y nos

*Los Protestantes jeneralmente guardamos un dia del ano en memoria del nacimiento de nuestro Salvador, y otro en memoria de su crucificcion. Mas todos estamos acordes en decir, que no es de obligación guardarlos.

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informa de que " E l Martes, 29 del corriente (Julio), se cantará una solemne misa, á las 10 de la mañana, en la Iglesia de la Sma. Trinidad, esquipa de Sixth and Spruce, para el reposo del difunto General Lafayette." Mis lec­tores se acordarán de que el General murió el dia 20 de Mayo. Yo no sabia que alguna noticia de él había llegado á este mundo, ni de otro alguno de los muertos. Mas parece que los redactores de los periódicos de Charleston y de Filadelfia recibieron noticias de él á la fecha del 29 de Julio. A cuarenta dias después de su muerte, según uno de ellos, y á sesenta y nueve, según el otro, su alma no estaba en descanso, y nos avisan de las medidas que van á tomar en orden á su reposo. No puedo decir de donde tuvieron tan interesante noticia, ni quien se la trajo, pero hablan muy positivamente del hecho. En efecto, los Papistas parecen estar en correspondencia con el mundo invisible, que me ha causado sorpresa muchas veces, pues hablan del estado de las almas de los difuntos tan termi­nantemente, como si por alguna facultad propia de sí solos pudieran verlas y entender todo lo que les concierne. ¡ Con cuanta seguridad hablan ellos de varios, diciendo ser San­tos en la gloria, y haciéndoles oraciones ! Con todo, me ha ocurrido el pensamiento de que muchas de estas ora­ciones se pueden decir en vano, porque todavía es dudoso si de hecho están en el cielo los sujetos á quienes se dirijen.

Nosotros, los Protestantes, podemos también decir ora­ciones en vano, si oramos con lijereza ó incredulidad, mas no por dirijirlas á quien no las oye, porque no oramos á ninguno, ignorando si está en el cielo, 6 no. Hablamos positivamente del estado al oual pasarán ciertas clases de personas en el mundo venidero, es á saber, los justos y loa impíos, los creyentes y los incrédulos, según nos enseña la Biblia. Mas nosotros no hablamos tan confia­damente del estado de los individuos; tampoco nos a t re-

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veríamos hacerlo; de consiguiente no nos atrevemos decir de éste, que su alma ya descansa, y de aquel que todavía no descansa. Creemos que nos conviene mas estar en un silencio total acerca de los espíritus que han vuelto á com­parecer ante su Dios, y esperamos hasta que venga el grande dia, en el cual se descubrirá la decisión de la sabi­duría y justicia inmutable de Dios con respecto á ellos. Y , si uno muere, por lo que parece, impenitente, nosotros, como pecadores no menos condenados que él, según la justicia de la ley de Dios, lo juzgamos mas decoroso esperar en humildad silenciosos, sin usurpar la prerogativa del juez, pretendiendo declarar su estado. No se da Pro­testante de ninguna de las varias iglesias que hay entre nosotros, que osase declarar que el alma de Lafayette no está en reposo.

Mas los Papistas no son tan cautos como esto. Pre­tenden saber quienes 6on los Santos en la gloria, y quienes los que sufren el fuego y angustia del Purgatorio. Pueden indicarnos hasta sus nombres propios. Ahora han dicho, en dos de sus papeles públicos, que " el buen Lafayette, según se dice vulgarmente (yo no me meto en decir si sea bueno 6 malo á la vista de Dios) , aun no des­cansa. Su cuerpo, s í ; éste descansa en el sepulcro, mas no así su alma.

No podemos unirnos con los que celebran oficios solemr nes por el alma de Lafayette. Mientras que estaba en la vida, orábamos por él. Ahora, sabiendo que su espíritu ha vuelto á Dios, su Criador y Juez , le dejamos á su juicio. Y estos que se meten con tan poca modestia en lo que pertenece al fuero del cielo, ¿ como saben el tiem­po en que se deben acabar sus preces? Los devotos de Charleston celebraron su misa por el General Francés en el dia 30 de Junio. Mas parece que esta no le valió, porque los de Filadelfia se congregaron á cantar la suya en el 29 de Julio. ¿ Cuanto tiempo han de durar estas

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ceremonias ? Y o escribo esto en el 31 dé Julio. < Pues qué, no descansa todavía ? ¿ O la misa del 29 del cor­riente ha sido mas eficaz que la del 30 del pasado ? Ta l vez las primeras noticias qué lleguen de Nueva York serán de que van á solemnizar una misa en aquella capital algún dia de Agosto, para conseguir el reposo de la misma alma.

Me acuerdo de un proverbio antiguo del Latin, que di­ce : nil de mortuis, nm bonum. Es to es, que no se diga más que bien de los muertos. La verdad, algunas veces nos compele á descubrir los pecados de los que un tiempo hacian gran papel en el mundo, y cuyo mal ejemplo puede ser nocivo aun después de su muer te ; mas los beatos Ame­ricanos, que profesan ser aficionados del General, debian conformarse al espíritu de este adajio. N o lo han hecho, sino con crueldad han hecho sus dolores motivo de "can­ción, pues en Filadelfia cantáronla, misa. ¿Pudieron en­tretener al alma atormentada con su cantar ?

46 . ORACIONES POR LOS PIELES DIFUNTOS.

VUELVO á abrir el librito intitulado " Guía del Cristiano para el Cielo," publicado bajo la sanción del Revino. Ar­zobispo de Baltimore. H e apuntado algunos pasajes de esta obrita en otros artículos, mas no todo su contenido. En la pajina 198 de mi edición encuentro un capítulo que contiene, " Oraciones para los fieles difuntos." ¡ Para los fieles ! dije entre mí. ¿ Y es para los /leles difuntos que oran ? Y o en mi sencillez creia, que era para los malos Católicos, después de muertos, que tenian la bondad de orar. Yo creia que no era menester orar para los Cris­tianos, los difuntos /leles. Habia tomado de alguna parte la idea de que los buenos, luego que mueren, van á donde hay "p len i tud de gozo," y " placeres sempiternos." E s dableque habia concebido esta idea por la lectura de S. Pablo, pues él dice que, cuando tales se ausentan del

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cuerpo, están presentes al Señor. O puede ser que h debo á S. Juan, que habla de los muertos que mueren en el Señor, como benditos desde luego, y dice que descan­

san de sus trabajos. O lo que es mas verosímil, habré formado mi creencia por leer las palabras de nuestro mis­

mo Salvador, quien dice á la iglesia de Esmirna : " Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona d e la vida." (Apoc. ii. 10.) Todos estamos espuestos al error, á no ser in­

falibles; pero, según los teólogos de la escuela itálica, quienes profesan saber todo lo perteneciente á esta mate­

ria, parece que los fieles no alcanzan la corona de la vida, por ser fieles hasta la muerte. Esto n o ; han de ser fieles mucho tiempo después de la muerte, á fin de poderla recibir. Aquello que reciben al tiempo de morir es muy diferente de la corona de la vida. Mucho tiempo quedan ausentes del cuerpo antes de hallarse presentes al Señor. N o van al Cielo, ó al Paraíso, sino al Purgatorio. Así creen los Romanistas, mas su creencia no concuerda con la promesa del Salvador á los Cristianos de Esmirna. Un hombre sencillo creeria que, manteniéndose fiel hasta la muerte, alcanzaría la corona de la vida; mas estos sapien­

tes infalibles pronuncian que no ha de ser así. Esta doctrina de que los fieles van á un Purgatorio

luego que mueran, y que es menester librarlos de allí i fuerza de oraciones, parece que no la tenia presente Pablo cuando estaba escribiendo ó dictando. Es te apóstol dice, que el morir sería para él ganancia; mas, ciertamente, el cambiar esta vida por los tormentos purgatoriales, no debe llamarse ganancia. El ayré de este mundo, por túrbido­ó malsano que sea, es muy preferible al fuego. Pablo íntima su deseo de apartarse de esta vida, y de estar con Cristo, hablando justamente así como si tuviera la esperanza de hallarse con él luego que muriese. Si hubiera contado con el Purgatorio, creo que no hubiera deseada salir de esta vida. Puede ser que creyera ([Щ

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como Lázaro, iría al seno de Abraham, 6 que, como el ladrón penitente, sería admitido en el Paraíso el mismo dia. Siempre me ha parecido, que, según el sistema del Papismo, este ladrón debia ir al Purgatorio. Jamás habia hecho penitencia ninguna en la tierra, jamás compró si­quiera una induljencia, y no se arrepintió hasta algunos minutos antes de su muerte . Sin embargo de estas faltas, va directamente al Paraíso. Pues ; quien es el penitente verdadero que no podrá admitirse igualmente en la biena­venturanza ?

" Pero, i no nos traen una cita formal en favor del orar para los muertos ? Sí , la traen, y es ésta:; " Es pues tanta y saludable la obra de rogar por los muertos, para que sean libres de sus pecados." (2 Mac. xii. 46.) Mas esto no suena como Escritura inspirada. Lo tienen por tal los Romanistas, mas está estractado de un libro apó­crifo. No es-mas digno de llamarse Escritura Sagrada,^ que lo sería él Koran de Mahoma.* Sé que los Papistas dicen que lo e s ; pero preguntemos á l o s Judíos, á quienes ee confiaron los oráculos de Dios, Preguntémosles si se les fiaron los libros de los Macabeos, y responderán que no. Ni aun se conservan en Hebreo . E l Nuevo Tes ta ­mento tiene copiosas citas del Ant iguo ; pero los escritores inspirados de él, no teniendo dichos libros por inspirados, no los citaron nunca. Y aun un niño que haya leido con atención y gusto las Sagradas Escrituras, percibe que las palabras, arriba citadas, son muy disonantes de las que proceden del Espíri tu de Dios.

Mas voy á la oración. " Oración para- las almas que están padeciendo en el Purgator io ." Es muy curiosa, y quisiera citarla toda, pero algunos trozos serán suficientes.

* Los libros de los Macabeos no fueron declarados por auténticos ha9ta que, en el año 1546, el Concilio Tridentino los introdujo en «1 catálogo de libros sagrados, en órdén & valerse de este pasaje-en prueba de su fábula de un Purgatorio.

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H é aquí una petición. " T e n misericordia de los que están padeciendo dolores en el Purgatorio. Mira con compasión á sus estremados tormentos. El ardiente deseo que tienen de unirse contigo, los atormenta mas que las llamas puri­

ficaderas en que se hallan sumerjidos." Ved aquí como hablan de espíritus sumerjidos en llamas,* y como estas llamas se dicen purificaderas.. Algunos metales pueden purificarse por el fuego; mas sobrepuja mi entendimiento el comprender como han de purificarse las almas por este elemento. El padecimiento, causado por el fuego, es muy horr ib le ; pero parecería, por la oración citada, que es poco ren comparación con el del amor de Dios, ó " el ar­

diente .deseo que tienen de unirse con é l . " : M e maravillo de que, si tienen ¡deseos de unirse con Dios, que lleguen á ser tan estremadamenté atormentados,; y бе detengan en un estado semejante de dolor. M e maravillo de que no los llame el Señor á sí . ,¿ Porqué padecen así, habien­

do padecido Cristo dolores amarguísimos por ellos, y éstos se tienen por los fieles que creen en é l ? ¿ N o padeció Cristo bastante ? Mas prosigue la oración diciendo: " Con ellos adoro tu justicia vengadora." D e suerte que, según ellos, los fieles difuntos son objetos de la justicia vengadora de Dios, no habiendo quedado ésta satisfecha por lo que pasó Jesu­Cristo. N o sé qué doctrina podrán sacar d e la Apócrifa; mas bien sé que la Sagrada Escritura dice, que Dios es á un mismo tiempo "justo, y justifica­

dor de aquel que t iene la fé de Jesu­Cr is to ," y nos asegura que, " e i confesásemos nuestros pecados, fiel es y justo

. ?.Por la objeción de que un fuego, material no puede obrar en un espíritu inmaterial, el autor de estos artículos no intima ninguna duda con respecto á la doctrina del infierno. Porque creemos que en el infierno los cuerpos de los pecadores serán atormentados junto con sus almas, y no tenemos dificultad en¡ entender literalmente los pasajes de la Biblia que dicen que los, pecadores se arrojarán al lago que arde en fuego y azufre, &c. ,

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para perdonarlos, y limpiarnos de toda maldad." (Rom. iii. 26, 1 Juan i. 9.) Pero ¿ no son perdonados los fieles > ¿ Y es consecuente la venganza con el perdón ?

Luego la oración : "Acué rda te , oh Señor, de que eres su padre, y ellos tus hijos. Echa al olvido los delitos que, por la fragilidad de la naturaleza humana, han come­tido contra t í . " Y poco después : "Acué rda te , Señor, de que son miembros vivos de t í , tus secuaces fieles, y tus esposas." Aquí veis como dicen que estos infelices son hijos de Dios, y esposas del mismo, pero que están sufriendo la penalidad de los delitos que por la frajilidad de la naturaleza humana (aunque, según dice el Espír i tu Santo en su palabra, los hijos de Dios, siendo nacidos de él, participan de la naturaleza divina), han cometido con­tra él. Que él murió por ellos, mas que, aunque creen en los méritos de su muerte, están quemándose en las llamas. Que son perdonados, siendo miembros vivos del Señor, mas, al mismo tiempo, atormentados horriblemen­te. Que les vale la satisfacción que hizo Cristo, mas que hacen otra satisfacción para sí mismos. Que vuelven á pagar la deuda que solventó el Salvador. Ved aquí su Evanjelio Católico. . ¿ N o parece un Evanjelio nuevo? Pero tampoco es Evanjelio. No le compete semejante nombre. E s doctrina de Anticristo. Contradice las bue­nas nuevas que Jesu-Cristo trajo á los hombres.

Otra petición : " Libralos, oh Dios misericordiosísimo, de aquel lugar de tinieblas y de tormento, y llámalos á un lugar de refrijerio, luz y p a z . " E l lector se hará cargo de que esta es una oración para los /teles. ¡ Para los que, habiendo sido fieles hasta la muerte, van á un lugar de tinieblas y de to rmento! ¡ Allí descansan de sus traba­jos ! Yo , por mi parte, no sé que suerte mas dura pudiera caer á los infieles mismos. A la verdad, nuestros pastores Católicos no pueden animar con su doctrina á los hombres ¿ que crean en Jesu-Cris to. \ Qué consuelo tan miserable

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es és te ! " Tú , discípulo del Salvador, trí que ahora estás para morir, sé de buen ánimo ; no temas, pues vas sola­mente á t/n lugar de tinieblas y de tormento." N o habla así Jesús á los fieles que le siguen. Esta no es la doctrina Cristiana. Esta doctrina no trae consolación en la hora de la muerte. Con tan tremenda esperanza no me mara­villo de que, para los Romanistas, sea una cosa muy dura el morir, pues, si todo esto es verdad, la muerte todavía tiene su aguijón, aun para atormentar á los Santos, y el sepulcro, con victoria audaz, triunfa de los rescatados del Señor.

47 . UNA MEJORA.

SIEMPRE me gustan las mejoras. N o hay cosa que mas me plazca que el ver los progresos útiles, aunque no sean tan completos como quisiéramos que fuesen. No debemos despreciar los principios de una reforma, aunque no se lleven perfectamente al efecto deseado. No se edificó Roma en un solo dia, ni tampoco en uno será derribada, porque un sistema que se ha madurado durante el trans­curso de muchos siglos, no puede deshacerse de un golpe. Y , aunque una mejora no sea mas que de palabras, me alegro dé ella, porque las palabras no solaniente son se­ñales de las ideas, sino que también las producen algunas veces, de manera que los hombres que usan palabras rectas, puede ser que también piensen rectamente sobre los asuntos de que hablan. • La mejora á que aludo es de palabras. El caso es es te : Los Papistas tienen la costumbre de celebrar oficios so­lemnes en la iglesia por los difuntos de consideración, algunos meses y aun años después de su fallecimiento. Has ta ahora acostumbran publicar un anuncio del tenor siguiente : " Se celebrará, 6 cantará, una misa solemne, para el reposo de D . — — — , en tal dia, y en tal lugar."

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El lector advertirá que dicen la misa, no porque el alma está en reposo, mas á fin de que lo esté . La misa no es eucarística, sino suplicatoria. Esto hicieron aquí por un difunto Obispo, poco tiempo haj y también por el General Lafayette, habiendo descubierto que el alma de éste no había conseguido el descanso. Pues , habiendo muerto últimamente el Arzobispo de Baltimore, pasadas algunas «emanas, llegó el tiempo en que debian decir algo acerca de su alma, y, según costumbre, dieron un aviso público. Mas una mudanza en el modo de espresar el anuncio, me llamó la atención. Es te , como está reformado, dice lo sígnente : " Habrá un oficio fúnebre, en la catedral, por el difunto Reverendísimo Arzobispo Whitfield." Segura­mente, este modo es mejor que el antiguo. Aunque suena algo curioso el hablar de un oficio fúnebre para uno que fué enterrado algunos meses ha. Los Protestantes no lo podemos entender. Mas, esto apa r t e ; ¿ porqué mudar la frase ? La razón mas probable, á mi parecer, es, que el sentido común de los ciudadanos, aunque sean muy to­lerantes, no pudo tolerar los anuncios que se hicieron antes ; y que, viendo esto los Papistas, y recelando los efectos perjudiciales á su.superstición que podrían resultar de despertar la atención pública á la cuestión, se han de­terminado á guardar alguna reserva. Porque el hombre, aun cuando no instruido en la dialéctica, siendo un ser discursivo, sabe raciocinar, y discurrirá con alguna varia­ción al tenor del argumento siguiente. " Una de dos : el alma para quien dicen la misa, está en reposo, ó no lo está. Si está en reposo, es inútil orar para que descanse. Esto es pedir que se haga lo que está hecho ya. Hecha la cosa, es supérfluo el pedir que se h a g a ; antes bien, ha llegado el tiempo en que debemos dar gracias. Por otra parte, si el alma no está en reposo, ¿ porqué dejar pasar tauto tiempo sin pedir que se admita á su descanso ? ¿Porqué no decir la «lisa antes? Esto parece falta de

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compasión. ¿ Sabian los clérigos, inmediatamente des­pués de su muerte, que el alma no podia descansar, 6, si no lo sabian entonces, como llegaron á saberlo al cabo de algunos meses ? N o se proporcionan datos en la Sagrada Biblia, por los cuales saberlo ni adivinarlo. ¿ Pues de donde tuvieron tal noticia ? " Los Papistas saben que los hombres francos y sencillos han principiado á discurrir de esta manera, y así mudaron el estilo de sus avisos. E hicieron bien. Con mucha razón temen el sentido común las autoridades de la iglesia de Roma, porque no hay ene­migo mas formidable del error y de la impostura. Yo creo que pronto caerá el Papismo entre nosotros, y que el sentido común será aquel que lo subvertirá. Y o no puedo recelar, como recelan algunos, que esa superstición se estenderá en nuestra patria, ni que adquirirá algún domi­nio aquí. E l buen juicio de todas las clases de nuestra población no permitirá semejante resultado. El pueblo de los Estados Unidos quiere ejercer su razón, y vive persuadido de que tiene el derecho imprescriptible de hacerlo, sin rogar suplicante á Roma permisión para ejer­cer una facultad tan preciosa y tan propia del hombre ; y, en su ejercicio, suscita cuestiones acerca de todos los asuntos, sin escluir los de la relijion, y porfía en ecsi-j i r soluciones satisfactorias. Los habitantes del mundo antiguo quedan libres para creer el desnudo dicho del Papa, si les gusta rendirse á él de tal manera ; mas nos­otros del nuevo, antes de prestar á alguno nuestro asenso, ecsijimos que esté autorizado por el Señor que es el único infalible, ó, á lo menos, que nos muestre el quod erat demonsirandum desuna evidencia satisfactoria. Ent re nos­otros, jamás ganarán los emisarios de la " Propaganda fide " una mayoría que crea lo contrario de lo que atesti­guan nuestros cinco sentidos. Diremos siempre que una cosa es lo que parece por la vista, el gusto y el tacto, ó, en otras palabras, que pan es pan, & c , &c.

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48 . LA RAZÓN QÜINCÜAJESIMA BEL DUQUE

PE" BRUNSWIC,

UN cierto Duque de Brunswic, Luterano, habiendo rene­gado su relijion algunos años ha, y héchose miembro de' la iglesia de Roma, tuvo á bien intentar justificarse al mundo del paso qué habia tomado, el cual, en efecto, parecia necesitar una justificación. Para este fin escribió cincuenta razones, recopilándolas en un ¡ibrito, ' titulado, "Cincuenta razones porque la relijion Romana .Católica debe preferirse á todas las demás." Este librifbV • los miembros de dicha iglesia pueden leer libremente. S e les permite leer las composiciones de los hombres, puesto que no sean herejes, porque se presume que los escritores "Catól icos" saben darse á entender, que los hombres pue­den escribir intelijiblemente, pero q u e . . . .

¡Cincuenta razones! El Duque debia saber lo que otros conocieron después, esto es, que sus razones eran débiles, ó, á no serlo, se hubiera satisfecho con dar menos de cincuenta. ¿ Porqué quiere un hombre tener-cincuenta razones para hacer una cosa, si una razón buena-basta para determinarle á ello ? , Y o no tengo mas de una razón para no Ser Romanista, y para mí ésta es suficiente.. Es que-& relijon de liorna no es la de la Biblia. No es la relijion sobre la cual escribieron Mateo, Marcos, Lúeas, Juan, Pablo, Jacobo, Judas y Pedro, según,lo puede ver cualquiera qnc compare el Concilio de Trento cotilas Sa­gradas Escrituras. Mas el Duque, sabiendo que no tuvo una razón concluyente para ser Papista, nos dio cincuenta inconcluyentes, pensando llenar el defecto de calidad por la cantidad, y calculando seguramente que'cincuenta razo­nes débiles serían equivalentes á una fuerte.

¡ Cincuenta razones ! No me detango presentando 4 y

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mis lectores las razones cuarenta y nueve. Les ofrezco no mas por ahora que la razón quincuajésima del Duque s a p i e n t e . . . . su razón concluyente y palmaria . . . la razón última c l i m a c t é r i c a . . . . la razón en que descansó del gran trabajo de sus raciocinios tan profundos. . Ved aquí la razón quincuajésima. Aquí está con sus mismas palabras, citadas de una edición de sus razones, publicada por uno que se dice de los mejores Católicos de este pais, de manera que no puede caber cosa equivocada en ella. Después de hablar de otra materia, prosigue diciendo: " A mas de esto, los Católicos, con quienes hablaba acerca de mi salvación, me aseguraron que, si yo habia de ser condenado por haber abrazado la fé Católica, estaban prontos ellos mismos para responder de mí en el dia del Juicio, y tomar sobre sí mi condenación, lo cual es una promesa que nunca pude obtener de los ministros de secta ninguna, tratándose de que yo viviese y muriese en su relijion. De donde inferí que la F é Católica Romana debia.tener un cimiento mas firme que cualquiera secta de las muchas que se han apartado de ella." ¡Prodijioso! Concluye con esto, y, á mi parecer, era tiempo que con­cluyese.

No sé si debo hacer observación alguna acerca de esta razón. Algunas veces las observaciones no son necesarias, y aun perjudican al argumento. En cuanto á la razón que acabo de citar, estraño de que los mismos Romanistas no se avergüencen de darle publicidad, y, en efecto, creo que los mas intelijentes de ellos se hubieran alegrado de que el Duque hubiese concluido con razón cuadrajésimanona.

Con todo, la ecsaminarémos por un momento. Parece que el Duque fué ganado por la jenerosldad de los Roma­nistas. Estos ajustaron de que, si incurría en la conde­nación por abrazar su fé (admitieron la posibilidad de que uno podía ser condenado por haber profesado su relijion, pero ios ministros Protestantes entendían la suya deina-

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siado bien para decir que el profesor de ella incurriría por aquel hecho en semejante penalidad), que ellos le saldrían garantes, y padecerían la condenación del infierno en su lugar. Ahora me admiro de que el Duque no hiciese 3á reflecsion (pero hay Duques estúpidos que, aunque nobles por nacimiento, no lo son por naturaleza) de que, si su relijion era tal que uno tuviera que sufrir la condenación eterna por el delito de haberla profesado, los mismos Caballeros que le hicieron tan jenerosa promesa, serían, por su culpa propia, arrojados al infierno, y que la herejía que dejaría á él sin derecho al cielo, los dejaría á ellos igualmente destituidos. Vuelvo á decir que me admiro de que el Duque hubiese procedido con tan poca reflecsion> creyendo que semejante sustitución sería permitida en el fuero del. cielo. Porque, aun si ellos, cumpliendo fiel­mente con su pacto, quisieran padecer el infierno en su lugar, i como sabia que el Juez no se négaria á saneioma-un convenio tan estravagante ? ¡ Qué ignorancia, y qué estolidez no es el suponer que uno pueda sufrir en lá eternidad el castigo que se ha impuesto sobre otro, del mismo modo que uno sale á servir en la milicia en lugar de otro ! { Y son los verdaderos Católicos tan grosera­mente ignorantes cjue crean que los castigos del infierno se sufrirán por unos sustituidos en lugar de otros ? Deseó que me digan como uno pueda sufrir los remordimientos de conciencia en lugar de otro, y como un Cristiano Ver­dadero podría ofrecerse voluntariamente á yacer en él infierno, pecando y blasfemando á Dios por toda 1 la eter­nidad. De corazón me alegro de que aquel prosélito no pudo hallar ministro Protestante que consintiese á estar eternamente en enemistad voluntaria contra Dios, por amor de un Duque. Mas los celosos servidores del Papa aman al Señor del cielo de Una manera tan estraor-dinaria, que de muy buena gana pecarán contra él para siempre, y con una enemistad que eternamente se hará

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•mas" y mas maligna, solo con el fin de salvar il esté noble, trofeo como es de su celo apostólico. " D E D O N D E IN­F E R Í ' , " dice el Duque (mas V-, Sr. impresor, no tiene mayúsculas bastante grandes para imprimir, con ellas la inferencia), que la fé Romana Católica tenia un cimiento mas firme que cualquiera de las sectas que se separaron de ella." ¡ Admirable dialéctico ! Nuestro Duque debe ser el mismo Aristóteles por metempsicósis.

Yo juzgo que los que quieren vivir y morir en la comu­nión de Roma, deberán tener sus ojos vendados. Este es el modo mas conveniente para ellos, porque, si los abren para echar una mirada hacia cualquiera parte, correrán el riesgo de inficionarse de herejía.

, 49 . LA RAZÓN UNDÉCIMA, DEL MISMO.

Yo no sé 'que será de nuestra relijion Protestante, com­batida como está de tantas y tan poderosas razones. Tal vez tendremos que volvernos todos af gremio de nuestra Santa madre de Roma, compelidos por fuerza de argu­mentos. Aquí tenemos cincuenta razones, y algunas de ellas no han sido impugnadas por ningún escritor Protes­tante . Tal es la undécima de la serie tan formidable que publicó el Duque. En las tres razones, ó, como dice, consideraciones anteriores, nos da el resultado de sus indagaciones. Parece que es un investigador muy com­pleto, Bcsaminó cuasi todos los libros, menos la Biblia, buscando el informe que necesitaba, en todas las partes, menos en la que podia haberlo hallado. Averiguando la verdad, consultó á los filósofos, padres, ,mártires y santos; p a s yo hubiera creído que no le habria sido inoportuno el consultar también á los profetas, evangelistas y apóstoles. M e parece que estos escritores son mas respetables que los mayores de los padres, y que no deben ser desprecia­dos, Mas el Duque no pensaba así, porque nos dice eii

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su consideración octava, que consultó los. escritos de los padres antiguos, para ver si le aconsejaban abrazar la fó Católica Romana, ó no. Y dice que todos le aconsejaron eficazmente á que se hiciera Católico Romano. Entonces dice, en su consideración no->M: " A p e l é á los-Santos de Dios, y les pregunté, ; cual era la fé en que habian vivido, y por qué medio habian alcanzado la bienaventuranza eter­n a ? " ¿ Y como le respondieron los Santos? No le dijeron que habian " lavado sus ropas, y emblanquecídolas en la sangre del co rde ro" (ApOc. vii. 14.), según en efecto lo declararon otros Santos al oido de S. J u a n ; pero " l e dieron por respuesta todos, que por la fé Ro­mana." Aquí debo observar que nos aventajan mucho los Romanistas, porque ellos saben ecsactamente quienes son los Santos, y como consultarlos después de muertos. Nos­otros no podemos competir con ellos en semejante ciencia. Pero el Duque nos refiere los nombres propios de los San­tos que le contestaron. " A s í , " dice él, " me respondie­ron S. Martin, S. Nicolás, S. Atanasio, y otros muchos de los obispos ; Sto. Domingo (creí yo que Sto. Domingo estaba en el infierno, siendo homicida muy notorio), San Francisco, y otros de los relijiosos, Sta. Mónica, Sta. Bríjida, Sta. Isabel y otras de las viudas, y, de las vírjenes, Sta. A'gata, Sta. Lucía, Sta. Inés, Sta. Catalina y otras. Testigos bastante numerosos son es tos ; mas yo creo que, si un Protestante hubiera tenido el privilejio de ecsa-minarlos también, que su testimonio habría sido algo diferente. Mas ningún Protestante tuvo el honor de acompañarle al mundo invisible al tiempo de su pesquisa. Esto no es todo. No quiso el Duque dejar piedra sin mo­verla, y así nos dice, en su consideración décima; " L u e g o me volví hacia los Santos mártires, y les pregunté sobre la fé por la cual derramaron su sangre." Respondieron que fué la Católica Romana. " De es to ," dice, " me asegura-roa treinta y tres obispos de Roma, coronados todos del

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martirio ; los Santos Cipriano, Sebastiano y Lorenzo, las Santas A'gata, Cecilia, Dorotea y Bárbara, y un número infinitó de otros Santos ." Todos convinieron en decirle la misma cosa. " L u e g o , " prosigue el Duque, "resumí él argumento." Mas no lo resumió tan pronto, porque se determinó á profundizarse más en la materia. Y esto nos conduce á la razoñ undécima:. A-hora el lector debe pre­venirse para oir un argumento irresistible. " Luego bajé, en mi imaj¡nación, hasta el infierno, donde hallé, sufriendo la condenación y tormentos eternos, á Simón el Mago, Novato, Vijilantio, Pelagio, Nestorio, Macedonio, Mar-cion, &C." ¡ N o permita Dios que yo tenga jamás que descender á esas profundidades en busca de argumentos! Mas no dice el Duque que de hecho fué a l infierno. Des­cendió allá en imajinacion, y lo halló así como.nos refiere, H é aquí otra ventaja que pretenden tener los Romanistas de que nosotros carecemos. Es el saber quienes son los que están en el infierno. Nosotros, aunque podemos todos formar algún juicio con respecto á los pecadores que murieron obstinados é impenitentes, no lo sabemos tan de positivo, y puede ser que algunos no estén allí, que á nosotros nos parece debían estar. No somos jueces idóneos en semejante materia. Muy bien. Como él tuvo medios dé informarse de todo, nos asegura de que los hallo allí, y que estaba muy seguro de que ninguno de ellos se habia arrepentido, ni que~ habia alcanzado la salvación. Les preguntó acerca de la causa de estar ellos en aquel lugar, y le respondieron muy respetuosamente, como á un D i q u e era debido, que era " p o r haberse separado de la Iglesia Católica Romana." Ahora este es un testimonio que, por lo que yo sepa, no ha sido combatido por escritor Protestante. No leo de ningún Protestante que fuese al infierno, ni aun en su imajinacion, para consultar con los condenados, acerca de los puntos controvertidos entre nosotros y los Papistas . De manera que éstos tienen

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todo el argumento en sus manos. Dice el Duque que afirmaron los espíritus atormentados, que habían sido arrojados en el infierno por no ser Católicos; y no hay otro espíritu del infierno á quien podamos citar para que atestigüe lo contrario. Mas, al cabo de todo esto, los Protestantes tenemos otros testigos mas fidedignos en favor de la relijion que creemos; y no nos hace falta el testimonio de los qué con labios impuros blasfeman á su Dios y Rey por toda la eternidad. Quédense los Papistas con este testimonio. Mas, como el Duque iba discurriendo la cuestión importantísima de como pudiese mejor salvar á su alma, me maravillo de que hubiese admitido tan fá­cilmente el testimonio de personajes tales como los que nombra. < Como sabe que dijeron la verdad ? ¿ No se llaman estos tales, en la Sagrada Escritura, " hijos del diablo," y no es sabido á todos que éste ha sido mentiroso desde el principio? Por lo que toca á Simón el Mago, ereo que no él, sino el Duque, mintió en esta ocasión, pues, cuando se apartó de la iglesia de Cristo, el Evanjelio aun no se habia predicado én Roma. De consiguiente, no liabia Iglesia Católica Romana con la cual el Mago pudiese desconvenir.

Yo esperaba que, como nuestro valiente escudriñador estaba en el mismo territorio de Satanás, hubiera proce­dido otro pasito mas adelante, para interrogar al rey del infierno acerca de esta cuestión. Mas, por lo que"parece, no tuvo informes del padre de las mentiras, sino solamente de los hijos ; y la verdad es, que el diablo no espera hasta que los hombres le vengan á consultar, mas les sujiere los engaños que hagan á su propósito, sin que ellos le soli­citen.

Espero que la relijion reformada podrá resistir ]a fuerza de esta razón undétsima, sin embargo del recelo que espresé al principio.

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í>ü. BELLEZAS DADAS A LUZ POR LA SOCIEDAD»

DE LEOPOLDO.

MUCHO me han entretenido las relaciones de la Sociedad de Leopoldo en Austria, y me ha sújerido la idea de que no sería inútil, para los que no tienen el tiempo ni tal vez la paciencia que se requiere para la lectura de artícu­los muy dilatados, el presentar al público algunas de las bellezas de diclias relaciones; porque, aun cuando todo sea bueno, es regular que siempre haya algunos pasajes de una escelenria y hermosura sobresaliente. Voy, pues, á indicar algunas de estas bellezas que, como han llamado la atención mía muy particularmente, tal vez llamarán así también la de mis lectores.

Me admira el estilo en que se habla de conversiones en estos papeles. Escriben estos misioneros como si pudieran prever las conversiones tan distintamente como nosotros las vemos después de verificadas. Fray Baiága escribe, con fecha del 10 de Marzo 1832 : " E s p e r o con ansíala primavera, cuando tendré muchos convertidos." Sabemos que la faz de la naturaleza se renueva con la primavera, mas no sabia que habia de ser lo mismo con las almas d£ los hombres. Ni tampoco habia visto una predicción tan formal de conversiones numerosas de pecadores. Es difícil formar idea aun de lo que harán los hombres, sin embargo de los datos que tengamos para juzgar de sus designios. Mas estos pretenden predecir lo que va á hacer Dios, cuyos consejos sobrepujan todo el humano saber ; á no ser que digan que la conversión no es obra de él. Pero i Como pudo el Frayle hablar de antemano de las conver­siones que habían de verificarse, y esto con tanta confian­za ? j Como pudo saberlo ? < Como ? Porque algunos le habían prometido que en ia primavera se convertiría...

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'• Hay muchos Indianos Paganos,'.' dice, " que-rne prome­tieron en el verano y otoño del año pasado, que abrazarían la relijion Cristiana en la primavera." Esto escede á cuanto be oído en mi vida. Si estaban convencidos,de la verdad de la relijion Cristiana, ¿ porqu.é no abracarla en­tonces ? ¿ Porqué dilatar su conversión hasta que pasase el primero de Marzo ? Mas po solamente le prometieron algunos, bajo su pajabra de honor, que se .conv.ertíri.au, sino que también " de otros dos condados recibió promesas seguras de que muchos de los Indianos se ,convertjr.ian á la relijion Cristiana, si él quisiera ir á predicarles el Eyan-jelio." Así lo dijeron á algunos, y éstos trajeron la noticia. preciosa á ,Fray Baraga, De manera ,que no le llegaron sus promesas por camino muy directo. Habla particularmente de un Indiano Cristiano que le informó de la promesa que habían hecho* Ahora bien. Debemos observar que jamás habían oido una palabra siquiera del Évanjelio, No sabían lo que es, ni cuajes las evidencias de su autenticidad. Sin embargo le prometieron que lo abrazarían, y que, creyéndolo, se convertirían j que se renovarían sus corazones, y que serían regenerados. Sé que Dios promete á su pueblo arrepentido : " Os 'daré u,n corazón n u e v o , " . . , Mas no entendemos como un liombre, y éste sin haber oido el Évanjelio, pueda deqir con anti­cipación : " E n tal tiempo tendré el corazón nuexo," Ba­raga dice: " n o puedo espresar la alegría que me causan estas promesas ^" pero nosotros los Protestantes no nos alegramos tan fácilmente de las promesas de los hombres no convertidos.

También me llamó la atención el modo en que Baraga habla de la Madre de Jesús , en una ,ca,rta con fecha de Julio 1, 1832- D i c e : " Cuando me determiné á hacerme Misionero, prometí á nuestra madre celestial que dedi­caría á ella la primera iglesia que alcanzase fundar entre los Indianos, porque estoy seguro de que ella pedirá á su

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Mijo continuamente por el progreso cíe nuestras misio­n e s . " Oíd al hombre como dice ¡nuestra madre celestial! Nuestro Padre celestial es una frase que el Cristiano ver­dadero repite con un gusto indecible de corazón j roas, antes de ahora, no sabia que teníamos una Madre en el cielo. ¡ Oh que novedad es esta ! Haga el lector una pausa por un momento, y pregunte : ¿ que quiere decir la palabra Idolatría? Dice Baraga que " le prometió." ¿Donde tuvieron su entrevista para que él le pudiese nacer una promesa tan particular ? Debia estar orando á ella. Pero ¿ porqué hizo la promesa ? " Porque," dice, " e s t o y seguro de que ella pedirá á su Hijo, &c." Pues , según esto, hemos vivido engañados hasta hoy ; y, aunque nos digan las Escrituras que hay un solo media­nero en el cielo, Jesu-Cristo, el justo, debe haber mas. Aquel divino medianero debe ser suficiente; mas el Frayle nos habla de «na medianera que pide á su Hijo, y hace intercesión con él por los pecadores. ¿ Y que es esto > i Necesitamos de medianero entre Cristo y nosotros ? Es cierto que tenemos un medianero con Dios el Padre, mas no leo, en ninguna parte del Sagrado libro, que haya me­nester un medianero entre nosotros y Cristo, el grande intercesor. Luego prosigue Baraga diciendo: "Gracias á María, madre clementísima, quien siempre ora por la conversión de los paganos." Ahora, si esto no es idola­tría, dígame cualquiera que cosa lo es, ó haga una defensa del homenaje que dieron los Israelitas al becerro de oro.

Finalmente, veamos el poder tan grande que tienen estos Sacerdotes. Los ministros Protestantes no tienen fuerza ninguna, á no ser que sea mediante Dios. Mas los Sacerdotes proceden sin serle deudores. Escribe el Padre Sender l : " Jóvenes de diez y seis años, y no pocos de mas edad, no se han confesado ni tomado la comunión (quiere decir, aquel medio Sacramento): yo los preparo para todo, como para la confirmación." ¡ Yo los preparo! Y

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«tro compañero escribe de Baraga que obra prodijlos de salvación entre los Ottauas.

Ved aquí un espécimen de la relijion que el Príncipe de Metternich y Compañía, nuestros hermanos de Austria, aquellos amadores muy fervorosos de la libertad, se es­fuerzan con tan buena voluntad para darnos á nosotros los Americanos. Recelan de que nuestras instituciones libres serán permanentes, si ellos no nos ayudan á desbaratarlas con el Papismo.

Timeo Metternich, et dona ferentes.

5 1 . CONTINUA LO MISMO.

EN la relijion de Roma hay mucha puerilidad. Se afanaa con pequeneces las mas frivolas que se pueden imajinar j y, al paso que se dice que el Cristiano es el hombre mas noble, se debe confesar que el Papista que se dedica á, las supersticiones de su iglesia, cuasi es el mas vil. Ved aquí como escribe Baraga.: " Sería un servicio muy esen­cial á nuestras misiones, si nos mandasen copones, cajitas para la sagrada hostia, rosarios y crucifijos, Mándense de estos dos líllimos todos cuantos se pueda, porque se ­mejantes cosas no se hallan de venta aquí. V . S.S» pueden formar alguna idea de la escasez de toda especie de paramentos de iglesia. Aquellos que me dieron algunos sujetos piadosos, me son sumamente útiles, y no sé agra­decérselos suficiente," ¡ El buen hombre no puede ser bastante agradecido por las cajitas, rosarios, &c . ! ¡ Debe ser muy poco susceptible de la grat i tud! Nosotros, por nuestra par te , tenemos que confesar también, que no somos bastante agradecidos, mas no es por juguetes tales como cajitas y rosarios, que deseamos dar gracias. Lo que sentimos es, que no podemos agradecer á Dios debi­damente Jos beneficios grandes é innumerables que no. cesa de derramar sobre nosotros. Nuestros Misioneros.

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Protestantes en ambas Indias, en las islas del Pacificò,"en' los bosques del norte, ó en los desiertos Africanos, no mostrarían una gratitud tan entusiasmada, en el caso de mandarles nosotros uria porción de copas, cajitas, &c. Eso ilo r semejantes cosilías no llevarían consigo un be­neficiò •esencial á sus Misiones. Nuestro ihodó de con­vertir á los sencillos no es por darles bagatelas con que se entretengan.- : Nosotros ho pretendemos rejenerar y perdonar á los pecadores por métodos tan compendiosos, Nosotros procuramos presentar á la conciencia del pecador la verdad fundamental del Cristianismo, de que Jesu-Cristo sufrió la muerte á fin de salvarle, y librarle de sus peca­dos ; y no tratamos de convertirle poniendo un crucifijo en Su manó. Esto hacen ellos, y dejan los infelices Sumidos én là'mus ci'ega Idolatría. Pocos Siás ha, fui á ver un reo qué estaba condenado al último suplicio, con el fin de instruirle en la doctrina dé la hlueíte propiciatoria de Je'su-Cris'to, y eCsortarle á que se arrepintiese, y sé àco-jiésé á s u misericordia. Rías hallé al pobre desgraciado con los ojos clavados én una pequeña ihiáj'én dé Cristo crucificado, hecha dé metal, que algún sacerdòte le habia dado. El hombre ho hizo caso de nada de lò que yo le podiá dècir. E} Sacerdote le habia preparado.

En una nota á la carta de Baraga, nos informan de un húmero muy crecido de hociohes 'Católicas, que están ya embarcadas para América, y , elitre ellas, tres pil'rósárius. ¡'Que montón dé cuentas ! Sus misiones deben florecer con éstas. Y , poco despúes> en orden á persuadir á otros devotos á que Contribuyan con cuentas, 'cajitas, &c., dicen : " E l buen Cristiano se complace de promover el honor estenio de la casa de Dios, de manera 'que, el hoiríbre in­terior, por 5el esplendor dèi culto divinò y estèrno, se éléVé hasta 'él cielo.' ' :¡ Qué Sentimiento tan. sabio! ¡'Qué éscriptúral ! ¡ Q u é -filosófico! ¡ Y qué ititbvo es "este modo de elevarse él hombre interior al cielo !

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Otr-á- palabramas sobre.una .carta rl él obispo deFemvic, con feclia-'de Mackinac, Julio I , 183 í- Dice ej".obispo: " A l segundo dia de mi llegada .á ésta, Don M — — y yo predicamos varias veces después de las misas. : Habiendo oido el pueblo algunos sermones, principiaron á confesar­se; y, desde entonces, hasta el dia de nuestra salida, nos sentamos en <¿1 tribunal de la penitencia^ desde la madru­gada hasta la una del.dia, y desde las 3 ó 4 d é l a tarde hasta las-10 ú 11 de la noche, y, dos veces., hasta la media noche. Hubo confesiones.de veinte, de treinta, .y.aun de cuarenta años . " Debe contar el obispo en la credulidad de sus lectores, esperando; que crean que aquellos pobres, habiendo vivido relajadamente por 20, 30, ó 40 años, de repente llamarían.á;la conciencia y á la,-memoria.todos, los pecados que -habían cometido, aun; sin percibirlo, y ésto con tanta distinción',, que. pudiesen contarlos todos por menor. Y por cierto nos. da á. entender que eran muy malos Cristianos, viviendo contentos por tantos, años, sin confesar ni aun con Dios, hasta -que pasase por su pueblo un Sacerdote. El.Dios, que.se complace de la mi­sericordia, les ofreció perdón ; Jesu-Crista, mediador de. la nueva alianza, "sé ofrecía de :coutíiiuo,.á interceder por ellos. Mas el : haberse valido: de . tamaña gracia, no hubiera convenido ¡í esos buenos: Católicos.. 'El " buen Católico'-'no va directamente al propiciatorio de Dios á confesarle sus pecados, y alcanzar el perdón (esto fuera una herejía) ; mas espera hasta que. venga un Sacerdote con su confesionario itinerante. As í anteponen su confe­sionario al propiciatorio de Jesu-Cristo. Ved,-mis con­ciudadanos, una hazaña de los misioneros Austríacos. Ved como se oponen á Dios quien proclama á los pecadores que vengan á él para hallar descanso, y les promete per ­donarlos francamente. Mas no : se interpone el Sacerdote, y les dice que no den oidos á la llamada del Salvador de los hombres, que esperen sin perdón, qne •s iuran - í ' íw-" -

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en año sin gracia, que dejen amontonar sobre sí sus deli­tos mas enormes, y, por fin, que muchos de ellos mueran sin reconciliarse con Dios, prometiéndoles que él vendrá algún dia con su sillita, y, sobre ella sentado, como si fuera una pequeña divinidad, los perdonará y reconciliará á todos. Vayan los Papistas á su confesor si lo quieren; nosotros n o ; sino que " lleguemos confiadamente," mis hermanos Protestantes, " al trono de la gracia, á fin de alcanzar misericordia, y de hallar gracia para ser socorri­dos á tiempo conveniente." (Heb. iv. 16.)

52. PARCIALIDAD DE LA IGLESIA DE ROMA.

No HAY cosa de que esté mas seguro que de esto, que la relijion de la iglesia de Roma no es la de Jesu-Cristo. No importa que yo diga lo que es, pues puedo decir que no es el Cristianismo. Un sistema que se diferencia en todas sus partes del Cristianismo, no debe ser confundido con él. La media noche y el media dia no son mas distintos. El Cristianismo es en verdad Católico, y ofrece sus beneficios á todos los hombres, prodigándoles á todos sin otra dis­tinción mas que entre penitentes é impenitentes,, entre los que creen, y los que niegan al Salvador. Mas Roma no es así. Ella muestra una parcialidad muy contraria á la benevolencia universal de Jesu-Cr is to ; y lo que es peor, y que la cubre de infamia, es, que esta parcialidad cede siempre en favor de los ricos. El Cristianismo, por el contrario, si parece favorecer á uno mas 1 que á otro, aquel favorecido será un pobre. E l que el Evanjelio fuese pre­dicado á los pobres, fué una de las pruebas que Jesu-Cristo dio de que él fué el Mesías. Jamás trató la relijion Cris­tiana á los pobres con indiferencia. Muy lejos de esto, un Apóstol inspirado cita el hecho como notorio, que " D i o s ha elejido á los pobres de este mundo para ser ricos en fé, y herederos del reyno que prometió Dios á

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los que le aman." (Jacob ii. 5.) Nunca han tenido los pobres otro amigo tal como Jesu-Cristo. El mismo fué pobre, y esperimentó todas las necesidades, afanes y tris­tezas, que son propias de aquel estado. En el mundo mismo que crió con su poder, no tuvo en donde reclinar su cabeza; mas, despreciado y perseguido de los ricos, llamó hermanos á los pobres.

i Podemos creer que Dios dé á los ricos una entrada en el cielo mas franca que á los pobres ? ¿ O que haya dis­puesto los negocios de este mundo de tal suerte, que los ricos gocen mas fácilmente de los medios de la gracia, y alcancen admisión á su presencia mas libremente que no los pobres ? No lo podemos creer ; mas así lo enseña la imperiosa Roma. Lo enseña, digo, no con formalidad en los documentos autorizados de su creencia, sino implíci­tamente en toda la práctica constante de sus ministros. Proclama nuevas mas alegres á los ricos que á los pobres, lo cual no hizo Cristo. Mas debo justificar esta acusación, y la justifico por los hechos siguientes. Según la creencia del Romanismo, todas las almas, alguna que otra rara vez esceptuada, tienen que ir al Purgatorio, luego que salgan de sus cuerpos. Metidas allí, la cuestión viene á ser, como se librarán. Decide esta iglesia muy sumariamente, que han de sufrir todo el tiempo (esto es, todo el tiempo que les resta, después de sustraer los años ganados por las induljencias que los atormentados pagaron en su vida), ó han de ser libradas por la eficacia de las oraciones y misas dichas cu su favor por los fieles en la tierra, como últimamente un congreso de eclesiásticos en Baltimore dijo una misa por el reposo de las almas de dos obispos difuntos. Y no les resta otra cosa que hacer, porque, se­gún ellos, el sacrificio de Cristo no da descanso al alma, hasta que se junte con él el sacrificio de la misa. Pero, i como puede uno conseguir el beneficio de estas misas ? Pagándolas. Pagúense los Sacerdotes, y dirán misa. O,

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como uicen éstos, Se vestirán para decirla, porque w quieren confesar que son alquilados mercenariamente para ejercer la función mas solemne de su ministerio. Mas, como el Sacerdote no puede decir misa sin vestirse, y como el ponerse las vestiduras consagradas es acto relijio-so, celebrado con formulario prescrito en el misa], no pueden defenderse por este efujio de la acusación de liaber incurrido en el delito de Simonía. Muy bien, pagadas las misas, los Sacerdotes prometen decirlas, y así el rico tiene un medio de salvarse en el sistema del Romanismo, del que carece el pobre que en esto padece una desventaja muy grave. No sé como algún pobre pueda tener la supersti­ción Papista por relijion de Jesu-Cristo, ya que el Papismo cuasi escluye á los pobres del reyno del cielo, y esto, á pesar de lo que dijo Jesu-Cristo : " ¡ Con cuanta dificultad entrarán en e l r e y n b de Dios los que tienen riquezas ! " (Mar. x. 23.) Estos deben entrar mas fácilmente que otros. Estos tienen lo necesario para compiar induljencias y misas ; mas ios pobres que son los que,' según este sis­tema, difícilmente entrarán, éstos han de estar todo su tiempo en el Purgatorio, sin ninguna rebaja, mientras que los ricos privilejiados compran dispensaciones.

I Pero está así la cosa ? Algunos dirán que no, que se dicen misas por todos los qué mueren en la fé Católica. Bien : se dicen misas por todas las ánimas una vez al año, el dia dos de Noviembre. (Ay del pobre que muera en el dia tres, y tiene que esperar todo un año hasta que le echen una misa.) E s verdad que dicen que los pobres participan del alivio que les ' traigan las misas dichas en este dia ; mas esto no viene á ser mucho, cuando se divide una sola misa entre la muchedumbre de difuntos qué ha­brán fenecido, en todo el año. Esta misa común no puede ser igual á una que se canta por una"alma en' particular. Semejante privilejio está reservado para los ricos, en contradicción á la llamada que el Profeta cliríjió á todos :

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" Todos los sedientos/' venid á; las, .aguas ; i y los. que nq tenéis dinero, apresuraos; comprad y comed :• venid, com­prad sin d ine ro" (Is. lv. 1 .)';'• y que el Espíritu Santo reitera: " E l que tenga sed, venga, y el que quiera tome de. valde el agua de la vida." (Apoe. xxii.. 17.) Así creo yo que el agua de la vida-está franca para todos, sin res­peto á que sean ricos ó pobres. •• ,

Lázaro, el pobre, se admitió en el Paraíso tan pronto como si hubiera poseído millones de caudal con que enr i ­quecer la.iglesia, y los ánjeles le condujeron al seno de. Abraham. con tan buena voluntad como si hubiera vestido la púrpura y comido espléndidamente todos los dias. . Y , como he dicho en otros artículos que no creo en la salva­ción: por fuego ni por aceyte, debo decir ahora, que tam­poco creo en.salvación por dinero.

Concluyo, esto con un silojismo. Según, el Cristianismo,' el pobre entra en. el cielo' tan fácilmente como el rico¿ Es t a ' e s mi' proposición, y desafío á-cualquiera que se atreva á negarla. -Mas, según la Iglesia de Roma, el pobre no entra, en el- cielo, tan fácilmente como.el rico. Esta es mi proposición menor, está ya probada, ¿ y quien la negará? Luego; la relijioii;de Roma no es.el Cristianismo.

53: ' .SUPEREROGACIÓN.

ESTA palabra:: retumbante fué adoptada en el vocabulario de.la relijioUj.y apropiada-.á su uso especial por los Papis-i-tas, inventores también de aquella de Transustanciacion. Nadie sino.ellos tiene uso ninguno, para la palabra supere­rogación, porque ellos solos, creen que semejante cosa, pueda ecsistir. Si el lector sabe Latín, verá que supere­rogación es una palabra compuesta de dos, y significa, literalmente entendida, '•" Cosa ejecutada sobre, Ó además de los 'términos* de la..ob)igaeiün," 'é indjcá . jas obras, mas que requeridas, que ciertos celosos Romanistas, en .siglos

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pasados, se dice haber hecho. Los miembros de esta iglesia, después de hacer lo que Dios requiere de ellos, pretenden hacer además otras obras buenas, que llaman de supererogación. Esta palabra espresa, según la en­tienden ellos, el amor escesivo con que un Santo puede amar á Dios, sobre todo lo que éste requiera, esto es, mas que de todo el corazón, mas que con toda el alma, mas que con toda la fuerza, y mas que con todo el enten­dimiento, según se ecsije en el primero y grande manda­miento. Ahora bien, habiendo el Romanista llenado este deber de amar á Dios perfectamente con todas estas cuatro facultades de corazón, alma, fuerza y entendimiento, hace subir su amor y su servicio hasta un grado de mayor per­fección, y el esceso de amor y obediencia sobre lo que el mandamiento de Dios requiere de los hombres, obra á su favor en cierta cuenta que se supone tiene Dios con él. Aquí confieso que esto de mas que todo y esceso de per­fección es un misterio que sobrepuja mi intelecto. Tam­poco sabemos como los hijos de Roma hagan mas que lo que pueden. Quedamos nosotros á oscuras ; mas, si ellos lo entienden, esto les baste.

Pero, un poco mas sobre esta Supererogación. La pa­labra espresa, teológicamente, que los piadosos Romanistas son mas que perfectos. Todos debemos ser "perfectos, así como nuestro Padre celestial lo e s . " (Mat. v. 48.) Y , en cierto lugar, dice Pedro : " Según es Santo aquel que os llamó, sed vosotros también Santos en toda vuestra conversación." * ( l Ped. i. 15.) Ahora bien, nos quieren enseñar que, cuando uno. llega á ser Santo, así como el que le llamó es Santo, y esto en todo su trato y en todos los afectos de su espíritu, todo lo que pudiere avanzar

ev vÁai} amtrTpo<pf¡. La palabra orijinal tiene una significación extensísima, y denota todo cuanto sea concerniente al hombre. Sr.hleusner la esplica por vita genus ac modus, vivendi et agendi ratia, mores, vita; insíituta.

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sobre esto le será un esceso meritorio de supererogación. O, en otras palabras, que la supererogación es la gloria íjiipérflua que los hombres escesivamente buenos tributan á Dios, después de haberle glorificado en sus cuerpos y en sus espíritus, que son de él, y haber hecho todo cuanto sea posible que un hombre haga, hasta las acciones ordi­narias de comer y de beber, todo para su gloria. (Véase 1 Cor. x. 31.) Esta, pues, es la Supererogación. Si el lector la entiende, me aventaja, puesto que yo no la puedo comprender.

Establecido este punto del dogma, aquellos que lo ad­miten deberán creer que, los que ejecutan semejantes obras supe rerogativas, tienen, de consiguiente, mas mérito que lo preciso para ellos mismos; y, como esta superabun­dancia de mérito no debe dejarse perder, la iglesia de Roma, economizándola con maravillosa prudencia, la h a atesorado para beneficio de los que por su desgracia han hecho menos de bueno que ló requerido, y entre éstos la reparte la iglesia á su discreción, bajo título de induljencias. Fué en éstas que Tétzel iba traficando cuando Martin Lu-tero se levantó contra tal comercio. Los Protestantes jamás hemos negociado en induljencias.

La idea es nueva. Las vírjenes prudentes de quienes leemos en el Evanjelio, no tenian la menor vizlumbre de esta doctrina, pues dijeron á las fatuas que les pidieron una porción de su aceyte : " Porque tal vez no alcance para nosotras y para vosotras, id antes á los que lo venden, y comprad para vosotras." (Mat. xxv. 9.) Ellas no tenian mas que lo suficiente para sí .

" P e r o , " dicen los Pap i s t a s : " ¿ n o hay consejos en la Biblia, á mas de los preceptos, esto es, ciertas cosas recomendadas, aunque no requeridas ? Sí , los hay, y de­bemos no solamente cumplir con los preceptos, sino también guardar los consejos, así haciendo tanto lo que está reco­mendado como lo que le es mandado. ¿No tenemos en

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este mismo hecho una evidencia-en favor de la'doctrina fie J|a-, supererogación-? Este argumento t iene una fuerza aparente, pero nada mas ; y, como mi objeto es escribir estos papelitps- con mucha brevedad, no seré difuso en impugnarlo; solamente me limitaré á cosa muy corta. - ;!;!,•?-Aun si hubiera consejos que hiciésemos cosas no requeridas por los preceptos, la obediencia á estos consejos no podría ser de supererogación, ni tampoco meritoria, á no ser que todos los preceptos fuesen obedecidos perfecta-, mente. Un hombre debe hacer todo lo que se le requiera que haga> antes, de poder hacer mas. Ahora yo pregunto si ha habido .hombre (no hablo de Jesn-Cri 'sto, : que fué J'Jlos;.y Hombre),-desde la caida de Adam, que-haya cum;-. piído, perfectamente los mandamientos de Dios, v j Quien es el hombre que ha hecho todo su deber ?, Creo que ninguno, y , si no .ha hecho ninguno todo su deber, segu-. ramente ninguno habrá hecho mas. ¡ No podemos pasar, mas allá de un punto hasta haberlo alcanzado, No .se derrama el.agua de un Vaso hasta que lo llena, : '•'...>. . . , .2? . - Según-es ta doctrina de la iglesia de U.oma¿ jos hombres son capaces de subir á una virtud mas elevada que la que Dios requiere, y pueden ejecutar ciertos actos santos y virtuosos que no tienen referencia á ningún pre­cepto de la ley, y no se requieren por las obligaciones del amor de Dios, ni del de los hombres. ¿ Debe semejante idea tener lugar como parte de la creencia de un Cristiano ? E l venerable Salmista dice : " T ú mandamiento es ancho sin medida." (Sal. cxviii. 76¿) Mas hay ciertos Fariseos que dicen que, por ancho que sea el mandamiento de Dios, la virtud de ellos lo escede.

3 ? Aun dado que haya semejantes consejos. Todo consejo viene á tener la fuerza de precepto, luego que se vea que Dios sería glorificado por su observancia. Porque todo lo que sea conducivo á la gloria de Dios, es de hecho requerido, y viene á ser obligatorio. Pongamos por -ejem*

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pio ('( eéñb.atOj quc-lós'Romanistas dicen'-es-de'cdn.4éj'b, V no de -precepto."'-'-Ahora bien ; -si"afiriíño puede servir á Dios mejor conio soltero que no como-casário, no cabe duda'de que, én este-ea.sc, "'está-obligado-'á vivir en el e.itado. qué mas promueva el-servicio dé Dios. Siendo> pues,- su obligación el vivir- soltero', iio puede decirse con razón que, Gumpliéndo -con ella,-hace una obra de supere­rogación'. Pero, si él celi bato-no es conducente á la gloría de Dios, 'no 'puede ser virtud,"-y'el vivir.én aquel estado no puede ser tuia .piedad más-sublimada que -lo sería la mistna observancia de-la ley. ¿Quien diriá" que Henoc hubiera vivido mas santamente. V tenido una Comunión irías íntima con'Dio's, si lio hubiese'errado én Casarse ? -• M.vs no-quiero hacer' mas observaciones, no sea que,

tachando d'e errói-iea 'una"especie de. supererogación, in­curra yo en otra.

54. CONVENTOS.

TODO el mundo sabe y a de cuanta importancia, én el sistema del Papismo," son los monasterios, conventos, y otros semejantes establecimientos. Ya se ha divulgado por. todas partes la. fama de'monjes, .monjas, ermitaños,, hermandades'y. toda.esa jente , con las casas en que pro­fesan vivir -separados de todo el mundo. ¡ Ojalá, que pudieran tener á raya también la carne y el demonio !. Pero esto no. es practicable, porque entran en sus claus­tros cargados de la carne, y asimismo andan todos los dias ; y el. diablo, muy lejos de escluirse del recinto de estas habitaciones, parece escojerlas por alcázares, en que man­tener un influjo muy predominante sobre todas las clases de la sociedad humana. Pues , el escluir de un monasterio las esterioridades del mundo, vale muy poco, si las pasio­nes de la carne y la malicia del demonio se admiten fran­camente dentro de las celdas. Sin ellas el mundo sería niuy inocente, y la historia de largos siglos, así como

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nuestra esperiencia diaria, nos enseña que un sujeto puede ser enteramente mundano, aunque afecte segregarse de todo trato humano. Por otra parte, los Protestantes creemos que el hombre que sigue en las huellas de su Salvador, y tiene su corazón santificado por su gracia, vive en el mundo con una perfecta abstracción de sus malas costumbres, y de su pecado. Muchos se olvidan de que el mundo no es el globo terrácueo con sus mares, tierras, ciudades, & c , sino que es un principio de ene­mistad contra Dios, que ocupa el corazón del hombre. Dentro del corazón puede dominar el mundo, y esto en la celda mas lúgubre de los Capuchinos ó de las Recoletas.

Empero, sea esto como fuere, no encuentro en la Biblia la mas remota alusión á monasterios. Repaso todo el Antiguo Testamento, y no encuentro nada en favor de esos establecimientos. Todo el Nuevo . . . y nada. Debe­mos admirar un silencio tan profundo de todos los Santos inspirados, durante el transcurso de tantos siglos, si es verdad que son medios tan aprobados y escelentes para hacer buenos á los hombres, y mantenerlos en pureza. Cosa estraña es que nadie hubiese dado en el pensamiento de poner los hombres en saludables prisiones, hasta después de cerrado el canon de las Sagradas Escrituras. ^ Como trataban á los pecadores refractónos de otros tiempos ? Dígannos los apolojistas de Roma, porqué los Apósto­les no han dicho nada de monasterios. Nos dicen por­qué S. Pablo omitió decir algo de misa, " que por razón de la profundidad del misterio, y la incredulidad ó flaqueza de aquellos á quienes dirijió sus car tas ." (Nota sobre Heb. vii. 17, en el Nuevo Testamento de Rlieims.) Les damos gracias por la confesión que hacen de que S. Pablo no dijo nada de la misa, y por la esplicacion que nos dan de la causa de su silencio. Puede ser que sepan esplicar-nos también la causa de su silencio con respecto á los conventos.

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Pero, si estas casas son tan buenas y tan útiles, ¿ porqué no fundaron semejantes los patriarcas, en lugar de caminar en santidad delante de Dios, y enjendrar hijos é hijas ? {Porqué no desterrarse Juan á alguna soledad, sin esperar hasta que Nerón le desterrase á Pátmos ? ¿ Porqué no se separaron Pedro y su esposa, haciéndose monje y monja ? I Porqué no asumieron el velo monacal las Marías y demás mujeres piadosas de quien leemos en el Nuevo Testamento? Responden algunos, que el monaquisino es una mejora in­troducida eu la iglesia después. Mas no me gustan mejoras pretendidas de la relijion establecida por la sabiduría del mismo Hijo de Dios.

Hablamos del espíritu de un libro, pues todo libro tiene uu espíritu 6 índole que le es propio. Leyendo yo la Biblia, veo que su espíritu es social, y que todo se dirije á hombres que han de estar vinculados en la sociedad do­méstica y civil, y que no se notan deberes artificiosos de vida solitaria ó contemplativa, ni reglas para el gobierno de hombres ó de mujeres encerradas en ascética comunidad. Los Escritores Sagrados, refiriéndose continuamente á las relaciones ordinarias de la vida humana, señalan los debe­res que incumben á los varios individuos del estado social; mas el Monaquisino, por su sistema, disuelve estas rela­ciones que están divinamente sancionadas. ¿ Puede ser esto consecuente con las Sagradas Escrituras ?

Digo mas : si el sistema de reclusión es tan favorable á la santidad como dicen ellos, entonces, todos sin distinción deben valerse de é). Porque Dios manda á todos que sean santos, así como él es Santo, Mas ¿ qué sería del mundo si todos tomásemos y guardásemos un voto de castidad así llamado ? Mas replican que este medio de santidad no conviene á todos, que todos no son capaces de guardarlo. Entonces no puede ser ordenado de Dios quien dispone, para la observancia de todos sin escepcion, todos los medios verdaderos de la gracia. En fin, los monasterios

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son contrarios -á las leyes dé Dios / como lo deben ser á las de los hombres, por cansa del infanticidio'y crímenes ne­fandos que se. perpetran en ellos; Los abomino. •

No digo que. el pueblo, sin forma de. ley, debe derribar las casas de los frayles, pero sí que, por otros medios lejítimos y decorosos, deben caer todas.-.

55. - MR. BERRINGTON Y LA- SEÑORA MORE.

LEYENDO yo las memorias interesantes de la Señora More,» me llamó la atencionuna carta que. ella recibió-, éri el año J8Ü9, de D . José Berrington, Vicario General del Papa, quejándose, de: alguna.'cosa-que había.*dicho en su libro, t i tu lado-"ElCwlebs , 1 ' .acerca del.Papismo. - Se incomoda con ella mucho.el Sr, Vicario;. .Se queja altamente de qué hubiese, dicho Papismo, por designar.la- ".Relijion Católica,; Romana y. ¡Apostólica." Algunos.de nosot rosno usamos la palabra.que le ofende tanto; porque, sin saber porqué/ y-rioqueriendoiofendei-: á nadie,- hemos,dejado; de- llamar-ia.cos.apor su .nombre propio y,;otros .lá usamos cón-la sola intención1', de hablar mas compendiosamente/-pues decir-;Papismo,' palabra muy recibida;'es mas breve-que el decir- -'laiRelijion Católica^: Apostólica.) 1:• Romana. . Mas-yo no. veo porqué' .objetan: k- la--paiabra • que .se deriva del ser que tienen ipor; sécimdo.despues ,de Diosv y,-si de. Cristo-.se.forma Cristianismo/. ¿ porqué rio de Papa formar Papismo? '• Sostienen-;todos.la,supremacra.-delPapa,como' Cabeza•de,in^Iglesia,:jxcú no les:.hac.emOs-injuriallamando; sú -rerrjiói» por. el- nombre de su.jefe.': -Nosotros;hacérnos­lo mismo/: como acabo de decir? llamando la relijion de Cristo.:el.Cristianismo. V^aun mas.-.. Alguno's'lde nosotros creemos: ciertos puntos "de doctrina-que .créia- Gal-vino/ y nosdlaman.'Calvinistas^.•nras;esrtb-nOíiios-hrcoinoda, aunque, podríamos .resettt-irk. porque" Cak»ino.rno -.tiene, relación: ninguna con nosotros inas-'-quertCOjiíIa -iglesia-íiiiiv.ersal/

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de la cual fué miembro, y no es jefe ni cabeza de nosotros, sino solamente uno de los miliares de hombres célebres: que han creído como creen los Calvinistas modernos.

Encuentro en la carta del Sr. d e B ^ — , la siguiente sen-, tencia remarcable : " No hay cosa mas estraña que el que Vds. los Protestantes ignoren totalmente cuales sean nues­tras doctrinas ; porque nosotros todos, de cualquiera pais que seamos, pensamos justamente del mismo modo, y nues­tros catecismos y libros para la instrucción del pueblo están patentes á la vista de todo el mundo." Dice nuestro Vi­cario que no hay cosa mas es t raña ; pero yo le podría señalar una que lo es. Y es, que un eclesiástico instruido se aventurase á escribir una sentencia como ésta. Dice que los Protestantes ignoramos sus doctrinas, ó queparece que las ignoramos. Mas la verdad es, que hay pocas cosas que sepamos mejor que las doctrinas de la iglesia de Roma. Dicen que no les permitimos hablar para sí mismos. Pero sí, los dejamos hablar en los manuales, breviarios, cate­cismos y otros libros eclesiásticos, impresos bajo la sanción y dirección de las autoridades mas elevadas de su jerarquía. Y, si representamos sus doctrinas en el lenguaje de sus documentos autorizados, y esto, con referencia á la edición, número de la pajina del libro, & c , deben quedar satisfe­chos. Esto es precisamente lo que hacemos; mas dicen que les hacemos injusticia, torciendo sus palabras, cosa que de esta manera no es posible hacerlo. Pueden mudar sus propias palabras, y contradecirse á sí mismos; mas no deben hacernos responsables de su culpa. Si parece que alguna vez ignoramos sus doctrinas, es porque no las sostienen con constancia. Si ellos abandonan algunos puntos de su superstición, luego que los Protestantes los ataquen, y tomando por efujio esplanaciones, evasiones y •glosas, vienen á parar por un momento en una doctrina diferente de la suya orijinal, la culpa no puede ser de nosotros.

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Es t e Señor nos dice, que nuestra ignorancia de sus doctrinas le causa sorpresa, " p o r q u e , " dice, "noso t ros todos, de cualquier pais que seamos, pensamos justamente del mismo modo." ¿ Y es así, que todos creen del mismo modo ? Así no pensaban siempre, según lo testifica la historia. Y , con respecto & su aparente concordia, es fácil decir como se produce. Es porque no piensan sobre nada. Mas , aun si todos pensasen del mismo modo, no se puede probar por esto que piensan bien. ¿ N o ha habido errores universales entre el pueblo ? Todo el mundo (esto es, toda Europa) pensaba del mismo modo acerca de la astro­nomía, creyendo que la tierra estaba fija en el centro del sistema planetario. ¿ Mas todos pensaban bien ? Empero es muy conveniente el tener acordes á un gran número de personas, y luego, si-se llega á saber lo que uno piensa, se sabe ya como piensan todos, y, si se lee un libro, se sabe lo que contienen todos. De manera que, si uno se en­cuentra con un Papista Español ó Italiano, y éste dice como piensa, se sabe de fijo como piensan los Papistas Ingleses y Americanos, porque " t o d o s piensan del mismo modo." Y , si uno topare con algún catecismo, ú otro libro de instrucción, habiéndole leido, sabrá lo que todos deben contener. Así se ahorra mucho trabajo.

Mas el Vicario se queja amargamente del Obispo de Durham, por haber afirmado que los Romanistas suprimen el segundo mandamiento. Dice que es falso, y que cual­quiera niño de escuela le hubiera podido enseñar lo con­trario. También asegura que fué presentado al obispo un catecismo con el segundo mandamiento, mas que éste, sin embargo, porfió en su aserción, de que no se hallaba en los catecismos. E l obispo tenia razón, y no hay cosa que cause mas sorpresa que el que el Sr. de B lo negase. Y o mismo he visto dos catecismos, publicados en Irlanda con autorización de la superior autoridad eclesiástica de su iglesia, ambos faltos de dicho mandamiento, así como lo

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es la " Guía del Crist iano" impresa en Baltimore.y citada antes. Pero este hecho es demasiado notorio para insistir mas en probarlo.*

Luego el Vicario denuncia " el principio anárquico del juicio privado." ¡ Y es este un principio de anarquía? No pensaba así Pablo, diciendo: " Cada uno abunde en su sent ido." (Rom. xiv. 5.) ¡ Qué anarquía debia haber en la iglesia de Beréa, entre ellos que, después de haber oido la palabra de Dios, " escudriñaban las Escrituras diariamente, para ver si estas cosas fueron a s í ! " (Hech . xvii. 11.) ¡ Qué confusión debia ser en una congregación en que todos los individuos leian y pensaban para sí mis­mos ! Allí no hubo Inquisidor que los gobernase á todos, ni que corrijiese un error tan vulgar como el de escudriñar las Escrituras. En este siglo 19 ? vuelve el pueblo á ejer­cer su juicio privado en materia de reli j ion; y , si mis compatriotas quieren tolerar que se denuncie este jus to privilejio, y que se denigre como una herejía, toleren en buen hora el despotismo clerical; mas yo nunca convendré con ellos en semejante servilismo.

* Aquí se omiten algunas sentencias del orijinal Inglés, como de poca importancia en España.

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NOTJ.

, Permítase al traductor que diga cuatro palabras aquí. •Es abuso del lenguaje, de la rason, y de la verdad; hablar del juicio privado del pueblo. Un individuo solo que ejerce su juicio privadamente, y sin valerse de la instrucción y consejos de sus semejantes, ejerce un juicio pr ivado; y, si rehusa pertinazmente,que otros mas sabios y mejores Cris­tianos que él le ilustren, es sumamente, probable que incidirá en el error. Mas cuando no uno, sino muchos; y. éstos no 'secreta, sino abierta y francamente, discurren sobre una cuestión relijiosa, sin llevar ningún fin privado, ni de sór­dido interés, no es de creer que se engañen todos. Y si el público, así discurriendo, da su fallo en contra de un Sa­cerdocio interesado en promulgar ciertos errores entre el vulgo, el juicio público del pueblo condena el juicio privado de los Sacerdotes. Pero, si ¿os sujetos que se aplican á la averiguación de la verdad, están animados de un deseo de glorificar á Dios y salvarse á sí mismos; y si con este fin impetran los aucsilios del Espíritu Santo para que les " enserie toda la verdad," estos inquisidores constituyen mi cuerpo infinitamente mas respetable que el congreso de pontificios que, confines puramente políticos y de ambición.

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cantaron el Veni Creator Spiritus, y luego sostuvieron re­ñida controversia á fin de sojuzgar sus contrarios, y elevar sobre los tronos de los reyes, y aun sobre la Cruz de Cristo y tribunal de Dios, la silla de su Pontífice mácsimo. en Roma. También es inecsacto el decir que Roma prohibe, en todos casos, el ejercicio del juicio privado. Permite por privilejio especial á los ricos y letrados que lean la pa­labra de Dios; mas estos son precisamente los que antes ha amoldado á su gusto, y aprisionado con las cadenas de oro de su influjo secular, ó por los varios respetos humanos que oprimen y desvirtúan el juicio délos ricos. Con respecto ú las Sagradas Escrituras y libras de relijion, no es el

juicio privado, sino el público, el que prohiben los Sacerr dotes. Puede citarse desde muy. cerca un ejemplo. Es sabido que, en todas las capitales de España, y tal vez en todo ¡mello donde haya librería, se hallan de venta las obras pestíferas de los impíos Franceses, traducidas al Castellano, y que en las estamperías y casas particulares se esponen á la vista de la juventud las imájenes mas obscenas que el pincel lascivo de un demonio podría representar. Así las autoridades Españolas dejan los enemigos del Cristianismo apelar, no al juicio del público, sino, lo que es muchísimo mas peligroso,. á sus pasiones. Pero ¿ quien es el virtuoio Eclesiástico que interponga su influjo con la lejislatura para que se prohiban estos productos de la moderna impiedad ? Ninguno. Los clérigos no hacen caso de las blasfemias que en el dia se promulgan. Ninguno se muestra celoso de

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la honra de Jesu-Cristo. O si creen que sería inútil, im­practicable ó arriesgado, el imponer penalidad legal sobre los mercaderes de semejantes libros y estampas, ¿porqué no apelan ellos también al juicio del público por sanos argu­mentos, fundados donde solamente pueden hallar cimiento, en la divina revelación, la historia Sagrada,- la verdad y la razón ? Dejan que el público apele á Voltaire, Rousseau, Volney, Talleyrand, Diderot, Dupuis, y otros tales como ellos. Dejan á les vendedores de estampas Francesas in­

famar las pasiones de los pasajeros. Dejan á los cómicos Italianos el paso Ubre por el pais, para que con sus desho­nestidades perviertan el gusto, la moral, y, en fin, para que trastornen el juicio del pueblo Español. Este juicio del público está atacado- por todo lo que pueda pervertirle y corromperle ; y, mientras tanto, los protectores espirituales del pueblo se ocupan en la operosa ociosidad de recitar el \ Breviario, y asistir á misa ó á coro, y descansan en sus casas, paseos y tertulias, sin que les dé el menor cuidado de que toda la nación se abisme en ¿a impiedad. Basta para ellos que estén bien con Roma, que se apoderen del gobierno, y que mantengan su influjo sobre la masa del pueblo, ó, á lo menos, que no pierdan la misa, por amor de la olla que les vale. Mas un estranjero, amigo de esta nación, y verdadero filántropo, deseoso de promover su bien, da á luz en Madrid una edición del Nuevo Testamento, en

forma portátil, aprecio moderado, y de la versión del Padre Scio. Este estranjero se presenta abiertamente á los indi-

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viduos del ministerio, y, muy lejos de apelar al juicio privado de alguno, no hablac on nadie sobre la relijion; no toce otra cosa mas que esponer sus libros dé venta en una tienda abierta en una de las calles principales de la Corte, dejándolos obrar silenciosamente entre el pueblo, infundiendo en los corazo­nes del público los divinos principios de la relijion de Jesu­cristo. Ahora, ¿ qué han de hacer los ministros del Nuevo Testamento ? ¿ Forman causa contra los contrabandistas que han introducido ¿as obras estranjeras llenas de impiedad y desvergüenzas, con portadas falsas, y á fuerza de fraudes y coheclios ? Esto no. Antes bien desean que se dé cierto fomento á los vicios, para que tengan los fieles algo de que acusarse en la confesión. Pero el Sr. Arzobispo de Toledo, jefe de la iglesia Española, varón ilustrado, y oelador, según se debe presumir, de los intereses espirituales de todo el pueblo, de la gloria de Dios, y del triunfo de la fé de Jcsu- Cristo, este prelado deja sin la menor molestia á los ene­migos que siembran cizaña en el estéril campo ; y al hombre que esparce las verdaderas semillas de la vida, sin mezcla de doctrina liumana . . . LE VE ECHADO A LA CÁRCEL. Receloso de lo que pudiera resultar de que el público de España ejerciese su juicio, no sobre Volney y Dupuis, sino sobre los escritos inspirados de Pablo, Pedro, Jacobok Juan y Judas, y los venerables dic/ws del mismo Redentor. Y todo esto en España Constitucional, en el año. de 1838.