Post on 28-Jul-2015
Trazos de filosofía mínima
Álvaro Montoya Rodríguez
Carácter es destino
I
Literariedad
Proceso de escritura
Equilibrante despropósito amanerado,
un modo ecuánime de enjuagar con las palabras,
absurdas e inconexas retahílas de letras
que soslayan o evidencian la agonía.
La absoluta carencia de sentido
que no salva ni el sexo pendenciero
ni la fe quebrantada ni la ciencia del viento,
la condena a vida del que piensa.
Un vómito que escupe lo que cuenta
y se desvanece como un suspiro de tiempo
en un mar eterno y etéreo,
un océano vacío.
No hay monstruos más allá del espejo.
Paint it gray
No es más cierto el dolor que la alegría.
Incluso en estos tiempos de profetas y agoreros
en los que los lamentos resuenan
como un eco continuo que rebota en todas las miradas,
fuentes de lágrimas y sal,
hay sonrisas que brotan,
intempestivas.
El hombre naufraga y se ahoga en su ego,
corre sin resuello inmóvil en el río,
siempre el mismo río,
se malvende a símbolos de sí mismo.
Todo vale con tal de no pagar el precio,
todo excepto el juicio del espejo.
Por supuesto no hablo de santos,
los años me han infundido la certeza
de que soy lo que suman mis pecados
y las traiciones cometidas,
todos los errores disfrazados,
una absurda promesa de nada.
Y es evidente que no hay excesiva diferencia
entre una hormiga y otra hormiga:
ambas se olvidan con la yema de un dedo.
Llenamos la existencia de palabras inertes,
un batiburrillo de frases inconexas y sin sentido
que nos hacen sentir omnipotentes,
como un gran cero a la izquierda.
Al menos el desvelo otorga un tesoro,
el derecho inalienable a la ironía.
Ontología
No escribo poesía,
no cuento sílabas,
no enajeno ninfas etéreas o atemporales,
no desvisto la pureza, la eterna ausente,
no sucumbo a la melancolía.
Mis versos son piedras que golpear,
sentencias a vida consciente,
una excusa para nombrar.
Mis palabras son como el viento
que huye de boca en boca moldeándose,
haciéndose de nadie.
No escribo poesía,
no vendo el humo que me nutre,
no sueño un auditorio,
no empeño una palabra,
no revelo un universo.
No escribo poesía,
quizá por eso sea poeta.
Solo palabras
No puede ser todo palabras
pensaba exhausto maldiciendo el verbo
con el alma y las rodillas besando el suelo
un poeta sordo, mudo, vano y ciego
naufragando en su propia metáfora.
¿Qué canto de pájaro es más técnico?
¿El león ruge por amor o por desidia?
Solo el ulular del viento rima consonante
ofreciendo una perpetua sinalefa.
La poesía es una broma pesada.
Motivos del desvarío
Escribo poesía por pereza,
para clavar el dedo en la llaga me sobran quince versos,
mi tratado de filosofía se reduce a una hipérbole y un hipérbaton,
dos retruécanos y la impostura.
Las palabras no son tan ligeras,
las palabras ocupan tiempo,
valen lo que el aliento vale:
nada si necio, todo en un momento.
Palabras como cantos de pájaro en época de celo,
como ruidos de parto,
como rumor de pinos,
como olas rompiendo.
Toda mi voz no es más que un instante,
un grano fugaz de arena en un desierto inabarcable,
un canto de sirena, apenas una leyenda de existencia incierta.
Escribo poesía para existir, para no olvidar quién soy.
El secreto de un poeta
Todos tenemos secretos,
nuestras secretas maneras de sentirnos culpables,
algunas alegrías inconfesables,
una palabra que oculta un mundo entero.
Algunos poemas son inhóspitos,
un yermo yerto,
un alma de hinojos,
una metáfora del desconcierto.
La conciencia no perdona la impostura,
te escupe en silencio,
se jacta de tu desventura,
mostrando los añicos de tus sueños.
Solo ser fuego evita el incendio,
ser líquido elemento a merced del viento,
o no ser nada,
e intentar dormir en una cama.
II
Imágenes adjetivables
[Poemas nacidos de la contemplación]
Lujuria
[Contemplación de Sleeping nude with arms open red nude, de Amedeo Modigliani]
No te muevas aún,
deja que mi vida se diluya entre tus piernas,
todavía no es tiempo de huir.
Afuera llueve,
ecos de tristeza golpean las ventanas,
que gimen cuando gimes,
mientras mis ojos se acostumbran
a la penumbra de mi alma,
abandonada junto a la ropa,
de cualquier manera.
Quiero recordarte así, cabalgándome,
anónima y ajena,
extranjera de todo salvo de la piel,
dispuesta solo al placer
y al olvido.
El Grito
[Contemplación de El Grito, de Eduard Munch]
Las cenizas de la historia
se mecen a merced del viento,
las aguas regresan a su cauce
borrando huellas y memoria,
los relojes yacen inertes,
el impúdico silencio atruena
repitiendo un eco de nada,
un alarido de la muerte.
El reflejo de un alma en el espejo
se asemeja a un grito despiadado
si es honesto,
si huye del engaño
y no confunde valor y precio,
y no acepta este mundo amargo.
Creador de sí
[Contemplación de La tunique rose, de Tamara de Lempicka]
La observo sediento, pincel en mano,
dispuesto a exprimir sus formas,
a absorber sus colores y multiplicarlos
en una orgía de seda vaporosa.
Cada trazo es un orgasmo contenido
que derrama luz blanca por su cuerpo,
pudorosa sombra en el sexo que anhelo,
fondo inútil y carente de sentido.
Sin embargo la miro y miro el lienzo
consciente de haber fracasado,
no logro más que, disfrazado de retrato,
pintar mi propio deseo, enfermo.
El Sol de una Mañana
[Contemplación de Morning Sun, de Edward Hopper]
Si solo esta mañana no tuviera sabor a huida,
si no se repitiese el mismo paisaje plaza tras plaza,
si ensordecieran los gritos feroces de la turba que pasa
gritando ¡Herejía! por los templos y la vida,
tendría sentido este viaje sin retornos.
Si de sentido el amor no careciera arañándote la entraña,
un grano de sal enquistado en cada herida
que el tiempo impone si te has vivido heroína
regala arrugas en la cara y cicatrices en el alma,
tendrían respuesta las preguntas absurdas.
Si no hubieran tropezado mis pasos con tus risas
y no hubieran estallado en un estruendo acompasado,
en un chirriar de cama y llamas.
en un gemir y batir palmas,
no estaría el sol tan elegante y generoso con sus rayos,
y no me sentiría de nuevo derrotada, pero viva.
Apocalipsis
[Contemplación de Urbano Lugrís]
Las aguas inundaron las palabras,
todas las promesas naufragaron
y todo resto se soñó ruina.
No se detuvo el tiempo,
solo los relojes perdieron su sentido
y se revelaron inútiles.
Pero el diluvio no cayo del cielo,
no fueron dioses vengadores los culpables,
la historia simplemente cesó.
La poesía huyó con los poetas,
los clérigos murieron arrodillados,
la ley se diluyó.
Lo que era dejó de ser sin ser nombre,
la existencia es sustantiva solo a ojos de otros ojos,
sin punto de vista no hubo nada.
La habitación del marino
[Contemplación de Habitación del marino, de Urbano Lugrís]
De cada vida soñada una persistente ilusión,
el aroma a viejo del saber y su impostura,
recuerdos que no por irreales son menos ciertos,
aventuras que dejan callo en los dedos y el alma.
La habitación del marino está poblada de ausencias,
de libros que no supo regalar y languidecen
como lágrimas ahogadas en polvo,
como tiempo que no volverá.
Cada objeto esconde un asombro,
la tierra algún placer oculto,
la mar la vida,
el sillón desierto un ancla abandonada.
La habitación del marino desprende soledad
que supura por las grietas humedad y salitre,
deja imaginar una epopeya,
pero es un aullido quejoso de lobo de mar.
Café americano
[Contemplación de Nighthawks, de Edward Hopper]
La locura solo sobreviene al inocente,
a la muerte solo el vivo sobrevive,
la dicha preocupa invariablemente al desdichado
y la esperanza es una puta quimera.
Desde este rincón el mundo no tiene sentido
más allá de otra taza de café aguado
que acompañe mi insignificancia
y la regale al mundo, como en un escaparate.
Y la historia pesa demasiado como para mover un dedo.
Solo la desidia me invade cada hora,
una eterna incapacidad para la indignación,
el pesimismo escrito en mi espalda,
doblada por el dolor.
Ciudad enferma
[Contemplación de Ciudad enferma, de Cristian Fuica]
Esta ciudad adicta al desamparo y la humedad
da testimonio de su locura y su verbena
apagando sus calles a la hora de la pena
para olvidar su existencia y su verdad.
Serpentean por sus calles inconscientes
individuos con coraza, corazón coraza,
que apenas esbozan una sonrisa breve
a la vuelta de la esquina de la rabia.
Se cruzan entre sí y conmigo, se pisan y me pisan
cuando creen que nadie los observa
y si se sienten observados se arrodillan,
se atan el zapato, bajan la cabeza.
Esta ciudad apta para huidos y extranjeras,
cobijo de putas de lujo, de piratas sin bandera,
centro del otro mundo, capital de la periferia,
se construye a medida que su palabra se quiebra.
Por sus cuestas imposibles ruedan sueños
en caída libre que invariablemente desembocan
hechos jirones sanguinolentos en su derrota
en las aguas imperturbables del insensible puerto.
Las heridas de los transeúntes no cicatrizan,
se gangrenan en una macabra danza
que agota y reprime toda esperanza,
que elimina cualquier rastro de alegría.
Esta ciudad se consume entre estertores
pidiendo a gritos una primavera
que la sane y que nunca llega,
esta ciudad enferma de gris sueña colores.
Servilidad
[Contemplación de Muchacha en la ventana, de Salvador Dalí]
La procesión va por dentro.
La ventana hospitalaria se ofrece
como un sinónimo de libertad
o de la nada, en ocasiones.
Los murciélagos acróbatas rondan las farolas,
el agua se intuye a borbotones en alguna fuente cercana,
la vida se consume entre el humo
apoyado en el alféizar
de una ventana que me observa
y me devora.
Al fondo el mar,
inerte como yo,
ajeno al vaivén de las olas.
Y muchas palabras que no se atreven a existir.
La poesía es una puta cara.
Delirio uno
[Contemplación de One second before awakening from a dream caused by the flight of a bee around a promegranate, de Salvador Dalí]
La realidad se esfumó y solo me rodean alaridos,
un ansia de silencio repiquetea en mi cabeza
diluyendo los últimos ecos de cordura,
tres tistres trigues me persiguen con las fauces abiertas,
clamando venganza,
siento cada gota de mi sangre golpeando las paredes,
se desboca el pensamiento hacia la nada,
y el mar espera mi muerte,
y yo ardo por complacer todo deseo,
nada significa nada,
un paso en el vacío.
Los elefantes son unas curiosas criaturas.
III
Ser en el mundo
Ansias de renacimiento
No me juzgues tan ligeramente,
no tengo otro tesoro
que el aire malamente hurtado al mundo,
un tiempo de oro
cercenado a cada instante.
Comprende que prodigue los gritos,
los alaridos y los aullidos
cada noche a una luna pendenciera
que guiña un ojo, pero cierra las piernas.
Comprende el terror de comprender.
Cada segundo ha muerto,
y yo he muerto con cada segundo,
insistentemente,
inconscientemente,
como una manada de bestias en fila,
esperando turno en el matadero.
Todas las palabras escritas
son epitafios insignificantes,
absurdas retahílas de ausencia
desvencijada en las tinieblas.
Los pasos fueron y han de ser erráticos,
no hay destino posible para los apátridas del tiempo.
Noche y niebla
Cierro los ojos y busco el silencio
cuando respirar es un suicidio,
y araño por inercia un pétreo cielo
sepultura de un sollozo colectivo.
Vago sin alma y sin carne,
consumiendo gramo a gramo la miseria,
ardiendo en el infierno cada tarde
al calor y al hedor de las estrellas.
Todas las cifras escritas con sangre
terminan en una delgada línea roja
que nunca se extingue, una soga
al cuello de la humanidad cobarde.
3ª persona, plural
Has caminado un millón o más de kilómetros
sin ceder al desaliento y a la fatiga,
sin descanso buscando caminos
que no se dirigieran siempre a Roma.
Han construido puentes y levantado muros
para perseguirse o esconderse,
según sople el viento,
según bata la marea.
Puentes que cruzar sin orgullo siempre a pie,
muros para escribir verdades o partirse la crisma,
latidos de humanidad.
Inmisericordes.
Has escrito versos y palabras como humo,
como hollín de chimenea,
palabras arrancadas a la garganta,
rojas de sangre, negras de brea.
Han nombrado el mundo,
un millón o más de nombres que se ensartan,
se recrean y enlazan, en un baile erótico
de sueños disfrazados de sabiduría.
Nombres para desnudar y vestir,
nombres para blandir y esgrimir,
metáforas de la muerte.
Respiraciones.
Has descubierto el vacío
que se oculta tras la nada.
Bienvenido a la tercera persona del plural.
Toque de queda
Los encapuchados están tomando la calle.
Las sirenas subyugan a todos los silencios.
Las gargantas que con denuedo clamaban justicia
ahora gritan terror corriendo sin destino por las calles,
a duras penas, magulladas por la vergüenza y los golpes.
Es la hora de olvidar la virtud, es un mundo de lobos.
Las gentes de bien han sido ajusticiadas:
fueron los primeros en caer,
los más sencillos de callar,
con sus miradas de no entender absolutamente nada.
Sobreviven aquéllos sin escrúpulos,
los que aprendieron la miseria y la ejercen repartiendo odios,
o simplemente observando, vigilando, el reparto.
El caos es inevitable, dicen. La ley del más fuerte se acerca.
El inmigrante
Me llamaron extranjero y lo fui,
tan mágicas son las palabras.
No hay bandera que me colme, gritaba,
Yo solo vengo a sumar aquí.
No entendía el odio y su inquina,
mis huesos también se fracturan
cuando el origen se torna factura
que te hacen pagar a lágrima viva.
Y al volver fui extranjero doblemente,
extranjero por marcharme,
extranjero por la ausencia.
Un grado de existencia por debajo de don nadie.
Se comprende mi aversión a las banderas,
mi tesoro son mis manos, son mi voz y su empeño,
no el arraigo decadente y religioso a un credo
que sacraliza la sangre y deshumaniza la pelea.
Yo soy hijo de mi madre,
un apátrida infame,
un inmigrante que respeta la muerte.
Novela negra
Soplaba un viento frío, conspirador,
propicio al drama.
La ceniza del último incendio
danzaba sobre las brasas apagadas
de un amor caduco en invierno.
Los rumores se multiplicaban
en un silencio ensordecedor.
Ella sollozaba oculta en un manto de ausencia.
En un navío él naufragaba en una botella.
Hay noches nacidas para el odio,
hechas a medida de la angustia.
Hay calles de sangre y llanto,
rincones que esperan su asesino,
estrofas sin rima.
Existen metáforas de la muerte,
y existe la muerte.
Ella miraba la luna roja más grande que nunca.
Él la miraba reflejada en la hoja ensangrentada de su alma.
En ocasiones, sin más razones que el azar y la tormenta,
se dobla una esquina y se pierde la suerte.
A veces uno tropieza y se pierde,
se mira al espejo y se descubre inerte. Sin cabeza.
Tempus Fugit
Me persiguen todos los instantes perdidos clamando venganza,
con el cuchillo entre los dientes ávidos de sangre,
como una jauría de lobos hambrientos acechando a su presa.
No hay refugio, parapeto, baluarte, trinchera que me guarde
de este rencor propio y suicida que me arde.
No se puede correr más aprisa que el tiempo.
Obstinadamente me empeño en esquinazos improbables,
esperanzas que no ofrecen ni su pata por el quicio de la puerta,
un racimo de uvas devoradas.
No hay más salida que la huida indecorosa,
la carrera circular de un pollo tras la guillotina.
No se puede andar más despacio que el tiempo.
Un motivo de optimismo
El futuro pinta gris oscuro.
Todas las sirenas aúllan por las calles
y los pájaros esperan inmóviles acontecimientos.
Las tormentas se suceden ahogando la esperanza
de todo náufrago, incendiando un aire irrespirable,
arrancando de raíz la verdura de la tierra, cada vez más yerma.
Los constructores han olvidado los puentes y sus sueños,
a golpes de martillo levantan almenas y fronteras,
fortalezas donde esconder su vergüenza y su cartera,
escusas para el odio.
Los predicadores a lo suyo. Publicitando la hecatombe.
Todos los esclavos preparando la huida de los dirigentes,
que nunca aceptan ser los primeros en morir.
Los héroes en el Olimpo.
No pinta nada bien el futuro, hijo.
No olvides que cada mañana sale el sol.
La revolución
Los esclavos están alzando la voz y las cadenas,
la ira contenida de los ajusticiados se desborda
y arroja dentelladas diestras y siniestras,
la policía y la ley huyen,
se agazapan esperando una oportunidad de talión,
una excusa para el odio.
Los dirigentes que brindaban ahora blindan,
protegen su nobleza a cal y canto en un armario,
dispuestos a hacer correr la sangre, siempre ajena.
Los chamanes observan,
a medio camino entre la angustia y la esperanza,
superados sin remedio por la Historia,
y sin saber que pensar se embriagan,
ávidos de trascendencia.
Las amas de casa y las putas agonizan
golpeadas por la crisis y sus hombres,
olvidadas y exigidas por igual,
mudas en su grito de desesperación.
Los desheredados maldicen a sus muertos.
Los muertos de hambre mueren de hambre, y de sed.
Los poetas escriben vanamente.
Las grietas se llenan de cadáveres que sonríen.
Los ignorantes son felices.
Más o menos como siempre.
Lugar propicio al desamparo
No volvía a este lugar desde entonces,
el mundo y la vida,
todo cabía a tiro de piedra,
solo la imaginación contaba.
Lo absurdo no es ajeno a la existencia,
la palabra suele ser mentira
y la libertad un bulo,
son pensamientos que me acechan,
que entonces eran aire
y hoy son suspiros exhalados con angustia.
No cambia el paisaje, son los ojos los que mueren.
Mi mirada lánguida se pasea por calles de polvo
en las que ya no crecen ni las bostas.
El lugar que aun sueño cuando sueño libertad
es un cementerio despoblado,
dejado de la mano de dios,
un agujero de angustia.
Y no es el lugar otro lugar,
es el alma -‐la piel-‐ la que agoniza,
la que se agita intranquila imprecando a la memoria prostituta.
Solo y en medio de una plaza inerte,
consciente de la traición de los recuerdos,
culpable de todos los fracasos,
me enfrento a mi propio juicio, perdido de antemano.
Invocación
Hijos nuestros que estáis en la tierra,
que trabajáis la tierra olvidados de santos y profetas
salvo para el dolor y para el sacrificio,
no os resignéis al rezo y a ser esclavos de oficio.
Buscad la libertad de pensamiento,
no os arrodilléis jamás,
no os dejéis juzgar
y no juzguéis el juicio ajeno.
Perded el miedo y la vergüenza,
el pasado os espera sin cuentas que rendir:
mil años pasarán y aún otros mil
y seguirá triunfando la belleza.
Brindad la sonrisa al mundo entero,
recordad que el sol florece en la boca,
no confundáis el amor con la rosa,
usad vuestra palabra con respeto.
No construyáis fronteras si no es para violarlas,
no cavéis más fosa que la propia,
no hagáis el amor siempre en la cama,
salid a la calle y quemad la ropa.
La piel y el alma son sinónimas.
Promesa de olvido
Todos los días alguien muere,
todos los segundos de todos los minutos,
y yo puedo ser el siguiente.
De no ser por la lluvia
que limpia las calles grises
inundadas de tristeza,
de no ser por el sol
que después las seca
y de luz las viste,
de no ser por la inherente
falta de esperanza o trascendencia,
por la más negra nada,
habría que salir huyendo.
Huyendo como un alma
que el diablo lleva.
Estado de la cuestión
I
Es un mundo de espejos que multiplican la inexorable mirada.
Conócete a ti mismo. Júzgate y condénate.
Es la sociedad de la culpa.
La redención cuesta un alma.
II
Relájese y disfrute. El espectáculo promete:
los profetas declaman el fin de los tiempos
vestidos de sacerdotes, disfrazados de políticos,
ocultando su inmenso vacío tras calculadoras
que saben solo sumar estupideces,
sin atisbar que los tiempos no fueron nunca nuestros;
los héroes se aprestan ávidos de su dosis de impostura
a partir a la batalla contra la nada,
y son vitoreados como héroes,
y quizá esté bien que así sea;
los gobernantes preparan un suicidio colectivo,
matarán primero al pueblo,
luego, si necessaire, irán ellos;
los cómplices, usted o yo, observan o escriben,
dejándose hacer, dejándose querer.
Los inocentes no están. No se les espera.
III
No todo es terrible.
Uno puede cerrar los ojos y basta.
Uno puede amar afortunadamente.
Uno puede, de vez en cuando, rebelarse
y mover una montaña
cambiándose de sitio.
Uno puede, de cuando en vez, dormir
y soñar sueños de justicia.
Uno puede, a duras penas, a dulces alegrías,
vivir.
CODA
Lo que lo salva
El amor después de todo
Enciéndeme la llama,
necesito el calor de tu mirada,
quemarme a fuego lento
y entre tus piernas
encontrar el agua amada.
Regálame un segundo,
un instante de tu vida,
y te pago a cambio con la mía,
vaciada de sentido en tu ausencia,
esclava de tu sonrisa.
Aniquílame, asedia mis defensas,
conquista mi estandarte y mi bandera,
mi paz se funda en tu guerra,
mi frontera termina en tu cadera
ahora, que hinco el alma.
L'après-‐guerre es dulce y huele a limpio,
reconstruir a dos es siempre más sencillo,
instaurar rutinas, inaugurar santuarios,
escribir la historia minúscula en mayúsculas,
caminar de la mano conscientes del abismo.