Post on 28-Mar-2016
description
Año VI - Nº 55 MARZO 2014-
las otras
Este es un número extraño. Demoró más de lo que hubiera deseado, pero por varios motivos no
lo publiqué antes. Lo extraño no es la demora, sino la selección del contenido.
En principio esperaba editar un número especial dedicado a los lectores más pequeños, pero
me encontré con una mezcla de textos. Al final de cuentas, es lo que me gusta: la variedad, como si
uno se parara frente a una biblioteca casi desordenada. Por otro lado, las clasificaciones y
categorías, los géneros mismos, me parecen arbitrarios y hasta excluidores.
Frente a esa biblioteca imaginaria, el lector adulto sabe guiar a los niños, como espero que lo
hagan los lectores de Las otras Palabras con lo que aparece en esta edición si acaso pasean por sus
páginas con los más pequeños.
Lo otro que diferencia a este número de los anteriores, es el uso de las ilustraciones. Salvo las
de Sandra Perfecto que corresponden a un libro y las de dos de mis cuentos, en esta edición publico
un solo ilustrador, Agustín Addesso, un joven artista nacido en mi pueblo natal, San Andrés de
Giles. Creí conveniente publicar sus trabajos juntos, como en una galería, antes que mezclarlos con
los textos, como lo he hecho en otras ediciones. Sus dibujos cierran esta edición.
Espero que disfruten este número y lo compartan.
Este es, además, el último número de Las otras Palabras.
Por distintas razones
en este sentido, que esta etapa no ha contado con ningún tipo de
apoyo económico y todo el trabajo ha sido ad honórem, lo que también influyó a la hora de
disponer de tiempo y energías para llevarlo a cabo.
Sólo quedan palabras de agradecimiento a todos ustedes y la incertidumbre de si volveré al
ruedo en algún otro momento con otro proyecto. Edito -a mi manera- desde muy pequeño. Sé que
más adelante las venas reclamarán más tinta (real o virtual), pero no ahora.
Espero haber hecho mi aporte -modesto y arbitrario- a la difusión de parte de la obra de
algunos de los excelentes escritores con que cuenta nuestro país. La mirada partió siempre desde la
Patagonia y a ella le agradezco que me permita seguir disfrutando de la narrativa y la poesía de
autores de excelencia.
Final de esta etapa
resolví dejar de editar la revista. Algunas de esas razones son discutibles,
otras no tanto. Debo señalar,
Editorial
2
Ariel Puyelli
Sumario
Las otras Palabras es una publicación periódica dedicada a la publicación de cuentos, poesíasy fragmentos de novelas de, principalmente, autores de la Patagonia argentino-chilena.
Año II (2ª Época) Nº 55 - Marzo de 2014 - Lago Puelo, Chubut, Patagonia ArgentinaEditada por Ediciones GataFrida. Editor responsable: Ariel Puyelli
e-mail: revistalasotraspalabras@gmail.com
Blog de la revista: revistalasotraspalabras.blogspot.com
Está permitido reproducir total o parcialmente el contenido de esta revista con el fin de colaborar en la difusión de laobra de nuestros escritores e ilustradores / artistas plásticos.
Se ruega consignar el nombre de los autores y la fuente.
Tapa: ilustración de Agustín Addesso.
3
4.Carmen Miguelnos entrega materialde su nuevo libroAtadito de cuentos.
10.Raquel Barthe compartecon los lectoresLos oficios de Zacaríasy otros cuentos.
15.Mei Casares (o Merry Gagei)
nos introduce en el mundo deViejo Sabio y otros cuentos.
21.Ariel Puyelli nos cuentacómo fueron Las deliciosas vacacionesde los Choriz y los Morsish.
39.Publicamos una selecciónde cuentos y poesíasde Claudio García.
31.Rafael Urretabiscaya nos inquieta
con La abuela muertay otros cuentos.
48.Pablo Tolosa nos envía
cuentos de susMalditos animales.
56.Nos despedimos
con la selección de ilustracionesde Agustín Addesso.
Carmen Miguelcuentos
4
Ilustraciones: Sandra Perfecto
Las palabras son mis amores.
De niña las lanzaba al aire en sonidos,
se rompían con el viento,
se aplanaban con el calor entre las flores,
se mojaban con la lluvia.
En las noches las escribía en mi pizarrón imaginario
antes de dormirme.
De a poco aprendí a unirlas
y de a poco escribí cuentos…
Aquí va mi atadito de palabras hecho cuentos.
Miguel, Carmen AdelinaAtadito de cuentos. - 1a ed. - Lago Puelo : GataFrida Ediciones, 2013.72 p. ; 21x14 cm.
ISBN 978-987-27381-3-6
1. Narrativa Infantil Argentina. 2. Cuentos. I. TítuloCDD A863.928 2
Los lectores pueden adquirirel libro Atadito de cuentosescribiendo a aapuyelli@gmail.com
5
Se llamaba Florentina, le decían abuela Flor Era blanca y dulce, con aroma a canela, a vainilla o a jardín
según la estación del año. En invierno salían de su horno delicias para los nietos ¿Cuántos? Todos; los
propios, los amigos de los propios, los nietos vecinos, nietos de nietos.
En verano cantaba a los verdes de su parque, a los colores de los pétalos. Fragancias, vida verde eran su
propia vida, también los chicos ponían gusto a sus días, completaban sus almanaques de luz. Abuela Flor
consentía a los pequeños, a los más grandes escuchaba. Con la risa en los ojos siempre tenía una respuesta a
preguntas fáciles o difíciles.
Clarita y sus tareas eran la visita después de tardes de escuela. ¡Qué sencillas las divisiones cuando ella
las resolvía! Juan logró de la abuela los cuentos más fantásticos; según él, sus bolsillos eran mágicos, pues
desde allí salían rollos de historias. Abuela Flor metía sus manos en ellos y las sacaba abiertas de ilusiones
Pepita tenía los cantos de rondas desde su rodete trenzado y blanco. Raquel y Gertrudis, las nietas jóvenes,
le comentaban a orillas de su falda sobre sus pequeños amores, encuentros y besos nuevos con sabor a
menta.
Ella parecía volar en recuerdos, se perdían sus ojos entre las flores y sonreía. El amor había pintado su
vida y sabía volcar en las niñas sus palabras sanas, naturales.
Nadie imaginó que la abuela Flor alguna vez habría de morir Imposible Es más, para todos sería un
hada eterna, sería abuela de nietos de nietos. Para muchos era un ángel, algunos esperaron que crecieran
alas en su espalda.
Pasó el tiempo, fue costumbre de costumbres saludar, visitar, mimar a Flor. Ella seguía con sus dulces,
con sus aromas, con sus manos llenas de cuentos y los ojos matiz de risa.
Un invierno cocinó muchos pasteles de membrillo, tortas de canela, budines de naranjas. Se cansó del frío
gris y pese al calendario no llegaban los días buenos, la primavera se hacía esperar. Viento, agua y nieve azotaron
su parque. La abuela se puso triste, se nublaron sus ojos como nunca, sus manos aquietaron el vuelo. Junto a la
ventana lloró con la lluvia por el jardín no revivido.
Una mañana decidida, desde él convocó a los pájaros. Fueron muchos los que llegaron, la rodearon Los
acarició y les dijo:
Amigos voladores del aire, quiero sentarme a esperar el verano, sé que si lo hago el buen tiempo
llegará pronto
Los pájaros protestaron:
Abuela, te vas a enfermar. Deja que nosotros vayamos a buscarlo.
No dijo Flor , quiero esperarlo en el jardín, me sentaré a esperarlo. Avisen a todos los demás que
estaré aquí siempre, para abrigarlos y para oír sus trinos.
.
.
.
. .
, .
─
.
─
─ ─ ─
6
Los pájaros partieron. Tampoco los nietos, nietos de nietos, pudieron convencerla. La abuela Flor con
su pollera de pétalos se sentó a esperar el verano. El verano llegó y con él le crecieron ramas desde sus
brazos, ramas que apuntaron al espacio y contaron en las noches sus chispas en lo hondo. Sábanas de hojas
acariciaba el viento, volviéndolas nubes rojas cada amanecer.
Un corazón de savia vivía en su cuerpo; rosada diadema de lombrices adornó su cabellera raíz; su voz se
unió al canto de todas las aves; sus ojos a la profundidad plata de las estrellas. Infinidad de flores blancas
como su pelo perfumaron las noches de los veranos en ese parque que se convirtió en el paseo de los nietos,
nietos de nietos, que acompañaron a esa abuela, hada florecida, en el centro de un lugar de cuentos.
Cuentos de cuentos.
,
7
Junto a la casa de Beba un gallinero prolijo de tablas blancas y un techo de chapas pintado de
rojo cobija el aleteo, la inquietud, la vida de ocho gallinas, dos gallos y algunos pollitos. Beba una
niña muy niña, ama a estos animalitos compañía de todos sus días. Los llama cada mañana
haciendo un especial sonido con su boca, que sus amigos de plumas ya conocen. Acuden pronto
pues saben que ese llamado trae una bolsa, sostenida por las manitos de esa niña que hará la magia
de una lluvia brillante y amarilla de sabrosos maíces.
Para Beba no todos los días son iguales, a veces está triste. Sus ojos café saben llorar y lo hace
muy cerca del gallinero. El llanto pequeño no muere en la tierra donde caen sus lágrimas, ese llanto
pequeño llega hasta Coquita su amiga, una gallinita colorada que sale de su cobijo y se agacha junto
a Beba Sabe que Coquita escuchará acurrucada en su falda ese ramo de palabras tristes que se
perderán entre las plumas suaves. Animalito tierno, que regala su tibieza a una niña sola. Besa Beba
la cabeza inquieta, deja a Coquita en el suelo, la ve alejarse picoteando aquí y allí, casi siempre se da
vuelta, hace un aleteo y cacarea un poco. Ya está, Beba se aleja del gallinero. Una sonrisa roja juega
en su boca, sonrisa pintada por las plumas de su gallina Coquita.
,
,
,
,
.
Un, dos, tres, marea baja otra vez. Clarita saltaba jugando a romper los dibujos del agua. El mar
hacía su baile interminable de pequeñas olas. De pronto una mariposa amarilla con pintas negras
llamó la atención de la niña.
La mariposa se detuvo en una piedra. El agua llegó suavemente, la tocó y después la arrastró.
Clarita observó cómo movía las alas. No chiquita, no te despidas. Corrió y alcanzó a la ola
ladrona, le arrebató la mariposa que parecía enredada en hilos espumosos. La tomó de las alas y la
puso en su palma.
La tarde, las olas, el sol vieron entonces una burbuja amarilla. Dentro de ella, una niña que
conversaba con una mariposa, quien solo un ratito antes se imaginó que no volvería a ver jardines.
Después dos manitos suaves la devolvieron a las flores.
,
,
─Mariposa chiquita: ¿te escapaste de un jardín?
8
Mi nariz estaba pegadita al vidrio. Mamá había dicho:
Mis juguetes aburridos parecían tiritar en un rincón y mi bicicleta había envejecido ese invierno.
La nariz me dolía y el aliento dibujaba una nube en el vidrio. Mamá seguía con su tejido; yo con mi
tristeza de frío.
Mamá dejó un momento su tejido y con sorpresa, como si lo descubriera de pronto me dijo:
Esto fue para mí una pildorita de felicidad, hacía cuentas: duermo esta noche, la noche de mañana y la
noche del otro mañana y ¡paff!, llega la primavera.
Cuánto tiempo me pareció. Era un elástico que se estiraba y se estiraba, hasta que por fin llegó la
última noche de invierno. Me acosté temprano, pensando en flores, bicicletas, pastitos y muñecas. Le di la
despedida a mi bolsita de agua caliente.
Por la mañana abrí rapidísimo los ojos, salté de la cama gritando: ¡Es primavera! Corrí las cortinas... ¿y
la magia? ¡Todo está igual que ayer! No peor; hoy está nevando. Y lloré por el frío y por la nieve. Mamá, ¿qué
me dijiste?, ¿qué le pasó a la primavera?
¡Qué alegría la primavera solo está escondida!
─
─
─ ,
,
─
─
Imposible salir, hace mucho frío.
Mamá, ¿por qué no te aburrís? Siempre jugás al mismo juego de limpiar y cocinar. Yo ya me he
cansado de suspirar nubes contra la ventana. Quiero amasar tortitas de barro y llevar a pasear a mis
muñecas.
Clarita en tres días llega la primavera. Vas a ver qué lindo se pone todo. Los árboles brotan, sale el
pastito en el jardín, los ciruelos se llenan de flores. El sol es más tibio y vas a poder volar con tu bici. Alegrate
Clarita, en tres días llega la primavera.
Clarita, la primavera todavía está jugando a las escondidas. En poquitos días hará piedra libre y
entonces podrás jugar con ella. Mientras tanto, bien abrigadas saldremos a jugar con nieve, luego
prepararemos los juguetes y la bici para recibirla.
,
,
,
,
,
,
9
10
Nací en Buenos Aires y
durante 40 años me dediqué a
la docencia en el área de la
Educación Física en escuelas
primarias. El 15 de julio de 2004
dicté la última clase. Actual-
mente soy bibliotecaria, escri-
tora y graduada en 2002 en la
carrera de Edición por la UBA.
Además de escribir,
dicto cursos para docentes y
coordino talleres de lectura y de
escritura para adultos y niños en
forma presencial y virtual. Pero
mi especialidad es la Literatura
Infantil.
Participo en mesas
redondas y doy charlas y conferencias sobre el tema.
También visito escuelas para dialogar con los niños y
adolescentes lectores.
Llevo publicados más de veinte libros
dedicados a los chicos, algunos de ellos con premios,
como la Faja de Honor de Literatura Infantil, otorgada
por la Sociedad Argentina de Escritores en 1992, por el
libro Audaz como un oso. Aunque a partir de 1994 he
dejado de presentarme en todo t ipo de
concurso.
Comencé a escribir porque a mi hija Morgana le
gustaba leer y a mi hijo Diego le gustaba escuchar lo que
ella le leía. Cuando crecieron se transformaron en mis
"críticos literarios" y luego en colaboradores.
En 1995 y 2003 coordiné en la SADE un taller de
Literatura Infantil para escritores. Y en la actualidad,
coordino talleres "virtuales" y realizo trabajos de
editing y corrección de estilo y soy agente literaria
especializada en literatura infantil y educación. Si te
interesa, acercate a la propuesta.
A partir del 1 de setiembre de 1997 y hasta
Raquel Barthey otros cuentos
agosto de 1998, me desempeñé
como directora de la Colección
El Mirador (literatura infantil) de
la Editorial Guadalupe. Durante
ocho años trabajé en la
Biblioteca del Docente (GCBA) y
más tarde, estuve a cargo de la
Biblioteca Pedagógica del D.E.
4º, dependiente de la entonces
Secretaría de Educación del
GCBA.
En el año 2000, y hasta 2004,
retomé mi cargo de Maestra
Curricular de Educación Física en
la Escuela "Dra. Elvira Rawson de
Dellepiane" del GCBA, donde
estuve a cargo del Nivel Inicial y
Primer Ciclo EGB.
Entre 2004 y 2005, integré el Comité asesor de
Pasantías en la modalidad "Práctica Profesional en
Instituciones Públicas u ONG", de la carrera de EDICIÓN
de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
He escrito y publicado, en diferentes medios,
numerosos artículos relacionados con el tema de la
lectura, los libros y las bibliotecas. Algunos de ellos se
pueden encontrar en la revista Ludo. También participé
como jurado en concursos literarios.
Edito el boletín electrónico El Mangrullo, que
se publica mensualmente en forma gratuita por
suscripción y también en Internet.
Me intereso especialmente en el área de la
literatura infantil, la lectura y la edición.
Trabajo como agente literaria especializada en
educación y literatura infantil/juvenil y estoy a cargo de
los derechos de autor de la totalidad de la obra de
María Hortensia Lacau.
Y, en mis ratos de ocio, administré por casi 6
años una lista de literatura infantil...
11
Zacarías leyó el diario y encontró un aviso que solicitaba "peluquero experimentado". Lo leyóvarias veces y, a pesar de que no sabía lo que significaba “experimentado”, decidió pedir el trabajo y alláfue...
Lo contrataron y le dieron un delantal blanco, un peine y una tijera y, así, Zacarías se puso aesperar la llegada del primer cliente.
Al poco rato entró en la peluquería un desprevenido señor que deseaba un corte de pelo.Zacarías, muy contento, comenzó a cortar un poco por aquí... otro poco por allá... pero no lograba uncorte parejo y, entonces, se dio cuenta de que no era tan fácil ser peluquero. Y siguió emparejando, hastaque el pobre señor quedó totalmente pelado.
Tuvo que correr más de cinco cuadras para escapar del enfurecido cliente y del dueño de lapeluquería.
Pero como Zacarías necesitaba trabajar, decidió intentar otro oficio y, esta vez, se convirtió en"albañil".
“Esto sí que es fácil”, pensó, “sólo hay que poner ladrillos uno sobre otro... ¡y listo!Así lo hizo; sólo que cuando terminó de levantar las cuatro paredes, se había olvidado de hacer el huecode las ventanas y de la puerta y, lo peor, fue que él había quedado atrapado dentro.Hubo que derrumbar media casa para rescatarlo y, por supuesto, perdió el empleo.Zacarías probó trabajar como "sastre" y resultó un "desastre" y de la sastrería también lo echaron.Esta vez se encontraba algo desalentado, pero igualmente tomó el trabajo de "plomero".Cuando terminó de conectar todas las tuberías sin contratiempos, creyó que por fin había encontrado eloficio adecuado y se sintió satisfecho.
Claro que esa satisfacción le duró muy poco porque, cuando la dueña de casa fue a cocinar yquiso encender el horno, se le llenó de agua y el pato que estaba en la fuente se fue nadando...Zacarías había hecho tal mezcolanza de tuberías, que para que saliera agua por la canilla había quedescolgar el teléfono y para hablar por teléfono meterse en la ducha. El televisor se encendía con la llavede luz del comedor y la luz del comedor, abriendo la canilla de la cocina.
En fin, ¡un completo fracaso!Esta vez sí que Zacarías se encontraba verdaderamente desalentado, pero ¡muuuy, muy
desalentado!Y fue su abuelito el que con mucha sabiduría y cariño le encontró la solución del problema:-Pero Zacarías, ¿por qué te empeñás en realizar oficios que no conocés? -preguntó el abuelo.-Lo que pasa es que yo no sé hacer nada bien -contestó muy triste Zacarías.-No es verdad; lo que pasa es que no sabés buscar trabajo porque hay algo que sabés hacer muy
bien y que te gusta -dijo el abuelo.Y era cierto porque a Zacarías le gustaban las plantas y tenía un hermoso jardín.Ahora, gracias a su abuelo, sabía que podía convertirse en un buen "jardinero".Entonces Zacarías siempre tuvo trabajo y fue feliz realizándolo y todos lo llamaban, ¡"Súper
Zacarías", el héroe de los jardines!
12
Entre exclamaciones de asombro y aplausos, el Mago sacó de su galera un conejo blanco. Era un truco querepetía en todas sus funciones de circo. Sin embargo la repetición no le quitaba encanto: cuando aparecía Tabaré,los chicos se maravillaban hasta el cansancio. Y el animal, acostumbrado a las aclamaciones y los aplausos,saludaba con las orejas a su público infantil.
Pero los conejos también se cansan de trabajar y Tabaré exigió al Mago diez días de vacaciones. Entoncesse cepilló las orejas, el pompón de su cola y, después de despedirse, se alejó a los saltitos por el camino.
Durante los diez días siguientes, el Mago sufrió las burlas de los chicos porque cada vez que llegaba elnúmero de la galera, sacaba las cosas más raras. Un día sacó una milanesa con papas fritas y los chicos al verlagritaron: "¡Uuuuh!", mientras el payaso Ramón, con gran tranquilidad, se la comía.
En otra oportunidad sacó un zapato, una media y... ¡una margarita! Y otra vez los chicos gritaron,"¡Uuuuh!"
También sacó un cucharón, un pollito y una mariposa, pero los chicos siempre gritaban, "¡uuuuh!" Y cadavez lo hacían más fuerte.
El Mago ya no sabía qué hacer y llamó por teléfono a todas las madrigueras que figuraban en la guía, perono pudo encontrar a Tabaré y, muy afligido y con mucho miedo de escuchar nuevamente el "¡uuuuh!" de supúblico disconforme, salió a la pista.
Cuando llegó el truco de la galera, metió la mano temblorosa y tocó algo suave... blando... tibio... que sacódespaciiito... y..., "¡aaaah!" exclamaron los chicos con regocijo al ver aparecer unas orejotas muy largas.
¡Tabaré! gritó el Mago lleno de alegría. Pero Tabaré tenía una sorpresa para todos: otro par de orejasasomó de la galera y, con un gracioso salto, una conejita con ojos de enamorada se acomodó junto a Tabaré.
Desde entonces, los chicos esperan con impaciencia el tuco de "Tabaré”
(Los dos cuentos anteriores fueron publicados en www.leemeuncuento.com.ar)
En China los ruiseñores son pájaros muy respetados y admirados, pero aquí... ¿quién conoce cómo es unruiseñor? Si dijéramos un jilguero o un chingolo, entonces sí es hablar de pájaros conocidos, y lo mismo ocurrecon el tordo o el hornero, pero... ¡un ruiseñor! Ese pajarito sólo aparece en los cuentos chinos. Sí señor, en loscuentos chinos. Es por eso que algunos creen que se trata de algo así como un hada, un duende o cualquiera deesos personajes que en realidad no existen.
Sin embargo, los ruiseñores existen y son como todas las aves, de carne y hueso y, por supuesto, conmuchas plumas.
Y esta es la historia de un ruiseñor que vivía en China y que un día decidió salir a recorrer el mundo yconocer otros países.
Después de mucho volar sobre mares y continentes (a bordo de un avión, claro está) llegó a Buenos Aires.Una bandada de gorriones le dio la bienvenida y con gran curiosidad preguntaron qué clase de pájaro era.-Soy un ruiseñor.-¿Un ruiseñor? -repitieron a coro y, creyendo que se trataba de alguien muy importante, volaron a
desparramar la noticia de su llegada.-Ha venido el Sr. Ruiz; ha venido el Sr. Ruiz...Y la noticia voló de pico en pico y se extendió de un extremo a otro de la Argentina despertando la
curiosidad y deseos de conocerlo.Todo aquél que tenía el cuerpo cubierto de plumas, emprendió viaje hacia la ciudad para ver al famoso
señor Ruiz. ¡Hasta los plumeros dejaron de sacudir en su pretensión de viajar!Los primeros cóndores que llegaron se posaron sobre los cables que atraviesan el cielo de la calle San
Martín. No sólo produjeron un tumulto, sino que también, debido a su gran peso, destruyeron la red telefónica.
13
El Verde ya estaba aburrido de hacer siempre lo mismo: desde hacía seis meses que trabajaba pintando el
paisaje, mañana, tarde y noche, sin parar.
Entonces decidió tomarse vacaciones y le pidió a su amigo el Amarillo que lo pintara en su lugar.
El Amarillo era un buen amigo y empezó con mucho entusiasmo, pero... a él nunca le había gustado
trabajar y pronto se cansó.
Se sentó a descansar y pensó qué fácil sería su trabajo si los árboles no tuvieran hojas.
Llamó a su amigo el Viento y le pidió que soplara muy fuerte.
Y el Viento sopló y sopló; sopló tanto que todas las hojas salieron volando y los árboles se quedaron
desnudos.
Y, sin hojas para pintar, el Amarillo se fue a dormir la siesta y ¡durmió durante seis meses!
Hasta que volvió el Verde y lo despertó muy enojado:
¡Qué hiciste! ¿Dónde están los colores? ¿Qué pasó con las hojas verdes...?
El paisaje estaba triste y descolorido.
Y, ¿a dónde se fueron los pájaros y las mariposas? siguió protestando el Verde.
Todos se habían ido al país de los Colores a pedir ayuda para volver a pintar el paisaje.
Y, ¿qué creen que pasó? Sí, durante los siguientes seis meses, y con la ayuda de todos, el paisaje volvió a
llenarse de colores.
Hasta que el Verde volvió a cansarse y se fue nuevamente de vacaciones... y la historia se repitió otra vez.
¿Hasta cuándo?
¡Hasta dentro de otros seis meses!
─
─ ─
*NOTA: Estos dos cuentos y los de la página siguiente, fueron publicados en el artículo "La importancia del cuento en el jardín de infantes y
primer año EGB- Cómo se relaciona el lector con el cuento, con el libro, con la lectura" escrito por Raquel M. Barthe (Escritora, Bibliotecaria
y Editora), fascículo Nro. 6, año 2004 del Actualizador Docente (revista mensual de venta por suscripción), Editorial A Construir. El texto del
mismo incluye propuestas prácticas de implementación en la sala. Más información: http://www.editorialaconstruir.com.
¡Dejaron incomunicada a media ciudad!Mientras tanto, en Plaza Congreso, el tránsito se detuvo causando terribles embotellamientos a causa de
los flamencos que mojaban sus largas patas en a fuente. Y las palomas, temerosas de la invasión, se peleaban conloros y cotorras que no dejaban de chillar:
-Señor Ruiz... señor Ruiz, señor Ruiz...En todos los barrios se producían contratiempos semejantes, y otros aún peores, cuando la gente se
distraía observando las aves: caminaban mirando hacia arriba y chocaban entre ellos, tropezaban, caían... en fin,sufrían toda clase de accidentes insólitos.
El pequeño ruiseñor, posado en la punta del Obelisco, miraba tanto desorden y confusión mientraspensaba: «¡Qué país tan loco!» y «Quién será el Sr. Ruiz? Seguramente alguien muy importante,acaso el presidente».
Y como nadie reparaba en un pajarito tan pequeño, decidió regresar a China.Y se fue.
Una semana más duró aquel lío. ¡Una semana completa! Hasta que las aves comenzaron a pensar que esodel Sr. Ruiz era puro cuento, ¡un cuento chino! ¿Quién habría empezado el rumor? ¿De dónde habría salido la falsanoticia? Nunca se supo, pero poco a poco emprendieron el regreso hacia sus pagos y Buenos Aires volvió a lanormalidad.
Y pasaron muchos años y el asunto se olvidó por completo.Y cuando algún pajarito joven pregunta a su abuelo:-Pío Nono, ¿qué es un ruiseñor?El anciano responde:-Sólo un personaje de cuento..., ¡sí señor! Un personaje, pero de cuentos chinos.
(Incluido en la antología Cuentopibes - Bs. As. - Utpba, 1991)
Se llamaba Pompón porque era chiquito, peludo, tibio y suave como un copo de algodón.Y si Pompón hubiera nacido conejo, su mamá habría estado muy orgullosa.Pero Pompón... ¡era un sapito! Y cada vez que se metía en la laguna, había que secarle el pelo con pétalosde margarita silvestre.Y, a medida que fue creciendo, también el pelo le creció.Y fue el único sapo con trenzas.Y también fue el único sapo que nadaba con gorra de baño.
¿Sabías que... cuando los chicos están aprendiendo a escribir, resulta fácil equivocarse y perder algunaletra?El duende de las letras perdidas es el encargado de buscarlas y, cuando las encuentra, las guarda en uncofre muy grande, con siete cerraduras. Ese cofre lleno de letras es su gran tesoro.Pero a veces, cuando los chicos son descuidados, el duende junta tantas letras que ya no caben en el cofre.Entonces llama a sus amigas las hadas y les regala las que le sobran y ellas se pasan siete días eligiendolas que necesitan. Luego se las llevan a la nube 28, donde escriben los "cuentos de hadas", pararegalárselos, más tarde, a los chicos.
Felipe piensa que hay cosas muy raras que él no entiende:¿Por qué los plumeros tienen plumas y no vuelan?¿Por qué las mesas tienen patas y no caminan?¿Por qué los libros tienen hojas que no se caen en otoño?¿Por qué se oye el murmullo del agua, si ella no tiene boca?¿Y por qué si el buzón tiene boca, no habla?Son tantas las cosas que Felipe no entiende, que se cansa de pensar y juega a las escondidas con su osoBernardo.
No era linda, ni era fea.Tampoco podía decirse que fuese buena.Pero nadie podía asegurar que fuese mala.A veces se portaba un poquito mal y otras, ¡requetebién!Unos días obediente y algunos desobediente.Tan limpita por la mañana y tan sucia cuando llegaba la noche...¿Quién era esta nena tan especial?Nada menos que Lucrecia, una niña como todas.Pero el papá la llamaba "Lucrecia la bella" y le decía que era una princesa.Y Lucrecia imaginaba que vivía en un castillo muy hermoso en la punta de una montaña.
14
15
Mei Casareso Merry Gagey
y otros cuentos
¿Qué es el amor? Le pregunté una vez a una siquiatra y ella me contestó que había terminado deleer un estudio hecho por un prestigioso profesional en el cual en la página número mil reconocía queno se sabía qué era el amor…
Y cuando la mujer encuentra al marido con la niñera no hay amor que valga y se cae unaestantería.
Y será por eso que me gusta John Lennon y su canción “Imagine”.Viajar y leer son dos verbos que los practico y, sin agotarlos, me fascinan. ¡Hay que ver qué bien
se complementan!Escribir es otro verbo que practico pero no con la frecuencia que quisiera porque soy vaga.
Alguna vez alguien me dijo que esa era una condición del ser escritor y me tranquilicé. Tanto, que soymás vaga que escritora.
En mi primer libro publicado “Cuentos para mis nietos” practiqué la experiencia de publicar algoque había escrito con amor. Y me gustó la experiencia.
Por eso espero ir dejando de lado la vagancia y escribir más. Y publicar.Soy Mei o Merry. Pero esa es otra historia que la escribiré en el “Anecdotario de mi vida".
Tapa deCuentos
para mis nietos
16
tenía todos los años
tener todos los años
Había una vez un viejito muy, muy, viejito que quienes lo conocían, decían que aquel
arrugado y pequeño hombre llamado Viejo Sabio, .
¡Vaya a saber qué significaba …! ¡Debían ser muchos!
La cuestión es que aquel hombre caminaba por un bosque cuando se cruzó con un niño al borde
del llanto.
Pensó “pobre niño” y se acercó.
Quedó muy asombrado cuando le dijo que su angustia se debía a que había perdido el
nombre y ya nunca más nadie sabría cómo llamarlo.
A medida que “Sinnombre” hablaba, el viejito entendía menos. Él, que tenía muchos años
de sabio, era la primera vez que escuchaba semejante disparate.
Lo tomó en sus brazos y sentándolo en sus rodillas le pidió que le contara cómo era
posible perder el nombre.
Verás Viejo Sabio, yo nací hace algún tiempo con un nombre que, según todos decían,
era un nombre extraño. Para mí también era difícil de pronunciar, entonces le pedí a mi madre
que me lo anotara en un papel autoadhesivo que empecé a llevar pegado en mi muñeca. Pero
hoy, luego de nadar un rato en el río, vi que mi nombre no estaba, había desaparecido. Y ya ves,
estoy muy triste porque al perder mi nombre, no te lo puedo decir, y tampoco se lo podré decir a
quien me lo pregunte.
Viejo Sabio quedó pensativo un rato y finalmente le dijo que no se preocupara, que él lo
acompañaría hasta su casa y allí encontrarían la solución, ya que sus padres inmediatamente le
recordarían su nombre.
“Sinnombre” se largó a llorar desconsoladamente. Tanto que Viejo Sabio no podía
consolarlo, ni siquiera poniendo en práctica viejos trucos que siempre divertían a los niños, como
colgarse de las ramas con su barba, o hacer magia con sus manos y transformar cuanto objeto
anduviera tirado por el bosque en palomas, conejos, ardillas. Por un momento “Sinnombre” lo
prestaba atención a sus juegos…pero inmediatamente se largaba a llorar con una boca tan
grande que se podían ver todos sus dientes y hasta la campanilla de su garganta.
Viejo Sabio no sabía qué hacer.
¿Qué pasa? ¿Es que no me puedes llevar hasta tu casa?
Te diré algo dijo al fin “Sinnombre” , pero debes prometerme que guardarás el
secreto.
Por supuesto, mi querido niño, ese secreto estará tan bien guardado, que sólo tú y yo lo
sabremos.
Así fue como Viejo Sabio se enteró de la historia de aquel niño que había perdido su
nombre.
Comenzó diciendo que hacía un tiempo había descubierto una habilidad que lo ayudaba a
hacerse amigos con facilidad. Se trataba simplemente de sonreír. Así fue cómo descubrió que
cuando su madre lo estaba retando por haberse portado mal, simplemente con sonreírle, ella
—
—
— —
—
-
17
cambiaba su humor. Lo mismo sucedía con su padre. Pero lo más extraño es que esto funcionaba
siempre, con quien fuera: si alguien discutía, él sólo los miraba, sonreía y todo terminaba
amistosamente.
Así lo probó una y otra vez hasta que su hada protectora un día apareció para decirle que
lo llevaría a un lugar donde la gente no sabía sonreír y, por lo tanto, vivían de mal humor o
tristes. Por esa razón todo había cambiado en aquel lugar: las plantas no tenían flores, todo
estaba gris y triste. Ni el sol tenía ganas de salir cada mañana.
Cuando el hada protectora habló con sus padres, ellos le dieron permiso, pero sólo por un
par de días, ya que si iba por más tiempo lo extrañarían mucho.
Así fue cómo partió a aquel lugar desconocido.
Una vez que “Sinnombre” devolvió con su sonrisa la alegría a las personas, las flores y las
plantas y el sol volvió cada amanecer, estuvo listo para marcharse.
Sin embargo el Hombre de las Tinieblas, que estaba muy ofendido porque le habían
quitado su poder, apareció entre las sombras y arrebatándolo del hada protectora, lo llevó a una
cueva desconocida y profunda.
Viejo Sabio escuchaba con atención aquella historia que nunca, en todos los años de su
larga vida, había escuchado jamás.
“Sinnombre” no supo decirle cuánto tiempo le llevó escabullirse por un río subterráneo
ayudado por todas las almas buenas, hadas y gnomos que amaban la felicidad de su sonrisa, y
que finalmente lo habían dejado en aquel bosque creyéndolo a salvo. Fue en aquel momento,
en el que ambos se habían encontrado, cuando él se dio cuenta de que había perdido su
nombre.
Ahora tenía dos grandes preocupaciones: cómo recuperar su nombre y cómo llegar a casa
de sus padres para devolverles la felicidad.
Viejo Sabio tomó su mano y le dijo que caminarían juntos hasta encontrar el poblado más
cercano y allí darían con su casa.
Mientras caminaban, le dijo al niño que debían tener cuidado e ir atentos porque en
aquel bosque habitaban tigres.
¡Oh! dijo el niño mi nombre tiene que ver con los tigres, ahora que recuerdo mi
padre siempre decía que mi nombre quiere decir “Hijo de Tigre”…
¿Pero cómo no me lo has dicho antes? dijo Viejo Sabio ¡Entonces eres el famoso
Nahuelquir!
¡Es verdad! ¡Es verdad! Pero… ¿Por qué famoso?
Hum dijo Viejo Sabio dudando . Tal vez ahora no lo entiendas, pero tu nombre tiene
la fuerza de dos razas que se unen: el viejo tigre milenario ha dado vida a un joven “tigre blanco”
capaz de defenderse sólo con su sonrisa.
Caminaron un largo trecho hasta llegar al poblado. Allí encontraron la casa de Nahuelquir
y a sus angustiados padres que, al verlo sonreír, como siempre, olvidaron toda tristeza.
— — —
— — —
—
— — —
Mi abuela vivía en un país donde todo se cubría de nieve para Navidad. Mientras esperaban que llegara
Papá Noel, los niños jugaban a armar muñecos de nieve gordos y grandotes con zanahorias como nariz y gorros y
bufandas que sacaban a escondidas de sus roperos sin que sus mamás los vieran.
Así se divertían y podían pasar horas, mientras pensaban qué pedirle a Papá Noel.
Sin embargo, una de aquellas veces, siendo mi abuela muy niña y cuando jugaba con otros amiguitos a
una guerra de bolas de nieve, alguien dijo que había escuchado en su casa que ese año Papá Noel no iría a dejar
juguetes porque se había enamorado.
De inmediato la guerra de nieve paró y todos preguntaron: ¡¿Quéeeee?! El niño que había dado la noticia
se hizo más pequeñito de lo que era y se asustó al ver el asombro que había causado lo que había dicho.
Bueno, hummm, no sé…yo escuché…no estoy seguro…
Y así quedó la cuestión. Cada uno se fue a su casa para averiguar si aquello era cierto.
Cuando mi abuela le preguntó a su mamá si era verdad que Papá Noel no vendría porque estaba
enamorado, ella le respondió que algo había escuchado en la radio, pero que no creía que fuera cierto…
A partir de ese día todo fue confusión en el pueblito. Los niños escribían cartas a Papá Noel sin saber si él
vendría y los mayores cuchicheaban entre ellos, pero no decían nada a sus hijos. Todos pensaban: ¿vendrá Papá
Noel?
Mientras tanto en el lejano país donde vivía Papá Noel algo estaba pasando.
Resulta que él había conocido a una señora muy agradable y encantadora que era la dueña de la enorme
juguetería donde Papá Noel se proveía de los juguetes para llevar a los niños. Y era verdad: él se había enamorado
de aquella mujer y como todo enamorado, sólo pensaba en ella. ¡Hasta se había olvidado que Navidad estaba
cerca! Había que leer las cartas que mandaban los niños, preparar los regalos y llenar las bolsas. También había
que cuidar a los renos que tiraban de los trineos, darles suficiente comida para que estuvieran fuertes para tan
largo viaje.
Pasaron los días. Muchos días. Y Navidad se acercaba.
Los chicos habían escrito sus cartas sin saber si Papá Noel vendría. Todos sabían que cuando la gente se
enamora cambia de vida y temían que Papá Noel renunciara a lo que había hecho siempre: llevar regalos a los
niños.
Sin embargo Navidad llegó y con ella Papá Noel.
Apareció como todos los años: con sus bolsas de regalos para todos los niños.
Mi abuela que lo miraba asombrada y contenta de que él hubiera llegado. Como siempre. Pero no pudo
con su curiosidad y entonces le preguntó a Papá Noel si era cierto que se había enamorado y que por allí se había
dicho que por esa razón no vendría.
¡Jo jojo! rió Papa Noel . Es verdad. Estaba enamorado.
¿Estaba? preguntó mi abuela.
Sí, mi querida niña, estaba. Pero todo aquello ha terminado y ¿sabes porqué?
Y acercándose al oído de mi abuela le dijo algo y se despidió de todos.
Mi abuela dice que ella rió con ganas y todos le preguntaron qué le había dicho Papá Noel.
¡Ja ja ja! seguía riendo ella . Parece que la novia lo quiso poner a dieta y dijo que eso ¡nunca lo va a
permitir!
—
— —
— —
—
— — —
-
18
5
Cuenta esta historia que en un pueblo muy chiquito, que tenía una sola escuela, un día deinvierno la maestra enseñaba los números. Hizo pasar a los chicos al pizarrón y a Pablo le hizoescribir el número 1. A Pablo le costaba mucho hacer un palito para un lado y un palo flaco paraabajo, pero lo hizo.
El siguiente en pasar fue Santi, a él le tocó escribir el número 2. Y le salió muy bien porquese acordaba lo que le había dicho su mamá: había que hacer como un mango de un paraguas y unpalito acostado.
Para hacer el número 3 la maestra preguntó quién quería pasar y pasó Julieta. Ella les dijo a suscompañeros que el número 3 era como un corazón sin terminar que miraba hacia la izquierda. Todos se rieron.
Ignacio era el más charlatán del curso y por eso, Claudia, la maestra, le dijo que escribiera el número 4 (asíno distraía al resto con su charla). Pero Ignacio se había olvidado cómo se hacía ese número. Cuando Claudiapreguntó quién lo quería ayudar, María se ofreció y le dijo a Ignacio que cruce su pierna izquierda sobre la rodilladerecha y ¡ya está!. Así dibujaron el 4.
Juan dijo que quería dibujar el 5. Que él sabía cómo hacerlo porque le hacía acordar a un patito.Así siguieron escribiendo los números, y cada uno que pasaba hacía reír a los compañeros con las ocurrenciasque decía. Finalmente la maestra hizo pasar de a dos a sus alumnos, y así toda la clase ayudó a escribir losnúmeros.
Marta y Esteban dijeron que el 6 era un rulo.Manuel y Roque, después de escribir el 7, dijeron que era como el 1, solo que el brazo que salía hacia la
izquierda sostenía la pata flaca para que no se cayera.Amanda y Ernesto dibujaron el 8, diciéndoles a sus compañeros que un círculo se había sentado arriba de
otro. Y para terminar, Rocío e Inés dijeron que el 9 era un rulo, como el 6, pero mirando para abajo.Claudia los felicitó a todos porque habían trabajado muy bien y además se había divertido escuchando sus
ocurrencias.Cuando mi abuela me contó este cuento, yo pensé que no tenía nada de diferente a cualquier escuela y
cuando se lo dije ella me respondió: esperá, ya vas a ver cómo sigue…Aquel día la clase de los números terminó justo cuando sonó la campana anunciando que las actividades
del día habían concluido. Maestros y alumnos se fueron a sus casas.En el pizarrón quedaron todos los números como los habían escrito.Allí estaban solos, viendo cómo llegaba la noche en ese frío invierno. El portero, Tobías, que tenía su casa
al lado de la escuela, todas las noches recorría el establecimiento con un farol en la mano, porque en aquellostiempos no había luz.
Caminaba por los pasillos cuando escuchó mucho barullo. Pensó que tal vez se había abierto una ventanay que sería el viento el que lo provocaba. Sin embargo, a medida que se acercaba al aula de Claudia, el batifondoera mayor.
Tuvo un poco de miedo y se aproximó despacio. Entreabrió un poco la puerta y apenas se asomó no podíacreer lo que estaba viendo: todos los números estaban mezclados en una gran pelea.
Él miraba una y otra vez, se restregaba los ojos y volvía a mirar y allí estaban todos peleándose.Dejó el farol en el piso y trató de poner orden, pero no había caso: el 1 pedía que le devolvieran su pata
más corta. El 5 se había enroscado con el 3 y era una cosa extraña. El 2 quería devolverle su pata más corta al 1que la tenía de sombrero, pero no podía. El 6 y el 9 no sabían quién era uno y otro. El 8 lloraba buscando su otrocírculo. En tanto que el 7 y el 4, cansados, se habían acostado a dormir.Tobías se largó a reír con una gran carcajada y no podía parar de reírse. Aquello sí que no lo había imaginadonunca. ¿Cómo era posible que los números estuvieran haciendo tan desopilante lío en un pizarrón?
Los números, o lo que quedaba de ellos, al escuchar las carcajadas de Tobías hicieron silencio y nopelearon más. Él aprovechó a preguntarles qué había pasado (aunque se sentía un poco ridículo hablando conunos números).
Fue el 7, que junto con el 4 eran los que estaban más enteros, el que le explicó a Tobías lo sucedido.Dijo que todo aquello había empezado cuando el 1 afirmó ser el más importante de todos los números,
porque para enseñar a contar siempre comenzaban por él.Tobías pensativo tomó una tiza y dijo: les voy a mostrar algo.
8
19
3
6
20
Y escribió en el pizarrón:1 + 1 = 2 y ayudó al 2 a devolver su pata corta al 12 + 1 = 3 y ayudó al 3 a desenredarse del 53 + 1 = 4 y el 4 ya no pudo descansar más4 + 1 = 5 y el 5 le agradeció haberlo ayudado5 + 1 = 6 y el 6 no se confundió más con el 96 + 1 = 7 y el 7 se acomodó en su lugar7 + 1 = 8 y levantó del piso el círculo que reclamaba el 88 + 1 = 9 y el 9 ocupó su lugar agradeciendo que no era el 6
Como ven, el 1 tiene algo de razón, porque sin él, ustedes no existirían dijo Tobías.Todos giraron sus cabezas y pensaron que tenía razón. Pero antes de que ninguno pudiera hablar, el 9 preguntó:
Y yo más 1 ¿qué?Primero empezaron a reírse algunos y después se rieron todos. Hasta Tobías, que por fin dijo:
Eso estaba esperando que preguntes. Pero ese número lo van a aprender con su maestra, yo no se lospuedo enseñar.
Los números quedaron muy tristes porque estaban ansiosos por saber qué número nuevo se formaba.Viendo que en el aula todo estaba en orden otra vez y que se había hecho muy tarde, Tobías tomó el farol,
dijo hasta mañana y cerró la puerta.Al día siguiente cuando todos los alumnos y Claudia entraron al aula, se dieron cuenta inmediatamente de
que algo había cambiado en el pizarrón. Pero lo que más les llamó la atención es que el número 9 estaba másflaco y parecía llorar.
La maestra se acercó. No podía creer aquello que veían sus ojos ¿sería verdad?Poco a poco los catorce chicos se fueron levantando de sus asientos y la rodearon.
¿Qué pasa, señorita?Ella estaba por contestar cuando escucharon:
Y yo más 1 ¿qué?Todos pegaron un salto para atrás, desconcertados.A partir de ese momento Claudia no sabía cómo poner orden.Finalmente cuando logró que todos estuvieran sentados, les dijo:
Vamos a hacer un repaso de lo números que vimos ayer y hoy van a aprender algo nuevo.Y yo más 1 ¿qué? se volvió a escuchar.
Y fue Pablo el que dijo:El 9 quiere saber cuánto es él más uno.
A lo que Claudia respondió que eso ya lo había escuchado, pero que antes de contestarle al 9, tenían querepasar lo que estaba escrito en el pizarrón.
Sin embargo, todos los niños le pidieron que por favor le contestara al 9 porque no querían verlo tantriste.
Claudia, que también sentía tristeza por verlo tan acongojado al 9, tomó una tiza y escribió:9 + 1 = 10
Entonces yo soy el más importante de todos los números, porque me transformo en dos números -dijo el 9.En el aula se hizo un silencio tan grande que ni las moscas volaban.Justo en ese momento entró Tobías, para explicarle a Claudia lo que había pasado la noche anterior.Cuando terminó el relato, los chicos, que lo habían escuchado con suma atención, le pidieron a
Claudia que dijera qué número era el más importante.Ella, con mucha paciencia, les explicó que no hay un número más importante que otro, que todos
son importantes, que a medida que ellos fueran creciendo verían que un número siempre ayuda a otro atransformarse en uno nuevo y por eso todos son importantes. Finalmente dijo que lo que ella no terminaba deentender era que los números hablaran. Eso nunca le había pasado.
Y según me contó mi abuelita, desde esa vez, los números nunca más hablaron.
— —
—
—
—
—
—— —
—
—
2
21
Ariel Puyelli
y otros cuentos
Ahora que tengo 50 años y me relajé en varios aspectos, veo que tendría que haber escrito
menos y leer más. Pero lo hecho, hecho está. De todos modos, estoy a tiempo de enmendarme con la
Literatura y en la práctica, por estos tiempos, lo estoy intentando.Decir que “escribo para niños y adolescentes” no me convence. Escribo para lectores. Ellos juzgan
si el libro merece ocupar un espacio en la biblioteca o no. Y en qué sector. Pero se me conoce más -
dentro de lo literario- por los libros de cuentos y novelas que entretienen a chicos y adolescentes. (Debo
confesar que el contacto con este público me fascina y me estimula a seguir chichoneando con las
letras).El cuento Las deliciosas vacaciones de los Choriz y los Morsish es, en realidad, un alarde de mi
conocimiento de idiomas y cocina. (Lengüichis et cuisín)Camelia, la gallina cantora, es parte de la colección de cinco cuentos cortos “Chulenguitos”. En
esa colección está acompañada por personajes muy queridos por mí.La novia de la Quebrada, inédito hasta ahora como el primero, debería estar entre los cuentos de
mi libro El ahorcado del desierto, ya que tiene el mismo espíritu y refiere a los mismos temas.Y Las cotorras de la Nené... ¡fue tan divertido escribir esa
historia! Desde los mails que crucé con Nené Guitart, que inspiraron
el relato, hasta la edición artesanal del libro de bolsillo, fue un placer
y hoy es uno de mis libritos menos difundido y más querido por mí.
Ojalá te guste el fragmento que publico en estas páginas.Por último, en la foto vemos a Ciro detrás de un sujeto que
con sus patas delanteras amasa almohadones y tallarines. Y dice que
escribe.
Ilustraciones del autor
Mesié Choriz y su esposa, la agradable Madam Mortadelle y Mister Morsish y su
impecable esposa, Misis Salchich, jamás imaginaron que sus vacaciones en África serían las
más especiales de sus aristocráticas vidas.
Al llegar fueron recibidos con mucha amabilidad por su guía, un hombre muy alto y
negro hasta los dientes, que hablaba muy bien el francés de los Choriz y el inglés de los
Morsish.
A los cuatro extranjeros les encantaba viajar a lugares muy lejanos. En esos años todavía
no se había inventado el avión de pasajeros como lo conocemos hoy en día, entonces se
viajaba en barcos, autos, camiones, caballos y camellos, entre otros medios de transporte.
Para llegar hasta este lugar, nuestros viajeros utilizaron todos los detallados, en ese orden.
¡Sest magnifíc! exclamaban los Choriz montados en sus camellos.
¡Ou ies, itis guánderful! ¡Clik! ¡Click! les respondían los Morsish y sus cámaras de
fotos.
El guía les explicaba que a la derecha del paisaje había desierto, que a la izquierda
podían admirar más desierto, que terminaban de pasar por el centro del desierto y que más
adelante habría muuucho más desierto.
Los Choriz y los Morsish estaban encantados: habían pagado muchisimisimísimo dinero
por ese viaje y cuando los ricos pagan muchisimisimísimo dinero por algo, por más que este
algo resulte un fracaso, para ellos es buenisimísimo. Porque la verdad, los cuatro estaban
muriendo de calor y de sed, pero no querían decir nada para no ofender a nadie, como gente
muy educada que era.
Después de varios días de viaje, llegaron a la jungla. Entonces ahí fue distinto: los cuatro
sintieron morir de calor húmedo, muy húmedo. Los mosquitos eran tan grandes que no
picaban: daban patadas. El lugar estaba lleno de serpientes venenosas, tigres y leones
deseosos de merendar turistas; plantas carnívoras de ésas que existían antes y que se comían
una persona en dos bocados, arenas movedizas, precipicios, ríos imposibles de cruzar y algún
que otro peligro más.
- -
- -
22
23
El guía fue devorado por tres moscas, pero a los Choriz y a los Morsish no les preocupó
demasiado por dos motivos: porque pudieron tomarle fotografías y porque una tribu que, si
bien no entendía el francés ni el inglés, por medio de señas les ofreció alojamiento y comida.
La tribu de los Mondongo estaba muy contenta: ¡al fin tenían visitas!
Los Choriz y los Morsish se sentían en el paraíso, ya que entendieron que no les
cobrarían la estadía. Encima y esto fue la mejor noticia los invitaron a cenar.
¡Morfongui, morfongui! habían gritado los Mondongo sobándose la panza.
¡Uí, uí! dijeron los Choriz.
¡Ies, Ies! exclamaron los Morsish.
Como europeos elegantes que eran, para la hora de la cena estaban vestidos con
formalidad. Y así los cocinaron: formalmente, según los ritos de los Mondongo.
Los Choriz y los Salchich, antes de ser devorados, agradecieron la invitación y tomaron
muchas fotografías de la preparación de la comida; es decir, de ellos mismos flotando en la
gran olla sagrada.
Dicen que dicen los Mondongo, que los cuatro estaban riquísimos. Pero eso dicen los
que dicen que dicen los Mondongo. A mí no me parece serio contar cosas que uno no vio y
mucho menos repetir frases que no escuchó. Esto está tan mal como andar comiéndose a las
visitas. No sé, me parece.
- -
- -
- -
- -
24
Durante horas, la gallinita Camelia aguardaba el canto del gallo. Todas las madrugadas, mientras el
resto del gallinero dormía, ella se acomodaba bien cerca del palo del gallo Quiquirilo como si estuviera
en la primera fila de un gran teatro.Las demás gallinas creían que estaba enamorada de Quiquirilo, pero no era así.Camelia adoraba su voz y su canto. “Es el mejor gallo cantor de todos los gallineros”, aseguraba.No sólo por admiración lo escuchaba atentamente todos los días. La gallinita Camelia también
quería cantar. Cuando le contó esto a su prima Rosalía, recibió una dura respuesta:- Tú eres una gallina y las gallinas cacareamos. No cantamos. Los que cantan son los gallos.- Pero a mí me gustaría cantar como él… -insistió Camelia.- Las gallinas cacareamos y ponemos huevos y basta dijo con fastidio Rosalía-. Y si no pones huevos,
ya sabes qué te pasará…Camelia sabía muy bien lo que les pasaba a las gallinas que no ponían huevos: iban derechito a la
olla del dueño de la granja. “Puedo hacer las dos cosas: cantar y poner huevos. De hecho, puedo ponerhuevos cantando”, se dijo y comenzó a practicar.
- ¡Quiquiricó cooo cooo! Hum… Me parece que no me sale muy bien. Quiquirilo canta quiquiriquíquiquiriquí… Intentaré nuevamente: ¡Quiquiricó cooo cooo!
- ¡Ay! ¡Basta ya con esos aullidos! chillaron las otras gallinas.- ¡No se enojen, tengan paciencia, ya saldrá bien! rogó Camelia, pero ninguna la escuchó.Se armó tal alboroto, que apareció el dueño de la granja, un señor muy serio que con su sola
presencia, hizo callar a todos. Cuando observó que el revuelo no lo había producido algún zorro u otroladrón de gallinas, se retiró tranquilo.
- ¿Viste lo que lograste? le reprochó su prima-. La próxima vez, seguro que nos dejará sin comer…Entonces Camelia, después de poner tres huevos, decidió ir a practicar lejos del gallinero.De un salto, se ubicó sobre borde del estanque, pero los patos tampoco entendieron las
explicaciones de la gallinita, así que la obligaron a irse lejos.- ¡Una gallina que quiere cantar como un gallo! ¡En qué granja se ha visto! rezongó un pato viejo.A decir verdad, ninguno de los animales de la granja soportó las prácticas de Camelia y todos, a su
turno, le exigían que se fuera más y más lejos.El gallo Quiquirilo observó todo desde el techo del gallinero y le dio mucha lástima la pobre
Camelia. Entonces se acercó a ella y, como no pudo convencerla de que no cantara, se dio cuenta de quelo mejor era darle unas lecciones:
- Debes alzar la cabeza así… Inflar el pecho de esta manera… Sacar el aire muy fuerte y acomodar lagarganta para soltar un poderoso… ¡Quiquiriquíííí!
Camelia estaba emocionada. ¡El mismísimo Quiquirilo, el mejor gallo cantor, le estaba enseñando acantar!
- ¡Quiquiricó cooo cooo…!- No, no… Intenta nuevamente le pidió con paciencia Quiquirilo.Así estuvieron casi una semana. Después de poner dos o tres huevos, Camelia se retiraba muy lejos
con el gallo y practicaba canto.Finalmente, tanto esfuerzo rindió frutos. Camelia tenía una voz preciosa y su canto era tan potente
y bello como el de Quiquirilo.- ¿Ahora qué harás? le preguntó el gallo cuando consideró que la gallinita ya había aprendido todo
lo que él podía enseñar-. ¿Piensas que te darán empleo en algún gallinero? Los que cantan son los gallosle recordó.
Si bien Camelia estaba contenta porque al fin había aprendido a cantar, se puso un poco tristeporque Quiquirilo tenía razón. El gallito se dio cuenta y le propuso lo siguiente:
- Mira, hagamos esto: si nuestro patrón no se enoja, puedes cantar conmigo. Madrugar, madrugas,lo veo todas las mañanas…
Camelia se puso muy feliz por la propuesta del gallo y al día siguiente cantaron juntos por primera
25
vez. Al escuchar el canto precioso de los dos, toda la granja se acercó de inmediato. Al finalizar,aplaudieron con ganas.
Esta situación se repitió varios días. Pronto, Camelia y Quiquirilo se convirtieron en verdaderasestrellas de la granja. Todos los animales estaban fascinados con ellos y cada madrugada era unespectáculo único.
El dueño de la granja despertó un día muy extrañado por lo que estaba escuchando. Cuando llegóhasta el grupo de animales que escuchaba el canto de esa mañana, todos huyeron, creyendo que seenojaría mucho porque ninguno estaba en su lugar.
Sin embargo, lo único que dijo fue “caramba, qué curioso…” Y se retiró.Al día siguiente, regresó a escondidas con un grabador. Registró la canción de Camelia y Quiquirilo
sin que se dieran cuenta y volvió a irse.Una tarde, llegó un automóvil que parecía muy importante, de tan grande y lustroso que era. De él
bajaron dos señores y hablaron con el dueño de la granja, quien les hizo escuchar el canto de la gallinita yel gallo.
Los animales creyeron entonces que había llamado a la policía y se asustaron mucho; más aúncuando el hombre metió al gallo y la gallina en una gran caja.
- ¡Los vendió! ¡Seguro que está muy enojado! ¡Adiós, amigos! dijeron con tristeza algunos animalescuando el automóvil partió rápidamente llevando a los dos compañeros de granja.
Pero al cabo de algunos meses, regresaron. Camelia y Quiquirilo estaban muy cambiados. Losanimales no sabían exactamente por qué, pero había algo en sus apariencias que los mostrabadiferentes.
Entonces supieron qué había ocurrido: los dos habían sido llevados por esos señores que eran de latelevisión, para cantar frente a las cámaras y en espectáculos especiales, ya que era la primera vez en lahistoria de las gallinas que una de ellas cantaba con un gallo. Y encima, que el gallo la acompañara.
Los animales de lagranja festejaron la noticia ylos abrazaron con muchaalegría.
Desde ese momento,todos sin excepción,quisieron cantar como elgallo.
Imaginen ustedes elrevuelo que causaban lasvacas, los caballos, los patos,las gallinas, los pollitos, lascabras y las ovejas, cuandotodos al mismo tiempointentaban cantar“quiquiriquí quiquiriquí”.
Debo confesar que hastayo he caído en la tentación ya la mañana siguiente deenterarme esta historia, melevanté bien tempranito ehice el intento.
De más está decirles larisa que causó en mi familia yen los vecinos… ¡Quépapelón!
26
Es el único lugar donde el sol no se pone: se esconde Como si
el sol de la Quebrada fuera otro sol y no fuera el mismo que ilumina el resto de los cerros y montañas…
El sol de la Quebrada se esconde. Huye. Se escapa.
La muchacha vivía con sus padres allá, detrás de aquellos cerros. No se sabe si la adoptaron, la
recogieron o si la tuvieron de muy grandes… Se sabe, sí, que casi ni tuvo contacto con las personas y que
los padres murieron cuando era una adolescente…
La sangre… En fin, ya se sabe. La muchacha creció y quiso un hombre. Pero para ese entonces ya ni
hablaba. Se había convertido en una ermitaña. Las palabras habían quedado enterradas con el tiempo.
Los que la vieron en vida, dicen que ni edad tenía. Bien podía ser joven. Bien podía ser una mujer mayor
para cuando no aguantó más.
Los que la vieron por entonces, afirman que ya había dejado de ser gente. Era un pedazo de monte,
nada más. Pero quería un hombre.
Y no aguantó más. Y bajó.
Nadie culpó a los animales salvajes.
O se volvió monte.
Sabemos que están muertos. Aunque nunca apareció un cadáver.
El monte no conoce las reglas del amor. Sólo sabe de la vida y la muerte. La supervivencia, en fin…
No se conocen conjuros contra el deseo salvaje. No se conocen…
, dice el alemán con su énfasis de erres.
El alemán juega con sus palabras. Quiere jugar con sus oyentes. Todos escucharon los relatos de la
novia. Todos cuentan su historia. Y a diferencia de otros, cada uno de ellos es fiel al original.
El alemán hace pausas infinitas. Mira a los ojos y hurga en el interés y la curiosidad de sus
interlocutores. Luego, cuando está satisfecho de haber atrapado toda la atención, prosigue:
En el monte sin gente no hay tiempo.
Mientras el alemán habla, el sol busca su escondite y el último reflejo parece un velo de novia en las
aguas tranquilas del lago.
Como para darle tiempo a la muchacha para que descienda hasta el infierno mismo, la boca del
alemán calla.Y la muchacha baja hasta el bosque, junto al lago. Allí están los hombres. Allí está el deseo sin
palabras. Sólo deseo. Deseo puro. Salvaje como el monte de sus venas.
La afirmación rotunda del alemán no deja resquicios de duda.Cuando desapareció el primer muchacho empezó la cacería.Como si se hubiera desatado una ley natural, de inmediato se supo que había sido la muchacha.
Aquellos pocos que la habían visto, sabían que sucedería algo así. Y sucedió repetidas veces. Pero la
muchacha desapareció.
La vivienda precaria se convirtió en tapera. Y ella en leyenda.
La noche se abre tan inmensa como el misterio.
La novia de la Quebrada es también la novia de la luna. Extraña paradoja: la misma luna que
encanta a los enamorados enciende la leyenda.
La Nené tiene cotorras. Bueno, que la Nené tiene cotorras, es una forma de decir. La Nené no tiene cotorras. Las
cotorras no son de nadie. Alborotan el árbol de la vereda de Nené, y ella dice que le pertenecen. Las cotorras cotorrean
todo el día y la Nené cree que se quieren comunicar con ella. “Me hablan todo el tiempo”, asegura la Nené, pero no
cuenta qué le dicen. O sí, a veces dice algunas cosas que suenan un poco extrañas, como que la invitan a tomar vino.
La Nené está un poco loca. Bueno, que la Nené está un poco loca, es una forma de decir. Yo digo que está un poco
loca porque cree que las cotorras son angelitos. Para mí, son cotorras comunes y silvestres, pero ni ahí de decírselo a la
Nené. ¡Se pondría como loca! Aunque ya esté un poquito.
Que la Nené crea que las cotorras del árbol de su vereda son angelitos que la invitan a tomar vino, a lo mejor no
es tan grave. Lo grave es que están desapareciendo todos los gatos del barrio y la de al lado la culpa a la Nené. A pesar
de que nunca la vio ni así de cerquita de alguno de los mininos, la Chola, la de al lado, ha inventado cada cosa. Una vez le
dijo a la de enfrente que se los come. La de enfrente, para mandarse la parte de que es medio finoli, vomitó en la
vereda del asco que le dio, según ella. Otra vez, le dijo al del almacén que los mata y los entierra en el fondo de la casa.
Pero el del almacén no la escucha nunca, así que se limitó a decirle “siete con cincuenta, señora”. La Chola siempre la
acusa a la Nené frente a los otros, pero nunca se lo dijo a ella, porque sabe que la Nené no tiene nada que ver con las
desapariciones de los gatos y se pondría muy triste por semejante acusación. Cuando se pone triste la Nené, llueve
semanas enteras. A lo mejor es coincidencia, pero la Chola es muy supersticiosa. “Capaz que es verdad que esos
bicharracos son medio angelitos y hacen milagros para ésa (para la Nené)”, pensó la Chola al quinto día de lluvia,
después de decirle a la Nené qué feo tenía el pelo, que por qué no se compraba chancletas nuevas y otras descortesías
por el estilo. Al sexto día, le llevó de regalo un par de chancletas nuevitas y santo remedio. La Nené se puso contenta y
salió el sol. La Chola rezó hasta bien entrada la madrugada.
La Chola no tiene árboles en la vereda. Y odia a las cotorras aunque cree en los angelitos y una vez tuvo una gata
a la que le puso de nombre “Manuelita”. Un buen día, la gata desapareció. La Chola culpó a la Nené y la Nené le dijo que
con ese nombre, seguro se había ido de viaje, que la buscara en Pehuajó. La Chola se enojó tanto, que espantó a las
cotorras ese día. La Nené ni se inmutó. Le respondió que ése no era nombre de gata, sino de tortuga. Cerró la puerta de
su casa y no salió en toda la tarde.
Cada vecino al que le desaparece su gato y que le va a reclamar a la Nené, recibe respuestas similares. Pero nadie
denuncia nada a la policía porque todos creen que está loca. Y la gente le tiene miedo a la gente loca. No soy el único
que cree que la Nené está loca. Y eso que yo no tengo gatos. Aunque
creo en los angelitos y no en las cotorras. Quiero decir: no creo que las
cotorras hablen como las personas. Mucho menos con la Nené. Las
cotorras son inteligentes y no entablarían conversación con
alguien como la Nené, que está un poco loca. O loca del todo. No
sé.
A la Nené se le puso en la cabeza que a los angelitos, o sea a las
cotorras, les pueden gustar sus sándwiches de milanesa. Todos los días, al
mediodía, les prepara una docena de sándwiches de milanesa y los
deja a todos en fila sobre el tapial, junto a la vereda. Luego regresa
a la cocina a vigilar que no se le peguen los fideos. Las cotorras
miran los sándwiches de miga y no dicen ni mu. Tampoco podrían
decir mu, ya lo sabemos. Es una forma de decir.
(Fragmento)
27
Cuando los linyeras del barrio se dieron cuenta, se pusieron muy contentos. Todos los mediodías espían desde
la esquina y cuando la Nené cierra la puerta de su casa, corren a buscar los sándwiches. La Nené, después de almorzar
sus fideos, se pone muy contenta al observar que de sus sándwiches no quedan ni las migas. La Chola también se
alegra, pero de que los linyeras no vayan a pedirle más pan duro. Las cotorras, no sé si se alegran.
El barrio, ni lerdo ni perezoso, enseguida les puso un apodo a los linyeras que almuerzan los sándwiches de las
cotorras de la Nené: los cotorros de la Nené. Eso le causó mucha gracia al barrio. Hasta que un día la Nené, con eso de
que los angelitos la invitan a tomar vino, dejó una cajita en el tapial y los cotorros se emborracharon en la esquina y
armaron un alboroto bárbaro. La Nené, desde la cocina, escuchaba cantos y gritos. Pensó que eran sus angelitos que
estaban brindando con el vino que les había dejado en el tapial y entre fideo y fideo, agregó en su lista de compras,
muchas cajitas de vino. Por suerte la policía la convenció de que no era conveniente que las cotorras tomaran vino y la
Nené, que les tiene pánico a todas las personas con uniforme, les hizo caso y no dejó más cajitas en el tapial, si no…
Desde el día que los cotorros armaron el escándalo en la esquina, los papás de los chicos del barrio empezaron a
amenazar a sus hijos. “Si no tomás la sopa, vas a terminar siendo un cotorro”. Cuando los chicos del barrio de al lado se
enteraron, comenzaron las burlas en toda la ciudad. Cada vez que ven a un chico del barrio de la Nené, le gritan “qué
hacés, cotorrito”. Y se arma la bronca. Pero de esto, la Nené ni enterada. La Chola tampoco, ya que se la pasa en la
ventana esperando que regrese su gata Manuelita y es lo único de lo que conversa. Aparte de hablar mal de la Nené.
Cuando está por nevar, las cotorras se inquietan más de lo normal. Esos días, la Nené saca una silla y se queda
horas viendo cómo revolotean sobre el árbol. La Chola dice que les habla, que les pide que la gente enferma se cure,
que no haya más guerras y que baje el precio de los fideos. Esos días, los cotorros también se inquietan, porque la
Nené se olvida de hacer los sándwiches de milanesa. Y los cotorritos pasan el tiempo mirando al cielo, a ver cuándo
comienza a nevar para hacer batallas de bolas de nieve con los otros chicos, los que se burlan de ellos. Esos días, todos
son espías: la Chola espía a la Nené y espía a ver si regresa Manuelita; los cotorros espían a la Nené a ver si se decide a
hacer los sándwiches de milanesa; los cotorritos espían el cielo a ver si empieza a nevar; los chicos de los otros barrios
espían a los cotorritos; los pocos gatos que quedan en el barrio espían a las cotorras y las cotorras de la Nené no,
porque las cotorras no saben espiar. Yo, que estudié la vida y las costumbres de
las cotorras, lo sé muy bien.
Cuando a finales del invierno las cotorras viajan a otros lugares y
abandonan el árbol de la vereda de la Nené, la Nené se pone muy triste
porque primero piensa que les dijo algo que las hizo enojar. Entonces
vuelve a sacar la silla a la vereda y llora desconsoladamente dos o tres
días. Cuando la Chola, harta de sus gemidos y llantos, siente lástima por
ella, sale a la vereda y la convence de que los angelitos volaron al cielo
para tomarse vacaciones. La Nené, al final le cree y se serena. A veces
piensa que ella también debería tomarse vacaciones, entonces llama
por teléfono a las agencias de turismo del pueblo para preguntar si ya se
hacen viajes al cielo. Como todos conocen a la Nené, le responden que
en poco tiempo partirán los primeros vuelos y que se quede tranquilita,
que la primera en viajar, será ella. La Nené se pone loca de contenta, lo
cual es una forma de decir, y se queda horas y horas en la vereda
mirando al cielo planeando viajar a tal o cual nube.
Los que la pasan muy mal son los cotorros, que tienen que volver
28
a pedir comida a los vecinos. Es ahí cuando la Chola reza para que las cotorras
de la Nené regresen pronto con los sándwiches de milanesa. Sucede que la
Chola es muy amarrete y no quiere ni siquiera regalar el pan duro. Y eso que la
Chola come tanto pan como la Nené fideos.
En el verano, en ausencia de las cotorras de la Nené, siempre viene de
visita la prima Esther. La Esther vive en Buenos Aires y como es más amarreta
que la Chola, prefiere aguantar a la Nené y sus fideos que pagar un hotel para
salir de vacaciones. La Nené no entiende cómo las cotorras no son capaces de
irse de vacaciones a su casa, en lugar de ir al cielo, que está tan lejos y todavía
no hay viajes en aviones especiales. Entonces la Esther le explica que las
vacaciones consisten en irse del lugar donde vive uno, por un tiempo. La Nené
piensa que piensa, al final se convence. O se resigna. Y pasa horas aburriendo a la
Esther con sus cuentos de que los angelitos le dicen esto o aquello. La Esther no la
escucha. Si la escuchara, podríamos enterarnos qué es lo que dice la Nené que le
dicen las cotorras. Pero la Esther es amarrete hasta para escuchar.
La Chola le tiene una bronca bárbara a la Esther, porque la Esther llega con sus ropas, joyas y zapatos de taco alto
de ciudad. Mientras dura la visita de la Esther, la Chola se olvida de su gata Manuelita y se la pasa murmurando que
qué se la cree ésta, que quién le dijo que eso le queda bien, que dónde se ha visto semejante mal gusto y cosas por el
estilo. La Esther nunca la mira de frente a la Chola. Siempre de costado o de reojo. La Esther dice que la Chola es muy
bruta. Y no está muy equivocada, pero la Chola tampoco. Quién se cree ésa que es para decirle bruta a la Chola.
Cuando la Esther está sentada junto a la Nené, en la vereda, los cotorros ni se acercan. Saben que la Esther los
saca corriendo. No los soporta ni de lejos. Qué barbaridad, qué barbaridad, se la pasa diciendo la Esther cuando los ve
rondar la esquina. Quién permite esto, dice la Esther. La Chola se pone contenta, porque los cotorros no se acercan a
su casa. Pero en el fondo la Chola es mala persona. Cuando la Esther está en la vereda y los cotorros en la esquina, saca
una bolsita con pan duro y lo apoya en su tapial, tentando a los cotorros. La Chola espera que los cotorros se acerquen
para que la Esther arme un escándalo de novela. Aunque esto no sucede, porque los chicos del barrio, los cotorritos,
no la quieren a la Chola. Siempre aparece corriendo alguno de ellos y manotea la bolsita para llevarla a manos de los
cotorros. La Esther, que está con la cabeza embotada por la charla de la Nené, apenas si tiene fuerzas para gritar
“nene, más despacio que podés atropellar a alguien”. Es ahí cuando la Chola se encierra otra vez en su casa y no sale en
todo el día, de tan chinchuda que se queda.
Los cotorritos son muy traviesos. Una vez fabricaron una cotorra de papel maché y la colocaron sobre una rama.
A la mañana siguiente, imitaron el habla de una cotorra y la Nené se asomó por la puerta llorando de la emoción. Los
cotorritos se fueron y desde la esquina opuesta a los cotorros, observaron con muchas risas cómo la Nené la saludaba
primero y se callaba después, intrigada por el silencio de la cotorra. Cuando a la Nené le empezaba a agarrar un ataque
de angustia, los cotorros, que habían advertido la travesura de los cotorritos, se acercaron a la Nené, la distrajeron y
retiraron la cotorra de papel maché. “Uy, se voló”, dijo uno de los cotorros y la Nené se tranquilizó. “Por qué mejor no
le deja muchos sándwiches de milanesa, por si vuelve”, sugirió otro. La Nené le hizo caso y ese día los cotorros no
tuvieron que salir a pedir pan duro por el barrio. Los cotorritos, temerosos de la furia de los cotorros, nunca repitieron
la travesura. Aunque los cotorros hubieran preferido que lo hicieran todos los días.
Un verano se hizo muy largo y la Nené se enfermó de tanto esperar a las cotorras. Pensó que se habían perdido
en el cielo y que no podían regresar de sus vacaciones. No tenía con quién hablar y además extrañaba condimentar el
huevo batido con provenzal para los sándwiches de milanesa. Se sentía muy mal. Y para colmo de males, no dejaba de
29
llover a cántaros. La Chola estaba preocupada por la Nené y porque se le llueve la cocina. Los vecinos buenos del barrio
organizaron una comida y, bocado va, bocado viene, se pusieron a pensar. Uno tuvo una idea brillante: encargarle a un
pariente del norte una buena cantidad de cotorras para soltar frente al árbol de la Nené. En menos de un mes, recibió
un jaulón con más de cincuenta cotorras. Los vecinos aprovecharon la madrugada para soltar las cotorras, que, como
si supieran de qué se trataba la campaña, se acomodaron en el árbol. A la mañana, empezaron a gritar. La Nené salió
en camisón loca de alegría. Loca, es una forma de decir, ya que para ese entonces ya estaba bastante loca. Pero cuando
la Nené se acercó al árbol, las cotorras extranjeras huyeron despavoridas y no regresaron nunca más. Por las dudas, la
Nené preparó sándwiches de milanesa. Los que regresaron ese mediodía mientras ella comía fideos, fueron los
cotorros y se llevaron los sándwiches empapados. A la tarde, la Nené esperó y esperó. Pero nada. Las cotorras no
volvieron. La Nené estaba a punto de volver a enfermarse cuando el viento cambió y el aire se puso frío. Y el frío la curó
a la Nené, que renovó su confianza en que de un momento a otro, las cotorras, sus cotorras, sus angelitos, volverían.
La Nené cumple años en febrero, cuando las cotorras están de vacaciones. Los vecinos organizan una gran
comida en la calle y hasta viene el intendente. Todos, menos la Chola, sacan mesas, sillas, platos, manteles, y
comparten una tremenda olla de fideos. A la Nené la sientan de cara a su árbol y ese día, por suerte para todos, no se
pone triste, sino no podrían comer afuera. Como ocurre siempre, todos hablan a los gritos y nadie se escucha. Los
cotorros reciben en la esquina platos de plástico con fideos y los cotorritos se portan bastante bien. La Chola aparece a
la hora del brindis, con un vestido pasado de época, pintarrajeada en exceso y con un paquetito. Todos aguantan la
risa cuando ven así a la Chola. La Nené elogia su vestido, su maquillaje y recibe el paquetito. El regalo de la Chola es
siempre el mismo, pero la Nené, que aparte de estar un poco loca es bastante desmemoriada, abre el paquete como si
fuera una novedad. “Qué será, qué será”, se pregunta y las madres tapan las bocas de los cotorritos para que no metan
la pata. “Ay, qué lindo, una cotorrita blanca”, dice la Nené y la Chola siempre la corrige molesta: “no, querida, es un
angelito de cerámica”. “Eso fue lo que dije”, remata la Nené y todos se ríen. Menos la Chola, que se hace la simpática y
se sienta junto a la Nené para levantar un vaso de sidra y brindar con todos.
A la Chola el alcohol le hace mucho mal. Un vasito de sidra es suficiente para que se emborrache. Entonces,
todos los años, también se repite el mismo rito: la Chola termina su vasito de sidra,
eructa despacito y dice que en honor a la Nené va a cantar una canción. Los
cotorros se acercan para no perder ningún detalle, los cotorritos se acomodan
para reírse de ella y los vecinos se resignan a los alaridos de la Chola, que cree
que es una soprano del teatro Colón. Por suerte las cotorras están de
vacaciones, si no…
La Nené aplaude a rabiar las canciones de la Chola hasta que se cansa y sin
decir nada, se retira a dormir la siesta. Uno a uno, los vecinos llevan las mesas,
las sillas, los platos y los manteles; y el intendente queda con ganas de decir
un discurso. La calle queda desierta bajo el sol de la tarde y los cotorros
guardan celosamente los fideos que sobraron. El barrio vuelve a la
normalidad, lo cual es una forma de decir, porque la Chola, hasta que no
queda sin voz, continúa sus alaridos. Extenuada, ve que está solita,
haciendo equilibrio en una silla de plástico, entonces se deprime y
regresa a su casa llorando hasta que entra en un profundo sueño que
dura hasta el día siguiente, cuando es la Chola de siempre.
30
Rafael Urretabiscayay otros cuentos
Rafael Urretabizkaya nació en Dolores, Buenos Aires, 8 de octubre de 1963, justo el día de sucumpleaños.
Escritor y maestro. Desde 1983 en el sur de Neuquén, Patagonia Argentina, trabajó comomaestro rural y durante 17 años en diferentes comunidades mapuche del sur de la provincia, (Aucapán,Chuiquilihuin, Pilo Lil, Huilqui Menuco, Paila Menuco para arriba y abajo como huevo de rengo),actualmente en San Martín de los Andes.
Para la compañía de títeres "La pelela" realizó una adaptación de El Quijote de la Manchaestrenada en 2005 y de larga gira. Ahora trabaja con la misma compañía la puesta de "Vairoleto".
Flojo para el éxito, amansa ganas de dormir una siesta a la orilla del río ahora que viene el veranoy así etcéteramente algunas cosas más.
Publicaciones:(con la beca de Fundación Antorchas, Buenos Aires, Corregidor, 1997); libro
de cuentos, en coautoría con W. Arrúe san Martín de los Andes Ed. Mingaco, 2000, y cuatro
reediciones); novela(Córdoba, Nuevo Siglo, 1997);
libro de cuento(San Martín de los
Andes, De la Grieta, 1997); libro de poesía, libro de cuentos
compartido con Emilio Urruty y SilviaIparraguirre, Buenos Aires, Editorial Desde laGente,(2.004)
editado entre la SEA Neuquén yel Plan Nacional de Lectura (2.008)
(San Martín de los Andes, De la Grieta,2011); libro de poesía
(Neuquén, Educo, 2013).Novela.
Y en antologías regionales (Argentina yChile) y nacionales.
Te agarro a la salida
.
Aimé
.
Tita y Toto
.
Carlito el carnicero
.
Tierras de aventuras ,
.
Teresa,
.
Informe sobre aves y otras cosas que
vuelan
.
La ruina
31
32
A veces pienso porqué será que su nombre me venía conocido, aún desde la certezaque no era así.
Cómo es que todo podía ser inaugural y familiar al mismo tiempo.Lo pienso ahora y lo pensé entonces, durante esos primeros encuentros en que por
sobre todo, ella se ingenió para ser de antes y de ahora.El árbol no daba fruta hacía seis años. Yo en realidad nunca lo había visto dar, pero
lo quería porque los chicos necesitan donde subir por eso de ver el mundo desde abajo,supongo.
Le habríamos dicho “el ciruelo” como al de la tía de Eti, pero desfrutado como era ledaba solamente para ser “el árbol”. Árbol que nunca daba pero que ese año dio.
La abuela se había callado hacía poco. Sus distintos modos del silencio eraninterpretados por mi tía que sabía exactamente si la abuela quería acostarse o sentarse en lasilla debajo del alero.
Yo tenía un presentimiento de trampa en las dos.Por eso a veces me sentaba un rato frente a frente de la abuela y le hacía mis mejores
morisquetas durante un rato, pero la guacha se las aguantaba en su mirada de pez.A veces le decía a tía que la abuela se quería acostar. Ella venía, escuchaba su
silencio de estar sentada y me decía que no. “No ves que no”.A veces pienso que la conocía o que conocía algo de ella que me hacía suponer el
resto.El árbol dio unas ciruelas hermosas que la tía me prohibió tocar. Es que con algunas
verdes pero grandes quería hacer dulce ácido de ese que sólo puede comer una tía comoella, con las maduras orejones y con las pasadas compota y dulce del que comíamos lagente. Es decir que para mí quedaban las verdes pero chicas y robar.
El árbol se sacudía el sueño que le agarraba la raíz hace una vida y la tía instalaba unreglamento frutero casi impasable.
La abuela se decidió por ese tiempo a agregar un silencio tres, o la tía a descubrirlo.Fue justo cuando le trajeron la silla de ruedas que empezó a callar de manera que
claramente significaba: “llévenme a la vereda, frente al ciruelo”.Pienso que cuando la vi me acordé de ella y fue también como acordarme de mí. Me
despertó cosas que tenía de antes y después.Que venía de Conesa lo dijo de un principio, como señalando un allá. Un lugar del
que no podía ser parte. Y no dijo mucho más. Hablaba eso sí de su tía donde la habíandejado y ahí crecía yo, porque su tía era más la vieja Char para mí, que cualquier otra cosapara ella.
Fue rechazada por los demás por haber caído a esa esquina, con los Char. Nosotrosno teníamos botellas rotas en la medianera como ellos ni en realidad huerto o gallina que lojustifique, pero también éramos los solos del barrio.
33
Por eso creo, y porque el ciruelo se animó ese año, empezamos a encontrarnos en la
siesta y tuvimos ocasión de robar fruta de la verde para dulce, de la madura para compota
y orejones y también de las habilitadas verdes chicas.Fue haciéndole pata para que suba que eligió quedarse a mitad de camino, con un
pie en el suelo y el otro entre mis manos y me besó dulce y ácida, poniendo todos sus
quince contra mis doce. Y el tronco soltó olores que le volvían de otro tiempo justo cuando
ella se desprendía la blusa.Yo sentí cómo la tía dormía. Pude ver su boca entreabierta con un hilo de baba, la
rejilla en el pelo.Sentí que el ciruelo volvía de un viaje, que vapores y sombras lo recorrían.Y sentí que la abuela frente nuestro, en su silencio tres, mentía.Apoyó su segundo pie en el suelo, me tomó las manos y comenzó a pasárselas por
su pecho primero y enseguida una dejó ahí y la otra mandó entre sus piernas que estaban
para compota.Se apretó contra mí soltándome las manos que ya supieron y con brazos y pestañas
y la sal de su cara me aplastó contra el árbol y nos dijo cosas.Sentí que algo se develaba dentro mío. Como la confirmación de una duda de toda
la vida, cuando me bajó los pantalones y la abuela miró como nunca a ninguna de mis
muecas. Y grité que la había descubierto mientras ella se frotaba y decía que ¡shhhh! Y la
abuela no sólo me miró sino que gritó desde el fondo de su vida un silencio cuatro que
despertó a la tía que llegó con la rejilla en el pelo y el cuello atorado de retos y pisó una
ciruela de las de dulce y la abuela se murió y yo no nací; pero fue como empezar de nuevo.
34
Sentado al borde del amanecer, el tipo se ceba un mate mientras mira crecer la mala
nueva.Trae la yeta pegada en cada mueca y lo hace con un orgullo casual e inmerecido. Es
la viva imagen de un cristo arrepentido de andar movilizando tamaño despelote.No saber es parecido a ser impune, pero es distinto que inocente.Agita las manos como papando moscas, aunque es el aire otra vez lo que empieza a
irritarle las mucosas. Se coloca el pañuelo en la boca y estornuda monedas cansadas.El patrón se anuncia gritando su condición al final de la huella. Dice que es el patrón
desde el triple plateado de su nuevo vehículo, cruza de camioneta con jet y elefante. Sin
apearse le dice al tipo que necesita más y que más rápido. Espera que éste baje los bidones
de la caja, y tiene la deferencia de decirle chau con dos palmadas en la espalda.Patrón se aleja con la gracia de un ovni en sentido contrario del viento.El viento, justamente, le trae al piloto un olor de la infancia. Un olor que al mismo
tiempo lo afloja en sonrisa y lo pone en alerta. Olor que le aprieta las bolas y le acariña la
cabeza. Llega en el mismo olor la sal de un tiro perdido y el desmayado tono de un pedido
de clemencia.Lo siente.Siente pero no alcanza a descular bien de qué se trata.No saber, a veces, es parecido a ser impune pero distinto que inocente.Vacía los bidones en el tanque del avión y sale a arar el cielo de la soja.Verde intenso, barrios, verde intenso, barrios, verde intenso, escuela, verde intenso,
ríos.No es tan difícil embocar aire en el aire, piensa el tipo, justo en el instante que en un
patio de tierra tres pibes detienen su juego para tirarle a la avioneta gomerazos y saludos
admirados.Los saludos porque es lindo volar, los gomerazos porque hace rato que por la zona
no se ve ni un solo pajarito.
35
Cuando en la escuela todos se pusieron contentos porque llegaba el viernes, Fredi, no.
Cuando se juntaron el sábado a jugar a la pelota y discutieron a quién le tocaba patear para abajo, a
Fredi le dio igual.
Cuando la mamá amenazó el domingo con el baño, fue Fredi y se bañó.
El lunes en la escuela, Fredi miró para el lado de la ventana y para el de las cuentas, pero no pudo
tirar ni una mirada para el tercer banco.
El martes pudo pero con ojos revoleados que le devolvieron una imagen toda tembleque.
El miércoles pudo de nuevo, pero en medio de un ataque de risa y sin que hubiera pasado nada
gracioso. Fredi pudo, incluso, pensar en medio del risaso, ¿por qué hago esto? Pero la risa le ganó al
pensamiento.
El jueves no pudo de vuelta. Capaz fue por lo de la risa del miércoles, o porque no, pelado; nunca
se sabrá.
Llegó el viernes y cuando todos se pusieron contentos, Fredi, no.
El sábado volvieron a la canchita Ya no había puelche, entonces a todos les daba igual patear para
el arco de abajo o el de arriba; a Fredi, también.
El domingo la mamá dijo baño, y le sobraron todas las amenazas y explicaciones porque con esa
sola palabra alcanzó para que Fredi se entregara.
El lunes miró para el tercer banco... pero estaba vacío.
El martes no miró, pero supo todo el tiempo que estaba ocupado.
El miércoles miró con ojos revoleados, ¡pero así es imposible!
El jueves arrancó sereno pero otra vez le ganó la risa. La risa dos, sereno cero, parece que pensó.
El viernes cuando todos se pusieron felices porque por fin llegaba el fin de semana, Fredi, no.
El sábado se quedó en casa jugando a la bolita. Se quedó como la vez que estuvo enfermo, pero
estando sano.
El domingo se bañó antes de que se lo pidieran y ahí fue que su mamá aceleró la preocupación.
El lunes su mamá lo acompañó a la escuela y habló con la señorita Rosana que le dijo: “Tu chico
anda muy distraído, además de abstraído, ausente y anónimo, hacelo revisar”. Cuando dijo el chico la
maestra se refería a Fredi y con todo lo demás quiso decir que andaba en la luna.
El martes la mamá lo llevó al médico y Fredi faltó a la escuela. El doctor le pidió un análisis de
materia fecal y otro de orina, que es lo mismo que la caca y el pis pero en otro idioma.
El miércoles fue a la escuela, miró para el tercer banco pero se puso un libro delante de los ojos
como tratando de evitar encandilarse.
Por la tarde hizo caca y pis en dos frasquitos, y llevaron al médico materia fecal y orina.
36
El jueves volvió la risa traicionera, una risa que se mandó sola. Que no pidió permiso, ni perdón,
ni chiste; arrancó y chau. La risa tres, pensó, abatido por la goleada.
El viernes todos se pusieron contentos porque era viernes. Fredi no.
El sábado fue a la canchita pero se quedó a un costado dibujando corazones en el suelo, después se
volvió porque tenía ganas de algo que no sabía si era orinar o solamente hacer un poco pis.
El domingo se juntó la familia: el abuelo, la abuela, todos los de la casa y, además, la tía Julita.
Supo que hablaban de él porque le tiraban miradas resbaladizas, y eso que desde siempre lo habían mirado
de pechito. “Los frasquitos”, pensó.
El lunes fueron al médico.
El médico andaba contento por algo que no se preguntó y no tuvo el deseo de explicar, pero
andaba contento. Aunque los frasquitos no se hicieron presentes en el momento de la consulta se notó que
habían dicho lo suyo, porque la única vez que fueron nombrados, el médico dijo tres no, apretados. Dijo
así: nonono. Tres no apretados, en medicina quiere decir nada que ver.
El martes Fredi miró al tercer banco, pero justo desde el tercer banco miraban para la ventana.
El miércoles miró de vuelta al tercer banco y desde ahí otra vez miraban para la ventana; entonces
Fredi miró para la ventana.
En esa ventana se forma un alero que cae cerrado contra la pared y Fredi vio lo que miraban desde
el banco de atrás. Una parejita de lloicas que había armado un nido y tenían tres huevitos y todo.
Entonces miró la ventana y después al tercer banco, a ella, a Vanina. Y no tuvo ataque de risa ni
ojo revoleado, ni tuvo necesidad de decirle que se había enamorado tanto hasta tener que hacer caca en un
frasquito.
Ella le hizo shhh, con un dedo delante de la boca. Como queriendo decir que no dijera lo del nido.
Fredi le contestó con una sonrisa como queriendo entender todo lo que él necesitaba, y ahí nomás supo
que tenían un nidito y un secreto.
Ese mismo sábado Fredi volvió a jugar al fútbol en la canchita, no hizo ningún gol, pero estuvo
contento como si hubiera hecho unos cinco.
El domingo se resistió al baño con todas sus mañas y la mamá, aunque se hizo la empacada, estuvo
contenta.
El lunes nacieron los pichones.
37
Carlos Mario quería olvidar a esa mujer y ahí nomás lo invadió una idea razonable.
“Lo primero es lo primero”, dijo. Fue al registro civil y solicitó para Ella un nuevo nombre
y poder así superar la necesidad olvidadora. La empleada del registro le dijo que no había
problema ninguno, que se acercara en horario de 8 a 9 un martes o un viernes, con un
sellado de 3,50 y fotocopìa del acta de nacimiento de la doña a olvidar. Le dijo que esas
copias se entregan solo los jueves, pero que la encargada está de encargue con fecha
probable de parto dentro de 27 días. Destacó también que no olvide buscar tres testigos ya
sean de crímenes o cosas que ayuden a la policía que como es de público conocimiento
está escasa de personal y que además, se viene la peña policial por el día del garrote y los
agentes están abocados en armarse su merecido homenaje de ellos. Le dijo, por fin y por
final, que estaba de suerte porque lo atendía Ella en persona, pero que se apurara porque la
estaban por trasladar a la perrera municipal debido a la escasez de perros y la alta
desocupación en los caniles para que ocupara alguno de ellos.Carlos Mario sin desanimarse notó que cuando la empleada del registro dijo “de
suerte”, cuando dijo exactamente “está de suerte”, le sucedió un destello que le nació desde
el hueso peroné y la tomó toda entera como a un ángel produciendo un efecto parecido a la
luz mala, pero buena, “pero bueno” dijo ella; al advertir la mirada engripada de amor de
Carlos Mario, “pero bueno hombre, prométame algo pero pronto, antes de que me
trasladen de sección”.Carlos Mario dejó la oficina con aquella muchacha prendida de su cuerpo, la sintió
enganchada junto al hígado o tal vez el riñón desde donde repetía: “de suerte” o
exactamente le decía, “está de suerte”.Animado se dirigió a la clínica para que le realizaran una ecografía y poder precisar
de este modo en qué lugar se había prendido este amor incipiente. Si del riñón o el hígado
que no es lo mismo aunque casi, o quizás de algún otro pedazo del interior Carlos
Mariense.La doctora que lo atendió era lejana, ajena y enojona como una olla de madera. Con
una serenidad parienta de la indiferencia le dijo que “sí”, que “bueno”, que “no hay
problemas Carlos Mario”, y agregó, “Véngase para la eco en ayunas con la luna en
creciente, un día impar en que Huracán gane 2 a 1”. Y antes de cerrar el consultorio con un
portazo glamoroso le dio en cajitas de muestras gratis un almanaque con las lunas y todo, y
una revista “El Gráfico” para que sepa cómo va la campaña del equipo recetado.Carlos Mario salió destellante. Nunca había visto una mujer y tampoco una doctora
que cerrara la puerta de ese modo. Así como diciendo: “10 de máxima 7 de mínima”,
como diciendo “diga 33”, es decir un amor sin coseguro, puro huevo y corazón.Fue entonces que supo que eso que lo estaba molestando era hambre. Que por querer
olvidar una cosa que ya no estaba seguro si era una novia o una cuenta, se había extraviado
de comer. Y no podría afirmar en este punto si ahí fue que vio la fonda o que en realidad
fue fondeado por la vida. Pero pasó que ese lugar lo llamó con el aroma de la cebolla
saltándose; con el ruido del cascar de huevos y el aroma de los chorizos embrujando el
espacio.Carlos Mario entró y quedó hipnotizado al ver a la mujer. Sus manos lo sabían todo;
acariciaba de memoria lo que poblaba esa cocina, esas manos se llamaban con el salero y
la pimienta como si fuesen hermanitos. La mujer llenaba todo el aire de una dicha posible,
instantánea. De una dicha del día. De una dicha minuta y a buen precio.Entonces Carlos Mario tomó aire y se lo dijo; “Déme un plato de comida por favor,
y déme más”. Ella le contestó salpimentada a gusto que sí, que no había ningún problema,
si esperaba. Porque ahora tenía que despacharle a Don Palote que venía con la resaca de
haberse tomado del pico un desamor bastante en serio.Carlos Mario aceptó. Tomó asiento, tomó vino con soda y se tomó el tiempo para
mirar por la ventana y ver pasar a todas las mujeres que justo a esa hora y a propósito, se
trasladaban a la verdulería, a visitar las tías y a comprar medio de pan; inolvidables.
38
39
Aunque nací en Isidro Casanova, en el Gran Buenos Aires, allá por 1962, hace unos 30 años quevivo en Río Negro y verdaderamente me siento muy rionegrino y especialmente viedmense, ya que acáen Viedma me fui haciendo de amores, hijos, afectos y amigos, esas cosas por las que uno quedaanclado a un lugar, más allá del maravilloso paisaje de río y mar que me rodea.
Desde le adolescencia que de una u otra manera estoy ligado a la palabra. Cuando tenía 15 ó 16años ya escribía algunos poemas influenciado por el Flaco Spinetta y era un gran lector, requisito, creo,por el cual uno se anima a escribir. Después me hice periodista, estudié comunicación social, y vivo deesa profesión.
Ya en Río Negro, en la época del surgimiento del Fondo Editorial Rionegrino (FER), a mediados yfines de los ’80, publiqué mi primer libro de poemas, que tenían un sesgo de fuerte compromiso social ypolítico por la militancia de aquella época en un partido de izquierda.
Publiqué otros libros de poemas en los ’90 y a fines de esa década recién empecé sentirmecómodo con la narrativa. Algunos cuentos ya integraron antologías. Destaco que allá por 1999 mepremiaron, sin publicarlo, un libro de cuentos en el XXI Encuentro Patagónico de Escritores (PuertoMadryn, 1999), con un jurado integrado por grandes escritores nacionales Héctor Tizón, Diego Angelinoy Liliana Hecker. A fines del 2008 publiqué “Elguardiacárcel guevarista y otros cuentos”, con prólogode Juan Raúl Rithner y dibujo de tapa del CheloCandia. A fines del 2013 pude editar otro libro decuentos, “Método Morello para no separarse”, condibujo de tapa de Juan Marchesi, y prólogo de NitoFritz. Mi escritura, en fin, pasa por la poesía, lanarrativa, pero también los ensayos y artículosperiodísticos que suelo publicar en una agencia denoticias de la que soy responsable(www.appnoticias.com.ar).
Un poco músico también, me gusta crearcanciones con mi guitarra y gran parte de mis propiospoemas están musicalizados. Para comunicarseconmigo lo pueden hacer aclaudiogarcia@speedy.com.ar o a la direcciónFagnano 1581 2º B Barrio AMEL - Viedma (8500)Provincia de Río Negro.
Claudio Garcia
cuentos y poesías
40
Susana:Mi amor, sabés que no sólo estoy enamorado de vos. Me sos absolutamente necesaria para poder conciliar el sueño.Desde mi juventud que no había podido lograr ese milagro. Siempre con insomnio hasta largas horas de la madrugada,pensando y pensando en boludeces, o haciéndome problemas por esto o lo otro. No me quedaba más que leer oenganchar alguna buena película en el televisor hasta que el sueño se dignara a reclamar su trono. Era terrible, porque enrealidad pocas veces podía disfrutar verdaderamente de la trama de una novela o de los diálogos de un buen filme. Leía omiraba con disgusto, pensando que debería estar durmiendo porque mi cuerpo lo necesitaba; después de todo trabajabagran parte del día. Esa era mi vida hasta conocerte. No pude creer la primera noche que pasamos juntos: hicimos el amor,y luego me acurruqué a tu costado y a los pocos segundos... desperté al otro día. Había dormido sin problemas. Lo atribuía esa relajación que queda después del amor, o mejor dicho, que el amor fue tan bueno que logró distenderme al punto dequedar listo para atrapar los regalos del sueño. Me extrañó porque yo ya había pasado muchas noches con mujeres, y sibien había logrado esa paz que siempre queda después del orgasmo, el sueño, no obstante, nunca llegó así nomás. Convos fue distinto.Acurrucarme a tu costado, pasando mis brazos por tu cuerpo, era suficiente para que yo pudiera dormir alos pocos minutos.Atu lado conocí por meses la felicidad. Por eso, te pido que regreses. En todo este tiempo que te fuisteno he podido cerrar un ojo. Soy como un chico sin su juguete preferido; fantasmas escondidos en el cuarto no me dejandormir. Por favor, escribí también y decime que me necesitás...Roberto
Roberto:Jodete, tomate un valium.Susana
Susana:No sabés lo dolido que estoy. No pensé que me guardaras rencor. Te confesé con sinceridad que estoy tan enamorado quenecesito rozarte, estar a tu lado, para poder conciliar el sueño. Que nunca me había pasado algo así con una mujer. Perono sé que te hice para que me trates así, que me digas un "jodete" como si yo te hubiera... ¡qué se yo!... golpeado. Estábien que algunas mañanas yo te cagué a puteadas porque me hiciste café con leche, cuando vos sabés que no tomo másque mate, pero ¡sentirte dolida por esa boludez! Todavía ni siquiera entiendo porqué te fuiste. Busco y busco en lamemoria y no encuentro ninguna razón valedera. Ahora que me volvió el insomnio, pienso y pienso, ¿qué pude haberhecho? Por favor, reconsiderá tu actitud. Fijate que esta ausencia de sueño que ha regresado, no puede ser más quesíntoma de lo que te necesito. Pensá todo lo bueno que tenemos para vivir juntos.Roberto
Roberto:Andá a cagar. No me molestes más.Susana
Susana:Me encuentro totalmente azorado y perdido. Tengo ojeras increíbles por extrañar tu cuerpo en mi cama. No entiendo tucorta y agresiva respuesta. No entiendo tu actitud. Me quemo los sesos pensando qué pude haber hecho. ¿Qué pecadocometí? Nunca te engañé. Reviso los días que pasamos juntos y no encuentro actitudes mías graves como para que medejaras y ahora ni siquiera contestes mis cartas con una explicación. Si es por lo del café con leche, te pido perdón. Pero¿qué otra cosa? No sé... A lo mejor lo del perro... Pero esa fue una boludez. Vos sabés que desde que lo trajiste a casa nohizo más que mearme los zapatos cada vez que podía.Yo tuve paciencia, lo regañaba y le decía que no volviera a hacerlo.Pero cada dos por tres encontraba de vuelta los zapatos meados. Por eso tuve que matarlo. Vos sabés que no me quedóotra. Pero me resisto a creer que eso te pudo haber molestado como para que ahora me trates así. Amor, si es eso, te pido
Del libro “El guardiacárcel guevarista y otros cuentos”
41
también perdón. Mi vida sin vos es un tango. Escribime diciendo que regresás.Roberto
Roberto:Estás totalmente enfermo. Si escribís nuevamente llamo a la cana.Susana
Susana:No me importa que venga la cana. Tengo que insistir. Imploro tu amor. No sabés lo largo que se me hace el día en eltrabajo sabiendo que vos no estarás en casa esperándome. Y ni hablar de la noche; una tortura interminable de ojosabiertos. No entiendo tu ¿odio? ¿Por qué? ¿Porqué esas pocas palabras agresivas como respuesta? ¿Qué te hice?Anoche el insomnio fue más largo que nunca, así que repasé hora tras hora el tiempo que estuvimos juntos y, te repito,no encuentro ninguna cosa grave que haya llevado a alejarte de mí. De mi amor no podés dudar. Vos sabés lo necesariaque sos para mí. El sosiego que traes a mi vida. No entiendo entonces los motivos de tu adiós y de tus agresivas y parcasrespuestas a mis desesperadas cartas. ¿Qué pude haberte hecho? Lo del café con leche, lo del perro, puedo entenderquizás que te hayas enojado.Ya te dije que te pido perdón, pero ¿qué más? Pienso y pienso... ¿No será lo de tu vieja? Fueuna boludez. Vos sabés que me tenía podrido trayendo cada dos por tres una tremenda olla de arroz con leche. Y yosiempre diciéndole: no se moleste, que a mí no me gusta. Y nada. Como si fuera sorda. Cuando parecía que por fin habíaentendido, abría la puerta y allí estaba otra vez con su maldita olla de arroz con leche. Por eso al final me cansé y le partíla olla en la cabeza. O mejor dicho le partí la cabeza. Pero vos sabés que sólo estuvo dos meses enyesada y no pasó deallí. Una pavada. ¿Verdaderamente estás enojada por eso? Si es así me cuesta creerlo. Dudaría de tu salud mental.Igualmente, para que veas cómo te amo, si es ese el motivo de tu enojo, te pido perdón. Lo que quieras. Pero quiero quenos reconciliemos. Quiero recuperarte. Recuperar la hermosa vida que teníamos juntos. Recuperar el sueño. Mimarte.Lo que quieras. Espero tu carta con ansiedad.Roberto
Roberto:Suicidate, es lo mejor que podés hacer. Hice la denuncia a la cana.Susana
Susana:Te diría que me veo tentado al suicidio. No puedo entender tu desamor. No puedo entender que en verdad haya venido lacana y me comunicara que no te moleste más porque terminaría en la cárcel. ¿Molestarte yo? ¿Puede ser esto verdad?Yo, que tanto te amo, ¿molestarte? Te pedí perdón hasta de las boludeces que pudieron haberte ofendido. El café conleche, el perro, tu vieja... ¿Se puede comparar esto, con todo el amor que vivimos; con las noches que pasamos juntos?Decime amor ¿se puede? Me cuesta creer que tirés todo nuestro amor por la borda. Aunque parezca reiterativo, mecuesta creer que estemos viviendo esto. De qué otra cosa te puedo pedir perdón. Decime por lo menos la causa de tuadiós, de tu parquedad, de tu odio. En qué te hice mal. Anoche hice una lista de las pequeñas boludeces que te puedenhaber herido. Me costó encontrarlas. Nadie, pero nadie, en la misma situación, se podría haber enojado. Pero, qué se yo.Alo mejor tengo que entender que sos muy sensible y te pueden ensombrecer las cosas más nimias. Quizás si lees la listaque te hice, reacciones y te des cuenta que no me podés dejar por cosas tan boludas.1.- Lo del café con leche.2.- Lo del perro.3.- Lo de tu vieja.4.- Cuando te dejé sola en el cine aquella vez que a mitad de la película Maridos y Esposas de WoodyAllen, me criticasteel guión diciendo que los diálogos eran poco creíbles. Y luego te tuviste que venir sola en colectivo de la capital a casa.Una boludez. Vos sabes lo que admiro a WoodyAllen ¿Cómo me vas a criticar el guión?5.- La vez que te engripaste y en lugar de un jarabe me confundí y te di un purgante.Acordate que tenían el mismo color.Me confundí. Una pelotudez.6.-Que haya echado a tu amiga Alicia de casa y que te prohibiera verla. Era mala compañía para vos, no hacía más quehablarte del horóscopo y los astros. Pura superchería. Te hice un favor. Pero bueno, si es esto, que vuelva a verte cuandoquiera. Para que veas que yo por vos hago cualquier cosa.
42
7.- Que te haya roto en pedazos el álbum de filatelia que coleccionabas desde que eras chica. Vos sabés que lo dejabas encualquier lado. Era una obsesión. En la cama, en el baño, en la mesa de la cocina, en el comedor, arriba del estéreo. Yo yasoñaba con ese enorme libro; tenía pesadillas en que los sellos me perseguían y pretendían pegarse a mis mejillas, en misojos, en el pelo... Te expliqué que hacerlo mierda era lo mejor porque ya me enfermaba, y sin dudas, te había enfermado avos. Cualquier psiquiatra hubiera propuesto lo mismo. Pero, bueno, si es esto, te compró de vuelta todos los sellos quequieras.8.- Que te haya vendido el original de Spilimbergo que habías heredado de tu abuelo oligarca. Vos sabés que estábamosendeudados, debíamos dos o tres cuotas del auto, y el almacenero ya no nos quería seguir fiando si no cancelábamos elchorizo de cosas que le debíamos. Está bien. Reconozco que no te consulté. Y que después descubrí que lo que mehabían pagado no era ni la mitad de lo que valía el cuadro. Pero fue algo que hice por nosotros, para que los enojos por lafalta de guita no perjudicaran nuestra relación. Te aseguro mi amor que si volvés te compro el cuadro que vos quieras.No un Spilimbergo, porque no podría, pero cualquier otro que te guste y que no sea muy caro.Bueno, paro acá. Quizás haya alguna que otra boludez más, pero estas son las que recuerdo. Espero que te des cuenta queninguna justifica el dejarme, ni el odio que mostrás en tus cortas respuestas. Tengo unas ojeras infernales de tantoextrañarte y no poder dormir. Me voy a tener que comprar unos anteojos oscuros para salir a la calle. No me pidas que nosiga insistiendo. Te amo. Te amo muchísimo.Roberto
Susana:No puedo creer que me hayas enviado la cana en serio, y que ahora me encuentre aquí en este calabozo de mierdaesperando una resolución del juez. Nunca hubiera pensado esta actitud, este odio gratuito, sin causa alguna. ¿Y miamor? ¿Eso no cuenta? ¿Todo lo que hice por vos? Para que veas, acá tampoco puedo conciliar el sueño, aunque deboreconocer que el frío y el olor a orina de esta celda no harían dormir ni a la bella durmiente. Pero no. Sos vos. Tu ausenciay esta angustia de no saber la razón de tanto rencor. Espero salir pronto. En cuanto cuente la historia, cualquier juezentenderá la validez de mi amor y lo insólito de tu actitud. Cuando salga ya no te mandaré más cartas. Te iré a buscar y tecagaré a palos como hacía mi viejo con mi vieja. Será el último acto de amor que intente para recuperarte. Después detodo mis viejos vivieron felices casi cincuenta años. Quizás así reconocerás que mis sentimientos son sólidos y puroscomo el Ártico. Estoy seguro que todo volverá a ser como fue. No me imagino tener que resignarme. Cuento conansiedad las horas que me quedan en esta celda de mierda. Con el amor de siempre.Roberto
Esta mujer era como un calamar. De su cuerpo esférico salían los tentáculos que agotaban mis fuerzas.Amarnosera terminar sofocado. Llegar al orgasmo con el último aliento.
No pude soportarlo más y una noche, simulando que se trataba de un juego, até sus tentáculos a los extremos dela cama y los separé de su cuerpo con certeros hachazos.
Apesar de todo, ella sobrevivió, y por una razón extraña perdonó la crueldad que había cometido.Por fin nuestros amores se volvieron lentos y dulces.
-¿Porqué tardás tanto en traer la cena?- pregunté desde la mesa, mirando hacia a la cocina. Mi mujer se habíaencerrado allí hacía como media hora y no aparecía. Había dicho “sentate en la mesa, que preparo una cena en dospatadas”. Pero ahora nada. El silencio y la tardanza.
Volví a preguntar lo mismo, esta vez con más énfasis:-¡¿Porqué tardás tanto en traer la cena?!Decidí levantarme para ver qué pasaba. Cuando entré a la cocina encontré un cuadro de lo más inesperado. Mi
mujer se encontraba muerta, recostada sobre la cocina y con su cabeza metida en una olla de agua que hervía. Primerome pregunté qué raro equilibrio impedía que cayera al piso con olla y todo. Después me dije para qué se molestó tanto,sin con un par de huevos me arreglaba.
43
Nos amaremos en silencio. Comeremos en silencio. Nos vestiremos en silencio. Nosllamaremos por teléfono sólo para escuchar nuestra respiración.
Así lo habíamos acordado. No hablar.
Era estúpido. Muy estúpido. Pero nuestra relación se había ido deteriorando y comoúltima alternativa antes de separarnos ella propuso que sigamos juntos conviviendo tresmeses en absoluto silencio.
Lo de darnos una chance no me parecía mal, pero lo del silencio me parecía un delirio.
“¿Por qué?”, le pregunté.
Y allí me enteré que últimamente venía leyendo unos libros de alguien parecido a unpsicólogo, un tal Parlo Morello. Libros de autoayuda, de acuerdo a la clasificación de laseditoriales. En verdad veníamos tan mal que yo ya ni sabía qué carajo leía.
Morello, aparentemente, había construido toda una teoría del silencio, algo así comoque la sociedad moderna le ha dado demasiada importancia a la palabra porque en realidadhay muy poco qué decir. El hombre vive tan enajenado por cosas materiales que la palabrapasó a ser algo así como el tul que esconde la realidad. El placebo. Hablar y hablar como paraaparentar que uno está bien, pero en realidad, hablar y hablar porque no hay nada importantepor decir y compartir. De allí el silencio. Usarlo para todo. Para mejorar el trabajo, paradescubrir lo que uno quiere, para saber lo que se siente y… para mejorar la pareja.
Se han escrito tantas boludeces, desde los Evangelios por lo menos, que atender unamás me daba lo mismo.
Si ella pensaba que era un camino aconsejable, lo tomaría. Después de todo no teníaclaro si quería separarme o no. A lo mejor Morello y mi mujer tenían razón y el silencioayudaría a redescubrir esas cosas por las que en un momento nos enamoramos.
Los primeros días la cosa no estuvo mal. Después de todo yo era, de los dos, el máshosco e introvertido. No hablaba tanto, a diferencia de lo que pensaba Morello. Mi mujer erala que le daba mucho a la parla y reconozco que terminaba cansando. Tanto bla bla bla muchasveces me perdía y terminaba en realidad haciendo que la escuchaba pero en la cabeza lospensamientos divagaban por otros andariveles.
Poder andar por la casa haciendo lo que se me cantara sin escuchar a mi mujer al
44
principio no me desagradó. Hacer el amor en silencio, tampoco. Era como que coger seconvertía en un hecho casi mecánico y menos trabajoso. Nada del parloteo previo, lasgansadas del te quiero y el cuchi cuchi. Al palo y a la bolsa. Los hombres, en general, notenemos tantas vueltas con el amor. Por todo esto el silencio, por un tiempo, no resultóincómodo. Pero el silencio, tarde o temprano, puede aturdir más que las palabras. Es como esatortura china medieval de la gota cayendo en forma constante sobre la cabeza de uncondenado. Parece una tortura menor, pero termina siendo de las peores que alguien puedesoportar. Ese silencio continuo en la casa, entre nosotros, cada vez más se me hacíainsoportable.
Paremos un poco con esto del silencio le dije un buen día, cansado del métodoMorello. Las cosas mejoraron un poco, pero si seguimos con esto del silencio me voy a volverloco.
Mirá me contestó. Morello escribió que se necesitan seis meses de silencio paraempezar a hablar nuevamente y retornar de a poco a una relación mejor.Así que todavía faltancuatro meses.
¿Estás en pedo? Primero me dijiste tres meses y ahora salís con seis. Cuatro mesesmás es una eternidad. Si ya el amor es algo complejo, qué puede saber Morello de cuántosmeses se necesitan para que su método, de por sí extraño, dé resultados. ¿Querés que compreun loro para hablar con alguien?Yo así no puedo seguir.
Mirá, yo voy a respetar los seis meses. Si verdaderamente querés que recuperemosnuestro amor hacé el sacrificio y aguantate cuatro meses más. Estoy segura que Morello tienerazón, y además estaré convencida de tu amor si hacés el sacrificio de no hablarme por cuatromeses más.
Como no quería que me culpara después de no haber hecho el esfuerzo por evitar eldivorcio, le dije que sí, a pesar de mis reparos y que sabía iba a costar muchísimo no hablarlepor varios meses más.
Y así siguió la cosa. Como dos mudos habitando en una misma casa. Me contenía y nole hablaba, pero esto cada vez me afectaba más y estaba en un grado de stress y nerviosismoque si me hubiera encontrado cara a cara con el tal Morello le hacía tragar sus libros y tambiénlas obras completas de Freud.
En realidad yo ya había perdido la cuenta de cuánto faltaba para terminar esa especie de“voto de silencio” benedictino que me habían impuesto.
Un buen día, cuando regresamos a la casa del trabajo, ella me sonrió y anunció: “¡yapodemos hablar!”.
Esperó que yo le respondiera con alegría, que la abrazara, que le dijera que la amaba.
¡Andate a la reputa madre que te remil parió! le grité sin pensarlo, sin contener labronca reprimida que venía acunando por el método Morello.
Alos pocos días nos divorciamos.
— —
— —
—
—
— —
45
1
Aléjate del reloj, decía mi madre,
y me obligaba a tomar espesos platos de sopa.
Mi viejo era distinto.
Confiaba en las virtudes que escondían mis ojos
y me mandaba a prender sus cigarrillos.
En mis hermanos nunca confié demasiado.
Sólo jugaba con ellos cada tanto
algunas partidas de ajedrez.
Cuando crecí lo suficiente para decirles adiós
recuerdo que nadie atinó a detenerme.
Solemos vernos cada tanto
para cruzarnos regalos baratos.
2
He dado diferentes tipos de alimentos
a las especies en que me he ido transformando
a lo largo de mi vida.
De niño, cuando me asemejaba a un pequeño mono bribón,
comía cuanto fruto colgara de los árboles.
Mastiqué naranjas, manzanas, mandarinas, nísperos,
pero, poco inteligente, también frutos tóxicos
que me dejaban arrepentido por la leche de madre perdida.
De joven, cuando me sentía vivo y elástico como un gato,
conocí la carne y así me mantuve saludable
como para descubrir el sexo en lugares alejados de la cama.
Ya grande, convertido en un asno manso y perezoso,
dejé que una mujer me alimentara a puro arroz y fideos,
y apenas si sobreviví como para amar y leer
un libro en cada cambio de estación.
Ahora que me acerco a la vejez, transformado
en un perro con dolores de hueso, apenas si me queda
un poco de dentadura como para masticar pequeñas hojas verdes.
Sólo cada tanto, recuerdo las especies que no fui,
y allí me alimento de mi propio corazón, crudo y sangrante.
46
7
Una mujer mal vestida me pidió que la amara
en un callejón.
Fue un amor tan intenso que decidí comprarla.
Tenerla siempre a mano al volver del trabajo.
Que estuviera a mi lado al despertar y antes de dormir.
Pero los amores nunca fueron iguales,
y la piedad impidió que le devolviera sus ropas raídas y su callejón.
Hay meses que pierdo medio sueldo
en putas baratas buscando aquella intensidad.
Pero siempre esos amores
se asemejan a los pobres tactos y orgasmos de la casa.
Atesoro siempre el paraíso de aquella mujer mal vestida
en un callejón, pero no basta para vivir.
8
He tenido reflexiones tan tristes
sobre sucesos tan nefastos,
como las bombas en Medio Oriente
y el hambre en la periferia de los barrios,
que decidí tomar una gran decisión:
buscar las putas más hermosas de Trelew
y creer que toda la fiesta de la vida consiste en eso.
9
Las ropas que visto fueron compradas
a tipos que se encuentran próximos a morir.
Concientes de su fin,
obtuve de ellos buenos precios.
Sólo me arrepiento de un gorro que no tuve
el cuidado de probármelo,
y cuando llegué a casa
descubrí que no entraba en mi cabeza.
No sé porqué dejé pasar unos días
y cuando traté de devolverlo ya era tarde.
El tipo se probaba su ataúd.
47
10
Ella me dejó, pero a veces me consuela pensar
que tiene momentos
donde escarba en mi ausencia y se arrepiente.
Tantos años en mi compañía,
hicieron que descubriera mis partes malas.
Desde que me dejó,
recuerda mis partes buenas.
11
Admitiría morir, vaya y pase,
pero estar ciego, que me corten la lengua,
o que quede impotente, me resulta inconcebible.
Entiendo más el suicidio
que tener un gancho en lugar de mano.
12
Tus ojos se llenan de lágrimas
y te encuentro igualmente bella,
despunta siempre de tu cuerpo
la aureola de las flores y los pájaros.
Tuve la suerte siempre de conocer mujeres así.
Recuerdo una casa de putas donde una tal Loló se desnudaba
entre sábanas podridas, una palangana esmaltada,
un espejo roto y una cortina de plástico negro
que no dejaba filtrar el sol de la calle.
Nada de ese entorno impresionaba su belleza.
Encandilado por la lindura de
las mujeres que me tocaron en suerte,
nunca les pregunté si en verdad ellas se sentían
así, agraciadas de esa íntima fuerza.
O por el contrario, amaban y vivían como muñecas rotas.
Pablo Tolosaselección de cuentos
http://www.malditosanimales.com.ar/
Malditos Animales tardó dos años en gestarse y fue a partir de la muerte de un perro queatropellé. Aquel primer cuento, llamado El Perro, disparó la serie que luego fue completándose hastallegar a los veinte.
Hubo un segundo momento en esta historia.En el año 2008 realizando un taller de cine, se nos pidió que escribieramos un relato que
incluyese un perro, una plancha y un reloj. Ahí nació Planchado, historia que fue elegida para serfilmada. El rodaje fue muy divertido y aunque nunca lo editamos fue una experiencia muy buena.
Luego tomé contacto con varios escritores maragatos y nos juntamos a leer en patios colonialesde Patagones. En ese momento la serie de cuentos se definió y tomó el rumbo definitivo.Durante 2009trabajé los cuentos en un taller literario, llevando a veinte la cantidad de cuentos escritos. Gané muchocon la opinión de mis compañeros y de mi profesor, Raúl Artola.
Al llegar el momento de presentar el libro al concurso, agregué El cáncer de las cosas, un cuentomás largo que surgió después de la muerte de un amigo. Finalmente saqué dos historias que no meparecían estar al nivel de las demás.
Presenté el libro en la convocatoria de Fondo Editorial Rionegrino y el 22 de diciembre de 2009tuve la gran noticia de que había ganado. El jurado estuvo compuesto por los escritores Ana María Shua(Capital Federal) y Leopoldo Brizuela (Buenos Aires) y el editor Elpidio Isla (Capital Federal).
48
El cielo y la ruta parecen del mismo color. El horizonte divide el suelo y el cielo y repite mal la escenainferior en la superficie superior. Arriba, las nubes han hecho desaparecer el azul y cubren todo como unaalfombra gris, que aquí y allá se afina para dejar pasar una luz suave y presagiante. En la otra cara de esteespejo mentiroso, avanza el auto rumbo a la línea horizontal del final del paisaje. En las banquinas los yuyoscrecen y cortan el aire con sus brazos espinosos. El velocímetro se ha clavado en ciento veinte y el motorregula su mantra de cilindros y combustible. El día se muere en mi parabrisas astillado a pedradas.
Cien metros adelante, veo un perro. Es una mezcla de razas que resulta en esos animales de miradaeternamente triste y desvalida, que refleja soledad y despierta pena por la falta de cariño. Tiene el pelonegro y marrón claro y el hocico largo que delata un antepasado collie. Camina en la banquina contraria en elmismo sentido en que viajo. De pronto mira hacia mí y comienza a cruzar. Toco la bocina en un acto reflejo yel perro me mira y sigue avanzando. Repito el proceso, haciendo sonar tres veces seguidas el gritomonocorde de mi auto y el animal vuelve a mirarme desde sus ojos apagados, mientras avanza hacia la mitadde la ruta. El golpe es casi inevitable a esta altura. Podría no suceder solo si ambos decidiéramos colaborar.Pero él se acuesta en el asfalto.
Toco los frenos y el coche derrapa hacia mi derecha. Entonces intento acomodar el volante para queel perro pase entre las ruedas. Lo logro hacer con el tren delantero. El auto no acusa ningún golpe ni parecehaber tocado nada. Sin embargo, la rueda trasera derecha pisa algo, no muy grueso, no muy blando, y loquiebra. El espejo retrovisor me muestra el cuerpo del can girando y un camino de sangre dibujándose,como si en vez de una cabeza hubiera una gran tiza roja frotando el asfalto. Y luego, el sangriento sellorepetido de las huellas de mis neumáticos, cada vez más difuso a medida que me alejo.
Decido volver a ver qué le pasó, más por curiosidad que por solidaridad. Quiero ver como asesino.Luego de girar y desandar el camino hasta el accidente, estaciono en la banquina, bajo y busco el cadáver. Sinembargo, el perro está ahí mirándome. La rueda destrozó el hocico, arrancándoselo de la cara, pero noobstante la lengua del animal está ahí, colgando de su nuevo rostro, monstruoso, diabólico. Los ojos nopestañean cuando quiere gritar - de dolor, supongo y solo logra un nuevo espantoso quejido que debe ser lacanción de cuna de un demonio. Yo estoy petrificado, no puedo ni sentir. Entonces, con ese andar cansino deantes del impacto, se dirige hacia mí. Lo dejo acercarse, atado de pies y alma por el miedo. En lo que pareceun gesto de cariño, el perro me lame la pierna con su lengua, carente de cavidad bucal que la contenga. Yaunque pensé que el horror era máximo, descubro que mi ropa y mi piel ceden ante el lengüetazo. Mispantalones y mi carne se abren, como si un chorro de ácido se hubiera derramado en ellos. Ante el dolorinsoportable, caigo al piso gritando incrédulo y queriendo mitigar el espanto tomando con mis manos el pie,que se ha separado del cuerpo, carcomido por la baba y la sangre. El perro me mira sin odio. La lengua cuelgadejando caer de vez en cuando una masa gelatinosa y rojiza que al tocar el piso hecha humo y renueva unhedor acre que inunda mi olfato. Es ese olor el que me hace tener arcadas y vomitar un poco sobre el asfalto yotro poco sobre mí. El perro mira el vómito, mueve la cola y lo lame. Sin embargo, no puede llevarlo a sugarganta por falta de paladar. Entonces, buscando más, supongo, lame mi cara.
Definitivamente el dolor se multiplica por quinientos. Me intento parar, pero la pierna está perdida,así que doy un pequeño salto hacia atrás y caigo de nuca sobre el asfalto. Los pómulos han desaparecido yveo, en el reflejo deforme del guardabarros, cómo la cara se pierde y deja lugar a mi cráneo.
49
Los árboles se retuercen ante un viento minúsculo. Están desperezándose de unos días
quietos y calurosos. Los entiendo; yo estoy igual. Reveo el mismo camino una y otra vez. Una
huella que aún no es cicatriz en la tierra seca; plantas ralas y espinosas que no pueden verdear;
con el desesperanzado color de un televisor sin brillo. Una multitud de hormigas iguales que más
parecen las imposibles raíces de un árbol imaginario que las modestas formaciones de un diminuto
ejército de bichos. Salgo a cazar. El aire se mueve lento y denso como un aliento. Hay moscas
presagiando, de esas solitarias y grandotas como aviones: ellas son mi presa. Zumban su camino
en la tarde. Saben de mí pero kamikazes sin razón, se juegan la vida pasando cerca mío. Mi mano
es rápida. Muy rápida. Y no me da asco matarlas en el puño. Las aprieto fuerte; siento la fuerza de
mis músculos contrayendo los dedos. Siento la desesperación de tres pares de patas moviéndose
aterradas; siento el cosquilleo de las alas y a veces siento el zumbido dentro de mi mano. Es
apagado y me estremece el cuerpo entero. Esto es el poder, es tener su vida en el puño de mi
mano. Y cuando pasa eso estrujo el cuerpo de la mosca hasta que suena. Revienta y la tiro sin
mirarla. Cuento las víctimas: una… dos…tres… A veces las veo después, en otra vuelta por el
camino. Están ahí, sin dios. Solo una basura biodegradable. A veces veo las hormigas llevárselas
al hormiguero. Una o dos obreras las arrastran para comerlas luego; las hormigas no comen en
público.
Hoy me siento bien. Los reflejos están al máximo y la mente despejada. Mi cuenta de bajas
está en seis, posiblemente logre la más alta puntuación de los últimos meses. No volveré a
alcanzar mi marca de once de una tarde de abril, aunque con la inestimable ayuda de un perro
muerto. Lo de hoy es más raro. De los siete insectos que ví solo en un intento fallé. Se alejó
arrogante y verde hacia alguna podredumbre cercana con el cantar mecánicamente monocorde
de una cuerda apresurada y el plan de vuelo de corto plazo que un insecto puede pensar. Con el
50
recuerdo del moscardón ido en mi cabeza me sorprende un nuevo zumbido. Viene por la derecha,
mi mejor lado. Mi técnica consiste en oír al animal, situarlo así en el espacio, calcular su velocidad y
trayectoria y soltar el zarpazo a mano abierta. La convexa trampa aprisiona al desafortunado bicho
y lo sentencia a una muerte horrible. Busco con el oído y lo encuentro muy cerca, subiendo de
derecha a izquierda a la altura del muslo. Saco la mano con los dedos estirados y la cierro. Me
parece ver algo rojo o tal vez bordó. No sé bien. Parece muy grande para ser una mosca. Estaba
muy abajo y no pude ver bien. Sé que lo tengo porque lo siento. Es muy duro al tacto. Tal vez atrapé
otra cosa, se me ocurre, pero claramente mueve las patas. Sin mirar aún despego un poco los
dedos para intentar descifrar mejor lo que me he regalado en esta eficaz movida. Definitivamente
no es una mosca. El ovni (objeto vivo no identificado) se aferra a mi piel y para ello despliega algún
tipo de garra que lastima mi mano. Presiono los dedos y la palma para impedir que siga incrustando
sus patas en mí pero no lo logro. El exoesqueleto nunca cruje, el infame líquido que suelo exprimir
nunca aparece, pero lo que sea me responde clavando un aguijón en el centro exacto de mi palma.
El dolor es inmediato y ya lo siento en los nudillos y en el codo, sube al hombro y me paraliza el lado
derecho del cuerpo. La pierna se dobla hacia arriba tan rápido que me pateo la entrepierna y caigo
de cara al piso, golpeando la frente en una piedra. Me doy cuenta de que no veo con el ojo derecho.
El puño sigue apretado y ya no puedo abrirlo. No depende de mí. Se me contrae la otra pierna y el
ruido del talón golpeando mi espalda me llena de horror. Pero lo que aniquila mi razón antes que a
mi cuerpo es que desde la mano cerrada sale un sonido agudo y sostenido, un grito imposible, un
silbido que llama a la muerte. Y la muerte me aprieta en su puño hasta que mi cuerpo cruje. Y ni
siquiera tengo alas.
51
Hace dos días que estoy de vacaciones. Hacía mucho tiempo que las necesitaba pero el
quehacer diario y ese plus de obsesión que suelo agregar a la cosas que hago impedía que tuviera
el digno descanso que merece alguien con la dedicación que mi profesión requiere. Dirijo la filial
local de un gran operador de cable de televisión satelital. Actualmente hay cuarenta y dos señales
que retransmitimos desde nuestros estudios. Es un servicio de veinticuatro horas por siete días y
suele haber problemas todo el tiempo de muy diversa índole. Económicamente es muy bueno así
que no me quejo. Ayer, estuve acostado leyendo el final de una novela que tenía inconclusa hacía
más de cuatro meses. A la noche fui hasta el centro en auto, estacioné y caminé un rato sin rumbo.
Después comí mariscos en un restaurante de moda y volví a casa. El cuerpo tarda en relajarse
cuando se interrumpe una tarea tan intensa y demandante. La mente sigue resolviendo problemas
que quedaron pendientes y para mí es difícil cambiar de tema. Por eso es que hoy dormí hasta esta
hora. No quiero pensar en nada, aunque prendo la tele. Me prometo que solo voy a ver programas,
no estadísticas de encendido, cantidad de películas rentadas o inconvenientes con subtítulos.
Quiero ver el resultado de los partidos de fútbol, con quien sale la vedette de moda y si va a llover a
la tardecita, sólo eso. Empiezo a recorrer la grilla con el control buscando algo que me atraiga. La
sintonía me lleva de los noticieros a los canales de interés general, de ahí paso a los deportes,
navego los canales eróticos y los internacionales. Cuando la grilla debería recomenzar y encontrar
los canales de aire, encuentro una señal nueva. Me sobresalto. Físicamente es como una
52
descarga de adrenalina que me hace sentar y quedarme viendo la pantalla buscando una
explicación a lo que hay ahí. En el canal 137, que debería estar definitivamente vacío pues la
concesión de señales solo cubre hasta el 122, la RAI, tengo la imagen de una sala de estar. Parece
que alguien ha instalado una cámara casera y está transmitiendo una escena surrealista: en el
sofá, ubicado de frente a la cámara hay un mono sentado con un control remoto en la mano. El
animal parece estar mirando de frente a la cámara, como si ella fuese un televisor. Saco las
sábanas y me siento a los pies de la cama. El mono sigue mirando a la cámara. No me doy cuenta si
la transmisión tiene sonido o no, así que apunto el control al tele y subo el volumen. El simio hace lo
mismo que yo. Compruebo que efectivamente hay sonido de origen. Tengo que llamar a la oficina y
preguntarle si están viendo esto. Supongo que no porque en ese caso me hubieran llamado. Doy
un salto para buscar el celular y entonces el mono se asusta. Hace el cuerpo hacia atrás y apunta
con el control. Supongo que fue una coincidencia. Voy a la cocina y vuelvo con el teléfono. El animal
se ha parado y está a centímetros de la cámara, como buscando algo. Cuando regreso se vuelve al
sillón y apunta con el control nuevamente. Veo la barrita verde del volumen que baja hasta quedar
casi en cero. Entonces con mi control vuelvo el volumen al nivel que lo había dejado y me quedo
esperando. Mi cabeza está a punto de explotar. Lo que suceda a continuación puede mandarme
derecho al manicomio. El mono levanta el brazo, dirige el infrarrojo hacia delante y vuelve a bajar el
volumen. Me quedo en blanco. Petrificado. Ahora vuelve a apuntar con el control y aparece en
pantalla el parlante tachado. Y ahí quedo sordo.
El miedo empieza a invadirme desde cada rincón, el pánico me desencaja. Se me cae el
teléfono. Lo veo pegar contra las baldosas negras, pero no lo escucho. Miro la pantalla y el animal
sigue con el brazo estirado hacia la cámara. Veo que mueve los dedos y la señal del color aparece y
baja hasta desaparecer. Y ya no veo los colores. Busco con la mirada pero solo hay sombras. Me
doy cuenta que subió el contraste y empiezo a ver manchas blancas y negras. Quiero escapar de
acá pero el mono cambia de canal.
53
La niebla me tapa el cielo y el suelo. El auto avanza silencioso en la ruta y dibuja fantasmas
con las luces que chocan contra la humedad suspendida en la noche calma y misteriosa.Apagué la
radio y solo escucho el andar del motor y mi propia respiración. No he cruzado a nadie desde hace
un rato; la bruma se ha cerrado cada vez más y mientras el cuentakilometros va narrando su
historia de números que pasan, me alejo de todo. Menos de mí. No hay forma de dejarme atrás.
¿Qué transporte me llevará lejos de mí? De pronto un extraño ruido me saca de la ensoñación.
Unos golpes secos y repetidos que tardo en identificar; absolutamente inesperado, el galope me
genera expectación y ansiedad. Si el caballo está en la ruta puedo chocarlo. Sin embargo, no
conozco estas banquinas así que parar es peligroso también. Desacelero y prendo todas las luces,
pero no veo nada, aunque el galope sigue. Claramente siento el choque seco contra la ruta aunque
la niebla se cierra cada vez más y no veo al animal. Abro la ventanilla y el perfecto tamborilleo se
adueña de la noche y de mí. Sé que está detrás del auto, me persigue o está perdido. Sin terminar
de resolver que hacer, acelero. Imprudente, ciego en la noche, paso de 40 a 60 kilómetros para
alejarme del animal, seguramente extraviado en la espesa niebla y fascinado por la luz del auto.
Me encuentro con una curva cerrada así que hago una maniobra muy poco elegante. Por suerte la
ruta sigue vacía y no viene nadie de frente. Acomodo el coche en mi carril tocando la banquina, la
54
niebla esconde el centro del camino que no está señalizado. Cuando vuelvo a prestar atención me
doy cuenta que el galope sigue ahí. No sabía que un caballo puede correr tan rápido, pero lo que
más me inquieta es que el ritmo del trote suena igual, parece que el equino no hubiera variado la
velocidad.Acelero nuevamente, de 60 a 100 kilómetros. La niebla se cierra y el auto navega en este
limbo de humedad. Algo aparece en medio del camino y lo golpeo sin poder siquiera pensarlo. No
sé qué era pero pedazos de cuero y sangre golpean contra el vidrio y vuelan tiñendo de rojo la
neblina. Siento claramente que algunos pedacitos caen en el techo del auto. He dejado el volante
quieto, así que no perdí en ningún momento el control. Prendo el limpiaparabrisas para sacar
restos de carne y sangre adheridos al vidrio. Me doy cuenta que tengo el brazo izquierdo salpicado
de carne con pelos, algo viscoso y, creo ver algunas venas arremolinadas en torno a una especie
de coágulo oscuro. Completamente aturdido por la situación intento volver en mí pero empiezo a
entender lo que escucho y eso me desbasta. Machacante, con la precisión anormal de un reloj, el
sonido de los cascos contra la ruta me aterroriza hasta impedirme respirar. Mi cuerpo se ha
paralizado, soy una roca al volante. Y entonces otro golpe me sacude. La sangre vuelve a regar el
auto y a entrar por la ventanilla. Nuevamente he golpeado algo. Suelto el acelerador y dejo que el
auto pierda velocidad de a poco. La noche y la niebla se condensan afuera. Cuando el coche se
detiene abro la puerta y bajo. Apenas pongo los pies en el asfalto, desde la parte posterior del auto,
como abriendo un telón de vapor, la yegua negra aparece ante mí. Se para y con sus gigantes ojos
redondos, más oscuros que la propia noche, me observa. Parece que va a decir algo cuando la
niebla empieza a desvanecerse. Las estrellas, ocultas hasta ahora, comienzan a mostrarse,
algunas blancas, otras rojas y otras titilantes. Más allá está la luna, la fina y amarilla uña que apenas
se levanta desde el horizonte plano y largo. Más abajo la ruta, que siempre estuvo ahí, ahora
descubierta por los reflejos y las luminiscencias nocturnas. Toda la realidad revelada y ella, la
yegua de la noche, una manzana caída del árbol de los sueños. Sin aviso, empieza a caminar y se
aleja hasta desaparecer en la oscuridad. El sonido de sus pasos se pierde también y quedo solo,
con la nueva noche y con mi viejo yo. Voy a subir al auto cuando veo mi sombra que se alarga en el
camino. Las luces ya están sobre mí.
55
Agustin Addesso
ilustraciones
56
...Aquí estoy, frente a ti lector, presentándome y compartiéndote mis Munditos, lugares en los que merefugio y sano, en donde lo su-real ya no es fantasía y en donde todo puede ser, un mundo de ensueños
y de crudas realidades que nos llevan por diversas sensaciones, agrias, no tan agrias y dulces como elagua de lluvia.
Y para que me conozcas un poco más, te cuento que mis pagos son San Andrés de Giles y de a ratosando por la Jungla Porteña, lugar donde estudié Escenografía (esas artes que también son mágicas). Voy
y vengo, me gusta viajar (¿y a quien no?), andar por caminos que no estamos acostumbrados andar,respirar otros aires, compartir momentos con amigos de fogón, ver distintos colores y distintos
contrastes, vivir los lugares que son además escenarios de muchos dibujos y que son parte de misMunditos. Como ese mar de tierra que con su horizonte inspira y hace sonreír a cualquiera que se
detenga a verlo, ni hablar del bosque geselino con sus duendes y pinos, o los paisajes cálidos de nuestraquerida Quebrada de Humahuaca, lugares que también son importantes pa` mi espíritu y que
enriquecen a la hora de ponerse con un lápiz y un cacho de papel, todo es importante y la naturaleza nosdemuestra su inmensidad y nos la transmite.
Ya no quiero hondar en palabras, te dejo seguir camino y gracias por detenerte, el tiempo es valiosopero más aún los sueños, no dejes de ser un niño y trata de ser adulto, siempre existe un lugar donde
todo se puede, sólo no hay que dejar de buscarlo...
52
53