La Gracia Santificante

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Es una versión modificada y adecuada a partir de información aportada por Rebeca Reynaud http://www.slideshare.net/RebecaReynaud/gracia-santificante-60?from_search=1

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La Gracia Santificante

A imagen y semejanza

Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, dándole un alma espiritual e inmortal, capaz de conocerlo y amarlo, y alcanzar una felicidad proporcionada a su naturaleza, nos dio la dignidad de ser hijos suyos.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice en el n. 2000: La gracia santificante

es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor.

La gracia no es una “cosa”. Es ante todo y principalmente el don del Espíritu que nos santifica y justifica. No es algo que se superpone, sino que transforma la naturaleza humana.

Con la gracia santificante hay una elevación general de la naturaleza humana que es participación en la vida trinitaria.

Además, las virtudes teologales –fe, esperanza y caridad- permiten obrar de un modo nuevo.

La gracia santificante es un don personal sobrenatural y gratuito , que nos hace verdaderos hijos de Dios y herederos del cielo .

La gracia santificante es la vida sobrenatural del alma.

La gracia nos hace agradables a Dios.

Lo primero que hay que tener presente es que “justicia” en la Sagrada Escritura significa propiamente “santidad”. (Cfr. Rom 1, 16-

17). El proceso de justificación, por tanto, comprende todo lo que el alma necesita para salir del pecado grave y alcanzar la gracia santificante.

Las acciones de los hombres que no están en gracia de Dios, aunque tengan su valor, no rebasan los límites de lo humano. En cambio, cuando un hombre está en gracia de Dios, es miembro del Cuerpo Místico de Cristo, y entonces sus obras, por sencillas que sean, pertenecen a un plano sobrenatural, infinitamente superior a todo lo humano.

La gracia se pierde por el pecado grave. Estando en pecado mortal no se puede merecer

nada. Quien ha perdido la gracia santificante no puede vivir tranquilo, pues está en un peligro de condenarse.

La gracia santificante se recobra con la confesión bien hecha, o con un acto de contrición perfecta, con propósito de confesarse.

Por consiguiente, la fe, como simple adhesión intelectual o simple confianza, NO BASTA para salvarse. La fe debe tener obras, exige manifestarse en toda nuestra conducta.

Santiago 2, 19-26: ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan.

Bibliografía

P. Jorge Loring, Para Salvarte.

Juan Francisco Pozo, La vida de la gracia, Nostra Ediciones, México 2002.

Juan Luis Lorda, La gracia de Dios, Palabra, Madrid 2004.

Luis María Martínez, El Espíritu Santo, Ed. Stvdivm, Madrid 1963.

Reynaud