Post on 27-Jul-2015
Poema de dos letras
Siento que te pierdes en páginas sensibles
Y te encuentro en la aspereza del grisáceo del carboncillo que pinta tu silueta
Obstruida por la combinación tónica, naufrago perdiendo en la inamovilidad tropical
Entonces me quedo inerte, ante el deseo inherente de no querer olvidarte
Te olvido en un sitio, pero de la nada me apareces en cualquier parte
Y perdido en tu ausencia, me regocijo en la pluma de tu vista pueril
tu rostro de seda y sonrisa de muñeca
como siempre…te vas y me dejas
me deja el orgullo
me espera aún la esperanza
después de ti
desenfrenado hostigamiento se consume el último suspiro de la rememorada clase invernal que congela las razones cardiacas de cada minuto
y termino siempre engarbullado entre las sabanas de huida, en medio de la tormenta que a diario me golpea
en la realidad mojada de mi rostro
Juan Carlos Aguilera Diraidi Rondón
11/2009
Minicuento 1
Tenía miedo a
morir, pero
verlos arder
junto a él, aquí
en el infierno, es
el mejor de los
cielos que jamás
le hubieran
prometido.
Carmen Romero
27
¿Qué significa existir en una forma?
(Damos vueltas y vueltas, todos
/nosotros, para volver siempre
al mismo sitio.)
Si nada se desarrollara más allá que
/la almeja en su concha
dura, ya bastaría.
Mi ser no es una concha dura.
Poseo instantáneos conductores por
/todo mi cuerpo, que
reaccionan cuando me muevo o
/reposo.
Se apoderan de cada objeto y lo
/llevan inofensivamente por
todo mi ser.
Me basta con agitar, presionar y
/palpar con los dedos para ser
feliz.
Tocar un cuerpo ajeno con el mío es
/casi lo más que soy capaz
de resistir.
Hojas de Hierba
Walt Whitman
Texto leído en el recital poético del 28 de
octubre: “Versos Brujos” por los
participantes del seminario “La voz del
cuerpo poético”
Ítalo Calvino. Cómo escribo
Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho
más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y
experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de
adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta.
Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo
de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los
periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que
termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la
mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche,
pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo.
Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor
de veinte libros que me gustarían escribir, pero después llega el momento de
decidir que voy a escribir ese libro.
Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un anhelo de
escribir de un modo que trate directamente la vida cotidiana, mis actividades e
ideas. En ese momento, el libro que me gustaría escribir no es el que estoy
escribiendo. Por otra parte, cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico,
ligado a las particularidades de la vida cotidiana, mi deseo va en dirección
opuesta. El libro se convierte en uno de invención, sin relación aparente conmigo
mismo y, tal vez por esa misma razón, más sincero.
RREEFFUUGGIIOO DDEE
LLUUZZ
OONNCCEE
LOCARIO DE DIVULGACIÓN. SI QUIERES PUBLICAR EN ESTAS PÁGINAS BUSCA A MILKA GARCÍA, O ENVÍA UN PAR DE TUS TEXTOS A: REFUGIO_DE_LUZ_2009@HOTMAIL.COM.
LOGRAMOS SALVAR A TODOS
II
Julia tiene veinte años, una cicatriz en la cadera y ocho mil bolívares en
el bolsillo trasero de su jean. Sus bolsillos delanteros siempre van cargados de
papelitos que Julia aprieta en sus manos y guarda cuando consigue uno nuevo y
mejor. La cicatriz le quedó hace 4 años, cuando se cayó intentando patinar de
nuevo. Julia tiene, además, dos ojos negros enormes a los que sabe dar matices
púrpura y hacer de ellos sus muñecos de ventriloquia.
Sus decisiones son firmes siempre, y grandes. Para las cosas pequeñas, es
indecisa, voluble y volátil. No tiene muy buena memoria y no funciona bien bajo
presión. Julia suele caminar en la misma dirección hasta que encuentra alguna
cuerda, cinta o hilo que se le enrede en los pies, entonces en seguida toma el
camino contrario.
Un día, su amiga Carmen, le colocó un cordón de zapatos a media pantorrilla para que se tropezara. Julia, por supuesto,
tropezó, se cayó y cuando se levantó, se volteó y caminó hacia otro lado. Seis minutos después, conoció a Miguel.
Cuando son las cuatro y media de una de muchas tardes de la ciudad, Julia sale por la ventana del cuarto de Miguel. Se
dirige a la universidad. Cada vez que Julia sale de ese cuarto, el mundo vuelve a temblar y el tráfico se mueve otra vez en cámara
rápida.
Esta vez, Julia camina hacia la universidad para buscar su reporte de calificaciones. Se tarda más o menos media hora en
llegar de casa de Miguel a la uni. Cuando va entrando a las oficinas, repica su celular. No le da tiempo contestarlo. El número es un
conjunto de números impares desconocidos para ella. Lo marca para llamar y saber quién era. En ese momento, advierte que hay un
chico sentado en una banca increíblemente húmeda por la lluvia. Cree reconocer al chico de algún sitio. El número era equivocado.
Se enternece con el perro.
María Ocando Finol. 2do Premio de Cuento. La Grapa Literaria. Escuela de Letras
Novela: es un espejo que paseamos a lo largo de un
camino. SAINT-REAL.
ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS
II
Sé silencioso en esa soledad
Que no es tristeza de aislamiento, porque
/entonces
Los espíritus de los muertos que estuvieron
/en la vida antes que tú, están otra vez
En la muerte alrededor de ti; y su voluntad
Te eclipsará: quédate quieto.
EDGAR ALLAN POE
MÁS ALLÁ
Más allá de tu nombre y de mi nombre,
qué será este esperar sin esperanza…
Dulce María Loynaz (Poeta cubana) Día, s. Período de veinticuatro horas en su mayor parte desperdiciado. Se divide en el día propiamente dicho y la noche o día impropiamente dicho; el primero se consagra a los pecados financieros y la segunda a los otros pecados. Estas dos clases de actividad social se complementan. Diccionario del Diablo. Ambrose Gwinet Bierce
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LA LUNA ASOMA
Cuando sale la luna
se pierden las campanas
y aparecen las sendas
impenetrables.
Cuando sale la luna,
el mar cubre la tierra
y el corazón se siente
isla en el infinito.
Nadie come naranjas
bajo la luna llena.
Es preciso comer
fruta verde y helada.
Cuando sale la luna
de cien rostros iguales
la moneda de plata
solloza en el bolsillo.
Federico García Lorca
Texto leído en el recital poético
del 28 de octubre: “Versos
Brujos” por los participantes del
seminario “La voz del cuerpo
poético”
Alejo Carpentier. El adjetivo y sus arrugas
Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural,
sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en
una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando
se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse
surcos anunciadores de decrepitud, para el estilo que los carga. Porque las ideas nunca envejecen, cuando son
ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos. Cuando el Dios del Génesis luego de poner luminarias en la haz del
abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante
palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera.
Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de
esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una
idea concreta, servida por palabras concretas. Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular
de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas: "Dime con quién andas...", " Tanto va
el cántaro a la fuente...", " El muerto al hoyo...", etc. Y es que, por instinto, quienes elaboran una materia verbal
destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene
sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas.
El romanticismo, cuyos poetas amaban la desesperación -sincera o fingida- tuvo un riquísimo arsenal de
adjetivos sugerentes, de cuanto fuera lúgubre, melancólico, sollozante, tormentoso, ululante, desolado, sombrío,
medieval, crepuscular y funerario. Los simbolistas reunieron adjetivos evanescentes, grisáceos, aneblados,
difusos, remotos, opalescentes, en tanto que los modernistas latinoamericanos los tuvieron helénicos,
marmóreos, versallescos, ebúrneos, panidas, faunescos, samaritanos, pausados en sus giros, sollozantes en sus
violonchelos, áureos en sus albas: de color absintio cuando de nepentes se trataba, mientras leve y aleve se
mostraba el ala del leve abanico. Al principio de este siglo, cuando el ocultismo se puso de moda en París, Sar
Paladán llenaba sus novelas de adjetivos que sugirieran lo mágico, lo caldeo, lo estelar y astral. Anatole France,
en sus vidas de santos, usaba muy hábilmente la adjetivación de Jacobo de la Vorágine para darse "un tono de
época". Los surrealistas fueron geniales en hallar y remozar cuanto adjetivo pudiera prestarse a especulaciones
poéticas sobre lo fantasmal, alucinante, misterioso, delirante, fortuito, convulsivo y onírico. En cuanto a los
existencialistas de segunda mano, prefieren los purulentos e irritantes.
Así, los adjetivos se transforman, al cabo de muy poco tiempo, en el academismo de una tendencia
literaria, de una generación. Tras de los inventores reales de una expresión, aparecen los que sólo captaron de
ella las técnicas de matizar, colorear y sugerir: la tintorería del oficio. Y cuando hoy decimos que el estilo de tal
autor de ayer nos resulta insoportable, no nos referimos al fondo, sino a los oropeles, lutos, amaneramientos y
orfebrerías, de la adjetivación.
Y la verdad es que todos los grandes estilos se caracterizan por una suma parquedad en el uso del
adjetivo. Y cuando se valen de él, usan los adjetivos más concretos, simples, directos, definidores de calidad,
consistencia, estado, materia y ánimo, tan preferidos por quienes redactaron la Biblia, como por quien escribió el
Quijote.
Sé,
nunca mientes
pero sigue cruzando
tus dedos
Milka García
Resbalé en la luz de la luna buscando el alma de tu beso
trastorno tu paladar marchito de vientre de cuna
por el rincón de tu mirada paseo sin ser visto.
Pobre corazón que se desvela a desdeña del suelo
fructífero alivio del poeta sin venas
repitiendo constantemente tu nombre.
Aquí me tienes, en el soplo de tu mano
dispuesto a tu cintura colmada de versos
imponente calificativo para tu resplandor profundo.
Por el recodo de la vida deslumbro mi pobreza
soy el molino del Quijote
Sacerdote de malditas palabras.
Ahora tirito al saber amar
Amar de tanta ponzoña
Ahora tiemblo por tu caridad.
No cuelgo la hebilla del pasado
algo impuro no me permite
me detengo antes de velar tus ojos.
Sueños que me invaden en un minuto plano.
Jhoedy González
11/2009
LOGRAMOS SALVAR A TODOS
III
La Sra. Magdalena tiene 43 años y una sola gran historia que contar. Se
enamoró de Diego, un escritor margariteño. Se casó con Joaquín, un publicista
caraqueño. ¿Qué pasó en el medio? Abuelos, padres y prestigio social. Al fin y al
cabo no es ni siquiera una buena historia, pero es su historia.
De día, es profesora de literatura en un colegio católico privado del nor-
oeste. Sus alumnos creen en sus reversiones del Mío Cid como en la Divina
Palabra. A la hora del recreo, se sienta en la plazoleta a leer y casi nunca habla
con los demás profesores.
De noche, Magdalena es un almacén de quejas. Recibe principalmente,
las quejas del señor Joaquín, quien se queja porque la comida no estuvo lista a
tiempo, por los programas que hay en la tele, de la situación económica, y del
tráfico de la ciudad. Siempre, o casi siempre, el señor Joaquín concluye su
soliloquio con una expresión cualquiera que pone de manifiesto su fugitivo
interior.
María Ocando Finol. 2do Premio de Cuento. La Grapa Literaria. Escuela
de Letras
ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS
III
La noche, aunque clara, arrugará la frente,
Y las estrellas no mirarán hacia abajo,
Desde sus altos tronos en el cielo,
Con luz como la Esperanza dada a los mortales,
Pero sus ojos rojos, sin rayo,
Para tu fatiga parecerán
Como una quemazón y una fiebre
Que se pegaría a ti para siempre.
EDGAR ALLAN POE
UNA PALABRA
Una palabra, sólo una palabra:
Y de pronto la vida se me llenó de luz…
Dulce María Loynaz (Poeta cubana)
Incluso la vida Incluso la muerte
Todo incluso. Nada se escapa, huyes en vano amigo mío, incluso tú y yo. Nada excepcional. ¿De qué te sorprendes?
MAYLI QUINTERO