CAPÍTULO I
Victoria: contexto y personalidad
"Yo soy yo y mi circunstancia", reflexionaba en 1914 el filósofo español José
Ortega y Gasset en sus Meditaciones del Quijote,1 "y si no la salvo a ella no me salvo
yo",2 proseguía Ortega, sin imaginarse siquiera el eco esperanzado que suscitaría su
defensa de lo autóctono en el desarrollo de la cultura al otro lado del Atlántico 3 y,
menos aún, cuán acertadas resultaban sus palabras aplicadas a la mujer a quien, más
adelante, apodaría la "Gioconda de la Pampa".4 Justamente así era ella, siempre fiel a
sí misma --Victoria Ocampo—y a su circunstancia (según ella misma la percibía): su
doble condición de mujer y propietaria en un mundo masculino,5 y perteneciente a una
familia cuya historia, como la de tantas otras familias de la oligarquía argentina,
estaba estrechamente ligada a la historia nacional; de hecho, consideraban que eran la
historia argentina:6 "La Historia Argentina, que era la de nuestras familias, justo es
1 José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, en Obras Completas, I (Madrid, 1966), p. 319.2 Ibíd., p. 322.3 Sobre Ortega y su relación con América Latina, ver: Tzvi Medin, Ortega y Gasset en la cultura hispanoamericana (México, 1994); José Ortega y Gasset, ed. James Maharg (Madrid, 1992); Juan Francisco Marsal, 'Las meditaciones argentinas de Ortega', Ciudad, 4-5 (1956), 8-14. 4 En una carta fechada en mayo de 1917, en España, citada en Victoria Ocampo, Autobiografía III (Buenos Aires, 1981), p. 116. Sobre la relación entre Ortega y Victoria, ver una de las mejores y más completas biografías de Ocampo: Doris Meyer, Victoria Ocampo. Against the Wind and the Tide (Austin, 1990) [1979]; pp. 49-63. Asimismo: María Esther Vázquez, Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1991), pp. 79-82. Otros tendrían una imagen diferente de Victoria. Para el filósofo alemán Hermann von Keyserling, influido por Jung, Victoria Ocampo representaría la mujer-ánima (el espíritu); Meyer, Against, pp. 73-89. Waldo Frank, en tanto, la llamaría "mujer de la Argentina y de América"en sus Memorias (Buenos Aires, 1975) y para Alfonso Reyes sería una "diosa colosal"; citado en Enrique Zuleta Álvarez, 'Alfonso Reyes y la Argentina', Cuadernos Hispanoamericanos (Los Complementarios), 4 (1989), 41-66.5 Su condición de propietarios lleva a Blas Matamoro a diseñar una teoría del "inventario" para explicar la conducta de Victoria Ocampo y la gente de su clase; ídem, Oligarquía y literatura (Buenos Aires, 1975), pp. 223-231. 6 Adolfo Prieto, La literatura autobiográfica argentina (Buenos Aires, 1982), p. 152.
8
recordarlo",7 según establece también desde el comienzo mismo de su autobiografía.8
En fin, la oligarquía... Y la misión de Victoria sería la de salvarse en medio de tales
circunstancias –superándolas, su vida sería una empresa y SUR, parte de la misma.
Consciente de su argentinidad, comprendía que su nación se encontraba en
proceso de conformación y que su proyecto personal necesariamente debía incidir en
el mismo. "Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo"; y en
verdad ello implicaba lo que el mismo Ortega exigía de España: el ponerse a la altura
de los tiempos. Pero los tiempos no serían fáciles, y su trascendencia para Argentina --
y para Victoria-- sería definitiva
Victoria Ocampo fue directora de la revista SUR y de la editorial del mismo
nombre, promotora de intercambios culturales, embajadora de las letras argentinas en
el exterior y exponente de lo que podemos considerar como una verdadera innovación
cultural en el ámbito intelectual argentino. Su proyecto de vida, aquel proyecto
cultural de todo un grupo intelectual, repercutiría durante más de cuatro décadas de
labor casi ininterrumpida en el ámbito de la cultura argentina de este siglo.9 A la vez
testigo y protagonista, sus Testimonios10 y su Autobiografía darían cuenta de su vida, 7 Victoria Ocampo, Testimonios V (Buenos Aires, 1957), p. 28. Énfasis mío.8 Victoria Ocampo comenzó a escribir sus memorias en los años 30 y siguió revisándolas hasta poco antes de su muerte en 1979. En 1952 empezó la revisión seria y minuciosa de los 6 tomos de su Autobiografía, que se publicarían póstumamente (por voluntad expresa de Ocampo) entre 1979 y 1984: Victoria Ocampo, I. El archipiélago (Buenos Aires, 1979); II. El imperio insular (Buenos Aires, 1980); III. La rama de Salzburgo (Buenos Aires, 1981); IV. Viraje (Buenos Aires, 1982); V. Figuras simbólicas. Medida de Francia (Buenos Aires, 1983); VI. Sur y Cía (Buenos Aires, 1984). 9 La revista SUR aparecería, casi sin interrupción, entre 1931 y 1970, y de forma irregular después. De obligada consulta es el excelente y abarcador estudio de la revista de John King, Sur. Estudio de la revista argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura 1931-1970 (México, 1989) [1986, en inglés]; también el artículo en el que el autor condensa los principales puntos de su libro: 'Towards a Reading of the Argentine Literary Magazine Sur', Latin American Research Review, 2 (1981), 57-78. Ver asimismo: Eduardo Paz Leston, 'El proyecto de la revista Sur', en Capítulo, Historia de la literatura argentina, vol. IV (en adelante Capítulo IV) (Buenos Aires, 1980/1986), pp. 289-312; 'Historia de una revista', en La Opinión Cultural (Buenos Aires, 4-3-1979); María Teresa Gramuglio, 'Hacia una antología de Sur. Materiales para el debate', en La cultura de un siglo. América latina en sus revistas, ed. Saúl Sosnowski (Buenos Aires, 1999), pp. 249-260. Más crítico: Fabián Escher y Julia Thomas, 'Notas sobre Victoria Ocampo y 'Sur',' Nudos, 6 (1979), 3-8.10 Diez volúmenes de ensayos y escritos testimoniales publicados entre 1935 y 1977, que recogen muchos de los textos aparecidos en SUR y en los principales diarios de Buenos Aires, así como
9
de sus empresas culturales y del devenir histórico nacional, todo ello desde su muy
particular perspectiva.11
En este primer capítulo intentaremos delinear el círculo del contexto nacional
argentino en su enlace con el biográfico de Victoria Ocampo, allá por los años veinte,
cuando comienzan a surgir las primeras ideas, inquietudes e intuiciones de lo que sería
su proyecto cultural y vital por igual. Se tratará de la metamorfosis de Victoria
Ocampo de una joven patricia y encumbrada en mecenas y promotora cultural. Será la
emancipación de Victoria Ocampo como mujer argentina, a pesar de los límites
propios del momento social y cultural, proyectándose en su intento de una
reconformación del mismo.
conferencias pronunciadas y correspondencia privada; en cierto sentido, constituyen la 'cara pública' que vendría a complementar la 'cara privada' expuesta en la Autobiografía. En orden cronológico: Victoria Ocampo, Testimonios, primera serie. 1920-1934 (Madrid, 1935); Testimonios, segunda serie. 1937-1940 (Buenos Aires, 1941); Testimonios, tercera serie (Buenos Aires, 1946); Soledad sonora. Testimonios, cuarta serie (Buenos Aires, 1950); Testimonios, quinta serie. 1950-1957 (Buenos Aires, 1957); Testimonios, sexta serie. 1957-1962 (Buenos Aires, 1963); Testimonios, séptima serie. 1962-1967 (Buenos Aires, 1967); Testimonios, octava serie. 1968-1970 (Buenos Aires, 1971); Testimonios, novena serie. 1971-1974 (Buenos Aires, 1975); Testimonios, décima serie. 1975-1977 (Buenos Aires, 1977).11 Existe una extensa bibliografía que analiza la producción de Victoria Ocampo desde el punto de vista de la literatura testimonial y la autobiografía. Entre otros: Alicia N. Salomone, 'Testimonios de una búsqueda de expresión: la escritura de Victoria Ocampo', Universum, año 14 (1999), 205-232; Myriam Yvonne Jehenson, 'To Build Bridges', en Latin-American Women Writers. Class, Race, and Gender (Nueva York, 1995), pp. 13-21 y passim; María Cristina Arambel-Güiñazú, La escritura de Victoria Ocampo. Memorias, seducción. Collage (Buenos Aires, 1993); Francine Masiello, 'Victoria Ocampo: Memory, Language and Nation', en Between Civilization & Barbarism. Women, Nation, and Literary Culture in Modern Argentina (Lincoln & London, 1992), pp. 156- 164 y passim; Sylvia Molloy, 'The theatrics of reading: body and book in Victoria Ocampo', en At face value. Autobiographical writing in Spanish America (Cambridge, 1991), pp. 55-76 y passim e ídem, 'Dos proyectos de vida: Cuadernos de infancia de Norah Lange y El archipipiélago de Victoria Ocampo', Filología, 2 (1985), pp. 279-293; Janet Greenberg, 'A Question of Blood: The Conflict of Sex and Class in the Autobiografía of Victoria Ocampo', en Women, Politics and Culture in Latin America. Seminar on Women and Culture in Latin America (Berkeley, 1990), pp. 130-150 e ídem, 'The Divided Self: Forms of Autobiography in the Writings of Victoria Ocampo', tesis doctoral inédita (Berkeley, 1986); Agnes I. Lugo-Ortiz, 'Memoria infantil y perspectiva histórica: el archipiélago de Victoria Ocampo', Revista Iberoamericana, 140 (1987), 651-661; Marta Gallo, 'Las crónicas de Victoria Ocampo', ibíd., 132-133 (1985), 679-686; Nora Domínguez y Adriana Rodríguez Pérsico, 'Autobiografía de Victoria Ocampo. La pasión del modelo', Lecturas Críticas, 2 (1984), 22-33; María Luisa Bastos, 'Dos Líneas Testimoniales: Sur, los Escritos de Victoria Ocampo', SUR, 348 (1981), 9-23 e ídem, 'Escrituras ajenas, expresión propia: Sur y los Testimonios de Victoria Ocampo', Revista Iberoamericana, 110-111 (1980), 123-137.
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Algunas pinceladas históricas
Victoria Ocampo, nacida el 7 de abril de 1890, funda SUR en 1931, en plena
resaca de la debacle económica mundial de 1929 y de su corolario local: la crisis
política de 1930 y su culminación en el golpe de estado del 6 de septiembre que
desplaza el radicalismo de Hipólito Yrigoyen por el fallido intento corporativista de
José Félix Uriburu con el que se inaugura la llamada Década Infame de la historia
argentina. Se trata de un período durante el cual Argentina experimenta significativos
cambios sociales y económicos, al mismo tiempo que somos testigos de la involución
política. Claramente, el proyecto yrigoyenista había llegado a su fin. Pero veamos
someramente algo del fondo histórico.
Primer roquismo y apogeo de la oligarquía liberal
A fines del siglo pasado, cuando la oligarquía --aquella reducida élite de
propietarios latifundistas criollos, de corte liberal y progresista, y con la mirada fija en
Europa, acorde con el ideal sarmientino de "civilización o barbarie"--12 estaba en su
apogeo.13 El acuerdo político de 1862, el cese de la guerra con el Paraguay (1865-12 Antinomia tomada del título de la obra seminal de Domingo Faustino Sarmiento, Vida de Juan Facundo Quiroga: civilización y barbarie (Buenos Aires, 1972) [1845], que constituye un concepto fundamental para la interpretación de la historia argentina, sobre todo de la política demográfica liberal. Al respecto resulta interesante la comparación de las ideas de Sarmiento y Alberdi que hace Gladys S. Onega, en su sagaz estudio del fenómeno inmigratorio argentino: La inmigración en la literatura argentina (1880-1910) (Buenos Aires, 1982) [1965], pp. 23-38.De acuerdo a Nicolas Shumway, Sarmiento no inventó sino que popularizó estos dos conceptos, que ya existían en el discurso político, según se puede apreciar en diversos artículos aparecidos en El Argos de Buenos Aires, una publicación prototípica del periodismo porteño. Shumway le atribuye a El Argos, de índole liberal y urbana, una misión civilizatoria semejante a la que desempeñaría SUR años después; ídem, The Invention of Argentina (Berkeley, 1991), pp. 87-90.13 Dos valiosos estudios sobre la oligarquía liberal argentina son los de Noé Jitrik, El mundo del ochenta (Buenos Aires, 1982) y El 80 y su mundo. Presentación de una época (Buenos Aires, 1968). También: Ricardo Rodríguez Molas, Vida cotidiana de la oligarquía argentina (1880-1890) (Buenos Aires, 1988); A. J. Pérez Amuchástegui, Mentalidades argentinas 1860-1930 (Buenos Aires, 1988) [1964], pp. 15-99 y, aunque se concentra en un período más contemporáneo, José Luis de Imaz, Los
11
1870), la Conquista del Desierto, completada en 1879, y la federalización de la ciudad
de Buenos Aires en 1880 habían abierto un ciclo de relativa estabilidad política y
prosperidad económica que se aceleraría de manera inusitada entre 1880 y 1890,
período en el que Argentina experimentó un enriquecimiento individual y colectivo
sin precedentes.
El presidente Julio A. Roca, héroe indiscutido de la denominada Conquista del
Desierto --quien, de hecho, dominaría la política argentina durante más de dos
décadas--, continuó la política liberal de modernización y de laissez-faire iniciada por
Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento. Se aprobó la legislación sancionando el
matrimonio civil (fieles al consabido anticlericalismo liberal) y no se descuidó la
educación, reduciéndose considerablemente el analfabetismo. Asimismo, se abrieron
las puertas a la inmigración masiva, sobre todo de Italia y España, y se incentivaron
las inversiones extranjeras a través de acuerdos preferenciales y no pocas concesiones
de tierras, otorgadas a fin de atraer capital británico para la construcción de los
ferrocarriles que unían el litoral con las provincias del interior. El cultivo de nuevas
tierras, especialmente en la Pampa, unido a la expansión del ferrocarril, permitió
llegar a regiones previamente inaccesibles, convirtiendo a Argentina en uno de los
mayores exportadores de cereales. Por otra parte, la adopción del alambrado y la
plantación de alfalfa, además de la importación de ganado de mejor calidad y el
advenimiento de la refrigeración, contribuyeron al desarrollo de la rama ganadera.14
que mandan (Buenos Aires 1965) [1964]; desde una posición claramente comprometida ideológicamente, Juan José Hernández Arregui, La formación de la conciencia nacional (Buenos Aires, 1973) [1960], pp. 53-98. 14 Sobre Argentina en el período, ver: Argentina Since Independence, ed. Leslie Bethell (Cambridge, 1993); David Rock, Argentina 1516-1987 (Berkeley, 1987), pp. 162-213; James R. Scobie, Argentina, a City and a Nation, (Nueva York, 1971); Arthur P. Whitaker, Argentina (Englewood Cliffs, 1964); Arturo Andrés Roig, 'La entrada del siglo. La Argentina en los años 1880-1914', en Argentina del 80 al 80. Balance social y cultural de un siglo, ed. Arturo Roig (México, 1993), pp. 9-20. Sobre la legislación familiar: Ricardo Rodríguez Molas, Divorcio y familia tradicional (Buenos Aires, 1984) y sobre la política inmigratoria argentina de la época: Tulio Halperín Donghi, '¿Para qué la inmigración? Ideología y política inmigratoria en la Argentina (1810-1914)', en ídem, El espejo de la historia.
12
Buenos Aires pronto se convirtió en una vibrante capital moderna y
cosmopolita, sede del gobierno y, por virtud de la actividad portuaria, también
corazón de la banca y eje del comercio interior y exterior del país: a ella conducían
todas las líneas del ferrocarril; a ella también se abalanzaron las masas inmigratorias
(para 1914, un 47% de la población bonaerense había nacido en el extranjero).15
En medio de un proceso dialéctico, las clases emergentes –media y proletaria--
no tardarían en protestar su exclusión del accionar político y exigir mejores
condiciones de vida y de vivienda; muchos de ellos buscarían realizar sus demandas
de participación política y expresar su descontento en las filas del radicalismo. Otros
sectores más populares serían cortejados por el anarquismo y el socialismo incipiente
(Juan B. Justo fundó el Partido Socialista en 1896).16
Mientras tanto, la clase dirigente, enceguecidos por la desenfrenada
prosperidad, se embarcó en una desbocada carrera de consumo y especulación.17
Complacientes, pocos parecían darse cuenta de que Argentina había contraído un
nuevo pacto neocolonial, esta vez con Gran Bretaña, ajustando su economía a las
demandas alimenticias del mercado internacional --más específicamente del británico-
Problemas argentinos y perpectivas hispanoamericanas (Buenos Aires, 1987), pp. 189-238.15 Whitaker, Argentina, pp. 53-56. La creciente burocracia administrativa de la ciudad se constituyó en una importante herramienta de mobilización social. Incluso se construyeron barrios nuevos para los distintos sectores de la población, claramente demarcados; David Rock, 'Argentina in 1914: The Pampas, the interior, Buenos Aires', en Argentina, ed. Bethell, pp. 129-138; James R. Scobie, Buenos Aires, del centro a los barrios. 1870-1910 (Buenos Aires, 1977); Gino Germani, Estructura social de la Argentina (Buenos Aires, 1955).16 Ezequiel Gallo, 'Society and Politics, 1880-1916', en Argentina, ed. Bethell, pp. 79-112. De gran utilidad para captar rápidamente la dinámica de las clases emergentes son las observaciones de José Luis Romero: Las ideologías de la cultura nacional y otros ensayos (Buenos Aires, 1982), pp. 20-26 y 141-162.17 Algunos escritores de la época, descontentos con el derrotero de avaricia y gula por el que se abalanzaba la sociedad, advirtieron del peligro en sus obras, en las que se percibe un fuerte elemento xenófobo. Quizás la más representativa sea La bolsa (1891) de Julián Martel (seudónimo de José Miró). En Inmigración (pp. 74-85), Gladys Onega analiza hábilmente la expresión de la xenofobia y el antisemitismo en la novela de Martel. Ver también: Noé Jitrik, 'El ciclo de la Bolsa', en Capítulo. Historia de la Literatura Argentina, vol. 2 (en adelante Capítulo II) (Buenos Aires, 1980/1986), pp. 159-168.
13
a expensas del desarrollo de la industria local y el mercado doméstico, y creando
entonces una situación de clara dependencia. Y eso es precisamente lo que acontece
en 1890: el derrumbe del banco Baring supuso el desmoronamiento de la economía
argentina y provocó la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman.18
El proyecto de la oligarquía liberal del 80 se estaba resquebrajando. La
modernización y la urbanización de Buenos Aires y el litoral no se habían extendido al
interior del país, donde perduraba una estructura de vasallaje cuasi-feudal presidida
por los grandes propietarios ausentes (sus renteros de hecho trabajaban la tierra) y una
economía de subsistencia; la perpetuación del sistema latifundista aseguraba la
concentración de riqueza (y grandes extensiones de tierras) en manos de pocas
familias privilegiadas; la antinomia interior/litoral, provincia/capital no perdía
vigencia. Del mismo modo se había desatendido la diversificación de la economía
nacional más allá del sector agrícola-ganadero, descuidándose el desarrollo de la
industria nacional autóctona: Argentina dependía de Inglaterra para sus importaciones
y para sus exportaciones.
Por otra parte, la realización del proyecto inmigratorio y el veloz desarrollo
urbano de fines de siglo se habían traducido en una estructura social más compleja,
con la emergencia de nuevas clases que comenzaban a reclamar su inclusión en el
ámbito político. Distintos grupos opositores, entre ellos jóvenes intelectuales como
José Ingenieros y Leopoldo Lugones, que desempeñarían un papel importante en el
desarrollo del pensamiento ideológico argentino más adelante, habían convergido en
la fundación de la Unión Cívica en 1889, que aspiraba a desplazar al Partido
18 Para un lúcido y sucinto recuento de la economía argentina en el período, ver: Roberto Cortés Conde, 'The growth of the Argentine Economy, c. 1870-1914', en Argentina, ed. Bethell, pp. 47-78.
14
Autonomista Nacional (PAN) del poder.19
El fracaso radical en socavar los cimientos del partido gobernante produciría
eventualmente la escisión entre la facción revolucionaria de Leandro Alem --la Unión
Cívica Radical (UCR)-- y la Unión Cívica reformista de Mitre. La UCR se mantendría
fiel al lema de "abstención", aun después del suicidio de Alem en 1886, hasta que
Yrigoyen decidiera que había llegado el momento de presentarse a las elecciones que
le llevarían al poder en 1916. Por otra parte, el desengaño con respecto al radicalismo
llevaría a muchos de los desilusionados a probar suerte con el socialismo o el
anarquismo, que se disputarían el favor de las clases obreras.20
Argentina había irrumpido en la escena internacional con una producción y
una exportación que la habían hecho copar un puesto privilegiado a nivel mundial. Y
en la realización de este proyecto nacional fueron conformándose nuevas fuerzas
sociales que en la primera veintena del siglo XX buscarían una nueva articulación
económica, social y política.21
Segundo roquismo y crisis del proyecto liberal
Roca comienza su segunda cadencia en 1898, inaugurando el período que
David Viñas califica de "crisis de la ciudad liberal" y que se cierra con el ascenso del
radicalismo al poder en 1916.22 ¿Por qué crisis liberal? Pues porque, a diferencia del
espíritu militante, progresista y renovador, imbuido en el positivismo comtiano y el
19 El instrumento político de la oligarquía gobernante, fundado en 1870; Gallo, 'Society', pp. 97-111 y también Rock, Argentina., pp. 163-185.20 Rock, ibíd., pp. 183-190. Sobre los socialistas, ver: Richard J. Walter, The Socialist Party of Argentina, 1890-1930 (Austin, 1977) y sobre los anarquistas: Iaacov Oved: El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, (México, 1978).21 José Luis Romero, Las ideas en la Argentina del siglo XX (Buenos Aires, 1987) [1965], pp. 98-99.22 David Viñas, Laferrère. Del apogeo de la oligarquía a la crisis de la ciudad liberal (Rosario, 1965), pp. 9-47.
15
darwinismo social, que caracterizó la primera presidencia de éste (1880-1886), de
ahora en adelante se registrarían instancias conciliadoras, represivas o de contención
abocadas a la sobrevivencia, de cualquier manera, de la oligarquía liberal en el poder,
urgida por la amenaza subyacente del ascenso de las clases medias y el aluvión
inmigratorio. Así, por ejemplo, la Ley de Residencia de 1902 sancionando el
encarcelamiento y la deportación de elementos subversivos extranjeros, que fue
adoptada como una medida para contrarrestar la efervescencia social y coartar la
agitación anarquista dentro de los sectores inmigratorios. Ésta fue seguida por la Ley
de Defensa Social de 1910, con el mismo propósito, promulgada por miedo a que las
acciones de los anarquistas arruinasen las celebraciones del Centenario de la
independencia.23 La idea de la inmigración, tan compatible, en principio, con la
ideología liberal, en la práctica distaba mucho del 'romántico' ideal de Domingo F.
Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, manifestándose en lo que la oligarquía –y no sólo
ella—consideraría una invasión de seres vistos como moral y socialmente inferiores,
portadores de ideas peligrosamente igualitarias y anarquistas.24
Los mismos hombres se suceden en el gobierno, si bien los nombres cambian.
Vuelve a repetirse el modelo de recuperación económica/prosperidad/recesión sobre la
base de la promoción de inversiones extranjeras y una política de
exportación/importación que analizáramos anteriormente. Aunque ahora priman los
frigoríficos y los cereales en la economía argentina, ésta sigue dependiendo del
mercado internacional, aunque un tanto más diversificado esta vez: los alemanes
dominan la importación de maquinarias y artefactos electrónicos a cambio de lana; los
23 Rock, Argentina, pp. 186-188; sobre la represión de los anarquistas, ver Eduardo A. Zimmerman, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-1916 (Buenos Aires, 1995), pp. 150-172.24 Zimmermann, ibíd., pp. 126-149. Gladys Onega traza hábilmente las cambiantes actitudes hacia el aluvión inmigratorio y las consiguientes tensiones, en Inmigración, pp. 7-23.
16
norteamericanos controlan la industria frigorífica y el petróleo25 e importan cueros; los
ingleses retienen su hegemonía importando carne y cereales argentinos, y envían en su
lugar carbón, textiles y materiales ferroviarios.26
Las élites, celosas defensoras de su control de las exportaciones, optan por las
recompensas más inmediatas del librecomercio y los acuerdos preferenciales antes que
el desarrollo de la industria nacional. Hay una distribución desigual de riqueza. Todo
sigue igual... hasta el próximo cataclismo, que sobreviene primero con la recesión
mundial de la posguerra y, más adelante, con la crisis mundial de 1929. Mientras
tanto, bajo el quietismo de la superficie, ebullen los enfrentamientos de clase, la
xenofobia, las protestas, las huelgas, la pugna por el reconocimiento y la participación
política de las clases medias, la exclusión de los sectores populares, que eruptan en los
momentos de crisis cuando sube la inflación, crece el desempleo y bajan los sueldos.
Parecería que las élites argentinas, conscientes de las semejanzas entre la
sociedad argentina y las sociedades europeas con un similar desarrollo urbano y la
emergencia de nuevos actores sociales,27 se muestran receptivas a las propuestas de los
movimientos europeos de democratización impulsados por la filosofía democrático-
liberal de John Stuart Mill y la encíclica Rerum Novarum (1891) del Papa León XIII
sobre los límites de la propiedad privada.28 De modo que el período Quintana-
Figueroa Alcorta-Roque Sáenz Peña (1904- 1916, incluyendo los dos años de
Victorino de la Plaza) representa una nueva etapa de índole más reformista, o mejor
25 La cuestión del control de la industria petrolífera y la falta de reciprocidad en las relaciones comerciales argentino-estadounidenses serán uno de los principales motivos del deterioro de las relaciones entre ambos países y uno de los ejes fundamentales de la futura política de Yrigoyen; Whitaker, Argentina; Rock, Argentina, pp. 167-183. 26 Rock, ibíd.27 El ascenso de las clases medias y la radicalización de las demandas y las acciones de otros sectores, como los socialistas y los anarquistas, ponían de manifiesto la creciente presión de la opinión pública y la urgente necesidad de tomar medidas y crear instituciones que dieran mayor representación a estos grupos.28 Rock, Argentina, p. 185.
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predispuesta a la reforma, y supone el desplazamiento del roquismo más
'reaccionario'. O quizás, frente a la inminencia de los cambios políticos fincados en la
movilización social y la democracia, hayan preferido tratar de encauzar la nueva ola
en lugar de verse arrasados por la misma. Buena prueba de ello es la reforma electoral
de 1912, la denominada Ley Sáenz Peña --concebida en un principio con el doble
propósito de unificar a las facciones conservadores y responder a las demandas de una
política más popular--, que de hecho cambiaría las prácticas electorales al sancionar el
voto secreto para los varones nativos mayores de dieciocho años. Por cierto, esta ley
excluye a las mujeres y a los inmigrantes y fracasó en su intento de crear un partido
conservador fuerte con una amplia base popular. Sirvió, más bien, para facilitar el
camino de Yrigoyen a la presidencia en 1916.29 Y mientras en el 16 Argentina
cambiaba, Victoria cumplía sus 26.
El 'rotativo' radical: Yrigoyen, Alvear, Yrigoyen
Aun sin un detallado plan de reforma, las tendencias populistas de los radicales
(en el sentido de mayor representatividad de los distintos actores sociales) y sus
protestas de buena administración les aseguran el apoyo de las clases medias
ascendentes. Entre sus adeptos se contaban también conservadores descontentos y
hasta residuos anarquistas.
Sin embargo, la transición al poder no fue fácil y las esperanzas de los nuevos
sectores sociales acabarían defraudadas. Yrigoyen, al igual que Roca antes, actuaría
para consolidar el poder de la presidencia y asegurar un fuerte gobierno central y,
29 Gallo, 'Society', pp. 97-111; David Rock, Politics in Argentina 1890-1930. The Rise and Fall of Radicalism (Cambridge, 1975), pp. 34-40; Paula Alonso, Between Revolution and the Ballot Box: The Origins of the Argentine Radical Party (Cambridge & Nueva York, 2000).
18
como sus antecesores, recurriría a la intervención federal para 'colocar' a sus
candidatos en las provincias y sobrellevar la oposición conservadora que se encargaba
de derrotar sus intentos legislativos en el Senado.30
Esto no quita el hecho de que en 1918, durante el primer período de Yrigoyen,
se dio uno de los mayores triunfos en el camino hacia la democratización al llevarse a
cabo la Reforma Universitaria, que expandió los horizontes de la educación superior a
nuevas disciplinas y abrió las puertas de las universidades a los nuevos sectores
sociales. Se trató fundamentalmente de "la rebelión de las clases medias" contra la
aristocracia criolla y contra la estratificación conservadora de las universidades, la
provisión arbitraria de cátedras, el mantenimiento de profesores fosilizados y de
métodos y asignaturas anacrónicos, y la exclusión de intelectuales renovadores,
portadores de corrientes contemporáneas del pensamiento universal. A fin de eliminar
a los malos maestros, exigían la intervención de los estudiantes en el gobierno de las
universidades y también el establecimiento de cátedras y asistencia libres, lo que
facilitaría el acceso de las nuevas clases sociales –media y proletaria-- a la educación
superior. A pesar de la fuerte resistencia opuesta por las jerarquías de la docencia
oligárquica, el movimiento obtuvo logros significativos, tales como la elaboración de
nuevos criterios para el ingreso a las universidades y la reforma del plan curricular.31
Asimismo, apellidos inmigratorios no tardaron en hacer su aparición en el ámbito
académico y cultural: Diego Luis Molinari y Emilio Ravignani en la Nueva Escuela
Histórica; el dirigente estudiantil Enrique Dickmann; Roberto Giusti y Alfredo
30 Rock, Argentina, p. 199.31 Rock, Politics, pp. 116-117; Richard Walter, Student Politics in Argentina: The University Reform and its Effects, 1918-1964 (Nueva York, 1968); Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti, La reforma universitaria (Buenos Aires, 1983). Asimismo, el compendio suplementario de ensayos dedicados a la Reforma Universitaria, publicado por Página/12, es muy útil: AA.VV., La Reforma Universitaria 1918-1998 (Buenos Aires, 1998), como también: José Luis Romero, 'El ensayo reformista', en ídem, Situaciones e ideologías en Latinoamérica (Buenos Aires, 1986), pp. 172-198.
19
Bianchi, directores de la revista Nosotros.32 Todo esto tendría grandes repercusiones
en el mundo intelectual, tanto a nivel nacional como continental, y aún volveremos a
ello.
Mas a pesar de todas las reformas, en última instancia el abuso del patronato
burocrático por parte de Yrigoyen para asegurar su permanencia en el poder, en el
estilo de Roca, provocaría el descontento de los sectores que se sentían excluidos, en
particular de la clase obrera después de la represión excesiva durante la Semana
Trágica de 1919. Si antes deploraban el paternalismo de Roca, ahora protestan el
populismo de Yrigoyen. Muchos opinaban que las cosas no habían cambiado tanto. Y
sobreviene, entonces, la cadencia presidencial de Marcelo T. de Alvear33 (1922-1928)
y luego el regreso de Yrigoyen, para sumergirse del todo en la crisis económica
mundial.34
Victoria fundaría la revista SUR en 1931, después de que Argentina había
pasado de la fórmula liberal a la experimentación del populismo yrigoyenista; del
exclusivo poder oligárquico a la emergencia de las clases medias y populares más
involucradas en la praxis política; para llegar, finalmente, al golpe de Estado militar
que intentaba frenar estos procesos de democratización política y de radicalización
social y que haría prender por encima del destino argentino un amenazante signo de
interrogación. En momentos de la crisis, económica y social por igual, los
intelectuales buscarían su lugar y su misión. Muchas eran las respuestas posibles.
Victoria y SUR darían una de las privilegiadas entre ellas.32 Viñas, Laferrère, pp. 31-32.33 De quien Victoria Ocampo era pariente y amiga personal, vínculo que aprovechó para pedirle diversos favores durante su presidencia; ver las palabras leídas por la directora de SUR en un homenaje a Alvear en el Cementerio de la Recoleta, en Testimonios VIII, pp. 244-247 y también ibíd., pp. 200 y 216. Sobre la figura de Alvear, ver: Félix Luna, Alvear (Buenos Aires, 1958) y Alejandro Cattaruzza, Los nombres del poder. Marcelo T. de Alvear (Buenos Aires, 1997). 34 Rock, Politics, pp. 218-264; Luis Alberto Romero, Breve Historia Contemporánea de la Argentina (Buenos Aires, 1994), pp. 47-82.
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La aparición de un nuevo protagonista: el escritor profesional
El ambiente cultural argentino en los años 20 se presentaba fluido y
efervescente bajo la aparente caparazón de homogeneidad y quietismo que le
acordaban la relativa estabilidad política y los previos ciclos de prosperidad
económica que mencionamos más arriba. Sin embargo, las tensiones subyacentes
(enfrentamientos de clases, intentos sindicales, Reforma universitaria), corolario de la
realización del proceso inmigratorio y las consecuentes importaciones foráneas
(demográficas, ideológicas, culturales), repercutieron en el ámbito cultural
reclamando adecuaciones a las nuevas circunstancias histórico-culturales. El ascenso
de las clases medias y la consolidación de nuevos sectores populares desplazaron las
estructuras, formas y valores imperantes (hasta entonces patrimonio de la oligarquía
liberal) para dar cabida y expresión a un nuevo público productor y consumidor de un
nuevo mercado, y a nuevas manifestaciones culturales de corte más popular: la
aparición de la novela "social" y de las novelas serializadas,35 el sainete nacional y la
poesía lunfarda; y además, la incorporación del "cocoliche" (la jerga inmigratoria) al
teatro y la narrativa y la aceptación pública del tango, previamente descartados por
considerárseles manifestaciones de cultura lumpen, asociados con el delito y los bajos
fondos.36 De más está señalar la incipiente participación de sectores medios en la
35 Beatriz Sarlo estudia con detalle y empatía este fenómeno; El imperio de los sentimientos (Buenos Aires, 1985).36 Matamoro, Oligarquía, p. 8; King, Sur, pp. 24-25. Imprescindible para la comprensión del tema es la excelente colección de ensayos: Leandro H. Gutiérrez y Luis Alberto Romero, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra (Buenos Aires, 1995). Sobre el teatro popular, ver: Luis Ordaz, 'El teatro. Desde Caseros hasta el zarzuelismo criollo', en Capítulo II, pp. 169-192; sobre el sainete: Abel Posadas, Marta Speroni y Griselda Vignolo, 'El sainete', en Capítulo. Historia de la literatura argentina, vol. III (en adelante Capítulo III) (Buenos Aires, 1980/1986), pp. 145-168 y sobre el tango: Blas Matamoro, Ciudad del tango (Buenos Aires, 1969) y José Morales-Saravia, 'Institución y espacio cultural urbano: el tango y el periódico Martín Fierro', en ídem, 'El discurso argentinista en los años treinta: Scalabrini Ortiz, Martínez Estrada, Mallea', tesis doctoral inédita (Berlin, 1986), pp. 43-49. También son interesantes los bosquejos de la mentalidad porteña de Amuchástegui: Mentalidades, pp.
21
elaboración e institucionalización de la cultura, aunque lo que sí cabe destacar son las
manifestaciones de una filosofía del nacionalismo argentino que se comienzan a
percibir y el nucleamiento de distintos intelectuales en torno a revistas de publicación
regular como Ideas y Nosotros37 -- eclécticas unas, de clara identificación ideológica
otras--, que habrían de pavimentar el camino para la eventual emergencia del grupo
SUR en la década siguiente.38
Todo ello no supone un corte tajante ni con generaciones anteriores ni
contemporáneas, sino más bien una reelaboración de la función de la literatura en el
período que nos concierne.39 Este proceso de reformulación de los fundamentos socio-
ideológicos y funcionales de la literatura, en el que sobresale de modo especial la
profesionalización del escritor, se venía perfilando desde hacía tiempo, reflejado en la
constante preocupación por la cuestión nacional y su evolución,40 y también en la
gradual diversificación del quehacer cultural: la profusión de nuevas propuestas
ideológico-estéticas, la proliferación de revistas literarias a que aludimos
anteriormente, y la evolución del periodismo y las asociaciones culturales.41
Mas antes de entrar de lleno al análisis de este proceso, importa señalar que el
103-212.37 Sobre ambas revistas, ver: Héctor René Lafleur, Sergio D. Provenzano y Fernando P. Alonso, Las revistas literarias argentinas 1893-1967 (Buenos Aires, 1968) [1962], pp. 39-45.38 De fundamental consulta para el entendimiento de los principales fenómenos culturales mencionados, además de las vanguardias, es la colección de artículos reunidos en Yrigoyen, Entre Borges y Arlt. (1916-1930), ed. Graciela Montaldo, vol. VII de Historia social de la literatura argentina, ed. David Viñas (Buenos Aires, 1989). Uno de los estudios más completos de los intelectuales en este período es: Jesús Méndez, 'Argentine Intellectuals in the Twentieth Century, 1900-1943', tesis doctoral inédita (Austin, 1980), pp. 18-87. No menos útil es: Christopher Towne Leland, The Last Happy Men. The Generation of 1922, Fiction, and the Argentine Reality (Syracuse, 1986).39 En sus dos libros: Literatura argentina y realidad política (Buenos Aires, 1982) y De Sarmiento a Cortázar (Buenos Aires, 1971), David Viñas explora la trayectoria que recorren los escritores argentinos en este siglo y brinda un panorama detallado y un análisis sagaz del tema. 40 Aquel "protonacionalismo" que menciona Viñas (Laferrère, p. 23) y al cual Sarlo se refiere como "primer nacionalismo cultural"; Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930 (Buenos Aires, 1988), p. 98.41 Sobre el proceso de profesionalización del escritor, ver el abarcador estudio (en dos partes) de Jorge B. Rivera: 'La forja del escritor profesional (1900-1930). Los escritores y los nuevos medios masivos', en Capítulo III, pp. 337-384. También: Towne Leland, Men, pp. 15-20.
22
concepto de "profesionalización" de los escritores quizás tendría más que ver con la
percepción de sí mismos y de su rol como tales, que con el desarrollo de una industria
literaria per se. De hecho ésta estaba en su infancia: el público lector era reducido, y
el mercado aún más; en muchas instancias los escritores mismos debían pagar los
costos de las tiradas. Si hasta entonces el oficio había sido patrimonio de las élites
porteñas, surgen ahora escritores de las nuevas capas sociales (Roberto Arlt, Alberto
Gerchunoff, Alberto Ghiraldo) e "hidalgos de provincia", como Manuél Gálvez y
Ricardo Rojas, que no estaban en condiciones de 'vivir' de sus rentas como escritor
exclusivamente. Por consiguiente, no era sorprendente encontrar a muchos de ellos
desempeñando algún cargo en la enmarañada burocracia de la ciudad (Gálvez, por
ejemplo, era inspector de escuelas).42
Solamente como periodista podía un escritor vivir de su oficio, de la escritura.
Pero los periódicos La Nación y La Prensa, propiedad de los Mitre y los Paz,
respectivamente, eran reductos de la élite gobernante que básicamente dictaba los
gustos y controlaba las formas de producción y consumo culturales: los suplementos
literarios, las instituciones culturales privadas como el Ateneo (1892) y, más adelante,
los Amigos del Arte (1924), e incluso la organización de las visitas de los
conferenciantes invitados del exterior -- "Sabido es que la Argentina es la primera
consumidora de conferencias del mundo", decía Ramón Gómez de la Serna, durante
una de sus frecuentes visitas a Buenos Aires entre 1920 y 1930.43 Las damas de la 42 De obligada lectura es La ciudad letrada (Montevideo, 1984), obra póstuma en la que el crítico uruguayo Ángel Rama estudia el proceso histórico-cultural en América Latina a partir del nexo existente entre el espacio urbano (la ciudad) y el lugar del saber (las letras). Rama sigue el proceso de profesionalización del escritor desde la conquista y la época colonial hasta las primeras décadas del siglo XX y demuestra cómo el oficio de las letras y las prácticas culturales fueron constituyéndose y evolucionando en función del desarrollo y las transformaciones experimentados por la ciudades. Ver también: King, Sur, pp. 22-23 y Viñas, Laferrèrre, pp. 40-42.43 Ramón Gómez de la Serna, 'Matices de Buenos Aires. Conferencias y conferenciantes', Anales de Buenos Aires, 1 (enero 1946), 1-3 (3). No casualmente, Gómez de la Serna se radicaría en Buenos Aires a partir de 1936; al respecto ver: Horacio J. Spinetto, 'Ramón Gómez de la Serna. Madrid esquina Buenos Aires', Todo es Historia, 270 (1989), 64-79.
23
sociedad presidían los 'salones' a los que aspiraban ser invitados los artistas en busca
de consagración; Victoria Ocampo en esta época es una reconocida y preciada
anfitriona.44 O sea, vemos que, en parte, se trataba de un período de transición en el
que el continuo perdura: los nuevos escritores en proceso de profesionalización no
pueden aún prescindir de la validación de los órganos establecidos; no sin razón,
Viñas hace mención del ideal que albergaban algunos escritores de llegar a ser "un
hombre de La Nación". Aunque, claro está, ahí estaban también los socialistas, que
contaban con su propio vocero, La Vanguardia (1894), en tanto que Ghiraldo y La
Protesta Humana (1903) se encargaban de dar expresión a los anarquistas.45
Menos tangibles, pero no menor indicio del proceso de profesionalización de
los escritores son los cambios de intencionalidad. Las protestas de "utilidad" o
"representatividad" con que los hombres de acción –Domingo F. Sarmiento, Lucio V.
Mansilla, Miguel Cané-- postulaban sus proyectos nacionales y justificaban sus
incursiones literarias (de tono intimista, como si se tratara de una conversación entre
pares)46 son ahora suplantadas por el ejercicio de la escritura como proyecto
profesional y proyecto de vida: críticos, profesionales de la pluma a la vez que
practicantes de la escritura como un arte.47 No era una ocupación entre otras,
Las visitas de conferenciantes extranjeros eran una forma predilecta de llevar a cabo intercambios culturales. Cristina Parodi Lisi analiza la influencia que tres de estos visitantes –Ortega y Gasset, Waldo Frank y el conde de Keyserling-- ejercieron sobre Victoria Ocampo y el ámbito intelectual argentino: 'El proyecto cultural de la revista 'Sur' (1931-1970) en la obra literaria de Victoria Ocampo', tesis doctoral inédita (Darmstadt, 1987), pp. 91-155. Un estudio igualmente riguroso, que también examina la recepción que estos tres intelectuales extranjeros tuvieron entre la intelectualidad bonaerense, es: Morales-Saravia, 'Discurso', pp. 317-357.44 Elena ('Bebé') Sansinena de Elizalde y Victoria Ocampo se disputaban el primer lugar, según cuenta la gran amiga de Victoria, María Rosa Oliver; Hebe Clementi, María Rosa Oliver (Buenos Aires, 1992), p. 65. María Gabriela Mizraje sitúa a la directora de SUR en la línea de poderosas anfitrionas intelectuales argentinas insinuada por Mariquita Sánchez de Thompson, Eduarda Mansilla de García y Ema de la Barra de Llanos; ídem, Mujeres. Imágenes argentinas (Chile, 1993), pp. 9-15. Ver también: King, Sur, p. 46.45 Hernán Díaz, Alberto Ghiraldo: anarquismo y cultura (Buenos Aires, 1991).46 Molloy, 'Proyectos', p. 281; King, Sur, p. 22.47 En otras palabras, la literatura asume otras finalidades, alejadas de las cívico-políticas exclusivamente. Ver: King, Sur, pp. 22-26; Matamoro, Oligarquía, pp. 36-37.
24
meramente ocasional, ni tampoco se daba en función exclusiva de lo político, sino una
profesión y una ocupación especializada.
En busca de la argentinidad
El hilo conductor de esta nueva generación de escritores lo constituye la
constante preocupación por la cuestión de la identidad nacional.48 La generación post-
positivista del Centenario (1910) se aboca a la tarea de definir una identidad nacional
propia, replegándose sobre lo que veían como la esencia inmutable del alma y el
pasado glorioso argentinos: es decir, la constitución de un nuevo mito conformador
nacional autóctono. Influenciados, entre otros, por el espiritualismo de José Enrique
Rodó, la introspección de Miguel de Unamuno y Ángel Ganivet en España, y el
nacionalismo de Gabriele D'Annunzio y Charles Maurras, algunos de ellos
denunciando la decadencia europea, estos jóvenes escritores toman conciencia de la
necesidad de abandonar los modelos europeos y se vuelcan a la reivindicación de los
antiguos valores y mitos fundacionales criollos, ejemplificados, por cierto, en el
poema épico del gaucho Martín Fierro, de José Hernández (1872-1879).49
Frente a lo que consideraban como la amenaza del aluvión inmigratorio de las
48 Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo pintan un retrato lúcido y compacto de esta generación de escritores dentro del contexto cultural e ideológico: 'La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos', Hispamérica, 25-26 (1980), 33-59 y reproducido en ídem, Ensayos argentinos: de Sarmiento a la vanguardia, ed. Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo (Buenos Aires, 1997) [1983], 161-199. Un análisis más extenso de este primer nacionalismo se puede encontrar en: Carlos Payá y Eduardo Cárdenas, El primer nacionalismo argentino en Manuel Gálvez y Ricardo Rojas, (Buenos Aires, 1978).49 Sobre el papel del criollismo en la formación de la identidad argentina, ver: Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna (Buenos Aires, 1988); Ángel Rama, Los gauchipolíticos rioplatenses (Buenos Aires, 1982); En torno al criollismo. Textos y polémica, ed. Alfredo V. E. Rubione (Buenos Aires, 1983); Ángel Héctor Azeves, 'La poesía gauchesca', en 5 siglos de literatura en Argentina, ed. J. C. Díaz Usandivaras (Buenos Aires, 1993), pp. 95-117; María Teresa Gramuglio y Beatriz Sarlo, 'Martín Fierro', en Capítulo II, pp. 25-48. También Shumway ofrece una esclarecedora lectura del Martín Fierro en este contexto: Invention, pp. 264-291; Amuchástegui pinta un completísimo retrato del gaucho sobre el trasfondo histórico: Mentalidades, pp. 215-379.
25
generaciones anteriores, la del Centenario opone la imagen de una Argentina
resistente sostenida por los valores criollos de antaño: gaucho, caudillo, España; a los
excesos de la urbe se contraponen el paisaje y la tranquilidad elegíacos del campo y la
provincia.50 En otras palabras, se registra el desplazamiento de la tradición liberal
antigaucha por la reivindicación del mismo y la suplantación de la hispanofobia del
liberalismo de Sarmiento por una renovada hispanofilia.51 Otros intelectuales más
extremistas, como Leopoldo Lugones en La hora de la espada, abogarían por la
creación de una aristocracia militarista, casi una dictadura militar. El caso de Lugones
es paradigmático de la pugna de las tensiones sociales y las nuevas tendencias que
caracterizan el período, pues representa las conversiones ideológicas que experimentó
más de un intelectual en aquel prolongado momento de crisis: Lugones recorre un
largo camino desde el anarcosocialismo de fines de siglo, pasando por el
individualismo liberal, hasta el militarismo de corte fascista que evidencia a
comienzos del nuevo siglo.52
Paradójicamente, sin embargo, esta acalorada reivindicación de los valores
criollos de antes no hacía más que reafirmar el derecho de los viejos "criollos" de las
clases dirigentes a permanecer en el poder. Más adelante, en otra variante, un
miembro de la élite, Ricardo Güiraldes, propondrá una fusión del nacionalismo
argentino y la cultura europea en su clásica figura del gaucho aculturado Don Fabio,
50 Esta 'vuelta al terruño' encontraría expresión en la doble vertiente del indigenismo y el hispanismo: la reivindicación de lo esencial indígena en el ser nacional, por un lado, y de la estirpe hispánica, por el otro. En el ámbito intelectual, estas corrientes brindarían obras como La argentinidad, Retablo español y Eurindia, de Ricardo Rojas, y El solar de la raza, de Gálvez. Ver: Méndez, 'Intellectuals', pp. 41-73; J. L. Romero, Ideas, pp. 71-78; Matamoro, Oligarquía, pp. 39-50.51 Matamoro, ibíd., pp. 25-44.52 Ver el interesante análisis que hace Gladys Onega de la trayectoria de Lugones, según se refleja en su actitud hacia la inmigración: Inmigración, pp. 147-152. También: Alberto Spectorovsky, 'The Making of an Argentine Fascist. Leopoldo Lugones: From Revolutionary Left to Radical Nationalism', History of Political Thought, 17-1 (Spring, 1996), 79-108; Matamoro, ibíd., pp. 32-33 y Hernández Arregui, Formación, pp. 174-193.
26
en Don Segundo Sombra (1926).53 Y, quizás no casualmente, habría de basar otro de
sus personajes en el modelo de su gran amiga, Victoria Ocampo.54
Aquellos locos años veinte
Las ideas y el tono sobrio y moralista de este temprano nacionalismo –con
Gálvez, Lugones y Rojas-- serán desplazados, en parte, en la segunda década del
siglo, por el impulso vital y el afán de modernidad de las nuevas revistas literarias.55
Abocadas a su empresa generacional de renovación y de conquista de nuevos espacios
públicos, sin otro apoyo material que los esfuerzos de sus directores, la mayoría tendrá
corta vida; Prisma (1921), por ejemplo, un primer intento borgeano después de su
retorno a Buenos Aires ese mismo año, consistió en dos hojas murales nada más.56 No
obstante, el impacto de este movimiento vanguardista repercutiría también en la
53 "Es un clásico, lectura obligatoria en todos los colegios de la República. Tan argentino como Facundo y Martín Fierro. Sin embargo, lo escribió un hombre que ayer y hoy, por sus gustos literarios, por sus lecturas favoritas, por su familiaridad con los más exquisitos poetas franceses, merecería el epíteto peyorativo de extranjerizante. El haber escrito Don Segundo Sombra parece haberlo redimido de sus culpas ante ciertas personas", escribe Victoria en Testimonios VI, pp. 243-246 (245). Esta reivindicación de la argentinidad esencial de Don Segundo Sombra --y por extensión la de su autor y la suya propia—sirve a Ocampo para refutar las imputaciones de extranjerismo por parte de ciertos elementos (nacionalistas) que les reprochaban su apertura al mundo (Europa).Sobre Güiraldes, ver: Noé Jitrik, 'Ricardo Güiraldes', en Capítulo III, pp. 265-288.54 En la novela Xaimaca (1923), muchos detalles de la vida de la protagonista -- las figuras de los padres, la desilusión del matrimonio-- son semejantes a los de Victoria; Vázquez, Victoria, pp. 63-64. Fue a través de Güiraldes que Victoria conoció a Borges y otros antiguos compañeros suyos de Proa; Ocampo, Autobiografía VI, p. 52.55 Sobre las revistas literarias en Argentina, ver, en especial: Lafleur, Revistas y también Las revistas literarias. Selección de artículos, ed. Héctor René Lafleur y Sergio D. Provenzano (Buenos Aires, 1968), así como Nélida Salvador, 'Evolución de las revistas literarias argentinas', Señales, 126-127 (1960), 35-44 e ídem, Revistas argentinas de vanguardia (1920-1930) (Buenos Aires, 1962) –este último fue reseñado en SUR, 280 (1963), 79-81. Ver, además: Eduardo Romano, 'Las revistas argentinas de vanguardia en la década del 20', Cuadernos Hispanoamericanos, 411 (1984), 177-200; María Luisa Bastos, Borges ante la crítica argentina 1923-1960 (Buenos Aires, 1974), pp. 17-74; César Fernández Moreno, 'Las revistas literarias en la Argentina', Revista Hispánica Moderna, Año XXIX, 1 (enero 1963), 46-54. Sobre el vanguardismo latinoamericano: Nelson Osorio, 'Para una caracterización histórica del vanguardismo literario hispanoamericano', Revista Iberoamericana, 114-115 (1981), 227-254; sobre las revistas latinoamericanas en general, ver: Boyd G. Carter, Historia de la literatura hispanoamericana a través de sus revistas (México, 1988) y, más recientemente, la excelente compilación: La cultura de un siglo. América latina en sus revistas, ed. Saúl Sosnowski (Buenos Aires, 1999). 56 Lafleur, Revistas, p. 85.
27
conformación de la revista SUR, en la que colaborarían no pocos de estos
vanguardistas, como el caso prominente de Jorge Luis Borges.
Portavoces de nuevas corrientes vanguardistas europeas -- ultraísmo, futurismo,
cubismo, dadaísmo, surrealismo--, las revistas eran un vehículo ideal para la
realización de los proyectos innovadores de tantos escritores que comenzaban a dar
sus primeros pasos en las letras argentinas: por fin se podía conseguir la consagración
a través de pares y no solamente por medio de los órganos consagratorios como La
Nación y La Prensa. También por primera vez se prestaba atención al impacto
gráfico, además del contenido mismo: la revista se ve y se lee, parecían decir. La
cuestión era provocar una reacción en ese público que tan poco comprendía e imponer
"lo nuevo".57 Inspirados por la Reforma Universitaria y disfrutando una relativa
estabilidad política y prosperidad económica, se pretendía oponer una propuesta
cultural alternativa al incipiente imperialismo norteamericano (recuérdese la conquista
de Cuba en 1898 por los EE. UU.) y la crisis europea de la posguerra; inclusive había
oídos receptivos a propuestas de proyección continental y de una orientación
determinada como la revista Amauta, dirigida por José Carlos Mariátegui en el Perú.58
Era la época en que se publicaron la Revista de América, de Carlos Alberto Erro, Vida
literaria, de Samuel Glusberg, la antisemita Inicial, y otras como Síntesis. La vida
intelectual se enriquecía patentemente: las polémicas literarias estaban a la orden del
día y el radar cultural argentino captaba las nuevas corrientes intelectuales del
momento europeo.
57 Sarlo, Modernidad, pp. 100-107..58 Vienen a la mente Waldo Frank y Samuel Glusberg, que tanto tendrían que ver con los orígenes de la revista SUR. En su artículo, 'The Origins of Sur, Argentina's Elite Cultural Review', Inter-American Review of Bibliography, XXXI, I (1981), 3-16, Jesús Méndez traza rasgos ideológicos afines entre Mariátegui, Frank y Glusberg: nativismo, americanismo, continentalismo, conciencia social. Sobre Amauta, ver: Jorge Aguilar Mora, 'Amauta o vanguardia', en Cultura, ed. Sosnowski, pp. 105-114; Mirta Alcibades, 'Mariátegui, Amauta y la vanguardia literaria', Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 15 (1982), 123-139.
28
Son demasiadas las revistas de la época para que podamos hacerles justicia en
esta sucinta introducción, por lo que nos limitaremos a considerar las más
representativas de las dos tendencias, supuestamente antagónicas, que se fueron
perfilando en el período que nos concierne: Florida y Boedo.59 Como veremos a
continuación, no se trataba de dos extremos de una polarización enconada, sino más
bien de dos movimientos vanguardistas coetáneos con preocupaciones diferentes, que
podríamos calificar de vanguardia estética y vanguardia social, respectivamente. Las
dos debían su nombre a las calles donde estaban ubicadas las editoriales, elegante una,
popular otra;60 las dos eran heterogéneas y compartían colaboradores (muchos de ideas
radicales o democrático-progresistas, y también simpatizantes de la gama de
izquierda); las dos utilizaban la literatura con una finalidad determinada: los unos para
actualizar el pulso literario y divulgar las últimas novedades estéticas, los otros para
tomar el pulso de los acontecimientos y expresar reivindicaciones sociales. ¿Que si
una era más "extranjerizante" que la otra? Tampoco. Los unos publicaban a los
franceses (Paul Valéry, Valéry Larbaud, Jean Cocteau) y los otros a los rusos (Maxim
Gorky, Leo Tolstoy). Sujetas las dos a las limitaciones del radicalismo, los
colaboradores de ambas se cuidaban de no sobrepasar ciertos límites, pues dependían,
en última instancia, de la buena voluntad de las élites que patrocinaban las empresas y
59 Nélida Salvador precisa, de una manera clara y concisa, los puntos principales en la supuesta polémica de Florida y Boedo: 'Delimitaciones de un movimiento literario: Florida-Boedo', en 5 siglos, ed. Díaz Usandivaras, pp. 251-266 y también: 'Mito y realidad de una polémica literaria: 'Boedo-Florida',' SUR, 283 (1963), 68-72. Otra comparación pormenorizada de las semejanzas y diferencias entre los dos movimientos la hacen Lafleur: Revistas, pp. 81-114 y también King, Sur, pp. 31-46. Leónidas Barletta presenta la versión de un protagonista: Boedo y Florida: una versión distinta (Buenos Aires, 1967), pp. 41-65. Un intento de estudiar la producción literaria del período fuera de esta tradicional oposición es: Francine Masiello, Lenguaje e ideología, Las escuelas argentinas de vanguardia (Buenos Aires, 1986). Ver, además: Carlos A. Giordano, 'Boedo y el tema social', en Capítulo IV, pp. 25-48; Bastos, Borges, pp. 29-69; Towne Leland, Men, pp. 29-44; J. L. Romero, Ideas, pp. 143-151.60 Como ya vimos, la demarcación demográfica de los barrios bonaerenses reflejaba bastante fielmente las divisiones sociales. Por lo tanto, la ubicación de las editoriales era, hasta cierto punto, un indicio del público a quien iban dirigidas las distintas publicaciones. Sobre los orígenes de los nombres de Florida y Boedo, ver: Giordano, 'Boedo', pp. 30-31.
29
las instituciones culturales como "Amigos del Arte", principal promotora de nuevos
talentos de la época, en cuyas comisiones se podía encontrar a la crema y nata de la
aristocracia bonaerense.61 Por lo demás, estos mismos colaboradores también
frecuentaban los mismos cafés (Brasileña, Los Inmortales, Richmond) y compartían
los mismos lugares de reunión (incluyendo las oficinas del diario La Nación).62
En medio y a pesar de estas coincidencias, existían diferencias de orientación y
de estilo entre ambas vanguardias. Hay que reconocer que pocos nombres de Boedo
publicaron en las revistas de Florida, a pesar de los frecuentes desplazamientos en
dirección contraria. El grupo de Florida comprendía revistas como Prisma, las dos
épocas de Proa63 e Inicial,64 y culminó con la publicación de la revista Martín Fierro
(1924) --dirigida por Evar Méndez--, máxima exponente de la nueva tendencia
estetizante, irreverente y lúdica que absorbería a las demás dentro del movimiento
"martinfierrista".65 Eran todos poetas: Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo,
Macedonio Fernández, Norah Lange. Después de la aparición de 45 números, Evar
Méndez optó por cerrar la revista en 1927 antes que ceder a las presiones para
endorsar la campaña política de Yrigoyen. Baste este detalle para comprender la
61 La importancia de esta institución no debe subestimarse, según atestigua el propio Manucho (el escritor Manuel Mújica Láinez): "La influencia ejercida por Amigos del Arte desde 1924 hasta 1940 sobre la evolución espiritual de Buenos Aires es sólo comparable a la que más tarde lograría el Instituto Di Tella"; citado en Oscar Hermes Villordo, El grupo SUR. Una biografía colectiva (Buenos Aires, 1993), p. 136. El Instituto Di Tella encabezaría la vanguardia cultural en la década del 60; John King, El Di Tella y el desarrollo cultural argentino en la década del sesenta (Buenos Aires, 1985). Ver también las publicaciones de Amigos del Arte: La obra de Amigos del Arte en los años 1924-1932 (Buenos Aires, 1933) y La obra de los Amigos del Arte en los años 1933-1936) (Buenos Aires, 1937).62 King, Sur, pp. 27 y 42.63 Tres números en 1922 y 15 números entre 1924-1926.64 Once números en el período 1923-1927.65 Sobre el "martinfierrismo", ver: Carlos Mastronardi, 'El movimiento de 'Martín Fierro',' en Capítulo IV, pp. 1-24; Bastos, Borges, pp. 29-49; Beatriz Sarlo, 'Vanguardia y criollismo: la aventura de Martín Fierro', Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 15 (1982), 39-69; ídem, 'Sobre la vanguardia, Borges y el criollismo', Punto de Vista, 11 (1981), 3-8; Vera F. Beck, 'La revista Martín Fierro. Rememoración en su XXV aniversario', Revista Hispánica Moderna, XVI, 1-4 (1950), 133-141; Parodi Lisi, 'Proyecto', pp. 51-62; Morales-Saravia, 'Discurso', pp. 49-57; Horacio Salas, 'Martín Fierro y Proa', en Cultura, ed. Sosnowski, pp. 21-36; Adolfo Prieto, El periódico Martín Fierro (Buenos Aires, 1968); las memorias de Eduardo González Lanuza: Los martinfierristas (Buenos Aires, 1961).
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posición 'apolítica', es decir, de no compromiso político manifiesto, del
martinfierrismo (lo que, por cierto, volveremos a encontrar con la aparición de SUR):
a ellos les interesaba la literatura como una forma de arte que les permitía cumplir con
su deber moral juvenil (en la tradición de la Reforma Universitaria)66 de reforzar
valores básicamente espiritualistas a través de una relectura de modelos artísticos
europeos y la difusión de un "criollismo urbano de vanguardia",67 que bien venía a
resumir la alternativa ideológico-estética que proponían.68 Se trataba de aquella
preocupación con un Buenos Aires pretérito recuperado en un proyecto poético nuevo
de reconstrucción que rompe con los límites impuestos del pasado. Recordemos a
Borges con su Fervor de Buenos Aires (1923).69
El grupo de Boedo, en cambio, estaba más comprometido con problemas de
tipo social y con la práctica de la literatura como un instrumento de protesta social. 70
Entre los colaboradores de Claridad podían identificarse los nombres de anarquistas,
socialistas y comunistas, como de "liberales sonrosados":71 Elías Castelnuovo,
Leónidas Barletta, César Tiempo,72 Carlos Mastronardi, Jacobo Fijman. Los apellidos
hablan por sí mismos, mas no está fuera de lugar señalar que Barletta trabajaba como
empleado de aduanas y César Tiempo era un repartidor de soda; no cabe duda de que
los nuevos sectores participaban ya de lleno en el quehacer cultural (si bien la gran
masa inmigrante seguía excluida).66 Beatriz Sarlo señala las marcas de la Reforma Universitaria en la generación de Proa; algunos de los escritores incluso tenían relaciones familiares (Macedonio Fernández y Gabriel del Mazo). Ver: ídem, Modernidad, pp. 95-120 (108-113).67 El "criollismo urbano de vanguardia" implicaba una relectura tradicional cruzada con una textualidad de vanguardia. Borges, por ejemplo, en el manifiesto de la revista Prisma, se empeña en una reforma "aporteñada" de la ortografía (una refutación de la norma lingüística con claras connotaciones ideológicas); Sarlo, ibíd., p. 117.68 Una empresa no exenta de "rasgos de un nacionalismo cultural de nuevo tipo"; ibíd., p. 113.69 María Luisa Bastos examina la recepción de la crítica al Fervor borgeano; Borges, pp. 75-84.70 Giordano, 'Boedo', pp. 30-31. Ver también: Adolfo Prieto, 'La literatura de izquierda: el grupo 'Boedo', Fichero, 2 (1959), 1-22.71 El término es de Álvaro Yunque; La literatura social en la Argentina (Buenos Aires, 1941).72 Seudónimo del escritor judío Israel Zeitlin.
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Claridad, prolongación de Los Pensadores (1922), también de pensamiento
izquierdista y dirigida por Antonio Zamora, se proponía acercarse a las luchas
sociales.73 Debía su nombre y su inspiración al grupo Clarté de Henri Barbusse en
Francia, que tanto impacto había tenido en Latinoamérica: en Perú surgió un
movimiento homónimo, en el que Mariátegui militó algún tiempo, y también otro en
Brazil (Clarté). Claridad publicó una serie de números especiales dedicados a figuras
extranjeras como Emile Zola, Romain Rolland, Henri Barbusse, Jean Jaurés y Alfonso
Reyes, y a Juan B. Justo y José Ingenieros, entre los argentinos. Sus colaboradores
incluían a novelistas, ensayistas y cuentistas.74
Es importante señalar que tanto los grupos de Florida como de Boedo se
proclamaban representantes de la cultura nacional auténtica. Los dos sin duda
contribuyeron un gran aporte al desarrollo de la vanguardia artística e ideológica y a
forjar una conciencia artística renovadora: de hecho, gracias a su combatividad, la
vanguardia toda consiguió remover el ambiente cultural argentino. Nos falta por
mencionar aún otro eslabón en nuestra marcha hacia la elaboración de SUR, que es
inclusive un poco anterior a los grupos de Florida y Boedo: se trata de la revista
Nosotros,75 que ya había sido fundada en 1907 por Roberto Giusti y Alfredo Bianchi
(nótese el origen de los apellidos)76 y que se publicó hasta 1943. Con un espíritu más
conciliador, Nosotros sirvió de plataforma a escritores como Roberto Payró, Ricardo
Rojas, Florencio Sánchez y Alberto Gerchunoff: una pequeña muestra de su 73 Sobre Claridad, ver: Graciela Montaldo, 'La disputa por el pueblo: revistas de izquierda', en Cultura, ed. Sosnowski, pp. 37-50; José Barcia, 'Claridad, una editorial de pensamiento', Todo es Historia, 172 (1981), 8-25 y Ernesto Giudici, 'Claridad en la década del 30', ibíd., 26-46; Bastos, Borges, pp. 60-69; J. L. Romero, Ideas, pp. 149-150; King, Sur, pp. 41-46.74 Lafleur, Revistas, pp. 108-112.75 Sobre Nosotros, ver: Nicolás Shumway, 'Nosotros y el "nosotros" de Nosotros', en Cultura, ed. Sosnowski, pp. 165-180; King, Sur, pp. 26-31; Parodi Lisi, 'Proyecto', pp. 42-47; Noemí Ulla, La revista 'Nosotros', (Buenos Aires, 1969).76 Ambos se habían conocido en el curso de sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras. Su inserción en el mundo de las letras era un claro indicio de la irrupción de las nuevas capas sociales de origen inmigrante o modesto en el ámbito intelectual argentino; Méndez, 'Intellectuals', pp. 72-74.
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eclecticismo. Por ello y por su larga trayectoria, Nosotros actúa como un puente
generacional con SUR, teniendo ambas en común sus aspiraciones a estrechar los
vínculos con el mundo cultural europeo, sin dejar de valorizar lo propio.77
Hemos visto cómo la irrupción de la burguesía y de los sectores populares en
la vida política provocaron el repliegue de la oligarquía ante las presiones de los
nuevos grupos durante las primeras dos décadas del siglo. La literatura pierde su
previa función de justificación de actuación política o intención cívica,78 aquella
complicidad de clase e ideología compartida evidenciada en el "nos" de las causeries
de aquellos escritores de la generación del 80 que, como Mansilla, se identificaban
como miembros de una élite, custodio de la historia nacional.79 Sobrevendría a esto el
espíritu de introspección y el moralismo del primer nacionalismo del Centenario, que
a su vez cede ante el ímpetu renovador de la autoconsiderada aristocracia espiritual de
la vanguardia. El aprendiz de escritor se profesionaliza; se trabajan las letras y los
actores se diversifican, en un proceso en el que se da el avance paulatino de las nuevas
tendencias y el paralelo de las predominantes previamente. Ni maniqueísmo, ni
rupturas: sólo el paulatino avance de 'lo nuevo' y los desplazamientos de 'lo viejo'.80
Ya en los treinta se desarrollaría lo adquirido en los veinte; a SUR le tocaría poner la
literatura argentina a tono con la literatura europea y alimentarla con los grandes
problemas y las preocupaciones de esos nuevos y borrascosos tiempos. Victoria
Ocampo se encargaría de la puesta en escena, como ella misma diría, y los actores...
profesionales.
77 Fernández Moreno, 'Revistas', pp. 53-54. 78 Domínguez y Rodríguez Pérsico, 'Pasión', pp. 22-34 (23).79 Lucio V. Mansilla, Entre-Nos. Causeries del Jueves (1889-1890) (Buenos Aires, 1963); Mis memorias y otros escritos (Buenos Aires, 1955) [1904] y Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de provincia (Buenos Aires, 1960) [1850]. Ver también: Adolfo Prieto, 'La generación del ochenta. Las ideas y el ensayo', en Capítulo II, pp. 49-96; ídem, Literatura, p. 151; Graciela Maturo, 'La Generación del Ochenta', en 5 siglos, ed. Díaz Usandivaras, pp. 177-200.80 Viñas, Laferrère, pp. 37-47.
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Hacia la victoria de Victoria
Aprendió a leer y a escribir en francés (durante la larga estadía de la familia en
Europa, ahí por 1896); después vino el inglés y luego el italiano: el español se
reservaba para la servidumbre.81 Su vocación --por cierto, frustrada-- era el teatro;
había querido ser actriz (inconcebible en una mujer de su clase), pero tuvo que
contentarse con recitar El rey David de Honegger, bajo la batuta de Ernest Ansermet,82
(1925) y, once años después, Perséphone, de Strawinsky83 (suerte que sus padres
habían tenido la consideración de consentirle las clases de teatro con Marguerite
Moreno...).84 Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo Aguirre sufriría durante toda
su vida las consecuencias de su desventura: el haber nacido mujer en el lugar que le
correspondía a un varón en la sociedad patriarcal de la Gran Aldea bonaerense de
fines de siglo --la primogenitura.85 Es más, en no pocas ocasiones ella de hecho
asumirá el rol varonil, dentro de los parámetros del momento: obviamente al fundar y
tomar las riendas de la revista SUR en 1931 y, a un nivel más personal, en detalles
anecdóticos como cuando insistió en pagar la cena de Strawinsky y sus amigos
después del estreno de Perséphone en Londres, en 1934.86 Por otra parte, tal como
81 Juan José Sebreli, Buenos Aires. Vida cotidiana y alienación (Buenos Aires, 1966) [1964], pp. 34-58 (38). Su consulta es imprescindible para la comprensión del perfil sociológico de las distintas clases sociales de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX.82 Ocampo, Testimonios VIII, pp. 211-213.83 La pasión de Victoria Ocampo por el teatro no disminuyó con los años, tal como evidencia su reacción después de recitar Perséphone: "Esta es la profesión para la que he nacido"; ibíd., p. 213. Ver su versión de este episodio: 'Perséphone bajo la batuta de Strawinsky', en ibíd., pp. 229-233; asimismo: Vázquez, Victoria, p. 103.84 Váquez, ibíd., pp. 31-32. Ocampo escribió acerca de su relación con la actriz francesa en La Belle y sus enamorados (Buenos Aires, 1964), pp. 10-12. 85 El padre de Victoria lamentaría en más de una ocasión la pena que le causaba no poder enviar a su hija a la universidad, siendo ella tan dotada; Vázquez, Victoria, p. 30. A Victoria, sin embargo, el derecho de primogenitura le parecía "indiscutible y natural"; Ocampo, Autobiografía I, pp. 129-130. 86 Ésta parece ser una anécdota predilecta de Ocampo, pues la reiterará en diversas ocasiones: Testimonios VIII, pp. 230-231 y también en una entrevista con Ernesto Schóo: 'Victoria Ocampo. La viajera y una de sus sombras', Pájaro de Fuego, 1 (1977), 13-17 (16). Quizás inconscientemente, Victoria intentaba conducirse según un ideal del varón que no fue, ya que, de acuerdo con sus
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igualmente cabía esperar dadas sus circunstancias, su figura se perfilaría junto a las
demás pioneras del feminismo y la lucha por los derechos de la mujer en Argentina.87
Aunque pertenecía a la clase privilegiada que tenía el patrimonio del capital cultural,
simbólico y físico por igual –por decirlo en términos de Bourdieu--,88 por su condición
femenina se veía menguada y desposeída del mismo.89
Pero Victoria también supo aprovechar las ventajas y los privilegios de su
clase y su condición de hermosa y elegante propietaria, vástago de una de las grandes
familias del patriciado porteño decimonónico. E inteligente, además. No en vano
conquistó a algunos de los grandes intelectos del momento, como José Ortega y
Gasset, Rabindranath Tagore o el conde Hermann von Keyserling. Sigamos, a
continuación, el desplazamiento de Victoria Ocampo desde la jaula dorada de sus
orígenes hasta el momento de 'liberación' en el que concreta su proyecto de vida y
funda la revista SUR, una tarea de autobúsqueda que le llevó treinta años y que se
venía a ubicar en el medio del heterogéneo mosaico cultural argentino. Era, en gran
parte, la instrumentación de sus ventajas socio-económicas para reivindicar su
condición de mujer argentina, culta y activa, al timón de un proyecto intelectual que
antes quedaba reservado como patrimonio casi exclusivo de los hombres.90
circunstancias, ella debía haber nacido hombre. Sin embargo, hubo otras ocasiones en las que el papel de mecenas parecía disgustarle, según registran los biógrafos de Pierre Drieu La Rochelle: Pierre Andreu y Frédéric Grover, Drieu La Rochelle (París, 1979), p. 220.87 En marzo de 1936 Victoria fue una de las fundadoras de la Unión de Mujeres Argentinas, junto con María Rosa Oliver y Susana Larguía. Oliver recuerda la lucha política por los derechos de las mujeres, en el segundo tomo de su autobiografia: La vida cotidiana (Buenos Aires, 1969), pp. 350-355. En su discurso de ingreso a la Academia Argentina de Letras en 1977, Victoria Ocampo apenas oculta el orgullo de haber sido la primera mujer aceptada a esta institución; Boletín de la Academia Argentina de Letras (BAAL), XLIV (1979), 171-174.88 Pierre Bourdieu, 'The aristocracy of culture', en Media, Culture and Society, 2 (1980), pp. 225-254 y 'Social space and symbolic power', en In Other Words. Essays Towards a Reflexive Sociology (Stanford, 1990), pp. 123-149.89 Janet Greenberg ofrece una perspicaz interpretación de cómo las tensiones entre su condición de mujer y su clase determinaron la conducta de Victoria tanto en la esfera pública como en la privada; ídem, 'Question', pp. 130-150.90 Cabe suponer que Victoria conocía el precedente de Clorinda Matto de Turner, fundadora y directora de El Búcaro Americano entre 1896 y 1908, en Buenos Aires. De imprescindible consulta es: Janet Greenberg, 'Toward a History of Women's Periodicals in Latin America: A Working Bibliography', en
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La jaula dorada de la infancia
La mayor de seis hermanas --Angélica (serían inseparables), Francisca, Rosa,
Clara, Silvina (futura esposa de Adolfo Bioy Casares y, como ella, escritora)--,
Victoria jamás consiguió escapar al estamento de su clase: el orgullo de saberse
miembro de una de las familias que habían hecho, así lo decían, la historia argentina.
En el primer volumen de su autobiografía,91 pasa revista a los antepasados que, por
parte del padre y de la madre, la vinculan al panteón de los nombres ilustres de la
historia del país:92 su tatarabuelo paterno, Manuel José Ocampo, participó en los
sucesos de la Revolución de Mayo; el hijo de éste, el famoso Tata Ocampo, bisabuelo
de Victoria, casado con una cuñada de Vicente López (creador del Himno Nacional),
sería gran amigo de Sarmiento; el abuelo materno, Manuel Hermenegildo Aguirre,
casado con una sobrina del general Pueyrredón, fue enviado a Estados Unidos por el
Director Supremo y el General San Martín a conseguir el reconocimiento del
presidente Monroe de la independencia de las provincias de la Plata (no tuvo éxito en
esta empresa, pero sí en otras). Tampoco omite mención de su parentesco materno con
la india guaraní Agueda, amante del conquistador y gobernador del Paraguay
Domingo Martínez de Irala; más adelante, en su discurso de incorporación a la
Academia Argentina de Letras en 1977,93 Victoria volvería a evocar este vínculo para
reivindicar su estrecha relación con la historia del Nuevo y el Viejo Mundo como
parte de su argentinidad.94
Seminar, pp. 182-231. Ver también: 'Toward a History of Women's Periodicals in Latin America: Introduction', en ibíd., pp. 173-181 y Lafleur, Revistas, pp. 21-22. 91 Ocampo, Autobiografía I, pp. 19-55. 92 Adolfo Bioy Casares, cuñado de Victoria, utiliza la misma estrategia al evocar a la familia de su madre; Memorias (Barcelona, 1994), pp. 161-165.93 BAAL XLIV, pp. 171-174.94 El innovador y sagaz ensayo de Marta de París, Perfil guaraní de Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1992), aporta reveladoras aproximaciones a diversos aspectos del tema.
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El padre de Victoria, Manuel Ocampo, estanciero e ingeniero de caminos, un
típico representante de la generación de la oligarquía progresista liberal del 80 --pero
de costumbres tan conservadoras-- sintetiza la Argentina oligárquica que se expande y
'se civiliza' a fines del siglo.95 Su madre, Ramona Aguirre, La Morena, también de una
familia adinerada y de abolengo, fue considerada una de las grandes bellezas de la
época. Al igual que los demás miembros de la élite latifundista, los Ocampo llevan un
estilo de vida criollo, siempre conscientes del peso de la historia y de lo que
consideran como su papel dentro de la misma: viven en la ciudad, veranean en las
quintas y las estancias, y --pródigos ciudadanos del mundo, no por nada Argentina es
el "granero del mundo"-- se instalan durante largas temporadas en París, mas no sin
antes tomar la precaución de embarcar vacas y gallinas para velar por la buena
alimentación de las niñas durante la larga travesía marítima.96 Con las vacas, a París...
Europeizada y europeizante; así sería Victoria.97 Pero también criolla, argentina98 ...
con las vacas.
Los años de formación de Victoria Ocampo son los años de expansión de su
clase y de la experiencia de su represión como mujer. En un mundo que es patrimonio
de hombres, el ámbito doméstico se reserva para las mujeres: Victoria crece encerrada 95 La influencia de la figura de Sarmiento, amigo del bisabuelo y del padre de Victoria, repercutiría en la familia Ocampo hasta su propia generación, según Victoria; Testimonios VI, pp. 140-141.96 En una divertida anécdota, Ocampo revela que la travesía marítima no le sentó muy bien a la vaca, la cual acabó convertida en alimento de la tripulación alemana; Testimonios VII, pp. 52-53. Ver también: Vázquez, Victoria pp. 22-23; Meyer, Against, pp. 15-17. Para una tipología sociocultural del viaje a Europa: David Viñas, 'La mirada a Europa: del viaje colonial al viaje estético', en Literatura, pp. 13-77.97 Europea por el legado intelectual y argentina por el legado de la sangre (su origen y la tradición de su familia), la vida y la obra de Ocampo ejemplificarían los mensajes cruzados y las contradicciones aparentes, resultados de esta mezcla; Janet Greenberg, 'Question', p. 141.98 A fin de cuentas, no todos podían hacer alarde de que una bisabuela materna era prima del autor del poema épico de los argentinos; Testimonios VI, pp. 113 y 141. También su manera de hablar y los términos que usaba, así como su manera de ver las cosas, eran típicamente argentinos; para un análisis del lenguaje de Victoria Ocampo, prueba irrefutable de su esencial 'criollismo', ver: Alba Omil, Frente y perfil de Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1980), pp. 191-225. Muchos de sus gustos eran típicamente criollos: por ejemplo, su verdadera pasión por el 'dulce de leche' (siempre servido en platos soperos), según aseveran personas que la conocieron: entrevista de la autora con María Esther Vázquez, biógrafa de Ocampo (Buenos Aires, 8-9 1995); encuentro con el filósofo Ezequiel de Olaso, Sociedad Argentina de Escritores (Buenos Aires, 13-9- 1995).
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entre hermanas, primas impecables y tías abuelas ("Vitola" es su favorita, por quien
siente un afecto incondicional)99 entre Villa Ocampo --la quinta de San Isidro, no lejos
de Buenos Aires, que a tantos famosos albergaría después--,100 la casa paterna de la
calle Viamonte y la de las tías en la calle Suipacha. ¿Sus compañeros de juego? Sus
hermanas y los hijos de los sirvientes, que también veranean con la familia.101
Y, a pesar de todo, la abrumadora soledad de Victoria adolescente, a los
dieciséis años, se evidencia en las cartas que le escribe casi diariamente a su amiga
Delfina Bunge,102 ya de novia con el escritor Manuel Gálvez, entre 1906 y 1911: "(...)
El aislamiento moral es doloroso. Vos no conocés esta terrible sensación de soledad
(...) Un poco de amistad para mí, Delfina. Tengo dieciséis años y a esa edad uno
necesita confiar en alguien, si no el corazón estalla. ¿Querés ser amiga mía? "103
La angustia de la joven Victoria se trasluce en otras dos cartas de 1908. En
junio, escribe: "Me gustaría irme a Europa. Irme de aquí. Tengo, tengo que irme. A
cualquier parte. O me moriré. Nadie, nadie. Estoy pasando una temporada en el
Purgatorio". Y en el temprano septiembre del mismo año, ya se hace patente su
rebelión femenina: "La vida ficticia que llevo me pesa. Esa vida inventada por la
tontería de los hombres. ¡Qué carnaval! no he nacido para eso. Soy superior a eso. No 99 Vitola sería una gran inspiración para Victoria. Ella introduciría a la pequeña al teatro, por el que Victoria, como sabemos, desarrollaría una gran pasión; Meyer, Against, pp. 14 y 30.100 Entre otros: Albert Camus, el príncipe de Gales (después Eduardo VIII), Roger Caillois, Gabriela Mistral, Pierre Drieu La Rochelle, Strawinsky, Waldo Frank, Indira Gandhi. En Belle (p. 16), Victoria escribe: "Mi casa no tiene más glorias que la de haber visto a hombres como éste [Camus] sentados en un sillón de mimbre, al sol (...) No guarda colecciones de valiosas pinturas, de ediciones raras, de objetos coloniales de plata, etc. Sólo he coleccionado pasos y voces"; énfasis nuestro. 101 Ocampo, Autobiografía I, pp. 89-102.102 Unos años mayor que Victoria, Delfina Bunge pertenecía al clan luterano de los Bunge, una de las familias que más han contribuido al ámbito intelectual argentino: su hermano mayor, Carlos Octavio, fue sociólogo y escritor; otro hermano, Alejandro, un famoso economista nacionalista (como veremos en el capítulo III). Sobre los Bunge, ver: Eduardo José Cárdenas y Carlos Manuel Payá, La familia de Octavio Bunge (Buenos Aires, 1995).A pesar de las diferencias de edad y de personalidad, Victoria y Delfina fueron entrañables amigas hasta que el matrimonio, la religiosidad y los prejuicios de la segunda acabaron distanciándolas. Doris Meyer traza el curso de esta amistad a través de intercambios epistolares; Against, pp. 32-38. 103 Citado en Vázquez, Victoria, p. 33.
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te rías. Hablo de mi aislamiento".104
A pesar de que jamás sufriría privaciones materiales, comprobamos cómo,
desde temprano, Victoria Ocampo experimenta carencias afectivas e intelectuales que
la marcarían para toda la vida. A Delfina le confiará también Victoria, más adelante,
en una carta fechada el 29 de enero de 1908, su frustrada ambición por las letras, tan
poco cotizadas por los de su clase: "¿Ambiciones literarias? ¡Vaya si las tengo! Si
supieras, mi querida, hasta dónde quisiera llegar...."105 Y el 24 de agosto del mismo
año: "Literato es una palabra que sólo se toma en sentido peyorativo en nuestro
medio".106 Recordemos que, para esa época, la literatura se entendía en términos de su
función justificativa de la vida de un hombre de acción. Beatriz Sarlo habla, con
acierto, de la "incultura patricia" que permitía a las mujeres de la alta burguesía
latifundista aprender nada más que lo suficiente para reproducir después esa misma
incultura.107
Las niñas de su clase no iban a la escuela. Su educación corría a cargo de
gobernantas europeas y profesoras de música (los estudios de piano eran de rigor) y de
idiomas.108 La temida Mademoiselle Alexandrine Bonnemason ejercería un largo
imperio en casa de las Ocampo y hubo de librar muchas batallas con la fierecilla
indomable de Victoria cuando se encabritaba. Pero, a fin de cuentas, se la respetaba y
consiguió enseñarles literatura (universal, por supuesto), historia, religión y
matemáticas en francés. Victoria prefería a la suave y pulcra Miss Kate Ellis, quien
inició a la niña en los misterios del idioma y la literatura ingleses.109 104 Ambas citas en Ocampo, Autobiografía II, pp. 95 y 111, respectivamente.105 Ibíd., p. 85.106 Ibíd., p. 104.107 Sarlo, Modernidad, p. 89.108 Ver la amena descripción que hace Victoria de la rutina con las institutrices y profesoras de música: Autobiografía I, pp. 102-116 y 119-128.109 Meyer, Against, pp. 20-24. En 'El reinado de las institutrices', en Testimonios VI, pp. 37-51, Victoria Ocampo vuelve a evocar las figuras de ambas gobernantas y compara las experiencias vividas bajo el
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Victoria desarrolló una temprana pasión por los libros, por los que dejaba volar
su imaginación y en donde su espíritu siempre hallaba solaz (tanto entonces como
después).110 Acosada por las convenciones y prohibiciones de su ambiente, los libros
durante años brindarían a Victoria su principal contacto con el mundo exterior, aunque
siempre filtrados por la censura materna (como aquel nefasto día en París, corto
tiempo antes de la trágica muerte de su hermanita Clara,111 cuando la madre confisca
el De Profundis de Oscar Wilde, que Victoria, quien a la sazón tenía 19 años (!), había
escondido debajo de su almohada...).112 Sus lecturas de infancia habían incluido los
cuentos de hadas, las Mil y una noches, Julio Verne, Conan Doyle y Dickens, algo de
Poe, Maupassant, Daniel Defoe y Harriet Beecher Stowe, como también Racine,
Corneille y Shakespeare.113
Desde pequeña, Victoria evidenció una gran facilidad para aprender, ayudada
por una memoria prodigiosa, e indudablemente esto debe haber influido en su
selección del género memorialista para la mayor parte de sus obras. Su padre lamentó
más de una vez que su hija no hubiera sido varón para poder enviarla a la universidad.
No obstante, durante el viaje a Europa de la familia Ocampo en 1908, a Victoria se le
permite asistir a algunas clases en la Sorbonne, donde profundiza en Dante, descubre a
San Agustín, Nietzsche, Schopenhauer y estudia con Bergson.114 Pocos años antes,
imperio de cada cual.110 En 'Theatrics' (pp. 55-76), Sylvia Molloy estudia la profunda interrelación de "lo leído", "lo vivido" y 'lo escrito' en la vida y la obra de Victoria Ocampo.111 La muerte de Clara en 1911 provocó una profunda crisis en el espíritu de Victoria. Es probable que haya sido uno de los factores que la impulsó a buscar una puerta de escape en el matrimonio. Para las chicas de su edad, no existía otra alternativa.112 Vázquez, Victoria, pp. 53-54. Esta sumisión no duraría demasiado, según cuenta Victoria en 'El aguilucho', en Testimonios VIII, pp. 99-102 (100): "A partir de mi adolescencia no me contenté con los libros que me daban. Empecé a leer cuantos podía procurarme...".113 Meyer, Against, pp. 25-30. Victoria haría frecuente referencia a sus lecturas infantiles: por ejemplo, en Autobiografía II, pp. 61-62; 'Historia de mi amistad con los libros ingleses', en Testimonios II, pp. 117-145; 'De la cartilla al libro', en Testimonios VI, pp. 134-148; 'Influencia de la lectura sobre nuestra infancia', en Testimonios IX, pp. 19-24 y en 'Ordenar el caos', ibíd., pp. 58-67.114 La felicidad y el entusiasmo de Victoria a este respecto se trasluce en las cartas que le envía a Delfina; Autobiografía II, pp. 116-122.
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esta misma ambivalencia paterna accede a las clases de dicción con Marguerite
Moreno que mencionamos más arriba. ¿Señales cruzadas o pequeños triunfos? Sea
como fuere, Victoria no iba a despreciar ninguna estrategia o estratagema con tal de
ampliar sus horizontes y suplir las carencias de su intelecto frustrado. Era parte del
mundo cultural de la oligarquía que también le señalaba dónde ubicarse, pero muy
prematuramente Victoria había decidido aprovecharlo sólo para superarlo, abriendo
sus propios horizontes culturales, y en tanto mujer.
Por cierto, la relación con sus padres llama la atención.115 Mientras estén con
vida, sobre todo su padre, ella se cuidará de no abochornarles y, más de una vez, la
autoridad de su recuerdo la obligará a transar; por ellos no divorcia a su marido y se
empeña en mantener secreta su relación adúltera: "El temor al disgusto paterno y
materno me frenaron".116 Rebelde y sumisa a un tiempo, había que evitar el escándalo
y mantener las apariencias a toda costa: "Yo despreciaba esa sociedad, pero de rebote,
por el cariño a mis padres, me paralizaba. En ellos esos prejuicios se habían hecho
carne".117 Victoria, por cierto, fundaría SUR un año después de la muerte de su padre
en enero de 1930, cuando su vida ya no pudiera herirlo.118
115 Nora Domínguez y Adriana Rodríguez Pérsico subrayan la "patente" ausencia de los padres de Victoria en el plano afectivo en la Autobiografía, en contraste con la familia de María Rosa Oliver, por ejemplo; 'Pasión', pp. 30-31.116 Ocampo, Autobiografía III, p. 27. Si bien Victoria se subleva contra la ley paterna, represora e inflexible, al mismo tiempo es consciente de que no puede transgredirla más allá de un cierto límite. En una carta a Ortega, del año 1931, Ocampo vuelve sobre el tema: "He sacrificado a mis padres convicciones que no debí sacrificar a nadie (...)". Y considera estas y otras concesiones como un defecto profundamente arraigado en ella: "mi corazón ha estado con frecuencia acaparado por seres que mi inteligencia combatía y cuyas opiniones y principios no aceptaba. Esa fatalidad me ha perseguido"; Autobiografía II, p. 175. Éste es un tema que merece estudiarse en investigaciones futuras. Indiscutiblemente, la rebelión de Victoria contra las circunstancias impuestas será un móvil rector y un motivo recurrente a lo largo de su vida.117 Ocampo, Autobiografía III, p. 80. Estas palabras de Victoria son significativas pues demuestran un cierto distanciamiento de su clase; ella se consideraba diferente, de ahí que su conducta no se ajustara a lo que se esperaba de una mujer de su clase. 118 Victoria acompañó a su padre hasta el momento mismo de su muerte, el 18 de enero de 1930. Fue un golpe terrible para ella. Al mismo tiempo, sin embargo, era consciente de que la muerte del padre, en cierto sentido, suponía una forma de liberación: "Mi vida no puede ya herirlo. Ahora estoy pagando ese consuelo de su muerte"; Ocampo, Autobiografía VI, p. 16.
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Algunas especulaciones psicoanalíticas, como sabemos tan problemáticas,
podrían llevarnos a afirmar que el fantasma paterno se cierne también detrás de
aquella tendencia típica de Victoria a subjetivar en un plano personal las relaciones
intelectuales, evidente en la tensión de sus relaciones con Ortega y Gasset, Tagore y el
Conde de Keyserling: la mujer que idealiza a los grandes maestros y busca su
aprobación.119 Y asimismo la lleva a una constante búsqueda del héroe, como trasluce
su idealización de figuras tan opuestas como Mohandas K. Gandhi y T. E.
Lawrence:120 dos culturas, dos proyectos de vida, dos estilos, dos símbolos de
autoridad distintos, dos modos de acción aparentemente tan antagónicos -- no-
violencia y violencia--, con los cuales se sentirá tan identificada121 (en numerosas
ocasiones Victoria se quejaría de su naturaleza colérica, proclive a violentos arrebatos
que lamentaba después).122
Tampoco podemos descartar sin más la relevancia de esta propuesta con
119 En su Genio y figura de Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1986), Blas Matamoro conceptualiza en términos de oposiciones tomadas del psicoanálisis la compleja relación de Ocampo con su padre y concluye que el comportamiento de la primogénita Victoria a lo largo de su vida, especialmente en sus relaciones personales, obedecía principalmente a una necesidad insaciable de aprobación masculina. Más convincente pareciera ser el argumento de Sylvia Molloy, que atribuye los frecuentes malentendidos de Victoria con los "hombres-libros-ideas"con los que aspiraba a dialogar (Ortega y Keyserling, por ejemplo) a las diferencias fundamentales existentes entre el discurso femenino y los cánones masculinos; ídem, 'Theatrics', p. 75. Francine Masiello sigue una línea semejante en su análisis de la estrategias discursivas personales y públicas de Ocampo; 'Memory', pp. 156-164.120 Su admiración por ambos la llevaría a incluir numerosos ensayos sobre ellos tanto en SUR como repartidos en los distintos tomos de los Testimonios (la quinta serie es un buen ejemplo, con dos sobre Lawrence y uno sobre Gandhi y la India, pp. 165-206 y 217-227, respectivamente). SUR le dedicaría un número especial a Gandhi en 1948. 121 Amparada en la certeza de que ellos podrán satisfacer su "inveterada necesidad de hero-worship" sin temor a verse decepcionada (como sucediera con Keyserling); Ocampo, El viajero y una de sus sombras (Keyserling en mis memorias) (Buenos Aires, 1951) p. 68. Guillermo de Torre enfoca el culto de los 'héroes' de Victoria y el equívoco con Keyserling: 'Victoria Ocampo, memorialista', Tres conceptos de la literatura hispanoamericana (Buenos Aires, 1963), pp. 103-109.122 Según Monseñor Guasta, ésta sería la clave de la admiración de Victoria por la no-violencia de Gandhi; entrevista con la autora (Buenos Aires, 29-9-1995). Efectivamente, no faltan testimonios del mal genio de Victoria: en sus Memorias, Bioy Casares cuenta que Victoria era "muy mandona" (p. 108) y detalla, con aparente fruición, los exabruptos de su cuñada durante una visita conjunta a Nueva York (pp. 116-123); la fotógrafa alemana Gisèle Freund, a quien Victoria hospedó en su casa durante la Segunda Guerra Mundial, la calificó de "despótica", en una entrevista para La Prensa ('Reina Victoria'), 10-6-79; Enrique Pezzoni, más caritativo, recuerda su capacidad para reírse de sí misma después del enojo, como el día en que la vio pateando una mesa, exasperada, para reaparecer disfrazada momentos después; ibíd. ('Distraída del mal...'), 8-4-79.
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respecto a lo que André Malraux llamaba la 'colección de famosos' de Victoria.123 A lo
largo de su vida, ella efectivamente colecciona una impresionante lista de amigos y
conocidos, muchos célebres, la mayoría hombres, como si buscara en ellos su propia
validación como mujer y profesional de las letras.124 Un reducido listado casual del
ecléctico mundo de las amistades de Victoria Ocampo revela una amplia gama de
nombres relacionados con diversas ramas del quehacer cultural: Ernest Ansermet,
Maurice Ravel, Igor Strawinsky, Paul Valéry, André Malraux, Albert Camus, Virginia
Woolf, Aldous Huxley, Gabriela Mistral, María de Maeztu, Ricardo Güiraldes,
Alfonso Reyes, Jawaharlal Nehru.125 O quizás el impulso coleccionista --aquel
"inventario" del propietario al que aduce, con ironía, Blas Matamoro-—haya
obedecido más a una sed insaciable de conocimientos126 y la íntima inseguridad de un
intelecto autodidacta que busca su lugar entre pares: encontrar el "cuarto propio".127 Y
Victoria, que ha de recorrer un arduo camino para llegar a él, sale al mundo con un
bagaje y una motivación psicológicos afincados en sus circunstancias familiares y su
raigambre oligárquica, pero con una firme voluntad de elevarse por encima de ellas y
llegar a ser Victoria Ocampo.
La jaula gris del matrimonio
Hacia 1911 encontramos a Victoria profundamente afectada por el dolor y el
123 A la cual alude Ocampo en un reportaje, en Testimonios VIII, p. 299.124 Sylvia Molloy habla de las ambivalencias no resueltas de Ocampo y de sus inseguridades en el ámbito de las letras profesionales, donde se sentía como una intrusa –a pesar de sus éxitos-- por tratarse de un espacio preponderantemente masculino; 'Theatrics', pp. 61-75. 125 Nehru intercederá ante Perón en 1953 para que libere a Victoria de la cárcel del Buen Pastor. También Gabriela Mistral; telegramas en microfilm, rollo 37, Biblioteca Nacional, Santiago de Chile.126 Concordamos, en este sentido, con Horacio Armani, quien sostiene que Victoria actuaba de esta manera motivada por sus deseos de conocimientos y su búsqueda de perfección; 'La vida sentimental de Victoria Ocampo', Mundi, 9 (1991), 28-40 (40).127 Traduzco del título de la célebre obra de Virginia Woolf, A Room of One's Own.
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desgarro que le supuso la muerte de su hermana Clara, tan prematura y sin sentido.128
Harta de las convenciones y los prejuicios que rigen sus movimientos, la acosan
además las inquietudes propias de su edad: tiene ya más de veinte años. Aparte de
unos inocentes "amores de ojitos" durante su adolescencia,129 jamás ha estado sola o
entablado un diálogo con un hombre que no fuese de la familia. Las jóvenes de su
clase iban siempre acompañadas, expuestas única y exclusivamente a gentes de su
mismo medio y ámbito social; imposible conocer a alguien que no compartiera lo que
Victoria consideraba como los mismos prejuicios y miopía moral de su clase.130 En
vista de todo lo cual, sorprende menos que Victoria haya aceptado las atenciones del
atractivo Luis Bernardo "Mónaco" Estrada (el "Jérome" de sus cartas a Delfina),131
futuro profesor de Derecho, ocho años mayor que ella, también de una familia
patricia, y profundamente católico.132 Se casan el 8 de noviembre de 1912 y en
diciembre se embarcan para Europa.133 128 Vázquez, Victoria, pp. 52-55.129 Mantiene un intenso romance de miradas a hurtadillas con un muchachito (Luis García F.) con el que se veía de lejos, camino a misa en la iglesia; Autobiografía I, pp. 157-168.130 Victoria había encontrado una gran amiga en Delia del Carril (hermana de Adelina, la futura esposa de Güiraldes), con quien compartía la rebeldía y la mirada crítica contra lo que se suponía que debían ser y no querían, y a quien le envidiaba su relativa libertad. La familia de Victoria era más consevadora; Fernando Sáez, Todo debe ser demasiado. Biografía de Delia del Carril (Chile, 1997), pp. 37-38.131 De hecho, podemos seguir el curso del 'romance' de Victoria con 'Jérome' a través de los comentarios que Victoria le hace a Delfina en sus cartas. De ellas se desprende que la joven Victoria estaba más enamorada de la idea del amor que del hombre mismo. Por lo tanto, no es difícil imaginar que su matrimonio estaba destinado al desastre; Ocampo Autobiografía II, pp. 87-94, 99-102, 111-112, 117, 120-122, 129-131, 137, 139.132 La religiosidad de su marido sería un punto de conflicto. Victoria se había alejado del catolicismo el día de su Primera Comunión; Vázquez, Victoria, p. 54. Así, ya en 1908 le escribía a Delfina: "La religión católica, tal como la veo practicar, me parece estrecha, limitada, irritante, vacía, hipócrita. No puedo respetarla"; Ocampo, Autobiografía II, p. 114. Monseñor Eugenio Guasta, amigo de Victoria y ocasional colaborador en SUR, le explicó a la autora que, a pesar del rechazo, muy real, de la forma exterior de la religión,Victoria tenía una profunda vida de fe; a modo de ilustración, comentó que ella siempre tenía al lado de su cama un libro titulado Imitación de Cristo (un libro muy difícil, según él, que expresaba una religiosidad medieval voluntarista) y que estaba "subrayadísimo". Asimismo, contó que Victoria había llorado, agradecida, después de que él la bendijera durante una visita poco tiempo antes de su muerte; entrevista en la Iglesia de la Merced (Buenos Aires, 29-9-1995). Efectivamente, la profunda religiosidad de Victoria se manifiesta en las imágenes con las que describe e interpreta su amor-pasión por Julián Martínez en Autobiografía III, así como en su duradera atracción por el misticismo hinduista. 133 Cuando Delia del Carril se enteró del casamiento de Victoria, lo declaró una locura. Victoria, por su parte, estaba convencida de que Mónaco Estrada era la persona indicada para sacarla del cerrado envoltorio de la protección familiar y que la comprendería, sin someterla a las exigencias de una esposa
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El desengaño es total. Victoria sabe que ha cambiado la jaula dorada de la
infancia por la jaula gris (en este caso, por lo menos) del matrimonio: "Era la única
manera de salir del atolladero: pésima manera. Intolerable era también el atolladero.
No me resigné a soportarlo ni un día más... pero me resigné a crearme otro, peor,
aunque en aquel momento no calculé las consecuencias que el casamiento podía
acarrear".134
Victoria pasea su juventud, su hermosura y su riqueza por los salones de la
aristocracia europea, disputada y socilitada por nobles, modistos, peluqueros y artistas,
libre al fin --por lo menos eso-- de satisfacer su pasión por el teatro (Dhiaghilev,
Strawinsky) y sus ansias de cultura. Mónaco la recrimina torturado por los celos y los
prejuicios.135 La vida pronto se convierte en un suplicio para ambos y a su regreso a
Buenos Aires, en 1914, se instalan en pisos diferentes en la casa de Victoria en la calle
Tucumán. Llevarán vidas separadas y no conciliarían jamás sus diferencias. Claro que
se preocuparían de mantener las apariencias, por lo menos en un comienzo. En 1924,
Victoria se instalará a vivir sola en un departamento de la calle Montevideo.
El matrimonio y el adulterio son casi simultáneos en la vida de Victoria
Ocampo. Durante su viaje de bodas, Victoria conoce en Roma, el 4 de abril de 1913,
al que luego sería su amante durante casi quince años: Julián Martínez, primo de su
marido. En el tercer tomo de su autobiografía, La rama de Salzburgo, Victoria revela
con una franqueza pasmosa en alguien de su clase y educación los detalles de su
intimidad con Julián: la clandestinidad, la pasión, los celos, la vergüenza, los
corriente; Sáez, Biografía, p. 41.134 Ocampo, Autobiografía II, p. 168.135 Victoria comienza el tercer volumen de su Autobiografía (La rama de Salzburgo) con una descripción franca y escueta de su viaje de bodas y de su desengaño, pp. 11-19.
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anónimos, la compleja relación con Fani136 --su sirvienta-celadora--, el presunto
embarazo y, ante todo y como siempre, la urgencia de mantener las apariencias.
Justamente por miedo al qué dirán, Victoria aprende a conducir a fin de prescindir de
su chofer durante los encuentros clandestinos con Julián,137 pero, paradójicamente,
esto la vuelve blanco de burlas y comentarios soeces; la sociedad no aceptaba aún
mujeres al volante.
En dirección al "cuarto propio"
Julián Martínez fue el gran amor de su vida. A él también debe, en parte, sus
primeros pasos en el mundo de las letras. Fue Julián quien, durante un período de
crisis, la impulsó a que escribiera para desahogarse.138 Así, el 4 de abril de 1920, tres
días antes de cumplir Victoria treinta años, apareció en las páginas de La Nación --
aquel tradicional reducto masculino de escritores, como vimos anteriormente-- un
artículo en francés con el título de "Babel" y firmado por Victoria Ocampo de Estrada.
Paul Groussac, el consagrado doyen del ámbito literario bonaerense,139 le reprochó a la
autora su pedantería al optar por una exégesis de la Divina Comedia de Dante;140 otros,
el uso del francés (recordemos que fue el primer idioma de Victoria); también se
aludió a su condición de mujer.141 Victoria misma temía la reacción de su familia; ya
hemos visto que en ese entonces no se acostumbraba que las mujeres participaran de
136 Al respecto ver: Julio Schvartzman, 'Victoria Ocampo: una ínsula para Fani', Mora. Revista del Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer, 2 (1996), 95-100; Victoria Ocampo, 'Fani', en Testimonios V, pp. 108-118.137 De hecho, fue el mismo Julián el que le enseñó a manejar; Ocampo, Autobiografía III, p. 84.138 Ibíd., pp. 98 y 107.139 De origen francés, Groussac se convirtió en árbitro de la cultura y los gustos de la época. Dirigió La Biblioteca (1896) y también fue director de la Biblioteca Nacional.140 Según cuenta la misma Victoria en su Autobiografía III, pp. 105-107. De hecho, Ocampo haría frecuente mención del tema: por ejemplo, en Testimonios VIII, p. 238 y en su discurso de ingreso a la Academia Argentina de Letras, reproducido en Testimonios X, pp. 13-23 (esp. pp. 16-19).141 Ibíd., p. 106.
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una manera activa en la producción literaria.142 Ramona Aguirre reprobó la actitud de
la hija para con Dios, y ambos padres manifestaron su inquietud por las posibles
repercusiones de las "revelaciones" que se intimaban en lo escrito. Julián, en cambio,
"estaba orgulloso como un padre cuando su hijo pasa los exámenes con notas
inmejorables".143 De todas formas, ya no había marcha atrás. En 1924, Ortega
publicaría en su Revista de Occidente una traducción al español de De Francesca a
Beatrice, el ensayo (género masculino por excelencia en ese tiempo) en el que
Victoria expande los temas tratados en "Babel".144 El epílogo que adjunta Ortega a la
publicación reivindica el potencial intelectual de la autora.145 Efectivamente, el
filósofo la alienta a continuar escribiendo, pero en el idioma de ambos: el español.
La relación de Victoria con Ortega se inicia cuando se conocen en casa de una
de las tantas 'patronas' de las artes (Julia del Carril; Elena, "Bebé", Sansinena de
Elizalde) durante la primera visita del filósofo a Buenos Aires en 1916, en la que éste
comienza su conquista del ámbito cultural argentino.146 Ortega deslumbra a Victoria
con su intelecto y su elocuencia, y ésta a él. No obstante, a raíz de un desafortunado
comentario de Ortega acerca de la relación de Victoria con Julián Martínez, ésta
interrumpe su correspondencia.147 La amistad se reanudaría con renovados bríos unos 142 Una página antes (ibíd., p. 105), Victoria reconocía que: "En aquellos años, la actitud de 'la sociedad' argentina frente a una mujer escritora no era precisamente indulgente".143 Ibíd., p. 104.144 Sobre estos dos textos de Ocampo, ver: María Cristina Arambel Guiñazú, '"Babel" and De Francesca a Beatrice: Two Founding Essays by Victoria Ocampo', en Reinterpreting the Spanish American Essay. Women Writers of the 19 th and 20 th Centuries , ed. Doris Meyer (Austin, 1995), pp. 125-134 e ídem, Escritura, pp. 30-46.145 Aunque no exento de cierta manifiesta condescendencia hacia la autora, de acuerdo a Sylvia Molloy; 'Theatrics', p. 70.146 Según su versión, Ortega conoció a Victoria Ocampo en una cena en casa de Julia Vergara del Carril, durante su primera visita a Buenos Aires en 1916; en una carta de 1917, reproducida en Ocampo, Autobiografía III, pp. 114-116. Elena ("Bebé") Sansinena de Elizalde, por su parte, da a entender que fue en su casa donde el filósofo español conoció a Ocampo y del Carril; 'Mi amistad con Ortega', SUR, 241 (1956), 187-192. Al respecto ver también: Villordo, Grupo, pp. 158-165. Sobre la primera visita de Ortega a Buenos Aires: Medin, Ortega, pp. 15-26.147 Ocampo, Autobiografía III, p. 111. El sufrimiento de Ortega ante el terco silencio de Victoria es evidente en sus cartas, reproducidas en ibíd., pp. 112-119. No cabe duda del gran impacto que la mujer argentina había surtido en el filósofo español, quien en 1924 publica la obra de ésta a pesar del
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diez años más tarde, cuando Ortega, ya con fama mundial, vuelve a la Argentina en
1928.148 Poco después, Victoria compartiría con el filósofo español sus inquietudes
acerca de la viabilidad de su proyecto de publicar una revista.149
Aquel año de 1924 fue importante para Victoria, pues también le brinda la
oportunidad de realizar su sueño de conocer a Rabindranath Tagore, el gran poeta
bengalí, cuyo poema "Gitanjali" la había reducido a las lágrimas durante una crisis
espiritual en 1914.150 Al saberlo enfermo, de paso por Buenos Aires rumbo a Lima,
Victoria le ofrece su hospitalidad en un arrebato característico de su impulsividad;
inclusive se ve obligada a vender joyas para costear el alquiler de la quinta Miralrío,
perteneciente a un pariente suyo, donde hospeda al poeta y a su secretario inglés,
Leonard Elmhirst, durante los dos meses de convalescencia.151
El interludio con Tagore también contribuye a la formación intelectual y el
desarrollo espiritual de Victoria. A pesar de sus 34 años, ésta le observa embelesada y
muda, como una adolescente, satisfecha con absorber la sabiduría que emana del
maestro. Éste escribe poemas en los que pone de manifiesto el efecto que su Vijaya
(como la llamaba) tuvo sobre él.152 En 1930, Victoria da pruebas de su lealtad para con
empedernido silencio de la misma.148 Ocampo, Autobiografía IV, p. 121. Desde entonces, los lazos de amistad que los unían no se aflojarían jamás. En un número especial de SUR dedicado a la figura del filósofo español, Victoria rendiría un emotivo homenaje a Ortega, dejando amplia constancia de la importancia e influencia de su amistad; 'Mi deuda con Ortega', SUR, 241 (1956), pp. 206-220.149 Ver la correspondencia citada en: Victoria Ocampo, 'Vida de la revista Sur. 35 años de una labor' (en adelante, 'Vida. 35 años'), SUR, 303-304-305 (nov. 1966-abril 1967), 3-8.150 En un libro de homenaje escrito por Victoria en ocasión del Centenario del poeta, ella narra la historia de su relación con Tagore desde este primer 'encuentro' con el poeta bengalí hasta su muerte en 1941: Tagore en las barrancas de San Isidro (Buenos Aires, 1983) [1961], en especial, pp. 33-37. Ver también la versión en Autobiografía IV (pp. 16-82), que incluye algunos de los poemas que le dedicara el poeta y parte de su correspondencia y Testimonios II, pp. 288-305. 151 Sobre la visita de Tagore, además de los libros de Victoria, ver: Ketaki Kushari Dyson, In Your Blossoming Flower-Garden. Rabindranath Tagore and Victoria Ocampo (Nueva Delhi, 1988); Vázquez, Victoria, pp. 90-101.152 Según Doris Meyer, algunos de los poemas que Tagore escribió en San Isidro revelan que el poeta se sentía muy atraído por Victoria. Para ella, sin embargo, se trataba de una devoción puramente intelectual; Meyer, Against, pp. 63-73.
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el místico al organizar en París una exposición de los dibujos de Tagore. No se
volverían a ver.153
La relación de Victoria Ocampo con el filósofo alemán Hermann von
Keyserling no había de correr la misma suerte.154 Para nosotros es interesante el
comportamiento de Victoria en esta ocasión como constatación del largo trayecto que
la mujer ha recorrido en el camino hacia la emancipación. En 1927, un artículo en la
Revista de Occidente la introduce al pensamiento del fundador de la Escuela de la
Sabiduría de Darmstadt, en el que reconoce muchos puntos análogos con el suyo
propio: respecto a la India, sobre el telurismo y los efectos de la naturaleza, así como
una preocupación por los problemas vitales del hombre; ambos aspiraban a un ideal de
perfeccionamiento personal. Entusiasmada por haber encontrado un espíritu
interlocutor afín, Victoria inicia una apasionada correspondencia con el filósofo y, en
un arranque impulsivo, decide invitarlo a dictar conferencias en Buenos Aires (ya
señalamos que ésta era una de las formas más comunes de efectuar intercambios
culturales).
Como Victoria se embarcaba para Europa, concertaron un encuentro previo al
arribo del Conde a la Argentina para comienzos de 1929, en Versalles (a expensas de
Victoria...). Tanto aquel encuentro en Francia como los sucesivos en Argentina
fueron un desastre. La vehemencia de las cartas de Victoria había llevado al hombre a
imaginar que la mujer estaba profundamente enamorada de él.155 Con igual
vehemencia, ella rechazó sus avances. La desilusión de ese encuentro/desencuentro 153 Victoria mantendría una relación especial con la India aun después de la muerte de Tagore, evidente en el espacio brindado a temas relacionados con la misma tanto en los escritos de Ocampo como en SUR, que en 1959 incluso dedicó un número especial a este país. En reconocimiento, Indira Gandhi le confirió a Victoria un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Visva Barathi (Santiniketan) durante su visita a Buenos Aires en 1968; La Prensa, 1-10-1968.154 Ver, entre otros: Meyer, Against, pp. 73-91; Vázquez, Victoria, pp. 106-115.155 Años después, al releer algunas de ellas, Victoria no se sorprende de que "K. se haya equivocado de entrada"; Autobiografía IV, p. 130.
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con Keyserling fue tanto más tremenda por tratarse de un hombre de aspecto y
conducta pantagruélicos.156 No obstante, Victoria, como siempre fiel a sus principios y
a sus decisiones, cumplió con la obligación contraída de costear los gastos del "Gengis
Khan balto"157 en Buenos Aires, los cuales, al igual que su comportamiento, fueron de
exceso en exceso. Poco después, éste vertería todo su veneno contra Victoria y la
Argentina en su libro Meditaciones sudamericanas (1932), que provocaría fuertes
reacciones entre los intelectuales argentinos.158
Victoria en 1929 ha dejado de ser la mujer sumisa, contemplativa y admirativa
que conocimos con Ortega y Tagore y, más segura de sí misma, sale en busca de su
destino, dispuesta a afrontar las consecuencias de su empresa. Quizás no casualmente,
entonces, durante ese viaje a Europa de su desengaño con Keyserling, en el ocaso de
su apasionado romance con Julián Martínez, Victoria une su camino al torturado
espíritu del escritor francés Pierre Drieu La Rochelle, que la introduce en el
efervescente mundo de la bohemia europea.159 Por su intermedio conoce a Malraux y a
Aldous Huxley y, en la librería de Adrienne Monnier, Victoria se pone al día con las
156 Los términos que utiliza Victoria para describir al conde dan medida de su desengaño: "carnívoro", "lobo-filósofo", "la calidad paquidérmica de su piel"; Autobiografía V, pp. 23-24. 157 Ocampo, Autobiografía VI, p. 19.158 Una de las reacciones más violentas en contra del "filósofo báltico" y en defensa de la Argentina y del continente americano sería la de Eduardo Mallea en Historia de una pasión argentina (Buenos Aires, 1995) [1937], pp. 131-141.A pedido del filósofo germano, Victoria volvería a ver a Keyserling en 1939, durante una visita a su casa en Darmstadt, donde éste se hallaba recluido, perseguido por el régimen. Después de la muerte de Keyserling, su esposa le envió a Victoria una copia de las memorias del conde, con un capítulo dedicado a su relación con Ocampo (Hermann Keyserling, 'V.O.', en Viaje a través del tiempo [Buenos Aires, 1951], pp. 447-491). El tono es diferente al de las Meditaciones. Victoria respondería con su propia versión de la historia: El viajero y una de sus sombras (Keyserling en mis memorias). Escaso tiempo después de la publicación de los dos sendos volúmenes en Buenos Aires, un incómodo Guillermo de Torre observaba en una reseña que solamente a los protagonistas de esta "polémica íntimo-intelectual" les correspondía tratar con libertad un tema tan delicado; 'Victoria Ocampo y el Conde de Keyserling, Ínsula, 71 (1951), 1-2 y 6.159 Sobre las relaciones de Victoria con todos estos hombres, ver: Armani, 'Vida', pp. 30-38 e ídem, 'Victoria Ocampo en el amor y la amistad', BAAL, LV (1990), 69-80; Matamoro, 'Espejos victoriales', en Genio, pp. 111-123 y 133-159.
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últimas tendencias del pensamiento europeo.160 Victoria ha asumido plena
responsabilidad de sí misma: de su cuerpo como de sus acciones. La relación, ahora,
es de igual a igual.
De modo que, cuando Victoria regresa a Buenos Aires, el intelectual
norteamericano Waldo Frank, de visita en octubre de 1929,161 encuentra en ella un
espíritu (y un bolsillo) abierto, dispuesto a considerar su innovadora propuesta de
fundar una revista de proyección intra e intercontinental: síntesis de las Américas y
Europa y portavoz de las inquietudes culturales de ambos lados del Atlántico. No
casualmente, sería Ortega quien bautizaría la revista durante una llamada
transatlántica. Frank y Ortega... América y Europa... Cada cual, desde su perspectiva y
su propia circunstancia, influiría de una manera decisiva en la circunstancia de
Victoria: sin la inspiración de ambos, el nacimiento de SUR no se habría producido.
La concreción de este proyecto ocupará nuestra atención a partir de este momento.
Victoria Ocampo está por cruzar el umbral de su "cuarto propio", a punto de invertir
en el oficio de la literatura el patrimonio de su familia y de su clase, en pos de su
autenticidad.
160 Meyer, Against, pp. 99-104. Las dos mujeres trabaron una profunda y duradera amistad, manifiesta en la emotiva despedida que publicó Victoria al fallecer la librera francesa: 'Adrienne Monnier', en Testimonios V, pp. 99-105.161 El intelectual estadounidense había llegado a Buenos Aires para dictar conferencias, invitado por el Instituto Argentino-Norteamericano de Cultura y a instancias del editor judío-argentino Samuel Glusberg, con quien compartía el ideal de fundar una revista literaria de proyección continental y también diversas preocupaciones sociales.
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