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Julián SalasConsejo Superior de Investigaciones Científicas
Tugurización y necesidades de habitabilidadbásica, rémoras a la cohesión social enLatinoamérica1
Resumen:
El trabajo se conforma como un conjunto de nuevos paradigmas que manifiestan sus potencialida-
des como herramientas de validez contrastadas para la lucha contra la pobreza, actuando sobre las
necesidades perentorias del hábitat humano en general, y en particular, en los tugurios latinoame-
ricanos. Necesidades, que a lo largo del trabajo se presentan genéricamente como habitabilidad
básica; concepto que es acotado por el autor, como conjunto de equipamientos capaces de colmar
las necesidades esenciales de cobijo que tienen todas las personas. Su satisfacción requiere que se
cubran las urgencias residenciales del vivir: no sólo las que conciernen al mero cobijo individual,
sino también a los espacios públicos, infraestructuras y servicios elementales que constituyen, en
conjunto, un asentamiento propicio para la reproducción vital. El trabajo analiza la importancia de
la mejora de los tugurios y su dotación de habitabilidad básica para la consecución de desarrollo
realmente humano y de cohesión social urbana.
Palabras clave:
Tugurios, mejoramiento barrial, pobreza urbana, vulnerabilidad, Latinoamérica
Abstract:
This paper is presented as a set of new paradigms that are seen as be valid contrasted tools to fight
poverty, when acting over the pressing needs of the human habitat in the Latin American slums.
Needs, which are referred to, throughout the paper, as: basic habitability. Basic habitability meaning
a set of equipment able to provide people’s basic housing needs. Covering these needs requires
providing the residential urgencies of living: not only those that refer to the mere individual
dwelling, but also to public spaces, infrastructure and basic services that constitute, as a whole, a
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settlement that favors vital reproduction. The essay analyzes the importance of slum upgrading and
the need of providing them with basic habitability so as to enable human development and urban
social cohesion.
Key words:
Slums, neighborhood upgrading, urban poverty, vulnerability, Latin America.
Resumo:
O trabalho se conforma como um conjunto de novos paradigmas que manifestam suas
potencialidades como ferramentas de validade contrastadas para a luta contra a pobreza, atuando
sobre as necessidades peremptórias do hábitat humano em geral, e em particular, nas favelas
latino-americanas. Necessidades, que ao longo do trabalho se apresentam genericamente como:
habitabilidade básica; conceito que é definido pelo autor, como conjunto de equipamentos capazes
de satisfazer as necessidades essenciais de amparo que têm todas as pessoas. Sua satisfação
requer que se cubram as urgências residenciais do viver: não só as que concernem ao mero amparo
individual, mas também aos espaços públicos, infra-estruturas e serviços fundamentais que
constituem, em conjunto, um assentamento propício para a reprodução vital. O trabalho analisa a
importância da melhora das favelas e sua dotação de habitabilidade básica para a consecução de
desenvolvimento realmente humano e de coesão social urbana.
Palabras chave:
Favelas, melhoramento dos bairros, pobreza urbana, vulnerabilidade, América Latina
II.. IInnttrroodduucccciióónn
La habitabilidad básica comprende, o puede
incluir, la infraestructura y los servicios básicos
comunitarios, entre otros: abastecimiento de
agua potable, saneamiento, eliminación de
desechos, transporte y comunicaciones, ener-
gía, servicios de salud y de emergencia, escue-
las, seguridad ciudadana espacios para el ocio...
(Salas & Colavidas, 2003).
El trabajo pretende justificar con argumen-
tos y resultados cuantitativos una afirmación
contundente como la que se define desde la
Cátedra UNESCO en Habitabilidad Básica: Sin
habitabilidad básica no hay desarrollo humano
posible. Sin cobijo mínimo ni acceso a los servi-
cios más indispensables se puede ser ‘sobrevi-
viente’, pero no ‘ciudadano’ de pleno derecho,
gravitando en forma sustantiva en el desmem-
bramiento social. Puede que sea oportuna una
reflexión obvia, pero no baladí: habitabilidad
básica necesitan todos los seres humanos sin
excepción y la necesitan durante toda la vida
(desde el parto hasta la defunción). Se trata de
una de las servidumbres más cosmopolitas e
intensamente utilizadas de cuantas necesita la
humanidad.
El sector económico que se ocupa del hábi-
tat, en el sentido laxo, el que comprende la
elección del suelo, planeamiento urbano, cons-
trucción, materiales… se muestra intrínseca-
mente conservador, tradicional, inmovilista, y
por lo general, lastrado ante los cambios. La
Tabla 1, aún asumiendo los peligros de su exce-
sivo esquematismo, pretende reflejar la evolu-
ción de las políticas recientes en materia de
hábitat para los más pobres. Hace escasas
décadas, las ideas maestras que se exponen en
este trabajo, estaban sólo en las mentes de
unos pocos y en la práctica de algunos grupos
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Julián SalasConsejo Superior de Investigaciones Científicas
Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
de vanguardia. Los cambios, aunque lentos, se
muestran imparables y las políticas no conven-
cionales de vivienda se conforman como pro-
puestas virtuosas para aliviar el ‘hambre de
vivienda’2 (Salas, 1993) y propiciar la cohesión
social.
Tan sólo hace tres décadas —Primer
Congreso de Naciones Unidas sobre el Hábitat
(HÁBITAT I, Vancouver, Canadá, 1976)— no
había otra política convencional para enfrentar
el subdesarrollo en materia de hábitat que
entregar viviendas dignas llave en mano a los
‘sin vivienda’ y/o a los ‘sin techo del mundo’.
Enunciado, que si se reconocen las dimensiones
del problema a nivel planetario, induce a incre-
dulidad: ¿es posible que esto ocurriese tan
recientemente y en forma cosmopolita? Se han
producido algunos cambios, incluso importantes
aportes, pero también retrocesos.
De forma concisa, se apuntan seguidamente
algunas ideas-fuerza basadas en trabajos de
Ramírez (2002) Fernándes W. (2001) que acotan
lo que se entiende por políticas convencionales
de vivienda, así como de las que conforman en
la actualidad las políticas no convencionales.
a.- Rasgos básicos de las políticas convencio-
nales de vivienda:
• Intervención estatal o gubernamental en
todas o en la mayoría de las etapas del
proceso de producción, intercambio y uso
de las viviendas: elección del suelo, par-
celación, urbanización, proyecto, cons-
trucción, adjudicación, financiación…
• Producción de viviendas conforme a
estándares y normas de mínimos acepta-
dos internacionalmente;
• Provisión de viviendas llave en mano
subsidiadas para familias con ingresos
estables;
• Priorización de soluciones para la
demanda solvente relegando las necesi-
dades de los más desfavorecidos.
b.- Algunas características que acotan las lla-
madas políticas no convencionales de
vivienda, gestadas en los años sesenta, en
plena crisis de los programas de moderni-
zación y de desarrollo nacional para todos:
• Incremento y expansión de las zonas de
tugurios3, así como de los procesos de
auto-ayuda, auto-construcción, toma de
tierras, urbanizaciones ilegales…
• Nuevos planteamientos teóricos basados,
en parte, en propuestas de J. F. Turner
como su ‘libertad para construir’ o ‘todo el
poder para los pobladores’… (Turner,
1977);
• Creciente aceptación de la vivienda como
proceso, que algunos llegan a anteponer
al producto: la vivienda como ‘excusa’
para tratar de cohesionar a los colectivos
organizados;
• Valorización de la pertinencia del mejo-
ramiento de tugurios ilegales en los pro-
gramas de vivienda (Salas, 2005a,
2005b);
• Los tugurios entendidos y tratados más
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
como solución que como problema (Arif,
2003), (Mac Donald, 2005).
Las políticas no convencionales son, en
parte, resultado del pragmatismo para enfren-
tar la materialidad de los grandes déficit, así
como, de los enfoques emergentes desde las
ciencias sociales ante la pobreza, más ocupa-
das hasta ahora de articular el soporte teórico
de los orígenes de la pobreza que de diseñar
herramientas para combatirla propiciando la
cohesión social. En este contexto, han aflorado
nuevos paradigmas de la pobreza que recono-
cen su condición multidimensional, influida por
diversas características culturales, locales y
sociales, y vivida por los pobres de manera
diferente según géneros, edades, etnias y habi-
lidades. La pobreza en materia de hábitat se
presenta de tantas y tan variadas formas, que
invalida los enfoques exclusivos y las estrate-
gias universalistas para su erradicación.
La propuesta de acercamiento conceptual a
la pobreza colectiva que sigue, se sustenta en
tratar de matizar y acotar aspectos sustantivos a
tener en cuenta para tratar de superarla: su
carácter heterogéneo y multisectorial, así como
la necesidad de propiciar una actitud proactiva
de los afectados —sujetos de la acción— junto a
una vocación integradora de sus soluciones en
colectivos urbanos más amplios que el propio
tugurio. De ellos, se exponen seguidamente
cuatro rasgos, desde la óptica que dicta el care-
cer de habitabilidad básica y sus repercusiones
en el tránsito a la consecución simultánea de
desarrollo humano y cohesión social.
IIII.. CCuuaattrroo aassppeeccttooss ssuussttaannttiivvooss
ddee iinntteerrrreellaacciióónn eennttrree ppoobbrreezzaa yy
hhaabbiittaabbiilliiddaadd bbáássiiccaa
a.-La pobreza4 es heterogénea
También en materia de necesidades de cobijo y
de servicios básicos. Al igual que ‘los ricos’ no
todos lo son igualmente, baste recordar por
ejemplo que los 400 más ricos del planeta tie-
nen ingresos equivalentes a los de los 400
millones de ciudadanos más pobres, la pobreza
tampoco es homogénea, aunque en ocasiones
—especialmente en los grandes tugurios—
pueda parecerlo por su aspecto físico externo.
En contextos de pobreza e indigencia, las muje-
res siempre son más pobres que los hombres;
los ancianos y los niños más que las personas
en edad laboral; los enfermos y lisiados más
que los sanos. Hay que diseñar nuevas estrate-
gias y utilizar parte de las herramientas que
existen para diseccionar y discriminar la pobre-
za a la hora de implementar políticas que real-
mente pretendan un desarrollo humano.
Una herramienta cuantitativa útil para
transitar por los territorios de la pobreza en
materia de habitabilidad básica, es la que se
reproduce como Tabla 2, elaborada por
Arraigada y Mac Donald (1998). Herramienta
que nos fue de gran utilidad en un caso prácti-
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Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
co de mejoramiento habitacional de 412
viviendas precarias en Ciudad Sandino
(Nicaragua) financiado por la Unión Europea
que llevamos a la práctica como mejoramiento
caso a caso y casa a casa (Salas, 2004), que
matiza el mejoramiento secuencial, que pre-
tende superar carencia tras carencia.
La Tabla 2 ofrece datos porcentuales con-
cretos sobre las características de la pobreza y
la indigencia latinoamericana en 1999, según
cuatro características fundamentales que pue-
den medirse —no sin un considerable trabajo
de campo— en cualquier asentamiento huma-
no tugurizado: el grado de hacinamiento; el
acceso o no al agua potable (ambos, aspectos
críticos de la habitabilidad básica); la tasas de
dependencia demográfica, cociente entre el
número de menores de 15 años y mayores de
64 por el número total de las personas que con-
viven en un hogar y la tasa de ocupación,
cociente del número de personas ocupadas con
ingresos y el total de los convivientes. Cuatro
ratios importantes al discriminar casos de
pobreza de habitabilidad así como para eva-
luar las posibilidades de alcanzar cotas de
desarrollo humano de colectivos amplios con
carencias básicas.
b.- La pobreza es intrínsecamente
multisectorial
No hay familias pobres carentes de un único
tipo de necesidad. No es realista imaginar
colectivos amplios de pobreza que sólo carez-
can de calzado y que no fuesen deficitarios de
educación, alimentos, salud, alojamiento… Esta
evidencia, no siempre tiene una respuesta lógi-
ca al intentar paliar la pobreza mediante pro-
gramas de cooperación para el desarrollo de
carácter monográfico: construcción de vivien-
das, dotación de agua, micro-créditos, proyec-
tos de género, de energía… Carece de lógica
argumentar que la institución financiera, pro-
motora o donante de un determinado proyecto
tiene carácter sectorial, por pertenecer a tal o
cual ministerio, o a una determinada rama
especializada de una entidad multilateral. Los
colectivos pobres ni entienden, ni tienen por
qué, de organigramas o atribuciones de los que
tienen la intención de cooperar.
Los proyectos multisectoriales para la mejo-
ra de las condiciones de vida en los sectores
más pobres —dentro del amplio campo de la
habitabilidad básica— suelen ser más eficientes
y tener mejor aceptación por parte de los bene-
ficiarios. A priori, no parece el mejor plantea-
miento pretender dotar a un colectivo de 300
familias en situación de extrema pobreza, por
precarios que sean sus cobijos, con 300 vivien-
das idénticas, ‘llave en mano’, todas de 36 m2, y
realizadas por una constructora del sector for-
mal. Posibles combinaciones de procesos casa a
casa y caso a caso: mejoras y ampliaciones,
dotaciones de servicios básicos, formación de
mano de obra, créditos para el sector productivo
informal del barrio, bancos de materiales…
enseña la práctica que se adaptan mejor al
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
desarrollo humano que se pretende. Es cierto,
que las soluciones diversificadas para una reali-
dad siempre diversa, son opciones complejas,
que poco tienen que ver con respuestas fruto de
una planificación simplificadora.
c.- La participación de la comunidad
es imprescindible
Participación durante todo el ciclo del progra-
ma, desde las informaciones previas para la
formulación de los proyectos, hasta la consoli-
dación del asentamiento. Las mesas de concer-
tación integradas por pobladores y sus
organizaciones, instituciones locales, ONG y
otros actores, se muestran eficientes para ela-
borar, acordar y ejecutar las políticas de regula-
rización (UN-HABITAT, 2001).
Salir de la pobreza requiere participación
—real, activa, organizada y sustantiva— de los
afectados. Décadas de cooperación para el des-
arrollo, pensada desde el ‘Norte’, tan cargada
de buenas intenciones como de escasos resul-
tados, ha provocado consenso en torno a que
sin la participación decidida de ‘los beneficia-
rios’ no es posible el desarrollo. Afirmación que
condensa toda una filosofía para abordar en la
actualidad proyectos de desarrollo. Hasta muy
recientemente, ésta no era una premisa acepta-
da por todos, pero hoy se impone por la fuerza
de los hechos, incluso, en las instituciones mul-
tilaterales más importantes. En el Prólogo del
Informe del PNUD (2003) el Presidente del
Banco Mundial James D. Wolfensohn sostenía
que: “El desarrollo no es sólo cuestión de dine-
ro ni de objetivos numéricos por alcanzar para
el 2015, pese a todo lo importante que son. El
desarrollo se refiere a la gente5”.
Un verdadero desarrollo humano necesita
contar con actores locales, organizaciones
populares fuertes y estructuradas que tomen
decisiones mediante mecanismos democráti-
cos. La democratización de la gestión urbana
para que los pobres puedan intervenir efectiva-
mente, es en gran medida un tema pendiente,
salvo excepciones aisladas. Es imprescindible
el fomento de la participación en la toma de
decisiones sobre la ciudad y mucho más cuan-
do se reduce la escala de actuación: al barrio, al
condominio vecinal, a la plaza pública…
Conviene acotar los contenidos de lo que se
entiende por ‘participación’ en los procesos de
cooperación para el desarrollo en el ámbito del
hábitat. Si participar se entiende como ‘co-man-
dar’, esto supone la apertura de una multiplici-
dad de formas, estrategias de financiación y de
gestión, de socializar los beneficios de la ciudad,
fundamentales para poder romper procesos de
“ghetización” de muchos asentamientos popula-
res... (Sperberg & Happe, 2005). Es por ello, que
se comprende en su verdadero significado que
los proyectos del programa “Favela Barrio” en
Brasil, planteen siempre abrir paso a los trans-
portes urbanos atravesando —abriendo— las
favelas que optaron por encerrarse hermética-
mente frente al exterior. La gestión popular debe
tener un papel no solo de corresponsabilidad en
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Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
los costos y cargas del proceso, sino que también
protagonismo activo para revertir el modelo de
ciudad excluyente por el de soporte de cohesión
social. No ha ocurrido así hasta hace poco, tam-
poco siempre en la actualidad ya que no es fácil
escuchar, consensuar y ejecutar decisiones surgi-
das de los “beneficiarios” organizados, que en
muchas ocasiones quebrantan esquemas y con-
tenidos de programas y proyectos concebidos,
redactados y planificados fuera de la realidad
que se quiere transformar (CYTED, 1996).
d.- La integración en marcos de
actuación amplios evita una pobreza
ensimismada
La práctica latinoamericana reciente de movi-
mientos ciudadanos, demuestra la conveniencia
de su integración en políticas barriales, munici-
pales y nacionales, como reivindicaciones par-
ciales del ‘derecho a la ciudadanía’. Mac Donald
plantea que para hacer posible que los pobres
participen de las oportunidades que ofrecen las
ciudades, “…una agenda urbana debería promo-
ver su inclusión en tres niveles. El primero es
avanzar hacia una mayor accesibilidad de los
pobres a los bienes y servicios urbanos. El segun-
do implica abrir espacios de participación para
ellos en las decisiones respecto de sus barrios y
de la ciudad en su conjunto. Por último, se trata
de que ellos lleguen a ser parte de la ciudad,
esto es, que se los reconozca como ciudadanos y
a su vez, ellos se sientan parte de la misma”
(Mac Donald, 2005, 2006).
En sucesivos foros internacionales que se
han desarrollado en esta década sobre las ciu-
dades, y de forma muy particular en el reciente
Forum Urbain Mundial III (Vancouver, junio
2006) ha ganado importancia la consecución
del derecho a la ciudad para todos sus habitan-
tes, en especial para los pobres urbanos (UN-
HABITAT, 2005).
No puede entenderse el desarrollo sin la
restitución de la ciudadanía plena. Son cientos
de millones los habitantes que carecen de esta
carta de naturaleza, al sobrevivir en espacios
marginales, sutilmente estancos, a los que se
priva de las ventajas que ofrece la ciudad. La
lucha contra la pobreza mediante acciones de
desarrollo humano en materia de hábitat, con-
lleva la restitución del derecho a la ciudadanía, a
la integración de los asentamientos humanos en
el tejido social de la ciudad, como característica
altamente valorada por los ciudadanos. Es por
ello que resulta más que aconsejable apoyar las
medidas que faciliten suturar el tejido social físi-
camente desmembrado. Nada cierra tantas
puertas para salir de la pobreza como los ‘ghe-
tos’ estancos de pobreza, así lo han entendido —
por citar un ejemplo singular— los tres últimos
gobiernos municipales de la ciudad de Bogotá —
Mokus, Peñaloza y Garzón— poniendo en prácti-
ca medidas correctoras imaginativas con
excelentes resultados que están a la vista.
Las propuestas y realizaciones que propi-
cian operaciones de sutura, de recomposición y
de acercamiento físico y funcional entre los
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
barrios informales y la ciudad formal, merecen
una alta valoración y se muestran en la prácti-
ca como soporte material de la pretendida
cohesión social. Defendemos como propuesta
metodológica la idea de que puede que sea
más fructífero y ajustado a la realidad que los
profesionales del urbanismo se acerquen a las
ciudades de los países en desarrollo: como a
ciudades pobres en las que hay bolsones físicos
de riqueza, más que (como se hace hoy día
mayoritariamente) pensando y actuando como
si lo hiciésemos ante ciudades ricas en las que
hay bolsones de pobreza. Este enfoque alterna-
tivo, adoptado sin dogmatismos, nos parece
cuando menos: más cercano a las mayorías;
más equitativo y más realista (Salas, 2005a).
IIVV.. ¿¿EEss ppoossiibbllee eell ddeessaarrrroolllloo hhuummaannoo
ssiinn hhaabbiittaabbiilliiddaadd bbáássiiccaa??
Aún conscientes de que el cobijo no es la prime-
ra prioridad para las personas en situación de
extrema pobreza, tampoco para los indigentes
sin techo, también lo somos de que no puede
pretenderse un desarrollo humano en un contex-
to de carencias físicas elementales, sin abordar
decididamente lo que en otros trabajos denomi-
namos ‘hambre de vivienda’ (Salas, 1993) y aquí
y ahora como necesidades perentorias de habita-
bilidad básica (Colavidas & Salas, 2005).
J. Sachs en su reciente “best seller”, El fin
de la pobreza, distingue tres niveles de pobre-
za: la extrema (o absoluta), la moderada y la
pobreza relativa. Entiende Sachs (2005) que la
pobreza extrema significa, entre otras cosas,
que las familias no pueden hacer frente a las
necesidades básicas: “…no tienen servicios de
agua potable, ni de saneamiento… carecen de
elementos rudimentarios para proteger sus
viviendas —un techo que evite la entrada de la
lluvia en la choza o una chimenea para evacuar
el humo de la cocina—…”. Para estos casos rei-
vindica mosquiteras y lonas impermeables
para colocar bajo las techumbres de paja de
todas las chozas de la aldea de Nthandire en
Malawi, a la que se refiere específicamente en
su trabajo. Coincidimos plenamente con este
tipo de propuestas, que sería en nuestra opi-
nión, el escalón más elemental, pero imprescin-
dible, en la provisión de habitabilidad básica.
No se trata de debatir sobre el puesto que
corresponde a la provisión de determinados
tipos de cobijo —alojamientos, soluciones habi-
tacionales, techos para vivir,…— frente a otras
necesidades igualmente básicas como son:
salud, educación, igualdad de género, creación
de puestos de trabajo, transporte… Pero sí de
resaltar que la habitabilidad básica condiciona
en forma decisoria la salud y la educación de
sus moradores, influye de manera sustantiva en
su esperanza de vida, supone una directa dis-
minución del absentismo laboral y escolar,…
ayuda a paliar la vulnerabilidad y la inseguri-
dad ciudadana, mejora la economía informal…
Sobre ello se volverá más adelante.
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Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
De la Declaración Universal de Hábitat II
(UN-HABITAT, 1996) se reproduce parte del
compromiso contraído por la práctica totalidad
de los jefes de estados y de gobiernos del uni-
verso, para facilitar la vida de los más pobres,
comprometiéndose formalmente a “Garantizar
el acceso a la infraestructura y servicios bási-
cos” con un grado de exigencia y detalle en su
Punto 84, que ni la Declaración de los Objetivos
de Desarrollo del Milenio se planteó en sus
ambiciosas Metas:
“La infraestructura y los servicios básicos a
nivel comunitario comprenden, entre otros,
abastecimiento de agua potable, sanea-
miento, eliminación de desechos, asistencia
social, servicios de transporte y comunica-
ciones, energía, servicios de salud y de
emergencia, escuelas, seguridad ciudadana
y la ordenación de los espacios abiertos. La
carencia de servicios básicos adecuados,
componente esencial de la vivienda,
menoscaba gravemente la salud humana,
la productividad y la calidad de vida, parti-
cularmente en el caso de las personas que
viven en condiciones de pobreza en la ciu-
dad y en el campo”.
¿Puede hablarse de desarrollo humano a las
personas que en la actualidad viven en ‘tugu-
rios’ —según la denominación de Naciones
Unidas— sin abordar sus carencias de habitabi-
lidad? En los trabajos previos a la Declaración
Universal de la Cumbre del Milenio, se fijó
(1999) en 924 millones las personas que viven
en ‘tugurios’, entendiendo como tales los
barrios —generalmente informales— en los que
concurren para la mayoría de sus habitantes
dos o más de las cinco carencias que se enume-
ran y definen en la Tabla 3. Esta ingente canti-
dad de ‘tugurizados’ se traduce en América
Latina y el Caribe en más de 125 millones de
personas y se ha estimado que dotarles de
mejora básica supondría más de 175.000 M de
$USA (Ver Tablas 4 y 5).
Las políticas no convencionales de hábitat
presentan algunos referentes que se manifies-
tan como los más representativos: la provisión
de ‘sitios y servicios’; la construcción de gérme-
nes de vivienda o viviendas crecederas; el acce-
so a servicios básicos; la mejora de ‘tugurios’ o
barrios precarios; el fomento de la ‘construc-
ción incremental’ (Cilento,1998)… de dichas
políticas no convencionales, en general, y del
mejoramiento de barrios precarios en particu-
lar, se enuncian seguidamente de forma escue-
ta cinco posibles ámbitos de aportaciones a
algunas de las señas de identidad sustantivas
del desarrollo humano.
a.- La mejora del medio físico puede
paliar la inseguridad ciudadana
Según el Informe Anual sobre la Coyuntura
Mundial del Hábitat (UN-HABITAT, 2003), el
29% de las ciudades del mundo en desarrollo
presentan áreas urbanas extensas consideradas
inaccesibles o peligrosas para los servicios poli-
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
ciales. En Latinoamérica y el Caribe este porcen-
taje ascendía al 49%. Datos preocupantes de una
violencia enquistada en los tugurios en ocasio-
nes desde su origen, pero que en otras responde
a fenómenos externos al barrio, como es el caso
del fenómeno de las ‘maras’ centroamericanas
que se enquistan en el ‘tugurio’ como bastión
protector (Sperber & Happe, 2004).
El espectro de las formas de delincuencia
abarca un amplio abanico, desde el robo en
tiendas hasta el terrorismo. El concepto de vio-
lencia en ocasiones se emplea no sólo para
referirse a una manera de herir físicamente a
una persona, sino que también a las injusticias
sociales causadas por una violencia “estructu-
ral”. La casuística es muy amplia y los especia-
listas llegan a matizar diferentes tipos de
delincuencia que varían según el grado de vio-
lencia ejercido en las acciones delictivas: vio-
lencia cotidiana, criminalidad de la pobreza,
delincuencia semiprofesional, delincuencia
organizada, violencia de Estado…
Lins, en su libro Ciudad de Dios afirma: “La
vida en la favela engendra muerte, acarrea
basura, botes, perros vagabundos, antiguas
cuentas que ajustar, rabiosos vestigios de tiros,
noches para velar cadáveres, charcos dejados
por las crecidas, lombrices viejas en intestinos
infantiles, revólveres, hambre, traición y muer-
te” (Lins, 2003). Obviamente, ni todas las fave-
las son como la descrita por Lins, ni todos los
tugurios son favelas, pero este tipo de barrios
no propicia el desarrollo humano.
Sperberg y Happe en el trabajo citado ana-
lizan la violencia y delincuencia en barrios
pobres de Santiago de Chile y Río de Janeiro, la
comparación entre ambas ciudades muestra
que en ellas el diferente nivel de violencia no
se explica sólo por la historia específica de su
origen o por sus condiciones de vida. En Chile,
hay una presencia más fuerte del Estado y un
mayor grado de organización de los pobres
urbanos, lo que permite un manejo más efi-
ciente de la violencia. También se constata que
la violencia en Chile, según los autores citados,
ha aumentado en los últimos años y que esta
capacidad organizativa se desmorona frente a
una política social estatal insuficiente.
Recientes programas y proyectos de mejo-
ramiento de barrios precarios —Las Palmas y
Los Manantiales en San Salvador, por citar sólo
dos ejemplos— están demostrando en forma
manifiesta que la violencia barrial decrece con-
forme se mejora y dota de habitabilidad básica
al tugurio.
b.- La mejora de tugurios puede ser un
freno a su vulnerabilidad
Durante la década de los noventa, los desastres
de origen natural han causado en todo el
mundo un promedio anual de 57.000 muertos
y 211 millones de personas damnificadas
(Sanahuja, 2002). Esto significa que los desas-
tres se cobraron 1.300 vidas por semana. Los
años de la última década del pasado siglo han
sido muy dañinos: las inundaciones, los tifones
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Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
y los huracanes de 1998 dejaron sin hogar a
335 millones de personas, el 5% de la pobla-
ción mundial. En 1999 los desastres causaron
132.077 muertos y 223 millones de personas
damnificadas, y en el 2000, 20.045 muertos y
256 millones de damnificados. Los daños
materiales también han sido muy elevados. A
lo largo del decenio las pérdidas materiales
superaron los 600.000 millones dólares.
Debido a que los daños están en directa rela-
ción con el grado de vulnerabilidad, los países
en desarrollo soportan la mayor parte de los
daños. En torno al 98% de las víctimas mortales
de los desastres se producen en países pobres.
Los daños materiales del período 1985–1999
representaron el 2,5% del producto bruto de los
países industrializados, y el 13,4% del producto
bruto de los países en desarrollo.
La cuantificación del riesgo, al tener como
origen fenómenos estocásticos que no respon-
den a una función matemática definida, se tra-
tan hoy como fenómenos ‘socio-naturales’
aunque recientemente se consideraban ‘natu-
rales’. Suele hacerse depender el riesgo del
peligro —externo a los seres humanos— y de la
vulnerabilidad —estrechamente ligada a la
sociedad— y aunque en modo alguno se trata
de variables de una función matemática, se
plantea el esquema que sigue, únicamente,
como imagen pedagógica:
PPeelliiggrroo ((&& )) VVuullnneerraabbiilliiddaadd ≈ RRiieessggoo
En un trabajo de investigación reciente, coordi-
nado por el autor, (Salas et al., 2006) se han
determinado niveles de riesgo en el área geo-
gráfica conformada por nueve países: los seis
centroamericanos, México, Cuba y República
Dominicana. Se obtuvieron, entre otras, las
siguientes conclusiones:
• La zona geográfica estudiada presenta un
porcentaje de superficie bajo riesgo relati-
vamente alto seis veces mayor que el de la
media del total de la superficie terrestre:
18,3% frente al 2,9%. Dicha proporción
resulta casi veinte veces mayor si se refiere
a superficie sometida a riesgo alto: 7,47% y
0,38% respectivamente.
• La población de la zona estudiada presen-
ta un porcentaje sometido a riesgo relati-
vamente alto, 4,4 veces mayor que el de la
población mundial: 55,6% frente al 12,6%.
Dicha proporción resulta más de diez veces
mayor si se refiere a la población sometida
a riesgo alto: 18,54% y 1,70% respectiva-
mente.
• La valoración combinada de riesgo y
pobreza sitúan a Guatemala y El Salvador
en las posiciones más altas y a Cuba y
Panamá en las más bajas de los nueve paí-
ses estudiados
• Los resultados recopilados muestran la
gravedad de la vulnerabilidad en el área
estudiada que arroja una media anual
- 218 -
Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
durante los 33 últimos años del pasado
siglo (1967-2000), del orden de: 20.000
pérdidas humanas, 250.000 damnificados
directos y 1.000 millones de dólares USA
en daños materiales por año.
Existe constancia de que la gran mayoría de los
57.000 muertos y 211 millones de personas
damnificadas en el mundo durante la pasada
década a los que se refiere Sanahuja y los que
resultan como media anual en el trabajo refe-
renciado, eran habitantes de los miles de ‘tugu-
rios’ que de alguna forma necesitarían
beneficiarse del compromiso de “mejorar sus-
tancialmente sus vidas antes del 2020” enun-
ciado en los Objetivos del Milenio
(PNUD,2003). Mejora que debe de poner en
primera prioridad la minimización de la vulne-
rabilidad.
c.- La dotación de habitabilidad básica
disminuye los riesgos de enfermedad
Susan George asegura que “…la ONU ha
demostrado científicamente que la ‘intensidad
de la exposición’ —niños que duermen juntos o
que comparten vivienda con animales domés-
ticos— aumenta la incidencia de las enferme-
dades mucho más de lo que cabría esperar sólo
de la precariedad de los servicios sanitarios”
(George, 2000). El factor intensidad es causa de
tuberculosis, sarampión, tos ferina convulsiva y
diarrea, todos los cuales se propagan con
mucha mayor rapidez y matan más a menudo
en las casas y barrios donde reina el hacina-
miento. Hoy no hay duda de que uno de los
vectores más influyentes en la esperanza de
vida está condicionado por las carencias habi-
tabilidad básica... la tasa de mortalidad infantil,
aunque no se dispone de correlaciones estadís-
ticas fiables en las que basar en forma incon-
testable dicha afirmación, muestran una
dependencia directa de la precariedad habita-
cional. Valgan como ejemplos los altos valores
—por encima de 40 por cada 1.000 nacidos
vivos— que presentan en América Latina:
Bolivia, Guatemala, Haití y Nicaragua.
Resulta correcto afirmar que no pueden cre-
cer familias sanas en cobijos enfermos. Este diag-
nóstico, se acota con datos como los de la Tabla 6
tomados de la Organización Panamericana de la
Salud que afirma que la mejora del saneamiento
básico de la vivienda “…inhibe la generación,
reduce la incidencia e interrumpe la transmisión
de enfermedades infecciosas entre un 20% y un
80%” (OPS, 2001).
d.- La mejora barrial repercute
en forma directa sobre la economía
informal y en sus puestos de trabajo
Puede constatarse en múltiples trabajos (De
Soto,1986, 2000), (Rueda, 2000), (Kellett, 2003) y
ratificarse mediante simples inspecciones ocula-
res al interior de los tugurios, que para muchas
familias no existe separación física entre las acti-
vidades domésticas (de reproducción) y las eco-
nómicas (de producción). Incluso en soluciones
- 219 -
Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
habitaciones muy precarias, es práctica frecuen-
te que sus mejores y más amplios espacios se
dediquen a actividades de comercio, producción
elemental o servicios diversos.
A modo de enumeración de casos, en gran
parte tomados del trabajo de P. Kellett, se pue-
den distinguir los siguientes: Servicio de
venta: de productos perecederos, especial-
mente donde la gente no tiene refrigerador o
espacio para almacenar. Venta para el consu-
mo inmediato: bebidas alcohólicas, refrescos,
cafés… Producción de artículos: ropa, teji-
dos, componentes electrónicos, zapatos, mate-
riales de construcción, artesanías, maletas,
joyas, carpintería, etc. Preparación de comi-
da: para vender en empresas, escuelas, cuarte-
les y / o en las calles. Prestación de servicios:
reparaciones, peluquerías, salones de belleza,
dentistas, curanderos, médicos, teléfonos, foto-
copias y fotografía, etc. Actividades de carác-
ter social: escuelas, hogares infantiles, centros
de salud, gestorías... Actividades en la parce-
la de la vivienda: cría de animales domésti-
cos; cultivo de hortalizas y / o plantas
medicinales, agricultura para autoconsumo, etc.
Según la Organización Internacional del
Trabajo (OIT, 2001), durante la década 1990-
2000 el 85% de todos los nuevos puestos de
trabajo en América Latina y el Caribe los creó el
sector informal de la economía. Habría que
matizar, sin que ello desvirtúe la importancia
del dato, que muchos de estos puestos que con-
tabiliza la OIT en su informe son remunerados
con sueldos bajísimos, puede que sean ilegales,
insalubres y peligrosos, sin limitación de hora-
rio, de trabajo infantil… en resumen, de alta
explotación. Pero también hay que apuntar,
que suelen ser los únicos trabajos asequibles
para los recién llegados a la ciudad en su bús-
queda de una salida. Puestos de trabajo para
personal femenino, para los sin oficio y analfa-
betos, los grupos étnicos más marginados… Son
trabajos, en gran parte imprescindibles para
sobrevivir aunque insuficientes para desarro-
llarse. Si el barrio repara sus puntos vulnera-
bles, si mejora el hábitat, si los servicios
municipales llegan… los primeros en benefi-
ciarse son los sectores informales de la
economía. Es por ello que la dotación de micro-
créditos para mejora física y funcional del
comercio y los talleres productivos suele ser un
excelente componente de los programas y pro-
yectos de mejora de tugurios.
e.- Legalizar la propiedad de las
parcelas es una premisa del mejora-
miento: el derecho a echar raíces
Defendimos ante HABITAT II (Estambul, junio
1996), que la mejora de los barrios precarios
debe suponer el derecho a permanecer de los
pobladores en el asentamiento, integrando
procesos de regularización jurídica de la pro-
piedad y la mejora de las condiciones de habi-
tabilidad e inserción en el ordenamiento
urbanístico, económico, social y político (CYTED,
1996). Desde HÁBITAT II, la discusión sobre las
- 220 -
Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
acciones de regularización de la propiedad de
las parcelas presentaban un carácter funda-
mentalmente “correctivo” y su sustento con-
ceptual se edificaba sobre bases argumentales
de muy diversa índole, fundamentalmente
humanitarias, éticas, religiosas, sociopolíticas y
antropológicas. Recientemente, la componente
económica ha irrumpido en el debate con fuer-
za suficiente como para ensombrecer al resto,
principalmente a través de las propuestas de
de Soto (De Soto, 2000). El brasileño Edesio
Fernándes tercia en esa misma línea afirmando
que: “... sólo se pueden discutir los programas
de regulación críticamente a partir de una dis-
cusión previa sobre las lógicas y mecanismos
de los procesos socioeconómicos y político-jurí-
dicos que producen la informalidad e ilegali-
dad urbana”. (Fernándes, 2002a, 2002b).
En nuestra opinión, las políticas de regula-
rización no deberían plantearse en forma
monográfica con una finalidad, aunque loable,
meramente correctora. Los nuevos paradigmas
sobre las políticas de vivienda como herra-
mientas de lucha contra la pobreza resaltando
que una de sus principales características resi-
de en la condición de “multisectorialidad” y
que en el horizonte de este tipo de acciones,
aunque en muchos casos no sea factible abor-
darlo, debe prevalecer como objetivo el frenar
los mecanismos que producen la informalidad.
Cuando no existen otras políticas sociales o
programas económicos que le den soporte, la
mera atribución de títulos de propiedad pueden
garantizar la seguridad individual de la tenencia,
pero también pueden contribuir a que los mora-
dores —legal o ilegalmente— sean “expulsados”
a otras áreas, incluso más periféricas y más pre-
carias aún, lo que los convierte en muchos casos
en candidatos a participar en nuevas invasiones.
No obstante, no todas las operaciones de mejo-
ra presentan las misma urgencia o prioridad. Un
conjunto de respuestas fundadas a preguntas
tan obvias como las que siguen, pueden aclarar
la mayor o menor pertinencia de la mejora:
¿Cómo se ha generado el asentamiento infor-
mal?; ¿por qué es importante regularizarlo?;
¿cuándo debe formularse y ejecutarse el progra-
ma de regularización?; ¿qué áreas deben regula-
rizarse?; ¿qué hacer en aquellas áreas, que por
alguna razón, no deberían regularizarse?; ¿cómo
debe formularse y estructurarse el programa de
regularización?; ¿qué derechos deben recono-
cerse a los ocupantes del asentamiento infor-
mal?; ¿quién debe pagar el programa de
regularización, y cómo deben de hacerlo?; ¿Qué
debe hacerse después de la regularización?...
(Fernández, 2003).
44..-- AA mmooddoo ddee ccoonncclluussiioonneess
a.- Se constata en terreno la dificultad de los
programas sectoriales para superar la
pobreza de un conjunto de fenómenos que
suceden en las ciudades, y se intentan
introducir nuevos programas en los que
- 221 -
Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
intervienen múltiples sectores, niveles y
actores. Mejorar las condiciones precarias
en las que habitan los pobres urbanos
constituye un tremendo desafío, no solo
por la enorme cantidad de familias afecta-
das, sino que también, por requerir de pro-
gramas de considerable complejidad.
b.- Los tugurios urbanos en que habitan
cerca de mil millones de personas en las
ciudades del mundo en desarrollo, son
considerados por los gobiernos como “un
problema” y por los propios habitantes y
algunos sectores que los apoyan, como la
única solución posible para acceder a
la tierra y a la vivienda.
c.- La experiencia latinoamericana sugiere
que es importante que las políticas habita-
cionales incorporen el concepto del
suelo urbano como bien escaso, prefi-
riendo las soluciones compactas, el aprove-
chamiento de parcelas no edificadas
dentro del casco urbano, la rehabilitación y
densificación de conjuntos existentes antes
de recurrir a la ocupación indiscriminada
de suelos periféricos.
d.- Han surgido nuevos esquemas de
financiamiento que consideran tres com-
ponentes: I) un subsidio estatal (en su
mayoría en forma de subsidio directo a la
demanda), II) un ahorro previo por parte de
la familia, ya sea en dinero, terreno o mate-
riales de construcción, y III) un crédito otor-
gado primero por el sector público, y luego,
por el sistema financiero privado.
e.- La cooperación internacional, tanto
financiera como técnica, no solo puede
aportar recursos importantes al alivio de
los problemas habitacionales de los más
pobres, sino también exigir o promover
en los países la adopción de procedi-
mientos más efectivos para aliviar la
pobreza, como peldaño imprescindible
para alcanzar la cohesión social.
f.- La acreditación de la propiedad constituye
el requisito más básico, para que el flujo de
recursos se desenvuelva en el marco de la
formalidad y garantice los fondos institu-
cionales que potencialmente puedan con-
currir al mejoramiento. Las situaciones de
propiedad nebulosas de las parcelas urba-
nas, junto con la ocupación irregular propia
de los asentamientos urbanos precarios,
justificarían un proceso de titulación masi-
vo como base para ofrecer garantías indivi-
duales a la población afectada por el déficit
cualitativo. Para su ejecución técnica, el sis-
tema municipal aparece como el nivel de
gobierno más idóneo para calificar las
necesidades de obra, organizar la deman-
da y dar asesoramiento técnico.
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
Tabla 1Presentación esquemática de políticas recientes de habitat para los más pobres
Período aproximado de vigencia Característica Globlal
Años sesenta ... Políticas convencionales para dar viviendas dignas llave en mano a los pobres ...Años setenta (Vancouver, ... Primeros indicios de prácticas con éxito de políticas no convencionales:Canadá, 1976: HABITAT I) valorización del proceso de producción social del habitat para facilitar el acceso a la viviendaAños ochenta Balbuceos para la institucionalización de políticas gubernamentales permisivas para apoyar los pro-
cesos informales capaces de propiciar soluciones habiatacionalesAños noventa (Estambul, ... Nuevas estrategias facilitadoras para fomentar la autoproducción de viviendas para todos.Turquía, 1996: HABITAT II) Reconocimiento del sector informal como actor imprescindible para afrontar los problemas.
Fuente: el autor, actualización de propuestas previas, (Salas, 1999, 2005a)
Tabla 2Cuatro aspectos de la pobreza y la indigencia en América Latina (1999)
(Población expresada en millones de personas y en valores porcentuales)
Personas en Personas en viviendas Convivientes con alta Convivientes con bajaviviendas sin acceso tasa de dependencia proporción de
con hacinamiento a agua potable demográfica (a) “empleados” (b)Cantidad % Cantidad % Cantidad % Cantidad %
Caracterizaciónde la pobreza (c)Pobres (d) 61,0 28,9 109,7 52,0 46,6 22,1 71,6 33,9Indigentes 35,5 39,8 57,4 64,2 28,2 31,5 39,5 44,5Probabilidadde pobreza (e)Pobreza 79,6 66,7 68,1 65,1Indifencia 46,4 34,9 41,2 35,9
Fuente:Tabulaciones especiales de Encuestas Hogares División de Estadística y Proyecciones Económicas de la Comisión Económica para América Latina y elCaribe (CEPAL).(a)Habitan en hogares en los que la proporción de menores de 15 y mayores de 64 años, con respecto al total de los convivientes es mayor a 0,75.(b) Habitan en hogares en los que la relación entre miembros con algún tipo de ‘ocupación’ y el total de convivientes es menor a 0,25.(c) Pobres o indigentes afectados por esta condición en valores absolutos y en valor porcentual del total de pobres o indigentes de América Latina.(d) Incluye a la población indigente.(e) Personas afectadas por esa condición, sean pobres o no y proporción de ese total que es pobre o indigente.
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Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
Tabla 3Cinco características fundamentales (definidas por UN-HABITAT) cuya carencia generaliza de dos o más casos,
define la condición de “tugurio” para un barrio, parte de ciudad o asentamiento precario
ACCESO AL AGUA POTABLESe considera que un hogar está dotado de suministro de agua potable si dispone de la cantidad suficiente para el uso familiar, a un precio asequible, o en otros casos, si cuenta con un punto de abastecimiento de agua a menos de 200 metros del domicilio.
ACCESO AL SANEAMIENTOSe considera que un hogar tiene acceso al saneamiento básico cuando sus miembros disponen de un sistema de eliminaciónde excrementos, ya sea en forma de letrina privada o pública
TENENCIA SEGURA DE LA PROPIEDADPor tenencia segura, a efectos de la definición de tugurio, se entiende el derecho de todos los individuos y grupos a contarcon una protección eficaz del Estado contra los desalojos forzados.
DURABILIDAD DE LA VIVIENDAUna vivienda se considera “durable” —en este contexto— si está construida en un emplazamiento no vulnerable y tiene una estructura permanente y adecuada lo bastante segura como para proteger a sus habitantes de las inclemencias del tiempo.
ÁREA SUFICIENTE PARA VIVIRSe considera que un alojamiento proporciona área suficiente para la vida de sus miembros cuando no más de dos personas,como media comparten la misma habitación.
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
Tabla 4Valoración del déficit cualitativo de viviendas al año 1995 en América Latina y el Caribe
Países Stock de viviendas permanenes Déficit cualitativo(miles) (miles de viviendas)
% del stock Número(miles de viviendas)
A B(a) C(b)
TOTAL 89.584 28,6 25.659ARGENTINA 8.044 4,6 366BOLIVIA 1.468 33,3 489BRASIL 32.459 39,0 12.659COLOMBIA 6.557 21,8 1.428CHILE 3.098 9,6 296ECUADOR 2.136 52,3 1.118PARAGUAY 795 77,2 614PERÚ 3.842 57,9 2.224URUGUAY 844 3,9 33VENEZUELA 3.351 5,2 175
TOTAL AMÉRICA DEL SUR 62.594 31,0 19.402MÉXICO 15.271 21,4 3.275COSTA RICA 650 3,4 22EL SALVADOR 988 12,4(c) 123GUATEMALA 1.543 41,9 646HONDURAS 729 52,1 380NICARAGUA 566 57,0 323PANAMÁ 498 16,2 81
TOTAL AMÉRICA CENTRAL Y MÉXICO 20.246 24,0 4.850CUBA 2.382 15,6 371HATÍ 997 68,9 687JAMAICA 517 20,0 103PUERTO RICO 1.030 1,1 11REPÚBLICA DOMINICANA 1.818 12,9 234TOTAL CARIBE 6.745 20,9 1.407
Fuente: Exposición del Presidente de la Unión Interamericana para la Vivienda (UNIAPRAVI), en la segunda Reunión Regional de Ministros y AutoridadesMáximas del Sector Vivienda y Urbanismo de América Latina y El Caribe.
NOTA: el déficit cualitativo se compone de aquél conjunto de viviendas cuyos jefes de hogar forman parte de la demanda potencial de viviendas, si bien lasviviendas que ocupan podrían ser rehabilitadas a través de acciones de mejoramiento, ampliación y complementación. Para su determinación se hicieron estudiosde casos en Bolivia, Chile, Ecuador y Honduras y se pudo establecer que existe una alta correlación con el déficit de abastecimiento de agua potableintradomiciliaria sobre el total de las viviendas permanentes. Por ello, en la columna B se expresan los déficit de agua potable sobre el total de viviendaspermanentes al año 1995.(a) Porcentaje de viviendas con déficit de agua potable respecto del stock.(b) Las cifras corresponde al porcentaje de viviendas carentes de agua potable respecto del stock.
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Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
Tabla 5Valoración de las acciones de mejoramiento*,ampliación ** y complementación ***
requeridas para saldar el déficit cualitativo acumulado (año 1995) en países de América Latina y el Caribe.
Países Valor acciónes de rehabilitación Inversión total (millones de $USA de 1988) (millones $USA 1988)
Mejoramiento Ampliación ComplementaciónA B C D=A+B+C
TOTAL 28.869 49.268 93.349 171.486Países Grupo I (de PIB>2000 $) 18.152 39.789 78.569 136.510Puerto Rico 10 39 79 128Argentina 323 1.283 2.615 4221Venezuela 103 700 1.427 2.230Uruguay 19 132 269 420México 3.363 8.661 17.288 29.312Chile 174 1.184 2.414 3.772Brasil 14.067 27.613 54.131 95.811Panamá 90 177 346 613
Países Grupo II (PIB 1000 $-2000 $) : 8.233 6.157 11.600 25.990Cuba 519 418 749 1.686Costa Rica 31 25 44 100Paraguay 859 692 1.240 2.791Jamaica 144 116 208 468Colombia 1.998 1.609 2.883 6.490Perú 3.002 2.339 4.081 9.422çEcuador 1.514 1.229 2.169 4.912El Salvador 166 129 226 521
Países Grupo III (PIB<1000 $): 2.484 2.923 3.180 8.587Guatemala 654 638 764 2.056Rep. Dominicana 263 300 437 1.000Bolivia 414 511 519 1.444Honduras 324 399 406 1.129Nicaragua 265 344 337 946Haití 564 731 717 2012
* Por ‘mejoramiento’ se entiende la construcción del suelo, compuesto de una base de hormigón y revestimiento vinílico y techo (costanera y coberturade placa de asbesto cemento o similares).
** Por ‘ampliación’ se entiende agregar un dormitorio a cada vivienda. El cálculo se aplicó al 75% de las viviendas, pues se consideró que el 25% de lasviviendas incluidas en el déficit cualitativo no soportaban ampliación.
*** Por ‘acciones de complementación’ se entiende la conexión de agua potable y alcantarillado intradomiciliario. Su valoración fue de 24,4% del valor de lavivienda.Fuentes: CEPAL, sobre la base de informaciones oficiales y MIDEPLAN de Chile 1995.
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
Tabla 6Reducción potencial de enfermedades como resultado de mejoras sencillas en las viviendas
80%-100% Abastecimiento de agua: tracoma, infecciones cutáneas, gastroenteritis, parasitosis intestinal.Abastecimiento de agua potable: fiebre tifoidea, cólera, leptospirosis.Instalaciones de baño e higiene personal: esquistosomiasis, tracoma, gastroenteritis, enfermedades cutáneas.Empleo de productos de limpieza: intoxicación, alergia, daños en ojos y piel.
60%-70% Lucha contra la contaminación del aire: infecciones respiratorias agudas.Ventilación de viviendas con cocina de leña: enfermedades respiratorias agudas y crónicas.Eliminación/reducción de polvo: asma, irritación en ojos y piel.Seguridad en el uso del gas, petróleo y queroseno: quemaduras, accidentes.Mejora de suelos de tierra y revoco de paredes: parasitosis, anquilostomiasis.
40%-50% Instalación de mosquiteros: paludismo.Control de insectos en los techos de paja y muros de adobe: mal de Chagas.Aislamiento térmico de interiores: estrés producido por el calor.Almacenado correcto de alimentos: intoxicaciones, peste.Eliminación de desechos y basuras: enfermedades hidrofocales, disentería.Limpieza de ropa de cama: infecciones cutáneas, enfermedades transmitidas por piojos.
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Pensamiento Iberoamericano nº1 Julián Salas
NNoottaass
1 El trabajo que se presenta matiza y amplia una
reciente ponencia del autor “Sin habitabilidad
básica no hay desarrollo humano posible” en la
apertura del I Congreso Internacional sobre
“Desarrollo Humano” patrocinado por el
Ayuntamiento de Madrid, noviembre 2006. El
autor es Director de la Cátedra UNESCO
en Habitabilidad Básica de la Escuela T. S.
de Arquitectura de Madrid, Universidad
Politécnica.2 Contra el hambre de vivienda es el título de uno
de los libros publicados por el autor en Edit.
ESCALA, Bogotá, Colombia, 1993.3 Se adoptará indistintamente en este trabajo los
términos: zonas marginales, asentamientos
humanos espontáneos, tugurios… favelas, villas
miseria, cantigriles, pueblos jóvenes, ranchos,
limonás,... según las diferentes nominaciones de
los países latinoamericanos para idéntico fenó-
meno de marginalidad. 4 Emplearemos ‘pobreza’ en forma genérica,
como sustantivo colectivo con intención de
reflejar características y actitudes de colectivos
carentes de habitabilidad básica, aún asumien-
do las múltiples simplificaciones que ello con-
lleva. Según el Banco Mundial, ser pobre es
“tener hambre, carecer de cobijo y de ropa, estar
enfermo y no ser atendido, ser iletrado y no reci-
bir información; además supone vulnerabilidad
ante las adversidades y a menudo padecer mal-
trato y exclusión de las instituciones”. En opi-
nión del Premio Nobel de Economía Amartya
Sen, la pobreza es la enfermedad social preferi-
da por los no demócratas.5 El subrayado es nuestro.
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Tugurización y necesidades de habitabilidad básica, rémoras a la cohesión social en Latinoamérica
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