FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007
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ROSA FALCÓN
Buenos tardes. Sólo agradecer la presencia de Álvaro Pombo hoy entre nosotros,
en el Foro Complutense, en esta tarde llena de palabras con la que comenzamos el ciclo
de “Escritores en la biblioteca”. Quiero agradecer también a Dámaso López porque fue
una idea suya desde el comienzo invitar a Álvaro.
Bienvenidos a esta nueva edición del Foro, en un año muy literario. Hemos
preparado un programa heterogéneo, con diversos autores, periodistas, poetas, cineastas
también, directores de cine, guionistas, y espero veros a menudo durante todo el
invierno. Muchísimas gracias. Y cuando quieras, tienes la palabra.
DÁMASO LÓPEZ
Rosa, muchísimas gracias por tus palabras de inauguración de este nuevo ciclo,
nuevo año (...). Yo voy a ser muy breve porque aquí lo que nos interesa y lo que nos
reúne hoy es escuchar las palabras que nos va a dedicar Álvaro Pombo. ¿No se oye?
Voy a gritar. Lo más importante que he dicho hasta ahora es bienvenidos y buenas
tardes, eso sí lo repito y es lo que debe quedar.
Lo siguiente es que inauguramos año e inauguramos ciclo (...) y también de
Álvaro Pombo hoy. Soy de cierta manera el responsable indirecto, porque el directo es
él porque fue el que pidió que (...) aquí, a fin de cuentas. Pero resulta que esto parece
que lo hubiéramos pensado para hablar de la última novela de Álvaro Pombo, y no es
así, está pensado hace prácticamente un año, y, curiosamente, (...) porque había leído
una novela llena de santanderinismo que era La ventana norte, y todavía no habíamos
acabado de comentar esta novela y de aprovechar todos esos rincones y todos esos
sabores y ya había otra novela, y ahora cuando ya (...) recibe nada menos que el premio
Planeta, es decir, que esto ha sido un cresccendo, desde el momento en que decidimos
invitar a Álvaro Pombo, resulta que él mismo se ha encargado de que (...) sean
progresivamente más contundentes y más atractivas.
La verdad es que (...) la literatura de Álvaro Pombo, que es lo que nos reúne aquí
hoy, yo creo que es una de esas cosas que han ido con el tiempo creciendo en
inmensidad, en interés, en calidad, en público, y yo creo que eso es en parte o de una
manera fundamental porque los mundos que crea en sus libros (...), porque su prosa no
deja sin analizar ningún rincón de los (...) humanos, porque tiene (...) análisis de las
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relaciones humanas que (...) mapa de las posibles elecciones y de las posibles formas en
las que los seres humanos (...) en la familia, en la sociedad, en la amistad, en el viaje, en
los trabajos, es decir, que abarca (...).
Y esto para presentar a un autor que además es muy representativo de Santander.
Ya he mencionado una novela que (...) Santander. Y resulta que es que aquí hay una
especie de confabulación general para que (...) nos sintamos en casa y que el propio
Álvaro Pombo se sienta en casa para hablarnos de una cosa que no ha querido
desvelarnos muy bien, pero el título es muy prometedor. Lo único que nos ha dicho es
que se ha puesto una corbata de tonos azules porque esta tarde es una tarde con (...) y
porque todo (...) intelectual, como él muy bien sabe, tiene ese elemento de fascinación y
de que tiene que convencer al público, lo cual será lo normal sabiendo que es el maestro
en este caso. Pero el título de la conferencia, y con esto ya me callo y cumplo con lo
primero que dije (...) a Álvaro Pombo, el título es “Autopromoción y autoconocimiento,
un ejemplo de autor”. Espero que nos guíe, y yo creo que debemos intentar disfrutar de
las palabras que nos va a dedicar.
ÁLVARO POMBO (escritor)
Muchas gracias, Rosa, y muchas gracias, Dámaso, por esta presentación y por
incluirme en este ciclo de conferenciantes, literatos, poetas, cineastas y toda clase de
cosas. Me siento muy honrado de venir aquí, y buenas tardes a todos los que están
presentes.
Voy a permitirme comenzar esta taurina conferencia con las palabras del
presidente Chávez, con las palabras que el presidente Chávez dijo ayer en el acto de la
toma de posesión de su segundo mandato como presidente de Venezuela. El presidente
Chávez subió al podio y dijo: “Lo que estará pensando mi mamá si me ve aquí. Estará
diciendo mi mamá: ¿Qué va a decir ése ahora?”. Dijo de todo, por lo que oímos, por lo
menos dijo de todo, absolutamente de todo. No cantó, pero salvo cantar unos corridos
mexicanos o esas cosas que él canta espléndidas, salvo cantar, dijo de todo, pero
empezó diciendo esto, y después de una larguísima introducción mencionando autoridad
por autoridad, que duró como cinco minutos la cosa, pero a mí me divirtió mucho la
frase inicial. Pero, naturalmente, el problema es que yo hoy, comentando con un
colombiano a la hora de tomar café por la mañana qué gracioso era el presidente
Chávez, claro, noté que torcía el gesto. Claro, vivido en televisión puede ser realmente
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cómico. Qué estará diciendo mi mamá. Qué va a decir éste ahora. Era realmente una
ocurrencia graciosa. Tenía ese punto, todo el acto del presidente Chávez tenía ese punto
que admirablemente capturó don Ramón María del Valle Inclán en Tirano Banderas,
que es esta cosa, y lo digo con el máximo respeto y admiración, pero también es esa
cosa, digamos, sudamericana un poco y tan única que nos produce a los españoles, a los
gallegos, por así decirlo, tanta fascinación y que nos parece tan colorista. Nos
encontramos en un mundo que es de color, en un mundo en color, bueno, son de color,
claro, los venezolanos son coloreados. No son completamente blancos, no es que sean
tampoco... Claro, también nosotros tenemos color blanco. Qué cosa racista me está
saliendo ahora, me está saliendo un rasgo racista y muy santanderino, por otra parte, una
cosa muy santanderina me está saliendo ahora que Santander está tan de moda. Pero, en
fin, me ha parecido muy oportuno empezar con qué diría mi madre si me viera ahora
mismo en esta conferencia, y qué irá a decir, sobre todo. Yo mismo, aunque lo he
escrito y lo tengo aquí escrito, siempre me pregunto qué irá a pasar en cada conferencia
a la que voy, qué irá a pasar. Bueno, pues irá a pasar lo que (...).
Esta conferencia se titula “Autoconocimiento y autopromoción, un ejemplo de
autor”. El autor soy yo, y se me han olvidado las gafas, las de leer. Yo hablo mucho,
pero voy a leer un poco también, al principio sobre todo. Voy a leer lo que tengo aquí y
luego después elaboramos sobre todo esto.
He caído en trance, en un estado de suspensión, un estado de congelación, estoy
en plena hibernación mental, como una gran osa blanca que pierde en un solo invierno,
de una sola tocada, media tonelada en puras grasas. Cuando este fenómeno afecta a un
autor famoso, ya mayor como yo y ya famoso, se denomina “autopromoción”. No todos
los autores alcanzan este estado autopromocional propiamente dicho. Estoy hablando de
los grandes mamuts, de las grandes superficies, las grandes ventas al por mayor y al
detalle, de dos en dos, de seis en seis, de cien en cien, para cestas de Navidad y regalos
de empresa, listas de bodas y comuniones, estoy hablando, en una palabra, del premio
Planeta 2006.
Necesito traer directamente a colación este asunto porque parece ser un tema de
gran interés puesto que todos los entrevistadores que (...) estos dos meses de intensa
promoción desean informarse acerca de cómo un autor famoso, yo, con tiradas
razonables de unos 30.000 ejemplares, pasa a una cadena de producción como la del
Grupo Planeta. En la medida en que yo me he presentado a ese premio y me presto
gustosamente a ser promocionado por el Grupo, puede hablarse de autopromoción en el
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sentido de aquellas actividades que un individuo realiza para aumentar su prestigio o su
dinero o ambas cosas. Los políticos se autopromocionan en sus campañas, las grandes
estrellas de Hollywood se autopromocionan yendo y viniendo por el mundo y, en estos
últimos años, también los autores literarios, los escritores, han empezado o hemos
empezado a autopromocionarnos en un sentido que era totalmente ajeno para los
grandes escritores españoles de hace treinta años.
El primer fenómeno autopromocional de escritores conocido en el mundo
hispano fue el llamado “boom”. (No hay nada tan terrible como la presbicia. Nunca me
ha importado ser miope y lo he sido toda mi vida, pero la presbicia o la vista cansada es
una lata). El célebre boom de los autores hispanoamericanos de los 70 (García Márquez,
Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Onetti, etcétera) fue un fenómeno autopromocional
organizado desde una agencia literaria barcelonesa, como todos ustedes saben, la de
Carmen Balcells, y este mismo sentido promocional lo tuvieron dos grandes premios de
la España de los años 50 que fueron el premio Nadal, sobre todo el premio Nadal, y el
premio Planeta; el premio Planeta cumple este año 55 ediciones. El premio Planeta y el
premio Nadal fueron dos fenómenos muy curiosos. Después vino el premio de Seix
Barral de Biblioteca Breve, pero entró ya más bien en los años 60 y en la época del
boom, pero los grandes premios eran el premio Nadal, que se celebraba el 6 de enero, el
día de Reyes, y el premio Planeta, que todos los años se celebra, caiga el día que caiga,
el día de Santa Teresa porque la abuelita de Lara se llamaba Teresa y ellos celebran esa
fiesta de Santa Teresa. Esta mezcla de lo familiar y lo gigantesco es muy característica
del Grupo Planeta, que es un grupo muy interesante. Santa Teresa de Jesús. Éstas son
cosas que todos ustedes conocen perfectamente y yo no voy a hacer sociología de este
asunto, nada más me limito a situarme yo mismo en esta historia de los premios.
Yo voy a exponer aquí lo que sucede, lo que me sucede a mí (voy a hablar de mí
mismo descaradamente), a un autor de mi edad, cuando se encuentra en una situación de
autopromoción de este tamaño. Claro, estamos hablando de una primera edición de
200.000 ejemplares, y, naturalmente, estamos sobre todo hablando de que hay pilas de
libros míos en los Corté Inglés, en las librerías y en todas partes, y también de otros
autores anteriores. Desgraciadamente, ya se acabó todo, ya no puedo ganar el premio
Planeta 2007. Se acabó. Claro, ¿qué me pasará ahora desde el cielo? ¿Es esto el final? A
lo mejor esto es el final de una brillante carrera que se acaba ahora. ¿Qué más puedo
esperar? Esto es mucho, eh. ¿Volverá algún libro mío a vender 200.000 ejemplares?
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Bueno, prosigo la lectura. Yo me he permitido relacionar para esta conferencia
este tema de la autopromoción o de la promoción con un tema central en la cultura
occidental que es el tema del autoconocimiento o, si ustedes prefieren, el autoengaño, es
decir, en última instancia, una experiencia de promoción con la experiencia de la
autobiografía o la experiencia que cada cual tiene de sí mismo, el autoconocimiento que
el yo empírico, cada uno de nosotros, tiene de sí mismo. Podría decirse que la clase de
filosofía que se hace depende de la clase de hombre que se es, parece que la clase de
literatura depende de la clase de hombre que se es. La palabra “carácter”, se decía, es el
estilo, el carácter es el estilo, el estilo es el hombre, es decir, el carácter es la marca que
individualiza a un personaje. ¿Y la clase de autopromoción que uno acepta o en la que
uno se sube depende también de la clase de hombre que se es? Es evidente que no. Uno
no controla su autopromoción, su promoción a gran escala, salvo negativamente. No
puede, por ejemplo, tratar de reducir al máximo la presentación de su intimidad en
público, bueno, uno puede no contar ciertas cosas, pero acaba uno contándolo todo,
acaba uno haciéndose fotografiar en Interview, como esta chica gallega, de alguna
manera. Entonces, la cuestión es ¿proporciona la autopromoción a gran escala el
correspondiente autoconocimiento? El tema del autoconocimiento, del conocimiento de
uno mismo es un tema muy antiguo en la filosofía y la literatura, es el (...) de siempre,
“conócete a ti mismo”, (...) es un tema de la filosofía clásica y que ha llegado a nuestros
días. Y ahora vamos a tratar de estos dos temas, uno es el autoconocimiento y otro es la
promoción, es decir, la fama.
Claro, yo soy un poeta, entonces, hay un texto de Rilke que siempre cito en este
contexto, y es que era un poeta y odiaba “lo poco más o menos”. Yo odio lo poco más o
menos, y me gustaría poder ser preciso. (...). Yo odio (...) poco más o menos. Me
gustaría poder ser preciso en un asunto en el que es complicado ser preciso. No es difícil
ser preciso acerca de uno mismo, acerca del autoconocimiento, pero ¿qué pasa con esta
gigantesca promoción de uno mismo a la que uno gustosamente se somete
presentándose a un premio como el Planeta y ganándolo? Hay algo, he escrito aquí, hay
algo en la autopromoción mundial, digámoslo así, o por lo menos de gran escala, que
cubre Hispanoamérica también, que pertenece al reino correoso y viscoso de lo poco
más o menos, por eso digo que es que lo del poco más o menos... Claro, vamos a ver,
adviertan ustedes los dos adjetivos calificativos contradictorios. “Correoso” significa
duro, que no cede. He dicho “correoso” y “viscoso”. “Viscoso” significa justo lo
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contrario, lo que cede, lo que engulle, lo metaestable; la miel, la baba o la mierda son
productos viscosos. Duro y blando a la vez, y bajo el mismo aspecto.
Alcanzado un cierto punto de la edad literaria, y mental y sentimental, la
autopromoción, la promoción de uno mismo se presenta en parte como una sima, como
un fondo, como un pozo. Yo digo aquí “bienaventurados los que alcanzan el fondo de
los pozos porque ellos poseerán las alturas de los cielos”, pero no está del todo claro.
Yo tengo aquí un libro, el libro de Protocolos que reúne mis poesías, el último de esta
colección se titula Protocolos para la rehabilitación del firmamento, que es un libro que
se rehabilita en el cielo, y no el cielo de los ángeles, sino el cielo de (...). ¿Y qué pasa
con este pozo de la autopromoción? ¿Uno se ahoga? ¿Cuál es el problema que yo
conozco de la promoción? Bueno, el problema tal y como yo lo veo es que ni se llega al
fondo del pozo del todo, uno no se ahoga y aniquila, ni tampoco pierde la cabeza del
todo en este sagrado éter, por ejemplo, y tampoco la plenitud del espíritu se torna en
locura para el autopromocionado. Y esto quiere decir que con facilidad el
autopromocionado se vuelve un perfecto gilipollas. Se puede ver. Claro, ¿de qué clase
de gloria y fama estamos hablando aquí? Ahora iremos viendo este tema.
En esta conferencia o esta circular en la cual yo doy vueltas y vueltas en torno a
los conceptos de conocimiento de uno mismo y autopromoción como fama o nombre o
renombre, me presento aquí ante ustedes, en esta sala de la vieja universidad central,
para hacer un autoanálisis. Ese autoanálisis confío que sea divertido, que sea detallado y
divertido en el sentido de Thomas Mann, que siempre decía que no hay nada
verdaderamente divertido que no haya sido minuciosamente elaborado,
meticulosamente elaborado. Yo he elaborado concienzudamente a lo largo de mi vida,
desde muy joven, y también este último pasaje de mi vida, he reelaborado toda mi vida
y también este último pasaje que comienza el 15 de octubre con la concesión del Planeta
y que llega hasta hoy. Así que les voy a dar a ustedes ahora una visión de toda esta
situación, voy a dar un listado de emociones positivas y negativas de la autopromoción
a la que yo mismo he estado sometido.
Empezamos. Uno: una sensación de aumento cuantitativo. Estoy en todas partes,
se me oye más, se me ve más, soy más. Dos: esta sensación me gusta mucho, me siento
inflado, inflamado, bienamado incluso, preguntado, más que nunca. Cuando yo he
hecho otras promociones de otros libros míos, pero es una cosa que dura una semana,
dos semanas, la gente viene y me pregunta cosas acerca de mi libro, pero es que aquí me
preguntan muchísimo y tengo que repetir varias veces, muchas veces las mismas cosas.
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Tres: una sensación de cambio cualitativo (primero teníamos cuantitativo), soy
más, soy de otra manera, me apayaso. Me lo ríen, me gusto, me recreo en mi suerte,
como los toreros. Torearía seis toros a puerta cerrada y los demás, la plaza entera, todo
el mundo estaría pendiente. Estoy fuera de mí. Está fuera de sí, se ha trastornado. Vanity
makes a rare turkey-cock of him. En (…) cree porque le engañan, sir Toby y el otro
personaje le engañan y dejan caer una carta que presuntamente la duquesa (...) ha
dejado diciendo que le ama, y entonces pues Gaborio lee la carta, dice: “Dios mío, qué
cosas me dice”. Y Shakespeare comenta: “Vanity makes a rare turkey-cock of him”,
una especie de gran pavo real inflado.
Cuarta emoción: recorro mentalmente, sin consultar ningún papel ni ordenador
ni documento, el tiempo transcurrido desde el 15 de octubre al 11 de enero y pienso cuál
es la descripción de mí mismo que más he utilizado estos días y meses. No hay duda:
payaso, histrión, actor, impostor, showman, torero. Aquí yo he traído un poema que
comentaré más adelante que es el poema del Café de Chinitas. Es importante ese poema
porque en este poema, que luego lo comentaré, pero aquí yo pongo esto: “Al dar las
cuatro en la calle, se salieron del café y era Paquiro en la calle un torero de cartel”.
Bueno, yo soy un torero de cartel ahora. Este poema del Café de Chinitas, que es una
canción popular, es muy interesante porque se pasa de la privacidad de pronto a la
publicidad. Estamos dentro del Café de Chinitas que es como la casa, en Andalucía
estos cafés son las casas porque en las casas no estaban, estaban en los cafés. “En el
Café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: “Soy más valiente que tú, más torero y más
gitano”. En el café de Chinitas dijo (...) a Frascuelo: “Soy más valiente que tú, más
gitano y más torero”. Sacó Paquiro el reloj y dijo de esta manera: “Este toro ha de morir
antes de las cuatro y media”. Y ahora sale, hasta aquí estábamos en el interior y ahora
sale. “Al dar las cuatro en la calle (las cuatro de la madrugada o cuando fuera, por la
tarde, no sé) se salieron del café y era Paquiro en la calle un torero de cartel”. Yo
supongo que sólo las personas un poco mayores aquí percibirán la importancia de un
torero de cartel. Claro, eso sí que es fama y gloria, ser un torero de cartel, pero es
autopromoción, la promoción, los carteles. Yo soy también Paquiro un poco, soy ahora
un torero de cartel. Siempre quise ser Paquiro y ahora, durante un breve período de
tiempo, soy Paquiro.
La palabra “payaso” es polisémica, designa a un hombre que hace el payaso para
hacer reír y, por consiguiente, hace payasadas adrede, eso está bien, es uno que hace
reír, pero también designa a un hombre que es un payaso, es decir, que hace payasadas
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pero cree que lo que hace es muy inteligente, no se da cuenta. En la expresión “fulano
es un payaso” hay un sentido literario figurado, un imbécil, un insignificante que se cree
el rey del mundo, y un payaso es a la vez un hombre que hace reír a los niños y a los
grandes. En Las golondrinas: “Oh, pobre payaso, el mundo entero es tuyo. Para ti sale y
brilla el sol”.
Quinta emoción: el vacío. Yo no soy, naturalmente, ninguna de las cuatro
precedentes que sin embargo son manifestaciones mías, todo esto que hemos tocado
aquí de más, de menos, etcétera, y que me pertenecen y en ellas me reconozco, me
reconozco en el abismo de mi mismidad contradictoria. Pero también me reconozco en
el abismo de mi mismidad cómica, que es quizá la más constante de mi vida. Estoy
acostumbrado a aparecer entre grupos de personas y ahí hacer gracia: representar,
recitar, dar conferencias, lo llevo haciendo casi desde que tenía diez años. Me gustaría
ahora poder asegurar ante ustedes que esto es fruto de mi vanidad insondable, pero no
sería del todo verdad. Hay otro lado sencillamente expresivo, expostulativo o como se
quiera decir, una especie de salida a dextra que he ejercitado toda mi vida con público y
sin él. Esto quiere decir que he hablado mucho solo, he discurseado solo (...) o El Retiro
o Martín de los Heros o la Casa de Campo, y también discurseo cuando dicto y
mimiqueo y me paseo y represento a los personajes que cuento.
Entonces, ¿qué diferencia hay entre público y privado? La definición de
autopromoción en nuestros días es la presencia personal de un autor ante un público con
objeto de vender su obra. La idea central en las autopromociones va de selling of an
offer, el famoso libro que recordarán, The selling of a president. Esto es una novedad
para los escritores, pero, claro, antiguamente hay que pensar que de La revista de
Occidente, de la época de Ortega y Gasset, se tiraban 3.000 ejemplares de los que iban
1.500 (es un dato que tengo no sé dónde), 1.500 se iban a Argentina y a México, me
parece, a Hispanoamérica en general, y 1.500 se distribuían por aquí, por la península,
3.000 ejemplares. Es decir, de cualquier articulito que yo escriba ahora, que se publica
en El País, por ejemplo, o en El Mundo, salen 500.000 ejemplares de ese periódico.
Ningún miembro de la generación del 98 ni de la generación del 27 editó nunca nada
parecido, no pasó nunca de unas ediciones de 5.000 o 10.000 ejemplares. Sigue siendo
eso verdad para muchos autores, pero, a la vez, oímos hablar de contratos millonarios en
América, hemos oído hablar del boom y yo mismo ahora estoy en un boom de 200.000
ejemplares. Bueno, esto es sin duda curioso.
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¿Modifica esto el conocimiento de mí mismo? ¿Modifica esto el quehacer
literario?, ¿o lo deja igual? ¿O qué ocurre? El tema que aquí tenemos presente y el que
vengo yo a tratar hoy de alguna manera biográfica o autobiográfica es el tema de la
industria cultural versus el mecenazgo. Porque, naturalmente, los escritores nunca
hemos sido autosuficientes. Por supuesto, los clásicos no eran autosuficientes, quiero
decir que ni Quevedo, ni Góngora, ni Cervantes (pobre Cervantes) eran autosuficientes.
Hay que recordar que Virginia Woolf decía que había que tener a room of (...), y no me
acuerdo de la cifra que daba en libras, 500 libras al año (habría que corregir la
inflación), pero, claro, vivía en un mundo ya, es curioso, en el que una habitación,
porque era una mujer, hay que recordarlo, las mujeres no tenían habitaciones propias en
la época de Virginia Wolf, y la época de Virginia Woolf llega al año 1945, que me
parece que muere, o 1943, es que es antesdeayer. Tenía que tener una habitación propia,
es decir, tenía que tener autonomía financiera. Las historias dramáticas, por ejemplo, de
James Joyce sacando dinero a su hermano, pues son muy curiosas. Hay que tener un
mecenas, hay que tener una financiera, hay que tener alguien que financie, alguien que
sostenga la labor del espíritu, que no se sostiene solo. Una novela que tardas catorce
años en escribirla, tienes que sostenerte dando clases de inglés o de francés en París.
Pero, claro, eso era una miseria, era una cifra miserable, cuatro perras que sacaba para
nada, para comprarse corbatas concretamente, corbatas de colores, porque era un
irlandés presumido Joyce y se compraba corbatas. Entonces, los escritores nunca hemos
sido independientes salvo si vivíamos de otras cosas como el periodismo, la banca, la
edición, por ejemplo, (...) Steven o José Antonio Muñoz Rojas; en la edición, Elliot, en
parte, pero también estuvo en la banca, estuvo en Lloyds mucho tiempo, algún tiempo
por lo menos, y luego después entró en (...) pero porque había estado en la banca
primero, porque sabía de bancos, porque sabía de editoriales. Hay que recordar que el
mecenazgo, la dependencia de unas personas se extiende, naturalmente, muy hacia atrás
en la Historia, pero afectó directamente a personas como Kant, por ejemplo, y afectó
directamente a los románticos, a los grandes filósofos románticos alemanes, a Fizte. De
Fizte no me acuerdo ahora mismo, pero Schelling, por ejemplo, y Hegel, todos ellos
dependían pesadamente, gravemente de un valedor, y, por supuesto, Mozart y,
naturalmente, Beethoven. La independencia del artista en el romanticismo empieza a ser
una rebelión contra el mundo pero es una rebelión contra la dependencia, y por eso una
rebelión fracasada en último término, que el arte mismo tiene respecto de su centro.
Entre el mecenazgo y la industria cultural, yo decididamente prefiero la industria
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cultural, con todos los defectos que tenga, porque la industria cultural es la industria
cultural y, claro, no todo el mundo accede.
La otra rúbrica de esta conferencia, el otro tema era el autoconocimiento.
¿Produce conocimiento de uno mismo este proceso de promoción o no? Yo tengo que
reconocer que aparte de las debilidades y placeres, digamos de la vanidad, del (...) que
proporciona esto de que la gente se interese muchísimo por cómo escribes o por cómo
tal o cual, aparte del (...) no produce ningún nuevo conocimiento de uno mismo. La
promoción no aumenta nuestro conocimiento de nosotros mismos en absoluto, aunque
haya alguna analogía, porque, efectivamente, autoconocerse es en gran medida
autopromoverse, dirigirse hacia uno mismo de alguna manera. “Me he seducido a mí
mismo desde lejos”, decía Nietzsche, y decía que en lo que consistía un proyecto de uno
mismo era en una especie de seducción que uno hacía de uno mismo desde lejos, y,
efectivamente, así funcionamos los seres humanos. Los seres humanos no somos
animales de realidades, sino animales de proyectos, de irrealidad. Un proyecto es una
realidad a hacer, pero en cuanto tal pertenece a la irrealidad, es un ente, si se quiere, de
razón. (...) tiene tanto interés, como se decía antiguamente, lo que tiene objetividad de
momento sólo en el más allá, el más allá que vamos a alcanzar, y no es una realidad. El
hombre es un animal de realidades, decía (...), pero es también y en el mismo sentido un
animal de irrealidades porque se seduce a sí mismo desde la irrealidad de quien no es
que quiere llegar a ser.
Estos días estamos viendo en Madrid una película curiosa que se llama El gran
silencio, cuyos protagonistas son trapenses franceses. El interés de esa película, lo que
dice la tesis de la película es que hay que hacer un gran silencio en uno mismo, en el yo
empírico, en el yo de cada cual, en la corriente de cada conciencia, que hay que domar
la corriente de conciencia para escuchar lo que hay detrás del ruidoso yo empírico y del
mundo circundante. ¿Y hay algo detrás?, ¿hay algo detrás o no? Los trapenses y los
místicos de todos las épocas y tiempos (y en esto los místicos cristianos no son
diferentes de los místicos, por ejemplo, budistas) han siempre pretendido, han siempre
mantenido que mientras estamos sumergidos en el yo empírico, en el yo cotidiano, en la
corriente de la conciencia, estamos sometidos a una sensación de gran presión y de gran
ruido y que hay que hacer el silencio, el gran silencio, la gran retirada del mundo. ¿Para
oír qué? Para oír el número, para oír lo que está más allá del fenómeno que antes se
llamaba el número, el mundo numeral. Pero está por ver si hay algo o no hay nada. En
esa película se ha fotografiado... No se puede fotografiar o representar la experiencia
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espiritual de los trapenses, lo único que se puede hacer, y hacen, es fotografiar lo que se
ve que hacen. Pues lo que se ve que hacen es muy raro porque están callados, por de
pronto. Básicamente lo que se ve que hacen es estar callados, y comen en silencio,
tienen un día a la semana de vacaciones. Gran silencio e industria cultural son
posiciones antitéticas, y ahora verán por qué traigo esto a cuento. Es muy probable que
los veintitantos cartujos de la película no distinguieran entre ser fotografiados y un día
de asueto en la nieve en el cual se les permite hablar, porque una de las cosas que hacen
es patinar cuando salen un día (los domingos, no sé qué día es), entonces patinan por
ahí, se caen, son como niños, se ríen mucho porque se caen, son personas ingenuas. Lo
que se ve es eso, que se divierten bastante, por lo visto, porque yo no he visto la peli
pero me la han contado, y se empujan, pero es una cosa infantil un poco. Claro, luego
inmediatamente se termina eso, las horas de reposo, y entonces tienen que volver.
¿Qué relación hay entre el gran silencio...? Claro, porque, con todas las reservas
del caso, cada escritor serio, y yo soy un escritor serio, como otros escritores que
ustedes irán viendo este año, vive su rutina de creación como una inmersión en un
peculiar gran silencio, no místico, desde luego, pero sí el gran silencio de lo
inarticulado, lo por articular. (...) Here I am having had 20 years, the years of the great
World War (…) trying to use the words and discovering every attempt is a new kind of
failure, a (…) into the unarticulated, “Aquí estoy, habiendo tenido 20 años, los años de
la Gran Guerra, entre las dos guerras, tratando de usar las palabras y descubriendo que
en cada nuevo esfuerzo por usar las palabras es un fracaso de un tipo distinto, y lo que
es importante es que llega una especie de raíz de la (...) dentro de lo inarticulado”. Él
entendía que una de las tareas que hace cualquier escritor serio es structuring fair
dialect of the tribe. “Purificar el dialecto de la tribu” es una de esas frases interesantes,
porque, efectivamente, los escritores no escribimos un lenguaje, por ejemplo,
matemático, no tenemos un lenguaje especial como tienen los músicos que es el
lenguaje de los sonidos reglados, nosotros usamos el lenguaje de la tribu, el lenguaje
que se habla, el español común y corriente, y Hegel entendía que lo que hacía un
escritor era purificar este justo dialecto de la tribu, que es una manera digamos
exagerada de decirlo, pero ciertamente entendemos lo que quiere decir. Bueno, pues
esta travesía, esta especie de gran travesía por lo inarticulado y por el lenguaje común,
ahí estamos y de ahí partimos para expresar lo más personal, y esta travesía es una
actividad secreta y silenciosa aun cuando uno lo haga en voz alta. “Converso con el
hombre que siempre va conmigo –decía Antonio Machado–. Quien habla solo espera
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hablar con Dios un día”. “Converso con el hombre que va siempre conmigo” es hablar
solo, hablar solo es hablar en voz alta y es realmente debatir.
La cuestión de la industria cultural es justo lo contrario de esta actividad que
todo escritor serio inmediatamente reconoce. Quiero decir que todo escritor serio de un
modo u otro se encierra en una cartuja propia, de alguna manera, y tiene la experiencia
del gran silencio, de, bueno, vamos a ver, qué puedo decir o qué soy capaz de decir.
Entonces, frente a esto está este gran follón que a unos afecta más o que unos disfrutan
más que otros, porque no todo el mundo gana el premio Planeta 2006, ni yo tampoco el
año próximo lo ganaré ya. El asunto éste, como todos sabemos, es que el buen paño en
el arca no se vende, y que en cuanto a la distribución o difusión de la obra literaria, o de
cualquier tipo de obra, estamos ante el libro como objeto de consumo, o sea, el libro es
un objeto de consumo más, es una cosa más que te venden por ahí.
¿Qué hemos aprendido o qué les he dicho a ustedes de valor en todo esto que
hemos hablado aquí? Pues poco, como pueden ver, poco. He descrito, eso sí, con
habilidad, supongo, y sobre todo con veracidad, mi situación como escritor, y he dicho
que, junto con esta especie de gran promoción, todo escritor sabe que cuando esto se
termine ya se terminó, para mí y para otras personas. Hay que meterse en casa de alguna
manera y hay que entrar en un silencio en el cual uno se enfrenta con lo que quiere decir
y con el material que tiene que es el lenguaje, que es el dialecto de la tribu, y ahí está un
año o año y medio hasta que sale otro libro, si sale.
Frente a esta actividad del autor visto por dentro, visto desde dentro, el autor
visto desde fuera, firmando libros o contestando conferencias o saliendo como yo en la
tele, que estoy todo el día en la tele. Llevo una temporada que no salgo del plató, estoy
todo el día en el plató, con una corbata, con otra corbata, con una chaqueta, con otra
chaqueta, que si me dan polvo de arroz para la nariz, que si me hace el maquillaje de
fondo Roberta. Estoy todo el día en la tele, pero eso realmente es una gansada, es una
payasada. Yo lo hago bien, yo lo hago muy bien, pero es una payasada. Hay gente que
se pone nerviosa como un flan. Yo he visto ponerse como un flan a actores, a actrices
ponerse nerviosas a la hora de salir en la televisión, sin embargo a mí me es
absolutamente..., cuantas más miles de personas tengo delante, menos nervioso me
pongo, es una especie como de innata... caradura, yo creo, de cemento, papo, se llama
también, de alguna manera.
Todo lo que se ha dicho aquí en este rato es que el escritor es un ser interior que
trabaja de interioridades, de interiores que trabaja en privado, pero que en el mundo
FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007
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contemporáneo ha tenido que sustituir al mecenas, que era un señor que le protegía, por
la industria cultural. Yo lo prefiero. Sin esa industria cultural, que no es ni académica, ni
de circuitos literarios, sino de masas, no puede sobrevivir un novelista, pero es evidente
que hay muchos excelentes y estupendos novelistas que sí sobreviven, y que son
excelentes, sin haberse entregado nunca a este asunto de la mercadotecnia como yo, por
ejemplo. Luego, la mercadotecnia, la venta del libro hecha a gran escala, a esta gran
escala que es la que es divertida, tiene un aspecto cuando se aplica a la obra literaria de
venta del alma al diablo.
Me permito recordar en este contexto que el lamento de Fausto, en las páginas
finales del doctor Fausto, de Thomas Mann, (...), es una cita del compositor alemán
figurado, contada por su amigo (...). Aquí tenemos, en las últimas páginas, que (...) ha
reunido a sus amigos muniqueses en una especie de abadía retirada en donde vive y
compone la música dodecafónica de Schendel, concretamente, que es un poco la idea, es
un músico imitado de Schendel y de (...), y se supone que va a darles una primera
interpretación al piano del lamento de Fausto. Pero lo que sale es realmente el lamento
de (...) que ha vendido su alma al diablo por el siguiente motivo. Es un pasaje largo y yo
he elegido sólo un trozo que voy a leer a continuación. “Sabed, pues, buenos y virtuosos
amigos, refugiados en el regazo de Dios, que desde el año 21 de mi vida vivo aparejado
con Satanás y que, guiado por la intrepidez, arrogancia y temeridad deliberados, con el
propósito de conquistar fama en este mundo, concluí con Satanás pacto y alianza, de
modo que durante un período de 24 años todo lo que he dado de mí, y que los demás
hombres han considerado con justificada desconfianza, sólo he podido darlo (es música
dodecafónica, es toda la invención del salto de la música melódica a la música serial),
sólo he podido darlo con ayuda del diablo. El diablo es el único que hoy puede dar
aliento a grandes obras y empresas”. Consideremos este texto, es un texto interesante
porque lo que dice es con el propósito de conquistar la fama en este mundo, y esto, por
supuesto, parece poca cosa.
Ya conocemos el mito del Fausto de Goethe y el Fausto de Marlowe, por
ejemplo, el mito de Fausto es la historia del hombre que vende su alma al diablo, se
supone que ésta es la figuración, para tener la eterna juventud, para estar eternamente
joven. La versión de Thomas Mann es quién quiere ser realmente joven, por favor, qué
pesadez, de ninguna manera. Lo que quiere comprar y le compra al diablo no es eterna
juventud, es decir, tener el cutis estirado, como yo tengo mismamente, que tengo un
cutis tan estirado, eso no tiene ningún interés; lo que le compra al diablo, lo que le
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vende el diablo es tiempo, tiempo puro, tiempo de inspiración, tiempo inspirado para
inventar formas nuevas musicales, y posiblemente también literarias, porque el arte
antes de la Segunda Guerra Mundial, es decir, en los años 20 de los principios de siglo,
había llegado a un gran impasse, a una gran dificultad, el arte musical pero también el
arte literario. No es casual que una obra importante de ese período sea (...), por ejemplo,
que es realmente casi inaccesible al lector ordinario, o sin casi, y a mi juicio me parece
un error, de la misma manera que hoy en día se está diciendo que la música
dodecafónica y serial de (...) de alguna manera fue un error de la música experimental.
Pero no vamos a entrar en ese asunto, el asunto que sí es interesante es que la venta del
alma al diablo es una manera simbólica de decir que el arte necesita de un mantenedor,
de un aliento que no proceda del acto mismo de la creación, que la creación solamente
puede, digamos, avanzar si el diablo nos ayuda. ¿Pero qué es el diablo? Pues ya,
naturalmente, no es el diablo con los cuernos y el rabo. Thomas Mann lo representa de
varias maneras. El diablo puede ser, por ejemplo, el gran capital, el diablo puede ser el
dinero, el diablo pueden ser las industrias culturales, la fama. Hemos pasado de ser un
torero de cartel, que dentro de lo que cabe era una cosa inocente y es una cosa inocente.
Claro, es muy distinto, Paquiro, cuando salen todos en la calle, el hermano era un
pobrecillo y Paquiro era un torero de cartel, las cosas como son, pero, claro, eran otros
tiempos; ahora la diferencia está en la fama mundial.
Pero la pregunta aquí es muy interesante. ¿He vendido yo mi alma al diablo?
¿He vendido yo mi alma a la industria cultural para alcanzar la fama? Yo no la he
vendido porque he hecho lo que siempre hacía, pero qué duda cabe de que he sido
tentado por la gloria a gran escala. Hay que pensar estas cosas. Parece de alguna manera
poco lo de la fama por vender el alma, es decir, venderse uno mismo, pero, claro, aquí
lo que estamos diciendo, aquí la clase de venta realmente interesante es la que hizo (...),
el doctor Fausto en el caso de Mann, o yo mismo, porque lo que hemos vendido, lo que
hemos entregado a la industria comercial es un producto complejo. Thomas Mann hacía
de (...) que hacía música dodecafónica, música complicada, y yo hago unas obras más
sencillas pero ciertamente con cierta complicación. No es Matilde Asensi lo que escribo,
sino que es otra cosa, sin demérito de lo otro. Yo he vendido genuinamente un esfuerzo
literario serio y lo he vendido para alcanzar la fama yo también.
Aquí hay varias cosas. No sé cómo ando de tiempo. Son las ocho y media
¿Cómo vamos? ¿Tenemos que terminar ya o...? Porque yo tengo aquí bastantes cosas.
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Tenemos que hacer un poquito de coloquio, quizá sería bonito hacerlo. Pero voy a ver si
redondeo esto.
Otra versión de la fama o de la gloria es la que, por ejemplo, aparece en el
poema de Unamuno, en Salamanca. “Del corazón en las honduras guardo tu alma
robusta. Cuando yo me muera guarda, dorada Salamanca mía, tú mi recuerdo. Cuando
el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama, con tu lenguaje del eterno
heraldo di tú qué he sido”. Aquí está esa fama clásica. En la antigüedad clásica la fama
era el recuerdo que se tenía del hombre famoso. No había quizá trascendencia, en el
mundo pagano no había trascendencia, pero el recuerdo de la figura famosa era
importante.
Yo, aparte de terminar, me voy a permitir leer algo. Porque, claro, ésta es una
conferencia muy personalizada, la esencia de la fama es ser percibido, entonces, éste
poema que voy a leer, que es de mi primer libro de poemas que se llamaba Protocolos,
se titula “Enumeración por el alma de un intelectual apolítico”. Y me preguntabas antes
por mi actitud política y de España, bueno, pues este personaje que sale aquí soy yo
antes de ir a Inglaterra, a la pérfida Albión, es decir, éste soy yo. Éste es un personaje
que se disuelve en la no fama, en la nada, sin embargo sale el tema de (...) percibido.
Enumeración por el alma de un intelectual apolítico: “Un error parroquial multiplicó
los difuntos. Según se dijo, ambos habían muerto. Tuvo un traje marrón, coleccionó
aforismos, sus manos fueron una mentira piadosa. En el armario hallamos dos pares de
zapatos. Florecen los geranios en las ventanas del valle. En la pulcritud opalina de esta
ciudad limpia y vacua, en una hoja de papel (...). Pidió prestadas 825.471 pesetas. Oh,
vana gloria subcutánea de sus adolescentes. Eligió pensamientos abstractos y numerosas
contradicciones de gran mérito. También (...) la existencia entre (...) Es un documento
apaisado de 500 hojas vivaces. Oh, crisantemos, demasiado visibles y demasiado caros.
Hubo que desempeñar sus apotegmas. Encontramos alrededor de 3.000 verdades
selectas. No es fácil decir qué edad tendría. En primavera coleccionó aforismos”. He
aquí un testimonio caligráfico. Aquí, esto es del año 1973, es decir, que yo era unos
cuantos años más joven, tenía treinta o treinta y tantos años, y aquí está recogida esa
mezcla. Pidió prestadas 825.471 pesetas, hubo que desempeñar. Estaba empeñado,
había empeñado el reloj de su abuelo en el Monte de Piedad de Madrid, el reloj del
abuelo Gonzalo, y lo tuvo que ir a desempeñar, y, después, tenía la papeleta de la casa
de empeño en el bolsillo, necesitaba apoyo económico, y hubo que desempeñar los
apotegmas y (...), ser percibido. Este tema de la fama y del ser y ser percibido ha estado
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presente en mi obra desde siempre. Y yo creo que lo voy a dejar aquí y vamos a ver
alguna cosa porque, si no, no vamos a dar lugar a nada de charla.
Ha sido una conferencia, como ven, pobre, pero honrada, pobre pero honrada.
Quiero decir que, efectivamente, Dámaso, siento decirte que he tenido una tarde...
ROSA FALCÓN
Ha sido una conferencia muy divertida.
DÁMASO LÓPEZ
..., pero los aplausos no dejan duda. Puedes interpretar...
ÁLVARO POMBO (escritor)
Yo lo interpreto, o sea, si os ha gustado me alegro muchísimo.
DÁMASO LÓPEZ
Y yo creo que ahora es el momento (...) que podemos emplear en hablar (...)
ÁLVARO POMBO (escritor)
A mí sí me gustarían algunas preguntas acerca de esto, de esto que hemos venido
hablando aquí, que realmente se resume en dos ideas. El escritor hace un trabajo muy
interior, el trabajo de la creación es realmente interior, y luego lo vende y, con suerte, se
convierte, por ejemplo, en el premio Planeta 2006, y entonces tiene 200.000 ejemplares
en la calle. Yo digo que esto no cambia a un escritor, a mí no me ha cambiado, pero, sin
embargo, qué duda cabe de que es un efecto muy raro y es un efecto moderno, un efecto
contemporáneo, es la vida de la industria cultural tal y como existe hoy en día, que es
muy distinta de la que existía incluso hace treinta años, muy diferente.
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DÁMASO LÓPEZ
Yo creo que (...) una historia muy bonita, además de (...). Mientras se animan me
gustaría preguntarte. Tú has mencionado al diablo como esa especie de algo abstracto,
digamos, como ese mantenedor ajeno al impulso creador pero necesario. Eso me
gustaría que nos lo explicaras un poco más porque me ha parecido muy interesante.
ÁLVARO POMBO (escritor)
La última parte del asunto estaba dedicada al dopaje, es decir, estaba dedicada al
doping. Traía el ejemplo clásico de Ben Johnson, el velocista, el atleta que era el cuarto.
Ser el cuarto velocista del mundo es una cosa increíble, pero más veloz que él todavía
era el hijo del viento. El hijo del viento era Carl Lewis, que era el segundo. Entonces, yo
hubiera hecho lo mismo que Ben Johnson, yo me hubiera dopado hasta morir. Yo de
hecho tuve un problemas con las anfetas cuando nadie me conocía, un problema fuerte.
En mi generación tomábamos muchas anfetas para estudiar, para preparar oposiciones,
y las anfetas se vendían en las farmacias sin receta. Yo durante muchos estuve
enganchado a las anfetas y después, como en Inglaterra no se podían conseguir, a la
cafeína, al Pro Plus, se llamaba, que era cafeína en pastillas, en tabletas. Estuve
enganchado, pero era ¿de dónde sacaré un plus? Porque todo el asunto era ¿alcanzaré la
fama sólo trabajando? Porque lo tenemos claro en el caso de Ben Johnson. Ser el cuarto
es maravilloso, ser el cuarto velocista del mundo nos deja completamente boquiabiertos
a todos los presentes y al mundo entero, es correr como un animal salvaje, es
maravilloso, es como una pantera maravillosa, pero de todas maneras, aun corriendo así
y todo, era el cuarto. Carl Lewis era el hijo del viento. ¿Se puede competir con el hijo
del viento?, ¿Ganar al hijo del viento o morir? Yo ciertamente hubiera competido y
hubiera caído.
Hubo una época, cuando era muy joven, en que estaba convencido de que mi
destino era acabar epiléptico en el (...) y tener una isquemia cerebral, y tuve un brote
epiléptico a consecuencia de las anfetaminas, por ejemplo, muy joven, hace muchos
años. Nosotros o yo por lo menos no tomaba anfetaminas para irme de marcha, Dios del
cielo, todo menos irse de marcha, todo menos salir. Tú le preguntas a la juventud ahora
qué te gusta hacer. “Nos gusta salir”. Y yo cada vez que me dicen que les gusta salir yo
digo “Será entrar. Cómo te va a gustar salir”. Ellos llaman salir a irse de marcha. A mí
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no me gustaba nada salir, me gustaba entrar, y cerrados en la cápsula inmovilizada (...)
tentaciones sexuales, porque las anfetaminas inmediatamente te convierten... Sartre
tomaba kilos y kilos de Coridrane hasta pelarse la lengua. Coridrane era anfetamina más
ácido acetilsalicílico. ¿Y por qué? Pues el motivo era porque mediante el Coridrane
lograba convertirse en una pura voz que profiere. Otro personaje introducido, otro
personaje que tenía este mismo tema, la interioridad profunda proferidora constituía el
mundo filosófica y literariamente, y la fama. Ya me he pasado de contestar.
ROSA FALCÓN
¿Hay alguna pregunta en el público?, después de esta original e irónica
conferencia porque hay mucho detrás.
- Buenas tardes. Mi nombre es Cristina, y es la primera que vengo a una
conferencia de este estilo, pero escuchándole me parece muy interesante y muy
divertido (...) Me gustaría preguntarle si pudiera decidir y poder presentarse al premio
2007 del Planeta, ¿se presentaría?
ÁLVARO POMBO (escritor)
Sí, seguramente sí, y esto dice poco de mí.
ROSA FALCÓN
Lo dice todo.
ÁLVARO POMBO (escritor)
Y todo lo malo, dice todo y todo lo malo, porque, claro, pero qué es eso, (...)
imbécil, pero cómo es posible. La respuesta es sí.
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ROSA FALCÓN
O sea, que ha sido una experiencia agradable.
ÁLVARO POMBO (escritor)
Más que agradable, ha sido muy agradable, pero es que eso es lo malo, claro. Me
he encontrado muy despierto, muy jaleado. Han venido los palmeros, he estado durante
dos meses jaleado por los palmeros, como el Papa. Claro, eso es muy agradable. Es el
gran silencio. Los palmeros son, por ejemplo, las personas que condujeron al crimen al
pobre Farruquito, fue la hybris. Los griegos lo tenían muy claro, en Grecia se tenía muy
claro esto. La hybris era un desmesurado afán, creencia en el desmesurado poder que
tiene la conciencia individual frente a los dioses, frente al destino. Y, naturalmente,
ahora ese tema del dopaje es uno de los temas más interesantísimos que hay en el
mundo, porque el tema del dopaje, no el tema sólo de las drogas que toma la gente
joven y demás, que lo toman en parte para olvidar o por salir, sino el tema del dopaje
que toman auténticos deportistas o personajes que realmente ya tienen un enorme nivel,
pero falta un plus, hay un plus. Claro, la culpa la tiene el barón de (...) cuando se le
ocurrió esa nefasta y malvada idea del (...), eso es el elogio del plus. Plus, lo más plus.
Esto es una cosa terrible porque, claro, no basta correr divinamente. Una persona
que en una de las carreras populares de Madrid llega, como llega, por ejemplo, Ernesto,
entre los 50 primeros en una carrera de 10 kilómetros, la media del maratón de
Moratalaz, una persona que llega como mi amigo Ernesto entre los 50 primeros,
haciendo los entrenamientos normales de una persona que tiene familia y que tiene que
hacer otras cosas, corre como un gamo, es una cosa maravillosa, pero, claro, no es
suficiente. González, por ejemplo, el corredor González, no me acuerdo cómo se llama
de nombre, José Luis González tuvo, y tiene posiblemente hoy en día, un problema
gravísimo con este asunto. Era un corredor magnífico, pero en sus declaraciones de esa
época decía: “No, yo quiero el oro”. No alcanzó el oro y se retiró antes del oro, pero era
un corredor increíble. El plus es lo que es la complicación. Vivimos en un mundo que
nos impulsa. Me ha preguntado si me presentaría otra vez al premio Planeta. Hombre,
me presentaría otra vez a cualquier cosa que me diera una tirada de 200.000 ejemplares,
y, a la vez, posiblemente no me presentaría, o sea, tendría que pensar de otra manera.
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No me pienso apear tampoco. Yo trabajo y trabajo mucho, yo soy un trabajador. Pero es
el plus. Es un asunto complicado, por eso me pareció que era interesante para la
conferencia, lo que pasa es que no he acabado de resolver el asunto. Me pareció que el
tema era interesante para una conferencia universitaria...
- O no tiene solución.
ÁLVARO POMBO (escritor)
O no tiene, a lo mejor, solución.
ROSA FALCÓN
Bueno, Álvaro, ¿tú escribes, como dice García Márquez, que escribe para que le
quieran?
ÁLVARO POMBO (escritor)
No, a mí no me pasa eso, no, pero sí escribimos todos... A mí eso, bueno, si
escribe para que le quieran, me parece admirable, pero, vamos, yo no creo que sea así el
asunto. Yo creo que eso es porque García Márquez es mejor escritor que teórico. Así
como su obra es maravillosa, a mí no me parece... No es para que me quieran, el asunto
es que uno escribe con la conciencia de la intersubjetividad porque el lenguaje es una
estructura intersubjetiva, es más, uno escribe para ser famoso, por ejemplo, y no es para
que lo quieran. Es que es un fenómeno complicado. Uno primero escribe porque no
puede evitarlo y porque es lo único que sabe hacer, por ejemplo, y ya hay un aspecto de
desarrollo, de hipertrofia de una facultad y de una cosa que uno hace muy bien. A mí
me han reído siempre las gracias, por ejemplo. Yo desde muy pequeño, desde los trece o
los doce años, me decían que escribía bien, y lo decían los curas en el colegio, entonces
escribes por ese motivo. Porque me quieren. A mí no me gusta esa expresión, lo
reconozco, esa frase de García Márquez a mí no me gusta porque no es del todo verdad.
Escribiría si me odiaran también, y aunque me odien, bueno, toda la derecha me odia y
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(...). Todos los que aman a Castro le aman a él, frente a eso están todos los que odian a
Castro. O sea, que a mí no me salen las cuentas de esa manera, yo no diría eso.
ROSA FALCÓN
Está bien eso de que también escribe aunque le odien.
ÁLVARO POMBO (escritor)
Sin duda, sin dudarlo.
ROSA FALCÓN
Yo no sé, Dámaso, si tú quieres o alguien quiere intervenir.
- Que si de todos los libros que ha escrito, éste en su opinión merece el premio
ÁLVARO POMBO (escritor)
Éste es el que presentaba al premio, claro. Yo creo que éste es un buen libro y yo
siempre digo que es mi mejor libro, pero realmente forma parte de la última etapa de mi
vida, de los libros de mi última etapa que empieza realmente en el noventa y tantos, en
1992 o por ahí. Yo soy un escritor tardío, quiero decir que soy muy viejo, tengo sesenta
y siete años ahora mismo, pero quiero decir que yo he tenido la fama muy tarde. Yo soy
un escritor que he tardado mucho y he tenido la fama después del año 1992 hasta ahora,
los trece últimos años, cuando ya era muy mayor, entonces, mis mejores libros los he
escrito en esta última década, desde 1992 hasta ahora, de manera que, claro, a lo mejor
algún otro hubiera podido ser el premio. Específicamente no hay nada en el libro, el
libro es un libro más de mi canon, por así decirlo, quiero decir que está hecho con la
misma seriedad e incluso los tics de los otros.
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DÁMASO LÓPEZ
Bueno, pues entonces yo creo que hemos visto, hemos escuchado con (...) esta
conferencia, y, además, uno de los muchos talentos de Álvaro, (...) de esa manera, yo
creo que no es solamente dar conferencias sino que las interpreta.
ÁLVARO POMBO (escritor)
Es un show.
DÁMASO LÓPEZ
Un talento realmente (...). Entonces, yo creo que le debemos despedir con un
fuerte aplauso.
ROSA FALCÓN
Sólo unas palabras para invitarles a la próxima conferencia, que tendrá otro tono
muy diferente porque se trata de Luis García Montero, poeta y Premio Nacional de
Poesía, el jueves día 18, a las siete de la tarde. Muchísimas gracias.
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