M A N I TA C O N T R A M O U R I N H O
30 DE NOVIEMBRE DE
2010
VOLUMEN I , Nº 1
El Barcelona bailó a un Madrid sin alma. No hubo ni respuesta ni presión al tiqui-taca del
Barça. Xavi, Pedro, Villa (2) y Jeffren culminaron la goleada.
0 - 5 cia, sabremos si la derrota deja secue-las.
La primera parte ya marcó el guión y el partido no salió de ahí. Salvo momentos muy aislados, más de confusión que de fútbol, el Barcelona bailó al Madrid. De inicio sucedió lo último que podíamos imaginar: que el equipo de Mourinho saltara al campo totalmente desapasio-nado. Mientras el Barça movía el balón, el Madrid miraba. Adelantaba su línea de defensa siguiendo un plan teóricamente valeroso, pero miraba. Mientras el plane-ta sentía la nerviosa expectación de un Fin de Año, el Madrid no veía más que una lluviosa noche de noviembre. Y no podía imaginar nada mejor el barcelonis-mo. No había sofocos para sus centro-campistas, ni la presión que hace un año estuvo cerca de asfixiar al Barcelona. Sólo había orden, estricto, cartesiano y mediocre.
tiendo la moral y la estética. Tam-
bién contra esa comparación per-
manente debe enfrentarse el Ma-
drid y sospecho que al verse en
contacto con esas virtudes los ju-
gadores se sintieron profundamen-
te frustrados, especialmente Sergio
Ramos, expulsado por una patada
absurda a Messi.
El resultado es desconcertante por inesperado. El Madrid más en for-ma de los últimos años presentó menos batalla que el de Pellegrini o el de Juande Ramos. Mucha menos. El Madrid más ambicioso de los últimos tiempos fue un trapo en manos del rival. Fracasó el equipo, fracasaron sus estrellas y,
sobre todo, fracasó el en-trenador que lo centraliza todo, al que se pue-de criticar el sistema, la motivación y su propia indolen-cia durante el partido. La pro-gresión se inte-rrumpe dramá-ticamente y sólo el sábado, contra el Valen-
Visto desde la perspectiva del madridismo, la goleada del Barcelona servirá para aclarar la situación y los términos. Nada ha ganado el Madrid todavía y nada Mourinho desde que llegó. Las medallas de otras guerras no cuentan aquí. Esta evidencia debería ser suficiente para rebajar la expectativa del madridis-mo y el tono del entrena-dor, que sólo es tolerable (y ya cuesta) si llueven las copas del cielo. La reali-dad es la que es. Si habla-mos de la Liga, las únicas conclusiones válidas se sacan en la comparación directa con el Barcelona y si nos referimos a lo de-más, los exámenes finales no se convocan hasta pri-mavera.
La divinización, por tanto,
estaba fuera de lugar. El
Madrid ha progresado
como equipo y la mejora
es obra de su entrenador,
sin duda, pero el Barcelo-
na y Guardiola aún que-
dan muy lejos. Si la brecha
se nos hace mayor es
porque al Barça, además
del fútbol, le siguen asis-