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FRANCISCO PREZ CAAMAO
JAVIER SOLER SEGURA
CARLOS J. PERDOMO PREZ
TOMS RODRGUEZ RODRGUEZ
Teguesteen t i empos de guanches
La dimensin territor ial de sus prcticas sociales
Ilustre Ayuntamientode la Villa de Tegueste
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FOTOGRAFA DE LA PORTADA
Imagen desde el interior de Cuevas de la Mesa Tejina 43(TG-25)
Guillermo Pozuelo Gil
Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Tegueste.
EDITA
Gobierno de Canarias
Cabildo de Tenerife
Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Tegueste
DISEO Y MAQUETACIN
Jos M. Padrino Barrera
FOTOMECNICA E IMPRESIN
Litografa Trujillo, S. L.
DEL TEXTO
Los Autores
DE LAS FOTOGRAFAS
Los Autores
ISBN 978-84-938791-7-4
DEPSITO LEGAL N TF 259-2014
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NDICE
Presentacin
Introduccin
I. Territorio y Arqueologa en Tegueste
1. Modelos interpretativos, prospecciones y excavaciones
1.1.Las prospecciones arqueolgicas del municipio.
Anlisis y ordenacin de resultados
1.2. Excavaciones arqueolgicas en Tegueste.
Datos y secuencias estratigrficas
2. Condiciones tericas y metodolgicas del anlisis. La prospeccin
arqueolgica superficial como mtodo de investigacin
2.1. El registro material de superficie
2.2. Prospeccin superficial y cronologa
3. La prospeccin arqueolgica superficial de 2011.
Descripcin y ordenacin de resultados
3.1. Barranco de Agua de Dios
3.2. Barranco de La Goleta Mesa de Vargas
3.3. Mesa de Tejina La Orilla
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3.4. Llanos de Tegueste Los Lzaros
3.5. Las Canteras Mesa Mota Montaa El Espaol
III. La dimensin territorialguancheen Tegueste
1. Categoras de anlisis: Unidades Domsticas,
Grupos Locales y Entidad Tribal
2. La ocupacin del territorio
2.1. Las unidades domsticas bsicas: cuevas de habitacin, asentamientos
al aire libre y lugares de frecuentacin espordica
2.2. Cuevas sepulcrales y ritual funerario
2.3. Las manifestaciones rupestres y la apropiacin ritual del territorio
III. Conclusiones
IV. Bibliografa
Anexo
Ilustraciones
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PRESENTACIN
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Con la publicacin de la presente monografa se culmina la terce-
ra fase del proyecto Revalorizacin Patrimonial del Municipio de
Tegueste. Investigacin arqueolgica del Barranco del Agua de Dios
y su Comarca, que el Ayuntamiento de la Villa viene ejecutando
desde hace ms de cinco aos. Junto al anterior libro, Excavaciones en
la memoria, contamos ahora no solo con una recopilacin exhaustiva
de la informacin arqueolgica que se ha generando en los ltimos
siglos, sino que, por primera vez, tenemos una explicacin histrica
de la manera en que los guanchesocuparon las distintas zonas del
actual municipio de Tegueste. De esta forma se alcanza uno de los
objetivos que habamos considerado como fundamentales cuando
nos embarcamos en este proyecto patrimonial: ofrecer a quienes se
acercaran al Barranco del Agua de Dios una informacin veraz, ri-
gurosa y documentada sobre el pasado aborigen de la zona. As, y
de la misma manera que se ejemplifica con la portada de este libro,
los estudios que se han desarrollado en los ltimos aos permitenarrojar luz sobre ese desconocimiento del patrimonio arqueolgi-
co en el que esta Villa haba estado inmersa.
Ahora, lo que queda por emprender es igual de apasionante.
Aunque con anterioridad se invirtieron algunas partidas econmi-
cas en su reforma, iniciamos una nueva etapa en la puesta en mar-
cha del futuro Centro de Interpretacin sobre el pasadoguanchede
Tegueste, con la realizacin de las correspondientes obras.
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Paralelamente, estamos poniendo las bases del futuro Parque Ar-
queolgico del Barranco del Agua de Dios. A pesar de que los pasos
necesarios para su creacin desbordan las capacidades municipales,
pues sus competencias directas estn en manos del Cabildo de Tene-
rife y el Gobierno de Canarias, existen argumentos suficientes para
establecer en Tegueste el primer parque arqueolgico de nuestra
isla. Las facilidades de acceso, su pertenencia al rea metropolita-
na, la belleza natural de la zona, la existencia de infraestructuras de
ocio necesarias para sostener a un gran nmero de turistas locales y
forneos y el contenido cientfico que aporta este Proyecto patrimo-
nial permiten contemplar con optimismo este nuevo objetivo. No es
necesario sealar la importancia que tendr la colaboracin de las
mencionadas administraciones como parte fundamental para lograr
que este proyecto sea pronto una realidad.
Jos Manuel Molina Hernndez
Alcalde de la Villa de Tegueste
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LA ARQUEOLOGA DE TEGUESTE
Desde que el mundo es mundo y desde los ms remotos confines
de la existencia el ser humano siempre se ha interesado por conocer
los origenes y circunstancias de su presencia sobre la Tierra. Su ob-
sesin no slo ha sido de naturaleza religiosa y filosfica en torno a
la pregunta de qu somos, de dnde veninos y hacia dnde vamos.
Tambin se ha interesado por estudiar y conocer los vestigios de los
modos de vida de sus antepasados ms remotos.
Casi podramos atrevernos a decir que el inters de los humanos
por conocer las huellas de su vida prehistrica se remonta a los mis-
mos orgenes de su existencia. Si la Arqueologa es la ciencia que se
ocupa de estudiar lo que se refiere a las artes, a los monumentos y
a los objetos de la antigedad, especialmente a travs de sus restos,
entonces el hombre es, por su propia naturaleza y condicin racio-
nal, un ser ntimamente vinculado a esta disciplina cientfica.
El presente volumen, que con el texto hoy contribuimos a pre-
sentar o prologar, es un riguroso y respetable ejemplo de esta voca-
cin arqueolgica del ser humano. Saber de nuestra forma de vida
en el pasado ms lejano, conocer dnde y cmo vivieron nuestros
antepasados, en este caso los guanches de la comarca de Tegueste,
es una manera noble y loable de alimentar la conciencia y el orgullo
de ser como somos para afrontar con conviccin, gallarda y xito el
futuro que nos espera.
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Ese y no otro es el firme e irrenunciable propsito de estos traba-
jos de investigacin y recopilacin arqueolgica que, con el ttulo de
Tegueste en tiempos deguanches, son fruto del trabajo apasionado
de sus cuatro autores y de la iniciativa y coordinacin del Ayunta-
miento de Tegueste con la colaboracin de diversas instituciones p-
blicas, entre ellas el Gobierno de Canarias a quien en este momento
me honro en representar.
Aurelio Gonzlez Gonzlez
Director General de Coordinacin y Patrimonio Cultural
Gobierno de Canarias
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La identidad de un pueblo, independientemente de su dimen-
sin, toma como base no slo su propio acontecer histrico, sino
sobre todo su cultura, esto es, los valores que determinan su proce-
der y que conforman su personalidad. Un patrimonio que debemos
reconocer y que nos permite mirar al futuro desde la firmeza que
otorga el conocimiento de nuestras races.
Tegueste en tiempos deguanches. La dimensin territorial de susprcticas sociales constituye una valiosa aportacin a esa misin
pues ahonda en el conocimiento de la poblacin aborigen de Teneri-
fe por la interpretacin que ofrece sobre el uso y ocupacin del terri-
torio por parte de nuestros antepasados, en este caso circunscrita a
los actuales lmites municipales de esta localidad del nordeste.
No cabe duda de que el estudio del patrimonio arqueolgico,
fuente de investigacin de esta publicacin, constituye para los his-toriadores un libro abierto para descubrir el comportamiento de
la sociedad guanche y, tras su conocimiento, comprender nuestra
identidad, los lazos comunes de esta tierra, su historia y su cultura,
a fin de dirigir los pasos a un devenir que revalorice an ms nues-
tro pasado.
Con este objetivo, como consejero de Cultura y Patrimonio His-
trico del Cabildo de Tenerife no slo apoyo sino que felicito la apa-
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ricin de este tipo de publicaciones que contribuyen a la divulgacin
y difusin del conocimiento de nuestra historia, cuya proteccin nos
incumbe a todos.
Esta monografa, basada en el conocimiento e investigacin del
patrimonio arqueolgico local, supone adems una muestra de la
continua evolucin en el anlisis de la historia de la Isla por parte
nuestros investigadores. Una contribucin valiosa, pero sabiamente
humilde al reconocer la riqueza de otras posturas y metodologas
que tambin buscan profundizar en nuestro pasado aborigen.
Es justo reconocer y agradecer el esfuerzo y la seriedad demos-
trada por los cuatro investigadores autores de esta nueva aportacin
a la historia insular. La misma conforma un eslabn que nos une an
ms con nuestros antepasados guanches construyendo una cadena
invisible, la de la cultura, que avanza hacia las futuras generaciones
de tinerfeos, de canarios, que se sienten orgullosos de su historia.
Cristbal de la RosaConsejero de Cultura y Patrimonio Histrico
Cabildo de Tenerife
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INTRODUCCIN
Los yacimientos arqueolgicos del municipio, especialmente
los ubicados en el interior del Barranco de Agua de Dios, han sido
conocidos, visitados y expoliados durante los ltimos siglos por
intelectuales, eruditos y curiosos del pasado aborigen de las Islas.
Como consecuencia de las diferentes maneras de entender y valo-
rar el patrimonio arqueolgico presentes a lo largo de ese dilatado
periodo de tiempo, la alteracin de las cuevas y la sustraccin de
objetos y restos humanos ha sido una constante. En la actualidad,
resulta sumamente complicado extraer informacin histrica de la
mayora de enclaves de la zona, lo que repercute en el grado de co-
nocimiento que se posee sobre los guanchesen esta parte de la Isla.
Sin embargo, pese al expolio sistemtico sufrido durante dcadas, a
los descontrolados procesos de urbanizacin de la segunda mitad
del siglo pasado y a las constantes (aunque lgicas) reutilizaciones
de enclaves por los vecinos, el Barranco contina albergando gran
cantidad de datos histricos que, en la mayora de ocasiones, siguen
sin ser comprendidos o explicados.Cierto que la entidad y, sobre todo, la cantidad de restos materia-
les ocultos en sus cuevas han despertado el inters de los arquelo-
gos canarios desde el inicio de la disciplina en las Islas, en la dcada
de los aos 40 del siglo XX. Su atencin por el tema ha llevado a la
realizacin de intervenciones arqueolgicas por un numeroso gru-
po de investigadores que han ido aportando datos empricos cada
vez ms significativos. Pero frente a esta acumulacin de evidencias
arqueolgicas, la manera en que se ha explicado el uso y ocupa-
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cin de la Comarca por los guanchesno ha variado excesivamente
desde mediados del siglo pasado. As, la visin que se posee sobre
la distribucin de los yacimientos dentro del territorio municipal
sigue anclada en modelos tericos sustentados en principios ecol-
gicos y economicistas que reducen la complejidad humana a meras
respuestas e impulsos adaptativos. Desde finales del siglo XX, sin
embargo, esta visin general ha empezado a ser reformulada por
algunos investigadores que, desde posturas tericas dispares y me-
todologas de trabajo diferentes, buscan trascender los tradicionales
marcos explicativos del pasado aborigen de las Islas.
Este cambio de perspectiva ha sido espoleado en las ltimas d-
cadas por la aparicin de nuevas evidencias empricas que han aca-
bado refutando la vieja tesis que atribuan a la presencia de pastos,
recursos hdricos, cuevas naturales, etc., los motivos por los que,
en el pasado, los aborgenes habitaron determinadas zonas de la
Isla, o concentraron en un enclave especfico un nmero elevado de
yacimientos arqueolgicos como, por ejemplo, las manifestaciones
rupestres.
Este libro intenta aproximarse a la manera en que losguanches
ocuparon, organizaron, explotaron y concibieron el territorio que
comprende el actual municipio de Tegueste. Formula una interpre-
tacin sobre los mecanismos empleados por dicho grupo social en
su estrategia por apropiarse social, econmica y simblicamente del
espacio circundante. Para ello propone, a partir de las evidencias
materiales que ofrece el registro arqueolgico de la zona, un mo-
delo de distribucin poblacional a travs de todos los yacimientos
arqueolgicos inventariados. El objetivo es conocer la lgica internaque articula los distintos enclaves que organizan el territorio distin-
guiendo entre cuevas de habitacin, abrigos, cavidades sepulcrales,
manifestaciones rupestres, asentamientos en superficie o pequeas
concentraciones de material al aire libre.
En este sentido, este libro no es un estudio sobre el Menceyato
de Tegueste. Aunque es cierto que se abordan las zonas centrales
de dicha organizacin poltica, al menos las conocidas durante la
ltima etapa aborigen de la Isla, sus lmites desbordaron el actual
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Tegueste. La prospeccin arqueolgica realizada entre los meses de
julio y septiembre de 2011 se centr, exclusivamente, en la bsqueda
y localizacin de enclaves dentro del municipio, por lo que no se
recopil la informacin necesaria para afrontar el anlisis de lugares
como Tejina, Valle de Guerra, Bajamar, Anaga o los distintos valles
del interior de La Laguna. Pese a este marco espacial, el estudio de
los resultados obtenidos durante el trabajo de campo permite plan-
tear una primera aproximacin al fenmeno histrico de ocupacin
del actual territorio teguestero por parte de los aborgenes.
Tegueste en tiempos deguanchessintetiza una propuesta terri-
torial alternativa que pretende explicar de forma diferente la mane-
ra en que fue ocupado el territorio por los aborgenes de Tenerife.
Fruto del intenso trabajo de campo llevado a cabo, se presenta una
serie de nuevos yacimientos que contribuyen a organizar y enten-
der el hbitat de los guanchesen los lmites del actual municipio de
Tegueste.
Estructurado a partir de dos grandes captulos, en el primero se
ofrece un recorrido por el conjunto de evidencias materiales y yaci-
mientos arqueolgicos que se han ido recopilando desde mediados
del siglo pasado hasta la prospeccin de 2011. Se sintetiza y analiza
el tipo de conocimiento histrico que se desprende de dicha infor-
macin que, en lneas generales, es desigual y muy fragmentada. A
continuacin se reflexiona crticamente sobre la prospeccin como
modelo metodolgico idneo que permite afrontar el estudio de
grandes extensiones de terreno. Finalmente, se presenta una sntesis
de los resultados obtenidos en el trabajo de campo a partir de su dis-
tribucin en cinco grandes espacios geogrficos (Barranco de Aguade Dios; Barranco de La GoletaMesa de Vargas; Mesa de TejinaLa
Orilla; Llanos de TeguesteLos Lzaros; y Las CanterasMesa Mo-
taMontaa El Espaol).
El segundo captulo da sentido a esa distribucin de enclaves
planteando un marco general de relaciones sociales en el que se in-
sertan los yacimientos arqueolgicos de Tegueste. Para ello se sinteti-
zan, en primer lugar, las categoras de anlisis empleadas (Unidades
Domsticas, Grupos Locales y Entidad Tribal) para despus abordar,
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de forma singularizada, la manera en que se distribuyen en el terri-
torio cada una de las tipologas arqueolgicas constatadas. As, cue-
vas de habitacin, abrigos, asentamientos al aire libre y lugares de
frecuentacin espordica (LFE) plasman el mbito domstico de las
distintas unidades en el espacio. Junto a ellas, las cuevas sepulcrales
y las manifestaciones rupestres contribuyen a garantizar la cohesin
social de la comunidad y a articular los mecanismos de apropiacin
simblica que dan sentido a todo el territorio analizado.
El objetivo fundamental de esta monografa es contribuir al
conocimiento y difusin de la riqueza patrimonial de la Comarca
ofreciendo una propuesta, sustentada arqueolgicamente, sobre la
lgica interna del poblamiento aborigen del actual municipio de Te-
gueste.
* * *
Un estudio de estas caractersticas, que implica el reconocimien-
to de todo el territorio municipal durante varios meses, exige una
financiacin, un equipamiento y un apoyo institucional difcil de
obtener en estos momentos de crisis. La apuesta decidida del Ilus-
tre Ayuntamiento de la Villa de Tegueste por ampliar y profundi-
zar en el conocimiento histrico del municipio resulta excepcional.
Ms an cuando este trabajo es uno ms del conjunto de iniciativas
que viene desarrollando en los ltimos aos. Tanto la prospeccin
que da sentido a esta monografa, como el resto de publicaciones y
actividades arqueolgicas que se realizan desde 2010, se enmarcan
dentro del Proyecto de Revalorizacin Patrimonial del Barranco de Aguade Dios y su Comarca, que financia ntegramente la Corporacin Mu-
nicipal. En este sentido, sin el respaldo y soporte constante del Ilus-
tre Ayuntamiento, especialmente de su Alcalde, Jos Manuel Molina
Hernndez, la Concejala de Bienestar Social, M de los Remedios de
Len Santana, la Concejala de Desarrollo Local Marcela del Castillo
Fernndez, la archivera municipal M Jess Luis Yanes y el tcnico
Juan Elesm de Len Santana, no habra sido posible alcanzar los
objetivos del proyecto.
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Indudablemente, quienes de forma ms directa han contribuido
con su esfuerzo en el xito de este trabajo son quienes integraron
el equipo humano que particip en las labores de campo. Alexis
Clemente Navarro, Blanca Divassn Mendvil, Zebenzu Lpez
Trujillo, Agnes Louart, Sergio Pou Hernndez y Josu Ramos Mar-
tn recorrieron, junto a los firmantes de esta monografa, todos los
rincones del territorio municipal soportando uno de los veranos
ms lluviosos y hmedos que se recuerdan. Sin ellos, no habra sido
posible incrementar en ms del doble el nmero de yacimientos
arqueolgicos conocidos en Tegueste. Por ello, y por su constante
apoyo, nuestro ms sincero reconocimiento.
Igualmente debemos agradecer la ayuda desinteresada de los
bomberos que colaboraron en la prospeccin aportando su tiempo,
su propio equipo de escalada y su amplia experiencia: Joaqun Es-
catllar Fernndez de Misa, Andrs Alejandro Lpez Martin y David
Ponte-Lira Pestana. Asimismo, es necesario reconocer la predispo-
sicin y apoyo que mostraron numerosas personas durante el tra-
bajo de campo y, tambin, a lo largo de las labores de redaccin de
esta monografa. Finalmente, los autores deseamos agradecer espe-
cialmente a Blanca Divassn Mendvil la inestimable ayuda que ha
prestado durante las agotadoras sesiones de revisin y correccin
de los textos. Gracias a todos.
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I
TERRITORIO Y ARQUEOLOGA EN TEGUESTE
1. MODELOS INTERPRETATIVOS, PROSPECCIONES Y EXCAVACIONES
Transcurridos casi cincuenta aos desde que Luis Diego Cus-coy publicase por primera vez Los Guanches, seguimos sin contar
con una alternativa interpretativa de carcter global que aborde lamanera en que los aborgenes ocuparon, organizaron, explotaron yconcibieron el conjunto de la Isla. Pese a los avances de la disciplinay la elaboracin de modelos parciales por parte de algunos inves-tigadores1, la obra de Diego Cuscoy sigue siendo, a da de hoy, elreferente de partida de la mayora de estudios arqueolgicos que serealizan en Tenerife. Aunque es cierto que el volumen de informa-cin arqueolgica del que se dispone en la actualidad dificulta una
posible propuesta global como la ofrecida en su momento enLos
Guanches, el verdadero motivo de que no se haya superado esta pri-mera aproximacin general al periodo aborigen no depende tantode la documentacin manejada (que en algunos aspectos ha queda-do superada), como de la aparente coherencia general de su modelo
1. Por ejemplo Gonzlez Antn et al., 1995; Hernndez Marrero y Navarro Mede-ros, 1998; Galvn Santos et al., 1999; Navarro Mederos et al., 2002; Prez Caamaoet al.
, 2005; Chvez lvarezet al.
, 2007.
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explicativo cuyo xito ha sido tan rotundo que ya forma parte delsentido comn.
Como se ha afirmado con anterioridad (Chvez lvarez et al.,2007: 19-22; Soler Segura et al., 2011: 77-82), el modelo de distribu-cin del hbitat aborigen propuesto por Luis Diego Cuscoy basculentre el determinismo econmico y la ecologa cultural. Por un lado,la distribucin de asentamientos aborgenes evidenciaba una res-puesta adaptativa a las limitaciones impuestas por el medio natural.Por otro, el autor conceba que la presencia o ausencia de ciertosrecursos naturales, de elementos fsicos como la cubierta vegetal,la distribucin de las aguas y la naturaleza del suelo eran factoresque explicaban la presencia de poblacin aborigen en uno u otrolugar de la Isla. La distribucin de estas variables, o elementos defijacin, establecera una correspondencia lgica entre comarcasnaturales y menceyatos aborgenes: solo aquellas zonas capacesde concentrar todos los elementos necesarios para la vida humana(agua, tierras frtiles, clima favorable, pastos, cuevas de habitacin),podan ser las utilizadas por losguanchespara su establecimiento deforma permanente. Por ello, el poblamiento sedentario de la Isla secircunscribira casi exclusivamente a la zona norte y noreste de Te-nerife, quedando el sur y oeste de la Isla como zonas de ocupacinen rgimen de trashumancia casi permanente (Diego Cuscoy, 1968:126).
Como resultado, en Los Guanches, el autor dividi la Isla por zo-nas de poblamiento partiendo de la suposicin de la clase de usoque los aborgenes haran de su hbitat, teniendo en cuenta estos
dos aspectos: los recursos naturales y las supuestas posibilidadeseconmicas que ofreca el mismo. Siguiendo este esquema de an-lisis, por ejemplo, concibi Anaga y Teno-Daute como zonas de ais-lamiento, Tegueste y Tacoronte como lugares de sedentarismo tem-poral con trashumancia estacional, Gmar, Abona y Adeje comoreas de trashumancia permanente y la Alta Montaa (Las Caadas)como lugar de ocupacin comunal.
En este marco explicativo, la Comarca de Tegueste qued defi-
nida a travs de sus caractersticas y peculiaridades naturales como
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un hbitat estacional. Diego Cuscoy fij los lmites del menceyatoapartir de los diferentes accidentes geogrficos que rodeaban la zona.De los ricos recursos de que dispona la Comarca: fundamentalmen-te pastos, nacientes, fuentes y cuevas naturales, el autor infiri elaglutinamiento poblacional del entorno del Barranco de Agua deDios2. Es por ello que Diego Cuscoy consideraba el Barranco no so-lamente como articulador del hbitat aborigen sino, tambin, comoconfigurador de posteriores pueblos y caseros asentados en la zona,como Tejina o Tegueste. As, la suavidad geolgica del entorno, mar-cada por escarpes poco pronunciados y suaves planicies, facilitara asus habitantes, dentro de este esquema de organizacin del territo-rio, una mayor movilidad. La Comarca sera finalmente designadacomo zona de aislamiento atenuado (Diego Cuscoy, 1968: 136),en la medida en que la facilidad de acceso a los pastos de la vegade La Laguna y de parte de la planicie de Los Rodeos (definidosambos como zonas de reserva), permitira la prctica del pasto-reo durante la primavera y gran parte del verano, complementandodichas actividades con la explotacin invernal de la costa del Vallede Guerra.
Este esquema general de ocupacin se concreta en el entornodel Barranco de Agua de Dios, donde la existencia de cavidades adistintos niveles agrupara al conjunto de la poblacin: el pobladoaparece denso y variado; es decir, [las cuevas] son numerosas y sealinean en toda la longitud de los andenes, que a su vez ocupan ni-veles distintos: paralelos al borde alto y cerca de l, en lugares inter-medios y en las proximidades del lecho [] El poblado, pues, estaba
constituido por todo el sistema de cavernas existentes en la margen(lvarez Delgado y Diego Cuscoy, 1947: 144). Las cuevas de habita-
2. Los elementos constitutivos de la agrupacin aborigen estn perfectamenteclaros. Zona frtil, rica en pastos, abundante en agua. Barranco fcilmente acce-sible por diversos puntos; cuevas numerosas, amplias, bien protegidas, y francoslos pasos para llegar a ellas: proximidad al mar, que tan importante papel juegaen la alimentacin del guanche. Finalmente la utilizacin de las cuevas ms ale-jadas del ncleo del poblado como necrpolis colectivas (lvarez Delgado y
Diego Cuscoy, 1947: 144-145).
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cin seleccionadas por los aborgenes seran amplias y fciles de
alcanzar. Muchas de ellas, protegidas por un pronunciado saliente
del risco superior, permitan la vida a plena luz, a que tan aficiona-
dos eran los aborgenes. [El interior] amplio, con resaltes baslticos
a modo de poyetes o cornisas, elementos complementarios para la
ms cmoda habitabilidad de la cueva (ibdem, pp.: 145 y 146). Las
cavidades sepulcrales se relacionaran estrechamente con aquellas,
ubicndose si se trata de un poblado de acantilado, bien en la parte
ms alta o en la ms baja del mismo, pero siempre emplazadas en
lugar lo suficientemente alejado del ncleo de cuevas para que las
prcticas sepulcrales pudieran llevarse a efecto sin alejarse demasia-
do de los lmites del poblado, pero nunca dentro de l. Tratndose
de poblados de barranco, las cuevas sepulcrales se encuentran, ya
en el principio del grupo de cuevas de habitacin, es decir, en la
zona ms alta del curso del barranco o en la desembocadura del
mismo. En ambos casos, alejados dichos yacimientos sepulcrales de
las cuevas habitadas, nunca entre ellas (Diego Cuscoy, 2011a: 204)3.
Este modelo de distribucin del hbitat se complementaba con la
presencia de diversas cavidades, ubicadas en distintos puntos del
municipio y en parajes relativamente aislados, que sin relacin apa-
rente con otras cuevas se vinculaban a la prctica del pastoreo y a las
vas de comunicacin estacional4.
Las conclusiones alcanzadas por Diego Cuscoy, planteadas hace
ms de cuarenta aos, deben ser hoy matizadas, o al menos rede-
finidas a la luz de las nuevas evidencias empricas descubiertas y
3. Pautas de distribucin que, en la prctica, no reproducan realmente la locali-zacin de las cuevas funerarias ya que dependa de la microtopografa del sectordel Barranco analizado.
4. Referencia recurrente que utilizar en aquellas ocasiones en las que no se loca-licen en las inmediaciones otros enclaves trogloditas. Ser el caso, por ejemplo,de La Enladrillada, que pese a la cercana evidente no parece haber sido utili-zada por los habitantes de las cuevas del Barranco del Agua de Dios, sino porgrupos estacionados en la parte alta del valle durante la poca estival, ya quedesde la Mesa de Tejina a El Caidero hay numerosas cuevas que sirvieron de
habitacin (Diego Cuscoy, 1972: 278).
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de los avances tericos y metodolgicos de las ltimas dcadas. La
razn para ello es que existe una clara inconsistencia entre el registro
arqueolgico manejado por Diego Cuscoy y el que actualmente se
posee, evidente en aspectos como, por ejemplo, la presencia de esta-
ciones de manifestaciones rupestres o de asentamientos en superficie
distribuidos por toda la Isla. Adems, en el estado actual de la dis-
ciplina, las razones por las que losguanchesocuparon determinadas
zonas de la Isla, los motivos que eligieron para asentarse en uno u
otro lugar, o el sentido otorgado a espacios en el que concentraron
un tipo de evidencias muy especficas, no pueden ser explicadas ex-
clusivamente a partir de criterios que tienen que ver con la presencia
de pastos, recursos hdricos, cuevas naturales, etc. Es la insercin de
esos yacimientos en un esquema territorial, articulado a travs de
mecanismos de interaccin y apropiacin social, lo que permite en-
tender la manera en que los aborgenes ocuparon, organizaron, ex-
plotaron y simbolizaron el espacio insular.
Pese a los aos transcurridos desde los trabajos de Diego Cus-
coy, han sido muy escasas las propuestas que han intentado apor-
tar explicaciones alternativas a la adaptacin ecolgica en Tegues-
te. Los numerosos arquelogos y equipos de investigacin que han
trabajado en el municipio, o en sus inmediaciones, se han movido
siempre en similares marcos tericos. En las pocas ocasiones que
han intentado superar la mera enumeracin y descripcin de yaci-
mientos arqueolgicos, la mayora de estos trabajos se han limitado
a enfatizar la asociacin entre cuevas naturales y Barranco de Agua
de Dios que ya constatara el autor5. Aunque alguno de estos nue-
5. Con la ocupacin del territorio hay un proceso simultneo de seleccin de losemplazamientos que mejores condiciones naturales ofrecen para el desarrollosocial y de reproduccin del grupo [] El hbitat prehispnico ms estable fueel enclavado en el Barranco del Agua de Dios. Las caractersticas medioambien-tales de este espacio natural eran las ptimas para el desarrollo econmico ysocial de la comunidad aborigen. La cercana al mar, los arroyosy afluentesquehay en su entorno, las formaciones de cuevas naturales con buenas condicionespara la habitabilidad y para las prcticas funerarias, las zonas de pastos en suscercanas, las tierras aptas para el cultivo, etc., propiciaron el desarrollo social,
econmico y religioso del grupo (Rosario Adrin et al., 2010: 125 y 126).
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vos estudios llev aparejada la elaboracin de trabajos de campo
sistemtico, con la consiguiente identificaron de nuevas eviden-
cias, como cuevas de habitacin, cuevas sepulcrales, talleres lticos,
restos de cabaas o estaciones de cazoletas y canales (evidencias
significativamente diferentes a las constatadas por Diego Cuscoy),
ninguna de estas investigaciones lleg a abordar la tarea de rein-
terpretar la vida aborigen en la comarca a partir de estos nuevos
datos. Los esfuerzos de los arquelogos se centraron en establecer
la ubicacin de forma precisa de los enclaves y en detallar los agen-
tes antrpicos y naturales que afectaban a la conservacin de los
yacimientos. Esta estrategia investigativa fue en gran parte debida
a necesidades patrimoniales de urgencia, pero a la larga supuso un
abandono de las labores de interpretacin y explicacin de los res-
tos sistematizados.
As, las publicaciones derivadas de dichos trabajos de campo se
han centrado en la exposicin de los resultados de las prospecciones
que, en muchas ocasiones, se presentaban con gran aporte estadsti-
co. En dichas obras se atiende, por ejemplo, a la diversidad de tipos
de yacimientos inventariados, a su localizacin en funcin de uni-
dades geolgicas (ladera de barranco, acantilado, cauce, etc.), a las
afecciones y factores que los amenazan o a su tratamiento porcen-
tual en funcin de sus variables patrimoniales (monumentalidad,
singularidad, complejidad, etc.). Es decir, la mayora de las conclu-
siones de estos trabajos se limitan a atestiguar dnde se concentra
la mayor cantidad de enclaves arqueolgicos, el porcentaje existente
para cada una de las tipologas identificadas o la situacin patri-
monial que muestran, sin aportar mucho ms que descripciones deyacimientos que reiteran dichas conclusiones. Son, por tanto, muy
limitadas o nulas las propuestas explicativas ofrecidas sobre la ar-
ticulacin o funcionamiento de la dinmica territorial de las zonas
prospectadas6. Esta tendencia, que no solo afecta a la isla de Tenerife,
6. Ejemplos recientes en Tenerife de este tipo de grandes proyectos de prospec-cin en los que no se llega a ofrecer ninguna interpretacin de los datos recopila-dos seran: Escribano Cobo et al., 2009; Valencia Afonso, 2010; Bernger Mateos etal.
, 2011; Valencia Afonsoet al.
, 2011.
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se ha ido generalizando en las ltimas dcadas como consecuenciade la progresiva asimilacin de la disciplina con la gestin del patri-monio y la consideracin de los historiadores como meros tcnicosque elaboran inventarios patrimoniales. Se confunde, de esta ma-nera, la imprescindible labor tcnica de localizacin e identificacinde los yacimientos que todo trabajo de prospeccin implica con elincremento del conocimiento histrico de una zona.
Un ejemplo que sintetiza esta forma de abordar la arqueologade Tenerife en las ltimas dcadas y que resulta pertinente por loscorrelatos que presenta con Tegueste, es el estudio realizado para laComarca de Acentejo (municipios de Tacoronte, El Sauzal, La Ma-tanza, La Victoria y Santa rsula) que, entre 2002 y 2003, fue reali-zado por el Centro Internacional para la Conservacin del Patrimo-nio (CICOP). Las conclusiones de dicho estudio (Mederos Martn yEscribano Cobo, 2007), que por su cercana geogrfica al municipiode Tegueste tendran que ofrecer datos comparativos, resultan esca-samente esclarecedoras. Ms all de incrementar el nmero de yaci-mientos y de reafirmar el modelo de hbitat troglodita planteado porDiego Cuscoy como nica forma de ocupacin de la zona, poco mspuede inferirse de los resultados publicados. Incluso el breve cap-tulo dedicado al Hbitat, donde se esperara un anlisis generalde cmo, dnde y porqu se ubican los enclaves aborgenes en esaszonas, se limita a presentar citas textuales de fuentes etnohistricasy a centrarse en discutir la viabilidad del poblamiento en superficiepara el sur de la Isla (ibdem, pp.: 151-161). La insercin de diversosmapas de distribucin de yacimientos de la Comarca de Acentejo,
fruto del intenso trabajo de prospeccin que implic el proyecto, seofrece como mero complemento ilustrativo (al mismo nivel que laimagen de una cabaa del municipio sureo de Arona), sin ser ci-tados o explicados en ningn pasaje de la monografa. Es slo en elapartado de conclusiones donde puede encontrarse alguna referen-cia a la distribucin de yacimientos en el territorio. Por desgracia,ese texto, que ya haba sido publicado varios aos antes como unavaloracin patrimonial de la Comarca (Valencia Afonso et al., 2004),
se limita a citar los enclaves de mayor concentracin de yacimien-
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tos y a ofrecer variables estadsticas relacionadas con su tipologa y
estado de conservacin. No se ofrece, por tanto, ninguna propuesta
o hiptesis interpretativa sobre las razones de esa importante dis-
tribucin arqueolgica atestiguada en los trabajos de campo. Ms
an, llega a afirmarse la inutilidad de la prospeccin como mtodo
de anlisis histrico capaz de ofrecer explicaciones del pasado sin
un referente diacrnico7. Esta afirmacin, que tiene ms que ver con
la concepcin particular de la disciplina de esos autores que con las
limitaciones y potencialidades que posee la prospeccin como meto-
dologa de trabajo, reduce la labor realizada a un mero instrumento
de la gestin patrimonial8. La aportacin ms relevante de esta pros-
peccin la ofrecen varios integrantes del equipo de campo cuando
presentan algunas de las caractersticas generales de los grabados
rupestres de la Comarca (Chinea Daz et al., 2005; Acosta Navarro,
2005). Como se detallar ms adelante, dichos autores llegan a esta-
blecer, a partir del anlisis de los resultados de la prospeccin, una
diferencia interna dentro de las manifestaciones rupestres segn su
ubicacin, motivos representados y relaciones visuales.
Valorados globalmente, los trabajos patrimoniales realizados en
el municipio de Tegueste y sus alrededores, pese a no apuntar si-
quiera una propuesta interpretativa que explique las causas de esa
dispersin de yacimientos por el territorio, son enormemente va-
liosos para avanzar en el conocimiento del pasado aborigen de las
zonas estudiadas (ver Tabla 1). Sin la identificacin y descripcin
7. Una vez conseguido este inventario completo de yacimientos en la Comarcade Acentejo, se aprecian an mejor las limitaciones que supone una prospeccin,
porque no es posible ofrecer lecturas diacrnicas o cronolgicas de la ocupacinaborigen de la comarca, para valorar si esta ocupacin general fue permanente, sipresent oscilaciones, si fue resultado de una demografa creciente, etc. (Valen-cia Afonso et al., 2004: 239; Mederos Martn y Escribano Cobo, 2007: 284).
8. Algo que, por otra parte, permite entender el objetivo de los grandes proyectosde prospeccin en los que han colaborado los autores, ya que se limitan a publi-car meros datos estadsticos de carcter patrimonial. La ausencia generalizadade representaciones cartogrficas en dichos estudios evidencia su escaso interspor conocer la articulacin territorial de los enclaves, la cual queda reducida a ladescripcin de la unidad geolgica de acogida y a la presentacin de sus coor-
denadas UTM.
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de los enclaves a travs del trabajo de campo resultara imposible
aproximarse a la manera en que losguanchesorganizaron y estruc-
turaron su territorio. Otra cosa muy diferente es que esta forma de
aproximarse al registro material, ampliamente extendida entre los
actuales arquelogos canarios, pueda ofrecer informacin suficiente
para trascender la mera recopilacin de enclaves patrimoniales y
contribuir al incremento del conocimiento histrico de las Islas. Un
conocimiento, recordemos, que poco tiene que ver con la identifica-
cin de un mayor nmero de puntos en un mapa. La localizacin de
yacimientos arqueolgicos en un determinado territorio no implica
automticamente un aumento del conocimiento de esa zona, sino
una ampliacin de registros que, sin su insercin dentro en un es-
quema explicativo general, poco aportan a nuestra comprensin del
pasado aborigen del Archipilago.
1.1. Las prospecciones arqueolgicas del municipio.
Anlisis y ordenacin de resultados
La dinmica analizada anteriormente puede constatarse en el
propio proceso de localizacin de yacimientos arqueolgicos que ha
afectado al municipio de Tegueste. Pese a carecer de marcos expli-
cativos, en los ltimos cuarenta aos se ha asistido a un incremento
relevante en el nmero de enclaves conocidos. Gracias al trabajo de
numerosos investigadores, ha sido posible ampliar la docena de ya-
cimientos conocidos a mediados del siglo pasado a casi el centenar
que, segn la ltima prospeccin de 2011, se tienen inventariados.
Igualmente, la diversidad tipolgica ha aumentado, pues a las cue-vas sepulcrales y de hbitat ya atestiguadas con anterioridad se les
han aadido dispersiones de material y asentamientos en superficie,
fondos de cabaa y manifestaciones rupestres, tanto grabados como
estaciones de cazoletas y canales. Este incremento de evidencias
tambin se ha visto reflejado en la proliferacin de nuevos lugares
de ubicacin de esos yacimientos, pues de circunscribirse exclusiva-
mente al Barranco de Agua de Dios, ahora es posible localizarlos a lo
largo de todo el trmino municipal.
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Tras las investigaciones realizadas en Tegueste por Diego Cus-
coy, que supuso la localizacin de enclaves como la Cueva Sepulcral
n 4, La Enladrillada, Los Cabezazos, Cueva del Guanchey otras cavida-
des repartidas por el Barranco de Agua de Dios (por ejemplo Cueva
Caday Cueva del Cuchillo), en la dcada de los aos 70 del siglo XX
miembros de la Universidad de La Laguna emprendieron diversas
prospecciones en la Comarca. Sin embargo, ninguna de ellas fue sis-
temtica ni sus resultados fueron recogidos siguiendo criterio nor-
mativo alguno, por cuanto la metodologa de campo, que comenza-
ba a formularse por esos aos en Espaa, careca an de la necesaria
sistematizacin.
El primer trabajo de prospeccin relativamente intensivo que
afect al territorio teguestero se enmarc en la realizacin de la Carta
Arqueolgica de Tenerife(Jimnez Gmez et al., 1980). Para la Comar-
ca se mencionaron diversos yacimientos, algunos de los cuales ya
haban sido recogidos en sistematizaciones previas (Arco Aguilar,
1976): Cueva de la Gotera, de carcter sepulcral y ubicada entre Baja-
mary La Caleta de Miln; cuevas sepulcrales de ubicacin imprecisa;
Cueva Sepulcral n 4, excavada por Diego Cuscoy en el Barranco de
Agua de Diosy formando conjunto con otras dos cuevas ms; y un
yacimiento sin descripcin, tambin de ubicacin imprecisa y consti-
tuido por poblados y cuevas de habitacin con necrpolis (Jimnez
Gmez et al., 1980: 40-41). Las limitaciones tcnicas de la poca im-
pidieron que dicha informacin resultara til para posteriores tra-
bajos, ya que los datos de localizacin fueron, en muchas ocasiones,
demasiado imprecisos al no traducir sus ubicaciones a coordenadas
geogrficas.La siguiente prospeccin que atendi a todo el mbito territo-
rial del municipio fue llevada a cabo en el marco del Inventario del
Patrimonio Arqueolgico de las Canarias Occidentales (IPACO). El
proyecto estuvo dirigido por Juan Francisco Navarro Mederos y
coordinado por Vicente Valencia Afonso para el sector de Tegues-
te (Navarro Mederos et al., 1989-1990). Fue sin duda la prospeccin
de mayor envergadura realizada hasta la intervencin de 2011. Si
bien su cobertura afect a todo el trmino municipal, el grueso de
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29
ACTUACINARQUEOLG
ICA
Pob
lado
del
Barranco
Miln
Cuevasepulcralde
La
Palm
ita
Cuevasepu
lcra
ln
4
Necrpolisde
La
En
ladri
llada
Cuevade
Los
Cabezazos
Cuevasepulcralde
ElGuanche
REALIZACIN
1943
1958
1970
1975
1989-90
1994
PUBLICACIN
1947
1964
1975
1980
1992
Indito
TIPOLOGA
Excavacin
Excavacin
Excavacin
Prospeccin
Prospeccin
Excavacin
CA
RACTERSTICAS
mbitosepulcral
mbitosepulcral
mbito
habitacional
7yacimientos
51yacimientos
mbito
habitacional
M
BITO
Tejina
Bco.
deAguadeDios
Bco.
deAguadeDios
Comarca
Bco.
deAguadeDios
CartaArqueolgicadeTenerife
InventariodelPatrimonioArqueolgico
delasCanariasOccidentales(IPACO)
Excavacinarqueolgicadeur
gencia
enlaCuevade
Los
Cabezazos
Excavacinarqueolgicadeur
gencia
enlaCuevade
La
Higuera
Cota
ProyectodePropuestadepuestaen
valordelBarrancodeAguade
Dios
InformeNuevacarretera-
VariantedeTejina-TF.
121
Inventarioarqueolgicodelamargen
izquierdadelBarrancodelAguadeDios
Diagnosisdelpatrimonioarqu
eolgico
yetnogrficodelPlanEspecial
BarrancodelAguadeDios
ProyectoDiagnsticoyLimpie
zadel
PatrimonioCulturaldelaIsladeTenerife
Prospeccinarqueolgicadel
municipiodeTegueste
Tabla1.
Relacindeintervencionesarqueolgicasrealizadasenelmunic
ipiodeTegueste
1997
1998
2000
2003
2004
2008
Indito
Indito
Indito
Indito
2011
2013
Excavacin
Prospeccin
Prospeccin
Prospeccin
Prospeccin
Prospeccin
mbito
habitacional
21yacimientos
2yacimientos
4yacimientos
39yacimientos
Bco.
deAguadeDios
Bco.
deAguadeDios
Bco.
deAguadeDios
Bco.
deAguadeDios
1952
2011
Excavacin
mbitosepulcral
Tejina
1969
1972
Excavacin
mbitosepulcral
Tegueste
1972
2011
mbitosepulcral
Bco.
deAguadeDios
Excavacin
41yacimientos
Bco.
deAguadeDios
2011
Indito
Prospeccin
96yacimientos
Comarca
Comarca
Bco.
deAguadeDios
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sus identificaciones se centr en el Barranco de Agua de Dios. Del
total de cuarenta y ocho yacimientos registrados, treinta y nueve se
enclavaban en dicha zona. Este conjunto puede subdividirse en 36
yacimientos definidos como cueva de habitacin (33 en el barranco,
uno compuesto por dos cuevas, otro de tres y un enclave integrado
por varias cavidades de las que no se precisa el nmero) y tres cue-
vas sepulcrales. Como resultado de estas labores de prospeccin en
el Barranco, se identificaron, por primera vez, los yacimientos que
deban ser incluidos en la propuesta como BIC del Conjunto Arqueo-
lgico de Los Cabezazos, comprendidos entre las Cueva n 11(43011) y
n 29(43029)9, ambas inclusive. El resto de yacimientos localizados
en el Municipio se encontraban distribuidos en tres zonas distintas.
La primera contena tres enclaves situados en La Orilla-El Caidero:
una cueva sepulcral (La Enladrillada, ya excavada por Diego Cus-
coy), un yacimiento de superficie y una estacin de grabados con ca-
zoletas y canales. La segunda zona, en La Mesa de Tejina, tena cuatro
yacimientos: dos fueron definidos como cueva de habitacin (uno
con dos y el otro con una cavidad) y los otros dos yacimientos eran
9. Aparentemente son 19 yacimientos, pero en realidad son ms entidades. Losprospectores del IPACO definieron tres yacimientos diferentes con una denomi-nacin similar: Cueva n 17A (Conjunto Arqueolgico de los Cabezazos), Cueva n 17B(Conjunto Arqueolgico de los Cabezazos)y Cueva n 17C (Conjunto Arqueolgico delos Cabezazos), adjudicndoseles un cdigo diferente (43017A, 43017B y 43017Crespectivamente). Podra sobreentenderse que se trata de un nico yacimientosubdividido en tres, pero de la lectura de las fichas de campo se desprende quehace referencia a yacimientos distintos, con coordenadas diferentes aunque conlocalizaciones prximas, por lo que se individualizaron en fichas diferenciadas.
De igual forma ocurre con la Cueva n 19A (Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos)y Cueva n 19B (Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos). Deducimos esto porqueen otras ocasiones los prospectores precisaron de forma clara en la ficha de cam-po cundo un yacimiento estaba compuesto por dos o ms cuevas, por lo que enlos casos mencionados hay que considerar que se trata de cinco yacimientos y node dos formados por subconjuntos. Por otra parte, la Cueva n 23 del Barranco deAgua de Diosno fue adjudicada al Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos,pues apesar de encontrarse prxima a otras cuevas del Conjunto, la imposibilidad deacceder y valorarla convenientemente hizo que (deducimos) no se incluyera enla relacin. As, el nmero de yacimientos seleccionados para formar parte delConjunto Arqueolgico de Los Cabezazosascendera a 21: 18 cuevas de habitacin y
3 cuevas sepulcrales.
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de superficie (uno un taller ltico y el otro cabaas). Finalmente, la
tercera zona, situada en el Barranco de la Goleta, contaba con dos ya-
cimientos: una cueva sepulcral y un conjunto de cinco cuevas de ha-
bitacin. Lamentablemente, los resultados que se dieron a conocer
con posterioridad (Valencia Afonso, 1992) presentaban tan solo una
parte de las conclusiones alcanzadas en el trabajo de prospeccin.
En suma, la publicacin reorganizaba los yacimientos, sin excesivo
detalle, en cinco grandes conjuntos arqueolgicos: zona del casco
histrico, zona de Los Cabezazos, Mesa Tejina, Barranco de La Go-
leta y Llano de Las Cruces-Nieto-La Enladrillada.
Tras el trabajo del IPACO, la mayora de intervenciones realiza-
das en Tegueste se han centrado exclusivamente en el Barranco de
Agua de Dios, analizando esta zona de forma sectorial: ya sea en
amplias secciones o por tramos muy concretos. Estos estudios com-
prenden naturalezas y objetivos diferentes y no todos supusieron la
localizacin de nuevas entidades arqueolgicas. As, por ejemplo,
en 1998, un estudio dirigido por Dimas Martn Socas en el marco
del Plan de Desarrollo de la Comarca Metropolitana, tuvo como finali-
dad argumentar la creacin de un Parque Arqueolgico en el tramo
del Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos, que por aquel entonces
estaba an incondose (Lugo Rodrguez y Gonzlez Prez, 1998). El
estudio se bas en los yacimientos recogidos en la Carta Arqueolgica
de Tegueste, la cual inclua bsicamente el inventario realizado por el
IPACO en 1989. Hubo aqu una lectura errnea del nmero de yaci-
mientos seleccionados para formar parte del Conjunto Arqueolgico
de Los Cabezazos, pues como se indic anteriormente, el IPACO haba
localizado 21 y no 26 como se ha referido (ibdem, p.: 28). En cual-quier caso, en este estudio se seleccionaron y valoraron once cuevas
de habitacin como las mejores exponentes para ser incluidas en un
hipottico proyecto de Parque Arqueolgico.
Algunos aos despus, con ocasin de la construccin del via-
ducto de la variante a Tejina, se realiz un estudio arqueolgico de
un tramo muy especfico del barranco afectado por las obras, que
no supuso la localizacin de nuevos yacimientos arqueolgicos (Ba-
rroso Cruz y Marrero Quevedo, 2000). En 2003 se llev a cabo unIn-
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ventario arqueolgico de la margen izquierda del Barranco de Agua de Dios(Chvez lvarez et al., 2003), centrado principalmente en el tramo del
barranco correspondiente al Trmino Municipal de San Cristbal deLa Laguna. De los nueve yacimientos localizados en la prospeccincuatro correspondieron a Tegueste, siendo todos ellos inditos (Ba-rranco del Aguas de Dios Tejina n 5, 7, 8y 9): tres se definieron cuevas dehabitaciny el n 8 como material en superficie.
La prospeccin parcial ms importante se desarroll en 2007 y afec-t a todo el tramo teguestero del Barranco de Agua de Dios. El estudio,encargado por la empresa pblica Gesplan, fue dirigido por Candela-ria Rosario Adrin y Vicente Valencia Afonso. El trabajo, publicado re-cientemente (Rosario Adrin et al., 2010), se elabor con la intencin dedesarrollar el Plan Especial de Proteccinpara el Bien de Inters Culturalde la Zona Arqueolgica de Los Cabezazos10, que an segua incondoseen esos momentos. A pesar de que, en principio, el sector que debaprospectarse deba limitarse a la zona del futuro BIC, el estudio con-templ todo el tramo situado entre la zona de La Araita (en el entornodel casco antiguo de Tegueste) y el lmite municipal con La Laguna.Ampliada el rea de accin, la prospeccin constat 39 yacimientosarqueolgicos, de los cuales 32 correspondan a cuevas de habitaciny 7 a sepulcrales, contabilizndose 12 yacimientos como inditos (ib-dem, pp.: 152-153)11. Los autores diferenciaron dos zonas dentro de suPlan Especial: el lmite del BIC, con 27 yacimientos inventariados, yel tramo superior del barranco, donde se ubican 12 enclaves. En lapublicacin no se especifica cules de esos yacimientos son inditos(slo en algunos casos concretos se menciona si eran conocidos con
10. La denominacin oficial del BIC, segn el Decreto 166/2006, de 14 de noviem-bre y publicado en el BOC n 228, de fecha 23 de noviembre de 2006, es Barrancode Agua de Dios.
11. En cuanto a la zona estrictamente considerada como BIC, puede deducirseque los autores consideraron que los yacimientos definidos por el IPACO comoCueva n 17 A, B y C (Conjunto Arqueolgico de Los Cabezazos)43017A, B yC respectivamente, deban entenderse como una nica entidad arqueolgica.De igual forma ocurre con la Cueva n 19 A y B (Conjunto Arqueolgico de LosCabezazos)43019A y B, por lo que el cmputo global sera, efectivamente,
de 27 yacimientos.
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anterioridad), por lo que, para averiguarlo, es necesario acudir a la
memoria tcnica de prospeccin (Rosario Adrin y Valencia Afonso,
2007). En ella aparecen once yacimientos con la casilla de descubri-
mientoen blanco (y no doce, lo cual sea probablemente una errata).
De dichos enclaves, diez pueden considerarse, efectivamente, indi-
tos12, pero uno de ellos no: Barranco de Agua de Dios XXXVIII (n 38),
tambin conocido como La Higuera Cota, pues corresponde a un ya-
cimiento excavado por el Museo Arqueolgico de Tenerife en 1997.
Del conjunto de yacimientos inditos, la mitad se encuentra dentro
del BIC, quedando el resto distribuido en el tramo que discurre en-
tre El Murgao y el Casco Histrico de Tegueste.
Pocos aos despus se realiz otro trabajo de prospeccin que
tericamente afect a todo el trmino municipal. Desarrollado a lo
largo de 2008, form parte de un proyecto ms amplio, coordina-
do por la Unidad de Patrimonio Histrico del Cabildo de Tenerife,
denominado Diagnstico y Limpieza del Patrimonio Cultural de la Isla
Tenerife (Cabrera Prez, 2008). El trabajo de prospeccin, que atenda
tanto a conjuntos arqueolgicos como etnogrficos, registr 41 yaci-
mientos, de los que solo dos eran inditos: la estacin de cazoletas
y canales de Los Lzarosy la de Lomo de los Rivero13. El resto corres-
ponda al inventario realizado el ao anterior para el Plan Especial de
Proteccin del Barranco de Agua de Dios.
Los resultados obtenidos a lo largo de las dcadas en las distintas
prospecciones realizadas en Tegueste evidencian la dificultad que
presenta el Barranco para localizar con precisin los yacimientos
que contiene. No tanto por ser un espacio excesivamente abrupto,
12. Seran los siguientes: Barranco de Agua de Dios VI, VII, IX, XI, XXI, XXIV, XXX,XXXI, XXXIIIy XXXIV.Los cuatro primeros y el n XXIVse encuentran fueradel lmite del BIC.
13. En la prospeccin de 2011 no se inventari Lomo de Los Rivero. Se trata de unaestacin compuesta por una nica cazoleta de morfologa rectangular con unasdimensiones de 28x26 cm y 18 de profundidad que ofrece importantes dudasde adscripcin. Este enclave se valor con cautela a partir de sus caractersticas:tipo de ejecucin, posicin a ras de suelo, ausencia de otras cazoletas o canalesas como inexistencia de material arqueolgico en sus inmediaciones. El entor-
no, con un denso manto de vegetacin, cuenta con otros elementos etnogrficos
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sino por la vegetacin tan densa que presenta, que suele ocultar cue-
vas con contenido arqueolgico. Esto ha hecho que todos los equi-
pos de prospeccin que han trabajado en la zona (incluidos nosotros
mismos) hayan tenido problemas para registrar correctamente los
yacimientos, bien porque las coordenadas UTM no siempre son pre-
cisas en un espacio tan encajonado, o bien por el propio ocultamien-
to referido. En cualquier caso resulta fundamental, a la hora de abor-
dar una prospeccin del barranco, conocer con precisin los trabajos
previos, la cantidad de yacimientos inventariados o sus denomina-
ciones, con el fin de controlar adecuadamente las correspondencias,
especialmente cuando a un mismo yacimiento se le han otorgado
denominaciones distintas en cada inventario. Aunque parezca ba-
lad, la asignacin correcta del topnimo a los yacimientos en los
inventarios resulta esencial para una correcta evaluacin patrimo-
nial. Debido a que las afecciones naturales y antrpicas actan de
forma diferente en cada enclave arqueolgico, una valoracin ade-
cuada debe registrar siempre los cambios acontecidos a lo largo de
un perodo de tiempo prolongado. Gracias a la relevancia histrica
del Barranco de Agua de Dios se cuenta con numerosos inventarios
que evalan dicha situacin patrimonial. Sin embargo, la utilizacin
de topnimos diferentes en cada trabajo ha generado una importan-
te confusin, amplificada por las dificultades de geolocalizacin y
densa vegetacin que impone el encajonamiento del barranco. De
tal manera es as que, incluso, algunos de los investigadores que
participaron en diferentes inventarios asignaron denominaciones
distintas a un mismo yacimiento. Para evitar futuras confusiones,
en la prospeccin de 2011 se han empleado siempre las primeras de-nominaciones que fueron otorgadas (normalmente las del IPACO),
pero dejando constancia de los cambios posteriores.
La informacin histrica que se desprende del conjunto de tra-
bajos realizados es por desgracia, escasa. Debido a que la mayora
labrados en la tosca, y se han extrado bloques del mismo material en las inme-diaciones. Aunque como se ver ms adelante, la estacin podra encajar en elanlisis que se propone en esta obra, una necesaria prudencia obliga a dejar en
suspenso su identificacin como elemento arqueolgico.
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de ellos tienen un origen patrimonial, se ha enfatizado la localiza-
cin, descripcin y conservacin de los yacimientos dejando para
un estudio posterior que nunca se aborda la comprensin histri-
ca de esa distribucin espacial. Pese a la intensidad del trabajo de
campo acometido en el municipio de Tegueste, que ha permitido
un conocimiento ms preciso y ampliado de la zona, la produccin
cientfica en los ltimos treinta aos sobre el pasado aborigen puede
equiparse al que Diego Cuscoy reuni en la dcada de los aos 70
del siglo pasado. Ms an, los diversos inventarios realizados en
la zona y los incontables expedientes administrativos abiertos, que
pretendan impedir o limitar la destruccin del patrimonio arqueo-
lgico del Barranco, tampoco han tenido mucho xito. El expolio y
la degradacin de las cuevas han continuado hasta la actualidad,
solo limitados por la densa y tupida vegetacin que, en ocasiones,
ha impedido durante mucho tiempo el acceso a partes importantes
del Barranco. En esencia, estos trabajos de campo han atestiguado la
estrecha relacin espacial que existe entre cuevas de hbitat y cue-
vas sepulcrales, permitiendo constatar la intensa reutilizacin que,
incluso en poca aborigen, sufri el Barranco de Agua de Dios. Se
han destacado las excelentes condiciones de habitabilidad de las ca-
vidades de la zona, las peculiares caractersticas fsicas de aquellas
destinadas a contener restos humanos y la intensidad y densidad del
material arqueolgico que aparece por todo el Barranco. Pero poco
ms se ha avanzado en la comprensin de ese espacio para quienes
ocuparon durante ms de veinte siglos el territorio teguestero.
1.2. Excavaciones arqueolgicas en Tegueste.Datos y secuencias estratigrficas
Aunque el nmero de excavaciones arqueolgicas realizadas
en Tegueste y sus inmediaciones pueda considerarse elevado si se
compara con otros enclaves de la Isla, lo cierto es que la informa-
cin histrica que se desprende de ellas, tal y como ocurre con las
prospecciones, es relativamente escasa. En primer lugar, porque la
mayora de las excavaciones fueron realizadas bajo criterios analti-
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cos y metodologas de campo marcadamente arqueogrficos, donde
lo esencial era la recogida del mayor nmero de objetos y huesos
posible. Durante las primeras dcadas de estudio, donde la azada
(manejada con energa por algn campesino local) era el instrumen-
to ms comn, los datos obtenidos se caracterizaron por su pobreza
y escasa fiabilidad (Navarro Mederos y Clavijo Redondo, 2006: 188).
Cierto que a lo largo del tiempo se fue atendiendo a aspectos cada
vez ms contextuales, como el espesor de los paquetes estratigrfi-
cos, la composicin de los sedimentos, su coloracin, textura, etc.,
ampliando considerablemente la informacin que se infera de cada
yacimiento, pero la mayora de esas excavaciones se limitaron a reti-
rar, con ms o menos orden, los restos que se encontraban dispues-
tos en superficie. De ah que gran parte de la informacin recopilada
hasta las ltimas dcadas del siglo XXse orientara a registrar, en la
mayora de ocasiones, comportamientos sepulcrales ya constados
con anterioridad.
En segundo lugar, porque muchas de las intervenciones ms re-
cientes no han llegado a ser publicadas y siguen siendo meros in-
formes tcnicos que detallan el procedimiento empleado sin infe-
rir conclusiones explicativas de los resultados obtenidos. En cierto
modo, puede decirse que el problema est en que, atenindonos a lo
estrictamente publicado, se ha pasado de una arqueologa tradicio-
nal enfocada en el objeto a una arqueologa de gestin preocupada
fundamentalmente en proteger el patrimonio arqueolgico. Por una
u otra razn el Barranco y la comarca continan sin estudiarse.
Obviamente, la metodologa empleada en las campaas arqueo-
lgicas de las ltimas dcadas del sigloXX
y principios del sigloXXI
presenta una elevada sofisticacin que poco tiene que ver con las
primeras excavaciones. Pero la ausencia de una difusin adecuada
merma considerablemente su relevancia y, por tanto, dificulta la po-
sibilidad de avanzar en el conocimiento de la zona. Entre las razo-
nes que explican la deficiente divulgacin de los resultados es nece-
sario resaltar, como se ha indicado en otro lugar (Soler Segura et al.,
2011: 127-129), el cambio de perspectiva que se ha ido produciendo
en la disciplina arqueolgica en las ltimas dcadas: la progresi-
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va traslacin de actuaciones encaminadas a generar conocimiento
histrico hacia proyectos e iniciativas interesadas por inventariar
y gestionar el patrimonio arqueolgico. En este sentido, debe re-
cordarse que, desde hace ya ms de una dcada, no se emprende
ninguna excavacin arqueolgica en Tenerife bajo el marco de un
proyecto de investigacin. Salvo casos excepcionales vinculados a
iniciativas con trayectorias muy dilatadas14, actualmente los encla-
ves arqueolgicos excavados en la Isla se asocian exclusivamente a
la gestin patrimonial. Ya sea como consecuencia de hallazgos for-
tuitos o derivado del acondiciona-miento previo de futuras cons-
trucciones o infraestructuras, estas intervenciones tienen por objeto
documentar los enclaves con el fin de cumplimentar las exigencias
legales impuestas por las administraciones con competencias en
el Patrimonio Cultural. La supresin de anteriores programas de
financiacin ha lastrado la dinmica que, durante las ltimas dca-
das del siglo pasado, haba permitido incrementar el conocimiento
de muchos aspectos de la sociedad aborigen. El papel cada vez ms
restringido de la investigacin dentro de la arqueologa de Tenerife
y la prdida, por tanto, de apoyo institucional de esos proyectos
ha motivado el estancamiento de prometedoras perspectivas de
trabajo que se han relegado a iniciativas personales por parte de
doctorandos. As, y como consecuencia de la conversin de la disci-
plina cada vez ms en mera registradorade enclaves patrimoniales,
muchas de las intervenciones de las ltimas dcadas en Tenerife
no han sido publicadas, pasando los resultados obtenidos prctica-
mente desapercibidos para el resto de investigadores.
Aun as, y pese a las deficiencias y limitaciones indicadas, lasexcavaciones realizadas en Tegueste y sus inmediaciones acumulan
nuevos datos que, de forma directa o indirecta, han aumentado el co-
14. Como por ejemplo los trabajos de prospeccin y excavacin que viene rea-lizando el equipo dirigido por Matilde Arnay de la Rosa, en los lmites del Par-que Nacional del Teide, desde principios de los aos 80 del siglo pasado, y quese encauzan bajo una dinmica temporal muy especfica vinculada a los PlanesRectores de Uso y Gestin del Parque (Arnay de la Rosa y Gonzlez Reimers,
2007-2008).
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nocimiento material y emprico de mbitos concretos de la sociedad
guanche, como son: las caractersticas de los entornos domsticos, la
organizacin interna de los contextos sepulcrales, los distintos as-
pectos del ritual funerario, las enfermedades y hbitos alimenticios
o el avance en la reconstruccin del paleoambiente de la zona.
La informacin que sobre los entornos domsticos se ha recopila-
do en el Municipio procede de las excavaciones de las cuevas de Los
Cabezazos (TG-47) y La Higuera Cota (TG-75). Sin embargo, como se
indica ms adelante, las circunstancias en las que han estado inmer-
sos dichos trabajos han condicionado la relevancia de sus resultados
para el conocimiento histrico de la zona, al carecerse de una lectura
arqueolgica que relacione dicha informacin con el resto de aspec-
tos de la sociedadguanche.
Los Cabezazos es un enclave emblemtico de la arqueologa de
Tenerife. Constituye, junto a la Cueva de la Arenade Barranco Hondo,
la primera excavacin de un mbito domstico de la Isla abordada
bajo criterios estratigrficos. Adems, como consecuencia del mo-
mento sociopoltico en que fue dada a conocer, su topnimo ocupa
un lugar muy destacado en la memoria colectiva de investigadores
y aficionados a la arqueologa canaria. Fue excavada por primera
vez por Diego Cuscoy a principios de la dcada de los 70 del siglo
pasado, quien planific sus dos campaas aplicando una metodo-
loga que pretenda definir la diacrona del yacimiento (Diego Cus-
coy, 1975). Se identific la presencia de dos hogares, un pozo central
colmatado de sedimentos y dos niveles de tierra y cenizas que, al
revestir completamente el suelo, buscaba la impermeabilidad de
la superficie. La excavacin aport un alto nmero de fragmentoscermicos (cerca de 7.000 entre lisos, decorados, bordes, mangos y
amorfos), as como una importante presencia de la industria ltica
(con esferoides, machacadores, fragmentos de molino, alisadores y
lascas de basalto y obsidiana), industria sea (10 punzones), cuen-
tas de adorno, material malacolgico e ictiolgico y, finalmente, la
localizacin de restos de perro, cerdo y cabra. Sin embargo, como ya
analizamos en otro lugar (Soler Segura et al., 2011: 106-113), la escasa
experiencia en la aplicacin de esta metodologa limit considera-
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blemente los resultados, en la medida en que Diego Cuscoy no fue
capaz de elaborar una explicacin de las conexiones que se estable-
can entre los distintos paquetes estratigrficos identificados.
En 1994, el equipo dirigido por Rafael Gonzlez Antn, por en-
tonces director del Museo Arqueolgico de Tenerife, emprendi
una nueva excavacin de Los Cabezazoscon la intencin de revisar
la secuencia planteada por Diego Cuscoy, obtener nuevas muestras
datables y confirmar los resultados de algunos estudios bioantro-
polgicos sobre poblacin aborigen de la Comarca que indicaban
un aporte fundamental de alimentos vegetales en la dieta (Gonz-
lez Antn et al., 2002a). Sin embargo, transcurridos 20 aos desde
aquella excavacin, la memoria de esta intervencin sigue siendo
indita, habindose publicado tan solo algunos datos aislados o una
escueta descripcin de la cueva en la Gran Enciclopedia Canaria(Ro-
sario Adrin et al., 1995). Pese a la escasa informacin aportada en
la memoria, es posible mencionar la identificacin de nuevas estruc-
turas de combustin con importantes paquetes de ceniza en los que
aparecieron punzones, fragmentos cermicos, cuentas de adorno,
detritus alimenticios y gran cantidad de restos de industria ltica
en basalto con seales de uso. Adems, la presencia de carbones de
helechos en dichas cenizas ha sido interpretada como evidencia del
acondicionamiento de la cueva que, al mezclarse con otras cenizas
vegetales, tierra o estircol de ganado, crearan un pavimento que
nivelara el interior (Arco Aguilar et al., 2001: 173).
Similares problemas presenta la excavacin de La Higuera Cota
realizada pocos aos despus por el mismo equipo (Gonzlez Antn
et al., 2002b). Ms all de la memoria que describe el proceso tcnicode retirada de sedimentos a partir de niveles artificiales y cuadrcu-
las de un metro, se carece de una mnima interpretacin que aporte
significacin a las distintas estructuras de combustin identificadas,
a las relaciones estratigrficas que se establecen en el interior de la
cueva o a la posible correspondencia, si la hubiera, con la secuencia
de Los Cabezazos. Simplemente se constata la presencia de cermica
a mano y a torno, de adornos, industria ltica y sea, fauna terrestre
y marina (malacofauna e ictiofauna), telas, piezas metlicas, cenizas
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y restos vegetales (antracolgicos y carpolgicos). Esta excavacin,
de la que ni siquiera se conocen los resultados de las dataciones
realizadas, qued aparentemente inconclusa, en la medida en que
durante la campaa no lleg a excavarse en su totalidad todas las
cuadrculas planificadas.
Con respecto a la organizacin interna del espacio sepulcral de
las cavidades de Tegueste, los datos aportados por las distintas ex-
cavaciones tienden a confirmar las regularidades atestiguadas en
otros enclaves de la Isla. As, se evidencia el mal estado de conser-
vacin de los restos humanos debido al expolio y a las alteraciones
naturales, que provocaron la prdida o deterioro de gran parte del
ajuar y registro seo all conservado. Igualmente, se constata un rei-
terado uso de las cavidades mediante la incorporacin de nuevas
inhumaciones a lo largo del tiempo, lo que supondra la necesaria
recolocacin de los restos anteriores. Este hecho explicara, tal y
como apuntara ya Diego Cuscoy en los aos 40 del siglo pasado, el
aparente desorden interno de la mayora de las cavidades sepulcra-
les, en la medida en que los osarios tendran un carcter intencional
(Diego Cuscoy, 1972: 278). Dicha distribucin respondera, por tan-
to, a una clara organizacin del espacio funerario por parte de los
aborgenes que implicara otras labores de acondicionamiento como
la regularizacin del suelo (Diego Cuscoy, 1964: 8), la colocacin de
lajas a manera de cabezales (Diego Cuscoy, 2011a: 210), o la utiliza-
cin de repisas naturales.
En cuanto al anlisis de los restos seos procedente de estas ex-
cavaciones, han sido varios los investigadores que han utilizado
muestras del Barranco de Agua de Dios, aunque en lneas generalessu procedencia y estado de conservacin han limitado la informa-
cin inferida de ellos. El saqueo indiscriminado y sistemtico del
patrimonio arqueolgico de la Comarca condiciona irremediable-
mente el tipo de analticas que pueden aplicarse sobre estos restos,
en la medida en que la ausencia de datos fiables de localizacin
discrimina su empleo en procedimientos que, como los genticos,
requieren de un tratamiento especial. Solo en aquellos casos en los
que existen referencias directas, el estudio de los restos ha permiti-
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do aportar datos relevantes que informan sobre las enfermedades,la dieta alimenticia o la esperanza de vida de quienes ocuparon Te-gueste en el pasado. Adems, a esta ausencia de contexto arqueo-lgico de la mayora de las piezas bioantropolgicas se aade lacircunstancia de estar mejor representadas determinadas partes dela anatoma humana (normalmente crneos, mandbulas o huesosgrandes y largos de adultos), en comparacin con los huesos mspequeos del cuerpo (como manos y pies) y restos de esqueletofrgiles por su menor grosor cortical (infantes o ancianos); ya quedebido a su poca densidad sea y/o a su reducido tamao se des-componen ms rpidamente15. Esta diferencia en el muestreo con-diciona el alcance de los resultados obtenidos, pues al tratarse dedatos fragmentarios e incompletos no pueden ser generalizados alconjunto de la poblacin.
Tras el cambio de orientacin experimentado a partir de los aos90 del siglo XX, que motiv un distanciamiento del nfasis raciolgi-co y descriptivo que haba dominado la disciplina, el enfoque actualaplicado a los estudios bioantropolgicos permite ofrecer, como seindic anteriormente, informacin suficiente como para comenzar aproducir explicaciones ms generales que aborden el estudio de lasociedad aborigen. Los datos obtenidos evidencian una poblacincon marcadas patologas relacionadas con esfuerzos fsicos de ca-rcter cotidiano. A los primeros casos de dolencia reumtica atesti-guados en Barranco Miln(lvarez Delgado y Diego Cuscoy, 1947:156), se suman algunos ejemplos de traumatismos en el hueso sacroy fracturas en vrtebras torcicas de la muestra de Cueva del Guanche
(Estvez Gonzlez, 2002: 260-261), o dolencias producidas por trans-portar peso, como la alteracin patolgica de uno de los esqueletosadultos de Barranco del Agua de Dios IX (TG-84). La causa de esta l-tima lesin es una compresin intensa y repetida en la columna, en
15. Adems de pasar desapercibidos para la mayora de expoliadores, quieneshistricamente se han centrado en los crneos o en piezas seas ms volumino-sas. Los depsitos del Museo Arqueolgico de Tenerife, como tambin los de ElMuseo Canario, se encuentran repletos de donaciones descontextualizadas de
estas tipologas esquelticas.
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este caso a nivel lumbar, producida por lo general por cargar peso,
cuya consecuencia es la herniacin del disco intervertebral hacia el
interior del cuerpo vertebral adyacente (Rosario Adrin et al., 2007:
102).
A travs de la identificacin de marcadores dentales como las
caries, el sarro u otras alteraciones y desgaste en dientes proceden-
tes del municipio, se ha destacado una elevada frecuencia de caries
por pieza dental, un nivel alto en el desgaste, un menor grado de
sarro y un porcentaje mayor de prdidas y abscesos dentales que
otras poblaciones histrica de similares caractersticas, lo que esta-
ra indicando un modelo alimenticio basado, fundamentalmente, en
productos de texturas blandas, es decir, un mayor componente ve-
getal en la dieta (Chinea Daz et al.,1998: 357). El anlisis de micro-
fsiles vegetales (partculas microscpicas procedentes de antiguos
organismos vivos) indica el consumo de cereales del grupo Triticeae,
al que perteneceran, entre otros, el trigo y la cebada, as como la
presencia de otras especies vegetales como leguminosas o helechos
(Arnay de la Rosa et al., 2011: 189). Estas conclusiones sobre la dieta
la confirman, adems, la presencia de elevados niveles de bario y
estroncio en los huesos analizados, que se relacionan con una ali-
mentacin rica en elementos vegetales (ibdem, p.: 180). La relevan-
cia de estos estudios permite matizar, incluso, aspectos relacionados
directamente con los patrones alimenticios entre hombres y muje-
res, por cuanto se constata entre la poblacin femenina de Tenerife
un mayor aporte de productos vegetales (ibdem, pp.: 181-182). Estas
diferencias tan significativas entre sexos se correlacionan tambin
con los resultados obtenidos en el anlisis de losmarcadores nutricio-
nales, seales seas consecuencia de episodios en los que se detiene
el crecimiento del hueso por malnutricin. Tanto en hombres como
en mujeres se observa un patrn que acusa un pico hacia el primer
ao de vida y otro en la adolescencia o pre-adolescencia. Si bien en
el varn, hacia los 3-4 aos de vida, se observa un descenso de la
frecuencia, no ocurre lo mismo en la mujer, lo que puede indicar que
los nios pudieron recibir ms atencin que las nias en esa etapa
de su vida (ibdem
, p.: 191). Sin embargo, los datos relacionados con
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la esperanza de vida de la poblacin aborigen de Tegueste constatan
la media ms alta de la Isla, 3503 aos, cuya distribucin sexual es
de 3467 para los hombres y 3532 para mujeres (Rodrguez Martn y
Martn Oval, 2009: 112).
Finalmente, otro aspecto documentado por la excavacin arqueo-
lgica es el conocimiento sobre el paleoambiente presente en poca
aborigen. Aunque la atencin a este tipo de registro es relativamen-
te reciente en la arqueologa canaria, independientemente de que
Diego Cuscoy ya avanzara algunos datos sobre especies vegetales
en sus intervenciones16, el empleo del utillaje microscpico se rela-
ciona con la renovacin disciplinar de los aos 90 del siglo XX. Los
resultados obtenidos en el estudio antracolgico de Los Cabezazos
(TG-47) y La Higuera Cota (TG-75) han permitido concretar algunas
de las caractersticas de la vegetacin existente en Tegueste entre los
siglo IXy XVI. Aunque en la memoria tcnica de 2002 se mencionen
409 fragmentos de carbn, el cmputo total de restos analizados fue
de 6.025, en su mayora pertenecientes a especies vegetales propias
del bosque termfilo o el lmite inferior del espacio ocupado por la
Laurisilva, aunque tambin procedentes de otras especies introduci-
das17. A la espera de su publicacin por parte de sus investigadores,
es necesario destacar, desde el punto de vista cuantitativo, la presen-
cia del brezo, y desde el punto de vista cualitativo, la constatacin
de la palmera. En cuanto a la abundante presencia del primero (68%
en Los Cabezazosy 56% en La Higuera Cota), la autora expuso la posi-
bilidad de deberse a dos factores: a la gran cantidad de brezo en el
entorno de los yacimientos y a que esta planta leosa debi supo-
ner una importante fuente calorfica para la combustin (MachadoYanes, 2002: 4). De la presencia de palmera, identificada a partir de
un nico fragmento de dtil de palmera canaria (Phoenix canariensis)
16. Por ejemplo los ocho hachones de tea pertenecientes a Pinus canariensis de LaPalmita (Diego Cuscoy, 2011a: 212), o las maderas (indeterminadas) de La Enladri-llada(Diego Cuscoy, 1972: 289).
17. Desde aqu agradecemos las puntualizaciones que la Dra. Carmen Machadonos ofreci tan amablemente con respecto a la informacin que publicamos de su
informe antracolgico en Soler Segura et al., 2011: 143-144.
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procedente de La Higuera Cota (Rodrguez Martn y Martn Oval,
2009: 168), se dedujo el uso alimenticio de dicho fruto, infirindose
de l una serie de usos a partir de materias primas obtenidas de su
hoja (cestos, esteras, etc.). En cuanto a la identificacin de helechos,
cuyos carbones aparecieron formando parte de las cenizas de las
estructuras de combustin de Los Cabezazos, se interpret su uso con
el objeto de confeccionar camas vegetales, pavimentos o techumbres
destinados fundamentalmente a espacios domsticos y cuyo proce-
so de elaboracin debi realizarse en el interior de la cueva. No se
tratara, pues, de rizomas de helechos para elaborar algn tipo de
alimento, sino de hojas de helecho que fueron quemadas verdes.
Posiblemente, al mezclarlas con otra serie de cenizas vegetales, tie-
rra o estircol de ganado, fueron utilizados para crear el pavimento
de las cuevas o para calafatear rendijas de paredes (Arco Aguilar et
al., 2001: 173). En relacin a la recoleccin de maderas destinadas a
la combustin, especialmente brezo, la abundancia en la zona y la
proximidad del Monteverde, hacan de esa actividad algo frecuente
para los habitantes de estos dos asentamientos, especialmente en la
cueva de La Higuera Cota. Aunque sin datos suficientes que apunten
a un uso aborigen o posterior, se ha indicado tambin la presencia
de una muestra de carbn de higuera (Ficus carica) en Los Cabezazos
(Rodrguez Martn y Martn Oval, 2009: 167).
Similares conclusiones se alcanzaron en el estudio microscpico
realizado a un fragmento de molino circular hallado, en 1988, en el
exterior de Los Cabezazos(TG-47). Pudieron identificarse algunos ti-
pos de fitolitos y otros microfsiles vegetales, como abundantes mi-
crofragmentos de carbn, que podran estar relacionados con prc-ticas de molturacin de granos tostadoso, tambin, con el hecho de
que la pieza hubiera sido contaminada por partculas provenientes
de una estructura de combustin existente en la citada cueva. Se
identificaron fitolitos de palmeras, de varias partes de gramneas,
tanto de la epidermis de hojas y tallos como de las inflorescencias,
y de otras plantas con mayor dificultad para su identificacin, pero
que posiblemente pertenecieran al grupo de las compuestas (Aste-
raceae), al que corresponden plantas como las cerrajas o cerrajones
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(Sonchussp.), o incluso de helechos como la helechera o helecho co-
mn (Pteridium aquilinum) (Arnay de la Rosa et al., 2011: 190).
Las dataciones obtenidas en distintos enclaves de la zona ofre-
cen fechas relativamente homogneas que oscilan entre los siglos
VIIy XIIIdespus de la Era (Arco Aguilar et al., 1997: 73-74). Sin em-
bargo, hemos procedido a la calibracin de las fechas disponibles18
(ver Tabla 2). El hecho de calibrar fechas radiocarbnicas responde
a la necesidad de que la ciencia ha observado que la concentracin
del istopo de Carbono en la atmsfera no es constante como en un
principio se haba considerado. Esta concentracin vara en funcin
de los cambios producidos en la intensidad de la radiacin csmica
y se ve afectada por variaciones en el magnetismo de la Tierra y en
la actividad solar. Los cambios en el clima terrestre afectan a los flu-
jos de carbono entre reservas de C14 de los ocanos y la atmsfera,
alterando su concentracin. Adems de estos procesos naturales, la
actividad humana tambin es responsable de parte de estos cam-
bios. Entre el siglo XVIII y los aos 50 del siglo XX, la concentracin
de C14 disminuy por la mayor emisin de CO2; entre los aos 50
y 60 la concentracin de C14 se duplic, y en los aos 90 ya era
un 20%
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