Santa María Magdalena era natural de Magdala, ciudad a orilla del mar de Galilea.
Primeramente escucharía a Jesús desde lejos.
Por fin pudo acercarse a Jesús,
El número siete significa “muchos”; pero podían ser pecados o podían ser enfermedades. En la vida de Jesús encontramos que “echar demonios” suele ser sanar enfermedades, quizá un poco raras.
Sea que hubiera sido pecadora o que hubiera sido muy enfermiza, el hecho es que se hace discípula de Jesús y le sigue fielmente con un gran sentido de agradecimiento.
Unos lo hacían por curiosidad, otros por entusiasmo pasajero. María Magdalena iba creciendo en el amor a Jesús y en la comprensión de su doctrina sobre el Reino de los cielos.
Junto con otras mujeres, que también seguían a Jesús, puso a su disposición sus bienes y su esfuerzo diario.
Y un poco a ejemplo de la madre de Jesús, iba guardando en su corazón los mensajes de amor y misericordia hacia todos.
Llegó el momento de demostrar su amor a Jesús, yendo hasta el Calvario para derramar sus lágrimas a los pies de Jesús crucificado.
Llenó más su alma con las palabras de amor y perdón de Jesús desde la cruz.
Ayudó, en lo que pudo, en el descendi-miento del cuerpo de Jesús.
Y el domingo, al amanecer, sin saber la alegría que la esperaba ese día, fue al sepulcro de Jesús, queriendo embalsamar su cuerpo.
Según dicen los evangelios, se unió con María, la de Santiago, y con María Salomé.
El Señor ha resucitado.
María Magdalena fue corriendo para avisar a los apóstoles, diciéndoles, toda llorosa, que el cuerpo de Jesús había desaparecido.
Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco. Ellos le preguntan :”Mujer, ¿por qué lloras?” Ella les contesta: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Pero María Magdalena no sabe que es Jesús.
Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.”
A Jesús le basta una palabra dicha con mucho amor: “María”.
La Magdalena se postra a los pies de Jesús diciendo “¡Rabboni”, que significa: ¡Maestro!
Jesús le dice: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre”
Y la recomien-dó que se lo dijera a los apóstoles.
Jesús ha ido presentándose poco a poco, para ir acrecentando la fuerza del amor. Ahora ya María Magdalena está enteramente entregada a la voluntad de Dios, por medio de Jesús.
Luego iría por diversos caminos del mundo anunciando con su vida y con su palabra que nuestra felicidad será amar más y más a Jesús.
Hasta que un día sería llamada por Jesús para ir al cielo a gozar eternamente de su amor.
Automático
Así se lo dicen unos niños a María de Magdala:
No te apropies de Jesús, no tengas tanta cara.
Tu solita quieres ser, María de Magdala.
No te apropies, no, de Jesús,
Como quiso aquella mujer
AMÉN
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