Siglo XIX
Referencias históricas
Romanticismo
Realismo y Naturalismo
Referencias históricas
Napoleón Bonaparte pone fin al proceso revolucionario,
investido del poder imperial (1804). Intentó imponer en toda
Europa el dominio francés y las ideas de la revolución.
Ante la invasión francesa a España, el pueblo reaccionó y
Napoleón se vio obligado a mantener un gran ejército allí. En
1808 se inicia la guerra de independencia, que recién en
1813 permite volver al trono a Fernando VII.
La independencia de la América española tuvo lugar en el
contexto de decadencia de España como potencia
internacional.
En Europa, dos movimientos adquieren fuerza como
herederos de la Revolución Francesa: el liberalismo y el
nacionalismo.
La Revolución Industrial dio lugar a grandes masas de
trabajadores con condiciones de vida muy deficientes. La
explotación de los trabajadores originó el sindicalismo. El
desarrollo del movimiento obrero coincidió con la formulación
de una serie de teorías políticas que propugnaban la
emancipación del proletariado: socialismo utópico,
anarquismo y marxismo.
En 1848 se produjeron revoluciones sociales que implicaban
ideas liberales, nacionales y con protagonismo del
proletariado.
En el último tercio del siglo XIX el gran desarrollo del
capitalismo requería fuentes de materias primas y nuevos
mercados. El imperialismo de las grandes potencias fue el
fenómeno que se produjo. Inglaterra tomó posesión de India,
gran parte de África, Australia y Canadá. Francia fue la
segunda potencia imperialista con posesiones en África, Asia,
América y Oceanía.
Filósofos y científicos del siglo XIX
Comte (1798-1857)
Darwin (1809-1882)
Spencer (1820-1903)
Kierkagaard(1813-1855)Marx (1818-1883)
Nietszche(1844-1900)
Stuart Mill (1806-1870) W.James(1842-1910)
Gauss(1777-1835)
Bernard(1813-1878)
Mendeleyev (1834-1907)Mendel(1822-1884)
Maxwell (1831-1879)
Dalton (1766-1844)
Boltzmann(1844-1906)
Pasteur(1822-1895)Faraday (1837-1901)
Romanticismo
Filósofos del período romántico
Rousseau (1712-1778)Fichte (1762-1814)
Schelling (1785-1854)
Hegel (1770-1831)Schopenhauer (1788-1860)
Escritores y pintores románticos
Bécquer(1836-1870)
Byron (1788-1824) Goethe(1749-1832) Víctor Hugo
(1802-1885)
Blake (1757-1827)
Shelley (1797-1851)
Stoker (1847-1912)
Delacroix (1798-1863) Gericault (1797-1824)
Goya (1819-1823)
Espronceda (1808-1842)
Larra (1809-1837)
Hernández
(1834-1886)
Mármol (1818-1871)
Echeverría (1805-1851)Sarmiento (1811-1888)
John Keats (1795-1821
Romanticismo
Título de la pintura: La balsa de la Medusa
Pintor: Théodore Géricault (1791-1824):Año: 1819
Tamaño original: 491 x 716 cm
Tecnología: óleo sobre lienzo
Localización: Museo de Louvre, París
Canción del pirata José de Espronceda
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
Navega, velero mío
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
Allá; muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí; tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes
Realismo y Naturalismo
Escritores y pintores
Balzac (1799-1850) Dickens (1812-1870) Flaubert (1821-1880)Sthendal (1783-1842)
Zola (1840-1902)
Pérez Galdós (1840-1902)Cambaceres (1843-1888)
Laferrere (1867-1913)Cezzane (1839-1906)
Degás (1834-1917)
Gaugin (1848-1903)Courbert (1819-1877)
Daumier (1808-1879)Manet (1832-1883)
Millet (1814-1875)
Van Gogh (1853-1850) Renoir (1841-1919)Monet (1840-1926)
Payró (1867-1928)
Realismo
Título de la pintura: Los picapedreros
Pintor: Gustave Coubert (1819 -
1877)
Año: 1849
Tamaño original: 160 x 258 cm
Tecnología: óleo sobre lienzo
Localización: Colección O. Reinhart.
Winterthur, Alemania
“El túnel les había conducido a un segundo espacio
más singular que el anterior. Era una profunda grieta
abierta en el terreno, a semejanza de las que resultan de
un cataclismo; pero no había sido abierta por las
palpitaciones fogosas del planeta, sino por el laborioso
azadón del minero. Parecía el interior de un gran buque
náufrago, tendido sobre la playa, y a quien las olas
hubieran quebrado por la mitad, doblándole en un ángulo
obtuso. Hasta se podían ver sus descarnados costillajes,
cuyas puntas coronaban en desigual fila una de las
alturas. En la concavidad panzuda distinguíanse grandes
piedras, como restos de carga maltratados por las olas; y
era tal la fuerza pictórica del claro-oscuro de la luna, que
Golfín creyó ver, entre mil despojos de cosas náuticas,
cadáveres medio devorados por los peces, momias,
esqueletos, todo muerto, dormido, semi-descompuesto y
profundamente tranquilo, cual si por mucho tiempo morara
en la inmensa sepultura del mar.”
Marianela de Benito (fragmento) Pérez Galdós
Imagen
biográfica de
Lord Byron Por María Gabriela Gentiletti
George Gordon, Lord Byron
(1788-1824) lleva a la máxima
posibilidad de su generación la
realización de una vida abierta a
la experiencia. Él encarna el
ideal de un moderno Prometeo
que pierde el respeto a los
dioses a favor de las causas de
la libertad humana.
En su oda le canta a Prometeo,
pero es él mismo el que se
debate en la contienda entre la
voluntad de experiencias
transformadoras y el
sufrimiento. Hay una
identificación en él entre el
héroe poético y el propio poeta.
La vida de Byron es parte de su
obra y no podría haber
producido sus poemas sin su
vida. El héroe byroniano es en
gran proporción él mismo:
“...aristocrático, extrovertido e iconoclasta, petulante y audaz
en su crítica contra el orden social y moral,
temperamentalmente melancólico, cínico y hedonista en
su comportamiento, rebelde y solitario, luchador por las
causas de la libertad humana, gran amante y ateo
libertino y esencialmente egocéntrico.” (Gutierrez:198)
La experiencia vital que se libera de las convenciones
sociales, pero que no se satisface con la liberación de su
Yo, sino que proyecta su búsqueda en la ruptura de las
cadenas de los pueblos.
El bienhechor de la humanidad, el Prometeo que por amor a
los humanos engaña a Zeus para favorecerlos.
Prometeo, el astuto, desatará con sus actos el rencor de Zeus
que no volverá a enviarles el fuego a los hombres. Pero
volverá Prometeo a traicionar a su primo Zeus robando
las semillas de fuego de “la rueda del sol”. Prometeo será
castigado por esto, encadenado a una roca y torturado
sucesivamente por el águila que comerá su hígado, el
cual volverá interminablemente a regenerar haciendo
eterno el suplicio.
Byron se vuelve hacia Prometeo y a su mítica historia le
pregunta:
“...de tu piedad, ¿cuál fue la recompensa?
una intensa tortura silenciosa;
entre la roca, el buitre y la cadena...”
“...ante la cual su Espíritu se opone
de igual forma que a todas sus
desdichas, y firme voluntad y hondo
sentido, que puede columbrar, en la
tortura, su propia concentrada
recompensa, triunfante desafío
temerario, que torna de la Muerte una
Victoria.”
Ahí está todo, su
confluyente apuesta estética y ética.
No se puede comprender en
profundidad al poeta Byron sin su
vida, sin su tiempo, sin Inglaterra que
lo nombra Lord a la edad de diez
años. Byron necesita ser leído a la par
de su periplo legendario:
“Nadó en el Helesponto como el
Leandro de la antigüedad, atravesó
también el Tajo a nado y completó su
ruta mediterránea (España, Grecia,
Turquía) dando su vida por la
independencia de Grecia.” (Gutierrez:
198)
John Keats: el
poeta de la
imaginaciónPor María Gabriela Gentiletti
Hay una recomendación en
Keats que es atendible para los que
están disconformes con el orden
establecido, con el estado moral del
mundo o incluso con su propia vida.
Sabemos que hay en los románticos una
dislocación de su propio Yo; en un
mundo revolucionado por los
permanentes cambios, una generación
sensible no podía quedar exenta de las
convulsiones. Pero esos desajustes
vitales los impulsaron a fugas idealistas
por otros mundos posibles o a un exilio
en las profundidades de su subjetividad.
El consejo de John Keats en “Sobre el
mar” es el siguiente:
A los ensordecidos por rudo vocerío, a
los que estáis hastiados por tontas
melodías,
siéntense aquí y mediten cerca de
antigua gruta, hasta que oír empiecen tal
si ninfas cantasen.
Un consejo y una promesa. Se trata de aquietar los ruidos de la
sociedad que nos ensordecen y terminan por hastiarnos con
sus tonterías. Sugiere acercarse a la naturaleza, a la
inmensidad del mar y lo antiguo para ejercitar la vida interior,
pero específicamente la imaginación, la que nos remitirá a un
mundo mitológico, el creado por Homero o por todos esos
griegos que la historia denominó Homero.
En la Oda a una urna griega hay un hilo que trama la unión entre el
tiempo y la imaginación. Se trata de un juego de
distanciamiento subjetivo y de espejos de ideas.
No es una única urna griega la que describe, sino todas las que ha
visto y ahora evoca inventivamente. Esta operación le permite
anclar un tiempo pasado en otro tiempo –el de la escritura de
su poema- y perpetuarlo en el futuro. Su imaginación logra la
eternidad. “Preferir la imagen de un poema al objeto que la
suscita constituye una clave de la poesía de Keats [...] Sus
poemas aspiran a Ideas de las que el tema en sí es ya olvidado
y lejano evocador” (Cortázar:300/1)
Va en busca de la historia hacia esas múltiples urnas que le
muestran otro tiempo ideal: el de Grecia. No es lo concreto de
los hechos lo que busca... Luego de abrir las preguntas:
¿qué bordada leyenda
de dioses o mortales, o de ambos, rememoras
en el Tempe o en los valles de Arcadia? ¿Qué deidades
son esas o qué hombres? ¿Qué doncellas esquivas?
Avisora en el relato mítico el
posible fin de quienes ejercen la
ayuda humanitaria, pero acepta
la consigna, la hace suya. A su
propio espíritu le ha sido
otorgada “la contienda entre la
voluntad y el sufrimiento”. Hay
en Byron la conciencia de una
causa insoslayable, posee una
concepción de la vida como
marcha ineluctable hacia la
concreción de un ideal.
Hoy no
comprenderíamos el
egocentrismo de Byron; en el
siglo XIX éste implicaba una
máxima identificación del Yo
con la Idea, una vida que se
despoja a sí misma en pos de
torcer la voluntad injusta de
unos dioses que no se
compadecen de los pesares
humanos.
Éste es su típico
espíritu romántico: un yo que se
exalta en la experiencia social,
el héroe que vive y que tiene
clara conciencia del propósito
de esa vida e incluso de su
muerte:
“En la hoja marchita están mis días;
los frutos del amor ya se extinguieron;
y el gusano, la llaga y la desdicha
son mi único dominio!
¿Por qué vivir? ¿La juventud deploras?
Te encuentras frente al campo de batalla,
¡la muerte con honor brindar te exige
hasta el último aliento!”
Fragmentos de “Al cumplir los treinta y seis años”... Sabe que se muere,
pero dio su vida por la independencia de Grecia. La gloria es su
recompensa, pero su costo es la muerte. El Yo que todo lo alcanza
se aniquila en la experiencia. Doble suerte del héroe trágico del
romanticismo.
Prometeo, el vidente. Su don de profecía implica leer las mínimas
señales que en el presente anuncian el futuro, pero también está en
la sabiduría del pasado la posibilidad de intuir lo que vendrá. Byron
intuirá en el destino de Prometeo su propia suerte, y también la de
todos aquellos que luchan en contra de un orden impiadoso
establecido:
“La sorda tiranía del Destino
y de igual modo el Cielo inexorable,
y el principio instaurado del Encono
que para su contento crear debe
cosas capaces de aniquilamiento,
negándote hasta el gusto de la muerte...”
En la oda Prometeo está Byron: su causa y su comprensión de la
naturaleza humana; esa es la lección que le reconoce al mito
griego.
Entiende su vida y su destino en un mito. Descifra en una composición
estética su compromiso de acción y las consecuencias del mismo.
La triste existencia del hombre...
Luego de la agitación propia de la indagación, da el salto de la
imaginación que le permite escuchar la otra música de la
historia, la que se comunica de espíritu a espíritu:
Dulces las melodías si fueron escuchadas
pero mucho más dulces las no oídas, oh flautas,
tañed, más no al oído, sino más tentadoras,
tañed para el espíritu vuestras mudas canciones.
Es otro el tipo de experiencia que descubre, es la ligereza de
quien excede lo real concreto y posee sólo su visión ideal.
Ni a la memoria –o al pasado que hay en ella- plagia por
conservarle fidelidad; más bien, condensa los hechos, los
objetos, los momentos (como en los sueños) y de esa
forma logra su creación original.
Busca el pasado, pero lo actualiza en esa misma búsqueda
mental, y en ese movimiento logra la abolición de lo
temporal en un juego estético que hace con el tiempo
mismo. Por otro lado, es él mismo el que se constituye
como nexo, su cerebro y su pensamiento crean la obra, y
el acto mismo es la obra.
“Acerca así Keats –mediante un itinerario estético semejante al del Siglo
Vático- el sentido dinámico, temporal del romanticismo, el anhelo clásico
de intemporalidad, conciliando con el poema [...] una fijación que no es
detención, forma mágica de la vida y el movimiento concebidos en su
instante más hermoso, se reiteran eternamente sin decadencia ni hartura”
(Cortázar:303).
¿Qué encierra esa figura? La potencia del espíritu
del poeta que puede imaginar y jugar con la temporalidad.
El tiempo simbolizado en el ánfora griega es lo sublime
que lo excede, pero él se eleva y lo alcanza.
¡Oh, ática figura!...
Tú, forma silenciosa, nuestro pensar excedes / como la eternidad...
Lo temporal es lo sublime: el poeta sabe que todo pasa y reconoce que en el ánfora hay
mucha más permanencia que en los humanos.
¡Oh, tu pastoral fría!, cuando pasen los años y el tiempo nos consuma,
tú permanecerás entre cuitas distintas...
Pero la imagen de la urna es la de su propia creación, esta es la que llega hasta nosotros.
En esa proyección de su propia imaginación sabe que los años pasarán y sus palabras no, le
encomienda a ellas su propio mensaje a los hombres:
“La belleza es verdad, y la verdad, belleza”
y eso es cuanto requiere saber sobre la tierra.
El mismo ideal griego sobre la belleza en su relación con la sabiduría que es también
ideal romántico encarnado en John Keats que escribe y al hacerlo inmortaliza sus versos.
Este juego intelectual le permite un distanciamiento de su propio Yo, proyecta su espíritu,
su idea subjetiva en un objeto cuyo valor cultural o histórico es el símbolo de una realidad lejana
pero en la que se concretó un ideal cercano al del poeta. No se identifica con el reflejo de lo que
observa, sino que potencia su proyección espiritual con las preguntas y camina con algunas
certezas sobre el tiempo, la negación de la experiencia junto a la permanencia del amor, y el
conocimiento de la belleza y la verdad en un juego de espejos entre aquella urna griega ideal y su
propio Yo.
MARÍA GABRIELA GENTILETTI
ANA CLAUDIA MINNITI
Realizado por:
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