RODOLFO,BEATRIZY FANTASMAUNICORNIODE EUGENIA PÉREZ TOMAS
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Afuera, la detención. La noche se confunde con la nada. Un fantasma los sobrevuela. Es una historia de amor a la fantasía.
RODOLFO, BEATRIZY FANTASMA UNICORNIO
Actúan: Cristián Jensen, Rocío Stellato y Natalia C. CasiellesLuces: Rocío CaliriVestuario: Julia KovadlofEspacio: Eva RitcherMúsica: Carminha VillaverdeFotos: Luisina JacintoAsistencia: Ailín FormiaDramaturgia y dirección: Eugenia Pérez Tomas
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Funciones:Viernes de abril 2014, 20:30 hsClub Cultural Matienzo,Pringles 1249, Buenos Aireswww.ccmatienzo.com.ar
ENTREEL MÁS ALLÁY EL MÁS ACÁ POR MIGUEL PRENZ
-
-
Un juego mezcla de asociación libre y cadena de asocia-
ciones a partir del título Rodolfo, Beatriz y Fantasma Uni-
cornio: gran título, Hora de aventura y su Jake, su Finn, su
fugaz Elefante Guerrero Psíquico Ancestral, su Rey Helado y
las innumerables princesas con las que este está obsesio-
nado, la Dulce, la Grumosa, la Desayuno, la Embrión, la
Ángel del Espacio..., obsesión, pasión, amor, triángulo amo-
roso –no necesariamente en un sentido romántico–, trián-
gulo conflictivo, seres –podría decirse alma, pero ¿existe tal
cosa?– que sufren, seres perdidos, seres que buscan, seres
que no encuentran, seres que siguen buscando, seres que
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buscan en la eternidad –¿existe tal cosa?–, personajes de
Yasunari Kawabata, personajes de Yukio Mishima, la con-
vivencia de seres humanos y fantasmas asumida con natu-
ralidad por la cultura oriental, la convivencia de seres
humanos y fantasmas relatada con sutileza, sin efectos
especiales ni asombro, por la cultura oriental, el más allá, el
más acá.
la vez, que no se sabe si hombre o mujer –a fin de cuentas,
¿quién puede definir el sexo de un fantasma, si es que tal
cosa existe?–, en su mameluco blanco escotado, como un
personaje salido de El ansia.
Y es Fantasma Unicornio quien de arranque cuenta: «La
leyenda dice que el Pez Alado vuela los días de nubes carga-
das y que es muy difícil verlos porque son rápidos. Provocan
la asunción de las nubes para que fluya el agua, son de
colores exquisitos en su apariencia. La leyenda dice que el
primer humano en ver de cerca a un Pez Alado se pone
blanco como un gato cuando muere de melancolía. Los
Fantasmas Unicornios fueron humanos que se cruzaron con
estos peces y al morir quedaron encadenados al misterioso
animal».
Beatriz y a Rodolfo se cruzan con un Pez Alado, y así entran
en un limbo, una transición hacia otro estado, a lo largo de
la cual deberán resolver las cuentas pendientes del más acá
que en el más allá carecerán de importancia, que no exis-
tirán. Beatriz y Rodolfo son pasajeros en un tren.
Fantasma Unicornio no solo sobrevuela a Beatriz y a
Rodolfo, sino que interactúa con ellos, los guía en esa tran-
sición y, en escena –y en el papel–, ordena el relato, lo
conduce hasta el final. Hasta la última estación
Y más acá, debajo de ese título, en escena –y en el papel–,
una obra alimentada por algunas o todas esas asocia-
ciones... o quizá por ninguna de esas y sí por otras.
Lo innegable: el triángulo.
Beatriz, tan terrenal, tan física, con su cuerpo de bailarina.
Rodolfo, tan en la suya, con La metamorfosis en la mano,
como un anuncio, como una premonición. Fantasma Uni-
cornio, sin cuerno a la vista, pálido, tan orgánico y etéreo a
Un juego mezcla de asociación libre y cadena de asocia-
ciones a partir del título Rodolfo, Beatriz y Fantasma Uni-
cornio: gran título, Hora de aventura y su Jake, su Finn, su
fugaz Elefante Guerrero Psíquico Ancestral, su Rey Helado y
las innumerables princesas con las que este está obsesio-
nado, la Dulce, la Grumosa, la Desayuno, la Embrión, la
Ángel del Espacio..., obsesión, pasión, amor, triángulo amo-
roso –no necesariamente en un sentido romántico–, trián-
gulo conflictivo, seres –podría decirse alma, pero ¿existe tal
cosa?– que sufren, seres perdidos, seres que buscan, seres
que no encuentran, seres que siguen buscando, seres que
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buscan en la eternidad –¿existe tal cosa?–, personajes de
Yasunari Kawabata, personajes de Yukio Mishima, la con-
vivencia de seres humanos y fantasmas asumida con natu-
ralidad por la cultura oriental, la convivencia de seres
humanos y fantasmas relatada con sutileza, sin efectos
especiales ni asombro, por la cultura oriental, el más allá, el
más acá.
la vez, que no se sabe si hombre o mujer –a fin de cuentas,
¿quién puede definir el sexo de un fantasma, si es que tal
cosa existe?–, en su mameluco blanco escotado, como un
personaje salido de El ansia.
Y es Fantasma Unicornio quien de arranque cuenta: «La
leyenda dice que el Pez Alado vuela los días de nubes carga-
das y que es muy difícil verlos porque son rápidos. Provocan
la asunción de las nubes para que fluya el agua, son de
colores exquisitos en su apariencia. La leyenda dice que el
primer humano en ver de cerca a un Pez Alado se pone
blanco como un gato cuando muere de melancolía. Los
Fantasmas Unicornios fueron humanos que se cruzaron con
estos peces y al morir quedaron encadenados al misterioso
animal».
Beatriz y a Rodolfo se cruzan con un Pez Alado, y así entran
en un limbo, una transición hacia otro estado, a lo largo de
la cual deberán resolver las cuentas pendientes del más acá
que en el más allá carecerán de importancia, que no exis-
tirán. Beatriz y Rodolfo son pasajeros en un tren.
Fantasma Unicornio no solo sobrevuela a Beatriz y a
Rodolfo, sino que interactúa con ellos, los guía en esa tran-
sición y, en escena –y en el papel–, ordena el relato, lo
conduce hasta el final. Hasta la última estación
Y más acá, debajo de ese título, en escena –y en el papel–,
una obra alimentada por algunas o todas esas asocia-
ciones... o quizá por ninguna de esas y sí por otras.
Lo innegable: el triángulo.
Beatriz, tan terrenal, tan física, con su cuerpo de bailarina.
Rodolfo, tan en la suya, con La metamorfosis en la mano,
como un anuncio, como una premonición. Fantasma Uni-
cornio, sin cuerno a la vista, pálido, tan orgánico y etéreo a
Un juego mezcla de asociación libre y cadena de asocia-
ciones a partir del título Rodolfo, Beatriz y Fantasma Uni-
cornio: gran título, Hora de aventura y su Jake, su Finn, su
fugaz Elefante Guerrero Psíquico Ancestral, su Rey Helado y
las innumerables princesas con las que este está obsesio-
nado, la Dulce, la Grumosa, la Desayuno, la Embrión, la
Ángel del Espacio..., obsesión, pasión, amor, triángulo amo-
roso –no necesariamente en un sentido romántico–, trián-
gulo conflictivo, seres –podría decirse alma, pero ¿existe tal
cosa?– que sufren, seres perdidos, seres que buscan, seres
que no encuentran, seres que siguen buscando, seres que
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buscan en la eternidad –¿existe tal cosa?–, personajes de
Yasunari Kawabata, personajes de Yukio Mishima, la con-
vivencia de seres humanos y fantasmas asumida con natu-
ralidad por la cultura oriental, la convivencia de seres
humanos y fantasmas relatada con sutileza, sin efectos
especiales ni asombro, por la cultura oriental, el más allá, el
más acá.
la vez, que no se sabe si hombre o mujer –a fin de cuentas,
¿quién puede definir el sexo de un fantasma, si es que tal
cosa existe?–, en su mameluco blanco escotado, como un
personaje salido de El ansia.
Y es Fantasma Unicornio quien de arranque cuenta: «La
leyenda dice que el Pez Alado vuela los días de nubes carga-
das y que es muy difícil verlos porque son rápidos. Provocan
la asunción de las nubes para que fluya el agua, son de
colores exquisitos en su apariencia. La leyenda dice que el
primer humano en ver de cerca a un Pez Alado se pone
blanco como un gato cuando muere de melancolía. Los
Fantasmas Unicornios fueron humanos que se cruzaron con
estos peces y al morir quedaron encadenados al misterioso
animal».
Beatriz y a Rodolfo se cruzan con un Pez Alado, y así entran
en un limbo, una transición hacia otro estado, a lo largo de
la cual deberán resolver las cuentas pendientes del más acá
que en el más allá carecerán de importancia, que no exis-
tirán. Beatriz y Rodolfo son pasajeros en un tren.
Fantasma Unicornio no solo sobrevuela a Beatriz y a
Rodolfo, sino que interactúa con ellos, los guía en esa tran-
sición y, en escena –y en el papel–, ordena el relato, lo
conduce hasta el final. Hasta la última estación
Y más acá, debajo de ese título, en escena –y en el papel–,
una obra alimentada por algunas o todas esas asocia-
ciones... o quizá por ninguna de esas y sí por otras.
Lo innegable: el triángulo.
Beatriz, tan terrenal, tan física, con su cuerpo de bailarina.
Rodolfo, tan en la suya, con La metamorfosis en la mano,
como un anuncio, como una premonición. Fantasma Uni-
cornio, sin cuerno a la vista, pálido, tan orgánico y etéreo a
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REALIDAD,JUEGO Y TIEMPO NOTAS PARA UNA HIPÓTESISDE LECTURA DE RODOLFO,BEATRIZ Y FANTASMA UNICORNIO
POR XIMENA GONZÁLEZ-
-
“El jugar tiene un lugar y un tiempo. No se encuentra aden-
tro según acepción alguna de esta palabra (…). Tampoco
está afuera, es decir, no forma parte del mundo repudiado,
el no-yo, lo que el individuo ha decidido reconocer (con gran
dificultad, y aun con dolor) como verdaderamente exterior.”
D. W. Winnicott
“En la playa de interminables mundos, los niños juegan.”
R. Tagore
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Rodolfo y Beatriz y el Fantasma Unicornio y el pez alado se
encuentran en esa zona intermedia, ni adentro ni afuera de
ellos mismos, ni adent ro ni afuera de uno que los mira y que
participa del juego, con la seriedad y el compromiso que
siempre implica jugar. En ese lugar de transición, el tiempo
toma otra dimensión: se vuelve personaje, es denso pero
informe, no respeta linealidad, no existe como antes o
después, sino como soporte para ese sueño colectivo que se
desplaza entre realidad y juego. Me niego a pensar en la
propuesta de Eugenia Pérez Tomas como una obra, como
una puesta en escena, como un texto interpretado por
actores… En este juego yo hago de espectadora y me dejo
llevar a ese universo donde el lenguaje entiende solo de
palabras importantes que se escapan de Beatriz porque ya
no le caben adentro (o porque tampoco reconocen las
fronteras de su cuerpo) y atraviesan a Rodolfo como si fuera
permeable. Pero también me niego a hablar de Beatriz y de
Rodolfo como entidades autónomas, como unidades limita-
das por una membrana que establece un límite entre un
exterior y un interior, como capaces de decir YO. La ficción
acá es la de los cuerpos, que pretenden establecer una
frontera entre uno y otro, que intentan hablar de identidad,
que se enredan en el abrazo y se separan, una y otra vez,
deseando probar esa distancia, convencerse de esa pretend-
ida identidad basada en la separación del otro, en la posibi-
lidad de su huida, en la fantasía del abandono… Pero el
tiempo, que juega a la repetición, les niega el devenir, el
tiempo se anula a sí mismo, o mejor, se convierte en abso-
luto, envuelve a los cuerpos en el juego de ser uno y otro y
creer que la muerte es una cosa distinta a ese letargo. La
muerte espera -¿o ya llegó?- y no es cuestión de tiempo para
que se precipite, el tiempo sólo juega a hacer avanzar un
tren que corre en círculos, pasando incansablemente por el
mismo lugar y que sólo va a detenerse cuando el fantasma
unicornio lo levante y cambie las reglas del juego. Y en esta
variación del juego, cada vez soy menos yo y mas esa zona
indefinida, entre el adentro y el afuera, donde me miro en el
espejo de ese andrógino, ni hombre ni mujer, ni vivo ni
muerto, que viene a confirmar –empañando la certeza con
cierta melancolía- la vulnerabilidad de mis límites, a descu-
brir que yo también soy máscara. Entonces, en ese mundo
donde yo juego a ser invisible, a estar sentada y observar, y
ellos juegan a no verme y a que existe un tiempo que ahora
puede ser lineal, rompen el hechizo diciendo la palabra
mágica, FIN… Aunque al volver a prenderse la luz ya no
pueda reconocer la diferencia entre el verdadero rostro y la
máscara que cayó en el apagón
“El jugar tiene un lugar y un tiempo. No se encuentra aden-
tro según acepción alguna de esta palabra (…). Tampoco
está afuera, es decir, no forma parte del mundo repudiado,
el no-yo, lo que el individuo ha decidido reconocer (con gran
dificultad, y aun con dolor) como verdaderamente exterior.”
D. W. Winnicott
“En la playa de interminables mundos, los niños juegan.”
R. Tagore
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Rodolfo y Beatriz y el Fantasma Unicornio y el pez alado se
encuentran en esa zona intermedia, ni adentro ni afuera de
ellos mismos, ni adent ro ni afuera de uno que los mira y que
participa del juego, con la seriedad y el compromiso que
siempre implica jugar. En ese lugar de transición, el tiempo
toma otra dimensión: se vuelve personaje, es denso pero
informe, no respeta linealidad, no existe como antes o
después, sino como soporte para ese sueño colectivo que se
desplaza entre realidad y juego. Me niego a pensar en la
propuesta de Eugenia Pérez Tomas como una obra, como
una puesta en escena, como un texto interpretado por
actores… En este juego yo hago de espectadora y me dejo
llevar a ese universo donde el lenguaje entiende solo de
palabras importantes que se escapan de Beatriz porque ya
no le caben adentro (o porque tampoco reconocen las
fronteras de su cuerpo) y atraviesan a Rodolfo como si fuera
permeable. Pero también me niego a hablar de Beatriz y de
Rodolfo como entidades autónomas, como unidades limita-
das por una membrana que establece un límite entre un
exterior y un interior, como capaces de decir YO. La ficción
acá es la de los cuerpos, que pretenden establecer una
frontera entre uno y otro, que intentan hablar de identidad,
que se enredan en el abrazo y se separan, una y otra vez,
deseando probar esa distancia, convencerse de esa pretend-
ida identidad basada en la separación del otro, en la posibi-
lidad de su huida, en la fantasía del abandono… Pero el
tiempo, que juega a la repetición, les niega el devenir, el
tiempo se anula a sí mismo, o mejor, se convierte en abso-
luto, envuelve a los cuerpos en el juego de ser uno y otro y
creer que la muerte es una cosa distinta a ese letargo. La
muerte espera -¿o ya llegó?- y no es cuestión de tiempo para
que se precipite, el tiempo sólo juega a hacer avanzar un
tren que corre en círculos, pasando incansablemente por el
mismo lugar y que sólo va a detenerse cuando el fantasma
unicornio lo levante y cambie las reglas del juego. Y en esta
variación del juego, cada vez soy menos yo y mas esa zona
indefinida, entre el adentro y el afuera, donde me miro en el
espejo de ese andrógino, ni hombre ni mujer, ni vivo ni
muerto, que viene a confirmar –empañando la certeza con
cierta melancolía- la vulnerabilidad de mis límites, a descu-
brir que yo también soy máscara. Entonces, en ese mundo
donde yo juego a ser invisible, a estar sentada y observar, y
ellos juegan a no verme y a que existe un tiempo que ahora
puede ser lineal, rompen el hechizo diciendo la palabra
mágica, FIN… Aunque al volver a prenderse la luz ya no
pueda reconocer la diferencia entre el verdadero rostro y la
máscara que cayó en el apagón
“El jugar tiene un lugar y un tiempo. No se encuentra aden-
tro según acepción alguna de esta palabra (…). Tampoco
está afuera, es decir, no forma parte del mundo repudiado,
el no-yo, lo que el individuo ha decidido reconocer (con gran
dificultad, y aun con dolor) como verdaderamente exterior.”
D. W. Winnicott
“En la playa de interminables mundos, los niños juegan.”
R. Tagore
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Rodolfo y Beatriz y el Fantasma Unicornio y el pez alado se
encuentran en esa zona intermedia, ni adentro ni afuera de
ellos mismos, ni adent ro ni afuera de uno que los mira y que
participa del juego, con la seriedad y el compromiso que
siempre implica jugar. En ese lugar de transición, el tiempo
toma otra dimensión: se vuelve personaje, es denso pero
informe, no respeta linealidad, no existe como antes o
después, sino como soporte para ese sueño colectivo que se
desplaza entre realidad y juego. Me niego a pensar en la
propuesta de Eugenia Pérez Tomas como una obra, como
una puesta en escena, como un texto interpretado por
actores… En este juego yo hago de espectadora y me dejo
llevar a ese universo donde el lenguaje entiende solo de
palabras importantes que se escapan de Beatriz porque ya
no le caben adentro (o porque tampoco reconocen las
fronteras de su cuerpo) y atraviesan a Rodolfo como si fuera
permeable. Pero también me niego a hablar de Beatriz y de
Rodolfo como entidades autónomas, como unidades limita-
das por una membrana que establece un límite entre un
exterior y un interior, como capaces de decir YO. La ficción
acá es la de los cuerpos, que pretenden establecer una
frontera entre uno y otro, que intentan hablar de identidad,
que se enredan en el abrazo y se separan, una y otra vez,
deseando probar esa distancia, convencerse de esa pretend-
ida identidad basada en la separación del otro, en la posibi-
lidad de su huida, en la fantasía del abandono… Pero el
tiempo, que juega a la repetición, les niega el devenir, el
tiempo se anula a sí mismo, o mejor, se convierte en abso-
luto, envuelve a los cuerpos en el juego de ser uno y otro y
creer que la muerte es una cosa distinta a ese letargo. La
muerte espera -¿o ya llegó?- y no es cuestión de tiempo para
que se precipite, el tiempo sólo juega a hacer avanzar un
tren que corre en círculos, pasando incansablemente por el
mismo lugar y que sólo va a detenerse cuando el fantasma
unicornio lo levante y cambie las reglas del juego. Y en esta
variación del juego, cada vez soy menos yo y mas esa zona
indefinida, entre el adentro y el afuera, donde me miro en el
espejo de ese andrógino, ni hombre ni mujer, ni vivo ni
muerto, que viene a confirmar –empañando la certeza con
cierta melancolía- la vulnerabilidad de mis límites, a descu-
brir que yo también soy máscara. Entonces, en ese mundo
donde yo juego a ser invisible, a estar sentada y observar, y
ellos juegan a no verme y a que existe un tiempo que ahora
puede ser lineal, rompen el hechizo diciendo la palabra
mágica, FIN… Aunque al volver a prenderse la luz ya no
pueda reconocer la diferencia entre el verdadero rostro y la
máscara que cayó en el apagón
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AQUÍ HAY PALABRA.Hay intención.
Hay búsqueda de sentido.
Sentido para la palabra que es sentido para las vidas.
No hay destino.
Hay construcción.
Hay debe y hay haber.
No hay Dios.
Hay dioses.
Hay amor.
Pero no hay amor.
Ay amor!
Hay ruptura.
Hay cerca que no es amor.
Hay lúcido y lúcida.
Hay misterios que no se resuelven y hay misterios que no
importa.
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MARGARITARONCAROLO
AQUÍ HAY PALABRA.Hay intención.
Hay búsqueda de sentido.
Sentido para la palabra que es sentido para las vidas.
No hay destino.
Hay construcción.
Hay debe y hay haber.
No hay Dios.
Hay dioses.
Hay amor.
Pero no hay amor.
Ay amor!
Hay ruptura.
Hay cerca que no es amor.
Hay lúcido y lúcida.
Hay misterios que no se resuelven y hay misterios que no
importa.
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Hay un mirar lejos. Más lejos. Más lejos aún. Más allá atrás
del atrás de las cosas y las gentes.
Y cuando parece que se lo ha dicho todo y se lo ha mirado
todo
se vuelve a empezar.
Como el balanceo de una canoa en el agua del río.
Como con un pie adelante y otro atrás, y la mano que se
estira se estira y se estira para alcanzar lo que -se sabe-no
alcanzará.
Pero mirá que está ahí vamos otra vez.
Es de noche en el medio del campo. El campo no es la nada.
El campo es espacio, es campo para correr.
Es el tren. Que da vueltas en un círculo.
Lo dije: como el balanceo de la canoa en el río.
Es el mirar a través de la ventanilla. Pero no alcanza. Hay
que correr el riesgo. Bajar del tren.
La verdad está del otro lado del espejo.
Y la belleza?
Tal vez en saber soportar la verdad a medias, la verdad que
se nos escapa. Que se deja escapar porque se intuye que
habrá fuerzas y ganas
y mas verdades para dejar escapar
para volver a intentar
porque nada ha desaparecido del todo
nada ha dejado de inventarse
Miguel Prenz
Periodista. Autor de los libros El heredero del General
(Norma, 2011) y La misa del diablo (Tusquets, 2013).
Ximena González
Documentalista. Licenciada en Enseñanza Audiovisual.
Becaria del Fondo Nacional de las Artes. Integrante del
Colectivo de Mujeres Mumalá y del Colectivo de Cine Social
(Chile). Dictó clases y seminarios en la U. de Chile, U. Rafael
Landivar de Guatemala, U. de Buenos Aires, Instituto de Arte
Cinematográfico de Avellaneda y U. de Belgrano. Participó
de festivales y ganó premios nacionales e internacionales
con su primer largometraje “Mal del Viento” y con sus
cortometrajes “Y vi la esperma brotar de sus ojos” y “Marea”.
Actualmente distribuye el largometraje “Maxi Kosteki.
Constructor de caminos” realizado colectivamente en el
Canal Comunitario En Movimiento TV.
Margarita RoncaroloMaestra, poeta y performer.
Matienzo Artes Escénicas
www.ccmatienzo.com.ar