Roy Campos
REFLEXIONES EN TORNO A LAS
ENCUESTAS ELECTORALES PUBLICADAS EN EL ECONOMISTA 29 de julio al 23 de septiembre de 2012
ÍNDICE
A LAS ENCUESTAS; SU INFLUENCIA EN EL CIUDADANO.
B.- LAS ENCUESTAS: SU RELACIÓN CON LOS POLÍTICOS.
C LAS ENCUESTAS Y SU PAPEL EN LA ESTRATEGIA
D.- LAS ENCUESTAS Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
E.- LAS ENCUESTAS, ¿EL QUE PAGA GANA?
F.- LAS ENCUESTAS Y LOS LEGISLADORES
G- LAS ENCUESTAS, ¿PRONOSTICAN O DIAGNOSTICAN?
H- LA CREDIBILIDAD DE LAS ENCUESTAS
I- LAS ENCUESTAS Y LOS MITOS SOBRE SU METODOLOGÍA
A- LAS ENCUESTAS; SU INFLUENCIA EN EL CIUDADANO 29 Julio, 2012 - 21:52
A raíz de la elección del 2012 en México, de las encuestas preelectorales, de la impugnación en
la que por primera vez se les acusa de haber participado como una especie de “complot” para
influir en el votante y de ser cuestionadas por haber publicado resultados lejanos a los que se
generaron por quienes decidieron emitir su voto, me propongo escribir una serie de textos
genéricos no relacionados con el proceso mexicano y muchos de ellos ya antes escritos en éste y
otros medios, pero que todos pueden fácilmente relacionarse; voy a dividir los textos en
secciones:
la influencia, los medios, la relación con los políticos, la relación con quien paga, su influencia
en el elector (con la que hoy inicio), su credibilidad, su capacidad para pronosticar, su papel en
la estrategia, su metodología y algunas otras cuestiones.
Todos estos textos, basados en frases y oraciones simples que no requieren explicaciones
formarán parte de un texto completo que en el futuro publicaré. Por lo pronto, van algunas
reflexiones sobre la afirmación difundida y aceptada por muchos de que la difusión de encuestas
tiene como efecto un cambio de preferencia en el ciudadano.
Al respecto hay dos corrientes muy difundidas, incluso en la academia, una afirma que no tienen
mayor efecto y que no hay prueba contundente de ello; la otra pretende demostrar con ejercicios
de simulación (a veces no electorales) que el efecto existe y que tiene dos vertientes: (a)
bandwagon, que consiste en incentivar al ciudadano a votar como lo hace la mayoría, y (b)
underdog, que argumenta que se genera un movimiento para apoyar a quien parece ser el
competidor débil para igualar la contienda o evitar que gane el poderoso, cada quien que decida
cuál es su postura, pero van algunas reflexiones:
1.- Si se acepta que la difusión de encuestas tiene influencia en el resultado de una elección, se
debe aceptar que la no difusión también lo hace: una, porque provocaría cambios, y otra porque
los evitaría; una con información y otra con ignorancia; es preferible la influencia con
conocimiento, esto llevaría aunque sea en parte y si ese fuera el caso, a un voto razonado.
2.- Difundir una encuesta falsa es absurdo, si lo que reporta no está presente en la población
tampoco va a aparecer sólo porque lo diga la encuesta, éstas aproximan lo que ya existe en la
población y eso no cambia ni con mediciones buenas ni con malas.
3.- No hay evidencia de que la publicación de encuestas influya en el votante, pero si así fuera
debemos respetar la decisión de cada ciudadano al querer dar utilidad a su voto, sea para que
gane su candidato, para que no gane otro, para mantener el registro de un partido o incluso
debemos respetar su decisión de no votar, todas son decisiones racionales, por lo que debe
pelearse por más y mejores encuestas, pero no caer en la equivocación de querer prohibirlas.
4.- Dentro de las muchas cosas que podrían influir en un ciudadano para decidir su voto, las
encuestas son por mucho las menos importantes, no pueden competir con candidatos, campañas,
spots, regalos, costumbres, familia, amigos, etcétera.
5.- Hay analistas que al mismo tiempo argumentan que las encuestas “influyen” en el elector y
que también “deben pronosticar”, y no se dan cuenta de la gran contradicción en su
razonamiento.
6.- La inducción del voto a través de la publicación de encuestas es más un mito que está
presente en la mente de los políticos, poco hay de realidad, olvídenlo, una imagen sucia no se
lava con encuestas y una buena imagen no se ensucia sólo porque se publiquen resultados falsos.
7- Dicen que las encuestas son como los bikinis, “enseñan todo menos lo importante”, tal vez
sea cierto, pero al igual que los bikinis las encuestas tampoco modifican la realidad, aunque no
pueda verse en su totalidad
En muchas ocasiones he explicado la imposibilidad de que la estadística mida en una encuesta
de opinión el futuro, también he explicado las diferencias entre un ciudadano y un votante o lo
que es lo mismo entre una preferencia y un voto concluyendo que nadie gana por tener más
preferencias. Y dentro de esas explicaciones varias veces he argumentado que las encuestas no
pueden predecir el comportamiento de los actores políticos, no es posible, aunque quisiéramos,
estimar el efecto en las preferencias si no conocemos lo que hará cada partido. Y este texto lo
quise escribir porque pocas veces como hoy podemos ejemplificar este hecho según lo muestro
más adelante.
Antes de seguir quisiera mostrar cierta extrañeza de una situación que me preocupa. Entiendo de
alguna manera la posición de algunos periodistas y analistas que dicen esperar la jornada para
evaluar a las casas encuestadoras, tengo años reclamándoles por no leer todas las advertencias
que por decisión propia a veces y por ley en otras ocasiones les hacemos, les escribimos y
destacamos para que NUNCA crean que la encuesta se va a reproducir el día de la jornada, y a
pesar de esa hacer caso omiso de esa advertencia nos reclaman los fallos que ellos tienen al
tomarlas como pronósticos, pero de alguna manera los entiendo, su oficio exige información y
para ellos la encuesta le debe generar eso, la información sobre quién ganará una elección.
Lo que si me preocupa y mucho, es que colegas encuestadores, en reuniones públicas o en
textos, afirmen que la jornada califica a los encuestadores, aceptando con ellos su papel de
adivinadores, me preocupa porque no entienden la materia de su trabajo, lo sobreestiman y le
asignan poderes mágicos como modernos oráculos, e incluso preparan tablas comparativas de
los resultados finales respecto a encuestas publicadas aunque saben que estas se aplicaron a
población, en tiempos y en condiciones diferentes, la coincidencia tiene un grandísimo
componente de azar. (Los candidatos y los partidos no me preocupan, ellos saben que no es
pronóstico; al platicar con ellos escuchas argumentos como "vamos a cerrar fuerte" "vamos a
recuperar muchos puntos con la estrategia de cierre", "mediste un momento distinto a lo que ya
corregimos" o cosas similares que muestran un entendimiento superior al de muchos colegas).
Uno de las leyendas que acostumbro anotar al entregar una gráfica de preferencia a clientes de la
empresa a la que represento es algo como "las percepciones aquí mostradas reflejan el estado de
ánimo y el nivel de conocimiento de la población al momento de la entrevista, por lo que estos
resultados no tienen porqué replicarse el día de la jornada electoral". No puedo ser más claro, las
campañas intentan generar estados de ánimo y dar información al votante potencial, para de esa
manera intentar modificar o mantener su preferencia; si ese ciudadano además decide ir a votar,
lo haría por quien más éxito tenga en esa estrategia.
Pues bien, para poder difundir las encuestas electorales en los tiempos establecidos por la ley,
las encuestas se debieron levantar el fin de semana previo a la jornada (se puede extender hasta
el miércoles previo pero con los grandes riesgos de entrevistar una mala mezcla de ciudadanos
con fuerte carga de amas de casa o personas desempleadas que son las que están en sus hogares
entre semana) y como encuestador he recibido la pregunta "¿cómo crees que esto afectará los
resultados?" "¿crees que esto favorecerá a este partido?" y cosas similares, es decir, cada evento
se ha percibido como potencialmente importante en el resultado.
Los conteos rápidos muestran la solidez metodológica y estadística ya que no hay entrevista de
por medio, lo que afirmo es que una encuesta se evalúa por su metodología, no por su resultado.
Una buena encuesta, por muchos motivos puede alejarse del resultado, y una mala encuesta
puede validarse erróneamente cuando el azar la lleve a coincidir con ese resultado.
Lo que si hacen las encuestas es generar escenarios, ninguno de ellos con el 100% de
probabilidad de ocurrencia, pero voy a dejar otra provocación: por ejemplo, si un partido tiene el
90% de probabilidades de ganar en 12 estados (es decir su ventaja es amplia en todos los casos),
cualquier analista diría que el escenario más probable es que ese partido gane los 12, y eso es
incorrecto; en el caso planteado, aunque algunos lo consideren contra intuitivo, el número de
estados que ganará con más probabilidad es 11 (de hecho es 10.8 estados pero es más claro
cerrar ese valor a un entero), ese número de estados es más probable que 12, aunque no
podamos decir cuál estado perdería.
Por lo pronto, este debate se que no termina y que aun con tanta advertencia veremos que en
cada jornada electoral aparezca el clásico "le fallaste" en algún o algunos lugares. Mientras llega
ese momento, espero que los políticos respeten y reaccionen no a lo que dicen y hacen otros
políticos, sino a lo que hacen y a como votan los ciudadanos, es decir, que respeten la voluntad
popular.
B-LAS ENCUESTAS: SU RELACIÓN CON LOS POLÍTICOS 06 Agosto, 2012 - 21:52
En esta ocasión trato sobre la relación que tienen las encuestas con su principal público, los
políticos, que son quienes más las buscan, las usan, las contratan, las critican, las desconocen
pero siempre están pendientes de ellas sin importar quien las haga ni donde las publica, las
consideran espejos donde les gusta verse bien. Sobre esta relación encuestas-políticos van
algunas reflexiones:
1) Pedir a los encuestadores que evitemos el mal uso que los políticos hacen de las encuestas es
como pedirle a los periodistas que eviten el mal uso que hacen con cada noticia esos mismos
políticos, quien hace mal uso de una encuesta va a hacer mal uso de todo lo que le convenga, el
problema es justo el político y no la encuesta.
2) A los políticos no les molestan las encuestas, de hecho las usan, las analizan y si pueden las
contratan, lo que generalmente les molesta es que sean públicas porque les destruye su discurso
y muestra condiciones que no les conviene se conozcan, sin las encuestas públicas el político
podría mentir con mayor facilidad.
3) No existe el “mejor encuestador” para un político, al igual que con un doctor debe trabajar
con el encuestador al que le tiene confianza y con sus datos tomar sus decisiones, y también
como en el caso de los doctores si la decisión es muy importante a veces sirve escuchar
segundas o terceras opiniones.
4) el trabajo de un político, este en funciones de gobierno o en campaña electoral, es mantener
motivados a su equipo de trabajo y a sus simpatizantes; se entiende entonces que llamen falsas o
incorrectas a todas las encuestas que no les favorecen, esos ataques no deben afectar el trabajo
de los encuestadores, es parte de las presiones a las que siempre están expuestos.
5) El encuestador debe trabajar sin dejarse presionar por la opinión de la prensa ni de los
políticos que a veces vienen en el mismo sentido, cada quien debe hacer su trabajo; el político
quisiera siempre escuchar cosas favorables, los medios cosas interesantes y el encuestador solo
quiere escuchar las respuestas de los ciudadanos sin importar si las estas gustan o no gustan a
quien paga la encuesta.
6) A veces los partidos deciden usar encuestas para “elegir candidatos”, ese concepto es
equivocado, las encuestas son solo un mecanismo que los políticos han encontrado para resolver
un conflicto y encontrar un candidato de unidad, pero la encuesta NO elige candidato ni
gobernante, NO sustituye a los votos, estos últimos siguen siendo la esencia de la democracia y
no las encuestas.
7) Quien contrata una encuesta no tiene derecho a modificar un solo dato de los resultados pero
si tiene la alternativa de no difundirlos; eso da como resultado una idea de que las encuestas
siempre favorecen a quien las contrata cuando el razonamiento es otro: “quien las contrata
decide lo que se difunde” y eso se puede convertir en “quien contrata difunde lo que le favorece
y guarda el resto” y ese hecho es lo que hace tan importante la existencia de encuestas de
medios en periodos electorales.
8) se escucha a políticos y militantes usar expresiones fáciles como “el pueblo quiere” o “todos
sabemos” y hablan en general de lo que piensa el grupo al que ven, con el que viven o con el
que conviven, y esos mismos políticos se sorprenden si su dicho se contrapone con una
encuesta; en general consideran que ellos miden mejor con su percepción que una encuesta con
un método, que si bien no es exacto al menos es replicable.
En general la relación de un encuestador con un político tiene altibajos, nos aplauden cuando les
va bien y hasta nos consideran amigos pero a la primera que se les muestra en declive o con un
resultado negativo nos consideran adversarios y buscan intenciones ocultas, en ese sentido hay
una máxima sencilla: obedecer a los números. ellos son siempre fríos y son el mejor escudo
contra la crítica, lo que genera la encuesta no es opinión del encuestador sino de los
encuestados.
C- LAS ENCUESTAS Y SU PAPEL EN LA ESTRATEGIA 12 Agosto, 2012 - 21:52
En esta tercera entrega centraré la atención en la forma como la clase política utiliza o debe
utilizar los resultados de las encuestas para el diseño de sus estrategias, ya sea en gobierno o en
campañas electorales; los dos textos anteriores (la influencia en el ciudadano y la relación
encuestas-políticos) fueron, de alguna manera, la introducción para ir acercándonos a la función
que deben tener las investigaciones de la opinión pública y sé que hay quien insiste en quererlas
ver como oráculos, como menciono en el primer texto, o como espejos de vanidad, como lo
platico en el segundo. No puedo dejar de notar que ninguno de los temas será excluyente, así el
uso de la estrategia y la relación encuestas-políticos están, de alguna manera, en este apartado y
en cada entrega se podrán encontrar reiteraciones, por ejemplo, el sentido estratégico de difundir
encuestas buscando influir en el ciudadano cabría en los tres temas hasta ahora expuestos. Por lo
pronto, van algunas reflexiones.
1.- En una campaña electoral a veces un candidato pierde más tiempo peleándose con los
resultados de las encuestas que haciendo lo posible para cambiar esos resultados; es más
riesgoso basar su campaña en lo que percibe que en lo que le muestran las encuestas, si se
desgasta en desconocer los resultados es muy probable que sigan las cosas igual, si los interpreta
bien es muy probable que las pueda cambiar.
2.- Si un candidato consigue votos interpretando correctamente las encuestas y construyendo su
discurso de acuerdo con el sentir ciudadano, entonces hizo lo correcto; ¿por qué después afirma
que las encuestas fallaron?
3.- Un gobernante o un político no deben basar sus decisiones en lo que dicen las encuestas,
éstas no son para obedecerse, pero sí deben dar una idea sobre el apoyo o el rechazo de lo que
dicen o lo que hacen; ese conocimiento les indica, por ejemplo: el tono, el tiempo, la
profundidad o la pertinencia de cada discurso y cada propuesta.
4.- Cuando un partido decide “elegir candidato” utilizando las encuestas busca al candidato que
en ese momento “maximice” las preferencias y genere mayores simpatías, pero NO considera su
capacidad de gobierno ni los méritos acumulados por los aspirantes, ni su fidelidad a la
ideología ni muchas otras variables; por tanto, usar encuestas no garantiza la unidad, el triunfo y
mucho menos el buen gobierno.
5.- En campaña, los candidatos no inventan nada, lo que nos dicen y lo que nos proponen está en
la mente del ciudadano, por eso vemos campañas llenas de diagnósticos y algunas soluciones
generales, muy pocas propuestas concretas y, por si fuera poco, esas propuestas y esos
diagnósticos son muy similares entre los competidores, porque todos se preocuparon por
investigar al ciudadano y ninguno se va a atrever a contradecirlo cuando lo que busca es
identificarse con él.
6.- Está bien que un político se acerque a las encuestas, que las lea, que las analice, que las
entienda, que a través de ellas escuche al ciudadano, pero lo que debe saber es que no son para
obedecerse. Sumar los intereses personales de cada gobernado no es siempre la mejor forma de
lograr el interés colectivo (el pago de impuestos es un buen ejemplo).
7.- Si se hace una encuesta y deliberadamente se trata de obtener respuestas sesgadas, se tira el
dinero; es tonto gastar para oír falsedades y por ello se equivocan quienes descalifican a una
encuesta con el argumento de que “escogen dónde ir o preguntan mal para obtener el resultado
que les gusta, aunque saben que es falso”; esa descalificación normalmente es de quien no
entiende de encuestas.
8.- Hay quien cree que las encuestas sirven para pronosticar un resultado, pero los estrategas se
ríen de eso; saben que precisamente son para evitar que se dé ese resultado; los profesionales de
la estrategia utilizan lo que los ciudadanos opinan para saber cómo comunicarse con ellos, cómo
persuadirlos, cómo lograr que volteen a verlos y les den la confianza; es decir, buscan modificar
lo que la encuesta dice, no preservarlo.
9.- (Como hemos dicho antes) ¿Que un político difunde “encuestas” como parte de su
estrategia?, ¿que la encuesta será parte de su propaganda? Seguramente; no nos debe asustar.
Los políticos usarán todo lo que puedan y si creen que una encuesta les sirve, la hayan o no
contratado ellos, la usarán; lo hacen todos, no es característica de un partido.
Como mencioné, algunas de las reflexiones tocan puntos coincidentes con los textos previos. La
mayoría de las encuestas que se hacen en campaña o en gobierno no es pública y se hacen para
tomar decisiones estratégicas, y esas estrategias que se generan con las encuestas no-públicas
son las que realmente mueven la opinión ciudadana y por ende las preferencias y no la
publicación del resultado como afirman algunos.
D- LAS ENCUESTAS Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN 19 Agosto, 2012 - 21:52
Tal vez éste sea el tema más delicado de los que hasta ahora he tratado. Ya hablé de la
influencia en el elector, de la relación con los políticos y del uso en la estrategia, pero hablar de
la relación de las encuestas de opinión pública con los medios es iniciar reconociendo que para
el ciudadano normal, las encuestas no existen sin ellos, el verdadero nacimiento con el actual
nivel de fuerza y con la posible influencia se da cuando los medios las adoptan como un
mecanismo de atraer la atención; no puede entonces entenderse ni siquiera este texto sin la
sinergia que se ha logrado establecer entre los medios de comunicación y las encuestas.
La situación de impugnación a las encuestas electorales en México tiene que ver con la difusión
que lograron en los medios, más allá de los resultados que reportaban. Por eso debemos hacer
algunas reflexiones importantes de cómo se ha establecido esta relación.
En algunos países desarrollados, el tamaño del mercado que representan los medios al contratar
encuestas permiten a las encuestadoras trabajar exclusivamente para esos medios, lo cual evita
que a esas encuestas se les apliquen descalificaciones como “trabaja para X partido” (que es la
primera y más común forma de desconocer un resultado para quien no le gusta) y, por el
contrario, los encuestadores de partido NUNCA publican encuestas porque se hacen para la
estrategia y no para difundir y dar elementos de análisis a los adversarios. Ahí reside la solución
al conflicto que en México aún no resolvemos: a los encuestadores de partido les exigen
“diagnóstico”, no que adivinen el final, sino que digan cómo hacer la campaña para mover las
preferencias; a los encuestadores de medios les piden generar “pronósticos”, porque al medio le
importa poco lo que quiere hacer cada partido, sino que desea dar una idea a los ciudadanos de
cómo puede quedar la elección. Pero resulta que en la gran mayoría, no estoy hablando de
algunos, sino de casi todos los países, los mercados están mezclados; los partidos y los medios
contratan a quienes consideran los mejores encuestadores y estos encuestadores han optado por
tener como principal objetivo generar diagnósticos y no pronósticos; al final, entonces, resulta
que “al diagnosticador se le califica como pronosticador” en el momento en el que la encuesta
pasa a formar parte de la información de los medios. Se entiende perfectamente lo anterior
aunque sea una forma equivocada de calificar encuestas, de hecho, evaluar a una encuesta por la
frase “le atinó” es mucha pobreza de análisis que deja fuera conceptos como qué cambios se
generaron, quiénes se presentaron a votar, cuáles fueron los índices de participación, cuáles
fueron los motivos finales del voto, etcétera.
Pero para seguir con el estilo de reflexiones de los anteriores textos van algunas:
1.- El bajo interés en la política es la principal explicación a la diferencia, a veces gigante, entre
la opinión “pública” y la “publicada”; la primera se mide con encuestas y pocas veces coincide
con lo que los “opinadores” escriben y comentan, y no porque ellos estén mal, sino porque están
más interesados o motivados a estar atentos.
2.- Cuando acusan a los medios de difundir encuestas buscando “moldear la opinión”, además
de no tener pruebas de que lo logren, no están acusando de falsedad a la encuesta, en el fondo
les molesta que no se moldee la opinión de quien acusa, es decir, lo que molesta es la
discordancia entre el resultado de la encuesta y la postura del que se enoja.
3.- La publicación de encuestas en los medios normalmente está limitada en espacio y temas de
interés, lo que hace que en ocasiones no se pueda difundir todo el contexto, por ello es
conveniente aprovechar medios como Internet para poner los informes completos para quien
desee consultarlos; mientras que la difusión en el medio tradicional puede no ser
responsabilidad completa del encuestador, lo que pone en su página de Internet sí lo es.
4.- Cuando los medios contratan encuestas debemos entender que buscan difundir para generar
noticia, para atraer lectores, para incrementar audiencia, no para hacer campaña ni para
convencer a nadie, como ocurre cuando el contrato y la responsabilidad de publicar viene de un
actor político.
Por ello en periodos electorales se recomienda seguir las encuestas de medios, no porque los
demás estén mal, sino porque la razón de la difusión es distinta.
5.- Cuando un partido político, un candidato o un funcionario envía una encuesta a los medios
pidiendo o buscando su difusión, lo que hace es enviar un boletín de prensa.
6.- El nacimiento de las encuestas políticas como participantes de las campañas electorales y de
las evaluaciones a programas de gobierno tiene su origen en la atención que los medios de
comunicación pusieron en ellas, como método existen desde hace mucho, pero como
generadoras de notas, aún tenemos que aprender.
7.- Aunque es un tema que después se tratará, la regulación a la difusión de encuestas se inscribe
en el acotamiento a la libertad de prensa que en las limitaciones a la realización de encuestas.
En los siguientes textos entraré a temas álgidos como la regulación, la metodología, la
credibilidad y su capacidad predictiva, todos ya tocados de pasada; mientras tanto sigo
recibiendo comentarios en Twitter @RoyCampos. Aun siendo desacuerdos los leo y los
disfruto.
E- LAS ENCUESTAS, ¿EL QUE PAGA GANA? 26 Agosto, 2012 - 21:52
Uno de esos “mitos” que se manejan durante las campañas electorales es que “el que paga
gana”, el cual tiene su razón de ser, pero es totalmente falso, según trataré de explicarlo más
adelante a través de frases cortas y conclusiones de ellas.
1. Una buena encuesta muestra la forma en la que opina la población medida a partir de las
respuestas de los encuestados, éstos no tienen por qué responder lo que quiere escuchar quien
contrata la encuesta, a menos de que ya lo piensen, la desconfianza del contratante normalmente
se traslada a los resultados y es esa desconfianza, y no la metodología, la que provoca la
descalificación.
2. Quien contrata una encuesta puede decidir si un resultado se publica, ése es su derecho, pero
si difunde un dato falso, el encuestador tiene derecho a desmentirlo si lo considera necesario y a
veces hasta a corregirlo públicamente. El que paga no responde cuestionarios, no procesa los
resultados y no puede modificar el reporte.
3. Existe una tendencia a criticar que un político contrate encuestas y pague por ellas, por alguna
razón creen que si son gratis las encuestas, son mejores, es como creer que es mejor ir con un
doctor, un abogado, un ingeniero o cualquier profesionista que dé servicios gratuitos que con un
profesional que dedique 100% de su tiempo a hacer encuestas. En el caso de un político, malo
sería si sus acciones las guiara solamente por lo que le dicen sus asesores o por lo que lee en la
opinión publicada, es mejor que escuche a la población a través de las encuestas.
4. Una empresa encuestadora que se preste a alterar resultados a solicitud de un cliente no dura
mucho tiempo en el mercado, se le contrata para conocer lo que existe en la población, no para
inventarlos.
No hay mejor forma para mantenerse en el mercado que hacerle ver a los clientes que los
números de una encuesta pueden estar mal, pero NO es posible alterarlos. Hacer una encuesta
para generar datos falsos es tirar el dinero.
5. Una verdad atrás del mito es que quien paga la encuesta es quien aprueba su difusión o quien
podría vetarla, de esa manera es raro el caso de quien acepta difundir una encuesta que le es
desfavorable habiéndola pagado, lo anterior provoca que “casi todas las encuestas que se
publican favorecen a quien las pagó” y eso se traslada equivocadamente a “todas las encuestas
favorecen a quien las pagó”, haciendo caso omiso a la falta de lógica en la conclusión.
6. (Ya platicado en la relación con los medios) en campaña electoral, los medios de
comunicación contratan encuestas para dar a conocer el resultado, su utilidad es atraer lectores y
audiencia, por ello siempre recomiendo prestar más atención a sus estudios que a aquellos que
difunde un partido político y no porque sean mejores, sino porque la intención no es la de hacer
propaganda.
7. Todos los encuestadores hemos sufrido alguna “presión” para generar datos al gusto del
cliente, a veces esa presión es solamente escuchar sus puntos de vista de cómo deben de salir los
datos; a veces nos muestran sus estudios internos tratando de influir y otras veces abiertamente
dicen que les convendría uno u otro resultado, pero finalmente la única salida del encuestador
para mantenerse como tal es entregarle los resultados aunque no le gusten, ya después si estos
resultados se hacen públicos es una decisión de ese cliente.
8. En condiciones normales la inmensa mayoría de las encuestas durante una campaña electoral
no se difunde, se usa para generar y para medir los resultados de sus estrategias; normalmente
esas que no se conocen coinciden con las que se publican, a pesar de que también por estrategia
los candidatos a quienes no favorecen las encuestas públicas afirman tener datos distintos.
Como se ve, la acusación de “el que paga gana” tiene su origen en un atisbo de verdad, ya que a
los políticos les gusta ver publicadas encuestas en su favor y el candidato que va adelante
generalmente difunde las suyas, pero si el mito fuera cierto habría encuestas favorables a todos
los candidatos en una contienda y eso normalmente no pasa, simplemente quien no va adelante
mantiene las suyas a nivel privado y quien va adelante busca que sean públicas
F-LAS ENCUESTAS Y LOS LEGISLADORES 03 Septiembre, 2012 - 21:52
Hace unos días en México se instaló un nuevo congreso y hay voces pidiendo una nueva
legislación para las encuestas, por eso decidí adelantar este tema y platicar al respecto. Lo
primero hay que especificar que ante la pregunta "¿se debe legislar sobre las encuestas?" la
única respuesta que acepto es "sí" y no es una postura de hoy, así lo creo desde hace años y
quien ahora exige una ley parece no saber que las encuestas se rigen en una muy estricta y que
ha venido evolucionando. Las encuestas están sujetas a una ley federal que les obliga a cumplir
con requisitos de transparencia, de solidez y de profesionalismo, pero además el gremio tiene
una autoregulación que obliga a la certificación en calidad y al cumplimiento de códigos de
ética con estándares internacionales. No obstante todo lo anterior hay quien pide prácticamente
su prohibición o restricciones extremas. Esa actitud en general es equivocada y tiene más
componentes emotivos que racionales, en general porque no les han gustado los resultados que
generan, porque creen haber sido afectados o porque quisieran regresar a una etapa de control
del estado sobre todas las actividades, trataré de exponer ideas siguiendo la línea de frases cortas
para plantear las ideas.
1.- Si "la información es poder", el principio básico de la democracia debe ser la socialización
de la información y no su restricción.
2.- Los legisladores hacen leyes con la convicción de que saben de encuestas y por ello se
atreven hasta a prohibirlas o restringirlas; verlas no es entenderlas y por el contrario
obstaculizarlas sí es evidencia de que no las comprenden.
3.- Las leyes que limitan a las encuestas solo promueven la aparición de empresas encuestadoras
"fantasma" ya que son ellas las que no tienen nada que perder, no existen, no tienen domicilio,
no hay registro de ellas pero si circulan sus datos. Las empresas profesionales se ven
obstaculizadas y limitadas por absurdas leyes y dejan lugar a información de origen dudoso.
4.- Nunca será ilegal hacerle preguntas a la población, tampoco sumar esas respuestas o darle
tratamiento estadístico, pero si hago suficientes, sigo un método científico y le llamo a ese
proceso "encuesta", entonces aparecen quienes se enojan y prohiben que diga lo que obtuve de
ese método, son los modernos inquisidores. Restringir la difusión de encuestas va directamente
sobre las libertades: la de expresión y la de prensa. Más aún, restringir la realización de
encuestas afecta la libertad de trabajo.
5.- Si se prohíbe publicar encuestas hay varios afectados: Los políticos que seguramente quieren
utilizarlas como mensaje en su estrategia; las empresas que las hacen que pierden un canal de
promoción; los medios de comunicación a quienes se les restringe su libertad de prensa (extraño
incluso que algunos medios aprueben la restricción sin darse cuenta que va contra ellos), pero
sobre todo afecta a los ciudadanos a quienes se les limita su derecho a informarse.
6.- Pensar que no se deben publicar encuestas porque los políticos las aprovechan para decir
mentiras es olvidar que en campaña los políticos dicen muchas mentiras; ¿por qué entonces se
prohibirían? lo que pasa es que las encuestas son mentiras "creíbles" y parece que solo quieren
permitir las mentiras "increíbles". Un candidato por ejemplo hace promesas que evidentemente
será imposible cumplir, en cambio podrían prohibir dar a conocer una encuesta aunque haya un
método atrás de ella.
7.- En todo periodo de prohibición para las encuestas, los grupos de poder si tienen información,
la ley solamente hace que esa información se quede en ese grupo y no se socialice, que no sea
pública, que le otorgue ventajas y poder a los mismos grupos que lo detentan.
8.- El principal motivo para desear prohibir encuestas es el posible efecto en el ciudadano; más
allá de que hay estudios encontrados sobre ese efecto, el legislador comete el error que quiere
corregir; si suponemos que las encuestas generan cambio en las preferencias, solo bajo esa
premisa, su prohibición tiene el efecto de evitar los cambios, es decir, el legislador al prohibirlas
nos está diciendo "que las preferencias ya no se muevan", en ese caso, entre el efecto "por
información" y el efecto "por ignorancia" prefiero el primero.
9.- Un político puede mentir al hablar de encuestas como puede mentir con muchas cosas, pero
prohibir las encuestas por eso sería equivalente a prohibirles casi cualquier discurso, promesa o
entrevista de prensa.
Normalmente quien promueve la prohibición de encuestas forma parte de alguna fuerza política,
ese grupo contrata encuestas y toma decisiones con ellas, pero parece querer que nadie más
tenga esa posibilidad. Es una expresión autoritaria resistirse a que la población tenga
información que existe, vemos intentos por hacer leyes donde los políticos monopolizan el
conocimiento de las preferencias y el sentir ciudadano.
Como es claro, rechazo los intentos de prohibir la difusión de encuestas aunque entiendo el
espíritu que hoy nos pide transparencia en la realización y nos impone un periodo de silencio
equiparable al de las campañas, pero algunas legislaciones llegan al extremo de extorsionar a las
empresas a cambio de "registrarlas" (extorsión que disfrazan de "fianza") o piden cumplir
requisitos que van contra el método mismo o contra la ética (como no usar logos de partidos o
dar a conocer a quien se le aplicó la encuesta), con todas las diferencias que tenemos en la forma
de trabajar las empresas encuestadoras en México, los muchos años de trabajo en varios países
me permiten afirmar que existe un mercado de profesionales altamente calificados y con gran
ética.
G- LAS ENCUESTAS, ¿PRONOSTICAN O DIAGNOSTICAN? 09 Septiembre, 2012 - 21:52
En esta ocasión presento algunas reflexiones sobre la capacidad predictiva de los estudios
demoscópicos.
1.- Decir que se pronostica con una encuesta es mentir, quien lo hace es un charlatán y no un
encuestador, no importa si en el pasado ha tenido éxito haciendo pronósticos; aún no hay forma
de adivinar el futuro y menos con un método que por definición se basa en probabilidades y que
en la operación incluye opiniones que pueden cambiar entre la población.
2.- Si se levantan dos encuestas en el mismo momento, con el mismo personal, el mismo
cuestionario y el mismo instrumento, la probabilidad de obtener los mismos resultados es cero;
si una encuesta no puede replicar exactamente a otra idéntica, ¿cómo es que algunos esperan que
pueda replicar la votación de otro momento por solamente un grupo de la población, con otro
nivel de conocimiento y en condiciones distintas a las de una encuesta?
3.- Las buenas encuestas no están cerca del resultado final, eso tiene un componente azaroso (y
en ocasiones requiere utilizar información exógena); las buenas encuestas son las que se hacen
con un buen método y reportan el resultado como lo generan, así de simple.
4.- Cuando una encuesta se procesa ya está en el pasado, el resultado siempre es “lo que
opinaron” y nunca “lo que opinarán” los ciudadanos. Ni faltando un año, ni una semana, ni así
fuera un día, una encuesta adivina, su objetivo siempre será conocer la situación actual del total
de los ciudadanos.
5.- Hay muchas razones para que una encuesta no pueda equipararse al resultado de una
elección:
a) quienes votan no son todos los que mide una encuesta; b) tener una preferencia no es lo
mismo que votar; la preferencia es una intención que requiere esfuerzos para convertirse en
voto, el estímulo para convertir preferencia en voto no es el mismo para cada individuo; c) lo
que los ciudadanos saben y lo que sienten hoy, seguramente no es lo mismo que sabrán y
sentirán el día de la jornada; de eso se trata una campaña: de dar información y generar
sentimientos, y d) las condiciones en las que se aplica una encuesta no son las mismas en la que
se vota; en el primer caso la boleta se lleva a casa de los ciudadanos y se les aplica un
cuestionario confidencial; en la segunda el ciudadano necesita trasladarse a una casilla, formarse
y tomar su decisión.
6.- Saber con certeza quién ganará una elección y, más aun, con qué porcentajes lo hará no es
materia de encuestas; quien quiera saber eso que consulte los horóscopos o a los astrólogos,
porque los encuestadores miden otra cosa.
7.- En general, si una encuesta preelectoral coincide en forma precisa con el resultado de la
elección, puede haber sido una buena o una mala encuesta pero tuvo un momento de “buena
suerte”; las encuestas son útiles (e interesantes) para hacer diagnósticos, no pronósticos.
8.- Cuando las encuestas tienen tantos atributos, cuando nos pueden servir para hacer
diagnósticos y tomar decisiones estratégicas, cuando podemos hacer la crónica de los cambios
en la forma de pensar del ciudadano, cuando podemos conocernos como sociedad, cuando son
tan valiosas, ¿por qué querer evaluarlas con el único atributo que no tienen? ¿Por qué pedirles
que hagan pronósticos, cuando es esa la advertencia que se debe hacer cuando se presentan
resultados?
9.- Analizar una serie de encuestas nos permite conocer el camino que siguen las preferencias
electorales pero no nos permite ver el final, al que llegará una parte de la población encuestada.
Es como ver una película de misterio: nos puede entretener la trama y no por ello tenemos la
certeza de cuál será el final.
10.- Extrañamente, muchos adivinadores pretenden hacer pronósticos utilizando encuestas;
cuando los pronósticos no se cumplen no asumen su culpa y desvían la atención a las encuestas,
acusándolas de fallar, raramente asumen su error. ¿Cómo hacerles entender qué son las
encuestas? ¿No basta leer las advertencias en cada publicación?
11.- Es imposible clasificar con una encuesta quién irá o no a votar; entre más baja sea la
participación, más ciudadanos medidos en la encuesta no participan en la elección, así que entre
menos voten, más suerte requiere una encuesta para “atinarle”.
A pesar de todos los argumentos, muchos quieren ver a las encuestas como oráculos, eso se
entiende incluso de analistas y periodistas que buscan ese enfoque, lo que no se entiende es que
los políticos asuman esa posición, porque saben el valor de la estrategia, las movilizaciones y la
estructura partidista, y algunos académicos que deberían estar más casados con la ciencia y
menos con la especulación.
H- LA CREDIBILIDAD DE LAS ENCUESTAS 17 Septiembre, 2012 - 21:52
Este tema ni es nuevo ni es exclusivo de un país; no surge después de una elección, sino que es
recurrente antes, durante y después del resultado electoral y tiene que ver con la pasión y mucho
de lo que aquí he publicado en las pasadas siete semanas al destacar el uso propagandístico,
estratégico y hasta de oráculo que le quieren asignar los aplaudidores y críticos; parece un
mundo de locos lleno de contradicciones en la forma de juzgarlas pero no es así, son reacciones
lógicas a un instrumento que poco se entiende por estar inmerso en un campo que apasiona, la
política, y en momentos de alta polarización, las elecciones.
Siguiendo con la idea de plasmar mi posición al respecto a través de pequeñas aseveraciones,
me permito esta octava entrega semanal sobre los temas alrededor de las encuestas de opinión
pública. Al leerlas seguramente surgirán comentarios sobre el uso que le dan los políticos, su
interacción con los medios, el efecto de su repetición y demás, por lo que recomiendo releer los
textos donde ya se han tratado esos temas, aquí sólo se expone algo de lo que he aprendido
sobre los resortes por los que el ciudadano cree o deja de creer en las encuestas:
1.- Detrás de un “no creo en las encuestas” hay un “no me gusta el resultado de las encuestas”,
difícilmente escucharemos decir que no cree quien sale adelante en las preferencias o quien sale
bien evaluado como gobernante.
2.- Normalmente, un ciudadano cree más en las encuestas cuando la opinión mayoritaria
coincide con la suya, no importa quién ni cómo haga la encuesta, la credibilidad está más ligada
a las preconcepciones que a la metodología, y cuando algún estudio muestra algo que le gusta,
no importa si es poco serio y sin sustento, le asigna mayor credibilidad que al resto e incluso
pasa a ser su defensor.
3.- Una paradoja es que aun quienes se dicen “especiales” y “no influenciable por los medios y
las encuestas” se enojan si estas últimas presentan a una mayoría que piensa diferente a ellos, al
mismo tiempo se consideran minoría y quieren ser mayoría.
4.- Hay quienes creen más en lo que ven en su colonia, su escuela, su ciudad o con sus amigos
que lo que reporta una encuesta nacional; le asignan a su entorno un papel de “centro del
universo”; lo que perciben lo consideran más válido a pesar de saber que no hay un fundamento
metodológico que lo soporte; creen saber como están las opiniones del total y esperan ver eso en
cada encuesta, en caso contrario, le creen poco y a veces nada.
5.- Unos perciben lo que les rodea, otros miden las preferencias; un método es cualitativo y el
otro es cuantitativo, son dos procedimientos distintos que no tienen por qué coincidir, y aunque
es natural esperar que lo que percibimos en nuestro entorno se parezca a las opiniones generales,
no es tan natural terminar enojados cuando esto no ocurre; no se quiere creer lo que no se quiere
aceptar.
6.- Es más fácil que esté equivocado quien critica a una encuesta que la encuesta misma.
Normalmente, quien le dice “sesgada” a una encuesta lo hace precisamente desde una posición
totalmente sesgada, y por alguna razón considera que su credibilidad es mayor o, aun sabiendo
que no es así, se dirige sólo al segmento que piensa como él.
7.- Creer en las encuestas, creer en los encuestadores y creer en quien analiza las encuestas son
cosas distintas; en el primer caso son sólo números, en el segundo es la descripción fría que se
hace con ellos y en la tercera es la interpretación política y social, en esta etapa es donde se
presentan adivinadores que son los que después culpan a las encuestas, son ellos quienes
deberían asumir su falta de rigor al querer seguir pronosticando.
8.- Pelearse con las encuestas es como pelearse con el espejo o con la báscula, no siempre nos
gusta lo que vemos pero no por ello desaparece al negarlo; llamar falsas a las encuestas es sólo
mandar el mensaje de que no nos aceptamos como nos ve el resto.
9.- En una campaña electoral podemos escuchar al mismo tiempo frases como “vamos a
remontar y alcanzaremos a X” y “somos mayoría” y aunque sean declaraciones totalmente
contradictorias, los seguidores de quien las dice toman ambas como correctas.
10.- ¿Creer en las encuestas? No son una religión, sólo miden lo que los ciudadanos responden,
opinan, perciben, sienten, prefieren, pero si no se quiere creer en el resultado que arrojan, nada
cambia, las encuestas no hacen “milagros”.
11.- Si una encuesta mostrara que “los ciudadanos no le creen a las encuestas”, se encontraría
que esos mismos ciudadanos sí le creen a esa encuesta, esta contradicción le encantaría a un
estudioso de la lógica, pero sólo es una muestra de que la credibilidad no está sujeta a los
principios de esa disciplina.
Reitero que al hablar sólo de la credibilidad sin hablar de las causas que la generan se pierde
algo de la necesaria explicación, pero esto ya fue abordado en las partes “¿El que paga gana?”,
“Su relación con los políticos”, “Su relación con los medios” y “La estrategia”, por ejemplo.
I- LAS ENCUESTAS Y LOS MITOS SOBRE SU METODOLOGÍA 23 Septiembre, 2012 - 21:52
Decidí incluir la palabra mito en el título, dado que no se trata de explicar “cómo se hacen”, sino
de aclarar, a quienes objetan permanentemente las encuestas como un método incorrecto, parcial
o sesgado, por el hecho de no compartir sus criterios, puede ser el más árido de los nueve
artículos que diseñé para este propósito, preferí comenzar con los temas más controversiales,
pero para hablar de los puntos metodológicos, lo hago a través del mecanismo que he seguido en
los textos anteriores, con frases cortas, que pueden ser hasta sarcásticas, con la única intención
que la idea quede clara.
1.- No existe “el mejor” método para hacer una encuesta, nadie tiene “la metodología” lista para
aplicarse en cualquier tiempo y lugar, depende de la población y el fenómeno a medir, de las
preguntas a aplicar, de la rapidez con la que se requieren los resultados, de la cobertura y
precisión, y de muchas otras variables; para ello, los profesionales de las encuestas deben buscar
la mejor alternativa en cada estudio, así que quien venda recetas mágicas está vendiendo eso,
magia.
2.- Existe la creencia de que las encuestas de opinión se levantan “sólo en áreas rurales” o que
“son telefónicas” y eso es totalmente falso, aún no logro identificar la fuente de esos errores,
pero debe entenderse que las buenas encuestas, las que quieren medir a todos, deben garantizar
que el marco poblacional de donde se toma la muestra incluya a TODOS y eso sólo lo hace una
encuesta en viviendas que utilice un marco de muestreo exhaustivo y excluyente (secciones
electorales por ejemplo). Para que la opinión de TODOS esté incluida en el estudio no se les
debe preguntar a todos, simplemente se les debe dar la oportunidad de estar en la muestra.
3.- ¿Las encuestas telefónicas entonces no sirven? Claro que sí sirven, pero no miden a toda la
población, son dos cosas distintas. Si las encuestas telefónicas están bien hechas, se le da
continuidad al método y se observa la serie, seguramente podremos ver muy bien la evolución
de la forma de pensar y opinar de una parte de la población, pero no olvidemos que son sólo una
parte de la población, no es que la encuesta esté sesgada o mal hecha, únicamente se mide a la
parte más informada y que en promedio tienen mayor acceso a servicios.
4.- Una encuesta de preferencias electorales sirve para conocer lo que todos los ciudadanos
piensan de los candidatos y partidos; una encuesta de salida sirve para determinar quiénes de los
candidatos gana la contienda. Como bien se observa los objetivos son distintos, sólo una de ellas
hace declaración de ganador, por ellos es que la forma en que se dan a conocer los resultados de
cada método es distinto, en una encuesta preelectoral jamás aparece un too close to call, que es
común en una encuesta de salida cuando no se tiene certeza de quien gana.
5.- Quien no entiende mucho de estadística comúnmente cuestiona el tamaño de muestra y alega
que es una muy pequeña parte de la población; de eso se trata el trabajo de un estadístico, de
optimizar los métodos para que con poca muestra se pueda inferir el total, dentro de las
variables que importan para determinar a cuantos entrevistar tal vez la de menos importancia es
el tamaño de la población, importa más la variable a medir, la dispersión de esa variable en la
población, la precisión que se desea y otras, pero pensar que el número total de ciudadanos es el
que determina la cantidad a encuestar es como pensar que el tamaño del plato de sopa es el que
nos determina el tamaño de la cuchara.
6.- Cuando una encuesta afirma “3% de error y 95% de confianza” nos está diciendo que de
cada 20 veces que se aplique ese método en las mismas condiciones, 19 veces su error de
medición será menos a tres puntos y una vez su error mayor a tres puntos (nunca nos dice que el
error es de 3%), el problema es que la encuesta es sólo una y no se sabe nunca si fue de las 19
“cercanas” o de la única “lejana”, ésa es una de las paradojas del muestreo.
7.- No se debe confundir “preguntar” con “encuestar”, es muy común decir “hice una encuesta
en mis conocidos” o “les pido responder esta encuesta”; el hacer preguntas es una ocurrencia, el
hacer encuestas implica un método, pero como he afirmado en otros textos, para quien quiere
creer en un resultado lo que menos le importa es esa diferencia.
Con este texto termino una serie de nueve artículos semanales, que al leerse en su totalidad dan
cuenta de mi forma de ver los ejercicios demoscópicos después de casi 30 años de trabajarlos y
de tratar con políticos, periodistas, académicos y críticos de toda índole, desde los que aportan
con un debate conceptual y metodológico hasta los que destruyen sólo porque no les gusta que
exista lo que no pueden controlar o por otras razones. La serie completa la pueden consultar en
el portal de El Economista y seguramente quedan muchos puntos por abordar, el debate
enriquece las ideas.
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