Ana María Collado López
POSMODERNIDAD, CLIMA ADOLESCENTE Y EDUCACIÓN
En este artículo, se pueden ver las diferencias entre las características que
encontramos en la sociedad moderna y en la posmoderna.
La primera característica que nos encontramos es una descripción del clima
social de la época, caracterizado por una prolongación de la mentalidad moderna y una
modificación de las relaciones sociales donde cada vez hay menos obreros agrícolas e
industriales, y más científicos y técnicos.
El saber por saber queda renegado para dar paso a conocimientos que sean
‘útiles’ en la vida. Es decir, se prima lo que tiene aspectos prácticos que puedan usarse
en nuestra vida diaria. No obstante, los individuos además necesitan de una innovación
constante ya que es necesario que tengan una buena formación y una rápida adaptación
a las nuevas tecnologías debido a que vivimos en un clima de competitividad, consumo
e intereses donde la información circula generando nuevas necesidades y deseos en la
sociedad.
En la posmodernidad, la sociedad está sumergida en un entorno de desencanto
donde lo primordial es la cultura a la imagen. Se da mucha importancia a mostrarlo todo
en lugar de conseguir las cosas por el simple placer de conseguirlas, al interés por el
tiempo presente sin pensar en el pasado o en el futuro teniendo una constante necesidad
de satisfacer las necesidades ahora y ya, sin importar cómo, y se opta por el crédito en
lugar del ahorro, tomando una postura más cómoda donde se quieren conseguir logros
sin esfuerzo alguno.
En la modernidad, se apostaba como modelo social al adulto mientras que la
posmodernidad opta por el adolescente donde lo nuevo y lo joven es lo atractivo e
interesante. Un ejemplo de que la sociedad está orientada en torno al régimen juvenil es
la propaganda que existe en los medios de comunicación. Éstos destinan su mensaje
hacia los jóvenes porque necesitan gastar y divertirse pero lo que impacta es que
precisamente sean esos mismos jóvenes los que no tengan trabajo para realizar la
primera acción por lo que se llegando a la contrariedad de ‘necesitar a gente joven pero
con experiencia’. Si se diera el caso de que los jóvenes pueden trabajar y así ganar
experiencia, la situación sería la ideal pero el problema es que los jóvenes actuales se
ven limitados por la escasez de empleo que se les proporciona y por otra parte por los
requisitos que imponen para conseguirlo.
En la modernidad se tenia una versión de la vida más madura ya que la gente
quería estudiar para poder trabajar y ahorrar para comprarse una propiedad y formar su
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propia familia independizado de sus padres. Pero ahora vivimos en un clima opuesto
donde los jóvenes viven de los padres dependiendo totalmente de ellos, teniendo
relaciones inestables y sin espíritu vocacional ya que estudian para obtener un buen
puesto de trabajo donde puedan ganar mucho dinero no porque realmente disfruten
haciendo lo que hacen.
Todo esto causa un clima de indiferencia en la mayoría de los adolescentes, ya
que viven como en una burbuja ajenos a todo lo que pasa a su alrededor porque los que
realmente le resuelven todos los problemas son los padres. Por lo tanto, al depender de
sus padres siguen estancados en una inmadurez que no les deja formar su personalidad
adulta.
Antes, la adolescencia se consideraba como una etapa en la que el individuo
debía dejar atrás su infancia para poder llegar a ser adulto. Pero ahora, si incluso los
padres quieren comportarse como adolescentes, ¿cómo podemos pretender que los
adolescentes lleguen a convertirse en adultos?
Considerando las características planteadas anteriormente, este clima hace que el
adolescente tenga problemas tanto en el ámbito informal como puede ser la familia,
amigos, etc, como en el formal (escuela).
Al tener insatisfacciones, el niño genera un yo ideal donde se refugia e imagina
poder cumplir con sus deseos; se siente el centro del mundo. Padres y profesores deben
hacer que el niño cambie ese ‘yo ideal’ que tiene sobre lo que ve, y que forme su propio
ideal de cómo quiere ser él. Pero en la posmodernidad, ni los propios padres ni los
maestros sostienen estos valores del ideal del yo por lo que es imposible que ayuden al
adolescente a que lo forme si ellos mismos no lo tienen.
Esto también ha llegado al tema religioso. La sociedad moderna ha sido atea, no
ha creído en Dios sino en las ciencias y el superhombre. Pero en la sociedad
posmoderna, tenemos un ateísmo indiferente donde el individuo no siente nada acerca
de Dios porque le da igual, no tiene ningún sentimiento hacia él.
En cuanto al tema de la independencia, en la modernidad los jóvenes querían
independizarse de los padres para poder vivir con otra persona teniendo cierto nivel de
responsabilidad con ella; pero en la posmodernidad, las personas forman una pareja para
no sentirse solos, no por tener esa necesidad de cuidar a otra persona y formar parte de
su vida sino para que ellos puedan sentirse acompañados. Así pues, llegamos a la
conclusión de que estas relaciones están basadas en sentimientos vanos y superficiales.
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Los adolescentes de esta época dejan su autonomía a merced de sus padres,
entonces ¿cómo podemos pretender que despierten el sentimiento de cuidar a otra
persona si no saben cuidarse a sí mismos? Al adoptar esta postura cómoda, los
adolescentes no sienten que tengan una identidad propia porque no saben actuar ante
ciertas circunstancias y permanecen en una burbuja constante de la que no saben cómo
salir.
Por ello, al no tener autonomía, no tienen un crecimiento adulto porque no tiene
metas en la vida ya que casi todo se lo dan hecho. Contrario a la época moderna donde
el adolescente forjaba ciertos valores e ideas que le proporcionaban una autonomía y
una confianza en sí mismo para lograr lo que quisiera y se propusiera.
En el terreno educativo la madurez intelectual no es fácil. En la posmodernidad
la escuela se identifica como un lugar aburrido de poco interés para el adolescente
donde aprender es obtener algo sin esfuerzo, mostrándose indiferentes ante el
conocimiento.
Esta idea de conseguir las cosas sin esfuerzo unida al grupo docente
desmotivado que no desempeña su trabajo movido por un fin vocacional sino impulsado
por el dinero, hace que la educación cada vez se vaya deteriorando mas y mas. Sin
embargo, a veces es comprensible que los docentes se sientan desmotivados ya que su
trabajo está en descrédito social además de no estar bien pagado.
Por otra parte, una diferencia notable en el sistema educativo es el hecho de que
en la actualidad se le está dando importancia al aprendizaje socio-afectivo dejando a un
lado el cognitivo. Este hecho es contradictorio porque la sociedad posmoderna es
indiferente con lo cual es muy difícil que el docente logre desarrollar su afectividad.
Debido a esta indiferencia, el profesor ha de poner en práctica actividades
grupales olvidándose de que los alumnos puedan razonar por sí solos sin necesidad de
estar en un grupo y que puedan comprender la información atentamente. Es decir, en
esta época el alumno necesita agruparse para desempeñar tareas que por sí solo no es
capaz de hacer porque le falta autonomía. Su mundo adolescente basado en la
indiferencia hace que no tenga opiniones sobre las cosas, que no sea crítico sino que se
mueva por lo que diga la mayoría. Como consecuencia, esto conlleva a que la escuela
posmoderna se convierta en una guardería para adolescentes confundiendo el papel que
debe de desempeñar la escuela.
A veces se toma la escuela como el lugar donde educan a los niños cuando en
realidad los que primero deben de educarlos son sus propios padres. Esta escusa ha
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provocado que la escuela pierda su carácter objetivo y función cognitiva ya que se
priman otros valores de carácter social para formar a un individuo como persona social
antes que como persona académica ya que sería el primer contexto correspondiente para
esta institución.
Otra consecuencia de la demanda social es querer enseñar mediante el placer
donde el único conocimiento posible sea la ilusión del conocimiento. El conocimiento
no está orientado a la comprensión de la realidad sino a opinar porque sí de cualquier
cosa.
Al apartar los contenidos académicos y las formas de reflexión, se corre el riesgo
de que la escuela pierda su finalidad escolar por estar al servicio del adolescente
dándole lo que el quiere.
Es cierto que los educadores en ocasiones proporcionan valores que ayudan al
desarrollo personal del adolescente, pero estos valores deberían de fomentarse mediante
los contenidos de las asignaturas que se imparten, encontrándoles un aspecto práctico
para la vida real con el fin de que los niños sientan que lo que están haciendo y
aprendiendo es útil.
Finalmente, otro punto a mencionar es que la escuela pretende lograr el
desarrollo de la persona de cada alumno y de la estructura social donde todos los
integrantes de la comunidad sean partícipes de este desarrollo. El desafío está en la
práctica educativa diaria, y para ello, los docentes deben considerar el tipo de didáctica
que empleen porque algunas acentúan las desigualdades sociales y otras las apaciguan,
dando lugar a diferencias en los resultados escolares, por lo que no deben permanecer
siempre con la misma didáctica ni tener la escuela como una institución con funciones
sociales sin una finalidad concreta. Tenemos que saber qué es lo que estamos haciendo
y para qué lo hacemos, no vale con coger aquello que piensa la mayoría como una
verdad total. Así pues, debemos de buscar los fundamentos sobre los que se basa el
sentido de la tarea de las instituciones educativas.
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