Cantón Cevallos
El cantón Cevallos está ubicado en el sector centro-sur de la Provincia de Thungurahua y al sur-oriente de la ciudad de Ambato. Limita al norte Ambato, Tisaleo y Mocha al este; al sur con Mocha y Quero; al oeste Pelileo.
El nombre del cantón es en homenaje al historiador ambateño Pedro Fermín Cevallos. Está situado en el sector llamado antiguamente Capote Bajo. Fue asiento de la cultura Panzaleo, de la que se han hallado objetos arqueológicos de cerámica en la zona de Andignato-Pachanlica. El 29 de abril de 1892 por Acuerdo del Concejo Municipal de Ambato, se crea la parroquia, habiendo pertenecido antes a la parroquia de Tisaleo. Cevallos fue cantonizado el13 de mayo de 1986 y celebra el aniversario el 17 de abril, fecha del Decreto de cantonización.
Los poblados más importantes del cantón Cevallos son: Santa Rosa, San Pedro, La Floresta, La Florida, Jesús del Gran Poder, El Belén, El Mirador, Santo Domingo, Tambo, Tamboloma, Andignato, Aire Ubre y Agua Santa. Entre los atractivos turísticos de zona esta la Cascade de Jujún, es el lugar perfecto para los amantes del vértigo, existen paredes verticales y es posible escalar la quebrada de Qurrochaca. Los Huertos Frutales donde podrán observar diferentes variedades de claudia, durazno, pera y manzana que se produce en esta tierra, rodeado de un hermoso paisaje lleno de frutas exquisitas y deliciosas. Es el parque principal de la ciudad, aquí esta el monumento al gran historiador ambateño Don Pedro Fermín Cevallos. Es un confortable lugar de descanso con vista panorámica a la iglesia Matriz, en su entorno encontraran el Municipio de Cevallos.
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Pelileo, Ecuador, 17 jun (Andes).- Los árboles están deshojados, secos, se diría que
muertos. Aquí pululan moscas negras, verdosas, envueltas en un aire de misterio
trágico. No se trata de un camposanto, aunque por el camino haya tumbas y cruces que
parecen decir lo contrario. No, no es un cementerio. Se trata del parque central de
Pelileo Grande, ubicado a 155 km desde Quito.
La historia de esas tumbas se remonta al 5 de agosto de 1949. Son las dos de la tarde y
en Pelileo las nubes han bajado hasta los techos de las casas, una neblina espesa le da al
ambiente la premonición de que algo pasará, de que algo sucederá ese día entre la tierra
y el cielo. Zoila lo recuerda nítidamente: “Estábamos comiendo y hubo un temblorcito,
pero estuvo duro, entonces salimos corriendo de la casa. Después de unos diez minutos
se vino lo duro”, cuenta la mujer de 68 años.
En sus ojos todavía dibuja aquella montaña que había hasta las tres de la tarde de ese día
y que ahora le dio paso a una quebrada gigantesca – de unos 500 metros- que
desemboca en el río Patate.
Hasta el 5 de agosto de 1949, el pueblito de Zoila Tite tenía alrededor de tres mil
habitantes cuando se vino la catástrofe; de ellos murieron 1.300 personas. Alejandro,
otro sobreviviente del terremoto, recuerda que su padre los llevaba montaña arriba,
caminando para salir de ese lugar que parecía iba a ser tragado por la tierra. “Mientras
nosotros caminábamos, mi papá nos decía „no regresen a ver, no regresen a ver‟ y
llorando, llorando del miedo, lo seguíamos”, cuenta sentado en la que parece ser la
única tienda de este pueblo.
No todos corrieron con la misma suerte de Alejandro ni con la sabiduría de su padre.
Algunos, desesperados y angustiados, se metieron a la iglesia, que en poco menos de 10
minutos se les vino encima matándolos a todos, incluyendo al párroco Vicente Arauz.
La cúpula del templo, hecha con piedra pishilata, no resistió el temblor pero sí ha
resistido el paso del tiempo y ahora es testigo de cómo Pelileo se reconstruye
conviviendo con sus recuerdos.
Pelileo fue el epicentro del sismo de 6,8 grados en la escala de Richter, que fue
considerado el más fuerte del hemisferio occidental en más de un lustro y tuvo lugar a
tan solo 40 km de profundidad. En total, según cifras del Servicio Geológico de los
Estados Unidos, este terremoto mató a 5.050 personas en todo el país.
En aquel tiempo, las casas estaban construidas con bahareque (una mezcla de palos o
cañas entretejidas y barro). La fuerza del sismo redujo el pueblo a escombros. El
archivo fotográfico del Ministerio de Cultura del Ecuador tiene postales de Kethleen
Barker y su hija Consuelo Mena Barker cubriéndose la nariz con pañuelos para evitar el
hedor de los cadáveres en descomposición que yacían bajo las ruinas del pueblo.
Las inmensas masas de tierra que se desplazaron desde el occidente hacia las riberas del
río Patate se llevaron consigo todas las viviendas de bahareque y tejas que se levantaban
sobre la zona. Solo una casa quedó en pie, la de Segundo Torres y Rosa Elena Recalde;
hoy la habita su hijo Galo Torres Recalde, quien se niega a recordar el trágico suceso.
El nombre del parque, cuando sucedió la catástrofe, era 10 de Agosto –cuando se
recuerda la Independencia del Ecuador–. Después de ella, el parque cambió su nombre
por el de 5 de Agosto. El nombre puede cambiar, dicen sus habitantes, lo que no cambia
es el dolor y el recuerdo de las víctimas, en honor a quienes se erige una estatua en
medio del parque pues cientos de cuerpos no se pudieron rescatar ante el peso de los
escombros. Ellos permanecen ahí, debajo de estas baldosas resquebrajadas por el
tiempo.
El terremoto parece un personaje más de este pueblo, un evento trágico que convive aún
con sus ciudadanos y al cual ahora le sacan provecho turístico.