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Pasado, presente y futuro del fondo
monetario internacional
Galindo Lucas, Alfonso
2004
Online at https://mpra.ub.uni-muenchen.de/446/
MPRA Paper No. 446, posted 16 Oct 2006 UTC
Cent ro Argent ino de Estudios I nternacionales www.caei.com.ar Program a Organism os I nternacionales WP 06/ 2006
PASADO, PRESENTE Y FUTURO DEL FONDO MONETARIO
INTERNACIONAL(*)
Por Alfonso Galindo-Lucas
Resum en
La buena acogida que en España y ot ros países ha tenido el reciente nombram iento
del director gerente del FMI ha favorecido la defensa de la pervivencia de esta
inst itución, a pesar de que su labor de 60 años ha sido duramente cr it icada. Por eso es
preciso hacer un análisis de la legit im idad de esta inst itución, tanto en su aspecto
formal como en su actuación material, así como de los mot ivos que originaron este
nombram iento. La existencia m isma y la posterior evolución del FMI han respondido a
intereses dudosos que desvían las iniciales declaraciones de intenciones
supuestamente legit imadoras. Es posible hacer un seguim iento de los intereses de las
grandes empresas t ransnacionales, especialmente de origen estadounidense, a t ravés
de las decisiones y posturas defendidas por este organismo mult ilateral. En asuntos de
tal t rascendencia cuant itat iva como los contenidos en dicho encargo, la creación de
“opinión” se configura com o un elem ento m uy conveniente.
Palabras clave: Fondo Monetario I nternacional, Rodrigo Rato, neo- liberalism o,
Escuela de Chicago, consenso de Washington
Abstract
The great welcom e that the recent FMI appointment for m anager director have
received in Spain and other count r ies, has cont r ibuted to the defence of this
inst itut ion’s survival, notwithstanding that it s work over 60 years have been hardly
censured somewhere else. Thus, an analysis of this inst itut ion’s legit imacy is required,
either in its formal shape and its material behaviour, as well as a study on the
foundat ions of this nam ing. The very existence and evolut ion of FMI has its basis on
quest ionable interests which turn aside the init ial intent ions declared and supposed as
legit im at ing ones. A survey of big t ranslat ional firms interests can be performed,
specially of US ones, through the decision m aking and the defended posit ions of this
( * ) Publicado en Entelequia, nº 0, diciembre 2005, pp. 7 – 18. Esta versión ha sido actualizada y
am pliada por el autor.
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mult ilateral organism . I n such quant itat ively important subjects as those contained in
that agency, the “opinion” creat ion becomes a very profitable element .
Key w ords: I nternat ional Monetary Fund, Rodrigo Rato, neo- liberalism , Chicago
School, Washington Consensus.
I nt roducción
El 7 de junio de 2004, toma posesión por cinco años, como director gerente del
Fondo Monetario I nternacional (FMI ) un español, Rodrigo Rato Figaredo. Su elección
suscitó un renaciente interés cient ífico y periodíst ico por esta inst itución mult ilateral,
en el 60º aniversario de su fundación, hasta el punto de que hoy casi han se han
detenido las crít icas a las polít icas del FMI . Hace doce años, la redondez de la cifra del
aniversario fue, por el cont rario, celebrada con un m ovim iento global de protesta, hoy
encauzado hacia el problema de la pobreza1 .
Aparte del estado general de aceptación en los países occidentales, en España se
vive una especie de clima de autocomplacencia ingenua, basada en la nacionalidad del
nombrado y en los méritos realizados durante su etapa de m inist ro. I ncluso se
considera una suerte que el director del FMI sea, por t radición, un europeo, porque eso
reflejaría el poder remanente de Europa y la posibilidad de decidir en asuntos de
ámbito mundial. Por ese mot ivo, sería necesario analizar fr íamente el significado que
este hecho t iene realm ente, en cuanto a sus causas y sus consecuencias previsibles.
La persona de Rodrigo Rato ha sido loada, en térm inos generales, dent ro y fuera de
España, antes y después del m encionado nom bram iento. El prest igioso econom ista
Juan Velarde (2004) explica la adecuación de su perfil al puesto que ahora
desem peña, basándose en varios aspectos: En primer lugar, procede de la burguesía
indust r ial asturiana, lo que le otorga un conocim iento cercano del m undo de los
negocios. Adicionalmente, se formó con los jesuitas y se relacionó con I CADE, lo que
según dicho autor, le confiere una disciplina esencial para el t r iunfo individual. Estudió
las carreras de Empresariales y Derecho, tanto en España com o en Estados Unidos.
Por últ imo, m ilitó en Alianza Popular desde su fundación en 1979.
1 Para una alerta acerca de los posibles efectos indeseados de dichas reivindicaciones, ver
Galindo (2005) .
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Efect ivamente, estas circunstancias iniciales y ot ras adicionales han llevado a
Rodrigo Rato al t r iunfo individual. No obstante, existen ot ros méritos más recientes y
más inmediatos en su relación de causalidad con el nom bram iento; no los pasa por
alto la escueta nota de prensa de Velarde, pero son suscept ibles de un análisis más
pormenorizado. Lo que sí es conveniente añadir es que Rato, lo m ismo que Pedro
Solbes o Joaquín Almunia, según ciertas fuentes (De la Cierva, 2002) , han part icipado
en reuniones secretas de una sociedad de carácter masónico, denom inada Club de
Bildelberg. Al parecer, esta sociedad masónica es una sucursal del estadounidense
Council of Foreing Relat ions (CFR) , pr incipal grupo m asónico m undial fundado por
Rockefeller, del que destaca Henry Kissinger como m iembro. Los Rockefeller fundaron
también la Trilateral Com ission, de la que Kissinger es igualmente un m iembro
destacado. Para más méritos de Kisssinger, podemos citar su planificación del golpe de
estado del general Pinochet . Precisamente, el asalto y la represión en Chile fueron
requisito indispensable para poner en práct ica la polít ica económ ica neo- liberal, es
decir, el actual catecismo del Fondo Monetario I nternacional.
Como veremos, no importa mucho que el actual cargo ha sido obtenido al ingresar
en una sociedad secreta de origen masónico, porque la pregunta de ¿Cuál ha sido la
prueba de iniciación? ¿Qué méritos ha tenido que hacer Rodrigo Rato para ser
adm it ido?, puede ser sust ituida por ¿Qué méritos ha realizado en el m inisterio de
Economía para ser nombrado en el FMI ? I nmediatamente antes del cargo que
desempeña, fue m inist ro de Economía y Hacienda en las dos legislaturas consecut ivas
del Part ido Popular (1996-2004) Su labor en polít ica económ ica fue avalada por todos
los medios, incluyendo los de la oposición. En las crít icas al conjunto del Gobierno, se
solía exceptuar al Minister io de Rato y se decía que en Economía era en lo único que el
ejecut ivo “Popular” había actuado correctamente. Se le at r ibuía la creación de 4
m illones de nuevos “puestos de t rabajo” ⎯donde el ent recom illado obedece a la
precariedad del m ismo⎯ a pesar de que el grueso de la reforma por la flexibilización
del mercado laboral se había realizado en 1994, dos años antes de su m andato. Por
entonces, ya exist ía esa predisposición nacional al opt im ismo y, además, su labor era
respaldada por organismos internacionales, ent re ellos el FMI . En su candidatura a la
dirección de este organismo, tenía el apoyo de la mayoría de países interesados2 . Era
un círculo vicioso de alabanzas que el entonces m inist ro no tuvo m ás que conservar,
2 Contaba con el apoyo de Estados Unidos, I bero Am érica, el Tesoro británico y gran parte de
Europa. Armero, E., 2004, Rodrigo Rato, director gerente del Fondo Monetario internacional. ht tp: / / www.opiner.net / 2004/ m ayo/ rye07.htm
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eludiendo polém icas y declaraciones compromet idas. Por ese mot ivo, la discreción
también se le elogió.
En el opt im ismo que rodea este nombram iento hay dos errores descom unales; uno
de origen formal y ot ro de origen material. El pr imero es el procedim iento por el que
se le elige y el segundo los mot ivos.
La consecución de un déficit público cero en la Adm inist ración Cent ral del Estado, en
un t iempo récord, a base de privat izaciones, fue aclamada como algo que venía siendo
muy necesario para la economía nacional y que ya iba siendo hora de que se llevase a
cabo. No había mejor ocasión posible que los cr iter ios de convergencia con la Unión
Europea, como requisito previo a la implantación del euro. España fue el único país
que cumplió sobradamente los requisitos de austeridad, seis meses antes de la fecha
en que esto era necesario. El procedim iento, básicamente, consist ió en privat izar de
una manera más bien aprem iada. Las privat izaciones suponen una inyección financiera
al Tesoro público, pero a veces crean situaciones de com petencia injustas.
Ent re los países que ent raron a t iempo, Alemania se perm it ió imponer al resto de
los Estados m iembros unos cr iter ios de convergencia que ella m isma prefiere
incumplir . Consiguió mantener su producción interior, no enfr iar la; a cambio, ella
m isma se dio un discreto " t irón de orejas" por medio del Banco Cent ral Europeo.
Por su parte, Grecia se incorporó al euro de manera excepcional, es decir, a pesar
de no haber cumplido sat isfactoriamente los requisitos que se habían considerado
ineludibles. Se t rató de una decisión polít ica. España y Grecia, junto con I talia, son los
países mediterráneos europeos suscept ibles de servir a intereses de Estados Unidos.
Es evidente que estos países tenían que ent rar en la zona euro, para que pudieran
integrarse con intereses cont inentales. Si España estaba en las m ismas condiciones
que Grecia, ¿por qué no se aprovechó para decretar una austeridad de un grado
menor, menos rígida? ¿Por qué nos sacrificam os “apretando el cinturón” incluso m ás
de la cuenta y antes de lo necesario? Pues bien, ese es el gran m érito de Rodrigo Rato.
Nuest ro m inist ro de Economía siguió religiosamente los dictados del Fondo
Monetario I nternacional. La consecuencia más inmediata a la polít ica estabilizadora en
España fue un enfr iam iento de la capacidad de crecim iento de nuest ra economía; ot ra
fue el cumplim iento de los cr iter ios de convergencia con Europa. La propia Unión
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Europea ha encont rado en el déficit cero una just ificación para cerrar el gr ifo de la
cohesión y los fondos est ructurales3 .
No obstante lo incorrecto de las polít icas económ icas recomendadas por el FMI , es
posible crear un ambiente opinát ico favorable, incluso ent re los est ratos sociales más
perjudicados por dichas polít icas.
1. Aspectos form ales. La naturaleza jur ídica del FMI
El FMI es un organismo de Derecho público internacional; los empleados que en él
t rabajan son funcionarios y el director ostenta labores de representación que se
comparan con las de los jefes de estado, puesto que en diversos foros t iene voz y
voto, donde m uchos países no lo t ienen.
Sin em bargo, este organism o no es un ente jur isdiccional cuyas decisiones posean
un ám bito terr itor ial equivalente al de los países firm antes; no se t rata de una
inst itución, como la Unión Europea, resultante de un proceso de integración, sino de
un acuerdo m ult ilateral. El Fondo no puede decidir “ los países sujetos a m i jur isdicción
intervendrán en el mercado m onetario en tal circunstancia” , imponiendo una m edida
determ inada que sea de obligado cumplim iento. Por el cont rario, el FMI es, en sus
orígenes, una cant idad de dinero sobre el que se decide en función de reuniones y
acuerdos ent re países.
Aunque se t rata de un organism o esencial y form alm ente consult ivo, en la práct ica,
el FMI se las arregla para imponer sus decisiones desiguales a cualquier país, sea o no
firm ante, ya que, según lo establecido, los votos están tan concent rados que las
recomendaciones llegan a invadir competencias de Estados soberanos, del Banco
Mundial (BM) , de las agencias de las Naciones Unidas, etc. Adem ás, com o verem os,
posee mecanismos de presión como el condicionam iento de los fondos.
Existe un aspecto consuetudinario m uy curioso, pero m uy poco relevante: Desde los
acuerdos de Bret ton Woods, el director gerente del FMI es un europeo, m ient ras que el
del BM, un norteam ericano. El alem án Horst Köhler abandonó inesperadamente el
cargo para presentarse a las elecciones presidenciales de su país. El pr incipal r ival de
3 Adicionalm ente, la reciente am pliación de la UE excluye, no sin m ot ivo, de la financiación por
“ cohesión” a países com o España, con la agravante del “noviazgo” ent re Aznar y Bush.
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Rato, Jean Lem ierre fue renovado como presidente del Banco Europeo para la
Reconst rucción y el Desarrollo (BERD) .
En cuanto al procedim iento de selección, es preciso decir que si se ha nombrado a
un hom bre respetado por sus adm inist rados y calif icado de buen econom ista, no es
precisamente para sat isfacer los deseos y mucho menos los intereses de dichos
súbditos y, desde luego, no hemos sido los españoles quienes lo hemos elegido. En
función de esta idea, es preciso analizar cómo llega Rodrigo Rato a un cargo tan
suculento, de tanta responsabilidad y aparentemente con tanta influencia.
En los organismos mult inacionales la democracia brilla por su ausencia. Las
decisiones y polít icas de los funcionarios y representantes de los organism os
mult ilaterales t ienen repercusiones graves sobre una mayoría de personas, a nivel
mundial, que no les han elegido, pues sólo remotamente, el malt recho voto de los
estadounidenses deriva de manera muy indirecta en la posible legit im idad de dichas
decisiones, ent re ellas, la elección de Rato.
En realidad, el nombram iento del Director gerente del FMI no se debe a una
elección, sino a una sección. La forma en que se elige al director es mediante mayoría
de 24 votos, puesto que esta decisión no se toma en la Junta de Gobernadores de los
183 países, sino en el denom inado Directorio Ejecut ivo, del que forma parte el Director
saliente. De esos 24 votos, Estados Unidos cont rola la m ayor parte... No hay que
olvidar que el propio presidente de Estados Unidos accedió al poder seleccionado por
procedim ientos ant idemocrát icos (Gunder Frank, 2003) . Estados unidos t iene un 18%
de los votos en la asamblea del FMI , lo que, a la hora de decidir le confiere derecho de
veto. A diferencia de ot ros organism os, com o la ONU, donde el veto es un derecho
reconocido a varios países, en el FMI , el único país que puede ejercer el veto a sus
dictám enes es Estados Unidos.
Precisam ente por eso y aunque parezca paradój ico, la Reserva Federal de EE.UU. se
perm ite enmendar sobre la marcha dichas decisiones, ignorando las propias
recomendaciones del Fondo (St iglitz, 2003, p. 88) . En la práct ica, cualquier ot ro país
no es capaz de actual a espaldas del FMI , a pesar de que los dictámenes no sean
vinculantes, puesto que las recom endaciones que em ite son en realidad condiciones
para que se aprueben ayudas del propio FMI y del BM. Pocos países pueden prescindir
de esa financiación.
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En cuanto al Banco Mundial, del que actualmente el Tesoro estadounidense posee el
51% , es fácil concluir que también carece de autonom ía y que sus actuaciones
responden exactamente a los m ismos objet ivos. Por eso, cuando hablam os del FMI ,
nos referimos a un todo dir igido desde Washington. Es interesante recordar tam bién
que el BM el organismo de donde fue expulsado el econom ista jefe, Joseph St iglit z, por
haber manifestado públicamente sus desacuerdos con el FMI .
Una vez que se esclarece quién ha elegido al director ejecut ivo, aún es necesario
concretar por qué mot ivos fue seleccionado precisamente Rodrigo Rato y no ot ro y
cuáles fueron sus promesas. En el ámbito de las finanzas corporat ivas existe una
Teoría denom inada “de señales” que hacen referencia a la confianza del inversor en la
buena m archa de la em presa, en función de determ inados comportam ientos pasados
de la empresa con respecto al mercado. Exactamente eso fue lo que hizo el flamante
director en su m inister io, como si fuese el gerente de España. Nuest ro país es la
posible inversión y la señal fue la aplicación ortodoxa, abnegada y m inuciosa de los
cr iter ios conocidos como convergencia o consenso de Washington. Ese es el m ot ivo por
el que se cumplieron sobradamente los criter ios de convergencia con Europa. El
esfuerzo presupuestario y la austeridad impuestas a los españoles no perseguía
principalmente cumplir con dichos criter ios, sino favorecer la inversión del capital
especulat ivo en nuest ro país. De paso, se cumplían los requisitos de la futura zona
euro y se proporcionaba a Rodrigo Rato un t ram polín hacia el FMI .
2. Aspectos m ateria les. Los postulados de W ashington
No es ninguna novedad cr it icar las consecuencias sociales del denom inado neo-
liberalismo, procedente de la Escuela de Chicago. Lo que puedo aportar com o
novedoso es el pésimo talante cient ífico de Friedman y compañía. En primer lugar, no
les importó que la adopción y difusión de sus doct r inas se debiera, m ás que a sus
bondades teóricas, a que servía como just ificación de ciertos intereses. En segundo
lugar, parecía no molestarles que se t rataran de llevar a la práct ica de forma tan
decidida sus recomendaciones, porque así aspiraban a crear un m undo en el que los
modelos teóricos de los econom istas funcionasen. Esto ponía de manifiesto que la
Economía no ha podido explicar en la actualidad de una manera sat isfactoria los
fenóm enos que son objeto de su estudio. No obstante, como advert ía St iglit z, existen
conocim ientos de sobra, desde hace 50 años, para haber previsto las consecuencias de
las polít icas “ recomendadas” por el FMI . De este planteam iento podemos deducir
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fácilmente que la cr isis Argent ina del año 2002 no sólo era previsible, sino que
posiblemente fue planificada.
A estas alturas de la Histor ia, podemos dar la espalda a las narraciones épicas de
histor iadores convencionales y enunciar, de una vez por todas, que la implantación del
neo- liberalismo en el cono Sur americano no se debió a los caprichos de los dictadores,
sino a la previa situación de excesivo endeudam iento en dólares. La est rategia de la
Reserva Federal fue fácil: Subiendo los t ipos de interés, estaremos en condiciones de
obligar a estos países a implantar polít icas económ icas experimentales, toda vez que la
dictadura m ilitar asegura el cumplim iento absoluto de los decretos y perm ite eludir el
problema del paro mediante ejecuciones sumarias e ilegales.
He ahí una connivencia, en primer lugar, con los teóricos, a efectos de buscar
just ificaciones. Algunos econom istas creyeron que las polít icas nefastas podrían llevar
a asignaciones eficientes en los mercados y, a largo plazo, a éxitos medidos en los
indicadores macroeconóm icos, con tal de convencer a todos los agentes económ icos de
la infalibilidad del FMI . Sólo si se alcanzaba la fe en los modelos, éstos funcionarían.
Lógicamente, los mercados fueron los primeros que no se creyeron que tales medidas
fueran a sanear la econom ía de ninguna nación y, en poco t iem po, depositaron su
confianza y su capital en países como Bostwana, Malasia o Corea, que no habían
obedecido los famosos dictámenes.
Con todo el ent ram ado teórico suscept ible de ser discut ido con respecto a estas
polít icas, los mot ivos subyacentes para que el FMI adoptase sistemát icamente polít icas
cont ract ivas agresivas fuera de Estados Unidos eran consecuentes con intereses
económ icos privados. No es casualidad que estas polít icas calificadas de ‘salvajes’
sirvieran a intereses empresariales. En el libro de St iglit z se señala a los especuladores
bursát iles como los principales interesados en cuest ión, pero, com o se com enta m ás
adelante, los intereses ocultos t ras las act itudes y acciones del FMI son m ás bien
empresariales.
¿A qué obedece, si no, la elaboración de una doct r ina aparentem ente fundam entada
en la ciencia, que em ite mandam ientos de polít ica económ ica para su aplicación
ecuménica, a escala global? Podría pensarse que los diseñadores y propulsores de
estas ideas creen realmente que la adopción de la nueva cultura preparará “en el largo
plazo” , el advenim iento de un m undo m ejor, una sociedad sin clases o un paraíso
terrenal. Tal vez los m iembros de la masonería y la pat ronal global están convencidos
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de que su doct r ina preservará el medio ambiente, elim inará la pobreza y la
discrim inación, evitará los crímenes, etc.
Sin embargo, el pr incipal objet ivo de este t ipo de confabulaciones es el socorro
mutuo y el ent retenim iento de la opinión pública, mediante proclamas, paradigmas
perversos y disculpas.
Existen m ot ivos para sospechar que m uchas de las medidas impuestas por el FMI
no t ienen como finalidad facilitar el pago de la deuda, sino precisamente, impedir que
se puedan cumplir los plazos en los comprom isos con los acreedores. Aunque a veces
es difícil de creer, es muy sencillo de comprender: Un país que se encuent ra en apuros
t iende a aceptar las condiciones que el Fondo le indique, aunque al conjunto de la
economía nacional le pueda perjudicar.
A m ediados de los noventa, el narcot raficante Pablo Escobar anunció que pagaría la
deuda externa de Colom bia. Este exceso de pat r iot ismo le costó la vida4 . No parece
que el FMI sea inst igador de este suceso, sino que los intereses en juego hacen
sospechar que la operación respondió a la m isma causa común: I mpedir que cualquier
país se independice económ icamente y pueda llegar a convert irse en potencia r ival de
Estados Unidos. Una nación arruinada es un pueblo som et ido.
3. Origen y evolución del FMI
El FMI nació5 con una m isión pseudo-keynesiana, de presionar a los países para
“mantener la demanda agregada global [ a fin de] impedir una nueva depresión global”
(St iglitz, 2003) . Hoy esa idea inicial se ha abandonado, en aras a la “austeridad
presupuestaria” , que es un concepto abiertam ente opuesto al keynesianism o.
Es cierto que en Bret ton Woods no se impuso la tesis de Keynes, sino la de White,
simplemente porque t rataba de favorecer los intereses norteamericanos. Esto implicó
que no se crease un banco cent ral internacional, sino un fondo, que finalmente adoptó
4 La m uerte de Escobar fue inm ediatam ente posterior a dicho anuncio. No hay que olvidar que
los funcionarios de pr isiones, gran parte de la policía y un sector m uy im portante de la población “paisa” tenían algo que agradecer a Pablo Escobar. Apenas adm ite duda la versión del asesinato planificado y asist ido por el ejército estadounidense, a pesar de que en la prensa se difundió que se había t ratado de un intento de detención con t iroteo.
5 Acerca de su creación y el funcionam iento de los Derechos Especiales de Giro, Eitem an, D. K., Stonehill, A. I . y Moffet t , 2000.
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ot ras funciones anexas y tal vez m ás im portantes. Por el cont rar io, Keynes había
defendido la necesidad de un fondo para la reconst rucción de Europa y, en su lugar, se
creó un banco, el BI RD, cuyas com petencias son cont roladas o invadidas por el FMI . La
tercera propuesta de Keynes se cumplió a dest iempo, en 1994, mediante la creación
de la Organización Mundial del Comercio. La libre importación de manufacturas
procedentes de los países más pobres no sirve ya para liberar a éstos de una
protección abusiva, sino para perm it ir la deslocalización, en países de bajo costo
laboral, de determ inadas fases product ivas de las t ransnacionales.
El FMI ha sido, pese a sus estatutos, el pr incipal enem igo del funcionam iento de los
mercados monetarios, en el ámbito internacional. El modelo de convert ibilidad en
dólares, ideado por White en 1944 era inseguro, en comparación con el sistem a
m undial de bancos cent rales propugnado por Keynes, pero se impuso por el simple
mot ivo de que favorecía a los Estados Unidos. Cuando el Sistema Monetario
I nternacional llegó a su fin en 1971, muchos afirmaron con ligereza que el esquema
adoptado en Bret ton Woods había fracasado, pero en realidad, sirvió a los fines para
los que se había creado.
Estados Unidos no había dejado de inundar los mercados de “eurodólares” para la
reconst rucción, eludiendo el papel del Banco Mundial, en lo que se ha dado en llamar
Plan Marshall. La em isión de papel moneda es una form a de financiación del déficit
público y, cuando se hace en el exterior, perm ite al país financiar ventajosam ente un
déficit de pagos, siempre que el exceso de oferta de dólares perm ita depreciar dicha
moneda muy por debajo de su paridad oficial en térm inos de oro. Saldaban ese déficit
con nuevos dólares, cuyo valor era muy inferior al fiduciario y, desde 1969, con
Derechos Especiales de Giro (DEG) , m ient ras que los dem ás países tenían que hacerlo
en oro. En 1971, algunos econom istas aventajados (Kenwood y Lougheed, 1972) se
ant icipaban a dudar de la eficacia que tendría este inst rumento en la resolución de los
problemas internacionales de liquidez.
Aquí quedó patente que al FMI , creador y em isor de los DEG, lo que le preocupaba
no era la liquidez internacional, sino la recuperación de la inversión bélica que Estados
Unidos había realizado ent re 1941 y 1945 y la posterior inversión en reconst rucción.
Este m ecanismo que, como postuló Keynes, no era el más idóneo para los fines
inicialmente propuestos en Bret ton Woods, fue consent ido por los países europeos,
como si se t ratase de una indemnización de guerra, por la ayuda prestada cont ra
Alemania y cont ra la Unión soviét ica. Lo que posteriormente se ha denom inado
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“Dum ping monetario” (Eiteman et al. , 2000) era un t r ibuto que los agentes
económ icos del mundo entero tendría que pagar a Estados Unidos en vir tud de su
nuevo papel de gendarme mundial.
El valor real de los fondos que se habían enviado para la reconst rucción sufr ió una
notable erosión y esto habría representado un problema grave para cualquier país,
pero para la Reserva Federal, la est rategia era idónea, porque Estados Unidos podía
perm it irse romper los comprom isos fiduciar ios sin necesidad de declararse en
bancarrota. Transcurr ido un t iempo, en 1973, la Adm inist ración Nixon declaró la no-
convert ibilidad del dólar en oro, reconociendo la cr isis financiera internacional que el
propio Tesoro norteam ericano había ocasionado.
Aparte de su destacado papel como banco exterior de Estados Unidos, el carácter
de “prestam ista de últ ima instancia” es una de las facetas que m ás juego ha dado al
FMI , porque además de decidir sobre los propios dólares y ot ras divisas contenidos en
el Fondo, este organismo puede vetar el otorgam iento de préstamos de ajuste
est ructural por parte del BM. Como su propio nombre indica, los “préstam os de ajuste
est ructural” están condicionados a la adopción de determ inadas medidas de polít ica
económ ica estandarizadas según el ‘consenso de Washington’. Estas ayudas se
otorgan, según Greg Palast (2003) , m ediante un cont rato de adhesión, que se tom a o
se deja. La necesidad de liquidez de los países en cuest ión es el arma de negociación
fulm inante del FMI .
4. La cultura de estabilidad y el ‘consenso de W ashington’
El térm ino ‘consenso de Washington’ fue creado por Williamson... Se usa también la
palabra convergencia en vez de consenso, puesto que no se t rata de un acuerdo
concreto, sino de un acercam iento de posturas, alineaciones no form ales, concretadas
tan sólo en reuniones. Las posiciones adoptadas son postulados económ icos y, por lo
tanto, decisiones polít icas.
Ent re esas decisiones no formalizadas figura el propósito de difundir una ideología
art ificial, just ificada en parte en los t rabajos de los econom istas de Chicago; algo que
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se ha denom inado ‘la cultura de la estabilidad’ (Guitán y Muns, 1998) . Esta doct r ina
perversa ha sido denom inada también “ fundamentalismo de mercado” 6 .
Según St iglit z7 , los cuat ro pasos para derr ibar una economía como la rusa, por
ejemplo, consisten, en este orden, en privat ización, liberalización exterior de capitales,
subida de t ipos de interés, liberalización y alza de precios de productos básicos,
reducción o elim inación de subsidios y liberalización del comercio exterior. Cada uno
de estos pasos causa un daño que es pretexto para implantar el siguiente. Lo de
menos, es que estas recomendaciones nos ofendan a nosot ros, los econom istas; lo de
m ás, es que causan recesión, pobreza, descontento y disturbios sociales.
En países como España o Chile, los mandam ientos de esta nueva religión, como la
denom ina St iglit z, fueron devotam ente pract icados, según el siguiente medio
decálogo:
Libertad de circulación de capita les
O lo que es lo m ismo, “amarás a Dios sobre todas las cosas” . Este es un requisito
básico indispensable para que el FMI pueda cumplir su verdadero objet ivo, ya que los
propietarios de esos capitales necesitan colocarlos en inversiones seguras y líquidas.
Para ello, nombran a los direct ivos de las inst ituciones mult ilaterales para que
garant icen la liquidez ( recuperación) de dichos capitales y la ret r ibución adecuada.
El Fondo Monetario I nternacional (FMI ) se hace cargo de asegurar la libertad de
ent rada y salida de capitales en los países en los que sea interesante especular, con un
absoluto desprecio por las consecuencias socioeconóm icas que las desinversiones
puedan tener en los países m enos desarrollados (St iglitz, 2001) .
Las fugas de capital son tal vez el indicio más evidente del fenómeno de la
globalización y la cr isis del Estado nación. Si los Estados en Europa ya no t ienen
posibilidad de ejercer la polít ica monetaria, desde 1999, abandonaron m ucho antes la
polít ica cambiaria. En España se suprim ió el cont rol de cambios definit ivamente en
6 La expresión “ fundam entalism o de m ercado” procede de una conferencia redactada en 1999
por E. Sakakibara, funcionario responsable del Minister io de Hacienda japonés en el Club de Representantes Ext ranjeros.
7 En Palast , G., 2033
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1991 y se liberalizó mundialmente la circulación de capitales en febrero de 1992. Si
quisieran volver a retomar ese cont rol, sería imposible lograrlo, porque la desinversión
es más líquida que la ent rada en vigor de decretos. Ahora los mercados de capitales
escapan al cont rol de los Estados. El dinero caliente no desea un país quisquilloso y no
más se produjesen rumores de cambios legislat ivos el déficit por cuenta corr iente sería
imposible de saldar, los precios bursát iles se derrumbarían y los propios inversores
residentes evadirían sus fortunas. Las empresas locales no podrían obtener
financiación, a menos que salieran a cot izar al ext ranjero. En la actuallidad, muchos
venezolanos det ractores del gobierno bolivariano se lam entan de que éste no les
perm ite ret irar sus fondos (normalmente, estos det ractores poseen fondos) hacia sus
actuales países de residencia. Desde aquí, es necesario t ranquilizar a estos
propietarios con un argumento que para ellos sin duda resultará pat r iót ico: Si se
restableciese la libertad de salida de capitales, la econom ía venezolana se hundiría,
com o lo hizo en 1997 la tailandesa.
Flexibilidad laboral
Hubo un t iem po en que las horas ext raordinarias se pagaban más caras que las
horas normales de t rabajo. Esa época se puede denom inar ‘la pequeña t iranía del
proletar iado’. Ahora no es que se paguen más baratas, sino que, norm alm ente, no se
pagan.
El proceso de ‘flexibilización’ del mercado laboral se había iniciado en España dos
años antes de que Rato fuese m inist ro y curiosamente, la principal reforma tuvo lugar
durante la segunda legislatura del Part ido Socialista8 . A part ir de la inst itución de las
Empresas de Trabajo Temporal, las grandes compañías no sólo pudieron desintegrar
jurídicam ente sus procesos product ivos a t ravés de las cont ratas, sino volver a
integrarlo técnicamente, sin someterse a la est r icta vigilancia de los com ités de
empresas. Podría decirse que aquella supuesta flexibilidad característ ica de la pequeña
empresa no era ot ra cosa que una opacidad fáct ica en los posibles incumplim ientos de
la normat iva laboral. En el proceso de desmantelam iento inst itucional del Derecho
8 Al amparo del Real Decreto-Ley, 18/ 1993, de 3 de diciembre, se dictó el Real Decreto
2317/ 1994, de 29 de diciembre, por el que se desarrollan los cont ratos en práct icas y de aprendizaje y los cont ratos a t iem po parcial. Siguieron la Ley 10/ 1994 y la Ley 11, del m ism o día (B.O.E. de 23 de m ayo) , se modifican determ inados art ículos del Estatuto de los Trabajadores y las Leyes de Procedim iento y Disciplina.
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laboral, el Estado proporciona ahora las m ismas posibilidades a la gran empresa, en el
marco de la legalidad.
Gracias a eso, durante las legislaturas de Rato, se han llevado a cabo mult itud de
cont ratos mercant iles9 para el desempeño de comet idos laborales, especialmente, en
com ercialización de seguros u ot ros productos o servicios. Es preciso recordar que en
las cláusulas de los cont ratos, el comercial se hace responsable, no sólo del preaviso,
como el empleado, sino a la propia prestación laboral-mercant il. La libertad del
t rabajador queda rest r ingida, al m ismo t iempo que el despido se flexibiliza.
Aparte del ámbito de las práct icas en empresas, mediante becas, que tam bién ha
sido muy explotado, se ha iniciado el auge del voluntariado, una de las principales
falacias de la nueva cultura.
Estabilidad cam biaria
Bien es cierto que la estabilidad en las paridades ent re divisas es algo deseable,
para el buen funcionam iento del comercio internacional.
Como se ha explicado, el fin del SMI rubricó el fracaso del FMI como garante de la
estabilidad cambiaria. Su polít ica había consist ido en dejar hacer a Estados Unidos y
en secundar su est rategia, m ediante la creación de los DEG.
Sin embargo, cuando el argumento del t ipo de cam bio le supone un buen pretexto,
como se explica más adelante, retoma este papel ant iguo y frust rado, para anteponer
el t ipo de cambio como máxima prior idad de la polít ica económ ica. En el siguiente
apartado, analizaremos a quién se pretende favorecer con este t ipo de
recomendaciones.
Privat ización
Sobre el tema de las privat izaciones se ha cr it icado mucho, pero a dest iempo. Se ha
hablado de la privat ización encubierta en Rusia, m ediante un embargo ilegít imo al
Estado, gracias a esta prior idad del FMI (St iglitz, 2001) . Se ha relacionado la intención
9 La ut ilización de este t ipo de cont rato t iene com o consecuencia que, m uchos t rabajadores,
desconocedores de su obligación de correr con sus propios gastos de Seguridad Social, se convierten en infractores.
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de privat izar con la creación de un entorno cultural favorable (Galindo, 2003) y con el
denom inado “capitalismo popular” (Galindo, 2005) . Se han estudiado en concreto los
casos, desde el punto de vista est r ictamente mercant il, para determ inar si el Estado
gana o pierde (Álvarez, 2000, García, 2001) . Se ha alertado de la pr ivat ización, no
sólo de las act ividades empresariales, sino también las asistenciales, por medio del
denom inado “No-gubernam ental” y de los servicios básicos, como educación, sanidad
y seguridad.
El eterno problema de las privat izaciones es que el capital pr ivado persigue fines
privados y está demost rado que sólo excepcionalmente se cumple la prem isa de Adam
Smith de que la sat isfacción del interés privado redundará en
Equilibr io presupuestario
Con respecto a la panacea del déficit cero, este planteam iento resulta equivocado,
como demost ró Keynes hacia 1936, ya que el déficit público es lo que menos cuesta
financiar. A diferencia de la deuda em it ida por empresas, la que em ite el Estado es
considerada por los mercados como act ivos sin r iesgo. Esto perm it ir ía realizar
inversiones product ivas que para la iniciat iva privada no fuesen interesantes, pero que
fueran de carácter est ratégico para la economía o de carácter básico para el desarrollo
de ot ras empresas privadas o públicas. Afirma St iglit z que Keynes “se revolvería en su
tumba” , si supiera de los planteam ientos ideológicos predicados por el FMI y
desobedecidos sólo por Estados Unidos. Caso grave es el de España, puesto que el
ambiente polít ico y la act ividad económ ica eran suficientes para incent ivar la inversión
ext ranjera, sin necesidad de dar la “señal” del déficit cero.
En los cr iter ios de convergencia patentes en el Pacto de Estabilidad y en el
‘consenso de Washington’ llam a la atención el hecho de que el déficit público máximo
perm it ido se fija en relación con el Producto I nterior Bruto del país m iembro y no en
función del presupuesto del Estado, com o sería más lógico. Esto significa que se está
lim itando la dimensión del sector público en la economía general de la Unión europea
y, por lo tanto, su capacidad de intervención. Aparte de un innegable abandono del
paradigma keynesiano, en este comprom iso está presente una concepción polít ica m uy
concreta sobre el papel del Estado. Ese papel sería no el de un ente inversor ⎯salvo
para sectores deficitar ios, como los ferrocarr iles⎯ sino el de un consum idor m uy
especial.
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5. El nuevo papel del Estado
El nuevo papel del Estado como consum idor, en la actual concepción de Washington
no es desde luego la de un ente inversor empresarial, ni siquiera la de un consum idor
nacionalista al est ilo del New Deal, sino la de un consum idor corrupto, es decir,
financiador de las importaciones procedentes principalm ente de Estados Unidos,
especialmente las de software y ot ros elementos suscept ibles de propiedad intelectual.
Los nuevos clientes de los gobiernos, en países de la categoría de España no son los
oligarcas locales, sino las t ransnacionales como Microsoft , Disney, Am erica On Line-
Tim e Warner, Kodak, aparte de Vodafone, Telefónica, y ot ras no am ericanas. El gasto
público que no se dest ina ya a sanidad o educación de dest ina a consum ir
directam ente los productos de estas compañías o a subvencionar el consumo de las
fam ilias en estos bienes de lujo, bajo el pretexto de la modernización.
El problema no es que los dir igentes, en part icular, sean corrupt ibles, sino que el
propio concepto de Estado (y en general, los entes soberanos de ámbito terr itor ial
lim itado) es ya un t rasto del pasado que no sirve para la nueva realidad global. Por
eso, en muchas ocasiones es incompleto el discurso de culpar exclusivamente a los
polít icos corruptos locales de la explotación que sus países sufren por parte de las
mult inacionales. Las grandes mult inacionales no necesitan sobornar al dir igente
polít ico, porque pueden hacer daño a la economía de un país. La am enaza de
“deslocalización” y evasión de capitales explica algo que a primera vista resulta
sorprendente: Que empresas con grandes beneficios, como Telefónica, Gillet te o
Boeing obtengan de la Adm inist ración un dictamen favorable a los expedientes de
regulación de empleo. Estas empresas y ot ras, como Ast illeros Españoles, S. A. se
perm iten despedir a los t rabajadores con más experiencia, si exceden de 50 ó 52 años,
según los casos, a cargo de los presupuestos públicos. El Estado, que no puede
exiliarse de sí m ismo, es quien mant iene las expectat ivas salariales de los
prejubilados, m ient ras éstos siguen t rabajando en la economía sumergida. A los
Estados no les queda ot ra opción que compet ir ent re sí en la captación de capitales y
establecim ientos fabriles.
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La faceta empresarial del Estado no desaparece totalmente. Si una empresa pública
es rentable, se privat iza a un precio rebajado10 ; si no lo es, se sufragan las pérdidas
con cargo a impuestos. Esta circunstancia es la que sost iene la apariencia de que la
empresa pública es siempre ineficiente. Así pues, para que el Estado sea eficiente no
debe socorrer a los analfabetos, a los enfermos y a los pobres, sino que debe dar
salida a la producción estadounidense, asegurando el consum o y adem ás correr con
las inversiones de infraest ructuras para proveer a las grandes empresas a bajo costo.
El est r icto papel regulador del Estado parece ser compat ible con la idea de libertad
de empresa, ya que la propiedad t iene que estar protegida. El Estado debe pagar altos
sueldos a los regist radores, notarios, corredores, jueces y bolsas de valores, para que
puedan dar fe pública del derecho a la propiedad, de forma que se dispense una
protección total a las rentas derivadas de estos derechos. En lo relat ivo al pat r imonio,
siguen siendo muy necesarios los presupuestos públicos, dest inados a asegurar el
buen funcionam iento de las I nst ituciones. En cambio, en relación con el t rabajo, no se
protegen los derechos con tanta disciplina y efect ividad, puesto que la tendencia es la
libertad cont ractual y, por ende, la com petencia a ult ranzas.
En toda la obra de los econom istas norteam ericanos, está patente un par de
confusiones de ideas, que no suelen ser aclaradas por los t raductores no econom istas.
En primer lugar, se habla del Gobierno como ente gestor y regulador y a veces com o
ente interventor, que aquí ident ificamos con el Estado o, en general, la Adm inist ración.
Esto se debe a que el sistema democrát ico estadounidense no hace dist inción ent re el
Estado y sus órganos, es decir, el gobierno lleva incorporada su Adm inist rat ion, no es
un órgano de la Adm inist ración, com o ocurre en la mayor parte del cont inente
europeo.
La segunda confusión deriva de la pr imera y es más abultada, desde el punto de
vista de la Teoría económ ica. A menudo se confunde intervención con regulación.
Aunque son conceptos siem pre relacionados, la regulación es un acto legislat ivo,
promovido normalmente por el Gobierno o delegado en éste, m ient ras que la
intervención es una inversión por parte de los poderes públicos, que les convierte en
agentes económ icos. Esta dist inción t iene importantes consecuencias, porque la
diferencia ent re un Estado interventor y un Estado regulador es la m isma que ent re un
10 Linde, 1994, pp. 123-128. Según Álvarez Otero, S. (2000, p. 28.) , En la Oferta Pública de
Venta "se infravalora en m edia un 11'7% " la em presa privat izada, con respecto a la cot ización del día siguiente.
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Estado de bienestar y un gobierno neo- liberal. Por lo tanto, cuando se habla de
' intervención' en la term inología económ ica actual, no se está haciendo referencia al
empleo de capital público en iniciat ivas empresariales, sino al socorro de empresas y
bancos en apuros. Sólo parece incluirse en este concepto el establecim iento de marcos
reguladores que hagan funcionar los m ercados como se supone que sería más
conveniente para el interés general. En ot ros casos, se apela a una versión rest r ingida
del keynesianismo (polít icas fiscales y monetarias expansivas orientadas al consumo)
que no incluye la creación de empresas públicas.
6. Últ im as fechorías del FMI
Las t rágicas consecuencias de la cr isis argent ina o la previa cr isis del Sudeste
asiát ico, así como la inicial y experimental cr isis de México son, sin duda alguna,
consecuencia directa e intencionada de las polít icas del Fondo Monetario I nternacional,
dir igido en aquellos años por Michael Camdessus.
Estas cr isis globales han sido de tal magnitud que los propios intereses económ icos
localizados en Estados Unidos han sufr ido las consecuencias. No obstante, estos
intereses empresariales secundarios, incluyendo empresas financieras y sociedades
adm it idas a cot ización bursát il, no pueden más que plegarse a las polít icas dictadas
por las grandes mult inacionales a sus gobiernos. Dado que el FMI es una especie de
órgano deslocalizado del Gobierno estadounidense y que las grandes mult inacionales
de origen “USA” someten a las inst ituciones a sus intereses, podemos afirmar que el
FMI es una de esas inst ituciones som et idas por las grandes corporaciones.
Cuando se t rata de países como Et iopía, Botswana o Kenya, el FMI da la espalda a
la meritor ia y exitosa realización de las medidas idént icas o equivalentes a las que el
propio Organismo internacional predica. Así, de forma inesperada, hace
recom endaciones abusivas o cont raproducentes, encam inadas a perpetuar la situación
de pobreza y dependencia de dichos países, deniega financiación apoyándose en
cualquier excusa o impone reformas que, en los países desarrollados, han sido
consecuencia y no requisito de la bonanza económ ico- financiera. Dichas reform as,
como la brusca desaparición de cont roles de cambio y la libertad de ent radas y salidas
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de capitales pueden ser muy arr iesgadas para un país modesto, debido al enorme
poder especulat ivo de los grandes capitales mundiales11 .
Las m ult inacionales estadounidenses han tenido un problem a con la com petencia de
Japón, a part ir de los años 50 y, desde finales de los 60, las grandes corporaciones de
Corea del Sur (Hiundai, Sam sung, Daewoo,...) . La com petencia asiát ica no sólo se ha
dado en mercados internacionales, sino en el propio mercado estadounidense12 . Estas
em presas eran acusadas de usar mano de obra muy barata, de vender por debajo del
coste “ razonablemente” calculable por las agencias estadounidenses de defensa de la
competencia (St iglitz, 2001) , de proteger sus indust r ias con aranceles, pero ninguno
de esos aspectos era la pr incipal ventaja compet it iva de estos nuevos colosos.
El m ilagro japonés y, en general, el m ilagro asiát ico era debido a las característ icas
de su sistem a financiero. Los t ipos de interés eran bajos, la part icipación de los bancos
en la gest ión de las empresas era elevada y la duración de la relación financiera era de
las más prolongadas a nivel mundial. Estos requisitos eran indispensables para que las
empresas pudieran apalancar sus inversiones y así acom eter una expansión a un r itm o
sin precedentes13 , al m ismo t iempo que obtenían una rentabilidad interesante para el
capital, debido a los bajos costes financieros.
La réplica a esta situación tan indeseable la llevó a cabo en los años 90 el FMI , por
cuenta de los intereses mult inacionales estadounidenses. El alto nivel de
endeudam iento de la competencia t ransnacional coreana podía ser un punto débil, si
se conseguía que se elevasen los t ipos de interés en wons (m oneda surcoreana) .
Las inst ituciones estadounidenses no podían hacer nada directam ente a favor de
sus clientes empresariales, pero su dom inio del FMI podía perm it ir le entablar ciertas
influencias con las autoridades de los países asiát icos. Para que estas iniciat ivas
tuvieran éxito, era necesario que las funciones del FMI fueran modificándose; m ás bien
ampliándose y que pudiera ejercer el socorro financiero no de una forma obligatoria,
no como un derecho de los países m iembros, sino de un m odo potestat ivo. Así, pudo
11 Esta avidez inversora de carácter especulat ivo fue la que hizo peligrar la propia Unión
Monetaria Europea durante las “ torm entas m onetarias” de 1992 y 1993, de form a análoga a como habían producido disturbios en fechas anteriores (V. Galindo, 2003b; Linde, 1994, pp. 123-128) .
12 Hace décadas que se detectó este peligro. Vid. Mishan, E. J., 1969, p. 121. 13 El crecim iento de las exportaciones de Tailandia, Filipinas, Malasia, I ndonesia y Corea se
encont raba ent re las 10 tasas m ayores del mundo (Oddone, 2004) .
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perm it irse exigir ciertas condiciones y su nueva labor de asesor o “ cent ro de
estudios” 14 se llevó al ext remo de em it ir recomendaciones cuyo cumplim iento
condicionase la inyección de financiación, no sólo por parte del propio FMI , sino
también del BM.
En el caso de Corea, llam a m ucho la atención de que el FMI no era part idario de que
el gobierno surcoreano interviniera a favor de los t ipos de interés, argum entando que
el libre juego de la oferta y demanda internacional de capitales establecería una tasa
justa y sim ilar a las de ot ros países. En cambio, defendía a ult ranzas la intervención a
favor de los t ipos de cambio, para evitar depreciaciones de la divisa nacional, con
respecto al dólar. Aquí no era conveniente hablar de libertad de mercado, puesto que
una devaluación devolvería a los productos coreanos la compet it iv idad internacional y
pondría en peligro las exportaciones estadounidenses.
La histor ia term ina en que, afortunadam ente, las autoridades surcoreanas no se
dejaron corromper y no adoptaron las recomendaciones. El gran error del FMI es que
el aliciente que ofrecía a cambio (el rescate de la deuda externa) favorecía más a los
acreedores occidentales que a la propia economía surcoreana15 . Las divisas de los
países en cr isis (como ocurr ió más tarde con el rublo) tuvieron que ser devaluadas
más tarde o más temprano.
Ot ro país que abandonó las direct r ices del FMI fue Malasia y se convirt ió en uno de
los principales cent ros financieros del mundo (en Kuala Lum pur, su capital) , En
cambio, ot ros países como Tailandia, fueron víct imas de una terr ible cr isis de origen
financiero, cuyos efectos fueron m ás graves y duraderos.
Hoy en día, ninguno de los países denom inados “economías em ergentes” puede
declararse a salvo de la inestabilidad que caracteriza al capital financiero internacional
(Oddone, 2004) . Esto es debido a que el establecim iento de cont roles a la salida de
capitales no puede establecerse en tanto que las ent radas no hayan alcanzado un
volumen considerable. Aun así, cuando se at raen capitales en forma suficiente como
para cont rarrestar el déficit comercial, como en el caso t radicional de España o Estados
Unidos, es a consecuencia de haber em it ido una señal de que no se establecerán
cont roles a la salida. En España, los cont roles de cambio desaparecieron
14 Velarde, J., op. cit . 15 “Los organism os financieros internacionales rescatan a los acreedores m ás que a los
deudores.
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definit ivamente en 1990, aunque en 1992, varios meses después de la total
liberalización de estos movim ientos, hubo que establecer medidas urgentes y
provisionales para combat ir la especulación excesiva a favor de la peseta, durante la
llamada “ tormenta monetaria” .
Existe un “exceso de liberalism o” (Galindo, 2005) , que no es m ás que una
rest r icción o adulteración de la libre competencia y que se aparta de los propios
objet ivos de liberalización proclamados en las cartas fundacionales de éstos
organism os. Esta aparente paradoja ha sido at r ibuida erróneamente por St iglitz a
posiciones dogmát icas de los gobernantes de las inst ituciones, es decir,
encapricham ientos infant iles, equivocaciones, en definit iva, el llamado
“ fundamentalismo de mercado” . Sin embargo, el integrismo liberalista no puede ser
ut ilizado como explicación ⎯sí como pretexto⎯ puesto que, en primer lugar, el propio
St iglit z reconoce que la “ concepción original [ del FMI ] se basó en el reconocim iento de
que los m ercados a m enudo no funcionaban” (2003, p. 52) . En segundo lugar, los
efectos perniciosos de dichos “errores” no son aleatorios, casuales, ya que no afectan
por igual a todos los países o a todos los intereses empresariales, sino que favorece a
los países r icos, en det r imento de los más pobres y a las grandes corporaciones en
det r im ento de los cont r ibuyentes.
Aparte de eso, el magnífico art ículo de St iglitz (2004) sobre las polít icas
recomendadas por el FMI ent raña un error o incluso un pequeño peligro. Él debería
saber que su opinión va a ser leída y ampliamente difundida. Por eso, tal vez
proclamando el acierto y recomendación (e incluso la intención confesada en secreto
por delegados asiát icos, p. 58) de establecer cont roles de cambio puede dar una señal
al mercado. Es decir, su opinión sería suscept ible de const ituir , por sí sola, una manera
de llevarse a sí m ismo la cont raria, dado que las reacciones que en los mercados
podría ocasionar su art ículo t ienen un t iempo de realización práct icamente inmediato.
Este perm ite al capital financiero especulat ivo ant iciparse a los posibles cont roles de
cambio y obligaría a los países afectados de la buena fe de St iglit z a cont rarrestar el
peligro con ot ras señales, en sent ido contrario, por ejemplo, dest ituyendo a aquellos
dignatarios que hablaron con él. Como advirt ió el propio St iglitz (2003) , estas
distorsiones t ienen efecto a corto plazo, m ient ras que a largo plazo se imponen
únicam ente los efectos que t ienen una base material. Sin embargo, cuando hablam os
de “burbuja financiera” , el corto plazo resulta excesivamente prolongado y los efectos
se llegan a convert ir en est ragos y dramas hum anos subsecuentes a las cr isis
financieras, que también han llamado la atención de este autor (2001, 2003) .
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La excusa del Fondo es que el éxito de sus polít icas habrá de verse a largo plazo,
pero St iglitz considera demost rado que esto no es cierto. Como econom ista moderno
reconocido defiende la necesidad de incent ivos para que la economía de mercado
funcione, pero advierte que la desigualdad excesiva obst ruye el crecim iento
económ ico. En num erosos asuntos económ icos, se muest ra abiertamente part idario de
la intervención (en sent ido rest r ingido) del Estado (el Gobierno) , especialmente,
cuando la situación puede ser dramát ica en térm inos sociales.
7. Resum en y conclusiones
Muchas voces reclam an la sust itución del FMI por un organismo más democrát ico,
en cuanto a su const itución y m ás justo en cuanto a sus funciones, cuya delim itación
sea más precisa. El prem io Nobel de Economía del año 2001, Joseph St iglitz no es
part idario de la supresión de este organismo, sino de su reforma. Llama la atención
sobre el tema de la representat ividad, lo cual nos devuelve a la pregunta de a quién
representa Rodrigo Rato.
No hay que descartar debates pendientes de la Historia Actual, como el relat ivo a
las sociedades secretas y su posible poder o influencia en la polít ica internacional16 .
Sin embargo, hay intereses más palpables, defendidos en parte por inst ituciones
const ituidas legalmente, como la Com isión Trilateral o incluso por entes de Derecho
público, ya sean estatales, como la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana, o
internacionales, como el Fondo Monetario I nternacional. Esos intereses a los que
responde de forma ilegít ima la polít ica de estos organismos públicos son los de las
grandes corporaciones empresariales. Esta defensa se efectúa norm almente en cont ra
de ot ros intereses: Los de las pequeñas y medianas empresas, los de t rabajadores y
arrendatarios, los intereses generales y empresariales de estados menos poderosos,
los derechos sociales de la mayoría de las personas del planeta y, en m uchas
ocasiones, los derechos fundam entales de la persona.
El catecismo de la austeridad, la estabilidad y la seguridad del t ráfico mercant il han
derrotado a la sanidad, la educación, la nut r ición, etc. Un derecho m ás se nos pasa a
menudo por alto, el derecho a la información. La libertad de prensa, entendida como el
16 Baigent , M., Leigh, R y Lincoln, H., 1982. Los autores de este best seller , en cierto m odo,
facilitan el j uego a dichas sociedades secretas, que son las que facilitan todas las fuentes de su supuesta invest igación.
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derecho a engañar, nos m uest ra en la actualidad el nombram iento de Rato como un
logro de la humanidad y, especialmente, de los españoles.
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