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A N O D E G R A C I A
AO DE LIBERACIN
U na Sem ana Bblica sobre el Jubileo
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f a Ca s a d e kBiblia
Ao de grac ia . Ao de l iberac in
Una Semana Bbl ica sobre e l Jubileo
Animador
SEGUNDA EDICIN
EDITORIAL VERBO DIVINO
Avda. de Pamplona, 41
31200 Estella (Navarra)
2000
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Estos mater ia les han s ido e laborados a par t i r de un estudio
real izado por Francisco Ramis . En su preparacin han colabo
rado: Florencio Abajo, Roco Garca, Juan Stefanw, Irene Vega
y Emilio Velasco, bajo la direccin y coordinacin de Santiago
Guijarro . Las celebraciones han s ido preparadas por Mara
Jess Fe rnndez .
Dibujos de portada e interior: Mar Medina
2
a
edicin
La Casa de la Biblia 2000
Editorial Verbo Divino
Avda. de Pamplona, 41, 31200 Estella (Navarra)
ISBN 84-8169-351-0
Fotocomposicin: La C asa de la Biblia
Mayor,
8 1,
280 13 Madrid
Impresin: GraphyC ems, V illatuerta (Navarra)
Depsito legal: NA. 131-2000
Impreso en Espaa
PRESENTACIN
En noviembre de 1994, el papa Ju an Pablo II hizo pblica
una ca r ta apos t l i ca t i tu lada Tertio millennio ad veniente .
En el la convocaba a toda la Igles ia para preparar y celebrar
en e l ao 2000 un nuevo ao s an to conm em orando e l s e
gundo milenio del nacimiento de Jesucris to. En dicha carta ,
e l papa, adems de proponer e l i t inerario a seguir en los
tres aos precedentes , dedicados suces ivamente a l Hijo, a l
Espri tu y a l Padre , expl ica el sent ido de es te ao jubi lar ha
ciendo referencia en v arias o cas iones a l jubi leo bbl ico.
Desde en tonces han s ido m uc has l a s in ic iat ivas p ropu es
tas para celebrar es te acontecimiento, as como las publica
ciones aparecidas en torno a l Jubi leo. Pero no s iempre se
ha tomado como punto de referencia lo que la Bibl ia dice
acerca de es ta celebracin. Muchas de es tas inic ia t ivas y
publicaciones parecen haber olvidado las ra ces bbl icas del
ao jub i l a r , que pued en ay udarno s a descubr i r e l s en t ido
profundo del Jubi leo que vamos a celebrar
Los materia les que ofrecemos a cont inuacin pretenden
ofrecer un camino para l legar has ta las ra ces del jubi leo
cris t iano. Es tas ra ces se encuentran en a lgunos cdigos le
gales del Antiguo Tes tamento, en los orculos de a lgunos
profetas y, sobre todo, en la predicacin de Jess . De e l los
queremos part i r para comprender mejor e l espr i tu del ao
jubi lar que es tamos celebrando, de modo que es ta mayor
comprensin nos l leve a proclamar y hacer presente e l re i
nado de Dios anunc iado por J e ss .
Ofrecemos es ta propues ta , sobre todo, a los grupos cris
t ianos que s ienten la inquietud de vivir es te ao jubi lar en
clave de compromiso. Creemos que de es ta forma podrn dar
un sent ido ms hondo a las celebraciones l i trgicas con las
que vamos a conmemorar e l segundo milenio de la encarna-
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cin del Seor. Con es ta propues ta nos sumamos a una ini
ciativa de la Federacin Bblica Catlica, que en su ltima
Asamblea General , ce lebrada e l ao 1996 en Hong Kong, re
comend a s us m iembros la promocin de inic ia t ivas encami
nadas a descubrir los re tos que nos plantean hoy es tos vie jos
textos en los que se en cue ntra n las ra ces del Jubi leo.
Como la situacin de los grupos a los que nos dirigimos es
muy variada, nues tra propues ta quiere ser tambin plural .
Por eso, a la hora de pre parar es tos materia les , hemos pensa
do en dos s i tuaciones t picas : la de una parroquia que quiere
celebrar una semana bbl ica para un amplio grupo de part ic i
pantes , y la de un grupo reducido de personas (agentes de
pastoral o no) que quieren dedicar algunos encuentros a refle
xionar y profundizar sobre el sentido del Jubileo. Estas dos
s i tuaciones t picas son, segn creemos, representat ivas de
dos posibles formas de utilizar estos materiales, sobre las que
ofrecemos a cont inuac in a lgu nas orientaciones .
S i vais a usar es tos materia les en un grupo pequeo, po
dis prescindir de la primera parte y pasar directamente a
la segunda, donde se encuentran los materia les para los en
cuentros . Se proponen cinco ses iones , ms una celebracin
que podis elegir entre las dos que se ofrecen en la tercera
parte . S i no podis dedicar se is encuentros a es te tema, en
tonces tendris que e legir entre las ses iones propues tas . En
nues tra opinin, las ses iones segunda, tercera y cuarta son
las ms importantes , pero la e leccin depender mucho de
vues t ros in te re ses .
P a ra cada encuen t ro os suge r im os una m e todolog a m uy
senci l la . Veris que hay dos t ipos de materia les : una expli
cacin ms amplia , que viene a l comienzo, y una f icha de
lectura sobre un texto, que viene a cont inuacin en pginas
rec uad rad as . La explicacin inic ia l es par a qu e la lea y refle
xione cada uno en casa antes de la reunin, mientras que la
ficha de lectura es t pensada para servir de gua en e l en
cuentro de grupo. Cabe tambin la pos ibi l idad de que e l
grupo dedique e l encuentro a comentar la expl icacin le da
en casa , centrndose sobre todo en la tercera parte , que es
la que apunta ms hacia e l compromiso. Conviene que e l o
la responsable del grupo considere todas es tas pos ibi l idades
y se las proponga a l grupo antes de comenzar.
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En caso de que vues tra intencin sea preparar y real izar
una s em ana b b l i ca des t inada a un grupo ms amplio, en
tonces debis empezar leyendo la primera parte , en la que
hemos recogido una serie de orientaciones concretas apren
didas de nues tra experiencia y de la de otros . Conviene pro
gramar la semana con t iempo, porque de es te proyecto de
pende r m uch o e l im pac to de la m ism a . Es m uy im por tan te
preparar a un grupo sufic ientemente amplio de colaborado
r e s , pa ra que acom paen a los pa r t i c ipan te s en los m om en
tos en los que tendrn que compart i r con otros las respues
tas a a lgunas preguntas de las f ichas de lectura .
En es te caso, los materia les de la segunda parte podrn
servir para la preparacin de es tos colaboradores , s iguien
do l a s pau ta s que hem os s ea lado m s a r r iba . En los en
cuentros de la semana bbl ica slo ut i l izaremos las f ichas
de l ec tu ra , que apa recen en l a s pg inas recuadradas , pe ro
contaremos con e l apoyo de todos es tos colaboradores y co
laboradoras que previamente han reflexionado y meditado
personalmente y en grupo sobre los diversos aspectos del
Jubi leo en la Bibl ia .
Es probable que tampoco en es te caso puedan tenerse las
seis ses iones , y por tanto habr que e legir entre las que se
proponen. En ningn caso deber fa l tar la celebracin del
lucernario que encontraris en la tercera parte . Sera de
gran ayuda que todos los part ic ipantes pudieran tener e l
guin de cada encuentro, incluida la celebracin, para poder
part ic ipar mejor.
Esperamos que es tos senci l los materia les s i rvan de ayu
da para que la celebracin del ao jubi lar sea un aconteci
m ien to renovador en nues t ra s com unidades y ac rec ien te en
ellas la sensibilidad ante el expolio de la Tierra, la explota
cin de las personas y e l sometimiento de unos -pueblos o
personas- a otros por causa de la deuda. El ao de gracia y
de l iberacin anunciado por Jesucris to t iene mucho que ver
con todas es tas esclavi tudes , y por eso los cris t ianos no po
demos quedarnos a l margen de los procesos de l iberacin
que Dios es t haciendo brotar en nues tro mundo de hoy.
E l e q u ip o d e L a C a s a d e l a B ib li a
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PRIMERA PARTE
Q U E S
U N A S E M A N A
BBLICA
Y C MO
P R E P A R A R L A ?
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9U ES UNA SEMANA BBLICA?
Las semanas bbl icas t ienen una larga t radic in entre
nosotros . En los aos pos teriores a l Conci l io la Casa de la
Bibl ia organiz varias en diversas c iudades espaolas . En
otros pases , sobre todo de Amrica la t ina , las semanas b
bl icas se han convert ido en una act ividad habi tual , y cada
ao los departamentos bbl icos de las diferentes conferen
cias episcopales ofrecen materia les para celebrarlas en pa
r roqu ias y g rupos c r i s t i anos .
Con ocas in del ao jubi lar queremos ofrecer unos mate
ria les senci l los que puedan servir para real izar una semana
bbl ica de sens ibi l izacin en una parroquia o en un grupo
cris t iano. El materia l que ofrecemos pued e ut i l izarse tambin
en u n peq ueo g rupo, s i todava no ha l legado el mom ento de
real izar es ta sens ibi l izacin en toda la comu nidad.
1.
CMO ES LA SEMANA BBLICA QUE PROPONEMOS
Hay m uchas m aneras de hace r una s em ana b b l i ca . Una
muy comn consis te en una serie de conferencias sobre la
Bibl ia , que se imparten a lo largo de varios das . Es te mode
lo de semana bbl ica busca, ante todo, ofrecer informacin a
unas comunidades que saben poco acerca de la Bibl ia . Su
objet ivo es t ransmit i r conocimientos . S in embargo, e l resul
tado de es te modelo suele ser que los part ic ipantes fci l
mente olvidan la informacin que recibieron en las charlas .
Por eso, queremos ofrecer otro t ipo de semanas bbl icas
ms senci l lo, que es t centrado en e l encuentro directo con
el texto ledo, que parta de la vida y vuelva a ella, que tenga
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en cuenta la comunidad de los creyentes y se real ice desde
la fe en Jess resuci tado.
Un encuentro vivo con la Palabra de Dios
El objet ivo de la semana bbl ica que proponemos no es ,
en primer lugar, ensear ni t ransmit i r conocimientos , s ino
provocar una experiencia viva de encuentro con Dios a t ra
vs de su Palabra . Con es ta experiencia queremos despertar
e l "gus to", el deseo de con t inu ar leyendo la Escri tur a porq ue
se ha tenido la experiencia de que en e l la se encuentra una
Palabra viva, que s igue hablando hoy. Lo que se pretende
en este tipo de semana bblica es abrir el libro de las Escri
turas en medio de la comunidad. Se t ra ta de abrir lo en do
ble sentido: primero fsicamente, pero tambin, y sobre to
do,
en e l sent ido de empezar a romper los se l los que man
t ienen encerradas las r iquezas de la Palabra de Dios . Para
ello es necesario abrir los ojos y el corazn, pues de otra
m an era e s im pos ib le com prender l a s Esc r i tu ra s .
Se trata, pues, de una actividad de sensibilizacin, del
primer paso en un proceso que t iene otras e tapas y busca,
en l t ima ins tancia , devolver las Escri turas a nues tras co
munidades , que han vivido le jos de e l la durante s iglos . Des
pertando el "gus to" por la Palabra y e l deseo de conocerla
mejor y leerla ms , se ponen las condiciones para la segun
da etapa: la creacin de grupos de lectura de la Biblia, en los
que ,
con ayuda de un an im ador , unos m a te r ia le s adecuados
y las aportaciones de todos los miembros del grupo, se real i
zar un encuentro ms duradero con la Palabra de Dios , se
alcanzar un mayor conocimiento de la misma y se aprende
r a leerla . Es ta segunda e tapa puede durar dos o t res aos ,
a l cabo de los cuales los miembros del grupo bbl ico sern
invi tados a integrarse en otros grupos de la comunidad para
hacer presente en e l los la experiencia de encuentro con la
Biblia que ellos han vivido.
Abrir e l l ibro de las Escrituras para toda la comunidad
La intencin de la semana bbl ica es l legar a todos . Ha
de ser una verdadera act ividad mis ionera , que busca a las
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personas a l l donde se encuentran. Por eso, es importante
subrayar que los des t inatarios son todos los miembros de la
comunidad, incluso aqul los que es tn a le jados , pero pue
den sent irse a tra dos por la Palabra de Dios . Para l legar a
ellos es conveniente que se diversifiquen las actividades y
que se acceda a los diversos grupos en su propio ambiente .
Habr a que pensa r , pues , en p repa ra r a lgunas ac t iv idades
para los diferentes niveles y grupos de personas que compo
nen l a com unidad :
La pa r roqu ia g loba lm ente cons ide rada : encuen t ros en
la Iglesia.
Los diversos grupos parroquiales : catequis tas , colabo
radores de Cari tas , animadores de la l i turgia , e tc .
Los diversos niveles de edad: nios , jvenes , adul tos ,
m ayores .
Los diversos mbitos: iglesia, salones, casas (familia),
etc.
La naturaleza popular y mis ionera de la semana de la Bi
bl ia implica una metodologa que debe pract icarse a lo largo
de varios das en todo t ipo de encuentros . Ha de ser una
metodologa part ic ipat iva , plural , de grupo, que parta direc
tamente de la lectura de la Bibl ia y que fomente sobre todo
la escucha. Ha de ser , por tanto, una experiencia :
Participativa:
habr un equ ipo enca rgado de p repa ra r y
animar la semana, y en todas las act ividades se conta
r s iempre con la colaboracin de los miembros de los
diversos grupos .
Plural:la sem ana debe tener actos diferentes, p ens and o
en la divers idad de los des t inatarios : reuniones de gru
po en la parroquia o en las casas , ac t ividades para los
nios o para la tercera edad, actos l i trgicos , ses iones
de lectura de la Biblia en la iglesia, etc.
De grupo:
en t re los d ive rsos ins t rum entos pa ra apren
der a leer la Bibl ia , e l grupo ofrece unas grandes venta
j a s , pues e s en e l pequeo grupo donde s e pueden
compart i r las experiencias personales y donde se puede
penetrar mejor en e l mensaje de la Palabra de Dios .
En contacto d irecto con el texto de la Biblia :
no se t ra ta
de hablar acerca de la Biblia, sino de ponerse a leerla y
escuch arla . La gente sencil la ent iende mejor un e jemplo
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concreto que las expl icaciones abs tractas . Como deca
mos al principio, se trata de abrir el libro de las Escritu
ras en medio de la iglesia, y esto slo puede hacerse a
part i r de la lectura de textos concretos .
Q ue f om e nte la e s cucha:
Es te aspecto es tambin impor
tante . E n la lectura de la Bibl ia es necesario comp render
y compart i r , pero tambin es muy importante aprender
a escuchar. No hay que tener miedo a los silencios. La
Palabra se escucha sobre todo en el silencio, y por eso es
tan importante educar es ta capacidad de escuchar.
Leer e l texto de forma que nos ayude a i luminar la vida
En la s em ana b b l i ca no buscam os conver t i rnos en e ru
di tos de la Escri tura . Queremos leer la Bibl ia para que nos
ayude a entender la vida , para que nos ofrezca luz y orien
tacin en e l camino de cada da .
Buscando es ta conexin texto-vida, seguimos en cada
encuentro e l mismo i t inerario, que es t inspirado en la
lectio divina
( la forma ms ant igua de lectura creyente de la
Biblia en la Iglesia) aplicada a la lectura bblica en grupos y
adaptada a la neces idad de expl icacin que t ienen los part i
c ipantes en una semana bbl ica . Tiene cuatro pasos que van
precedidos de una senci l la ambientacin:
M ir am os nue s tr a v ida .
P a r t im os s iem pre de una p regun
ta re la t iva a la vida , para que todo e l mundo pueda par
t ic ipar. Cuando se empieza a hablar de teoras muchos
quedan excluidos de la conversacin, pero si el dilogo
gira en torno a experiencias de vida, todos tienen algo
que aportar . Es ta pregunta inic ia l pre tende sens ibi l izar
a la gente , ponerla en s intona con e l tema que se va a
desarrol lar en la ses in. Se responde entre las dos o
tres personas ms cercanas . La duracin de es te primer
paso es muy breve.
Es cucham os la P alabr a d e D ios .
El objetivo fundamental
de es te segundo momento es descubrir la experiencia de
fe que se encuentra refle jada en e l pasaje . Cabe subra
yar la importancia de una buena explicacin del texto
que motive la meditacin per sonal y e l dilogo en grup o,
as como la posibilidad de compartir con otros la fe. Es
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conveniente que esta explicacin la realice, para todo el
grupo, una persona que haya es tudiado y reflexionado,
con dedicacin, el pasaje bblico que se va a comentar.
V olve m os s obr e nue s tr a v ida .
En es te tercer momento se
tra ta de descubrir lo que la Palabra dice a nues tra real i
dad de hoy. Para ello, ponemos en dilogo la experiencia
de la que hemos hablado a l principio con lo que hemos
descubierto en la Palabra de Dios . Las preguntas que
proponemos en las f lchas de lectura pretenden ayudar a
mantener un di logo s incero y desde la fe . Sera conve
niente que es te paso se real izara en pequeos grupos de
unas c inco o se is personas y que terminara con una
breve pues ta en comn, en la que cada grupo compar
t iera sus conclus iones con los otros miembros de la
asam blea .
O r am os .
Todos los encuentros f inal izarn con una bre
ve oracin re lacionada con lo que hemos descubierto
en e l pasaje para nues tra vida. Es una oracin breve de
todos los part ic ipantes , que da respues ta a la Palabra
escuchada y m edi tada .
Las reun iones de cada d a pueden dura r en t re una hora
y cuarto y una hora y media . Es importante que motiven a
una reflexin personal y desemboquen en un compromiso
concreto.
2 . CMO ORGANIZAR UNA SEMANA BBLICA
La organizacin de una semana bbl ica no es muy com
plicada, pero requiere la colaboracin de diversas personas .
Conviene implicar a un buen nmero de e l las para que sea
de verdad una act ividad de toda la comunidad.
Primera etapa: Acuerdo del Consejo Pastoral
de la parroquia
Se exponen al Consejo Pas toral de la parroquia la idea
y las implicaciones de la celebracin de la semana bbl ica ,
pa ra que :
tome conciencia de lo que supone su celebracin;
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asuma es tas implicaciones y las integre dentro del pro
gram a pas to ra l ;
part ic ipe en la programacin concreta : fechas , tema y
duracin de la misma;
busque un lema para la semana de acuerdo con la s i tua
cin de la com unidad.
Es muy importante que e l Consejo Pas toral de la parro
quia part ic ipe muy act ivamente en la programacin de la
semana bbl ica , porque es ta act ividad no es especf ica de
ningn grupo, s ino que toca a lgo que es bs ico en todas las
act ividades parroquiales : la Palabra de Dios . Debe quedar
claro que no se t ra ta de una act ividad marginal , programa
da por a lgunos " interesados en e l tema", s ino que es a lgo
centra l en la vida de la parroquia .
Es ta p r im era e tapa debe com enza r unos t re s m eses an
tes de la celebracin de la semana.
Segunda e tapa: P lani f i cac in concre ta
Una vez asumido el proyecto por e l Consejo Pas toral de
la parroquia , se pasa a una segunda fase , que pretende:
sens ibi l izar a un mayor nmero de personas dentro de
la comunidad sobre la importancia y neces idad de cele
brar una semana en torno a la Bibl ia .
organizar una serie de equipos que colaborarn en su
preparacin y real izacin.
Las diversas personas disponibles se organizarn, de
acuerdo con sus capacidades y sens ibi l idad, en los s iguien
tes grupos:
P r o p a g a n d a
Su tarea consis t i r en informar a toda la comunidad so
bre la celebracin de la semana bbl ica y en motivar la par
ticipacin:
preparando carte les anunciadores para colocarlos a la
ent rad a de la igles ia y en otros lu gares ;
informando de la celebracin de la semana a t ravs de
la hoja parroquial , de hojas volantes , en los medios de
comunicacin. . . ;
16
dando a conoce r l a s em an a en l a s m isas de dos dom in
gos anteriores y en los diversos grupos de la parroquia .
Ambientacin y recepcin
Si no se cuenta con mucha gente disponible , es te grupo
puede e s ta r fo rm ado por l a s m ism as pe rsonas que e l an te
r ior . Su tarea consis te en crear un c l ima de acogida para
que los pa r t i c ipan te s en l a s em ana s e encuen t ren a gus to .
Este grupo se encargar de:
ambientar la igles ia con motivos de la semana bbl ica
(pueden hace rse pane le s pa ra los d i s t in tos encuen t ros
e i r colocando cada da uno has ta completar todo e l
proceso descrito en el texto);
fotocopiar e l materia l para los part ic ipantes ;
recibir a los que van l legando, darles las hojas e indi
carles dnde se pueden sentar ,
organizar los grupos ( ta l vez colocando un nmero en
la s ho ja s que s e repa r ten y p repa rando e spac ios pa ra
que puedan reun i rs e los g rupos en los l a te ra le s de l a
igles ia o en los diferentes locales , segn dnde tenga
lugar la semana).
Animacin
Su tarea consis t i r en crear e l ambiente apropiado duran
te las ses iones . Tend ran q ue:
preparar y e jecutar los cantos de acuerdo con e l que
lleva cada sesin;
combinar luces y msica de fondo en los diversos mo
mentos de cada ses in;
convoca r a un g rupo de an im adores y p repa ra r los pa ra
que acompaen a los grupos en e l momento del di logoen grupo, dndoles orientaciones bs icas sobre la din
mica y sobre las preguntas de cada da .
D e s a r rollo de la s s e s ione s
Lo forman las personas que desarrol larn las ses iones .
Pueden ser dos personas , pero e l ideal es que sean t res o
m s :
es conveniente que una de ellas lleve el desarrollo de
los diversos pasos en cada ses in. Las dems haran las ex
pl icaciones del texto. Adems, es te grupo se encargar de
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buscar a los que van a proclamar la Palabra de Dios , pidin
doles que lean y mediten e l texto que van a proclam ar varios
das ante s de la celebracin de la sem ana.
O tr as act iv idade s
Este grupo tendr como objet ivo implicar en la semana
bbl ica a las diferentes reas pas torales de la parroquia: ca
tcques is , l i turgia , caridad, movimientos , e tc . , proponindo
les que orienten las act ividades de los dis t intos grupos pa
r roqu ia le s duran te e s ta s em ana hac ia un con tac to d i rec to
con la Bibl ia , para subrayar la centra l idad de la Palabra de
Dios en la comunidad cris t iana.
La formacin de los grupos se har con antelacin sufi
c iente para que todos e l los puedan planif icar las act ividades
de las que se responsabi l izarn. El ideal es que los miem
bros de todos es tos grupos -o a l menos los que forman parte
de los grupos tercero y cuarto- real icen antes las ses iones de
es tudio, ta l como se proponen en la segunda parte de es tos
materia les . En todo caso, todos debern tener una reunin
antes de poner en marcha e l plan para dis tr ibuirse las ta
r e a s ,
y o t ra reun in l a s em ana an te r io r pa ra coord ina r sus
acciones . Tambin pueden tener un encuentro de evaluacin
un a vez t e rm inada l a s em a na .
Tercera etapa: Celebracin de la semana bbl ica
La real izacin de la semana es e l momento ms importan
te , en el que deben coordinarse los diversos grupos. Para ello
es conveniente tener un pequeo encuentro de evaluacin
cada da, media hora antes del encuentro general o al final de
las ses iones .
En las eucaris t as del domingo anterior tendr lugar una
sencilla entronizacin de la Biblia-; para comenzar la semana
como una act ividad de toda la comunidad. Pueden hacerse
unas preces pidiendo que la Palabra de Dios tenga el puesto
que le corresponde en nues tra vida personal y comunitaria .
Debe subraya rse que duran te e s ta s em ana nues t ra com uni
dad estar presidida por la Palabra de Dios, invitando a todos
a orar para que a lo largo de ella la tengamos ms presente.
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Las diversas ses iones de lectura de la Bibl ia se harn se
gn lo acordado por e l Consejo Pas toral de la parroquia . Los
materia les que se ofrecen ms adelante es tn pensados pa
ra c inco ses iones , pero s tas pueden reducirse segn la pro
gram ac in de cada pa r roq u ia .
Es conveniente que la semana concluya con una celebra
cin comunitaria de la Palabra . En e l la los textos se leen,
meditan y oran en un contexto celebrat ivo. S i la part ic ipa
cin en e l la es numerosa, puede ut i l izarse la primera de las
celebraciones que se proponen en la tercera parte .
A lo largo de la semana pueden organizarse otras dos ac
c iones com plem enta r ia s :
Entrega de una f icha de inscripcin para aquel las perso
nas que deseen continuar en grupos de lectura de la Bi
blia. El coordinador de la semana debe motivar a los
as is tentes para que se inscriban. La f icha se entregar
dos das antes de que finalice la semana y se recoger los
dos l t imos das o despu s en e l despacho p arroquial .
Entrega de una hoja de evaluacin para que la re l lenen
el ltimo da.
Cuarta e tapa: Seguim ien to d e la s em ana b b l i ca
La semana bblica no es un fin en s misma, sino que in
tenta poner en marcha una dinmica de recuperacin de la
Palabra de Dios en la comunidad parroquial . Por eso, la con
t inuacin de dicha semana es muy importante y debe cuidar
se mucho. Es ta cont inuacin puede real izarse de diversas
m aneras :
Puede hacerse una evaluacin de la semana e informar
a toda l a com unidad , pa ra que qu ienes no hayan pod i
do part ic ipar tengan not ic ia del acontecimiento y de lo
que supone. Para e l lo:
- e l equipo que ha colaborado en la preparacin y rea
l izacin evala la semana bbl ica a la luz de las opi
niones de los part ic ipantes recogidas en la hoja de
evaluacin.
- en la eucaris t a del domingo s iguiente se hace men
cin de lo que ha supues to la semana bbl ica y se
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lanza una l t ima invi tacin a aquel los que deseen
formar parte de los grupos bbl icos .
Para poder comenzar con es tos grupos de lectura de la
Bibl ia , la parroquia debe tener previs tas a lgunas cosas :
- personas dispues tas a desempear e l servic io de ani
madores de los grupos;
- una pe rsona re sponsab le de l acom paam ien to de los
an im adores ;
- materia les que puedan ut i l izarse en los grupos que se
formen de acuerdo con las preferencias de los intere
sados .
La pues ta en marcha de los grupos de lectura de la Bi
bl ia , que han de ser e l principal fruto de la semana,
puede real izarse a t ravs de:
- un pequeo curs i l lo pa ra que los an im adores puedan
empezar a t rabajar .
- la a tencin a l grupo de los animadores . Lo ideal es
que e l los formen un grupo bbl ico y desarrol len pre
v iam ente l a s s e s iones que despus an im arn en su
grupo (el s ace rdo te o un an im ador p repa rado pued en
responsabi l izarse de es te grupo).
3 .
UNA SEMANA BBLICA SOBRE EL JUBILEO
Todo lo que hem os s ea lado has ta aqu sobre l a s em ana
bbl ica y su organizacin es apl icable a la semana bbl ica
sobre e l Jubi leo que ahora proponemos. Para su real izacin
habra que tener presentes los s iguientes objet ivos :
Poner en las manos del pueblo cris t iano la Palabra de
Dios , despertando el deseo de conocerla mejor y leerla
m s . Es to supone :
- Presentar la Bibl ia como el l ibro fundamental en la
vida del cris t iano y de la comunidad, como la Palabra
de Dios que se nos comunica.
- Responder a las inquietudes del cris t iano de hoy en
su bsqueda por descubrir la re lacin entre la Bibl ia
y la vida , ayudando a encontrar cri terios para actuar
ante los interrogantes que la vida plantea .
2
- Ayudar a los individuos y a los grupos a adquiri r e l
hbi to de leer la Bibl ia con un espr i tu de oracin
que susc i t a ac t i tudes nuevas y un com prom iso m s
real y concreto .
- Promover una experiencia inic ia l de la Palabra de
Dios com par t ida en com unidad , pa ra que e s ta expe
riencia es t imule a los part ic ipantes a reunirse regu
larmente en grupos , s iguiendo un proceso de lectura
creyente de la Palabra de Dios .
Descubrir e l mensaje bbl ico que encierra la celebracin
del Jubi leo y su implicacin en nues tra real idad actual .
Para e l lo nos proponemos:
- Con ocer las races de las leyes jub ila res y su signifi
cado en la Biblia, especialmente lo que se refiere al
descanso de la t ierra , a l perdn de las deudas y a la
liberacin de los esclavos.
- Reflexionar sobre e l contenido del Jubi leo en la pre
d icacin de J e s s .
- Actualizar el significado del Jubileo en el contexto de
la vida act ual del mun do y de la Iglesia .
- Promover acciones concretas , individuales y comuni
t a r i a s ,
como respues ta a la Palabra de Dios que nos
interpela .
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SEGUNDA PARTE
U N A
S E M A N A
BBLICA
E N T O R N O
A L JU B IL E O
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1 L A E X P E R I E N C I A D E L X O D O
Y EL A O J U BI LA R
1. CONVOCADOS AL JUBILEO
Much as pe rson as s e so rprend ie ron a l en te ra rse de que e l
papa J u an P ab lo II anunc i l a ce lebrac in de un Gran J ub i
leo para e l ao 2000. Otras , s in gran re lacin con la Igles ia ,
se preguntaban qu querra decir eso del "Jubi leo" . Tam
bin hubo quien lo cata log como "una cosa ms dentro del
delirio provocado por el fin del milenio". Ciertamente, el Ju
bi leo puede pres tarse a es ta c lase de interpretaciones . Por
eso conviene que aclaremos brevemente a qu nos referimos
cuando hab lam os de Jub i leo .
Podemos comenzar expl icando el s ignif icado de es ta pa
labra . "Jubi leo" procede del trmino la t ino iubilaeus, que a
su vez viene de
iiibum,
que significa "gozo", "alegra desbor
dante" . El
iubilaeus
es , por tanto, un acontecimiento gozo
so . Es ta palabra la t ina fue ut i l izada por san Jernimo para
t raduc i r un t rm ino hebreo que s e p ronunc iaba de fo rm a
muy parecida pero que tena un s ignif icado muy diferente .
La palabra en cues t in es
yobel.
El
yobel
era e l cuerno de
carnero que se haca sonar a l comienzo de c iertas f ies tas , y
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muy especia lmente a l comienzo del ao jubi lar , que acab
llamndose as por su re lacin con e l ins trumento que
anunciaba su comienzo. A san Jernimo debi de parecerle
que es ta celebracin era verdaderamente un motivo de a le
gra y por e l lo no dud en t raducir tan l ibremente aquel tr
mino hebreo, que adems tena la ventaja de reproducir
bas tante f ie lmente e l sonido del trmino original . As pues ,
d e
yobel
se pas a
iubilaeus,
de donde v iene nues t ra pa la
bra "jubileo".
En la Igles ia catl ica romana la t radic in del Jubi leo se
remonta a l ao 1300, en e l t iempo de las cruzadas . Por
aquellas fechas, el papa Bonifacio VIII public una bula
promoviendo la peregrinacin como s igno de peni tencia .
Propuso tambin que cada c ien aos -despus sera cada
cincuenta- se celebrara un Ao Santo, un Ao de Jubi leo.
Desde entonces se ha venido celebrando en Roma un Ao
Santo cada veint ic inco, t re inta o c incuenta aos . El papa
inicia el Ao Santo abriendo en la baslica de San Pedro la
gran Puerta Santa -como lo hizo e l 24 de dic iembre del ao
pasado- y lo c lausura cerrando dicha puerta a l f inal del ao
jubi lar .
El Ao Santo que es tamos celebrando coincide por pri
mera vez con el final de un milenio, y por ello ha adquirido,
desde su convocatoria , un carcter muy especia l . Muchos
grupos milenaris tas de diversas denominaciones cris t ianas
han aprovechado es ta ocas in para hablar , una vez ms ,
del f in del mundo y de la neces idad de es tar preparados pa
ra la llegada del juicio divino. En otros sectores, sobre todo
de la Iglesia catlica, se aprovecha esta ocasin para llevar
a cabo todo un proceso de reflexin y renovacin. Hay final
mente quienes se dejan a traer por las ofertas de las agen
cias de via jes y cons ideran e l Jubi leo del ao 2000 como
una buena oportunidad para hacer una via je a Roma, Tierra
Santa o a lgn otro lugar re lacionado con e l Jubi leo.
Conviene que nos p reguntem os s e r iam ente qu Jub i leo
queremos celebrar . Para faci l i tarnos la respues ta a es ta pre
gunta , conviene que conozcamos antes e l sent ido que tena
la celebracin del Jubi leo en Is rael . Slo as podremos des
cubrir e l sent ido que t iene para nosotros hoy su celebra
cin.
2 6
2 .
EL PROYECTO SOCIAL NACIDO DE LA EXPERIENCIA
DEL XODO
Cuando se habla del Jubi leo, cas i todas las personas fa
mil iarizadas con la Bibl ia piensan enseguida en e l cap tulo
25 del libro de Levtico, un escrito elaborado por los sacerdo
tes durante o inmediatamente despus del Exil io en Babilo
nia . Ciertamente , es te texto es una expres in bas tante c lara
y s is temtica del espr i tu del Jubi leo. Hay que tener en
cuen ta , s in em bargo, qu e tanto los valores e ideales como los
principios doctr inales en los que se fundamenta e l Jubi leo
hunden sus ra ces en e tapas de la his toria de Is rael anterio
res a esta poca, y muy especialmente en la experiencia del
xodo. Por eso, s i queremos tener una vis in ms amplia
del Jubi leo, debemos famil iarizarnos con a lgunos aspectos
de la organizacin socio-econmica a que dio lugar es ta ex
periencia y conocer las principales convicciones teolgicas
que brotaron de e l la . Es te i t inerario nos ayudar a descu
brir e l Jubi leo como un e lemento dentro de la tota l idad de la
historia de Israel y a reconocer la extraordinaria vigencia y la
fuerza l iberadora que t iene para no sotros hoy.
La organizac in s oc io -eco nm ica
La liberacin de la esclavitud de Egipto y el asentamiento
en la tierra de Canan fue la experiencia que dio lugar al
pueblo de Is rael. Es la experiencia del xodo, que se t ransm i
ti en forma de recuerdos, leyendas y, sobre todo, en clave
religiosa. La confesin "el Seor nos sac de Egipto" (Dt 6,21)
atraviesa todo el Antiguo Testamento y es el ncleo de la fe
de Israel, que reconoce la existencia de un Dios liberador que
los sac de la esclavitud y los constituy como "el pueblo de
Dios".
El recuerdo del xodo como experiencia fundante hizo que
los is rael i tas introdujeran cambios notables en la sociedad
tradicional cananea con la finalidad de nivelar las desigual
dades y permit i r que todas las famil ias y c lanes tuvieran un
acceso igualitario a los recursos bsicos y a los medios de
produccin. Es tos mecanismos no e l iminaron todas las dife
rencias sociales en el desarrollo posterior del pueblo. Pero las
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es tructuras ins t i tucionales creadas a part i r de la experiencia
del xodo permitan siempre corregir los errores y restablecer
la igua ldad . En t re e s ta s e s t ruc tu ras des tacan l a s l eyes re s
pecto a la poses in de la t ierra , la prohibic in de prs tamos
con inters , as como l imitaciones del poder de reyes y sa
cerdotes .
El Jubi leo, que es e l obje to principal de nues tro es tudio,
se comprende principalmente como una de es tas ins t i tucio
nes correct ivas para mantener la igualdad del pueblo. Como
las dems ins t i tuciones de es te t ipo, t iene sus ra ces en la
organizacin familiar del pueblo de Israel y en el sistema de
poses in de t ierra basado en es ta forma de organizacin.
La organizacin fa milia r
La organizacin famil iar en Is rael giraba en torno a t res
crculos concntricos : la t r ibu, e l c lan y la casa paterna. En
el l ibro de los Jueces , en la respues ta de Geden al ngel
que lo vis i ta , encontramos los t res e lementos de es ta es truc
tura familiar: "Mi clan es el ms pobre de [la tribu de] Ma
nases y yo e l l t imo en la casa de mi padre" (Jue 6,15). Las
dos l t im as un idades de e s ta e s t ruc tu ra t en an m ayor im
portancia socia l y econmica que la t r ibu en cuanto a bene
fic ios y responsabi l idades re lacionadas con e l individuo. La
casa paterna era e l centro de autoridad, incluso para los
adultos casados , como Geden (Jue 6,27; 8,20). Era tam
bin e l lugar de proteccin y seguridad (Jue 6,30-32). El
c lan era un conjunto ms amplio de casas paternas y una
importante unidad inferior de la t r ibu. Tuvo una responsa
bi l idad des tacada en la conservacin de la t ierra as ignada a
las casas (familias) que lo constituan. El principal objetivo
de la ley del Jubileo era la proteccin econmica de las ca
sas pa te r nas m s db i les , pues t r a taba de ev i t ar que una de
las casas del c lan acumulara las propiedades de las otras
ejerc iendo el derecho de rescate , del que hablaremos ms
adelante .
L a pos e s in de t ie r r a
Cuando los is rael i tas se asentaron en Canan, pus ieron
en marcha un s is tema de poses in de la t ierra que tena co
mo base las unidades de parentesco. As , e l terr i torio era
28
as ignado a las t r ibus "de acuerdo a sus c lanes" , y dentro de
los clanes cada casa tena su porcin de "heredad". Al final
del libro de los Jueces se describe cmo los soldados israeli
tas regresan "cada uno a su t r ibu, a su c lan y a su heredad"
(Jue 21,24). Es ta dis tr ibucin se rega por dos principios ,
que no encont ram os en l a s cu l tu ra s c i rcundan tes : l a d i s t r i
bucin equita t iva de la t ierra , y una serie de dispos ic iones
para evi tar que s ta pasara a otras famil ias .
En la organizacin social con la que se encontraron los is
raelitas, la tierra era propiedad de los reyes y de las ciudades-
es tado. La mayor parte de los habi tantes de Pales t ina vivan
como arrendatarios que pagaban impuestos a los propieta
rios. Los israelitas, sin embargo, repartieron la tierra entre
los c lanes y casas paternas dentro de las t r ibus , con e l cri te
r io general de que cada uno recibiera la t ierra de acuerdo a
la cant idad de sus miembros y a sus neces idades . La eviden
cia escri ta de es ta prct ica se encuentra en las l is tas de las
tr ibus de Nmeros 26,52-56 y en la deta l lada divis in terr i
toria l descri ta en Josu
13-21 .
En es te l t imo caso, la repe
t ic in de la expres in "por c lanes" indica la gran preocupa
cin por la dis tr ibucin de la t ierra entre toda la es tructura
del parentesco.
Para asegurar es te s is tema de dis tr ibucin famil iar , la t ie
rra de cada familia se consideraba intransferible. Es decir,
no poda ser comprada ni vendida como mercanca , s ino que
tena que permanecer como poses in de la famil ia paterna o,
al menos, dentro del crculo de las familias del clan. Este
principio es e l que es t detrs del rechazo de Nabot a ven
der su patr imonio a Ajab (1 Re 21), y es t expresado ms
expl c i t am ente en l a s de ta l l adas reg lam entac iones econ
micas de Levtico 25.
E l de r e cho de r e s cate y la s f uncione s de l goe l
Dentro de este principio de posesin inalienable de la tie
rra hay que s i tuar la f igura de
goel.
La principal tarea del
goe l
cons is t a en socorrer a un pariente que se hal laba en ne
ces idad. Se t ra ta d e un a ins t i tucin que se act ivaba bajo con
diciones muy especficas y que materializaba la solidaridad
del grupo de parentesco. El libro del Levtico define clara
mente las personas que han de actuar como goe l a favor de
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un neces i tado en un caso concreto: uno de sus hermanos , o
su to u otro miembro de la familia (Lv 25,25). Las funciones
propias del g o el en e l ant iguo Is rael pueden resumirse en es
tas cuatro:
- cuando una pe rsona quedaba reduc ida a l a pobreza y
se vea obl igada a vender parte de su t ierra , e l g o el te
na el derecho, y en cierta forma la obligacin, de com
prarla (Lv 25,25);
- cuando a lgu ien t en a que vende rse com o esc lavo a
causa de sus deudas , e l
g o el
com praba l a l ibe rac in
de su famil iar o pagaba su deuda para que no cayera
en esclavi tud (Lv 25,47-49);
- cuando ocur r a un hom ic id io , e l g o el vengaba l a s an
gre de l a v c t im a adm in i s t rando jus t i c ia a l cu lpab le
(Nm 35,19-21);
- c uan do el jefe de un a familia mora s in dejar h eredero s
varones , e l g o el se casaba con la viuda a f in de procrear
un hijo para el difunto (Dt 25,5-10).
La actuacin del g o el en es tas cuatro s i tuaciones pona
en prct ica los valores que unificaban y motivaban a l pue
blo de Is rael en su lucha por asegurar para cada famil ia e l
control y acceso a sus propios recursos , sobre todo a la t ie
rra . El pel igro de la concentracin de la t ierra en manos de
unas pocas famil ias es t detrs de cada una de las acciones
sol idarias del g o el en defensa de una de las familias de su
clan:
- Cuando se vende una parcela , s ta sa le del control del
grupo de parentesco. La accin del
g o el
a l comprarla
re t iene la propiedad dentro del mismo clan.
- La esclavitud por deudas y el trabajo forzado eran carac
ters t icas de la sociedad es ta ta l cananea, donde campe
s inos endeudad os , privados de medios independ ientes de
subsistencia, eran reclutados como trabajadores forza
dos. La accin de rescate efectuada por el g o el ac tuaba
contra el modo feudal de produccin y promova un mo
do de produccin familiar.
- El goel, como vengador de sangre , e jerc a una funcin
policial cuyo fin era disuadir las posibles tentativas del
ases in ato del jefe de famil ia pa ra qu eda rse con s us bie
nes y su propiedad.
3
- Si el linaje de una familia terminaba definitivamente, su
t ierra pasaba a otras manos , en e l mejor de los casos
las de a lgn famil iar , miembro del c lan. Pero aun as ,
la dis tr ibucin de recursos se vea perturbada. Una de
las res tantes famil ias del c lan poda benefic iarse por
encima de los otros . Adems, las viudas de la "casa
pa te rna" ex t ingu ida quedaban desam paradas .
.
Las con v icc ion es teo lg ica s
El sistema socioeconmico de Israel tena su base firme
en la experiencia del xodo, en la fe en Yav, el Dios libera
dor. Para el pueblo de Israel, Yav era el nico Dios, que ha
ba actuado en la his toria para l iberar de la servidumbre de
Egipto a los esclavos oprimidos. Como liberador del pueblo,
Yav exiga que todos los israelitas fueran iguales ante l.
Es ta igualdad, que derivaba de la fe en Yav, fue impuesta
como precepto en Is rael a t ravs de leyes que aseguraban la
es t ruc tu ra igua l i t a r i a de l a com unidad y conse rvaban su
unidad. La observancia de es tas leyes y la f idel idad a l Dios
l iberador garant izaba la supervivencia del Is rael como pue
blo.
Yav, que haba actuado una vez en e l xodo, seguira
actuando tambin en e l futuro en favor de su pueblo. Es ta
conviccin bs ica se expresa en dos aspectos que t ienen
que ver con la ley del Jubileo: Yav es el nico propietario
de l a t i e r ra y e s , adem s , e l ga ran te de una jus ta d i s t r ibu
cin de la misma.
L a t ier r a e s m a
Uno de los pilares centrales de la fe de Israel era la convic
cin de que la tierra que ellos habitaban era la tierra de Yav.
En Levtico 25,23 leemos: "La tierra no puede ser vendida a
perpetuidad, porque la t ierra es ma , y vosotros sois 'huspe
de s ' y ' residentes ' en mi propiedad". La tierra perteneca a
Yav antes de que Israel entrara en ella (x 15,13.17). Fue
Yav quien se la prometi y entreg a Is rael en e l t ranscurso
de la historia de salvacin. sta fue su "heredad". De ah
que en la Biblia se designe muchas veces a Israel como el
heredero de Yav. S i tenemos en cuenta que la economa y
las es tructuras socia les de Is rael es taban re lacionadas con
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el cultivo de la tierra, este dato teolgico es de suma impor
tancia. Si la tierra pertenece a Yav, todo lo que ella produ
ce , todo lo relacionado con ella, pertenece a Yav. l es el
dueo absoluto del mundo. l es quien vigi la para que todos
part ic ipen por igual de sus bienes .
Esta doble t radic in de la t ierra -propiedad de Dios y don
de Dios- aparece constantemente en la Bibl ia y es propia de
Israel. La promesa de la tierra fue la parte esencial de la tra
dicin patriarcal sobre la eleccin. La tierra fue la meta de la
tradicin salvifica del xodo. El mantenimiento de la Alianza
y la seguridad de vida en la t ierra es taban es trechamente
unidos. El juicio y el castigo divino equivala a la expulsin
de la t ierra , mientras e l res tablecimiento de la Alianza era
simbolizado por el regreso a la tierra. La tierra era el com
probante de la relacin entre Dios e Israel (Lv 26,39-45). Pa
ra el israelita, vivir con su familia en la porcin de la tierra
de Yav que le fue as ignada era la prueba de pertenencia a
la "familia" de Dios. Por eso, en la esta que celebraban al fi
nal de cada cosecha, los is rael i tas daban gracias a l Dios po
deroso que los liber de Egipto y les entreg la tierra, y le
ofrecan con sentimiento de gratitud los frutos de esa tierra
(Dt 26).
Yo soy un Dios celoso
El xodo fue la experiencia fundante del pueblo de Israel,
y por eso la fe en Yav, Dios liberador, estaba ntimamente
relacionada con las es tructuras socia les . Cualquier forta leci
miento o debilitamiento de la fe en l se reflejaba en la so
ciedad, y lo mismo a la inversa. Yav representa el poder de
es tablecer y asegurar la sociedad fra terna frente a las ten
dencias opues tas fuera y dentro de e l la . As como Israel pro
hibe otros modelos socia les dentro de su organizacin t r ibal ,
as tambin Dios es celoso y prohibe otros dioses . La lucha
de Dios -y de sus enviados , los profetas- contra la idola tr a
se explica com o defen sa de la fe en Yav, el nico Dios, y del
modelo social de convivencia que deriva de esta fe. El enfren-
tamiento ms frecuente se da con el culto de Baal, la divini
dad cananea responsable de la fertilidad de la tierra. En la
religin de Baal, el rey era el representante de la divinidad,
e l nico mediador entre e l la y los hombres . Es una vis in de
32
la sociedad tota lmente opues ta a la es tructura igual i taria del
pueblo de Israel derivada de la fe en Yav.
El re la to de Nabot (1 Re 21), que ya hemos mencionado,
presenta es tas dos formas de concebir la poses in de la t ie
rra : la del creyente en Yav, para quien la t ierra es un don
de Dios , sagrado e inal ienable , y la de la monarqua idol tr i
ca que se s iente con derecho a poseerlo todo manejando a su
favor la ley, aun a costa de la vida del pobre. Las palabras de
Nabot , " Lbreme el Seor de darte la hereda d de m is an tepa
sados ", reflejan la concepcin tradicional israelita de que la
t ierra es don de Dios , un don que se convierte en patr imonio
de la casa paterna por s iempre. Al vender la t ierra de sus
antepasados , habra perdido su condicin de hombre l ibre :
se habra convert ido en s iervo del rey y habra t ra ic ionado a
Dios y a su s propios des cendie ntes . El rey Ajab, influenciado
por su esposa Jezabel , tena ideas diferentes : l cre a que se
podan comprar y vender todos los bienes , con arreglo a los
principios mercant i l is tas de los cananeos . El profeta El ias
ataca la injus t ic ia ases ina del rey denunciando su idola tr a .
En es te caso, como en muchos otros , la lucha del profeta
con tra la idola tr a t iene un carcte r re l igioso, pero t iene tam
bin una profunda dimensin pol t ica de lucha por la jus t i
c ia y por la auto nom a cu l tural de Is rael .
3. RENO VAR EL PROYECTO DEL X ODO
Con la l legada de la monarqua , Is rael fue asumiendo po
co a poco la cul tura urbana de los cananeos . El control cen
tra l se e jerc a desde c iudades como Jerusaln y Samara ; e l
gobierno local se debi l i t y las es tructuras famil iares fueron
perdiendo su fuerza ante la burocracia de funcionarios y las
divis iones adminis tra t ivas real izadas por los reyes . Las es
t ruc tu ras t r iba le s fue ron sus t i tu idas por d i s t r i tos t r ibu ta
r ios , t r ibunales centra les y toda la maquinaria del Es tado.
Con el t iempo comenzaron a aparecer des igualdades econ
micas en e l seno del pueblo. Se fue abriendo el abismo que
separaba a r icos y pobres : los pobres de las zonas rurales
fueron incesantemente vc t imas de los r icos de las c iudades .
Ya a part i r de los t iempos de David, se entabl una lucha
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entre los cri terios monrquicos y los vie jos valores t radic io
nales de Is rael .
La ins t i tucin del ao jubi lar hay que s i tuarla dentro de
esta lucha, como una forma de recuperar el ideal de la socie
dad igualitaria nacida de la experiencia del xodo. La mayor
parte de los comentaris tas creen que e l Jubi leo era una vi
s in utpica de esperanza proyectada por los sacerdotes del
tiempo del destierro, que emplearon motivos e ideas corrien
tes en aquella poca. As pues, las leyes del Jubileo parecen
representar intentos tardos e ideal is tas por res taurar e l ao
sabtico. Segn el libro del Levtico, el Ao del Jubileo deba
celebrarse al final del ciclo de siete aos sabticos (Lv 25,8-10).
Es te ao se proclamaba la l ibertad de los is rael i tas que ha
ban s ido vendidos como esclavos por sus deudas y la devo
lucin de tierras a las familias que se haban visto forzadas a
venderlas a causa de problemas econmicos en los c incuenta
aos precedentes .
1 ao sabtico
El ao sabt ico const i tuye una de las ins t i tuciones pro
pias y ms excelentes de Israel. Segn los antiguos cdigos
legales, deba celebrarse cada siete aos. El septenario se
inspiraba en la semana de s ie te das : haba un da de reposo,
e l sbado, cada s ie te das , y haba un ao de descanso, e l
ao sabtico, cada siete aos. En esta celebracin se prescri
ba el reposo de la tierra, la liberacin de los esclavos y la
condonacin de las deudas .
La regulacin del ao sabt ico aparece dispersa en dis t in
tas colecciones de leyes del Pentateuco. El
C d i go d e l a A li a n
za (x 20,22-23,33) prev la liberacin para los esclavos he
breos el ao sptimo (x 21,2-6) y el barbecho de los campos
de cul t ivo, dejando aquel lo que produzcan espontneamente
para los pobres y los animales (x 23,10-11). Por su parte,
el C d i g o D eu t er o n m i co prescriba cada s ie te aos la de
volucin de prendas personales re tenidas para sa t is facer
deudas (Dt 15,1-6) y la l iberacin de los esclavos hebreos
(Dt 15,12-18). Es ta "remis in" tena carcter general y
aconteca en fechas fijas (Dt 15,7-11), en las que se procla
maba solemnemente la ley (Dt 31,10-11).
34
La ley sobre e l reposo de la t ierra (x 23,10-11), reapare
ce en Levtico 25,2-7: cada siete aos la tierra debe disfru
tar del descanso sabt ico, segn un c ic lo que se supone ini
c iado a l conquis tar la Tierra Prometida . La t ierra no se
s iembra e l spt imo ao, pero e l ao sexto Dios bendice a Is
rael de ta l manera que la t ierra produce lo sufic iente para
comer durante e l ao de reposo y e l ao s iguiente , y todava
sobr a (Lv 25,18-22).
El ao sabtico, por la exigencia de las leyes que lo regu
lan, era una ocas in privi legiada para vivir comunitaria
mente la jus t ic ia y la l ibertad de Dios : res tableca la igual
dad entre todos los hebreos , l iberaba a los esclavos , otorga
ba reposo a la t ierra y cancelaba las deudas .
El ao sabt ico es una ant igua y genuina ins t i tucin de
Israel . Un excelente programa y una magnfica utopa . La
oportunidad de vivir como pueblo, un ao de cada s ie te ; la
experiencia de jus t ic ia , l ibertad e igualdad nacida del recuer
do liberador del xodo. Es cierto que esta ley no pudo apli
carse siempre, pero recordaba a Israel la necesidad de vivir
como pueblo en l ibertad, igualdad y jus t ic ia . Dios haba l ibe
rado a su pueblo, e Is rael deba vivir su vida como comuni
dad salvada por Dios .
El ao jubilar
El ao jubi lar deba celebrarse cada c incuenta aos , a l
expirar las s ie te semanas de aos . Era t iempo de l iberacin
para todos los habi tantes de Is rael : "Declararis santo es te
ao c incuenta y proclamaris la l iberacin para todos los
hab i tan te s de l pa s . S e r pa ra voso t ros ao jub i l a r y po
dris volver cada uno a vues tra propiedad y a vues tra fami
lia" (Lv 25,10). El trmino "liberacin" (Lv 25,10) indica el
cese del sometimiento de toda persona a l capricho arbi t rario
de un amo, sumis in que impide a l ser humano su real iza
cin personal: Alude, expresamente, a la liberacin de los
cautivos (Is 61,1) y esclavos (Jr 34,8.15.17). La fundamenta-
cin religiosa del ao jubilar reposa en el principio de que Ya-
v es el Dios de Israel y no hay otro: "Yo soy el Seor vuestro
Dios" (Lv 25,55). De esa raz nacen las dos experiencias bsi
cas de la fe israelita: La certeza de que Yav liber a Israel de
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Egipto (Lv 25,42.55) y la seguridad de que Yav es Seor de
la tierra (Lv 25,23), por ser su creador (Gn 1,1-2,4a .
El ao jub i l a r enc ie r ra una de l a s u top a s soc ia le s y hu
m anas m s im pres ionan tes de todo e l Ant iguo Tes tam ento .
Sin embargo, no tenemos ningn indicio, en la Bibl ia , de
que sus p resc r ipc iones fue ran pues ta s en p rc t i ca a lguna
vez. La referencia a l ao jubi lar se encuentra en Levt ico
25 como ley general , y en dos leyes menores (Lv 27,16-25;
Nm 36,4) que matizan aspectos legales de la ley principal .
P e ro n inguna na r rac in re f i e re e l cum pl im ien to de e s ta s
presc r ipc iones . Cuando Je rem as m enc iona l a l ibe rac in
de e sc lavos acon tec ida en J e rusa ln duran te e l a sed io de
Nabucodonosor ( J r 34 , 14) , l a fundam enta en l a s p re sc r ip
ciones del ao sabt ico (Dt 15,12-18), y no en las normas
del ao jubi lar (Lv 25,39-55). Nehemas ordena la obser
vancia del ao sabt ico (Neh 10,32), pero no menciona e l
ao jubi lar . Ezequiel y e l Tercer Isa as (Is 56-66) describen
el ao jubi lar como proyecto de futuro, pero no a modo de
real ida d p ue s ta en prc t ica . La ley jub i lar (Lv 25) y las po
s ib le s a lus iones de Ezequie l 46 , 17 e I s a a s 61 , 1 -2 inducen
a pen sar qu e e l ao jub i lar fue un proy ecto de l ibertad,
iguald ad y jus t ic ia socia l para todo Is rael , que en la prct i
ca no l l eg a rea l i za rse p lenam ente nunca : s lo pe rm anece
en las leyes que lo regulan y en la utopa de Ezequiel y el
Tercer Isa as .
Las nor m a s de l ao jub i l a r , red ac ta das de spu s de l
des t i e r ro (587-538 a . C) , rad ica l i za ron l a s ex igenc ia s de l
ao s ab t i co . Los p recep tos jub i l a re s no pud ie ron ap l i ca r
s e nunca de fo rm a porm enor izada , pe ro su u top a encam i
n a l pueb lo de I s rae l hac ia l a cons t rucc in de un m undo
m ejor y con t r ibuy a m antene r v iva l a e spe ranza de l pue
blo .
El Nuevo Tes tamento l leva a pleni tud las exigencias de
la Antigua Alianza, y la l iberacin anunciada por Isa as
(Is 61,1-3) hal la su pleni tud en Jess de Nazaret : "El esp
r i tu del Seor es t sobre m, porque me ha ungido para
anunc ia r l a buena no t ic ia a los pobres ; m e ha env iado a
proclamar la l iberacin a los caut ivos y dar vis ta a los c ie
gos, a l ibertar a los oprimidos y a proclamar un ao de
gracia del Seor. . . Hoy se ha cumplido e l pasaje de la Es
c r i tu ra que acab i s de e scucha r" (Le 4 , 18-21) .
36
4 .
RECUPERAR LA UTOPA DEL JUBILEO BBLICO
Nunca cesaron en e l pueblo de Is rael los intentos de po
ner en prct ica e l ideal del xodo, asegurar la convivencia
pacf ica de un pueblo igual i tario. Tambin hoy, con ocas in
de l Jub i leo 2000 , m uchos qu ie ren anunc ia r buenas nuevas
a los pobres : perdn de deudas , devolucin de t ierras , l ibe
racin de la esclavi tud. . . Cuando hablamos de Jubi leo debe
mos tener presente la real idad concreta en la que vivimos:
deudas , pobreza, desempleo, violencia , discriminacin, ex
clus in, confl ic tos , t r is teza , consumismo deshumanizante ,
situacin de letargo de las iglesias. . . En la carta apostlica
Tertio millennio adveniente,
e l pap a deca: "La Puerta San ta
del Jubi leo del 2000 deber ser s imblicamente ms grande
que l a s p receden tes , porque l a hum anidad , a lcanzando es ta
meta , se echar a la espalda no slo un s iglo, s ino un mi
lenio. Es bueno que la Igles ia d es te paso con la c lara
conciencia de lo que ha vivido en e l curso de los l t imos
diez s iglos . No puede a travesar e l umbral del nuevo milenio
s in animar a sus hi jos a purif icarse , en e l arrepent imiento,
de errores , infidel idades , incoherencias y lent i tudes . Reco
nocer los fracasos de ayer es un acto de leal tad y de valen
t a que nos ayuda a re fo rza r nues t ra fe , hac indonos capa
ces y dispues tos para afrontar las tentaciones y las dif icul
tades de hoy" .
El Jubi leo es , una vez ms , una excelente oportunidad
para que nos p reguntem os de qu m anera e s tam os pon iendo
en prct ica nues tra fe , cmo respondemos a los apremiantes
desafios que e l mundo en e l que vivimos nos plantea a dia
rio. Por eso su celebracin no puede reducirse a un calenda
rio de peregrinaciones . Es c ierto que las peregrinaciones , so
bre todo la peregrinacin a Roma, han tenido una gran im
portancia en la his toria de los aos santos , pero entonces se
vivan como un camino de convers in. S in es ta dimensin,
las peregrinaciones pueden convert i rse fci lmente en una
forma ms de turismo y de consumo.
La celebracin del Jubi leo no puede reducirse tampoco a
una serie de actos l i trgicos . La celebracin mira sobre todo
hacia e l pasado, haciendo una memoria agradecida. Es to es
muy importante , pero no es sufic iente . La celebracin del
37
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Jubi leo debe mirar tambin hacia e l futuro, y no slo en c la
ve de celebracin, s ino tamb in e n c lave de com promiso.
S i que rem os rea lm ente que e s te ao 2000 sea un ao
jubi lar , debemos adentrarnos en las pginas de la Bibl ia ,
empaparnos del espr i tu de la leyes e ideales jubi lares del
pueblo de Is rael y darles vida de nuevo en e l contexto con
creto de nues tro barrio, nues tra parroquia , la sociedad y e l
mundo en que vivimos.
EL SEOR NOS SAC D E EGIPTO ...
Canto de entrada:
Slo D ios e s gr ande .
1. Miramos nuestra vida
Estamos inic iando hoy la semana bbl ica sobre e l tema
del Jubi le o. El pu nto d e referencia de nue s tr as reflexiones es
el Gran Jubi leo convocado por e l papa Juan Pablo II para e l
ao 2000. Mucho se ha escri to y mucho se ha hablado acer
ca de es te acontecimiento. En es te primer momento, en un
pequeo grupo , con l a s pe rsonas que s e encuen t ran a nues
tro lado, recogemos nues tras ideas y conocimientos acerca
de es te tema.
-
Q u s a be s de l Jubile o? C m o pie ns as ce le br ar lo?
2 .
Escuchamos la Palabra de Dios
El Jubi leo en la Bibl ia quiere mantener viva la memoria
del xodo, el acontecimiento central de la historia y la fe del
pueblo judo. Los is rael i tas recuerdan continuamente que
Dios los ha liberado de la esclavitud de Egipto y que todo lo
que son y todo lo que tienen se lo deben a l. Por esta razn
tambin, e l recuerdo del xodo se t ransm ite de pa dres a hi jos
y se conserva como el tesoro ms precioso y el principal punto
de referencia p ara to das las leyes y cos tum bres del pueblo.
- Nos p repa ram os con unos m om entos de s i l enc io pa ra
escuchar la Palabra de Dios .
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-
Proclamacin de Deuteronomio
6,10-25
L
1 0
Cuando el Seor tu Dios te haya introducido en la tierra
^ que ha de darte segn jur a tus antepasa dos Abrah n, Isaac
y Jacob; una tierra con grandes y hermosas ciudades que t no
edificaste,
n
con casas repletas de toda clase de bienes que t no
llenaste, con cisternas excavadas que t no excavaste, co n vias y
olivos que t no plantaste; entonc es com ers y te saciars.
12
Cu
date de no olvidar al Seor que te sac de Egipto, de aquel lugar
de esclavitud.
13
Respetars al Seor tu Dios, a l le servirs y en
su nombre jurars.
14
No sigas a otros dioses, los dioses de las na
ciones que te rodean,
15
porque el Seor tu Dios, que est en me
dio de ti, es un Dios celoso; su ira se encendera contra ti y te ha
ra desaparecer de la faz de la tierra.
16
No tentis al Seor vues
tro Dios como hicisteis en Masa.
17
Observad cuidadosamente los
mandamientos del Seor vuestro Dios, las normas y las leyes que
os ha dado.
18
Haz lo que es justo y bueno a los ojos del Seor,
para que seas dichoso y entres a tomar posesin de la tierra
buena que el Seor prometi a tus antepasados,
19
expulsando
delante de ti a todos tus enemigos, segn ha dicho el Seor.
20
Cuando te pregunte tu hijo el da de maana: "Qu signifi
can estas normas, estas leyes y preceptos que os ha dado el Se
or?".
21 T le respond ers: "Nosotros r amo s esclavos del fa
ran de Egipto y el Seor nos sac de Egipto con mano fuerte.
2 2
El Seor hizo a nuestros ojos milagros y prodigios grandes y terri
bles en Egipto, contra el faran y toda su corte.
2 3
Y a nosotros
nos sac de all para introducirnos y darnos la tierra que haba
prometido a nuestros antepasados.
2 4
El Seor nos m and enton
ces poner en prctica todas estas leyes, respetando al Seor
nuestro Dios, para que seamos siempre dichosos y tengamos vida
como hasta hoy.
25
Nuestra justicia consistir en guardar y poner
en prctica todos estos mandamientos en presencia del Seor
nuestro Dios, como l nos ha mandado".
Explicacin del texto
La memoria del xodo es el ncleo de la tradicin y la fe
del pueblo de Israel. Su convivencia y organizacin social te
nan su base firme en la experiencia de la liberacin de Egip-
to , en la fe en Yav, el Dios liberador. Yav era el nico Dios,
que haba actuado en la his toria para l iberarlos de la servi
dumbre de Egipto y les haba entregado la t ierra de Canan.
Como liberador del pueblo, Yav garantizaba y exiga la igual
dad de todos los is rael i tas . Es ta igualdad fue impuesta como
precepto en Is rael a t ravs de leyes que aseguraban la unin
y la es tructura igual i taria de la comunidad. La observancia
de estas leyes, la fidelidad a Dios liberador, garantizaba la
supervivencia de Is rael como pueblo. Yav, que hab a actua
do una vez en e l xodo, seguira actuando tambin en e l fu
turo en favor de Israel. Los grandes festivales de la pascua, la
es ta de las semanas celebrada cada primavera y la f ies ta de
los tabernculos que se celebraba en otoo tenan la f inal i
dad de recordar, celebrar y actualizar la prodigiosa interven
cin de Yav en favor de Israel.
El xodo es tambin e l tema c entra l del pasaje del Deute
ronomio que acabamos de leer. Este texto (Dt 6,10-25) es la
explicacin del origen de las leyes fundamentales vigentes en
Israel y se presenta en forma de enseanza que e l padre im
parte a su hijo. A la pregunta del hijo sobre el significado de
las leyes prescri tas por e l Seor, e l padre responde recor
dando la prodigiosa actuacin de Dios en la salida de Israel
de Egipto (Dt 6,20-25). En este recuerdo de la liberacin de
Egipto se encierra la ident idad del pueblo y e l porqu de la
observancia de la ley. Cada vez que surgen problemas , cuan
do la convivencia del pueblo se llena de dificultades e injus
t ic ias , s te recurre a la memoria del xodo para corregir sus
errores .
El padre recuerda que e l Seor ha sacado a los is rael i tas
de la esclavi tud de Egipto "con mano fuerte y brazo podero
so "
(Dt 5,15) y les ha entregado en posesin la tierra y todos
los dems bienes , s in que e l los se lo merecieran. El mismo
Seor est tambin en el origen de las leyes que rigen en Is
rael y que todo e l pueblo debe observar. La Palabra de Dios
contenida en es tas leyes se t ransmite a t ravs de la his toria
y es a lgo ms que un texto, una idea o una doctr ina . Es
tambin un acontecimiento que no puede separarse de los
dem s acontecim ientos de la his toria del pueblo de Dios . Del
mismo modo qu e la intervencin de Dios en la his toria de Is
rael ha trado la salvacin al pueblo, as tambin las leyes
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que Dios ha ordenado cumplir tienen valor salvfco. La ac
tuacin de Dios , tanto en la l iberacin de la esclavi tud co
mo en la donacin de la ley, pers igue una f inal idad concre
ta : "P a ra que s eam os s iem pre d ichosos y t engam os v ida
como has ta hoy" (Dt 6,24). Del mismo modo, las leyes s i r
ven para que e l pueblo viva bien, es to es , para que viva
dignamente y en l ibertad, para que no vuelva a caer en
n inguna c la se de e sc lav i tud y pa ra que ende rece a t i em po
su camino en caso de que se haya apartado del proyecto
original asumido en e l xodo.
Este ideal de bsqueda de una vida digna, libre e igualita
r ia debe inspirar tambin nues tra celebracin del Jubi leo, s i
queremos dejarnos guiar por el espritu del Jubileo bblico.
3 . Volvem os s obre nues tra v ida
Hemos visto cmo el recuerdo del xodo, transmitido de
generacin en generacin, constituye la base de la fe y de las
leyes de Israel. Este ideal de un a convivencia igualitaria, pr s
pera y pacfica, bajo la proteccin de Yav, el Dios liberador,
es tambin el punto de referencia obligatorio para nuestra ce
lebracin del Jubileo. No podemos reducirnos a visitas a cate
drales, indulgencias y peregrinaciones, sino que debemos de
jarnos interpelar por el espritu del Jubileo bblico.
-
D e q u es c l a v i tu d e s n o s ha l ib er a d o a no s o t ro s e l
Seor?
- Q u e f e c t os t ien e e n n ues t ra v id a l a l ib er a c i n q u e
h em o s ex p er i m en t a d o ?
4 . Oramos
Term inam os nues t ra reun in p resen tando en fo rm a de
oracin lo que la Palabra de Dios ha susci tado en nosotros .
Durante unos momentos de s i lencio, dir igimos nues tro co
razn y nues tra mente a Dios , quien se ha comunicado con
nosotros a t ravs de su Palabra . Despus , expresamos nues
tra oracin comunitariamente .
- En forma de oracin o compromiso, expresamos en voz
al ta lo que la Palab ra de Dios nos in spira .
- Todos jun tos rezam os e l P adre nues t ro .
Te rm inam os can tando Escucha, hermano... u otro canto
conocido por todos.
42
2 EL DESCANSO DE LA TIERRA
1. LA MADRE TIERRA EST CANSADA
La Tierra es fundamental para nosotros : es e l planeta
donde habi tamos, e l que nos sus tenta , e l soporte de nues tra
v ida . P e ro ac tua lm ente e s un p lane ta cansado . Cansado de
ser sobreexplotado y contaminado, agredido y esqui lmado.
Basta abrir los ojos y afinar los odos a la creciente concien
cia ecolgica que es t surgiendo, para darse cuenta de a lgu
nos s ntomas de es te agotamiento:
- La zona de la a tmsfera que nos protege de radiaciones
solares pel igrosas ,
l a ca p a d e o z on o ,
disminuye rpida
mente , y en a lgunas regiones cercanas a los polos se
han formado agujeros donde es ta capa ha desaparecido
por completo. Uno de e llos , s i tuad o sobre la zona anta r
t ica , tan grande como Estados Unidos , es t dejando a
los seres que viven a ll expu es tos a cnce r de pie l , ca ta
ra tas en los ojos , incluso ceguera . Es ta capa de ozono
es t afectada, entre otros , por los gases que proceden
de los tubos de escape de nues tros vehculos , de las
43
chimeneas de nues tras fbricas , de las sus tancias de
do el mundo. Pero la mayora de su poblacin
s e m u e r e
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los aerosoles y de los incendios agrcolas y forestales.
- Los humos de las fbricas y los gases desprendidos
por los automviles forman, a l mezclarse con las l lu
vias ,
un com pues to qu m ico , l l am ado
l luvia acida ,
que
va abrasando la vege tac in de fo rm a len ta pe ro p ro
gresiva.
- La concen t rac in en l a a tm s fe ra de va r ios com pues
tos de ca rbono y o t ros gases ha aum entado en los l
t imos c ien ao s e l 25 %. A con secu enc ia de e l lo hay un
proceso de ca len tam ien to g loba l l l am ado efecto inver
n a d e r o :
el clima se vuelve ms clido y seco, con efec
tos im predec ib le s . E l cam bio que s e e s t cons ta tando
en e l c l im a hace que aum enten ca t s t ro fes na tu ra le s
como las sequas y las inundaciones . La capa de hie lo
de los polos se va descongelando. Como consecuencia
aum enta e l n ive l de los m ares que cubren pa r te s de
t ierra f i rme en las que hoy habi ta e l ser humano. S i
no s e pone rem edio , reg iones cos te ra s com o Bangla -
desh y m uchas i s l a s de l P ac f i co sur queda rn hundi
da s e n el siglo XXI.
- La industr ia l izacin de las grandes potencias ha l levado
a la
explotacin sin interrupcin de las regiones frtiles.
La tierra se est fertilizando con abonos qumicos y se
sulfa ta con plaguicidas . Aparentemente , es ms produc
t iva , pero a la larga es tos productos la es tn dejando
es tri l . Para que las cosechas crezcan ms rpidamente ,
s e ensaya en cu l t ivos con s em i l l a s m anipu ladas gen
t i cam ente . Ya s e e s tn p roduc iendo los p r im eros re su l
t ados de m uer te s o m utac iones en l a cadena de l
mundo animal , sobre todo en los insectos y en los ani
males que se alimentan de ellos.
El problema del cansancio de nues tro planeta no se c ierra
con la cues t in ecolgica . La Tierra tambin es t es tresada
de ser explotada slo por los ms fuertes, de que la obliguen
a es tar mal repart ida; es t agotada de tener que sos tener
s is temas insol idarios , poco racionales y nada respetuosos
con ella ni con los seres que alberga:
- La Tierra ofrece suficientes recursos para alimentar a to-
44
d e h a m b r e y una minora vive en el lujo y el despilfarro.
Estas diferencias estn, con frecuencia, sostenidas por
un sistema econmico y poltico internacional injusto.
- Exis te una constante complicidad entre los grandes po
deres econmicos y los gobiernos , quienes , en nombre
del "bien pblico", confiscan espacios naturales, reser
vas ecolgicas y terr i torios indgenas para luego entre
grselos a
multinacionales.
En esos espacios , verdaderos
pulmones de la t ierra , no slo se explotan y saquean los
recursos mineros , se ta lan o queman los bosques , se
destruye la fauna y la flora; adems, se pisotea el dere
cho de los pueblos nat ivos a poseer su pedazo de t ierra
pa ra v iv i r y su hab i ta t pa ra l a au tode te rm inac in . De
es te modo se rompe la armona de la Tierra y se a ten
ta con t ra l a d ign idad de l a pe rsona hum ana , a l a que
se re lega a l grupo de los "s in" : s in-t ierra , s in-techo,
s in -hogar , s in -m aana .
- El
s i s te m a ne olibe r al
en el qu e es t inm erso e l l lama
do Primer Mundo, y la global izacin econmica que
defiende, es responsable de gran parte de es ta fa t iga
de l p lane ta , inc lu ida l a de l s e r hum ano . Las t i e r ra s
que exp lo ta son pa t r im onio de toda l a hum anidad ;
tam bin los m ares y los r os que envenena cuando los
ut i l iza , por e jemplo, como basurero de desechos txi
cos; los ocanos en los que se des truye una especie
t ra s o t ra ; l a b ios fe ra , am enazada de con tam inac in
radioact iva por las centra les nucleares . . . La "sociedad
de l b ienes ta r" a lbe rga en su in te r io r pe rsonas ca ren te s
no slo de t ierra , s ino tambin de lo que s ta daba a
sus p rop ie ta r ios en una soc iedad agra r ia . En t re qu ie
nes v iven en e l l a c rece a la rm antem ente e l nm ero de
ind igen tes , pe rsonas s in - t raba jo , s in -d ine ro , s in -casa ,
s in - fu tu ro .
Dec i r que l a m adre T ie r ra e s t cansada supone , pues ,
hab la r de dos p rob lem as , uno eco lg ico y o t ro hum ano . La
creacin, que, segn el proyecto del Creador, era "muy bue
na" (Gn 1,31 , e s t ago tada y nos a r ra s t ra en su cansanc io
a todos los que vivimos en ella.
2 .
LECTURA DE LOS TEXTOS
Pales t ina es una pequea regin s i tuada en e l Oriente
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Los cris t ianos creemos que las Escri turas s iempre t ienen
algo que decirnos en nues tra s i tuacin actual porque son
"palabra viva y eficaz" (Heb 4,12), Palabra de Dios. Acuda
mos a e l las . Veamos lo que prescriban las leyes del Jubi leo
sobre e l descanso de la t ierra . Antes de acercarnos a los tex
tos bbl icos , hemos de tener en cuenta dos cosas . Primero,
que los problemas no pueden ser idnt icos , porque la del AT
era una sociedad agraria preindustr ia l que dif iere en gran
medida de nues tras sociedades industr ia l izadas y, en su
mayora , de carcter urbano. La segunda cosa que no pode
mos olvidar es que nos enfrentamos a un texto legal. Por
tanto, debemos descubrir la vida , los intereses y confl ic tos
del pueblo que se esconden tras la le tra . S in duda, e l esp
r i tu de es ta ley, es decir , los valores perennes que s iguen
mantenindose ms a l l del t iempo y del espacio, pueden
ofrecernos vas de solucin para la real idad concreta del
planeta cansado en e l que nos ha tocado vivir .
La tierra de la Biblia
Para entender la legis lacin del ao jubi lar sobre e l des
canso de la t ierra , es importante que nos s i tuemos en la t ie
rra de Pales t ina , que recordemos brevemente su s i tuacin
geogrfica y sus lmites.
EL CRECIENTE
FRTIL
EGIPTO
6
Medio, en la zona denominada "Creciente frtil". Se llama
as a la franja de terreno en forma de media luna que pode
mos t razar s i unimos las t ierras cul t ivables de Egipto con
las del golfo Prs ico, pasando la parte superior por e l Medi
terrneo y la inferior por los bordes del des ierto de Arabia .
Este territorio es un corredor frtil regado por los ros Nilo,
Jordn, Tigris y Eufrates , que fue en la ant igedad lugar de
paso de ca ravanas y e j rc i tos y t i e r ra deseada por m uchos
pueb los .
Pales t ina se encuentra , adems , en e l punto de confluen
cia de tres continentes: Asia, frica y Europa. A lo largo de
su his toria ha servido como puente de unin entre Oriente y
Occidente , tanto en e l terreno econmico, a t ravs de los
puertos que daban a l Mediterrneo, como en e l cul tural y e l
religioso. Es un territorio pequeo. La Biblia establece las
fronteras de es te pas con una frase conocida: "Desde Dan
has ta Berseba" (Jue 20,1). En l nea recta y de norte a sur,
t iene una longitud de 240 ki lmetros . Cuatro franjas geo
grficas lo recorren en e l mismo sent ido: la cos ta mediterr
nea, e l s is tema montaoso centra l , e l val le del Jordn y la
meseta t rans jordnica que se pierde por e l es te en e l gran
des ierto s i ro-arbigo.
P a le s t ina e s un pa s donde e l agua no e s m uy abundan
te . Sobresale e l r o Jordn, que, despus de 16 ki lmetros
de recorrido desde su nacimiento, se precipita en el lago Ti-
berades , l lamado tambin de Genesaret o mar de Gali lea . A
par t i r de aqu , e l Jo rdn t ranscur re por un e s t recho va l l e
has ta desem b ocar en e l m ar Muer to .
En l a an t igedad , su econom a e ra fundam enta lm ente
agraria . El norte , Gali lea , y e l centro, Samara , gozaban de
buenas cosechas , m ien t ra s que e l su r , Judea , e ra pobre . La
pesca era abundante en e l mar de Gali lea , pero e l mar
Muerto era improduct ivo debido a su a l ta sa l inidad, y los
des iertos , a l es te y a l sur , l im itaban e l terren o cul t ivable .
La tierra, un don para real izarse como pueblo de Dios
Nos cos tara ente nde r la ley jubi lar so bre e l desc anso de
la t ierra s i no comprendiramos lo que s ta s ignif icaba en
7
aquel la poca y la connotacin que adquiri para e l pueblo
tierra ya no era un espacio donde vivir libremente y cumplir
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de Is rael a part i r del acontecimiento del xodo.
En una sociedad agraria , tener t ierra era a lgo imprescin
dible para que una famil ia pudiera subs is t i r y dis frutar de
un lugar en la vida socia l . La t ierra no era poses in de un
individuo, s ino de una famil ia . De e l la sacaba su sus tento,
que normalmente se reduca a l consumo famil iar y poco
m s ,
de modo que un ao de escasez en la cosecha supona
un duro golpe para la familia.
Para los is rael i tas la t ierra era , adems , un don, un rega
lo de Dios. Desde la experiencia de la esclavitud en Egipto
tener una t ierra propia , no es tar sometidos , fue para Is rael
una continua aspiracin. Neces i taban un espacio para vivir
y cumplir el proyecto de ser pueblo libre. Desearon de tal mo
do la tierra que, en la Biblia, aparece idealizada y se habla de
ella como "una tierra que mana leche y miel" (x 3,7-8),
cuand o la rea l idad e s m ucho m s m odes ta .
Tras la salida de Egipto, el Seor entrega a Israel "la tie
rra que haba prometido a nues tros padres" (Dt 6,21-23).
Pero la perm anen cia en e l la depen da de la f idelidad. del