8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles
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Cahiers du monde hispanique etluso-brésilien
Pablo Palacio : el anhelo insatisfechoHumberto E. Robles
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Robles Humberto E. Pablo Palacio : el anhelo insatisfecho. In: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n°34, 1980.
Numéro consacré à l'Équateur. pp. 141-156.
doi : 10.3406/carav.1980.1506
http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506
Document généré le 25/09/2015
http://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://www.persee.fr/author/auteur_carav_479http://dx.doi.org/10.3406/carav.1980.1506http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://dx.doi.org/10.3406/carav.1980.1506http://www.persee.fr/author/auteur_carav_479http://www.persee.fr/doc/carav_0008-0152_1980_num_34_1_1506http://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/collection/caravhttp://www.persee.fr/
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ablo alacio
:
el anhelo insatisfecho
PAR
Humberto £. ROBLES
Northwestern University,
Evanston.
En
las
letras
del
Ecuador,
Pablo
Palacio
(¿1906
?-47)
representa el
caso
típico del
escritor
cuya obra llega al lector precedida
por
un
aura
novelesca
que
la crítica y
el
tiempo han ido forjando en torno
a
su
vida.
Así,
un buen
número
de
los
juicios sobre Palacio
tienden a
ser evocaciones que abundan en memorias biográficas — no siempre
precisas — y
que
sólo de manera tangencial se ocupan de su
producción
literaria
(*)•
Se
habla
de su orfandad y de su bastardía dentro de una
familia hidalga y provinciana. Se relata cómo de niño se rompió el
cráneo
consecuencia de una caída que sufrió en un
río
de su Loja natal.
(Hay quienes
sugieren
que
algo
tuvo
que
ver
esa
peripecia con su
(1)
El
lector encontrará amplia
información
biográfica en
los diez
y ocho
estudios,
artículos y notas sobre Palacio recopilados en Obras completas de
Pablo Palacio (Quito : Casa de la
Cultura
Ecuatoriana, 1964). En este sentido,
hemos aprovechado de
manera
particular
los ensayos de
Benjamín
y de Alejandro
Carrión. A
fin
de evitar la proliferación de citas, las
siglas
y números de
páginas
que aparecen
entre paréntesis en el
presente
estudio
remiten a las siguientes
obras : o : Obras completas de Pablo Palacio; H :
Un
hombre muerto
a
puntapiés
(Quito : Imprenta de la Universidad
Central,
1927); D
:
Débora (Quito : Portada
de Latorre, Ex-libris de Kanela, sin pie de imprenta,
1927);
V : Vida del
ahorcado
(Quito :
Talleres
Nacionales,
1932).
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C. de C R VELLE
genialidad y
hasta
con su locura) 2). Se comentan
sus
años de
colegio de escolar brillante, aficionado
a
las ciencias y
a
las lenguas
vivas. No se olvida mencionar que
se
inició
en el
arte
de
la
platería,
de
cuya suerte
lo
rescató
la
buena voluntad
de
un
tío
que
decidió
costearle
los estudios universitarios
en Quito.
Se recuerda, asimismo,
que ese
tío quería
un
doctor en
medicina y
no
uno en
jur isprudencia
que es por lo que se
decidió
Palacio,
pero
no sin haber sentido
también
el tirón de
la pintura.
Se suministran los nombres de
las
revistas
y periódicos a que contribuyó. Se
refiere
que una de sus
novelas que habría de llamarse
«
Ojeras de
Virgen
», se extravió. Se
informa
que
llegó
a
ser secretario de la Asamblea Constituyente y
decano
de
la
Facultad
de Filosofía y Letras de
la Universidad
Central.
Se
reconoce que
escribió sobre temas filosóficos, después de
haberse distanciado
de
la
literatura.
Se
promulga su militancia
en
el
Partido Socialista del Ecuador y se
atestigua su
participación
activa en las luchas políticas del país. No escasean tampoco los merecidos
elogios a su inteligente compañera, la escultora
Carmita Palacios, por
la
abnegación
con
que
cuidó
a su marido
cuando éste cayó
irremediablemente enfermo y sucumbió a la locura. Casi todos los estudiosos,
con justificación, remiten a los largos años de esa locura. Casi todos
también, sin embargo,
han velado, hasta
hace poco, referencias a la
sífilis
que padeció
el autor lojano, causa
directa,
cabe conjeturar, de
su trastorno 3).
No
obstante
los
cabos
sueltos
que
se
disciernen en
esa
historia,
Palacio se
perfila allí
como un ser
solitario, desheredado,
lúcido y
ejemplar, como un
«
hombre sin amarras
familiares,
»
al margen,
atormentado y huérfano (4). En lo que se
recuenta
de esa
trágica
semblanza hay harto
pasto
para
novelas
5). Tal fue su vida que,
aunque la crítica coincide en reconocer que fue un escritor genial
que se adelanta
por derroteros
que sólo en los
últimos
tiempos
transita la narrativa hispanoamericana, el valor intrínseco de su obra
corre el riesgo de ser opacado por el interés en aquélla.
Una de las
razones que
podría aclarar dicha anomalía es precisa-
(2)
Hernán
Rodríguez
Castelo,
«
Pablo
Palacio
y sus obras », Pablo Palacio.
Obras
escogidas
(Guayaquil : Clásicos Ariel,
s.f. » PP-
9, 11.
(3) En estudios
recientes
se discute
abiertamente
este
particular.
Véase
Abdón
Ubidia,
« Una
luz lateral
sobre
Pablo
Palacio
», La
Bufanda
del Sol (Quito), No. 8
(Julio 1974 ,
pp. 9, 11.
(4) Las palabras citadas son de Alejandro
Camón,
O, p. XXVI.
(5) Francisco
Tobar
García dice
que en su pieza
teatral «
Balada para
un
imbécil
»
y en su novela
«
Pares
o
nones,
»
ambas
inéditas,
aparece
la
figura
de Pablo
Palacio. Véase
Tobar García, «
Pablo
Palacio,
el
iluminado, »
Cuadernos
del
Guayas,
No. 44 (Marzo 1977 ,
pp.
54,
60.
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PALACIO : EL ANHELO INSATISFECHO
143
mente el
hecho
de que más de un
comentarista
ha
insistido
en
identificar
de manera categórica, la vida de Palacio con su mundo
novelístico.
Otra es
que la
publicación de
sus
libros capitales — Un
hombre
muerto
a
puntapiés
(1927),
Débora
(1927)
y
Vida
del
ahorcado
(1932) — choca contra los cánones de una literatura de
protesta
y
denuncia social que
prospera en el
Ecuador
hacia 1930.
Finalmente,
las características formales que
distinguen
las creaciones de
Palacio desconciertan
al
crítico en tanto éste no puede
ubicarlas
dentro
de una tradición ni
juzgarlas
conforme
a
convenciones literarias
establecidas
respecto a
género, unidad,
trama
o
personaje. Palacio
descompone porque
no se
atiene a
lo trillado y
familiar, porque
se
atreve
a oponerse
a las normas en práctica.
Ese
ir en
oposición
de los moldes en vigencia es lo
que
parece
estar
al
fondo
de
este
acerbo
comentario
de
uno
de
sus compañeros
de
generación,
Joaquín
Gallegos Lara,
a
propósito
de la
aparición de
Vida del
ahorcado
: «
Al
pretender negar
el
realismo
social...
¿ acaso
no se está pretendiendo impedir que la literatura sea lo que todos
los
que se preocupan
honradamente en
la creación de
una cultura
humana
para reemplazar a la actual cultura de esclavos, como dice Waldo
Frank, le exigen que sea : una arma contra
la
explotación y a favor
de la clase
que
forjará una sociedad sin
clases
?
»
Prosigue
a
decir
Gallegos de la novela reseñada que
«
Se admira en ella la
inteligencia Pero se
la
encuentra fría, egoísta, y se puede
ver al
fin, que tiene
un
concepto mezquino,
clownesco y desorientado de la vida, propia en
general de
las
clases medias, de
estas
clases medias
cuya existencia
niegan los interpretadores autóctonos de
la
realidad americana»
(O, pp.
60-61).
Palacio
no se
declaró
públicamente sobre esa acusación, pero sí
expresó su
desacuerdo
en una carta personal, fechada en
Quito
el
5 de
enero de
1933, dirigida
a Carlos
Manuel
Espinosa
en la que
destacó como « error
fundamental » en
la posición de
Gallegos el
sacrificar la autenticidad artística en beneficio de una
causa
:
Yo entiendo
que
hay dos
literaturas
que siguen el
criterio materia-
lístico
:
una
de
lucha,
de
combate,
y
otra
que
puede
ser
simplemente
expositiva.
Respecto
a
la
primera
está
bien
lo
que
él dice
:
pero respecto a
la
segunda, rotundamente, no. Si
la literatura
es
un
fenómeno
real,
reflejo
fiel de
las condiciones
materiales de la
vida,
de
las condiciones
económicas de un momento
histórico,
es
preciso que en
la
obra
literaria
se refleje fielmente lo que es y no
el concepto romántico
o
aspirativo
del
autor. De este punto de
vista,
vivimos
en
momentos
de crisis, en momento decadentista,
que debe ser expuesto
a
secas, sin comentario. Dos actitudes,
pues,
existen para
mí
en el
escritor
:
la del
encauzador,
la del
conductor
y
reformador
— no
en
el
sentido acomodaticio
y
oportunista — y
la
del
expositor simplemente,
y este último
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C. de
C R VELLE
punto
de
vista es
el que
me corresponde:
el
descrédito de
las
realidades
presentes, descrédito
que Gallegos
mismo
encuentra
a
medias admirativo,
a medias repelente, porque esto es justamente
lo que quería : invitar al asco de nuestra verdad
actual.
(0, pp. 77-
78).
En la práctica, el desacuerdo entre Palacio y Gallegos resulta más
hondo
que lo que sugiere esa
misiva.
Se trata de desaveniencias
éticas, de diferencias
entre
una
visión
tradicional
y
una visión
moderna
de la experiencia humana. Gallegos ve un mundo colmado de
injusticias sí, pero todavía reducible
a
un
orden,
a un orden de valores
dictados, en
este
caso,
por
la teoría
marxista-leninista.
La
responsabilidad del
escritor
es fomentar
esos nuevos
valores,
poner
la literatura
al servicio de lo que vendrá, poner
«
en presente el futuro
»,
según el
decir
de José de
la Cuadra
(6). Para
Gallegos el mundo
se constituye
en
términos
de
causas
y
efectos
reconocibles
:
para
él
la realidad
está
en su sitio, « no es
una
nebulosa », es accesible y explicable : en
literatura, por
medio de
los procedimientos
del
realismo social.
Las narraciones de Palacio en cambio tienden más y más a abordar
la existencia como abierta y absurda, como una en que no parecen
haber valores fijos e inmutables que sostienen p dirigen nuestro
comportamiento, a no ser aquéllos decadentes que más bien
precipitan la desintegración del espíritu y la sociedad. En Vida del
ahorcado se
reconoce la
ambivalencia y la incertidumbre
que
determinan las circunstancias del hombre en el mundo :
Quería explicaros que
soy
un
proletario
pequeño burgués ... un
producto de
las
oscuras contradicciones capitalistas que está en
la mitad de los
mundos
antiguo y nuevo, en esa suspensión de
aliento,
en
ese
vacío que hay entre lo estable y el desbarajuste
de lo
mismo.
Tú
también
estás ahí, pero tienes un gran miedo de
confesarlo porque uno de estos días deberás dar el salto y no
sabes
si vas a
caer de
éste
o del
otro lado
del remolino... Estoy
viviendo la transición del mundo.
Aquí,
delante de mí, está la
volcadura de campana, del otro lado de la justicia, y aquí mismo,
dentro de mí, están todos los siglos
congelados,
envejecidos y
grávidos.
Yo tengo un amor en
estos
siglos; yo tengo un amor
en esta volcadura. (V, pp. 9-10).
Ese
sentido
de
contradicción y
desbarajuste,
de vacío, es
lo que
guía
la
organización formal de la experiencia humana
expuesta
en
Débora y Vida del
ahorcado. La
técnica
narrativa
que Palacio
emplea
se
aviene, por
un lado, a
su visión de una
realidad en estado
de
transformación y,
por
el otro, se ajusta a sus nociones estéticas.
A
pesar
(6) Obras completas de José de
la
Cuadra (Quito : Casa de
la Cultura
Ecuatoriana 1958 , p.
891.
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PALACIO :
EL ANHELO
INSATISFECHO
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de
sus
simpatías políticas,
Palacio
no
auspicia
una literatura al
servicio de una
causa
a
priori, por
muy noble que ésta sea. Tampoco se
adhiere al
« arte
por el arte
»,
aunque repara, sin embargo,
que «
el
problema del
arte
es
un
problema
de
traslados.
Descomposición
y
ordenación de formas, de
sonidos
y
de
pensamientos »
(V, p. 27).
La posición
ética
y estética que
corroboran
Débora y Vida del
ahorcado es
parte
de
una
trayectoria que tiene antecedentes y futuras
ramificaciones en las
obras
del autor lo ano.
Hasta
la aparición, en
1927, de Un
hombre
muerto a puntapiés, el haber literario de
Palacio consiste en apenas siete relatos dispersos, imprimidos
entre
1921
y
1926 en Loja
y Quito, que no
fueron recopilados hasta 1964, cuando
la
matriz
de la Casa
de
la
Cultura Ecuatoriana
publicó
Obras
completas
de
Pablo
Palacio
(7).
En
las primerizas de esas narraciones se presiente una nota de
desajuste y separación que
presagia
una ruptura y
una
alteración
inminentes en la
relación
de los personajes con sus circunstancias.
En
medio de una
realidad
en que parece regir la armonía y el idilio
se inmiscuyen elementos y seres incongruos
que
profanan el statu
quo. Bien puede
ser
un
cataclismo o una
estantigua,
una
ominosa
ráfaga de aire o una presencia grotesca lo
que
cava una
grieta
de
desequilibrio en
el ambiente
y lo que
vaticina una
fricción
fundamental
entre
el
hombre
y el mundo
:
« Sólo
de
cuando
en
cuando las
carcajadas
de
un
loco
ponen
la
nota
amarga
de
la
vida
real
en el
hogar
feliz » (O, p. 288).
Una
segunda tendencia, evidente de
manera particular
en
los
más
recientes de los
relatos aludidos,
es la
sátira
de lo
vulgar
y
convencional la parodia de estilos y de géneros. La exageración, la
distorsión y el contraste cuentan entre los recursos
que
Palacio aprovecha
para desentrañar lo absurdo.
«
Un nuevo
caso
de mariage en trois
»
1925) ridiculiza las fantasías y las falsas
presunciones
de
un
tragicómico
seudointelectual, Antonio Recolado,
ignorante
de
su
propia
ignorancia,
objeto
de los
disparatados
elogios
de
una
sociedad
igualmente
parca
en
conocimientos. En
«
Gente
de
provincias
»
(1926),
a
su
vez, se
exponen los desplantes
y chabacanerías
de
un « hidalgo »
provinciano,
Santiago de Maya, por medio de la desproporción
grotesca entre lo
que
se describe y lo
que
se concluye. Tanto Maya como
(7) Los cuentos en cuestión son :
«
El
huerfanito
»
(1921),
«
Amor y
muerte »
(1922), « El frío » (1923), « Los aldeanos » (1923), «
Un
nuevo caso de mariage en
trois
» (1925) — éste apareció
como
parte
de
la
novela
« Ojeras
de
Virgen
»,
novela
que
jamás se publicó
— «
Gente de provincias
» (1926)
y
«
Comedia
inmortal »
(1926). Véase
O, pp.
279-324.
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C. de C R VELLE
Recolado
anuncian
los atributos
del antihéroe que logrará máxima
elaboración artística en Débora.
En
lo
técnico, la
cronología del conjunto
de
narraciones revela un
dominio
cada
vez
mayor
del
arte
de
narrar.
Van
quedando
resagados
los ejercicios literarios empañados
por
la sensiblería. Se acentúa la
preocupación
por
la renovación formal.
En
«
Un nuevo
caso de
mariage en trois
»
y
«
Gente de provincias », respectivamente, el uso
estético de la tipografía, el creciente interés por lo subjetivo, la idea
del doble, la experiencia onírica y la parodia del lenguaje
periodístico y
académico ya
son
patentes.
Más ambiciosa aún
es
«
Comedia
inmortal
»
(1926). Se trata de una
pieza
antiteatral
que
irrisoriamente reflexiona sobre
el
arte de
hacer
comedias de
enredo al
romántico
modo. Las acotaciones y diálogos dirigidos al
público-lector
no
tienen otro fin que el de
revelar
el
artificio.
La
sensación de
modernidad
que
se deriva de esta obra
radica
precisamente en el
desenmascaramiento de los recursos artísticos, en exhibirlos como
ridículos.
Palacio,
no obstante, no sólo parodia
un
canon, sino
que
pretende
mostrar,
por
contigüidad, cuan sometidos estamos a
las
formas
no
únicamente literarias,
sino
sociales. Palacio
empieza
a
dar
en
el
blanco
de
lo que será uno — quizás el
más
importante —
de
los
temas clave
de su
producción
literaria
: la
lucha
del
ser humano
contra una realidad que lo amenaza y asfixia con su formulismo. En
el seno de todos sus
libros
se instala esa problemática.
Cuando apareció Un hombre muerto a puntapiés, Gonzalo
Escudero — el otro insigne poeta de este siglo en el Ecuador,
junto
con
Jorge Carrera Andrade — publicó una desconoocida, pero aguda y
pertinente reseña :
Un
hombre muerto
a puntapiés
se [llama]
el
breviario. ...Cuentos
amargos,
acres, helados como la cocaína. Araña de doce garras...
Columpio
batiente
para los
ahorcados. Coz
y latigazo
a
la
vez.
Jazz-band
de
la
muerte.
He ahí
el nuevo libro... Pablo
Palacio
persigue
una
álgebra
revolucionaria
en
el
arte burgués de hacer
cuentos
: el
álgebra
ilógica y tremenda de construir
valores
ecuacionales entre «un
paraguas
y
una
máquina de coser,
encontrado
en
una
mesa
de
disección
», según el
descubrimiento
sacrilego
de
Isidoro
Ducaesse
(sic),
el
Conde
de
Lautréamont8.
Ya está allí la
posible
génesis del título de
Vida
del
ahorcado.
Y,
más importante,
está
también
allí la ubicación de la
obra de
Palacio dentro
de una rancia tradición que por vía de Lautréamont llega
hasta el surrealismo, después
de
hacer
pausa en Jarry y
el movi-
(8)
«
Pablo Palacio y su primer libro »,
Llamarada
(Quito), No. 3 (Enero
28,
1927), p.
8.
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P.
PALACIO
: EL ANHELO INSATISFECHO
147
miento
Dada.
No
disponemos
de los
datos
necesarios para
precisar
bien todo esto, pero sí es lícito
insistir
en
que
Palacio no ignoraba
la
consigna que estaba
en el aire : hacer tabla
rasa de
reglas
y
costumbres
emancipar
el espíritu
del hombre.
Esas aberraciones
que
aparecían sólo periféricamente en los
primeros cuentos
de Palacio —
la carcajada de
un
loco, por ejemplo-
avanzan ahora al primer plano en Un
hombre
muerto a puntapiés.
Lo monstruoso y torcido, lo insólito y demencial se constituyen en
la
madre
del libro, están allí no por un mero interés
por
lo mórbido
y anómalo,
sino
para hacer estallar la violenta yuxtaposición y
contraste
de lo abyecto y
la
norma, del enfermizo y
la
sociedad.
El
pederasta
el antropófago, el maniático, el esquizofrénico y hasta el brujo
forman el reparto que
configura la
realidad expuesta en
esta delgada
colección
de
diez relatos,
un
epígrafe
y
una
suerte
de
colofón.
La «
desviación de
[los]
instintos »,
«
los
tormentos
del deseo »,
la «
tortura
»
de lo insatisfecho,
los
«
gérmenes nocivos,
»
el
« sentir
[se] otra », el
«
sufrir la influencia y el funcionamiento de un
mecanismo
complicado que no es posible que alguien conozca
fuera
» del
ser y el martirio
«
del análisis introspectivo
»
dan la nota
que
estampa
el espíritu
del
volumen
(H,
pp.
22-23,
114-116, 131). Eso
es lo que
se contrapone
a «
la opinión pública, morigeradora de las
costumbres
políticas, de las costumbres
sociales,
de
las
costumbres
religiosas
» (H, pp.
119-20).
Esa
pugna insoluble
no
pocas
veces culmina
en
la
muerte,
el
crimen, la
locura
o el aislamiento
— en
la reclusión real o metafórica.
Esparcidos por el libro van quedando desconcertantes
juicios
y
reflexiones
que descubren la tortura del
enfrentamiento
de
las
excepciones y las
reglas.
Chocan la realidad y el deseo, la locura y la razón,
el desarraigo del monstruo y la vida en común. Sobre las simpatías
de
Palacio
no cabe dudas : « Quiero aquí dejar constancia de mi
adhesión...
a
la
irresponsabilidad que
existe
de un ciudadano
cualquiera,
al dar satisfacción a
un
deseo
que
desequilibra
atormentadoramente
su
organismo
»
(H,
p.
34); «
Sólo los locos exprimen hasta
las
glándulas
de
lo
absurdo
y están
en el
plano más alto
de las
categorías intelectuales
»
(H,
p.
61) (9).
A
pesar de esas
simpatías, la anormalidad
se
manifiesta de tal
manera contemplada por el intelecto que los
cuentos,
como
bien ha
observado Benjamín Carrión,
« producen
una sensación de
anormalidad NORMAL
»
(O, p. 14). Con emoción controlada, con la distan-
(9)
No
podemos
menos
de anotar
el parentesco
— no directo, quizás,
pero
sí
espiritual — de
esta
última cita
con
las
observaciones
de André Breton sobre
la locura, en
su
primer
manifiesto del surrealismo
(1924).
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148
C. de
C R VELLE
cia espiritual del clínico,
evidente
aun en el
vocabulario
médico
que
matiza el estilo,
se pone a
prueba
la
normalidad
de lo normal.
Palacio ha dado la
clave de ese
método en
el epígrafe que
contiene su
libro
:
«
Con
guantes
de
operar,
hago un
pequeño bolo
de
lodo
suburbano. Lo
echo
a rodar
por
esas
calles
:
los
que se tapen
las
narices
le habrán
encontrado
carne de su carne.
»
Varias
narraciones
de Un hombre muerto a
puntapiés
exigirían un
comentario detallado.
«
La doble y única mujer », por ejemplo,
interesa
por
el
estudio
de la
esquizofrenia
y de la
sífilis,
por su
original
elaboración del tema del doble, del Doppelganger
(10),
por el
alarde
técnico en la
manipulación
del punto de vista, por el sentido de
trágico
aislamiento que
caracteriza
a la
protagonista.
Igualmente
representativa es
«
Un hombre
muerto a
puntapiés.
»
Como
todos los relatos
de
la
colección,
éste
es
también
una
indagación de estados de
conciencia.
Partiendo de un
reportaje
que
anuncia la muerte
a
puntapiés de un tal Ramírez, la narración sigue paso
a
paso las investigaciones del narrador en primera persona por
averiguar
por
qué un
hombre
muere de esa
manera.
Apoyándose
en los
métodos de la lógica inductiva, llega a la conclusión de que Ramírez
era un pederasta y que
su
muerte fue
consecuencia
de
los
avances
sexuales que éste
hizo
a su victimario.
Visto así,
«
Un hombre
muerto a
puntapiés
»
podría ser leído como
una
anédota de interés
social.
Pero
el
relato aspira
a más.
En
primer
término,
ilustra
la
conjunción
de
lo
anormal
y
lo supuestamente
normal, fundamento temático
de
la colección. Luego, por medio del
método
empleado en la investigación de la muerte de Ramírez,
pretende
también,
por
analogía, indagar la ruta que sigue la elaboración
de una creación literaria desde su
génesis
hasta su
realización.
La noticia en
el periódico
es el
punto de arranque
: «
llegó
a
obsesionarme
», declara el
narrador.
Más adelante, ese ser anónimo,
denominado
Ramírez,
comienza a
adquirir
corporabilidad :
cara,
nariz,
pecho, frente, bigote,
ropa, edad, estado
económico,
y hasta
nombre
—
Octavio Ramírez.
Establecida la
figura
física, se averiguan
sus
martirios espirituales. Se inducen y revelan las motivaciones de
su comportamiento. Al hacerlo, se revelan también los
procedimientos de
motivación
estética. Poco a poco el personaje va
independizándose del narrador, adquiere vida propia. Cuanto
más
se desciende
en el mundo subjetivo del personaje tanto más se esfuman las
reflexiones
y
la
presencia del
narrador.
Palacio
ha logrado no sólo
(10)
El tema remite
a
posibles lecturas de
Palacio
: Poe,
Dostoïevski,
Maupassant
entre
otros.
Para un estudio del asunto, consúltese Ralph Tymms,
Doubles
in
Literary
Psychology (Cambridge : Bowes,
1949 .
8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles
10/17
P.
PALACIO
: EL ANHELO INSATISFECHO
149
incursionar en el alma de su protagonista, sino
también rendir
una
metáfora del proceso
creador.
El movimiento hacia el
interior
del
personaje al igual que la preocupación
por
la forma
se ahonda en
Débora, devienen
medios
para
rescatar
y
exponer
verdades
elementales.
Vale decir de improviso que
Débora
representa una teoría y
práctica
del
arte
de
antinovelar.
Si
el lector
se acerca
a esta
obra en
espera
de
una anécdota, de personajes singulares o
de
la recreación
objetiva de un ambiente, saldrá desfraudado.
En
Débora no
pasa
nada.
El protagonista
—
el
Teniente — es un
ser
sin propósito,
compendia
los
atributos
de un antihéroe. Tampoco abundan referencias
concretas a un
espacio
físico que no sean
expresiones
de estados
de
conciencia.
El
interés
de la narración recae en la visión del mundo
que
suscita
«
la
vida
mental
bullente,
desordenada,
paradójica
», del
Teniente mientras deambula un día domingo por las calles de Quito,
«
atento
[solamente]
al desarrollo de lo casual
»
(D, pp. 28, 8). Las
experiencias
diversas
de ese
personaje, en
compaginación
con las
digresiones
del narrador y
la
reacción del lector, se constituyen en la
estructura — en la ausencia de estructura — del libro. Por lo demás,
no se
discierne
en Débora un
diseño subyacente
que
sostenga
la
organización formal.
Sirviéndose de un procedimiento que de inmediato remite a
Niebla 1914) de Unamuno y que se remonta en
nuestras
letras al
Quijote
el narrador introduce
al
Teniente
como
una
figura
de
ficción,
como un ser vulgar,
inútil
y tragicómico :
has sido mi huésped
durante
años. Hoy
te
arrojo de mí para que
seas
la befa de los unos y la melancolía de los otros...
Más valiera
que no
hubieras
sido. Nada traes, ni tienes, ni darás. ...
eres
inútil
...
eres
vulgar. Uno de esos pocos maniquíes de hombres hechos
a
base de papel y letras de
molde,
que no tienen ideas, que no
van
[sino] como una
sombra
por la vida :
eres
teniente y nada
más.
(D, pp. 5-6).
Palacio pretende calar
hondo
—
he allí
la
paradoja
—
en
la vida
vacía
de
ese ridículo
y
superficial
personaje.
La
fluencia de
memorias recuerdos, asociaciones y digresiones incidentales configuran el
método que emplea Palacio para adueñarse de la identidad íntima
e
intransferible
de su protagonista. Esa identidad se manifiesta en lo
trivial y común,
en
alguna pasada
vivencia, descartada, arrumbada en
el fondo del ser.
Recónditos e inexplicables recuerdos de la infancia — como el de
una tía
que
entró
y
no
entró
en su cuarto
— que
no parecen tener
conexión alguna con la vida actual del
personaje, remiten,
por
asociación,
a
rasgos
clave de
su
interioridad. « ¿
Quién
me
dice
que toda
8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles
11/17
150
C. de C R VELLE
esa
bruma,
como manos, no hizo la cara que tiene
hoy
?» el
Teniente, inquiere el narrador. Y, en efecto, esa experienca con la tía
«
le dejaría un hueco
en
el espíritu. ...una
honda
sensación de
deseo.
Lo
desequilibrará
con lo
indefinido
que nos
obsesiona...
que
desasosiega el ánimo;
que
hace pensar en correr
a
gatas o en beber
aguardiente
»
(D, p.
12). De esa reviviscencia del
pasado
se desprende,
por
contigüidad,
uno de los
motivos
capitales
de
la
obra y
una
de
las
características fundamentales del Teniente : el «
anhelo
insatisfecho
»
(D, p. 19). Anhelo sublimado en fantasías — el protagonista
vive a la espera y búsqueda de la mujer
única,
de
«
un lejano sabor
de miel
»,
del
«
lejano
sabor
de Débora » (D, pp. 69-70). Anhelo
denigrado, por contraste,
a través de
imágenes expresionistas
que
captan las grotescas contorsiones
de
las luces, ventanas, puertas
y
escaleras
de las casas
«
borrachas »
de
los prostíbulos.
El recuerdo
de
la tía da
un
indicio de la manera
en que se
sondea
la realidad en Débora. Palacio
sostiene
que
sólo
rescatando esas
prácticas
que se esconden detrás de la coraza del ser se llega al
cimiento de
su
más pura
interioridad.
Sólo
por
medio de
la
acumulación de realidades pequeñas, imperceptibles, se constituye
la «
verdadera » experiencia de una
vida
(n). Tal es la ideología estética que
rige
en Débora. Tal es la sola imagen
que
se
desarrolla
en la obra. La
tragicomedia
y el
desequilibrio del Teniente
se los
aprehende,
por
ejemplo, a
través de las
medias
rotas
que
lleva :
« ¿
A quién le va
a interesar
el
que las medias del
Teniente
están
rotas,
y que esto
constituye una de
sus más
fuertes
tragedias,
el
desequilibrio
esencial
de su espíritu ? »
(D, p.
48).
Se
podrían proliferar ejemplos.
El
procedimiento es siempre el mismo : fragmentos intrascendentes de
vida, pormenores
cualesquiera,
conducen
a
las
peripecias más
personales, revelan un protagonista maniatado por las apariencias y la
pobreza, por
la primacía que
confiere
a
los sueños sobre los actos,
revelan
un hombre
acosado por el tedio, la monotonía
y
la soledad,
un
«
hombre muerto e inactivo, eterno parásito avolitivo » (D, p. 28).
Ese ser reducido a la nada, aturdido, enajenado de sí, es un
cautivo de la inercia y la tiranía de las
costumbres. Indiferente
o
incapaz
de
reflexionar
sobre lo
que
es
único
en
él,
se
somete
a
Jos
usos
imperantes,
los
ejecuta, reprime sus zozobras.
Su figura pública,
uniformada
y postiza
cual
esas
« estampas
prusianas »
(D, p.
8),
es
una sarta de
emociones nulas,
prestadas,
de
clisés,
de gustos y
comportamientos
derivados
de novelas
románticas y
de
salas de cine.
El Teniente es un conformista cabal, un
«
perpetuo
imitador social
que suspira porque suspiramos los otros ...el medio le tiende la ace-
(11)
En
todo
esto, Palacio se
revela
buen discípulo de
Flaubert.
8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles
12/17
P.
PALACIO : EL ANHELO INSATISFECHO 151
chanza
de la igualdad; se
le manda rasurarse
y
definir al Estado
»
(D, p. 13).
Por extensión, el ridículo y el absurdo que caracterizan
al personaje convienen
también a
la
sociedad que lo
ha
gestado y
nutrido.
En
este
sentido,
Débora representa un alegato implícito
contra la vulgaridad de los valores sociales en vigencia y contra
la
vigilancia de fórmulas sin substancia
que
entorpecen el espíritu del
hombre
y
le hurtan de su
autenticidad
elemental.
Por eso mismo,
Palacio
se rebela contra las convenciones de una
literatura realista. Cuestiona sus artificios,
sus suposiciones, sus
procedimientos
de
motivación,
su
inclinación hacia lo objetivo y
abstracto
y
los
muestra como falsos, como otra manera de
engañar
y
engañarse : « La
novela
realista engaña
lastimosamente. Abstrae los
hechos y deja el campo lleno de
vacíos;
les da una continuidad
imposible...
Lo
vergonzoso
está
en
que...
dicen
:
te doy
un
compendio
de
la
vida real; esto que escribo es la pura y neta verdad; y todos se lo
creen. Lo único honrado sería decir : estas son fantasías
»
(D,
pp. 48-
49).
Este
último punto
de
vista
es
el
que se propone en
Débora.
Palacio
desnuda el artificio.
Su
objetivo es reorientar las expectativas del
lector, infundir su confianza mostrándole los
mecanismos que
yacen
ocultos detrás de las
simulaciones
de la realidad artística. Se
exponen así no sólo los artificios de las formas literarias, sino también
de las normas
que
rigen nuestro comportamiento en el mundo. Lo
paradójico
de
todo
esto
es que
una
convención
de
verosimilitud
literaria es
sustituida
por otra.
Palacio emplea formas
para
socavar
las
formas.
No hay manera de
escaparlas; sí de
llamar la atención
a la
rigidez y a
las limitaciones
de
las premisas
que
sostienen
la
realidad.
La revelación de lo genuino que se
oculta
tras lo superficial y
corriente, el
cuestionamiento de
usos
sociales y la desvalorización de
convenciones estéticas acaban
por
poner en tela
de juicio
los
sistemas
a que cotidianamente nos
sometemos.
Exponer las realidades
grandes e
ignorar
las menores,
insiste Palacio, es tan
inadecuado
como sojuzgarse a cualquier esquema y aceptarlo como absoluto :
Todo
hombre
de
Estado, denme
el más
grave,
se
sorprende
cotidianamente con esto :
« Ya es
tarde
y no he ido una sola vez al water. »
Esta
mezcla profana
del
higiénico
mueble...
y
los
altos
negocios
es el
secreto
de
la complicación de la vida. Por
eso el
orden
está fuera
de la
realidad,
visiblemente
comprendido dentro de
los
límites
del artificio.
Así,
los filósofos,
e historiadores,
y literatos,
cuya labor
festoneada
en numerosos semicírculos,
trabajan
en
su línea
recta,
a
base de los vértices de esos
semicírculos
que se cortan, trazan
el
arco inútil de la vida
fuera
de
su
obra y aislan cada punto
8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles
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152
C.
de C R VELLE
aprovechable que después formará, en unión de los demás, el
rosario que tiene por alma el
hilo
del sentido común.
Se populariza el animal de las abstracciones. (D, p. 14).
Se
reconoce
allí
que
la realidad
es
una
conjunción
de
opuestos,
una
paradoja,
y que toda epistemología está sujeta a limitaciones.
Vida
del
ahorcado
ha de explorar la
realidad
ya no desde la
perspectiva de
las
excepciones, como en
Un hombre
muerto a puntapiés,
ni
de las normas, conforme se ve en Débora, sino del vacío, de la
tambaleante angustia del que se halle suspendido en
ese precario e
indefinible umbral
entre
un mundo que acaba y otro que amanece.
Entre 1928 y 1932, cuando
apareció
Vida del ahorcado, Palacio
imprimió dos poemas,
de valor cuestionable,
y
dos relatos,
«
Una
mujer
y luego pollo frito
»
(1929) y
«
Sierra (1930) (12). Este encarna una
imagen,
no
una
descripción,
del
paisaje
andino y, por ese lado,
anticipa páginas de
Vida del
ahorcado.
«
Una
mujer y
luego
pollo frito »
es un delirio en que las fronteras de la vigilia y el
sueño,
de la
«
cordura y
[el] desequilibrio »
se borran (O, p. 330). Están aquí otra
vez algunas de las
obsesiones
constantes de Palacio : el silencio
mortificante del
vacío,
la soledad
y la
melancolía
insalvable, la tentación
de lo
anormal
y grotesco, la parodia
de las
costumbres y el
lenguaje.
Está también la mujer, Adriana, amada y desdeñada, vaivén de
emociones, objeto de la fascination y del horror. Esta es una de las
narraciones más
desconcertantes de
Palacio.
No hay un sentido
de
bondad
ni
caridad.
Se
censuran
las debilidades
humanas con la
crueldad
y el desprecio
mordaz del amargado,
con el desvarío
del
delirante que anda en caza de algo que
apacigüe
su descompostura
y redima
su
desarraigo
espiritual.
Vida
del
ahorcado
lleva
hasta el
límite esa sensación de
desintegración y
desencanto.
En 1932, Luis Alberto Sánchez comentó
que
pasa jes
del libro « denuncian a un lírico...
Una fantasía
trabada
por el
realismo. Un lírico amordazado... El ahorcado del libro es el lirismo
de
Palacio » 13). Todo lo
cual
está
perfectamente bien
como
observa-
(12)
Los poemas
son « Capricho pictórico representando a Laura Vela »
yAs
de
diamantes
».
Aparecieron en los números correspondientes
al primero de
enero
de 1928 y
1930, respectivamente,
de
la revista Claridad de Quito,
pp. 254
y 101. En vista de
que las Obras
completas de Pablo
Palacio
no reúnen
todo
lo
que publicó
el autor
lojano, vale indicar que
es
posible que las iniciales P. P.
que
firman
la
traducción del
inglés
de un texto de Stewart
Edward
White,
«
Misterios
que
no
puedo
explicar
»,
que
apareció en
los
números 21-22 y 23-24 de
la revista
América
de
Quito,
sean de
Palacio. Importa también anotar
que
en los
números 7
(diciembre
de 1931) y 8 (enero-febrero de 1932 de la revista Hontanar
de
Loja, Palacio
anticipó
páginas
de Vida del ahorcado.
(13) «
Pablo Palacio : La
vida
del
ahorcado
(sic) », Hontanar, No.
10
(Diciembre
1932), pp. 119-121.
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14/17
P.
PALACIO : EL ANHELO INSATISFECHO
153
ción ingeniosa, de carácter polémico en cuanto al realismo.
Sánchez
pudo, sin
embargo, ir
más lejos :
llamar
la atención, por ejemplo, al
hecho
de que Vida del ahorcado es una composición
híbrida
que,
como
tal,
plantea problemas
de
índole genérica.
Lo
lírico
no
aparece atajado por el realismo,
sino
por lo narrativo, y
viceversa.
El
lector se acerca al
texto
en espera de una novela y se halla ante
procedimientos líricos. Palacio subtituló su
obra
« novela subjetiva. »
Más
apropiado
aún
hubiera sido denominarla « novela lírica.
»
(14). No
hay intriga. No
hay
personajes
tradicionales
con quien identificarse,
pues carecen de
historia
y
fisionomía. El
espacio es interior. La
realidad
objetiva
no cuenta, es casi inexistente.
Tampoco
se puede hablar
de una progresión narrativa basada en
causas
y
efectos
ya que el
arte que practica Palacio es uno sin transiciones. Lo que
hay
es un
montaje
de
imágenes,
secuencias
y
viñetas
que
remiten
a una
organización abierta,
más propia
del
diario.
Del diario
que a
primera instancia contiene meditaciones
dispersas
ubicadas en
un
día
y un mes específicos
para después
abandonar
todo
tipo de referencias al calendario. Esa disposición del
material
sugiere una organización
simbólica
en que la conciencia
temporal
se esfuma a medida que se acentúa la desilusión, la muerte espiritual,
del narrador-protagonista, Andrés Farinanga :
«
He perdido la
medida [del tiempo] : ya no soy un hombre : soy
un
muerto
»
(V, p. 71).
Teniendo en
cuenta ese sentido figurado, Vida del ahorcado
representa
el
viaje
anímico
de
Andrés
que
procede
desde
sus
reflexiones
metafóricas sobre
las
paradojas de la realidad que le ha
tocado
vivir,
a la angustia, a la exaltación del amor, al desengaño insondable,
al
desbarajuste, a la rebeldía, al
suicidio.
El punto de partida de ese
recorrido
es la
visión
de un mundo en que imperan un
irreconciliable
sentido de contradicción y una ausencia de valores
que condenan
al
hombre
al desdoblamiento del ser, al desarraigo y a la penosa
búsqueda de algo que sostenga su imperativa necesidad de equilibrio, de
armonía :
No
estoy aquí;
he
caído
de
nuevo
en
este hueco de
la ausencia.
I Cada
vez
la sensación de ausencia Estoy
como
desintegrado
:
me
parece
que
partes
de
mí
mismo residen
lejos
de
lo
mío,
en
algún
sitio
desconocido y helado. Quedo
mucho tiempo en
tinieblas y empiezo a andar
a tientas...
dominado
por
dos impulsos
contradictorios :
la
esperanza y el
terror de encontrar
a alguien
que también
me busca. (V, p.
49).
La primera de las
«
divisiones
»
que se disciernen en la
obra,
hasta
la sección titulada
« Junio
29 », refiere
a ese
estado de crisis, consiste
(14) Sobre la novela lírica,
consúltese
Ralph Freedman, The Lyrical Novel
(Princeton : Princeton
University Press,
1963).
8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles
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154
C. de C R VELLE
en múltiples
secuencias
cuyo significado se hace inteligible sólo a
través de
la concienzuda participación
del
lector en los procedimientos
metafóricos
a
que recurre Palacio. (Esos procedimientos, dicho sea de
paso,
empalman
con
los
de
la vanguardia
artística
de
la
época.) Cada
secuencia
dispone
varios
elementos dispares
que no
acusan relación
lógica
entre sí. La
yuxtaposición de esos elementos — distinguidos en
el
texto
por rayas divisorias y por encabezamientos en letras
mayúsculas — invita asociaciones que, gracias al
reconocimiento
de
hilos
conductores ocultos, distantes, producen analogías
(15).
Las
analogías sin embargo, son inmediatamente
desmanteladas
por medio del
contraste irónico. Es
ese
contraste el
que
ilumina
la
unidad temática
de las secuencias. La base de esa unidad es invariablemente
la
ambivalencia de
la
realidad
a
que hace frente
el protagonista
: lo
sublime
y
las necesidades
elementales,
el
odio
y
el
amor,
la
tiranía
y
la
inocencia,
la moral y el pecado,
el
orden y el desorden, el tiempo y la
muerte, el crimen y la impunidad.
A esa primera
«
parte » la sigue una suerte de
«
intermezzo
»
en
que
aflora
el rostro de la angustia, del vacío, de la nada. En la
siguiente
de las divisiones que se vienen imponiendo en Vida del ahorcado,
se sugiere
que
Andrés va en
busca
de una
solución a
esa encrucijada.
Cree
poder hallarla en el amor. Aquí la obra se adhiere más, si bien
imperceptiblemente,
a
las exigencias de la narrativa que de
la poesía.
Las viñetas, aunque
carecen
de una verdadera anécdota,
aluden a
cierta
coherencia cifrada
en
Andrés.
Este corteja a
Ana.
Transita
las
apoteosis y las humillaciones del amor. Como muchas de las mujeres
que
figuran
en
la
obra
de Palacio,
Ana reúne cualidades
contradictorias .
En
un
sentido,
es la
personificación
del ideal
femeninoo
inalcanzable
y, en otro, es una mujer
insulsa,
caprichosa, frivola. La salida de
la angustia que el amor parecía indicar se cierra al caer éste en la
costumbre y la rutina. La sensación de desengaño, de asfixia e
inquietud
se
afianzan,
ahorcan
metafóricamente
al protagonista. Se
precipita el desequilibrio. Andrés se siente «
podrido
» (V, p. 62).
El resto
de Vida del
ahorcado
multiplica
viñetas
inconexas,
pobladas
de
imágenes
oníricas, surrealistas,
que
profundizan
cada
vez
más en los abismos interiores de Andrés, en su desprecio del mundo.
Desfilan en
ese cortejo
el sinsentido y
el absurdo.
La muerte y la
belleza asoman también la cara. Aquélla
figura
como la liberación
de un metafórico
«
cuello... demasiado estrecho
»
que se
odia
y se
(15) Cabe indicar que las rayas divisorias y otros detalles que Palacio
impuso
en la
disposición
de
su
texto no han sido suficientemente
respetados en
las
reimpresiones de la obra. Una lectura seria,
sin
embargo, tiene que
tenerlos
en
cuenta.
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P.
PALACIO : EL
ANHELO
INSATISFECHO
155
ama (V, p. 75). A ésta se la divisa sobre un
puente
que
simbólic mente parece reconciliar opuestos y distancias. La
belleza,
sin embargo,
se hunde en el fango (V,
pp.
81-82).
Se intensifican las imágenes de
un
mundo
decadente
e
irredimible,
en deterioro.
El
hombre
aparece como un ser abyecto,
intolerante,
denigrado por las
necesidades
físicas y
el estómago,
como un
ser
que malgasta inútilmente
su
tiempo, que
usurpa, que
crea
héroes,
que declara
guerras,
que mata
y muere
por
tonterías, por mantener creencias huecas.
En el fondo
de esa
maleza
de
imágenes
se oyen
voces
que sugieren
una pauta a seguir frente al desconcierto y el
asco
que representa la
condición humana. Por
medio
de la
analogía
árbol-hombre
: hombre-
sociedad se propone que lo que hay que cambiar es la esencia misma
de la especie :
Esta no es, no debe ser
una
revolución
contra el
hombre... es
una revolución
contra
el árbol
...
¿ Qué sacaríamos, en efecto, de
destruir al hombre, si
no por
eso vamos a destruir nuestra
condición
de esclavos
? Es
preciso visar y revisar los conceptos
a fin de no
caer
en conclusiones equivocadas, i En dónde está la
raíz
del
mal ? i Por qué estamos aquí ? Estamos aquí en calidad
de árboles ? Destruid
esta
calidad y habréis renovado vuestra
condición
de seres libres. Nuestro
tirano
es el árbol. (V, pp. 65-
66).
En
otra
ocasión,
se
promulga que
la esperanza
está
en
reconocer
que
«
Hay
que
desatar
al
hombre,
»
que
«
Hay
que desapasionar
al
hombre » (V, p. 87). La más desesperada de las
« soluciones »
ocurre,
sin
embargo,
durante un
sueño de
Andrés
en
que para
rescatar
a
su
hijo de las
tiranías
de un mundo que él halla
repugnante
y cruel, lo
mata.
Por ese
crimen,
de la imaginación más que de la
realidad,
Andrés
es procesado. En una audiencia absurda, que invita comparaciones
con Kafka, y
que
por la violencia, desorden e
irracionalidad
que
la
impregnan recuerda más a un grotesco
circo romano
que a un
tribunal de justicia, se condena
a
Andrés
a
la horca. Por medio de una
parodia
acerba
de los criterios y de los clisés lingüísticos
que
sostienen la organización social,
Palacio
plantea
un divorcio insalvable
entre el
personaje
y
la sociedad.
La
relación de Andrés
con el mundo
es
irreconciliable. La desintegración
es total. Andrés se
sentencia
a
sí
mismo. El único camino de redención
que halla, y
por el
cual opta,
es
el suicidio.
La
condición que
Andrés encarna parece ser
parte
de
un círculo vicioso del que no hay
escape.
Vida del ahorcado «
termina
» así :
Ahora
bien :
Esta
historia
pasa de
aquí
a su comienzo,
8/17/2019 Pablo Palacio_el Anhelo Insatisfecho___por Humberto E. Robles
17/17
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C. de C R VELLE
en la primera
mañana
de mayo,
sigue a
través de estas mismas
páginas, y cuando
llega
de nuevo aquí, de nuevo
empieza
allá...
Tal
era
su iluminado
alucinamiento.
(V,
p.
108)
Surge aquí la
pregunta
si la censura de Palacio es
sólo
contra una
realidad asquerosa o también, como
cabe
deducir, contra el
igualmente pernicioso espíritu de Andrés. En todo caso, el mundo de
Palacio ha tocado
fondos abismales de
desesperación.
Palacio abandonó la literatura. En los próximos años se
dedicó
a
la
filosofía y a
la militancia en el
socialismo.
En 1934 publicó
«
Interpretación sana del mundo » y
parte de
otro ensayo
filosófico,
«
Sentido de
la
palabra verdad
»
cuya versión
completa
apareció
en 1935.
Este
último
año, Palacio
imprimió
en
Chile su traducción
del
francés
de la edición de Maurice Solovine de las Doctrinas
filosóficas de Heráclito de Efeso (16).
En
los ensayos aludidos, Palacio
se pasea por la historia de la filosofía — desde los presocráticos hasta
Bertrand Russell — con lucidez, señorío y autoridad.
En «
Interpretación
sana del
mundo »
investiga la posición filosófica materialista,
mientras en
«
Sentido de la palabra verdad
»
indaga sobre el título
de su trabajo, después de prevenir que : «
El
menos iniciado sabe que
la
filosofía trata de fundamentar la
legitimidad
del conocimiento,
por
una parte, siendo en este sentido previa a la
ciencia,
y que,
por
otra,
tiende
a
hacer
síntesis
científica
para
deducir
de
ella
la
posición
y
la conducta del hombre en el mundo.
En
este sentido, la
filosofía
no
termina en sí misma : es arma y medida para la ciencia y para la
conducta... la
filosofía
es la condición de la acción
»
(17).
No incumbe entrar aquí en una discusión de dichos ensayos, pero,
habiendo observado que la obra literaria de Palacio señala un proceso
de desintegración de los valores y
la
forma
que
se acentúa conforme
se sondea
más
y
más
en la vida
subjetiva
de los
personajes,
sí viene
al caso inquerir
si
las actividades de sus penúltimos años
de
cordura
no
apuntan a un
deseo fundamental de querer agarrarse
a
algo
que sostenga
su
fe, que
le
dé un
apoyo para su atormentada
visión del
mundo
: un sistema
político,
un
sistema
filosófico.
(16) «
Interpretación
sana
del
mundo » salió
en el
periódico
La Tierra
de
Quito,
en las ediciones del 15, 22 y 29 de abril, y 7 de mayo de
1934.
Una parte de
« Sentido de la
palabra
'verdad' » apareció
también
en La Tierra,
el
18 de
diciembre de
1934.
La versión completa se imprimió en la revista
lo
ana Bloque, No. 1
(Enero
1935), pp.
2941. La
traducción del francés
que
hizo
Palacio
de la edición
de Maurice
Solovine
de Doctrinas
filosóficas
de Heráclito
la
publicó Ediciones
Ercilla,
Santiago de Chile,
1935.
(17) Bloque, No. 1
(Enero
1935), p. 29.